el pao de la muchachas nómadas de tokio (toyo ito)
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EL PAO DE LAS MUCHACHAS NOMADAS DE TOKIO Toyo Ito, “Escritos” (Traducción de Maite Shigeko Suzuki, Valencia 2000) (p. 61-65)
Hace unos años hice un modelo de viviendas denominadas Pao de las muchachas nómadas de
Tokio, para una exposición que se celebró en unos grandes almacenes de Shibuya.
Precisamente la muchacha que vive sola y que vaga por la inmensa llanura de los media llamada
Tokio, es la que más disfruta de la vida de esta ciudad, pero, ¿qué es una casa para ella? El
concepto de casa para ella está desperdigado por toda la ciudad y su vida pasa mientras utiliza los
fragmentos de espacio urbano en forma de collage.
Disfruta de la comida y comenta cosas en los restaurantes o cafés bar, obtiene nuevas
informaciones en los cines o en los teatros, examina bien la ropa en las boutiques y mueve su
cuerpo en un club deportivo. Para ella, el salón es el café bar y el teatro, el comedor es el
restaurante, el armario es la boutique, y el jardín es el club deportivo. La muchacha nómada
deambula por estos espacios muy de moda y pasa la vida cotidiana como en un ensueño.
Su vivienda es una tienda-cabaña, o sea el pao, que se puede trasladar de un punto a otro, y en
cuyo centro está colocada la cama y otros tres muebles a su alrededor:
1. El mueble inteligente: Un dispositivo para colocar y guardar el aparato destinado a obtener
información de lo que ocurre en la ciudad y almacenarla. Es una cápsula de información para
navegar por la ciudad.
2. Mueble para el coqueteo: Una combinación de tocador y armario ropero. El espacio urbano es
un escenario y antes de subir a él, ella tiene que maquillarse y arreglarse.
3. Mueble para la comida ligera: Una combinación de una pequeña mesa y de un armario para
guardar la vajilla y los utensilios necesarios para comer. Lo que le espera a la muchacha nómada
al descender del escenario es un pequeño pao frío y poco acogedor. Debajo de esta tienda-cabaña
donde llegan las luces de neón, la muchacha se acuesta después de haber sorbido la sopa de
fideos, sola.
Tanto los muebles como el pao de la muchacha nómada están hechos de una película translúcida,
igual que la ropa que cubre suavemente su cuerpo. Desde el punto de vista de su cuerpo, tanto los
muebles como la habitación y la casa, e incluso las fachadas y las calles, no presentan grandes
diferencias entre sí. Todo ello no son más que películas que van extendiéndose de forma similar.
Pero lo que crea a duras penas la imagen total de la casa uniendo los espacios ficticios de la
ciudad, no son sólo las muchachas nómadas. A estas alturas, todos los habitantes de las ciudades
grandes están obligados a disfrutar, sin más ni más, la vida de tipo collage basada en tal
experiencia simulada. Los actos que se deberían realizar dentro de la vivienda se van extrapolando
al espacio urbano, a la vez que se fraccionan y nos atraen de forma más diversificada, más
especializada, más individualizada, y con menos sentido de la realidad. Por supuesto no solamente
el salón de té y la lavandería, sino también los restaurantes de comida rápida, las tiendas de
comida para llevar, los supermercados y hasta las saunas, están intentando usurpar a la vivienda
espacios tales como la sala de estar, el comedor, e incluso la cocina y el cuarto de baño; y si
exageramos un poco, se puede decir que como sigamos así, para una vivienda bastará sólo con
que haya un televisor y una papelera grande al lado de una cama. El espacio urbano está
absorbiendo al de la vivienda de tal manera que es posible imaginarse tal cosa. La mesa del
comedor donde se reunía antes la familia, resulta que ahora es donde se debería encontrar la
familia con alegría. Pero en realidad, la familia reunida así, lo que hace es irse a un restaurante de
la ciudad. Y se portan como si fuera la mejor familia confirmando su existencia ante los ojos del
público.
De esta forma los habitantes urbanos, simbolizados por las muchachas nómadas de Tokio, visten
ropas metálicas por su sensación corporal androidea y reaccionan ante el espacio con más
intensidad que lo que se ve en las pantallas.
Nuestra piel, sin darnos cuenta, empieza a percibir las materias inorgánicas y artificiales como el
metal o el plástico con más naturalidad que las materias naturales. Asimismo empieza a percibir el
espacio ficticio e imaginario como algo más confortable que el espacio real. La ciudad recurre a tal
cuerpo androide, ofrece un espacio experimental, simulado, fragmentado y cada vez más cerrado,
y sigue formando androides adecuados para este escenario.
Esto no se limita solamente al espacio comercial de la ciudad. Lo mismo ocurre en la vivienda
urbana. Los fragmentos de la casa, realizada estratégicamente en los espacios comerciales, se
reexportan de nuevo a la vivienda y empieza a formarse la casa como un collage del espacio
simulado.
La casa también se está fragmentando en mil pedazos. Los pisos piloto de los constructores de
viviendas muestran de forma representativa el aspecto de la casa, y cómo se ha convertido en un
lugar donde se reúnen sólo los deseos. Incluso dentro de la casa las personas tienen que
comportarse como si fueran unos actores, o si no tienen que actuar como espectadores. Y los
androides que interpretan en un escenario llamado ciudad, siguen interpretando también en otro
escenario llamado casa; y al final, agotados, no tienen más remedio que encerrarse en su
habitación, víctimas de autismo esquizofrénico. Cuando se les pide a los estudiantes de
arquitectura que diseñen una casa que consideren ideal para ellos mismos, resulta que un número
inesperadamente alto de ellos las diseñan por debajo de la tierra o sin ventanas. Este hecho indica
de una forma muy reveladora lo dicho anteriormente.