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El Príncipe Feliz y Otros Cuentos Por Oscar Wilde

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ElPríncipeFelizyOtrosCuentos

Por

OscarWilde

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ELPRÍNCIPEFELIZ

Enlapartemásaltadelaciudad,sobreunacolumnita,sealzabalaestatuadelPríncipeFeliz.

Estabatodarevestidademadreselvadeorofino.Tenía,aguisadeojos,doscentelleanteszafirosyungranrubírojoardíaenelpuñodesuespada.

Portodolocualeramuyadmirada.

—Es tan hermoso como una veleta—observó uno de losmiembros delConcejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte—.Ahora,quenoes tanútil—añadió, temiendoque le tomaranporunhombrepocopráctico.

Yrealmentenoloera.

—¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? —preguntaba una madrecariñosaasuhijito,quepedíalaluna—.ElPríncipeFeliznohubierapensadonuncaenpedirnadaavozengrito.

—Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que escompletamente feliz —murmuraba un hombre fracasado, contemplando laestatuamaravillosa.

—Verdaderamentepareceunángel—decíanlosniñoshospicianosalsalirde la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitaschaquetasblancas.

—¿En qué lo conocéis —replicaba el profesor de matemáticas— si nohabéisvistounonunca?

—¡Oh!Loshemosvistoensueños—respondieronlosniños.

Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severoaspecto,porquenopodíaaprobarqueunosniñossepermitiesensoñar.

Unanochevolóunagolondrinitasindescansohacialaciudad.

Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella sequedóatrás.

Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró alcomienzodelaprimavera,cuandovolabasobreelríopersiguiendoaunagranmariposaamarilla,ysutalleesbeltolaatrajodetalmodo,quesedetuvoparahablarle.

—¿Quieresqueteame?—dijolaGolondrina,quenoseandabanuncaconrodeos.

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YelJuncolehizounprofundosaludo.

Entonces laGolondrinarevoloteóasualrededorrozandoelaguaconsusalasytrazandoestelasdeplata.

Erasumaneradehacerlacorte.Yasítranscurriótodoelverano.

—Esunenamoramientoridículo—gorjeabanlasotrasgolondrinas—.EseJuncoesunpobretónytienerealmentedemasiadafamilia.

Yenefecto,elríoestabatodocubiertodejuncos.Cuandollegóelotoño,todaslasgolondrinasemprendieronelvuelo.

Unavezquesefueronsusamigas,sesintiómuysolayempezóacansarsedesuamante.

—No sabe hablar —decía ella—. Y además temo que sea inconstanteporquecoqueteasincesarconlabrisa.

Yrealmente,cuantasvecessoplabalabrisa,elJuncomultiplicabasusmásgraciosasreverencias.

—Veoqueesmuycasero—murmurabalaGolondrina—.Amímegustanlosviajes.Porlotanto,alquemeame,ledebegustarviajarconmigo.

—¿Quieresseguirme?—preguntóporúltimolaGolondrinaalJunco.

PeroelJuncomoviólacabeza.Estabademasiadoatadoasuhogar.

—¡Te has burlado de mí!—le gritó la Golondrina—.Memarcho a lasPirámides.¡Adiós!

YlaGolondrinasefue.

Volódurantetodoeldíayalcaerlanochellegóalaciudad.

—¿Dóndebuscaré un abrigo?—sedijo—.Supongoque la ciudadhabráhechopreparativospararecibirme.

Entoncesdivisólaestatuasobrelacolumnita.

—Voyacobijarmeallí—gritó—Elsitioesbonito.Haymuchoairefresco.

YsedejócaerprecisamenteentrelospiesdelPríncipeFeliz.

—Tengounahabitacióndorada—sedijoquedamente,despuésdemirarentornosuyo.

Ysedispusoadormir.

Peroaliracolocarsucabezabajoelala,heaquíquelecayóencimaunapesadagotadeagua.

—¡Qué curioso! —exclamó—. No hay una sola nube en el cielo, las

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estrellasestánclarasybrillantes,¡ysinembargollueve!ElclimadelnortedeEuropaesverdaderamente extraño.Al Junco legustaba la lluvia;peroenélerapuroegoísmo.

Entoncescayóunanuevagota.

—¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? —dijo laGolondrina—.Voyabuscarunbuencopetedechimenea.

Ysedispusoavolarmáslejos.Peroantesdequeabrieselasalas,cayóunaterceragota.

LaGolondrinamiróhaciaarribayvio…¡Ah,loquevio!

Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corríansobresusmejillasdeoro.

Sufazeratanbellaalaluzdelaluna,quelaGolondrinitasesintióllenadepiedad.

—¿Quiénsois?—dijo.

—SoyelPríncipeFeliz.

—Entonces,¿porquélloriqueáisdeesemodo?—preguntólaGolondrina—.Mehabéisempapadocasi.

—Cuandoestabayovivoyteníauncorazóndehombre—repitiólaestatua—, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de laDespreocupación,enelquenosepermite laentradaaldolor.Duranteeldíajugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gransalón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca mepreocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba erahermosísimo.MiscortesanosmellamabanelPríncipeFelizy,realmente,erayo feliz, si esque el placer es la felicidad.Asíviví y asímorí, y ahoraqueestoymuertomehanelevadotanto,quepuedovertodaslasfealdadesytodaslasmiseriasdemiciudad,yaunquemicorazónseadeplomo,nomequedamásrecursoquellorar.

«¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?», pensó la Golondrina para susadentros,puesestabademasiadobieneducadaparahacerningunaobservaciónenvozaltasobrelaspersonas.

—Allíabajo—continuólaestatuaconsuvozbajaymusical—,allíabajo,enunacallejuela,hayunapobrevivienda.Unadesusventanasestáabiertaypor ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro estáenflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas depinchazosdelaaguja,porqueescosturera.Bordapasionariassobreunvestidoderasoquedebelucir,enelpróximobailedecorte,lamásbelladelasdamas

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dehonorde laReina.Sobreun lecho,enel rincóndelcuarto,yacesuhijitoenfermo.Tienefiebreypidenaranjas.Sumadrenopuededarlemásqueaguadelrío.Poresollora.Golondrina,Golondrinita,¿noquieresllevarlaelrubídelpuñodemiespada?Mispiesestánsujetosalpedestal,ynomepuedomover.

—Me esperan en Egipto —respondió la Golondrina—. Mis amigasrevolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos.Pronto iránadormiralsepulcrodelGranRey.ElmismoReyestáallíensucajademadera,envueltoenuna telaamarillayembalsamadoconsustanciasaromáticas.Tieneunacadenadejadeverdepálidoalrededordelcuelloysusmanossoncomounashojassecas.

—Golondrina, Golondrina, Golondrinita —dijo el Príncipe—, ¿no tequedarásconmigounanocheyserásmimensajera?¡Tienetantasedelniñoytantatristezalamadre!

—No creo que me agraden los niños —contestó la Golondrina—. Elinvierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos maleducados,loshijosdelmolinero,noparabanunmomentoentirarmepiedras.Claroesquenomealcanzaban.Nosotras,lasgolondrinas,volamosdemasiadobienparaesoyademásyopertenezcoauna familiacélebrepor suagilidad;mas,apesardetodo,eraunafaltaderespeto.

PerolamiradadelPríncipeFelizeratantristequelaGolondrinitasequedóapenada.

—Muchofríohaceaquí—ledijo—;peromequedaréunanocheconvosyserévuestramensajera.

—Gracias,Golondrinita—respondióelPríncipe.EntonceslaGolondrinitaarrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y llevándolo en el pico, volósobrelostejadosdelaciudad.

Pasósobrelatorredelacatedral,dondehabíaunosángelesesculpidosenmármolblanco.

Pasósobreelpalacio realyoyó lamúsicadebaile.Unabellamuchachaaparecióenelbalcónconsunovio.

—¡Quéhermosassonlasestrellas—ladijo—yquépoderosaeslafuerzadelamor!

—Querría que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial —respondió ella—. Hemandado bordar en él unas pasionarias, ¡pero son tanperezosaslascostureras!

Pasósobreelríoyviolosfanalescolgadosenlosmástilesdelosbarcos.Pasósobreelghettoyvioalosjudíosviejosnegociandoentreellosypesandomonedasenbalanzasdecobre.

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Alfinllegóalapobreviviendayechóunvistazodentro.Elniñoseagitabafebrilmenteensucamitaysumadrehabíasequedadodormidadecansancio.

LaGolondrinasaltóalahabitaciónypusoelgranrubíenlamesa,sobreeldedal de la costurera. Luego revoloteó suavemente alrededor del lecho,abanicandoconsusalaslacaradelniño.

—¡Quéfrescomásdulcesiento!—murmuróelniño—.Deboestarmejor.

Ycayóenundeliciososueño.

EntonceslaGolondrinasedirigióatodovuelohaciaelPríncipeFelizylecontóloquehabíahecho.

—Escurioso—observaella—,peroahoracasisientocalor,ysinembargo,hacemuchofrío.

Y la Golondrinita empezó a reflexionar y entonces se durmió. Cuantasvecesreflexionabasedormía.Aldespuntarelalbavolóhaciaelríoytomóunbaño.

—¡Notable fenómeno!—exclamó el profesor de ornitología que pasabaporelpuente.

¡Unagolondrinaeninvierno!

Yescribiósobreaqueltemaunalargacartaaunperiódicolocal.

Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podíancomprender!…

—EstanochepartoparaEgipto—sedecíalaGolondrina.

Ysólodepensarloseponíamuyalegre.

Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre lapunta del campanario de la iglesia. Por todas partes adonde iba piaban losgorriones,diciéndoseunosaotros:—¡Quéextranjeramásdistinguida!

Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvió a todo vuelo hacia elPríncipeFeliz.

—¿Tenéis algún encargo para Egipto?—le gritó—.Voy a emprender lamarcha.

—Golondrina, Golondrina, Golondrinita —dijo el Príncipe—, ¿no tequedarásotranocheconmigo?

—Me esperan en Egipto —respondió la Golondrina—. Mañana misamigasvolaránhacialasegundacatarata.AllíelhipopótamoseacuestaentrelosjuncosyeldiosMemnónsealzasobreungrantronodegranito.AcechaalasestrellasdurantelanocheycuandobrillaVenus,lanzaungritodealegríay

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luegocalla.Amediodía,losrojizosleonesbajanabeberalaorilladelrío.Susojossonverdesaguamarinasysusrugidosmásatronadoresquelosrugidosdelacatarata.

—Golondrina,Golondrina,Golondrinita—dijoelPríncipe—,alláabajo,alotroladodelaciudad,veoaunjovenenunabuhardilla.Estáinclinadosobreunamesacubiertadepapelesyenunvasoasuladohayunramodevioletasmarchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos degranada.Tieneunosgrandesojossoñadores.Seesfuerzaenterminarunaobrapara el director del teatro, pero siente demasiado frío para escribirmás.Nohayfuegoningunoenelaposentoyelhambreleharendido.

—Me quedaré otra noche con vos —dijo la Golondrina, que teníarealmentebuencorazón—.¿Debollevarleotrorubí?

—¡Ay!Notengomásrubíes—dijoelPríncipe—.Misojosesloúnicoquemequeda.SonunoszafirosextraordinariostraídosdelaIndiahaceunmillardeaños.Arrancaunodeellosyllévaselo.Lovenderáaunjoyero,secompraráalimentoycombustibleyconcluirásuobra.

—AmadoPríncipe—dijolaGolondrina—,nopuedohacereso.

Ysepusoallorar.

—¡Golondrina,Golondrina,Golondrinita!—dijoelPríncipe—.Hazloquetepido.

Entonces la Golondrina arrancó el ojo del Príncipe y voló hacia labuhardilladelestudiante.Erafácilpenetrarenellaporquehabíaunagujeroenel techo. La Golondrina entró por él como una flecha y se encontró en lahabitación.

Eljoventeníalacabezahundidaensusmanos.Nooyóelaleteodelpájaroycuandolevantólacabeza,vioelhermosozafirocolocadosobrelasvioletasmarchitas.

—Empiezo a ser estimado —exclamó—. Esto proviene de algún ricoadmirador.Ahorayapuedoterminarlaobra.

Yparecíacompletamentefeliz.

Al día siguiente la Golondrina voló hacia el puerto. Descansó sobre elmástil de un gran navío y contempló a losmarineros que sacaban enormescajasdelacalatirandodeunoscabos.

—¡Ah,iza!—gritabanacadacajaquellegabaalpuente.

—¡MevoyaEgipto!—lesgritólaGolondrina.

Peronadielehizocaso,yalsalirlaluna,volvióhaciaelPríncipeFeliz.

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—Hevenidoparadecirosadiós—ledijo.

—¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita!—exclamó el Príncipe—. ¿Notequedarásconmigounanochemás?

—Es invierno —replicó la Golondrina— y pronto estará aquí la nieveglacial. EnEgipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos,acostadosenelbarro,miranperezosamentealosárboles,aorillasdelrío.MiscompañerasconstruyennidoseneltemplodeBaalbeck.Laspalomasrosadasy blancas las siguen con los ojos y se arrullan.Amado Príncipe, tengo quedejaros,peronoosolvidarénuncaylaprimaverapróximaostraerédealládosbellaspiedraspreciosasconquesustituirlasquedisteis.Elrubíserámásrojoqueunarosarojayelzafiroserátanazulcomoelocéano.

—Allá abajo, en la plazoleta —contestó el Príncipe Feliz—, tiene supuestounaniñavendedoradecerillas.Se lehancaído lascerillasalarroyo,estropeándosetodas.Supadrelepegarásinollevaalgúndineroacasa,yestállorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto.Arráncameelotroojo,dáseloysupadrenolepegará.

—Pasaré otra noche con vos —dijo la Golondrina—, pero no puedoarrancaroselojoporqueentoncesosquedaríaisciegodeltodo.

—¡Golondrina,Golondrina,Golondrinita!—dijoelPríncipe—.Hazloquetemando.

EntonceslaGolondrinavolviódenuevohaciaelPríncipeyemprendióelvuelollevándoselo.

Seposósobreelhombrodelavendedorcitadecerillasydeslizólajoyaenlapalmadesumano.

—¡Qué bonito pedazo de cristal!—exclamó la niña. Y corrió a su casamuyalegre.

EntonceslaGolondrinavolviódenuevohaciaelPríncipe.

—Ahoraestáisciego.Poresomequedaréconvosparasiempre.

—No,Golondrinita—dijoelpobrePríncipe—.TienesqueiraEgipto.

—Mequedaréconvosparasiempre—dijolaGolondrina.

YsedurmióentrelospiesdelPríncipe.AldíasiguientesecolocósobreelhombrodelPríncipeylerefirióloquehabíavistoenpaísesextraños.

LehablódelosibisrojosquesesitúanenlargasfilasaorillasdelNiloypescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como elmundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminanlentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de

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ámbarensusmanos;delreydelasmontañasdelaLuna,queesnegrocomoelébanoyqueadoraungranbloquedecristal; de lagran serpienteverdequeduerme en una palmera y a la cual están encargados de alimentar conpastelitosdemielveintesacerdotes;ydelospigmeosquenaveganporungranlago sobre anchas hojas aplastadas y están siempre en guerra con lasmariposas.

—Querida Golondrinita —dijo el Príncipe—, me cuentas cosasmaravillosas,peromásmaravillosoaúnesloquesoportanloshombresylasmujeres. No haymisteriomás grande que lamiseria. Vuela pormi ciudad,Golondrinita,ydimeloqueveas.

Entonces laGolondrinitavolópor lagranciudadyvioa losricosquesefestejabanensusmagníficospalacios,mientraslosmendigosestabansentadosasuspuertas.

Volópor losbarrios sombríosyvio laspálidascarasde losniñosquesemoríandehambre,mirandoconapatíalascallesnegras.

Bajolosarcosdeunpuenteestabanacostadosdosniñitosabrazadosunoaotroparacalentarse.

—¡Quéhambretenemos!—decían.

—¡Nosepuedeestartumbadoaquí!—lesgritóunguardia.

Ysealejaronbajolalluvia.

EntonceslaGolondrinareanudósuvueloyfueacontaralPríncipeloquehabíavisto.

—Estoy cubierto de oro fino—dijo el Príncipe—; despréndelo hoja porhoja y dáselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puedehacerlosfelices.

HojaporhojaarrancólaGolondrinaelorofinohastaqueelPríncipeFelizsequedósinbrillonibelleza.Hojaporhojalodistribuyóentrelospobres,ylascaritasdelosniñossetornaronnuevamentesonrosadasyrieronyjugaronporlacalle.

—¡Yatenemospan!—gritaban.

Entoncesllególanieveydespuésdelanieveelhielo.Lascallesparecíanempedradasdeplataporloquebrillabanyrelucían.

Largoscarámbanos,semejantesapuñalesdecristal,pendíandelostejadosdelascasas.Todoelmundosecubríadepielesylosniñosllevabangorritosrojosypatinabansobreelhielo.

La pobre Golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería

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abandonaralPríncipe:leamabademasiadoparahacerlo.

Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía, eintentabacalentarsebatiendolasalas.

Pero,alfin,sintióqueibaamorir.NotuvofuerzasmásqueparavolarunavezmássobreelhombrodelPríncipe.

—¡Adiós,amadoPríncipe!—murmuró—.Permitidqueosbeselamano.

—MedamuchaalegríaquepartasporfinparaEgipto,Golondrina—dijoel Príncipe—. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes quebesarmeenloslabiosporqueteamo.

—Noes aEgipto adonde voy a ir—dijo laGolondrina—.Voy a ir a lamoradadelaMuerte.LaMuerteeshermanadelSueño,¿verdad?

YbesandoalPríncipeFelizenloslabios,cayómuertaasuspies.

Enelmismoinstantesonóunextrañocrujidoenel interiorde laestatua,comosisehubierarotoalgo.

Elhechoesqueelcorazóndeplomosehabíapartidoendos.Realmentehacíaunfríoterrible.

A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por laplazoletacondosconcejalesdelaciudad.Alpasarjuntoalpedestal, levantósusojoshacialaestatua.

—¡Diosmío!—exclamó—.¡QuéandrajosopareceelPríncipeFeliz!

—¡Sí, está verdaderamente andrajoso! —dijeron los concejales de laciudad,queeransiempredelaopinióndelalcalde.

Ylevantaronellosmismoslacabezaparamirarlaestatua.

—Elrubídesuespadasehacaídoyyanotieneojos,niesdorado—dijoelalcalde—.Enresumidascuentas,queestálomismoqueunpordiosero.

—¡Lomismoqueunpordiosero!—repitieronacorolosconcejales.

—Ytieneasuspiesunpájaromuerto—prosiguióelalcalde—.Realmentehabráquepromulgarunbandoprohibiendoalospájarosquemueranaquí.

YelsecretariodelAyuntamientotomónotaparaaquellaidea.

EntoncesfuederribadalaestatuadelPríncipeFeliz.

—¡Alno seryabello,denada sirve!—dijo elprofesorde estéticade laUniversidad.

EntoncesfundieronlaestatuaenunhornoyelalcaldereunióalConcejoensesiónparadecidirloquedebíahacerseconelmetal.

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—Podríamos—propuso—hacerotraestatua.Lamía,porejemplo.

—Olamía—dijocadaunodelosconcejales.Yacabarondisputando.

—¡Qué cosamás rara!—dijo el oficial primero de la fundición—. Estecorazón de plomo no quiere fundirse en el horno; habrá que tirarlo comodesecho.

Losfundidoresloarrojaronalmontóndebasuraenqueyacíalagolondrinamuerta.

—Tráemelasdoscosasmáspreciosasde laciudad—dijoDiosaunodesusángeles.

Yelángelsellevóelcorazóndeplomoyelpájaromuerto.

—Haselegidobien—dijoDios—.EnmijardíndelParaísoestepajarillocantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá misalabanzas.

ELRUISEÑORYLAROSA

—Dijoquebailaríaconmigosilellevabaunarosaroja—selamentabaeljovenestudiante—,peronohayunasolarosarojaentodomijardín.Desdesunidodelaencina,leoyóelruiseñor.Miróporentrelashojasasombrado.

—¡Nohayniunarosarojaentodomijardín!—gritabaelestudiante.

Ysusbellosojossellenarondellanto.

—¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! He leídocuanto han escrito los sabios; poseo todos los secretos de la filosofía yencuentromividadestrozadaporcarecerdeunarosaroja.

—He aquí, por fin, el verdadero enamorado—dijo el ruiseñor—. Le hecantado todas las noches, aún sin conocerlo; todas las noches les cuento suhistoriaalasestrellas,yahoraloveo.Sucabelleraesoscuracomolaflordeljacintoysuslabiosrojoscomolarosaquedesea;perolapasiónlohapuestopálidocomoelmarfilyeldolorhaselladosufrente.

—El príncipe da un baile mañana por la noche —murmuraba el jovenestudiante—,ymiamadaasistiráalafiesta.Silellevounarosaroja,bailaráconmigohastaelamanecer.Silellevounarosaroja,latendréenmisbrazos,reclinarásucabezasobremihombroysumanoestrecharálamía.Peronohayrosas rojas en mi jardín. Por lo tanto, tendré que estar solo y no me haráningúncaso.Nosefijaráenmíparanadaysedestrozarámicorazón.

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—Heaquíelverdaderoenamorado—dijoelruiseñor—.Sufretodoloqueyocanto:todoloqueesalegríaparamíespenaparaél.Realmenteelamoresalgomaravilloso: esmás bello que las esmeraldas ymás raro que los finosópalos.Perlasy rubíesnopuedenpagarloporquenosehallaexpuestoenelmercado.Nopuedeunocomprarloalvendedorniponerloenunabalanzaparaadquirirloapesodeoro.

—Los músicos estarán en su estrado —decía el joven estudiante—.Tocaránsusinstrumentosdecuerdaymiadoradabailaráalossonesdelarpaydel violín. Bailará tan vaporosamente que su pie no tocará el suelo, y loscortesanos con sus alegres atavíos la rodearán solícitos; pero conmigo nobailará,porquenotengorosasrojasquedarle.

Ydejándosecaerenelcésped,secubríalacaraconlasmanosylloraba.

—¿Por qué llora?—preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él,conlacolalevantada.

—Sí, ¿por qué?—decía una mariposa que revoloteaba persiguiendo unrayodesol.

—Esodigoyo,¿porqué?—murmuróunamargaritaasuvecina,conunavocecillatenue.

—Lloraporunarosaroja.

—¿Porunarosaroja?¡Quétontería!

Ylalagartija,queeraalgocínica,seechóareírcontodassusganas.

Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante,permaneciósilenciosoenlaencina,reflexionandosobreelmisteriodelamor.

Deprontodesplegósusalasoscurasyemprendióelvuelo.

Pasó por el bosque como una sombra, y como una sombra atravesó eljardín.

Enelcentrodelpradoselevantabaunhermosorosal,yalverle,volóhaciaélyseposósobreunaramita.

—Dameunarosaroja—legritó—,ytecantarémiscancionesmásdulces.

Peroelrosalmeneólacabeza.

—Mis rosas sonblancas—contestó—,blancascomo laespumadelmar,más blancas que la nieve de lamontaña.Ve en busca del hermanomío quecrecealrededordelviejorelojdesolyquizáéltedéloquequieres.

Entonceselruiseñorvolóalrosalquecrecíaentornodelviejorelojdesol.

—Dameunarosaroja—legritó—,ytecantarémiscancionesmásdulces.

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Peroelrosalmeneólacabeza.

—Misrosassonamarillas—respondió—,tanamarillascomoloscabellosde las sirenas que se sientan sobreun troncode árbol,más amarillas que elnarcisoquefloreceenlospradosantesdequellegueelsegadorconlahoz.Veenbuscademihermano,elquecrecedebajode laventanadelestudiante,yquizáéltedéloquequieres.

Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana delestudiante.

—Dameunarosaroja—legritó—,ytecantarémiscancionesmásdulces.

Peroelarbustomeneólacabeza.

—Mis rosas son rojas —respondió—, tan rojas como las patas de laspalomas,másrojasquelosgrandesabanicosdecoralqueelocéanomeceensusabismos;peroelinviernohaheladomisvenas,laescarchahamarchitadomisbotones,elhuracánhapartidomisramas,ynotendrémásrosasesteaño.

—Nonecesitomásqueunarosaroja—gritóelruiseñor—,unasolarosaroja.¿Nohayningúnmedioparaqueyolaconsiga?

—Hay unmedio—respondió el rosal—, pero es tan terrible que nomeatrevoadecírtelo.

—Dímelo—contestóelruiseñor—.Nosoymiedoso.

—Sinecesitasunarosaroja—dijoelrosal—,tienesquehacerlaconnotasdemúsicaalclarodelunayteñirlaconsangredetupropiocorazón.Cantarásparamíconelpechoapoyadoenmisespinas.Cantarásparamídurantetodalanocheylasespinasteatravesaránelcorazón:lasangredetuvidacorrerápormisvenasyseconvertiráensangremía.

—Lamuerteesunaltoprecioporunarosaroja—replicóelruiseñor—,ytodoelmundoamalavida.Esgratoposarseenelbosqueverdeanteymiraralsolensucarrodeoroyalalunaensucarrodeperlas.Suaveeselaromadelosnoblesespinos.Dulcessonlascampanillasqueseescondenenelvalleylosbrezosquecubrenlacolina.Sinembargo,elamoresmejorquelavida.¿Yquéeselcorazóndeunpájarocomparadoconeldeunhombre?

Entonces desplegó sus alas obscuras y emprendió el vuelo. Pasó por eljardíncomounasombraycomounasombracruzóelbosque.

El joven estudiante permanecía tendido sobre el césped allí donde elruiseñorlodejóylaslágrimasnosehabíansecadoaúnensusbellosojos.

—Séfeliz—legritóelruiseñor—,séfeliz;tendrásturosaroja.Lacrearéconnotas demúsica al clarode lunay la teñiré con la sangredemipropiocorazón. Lo único que te pido, en cambio, es que seas un verdadero

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enamorado, porque el amor es más sabio que la filosofía, aunque ésta seasabia;másfuertequeelpoder,porfuertequeéstelosea.Susalassoncolordefuego y su cuerpo color de llama; sus labios son dulces como lamiel y suhálitoescomoelincienso.

Elestudiante levantó losojosdelcéspedyprestóatención;peronopudocomprender lo que le decía el ruiseñor, pues sólo sabía las cosas que estánescritasenloslibros.

Pero la encina lo comprendió y se puso triste, porque amaba mucho alruiseñorquehabíaconstruidosunidoensusramas.

—Cántamelaúltimacanción—murmuró—.¡Mequedarétantristecuandotevayas!

Entonceselruiseñorcantóparalaencina,ysuvozeracomoelaguaqueríeenunafuenteargentina.

Alterminarlacanción,elestudianteselevantó,sacandoalmismotiemposucuadernodenotasysulápiz.

«El ruiseñor—se decía paseándose por la alameda—, el ruiseñor poseeuna belleza innegable, ¿pero siente?Me temo que no. Después de todo, escomomuchosartistas:puroestilo,exentodesinceridad.Nosesacrificaporlosdemás.Nopiensamásqueenlamúsicayenelarte;comotodoelmundosabe,es egoísta. Ciertamente, no puede negarse que su garganta tiene notasbellísimas.¡Quélástimaquetodoesonotengasentidoalguno,quenopersiganingúnfinpráctico!».

Y volviendo a su habitación, se acostó sobre su jergoncillo y se puso apensarensuadorada.

Alpocoratosequedódormido.

Ycuandolalunabrillabaenloscielos,elruiseñorvolóalrosalycolocósupechocontralasespinas.

Ytodalanochecantóconelpechoapoyadosobrelasespinas,ylafríalunadecristalsedetuvoyestuvoescuchandotodalanoche.

Cantódurantetodalanoche,ylasespinaspenetraroncadavezmásensupecho,ylasangredesuvidafluíadesupecho.

Alprincipiocantóelnacimientodelamorenelcorazóndeunjovenydeuna muchacha, y sobre la rama más alta del rosal floreció una rosamaravillosa,pétalotraspétalo,cancióntrascanción.

Primeroerapálidacomolabrumaqueflotasobreelrío,pálidacomolospiesdelamañanayargentadacomolasalasdelaaurora.

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Larosaqueflorecíasobrelaramamásaltadelrosalparecíalasombradeunarosaenunespejodeplata,lasombradelarosaenunlago.

Peroelrosalgritóalruiseñorqueseapretasemáscontralasespinas.

—Apriétatemás,ruiseñorcito—ledecía—,ollegaráeldíaantesdequelarosaestéterminada.

Entonceselruiseñorseapretómáscontralasespinasysucantofluyómássonoro,porquecantabaelnacimientodelapasiónenelalmadeunhombreydeunavirgen.

Yundelicado rubor apareció sobre lospétalosde la rosa, lomismoqueenrojecelacaradeunenamoradoquebesaloslabiosdesuprometida.

Perolasespinasnohabíanllegadoaúnalcorazóndelruiseñor;poresoelcorazóndelarosaseguíablanco:porquesólolasangredeunruiseñorpuedecolorearelcorazóndeunarosa.

Yelrosalgritóalruiseñorqueseapretasemáscontralasespinas.

—Apriétatemás,ruiseñorcito—ledecía—,ollegaráeldíaantesdequelarosaestéterminada.

Entonces el ruiseñor se apretó aúnmás contra las espinas, y las espinastocaronsucorazónyélsintióensuinterioruncrueltormentodedolor.

Cuanto más acerbo era su dolor, más impetuoso salía su canto, porquecantabaelamorsublimadoporlamuerte,elamorquenoterminaenlatumba.

YlarosamaravillosaenrojeciócomolasrosasdeBengala.Purpúreoeraelcolordelospétalosypurpúreocomounrubíerasucorazón.

Pero lavozdel ruiseñordesfalleció.Susbrevesalasempezaronabatiryunanubeseextendiósobresusojos.

Sucantosefuedebilitandocadavezmás.Sintióquealgoseleahogabaenlagarganta.

Entonces su canto tuvo un último destello. La blanca luna le oyó yolvidándosedelaaurorasedetuvoenelcielo.

Larosarojaleoyó;temblótodaelladearrobamientoyabriósuspétalosalairefríodelalba.

Elecolecondujohaciasucavernapurpúreadelascolinas,despertandodesussueñosalosrebañosdormidos.

Elcantoflotóentreloscañaveralesdelrío,quellevaronsumensajealmar.

—Mira,mira—gritóelrosal—,yaestáterminadalarosa.

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Peroelruiseñornorespondió;yacíamuertosobrelasaltashierbas,conelcorazóntraspasadodeespinas.

Amediodíaelestudianteabriósuventanaymiróhaciaafuera.

—¡Quéextrañabuenasuerte!—exclamó—.¡Heaquíunarosaroja!Nohevisto rosa semejante en todami vida. Es tan bella que estoy seguro de quedebetenerenlatínunnombremuyenrevesado.

Einclinándose,lacogió.

Inmediatamentesepusoelsombreroycorrióacasadelprofesor,llevandoensumanolarosa.

Lahijadelprofesorestabasentadaalapuerta.Devanabasedaazulsobreuncarrete,conunperritoechadoasuspies.

—Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja —le dijo elestudiante—.He aquí la rosamás roja delmundo. Esta noche la prenderáscercadetucorazón,ycuandobailemosjuntos,ellatedirácuántotequiero.

Perolajovenfrunciólascejas.

—Temo que esta rosa no armonice bien con mi vestido—respondió—.Además,elsobrinodelchambelánmehaenviadovariasjoyasdeverdad,yyasesabequelasjoyascuestanmásquelasflores.

—¡Oh,quéingrataeres!—dijoelestudiantellenodecólera.

Ytirólarosaalarroyo.

Unpesadocarrolaaplastó.

—¡Ingrato!—dijo la joven—.Te diré que te portas como un grosero; ydespuésdetodo,¿quéeres?Unsimpleestudiante.¡Bah!Nocreoquepuedastener nunca hebillas de plata en los zapatos como las del sobrino delchambelán.

Ylevantándosedesusilla,semetióensucasa.

«¡Quétonteríaeselamor!—sedecíaelestudianteasuregreso—.Noesnilamitaddeútilquelalógica,porquenopuedeprobarnada;hablasiempredecosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas.Realmente,noesnadapráctico,ycomoennuestraépocatodoestribaenserpráctico,voyavolveralafilosofíayalestudiodelametafísica».

Ydichoesto,elestudiante,unavezensuhabitación,abrióungran libropolvorientoysepusoaleer.

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ELGIGANTEEGOÍSTA

Todaslastardes,alasalidadelaescuela,losniñossehabíanacostumbradoairajugaraljardíndelgigante.Eraunjardíngrandeyhermoso,cubiertodeverdey suavecésped.Dispersas sobre lahierbabrillabanbellas florescomoestrellas,yhabíaunadocenademelocotonesque,enprimavera,secubríandedelicadoscapullosrosados,yenotoñodabansabrosofruto.

Lospájaros seposabanen losárbolesycantaban tandeliciosamentequelosniñosinterrumpíansusjuegosparaescucharlos.

—¡Quéfelicessomosaquí!—segritabanunosaotros.

Un día el gigante regresó. Había ido a visitar a su amigo, el ogro deCornualles, y permaneció con él durante siete años. Transcurridos los sieteaños, había dicho todo lo que tenía que decir, pues su conversación eralimitada,ydecidióvolverasucastillo.Alllegarvioalosniñosjugandoeneljardín.

—¿Qué estáis haciendo aquí? —les gritó con voz agria. Y los niñossalieroncorriendo.

—Mi jardín es mi jardín —dijo el gigante—. Ya es hora de que loentendáis,ynovoyapermitirquenadiemásqueyojuegueenél.

Entoncesconstruyóunaltomuroalrededorypusoestecartel:Prohibidalaentrada.Lostransgresoresseránprocesadosjudicialmente.

Eraungigantemuyegoísta.

Lospobresniñosnoteníanahoradondejugar.

Tratarondehacerloenlacarretera,perolacarreteraestaballenadepolvoyagudaspiedras,ynolesgustó.

Seacostumbraronavagar,unavezterminadassuslecciones,alrededordelaltomuro,parahablardelhermosojardínquehabíaalotrolado.

—¡Quéfeliceséramosallí!—sedecíanunosaotros.

Entoncesllególaprimaveraytodoelpaíssellenódecapullosypajaritos.Soloeneljardíndelgiganteegoístacontinuabaelinvierno.

Lospájarosnosepreocupabandecantarenéldesdequenohabíaniños,ylos árboles se olvidaban de florecer. Solo una bonita flor levantó su cabezaentreelcésped,perocuandovioelcartelseentristeciótanto,pensandoenlosniños,quesedejócaerotravezentierrayseechóadormir.

LosúnicoscomplacidoseranlaNieveyelHielo.

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—Laprimaverasehaolvidadodeestejardín—gritaban—.PodremosviviraquídurantetodoelañoLaNievecubriótodoelcéspedconsumantoblancoy elHielo pintó de plata todos los árboles.Entonces invitaron al viento delNorteapasarunatemporadaconellos,yelVientoaceptó.

Llegóenvueltoenpielesyaullabatodoeldíaporeljardín,derribandoloscapuchonesdelaschimeneas.

—Ésteesunsitiodelicioso—decía—.TendremosqueinvitaralGranizoavisitarnos.

YllegóelGranizo.Cadadíadurantetreshorastocabaeltamborsobreeltejadodelcastillo,hastaquerompiólamayoríadelaspizarras,yentoncessepusoadarvueltasalrededordeljardíncorriendolomásvelozquepudo.Vestíadegrisysualientoeracomoelhielo.

—Nopuedocomprendercómolaprimaveratardatantoenllegar—decíael gigante egoísta, al asomarse a la ventanayver su jardínblancoy frío—.¡Esperoqueestetiempocambiará!

Pero la primavera no llegó, y el verano tampoco. El otoño dio doradosfrutosatodoslosjardines,peroaljardíndelgigantenoledioninguno.

—Esdemasiadoegoísta—sedijo.

Asípues,siempreerainviernoencasadelgigante,yelVientodelNorte,elHielo,elGranizoylaNievedanzabanentrelosárboles.

Unamañanaelgiganteyacíadespiertoensucama,cuandooyóunamúsicadeliciosa. Sonaba tan dulcemente en sus oídos que creyó sería el rey de losmúsicos que pasaba por allí. En realidad solo era un jilguerillo que cantabaante su ventana, pero hacía tanto tiempo que no oía cantar un pájaro en sujardín, que le pareció lamúsicamás bella del mundo. Entonces el Granizodejódebailarsobresucabeza,elVientodelNortedejóderugir,yundelicadoperfumellegóhastaél,atravésdelaventanaabierta.

—Creoque,porfin,hallegadolaprimavera—dijoelgigante;ysaltandodelacamamiróelexterior.¿Quéesloquevio?

Vio un espectáculo maravilloso. Por una brecha abierta en el muro losniños habían penetrado en el jardín, habían subido a los árboles y estabansentadosensusramas.Entodoslosárbolesqueestabanalalcancedesuvista,habíaunniño.Ylosárbolessesentíantandichososdevolveratenerconsigoalosniños,quesehabíancubiertodecapullosyagitabansuavementesusbrazossobrelascabezasdelospequeños.

Los pájaros revoloteaban y parloteaban con deleite, y las flores reíanirguiendosuscabezassobreelcésped.Eraunaescenaencantadora.Sóloenunrincóncontinuabasiendoinvierno.Eraelrincónmásapartadodeljardín,yallí

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seencontrabaunniñomuypequeño.Tanpequeñoera,nopodíaalcanzar lasramasdelárbol,ydabavueltasasualrededorllorandoamargamente.Elpobreárbol seguía aún cubierto de hielo y nieve, y elViento delNorte soplaba yrugíaentornoaél.

—¡Sube,pequeño!—decíaelárbol,y le tendíasus ramas tanbajocomopodía; pero el niño era demasiado pequeño. El corazón del gigante seenternecióalcontemplareseespectáculo.

—¡Qué egoísta he sido! —se dijo—. Ahora comprendo por qué laprimaveranohavenidohastaaquí.Voyacolocaralpobrepequeñosobre lacopadelárbol,derribaréelmuroymi jardínseráelparquederecreode losniñosparasiempre.

Estabaverdaderamenteapenadoporloquehabíahecho.

Seprecipitóescalerasabajo,abriólapuertaprincipalcontodasuavidadysalióaljardín.

Pero los niños quedaron tan asustados cuando lo vieron, que huyeroncorriendo,yeneljardínvolvióaserinvierno.

Sólo el niño pequeño no corrió, pues sus ojos estaban tan llenos delágrimas, que no vio acercarse al gigante. Y el gigante se deslizó por suespalda, lo cogió cariñosamente en su mano y lo colocó sobre el árbol. Elárbol floreció inmediatamente, los pájaros fueron a cantar en él, y el niñoextendiósusbracitos,rodeóconelloselcuellodelgiganteylebesó.

Cuando los otros niños vieron que el gigante ya no eramalo, volvieroncorriendoylaprimaveravolvióconellos.

—Desdeahora,ésteesvuestrojardín,queridosniños—dijoelgigante,ycogiendounagranhachaderribóelmuro.Ycuandoalmediodíapasólagente,yendo al mercado, encontraron al gigante jugando con los niños en el máshermosodelosjardinesquejamáshabíanvisto.

Durantetodoeldíaestuvieronjugandoyalatardecerfueronadespedirsedelgigante.

—Pero¿dóndeestávuestropequeñocompañero,elniñoquesubíalárbol?—preguntó.

Elgiganteeraaéstealquemásquería,porquelohabíabesado.

—Nosabemoscontestaronlosniños—sehamarchado.

—Debéisdecirlequevengamañanasinfalta—dijoelgigante.

Perolosniñosdijeronquenosabíandóndevivíaynuncaanteslohabíanvisto.Elgigantesequedómuytriste.

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Todaslastardes,cuandoterminabalaescuela,losniñosibanyjugabanconelgigante.Peroalniñopequeño,quetantoqueríaelgigante,noselevolvióaver.Elgiganteeramuybondadosocontodoslosniñosperoechabademenosasuprimeramiguitoyamenudohablabadeél.

—¡Cuántomegustaríaverlo!—solíadecir.

Los años transcurrieron y el gigante envejeciómucho y cada vez estabamásdébil.Yanopodía tomarparte en los juegos; sentadoenungran sillónveíajugaralosniñosyadmirabasujardín.

—Tengo muchas flores hermosas—decía, pero los niños son las floresmásbellas.

Unamañanainvernalmiróporlaventana,mientrasseestabavistiendo.Yanodetestabaelinvierno,puessabíaquenoessinolaprimaveraadormecidayelreposodelasflores.

Depronto se frotó los ojos atónito ymiróy remiró.Verdaderamente erauna visión maravillosa. En el más alejado rincón del jardín había un árbolcompletamente cubierto de hermosos capullos blancos. Sus ramas erandoradas,frutosdeplatacolgabandeellasydebajo,depie,estabaelpequeñoalquetantoquiso.

Elgigantecorrióescalerasabajocongranalegríaysalióaljardín.Corrióprecipitadamenteporelcéspedyllegócercadelniño.Cuandoestuvojuntoaél, su cara enrojecióde cóleray exclamó:—¿Quién se atrevió aherirte?—Pues en las palmas de sus manos se veían las señales de dos clavos, y lasmismasseñalesseveíanenlospiececitos.

—¿Quiénsehaatrevidoaherirte?—gritóelgigante—.Dímeloparaquepuedacogermiespadaymatarle.

—No—replicóelniño,puesestassonlasheridasdelamor.

—¿Quién eres? —dijo el gigante; y un extraño temor lo invadió,haciéndolecaerderodillasanteelpequeño.

Y el niño sonrió al gigante y le dijo:—Una vezme dejaste jugar en tujardín,hoyvendrásconmigoamijardín,queeselParaíso.

Ycuandollegaronlosniñosaquellatarde,encontraronalgigantetendido,muerto,bajoelárbol,todocubiertodecapullosblancos.

ELAMIGOFIEL

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Unamañana lavieja ratadeaguaasomó lacabezapor suagujero.Teníaunos ojos redondos muy vivarachos y unos largos bigotes grises. Su colaparecía un elástico negro.Unos patitos nadaban en el estanque, parecidos aunabandadadecanariosamarillos,ysumadre,todablancaconpatasrojas,seesforzabaenenseñarlesahundirlacabezaenelagua.

—Nunca podrán estrenarse en sociedad si no aprenden a sumergir lacabeza—lesdecía.

Y les enseñaba de nuevo cómo tenían que hacerlo. Pero los patitos noprestabanningunaatenciónasuslecciones.Erantanjóvenesquenosabíanlasventajasquereportalavidadesociedad.

—¡Qué criaturas más desobedientes! —exclamó la rata de agua—.¡Mereceríanahogarse!

—¡No lo quiera Dios!—replicó la pata—. Todo tiene sus comienzos ynuncaesdemasiadalapacienciadelospadres.

—¡Ah!Notengolamenorideadelossentimientospaternos—dijolaratadeagua—.Nosoypadrede familia. Jamásmehecasado,nihepensadoenhacerlo. Indudablemente, el amor es una buena cosa a su manera; pero laamistadvalemás.Leaseguroquenoconozcoenelmundonadamásnobleomásraroqueunafielamistad.

—Ydígame, se lo ruego, ¿qué idea se formaustedde losdeberesdeunamigo fiel? —preguntó un pardillo verde que había escuchado laconversación,posadosobreunsauceretorcido.

—Sí, eso es precisamente lo que quisiera yo saber —dijo la pata, ynadandohaciaelextremodelestanquehundió lacabezaenelaguaparadarejemploasushijos.

—¡Quépreguntamás tonta!—gritó la ratadeagua—.¡Comoesnatural,entiendoporamigofielalquemedemuestrafidelidad!

—¿Yqué hará usted en cambio?—dijo el avecilla columpiándose sobreunaramitaplateadaymoviendosusalitas.

—Nolecomprendoausted—respondiólaratadeagua.

—Permítamequelecuenteunahistoriasobreelasunto—dijoelpardillo.

—¿Serefiereamíesahistoria?—preguntólaratadeagua—.Siesasí,laescucharégustosa,porqueamímevuelvenlocaloscuentos.

—Puedeaplicarseausted—respondióelpardillo.

Yabriendolasalas,seposóenlaorilladelestanqueycontólahistoriadelamigofiel.

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—Habíaunavez—empezóelpardillo—unhonradomozollamadoHans.

—¿Era un hombre verdaderamente distinguido? —preguntó la rata deagua.

—No —respondió el pardillo—. No creo que fuese nada distinguido,exceptoporsubuencorazónyporsuredondacaramorenayafable.

»Vivía en una humilde casita de campo y todos los días trabajaba en sujardín.En toda lacomarcanohabía jardín tanhermosocomoel suyo.Enélcrecíanclaveles,nomeolvides,saxífragas,asícomorosasdeDamascoyrosasamarillas,granates,lilasyoro,alelíesrojosyblancos.

»Y según se sucedían los meses, a su tiempo, florecían agavanzos ycardaminas,mejoranasyalbahacassilvestres,velloritasyliriosdeAlemania,asfódelosyclaveros.Unaflorsustituíaaotra.Porlocualhabíasiemprecosasbonitasalavistayoloresagradablesquerespirar.

»El pequeñoHans teníamuchos amigos, pero elmás íntimo era el granHugo, elmolinero.Realmente, el ricomolinero era tan allegado al pequeñoHans,quenovisitabanuncasujardínsininclinarsesobrelosmacizosycogerungranramodefloresounbuenpuñadodelechugassuculentasosinllenarselosbolsillosdeciruelasydecerezas,segúnlaestación.

»—Los amigos verdaderos lo comparten todo entre sí —acostumbrabadecirelmolinero.

»YelpequeñoHansasentíaconlacabeza,sonriente,sintiéndoseorgullosodetenerunamigoquepensabacontantanobleza.

»Algunas veces, sin embargo, el vecindario encontraba raro que el ricomolineronodiesenuncanadaacambioalpequeñoHans,aunquetuvieraciensacos de harina almacenados en su molino, seis vacas lecheras y un grannúmerodeganadolanar;peroHansnosepreocupónuncadesemejantecosa.

»Nada le encantaba tanto como oír las bellas cosas que el molineroacostumbrabadecirsobrelasolidaridaddelosverdaderosamigos.

»Así,pues,elpequeñoHanscultivabasujardín.Enprimavera,enveranoyen otoño se sentíamuy feliz; pero cuando llegaba el invierno y no tenía nifrutosni floresque llevar almercado,padecíamucho fríoymuchahambre,acostándose con frecuencia sin haber comido más que unas peras secas yalgunasnuecesrancias.

»Además,eninviernoseencontrabamuysolo,porqueelmolineronoibanuncaaverleduranteaquellaestación.

»—NoestábienquevayaaveralpequeñoHansmientrasdurenlasnieves—decíamuchasveceselmolineroa sumujer—.Cuando laspersonaspasan

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apuroshayquedejarlassolasynomolestarlasconvisitas.Ésaesporlomenosmi opinión sobre la amistad, y estoy seguro de que es acertada. Por esoesperaré la primavera y entonces iré a verle; podrá darme un gran cesto develloritasyesolealegrará.

»—Eresrealmenteamableconlosdemás—lerespondíasumujer,sentadaenuncómodosillónjuntoaunbuenfuegodeleña—.Resultaencantadoroírtehablardelaamistad.Estoyseguradequeelcuranodiríasobreellacosastanbellascomotú,aunqueviveenunacasadetrespisosyllevaunanillodeoroenelmeñique.

»—¿YnopodríamosinvitaralpequeñoHansaveniraquí?—preguntabaelhijodelmolinero—.SielpobreHanspasaapuros, ledaré lamitaddemisopayleenseñarémisconejosblancos.

»—¡Québoboeres!—exclamóelmolinero—.Verdaderamentenoséparaquésirvemandartealaescuela.Parecequenoaprendesnada.SielpequeñoHans viniese aquí, ¡caramba!, y viera nuestro buen fuego, nuestra excelentecenaynuestrogranbarrildevinotintopodríasentirenvidia.Ylaenvidiaesunacosaterriblequeestropealosmejorescaracteres.Realmente,nopodríayosufrir que el carácter de Hans se estropeara. Soy su mejor amigo, velarésiempre por él y tendré buen cuidado de no exponerle a ninguna tentación.Además,siHansvinieseaquí,podríapedirmequeledieseunpocodeharinafiada,locualnopuedohacer.Laharinaesunacosaylaamistadesotra,ynodeben confundirse. Esas dos palabras se escriben de un modo diferente ysignificancosasmuydistintas,comotodoelmundosabe.

»—¡Qué bien hablas!—dijo la mujer del molinero sirviéndose un granvasode cerveza caliente—.Me siento verdaderamente como adormecida, lomismoqueenlaiglesia.

»—Muchosobranbien—replicóelmolinero—,peropocossabenhablarbien,loquepruebaquehablares,conmucho,lacosamásdifícil,asícomolamáshermosadelasdos.

»Ymiróseveramenteporencimade lamesaasuhijoque,avergonzado,bajólacabeza,sepusocoloradocomountomateyempezóallorarencimadesuté».

—¿Éseeselfinaldelahistoria?—preguntólaratadeagua.

—Nadadeeso—contestóelpardillo—.Éseeselcomienzo.

—Entonces quiere decir que está usted muy atrasado con relación a sutiempo—repusolaratadeagua—.Hoydíatodobuencuentistaempiezaporelfinal,prosigueporelcomienzoy terminapor lamitad.Eselnuevométodo.Asíseloheoídodecirauncríticoquesepaseabaalrededordelestanquecon

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unjoven.Tratabaelasuntomagistralmenteyestoyseguradequeteníarazón,porquellevabaunasgafasazulesyeracalvo,ycuandoeljovenlehacíaalgunaobservación,contestabasiempre:«¡Pse!».Perocontinúeustedsuhistoria,porfavor.Meagradamuchoelmolinero.Yotambiénencierrotodaclasedebellossentimientos:poresohayunagransimpatíaentreélyyo.

—¡Bien!—dijo el pardillo, brincando sobre sus dos patitas—. No bienpasó el invierno, en cuanto las velloritas empezaron a abrir sus estrellasamarillo pálidas, el molinero dijo a su mujer que iba a salir y visitar alpequeñoHans.

»—¡Ah, qué buen corazón tienes! —le gritó su mujer—. Siemprepensandoenlosdemás.Noteolvidesdellevarelcestograndeparatraerlasflores.

»Entonces el molinero ató unas con otras las aspas del molino con unafuertecadenadehierroybajólacolinaconlacestaalbrazo.

»—Buenosdías,pequeñoHans—dijoelmolinero.

»—Buenos días—contestóHans, apoyándose en su azadón y sonriendocontodasuboca.

»—¿Ycómohaspasadoelinvierno?—preguntóelmolinero.

»—¡Bien, bien! —Repuso Hans—. Muchas gracias por tu interés. Hepasadomismalos ratos, pero ahora ha vuelto la primavera yme siento casifeliz…Además,misfloresvanmuybien.

»—Hemos hablado de ti con mucha frecuencia este invierno, Hans —prosiguióelmolinero—,preguntándonosquéseríadeti.

»—¡Quéamableeres!—dijoHans—.Temíquemehubierasolvidado.

»—Hans,mesorprendeoírtehablardeesemodo—dijoelmolinero—.Laamistadnoolvidanunca.Esoes loque tienedeadmirable,aunqueme temoquenocomprendas lapoesíade laamistad…Yentreparéntesis, ¡québellasestántusvelloritas!

»—Sí,verdaderamenteestánmuybellas—dijoHans—,yesparamíunagransuertetenertantas.Voyallevarlasalmercado,dondelasvenderéalahijadelburgomaestre,yconesedinerocompraréotravezmicarretilla.

»—¿Quecomprarásotravez tucarretilla?¿Quieresdecirentoncesque lahasvendido?Hascometidounatontería.

»—Con toda seguridad, pero el hecho es —replicó Hans— que me viobligadoa ello.Como sabes, el invierno esuna estaciónmalaparamíynoteníaningúndineroparacomprarpan.Asíesquevendíprimerolosbotonesdeplatademitrajedelosdomingos;luegovendímicadenadeplataydespués

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miflauta.Porúltimovendímicarretilla.Peroahoravoyarescatarlotodo.

»—Hans—dijoelmolinero—, tedarémicarretilla.Nosehallaenbuenestado.Unodelosladosseharotoyestánalgotorcidoslosradiosdelarueda,peroapesardeestoteladaré.Séqueesmuygenerosopormiparteyamuchagentelepareceráunalocuraquemedesprendadeella,peroyonosoycomoelresto del mundo. Creo que la generosidad es la esencia de la amistad, y,además,mehecompradounacarretillanueva.Sí,puedesestartranquilo…Tedarémicarretilla.

»—Gracias,eresmuygeneroso—dijoelpequeñoHans.Ysuamablecararedonda resplandeció de placer—. Puedo arreglarla fácilmente porque tengounatablaenmicasa.

»—¡Unatabla!—exclamóelmolinero—.¡Muybien!Esoesprecisamenteloquenecesitoparalatechumbredemigranero.Hayunagranbrechaysémemojarátodoeltrigosinolatapo.¡Quéoportunohasestado!Realmenteesdenotarqueunabuenaacciónengendraotrasiempre.Tehedadomicarretillayahoratúvasadarmetutabla.Claroesquelacarretillavalemuchomásquelatabla,perolaamistadsinceranoreparanuncaenesascosas.Dameenseguidalatablayhoymismomepondréalaobraparaarreglarmigranero.

»—¡Encantado!—replicóelpequeñoHans.

»Fuecorriendoasuviviendaysacólatabla.

»—Noesunatablamuygrande—dijoelmolinero,examinándola—,ymetemo que una vez hecho el arreglo de la techumbre del granero no quedarámaderasuficienteparaelarreglodelacarretilla,pero,claro,notengolaculpadeeso…Yahora,envistadequetehedadomicarretilla,estoysegurodequeaccederás a darme en cambio unas flores… Aquí tienes el cesto; procurallenarlocasiporcompleto.

»—¿Casiporcompleto?—dijoelpequeñoHans,bastanteafligido,porqueelcestoeradegrandesdimensionesycomprendíaquesilollenabanotendríaya flores para llevar al mercado y estaba deseando rescatar sus botones deplata.

»—¡VálgameDios!—respondióelmolinero—,yaquetedoymicarretillanocreíquefuesemuchopedirteunascuantasflores.Podréestarequivocado,peroyomefiguréquelaamistad,laverdaderaamistad,nopuedecompartirseconelegoísmo.

»—Mi querido amigo, mi mejor amigo —protestó el pequeño Hans—,todaslasfloresdemijardínestánatudisposición,porquemeimportamuchomástuestimaciónquemisbotonesdeplata.

»Ycorrióacogerlaspreciosasvelloritasyallenarelcestodelmolinero.

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»—¡Adiós,pequeñoHans!—dijoelmolinerosubiendodenuevolacolinaconsutablaalhombroysugrancestoalbrazo.

»—¡Adiós!—dijoelpequeñoHans.

»Y se puso a cavar alegremente: ¡estaba tan contento de tener otracarretilla!

»Alamañanasiguiente,cuandoestabasujetandounasmadreselvassobresupuerta,oyólavozdelmolineroquelellamabadesdeelcamino.Entoncessaltódesuescaleraycorriendoalfinaldeljardínmiróporencimadelmuro.

»Eraelmolineroconungransacodeharinaasuespalda.

»—PequeñoHans—dijo elmolinero—, ¿querrías llevarme este saco deharinaalmercado?

»—¡Oh, lo siento mucho! —dijo Hans—; pero verdaderamente meencuentro hoy ocupadísimo. Tengo que sujetar todasmis enredaderas, regartodasmisfloresysegartodomicésped.

»—¡Caramba!—replicó elmolinero—; esperaba que en consideración aquetehedadomicarretillaibasacomplacerme.

»—¡Oh, sí quiero complacerte!—protestó el pequeñoHans—. Por nadadelmundodejaríayodeobrarcomoamigotratándosedeti.

»Yfueacogersugorraypartióconelgransacoalaespalda.

»Eraundíamuycalurosoy lacarreteraestaba terriblementepolvorienta.AntesdequeHans llegaraalhitoquemarcaba lasextamilla, sehallaba tanfatigadoquetuvoquesentarseadescansar.Sinembargo,notardómuchoencontinuaranimosamentesucaminoyporfinllegóalmercado.

»Después de esperar un rato, vendió el saco de harina a buen precio yregresóasucasadeuntirón,porquetemíaencontrarseaalgúnsalteadorenelcaminosiseretrasabamucho.

»«¡Qué día tan duro!—se dijoHans almeterse en su cama—.Peromealegro mucho de haber hecho este favor al molinero, porque es mi mejoramigoy,además,vaadarmesucarretilla».

»Alamañanasiguiente,muytemprano,elmolinerollegóporeldinerodesu saco de harina, pero el pequeñoHans estaba tan cansado, que aún no sehabíalevantado.

»—¡Palabra! —exclamó el molinero—. Eres muy perezoso. Cuandopienso que acabo de darte mi carretilla, creo que podrías trabajar con másardor.Laperezaesungranvicioynoquisierayoqueningunodemisamigosfuera perezoso o apático.No creas que te hablo sin consideración.Claro es

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quenotehablaríaasísinofueseamigotuyo.Pero¿dequéserviríalaamistadsinopudieraunodecirclaramenteloquepiensa?Todoelmundopuededecircosasamablesyesforzarseencomplaceryhalagar,perounamigosincerodicecosasdesagradablesyno temecausarpesadumbre.Porelcontrario, siesunamigoverdadero,loprefiere,porquesabequeasíhacebien.

»—Losientomucho—respondióelpequeñoHans,restregándoselosojosyquitándoseelgorrodedormir—.Peroestabatanrendido,quecreíahabermeacostadohacepocoy escuchaba cantar a lospájaros. ¿No sabesque trabajosiempremejorcuandoheoídocantaralospájaros?

»¡Bueno,tantomejor!—respondióelmolinerodándoleunapalmadaenelhombro—,porquenecesitoquearregleslatechumbredemigranero.

»ElpequeñoHansteníagrannecesidaddeiratrabajarasujardín,porquehacía dos días que no regaba sus flores, pero no quiso decir que no almolinero,queeraunbuenamigoparaél.

»—¿Creesquenoseríaamistosodecirtequetengoquehacer?—preguntóconvozhumildeytímida.

»—Nocreínunca,porcierto—contestóelmolinero—,que fuesemuchopedirte,teniendoencuentaqueacaboderegalartemicarretilla,peroclaroesqueloharéyomismositeniegas.

»—¡Oh, de ningún modo! —exclamó el pequeño Hans, saltando de sucama.

»Sevistióyfuealgranero.

»Trabajóallídurantetodoeldíahastaelanochecer,yalponerseelsolvinoelmolineroaverhastadóndehabíallegado.

»—¿Hastapadoelboquetedel techo,pequeñoHans?—gritóelmolinerocontonoalegre.

»—Estácasiterminado—respondióHans,bajandodelaescalera.

»—¡Ah!—dijoelmolinero—.Nohaytrabajomásagradablecomoelquesehaceporotro.

»—¡Es un encanto oírte hablar! —respondió el pequeño Hans, quedescansabasecándoselafrente—.Esunencanto,perotemoquenuncallegaréatenerideastanhermosascomolastuyas.

»—¡Oh,yalastendrás!—dijoelmolinero—,perohabrásdetomartemástrabajo. Por ahora no posees más que la práctica de la amistad. Algún díaposeerástambiénlateoría.

»—¿Creesesodeverdad?—preguntóelpequeñoHans.

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»—Indudablemente—contestóelmolinero—.Yahoraquehasarregladoeltecho,mejorseráquevuelvasatucasaadescansar,puesmañananecesitoquellevesmiscarnerosalamontaña.

»ElpobreHansnoseatrevióaprotestar,yaldíasiguiente,alamanecer,elmolinerocondujosuscarneroshastacercadesucasitayHanssefueconellosa lamontaña.Entre iryvolver se le fueeldía,ycuando regresóestaba tancansado,quesedurmióensusillaynosedespertóhastaentradalamañana.

»¡Quétiempomásdeliciosotendrámijardín!—sedijo—,eibaaponerseatrabajar,peroporunmotivouotronotuvotiempodeecharunvistazoasusflores;llegabasuamigoelmolineroylemandabamuylejosacumplirrecadosolepedíaquefueseayudarleenelmolino.AlgunasveceselpequeñoHansseapurabamuchoalpensarquesusflorescreeríanquelashabíaolvidado,peroseconsolabapensandoqueelmolineroerasumejoramigo.

»«Además—acostumbrabadecirse—,vaadarmesucarretilla, locualesunactodepurodesprendimiento».

»YelpequeñoHanstrabajabaparaelmolinero,yéstedecíamuchascosasbellassobrelaamistad,cosasqueHanscopiabaensulibroverdeyquereleíaporlanoche,pueseraculto.

»Ahora bien; sucedió que una noche, estando el pequeño Hans sentadojuntoalfuego,dieronunaldabonazoenlapuerta.

»Lanocheeranegrísima.Elvientosoplabayrugíaentornodelacasadeunmodo tan terrible, queHanspensó al principio si sería el huracán el quesacudíalapuerta.

»Perosonóunsegundogolpeydespuésun tercero,másviolentoque losotros.

»Seráalgúnpobreviajero—sedijoelpequeñoHansycorrióalapuerta.

»El molinero estaba en el umbral con una linterna en una mano y ungruesogarroteenlaotra.

»—QueridoHans—gritóelmolinero—,meafligeungranpesar.Mihijose ha caído de una escalera, hiriéndose. Voy a buscar almédico. Pero vivelejosdeaquíylanocheestanmala,quehepensadoquefuesestúenmilugar.Yasabesquetedoymicarretilla.Poresoestaríamuybienquehiciesesalgopormíencambio.

»—Porsupuesto—exclamóelpequeñoHans—,mealegramuchoquesetehayaocurridovenir.Iréenseguida.Perodebíasdejarmetulinterna,porquelanocheestanoscura,quetemocaerenalgunazanja.

»—Lo sientomuchísimo—respondió elmolinero—, pero esmi linterna

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nuevayseríaunagranpérdidaqueleocurriesealgo.

»—¡Bueno!,¡nohablemosmás!Irésinella—dijoelpequeñoHans.

»Se puso su gran capa de pieles, un gorro colorado muy abrigador, seenrollósubufandaalrededordelcuelloypartió.

»¡Quéterribletempestadsedesencadenaba!

»Lanocheeratannegra,queelpequeñoHansapenasveía,yelviento,tanfuertequelecostabagrantrabajoandar.

»Sin embargo, él eramuy animoso, y después de caminar cerca de treshoras,llegóacasadelmédicoyllamóalapuerta.

»—¿Quién es?—gritó el doctor, asomando la cabeza a la ventana de sudormitorio.

»—¡ElpequeñoHans,doctor!

»—¿Yquédeseas,pequeñoHans?

»—El hijo delmolinero se ha caído de una escalera y se ha herido y esmenesterquevayaustedenseguida.

»—¡Muybien!—replicóeldoctor.

»Enjaezóenelactosucaballo,secalzósusgrandesbotasy,cogiendosulinterna,bajólaescalera.Sedirigióacasadelmolinero,llevandoalpequeñoHansapiedetrásdeél.

»Perolatormentaarreció.LlovíaatorrentesyelpequeñoHansnopodíaniverpordóndeiba,niseguiralcaballo.

»Finalmente,perdiósucamino,estuvovagandoporelpáramo,queeraunparajepeligrosollenodehoyosprofundos,cayóenunodeellosyseahogó.

»Alamañanasiguiente,unospastoresencontraronsucuerpoflotandoenunagrancharcaylellevaronasuchoza.

»Todo el mundo asistió al entierro del pequeño Hans, porque era muyquerido.Yelmolinerofiguróalacabezadelduelo.

»—Yoerayosumejoramigo—decíaelmolinero—;justoesqueocupeelsitiodehonor.

»Asíesquefuealacabezadelcortejoconunalargacapanegra;decuandoencuandoseenjugabalosojosconungranpañuelo.

»—El pequeñoHans representa ciertamente una gran pérdida para todosnosotros—dijo el hojalatero una vez terminados los funerales y cuando lacomitivaestuvocómodamente instaladaen laposada,bebiendovinodulcey

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comiendobuenospasteles.

»—Esunagranpérdida,sobretodoparamí—contestóelmolinero—.Enverdad,yofui lobastantebuenoparacomprometermeadarlemicarretillayahoranoséquéhacerconella.Meestorbaencasa,yestáentanmalestadoque,si lavendiera,nosacaríanada.Lesaseguroquedeaquíenadelantenodaré nada a nadie. Se pagan siempre las consecuencias de haber sidogeneroso».

—Yesverdad—replicólaratadeaguadespuésdeunalargapausa.

—¡Bueno!Puesesoestododijoelpardillo.

—¿Yquéfuedelmolinero?—preguntólaratadeagua.

—¡Oh!Nolosérealmente—contestóelpardillo—,ymedalomismo.

—Esevidentequesucarácternoesnadasimpático—dijolaratadeagua.

—Temo que no haya comprendido usted la moraleja de la historia —replicóelpardillo.

—¿Laqué?—gritólaratadeagua.

—Lamoraleja.

—¿Quieresdecirquelahistoriatieneunamoraleja?

—¡Pues,naturalmente!—afirmóelpardillo.

—¡Caramba!—dijo la rata con tono iracundo—. Podía usted habérmelodicho antes de empezar. De ser así no le hubiera escuchado, con todaseguridad. Le hubiese dicho indudablemente: «¡Pse!», como el crítico. Peroaúnestoyatiempodehacerlo.

Gritósu«¡pse!»atodavozy,dandouncoletazo,sevolvióasuagujero.

—¿Qué le parece a usted la rata de agua?—preguntó la pata, que llegóchapoteando algunos minutos después—. Tiene muchas buenas cualidades,pero yo, por mi parte, tengo sentimientos de madre y no puedo ver a unsolterónempedernidosinquesemesaltenlaslágrimas.

—Temohaberlemolestado—respondióelpardillo—.Elhechoesque lehecontadounahistoriaquetienesumoraleja.

—¡Ah,esoessiempreunacosapeligrosísima!—dijolapata.

—Yyocompartoabsolutamentesuopinión.

ELFAMOSOCOHETE

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Elhijodelreyestabaenvísperasdecasarse.Conestemotivoelregocijoerageneral.Estuvoesperandounañoenteroasuprometida,yalfinllegóésta.

EraunaprincesarusaquehabíahechoelviajedesdeFinlandiaenuntrineotiradoporseisrenos,queteníalaformadeungrancisnedeoro;laprincesitaibaacostadaentrelasalasdelcisne.Sulargomantodearmiñocaíarectosobresuspies.Llevabaenlacabezaungorritodetisúdeplatayerapálidacomoelpalaciodenieveenquehabíavividosiempre.Eratanpálidaquealpasarporlascallessequedabanadmiradaslasgentes.

—Pareceunarosablanca—decían.Yleechabanfloresdesdelosbalcones.

A la puerta del castillo estaba el príncipe para recibirla. Tenía unos ojosvioleta y soñadores y sus cabellos eran como oro fino. Al verla hincó unarodillaentierraybesósumano.

—Suretratoerabello—murmuró—,peroustedesmásbellaquesuretrato—ylaprincesitaseruborizó.

—Hace un momento parecía una rosa blanca —dijo un pajecillo a suvecino—,peroahorapareceunarosaroja.

YtodalaCortesequedóextasiada.

Durantelostresdíassiguientestodoelmundonocesóderepetir:—¡Rosablanca,rosaroja!¡Rosaroja,rosablanca!

Yelreyordenóquediesendoblepagaalpaje.

Comoélnopercibíapagaalguna,suposiciónnomejorómuchoporeso;perotodosloconsideraroncomoungranhonoryelrealdecretofuepublicadocontodorequisitoenlaGacetadelaCorte.

Transcurridos aquellos tres días, se celebraron las bodas. Fue unaceremoniamagnífica.Losreciéncasadospasaron,cogidosdelamano,bajoundoseldeterciopelogranate,bordadodeperlitas.Luegosecelebróunbanqueteoficialquedurócincohoras.Elpríncipeylaprincesa,sentadosalextremodelgran salón, bebieron en una copa de cristal purísimo. Únicamente losverdaderosenamoradospodíanbeberdeesacopa,porquesi la tocabanunoslabiosfalsos,elcristalseempañaba,quedándosegrisymanchoso.

—Esevidentequeseaman—dijoelpajecillo—Resultantanclaroscomoelcristal.

Yelreyvolvióadoblarlelapaga.

—¡Quéhonor!—exclamarontodosloscortesanos.

Despuésdelbanquetehubobaile.Losreciéncasadosdebíanbailarjuntos

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ladanzade las rosas,y el rey teníaque tocar la flauta.La tocabamuymal,peronadiesehabíaatrevidoadecírselonunca,porqueeraelrey.Laverdadesque no sabía más que dos piezas y no estaba seguro nunca de la queinterpretaba,aunqueestonolepreocupase,pueshicieraloquehicieratodoelmundogritaba:—¡Delicioso!¡Encantador!

El último número del programa consistía en unos fuegos artificiales quedebíanempezarexactamenteamedianoche.

Laprincesitanohabíavisto fuegosartificialesen suvida.Poresoel reyencargóalpirotécnicorealquepusieraenjuegotodoslosrecursosdesuarteeldíadelcasamientodelaprincesa.

—¿A qué se parecen los fuegos artificiales?—preguntó ella al príncipe,mientrassepaseabanporlaterraza.

—Separecenalaauroraboreal—dijoelrey,querespondíasiemprealaspreguntasdirigidasalosdemás—.Sóloquesonmásnaturales.Yolosprefieromás que a las estrellas, porque sabe uno siempre cuándo van a empezar abrillaryson,además,tanagradablescomolamúsicademiflauta.Yaverá…Yaverá…

Así, pues, levantaron un tablado en el fondo del jardín real; y no bienacabódeprepararlotodoelpirotécnicoreal,cuandolosfuegosartificialessepusieronacharlarentresí.

—Elmundoesseguramentemuyhermoso—dijounpequeñobuscapiés—Mirenesos tulipanes amarillos. ¡A femía, ni aun siendopetardosdeverdadpodrían resultarmásbonitos!Mealegromuchodehaberviajado.Losviajesdesarrollan el espíritu de una manera asombrosa y acaban con todos losprejuiciosquehayaunopodidoconservar.

—El jardín del rey no es el mundo, joven alocado —dijo una gruesacandelaromana—.Elmundoesunaextensiónenormeynecesitaríastresdíaspararecorrerloporentero.

—Todoellugarqueamamosesparanosotroselmundo—dijounaruedaunidaenotrotiempoaunaviejacajadepinoymuyorgullosadesucorazóndestrozado—;peroelamornoestádemoda; lospoetas lohanmatado.Hanescrito tanto sobre él, que nadie los cree ya, cosa que no me extraña. Elverdaderoamorsufreycalla…Recuerdoqueyomisma,unavez…,peronosetratadeesoaquí.Elromanticismoesalgodelpasado.

—¡Qué estupidez!—exclamó la candela romana—.La novela nomuerenunca. ¡Se parece a la luna: vive siempre!Realmente, los recién casados seamantiernamente.Hesabidotodoloconcernienteaellosestamañanaporuncartuchodepapeloscuroqueestabaenelmismocajónqueyoyquesabelas

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últimasnoticiasdelaCorte.

Perolaruedameneólacabeza.

—¡El romanticismo ha muerto! ¡El romanticismo ha muerto! ¡Elromanticismohamuerto!—murmuró.

Eraunadeesaspersonasquecreenquerepitiendounacosaciertonúmerodevecesacabaporserverdad.

Deprontoseoyóunavozfuerteysecaytodosmiraronasualrededor.Eraun pequeño cohete de altivo continente atado a la punta de un palo. Tosíasiempreantesdehacerunaadvertencia,comoparallamarlaatención.

—¡Ejem!¡Ejem!—exclamó.

Ytodoelmundosedispusoaescucharle,menoslapobrerueda,queseguíamoviendolacabezaymurmurando:—¡Elromanticismohamuerto!

—¡Orden! ¡Orden! —gritó un petardo. Tenía algo de político y habíatomadosiempreparteimportanteenlaseleccioneslocales.PoresoconocíalasfrasesempleadasenelParlamento.

—¡Hamuertodeltodo!—suspirólarueda.Ysevolvióadormir.

Nobienserestablecióporcompletoelsilencio,elcohetetosióporterceravez y comenzó. Hablaba con una voz clara y lenta, como si dictase susmemorias,ymirabasiempreporencimadelhombroa lapersonaaquiensedirigía.Realmente,teníaunosmodalesdistinguidísimos.

—¡Quéfelizeselhijodel rey—observó—,porcasarseelmismodíaenqueme van a disparar! Ni preparándolo de antemano podría resultarmejorparaél;aunquelospríncipessiempretienensuerte.

—¿Ah,sí?—dijoelpequeñobuscapiés—.Yocreíqueeraprecisamentelocontrarioyqueeraatiaquiensedisparabaenhonordelpríncipe.

—Ésequizáseavuestrocaso—replicóelcohete—.Casidiríasequeestoysegurodeello;peroencuantoamí,yaesdiferente.Soyuncohetedistinguidoydesciendodepadresigualmentedistinguidos.Mimadreeralagirándulamáscélebre de su época. Tenía fama por la gracia de su danza.Cuando hizo sugranapariciónenpúblico,diodiecinuevevueltasantesdeapagarse,lanzandopor el aire siete estrellas rojas a cada vuelta. Tenía tres pies y medio dediámetro y estaba fabricada con pólvora de la mejor. Mi padre era cohetecomo yo y de origen francés. Volaba tan alto, que la gente temía que novolviese a descender. Descendía, sin embargo, porque era de excelenteconstituciónehizounacaídabrillantísima,enformadelluvia,dechispasdeoro.Losperiódicosseocuparondeélentérminosmuyhalagüeños,yhastalaGacetadelaCortedijo«queseñalabaeltriunfodelartepilotécnico».

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—Pirotécnico,pirotécnico,querréisdecir—interrumpióunabengala—.Séqueespirotécnicoporquehevistolapalabraescritasobremicajadehojalata.

—Pues yo digo pilotécnico —replicó el cohete en tono severo. Y labengalasequedó tanapabullada,queempezó inmediatamenteamortificaralos buscapiés pequeños para demostrar que ella también era persona debastanteimportancia.

—Decía yo…—prosiguió el cohete—, decía yo…, ¿qué es lo que yodecía?

—Hablabasdetimismo—repusolacandelaromana.

—Naturalmente.Séquehablabadealgunacosainteresantecuandohesidogroseramenteinterrumpido.Odiolagroseríaylasmalasmaneras,porquesoyextremadamente sensible.No hay nadie en elmundo tan sensible como yo,estoysegurodeello.

—¿Qué es una persona sensible? —preguntó el petardo a la candelaromana.

—Unapersonaqueporque tienecallospisasiempre lospiesa losdemás—respondiólacandelaenundébilmurmullo,yelpetardocasiestallóderisa.

—¡Perdón!¿Dequéseríen?—preguntóelcohete—.Yonomerío.

—Meríoporquesoyfeliz—replicóelpetardo.

—Es un motivo bien egoísta—dijo el cohete con ira—. ¿Qué derechotienes para ser feliz? Debes pensar en los demás, debes pensar en mí. Yopiensosiempreenmíycreoquetodoelmundodeberíahacerlomismo.Esoesloquesellamasimpatía.Esunahermosavirtudyyolaposeoenaltogrado.Suponed, por ejemplo, que me sucediese algún percance esta noche. ¡Quédesgracia para todo el mundo! El príncipe y la princesa no podrían ya serfelices:sehabríaacabadosuvidadematrimonio.Encuantoalrey,creoquenopodríasoportarlo.Realmente,cuandoempiezoapensaren la importanciademipapel,meemocionohastacasillorar.

—Siquieresagradara losdemás—exclamólacandela romana—,haríasmejorenmantenerosenseco.

—¡Ciertamente!—exclamólabengala,quenoestabademuybuenhumor—,esoessencillamentedesentidocomún.

—¿Crees que es de sentido común? —replicó el cohete indignado—.Olvidasqueyonotengonadadecomúnyquesoymuydistinguido.¡Afemíatodoelmundopuedetenersentidocomúncontaldecarecerdeimaginación!Pero yo tengo imaginación, porque nunca veo las cosas como son. Las veosiempremuydiferentesdeloqueson.Encuantoaesodemantenermeenseco,

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esquenohay aquí, con toda seguridad, nadieque sepa apreciar a fondountemperamento delicado. Afortunadamente paramí, nome importa nada. Laúnicacosaquelesostieneaunoenlavidaeselconvencimientodelaenormeinferioridad de sus semejantes, y éste es un sentimiento que he mantenidosiempreenmí.Peroningunodeustedes tienecorazón.Gritanyse regocijancomosielpríncipeylaprincesanoestuviesencelebrandosusbodas.

—¡Eh!—exclamóunpequeñoglobodefuego—.¿Yporquéno?Esunaalegreocasión,ycuandoestalleyoenelairepiensocomunicárseloatodaslasestrellas.Yaveráscómobrillaráncuandoleshabledelabellareciéncasada.

—¡Oh,quéconceptomásbanaldelavida!—dijoelcohete—.Peronomeesperaba yomenos.No hay nada en ti. Eres hueco y vacío. ¡Bah!Quizá elpríncipeylaprincesasevayanaviviraunpaísenquehayaunríoprofundo,quizá tengan un solo hijo, un pequeñuelo de pelo rizado y de ojos violetacomolosdelpríncipe.Quizávayaalgúndíaapasearseconsunodriza.Quizálanodrizaseduermadebajodeungransauce.Quizáelniñosecaigaalríoyse ahogue. ¡Qué terrible desgracia! ¡Los pobres, perder su único hijo! Esterrible,realmente.Nopodrésoportarlonunca.

—Peronohanperdidosuúnicohijo—dijolacandelaromana—Noleshasucedidoningunadesgracia.

—Nohedichoqueleshayasucedido—replicóelcohete—.Hedichoquepodríasucederles.Sihubiesenperdidoasuhijoúnico,seríainútildecirnadasobreelsuceso.Detestoalaspersonasquelloranporsucántarodelecheroto.Pero cuando pienso que han perdido a su hijo único, me sientoverdaderamentetristísimo.

—Ya lo veo —exclamó la bengala— Realmente eres la persona másafectadaquehevistoenmivida.

—Y tú la personamás grosera que he conocido—dijo el cohete—.Nopuedescomprendermiafectoporelpríncipe.

—¡Bah!Nisiquieraloconoces…—chisporroteólacandelaromana.

—No, nunca dije que le conociera—respondió el cohete—Me atrevo adecir que si le conociese no sería de ningún modo amigo suyo. Es cosapeligrosaconocerunoasusamigos.

—Mejorharíasenmantenerteseco—dijoelglobodefuego—.Esoeslomásimportante.

—Paratinodudoqueseráimportantísimo—respondióelcohete—.Peroyollorarésimevieneengana.

Y el cohete estalló en lágrimas que corrieron sobre su vara en gotas delluvia,ahogandocasiadospequeñosescarabajosquepensabanprecisamente

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enfundarunafamiliaybuscabanunbonitositiosecoparainstalarse.

—Debe tener un temperamento verdaderamente romántico, pues lloracuandonohayporquéllorar—dijolarueda,ylanzandounprofundosuspiro,sepusoapensarenlacajademadera.

Perolacandelaromanaylabengalaestabanindignadas.Gritabancontodasufuerza:—¡Pamplinas!¡Pamplinas!

Eranmuyprácticasycuandoseoponíanaalgolodenominabanpamplinas.

Entoncesapareciólalunacomounsoberbioescudodeplataylasestrellascomenzaronabrillaryllegaronalpalaciolossonesdeunamúsica.Elpríncipey la princesa dirigían el baile. Bailaban tan bien que los pequeños liriosblancos echaban un vistazo por la ventana contemplándolos, y las grandesamapolasrojasmovíanlacabeza,llevandoelcompás.

Enaquelmomentosonaronlasdiez,luegolasonceyluegolasdoce,yalaúltimacampanadademedianochetodoelmundofuealaterrazayelreyhizollamaralpirotécnicoreal.

—Empezadlosfuegosartificiales—dijoelrey.

Y el pirotécnico real hizo un profundo saludo y se dirigió al fondo deljardín.Teníaseisayudantes.Cadaunollevabaunaantorchaencendidasujetaalapuntadeunalargapértiga.Fuerealmenteunasoberbiairradiacióndeluz.

—¡Ssss!¡Ssss!—hizolarueda,queempezóagirar.

—¡Bum!¡Bum!—replicólacandelaromana.

Entonceslosbuscapiésentraronendanzaylasbengalascolorearontododerojo.

—¡Adiós!—gritó el globode fuegomientras se elevabahaciendo lloverchispitasazules.

—¡Bang!¡Bang!—respondieronlospetardos,quesedivertíanmuchísimo.

Todos tuvieron un gran éxito, menos el cohete. Estaba tan húmedo porhaberlloradoquenopudoarder.

Lomejorquehabíaenéleralapólvora,yéstasehallabatanmojadaporlas lágrimas que estaba inservible. Toda su pobre parentela, a la que no sedignaba hablar sin una sonrisa despectiva, produjo un gran alboroto por elcielo,comosifuesenmagníficosramilletesdeorofloreciendoenfuego.

—¡Bravo!¡Bravo!—gritabalaCorte.Ylaprincesitareíadeplacer.

—Creo que me reservan para alguna gran ocasión —dijo el cohete—.Indudablementeeseso—ymirabaasualrededorconairemásorgullosoque

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nunca.

Aldíasiguientevinieronlosobrerosacolocarlotododenuevoensusitio.

«Evidentemente es una comisión—se dijo el cohete—.Los recibiré conunatranquiladignidad».

Yengallándose empezóa fruncir las cejas como si pensase en algomuyimportante.Perolosobrerosnosedieroncuentadesupresenciahastadejarloatrás.Entoncesunodeelloslevio.

—¡Ah!—gritó—.¡Quémalcohete!

Yletiróporencimadelmuro.

—¡Malcohete!¡Malcohete!—dijoéstegirandoporelaire—¡Imposible!Magnífico cohete, eso es lo que han querido decir.Mal ymagnífico suenanparamícasilomismo,yavecesambascosassonidénticas.

Ycayóenellodo.

—Noesestomuycómodo—observó—,perosindudaesalgúnbalneariodemoda a dondeme han enviado para que repongami salud.Mis nerviosestánmuydesgastadosynecesitodescanso.

Entonces una ranita de ojillos brillantes, de traje verde moteado, nadóhaciaél.

—Yaveoqueesunrecién llegado—dijo larana—.¡Bueno!Despuésdetodonohaynadacomoelfango.Denmeuntiempolluviosoyunhoyoysoycompletamentefeliz…¿Creequelatardeserácalurosa?Asílocreo,porqueelcieloestátodoazulydespejado.¡Quélástima!

—¡Ejem!¡Ejem!—dijoelcohete.

—¡Quévozmásdeliciosatienes!—gritólarana—.Pareceelcroardeunaranaycroares lacosamásmusicaldelmundo.Yaoirásnuestroscorosestanoche.Noscolocamosenelantiguoestanquedelospatosjuntoalaalqueríayencuantoaparecelalunaempezamos.Elconciertoestansublimequetodoelmundovieneaoírnos.Ayer,sinirmáslejos,oíalamujerdelcolonodeciralamadrequenopudodormirniunsegundodurantelanochepornuestracausa.Esmuyagradableverlopopularqueesuna.

—¡Ejem!¡Ejem!—dijoelcohete.Estabamuymolestodenopodersalirdesumutismo.

—Sí, ¡una voz deliciosa! —prosiguió la rana—. Espero que venga alestanque de los patos. Voy a echar un vistazo amis hijas. Tengo seis hijassoberbiasymeinquietamuchoqueélsolotopeconellas…Esunverdaderomonstruoynosentiríaelmenorescrúpuloencomérselas.Asíesque¡adiós!

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Meagradamuchosuconversación,seloaseguro.

—¿Y llama conversación a esto?—dijo el cohete—. Ha charlado ustedsolatodoelrato.Esonoesconversación.

—Alguientienequeescucharsiempre—replicólarana—,yamímegustallevar la voz cantante en la conversación. Así se ahorra tiempo y se evitandisputas.

—Puesamímegustaladiscusión—dijoelcohete.

—Nolocreo—replicólaranaconairecompasivo—.Lasdiscusionessoncompletamente vulgares, porque en la buena sociedad todo el mundo tieneexactamentelasmismasopiniones.Adiósotravez.Veoamishijasalláabajo.

Ylaranitasepusoanadarnuevamente.

—Es usted una persona antipática —dijo el cohete— y mal educada.Detestoalasgentesquehablandesímismascomousted,cuandonecesitaunohablardeunomismo,comoenmicaso.Esoesloquesellamaegoísmo,yelegoísmoesunacosaaborrecible,sobretodoparalosquesoncomoyo,puesbien conocen todos mi carácter simpático. Debe tomar ejemplo de mí. Nopodría encontrar un modelo mejor. Ahora que tiene esa oportunidad,aprovéchelasintardanza,porquevoyalaCorteenseguida.Soymuyestimadoen la Corte. Ayer, el príncipe y la princesa se casaron en mi honor.Seguramentenoestaráenteradadenadadeesto,¡comoesprovinciana!

—Nosemolesteenhablarle—dijo la libélulaposadaen lapuntadeunaespadaña—Sehaido.

—Bueno,¡ellaselopierdeyyono!Novoyadejardehablarsóloporqueno me escuche. Me gusta oírme hablar. Es uno de mis mayores placeres.Sostengo a menudo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tanprofundo,queavecesnocomprendoniunapalabradeloquedigo.

—EntoncesdebedeserlicenciadoenFilosofía—dijolalibélula.

Ydesplegandosuslindasalasdegasa,seelevóhaciaelcielo.

—¡Quénecedaddemuestraalnoquedarseaquí!—dijoelcohete—.Estoyseguro de que no habrá tenidomuy amenudo la oportunidad de educar suespíritu; aunque después de todo me es igual. Un genio como el mío seráapreciadocontodaseguridadalgúndía.

Ysehundióunpocomásenelfango.

Pasado un rato, una gran pata blanca nadó hacia él. Tenía las patasamarillas,lospiespalmeadosylaconsiderabancomounagranbellezaporsucontoneo.

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—¡Cuac!, ¡cuac!, ¡cuac!—dijo—. ¡Qué aspectomás raro tiene! ¿Puedopreguntarlesihanacidoasíosieselresultadodealgúnaccidente?

—¡Cómosevequehavividosiempreenelcampo!Deotromodosabríaquiénsoy.Sinembargo,disculposuignorancia.Seríadescabelladoquererquelos demás fueran tan extraordinarios como uno mismo. Sin duda lesorprenderásaberquevueloporelcieloyquecaigoenunalluviadechispasdeoro.

—No lo consideromuy estimable—dijo la pata—, pues no veo en quépuede ser eso útil a nadie. ¡Ah! Si arase los campos como un buey; siarrastraseuncarrocomoelcaballo;siguardaseunrebañocomoelperrodelganado,entoncesyaseríaotracosa.

—Buenamujer—dijoelcohetecontonomuyaltivo—,veoquepertenecealaclasebaja.Laspersonasdemirangonosirvennuncaparanada.Tenemosunencantoespecialyconesobasta.Yomismonosientolamenorinclinaciónpor ningún trabajo y menos aún por esa clase de trabajos que enumera.Además, siempre he sido de opinión que el trabajo rudo es simplemente elrefugiodelagentequenotieneotracosaquehacerenlavida.

—¡Bien,bien!—dijolapata,queeradetemperamentopacíficoynoreñíanuncaconnadie—.Cadacualtienegustosdiferentes.Detodasmaneras,deseoquevengaaestableceraquísuresidencia.

—¡Nada de eso! —exclamó el cohete. Soy un visitante, un visitantedistinguidoynadamás.Elhechoesqueencuentroestesitiomuyaburrido.Nohay aquí ni sociedad ni soledad. Resulta completamente de barrio bajo…VolveréseguramentealaCorte,puesestoydestinadoacausarsensaciónenelmundo.

—Yotambiénpenséenentrarenlavidapública—observólapata—.¡Haytantascosasquepidenreforma!Así,pues,presidí,nohacemucho,unmitinenelquevotamosunasproposicionescondenandotodoloquenosdesagradaba.Sinembargo,noparecenhabersurtidogranefecto.Ahorameocupodecosasdomésticasyvelopormifamilia.

—Yohenacidoparalavidapúblicayenellafigurantodosmisparientes,hasta los más humildes, Allí donde aparecemos, llamamosextraordinariamentelaatención.Estaveznohefiguradopersonalmente,perocuando lo hago, resulta un espectáculo magnífico. En cuanto a las cosasdomésticas,hacenenvejeceryapartanelespíritudeotrascosasmásaltas.

—¡Ohquébellassonlascosasaltasdelavida!—dijolapata—¡Estomerecuerda el hambre que tengo! —Y la pata volvió a nadar por el río,continuandosus¡cuac…,cuac…,cuac!

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—¡Vuelva,vuelva!—gritóelcohete—.Tengomuchascosasquedecirle.

Perolapatanolehacíacasoalguno.

—Mealegrodequesehayaido.Tienerealmenteunespíritumediocre.

Y hundiéndose un poco más en el fango, empezaba a reflexionar en labelleza del genio, cuando de repente dos chiquillos con blusas llegaron albordedelacunetaconuncalderoyunosleños.

—Ésta debe ser la comisión —dijo el cohete. Y adoptó una dignacompostura.

—¡Oh!—gritóunodeellos—Miraestepaloviejo.¡Quéraroesquehayavenidoapararaquí!

Ysacóelcohetedelacuneta.

—¡Palo viejo!—refunfuñó el cohete—. ¡Imposible!Habrá querido decirpaloprecioso.Palopreciosoesuncumplido.MetomaporunpersonajedelaCorte.

—¡Echémosle al fuego!—dijo el otro muchacho—. Así ayudará a quehiervalacaldera.

Amontonaron los leños, colocaron el cohete sobre ellos y prendieronfuego.

—¡Magnífico!—gritóelcohete—Mecolocanaplena luz.Así todosmeverán.

—Ahoravamosadormir—dijeronlosniños—ycuandonosdespertemosestaráyahirviendolacaldera.

Y acostándose sobre la hierba cerraron los ojos. El cohete estaba muyhúmedo.Pasóunbuenratoantesdequeardiese.Sinembargo,alfin,prendióelfuegoenél.

—¡Ahoravoyapartir!—gritaba.

Yseerguíayseestiraba.

—Séquevoyasubirmásaltoquelasestrellas,másaltoquelaluna,másaltoqueelsol.Subirétanarribaque…

—¡Fisss!¡Fisss!¡Fisss!

Yseelevóenelaire.

—¡Delicioso! —gritaba—. Seguiré subiendo así siempre. ¡Qué éxitotengo!

Pero nadie le veía. Entonces comenzó a sentir una extraña impresión de

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hormigueo.

—¡Voy a estallar!—gritaba—. Incendiaré el mundo entero y haré tantoruido,quenosehablarádeotracosaenunaño.

Y,enefecto,estalló.

—¡Bang!¡Bang!¡Bang!—hizolapólvora.Lapólvoranopodíahacerotracosa.

Pero nadie la oyó, ni siquiera los dos muchachos que dormíanprofundamente. No quedó del cohete más que el palo, que cayó sobre laespaldadeunaocaquedabasupaseoalrededordelazanja.

—¡Cielos!—exclamó—.¡Ahoralluevenpalos!—Ysetiróalagua.

—¡Meparecequehecausadounagransensación!—musitóelcohete.Yexpiró.