El príncipe y la juguetera.

En un reino muy, muy pero que muy lejano, vivía Javier, el príncipe de

Egoísmolandia Javier era un niño de cinco años y tenía un problema muy grande: era el niño más egoísta del mundo y lo único que quería era tener cada vez

más y más juguetes. Los quería TODOS.

Un día, llegó a su reino una fantástica juguetera, que hacía los juguetes más maravillosos que hayáis visto jamás, unos juguetes increíbles que todos los niños deseaban tener.

Cuando el príncipe se enteró de la llegada de la juguetera, fue rápidamente a buscarla y le pidió que se quedase en su palacio y le crease cada día un maravilloso juguete nuevo.

La juguetera aceptó, pero advirtió al príncipe que debía jugar cada día un rato con todos los juguetes. Al príncipe le pareció estupendo, pues ahora sería el niño con más juguetes del reino.

Y así fue. La juguetera le hacía al príncipe cada día un juguete nuevo, y él jugaba cada día un rato con cada juguete.

Pero, llegó el día en el que tenía tantísimos juguetes que no tenía tiempo para jugar con todos ellos , asique decidió irse a la cama y cuando iba a acostarse, los juguetes con los que no había jugado se enfadaron y se pusieron delante del príncipe a pedirle que jugara con ellos.

Al príncipe ya no le gustaba tener tantos juguetes, porque no podía jugar con todos, eran demasiados.

Un día, mirando por la ventana del palacio, vio a una niña y a un niño que jugaban y se reían con una simple piedra.Al príncipe se le ocurrió una idea: Tal vez, sería mejor compartir mis juguetes con los niños que no tienen y así todos podríamos tener algún juguete con el que divertirnos.

Es inútil tener juguetes con los que no juego en lugar de compartirlos.

Así, el príncipe Javier, se quedó sólo con unos pocos juguetes con los que jugaba cada día y lo pasaba de genial. Javier decidió cambiar el nombre de su reino y lo llamó Alegría.

Sofía Valentina Molina Barbisotti.

Fin.