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El PERIODISMO EN SANTA FE1828-1983

EL PERIODISMO EN SANTA FE 1828-1983

ALEJANDRO DAMIANOVICH

Buenos Aires2013

HISTORIA DEL PERIODISMO ARGENTINOVolumen VIII

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723Impreso en la Argentina© 2013 Alejandro Damianoviche-mail: [email protected] 978-987-1107-23-0

Impreso por Editorial DunkenAyacucho 357 (C1025AAG) - Capital FederalTel/fax: 4954-7700 / 4954-7300E-mail: [email protected]ágina web: www.dunken.com.ar

Damianovich, Alejandro A. El periodismo en Santa Fe 1828-1983. - 1a ed. - Buenos Aires : Aca-

demia Nacional de Periodismo, 2013. 176 p. ; 22x15 cm.

ISBN 978-987-1107-23-0

1. Historia del Periodismo. I. Título. CDD 070.982 24

HISTORIA DEL PERIODISMO ARGENTINODirector: Armando Alonso Piñeiro

Volumen I: Fernando Sánchez Zinny, El periodismo en el Virreinato del Río de la Plata.

Volumen II: Armando Alonso Piñeiro, El periodismo porteño en la época de la Independencia.

Volumen III: Enriqueta Muñiz, La prensa argentina en tiempos de guerra. 1827-1852.

Volumen IV: Miguel Ángel Andreetto, El periodismo de Entre Ríos.Volumen V: Jorge Enrique Oviedo, El periodismo en Mendoza.Volumen VI: Arnoldo Canclini, El periodismo en Tierra del Fuego.Volumen VII: Marcelo N. Botto, Historia de las agencias de noticias.

Academia Nacional de Periodismo

Miembros de número

Armando Alonso Piñeiro Roberto Pablo GuareschiGregorio Badeni Jorge HalperínNora Bär Ricardo KirschbaumRafael Braun Lauro F. LaíñoNelson Castro José Ignacio LópezJuan Carlos Colombres Enrique J. MaceiraJorge Cruz Enrique M. MayochiHéctor D’Amico Joaquín Morales SoláJosé Claudio Escribano Alberto J. MuninJorge Fontevecchia Enriqueta MuñizHugo Gambini Antonio RequeniRoberto A. García Magdalena Ruiz GuiñazúOsvaldo Granados Fernando Sánchez ZinnyMariano Grondona Hermenegildo Sábat

Daniel Santoro

Miembros eméritosCora Cané - José María Castiñeira de Dios

Miembros correspondientes en la ArgentinaEfraín U. Bischoff - Carlos Hugo Jornet (Córdoba)

Carlos Liebermann (Entre Ríos)Jorge Enrique Oviedo (Mendoza)

Carlos Páez de la Torre (Tucumán)Héctor Pérez Morando (Neuquén)

Julio Rajneri (Río Negro)Gustavo José Vittori (Santa Fe)

Miembros correspondientes en el extranjeroMario Diament (Estados Unidos)

Elisabetta piqué (Italia)Armando Rubén Puente (España)

Andrés Oppenheimer (Estados Unidos)

Mesa DirectivaPresidente: Hermenegildo SábatVicepresidente 1º: Lauro Fernán LaíñoVicepresidente 2º: Magdalena Ruiz GuiñazúSecretario: José Ignacio LópezProsecretario: Fernando Sánchez ZinnyTesorero: Osvaldo GranadosProtesorero: Hugo Gambini

Comisión de Fiscalización

Miembros titulares: Armando Alonso PiñeiroGregorio BadeniAlberto Jorge Munin

Miembros suplentes Nora BärEnrique MaceiraJorge Cruz

ComisionesAdmisión: Enrique J. Maceira (Coordinador), José Claudio Escribano, Ricardo Kirschbaum, Enriqueta Muñiz.Publicaciones y Prensa: Antonio Requeni (Coordinador), Fernando Sánchez Zinny, Nora Bär.Biblioteca, Hemeroteca y Archivo: Enrique Mario Mayochi (Coordinador), Fernando Sánchez Zinny.Concursos, Seminarios y Premios: Jorge Cruz (Coordinador), Nora Bär, Enriqueta Muñiz.Libertad de Expresión: Gregorio Badeni (Coordinador), José Claudio Escribano, Nelson Castro, Enrique Maceira, Alberto Munin.Ética: Daniel Santoro (Coordinador), Rafael Braun, José Ignacio López, Magdalena Ruiz Guiñazú.Comisión para la Redacción de la Historia Integral del Periodismo Argentino: Armando Alonso Piñeiro (Coordinador), Enriqueta Muñiz, Fernando Sánchez Zinny.

Académicos fallecidos

Emilio Abras...........................06/10/98Félix Laíño..............................07/01/99Jorge Rómulo Beovide..........26/02/99Roberto Tálice.......................20/05/99Alfonso Núñez Malnero......12/05/00Germán Sopeña......................08/04/01Jorge Roque Cermesoni........07/12/01Luis Alberto Murray.............31/07/02Luis Mario Lozzia..................31/07/03Francisco A. Rizzuto.............12/06/04Raúl Horacio Burzaco..........09/02/04Fermín Fèvre...........................06/06/05Martín Allica.........................09/11/05

Ulises Barrera........................11/12/05Roberto Maidana...................11/08/07Napoleón Cabrera.................15/08/09Félix Luna...............................05/11/09Tomás Eloy Martínez............31/01/10Bernardo E. Koremblit.........01/02/10Enrique Oliva.........................28/02/10Daniel Alberto Dessein.........24/05/10Raúl Urtizberea.....................16/07/10Bartolomé de Vedia...............12/08/10Leandro Pita Romero............30/07/11Ernesto Schóo..................15/07/13

A mis queridos nietos Nicole Ángeles y Alexis Santino Damianovich

y Agostina Aylén Soloaga Damianovich

Prólogo

Durante más de 30 años participé, en la medida de mis posibilidades, en la formación de periodistas en Santa Fe. Lo hice como docente desde 1982, cuando empecé a trabajar en el Instituto Superior Nº 12 “Gustavo Martínez Zuviría” (actualmente rebautizado con el nombre de Gastón Gori), en la ca-rrera de Periodismo. Desde las clases de Historia quise poner al alcance de los futuros comunicadores elementos del pasado necesarios para el análisis de la realidad de todos los días y hacerlos refl exionar sobre el papel del periodismo en relación con la dinámica de la historia.

Si la historia es el resultado de los confl ictos y armonías que caracterizan las relaciones de poder de una sociedad, o de las naciones y estados en el plano internacional, la acción de la prensa y del periodismo aparece como una forma más de participar de tales confl ictos, o de tales coincidencias, en tanto los pone en palabras, los fomenta, los modera y los somete al análisis y al debate de la opinión pública.

Por ello la historia del periodismo es parte importante de la historia políti-ca, social, cultural y económica que la contiene, y los periodistas son actores que contribuyen al desenvolvimiento, mediante el relato, el posicionamiento y el análisis contemporáneo, de tales confl ictos y de tal historia.

La generosa invitación para escribir este libro, que recibí de la Academia Nacional de Periodismo, a través de su destacado miembro de número, Ar-mando Alonso Piñeiro, me brinda la oportunidad de desarrollar algunas de es-tas ideas en relación con la historia del periodismo en la provincia de Santa Fe.

El trabajo está sujeto a ciertos límites que he tenido que imponerme aten-diendo al tiempo disponible para realizarlo. En primer lugar debo aclarar que, en lo que se refi ere a información, listado de diarios y periódicos, descripcio-nes de sus características, formatos y contenidos, este libro será apenas un refl ejo de lo que se ha realizado hasta ahora desde los aportes de quienes me precedieron en el estudio del tema, con muy recortadas contribuciones origi-nales. En este sentido no pretendo más que realizar una labor de recopilación, ordenamiento, jerarquización y divulgación del caudal de información que se encuentra disperso en libros, monografías y artículos, algunos de muy difícil acceso para el gran público.

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Por ello este libro es más una construcción colectiva que individual, y será fácil reconocer los aportes que contiene provenientes de publicaciones ante-riores, como los listados aparecidos en el suplemento del centenario de La Capital, o los contenidos provenientes de páginas Web institucionales. Todas las fuentes están convenientemente citadas en resguardo de los derechos de sus autores, a los que debo un sincero reconocimiento.

También es preciso aclarar que la intensa y extendida prensa escrita del interior de la provincia estará apenas sugerida en estas páginas, especialmente dedicadas a la prensa gráfi ca de las ciudades más grandes, omisión que no pretende ser salvada con las menciones de pocos segmentos de esa producción periodística contenida en algunos listados.

Otro material que el lector no encontrará en este libro es el referido a las revistas que se fueron publicando en diversas épocas en Santa Fe y en Rosa-rio, tanto especializadas como de interés generaL. T.ampoco habrá mayores referencias con respecto a los periódicos aparecidos en el siglo XX, ya que, una vez instalada la frecuencia diaria de la prensa escrita, he tenido que con-centrarme en ella.

Faltan también las biografías de los periodistas que actuaron a lo largo de esta historia. Otros estudios y diccionarios biográfi cos las contienen y no he querido extenderme en este punto.

Se podrá notar en el desarrollo del libro una mayor familiaridad en el tra-tamiento de lo referido a la prensa de Santa Fe que a la de Rosario, lo cual es comprensible si se atiende a que, por ser santafesino, estoy más compenetrado de la realidad periodística de mi ciudad.

Finalmente señalo que este libro queda abierto para que podamos corregir-lo, ampliarlo y enriquecerlo entre todos los que nos comprometamos a pro-fundizar el conocimiento de los orígenes, desarrollo y presente del periodismo en Santa Fe.

Introducción

Durante mucho tiempo, hasta la aparición de la radiofonía, el cinematógra-fo y la televisión, el hecho periodístico, en tanto proceso comunicacional, se desarrolló exclusivamente en medio de una interrelación entre periodista, pe-riódico y lector. El poder que la palabra impresa revestía por aquellos días no es algo que podamos comprender plenamente las personas de nuestro tiempo y menos aún los más jóvenes.

Al quebrarse el monopolio de la tinta y el papel, el diario, el semanario o la revista tuvieron que preservar sus espacios frente a la irrupción de la palabra sonora y de la imagen activa, que introdujeron sus propios códigos y llevaron al periodismo por carriles más amplios.

Este libro quiere describir la manera en que se desenvolvió aquella primera relación comunicacional (periodista-periódico-lector) en el medio social de las ciudades mayores de la provincia de Santa Fe en los siglos XIX y XX. Para ello voy a considerar al hecho periodístico como una relación compleja, propia de la modernidad, desarrollada entre sujetos que quieren y necesitan construir una representación de la realidad, a la vez que defender sus intereses individuales y grupales según jueguen las relaciones de poder de cada socie-dad. Las referencias a los orígenes de la radio y de la televisión en el siglo XX estarán limitadas a marcar la innovación, pero el grueso de los asuntos que se tratan en este libro se refi ere a la prensa escrita.

Aunque las expresiones modernidad, modernismo o moderno, aparecen como conceptos polivalentes o polisémicos, como destaca Jacques Le Goff1, podemos acordar los alcances que se les atribuyen desde la historiografía con-temporánea a través de obras como la de François-Xavier Guerra2. Las nuevas ideas referidas a la sociabilidad, el Estado, la Nación, la secularización de la cultura, la libertad, la representatividad, lo público y lo privado, el individuo y la sociedad estarían otorgando a la modernidad algunos de los perfi les trans-formadores en los que se inscribe el hecho periodístico.

1 Le Goff, Jacques, Pensar la historia. Modernidad, presente, progreso, Paidós Surcos, 2005. pp. 175.2 Guerra, Francois Xavier, Modernidad e Independencias, Mapfre-Fce, México, 2010, p. 85 y ss.

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Precisamente, de la lectura del texto de Le Goff surge la idea, sostenida por diversos analistas, de que el concepto de modernidad conlleva el de la estandarización de los procesos culturales: la difusión masiva de las ideas, la comunicación de masas.

Mediante este proceso, en el que también interviene el Estado, fomentando, controlando, disciplinando o monopolizando a la prensa, se contribuye a infl uir en la gestación de la opinión pública, otra idea propia de la modernidad, que vino a constituirse en objeto de los mensajes periodísticos, propagandísticos y publicitarios, en la medida en que se fue corporizando el concepto de una so-ciedad civil legitimante del poder político y de un mercado que sostiene econó-micamente el sistema y motoriza la circulación del periódico como mercancía.

La relación íntima que existe entre periodismo y poder surge con claridad si se considera a este como la facultad de lograr en los otros (la sociedad o grupos dentro de ella) determinadas conductas. Cuando la modernidad vino a invertir la concepción vigente de legitimidad y de legitimación del poder po-lítico, de la cúspide (poder absoluto de origen divino) a la base de la sociedad (soberanía popular), surgió la necesidad política de infl uir en esta para incidir en una opinión pública que podía convertirse en respaldo político.

En tales circunstancias, la aparición del periódico, y otros papeles impre-sos, a principios del siglo XIX en el Río de la Plata vino a introducir un ele-mento técnico innovador que comenzó a circular en los ámbitos de socializa-ción previos (tertulias, cafés, pulperías, fogones), donde eran leídos en voz alta y comentados cuando se debatían los asuntos públicos del momento.

Con lo trascendentes que se nos presentan estos cambios, no conviene, sin embargo, sobredimensionarlos. Hay que entender que raras veces los pri-meros periódicos publicaban noticias que no fueran ya conocidas entre los comerciantes y dirigentes de Buenos Aires que se informaban en las mismas gacetas que llegaban al puerto y que recibían privadamente todo tipo de in-formaciones en las cartas del comercio llegadas de España y de otras partes del virreinato o de las Indias, novedades que eran luego transmitidas en las tertulias o en los cafés, para llegar después a las pulperías, a los reñideros de gallos, al mercado y al matadero.

Ya veremos cómo en Santa Fe se vivió la primera etapa de transformación del “buen vasallo” en el “buen patriota”, o del súbdito en ciudadano, sin perió-

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dicos ni impresos propios, cuando solo circulaban papeles de variado origen y mensajes no siempre coherentes, provenientes de la capital virreinal y de otras ciudades próximas y lejanas.

Si los primeros periódicos y papeles sueltos no siempre ofrecían la primi-cia de las noticias, adelantadas por las vías tradicionales, en el campo de las ideas y la prédica política solían introducir en cada sociedad, como la santa-fesina, los temas de debate de Buenos Aires y del contexto internacional. Es por ello que tanto se preocupaba en 1809 el teniente de gobernador Pruden-cio María de Gastañaduy y alertaba al virrey sobre el aluvión de papeles que traían los correos y que contenían “máximas infernales”, en referencia a las ideas liberales que cuestionaban el orden establecido sobre la base del origen divino del poder real.

En la historia del periodismo santafesino tuvimos una larga etapa nada más que de lectura. El hecho periodístico no se daba completamente dentro de la jurisdicción, ya que lo que se leía había sido escrito en otros lugares. Llegaban gacetas de Buenos Aires, Chile y Perú. Y la elite las consumía y las comentaba en sus círculos sociales.

Había una minoría lectora que analizaba y criticaba lo que ocurría, compa-rando lo que decían las gacetas con las otras fuentes de que disponía, como las cartas del comercio, a las que solían reconocer mayor crédito, más allá de la fascinación que encierra la palabra impresa. Sin embargo, en la primera etapa del periodismo rioplatense, de tono ilustrado, no estuvo Santa Fe del todo au-sente, como veremos a través de las colaboraciones de Pedro Tuella, desde la Capilla del Rosario, aparecidas en el Telégrafo Mercantil.

El triángulo periodístico se completó recién cuando la provincia asumió sus propias luchas. La llegada de la primera imprenta en 1828 disparó la impresión de varias hojas que ponían en palabras los temas de debate de la convulsionada y desdibujada república de posguerra (con Brasil) y dejaba en marcha, tras la disolución del cuerpo nacional que sesionó en la ciudad, el único periódico que auspició Estanislao López, durante la guerra entre las provincias del litoral y las del interior.

Como gallos en la madrugada, los periódicos de entonces se respondían unos a otros en la bastedad del territorio. Se escribía desde un lugar, a veces se imprimía en otro, y fi nalmente los lectores estaban en otra parte y eran los que pagan las suscripciones. Sirvan de ejemplo los periódicos del padre Castañeda.

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Otro carácter tenían los periódicos rosistas de la época de Echagüe (1842-1851). Más que al proyecto federal propuesto por Artigas y desarrollado por Estanislao López, esta prensa apuntalaba el modelo confederal de Rosas y sumaba sus columnas a la afi rmación de una identidad nacional todavía difusa en medio de confl ictos internacionales con las potencias imperialistas de Eu-ropa. También la prensa de 1840 comenzaba a ocuparse de los asuntos locales y escribía para los santafesinos antes que para lectores de otras partes.

Los grandes cambios que experimentó la provincia a partir de la caída de Rosas y el dictado de la Constitución nacional, especialmente en lo que se refi ere al surgimiento de Rosario como centro urbano y portuario de relevan-cia, se pueden apreciar a través de sus periódicos, que refl ejaban además los confl ictos del poder entre el Estado Nacional constituido en 1853 y el de Bue-nos Aires, que se mantenía en disidencia. Tales confl ictos tenían su correlato local, y los periódicos se presentaban como sus voceros, aunque sus pequeñas tiradas limitaran sus efectos sobre la opinión pública.

La batalla de Pavón signifi có un cambio en la relación de poderes de la re-gión y la prensa lo refl ejó. Se invirtieron las posiciones y había mayor campo para el debate al dividirse los focos del poder entre Urquiza y Mitre.

En esta etapa de cambios y mayores libertades, mientras se multiplicaban las ediciones de periódicos de efímera existencia, aparecía también el primer diario capaz de superar la mera coyuntura facciosa y sostenerse en el tiempo por sobre los avatares de la historia: La Capital de Rosario, que vio la luz en 1867 y continúa plenamente activo en lo que va del siglo XXI.

Las mutaciones políticas operadas en la provincia tras el asesinato de Urquiza, árbitro de la situación desde 1852, están refl ejadas en la prensa de la década de 1870, cuando el “iriondismo” disputaba espacios con el ala liberal del patriciado encarnada por el “cullismo” y el “oroñismo”. Mientras en la ciudad de Rosario se multiplicaban las hojas políticas, en la capital el perio-dismo se reducía al órgano ofi cialista que se editaba en la Imprenta del Estado. Por ello era común el debate entre la prensa santafesina (siempre ofi cialista) y la rosarina, que ofrecía alternativas, y en cuyo seno solía ser feroz el enfrenta-miento entre periódicos.

En los las décadas de 1880, 1890 y 1900 los diarios se multiplicaron a un ritmo acelerado, sobre todo en Rosario. Mientras tanto, se hacían notables

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los cambios en el perfi l de varios diarios, que superaban la etapa facciosa para dar lugar al periódico-empresa, que apuntaba a intervenir en un espectro mucho más amplio de cuestiones de interés social. La Capital y El Municipio en Rosario, Nueva Época en Santa Fe respondían a este proceso de cambio. Mientras tanto, la provincia crecía en población, en poder económico, en mo-vimiento portuario, en actividad cultural, y el público lector era cada vez más extendido y más complejo. Desde la década de 1880, muchos expresaban el temor de que el periódico desplazara al libro.

Con la aparición de la radiofonía en las décadas de 1920 y 1930 se hizo más complejo el mundo del periodismo. Pero ambas manifestaciones, la es-crita y la oral, se complementaban. Las hojas de los periódicos publicaban la programación de las radios y estas reproducían las informaciones de los perió-dicos. Muchas veces trabajaban juntos, como El Litoral y L. T. 9 en ocasión de los grandes sorteos que implementaban el diario en los años 30.

Tanto la radio como la prensa escrita fueron objeto del control de los go-biernos de facto a partir de 1930 y aun de políticas autoritarias de gobiernos surgidos del voto popular, como ocurrió en tiempos del peronismo. Todas las expresiones políticas santafesinas del siglo XX encontraron sus voceros en la prensa escrita. Los demócratas progresistas de Lisandro de la Torre en La República, La Tribuna; el radicalismo en sus diversas vertientes en Crónica, Nueva Época o La Palabra, o El Litoral de los primeros tiempos; el peronis-mo en Democracia, Rosario o El Orden.

La década de 1960 vio surgir la televisión en Rosario y en Santa Fe casi simultáneamente. Los medios adquirieron su perfi l diferencial: la radio apor-taba la inmediatez de la información, la televisión la imagen viva, el diario el informe maduro y la opinión escrita. Los hábitos de la población de cada ciu-dad se relacionaban con la lectura de los diarios y la atención que se prestaba a la radio y a la televisión. La lectura de El Litoral en Santa Fe y de La Capital en Rosario son casi adicciones de los santafesinos.

Desde el punto de vista empresarial, tuvimos ejemplos de complementa-riedad de medios. Es el caso de Marcos Bobbio en Santa Fe, propietario del Canal 13, licenciatario de L. T. 9 y dueño de Nuevo Diario entre 1968 y 1976.

Durante la dictadura militar la prensa sufrió el control y la presión del go-bierno y regía la Ley de Seguridad Nacional, que era de 1974. Las garantías

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constitucionales estaban suspendidas y el estado de sitio se prolongó durante nueve años. La prensa en general trató de no dar motivos para despertar el recelo de los militares y cumplir, en la medida de lo posible, con un trabajo recortado sometido forzosamente a la autocensura.

Referencia a las fuentes utilizadas.

Conviene destacar aquí someramente los principales estudios y recopilacio-nes referidos a la historia del periodismo en la provincia. Los inició Zinny en 1868. cuando incluyó en su Efemeridografía todos los periódicos publicados en Santa Fe hasta 1850, importante aporte que merece las observaciones que se verán más adelante. Gabriel Carrasco anotó los nombres y características de los periódicos de la década de 1880 en las diversas ediciones de su Descripción Geográfi ca y Estadística de la provincia de Santa Fe e hizo comentarios sobre el periodismo de entonces. También lo realizó la revista Azul y Blanco en 1902, cuando rindió un homenaje a la prensa que ilustraba con fotografías de todos los diarios del momento. Por su parte, Floriano Zapata había escrito sobre la prensa en su Sinopsis para la obra del censo nacional de 1899.

Las diversas historias del periodismo argentino que aparecen en la década de 1940, en respuesta a la convocatoria al concurso del Círculo de Prensa de Buenos Aires, incluyeron referencias de diversa relevancia sobre el periodis-mo en Santa Fe, tal el caso de los trabajos de Juan Carlos Buceta Basigalup (1941), Celedonio Galván Moreno (1942), Juan Rómulo Fernández (1943) y Oscar Beltrán (1943). Es destacable el capítulo 36 del libro de Galván Moreno dedicado al periodismo en Santa Fe.

En Santa Fe se incursionó en la historia del periodismo local en los libros de José Carmelo Busaniche, Hombres y Hechos de Santa Fe, aparecidos en cuatro series entre 1946 y 1979, en los que se hacían referencias especiales a los periódicos de las épocas de Castañeda, de Pascual Echagüe y de la organización nacional.

En la revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos se publicaron trabajos de Víctor Avilés sobre el periodismo en Rosario y las imprentas de esa ciudad, un trabajo del padre Guillermo Furlong sobre Buenos Aires Cauti-va del padre Castañeda, dos trabajos de Carlos Pauli sobre el periodismo de la

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época de Echagüe, especialmente El Sudamericano de Marcos Sastre, y otro de Luis Quintana sobre los orígenes del diario La Mañana.

José Rafael López Rosas dedicó diversos artículos a la prensa de Santa Fe, aparecidos en los 80 en el Suplemento Literario de El Litoral y recopilados en diversos libros del autor, especialmente en Santa Fe, aquel rostro. Están dedicados a Nueva Época, El Orden, El Litoral, La Palabra, Santa Fe y a los folletines literarios.

En Rosario se destacaron los trabajos de Miguel Ángel De Marco. En es-pecial un libro temprano, publicado por la carrera de Periodismo y Ciencias de la Información y el Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades de la UCA de Rosario en 1969; se titula Orígenes de la Prensa en Rosario, y es-cribieron en él, además de De Marco, Ana María Fischer, María Cristina Díaz Nicolau y Mercedes Pallavicini. Este libro ha sido mi fuente principal para informarme sobre la prensa de la primera década del periodismo rosarino.

Hay otros trabajos menores y artículos de prensa de De Marco, y en su Histo-ria del Periodismo Argentino de 2005, aparecen referencias a la prensa provincial.

El diario La Capital publicó un largo artículo en el suplemento de su cen-tenario en 1967, que es un detallado registro de la prensa rosarina desde La Confederación hasta esa fecha, y que he aprovechado al máximo en este libro. En Santa Fe, el diario El Federal editó un cuadernillo en 1982 que tituló: “Santa Fe. Los periódicos de la historia. 1819-1982”. Por su parte, El Litoral publicó un fascículo, escrito por Cintia Mignone, que está referido a la prensa del siglo XIX, que formó parte de la Colección denominada Los que hicieron Santa Fe, en la que se completa con el que produjo Liliana Montenegro sobre el periodismo del siglo XX.

Sobre la historia de los dos grandes diarios de la provincia: La Capital de Rosario y El Litoral de Santa Fe, he utilizado las ediciones conmemorativas producidas por ellos en ocasión del centenario del primero (1967), y los 80 y 90 años del segundo, además de las consultas a la hemeroteca digital, y algu-nas monografías específi cas que fi guran en el listado bibliográfi co.

Hay, además, una creciente producción de monografías de perfi l académico que fi guran en el listado bibliográfi co al fi nal, publicadas generalmente en ám-bitos universitarios, entre los que destacan los de Marta Bonaudo, Alejandro Eujanian y Sara San Román, Alicia Megías, María Gabriela Micheletti, Cintia

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Mignone, Florencia Pagni y Fernando Cesaretti, valiosas colaboraciones tanto por la información que contienen como por el marco teórico que las sustenta.

En la actualidad es Cintia Mignone quien ha publicado en Santa Fe los más recientes aportes sobre la historia del periodismo de la ciudad y también sobre la historia de los gremios de prensa. Aunque su tesis de Licenciatura en Comunicación Social se mantiene inédita, su artículo sobre “Prensa y políti-ca en la Santa Fe del siglo XIX” es de consulta obligada y lo hice con gran provecho, como se verá, en la recopilación de datos para escribir mi trabajo. Además, el libro sobre los gremios de prensa me fue muy útil para conocer los detalles de la gran huelga de 1968, el origen de Prensa Gráfi ca y aspectos de la trayectoria de Nuevo Diario.

Sobre la información que se encuentra en Internet referida al periodismo de Santa Fe en sus diversas épocas, hay que destacar en primer lugar la “He-meroteca Digital Francisco de Paula Castañeda” puesta en línea por el Sistema Provincial de Archivos, donde se pueden consultar los diarios digitalizados Santa Fe (1911-1933), El Orden (1927-1955) y El Litoral (1918-2009).

También es de gran interés el blog de Cintia Mignone denominado “Histo-rias Colaterales”, en el que la autora rescata la memoria de los medios, y extrae de sus páginas sucesos, personajes y mentalidades de diversas épocas, tomadas precisamente de los diarios digitalizados en la Hemeroteca “Castañeda”. El blog, iniciado en 2006, se enriquece permanentemente con nuevos artículos.

He consultado, además, sitios Web como el del periodista santafesino Luis Mino, “Para Conocernos” (Capítulo XV - Diarios, radios y televisión), o el blog de “Historia de los medios de Rosario y su región”, que contiene trabajos fi nales de historia del periodismo del Postítulo de Periodismo de la UNR, es-pecialmente los referidos al diario “La Tribuna”. También el trabajo de Fabián Bicciré, Carlos Colombo, Hugo Marengo y María Inés Suidini, docentes de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNR, sobre el “Origen y evo-lución de las primeras radios de Rosario”, publicado en diversos portales. Me he servido también de los ricos aportes históricos de las páginas ofi ciales de las radios L. T. 9 y L. T. 10 de Santa Fe.

Sobre estos materiales, y otros que hacen al contexto en el que la histo-ria del periodismo va transitando, he construido este libro en el que también recupero diversos textos propios que le sirven de marco temporal y que he trabajado en libros anteriores.

Los periódicos de la revolución y la autonomía

En la época colonial no importaba la opinión de las personas si no era para controlar cualquier indicio de disconformidad, conspiración, herejía o idea subversiva, en especial si corría impresa, con riesgo potencial de subvertir el orden establecido, sostenido por ambas majestades, la del rey y la de la Igle-sia, soberanos del poder político y del orden espiritual por mandato divino. La única fuente de legitimidad provenía del poder de la monarquía (legítima y le-gitimante), y los sujetos se constituían en buenos vasallos y buenos cristianos como forma de obtener aprobación y reconocimiento social.

Sin que se rompiera este esquema, aparecieron en Buenos Aires, en los inicios del siglo XIX, las gacetas de la ilustración. Con menos ímpetu y menos amplitud que en las otras capitales virreinales, como lo eran México y Lima, el Telégrafo Mercantil, rural, político-económico e historiográfi co del Río de la Plata (1801- 1802) del castellano Antonio Cabello y Mesa, el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio (1802-1807) de Hipólito Vieytes, la ofi cia-lista Gazeta de Gobierno (1809-1810) del virrey Cisneros y el Correo de Co-mercio (1810-1811) de Manuel Belgrano refl ejaban la crisis de aquellos años y los primeros atisbos de una prensa comprometida frente a la devaluación del poder virreinal y la concentración del de la ciudad de Buenos Aires, próxima actora y administradora regional de los grandes cambios.3

A partir de la ruptura del orden colonial se inició un proceso de tensión entre la cultura tradicional y la modernidad que conllevaba el mismo hecho revolucionario. Las nuevas ideas de legitimidad, las nuevas formas de conce-bir lo público y lo privado, fueron llevando, poco a poco, a centrar la atención en una opinión pública que debía ser persuadida para que, desde el debate, surgiera la unidad de ideas. La “Uniformidad de ideas” era el propósito de la prensa ilustrada, pero también lo era el de la Gaceta de Buenos Aires en la temprana revolución rioplatense4.

3 Sánchez Zinny, Fernando, El periodismo en el virreinato del Río de la Plata”, Historia del Periodismo Argentino, t. 1, Academia Nacional de Periodismo, Buenos Aires, 2008.4 Conf. Alonso Piñeiro, Armando, El periodismo porteño en la época de la independencia, His-toria del Periodismo Argentino, t. II, Academia Nacional de Periodismo, Buenos Aires, 2008.

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Desaparecida la fi gura del rey como fuente de legitimidad, esta se concentró en las bases sociales, por lo menos en su parte más “sana”, ya que los sectores ilustrados descreían del pueblo, al que denominban “chusma” o “populacho”.

Una revolución sin periódicos locales

No hubo periodismo en Santa Fe durante los primeros dieciocho años de la revolución. Hubo sí lectores de gacetas editadas en otros lugares y, a princi-pios del siglo, el aragonés Pedro Tuella, escribía desde la Capilla del Rosario un informe sobre el lugar de su residencia que fue publicado en el Telégrafo Mercantil de Buenos Aires, primer periódico del Río de la Plata, en cuyo lis-tado de suscriptores fi guraba el mismo Tuella. Su trabajo titulado “Relación histórica del pueblo y jurisdicción del Rosario de los Arroyos en el gobierno de Santa Fe” apareció en las ediciones del 4 de marzo y del 11 y 18 de abril de 1802.5 En el mismo periódico ya había publicado, el 1º de septiembre de 1801, unas décimas para promover donaciones que permitieran construir un nuevo templo para la Virgen del Rosario.

Se ha dicho que Tuella es el autor del primer texto de historia producido en la actual provincia de Santa Fe. Con su publicación se apuntaba a cumplir el costado “historiográfi co” que se adjudicaba el periódico de Cabello y Mesa cuando defi nía los asuntos a los que se dedicaría, que cubrían también los aspectos “mercantil, rural y político-económico”. Desde una mirada moderna puede también defi nirse el trabajo de Tuella como un informe de investiga-ción periodística.

Pero no quedó allí su producción. En el número 16 del 15 de agosto de 1802, publicó otro artículo titulado: “Examen crítico sobre las refl exiones político eco-nómicas que se hallan publicadas desde el número 5, tomo III de este Telégra-fo”. El texto, concebido con una prosa colorida y amena, pintaba a su autor en su faz de agricultor, posición desde la que escribía sobre labranzas y cosechas.

Como el Telégrafo desapareció poco después de la publicación de los tra-bajos de Tuella, el aragonés, que también era poeta, ofreció al “Semanario” de Hipólito Vieytes que publicara algunos de sus versos. No tuvo éxito, dado 5 Telégrafo mercantil, rural, político-económico e historiográfi co del Río de la Plata, 1801-1802, Edición Facsimilar, publicado por la Junta de Historia y Numismática Americana, Bue-nos Aires, 1915.

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el carácter pragmático de la publicación, pero esto indicaba el interés de Tue-lla en mantener su fi rma en la prensa periódica de aquellos días. Sin espacio en las columnas periodísticas, y conmovido por los sucesos europeos, Tuella editó por su cuenta en la imprenta de los Niños Expósitos, hacia 1809, una composición titulada “Odio a Francia. El discípulo de la calandria del Para-ná, don Pedro Tuella, al cisne de la ribera argentina, don Gervasio Algarate, ambos aragoneses”.

El escrito de Tuella refl ejaba el pensamiento de muchos rioplatenses que vieron con indignación la invasión francesa sobre España y la captura de Fer-nando VII. Los documentos disponibles, públicos y privados, refl ejaban viva-mente el clima de agitación y de incertidumbre que la situación europea plan-teaba entre los santafesinos. “¿Seremos franceses o españoles?”, preguntaba el vecino principal Francisco Antonio Candioti al obispo de Buenos Aires, don Benito Lué y Riega, con un aparente trasfondo político que aludía a la nacionalidad del virrey Liniers.

Las cartas del comercio y los papeles impresos que “llegaban en todos los correos”, se transformaron en las fuentes de información que iban ali-mentando una suerte de opinión pública local que fi nalmente se traducía en inquietudes y aprontes tumultuarios que alertaban al teniente de gobernador Gastañaduy en marzo de 1809. En una carta al virrey, el gobernante lugareño, denunciaba estos impresos que contenían “máximas infernales” y se detenía a contradecir los argumentos revolucionarios con razonamientos que refl ejaban una clara lógica absolutista.6

6 A fi nes de 1809, el alcalde da segundo voto, don Mariano Comas, expresaba a Cisneros que por todos los correos llegaban a Santa Fe papeles anónimos exponiendo que la España está perdida, y dando a entender que los españoles perdamos el ánimo... El 23 de noviembre, llegaron por correo a Santa Fe importantes papeles impresos, cuyo contenido revolucionario fue califi cado por Gastañaduy como un conjunto de máximas infernales. Estos papeles dieron lugar a un largo escrito doctrinario de Gastañaduy en el que pretendía dar fundamento teórico al absolutismo monárquico de origen divino, señalando que era obligación de buen vasallo el creer fi rmemente que el rey no recibe el poder de su pueblo, y sí únicamente de aquel que lo hizo hombre antes que mandara... tocando a Dios poner los príncipes como crear los hombres, texto que ha merecido estudios especiales de Juan Álvarez y de Ricardo Caillet-Bois. Al fi nal de su largo informe, el teniente de gobernador se lamentaba por el odio que inspiraba a la mayor parte de los hombres y por ser un objeto de contradicción general, pero su honor y su lealtad le impedían callar en la ocasión, tal vez, —decía— Señor Excelentísimo, la más decisiva. El 16 de enero contestaba el virrey Cisneros indicándole que tomara todas las providencias necesarias

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Sobre la circulación de gacetas en Santa Fe tenemos que decir que debió ser más que restringida durante las primeras décadas del siglo XIX. Consta que llegaba el Telégrafo Mercantil a la ciudad de Santa Fe porque entre sus suscriptores fi guraba el teniente de gobernador Prudencio María de Gastaña-duy, y el citado Pedro Tuella en la Capilla del Rosario. Es decir, dos ejempla-res en toda la jurisdicción de la ciudad. Después de la revolución se recibía en Santa Fe “La Gaceta Ministerial”, en ocasiones más rápido que los despachos ofi ciales, como ocurrió en 1811, cuando el teniente de gobernador coronel Manuel Ruiz tomó conocimiento a través de ese medio impreso del contenido de la orden que establecía la creación de las Juntas Subalternas, circunstancia que motivó una consulta a la Junta sobre si se debían observar “sin más requi-sito” las órdenes “insertas en las gacetas ministeriales de esa metrópoli”. Se le respondió que, sin orden especial, “no se esté a las de las gacetas”.7

Y eran tan raras ciertas publicaciones que el gobernador Estanislao Ló-pez se cuidó de aclarar, el 27 de diciembre de 1820, que enviaba “con cargo de devolución” a la Junta de Representantes “la colección de gacetas de los triunfos del Ejército Libertador del Perú” y otros documentos, entre impre-sos y manuscritos.8

Los historiadores del periodismo europeo9 marcaron dos aspectos que te-nían que ver con sus orígenes, los que de alguna manera operaron también en Santa Fe. El primero de ellos se relacionaba con la circulación de la noti-cia manuscrita, un servicio que se profesionalizó en Europa en los orígenes del modernismo –existían verdaderas agencias que servían al Papado y a las cortes de entonces– y que signifi caba un fl ujo de información que llegaba a

para evitar la circulación de tales papeles anónimos y sediciosos, previniendo a la población de que quienes leyeran o poseyeran tales papeles serían objeto de castigo con el rigor que las leyes estipulaban para tales casos, a la vez que pedía que se le remitieran todos aquellos que fueran recogidos.7 Ravignani, Emilio [director], Asambleas Constituyentes Argentina, Instituto de Investigacio-nes Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1939, t. VI, p. 27.8 Archivo General de la Provincia de Santa Fe, Papeles de Estanislao López, t. II (1820-1822), Primera Serie, Santa Fe, 1977, p. 66.9 Vázquez Montalbán, Manuel, Historia y Comunicación Social, Bruguera, Barcelona, 1980, p. 60 y ss. Conf.: Weill, Georges, El periódico. Orígenes, evolución y función de la prensa pe-riódica, UTEHA, México, 1979, pp. 4-9.

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manos privadas y otorgaba a los adinerados destinatarios una cuota de poder que podía traslucirse en más riqueza o más poder.

Esta noticia manuscrita circulaba en el Río de la Plata mediante las cartas del comercio. Mezcladas con largas referencias a sus recuas de mulas, al es-tado de los caminos y a la evolución de los precios en la gran feria de Salta, las cartas que enviaba y recibía Francisco Antonio Candioti estaban llenas de referencias políticas al pasar, noticias de sucesos y movimientos de barcos, y refl exiones ocasionales sobre la marcha de la monarquía. Como integrante de una extendida red mercantil que cubría todo el Alto Perú, Paraguay y el Río de la Plata, Candioti al igual que sus colegas del comercio santafesino, recibía y manejaba valiosa información ofrecida por sus corresponsales. En su archivo privado podemos encontrar alusiones y referencias a los principales sucesos vinculados a la crisis de la primera década del siglo XIX.10

Pero así como llegaban las noticias, también se expandían por el territorio las que aludían a Santa Fe, y esto no siempre agradaba a los cabildantes y ve-cinos principales. Por ello el interés de los primeros en limpiar el nombre de la ciudad frente al rumor esparcido en todo el virreinato que mostraba a una Santa Fe sublevada contra las autoridades en marzo de 1809, rumor que aludía al descontento de la ciudad y sus dirigentes con relación al “virrey francés” y que parecía haber sido un resabio de la asonada del 1º de enero dirigida contra Liniers por el alcalde Martín de Álzaga. ¿Era Candioti la conexión santafesina del alzaguismo? Sus corresponsales del Perú, como Del Valle Ponga, traslu-cían en sus cartas la idea de que la amistad entre Candioti y Álzaga iba más allá del vínculo comercial.

El segundo aspecto al que aludieron los historiadores del periodismo eu-ropeo en relación con sus orígenes tenía que ver con el establecimiento de un correo regular que permitiera la distribución rápida y constante de los impre-

10 Por los papeles que se conservan de la correspondencia entre Candioti y los hermanos Del Valle Ponga de Lima, sabemos que estos informaban al santafesino de todas las ocurrencias del virreinato del Perú y de las provincias arribeñas del Río de la Plata, como fueron la conspi-ración de Gabriel Aguilar en el Cuzco en 1805, y los movimientos de Quito, del 10 de agosto de 1809, de Chuquisaca, de Lima y de La Paz, en el mismo año. Todo esto conocía Candioti conforme a las breves referencias de su informante limeño que, a la vez que descalifi caba a los revolucionarios, a quienes trataba de locos y borrachos, parece que quería minimizar los alcances de tales movimientos, quizá para no crear la alarma en Candioti en relación con el negocio de las mulas.

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sos.11 Este servicio postal existía en el Río de la Plata a principios del siglo XIX, y las cartas y gacetas hacían alusión permanente a la llegada y partida de los correos y, con ellos, al arribo de las noticias en impresos y en correspon-dencia epistolar. La velocidad de circulación de estas noticias era más rápida de lo que podríamos suponer, aun en las grandes distancias, como surgía de las cartas que recibía Candioti de sus corresponsales del Perú.

Tenemos en Santa Fe un precioso documento que muestra en detalle el ir y venir de las noticias entre 1815 y 1822. Se trata del Diario de Manuel IgnacioDiez de Andino,12 que contenía apuntes cotidianos de todo lo que llegaba a oídos del anciano vecino, cuya casona se encuentra todavía hoy en pie, guar-dando una excelente ubicación frente a la plaza principal. Desde las minucias meteorológicas, los hechos policiales, la marcha de la revolución y de la gue-rra autonómica hasta las muertes naturales, los hechos de sangre y los acci-dentes fatales, todo quedaba refl ejado en las anotaciones del anciano cronista.

Aludía a sus fuentes en forma genérica expresando “por gacetas” cuando las noticias venían impresas en los correos y traían novedades de escenarios lejanos, como los de Chile y Perú, donde la marcha de la campaña sanmarti-niana daba origen a informaciones destacadas entre las anotaciones de Diez de Andino. También decía “por cartas” cuando las noticias llegaban a determi-nados vecinos vía epistolar y eran luego comentadas o transmitidas oralmente en el vecindario. Si los acontecimientos eran locales, Diez de Andino simple-mente anotaba “se dice”, o entraba de lleno en el asunto.

José Luis Busaniche, que exhumó el documento y lo dio a conocer en 1931, le reprochaba al autor algo que a mí me parece le otorga al texto un va-lor suplementario: las anotaciones aparentemente irrelevantes que contiene y que le dan el carácter periodístico que me mueve a considerarlo en este libro, cuando quiero remarcar el grado de información que manejaban los santafe-sinos de entonces.13

11 La periodicidad de la aparición de las primeras gacetas europeas estaba dada, generalmente, por la disponibilidad semanal de los servicios de correo. Conf. Vázquez Montalbán, op. cit. p. 89 y Weill, G., op. cit. p. 1312 Diez de Andino, Manuel Ignacio, Diario de…, [Busaniche, José Luis, editor], Junta de His-toria y Numismática Americana, Filial Rosario, Rosario, 1931.13 Es de lamentar –señala Busaniche– que el cronista no acertara a discernir cabalmente el valor intrínseco de los sucesos, lo que hace que muchos de ellos que hoy llamaríamos inhistó-

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La crónica diaria de Diez de Andino, como si fuera la de un viejo perió-dico, nos sirve para conocer qué es lo que se sabía en la ciudad sobre los acontecimientos locales, regionales e internacionales, con qué periodicidad llegaban y salían los correos que traían y llevaban las informaciones, cosa que el autor anota con mucha frecuencia, y sumado a todo ello, los elementos que los vecinos tenían para conformar una opinión pública que, si por entonces tenía reducidas posibilidades de legitimar al poder mediante el voto, formaba parte de las motivaciones que llevaban a los hombres a tomar las armas en uno u otro partido cuando se llegaba a situaciones extremas.

Si no había una imprenta en la ciudad que permitiera editar una hoja infor-mativa, está visto, como lo demuestra la crónica de Diez de Andino, que la ne-cesidad de informarse estaba bastante satisfecha por el sistema de circulación de noticias que entonces existía, considerando además que se trataba de una población pequeña en la que el rumor y la transmisión boca a boca permitían que todo se supiera en pocas horas. Los espacios de socialización de entonces, como la tertulia, el café, la pulpería, la plaza y la iglesia, hacían posible la asimilación, el comentario y la defi nición de una opinión más o menos homo-génea que iba dando, poco a poco, forma a una nueva cultura política.

La prensa volante de José Miguel Carrera, pionera regional

La ciudad de Santa Fe y las poblaciones de su jurisdicción, acompañaron el ímpetu revolucionario de Buenos Aires, pero pronto pusieron reparos al centralismo que impuso la antigua capital del reino a los pueblos del interior. En octubre de 1811 y noviembre de 1812 ya se pudieron apreciar los primeros aprontes de insurrección y no pasó mucho tiempo para que la elite dirigente santafesina se fuera aproximando al nuevo programa revolucionario que sur-gía y se desarrollaba en la campaña oriental bajo el liderazgo de Artigas.

En marzo de 1815, los santafesinos proclamaron su autonomía y eligieron a Francisco Antonio Candioti como su primer gobernador, luego de que el gobierno de Buenos Aires negara sistemáticamente los pedidos de la ciudad para que pudiera elegir su propio mandatario. El grito santafesino, que contó

ricos, se consignen en el Diario con porfi ada insistencia. Así tantos episodios de gacetilla po-licial y el enfadoso acopio de observaciones meteorológicas… Diez de Andino, op. cit., p. 17.

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con la protección de Artigas, dio origen a la llamada “guerra de los siete años” (1815-1822) y a sucesivas invasiones porteñas que fueron rechazadas con es-fuerzo en la primera etapa de la guerra, que tuvo carácter defensivo.

Cuando Estanislao López y Francisco Ramírez dieron un impulso ofensivo a la contienda y se decidieron a marchar sobre Buenos Aires a fi nes de 1819, mientras Artigas se enfrentaba a los portugueses antes de ser vencido en Ta-cuarembó, hizo su aparición la primera imprenta vista en la región: la prensa volante de José Miguel Carrera que, según Zinny, fue lanzando boletines con el nombre de Gaceta Federal.14

José Miguel Carrera, uno de los principales protagonistas de la revolución chilena, había adquirido esta imprenta en los Estados Unidos y la había intro-ducido en la región con muchas difi cultades por el puerto de Montevideo. El equipo pasó a Entre Ríos por Concepción del Uruguay (Arroyo de la China) y desde allí se habría instalado en Paraná.

Según una tradición arraigada, la prensa de Carrera habría pasado después a Santa Fe, aunque en forma fugaz e itinerante. El recurso constituía una inno-vación tecnológica de importancia para la propaganda política que ya habían incorporado a sus ejércitos en 1817 tanto San Martín como Belgrano, en Men-doza y en Tucumán, respectivamente.

Todos los autores consultados mencionaron a esta imprenta y a esta Gaceta sin ofrecer mayores detalles. Si en 1868 Zinny no los aportaba, cuando señaló que la existencia de la Gaceta era “rarísima”, era porque, seguramente, no la tuvo a la vista como a otros periódicos que describió. De allí se desprende que las hojas impresas por Carrera solo se conocen por referencias indirectas, sin que se puedan constatar las características de su formato, tipografía y otros detalles, ni describir los documentos que aparecieron estampados en ellas, con excepción de algunas proclamas.

No se ha precisado cuántos números se habrían publicado de esta Gaceta Federal ni en qué fechas, ya que Zinny se limitó a decir que “duró hasta que fue declarada formalmente la guerra a Buenos Aires”. Es decir que, según esto, la Gaceta habría visto la luz en octubre de 1819.

14 Zinny, Antonio, Efemeridografía argireparquiótica, o sea de las provincias argentinas, Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo, 1868, pp. 27-28

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Sin embargo, los documentos ofi ciales y privados disponibles en Santa Fe, correspondientes a 1819, nada dicen de la Gaceta Federal. No hay referencias que indiquen que alguien la hubiera leído o que tal o cual documento hubiera llegado impreso a la ciudad proveniente del frente de batalla. En el Diario de Diez de Andino aparecía en cambio, una mención a un “impreso” de Ramírez producido en Corrientes en la misma imprenta, que fue adquirida a Carrera por el gobierno entrerriano.15

Esta circunstancia es relevante, porque Aníbal Vázquez16 puso en duda que la imprenta de Carrera haya pasado a Santa Fe. Contradijo con esto a Zinny, quien a su vez no hizo ninguna mención de una supuesta Gaceta Federal entrerriana contemporánea. Según Vázquez, la imprenta de Carrera quedó en Paraná y desde allí lanzó esta Gaceta Federal, que tampoco parece haber te-nido a la vista, y algunos documentos, como la Proclama de Estanislao López del 30 de octubre de 1919.

Señaló Vázquez que esta gaceta estuvo redactada por el mismo Carrera y por Cipriano Urquiza, pero no tuvo en cuenta que Carrera no estaba en Paraná en esa fecha, pues consta, según anotó Diez de Andino en su Diario, que pasó a Santa Fe el 19 de octubre y que siguió a Coronda el 22, donde se habían encontrado los dos gobernadores y a donde ya iban llegando tropas entrerria-nas para marchar sobre Buenos Aires. Por otro lado, Benigno Martínez anotó que el mismo día (19 de octubre) se lanzaba una proclama que cría impresa en la imprenta de Carrera y que el 30 de octubre hizo López otra, fechada en el “Cuartel General del ejército de Santa Fe”, impresa en la misma Imprenta Federal de Entre Ríos.17

Del entrecruzamiento de estos datos surge que si la imprenta quedó en Paraná, como indicó Vázquez, no la manejaba Carrera cuando se publicaron esas proclamas, ya que, según consignó Diez de Andino en su Diario, el 19 de octubre pasó el chileno a Santa Fe y de allí siguió a Coronda el 22. Si la

15 Un impreso del General Ramírez, de 27 de julio —dice Diez de Andino el 1º de agosto de 1820— cuartel en marcha, de la Villa de Mandisoví, al comandante del Paraná D. Romualdo García le comunica haber tenido ofi cio del gobernador de Misiones… ibídem, p. 186. 16 Vázquez, Aníbal S., Periódicos y periodistas de Entre Ríos, Dirección de Cultura, Provincia de Entre Ríos, Paraná, 1970.17 Martínez, Benigno T., Historia de la Provincia de Entre Ríos, Buenos Aires, Imprenta de Martín Biedma e hijo, 1902, t. II, pp. 456-457.

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imprenta iba, en cambio, entre el bagaje de Carrera, como han sostenido Zinny y sus seguidores,18 las proclamas debieron imprimirse en Coronda, aunque la primera estuviera fechada un par de días antes a su llegada.

Se ha considerado a estas proclamas de Ramírez y López como la decla-ración formal de guerra a Buenos Aires. Por otro lado, Zinny señaló, como ya apuntamos, que la Gaceta Federal, supuestamente impresa por Carrera en Santa Fe, debió durar “hasta que fue declarada formalmente la guerra a Buenos Aires”, por lo que no existe tiempo material para ello, porque las fe-chas de llegada de Carrera a la provincia y la publicación de las proclamas de declaración de guerra se superponen.

Las dudas que ofrecen todos estos detalles ponen seriamente en tela de juicio la existencia de una Gaceta Federal impresa en territorio santafesino en 1819, y que la imprenta de Carrera haya pasado a la provincia y haya pro-ducido aquí los documentos ofi ciales señalados. Víctor Avilés ya lo indicaba en 1958 cuando, refi riéndose a El Argentino, decía: “Se puede considerar este periódico como el primero impreso en Santa Fe, no obstante la referencia de Zinny de que la Gaceta Federal, publicada en 1819, sería el primero, supo-niéndole que la ‘Imprenta Federal’ funcionaba en Santa Fe, cuando en realidad lo hacía en Paraná”.19 Miguel Ángel De Marco, en su Historia del periodismo argentino, participa de estas dudas en torno a la versión de Zinny, destacando que, si bien se conocen otros impresos salidos de la imprenta de Carrera, “no ha podido hallarse un solo número del periódico”.20

Algunos historiadores creyeron ver confi rmado el ingreso de la imprenta volante de Carrera a Santa Fe en las expresiones de un documento posterior: la carta en la que fray Francisco de Paula Castañeda informaba al gobernador Estanislao López el 5 de mayo de 1825, desde Rincón, que se encontraba abo-cado a su reconstrucción, reuniendo sus partes esparcidas en diversos puntos. Pero considerando que Ramírez había usado la misma imprenta en 1820 y en

18 Entre ellos, Galván Moreno, C., El periodismo argentino, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1941, p. 416, y, modernamente, Carlos Ulanovsky en Paren las rotativas, Historia de los gran-des diarios, revistas y periodistas argentinos, Buenos Aires, Espasa, 1997, p. 408.19 Avilés, Víctor, “Los primeros periódicos santafesinos”, Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos, Nº 25, Santa Fe, 1958, p. 34.20 De Marco, Miguel Ángel, Historia del periodismo argentino, Editorial Educa, Buenos Aires, 2005, p. 90.

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1821, produciendo impresos en Paraná, luego en Corrientes, y nuevamente en Paraná, donde funcionó mucho tiempo y en ella se imprimió El Correo Ministerial durante el gobierno de Lucio Mansilla, entre 1821 y 1823, del que se editaron 24 números ordinarios, dos extraordinarios y un suplemento, pudo ser ahí que Castañeda logró obtener la imprenta que ya estaba en desuso. Por ello es que desde la posición contraria se señala que la imprenta de Ramírez pasó luego a Santa Fe, solicitada por el gobierno de esta provincia.

Otra hipótesis es la que insinúa que la imprenta de Carrera pudo dividirse en dos dispositivos que permitieran imprimir por separado. De esta forma Carrera habría llevado una parte menor, compatible con el carácter de “vo-lante”, y el resto habría constituido la Imprenta Federal de Entre Ríos, que imprimía desde Paraná, que pasó luego a Corrientes y que fue reinstalada en Paraná después, donde funcionó hasta 1823, año en que dejó de publicarse El Correo Ministerial.

Esta hipótesis surge de un texto del historiador Pérez Colman21 que trae a colación Miguel Ángel Andreetto en El periodismo de Entre Ríos, libro que integra esta colección de Historia del Periodismo Argentino. Según esta ver-sión, las cajas de tipos habrían permitido conformar dos juegos como para imprimir Gaceta Federal en Paraná y como para hacer las veces de imprenta ambulante. Por su lado, Aníbal Vázquez negaba que hubiera dos imprentas, y aseguraba que ningún autor había manifestado esta posibilidad. En reali-dad, Pérez Colman no hablaba de dos imprentas, sino de una sufi cientemente

21 Después de vencer diversas difi cultades, —señala Pérez Colman— pudo el General Ca-rreras extraer su imprenta de Montevideo, ocupado en ese entonces por el ejército portugués, logrando conducirla hasta Higueritas o Nueva Palmira, mediante un salvoconducto que ob-tuvo del Comandante de San José, Don José Manuel Duran. Una vez transportado el taller tipográfi co al mencionado puerto del río Uruguay fue embarcado en un buque de don Pablo Zufriategui, que lo condujo al Arroyo de la China, desde cuyo lugar siguió viajando a Paraná en carretas y otros elementos que le facilitó el General Ramírez. En esta ciudad la prensa de Carreras fue instalada según la tradición que he logrado recoger de antiguos vecinos, en un rancho o galpón, techo de paja, que al efecto se arregló, situado en calle San Martín entre Urquiza y Andrés Pazos, en las inmediaciones del lugar hoy ocupado por el Café “La Cose-chera”. Parte de la imprenta fue acondicionada en forma tal, que como taller ambulante pudo ser transportada durante las campañas realizadas por el ejército de Ramírez. (Pérez Colman, César B., La Prensa en su primera centuria, en “Páginas de oro de la ciudad de Paraná en su primer centenario. 1826 - 26 de agosto - 1926”, Alfeo Zanini, p. 197 y ss.)

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importante como para que algunas de sus partes haya podido ser utilizada como prensa volante, y que lo principal haya quedado en Paraná.

Aunque no hay sufi ciente información como para afi rmar o descartar nin-guna posibilidad, hay que señalar que esta segunda hipótesis sería compatible con los dichos de Castañeda en su carta de 1825, ya que él hablaba de una reco-lección de partes de la imprenta de Carrera por diversos parajes, mientras que la Imprenta Federal de Paraná estaba en funcionamiento apenas dos años antes y reunida en un solo lugar. “La imprenta famosa del fi nado general Carrera –decía Castañeda– estaba repartida por diversos lugares, donde la iba dejando aquel hombre tan caminador. Yo he tenido la prolijidad de irla recogiendo para ver si acaso podía ponerla en ejercicio, aunque lo que pertenece a la prensa estaba ya en mi poder, pero me faltaban letras e innumerables otros utensilios”.

De cualquier manera, con Gaceta o sin ella, desde Paraná o desde Santa Fe, la imprenta de Carrera fue pionera regional en la historia de la actividad gráfi ca y produjo impresos vinculados a la situación política del momento que consti-tuyeron documentos de valor histórico que circularon en territorio santafesino.

La imprenta de la Convención y el periodismo federal.

Antonio Zinny enumeraba, en 1868, los periódicos aparecidos en Santa Fe entre 1819 y 1852. Luego de la Gaceta Federal (1819), le seguían: El Ar-gentino, Domingo 4 de mayo en Buenos Aires, Vete, portugués, que aquí nos es, Espíritu de la Federación Republicana, Ven acá, portugués, que aquí es, El Satélite (todos de 1828), Buenos Aires cautiva…, El Federal (I) (los dos de 1829), El Federal (II) (1830), El Libertador (1840), El Voto Santafesino (1848), El Sud-Americano (1849) y El Album Santafesino (1850). En total, 14 periódicos en 31 años.

A este listado es posible hacerle algunas objeciones, más allá de que co-rresponda o no incluir a la Gaceta Federal de Carrera, según los comentarios que hice anteriormente. Como señalaba Moyano22, el Vete portugués… y el Ven acá, portugués… de Castañeda, conformaban un único periódico que va-riaba de título. Por ello su numeración es consecutiva. Con respecto al Espí-

22 Moyano, Julio, Prensa y modernidad – Breve historia de la prensa periódica (hasta 1848), Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos, Paraná, 1996.

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ritu de la Federación Republicana, Zinny nos decía que después de tirar dos números, los días 23 de agosto y 27 de septiembre de 1828, reapareció el 12 de octubre. Pero Galván Moreno introdujo un dato sustancial: ya no era el mismo periódico, o, por lo menos, no llevaba el mismo título, pues ahora pasó a llamarse El Rector, y salía el 12 y el 27 de cada mes, simultáneamente en Santa Fe y en Buenos Aires.

Había además una omisión en el listado de Zinny: no incluía al Eco san-tafesino, aparecido entre junio y noviembre de 1845, como lo hizo notar José Carmelo Busaniche23.

En este listado podemos diferenciar tres tipos de periódicos, aunque todos eran hojas políticas, según el proyecto de país que propusieran y defendieran: los federales, los unitarios (solamente uno en el caso de Santa Fe) y los confederales.

Los primeros eran los que editaban los diputados de Buenos Aires que inte-graban la Representación Nacional reunida en Santa Fe en 1828, al igual que los del padre Castañeda y El Federal de la época de Estanislao López. Como sostenedores de las ideas de Manuel Dorrego y de Estanislao López, propicia-ban la constitución de un Estado federal, con un gobierno nacional constituido y provincias autónomas, al modo del proyecto de Artigas.

El Libertador de 1840 constituía el único y fugaz exponente de un periódi-co unitario editado en Santa Fe, producido durante la permanencia del ejército invasor del general Juan Lavalle, aun cuando, con toda intencionalidad, haya declarado: “¡Viva la Federación! ¡Muera Rosas!”. Detrás de esta invasión es-taban presentes el crimen de Navarro, los fantasmas ya difusos del Directorio y de Rivadavia, y sus frustrados proyectos constitucionales de 1819 y 1826.

Los últimos cuatro periódicos, los de la época de Echagüe a los que me referiré en otro subtítulo, sostenían a Rosas y a su proyecto. Aun cuando Echa-güe había sido un referente del federalismo constitucionalista en los debates con López de 1836, cuando Rosas ofi ció de árbitro y él era gobernador de Entre Ríos, pasó luego a responder al gobernador de Buenos Aires y fue, junto con Urquiza, el principal jefe de la represión al federalismo correntino, que guardaba sintonía con las ideas constitucionalistas de López. Desde el go-bierno de Santa Fe, al que fue promocionado por el mismo Rosas, sostuvo un

23 Busaniche, José Carmelo, Hombres y hechos de Santa Fe, (Cuarta Serie), Cuadernos Arcien, Santa Fe, 1979, pp. 83-89.

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periodismo beligerante pero de muy buen nivel, que además de refl ejar la vida santafesina de la década de 1840, mostraba, como veremos, un claro ideario de identidad nacional y de defensa de la soberanía.

Se conocen muy defi cientemente estos 14 periódicos que Zinny menciona-ba y describía, con mayor o menor detalle, porque la mayoría se han perdido y hay muy contadas colecciones de los retazos que se salvaron de la destrucción. En el Archivo de Santa Fe no se ha conservado casi nada. Apenas un único ejemplar de El Federal, correspondiente al 15 de enero de 1831, y dos núme-ros del Voto Santafesino, uno de 1848 y otro de 1849.

Hace cuarenta años pude consultar ejemplares de El Libertador, El Voto Santafesino y El Sudamericano en la Biblioteca Central de la Universidad de La Plata, y Carlos Pauli hizo lo mismo, en relación con El Sudamericano en la Biblioteca de la Universidad de Córdoba.

Las mejores descripciones a las que podemos recurrir de los periódicos aparecidos en la etapa preconstitucional son las que hizo Zinny de El Argenti-no, de Buenos Aires Cautiva, de El Federal e Pluribum Unum, de El Federal Lex Populi, Lex Dei, de El Sudamericano, y de los periódicos de Castañeda Vete portugués… y Ven portugués…. También la que hizo el padre Guillermo Furlong de Buenos Aires Cautiva, y la más extensa de Carlos Pauli sobre El Sudamericano. José Luis Busaniche publicó fotografías de estos periódicos al fi nal de la recopilación de las actas de la Representación Nacional de 1828, aparecida en 1921.

Con respecto a El Argentino, consignaba Zinny que logró nueve entregas entre el 25 de mayo de 1828 y el 10 de agosto del mismo año. Era redactado por el diputado de la Banda Oriental Baldomero García, y uno de sus prin-cipales objetivos era polemizar con el diario El Liberal de Buenos Aires, de tendencia unitaria y rivadaviana, destacando a la fi gura de Manuel Dorrego como la de quien podía infundir mayores temores a los “imperiales”. En cam-bio, denominba a Rivadavia como “presidente de burlas”, porque, según el redactor, solo le obedecían dos provincias, la Oriental y Tucumán.

El Argentino incluía también en sus columnas documentos importantes como los relativos al acercamiento entre el gobierno de Entre Ríos y el ge-neral Mansilla, diputado en la Convención y exgobernador de esa provincia. También documentos sobre la Expedición del Norte en la guerra con Brasil,

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que comandó Estanislao López y dejó al mando de Fructuoso Rivera, junto a las actas de la primera sesión del cuerpo reunido en Santa Fe.

De este periódico dice Zinny que tenía “una linda impresión y decente re-dacción”. Nada aclaraba Zinny sobre el contenido del periódico denominado El domingo 4 de mayo en Buenos Aires. Solamente indicaba que fueron sus redactores el doctor Vicente Anastasio Echevarría y el diputado por Buenos Aires José Francisco de Ugarteche. Agregaba solamente que se lanzaron cinco números entre junio y el 27 de julio de 1828.

Aunque sumamente signifi cativo, el título de El espíritu de la federación republicana, es lo único que sabemos sobre este periódico que tuvo apenas dos apariciones, la del 23 de agosto y la del 27 de septiembre de 1828, bajo la dirección de Baldomero García y José Francisco Ugarteche. Tenía 16 pliegos y valía 2 pesos en Santa Fe y 3 pesos en Buenos Aires.

El último periódico aparecido en la Imprenta de la Convención fue El Fede-ral e pluribus unum, redactado por el Dr. Baldomero García. Se inició el 26 de enero de 1829 y concluyó el 19 de mayo, es decir que hizo las veces de vocero de la Convención y de las provincias enfrentadas a Buenos Aires hasta Puente de Márquez, aunque en su prospecto declaraba que no concitaría a la guerra civil. De carácter mensual, sus seis números incluían correspondencia de los gobernadores y algunas actas del cuerpo nacional que funcionaba en Santa Fe.

Es importante hacer notar que, al menos durante 1828, los periódicos pu-blicados en Santa Fe, donde sesionaba la Representación Nacional, circulaban en todo el país, como órganos ligados a este foro del que se esperaban grandes cosas. Quizá sea por ellos que El espíritu de la Federación republicana fue reemplazado por El Rector, que también se editaba en Buenos Aires. Por ello decía Zinny que estos periódicos eran subvencionados por el erario de la pro-vincia de Buenos Aires y redactados por sus representantes en la Convención, lo que justifi caba el envío de la imprenta a Santa Fe.

Cuando inició sus trabajos la Representación Nacional de 1828, reunida en la ciudad de Santa Fe, el gobierno de Buenos Aires, cuyo titular era el coronel Manuel Dorrego, hizo llegar a esta ciudad una imprenta, acompañada de una nota del ministro de gobierno de aquella provincia, Juan Ramón Balcarce, en la que se fi jaban sus funciones. Sin embargo, se produjeron fogosas discusio-nes en torno a esta imprenta, las que ocuparon la atención de los diputados durante varias sesiones.

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Las principales dudas surgían en lo relativo a la propiedad de la prensa. ¿Pertenecía a la “Convención” o la provincia de Buenos Aires, considerada como donante? Surgieron dudas sobre si se debían cobrar los servicios que pudieran ofrecerse a los particulares, y hubo incluso confl ictos entre el primer ofi cial de la imprenta, Francisco Sagari, y el administrador José M. Cisneros. Las discusiones se prolongaron durante diez sesiones, entre el 9 de abril y el 7 de mayo de 1829 al mediodía, dado que esa tarde llegó el parte de la victoria de López sobre Lavalle en Puente de Márquez.

Además de los periódicos ya indicados y de diversos papeles ofi ciales, se publicaron en la Imprenta de la Convención algunos textos de particulares. De entre ellos se destaca el primer libro editado en Santa Fe, titulado Discurso sobre la enseñanza e instrucción pública considerada en sus principios y ana-lizada en sus consecuencias, para el uso de las Provincias Unidas del Río de la Plata en la América del Sur. El trabajo, que fi rmaba Guillermo Lacour, tenía el siguiente pie de imprenta: “Santa Fe, Imprenta de la Convención, 1829”. Constaba de 158 páginas y estaba dividido en dos partes: la primera dedicada al tema al que se aludía en el título, que ocupaba 103 páginas, y una segunda, escrita en portugués, denominada Revista política de Europa en 1825, com-plementada con 100 notas que llenaba las 55 páginas restantes.24

Cuando la Representación Nacional dejó de funcionar, la Imprenta quedó en Santa Fe y la donación fue luego confi rmada por Juan Manuel de Rosas. Fue el origen de la Imprenta del Estado, que produjo los primeros periódi-cos propiamente santafesinos durante los gobiernos de Estanislao López y Pascual Echagüe.

Los periódicos santafesinos del padre Castañeda.

Perteneciente a la Orden Franciscana, el padre fray Francisco de Paula Castañeda, tuvo una destacada labor sacerdotal, docente y periodística en el Río de la Plata, y estuvo involucrado en los confl ictos de poder de su tiempo dentro y fuera de Buenos Aires. Mediante un innovador estilo periodístico,

24 Damianovich, Alejandro A., “La Imprenta de la Convención y el primer libro editado en Santa Fe”, en Santa Fe para Santa Fe, Santa Fe, Primer cuatrimestre de 1973, pp. 11-12. Tam-bién: Damianovich, Alejandro A., “El primer libro editado en Santa Fe”, en La Capital, Rosa-rio, 19 de noviembre de 1972.

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que evocaba el costado satírico de la prosa cervantina, Castañeda fue temido y perseguido por sus enemigos políticos, especialmente cuando Rivadavia des-pertó sus más ásperas producciones con motivo de su reforma religiosa.

Al ser considerada su prédica como un abuso de la libertad de prensa, Castañeda tomó distancia de Buenos Aires para no ser detenido, recurriendo, hacia el mes de octubre de 1823, a la protección del gobernador de Santa Fe, el general Estanislao López, luego de un breve destierro en Montevideo. Se instaló en el cercano pueblo de San José del Rincón y, carente de imprenta, se abocó a otros servicios propios de su estado sacerdotal, construyendo el pequeño templo lugareño, acompañado de una escuela, talleres e internado.

Con la idea de dar cauce a su vena periodística, intentó recomponer la imprenta de José Miguel Carrera, a quien tanto había denostado en tiempos en que el chileno, al igual que el general Carlos María de Alvear, acompañaba a López en su segunda campaña contra Buenos Aires. En aquellos días Cas-tañeda se había despachado con todo su arsenal, en prosa y en verso, contra los “montoneros”, pero después de que López fi rmó el Pacto de Benegas y defendó a Buenos Aires de la invasión de Ramírez, Castañeda se convirtió en profundo admirador del gobernador de Santa Fe, a la vez que recibió el apoyo económico de Juan Manuel de Rosas.

En una primera estadía de Castañeda en Santa Fe en 1822, este había reci-bido de López la promesa de que le encargaría la publicación de textos vincu-lados a Santa Fe en alguno de sus periódicos porteños. De regreso a Buenos Aires, hizo una larga crónica de sus encuentros con López aparecida en El Desengañador (Nº 26, del 30 de agosto de 1822). En ella dejó constancia de que López leía todos sus periódicos y que le había manifestado su deseo de tenerlo en la provincia.

Radicado en San José del Rincón, Castañeda avanzó en todos sus proyec-tos menos en el de la recuperación de la imprenta de Carrera, pues aunque en 1825 parecía que estaba por fi nalizar su reconstrucción, gracias a la interven-ción técnica del suizo Carlos de San Félix, la enfermedad de este dejó trunco el emprendimiento. “Mi ánimo —decía Castañeda en la carta a López del 5 de mayo—, es redactar por ahora tres periódicos titulados, el primero: Población y rápido engrandecimiento del Chaco, el segundo: El Santafesino a las otras provincias de la antigua unión, y el tercero: Obras póstumas de nueves sabios, que murieron de retención de palabras”.

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Aunque estos periódicos no se publicaron, por carecer la provincia de una imprenta, Castañeda lanzó otro, denominado Los Derechos del Hombre, que hizo imprimir en la ciudad de Córdoba y salía una vez al mes, según le anun-ciaba en la carta a Pascual Echagüe del 3 de septiembre de 1825. En el número 4 de esta publicación, del 18 de marzo de 1826, Castañeda pedía apoyo mone-tario a diversas personas de Buenos Aires para poder completar la reparación de la imprenta de Carrera. Parece que, aunque contaba con letras sufi cientes como para imprimir dos pliegos, algo fallaba en el dispositivo de la prensa que le impedía “oprimir con regularidad los caracteres”. Si reunía $500, po-dría dejar de peregrinar a Córdoba con sus papeles y dejaría de expedirse “tan morosamente” en sus asuntos.

Zinny se refi rió a este periódico entre los aparecidos en Córdoba. Su nom-bre completo era: Derechos del hombre o discursos histórico-místico-político-crítico-dogmáticos sobre los principios del derecho político. Apareció durante 1825 y 1826, desde el 23 de octubre del primer año hasta el 15 de septiembre del segundo, y lo editaba la Imprenta de la Universidad. El objetivo expreso de este periódico de Castañeda, escrito como queda dicho desde San José del Rincón, era “instruir el ánimo de los héroes hispanoamericanos, que habiendo conquistado con su sangre la libertad e independencia de su patria, deseaban darle constitución y forma de gobierno estable y duradera”.

Recién en 1828, como ya señalé, llegó una imprenta a Santa Fe con motivo de la reunión de la Representación Nacional, cuando ya Castañeda se había radicado en Paraná. Desde allí pudo publicar su periódico denominado Vete portugués, que aquí no es a partir del 11 de junio, título que varió por el de Ven portugués, que aquí es desde la entrega número 20, del 11 de octubre. El periódico dejó de aparecer el 17 de diciembre con la entrega número 30.

En el contexto de la guerra con Brasil, el periódico dedicó buen espacio a defender la fi gura de Fructuoso Rivera, por entonces en muy buenas relacio-nes con Estanislao López, en lo que polemizaba con El Duende de Buenos Ai-res, que escribía Juan Andrés Gelly. Bajo la segunda denominación de la hoja de Castañeda, el clérigo se concentró en impugnar El Tiempo y a El Pampero de Buenos Aires. En sus páginas aparecen documentos de la Convención y se trasluce el confl icto sostenido por los diputados de Córdoba que parecen poner obstáculos al inicio de las deliberaciones.

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Quizá sea el número 30 el más interesante, ya que se ocupó de impugnar el derrocamiento del gobernador de Buenos Aires, coronel Manuel Dorrego, producido por el general Juan Lavalle el 1º de diciembre de 1828. En esto contradijo a El Pampero de Buenos Aires, aunque no pudo prosperar el deba-te ya que la ruptura de la Convención con el gobierno de Lavalle, declarado “sedicioso”, llevó a que Castañeda perdiera el contacto con sus suscriptores porteños que sostenían su publicación. Así fue que el padre suspendió sus trabajos, hasta que las circunstancias variaran.

Sin embargo, el 21 de enero de 1829 Castañeda reanudaba su contienda periodística lanzando un nuevo órgano: Buenos Aires cautiva y la nación Ar-gentina decapitada a nombre y por orden del nuevo Catilina Juan Lavalle. Al arma, al arma ciudadanos.25 El nuevo periódico estaba dirigido a condenar el asesinato de Dorrego, fusilado el 13 de diciembre y a destacar que todo, la revolución y el fusilamiento, eran obra de Rivadavia y sus acólitos (Manuel Gallardo, Salvador del Carril, Juan Cruz y Florencio Varela, Ignacio Núñez y otros). Después de hacer un prospecto del periódico en el número cero, dedicó el primero a la “Biografía del ingenioso Hidalgo Juan Lavalle y otras cosas más que leerá el que quiera leer horrores”, texto que continuaba en el número seis.

Buenos Aires cautiva… aparecía los miércoles y los sábados. Las suscrip-ciones eran por 16 pliegos, o sea, por cuatro números, ya que cada entrega ocupaba un pliego de cuatro páginas de 15,2 cm por 25,7 cm. El costo de cada suscripción era de 2 pesos en Santa Fe y de 3 pesos en Buenos Aires. Dejó de aparecer con el número 11, el 27 de marzo de 1829.

En los números 8 y 9 Castañeda concentraba sus dardos contra el español anticlerical Ramón F. Beaudot, ex-protegido de Rivadavia y redactor de El defensor de la patria, órgano desde el cual había producido diversos ataques contra la Iglesia y la religión. Beaudot había pasado de Buenos Aires a Cór-doba y de esta provincia a la de Corrientes, por lo que Castañeda siguió con sus ataques en el número 10. Sin embargo, en su furor, el fraile afectó a las provincias que habían dado protección al libre pensador, por lo que Pascual Echagüe, gobernador delegado en Santa Fe, solicitó a Castañeda que retuviera la circulación de este número y que solamente le enviara uno al gobernador de Corrientes para que se lo diera a leer al “español excomulgado”.

25 Furlong, Guillermo, “Buenos Aires Cautiva. Periódico santafesino de 1829” en: Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos, Nº 47, Santa Fe, p. 33.

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El número 11 fue el último y en él retornó Castañeda a su tema del momen-to: la condena al fusilamiento de Dorrego. En diversas partes de la colección, Castañeda se refi rió a Rosas como a uno de sus principales protectores. Re-cordaba cómo hacia 1824 y 1825, cuando escribía Los derechos del hombre desde San José del Rincón, periódico que hacía imprimir en Córdoba, Rosas le enviaba sumas importantes para sostener su emprendimiento, las que en ocasiones llegaron a los seiscientos pesos en una sola libranza.

A partir de 1827, Castañeda había tramitado su traslado a Paraná, para continuar allí su obra docente y pastoral, luego de unos contrastes climáticos que habían afectado sus sembrados en Rincón. Aunque no está claro cuándo fue que pasó a esa ciudad defi nitivamente, parece que trabajó en sus proyectos durante cinco años y falleció en marzo de 1832.

El Federal de López y los periódicos rosistas de Echagüe.

Al disolverse la Representación Nacional reunida en Santa Fe, quedó en la ciudad el precioso instrumento que habían traído los diputados porteños, he-rramienta que podía ser muy útil en los próximos confl ictos que se anunciaban a partir de la situación de la provincia de Córdoba y el surgimiento de la liga del interior.

En este contexto, el gobernador Estanislao López dispuso la publicación, en la que pasó a llamarse Imprenta del Estado, de un periódico que llevó por nombre El Federal, Lex Populi, Lex Dei.26 Constituyó el órgano de más larga vigencia de los que aparecieron por aquel tiempo, ya que hizo 57 entregas entre noviembre de 1830 y el 22 de junio de 1831, cuando simultáneamente se desarrolló el confl icto entre las provincias litorales y las del interior, y se celebró en el intermedio el Pacto Federal del 4 de enero de 1831.

El periódico abría todos sus números con una declaración de princi-pios altamente significativa: “Solo el sistema de federación puede garan-tir de un modo permanente la unión, la independencia y la libertad de las provincias argentinas”.

Entre los numerosos asuntos que contenía se destacaban documentos re-feridos a la guerra contra Paz y a la inestabilidad política en Entre Ríos, pro-

26 Zinny, op. cit., p. 26

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clamas del general López, el texto del Pacto Federal, boletines del Ejército Auxiliar Confederado. También publicó una “Canción Federal” y algunos artículos como un “Retrato de los decembristas” y “Observaciones sobre el mérito e importante necesidad del tratado antes nombrado” (Pacto Federal). En ellos se mencionaba a Rivadavia como “Sapo del diluvio” y a Gorriti como “Tupungato”, aludiendo al cerro de Mendoza.

En plena confrontación entre ambos bloques de provincias, El Federal sos-tuvo una prolongada polémica con la Aurora Nacional de Córdoba, sobre las relaciones exteriores y el Pacto Federal.

Aventado el peligro de la Liga del Interior, con la captura del general Paz y la derrota de La Madrid, El Federal dejó de publicarse. La idea de que la prensa era fundamentalmente una herramienta de propaganda política llevaba a que las imprentas descansaran al lado de los cañones en tiempos de paz. Los desencuentros en la interna federal, la enemistad entre López y Quiroga o las diferencias de proyectos entre López y Rosas, que hicieron crisis en la reunión sostenida en Rosario en noviembre de 1831, no fueron sufi cientes para lanzar otro periódico en Santa Fe, seguramente porque López no quiso llegar a una ruptura con Rosas y solo manifestó su disgusto en la correspondencia.

Bien guardada, la imprenta vegetó hasta que sonaron nuevamente los clarines de guerra. Cuando en 1840 el general Juan Lavalle invadió la ciudad de Santa Fe, no dudó en publicar un periódico como parte de su contienda contra Rosas.

El Libertador apareció en octubre de 1840 y se sabe que tiró por lo menos siete números, el último correspondiente al 3 de noviembre, según anotaba Zinny que lo tuvo a la vista. Fue publicado en la Imprenta del Estado bajo el lema: “¡Viva la Federación! ¡Muera Rosas!”. Según estimación del mismo Zinny, la redacción del periódico estuvo a cargo de Juan Thompson (el hijo de Mariquita Sánchez) o de Luis Frías, quien actuaba como secretario perso-nal del General.

En la Biblioteca Central de la Universidad Nacional de La Plata pude ver, además del número 7 que ya conocía Zinny, el número 6, que corresponde al 29 de octubre de 1840. En él se publicaron estas estrofas:

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Santa Fe cortó la cadenaQue ligaba su cuello al tiranoY ya libre su indómita manoEl fl amígero acero empuñó………………………………La bandera argentina fl ameaDe Lavalle en la diestra invencibleEl blandiendo su lanza terrible¡Compatriotas os llama a pelear!

El general Tomás de Iriarte, que comandó la toma de Santa Fe el 29 de sep-tiembre de 1840, contaba en sus Memorias que Lavalle, cuando estaba en el campamento de Laguna Paiva, instalado en ese lugar el 7 de octubre, le pidió que redactara un boletín o reseña de la campaña a partir de que el “Ejército Libertador” pisó suelo de Buenos Aires en San Pedro. “La redacción que hice —señala Iriarte— se publicó anónima en un nuevo periódico que apareció en Santa Fe; el general Lavalle me pidió una copia manuscrita, me pidió mi diario, y escribió el boletín que también se publicó suelto dos días después”.27 Como páginas más adelante Iriarte reprodujo los dos textos, tuvimos acceso, gracias a él, a dos importantes documentos que salieron impresos en El Li-bertador, uno en el cuerpo del periódico y otro con el carácter de “suelto”, y también sabemos ahora que el autor de uno de ellos fue el general Iriarte, cuyo nombre no aparece en el periódico.

No es fácil imaginar a los vecinos de Santa Fe leyendo este periódico en medio del caos de los saqueos y de las violaciones. Parece evidente que la idea que animaba a sus redactores y al mismo Lavalle, fue la de construir un relato de los acontecimientos a la medida de los antirrosistas locales, liderados por el gobernador provisorio coronel Pedro Rodríguez del Fresno, y para consumo de los expatriados de Montevideo y de los aliados correntinos, que estaban pendientes de la marcha de su ejército.

Recuperada Santa Fe por los ejércitos de Rosas, al mando de Oribe y de Juan Pablo López, no se reanudó el trabajo de la Imprenta del Estado, aun

27 Iriarte, Tomás de, Memorias, Edición de Enrique de Gandía, t. 7, Ediciones Argentinas “SIA”, Buenos Aires, 1949, p. 104 y ss.

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cuando López se pronunció contra Rosas en 1842 y pudo haber apelado a la imprenta para sostener su causa mediante la propaganda política.

La prolongada gestión gubernativa del general Pascual Echagüe (1842-1851), si bien creó un clima de mayor tolerancia, signifi có la ins-talación de un régimen que respondía ampliamente a las políticas de Juan Manuel de Rosas. De cualquier manera, fue durante esos años que los perió-dicos de Santa Fe comenzaron a presentar un perfi l diferente que superaba el mero impreso político, y pasaba a cumplir también otras funciones sociales, culturales y comunitarias.

El Eco Santafesino fue el primero de los cuatro que se publicaron en la Imprenta del Estado, convenientemente reparada en 1843, cuando el gobierno invirtió más de cuatro mil pesos en la adquisición de cajas de tipos de diversos tamaños y estilos, junto con otros útiles necesarios. El director de la imprenta era por entonces Olayo Meyer, que tuvo una larga actuación en el empleo, pero el director del periódico, editado entre el 28 de junio y el 29 de noviembre de 1845, en pleno confl icto con la fl ota anglofrancesa, era José Ruperto Pérez.28

Sin que el bloqueo se hubiera levantado, apareció El Voto Santafesino el 27 de marzo de 1847, redactado por el asesor legal del gobierno, Dr. Severo Gon-zález. Su discurso era beligerante y el centro de sus ataques estaba dirigido a las potencias bloqueadoras y a los unitarios. Lamentablemente se conservan nada más que tres números de este periódico en La Plata: el 1º, del sábado 27 de marzo de 1847; el 23º, del sábado 28 de agosto del mismo año; y el 106º, del 31 de marzo de 1849.

En el número 23 del periódico de González, bajo el título de Horrenda bestialidad unitaria, se daba cuenta de una nota publicada por Varela en el Co-mercio del Plata del 26 de julio, en la que acusaba a Echagüe de planear el cri-men de Urquiza valiéndose del comandante Crespín Velásquez. “¡Un Echagüe asesino! Oh bestias unitarias, si supierais lo que habéis dicho!... La preciosa existencia de Echagüe es elevada, intacta y pura. Sus virtudes han fi jado ha mu-cho tiempo su nombre entre los grandes padres de la patria”. Es probable que las primeras diferencias surgidas entre Rosas y Urquiza a raíz de la fi rma de

28 Pauli, Carlos, “Algunos aspectos culturales del gobierno de Pascual Echagüe”, en: Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos, Nº 47, Santa Fe, p. 73 y ss.

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los tratados de Alcaraz hayan dado lugar al inicio de la prédica periodística de El Voto santafesino en defensa de la postura del gobernador de Buenos Aires.

A partir del 16 de junio de 1849, cuando El Voto Santafesino llevaba más de 100 ediciones (la del 31 de marzo corresponde al número 106), cambió su denominación por El Sud-Americano y su dirección fue compartida entre Se-vero González y el destacado escritor y educador Marcos Sastre.29

El periódico aparecía todos los sábados y cada ejemplar valía un real, pero los lectores podían suscribirse por un mes o por seis meses, pagando tres rea-les en el primer caso y dos pesos en el segundo. Esto les daba derecho a pu-blicar sus avisos y las colaboraciones recibidas que contuvieran “noticias u observaciones útiles, sobre cualquier ramo de la industria”; eran publicadas con la fi rma de su autor, “aunque no vinieran escritas con esmero”; en ese caso, el editor se encargaba de “coordinarlas”.

Junto al nombre del órgano de prensa, fi guraba en la portada el emblema federal: “¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los salvajes unitarios!” Después se defi nía a sí mismo como “Periódico de religión, política, educa-ción y conocimientos útiles”.

El Sud-Americano, contra el precepto sarmientino de “civilización y barba-rie”, aparecido cuatro años antes en Facundo, señalaba que los sudamericanos se hallaban “en el más elevado tramo de la civilización y el progreso”. Defen-día la fe y la moral religiosa, propendía a que las masas reemplazaran sus “cie-gos instintos” por el conocimiento de sus “verdaderos intereses”, fomentaba el desarrollo de la actividad industrial sobre la riqueza del suelo con todos los auxilios de la ciencia moderna. Estos objetivos constituían “el primero de los deberes” de los gobiernos, las capacidades, la legislación y la prensa.

El carácter rosista del periódico era expresamente declarado: “Si en sus páginas –señalaba Sastre– pudiera acaso bosquejar las glorias nacionales y

29 Biblioteca Central de la Universidad Nacional de La Plata, Periódicos de Santa Fe 1849-69 – 1849-50. Diario Nº 152. Colección parcial de “El Sud – Americano” , números correspon-dientes al 16 y 30 de junio (1º y 3º), 7, 21 y 28 de julio (4º, 6º y 7º), 11, 18 y 26 de agosto (9º, 10º y 11º), 22 de septiembre ( 15º), 13 y 27 de octubre, “Mes de Rosas” (18º y 20º), y 22 de diciembre (28º), todos de 1849. Luego los números del 26 de enero y del 16 de febrero de 1850 (33º y 36º). Conf. Pauli, Carlos, “Marcos Sastre periodista de la Confederación. El Sudameri-cano (1849-1850)”, En: Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos, Nº 67, Santa Fe, 2009, p. 149- 174.

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los preclaros hechos de eminente americano que lleva a su término feliz y altos destinos la gran revolución de Sud-América, el gran Rosas, o si al menos mereciese secundar la sabia administración del ilustre General Echagüe…”.

En el primer número comenzó Sastre a publicar sus Impresiones en el Río de la Plata, textos que conformaron años después su obra El Tempe Argenti-no. También se incluyeron, desde el primer número, noticias americanas, que daban cuenta de la situación del Ecuador de Flores y del Perú de Castilla, así como también la elección del presidente Taylor de los Estados Unidos. La fi e-bre del oro en California y las medidas restrictivas a la inmigración tomadas por el gobierno central del país del norte, fueron también materia de análisis.

Además de crónicas locales, como la dedicada a las celebraciones de Cor-pus de 1849, El Sud-Americano incluía decretos y resoluciones gubernamen-tales, como el que favorecía el tráfi co de cabotaje de los buques construidos en astilleros argentinos, con un breve comentario del editor, el nombramiento del ministro Niklison o la creación del Colegio de “San Jerónimo” para la enseñanza primaria, que estuvo a cargo del mismo Marcos Sastre.

Para otorgar mayor interés al periódico, Sastre incluyó una serie de notas sobre “medicina Casera o Manual de Salud” de F. V. Raspail, traducido de la decimoquinta edición francesa. Este material estaba distribuido de tal forma que se podía confeccionar un folleto. Otra iniciativa parecida era el “Manual del Labrador”, que incluía lecciones sobre siembras y plantíos al alcance de todos. El periódico informaba también sobre las funciones del Teatro Argen-tino, incluyendo las que ofreció el coronel Santa Coloma con motivo del ani-versario de la batalla de Sauce Grande de 1839.

La información de que se estaraban conduciendo pobladores ingleses a las Malvinas motivó la condena del periódico y las críticas sobre las actividades de la empresa de Lafone & Compañía en el archipiélago. La nota era glosada de la “Ilustración Argentina” de Mendoza.

La celebración del aniversario de la declaración de la independencia me-reció un amplio espacio en el periódico, con la transcripción del acta de la declaratoria, y diversas consideraciones que vinculaban aquel hecho con las acechanzas contemporáneas de las potencias europeas y sus intervenciones en el Río de la Plata.

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El Nº 9 tenía un formato mayor que los anteriores. En este Sastre publicó una nota de sumo interés en la que se preocupaba por contrastar la realidad rioplatense con la europea, agitada por los ecos de la revolución de 1848. Aunque llegaban los pueblos americanos a la grandiosidad del arte europeo, se encontraba más “generalizado el ejercicio del pensamiento y están mejor repartidos los derechos sociales y el bienestar”. Frente a los contrastes cultu-rales y sociales de las clases europeas, Sastre veía en el pueblo americano una sociedad más homogénea. Con el fi n de fundamentar sus opiniones, transcri-bía diversos párrafos de autores europeos que describían la nueva sociedad industrial europea, con su carga de explotación y de miseria de la clase obrera y de los sectores marginados, en contraste con la opulencia de los capitalistas.

El Sud-Americano de Marcos Sastre cumplió una importante función pe-riodística en Santa Fe, publicando notas de la más variada temática que iban, desde “La duración de la vida humana”, hasta la “Condición de la mujer en las repúblicas americanas”; desde la defensa de Rosas y su sistema (especialmen-te en el Nº 11) hasta la información actualizada de la guerra en Italia.

También se publicó otro periódico durante la gestión de Echagüe: El Al-bum Santafesino, que fue redactado por Severo González, en una primera eta-pa, y luego por Pedro Echagüe, pariente del gobernador, que se desempeñaba también como preceptor en la escuela del Estado. Se inició en septiembre de 1850 y continuó hasta la crisis de la Confederación. Su tema central estuvo marcado por la condena al pronunciamiento de Urquiza. Zinny solo conoció el número 4º, que correspondió al 1º de octubre de 1850. Era natural que nadie guardara ejemplares de este periódico escrito poco antes de la caída de Rosas y en el que debieron plasmarse gruesos epítetos contra el general Urquiza, dueño indiscutido de la nueva situación política con posterioridad a Caseros.

La prensa, la opinión pública y la construcción de un modelo de país

En la primera mitad del siglo XIX comenzaron a desarrollarse en el Río de la Plata los primeros indicios de modernidad. Algunos ya se manifestaron en su forma ilustrada antes de la revolución y otros asumieron las formas más radicalizadas surgidas de la revolución francesa, sin que las primeras desapa-recieran del todo.

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En Santa Fe estaba instalada, antes y después de la revolución de 1810, una actitud de reserva frente a las doctrinas heterodoxas que pudieran comprometer a la religión católica. La revolución francesa era especialmente vinculada a la herejía anticatólica y la invasión napoleónica a España fue repudiada por ello.

La dirigencia santafesina, ganadera y mercantil, parecía haber estado vin-culada al grupo alzaguista en 1808 y 1809, cuando se destacaba la fi gura de Francisco Antonio Candioti como principal líder. Un hombre del antiguo régi-men nacido en 1743, poderoso hacendado y próspero comerciante, fuertemen-te ligado a la Orden de Predicadores.

Sin embargo, un grupo de universitarios ilustrados, algunos graduados en Chuquisaca e integrantes también de la elite, brindaban a sus padres la sufi -ciente clarividencia como para adaptarse a los cambios y encarar las transfor-maciones de la hora. Los doctores Pedro Aldao (sobrino de Candioti), Juan Francisco Seguí y Pascual Diez de Andino, el maestro de artes José Elías Galisteo, el mismo cura y abogado José de Amenábar dieron a la revolución el equilibrio entre liberalismo y religión que caracterizó a la elite santafesina hasta fi nales del siglo XIX como modalidad propia a la hora de integrarse a la nueva cultura política.

Todas estas cosas que componían la opinión pública santafesina en materia política, amasada en los espacios tradicionales de socialización: la tertulia, el café, la pulpería, la iglesia, el cuartel, el mercado, dieron lugar a dos certe-zas prontamente defi nidas: el orden republicano y el sistema federal. Ambos fundamentos se constituyeron en los principales motivos de enfrentamiento contra Buenos Aires, desde donde se negaba el derecho a la autonomía de los pueblos y se galanteaba con las casas reales europeas, conformando además el eje programático central de la prensa federal iniciada hacia 1828.

Ya en octubre de 1811 y en noviembre de 1812, los santafesinos dieron muestras de preparar una insurrección armada contra Buenos Aires, ya que se les negaba el derecho de elegir gobernante y se les enviaban mandatarios arbitrarios. No obstante, se participó en la Asamblea del Año XIII y en las medidas defensivas frente a la amenaza española de Montevideo.

La oportunidad de levantarse en armas se dio en marzo de 1815, cuando Santa Fe se declaró autónoma con el apoyo de José Gervasio Antigas, el líder oriental que representaba cabalmente el orden republicano y federal. Tamaña

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resolución debió haberse madurado en el debate y la concertación. La opinión pública santafesina era decididamente adversa al régimen directorial, y estaba pronunciada a favor de Artigas y del federalismo, con excepción de una ínfi ma minoría que encabezaba Francisco Tarragona, que había integrado el gobierno central como diputado santafesino en la “Junta Grande”.

Este estado deliberativo que se expresaba especialmente en las pulperías era despreciado por los representantes del régimen dominante como un asunto propio de la chusma y del populacho. En un informe especial elevado por el comisionado Ventura Bedoya, llegado a Santa Fe el 22 de noviembre de 1811, se describía la situación: “… las agitaciones de esta ciudad han sido obra de algunos espíritus inquietos y revoltosos que no faltan en todos los pueblos…”. Agrega que se llegó a decir que “… el gobierno se ha opuesto a la libertad de los pueblos; que el gobierno y los principales cargos están en manos de eu-ropeos”, todo lo cual constituye a su entender “… un ridículo reparo”. Estos asuntos, “…expuestos a la discusión y examen de la plebe, se hizo conver-sación del día y asunto de congresos nocturnos, a los que presidían algunos señores de la primera jerarquía, quienes autorizaban con sus votos el común sentir de los sastres, zapateros y demás chusma de gentes…”.

El comisionado Bedoya había sido enviado por el Triunvirato a los efectos de “… acallar todo clamor popular, y de que de ningún modo haya Cabildos abiertos, pues sus resultados no pueden ser los de la voluntad sana y general sino los de una facción…”.

Como ocurría en Buenos Aires, parece que el café y la pulpería constituían también en Santa Fe formas de socialización masculina informal que reunía a sectores sociales diferenciados. El café era el ámbito de reunión de las clases más distinguidas, y la pulpería, mucho más antigua y tradicional, el lugar de encuentro de los sectores populares, aunque no estaba vedado a la presencia de los señores, especialmente cuando en ese ámbito se desarrollaban encuen-tros de tipo político, como fueron las inquietudes de noviembre de 1812. Una declaración del vecino Antonio Cabal producida con motivo de tales inciden-tes señalaba, según versión de López Rosas: “Luego de afi rmar que vio pasar a Mariano Vera embozado en un poncho, y dar una serie de detalles sobre el movimiento de vecinos en los alrededores de la plaza, agrega que viendo abierta la pulpería de Don Anselmo Maciel y sospechando que estuviese allí

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una persona a quien buscaba ‘o por ver quienes estaban’, no teniendo ninguno de los dos plata (ni él ni su compañero de apellido Gálvez) para fi ngir motivo para entrar a comprar alguna cosa, pasaron al café y allí pidió Gálvez a Hi-pólito Helguera cuatro pesos, con los que vinieron a la dicha pulpería de don Anselmo y mandaron echar sorbete, con cuyo motivo vieron a don Martín Troncoso, el relojero Manuel Cabrera, a Severino Méndez y a Pedro Ignacio Mendieta, el alcalde de la cárcel, con su sable cada uno: los dos primeros con su poncho sobre el hombro, y los otros dos a cuerpo descubierto; y el Méndez tenía su caballo en la puerta. Que mientras tomaron el sorbete salió el relojero y asomándose el declarante a la puerta lo vio hablando con Cosme Maciel”.30

Estos espacios de socialización eran, evidentemente, los lugares más a pro-pósito para el intercambio de ideas y la formación de una opinión pública, con periódicos a la vista o sin ellos. No está claro cuántos cafés existían en Santa Fe en la primera mitad del siglo XIX, pero Cervera nos informa que había 44 pulperías en 1812, 75 en 1815, 46 en 1821, 59 en 1832.31 Son cifras asom-brosas, considerando lo exigua de la población masculina adulta, que era la que concurría a estos lugares, y la escasa superfi cie de la ciudad, que apenas superaba las seis manzanas por doce.

La “publicidad burguesa” que se canalizaba en los periódicos porteños no hacía mella en la opinión pública santafesina, prevenida contra el centralis-mo portuario desde el tiempo de los Borbones, desconfi ada de los “fi lósofos impíos”, alerta frente a las tendencias monárquicas, y prevenida contra las fórmulas constitucionales unitarias expresadas en 1817, 1819 y 1826.

No obstante, la prensa porteña y la de otras provincias eran leídas y co-mentadas en Santa Fe. El padre Castañeda, antes de convertirse en ferviente lopizta y rosista, era crítico despiadado de los caudillos y del federalismo. Desde el Despertador Teofi lantrópico publicaba sus poemas satíricos contra López, Ramírez, Carrera y Alvear. La Gaceta de Buenos Aires centraba sus ataques en los montoneros y respondía las proclamas de Ramírez impresas en la Imprenta Federal de Entre Ríos.

30 López Rosas, José Rafael, Santa Fe y su período preautonómico: 1810-1815, Santa Fe, Imprenta Ofi cial, 1973, pp. 108-931 Cervera, Manuel M., Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe, Santa Fe, Imprenta “La Unión”, 1907, t. II, pp. 954-5.

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El gobernador López tenía especial celo en evitar que los papeles porteños pasaran por Santa Fe y el 9 de septiembre de 1820 ofi ciaba a su delegado Galisteo para impedir que los porteños llegaran “a hacernos perder la opinión con sus papeles falsos”.32 Un par de meses después señalaba haberse impuesto de “un pasquín insolente” que le había hecho llegar el delegado José Ramón Méndez, y le solicitaba que si descubría a los autores, se los enviase al ejérci-to, “que con un ejemplar castigo a que estoy determinado hacerlo serviría de freno a los paisanos que piensan con tanta inequidad”.33

Consecuentemente, los límites impuestos a la prensa fueron comunes du-rante el gobierno de López. Según refería Zinny, López le aclaró al adminis-trador Cisneros de la Imprenta de la Convención que no admitiría ataques per-sonales, observación que alcanzó asimismo al padre Castañeda cuando quiso polemizar con uno de los diputados. También Echagüe, como delegado de López, retuvo el Nº 10 de Buenos Aires cautiva cuando entendió que agravia-ba a dos provincias aliadas.

Hay que decir que el Estatuto Provisional de Santa Fe, redactado por el mismo López en 1819, nada señalaba sobre garantías a la libertad de expre-sión, tan comunes en el discurso porteño desde la sanción del Reglamento sobre Libertad de Imprenta de 1811. La Constitución provincial de 1841, si bien creaba un contexto de libertades individuales, no dedicaba ningún artícu-lo específi co a la libertad de expresión o de prensa.

El interés manifestado por los gobernantes en controlar la circulación de papeles impresos estaba indicando que existía en la población la intención de leerlos, y que tales lecturas podían infl uir en “la opinión” del público local o de otras provincias, como señaló López en 1820, cuando quiso evitar el paso de los “papeles falsos” de los porteños.

Sin embargo, parece que algunos textos antifederales circularon entre la gente común y aun entre los soldados en plena campaña contra Buenos Aires. El padre Castañeda manifestó su asombro frente al cordial y nutrido recibi-miento que le prodigaron los santafesinos, aun cuando sus artículos contra López y los montoneros habían sido fulminantes. “¿Estas gentes no han leído

32 Archivo General de la Provincia de Santa Fe, Papeles de Estanislao López, t. II (1820-1822) Primera Serie, Santa Fe, 1977, p. 43.33 Ibídem., p. 69.

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mis artículos?”, interrogó a un vecino. Y este le contestó: “Padre mío, no hay en este pueblo quien no haya leído sus papeles. Más le digo, una derrota que padecimos cuando nos corrió el Coronel Dorrego fue porque todo el ejército estaba muy divertido leyendo en cada fogón, un número de una colección suya que habíamos interceptado, y toda ella nos ponía oro y azul…”.34

Más allá de la exageración que Castañeda pudo haber empleado en este párrafo, movido por el entusiasmo que le despertaban las simpatías de sus lec-tores, es muy probable que el fraile periodista haya sido la pluma más popular del momento. Sus recursos redaccionales, sus imágenes, su estilo, a veces chabacano, constituyó en aquellos días, y en aquel medio social, un hallazgo exitoso en materia comunicacional.

Lo cierto es que los periodistas de la primera etapa de la prensa santafesina, los que escribieron en la época de la Representación Nacional de 1828-1829, en la que actuaban como diputados, lo hacían para un público más amplio que el santafesino. El radio de infl uencia de aquellos periódicos de tan escasa tirada era, sin embargo, un amplio espacio que cubría varias provincias. Es-cribían y publicaban en Santa Fe, pero se apuntaba especialmente a Buenos Aires, de donde se nutrían de suscriptores. La presencia de los representantes de las provincias en Santa Fe y la jerarquía institucional del órgano que fun-cionaba en la ciudad hicieron que esta se convirtiera en un escenario nacional circunstancial, por lo que se fue observando una concentración de medios que estaban dirigidos a todos aquellos que tenían su mirada en lo que ocurría en este ámbito, en especial si se consideran los graves acontecimientos contem-poráneos que convulsionaron al país.

Los periódicos de 1828 y 1829, dejando de lado los de Castañeda, que corrían por su cuenta, parecían ser el producto de una prensa destacada desde Buenos Aires a cubrir la Convención Nacional y a propagar el mensaje del cuerpo dirigido al país en su conjunto.

El caso de Castañeda, si bien constituyó un esfuerzo por aproximarse al periodismo independiente, se parecía a los otros periódicos impresos en la Im-prenta de la Convención en cuanto a su interés por dirigirse a un público lector de otros lugares. Escribía en Santa Fe Los derechos del hombre, que publicaba

34 Pauli, Carlos, “Castañeda: educador de dos orillas”, en América, Nº 18, Centro de Estudios Hispanoamericanos, Santa Fe, 2006/2007.

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en Córdoba para un público eminentemente de Buenos Aires, donde residía el grueso de sus suscriptores. Cuando al fi n Santa Fe contó con imprenta, Casta-ñeda la utilizó pero escribía desde Entre Ríos, a donde se había trasladado, y sigue apuntando al público de Buenos Aires, hasta que la revolución de Lava-lle lo aisló de sus lectores y sostenedores.

No hubo periodistas santafesinos durante las primeras décadas de produc-ción, y no hubo periódicos verdaderamente santafesinos hasta que se disolvió la Representación Nacional y el gobernador López puso en marcha su órgano de prensa: El Federal. Los diputados de la Convención que escribían periódi-cos, salvo Echevarría que era rosarino, eran nacidos en otros lugares. El padre Castañeda o Marcos Sastre, las plumas más destacadas de esta época, eran forasteros altamente emprendedores que combinaban su trabajo como editores con la docencia y la fundación de establecimientos útiles.

Frente a todos estos elementos parece prudente decir que las primeras ex-presiones de la actividad periodística de la provincia, antes que mostrarnos a una prensa santafesina, nos mostraron un periodismo que transcurría en Santa Fe pero que no era realmente lugareño. Una imprenta introducida desde Bue-nos Aires, unos periodistas foráneos y un público de suscriptores predominan-temente externo ratifi caban esta impresión.

La situación pareció variar con el periódico de López y con los de Echa-güe, especialmente con la aparición de El Sud-Americano. La imprenta había sido reacondicionada con recursos propios, y si bien los periodistas seguían siendo forasteros de paso por la ciudad, o instalados en forma provisoria, el público ya era decididamente local. La demanda de ejemplares crecía más allá de la tirada, que seguía siendo modesta, por lo que los editores solicitaban que se devolvieran los periódicos ya leídos para redistribuirlos. A las cuestiones nacionales e internacionales, el periódico sumaba multiplicidad de asuntos lo-cales del mayor interés, como el seguimiento de la cartelera teatral, el ingreso de libros a la biblioteca, la crónica de actos públicos ofi ciales, o el paso de dentistas y retratistas itinerantes.

Pero por más que Marcos Sastre escribiera en su periódico que en estas par-tes de América se encontraba más “generalizado el ejercicio del pensamiento” en relación con el modelo europeo de Sarmiento, manifestaba en las mismas columnas que El Sud-Americano propendería a que las masas reemplazaran

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sus “ciegos instintos” por el conocimiento de sus “verdaderos intereses”, con lo que el referente del grupo de 1837 ponía en evidencia que seguía imbuido del espíritu ilustrado y paternalista del “Salón Literario”.

La prensa de esta época parecía haber tenido poco peso en la conformación de la opinión pública de Santa Fe. Es evidente que actuaban por entonces con más efecto los mecanismos antiguos de socialización cultivados en los nuevos cafés y en las viejas pulperías, en las nuevas tertulias y en los viejos fogones de campamento. Pero fi nalizado el período e iniciada la vida constitucional, el debate político cobró una fuerza que antes no se había desarrollado libremen-te. Estos renovados aires de modernidad motorizaron en la provincia a una prensa que pronto cobra nuevos perfi les y un creciente desarrollo.

El periodismo de la organización nacional (1853-1880)

De Caseros a Pavón: la prensa de la Confederación y el liderazgo urquicista

Después del fallecimiento de Estanislao López la provincia de Santa Fe quedó sujeta a gravitaciones políticas externas. Hasta 1852 el predominio ro-sista marcó y condicionó las gestiones de los gobernadores Juan Pablo López y Pascual Echagüe. Al producirse la caída de Rosas en Caseros, se inició el largo período de infl uencia del general Justo José de Urquiza sobre Santa Fe, cuyas decisiones y puntos de vista arbitraron la política local hasta 1870, año en que falleció violentamente como consecuencia de una conspiración, lenta-mente madurada entre sus propios hombres.

Pero la infl uencia poderosa que provenía del otro lado del Paraná fue bien-venida. Con el nuevo liderazgo llegaban también aires de modernidad que produjeron novedades en los planos político-institucional (Constitución na-cional), social (inmigración) y económico (derechos diferenciales). Este pro-ceso fue acompañado por una prensa activa que, según señala Alicia Megías, constituyó una red periodística liderada por El Nacional Argentino, órgano ofi cial que el gobierno nacional publicaba en Paraná.35

Antes se había editado en Santa Fe, desde el 1º de enero de 1853, el pe-riódico La Voz de la Nación Argentina. Fue, junto el Diario de Debates que le sucedió, el órgano ofi cial del Congreso Nacional Constituyente. Redactado

35 Megías, Alicia: “Prensa y formación de la opinión pública. Rosario a mediados del siglo XIX”, en Cuadernos del Ciesal, año 3, nº 4, Rosario, 1998, p. 67. Desde comienzos de la década del cincuenta –señala Megías–, las autoridades de la Confederación tendieron una red periodística -liderada por El Nacional Argentino, el periódico ofi cial editado en Paraná y formalmente dependiente del Ministerio de Interior-con la que aspiraban a ganar adhesiones y consolidar posiciones políticas en lasprovincias3. Esa red, que no consistió en un sistema de periódicos formalmente interconectados, sino en una estrategia de vinculación para la gestión de la prensa de distintas provincias con objetivos de difusión y publicidad política, tuvo inne-gable importancia para el Estado que, aún en los momentos económicamente más difíciles, se encargó de sostenerla, mediante distintas formas de fi nanciación.

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por el presbítero Francisco Majesté, dejó de aparecer en abril de ese año, días antes de la sanción de la Constitución nacional.36

El gobierno de la provincia, a cargo de Domingo Crespo, puso a la dis-posición del Congreso la Imprenta del Estado, la que, con algunas mejoras practicadas hacia 1843, seguía siendo la misma que había llegado a la ciudad en 1828 para servir a la Representación Nacional reunida en aquel año. El recurso fue muy necesario en ambas oportunidades, pues en las dos ocasiones la díscola provincia de Buenos Aires había asumido una actitud de oposición y enfrentamiento con el resto de las provincias, y la prensa constituía la primera arma la mano para confrontar posiciones. Si en 1828 se multiplicaron los pe-riódicos que polemizaron desde Santa Fe con la prensa porteña, en 1853 sola-mente el semanario de Majesté hizo frente a las andanadas que llegaban desde el sur. Quizá porque desde Paraná El Nacional Argentino, órgano y vocero del gobierno de Urquiza, y otras hojas, como El Fusionista de Córdoba y El Eco del Litoral de Gualeguaychú, sumaban sus voces a la causa nacional frente a la del puerto de Buenos Aires. Precisamente estos fueron los medios de prensa que celebraron desde sus columnas la aparición del periódico de Santa Fe.

Su publicación era fi nanciada por el gobierno nacional, como parte de los gastos del Congreso, aunque los recibos fi rmados por el redactor fi guraban en los papeles de la Contaduría provincial. Los dos números que se conocieron contenían resúmenes de las deliberaciones del Congreso y documentos rela-tivos al sitio de Buenos Aires dirigido por el coronel Hilario Lagos. Hay que decir que el padre Majesté no poseía un estilo apropiado para la redacción periodística y que sus editoriales parecían más bien piezas de oratoria sagrada 36 Busaniche, José Carmelo, Hombres y hechos de Santa Fe, (Segunda Serie), El Litoral, Santa Fe, 1955, pp. 146-154. Aquí reproduce Busaniche su artículo titulado El periódico “La Voz de la Nación Argentina” y el Congreso de Santa Fe”. Indicaba Busaniche que había podido con-sultar dos ejemplares del periódico de Majesté: el primero del 1º de enero de 1853, y el segundo del 9 del mismo mes. Además, un suplemento sin fecha, pero que correspondía al Nº 8, todos existentes por entonces en el Archivo General de la Provincia y perdidos con posterioridad. “Quizá fuera esa la causa –señalaba Busaniche– de que La Voz de la Nación Argentina no fi gu-rara en las historias del periodismo argentino publicadas hasta ahora”. El artículo de Busaniche constituyó la única memoria de aquel periódico, junto con la trascripción que hicieron de sus artículos otros periódicos del litoral. Hay que agregar a esto un folleto existente en la Biblioteca Nacional, que perteneció a la “Colección Carranza”, compuesto con las entregas de los resúme-nes de las sesiones del Congreso. Estas se publicaban en la última página del periódico de forma que podía armarse con ellas un folleto, tal como el que guarda la citada Biblioteca.

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por su solemnidad y su grandilocuencia. En abril de 1853 el periódico dejó de aparecer cuando ya anunciaba la inminente sanción del texto constitucional.

La secesión de Buenos Aires signifi có una década de inestabilidad que cul-minó con su reincorporación por la fuerza en Cepeda (1859) y la revancha porteña de Pavón (1861). Entre ambas contiendas, la reforma constitucional del 1860 trajo nuevamente a los convencionales a Santa Fe. Como una ma-nifestación de estos confl ictos aparecieron en la capital provincial primero El Chaco (enero y febrero de 1857), después El Pueblo (1857-1858), y luego El Patriota (1858-1860), mientras que en Rosario se editaron La Confederación (1854-1861), El Comercio (1856), El Comercio de Rosario y El Litoral (am-bos de 1859), El Progreso (1860) y El Eco Comercial (1861).

El arbitraje político de Urquiza sobre Santa Fe fue contundente. Atento a la evolución de las relaciones con Buenos Aires, apoyó alternativamente a cullistas y lopiztas, que eran los grupos políticos que se disputaban el poder local en la provincia posterior a Caseros. Los hijos de Domingo Cullen, fusi-lado por orden de Rosas en 1839, y el general Juan Pablo López, hermano del brigadier, eran los líderes de ambas parcialidades.

Cuando, hacia 1854, parecía conveniente fomentar la convivencia con Buenos Aires, Urquiza apoyó a José María Cullen, que acababa de suscribir el tratado Cullen-Portella, preliminar de los denominados Pactos de Convi-vencia. Las relaciones porteñas que Cullen había cultivado durante sus años de estudio y su paso por la Legislatura de Buenos Aires, su inserción social y sus vínculos fi nancieros fortalecidos en los salones del Club del Progreso, del que era uno de sus fundadores, lo hacían apto para gobernar la provincia en ese contexto.

Pero cuando las relaciones con Buenos Aires se deterioraron, no vaciló Urquiza en respaldar a Juan Pablo López, quien derrocó a Cullen en julio de 1856. No obstante, hubo un intento cullista de contrarrevolución en octubre del mismo año, pero ningún movimiento político era viable sin el apoyo del señor de San José. Con su venia transcurrieron los gobiernos de Juan Pablo López, Rosendo Fraga y Pascual Rosas, mientras las relaciones con Buenos Aires hacían crisis y se precipitaba el confl icto armado.

En este contexto, la prensa tuvo un papel relevante, como pudo apreciarse especialmente en Rosario, ciudad en pleno crecimiento, que había visto a la

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primera imprenta pasar con el Ejército Grande que marchaba hacia Caseros, y a Domingo Faustino Sarmiento lanzando boletines en enero de 1852.37

El periódico La Confederación fue, sin duda, el órgano más importante aparecido en la provincia en esta etapa, y el de mayor duración. Lo describía detalladamente Miguel Ángel De Marco, quien transcribió íntegramente el prospecto dado a conocer el 15 de mayo de 1854.38

Era su redactor un joven pero avezado periodista que llegó a la ciudad por esos días. Se trataba de Federico de la Barra, de larga militancia antiurquicis-ta que había escrito desde El Diario de la Tarde de Buenos Aires un folleto titulado “Vida de un traidor” para referirse a Urquiza después de su pronun-ciamiento. Desencantado del rumbo seguido por Buenos Aires después del Acuerdo de San Nicolás, puso su pluma al servicio de la Confederación, y la principal muestra de ello fue su periódico rosarino.

El formato del periódico era de 44 cm de largo por 29 cm de ancho, en cuatro páginas a cuatro columnas. Después de una breve etapa en la que se hicieron dos entregas semanales, se consolidó la aparición los días martes, jueves y sábados. Cuando la urgencia y relevancia de algún acontecimiento lo hacía necesario, se publicaba un anticipo.

Los contenidos periodísticos eran relevantes y variados: noticias interna-cionales, especialmente las relativas a las guerras italianas, que reproducían informaciones contenidas en la prensa extranjera que llegaba a Rosario en los buques de ultramar. Noticias nacionales tomadas de un amplio abanico de periódicos provinciales y porteños. Asuntos locales, folletines literarios que aparecían en formato recortable, y textos de alto valor político y jurídico, como la Constitución nacional o el folleto de Alberdi titulado “De la integri-dad nacional de la República Argentina bajo todos sus gobiernos a propósito de sus recientes tratados con Buenos Aires”.

37 “El 31 de diciembre de 1851 –decía Miguel Ángel De Marco– Sarmiento, teniente coronel del Ejército Grande, desembarcó en Rosario y dio a conocer su célebre carta a los habitantes de la villa, impresa con la prensa que llevaba para editar los boletines del ejército. Fue el primer impreso aparecido en Rosario y también la primera vez que la mayoría de sus habitantes tuvie-ron ocasión de conocer de visu una imprenta. De Marco, Miguel Ángel, El primer periódico de Rosario. La Confederación”, en De Marco, Miguel Ángel y otros, Orígenes de la prensa en Rosario.38 Ibídem p. 13-19.

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El periódico contenía una sección de avisos publicitarios en los que se incluían los anuncios más diversos que refl ejaban parte de la vida social y económica de la incipiente, cosmopolita y pronto populosa ciudad de Rosario.

Precisamente los años de vigencia de La Confederación fueron los que vie-ron el gran despegue inicial de la pequeña villa del Rosario, que pronto pasó a ser el principal puerto del territorio nacional, al estar excluida Buenos Aires, y sede de la jefatura política, del tribunal de primera instancia y, fi nalmente, fue declarada ciudad.

Como parte de la beligerancia entre la Confederación y Buenos Aires, el diario de Federico de la Barra fue víctima de los acuerdos de diciembre de 1854 y enero de 1855. Considerado De la Barra por las autoridades de Buenos Aires como un elemento hostil, se le ordenó abandonar la ciudad a petición del gobernador de aquella provincia Pastor Obligado. Si bien Urquiza dejó sin efecto la medida, luego de varias solicitudes de extranjeros y nacionales de Rosario, y el justo reclamo del damnifi cado, De la Barra vendió su imprenta en los primeros meses de 1857 al gobierno nacional en la suma de siete mil pesos, pero aunque resignó por un tiempo la dirección del periódico, Urquiza lo puso a cargo nuevamente de él en agosto del mismo año.

De Marco, a quien vengo siguiendo en el tratamiento de este tema, reseñó los asuntos principales que trató el periódico en 1857, como el intento cullista de recuperar el poder en el mes de abril y aspectos vinculados a las comuni-caciones con Mendoza, el embellecimiento de la Plaza de Mayo, la inaugura-ción del teatro La Esperanza y el movimiento portuario posterior a la Ley de Derechos Diferenciales, que permitió el ingreso en julio de quince buques de ultramar. Los números de 1858 y 1859 fueron refl ejando las tensiones políti-cas crecientes que llevaron a Cepeda, situación que movió al redactor a cargar las tintas y a endurecer el lenguaje. Desde la prensa tucumana se respondió airadamente a De la Barra, a causa de su artículo titulado “La decisión de los pueblos”, en el que había reprochado a Tucumán y a Santiago del Estero posi-ciones funcionales a los intereses de Buenos Aires.

Posteriormente, La Confederación pasó a alinearse con el presidente San-tiago Derqui y se transformó en el órgano más activo en la prédica contra la política de Buenos Aires. El tema de las elecciones de diputados nacionales, preocupó a De la Barra, pero el asesinato del gobernador de San Juan, coronel

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José A. Virasoro, fue presentado en las ediciones de noviembre de 1860 como un “espantoso crimen”, del que responsabilizaba indignado a los hombres de Buenos Aires y a Sarmiento.

El rechazo de los diputados de Buenos Aires en el Congreso, elegidos de-fectuosamente y al margen del sistema constitucional, y al nuevo asesinato ocurrido en San Juan en la persona de Antonino Alberastain, fueron elementos que apuraron la ruptura. La batalla de Pavón, primer golpe de Estado de la historia argentina constitucional, en tanto un gobierno de provincia insurgen-te depuso a las legítimas autoridades nacionales, puso fi n a la vida de este periódico rosarino de tan vigorosa presencia. Su redactor tomó distancia en Montevideo, donde acompañó por varios años al depuesto presidente Derqui.

“La Confederación –decía De Marco al cerrar su artículo– dejó de aparecer en los primeros días de octubre de 1861, luego de haber informado a la ciudad por espacio de más de siete años y de haber tirado más de mil ediciones. Había nacido cuando Rosario daba sus primeros pasos hacia el progreso, y dejaba de publicarse cuando la ciudad era una pujante y magnífi ca realidad. Durante su existencia al servicio de la Nación y de la patria chica, apoyó todas las ini-ciativas útiles, tomando parte en su concreción. Predicó con fervor el respeto a la Constitución y a la ley, y fue su obra de ejemplar trascendencia para la organización nacional”.39

Contemporáneos a La Confederación fueron otros periódicos que se edi-taban en Santa Fe o en Rosario. Uno de ellos, de escasa signifi cación por el breve período de su existencia y la corta cantidad de ediciones que produjo, fue El Comercio de Eudoro Carrasco. El joven periodista y empresario gráfi co había llegado a Rosario el 1º de diciembre de 1853 y estableció la primera imprenta de la ciudad. Había aprendido el ofi cio de tipógrafo en los talleres de Pedro de Angelis.

En 1856, con el concurso de Manuel José Olascoaga, fundó su periódi-co que apareció por primera vez en el mes de junio. Contaba con el apoyo del gobernador de la provincia, José María Cullen. “El periódico –decía Ana María Fischer– del cual no tenemos referencias directas, apoyó la obra de su benefactor, que había dado a la provincia una Constitución, creado la primera empresa de navegación a vapor en el Paraná, fundado la colonia Esperanza,

39 Ibídem, p. 33.

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dictado la primera ley de presupuesto de la provincia, instituido el Tribunal de Comercio y el Juzgado de Alzada y declarado en vigencia el Código de Comercio Español y las Ordenanzas de Bilbao”.40

Con la caída del gobierno de Cullen, al ser depuesto por el general Juan Pablo López con la tácita aprobación de Urquiza, desapareció el periódico de Carrasco que lo respaldaba en Rosario.

El nuevo gobernador López decidió auspiciar, en 1857, la publicación de un periódico en la sede del gobierno, ya que en la ciudad no había sido reu-tilizada la Imprenta del Estado con fi nes periodísticos desde la desaparición del editado por Majesté, en abril de 1853. Así nació El Chaco, que fue puesto en manos del joven Lucio Mansilla, sobrino de Juan Manuel de Rosas e hijo del general del mismo nombre. Como editor responsable fi guraba uno de los ofi ciales de la imprenta, Juan Burki, y el periódico apareció dos veces por semana en enero y febrero de 1857.

Se trataba de una publicación más que ofi cialista, ya que Mansilla era ade-más director de la Imprenta del Estado y en el contrato suscripto se establecía taxativamente que la publicación tendría que “secundar con sus escritos la política del gobierno, sosteniendo las medidas de la administración”.

Sobre el periódico El Chaco recordaba Lucio Mansilla en 1902, tras men-cionar su asistencia a la fundación de la colonia Esperanza: “Después fun-dé yo El Chaco, pequeño diario terreno de mis primeros ensayos de escritor –¿Por qué ese nombre? Una intuición de niño: que el porvenir estaba al Norte, donde no había Arroyo del Medio–. Ahora esos eriales son un emporio de riqueza, de civilización, de cultura”.41

40 Fischer, Ana María, “Otros exponentes de la prensa confederada en Rosario”, en De Marco, Miguel Ángel y otros, Orígenes de la prensa en Rosario, cit., p. 40.41 Carta de Lucio V. Mansilla dirigida a Mercedes Pujato Crespo y Joaquina Cullen, presidenta y secretaria, respectivamente, de la Comisión Pro-Patria de Señoritas. Está fechada en Berlín el 12 de mayo de 1902, y fue publicada en la Revista Azul y Blanco, que dirigía Madeo Gómez en la edición especial de su primer aniversario, del 9 de julio de ese año. Conf. Busaniche, José Carmelo, Hombres y hechos de Santa Fe, Cuarta Serie, Cuadernos Arcien, Santa Fe, 1979. En esta serie de su libro clásico, Busaniche incluyó el artículo La iniciación literaria de Mansi-lla (pp. 105-109), en el que explicaba las circunstancias que llevaron a que el joven se viera involucrado en el periodismo local después de haber escrito un artículo a pedido, y para que fi rmara otra persona, sobre las exploraciones realizadas con miras a la navegación del Salado. Así fue como el ministro Juan Francisco Seguí le ofreció el cargo de director de la imprenta y editor del nuevo periódico que en un principio iba a llamarse “El espectador” y que fi nalmente se denominó El Chaco.

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Más allá de este entusiasmo, El Chaco tuvo muy poca duración, según parece a causa de desavenencias entre el joven Mansilla y el ministro Juan Francisco Seguí. Busaniche sugería que Mansilla intentó encargar a otra per-sona el trabajo de redactor, por lo que se determinó la rescisión del contrato. La imprenta volvió a estar a cargo de Olayo Meyer, que la dirigía desde la década de 1840, y Mansilla cruzó el Paraná para estar más próximo al poder verdadero en medio de la capital de la Confederación.

No se conoce ningún ejemplar del periódico que marcó el inicio de la vida literaria de quien fue, con el tiempo, tan destacado escritor y militar. La com-binación de estas dos facetas de su vida permitieron que produjera su famoso libro Una excursión a los indios ranqueles. Anotaba Busaniche que entre los preparativos que se hicieron para la edición del nuevo periódico fi guraba la mudanza de la Imprenta del Estado desde su viejo local de la Aduana (predio que ocupa actualmente el Palacio de la Legislatura) a uno más amplio en la calle Comercio (actual San Martín).

Apartado Mansilla del proyecto, quien se despidió del público en el número del 7 de marzo de 1857, la necesidad de contar con un periódico ofi cial seguía siendo palpable, lo que llevó al ministro Seguí a editar El Pueblo, cuya redac-ción tomó a su cargo, aunque en forma anónima, ya que fi guraban como edito-res Olayo Meyer y Julio Solano, de la imprenta de la provincia.42 Federico de la Barra, al presentar el nuevo periódico santafesino desde las columnas de La Confederación, señalaba su sospecha de que el editor verdadero era el ministro Seguí, quien, además de su experiencia jurídica y ministerial, sumada a su la-bor como constituyente de 1853, era un buen escritor, como lo había demostra-do en sus artículos aparecidos en El Porvenir de Entre Ríos y El Iris Argentino.

“Estos antecedentes –decía Busaniche– hicieron que El Pueblo fuera uno de los periódicos más interesantes de su época. Los pocos números que se conservan revelan la preparación de su redactor, el noble afán que lo animaba, y la sagacidad de su pluma. Hasta en las notas más insignifi cantes se trasluce su erudición y su cultura”.

42 Busaniche, José Carmelo, Hombres y hechos de Santa Fe, Colección Nuevo Mundo, Edi-ciones Colmegna, Santa Fe, 1946. Aquí publicó Busaniche su artículo “El redactor anónimo de ‘El Pueblo’”, pp. 137-140.

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Polemizaba el periódico con la prensa porteña y denunciaba al gobierno de esa provincia por su censura periodística consistente en la aplicación de multas, por lo que denominó a esta política como “guerra de pesos”.

El Pueblo apareció durante casi un año, ya que su redactor se apartó del gobierno provincial y fue a cumplir funciones en Paraná. Allí fue canciller in-terino y dirigió el órgano ofi cial del gobierno federal: El Nacional Argentino, desde donde mantuvo una muy conocida polémica con Bartolomé Mitre. En la última edición de El Pueblo, impresa el 6 de octubre de 1858, se aclaraba que la reducción presupuestaria, que restringía el personal de la imprenta a un ofi cial y dos aprendices, obligaba al cierre del periódico.

La última hoja impresa de esta etapa anterior a Pavón, aparecida en la ciudad de Santa Fe en noviembre de 1858, fue El Patriota, que estaba a cargo de otro joven escritor: Olegario V. Andrade, presente en la ciudad desde fi nes de 1857 y preceptor en la Escuela del Estado. Era tan grande el interés del gobierno por contar con un periódico en la capital, que se le entregó al nuevo redactor la imprenta ofi cial, con el único requisito de que diera a publicidad los documentos de la administración. Se publicaron 154 números, el último aparecido el 23 de agosto de 1860.43

Mientras en Santa Fe se editaba El Patriota, aparecían en Rosario nuevas hojas impresas que competían con La Confederación, el más estable de los ór-ganos de prensa de esta década. En enero de 1859 salieron a la luz dos periódi-cos: El Comercio de Rosario de Evaristo Carriego, y El Litoral de Damaceno Fernández y Pedro Nicolorich.

El primero apareció el 10 de enero y duró en la calle hasta el 20 de mayo del mismo año. Salía tres veces por semana: lunes, miércoles y viernes. Si bien Carriego era el redactor, el editor responsable era Pompeyo Pizarro. Se imprimía en el establecimiento gráfi co de Eudoro Carrasco, la “Imprenta del Comercio” de calle Rioja 144.44

El principal objeto del periódico era el de fomentar el comercio, aunque se defi nía a sí mismo como “Comercial, político y literario”. Llevaba un registro

43 Mignone, Cintia, “Prensa y política en la Santa Fe del siglo XIX”, en Falchini, Adriana y Alonso, Luciano, (Compiladores), Los archivos de la memoria. Testimonios, historia y perio-dismo, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2013, pp. 173-202.44 Fischer, Ana María, op. cit., pp.40-43.

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de transacciones y en materia política se manifestaba defensor de la Confede-ración frente a Buenos Aires en las tensas circunstancias de la hora. Apoyaba también al gobernador Juan Pablo López. En materia literaria, El Comercio de Rosario incluía folletines y ensayos. También publicaba noticias de interés general, avisos y crónicas policiales.

Ana María Fischer destacaba la mesura de Carriego puesta de manifi esto en los artículos de su periódico, contraria a la difamación y los ataques perso-nales. Desde sus columnas insistía en las ventajas de la paz y de la integración nacional, a pesar de las complicaciones que llevaron a la guerra entre la Con-federación y Buenos Aires.

El Comercio de Rosario –señalaba Fischer– cuya colección, donada por Carrasco, se encuentra en la Biblioteca del Consejo de Mujeres, alcanzó a tirar cincuenta y tres números antes de desaparecer, el 20 de mayo de 1859.

Un perfi l muy diferente tenía El Litoral de Fernández y Nicolorich. Era opositor al gobierno de la Confederación Argentina, cosa altamente novedosa en la historia del periodismo, ya que hasta ese momento no se podía sostener una prensa opositora si no era desde el exilio, en otro país o en otra provincia.45

Inició sus ediciones el 1º de enero de 1859 y salía a la calle los lunes, miércoles y viernes. La campaña iniciada por el periódico estaba destinada a evitar que la Confederación incorporara a Buenos Aires por la fuerza, en momentos en que las tensiones eran muy marcadas como consecuencia del asesinato del gobernador de San Juan, general Nazario Benavídez, ocurrido el 23 de octubre de 1858. Fue por ello que permanentemente El Litoral invocó a la paz, palabra que destacaba con mayúsculas y señalaba con el índice de pequeñas manecillas, mientras que la palabra “guerra” era colocada al revés. Estos recursos constituían un hábil método para combatir la política belicista que pudiera implementar la Confederación en contra de Buenos Aires, con cuyos dirigentes manifestaban afi nidad los editores.

Desde una postura liberal, que los redactores sostuvieron con mayor éxito en posteriores emprendimientos periodísticos, Fernández y Nicolorich se ocu-paban también de alentar el desarrollo de la ciudad de Rosario, de cuyo acele-rado despegue eran testigos. El periódico incluía también folletines literarios y polemizaba con El Comercio de Rosario en términos muy duros.

45 Ibídem, pp. 44.

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Finalmente, luego de que una partida apresó a Damaceno Fernández, Pe-dro Nicolorich anunció la desaparición de El Litoral en su último número, el 6 de abril, por “estar encarcelado su redactor”. En mayo, el presidente Urquiza era autorizado por el Congreso Nacional a utilizar la fuerza para incorporar a Buenos Aires a la Confederación.

Hasta marzo de 1860, no contó La Confederación con otro competidor en Rosario. Fue entonces que el redactor del recientemente desaparecido perió-dico El Comercio de Rosario lanzó un nuevo emprendimiento editorial: El Progreso, órgano que llegó a ser el primer diario de la provincia.

Había tenido lugar la batalla de Cepeda y la provincia de Buenos Aires había sido incorporada a la Confederación. Sin embargo, Evaristo Carriego reclamaba una nueva separación ya que Rosario parecía ser muy perjudicada económicamente con la unión.

Para encarar la publicación del nuevo periódico, Carriego se había asocia-do al abogado y periodista porteño Juan Francisco Monguillot y había instala-do su propia imprenta. Figuraba como director Pompeyo Pizarro, al igual que en el anterior periódico de Carriego.

Como todos los periódicos de la época, El Progreso contaba con cuatro páginas a cinco columnas. En enero de 1861 se transformó en diario, después de haber aparecido durante diez meses los días lunes, miércoles y viernes.

Ana María Fischer describía el diario: “El Progreso mantenía algunas sec-ciones fi jas que se repiten en casi todos los números, por ejemplo: ‘Documen-tos ofi ciales’, que reproducía los de mayor importancia; ‘Noticias Breves’; ‘Noticias Exteriores’; ‘Episodios de la vida europea’ (toma de Tetuén por los españoles, trayectoria de Garibaldi, etc.); Folletín (Flor de Selva, Teresa y Gustavo, Las Mariposas, La Dama de las Camelias, Historia de un hombre contada por su esqueleto); ‘Literatura Nacional’, ‘Hechos curiosos y chistes’; ‘Noticias locales’; ‘Avisos nuevos’ (los que aparecían en el diario por primera vez) y ‘Avisos repetidos’ (aquellos que aparecían diariamente)”.46

Sus editoriales giraban en torno a las administraciones de la ciudad, la provincia y la Nación; las medidas conducentes a fomentar el progreso de Ro-sario, y la cuestión de la capital de la Confederación. Una vez que se produjo el recambio presidencial, El Progreso moderó bastante su “ofi cialismo”, ya

46 Ibídem, pp. 47-54.

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que la política del presidente cordobés no le satisfi zo, aunque siguió siendo incondicional a Urquiza y su defensor ante los ataques de la prensa porteña. Con respecto al gobierno provincial, Carriego sostenía algunos incidentes en relación con la propiedad de la imprenta, pero en general respaldaba a la admi-nistración de Rosendo Fraga, hasta que a fi nes de 1860 volvieron las críticas, ahora despiadadas. Con el mismo tono celebró la renuncia del mandatario y la asunción de Pascual Rosas.

Aunque El Progreso desconfi ó de la política de unidad nacional inducida por la batalla de Cepeda, pues descreía del compromiso porteño, alentó la marcha de la reforma constitucional de 1860, y sostuvo de paso una polémica con Vélez Sarsfi eld sobre la transparencia de su carrera política. Pero el op-timismo posterior a la reforma constitucional se fue desencantando a medida que se complicaban nuevamente las relaciones con Buenos Aires y se aproxi-maba el enfrentamiento armado. Cuando la situación se mostró irreversible, Carriego y Monguillot se pronunciaron decididamente por la expulsión de Buenos Aires del conjunto de la Nación.

Ante la inminencia de Pavón, cesó la aparición del primer diario de la provincia, y Evaristo Carriego se sumó al entorno del gobernador Pascual Rosas para pasar después a Entre Ríos. Junto con El Progreso, desaparecieron con Pavón los otros periódicos de Rosario: La Confederación, con siete años de vida, y El Eco Comercial, que venía publicándose desde el 2 de agosto de 1861 y era redactado por Manuel Rogelio Tristany.47

Después de una breve participación en El Progreso, este polifacético cata-lán fundó su propio periódico, que pasó a editarse en su propia imprenta, situa-da en San Lorenzo 43 de Rosario. El nuevo medio se ocupaba del “comercio, intereses materiales, política y noticias”, pero aparecía en un mal momento. Las posibilidades eran oscuras para Rosario, ya fuera que la guerra estallara o que las condiciones de paz resultaran negativas para Rosario (cuestión portua-ria y aduanera) y para la provincia. Estos temas preocupaban a Tristany y los analizaba en profundidad en sus editoriales.

Por lo demás el periódico presentaba el formato habitual de estas hojas. Aparecía los lunes, miércoles y viernes, con secciones útiles, como los infor-mes relativos al movimiento de diligencias y correos, documentos ofi ciales y

47 Ibídem., pp. 54-57

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el infaltable folletín, que en este caso se inició con la publicación por entregas de Las dos Siemprevivas, de autoría del mismo Tristany.

De Pavón al asesinato de Urquiza: prensa facciosa y clubes políticos.

Nunca se aclaró del todo el desenlace de la batalla de Pavón, librada el 17 de noviembre de 1861 en territorio santafesino. El abandono que hizo Urquiza de un campo de batalla en el que había sobresalido militarmente no encontraba explicación. ¿Hubo acuerdos previos con Mitre? ¿Hubo desencuentros insu-perables entre Urquiza y el presidente Derqui? Lo cierto es que el ministro de Guerra Pascual Echagüe, conforme a la información que le llegaba desde el frente, había anunciado desde Paraná a los gobernadores el triunfo de la Confe-deración, antes de enterarse de la defección del general en jefe. Esto le valió al general Echagüe las críticas de La Nueva Era, el primer periódico liberal que apareció en Rosario al amparo de la nueva situación política. Sus redactores, Pedro Nicolorich y Damaceno Fernández, volvían al ruedo como ofi cialistas, después de haber intentado hacer prensa opositora en los días de El Litoral.48

Pero, a pesar de estos graves sucesos, el liderazgo urquicista sobre Santa Fe continuó fi rme durante la siguiente década. Parece que hubo acuerdo entre Mitre y Urquiza para que los Cullen retornaran al gobierno de la provincia, una vez concluido el breve interinato de Domingo Crespo. Mientras un sector ultraliberal, especialmente rosarino y representado por La Nueva Era, hala-gaba a Mitre para lograr su propia promoción al poder, los Cullen constituían una alternativa más moderada e integracionista, por lo que contaban también con el visto bueno de San José.49 Así fue como se dio el gobierno de Patricio Cullen (1862-1865) y luego el de su cuñado, Nicasio Oroño (1865-1868).

La Nueva Era inauguró el periodismo posfederal. Se imprimía en los talle-res de San Lorenzo 83 y, como casi todas las hojas periodísticas, contaba con cuatro páginas a cinco columnas que se editaban tres veces por semana, hasta que se convirtió en diario.

48 Díaz Nicolau, María Cristina, “La prensa liberal después de Pavón” en: De Marco, Miguel Ángel y otros, Orígenes de la prensa en Rosario, cit., pp. 61-69.49 Pasquali, Patricia, “Génesis del partido liberal santafesino”, en Revista de la Junta Provin-cial de Estudios Históricos, Nº 54, Santa Fe, 2004, pp. 85-107.

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Desde el primer momento se ocupó de atacar a los federales y de ensalzar a Mitre y a los hombres de Buenos Aires. A través de sus ediciones se fue si-guiendo el proceso de defi nición política generado a partir de la incertidumbre que sobrevino después de la batalla. La renuncia de Derqui, la delegación de las provincias del poder provisional en Mitre y la necesidad de organizar nueva-mente un poder central, ahora desde Buenos Aires, ciudad a la que denominaba “cuna de la libertad argentina” y “mártir de la civilización de la República”.50

Llegó a publicar 70 entregas y dejó de aparecer el 5 de febrero de 1862, aunque desde el número 32 el diario estaba a cargo de Fernández exclusiva-mente. De la prensa extranjera que llegaba al puerto en los buques mercantes, se extraían noticias del mundo. También se publicaban piezas literarias, entre ellas algunas fi rmadas por Juan María Gutiérrez y Pastor Obligado. El princi-pal motivo de su cierre estuvo vinculado a problemas económicos.

Para entonces ya aparecía el periódico La Patria, matutino que se editaba diariamente desde el 22 de octubre de 1861. Era propiedad de su editor Fer-nando Quijano y fue redactado inicialmente por Carlos María Saravia y luego por Belisario Saravia. Entre sus colaboradores fi guraban el coronel Manuel Alejandro Pueyrredón y el colonizador Guillermo Perkins. La imprenta en la que se editaba pertenecía al Estado Nacional y había sido propiedad de Fede-rico de la Barra.

Con cuatro páginas a cinco y seis columnas, “La Patria” daba a conocer no-ticias del mundo, información enviada desde Buenos Aires y desde Santa Fe por corresponsales, artículos de fondo como los fi rmados por Pastor Obligado, y folletines continuados para atraer la atención del público.51

Desde el punto de vista político, el diario de Quijano se manifestaba de-cididamente mitrista, a la vez que arrojaba dardos envenenados a Urquiza y a los federales. Califi caba al Chacho de “bandido común” y se ponía al lado del “Club Libertad” a la hora de respaldar candidaturas para el Congreso Na-cional, postulando a José María Cullen y a Nicasio Oroño para senadores, y a Lucas González, Joaquín Granel y Ezequiel Paz para diputados. También se pronunciaba por la fórmula Mitre-Paz para las elecciones de presidente y vice. Con respecto a la política santafesina, La Patria respaldó al gobernador Patricio Cullen y al jefe político de rosario, Nicasio Oroño.

50 Díaz Nicolau, op. cit., pp. 62-69.51 Ibídem, pp.69-80.

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Luego del alejamiento del redactor Belisario Saravia, ocurrido en diciembre de 1862, aparecieron artículos fi rmados con seudónimos, como “El Duende” o “El Sonso”, y se hicieron frecuentes los indicios de vínculos con la masonería.

De entre los temas que más preocuparon a La Patria, se destacaba el rela-tivo a la construcción del ferrocarril Rosario-Córdoba, asunto que adquirió tal centralidad entre los contenidos del diario que terminó por cambiar su nombre por el de El Ferrocarril a partir del 22 de febrero de 1863, cuando se colocó la piedra fundamental de la obra con la presencia del general Mitre.

El Ferrocarril, ahora redactado por Guillermo Perkins, se publicó, aunque variaron sus redactores, hasta que se produjo la crisis del “cullismo” con la caída de Oroño en 1868. Salía a la calle diariamente, menos los lunes, con el formato de todos los periódicos rosarinos: cuatro páginas a seis columnas, y se editaba en la imprenta de Fernando Quijano.52

Con corresponsales en las principales ciudades del país, el diario se defi nía a sí mismo como Órgano de las Provincias. Mientras apoyaba al gobierno nacional y a la política de integración frente a la oposición de los “crudos”, respaldaba a Patricio Cullen en Santa Fe, alentándolo a fi nalizar su gobierno, y luego sostenía la candidatura de Nicasio Oroño, aunque se mostraba contrario a la fi gura de Urquiza.

El diario de Perkins incursionó en las prácticas comunes de la prensa del momento: reproducía información internacional que tomaba de los periódicos de ultramar, se ocupaba de los asuntos locales, incluyendo el pequeño acon-tecer cultural de la ciudad, comentaba libros, reproducía folletines literarios, pero, por sobre todas sus inquietudes, se ocupaba del gran tema que lo obse-sionaba: el proyecto del ferrocarril Rosario-Córdoba.

Los artículos de fondo de Perkins apuntaban siempre al progreso regional y le daban al diario un tono poco común de opinión califi cada. La inmigración y la colonización sobresalían como asuntos relevantes en sus notas.

Entre los temas que trataba fi guraba también el de la prensa. En un artículo que reprodujo parcialmente Díaz Nicolau, sostenía el 3 de marzo de 1864 que los periódicos eran a las localidades como los libros de contabilidad eran a las casas de comercio. En el espacio de doce años ha visto la luz y desaparecido sucesivamente un número considerable de publicaciones. Esto ha ocurrido

52 Ibídem, pp. 80-90.

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porque los principios de partido… no han respetado tampoco esos elementos del orden, de la paz y de la armonía social.

“En pueblos como Santa Fe –señalaba Perkins–, un periódico que no refl eje en sus columnas sus intereses generales, que no sea un terreno neutral en que pueda emitirse con libertad la opinión de todos y el pensamiento de cada uno, y donde pueda discutirse sin exacerbación de las pasiones, las ideas y los princi-pios, la conducta y los actos administrativos del gobierno, donde, en una palabra, todos los derechos y todas las cuestiones no puedan ventilarse bajo condiciones enteramente iguales, ese periódico tendrá el resultado de los anteriores.”53

En 1864 Perkins abandonó la redacción de El Ferrocarril y fue reempla-zado por el joven liberal Eusebio Gómez. Su estilo era mucho más combativo y rompía la cordura y la moderación que caracterizaban al diario. Las cosas vuelven a su curso cuando, en 1867, Gómez fue suplantado por Eduardo Vila, quien pregonaba a favor del progreso de la ciudad y de la provincia. Además, el diario crecía en cuanto a superfi cie redaccional, y el 27 de febrero anun-ció que aumentaría el tamaño de sus páginas para que entraran, como en El Pueblo de Buenos Aires, unas ocho columnas más que las que ofrecía hasta entonces. A pesar del nuevo formato, el diario siguió costando lo mismo.

Las grandes mejoras no impidieron el cierre del diario a raíz de la crisis del cullismo, tras la revolución que costó el poder a Nicasio Oroño, desenlace político que llevó al gobierno de Santa Fe a Mariano Cabal en 1868. La co-yuntura y la crisis consecuente estuvo marcada por tres factores: la política laicista del gobernador, las candidaturas para la sucesión gubernativa en Santa Fe, y las aspiraciones presidenciales de Urquiza. El primer factor, si bien fue una nota de escándalo, resultó el menos importante políticamente. En cambio, apareció como decisivo el distanciamiento de Oroño con respecto a Urquiza y su apuesta a una alianza con el gobernador Luque de Córdoba y Adolfo Alsina de Buenos Aires, a quien respaldaron para la presidencia. Además, Urquiza quería instalar a Cabal en la gobernación y Oroño, a Marcelino Freyre.

El resultado fue la división dentro de la familia Cullen, principal sustento político de Oroño, (Patricio apoyaba a Cabal, Tomás a Freyre y José María intentaba mediar), y la revolución que aceleró el fi nal del gobierno oroñista. Los electores de Santa Fe votaron a Urquiza para la presidencia, aunque el Colegio respaldó mayoritariamente a Sarmiento.53 Ibídem, p. 86.

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Otra hoja política que se editó en Rosario, pero esta vez marcadamente anticullista, fue El Diario.54 Comenzó a aparecer el 1º de abril de 1862 y era redactado por Leopoldo Zuloaga y Tesandro Santa Ana, quienes se manifesta-ron decididamente partidarios del presidente Bartolomé Mitre. Tenía talleres propios en la calle del Comercio Nº 23 y 25. Fuera de la orientación política del diario, en lo demás se parecía a las otras publicaciones de la ciudad, tanto en su formato como en sus secciones.

El Diario se editó durante nueve meses y se despidió del público el 31 de julio de 1863. Habían prestigiado sus páginas las colaboraciones de Gui-llermo Perkins y de Manuel A. Pueyrredón, mientras que los editores sos-tuvieron reiteradas veces que Rosario fuera capital de la república, que se organizara el Poder Judicial de la Nación y que se estableciera un Jurado de Imprenta en la provincia.

También fue breve la vida del diario vespertino El Cosmopolita, editado en la imprenta de Carrasco a partir del 1º de noviembre de 1864, bajo la redac-ción de Guillermo Perkins. Como destacó Díaz Nicolau, El Cosmopolita era un vocero de la región, dedicado especialmente a las cuestiones económicas y noticias locales, con especiales referencias a las colonias agrícolas. Desde el principio manifestó su propósito de ser un órgano “esencialmente comercial” que trataría con preferencia “las cuestiones de inmigración, la agricultura, las artes y las ciencias, la literatura, la viabilidad fl uvial y terrestre, educación, etc., y todos los asuntos ligados íntimamente al comercio…La política de par-tidos está vedada para nuestras columnas”, declaraba Perkins.55

Trató de mantenerse al margen de los enfrentamientos políticos entre el Club Libertad (cullista-oroñista) y el del Pueblo (iriondista), aunque mantuvo fuertes polémicas con El Ferrocarril en tiempos en que este era redactado por Eusebio Gómez. Con una cuota de humor negro, El Cosmopolita anunció su cierre el 17 de octubre de 1865, bajo la forma de un aviso fúnebre en el que daba cuenta de su muerte a los 11 meses y 17 días. Según Díaz Nicolau, se publicaron algunos números más hasta 1866.

Desde el 13 de agosto de 1864 apareció El Rosario, periódico faccioso que respaldaba al opositor Club del Pueblo, que sostenía la candidatura de Mariano

54 Ibídem, pp. 90-97.55 Ibídem, p. 98.

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Amigo para diputado provincial. Enseguida se enfrentó con el periódico ofi -cialista La Verdad que se editaba en Santa Fe y que respondía al gobernador Patricio Cullen y a su cuñado Nicasio Oroño, respaldados periodísticamente en Rosario por El Ferrocarril, que alentaba la candidatura de Domingo Palacio.56

La polémica partidaria desatada entre El Rosario y El Ferrocarril alcanzó picos de alta tensión. El primero dirigía sus andanadas contra las autoridades, especialmente contra Oroño y Marcelino Freyre, a quienes hacía responsables de las muertes ocurridas en el acto electoral del 15 de agosto de 1864. Esto dio lugar a los primeros juicios de imprenta, por lo que el redactor de El Rosario, Juan Lavayse, fue condenado a cuatro años de prisión que no pudo hacerse efectiva por la huida del periodista luego del triunfo del Club Libertad.

Para enfrentar el tono injurioso de El Rosario con sus mismas armas, apa-reció El Trueno, que ha sido defi nido como la más baja expresión del perio-dismo panfl etario de la época. Era publicado en realidad por El Ferrocarril y en su misma imprenta, pero de esta forma se preservaba el perfi l del periódico de Perkins y se daba rienda suelta a la contienda sin códigos por medio de El Trueno, que apareció para encarar la coyuntura electoral entre el 27 de no-viembre de 1864 y el 22 de enero de 1865, con un total de 15 entregas.

El Trueno no se andaba con nimiedades y acusaba al redactor de su opo-nente de “asesino alevoso, condenado a muerte en la Provincia de Buenos Aires por los tribunales ordinarios”, mientras que a los exfuncionarios como Francisco Corvalán y al exgobernador Pascual Rosas les endilgaba presuntos robos y malversación de fondos.

El Rosario, por su parte, respondía con la misma munición, acusando al re-dactor de El Trueno, Octavio Gronda, redactor de otros periódicos del mismo tenor aparecidos en Buenos Aires en la década de 1850, como “levantado de la tumba” y “cisne de la calumnia”, mientras que a Nicasio Oroño lo trataba de “ladrón y cuatrero”, y a Eusebio Gómez, otro de los redactores, lo califi caba de “negro liberto”, por lo que fue condenado, tras otro juicio de imprenta que se resolvió tiempo después, a dos años de prisión y $600 de multa, cuando ya Lavayse había partido de Rosario.

56 Pallavicini, Mercedes, “Prensa polémica: El Rosario y El Trueno”, en De Marco, Miguel Ángel y otros, Orígenes de la prensa en Rosario, cit., pp. 107-125.

75EL PERIODISMO EN SANTA FE

Una característica rara de El Rosario, como remarcaba Mercedes Pallavi-cini, era que repetía los artículos en sus diversas entregas, uno de ellos por 90 veces, otros 45, 44 o 33 veces.

Mientras estos periódicos aparecían en Rosario, en la ciudad de Santa Fe la actividad periodística no era tan prolífera, quizá porque la única imprenta era la del Estado y estaba siempre abocada a la edición de un órgano ofi cialista. El 9 de diciembre de 1861 comenzó a circular La Libertad, órgano del gobierno de Domingo Crespo, seguido por La Verdad, que ofi ció de gubernista en la administración de Patricio Cullen (1862-1865), y luego apareció El Tiempo para respaldar al gobernador Nicasio Oroño (1865-1868).

Cintia Mignone mencionaba también el periódico La Unión, que era edita-do por “J. B.”. “Ciertamente este órgano –señalaba la autora–, que comienza sus columnas bajo el título de ‘Variedades’, publica artículos curiosos. ‘Bio-grafía de una pulga’, o ‘Extravagancias’que aborda el tema de la ubicación de las pantorrillas o la redundancia de las narices en los rostros”. Con respecto a La Verdad, decía Mignone que se trataba de un periódico publicado, una vez más, por la imprenta del Estado, como se indicaba en su portada.57

La Verdad, el periódico gubernista que respondía al “cullismo”, era redac-tado por Samuel Navarro, y salía a defender al gobierno frente a los ataques de la prensa opositora, como fue el caso de El Rosario que respondía al Club del Pueblo, tendencia desplazada por los efectos de Pavón. Un duro enfrenta-miento se dio entre los dos periódicos con motivo de la anulación de las elec-ciones del 10 de julio de 1864. En esta oportunidad, el redactor de El Rosario, Juan Lavayse, decía refi riéndose a La Verdad: “Este papelucho que escribe Don Samuel Navarro trata de disculpar al gobierno, citándolo como imparcial en la cuestión elección… Navarro es más cínico que tramposo”.58

El Tiempo era el órgano oroñista y se editaba desde 1865 para sostener “los intereses más vitales de la provincia”. Salía tres veces por semana y hacía las veces de boletín ofi cial, ya que daba a publicidad los documentos públicos. Se declaraba a sí mismo como periódico “utilísimo” e imprescindible.59

57 Mignone, C., op. cit., p. 182.58 Pallavicini, M., op. cit., p. 108.59 Mignone, C., Ibídem, p. 183

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La época de Iriondo y la prensa política

Después de la caída de Oroño, distanciado de Urquiza, se inició el gobier-no de Mariano Cabal, que contaba con el respaldo del caudillo entrerriano. En su administración comenzó a destacarse el joven abogado Simón de Iriondo, ministro de Gobierno y varias veces gobernador delegado.

El asesinato de Urquiza producido dos años después puso fi n al tutelaje que el caudillo ejerció sobre Santa Fe durante casi veinte años. La década de 1870 permitió a la provincia desenvolverse sin la presión de otros árbitros externos de peso, bajo el nuevo liderazgo de Iriondo, hasta que en 1880 surgió la fi gura extraordinaria de Julio Roca y un nuevo poder que controló con renovadas estrategias la política de Santa Fe.

El órgano periodístico ofi cialista de la época de Cabal, cuya edición se inició el 7 de abril de 1868 en la ciudad de Santa Fe, era El Pueblo. Tras un primer año inestable, se consolidó en octubre de 1869 para apoyar al gobier-no, expresar sus ideas (las del gobierno) y publicar documentos ofi ciales, aun cuando quería presentarse como independiente. Aunque anunciaba en su pro-grama que combatía “las malas tendencias y los abusos de los que mandan”, también aclaraba que sería “inexorable con aquellos que, desconociendo las leyes de la cultura y las del verdadero raciocinio, hacen una oposición in-sensata a todos los actos del gobierno, sin guardarle respeto ni miramiento alguno”.60 Fue el segundo objetivo el que verdaderamente movía a El Pueblo, como quedó demostrado en sus ataques a todas las expresiones que pudieran vincularse al “cullismo” y al “oroñismo”, a los que califi caba como “pandilla que quiere imperar a toda fuerza en la provincia… vomitando veneno… con-tra el honrado gobierno del señor Cabal”.61

El Pueblo continuó apareciendo durante la primera etapa del gobierno de Simón de Iriondo, aunque fueron sumándose otros periódicos, como La Unión Nacional, El Fénix y El Eco del Pueblo, este último expresión también del periodismo ofi cialista. Cintia Mignone aludía a la competencia que tales pe-riódicos protagonizaron con el fi n de obtener benefi cios provenientes de la administración, entre ellos los contratos que la Municipalidad de Santa Fe

60 Mignone, C., ídem.61 Ídem.

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formalizaba para publicar documentos ofi ciales. Aunque en 1873 la principal puja se practicó entre La Unión Nacional y El Fénix, terminó obteniendo el benefi cio El Eco del Pueblo, después de que El Fénix no pudo sostener su contrato logrado en una primera instancia.

Estos periódicos de la ciudad de Santa Fe parecían tener el común denomi-nador de que respaldaban a Cabal y a Iriondo, o sea que respondían indirecta-mente a Urquiza, o a su memoria, ya que el general fue asesinado en 1870. Por eso el matutino El Fénix polemizaba con La República de Rosario y le señalaba que si alguna fatalidad había abatido a Santa Fe, se debía a los hombres del par-tido que en esos momentos gobernaba a la República y que habían pertenecido al “cullismo”. Se refería a las administraciones de Mitre y Sarmiento.

Por su parte, La Unión Nacional explicaba su misión en la primera plana: respaldar la candidatura a la presidencia de la Nación de Adolfo Alsina para 1874, candidatura que fi nalmente no prosperó, ya que la constitución del Partido Autonomista Nacional (PAN), en ese mismo año, promocionó a Nicolás Avella-neda a la candidatura presidencial, mientras que Alsina completaba la fórmula.

En este nuevo movimiento que reunía a las fuerzas del acéfalo partido fe-deral junto con las del autonomismo porteño, el iriondismo santafesino fue una pieza central y antemural del gobierno en las guerras jordanistas. Justamente uno de los tantos reproches que la prensa santafesina dirigió a Oroño tuvo que ver con la decisión del corondino de no acompañar la iniciativa de Sarmiento, que propuso ante el Congreso poner precio a la cabeza del caudillo entrerriano.

Fue El Eco del Pueblo, como expresión gráfi ca del primer gobierno de Iriondo, el más contundente y fi loso de entre estos periódicos antioroñistas. Califi caba al exgobernador Nicasio Oroño, por entonces senador nacional, de “eterno enemigo de Santa Fe” y en diversas oportunidades lo tildaba de “cínico, inmundo, loco, vil personaje, víbora ponzoñosa”. Pronosticaba que moriría “como la serpiente rabiosa, mordiéndose la cola”.

Para oponerse al gobierno del iriondista Servando Bayo desde la misma capital, apareció en 1876 el semanario político El Pueblo de Álvaro Also-garay. Había cierta audacia en el nuevo emprendimiento ya que, por un lado se apropiaba de un nombre grato al gobierno, que precisamente respondía al “Club del Pueblo” y que ya había producido hojas ofi cialistas con ese nombre (El Pueblo de Cabal) y estaba prohijando por entonces a El Eco del Pueblo.

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Había también habilidad, ya que la edición se imprimía en Paraná, rompiendo el monopolio de la imprenta del Estado.

Sin embargo, el intento resultó riesgoso, como pudo comprobarlo pronto el mismo Alsogaray y según denunció en las propias páginas de su periódico el 31 de julio. Primero fue detenido por la policía y se le imputó el uso de armas prohibidas, lo que movió al periodista, que no creía ocioso el portar armas en la Santa Fe de Iriondo, a señalar que la ley vigente se aplicaba solamente con él. La importancia de estar armado, sobre todo de noche y en el puerto, quedó demostrada una semana después, cuando fue objeto de un atentado en momentos en que esperaba el paquete con la edición de El Pueblo que llegaba en el vaporcito que venía de Paraná. Atacado a punta de daga por un tal Sin-foriano Vergara, especie de Juan Moreyra santafesino, Alsogaray terminó en el agua. La denuncia del ataque apareció en su propio periódico en la edición siguiente en la que decía: “¡Alerta el pueblo con los asesinos, y la Justicia!”.

En enero de 1877 surgió El Santafesino para sostener la candidatura de Simón de Iriondo a cumplir un segundo mandato como gobernador. Lo dirigía Manuel Yáñez y no estaba solo en el ofi cialismo. Por eso disputa con El Eco del pueblo la mejor posición dentro de ese campo.

Enseguida se ocupó el periódico iriondista de un tema de gran importancia: el confl icto que mantenía el gobierno de Servando Bayo con el Banco de Lon-dres y Río de la Plata por el control del mercado fi nanciero en la provincia. El problema había surgido cuando el banco inglés intentó asfi xiar al recien-temente creado Banco Provincial de Santa Fe. Bayo reaccionó con energía y clausuró el Banco de Londres y detuvo a su gerente. Esto generó un escándalo que motivó el envío de un barco de guerra inglés a Rosario, pero a la vez dio motivos al canciller Bernardo de Irigoyen para formular la doctrina que nega-ba nacionalidad a los capitales de las sociedades anónimas. La prensa porteña y La Capital se pronunciaron en contra, mientras que El Santafesino dedicó al asunto una serie de artículos de profundidad que defendían al gobierno.62

Después del triunfo iriondista, El Santafesino hizo las veces del periódico ofi cialista. Todavía se publicaba en 1884 cuando fi guraba en los listados de Carrasco. La muerte de Iriondo y la debilidad de Manuel María Zavalla, últi-

62 Damianovich, Alejandro A. El monopolio del banco inglés, Buenos Aires, Peña Lillo, 1979, pp. 81-84.

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mo exponente del partido, hicieron que surgiera la gran fi gura de José Gálvez, y con él, su diario: Nueva Época.

En Rosario, además de La Capital, aparecido el 15 de noviembre de 1867 y sobre el que me referiré por separado, se editó una inusitada cantidad de pe-riódicos a fi nes de la década de 1860 y en la década de 1870: El Federalista, aparecido en 1868 bajo la dirección de Eusebio Gómez; La Patria, que dirigía el Dr. Pedro Rueda y que se oponía al gobierno de Cabal; el matutino La Re-forma de Ezequiel N. Paz, aparecido en diciembre de 1869; El Nuevo Mundo, fundado en 1870; el semanario La Inmigración también de 1870, lo mismo que El Comercio de Andrés González del Solar y los periódicos juveniles El Tontillo y La Infancia.63

En 1871 surgió una importante novedad periodística con el órgano cari-caturesco La Cabrionera, periódico que reproducía grabados alusivos a las cuestiones y personajes políticos del momento, al estilo de El Mosquito o el Antón Perulero. Aparecieron también ese año La Opinión Nacional, del que eran responsables los doctores Juan F. Monguillot y Eusebio Ocampo, que se publicó entre febrero de ese año y perduró hasta 1876, y el vespertino La Época, que respondía al gobierno de Cabal, dirigido por Luis Vidal. El 15 de noviembre de 1872 se inició la publicación del matutino El Mercurio cuyo editor era Pedro Rivas y que era redactado por Nicanor González del Solar.64

En julio de 1875 apareció El Comercio, nuevo periódico para un viejo nombre. Dos años después, en abril de 1877, comenzó a editarse El Inde-pendiente dirigido por Francisco Guzmán y redactado por el ya veterano pe-riodista Eugenio Gómez, que perduró hasta 1886, aunque bajo la redacción de Eudoro Díaz. Como periódico ofi cialista de la época de Servando Bayo, Eudoro Carrasco fundó “El Sol” en 1878, año en que también apareció “La Conciliación”, cuyo objetivo era precisamente apoyar la política de concilia-ción impulsada por el presidente Avellaneda, tendencia que tuvo poco éxito en la provincia, y también La Iberia, periódico dirigido por Francisco de la Torre que duró solo tres meses.65

63 La Capital, “El periodismo, una brega por el derecho y el progreso”, en La Capital, Rosario, 15 de noviembre de 1967, p. 93. [Edición conmemorativa de su centenario].64 Ídem.65 Ídem.

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Origen y primeros tiempos de La Capital de Rosario.

El 15 de noviembre de 1867 aparecía en la ciudad de Rosario el primer ejemplar de La Capital, fundado por Ovidio Lagos y que contaba con el res-paldo fi nanciero inicial de Urquiza en plena campaña electoral, cuando Nica-sio Oroño tomaba distancia del general para ensayar una alianza con Alsina de Buenos Aires y Luque de Córdoba. En el plano político provincial, “La Capital” apoyó la candidatura de Mariano Cabal, quien sucedió a Oroño y gobernó hasta 1871.

El formato y la tirada de La Capital se presentaron en sus inicios muy mo-destamente, ya que no superaba las 200 suscripciones. Más allá de su espíritu faccioso, el periódico demostró desde el principio la capacidad de opinar con criterio propio, como lo sucedió a raíz de la guerra contra Paraguay, cuando asu-mió una actitud sumamente crítica. Los primeros debates políticos fueron soste-nidos con El Ferrocarril, que respondía al “Club Libertad” y a Nicasio Oroño.

Uno de los asuntos centrales de la primera época lo constituyó la prédica y defensa que realizó el diario sobre el tema de la capital de la República al sostener la posibilidad de que esta se instalara en Rosario.

El principal logro de los primeros días fue superar la instancia electoral que había animado su fundación, a pesar de que Urquiza no ganó las elecciones pre-sidenciales. Su proximidad con el “Club del Pueblo” pareció enfriarse y recibió el respaldo de Oroño cuando en 1873 decidió apoyar la candidatura presidencial de Alsina, incorporando a su redacción a Federico de la Barra. Por entonces ya actuaba Ovidio Amadeo Lagos en la administración del diario paterno.

Al producirse en 1876 el confl icto entre el gobierno de Servando Bayo (iriondista) y el Banco de Londres y Río de la Plata, a raíz de la protección que prodigaba el primero al Banco Provincial de Santa Fe que había fundado en 1874, La Capital evolucionó en su opinión desde un apoyo inicial al go-bierno hasta una crítica muy dura a sus resoluciones. Desde la iniciación del confl icto –decía Ezequiel Gallo– La Capital se puso al lado del gobierno pro-vincial y en varias ocasiones lanzó violentos ataques contra el Banco Inglés. Esta actitud, sin embargo, comenzó a cambiar , tan pronto como se conoció el decreto de liquidación y se encarceló al gerente del banco. Inmediatamente después de los acontecimientos, La Capital solicitaba la anulación de ambas

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medidas y un par de meses más tarde, la restitución del derecho de emisión de billetes, cuya rescisión había apoyado de manera enérgica solo unos pocos meses antes.66

Cuando en 1877 Patricio Cullen, con el apoyo de Oroño, se sublevó contra el gobierno de Servando Bayo, Ovido Lagos se ve comprometido y fue detenido. En 1878 tuvo que trasladarse a Buenos Aires para poner distancia de la policía del gobernador Bayo, y permaneció en esa ciudad entre mayo de ese año y marzo de 1879. Similares persecuciones sufrió en 1880, cuando Lagos apoyaba la candidatura de Carlos Tejedor para la presidencia de la República y el irion-dismo respaldaba la de julio A. Roca. El diario sufre una clausura momentánea.

La Capital llegaba a la década de 1880 con una posición sólida dentro del periodismo nacional, un equipamiento renovado que le permitía extender sus negocios a la impresión de trabajos de terceros, y un rol confesado de activista político a favor de causas declaradas. Era todavía un exponente del periodis-mo faccioso de la época.

Periodismo y opinión pública en el debate nacional postconstitucional

La aprensa santafesina de este período está marcada a fuego por el debate político. En la primera etapa, de 1852 a 1861, entre Caseros y Pavón, la prensa de este lado del Arroyo del Medio era ofi cialista, pues apuntaba a sostener el proyecto de la Confederación frente al del Estado de Buenos Aires, y refl ejaba las alternativas de las difíciles relaciones entre los dos gobiernos. Formaba parte de una especie de red periodística solventada desde Paraná por el gobier-no nacional, como lo destacó Alicia Megías.

Aquellas alternativas oscilaban entre la aproximación y el alejamiento en-tre ambos estados. Como ya señalé, el diario de Federico de la Barra resultó afectado por los acuerdos de diciembre de 1854 y enero de 1855, cuando el editor fue obligado a abandonar la ciudad a petición del gobernador de aque-lla provincia, Pastor Obligado, que lo consideraba un elemento hostil, lo que Urquiza cumplió a desgano y por poco tiempo.

66 Damianovich, A. A. El monopolio del banco inglés, p. 80.

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En cambio, el periódico El Comercio fue perjudicado por la situación in-versa, al producirse el alejamiento entre Buenos Aires y la Confederación en 1856, coyuntura política que produjo la caída del gobierno de Cullen, de-puesto por el general Juan Pablo López con la tácita aprobación de Urquiza, contraste que arrastró al periódico de Carrasco, que lo respaldaba en Rosario.

En medio del confl icto hubo prédicas pacifi stas como la que contenían los artículos de Evaristo Carriego en El Comercio de Rosario de 1859, cuando se multiplicaban las complicaciones que llevaron a la guerra entre la Confedera-ción y Buenos Aires.

También era pacifi sta la línea editorial de El Litoral, pero en realidad apun-taba a evitar que el ejército confederado incorporara por la fuerza a Buenos Aires. Ya marcamos la tendencia proporteña de El Litoral de Fernández y Ni-colorich. Fue el primer caso en la historia del periodismo santafesino de un me-dio crítico al gobierno nacional, ya que hasta ese momento no se podía sostener una prensa opositora si no era desde el exilio, en otro país o en otra provincia.

Cuando se tensaron al máximo las relaciones con Buenos Aires, una parti-da apresó a Damaceno Fernández, y Pedro Nicolorich anunció la desaparición de El Litoral en su último número del 6 de abril, por “estar encarcelado su re-dactor”. La guerra ya estaba en marcha y el presidente Urquiza era autorizado en mayo por el Congreso Nacional a incorporar a Buenos Aires por la fuerza.

El desenlace de la batalla de Pavón signifi có la desaparición de la prensa urquicista de Santa Fe. Cerraron en Rosario La Confederación de De la Ba-rra y El Progreso de Carriego, mientras en Santa Fe no se publicaba ningún periódico desde noviembre de 1860, cuando desapareció El Patriota en pleno deterioro de la situación política del gobernador Fraga.

El posicionamiento de la prensa santafesina se invirtió con el resultado de Pavón. Apareció enseguida La Nueva Era, primera expresión del periodismo liberal de Rosario surgida al amparo de la nueva situación política. Regresa-ban Pedro Nicolorich y Damaceno Fernández, ahora como ofi cialistas, pero sostenían un liberalismo extremo que no contó con el visto bueno de Mitre. El general porteño prefi rió respaldarse en los Cullen, en lo que contó con la conformidad de Urquiza, quien, por otra parte, lejos estaba de haber perdido su infl uencia sobre la política santafesina.

83EL PERIODISMO EN SANTA FE

Los nuevos tiempos permitieron la aparición de una prensa que pudo es-pecular con el apoyo de uno u otro poder, según evolucionaba la situación política. Así La Patria de Quijano y El Ferrocarril de Perkins se apoyaron en el gobierno nacional para atacar a Urquiza, pero respaldó a los gobiernos de Cullen y Oroño, que contaban a su vez con el apoyo de Urquiza. En cambio, El Diario de Zuloaga y Santa Ana era decididamente “anticullista”, pero tam-bién partidario del presidente Mitre.

De esta forma fue surgiendo y desarrollándose el periodismo faccioso y la división de la prensa según respondieran al “Club Libertad” o al “Club del Pueblo”. La prensa capitalina, casi siempre representada por el periódico del gobierno editado en la Imprenta del Estado, respondía al “Club Libertad” du-rante los gobiernos de Patricio Cullen y Nicasio Oroño, y respaldaba al “Club del Pueblo” en las administraciones de Cabal, Iriondo y Serbando Bayo. Ya vimos cómo le fue a Álvaro Alzogaray cuando puso en marcha su periódico opositor dentro de la misma capital, que debió imprimir en Paraná por falta de una imprenta en Santa Fe que no fuera la ofi cial.

Como señalaba Alicia Megías, refi riéndose a Rosario: La Confederación, casi monopólico, hegemonizó la opinión pública de Rosario hasta 1861. Pero esas circunstancias cambiaron drásticamente, con una suerte de eclosión de la prensa escrita en la que se fueron produciendo experiencias de diversifi ca-ción y especialización.

“Es evidente –señalaba Megías– que el contexto en el que se dio ese boom periodístico que siguió a Pavón fue radicalmente distinto y que la red periodís-tica confederal que había funcionado con relativa efi ciencia bajo la tutela de los ‘hombres de Paraná’ había caído con ellos, lo que explicaría, por lo menos en parte, esas transformaciones. Pero es igualmente cierto que además de la exacerbación de la política, de la más efi ciente organización de facciones y el distinto nivel de las discusiones político-ideológicas, se habían producido transformaciones en ese público lector y más en general, en la consolidación de una opinión pública”.

“Analizado esto en términos de lectores –decía Megías– quedan pocas du-das sobre la aceptación de la prensa. Aun considerando la hipótesis plausible de su circulación entre una muy específi ca franja de población más ilustrada e interesada en cuestiones políticas, es indudable que debió tener un público

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lector relativamente importante. Esa porción de lectores que hoy resulta tan difícil de mensurar fue extraordinariamente activa y participativa; y prueban estas actitudes los constantes intercambios entre prensa y lectores, la facilidad con que los vecinos de la ciudad se acercaron a la prensa y la naturalidad con que fueron recibidos por ella”.67

Florencia Pagni y Fernando Cesaretti, siguiendo conceptos de Marta Bo-naudo, ofrecieron otra descripción de la prensa facciosa de la segunda mitad del siglo XIX, en la que las posibilidades de que se constituyera en expre-sión de una opinión pública quedaron relativizadas, y la redujeron nada más que a una “opinión publicada”: “Un total de 237 publicaciones registramos como editadas en la ciudad entre 1854 y 1920. Disímiles en formato, tama-ño, volumen, tirada, duración, periodicidad, ideología; esa heterogeneidad les da el único punto en común: ser exponentes de una prensa nacida bajo el signo de la diversidad”.

“Un tanto esquemáticamente podemos afi rmar –continuaban Pagni y Cesa-retti– que se trata de una prensa cuyo papel como instancia de mediación entre la sociedad civil y el Estado aparece marcado apenas vagamente. Es decir, no se trata de una prensa nacida de la sociedad civil, confi gurada en torno a su activa participación como constructora de opinión pública y como expresión de un incipiente campo cultural”.

“En el marco de un extremadamente frágil y embrionario mercado perio-dístico –concluían los autores citados–, sus mecanismos de fi nanciación, su estilo, en defi nitiva, sus posibilidades de proyección estaban directamente asociadas a los avatares de las facciones políticas. Se trata de una opinión publicada que en opinión de la historiadora Marta Bonaudo ‘irá expresando las complejas relaciones entre el poder político, los clubes o partidos y un conjunto renovado de actores que rápidamente la convertirán en campo de enfrentamiento de intereses, enfrentamiento que adquirirá los rudos rasgos de una disputa violenta’. La prensa del siglo XIX es entonces entendida en esa clave interpretativa, la manifestación de un ‘diálogo cerrado’, en el que la labor periodística se liga directamente a la inserción en la puja política y en las que la preocupación central es ‘electoral’ y no ‘editorial’. Esta prensa auto

67 Megías, Alicia, op. cit.

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referente se convierte así en uno de los espacios privilegiados de desarrollo y resolución de la lucha intraoligárquica”.68

La nueva prensa postconstitucional visibilizaba, en alguna medida, diver-sas expresiones de la opinión pública, a la vez que, también en alguna medi-da, contribuía a defi nir líneas predominantes, lo que no es lo mismo a decir, como parecía indicar Megías, que contribuía por el momento a “consolidar la opinión pública”. Los nuevos espacios de socialización que surgieron en las décadas de 1850 y 1860, crearon los ámbitos de debate informal sobre los que la opinión se va defi niendo, modifi cando o dividiendo. La multiplicación de cafés y billares, las renovadas tertulias en el espacio privado, el surgimiento de los clubes sociales de la elite, como el Club del Orden, fundado en Santa Fe en 1853, en cuyas actas fi guraban las suscripciones que se contrataban con medios gráfi cos de la región y de Buenos Aires, nos estaban indicando que la libertad de reunión y de asociación, la variedad de posibilidades de recreación en espacios públicos, multiplicaban el intercambio de ideas, socializaban opi-niones y generaban afi nidades y acuerdos políticos.

La opinión pública existía, en tanto constituía una tendencia hacia la de-fi nición de ideas, posturas, creencias, y actitudes de parte de sectores de la sociedad. Quizá no era todavía la prensa la fuente principal de esas ideas y el motor de las decisiones de la gente. Quizá, como señalaba Bonaudo, los dia-rios contenían la “opinión publicada”, antes que la opinión pública, y es pro-bable que esa opinión publicada fuera la del gobierno y la de la elite gobernan-te, que por entonces, antes que una “oligarquía”, constituía un “patriciado”, en tanto y en cuanto no había aún nuevos sectores sociales que le disputaran el poder. Pero a la vez es cierto que la prensa, como señalé, visibilizaba las ideas predominantes, contribuía a marcar la cancha entre los espacios políticos y empezaba a mostrar a la gente que la política podía descender de las alturas en las que la elite quería que apareciera, para ofrecerse a la consideración del público lector. No es que esto fuera a desencadenar una revolución cultural, pero era un avance de la modernidad en pequeña escala.

Quizá haya sido por ello que el Estado tomó medidas para disciplinar a la prensa mediante la “Ley de Imprenta” del 2 de octubre de 1876.69 No por-

68 Pagni y Cesaretti, op. cit.69 Registro Ofi cial de la Provincia de Santa Fe, t. IX, 1875 al año 1877, Santa Fe, Imprenta de

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que en la ciudad de Santa Fe corriera peligro su monopolio, sino porque en Rosario se estaba abriendo demasiado el abanico de posiciones editoriales a veces hostiles. El artículo 12 de la ley defi nía al delito de imprenta como “toda publicación por la prensa, en cartel, anuncio, hoja suelta, periódico o folleto que contenga una producción subversiva o sediciosa, obscena o inmoral, ca-lumniosa o injuriosa”. Hacía responsable tanto a los autores de tales especies, como a los dueños de las imprentas en las que se imprimieran, por lo que creaba un registro de establecimientos gráfi cos en todo el territorio provincial. La aparición de La Cabrionera en 1871 como órgano caricaturesco puso ner-viosos a los gobernantes, que temían al ridículo. Por eso la ley consideraba especialmente como delito de imprenta a las caricaturas calumniosas o inju-riosas. Por otro lado, la acción de La Capital también preocupaba al gobierno, ya que respaldaba a Oroño y a los Cullen, como quedó demostrado cuando se produjo el alzamiento de Patricio Cullen de 1877.

El 10 de noviembre de 1879 se sancionó una ley referente a las “acciones de injurias y calumnias por abuso de la libertad de imprenta”.70 Se señalaba que las acciones de injuria y calumnia por abuso de la libertad de imprenta po-drían establecerse en el juzgado popular previsto en la ley de 1876, o ante los jueces ordinarios de la provincia. Luego fi jaba los mecanismos para conformar anualmente una lista de sesenta vecinos de cada circunscripción judicial para conformar los jurados que intervendrían en los juicios por delitos de imprenta.

La ley de 1876 y su modifi cación de 1879 rigieron hasta 1937.

la Revolución, 1890, pp. 244-257.70 Ibídem, t. 10, pp. 322-323. Galván Moreno anota por error la fecha de esta ley como del 10 de enero de 1879. Conf. Galván Moreno, C., El Periodiso Argentino, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1944, p. 421.

Facsímil de El Argentino del 22 de junio de 1828, publicado por la Imprenta de la Convención.

El Tribuno del 16 de julio de 1898 (Hemeroteca de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe).

Nueva Época del 3 de agosto de 1905 (Hemeroteca de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe).

La Razón de Rosario de marzo de 1894. (Hemeroteca de la Junta provincial de Estudios Históricos de Santa Fe).

La prensa y la cultura del progreso (1880-1910)

Roquismo, modernización y prensa política

Como en su momento lo hizo notar Gabriel Carrasco en un artículo de prensa titulado “La Provincia de Santa Fe. La más grande manifestación del progreso argentino”, que cit Miguel Ángel De Marco hijo, la provincia de Santa Fe podía ubicarse en una tabla de crecimiento mundial en octavo lugar durante la década 1880-1890. Delante de ella solo siete estados norteamerica-nos, la aventajaban en ritmo y volumen.71

En el marco de una transformación nacional impulsada por el proyecto agroexportador de la Generación del 80, Santa Fe multiplicó su población, el número de hectáreas sembradas, la cantidad de colonias y centros urbanos, los kilómetros de vías férreas y caminos, su movimiento comercial y portuario. En 1860, la provincia se ubicaba en séptimo lugar entre las provincias argenti-nas en orden a su población, cuando contaba con 89.100 habitantes. Entonces Buenos Aires tenía 308.000, y por encima de Santa Fe se encontraban Cór-doba, Corrientes, Entre Ríos, Santiago del Estero, y Tucumán. Para 1895, la población santafesina se había multiplicado hasta llegar a 397.200 habitantes, por lo que pasó a ocupar el segundo lugar dentro del país.72

La ocupación territorial y la multiplicación de colonias agrícolas redundó en un crecimiento sostenido de la superfi cie cultivada. La cantidad de hectá-reas sembradas en 1885 era de 215.277 y en 1893 llegaba a 1.200.000. Un promedio de 18.000 inmigrantes llegaban anualmente a la provincia.

En este contexto de expansión, el notable aumento de la cantidad de pe-riódicos, especialmente en Rosario, fue signifi cativo. No solamente aparecían todos los años nuevos órganos de prensa, sino que algunos se establecieron y perduraban más allá de las coyunturas políticas y electorales, lo que esta-

71 De Marco (hijo), Miguel Angel, Santa Fe: La manifestación más grande del progreso argen-tino (1880-1912), en Historia de Santa Fe, (varios autores), Rosario, APIS, 1993, pp. 113-138.72 Ibídem, p. 131.

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ba mostrando la consolidación de un mercado consumidor de todo cuanto ofrecían estas hojas que contenían, además, una superfi cie redaccional cada vez más extendida. La prensa parecía encontrar poco a poco su cauce infor-mativo y de servicio, más allá de la propaganda facciosa. La independencia económica, que era consecuencia de la extensión del mercado de lectores y anunciantes, podía permitir a La Capital o a El Independiente, despegarse de los compromisos que implicaba la dependencia fi nanciera del Estado y asumir las características del periodismo moderno. No pasaba todavía lo mismo en Santa Fe, donde El Santafesino, casi única expresión de la prensa capitalina, respondía directamente al gobierno.

Las transformaciones antes mencionadas demandaron una mayor acción del Estado, lo que produjo una compleja estructura administrativa. Crecieron las ofi cinas públicas, los registros, las escuelas y centros educativos, los juz-gados de paz, las jefaturas políticas, las receptorías de hacienda. Los cuatro departamentos iniciales de la provincia eran en 1883 y dieciocho en 1889.

Creció la recaudación mediante el cobro de la contribución directa, las patentes y el papel sellado, pero también se elevaron los gastos de la admi-nistración. Los presupuestos anuales aumentaron sus montos, que llegaron a sumas inimaginables. En 1865 se calculaba un gasto anual de $130.611, mien-tras que en 1896 la estimación ascendía a $4.855.056 m/n. El Registro Ofi cial de Leyes y Decretos era cada año más voluminoso y su letra, más apretada. Cientos de decretos se necesitan nada más que para designar empleados de la administración, entre maestros, escribientes, secretarios de juzgados, jueces de paz, funcionarios policiales, guardias nacionales, porteros y preceptores. Los archivos desbordaban las ofi cinas y el crecimiento de la estructura estatal se hacía difícil de manejar.

Dispar desarrollo de la prensa en Santa Fe y en Rosario.

En su “Descripción geográfi ca y estadística de la provincia de Santa Fe” correspondiente a 1884 señalaba Gabriel Carrasco refi riéndose al periodismo: “El número e importancia de los periódicos que se publican en un país suele ser el mejor barómetro para apreciar su grado de civilización y libertad, y si en la Provincia de Santa Fe, su número no es tan grande como en Buenos Aires y

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Entre Ríos, supera al del resto de la República, y sobre todo, prescindiendo de toda clase de apreciaciones políticas, y consignando simplemente los hechos, debemos decir que el periodismo santafesino ha ejercido y ejerce una notable infl uencia en todo el interior de la República”.

“En 1882 se publicaban 215 periódicos en toda la República, según el im-portante ‘Anuario Bibliográfi co’ del doctor Navarro Viola, habiendo adelan-tado mucho el país a ese respecto, desde 1877, época en que solo aparecían 148, de los cuales seis correspondían a Santa Fe, que ha duplicado su número en ese intervalo”.73

En el cuadro estadístico de publicaciones periódicas del país, Carrasco se-ñalaba que de las mencionadas 215, aparecían en Buenos Aires, (ciudad y provincia) 142. Le seguía en importancia la provincia de Entre Ríos con 23 periódicos, mientras que Santa Fe y Corrientes corrían pareja con 11 cada una, y superaban ambas a la provincia de Córdoba que contaba con 8.74

Los 11 periódicos que computaba Carrasco para Santa Fe al 1º de enero de 1884 contenían los tres únicos diarios que aparecían en el territorio, los tres de Rosario. Estos eran La Capital, por entonces con 17 años de vida y 4.731 números editados; El Independiente, que llevaba 8 años de existencia y 1.909 entregas, y El Mensajero, que se encontraba en su segundo año de vida y había lanzado 371 números.75

Mientras tanto, en Santa Fe la prensa estaba reducida en 1884 al periódico El Santafesino, que se editaba dos veces por semana y se encontraba en su octavo año de vida, con 710 entregas. Fuera de este periódico gubernista se editaba también el Boletín Ofi cial, que aparecía irregularmente durante los últimos 11 años y que ya había sumado 401 ediciones.

Por entonces existían dos publicaciones fuera de las dos ciudades principa-les: el semanario impreso en alemán Argentinische Boten de Esperanza, con 11 años de existencia, y El Corondino, que había aparecido en Coronda tres años antes y que se entregaba una vez por semana.

73 Carrasco, Gabriel, Descripción geográfi ca y estadística de la Provincia de Santa Fe, Rosa-rio, Imprenta de Carrasco, Aduana 72, 1884, p. 190.74 Ibídem, p. 191.75 Ídem.

92 ALEJANDRO DAMIANOVICH

Además del periódico alemán de Esperanza se editaban en la provincia otras hojas periodísticas de la inmigración europea. Así aparecían en Rosario el semanario escrito en italiano La Caritá; L’ Avenir, diario publicado en idio-ma francés de reciente aparición, y La Unión Española, que se editaba tam-bién diariamente desde 1882. Esto era destacado por Carrasco, quien afi rmaba que Santa Fe era la única provincia, fuera de Buenos Aires, que contaba con periódicos publicados en lengua extranjera, “lo que prueba –señalaba– que la numerosa población europea es ya bastante para costear esas publicaciones”.

También se refi rió Carrasco a las imprentas y litografías de Rosario. Des-tacaba que la imprenta más antigua existente en la provincia era la que había fundado su padre, Eudoro Carrasco en 1856, por entonces de su propiedad, y que al iniciarse el año 1884 había en Rosario cinco tipografías y dos esta-blecimientos litográfi cos que también contaban con imprenta. Destacaba que en Rosario podían hacerse impresiones tan buenas y acabadas como las de cualquier capital y que sus imprentas producían anualmente una gran cantidad de hojas impresas.

Con respecto a las litografías, resaltaba las del señor Müller y la del señor Fleuty, la más antigua de Rosario, en la que se habían editado billetes de banco de notable factura.

Al año siguiente, cuando Carrasco se refi rió a los periódicos que se publi-caban en el mes de julio de 1885 en Rosario, señaló que ellos eran muchos y grande la infl uencia que tenían en la opinión pública, no solamente en Rosa-rio, sino también en el interior de la República.

En el citado mes y año aparecían en Rosario los siguientes diarios ysemanarios:

La Capital (diario) con 18 años de vida; formato 76 x 49; 4 páginas y 28 columnas; carácter político, noticioso, etc.

El Independiente (diario de la mañana); 9 años; 73 x 47; 4 páginas y 28 columnas; carácter político, noticioso, etc.

El Mensajero (diario de la tarde); 3 años; formato 66 x 46; 4 páginas y 28 columnas; carácter político, noticioso, etc. Apareció en octubre de 1883 y duró hasta 1923. Colaboraron en él Estanislao Zeballos, Juan José García Velloso, Gabriel Carrasco, Eudoro Díaz, Serafín Álvarez, Roque Sáenz Peña, Domingo F. Sarmiento, Jorge Shöle, Pedro S. Alcocer y José García González.

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El Combate (diario de la mañana); 2 años; formato 50 x 33; 4 páginas y 20 columnas en total; carácter político, noticioso, etc. Fue fundado por Pedro Rueda para oponerse al gobierno del canónigo Zavalla en 1884.

La Convención (diario de la tarde); 1 año; formato 50 x 33; 4 páginas y 24 columnas; carácter político, noticioso, etc. Fundado en 1885 por los hermanos Federico y Servando Gallegos.

La Opinión (diario de la mañana); 1 año; formato 74 x 49, 4 páginas y 28 columnas; carácter político, noticioso, etc.

El Artesano (aparecía los domingos solamente); 1 año; formato 28 x 45; 4 páginas y 16 columnas; carácter industrial.

La Industria Nacional, (aparecía los lunes solamente); 2 años; formato 30 x 46; 4 páginas x 16 columnas; carácter industrial.

La Propaganda (aparecía los domingos); 2 años; formato 28 x 40; 4 pági-nas y 16 columnas; carácter literario.

El Campeón (bisemanal); 1 año; formato 28 x 40; 4 páginas y 16 colum-nas; carácter satírico, caricaturas.

El Comercio (bisemanal, escrito en italiano); 1 año, formato 27 por 40; 4 páginas y 12 columnas; carácter comercial italiano.

El Bersaglieri (bisemanal, escrito en italiano); 1 año; formato 38 x 40; 4 páginas y 16 columnas; carácter político italiano.

La Caritá (semanario italiano); 5 años, formato 25 x 30; 4 páginas y 16 columnas; carácter literario italiano.

A estos periódicos se sumaron, dentro de la década de 1880, La discusión, vespertino de 1884; El Federalista, que repetía un nombre ya utilizado, de 1885; La Última Hora, vespertino dirigido por Francisco Guzmán, que apareció en septiembre de 1885 y duró poco tiempo; El Teléfono, que dirigía también Guz-mán y que inició sus trabajos el 1º de enero de 1886. En ese año comenzaron a publicarse los semanarios El Estudiante, que aparecía los domingos y tenía orientación literaria; La Propaganda y Sol de Mayo. En julio de 1887 se reanu-dó La Cabrionera, periódico caricaturesco de sátira política; “El Municipio”, diario matutino fundado y dirigido por Deolindo Muñoz, y en 1888 se agregó a la lista La Época, vespertino que dirigía David Peña, junto con los semanarios La Democracia y El Trovador. Como revista literaria se destacó La Idea, que se publicó hasta 1912 y contó con el aporte de escritores de renombre.76

76 La Capital, Suplemento del Centenario, Rosario, 1967, p. 93.

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Refi riéndose al formato de los periódicos de la época decía Carrasco: “Se advertirá que la mayoría de nuestros periódicos son de tamaño enorme, en comparación a los que se acostumbran en los países europeos; nuestros diarios son inmensas hojas que contienen todo género de materiales, y que en gran parte reemplazan la lectura de libros a los que hacen formidable competencia”.

Destacaba también Carrasco las facilidades que la distribución de la prensa recibía de parte del correo: “La ley nacional de correos determina que el porte de los periódicos dentro de la República es completamente gratuito, lo que favorece en alto grado su circulación. Esa facilidad para el establecimiento, –aclaraba Carrasco– de periódicos hace que estos aparezcan y desaparezcan con la misma facilidad”.

Esta precariedad de la prensa de esta época estaba vinculada a los fi nes circunstanciales o de coyuntura que perseguían ciertos periódicos. “Cualquier acontecimiento político o social, provoca la fundación de periódicos diversos, que terminan con el objeto que los ha creado, o por la mutabilidad de las cir-cunstancias; después de los momentos críticos dejan de existir, y solo quedan los viejos veteranos de la prensa, que, teniendo la vida asegurada o un propó-sito fi jo, permanecen en medio de la batida general”.

Mientras Rosario descollaba en actividad periodística, en Santa Fe no ha-bía más que un periódico: El Santafesino, bisemanario aparecido en 1877 (ver capítulo anterior) y que continuaba editándose en 1884, después de haber sido el órgano ofi cialista de la última etapa del gobierno de Servando Bayo, del segundo gobierno de Simón de Iriondo, y también durante la administración del canónigo Manuel Zavalla, último mandatario de la serie iriondista. Entre los redactores de El Santafesino se destacaban Manuel Yáñez, en la primera etapa, y luego Mariano Quiroga y Malaquías Méndez. En 1880 anunciaba que su candidato a la presidencia era el general Julio A. Roca.77

Se sumó, en 1882, un periódico opositor: La Libertad,78 que en plena crisis partidaria del Club del Pueblo a raíz del fallecimiento de Simón de Iriondo, cargó sus tintas contra su último exponente, su cuñado Manuel María Zavalla, a quien llamaba “idiota” y “fraile que debía estar pisando los umbrales de las puertas del manicomio”. Para apoyar la candidatura presidencial de Bernardo

77 Mignone, C., op. cit., pp.189-190.78 Ibídem, pp. 190-91

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de Irigoyen, apareció por entonces Los Principios,79 dirigido por David Peña, que respaldaba también la nominación de la fórmula José Gálvez–Severo Gon-zález como gobernador y vice. Duró hasta 1886, año importante en la historia del periodismo local, ya que se produjo la fundación de Nueva Época, uno de los grandes diarios de la provincia que se mantuvo en la calle hasta 1923.

Ese mismo año aparecía La Revolución, periódico opositor al roquismo que era redactado por Domingo Silva, periodista que con los años construyó una trayectoria sobresaliente en la prensa y en la cultura santafesinsa. Introducido de lleno a la contienda política, La Revolución anunciaba las desapariciones de sus opositores como si fueran logros propios. Así lo hizo cuando cerraron Los Principios y El Tribuno, y daba cuenta de la aparición de Nueva Época como la de un órgano ofi cialista que respondería al presidente Juárez Celman.80

En 1887 se publicaba El Lábaro, periódico que debió ser amigo de los escándalos, ya que en su edición 203 del 4 de agosto de ese año denunciaba el ingreso de “mujeres prostitutas” al Club del Orden, centro de socialización de la elite dirigente de la ciudad. Tras una asamblea de socios realizada el 19 de ese mes, el Club desmintió la acusación por medio de publicaciones realizadas en Nueva Época y en La Revolución.81

En 1888 nació el diario La Provincia como órgano opositor al galvismo y medio de propaganda para la candidatura de José Bernardo Iturraspe, a la vez que se manifestaba partidario del presidente Juárez Celman. Al producirse el triunfo de Juan Cafferatta, en marzo de 1890, desaparecieron La Provincia y La Revolución, concebidos con fi nes puramente electoralistas.82

Expresiones periodísticas de la oposición: el radicalismo y la prensa

La década de 1890 fue un tiempo de agitaciones políticas y multiplicación de periódicos, especialmente en la ciudad de Rosario, donde unos cerraban y muchos los reemplazaban. Un corte sobre este particular es el que nos brindó Miguel Ángel De Marco (h) en su libro sobre Santa Fe en la transformación

79 Ibídem, p. 191.80 Ibídem, pp. 191-192.81 Diego, Bernardo M. de, Club del Orden. Anales. Contribución a la historia de Santa Fe, Macagno, Santa Fe, 1990, p. 48.82 Mignone, C., op. cit., pp. 1892-1893.

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argentina. Corresponde al año 1894, cuando gravitaban sobre la prensa la próxima salida electoral y una precaria estabilidad económica, factores que alentaban la actividad periodística, pero con el condicionamiento del estado de sitio vigente en abril de 1894, por lo que los diarios debían solicitar autori-zación para circular al jefe político. 83

Anotaba De Marco (h) los nombres de los diarios “prerrevolucionarios”: La Capital, El Municipio, El Mensajero, La Razón, La tribuna Política y Nue-va Época. Habían sobrevivido a la crisis de 1893 y se aprontaban a sostener su lugar en la nueva coyuntura. Se sumaba en la capital el diario Unión Pro-vincial, que impulsaba la política de unifi cación de los esfuerzos opositores agrupados en la coalición del mismo nombre. A la lista de diarios de “primera línea” se agregaban otros títulos de menor signifi cación: Don Quijote, El Pue-blo, El Amigo del Colono, El Cosmopolita y L'Independant, todos autorizados por el jefe político de Rosario en 1894.

Como expresión del Partido Radical se comenzó a publicar La Bomba, periódico caricaturesco dirigido por Alberto Linares que logró autorización para salir a la calle como semanario. Era un órgano de combate en plena fi ebre opositora del partido que había protagonizado la revolución del año anterior, y se editaba en los talleres de Ricardone. Se publicó, según anotaba De Marco (h), por dos años en forma ininterrumpida.

También era radical El Imparcial, aparecido en Rosario en agosto de 1894, dirigido por Dermidio T. González y editado por Tomás Duarte. Se sumaba el diario El Nacional de Reginaldo Bustos, órgano de interés general y temas de actualidad, y el nocturno Última Hora, que respondía al propósito de con-tener las noticias del día completo. Tuvo algunas difi cultades que pudo salvar el periódico El Quid, al que se le reprochó un lenguaje intemperante, por lo que fue temporalmente suspendido. Se rechazó, en cambio, la publicación del periódico militante radical La X, dirigido por Francisco Aguirre.

“La prensa opositora en su conjunto –señalaba De Marco (h)– no se dejó intimidar, y con un arrojo asombroso continuó desafi ando a la autoridad del interventor. El movimiento periodístico demostraba al mismo tiempo que en Rosario se ‘pensaba y se sentía’. La ciudad vivía un clima de pluralismo social y cultural”.84

83 De Marco (h), Miguel Ángel, op. cit., p. 173.84 Ibídem.

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En 1897 aparecía en Santa Fe el matutino El Tribuno85 , cuyo director era Luis Monje, secretario de redacción Carlos Camín y administrador era Abdón Viana. Se presentaba como “Órgano de la Unión Cívica Radical de la Juventud” y su plana ocupaba cinco columnas. Tenía imprenta propia y la administración funcionaba en calle San Jerónimo 493. Dejó de aparecer durante el gobierno de José Iturraspe.

Una lista de títulos de aquellos días se publicó en el suplemento de La Capital del 15 de noviembre de 1967, conmemorativa de su centenario, que reproduzco a continuación, aunque reordenada por año de aparición. Si bien es extensa y pormenorizada, los autores alertaron que solo mencionarían algunos títulos:

1890: El Diario de Noticias, diario, enero de 1890; La Italia, diario, agosto de 1890; El Bicho Feo, semanario, septiembre de 1890, editado en la imprenta de La Capital; La Opinión, diario político noticioso, editado por Vicente Ar-teaga, en su propia imprenta; Unión Cívica, diario político y de noticias, de imprenta propia, editado por Manuel J. Ferrer; The Argentine News, semana-rio en idioma inglés, editado en noviembre de 1890 por C. P. Mellod; Sucesos Rosarinos, semanario del mismo mes y año que el anterior.

1891: La Ilustración, periódico quincenal, de marzo de 1891; La Razón, diario con imprenta propia, de diciembre de 1891, cuyo propietario era Pedro L. Funes y redactor, Don Ramón Cornell. Este diario apareció cerca de tres años. El Pueblo, semanario, diciembre de 1891; El Correo, diario con impren-ta propia, diciembre de 1891.

1892: La Época, periódico literario del 10 de enero de 1892 y su último nú-mero fue del 19 de junio de 1893, dirigido por Modesto Barroso. La Epoca era órgano del Ateneo que presidía David Peña; El Alacrán, periódico de febrero de 1892; Juventud Rosarina, periódico de septiembre de 1892; El Látigo, se-manario de octubre de 1892; El Pepino, periódico de noviembre de 1892; San-cho Panza, periódico caricaturesco de noviembre de 1892, cuyo editor era En-rique C. Ferreyra; Unión Postal Argentina, semanario de noviembre de 1892.

1893: La Plaza, semanario de enero de 1893; La Tribuna del Trabajo, se-manario de 1893; Rosario, diario de mayo de 1893; Rosario Cómico, sema-nario, que apareció en mayo de 1893, editado por José A. Codina; Cercantes,

85 Hemeroteca de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe.

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semanario de junio de 1893; El Radical, diario de septiembre de 1893; El Pueblo, diario editado por Miguel Daufi , en octubre de 1893; Don Quijote, pe-riódico de caricaturas, editado en noviembre de 1893 por Alberto Linares; El Diario, diario de la tarde con imprenta propia, noviembre de 1893, editado por el doctor Camilo Aldao; El Amigo del Colono, semanario, diciembre de 1893.

1894: El Quid, periódico de enero de 1894; El Cosmopolita, semanario de febrero de 1894; L'Independant, semanario en francés, marzo de 1894; La Quincena, periódico de marzo de 1894; El Criterio, semanario de mayo de 1894; The Argentine Budget, revista mensual en idioma inglés de mayo de 1894; El Imparcial, periódico de julio de 1894; El Pueblo, diario de julio de 1894, cuyo editor era Juan Ramón Gómez; La Primavera, periódico de agosto de 1894, dirigido por Tomás Arias y Froilán Ortiz, estudiantes del Colegio Na-cional, y que contaba con colaboradores a Enrique Thedy, G. E. Vaquié, C. del Valle Ibarlucea, Emilio Ortiz Grognet y otros; El Rosario, semanario de sep-tiembre de 1894, redactor : doctor Serafín Alvarez; Crónica Mundana, sema-nario de septiembre de 1894; Fiat Lux, semanario de octubre de 1894; Cri- Cri, semanario de noviembre de 1894; Triunviro de Rosario, revista de noviembre de 1894; El Nacional, diario de noviembre de 1894, cuyos editores eran Pablo Peiró y Rejinaldo Bustos; La Verdad, periódico de diciembre de 1894.

1895: Quevedo, periódico de enero de 1895; Artes y letras, diario de enero de 1895; El Día de marzo de 1895; L'Gianduja, semanario ilustrado en idio-ma italiano de abril de 1895; The Echo, diario editado en idioma inglés de abril de 1895; El Alberdino, semanario que aparecía en Alberdi, editado en la imprenta La Comercial, de mayo de 1895; El Puelo, diario con imprenta pro-pia, de agosto de 1895; La Verdad, periódico de octubre de 1895; La Semana Rosarina, semanario de octubre de 1895; La Esperanza, periódico del mismo mes y año que el anterior; El Debate, diario de la tarde de diciembre de 1895; El Porvenir Social, semanario de diciembre de 1895.

1896: El Verdadero, periódico quincenal de enero de 1896; La revista, pe-riódico de febrero de 1896; La Revista de Ganadería, periódico quincenal de febrero de 1896; El Tipógrafo, diario de febrero de 1896; El Diluvio, diario de febrero; El Partido Radical, diario de febrero; L'Indiscret, periódico de marzo; Il Contadino, semanario de mayo; Registro Comercial, periódico de mayo; La España, semanario de junio; La Familia, semanario de julio; Fede-

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ración Obrera, quincenal de agosto; El Gran Siete, semanario de septiembre; Deutsche Zeitung y Argentinischer Boot, periódico alemán de septiembre; El Flagelo, semanario de septiembre; Il Progresso, periódico editado en italiano de octubre y La Reforma, periódico de octubre.

1897: El Día, segunda época de 1897, diario de la tarde redactado por el doctor Celestino Pera; El Eco del Mercado Sud, periódico de enero; Il Pro-greso, periódico editado en italiano de mayo; Mauser Argentino, periódico de junio; El Rayo, periódico de julio; El Mosquito, periódico de julio; La Mala Lengua, diario de septiembre; La Lucha, diario de octubre; La Provincia, dia-rio con imprenta propia, de noviembre; Le Français, periódico francés de di-ciembre; Il Citadino, diario en italiano de diciembre.

1898: La Censura, periódico de enero; Lautaro, periódico de abril, cuyo editor era Luis San Miguel; Revista Comercial, periódico de abril; El Amigo del Colono, segunda época, periódico de abril; El Alba, periódico de mayo; La Buena Prensa, semanario de agosto; La República, diario, por su imprenta, del 10 de septiembre, político y noticioso, cuyo primer redactor era el doctor Lisandro de la Torre; “El Eco de los Sucesos”, bisemanal de octubre.

1899: Cámara de Comercio, periódico mensual comercial, editado en idio-ma italiano de febrero de 1899; La Nueva Humanidad, periódico mensual de abril; El Negro Sinforoso, semanario de octubre; The Week, semanario en idioma inglés de noviembre.

1900: La Ribera Farola, periódico en idioma italiano, de mayo de 1900; y El Heraldo, diario noticioso de la tarde fundado por D. T. González, Modesto Ba-rroso y Vicente Palenque y redactado por José Cibils, del 15 de octubre de 1900.

En la primera década del siglo XX se editaron en Rosario, según el suple-mento aniversario de La Capital de 1967:

1901: El Fogón Rosario, de junio de 1901; Sancho, semanario de agosto de 1901, y El Deber, semanario político y noticioso del que era propietario y redactor Juan Crisolia, de noviembre de 1901.

1902: Il Risveglio, semanario italiano, de enero de 1902; Las Colonias, semanario de febrero de 1902; Mariano Moreno, periódico mensual literario, órgano de la sociedad del mismo nombre, de junio de 1902; Revista Almace-neros, periódico comercial quincenal del Centro de Almaceneros, de junio de 1902; Adelante, periódico quincenal de junio de 1902; La Provincia diario de

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la tarde, político y noticioso con imprenta propia de octubre de 1902.1903: El Correo Masónico, quincenal, editado por Juan Aletta de Silva, de

febrero de 1903; El Negro Serafín, periódico de marzo de 1903; El Nacional, diario con imprenta propia, cuyo director era el doctor Felipe Carreras, de mayo de 1903; El Siglo, diario de la tarde, con imprenta propia, político y noticioso, propietario y fundador: doctor Fenelón Guevara, de julio de 1903; El Cronista, periódico ilustrado de julio de 1903; El Comercio, periódico se-manal sobre comercio, de septiembre de 1903; El Debate, periódico de sep-tiembre de 1903; La escoba, diario de octubre de 1903; Fray San Bomba, semanario, de octubre de 1903; El Intransigente, diario, noviembre de 1903.

1904: El Obrero Intelectual, de febrero de 1904; Roma, quincenal de abril de 1904; El Censor, diario, de julio de 1904; El Universo, semanario, de no-viembre de 1904; Fígaro, semanario, de noviembre de 1904.

1905: Brisas, semanario, de abril de 1905; El Diario del Lunes, semanario de abril de 1905; La Juventud, periódico de mayo de 1905; El Mercantil, con imprenta propia, diario político y noticioso, dirigido por su propietario, doctor P. Cogorno, de junio de 1905; El Pueblo, semanario de julio de 1905; El Rojo, semanario de julio de 1905, fue editado por Juan Forgués; El Látigo, semana-rio de julio de 1905.

1906: El Hombre Nuevo, periódico de enero de 1906; El Constructor, se-manario de febrero de 1906; Futuro, periódico de febrero de 1906; El Guante Blanco, periódico de marzo de 1906; Nuevas Brisas, periódico de abril de 1906; El Rodeo, periódico de mayo de 1906; Juan Tenorio, semanario de junio de 1906; El Empleado Comercial, periódico, de agosto de 1906.

1907: El Curioso, periódico de junio de 1907; El Rosario, semanario fun-dado y redactado por D. D. T. González, de junio de 1907; Helvetia, semanario comercial italiano de agosto de 1907; Reforma, semanario de agosto de 1907; Artes Edilicias, semanario técnico de octubre de 1907; Mensajero del Amor, semanario de noviembre de 1907; La Escoba, semanario de diciembre de 1907.

1908: Regeneración, periódico mensual social de febrero de 1908; El Pue-blo. Semanario político y noticioso de mayo de 1908; L'Italiano, semanario italiano, político y social, de mayo de 1908; Materinska Riec, semanario, de octubre de 1908.

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1909: El Picafl or, semanario, de enero de 1909; El Pampero, periódico de abril de 1909; Rosario Industrial, periódico trimensual sobre industrias, de mayo de 1909; Don Pipo periódico de junio de 1909; Gil Blas, semanario humorístico de junio de 1909; La Justicia, semanario de septiembre de 1909; El Eco Industrial, semanario, de septiembre de 1909; Nuevo Mercurio, sema-nario de septiembre de 1909.

La Capital y El Municipio de Rosario y Nueva Época de Santa Fe

Hacia 1880 La Capital de Rosario había logrado un lugar de preferencia en el público lector regional. Seguía siendo parte de la prensa facciosa que caracterizaba al periodismo de su tiempo, pero podía exhibir una continuidad que muchos le envidiaban. La desaparición del iriondismo le otorgó mayor soltura, ya que sus relaciones con el “Club del Pueblo” habían sido confl icti-vas. En 1886 se pronunció a favor de la candidatura de Juárez Celman, luego de haber sido opositor del roquismo, y se alineó tras José Gálvez y el galvis-mo, lo que le permitió a su director, Ovidio Lagos, acceder a una banca de diputado nacional.

Cuando falleció el fundador de La Capital en 1891, el periódico comenzó a sufrir una transformación notable a instancias de la gestión directiva de sus hijos. La solvencia del mercado le permitió funcionar con independencia de los condicionamientos políticos y reemplazó su tradicional discurso faccioso por contenidos que iban dirigidos a toda la sociedad, sustentado en la defensa de la cultura liberal burguesa.

Las posibilidades técnicas y el ferrocarril le permitieron circular por todo el sur santafesino y se proyectó a las zonas más próximas de las provincias de Córdoba y Buenos Aires en las siguientes décadas. En 1887 había renovado parcialmente sus talleres con equipos importados de Europa, proceso que con-tinuaba en 1889. Como la nueva “Marinoni” no permitía ampliar la superfi cie de las hojas del diario, se redujo el tamaño de la tipografía para que entrara más texto por página.

Hacia la primera década del siglo XX, cuando comenzaron a consolidarse los cambios en su perfi l, como observaba Valeria Príncipe, citada por Pagni y Cesaretti, “si nos detenemos a revisar los diarios La Capital y El Municipio de

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los años del Centenario y los comparamos con los que se editaban durante la segunda mitad del siglo XIX, las diferencias son evidentes desde la forma. La primera impresión está dada por el tamaño y el tipo de papel: en el caso de la prensa de la época de la Confederación y la de los años '70; las dimensiones son menores que en los casos citados, y el mejor estado de conservación in-dica el uso de un papel de calidad superior. También la tipografía se modifi ca con los años: en los diarios más tardíos se torna más apretada, cubriendo casi la totalidad de la hoja, con escasos márgenes. El número de páginas es casi una constante: nunca más de seis, y en la mayoría cuatro, rasgo que permanece en el caso de El Municipio hasta su desaparición en 1911. Todos estos elemen-tos, sumados a variables más signifi cativas tales como el uso de la publicidad y los modos de circulación son indicativos de que estamos frente a distintos tipos de prensa”.86

“En esa fl uida relación –decía Megías– en esa capacidad para acomodarse respecto de las demandas de los lectores/vecinos que muestran los responsa-bles y editores de periódicos y en la actitud participativa de los lectores, pare-ce encontrarse una de las claves de las transformaciones que hicieron que en poco más de una década aparecieran en la ciudad periódicos especializados y una prensa de estilo general, capaz de atender a las necesidades informativas de un variadísimo y heterogéneo público lector. Por otro lado, ese proceso fue condición de posibilidad para que se consolidaran empresas periodísticas más sólidas que en poco tiempo estuvieron en condiciones de autonomizarse de cualquier dependencia económica e, implícitamente, política; empresas que protagonizarán una nueva era en el periodismo de la ciudad”.87

“En mayo de 1887 hace su aparición un referente importante del perio-dismo rosarino –decían Florencia Pagni y Fernando Cesaretti–. Se trata de El Municipio, diario que fundado por Deolindo Muñoz, a partir de los noventa sostuvo los ideales del naciente radicalismo. De tendencia anticlerical, su pré-dica más virulenta la dirigió no contra la Iglesia católica sino contra la buro-cracia santafecina, a la que atacó permanentemente por considerarla culpable de conspirar contra el progreso rosarino. Hasta su desaparición al comenzar la segunda década del siglo XX, El Municipio fue una de las publicaciones más

86agni, Florencia y Cesaretti, Fernando, De hoja facciosa a empresa periodística moderna. La transformación fi nisecular del diario La Capital, en historiapolitica.com87 Megías, Alicia, Prensa y formación de la opinión pública…, p.23

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importantes de la ciudad, mensurable por la cantidad y calidad de avisos que aparecían en sus páginas”.88

Diego Abad de Santillán trazó una semblanza de las vicisitudes políticas vividas por Muñoz y el órgano por él creado, “hoja que tuvo enorme difusión en el país por su prédica revolucionaria y fue el primer órgano periodístico del interior que se vendió en las calles de Buenos Aires; en los años 1889 y 1890, Muñoz fue considerado el paladín que con mayor denuedo combatía el régi-men causante de la revolución de 1890. En el transcurso de esa prédica, embar-gadas y secuestradas las maquinarias impresoras, el pueblo de Rosario arrolló a la policía y arrebató de las manos de los secuestradores las piezas extraídas, devolviéndoselas a Muñoz para que pudiera continuar imprimiendo el diario”.

Sobre El Municipio hay que decir que fue uno de los diarios más importan-tes de Rosario. Como destacaron n los redactores del suplemento del centena-rio de La Capital, su colección completa ocupa 92 tomos que se encuentran en el Museo Histórico Provincial “Julio Marc” de esa ciudad. Había aparecido el 25 de mayo de 1887 –como ya señalé– y se editó hasta 1911, cuando debió cerrar debido a difi cultades fi nancieras de su editor Deolindo Muñoz, destaca-do hombre público que falleció el 12 de mayo de 1912.

Aunque veinte años más joven, fue el único de los diarios rosarinos que miraba de igual a igual a La Capital en los días del centenario de 1810. Decía Abad de Santillán que El Municipio era el único diario del interior que se voceaba en las calles de Buenos Aires y que fue una de las principales voces contra el gobierno en la crisis de 1890.

Como consecuencia de las alternativas electorales de 1886 que llevaron al gobierno de la provincia al Dr. José Gálvez, nació como órgano gobiernista el diario Nueva Epoca, fundado el 20 de mayo de ese año. El gobernador tuvo parte activa en esta empresa, considerando que la oposición a su gobierno sería poderosa a juzgar por el clima político postelectoral. Se hizo cargo de la dirección el periodista y escritor David Peña. Funcionó en la esquina de las calles Comercio (San Martín actual) y Entre Ríos (Moreno de hoy).89

88 Pagni, F. y Cesaretti, F., ibídem.89 López Rosas, José Rafael, Santa Fe, aquel rostro. Su historia, su política, su cultura, Mu-nicipalidad de la Ciudad de Santa Fe, Sant5a Fe, 1997, pp. 152-157. Salvo indicación expresa, anotamos en este acápite sobre Nueva Época los datos principales que aportó López Rosas en este trabajo. Conf. Mignone, C., op. cit., p. 191 y ss.

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Los grandes lances periodísticos que encaró durante la administración de Gálvez fueron contra La Revolución de Gerónimo Cello (desaparecido en 1890), y luego contra Unión Cívica de los hermanos Carlos y José Gómez. Al plantear-se la sucesión gubernativa, Nueva Época apoyó la candidatura de Juan Cafferata contra la del Partido Constitucional que sostenía a José Bernardo Iturraspe.

El diario de David Peña apoyó al gobierno desde sus páginas a toda costa en las instancias revolucionarias de 1890 y 1893. “Los números de Nueva Época vomitan fuego”, decía López Rosas. El gobierno revolucionario de Mariano Candioti tomó presos a diversos referentes de la oposición (ofi cialis-tas el día anterior). Junto con los principales legisladores fue llevado detenido David Peña al local de los Guardia cárceles el 7 de agosto de 1893. Al día siguiente, el diario arremetió contra los responsables de lo que consideraba un atropello y cargó sus tintas contra Candioti y todo su gabinete. Luego el diario cerró transitoriamente sus puertas como respuesta a lo que denominó la “mazorcada” de la víspera.

Cuando se avizoraba nuevamente el horizonte electoral, hacia 1894, los par-tidarios de Iturraspe fundaron un diario que hizo frente a Nueva Época. Se trata-ba de Unión Provincial, a cuyo frente pusieron al destacado periodista, escritor y educador Domingo Silva. Son de esos años las polémicas más memorables del periodismo capitalino fi nisecular. Los dos talentos literarios cruzaban espa-das frente al interés creciente de los lectores, hasta que David Peña, cansado de la chatura pueblerina de la ciudad de aquellos días, decidió partir hacia Buenos Aires, donde disponía de mayor espacio para sus aptitudes intelectuales.

Al cumplirse el sexto aniversario de la revolución radical de 1893, Nueva Época, por entonces dirigida por Juan Arzeno, realizó una evocación negativa de aquellos días y de aquellos hombres. Intentaba contrarrestar con ello la mi-rada opuesta que llegaba desde el sur, a través de las páginas de La República de Lisandro de la Torre. El suplemento producido entonces se titulaba “Re-frescando la Memoria”, y por subtítulo precisaba: “Apuntes para la Historia. La revolución radical del 30 de julio de 1893”.

Después de Peña pasaron por la dirección de Nueva Epoca Ramón J. Las-saga, el biógrafo de López; José Ignacio Llobet, Juan Arzeno, Lorenzo Ana-dón, Ramón J. Doldán, Gustavo Martínez Zuviría, Mateo Booz, Manuel del

105EL PERIODISMO EN SANTA FE

Sastre y Carlos Carranza, entre otros que enumeraba López Rosas. Acalladas las polémicas políticas la década de 1890, Domingo Silva se sumó a la lista de colaboradores, entre los que fi guraban afamados poetas como Juan Julián Lastra, Diego Fernández Espiro, Horacio Rodríguez, José Cibils y Alfonso Durán. Las páginas del diario contenían también frecuentes artículos de los historiadores y ensayistas Manuel Cervera, Floriano Zapata y Julio Busaniche.

Homenaje a la prensa en 1902

El 1º de enero de 1902 la revista santafesina Azul y Blanco rendía un home-naje a la prensa con motivo de su primer aniversario. Publicaba las fotografías de las primeras planas de los diarios del momento y señalaba:

“Rendimos homenaje a la prensa, ese cuarto poder del Estado, reprodu-ciendo en nuestra parte gráfi ca facsímiles y retratos que no han menester co-mentarios para los lectores de esta capital.

Este homenaje es merecido. La prensa, con todos sus errores y extravíos, es el verdadero paladín de las libertades públicas y la fuerza más poderosa de los tiempos presentes.

Es preciso convenir que la prensa domina el mundo y sus enseñanzas se imponen. Es más poderosa que la palabra y más fuerte que el libro, en cuanto resulta el alimento intelectual de todas las clases.

En tiempos de la Revolución Francesa se dijo que el silencio de Mirabeau debía considerarse como una desgracia pública; con mayor razón debería re-petirse hoy respecto de la prensa. Allí donde el periódico muere es que ha des-aparecido todo ambiente de libertad y la tiranía ahoga todos los pensamientos.

Emile de Giradín, el cual decía, en su propio elogio, que todos los días tenía un pensamiento nuevo, ha sostenido que los males que la prensa causa ella misma los cura, o no tienen cura. La forma paradojal de la frase no es óbice para que sea una gran verdad. El periódico como obra de humanos, es capaz de error; mas son tantos los servicios que presta a la humanidad y tan luminosos sus aciertos, que nos tiemblan las carnes al pensar que podía un día desaparecer ese gran apóstol, dejando viuda de su defensa a la sociedad. Dados los medios de fuerza de que disponen los gobiernos sin la prensa, el mundo sería un espantoso infi erno, en el cual la esclavitud más animosa cons-tituiría el único estado social.

106 ALEJANDRO DAMIANOVICH

Saludemos, pues, con la cabeza descubierta, al periódico, que si algunas veces se extravía, en mil ocasiones va hasta el último sacrifi cio en pro del común; y saludemos también al periodista, ese oscuro zapador del progreso, verdadero Bayardo de las causas populares, que, como las bujías, se consume iluminando para desaparecer ignorado en el montón anónimo de los que caen en la huesa común, sin que nadie le llore, ni les recuerde, ni piadosamente de-rrame algunas lilas blancas sobre la removida tierra que guarda sus despojos. ¡Ah, y eso es más que morir!”.90

Las fotografías que publicó Azul y Blanco en este número aniversario son muy útiles para tener un pantallazo de las características gráfi cas de aquellos medios: son todas ediciones de diciembre de 1901. Al inicio aparecía la pri-mera plana de La Capital, en la que se destacaba su condición de “Decano de la Prensa Argentina” a nueve columnas en gran formato sábana, seguido por El Municipio de Deolindo Muñoz, de igual tamaño y cantidad de columnas. En ambos casos prevalecía el texto redaccional a una columna, sin títulos destacados ni ilustraciones.

Después de estos diarios rosarinos aparecía en Azul y Blanco la primera plana de Unión Provincial, fundado en 1894, de gran formato a ocho colum-nas, que por entonces sostenía la candidatura a gobernador de Rodolfo Freyre por el Partido Popular, a quien acompañaba en la fórmula Miguel Grandoli. Era dirigido por Urbano de Iriondo, hijo del caudillo Simón de Iriondo, y po-lítico destacado a su vez, que falleció en junio de 1902, a los 37 años.

Seguía luego la primera página de Nueva Época, que sostenía la misma candidatura de Freyre. Su director en diciembre de 1901 era Juan Arzeno y apa-recía con un formato menor que los anteriores, con una plana a seis columnas. Llama la atención el diseño gráfi co de esta página, que tenía un recuadro cen-tral titulado “Avance Publicitario” y estaba dedicado a los avisos comerciales.

Se mostraba luego la imagen del vespertino La Opinión de Ovidio Mo-linas, también de Santa Fe, con una plana a cinco columnas. Introducía la variante gráfi ca de incluir artículos a dos columnas.

La imagen de El Santafecino de Abdón Viana, también vespertino, era del 2 de septiembre. Con el viejo título de los tiempos iriondistas, el diario había aparecido el año anterior y respaldaba también las candidaturas de Freyre y

90 Azul y Blanco, Santa Fe, 1º de enero de 1902.

107EL PERIODISMO EN SANTA FE

Grandoli. Se presentaba como “Publicación comercial y de intereses genera-les” con “redacción anónima” y en espacio central a dos columnas publica la fotografía de Rodolfo Freyre como candidato a gobernador. Se destacaba como editorial o nota de “Redacción” un artículo titulado “Santa Fe Autóno-ma. Gobierno Propio”, en el que defendía el sistema federal y recordaba la fi gura de Estanislao López. De todos los diarios que sostenían la candidatura de Freyre, parecía ser El Santafesino el más comprometido con el Partido Po-pular, cuyo lema “Concordia, Libertad y Moralidad” publicaba en la primera columna, junto al listado de miembros del Comité Central.

También sostenían la candidatura de Freyre los diarios rosarinos El Heral-do y El Día de Celestino Pera. Ambos vespertinos a siete columnas, publica-ban la nómina completa de autoridades del Partido Popular y miembros de sus comisiones internas.

Por su parte, El Mensajero de Felipe Moré, se manifestaba partidario de la “Liga Patriótica Rosarina” que se estaba organizando. Tenía siete columnas y fue fundado por Moré en 1882.

La República se presentaba como el “Diario de mayor tiraje y circulación de la provincia de Santa Fe”. Aparecía por la mañana con un formato de siete columnas y había sido fundado el 10 de septiembre de 1898 (apareció has-ta 1943). Toda su primera plana estaba ocupada por avisos clasifi cados. Era igualmente comercial la portada del matutino rosarino La Provincia, que se editaba en seis columnas, aunque compartía los espacios publicitarios con una sección especializada en asuntos bursátiles, comerciales y navieros. Lo dirigía Luis Bonaparte y había surgido ese mismo año de 1901.

Se publicaba en Esperanza dos veces por semana (jueves y domingos) el periódico La Unión, cuya fotografía de la portada era también incluida en este número de Azul y Blanco. Había iniciado sus trabajos en 1890 y tenía un dise-ño gráfi co que alternaba publicidad con texto redaccional.

El semanario El Deber de Rosario, aparecido ese mismo año de 1901, se presentaba como un órgano de opinión y en su portada incluía artículos de fondo que trataban asuntos como “El Celibato” y el centralismo del gobierno nacional. Evidentemente era una publicación anticlerical, y su director, Ernes-to Digone, un librepensador., como surge del texto del primer artículo.

108 ALEJANDRO DAMIANOVICH

Il Cittadino de Rosario, que se anunciaba como “Giornale Italiano”, mos-traba un formato comercial, con una primera plana en “chimenea” dedicada exclusivamente a contener avisos publicitarios. Su director era Carlo Cavallini.

El Liberal de Rafaela salía a cinco columnas los jueves y domingos. Se anunciaba como “periódico comercial, político y noticioso” y tenía por enton-ces nueve años de antigüedad. Predominaba en su portada el texto redaccional por sobre el publicitario.

También era de Rafaela el semanario La Libertad de Ángel Caballero. Res-pondía al Partido Popular y respaldaba la candidatura de Freyre. Publicaba en cada número la lista de autoridades partidarias del Departamento Castellanos y se presentaba como un periódico político, comercial y noticioso y “órgano del pueblo nacional y extranjero”. Presentaba cinco columnas con un predo-minio de texto redaccional y notas de opinión.

Otros periódicos del interior que aparecían otografi ados en el número ani-versario de Azul y Blanco eran El Progreso de Cañada de Gómez, a cuatro columnas; La Campaña, semanario de “Villa Casilda” de J. Pescio, a cuatro columnas, y El Eco de Vera a tres columnas, que dirigía L. Barceló.

Además de los periódicos descriptos, Azul y Blanco publicaba una doble página con los retratos de Juan Arzeno, director de Nueva Época; Urbano de Iriondo, director de Unión Provincial; R. M. Pizarro, director de La Repúbli-ca; Luis Bonaparte, director de La Provincia; L. Barceló, director de El Eco de Vera; C. Cavallini, director de Il Cittadino; O. Molinas, director de La Opi-nión; J. Viana, director de El Santafesino; C. R. Pitt, director de El Liberal; J. Grisolia, director de El Deber, y J. Pescio, director de La Campaña.

También reproducía Azul y Blanco las portadas de las revistas y boletines que circulaban en 1901 en Santa Fe, fuera de los diarios y periódicos. Ellos eran: el Boletín del Círculo Obrero, que aparecía mensualmente; el Boletín de Educación, órgano del Consejo General de Educación de la Provincia; la re-vista rosarina El Porvenir, que dirigía J. Elías Bustrich; el Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Santa Fe, que aparecía dos veces por mes; La semana, re-vista de religión, de literatura y de estudios sociales; la Revista de Administra-ción, de asuntos comerciales y judiciales; el Boletín de la Dirección General de Agricultura y Estadística, que aparecía trimestralmente, y la revista Blanco y Azul de ciencia y arte.

109EL PERIODISMO EN SANTA FE

Más allá de estas menciones, se puede agregar a los diarios de Santa Fe, El Debate, diario de la tarde de 1909, con formato tabloide a 7 columnas, que era propiedad de Juan Ramón Gómez; y La Razón, del mismo año, que tenía 8 páginas a 4 columnas y era editado en la imprenta de Pedro Languasco. Este semanario político “independiente” apoyó la candidatura presidencial de Ro-que Sáenz Peña y la de Pedro Echagüe para gobernador. Se ocupaba también de las cuestiones urbanas y municipales.91

Ampliación de la base política y opinión pública en la provincia.

La sociedad argentina se fue volviendo cada vez más compleja durante los treinta años que ocupan este capítulo. Los grandes contingentes inmigrato-rios, el ascenso de los sectores medios, la política educativa del Estado liberal positivista, el interés de algunos sectores de la elite por integrarse a los nue-vos movimientos, la resistencia de otros a que los cambios se concreten eran factores que concurrían para que la prensa adquiriera nuevas características y para que constituyera una verdadera explosión de nuevos emprendimientos.

Si bien el sistema electoral vigente hasta 1904 no garantizaba la participa-ción y la transparencia de los comicios, la polémica partidaria parecía encon-trar en la prensa un campo fértil, aunque el tono y el nivel del debate solía ser muchas veces panfl etario.

Un clima revolucionario movía a las nuevas fuerzas políticas que reclama-ban participación. Las de 1890, 1893 y 1905 eran expresión de las tensiones que el sistema contenía y que los periódicos refl ejaban.

Los de 1901, dedicados muchos de ellos a sostener la candidatura de Ro-dolfo Freyre y Miguel Grandoli del Partido Popular, intención que era declara-da en la portada, donde se publicaban también, en algunos casos, las nóminas de todos las autoridades departamentales del partido, eran un claro exponente de la prensa facciosa que sobrevivía al siglo que fi nalizaba, aun cuando ya estaban en marcha los cambios que diferenciaron a los diarios del siglo XX.

Como en 1877, cuando fue necesario para promover la candidatura de Iriondo, El Santafesino resurgió para sostener la de Freyre. Pero no estaba

91 Montenegro de Arévalo, Liliana, “El siglo XX: la prensa y sus gestores”, en Los que hicie-ron Santa Fe, Fascículo Nº 32, “El Litoral”, Santa Fe.

110 ALEJANDRO DAMIANOVICH

solo como en 1877. En esta oportunidad iban con él Unión Provincial de Ur-bano de Iriondo, Nueva Época, El Heraldo, El Día, La Libertad de Rafaela. Por su parte, El Mensajero, de Felipe Moré, se manifestaba partidario de la “Liga Patriótica Rosarina”.

Al revisar las portadas de estos periódicos, viene a la mente el discurso de Ramón Araya en la Convención Reformadora de la Constitución provincial de 1899, cuando decía: “Cada gobernador que nos llega detrás del que concluye su período constitucional, en cuanto llega una elección provoca la formación de un –le llamaremos partido– así se usa llamarle. El nombre, desde luego, se forma invariablemente de la manera siguiente: agregando al nombre del gobernador la terminación ista. Se cita todo el personal de la administración. Todos los que aspiran o que esperan algún bien también concurren. Algunos amigos que nuca faltan –los emparentados, etc.–. Se procede a tomar los nom-bres y luego se organiza un comité en cada localidad y –lo fundamental– se publica la lista en el diario. Ya está formado el nuevo partido, ya pueden le-vantarse las masas populares; con el nuevo partido nadie puede!”.92

Esto que decía Araya en 1899, cuando la ampliación de la base política que no se sentía representada era cada vez más demandante, estaba indicando que el antiguo patriciado había devenido en oligarquía. Seis años antes, el radica-lismo había producido la caída del gobierno y cinco años después se volvió a levantar en armas. Con la llegada de Menchaca a la gobernación en 1912, con aplicación de la nueva ley electoral surgida de la reforma constitucional que reclamaba Araya, los cambios se iban materializando.

Mientras tanto, la prensa también cambiaba; liderada por La Capital y Nueva Época, mientras desparecía El Municipio en 1911, y va asumiendo el nuevo rol comercial y empresarial que detenta la representatividad del orden burgués en tanto se autoasigna el papel de pontifi car las normas y los valores sociales de moderación y convivencia “civilizada”. La modernidad va ganan-do terreno, pero con el ascenso de los sectores medios el horizonte anuncia las nuevas presiones de la base social: los reclamos de los trabajadores.

92 Damianovich, Alejandro, “La Constitución Provincial de 1900. Su contexto histórico y su proyección institucional”, en Sedes Sapientiae, Nº 3, Revista del Vicerrectorado de Formación de la Universidad Católica de Santa Fe, Nº 3, Santa Fe, 2000, p. 252.

El periodismo del centenario hasta la época peronista (1910-1943)

Los cambios políticos y la prensa escrita

La historia de Santa Fe en el siglo XX estuvo inmersa en las alternativas de la historia argentina. No había grandes sucesos ni procesos particulares que escaparan a la tendencia general del país. El mundo se interrelacionaba con un ritmo acelerado y loa sucesos, antes lejanos, infl uían inmediatamente en el acontecer nacional y provincial, y fueron refl ejados por la prensa escrita y por la naciente radiofonía a partir de la década de 1920.

El gobierno de Ignacio Crespo, iniciado el 18 de febrero de 1910, no tuvo el brillo de los anteriores, en parte por la despiadada oposición que se le ha-cía desde las cámaras legislativas, donde sus proyectos eran demorados. La infl uencia de Rodolfo Freyre como senador por el Departamento Garay fue la que adquierió mayor peso contra el gobernador. La situación era de tal grave-dad que Crespo solicitó la intervención nacional, función que fue desempeña-da por el Dr. Anacleto Gil.

Al entrar en vigencia la Ley Sáenz Peña, asegurando a nivel nacional el voto secreto, obligatorio y universal, ya estaba aplicándose en Santa Fe una legislación electoral superadora que había llevado al radicalismo al go-bierno por primera vez en el país. En mayo de 1912 asumió el gobernador Manuel Menchaca.

Apenas iniciado su gobierno se produjo el llamado “Grito de Alcorta” en el sur de la provincia, cuando los colonos de la zona, que no eran propietarios, se pronunciaron contra el sistema de arrendamiento que los explotaba y enri-quecía a los terratenientes. El movimiento agrario repercutió en todo el país y se lograron importantes mejoras sin que el gobierno de Menchaca interfi riera en la acción de los manifestantes. Como consecuencia surgieron la Federación Agraria y el periódico La Tierra.

El gobierno de Menchaca transcurrió hasta 1916, cuando las elecciones llevaron al poder a un sector disidente dentro del radicalismo: la Unión Cívi-ca Radical de Santa Fe. El nuevo gobernador Rodolfo Lehmann rompió con

112 ALEJANDRO DAMIANOVICH

la conducción nacional de Hipólito Yrigoyen. La disidencia santafesina llevó al Comité Nacional a considerar la idea de la abstención en las próximas elecciones presidenciales ante la inseguridad de contar con sus votos en el Colegio Electoral.

En las elecciones del 2 de abril de 1916, los disidentes de Santa Fe no lle-varon candidato a la presidencia. Sin embargo, los 19 electores de esta provin-cia terminaron por defi nir el resultado en el Colegio Electoral, pues Yrigoyen sin ellos no logró los 151 votos necesarios para imponerse sin que el asunto pasara a la Asamblea Legislativa.

El voto a favor de Yrigoyen no contó con la aprobación de Lehmann ni del vicegobernador Elizalde. Fue producto principalmente de la acción de Ri-cardo Caballero. Elizalde renunció y también quiso hacerlo el gobernador, pero no llegó a alejarse para evitar que los disidentes perdieran el gobierno en próximas elecciones.

Sin embargo, ante la gravedad de la división radical, Lehmann delegó el gobierno en Juan Cepeda, presidente pro témpore del Senado, el 3 de diciem-bre de 1919. Todas estas alternativas de la política provincial se refl ejaban en la prensa, que por entonces agregaba nuevos títulos como La Reacción, El Civismo, Correo de la Tarde, Crónica, La Acción, La Nota y La Libertad, todos aparecidos en Rosario entre 1911 y 1920, mientras que en Santa Fe se publicaban en 1911 el vespertino El Parque, que respondía al radicalismo intransigente; el matutino Santa Fe (1911-1943), periódico de información general; y el matutino La Democracia. Venía del siglo anterior el diario Nueva Época, que también aparecía por la mañana y había sido fundado en 1886. En 1918 había aparecido el diario El Litoral, vespertino establecido por el periodista Salvador Caputto con la colaboración activa en la administración empresaria de Pedro A. Vittori.

Los “disidentes”, divididos en radicales del norte y radicales del sur, no tuvieron chance en las elecciones de febrero de 1920, en las que la Unión Cí-vica Radical impuso su fórmula Mosca-Ferrarotti. Se inició el nuevo gobierno durante la presidencia de Yrigoyen y se terminó durante la de Alvear. Cuando Ricardo Aldao fue electo gobernador en 1924, se encontraba en pleno desa-rrollo el enfrentamiento entre personalistas y antipersonalistas, y estos últimos rodeaban al nuevo mandatario, especialmente el vicegobernador Cepeda.

113EL PERIODISMO EN SANTA FE

El triunfo de los “yrigoyenistas” en las elecciones provinciales de febrero de 1928 fue un preanuncio de lo que ocurrió a nivel nacional. El gobierno de Pedro Gómez Cello cayó, a su vez, con la revolución de 1930, aunque los poderes Legislativo y Judicial ya estaban intervenidos por la Nación desde abril de 1929.

Los vaivenes políticos eran refl ejados en esa década por los periódicos que se publicaban entre 1921 y 1930 en Rosario: La Tribuna, Democracia, Refl e-jos, El Municipio, América, La Tierra. Desde 1931 hasta 1940: Diario Nuevo, Rosario, Rosario Gráfi co y Ahora. Mientras tanto, surgía la radiofonía en la provincia con la instalación de las emisoras radiales LT 9 de Roca Soler en Santa Fe en 1922; LT3 Radio Cerealista de Rosario en 1923; LT 8 Radio Ro-sario en 1927; L T 10 Radio de la Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe en 1931, y LT 1 “Radio del Litoral” en Rosario, en 1932.

Durante casi dos décadas de gobierno en Santa Fe, los radicales realizaron una importante obra administrativa. La Primera Guerra Mundial afectó con intensidad a la economía, y los confl ictos sociales fueron duros. Contemporá-neamente a la “Semana Trágica” y a la “Patagonia Trágica”, tuvo Santa Fe sus reacciones obreras en los obrajes de La Forestal.

En 1916 se fi nalizaron las obras de la Legislatura provincial, la Casa de Gobierno, la Jefatura de Rosario, y el edifi cio del Banco Provincial de esa ciudad. Durante la administración de Lehmann surgieron las escuelas mixtas de maestros rurales. Numerosos hospitales se construyeron en las principales ciudades del interior.

En 1921 se reformó la Constitución de 1907. La nueva carta, conocida como la “constitución atea”, fue vetada por Mosca con el argumento de que la Convención se había dilatado en el tiempo legal y no tenía facultades para prorrogarlo. La reforma planteó un gran debate en todos los ámbitos, ya que introducía cambios radicales y expresaba una tendencia laicista, y la prensa constituyó uno de los espacios principales de la polémica. Contemporánea-mente se vivía otro debate que estaba desencadenado por la reforma universi-taria de 1918 y el traspaso de la Universidad de Santa Fe a la Nación, proceso que culminó en 1922.

Después de las intervenciones del presidente de facto Gral. José Félix Uri-buru, que tuvieron lugar entre 1930 y 1932, el radicalismo se abstuvo de partici-

par, por falta de garantías, en las elecciones de este último año. Así pudo ganar el Partido Demócrata Progresista, que llevó a Luciano Molinas a la gobernación. Puso en vigencia la Constitución de 1921, que sufrió pequeñas modifi caciones en 1935. Una revolución radical sacudió el panorama político en la provincia el 29 de noviembre de 1933 y la Nación intervino la provincia en 1935.

Las fraudulentas elecciones de 1937 llevaron al gobierno al patricio Ma-nuel María de Iriondo, que hizo un gobierno bastante progresista, y el fraude se repitió en las elecciones de 1940, que “consagraron” gobernador de Joaquín Argonz. La revolución de 1943 puso fi n a la etapa y abrió los grandes cambios sociales y políticos de las próximas décadas.

La prensa santafesina del 1910 a 1943

La prensa de este período se modernizó, aunque pervivían exponentes del viejo molde. Alrededor de cada diario se desarrolló toda una logística que tenía que ver con la adquisición y modernización de equipamiento (rotativas, lino-tipos), la provisión de insumos (tinta, papel), la producción de publicidad, la contratación de servicios de agencias informativas, la redacción e impresión de cada día, y la distribución y venta. De esta forma, cada diario se transformó en una empresa que movilizaba cada vez más capital y empleaba cada vez más trabajadores entre gráfi cos, técnicos, administrativos, periodistas y “canillitas”.

Anotamos a continuación los principales títulos de los diarios aparecidos en Santa Fe y en Rosario entre 1910 y 1943. La mayoría de los datos referidos a la prensa de Rosario están tomados del Suplemento del Centenario de La Capital aparecido el 15 de noviembre de 1967. Los de Santa Fe surgen del fascículo de Liliana Montenegro que fi gura en la bibliografía fi nal, de los tra-bajos de José Rafael López Rosas que también aparecen en la Bibliografía, y las consultas realizadas a la Hemeroteca Digital.

La década se inició con la aparición de El Parque en Santa Fe, vespertino de militancia radical intransigente, y La Democracia, matutino de 6 columnas dirigido por José M. Zavalla y Alfredo Acosta, ambos diarios de 1911.

La República Vicedecano de la prensa santafesina, apareció en Rosario el 10 de septiem-

bre de 1898, cuando fue fundado por Lisandro de la Torre. Entre sus directores

y redactores fi guraron, además de De la Torre, Joaquín de Vedia, Florencio Sánchez y Luis San Miguel, quien condujo el diario por más de veinticinco años, hasta que falleció el 27 de noviembre de 1935. La dirección del diario continuó en manos de sus hijos y nietos, de entre quienes se destacó uno de estos últimos: Luis Felipe San Miguel, quien lo dirigía en 1967, cuando La Capital hizo una reseña de su historia. En 2002 San Miguel escribió un libro: Breve reseña histórica de los diarios de Rosario, que fue comentado positiva-mente desde La Capital.

El Tribunal de ComercioOriginalmente surgido en Buenos Aires, el 16 de junio de 1895. Lo dirigía

Pedro Sasso bajo el formato inicial de revista que ya en 1896 había pasado a ser diario. Estaba dedicado a brindar informaciones, económicas y tribunalicias.

Fue uno de los pocos casos en la historia del periodismo argentino en que un diario se mudó a otra ciudad. Cuando fue adquirido por Julio Caballero y Mau-ricio Arpino, en diciembre de 1909, lo trasladaron a Rosario, donde empezó a funcionar en Maipú 720. Sufrió varios traslados a diversos locales (Córdoba 777, 25 de Diciembre 1161, Laprida 1076, Santa Fe 969 y General Mitre 528).

Durante diez años, de 1915 a 1925, la propiedad del diario correspondió a Mauricio Arpino, tras el retiro de Caballero. En ese año se conformó una sociedad entre Guillermo Blanco, Domingo Castro y Alberto C. Arpino, pero en 1927 Guillermo Blanco era el único dueño, quien fue sucedido en 1957 por sus hijos Susana y Ángel.

Sobre La Tribuna de Comercio decía La Capital en 1967: “Aquella conti-nuidad se ha mantenido. Observando un prestigio legítimamente conquistado por la seriedad de su información y de una actividad puesta al servicio de los ambientes mercantiles y fi nancieros de las ciudades de Rosario y Santa Fe y de sus respectivas zonas de infl uencia”.

Crónica Este prestigioso vespertino de Rosario fue fundado el 2 de mayo de 1914

por Ángel Saggese y Mario Perazzi. Fue desde el principio un órgano al ser-vicio del radicalismo, y, por lo tanto, era un diario ofi cialista, ya que esa ten-dencia política gobernaba desde 1912. Acusó, sin embargo, los vaivenes pro-pios de las divisiones y confl ictos internos del partido hasta el surgimiento

116 ALEJANDRO DAMIANOVICH

del peronismo. En 1949 se originó un cambio en su orientación ideológica al producirse la intervención de nuevos propietarios pertenecientes a la familia Lagos, propietaria a su vez de La Capital.

La AcciónFue desde su fundación, en 1918, órgano del Partido Demócrata Progre-

sista bajo la dirección de José G. Bertotto y Enzo Bordabehere. Poco después fue adquirido por el joven abogado Francisco Scarabino, de las mismas ideas políticas. Sus primeros años transcurrieron en su local de calle Córdoba de Rosario y luego se trasladó a dependencias de calle Mitre, entre Rioja y San Luis. Poseía modernos equipos, como una rotativa que podía imprimir doce páginas por vez, varias linotipos, entre ellas una titulera, muy rara por enton-ces. Ante la amplia tirada y la gran recepción que tenía el diario en su entrega vespertina, se lanzó otra por la mañana y por bastantes años hizo dos ediciones diarias. Los sábados completaba sus entregas con una edición deportiva e in-tentó una edición nocturna a las 21 que no prosperó.

Sufrió algunas mudanzas de talleres y ofi cinas y modernizó sus equipos varias veces, como cuando adquirió las rotativas con las que se había publi-cado el diario América. Desde 1924 se incorporó a la conducción del diario Gerardo Scarabino, como subdirector.

La TierraÓrgano ofi cial de la Federación Agraria Argentina y sucesora del primiti-

vo Boletín de la entidad surgida como consecuencia de las agitaciones rurales que llevaron al “Grito de Alcorta”. En aquellos días, cuando surgió el 21 de septiembre de 1912 en Rosario, era apenas una hoja que aspiraba a llegar hasta el más humilde rancho en defensa del “explotado y despreciado gremio de los agricultores”.

El 25 de junio de 1913, la hoja dejó de ser Boletín y con un nuevo formato pasó a denominarse La Tierra. Multiplicó pronto su extensión y sus entregas, ya que en 1918 pasó de cuatro páginas a ocho, y comenzó a aparecer en 1920 dos veces por semana. Llegó a ser diario con imprenta propia durante un mo-mento de máxima actividad, hasta que se vio limitado por los altos costos. Su portada estaba ilustrada por la artista Emilia Bertolé.

117EL PERIODISMO EN SANTA FE

TribunaEl popular vespertino rosarino surgió el 12 de octubre de 1928, como ex-

presión del pensamiento y la acción del sector político que lideraba Lisandro de la Torre. Fue fundado por un grupo de seguidores del caudillo demócrata progresista entre los que fi guraban Enzo Bordabehere, Mario Antelo y Vicen-te Pomponio, quienes fueron sus directores, y se sucedieron en ese orden al frente del diario. Cuando pasó a ser sociedad anónima, asumió una postura in-dependiente, pero chocó con los controles ideológicos del justicialismo y fue clausurado en 1848. Le esperaba una larga actuación en el siguiente período.

Nueva ÉpocaCuando el país celebraba el Centenario de la Revolución de Mayo en 1910,

Nueva Época ya llevaba 24 años de vida periodística. Hacia 1923 se hizo car-go de la dirección Oreste Neri, cuando se introdujeron reformas al diario y se amplió su formato a siete columnas. El importante diario santafesino fundado en 1886 continuó apareciendo hasta 1932.

Santa Fe (1912-1943)Fue fundado por Salvador de Espinosa el 1º de febrero de 1912. Orientaba

su línea editorial el destacado periodista, escritor y pedagogo Domingo Silva. En sus inicios era compuesto manualmente con un formato de 8 páginas que pasaron a ser 12 en 1914, cuando estaba bajo la redacción de Juliá Tolrá. Pa-saron por su sala de redacción o fueron colaboradores literarios las fi guras más destacadas del ambiente cultural de Santa Fe, entre escritores e historiadores.

El Imparcial (1914)Fue creado el 2 de mayo de 1914 por don Carlos Doce y llegó a ser el deca-

no de los diarios de la ciudad capital. Seguía el viejo formato de los periódicos del siglo anterior, compuestos por cajistas que armaban la plana a mano y la imprimían en una Minerva. Tenía cuatro páginas y salía por la tarde.

Dirigía la pequeña empresa el mismo propietario, quien era acompañado por su hermano Eradio y por Valentín Castañeda. En 1919 duplicó la cantidad de páginas y en 1920 cambió su impresora por una máquina plana a la que agregó una linotipo. Diez años después se extendió a 16 páginas. Un gran inspirador de este diario fue el padre Jacinto Viñas.

118 ALEJANDRO DAMIANOVICH

La PalabraApareció el 7 de diciembre de 1915 y funcionaba en calle San Martín 785,

bajo la dirección de Alcides Greca. El 1º de mayo de 1916 lo reemplazan Rio-bó Caputto y Pedro Víttori, en la dirección y en la administración, respectiva-mente. Las difi cultades económicas obligaron al cierre el 13 de julio de 1918.

El diario respondía a la orientación radical de su fundador, el entonces joven diputado provincial Alcides Greca (1889-1956), que ya había incursio-nado en el periodismo en San Javier, su ciudad natal, donde fundó El Mocoví en 1908 y La Pura Verdad en 1912.

La Provincia (1925-1933)Este matutino fue creado el 16 de junio de 1925 y circuló hasta el 31 de

marzo de 1933. Respondía al sector radical del personalismo que llevó a la go-bernación al Dr. Pedro Gómez Cello en 1928, mientras sus opositores dentro del radicalismo se expresaban por medio del diario Santa Fe. La sociedad anó-nima era compuesta por numerosos socios de la misma extracción partidaria, y presididos por el propio Gómez Cello. La dirección del diario estaba a cargo de José Torralvo asistido por un califi cado grupo de redactores que llenaban las 16 páginas con que aparecía diariamente y que llegaban a 24 los domingos.

El Orden (1927) La primera época del diario El Orden partió de su fundación, ocurrida el

3 de noviembre de 1927, cuando se editó por primera vez. El matutino era dirigido por Alfredo Estrada y la redacción estaba a cargo de Juan Sánchez.

Entre los periodistas de la primera hora fi guraban Francisco Magin Ferrer, Tomás Calle, Armando Molina, Antonio Leonhardt, y colaboraron en sus pá-ginas en distintos momentos Luis Di Filippo, Carlos Carranza, Agustín Zapata Gollán, Raúl Beney, Rafael Bielsa, entre otros.

El elenco periodístico de 1930 estaba compuesto por Alfredo Estrada como director, Roberto Caminos como subdirector, Marcos de la Peña como secre-tario de redacción, y como periodistas Nicolás Patrickios, Tomás López, Emi-lio Gervassoni, Aníbal Gervassoni, Amadeo Carlen, José Carlen, A. Carreño y Eduardo Cárcano.

El diario funcionaba en la esquina de calle San Martín y Crespo, donde so-lía agolparse el público para enterarse de las últimas noticias en sus pizarras o

119EL PERIODISMO EN SANTA FE

escuchar las transmisiones realizadas por altoparlantes en ocasiones especia-les, como ocurrió con la revolución de 1930 que produjo la caída de Yrigoyen.

El Debate (1927)Fue creado como sociedad anónima el 15 de octubre de 1927. Se defi nía

como “diario independiente de la tarde” y su lema era: “La Verdad os hará libres”. Su director fue Waldino Suárez, futuro gobernador de la provincia en 1946, con el apoyo del Dr. Lucas Diez Rodríguez, y en la presidencia del directorio, Horacio Rosas Leiva. El cuerpo de redactores y colaboradores reu-nía a un califi cado grupo de periodistas, intelectuales y abogados. Hacia 1929 aumentó su extensión a 12 páginas.93

El Sol (1930)Surgió a iniciativa de José Torralvo, como órgano administrado por coope-

ración entre periodistas. Acompañaron a Torralvo en la redacción J. Iván Po-lledo, Oscar Ballarini, Eleuterio Martínez, A. Funes y Funes, José E. Aguilar, Lalo Echagüe, José Cervera, Raúl Ballarini, Palo Suneir y Heraldo Oclepo, entre otros.

La Mañana (1937)Diario católico fundado por iniciativa del arzobispo de Santa Fe, Mons.

Nicolás Fasolino, quien desde 1935 solicitó el apoyo de toda la diócesis para reunir fondos con ese propósito. Era propiedad de la Compañía Editorial de Publicaciones S.A., y fi guraba Antonio Rodríguez como editor responsable. Se presentó, en palabras del discurso inaugural del doctor Manuel del Sas-tre, como “una prensa directora de conciencias, en estos momentos de honda perturbación espiritual”. Las damas santafesinas presentes aspiraban a que el diario fuera “la invencible custodia de las tradiciones de la sociedad”.

En 1941 pasó a llamarse La Mañana de Santa Fe y dejó de publicarse al fi n de 1949.

93 Montenegro de Arévalo, Liliana, “El siglo XX: la prensa y sus gestores”, en Los que hicieron Santa Fe, Fascículo Nº 32, “El Litoral”, Santa Fe.

120 ALEJANDRO DAMIANOVICH

Origen y primeros tiempos de El Litoral de Santa Fe.94

Cuando apareció El Litoral en Santa Fe, el 7 de agosto de 1918, la ciudad capital de la provincia apenas si contaba con 77.000 habitantes y tres dia-rios en marcha: Nueva Época, Santa Fe y El Imparcial. En la actualidad, con 400.000 habitantes, dispone de solamente dos diarios: El Litoral, con 95 años de existencia ininterrumpida, y Diario UNO de Santa Fe, de reciente creación.

Su fundador, Riobó Caputto, con 31 años de edad, venía de desempeñarse como redactor de La Palabra, de tendencia radical, que había fundado con Alcides Greca y algunos amigos en 1915. Otro importante pionero del nuevo emprendimiento editorial, Pedro Vittori, se incorporó al proyecto el 4 de agos-to de 1920 como administrador. Ambos dirigieron la empresa y condujeron el diario hasta el fallecimiento del primero, ocurrido el 5 de junio de 1939, cuan-do se resintió también la salud de Vittori. Se inició entonces la larga dirección de Riobó Caputto, que se prolongó por más de 40 años, con la participación directiva y periodística de los miembros de ambas familias.

Como la mayoría de los diarios de entonces, El Litoral formaba parte de la prensa facciosa que intervenía en la política lugareña. Por eso señalaba Ro-gelio Alaniz: “El diario fue promovido por una fracción del radicalismo. Su objetivo era político: Apoyar la candidatura de Mosca y no escatimar críticas a la gestión del gobernador Lehmann”.

En 1920 el diario cambió de formato, pero hasta 1922 se componía ma-nualmente y se imprimía en la máquina plana fabricada en Bélgica hacia 1870 por la fi rma H. Jullien, prensa que manejaba Aurelio Fernández. Ese año llegó la primera linotipo y en 1929 se produjo el primer traslado del diario desde su primera sede de calle San Martín, entre Corrientes y Juan de Garay, a otro local, no menos añoso, en la misma arteria, pero entre La Rioja y Catamarca. Por fi n contaba el diario con casa propia, mientras en el predio original, su propietario, Francisco Iturraspe, construía la hermosa residencia que es en la actualidad sede del Club del Orden.

Fue también en 1922 que se inauguró el servicio informativo del exterior que transmitía la agencia Austral, vinculada al diario La Nación de Buenos

94 Edición especial de El Litoral 80º Aniversario del 9 de agosto de 1998 y 90º Aniversario del 7 de agosto de 2008. Contienen artículos de Darío Macor y de Rogelio Alaniz.

121EL PERIODISMO EN SANTA FE

Aires. Los telegramas llegaban con 500 palabras como máximo a través de la “Compañía Telegráfi co-telefónica del Plata”.

Como todos lo diarios de la época, El Litoral contaba con sus pizarras a la calle para anotar el adelanto de las noticias. También su implementó un sistema de parlantes que transmitía sucesos extraordinarios, reproduciendo la señal de L t. 9, como ocurrió con la pelea de Firpo. Ambas expresiones solían provocar la concentración de vecinos en las veredas de los diarios

Después de haber sido vocero de un sector del radicalismo, El Litoral fue evolucionando hacia convertirse en un órgano liberal de perfi l progresista, pero que a la vez asumía el papel empresarial de la prensa de los nuevos tiem-pos, que se despegaba del móvil político partidario para constituirse en expre-sión y receptor de diversas inquietudes sociales que avanzaban al campo de la cultura, la vida social, el deporte, el arte, la radiofonía, la vida productiva y comercial, entre numerosos asuntos en los que El Litoral iba incursionando en sus entregas vespertinas, que pronto llenaron los atardeceres de la ciudad con el voceo inconfundible de los diarieros que se iniciaba primero por las calles del centro y se replicaba después por los barrios y los suburbios.

“El ideario liberal en su versión progresista y conservadora –señalaba Ala-niz– ha sido la franja de convicciones, certezas y visiones de la realidad. El liberalismo, para El Litoral, más que un dogma o un cuerpo cerrado de verda-des fue una orientación, un horizonte, una manera de vivir la realidad”.

La Asamblea Constituyente de 1921, el golpe de Estado de 1930, el fraude conservador de la década, la Guerra Civil Española, la simpatía por los Alia-dos en la Segunda Guerra Mundial, dieron cuenta del ideario liberal que se sostenía más allá de las rutinas y las vicisitudes de todos los días.

“El peronismo y la emergencia de los diversos nacionalismos de aquellos años marcaron un punto de infl exión en el itinerario de El Litoral. Hasta en-tonces –continuaba Alaniz– el diario había expresado el sentido común de la mayoría de la clase dirigente”.

Por aquellos días, el principal competidor de El Litoral lo constituía El Or-den, fundado en 1927 por Alfredo Estrada, que fue también su principal opo-nente ideológico cuando se transformó en un órgano afín al justicialismo. Se asoció a esta competencia, en su aspecto comercial, la práctica iniciada por El Litoral consistente en promover grandes concursos anuales que culminaban

122 ALEJANDRO DAMIANOVICH

con el sorteo de casas en el barrio Villa María Selva. Fue tan grande el impacto de tales sorteos que el Quinto Concurso, realizado el 9 de julio de 1933, reunió a más de diez mil personas en el predio de la Sociedad Rural, mientras la emi-sora radial L. T. 9, Radio Roca Soler, transmitía las alternativas del encuentro multitudinario. En aquellos días se vendían 35.000 ejemplares de El Litoral en cualquier día de la semana, cosa que llegó a certifi carse en acta notarial.

Fruto de esta prosperidad, de tamañas ventas y de la consecuente factura-ción publicitaria, El Litoral pudo construir en la década de 1940 su moderno edifi cio en el mismo terreno que ocupaba, para lo cual debió alquilar otra casa en la misma cuadra mientras se edifi caba la nueva sede. Las comodidades del nuevo local, por otro lado de estilo modernista, le permitieron contar con am-plios espacios de talleres, ofi cinas, atención al público y redacción.

La enorme rotativa Marinoni de fabricación francesa, compuesta por doble rotativa superpuesta, con doble boca de salida de ejemplares, podía imprimir hasta 60.000 ejemplares por hora.

Nueva etapa de La Capital de Rosario.95

La Argentina del centenario contaba en Rosario con el decano de la prensa argentina que desde el inicio del siglo venía dando muestras de su moderniza-ción. Esta se expresaba fundamentalmente en su criterio y fi losofía empresa-rial, en su línea periodística, que dejó de lado el posicionamiento faccioso, y en la actualización de sus equipos gráfi cos de última generación.

A partir del 1º de enero de 1905, el diario cambió de formato, reduciendo su tamaño y la cantidad de columnas, que pasaron de nueve a siete. Sus ediciones eran de 16 páginas y se introdujo la modalidad de dedicar la primera plana a los avisos clasifi cados, cosa que ya había implementado el diario La República.

En los talleres comenzó a funcionar la moderna rotativa “Marinoni”, lo que permitió un extraordinario aumento de su tirada, y también se incorpora-ron cinco linotipos. Las necesidades de contar con personal grafi co califi cado movieron a La Capital a crear su propia escuela de linotipistas, ya que los primeros tuvieron que ser contratados en Buenos Aires. De esta forma el dia-rio fue formando personal para sus talleres, empleando en las linotipos con preferencia a mujeres en el turno de día.95 Edición del Centenario del diario La Capital del 15 de noviembre de 1967.

123EL PERIODISMO EN SANTA FE

La rotativa se renovó en 1819, en 1926 y en 1937.En 1906 se publicó el primer suplemento ilustrado de “Año Nuevo” en el

que se advertía el optimismo propio de la época, y la esperanza cifrada en el progreso sin límites. Fue el primero de una larga sucesión.

La Primera Guerra Mundial fue motivo de preferente atención y segui-miento de La Capital, a través de los telegramas que llegaban de Europa, el primero de los cuales fue el que anunció el asesinato del príncipe heredero del trono de Austria. Fue el primer gran episodio, toda una etapa dramática, que la prensa de Santa Fe podía seguir con cierta inmediatez.

El 27 de julio de 1916 falleció el director del diario, Ovidio Amadeo La-gos. Ocupaba por entonces una banca de diputado nacional y se encontraba en Buenos Aires a la hora del deceso. Se hicieron cargo de la conducción del diario sus hijos Carlos, Ovidio Manuel, Joaquín, Adolfo y Leopoldo.

La magnitud de la empresa de La Capital por esos tiempos estaba dada por el personal que ocupó sus diversos planteles. Al inicio del siglo eran 73 per-sonas que percibían $4.989 en concepto de sueldos mensualmente. En 1917, cuando se cumplía el cincuentenario del diario, el personal había aumentado hasta el número de 114 personas con $13.154 de sueldo por mes. Hacia 1937 ya sumaban 352 personas trabajando en La Capital, los que cobraban en con-junto $52.869.

Breve mención de la prensa del interior

Hacia 1884 existían dos publicaciones fuera de las dos ciudades principa-les: el semanario impreso en alemán Argentinische Boten de Esperanza, con 11 años de existencia, y El Corondino, que había aparecido en Coronda tres años antes y que se entregaba una vez por semana. Según Galván Moreno, había existido antes en Esperanza otro periódico titulado Argentinische Relux, que se editó en 1876 y 1877.

También menciona este autor los periódicos de Cañada de Gómez: El Bien Público (1886), El Defensor (1891), Unione Colonia Italiana (1892), El Co-mercio (1893); La Bandera Radical (1894), El Cometa (1898); El Pueblo (1899). En las primeras dos décadas del siglo XX se habrían publicado en esta ciudad 16 periódicos diferentes.

124 ALEJANDRO DAMIANOVICH

En Casilda se publicaba La Campaña de Felipe Vilche, El Cronista (1896) y El Porvenir (1899) dirigido por Enrique Navarro. En San Lorenzo aparecía El Lucero en 1900, mientras que Villa Constitución y Venado Tuerto tenían en 1905 los periódicos El Progreso y La Reacción, respectivamente.

En el capítulo anterior di cuenta de los periódicos que aparecían en el inte-rior en 1901: El Liberal de Rafaela salía a cinco columnas los jueves y domin-gos. Se anunciaba como “periódico comercial, político y noticioso” y tenía por entonces nueve años de antigüedad. Predominaba en su portada el texto redaccional por sobre el publicitario. También era de Rafaela el semanario La Libertad de Ángel Caballero. Respondía al Partido Popular y respaldaba la candidatura de Freyre. Presentaba cinco columnas con un predominio de texto redaccional y notas de opinión.

Otros periódicos del interior que aparecieron en 1901 fueron El Progreso de Cañada de Gómez, a cuatro columnas; La Campaña, semanario de Villa Casilda de J. Pescio, a cuatro columnas, y El Eco de Vera a tres columnas, que dirigía L. Barceló.

Se publicaba en Esperanza dos veces por semana (jueves y domingos) el periódico La Unión, cuya fotografía de la portada era también incluida en el mencionado número de Azul y Blanco. Había iniciado sus trabajos en 1890 y tenía un diseño gráfi co que alternaba publicidad con texto redaccional.

En el apéndice del capítulo 36 de la Historia del Periodismo Argentino de C. Galván Moreno (1944) aparecía una nómina de periódicos publicados en la provincia hacia 1941. Los dos periódicos de Rafaela de 1901 habían des-aparecido después de la instancia electoral que los había producido. Tampoco existían las publicaciones mencionadas de Cañada de Gómez, Casilda y Vera.

Fuera de Santa Fe y Rosario, solamente había diarios en Rafaela: El Norte y La Opinión, donde también se editaban los periódicos La Cruzada y Ex-celsior, la revista Sendero y los boletines de la Sociedad Rural, el Concejo Deliberante y el de la Cámara de Comercio e Industria. Las demás localidades publicaban periódicos y revistas.

Un Boletín Mensual se editaba en Acebal; La Aurora, en Alcorta; la Revista Cultura, y los periódicos La Nota y La voz del círculo, en Cañada de Gómez; el Carcarañá, en Carcarañá; La Voz del Pueblo, en Casilda; El Pueblo, en Ce-res; la revista Alturas, en Chañar Ladeado; La Obra Comenzada, en Díaz; los

125EL PERIODISMO EN SANTA FE

boletines municipal y parroquial, más los periódicos El Campo y El Colono, en Esperanza; el periódico Fiat Lux, en Elortondo; el periódico Papel Picado, en Florencia; la revista El Sembrador y El Correo de Firmat, en Firmat; El Baluarte, en Gálvez; El Escolar, en Hughes; el periódico Clarín, en Laguna Paiva; el Buen Amigo, en Las Toscas; El Alba, en Moisés Ville; Juventud, en Montes de Oca; el periódico Ocampense, en Villa Ocampo; el periódico Pro familia, en Pilar; los periódicos Tribuno, Renovación, La Palabra y Criterio, en Reconquista; los periódicos La Voz del Sur y El Pueblo. en Rufi no; los periódicos Adelante y El Comercio, en San Carlos Centro; La Semana, en San Jerónimo Norte; La Opinión, La Cooperadora y Cooperativa Intelectual, en San Cristóbal; Alborada, en San Jorge; Horizonte y La Cruzada, en Sastre; La Unión, en San Justo; el periódico La Lucha, el Boletín Municipal y la revista Adelante, en Sunchales; el periódico La Voz del Pueblo, en San Lorenzo; la revista La Fiscal, en San Jerónimo Sur; el periódico Ideas, en San Gregorio; el Iris, en Santa Isabel; el periódico Aliento, en San José de la Esquina; El Norte y La Voz del Pueblo, en Tostado; la revista El Alba y los periódicos La Voz de Venado, La Opinión y La Voz del Sur de Venado Tuerto; El Orden de Villa Cañás; La Semana y La Opinión de Villa Constitución; El Norte y El Heraldo de Vera; y el periódico Pro familia de Zenón Pereyra.96

José Rafael López Rosas presenta también una lista de periódicos departamentales:97

Der Argentinischer Bote (Esperanza), 1876. El Serrucho (Esperanza) nú-mero del 18/10/1879. Con un folletín en alemán. El Colono del Oeste (Espe-ranza), 12/3/1881. El Liberal (Rafaela) de 1892. La Unión de las Colonias (Esperanza), 1893. La Unión Provincial (Rafaela), 1893 a 1898. El Chaco Chico (San Cristóbal), 1896. La Unión (Esperanza), 28/4/1912. El Obrero (Rafaela), 1900. El Grillo (Rafaela), 1902. “Periódico noticioso, satírico”. El Colono (Esperanza), 3/5/1911. El Independiente (Reconquista), 1906. El Censor (Rafaela), 1910. Administrador: Pedro Riva. El Centenario (San Lorenzo), 10/6/1910. El Porvenir (Casilda),1908. El Pueblo (San Justo), 1909, en apoyo de la candidatura de Ignacio Crespo (Partido Unión Popular).

96 Galván Moreno, C., op. cit., pp. 426-430.97 López Rosas, José Rafael, “Viejos Periódicos Santafesinos”, El Litoral. La Comarca y el Mundo. Santa Fe, sábado 14 de marzo de 1987.

126 ALEJANDRO DAMIANOVICH

El Social (Rufi no), 1909. La Pura Verdad (San Javier), 1912. La Reforma (Re-conquista), 1910. La Reacción (Reconquista), 1912. El Nuevo Heraldo (San Javier), 1912. La Palabra (Coronda), 1912. El Gladiador (Rufi no), 3/4/1913.

Aclaraba López Rosas que las fechas que anotó eran las que correspondían a los ejemplares existentes en la Hemeroteca del Archivo General de la Provincia, sin que pudiera él precisar las fechas topes de cada periódico, donde existen periódicos del interior de fechas más actuales que no anota el autor del artículo.

Aparición de la radiofonía en Santa Fe

- L. T. 9 Radio Roca Soler (1922)98

Como consecuencia de los experimentos llevados a cabo por Isidoro Fre-titta y Alfredo Roca Soler hacia 1921, que consistieron en el armado de un transmisor de radio sumamente básico, se fue conformando un equipo casero de emisión que llegaba a varias cuadras de distancia. Estaba instalado en un altillo en calle San Martín y Tucumán, y el público observaba el proceso entre descreído y expectante.

Fue el punto de partida de la radio fuera de Buenos Aires, donde había comenzado a dar sus primeros pasos el año anterior. Roca Soler dedicó más tiempo al proyecto que el que le hubiera demandado un simple entretenimien-to y enseguida advirtió las posibilidades que prometía, a pesar de las bromas de sus amigos.

Cuando tuvo lugar la pelea entre Firpo y Dempsey, un gran público se agolpó ante los parlantes del diario El Litoral, conectados y operados por Roca Soler, y se comprobó la efi cacia del sistema. No se tardó en obtener la licencia correspondiente, la que fue concedida el 24 de junio de 1924 por el capitán de navío Luis F. Orlandini, por entonces a cargo de la Ofi cina de Comunica-ciones que controlaba la Marina. La característica inicial fue la de “F 1”, y de esa forma Santa Fe dispuso de la primera emisora autorizada en el interior del país, que se sumaba a las cuatro ya existentes en Buenos Aires, aunque casi simultáneamente estaba surgiendo L. T. 3, Radio Cerealista de Rosario.

La longitud de onda inicial era de 300 metros, según anotaba el diario San-ta Fe, que anunciaba la programación. Se transmitía entre las 17.30 y 19, y al

98 Mino, Luis, “Para Conocernos” (Capítulo XV Diarios, radios y televisión), Conf. en línea. Conf. página ofi cial de L. T. 9 “Radio Brig. Gral. Estanislao López”: http://www.lt9.ceride.gov.ar

127EL PERIODISMO EN SANTA FE

principio estaba limitada a la propalación de música bailable y clásica ejecuta-da en piano. El diario denominaba a la radio como “Estación L758 RCA Casa Roca Soler Santa Fe”. Poco después se amplió el horario de 18 a 20 de lunes a sábados, mientras que los domingos se transmitía de 10 a 12. Predominaba la transmisión de tango, con intérpretes en vivo, sin que ese género fuera exclu-yente, aunque era el más demandado.

Cuando la radio adquirió un perfi l empresarial, hubo que crear el cargo de director artístico, que fue inicialmente desempeñado por Ciro San Román, y contratar a un técnico que supervisara y controlara los equipos en forma per-manente. Para contratar a los artistas se apeló especialmente a los sindicatos.

La radio era concebida como la transmisión de un evento real y cotidiano. Casi todas las transmisiones eran en vivo y con público presente. La publici-dad pronto fue el principal recurso para sostener el negocio y así pudo la radio trasladarse a un local más cómodo, en calle 9 de Julio y Tucumán, donde fun-cionó casi toda la década de 1930. La señal defi nitiva de L. T. 9 le fue otorgada el 6 de abril de 1931, y se reemplazó así la que usaba antes, que era “L V 6”. La planta transmisora fue instalada en un gran predio de Santo Tomé.

La incorporación del radioteatro multiplicó el interés del público por la ra-dio. Artistas locales o de Rosario interpretaban en directo las obras, y la gente las escuchaba con regularidad. Hacia 1940 se inauguró un nuevo local de la emisora en calle Rivadavia 2849, junto al cine Colón, lo que permitió el uso de la sala para realizar transmisiones con público masivo. Los cantantes y las orquestas de renombre que pasaban por Santa Fe actuaban en L. T. 9.

La programación se fue ampliando con números cómicos, comedias y los pri-meros programas deportivos. La “Audición Deportiva” de esos años 40 estaba integrada por Raúl Uzinger, Raúl Sabaté, Pedro Acchiardi y “Pajarito” Suárez.

Las cosas cambiaron con la irrupción del peronismo y la consideración de la radio como elemento de propaganda política e ideológica, vinculado tam-bién a la estrategia de “defensa nacional”.

- L. T. 3 Radio Cerealista99

Esta radio nació en Rosario con el objetivo bien pragmático de difundir las

99 Conf. Bicciré, Fabián; Colombo, Carlos; Marengo, Hugo y Suidini, María Onés [docentes de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNR], “Origen y evolución de las primeras radios de Rosario”, publicado en diversos portales.

128 ALEJANDRO DAMIANOVICH

cotizaciones del mercado cerealero. Se ha tomado como fecha de referencia de su fundación la del 1º de noviembre de 1923, aunque obtuvo su licencia el 24 de marzo de 1924. Se identifi caba primero como F2, LOG, hasta que adoptó defi nitivamente la identifi cación de L. T. 3.

La iniciativa de poner en funcionamiento esta radio surgió en el seno de la Sociedad Rural de Cerealistas que agrupaba a los acopiadores de granos de la región. La idea era comunicar la evolución de los precios de los cereales en el sur de la provincia y en áreas limítrofes de Córdoba y Entre Ríos. Para lograrlo, los asociados Justo Villavencio, Domingo Benvenuto, José S. García y Arnolfo Calvo, acordaron la instalación del equipo transmisor con la Com-pañía Rosarina Teleradio. La antena de transmisión estaba emplazada en el mismo local de la radio, en calle Santa Fe 1270.

Pronto las transmisiones se complementaron con música, que se interca-laba entre los cuatro boletines diarios que daban a conocer las cotizaciones de distintos mercados cerealistas. Este Servicio Informativo Radiotelefónico se venía prestando desde el 1º de noviembre de 1923, y los datos se daban a conocer mediante claves para evitar que cualquiera aprovechara los benefi cios de la información. Pero la licencia otorgada por la Ofi cina de Comunicaciones de la Marina ponía la condición de que la radio tuviera una proyección social y cultural, además de la mera información cerealera. De esta forma la radio fue incorporando nuevas programaciones y hasta 1929 fue administrada por Aníbal Montano, quien pertenecía a una fi rma que disfrutaba de la concesión y que la mantuvo hasta 1937. Hacia 1926 la radio se trasladó a calle Presidente Roca 770, donde también se emplazó la antena.

Desde 1937 hasta 1953, la radio fue dirigida por una comisión conformada por Luis Ferrari, Miguel Calán Carrillo y Alfredo Luis Stramazzo. Fue enton-ces que la radio dejó de pertenecer a la Sociedad Rural de Cerealistas y fue vendida a la empresa Haynes de Buenos Aires, propietaria de Radio El Mundo.

En 1932 se instaló la antena en Villa Gobernador Gálvez, respondiendo a nuevas disposiciones dirigidas a alejar estas estructuras de las áreas urbanas.

A fi nes de los años 40, La emisora cambió de domicilio y se mudó a Cór-doba al 1100.

129EL PERIODISMO EN SANTA FE

- L. T. 8 Radio Rosario100

Esta radio, tan identifi cada con la cultura y el sentir rosarino, reconocía como antecedente a la vieja radio que instalaron en el fondo de una casa de calle Salta 2133 Juan Colón y Alberto Millelot, y que los vecinos llamaban “radio Colón” o “radio Milletot”. En primer lugar, la emisora irradiaba bajo la frecuencia F5, y reconocía como punto de partida el 16 de julio de 1927.

A partir del 8 de junio de 1930 comienza a utilizar la denominación Radio Rosario, y quedaron inaugurados los nuevos estudios de la emisora, que es-taban ubicados en la calle Sarmiento 948, cuyo dueño era el ingeniero Blom-berg, quien la compró en la suma de 60.000 pesos. Para festejar el comienzo de la nueva denominación, Radio Rosario, ese domingo 8 de junio actuó en los estudios de LV5 Carlos Gardel acompañado por las guitarras de Riverol, Barbieri y Aguilar.

Con la administración de Julio Blomberg y la dirección artística de Servio Quiroz Mouzo, la radio se afi rmaba en su creciente audiencia en la década de 1930, después de haber logrado regularidad en las transmisiones. En 1935 la radio se trasladó la calle Córdoba y ocupó primero el local del 1825, y des-pués, el del 1843, donde funcionaba al principio el auditorio. Este espacio era fundamental en la radio de aquel tiempo, cuando la música en vivo se irradia-ba diariamente y con público. Hasta seis locutores trabajaban en el turno de las 19 a las 22.30: un animador y dos que pasaban publicidad, los que se re-novaban con los otros tres. Era el horario en que los vecinos se sentaban en el patio de la radio a escuchar la programación en vivo. Esto se repetía de lunes a viernes, porque los sábados y domingos las orquestas trabajaban afuera o en los bailes de Rosario.

También en 1935 la radio L. T. 8 se incorporó a la cadena de L R 5 Radio Excélsior de Buenos Aires, lo que produjo un signifi cativo cambio de estilo: los locutores asumieron la nueva forma de hablar, más lenta y modulada, y la programación musical se hizo más culta, incorporando óperas, operetas, zar-zuelas y canzonetas. Desde entonces la audiencia de L. T. 8 se caracteriza por estar compuesta por un público “culto”.

Las noticias que se pasaban en el “Boletín” eran “levantadas” del diario The Standart, por lo que prevalecían las noticias internacionales.

100 Ibídem

130 ALEJANDRO DAMIANOVICH

El auge del radioteatro se dio en la década de1940 y fue un éxito rotundo hasta los 60, en que la televisión los pone en desventaja.

- L. T. 10 Radio de Universidad Nacional del Litoral (1931)101

La radio de la Universidad surgió el 18 de agosto de 1931 como expresión de la política reformista que aspiraba a proyectar en la sociedad parte del saber universitario y de la cultura “superior”. En 1928 se había constituido el Insti-tuto Social, durante la gestión del rector Rafael Araya.

La innovación, a 11 años de iniciada la radiodifusión en la Argentina y a 12 años de la nacionalización de la Universidad, constituía el más moderno concepto tecnológico puesto al alcance del público local.

El estudio de radio de la emisora universitaria estaba en los altillos de la Facultad de Ingeniería Química, en calle Santiago del Estero, totalmente desprotegido del ruido exterior. Sus equipos eran precarios y apenas permi-tían una transmisión, con descargas y estática, que llegaba a pocas cuadras alrededor. Eran operados por Augusto Hosh, docente de electromecánica del Colegio Industrial, a quien secundaba su hermano Arturo. Un inconveniente técnico llevó a que la radio suspendiera sus emisiones durante parte de 1935 y parte de 1936.

A partir de 1935 la emisora pasó a depender de la sección Extensión Uni-versitaria, que junto con el Museo Social y la rama Cursos, conformaban el referido Instituto Social. Ese mismo año aparecía la revista Universidad, que en su primer número anunciaba la renovación del equipo transmisor y una amplia revisión de los programas.

Cada día, de 18,30 a 20, los radioescuchas de Santa Fe podían sintonizar la honda universitaria que irradiaba una cuidadosa selección de temas de música clásica, piezas literarias, clases de historia, conferencias e informa-ción universitaria.

La importancia que los hombres de la Universidad le adjudicaron a la ini-ciativa, queda refl ejada en el hecho de que hicieron pruebas de voz para actuar

101 Conf. Luis Mino, portal citado, y la página ofi cial de la emisora: http://www.lt10digital.com.ar. También Damianovich, Alejandro, “Treinta años olvidados en la vida de L. T. 10”, en Caja Negra, Nº 4, Instituto Superior Nº 12 “Gustavo Martínez Zuviría”, Santa Fe, 1996, p.p. 51-52.

131EL PERIODISMO EN SANTA FE

como locutores destacados catedráticos y funcionarios, como fue el caso del director del Instituto Social, Dr. Angel Caballero Martín.

Las audiciones fueron conducidas inicialmente por el Prof. Mario Bulfi , hasta que en diciembre de 1931 comenzó a actuar como encargado y locutor Arístides A. Damianovich, quien lo hizo hasta 1944.

Desde el punto de vista legal, la radio fue aplicando las normas que poco a poco se iban implementando a nivel nacional, especialmente a partir de 1938. Por orden de la Dirección de Correos y Telégrafos se llevaba un registro de programas emitidos, como se desprende de un informe anual elaborado en 1935 por el encargado de la estación Damianovich.102

De este documento surgen detalles interesantes que refl ejan los porme-nores del funcionamiento de la emisora. Nunca se repetían las grabaciones musicales existentes. Los discos adquiridos en 1931 alcanzaban para llenar los programas de ochenta días consecutivos “al cabo de los cuales –dice el infor-me– deben ser utilizados nuevamente”, por lo que se recomendab adquirir un stock semejante para mejorar el repertorio de cada día, aumentando de tres a cinco el número de trozos a transmitir.

Existía también la preocupación de respetar los derechos de los autores de los textos literarios leídos, que parece fueron reclamados por la Sociedad Argentina de Escritores. Frente a ello se sugería que se destinara una partida mensual para cubrir su importe.

Durante el año 1934 se irradiaron 274 audiciones. En 97 de ellas el Prof. Dillon transmitió lecciones de historia, que salían al aire los lunes, miércoles y viernes. Con motivo de la Semana del Niño, hubo diversas disertaciones de parte de miembros de la Sociedad Amigos de la Infancia. También se realizaron audiciones extraordinarias, especialmente en conferencias dictadas en el Salón de Actos de la Facultad de Ingeniería Química o en la Bolsa de Comercio.

Solo nueve veces hubo que suspender o interrumpir la transmisión en ese año de 1934, por desperfectos técnicos, corte de suministro eléctrico, descar-gas atmosféricas o desgracias familiares de las tres personas involucradas en el trabajo radial.

La primera década de vida de L. T. 10 transcurrió en este plan. Si bien hubo algunas interrupciones motivadas por problemas técnicos, pero la radio

102 Copia en mi archivo

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universitaria se fue imponiendo entre la gente y se convirtió en un referente cultural de la ciudad de Santa Fe.

- L. T. 1 Radio del Litoral (1932)103

La tercera radio rosarina en aparecer, y la quinta en la provincia, fue L. T.1, que se inauguró el 9 de julio de 1932. Se llamaba al principio L. T.1 Radio del Litoral, aunque también era denominada como Radio Maliandi, en alusión a su dueño, Fernando Maliandi, propietario de un comercio de música y equipos de sonido, entre ellos aparatos de radio e insumos que utilizó en su radio.

La emisora estaba ubicada en calle Córdoba 1139, donde estuvo funcionando L. T. 3. Al principio respondía a un perfi l cultural, con orquesta propia de música clásica, y su propuesta era eminentemente musical. Frente a las dos competido-ras de la ciudad, L. T. 1 tenía personalidad propia, porque las otras pertenecían a las cadenas de Radio “El Mundo” (L. T. 3) y Radio “Excélsior” (L. T. 8).

La opinión pública y la apertura democrática

Entre 1910 y 1943 se produjo un creciente aumento de la actividad perio-dística. No quizás en lo que se refi ere a la cantidad y variedad de publicacio-nes, sino al crecimiento y desarrollo de los emprendimientos en curso y al papel que tales medios iban a cumplir en la formación de una opinión pública y de un público lector cada vez más amplio.

El aumento de la población urbana, consecuencia del desarrollo industrial sustitutivo; las políticas económicas destinadas al consumo masivo, que nece-sita de la publicidad comercial que los medios pueden asegurar; y la mayor al-fabetización lograda con los años, permitieron este desarrollo del periodismo.

Los cambios políticos llevados adelante a partir de la ley electoral de 1912, el ascenso del radicalismo al poder y, con él la promoción de las clases me-dias, hicieron que la prensa también tuviera una base social más importante y una opinión pública mucho más extendida que en la etapa anterior. Por eso el discurso de los nuevos diarios era mucho más popular.

Aunque la prensa había superado la etapa facciosa y los diarios eran empre-sas que apuntaban a un universo temático que intervenía en todos los asuntos

103 Conf. Bicciré, Fabián y otros, ya citada.

133EL PERIODISMO EN SANTA FE

de la vida de los santafesinos, a la vez que se autoasignaban funciones ordena-doras del comportamiento social, no faltaban diarios de marcada pertenencia política. La Acción, La Tribuna y La República respondían a las orientaciones de Lisandro de la Torre; Crónica, La Palabra y El Litoral de la primera época, a un sector del radicalismo, lo mismo que La Provincia. Surgieron también expresiones nacionalistas, como El Debate o el matutino católico La Mañana, que alentó la intervención de Genta a la Universidad.

La interrupción de la marcha institucional de 1930 signifi có un endureci-miento en las leyes de imprenta que venían de la época del iriondismo del siglo anterior. Aunque la reforma constitucional de 1937 establecía en el artículo 7º que los habitantes de la provincia gozaban de todos los derechos y garantías de la Constitución nacional, una ley del mismo día, denominada “Ley de Prensa” (Nº 2548), determinaba restricciones que fueron cuestionadas desde dentro y fuera de la provincia.104

Entre ellas fi guraban las obligaciones de registros de imprentas y periódi-cos, cuya publicación requería de autorización previa. Los responsables de-bían informar previamente a las autoridades judiciales sobre una serie de datos personales y comerciales de tales emprendimientos.

Se establecía, además, el derecho de réplica, que los medios debían garan-tizar a las personas en caso de que así lo determinara la justicia. El espacio debía concederse en forma gratuita y con las mismas características que el texto que hubiera generado la ofensa o la injuria al Estado, a los funcionarios, o a los particulares.

El fraude fue la característica de la política argentina de los años 30, y mediante este subieron al gobierno Iriondo y Argonz. No es de extrañar que, en este contexto, a la par de la “prensa seria”, existieran numerosos periódicos y hojas políticas de extrema derecha y extrema izquierda, como también de signo radical, que actuaran en la clandestinidad y que se imprimieran fuera de la provincia en prensas o en mimeógrafos ocultos.

En una entrevista señalaba el ultranacionalista Alberto Ottalagano: “Se hi-cieron publicaciones muy buenas. Había un periódico, El Fogón, editado por el Dr. Pagani Lanza. Después se publicó un periódico muy bien escrito, que se llamó El Montonero. Ahí escribimos todos, y yo publiqué una serie de ar-

104 Galván Moreno C., op. cit., pp. 421-423.

134 ALEJANDRO DAMIANOVICH

tículos sobre nuestra posición. Hubo otro periódico muy importante, que fue La Vuelta del Montonero, antes de que apareciera el montonerismo de ahora, ¿no? El Fogón es de antes de la revolución de 1943. Los otros dos se publica-ron una vez producida la revolución”.105

Desde el otro extremo ideológico, Nemesio Oviedo recordaba cómo se las ingeniaban los estudiantes de la UNL para oponerse a la intervención nacio-nalista de Genta, para lo cual habían comprado un mimeógrafo y sacaban un “periodiquito” que molestó al gobierno. “La policía allanaba todo (incluso la Biblioteca Moreno) buscando dónde estaba el mimeógrafo. Y ahí estaba, en Monte Vera”. Lo tenían disimulado bajo una parva.

Así era aquella época de la prensa y de la política en Santa Fe en los tiem-pos de la “república verdadera” y en los de la “década infame”. Una primera etapa de expansión de la libertad de prensa y de las garantías constitucionales, una reacción conservadora a partir de 1930 con las presumibles limitaciones de todo régimen que se considera regenerador, y un punto fi nal revolucionario que se pronuncia, contra el fraude electoral, pero que a la vez endurecía ciertos controles y ciertos manejos de la prensa, como se verá en el siguiente capítulo.

105 Macor, Darío e Iglesias, Eduardo, El peronismo antes del peronismo. Memoria e historia de los orígenes del peronismo santafesino, Universidad Nacional del Litoral, Centro de Publi-caciones, Santa Fe, 1997, p. 168.

Los grandes diarios y la comunicación de masas (1943-1983)

El período político institucional de Santa Fe entre 1943 y 1983.106

La naturaleza de la crisis político-institucional vivida en Santa Fe durante estas cuatro décadas estuvo defi nida por el hecho de que ningún gobernador constitucional permaneció en el mando durante todo el período para el que fue electo. Waldino Suárez y Luis Cárcamo fueron intervenidos; Carlos Sylvestre Begnis –en sus dos administraciones– y Aldo Tessio fueron derrocados; Juan Hugo Caesar debió reducir su mandato de cuatro años a tres para hacer coin-cidir la asunción del nuevo gobierno con la del presidente, conforme a las nor-mas de la Constitución nacional de 1949. El gobernador electo Luis Cándido Carballo no llegó a asumir.

De los veinticinco ciudadanos que ocuparon la primera magistratura pro-vincial, en algunos casos por pocos días, solamente cinco fueron gobernado-res constitucionales, uno de ellos en dos oportunidades. De los veinte restan-tes, solamente dos –Dalmiro Adaro y Ricardo Anzorena– fueron interventores designados dentro del orden constitucional, aunque eran militares. Los demás respondieron a regímenes de facto. Del total consignado, quince fueron mi-litares, pero hay que aclarar que mientras dos militares fueron interventores constitucionales, cinco civiles fueron interventores o gobernadores de facto.

Tres Constituciones provinciales tuvieron vigencia durante este tiempo. Cuando se inició el período la Constitución de la Provincia era la de 1900, hasta que fue reemplazada por la de 1949, pero volvió a implementarse en 1956 para ser reformada fi nalmente en 1962.

Esta vigencia constitucional tuvo las limitaciones propias de los regímenes de facto de 1943 a 1946, de 1955 a 1958, de 1962 a 1963, de 1966 a 1973, y de 1976 a 1983. Es decir que, de los cuarenta años de esta etapa, veintiuno

106 Conf. Damianovich, Alejandro A., “El proceso político institucional en Santa Fe entre 1943 y 1983”, en Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe, Ediciones Sudamérica Santa Fe, Santa Fe, 1993, t. 3, pp. 79, 112.

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correspondieron a gobiernos militares durante los cuales no hubo libertad de prensa. Pero también hubo etapas de gobiernos democráticamente elegidos durante los cuales la prensa y el periodismo sufrieron limitaciones, condicio-namientos, censura y proscripciones. Recordemos la época dura del peronis-mo en el poder en los 40-50, y los tiempos de la “Triple A” de los 70. Pero también las prohibiciones impuestas a la prensa con relación al peronismo proscripto durante los años 60.

Frente a tanta inestabilidad, un elemento se mantuvo constante. El pero-nismo se constituyó en árbitro de todas las instancias electorales provinciales. Ganó la gobernación en 1946, 1949, 1951, 1973 y 1983. Elevó a la UCRI al gobierno en 1958 y, con sus votos en blanco, permitió el acceso al gobierno a la UCRP en 1962. Su gran caudal electoral en 1961 y 1965, hizo reaccionar a los militares que derrocaron a los gobiernos entonces actuantes. Y se manten-dría esta situación, más allá del período estudiado en este capítulo, en 1987, 1991, 1995, 1999 y 2003, para fi nalizar en 2007 con el triunfo del socialismo.

La prensa santafesina tomó partido en la división peronismo-antiperonis-mo. Si bien los diarios tradicionales, como La Capital y El Litoral, refl ejaron el sentir de las expresiones ideológicas de las que venían siendo voceros, com-patibles con el paradigma liberal burgués, hubo un sector de la prensa, como Democracia, Rosario o El Orden, que respondió al peronismo en la provincia. Desaparecieron poco después de la caída de Perón.

Este predominio del peronismo hizo particularmente notable su enfrenta-miento con la oposición, situación refl ejada con claridad a través de la activi-dad periodística. La dureza de la última dictadura militar reemplazó esta anti-nomia por la que quedó entablada entre la sociedad civil y el sector castrense y sus clientes. En 1983 se pudo ver una franja independiente del electorado que, superando las posiciones encontradas del pasado, se mostró dispuesta a optar por la mejor propuesta, posición que también refl ejaron los medios de prensa de las grandes ciudades y que era común a todo el país.

Todas las convulsiones políticas, sociales y militares nacionales, así como también los recurrentes vaivenes de la economía, tuvieron su correlato en la provincia y su espacio de debate en la prensa santafesina. El enfrentamiento entre el peronismo y la Iglesia en 1954 y 1955, la Revolución Libertadora, la insurrección de Valle de 1956, la polémica por una educación universitaria

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“laica o libre” en 1957, el choque armado entre “azules” y “colorados” en 1962, las agitaciones sociales de 1969, el accionar insurgente de la guerrilla y la militancia revolucionarios y la represión terrorista del Estado de los años setenta. Todos estos asuntos marcaron a la prensa, motivándola o limitándola, y les dieron contenido a sus páginas como cuestiones de fondo, a la vez que la comprometieron en su misma lógica confrontativa, como sucedió con la gran huelga de periodistas y gráfi cos de 1968 ocurrida en la ciudad capital.

Esta misma prensa nos mostraba además que la provincia fue muy limita-damente, en estos cuarenta años, generadora de procesos político-institucio-nales autónomos. Las principales alternativas de su desenvolvimiento respon-dieron a estímulos y causas externas. Participaba simplemente de la corriente histórica generada en otras situaciones. No surgieron tampoco en la provincia fi guras de gravitación nacional, con peso en las grandes decisiones políticas de la República.

La historia política de estas cuatro décadas refl ejaba claramente la gran crisis nacional en la que se hallaba inmersa. Quizá haya sido la administración de Carlos Sylvestre Begnis, en su primer período, la que ha logrado mayor perfi l autonómico y capacidad de iniciativa, materializado en proyectos como el túnel subfl uvial o en concreciones como la Constitución de 1962, que rige todavía.

La Capital y El Litoral en la segunda mitad del siglo XX.

El diario La Capital representaba a principios de los años 40, el pensa-miento de la burguesía acomodada de Rosario. Era la expresión de la lógica liberal que renegaba de los controles del Estado hacia las clases privilegiadas, pero reclamaba el orden social para los sectores trabajadores, en tanto “prensa seria” que se autoasignaba el papel de moralizar y orientar a la sociedad con los valores de la hora.

La nueva cultura política que venía creciendo con los partidos políticos regionales, variantes del radicalismo originario, y que fue dando lugar cada vez más a los sectores trabajadores que se fueron concentrando en Rosario atraídos por el desarrollo de la industria sustitutiva, planteó un desafío a La Capital que no supo o no pudo resolver sin confl icto.

Cuando se produjo la revolución de 1943 y cuando el general Perón asu-mió la presidencia en 1946, se encontraban ejerciendo la dirección del diario

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los hermanos Joaquín, Adolfo y Leopoldo Lagos, tercera generación de la familia en la conducción del órgano rosarino. Leopoldo lo hizo hasta 1947, y los otros dos hermanos hasta 1953, año en que el diario pasó en los hechos a manos del gobierno.

La propia empresa lo explicaba de este modo: “El 22 de septiembre de 1955, producida la ‘Revolución Libertadora’, don Adolfo Lagos asumió la di-rección general y los señores Ovidio, Carlos Leopoldo y Carlos Ovidio Lagos, la subdirección. Ocurrió esto tras haber sufrido los propietarios de la empresa la pérdida del legítimo derecho de conducirla, situación que había comenzado dos años antes, cuando el régimen abatido por el mencionado movimiento, consiguió, mediante una argucia tribunalicia, volcarla en vocero de su prédica. El viejo diario de Ovidio Lagos, como se dice en el magazín de ayer, fue uno de los tantos órganos de prensa que tuvo que soportar una orientación que le restaba su independencia de juicio y era contraria a la línea democrática y liberal fi jada por el fundador”.107

El director Adolfo Lagos falleció en 1956, y asumieron los directores que condujeron la empresa en las etapas siguientes, que lo eran Ovidio, Carlos Leopoldo y Carlos Ovidio Lagos, quienes actuaban en 1967, cuando el diario cumplió su centenario.

Durante la década de 1943 a 1955, El Litoral de Santa Fe sufrió también el impacto de la nueva cultura política que signifi có la irrupción del peronismo y de los sectores populares en la política activa argentina. Lo señala uno de los periodistas más caracterizados de El Litoral actual, Rogelio Alaniz: “Más allá de las diferencias y de las riñas políticas habituales El Litoral hasta 1945, manifestó un punto de vista que se colocaba por encima del debate partidario”. El gran consenso liberal que distinguió a la Argentina de aquellas décadas explica esa hegemonía.

Los años cuarenta expresaron la ruptura de ese consenso liberal. El nacio-nalismo católico, el nazi-fascismo, el militarismo, la emergencia de un nuevo movimiento obrero provocaron la ruptura de ese consenso.108

El discurso de El Litoral se sectorizó, ya no hablaba en nombre de toda la clase dirigente, sino de una parte. Este fue el límite, pero también su mérito,

107 Suplemento del Centenario de La Capital del 15 de noviembre de 1967, p. 37.108 Suplemento del 90º Aniversario de El Litoral, del 18 de agosto de 2008.

refl exiona Alaniz. Aunque después de 1955 el diario quiso recuperar aquel liderazgo ideológico, no lo consiguió, a pesar de que su adversario de los años difíciles, El Orden de Alfredo Estrada, afectado de muerte por los cambios políticos, desapareció en 1957.

El inicio de esta etapa ya fue confl ictivo para El Litoral, cuando en el año 1953 sufrió las clausuras de parte del gobierno de la revolución. La primera fue por tres días a partir del 9 de junio, por haber informado sobre un movi-miento de tropas en el Regimiento 12. La segunda fue el 13 de agosto, cuando el diario no pudo dejar de contradecir declaraciones del interventor de la Uni-versidad Jordán Bruno Genta.109

Los secretarios de redacción de El Litoral, entre 1943 y 1983, fueron el escritor Luis Gudiño Kramer, que la ejercía cuando se produjo la revolución del 4 de junio y que le había dado al diario un renovado estilo periodístico y un aire ideológico renovador; Antonio Avaro, que lo sucedió a fi nes de los 50 y hasta 1968 en que fallece, y Enrique Alfredo Smiles, que condujo la redacción desde 1977 durante diez años.

Algunos testimonios indicaban que la redacción de El Litoral en la década del 40 era considerada como un foco comunista por los servicios secretos del Estado. Contribuía a ello la fi gura de Gudiño Kramer, que había actuado antes en El Orden y lo había posicionado muy bien en la ciudad. Kramer hizo en la redacción de El Litoral un gran trabajo e imprimió una renovación ideológica importante, junto con Juan Vigo, uno de los editorialistas de reconocida mili-tancia de izquierda.110

Cuando El Litoral se encontraba en la plenitud de su desarrollo periodísti-co y empresarial, cuando disfrutaba de casi una década de exclusividad en el ejercicio de la prensa escrita en la ciudad de Santa Fe y cuando sus propieta-rios y ejecutivos creían haber constituido una gran familia que incluía a todos sus empleados, vino a producirse un confl icto de proporciones que derivó en la gran huelga de 1968.111

109 Mignone, Cintia, Del apostolado al sindicalismo. Una historia de los gremios de prensa en Santa Fe, edición del autor, Santa Fe, 2010, p. 20.110 Macor, Darío e Iglesias, Eduardo, El peronismo antes del peronismo. Memoria e historia de los orígenes del peronismo santafesino, Universidad Nacional del Litoral, Centro de Publi-caciones, Santa Fe, 1997, p. 168.111 Mignone, Cintia, Del apostolado al sindicalismo. Una historia de los gremios de prensa de Santa Fe, edición del autor, Santa Fe, 2010, p. 84 y ss. La autora tiene escrito también sobre

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No fue por un reclamo insatisfecho que los periodistas, administrativos o gráfi cos hubieran dirigido a la empresa, sino que el confl icto estalló a raíz de la división de la CGT. Mientras un sector de los trabajadores respondía a la CGT de la calle Azopardo, que dirigía el metalúrgico Augusto Timoteo Van-dor, otro seguía al gráfi co Raimundo Ongaro, que lideraba la CGT de Paseo Colón, sector este último que expresaba posturas más radicalizadas y al que estaba vinculado el Sindicato de Artes Gráfi cas de Santa Fe.

La crisis se originó a raíz de que la patronal negó el 27 de junio la autori-zación para realizar una Asamblea en la que se tratarían asuntos de índole po-lítica vinculados a la división de la CGT, aunque también al confl icto que los gráfi cos veían que sobrevendría por rumores de racionalización en la empresa. Como la asamblea se hizo igual, la patronal del diario dispuso la cesantía de los oradores de la jornada, el periodista Juan Ritvo y el gráfi co Carlos Méjico. La huelga estalló inmediatamente y el diario no salió a la calle durante 23 días.

El contexto político ideológico de aquellos días contribuyó a sumar drama-tismo al enfrentamiento, y a que las partes intercambiaran fuertes acusaciones. Si bien la huelga nunca fue levantada, El Litoral apeló a la contratación de nuevo personal, logró el retorno de algunos de los que se habían ido a trabajar a El Federal, sobre el que nos referiremos por separado, y retomó su rutina periodística en medio del creciente confl ictivismo desatado después del “cor-dobazo” de mayo de 1969.

La “gran huelga” de 1968 rompió el monopolio de El Litoral, primero con la aparición de Prensa Gráfi ca, medio de muy breve existencia que reunió a un califi cado grupo de periodistas y gráfi cos provenientes del vespertino; después con la aparición de Nuevo Diario (1969-1976), que ocupó también parte de ese personal y de operarios gráfi cos obligadamente ociosos. Menor signifi cación tuvieron Noticias y El Federal.

El diario El Litoral, después de haber respaldado en sus editoriales de mar-zo de 1976 al golpe militar, fue morigerando su primera impresión y asumien-do una línea periodística prudente, en relación con las presiones, controles y censuras del régimen dictatorial, ejerciendo la autocensura y el silencio pro-pios de la época, aunque no pudo evitar una breve detención de su director en 1979 por publicar declaraciones de Mario Firmenich.

este tema un trabajo inédito titulado: Cuando pararon las rotativas. Historia de una huelga silenciada.

141EL PERIODISMO EN SANTA FE

Más allá de las secciones propiamente políticas nacionales, provinciales y locales, El Litoral desarrolló otras dedicadas a la cultura, la producción, los hechos policiales, los espectáculos, el deporte, el humor, entre otras manifes-taciones de la vida cotidiana a los que los diarios modernos dieron cada vez más importancia y espacio redaccional y gráfi co.

Las nuevas formas del periodismo: radiofonía y televisión.

L. T. 3 Radio Cerealista112

Como parte de la red transmisora de Radio “El Mundo”, L. T. 3 inauguró en 1950 su nuevo edifi cio de calle Balcarce 840 de la ciudad de Rosario. El local contaba desde el principio con las mayores comodidades y adelantos técnicos necesarios para el mejor funcionamiento de la radio, y allí sigue fun-cionando en la actualidad.

La prensa destacó las ventajas del nuevo local “… dotado de todas las comodidades y materiales exigidos por la época, ya que posee tres estudios para la difusión de sus programas, sala de control en la que se han introdu-cido todos los recursos de la técnica más avanzada, varias salas dedicadas a ensayos de solistas y orquestas, y amplias instalaciones donde funcionarán sus ofi cinas.” “… posee un sistema de aire acondicionado, luz indirecta, refrige-ración y calefacción, elementos que, unidos a cuidados detalles destinados a favorecer la acústica, aseguran a L. T. 3 un excelente funcionamiento, que ha de llamar justifi cadamente la atención del público y acrecentará el apoyo que este viene dispensando a sus programas”.

Por entonces la radio cambió su denominación y pasó a llamarse Radio Cerealista de Rosario.

L. T. 8 Radio Rosario113

La radioemisora siguió ligada a Radio Excélsior hasta el año 1953, cuando pasó a integrar la que se denominó como La Primera Cadena Argentina de Broadcasting, de Radio Belgrano, que estaba en manos de Jaime Yankelevich,

112Conf. Bicciré, Fabián; Colombo, Carlos; Marengo, Hugo y Suidini, María Onés [docentes de la Licenciatura en Comunicación Social de la UNR], “Origen y evolución de las primeras radios de Rosario”, publicado en diversos portales.113 Ibídem

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uno de los pioneros de la radio y que luego fue, durante el segundo gobierno de Juan Domingo Perón, quien trajo la televisión a la Argentina.

En octubre de 1963 la radio L. T. 8 puso en funcionamiento el actual equi-po transmisor con una potencia de 10 kilovatios en antena, lo que le dio un alcance primario de 300 kilómetros a la redonda y un alcance secundario que superaba los 500 kilómetros, y la ponía a la altura de las mejores radios de todo el país.

La audiencia de L. T. 8 comenzó a caracterizarse como un “público culto”, producto de la música clásica y las óperas que se emitían junto a canzonetas y zarzuelas. Ese estilo perduró en el tiempo, tanto que en las actuales medi-ciones de audiencia L. T. 8 siguió liderando el denominado sector BC1, altos niveles culturales y fuerte poder adquisitivo.

No es posible calcular los niveles de audiencia de las primeras décadas de L. T. 8 (o de cualquier otra radio de Rosario) simplemente porque no existían las mediciones de rating o de encendido (share), ni hay un estimativo de apa-ratos de radio disponibles.

L. T. 1 Radio del Litoral114

Hacia 1949, L. T. 1 se trasladó al actual edifi cio de Radio Nacional, Córdo-ba 1331, acondicionado especialmente para esta radio por Fernando Maliandi. El edifi co poseía en la planta alta, un auditorio de grandes dimensiones, a semejanza de radio “El Mundo”, que era muy ponderado en su tiempo.

Otro aspecto que caracterizó a la emisora fue la apertura de una sala de transmisión en Buenos Aires, desde la cual podía emitir contenidos a Rosario y otras radios del interior. Se encontraba sobre Avenida de Mayo y se utili-zaba para hacer programas en vivo con la presencia de artistas y deportistas famosos. Los números artísticos porteños se reproducían en ese estudio para el interior del país.

A Fernando Maliardi se le adjudicó la creación de la primera cadena ar-gentina del interior, uniendo en una transmisión a Bahía Blanca, Córdoba y Tucumán. Esas radios pertenecían a la Cadena de Radio Belgrano y la progra-mación en red iba de 10.30 a 11.30, con la participación de artistas populares. El desarrollo del radioteatro fomentó más aún la amplia audiencia cotidiana de la radio.114 Ibídem

143EL PERIODISMO EN SANTA FE

En 1953, durante el gobierno del general Perón, L. T. 1 pasó a la órbita del Estado, con la denominación de LRA Radio del Estado. El personal, tanto ad-ministrativo como artístico, fue repartido por mitades entre L. T. 2 y L. T. 8 de manera que nadie quedó sin trabajo. A partir de 1955 pasó a ser LRA5 Radio Nacional, nombre que conserva hasta la actualidad.

L. T. 9 “Radio Brig. Gral. Estanislao López”115

Las nuevas políticas ofi ciales en materia de propaganda política e ideológi-ca llevaron a los gobiernos a profundizar los controles e intervenciones sobre las radioemisoras. De esta forma se produjo la “estatización” de L. T. 9, con un estricto control de las programaciones, al igual que los aspectos adminis-trativos y fi nancieros de la empresa de Roca Soler.

La labor de los locutores estaba muy restringida y limitada a breves alo-cuciones de no más de 170 palabras y apenas 1 minuto de exposición. Fue en esta época que las radios comenzaron a transmitir en cadena nacional.

Esta era la situación cuando falleció Alfredo Roca Soler, el 11 de diciem-bre de 1950, por lo que la dirección de la radio quedó a cargo de su hermano, José Roca Soler.

En 1951, la Editorial Haynes, concesionaria de Radio “El Mundo”, tomó la radio en representación del gobierno peronista y en 1953 se promulgó la Ley 14.241 que instituía la nueva organización de los servicios de radiodifusión estableciendo estas redes orgánicas: la “A”: que sería la Editorial Haynes, la “B”: la Asociación de Radiodifusión S.A., la “C”: La Razón Editorial Emisora Financiera y Comercial.

Durante el gobierno de Arturo Frondizi, L. T. 9 quedó prácticamente acéfa-la, por lo que en 1958 se realizó un llamado a licitación que fue ganada por el consorcio BOISA, Bobbio y Savio, que instaló la emisora en San Martín 2685 bajo la denominación de L. T. 9 Santa Fe. A partir de la década del 60 se produ-jo un cambio en la radio debido a la aparición de la televisión, de la que es pro-pietario el mismo Bobbio, que fundó a su vez, un medio gráfi co: Nuevo Diario.

En 1969, durante el gobierno militar, se realizó una nueva licitación para el uso de la onda de L. T. 9 que le fue adjudicada el grupo ONDAFE S.A.,

115 Página ofi cial de L. T.. 9 “Radio Brig. Gral. Estanislao López”: http://www.lt9.ceride.gov.ar, de la que hemos obtenido la información que aporta de muy alto valor.

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del que fue su primer presidente el Cnl. Martín Cornejo, vicepresidenta: Sra. Laura de Iriondo de Taboada; directores: Dr. Isaías Naput y Dr. Enzo Scocco. Comenzó sus transmisiones L. T. 9 - Radio Brigadier López el 1° de marzo de 1970 con una potencia de 10 kw. y los equipamientos más modernos, en el edifi cio que hoy ocupa de calle 4 de Enero 2153.

Este edifi cio fue uno de los primeros en el país realizados especialmente para radio, con tres pisos. En planta baja hay tres estudios, al “A” llamado “Salón Dorado”, salón auditorio con 64 butacas y un pequeño escenario. El estudio “B” y sus respectivos controles. En el piso 1, la sección boletines y Deportes, en pisos 2 y 3, ofi cinas administrativas.

Su programación, musical -informativa- de entretenimientos. Aparecieron los primeros programas ómnibus, con móviles en la calle. Sus transmisiones deportivas acapararon la atención de los oyentes con el seguimiento de los equipos de Colón y de Unión. De acuerdo con las exigencias del pliego de bases y condiciones, se iniciaron las transmisiones por frecuencia modulada en julio de 1972 con una potencia de 1 kw.

L. T. 10 Radio de la Universidad Nacional del Litoral 116

Después de 30 años de funcionamiento, la radio experimentó un gran im-pulso en 1961, cuando reanudó sus transmisiones el 21 de septiembre. Conta-ba a esa altura con modernos estudios en el edifi cio del rectorado de la UNL y una antena transmisora de alta potencia en el Campo Universitario del barrio “Don Bosco”. La presentación de Astor Piazzolla en el Paraninfo de la Uni-versidad al día siguiente marcó la importancia de la nueva etapa que se inicia-ba. Se completaron los cambios con la autorización de la Secretaría de Comu-nicaciones de la Nación, recibida en 1964, para emitir publicidad comercial.

Un perfi l más popular, radioteatros incluidos, permitió a la radio ampliar su audiencia, sin que se dejaran de lado las expresiones clásicas de la cultura durante las direcciones artísticas de Eduardo Gudiño Kieffe y Edgardo Pe-sante, ambos escritores de gran prestigio, cuando era director de la radio Luis Horacio Bonaparte.

116 Conf. La página ofi cial de la emisora: http://www.lt10digital.com.ar, que incluye una muy interesante reseña histórica.

145EL PERIODISMO EN SANTA FE

Los locutores de los 60 tuvieron una proyección profesional de varias dé-cadas, y algunos todavía trabajan en los medios locales. Las voces de Raúl Forzano, Elsa Ramos, Duilia Giuffo, Jaime Víctor Tepper, Pedro Oscar Rote-ta, José Guastavino, Enrique Mutis, Isabel Palacios, Miguel Ángel de Orella-na, Enzo Volken, Alfredo Ariel Carrió, Carlos Mario Peisojovich, Enzo Ber-gesio y Víctor Barbier. Estos últimos fueron gestores de innovaciones en la transmisión de música, incorporando el folklore, el tango y la música joven.

Los dos pilares sobre los que desenvolvía L. T. 10 en la década del 60 fue-ron el Departamento Informativo, a cargo de Pedro Oscar Roteta, y la Sección Deportes, dirigida por Jaime Víctor Tepper. Las noticias locales, nacionales e internacionales, estaban disponibles para el público en boletines emitidos va-rias veces por la mañana o por la tarde, que eran actualizados permanentemen-te. Las Agencia Télam y las del exterior France Press y ANSA, aseguraban la calidad informativa.

En la transmisión de eventos deportivos, L. T. 10 se caracterizó por el seguimiento constante de los equipos de fútbol locales (Colón y Unión), las carreras de automovilismo como las 500 millas de Rafaela, la maratón Santa Fe-Coronda, las peleas de Carlos Monzón. También las fi estas y festivales de la región: de la Cerveza, de la Agricultura, de la Frutilla.

La autorización recibida por la radio de la Secretaría de Comunicaciones para incluir en su programación publicidad comercial, permitió a L. T. 10 adquirir un nuevo impulso “con más contenidos, más equipamiento, más in-fraestructura periodística y todo aquello que hace a una radio moderna”.

LRA 14 - Radio Nacional Santa Fe En abril de 1966, se anuncia en el diario El Litoral el llamado a concurso

para cubrir distintos cargos de la futura fi lial de LRA Santa Fe. Se concursan puestos para locutores, operadores de estudio, redactores, encargado artístico y de programación, jefe técnico y discotecarios. El personal administrativo y de servicio es aportado por el correo, ya que en aquellos tiempos, existía el Ministerio de Correos y Telecomunicaciones y era normal desplazar personal ya que la emisora era una dependencia de ése Ministerio.

El 1º de octubre de 1967, en pleno gobierno del General Onganía, comien-zan las transmisiones de prueba de la nueva emisora, desde su ubicación de

146 ALEJANDRO DAMIANOVICH

calle Mendoza 2430, 7º piso del edifi cio del Correo Central. El 15 de noviem-bre de ese mismo año, aniversario de la fundación de Santa Fe, queda inaugu-rada la nueva emisora. La dirección de la emisora está a cargo de Guillermo Nicholson y es encargado artístico y de programación José Guastavino.

Los programas de los primeros tiempos eran culturales, con una gran es-pecialización en música clásica, tango y folklore, base de la importante colec-ción o archivo musical que posee la radio en la actualidad, según destaca en su página Web. Había una gran fi scalización de los contenidos por parte de las autoridades militares.

La radio tenía también equipos y personal sufi ciente como para cubrir todo tipo de actos ofi ciales y eventos culturales de los organismos del estado, fue-ran de la provincia o del municipio.

Como radio del estado, LRA 14 estuvo sujeta a las directivas políticas de cada gobierno, con los contrastes que marcó la alternancia entre gobiernos civiles y militares entre 1967 y 1983.

Canal 5 de Rosario117

Se fundó en 1964, a instancias de Pedro Simoncini, hasta hoy un destacado exponente del periodismo en la ciudad de Rosario, como uno de los tres cana-les de televisión abierta.

Impulsada por el peronismo desde octubre de 1951, la televisión argentina fue reglamentada por la Revolución Libertadora (Ley 15.460 de Radiodifusión sancionada el 25 de noviembre de 1957). Hacia 1958 se adjudicaron las prime-ras licencias de TV privadas, y se intentó desde el gobierno que no se constitu-yeran cadenas y que los canales no fueran propiedad de capitales extranjeros.

Los altos costos de la nueva industria llevaron a los inversores argentinos a asociarse con productoras de contenidos norteamericanas que no invirtieron directamente en las empresas, con lo cual se cumplía la ley, pero se copaba igualmente el mercado. En la práctica, los capitales extranjeros estaban detrás de toda la programación televisiva, y su difusión hacia los nuevos canales del interior produjo verdaderas cadenas. La política ofi cial había sido frustrada.

117 Chamorro, Celina. Grivarello, Juan Pablo. Pondal, Rocío. Vilchez, Berenice, “Canal 5”, en Historia de los medios de Rosario y su región, Trabajos fi nales de historia del periodismo, Postítutlo en Periodismo, UNR [en línea].

147EL PERIODISMO EN SANTA FE

Como ejemplo puede presentarse la programación del Canal 5 de aquellos años, situación que se repetía en todo el país: Canal 11, que es el actual Tele-fé, –señala un equipo de investigadores– nació en 1961, emitía programación de Telerama que pertenecía a la cadena ABC. De esta manera se formaron cadenas de repetidoras, Telefé repetía programación de ABC y canal 5, a su vez repetía a Telefé.

Entre 1960 y 1966 surgieron los canales del interior, entre los que se des-tacaron Canal 12 de Córdoba (1961), Canal 10 de Córdoba (1962), Canal 9 de Mendoza (1964), Canal 8 de San Juan (1964), Canal 5 de Rosario (1964), Canal 7 de Neuquén (1965), Canal 10 de Junín (1965), Canal 3 de Rosario (1965), Canal 9 de Comodoro Rivadavia (1965), Canal 9 de Bahía Blanca (1965), Canal 13 de Santa Fe (1966), Canal 2 de La Plata (1966), Canal 9 de Resistencia (1966), Canal 7 de Bahía Blanca (1966), Canal 13 de Río Grande (1966) y Canal 11 de Salta (1966).

El alcance de la señal era potenciado por una serie de repetidoras instaladas por el canal entre 1977 y 1978. De esta manera la programación de Canal 5 llegaba hasta el centro de la provincia de Santa Fe, sur de Córdoba, este de Entre Ríos y norte de Buenos Aires. Las repetidoras fueron ubicadas en El Trébol, Venado Tuerto, Pergamino y Rufi no, lo que aseguraba una audiencia potencial de 3 millones de televidentes.

La primera transmisión de Canal 5 fue el 18 de noviembre de 1964 desde la Estación Fluvial de Rosario. A partir de ese día la televisión local ganó los hogares de los rosarinos que, a la par que consumían los contenidos enlatados en el formato de series y películas norteamericanas, junto a programas pro-ducidos en Buenos Aires, comenzaron a verse refl ejados en algunos espacios, especialmente en el “Noticinco”, el primer noticiero televisivo de la provin-cia. La publicidad comercial local también encontró una forma de expansión en el nuevo medio.

Luego de analizar la Ley de Radiodifusión (15.460/57), sancionada el 25 de noviembre de 1957 y llevada a cabo por el gobierno de Aramburu –seña-lan los autores citados– se puede afi rmar que esta estuvo destinada más que a defi nir un sistema comunicacional, a revertir el sistema de propiedad de los medios derivado del depuesto gobierno peronista.

148 ALEJANDRO DAMIANOVICH

Los gobiernos democráticos que le siguieron tuvieron la incapacidad para defi nir otro tipo de políticas audiovisuales. A partir de las disposiciones del gobierno del Gral. Aramburu se conformó un modelo televisivo caracterizado por la iniciativa privada y la explotación comercial de la radiodifusión.

Canal 3 de Rosario. (1965)Las transmisiones de prueba de este Canal rosarino se iniciaron en 1964,

bajo el control del Ing. Ernesto Daumas, quien fue el vicepresidente del directorio y director técnico del canal hasta 1966. Alberto Gollán presidió la sociedad.

Desde 1956 existía el propósito de instalar un canal en esa ciudad, por lo que se había constituido una entidad denominada “Televisión Rosario” que no pudo obtener una licitación en los concursos de 1958. Pero en 1964 Gollán, Daumas y otros empresarios fundaron “Televisión Litoral S.A.”, que en agos-to de ese año recibió la licencia estatal para emitir como Canal 3.

Las primeras imágenes, en blanco y negro, se emitieron desde la planta transmisora de Av. Perón 8101. La conducción de los primeros noticieros es-tuvo a cargo de Norberto Chiabrando, Ricardo Corvá y Julio César Orselli. La primera mudanza de los estudios tuvo lugar en 1966, cuando se trasladaron a la “Sala Municipal Mateo Booz”, en San Lorenzo 2230, de Rosario.

El Canal 3 se caracterizó por encarar producciones propias de relevancia como el FIAP (Festival Ibero-Americano de Publicidad), y las miniseries en coproducción con ATC (Canal 7) y Canal 13 de Santa Fe, en la que trabajaba el actor Pepe Soriano.

En ocasión del Mundial de Fútbol 78, el canal realizó las emisiones corres-pondientes de la “Sub Sede Rosario”.

En 1980 Canal 3 estuvo en condiciones de transmitir en colores, tras la adquisición de equipos PAL N color, y realiza su 1ª transmisión en colores.

Canal 13 de Santa Fe (1966)118

En 1960, la Secretaría de Comunicaciones de la Nación fue autorizada a llamar a concurso para la instalación de dos canales en Córdoba, dos en Mar

118 Fuente: http://www.paraconocernos.com.ar/?p=667 -Capítulo 15- Radios y televisión de Santa Fe, 2ª parte.

149EL PERIODISMO EN SANTA FE

del Plata, dos en Rosario y uno en Santa Fe. Se fi jó para Rosario las bandas 3 y 5 del dial y para Santa Fe, la banda alta del 7 al 13, y se eligió fi nalmente la frecuencia mayor para distanciarla del 7 que ocupó la repetidora del canal ofi cial. El 24 de abril de 1964 se le concedió a Televisora Santafesina S.A, pre-sidida por Marcos Bobbio, la licencia para la explotación de un canal en Santa Fe, con la condición de que la señal estuviera en el aire el 31 de enero de 1966.

Hay que decir que desde 1962 los santafesinos podían ver la programación de Canal 7, que era retransmitida por una planta montada en el edifi cio de ENTel, sobre el que se había instalado una antena de 70 metros. Por entonces las antenas domiciliarias solían ser también bastante altas, y poco a poco la ciudad fue incorporando estos nuevos elementos a su paisaje.

Durante 1965 se construyó la sede del canal 13 de Bv. Gálvez y en enero de 1966 la planta transmisora de Recreo. Para poder emitir antes del 31 de ese mes, se levantó un primer tramo de la torre de 70 metros, pero el día de la inauguración, el 13 de marzo, la torre ya contaba con sus 200 metros. Mientras tanto, habían llegado de Inglaterra los equipos “Marconi”, considerados los de mayor calidad para la transmisión en blanco y negro de base técnica PAL.

La transmisión de prueba del 31 de enero fue un éxito y el camino quedó habilitado para continuar con la instalación de los equipos “Marconi”, que habían sido depositados en el Regimiento 12. El concurso de logos permitió defi nir la fi gura del “garaycito” que identifi có al canal hasta 1979, acertado hallazgo gráfi co que mostraba a un conquistador infantil que dialogaba con la imagen que por ese entonces se había defi nido para Santa Fe, levantada sobre “la ruta de los conquistadores”.

La señal de ajuste del canal se comenzó a emitir diariamente desde fi nes de febrero y también se exhibían películas argentina todas las noches. Hasta que el 13 de marzo a las 20 tuvo lugar la gran fi esta inaugural del Canal 13.

Si bien el programa de esa noche había sido grabado en estudios de Buenos Aires, con artistas de resonancia en aquellos días, se intercalaba con entrevis-tas a personalidades de Santa Fe que saludaban al nuevo medio televisivo y a su director, Marcos Bobbio.

Sin que estuvieran en funcionamiento todos los equipos, la transmisión de Canal 13 se inició a las 16 con “Enciclopedia en TV”, y a las 20 se emitió el primer programa en vivo con el espacio que llegó a ser un clásico de la región:

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“Notitrece”, conducido por Enrique Mutis, con un formato inicial de media hora, para dar lugar enseguida a “Estadio 13”, que le seguía a las 20.30 con Raúl Usínger y Heriberto Osuna. La tarea periodística estuvo presente en la televisión santafesina desde el primer día.

Los avances fueron rápidos. En abril ya se iniciaron las transmisiones a las 14, y dos meses más tarde, a las 10 de la mañana. Las interconexiones con Buenos Aires y con el mundo se fueron agilizando con rapidez. En un princi-pio, los programas que se emitían en Buenos Aires se reproducían en Santa Fe a la semana siguiente, pero la conexión del cable carril en 1968 hizo posible la transmisión simultánea. El 20 de julio de 1969 los santafesinos, como todos los televidentes del mundo occidental, pudieron ver la llegada del hombre a la luna en directo, gracias a que la recientemente inaugurada estación terrena de Balcarce hacía posible la transmisión vía satélite.

Aunque la televisión a color llegó a Santa Fe en 1978, gracias al Mundial de Fútbol, en la señal ofi cial, Canal 13 incorporó la nueva tecnología en 1980, con la transmisión de los actos ofi ciales del 25 de Mayo.

La agremiación de los trabajadores de prensa.119

En Rosario existía el Círculo de Prensa que venía intentando establecerse desde 1894, con personería jurídica reconocida desde el 21 de octubre de 1933. Cuando Galván Moreno escribió su Historia del Periodismo y dio cuenta de esta institución, la presidía el periodista Julio Cevallos.

En la ciudad de Santa Fe se conformó, el 1º de mayo de 1940, la Asocia-ción de Periodistas, que obtuvo personería jurídica el 22 de enero de 1941. Su primera Comisión Directiva estuvo presidida por el periodista Antonio Avaro, de larga trayectoria en la redacción de El Litoral.

En los primeros tiempos proyectaba la construcción de un local propio y había recibido en donación un predio de la Municipalidad en la esquina de Av. Freyre y Buenos Aires. Entre sus objetivos fi guraba poner en funcionamiento diversos servicios sociales, incluyendo los referidos a la salud y un sistema de subsidios por fallecimiento.

119 Seguimos en este punto el detallado libro de Cintia Mignone Del apostolado al sindicalis-mo, ya citado.

151EL PERIODISMO EN SANTA FE

Una de las primeras cosas que reclamó fue la derogación de la Ley de Im-prenta de 1937, lo que logró en mayo de 1943, cuando el gobernador Argonz aceptó la inquietud del gremio y las cámaras legislativas sancionaron la ley respectiva. Enseguida se afi lió a la FAP (Federación Argentina de Periodistas).

El 25 de marzo de 1944 fue dictado por el gobierno nacional el Estatuto del Periodista, que contó con el respaldo del coronel Perón y el de la FAP. Hubo diarios que reclamaron contra la norma y señalaron que atentaba contra la libertad de expresión.

En cumplimiento de sus disposiciones, se reunió el 14 de junio la primera comisión paritaria en la Dirección Regional del Trabajo. Por la parte patronal estaban presentes delegados de los diarios La Mañana de Santa Fe, El Orden, El Litoral y El Tribuno, más representantes de la Sociedad de Industriales Gráfi cos. Por los periodistas se presentaron Antonio Avaro, José Benedetti, Manuel Domínguez Neira y Amadeo Carlen. El 27 de junio de 1946, tuvo lugar en Santa Fe el VII Congreso Ordinario de la Federación Argentina de Periodistas.

En 1952 surgió una nueva entidad gremial, aunque la Asociación de Perio-distas seguía funcionando. Se trataba de la fi lial local del Sindicato Argentino de Prensa, entidad eminentemente ofi cialista que estaba desarrollando rápida-mente una estructura nacional.

Esto impactó fuertemente en la Asociación, y los periodistas locales in-tentaron primero una doble afi liación, pero como esta no era permitida por la FAP, se resolvió la desafi liación de la Asociación en el mes de junio. Sin embargo, la entidad tenía sus días contados y fue disuelta por sus propios in-tegrantes en septiembre de 1952.

La Revolución Libertadora, afectó fuertemente al sindicalismo argentino. El Sindicato de Prensa fue intervenido y la dirigencia de la anterior entidad gremial, la Asociación de Periodistas, recuperó protagonismo en su conduc-ción ni bien se efectuaron nuevas elecciones en noviembre de 1956.

El Sindicato de Prensa de Santa Fe tuvo una actuación importante hasta que la gran huelga de 1968 consumió sus energías y sus recursos. El proyecto de Prensa Gráfi ca, muy interesante desde lo periodístico pero poco viable desde lo económico, llevó a que el Sindicato se asfi xiara.

152 ALEJANDRO DAMIANOVICH

En 1970, con grandes difi cultades iniciales a raíz de las divisiones que ha-bían producido dentro del gremio las derivaciones de la gran huelga de 1968, se constituyó la Asociación de Prensa de Santa Fe, entidad que desde entonces se ha consolidado y que actúa en el presente después de sobrevivir a los des-encuentros ideológicos de aquella década y al “proceso” militar, y de haber contribuido a la recuperación de la democracia desde 1983.

Además un remozado Círculo de la Prensa, el Sindicato de Prensa de Rosa-rio tiene una activa presencia gremial en el sur de la provincia, en defensa de la profesión, la libertad de prensa y los valores democráticos.120

Los estudios de periodismo en la provincia.

Los estudios superiores en periodismo fueron tardíos en Santa Fe. Recono-cen el antecedente de 1949, cuando se creó en la ciudad de Rosario el Instituto de Profesiones Técnicas con las carreras de Publicidad y Ventas, Periodismo, Decoración de Interiores, Bibliotecario, Fotografía y Mecanografía. Se trataba de capacitaciones equivalentes al nivel secundario o complementarias de este, dependientes del Ministerio de Educación de la provincia.

Antes de esto, el 7 de junio de 1947, el presidente de la Asociación de Periodistas de Santa Fe, Edmundo Blanco Boeri, expresaba su inquietud, en el acto de celebración del Día del Periodista, ante el proyecto de un grupo de personas dirigido a crear una escuela de periodismo en la ciudad capital. Su temor se fundaba en que, según él apreciaba, el emprendimiento era promovi-do por gente “que nada sabe de periodismo, salvo el conocimiento que tienen a través de visitas ofi ciosas a las redacciones de los diarios y que en síntesis son aspirantes a la burocracia”.121

Este proyecto no prosperó por aquellos días y el reclamo del dirigente gre-mial contenía una defi nición del periodismo que comenzaba a ser cuestionada. “Los no periodistas serán incapaces de enseñar periodismo, al cual hemos ido los hombres de prensa llamados por una vocación intelectual y no por un diploma honorífi co”.122

120 Conf. Página institucional del Sindicato: http://www.spr.org.ar121 Mignone, Cintia, Del apostolado al sindicalismo. Una historia de los gremios de prensa de Santa Fe, Santa Fe [edición de la autora], p. 40.122 Ídem.

153EL PERIODISMO EN SANTA FE

Otro antecedente fue el de la Escuela de Periodismo “Francisco de Paula Castañeda”, que se instaló en la ciudad de Santa Fe en 1952. Si bien era un emprendimiento privado, estaba asociado a la Universidad Nacional del Li-toral, que era propietaria del local que ocupaba la escuela, hermosa casona de Bulevar Gálvez y San Luis.

Es probable que esta Escuela fuera la concreción del proyecto censurado por la Asociación de Periodistas cinco años antes. El diario La Mañana había anunciado la inminente inauguración del establecimiento en su edición del 29 de marzo de 1952, y en los días siguientes comenzaron las clases. La dirigía Adalberto Damianovich, y daba clases de Literatura, Arístides Ángel Damia-novich, por largos años director de la Revista del Puerto de Santa Fe, primer locutor de L. T. 10 en 1931 y primer director de la Ofi cina de Prensa de la provincia en 1946. Entre los jóvenes que iniciaron sus estudios en esta escuela fi guraban Antonio Camacho Gómez, de larga actuación en la redacción de El Litoral, de la que llegó a ser secretario en 1979, y Teófi lo Miño, quien en la celebración del Día del Periodista de ese año 1952 expuso sobre Moreno y el periodismo del padre Castañeda.

Importa destacar que ya se reconocía la necesidad de la formación profe-sional de los periodistas, como lo destacaba La Mañana cuando decía: “Sin duda alguna, este nuevo emprendimiento tiene una trascendencia extraordi-naria para la vida orgánica de nuestra prensa y su necesidad fue claramente refl ejada en el Primer Congreso Nacional de Periodismo, celebrado en Buenos Aires el pasado mes de septiembre [de 1951]”. Y agregaba: “Y decimos esto porque resulta curioso oír cómo en general se menoscaba el sentido de una preparación integral en el periodista. Se cree, sin duda alguna, que basta sen-tarse frente a una máquina de escribir y exponer en las páginas todo aquello que se le antoja al escritor”.

La enseñanza del periodismo a nivel universitario dentro de la provincia se inició en Rosario. La Universidad Católica Argentina fue la que lo puso en marcha, después de los cambios en la legislación universitaria de 1957, como Carrera de Periodismo y Ciencias de la Información dependiente de su Facul-tad de Humanidades, la que dejó de funcionar en 1973.

La periodista Alicia Simeoni recordaba: “Empecé a estudiar Comunica-ción en 1973 en la Universidad Católica, en el Sagrado Corazón, porque no

154 ALEJANDRO DAMIANOVICH

había otra carrera. Comencé en marzo y en junio la cierran. Por eso, me acuer-do cómo los alumnos de los últimos años, como Víctor Aliprandi, lucharon por concretar la existencia de la primera Escuela de Comunicación Social en el país, que en principio fue un instituto en una ofi cina dentro de la Facultad de Humanidades y Artes”.123

Recién en 1975 se concretó la creación de la Licenciatura en Comunica-ción Social en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, unidad académica fundada en 1973, en el marco institucional de la Universi-dad Nacional de Rosario, creada a su vez en 1968, cuando se dividió la Uni-versidad Nacional de Litoral.

En 1982 se creó la carrera de Técnico Superior en Periodismo en el Insti-tuto Superior Nº 12 “Gustavo Martínez Zuviría” de Santa Fe (actual Instituto “Gastón Gori”), a la vez que el Instituto de Profesiones Técnicas de Rosario se transformó en Instituto Superior Nº 18 “20 de junio”, por lo que su carrera de Periodismo adquirió el nivel de estudio terciario. Ambas carreras continúan en la actualidad, transcurridos más de treinta años, y tengo la gran satisfacción de dirigir al Instituto Superior Nº 12 “Gastón Gori”, en cuya carrera de Comu-nicación Social doy clases desde el primer día de su existencia.

Con posterioridad a la época que estudio en este capítulo se multiplicaron las ofertas en institutos privados y surgió la carrera de Comunicación Social en la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica de Santa Fe y un tramo de Licenciatura en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL

Nóminas y descripciones de medios gráfi cos de Santa Fe

La Tribuna.124 Como señalamos en el capítulo anterior, el diario Tribuna salió a la calle en

Rosario el 12 de octubre de 1928. Fue uno de los voceros del Partido Demó-crata Progresista, aunque se declaraba independiente.

Después de dos décadas de presencia en el periodismo rosarino, los pro-blemas económicos y los controles del Estado de la época de Perón llevaron a

123 Conf. http://historiamediosrosario.blogspot.com.ar124Conf. sitio Web del Museo de la Ciudad de Rosario: http://www.museodelaciudad.org.ar/?page_id=176

155EL PERIODISMO EN SANTA FE

que el diario Tribuna detuviera sus rotativas el 31 de diciembre de 1948. Poco tiempo después fue comprado por dos antiguos empleados, los periodistas y empresarios Virgilio Albanese y Antonio Robertaccio, quienes a fi nes de julio de 1950 lo relanzan con el nombre de La Tribuna. En poco tiempo, los dos socios convirtieron al vespertino en el centro de la vida cultural rosarina y referente de la bohemia porteña en la ciudad.

El 25 de octubre de 1958, el vespertino La Tribuna fue homenajeado por su prédica incansable a favor de la restauración del federalismo económico del país y su incesante lucha en defensa de los intereses de esta ciudad.

Los hermanos Albanese fueron dueños desde 1948 hasta 1978, cuando ven-dieron la totalidad de las acciones que le quedaban al grupo de medios El País, al que se creía que estaba vinculado el almirante Emilio Eduardo Massera.

A partir de allí se inició la decadencia del diario, que compartía los talleres con el matutino El País desde Rosario. En su última etapa fue adquirido por la familia Caputto de Santa Fe, propietaria de El Litoral siendo su nuevo director Ranwel Caputto. Le tocó afrontar desde La Tribuna la cobertura periodística de la Guerra de Malvinas, siguiendo en un principio el discurso triunfalista del gobierno. Sin embargo, Caputto obtenía información en inglés proveniente del Uruguay que él mismo traducía (se había formado en los Estados Unidos). Cuando comenzó a difundir ciertos partes inconvenientes al discurso ofi cial, Caputto fue llamado al Comando de Ejército donde se le intimó a suspender sus publicaciones y atenerse a los partes del gobierno.125

Caputto intentó modernizar el diario y los talleres, incorporando la tecno-logía más moderna en offset, pero el alto costo de las inversiones aceleraron el fi nal. En enero de 1983 presentó la quiebra y fue cerrado defi nitivamente. Todos sus bienes fueron subastados.

Las colecciones de los diarios Tribuna y La Tribuna forman parte de la he-meroteca del Museo Histórico Provincial “Julio Marc” de Rosario. El Museo de la Ciudad guarda una de las colecciones de periodismo gráfi co más impor-tante de Rosario, integrada por negativos del diario La Tribuna que han sido producidas, en su mayor parte, por uno de los pioneros locales de la fotografía de prensa: Joaquín Chiavazza.

125Naiara Vecchio, Francisco Costa y Hagar Blau Makaroff, “El diario ‘La tribuna’ durante la última dictadura”, en http://historiamediosrosario.blogspot.com.ar

156 ALEJANDRO DAMIANOVICH

CrónicaEn abril de 1949 este diario fue adquirido por Carlos Viana. Por aquel

tiempo se desató una huelga de gráfi cos que paralizó a Crónica, La Tribuna y La Acción durante tres meses. Fue entonces que Viana suscribió un conve-nio con la familia Lagos de La Capital para constituir la sociedad “Editorial Crónica S.R.L.”.

La dirección del diario quedó a cargo de Néstor Joaquín Lagos, secretario general de dirección de La Capital entre 1945 y 1953, a la vez que se afi rmaba su orientación democrática y republicana, que pronto entró en pugna con la política ofi cial del gobierno justicialista. La modernización que experimen-tó el diario en esos días le permitió un avance dentro del mercado editorial rosarino. Por entonces se produjo el retiro del señor Viana y el ingreso de Domingo Agatiello.

En el suplemento del centenario de La Capital se señala sobre la experien-cia vivida por el diario en esta época: “Nos corresponde agregar que Crónica atravesó la época del peronismo con inquebrantable fi rmeza y con renovada adhesión a los principios democráticos que nutren su prédica. Se alistó, en efecto, en la defensa de todas las prerrogativas de las libertades de prensa sin ceder a las amenazas”. De tal modo Crónica no formó parte de la “famosa” cadena. Cuado la fi scalía de Recuperación Patrimonial aclaró, tras una prolija investigación, la posición de los diarios durante el peronismo, señaló en un comunicado ofi cial que Crónica no había sido favorecido con ningún trata-miento especial en materia de papel o publicidad.

En 1967, cuando La Capital publicó su suplemento del centenario, la di-rección de Crónica seguía a cargo de Néstor Joaquín Lagos, y se lo califi caba como un gran diario zonal en pleno desarrollo.

Democracia y RosarioFueron los dos diarios rosarinos representativos de la prensa ofi cialista de

la época del peronismo. Habían nacido como parte del plan de propaganda peronista como una dependencia ofi cial a través de la empresa ALEA.

En el suplemento del centenario de La Capital se los describe como expo-nentes de dos formatos periodísticos diferentes. Mientras Democracia mante-nía un estilo clásico, Rosario se mostraba sensacionalista, por lo que alcanzó impensadas tiradas y difusión entre la población.

157EL PERIODISMO EN SANTA FE

La caída del peronismo no signifi có el fi n de ambos diarios, sino que se reinventaron a sí mismos. Asumieron un nuevo discurso empresarial con un alcance mucho más modesto en cuanto a tirada y público. Si bien lograron un nivel periodístico relevante, económicamente fracasaron. Pasaron a alquilar los talleres para la edición de El Diario de la Mañana, que tuvo muy escasa duración, y fi nalmente todo fue liquidado.

La Mañana de Santa FeEn 1941, el diario católico La Mañana pasó a llamarse La Mañana de San-

ta Fe y dejó de publicarse a fi nes de 1949. Desde sus columnas y con la ayuda de los principales dirigentes de la Acción

Católica (ACA), inició en 1946 la cruzada contra la Unión Democrática, a la que acusó de reunir en su partido a los enemigos del catolicismo. No llegó a vivir el enfrentamiento entre el peronismo y la Iglesia de 1954-1955, en el que Mons. Fasolino, inspirador del diario en 1935, se vio profundamente involucrado.

El OrdenA partir de 1945, El Orden se sumó al peronismo. Nemesio Obiedo, mili-

tante de izquierda de aquellos años, recordaba: “El diario El Orden no tenía una posición política. Tomaba determinado funcionario y lo castigaba. Pero en un determinado momento El Orden lo empleó a Don Gudiño Kramer, que organizó el diario a nivel popular. Llegó a tener más infl uencia y más difusión que El Litoral en Santa Fe. Fue cuando El Litoral entendió que ahí había un periodista de fuste y lo conquistó”.

El Orden fue el diario en que el justicialismo se apoyó en Santa Fe con más fuerza. Cerró sus puertas en 1957, aunque su personal y sus talleres con-tinuaron trabajando un tiempo más intentando sostener un nuevo matutino: El Interior, que desapareció en 1959.

La colección de El Orden consta de 135 tomos que van desde 1927 a 1955, conservándose en la Hemeroteca del Archivo General de la Provincia y está parcialmente digitalizada.

158 ALEJANDRO DAMIANOVICH

La AcciónEn el capítulo anterior destacábamos la importancia de este diario fundado

hacia 1924 que aparecía dos veces por día en la ciudad de Rosario.Durante el peronismo se encolumnó en la prensa opositora y su direc-

tor, Francisco Scarabino, que había sufrido persecuciones, fue detenido al fi nal del régimen por adelantar La Acción la noticia del triunfo de la Revolución Libertadora.

El diario dejó de aparecer pocos años después.

Prensa Gráfi ca (1968)126 Salió a la luz como consecuencia de los confl ictos gremiales desatados

entre periodistas y gráfi cos del diario El Litoral y el sector patronal de la em-presa. El matutino se imprimía en Rosario, en los talleres de La Tribuna, ya que ninguna imprenta local quiso tomar partido en el complicado litigio que había dado origen a una huelga de 23 días durante los cuales El Litoral no salió a la calle.

Redactaban Prensa Gráfi ca los periodistas huelguistas, pero el sector gráfi -co no poseía imprenta para ejercer su ofi cio. Sin embargo, la idea era sostener el nuevo emprendimiento que estaba respaldado por los sindicatos de Artes Gráfi cas y de Prensa.

Fueron sus directores los periodistas Jorge Vázquez Rossi y Héctor Rivero, y los gráfi cos Francisco Yacunissi y Carlos Méjico. El 18 de julio llegó a Santa Fe Raymundo Ongaro para apoyar la iniciativa.

Los primeros días fueron promisorios porque se hicieron ediciones de has-ta 30.000 ejemplares que llegaban a la ciudad en la madrugada. Las publicida-des comenzaron a llegar y los diarieros ociosos se prestaron a su distribución.

A medida que se profundizaba el confl icto, se defi nían los sectores en pug-na y hasta hubo fi guras señeras de El Litoral que fueron a participar de Prensa Gráfi ca, o respaldaron el proyecto. Entre los primeros fi guraba Jorge Reynoso Aldao y entre los segundos, Miguel Ritvo, editorialista muy valorado que se había sentido afectado directamente por la cesantía aplicada a su hijo Juan.

La lucha entre los dos diarios era desproporcionada y las difi cultades eco-nómicas comenzaron a afectar al nuevo periódico, que comenzó a retrasar sus pagos a la imprenta de La Tribuna de Rosario.

126 Conf. Mignone, C., op. cit., y Montenegro de Arévalo, L., ya citada

159EL PERIODISMO EN SANTA FE

Fue en ese momento que el emprendimiento despertó el interés del em-presario Marcos Bobbio, propietario del Canal 13 y licenciatario de L. T. 9. Según Cintia Mignone, Bobbio fue interesado en el diario por Miguel Ritvo, militante gremial de larga trayectoria, quien resentido con la patronal de El Litoral por la cesantía de su hijo Juan, se dispuso a dar este paso.

Nuevo Diario (1968-1976)127 El confl icto entre el Sindicato de Prensa y el diario El Litoral nunca se

cerró formalmente. La huelga nunca fue levantada.Cuando el diario Prensa Gráfi ca languidecía, algunos periodistas regresa-

ron a El Litoral y otros se dedicaron a actividades diferentes. Pero un sector encontró un nuevo medio gráfi co para ejercer su profesión en el matutino Nuevo Diario, que apareció el 22 de diciembre de 1968.

El Sindicato de Prensa parece que se disolvió apremiado por el colapso fi nanciero que signifi caron los cheques a plazo librados a La Tribuna.

Nuevo Diario pertenecía a Marcos Bobbio, propietario a su vez del Canal 13 de Santa Fe y poseedor de la licencia de L t 9. Para competir o convivir con El Litoral, Bobbio se propuso que su diario fuera matutino y aprovechó a parte del cuerpo de periodistas cesantes de El Litoral para formar su elen-co. También tomó parte de los gráfi cos que se habían alejado del vespertino. Los sucesos de Prensa Gráfi ca, en la que habría participado con algún aporte económico en su última etapa, le permitieron realizar un estudio de mercado, necesario para tomar la decisión.

La experiencia del nuevo órgano de prensa fue la ocasión para ofrecer un enfoque renovador en un contexto cada vez más alterado por el enfrentamien-to ideológico y militante. Marcos Bobbio, empresario ortodoxo y pragmático, apuntaba a ganar el mercado de lectores y anunciantes sin poner reparos al tra-bajo de los redactores. Pronto el diario ganó un espacio en la ciudad, aunque las cosas se hicieron difíciles más de una vez, y hubo confl ictos laborales en un contexto gremial de divisiones entre “peronistas y zurdos”, según expre-siones de aquel momento.

El gran cambio de Nuevo Diario tuvo que ver con las innovaciones técni-cas que introdujo Bobbio en Santa Fe. En el año 1973, el diario descartó el

127 Ibídem.

160 ALEJANDRO DAMIANOVICH

sistema tradicional de impresión en plomo y adquirió todo el equipamiento necesario para imprimir con el sistema off set. La medida implicaba cam-bios drásticos, ya que había que remover a casi todo el personal gráfi co para reemplazarlo con operarios formados en la nueva tecnología. Superados los confl ictos del caso, e indemnizados los trabajadores despedidos, Nuevo Diario Color comenzó a aparecer el 13 de diciembre de 1973. Duró apenas dos años y tres meses.

En el año 1974 se produjo el alevoso secuestro y asesinato de las abogadas Nilda Urquía y Marta Zamaro. Una de ellas, Zamaro, formaba parte del plan-tel de gráfi cos de Nuevo Diario en cuyo local se habían recibido amenazas de muerte de parte del Comando Anticomunista del Litoral, organización crimi-nal que actuaba en sintonía con la “Triple A” de López Rega.

La muerte de Urquía y Zamaro, encontradas sin vida en el Arroyo Cululú, impactó tan fuertemente en el personal del Nuevo Diario que parte de su elen-co abandonó la redacción y los talleres. La situación se profundizó cuando se reiteraron las amenazas.

De cualquier manera el diario estaba condenado a desaparecer asfi xiado por los problemas económicos y fi nancieros. También preocupaba a los propieta-rios el cariz que estaba tomando el clima político argentino, que tan de cerca había afectado al diario con el secuestro y asesinato de una de sus empleadas.

El último recurso de los gremios de prensa y gráfi co fue el de implementar un sistema de cogestión. El 21 de octubre de 1975 se fi rmó un acuerdo con muchas expectativas: se creó un comité ejecutivo con un director empresario y dos directores obreros. El sistema tendría un período de prueba de 180 días, al cabo de los cuales se evaluaría. No se llegó a cumplir el plazo porque el golpe de Estado del 24 de marzo puso fi n a la tan celebrada experiencia. Según uno de sus directores obreros, Atilio Pravisani, “cuando se produce el golpe, al otro día vamos nosotros y estaba cerrado”.

Noticias (1975) Dirigido por Juan Carlos Rousselot, este matutino de vida efímera apareció

en agosto de 1975 para desaparecer en el mes de noviembre del mismo año.

161EL PERIODISMO EN SANTA FE

El Federal (1982) El 2 de abril de 1982, coincidentemente con la toma argentina de las Mal-

vinas, aparece este nuevo matutino bajo la dirección de César Jaroslavsky, aunque la sociedad anónima propietaria del diario estaba radicada en For-mosa. En octubre de 1983, el diario ya adeudaba cinco meses de sueldo a sus empleados y su marcha errática no se prolongó demasiado.

La opinión pública entre el debate ideológico y la represión militar.

Las épocas de irrestricta libertad de prensa nunca existieron entre 1943 y 1983. El régimen militar de 1943 y luego el peronismo, nunca permitieron el desarrollo de una prensa opositora. En la década de 1940 el Estado se apropió de las emisoras radiales, y de algunos diarios como La Prensa y La Capital en 1953.

Después de 1955 la proscripción del peronismo llevó al cierre de varios diarios, como El Orden, Democracia y Rosario, mientras que todos los me-dios estaban obligados a cumplir con la prohibición de tan siquiera mencio-nar el nombre del “dictador depuesto”, ni el de su esposa fallecida, ni el del partido, ni nada que se vinculara con la época que se intentaba desterrar de la memoria y de la historia. Estas limitaciones se redujeron en los gobiernos de Frondizi y de Illia, pero el peronismo seguía militando desde la resisten-cia y había toda una prensa subversiva producida en “Minervas” ocultas y mimeógrafos disimulados.

La persecución ideológica y periodística se profundizó en los años de On-ganía, y se puso muy dura frente a las agitaciones de fi nes de los 60. Pero no cesó cuando se retiró el régimen de Lanusse y llegó nuevamente el peronismo al poder. Después de un breve armisticio entre las izquierdas y las derechas del peronismo, todo se desmoronó y se profundizó la lucha entre ambos sectores. La aparición de la “Triple A” motorizó la caza de brujas con consecuencias nunca vistas de violencia y terror, y volvieron los atentados a la prensa, como ocurrió en Santa Fe con Nuevo Diario y el asesinato de la abogada y trabaja-dora gráfi ca de ese medio Marta Zamaro.

162 ALEJANDRO DAMIANOVICH

La dictadura militar, y antes que ella, el gobierno de María Estela Martínez de Perón, impusieron serias limitaciones a la prensa, algunas por medio de leyes y otras por la simple presión estatal y parapolicial. La Ley de Seguridad Nacional Nº 20.840 de 1974 era muy anterior al golpe de marzo de 1976 y ya generaba condiciones restrictivas que aprovecharían después los militares. La acción terrorista y criminal de la “Triple A”, responsable del asesinato de Zamaro, sembró el miedo entre los periodistas y gremialistas gráfi cos, que quedaron inmovilizados en su mayor parte.

Fue por ese miedo generalizado que el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 no dejó de tener cierto consenso en la población en la primera hora, a raíz de que la esperanza de que Perón pacifi cara y reordenara el país se habían esfumado con su muerte, y que el caos y el desgobierno predominaron des-pués en medio de la violencia, caos que los militares contribuyeron a fomentar para justifi car su próxima intervención. Los editoriales de El Litoral publica-dos en la semana del 24 de marzo de 1976, en los que celebraba la concreción del golpe militar, estaban refl ejando el sentir de esos días de gran parte de la clase dirigente y de algunos segmentos de la clase media. Era un tremendo error de apreciación, como pudo verifi carse a los pocos meses.

La extrema dureza del régimen represor y el alto costo social de la política económica de Martínez de Hoz pronto hicieron comprender a la ciudadanía que el país estaba en manos de una dictadura despiadada, puesta al servicio de los grandes capitales internacionales y de los intereses norteamericanos. En este marco no se puede decir que la prensa santafesina, ni aún los exponentes más hegemónicos como La Capital y El Litoral, legitimaran a la dictadura mi-litar una vez que se fueron defi niendo los oscuros designios de los genocidas.128

128 Por si alguien pudiera pensar que me une algún vínculo con el diario El Litoral, tengo que decir que, fuera de ser un colaborador ocasional desde 1971, en el que he publicado decenas de artículos de temas históricos por los que jamás cobré ni un peso, nada me vincula al diario ni a sus propietarios ni directivos. Con el Dr. Gustavo Vittori he compartido diversas comisiones a las que hemos sido convocados por inquietudes comunes en el plano patrimonial, sin que estas coincidencias hayan superado el mero trato cordiaL. T.ambién tengo que decir que fui colaborador de Nuevo Diario, donde contaba con una columna permanente en los años 1974 y 1975, sin que eso me convirtiera en un “revolucionario” ni hoy pretenda presentarme como tal, ni aun cuando el régimen militar decretó mi cesantía en junio de 1976 como empleado público provincial por “constituir un factor real o potencial de perturbación”. Este galardón implicaba una especie de proscripción y aun cuando en 1979 obtuve el título de profesor en Historia en

163EL PERIODISMO EN SANTA FE

Es verdad que no hubo héroes como lo fueron en otros contextos Rodolfo Walsh o Francisco Urondo, y es posible que el discurso de La Capital o El Li-toral, identifi cados como exponentes de esa “prensa seria” que siempre había defendido el orden del liberalismo burgués, resultara en esa hora funcional a la dictadura que, precisamente, adoptó una prédica de “orden social” para disci-plinar al argentino medio, ya de por sí bastante prevenido contra la militancia revolucionaria de la izquierda.

Es seguro que La Capital o El Litoral, o La Tribuna, no respaldaban la “lucha armada”, por importantes que fueran las reivindicaciones invocadas. ¿Tenían que hacerlo? La mayor parte de la sociedad repudiaba la violencia, aunque fuera en nombre de un rol liberador autoasignado por los grupos insur-gentes. No es fácil imaginar a estos diarios cumpliendo una prédica revolucio-naria, pero tampoco aparecen legitimando al “proceso” en manifi esta actitud de complicidad, más allá de que los militares hayan buscado ese respaldo.

Es probable que para muchos santafesinos La Capital y El Litoral repre-sentaran el “pensamiento hegemónico” y fueran exponentes de la “prensa se-ria”. Pero eso siempre los había caracterizado y por eso Darío Macor y Roge-lio Alaniz señalaron que hasta 1945 El Litoral hablaba en nombre de toda la clase dirigente, cosa que ya no ocurrió después de la irrupción del peronismo en la escena política.

Y Darío Macor precisaba: “Desde entonces nada será igual, fundamental-mente porque la Argentina que nacía en esos años estaría caracterizada por la ausencia de un consenso político básico. ¿Cómo situarse entonces por encima de la política si no hay un paradigma aceptado por todos para defi nir el sentido de lo político? Disociados en la práctica efectiva los conceptos de democracia y liberalismo, aquel se confunde con el populismo y este con el conservadoris-mo, dejando un espacio vacante de más de medio siglo en el que languidecerá la tradición republicana”.129

La dictadura militar no dejaba resquicio al disenso ni había alianzas posi-bles que aseguraran protección. No hubo en la historia moderna de la Argen-tina una dictadura o un régimen militar comparable, en lo que se refi ere a sus

la Universidad Católica (la de Mons. Zazpe), no podía ejercer en ninguna escuela del país. Sin embargo, nunca El Litoral dejó de publicar mis artículos, que por otro lado eran inofensivos. 129Conf. Suplemento Conmemorativo de los 80 años de El Litoral (19 de agosto de 1998).

164 ALEJANDRO DAMIANOVICH

prácticas terroristas. Hasta las familias encumbradas estaban horrorizadas en 1976, 1977 y 1978 porque la represión, la tortura y el asesinato no respetaba¨n apellidos, ya que muchos de sus hijos engrosaban la listas de desaparecidos desde que habían optado por la militancia, el trabajo social o la lucha armada. El debate que El Litoral había mantenido valientemente con representantes del gobierno de facto de 1943 era impensable en 1976 y en los años inmediatos.

La prudencia que los medios de prensa de Santa Fe adoptaron durante el “proceso militar” entre 1976 y 1983 permitió que no hubiera que lamentar desaparecidos dentro del gremio de prensa. Aunque el más de un centenar de periodistas desaparecidos durante la dictadura en todo el país, cuyos nombres son publicados en el informe “Nunca Más”, no están desagregados por pro-vincias, no parece que alguno corresponda a los medios de Santa Fe.

Cuando el diario El Litoral cumplió 60 años de vida, en 1978, o sea en pleno “proceso militar”, publicó un editorial en el que reivindicaba “el apego permanente a una norma de conducta que excluye la indecorosa complacen-cia con el mandamás aupado en el poder por la razón de la fuerza y no por la fuerza de la razón. Como también la excluye para la autoridad constitucional que se aparta de las sabias normas de la Carta que nos rige, para naufragar en la demagogia y el personalismo”.

El 24 de julio de 1979 fue brevemente detenido el director de El Lito-ral, Riobó Caputto, por la dictadura militar, al igual que su colega Reinaldo Actis, director de La Opinión de Rafaela. Se los acusaba de violar la Ley de Seguridad Nacional Nº 20.840 de 1974, al haber publicado en primera pla-na declaraciones del jefe montonero Mario Firmenich hechas en Nicaragua, quien había dicho que “la lucha recién comienza, este año lanzaremos una ofensiva en todo el territorio”. La orden de detención había sido librada por el juez federal Miguel Ángel Quirelli. Caputto permaneció 18 días detenido en el cuartel de bomberos, y Actis fue reemplazado por Emilio Grande, secreta-rio de redacción de La Opinión, quien se hizo responsable de la publicación de la noticia que había sido difundida por la agencia UPI y reproducida por otros diarios del país que no sufrieron la detención de sus directores como ocurrió en Santa Fe.

En 1982, Ranwel Caputto, último director de La Tribuna de Rosario, fue citado al Comando de Ejército en esa ciudad para intimarlo a ajustarse estric-

165EL PERIODISMO EN SANTA FE

tamente a los partes ofi ciales del gobierno en lo referente a la marcha de la Guerra de Malvinas.

Los medios de prensa cedían a la presión de la dictadura, ya que la alter-nativa era el cierre, la desaparición de sus propietarios o de sus periodistas y la pérdida del diario que, seguramente, hubiera ido a parar a manos de los militares. El recuerdo de Marta Zamaro y la suerte de Nuevo Diario nunca fueron olvidados.

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El autor

Alejandro Damianovich nació en Santa Fe en 1953. Se graduó como profe-sor en la Facultad de Historia de la Universidad Católica de Santa Fe en 1979 y se especializó en Historia Argentina y Americana en la misma Facultad en 1984.

Es miembro correspondiente en Santa Fe de la Academia Nacional de la Historia, miembro de número de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, catedrático de Historia de las Instituciones e Ideas Argentinas en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Santa Fe, director del Ins-tituto Superior Nº 12 “Gastón Gori”, catedrático del Núcleo Socio Cultural del mismo Instituto en la carrera de Comunicación Social desde 1982, miembro del Instituto de Derecho Público de la misma Facultad de Derecho.

Se ha desempeñado como presidente de la Filial Santa Fe de la Sociedad Argentina de Escritores, asesor del Museo Histórico Provincial “Brig. Gral. Estanislao López”, vicepresidente de la Junta Provincial de Estudios Históri-cos, codirector de su revista especializada, asesor de la Secretaría de Cultu-ra de la Municipalidad de Santa Fe, regente del Instituto Superior “Gustavo Martínez Zuviría” (desde 2001 “Gastón Gori”) y presidente en su juventud del Centro de Historia “Manuel M. Cervera”.

En 1980 y 1981 realizó investigaciones en España, becado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid.

Ha sido colaborador de El Litoral (Santa Fe), Nuevo Diario (Santa Fe), La Capital (Rosario), Mayoría (Buenos Aires), y El Tribuno (Salta). Hacia 1974 y 1975 tuvo un micro radial en LT 10 Radio de la UNL titulado “Re-visando la Historia”.

Entre los temas de investigación a los que ha dedicado mayor atención fi -gura la historia de las profesiones auxiliares de la justicia. En este campo es autor de la Historia del Notariado en Santa Fe de la Historia de la Abogacía en Santa Fe y de “Un foro para la República”, publicados por los Colegios profesionales de ambas especialidades de esa provincia, en los dos primeros casos, y por la Federación Argentina de Colegios de Abogados (Buenos Aires) en el tercero.

172 ALEJANDRO DAMIANOVICH

Ha publicado también El Monopolio del Banco Inglés, Breve Historia de Santa Fe, A Caballo del Tigre, José María Cullen. Altruismo y gestión sani-taria antes del Estado de Bienestar, Los Cullen en la Argentina, Un foro para la República y Santa Fe y la revolución de mayo, además de numerosas mo-nografías aparecidas en revistas especializadas, dedicadas en su mayor parte a aspectos de la historia colonial rioplatense y a cuestiones historiográfi cas.

Su actividad se completa con frecuentes disertaciones, publicaciones en la prensa periódica y participación activa en congresos y jornadas de historia.

Se encuentra preparando su tesis doctoral sobre “Controversias por la li-brenavegación del Paraná en el siglo XVIII. El puerto preciso de Santa Fe”, para completar su doctorado en Historia, cursado en la Universidad del Salva-dor de Buenos Aires.

Índice

Prólogo.....................................................................................................13

Introducción............................................................................................15

Los periódicos de la revolución y la autonomía............................................................................................23

El periodismo de la organización nacional (1853-1880)........................................................57

La prensa y la cultura del progreso (1880-1910)........................................................................87

El periodismo del centenario hasta la época peronista (1910-1943).............................................................109

Los grandes diarios yla comunicación de masas (1943-1983)................................................133

Bibliografía............................................................................................165

El autor...................................................................................................169

Otras publicaciones de la Academia Nacional de Periodismo

• Boletines Nº 1 al 30 (1997 a 2013).

• Presencia de José Hernández en el periodismo argentino, por Enrique Mario Mayochi, 1998.

• Guía histórica de los medios gráfi cos argentinos en el siglo XIX, 1998.

• El otro Moreno, por Germán Sopeña, 2000.

• Orígenes periodísticos de la crítica de arte, por Fermín Fèvre, 2001.

• Periodismo y empatía, por Ulises Barrera, 2001.

• Homenaje a Félix H. Laíño, 2001.

• Sarmiento y el periodismo, por Armando Alonso Piñeiro, 2001.

• El periodismo como deber social, por Lauro F. Laíño, 2001.

• Historia de la idea democrática, por Mariano Grondona, 2002.

• Música argentina y mundial, por Napoleón Cabrera, 2002.

• Premio Creatividad 2001, por Diez, Pérez y Rudman, 2002.

• Cara a cara con el mundo, por Martín Allica, 2002.

• La identidad de los argentinos, sus virtudes y peligros, por Enrique Oliva, 2002.

• La responsabilidad social y la función educativa de los medios de comunicación, por Rafael Braun, Pedro Simoncini y Federico Peltzer, 2003.

• Premio a la Creatividad 2002, 2003.

• Gerchunoff o el vellocino de la literatura, por Bernardo Ezequiel Koremblit, 2002.

• Revistas de la Biblioteca Nacional Argentina (1879-2001), por Mario Tesler, 2004.

• Orígenes de la libertad de prensa, por Armando Alonso Piñeiro, 2004.

• “La Prensa” que he vivido, por Enrique J. Maceira, 2004.

• El periodismo cordobés y los años ’80 del siglo XIX, por Efraín U. Bischoff, 2004.

• Tres batallas por la libertad de prensa, por Alberto Ricardo Dalla Vía, 2004.

• Doctrina de la real malicia, por Gregorio Badeni, 2005.

• La Patagonia de Sopeña, por Héctor D’Amico, 2005.

• Indro Montanelli, las lecciones de un gran periodista, por Jorge Cruz, 2006.

• Reconocimiento a Bernardo Ezequiel Koremblit, Día del Periodista, 2006.

• Carlos Pellegrini periodista, por Enrique Mario Mayochi, 2007.

• El mirador de Olímpico, por Alberto Laya, 2007.

• El periodismo en el Virreinato del Río de la Plata, por Fernando Sánchez Zinny, 2008.

• El periodismo porteño en la época de la Independencia, por Armando Alonso Piñeiro, 2008.

• La prensa argentina en tiempos de guerra, 1827-1852, por Enriqueta Muñiz, 2009.

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• Historia de las Agencias de Noticias, por Marcelo Botto. 2012.

• Léxico comentado del periodismo, por Fernando Sánchez Zinny. 2013

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