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Páginas 67-76 EL PROBLEMA DE LA ELABORACIÓN DE CONTENIDOS EN MOODLE Fernando F. Rojero En Investea hemos impartido cursos de formación del profesorado sobre realización de unidades didácticas en un aula Moodle suficientes como para que varios cientos de profesores y profesoras hayan intentado hacer una pequeña unidad didáctica y experimentarla. Si añadimos nuestra experiencia con las aulas de este tipo instaladas en los centros educativos donde ejercemos como profesores, estamos en condiciones de afirmar algunas circunstancias sobre el papel del profesor como autor de cursos virtuales que creemos que es conveniente reseñar: La primera conclusión es que, no nos engañemos, desarrollar los materiales, actividades, cuestionarios, etc. para un curso virtual es un trabajo ímprobo, que muy pocos profesores están dispuestos a asumir con el suficiente entusiasmo y dedicación para llevarlos a buen puerto. Desarrollar un curso virtual, es a nuestro parecer un trabajo mucho más arduo que elaborar un libro de texto y por lo tanto, es una tarea que no debería pedirse, ni mucho menos exigirse, a los profesores. Sin embargo, el sector del e-learning está creciendo vertiginosamente en estos dos últimos años, precisamente en este tiempo, han proliferado los llamados MOOCs, “Massive Open Online Courses”, promovidos por universidades, principalmente norteamericanas, a las que se han ido sumando otras de otros países, incluido España con el programa MiríadaX. Muchos de estos cursos cuentan los alumnos inscritos por decenas de miles, claro, son gratis y los imparten profesores y departamentos de prestigiosas universidades. ¿Cómo solucionan sus autores el problema de la elaboración de contenidos? Nos hemos inscrito en varios de ellos, en parte por su interés intrínseco, al menos por el título del curso, que no debemos confundir con el certificado, puesto que la mayor parte de ellos no emiten un

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EL PROBLEMA DE LA ELABORACIÓN DE CONTENIDOS EN MOODLE

Fernando F. Rojero

En Investea hemos impartido cursos de formación del profesorado sobre realización de unidades didácticas en un aula Moodle suficientes como para que varios cientos de profesores y profesoras hayan intentado hacer una pequeña unidad didáctica y experimentarla.

Si añadimos nuestra experiencia con las aulas de este tipo instaladas en los centros educativos donde ejercemos como profesores, estamos en condiciones de afirmar algunas circunstancias sobre el papel del profesor como autor de cursos virtuales que creemos que es conveniente reseñar:

La primera conclusión es que, no nos engañemos, desarrollar los materiales, actividades, cuestionarios, etc. para un curso virtual es un trabajo ímprobo, que muy pocos profesores están dispuestos a asumir con el suficiente entusiasmo y dedicación para llevarlos a buen puerto. Desarrollar un curso virtual, es a nuestro parecer un trabajo mucho más arduo que elaborar un libro de texto y por lo tanto, es una tarea que no debería pedirse, ni mucho menos exigirse, a los profesores.

Sin embargo, el sector del e-learning está creciendo vertiginosamente en estos dos últimos años, precisamente en este tiempo, han proliferado los llamados MOOCs, “Massive Open Online Courses”, promovidos por universidades, principalmente norteamericanas, a las que se han ido sumando otras de otros países, incluido España con el programa MiríadaX. Muchos de estos cursos cuentan los alumnos inscritos por decenas de miles, claro, son gratis y los imparten profesores y departamentos de prestigiosas universidades.

¿Cómo solucionan sus autores el problema de la elaboración de contenidos? Nos hemos inscrito en varios de ellos, en parte por su interés intrínseco, al menos por el título del curso, que no debemos confundir con el certificado, puesto que la mayor parte de ellos no emiten un

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certificado con valor académico real. Pero ése es otro cantar que analizaremos en otra ocasión. Ahora nos interesa más qué lecciones podemos aprender de esos cursos:

Analizándolos, observamos que todos utilizan una serie de estrategias, o si se nos permite la expresión, trucos, para conseguir desarrollarlos fácilmente. El primero de todos es el uso del vídeo para grabar clases o explicaciones. Sí, la mayor parte del contenido de estos cursos son clases magistrales grabadas. Y encima algunas, o muchas, de magistrales tienen sólo el nombre, vamos que son un “rollo”.

Y es que claro, si me grabo todos los días mi clase, cosa que muchos profesores están empezando a hacer, pues tengo solucionado gran parte del problema de elaborar contenidos. Luego cuelgo las explicaciones en mi aula virtual y asunto casi concluido. Si encima como ocurre en las universidades hay un aula o departamento de vídeo, audiovisuales o similar, pues la cuestión encima es mucho más fácil.

No vamos a negar que esta estrategia de grabar las explicaciones de cada día de profesores seleccionados la estamos considerando para incorporar estas explicaciones a futuros cursos de INVESTEA, puesto que no podemos negar que hay profesores que explican mejor que otros, que algunos lo hacen muy bien y son muy didácticos y no estaría nada mal que más alumnos puedan beneficiarse de ello.

¿Y las tareas?

Un curso en el que los alumnos se limitaran exclusivmente a ver vídeos con explicaciones no puede ser un buen curso. Entre las tareas típicas de estos cursos están los cuestionarios de corrección automática. Son una de las herramientas básicas de cualquier estrategia de e-learning y estos cursos hacen uso de ellos aunque en general, con muy poca extensión, a veces al acabar un vídeo, otras veces a la mitad de una explicación y siempre con pocas preguntas. Y es que no nos engañemos, la elaboración de cuestionarios de aprendizaje y lecciones interactivas es la parte más trabajosa de la elaboración de un curso virtual.

Otro problema es el de los trabajos que no se pueden autocorregir. Aunque hemos leído que existen interesantes desarrollos de software capaz de “aprender” tu estilo de corrección y luego aplicarlo a otros trabajos, vamos algo así como eso que hacemos los profesores cuando corriges dos o tres ejercicios para sentar las bases de cómo vas corregirlos todos. El caso es que si tienes miles de alumnos es imposible que los corrijas todos, de hecho con que tengas unas decenas eso se convierte en un auténtico martirio. El truco es que los alumnos se corrijan unos a otros y que enviar tu trabajo y corregir los de otros sea parte de las tareas del curso por las que se obtiene nota

En Moodle, el aula virtual que utilizamos en INVESTEA, existe un tipo de tarea denominada Taller, que consiste exactamente en eso: cada alumno elabora un trabajo, por ejemplo el clásico Powerpoint, y en una fase posterior, los trabajos son evaluados por otros alumnos y, si se quiere, el profesor. Nosotros la hemos utilizado con alumnos de instituto con desiguales resultados, todo hay que decirlo.

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Evidentemente, un curso virtual tiene la capacidad de incluir numerosos tipos de materiales como objetos para el aprendizaje. Unos son muy arduos de elaborar, otros se pueden coger directamente de la web, por ejemplo vídeos de Youtube, Vimeo o cualquier otro proveedor. Tendrán además la ventaja de estar “curados”, curioso término que se está poniendo de moda para designar aquellos recursos de internet que han sido revisados por el profesor y “dados por buenos”. Por supuesto que elegir qué vídeos vamos a incorporar a nuestro curso puede llevar nuevamente un trabajo complicado.

En resumen, como decíamos al principio, elaborar un curso para un aula virtual es un trabajo largo, complejo y sobre todo muy laborioso que no está al alcance de cualquiera y menos si tiene veinte horas de clase semanales, tutorías, evaluaciones, etc. Como parece que el e-learning o mejor el blended learning (b-learning) han venido para quedarse, es evidente que la mayor parte del profesorado preferirá o no le quedará más remedio que recurrir a materiales elaborados por editoriales o por especialistas y que se tendrán que comprar en lugar de los actuales libros de texto. Eso sí deberían ser mucho más baratos.

Los Cuestionarios

Las preguntas cortas y entre ellas las de múltiple elección son un recurso muy fácil de usar en enseñanza virtual. Utilizadas desde hace mucho tiempo en tests estandarizados, en nuestro sistema educativo no han tenido mucho éxito probablemente porque nunca fueron muy utilizadas. Pero probablemente también porque quedaron bastante desprestigiadas entre el profesorado cuando el modelo educativo fue intentado sustituir por uno derivado de las ideas constructivistas, en la época de la “reforma” y posterior LOGSE.

Como son muy laboriosas de preparar y muy fáciles de copiar en un examen de unos alumnos a otros, no es de extrañar que el profesorado las haya obviado largamente. Y aunque bien es cierto que existen soluciones para que los alumnos no copien, como por ejemplo la de la foto de encima, correspondiente a unos exámenes de ingreso en una universidad coreana, no creo que aquí se admitieran fácilmente.

La llegada de la informática ha propiciado un renacer de este tipo de preguntas, haciendo que se utilicen cada vez. La razón más obvia es su corrección automática, o sea que el profesor no

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necesita hacer nada después del examen. La nota de los exámenes es automática y se obtiene nada más terminarlo, si el profesor así lo desea. La segunda razón, es que una vez conformado un banco de preguntas, se pueden utilizar repetidamente combinándolas de muchas formas, eligiendo las que mejor funcionan, etc. En otras palabras, su manejo se ha convertido en muy sencillo y, como veremos, debido a su automatización, permiten realizar estudios sobre aprendizaje muy interesantes.

Precisamente, un estudio reciente publicado en la revista “Psychological Science” (Wray, 2012), comparó las preguntas de elección múltiple con las de respuesta corta no prefijada. Los alumnos tenían que leer dos ensayos cortos. Se les dividió al azar en dos grupos iguales, la mitad combinaba la lectura con un cuestionario de preguntas de elección múltiple y la otra mitad con preguntas de respuesta corta. Posteriormente, se les pasó un examen con las mismas preguntas anteriores y algunas nuevas relacionadas. Los resultados son muy interesantes: haber practicado contestando a cualquiera de los dos tipos de preguntas mejoraba los resultados del examen. Y aunque el estudio no lo considera un hallazgo, nosotros consideramos que valida un método de enseñanza que nosotros utilizamos en las clases de cada día, que no es otro que interrumpir frecuentemente la explicación para indagar a los alumnos sobre lo que se está explicando, tanto sobre lo que ya conocen o deberían conocer como sobre si han comprendido correctamente lo que se está diciendo.

Pero los resultados encontrados en el citado estudio son los que nos interesan en este momento: los alumnos que habían estudiado contestando a preguntas de elección múltiple conseguían mejores resultados tanto en las preguntas que eran iguales a las estudiadas como en las nuevas. El resultado parece indicar que este tipo de preguntas estimula procesos cognitivos relacionados con la memoria, o sea que es mejor el aprendizaje basado en la observación y valoración de respuestas plausibles, que el basado en un simple proceso de recuerdo. Este proceso mental, de la memoria, es clave en el aprendizaje.

En Moodle

Moodle tiene la posibilidad de utilizar ambos tipos de preguntas, y varios más, tanto en sus cuestionarios como en las llamadas “lecciones”. Como vemos en la imagen, en Moodle 2.5 que es la versión que estamos utilizando, cuando estamos creando una pregunta nueva, la elección sobre el tipo de esta, se hace fácilmente:

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Es interesante comentar que las opciones de “emparejamiento” y de “verdadero/falso”, podemos considerarlas como variantes de las de elección múltiple. Nos quedan entonces sólo las de ensayo, y las de respuesta corta como opciones de respuesta libre, por llamarla de alguna manera. Todas ellas, incluyendo las de respuesta corta, como ésta es prefijada, son respuestas que el sistema corrige automáticamente. Las de ensayo son las únicas que tiene que corregir el profesor y poner la nota posteriormente. Son las más parecidas a lo que se viene haciendo en exámenes escritos.

En Resumen

Con lo que acabamos de ver, parece claro que repetir este experimento es algo que podría estar fácilmente al alcance de cualquier docente que utilice un aula virtual como apoyo de sus clases. La investigación educativa puede estar un poco más al alcance de los docentes no universitarios interesados en ella y siempre escasos de tiempo, máxime cuando el propio Moodle tiene una herramienta que se denomina “análisis de items”, que nos permite averiguar qué preguntas “funcionan” bien, es decir, cuáles están midiendo significativamente el aprendizaje. De todas formas, otros diseños de investigación originales pueden ser realizados simplemente obteniendo hojas de cálculo con los resultados.

En todo caso y, como conclusión, quedarnos con el hecho de que diseñar una lección como se hace en Moodle, que exige que el alumno vaya contestando cuestiones cada cierto tiempo, es una buena práctica en todos los casos, y lo es más cuando estas preguntas lo sean de “elección múltiple”.

LOS HEREDEROS DEL LIBRO DE TEXTO

Nos vamos a centrar en las ventajas de utilizar un aula virtual tipo Moodle o, en su defecto, de cualquier LMS similar como Chamaeleo, Blackboard, la futura EDx, entre los más de veinte que menciona la wikipedia

La proliferación de otros tipos de servicios educativos disponibles a través de la web es tal que resulta materialmente imposible que un profesor pueda estar al día de cuáles utilizar y cuáles no. En este blog hemos hablado ya de algunos de ellos, por ejemplo para hacer mapas conceptuales o para hacer infografías. Simplemente elegir cuáles de ellos vamos a usar y aprender a hacerlo, supone una cantidad de tiempo de la que muy pocos profesores disponen o están dispuestos a gastar, y no digamos conseguir que los alumnos entren a la aplicación que se les ha pedido y no a cualquier otra cosa. Quien haya inscrito a sus alumnos en una simple aula virtual, tipo Moodle, comprobando con qué facilidad olvidan sus claves o intentan entrar a una página equivocada, entenderá de qué estamos hablando.

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La clase tradicional la formaban, básicamente, un profesor y un par de recursos: la pizarra y los libros de texto. El profesor se servía del libro de texto, o de sus propios apuntes, para llevar a la pizarra el contenido de aprendizaje. El libro de texto o sus propios apuntes han sido, son todavía, el hilo conductor del trabajo en el aula, digamos el organizador de todo el proceso. Aunque todos hemos tenido profesores que llegaban a clase y explicaban “lo que les daba la gana”, reconoceremos que, salvo excepciones no gozaban de muy buena prensa y, hoy en día, con las presiones de los padres y demás, no parece que pudieran tener mucho sitio en los centros educativos.

Luego si se dan las tres premisas:

1. No va haber más remedio que pasar a lo digital y además muy barato o gratis. 2. Es casi imposible organizar un curso en base al maremágnum de aplicaciones

educativas “on line” disponibles, a pesar de que muchas de ellas son buenísimas. 3. El profesor necesita un organizador, sea un libro de texto, unos apuntes o una

programación.

La solución pasa, creemos que necesariamente, por usar un LMS; y Moodle, seguimos pensando que es la mejor opción. ¿Por qué?

Las ventajas de usar un aula virtual

1. Porque es relativamente fácil, aunque bastante trabajoso, pasar materiales didácticos escritos a formato digital interactivo. Ojo que no hablamos de interactividad tipo videojuego o exclusivamente gráfica en la que el alumno mueve cosas con el ratón, sino interactividad intelectual, en la que el alumno tiene que usar el material para comprender unos contenidos, hacerse preguntas y/o buscar las respuestas.

2. Porque es posible y bastante fácil integrar otros recursos como vídeos, presentaciones, mapas conceptuales, simulaciones y un largo etc. en el aula virtual haciéndola más dinámica. Por eso se llaman LMS (Sistemas de manejo de objetos de aprendizaje). Las explicaciones pueden ser sustituidas o complementadas por

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una amplia gama de versiones del mismo contenido conceptual facilitando el aprendizaje.

3. Porque permite un control exhaustivo de la actividad del alumno, cosa que en estos tiempos no es baladí, ya que al profesor se le está exigiendo cada vez más que sepa todo acerca del aprendizaje del alumno, al tiempo que las aulas empieza a tener 37 alumnos, como en los viejos tiempos. Hemos llamado a Moodle en alguna ocasión el “Gran hermano”. El profesor, y eventualmente los padres, pueden saber en cada momento si un alumno está realizando las tareas de aprendizaje encomendadas y en qué nivel de aprendizaje se encuentra. Un aula virtual puede ser de mucha ayuda.

4. Porque el trabajo que vayas haciendo de elaborar materiales, textos, cuestionarios, seleccionar vídeos, etc. te queda para el futuro. Si lo has hecho bien, no tendrás que volverlo a hacer. vamos que un curso virtual es la versión moderna de esos “apuntes amarillentos de toda la vida” que siempre se han puesto como ejemplo de que los profesores no nos reciclábamos.

5. Porque permiten un reciclaje de los materiales muy fácil. Si contienen erratas, si hay partes que se entienden mal, si hay preguntas en un cuestionario que no miden bien el aprendizaje, si has encontrado un vídeo que te gusta más, etc. todo ello puede ser cambiado con media docena de clics.

6. Porque los alumnos pueden trabajar en casa y avanzar o repasar a su propio ritmo y bajo la supervisión de sus padres.

Los inconvenientes de usar un aula virtual

Si todo fuera tan fácil y tan bonito como hemos escrito en el punto anterior, todos los profesores estarían utilizando Moddle o similares como locos. Nuestra experiencia es que ocurre exactamente lo contrario. Veamos algunas razones para no usar Moodle:

1. El trabajo de poner materiales en una aula virtual es equivalente al de escribir un libro. Muchos profesores piensan que no es su tarea y, probablemente tienen razón. En el post anterior hemos discutido sobre el problema de la gratuidad de los libros de texto en papel. Pues en este caso el problema es similar. Alguien debería pagar por la elaboración de estos materiales.

2. Mientras en California, las autoridades regalan Ipads a los alumnos para usarlos en clase, en España los centros educativos no tienen más que una o dos aulas de informática con menos ordenadores que alumnos, casi siempre con varios estropeados y con el horario copado por las asignaturas de informática y el departamento de Tecnología.

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3. Hay alumnos que no tienen internet en casa. La crisis está afectando a mucha gente de manera muy grave, no nos engañemos. Al término “pobreza energética” acuñado para aquellas familias que no encienden la calefacción por falta de dinero, va a tener que añadirse el de “pobreza digital” para las que no pueden pagarse una conexión a internet para que estudien sus hijos. Como esto ya lo hemos sufrido en nuestra práctica, en estos casos les señalamos que existen bibliotecas públicas en las que el acceso a internet es gratuito, que las usen.

Las posibles soluciones o “por donde podrían ir las cosas en el futuro”

Los profesores, salvo excepciones, no van a hacer cursos cursos “on line”. Hace ya casi diez años que Moodle se empezó a implantar en muchos centros educativos y, a falta de datos fiables, creemos que su implantación es muy baja. Por cierto, si quieres contribuir a que existan datos un poco más fiables, te invitamos a:

La única solución, que nosotros vemos, es que los cursos “on line” sean elaborados por terceros diferentes a los profesores, sean editoriales, consejerías, asociaciones, colectivos de profesores, grupos de trabajo, etc. y que sean utilizados de forma gratuita o de pago por los centros educativos. Vamos, algo similar a lo que ya ocurre con los libros de texto, pero creemos que mucho más baratos para los alumnos, aunque no necesariamente gratis.

Encuesta entre el profesorado

Para validar algunas de nuestras impresiones o al menos comprobar el estado de la cuestión en el sistema educativo, hemos realizado a través de internet una encuesta entre profesorado. Sus resultados no tiene validez estadística puesto que la muestra no fue elegida con ningún criterio, fue contestada voluntariamente por un bajísimo porcentaje de los que la recibieron en su correo.

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