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El otro lado del balón ENRIQUE BALLESTEROS DURÁN MMXIII

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Libro de ideas, pensamientos y relatos sobre futbol.

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El otro lado del balón

E N R I Q U E B A L L E S T E R O S D U R Á NM M X I I I

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Dedicatoria

Para Myriam, Luis Enrique y Rodrigo...

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Introducción

He cumplido cuarenta años de vida y esta recopilación de ideas, pensamientos y relatos es un un corte de caja de lo que sin duda ha sido el capítulo más incómodo de mi vida profesional. Los textos, que en muchas ocasiones sirvieron de guiones literarios de mis cápsulas audiovisuales para el programa Futbol en serio. Punto, fue-ron escritos durante los dos años que trabajé para un monopolio que nos engulló en seco. Lo que realicé durante los ocho años anteriores a la compra-venta de nuestro estadio, documentar parte de la historia del futbol mexicano a través del legado personal de sus protagonistas, fue desechado por los nuevos criterios de se-lección de contenidos. Tuve que apelar a los orígenes para no terminar escribién-doles a las chicas o bien transformarme en un bufón-porrista de los intereses del consorcio. Afortunadamente en ese lapso trajeron a un decano del periodismo pa-ra ponernos en cintura. Principalmente a aquel necio que investigaba, producía, editaba y presentaba su trabajo bajo su propio riesgo. Don Nacho Matus me invitó a tomar un café y me honró con su amistad. “Enrique, describa” y eso fue lo que me llevó a experimentar.

En la primera parte de este libro sabía que tarde o temprano me despedirían del canal. Trabajaba apegándome a la oportunidad de los temas futboleros o bien con las efemérides. Hubo un periodo optimista en donde pensé que por fin me to-caría una gran cobertura, la del mundial de Sudáfrica en 2010. Sin embargo no fui seleccionado por mi forma de trabajar. Viajé lo que pude. Trabajé mucho nave-gando horas en internet. Y le dediqué todas las prioridades a mis hijos.

Las últimas historias las aprecio mucho. Formaron parte, también, de progra-mas radiofónicos. Logré crear contenidos madre que podrían ser utilizados en di-

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versas plataformas. Hasta que aquel día de mayo, al terminar de armar la pieza ti-tulada Tarek, me dijeron que estaba fuera de la empresa. La pieza nunca salió en televisión, pero la traje conmigo para subirla a mi canal de YouTube (http://www.youtube.com/user/enriqueballesteros), en donde está gran parte de lo que he hecho con imágenes, sonidos y muchas intenciones de compartir lo que a mi me ha llamado la atención.

Este es el regalo que comparto y con el que celebro mis cuatro décadas de exis-tencia.

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La Guerra del Futbol

La Guerra del Futbol, así tituló Kapuscinski, corresponsal de guerra polaco, el conflicto bélico entre Honduras y El Salvador. La conocida también como Guerra de las 100 horas no fue ocasionada por la pasión desbordada en plena eliminatoria para la Copa del Mundo México 1970. Fue un conflicto generado por las oligar-quías que aprietan sin piedad a los pobres y a los marginados.

La guerra la generó el poder político y fue en los estadios de futbol en dónde manipularon el odio mutuo de dos pueblos confrontados por la frustración, por el hambre, por la desesperanza.

Kapuscinski estuvo en el lugar adecuado, en el momento preciso. El futbol fue la línea dramática de su crónica. El periodista español Luis Suárez le puso la pista mientras vivían en México. La guerra entre estos dos países era cuestión de tiem-po. Estaban a la espera de la detonación. El olfato periodístico les despertó el ofi-cio desde el primer partido, celebrado el 8 de junio de 1969.

Pero el encuentro definitivo en el Azteca, el 26 de junio de 1969, orilló al legen-dario corresponsal a tomar un avión rumbo a Tegucigalpa.

Y narró la historia pasada reciente. Lo que su amigo Luis había leído en las cró-nicas deportivas y quien decía que la frontera entre el fútbol y la política es tan te-nue que resulta casi imperceptible.

Rememoró el juego de ida. El asedió a la selección salvadoreña en Honduras. El suicidio de una joven que no pudo tolerar la derrota contra los catrachos. Rela-tó la vuelta en San Salvador, la venganza. La serie se empató y por eso se fueron al Azteca para definir el duelo.

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Todo esto, lo vivió Kapuscinski, la noche del 14 de julio de 1969, con la selec-ción salvadoreña sin el boleto aún, para el mundial de México, en 1970.

Así sintió el temor de la guerra y se ocultó en su hotel para escribir, a oscuras, la crónica que le dio la vuelta al mundo. Su nota fue enviada a Polonia como un telegrama.

TEGUCIGALPA (HONDURAS) PAP 14 DE JULIO VÍA TROPICAL RADIO RCA HOY A LAS SEIS DE LA TARDE EMPEZÓ LA GUERRA ENTRE EL SAL-VADOR Y HONDURAS LA AVIACIÓN DE EL SALVADOR BOMBARDEÓ CUATRO CIUDADES HONDUREÑAS STOP AL MISMO TIEMPO LAS TRO-PAS DE EL SALVADOR VIOLARON LA FRONTERA CON HONDURAS IN-TENTANDO PENETRAR EN EL INTERIOR DEL PAÍS STOP EN RESPUESTA AL ATAQUE DEL AGRESOR LA AVIACIÓN DE HONDURAS BOMBARDEÓ LOS MÁS IMPORTANTES CENTROS INDUSTRIALES Y OBJETIVOS ESTRA-TÉGICOS DE EL SALVADOR Y LAS FUERZAS TERRESTRES EMPRENDIE-RON ACCIONES DEFENSIVAS.

La guerra del futbol duró 100 horas y en cien horas mató a miles, dejó heridos a miles y destruyó las casas de miles. Fue la última gran batalla aérea de los avio-nes de pistones que se utilizaron en la segunda guerra mundial. Sin embargo la si-tuación social no cambió en nada. Legitimó los discursos de los políticos quienes no dudaron en utilizar la atrocidad para sus mensajes envolventes. Tanto en hon-duras como en El Salvador se veneran a los héroes de aquella guerra que narró Kapuscinski, tiempo después con profundidad, a manera de parábola perfecta aso-ciándola con el futbol.

Hay museos con las armas expuestas. Hay veteranos que recuerdan, hay avio-nes con los rivales derribados marcados en los costados, y también hay futbolistas que dicen que el juego no tuvo la culpa.

Kapuscinski cerró su crónica de la siguiente forma. Los pequeños países del Tercer Mundo tienen la posibilidad de despertar un vivo interés sólo cuando se de-ciden a derramar sangre. Es una triste verdad, pero así es.

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La noticia del lanzamiento del Apollo 11, el 16 de julio de aquel año, cambió la atención del mundo y la puso en la luna. Al año siguiente El Salvador jugó la copa del mundo y México los dejó enfurecidos en la cancha.

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La piedras nunca envejecen

Este es el estadio Revolución Mexicana de Pachuca, Hidalgo. Sus viejas rocas dejan constancia de su edad, a pesar de que las piedras nunca envejecen. La cons-trucción comenzó el primer día de junio de 1958 y se inauguró el 14 de diciembre de ese mismo año. Tiene medio siglo de vida. Y muchísima nostalgia futbolera.

Don Juan es el vigilante del estadio. Aun recuerda el día en que el General Co-rona del Rosal, abrió las puertas del Revolución. Él era parte de las fuerzas arma-das. De 1958 a 1993, esta fue la casa del equipo Pachuca. Cada quince días se lle-naban los 3 mil quinientos lugares y los que no podían entrar agradecían la genero-sidad del cerro de Cubitos.

Aquí se la jugaron los viejos Tuzos. Aquellos que buscaron reivindicar a la Cu-na del Futbol Mexicano que se había privado del espectáculo durante muchos años. Hasta que un 5 de marzo de 1967 lograron el tan buscado ascenso a la pri-mera división. Luego vinieron las grandes contrataciones. Brasileños como Moacyr se volvieron ídolos del pueblo minero. Pero llegó un día en que los vientos se llevaron todo.

Aquí también tuvo sus orígenes el proyecto del Pachuca actual. En el Revolu-ción Mexicana se sufrió y se aprendió que el futbol es un simple juego lleno de sen-timientos. Los viejos vestidores huelen todavía al sudor de las batallas. Y en este campo, también cayeron los gigantes aunque a veces dejaban sus maldiciones.

En 1993, al Revolución Mexicana se le fueron sus Tuzos a estrenar un estadio más grande y moderno. Sin embargo, el propio Javier Aguirre decidió que este se-ría su cuartel general. Había algo bendito en sus entrañas. Una leyenda dice que

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esta imagen de la Virgen hizo el gran milagro de darle al Pachuca su primer cam-peonato en la primera división.

Después, los Tuzos ya no volvieron y el propio pueblo lo hizo suyo.

Pero el viejo estadio comenzó a incomodar a los devoradores de terrenos, de-cían que era un elefante blanco y se salvó de ser demolido para convertirse en tien-da departamental o en oficinas.

Véanlo bien en esta magnífica toma desde el cerrito. El estadio nunca más se volverá a ver así. Para estos momentos ya deben de haber demolido la mitad de es-te escenario para darle paso a un ambicioso proyecto gubernamental. Y aunque la mitad del estadio, la parte de las gradas de sombra, el campo de juego y las cabece-ras se mantendrán es un hecho que han desaparecido los rincones de un pasado sufrido para iniciar otra era, siempre con el futbol, al centro de todo.

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Atlético Español

El campo los está esperando. Hace muchos años que formaron una gran fami-lia porque todos los que pasaron por este equipo nunca lo han podido olvidar. El Atlético Español, representado por un bravo toro de lidia, estaba destinado a mo-rir desde que nació. Un grupo de empresarios españoles decidieron tomar, tempo-ralmente, la franquicia de un Necaxa que no podía seguir más, tras un conflicto la-boral con algunos de sus futbolistas. La transición fue muy dura, pero al final, to-dos los que representaron a ese toro bravo indultaron a esa bestia que les robó el corazón.

Los que ahora jugarán fueron futbolistas en alguna de las épocas del Atlético Español. Unos muy famosos, otros menos. El arquero Molina, fue un héroe cuan-do, bajo el marco, los salvó de hundirse en la segunda división durante su primera temporada. Este otro fue un crack. Manuel Manzo probablemente hubiera sido el mejor jugador mexicano de todos los tiempos, pero el alcoholismo le trazó un desti-no del que valerosamente pudo salir. El famoso Pimienta Rico se inmortalizó con el Atlético Español. Y el célebre Vaquero Cisneros, héroe y villano de Chivas, tam-bién se inició con el Atlético Español. Que grato es volver a ver a Agustín Coss, quien viviera un grave problema hace unos meses al ser detenido por la policía en una terrible confusión.

El Atlético Español fue un gran semillero de jugadores por necesidad. A falta de dinero formaron a jóvenes y tal vez esa sea la clave de que todos se aprecien co-mo una familia. De 1971 a 1982 se enmarcan los tercios de su corta existencia. Subcampeones de la liga y campeones de la Concacaf son sus grandes logros. Pe-

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ro en 1982 el toro tuvo arrastre lento y nunca fue olvidado por los que le entrega-ron sus almas.

Por eso están aquí, este 21 de noviembre de 2009, en una cancha hermosa de Texcoco y así se juntan cada año. Para rendirse ante la nostalgia y transformar sus recuerdos en alegría pura.

El Atlético Español tiene páginas imborrables en la historia del futbol mexica-no y hombres que nunca dejan de contarles a todos lo que se dice de ellos en cada una.

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Los hijos de Don Venancio

Hace 65 se estrenó la película “Los Hijos de Don Venancio”. Fue la primera en utilizar al futbol mexicano como parte de su narrativa. Y también la que proyectó a un ídolo deportivo en el espectacular formato cinematográfico. El genial actor y director Joaquín Pardavé adaptó una obra argentina al contexto mexicano y logró comunicar un mensaje didáctico que mostraba una historia de familia, de valores, que resaltaba la aportación de la colonia española en México y que se acentuaba en la fusión cultural que se estaba generando en las gradas del legendario Parque Asturias.

Los Hijos de Don Venancio fue un éxito rotundo en taquilla. Horacio Casarín potencializó su gran fama como deportista y su personificación en la película le dio al público masivo un héroe nacional. Atlante y Asturias fueron los clubes repre-sentativos de dos sectores del México de ayer, en donde otros eran los equipos grandes. Estas imágenes son de las pocas que se tienen del arranque de la época profesional del futbol mexicano. Pardavé se atrevió a emplazar la cámara en pun-tos interesantes.

Ver como anotaban goles jugadores legendarios como el argentino Roberto Aballay o el maestro catalán Martín Vantolrá, es exquisito.

La película coloca elementos que hoy en día son fundamentales en el futbol es-pectáculo:

La radio para aquellos que seguían las acciones sin estar en el campo.

El ensimismado cronista.

La algarabía de las gradas.

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La intimidad del vestidor.

La pasión desbordada.

Es un recuerdo que todo aficionado al futbol debiera tener. Es un documento del México que se nos fue.

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El campo de los Dioses

El día que conocí el “campo de los dioses” lo hice acompañado de mi pequeño hijo Luis Enrique. Fue un momento mágico. Él quería conocer un volcán y lo pu-de llevar al Teoca. Fuimos a grabar para un reportaje de televisión aquel campo de futbol trazado en el interior del cráter en donde el silencio es aplastante. Ese agujero tiene cientos de historias. dicen que ahí los cuatreros escondían el ganado robado. También los zapatistas hicieron del Teoca un punto estratégico en su gue-rra de guerrillas. Y hasta dicen que ha sido pista de aterrizaje para naves de otros mundos.

Este cerro está ubicado en el pueblo de Santa Cecilia Tepetlapa, un lugar que no tiene altos índices de delincuencia, ni de adicciones. Su población actual ronda los 10,000 habitantes. Su clima es generalmente fresco. En invierno, en virtud de que está unos 100 metros por encima del promedio del Valle de México, alcanza temperaturas por debajo de las que se registran en la parte inferior del valle. En no-viembre son cotidianas las heladas. El principal cultivo es el maíz, aunque también hay árboles frutales como manzanos, duraznos, perales, tejocotes y limones. Tam-bién hay cría de ganado vacuno y porcino, ovejas y gallinas. Todavía hay áreas ar-boladas en los alrededores, un lugar en particular, el cerro Teoca, es un paseo para quienes les gusta ejercitarse caminando entre los árboles, y comer al aire libre. Si algo puede manchar la reputación del lugar es que ahí fueron capturados, en julio de 2009, los miembros de una de las bandas que secuestró a Alejandro Martí, en donde habían establecido una casa de seguridad.

Pocos son los datos que se tienen sobre el origen del pueblo de Santa Cecilia. Se cree que el poblado se formó a instancias de los misioneros franciscanos por los

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años 1704 y 1707. Se dice que a los primeros pobladores se les dotó de unas frac-ciones de tierra llamadas "Caballerizas", donde los nuevos moradores sembraban maíz, frijol y habas.

El Teoca es fundamental para la vida de los capitalinos. Más allá del futbol y del sinfín de historias, es aquí donde se recargan los mantos acuíferos del sur de la ciudad de México. Es a escasos kilómetros donde todavía podemos encontrar lo que creíamos perdido. Fue enorme poder ver a un gavilán volar encima de noso-tros. Al acecho, sin temor, majestuoso con sus alas extendidas y encendidas por el sol de medio día. El olor del campo, la humedad, el frío que revitaliza, las hierbas utilizadas desde tiempos prehispánicos. Un guisado sensacional preparado con pes-cado de agua dulce mezclado con tomatillos verdes, chile pasilla y algunas otros in-gredientes que son el secreto de la receta familiar de los Rocha.

Sus habitantes conservan estilos antiguos, hay muchos con señores bigotes así como los de los zapatistas. Mujeres trabajadoras que nunca dejan desamparado el hogar a pesar de lo que sea. Un pueblo devoto a Santa Cecilia, porque ella es la patrona del lugar y que a su vez es la patrona de los músicos. Santa Cecilia Te-petlapa, uno de los 14 pueblos de Xochimilco, un lugar a las faldas de ese cerro que en su nombre indica que es la casa de los dioses, porque eso significa Teoca. Lugar de coyotes en donde aseguran que cada atardecer los aullidos anunciaban la noche y que si el coyote se mordía la cola tras el anuncio el mensaje cifrado que-ría decir que seguían siendo muchos los que andaban por ahí.

Llegamos al Teoca un 22 de diciembre de 2009 y le pude cumplir a mi niño su desafiante petición, llevarlo a conocer el cráter de un volcán y de paso me encon-tré con ese campo de futbol, el campo de los dioses.

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¿El primer futbolista mexicano?

En medio de la locura de esta ciudad se dejan a un lado las historias antiguas. Particularmente las que tienen que ver con el futbol. Vayamos a Tacubaya. En la casa que desde hace tiempo ocupan los rusos como embajada hay un pasado que nos conduce hacia nuestro personaje: Jorge Gómez de Parada Buch, el primer fut-bolista mexicano de la historia.

Aunque Don Juan Cid y Mulet, en su gran Libro de Oro del Futbol Mexicano, resalta a David Islas como el primer nacional que jugara al futbol, estas crónicas de The Mexican Herald de 1903, rastreadas por el investigador Armando Barce-ló, confirman que Gómez de Parada ya había debutado cinco años antes que el ju-gador del Pachuca. Ahora estamos a las afueras del Club Deportivo Chapultepec. Aquí escribió su nombre en la historia. Gómez de Parada, nacido en 1885, perte-neció a una de las familias más antiguas de México. Su hijo Fernando nos habló del "Viejo" o "Papá Coco" como él le llama con esa nostalgia picando cada milíme-tro de su piel y que acaba por convertirse en una urticaria emocional que se conta-gia al escucharlo. Jorge Gómez de Parada, estudiaba en Inglaterra. Ahí conoció el futbol como se muestra en esta imagen de él, con el balón a sus pies. En sus vaca-ciones, jugaba con el Reforma Athletic Club, equipo en el que fue campeón de go-leo en la temporada 1909, y donde también obtuvo la liga y la prestigiosa copa Tower.

En 1911 le regalaron la propiedad de Tacubaya como dote de bodas. Era la ca-sa de la antigua hacienda de Santa Catarina del Arenal, o mejor conocida como la Hacienda de la Condesa. Como Gómez de Parada era arquitecto, la mandó res-taurar quedando el palacete como lo podemos observar en estos momentos. Estas

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eran tierras de su propiedad. En la parte trasera de la residencia acondicionó un campo de futbol, una alberca y un frontón. Ahí entrenó el México de San Pedro de los Pinos, que, reforzado por de Parada y por algunos ingleses, salió campeón en 1912 y nuestro personaje el líder de los goleadores por segunda ocasión.

El México inmortalizó su hazaña con una foto tomada dentro de la casa y en donde también posa el perro consentido de Gómez de Parada. En la imagen se aprecia el trofeo que conquistaron aquella vez, pero es mucho más emocionante verlo ahora, en manos de su hijo. Para 1920 dejó el futbol y se convirtió en promo-tor absoluto del deporte. Fue miembro del comité olímpico internacional de 1924 a 1927. Y jugó polo viajando por Europa durante muchos años. Llegó a competir contra el mismo Rey de España, Don Alfonso XIII.

El primer futbolista mexicano murió en enero de 1965, luego de disfrutar su úl-tima cena de año nuevo con sus camaradas del Reforma Athletic Club y su linaje persiste hasta nuestros días.

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El Olímpico de la Ciudad de los Deportes

Dicen ahora que está maldito, que quien juegue aquí deberá aprender a sufrir. Hace no muchos días este estadio vivió la última de sus tardes de derrota cuando Cruz Azul no pudo coronarse campeón. De hecho, sólo el Atlante lo ha logrado en la lejana liga de 1946-1947 (jugada a puntos), a unos meses de que se jugó por primera vez en esta cancha.

Precisamente hoy es 5 de enero, una fecha que poco importa para los que han sufrido con la maldición que dicen, se ha apoderado del estadio de la inconclusa ciudad de los deportes. Sin embargo el 5 de enero de 1947, se jugó por primera vez al futbol aquí, dejando en el pasado los obsoletos pero maravillosos parques de madera. Es una fecha que marca el antes y el después en la infraestructura futbolís-tica de la ciudad de México. Y en una foto podemos observar la patada inicial da-da por el presidente Miguel Alemán en la celebrada Copa del Presidente (Copa México), algún tiempo más tarde. Hay que aclarar que el estadio fue inaugurado el 6 de febrero de 1946. El escenario fue planeado para la práctica del futbol ame-ricano, muy en boga en aquellos tiempos. Pumas y Aguiluchos del Colegio Militar jugaron en la apertura.

Años más tarde, en 1978, se jugaría en este campo el primer partido de NFL celebrado fuera de Estados Unidos. Esa vez Nueva Orleans y Filadelfia escribieron el capítulo; Archie Manning (padre de las dos estrellas recientes) era el mariscal de campo de los Santos, quienes derrotaron a las Águilas, 14 a 7. Pero la primera oca-sión que disputó un partido de futbol le tocó al Veracruz, equipo del Pirata Fuen-te, campeón vigente en aquellos años, jugar contra el Racing de Avellaneda (Ar-gentina). Veracruz ganó dos a uno, con dos tantos de Leopoldo Proal. Waldino “El

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Torito” Aguirre anotó “el del honor” para la Academia. Quien iba a pensar que el Torito iba a terminar su vida, en octubre de 1977, molido a golpes por la policía acusado de un delito menor, pero así procedían las fuerzas del orden en la dictadu-ra de Videla.

Este campo fue el primero en la ciudad que tuvo gradas de cemento y que por primera vez tuvo capacidad para recibir a más de 40 mil aficionados. Fue casa del Atlante en varias épocas. Del Necaxa y del América. Ahora es la sede de Cruz Azul. En este estadio, César Luis Menotti entrenó a sus seleccionados y aquí se dis-putaron algunos partidos de eliminatoria.

Aquel 5 de enero de 1947 terminó, definitivamente, la era de los viejos parques de madera para modernizarse a través de los colosos de concreto.

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Cuarto de siglo para un estadio

El 5 de febrero de 1985, con un soberbio gol de Tomás Boy se abrieron las puertas de las emociones de este magnífico estadio. Construido para disputar la co-pa del mundo de 1986, el Corregidora de Querétaro cumple 25 años y su historia se puede contar desde la épica de los grandes triunfos o desde la tragedia de las in-comprensibles derrotas.

Aquella primera vez que rodó el balón, la selección mexicana le anotó cinco go-les a Polonia. Nuestra meta quedó intacta.

Luego vino el 28 de mayo, aquella noche en que explotó una de las rivalidades más crudas del futbol nacional. Estos son los goles de aquella final de la tempora-da 1984-1985. Estos son los momentos críticos que marcaron el partido y que seña-laron de por vida al silbante Joaquín Urrea.

El Corregidora estaba listo para su gran fiesta. La copa del Mundo de 1986 lo presentaría al mundo. Los alemanes hicieron de esta su casa y aquí iniciaron su ca-mino a la final. También, uno de los héroes del 86 tuvo su gran tarde de gloria co-rriendo por estos prados. Emilio Butragueño y la selección española deban cuenta de una sorprendente selección de Dinamarca que llegaba con paso estrepitoso. Cuatro fue la cuenta personal del Buitre y cinco los goles que dejaron fuera a los daneses.

Tres años más tarde, en 1989, un momento de apertura cultural sería sellado con balones de futbol obsequiados con generosidad. Tras décadas sin poder cele-brar un concierto multitudinario de rock, en ningún escenario del país, Rod

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Stwart se convertiría en el primero. Y así saltó al escenario, regalando esféricos a manos llenas.

La ciudad capital queretana tiene una relación añeja con el futbol. En 1950 se organizaron en forma. Y desde entonces han vivido una serie de extraños senti-mientos generados por diversas circunstancias. Ascensos y descensos, tragedias, maldiciones, equipos efímeros pero inolvidables, y una desafiliación por acusacio-nes que no han sido esclarecidas. Siempre se acepta al espectáculo, el escenario es magnífico pero algo pasa cada vez que se pone en marcha un proyecto deportivo queretano.

Desde hace 25 años, el Corregidora ha sido el gran estadio que sigue esperan-do días continuos de futbol que ensanchen su historia.

Por aquí han pasado equipos locales y refugiados. Las cobras, los halcones, ga-llos blancos en diferentes versiones y hasta el Atlante o los Pumas, que jugaron en esta cancha cuando la universidad estuvo en huelga, en 1999.

El Corregidora celebrará su primer cuarto de siglo en medio de una gran fu-sión de identidad. La ciudad habla cada que su equipo juega. Y dice, y pide, y re-clama, y exige. Querétaro y su gran teatro del balón no dejarán que baje el telón.

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Se ha ido el profe de León

Entre los hombres que proclamaron el futbol total estuvo José Ricardo de Le-ón. Un entrañable entrenador uruguayo de esos que gustaban cuadrar lo simple del juego con la profundidad de la estrategia. Si Mitchel y Kovacs revolucionaron el futbol en Europa, en América, de León reacomodó las piezas y lo intentó en Mé-xico, con el equipo rojo del Toluca.

Tuvo un lema que nadie olvida, el asunto es ganar, y un proyecto inconcluso e incomprendido que le entregó una copa a los Diablos y una desacreditación gene-ral por parte de aquellos que nada sabían de los planes del profesor. A esa escua-dra le decían el Cangrego Rojo. De León iba trabajando a su equipo de atrás para adelante pero se le terminó la temporada, la 74-75, y se le vino encima el título con el trabajo a la mitad. Cuando los jugadores rojos conocieron al viejo, se burla-ron de él. Se presentó vaticinando el campeonato. Y lo tacharon de loco cuando los hacía entrenar sin balón y sin portero. Él venía de convertir al Atlético Español en subcampeón del torneo anterior. Fue un hombre que hizo su revolución. Que vivió señalado como partidario del antifutbol en su búsqueda del futbol completo. Nació el 23 de septiembre de 1923 y murió este 14 de febrero de 2010, en Uru-guay.

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El plan del Pato

El Pato Baeza Futbol Club tiene su campo en Texcoco. Ya han rebasado la dé-cada y ha tenido esas pequeñas derrotas y humildes victorias cotidianas de la vida. Se llaman así en honor a uno de los héroes necaxistas que vencieran al Santos de Pelé el 2 de febrero de 1961, en la ciudad universitaria. El Pato sabe que ha pasa-do tanto tiempo de aquella proeza que no le da importancia alguna cuando los chi-quillos o los jóvenes no saben ni entienden por qué se llaman así. Pero Alberto Bae-za es feliz estando cerca y tiene muy claro lo que quiere de su equipo.

Aquí se aprende a jugar desde niños, por supuesto que se gesta la ilusión de lle-gar a ser, pero también se trata de abrir brecha cuando el único camino no tiene cabida; vivir del futbol no lo podrán hacer muchos de ellos pero todos podrán usar al futbol para afrontar sus destinos.

Arturo es todavía un niño, tiene destellos pero su cuerpo aún no está en pleni-tud; pelea tras el balón, se entrega, compite y construye sur forma de ser. Algún día le tocará probarse para ver si puede llegar, pero por lo pronto es el futbol su gran inspiración.

Con la tercera división la cosa es distinta. Son jóvenes entre 16 y 20 años bus-cándose a sí mismos. Ambicionando todo lo que implica ser jugador de primera desde un limbo en donde el tiempo corre distinto. Pero el futbol los pone en su lu-gar y les otorga pistas para que cada uno tome su vereda, aunque no todos saben descifrar por dónde.

El hoy de varios sirve de ejemplos. Arellano está jugando y el momento le está ayudando a sanar el dolor que carga por la reciente muerte de su padre, por el mo-

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mento ese es el gran aporte del deporte para él. Mientras tanto, tres amigos ven desde afuera sus fragilidades a través de sendas lesiones que los tienen marginados y reflexionando sobre lo que pasará.

La franquicia de un equipo de tercera división cuesta alrededor de 600 mil pe-sos y la posibilidad de recuperar la inversión es una fantasía en la mayoría de los casos. Pero el Pato Baeza, el dueño del equipo, quiere mantener la categoría para darles a otros lo que a él le dio el futbol.

Por eso el club ha pensado en hacer algo por ellos. Si no llegan a las canteras de los grandes equipos por lo menos podrían tener facilidades para estudiar, o pa-ra obtener un empleo en alguna de las fábricas y empresas de la región. Para lo-grarlo están trabajando, tocando puertas, explicando que a través del futbol se pue-de alcanzar la felicidad, ese detonante de armonía que construye la vida social. Que arraiga, que da identidad y que permite llevar la fiesta en paz.

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Los héroes de Middlesbrough

En la copa del mundo de Inglaterra 1966, once norcoreanos conquistaron al público británico de Middlesbrough. Ambas naciones tenían rotas sus relaciones diplomáticas y habían sostenido una guerra recientemente. Corea del Norte había quedado devastada y estaban en plenos trabajos de reconstrucción.

El himno del estado comunista no se tocó en los estadios ingleses, sin embargo, el futbol hermanó a dos pueblos a pesar de sus políticos. Corea del Norte necesita-ba ganarle a Italia para hacer historia. Habían perdido con los rusos, empatado con los chilenos y necesitaban la victoria para calificar a la siguiente ronda, siendo este su primer mundial. Y así lo hicieron. Eran ellos o los italianos. Sin duda que fue el partido de sus vidas.

Cuentan los héroes en un documental filmado por la BBC que el propio gran líder de su patria Kim Il Sung los arengó personalmente para salir a ganar. Les di-jo que para ser buenos futbolistas había que correr rápido y poder tirar con preci-sión. A final de cuentas se estaban confrontando con el mundo, aunque fuera en una cancha deportiva, y eso era fundamental para su sistema de propaganda.

El cuarto partido fue contra Portugal, en Everton. Los tuvieron tres a cero y el público no dejaba de aplaudir y alentar al equipo. Pero una pantera les cambió el destino. Eusebio cargó con su selección y acabaron venciendo por cinco a tres.

Ese fue el último instante mundialista de los norcoreanos quienes no volvieron a calificar por sus malos resultados, o porque el gran líder estallaba en cólera y prohibía la participación del representativo para no dañar la imagen de la nación ante sus enemigos.

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Cuarenta y cuatro años más tarde, Corea del Norte ha vuelto a mandar a su on-cena a jugar por el mundo porque lograron por segunda vez estar en la ronda final del campeonato mundial. Ahora están en nuestro país. Serán rival de la selección, en Torreón.

Ellos son los nuevos héroes de Corea del Norte. Son aquellos que seguramente estarán cargando el recuerdo de sus antepasados quienes lograron aquella proeza porque estaban seguros de poder vencer a cualquiera, incluso a los más fuertes.

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Los seres más felices de Europa

Vamos ahora contra Islandia, pero qué sabemos de Islandia los mexicanos. Na-da, prácticamente nada.

Islandia es una isla volcánica donde viven las personas más felices de Europa a pesar de que la crisis actual los sumió en una voraz bancarrota. Es un lugar con so-les de medianoche de junio a agosto y de prolongadas oscuridades polares, más de la mitad del año. Pero dicen que es un sitio con un encanto inigualable.

Apenas en el año 2006 rebasaron por primera vez los 300 mil habitantes.

Probablemente la cantante Björk sea el referente más popular de la isla.

Los islandeses son descendientes de vikingos y alguno que otro celta. Por eso su estatura promedio rebasa los 180 centímetros y su expectativa de vida supera las ocho décadas.

Su genética es caso de estudio. En varios siglos, prácticamente no existió el mes-tizaje en este país. Comen pescado y cordero.

Son destacados en handball pero el futbol les ha conectado con el mundo.

Basta con mirar lo que de ellos se habla y lo que ellos comunican a través del futbol.

La selección mayor hace promoción a la aerolínea nacional.

La selección femenina ya hizo un documental. El saque de banda de su jugado-ra estrella es impresionante.

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En el cine han contado historias sobre futbol. La más reciente (Eleven men out) plantea la intolerancia que vive un jugador crack al declararse homosexual. Por cierto, su primera ministra nunca ha ocultado que es lesbiana y que vive casada con su pareja. Los islandeses son fervientes defensores de los derechos humanos. Y hasta Sun Dancer, un hermoso caballo islandés, le gusta patear el balón.

Su referente en el futbol es Eidur Gudjohnsen, también le dicen Iceman, Guddy, o el Bacalao para los cuates. Es el delantero, capitán y máximo goleador de la selección de Islandia. Mide un metro con 85 centímetros y es el primer islan-dés que ha conquistado la añorada orejona de Europa jugando para el Barcelona, en donde fue compañero de Rafa Márquez.

Actualmente juega para el Tottenham de la liga premier, en donde ha escrito la mayor parte de su trayectoria, al pasar seis años con el Chelsea. Pero Iceman tiene un capítulo entrañable en su libro personal. Cuando debutó con la selección de Is-landia, en 1996 contra Estonia, entró a la cancha por un cambio generacional. Sustituyó a su propio padre Arnór, y ambos dejaron una anécdota entrañable para el futbol.

En Islandia no hay ferrocarriles pero hay caminos distintos para recorrer el pa-ís. Tampoco tienen ejército. Pero hay un equipo de futbolistas islandeses que se me-dirán con México, en un intercambio deportivo y cultural.

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Harpastum Siglo XXI

Uno de los antecedentes del futbol es el harpastum, un ejercicio de adiestra-miento en equipo de las legiones romanas que consistía disputar una pequeña pelo-ta aplicando toda la violencia necesaria para cumplir el cometido.

Grandes esfuerzos y fatigas acompañan a la contienda en cada jugada.

Las torceduras y sometimiento al cuello eran detonantes de adrenalina. Y en medio de tanta agresividad, la estrategia y la tenacidad le daban sentido a una práctica de competencia.

Cuando se arrebataban la pelota, y la tiraban al aire, no la dejaban caer al piso. Un rectángulo de dimensiones cortas servía de escenario.

Hay muchas dudas sobre si el objetivo del juego era robar la pelota y llevarla al terreno propio o invadir terreno ajeno y anotar cruzando la meta enemiga.

Julio César incentivó esta práctica en sus legiones pero exigió que el contacto fuera brutal, bien decían los griegos que este ejercicio fortalecía más que la lucha o la carrera, y un legionario debía soportar las exigencias más extremas.

Para el año 43 después de Cristo, los romanos llegaron a las costas británicas y de ahí, el harpastum se fusionó con prácticas celtas, hasta que sus derivados acaba-ron siendo el rugby y el futbol.

Pero el harpastum dejó su huella profunda en Italia, y dio vida al calcio florenti-no, una modalidad que se sigue practicando en la antigua sede del imperio roma-no.

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Recientemente, una empresa italiana de promoción de eventos ha decidido re-cuperar el harpastum en su esencia y ha creado una modalidad llamada futbol-figth.

A falta de verdaderos legionarios, los reclutas del siglo XXI provienen de los campos de rugby, de futbol americano, de artes marciales mixtas, del boxeo y algu-no que otro barbajan que decidió dejar el juego de caballeros, para sentir lo que sentían los soldados del añorado imperio romano.

No cabe duda que es a través de los pies por donde la violencia y la agresividad de los juegos precursores del futbol, se convierte en precisión, potencia, elegancia y genialidad, aunque digan que el futbol sea un juego de caballeros practicado por rufianes.

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Indios no pudo con el peso social

Con el ascenso de los Indios de Ciudad Juárez, en 2008, se habían modificado los límites del mapa futbolístico de la primera división. A unos cuantos metros de Texas, con otro uso horario, con una dinámica social distinta, con el narcotráfico y las pandillas azolando, el estadio olímpico Benito Juárez conjuntó a los diferentes sectores de la ciudad fronteriza para clamar por un cambio de rumbo.

Noventa minutos cada quince días bien servirían, en primera instancia, para di-vertirse y por lo menos, para entregar un mensaje distinto en los medios de comu-nicación. Lejos de hablar del temor, se pudo hablar de proezas. De estar condena-dos a lo peor, triunfaron con goles y con voluntad. Todo eso permeó en una socie-dad que nunca ha bajado los brazos, que acepta su propia realidad y que aun no encuentra la clave para alcanzar la tranquilidad y se sigue preguntando a quién le conviene que Juárez esté convulsionado.

El temor inducido sirve para controlar, para someter. Es perverso pero así fun-ciona desde siempre. Se llegó a decir que mientras jugaba el equipo los índices de-lictivos disminuían considerablemente, pero no era así: se han registrado alrededor de cinco mil muertos de 2008, año del ascenso, hasta la fecha.

Lo cierto es que las tribunas del estadio sufrían las ausencias de aquellos que iban un día y a las dos semanas no volvían más. O que hasta los propios capos an-daban por ahí entreteniéndose.

Este escenario nos dice como el futbol pudo haber sido un gran catalizador so-cial para la región. La identidad de los juarenses se dejaba ver en el comportamien-to de sus aficionados.

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Los contrastes en ciudad Juárez son evidentes. Sol y sombra, ricos y pobres. La bravura de los fronterizos es uno de sus distintivos. Echados para adelante, hartos de lo que pasa y se dice de ellos. Con ironía y agudeza las porras y barras futbole-ras tomaron nombres con sentido particular: los hijos de la penumbra era el grupo de las clases pudientes y el Cartel el de las populares. Un público siempre exigente, a veces insultante, que se volcaba con todo porque una victoria significaba más que tres puntos. Era no paralizarse ante el miedo. Por eso era interesante leer el mensaje de las gradas.

Sin embargo, sobre la hierba se escribieron otras historias. El equipo que llegó a semifinales fue desarticulado y comenzaron los problemas. Ahora se sabe que do-ce jugadores fueron extorsionados o recibieron amenazas de muerte. Se dejó de ga-nar y la racha fue fatal. 27 jornadas pasaron sin celebrar, 27 semanas sin poder ha-cerle frente a su propia gente que acabó en la orilla de la desilusión.

Contra Atlante, hace unos días, todo terminó, las palabras sobran. Indios per-dió la categoría, perdió la ciudad, perdió la gente.

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Un ídolo y su legado

Hace un lustro que murió el ídolo y su leyenda parece estar alejada de la diná-mica social del país en donde fue ejemplo de vida. Las virtudes de Horacio Casa-rín lo llevaron a ser el modelo del deportista ideal, del hijo excelente, del amoroso y fiel esposo, y del generoso padre, en un México que construyó su discurso en ba-se a la familia católica tradicional durante los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Todos estos valores fueron potencializados con los más de trescientos goles que anotó y con la entrega que siempre tuvo al vestir todos los colores que portó.

Hijo de un militar de cepa, aprendió en casa la disciplina y el servicio. Siempre sonriente. Bondadoso. Honorable. Atento. Cortés. Como diría Albert Camus, to-do lo que supo de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debió al fut-bol.

Casarín debutó siendo un chamaco con los gigantes de la época. La cofradía de los once hermanos cuyo recuerdo persiste hasta nuestros días. Y ahí comenzó su larga carrera que duró veinte años. En el retiro, fue empleado bancario hasta que se convirtió en entrenador y después el destino le robó los recuerdos, luego a su querida esposa y al final la vida misma, un 10 de abril del 2005.

Dicen que antes de Horacio no hubo nunca nadie que ocupara las alturas de los ídolos y después de él, la historia coloca a Enrique Borja, quien al igual que Ca-sarín, mantenía los parámetros establecidos por la dinámica social vigente.

El último gran ídolo está aún activo y dice mucho de cómo han cambiado las percepciones del México actual. Cuauhtémoc Blanco es ese personaje. Sus valores distan mucho de los de Horacio y sus virtudes se miden con la pelota en los pies.

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Blanco es ejemplo de valentía, de coraje. Es un rebelde que desafía al poder y al control, pero no es un modelo social. Es un ídolo mediático, es un virtuoso del juego y sus circunstancias.

A cinco años de la partida del primero de los héroes no nos queda más que re-cordarlo conociendo su historia, colocándolo en el lugar y el tiempo que le corres-pondió vivir, y contarle a las nuevas generaciones lo que llegamos a saber de él. Se-guramente algún día, el ídolo será la inspiración de alguien con quien tenga coinci-dencias, dentro y fuera del terreno de juego.

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Arquero suicida

Nació en Marsá, Cataluña, provincia de Tarragona, España, el 18 de junio de 1917. Fue hijo único. Llegó a México a los 21 años huyendo de la Guerra Civil. Nunca pudo volver a ver a sus padres. Fue un portero que dominaba el area. De-cia que “el portero no tiene que fintar cuando va a salir a los pies del contrario si-no que cuando el jugador agacha la cabeza para avanzar con la pelota, es el mo-mento oportuno de lanzarse a la bola y casi siempre se gana”. En sus inicios le pa-ró un penal a Martín Vantolrá, quien nunca le pudo meter un gol. Primero jugó con el Marte, después con el Atlante y luego con el España, en donde salió cam-peón en 1942 y 1944. También logró el Campeón de campeones y la Copa Méxi-co. Tuvo tres hijos: Violeta, Yolanda y Enrique. Fue entrenador del España y del Llanes de la Liga Española. Le decían el suicida. Murió de un infarto mientras dor-mía en 1989.

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Los verdes de Santiago

Cada que juegan los Verdes de Santiago, un equipo de tercera división, los vie-jos se sumen en los recuerdos de su larga historia y nunca olvidan un capítulo que los orilló a exigir su libertad cuando apenas eran un pueblito de trabajadores texti-leros que dependían del municipio vecino de Cuautepec.

Santiago Tulantepec de Lugo Guerrero está en el estado de Hidalgo, cerca de Tulancingo. Con la fábrica textil de Santiago llegó la prosperidad a finales del si-glo XIX. Después un catalán, Conrado Muntané, trajo el juego de pelota y la se-lección vasca - el famoso Euskadi que participó en la liga de 1938-1939- fue la ins-piración de los colores del equipo que formaron en esta tierra que se refresca con las transparentes aguas de sus manantiales.

El pueblo dependía en todos los sentidos del municipio de Cuautepec, por cier-to lugar de nacimiento del célebre Miguel “Piojo” Herrera, pero a los santiaguen-ses no les parecía que tuvieran voz pero no voto en ningún asunto, aunque lo que más les enojaba era que si habían nacido en Santiago, en el acta de nacimiento se redactara que eran oriundos de Cuautepec.

Todos los problemas sociales, económicos y políticos de fondo, se catalizaron en el futbol. Los Verdes de Santiago se volvieron invencibles y fue en un partido do-minguero de 1943 cuando se partió la historia. Santiago jugó en Cuautepec, ven-cieron a los vecinos y se armó un zafarrancho que dejó a los visitantes con ojos mo-ros. Así emprendieron el regreso al pueblo y exhibieron lo que les habían hecho por ser mejores en el futbol. Fue la gota que derramó el vaso. Ese domingo exigie-ron su independencia de un municipio con el que había enemistades profundas.

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El 1 de abril de 1944, por órdenes del Congreso del Estado, el gobernador José Lugo Guerrero otorgó la municipalidad a Santiago Tulantepec. Desde luego que el futbol no fue la causa, pero sí el detonante de la independencia del pueblo. Por eso es tradición jugar futbol. Incluso los de Santiago casi alcanzan la gloria en el torneo de los barrios a mediados de los ochenta, al quedarse a un paso de la final. Y desde hace algunos años, la franquicia de tercera división pertenece al ayunta-miento. Cada vez que los Verdes juegan y ganan, a todos se les ensancha el cora-zón y por supuesto que nunca olvidan de lo que fueron capaces de hacer por el ho-nor y el bienestar del pueblo.

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Cerebro Novo

Vamos a recordar a uno de los héroes rojinegros que le dieron al Atlas el único título de liga en toda su historia. Sus goles le reservaron un lugar de privilegio en las estadísticas. Fue el tercer mejor anotador del club en aquella inolvidable tempo-rada 1950-1951. Juan José Novo, un inteligente interior izquierdo, llegó desde Ar-gentina y se enroló con San Sebastián, equipo distinguido en aquellos años cuaren-ta, en la ciudad de León, Guanajuato. Su plan era a corto plazo. Un par de tempo-radas y de vuelta a casa, pero se enamoró de Angélica; se casó, tuvo ocho hijos, to-dos mexicanos, y nunca más volvió al barrio de Avellaneda, en donde nació un 10 de febrero de 1922.

Novo jugó con Huracán (Argentina) y con Wanderers (Uruguay) antes de llegar a México en 1946. Con los Santos de San Sebastián pasó tres temporadas y en 1949 llegó al Atlas de Guadalajara.

A esa generación rojinegra se le atribuye el título de la “Academia”, por su for-ma exquisita de tratar al balón, y por tanto él fue uno de sus catedráticos. A Juan José le decían "Cerebro" por su capacidad de orquestar el juego. También lo llama-ron “Chinchilla” por su habilidad y rapidez, aunque esté mote le enfadaba.

El anhelado título del 51 llegó en el mes de abril. Fue la primera vez que un equipo de Jalisco salía campeón y para remachar, los Zorros definieron su campeo-nato derrotando al odiado Guadalajara. No mucho tiempo después, en 1952, Atlas decidió mexicanizarse y despidió a todos sus jugadores extranjeros, a aque-llos hombres que dejaron escuela.

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Juan José Novo volvió a León y encontró acomodo en el equipo esmeralda que había escrito ya sus páginas doradas, y jugó al lado de grandes leyendas como Car-bajal, Battaglia y Marcos Aurelio.

En Léon terminó su carrera a mediados de los cincuenta y comenzó a trabajar en el comercio del fino calzado que se producía en la ciudad, particularmente en la fábrica de su compadre Battaglia. Y así pasó el resto de su vida hasta que el Alzheimer lo fue desconectando del mundo. Sus ocho hijos atesoran sus recuerdos y le rinden homenaje siempre, en especial cuando los colores rojo y negro inspiran una nostalgia muy particular.

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Un día de gloria

En la historia están los rasgos de nuestra identidad. Cada fecha representa un instante mitificado que genera determinadas conductas. En el futbol se aprecian algunas de estas y más cuando juega la selección. Por supuesto que los colores de la bandera, pero sobre todo el himno nacional, desencadenan emociones.

Las guerras y batallas han inspirado el heroísmo de los pueblos. Las victorias han determinado quien escribe la historia; y los vencidos se conforman con un día de gloria. Algo parecido pasa en los campos de futbol.

México enfrentará a Francia el 17 de junio en Sudáfrica. Un rival que nos pesa históricamente. Un país con el que hemos tenido choques intensos en la política, en la economía, en la cultura, y por supuesto que en la disputa del balón.

La celebración del 5 de mayo en el Peñón de Los Baños, al oriente de la ciudad de México, o en Puebla, o en muchas ciudades de los Estados Unidos simbolizan, cada año, uno de estos días de gloria para nuestro país. Se le ganó una batalla en Puebla a los franceses en 1862. Se resistió el ataque del ejército más poderoso del mundo y el General Zaragoza, como había vaticinado desde la madrugada previa, obtuvo ese día de gloria que pronunció en su discurso. Ese mismo día, dice la histo-ria oficial, el himno nacional mexicano, olvidado algunos años, se interpretó para conmemorar la victoria.

Tan sólo 68 años después, el 13 de julio de 1930, Juan Luqué de Serrallonga, entrenador español de la selección mexicana arengó al equipo emulando a los hé-roes de Puebla. Si Zaragoza los pudo vencer, nosotros también, les dijo en el ves-tuario. Con Francia iniciaba México la primera copa del mundo. Sólo el Trompo

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Carreño tuvo su día de gloria al convertirse en el primer anotador mexicano en un mundial.

En 1954, el 19 de junio en Suiza, el equipo mexicano se volvió a topar con Francia. El día de gloria estuvo a punto de escribirse. La selección se levantó de un dos a cero, pero a dos minutos del final, los héroes acabaron, como casi todos los de la historia nacional, martirizados.

Vendría una batalla más, de nuevo un 13 de julio pero de 1966, en Wembley. Otra vez los galos, otra vez la búsqueda de la gloria.

Ahora vienen de nueva cuenta los recuerdos que lejanos parecen. Por cuarta ocasión Francia estará frente a México en un mundial. ¡Qué más da!, esperemos que sea un día de gloria.

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Los negros de la costa

Les platico que estuve en la Costa Chica de Guerrero y pude volver a compro-bar que el trabajo de búsqueda de talentos en este país carece de inteligencia. Des-cubrir futbolistas en potencia, trabajarlos, encaminarlos y hacerlos de alto rendi-miento es un procedimiento que no existe.

Los seres humanos tenemos características físico atléticas distintas según la car-ga genética que portamos. México es un país mestizo. La conquista marcó nuestra carga genética. Las sangres indígenas y españolas se mezclaron y dieron origen a un prototipo del mexicano. Bien se sabe que en promedio somos de estatura baja. Que no rebasamos el metro con setenta centímetros. Sin embargo, en el norte del país tenemos tallas más altas. La fortaleza para un defensa central o un arquero po-dría encontrarse por ese lado.

Pero volvamos a la Costa Chica y a lo que les quiero platicar. Para enfatizar el asunto les doy un dato. Alrededor del 1% de los mexicanos tiene raíces africanas. Estuve en un lugar llamado Cuajinicuilapa, uno de los pueblos negros de Guerre-ro. La mayoría de sus habitantes son descendientes de los esclavos que trajeron los españoles en el siglo XVI. Muchos se mezclaron con las mujeres indígenas de la región pero otros tantos mantuvieron la pureza de su raza. En este pueblo el futbol es la única forma de entretenimiento que tienen. Lo más importante es que lo jue-gan desde niños. Los fines de semana disputan la liga municipal en campos de tie-rra y bajo temperaturas altísimas y entre semana juegan futbol rápido modificado en canchas de tierra y utilizan tacos para su práctica. Como les había adelantado, al ser este uno de los pueblos negros de la Costa Chica, encontramos futbolistas afromexicanos con un potencial enorme: fortaleza, resistencia, potencia, técnica.

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Sin embargo nadie los ha tomado en cuenta. Los pocos que se han llegado a colo-car en las fuerzas básicas de los equipos lo hacen con un gran sacrificio económico que ha dejado en quiebra a sus familias.

Los futbolistas negros de México son un elemento que no tomamos en cuenta y que podrían otorgar una variable estupenda en aquellas posiciones en donde me-jor se contrata a jugadores de tercer nivel traídos de otro país. Por supuesto que hay que trabajarlos. Buena opción sería hacer un centro de alto rendimiento en la región. Sin embargo a los directivos esto les parecería estrafalario. La beta de talen-to está en los pueblos negros de Guerrero y Oaxaca, sólo falta que alguien tenga la visión para explotar, con inteligencia, estos recursos.

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El olímpico de Arica

Vamos a recordar a uno de esos héroes de la historia de los mundiales. Al único que ha marcado un gol olímpico. Nadie más ha logrado tal proeza, enmarcada, por si fuera poco, en un verdadero acto de pundonor de la selección colombiana.

A Marcos Coll nadie lo olvida. Todos lo recuerdan como el Olímpico. Hoy está por cumplir 75 años y es profundamente adorado por los suyos. Su inmortalidad futbolística la logró el 3 de junio de 1962, en el estadio de Arica, en Chile. Colom-bia participaba por primera vez en un mundial y qué recibimiento tuvo. Se enfren-taron con los poderosos rusos, protegidos en la retaguardia por la Araña Negra, Lev Yashin.

La trama conducía las acciones hacia la tragedia. Uno, dos, tres a cero. Era de esperarse la goleada pero jamás la reacción. Llegó el tres a uno. Pero los rusos no dieron tregua. El cuarto hubiera matado a cualquiera. Pero la proeza de Coll le abrió las puertas a lo impensable. Un gol olímpico, el único en su clase dentro de las copas del mundo, llenó de coraje a los colombianos que buscaron con honor, batir las redes del mejor portero del planeta. Cayó el tercero y por fin el cuarto. Rusos y Colombianos empataron en un partido de ocho goles. El futbol volvía a dejar claros sus fundamentos: en el campo se enfrentan once contra once y todo puede suceder.

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30 días de locura

Desde el día de la victoria sobre Italia estoy confundido. No sé qué pensar de la selección nacional. No sé si enrollarme en el discurso del “ya se pudo” porque hay muchos lastres que arrastramos (como selección y como país). No sé si en verdad deba olvidarme del contexto para dejar que ruede el balón. El hecho es que tengo ansiedad de que empiece la fiesta, pero no quiero apartarme del todo.

Yo vivo del futbol. En esto trabajo. A mi me pagan por seguir partido a parti-do. Pero a cambio no puedo dejarme ir. No puedo hacer fiesta de los partidos del Tri porque estoy trabajando (¡qué paradoja!). No debo (sí puedo) hacer vida bohe-mia en estos 30 días de fastuosos juegos de coliseo porque tengo que cubrir mi cuo-ta laboral.

Para mi el futbol es lo más importante de lo más importante en mi vida profe-sional. Pero como aficionado, ha sido complicado. Hablo de cómo me va en la fe-ria. Comparto con ustedes un sentir que no es el general. Por extrañas razones no fui convocado al equipo en donde yo juego para asistir a Sudáfrica. Eso no me tie-ne contento. Tal vez si me tiro al festejo y vea este campeonato como un aficiona-do más podría encontrar ese entretenimiento que en mi caso se volvió obligación (aunque siempre disfruto mi trabajo).

El futbol se hace literatura después del silbatazo final y por eso trasciende. Hay tramas diversas, personajes perfectamente trazados, contextos, escenarios. En esta copa del mundo buscaré escribir con la tripa, con lo que me haga sentir. Mezclaré todos los sentimientos. ¡Al diablo con los esquemas! Quiero faltar al trabajo como muchos y embriagarme de futbol. Quiero olvidarme de lo que pase a mi alrededor y dejar que en la hierba se cuente la historia del mundo. Como dicen los de ESPN,

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90 minutos no alcanzan. Para solucionar este dilema están los mundiales, 30 días de locura e irresponsabilidad.

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El gol nos hizo mierda

Cuando Tshabalala clavó el magnífico tanto sudafricano llegó la contracción de los intestinos. ¿Qué diablos pasó? ¿Por qué no se le pudo ganar a Sudáfrica?

México no sabe culminar jugadas que en teoría deberían entrenarse siempre. Cómo es posible que un delantero no tenga gol. Sería como decir que un chofer no sabe conducir. Un atacante que no culmina la jugada no sirve, no es efectivo y hay que borrarlo de la lista. En síntesis, el equipo jugó mal.

La terrible deficiencia al ataque generó fallas de concentración, desorden, impa-ciencia, caos. El astuto Parreira supo leer el partido y casi se llevan los tres puntos.

Sudáfrica se vio como un equipo efectivo porque México no pudo serlo, así son las comparaciones. Odiosas siempre. Frustrantes cuando nos atañen. Y es aquí cuando salen todas las frases habidas y por haber. Y salen a la luz los “se los dije”, “era el partido más difícil”, “le vamos a ganar a Francia”. Por cierto, nadie habla de Uruguay y cuidado, ese es el adversario más poderoso a la ofensiva.

Hoy se notaron todos los defectos del equipo mexicano. Afortunadamente hay una semana para corregir. Dejemos que fluya la historia y no especulemos. Por lo pronto, yo me quedo con una frase de Jorge “Ché” Ventura, con quien estuve si-guiendo las acciones del juego, “el gol nos hizo mierda”.

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No es lo mismo calma que parsimonia

Dicen los que saben que Francia no será un rival invencible para México. Lo que mostraron contra Uruguay arroja datos certeros: tienen más fortaleza y veloci-dad que los nuestros. Sin embargo la selección gala parece no tener hambre y en esa frialdad el tricolor podría encontrar la peor de las dificultades o la mayor de las ventajas.

Aguirre deberá ordenar a su equipo y advertirles que no es lo mismo ser veloz que precipitado y enseñarles que en contra parte no es lo mismo la calma que la parsimonia que los franceses podrían utilizar.

La aparente calma de los galos nos puede liquidar. Nos puede generar precipita-ciones que nublen la inteligencia de nuestros futbolistas. Sin inteligencia el balón no tiene rumbo. México llega con mínima ventaja numérica al encuentro. Tienen un gol anotado y un punto. Francia tiene una unidad sin tantos. Los obligados son los rivales. Esta vez debemos ser inteligentes y detectar si el enemigo camina con parsimonia. Si es así, mantener la calma y aplicar velocidad sin precipitarse. Tener el balón pero saber qué hacer con este. Y si no se tiene la pelota, ser frío y aplicar-se a fondo. Uruguay con uno menos resistió los embates. Si el trabajo en equipo ge-nera la correcta ejecución del planteamiento, al final llegará la recompensa.

Hay varios días para ejercitar el músculo cerebral. Ahí están los detalles para que los atacantes tengan grabada a fuego la portería, para que los medios captu-ren el balón y lo repartan con intención, para que los defensas estén en tiempos sincronizados y para que el arquero disfrute de la soledad de su marco. Y por su-puesto, para que no se acumulen más tarjetas.

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El trago de hoy fue amargo pero las circunstancias hoy nos colocan con una se-gunda oportunidad de oro. Hay que salir calmados, el crédito del gol no se ha ago-tado. Hoy se falló pero la próxima vez la meta medirá lo mismo.

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Extraño sentimiento

Puede ser que algo le falta a este mundial, probablemente estemos ante un par-teaguas y en estos momentos no exista el estilo agradable que quisiéramos ver. El futbol tiene que evolucionar, sin duda. Hay que ver que nos deja Sudáfrica y ser pacientes.

Creo que a mayor fortaleza de los futbolistas, la táctica fija deberá tener ejecu-ciones exactas como en el futbol americano. Serbia ya tuvo una prueba fallida de lo que es el trabajo de entrenamiento en el partido contra Ghana. Los árbitros de-berán ampliar el criterio sobre fuerza excesiva y no interrumpir el juego por cual-quier desplazamiento. Ya le pasó a Marco Rodríguez, quien tuvo que adaptarse, con muchas complicaciones, al asunto.

El futbol asociación deberá tener una mayor planeación y los entrenadores co-nocimiento absoluto de la táctica y la estrategia. Los futbolistas, a su vez, deberán saber más teoría de este deporte. Puede ser el inminente adiós de los motivadores y poetas, aunque si los que apelan a las emociones combinan sus personalidades con la sabiduría de la pizarra, todos estaríamos agradecidos.

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Martes insufrible hasta antes de Brasil

Empecé a las 6:30 de la mañana, son las 11:00 am, dos tazas de café, pura tri-pa, pocas palabras. Nueva Zelanda y Eslovaquia aburridísimo con todo y el gol de último minuto. Portugal y Costa de Marfil, desesperante. Y yo, insoportable. Y con la fotito que ilustra esta entrada, peor.

Mi cerebro no dio para más, así fui escribiendo en el FB:

A todos los que quieren que la tecnología ayude a los árbitros les va esta refle-xión, imaginen este mundial con interrupciones para revisar jugadas, sería un su-plicio

Que se traguen su puntito, adiós

CR vuelve a demostrar que está para portada de revistas (ajenas al futbol, por supuesto); al muchachito le da frío

Maldito Sven, pero es más detestable CR7, me retracto, que ganen los elefan-tes

Sven es un timorato, Justino también

Portugal también

Es que esto no prende, no estoy en contra de la táctica fija pero por lo menos que la entrenen y la puedan ejecutar

Los Héroes de Middlesbrough

Ha gustado en http://www.youtube.com/watch?v=px8aNiRTc9g

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En la copa del mundo de Inglaterra 1966, once norcoreanos conquistaron al público británico de Middlesbrough. Estaban seguros de poder vencer a cualquie-ra, incluso a los más fuertes.

Cristo miente. Ayer Stoichkov aseguró que Eslovaquia tenía gran nivel. Nos to-mo la cara.

Que se pudra Sven y todos los que le llenaron los bolsillos de dinero

Apéndice: esta es una conversación con un gran carnal, a la charla futbolera hay que sumarle más tripa, más inconformidad.

10:44Carlos

qué pesadilla, amigo

no hay goles, no hay nada

10:45Yo

nada, de nada

10:46Carlos

me gustó costa de marfil hasta que entró drogba ¿¿??

qué locura

10:46Yo

es un mundial de vuvuzela, a ese tono se juega, plano, sin armonía, monótono, mucho ruido y pocas nueces

10:46Carlos

exacto

10:47Yo

igual, pero Sven tenía que quedar bien con la mercadotectnia

10:47Carlos

uy, qué bello hubiera sido que anotara drogba

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10:47Yo

en efecto

10:49Carlos

toda la esperanza en españa y brasil

uufffff.. qué cabrón que hayan cobrado así, no me jodas

10:50Yo

ojalá Charly, ojalá porque esto se está haciendo pesado y apenas llevamos cinco días, yo no recuerdo un inicio tan soso, ni en Italia 90

10:50Carlos

exacto

a mi cada vez me cuesta más encontrar ‘el mejor del día’ ‘el momenot del día’ ‘el partido del día’…ya sabes

10:51Yo

es que no hay

10:52Carlos

el momento del día me lo salvó la entrada de drogba… pero uffff… ¿lo demás? ojalá brasil gane 10-0

10:52Yo

o ya de plano que ganen los coreanos para ser bizarros

10:53Carlos

exacto… bueno, creo que en todo caso lo prefiero…jejje

en ese grupo lo único que quiero es que por piedad no meta gol el asqueroso de cristiano

10:54Yo

concuerdo

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El nudo del globo

Brasil no sacó la magia durante los primeros 45 minutos contra Corea del Nor-te, pero Elano nos dio (sin albur) los mismos minutos de inspiración en voz del cro-nista, el que esto escribe y de algunos secuaces que conozco.

Elano mide 1.74 metros

Tons es Elanote jajjajajaa!

Cortesía Jose Luis Murillo: Seguramente Elano también se divierte

Dice el cronista: Elano de atrás…. ahora sí atinó en su examen de anatomía

Maicon tiene Elano… pues todos tenemos ¿no?

El balón queda en Elano del Galatasaray

A Carlos Huante Moreno le gusta esto.

Mientras no toque Elano todo esta bien

Elano voltea a ver… lo buscó Elano con la mirada… bendita literatura balom-pedestre

Cuneiforme…

Maravilloso el cronista: Maicon levanta, Elano

Otra triangulación: Silva, Elano, Kaká.

Dice el cronista, Elano está en el costado… no es cierto, digo yo

Ahí les va una triangulación a profundidad: MAICON, LUCIO, ELANO…

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Cortesía Omar García: le picó demasiado Elano al pase de Robinho.

Por lo menos este partido mundialista está resultando escatológico

Minutos antes del partido… Elano se estremece por el frío, Silva le dice a Ka-ká: Ya sal para empezar a calentar.

Cuidado con que se de esta jugada: Kaká sale por el sector de Elano.

Cortesía del señor Millet: Elano, el centro a segundo palo…

Cortesía de Omar García: Creo que Kaká salió lesionado después de que le pe-gó el tiro chorreado de Elano.

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Juego maquiavélico

Paciencia es lo que los latinos no tenemos, hoy España no tenía obligación de salir como campeón del mundo, pero asumió una postura que los puso con los ner-vios de punta y tuvieron que apelar a lo que más nos gusta a los latinos, el heroís-mo -echar toda la carne al asador- y jugar con el probable riesgo del martirio.

A diferencia de los deportes americanos (tocho, basquet, beis, etc.) que se jue-gan a ganar, en el fut se juega a sumar. Este juego es maquiavélico, sin el mínimo sentido de demeritarlo.

La Furia roja llegó a tener hasta un 80% de posesión de balón y no lograron abrir el ostión. Suiza tuvo una y la consiguió. Los suizos son fríos, su cultura es bancaria y financiera, y a base de cálculos proyectaron la forma de obtener los me-jores intereses y así planearon su partido.

España salió obligado y con las tripas y el corazón expuestos. Le pusieron la se-da al toro y este no cayó en el engaño. La historia del partido entonces le exigió a los españoles que salieran del aprieto para que así descifrarán las nuevas formas de ser mejores.

A veces el futbol parece injusto, sin duda deberá evolucionar, pero tiene reglas claras. En pocas palabras, el futbol está empezando a exigir inteligencia para su ejecución. Estrategia y táctica, este deporte ha dejado de ser cascarita, es un tiem-po de evolución que puede cobrar intereses altos pero también puede dejar gran-des ganancias. Increíble sería que se jugaran el resultado con un volado, pero no que cada equipo diseñe un plan de juego.

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Los suizos buscaron la victoria con el mínimo riesgo, con la efectividad; España desplegó a sus tropas y lanzó un ataque total que falló una y otra vez. Tácticas y estrategias; no hay coincidencias en la capacidad de estos dos equipos y cada quien movió sus piezas como mejor les convino.

Creo que a falta de goles fulminantes y avasallantes, por fin ha aflorado el es-pectáculo en un partido mundialista, la prueba para el favorito resultó sublime y quedó en evidencia que deberán buscar la formas para llegar a ser los mejores.

Esta puede ser la nueva forma de apreciar el futbol, y no está mal, genera emo-ciones, obliga al análisis, le quita sorbos a la chela, hace al aficionado más inteli-gente (esto probablemente no les guste ni a la FIFA ni a los gobiernos); yo creo que es un buen punto. El espectáculo no es masacrar al rival por ser débil, es presen-ciar circunstancias en donde un equipo grande puede caer en aprietos y la trama se construirá al apreciar como sale de estos.

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En Polokwane se acabaron los milagrosNo quiero subirme al barco del triunfalismo pero sí al de la historia. Hoy se le

ganó a un grande por donde se le quiera ver. Aunque desquebrajada en su intimi-dad la Francia de Domenech significaba un equipo de jerarquía. Subcampeones del mundo con una generación que va de salida y un entrenador tan impopular que parece político en vez de estratega.

El simple hecho de enfrentarlos y estar obligados a ganar orilló a Javier Aguirre a diseñar un minucioso plan de juego. El rival fue estudiado a fondo y se descubrie-ron sus debilidades. Hoy la paciencia dentro y fuera del campo fue fundamental. Los mexicanos apelaron a la calma y los franceses a la parsimonia.

El partido se jugó sin esperanza de esperar a que pasaran las cosas por obra y gracia mística y religiosa. ¡Por fin! Esta vez las deidades quedaron en cada quien. Dios y las mil y una vírgenes, más los centenares de santos, no salieron ni a la ban-ca y eso fue un gran avance. Los 23 seleccionados ya se dieron cuenta que el futbol se juega de pies a cabeza y viceversa. Cada quien hizo lo suyo. Los que no logra-ron su cometido quedaron en evidencia en una exposición transparente. Cada uno leyó su partitura en interpretó su parte. Eso ha sido lo más importante. Nadie espe-ró el milagro. Todos fueron inteligentes e intentaron darle una intención a cada ju-gada.

Hoy no hablemos de Francia, que sea la historia la que nos cuente que el desti-no quiso que un abuelo le anotara a los galos, a la misma edad que su nieto, en co-pas del mundo separadas por 66 años de distancia. O que el veterano del equipo marcara gol en su tercer mundial. O que el capitán se sublimara y no exigiera lo

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que está acostumbrado a recibir en la llamada mejor escuadra del mundo. O que los jóvenes inexpertos fueran el día de hoy los detonantes de una gran victoria.

Estamos hablando de futbol. De ese deporte en donde juegan once contra once y que con inteligencia siempre gana el que descifra la forma de resolver el proble-ma vigente durante 90 minutos.

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El mundial empieza el sábado

Dice Leo Beenhakker que el verdadero torneo por la Copa del Mundo empie-za cuando quedan sólo 16 equipos. Con lo mostrado hasta ahora hemos podido ver algunas pinceladas de buen futbol y un juego al que podríamos calificar como burocrático en donde el ábaco resulta fundamental para cumplir el requisito.

Los equipos han jugado a no perder puntos. Es notorio que les da miedo per-der. Eso es parte de los planes trazados desde que el sorteo mundialista decidió la suerte de las selecciones. Pero cada equipo vive momentos de manera diferente. Hay países que juegan al día, como México, por ejemplo. Hay equipos de jerar-quía que planean a mediano plazo, como Brasil y Holanda. Pero también hay arri-bistas como Italia, y equipos que avientan el resto porque no les da miedo la derro-ta (saben que si llegara a darse la venderían muy cara) como Argentina. Por su-puesto que hay aspirantes que suelen funcionar como fieles de la balanza al mo-mento de las cuentas finales por aquello de la diferencia de goles.

Hasta el momento Brasil, Holanda y Argentina se perfilan como los grandes fa-voritos. Los dos primeros juegan diferente de como lo habían hecho siempre. Los ches mantienen su tradicional estilo de calidad, coraje y orgullo, acompañado por la inspiración de Maradona y su personalidad contestataria en contra de los due-ños del balón encabezados por FIFA.

Paraguay es uno de los equipos que también ha convencido con un plantea-miento inteligente partido a partido. Alemania, España, Chile, Italia aún no asegu-ran nada. Los equipos africanos, con sus oportunistas técnicos europeos que los mandan a tapiar a punta de patadas, están aburguesados y sin un ápice de ham-bre.

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Nuestro México, igual que casi todos los mexicanos, vive al día y es voluble. Un día está del carajo la situación y al otro ya soñamos con el melate. Un día empatan y son el peor equipo y al otro ganan y son cuasi-próceres de la identidad nacional.

Es cierto entonces lo que dice Leo, que el mundial empieza hasta el sábado. Ese día las reglas cambian y el ábaco se guarda. Serán partidos a muerte. A ganar o morir como les dijo Mussolini a los azzurros en 1934.

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Honor a Bielsa con palabras de Machado

Dice un gran amigo que “si estás loco, acéptalo, serás más feliz…” pero Marce-lo vive en su propio mundo en donde la felicidad tal vez no sea mueca y probable-mente se manifieste tan silenciosa como la nada. Bielsa es un director técnico dis-tinto a todos, un genio dicen muchos, un loco dicen los irreverentes. Al mando de Chile marcha con paso perfecto y gracias al poeta Machado lo entronizo a la poe-sía que sobre un loco hizo.

… El loco vocifera

a solas con su sombra y su quimera.

Es horrible y grotesca su figura;

flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,

ojos de calentura

iluminan su rostro demacrado.

Huye de la ciudad… Pobres maldades,

misérrimas virtudes y quehaceres

de chulos aburridos, y ruindades

de ociosos mercaderes.

Por los campos de Dios el loco avanza.

Tras la tierra esquelética y sequiza

rojo de herrumbre y pardo de ceniza

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hay un sueño de lirio en lontananza…

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El argentino más peligroso

Si se equivocó Aguirre con los cambios o si Guardado mostró indisciplina tácti-ca, eso ya no importa. Se perdió contra un equipo que descifró el problema y lo so-lucionó, así de fácil y sin rodeos.

Ahora vamos contra Argentina, uno de los equipos más temidos de la Copa Mundial. Lleno de talento, de coraje, que tiene al futbolista más valorado de los úl-timos tiempos y que están dirigidos por un hombre que desata tempestades y que es un activista radical del bizarro mundo del futbol.

Es cierto que el temor se dispara ante la derrota. Que el discurso ha vuelto a cambiar. Que nadie quiere ser optimista so pena de ser asociado con la perversa Iniciativa México. Pero ahora es cuando el juego pone la revancha inmediata ante Argentina. No hay que rezar. No hay que pedir. No hay que soñar. Que la afición espere la fecha: domingo 27 de junio a las 13:30 horas.

Que la selección nacional mantenga sus rutinas de entrenamiento, que ejerci-ten la concentración y que el cuerpo técnico estudie a los albicelestes, que de ante-mano, en el partido reciente contra Grecia, alinearon a siete hombres de su cua-dro con suplentes de lujo para despistar a cualquiera que llegara a ser su adversa-rio en los octavos de final.

Aguirre sabrá lo que pasó contra Uruguay aunque es inevitable el lugar común -todos recordamos cuando sacó a Ramón Morales en el 2002 contra Estados Uni-dos al momento de que movió a Guardado para incluir a Barrera-, lo que si me to-maré a título personal será una cosa: si el Vasco vuelve a alinear al Guille Franco,

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sin lugar a dudas, será el argentino más peligroso para México en el campo de Jo-hannesburgo.

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Puntos de a millón

Es muy común que los dueños del dinero hagan sus mediciones con instrumen-tos extraños y complejos, enredando un poco las explicaciones con las matemáti-cas. Quitemos todo y dejemos las matemáticas para comprender algunos resulta-dos. Fabio Capello logró el objetivo de llevar a los ingleses a la siguiente ronda. Sus cinco puntos los colocaron en segundo lugar de grupo. Hagamos divisiones simples y nos topamos que con el sueldo que se le pagó al distinguido entrenador cada punto obtenido en Sudáfrica ha costado la monstruosa cantidad de 1,980,000 dólares. Si lo comparamos con el sueldo de Bob Bradley, quien tiene a los Estados Unidos en primer lugar del grupo, el contraste es insultante. El entrena-dor gringo promedia 80,000 dólares por punto, una bicoca al lado del italiano.

Ahora vayamos a lo que nos duele. Uruguay clasificó en la primera posición de la mano de un entrenador inteligente y discreto. Oscar Washington Tabárez, hipo-téticamente, tendría un saldo de 42,857 dólares por punto. Pero qué decir de Ja-vier Aguirre, pues que hablen los dólares. Un millón de billetes verdes por punto. Ni siquiera el mismo D10S se le acerca un poco. El Diego entregó sus cuentas con discreción. 133 mil dólares por punto y Argentina está en octavos de final en con-tra de un equipo dirigido por un timonel que cobra cuatro veces más.

En fin, son simples y ociosos cortes de caja. No se apuren, la culpa de todo la tendrá el Jabulani.

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Viaje al mismo destino

Faltan unas horas para el México-Argentina y no se cuál de los barcos tomar. Hay varias opciones. El navío del pesimismo. El carguero de las esperanzas. El va-por de las ilusiones. El velero del patrioterismo. La nave de las desgracias justifica-das. El paquebote de los rezos. La panga de las aventuras. La carabela de los sar-casmos. El destructor de los pronósticos. El submarino del oportunismo. El cruce-ro del silencio expectante. El trasatlántico del eterno regreso a casa.

El puerto mexicano está abarrotado de viajeros quienes, de alguna u otra mane-ra, llegaremos al mismo destino sin importar que buque hayamos abordado. En es-tos momentos si uno voltea al cielo para pronosticar el clima se topa con el sol y los tonos albicelestes. Es la bandera argentina en la inmensidad, desplegada a lo largo de nuestro curso. Los tangos hoy taladran los oídos. Los cortes asados gene-ran gastritis. Las barbas del D10S invitan al ateísmo. Y pronunciar el nombre de Messi es como invocar a la bestia.

Casi todos los directores técnicos con los que trabajo dicen que no ven por dón-de se le pueda ganar a Argentina. Sólo queda la esperanza pero no quiero com-prar ese boleto. Me rehúso. Me gustaría saber que se han encontrado las formas exactas para vencer al rival en turno. Que se ha evolucionado. Que la historia ha dejado enormes enseñanzas en las derrotas. Porque sólo así se pueden continuar procesos sin aferrarse a los melosos y escasos días de gloria. Mucho me temo que tal vez me tire al agua y viaje nadando en un mar lleno de navíos cargados de sen-timientos.

Es sábado en la ciudad de México. Soplan vientos ligeros y en el horizonte es-tán las nubes y el cielo, que no siempre son albiceletes.

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Desgracia en la isla del futbol

¿Cuál es el precio que ha pagado Inglaterra por tener la liga más espectacular del mundo? Ha sido una factura que golpea la base de la estructura futbolística del país. Hoy muere una generación completa de futbolistas y no hay quien los releve. Ingleses nacidos en la isla no caben en la Premier. La selección de los Tres Leones deberá mirar en las divisiones de abajo, esa, en primera instancia, deberá ser la op-ción.

Pero el fondo del asunto está en la propiedad de los clubes. Doce de los veinte clubes están en manos de multimillonarios extranjeros que utilizan el show-busi-ness para experimentar, especular y multiplicar sus fortunas sin que les importe comprometer la tradición, la historia y lo más importante, la proyección del juga-dor inglés.

Dice el portal www.futbolingles.es (Brit Corner) que “el fútbol inglés se ha con-vertido en el patio de recreo de los millonarios de todo el mundo. La moda entre los más pudientes del planeta es ser el dueño de un club de fútbol y si es inglés me-jor”. Los financieros acceden al dinero prestado poniendo al club como garantía. Como si fueran boletas de empeño. La identidad y el prestigio de equipos centena-rios sirven para ese fin en un mundo que nunca le pone nombres y apellidos a sus activos.

BBC Mundo explica el proceso del negocio: excesivo endeudamiento, disper-sión de recursos, crisis de ingresos, colapso de financiación y cesación de pagos.

Los magnates se defienden y aseguran que con lo que se cobra por derechos de televisión se garantiza la estabilidad de sus propiedades.

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Es en este punto donde la base desaparece. Las canteras inglesas sobreprodu-cen futbolistas que no caben en la gran carpa.

Capello cobró casi dos millones de dólares por punto obtenido en esta copa del mundo y nunca pudo armar un equipo sólido. Las ausencias fueron la justificación inicial pero la realidad es que no hay muchos jugadores de dónde escoger. Sin du-da que los seleccionados tienen nivel. Son de los pocos ingleses que juegan en la Premier, pero no son suficientes.

Inglaterra ha caído con los alemanes este domingo y si no se reestructuran de inmediato, podrían estar viendo desde la isla lo que pase en Brasil, dentro de cua-tro años.

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Hurgando en la derrota

La derrota volvió a dorarnos la píldora. Un error arbitral, una pifia defensiva y un disparo fulminante de Tévez sentenciaron el regreso a casa de la selección na-cional. Javier Aguirre dijo que “fue como darles una pistola y decirles mátenos”, y nos mataron, nos derrotaron.

La derrota se asimila de mil maneras y en todas hay un aprendizaje. Aquí les dejo un fusil de frases.

El arte de vencer se aprende en las derrotas.

Simón Bolívar

La naturaleza no conoce la derrota.

Og Mandino

Un guerrero acepta la derrota como una derrota, sin intentar transformarla en victoria.

Paulo Coelho

La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce.

Jorge Luis Borges

Una derrota peleada vale más que una victoria casual.

José De San Martín

En la victoria lo merecemos, en la derrota lo necesitamos.

Napoleón Bonaparte

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Hay que luchar y seguir luchando aunque solo sea previsible la derrota.

Mao Tse Tung

La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.

José Saramago

Se aprende más en la derrota que en la victoria, pero… ¡Prefiero esa ignoran-cia!

Roberto Fontanarrosa

El carácter inevitable de la derrota sólo desalienta a los cobardes.

Alejandro Dolina

Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel es-pejo pero lo hice. Vi depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato. Tenía la carne floja, parecía como si le disgustara ser parte de mí.

Charles Bukowski

El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.

Ernest Hemingway

Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota.

Ismael Serrano

La victoria tiene un centenar de padres, pero la derrota es huérfana.

John Kennedy

Ni la derrota en mi valor rehuyo… Mas, antes de rendirme fatigado, me ence-rraré en la torre de mi orgullo, y en sus escombros moriré aplastado.

Francisco Villaespesa

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Cuando la derrota viene, acéptelo como una señal, de que sus planes no son só-lidos, reconstruya esos planes y embárquese otra vez hacia su meta codiciada. Si se rinde antes que su meta haya sido alcanzada, usted es un “perdedor”.

Napoleón Hill

De los suspiros algo nace que no es la pena, porque la he abatido antes de la agonía; el espíritu crece olvida y llora: algo nace, se prueba y sabe bueno, todo no podía ser desilusión: tiene que haber, Dios sea loado, una certeza, si no de bien amar, al menos de no amar, y esto es verdadero luego de la derrota permanente.

Dylan Thomas

Hay éxitos que rebajan y derrotas que engrandecen.

Nicolae Iorga

Si no puedes ser fuerte, y sin embargo no puedes ser débil, eso resultará en tu derrota.

Sun Tzu

Según el filósofo Ly Tin Wheedle, el caos se encuentra en mayor abundancia cuando se busca el orden. El caos siempre derrota al orden porque está mejor orga-nizado.

Terry Pratchett

Lo mismo da triunfar que hacer gloria la derrota.

Ramon María Del Valle Inclán

Señores, no estén tan contentos con la derrota [de Hitler]. Porque aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al Bastardo, la Puta que lo parió es-tá caliente de nuevo.

Bertolt Brecht

Ser derrotado es a menudo una condición temporal, abandonarse es lo que ha-ce que sea permanente.

Marilyn Vos Savant

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El soldado bisoño lo cree todo perdido desde que es derrotado una vez.

Simón Bolívar

La vida intensa a diario me convence de lo efímero de las derrotas.

Gioconda Belli

Existen derrotas, pero nadie está a salvo de ellas. Por eso es mejor perder algu-nos combates en la lucha por nuestros sueños que ser derrotados sin siquiera saber por qué se está luchando.

Paulo Coelho

Ahora me han derrotado, pensó. Soy demasiado viejo para matar tiburones a garrotazos. Pero lo intentaré mientras tenga los remos y la porra y la caña.

Ernest Hemingway

No todo resbalón significa una caída.

George Herbert

Tengo que correr riesgos. No tengo que tener miedo de la derrota.

Paulo Coelho

He sido derrotado por quienes me rodean.

Arturo Illia

Cuerpos que nacen vencidos, vencidos y grises mueren: vienen con la edad de un siglo, y son viejos cuando vienen.

Miguel Hernández

¿Qué es lo que quieren de mí, qué es lo que quieren saber? No me verás arrodi-llado…

Fito Páez

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Que se quede

Si en verdad queremos que cambie el futbol mexicano tengo una propuesta na-da popular: que se quede Javier Aguirre al frente de la selección nacional para que reivindique lo mucho que hizo mal; para que los cuatro millones de dólares que se le han pagado sean el enganche de un proyecto comprometido; para que las sospe-chas de posibles tráficos de influencias con promotores que le ofrecieron llevarlo a Inglaterra se esfumen; para que vuelva a ser el tipo de antes; para que aprenda-mos a tener paciencia; para que se logre la Copa América el año próximo; para que trabaje él mismo con los chavos; para que nos podamos ver de frente; para que contribuya en el esfuerzo de que México deje de ser un país jodido; para vol-ver de Londres con una medalla olímpica; para planear el mundial de Brasil; para que aprendamos todos a tener tolerancia; para que asimilemos el perder y el ga-nar; para que nos divirtamos con el futbol; para que siga sonriendo; para que se pudrán los oportunistas; para que maduremos como periodistas, aficionados y de-portistas; para cambiar la historia. Si se queda, en verdad podría cambiar la histo-ria de un país que siempre busca soluciones desechables.

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La leyenda del holandés errante

Hay una leyenda holandesa que habla sobre un barco fantasma que no puede volver a puerto, condenado a vagar para siempre por los océanos del mundo. El velero siempre se mira a la distancia, resplandeciendo con una luz fantasmal.

Dicen que el capitán de la nave, Willem van der Decken, hizo un pacto con el diablo para poder surcar siempre los mares sin importar los retos naturales que pu-siera Dios en su travesía. La blasfemia lo condenó a navegar eternamente sin rum-bo desde hace cuatro siglos.

Asimismo se dice que éste juró, de cara a una tormenta, que no daría marcha atrás hasta haber doblado el Cabo de Buena Esperanza (Ciudad del Cabo, Sudáfri-ca), aunque le costase llegar al Juicio Final.

Los holandeses han sido errantes también en el futbol. Blasfemaron contra los dioses del balón y jugaron distinto. Su Futbol Total revolucionó la forma de pla-near los partidos. Por eso son la inspiración de muchos estudiosos del deporte y su sentido del juego ha servido de estructura para diversos estilos. Sin embargo no han podido consagrar sus virtudes y acaban errantes en las copas del mundo como el barco y el holandés de la leyenda.

Casualmente, si los holandeses llegaran a la semifinal les tocaría jugar en Ciu-dad del Cabo, el Cabo de Buena Esperanza en donde se dice que el capitán van der Decken pactó con Satanás. ¿Será entonces cuando se salden deudas pendien-tes? ¿Los holandeses dejarán de ser errantes y llegarán a puerto? ¿Habrá un nuevo pacto?

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Holanda, hasta cierto punto, ha traicionado su espectacular forma de juego. No podemos asegurar que estén blasfemando de nueva cuenta o que hayan hecho un pacto con el diablo para llevarse la Copa del Mundo, pero no hay nada más cir-cunstancial que estar en el fin del mundo y volver a recordar que van der Decken juró no dar marcha atrás hasta haber doblado el Cabo de Buena Esperanza, por-que ahora, para Holanda y su comandante Bert van Marwijk, después del cabo les estaría esperando el Soccer City de Johannesburgo.

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Los padres del futbol

Desde Roma se anuncia al mundo que los padres del futbol pudieron haber si-do los guaraníes. L´Osservatore Romano publicó un reportaje que argumenta la historia con base a los relatos de un jesuita catalán que escribió un profundo libro (publicado en 1783) sobre las misiones en el Paraguay.

"Solían también jugar con un balón, que, aun siendo de goma llena, era tan li-gero y rápido que, una vez que lo golpeaban, seguía rebotando algún tiempo, sin pararse, impulsado por su propio peso. No lanzaban la pelota con la mano, como nosotros, sino con la parte superior del pie desnudo, pasándola y recibiéndola con gran agilidad y precisión", describe el jesuita José Manuel Peramás, en su libro "De vita et moribus tredecim virorum paraguaycorum".

“Los guaraníes de hace tres siglos seguramente ya jugaban al balón con maes-tría. En el fondo son los descendientes de los verdaderos inventores del fútbol”, afir-ma L´Osservatore Romano.

En Paraguay la historia ha causado sorpresa. Ramón Rolandi, conocido histo-riador y encargado del departamento de investigación de la Secretaría de Cultura de aquella nación, aseguró que jamás había escuchado hablar a nadie de esa posi-bilidad, más aún teniendo en cuenta la férrea disciplina que caracterizó a los jesui-tas, que tenían bajo su dominio a los guaraníes en las Reducciones kuéra.

“Me sorprende bastante la información, habría que revisar los escritos de Pera-más que se encuentran en la Biblioteca Nacional. Me sorprende porque en reali-dad que las Reducciones eran una congregación muy afecta a la disciplina y su re-

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creación se reducía a las danzas ceremoniales, pero nunca escuché de un pasatiem-po parecido al fútbol de los guaraníes”, puntualizó Rolandi.

FIFA siempre ha buscado pistas sobre el nacimiento de este deporte universal. Encontró resquicios en todo el mundo. Orígenes ancestrales por asociación. En to-do gráfico o relato que hablara de la redondez de un objeto se encontraba una si-militud. Lo cierto es que para estos tiempos, el futbol tiene muchos padres pero una sola madre: la isla de Inglaterra.

Esta historia podría resucitar a todos los sires y lores británicos de sus sueños eternos. Hace unos días, su selección dirigida por un italiano (Capello) fue vapulea-da por los alemanes (con la ayuda de un uruguayo, Larrionda). Esta vez, el diario oficial del Papa (el alemán Ratzinger), editado en Italia, asegura que los padres del futbol son los vecinos de los uruguayos, o sea los paraguayos; sin duda que si Chur-chill viviera, esto no se quedaría así.

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Los hijos de Iberia

Portugal siempre ha vivido con el temor de que España los devore. Sienten que les tocó la orilla de la cama e intuyen que los pueden hacer rodar hasta que el Atlántico se los lleve con la resaca. España hoy tiene cuatro veces más territorio que Portugal y cuatro veces más habitantes que sus vecinos. El hecho de que dos naciones compartan una península seguramente da dolores de cabeza. A unos les preocupa en demasía lo que los vecinos hagan y a los otros les tiene sin cuidado los reclamos del de al lado. Estos dos países comparten la historia o por lo menos la han transitado de forma paralela durante cientos de años.

Hace cuatro años, un semanario portugués (El Sol), realizó una encuesta muy interesante: el 28% de los lusos aceptaría unirse a España. El 42% escogió a Ma-drid como capital. El director de "El Sol", José Antonio Saraiva, dijo que el son-deo, realizado entre mil personas de todo el país, reveló que un 97 por ciento de los encuestados consideró que Portugal se desarrollaría más si se une a España.

En el supuesto de unidad de ambas naciones, un 68% opina que los portugue-ses recibirían un trato de igualdad y un 24% que serían discriminados, mientras que el 42% escoge Madrid como capital y un 41% por Lisboa.

El recientemente fallecido José Saramago soñaba con la Iberia: “Con diez mi-llones de habitantes, (Portugal) tendría todo que ganar en cuanto a desarrollo, y no sería una cesión ni acabar con el país, continuaría de otra manera. No se dejaría de hablar, de pensar y de sentir en portugués, (…) y no seríamos gobernados por

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españoles, habría representantes de los partidos de ambos países en un parlamento único con todas las fuerzas políticas de Iberia”.

España no dice mucho, no alienta, no promociona. Sólo escucha.

¿Se imaginan lo que sería una selección formada por españoles y lusitanos?

Esta vez el futbol confronta a los hijos de Iberia quienes han preferido no en-contrarse mucho en los campos de hierba. La historia futbolística entre estos paí-ses aún no cumple la centuria. El primer partido internacional se disputó en Ma-drid el 18 de diciembre de 1921. El resultado fue 3-1 a favor de España. El estadio Green Point de Ciudad del Cabo será testigo de uno de las pocos partidos oficiales entre España y Portugal, quienes se han enfrentado en 35 ocasiones distribuidas en 90 años, con 16 triunfos españoles, siete portugueses y 12 empates.

En copas del mundo hay heridas lejanas. España le impidió a Portugal acudir al Mundial de Italia en 1934. Setenta años más tarde, el 20 de junio de 2004, los lusos dejaron fuera a los hispanos de la Eurocopa celebrada en Portugal. Desde en-tonces no se han vuelto a ver. El sueño de Saramago por el momento quedará di-luido durante noventa minutos (o más si se van al alargue) mientras los hijos de Iberia se enfrenten hasta que uno de ellos quede vencido en el viejo Cabo de Bue-na Esperanza.

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La trampa

Luis Suárez detuvo el tiempo con las mismas manos que frenaron el balón que ponía a Ghana entre los cuatro mejores equipos del mundo. El hacedor de goles sabía que con la trampa le daba el último instante a sus compañeros. Un continen-te entero quedó enmudecido y las “estrellas negras” dejaron de brillar. Temblaron. Les arrancaron la gloria en el patio de su casa.

Qué trampa este crepúsculo.

qué calma desplomada sobre todo

qué simulacro inútil

qué sonrojo

Uruguay manejó al destino y el destino le cobró la cuenta a Asamoah Gyan. Es-te hombre no podrá dormir tranquilo el resto de su vida. Mientras Suárez fue pre-miado por la fortuna, Gyan falló la jugada de su historia, pero tuvo la valentía de pedir mano para cobrar el primero de la tanda de tiros definitivos y lo anotó. Sus compañeros fueron los que no pudieron sobreponerse al momento. Estaban heri-dos, sobajados. Parecía que estaban en un trance mortal. La mente les falló y per-dieron cuando el Loco hizo lo que todos, menos el arquero ghana (porque así se les dice a los de Ghana, ghanas), sabíamos lo que iba a hacer.

en paz siguen las nubes

cómo quisiera en paz

y silenciosa

el aire tiene gracia

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por una vez tangible

compartida

y nadie está sediento

o por lo menos nadie tan sediento

como para matar

o destrozarse

África soñó con compartir con occidente la grandeza del futbol. Pensó que con Ghana entraría al distinguido grupo de los cuatro grandes. El Soccer City entero se cimbró cuando el juego de los pies quedó eclipsado por las manos.

qué trampa esa lejana

bocina

que se quiebra

como un viejo sollozo

qué mentira ese tango esa guitarra

esa clara desierta inexplicable

melancolía de las azoteas

Uruguay ha vuelto a las grandes alturas. Luego de pelear el último boleto al mundial en un repechaje hoy ha logrado lo que no pudieron los ingleses, los france-ses, los italianos y los brasileños. Ellos pueden volver a ser campeones del mundo aunque es imposible olvidar las manos de Suárez, y por supuesto, infame sería no recitar los inmortales versos del maestro Benedetti.

qué trampa

qué artimaña

qué lástima

saber

que es una trampa.

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Tiempos de conquista

La naturaleza aventurera y conquistadora de los holandeses les ha permitido te-ner futbolistas con genotipos muy variados. Sus antiguas colonias han nutrido su futbol. Esta es solo una de esas historias que empezaron en los tiempos de conquis-ta y que ha alcanzado su clímax en plena semifinal de la copa del mundo.

En 1599, la Compañía Holandesa de Indias llegó a las Islas Molucas (Maluku en indonesio), también conocidas como las Islas de las Especias. Su instinto con-quistador los llevó a tomar posesión de tierras y poblados con la fuerza del terror. Exterminaron a cuanto enemigo se les opusiera. Cada intento de rebelión fue sal-vajemente reprimido. Generaron tal psicosis en los isleños que los orilló a matar a sus líderes para aplacar la ira del invasor. El trueque fue nefasto: salvaron sus po-blados, conservaron sus vidas, pero perdieron su libertad. Sin embargo los holande-ses regentearon un gran negocio durante siglos e indirectamente, en un plano apar-te, el capitán de la Naranja Mecánica, con sangre moluca corriendo por sus venas, rompió la muralla charrúa y con dos goles más (uno de Robben y otro de Sneijder) lograron instalarse en la gran final de la copa del mundo celebrada en Sudáfrica, en pleno año 2010.

Giovanni van Bronckhorst es un veterano que está escribiendo las últimas pági-nas de su historia. A los 35 años ha decidido dejar el futbol cuando termine la má-xima competencia del 2010. El capitán nació en Rotterdam pero sus padres son de Indonesia. Su madre, en particular, es descendiente de los molucos porque llegó al mundo en la Isla de las Especias. También John Heitinga, encargado de anular a Diego Forlán, y Demy de Zeeuw, quien acabó hospitalizado tras la batalla, con una probable fractura en la mandíbula, tienen sus orígenes en Maluku.

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Si hace cuatrocientos años los holandeses no hubieran avasallado a los isleños del lejano oriente, el destino futbolístico tal vez tendría otra trama. El costo social de aquellos tiempos de conquista fue altísimo. Sin duda alguna que los holandeses, representados por los once sobre la hierba –incluido su capitán Bronckhorst, el za-guero Heitinga y el volante de Zeeuw-, deberán agradecerle a sus conquistados y pedirles perdón (a sus ancestros) con la copa levantada al cielo.

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La gran Alianza

Dentro de cuatro años se cumplirá un siglo de una fallida alianza estratégica en-tre el Imperio Otomano (Turquía) y el Imperio Alemán. La alianza se formalizó con un tratado secreto, firmado el 2 de agosto de 1914, un día después de que Ale-mania declarara la guerra a Rusia y luego el “mundo” le entrara al conflicto.

Alemania necesitaba a Turquía de su lado y viceversa. Con la construcción del Expreso de Oriente, los germanos se dieron cuenta que podrían tener vía libre has-ta Bagdad y el petróleo estaría en sus manos. Por su parte los turcos tenían boleto en primera clase para pertenecer a la Europa industrializada. Pero la guerra la ga-naron los contrarios y la alianza secreta no prosperó. Hubo una segunda guerra y ambas naciones se vieron, tiempo después, en la necesidad de volver a hacer alian-zas. Dicen que la Europa de antes repartía ilusiones a los inmigrantes. A falta de niños, el continente se estaba llenando de ancianos y en las fábricas faltaban ma-nos. A ese paso el futbol también podría quedarse sin pies.

Después de las dos guerras, lo que menos querían los europeos era traer niños al mundo. Por eso cuando se trazaron las nuevas fronteras se abrieron las puertas de la inmigración. Los turcos apuntaron hacia Alemania. Ahora son más de un mi-llón y hasta un añejo barrio de Berlín, Kreusberg, hoy es conocido como la Peque-ña Estambul.

Alá trazo el destino de sus hijos en tierras lejanas y la cultura se está fundiendo en un país que se sigue sacudiendo el desprestigio del nazismo con la tolerancia y el aprovechamiento de la globalización.

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Y si el futbol es un rasgo de la cultura de las naciones, entonces la selección ale-mana es simplemente un mosaico mágico. Por eso dejemos como contexto los vie-jos planes de conquistas y negocios. La propia supervivencia de las naciones devas-tadas por la ambición hoy se reconcilia en un equipo de futbol multicultural, mo-derno, eficiente, tolerante, inteligentemente irreverente, alegre y respetuoso del jue-go.

Dos niños otomanos nacieron en el otrora Imperio Alemán. Uno de ellos repre-senta la magia de la Die Mannschaft; el otro es un bastión de la defensa. Mesut Özil y Serdar Tasci son alemanes con descendencia turca: una gran alianza para el futbol. Antes de ellos, Besiktas Mustafa Dogan fue reclutado por la selección ger-mana, aunque nunca se consolidó. Fíjense en el eje de la Die Mannschaft. Un ale-mán de pura cepa como Schweinsteiger impone el ritmo; Özil, hijo de inmigran-tes turcos, pone la magia; y los polacos Klose y Podolski hacen los goles. Tres oríge-nes distintos y hasta tres credos diferentes.

Özil y Tasci son musulmanes. Antes de cada partido oran en el vestuario. Colo-can sus alfombras y se postran con la cabeza hacia La Meca durante un par de mi-nutos, ante el respeto firme de sus compañeros. Y así, la inspiración para dos de los miembros del equipo llega desde las tradiciones que envuelven a la luna cre-ciente y la estrella sobre un manto de tres colores. Una verdadera alianza germa-no-otomana que sólo lo más importante de lo menos importante puede generar.

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El viejo tercio de Johannesburgo

Como me gustaría que Arturo Pérez-Reverte escribiera la crónica de la gran fi-nal. El escritor caería en la tentación de regresar en el tiempo y podría llevarnos hasta la Guerra de Flandes y así, españoles y neerlandeses (decirles holandeses se-ría como decirle veracruzanos a todos los mexicanos), revivirían su guerra de los 80 años. Esas sangrientas, bravas, e inquietantes batallas que terminaron con la in-dependencia de los Países Bajos. Estamos hablando de hace cuatro siglos. Estamos hablando de historia. En 1568, España mandó a sus soldados hasta la región de Flandes (norte de Bélgica) para hacer la contra-reforma religiosa a capa y espada. Sus unidades de combate revolucionaron por completo el arte de la guerra. Los tercios fueron reconocidos como la mejor infantería del mundo. Impusieron su fuerza en múltiples conflictos pero fue en los Países Bajos donde protagonizaron las más célebres gestas. Sus eficaces tácticas fueron imitadas incluso por los alema-nes en la Segunda Guerra Mundial.

Los tercios fueron una fuerza de choque de amplia autonomía, gran capacidad de maniobra y elevada potencia de fuego, basada en la acertada combinación en-tre armas blancas y de fuego. Un tercio contaba con tres armas fundamentales, con sus respectivos soldados que las servían: piqueros, arcabuceros y mosqueteros.

En aquellos siglos (XVI y XVII) España le hizo la guerra a Europa. Era una po-tencia pero la crisis económica detonó su decadencia. Abrieron frentes por todos lados, hasta que la máquina de combate perdió fuerza y empezó a perder. Y cuida-do, porque entre los vencedores estuvieron los neerlandeses. Pero esta vez, y en un frente de batalla de otras envergaduras, España ha mandado a su poderoso tercio hasta Johannesburgo y así como en Flandes, la Roja está haciendo su propia revo-

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lución futbolística. En el campo de juego es una fuerza con gran capacidad de ma-niobra y elevada potencia de gol. Sus piqueros pueden contener las cargas de sus rivales, sus arcabuceros son poderosos e intimidantes, y sus mosqueteros hacen temblar las redes de la plaza sometida.

En el viejo tercio de Johannesburgo hay hombres de silencios y miradas más que de palabras, con un gran sentido de la dignidad y de la justicia, pero también de la lealtad. Por eso le ha llegado su tiempo a los más fieros futbolistas, que darán la vida en 90 minutos. El siglo XVII fue un siglo de luces y de muchas sombras pa-ra España. El siglo XXI también tiene esos fulgores y esas oscuridades pero hoy el frente de batalla abierto contra el mundo se está ganando con coraje, con entrega, con gallardía, con alegría y con un balón a los pies de sus soldados.

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En una primera plana

España gana su primer mundial. Los españoles en el mundo lo celebran con enorme alegría. España estalla de júbilo. Gloria habla con una abuela mexicana de 72 años que espera, pacientemente sentada, en la estatua de la Mariblanca a que sus nietos de 20 y 22 años terminaran de celebrar. Está en Madrid de vacacio-nes con uno de sus nietos, visitando al otro, que trabaja en la capital.

Las paradas de Casillas, el cabezazo de Ramos o la ocasión de Capdevilla son sometidos al análisis, uno a uno, de los héroes de España.

Hubo un gol para la historia que el padre del autor no vio porque fue incapaz de controlar los nervios, José Antonio Iniesta salió de casa para evitar ver cómo su hijo tocaba la gloria mientras Casillas rompió a llorar con el gol. Fotos de la Cibe-les. Twitts entrando cada segundo.

Puyol se envuelve con la bandera catalana al tiempo que en Cataluña, la Gene-ralitat exige a Zapatero que defienda el Estatuto sin recortes. La sentencia calentó la marcha de la gente que salió a las calles a protestar con la misma bandera que Puyol.

España, en la luna. Nadal, Gasol, la Reina y los Príncipes en la tribuna. Realis-mo y creatividad. “A veces los sueños se cumplen” vaticinó Casilas. La selección “tiene aroma propio, huele a España, no a Barça. Son diferentes”, dice el capitán. ¡Visca España! Esa es la marca-país, dirán otros.

“Pensar en ganar solo hace daño al futbol” advirtió Cruyff. La fábula de las na-ranjas toma sentido. El niño que vendía naranjas y estuvo a punto de ser campeón en 1974, triunfó hoy con otros nombres.

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Con los papeles cambiados. España: así solía jugar Holanda. En el Mundial de 1974 los holandeses fueron capaces de matar a Franco en la distancia. Es ahora o nunca. Había que estar atentos al repliegue. Con más personalidad. Hoy es solo hoy. El gol de Iniesta ya está en video. El fútbol es el gran ganador de esta final. A celebrar, no hay más.

(Breve resumen de la primera plana de un periódico electrónico elpaís.com)

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Burbujas en la calle verde

Los hombres del hierro que trabajaban en los astilleros del Támesis fundaron el West Ham United. Un equipo con ciento quince años de historias tan intensas que valen más, en su contexto, que el hecho de contar sus años de juegos midiéndolos en vitrinas y copas. Su pasado está lleno de momentos, de nombres, del sudor de la jornada mezclado con el del partido disputado. Sus orígenes tocan el fondo de la estructura del futbol inglés y fueron subiendo peldaño a peldaño. Flotaban en el tiempo como las burbujas. Pero siempre viajaban de un lado a otro. De abajo a arriba. Reventaban y alguien volvía a soplar para crear una nueva. El camino de la calle verde siempre llegaba al campo del equipo de los martillos.

El sentir del gremio se apoderó del West Ham, que por cierto no era la única oncena de los astilleros y las fundidoras. Por eso los instintos tribales de sus seguido-res despertaron sentimientos primitivos de protección territorial.

Los Hammers alcanzaron la máxima categoría en los años veinte del mismo si-glo y en 1923 disputaron (y perdieron) la celebre final de la FA Cup contra el Bol-ton Wanderers, en donde se eternizó la escena del caballo blanco montado por el mandón de la policía que replegó a los apasionados hinchas que invadieron el pas-to sagrado del estadio imperial (Wembley). De ahí nació el estigma del hooligan, de ahí nació la pasión desbocada por lo que muchos sienten que es suyo: el equipo del lugar formado por la gente conocida y que representa lo que ellos creen que son.

Eso significa el cuadro de los hombres de hierro. Eso le dice al imaginario colec-tivo. Después el estilo pulió las formas, pero nunca las pasiones. Se distinguieron por la clase al tocar el balón y adquieren fama de academia. El West Ham ha gra-

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duado a sólo tres de sus muchachos con doctorado. Los demás bien podrían osten-tar el master del futbol. Cole y Rio Ferdinand por ser displicentes con el presente son dos egresados de la academia. Esa tercia le dio a los inventores del juego su única Copa Mundial. Son los héroes inmortales del 66: el capitán Bobby Moore. Martin Peters, quien marcó un gol de campeonato, y, Geoff Hurst, autor del único Hat Trick en la historia de las finales de las Copas del Mundo, para vencer así, 4-2, a Alemania en Wembley.

Hammers son también los Lampard, padre e hijo. El primero recordado con profundo afecto, el segundo estigmatizado como un Judas por haberse ido tras las libras.

Son los hombres de hierro quienes levantaron la FA Cup en dos circunstancias llenas de simbolismo. En 1975 la ganaron alineando solo a los hijos del imperio, nadie más lo ha hecho así desde entonces. Y en 1980 se convirtieron en el único equipo que la conquista representando a una categoría inferior.

Y ahora vayamos a Upton Park, es sencillo llegar, solo hay que tomar Green Street y seguir a todo aquel que cante I’m forever blowing bubbles. La grada siem-pre canta, las tribunas tienen nombres, simbolizan la historia del West Ham Uni-ted. La grada del centenario está en el norte. Arriba se sientan las familias. Abajo los visitantes. Por supuesto que tienen la tribuna oeste, las West, y en el sur nueve mil personas le rinde homenaje a su gran ídolo Bobby Moore.

Por eso pesa este lugar en donde se taladra el oído del rival a sólidos martilla-zos.

Pablo Barrera se ha convertido en el primer futbolista nacido en México de los Hammers. Aunque no sepa hablar la lengua de Shakespeare, será urgente que aprenda a cantar I'm forever blowing bubbles, pretty bubbles in the air. United! united! Mientras camina sobre la calle verde.

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El primer mexicano en Escocia

Católicos y protestantes, o a la inversa, como se quiera poner, el orden de los factores no afecta al resultado, esa es la rivalidad nata en Glasgow. Dos formas his-tóricas de ver al mundo. Dos maneras de administrar a Dios en el negocio de la fe. Dos oligarquías del poder.

Celtic Glasgow y Rangers Glasgow representan a las masas que piensan distin-to, a tal grado de ser sectarios en la convivencia diaria. Antes más que ahora, posi-blemente, dependiendo del contexto y las circunstancias; menos, quizá, de lo que pueda ser mañana.

Efraín Juárez es el primer futbolista mexicano en Escocia y llega a un equipo rebelde. Católico y de izquierda en un reino donde no serlo te coloca a la derecha. Así como conducen los autos en la Gran Bretaña, al revés de nosotros, se estable-cen los bandos de poder. Y el joven mexicano debe saber esto y muchas otras co-sas, porque si bien ha sido contratado para jugar al futbol también ha sido acepta-do por una comunidad que lleva más de un siglo teniendo coincidencias.

Al Celtic Glasgow Football Club (1888) lo fundan los maristas, ese grupo de sa-cerdotes católicos misioneros de la educación, para darles un poco de distracción y alegría a los miserables irlandeses que huyeron de sus tierras por la hambruna y que fueron asolados por serle fiel al Papa. En el reino de los reinos no cabía un rey más. El hambre mata al final de la jornada, pero lo peor es que te va quitando la esencia de la felicidad. Sin alimento no hay esperanza, no hay ilusiones, no hay en-tusiasmo y por lo tanto no puede haber fe. Los maristas por eso abrieron comedo-res para los irlandeses hambrientos que llegaron a Glasgow. Y les dieron el futbol para ir sanando el alma.

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Durante décadas se estableció como requisito indispensable que todo jugador de los Rangers fuera protestante. Hace tiempo que esto se abolió, pero las afinida-des permanecen en una tregua de la moderna tolerancia. El Celtic optó por la plu-ralidad: Inmigrantes, católicos, pobres, nacionalistas.

La liga escocesa, formada hoy por diez equipos, es jugada a tres vueltas, con una copa nacional aparte, y tiene dos dueños: los gigantes de Glasgow. Por eso el duelo de estos dos es tan encarnizado. En verdad parece que juegan bajo el nom-bre de Dios. The old firm le llaman al clásico, la vieja firma o la antigua empresa traducido al español. El nombre engloba años y años de enfrentamientos. Pesa con sus toneladas de tiempo. Y es tan intenso, como el pleito eterno entre los monar-cas del reino y sus vasallos. Porque a final de cuentas en eso se fincan los ideales del equipo del trébol. Irlandeses en común acuerdo con escoceses quienes siempre han luchado por su libertad, aunque en la batalla dejen la vida. “Podrán quitarnos la vida pero jamás la libertad”, dice el célebre William Wallace –imposible quitarlo de estas líneas- y así piensan los rebeldes del imperio.

Y como verdaderos leones fueron a Lisboa y se convirtieron en el primer equi-po de las islas británicas en conquistar la orejona. En 1967, el Celtic Glasgow Foot-ball Club venció, dos a uno, al Inter de Milán en el Estadio Nacional de Portugal y fueron campeones de Europa.

Celtic Park es su territorio. Sesenta y seis mil personas le caben. Y tienen can-tos que te sacuden el alma. Mientras el equipo salta al campo se escucha Celtic Song. Pero desde hace algunos años se hermanaron con el Liverpool de Inglaterra (el equipo rebelde de los ingleses) y entonan la letra de una canción intensa: You'll never walk alone. Las emociones son aplastantes. ¡Impresionante!

Y en las tribunas banderas de Irlanda, de Escocia, la cruz del Cristo con distinti-vos celtas, consignas radicales, en alguna época mantas a favor del Ejército Repu-blicano Irlandés. Bufandas con rayas blancas y verdes, tréboles. Manos al cielo. Co-munión plena. Y así locales y visitantes son recibidos en un gran escenario.

A Juárez le van a exigir que se muera en cada partido y los escoceses lo van a arropar. Lo van a poner en el camino. No lo dejarán caminar solo.

Letra de You'll never walk alone:

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When you walk through a storm,

Cuando camines a través de la tormenta,

hold your head up high,

Mantén la cabeza alta,

and don't be afraid of the dark ;

Y no temas por la oscuridad;

at the end of the storm there is a golden sky

Al final de la tormenta encontrarás la luz del sol

and the sweet silver song of the lark.

Y la dulce y plateada canción de una alondra.

Walk on through the wind,

Sigue a través del viento,

walk on through the rain,

Sigue a través de la lluvia,

tho' your dreams be tossed and blown.

Aunque tus sueños se rompan en pedazos.

Walk on, walk on with hope in your heart,

Camina, camina, con esperanza en tu corazón,

and you'll never walk alone,

Y nunca caminarás solo,

you'll never walk alone.

Nunca caminarás solo.

Walk on, walk on with hope in your heart,

Camina, camina, con esperanza en tu corazón,

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and you'll never walk alone,

Y nunca caminarás solo,

you'll never walk alone.

Nunca caminarás solo.

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La fábrica de las fantasías

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos...

Por eso, canta, ríe, baila, llora

y vive intensamente cada momento de tu vida...

...antes que el telón baje

y la obra termine sin aplausos.

Charles Chaplin (El teatro de la vida)

Si Old Trafford es el teatro de los sueños, el Manchester United es una fábrica de las más sofisticadas fantasías del futbol. Es la marca más poderosa del mundo. Es un equipo al que le pueden ir los chinos o los habitantes de San Juan de los La-gos (Jalisco) y sumar entre todos la intimidante cantidad de 330 millones de segui-dores, el cinco por ciento de la población del planeta. Es una de las empresas del poderoso magnate estadounidense Malcom Glazer, odiado en extremo por los so-cios Reds. Es un club de primera clase. Es una máquina de hacer dinero, pero tam-bién es una caja chica de deudas que tiene a su campo hipotecado ante sus acree-dores. Pero mucho antes de que el negocio fuera lo que es, en el teatro de los sue-ños se pusieron en escena grandes historias de todos los géneros: comedias, dra-mas y tragedias.

Manchester es la primera ciudad industrial que existió en el mundo. Fue el me-jor ejemplo de la revolución del vapor. El algodón la colocó en el plano mercantil. Y el primer ferrocarril de la historia corrió de Cottonopolis (así se referían a la ciu-dad) hasta Liverpool. Ahí, donde la serpiente de hierro iba y venía, tiene su origen el gran equipo global del siglo XXI. Los ferrocarrileros mancunianos se juntaron para darle a la pelota, en un llano al costado de las vías, y se hicieron llamar New-

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ton Heath Lancashire and Yorkshire Railway, en 1878. Sus colores fueron el verde y el amarillo. Pero las deudas orillaron al equipo a tomar medidas radicales. Un magnate cervecero de la ciudad, John Davies, aportó un puñado de poderosas li-bras y para 1902 cambiaron sus insignias de identidad. Desde entonces son el Manchester United y su color el rojo.

Para 1908 ganaron su primera liga. Hoy suman dieciocho, una oncena de estas ganadas bajo el mando de Fergie (Alex Ferguson), un caballero escocés de la corte británica (nombrado Sir gracias al futbol) que lleva dirigiendo al United desde 1986.

Old Trafford ha cumplido una centuria larga y sinuosa desde que abrió sus puertas a los 80 mil invitados que presenciaron su inauguración el 19 de febrero de 1910. La obra arquitectónica del escocés Archibald Leitch, encargado de dise-ñar una veintena de escenarios para el balompié en el Reino Unido, sobrevive a dos guerras mundiales, aunque en la segunda los Nazis lo destrozaron a bomba-zos. El teatro de los sueños es, guardando las distancias, como un Bellas Artes del Futbol. Muchos quieren interpretarse a sí mismos en sus tablas pero todos se inti-midan porque es inevitable que brote el pánico escénico.

El monstruo de las mil cabezas es implacable. Dicen que desde la tribuna oeste se emite un rugido tan poderoso como el sonido de los motores de un Jumbo Jet en pleno despegue.

Pero no todo Manchester está con el United. Casi todos los mancunianos orien-tales son Citizens y le van al Manchester City. Desde luego que es con este equipo con el que se tiene el pleito vecinal por excelencia, la guerra civil le llaman.

Si ya hablamos de Sir Alex Ferguson, es obligado contar la leyenda de Busby, el hombre que apostó por los jóvenes, que le dio al equipo una identidad interna de pertenencia total. El promedio de edad del Man United a mediados del siglo XX era de 22 años. Unos bebés jugando a la pelota consentidos y educados por Matt Busby, quien logró sobrevivir para llorar por sus muchachos cuando el avión que los traía de regreso a casa, tras jugar con el Estrella Roja en Belgrado, se estrelló en Munich a las 11 de la noche del 6 de febrero de 1958. Por eso un reloj de Old

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Trafford marca siempre el momento, para recordar que ese campo ya no es lo mis-mo sin ellos.

La mística de los Reds Devils tiene sus misterios. Tres primeros actores integran su Santísima Trinidad: George Best, Denis Law y Sir Bobby Charlton. Los tres consagrados con el balón de oro. También tienen a sus galanes protagónicos. Dos hombres que han vendido más camisetas que la suma de los minutos que han juga-do al futbol: David Beckham y Cristiano Ronaldo. Pero lo mejor de todo es que al caer la tarde, el telón de Old Trafford sube y nos cuenta historias con sus héroes de acción, sus actores clásicos, sus grandes comediantes y hasta un chico del barrio que ha sido proclamado rey en el teatro de los sueños: Wayne Rooney.

La gran obra de este escenario se interpretó en 1999, el año del trébol, aquel inolvidable triplete de copas: la liga, la FA Cup y el trofeo de campeones de Euro-pa. El elenco rojo hoy tiene a un mexicano, el primero en llegar al Manchester United. Javier Hernández –hay que decirle Chicharito, Little Pea no va con él- tie-ne a Sir Alex muy entusiasmado. Es un joven de 21 años, la edad perfecta según Matt Busby, y le tocará el turno de hacer el papel de su vida. Por eso esperamos que cante, ría, baile, llore y viva intensamente cada momento porque en este tea-tro no hay ensayos.

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Prototipo Chuletita

Me gusta la actitud del “Chuletita” Orozco. Tiene todo para ser el gran enlace terrenal entre la elite azul y sus huestes. Es un futbolista con cuerpo de jardinero central y cuarto bat. Es poderoso, contundente, hábil y sobretodo tiene muy claro que el objetivo de su posición es hacer daño, perforar redes a diestra y siniestra. Pe-ro he aquí su gran virtud: es de los pocos futbolistas mexicanos que se atreve a re-tar a la historia.

Javier Antonio Orozco Pañuelas (16 de noviembre de 1987) es sinaloense de Los Mochis. Tierra que pide de requisito al nacer un guante y un bat al hombro. Sin embargo, desde hace una década el futbol ha encontrado en Sinaloa una beta de primera línea. De futbolistas de exportación para ser más claros. "Chuletita" fue pelotero, faltaba más, pero imitó al hermano mayor y le entró a la patada. Ade-más es hacedor de goles, por lo tanto hay que cuidarlo. Recordemos que este es un país donde los delanteros están en peligro de extinción y el prototipo del Chuletita podría marcar un perfil del atacante nacional.

El muchacho tiene 22 años. No es un novato pues debutó a los 17 años. Bendi-ta edad para nuestro futbol. Su primer gol en primera división lo pudo anotar casi tres años después, pero fue campeón de goleo en la Liga de Campeones de Conca-caf, “La Concachampions” pues, en la edición 2008-2009.

Fíjenese lo que se dice de él en Wikipedia: Es tan perro para jugar que metió dos goles y provocó un autogol, a favor, en el primer partido del Apertura 2010. Una descripción contundente. Cuando se le pregunta algo a Javier contesta de pri-mera mano, no anda con rodeos ni hace caso de las muletillas. Él habla en prime-ra persona y siempre ha dicho que cuando se propone algo lo cumple. Desde cum-

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plir la promesa de volver a su tierra con regalos para su madre como el generoso acto de pedir disculpas públicas por el mal paso de su equipo.

Lo mejor de todo es el número que porta en la espalda. Tomó el 27, sinónimo del hombre gol de los cementeros, Carlos Hermosillo. Pidió esta insignia en el dor-so porque él es su ídolo. Su meta. El reto que el “Chuletita” le ha puesto a la histo-ria.

Los 169 goles del goleador veracruzano son la meta a largo plazo de un hom-bre que antes de soñar con emigrar, ha tenido la inteligencia de diseñar su propio plan de vida. Este gesto lo hacen muy pocos y hay que valorarlo en esta tierra que se ha caracterizado por tener héroes muertos en el intento por conseguir un objeti-vo y no en aquellos que lo han logrado.

En cinco años, el “Chuletita” ha jugado sólo 37 partidos con la Máquina y sólo le faltan 160 goles para alcanzar a Hermosillo. Habrá que impulsarlo para que lo logre, vale la pena. Es un futbolista que no trabaja para el futbol, juega por el fut-bol, lo hace bien y se divierte. ¿Qué más se puede pedir?

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Románticos Viajeros

Los hombres a los que Chivas enfrentarán en la semifinal de la Copa Libertado-res son románticos viajeros, románticos bohemios, son camaradas que brindan en ánforas azules por su Universidad. Aunque cuando el honor se los manda se trans-forman en leones y le juegan como fieras a cualquiera.

La U de Chile (24 de mayo de 1927) tiene una historia larga, sin ser centenaria como la de Chivas, pero sí con pasajes similares en tiempos y circunstancias. Por ejemplo, en los sesentas, ellos tuvieron un “Ballet Azul”; el Rebaño tuvo un “Cam-peonísimo”. Los primeros le dieron seis copas al equipo; los segundos le pusieron ocho estrellas al escudo. Los bailarines conformaron la base de la selección nacio-nal que los representó en su mundial (1962); los rojiblancos fueron el eje de los que los nostálgicos dicen que ha sido el mejor equipo mexicano de las Copas del Mun-do. La U también juega dos clásicos en su liga. Uno contra el Colo Colo, llamado Superclásico; otro contra la Universidad Católica denominado el duelo universita-rio.

Los setentas fueron años de vacas flacas para ambos cuadros. Después, con al-gunos cambios administrativos, el rumbo se enderezó.

En donde hay diferencias sustanciales es la estadística de la Copa Libertadores. Mientras que Chivas buscará llegar a su primera final, la U ya guarda dieciséis tro-feos en sus vitrinas.

Lo de Románticos Viajeros es una historia encantadora. El himno del club de-portivo, llamado precisamente así, fue creado en 1933 por un conjunto de estu-diantes de arquitectura de la Universidad de Chile, quienes inspirados en una no-

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che bohemia a bordo del barco Reina del Pacífico, declamaron la letra y los ver-sos, por eso el canto no habla de futbol o deporte, sino que se basa en sueños de viajes de un grupo de camaradas, brindando por la Universidad.

Algunos de estos Románticos Viajeros han llegado hasta México a lo largo de la historia. Recordemos a Alberto Quintano con la Máquina de Cruz Azul, quien por cierto es su director deportivo actual; Carlos “Búfalo” Poblete, poderoso futbo-lista de La Franja radicado en nuestro país; y más recientemente Osvaldo Gonzá-lez quien viste el rojo del Toluca.

Estos hombres visten de azul y portan como insignia un chuncho, una especie de tecolote. Simboliza la sabiduría, el conocimiento mutuo, la armonía entre el cuerpo y el espíritu, suprema aspiración del deporte bien entendido. Bienvenidos sean los Románticos Viajeros y que sea una semifinal continental digna de los re-cuerdos de miles de viajeros bohemios que brindamos en ánforas multicolores por el futbol.

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Los Caballeros de la Sangre de Atole

La junta de dueños, esa mesa redonda de los Caballeros de la Sangre de Atole que nunca sudan, los que siempre se aseguran que el discurso anuncie sus naufra-gios económicos. Los que usan al futbol como su gran outsourcing para evadir im-puestos. Los que dicen que siempre están en deuda con la afición. Esos dueños que contrataron a un vendedor tan eficaz que les llenó las arcas de una federación sui géneris. Ellos que tienen atole en las venas, ojalá que no nos sirvan la sustancia con el dedo.

Yo así veo las cosas, es mi percepción. No pongo en tela de juicio la honorabili-dad de Enrique Meza, tampoco la de Efraín Flores. Sí me da tristeza que hayan aceptado hacer un favor empeñando dos razones fundamentales de sus planes de vida. El primero podría estar dejando pasar la revancha y se conforma con un due-lo contra un campeón del mundo que viene a regañadientes. El segundo compro-mete su futuro, al menos que en sus objetivos no esté dirigir a la selección mayor en un periodo mundialista.

Me apena de sobremanera tener que hacer juicios de valor pero tal vez esta visi-ble sumisión sea el arma perfecta de Meza; de Flores no me extraña su actitud, perfectamente amaestrada por uno de los notables caballeros.

Un partido contra España para festejar, un deslucido Bicentenario, precisamen-te contra los futbolistas del reino conquistador. Un festín que cuando se ofreció pa-recía suculento, pero la res engordó y sus ganaderos le han hecho el feo a la fonda donde se pensaba cocinar.

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Fue en esa mesa de los Caballeros de la Sangre de Atole donde se decidió exter-minar a Aguirre sin rendición de cuentas, donde se fraguó el perverso pacto de los Caballeros, donde se deciden asuntos que derivan en grandes cantidades de dinero pero que demeritan el espectáculo y el desarrollo del deporte mismo. Fue en esa junta donde lanzaron a dos estrategas que aceptaron ser DT por un día. Meza diri-girá contra los campeones del mundo y Flores se encargará de tres partidos más. Son estos caballeros los que nunca entenderán el juego y nosotros los pobres ilusos que no entendemos sus tácticas financieras. Lo que es muy fácil comprender es que los 48 meses que había para llegar a Brasil, sólo quedan 47 y le seguiremos res-tando.

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¡Gracias Angélica!

El estadio es espectacular, sin duda. Es un tipo de arquitectura que rompe los esquemas tradicionales. Hay un trabajo intelectual intenso. El concepto del volcán coronado por una nube es un detalle que marca la estética del escenario. Sin em-bargo la fiesta de inauguración, desde mi punto de vista, rompió con los elementos de identidad de Chivas y aunque quiso marcar el rumbo hacia el futuro, lo cierto es que fueron muchas luces que iluminaron el show región cuatro. Basta ya de ha-blar con propiedad y dejemos al tipejo, que me dicta estas líneas, desahogarse sin complejos. Cuando veo algo desagradable mi escritura suele ser bipolar, ustedes disculparán.

Iniciamos con Reyli Barba y el himno de los hermanos mexicanos. ¿Qué les di-go? No podía sacar del shock a mi cuate Charly Huante, artista del Final Cut y de-más instrumentos de las artes visuales. Fiesta de nuevos ricos, apenas pude decirle. Pero la parafernalia que siguió después fue bárbara. Un show orientalizado, con seguras influencias del Feng Shui, pero con descaradas compras en China, donde Jorgito les vende Omnilife a los oriundos. Les explico: los ropajes, los estandartes y demás trapos parecían venir de un outlet de los juegos olímpicos de Beijing. Des-pués, la marcial entrada de los tambores iluminados tan parejitos que hasta pare-cían la banda de guerra de alguna prestigiada secundaria diurna, por supuesto.

Y aquí viene la parte profunda, los defensores de la nueva filosofía chiva. Una legión de jedis con espaditas Rayovac como las que yo tenía de chamaco. Pero un momento intimidante fue cuando salieron los once titanes que parecían Cylons ar-mados en la Buenos Aires, aunque un buen amigo (Manuel Esparza) asegura que el diseño de las bestias de hierro estaba inspirado en Zorg (Toy Story 2).

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Cuando creí que había perdido el juicio, de las alturas bajó una diva con pesta-ñas luminosas, ojitos tapatíos que quedaron tuertos al agotarse las baterías de reloj de fayuca. Arte barroco puro. No podían faltar las estrellas en una noche serena. Astros de cartón para simbolizar los títulos del equipo centenario.

De pronto, llegaron las letras, la dedicatoria de la fiesta: “Gracias Angélica”. El show hubiera culminado con final de opera si la señora hubiera iniciado contrac-ciones y el fruto del amor de la pareja naciera en las tribunas del magnífico escena-rio, pero no, la criatura se rehusó a venir al mundo bajo estas condiciones.

Luego vino el partido, el gol del Chicharito, el empate, y ahí fue cuando mi es-posa me despojó del control remoto y se puso a ver programación ajena que me abstengo de detallar. Gracias al Facebook, mi amigo Manuel me informó que el Bofo había anotado y que el mal gusto seguía en poder de la noche. Yo ya no supe de mi. Disculpen ustedes al fulano que acaba de expresarse, yo sería incapaz de im-pedírselo. No soy yo cuando me enojo.

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Plan de vida perfecto

Rafa Márquez sabe perfectamente lo que hace. Mide sus pasos. Se anticipa a las consecuencias. Evade y afronta según las circunstancias y sus propios intereses. No es un tipo carismático, tiene una personalidad fuerte. Es un hombre de hechos. En silencio dice mucho más que cuando habla. Su voz es débil e insegura. Pero sus palabras son exactas. Las mujeres suspiran por él, algunos hombres también. Siem-pre divide opiniones. Siempre inspira respeto y admiración. Siempre se le cuestio-na su actitud cuando viste de verde.

Él se fue de México hace una década. Y ha pasado un tercio de su vida en un continente donde se piensa diferente. Donde se cultiva la paciencia. Donde los gar-banzos de a libra son medida estándar. Se fue a Europa con propiedad y poco a poco se fue haciendo ajeno a nosotros, sus paisanos, que nos quedamos con nues-tras formas y nuestros fondos.

Maduró enormidades como futbolista. Aprendió a ganar y supo que el futbol no es dependiente de los milagros. Entendió a la perfección el concepto asociación y tanto en el Mónaco como en el Barcelona hizo lo que tenía que hacer. Se integró como un fino engrane en una máquina de precisión. Se adaptó a la cultura de los lugares a donde llegó y comenzó a pensar como europeo, no por simple pose, sino como un vivo ejemplo de integración.

Regresar a México se convirtió en visitas a los suyos. El viaje anual significaba una aventura por los caminos de la nostalgia del pasado. Nunca dejó de ser mexi-cano pero evolucionó. Por supuesto que esta situación tuvo un costo social. Dejó de ver el mundo como lo veía y eso lo distinguió. Situación que por nuestra propia idiosincrasia tendemos a desacreditar. Él evolucionó. Le gustó su nuevo hogar, sus

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nuevas costumbres, su nuevo estilo de vida. Vivió su momento con plenitud. For-mó una familia. Tiene a sus hijos. Rompió con su señora por incompatibilidad de caracteres. Y en ocasiones optó por el silencio incómodo para los demás, su mejor arma de defensa fuera del campo.

Sin embargo la vida de este grande ha quedado en la historia de uno de los me-jores equipos del mundo. Copas y trofeos, todos, los pudo ganar formando parte de escuadras históricas.

Ahora ha dado un nuevo paso en su vida. Afrontó el dilema filosófico más com-plicado de los futbolistas: hacerse a un lado en el momento exacto. A los 31 años ha llegado a un buen arreglo con el Barcelona. Peleó con inteligencia por sus inte-reses y sacrificó esa parte romántica que a los latinos nos encanta, esa de retar al tiempo sin voltearlo a ver.

Rafa debutó con el Barcelona en un raro partido que se jugó a la medianoche, justo donde muere un día y empieza el otro pero sin tener al sol como testigo. Y así ha sido su salida del equipo. Ha esperado a que se oculte el sol, tuvo el tiempo para pensar y ha decidido aceptar su salida horas antes de que vuelva a iluminarse el cielo. Por supuesto que tiene sus objetivos perfectamente trazados y aunque to-do indica que acabará jugando en la MLS, es un hecho que este hombre extraño tiene un plan de vida perfecto.

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Pasión en el desierto en miniatura

El futbol de playa es un derivado del futbol clásico donde el balón rueda con grandes dificultades sobre la agreste arena, en un extraordinario afán por seguir utilizando los pies para darle orden al esférico etéreo que se rehúsa a rodar y exige desplazamientos extravagantes. Ignoro si todo futbolista de alfombra verde pueda llegar a dominar el desierto en miniatura que representa el espacio de juego, pero lo que es evidente es que tiene grandes exigencias físicas y técnicas para sus parti-darios.

Es un juego de vértigo. Detenerse sobre las arenas es exponerse a ser devorado por las mismas. Tal vez por eso en esta modalidad se genere un tiro a puerta cada treinta segundos y se anote un gol cada cuatro minutos. Sí, en este futbol el gol es el táctico, punto. ¿Quiénes inventaron esta forma de interpretar el ritual universal? Tenían que ser los brasileños. La playa Leme de Río de Janeiro es la cuna de este deporte que ha encantado a clásicos como Cantoná, Michel, Zico y Romario.

El reglamento fue creado en 1992 y desde entonces es un espectáculo televisivo que se consume en más de 170 países del mundo. Por eso FIFA, paradójicamente, le metió las manos para hacer rentable el negocio. El desierto en miniatura donde se pone en marcha la pasión es un rectángulo de 36 por 27 metros. Los marcos son amarillos fluorescentes de 5 metros y medio de largo por 220 centímetros de alto. Aquí no hay barreras en los tiros libres y dos árbitros llevan el ritmo del jue-go, administrando el tiempo que se detiene para ejecutar jugadas a balón parado. Se juegan tres lapsos de doce minutos y el pie desnudo deberá hacer contacto con el balón diseñado para andar por la cancha cual vehículo tubular todo terreno.

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Copacabana es la catedral del futbol de playa, son sus arenas las que consagran a los mejores del mundo. Un escenario tan clásico como Wembley o el Azteca.

Los mexicanos también juegan en playa. Ya fueron subcampeones del mundo. Al mando de ese equipo está Ramón Raya, uno de esos caballeros andantes de nuestro futbol, con heridas de guerra, con hambre de triunfo, con alegría en el co-razón y con un serio compromiso y especialidad en esta forma de amar al juego. Es un hecho que algún día se le va a considerar como el padre del futbol de playa en México.

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La rebelión de los Rayados

La rebelión popular posibilita que las masas ocupen un rol protagónico en la vi-da nacional y genera en el país una situación revolucionaria, una situación que en México suena altisonante. Este sábado hubo una rebelión popular producto del en-frentamiento de intereses entre los dueños del Club Monterrey y Televisa, origina-da por la negociación de los pagos por derechos de transmisión.

El partido de la fecha 2 del Apertura 2010 entre Rayados y Estudiantes ha que-dado consignado en la historia como el primero en ser transmitido por Internet. La transmisión, que fue aceptable a grandes rasgos, permitió que el club pudiera tener la autonomía de difundir el contenido que generan sobre la cancha durante 90 minutos. Sí hubo futbol en la Sultana. Sí hubo gente en las gradas. Se frenó en seco el pago por evento y se repitió hasta el cansancio que México no tiene un an-cho de banda suficiente para sostener este tipo de osadías o que el país está tan jo-dido que a los mexicanos no nos alcanza para comprar computadoras.

El hecho es que como medida de presión los directivos explotaron su propia au-tonomía para retar al monstruo televisivo. Los de pantalón largo están negocian-do. Los derechos de transmisión son el eje de su esquema de ganancias. Sin embar-go en las gradas se dio la rebelión de los rayados. La Adicción cantó a una sola voz: "Oh, no sirve pa' nada, Televisa de cagada". Seguramente y por el momento, nada de que preocuparse. La masa se expresa durante los 90 minutos y luego se di-luye. Sin embargo, es indudable que la tecnología está destrozando esquemas. Es un hecho que lo que pasa en el mundo se está viendo por Internet y es una tenden-cia que no se detendrá. El Club Monterrey se ha dado cuenta de que puede lograr autonomía. Que puede negociar su espectáculo con más argumentos. Televisa de-

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berá hacer un análisis profundo sobre el futuro porque su control no podrá abar-car la red de redes y su menú será desplazado por una carta amplia de contenidos para todos los gustos.

Durante 90 minutos las masas tuvieron un rol protagónico en el estadio Tecno-lógico que es muy posible que no genere una situación revolucionaria en el extra-ño mundo del futbol nacional. Sin embargo queda este precedente que obliga a voltear hacia otros lugares en donde el poder absoluto de las televisoras fue derro-tado con autonomía, esa particular estrategia que utilizaron los clubes ingleses pa-ra formar la Premier League. Estamos lejos pero se ha abierto la brecha.

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Los dilemas de Chamagol

Sebastián González construye su propio personaje en el cuento del futbol. Le da rasgos y características únicas a su alter ego. Se representa a sí mismo cada que se apodera del balón. Desde su llegada a México, en 2002, mostró ese ángel que los grandes personajes tienen. Fue entonces cuando conocimos a Chamagol.

Sebastián ha escrito su historia y la ha compartido en entregas semanales. Lo cierto es que la trama ha tendido de todo. Goles, fama, prestigio, éxito, pero tam-bién dilemas, fracasos y lesiones.

Chamagol hizo época con un Atlante que encontró en él su propia esencia, al-go que siempre ha hecho soñar a los de abajo. Se volvió ídolo. Se acostumbró a anotar cada semana y quiso hacer una celebración continental al asociar sus feste-jos con los personajes de Chespirito.

Hablar del Atlante era hablar de Chamagol, pero hablar de él era también ha-blar de los Potros y todo lo referente a ellos. Una sociedad perfecta que un día se rompió cuando le llegó el gran detonante en la historia de los ídolos. Un jugoso contrato con Tigres lo puso en un dilema y un dilema es un problema que puede resolverse mediante dos soluciones, ninguna de las cuales es completamente acep-table.

Dejó al Atlante en 2006 y empezó a desmoronarse la sólida personalidad del personaje. Cada vez le llamaban más por su nombre y dejaban el Chamagol para tiempos pasados.

Con Tigres no pudo volver a ser lo que había sido. Y así empezaron los présta-mos. Veracruz. Olimpo de Argentina. Tecos. Y luego en León acabó de vivir mo-

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mentos que lo cegaron. Volvió a encontrar el gol, pero se dio cuenta que el cariño de la afición se gana con muchas cosas más que batiendo redes. Dejó México de nueva cuenta. Lo prestaron a su querido Colo Colo y por esos azahares de la vida acabó jugando en Chipre.

En la lejanía, Sebastián González entendió que para recuperar al Chamagol ha-bía que vestir de azul y grana. Por eso ha vuelto a México con Potros UTN, en la liga de ascenso. Ahora está ante otro dilema más profundo. Volver a llenarse de vi-da o iniciar la discreta retirada del juego de su vida.

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El Calero de Miguel Ángel

Si los escultores del renacimiento se hubieran inspirado en el futbol, el modelo seguramente habría sido Miguel Ángel Calero Rodríguez. Está esculpido con el cincel de la ardua rutina de veneración al cuerpo humano. Sobresale 190 centíme-tros de la superficie terrestre. Y es uno de los miembros más destacados de ese ex-traño grupo de solitarios que resguardan el área del gol en la liga mexicana.

Nacido en el centro del Valle del Cauca, en 1971, lleva más de la mitad de su vida en el futbol de gran cartel. Ha superado los 350 partidos jugados en su estadís-tica personal, en donde también se registran algunos goles a favor. Desde Barran-quilla hasta Pachuca ha volado por los aires y ha montado el Show de su vida.

Este colombiano llegó a México hace una década. Demostró con futbol su va-lía y quiso pagarle al país en donde ha escrito las páginas más exitosas de su histo-ria con la naturalización.

Calero es un toro según los astros. Nació un 14 de abril. Miguel es bravo, con trapío y embiste con nobleza al adversario que quiere profanar su meta. Es un guardameta temerario. Pero es un ser humano, con errores y aciertos. Con sangre en las venas que le llenan un corazón que bombea con potencia descomunal. Tan-to que a veces su torrente sanguíneo ha llegado a límites que lo han hecho reflexio-nar sobre el mañana.

El arquero de los Tuzos ha levantado copas de liga cada tres años, en prome-dio, tomando en cuenta que la primera fue en 1996. Con Colombia fue campeón de América en 2001. Y ha sido artífice de memorables triunfos internacionales

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con su club, como aquella copa sudamericana ganada en Santiago de Chile en el 2006.

Es un hombre decisivo. Ha sido un futbolista importado que ya tiene un legado en Pachuca. El retiro sigue siendo abstracto en su mente. Está ahí el concepto pero no en sus planes, aunque dice que no sería ético jugar con 40 años encima. Por eso busca reinventarse cada día. Por eso se divierte jugando. Por eso sigue siendo una escultura que obliga a asociar al arte con el futbol.

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Si no hubiera sido por el cura

Hace 500 años, en una guerra cruenta, cayó la capital de un imperio a manos de otro. Hace dos centurias, por razones muy variadas, la Nueva España dejó de llamarse así para darle paso al antiguo nombre que hablaba de dioses y del ombli-go de la luna: México. Pero el legado ahí quedó, sufrido y complejo, pero rico y ex-quisito en todos los sentidos, hasta en el futbol.

Si los ingleses trajeron el juego, los españoles lo desarrollaron y gracias a ellos nuestro futbol se adhirió a cada una de las regiones en donde hoy se practica sin cesar. Ese es el gran legado español al futbol mexicano. Un legado de nombres, de historias, de equipos, de época.

Fue el Club España, distinguido por el rey Alfonso XIII con el título de Real dos años antes que el propio Madrid, el primer equipo multicampeón del país. Sus vitrinas guardan los tiempos lejanos y la copa del Centenario, que se disputó para celebrar los primeros cien años de consumada nuestra independencia, en 1921. Y como antagonista de esta aplanadora surgió el Asturias, con su legendario parque de madera. Y en las páginas románticas del futbol mexicano aparecen nombres que hacen referencia al reino hispano. Aurrerá, Cataluña, Iberia y un sin fin de fi-liales del España.

Fue contra España el primer partido oficial de la selección nacional, en los Jue-gos Olímpicos de 1928. Fueron Gento y Peiró quienes le arrebataron la ilusión a la legendaria selección de 1962.

A México han venido los grandes equipos de la península bajo condiciones dis-tintas. El Real Madrid, con Gaspar Rubio, llegó a finales de los años veinte; el Bar-

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celona vino al estallar la guerra civil con grandes que nunca más se fueron. La se-lección vasca obtuvo el subcampeonato de liga jugando como Euskadi en 1939. En México se quedaron para siempre muchos. Entre ellos algunos caballeros de la corte que formaron parte de la Furia Roja de 1934, como Regueiro, Lángara y Vantolrá. Casi todos los futbolistas que llegaron fueron grandes maestros. La Tota Carbajal tuvo en José Sangenis a su mentor, por tomar un ejemplo.

Cuando el España y el Asturias desaparecieron en 1950, se formó la Liga Espa-ñola para continuar la tradición en los campos amateurs del valle de México.

Fue en España donde se contrató a los primeros mexicanos de exportación: Alonso, Laviada y El Pirata Fuente. Fueron el Real Madrid y el Barcelona los clu-bes que han consagrado a nuestros dos mejores futbolistas de todos los tiempos: Hugo Sánchez y Rafael Márquez. Fue en la Liga de las Estrellas donde un mexica-no, hijo de vascos, se ganó el respeto como estratega. Javier Aguirre, a pesar de la maraña de críticas, es parte de este legado.

Como símbolo de la cercanía entre ambas naciones, el futbol puso a padres es-pañoles e hijos mexicanos enfundados en sus respectivas selecciones. Martín Van-tolrá estuvo en el mundial de Italia en 1934. Su hijo José, en el de México 70. El Corso Regueiro fue héroe también en el 34, su hijo formó parte de las filas mexica-nas en Inglaterra 1966.

También hubo una oncena llamada Atlético Español representada por un toro bravo. Tiempo después ese espíritu renacería en Celaya con Emilio Butragueño co-mo estandarte, aunque acabaría siendo refugio de leyendas merengues como Hu-go Sánchez y Michel. Fue en Culiacán donde se retiró Pep Guardiola. El siguiente paso que dio le otorgó la inmortalidad al hacer lo que ha hecho con el Barcelona.

México y España tienen cientos de años en común aunque en el ajuste de las fronteras dejaron un inmenso mar de distancia entre las dos tierras. Pero sin duda que no podríamos concebirnos sin ellos. Por eso tal vez, el día en que España se co-ronó campeón del mundo, un chiste filoso al estilo mexicano maldecía al cura Hi-dalgo por haber iniciado el movimiento de independencia. Si no fuera por eso, ese día, decía el cuento, hubiésemos levantando la copa del mundo.

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Ínguesu

Ínguesu es un poema sinfónico donde se enfrentan las maderas contra los meta-les. Es una obra del maestro Enrico Chapela cuyo título simplifica el típico ambien-te de los estadios de futbol mexicanos: Ínguesu.

El poema sinfónico está inspirado en la final de la Copa Confederaciones de 1999, aquella gesta en donde México venció a Brasil en el estadio Azteca. Cuauh-témoc Blanco es el Piccolo, Arellano y Palencia son las flautas. Abundis y Ramón Ramírez, los oboes. Zepeda el corno inglés. Carmona y Villa los clarinetes. Rafa y Claudio los fagots y Jorge Campos el contrafagot.

Por Brasil, escuchen a las trompetas, son Ronaldinho, Beto, Ze Roberto y Vam-peta. Roni, Alex, Conciencao y Emerson son los cornos. Serginho y Odvan son trombones. Joao Carlos, el trombón bajo. Dida es la tuba.

Cada que suena el arpa es Manuel Lapuente dando indicaciones, mientras que Luxemburgo dirige a piano.

Todas las cuerdas representan a miles de gargantas clamando en las tribunas los gritos, las burlas, y las mentadas tan típicas del estadio Azteca. El futbol es par-te de nuestra identidad. Así nos expresamos los mexicanos. Así se interpreta el fut-bol a través de una de las bellas artes más exquisitas como lo es la música. Ínguesu cuenta una gesta heroica, Ínguesu es música clásica. Ínguesu es universal.

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El eterno Claudio

Cuando Miguel Mejía Barón debutó a Claudio Suárez ni siquiera habían naci-do Giovani Dos Santos o Carlos Vela. Aquel 23 de febrero de 1989 inicia una im-presionante suma de minutos de juego, alrededor de 71 mil. Claudio, quien siem-pre quiso ser centro delantero, se expresó por medio de la perseverancia. Supo amoldarse a todas las circunstancias, incluyendo los engaños y los tragos amargos. Un hombre digno, de pensamientos firmes. De cuna humilde y con valores imbati-bles. Poseedor del don de la ubicación en todos los sentidos.

Eso detectó Menotti en el defensa central puma, quien recién se había corona-do campeón de liga. El estratega del futbol romántico supo que el texcocano po-dría ser el sólido muro de carga en la arquitectura de la selección nacional. Su for-taleza, disciplina y valentía convertirían al hombre silencioso, en un futbolista de hierro.

FIFA le otorga a Suárez un total de 797 partidos oficiales, 178 de estos con la selección mexicana, y no le cuenta 15 partidos más contra clubes que lo coloca-rían como el futbolista que más veces ha defendido sus colores nacionales, muy por delante del árabe Mohamed Abdullaziz Al-Deayea, quien logró 177 aparicio-nes, y el egipcio, aun en actividad, Ahmed Hassan, quien ha rebasado los 170 par-tidos.

Fue subcampeón de América con México en 1993 y en 1994 le llegó su primer mundial, sus primeros cuatro partidos completos, y con categoría desafió al fantas-ma de los penales al ser el único tirador que pudo anotar desde los once pasos con-tra Bulgaria.

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En Pumas se graduó con honores, casi todo lo aprendió ahí e hizo grandes ami-gos. Se volvió el hombre de todas las confianzas del Tuca Ferretti, a quien pudo se-guir durante una docena de años. Con el brasileño al mando fueron campeones con Chivas en 1997. Ese mismo año, resultó positivo en un control antidopaje in-ternacional y afrontó con honor su defensa. Al final todo se le atribuyó a un error administrativo.

Por eso en Francia 98 quiso limpiar su nombre y ratificó su calidad. Alcanzó los ocho partidos en Copas del Mundo. Estaba a tres de la Tota Carbajal y en el presu-puesto podría tener contemplados dos mundiales más a futuro. Al año siguiente se convirtió en el único capitán del tricolor que ha logrado levantar un trofeo oficial de competencia entre selecciones. La copa Confederaciones que se le ganó a Bra-sil en el Azteca.

Cuando el Tuca dejó al rebaño, se fue con él a Tigres. Para entonces, Claudio ya se desempeñaba como el mandón de las líneas defensivas. Era un maestro al de-fender y tenía la vocación de enseñar sobre la marcha.

El día en que el Mónaco decidió contratar a Rafa Márquez fue mirándolo ha-cer mancuerna con Suárez. Los visores aseguraron que se hubiesen llevado a los dos si Claudio tuviera algunos años menos.

El nombre Claudio proviene de una descripción heroica. El primero de los Claudus, un romano ancestral, salió herido en batalla de una pierna y cojeaba. Eso significa Claudio, el de la pierna que cojea. Por eso cuando a Suárez le tocó arrastrar la pierna le dolió tanto el engaño. Aguirre lo dio de baja y se quedó en casa con su propio claudus y sin tomar partido en las batallas de Corea y Japón.

En 2005 una confusión médica lo frenó en seco. Se temía una afectación cardia-ca. La máquina de esfuerzo del cardiólogo no podía saber que era el hombre de hierro al que estaba analizando y se equivocó. El corazón del Emperador latía más fuerte que nunca. Con 37 años dejó la primera división mexicana y pasó a Chivas USA, en donde rebasó las cuatro décadas de vida y le puso punto final a su trayectoria. Un libro que cuenta la historia de un guerrero, busca eternizar su re-cuerdo, sin embargo, en 145 páginas es imposible sintetizar su vida.

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El más afortunado sobre la faz de la tierra

Es ahora cuando todo converge. Los recuerdos, los sentimientos, la nostalgia, la solidaridad. Si bien los futbolistas a veces son idealizados como los héroes de las ba-tallas modernas, lo cierto es que nunca dejan de ser simples mortales. Cada quien tenemos destinos que se van construyendo. Y el presente es un tiempo que desper-diciamos refugiándonos en el pasado o temiéndole al futuro.

Esta vez es necesario mezclar los tiempos en la vida de un futbolista.

Mauricio Peña, aquel jugador número 12 de los Pumas. Medio de contención con casta. Uno de los güeritos bravos, el otro era su gran amigo Miguel España. Un jugador de la UNAM que parecía jugador de la UNAM. Esa era su estampa.

Formó parte del equipo entre 1980 y 1987 por lo que fue campeón de liga, de Concacaf, de la Interamericana y se sintió herido cuando cayeron con el América en la siempre recordada final jugada en Querétaro, en 1985. Bora lo debutó y di-cen algunos que el Capi Sanabria le dio cuello por güerito cuando tomó las rien-das del cubil. Pasó al Necaxa y se extravió hasta que su verdadera vocación le indi-có el rumbo.

La detección y formación de talentos lo llevó a encabezar la Cantera Puma du-rante una década. El mismo Pablo Barrera reconoce en Peña a uno de sus mento-res. Después se trasladó a Torreón y logró que las fuerzas básicas de Santos fueran fértiles. Por lo menos veinte muchachos llegaron a debutar en primera gracias al trabajo de Mauricio.

Formó parte del cuerpo técnico de Chucho Ramírez e hizo historia con aquella selección Sub 17 que regresó con la copa del Mundo disputada en Perú, durante

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el 2005. Ahora el destino le ha puesto un camino tortuoso para finalizar su vida. Una enfermedad que mata la neuronas motoras sin alterar nunca la inteligencia, la vista y el oído. Es la enfermedad de Lou Gehrig, nombrada así en honor al le-gendario pelotero que la padeció y que lo retiró para siempre del beisbol. Es la mis-ma enfermedad que tiene a Stephen Hawking utilizando su mente de genio en la ciencia, sin poder mover casi ninguno de sus músculos. Es la esclerosis lateral amio-trófica, uno de los grandes enigmas de la medicina.

Poco a poco, Mauricio ha dejado de moverse. Su alma reside dentro de un cuer-po inerte. Pero escucha y mira lo que pasa a su alrededor. Y piensa, y reflexiona, y acelera sus pensamientos para alcanzar un punto óptimo de sabiduría.

Por eso, es en este momento cuando todo converge: lo que fuimos y lo que sere-mos se decide en el ahora. Es ahora cuando este mundo material le cobra facturas millonarias a los enfermos. Es ahora donde surge la urgencia de ayudar. Es ahora cuando Mauricio quiere dejar su legado. Es ahora cuando su familia quiere gritar-le al mundo cuanto lo quiere. Es ahora cuando el futbol debe rendir homenaje. Es ahora cuando un hombre puede sentirse el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra, porque así lo dijo Gehrig cuando se despidió de los Yanquis, porque así lo escribió Hawking en la presentación de su maravilloso Libro del tiempo, porque así debió sentirse Mauricio cuando el miércoles 18 de agosto de 2010, los viejos pu-mas se enfrentaron con los americanistas veteranos y jugaron en su honor, en pun-to de las 21:00 horas, en el Gimnasio Juan de la Barrera.

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Los planos del arquero

Hace 500 años, Leonardo da Vinci hizo este dibujo. Es el hombre de Vitruvio, símbolo de la simetría del cuerpo humano y del universo entero. Si miramos con el ángulo adecuado podremos encontrar en él, los planos de nuestro hombre en cuestión: el portero.

Entre su espalda y las redes a veces no queda nada. Casi nunca voltea hacia atrás. No le gusta. Cuando lo hace generalmente encuentra el balón quieto, espe-rándolo, mientras siente las miradas de todos. Unos celebrando y otros reclaman-do. Vive en los extremos de las emociones. Es héroe y villano, prudente y loco, con-gruente y absurdo, pero nunca indiferente. Habla consigo mismo. Se mentaliza. Sabe que vive atrapado en tres rectángulos trazados con cal y uno más que es tridi-mensional cuando de la hierba se levanta la estructura de maderas o metales. Tal vez por eso es más alto que el resto.

Es un autodidacta de la geometría. Los ángulos, las líneas, las curvas, le hacen intuir y anticiparse. Es un personaje que se bate en duelos impensables. La mano contra los pies, el puño contra la cabeza, las yemas de los dedos contra la veloci-dad caprichosa del balón que siempre le provoca. Se le tacha de suicida, de acróba-ta, de temerario.

Es el celoso guardián que cuida el castillo pero que vive obsesionado con el dra-gón del juego que vuela o se desplaza rasante sobre la hierba. A sus compañeros les ve los números de la espalda, a sus rivales les mira el rostro y hace contacto vi-sual. Trata de descifrar la lógica del atacante. Sabe leer el lenguaje corporal e iden-tifica el punto vulnerable.

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De todo lo que pase, la culpa es de él, la responsabilidad es de él. La soledad es la única que lo entiende y nunca jamás le cuestionará todo aquello que piensa. Por eso habla solo. Crea sus propios relatos. Está tan lejos y tan cerca que si quisiera pudiera ir escribiendo capítulos de una novela que se extiende a lo largo de 90 mi-nutos.

El hombre de Vitruvio bien le pudo haber servido al creador como plano arqui-tectónico de estos hombres que son distintos. Así como el cuerpo humano y el uni-verso lo son, el futbol también es simétrico.

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El biotipo ecuatoriano

La mitad de los seleccionados nacionales del Ecuador tienen ancestros africa-nos. Esmeraldas, en la costa del país, y el Valle del Chota, en las montañas de la provincia de Imbabura, son las dos principales canteras de futbolistas afroecuato-rianos. De los 425 jugadores de la Serie A registrados en la Federación Ecuatoria-na de Fútbol, 107 son de Esmeraldas y 25 del Chota. Ambas regiones están en la parte norte del país sudamericano.

Esmeraldas es la tierra de Walter Ayoví, jugador de Rayados, de Carlos Teno-rio, de Geovanny Caicedo, de Giovanny Nazareno, de Juan Carlos Paredes, de Jai-me Ayoví, de Iván Hurtado, de Jorge Guagua, de Segundo Castillo y de Néicer Reasco. El mismo goleador del Santos, Christian Benitez, nacido en Quito, es hijo de un esmeraldeño, paisano del legendario Ítalo Estupiñán, que echó raíces en Mé-xico. Esmeraldas vive hoy una era de apogeo, sin embargo el Valle del Chota tiene un factor social que se detalla al relatar su historia.

Este es un valle andino del Ecuador que se ha hecho célebre con una fórmula eficaz para escapar de la pobreza tomando la vía transitada del futbol profesional. Aquí viven los nietos de los hijos de los abuelos que a su vez también fueron nietos de aquellos que acabaron en América por culpa de la esclavitud. Las plantaciones de caña de azúcar funcionaban gracias a la despiadada explotación de la máquina perfecta del cuerpo humano. De ahí vienen las características que le dan poder y resistencia al biotipo del futbolista ecuatoriano del siglo XXI. Por herencia genéti-ca son fuertes, de estatura espigada, con potencia y velocidad.

Al valle del Chota le decían el valle de la Muerte en la época colonial por ser un lugar insalubre. Ahora, es una región marginal. De las más pobres en el país

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por donde pasa la línea que divide al mundo en norte y sur. En el Chota se baila la bomba, música interpretada con instrumentos confeccionados con hojas de naran-ja, mandíbulas de burro y semillas. Pero se juega al futbol para olvidar las caren-cias y sobretodo para ver si algún día el juego los saca de ahí.

Siete de los once hombres que llevaron al Ecuador a su primera copa del Mun-do, en el 2002, nacieron en el Valle del Chota. Edison Méndez y el Tin Delgado, son los héroes máximos. Marlon de Jesús y Luis Antonio Valencia, compañero del Chicharito Hernández en el Manchester United, son su presente. El biotipo del futbolista ecuatoriano, además de la fortaleza y la rapidez, también tiene la urgen-cia de encontrar su propia supervivencia. Y es en este lugar, en donde no hay vi-deojuegos, donde los niños juegan a ser sus héroes y sueñan con la epopeya de irse muy lejos, persiguiendo al balón.

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Futbol, café y las altas montañas de Veracruz

Después de tomarnos un café y unas galletas al pasar Puebla, la niebla nos en-volvió y fuimos subiendo por el camino que lleva a las altas montañas veracruza-nas. Las cumbres de Maltrata maltratan a todo aquel que no esté acostumbrado al paso lento que provoca la visibilidad a corta distancia. Un doble remolque de Bim-bo nos sirvió de lazarillo en el camino rumbo a Pluviosilla y de pronto comprendí por qué los escoceses de las fábricas textiles de Orizaba extrañaban un poco me-nos la tierra húmeda de sus hogares.

Chocamán está relativamente cerca de Orizaba y de ellos aprendieron el fut-bol. Sus primeros equipos se formaron en los años veinte y en 1931 nació el pre-cursor del Águila Azteca, una escuadra octogenaria que le da identidad a un muni-cipio de 12 mil habitantes. El lugar es de fábula. Su leyenda es mágica. Habla de un rey oriundo que lloró la derrota de la conquista. Tienen un macizo que rebasa los dos mil metros sobre el nivel del mar. Conservan un hermoso bosque de niebla. Cosechan las dulces cañas, los chayotes y un café aromático que recibió el segundo lugar en un concurso de calidad entre los cafetaleros nacionales.

Es gente buena. Costumbrista. Tradicional. Orgullosa de su pasado y que fo-menta a sus generaciones nuevas enseñándoles todo lo que los ancestros sabían ha-cer. Es un municipio pobre en dinero pero opulenta en tesoros naturales. Lo que el ojo puede observar en un paseo por Chocamán suele ser inolvidable.

Llueve con gracia y a veces con desgracias. La humedad es inevitable. El fango te absorbe y no te deja ir. Así está su campo de futbol, nombrado en honor a uno de los mejores jugadores de su historia, al que le recuerdan como el Mariscal. He-mos sido recibidos con grandes atenciones, nos han compartido sus recuerdos.

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Pronto les contaremos esta historia, la de un equipo de futbol , la del ave inmortal del futbol cordobés.

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La firma de Macomish

Cuando llegamos a Santa Gertrudis, lo que queda de la fábrica de yute en Ori-zaba, comprendí lo complejo de la teoría de la relatividad. El tiempo y el espacio. El pasado y el presente. No hubo nada paranormal, por supuesto, fue mi imagina-ción la que me hizo escuchar y mirar a los escoceses que trabajaron ahí hace más de un siglo. Y desde luego que Duncan Macomish estaba ahí, supervisando a los muchachos que dejaron las tierras altas de su porción de isla para establecerse en otras tierras altas al pie de un inmenso volcán, oculto caprichosamente por la nebli-na.

Ahí en esa fábrica, en sus patios traseros se conserva lo que aseguran los oriza-beños es el primer campo de golf en México, diseñado por Percy Clifford, mentor indiscutible de la época pionera de nuestro futbol. Pero no se sabe con exactitud dónde trazó Macomish el escenario para que rodara el balón por primera vez en nuestra superficie, aseguran más con emoción que con certeza los oriundos de Plu-viosilla, llamada también, con algo de caché, La Manchester Orizabeña.

Orizaba pelea la potestad del futbol con Pachuca pero no hay datos precisos. Hay señales. Hay relatos de voz en voz. Lo cierto es que de pronto los escoceses ga-naron el primer torneo organizado en México por el año de 1902 y ese resultado es inobjetable. Después se dispersaron, muchos volvieron a Escocia con la gran guerra y murieron en los campos de batalla.

Gente entusiasta del Ayuntamiento ha formado un museo para recordar más de cien años de historia. Orizaba tiene un legado importante de nombres que son leyenda. Con emoción pude observar una verdadera pieza museográfica que no está incluida en la exposición. El acta de matrimonio de Macomish quien se ena-

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moró de una orizabeña de apellido Moreno. Ahí estaba su firma. De su puño y le-tra el escocés firmó el convenio social el mismo año en que aseguran que nació el equipo de futbol de los hilanderos, 1898. Y el trazo en tinta me dejó una sonrisa como si hubiese podido conocer una pequeña intimidad del personaje misterioso en la historia borrosa del juego de pelota.

No importa que Orizaba sea o no sea la Cuna del Futbol, lo que este lugar guarda tiene capítulos enteros de gloria y muchos recuerdos que buscan el resurgi-miento de una tradición muerta por falta de dinero. Hoy en día hay un equipo lla-mado Albinegros. Se prometió un estadio que no avanza en sus obras. El equipo ha tenido resultados aceptables pero juega en el Puerto de Veracruz, lejos de la bruma y de ese clima que huele a futbol.

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Contracultura balompedestre

La tradicional calle de Venustiano Carranza en el centro de la ciudad de Méxi-co. Un corredor exclusivo en donde el deporte se mercantiliza. Esta tienda, Depor-tes Becerra, es un referente. Antes de ellos, el local fue ocupado por Deportes Vial, el negocio de aquel futbolista del América (Octavio "La Pulga" Vial) que llevó a la selección mexicana al mundial de 1950 como entrenador y que luego fuera el es-tratega responsable del ascenso de los Pumas en 1962. Por lo pronto el lugar es his-tórico y lo que hay adentro es una muestra de contracultura futbolera.

Alan Peniche es un joven de 24 años que ha sido tocado por la nostalgia del fut-bol. El tiempo todo lo borra y sólo la memoria y la curiosidad son capaces de man-tener vivos los elementos característicos del pasado. Aquellos tiempos que se fue-ron. Los momentos gratos. Las épocas complejas.

Por eso es posible que Alan esté haciendo una contracultura sin imaginárselo. Está buscando esos factores que el paso de los años desgasta y oculta. México no está viviendo tiempos felices en la fiesta del futbol y por lo menos aquí hay un ejemplo que arroja un mensaje interesante.

Buscar, hurgar y hasta imaginar es parte de lo retro. Las leyendas terminan cuando no son capaces de instalarse en el imaginario y se van sucediendo una a una. Alan ha investigado como ha podido y aunque no es diseñador de ropa, ha encontrado la manera de reproducir la indumentaria del pasado. Busca materiales que se acerquen a la esencia. Batalla para atinarle a colores que no se pueden obte-ner mirando fotos en blanco y negro. Escudos, agujetas, textiles, calzado y balones que tienen ese sello contracultural llamado retro.

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Ha logrado reproducir el uniforme de la selección nacional que fue al primer campeonato del mundo en 1930, y no sólo la playera, también el calzado y el ba-lón, por poner un ejemplo. También la camiseta con que el Necaxa le ganó al San-tos de Pelé en 1961, en donde por cierto participó Agustín Peniche, un tío de Alán al que aun no ha podido conocer. Y al Cinco Copas, Don Antonio "La Tota" Car-bajal, le hizo una réplica del sweter que utilizó en su último partido, en Wembley.

Lo que empezó como una afición de coleccionista hoy es la base de lo que po-dría ser su forma de vida. Crear y poner a disposición de todos una concepción personal de épocas pasadas del futbol. Así también se mantiene la intensidad de una pasión. Así también se puede soñar.

Visiten el sitio de Alan: www.leyendafutbol.com

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Sanchís con acento

Hijo de un veterano madridista que le heredó el nombre, Manolo es leyenda de la Quinta del Buitre. Fue el primero en llegar y el último en irse. Quiso ser portero en sus inicios pero se consumó como un gran defensa central.

Manuel Sanchis Hontiyuelo es su nombre completo. El Sanchis sin acento, por-que ese se lo pusieron después y así ha quedado para la eternidad. “Sanchís” con acento y fuerte. Jugó en dos siglos y dos milenios distintos porque no paró desde el día en que Di Stéfano lo metiera al campo en 1983 hasta su retiro en el 2001, siem-pre defendiendo el inmaculado blanco del Madrid.

Llegó a disputar casi un millar de partidos que sumados todos le dieron un re-sultado impresionante: 8 campeonatos de Liga, dos Copas del Rey, una Copa de Liga, una Intercontinental, dos Copas de Europa y dos de la UEFA. Vistió la roja en 48 ocasiones. Fue mundialista en 1990 y participó en la Eurocopa del 88.

En 25 años, el Real Madrid ha tenido 38 defensas centrales, sólo tres de ellos han cumplido más de cinco temporadas con el equipo. Él es uno de esos tres, jun-to a Fernando Hierro y Sergio Ramos. Y es, desde luego, el segundo jugador (Raúl es el primero) de campo que más partidos de liga ha jugado con el Real Madrid con 523. Sanchís fue un defensa que nunca dejaba la casa sola. Sobrio, elegante en el trato al balón, con gran colocación y agilidad.

Esa Quinta del Buitre, integrada por Emilio Butragueño, Rafael Martín Vázquez, Miguel González “Michel”, Miguel Pardeza y Manolo Sanchís fue la co-lumna vertebral de un Madrid que deslumbró al mundo en un lustro impresionan-

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te en donde, por cierto, Hugo Sánchez alcanzó la máxima altitud en su trayecto-ria.

Cuando Manolo lo dispuso dio un paso al costado. Estudió en la Universidad Complutense de Madrid y es licenciado en Gestión y Administración de Empresas y tiene un master en Dirección de Empresas Inmobiliarias.

Sanchís ahora es un hombre de cátedra y el club merengue lo ha vuelto a ali-near como Director del Master en Dirección y Gestión de Entidades Deportivas “Alfredo Di Stéfano” de la Escuela de Estudios Universitarios Real Madrid. Ade-más de que él mismo dirige su propia empresa dedicada a la organización de acti-vidades docentes y deportivas; y escribe su forma de ver el futbol en el diario Mar-ca. Ese es el proyecto de vida de un hombre que valora el arrojo de quien tiene ideas y se arriesga para ponerlas en marcha.

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Forjador de Pichichis

La historia le ha dado un sitio especial a Míchel. En el once ideal de todos los tiempos del Real Madrid, aparece administrando el medio campo con Di Stéfano y Pirri. A veces, para ser el mejor, es necesario ser tan práctico como lo ha sido él. Si no tienes a la mano cierta virtud, hay que explotar la que no puedas contener.

La banda derecha siempre fue suya y ante los límites de no ser veloz, ni poseer dribling, optó por la precisión. Abría la cancha, le daba profundidad y con geniali-dad ponía la mesa a los devoradores de redes. Sus centros forjaron Pichichis, la má-xima distinción a un goleador en el futbol de España. Hugo Sánchez, Emilio Bu-tragueño e Iván Zamorano supieron que cuando un balón venía por derecha, sólo había que firmar el trámite. Pero también, el centrador tenía un disparo endiabla-do y cualquier arquero sufría cuando se aproximaba el momento del impacto. De izquierda o derecha, con las dos era letal. Anotó 130 goles.

Fue el último integrante de la Quinta del Buitre en alcanzar la máxima catego-ría. Fue un jugador que levantaba polémicas en canchas ajenas y propias. Un espí-ritu indomable y apasionado. Acostumbrado a ganar, de los 404 partidos jugados con el Madrid, sólo perdió 71. Fue seleccionado español, participó en dos mundia-les; le anotó tres veces a Corea del Sur en 1990 y en México 1986 le llegó el chispa-zo de lo que tiempo después haría con su vida. Aquella tarde en Querétaro habló con Butragueño sobre una estrategia que se le había ocurrido. La pusieron en mar-cha y España aplastó a Dinamarca. Ese día, cuenta Michel, supo que sería entrena-dor. Curiosamente, ambos jugadores terminarían sus trayectorias en el extinto Atlético Celaya, de gratos recuerdos para la afición mexicana.

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José Miguel González Martín del Campo dice ser un jubilado muy activo en es-to del futbol. Siempre asegura que si te diviertes mantienes la vocación; si sufres lo conviertes en un trabajo. Por eso está muy conciente de que el entrenador sufre más que el futbolista. Dirigió al Rayo Vallecano en el 2005. Y hace no mucho tiempo fue el máximo responsable de la cantera madridista personificada en su en-trañable equipo Castilla, pero renunció cuando se sintió empleado. Luego tomó las riendas del Getafe; salvó al equipo del descenso y ha despertado la ilusión de los azulones. Su filosofía es jugar bien para ganar. Sus referentes en el banquillo se reducen a dos nombres. Sacchi y Guardiola. Dos generadores de cambios y épo-cas.

Es un entrenador que va más allá del día a día. Que intenta estar bien prepara-do. Busca ser sensato, ser fuerte, ser ecuánime porque las victorias no le afectan, pero sí las derrotas. Por eso su reto es inmenso. Michel está reinventando al Geta-fe.

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Descendiente de los héroes

Sus rasgos son muy parecidos a los del Tata Gildo, aunque él no tuvo hijos. Pe-ro en Técpan todos los Galeana tienen conexiones. Rastrear el origen familiar de una persona tras doscientos años de historia en un país convulsionado la mitad de ese tiempo, y con el terrible defecto de aniquilar su propio pasado, es tan complejo como encontrar una aguja en un pajar.

En este caso todo apunta en una sola dirección. Desde el Apertura 2008, pasan-do por el reciente Torneo Bicentenario 2010 y lo que llevamos de éste, un descen-diente de nuestros libertadores está en acción con el Deportivo Toluca. Él es Car-los Alberto Galeana Irra. Nació el 21 de diciembre de 1988 en Técpan de Galea-na, Guerrero, la primera provincia libre de América; la tierra de los Galeana, re-presentados por el coronel Hermenegildo, uno de los dos brazos militares de José María Morelos. Héroe y mártir del movimiento que encendió los sueños de liber-tad.

La historia de la familia Galeana tiene un sin fin de interpretaciones. Algunas son entrañables pero imposibles de comprobar. Sin embargo resulta irresistible contar una de ellas después de apreciar los rasgos de este joven que hace labores defensivas. Se dice que los Galeana son descendientes de piratas naufragos. Escoce-ses o irlandeses, dice el relato. La fisonomía de Carlos nos da rienda suelta. Su ca-bello, el tono de su piel. Los pómulos. La forma de la nariz. Su estatura. Su bravu-ra.

El árbol genealógico de los Galeana es tan grande como la zona que han pobla-do desde hace más de doscientos años. Se les ubica en la costa del pacífico partien-do desde Mazatlán y terminando en Acapulco. Carlos es una hoja de este tan enra-

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mado árbol familiar, que en aquellos tiempos revueltos originó el nacimiento de una nación libre.

En este Bicentenario dan ganas de pensar en pasado para que cuando nos mire-mos en el presente encontremos eso que nos hace tener coincidencias y que se le llama identidad. ¡Que vivan los héroes que nos dieron Patria!

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El decano de Londres

Bautizado con las aguas del Támesis, el Fulham es el equipo más antiguo de la ciudad de Londres. Fue fundado en 1879 al amparo de los feligreses de la iglesia anglicana de Saint Andrew. Su historia antigua y romántica se mimetiza con su le-gendario campo: el Craven Cottage.

Dicen que fuera del Reino Unido, la mágica historia de este equipo que juega en una especie de casa rural se esfuma porque no hay copas en sus vitrinas, salvo la Intertoto conquistada en el 2003. Su cercanía con el barrio de Chelsea hace más notorios los contrastes de su territorio y de su forma de expresarse a través del futbol. Sin duda que con los vecinos millonarios tienen relaciones poco cordiales dentro del campo.

Craven Cottage es el estadio de futbol más antiguo de todos los que hay en el planeta. Se inauguró en 1896. Basta con verlo para saber como fueron los tiempos pasados. Entre sus reliquias aun cuenta con una formidable grada de madera, úni-ca en su tipo y bautizada en honor a Johnny Haynes, leyenda máxima del Fulham. En ningún estadio de la Premier League se puede contemplar el juego sentado so-bre una materia viva como ésta.

Las aguas del Támesis lo acarician todo el tiempo. Y su gente es muy devota. Las épocas obscuras de este equipo se han instalado en distintas eras. Su dinámica se limitaba a mantener la categoría situado a media tabla en donde los colapsos suelen ser brutales. A pesar de que el Fulham ha pasado más de media vida su-friendo, sus aficionados no los abandonan en un acto puro de fe.

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En 1968 descendió y vivió una dura depresión. En 1996 el Fulham era un vaga-bundo en la tercera división y sus cien años de tradición estaban a punto de desa-parecer. Fue cuando el magnate de origen egipcio, Mohamed Al Fayed, tomó las riendas de la franquicia con el objetivo de llevarla a la Premier League. En un lus-tro el club estaba instalado como parte activa del gran espectáculo en la isla del fut-bol a pesar de que el nuevo dueño, con pinta de Jeque, no era bien visto por un sector conservador que veía en él a un intruso dentro del viejo y vetusto equipo de-cano de Londres.

Los Whites tienen muchas páginas de sobrevivencia deportiva pero pocas de gloria. En más de un siglo de actividad sólo tienen 180 minutos jugados para con-quistar un título. En 1975 perdieron la FA Cup con el West Ham y en 2010, el Atlético de Madrid les arrebató la Europa League.

Esta última hazaña fue producto de un arriesgado proyecto conocido como el gran escape, que hoy define el estilo del equipo. El día que llegó Roy Hodgson, el Fulham parecía destinado al fracaso pero se salvó; empezó un proyecto, sin estre-llas, con un técnico con las ideas claras que los llevaron disputar aquella final euro-pea.

Estos milagros deportivos han eternizado a sus leyendas. Johnny Haynes, Booby Moore, Alan Mullery, George Best y Bobby Robson representan los tiem-pos lejanos. Roy Hudson, quien ahora es el entrenador del Liverpool, y sus mucha-chos acaban de instalarse para siempre en la memoria de los cottagers.

Carlos Salcido ha llegado, entonces, al equipo decano de Londres y al más ro-mántico de Inglaterra, en donde el dinero que se invierte es para resguardar una tradición centenaria que ha congelado el tiempo al generar ese sentimiento que mueve las entrañas de quien sea: la nostalgia.

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Un hombre descalzo

Jorge Vergara Madrigal es un personaje que marca gran parte de la agenda del futbol mexicano por lo que hace, por lo que dice y por lo que piensa. Tiene 8 años al frente de las Chivas y es un magnate que ha hecho fortuna produciendo vitami-nas para los pobres, como él mismo ha definido su negocio.

Vergara es un personaje que ilustra lo que podríamos definir como el sueño me-xicano. Proveniente de una familia de clase media de Guadalajara pudo apenas terminar el bachillerato y antes de cumplir 30 años ya había sido mecánico, tra-ductor de textos, vendedor de autos y tuvo una taquería de carnitas preparadas por él y un restaurante italiano. Para entonces llevaba media vida trabajando sin parar y pagó las consecuencias exponiendo su organismo al sobrepeso. Al buscar su propia salud encontró la fórmula que lo hizo tener una de las 200 empresas más poderosas de México con más de un millón de vendedores en el mundo.

Cuando Vergara llegó al futbol, los antiguos cimientos del Club Guadalajara se cimbraron. La nueva manera de administrar y dirigir al equipo fue un cambio ra-dical que no ha sido asimilado en su totalidad. Y así el club más popular de Méxi-co se convirtió en una marca comercial expuesta al escrutinio nacional.

El magnate habla, promete, se equivoca, pero siempre cumple. Sus formas es-tremecen y hasta escandalizan a los puritanos pero despiertan curiosidad y simpa-tías en aquellos que comparten la idea de que el futbol mexicano tiene estructuras vetustas y alejadas del ritmo que marca el espectáculo mundial. Sin embargo él tampoco tiene la fórmula precisa para lograr el equilibrio entre el negocio y el buen futbol.

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Jorge Vergara es un hombre convencido de ciertas ideas que lo hacen encon-trar su propia paz. Su práctica del Feng Shui es evidente así como su negativa a usar calcetines. Según su teoría esas prendas corrompen el termostato de los pies. Podría ser esa, entonces, la forma en cómo se conecta con el universo. Con la ple-na sensación de tener la tierra bajo los pies.

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La vinotinto y el asunto de los pasteleros

Dice la versión romántica que el color de la camiseta de la selección venezola-na proviene de la mezcla de los colores de su bandera. Ese es el tono que arrojan el oro de sus minas; el mar y cielo que la separan, simbólicamente, de España; y la sangre derramada por los patriotas que lucharon por su independencia.

La vinotinto, como se le conoce, es un fenómeno social reciente que ha aporta-do identidad a la nación bolvariana, a pesar de sus resultados negativos en el pla-no deportivo. Venezuela es el único país afiliado a Conmebol que nunca ha podi-do ir a una Copa del Mundo.

La historia del futbol en este país coincide con la del resto del continente, los eu-ropeos introdujeron el juego en 1920. Fue hasta los IV Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1938, cuando el representativo venezolano disputaría su primer en-cuentro oficial contra Panamá. Ingresaron a la FIFA en 1952 y a finales de los años sesenta se animaron a jugar las eliminatorias mundialistas y la Copa Améri-ca.

En esta tierra, donde el béisbol es rey, el futbol ha tenido un auge notorio desde el 2001, al hilar cinco victorias rumbo al mundial de Japón y Corea. Aunque no clasificaron, fue un logro evitar el último lugar de la eliminatoria. Cuatro años más tarde volvieron a sorprender ganando partidos y a medio camino estaban en cuar-to lugar de la zona. No hubo fortuna en el resto de la competencia pero el rostro del equipo cenicienta del cono sur cambió para siempre.

En 2007 organizaron la Copa América. El gobierno de Chávez invirtió 900 mi-llones de dólares en el evento y la vinotinto alcanzó los cuartos de final. El 7 de ju-

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nio de 2008 Venezuela le ganó por primera vez a Brasil en un amistoso. De nueva cuenta la vinotinto daba mensajes, que en un contexto politizado, se utilizaban en todos los sentidos.

La última aventura en eliminatorias fue documentada en cine.

A la par del desarrollo de la selección nacional, la liga venezolana iba escribien-do su historia. El pastelerismo es una forma de explicar lo que los venezolanos sien-ten por su futbol. Hay quienes andan por las calles vistiendo colores ajenos y argu-mentan que su futbol es de baja calidad. Del lado opuesto están los defensores que les llaman pasteleros a estos aficionados que no se identifican con sus equipos loca-les, ni con la vinotinto.

En el 2008, 163 futbolistas venezolanos estaban participando en clubes extran-jeros. Una prueba irrefutable de que el futbolista de ese país tiene un nivel óptimo de juego. La emigración del jugador venezolano se puede explicar por la situación financiera del futbol local. Los extranjeros contratados ganan un promedio de ocho mil dólares mensuales. Las estrellas locales, un poco menos que estos. El res-to se conforma con la quinta parte. Aún así, en Venezuela se consideran cantida-des estratosféricas que tienen a los clubes al borde de la bancarrota.

Si contrastamos estos datos con los de nuestro entorno, podremos tener una idea de la situación del futbol nacional. La primera división tiene sueldos millona-rios. Una estrella podría rebasar los dos millones de dólares por año. Tal vez por eso, hasta mayo de 2010, sólo había 16 futbolistas mexicanos en el extranjero, uno de ellos (Rodrigo Prieto), por cierto, jugó en el Caracas, el equipo más rico del fut-bol venezolano.

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Arquero de espíritu audaz

Cada atajada confirma que se trata de un espíritu audaz que lucha con fuerza. Nada hubiera sido posible sin el poder de sus piernas, sin sus reacciones y reflejos de superhombre. Lo de “Pato” no define en absoluto nada de lo que es, porque el apodo es el resultado de una confusión. Una vez lo mandaron a suplir a un arque-ro y todos estaban familiarizados con un tal “Pato” Iglesias. Por desconocimiento y comodidad a Ubaldo le llamaron “Pato” y así se le quedó el mote.

Se dice que hablar de Fillol es hablar del mejor portero argentino de todos los tiempos, sin agraviar a Amadeo Carrizo, pero al mejor arquero de cada torneo en Argentina se le entrega un trofeo con el nombre del Pato. Remontémonos ahora a los inicios del personaje. En un mano a mano venturoso selló su destino. Jugó en Quilmes entre 1969 y 1970. El servicio militar lo hizo parar dos años y cuando es-tuvo de vuelta ya lo habían vendido a Racing, la gran vitrina en donde lo encontró River Plate. Pero Fillol dudaba en irse; Labruna era su entrenador y le advirtió que si no se iba se les vería con él. El “Pato” acabó defendiendo durante una déca-da a los millonarios. En 405 partidos ganó siete campeonatos: Tres Nacionales y cuatro Metropolitanos como se llamaban entonces.

La casualidad quiso que el último partido con River fuera el 20 de junio de 1983 contra Racing. Estuvo un tiempo en Argentinos Juniors y emigró a Brasil, con el Flamengo en donde es ídolo. Una temporada en el Atlético de Madrid, de 1986 a 1987, y de vuelta a Racing donde devolvió cariño con grandes tardes. Se retiró con Vélez, en 1991, y se le recuerda un penal atajado que le arrebató el cam-peonato a River. Esa era su labor. Impedir los goles sin importar de quien vinie-ran. Pero el “Pato” es inmortal por aquel campeonato mundial para Argentina en

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casa. Vestido de verde adquirió las dimensiones de un monstruo resguardando el arco. Con 58 partidos de selección nacional y tres mundiales nadie lo puede olvi-dar.

Y es que Fillol no deja al futbol y el futbol no lo deja a él. Por supuesto que nun-ca se ha ido. Ha sido técnico y enseña el arte de la imbatibilidad a los arqueros de selección en todas sus categorías y está entregado a la formación de jóvenes. En el 2007 se volvió miembro activo del ciberespacio y abrió ubaldofillol.com. También está en Twitter y en Facebook. Desde luego es un hombre que nunca se pierde de vista.

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El mortero mágico

Aquel cinco de agosto del año 10, en las cercanías de Copiapó (Chile), su tierra natal, la montaña lo devoró y lo tiene en sus entrañas. El yacimiento de San José capturó la atención del mundo, porque dos semanas más tarde, la noticia de que él y sus compañeros mineros estaban atrapados pero vivos y en buen estado, conmo-vió a todos.

Las historias de todos ellos se han vuelto particulares y la de él vino a amarrar su presente con su pasado. El mortero mágico está 700 metros bajo tierra con sus 53 años recién cumplidos. Su trabajo en la mina era ir y venir, estar adentro y afue-ra conduciendo la camioneta de transporte de personal.

Su historia personal nos dice que se llama Franklin Erasmo Lobos Ramírez. “Lobitos”, “Caqui”, “El Mortero Mágico”, un centrocampista contemporáneo, compañero y amigo de Iván Zamorano. Activo de 1980 hasta 1995. Campeón na-cional de la segunda división chilena con el Cobresal y poseedor de un disparo fi-no, preciso y fulminante.

Llegó a portar la roja de su patria en la eliminatoria de los Juegos Olímpicos de 1984, pero al final no hizo el viaje a Los Ángeles. Lobos pudo disputar 144 parti-dos de primera división y anotó 86 goles.

Fue con Cobresal en donde se sintió muy cercano a los mineros. Se hizo amigo de ellos y en las tardes jugaban al boliche o al tenis. La vida después del futbol la encontró precisamente en los huecos de la tierra, en las minas en donde hoy espe-ra pacientemente a que lo saquen de ahí.

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Mientras pasan los días, el mortero mágico juega al dominó, en el refugio cele-braron la independencia chilena y apoyaron a La Roja (selección chilena de fut-bol) en un amistoso contra Ucrania que sirvió para sellar el pacto con Bielsa. Por ser quien es, un viejo colega, David Villa les ha mandado a los mineros su playera del Barca y un mensaje solidario.

Pero más allá de esos tiempos que pasan, Franklin Lobos está listo para que la madre tierra lo vuelva a parir. En una cápsula saldrán, uno por uno, de ese vientre obscuro en donde han gestado su propia sobrevivencia.

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El Gran Danés

La canción danesa “Dansevise” fue la ganadora del festival de Eurovisión de 1963, el año en que nació el gigante de esta historia. Casualmente, esta música evolucionaría para formar parte de la banda sonora del videojuego autorizado por FIFA, en su edición 2007 (Kom Igen-Outlandish). Su letra pide a un ser querido que vuelva mientras describe un instante danés en donde la vida comienza exten-diéndose como una red en la mente. Muchas coincidencias entre la música, el futu-ro y el hombre que nacería en Gladsaxe, Dinamarca, un 18 de noviembre de 1963.

Hablar del Gran Danés es hablar de los dioses del marco. Él y el ruso Lev Yashin son los grandes porteros del siglo XX y los dos mejores de la historia del fut-bol. Describir el juego de Peter Schmeichel es decir que arriesgaba todo. Que vola-ba tres metros para detener un balón que viajaba a casi 100 kilómetros por hora desde los once pasos. Por arriba, impecable; por abajo temerario y seguro. De fren-te intimidante para los atacantes y hasta para sus líneas defensoras. Un portero clá-sico, de molde patentado. Con genes polacos y daneses. Rubio. De un metro 93 centímetros pero con reflejos tan precisos que su agilidad era causa de sorpresa en un mundo que empezaba a perder la capacidad de asombro.

Debutó en 1984 y se forjó en la liga danesa. Fue elevado a héroe nacional y campeón de Europa con su selección en 1992. Se volvió ídolo en el Manchester United, donde jugó ocho temporadas, 398 partidos para ser exactos. En 1994, pa-ra anotarle a Schmeichel, los cronómetros envejecían condenados al hastío. Entre gol y gol llegaban a pasar mil minutos de intervalo. Dejó a los Diablos Rojos con una despedida inolvidable cuando conquistó el legendario trébol de 1999: la liga,

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la copa FA y la Copa de Europa, esta última en un dramático partido definido en el último minuto. Después se fue con el Sporting de Lisboa, volvió a la isla del fut-bol con el Aston Villa y se retiró con el Manchester City cuando se dio cuenta en carne propia que las nuevas generaciones lo habían alcanzado. Su hijo Kasper es-taba listo para tomar la estafeta y continuar con la tradición de la familia.

El Gran Danés cambió su forma de vida y hoy en día es un hombre que se di-vierte y comunica. Participó en concursos de baile de la BBC de Londres. Tam-bién aparece y canta en comerciales de su país. Y fue el conductor de un progra-ma de Discovery Channel sobre trabajos sucios, escuchemos un fragmento en don-de nos relata como es la reproducción de cerdos. Por supuesto que es comentarista de partidos de futbol y promotor de buenas causas, como la lucha contra el cáncer de mama en Dinamarca. Hasta ahora, Peter Schmeichel es la leyenda viva más im-portante de todos los guardianes de las redes.

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Un borracho que jugaba como los ángeles

Una foto de George Best es, quizás, la última lección que la vida pudo darle; es-tá tendido en una cama, entubado, resignado a morir y pidiendo que la prensa des-pliegue en sus titulares el último sentir del chico de Belfast: No muera como yo…

¿Cómo recordar a George Best a cinco años de su predecible final? ¿Qué signifi-cado tiene su paradójica vida? Esta historia es cruda, es la de un borracho que ju-gaba al futbol como los ángeles. Un héroe, un modelo de la juventud de los sesen-tas, un mito, una leyenda, un referente. El chico rebelde irlandés que vio la vida con las distorsiones del fondo de las botellas y los vasos vacíos que deja el alcoholis-mo, siempre compatible con todas las actividades del ser humano.

El futbolista bendecido con la naturalidad del gol fue la inspiración de muchos que muy probablemente dejaron que Best saciara lo nunca hubieron podido atibo-rrar por sí mismos.

Mujeres, autos y alcohol, los deseos prohibidos, en lo moral y lo económico, por el mundo común y corriente. El futbol, el juego del hombre que es inspiración para aquellos que han optado por identificarse con los jugadores que les compar-ten la gloria. Ese fue el mundo de Georgie Best.

Pero qué guarda la historia sobre Best el futbolista. Nos dice que nació el 22 de mayo de 1946. Que lo descubrieron Matt Busby y Bob Bishop. Que debutó a los 17 años. Que tuvo 37 partidos internacionales con su selección y nunca pudo asis-tir a un mundial. Que jugó en Inglaterra, en las dos Irlandas, en Escocia, en Sudá-frica, en Estados Unidos y en Hong Kong. Que se consagró con el Manchester United cuando un gol suyo les dio su primera orejona y fue entrañablemente queri-

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do en el Fulham. Que jugó más de 700 partidos en su vida profesional y anotó más de 250 goles.

Su historia, la personal, nos relata que fue el mayor de seis hermanos. Que fue un niño con méritos académicos. Que jugaba al rugby pero se inclinó por el futbol para rebelarse a su padre. Que su madre murió a los 55 años por problemas de al-coholismo. Que se casó dos veces. Que tuvo un hijo legítimo llamado Calum. Que pasó las Navidades del 84 en la cárcel por conducir ebrio y agredir a un policía. Que le tuvieron que hacer un transplante de hígado cuando destruyó el suyo.

Muchos dicen que la vida de Best fue un sueño truncado, pero su sueño le duró mucho tiempo. Jugó casi 20 años y aunque los críticos coinciden en que brilló con plenitud sólo tres años. Pelé, Cruyff y Maradona están de acuerdo en que en esos momentos fue el mejor del mundo. Después sólo fue un futbolista de destellos, con un gran capital instalado en la memoria de todos. Por eso la FIFA lo considera uno de los 100 mejores de la historia.

Sus frases lo definen. El quinto Beattle dijo que si hubiese nacido feo, no habría-mos oído hablar de Pelé; que en 1969 dejó las mujeres y la bebida y que fueron los peores veinte minutos de su vida; o que había gastado mucho dinero en mujeres, alcohol y automóviles y que el resto de su fortuna lo había despilfarrado. Su discur-so nunca llegó a más.

Murió el 25 de noviembre de 2005. El día de su funeral, el cielo lloraba por su ángel caído. Treinta mil personas le dieron el último adiós.

Best fue una celebridad mediática, un hombre con una enfermedad incurable, un personaje de contracultura, un símbolo sexual, y vivirá eternamente en la histo-ria del futbol. Logró lo que quiso, porque si bien es cierto que clamó en sus últi-mos instantes: no muera como yo, nunca advirtió un contundente no viva como yo.

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La pasión según Pablo

Era una muerte anunciada

desde que ganó la cima,

puso el mundo de cabeza

el zar de la cocaína

pero cayó en Medellín,

don Pablo Escobar Gaviria...

Fragmento de Muerte Anunciada (Los Tigres del Norte).

Aquel dos de diciembre de 1993 murió “El Patrón”. Un personaje cuya vida es-tremece y sacude las formas. Sanguinario, poderoso, inmisericorde por un lado. Benefactor, visionario y astuto por el otro.

Escobar utilizó al futbol para lavar parte de sus millones de dólares, pero este hombre necesitaba darle causas a sus delitos y con dinero detonó el desarrollo del futbol colombiano a finales de los ochentas.

El narcotraficante fue dueño de los dos equipos profesionales de Medellín, pero sus colores fueron los del Atlético Nacional. Esto generó un sistema de rivalidades entre los clubes colombianos cuando otros capos también le entraron al negocio y saciaron sus pasiones por el juego, apostando, más allá de los billetes, el honor y el orgullo de sus incontenibles egos. Si “El Señor” mandaba en Medellín, José Gonza-lo Rodríguez Gacha, alias “El Mexicano”, tenía a los Millonarios de Bogotá y los Rodríguez, líderes del Cartel de Cali, manejaban al América.

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El 31 de mayo de 1989, el Atlético Nacional de Medellín se convirtió en el pri-mer equipo colombiano que conquistaba la Copa Libertadores de América.

Los Capos estaban tan metidos en su propia pasión que la tragedia empezaba a gestarse. Si a Pablo Escobar debía cinco mil vidas, una de estas se registró el 15 de noviembre de 1989. Cuando un resultado afectó sus intereses en un partido de fut-bol (un empate entre América y Medellín), el capo mando matar al árbitro Álvaro Ortega. Ese día se suspendió el torneo colombiano y no hubo campeón. Justo por esas fechas la selección Colombia se encaminaba a una hazaña. Volver a una copa del mundo tras 28 años de ausencia. Italia 90 puso a soñar a los colombianos. Y el Pibe Valderrama se consolidó como ídolo máximo. La mitad de aquella selección provenía del Atlético Nacional de Medellín así como también el técnico, Francisco "Pacho" Maturana.

Pero los problemas sociales no pueden ser ajenos al futbol y el narcotráfico lo toca todo, como si fuera un pulpo. En 1991, Pablo Escobar se entregó voluntaria-mente cuando le prometieron que no lo extraditarían a los Estados Unidos. Él mis-mo adaptó su cárcel, llamada La Catedral, que contaba con una pequeña cancha de tierra para jugar al futbol. En una ocasión, para celebrar a la patrona de los Re-clusos, la Virgen de las Mercedes, las estrellas del futbol de Medellín jugaron una cáscara con él, quien siempre alineaba de delantero. René Higuita fue señalado, entonces, como uno de sus amigos. Esto le costó al arquero su lugar en la selección que acudiría a la copa del mundo de 1994.

Para ese entonces el futbol era un sólido factor de identidad de los colombianos que vivían en una cínica tolerancia provocada por los amos de la droga y los inmó-viles gobernantes. El presidente César Gaviria se apoderó de esta pasión para lim-piar el nombre del país ante el mundo. Fue cuando se gestó una traición para de-rrocar al capo de capos, quien escapó de su cárcel para esconderse durante los 16 meses que duró su cacería. Oculto y acorralado pudo seguir, a través de un radio de bolsillo, la vez en que Colombia derrotó a Argentina, cinco a cero, en el Monu-mental de River. Cuenta uno de sus lugartenientes que el futbol lo tranquilizaba. Un par de meses más tarde, sería acribillado en algún tejado de su querido Mede-llín.

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Muerto el Capo, Colombia se convulsionó y aunque la selección era de los po-cos símbolos de esperanza que se mantenían, algo impredecible pasó y el Mundial de 1994 fue de pesadilla. Dicen que aquella época de oro del futbol colombiano empezó a morir aquel 2 de diciembre de 1993. Una muerte anunciada porque al final de las cuentas, el narcotráfico extermina lo que toca.

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El Pelé Ruso

La historia del futbol soviético tiene miles de capítulos. Su solo recuerdo invoca mitos y realidades que bien servirían para hacer un best seller. Los nombres de Yashin, de Blokhin, de Dasaev, sirvieron para la tediosa propaganda política. Pero hay un personaje maldito, al que se le ha confinado a los rincones menos ilumina-dos de la historia que los propios soviéticos se encargaron de escribir. Tal vez, con un destino diferente, en el mundial de 1958, Pelé hubiera sido opacado por el Pelé Ruso, Eduard Streltsov.

La historia de Streltsov va de la mano con los momentos más cruentos de la Unión Soviética. Nació en los suburbios de Moscú el 21 de julio de 1937. Su pa-dre, un militar de primera línea, acabó aniquilado en la segunda guerra mundial. La niñez la pasó en Kiev, Ucrania, y encontró en el balón la única luz de sus grises días.

En la fábrica donde su madre trabajaba detectaron el talento del muchacho y a los 16 años, el Torpedo de Moscú se apoderó de él para siempre. A los 18 años ya se había coronado como campeón de goleo y a los 19 se colgó una medalla de oro olímpica con su selección. El joven Streltsov nunca fue un ruso de hielo. Era bohe-mio, era libre, era un personaje incómodo para un sistema totalitario en donde hasta su peinado levantaba las sospechas de los camaradas del politburó. Pero el futbol soviético iba en ascenso. Aquella generación levantó grandes expectativas cuando obtuvo su calificación al Mundial de 1958.

En aquellos tiempos, el sistema de rivalidades soviético estaba marcado por los sectores obreros de la nación. El Torpedo de Moscú, equipo que representaba a la industria automovilística, tenía entre sus filas al más grande futbolista visto hasta

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entonces en la Unión Soviética. El CSKA, relacionado con el ejército rojo, y el Dynamo de Moscú, favorito de la KGB, solicitaron a las altas esferas la transferen-cia del virtuoso camarada, pero este se negó. Ni siquiera Lev Yashin fue capaz de hacerlo recapacitar.

Su indisciplina, tarde o temprano, le daría la lección de su vida. Lo acusaron de haber participado, con otras dos personas, en una violación contra una joven de 20 años. Él firmó su propia confesión. Después se supo que le habían prometi-do una solución que nunca llegó. Streltsov pasó siete largos años en la temida GU-LAG de Siberia, ahí aprendió el arte del silencio. Confinado en ese campo de con-centración, los soviéticos fueron a dos mundiales y se coronaron campeones de Eu-ropa.

Los hubieras son crueles con estos personajes. Le pusieron el Pelé Ruso. Dicen que en 1958, dos selecciones llegaban mermadas a la copa del mundo. Los ingle-ses tras perder a sus jugadores en el trágico accidente del Manchester United y los soviéticos al no contar con Streltsov, aquel hombre alto, delantero potente, dotado de un primer toque fino y una inteligencia futbolística extraordinaria.

Siberia lo hizo callar sobre aquel asunto, pero regresó a las canchas con el Tor-pedo. Volvió a ser campeón, volvió a anotar goles, tantos que, a pesar de sus siete años de encierro, es el cuarto máximo anotador en la historia del futbol soviético.

Se retiró en 1970. Quiso ser entrenador. Y pasó el tiempo. Murió de cáncer a un día de cumplir los 53 años, el 22 de julio de 1990, un año y cinco meses antes de la desintegración de la Unión Soviética.

A las afueras del estadio que lleva su nombre y en donde juega el Torpedo de Moscú está una estatua de bronce en su honor. En el 2018 el mundial se jugará en Rusia, ojalá que para ese entonces los fieles al futbol le lleven flores y lo recuerden por siempre.

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Vogts, hijo del futbol

Hans Hubert "Berti" Vogts es hijo del futbol. Lleva 57 años ligado al juego. Na-ció el 30 de diciembre de 1946, en una pequeña aldea llamada Büttgen. En 1954 empezó a jugar con el equipo del pueblo hasta que se lo llevaron a la Bundesliga. A los once años perdió a su madre; seis meses después murió su padre y quedó to-talmente huérfano. El futbol vino a compensar su tragedia. Cuando llegó al Borus-sia Mönchengladbach estaba listo para escribir, ahí, todas sus páginas como futbo-lista profesional. Jugó 419 partidos, ganó cinco veces la Bundesliga. Una copa de Alemania. Levantó dos Copas de la UEFA. También fue seleccionado nacional campeón de Europa en 1972 y del mundo en 1974.

Le decían el Terrier. Una precisa analogía con las características de los perros de esta raza. Pequeño de estatura, decidido, enérgico e inquieto. Johan Cruyff fue su presa mayor. En el mundial de Alemania 1974, Berti Vogts lo nulificó. En los primeros instantes del juego lo acosó de tal manera que se marcó el primer penal en la historia de las finales en copas del mundo. Holanda se puso en ventaja pron-to, pero el Terrier tuvo entre su fauces al genio de esa Naranja Mecánica que ter-minó exprimida por los astutos alemanes.

El hijo del futbol era querido por todos en casa y se convirtió en un personaje recurrente, de la radio y la televisión, que cantaba sin pudor en horarios estelares.

Un autogol en el mundial de 1978 contra Austria le marcó sus tiempos. Se reti-ró al año siguiente para ser entrenador. Tras diez años de aprendizajes, se convir-tió en el mayor de los discípulos de Beckenbauer y cuando el Káiser pasó la estafe-ta, Vogts fue el heredero. Sus números fueron positivos: 67 victorias, 23 empates y 12 derrotas. Pero no suficientes para el monto de la herencia. Ganó la Euro de

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1996 y nada más. Fue despedido tras el mundial de 1998, cuando después de su-frir con México en los octavos de final, acabaron masacrados por Croacia en la si-guiente etapa. Paró dos años, intentó dirigir sin éxito al Bayer Leverkusen, y acabó trazando una exótica y accidentada ruta que empezó en Kuwait, pasó por Esco-cia, en donde es persona non grata; luego en Nigeria y ahora en Azerbaiyán.

Berti Vogts ha llegado a los míticos 64 años, la edad que alguna vez los Beatles marcaron como el punto de arranque de la vejez. En esta etapa de la vida se anto-ja un corte de caja para sacar los balances que acabarán sosteniendo los intereses de la memoria. Como entrenador no ha podido forjar buen recuerdo, aunque su instinto lo haga ser obstinado. Del Terrier hoy quedan fotos inmortales y el recuer-do eterno que debe guardar el propio Johan Cruyff.

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Magos de Oriente

Cada 6 de enero la leyenda de los Magos de Oriente inspira a gran parte del mundo occidental. En México los niños esperan con ilusión el cumplimiento de sus deseos con la llegada de estos tres seres espléndidos que, según cuenta la tradi-ción, fueron a brindarle regalos al recién nacido Jesús de Nazaret. Muchas veces las coincidencias nos llevan a contar historias que se asocian caprichosamente. Lo que les quiero relatar es que un Gaspar, un Melchor y un Baltazar le dieron gran-des regalos al futbol mexicano en la tercera década del siglo XX. En similitud con la bella leyenda, los tres llegaron de oriente, la gran estrella luminosa los guió has-ta estas tierras. Gaspar fue un mago en toda la extensión de la palabra. Melchor fue un gran sabio generoso y Baltazar un caballero honesto y bondadoso. Los tres llegaron por intuición y coincidieron en los escenarios consagrados al balompié. Desde luego que no estamos hablando de los Santos Reyes. Nuestros personajes, cuyos nombres evocan a aquellos, fueron de carne y hueso y sus historias nutren de héroes y gestas a nuestro olvidadizo futbol.

Gaspar Rubio

Gaspar Rubio arribó en barco y vestido de blanco, el blanco inmaculado del Real Madrid que visitaba México por primera vez en 1929. Le decían el Mago por su extraordinaria calidad en el manejo del balón y sus goles increíbles. Ese mis-mo año, él fue uno de los responsables de la primera derrota de una selección in-glesa fuera de la isla, cuando España les venció cuatro a tres. Cuenta su propia le-yenda que México lo encantó hasta el punto de escapársele al equipo merengue, con la firme intención de echar raíces en este lado del océano. Jugó con el Real Club España la temporada 1930-1931 y aunque volvió a España, en 1957 se esta-

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bleció en nuestro país hasta el día de su muerte, el 3 de enero de 1983. Aquí fue en-trenador del América, del Atlante y del Toluca. Su gran regalo fue ese inmenso amor que siempre derramó en tierras mexicanas y esa temporada donde impartió cátedra en el manejo de la pelota.

Melchor Alegría

Melchor Alegría llegó con la selección vasca en 1937. Esos fenómenos del fut-bol que partieron de casa con el dolor de la guerra y que se abrieron camino des-plegando un futbol excelso. En México jugaron una temporada de liga y son recor-dados como el Euskadi. Melchor era su delegado, una especie de padre sustituto de esos chamacos portentosos que se volvieron familia. Su gran regalo fue relatarle al mundo las andanzas de esta selección vasca que cambió el destino del futbol na-cional. Murió tras una larga vida y todos sus descendientes son mexicanos. Uno de sus nietos, Alfredo, se hizo famoso en la década de los ochenta con un personaje llamado Lenguardo que formaba parte del programa de televisión Cachún Ca-chún Ra Ra.

Baltazar Junco

Baltazar Junco llegó mucho antes. Prácticamente este empresario hispano les abrió las puertas a los otros dos. Si a México llegaron equipos extranjeros a jugar fue gracias a él. Si el nivel de juego alcanzó la línea del gran espectáculo fue gra-cias a él. Fue un hombre que arriesgó su fortuna personal por el bien del futbol y por el simple placer que a él le generaba cuando la pelota se convertía en el centro de su universo.

A los tres, aunque no fueron reyes, ni magos (a excepción de Gaspar Rubio), les dedicamos el recuerdo y un agradecimiento por semejantes regalos.

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Bebé Probeta

El 13 de enero de 1961, el biólogo italiano Daniele Petrucci logró, por primera vez, fecundar óvulos humanos en una probeta, esto marcaba el inicio de la comple-ja y esperanzadora fertilización in vitro. Veinticinco años más tarde empieza la his-toria de Carlinhos Saleiro.

El milagro de su vida se gestó en el tubo de ensayo. La ciencia logró que sus pa-dres le entregaran el amor que habían guardado especialmente para él. Carlos es el primer bebé probeta en la historia de Portugal y es el primer futbolista concebi-do in vitro del que se tenga noción. Cuando llegó al mundo, a la una y media de la tarde del 25 de febrero de 1986, el orgulloso papá hizo una promesa increíble. Ju-ró que su hijo sería seguidor del Sporting de Lisboa y algún día se convertiría en futbolista profesional.

El pequeño Saleiro fue ofrendado al juego. Ingresó a la prestigiada academia del club, en donde supo que tenía el don del gol. Anotó más de 300 antes de cum-plir los 18 años. Fue seleccionado nacional en las categorías menores y logró gene-rar una gran expectativa por su propia historia y sus facultades.

Carlos Miguel Mondim Saleiro es delantero, un año menor que Cristiano Ro-naldo, y dicen que su juego se asemeja al de la estrella galáctica. Le gusta que le di-gan CS9 en referencia a su paisano, quien se formó en las mismas canchas que él. Mide un metro con 85 centímetros. Pertenece al Sporting, quien lo presta y lo recu-pera con frecuencia. Debutó en 2004 en la tercera división con el Club Deportivo Olivais e Moscavide. Apenas en el 2008 llegó a la Liga Portuguesa con el Setúbal, luego fue prestado al Académica, hasta que en 2009 cumplió la promesa del pa-dre. Desde entonces es uno de los míticos Leones.

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El fue el primer bebé probeta de Portugal y así será recordado siempre. Las pri-meras líneas del argumento de su vida las dictó su padre y el trató de interpretar-las convirtiéndose en futbolista. Ha jugado sus primeros 150 partidos como profe-sional y suma tres decenas de goles. El tiempo ha ido pasando con sus dificultades y Carlinhos ahí está. Luchando por mantener su destino.

Ya alcanzó el cuarto de siglo en este mundo y aunque sin duda, él es como cual-quier otro ser humano, su historia nos invita a emocionarnos con esos milagros que la ciencia y la propia naturaleza son capaces de regalarle a un mundo que de-be volver a creer en los planes, en los sueños y en un futuro que siempre deberá ser mejor, siempre y cuando se disfrute cada instante del presente.

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Futbol en la tierra de nadie

Aquella Navidad de 1914 se jugó al futbol en la tierra de nadie, en ese pedazo de terreno que separaba a las trincheras alemanas de las británicas, en el Frente Oeste de la Primera Guerra Mundial. Entre lo absurdo de la hostilidad, el balón vino a ser una simple metáfora que puso en evidencia lo atroz de la matanza más grande en la historia de la humanidad.

En la víspera del 25 de diciembre, el fuego cesó sin ninguna orden suprema. Los alemanes decoraron sus trincheras y cantaron Stille Nacht. Los británicos res-pondieron a los cantos en su idioma. Aquello en alemán significaba Silent Night en inglés; Noche de Paz, en español. El hecho es que se selló una tregua fugaz en-tre los enemigos. Y ahí en la tierra de nadie, compartieron cigarros, recuerdos, son-risas y un buen trago de whisky. Estaban en un llano de Bélgica, en Ypres y se dice que la tregua se propagó hacia otras trincheras en donde se hizo lo mismo. Desde luego que hay muchas historias. Una gran parte alimentadas por la inquieta imagi-nación que buscó consuelo en la fantasía. Varias hablan de partidos de futbol entre los bandos porque es un hecho que tras el balón no se puede, ni se debe correr ar-mado. Por eso la metáfora cobró tanta fuerza.

Muchos años más tarde, previo a la Euro 1996, la banda inglesa The Farm in-mortalizó aquel instante del pasado en la canción All together now , que es tam-bién ya un himno futbolero. Pero volvamos a la tierra de nadie. Muchos soldados escribieron a casa y relataron los detalles de la tregua. Alguien dice que rodó un balón de la nada. Otro contó que jugaron más de media hora. Muchos nunca olvi-daron que alemanes y británicos disputaron ese hermoso partido de Navidad que puso en jaque los sentimientos bélicos.

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La FIFA tiene registrado que Alemania e Inglaterra se enfrentaron por primera vez en 1930, pero en aquel espacio entre las trincheras lo hicieron 16 años antes. Por cierto, esa vez ganaron los germanos tres goles a dos sin que nadie haya des-mentido jamás el resultado. Más allá del futbol, los enemigos se habían familiariza-do. Y los altos mandos, enfurecidos por la osadía de sus tropas, juraron romper con cuanta tregua se impusiera a punta de cañón. Pero aquella Navidad de 1914 los hombres se dejaron de matar unos a otros y aunque sea sólo por una noche, los símbolos de la camaradería ratificaron su universalidad: una buena charla, un buen trago, mucha nostalgia y un simple juego de pelota fundieron en abrazos a las tropas enemigas que, tal vez, al otro día volverían a la guerra.

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La alegría del pueblo

El apodo legendario está inspirado en un pájaro de la sierra del Mato Grosso que vive, vuela y cambia de dirección en forma veloz, sagaz e intempestivamente. Te-nía una pierna más corta que la otra. La izquierda medía seis centímetros menos que la derecha y sus pies curvados 80 grados hacia adentro. Aun así, todos los de-fensores se hallaban en desventaja cuando caían en las trampas de sus piques, sus amagues, sus enganches y sus desbordes. Cuando era niño y le veía jugar, su her-mano le dijo que parecía una garrincha y ese fue su tótem para el resto de su vida.

Manuel Francisco Dos Santos nació el 18 de octubre de 1933 en Pau Grande, Brasil. Pero vivió tan sólo 49 años. Cada uno lo gastó por tres. Empezó a fumar desde los 10. No era un débil mental, como se le ha etiquetado; era un adicto ago-biado por la depresión y la bebida. “Yo no vivo la vida, la vida me vive a mí”, de-cía el fenómeno. Y la vida hizo que fuera un crack. Un futbolista con molde irrepe-tible. Un fantasma que aparece pegado a la gloria. El más grande gambeteador y extremo derecho de todos los tiempos.

Su futbol fue tan legítimo como sus pensamientos. Mané no se tomaba en serio el juego. El día del Maracanazo (el día en que Brasil perdió el Mundial en casa) prefirió ir de pesca en vez de quedarse escuchando el partido por radio. El Vasco da Gama no le hizo una prueba por llegar descalzo. Y entre el Fluminense y el tren, ganó la urgencia de volver a casa en el último de la tarde. Con 19 años el Bo-tafogo lo encontró y la estrella solitaria le marcó el corazón. Ahí saltó a la cancha en 614 ocasiones para anotar 245 goles. Aunque vistió los colores del Corinthians, del Junior de Colombia, del Flamengo, del Red Star de Paris y del Olaria, nada se compara con lo que hizo con el Fogao.

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Mientras Garrincha formó parte de la selección brasileña (de 1957 a 1966) fue dos veces campeón del mundo y en Chile, él asumió como el gran artífice. En su-ma, Brasil sólo perdió un partido cuando Mané alineaba con la verde amarello. Aquella derrota con los húngaros en el mundial de Inglaterra 1966.

El ídolo siempre cargó con su propia fama. Se casó 3 veces y tuvo 16 hijos, aun-que el mito dice que fueron casi 40. Incluso, apreció uno que procreó en Suecia y del que nunca supo. Hizo tanto dinero que se daba el lujo de guardarlo en los ar-marios de su casa hasta que los billetes se pudrían.

De 1953 a 1972 la única manera de pararlo fue a patadas. Después venían las curaciones con cortisona, tabaco y alcohol. Pero, al siguiente juego, todos gozaban viendo como el balón le quedaba pegado al pie, como una luna atada al flanco de un jinete, diría una célebre canción en su honor. Hasta que un día sus meniscos tronaron y el pueblo se quedó sin alegría. El 19 de diciembre de 1973 le organiza-ron un partido de agradecimiento, celebrado en Maracaná.

¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón?

Después de su retiro, volvió a Pau Grande. Seguía jugando con los amigos y ce-lebrando, dejando hacer a la vida lo que le tenía que hacer. Y el tiempo vivido a la tercera potencia consumió el alma del fantástico futbolista. La bebida fue quien le quito el hechizo mágico, quien le robó la juventud y quien lo empujó de golpe a la realidad. Murió el 20 de enero de 1983, su leyenda procura que la moral de los hombres no borre la grandeza del futbolista.

Hay algo en su tumba, del cementerio Raiz da Serra, que provoca que la gente no se acerque mucho a visitarlo, tal vez porque no lo sienten muerto. Tal vez por-que la alegría del pueblo es inmortal.

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La brevedad de un hombre en la cancha

El rasurado de cabeza es un símbolo personalísimo. Desde la Edad de Piedra, el hombre se empezó a afeitar cuando descubrió que podía decorar su cuerpo de la misma forma que lo hacía en las paredes de las cuevas. Es un acto, a final de cuen-tas, que transmite un mensaje, una forma de ser.

El rasurarse la cabeza para algunos significa liberación. Otros lo ven como una forma de disconformidad con lo establecido socialmente. Antes de optar por el ra-pe, Bautista ya era el Bofo, una deformación infantil suya del nombre Adolfo. Es un hombre extraño, un futbolista incomprendido que quiere decorar su propia cueva.

Hace unos meses fue enviado a Sudamérica para tomar una terapia Gestalt, con el fin de ponderar la transmisión de una actitud y una forma de estar en la vi-da. Una vida larga en el futbol. Con doce años en primera división, más de 350 partidos, enrolado con cinco equipos, dos campeonatos de liga, y una cuestionada participación en copa del Mundo.

Fue odiado y temido en Argentina. Le escupieron el rostro por frustración en una semifinal de Libertadores contra Boca. Resolvió jugadas con esa magia que contrasta con su andar. En México ha sido la bujía de escuadras espectaculares. Pe-ro algo le sucede en momentos críticos a este jugador que se autodefine como dife-rente.

Dice su entrenador, José Luis “Güero” Real, que "si le das diez pelotas segura-mente te dará al menos un pase de gol, pero si sólo se la pasas tres o cuatro veces en un partido, entonces no puede rendir al máximo". El asunto es que los genios

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incomprendidos son reconocidos a destiempo. Y en el futbol lo que está de antema-no negociado es eso, la brevedad de la estancia de un hombre en la cancha.

Adolfo Bautista será recordado por siempre, el asunto es cómo serán interpreta-das sus formas encriptadas y de qué forma corresponderán a lo que él mismo nos quiso decir.

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El último viaje de Juller

En Auschwitz (sur oeste de Polonia) murieron cuatro millones de personas. Cuan-do los rusos liberaron el campo de concentración, el 27 de enero de 1945, tan sólo encontraron 2,819 sobrevivientes, entre los que el personaje de esta historia, des-graciadamente, no está incluido.

Los soldados nazis ignoraban quien era ese hombre que perdió su identidad por ser judío. Era Julius Hirsch, uno de los más notables futbolistas alemanes de principios del siglo XX. En ese campo de concentración parecía que convergían todas las vías ferroviarias del este de Europa. En esos trenes solo se podía viajar ha-cia la desgracia, con los números tatuados en el brazo, como si fueran el ganado de una bestia que creyó en la pureza de la raza.

Juller, como le llamaban todos, era más alemán que el mismo Hittler porque na-ció en Achern, al sur del país, el 7 de abril de 1892, a las nueve de la mañana con treinta minutos. Fue el más chico de seis hermanos, en una familia de notables co-merciantes. Cuando el joven Hirsch conoció el futbol, este deporte no era tan po-pular en Alemania. Por lo tanto, él forma parte de una generación pionera que se encargó de hacer del balompié, una de las pasiones de la nación germana.

Julius defendió los colores del Karlsruhe FV (KFV). A los 17 años obtuvo la titu-laridad en el ataque, por el lado izquierdo, y se convirtió en parte fundamental de los títulos regionales del equipo, así como del cetro nacional que conquistaron en 1910. Sus logros lo llevaron a la selección nacional, en donde formó un tridente ofensivo junto a Fochs y Fürderer, recordado como el trío tormenta. En un partido contra Holanda, anotó cuatro goles, en un empate cardiaco a cinco. Participó en

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los Juegos Olímpicos de 1912, celebrados en Estocolmo, en donde Alemania per-dió en semifinales.

También jugó para el Spielvereinigung Fürth y volvió a ser campeón nacional. Pero la primera guerra interrumpió su impecable trayectoria. Su patriotismo lo lle-vó a las trincheras y al término del conflicto fue condecorado con medallas al méri-to y al valor. En tiempos de paz, volvió a enrolarse con el KFV y entró a trabajar en una prestigiada fábrica. Sus mejores tiempos en las canchas habían pasado.

En 1933, extrañas ideas de pureza y superioridad agitaron al mundo. Los ju-díos alemanes dejaron de ser alemanes. Fueron señalados y segregados. Con el es-tallido de la segunda guerra mundial se activó una licencia masiva para matar y a los campos de exterminio llegaron los trenes de la muerte. En uno de estos viajó Juller en 1943. Tenía 52 años. Nadie lo reconoció. De nada sirvió su pasado por-que desde antes los clubes en donde jugó le dieron la espalda. Al entrar a Auschwitz, desapareció. Lo exterminaron.

Esta atrocidad se recuerda año con año. Es muy grande la pérdida y los consue-los insuficientes. El futbol alemán ha tratado de enmendar su propia historia y des-de hace un lustro se entrega un premio en honor de Julius Hirsch, para aquel equi-po o futbolista, que actúe en favor de la tolerancia y en contra del racismo.

Recordar a un futbolista cuando se habla del holocausto estremece y obliga a tomar conciencia de la esencia de un juego que siempre busca incluir, ser univer-sal, tolerante y respetuoso.

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Hagi, el arumano

Para ser un Hagi había que correr el riesgo de atravesar los dominios otomanos para postrarse en la montaña sagrada de Jerusalén, siguiendo así la tradición de una de las familias que conforman un pueblo gitano celoso de sus formas. Los aru-manos han habitado por cientos de años las tierras bañadas por el Danubio. Su pa-sado ancestral se presta para todo tipo de leyendas sobre sus orígenes. Y sus miste-rios les dan un mágico sentido a todo lo que gira a su alrededor. El apellido real de los Hagi se perdió por siempre y aceptaron la forma en como de ellos se expresa-ban los turcos. Un hagi es aquella persona que debe ser respetada y elogiada. Y a uno de los nietos de esta familia lo llamaron Gheorghe, aunque todos le dicen Gi-ca, Gica Hagi, el rey de los Cárpatos.

Nació un 5 de febrero de 1965, en Sácele, una comunidad del puerto de Cons-tanza, a las orillas del mar negro y al norte del Danubio. Sus abuelos llegaron des-de Macedonia y ahí se quedaron, en Rumania, para siempre. Gica comenzó a ju-gar futbol desde muy niño. Era un chico pobre en un país cubierto con la cortina de hierro. Su abuelo Gheorghe le hizo su primer balón con una vejiga de cerdo. El pequeño pateaba descalzo, con la pierna izquierda, con una naturalidad prodigio-sa. Luego tuvo una pelota de trapo, otra hecha con crin de caballo y a los seis años, su madre le regaló de cumpleaños un balón de verdad.

En 1973 la familia dejó el pueblo. El trabajo en el campo era duro y estéril. En-contraron en la cercana Constanza la única opción viable para salir adelante. Fue en las calles del puerto rumano donde a Hagi lo vieron jugar. El menudito aruma-no soñaba con ser como Iordanescu o como Dimitru, los héroes del Steaua de Bu-carest.

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Su talento natural llamó la atención de los visores del club local (Farul Constan-za) y a los 10 años ya sabían de su existencia. Pero pasarían los años, entre estos el reinado de Nadia Comanecci en la gimnasia, para que Gica se convirtiera en hé-roe nacional. En ese periodo a Rumania la dominó un hombre infame. Nicolás Causescu, un dictador de manual de estudio, tenía todos los defectos de un tirano, y también controlaba el deporte y en particular gozaba con el futbol. Hagi empe-zó con el Farul Constanza en 1982. Pasó al Sportul Studentest al año siguiente, mientras se inscribía en la universidad para estudiar economía (carrera en donde obtuvo su título en 1992). Hasta que el aparato burocrático encontró la forma de reclutarlo en su ejército a través del legendario Steaua de Buscarest. En 8 años ano-tó 141 goles, en 223 partidos. Con los militares ganó tres veces la liga rumana, dos veces la copa nacional y una Súper Copa de Europa. Fue ahí donde su nombre empezó a sonar.

Los tiempos en que cayeron los muros, las cortinas de hierro y el propio Causes-cu, coincidieron con el gran momento de Hagi. El arumano brilló con su selección en tres copas del mundo. Decían que él era medio equipo. En 1994 se hizo inmor-tal. Los colombianos nunca olvidarán el zurdazo del número 10 y los argentinos, con el mismo Maradona en tribunas suspendido por usar sustancias prohibidas, ca-yeron ante las huestes del rey de los Cárpatos. Fueron los suecos quienes los deja-ron a un paso de estar entre las cuatro mejores selecciones de la tierra en aquellos instantes.

Hagi estuvo con los grandes equipos españoles (Real Madrid y Barcelona) pero, a pesar de sus grandes cualidades, dejó solo el recuerdo de su fichaje. Un gol en la península, jugando para el Barcelona, simboliza sus andares por Iberia. Un gol gi-tano, en un escenario impredecible. En medio de la espesa neblina gallega, al mo-mento del saque desde medio campo, Gica sorprendió al arquero del Celta de Vi-go. No quedó otra más que celebrar y recordar para siempre la acción. También estuvo en Italia, con el Brescia, en segunda división y de su mano llegó a la Serie A.

En 1996, Hagi viajaría muy lejos de casa. El Atlante de México lo había con-vencido de firmar. Tenía 31 años. Necesitaba capitalizarse. La oferta era buena pe-ro su propia historia cimbró las negociaciones un día antes de tomar el avión. Una

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contraoferta del Galatasaray de Turquía lo amarraría a su región para siempre. Si bien no iba a hacer el viaje tradicional de sus ancestros a Jerusalén, si podría ir al corazón del antiguo imperio otomano en busca del sustento de su apellido. Un ha-gi es aquella persona que debe ser respetada y elogiada, según los turcos. Y así fue como el Rey de los Cárpatos conquistó Estambul. En cinco años peleó en 132 ba-tallas, marcó 55 goles. Fue cuatro veces campeón de Turquía y llenó las vitrinas del club con dos copas nacionales, una copa de la UEFA y una Supercopa de Euro-pa.

Se retiró en 2001, a los 36 años, dejando en el campo su inspiración, su talento y el eterno recuerdo de una zurda sublime y un magistral regate que culminaban en goles inverosímiles. Que ahí queden las andanzas de Hagi, el arumano respeta-do y elogiado; Rey de los Cárpatos. El mejor futbolista rumano de todos los tiem-pos.

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Sindelar en Do Mayor

En el mismo cementerio en donde descansan los restos de Beethoven, de Brahms, de Schubert y de los Strauss, un rostro afilado parece asomarse de su oscu-ro mausoleo. Es la tumba de un joven austriaco que falleció a los 36 años en me-dio de un misterio. Su futbol enamoró a aquellos que lo vieron jugar. No por nada le decían el Mozart de Futbol.

La vida de Matthias Sindelar se cuenta através del futbol. Nació el 10 de febre-ro de 1903 en Koslov (Moravia), que entonces formaba parte del todavía Imperio Austrohúngaro. Si no, hubiera sido checo. Su familia era judía y en busca de traba-jo emigraron a la capital imperial. Su padre era herrero y perdió la vida en la Pri-mera Guerra Mundial.

A los 15 años lo fichó el Hertha Viena y ahí jugó hasta 1924. Después, el Aus-tria Viena lo alistó entre sus filas y con este equipo ganó cinco Copas de Austria, un título de Liga y dos Copas Mitropa (torneo disputado entre los mejores equipos del centro de Europa).

A la selección nacional, conocida como Wunderteam o el equipo maravilla, lle-gó en 1926. Fue ahí donde compuso sus obras maestras que lo llevaron primero a la muerte y después a la inmortalidad. Aquella escuadra perdió sólo cuatro encuen-tros de cincuenta partidos disputados.

Se dice que Sindelar fue el mejor centro delantero del mundo en su época. Te-nía genio en sus pies. Flotaba como una hoja de papel y antes de hermanarlo con Mozart lo conocían como el Hombre de Papel.

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Físicamente es como si viéramos una extraña combinación genética. La delga-dez de Peter Crouch (porque Sindelar no era alto, medía 1.75 metros), los movi-mientos de Zidane, la postura de Alfredo Di Stéfano. Y su disimulada y única son-risa cuando el balón se estrellaba contra las redes de la portería.

Está considerado entre los más grandes futbolistas de todos los tiempos. Fue un héroe nacional en Austria. Lideró a su selección en el mundial de Italia 1934, cele-brado bajo las condiciones de Mussolini. El Duce dio la orden de ganar o morir y los árbitros le abrieron el camino a los locales para que apenas derrotaran a los austriacos en la semifinal. En los Juegos Olímpicos de Berlín, el equipo maravilla se volvió a encontrar con los italianos y se quedaron con la medalla de plata.

Pero cuando Alemania se anexo a Austria, en 1938, y quiso disponer del territo-rio, de su gente y su cultura, el Hombre de Papel simbolizó lo que el pueblo someti-do nunca se atrevió a hacer ante la invasión nazi. Hittler dio la orden de formar la selección alemana con la Wunderteam para triunfar en el mundial de Francia. Sin-delar opuso resistencia a su manera. El 3 de abril de ese 1938 se celebró el partido de la unificación entre la Alemania y Austria. Ese sería el último partido de su vi-da.

El Wunderteam derrotó a los alemanes dos a cero. El primero fue de Matthias y tras el segundo gol, de su amigo Karl Sesztak, ambos se situaron delante del pal-co repleto de autoridades del III Reich, haciendo una especie de danza. Los gene-rales nazis lo sentenciaron por la mofa. Tuvo la oportunidad en enmendar la ofen-sa si aceptaba jugar para Alemania en el mundial. No quiso. A partir de ese mo-mento Sindelar fue un proscrito. La gente lo idolatró. Su futbol se convirtió en una forma de resistencia. Pero él tuvo que esconderse. Nunca más volvió a jugar. Nun-ca más pudo vivir libre. La Gestapo le hizo vivir un tormento.

El 22 de enero de 1939, los bomberos acudieron a una llamada de auxilio en la calle de Laaerberg. Olía a gas y la joven pareja de uno de los departamentos no respondía a los llamados. Eran Matthías y su esposa Camila, dormidos para siem-pre en su habitación.

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La muerte de Sindelar tiene dos versiones. Una que habla de suicidio, otra que señala un homicidio. El hecho es que a su funeral asistieron cuarenta mil personas. Lo cierto es que con él había muerto una parte de Austria.

Matthias Sindelar es recordado como el Mozart del Futbol y está sepultado en el cementerio central de Viena (Zentralfriedhof), al lado de monstruos de la músi-ca que conviven en paz con el Hombre de Papel.

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La revolución de los ultras

Hosni Mubarak ha soltado el poder ante el reclamo aplastante del pueblo. En 26 días la revolución egipcia logró terminar con su larga dictadura. El movimiento fue detonado por el despotismo y la miseria. Se gestó en las redes sociales de Inter-net y, según el filósofo isaraelí Avishai Margalit (miembro del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton) nació en los campos de futbol del Al Ahly, el equipo de los barrios más populares de Egipto.

Para vencer a la represión y a la fuerza que sostiene los sistemas totalitarios de los países árabes fue necesario tener mártires que inspiraran esa idea de libertad. Había que utilizar la tecnología y montarse sobre una masa social que tuviera es-tructura y capacidad de transmitir el mensaje, en medio de una situación crítica de choque contra las fuerzas militares y policíacas del estado, al mismo tiempo que había que hacer frente al bando rival, a los fieles al sistema y al propio Mubarak. Una masa acostumbrada a ser una enorme célula de miles de almas con algo en común, que es territorial y desquiciadamente fraterna. Fue ahí donde los ultras del Al Ahly hicieron su parte.

El Al Ahly es un equipo gigante. Siete de cada 10 egipcios son seguidores decla-rados y en el mundo se cuentan alrededor de 50 millones de aficionados. Su histo-ria ha rebasado el siglo desde que un grupo de estudiantes lo conformaron para poder juntarse y manifestar, con cautela, su posición en contra del control imperial de los británicos. El club, desde 1910, decidió no aceptar socios que no fueran egip-cios. Sus vitrinas están llenas de trofeos. Son amos absolutos de las estadísticas del futbol local. Además disputan una encarnizada rivalidad con el Zamalek Sporting

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Club, un simbólico equipo de El Cairo asociado, por sus factores de identidad, con Mubarak y lo que este significaba.

El barrio de Zamalek está en una isla en medio del Nilo. Es un barrio elite en un ancestral país de súbditos. En contraste, la palabra árabe Al-Ahly lo envuelve todo: familia, tradiciones y nación. En este clásico podemos sintetizar las causas de la revolución egipcia. En las pasiones desbordadas de las gradas se manifestaban las dos formas de pensar del pueblo. Este equipo también es bien conocido por ser una de las entidades más sofisticadas y mejor organizadas de Oriente Próximo, además de que esgrime una postura moral en todas sus transacciones comerciales, por lo que se le conoce también como “el club de los valores”. Por eso cuando se enfrentan estos dos equipos de El Cairo lo tenían que hacer en campo neutral y mandaban traer árbitros del extranjero para garantizar el desarrollo del juego. To-do lo rojo pertenece al Al Ahly, todo lo blanco al Zamalek. El estruendo de las ma-sas avisó con antelación que el hartazgo estaba próximo a explotar.

James Dorsey, corresponsal independiente que se encuentra cubriendo la situa-ción en El Cairo, asegura que "la participación de los fanáticos del fútbol en las protestas constituye la peor pesadilla de todos los gobiernos árabes. El fútbol, junto con el Islam, ofrece una plataforma poco común en el Oriente Medio, una región poblada por los regímenes autoritarios que controlan todos los espacios públicos, para la ventilación de la ira reprimida y la frustración".

Por su parte, Dave Zirin, columnista de Sports Illustraded, dice que "la entrada de los clubes de fútbol en la lucha política también significa la entrada de los po-bres, los marginados y la masa de los jóvenes en Egipto, para los que el fútbol era su única salida".

La revolución egipcia, entonces, ha tenido en el futbol un catalizador social. Dentro del caos que profesan las barras bravas o los ultras hay un orden estableci-do que cobra fuerza cuando hay una idea que cohesiona al grupo en pos del bien común, que se anhela según las circunstancias.

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Entre maniáticos y hordas del mal

Bosnia Herzegovina vivió tres veces el infierno. Las dos guerras mundiales y los crueles enfrentamientos de Sarajevo marcaron a un pueblo que sigue viviendo un severo conflicto de incompatibilidad de caracteres entre bosnios, serbios y croatas. Musulmanes, ortodoxos y católicos. Durante estos acontecimientos el futbol ha si-do una de las pocas fuerzas de cohesión que les ayuda a superar el horror, pero también lo que se vive en las gradas es un factor de riesgo que cimbra la inestabili-dad de la nación.

Se asegura que el balompié entró a este país por la ciudad de Mostar, un 21 de febrero de 1905, fecha que registra el primer partido disputado en esa tierra. Para 1908 los futbolistas pioneros aprendieron en forma las reglas del juego en la ciu-dad croata de Zagreb. Y cuando estalló la primera guerra mundial ya existían 20 equipos en el país. Entre las dos guerras mundiales desarrollaron su liga de compe-tencia y desde entonces es su deporte más popular.

Con la creación de Yugoslavia, como una unión de repúblicas en 1945, Bosnia Herzegovina mantuvo su tradición futbolística y en 1955 formaron su primera se-lección nacional. Vapulearon a China seis goles a cero. Pero fue hasta 1990 cuan-do la región plagó de futbolistas a la selección yugoslava y participaron en el mun-dial de Italia. Argentina y su atajapenales Goicochea los echaron en cuartos de fi-nal. Sin embargo toda esta historia registrada entre 1945 y 1991 es compartida.

Cuando Yugoslavia se partió en seis, las nuevas naciones entraron en un san-griento conflicto étnico que se extendió hasta 1995. Mientras Sarajevo era azotado por los francotiradores, en las canchas se trataba de hacer comunidad. La FIFA y la UEFA reconocieron el esfuerzo de la federación local y los aceptaron en 1996.

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Hasta ahora la selección nacional de Bosnia Herzegovina no ha logrado calificarse a ninguna competencia internacional. Estuvo cerca de la Euro y Portugal le arreba-tó la oportunidad de estar en Sudáfrica 2010, sin embargo es evidente que el nivel de sus jugadores los colocará en planos superiores muy pronto.

Sus equipos más populares son el FK Željezničar y el FK Sarajevo. Ambos inte-gran una Liga Premier conformada por 16 equipos. El primero es una escuadra multiétnica de los ferrocarrileros fundada en 1921; el segundo fue armado por el partido comunista para fines de control en 1946. Los pobres contra los privilegia-dos del sistema generaron un clásico, aunque hoy en día ambos equipos tienen afi-ciones multiétnicas y de todas las clases sociales. Sus seguidores ultras nos mues-tran un perfil de lo que aquella sociedad puede estar proyectando. Unos se hacen llamar los Maniáticos y otros las Hordas del Mal.

Terminemos esta historia hablando del que consideran su mejor futbolista de todos los tiempos. Asim Ferhatovic. Jugó con el FK Sarajevo y así se llama el esta-dio donde juega la selección de local. En su nombre, una banda de rock compuso una canción, sin embargo, además de rendirle homenaje, cuenta la leyenda urba-na que la letra es una crítica póstuma al Mariscal Tito, que dominó a Yugoslavia durante décadas ante el descontento de muchos.

A pesar de estar entre maniáticos y hordas del mal, el futbol en Bosnia Herzego-vina significa un valioso factor de coincidencia para una nación a la que le cuesta trabajo convivir en paz.

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El caballero eterno

¿Quién custodia la entrada de Wembley? Esa escultura en bronce con sus seis me-tros de altura debe simbolizar algo muy profundo. Es inspiracional. Evoca a un fut-bolista inmaculado. Un grandioso defensor. Un héroe inmortal. El primer inglés en levantar la Copa del Mundo. El hijo predilecto del este de Londres. La mayor leyenda de West Ham United. Un tesoro nacional. Amo de Wembley y señor del fútbol. Un capitán extraordinario. Un caballero eterno. Sir Robert Frederick Chel-sea Moore.

Las anteriores son, casi todas, palabras de Jeff Powell (columnista del Daily Mail) dedicadas a su gran amigo. Todos los que lo conocieron coincidían en algu-no de estos elogios para este futbolista extraordinario. Pelé y Beckenbauer le rindie-ron honores en vida. Alf Ramsey, director técnico campeón del mundo con Ingla-terra en 1966, le hubiera confiado su propia vida. Y hasta Tony Blair, ex primer ministro del Reino Unido, lo encumbró como un modelo de conducta en la vida pública.

Bobby Moore nació el 12 de abril de 1941 en Barking, al este de Londres. Tan cerca de Upton Park que fue inevitable que fuera un Hammer con todo lo que es-to implica. En el West Ham se enroló cuando dejó la infancia y a los 17 años ya es-taba sustituyendo a su mentor cuando este padeció por la tuberculosis. Si alguien le enseñó al muchacho como defender fue Big Mal. Malcom Allison fue generoso con el rubio y supo que sería su pupilo el que ocuparía su lugar de ahí en adelante. El 8 de septiembre de 1958 debutó contra el Manchester United. Desde entonces Upton Park y sus huestes se le entregaron por siempre. Quinientos cuarenta y cua-

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tro actuaciones y 24 goles con los hammers en la época dorada de un equipo más acostumbrado a mantenerse que a ganar.

Para 1962 ya estaba en la selección mayor y con sólo 22 años asumió la respon-sabilidad de ser el capitán de la escuadra de la rosa. Ese gafete lo portó a lo largo de una década. Dicen que Bobby Moore encarnaba el espíritu de equipo. Su leyen-da asegura que sin él, los ingleses no hubieran sido capaces de ganar la copa del mundo. Su forma de leer el juego lo convirtió en un defensa central fuera de serie. Entre bromas se decía que el capitán sabía lo que iba a suceder en el partido vein-te minutos antes que los demás. Sólo así podía cubrir su propia carencia de veloci-dad. Verlo jugar es un deleite. Potente en el juego aéreo, preciso al robar el balón. Pulcro y enérgico. Brillante al repartir el balón.

El cáncer rondó la vida del caballero eterno. La primera vez que lo retó fue en 1964. Su fortaleza logró replegar al mal que le intentaba invadir los testículos. En ese año ganó la Copa de la FA con el West Ham y fue designado el futbolista del año. Al año siguiente la Recopa de Europa llegó a las vitrinas de los Hammers. Con todo y los grandes momentos, hubo fuertes tensiones entre el héroe y su equi-po. Sin contrato firmado, Moore quedaría fuera de la Copa del Mundo a celebrar-se en casa. Alf Ramsey tuvo que intervenir para que la historia siguiera su curso tal y como la conocemos.

En Wembley sería su consagración. En aquel partido desgraciado para los ale-manes, inolvidable para los ingleses. Intensidad pura, polémica que cala en el re-cuerdo pero al final quedó en el marcador un cuatro a dos para los súbditos del im-perio.

Con las manos llenas de barro subió el capitán hasta el palco de honor. Bañado por el sudor constante producto del desgaste y de los nervios. Así estrechó la mano de la reina Isabel II y ella lo consagró colocando en sus manos la copa de la victo-ria. Desde ese día el caballero eterno cargó en sus espaldas el único recuerdo mag-nánimo del juego que ellos mismos habían inventado.

Estuvo en México en 1970. Junto a su selección entrenó en las maravillosas can-chas del Reforma Athletic Club. Fue contra Brasil donde dio un gran partido. La forma en cómo le quitó el balón a Jairzinho sintetiza lo que fue. Por eso otro rey lo

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volvió a consagrar. Pelé lo abrazó e intercambió sus ropas con el gran capitán que se iba derrotado en esa tarde inolvidable.

Bobby Moore también jugó con el Fulham, de ahí pasó al futbol de los Estados Unidos y se retiró en Dinamarca, cuando este país empezó a formar su liga profe-sional de futbol. Intentó dirigir solo dejando constancia de su generosidad. Luego optó por ser comentarista en los partidos de futbol y en eso se mantuvo hasta que pudo.

La vida personal del héroe giró alrededor de la simpleza que siempre procuró en el hogar. Nada fuera de lo común. Un matrimonio de muchos años con Tina, su primer amor, con quien tuvo dos hijos (Dean y Roberta). Y una segunda esposa, Stephanie, con la que pasó los últimos años de su existencia.

En 1981, el director de cine, John Houston, alineó a Bobby Moore en un equi-po de fantasía al lado de Pelé y Osvaldo Ardiles. Con Silvester Stallone como ar-quero, y Michael Cane como capitán de aquella oncena que se enfrentó a los nazis en un duelo que acabó en un Escape a la Victoria.

El cáncer regresó de nuevo para retar al caballero eterno. Esta segunda vez el duelo fue a muerte. Inglaterra pasaba por uno de los peores momentos de su histo-ria. El pesimismo era absoluto. Nadie tenía esperanzas, no había inspiración. Por eso cuando Bobby Moore murió, el 24 de febrero de 1993, la noticia provocó un sentimiento tan profundo que les brindó a los ingleses la ocasión de mirar una vez más a los triunfos del pasado en momentos en que la moral nacional andaba por el suelo.

¿Quién más podría vigilar la entrada de la catedral del futbol? Sólo un caballe-ro eterno, un señor del futbol. Un héroe inmortal capaz de inspirar a un pueblo que desea, como nadie en el mundo, volver a ser campeón.

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El dedo del corazón

Se dice que el dedo cordial es el símbolo mágico del eje de la vida porque la vena que lo irriga está conectada directamente con el corazón. En nuestra cultura, le-vantarlo con el resto de los dedos cerrados en puño y la yema mirando a la cara del que hace el gesto, se considera un insulto hacia la persona a la que vaya dirigi-do.

Fue a fines de la edad media cuando nació este insulto. Los ballesteros ingleses cargaban su arma tomando la cuerda de ésta con su dedo medio. Por eso si caían prisioneros se los cortaban. Y aquellos que no estaban mutilados mostraban el cor-dial al enemigo para proceder al ataque.

Es el nuevo estadio Corona. Son otros tiempos. Es otro el romanticismo. Es la tarde del sábado. La batalla está perdida. El estratega incómodo. Los aficionados muy cerca. Los reclamos tienen respuesta. Romano usa sus dedos para acentuar. Se perdió dos a cero, pero también él ha llevado a los Guerreros a dos finales. Ahí aparece la seña. El insulto que acaba siendo disimulado con un masaje nasal.

El veredicto final de la directiva lagunera dice que la reacción del cuerpo técni-co hacia la afición, durante y posterior al encuentro contra Querétaro, atentó con-tra los valores que Santos Laguna representa y promueve, razón por la cual se to-mó la decisión de no continuar con la relación de trabajo.

Se argumenta que el que paga tiene derechos, incluidos los improperios. Pero el enojo es un sentimiento incontrolable, la conducta es la que se puede modificar pa-ra que los efectos no acaben siendo nocivos para la salud del enojado. El insultado no pudo contenerse. Y su dedo cordial acabó por señalar su destino. Desde tiem-

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pos ancestrales se ha pensado que si ese dedo es cuadrado y corto, el sujeto en cuestión promete equilibrio y reflexión, pero siempre tiende a ser melancólico, aun-que aceptará filosóficamente los acontecimientos de la vida.

Romano deberá esperar el llamado de otros lares y este hecho dejará un prece-dente en la Comarca Lagunera para todos aquellos que representen al equipo gue-rrero. Habrá que tener cuidado con ese dedo que va conectado directamente al co-razón.

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El General

El fútbol es la guerra, dijo el general. Los dos equipos están armados hasta los dientes y compiten por la gloria. Cada batalla levanta el polvo de las emociones. La idea consiste en acosar sin tregua ni respiro al adversario para recuperar la po-sesión del balón, y no ceder a ningún precio la iniciativa del ataque al contrincan-te, contando con dos requisitos básicos: un espíritu de lucha inquebrantable y una perfecta preparación física, sin los cuales el sistema se derrumba irremediablemen-te.

¿Cómo contarle al mundo que esta fórmula se acentúa con la historia de una derrota? La Holanda de 1974 es el molde del futbol espectacular. Un futbol que iba abriendo como un abanico. Un incesante ataque con y sin balón. Una vieja idea que rondó en la mente de muchos pero que uno sólo la puso en marcha asu-miendo los riesgos. Hoy el mundo entero disfruta de ese futbol total que se aplau-de hasta en la derrota.

Dicen que ese hombre que revolucionó al futbol era tan serio como una esfin-ge. Tan duro como el mármol. Tan exigente, marcial y autoritario en los entrena-mientos que se le dio el grado de general.

Marinus Jacobus Hendrikus Michels nació el 9 de febrero de 1928 en Amster-dam. De su padre heredó el gusto por el juego. Desde los 12 años vistió la playera del Ajax. Debutó a los 18 y lo hizo anotando cinco goles de los 121 que marcó a lo largo de 269 partidos. Fue seleccionado nacional en cinco ocasiones. A los 30 años se tuvo que retirar del futbol. Una hernia le provocaba dolores crónicos en la espal-da. Mientras Rinus Michels jugó, el futbol en el reino de los Países Bajos fue intras-cendente.

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Pero en 1964 llegó al banquillo del Ajax. Michels no era un empírico. Estudió educación física y ese concepto que puso en marcha era producto de lo que le ha-bía aprendido a un viejo técnico inglés (Jack Reynolds) que lo dirigió, a la aplica-ción de estrategias del basquetbol, al desarrollo de las fuerzas juveniles, a los conse-jos de Stefan Kovacs y a que el destino le había puesto en su camino a una genera-ción de jugadores que ejecutó con eficacia el sistema del general. Johan Cruyff fue educado bajo esta filosofía y predicó con el ejemplo.

El Ajax fue construyendo ese espíritu de lucha inquebrantable y el general esta-ba siempre al pendiente de la perfecta preparación física. Llegaron por añadidura los éxitos. Los campeonatos nacionales colocaron al equipo en la disputa por las copas europeas. Luego vino aquella epopeya de 1974. El agradecimiento de una nación entera a pesar de la derrota, y el reconocimiento del mundo fue incuestio-nable. Después se dio la llegada de los holandeses al Barcelona y la consolidación de un estilo que hoy se sigue aplicando, con dejos de perfección, en la oncena blau-grana.

Pero el general tenía el sueño de volver a Amsterdam con algo más que el reco-nocimiento. Una nueva generación volvería a revolucionar el futbol total. La Euro-copa de 1988 desató la euforia de todo el país. Rinus Michels alcanzó lo que siem-pre había anhelado. Sus tropas triunfaron y la fiesta fue inolvidable.

Detrás de esa esfinge siempre existió un alma noble, alegre, sincera. De gran ca-lidad humana. Fuera de la cancha era un hombre relajado y feliz. Por eso Míster Mármol disfrutaba al compartir sus dotes de tenor. Amó tanto a su esposa que cuando ella murió, su corazón de viejo se partió. Nunca tuvo hijos pero se compor-tó como un padre para sus muchachos, de quienes siempre recibió cariño sincero. Hasta que llegó ese 3 de marzo de 2005. El general se fue dejando tras de sí un ejemplo de vida. Más allá de ser considerado el mejor director técnico de la histo-ria del siglo XX, Rinus Michels siempre será recordado con esa sonrisa que sólo se alcanza con la plenitud.

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Futbol de carnaval

A un suceso deportivo entre dos instituciones históricamente rivales -dentro de una ciudad o región- se le conoce como clásico. También se le llama derbi y en es-ta semana de carnaval, podemos encontrar una versión del origen de esta denomi-nación. Para eso nos tendremos que desplazar hasta el pueblo inglés de Ashbour-ne, precisamente en el condado de Derby. Ahí se celebra el partido de futbol más antiguo del mundo. El Royal Shrovetide Football o el Futbol de Carnaval.

Todo inicia el martes de carnaval, a las dos de la tarde, en el centro del pueblo. Se canta “Dios salve a la Reina”. Las metas, colocadas en la orilla del río, están se-paradas por cinco kilómetros de distancia. Se juega en calles angostas. Se forcejea. La masa devora el balón que se pierde de vista aunque se intuye donde puede es-tar. La melé cobra las osadías. Siempre hay lesiones. El contacto es total. Es un fut-bol donde la fuerza de la masa es lo que importa.

Lo único que está prohibido es matar, desplazar la bola en algún vehículo moto-rizado, guardar el balón en alguna bolsa o saco. No pasar por cementerios, iglesias o jardines memoriales del pueblo. Tampoco es legal jugar después de las 10 de la noche. Por lo demás, hay que hacer hasta lo imposible por llevar un pesado balón hasta la meta propia y golpear con él, tres veces, el punto marcado con una rueda de molino. El pueblo se divide en los de arriba y los de abajo, norte y sur. Mil per-sonas forman una masa que disputa la posesión del esférico durante dos días.

El pueblo de Ashbourne puede ser una de las cunas del futbol moderno. Esta forma de juego se remonta hasta el siglo XII y está directamente relacionado con el soule, una ancestral práctica de los celtas. Dicen las leyendas que el primer jue-go se celebró con la cabeza de un tirano. El futbol masivo llegó a ser tan violento

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que fue prohibido una y otra vez. Pero en el siglo XIX se encontró la forma de do-minar el caos. La fórmula fue cambiar la fuerza de la multitud por la habilidad personal. Se escribieron reglamentos en los colegios. Pero al final de cuentas, el fut-bol de carnaval acabó siendo la base de dos estilos que quedaron bien definidos: el rugby y el futbol asociación.

A pesar del cisma, esta forma pura de futbol persiste hasta nuestros días y des-de 1928 se le otorgó el título de real. En aquel entonces el príncipe de Gales (des-pués conocido como el rey Eduardo VIII) dio el saque inicial y participó en el jue-go. Un golpe en la nariz le provocó una hemorragia. En el 2003, otra vez el prínci-pe de Gales, ahora encarnado por Carlos, volvió a distinguir esta ancestral tradi-ción. Desde 1891 llevan el récord de todos los partidos. Los anotadores pasan a la historia como verdaderos héroes. Durante los últimos 120 años, el futbol de carna-val sólo ha sido suspendido en dos ocasiones. En 1968 y en 2001, ambas veces por un brote de fiebre aftosa.

Dicen que en el condado de Derby todo es multitudinario y competitivo. Sus carreras de caballos son de gran categoría y por supuesto que este futbol en estado puro debe sustentar el título que se le otorga a los partidos que ponen en juego las rivalidades más encarnizadas del mundo. Irónicamente Derby no tiene una rivali-dad futbolística dentro de la ciudad, pues hay solamente un club importante: el Derby County F.C. En fin, un pequeño detalle de la caprichosa historia.

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No hay futbol sin clásicos

Los Clásicos son la expresión máxima de la rivalidad. Son partidos imperdibles en toda la extensión de la palabra. Es un reto de formas y fondos. Son los ángulos opuestos que se confrontan para imponerse durante el tiempo que duren las tre-guas previamente pactadas en los calendarios de la temporada. Las fórmulas son las de la vida diaria. Los ricos contra los pobres. Los poderosos contra los débiles. Liberales y conservadores. Creyentes de una religión contra los creyentes de la otra. Son pleitos entre vecinos. Son formas de sentir, de vivir. Es cultura viva y ma-teria prima de la creatividad. En Europa se les llaman derbis, nosotros les decimos clásicos.

En el futbol hay clásicos en los cinco continentes del planeta. Por lo menos hay más de doscientos que ofrecen argumentos para considerarlos tales.

Los italianos son los que celebran más duelos que nadie.

Los bolivianos se conforman con uno sólo que siempre tiene a The Strongest como protagonista en contra de quien le busque. Su rival actual es el Bolívar y al encuentro le dicen el clásico paceño porque se juega en La Paz, a 3650 metros so-bre el nivel del mar.

Los argentinos promueven su superclásico entre Boca y River como una de las cosas que se deben ver antes de morir.

Los brasileños simplifican su mayor rivalidad llamándole el Fla-Flu. Flamengo vs. Fluminense.

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Los españoles tienen clásicos peninsulares y también insulares. Aunque el clási-co español entre Real Madrid y Barcelona se sigue en vivo en más de ochenta paí-ses.

Los escocés resguardron el pleito más antiguo de la historia cobijados por la fe. Celtic y Rangers fueron oponentes desde 1888 hasta que una crisis financiera pro-vocó una tregua entre estos creyentes de un mismo Dios.

En Hungría tienen un derbi de tres equipos: Ferencváros, Honvéd y Újpest

En Rusia quedaron las viejas rencillas del politburó y aun se enfrentan el CSKA Moscú contra el Spartak Moscú, asociados con la KGB y el Ejército Rojo .

Y en Serbia disputan un derbi Eterno entre los irreconciliables Estrella Roja y Partizan.

En Chile hay clásicos entre pequeñas patrias: Palestino, Unión Española y Au-dax Italiano.

Y en Colombia los narcos amarraron las navajas para siempre entre Cali, Me-dellín y Bogotá.

Los estadounidenses encargaron sus clásicos al departamento de mercadotec-nia. El duelo entre el Galaxy y las Chivas USA tiene nombre patrocinado de un fabricante oriental de autos. (Honda Superclassic)

En Egipto, el clásico confrontó durante años al equipo del pueblo en contra del favorito del dictador. El Al Ahly y el Zamalek tienen que jugar en campos neutros y con árbitros extranjeros para garantizar equidad. Con la caída de Mubarak ha-bra que ser testigo de este duelo bajo condiciones distintas, aunque la rivalidad ha quedado sellada para siempre.

Y en Chipre existen cuatro derbis para una nación que no alcanza ni el millón de habitantes.

Los mares, las regiones, las ciudades, los puntos cardinales le ponen apellido a la mayoría de los clásicos. Terminemos este recorrido en México en donde se cuen-tan seis clásicos y uno más extinto que reside en los libros de historia.

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El más antiguo es el Tapatío entre Atlas y Guadalajara. El joven es América contra Cruz Azul. Monterrey se parte en dos, literalmente, cuando juegan Tigres y Rayados. América y Pumas disputan el clásico capitalino. España contra Astu-rias fue un superclásico que desapareció hace sesenta años. Y en peligro de extin-ción está el clásico añejo que disputan Necaxa y Atlante. Posiblemente el 16 de abril se escriba su última edición en Cancún. Pero son Águilas y Chivas los que parten al país en dos en el Clásico Nacional. Ambos tienen prácticamente el mis-mo número de seguidores, con una abismal diferencia: todo aquel que no le va al América lo odia y les place ver caer siempre al equipo que está considerado como el privilegiado de todos los sistemas, aunque en muchas ocasiones sólo lo sea en el imaginario popular.

Conocer las rivalidades deportivas de los países nos permite conocer una dimi-nuta parte de la dinámica social de los mismos. Esperemos que el futbol siga sien-do una forma de expresión que busque catalizar todos los sentimientos, negativos y positivos, por el bien de todos.

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Indómito

Su confianza en sí mismo espanta. La falta de sumisión hace que se le señale co-mo un indómito. Discute, pelea, habla, exige. Guarda rencores cuando siente que le han humillado. Administra su ira para liberarla en cada jugada que acaba en gol. Samuel Eto’o ha sido el referente del futbol africano del siglo XXI. Es quien lleva a cuestas el sello de “el mejor” por encima de otros que también han dejado el continente por sus portentosas facultades para jugar en los selectos clubes euro-peos que los vuelven millonarios de un día para otro.

En Camerún es un héroe nacional. Lo idolatran por ese espíritu que lo tiene co-mo el único futbolista de la historia que ha logrado conquistar dos tripletes conse-cutivos (liga, copa y torneo internacional). Primero con el Barcelona, luego con el Inter de Milán. Pero sobretodo porque representa aquello que la miseria y las ca-rencias vuelven inalcanzables.

Eligió el balón como regalo en vez de una bicicleta. Idolatró a Roger Milla, quien arrojó una playera a las tribunas que le fue a caer a él. Por eso a los 12 años Samuel se convirtió en futbolista profesional en la segunda división de Camerún con el Avenir Douala. No había tiempo que perder. En un lustro estaría presente en su primera copa del mundo. Él fue el único nacido en la década de los 80 que asistió a Francia en 1998. El Real Madrid ya lo había sacado de su país y le había ofrecido el mundo que desde niño vio para arriba sin embargo a los poderosos del club merengue les guarda coraje por no haberlo dejado ser. En cuatro años de per-tenencia jugó seis partidos. Lo prestaron al Leganés de la segunda división, tam-bién al Espanyol, y luego lo mandaron a una isla en donde hoy es una leyenda. En Mallorca pudo desatar esa ira contenida. Como una fiera indómita anotó una

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cuarta parte de sus goles totales hasta el día de hoy. Con ese referente Barcelona lo compró por 24 millones de dólares y en Cataluña nunca se olvidarán sus tardes de gloria mezcladas con sus desplantes, su glamour, su temperamento y su odio rotun-do a los merengues. Doscientos partidos, 130 goles, tres campeonatos de liga, una copa del Rey, dos supercopas de España y dos ligas de campeones de Europa es el legado del camerunés. Sin embargo Pep Guardiola vislumbró una posible sobredo-sis de triunfos y halagos en el camerunés y decidió excluirlo del resto de la historia.

Eto’o acabó sintiéndose moneda cambio y firmó con el Inter de Milán. Estuvo al mando de José Mourinho, a quien le había soltado un improperio en una trági-ca tarde donde el Barcelona de Rikjard había caído en Stamford Bridge. El portu-gués finalmente domó a la fiera y utilizó para sus fines el coraje del atacante. En Italia ganó su segundo trébol consecutivo. Nadie más había logrado lo que él. Dos tripletes consecutivos.

Si en el campo derrocha pasión, el amor es en su totalidad para su familia, pa-ra sus hijos. Con ellos lo da todo. Es su mundo aparte, en donde no permite las proximidades. Fuera del campo nunca ha negado su gusto por la moda. Parte de su ego está canalizado en sus accesorios. Desde sus ostentosos automóviles hasta los detalles que cuida a la hora de vestir. Cada que vuelve a casa, su estilo contras-ta con la realidad africana. Es muy querido en su tierra. Como seleccionado nacio-nal tiene una medalla olímpica de oro y ha sido campeón del continente. Tanta fa-ma lo cargó de responsabilidades. Su peor pesadilla fue el día que falló desde los once pasos y su país quedó fuera de la Copa del Mundo del 2006.

Tiempo después un viejo león acabaría reclamándole. “Aún no ha respondido a la expectación” soltó la leyenda. Por un momento, Samuel puso en duda su parti-cipación en el mundial de Sudáfrica. Aquel rugido vino de Roger Milla, su ídolo, quien le lastimó sus recuerdos sagrados que de niño fueron su inspiración. Su ter-cer mundial llegó, anotó un gol pero Camerún no pasó de la ronda de grupos.

La metáfora cómoda lo encajona en el cuento de la Cenicienta, pero eso dejé-moslo en manos de Disney. La biografía de Samuel, escrita por él mismo, dice que fue un niño muy querido por sus padres. Nació el 10 de marzo de 1981. Si bien tu-vo algunas dificultades en su vida, nunca sufrió los horrores que sólo en África se

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pueden vivir. Guarda el triste recuerdo de un hermano mayor que murió a los nue-ve meses y toma su recuerdo para honrar una vida que no pudo ser disfrutada. En cierta forma él vive por los dos. Cuenta que es descendiente de la etnia bassá, una de las más numerosas de su país, y que siempre ha sentido orgullo por su cultura. Dicen que Camerún es una escala de todo lo que en el continente negro se puede encontrar y Samuel Eto’o, en el silogismo, podría ser un crisol de lo que debe ser el futbolista africano.

Basta con mirar el cartel de la pasada copa del mundo. Ese perfil, aunque no es de él, acaba siendo como él. Así mira África al mundo representado por un balón. Desde luego que interpretaciones hay muchas. En la mirada hay esperanza, anhe-lo, súplica, ilusión. “Vivir es hallarse frente al mundo, con el mundo, dentro del mundo, sumergido en su tráfago, en sus problemas, en su trama azarosa”, diría Or-tega y Gasset. Por eso el afiche mundialista acaba pareciéndose a Samuel Eto’o, el indómito, quien está frente a ese mundo y a través de sus ojos, muchos lo están vi-viendo.

Con sus 30 años de edad encima ya tiene 18 de trayectoria profesional. Preside una fundación para la protección de niños y jóvenes africanos. Eto’o es un hom-bre generoso, inteligente, ocurrente, egocéntrico, ambicioso, familiar, cariñoso, im-pulsivo. Sabe que su peor defecto es no olvidar ni perdonar. Es un ser humano co-mo todos, pero con el que se identifica un continente entero por esa natural mane-ra de mantenerse indómito.

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Santificado sea tu nombre

“Maradona nuestro, que descendiste sobre la Tierra

santificado sea tu nombre

Nápoles es tu reino”

Oración napolitana

Nápoles, ese lugar donde el sol hace huir a las sombras de la vieja memoria. Ba-ñado por un mar que inspira. Habitado por gente auténtica que nunca olvida. Un pueblo dinámico, bullicioso, apasionado e inconformista. Bien dicen que Diego y ese lugar no podrían parecerse más. Por eso es un icono de lo napolitano. En siete años se acomodó para siempre en su milenaria historia.

Su llegada fue mesiánica. Fue ahí donde lo convirtieron en una divinidad. A pe-sar de ser la tercera en importancia nacional, la ciudad simbolizaba el atraso del sur de Italia traducido en pobreza y crimen. Una adversidad parecida a la que el mismo Diego tuvo en Villa Fiorito. Maradona se enamoró de Nápoles y los napoli-tanos le santificaron su reinado.

Por siete millones y medio de dólares sacados de los bolsillos de Don Corrado Ferliano (presidente del S.S.C. Napoli oriundo del norte italiano) el estadio de San Paolo se convirtió en una de las tierras santas del futbol. Ni siquiera la bendita san-gre de San Genaro pudo concederle a sus fieles los milagros que Santa Maradona les regaló: dos scudettos, una Copa de la UEFA y una Copa de Italia. Pero sobre todo el placer de jugarle con igualdad y superioridad a los poderosos equipos del norte.

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El genio creía tener una causa por la cual luchar. Él era todo Nápoles al condu-cir el balón. Pequeño, fornido y bravo. Con la barba rala y la melena en libertad absoluta. Incoherente como esos ochenta y seis mil súbditos que le aclamaban por voluntarioso y que se nutría con ese cariño y entendimiento mutuo. La ciudad esta-ba iluminada de inmensidad.

Si esto fuera como el ajedrez, el equipo napolitano estaría jugando de forma in-coherente porque el rey no estaba bajo resguardo, sino que él mismo se exponía para dirigir y ejecutar los ataques sin sacrificar peones, ni mucho menos a sus alfi-les y caballos. Maradona era un pieza de ciento sesenta y siete centímetros expues-to al jaque permanente por su osadía.

El 24 de mayo de 1987 fue apoteósico. Ese día conquistaron el scudetto que compensó las frustraciones de una ciudad manipulada por sentimientos localistas y una religiosidad primitiva. Una semana duró la peste emocional del triunfo. To-das las pestes dan ganancias a pesar del costo social. Desde hace siglos Nápoles es-tá controlada por la Camorra, una mafia compuesta por numerosos clanes o fami-lias que resguardan sus territorios. La prepotencia y la ley del silencio ante lo ilegal es su característica, aunque a diferencia de otras mafias, los camorristas se mantie-nen a distancia de la política y las fuerzas armadas. Asumen el papel de conciencia condicionante. Lo controlan todo. Dan y quitan. Quitan más de lo que dan.

Siempre se ha especulado que la Camorra les dio un ídolo a los napolitanos. Un ídolo sometido a su protección paternalista y extorsionadora. Diego también se llegó a identificar con ellos porque procedían de la clase baja y habían llegado por sí mismos a hacer una inmensa fortuna; llevaban una vida dispendiosa, osten-tosa; exhibían ropas llamativas, coches de lujo y daban grandes fiestas. Como él, los mafiosos tenían escasa educación, sentían una religiosidad fetichista y supersti-ciosa que no los inhibía de violar todas las reglas morales.

Uno de los miembros del clan de los Giuliano confesó que su familia le facilita-ba a Diego la cocaína, “siempre de primerísima calidad”, para evitar que recurrie-ra a adulteraciones que perjudicaran su físico.

Maradona vivió como el más común de los napolitanos y también como el más célebre de los camorristas. Hizo tan suya la consigna de la lucha del sur contra el

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norte que en el mundial de 1990 arengó a toda Nápoles para apoyarlo en contra de la propia Italia. Los argentinos acabaron eliminando a los anfitriones en San Paolo. Nápoles consintió a su ídolo, pero Diego aseguraría, años más tarde, que después de eso la vendetta en su contra habría sido implacable.

Lo cierto es que para su último año en Nápoles, el año siguiente al mundial, Maradona ya no era el mismo en la cancha. La blanca mujer lo había seducido con su misterioso sabor y su prohibido placer. Su prepotencia se magnificó pero rompió la ley del silencio. Se habla de que participó en partidos arreglados, versio-nes contrarias aseguran lo opuesto. El hecho es que la Camorra le dio la espalda. Y los poderes del norte consumaron su venganza a través de una muestra de ori-na.

El 17 de marzo de 1991 jugaron en San Paolo contra el Bari. Este fue el último partido del Rey. Puso el centro del gol. Abdicó ante el positivo del doping. Lo san-cionaron quince meses. También lo acusaron junto a Guillermo Coppola por tráfi-co de drogas y prostitución. No se le volvió a ver en Nápoles, pero nadie le olvidó. Catorce años más tarde volvería a su reino, ahí en donde su nombre quedó santifi-cado, ahí en donde San Genaro sigue sin poder realizar el milagro de hacer cam-peón al equipo de sus fieles.

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Manguera Villanueva, as entre los ases

El 24 de marzo de 1882, el doctor Roberto Koch presentó a la Academia de Me-dicina de Berlín el descubrimiento del agente causante de la tuberculosis, el que fue luego llamado en su honor bacilo de Koch. Su descubrimiento fue el paso más importante tomado hasta ese momento para el control y la eliminación de esta en-fermedad mortal. El primer gran ídolo del futbol peruano murió a consecuencia de esta enfermedad. Esta es su historia.

El vals criollo es muy peruano y cuenta sus historias más sentidas. Aquellas que nacen en el alma de los poetas y que se eternizan en la voz de los trovadores que convocan a veladas llenas de recuerdos de otros tiempos. El maestro Arturo Zam-bo Cavero está listo para hacer suyas las palabras de Pedro Espinel. Con su canto va a recordar a un as entre los ases, a una figura continental del futbol de ayer.

Hace mucho tiempo vivió Manguera. Alejandro Villanueva nació el 4 de junio de 1908 en ese barrio limeño en donde están el puente, el río y la alameda que ins-piraron a la inolvidable Chabuca Granda para componer La Flor de la Canela. Y le decían Manguera por alargado y moreno. Medía un metro con noventa y dos centímetros. Hablar del Alianza de Lima es hablar de él y viceversa. Fue el prime-ro de sus grandes ídolos. Aquel que dejó en su legado un estilo de juego que distin-gue al futbol criollo. Siempre alegre, pícaro y exquisito. Delirio de las tribunas.

Y al dejar el campo atrás, en esos callejones del barrio del Rímac, Alejandro Vi-llanueva se enganchaba a los valses y polkas que tan profundo le calaban. La no-che a veces no era suficiente. Y como no iba a serlo si su abuelo fue un célebre de-cimista, un relator de historias, un bohemio.

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Cinco veces salió campeón con el Alianza de Lima en la primera división y otra más en una desventura por la segunda. Manguera fue goleador absoluto en dos ocasiones. Lo grande de su juego y de su escuela se sintetiza en los 3 años, cua-tro meses y 28 días que duró el invicto más recordado de los aliancistas. La delante-ra comandada por el maestro Villanueva se despachó con 115 goles en 27 parti-dos. El equipo nutrido por afroperuanos era como un rodillo negro que aplastaba a sus rivales.

Jugó su primera Copa América a los 19 y fue mundialista en Uruguay (junto a Julio Lores, el primer futbolista extranjero naturalizado mexicano). Pero fue en los Juegos Olímpicos de Berlín (1936) donde le dio lauros al Perú. Aquel equipo nacio-nal llegó hasta las semifinales y vencieron al Wunderteam de Hugo Meisl (Matthias Sindelar incluido) con un rotundo cuatro goles a dos (un par fueron de Manguera). Sin embargo, aquellos criollos fueron absurdamente desacreditados con un pretexto infame cuando la FIFA ordenó que se celebrara un partido de re-vancha porque el campo en donde se gestó la hazaña no tenía las medidas regla-mentarias aunque también se cuenta que el duelo fue interrumpido por un cente-nar de aficionados peruanos que asaltaron el terreno de juego. Del lado peruano se asegura que Hitler estuvo detrás de la maniobra. Perú abandonó la competen-cia y volvió al continente con honor.

Villanueva se hizo un juramento de no dejar nunca a su equipo adorado hasta que la fiesta y sus excesos lo retiraron en 1943. Un año más tarde (11 de abril de 1944) la tuberculosis se lo llevó con apenas 35 años encima. Dicen que su vida estu-vo llena de lascivia, virtudes, defectos, miserias y dejadez. Un antihéroe hecho le-yenda diría el escritor peruano Gabriel Ruiz-Ortega. Un personaje que seduce. Que siempre vivirá en el recuerdo, porque dio lauros al Perú. Sus restos mortales descansan en un humilde nicho del panteón más antiguo del continente america-no, el Cementerio Presbítero Maestro, y se le puede visitar por la noche, cada que la luna llena ilumina esta ciudad de los muertos.

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El molde roto del futbol paraguayo

Cuando los Dioses se enfrascan en discusiones los humanos creamos los mitos. Alguna vez Alfredo di Stéfano llegó decir que un semidios fue mucho más que el mismo Pelé. El Rey no le respondió y la historia del admirado personaje inmortali-zado en las memorias de la Saeta Rubia acabó por convertirse en la piedra angu-lar del futbol de Paraguay.

Arsenio Erico fue un coleccionista de motes. El Saltarín Rojo, El Hombre de Goma, El Paraguayo de Oro, El Hombre de Mimbre, El Mago, El Aviador, El Duende Rojo, El Diablo Saltarín, El Rey del Gol, Mister Gol, El Hombre de Plásti-co, El Virtuoso, El Semidios de Avellaneda. Pero también es recordado como el mayor anotador de goles del futbol argentino. Los Diablos Rojos de Independiente lo tienen en sus rincones más sagrados y es venerado por todo aquel que tiene la misión de reventar las redes de los rivales.

Nacido un 30 de marzo de 1915 en Asunción (Paraguay), fue un descendiente de italianos cuya cepa nutrió las filas del Nacional en un lapso de 30 años. Entre 1909 y 1942 muchos Erico pasaron por el club pero sólo uno resultó inmortal. De-butó con el Albo a los 15 años y siguió jugando mientras sus parientes y paisanos se enfrascaban en la Guerra del Chaco, en contra de los bolivianos. El menor no podía ser alistado en las fuerzas armadas y se la pasó jugando en un equipo de la Cruz Roja para obtener fondos que iban directo al sustento de las tropas. Jugaban en los otros países vecinos con los que no había pleito (Uruguay y Argentina) y los argentinos lo detectaron de inmediato. River Plate e Independiente pujaron para contratarlo. Avellaneda se lo quedó y hasta lo rescató de ser conscripto.

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Con 19 años debutó contra Boca sin hacer daño. Al siguiente fin de semana ini-ció su larga lista de goles. A Chacarita Juniors le hizo el primero de 293 goles que lo tienen consagrado como el máximo romperredes del futbol argentino, ahora al-canzado por Ángel Labruna, a quien una investigación documental le otorgó un gol más, 67 años después del supuesto hecho. Pero Erico fue un atacante de más de cuarenta goles por torneo y sus tantos le abrieron el camino a Independiente para ser campeón por vez primera, y de inmediato bicampeón. Anuncia el roman-ticismo que aquellos Diablos jugaron al nivel del Real Madrid de Di Stéfano y del Brasil de Pelé en 1970.

Arsenio Erico marcaba tantos como quería y como podía. Jugaba como un sal-timbanqui. Saltaba de forma descomunal e intentaba remates retando a la ortodo-xia. Dijo alguna vez el argentino Cástulo Castillo, poeta y compositor de tangos, que pasará un milenio sin que nadie / repita tu proeza / el pase de taquito o de ca-beza / Y todo lo hacía con elegancia de bailarín.

Para 1942 tuvo desacuerdos con los hombres de pantalón largo. Eso le sirvió pa-ra volver a su patria y le bastó un año para salir campeón con su Nacional Queri-do, aunque su participación fue más de espíritu que de tantos. Volvió a Indepen-diente y anotó su último gol en 1946. Fue entonces cuando las lesiones le contaron los minutos y con el peso de su fama el club sacó tajada de la venta de una leyen-da. Huracán lo contrató y se le vio jugar sólo siete veces. Nunca pudo anotar. Vol-vió a Paraguay para retirarse con el Nacional. La medicina contra el olvido la to-mó convirtiéndose en entrenador. Sólo quedan anécdotas y una estadística que no guarda copas en las vitrinas de los equipos a los que dirigió.

Se casó a los 45 años con una argentina, hija de españoles. No tuvieron hijos. Vivió el resto de su vida en Buenos Aires. En 1970 se le brindó un homenaje en vi-da en Asunción. Jugaban las selecciones nacionales del Paraguay y de la Argenti-na. Y el más virtuoso de los futbolistas guaraníes se topo con esa paradoja que siempre le acompañó. Jamás vistió la casaca nacional. En el mundial del 30, tenía apenas 15 años, y desde los 19 jugó en la Argentina, y como en ese tiempo los que actuaban afuera no podían jugar por la selección, el fútbol paraguayo nunca pudo alinear a su máxima figura, en su equipo nacional.

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Para 1977 un problema circulatorio le provocó la amputación de su pierna iz-quierda. Murió el 23 de julio de ese año en Buenos Aires, el paro cardiaco fue fa-tal. Independiente organizó el sepelio y una multitudinaria caravana lo llevó al ce-menterio de Morón. Desde entonces Paraguay reclamaba los restos de su héroe. Un héroe que le ha dado nombre al pequeño estadio del Nacional y que simboliza la pasión de una de las tribunas del principal estadio del futbol paraguayo. Fue has-ta el 26 de febrero de 2010 cuando Erico llegó a su mausoleo, construido para él, en el estadio Defensores del Chaco.

Por aquellas fechas, el periodista paraguayo José María Troche asentó con cate-goría que “no hay nombre más grande ni más glorioso, en el fútbol paraguayo to-do, que el de Arsenio Erico. Su nombre resume, en sí mismo, todas las bondades del futbolista paraguayo nacidos y por nacer. En su nombre legendario se aúnan los talentos de los más grandes, pues, al decir del poeta porteño Carlos de la Púa, 'el día que nació Erico, se rompió el molde'".

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El hombre que ríe

"Para conseguir hacer del hombre un juguete es necesario moldearlo cuando es tierno, el enano se for-ma cuando es pequeño…cogían al hombre y lo trocaban en un aborto, cogían una cara y la convertían

en un mascarón…Los compraniños trabajan al hombre como los chinos trabajan el árbol"

Víctor Hugo

Después de conocer la historia de “El hombre que ríe” es inevitable observar que Franck Ribéry tiene ciertas similitudes con Gwynplaine, ese entrañable perso-naje que el inmortal escritor francés Víctor Hugo inventó en 1869 para simbolizar las injusticias e infortunios que forman parte de la vida.

“El hombre que ríe” es un relato de luces y sombras, de aventura y fantasía, que cuenta los crudos momentos del hijo de un noble que fue robado por órdenes de un rey cuando el pequeño apenas tenía dos años. A esa edad, los compraniños, una banda de desalmados que comerciaban con infantes para crear atracciones cir-censes, le deformaron el rostro y la cicatriz que le quedó lo convirtió en un mons-truo risueño. El niño fue abandonado a su suerte al cumplir diez años y así fue co-mo se encontró con Dea, una bebita huérfana y ciega, que le iluminó la existencia. Los dos fueron adoptados por Ursus, un buen hombre quien tenía un lobo amaes-trado llamado Homo, con el que montaba un teatro ambulante en cada aldea por la que pasaban. Cuando la verdad se supo por voluntad de un ambicioso noble, Gwynplane recuperó un pasado que nunca buscó y el destino le arrebató su pro-pia felicidad. Sólo su muerte pudo detener su sufrimiento.

Ribéry (7 de abril de 1983), cuenta su misteriosa semblanza, sufrió un espanto-so accidente de tránsito a los dos años y desde entonces (como Gwynplaine) quedó

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marcado por una vistosa cicatriz que lo llevó a esconderse en los rincones de la so-ledad. Se dice que fue abandonado en un convento de monjas, de donde se escapa-ba para buscar esa pelota que le iluminó la existencia. El futbol lo hizo montar su propio teatro ambulante hasta que logró colocarse como un célebre personaje de su pueblo (Boulogne-sur-Mer) bañado por las aguas del Canal de la Mancha que ha fichado con siete clubes distintos, en orden progresivo, desde 2001 (US Boulog-ne Sur Mer, Olympique Alès, Brest, FC Metz, Galatasaray, Olympique de Marse-lla y FC Bayern Munich).

Su historia también ha tenido luces y sombras, aventura y fantasía; y en sus cir-cunstancias bien se pueden explorar las injusticias e infortunios de la vida moder-na. El origen del futbolista coincide con la del personaje de Víctor Hugo y los dos son hombres que ríen, pero a diferencia de Gwynplaine, Franck lo hace desde la realidad para decirnos algo. Utiliza su propia fealdad para distinguirse. Dos spots comerciales lo muestran con ese humor negro que le caracteriza. En uno finge ser un maniquí de aparador y en cuanto tiene a su merced algún mirón lo espanta sin miramientos. En el otro va corriendo por un siniestro bosque cuando de repente se encuentra un ciervo al que asusta con desdén.

Casi siempre está riendo. La cicatriz lo ha convertido en un monstruo risueño. Es un tipo bromista que necesita ser atendido. Un día decidió bañar desde la azo-tea de los vestuarios a Oliver Khan, su compañero en el Bayern Munich. En otra ocasión robó el autobús del equipo. Y otro se puso unos botines rosas que lo lleva-ron a apoderarse del personaje de la Pantera Rosa, a pesar de tener más parecido con el Inspector. Todas son aventuras y fantasías mediáticas de su propia mercado-tecnia personal. Siempre ha declarado que jamás se borrará esa cicatriz porque de-jaría de ser él mismo.

Ahora recordemos sus luces. Verlo jugar es un deleite. Es la contradicción de la estética. Vestido de azul se dio cuenta de su linaje y sus pares acabaron colocándo-le la pesada loza de la trascendencia cuando se dijo que él era el sucesor de Zida-ne. Rebelde y descarado. En ocasiones iracundo, pero siempre siendo él. Cuando jugó con el Galatasaray se convirtió al Islam y encontró serenidad. Tiempo des-pués se casaría con una musulmana y tendrían dos hijas. El anhelo de procrear un niño y levantar la copa del Mundo son sus ilusiones máximas.

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Su sombras se extendieron con aquel escándalo de la prostituta que se regaló en su cumpleaños y el fracaso del mundial de Sudáfrica. En ningún momento Franck Ribéry ha negado sus responsabilidades ni mucho menos ha vuelto a bus-car aquellos rincones en donde lloraba de niño por las burlas que le hacían.

Por supuesto que la trama de esta historia -que se sigue escribiendo- se ha des-viado de la concebida por Víctor Hugo. Sin embargo este hombre que ríe sigue siendo una encarnación del pueblo llano, y simboliza la luz y el bien, pero tam-bién deja en claro que el hombre es la mayor de las fieras para sí mismo. Ojalá que Ribéry siempre salga avante ante esos impulsos que simulan el proceder de los compraniños que lo pueden convertir en monstruo de feria.

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El más grande de los magiares

Como le dolió no volver a Hungría pero no podía hacerlo. El fallido intento de su pueblo por sacudirse el yugo soviético, en 1956, lo obligó a exiliarse. Se convir-tió en un paria. En un militar que había desertado. En un futbolista deshabilitado. Estaba gordo, deprimido y con los 30 años rebasados. El más grande de los magia-res se encontraba condenado a la desaparición. Pero en España, una decisión au-daz de Santiago Bernabeu le dio paso a una increíble metamorfosis que convirtió a un héroe glorioso en decadencia en uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos.

En húngaro, el apellido antecede al nombre. Puskás Ferenc no siempre se llamó así. Nació en Kispest, el 2 de abril de 1927. Fue hijo de los Purczeld, esa familia con apellido de origen alemán que vivía en una casita junto al campo de futbol. Pa-ra el pequeño amigo no había cosa más placentera que pegarle a la pelota con esa zurda prodigiosa. Su padre era el entrenador del equipo de ese suburbio de Buda-pest. Tarde o temprano el hijo acabaría jugando para él.

Con el inicio de la segunda guerra mundial, los Purczeld se arrancaron el nom-bre. Los alemanes eran los malos de la historia y escogieron el Puskás, que en ma-giar significa escopeta. Desde 1938, el Puskás antecedió al celebre Ferenc.

A 16 años ya había debutado con el Kispest. Dotado con esa ciencia de arrabal le alegró la vida a los que le vieron anotar los cientos de goles que cayeron por raci-mos cada fin de semana. Con el fin de la guerra, los vencedores se repartieron el campo de batalla. Hungría fue para la Unión Soviética y el modesto Kispest se convirtió en el mítico Honvéd, el equipo del ejército magiar. La oncena pasó a ser un batallón y Puskás un mayor galopante con insignias que comandaba a sus hom-

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bres como para defender a la nación en cada juego. En cinco ocasiones fueron los campeones de Hungría.

En 1945 apreció por primera vez en la selección nacional. Con él los húngaros fueron temidos. En todas sus líneas había un bastión pero él era definitorio. Anotó 84 tantos en los 85 partidos que jugó con los suyos. Para 1952 ganaron el oro olím-pico en Helsinki. Y al año siguiente, el 25 de noviembre, en Wembley cambiaron el rumbo de la historia al ser los primeros que vencieron a los inventores del juego en su propia fortaleza. Los ingleses nunca pensaron que ese jugador bajito y robus-to fuera a terminar con la hegemonía británica en un asombroso tres a seis. En Bu-dapest les fue peor, el siete a uno del 23 de mayo de 1954, nunca ha sido olvidado.

Pero en ese 1954 el planeta se sorprendió cuando Alemania imploró por un mi-lagro y lo acabó obteniendo en Berna al derrotar a los maravillosos magiares, que traían una racha de 31 partidos invictos. Cómo le reclamaron a Puskás por esa de-rrota, lo cierto es que él estaba lesionado del tobillo (en un partido previo los ale-manes lo habían acribillado) pero su coraje lo llevó a estar presente en la final de la Copa del Mundo. Le anularon el tres a tres a dos minutos del final. El Milagro de Berna se había consumado.

Puskás era un héroe nacional, símbolo de la prosperidad del comunismo, a pe-sar de que él nunca hizo alardes, ni cayó en la tentación del oportunismo. En 1956 los tanques soviéticos se apoderaron de Budapest. Nunca les permitirían a los hún-garos guiarse por su propio camino. La fallida rebelión tomó al Honvéd en una gi-ra por Europa. La orden suprema para los futbolistas militares fue el regreso inme-diato a la nación. El mayor Puskás desertó y se refugió con su esposa y con su hija en Viena. Fue acusado de traición, de poco patriotismo, de malversación de fon-dos en un viaje que habían hecho por Sudamérica y a la UEFA no le quedó otra opción que aplicarle las sanciones correspondientes por haber abandonado al Hon-ved. Paró 15 meses. Se deprimió. Subió de peso. Pasarían un poco más de dos dé-cadas para que volviera a poner un pie en su hogar, aunque a su leyenda le faltaba el capítulo de su resurrección.

En España fue llamado Pancho. La crítica fue contumaz. Así que el húngaro bajó 12 kilos en 18 días y se nutrió de goles. Recobró la forma. Y esa zurda trona-

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ba como un cañón. Vestido de blanco se encontró con Di Stéfano y entre los dos llevaron al Real Madrid a la mejor de todas las épocas. Ese equipo fue cinco veces campeón de liga de forma consecutiva, conquistaron tres copas de Europa y Puskás logró cuatro Pichichis para él. Lo naturalizaron español y fue al mundial de Chile en 1962.

El 30 de junio de 1967, a los 40 años, dejó de jugar. El homenaje era lo menos que se le podía ofrendar a este hombre que tiene un promedio inalcanzable. Ano-tó prácticamente un gol en cada duelo que celebró. Fueron más de 600.

Después quiso hacer vida de negocios y puso una fábrica de salchichas en Ma-drid, pero también se convirtió en entrenador y anduvo por el mundo. De Suda-mérica hasta Australia. Aunque fue en Atenas donde tuvo su gran momento. Lle-vó al Panatinaikos a una final de la Súper Copa de Europa en 1971. El Ajax de Cruyff se la llevó pero ante tal hazaña los griegos tuvieron que contarle esto a las siguientes generaciones.

La nostalgia por su Hungría la ahogaba cantando las viejas canciones que siem-pre le gustaron que acabarían siendo grabadas en un disco. En 1981 el viejo entre-nador de los mágicos magiares de 1954, Gusztav Sebes, le llamó por teléfono para invitarlo a volver. El héroe significaba mucho para un pueblo apasionado. Lo que vivió, junto a sus compañeros de andaza fue tan conmovedor que a Puskas le regre-só una parte de si mismo que había dejado en Budapest. Con la caída de la Unión Soviética pudo volver para quedarse. Dejó de ser un paria y un desertor. El héroe se llenó del cariño de su gente.

Al final de su vida, el Alzheimer le arrebató, uno a uno, todos los capítulos de su existencia. Cuando murió, el 17 de noviembre de 2006, sus funerales fueron tan solemnes como los de un jefe de estado. El dolor caló profundo. Sin embargo, co-mo diría el poeta Eduardo Combe, en vez de velar su cuerpo y tener sus recuerdos nobles, disfrutemos de lo que más supo hacer: sus goles.

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La metáfora del equipo del pueblo A esta ciudad le sigue faltando el Atlante. La metáfora lo asocia con el obrero, con el albañil, el zapatero, con el vendedor ambulante, con el chofer, el maestro, el abarrotero y con el globero del parque que jugaba a los albures con el merengue-ro. Atlante es o era el equipo del pueblo. Así nació en las calles de Sinaloa y Valla-dolid de la colonia Roma, en el Distrito Federal y forjó su leyenda desde 1916.

Atlante representa el mestizaje y el urbanismo desmedido de una ciudad inmen-sa. Y por supuesto que también padeció todos los problemas que un capitalino en desgracia pudiera haber sufrido. Pero gracias a estas carencias logró salir adelante y consolidó su identidad.

Dice la leyenda popular que sus colores, azul y grana, eran los que menos resal-taban la mugre y la tela vieja. Sus andanzas en los campos de juego fueron épicas. A final de cuentas, eran un grupo de prietitos disputando un match contra elegan-tes futbolistas vestidos a la usanza europea. Fue un equipo endémico y particular que no pudo concebirse de otra forma si hubiera nacido en otro lugar.

Atlante fue la visión incluyente del México de ayer. Hasta un general del ejérci-to mexicano salvaguardó los intereses del equipo del pueblo. Fueron campeones en la época romántica y en la moderna. Grandes jugadores, mexicanos y extranje-ros, se consagraron vistiendo el azulgrana. Fue un equipo que se arraigó gracias a su leyenda pero que dejó su lugar de origen por una infinidad de problemas, como aquellas familias que deben cambiarse de casa por no tener para pagar la renta. Una realidad muy típica de la vida urbana. De la gran ciudad buscó acomodo en la periferia hasta que emigró muy lejos en busca de prosperidad.

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Fue así como los Potros acabaron en Cancún, la gran joya del turismo mexica-no. Y el Atlante, con todo y su patrimonio histórico, ahora está llenando un hueco en una región ávida por construir sus propios factores de identificación cultural. La ciudad de México lo sigue extrañando. Sus fieles seguidores no le perdonan el abandono pero se mantienen a distancia añorando lo que también a ellos les ha pa-sado por la cabeza: irse a un lugar en donde la vida pinte más tranquila.

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Futbol en el patio de Dios

Este es el gran escenario de los ancestrales libros. Es la tierra prometida, es un suelo santo. Cuna de profetas, tumba de mártires, es el gran patio de los dioses donde se sigue construyendo la inútil torre de Babel. Es ahí donde también se escri-ben historias de futbol, ese juego que debe significar mucho más que un simple pa-satiempo o que por lo menos así se interpretan los mensajes que logran colarse en-tre asuntos más importantes.

Israel y Palestina cohabitan este territorio separados por un muro que va más allá de las lamentaciones. Son enemigos, hablan idiomas distintos, piensan diferen-te. Pero ahí están viviendo su realidad. Ambos países tienen al futbol como uno de sus deportes nacionales. Los ingleses también dejaron la semilla de su juego cuan-do fueron los propietarios de esta parte del mundo.

La FIFA admitió a Israel desde hace casi medio siglo. Ahora son parte de Euro-pa en el mapa futbolístico porque en los setentas fueron expulsados de la confede-ración asiática tras fuertes presiones de los países árabes. Sólo tienen una participa-ción en copas del mundo, la de México en 1970.

Palestina fue aceptada hasta 1998 pero sin infraestructura deportiva y tras la se-gunda Intifada o rebelión contra Israel, logró disputar su primer partido amistoso como local el 26 de octubre de 2008. Empataron con Jordania a uno en esa oca-sión. Pero fue apenas el pasado 9 de marzo cuando los palestinos jugaron su pri-mer partido oficial en el estadio Faysal Hussein en contra de Tailandia.

Entre ambas naciones no se rebasan los 20 millones de habitantes. Algunos ju-gadores israelitas han salido de su país a jugar en otros lados. Yossi Benayoun, el

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Diamante Israelí que juega con el Chelsea de Inglaterra, es su referente actual y capitán de la selección nacional. Su contraparte en Palestina es Ahmed Kashkash. El fue quien anotó el primer gol para su equipo en aquel duelo contra Jordania en casa. Es de la franja de Gaza y en una ocasión no pudo disputar un partido con su selección cuando las autoridades israelíes le negaron el acceso a Cisjordania. Para un futbolista palestino cruzar los muros que encapsulan su hogar no es tan fácil. Por eso muchas veces los jugadores que llegaron a formar el equipo nacional eran palestinos en el exilio.

La liga premier de clubes en Israel está montada sobre un sistema de rivalida-des que va de la mano con las corrientes políticas. Aquellos que lleven el nombre Maccabi se identifican con el centro. Los Hapoel con la izquierda. Y los Beitar son cercanos a la derecha. Pero hay un equipo en particular que logró grandes cosas con futbolistas árabes y judíos en sus filas. Los hijos del Sakhnin lograron coexistir en el campo de juego. Ellos se han convertido en el primer equipo de una ciudad árabe en ganar la Copa de Israel (2004) y en representar a su país en las competen-cias de la UEFA. Sin embargo el Sakhnin sólo pudo mostrar al mundo lo que po-dría ser esa tan difícil coexistencia porque ahora esta escuadra pelea por su propia sobrevivencia, sin poder soportar el peso de aquellos tiempos de gloria.

Para los Palestinos es inconcebible que las mujeres practiquen el futbol. Pero son ellas las que han obligado a cambiar las rígidas costumbres. Este equipo que juega sobre el asfalto en la milenaria Belén acabó convirtiéndose en la base de la selección nacional femenil y su entrega plena terminó por consolidar la liga nacio-nal de futbol para mujeres que acaba de arrancar el pasado 10 de febrero. El equi-po belemita recurrió al respeto y la tolerancia mutua. Una de sus hábiles jugado-ras lleva siempre puesta la burka y su capitana pertenece a la iglesia cristiana orto-doxa.

En ambos lados del muro, los niños no saben de guerras, de territorios ocupa-dos, ni de patriotismos, ni de intolerancia. Los niños hacen lo mismo en todos los rincones del mundo: jugar al fútbol. A pesar de que haya toque de queda. A pesar de que hablen diferente y crean en dioses distintos. La Unión Europea ha puesto en marcha un programa llamado “Futbol: nuestro territorio común” que reúne cuatro o cinco veces al año a niños judíos, cristianos y palestinos para divertirse

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con la pelota, jugando por la paz sobre esa tierra prometida, sobre ese suelo santo tan codiciado y dividido por la necedad. El futbol sirve para generar ese entendi-miento mutuo que acaba por crear amistades y genera no solo la coexistencia, sino la convivencia de la especie humana.

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El fantasma de Pelé y otros peces

Del porto de Santos, el puerto marítimo más grande de Latinoamérica, Brasil le comparte al mundo la mayor parte de su producción de café, de naranjas, de pláta-nos y algodón. Los buques también zarpan cargados de acero, de petróleo, de au-tomóviles. Entre compras y ventas, este fondeadero genera 95 mil millones de dóla-res. De ese mismo puerto procede la leyenda de los "peixes" (peces en portugués) y sus once mil goles, mil de estos anotados por Pelé.

En este lugar paradisiaco, ubicado en la primera línea de playa que tiene el esta-do de Sao Paulo, cuenta el relato, Charles Miller volvió de Inglaterra, en 1894, con dos balones bajo sus brazos y desde entonces el futbol se convirtió en magia cuando los brasileños lo jugaron por primera vez, un 14 de abril de 1895, en un lla-no de Sao Paulo.

Diecisiete años después, también un 14 de abril, Raimundo Marques, Mario Fe-rraz de Campos y Argemiro de Souza Júnior, tres futbolistas del Club Americano que se habían quedado sin equipo, fundaron su propio club de futbol y le llamaron Santos. Como una casualidad, ese mismo día se hundió el Titanic cuando un ice-berg le hizo una incisión letal en lo que acabó siendo su primer y último viaje.

El Santos es un equipo que representa a una ciudad con medio millón de habi-tantes pero que está en la mente de todos los fanáticos del mundo porque ahí jugó el rey del futbol durante 18 años. Pero antes de Pelé hubo otros héroes y un plan muy particular que los ha llevado a disputar más de cinco mil quinientos partidos y a anotar cerca de once mil setecientos goles. El primero de estos tantos fue anota-do por Arnaldo Silvera, el 15 de septiembre de 1912 en contra del Santos Athletic Club, vecino extinto de los albinegros.

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En los albores de esta historia hay otro goleador que dejó su huella. Ary Patus-ca jugó con el equipo de 1915 a 1923. Marcó 103 goles en 85 partidos y antes de pertenecer al Santos jugó con el Inter de Milán y se había convertido en el primer brasileño destacado en el futbol de Europa.

Para la década de los veintes, el equipo de los peces, como ya les llamaban, op-tó por hacer cantera y trazaron una estrategia en donde los goles medían la efecti-vidad del plan. El hermano menor de Ary Patusca, conocido como Araken, co-mandó la mítica “delantera de los cien goles” que en 1927 estuvo a punto de darle al Santos su primer título paulista, sin embargo en el último partido contra el Pales-tra Italiano, hoy conocido como Palmeiras, cayeron tres a dos y quedaron en se-gundo lugar.

Antes de que el Santos descubriera a Pelé, las vitrinas del club guardaban sólo tres copas. O Rei debutó el 7 de septiembre de 1956 y con este niño que cumpliría 16 años en octubre se escribió la más afortunada de todas las páginas en Vila Bel-miro. Diez campeonatos Paulistas. Cinco campeonatos brasileños, cinco torneos Río Sao-Paulo, dos copas libertadores y dos copas intercontinentales. Pelé anotó más de 600 goles con el Santos en torneos oficiales y la cuenta rebasa los mil si se suman los amistosos. El gol mil lo anotó de penal, en Maracaná, contra Vasco da Gama, el 19 de noviembre de 1969.

Después de Pelé, que siempre jugó cobijado por el talento de Gilmar, Lima, Zi-to, Mengálvio, Dorval, Coutinho, y Pepe, hubo un periodo largo de ausencias. El estadio se hizo viejo. Europa tentó a los directivos y los jóvenes emigraban sin de-jar huella. Las vitrinas se empolvaron. Pero el mito mantenía el prestigio de un equipo que apostó por la minería futbolística, en donde encontrar diamantes re-quiere de paciencia y pulirlos exige de manos expertas que conviertan la piedra en una obra de arte.

Tuvieron que pasar dos décadas para que el Santos volviera a recuperar el estig-ma de campeón, y los jóvenes, antes de irse, tenían que cumplirle al club. Ro-binho, Giovanni y Diego volvieron a encarrilar el sueño, sin embargo el legado de Pelé aplastaba a todo aquel que fuera señalado como su sucesor.

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Apenas en el 2010, con otra generación de jóvenes talentos, los peces alcanza-ron su campeonato paulista número dieciocho. Actualmente han renovado su ima-gen y buscan volver a ser un equipo preciosista. Para eso han volcado las esperan-zas en un chico menudito, que no da un balón por perdido, llamado Neymar al que han fichado hasta el año 2015. Lo han comparado con Messi y con Marado-na. Dicen que él es el futuro de un Santos que sabe que no podrá tener entre sus filas a otro Pelé, pero tal vez exista la posibilidad de algo que vuelva a romper el molde. Para ellos esta Copa Libertadores podría dar inicio con sus festejos centena-rios y además podría darle los elementos para reinventarse, dejando su propia le-yenda y a todos sus grandiosos fantasmas como parte gloriosa de su pasado.

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El futbol es libertad

Bob Marley murió el 11 de mayo de 1981 y diez días después fue sepultado con su guitarra Gibson Les Paul, un carrujo de marihuana, un anillo sagrado, el Kebra Nagast, que es la biblia del movimiento rasta, y un balón de futbol.

Con la guitarra le cantó a un mundo imperfecto que toleró muchas veces fuman-do la hierba que lo relajaba. El anillo era una reliquia que lo ataba a sus creencias escritas en el libro de los rastas y el balón de futbol le otorgaba libertad.

“El fútbol es una habilidad en sí misma. Todo un mundo; un universo por sí solo. Yo lo amo, porque debes tener la suficiente destreza para jugarlo. ¡Libertad! ¡El fút-bol es libertad!”, así lo dijo este hombre que hizo su música para luchar en contra de los sistemas que sólo enseñan a vivir y morir.

Marley tuvo todo el perfil de los futbolistas de barrio. Nació cubierto por la po-breza, los problemas y la marginación de una Jamaica que estaba a punto de ser independiente. Antes de la guitarra se topó con la pelota y dicen que en sus inicios parecía mejor futbolista que músico.

Pero la misión de Bob la marcaba un ritmo lento que envuelve la conciencia con desenfado y al que llaman reggae. Sus canciones son parábolas dirigidas a los mar-ginados, daba mensajes de fe y revelación. Pero más allá de cantar alabanzas reli-giosas rastas, advertía a la gente de los males, las alegrías y los sueños de la humani-dad. Comprendió el poder transformador de la música y se convirtió en un cha-mán mundial

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Su piel color gamuza, sus labios delgados y su nariz puntiaguda eran el resulta-do de una mezcla de genes muy particular. Por parte del padre, un capitán de los marines reales del imperio británico, heredó una carga genética de una ancestral familia judía con orígenes en Siria y Egipto. De su madre recibió la conexión direc-ta con África. Por supuesto que la relación entre sus padres acabó destruida por el racismo. Marley acabó siendo un mulato que encontró en su lírica la mejor forma de describir sus circunstancias. Sus canciones hablaban de religión, de política, de sexo-amor. Y nunca compuso nada sobre el futbol. Ese era su universo personal.

El se convirtió en la primera súper estrella del tercer mundo sin dejar de ser fiel a sus más profundas creencias. Siempre se situó en un mundo imperfecto al que le cantaba sin reclamos. Por eso Andrés Calamaro dice que “la voz de Marley te to-ca, primero, por esa fatiguita que conmueve; luego te reconforta, ya que cuenta que en algún lugar del mundo está brillando el sol y la vida es simple”.

Y si el sol brilla y la vida es simple que mejor que darle al balón. Siempre se dio su tiempo para jugar. Le gustaba actuar en el medio campo y se cargaba hacia el lado izquierdo. Corría como un poseso. Siempre estuvo dispuesto para ver algún partido. Le tocó el reinado de Pelé y Osvaldo Ardiles le llamaba mucho la aten-ción. Convivió con Paulo César en Río de Janeiro y su mejor amigo resultó ser Allan “Skill” Cole, uno de los futbolistas más populares de Jamaica, quien además resultaría una pieza clave en su credo y en la forma en como percibía la política de su isla.

En 1977, jugando al futbol, se lastimó el dedo gordo del pie derecho. Ahí le de-tectaron un severo problema que podría generarle cáncer. La solución era ampu-tar el dedo pero Bob se resistió. Los rastas no pueden someterse a una amputa-ción. Le hicieron un injerto y le controlaron el dolor.

Durante tres años siguió cantando, bailando y jugando al futbol hasta que a punto de iniciar una gira millonaria en los Estados Unidos el cáncer le invadió el cerebro, los pulmones, el hígado y el estómago.

Murió a los 36 años y en su isla se celebró un sentidísimo funeral. Bob Marley es el máximo exponente de la cultura contemporánea de Jamaica, el más querido de los cantantes de reggae y uno de los más apasionados practicantes del futbol.

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La tragedia de Superga

Il Grande Torino sigue haciendo suspirar por el recuerdo de sus héroes. Las rui-nas del estadio Filadelfia desgarran la memoria mientras la colina de Superga con su catedral, sigue en el mismo sitio y continúa ocultándose cuando el caprichoso clima le pasa el manto de niebla. Esta es la historia de un equipo de época que fue armado con la firme intención de enamorar a los italianos de otro tipo de futbol.

En los tiempos de la segunda guerra mundial Ferruccio Novo, presidente de la escuadra, trazó sin proponérselo, el perfil del futbolista total. Aquel que ataca y de-fiende, que sube y baja, que siempre acompaña y está franqueado por los suyos. Empezó a buscar a los hombres que harían de los granates un grupo espectacular. Un sabio le ayudó a encontrarlos. Vittorio Pozo, entrenador bicampeón del mun-do, tuvo mucho que ver en el armado. Lograron un scudetto en 1943 (el segundo en la historia del Torino) pero la guerra los hizo parar.

Después, con el país ultrajado y cargando la derrota, el equipo del Toro brindó consuelo, diversión, esperanza y alegría a los habitantes de Turín, quienes acaba-rían contagiando a miles de italianos. El Torino fue esparciendo el entusiasmo y en su juego se podían leer las líneas de un manual de vida que basaba en la felici-dad la cura a todos los males.

Los scudettos se fueron sumando. Tres al hilo, más el del 43, sumaban cuatro. El Torino ganaba con goles. Nunca especulaba. El futbol en Italia había dejado de ser motivo para la propaganda fascista y estaba reinventándose con la belleza mis-ma de la ejecución del juego de conjunto. El guardameta Bacigalupo pagó el tribu-to del atrevimiento. Pocas veces era puesto a prueba sin embargo tenía la mejor perspectiva de cómo jugaba ese Grande Torino. Aldo Ballarin y Moroso lo acom-

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pañaban en la retaguardia mientras en el centro del campo, Castigliano, Martelli y Rigamonti recuperaban balones que de inmediato eran lanzados a sus interiores EzioLoik y Valentino Mazzola, el capitán, para que estos armaran la ofensiva con los extremos Romeo Menti y Franco Ossola, quienes surtían al contundente Ga-betto.

La estadística de la temporada 1947-1948 emociona a pesar de la frialdad de los números. El Toro anotó 125 goles en cuarenta partidos. Por eso diez de los on-ce seleccionados nacionales elegidos por Pozzo, eran del Torino. Italia entera ya estaba pensando en la Copa del Mundo de 1950.

Todos fueron grandes pero el capitán Mazzola tenía algo especial. La clase y el temperamento de este lombardo resultaron fundamentales para todo lo que el equipo llegó a ser. Por eso sus genes fueron tan poderosos que su apellido en Italia, es sinónimo de futbol.

En abril de 1949, el Torino sacaba una considerable ventaja al Inter de Milán. Todo indicaba que el quinto scudetto estaba cerca. Por eso el viaje a Lisboa para el partido de despedida de Xico Ferreira, amigo de Mazzola, entró sin problemas en la agenda del club.

Jugaron contra el Benfica. Perdieron cuatro a tres y volvieron a Turín el 4 de mayo, a bordo de un avión Fiat con tres motores. Ya eran las cinco de la tarde. El cielo se caía en la puerta de los Alpes. La aeronave se preparaba para aterrizar a ciegas. La torre de control les proporcionaba el rumbo. La comunicación era vital. Los pilotos estaban concentrados en el altímetro del aparato y las agujas del reloj marcaban las cinco con tres minutos. Superga y su basílica se estremecieron. La co-lina tembló y desde entonces la nostalgia vive ahí, en donde murieron todos.

El quinto scudetto fue póstumo. Ferruccio Novo (quien no hizo el viaje por un fuerte resfriado) y sus jóvenes toros cerraron el torneo con honor pero la tragedia fue absoluta y cambió la historia. Turín perdió a sus héroes. Italia a su selección y replegó sus líneas. Por eso el recuerdo de Superga es solemne. La melancolía tal vez le puso candado a un futbol que pudo ser distinto. Posiblemente un día, los ita-lianos guarden su luto inspirándose en ese toro que se fue al cielo. En ese equipo que se recuerda por siempre como Il Grande Torino.

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Kubala, el extranjero

Cuando Kubala estaba por empezar a jugar al futbol, Albert Camus ya había publicado su primera novela llamada “El Extranjero” (1942). En esta historia el protagonista comete un absurdo crimen y a pesar de sentirse inocente, jamás se manifiesta contra su ajusticiamiento y acaba por aburrirse de su propia vida. Re-cordemos que pronto iniciarían los tiempos de posguerra en donde la carencia de valores y la angustia existencial harían de los humanos seres grises sin pasión ni vo-luntades. Aquella fue una época de antihéroes que dejaron de buscar la felicidad en la religión o en la sociedad y que se volcaron al encuentro de sí mismos y luego entonces, sacudieron a aquellos que los miraron haciendo lo que hicieron.

Kubala, futbolista húngaro de padres eslovacos, cometió un absurdo crimen, se-gún los mecanismos, las leyes y la moral de su país de origen, y hasta en la transfor-mada nación de sus padres también fue señalado. En ambas naciones había caído el telón de hierro. Por eso escapó y, aunque terminó exiliado y naturalizado en un país controlado por una dictadura opuesta a las comunistas, se volvió un extranje-ro que pudo juzgar y remover los fantasmas de una sociedad angustiada y con una moral carente de sentido.

Laszlo, Ladislav o Ladislau, en húngaro, eslovaco y español significa "señor glo-rioso" y vaya que lo fue. Banalmente jugó en y para los tres países. Y los tres lo re-claman para sí en sus cuadernillos del pasado. Aunque lo cierto es que este extran-jero acabó por tener una sola patria con llanos verdes y límites trazados con cal. Fue un nativo del futbol que se resistió al aburrimiento de la vida y aunque llegó a coincidir en algunos puntos de las premoniciones de Camus, Kubala, a pesar de sus circunstancias, nunca dejó de tener esperanzas en su especie. Por eso llegó a sa-

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cudir a todos los que miraron lo que hizo. Por eso tuvieron que construir un nuevo estadio para que lo fueran a ver. Por eso Serrat canta que para él, ninguno como Kubala.

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El gran Isidro

Una costumbre fuertemente enraizada entre los vascos era la de reunirse bajo un árbol, generalmente un roble, para decidir sobre los intereses de la comunidad. Es-tamos en el Centro Vasco de México, en Polanco, ante una representación del ár-bol de Guernica, ese roble que significa la libertad y los derechos de este ancestral pueblo, y justamente bajo este marco recordaremos a uno de sus antepasados. Isi-dro Lángara se ganó un lugar muy especial en el recuerdo de aquellos que lo cono-cieron. Un goleador natural, máximo romperredes en tres países distintos, punta de lanza de la selección vasca, además de haber sido el primer español en anotar gol en una copa del mundo, la de 1934. Los asturianos le decían el cañonero de Oviedo, en San Lorenzo de Almagro le llamaron el dinamitero y está considerado un héroe inmortal del Real Club España de México. Fue un portento de futbolista y una persona ejemplar.

Lángara nació un 25 de mayo de 1912, en Pasajes, un puerto bañado por el mar cantábrico, en la provincia de Guipúzcoa. Tuvo cara de niño hasta pasados los 18 años, edad a la que llegó al Real Oviedo para formar parte de la mítica de-lantera eléctrica. De 1934 a 1936 no hubo otro mejor goleador en España que es-te cañonero implacable que se llevó tres veces el Pichichi, antes de que llegaran los tiempos revueltos que lo traerían al continente americano con la selección vasca.

La guerra en España llegó a su fin y la selección vasca se disolvió, después de haber participado como el equipo Euskadi y salir subcampones de la liga mexica-na. Por eso Lángara viajó hasta Argentina y llegó el 21 de mayo de 1939 para ju-gar con San Lorenzo de Almagro. Debutó marcándole cuatro goles a River Plate.

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Con los “Cuervos” anotó 110 goles en 121 partidos, en una temporada alcanzó el cetro de los goleadores y aún se le recuerda como el dinamitero.

Volvió a México cuando nuestra liga se hizo profesional. El Real Club España formó un trabuco y el gran Isidro se convertiría en campeón de goleo durante dos temporadas, anotando 27 y 40 goles respectivamente. Gregorio Blasco es quien completa el recuento.

Hizo de México su hogar, aquí vivió su vida. Nunca se casó. Trabajó en una fá-brica de hule. Junto a Luis Regueiro manejaron el bar del viejo hotel Majestic. También laboró en una empresa constructora y en Puebla se involucró con el club de futbol de la ciudad y con esa oncena ganó una Copa México, en su edición de 1953. Y por estos lugares fue corriendo el tiempo hasta que su reloj personal le in-dicó el tiempo de volver a su país. Murió el 21 de agosto de 1992 a los 80 años pe-ro le dejó una herencia enorme a la historia del futbol. Su don de gente, su entre-ga y fortaleza, y sus cantidades descomunales de goles.

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Tarek

Aquel joven vendedor de frutas que se prendió fuego y se convirtió en el padre de la revolución tunecina se llamaba Mohamed Bouazizi, pero muy pocos sabían que su nombre verdadero era Tarek. Su padre le puso así en honor a uno de sus héroes futbolísticos. Tarek Dhiab está considerado en Túnez como su mejor futbo-lista de todos los tiempos. Un medio ofensivo que manejaba los hilos en el campo de juego y que con la selección de su país le diera a África la primera victoria en las copas del Mundo.

Esta anécdota comenzó aquel viernes 2 de junio de 1978, en el campo de Rosa-rio, cuando el equipo mexicano buscaba sus primeros puntos presupuestados en la Copa del Mundo celebrada en Argentina. Ese día los tunecinos rompieron la lógi-ca. Todo acabó siendo el inicio de una tragedia deportiva para México y para ellos un momento generacional de inspiración.

El primer tiempo arrancó con dos equipos rivales que apenas se estaban cono-ciendo. México tenía presupuestada la victoria, según el estratega José Antonio Ro-ca. Nadie sabía que el número 10 era el líder de las Águilas de Cartago, ni que en 1977 Tarek Dhiab había sido nombrado el jugador africano del año.

La primera mitad estaba por finalizar cuando un ataque mexicano por el lado izquierdo fue interrumpido por una mano dentro del área. Se marcó tiro penal. El Gonini Vázquez Ayala pateó y el balón parecía rodar muy despacio. No dio tiem-po para más y se fueron al descanso con ventaja.

El segundo tiempo quedó marcado en la memoria. Túnez descifró la forma de juego de sus rivales. Rompieron el marcaje personal y llegó el empate. Toño de la

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Torre tuvo un mano a mano y falló. Con el dos a uno vino la desesperación y el tercero liquidó el partido.

Tarek Dhiab se convirtió en un héroe nacional. Fue el orquestador de esta victo-ria y encaminó a su equipo dejando huella. Aunque no le pudieron ganar a Polo-nia, empataron a cero con Alemania, esta demostración significó que la FIFA otor-gará una plaza más para el continente africano en las siguientes ediciones de la co-pa del Mundo. Ante esta proeza, muchos niños en Túnez se llamarían Tarek. Así como este joven al que todos le decían Mohamed porque su madre nunca estuvo de acuerdo de que llevara el nombre del ídolo de su marido. Pero así fue, Moha-med Bouazizi, el padre de la revolución tunecina que derrocó a la dictadura de Ben Alí, en realidad se llamaba Tarek, así como el futbolista.

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