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    Erving GoffmanLos momentosy sus hombresTextos seleccionadosy presentadospor Yves Winkin

    ~edicionesPAIDOSBere.km.Bu"'os AirasMxico

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    Titulo original: Les moments el teurs hommesPublicado en francs por Les Editions du Seuil, ParlsTraduccin de Eloy Fuente Herrero (todo excepto texto 6)Luis Botella (texto 6)Cubierta de Mario Eskenazi y Pablo Martln

    cultura Librel . ' edicin, 1991Quedan rigurosamente prohibidas. sinla autorizacin escrita de 10&titularesdel ..copyright>-,bajo lassancloo8s establecidas en lasleyes, la reproduccin total o parcial de esta obra porcualquiermtodoo procedimiento, comprendldoalareprograffayel tratamientoInformtico,y la distribucin de ejemplaresde ellamediantealquilero prstamopblicos.

    1988 by Editions du Seull, Parls, para el prlogo,la presentacin general y la recopilacin 1983 by American Soclological Association, paraEl orden de la interaccin (texto 6) 1964 by American Anthropological Assoclation, paraEl olvido de la situacin (texto 4)Al comienzo de cada texto de Erving Goffman(a pie de pgina) figura el copyright de la edicin original. de todas las ediciones en castellano,Ediciones Paids Ibrica, S. A.,Mariano Cubl, 92 - 08021 Barcelonay Editorial Paids, SAICF,Defensa, 599 - Buenos Aires.ISBN: 84-7509-708-1Depsito legal: B -13.1'65/1991Impreso en Hurope, S. A.,Recaredo, 2 - 08005 BarcelonaImpreso en Espaa - Printed In Spain

    Sumario

    PrlogoPresentacin general: Erving Goffman: retrato del socilogo jovenTextos

    1. El orden social y la interaccin (1953)2. Los recursos seguros (1953)3. La persuasin interpersonal (extractos, 1957)4. El olvido de la situacin (1964) .5. La ritualizacin de la femineidad (1976)6. El orden de la interaccin (1982) .....

    YvesWinkin: Entrevista con Erving Goffman (1980) ....BibliografaIndice de nombres.Indice analtico .

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    168 WS MOMENTOS Y SUS HOMBRESprocedimientos de montaje. Una fotografa publicitaria constituyetal ritualizacin de ideales sociales que se ha cortado, suprimido,todo aquello que obste a su manifestacin. En la vida corriente,en cambio, pormuyincansablemente quenos empeemosen pro-ducir semejantes expresiones naturales, no lo conseguiremos sinopor medio de ciertos estilos de comportamiento, o en ciertos deta-lles particulares de nuestras actividades: ceremonias breves, expre-siones de simpata, reuniones de amigos, etc., distribuidos a lo lar-go de nuest ra ronda diaria de acuerdo con un plan que todavaconocemos muy poco. En resumen, tanto en la publicidad comoen la vida, queremos poses brillantes, queremos exteriorizarnos; peroen la vida, buena parte de la pelculacarece de inters, En todo caso,posemos para una fotografa, o cumplamos un verdadero acto ri-tual, nos entregamos a una misma representacin ideal de carctercomercial que se supone describe la realidad de las cosas. Cada vezque un hombre real enciende el cigarrillo a una mujer real, su gestosupone que las mujeres son objetos valiosos, algo limitadas fsica-mente, a las que conviene ayudar a cada paso. Tenemos aqu, eneste pequeo rito interpersonal, una manifestacin natural de larelacin entre los sexos, pero que quizs est tan lejos de reflejarrealmente esta relacin como lejos est de ser representativa la pa-reja de un anuncio de cigarrillos, Las expresiones naturales no sondiferentes a las escenas comerciales: se utilizan con el fin de propa-gar cierta versin de las cosas , y en condiciones al menos tan du-dosas y expuestas como las que conocen los publicitarios.As, pues, en general, los publicitarios no crean las expresonesritualizadas que emplean: explotan el mismo cuerpo de exhibicio-nes, el mismo idioma ritual, que todos nosotros los que participa-mos en situaciones sociales, y con la misma finalidad, la de hacer'interpretable un acto previs to. A lo sumo, no hacen sino conven-cionalizar nuestras convenciones, estilizar lo que ya est estilizado,dar un empleo frvolo a imgenes fuera de contexto. En resumen,su chapuza, si se nos permite, es la hiperri tual izacin.

    Texto 6El orden de interaccin*

    Cada presidente de laAmerican Sociological Association debepreparar un discurso ante sus colegas reunidos en asamblea anual.Ningn presidentese ha librado nunca de esta norma, excepto GoffmanoElegido para el discurso de 1982, escribisu texto JI acto seguido, tuvo que ingresar en el hospital. No pudo presentarse paraleer su discurso, pero tuvo t iempo de leer laspruebas antes de sumuerte, en noviembre de 1982. Setratapues de un testamento. Goffman ha volcado en l toda su sociologia, refutando a unos (a losque no quieren ver en la sociedad ms que un conglomerado deinteracciones) y alentando a otros (los que logran distinguir, perovinculndolas, micro y macroestructuras). Paral es esencial no confundir los diferentes niveles de estructuras sociales JI por ese mismo hecho, no creer que se puede estudiar una estudiando las otras.El orden de la interaccion, dirl, es un campo de anlisis auto-

    Ttulooriginal: The Interaction Orden),AmericanSociologicalRe-view, vol. 48, n. 1,febrero de 1983, pgs. 1-17. original: American 80-ciological Association, 1983.

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    170 LOSMOMENTDS y sus HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCfON 171nomo de pleno derecho, pero que no prejuzga otros rdenes eco-nmicos y sociales.Leyendo este texto uno no puede evitar sentirse impresionadopor la coherencia del conjunto del proyecto intelectual de Goffman.Su tesis conclua con una conceptualizacin del orden de la inte-raccin como orden social en la interaccin. Su ltimo texto vuelvesobre sus proposiciones de 1953 y las ampla. Su pensamiento sepodra comparar con la curva que describe en elespacio un crculoque avanza regularmente.

    Nota introductoriaUn discurso presidencial plantea una serie de requisitos; un artculo en una revista especializada otros muy distintos. Por lo tan

    to.Ia poltica de laAmerican Sociological Review de publicar cadaao el discurso de la American Sociological Association le da aleditor un respiro anual. Una vez al ao las primeras pginas pueden ser ocupadas por un nombre conocido y eleditor est libre decualquier responsabilidad sobre esos criterios que los artculos sometidos a revisin raramente cumplen: originalidad, desarrollo lgico, legibilidad y extensin razonable. En teora un discurso presidencial, cualquiera que sea su carcter, debe resultar de ciertaimportancia para la profesin, aunque slo sea una importanciapobre. Es ms, los lectores que no pudieron o no quisieron hacerel viaje tienen una oportunidad de participar indirectamente en loque se puede interpretar como la culminacin de aquella reunina la que no asistieron.No es la mejor de las garantas. Yo no esperaba publicar estacharla, sino restringirla a los lmites dentro de los que se imparti.Pero, de hecho, no hubo tal cosa. Por lo tanto, lo que ofrezcoal lector es una participacin indirecta en algo que no tuvo lugar.Una conferencia,pero en losasientos nicamente lectores.Una oferta dudosa.De cualquier forma, algo hubiera resultado dudoso. Despusde todo, igual que la mayora de discursos presidenciales, ste fueescrito enborradory pasado a mquina mucho antes deque sepronunciara (y antes de que yo supiera que no se iba a pronunciar) ,y la presentaciniba a consistir en leer el manuscrito, no en impro-visar. Por lo tanto, si bien el texto se redact como si respondieraa una ocasin social determinada, casi nada de lpodahaber sidogenerado por lo que ocurra en sta. Posteriormente, cualquier pu-

    blicacin resultante hubiera utilizado un texto con varias modificaciones realizadas tras la lectura real.

    El orden de interaccinDurante una hora de la noche se permite que el presidente dela Asociacin mantenga en cautiverio a la mayor audiencia de olegas que puede aportar la sociologa. Durante una hora, pues, ydentrode los lmites de estas paredes, se representa un acto de boato mundano. Un socilogo elegido de entre 'jifia lista muy breve seaventura hasta el centro del campo de batalla del Hilton pertrechado por un tema de su eleccin. (Esto nos recuerda que el aspectosociolgicamente interesante de Hamlet es que todas las escuelassuperiores de habla inglesa encuentran cada ao algn payaso dis

    puesto a representar su papel.) En cualquier caso, parece que losintereses de los presidentes de sociedades eruditas son lo bastantebien conocidos como para que se les escoja debido a ello. La tomade posesin lleva asociado el discurso pblico, as como la sugerencia de que demuestren que estn realmente obsesionados poraquello que ya se saba que les obsesionaba, como prueba el hechode que hayan sido elegidos. La eleccin les incita a repetir lo mismo que han dicho siempre y les da la posibilidad de hacerlo. A lospresidentes de la Asociacin se les hace creer que son representantes de algo, y que ese algo esjusto lo que su comunidad intelectualdesea que representen y necesita verrepresentado. Al preparar y pronunciar sus discursos tienen la sensacin de ser guardianes temporales de su disciplina. No importa lo grande que sea la sala de actos o lo irregular de su forma, sus yos se dilatan hasta ocuparlapor completo. La estrechez del marco disciplinario tampoco representa un lmite. Sea cual fuere el tema de mximo inters pblicoen ese momento, el orador demostrar que su disciplina tiene unarelevancia decisiva sobre l. Es ms, la ocasin parece hacer quelos oradores se muestren peligrosamente de acuerdo consigo mismos; animados por el acontecimiento, se dedican a salirse del discurso que tenan preparado mediante afirmaciones entre parntesis orbiter dicta, discurriendo sin reparos sobre tica, poltica ydems creencias. Se produce, una vez ms, ese especial engao dealto rango: la autoindulgencia y la autofelicitacin pblica. Se supone que esta puesta en escena coloca carne sobre los huesos delesqueleto, oponiendo la imagen que el lector se forma de una persona con la vvida impresin creada cuando las palabras proceden

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    172 WS MOMENTOS Y SUS HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 173de un cuerpo en lugar de una pgina. Lo que hace peligrar son lasilusiones que les queden a los oyentes sobre su profesin. No temis, amigos, pues aunque vayis a contemplar una vezms la pasin de la tribuna, nuestras son la disciplina y la forma de anlisispara las que las ceremonias son datos adems de deberes y el discurso supone conducta que se debe observar adems de opininque se debe considerar. En realidad, uno podra verse tentando aproponer que lo interesante para todos los que estamos aqu no eslo que yo he venido a decir (como todos sabemos), sino qu hacisvosotros escuchndome.Pero supongo que n vosotros ni yo deberamos vapulear demasiado los actos rituales. Algn gOyl podra estar escuchndonosy salir de aqu para difundir la irrelevancia y el desencanto por elpas. Si nos excedemos en eso, ni siquiera podremos conservar eltipo de trabajo que conseguimos los socilogos.Basndoos en este prembulo podrais concluir que consideroembarazosos los discursos presidenciales. Es verdad. Pero, probablemsnte, eso no me da derecho a extenderme sobre el tema de miincomodidad. Pensar que uno puede redmirse por la prdida deltiempo ajeno confesando que l tambin lo est perdiendo consti-,tuye una enfermedad del yo especfica de los oradores, Por eso mesiento incmodo hablando de m ncomodidad. Pero parece que nome siento incmodo por mi incomodidad al hablar de mi incomoddad. Sin embargo, es probable que vosotros s.

    1Adems de constituir una demostracin viva de los disparatesque acabo de esbozar, lo que dir esta noche constituir una especie de prdicaya recogida ms escuetamente en los prefacios de loslibros que he escrito. Es diferente de otras prdicas que habis tenido que or slo en el sentido de que no esde carcter especialmenteautobiogrfico, no es profundamente crtica con los mtodos establecidos y no se basa en una preocupacin por las carencias de losgrupos desfavorecidos, ni siquiera por las de aquellos que intentan

    trabajar en nuestra profesin. No poseo el remedio universal paralos males de la sociologa. Multitud de miopas limitan nuestra visin de.las cosas. Establecer un origen concreto de la ceguera y la1. Goy: endialectoyiddish, dcesede las personas no judasY. particu-

    larmente, de los cristianos. [T].

    tendenciosidad resulta atractipamente engaftoso. Cualquiera que seanuestro objeto de estudio y nuestra conviccin metodolgica, lo nico que podemos hacer esconservar la feen elespritu de la ciencianatural y avanzar a tientas, intentando convencernos de que nuestra ruta nos conduce hacia adelante. No nos ha sido dada la credibilidad y la importancia que han adquirido ltimamente los economstas, pero casi los igualamos en cuanto a errores en prediccionesminuciosamente calculadas. Realmente, nuestras teoras sistemticas son casi tan vacuas como las suyas; pasamos por alto casi tantas variables crticas como ellos. Si bien no tenemos la genialdadde los antroplogos, al menos nuestro objeto de ,studio no se havisto arrasado por la difusin de la economa mundial . Esto nosofrece la oportunidad nica de pasar por alto los hechos relevantescon nuestros propios ojos. No podemos licenciar a estudiantes connotas tan altas como los psiclogos y, en el mejor de los casos, laformacin de stos parece ms profesional y concienzuda que laque nosotros proporcionamos. An no hemos conseguido dotar anuestros estudiantes de ese gran nivel de incompetencia erudita quehan alcanzado los psiclogos, pero bien sabe Dios que lo estamosintentando.

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    La interaccin social puede definirse en sentido estricto comoaquella que se da exclusivamente en las situaciones sociales, es decir, en las que dos o ms individuos se hal lan en presencia de susrespuestas fsicas respectivas. (Es de suponer que el telfono y elcorreo representan versiones reducidas de esta realidad primordial.)Este punto de partida cuerpo a cuerpo, paradjicamente, implica que cierta distincin sociolgica muy central puede, en principio, no ser relevante: me estoy refiriendo al tpico contraste entrevida rural y urbana, entornos domsticos y pblicos, relaciones ntimas de larga duracin e impersonales y fugaces. Despus de todo,las reglas de trfico de los peatones se puedenestudiar igual en unacocina repleta o en una calle repleta; los derechos de interrupcin,durante el desayuno o en un tribunal de justicia; los apelativos cariosos, en un supermercado o en el dormitorio. La pregunta decules son las diferencias respecto a las lneas tradicionales sigueestando abierta.Mi intencin durante todos estos aos ha sido conseguir quese aceptase como anal ticamente viable esta rea cara a cara

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    174 lDS MOMENTOS Y SUS HOMBRESEL ORDEN DE LA INTERACCION 175

    -que puede denominarse el orden de i n t e r a ~ c i n , por J?onerle unnombre cualquiera-""uyo mtodo preferencial de estudio es el nucroanlisis. Mis colegas no sehan entusiasmado demasiadocon todoello.Con 10que os dir esta noche pretendo resumir los motivos paraenfocar el orden de interaccin como un rea sustantiva por derecho propio. En trminos generales la justificacin de su escisinde la v ida social debe ser la misma que la de cua lquier o tra : quelos elementos que contiene encajan mejor entre s que con otrosms all de tal orden; que analizar las relaciones entre diferentesrdenes resulta crtico, constituyendo un rea de estudio por derecho propio y que una investigacin as presupone, en primer lugar,delinear los diferentes rdenes sociales; y que aislar el orden de interaccin proporciona un medio y un motivo para analizar diferentes sociedades comparativamente y la nuestra histricamente.El hecho de que pasemos la mayor par te de nuestra vida diariaen presencia inmediata de los dems es algo inherente a la condic in humana; en otras palabras, lo ms probable es que nuestrosactos cualesquiera que sean, estn socialmente situados en un sen-t ido estricto, Tanto es as que es fcil que una actividad realizadaen la ms absoluta intimidad acabe siendo caracterizada por esacondicin especial. Por supuesto, siempre es de esperar que el hecho de la situacin social conlleve alguna consecuencia, si bien aveces de poca relevancia aparente. Estas consecuencias se han en-focado tradicionalmente como efectos, es decir, como indicado-res, expresiones o sntomas de estructuras s o c i ~ e s tales c o ~ orelaciones, los grupos informales, la edad, el genero, las mmonastnicas las clases sociales y otras cosas por el estilo, sin preocuparse mucho de tra tarlos como datos en sus propios trminos. El truco consiste, por supuesto, en conceptualizar de forma diferente dichos efectos, ya sean grandes o pequeos, para as pod'." extraery analizar lo que tienen en comn y para que las modalidades devida social de las que se der ivan puedan desmembrarse y catalogarse sociolgicamente, permitiendo que se pueda exponer loes intrnseco a la vida interaccional . De esta forma uno puede Irde lo puramente s ituado a lo s ituac iona l, es decir, de lo que es tsituado accidentalmente en una situacin social (y que puede SItua rse fue ra de ella sin cambiar demasiado) a lo que slo puededarse en encuentros cara a.cara.Qu se puede decir de los procesos y estructuras especficas delorden de interaccin? A continuacin presento algunos esbozos.Es probable que lo especfico de la interaccin cara-a-cara est

    relativamente circunscrito al espacio y. COn toda seguridad, al tiempo. Es ms (yen esto se diferencia de los roles sociales en sentidotradicional), la suspensin de una actividad interaccional que se hainiciado tiene un efecto trascendental sobre ella y no se puede extender demasiado sin alterarla profundamente. En el orden de interaccin, la concentracin y la implicacin de los participantes -oal menos su atencn- resulta siempre crtica, y estos estados cognitivos no pueden mantenerse por perodos largos de tiempo o so-brellevar lapsos e interrupciones continuadas. La emocin, elestado de nimo, la cognicin, la orientacin corporal y el esfuerzomuscular estn implicados intrnsecamente, e introducen un componente psicobiolgico inevitable. La calma y la intranquilidad, lafalta de autoconciencia y la cautelaresultan vitales. Obsrvese tambin que el orden de interaccin capta al ser humano justo desdeese ngulo de su existencia que muestra una superposicin consi-derable con el de otras especies. Resulta tan poco sensato descartarque puedan haber similitudes entre elsaludo animal y humano comobuscar las causas de la guerra en la predisposic in gentica.

    Se podra establecer la hiptesis de que (aparte de las exigencias obvias del cuidado infantil) la necesidad de interaccin cara-acara est enraizada en ciertas precondiciones universales de la vidasocial. Hay, por ejemplo, todo tipo de motivos ajenos a los sentimientos y a la herencia gentica po r los que individuos de todoslos orgenes -desconocidos o amigos- encuentran indispensablepasar el tiempo juntos. Uno de ellos es que el material especializado, sobre todo el diseado para usarse ms all del crculo fam-,liar, no resultara econmico si no fuera explotado y empleado porun nmero determinado de personas que acuden a ciertas horas paraello, tanto si lo han de emplear a la vez, adyacente o secuencialmente. Al l legar y partir encontrarn que es una ventaja usar lasrutas de acceso establecidas, y todava ms cuando tienen la sensacin de que pueden cruzarse unos con otros sin peligro.Hay una condicin de la vida social que destaca enormementecuando los individuos - po r el motivo que sea- estn en presencia inmediata de otros; a saber, su carcter promisario e indicativo.No se trata slo de que la apariencia y los modales hagan patenteel status y las relaciones. Tambin resulta que la l nea de nuestramirada, la intensidad de nuestra participacin y la forma de nuestras accones iniciales permite a los dems escrutar nuestro propsito e intencin inmediata, tanto si estamos hablando con ellos ala vez como si no. En consecuencia, siempre estamos en posicinde facilitar esta apertura, bloquearla o incluso desorientar a nues-

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    176 LOS "OMENIOS y sus HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 177tras observadores. El carcter de escrutinio de tales observacionesresulta facilitado y a la vez dificultado por un proceso fundamental que an no se ha estudiado sistemticamente - l a ritualizacinsocial-, es decir, la estandarizacin de la conducta corporal y vocal mediante la socializacin, que confiere a tal conducta -o a tales gestos, si se prefiere- una funcin comunicativa especial.Los individuos, en presenciade otros, seencuentran en una posicin ideal para compartir un mismo foco de atencin, percibirque lo comparten y percibir esa percepcin. Esto, en combinacincon su capacidad para indicar sus cursos de accin fsica y ajustarsus reacciones a indicaciones similares de los dems, constituye laprecondicin para algo crucial; la coordinacin continua e intrnsecade la accin, sea como apoyo de tareas altamente colaborativas o como forma de acomodar tareas adyacentes. El habla aumentainmensamente la eficacia de ta l coordinacin, resultando particularmente crtica cuando algo no funciona como se esperaba. (Elhabla, por supuesto, tiene otra funcin especial: permitir que ciertos aspectos externos a la situacin participen del proceso colaborativo y que se negocien los planes referentes a cules,de ellos loharn, pero ste es un telna diferente y prohibitivamente cornplicado.)La caracterizacin que un individuo puede hacer.de otro gracias a poder observarlo y orlo directamente se organjea alrededorde dos formas bsicas de identificacin: una de tipo categrico queimplica situarlo en una o ms categoras sociales y otra de tipo in-dividual que le asigna una forma de identidad nica basada en suapariencia, tono de voz, nombre propio o cualquier otro mecanismo de, diferenciacin personal. Esta doble posibilidad -identificacin categrica e individual- es fundamental para la vida interactiva en todas las comunidades excepto las pequeas y aisladasde antao, y se encuentra presente en la vida socia l de otras especies. (Volver sobre ello ms tarde.)Los individuos, cuando se encuentran en presencia inmediatade otros, Se enfrentan necesariamente al problema persona-territorio.Por definicin slo podemos participar en situaciones sociales sillevamos con nosotros nuestro cuerpo y sus pertrechos, y este equipo es vulnerable a la accin de los dems. Somos vulnerables a lavolencia fsica y sexual, al secuestro, al robo y a la obstruccin denuestros movimientos, sea por aplicacin no negociada de la fuerza 0, con ms frecuencia, por los intercambios coercitivos, esaforma de regateo tcito po r el que aceptamos cooperar con el agresor a cambode la promesa de que no nos har tanto dalla como

    permitiran nuestras circunstancias. De forma similar, en presenciade los dems somos vulnerables a que sus palabras o gestos traspasen nuestras barreras psqucas y rompan el orden expresvo que esperamos que semantenga ante nosotros. (Por supuesto, afirmar quesomos vulnerables es afirmar tambin que tenemos a nuestro alcance los' recursos para hacer igualmente vulnerables a los dems,y ninguno de los dos argumentos pretende negar la posbildad deque haya una cierta especializacin convencional, sobre todo en funcin del sexo, respecto a quin amenaza y quin es amenazado.)La territorialidad personal no debe verse slo en trminos derestricciones, prohibiciones y amenazas. En toda sociedad se da unadualidad fundamental en su uso, de forma que muchas de las conductas mediante las que podemos ser tratados ofensivamente porcierta categora de personas estn ntimamente ligadas a aquellaspor las que los miembros de otra categorapueden expresarnos adecuadamente SU afecto. As, aquello que -caso de creerlo- constituira una presuncin, se convierte en una cortesa o seal de afecto si nos limitamos a brindarlo; nuestras vulnerabilidades ritualesson tambin nuestros recursos rituales. Violarlos territorios del yoes socavar el lenguaje de la cor tesa.

    Por lo tanto, la copresencia corporal lleva implcitos riesgos yposibilidades. Dado que tales contingencias son evidentes, es probable que den lugar a tcnicas de control social, y dado que secontrolan bsicamente las mismas contingencias sera de esperar queel orden de interaccinmostrararasgosmarcadamente similares entre sociedades muy diferentes. Os recuerdo que es en las situaciones sociales donde se hace frente a estas posibilidades y riesgos ydonde tendrn su efecto inicial. Son las situaciones sociales las queaportan el escenar io natural en el que se encarna y se da l ecturaa todas las manifestaciones corporales. De ah la justificacin parautilizar la situacin social como unidad de trabajo bsica en el estudio del orden de interaccin. Y de ah, en consecuencia, la justificacin para afirmar que nuestra experiencia del mundo tiene uncarcter de enfrentamiento.Pero no estoy defendiendo un situacionismo beligerante. Comonos record Roger Barker con su nocin de entorno conductual,es muy improbable que las regulaciones y expectativas aplicadas auna situacin social concreta se generen en ese mismo momento.Su expresin patrn de conducta duradero se refiere con raznal hecho de que a una misma clase de entornos, as como de ubicaciones concretas a lo largo de fases inactivas, sele aplicar una misma forma de comprensin. Es ms, si bien un entorno conductual

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    178 WS MOMENlDS y sus HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 179concreto puede no ir ms all de cualquier situacin social generada por dos o ms participantes en su medio -como es el caso deun bar local, una pequeatienda o lacocinade casa- son frecuenotras ordenaciones. Fbricas, aeropuertos, hospitales y vas p-b h c ~ s son entornos conductuales que sustentan un orden de inter a c c l ~ qu.e se ,

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    180 LOS MOMENTOS Y SUS HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 181Ntese tambin que los individuos que violan sistemticamente las normas del orden de interaccin pueden, no obstante, depender de l todo el tiempo, incluso el que pasan violndolas. Despus de todo, la mayora de actos de violencia Son mitigados por

    la oferta de algn tipo de intercambio - n o deseado por la vctimapor parte del agresor y, por supuesto, ste presupone que el mantenimiento de las normas sobre el habla y sobre los gestos amenazadores cumple esta funcin. En el caso de la violencia no negociadasucede lo mismo. Los asesinos tienen que depender y aprovecharsedel trfico y de las normas convencionales sobre la apariencia fsica si quieren tener oportunidad de a tacar a su vctima y huir dela escena del crimen. Los vestbulos, ascensores y callejones pueden ser sitios peligrosos porque pueddn estar ocultos a la vista yo ~ u p a d o s slo por la vctima y elagresor; pero detrs de la oportumdad que ello proporciona al delincuente est su dependencia delas normas, que lepermiten entrar y salir de all sin levantar sospechas. Todo ello debera recordarnos que, en casi todos los casos,los acuerdos de interaccin pueden resistir una vlplacin sistemtica, al menos a corto plazo, y por lo tanto que si bien es beneficiosopara el individuo convencer a los dems de que su cumplimientoes fundamental para el mantenimiento del orden y mostrar una conformidad aparente con ellos, no lo ser soslayar sus sutilezas.Hay motivos an ms profundos para poner en tela de juiciolos dogmas referentes al orden de interaccin. Podra resultar conveniente creer que los individuos (y las categoras sociales de stos), al manipular los diferentes aspectos del orden de interaccinobtienen siempre un beneficio sustancialmente mayor que lo qU;les cuestan las cortapisas concomitantes. Pero esto resulta cuestionable. Lo que, desde la perspectiva de unos, significa un orden deseable puede ser considerado exclusin y represin desde el puntode vista de otros. Saber que ciertos consejos tribales de frica Occidental reflejan (entre otras cosas) adhesdn a una regla o rangohablando ordenadamente no plantea interrogantes sobre la neutralidad del trmino orden. Tampoco lo hace el hecho de que (comoBurrage y Corry han mostrado recientemente) en las procesionesceremoniales a travs de Londres, desde los Tudor a los tiempos delos Jacobitas, los representantes de los oficios y profesiones mantuvieran una jerarqua tradicional respecto a su posicin al marchar y al observar la procesin. Pero cuando consideramos el hecho de que hay categoras -muy amplias en nuestra sociedadde personas que pagan continuamente un precio considerable porsu existencia interaccional s se plantean interrogantes.

    Sin embargo, al menos a corto plazo histrico, las categorasms desfavorecidas continan cooperando, cosa que queda ocultaante la evidente mala voluntad que manifiestan sus miembros respec to a unas pocas normas a la vez que compart en todas las dems. Detrs de la disposicin a aceptar la forma en la que se ordenan las cosas est, quizs, elhecho brutal de la posicin propia enla estructura social y el coste real o imaginario de permitir que senos seale como descontentos. En cualquier caso, no cabe dudaque ciertas categoras de individuos, en todo tiempo y lugar, handemostrado una capacidad descorazonadora para aceptar abiertamente formas de interaccin lamentables.En resumen, si bien es adecuado destacar la distribucin desigual d los derechos (como en el caso del uso segregacionista delos servicios locales de una ciudad) y los riesgos (como, por ejemplo, entre personas de diferente edad o sexo) en elorden de interaccin, el tema central sigue siendo el uso y las disposiciones que permiten que una gran diversidad de proyectos sellevea cabo medianteel recurso inconsciente a formas de procedimiento. Por supuesto,aceptar las convenciones y normas tal como son (yguiar la accinde acuerdo con ello) significa, en efecto, confiar en los que nos rodean. De lo contrario uno apenas podra manejar sus asuntos; dehecho apenas tendra ningn asunto que manejar.La doctrina de que ciertas reglas bsicas conforman el ordende interaccin y permiten el trnsito de su empleo plantea la cuestin de las medidas polticas y stas, por supuesto, suscitan consideraciones polticas una vez ms.

    El moderno Estadonacional, casi como forma de definir su propia existencia, reclama para s la autoridad final sobre el controlde las amenazas a la vida y las propiedades en toda su jurisdiccinterritorial. El Estado posee (en teora siempre y en la prctica muya menudo) mecanismos seguros de intervencin cuando las formaslocales de control social no consiguen mantener las alteraciones delorden de interaccin dentro de ciertos lmites; especialmente en lugares pblicos, pero no slo en ellos. Sin duda, la prevalencia delorden de interaccin incluso en los lugares ms pblicos no escreacin del aparato estatal. La mayor parte de este orden, ciertamente, se origina y se mantiene desde abajo, por as decir; en ciertoscasos a pesar de la autoridad superior y no debido a ella. Sin embargo, el Estado ha establecido efectivamente su legitimidad, monopolizandoel uso de armas potentes y personal entrenado militarmente como forma extrema de sancin.En consecuencia, algunas de las formas corrientes de interac-

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    182 LOS MOMENTOS Y SUS HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 183cin -discursos. reuniones, procesiones, por no hablar de formasms especializadas como piquetes o manifestaciones de huelguist as - pueden ser interpretadas por los gobernantes oficiales comouna afrenta a la seguridad del Estado y disueltas por la fuerza debido a ello aunque, de hecho, no contengan nada evidentementeamenazante para el orden pblico en un sentido sustantivo. Por otraparte, las violaciones del orden pblico pueden llevarse a cabo noslo por inters propio, sino como reto claro a la autoridad del Estado, como actos simblicos interpretados a modo de afrenta y utilizados para anticipar tal interpretacin.

    IVHe estado hablando en trminos que pretenden ser aplicables

    a la existencia cara a cara en cualquier parte. Por ello he pagadoel precio de costumbre -mis afirmaciones han sido generales, tpicas ymetatericas- empleandoun trmino tan cuestionab}eComoaquello a lo que se refiere. Un intento menos precavido, ,gual degeneral pero basado en hechos naturales, es el de identificar las unidades sustantivas bsicas, las estructuras recurrentes y los procesosconcomitantes. Qu clase de animales encontraremos en el zoo interaccional? Qu plantas habr en este particular jardn? Permitidme que pase revista a lo que considero algunos ejemplos bsicos.1. Se puede empezar por las personas como entidades vehiculares, es decir,por unidades deambulatorias humanas. En los luga

    res pblicos tenemos individuales, [singlesl (un grupo de uno) ycon- [withs] (un grupo de ms de uno); estos grupos pueden considerarse unidades autocontenidas en lo que se refiere a su partici-pacin en el f lujo de la vida social peatonal. Tambin se puedenmencionar unas pocas unidades deambulatorias mayores: por ejemplo las filas, las procesiones y, como caso lmite, la cola, siendosta una forma de unidad deambulatoria estacionaria. (Podra llamarse cola, por extensin, a cualquier forma de orden basadaen el momento de llegada, pero yo no lo hago.)2. A continuacin, aunque slo sea como unidad heurstica ycon finalidades de consistencia en su uso, resulta til adoptar el tr

    mino contacto. Con ello me refiero a cualquier ocasin en la queun individuo secoloca en presencia de la respuesta de otro, sea mediante la copresencia fsica, un contacto telefnico o un intercambio epistolar. De esta forma estoy contando como parte del mismocontacto todos aquellos intercambios que se dan en tales ocasio-

    Des. As, unamirada furtiva al cruzarsepor la calle, una conversa-cin, un intercambio de saludos progresiv.arnente atenuados mientras se circula entre los invitados a una fiesta, la mirada de unmiembro del pblico a los ojos del conferenciante: todo ello cuentacomo contacto.3. Luego est esa amplia categora de situaciones convenidasen las que las personas entran en un pequeo circulo fsico comoparticipantes en una empresa compartida de forma consciente y atodas luces interdependiente, estando el perodo de participacincargado de rituales de algn tipo o siendo susceptible a su invocacin. En algunos casos slo est implicado un puado de participantes, la charla que se produce es del tipo que puede considerarsede propsito autolimitante y se mantiene la apariencia de que, enprincipio, todos tienen el mismo derecho a contribuir. Este tipo deencuentrosconversacionaleses diferentede las reuniones en las queun presidente administra el uso de la pa labra y la pertinenc ia desta (por ejemplo las audiencias, juicios y dems procedimientos legales). Todas estas actividades basadas en el habla contrastancon las muchas otras interacciones en las que los actos que se entretejen no implican vocalizacin, yen los que elhabla, cuando aparece, lo hace como forma de participacin sorda e intermitente ocomo acompaamiento irregular de la actividad en progreso. Ejemplos de esto ltimo son los juegos de cartas, las transacciones deservicios, los actos amorosos y el comensalismo.4. A continuacin la modalidad de tribuna: esa situacin universal en la que serepresenta una actividad frente a un pblico. Loque se ofrece puede ser una charla, un concurso, una reunin for-mal, una obrade teatro, una pelcula, una actuacin musical, unamuestra de hablidad o destreza, una ronda de oratoria, una ceremonia o una combinacin de lo anterior. Los protagonistas estarn en una plataforma o bien rodeados por los espectadores. El tamao de la audiencia no est relacionado directamente con lo quesepresenta (aunque sicon las medidas que permiten una buena visbilidad del escenario), y la obligacin primordial de los espectadores es contemplar, no actuar. La tecnologa moderna, por supuesto, ha ampliado los lmites de esta forma de interaccin y hapermitido llegar a pblicos muy numerosos y distantes, as comosubir al escenario una gran variedad de materiales. Pero el formatoen s responde en gran medida a la necesidad de mantener la atencin de un gran nmero de personas centrada en un foco visual ycognitivo, cosa que slo es posible si estn dispuestos a participarde forma meramente indirecta en lo que se representa.

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    5. Finalmente, se podran mencionar las celebraciones sociales.Me ref iero a la reunin de individuos admitidos de forma controlada; a 10 que se produce bajo los auspicios y en honor de algunacircunstancia valorada po r todos. Es probable que se genere un estado de n imo c o m n que marque los lmites de la participacin.Los par ticipantes l legan coordinadamente y se van igual. Ms deun a regin delimitada puede servir de entorno para un a ocasinconcreta, estando conectadas entre s para facilitar el movimiento,la mezcla y la circulacin de la respuesta. Dentro de sus lmites,es probable que un a celebracin social aporte un entorno para diferentes acciones pequeas y focalizadas, conversacionales o no, ycon mucha frecuencia pone en evidencia (y enmarca) un a activida d d e t ribuna. Normalmente impera la sensacin de que hayun a forma oficial de proceder, un perodo previo caracterizado-porser objeto de un a sociabilidad no coordinada y otro posterior marcado por la sensacin de haber quedado liberados de las obligaciones de la ocasin. En el caso tpico se hacen preparativos con anterioridad, a veces incluso se establece un programa u horario. ~ e , < \ acierta especializacin en el reparto de funciones, mayormente entrepersonal de mantenimiento domstico, organizadores oficiales y participantes no-oficiantes. El acontecimiento en su conjunto se vecomo un hecho unitario y transmisible. Las celebraciones socialespueden considerarse como las mayores unidades de interaccin, yparecen ser las nicas que pueden organizarse de forma que durenvarios das. Sin embargo, lo normal es que, un a vez iniciada, un acelebracin social se mantenga ininterrumpida hasta acabar.

    Est claro que siempre que se producen encuentros personales,representaciones de tribuna o celebraciones sociales, se dan tambin movimientos deambulatorios y las unidades po r las que stosse regulan. Tambin debera quedar claro que los intercambios verbales breves de dos a cuatro participantes cumplen un a funcin facilitadora y acomodativa, tapando los huecos que se producen enla actividad coordinada y los defectos en la conexin con otras actividades adyacentes e independientes.Me he referido a unas cuantas entidades bsicas de interaccin:unidades deambulatorias, contactos, encuentros converscionales.reuniones formales, representaciones d e tribuna y celebracionessociales. Se podra aplicar un tratamiento paralelo a los procesosy mecanismos de interaccin. Pero, si bien es relativamente fcil revelar procesos secundarios de interaccin bastante generales -especialmente los microscpicos- es difcil identificar los ms bsicos excepto, quiz, cuando se refieren al turno de uso de la palabra

    en una conversacin. En cierto sentido podra decirse 10mismo delos roles de interaccin.

    vNo hablar ms de las formas y procesos de la vida social especificos del orden de interaccin. Eso slo resulta relevante para quienest interesado por la etologa humana, la conducta colectiva, elorden pblico o el anlisis del discurso. En lugar de ello quisieracentrar mis comentarios finales en un asunto general de mayor relevancia: la conexin entre el orden de interaccin y los elementosde organizacin social considerados ms tradicionalmente. La intencin ser la de describir ciertos rasgos del orden de interaccin,pero slo aquellos que se apliquen a mundos macroscpicos msall de los cuales se encuentran estos rasgos en las interacciones.Para empezar, un tema que es ta n obvio como para ser dadopo r supuesto e ignorado: el impacto directo de los efectos situacionales sobre las estructuras sociales. Se podran citar tres ejemplos...E n primer lugar, dado que un a organizacin compleja puedellegar a depender de un personal determinado (en el caso tpico,de aquel que haya conseguido acceder a roles de mando), en la secuencia diaria de interacciones sociales dentro y fuera del trabajo'

    -e s decir, en la rutina d i a r i a - en las que estos personajes puedenresultar heridos o raptados, tambin puede verse afectada su organizacin. Los negocios menores, las familias, los parientes y otrasestructuras pequeas son igual de vulnerables, sobre todo aquellosque estn ubicadosen reas co n un elevado ndice de criminalidad.Si bien este tema puede copar la atencin pblica en varios mo mentos y lugares, a m no me parece de gran inters conceptual;analticamente hablando, la muerte inesperada po r causas naturales provoca casi los mismos problemas a las organizaciones. En ambos casos nos enf rentamos ni ms ni menos que con el riesgo.

    En segundo lugar, como ya se ha sugerido, est el hecho obviode que un a gran parte del trabajo de las organizaciones - la tomade decisiones, la transmisin de informacin, la coordinacin detareas fsicas- se realiza cara a cara, requiere ser realizada as yes vulnerable a efectos cara a cara. Dicho de otro modo, en la medida en que los agentes de la organizacin social a cualquier escala, desde Estados a hogares, puedan ser persuadidos, engatusados,engaados, intimidados o influidos de cualquier forma po r efectosque slo se da n en tratos cara a cara, entonces el orden de interaccin afectar abiertamente a las entidades macroscpicas.

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    En tercer lugar, hay encuentros de procesamiento de personas[people-processing]; encuentros en los que la impresin que lossujetos se forman durante la interaccin afecta al curso de sus vi-das. El ejemplo clsico es el de la entrevista de clasificacin efec-tuada por consejeros escolares, psiclogos del departamento de per-sonal, psiquiatras encargados del diagnstico o forenses. En unsentidomenos directo, este proceso es ubicuo; todos somos cancer-beros custodiando alguna cosa. El origen de las amistades y los la-zos matrimoniales (al menos en nuestra sociedad) puede buscarseen cierta ocasin en la que, de un contacto accidental, sali algoms de lo imprescindible.

    Queda claro qu es lo situacional en tales encuentros de proce-samiento, ya seden en entornos institucionalizados o no: toda cul-tura, y desde luego la nuestra, parece tener un gran fondo de sabery creencia popular sobre indicadores intriIjsecos de status y carc-ter que pretende facilitar la interpretacin de las personas. De estaforma, por una especie de preacuerdo, las situaciones sociales pa-recen estar perfectamente diseadas para aportarnos pruebas de losdiferentes atributos de los participantes, aunque slo sea re-presentando lo que ya sabamos. Es ms, en las situaciones socia-les, como en otras circunstancias, los que toman las decisiones, sise les presiona, pueden emplear una gran gama de racionalizacio-nes para ocultar al otro (eincluso a smismos) la diversidad de con-sideraciones que configuran su decisin y, en especial, el peso rela-tivo dado a cada una de ellas.Es en estos encuentros de procesamiento donde puede darse esaclasificacin silenciosa que, como dira Bourdieu, reproduce la es-tructura social. Pero ese impacto conservador no es, analticamen-te hablando, situacional. El aquilatamiento subjetivo de una seriede atributos sociales, sean o no sean stos pertinentes oficialmentey reales o imaginarios, genera un micropunto de desconcierto; elvalor encubierto asignado, por ejemplo, a la raza, puede ser miti-gado por el asignado a otras variables estructurales -clase social,sexo, edad, copertenencia a asociaciones, red de patrocinio- I's-tructuras que, en elmejor de los casos, no son totalmente congruen-tes entre s. Los atributos estructurales, utilizados abierta o encu-biertamente, no se mezclan del todo con los personales tales cdmoel est ado de sa lud o la fuerza fsica, ni con propiedades que ad-quieren toda su existencia en situaciones sociales: el aspecto, la per-sonalidad, etc. Por lo tanto, lo situacional de los encuentros de pro-cesamento son las pruebas que aportan de los atributos reales o

    aparentes de un participante mientras, a la vez, permiten que sede-termine su curso vital mediante un aquilatamiento inaccesible deestas complejas pruebas. Si bien esta estructura normalmente faci-lita la consolidacin subrepticia de las lneas estructurales, tambinpodra servir para debilitarlas.

    Por 10 tanto se pueden sealar formas evidentes en las que lasestructuras sociales dependen de, y son vulnerables a, lo que ocu-rre en los encuentros cara a cara. Esto ha llevado a algunos a pro-poner de forma reduccionista que todos los rasgos macroscpicosde la sociedad, y la sociedad en s misma, son un compuesto exis-tente a intervalos de aquello cuyo origen sera la realdad de los en-cuentros: una cuestin de sumar y extrapolar efectos interacciona-les. (Esta postura se ve a veces reforzada por la afirmacin de quetodo lo que sabemos sobre las estructuras sociales tiene su origenen resmenes muy modificados del flujo de la experiencia en lassituaciones sociales.)

    En mi opinin, estas pretensiones son incompatibles. Por unaparte confunden el formato interaccional en el que se producen laspalabras y las indicaciones gestuales con el significado de stas; esdecir, confunden10 situacional con 10meramente situado. Cuan-do nuestro agente de bolsa nos informa de que hay que vender, onuestro jefe o cnyuge de que ya no necesita nuestros servicios, lasmalas noticias pueden sernos comunicadas en privado y de un modotranquilo y delicado que haga ms humana la situacin. Th1 consi-deracin es uno de los recursos del orden de interaccin. En elmo-mento lgido puede resultar muy de agradecer. Pero a la maanasiguiente, qu importar si el mensaje nos ha Jlegado por telfo-no, por la pantalla de un ordenador, en un sobrecito azul j .unto alreloj de fichar o escrito en una nota en el despacho? La dehcadezacon la que se nos trate en el momento de darnos las malas noticiasno dice nada de la importancia estructural de stas.Es ms, no creo que se pueda llegar a conocer la estructura delmercado, o la distribucin del valor catastral de una ciudad, o lasucesin tnica en la administracin municipal, o la estructura delos sistemas de parentesco, o los cambios fonticos sistemticos enlos dialectos de una comunidad lingstica, segn hechos extrapo-lados o agregados a partir de encuentros sociales concretos entrelas personas implicadas en cualquiera de estos patrones de interac-cin. (Es razonable someter las afirmaciones sobre estructuras y pro-cesos macroscpicos a un microanlisis de los que escarban minu-ciosamente tras las generalizaciones intentando encontrar diferenciascriticas entre, por ejemplo, industrias, regiones o perodos de tiem-po breves tratando de debilitar las visiones de conjunto.)

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    188 LOSMOMENlOS y susHOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 189Tampccosostengo la ideade que la conducta cara a cara seams real que lo que concebimos como las negociaciones entredosempresas o la distribucin del nmero de delitos durante el ciclosemanal en las distintas zonas de un barrio de Nueva York;en to-dos los casos nos encontramos ante resmenes toscamente modifi-

    carlos. Simplemente afirmo que las variantes de la vida cara a carase"'en facilitadas por su repeticin continuapor unos participantesque son heterogneos en muchos sentidos y que, an asi han dellegar rpidamente a un acuerdo de trabajo; as, estas variantes pa-recenms susceptibles de anlisis sistemtico que el funcionamientointerno o externo de la mayora de entidades macroscpicas. Lasvariantes propiamente dichas estn ancladas en sentimientos sub-jetivos, por lo que permiten que la empat a desempee un papelImportante', La corta extensin espacial y temporal del aspecto fe-nomenolgco de muchos de estos hechos facilita su grabacin(y reproduccin) y siempre se tiene, por supuesto, la' tranquilidadde poder mantener la vista fija en un factor concreto de ellos du-rante todo su curso. An as, hay que tener en cuenta que, inclusoen la rea ?e la interaccin cara a cara, lo que algunos aceptan comounidad mas pequea (y, en ese sentido, definitiva) de la experiencia

    p e r s o ~ a l , otros lo ven como algo desesperantemente complejo quenecesita una forma mucho ms refinada de microanlisis.En resumen, referirse a las formas de vida relativamente aut-nomas en elorden de interaccin (como muy bien ha hecho Char-les TilIy respecto a una categora especial de ellas) no significa con-siderarlas algo previo, fundamental o constitutivo de la forma delos fenmenos macroscpicos. Esto es semejante a lo que hacen losautores teatrales, los psiclogos clinicos y los buenos informado-res, todos los cuales construyen sus historias de modo que ciertasfuerzas Internas de sus personajes constituyan y gobiernen la ac-cin, permitiendo a los oyentes y lectores identificarse con el resul-tado. Tampoco significa referirse a algo inmutable. Todos los ele-mentos de la vida social tienen una historia y estn sometidos acambios crticos en eltiempo, y ninguno de ellos puede entendersedel t o d ~ sin'hacer.referencia a la cultura en la que se produce. (Loque no implica afirmar que los historiadores y antroplogos pue-dan aportar, en general, los datos necesarios para un anlisis rea-hsta de las prcticas de interaccin en comunidades que ya no es-tn a nuestro alcance.)

    VINo me he referido a las relaciones directas entre las estructurassociales y el orden de interaccin porque tuviera nada nuevo o im-portante que decir, sino slo para establecer un contraste adecua-

    do para los efectos de conexin considerados ms frecuentemente,a saber, los durkheimianoss'Iodos conocis la letania. Un rasgo fun-damenta l de los encuentros cara a cara es que en ellos, y slo enellos, podemos dar forma y estructura dramtica a ciertos temasque, de otro modo, resultan intangibles. Mediante el vestido, la ges-ticulacin y la postura corporal podemos representar una lista he-terognea de cosas inmateriales que slo tienen en comnel hechode que son significativas en nuestras vidas: hechos importantes delpasado, creencias sobre el cosmos y nuestro lugar en l, ideales so-bre nuestras diferentes categoras de personas y, por supuesto, rela-ciones y estructuras sociales mayores. Estas encarnaciones se cen-tran en ceremonias (engarzadas a su vez en celebraciones sociales)y,probablemente, permiten a los participantes afirmar su afiliacine implicacin en su colectividad y revivir sus creencias ms funda-mentales. La celebracin de una colectividad es un motivo cons-ciente para la ocasin social que la alberga y figura naturalmenteen la organizacin de dicha ocasin. La escala de rango de talesacontecimientos es amplia: en un extremo las coronaciones, en elotro las cenas de parejas , ese ritual de clase media cada vez msfrecuente y que va adquiriendo peso (a la vez que nos lo hace ad-quirir a nosotros).La antropologa social reclama estos territorios como suyos y,en realidad, el mejor trabajo sobre ellos en las comunidades mo-dernas es The Living and the Dead, de L10yd Warner. Resulta quelas sociedades secularizadas de masas no han demostrado ser hos-tiles a tales celebraciones: de hecho, la sociedad sovitica est pla-gada de ellas, como ha documentado recientemente Crystal Lane,Las bendiciones pueden disminuir en nmero e importancia, perono disminuyen las ocasiones en las que se ofrecan.Es de suponer que estas ocasiones tienen consecuencias para lasmacroestructuras. Por ejemplo, Abner Cohen dice que el carnavalmusical del rea londinense de Notting Hill, que empez siendo unafiesta multitnica de barrio, acab convirtindose en el principiode la organizacin politica de los hindes occidentales en Londres;lo que empez por ser un asunto festivo anual -con una existen-cia fundamentalmente interaccional- acab por convertirse en laexpresin de la autoconciencia poltica de un grupo, siendo as que

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    190 WS MOMENTOS Y SUS HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 191esta propia expresin haba contribuido considerablemente a crearel contexto estructural en el que apareci. Po r lo tanto, el carnavalfue m s la causa de un movimiento social y del efecto de tal movimiento en la formacin de un grupo que un a expresin en s mismo. Paralelamente, Simon Thylor afirma que el calendario de celebraciones polticas establecido por el movimiento nacional-socialistaen Alemania -que reflejaba la idea hitleriana de las ceremoniascristianas b si cas- desempe un papel importante en la consolidacin de la presencia del partido en la nacin. La fecha clave eneste ciclo anual era, aparentemente, el da del Reichsparty en Nremberg, celbrado en el Zeppelinfield. All podan concentrarse casiun cuarto de milln de personas que vean directamente el estrado.Parece que el efecto de toda esa gente respondiendo al unsono anteel mismo acto result duradero para algunos de los participantes;desde luego ste es un caso lmite de evento situacional y lo interesante no es cmo elritual reflejaba la doctrina nazi sobre el mundosino cmo la reunin anual contribuy claramente a la hegemonapoltica de sus anfitriones.

    En estos dos ejemplos - a u n q u e ambos resultan algo extremados- se salta directamente del efecto interaccional a la organizacin poltica. Cualquier acto poltico de masas -especialmente losque implican un encuentro directo co n la au t o ri d ad - puede, po rsupuesto, tener un efecto duradero sobre sus participantes.Si bien parece bastante fcil identificar a las colectividades po rla sombraque las ceremonias proyectan contra la pantalla conductual y citar, como yo he hecho, pruebas de lo importante que puede resultar esa sombra, resulta muy diferente demostrar que enge-neralde las ceremonias se obtiene algo significativo, al menos enla sociedad contempornea. Los individuos que estn en posicinde autorizar y organizar tales ocasiones suelen ser los que destacanen ellas, y sempre parecen tener expectativas optimistas sobre suresultado. Pero, de hecho, los lazos y las relaciones que ceremonializamos pueden estar ta n atenuados como para que un a celebracin anual sea lo mximo que estemos dispuestos a p agar p ara renovarlos; po r lo tanto no son indicativos de nuestra realidad socialsino de nuestra nostalgia, nuestra mala conciencia y nuestra lstma persistente p or t od o aquel lo que ya no nos liga. (Cuando unamigo se muda a otra ciudad, la celebracin puede convertirse enla sustancia de la relacin y no slo su expresin. ) Es ms, comoha n sugerido Moore y Myerhoff, las categoras de personas que serenen en un a ceremonia (y por lo tanto las estructuras implicadas) pueden no volvera reunirse jams en una ceremonia o por cual-

    quier otro motivo. Puede que se represente una interseccin espo-rdica de intereses y nada ms. Desde luego, ciertas celebracionescomo este discurso de investidura presidencial, no tienen necesa-riamente el efecto de renovar el vnculo de los miembros del pblico co n la disciplina o profesin bajo cuyo nombre se renen. Enrealidad, todo lo que se puede desear es que el recuerdo de cmopas la hora se desvanezca rpidamente, permitiendo a todos volver el a o siguiente deseando de nuevo no haberlo hecho. En resumen, los sentimientos sobre los lazos estructurales srven ms comorecurso de implicacin -para llevar a la prc tica un a ocasincelebrativa- que para reforzar los fundamentos en los que se basan.

    VIISi consideramos las ceremonias como dramatizaciones de tiponarra tivo, ms o menos extensas y aisladas de las rutinas mundanas, entonces podemos contrastar estas dramatizaciones complejas con los ritualesde contacto, a saber, expresiones breves y su-perficiales que se da n incidentalmente en toda accin, siendoms frecuente el que implica a dos individuos. Estas dramatzaco

    nes no ha n sido abordadas demasiado bien por la antropologa aunque parecen ms investigables que las secuencias m s complejas.De hecho, la etologa y la concepcin etolgica del ritual, al menosentenddo como exhibicin de las intenciones, resulta ser ta n relevante como la formulacin antropolgica. La cuestin es, por lotanto: qu principios conforman la base de las estructuras sociales en los rituales de contacto? Este es el tema que quisiera considerar para acabar.Los hechos que ocurren incidentalmente mientras los individuosestn en presencia inmediata unos de otros estn diseados paraservir como metforas microecolgicas, resmenes y smbolos icnicos de los acuerdos estructurales, deseados o no. Si estas expresiones no se dieran ncidentalmente, se podra manipular el entorno para producirlas. Dadas las sensibilidades selectivas de un acultura concreta - po r ejemplo la preocupacin por la altura relativa .el valor adscr ito a la derecha versus la izquierda, la orientacin segn los puntos cardinales-, dados todos esos sesgos culturales, algunos recursos descriptivos y situados se explotarnque otros. La cuestin es, por 10 tanto, cmo se conectarn o ligar n estos rasgos a las estructuras sociales, incluidas las relacionessociales. Aqui las ciencias sociales se lo h an t o mad o co n bastante

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    calma, la suficiente como para conformarse con la frmula unaexpresin de. El ritual social menor no es una expresin de losacuerdos estructurales en ningn sentido; como mximo es una expresin adelantada en lo que se refiere a tales acuerdos. Las estructuras sociales no determinan las expresiones culturales aceptadas, simplemente ayudan a elegir entre el repertorio disponible deellas. Las expresiones en s, tales como la prioridad al ser servido,al pasar por una puerta, al sentarse, el acceso a varios sitios pblicos o el orden preferente de interrupcin al hablar, son interaccionales en esencia y carcter; como mximo es posible que tengancierta relacin con aquello se les pueda asociar procedente de lasestructuras sociales.Son vehculosde sealizacin fabricados a partir del material indicativo que se tena a mano, y la pregunta decomo reflejo de qu se interpretan permanece incontestada.Veamos, por ejemplo, un fragmento de nuestro lenguaje que aparece frecuentemente en los exmenes: el permiso recproco para utilizar el nombre de pila como forma dedirigirse a otra persona. Slopor el hecho de que dos individuos se permitan saludarse y tratarse por el nombre de pila no se puede deducir que mantengan unarelacin estructural determinada o que sean miembros de una organizacin social, grupo o categora concreta. Hay muchas variaciones en funcin de la regin, clase social y poca, y stas no secorresponden directamente con las variaciones en la estructura social. Tambin hay otros problemas. Consideremos por un momento a la gente como nosotros. Nos dirigimos por el nombre de pilaa nuestros familiares, parientes de la misma generacin, amigos,vecinos, compaeros de colegio, a la gente que nos presentan enlas reuniones familiares, a los compaileros de trabajo, a nuestro vendedor de coches, a nuestro contable y, cuando apostamos, a nuestro corredor de apuestas. Lamento tener que decir que, a veces, tambin a nuestros hijos y padres. El hecho de que en algunos casos(parientes y cnyuge por ejemplo) el nombre de pila (como opuesto a otros nombres) sea obligado y en otros opcional sugiere la ambigedad de su uso. El trmino tradicional lazos primarios se refiere a ello, pero de forma optimista; refleja el reduccionismopsicolgico de los socilogos que nos precedieron y la ailoranza quesentan por los vecindarios en los que se criaron. De hecho, el usodel nombre de pila es un recurso establecido culturalmente para estilizar las relaciones ms inmediatas: implica una reduccin de laformalidad y la renuncia a marcar el tono de la pretensin ritualde circunspeccin. La informalidad se constituye a base de materiales de interaccin (como la formalidad), y las diferentes relacio-

    nes y crculos sociales que se basan en estos recursos simplementecomparten algunas afinidades. Esto no significa, claro est, que unalista completa de las formas simtricas y asimtricas de consideracin, desconsideracin, circunspecciny tranquilidad ritual que dosindividuos hacen extensivas el uno al otro no nos aporte una estimable informacin sobre sus lazos estructurales. Ni tampoco quelas convenciones no puedan vincular de forma exclusiva ciertasmanifestaciones a las estructuras socalesj por ejemplo, en nuestrasociedad las bodas emplean algunas estrategiasque anuncian la formacin de una clase concreta de estructura social y slo una. Tampoco significa decir que las formas de interaccin no sean responsables del entorno institucional en el que sedan. (Incluso al margende lo que se dice, las reglas de posesin de la palabra en el hablainformal se diferencian de las de las sesiones de terapia familiar,que a suvez son diferentes de las del aula, que a su vez se diferencian de las de una sala de justicia. Estas diferencias formales son,en parte, inexplicables en trminos de las tareas concretas llevadasa cabo en esosentornos, que a su vezvienen determinados por factores extrasituacionales.)Por lo tanto, en trminos generales (y dejando al margen losmatices), lo que encontramos, al menos en las sociedades modernas, es una forma de vnculo no-exclusivo -un acoplamientolaxo- entre las prcticas interaccionales y las estructuras sociales; estratos y estructuras que se colapsan en categoras ms amplias que no corresponden exactamente a nada de lo que hay enel mundo estructural; una maquinaria formada por distintas estructuras que encajan en ruedas dentadas interaccionales. Dicho de otraforma, un conjunto de reglas de transformacin, una membranaque selecciona cmo se administrarn las diferentes distinciones socialmente relevantes en el seno de la interaccin.Un ejemplo. Desde la perspectiva de cmo se desenvuelven lasmujeres de nuestra sociedad en una charla informal mixta, resultade poca importancia el que (estadsticamente hablando) algunoshombres, por ejemplo los ejecutivos, tengan igualmente que esperar y depender de las palabras de los dems, aunque en cada casono sean muchos. Sin embargo, desde el punto de vista del ordende interaccin el tema es crucial. Nos permite intentar formular unacategora de rol que comparten las mujeres y los ejecutivos (ycualquiera que est en sus circunstancias), y este rol pertenecer anal-ticamente al orden de interaccin, cosa que no sucede con las categoras mujer y ejecutivo.He de recordaros que el hecho de que la actividad interaccional

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    194 LOSMOMENlOS y sus HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 195dependa de factores externos a la interaccin -cosa tradicionalmente pasada por alto por aquellos de nosotros que nos centramosen los contactos cara a cara- no implica por smismo que dependa de estructuras sociales. Como ya se ha sugerido, una cuestinfundamental en todas las interacciones cara a cara es la de la relacin cognitiva entre los participantes, es decir, qu es lo que cadauno de ellos puede asumir efectivamente que el otro sabe. Esta relacin es relativamente independiente de su contexto, y se extiendems all de cualquier situacin social a todas las ocasiones en lasque se encuentran dos individuos. Las par(jjas que constituyen estructuras ntimas, por definicin, sabrn bastantes cosas uno delotro, y tambin conocern muchas experiencias que slo ellos comparten, todo lo cual afecta radicalmente 'a lo que se dicen y a lolacnicos que pueden ser al referirse a ello. Pero toda esta informacin exclusiva palidece cuando se considera la cantidad de informacin sobre elmundo que dos individuos que apenas se conocenpueden asumir que es razonable asumir al formular afirmacionesmutuas. (Aqu, una vez ms, vemos que la distincin tradicionalentre relaciones primarias y secundarias es algo de lo que la sociologa debe huir.)El modelo general de relacin entre el orden de interaccin yel estructural que he sugerido permite (espero) proceder de formaconstructiva. En primer lugar, como suger, el tema de quin hacequ a quin se puede considerar como susceptible de ser investigado, partiendo de la base de que prcticamente en todos los casoslas categoras resultantes no coincidirn del todo con ninguna divisin estructural. Dejadme que ponga otro ejemplo. Los tratadosde etiqueta estn llenos de conceptos sobre la cortesa que los hombres deben demostrar ante las mujeres en la sociedad educada. Aesto subyace una concepcin, presentada por supuesto con menosclaridad, sobre el tipo de hombres y mujeres de los que no se espera que participen en estas pequeas lindezas. Sin embargo, ms relevante an es el hecho de que cada uno de sus pequeos gestosresulta tambin prescriptivo para otras categoras de personas: unadul to respecto a un anciano, un adul to respecto a un joven,, ,un husped respecto a un invitado, uv experto respecto a un princi-piante, un nativo respecto a un extranjero, los amigos respecto aalguien que celebra un momento crucial de su vida, el sano respecto al enfermo y la persona ntegra respecto a la incapacitada. Comoyase dijo, lo que todas estas parejas comparten no esalgo inherente a la estructura social sino lo que responde a la escenificacin dela interaccin cara a cara. (Incluso si uno selimitara a una sola es-

    fera de la vida social -por ejemplo la actividad dentro de una organizacin compleja- se mantendra un acoplamiento laxo entreel orden de interaccin y la estructura social. La preferencia quele damos a nuestro jefe inmediato se la damos tambin al jefe inmediato de ste, y as hasta llegar a la cspide de la organizacin;la preferencia es un recurso interaccional referido al rango ordinaly no a la distancia entre rangos.) Por lo tanto resulta fcil, e incluso til, especificar en trminos sociales estructurales quin repre-senta un acto determinado de deferencia o presuncin ante quin.Sin embargo, en el estudio del orden de interaccin, tras afirmaresto, se debe investigar quin ms lo hace ante quin ms categorizar a estas personas con algn trmino que se les aplique a todasy hacer lo mismo con sus actos. Tambin se debe aportar una descripcin tcnicamente detallada de las acciones implicadas.En segundo lugar, el concepto de acoplamiento laxo nos permite encontrar un lugar adecuado para colocar el poder evidenteque tienen las modas y costumbres para producir cambios en lasprcticas rituales. Un ejemplo reciente que todos conocis fue eldel paso repentino, si bien poco duradero, a formas de vestirinformales en elmundo empresarial durante las ltimas fases del movimiento hippie, acompaado, en ocasiones, por cambios en las formas de saludo, todo ello sin las correspondientes modificacionesen la estructura social.En tercer lugar, se pone de manifiesto lo vulnerables que resultan ciertos rasgos del orden de interaccin a la intervencin poltica directa desde abajo o desde arriba, trascendiendo en ambos casos las relaciones socioeconmicas. As, en los ltimos aos losnegros y las mujeres se han introducido en lugares pblicos segregados, cosa que en muchos casos ha tenido consecuencias durade-ras sobre las formas de acceso a stos, pero, en conjunto, sin quese hayan dado grandes cambios en la posicin de estos dos gruposen la estructura social. Thmbin resulta evidente la voluntad de unnuevo rgimen de introducir y forzar una prctica que afecte a laforma en la que ciertas categorias de personas aparecen en pblico: por ejemplo, cuando los nacionalsocialistas en Alemania exigieron a los judos que llevaran brazaletes identificativos en los lugares pblicos, cuando el gobierno sovitico emprendi accionesoficiales para impedir que las mujeres Khanty (grupo tnico siberiano) llevaran velo o cuando el gobierno irani hizo exactamentelo contrario. Y tambin se pone demanifiesto la efectividad de losintentos directosde alterar los intercambiosde contacto; como cuando se introduce desde arriba un saludo revolucionario, una consig-

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    196 LOS MOMENTOS Y SUS HOMBRES EL ORDEN DE LA INTERACCION 197na verbal o una forma de trato, a veces de manera bastante per-manente.

    Por ltimo, resulta evidente la influencia que pueden obtenerquienes pertenecen a un movimiento ideolgico a base de concentrar sus esfuerzos en los saludos y despedidas, formas de trato, tacto y correccin y otras muestras de educacin en los contactos sociales e intercambios verbales. Tambin se entiende lo escandalosaque puede resultar una doctrina que conduce a la violacin sistemtica de las normas sobre cmo vestir adecuadamente en pblico. En este aspecto, los hippies americanos y, posteriormente, lossiete de Chicagox- se comportaron como unos simples aficionados; los autnticos terroristas de las frmulas de contacto fueronlos cuqueros britnicos de mediados del siglo XVII que consiguieron, en cierto modo (como ha descrito recientemente Bauman), crearuna doctrina que chocaba directamente con las formas de contactoa travs de las que se expresabaneducadamente las estructuras y losvalores oficiales en los contactos sociales. (Desde luego, otros movimientos religiosos de ese mismo perodo semostraron igual de recalcitrantes, pero ninguno de modo tan sistemtico.) Este aguerrdogrupo de maleducados permanecer siempre como ejemplo del maravilloso poder subversivo de los malos modales aplicados sistemticamente, recordndonos una vez ms las vulnerabilidades del orden de nteraccin. No hay duda: los discipulos de Fax' consiguieron llegar a alturas irrepetibles en el arte de fastidiar a los demas'.

    VIIIDe todas las estructuras sociales que interactan con el orden2. Los sietede Chicago [The Chicago Seven]: Grupode activistasra-dicalesamericanos quefuerondetenidosy procesados a finalesde los aos70porsu presunta implicacinen un intentode accinrevolucionaria du-rantela ConvencinDemcratacelebrada en dichaciudadestadouniden-se. [T.)3. Fax,George(1624-1691),lider religioso ingls fundador, en 1647, dela secta Society of Friends, llamados' tambinCuqueros. La secta cu-querase distingueporno poseerculto externoni jerarqua eclesistica, as

    como porla sencillezy severidad de suscostumbres. Loscuqueros no ad-mitenningn sacramento, no prestan juramento en justicia, se niegan acumplir el serviciomilitar, consideran la guerra como unaluchafratriciday no admiten ninguna jerarqua religiosa. (T.]4. En el original, becoming a pain in the ass. [T.]

    de interaccin, las que parecen hacerlo ms ntimamente son lasrelaciones sociales. Quisiera decir unas palabras al respecto.Plantearse la cantidad o frecuencia de interacciones cara a caraentre dos individuos que se relacionan -dos extremos de la relacin- como algo constitutivo de tal relacin resulta estructuralmente ingenuo y adopta la proximidad amistosa como modelo detodas las dems relaciones. Aun as, por supuesto, existe un fuertevnculo entre relaciones y orden de interaccin.Thmemos como ejemplo la relacin entre conocidos (en nuestra sociedad). Es una institucin fundamental desde el punt,\devista de cmo tra tamos a los individuos que estn en nuestra presencia inmediata o telefnica, factor clave en la organizacin de loscontactos sociales. Est implicado el derecho y la obligacin mutua de aceptar y reconocer abiertamente la identificacin individualde todas las ocasiones iniciales de proximidad incidental. Esta relacin, una vez establecida, se define como vitalicia, propiedad imputada de forma mucho menos correcta al vnculo matrimonial .La relacin social que llamamos de simples conocidos incorpora el conocimiento y poco ms, y constituye un caso lmite -unarelacin social cuyas consecuencias se limitan a las situacionessociales- pues la obligacin de aportar pruebas de tal relacin esla propia relacin. Estas pruebas son el meollo de la interaccin.El conocimiento del nombre de otra persona y el derecho a usarloal dirigirsea l o ella implica incidentalmente la capacidad de especi ficar a quin se est emplazando a hablar. De la misma forma ,un saludo incidenta l implica la iniciacin de un encuentro.

    Cuando nos referimos a relaciones ms profundas, el conocimiento y sus obligaciones siguen siendo un factor que sedebe considerar, perono el definitivo. Sinembargo, aparecen otros vnculosentre las relaciones y el orden de interaccin. La obligacin de intercambiar saludos al pasar se ampla: la pareja puede verse obligada a interrumpir sus cursos independientes de accin para quetodo el contenido del encuentro se pueda dedicar abiertamente amostrar el placer derivado de la oportunidad del contacto. Durante esta pausa sociable cada participante est obligado a demostrarque mantiene fresco en lamemoria no slo el nombre del otro sinotambin fragmentos de su biografa. Se formularn preguntas sobre las personas importantes en su vida, viajes recientes, enfermedades si las ha habido, situacin profesional y varias otras cosasque demuestran que quien pregunta est familiarizado con elmundo del otro. Asimismo, ser obligado poner le al da respecto a losmismos temas. Estas obligaciones, por supuesto, ayudan a resuci-

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    tar unas relaciones que, de otra forma, podran verse atenuadas porfalta de trato; pero tambin aportan la base para iniciar un encuentro y un", forma sencilla de hacerlo. Por lo tanto, tendremos queadmitir que la obligacin de mantener al da la biograf a de nuestros conocidos (y asegurarnos de que ellos hacen lo mismo respecto a la nues tr a) resul ta al menos tan til para la organizacin delos encuentros como para la relacin de las personas que se encuentran. Esta utilidad para el orden de interaccinresulta tambin muyevidente en relacin a nuestra obligacin de recordar inmediatamenteelnombre de nuestros conocidos, cosa que siempre nos permite emplearlo como vocativo en las conversaciones multipersonales. D ~ Z -pus de todo, el nombrepropio al comienzo de una frase es un mecanismo eficaz para alertar a los oyentes sobre a cul de ellos nosestamos dirigiendo.De la misma forma que las personas relacionadas estrechamente se ven obligadas a saludarse cuando se encuentran incidentalmente en presencia inmediata unas de otras, tambin, tras un perodo moderado de no haber estado en contacto, estn obligadasa forzar un encuentro, sea mediante una llamada telefnica, unacarta o acordando conjuntamente una oportunidad de contacto caraa cara: este acuerdo en smismo representa un contacto incluso aunque no se llegue a ningn acuerdo. En estos contactos forzososse pone de manifiesto que los encuentros son una parte del ordende interaccin y se definen como uno de los bienes que las relaciones producen mutuamente.

    IXSi bien resulta interesante intentar descubrir las conexiones entre el orden de interaccin y las relaciones sociales, hay otro temaque, obviamente, requere atencin: aquello a lo que la sociologatradicional se refiere como status sociales difusos o (en otra versin) rasgos maestros determinados por el status. Para acabar miscomentarios de esta noche quisiera refer irme a este tema.Se podra decir que en nuestra sociedad hay cuatro status difusos fundamentales: edad, sexo, clase social y raza. Si bien estos atributos y las estructuras sociales correspondientes funcionan de for

    mas muy distintas (siendo quiz la raza y la clase socia l los msdirectamente relacionados), todos comparten dos aspectos bsicos.En primer lugar, constituyen una clave clasificatoria en la que

    cada individuo puede ser ubicado respecto a cada uno de los cuatro status.

    En segundo lugar, nuestra situacin respecto a estos cuatro atributos resulta evidente debido a ciertas seales que nuestros cuerpos acarrean en todas las situaciones sociales, sin que sea necesarianinguna informacin previa. Podamos o no ser identificados indi-vidualmente en una situacin social concreta, casi siempre podemos serlo categricamente respecto a esas cuatro variables. (Cuando no es as aparecen problemas muy instructivos desde el puntode vista de la sociologa.) La facilidad con la que se perciben estosrasgos en las situaciones sociales no es, por supuesto, enteramentefor tuita; la mayora de las veces la socia lizacin, de forma sutil,asegura que nuestra posicin sea ms evidente de lo que podra ser.Por supuesto, al menos en la sociedad moderna, es improbable queun rasgo que no sea fcilmente perceptible adquieracarcter de rasgodeterminante de status difuso (o, por decirlo con mayor propiedad,rasgo identificador de status difuso). Con esto no estoy afirmandoque esta facilidad de percepcin sea igualmente importante de caraal papel que cada uno de estos status difusos desempea en nuestra sociedad. Ni tampoco que, por s sola, garantice que la sociedad emplea estructuralmente esta propiedad.Manteniendo in mente este esquema de los status difusos,veamos un ejemplo paradigmtico del t ipo de contexto al que seaplica el microanlisis: aquellos acontecimientos en los que un sirviente, en un entorno preparado para ello, entrega somera y regularmente ciertos bienes a una serie de parroquianos o clientes, enel caso tpi co a cambio de dinero o como fase intermedia en unproceso burocrtico. En resumen, la transaccin de servicio serefiere aqu a aquellas en las que sirviente y servido se encuentran en la misma situacin social, por oposicin a los contactos telefnicos, por correo o con una mquina automtica. La forma institucionalizada de estos tratos se basa en un conjunto cultural amplioque engloba temas como el protocolo gubernamental, el cdigo dela circulacin y otras formalizaciones de la preferencia.

    En la sociedad contemporneacasi todo elmundo se ve envuelto diariamente en transacciones de servicios. Sea cual sea el significado bsico de stas para quienes la reciben, es probable que la forma en la que sean t ra tados en tales contex tos tia su sentido dellugar que ocupan en la comunidad en general.En casi todas las transacciones contemporneas de servicios parece prevalecer una idea bsica: todos los candidatos a ser servidossern tratados de lamisma forma o igual, sin que ninguno seafavorecido o desfavorecido respecto a los otros. No es necesario,claro est, buscar la causa de la nstitucionalizacin de este acuer-

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    do en la filosofa de la democracia: bien pensado, esta tica aportauna frmula muy eficaz para la rutina y elproceso de los servicios.El principio de la igualdad de tratamiento en las transaccionesde servicios tiene algunas implicaciones obvias. Para tratar conms de un candidato a la vezen una forma que parezca ordenadaycorrecta es probable que se recurra a la cola, que supone que sesirve primero a quien llega primero. Esta norma genera un ordenamiento temporal que bloquea totalmente la influencia de los statussocialesque aportan loscandidatos, atributos de extraordinaria importancia fuera de esa situacin. (He aqu la explicacinfundamental del determinismo local como mecanismo de bloqueo.) Dichoen pocas palabras, inmediatamente despus de haber entrado en unescenario de servicios, los clientes se interesarn por identificar elsistema de orden (si se han de sacar papelitos numerados de unamquina, si hay que apuntarse en una lista, si hay una cola querequierela presencia personal o sise orientan sin necesidad de ella).Tambin se esperar de ellos -como parte de la competencia quese les presupone- que sepan hacer subcolas atendidas por distintos sirvientes. Por supuesto, si hay que respetar el lugar propioen la cola, los dems deben contribuir a mantener la disciplina entre ellos, adems de en relacin al sirviente.Adems del principio de igualdad hay otra regla omnipresenteen las transacciones de servicios de hoy en da: la expectativa deque cualquiera que busque ese servicio ser tratado con cortesa;por ejemplo, que elsirviente atender rpidamente a sus peticionesy que las ejecutar acompaadas de palabras, gestosy modales quemuestren de alguna manera su aprobacin hacia el solicitante y elplacer del contacto. Lo que esto implica (cuando se considera a lavez el principio de igualdad) es que un cliente que hace una compra muy pequea merece el mismo estilo de recepcin que el quehace una muy grande. He aqu la institucionalizacin -en realidad la comercializacin- de la deferencia y, una vezms, un factor que puede contribuir a la rutina de la prestacin de servicios.Dadas las dos reglas que he mencionado - la igualdad de tratoy el trato corts- los participantes en las transacciones de servicios pueden tener la sensacin de que todos los atributos relevantes Iexternamente resultan intiles y que slo desempean cierto papel'los generados internamente; por ejemplo, se sirve primero a quienllega primero. En realidad se trata de una respuesta normalizada.Obviamente, lo que de hecho tiene lugar mientras el cliente percibeesa sensacin de normalidad en el trato es algo complejo y precario.Tomemospor ejemplo las presuposicionesno declaradasrespecto

    a quien constituye un candidato serio a ser servido. Ciertas cualificaciones perceptibles situacionalmente, tales como la edad, el estado de sobriedad, la capacidad para hablar y la solvencia, debensatisfacerse antes de que senos permita presentarnos como cualificados para ser servidos. (La orden Una taza de caf, enseguidapuede no recibir la lacnica respuesta Leche o a z ~ c . a r ? siesvagabundo callejero quien la formula; la amable peticin de < N e l ~ -te valiums de 5 miligramos, por favor en la farmacia de un hospital de Filadelfia mientras se ensea la receta bien puede evocar laseca respuesta Cmo los va a pagar?; los intentos de comprarbebidas alcohlicas en cualquier lugar de los Estados Unidos pueden provocar la exigencia de ver el carnet de identidad.)Dejando aparte las reglas de calificacin, es probable encontrar ciertos acuerdos que permitan la permeabilizacin de las cortapisas que imponen las colas. Por ejemplo: un individuo que llegaa una cola puede alegar circunstancias atenuantes, pedir que se led preferencia y conseguir que la persona que, por su posicin enla cola, es la primera afectada le ceda este privilegio especial (o. selo ofrezca si su necesidad resulta evidente). El coste que paga quienhace este favor ser compartido por todos los dems miembros dela cola; pero stos, en general, parecen estar dispuestos a delegary acatar su decisin. Una forma ms frecuente de suavizar la,s normas es la que se da cuando quien encabeza una cola se aviene acederle su puesto a la persona siguiente (o sta se lo pide) porquetiene prisa o porque parece que lo que necesita no le ocupar mucho tiempo, cambio que no afecta a los dems de la cola. ,Hay otros acuerdos que se deben considerar. Las transaccionesde servicios se pueden llevar a cabo de forma que el sirviente nisiquiera mire a la cara al servido. (Esta es, de hecho, la explicacin para el uso del trmino transaccin de servicio en lugar deencuentro de servicio.) Lo normal, sin embargo, es que las miradas se encuentren, que se acepten las obligaciones mutuas de unencuentro social y que se empleen (especialmente por parte del sirviente) las formas de tratamiento en el intercambio inicial, sobretodo al principio o al final de la frase. En nuestra sociedad estoimplica eluso de un vocativomarcado genricamente y de una conducta cuyo tono se creeadecuado para la mezcla de sexosimplcitaen la transaccin. (Lostratamientos se pueden omitir casi siempre,pero si se empleandeben reflejar correctamente elgnero.) Siel servido- no es un adulto, es probable que esto se refleje en la seleccin del vocativo y del registro de habla por parte del sirviente.Si sirvientey servido seconocen individualmente por el nom-

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    202 WS MOMENTOS Y SUS HOMBRES EL ORDEN DE LA INfERACCION 203bre y tenan una relacin previa, es probable que la transaccin empiece y termine con un ritual relacional: se emplearn tratamientosde identificacin individual y los mismos intercambios de preguntas y buenos deseos que se dan en los saludos y despedidas entreconocidos. En la medida en que estas muestras de sociabilidad iniciales y finales se basen en una implicacin subordinada durantela transaccin, y en la medida en que las otras personas presentesno tengan la sensacin de que su posic in en la cola se ve perjudicada, es improbable que haya un sentimiento de intrusin en la aplicacin de un trato igualitario. La forma de manejar las relacionespersonales queda as colocada entre parntesis.He presentado, en trminos esquemticos, ciertos elementos dela estructura de las transaccones de servicios que pueden interpretarse como institucionalizados y oficiales de forma que, normalmente, cuando se aplican a un entorno determinado, los que estnpresentes tienen la sensacin de que no ha sucedido nada extraoo inaceptable. Con esto in mente se pueden tratar dos temas fundamentales en cuanto al manejo de los status difusos en las transacciones de servicios.Primero, advirtase que no esinfrecuente que los individuos quesolicitan servicios tengan la sensacin (justificada o no) de habersido tratados de forma desigual y descorts. De hecho, los diferentes elementos de la estructura normal del servicio se pueden manipulan>, explotar o violar disimuladamente en un nmero casi infinito de formas. As como un cliente puede resultar discriminadopor ello, otro puede verse favorecido injustamente. Normalmenteestas violaciones adoptarn la forma de actos cuya responsabilidadindividual puede ser negada por el actor si se le reta abiertamente.Por supuesto, este camino permite expresar toda suerte de atributos oficialmente irrelevantes y de base externa, ya estn asociados con los status sociales difusos, las relaciones personales o lapersonalidad. Creo que para entender estos efectos se deben rastrear sus orgenes hasta el momento concreto del servicio en el quese producen, y debe verse que no es posible una formulacin sencilla de la mezcla de relevancias oficiales y no-oficiales de los diferentes atributos de sirviente y servido. Lo que se reconoce en uncierto nvel estructural ser cuidadosamente contrastado por contraprincipios en otro. Una vez ms, por lo tanto, nos encontramoscon un marco insttucionalizado (si bien delimitado cultural y temporalmente) bastante diferenciado en su estructura, que puede servir de recurso para satsfacer toda suerte de fines, uno de los cuales(pero slo uno) es la discriminacin informal en sentido tradicional.

    El segundo aspecto fundamental esque la nocin de igualdado trato justo no se debe interpretar de forma simplista. Es difcilque se d alguna forma de trato objetivamente igualitario, exceptoquiz cuando se e limina al si rviente y en su lugar se coloca unamquina automtica. Lo nco que se puede decir es que la ideade los participantes sobre el trato igualitario no se ve alterada porlo que sucede yeso, por supuesto, es otro asunto. La sensacin deque prevalece el determinismo local no dice mucho respectoa qu se obtiene, de hecho, en trminos objetivos.

    Todo esto resulta evidente en funcin de lo que se ha dicho sobre las formas aceptables en las que las relaciones personales pueden participar en los encuentros de servicio. Las formas de maneja r las colas nos aportan otro ejemplo. Lo que las colas protegenes la posic in ordinal determinada localmente po r la frmulaQuien llega primero se coloca primero. Pero el tiempo que se hade esperar para ser servido no depende slo de la posicin ordinalen la co la, sino tambn de cunto tiempo ocupan los que estndelante. Sin embargo, resulta obligado ignorar este ltimo punto.Si la persona que nos precede ocupa un tiempo exageradamentelargo' nos veremos contreidos a manifestaciones extraoficiales y b-sicamente gestuales de descontento. Este problema se agudiza par-ticularmente en las subcolas, En los bancos, supermercados yaeropuertos, el cliente puede tener que escoger una subcola- y darsecuenta, al l legar a un cierto punto de ella, de que irse al final deotra que parece avanzar ms rpidamente podra representar unaprdida estratgica. As, la persona puede verse obligada a afronta r el riesgo de una cola que avanza ms lentamente de lo normal.La respuesta a este trato desigual suele ser la sensacin de habertendo mala suerte o haber manipulado mallas contngencias, algodefinble como generado localmente, pero que no es percibido comouna cuestin de trato injusto del srviente.Las subcolass pueden ejemplificar otro punto. Los hotelesgrandes han adoptado un sistemade mltiples colas para registrarse, cada una de las cuales se determina por una serie de inicialesdel apellido. La incial del apellido es, desde luego, una propiedadque se lleva con uno mismo y no algo generado po r la situacin,pero se percibe como si no fuera socialmente signficativa, comoalgo respecto a lo cual no se tienen actitudes muy arraigadas. (Enel protocolo de Estado se puede utilizar