el nuevo humanism o

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SALVADOR PÁNIKER

¿Puede hoy una persona culta estar al margen denociones como la biología molecular, la inteligencia artificial,la teoría del caos, los fractales, la biodiversidad, lananotecnología o el genoma? ¿Puede construirse unapropuesta de conocimiento universal sin ellas? La integraciónde ‘cultura literaria’ y ‘cultura científica’ está dando pie a lo quealgunos llaman la ‘tercera cultura’: fuente de metáforas querenueva no sólo el lenguaje, sino también el armamentoconceptual del humanismo clásico

En 1959, C.P. Snow dictó enCambridge una famosa con-ferencia titulada Las dos cul-turas y la revolución científi-ca, deplorando la escisión

académica y profesional entre el ramode las ciencias y el de las letras. En 1995,el agente literario John Brockman, reco-giendo una expresión acuñada por elpropio Snow, popularizó el concepto dela tercera cultura, para referirse a la en-trada en escena de los científicos-escrito-res. Según Brockman, “una educaciónestilo años cincuenta, basada en Freud,Marx y el modernismo, no es un bagajesuficiente para un pensador de los no-venta”. Pero lo notable del caso es quelos intelectuales de letras seguían –si-guen– sin comunicar con los científicos,y, en consecuencia, son estos últimosquienes están dirigiéndose ya direc-tamente al gran público. Un gran públi-co que comienza a estar familiarizadocon nociones como biología molecular,inteligencia artificial, teoría del caos,fractales, biodiversidad, nanotecnolo-gía, genoma, etcétera; un gran públicoque huye de viejas disquisiciones teoló-gicas, pero que comienza a apasionarsecon cuestiones secularizadas tales como¿cuál es el origen de la vida?, ¿de dóndesurgió la mente?, ¿cómo empezó el uni-verso?

Pues bien, un nuevo humanismo de-be poder enfrentarse con todos estos te-mas desde un cierto conocimiento decausa. Un nuevo humanismo debe reco-ger el arsenal de metáforas suministra-do por las ciencias duras. Un nuevo hu-manismo ya no ha de ser tanto un huma-nismo clásico cuanto una nueva hibrida-ción entre ciencias y letras. En el bienentendido que, desde siempre, la gravi-tación de la ciencia sobre la filosofía hasido crucial. Emile Bréhier señaló que,en cada época, tanto o más que el mode-lo económico de producción, influye la

imagen astronómica. Ello es que el di-vorcio entre ciencias y letras, que alcan-za su cenit en la famosa frase de Sartre(“la ciencia no me interesa para nada”)es cosa harto reciente.

El lenguaje de la cienciaUn nuevo humanismo debería acome-ter, incluso, una cierta reforma del len-guaje. Pienso, por ejemplo, en lo muchoque nos sigue traicionando todavía elviejo constructo aristotélico hecho de su-jeto, verbo y predicado. Esta conven-ción es responsable, como ya denuncia-ra David Hume, de incurrir en la falaciade creer que hay mente cuando lo únicoseguro es que hay actos mentales. Aho-ra bien, ¿de qué otros lenguajes pode-mos echar mano? ¿Y cuál es el marco teó-rico general? Cuando Julia Kristeva in-

tentó elaborar una teoría formal del len-guaje poético, siendo la intención correc-ta, no consiguió llegar muy lejos. Porotra parte, los llamados lenguajes forma-les son adecuados únicamente para laciencia y acaban en un coto reducidísi-mo de especialistas. Así, pongo por caso,todavía las gentes ilustradas pudierondigerir en su día la teoría de la gravita-ción de Newton, e incluso la de la relati-vidad de Einstein (aunque ésta ya me-nos, la constancia de la velocidad de laluz es estrictamente contraintuitiva); pe-ro ¿quién es capaz de seguir la endiabla-da complejidad matemática de la teoríade las supercuerdas? Y, con todo, hayahí un camino a mi juicio irreversible.Pues ha sonado la hora de liberarnos de

la tiranía de la intuición, el sentido co-mún y otros embelecos parecidos. Suce-de que la contradicción está en el cora-zón de la realidad. Recordemos queNiels Bohr expuso el principio de com-plementariedad: las partículas elemen-tales se comportan a la vez como ondasy como corpúsculos. Más todavía, quizáno haya partículas elementales sino só-lo las vibraciones de unas minúsculas ymetafóricas cuerdas. La mentada teoríade las supercuerdas (la super viene de lasupersimetría que incorpora) viene a di-luir la materia en una especie de músicaque es también una estructura mate-mática.

En rigor, incluso dentro del modeloestándar de la física de partículas, éstasno son unas ridículas bolitas macizas, si-no algo mucho menos intuitivo, mera-

mente relacionado con los cuantos de ex-citación de los campos. Quiere decirseque, en última instancia, la física no tra-ta tanto con sustancias como con relacio-nes. Y que, según se mire, la realidad esantes abstracta que concreta. (Y, porconsiguiente, mucho más poética de loque se creía). Werner Heisenberg expli-caba, al final de su vida, que lo verdade-ramente fundamental en la naturalezano son las llamadas partículas elementa-les sino las simetrías abstractas que haymás allá de ellas. Pudiéramos tambiénaducir, como ejemplos, los sistemas dediseño genético o las informaciones for-malizadas que definen nuestros estadosde conciencia. En fin, y para que no ha-ya equívocos, no se trata de platonis-

Un nuevohumanismo

Salvador Pánikeres escritor y filósofo.Entre sus obras depensamiento másconocidas figuran‘Aproximación alorigen’ y ‘Ensayosretroprogresivos’.Ha escrito tambiéndos libros dememorias y losdietarios ‘Cuadernoamarillo’ y‘Variaciones 95’

Mientras los intelectuales de letras siguen sincomunicarse con los científicos, el gran públicose apasiona con cuestiones como ¿cuál es elorigen de la vida?, ¿de dónde surgió la mente?,¿cómo empezó el universo?

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Las fuentes de la imaginación

Detalle de la piel de una oruga ampliada hastaquinientas veces. La macrovisión ofrece muy amenudo paisajes impresionantes, aunque po-cas veces sugieren el trazo humano, como enesta fotografía de Adolphe Bertsch realizadaen 1850

El microscopio invirtió la tradición de imaginaral monstruo como un ser gigantesco. Un vista-zo muy cercano al mundo de los insectos reno-vó el imaginario del terror hace ya ocho déca-das. Hoy la pesadilla es minúscula y abstracta:VIH, antrax, ébola...

Fotografía del sol realizada en 1862. Su super-ficie es visible únicamente a través de aparatos,filtros y lentes especiales. Algunas imágenes,como esta aquí reproducida, le otorgan una se-renidad total, otras lo registran como un cata-clismo constante

La ciencia estimula el arte, eso no es hoy nin-gún secreto. Quizás sea por lo abstracta que laciencia resulta para muchos profanos, fascina-dos ante algunos enunciados, gráficos y titula-res que por incomprensibles se antojan poéti-cos. Cuanto más precisa muestra la ciencia al-

gún aspecto de nuestro mundo, más y más in-cógnitas surgen. Y con ellas, todo un caudal deideas e imágenes que se integran en la imagina-ción de la gente a través de caricaturas, demani-pulaciones, demalinterpretaciones y simplifica-ciones en las que participan políticos, cineas-

tas, artistas y profesores. La fotografía repre-senta elmejor ejemplo de cómo la ‘mirada obje-tiva’ del investigador, aquel que se limita a cap-turar evidencias, es capaz de encender la imagi-nación artística, y hasta mística, de quienes lerodean. ANDRÉS HISPANO

La Luna no ha perdido nunca su fuerza simbóli-ca, a pesar de la violación al mito que supusopisarla. Seguimos investigando su influencia yseguimos fascinados por su topografía, evoca-da en tantos lienzos vanguardistas. Fotografíade 1874

Ettiene Jules Marey (1830-1904) es conocidopor sus crono-fotografías, aunque sus casi des-conocidos estudios sobre el humo y las corrien-tes de aire ofrecen resultados aún más bellos.Recientemente sus trabajos merecieron un ex-posición en París

Un cable imantado ofrece esta imagen tomadaen 1870. Los campos magnéticos forman par-te de ese mundo invisible que todo lo ordena,del mismo modo que cuadros, edificios y foto-grafías ocultan estructuras a las que llamamoscomposición

Los rayos X representan un poder visual mágicoque fascinó a artistas como James Sibley Wat-son, que aprovechó su condición de médico pa-ra filmar a sus pacientes en gestos cotidianos,hoy referencia publicitaria (Renault) y cinemato-gráfica (‘Sanctus’, B. Hammer). Foto de 1896

Los métodos de catalogación, archivo y ‘dis-play’ que científicos e investigadores desarro-llan son también una fuente de inspiración li-terária, gráfica y escénica. De Bruno Schulz aJoseph Cornell pasando por Jan Svankmajer oDamien Hirst. Foto de 1880

La vista aérea es para el hombre un lujo reciente.Estas imágenes estereoscópicas fueron toma-das en 1918 sobre el frente francés en Arras. Esdesde las alturas desde donde comenzó a cons-tatarse la relación entre grandes y pequeñas es-tructuras, tanto naturales como artificiales

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mo sino de algo previo: precisamentede la superación de la dualidad concre-to/abstracto. Y también de que, en su úl-timo nivel, no existe distinción entre lomaterial y lo mental.

La tradición místicaPenetramos así en una zona de claroscu-ro físico/metafísico en la que se dilu-yen, en general, todas las dualidades, yespecialmente la muy general entre suje-to y objeto. A esta visión no-dual de larealidad, el Vedanta hindú la llamó ad-vaita. También el budismo y el taoismohan proclamado la naturaleza no-dualde la realidad –la cual sólo se revelaríaen una cierta experiencia mística–. Elbudismo mahayana llega al extremo denegar incluso la dualidad entre duali-dad y no-dualidad, y de ahí la famosasentencia de que “samsara es nirvana”.Como es sabido, budismo y Vedanta di-fieren en que mientras el primero esuna metafísica basada en la negacióndel sujeto, el segundo se basa en la nega-ción del predicado. Ahora bien, alcanza-da la no-dualidad, todo incide.

El caso es que todas las tradicionesmísticas solventes (y hay muy pocas)han comenzado su enseñanza partiendode lo infinito no-dual. Lo cual no es onto-logismo, sino el resultado de una expe-riencia muy especial, precisamente lallamada (a falta de mejor nombre) expe-riencia mística. (Mística viene de mys-tein, ‘cerrar los ojos’, y no es, ciertamen-te, el vocablo más adecuado para referir-se a esa experiencia de suprema lucidezcrítica que nos hace vislumbrar el últi-mo misterio de la realidad y que, en símisma, poco tiene que ver con las reli-giones). Y el caso es también que la cien-cia ni corrobora ni falsea esta visión. Loque ocurre es que la ciencia, con suaproximación cada vez más misteriosaa la realidad, contribuye –a diferenciade otras épocas– a reencantar el mundo.La misma materia ha dejado de ser eseasunto aburrido del que se quejaba Whi-tehead. La ciencia proporciona hoy lasmejores metáforas, y ellas son bastanteconnaturales con la visión de los llama-dos místicos.

Disecamos la realidad de acuerdocon los esquemas de nuestra lengua ma-terna, decía (aproximadamente) Benja-mín L. Whorf. Procede, pues, huir de latrampa del lenguaje convencional queinventa substancias allí donde sólo hayactos y relaciones. Ya he apuntado que,tal como enseña el neurólogo Peter W.Nathan, es lícito usar el adjetivo mental,pero no lo es tanto referirse al substanti-vo mente –dicho de otro modo, es correc-to afirmar que la percepción es un suce-so mental, pero es erróneo inferir que lapercepción ocurre en la mente–. La men-te, el alma, la substancia, el yo, todasesas entelequias son inventos de la gra-mática y sólo tienen utilidad funcionalsi nos sirven como trampolín para sal-tar más allá del yo, más allá de la mentey más allá de la sustancia, hacia lo místi-co, allí donde la infinitud diluye las sepa-raciones. Allí –dicho sea de paso– dondela muerte es mera anécdota.

La metáfora de lo infinitoHe mencionado esa zona de claroscurofísico/metafísica en la que se diluyenlas dualidades, y muy especialmente, ladualidad sujeto-objeto. Es una zona tam-bién poética en la que las fronteras entredisciplinas se hacen ténues, y nuevasmetáforas emergen. Dialéctica entre lofinito y lo infinito, por ejemplo. Recuer-do ahora que la mecánica cuántica aso-cia sus sistemas al llamado espacio deHilbert, generalmente de infinitas di-mensiones. Y cabe pensar que el núme-ro de las partículas elementales sea de

una variedad inagotable, de la cual sólouna pequeña fracción es observable–una insinuación recogida por la teoríade las supercuerdas–.Y también se nosocurre especular que todas las posibles–e infinitas– expresiones matemáticasde la realidad física tengan cumplimien-to, si no en éste, en otros posibles univer-sos. Más aún, sucede que en nuestro pro-pio mundo presidido por la mecánicacuántica, la naturaleza, cuando no es ob-servada, incluye todas las situacionesposibles, y sólo cuando realizamos unaobservación experimental, la naturale-za elige una posibilidad: es el llamado“colapso de la función de onda”. Am-pliando la perspectiva, se diría que el

mundo real (finito) es el colapso de la in-finitud potencial.

Ciertamente, sabemos que en cien-cia lo infinito está vedado, y que sóloemerge (cuasi clandestinamente) bajoforma de singularidad. Lo que ocurre esque la ciencia no pasa de ser la más afi-nada de nuestras metáforas para refe-rirse a una realidad que siempre nostrasciende. No soy un fanático de lo queAldous Huxley llamó filosofía perenne(no creo que haya una sola realidad condiferentes lenguajes); tampoco soy delos que defienden la correlación, sinmás precisiones, entre física cuántica ymisticismo; ahora bien, sí sospecho queexiste un denominador común en elmensaje de los místicos, y que este de-

nominador común es el que viene ex-presado en la idea/metáfora de lo infi-nito. “Je ne vois qu'infini par toutes lesfenêtres”, dijo Baudelaire. Y el proféticoWilliam Blake lo expuso en frase cé-lebre: “Si las puertas de la percepciónquedasen limpias, todo aparecería alhombre tal como es: infinito”. Ambospoetas recapitulaban una ancestral vi-vencia. Porque existe, claro está, una ge-nealogía de la idea filosófica de infinito,desde el ápeiron de Anaximandro hastael infinito especulativo de Hegel, pa-sando por Filón, Plotino, Duns Escoto,el cardenal de Cusa, Bruno, Spinoza, Fi-chte. Más toda la teología negativa. Mástoda la metafísica de Oriente. Por otra

parte, uno puede tener una cierta in-tuición de lo infinito y, al mismo tiem-po, defender una filosofía de la con-tingencia. No podemos filosofar como siDarwin no hubiese existido. Ello es queuna filosofía de la contingencia hace re-aparecer la divinidad inmanente, dondevuelve a asomar lo infinito en con-junción con el azar. Porque infinitud ypluralismo también van de la mano. Yporque la misma noción de finitud care-ce de sentido sin el referente infinito.(Esto lo vio muy claro Hegel). Más aún:se diría que cualquier cosa real con-tiene una singularidad, un colapso de lainfinitud, que es un atisbo de la divi-nidad. (Esto también fue atisbado por elcardenal de Cusa, quien unificó el con-

cepto abstracto de infinito matemáticocon la infinitud real de lo divino, y, ade-más, escribió que “toda criatura es infi-nitud finita”).

El cerebro completoEn rigor, cualquier cosa real acaba dilu-yendo la dualidad sujeto-objeto. Cierta-mente, hay observadores además de fe-nómenos, pero la misma mecánica cuán-tica es incompatible con la lógica clási-ca, y cualquier artista sabe que el crea-dor y la cosa creada son lo mismo, y queel cerebro no es un simple receptor pasi-vo de información. Yo me trasciendo enmis actos; mis actos se trascienden en elproceso total del mundo. Si es cierto quelo infinito aparece (científicamente) co-mo un fracaso de la teoría, lo finito sur-ge (metafísicamente) como un colapsode la infinitud. Esa infinitud trasciendea la dualidad ser/no-ser. Precisamenteen la singularidad matemática del BigBang, los parámetros físicos se hacen in-finitos significando algo así como el co-lapso de la nada para dar nacimiento aalgo. Una metáfora que no hubiera des-agradado al Maestro Eckhart, quien ha-bló de la deidad –distinta de Dios– comouna nada. En cuyo caso, si al morir re-tornamos a la nada, retornamos tam-bién a lo infinito. Lo infinito que es tam-bién ese desierto que, al decir de Ange-lus Silesius, cae más allá de Dios.

Se dirá que, en física cuántica –defini-da en términos de teoría de campos, pre-vios a las partículas y a las ondas– la na-da viene sustituida por el vacío, y el va-cío es una especie de océano repleto departículas virtuales, es decir, de camposcuánticos que son algo más que merasficciones. Bien. Aquí estamos echandomano de metáforas, en el bien entendidoque la propia ciencia aboca a un claros-curo donde reaparece siempre el miste-rio. El caso es que cualquier especula-ción naufraga, y al final sólo nos quedael recurso a una cierta experiencia mís-tica, poética, estética, musical, transper-sonal, o cómo quiera llamarse, que qui-zá sea la única experiencia real –por-que, además, es la experiencia del cere-bro completo, y no sólo la de su hemisfe-rio analítico/racional–.

En resolución. Un nuevo humanis-mo no puede ponerse de espaldas a laciencia. Naturalmente, no se trata de in-currir en el oscurantismo pseudocien-tífico denunciado por Alan Sokal y J.Bricmont en su conocido libro Impostu-ras intelectuales. No hay que usar la jer-ga científica en contextos que no le co-rresponden. Tampoco se trata de caeren el relativismo epistémico (que surgede una mala digestión de las obras deKuhn y Feyerabend), ni de creer que laciencia es una mera narración, un mitoo una construcción social. La tarea esprevia y más respetuosa con la autono-mía de la ciencia. Se trata de que los pa-radigmas científicos fecunden realmen-te a los discursos filosóficos e incluso li-terarios. En arte ello es ya moneda co-mún, y así es frecuente escuchar a cono-cidos pintores remitiéndose a la ciencia,y en especial a la física cuántica, comomarco intelectual e, incluso, fuente deinspiración. Lo cual, por su parte, no espedantería sino genuina comprensiónde que si hubo una época en que el arteiba por delante de la ciencia, hoy la si-tuación se ha invertido.

Ciertamente, la fusión de saberes co-mo en el Renacimiento ya no es posible.La montaña de la especialización es de-masiado alta. Ahora bien, las grandespreguntas subsisten, el tema de la con-dición humana está en juego, y la per-meabilidad entre ciencias y letras esuna exigencia central de nuestro tiem-po. |

¿Quién es capaz de seguir la endiabladacomplejidad matemática de la teoría de lassupercuerdas? Y, con todo, hay ahí un caminoirreversible. Ha sonado la hora de liberarnos dela tiranía de la intuición y el sentido común

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JORDI PIGEM¿Letras o ciencias?Axioma: Las ciencias se escriben con le-tras.Teorema: Las ciencias nacen de las le-tras.Demostración: La ciencia moderna seconcibe en las entrañas de la filosofía oc-cidental. De hecho, en su inocente juven-tud conservaba el ilustre nombre de fa-milia y se hacía llamar filosofía natural.La gran obra de Newton no versa sobrefísica, sino sobre philosophia naturalis.En inglés la palabra scientist no aparecehasta 1840, cuando Darwin ya tenía bar-ba. Un cuarto de siglo después, Faraday(que creó el concepto de campos y líneasde fuerza, y que de paso inventó el mo-tor eléctrico y la dinamo) todavía detes-taba que le llamaran con el terrible neo-logismo científico: él era un buen filóso-fo natural como los de siempre.Corolario: Platón+Descartes=Newton+x. (Fórmula demasiado simplificado-ra, como todas.)

En el principio era la metáforaUna delas sorprendentes conclusiones de laciencia cognitiva (área interdisciplinaren la que confluyen neurobiología, lin-guística y psicología cognitiva) es que

nuestros conceptos abstractos se basanmayormente en metáforas. Y la cienciano es excepción. Véase la metáfora (car-tesiana y bíblica) de un Dios legisladorque decreta leyes universales. Ni en Gre-cia ni en la China clásicas, ni siquieraen Copérnico o Galileo, hay tales leyesde la naturaleza (hay simetrías y armo-nías, principios y proporciones; no le-yes). Otra metáfora que subyace a laciencia moderna es que el mundo es má-quina. Y nosotros también (aunque lasmáquinas sean inventos de nuestramente). Ya Descartes dudaba de si loque veía en la calle eran personas de ver-dad o autómatas con abrigos y sombre-ros. Hoy el delantero centro del equipode Brockman, el biólogo Richard Daw-kins, declara: “Cada uno de nosotros esuna máquina, como un avión sólo quemucho más complicado” (The blindwatchmaker). Supongo que el sentir queuno es como una máquina o un avión noestá descrito en el DSM-IV (catálogo ofi-cial de trastornos psiquiátricos), pero

parece grave. La interioridad humanano es como el interior de los aviones, co-mo saben los poetas, los enamorados,los niños y el sentido común.

Ni necias ni iletradas Hasta no hacemucho, letras y ciencias iban de la mano.Pero el saber creció y multiplicóse y seabrió la grieta entre humanismo y cien-cia. La ciencia empezó a triunfar (y a sercortejada por militares y multinaciona-les), mientras las humanidades perdíanfacultades y se retiraban al asilo del ensi-mismamiento. Pero el humanismo queda la espalda a la ciencia se vuelve necio(literalmente: sin ciencia) y la ciencia em-pobrece su perspectiva al quedarse ile-trada (privada del saber literario).

En esto aparece John Brockman, queviene del arte pop y tiene un olfato in-creíble para detectar ideas con futuro.Enfundado en su sombrero, camina porla Fifth Avenue móvil en mano, tejiendoredes de diálogo y debate entre científi-cos que son, además, buenos comunica-dores. La tercera cultura de Brockmanagrupa a estos científicos “y otros pensa-dores del mundo empírico”. Loable ini-ciativa. Pero cuidado con lo de limitar elpensamiento al mundo empírico. Ello ex-cluye de un plumazo la intuición y el sa-

ber poético y literario. ¿Quiere Brock-man, como Platón, expulsar a los poetasde su república?

¿Es la ciencia puramente empírica?Puro mito. La ciencia moderna, con ra-zón o sin ella, sólo considera verdadera-mente real lo que es reducible a núme-

ros, fórmulas y otras ideas puras. (¿Senota ahí la sombra de Platón?) Por ejem-plo, para la ciencia los colores en el fon-do no existen: existen longitudes de on-da de tantos o cuantos nanómetros. Yasí se deslegitima la mayor parte denuestra experiencia directa (Nietzscheya vio la sutil conexión entre ciencia ynihilismo). Por suerte, las relaciones hu-manas, la buena literatura y el buen ar-te nos devuelven el mundo en el que loscolores, sonidos y sabores son reales.

Sin las humanidades seríamos menoshumanos (y podríamos acabar confun-diéndonos con un avión, como en el, di-gamos, síndrome de Dawkins).

Sorpresas en las nubes Lord Kelvin,uno de los científicos más prestigiososde su tiempo, aconsejaba a los jóvenescon talento que no se dedicaran a la físi-ca, pues todo estaba prácticamente des-cubierto. En su discurso Dos nubes(1900), Kelvin señaló dos pequeños pro-blemas pendientes relacionados con lanaturaleza de la luz. El primero sería re-suelto por la teoría de la relatividad; elsegundo, por la mecánica cuántica. Pe-ro ambas teorías, lejos de completar eledificio de la física clásica, abrieron unabrecha irreparable en sus cimientos.

Verano de 2005. La prestigiosa revis-ta Science conmemora su 125 aniversa-rio señalando 125 grandes interrogantesque hoy penden sobre la ciencia (listaque dista de ser exhaustiva). Unos 25 in-terrogantes son del ámbito de la física.A saber: que relatividad y mecánicacuántica son incompatibles (¡si Kelvinlevantara la cabeza!). Que nada sabe-mos de cómo funciona la gravedad (paraDante y Joanot Martorell el amor “mo-ve il sole e l'altre stelle”, “mou los cels”;nosotros creemos en la más prosaica ylegislable gravedad, pero sabemos deella no más que los poetas saben delamor). Que no entendemos ni un 5% dela composición del universo (el restoson materia y energía oscuras, opacas anuestro entendimiento). Etcétera. Tam-poco entendemos más de un 3% del geno-ma humano, pese a los anuncios de queya se ha descifrado. Sí, la ciencia funcio-na. Sobre todo a nivel de grandes titula-res y resúmenes populares. La letra pe-queña de cada disciplina científica estállena de interrogantes. Como en todo lohumano, la ciencia necesita humildad.Humano y humildad son palabras rela-cionadas con el latín humus: suelo fértil,que ahogamos bajo el asfalto de las abs-tracciones. El homo sapiens es humusque sabe y saborea.

Ciencia con conciencia La energía ymateria oscuras, como otros parchesmatemáticos con los que cubrimos loque no encaja, traen a la memoria los po-co elegantes ecuantes de la astronomíatardomedieval, que intentaba apuntalarsu ya frágil edificio de epiciclos. Tal vezla ciencia está no menos en crisis queotras instituciones de nuestro tiempo.Tal vez, como en la astronomía tardome-dieval, los interrogantes se multiplicanporque estamos en medio de un grancambio de paradigma. No se puede pre-decir qué rumbo tomará una posiblenueva ciencia. Pero indicios no faltan.Dos grandes físicos del siglo XX,Schrödinger y Wigner, sugirieron queel fundamento de la realidad no es la ma-teria y la energía, sino la percepción y laconciencia. No es ociosa especulación:hay experimentos contemporáneos en

mecánica cuántica (como el delayedchoice de Wheeler) que no pueden expli-carse de otro modo. Tal vez el mundo res-ponda mejor si le hablamos en segundapersona. Aquí no sobran las experien-cias acumuladas por las literaturas, ar-tes y filosofías. Unas humanidades libe-radas de sus torres de marfil y unas cien-cias liberadas de la arrogancia reduccio-nista tendrán mucho por compartir yco-crear, en un mundo que para nada pa-recerá ya una máquina. |

¿Es la ciencia puramente empírica? Puro mito.La ciencia moderna sólo considera real lo que esreducible a números, fórmulas e ideas puras

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Torres de marfil

El síndromede Dawkins

Jordi Pigemes filósofo y escritor.Ex profesor deHistoria de laCiencia y Filosofíade la Ciencia en elMaster en HolisticScience delSchumacherCollege, en GranBretaña

01 Serie deimágenes degotas de aguacayendo,capturadas porSidney Nagel

02 ‘Pool of tears2 (after LewisCarroll)’ de KikiSmith, 2000

BIBLIOGRAFÍA

Wendell BerryLife is a miracleCOUNTERPOINT

John BrockmanLa terceraculturaTUSQUETS

EdgePublicaciónelectrónica dedebate sobreciencia y cultura,dirigida porBrockman.(www.edge.org)

Fritjof CapraLas conexionesocultasANAGRAMA

John LukacsAt the end ofan ageYALE UNIVERSITYPRESS

SalvadorPánikerAproximaciónal origenKAIROS

RaimonPanikkar yotrosPensare lascienzaL'ALTRAPAGINA

Edward O.WilsonConsilience. Launidad delconocimientoGALAXIAGUTENBERG

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Entrevista

“La cienciaganó labatalla”Su última obra –no publicada todavíaen España– se llama The new humanists(Los nuevos humanistas), y de ella, y deotras cuestiones relacionadas con la ter-cera cultura hablamos con Brockmanmediante conversación telefónica.

¿Quiénes son los nuevos humanistas?Los científicos y pensadores cuyos tra-bajos versan sobre el mundo empírico, yque con su trabajo –y libros– están susti-tuyendo al intelectual tradicional en sulabor de plantear y hacer visibles lasgrandes cuestiones, y los grandes signifi-cados, de nuestra vida. En afrontar conuna perspectiva nueva las grandes cues-tiones: ¿quiénes somos? ¿qué somos?

¿Todavía necesitamos una tercera cul-tura?Más que nunca. La ciencia, al menos laciencia como forma de cultura, como for-ma de pensamiento, está en peligro. EnEE.UU. desde el 11-S el clima hacia laciencia ha cambiado. El gobierno pare-ce estar en contra de las nuevas ideas.Actúa como tapón de las esperanzas yexpectativas de la gente. No se puede de-cir otra cosa cuando tenemos frente a no-sotros la posibilidad de curar enferme-dades que amenazan la vida de miles depersonas y, sin embargo, las creenciasacríticas de un puñado de personas de laadministración Bush tienen el poder deparar todo tipo de investigación. En esteaire enrarecido se hace difícil hablar si-quiera de primera o segunda cultura...

Pero, más allá de la situación política,¿sigue el enfrentamiento entre prime-ra y segunda cultura de la que hablabaSnow?No, esa batalla se acabó. Ganó la cien-cia. Mire cualquier primera página deperiódico: en ella se habla, cuando se ha-bla algo más que no sea política, desas-

tres o guerras, de asuntos de lo que yodenomino tercera cultura. A nadie le im-portan ya las discusiones entre intelec-tuales de letras.

¿Contra qué está la tercera cultura?No está en contra de nada. Es una cultu-ra inclusiva. No está en contra de la críti-ca literaria, la poesía o el teatro, eso esuna caricatura. La denominada terceracultura está en contra, si se puede decirasí, de la mistificación, de la usurpa-ción, del imperio que imponen ciertosautores y ciertos libros más propios delos años 40 y 50 que de ahora mismo.

¿Se refiere al marxismo? ¿A Freud?¿Qué queda del marxismo? Corea delNorte y algún que otro departamentoirreductible de estudios culturales en al-gunas universidades. Eso es todo. En la

ciencia el marxismo no ha dejado ningu-na huella. Y lo que está ocurriendo aho-ra en el campo de la neurociencia deja aFreud como una superstición del sigloXVIII. Sus ideas son irrelevantes... Lagente está interesada en las obras de lospensadores que hablan de la realidaddesde un punto de vista científico. Sehan cansado de saber quién durmió conquién un fin de semana hace cien años ycómo esa canita al aire influyó en la poe-sía... El intelectual tradicional, alejadode la ciencia y sus descubrimientos, eshoy un ser profundamente infeliz.

¿Quiere decir que una ciencia populares la respuesta?Yo no hablo de una ciencia popular. Yohablo de científicos que hablan entreellos, y cuyas conversaciones llegan alpúblico en forma de libros. Hablo de

ciencia no de divulgación. Mire, porejemplo, un libro como La nueva mentedel emperador, de Roger Penrose, dondese habla de la posibilidad de inteligen-cia artificial. Fue un libro muy popularal que un filósofo como Daniel C. Den-nett contestó con La conciencia explica-da, que rebatía buena parte de las ideasde Penrose. O recuerde los interesantísi-mos debates entre Stephen Jay Gould yRichard Dawkins sobre la verdadera na-turaleza de la evolución... La ciencia esahora una gran y única gran discusiónde intelectuales que se expresan median-te libros, a los que tiene acceso el públi-co. No escriben para hacer la cienciamás comprensible al gran público.

¿Es la tercera cultura de la que hablauna cultura sólo para científicos?No. Yo no soy científico. Ni lo es Den-nett, que es filósofo de formación. Loque digo es que los debates importantes,los que definen hoy nuestra sociedad, pa-san por un pensamiento científico. Entérminos de vida cotidiana, de ganarsela vida, pagar la hipoteca o criar hijos,no creo que un científico sepa más queun conductor de autobús o una depen-dienta de supermercado. La diferencia,para mí, es que los científicos son quie-nes hoy día están haciendo las pregun-tas más interesantes sobre las cuestio-nes que nos importan a todos, las cues-tiones profundas y significativas, esasque definen la naturaleza humana.

Ya, pero ¿puede la tercera cultura ayu-dar a comprender un fenómeno comoel terrorismo o las guerras religiosas?Creo que sí. Absolutamente. Mire porejempo la religión. Tanto Dennett comoDawkins estan escribiendo ahora librossobre esta cuestión. Cada uno de ellosdesde su particular punto de vista.

¿Pero no cree que hoy puede ser másimportante un libro como ‘El choquede civilizaciones’, de Huntington, queotra aportación sobre las ideas de Dar-win?Bueno, el darwinismo sigue siendo im-portante, sobre todo en EE.UU. dondelas estadísticas dicen que más del 50%de la población todavía discute sus teo-rías. Yo no creo que la ciencia o los cien-tíficos deban dirigir el mundo. Lo que di-go es que no se puede entender el mundosin la ciencia. S. LL. |

Una figura polifacética

Brockman y los nuevos intelectualesSALVADOR LLOPARTEs un lugar común hablar de la igno-rancia entre la colectividad literaria yla científica. El desencuentro entre am-bos colectivos es público y notable desdela aparición del famoso libro de C. P.Snow Las dos culturas (1959). Tambiénen esa obra, pero en su segunda edición,la de 1963, el mismo Snow hablaba conoptimismo de una nueva cultura, la ter-cera cultura, que antes o después emer-gería para llenar el vacío que queda en-tre los intelectuales de letras y los cientí-ficos.

Pues bien, para John Brockman esatercera cultura es ya una realidad, perouna realidad muy diferente a la queSnow predijo. En su opinión, los intelec-tuales siguen sin comunicarse con los

ciéntificos. Por lo tanto, no existe toda-vía ningún puente entre ellos. Han sidolos ciéntificos los que se han abierto fi-nalmente hacia el gran público. ParaBrockman “algo radicalmente nuevo es-tá surgiendo. Nuevas formas de enten-der el mundo físico y nuevas formas depensar como pensamos. Nuevos conoci-mientos que obligan a poner en cuestiónnuestras anteriores asunciones”.

Esos conocimientos son, por ejem-plo, sobre la biología del cerebro, descu-brimientos en física fundamental, tecno-logía de la información, genética, neuro-biología, bioingeniería, nanotecnologíay nuevos materiales... Nuevas formasde entender la realidad que desafíannuestros conceptos tradicionales de loque significa ser humano. Conocimien-

tos que exigen una nueva cultura: la ter-cera cultura.

Pero ¿quién es John Brockman? Esel hijo de un vendedor de flores de Bos-ton que llegó a Nueva York en los sesen-ta, donde se convirtió en uno de los pri-meros publicistas pop de la época. Su-yos son los famosos carteles promocio-nales de Head, un filme de finales de lossesenta en los que el único reclamo erauna fotografía de la cabeza del propioBrockman. Ahora, cuarenta años des-pués, Brockman es uno de los más desta-cados agentes litararios de Manhattan,y para quienes siguen sus aventuras in-telectuales es mucho más. Es el promo-tor de una concepción de la ciencia dife-rente, abierta, comunicativa, capaz deabordar las cuestiones esenciales. Su

nombre quizá no sea muy conocido en-tre nosotros, pero sus representados es-tán en primera línea del pensamiento ac-tual: Richard Dawkins, Daniel Dennet,sir Martin Rees, Steven Pinker, RogerPenrose, Jared Diamond, y un largo et-cétera de pensadores y ciéntificos publi-can con él. Brockman, sin embargo, nose limita a representara a escritores, apublicar libros o a escribirlos él mismo,como La tercera cultura (Tusquets), sumanifiesto personal respecto al debateentre la ciencia y otras formas de cono-cimiento. Además es un animador cul-tural de primera. Su publicación en in-ternet, Edge (www.edge.org) se ha con-vertido en la promotora de los grandesdebates relacionados con la ciencia y lasociedad. |

“¿Qué queda del marxismo? ¿Qué queda deFreud? La neurociencia le ha dejado como unasuperstición del siglo XVIII, de ideas irrelevantes”

El agente literario y animador cultural John Brockman