el perú, lima y belaúnde

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El Perú, Lima y Belaúnde Author(s): Leopoldo Zea Source: Foro Internacional, Vol. 4, No. 3 (15) (Jan. - Mar., 1964), pp. 429-452 Published by: El Colegio De Mexico Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27737112 . Accessed: 14/06/2014 09:04 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Foro Internacional. http://www.jstor.org This content downloaded from 62.122.72.154 on Sat, 14 Jun 2014 09:04:36 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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Page 1: El Perú, Lima y Belaúnde

El Perú, Lima y BelaúndeAuthor(s): Leopoldo ZeaSource: Foro Internacional, Vol. 4, No. 3 (15) (Jan. - Mar., 1964), pp. 429-452Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/27737112 .

Accessed: 14/06/2014 09:04

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EL PER?, LIMA Y BELA?NDE

Leopoldo Zea, de la Universidad Nacional

Aut?noma de M?xico

I

Corr?a el mes de julio de 1945, y con ?l se avecinaba el

cumplimiento de un viejo sue?o peruano: el de la incorpo raci?n del Per? a la patria, que celosamente se atribu?a la

capital de este pueblo: Lima. La Alianza Popular Revolu cionaria para Am?rica, cuya sigla era APRA, venciendo des

piadadas persecuciones hab?a triunfado al permitirse al pue blo peruano expresar su voluntad en recientes elecciones. Se

presentaba la so?ada oportunidad para que el l?der de ese

popular movimiento, V?ctor Ra?l Haya de la Torre, hiciese realidad el mundo prometido en su doctrina indoamericana. El triunfo del APRA era el triunfo del Per? sobre Lima. La Lima virreinal ajena al mundo de que era centro. Cerebro sin nervios cuyo orden se apoyaba a?n en una absurda y anacr?nica divisi?n de castas: criollos, cholos, indios; el viejo orden colonial todav?a vivo. Era el Per? entero, con sus m?l

tiples y lejanas provincias cuyos nombres eran la resonancia del olvidado mundo ind?gena y mestizo del que nada se sab?a o se quer?a saber, el que se lanzaba a la conquista de su capital y, con ella, del poder que hiciese posible una sola

y ?nica naci?n, la peruana sin m?s.

En lo alto, desde las alturas en las que Lima med?a al resto del Per? y a sus hombres, se observaba con sorpresa este todav?a no comprendido triunfo de una masa a la que se le hab?a regateado, una y otra vez, la calidad humana.

Desde San Isidro, Miraflores, Chorrillos y otros barrios ele

gantes en los que habitaba la clase lime?a, que se consideraba como la m?s alta, se observaba a los representantes de la

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rebelde masa; la vieja aristocracia criolla y la nueva aris tocracia de la banca, la industria y las finanzas miraban con

recelo lo que parec?a ser el desborde de un mundo que por cuatro siglos hab?an mantenido en sus fronteras. Viejos se

?ores de viejas familias, cuyos nombres recordaban a alguno de los grandes capitanes de Pizarro, al lado de nuevos se?ores

de nuevas familias, que hab?an hecho su fortuna explotando grandes latifundios o multiplicando sus ganancias en el tipo de especulaciones que les permit?an los due?os y se?ores de

las mismas, los representantes de la gran burgues?a occiden

tal, de la cual los latinoamericanos no eran sino simples ama

nuenses, se manten?an a la expectativa esperando la opor

tunidad de regresar el golpe y volver a los invasores a sus

fronteras.

La aristocracia lime?a, los diversos se?ores de la tierra, la

banca, el comercio y la industria peruanas, no tardar?an mu

cho en ver c?mo la ola se deten?a y disolv?a, o al menos as?

parec?a, sin grandes esfuerzos. La disoluci?n la llevaban las

ambiciones de los l?deres de la masa que les hab?a dado el

triunfo. Triunfantes los apristas, al igual que otros muchos

grupos revolucionarios en esta Am?rica nuestra, su principal

preocupaci?n no fue ya realizar los sue?os por los que ha

b?an sufrido c?rceles, persecuciones, destierros, y hasta muer

tes, sino mantenerse en el poder tan dif?cilmente alcanzado.

Una l?gica irrebatible parece justificar esta actitud, repetida una y otra vez en Latinoam?rica: s?lo el poder permitir?a crear el horizonte de posibilidades de esos sue?os e ideales.

Y era este poder, la lucha por su mantenimiento, el que

aplazar?a, una y otra vez, la realizaci?n de las metas que

hab?an justificado su logro. Esto sucedi? al APRA que aplaz? la realizaci?n de las metas ideales para mantenerse o buscar,

desde entonces, el poder por el poder. El poder pol?tico, con

todas sus posibles expresiones y combinaciones en un juego en el que la ?nica meta fue, pura y simplemente, el mante

nimiento de ese poder. El APRA, con la mayor?a que le

hab?an dado las masas en la c?mara, actu?, no ya en funci?n

peruana, sino simplemente aprista, esto es, partidarista, ha

ciendo sentir la fuerza de esa mayor?a, no a la oligarqu?a

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 431

contra la que hab?a combatido en el pasado, sino a otros

grupos pol?ticos que con ?l hab?an arribado al poder. Desde las c?maras, en funci?n simplemente de pol?tica partidarista, obstaculizar?an al Presidente de la Rep?blica al que hab?a dado su apoyo en las elecciones, al Dr. Jos? Luis Bustamante

y Rivero. ?Se aspiraba al poder total? ?Al poder que permi tiese el cumplimiento de los programas que hab?an atra?do a las masas peruanas y aspiraban llevar a toda Indoam?rica? Es muy posible. Pero lo cierto es que se estaban creando, ofreciendo, los pretextos que buscaba la oligarqu?a y su ser

vidor el militarismo, para poner fin al desbordamiento que hab?a alarmado a la arist?crata Lima. La acci?n del Ejecu tivo bloqueada por las c?maras bajo control aprista, ofrec?a el pretexto para intervenir y poner fin a lo que ya se pre sentaba como anarqu?a. En el a?o de 1948, Bustamante Ri

vero, disolvi? las c?maras hostiles a su gobierno; pero al mismo tiempo las fuerzas armadas, encabezadas por Manuel

A. Odr?a, pusieron fin al gobierno constitucional del Presi dente Bustamante. El sue?o democr?tico terminaba: una nue va dictadura, militar-olig?rquica, substitu?a a la democracia

peruana. La ola que parec?a haber bajado de todo el Per?

para incorporar a su capital y hacer de ella una sola unidad

nacional, se disolv?a. Cholos e indios quedaban, como siem

pre, mudos en su viejo mundo.

Manuel A. Odr?a ?una vez m?s el cuartel sobre la na

ci?n?, se encargar? de mantener el orden amenazado. El

aprismo pasaba nuevamente al exilio y la clandestinidad; su

l?der, Haya de la Torre, se sostendr?a en un largo y penoso asilo en la embajada de Colombia sometida a sitio perma nente. Lima, mientras tanto, se mantendr?a fr?a, quieta, des

preocupada, ajena, como siempre, al sistema nervioso, a la

naci?n, de la que se le supon?a cerebro. Los viejos y nuevos se?ores de la todav?a capital virreinal manten?an los muros

que separaban a ?sta del Per?. Los Prado, Osma, Larco, Bel

tr?n, Pareja, Paz-Sold?n, Basurto, Alzamora, Mir? Quesada,

Legu?a, Bela?nde y otros muchos m?s segu?an siendo las fa milias m?s distinguidas y ajenas al mundo del que eran rec tores. Los intelectuales lime?os, se manten?an, por su lado,

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igualmente ajenos a ese mundo preocupados m?s por las ?lti mas expresiones del arte abstracto, la filosof?a pura y las m?s novedosas expresiones de la literatura europea. Tan s?lo la

presencia, como en la Pe?a "Pancho Fierro", del arte aut?c

tono, el folklore peruano y las figuras de dos grandes artistas

Jos? Sabogal y Julia Codesido, parec?an romper esa tenden

cia, pero siendo a?n ex?ticas en la Lima del largo sue?o virreinal.

El Per?, sin embargo, no dorm?a; pronto nuevas expre siones de su despertar obligar?an a la dictadura olig?rquica y militar de Odr?a a permitir elecciones libres y, con ellas una nueva expresi?n de la voluntad popular. El APRA,

purificado por los nuevos exilios, persecuciones, prisiones y clandestinidades, volver?a a ser en parte la esperanza, ya una

vez defraudada, del Per? exilado de Lima. En parte, porque a su lado surgir?an nuevos partidos animados por preocu paciones semejantes, como Acci?n Popular, o con un sentido de justicia cristiana como Democracia Cristiana, al lado, igual mente de partidos extremistas de orientaci?n comunista. El

APRA, con una gran fuerza, aunque consciente de que esta

fuerza no le dar?a la mayor?a absoluta para gobernar, busc?, volviendo a hacer pura y simple pol?tica partidista, esto es, la forma de negociar esa fuerza con el grupo que garanti zase, no ya el cumplimiento de sus programas sociales, sino el poder pol?tico que le correspond?a en funci?n con la fuer za que representaba. All? estaban, por un lado, Acci?n Po

pular, con doctrinas y programas semejantes y, por el otro, la

vieja oligarqu?a apoyando a uno de sus m?s destacados miem bros y antiguo enemigo del aprismo, el ex presidente Manuel Prado Ugarteche. ?ste, apoyado por sus antiguos persegui dos, tomar?a, constitucionalmente, las riendas del Per?. Una

vez m?s el Per? quedaba fuera de los muros de Lima. Los

viejos y nuevos se?ores de la ciudad virreinal manten?an su dominio. Un dominio, en esta ocasi?n, parad?jicamente apo

yado por las masas cuyos votos hab?an sido negociados por

el APRA. El oligarca Manuel Prado, representaba la volun tad mayoritaria de un pueblo que una vez m?s quedaba fuera de la supuesta naci?n. El APRA, vieja esperanza de

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FI IV-3 EL P?R? y Bela?nde 433

la incorporaci?n del Per? a Lima, al negociar esta esperanza hac?a entrar al Per? en Lima pero con el car?cter de servi dor. La presencia del APRA en el nuevo gobierno olig?r quico daba a ?ste la justificaci?n nacional que antes le hab?a

negado o regateado.

Desde Lima, la naci?n entera ser?a gobernada por Manuel Prado, Presidente constitucional y representante de grandes y poderosos intereses econ?micos; por Pedro Beltr?n, due?o de La Prensa, Primer Ministro y Ministro de Hacienda, igual mente representante de los intereses de la vieja y nueva oli

garqu?a con sede en Lima; y como contrapunto, el APRA

y sus dirigentes dando al sistema la justificaci?n popular que de otra forma le habr?a faltado. La oposici?n a este extra?o contubernio se?alar?a pronto lo que parec?an carac

ter?sticas del mismo: pol?tica de beneficio para la oligarqu?a y los grupos capitalistas y entreguismo a intereses extra?os,

especialmente estadounidenses. El APRA, de pretensiones no s?lo peruanas sino indoamericanas, segu?a hablando de anti

imperialismo, s?lo que, en esta ocasi?n, al decir de sus diri

gentes, la amenaza imperialista no proven?a ya de los Estados

Unidos, sino de Mosc? y el comunismo. Era el comunismo el imperialismo del cual deber?an salvarse las naciones indo americanas. Frente a este imperialismo, el yanqui resultaba el mejor aliado. Y comunismo vendr?a a ser cualquier ex

presi?n reformista, social, que alterase no s?lo los intereses

del viejo imperialismo estadounidense, sino los de la oligar

qu?a en el poder apoyada constitucionalmente por las masas

apristas. Y esto se sosten?a mientras en Mar del Plata los Estados Unidos hablaban de un nuevo plan para frenar al

comunismo, un Plan que pusiese fin a las causas que justi ficaban su expansi?n en Latinoam?rica: la Alianza para el

Progreso. Plan surgido frente a los sucesos de Cuba y el cas trismo. Un Plan encaminado a realizar pac?ficamente la re

voluci?n que justificaba la intervenci?n del comunismo en esta Am?rica, revoluci?n pac?fica, al decir de su autor, el

Presidente de los Estados LJnidos de Norteam?rica, John F.

Kennedy. Alianza, ayuda de los Estados Unidos a Latino

am?rica, para que cada uno de sus pa?ses pudiese realizar la

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revoluci?n social que dejase sin justificaci?n la intervenci?n comunista. Reforma agraria, seguridad social, ampliaci?n de la educaci?n de masas, reparto m?s equitativo de sacrificios

y beneficios sobre un nuevo sistema de intervenci?n fiscal en

ganancias que hasta ayer s?lo beneficiaban a una minor?a latinoamericana. Ayuda norteamericana que ser?a vista por

los representantes de la oligarqu?a lime?a, con gran esc?n dalo nacional e internacional, como un nuevo y ping?e

ne

gocio cuyos intereses se atrevieron incluso a calcular.

La oligarqu?a, apoyada por el APRA, fue pronto acusada

por la oposici?n de entorpecer la soluci?n de dos grandes problemas para el desarrollo futuro del Per?: la Reforma

Agraria y la reivindicaci?n de los derechos de la naci?n sobre la explotaci?n del petr?leo. La soluci?n del primero iba siendo aplazada d?a a d?a con diversos pretextos, como

el de la necesidad de hacer previos y serios estudios cient? ficos y t?cnicos que tardar?an los a?os que se considerasen necesarios para olvido del asunto. Respecto al segundo, el

petr?leo, su nacionalizaci?n era mostrada como contraria a

los intereses nacionales por antiecon?mica e inoportuna. Para

justificar esta actitud se hablaba del fracaso de la naciona

lizaci?n del petr?leo en M?xico. De acuerdo con esta idea en julio de 1959 se expidi? un nuevo decreto que facultaba al gobierno para formalizar nuevo contrato con la Interna tional Petroleum Company, filial de la Standard Oil, contrato

que entregaba a sus explotadores los yacimientos petroleros de La Brea y Pari?as. Como reacci?n surgi? el Frente Na cional de Defensa del Petr?leo que unific? diversos grupos y

organizaciones pol?ticas nacionalistas. De una manera u otra

el Per? se hac?a o?r y amenazaba a la todav?a ayer segura y confiada oligarqu?a lime?a.

II

Lima, cerebro desligado de sus nervios, empezaba a sentir

los llamados de ese mundo que le hab?a sido hasta entonces

ajeno. El cerebro sent?a ya sus nervios y ?stos le enviaban

dolorosos, angustiados mensajes. Fuera de la capital, empe

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 435

zaba a comprenderlo, en lo alto de las monta?as, al norte y al sur se agitaba el mundo que in?tilmente hab?a tratado de olvidar. Las m?ltiples miserias de los pueblos m?s all? de Lima serv?an de acicate al Per? entero que despertaba de su

letargo. Miserias que eran, a su vez, aprovechadas por de

magogias que ve?an en ellas la oportunidad para intervenir como se interviene a pretexto de todas las miserias del mundo

para acrecentar el campo de acci?n de la llamada guerra fr?a. Lima esperaba, en cualquier momento, el desbordamien to del mundo por ella puesto al margen. Un desbordamiento

brutal, sangriento. Una revoluci?n popular que hiciese pa gar a la capital todos sus olvidos. Desde lo alto bajar?an los

Tupac Amaru reclamando viejos y nuevos agravios a su dig nidad de hombres. Las silenciosas sombras que parecen po blar los Andes se transformar?an en feroces jueces y verdugos de errores que no han sido olvidados. En los lujosos clubs de las laderas de Chosica, a unos cuantos minutos del h?medo invierno de Lima, a donde se asolean los jefes y miembros

de las destacadas familias lime?as que rigen al Per?, se ha

blaba, ya desde 1961, de la pr?xima revoluci?n popular. Y se hablaba en tono de resignaci?n, con la resignaci?n del

que se sabe culpable y acepta la ruda reparaci?n de esa cul

pa. Un d?a, cada vez m?s pr?ximo, bajar?an ignorados hom

bres y arrasar?an todo ese mundo ya sentido como artificial.

El hombre, el hombre sin distinci?n racial, econ?mica, social

y cultural, estaba all? arriba, amenazante, dispuesto a hacer

reivindicar su ser con las armas que fuesen necesarias.

De este hombre habla Francisco Mir? Quesada, miembro

de esas destacadas familias lime?as conscientes ya del mundo

que se agitaba fuera de la capital. Un intelectual, un fil?

sofo, que hab?a manejado la idea de hombre, como una

abstracci?n m?s entre otras muchas, y que ahora se tropezaba con el hombre sin m?s. "Porque se habl? del hombre ?di

ce?, pero el hombre fue considerado como una idea, surge

ahora como una realidad amenazante. Porque se crey? que

bastaba hablar de amor por los hombres para amarlos, nos

encontramos hoy con hombres de carne y hueso, que no nos

aman. Nos encontramos con el hombre de la comunidad y

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de la pugna, con el hombre de la barriada y del tugurio, con hombres que exigen y amenazan, aqu?, all?, a nuestro

lado, frente a nosotros". Nueva conciencia que originar?a, no

ya la pasividad y resignaci?n del que se sabe culpable, sino

la acci?n reivindicator?a, no ya a favor, sino al lado del hom

bre que reclama sus derechos. As?, al lado de la resignada actitud, originada en un complejo de culpa, surgir? la acti

tud constructiva, de participaci?n, de colaboraci?n, en las

urgentes tareas sociales reclamadas por el Per?. No se tra

taba ya, de esperar a que bajasen de las monta?as indios y cholos convirtiendo a Lima y al Per? entero en una gran

hoguera. No; de lo que se trataba ahora era de actuar y luchar al lado de ese pueblo en sus esfuerzos por acabar con sus milenarias miserias. No m?s abstracciones que elu

d?an la realidad y justificaban su olvido. No m?s hablar de

revoluciones abstractas, sino concretarlas entre los hombres

que las estaban originando. Mir? Quesada hablaba tambi?n

de esta abstracci?n en tr?gica relaci?n con la naci?n dividida:

Per?, Lima. "Se realiza as? ?dice? una revoluci?n abstrac

ta, se crea un pa?s abstracto, un gobierno abstracto, todo en

funci?n de un hombre abstracto". Esto hab?a sido Lima

en relaci?n con la naci?n peruana. "Nuestra realidad en

ab initio, una realidad desgarrada, una realidad escindida

en dos porciones, una peque?a, luminosa y llena de palabras sonoras y otra inmensa, sombr?a, silenciosa. Un mero espe

jismo en el centro de un p?ramo sin fin". Per? y Lima eran

un solo y ?nico pueblo que deber?a empe?arse en una sola

y ?nica lucha, para una sola y ?nica soluci?n, la nacional.

All? en la historia se pod?a perseguir la causa de sus males

y el origen de esa absurda divisi?n que hab?a que eliminar.

"Por haber sido el Per? ?agrega Mir? Quesada? el pa?s de la dominaci?n espa?ola, sus estructuras sociales fueron

las m?s r?gidas. Y por haber sido las m?s r?gidas, el movi

miento de la Independencia las dej? casi intactas. Y por

dejarlas casi intactas, es que hoy la presi?n es de fuerza ate

rradora". Centralismo que origin? la doble realidad y el

olvido de la parte principal de ella. "Nuestro pa?s en realidad

no era uno s?lo, sino dos pa?ses. Todo lo que nos hab?an

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 437

dicho sobre el Per?, s?lo era v?lido para una peque?a por ci?n de nuestra Patria. Lo dem?s se perd?a en la bruma de lo desconocido. Nuestra realidad era un desgarramiento y su soluci?n era una sola: la reconciliaci?n. Mientras el Per? no fuera capaz de unificarse, mientras no fuera capaz de

sobrepasar la ruptura entre el min?sculo grupo de privile giados y la mayor?a explotada, mientras no fuera capaz de reconocer al hombre en el indio, ser?a incapaz de ser s? mis

mo y de contener la presi?n estructural que comenzaba ya a sofocarlo". Integraci?n de Lima al Per?, ser? la f?rmula de la generaci?n, el grupo intelectual del que ser? portavoz el joven fil?sofo peruano de Lima. ?CSi el desgarramiento

?agrega? consist?a en el desconocimiento del ser del indio, la reconciliaci?n ten?a que consistir en una afirmaci?n del ser del indio. No para negar el ser del blanco, no para re chazar los grandes y eternos valores heredados de la cultura

hisp?nica y occidental, sino sencillamente, para integrar lo

que desde el comienzo hab?a sido separado". Se realizaba una extraordinaria inversi?n por lo que se

refiere a la unificaci?n de Lima y el Per?. Per? iba a dejar de ser la amenazante sombra que castigar?a

a Lima. El des

bordamiento una y otra vez atajado iba a carecer de sentido

al ser Lima la que se entregase al Per?, al ser ella la que se

fundiese en esa parte de un ser ?nico que era la naci?n

peruana. Otros muchos lime?os, otros muchos peruanos, cons

cientes de su realidad, iniciar?an la lucha interrumpida una

y otra vez. No era ya el Per? el que conquistar?a a Lima, sino Lima la que se entregar?a al Per?. La capital, el cere

bro, se incorporaba por s? misma al cuerpo y sistema de que era ineludible parte. ?C?mo iba a ser posible esto? En el horizonte se perfilaba ya desde 1956, la esperanza de esta

posibilidad. Algo que pudo haber sido y no quiso ser el

APRA, lo fue el Partido Acci?n Popular, y un l?der, el l?der

que no supo ser V?ctor Ra?l Haya de la Torre, el arquitecto Fernando Bela?nde Terry. Lime?o tambi?n, entroncado con

una conocida familia arequipe?a, pero, como todas las gran

des familias peruanas, asentada en Lima, Fernando Bela?nde

dar?a a Lima la doctrina pol?tica para la incorporaci?n de

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Lima al Per?, para la conquista del Per? por los peruanos. El l?der hab?a surgido, el l?der de una parte del Per? desde la cual aspiraba a ser de su totalidad. El l?der que hab?an

de seguir los que como ?l, ya fuesen de Lima, Cuzco, Are

quipa, Ayacucho o de cualquier otro trozo del Per?, hab?an tomado conciencia de la totalidad nacional. En este sentido se expresa Francisco Mir? Quesada, tambi?n lime?o, al ha blar de los intelectuales peruanos que como ?l, tropezaron con el l?der que coincid?a con las preocupaciones de unidad nacional peruana antes expuestas. "Nosotros ?dice? des

cend?amos de lo humano hacia la praxis pol?tica. Bela?nde ascend?a de la praxis pol?tica hacia lo humano. Nos hab?a mos encontrado y era imposible no seguirlo. Y as? como nos

otros lo encontramos otros intelectuales que se afanaban por resta?ar el desgarramiento inicial, tambi?n lo encontraron.

Y tambi?n tuvieron que seguirlo; y el pueblo lo encontr? y lo sigui?, y lo llev? al triunfo. Fernando Bela?nde Terry ha

unido en torno de su figura a los intelectuales y al pueblo. Por eso el Per? est? en marcha. Nada ni nadie podr? de

tenerlo".

III

Regresemos a la agitada historia del Per? contempor?neo en medio de la cual surge Acci?n Popular y su l?der, Fer

nando Bela?nde. El golpe militar de Manuel A. Odr?a hab?a

puesto fin, en 1948, al sue?o democr?tico de un pueblo. La

pol?tica partidarista del APRA frente al presidente consti

tucional Jos? Luis Bustamante Rivero, hab?a provocado la

divisi?n entre el poner legislativo y el Ejecutivo ofreciendo el pretexto a los militares de Odr?a para destituir al Presi dente y desatar nueva

persecuci?n contra el APRA. La Jun ta Militar, encabezada por Odr?a se mantuvo hasta 1950 en

que unas ama?adas elecciones har?an del dictador un presi

dente electo. De all? hasta 1956, a?o en el que la ola anti

militarista ha cundido por Latinoam?rica, destruyendo varias

dictaduras semejantes a la peruana. Inteligentemente Odr?a

* Francisco Mir? Quesada, La ideolog?a de Acci?n Popular.

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 439

permiti? elecciones que le dieron oportunidad de retirarse

elegantemente y con posibilidades para regresar a la vida

pol?tica de la naci?n por v?as constitucionales. El APRA

vuelve a resurgir de lo que parec?an ser sus cenizas. Haya de la Torre puede abandonar la embajada de Colombia y actuar, nuevamente, con la fuerza pol?tica que le ha dado la

?ltima persecuci?n. Pero ya no est? solo, las viejas banderas de esperanza del Per? se las disputa otro joven l?der, l?der

que ha aprendido mucho del APRA y le se?ala ya sus clau dicaciones: Fernando Bela?nde Terry. Las masas apristas pueden intervenir pol?ticamente, pero no tener su propio candidato presidencial. Saben que su apoyo inclinar? la ba

lanza del triunfo. El m?s cercano a su ideolog?a lo es, esto

quedaba fuera de discusi?n, Bela?nde. Frente a ?l est? otro

candidato, el oligarca Manuel Prado Ugarteche, viejo ene

migo del aprismo. Una vez m?s se impondr? la pol?tica partidarista del APRA y con ella la ya se?alada alianza entre

la vieja oligarqu?a lime?a y los grandes intereses imperialis tas. Bela?nde Terry est? derrotado, pero por un peque?o

margen y utiliz?ndose todas las armas posibles de coerci?n y fraude. Fue en esta campa?a donde Bela?nde avanz? empu ?ando una bandera peruana hasta el Palacio de Gobierno

y exigi? su inmediata aceptaci?n como candidato, la que in

justamente se le hab?a negado. Gases, golpes y manguerazos de agua no impidieron su llegada a la puerta de Palacio y con ella su exigencia p?blica: "Doy media hora de plazo

para la inscripci?n de mi candidatura". Bela?nde perd?a ante la maquinaria olig?rquica respaldada por el APRA; pero

surg?a un nuevo l?der nacional y con ?l un nuevo partido, Acci?n Nacional.

Ya ten?an enfrente la oligarqu?a y el APRA, un insistente

opositor. En 1962 nuevas elecciones en las que el APRA,

apoyado por el gobierno de Manuel Prado, pod?a lanzar la

candidatura de su l?der, V?ctor Ra?l Haya de la Torre. Y

frente a ella, otra vez, Manuel A. Odr?a, buscando volver

constitucionalmente al poder. Y frente a ambos Acci?n Po

pular, lanzando por segunda vez la candidatura de su l?der,

Fernando Bela?nde Terry. Otra vez parec?a repetirse la his

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440 L. Zea FI IV-3

toria de ama?amientos y fraude desde el poder. La mayor?a oficial la ten?a el l?der aprista, al que segu?a Bela?nde y

despu?s Odr?a. R?pidamente un extra?o golpe militar con

tra el fraude y el r?pido repliegue del APRA cediendo su

lugar y apoyo a su antiguo perseguidor, Manuel A. Odr?a. Todo in?til, una Junta Militar destitu?a al presidente cons

titucional Manuel Prado y anulaba la selecciones comprome ti?ndose a convocarlas un a?o exacto despu?s. ?Odio al APRA

por viejos agravios hechos a los militares? ?Un militarismo cansado de hacer el juego a la vieja oligarqu?a representada por Prado? Posiblemente ambas cosas. Lo cierto es que se

justificaba al declarar que anulaba unas elecciones que de fraudaban la voluntad popular y destituyendo a un gobierno cuyos actos eran contrarios a esa voluntad. Un a?o despu?s, en 1963, mostrar?an la buena fe de esta justificaci?n con

vocando a elecciones libres en donde volvieron a participar los mismos contendientes: Haya de la Torre por el APRA,

aunque ya sin el apoyo del gobierno; Odr?a con un extra?o consorcio demag?gico populachero llamado Uni?n Nacional Odri?sta y Fernando Bela?nde Terry por Acci?n Popular, a

cuya candidatura se sum? Democracia Cristiana de tendencia social-cristiana. Lima, con sus votos, vino a ser el factor de

cisivo del triunfo de Fernando Bela?nde y la Alianza Acci?n

Popular-Democracia Cristiana. La hasta ayer despreocupada Lima se mostraba dispuesta a incorporarse al Per? sirvi?n

dolo, siguiendo la doctrina de unidad peruana del presidente electo. Una nueva fuerza pol?tica tomaba el poder, una fuerza cuyo indiscutible triunfo es visto por los peruanos como un milagro pol?tico. Frente a ella no est? s?lo la oli

garqu?a que se resiste a ceder en sus intereses, tambi?n los

grupos que se encuentran escudados en el odri?smo y el APRA

que parece lleno de amargura y resentimiento frente a un

partido que enarbola casi sus mismas banderas y un dirigente que parece dispuesto

a realizar su doctrina m?s que a hacer,

pura y simplemente pol?tica. Y una vez m?s la paradoja, una paradoja

a la que van acostumbr?ndose ya los peruanos,

la alianza en las c?maras, para formar mayor?a, del APRA

y el odri?smo; la alianza de la apenas ayer v?ctima con su

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 441

verdugo. La alianza del Haya de la Torre, obligado a vivir asilado en la embajada colombiana por el tiempo que dur? la dictadura odri?sta, con el hombre que se neg? durante esos a?os a darle salvoconducto y puso cerco a la embajada. ?Alian za para frenar, estorbar y anular, si eso es posible, la reali

zaci?n de las metas perseguidas por los nuevos partidos de orientaci?n social? Y en estos ?ltimos meses los peruanos han sido testigos de una nueva y extra?a paradoja en torno al problema del petr?leo escamoteado en reciente pasado por la oligarqu?a y el APRA en el poder. Han visto El Comer

cio, viejo enemigo del APRA y de su programa de reivindi caciones sociales, exigiendo la nacionalizaci?n del petr?leo, frente a los legisladores apristas insistiendo en su tesis de "nacionalizaci?n progresiva" con la que se aplaz? en el pa sado la soluci?n del problema una y otra vez. Pero veamos

cu?l es la doctrina de Acci?n Popular y a qu? aspira el go bierno de su l?der, Fernando Bela?nde Terry.

IV

El 28 de julio de 1963, el nuevo Presidente electo, el ar

quitecto Fernando Bela?nde Terry, recib?a, ante las c?maras

igualmente electas, el poder de manos de la Junta Militar

que cumpl?a as? su palabra de convocar a nuevas elecciones

y reconocer al elegido libremente, sin la coerci?n de que se

hab?a acusado al gobierno del ca?do presidente Prado. En su discurso, dicho de memoria para evitar que de alg?n modo

pudiera filtrarse su plan de acci?n antes de ser expuesto ante sus enemigos, empez? con las siguientes palabras: "Los ?lti

mos ser?n los primeros.,. permitidme... que... dedique la

majestad de este momento... a la altiva y humilde Majestad de los pueblos olvidados del Per?. Y ese olvido termina hoy, aqu? en el Congreso, en el acto primero y trascendental del Gobierno que presido". Con estas palabras se expon?a el eje de la doctrina que sostiene Acci?n Popular. Doctrina de unidad nacional, de acci?n nacional, de todos con todos, los hombres de la capital y los hombres de los m?s apartados villorrios peruanos. Los hombres de todo el Per?, el cual

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442 L. Zea FI IV-3

su presidente actual conoce palmo a palmo, inspiran toda esa doctrina que ahora se devuelve como plataforma de acci?n a la naci?n entera. Acci?n Popular, nombre en el que va

impl?cita toda su doctrina. Una doctrina tan vieja como la historia toda del Per?: acci?n del pueblo para satisfacer todas sus necesidades; doctrina en la que no caben graciosos re

dentores, pues el ?nico redentor del pueblo es el pueblo mis mo. En sus andanzas a lo ancho y largo del Per?, Bela?nde hab?a podido ser testigo de la capacidad de esta acci?n. Una acci?n que de transformarse en nacional y planificada, sal var?a al Per? entero. Salvaci?n del Per?, por el Per? mismo, sin salvadores que le hiciesen pagar con creces el servicio.

?C?mo surgi? el nombre de la doctrina y el partido ahora triunfante? El propio Bela?nde y sus seguidores lo relatan. "En uno de sus primeros viajes pol?ticos a trav?s de la Sierra

?cuenta Francisco Mir? Quesada? comprendi? que por m?s

capital que recibi?ramos del exterior jam?s podr?amos reci bir lo suficiente para pagar todo lo que tenemos que hacer

para iniciar el despegue hacia el desarrollo". En un peque?o pueblo Bela?nde hab?a hecho el c?lculo de los fondos que ser?an necesarios para dotarlo de las instalaciones y edifi cios m?s elementales. Eran millones, que multiplicados por las necesidades de todos y cada uno de los pueblos del Per? resultaban sumas fabulosas e imposibles de alcanzar. Fue en

Chincheros, en donde vio una serie de edificios reci?n repa rados y varios de nueva construcci?n. Pregunt? qui?n hab?a hecho la escuela y le respondieron, "el pueblo lo hizo, se?or";

qui?n la iglesia, qui?n la peque?a carretera, qui?n cada una de las reparaciones y cada uno de los nuevos edificios nece sarios para el pueblo. La respuesta fue siempre la misma: "El pueblo lo hizo". All? estaba la soluci?n, una vieja solu ci?n que hab?a sido olvidada y que hab?a hecho la grandeza del gran imperio Inca que hab?a abarcado parte de Colom

bia, el Ecuador, Per?, Bolivia y parte de la Argentina. Un

gran imperio que pudo mantener el orden alejando la mi seria. Un orden sostenido por los propios ind?genas. A esta

tradici?n, que no ser?a, ya olvidada, se refiri? el Presidente electo cuando dijo en el citado discurso de toma de pose

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 443

si?n: "?Qu? hizo la grandeza de esta tierra?" Hab?a que volver al pasado y "recoger el mensaje inmortal del Per?". "Fue la victoria del hombre frente al desaf?o geogr?fico, fue la creaci?n de un r?gimen imperial que se impuso la tarea de sincronizar el crecimiento humano con la expansi?n agr?co la, sincronizaci?n que dio como resultado inolvidable el he cho de que en Per?, se acabara el hambre por primera vez

y quiz? por ?ltima. Un pa?s que logr? esta proeza, no con

seguida en la Europa de conquista, un pa?s que a pesar de su aislamiento pudo formar un r?gimen planificador justi ciero que asegurara a cada ciudadano un pedazo de tierra suficiente para sustentarlo, en un pa?s cuyo mensaje no debe olvidarse". "Nuestro pa?s debe volver a ser un pa?s planifi cador, es decir, debe recoger el mensaje que viene de tiem

pos lejanos y la ense?anza aparentemente novedosa que nos

llega del exterior". La visi?n de Chincheros hab?a hecho

surgir la doctrina y el partido de Acci?n Popular. En el libro, La conquista de Per? por los peruanos de

Bela?nde, en el que se concentra la doctrina de Acci?n Po

pular, se dice: "Mucho de lo grande que tenemos se lo de

bemos a la Acci?n Popular. Por acci?n popular llegaron a

Sacsahuaman los inmensos monolitos de su triple muralla. Por acci?n popular surgi? una ciudad misteriosa y po?tica en la cumbre de la monta?a y se llevaron catedrales sobre los cimientos de los templos paganos". Fue la acci?n de todo el pueblo peruano la que ha hecho posible lo m?s elevado de su historia, Tupac Amaru, Castilla, el pierolismo y las

exigencias de justicia actual. Se hace un paneg?rico a todo

lo que la acci?n del pueblo logr? desde el lejano pasado ind?gena hasta lo que puede lograr en la actualidad si esa

acci?n es total y dirigida hacia metas mediatas e inmedia tas. "Nosotros creemos que aqu? ?dice Bela?nde? est? la

gran fuente de inspiraci?n para un gran movimiento pol?tico social. Aqu? est?n sus ra?ces. S?lo falta aplicar al cultivo la t?cnica moderada. No miramos al pasado por chauvinismo

o prurito nacionalista: buscamos su ense?anza". Y en otro

lugar del citado libro, afirma: "Pocas naciones en el mundo tienen el raro privilegio de contener en su propio suelo la

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fuente de inspiraci?n ele una doctrina. El Per? es una de ellas. Sin embargo, se ha anatematizado a los que no salimos en busca de filosof?as extranjeras, en el vano intento de

importar ideas a un medio que hace siglos se distingui? en

producirlas". Antes de Bela?nde, s?lo un par de hombres hab?a buscado inspiraci?n en ese pasado peruano elaborando sus doctrinas pol?ticas de acci?n: Jos? Carlos Mari?tegui, con su marxismo nacionalista de base ind?gena y V?ctor Ra?l

Haya de la Torre creador del APRA. El primero no hab?a tenido tiempo de transformar su doctrina en acci?n; el se

gundo se hab?a enredado en la pol?tica por la pol?tica y ve?a ahora c?mo sus viejas banderas le eran arrebatadas por un nuevo y joven l?der.

El Per? salvado por el Per?, el Per? conquistado por los

peruanos, los peruanos salv?ndose a s? mismos, vienen a ser la

esencia doctrinaria de Acci?n Popular. Una doctrina que en cierra el humanismo de que hablaba Mir? Quesada que hace del hombre su propio y ?nico salvador. En el Per?, como en otros lugares de esta Am?rica, el hombre por salvar lo es

todav?a el indio. El indio expoliado una y otra vez. El indio

cuyo ?nico aprendizaje ha sido esta expoliaci?n. Una expo liaci?n que le ha trocado en un ente mudo, desconfiado,

ajeno a doctrinas salvadoras que no han sido sino formas

para justificar moralmente esa expoliaci?n. Pero algo dis tinto sucede o debe suceder cuando se le hace consciente su

propia capacidad para esa salvaci?n. Cuando es ?l mismo el encargado de conquistar el mundo que ha de estar a su

servicio. Cuando se le muestra un extraordinario pasado del

que ha sido el motor, la parte activa y decisiva. "Porque aunque en el Per? y en toda Am?rica se ha hablado sin cesar

del indio desde la Conquista hasta nuestros d?as ?dice Mir?

Quesada?, y aunque en los tiempos de la Rep?blica el indio ha sido tema obligado de todo movimiento pol?tico, jam?s se hab?a utilizado la cultura aut?ctona como elemento ideo

l?gico". Una cultura que muestra al ind?gena su capacidad para hacer por s? mismo lo que ning?n otro hombre har?a

por ?l. "El indio deja de ser el minoritario que queremos liberar, el ser disminuido que queremos salvar, para tornarse

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 445

elemento activo de la transformaci?n del Per?". Y en este sentido el indio deja de ser indio, el otro, lo distinto, lo que

separaba, al fin de cuentas a la virreinal Lima del conjunto de pueblos que formaban el resto del Per?. El indio no es, sino un hombre m?s, un peruano m?s entregado en la rea

lizaci?n de una tarea com?n a todos los peruanos, de la

capital y la provincia. He aqu? el sentido m?s positivo de la doctrina captada por Bela?nde. "Mientras el indio tenga

que ser salvado ?contin?a Mir? Quesada? seguir? siendo

indio. S?lo cuando sea tambi?n el salvador, habr? dejado de ser un inferior y ser? plenamente reconocido como hom bre. Y a trav?s del Per? como doctrina, el indio es ahora un salvador. El indio es ahora, el hombre que indica el ca

mino. El indio es el hombre cuya situaci?n concreta ha con

sistido en la negaci?n de su ser hombre, y que ahora, por eso mismo es afirmado. Desde la situaci?n concreta de cada

indio, Bela?nde se eleva a la afirmaci?n apasionada del valor

universal del hombre. Y por eso la palabra hombre, ad

quiere, en su mensaje, plenitud de sentido". ?Los ?ltimos

ser?n los primeros! El hombre del Per? olvidado es llamado

para tomar el lugar que le corresponde en una tarea com?n a todos los peruanos. Por ello se rechaza la burla que hac?a

alg?n pol?tico contrario al movimiento encabezado por Be

la?nde, declarando que si se aceptaba el Per? como doctrina se ca?a en lo risible porque no hab?a raz?n para no convertir en doctrina cualquier villorrio o aldea peruana, no hab?a

raz?n para no aceptar Chumbivilcas como doctrina. "Y tiene raz?n ?contesta Mir? Quesada?. Quien acepta el Per? como

doctrina, tiene que aceptar Chumbivilcas como doctrina. Y

tambi?n que aceptar a Chachapoyas, Tambopata y Paccari tambo". En fin, a todos y cada uno de los pueblos del Per?, a todos y cada uno de sus rincones por apartados que es

t?n, a todas y cada una de sus experiencias marcadas en la

historia, a todos y a cada uno de sus hombres sin discrimi naci?n ninguna. ?sta y no otra tiene que ser la doctrina que hace de la acci?n del pueblo el motor de lo que fue la vieja historia y ha de ser la nueva historia del Per?.

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446 L. Zea FI IV-3

V

Los principios de la doctrina y lo que ha de ser la pol? tica belaundista son resumidos por Mir? Quesada as?: "la tradici?n planificadora del Per?, la acci?n popular y la jus ticia agraria". Toda la estructura del antiguo Per? cuya ense?anza se trata de aprovechar

se apoyaba en lo que Be

la?nde ha llamado equilibrio hombre-tierra. Equilibrio que exige la siempre aplazada reforma agraria que ha de permitir al peruano colaborar en otros renglones del progreso del Per?. La grandeza del Per? le vino de la capacidad de sus hom

bres, en el pasado, para sincronizar el crecimiento de su

poblaci?n con las ?reas de cultivo, de hacer de la tierra un

instrumento al servicio de todos los habitantes del antiguo imperio. Esto es lo que hab?a sido olvidado concentr?ndose la tierra en unos pocos due?os mientras grupos mayoritarios carec?an de ellas y, con su falta, de los instrumentos para vencer su miseria y hambre. De all? la urgencia de la refor ma agraria y de la ampliaci?n de tierras de cultivo gan?n doselas a la geograf?a por dif?cil que ?sta fuese. "El Per?

?dice Bela?nde en su discurso de toma de posesi?n? debe

imponerse de nuevo la f?rmula que le dio su pasada gran deza y que le brindara la gloria del porvenir. Debe ser un

pa?s constructor de tierra, y en este sentido el pr?ximo r?gi men se ha impuesto la tarea de mantener crecientes y m?s

productivas las ?reas agr?colas, a medida que observamos la

explosi?n demogr?fica y a medida que recae sobre el Go bierno la grave responsabilidad de alimentar a una poblaci?n hoy desnutrida, poblaci?n heredera del mensaje mal aprove chado de nuestra antigua justicia agraria". En funci?n con

esta idea Bela?nde solicit? la creaci?n de un organismo que se avocase la soluci?n del problema de la reforma agraria.

Reforma que de inmediato ha sido iniciada, seg?n noticias

que se dieron pocas semanas despu?s del inicio de su go bierno. Quince d?as despu?s, dicen esas noticias, el Presidente Bela?nde hizo expropiar cerca de 80,000 hect?reas que los

grupos ind?genas disputaban a latifundistas tan poderosos como la Cerro de Pasco Corporation. De esa manera las

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FI IV-3 EL Per? y Bela?nde 447

comunidades ind?genas reivindicaron tierras de las que ha b?an sido despojados en el pasado. Alguna parte del clero

peruano, como las autoridades eclesi?sticas de Cuzco, han colaborado ya en esa reforma repartiendo tierras de la Igle sia. Monse?or J?rgens ha declarado que entre once y trece

mil hect?reas de tierra en esa zona han sido puestas a dis

posici?n del gobierno para dar acceso a "la propiedad pri vada a un mayor n?mero de familias". Acci?n Popular en la que interviene el propio clero peruano para hacer posi ble la conquista del Per? por los peruanos, pese a las viejas y naturales oposiciones denunciadas recientemente por el Pre sidente peruano.

La acci?n popular implica, desde luego, la participaci?n del pueblo en todos los actos de la naci?n, entre ellos los

pol?ticos. Ofrecer esa posibilidad ha sido tambi?n uno de los primeros actos del gobierno belaundista. De aqu? que en el citado discurso dijese Bela?nde: "El restablecimiento del fuero municipal es una de las necesidades m?s urgentes de la Rep?blica. Es por ello que enviamos proyecto de ley para realizar elecciones comunales en el m?s breve plazo". Los

pueblos deben actuar de inmediato nombrando a sus m?s le

g?timos representantes, lo que antes hac?a la capital sin con

sulta alguna a los supuestos representados. Pero hay m?s, la

"Emancipaci?n de los villorrios", como la llama Bela?nde

siguiendo al libertador San Mart?n, debe ir acompa?ada de medios que permitan su desarrollo e independencia. "Pero el municipio ?dice? no

puede continuar como ahora siendo

un simple s?mbolo. El municipio debe tener elementos de

trabajo y ?stos deben ofrecerse en la medida de la capacidad del pa?s". Por ello solicit? al Parlamento su cooperaci?n para "poder mecanizar al pa?s, para poder construir en cada

una nuestras provincias centrales de maquinaria y equipos de cooperaci?n popular que estar?n, precisamente al servi

cio de los municipios distritales". Equipos cuya eficacia de

pender? de la acci?n popular que ha de hacer uso de ellos. Otro de los grandes temas de la filosof?a pol?tica de Be

la?nde ha sido la construcci?n de caminos. Tambi?n es en los incas donde encuentra el ejemplo a seguir por los perua

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nos. Los caminos trazados por los incas muestran, a varios

siglos de distancia, la capacidad planificadora de los mismos, los que los trazaron ele acuerdo con las necesidades del Im

perio para mantener su unidad y satisfacer los problemas m?s urgentes de sus habitantes. Siguiendo ese ejemplo es

que propone la construcci?n de caminos que tengan la misma

funci?n. En su libro La conquista del Per? por los peruanos vuelve a expresar su admiraci?n por ese pasado que le sirve

de modelo diciendo: "Son admirables los puentes prehisp? nicos como el de Apur?mac, que ten?a cerca de 45 metros

de luz. Pero la ense?anza m?s fecunda que encontramos en

la tradici?n vial del Per? es su sistema de construcci?n y mantenimiento de puentes y caminos: lo hac?an las comuni dades por acci?n popular". Y es de acuerdo con esa tradi ci?n que en el Discurso de toma de posesi?n establece:

"Igualmente, el gobierno se fija un plazo m?ximo de dos a?os para que todas las capitales de provincia que no tenien do acceso fluvial, tampoco poseen acceso vial, sean dotadas de carreteras que durante decenas de a?os han reclamado ante

las indiferencias de los Poderes P?blicos". Carreteras cuya construcci?n no recaer? ?nicamente en el gobierno, sino que en ellas colaborar?n los pueblos por acci?n popular: "Esta tarea ?dice? no va a recaer solamente sobre los hombros

de los gobernantes. Esta tarea debe corresponder tambi?n a

los mismos pueblos que, equipados, dotados de centrales de

ayuda t?cnica de maquinarias y de herramientas, estar?n en

condiciones de hacer la parte que les corresponda en este

trabajo. Yo tengo absoluta fe en la capacidad y voluntad

de los pueblos, y mi gran anhelo es que este Congreso que se

inicia en 1963, vuelva los ojos al pasado y ponga en vigencia de nuevo la ley de la hermandad de que nos habla Garcila so de la Vega". En el mismo sentido se proyectan construc

ciones urgentes, como aulas escolares, viviendas y edificios de

asistencia social.

Y para que todo esto sea posible, para que se puedan dar a los pueblos los instrumentos m?s elementales para su ac

ci?n, Bela?nde establece las condiciones del cr?dito. "En el

plazo de dos a?os ?dice en el citado discurso?, el Per?

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 449

debe contar con un sistema hipotecario al alcance de nuestra clase media y de nuestra clase trabajadora. En un mundo donde se proclama la igualdad, no hay justificaci?n alguna para que unos pa?ses tengan sistemas crediticios al servicio de las grandes masas... y para que en otros, como en el Per?,

se le niegue al hombre pobre el cr?dito, no s?lo para la vi

vienda, sino para la artesan?a, exhibi?ndose as? un desequi librio que es una de las expresiones m?s graves de la des

igualdad en que se basa el malestar y todos los peligros que

agobian al mundo". El capital debe ser visto en funci?n con

las necesidades totales de la naci?n y encauzado de acuerdo con ellas. "Debemos encauzar los capitales p?blicos y priva dos hacia la soluci?n de los problemas sociales m?s urgentes; debemos hacerlo, como ocurre con la irrigaci?n, cuando a

base de gran esfuerzo el caudal natural y f?cil de las aguas

que se pierden en gran parte en el mar es llevado por obra

del hombre a trav?s de t?neles y canales a aquellas tierras

sedientas que constituir?n habitat para una gran poblaci?n". Al igual que se desv?an los r?os para crear riqueza, "nosotros

desviaremos los capitales mal empleados para crear bienestar

para la clase laboriosa".

?Y en el campo internacional? Pura y simplemente lo

que l?gicamente se deriva de esa pol?tica nacional de Acci?n

Popular. Los pueblos de esta Am?rica deben unirse para colaborar, cada uno dentro de sus posibilidades, en una tarea

com?n de beneficio continental. Unificaci?n "para que jun tos podamos encarar la tarea de planificaci?n continental, y

para que en vez de llevar voces airadas y a veces d?biles o

impotentes, llevemos la sonora y respetabil?sima voz de Am?

rica toda, para exigir su desarrollo y su progreso". Y es desde

este punto de vista que se encara, igualmente, la Alianza

para el Progreso, que Bela?nde ve a?n como un conjunto de buenas intenciones enredadas en una

maquinaria burocr?

tica. La ayuda, si ha de darse, debe ser inmediata y sin tan

tos estudios. "En las misiones de salvataje no se pueden re

querir estudios previos ni muy profundos; cuando un barco

se hunde y lanza una llamada de auxilio hay que acudir a

prestarle el auxilio, y la mayor?a de nuestros pueblos de

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45? L. Zea FI IV-3

Am?rica son pueblos que zozobran en la miseria, en la incul

tura, en la insalubridad, y no es hora de exigir estudios dema siados profundos sino de acudir con el auxilio, que un sen tido de solidaridad venga con rapidez y prontitud a poner t?rmino a la gran injusticia de nuestro subdesarrollo". Sub

desarrollo, sin?nimo de explotaci?n de unos pueblos por otros

que es la causa principal de la miseria y a la que hay que poner fin si ha de advenir el aut?ntico progreso. Bela?nde, como los nacionalistas de otros lugares de esta Am?rica, con sidera que es en este rengl?n de la explotaci?n que hacen unos pueblos sobre otros donde est? el centro del problema. Una explotaci?n que debe terminar, que terminando no se necesitar? de ninguna otra ayuda por alcanzar el anhelado

progreso y desarrollo nacionales. "Si queremos cimentar la solidaridad humana ?dice?, ha llegado la hora de implan tar una nueva filosof?a en la fijaci?n de precios. Deben

pasar los tiempos en que se fijan los precios en la medida en que el hombre puede ser sacrificado para producir la

materia prima, y en una operaci?n y un planteamiento in

verso debe partirse de un bienestar humano elemental para de all? deducir los precios justos, que crear?a en el mundo una verdadera fraternidad humana y una verdadera justicia". Esta misma preocupaci?n debe animar a los bancos interna cionales de fomento. No m?s explotaci?n, sino aut?ntica ayu da aceptando pagar el precio justo de la riqueza y esfuerzo

que la extrae y hace posible. Y se llega aqu? al "clavo ar

diendo" ejemplo de esa explotaci?n a la que hay que poner fin en una aut?ntica Alianza para el Progreso, el problema petrolero.

El petr?leo, problema, como otros muchos, aplazado una

y otra vez, es el que encara Bela?nde desde el primer d?a del inicio de su gobierno: "Se?ores representantes: el go bierno debe afrontar en el m?s breve plazo la soluci?n del

problema de La Brea y Pari?as. Con sentido de su respon sabilidad, buscando la satisfacci?n de leg?timos derechos de la Rep?blica y procediendo al mismo tiempo con la ecuani

midad que deben practicar las democracias respetables, he mos de convocar a reuniones p?blicas para tratar de lograr

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FI IV-3 El Per? y Bela?nde 451

un acuerdo armonioso con la empresa que explota esos yaci

mientos; y nos hemos fijado un plazo m?ximo de 90 d?as

para remitir al Congreso el proyecto de Ley que ponga t?r

mino a esta delicada cuesti?n, proyecto de Ley que esperamos

pueda ser p?blica y armoniosamente elaborado, a fin de que el Per? dentro de un clima de paz, de armon?a y justicia pueda lograr las reivindicaciones a las que no est? dispuesto a abdicar". Puntualmente, el Presidente del nuevo Per?, al

pasar los 90 d?as inform? al pueblo y al Congreso que no

se hab?a podido lograr acuerdo alguno con la compa??a ex

plotadora del Petr?leo que se niega a aceptar acuerdo alguno que no sea el que le siga beneficiando en detrimento de los derechos y econom?a del Per?. Y es en funci?n con este

desacuerdo que Bela?nde ha presentado al Congreso una do

ble soluci?n para que sea ?ste el que la elija: Nuevo con

trato con ventajas radicales para el Per?, o en su caso la

"transferencia de las instalaciones" hacia una empresa nacio

nal. La una u otra soluci?n sobre la base de la ilegalidad e invalidez del laudo que dio a la compa??a explotadora

petrolera un dominio absoluto de esa riqueza. Laudo que elud?a, inclusive impuestos fiscales que alcanzan la suma de

75 millones de d?lares. La International Petroleum Com

pany, subsidiaria de la Standart Oil Company que compr? estos leoninos derechos a la compa??a inglesa que los ten?a, se niega a reconocer el derecho del Per? a la reivindicaci?n

indicada y con ello a un arreglo ventajoso para esta naci?n

y al pago de impuestos que tampoco reconoce, as? como se

opone a lo que llama eufemismo de la "transferencia" que es, pura y simplemente, nacionalizaci?n.

?C?mo han contestado las c?maras ante esta primera prue ba a que la somete el nacionalismo del Presidente Bela?nde?

Positivamente; es m?s, la t?mida oposici?n que pod?a prove nir del bloque APRA-Odr?a, se ha desvanecido en este caso.

La tesis nacionalista no s?lo no ha sido rebatida, sino apo

yada. El Congreso Nacional, por unanimidad, declar?, el pa sado 30 de octubre, nulo el atentatorio laudo. En su ar

t?culo ?nico la Ley aprobada por el Congreso a sugesti?n del

grupo formado por el APRA y el Odri?smo, dice: "Los de

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Page 25: El Perú, Lima y Belaúnde

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nominados Acuerdo, Convenio y Laudo sobre Brea y Fari?as, por haber violado los requisitos legales pertinentes, son nulos

ipso jure y no obligan a la Rep?blica". Con lo que el go bierno puede ahora dar a elegir a la compa??a petrolera cualquiera de las soluciones propuestas. ?Cu?l ser? el resul tado de este gran acto reivindicator?o y social de Acci?n

Popular y su Presidente? S?lo el tiempo podr? decirlo. Lo cierto es que se ve a una doctrina en marcha, pese a los

m?ltiples obst?culos con los que ya tropieza y con seguridad tropezar?. El entusiasmo parece contagiar a muchos sectores

nacionales peruanos, inclusive a grupos que en el pasado pu dieron ser un obst?culo a este tipo de pol?tica. Sectores mi

litares, olig?rquicos, del clero, burgues?a, etc., parecen com

prender la importancia de esta pol?tica social y nacional. Una

pol?tica que no se puede seguir manteniendo al margen. El Per? no puede ya estar al margen de Lima y lo que ella re

presenta, una naci?n. ?Repetir? Bela?nde y Acci?n Popular el error del APRA? ?Se enredar?n, tambi?n, en la simple lucha por el mantenimiento del poder? Al parecer no, al

parecer se est? jugando abiertamente ese poder por la posi bilidad de la doctrina nacional preconizada. S?lo es de de sear que grupos pol?ticos como el representado por el APRA se incorporen a una pol?tica y a una acci?n que tan cercanas se encuentran de la suya.

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