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EL MATRIMONIO MÍSTICO 1. Queridos hermanos invitados a las “Bodas del Cordero” en el seno de la santa Iglesia. Dice el Real y Santo Magisterio: “La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27) y se cierra con la visión de las „bodas del Cordero‟ (Ap 19,7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su „misterio‟, de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación „en el Señor‟ (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,31-32)” (CEC 1602). En el sexto día del relato de la creación, Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. En Génesis 5, 2, se dice que a ambos Dios los llamó “Hombre”. Desde el principio el hombre y la mujer son presentados como una unidad, como una sola cosa. En su aspecto básico el matrimonio hace alusión a unidad de amor. De aquí que la Santísima Trinidad sea un matrimonio en sus tres Personas distintas. Dios es amor, y cualidad intrínseca de este amor es la unidad y la unión. Pero, cuando Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, ¿a qué hombre y a qué mujer se refiere? ¿Son Adán y Eva o son el Nuevo Adán y la Nueva Eva; o sea, Cristo y María? Dice el Magisterio: “„Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado‟ (GS 22,1): San Pablo nos dice que dos hombres dieron origen al género humano, a saber, Adán y Cristo... El primer hombre, Adán, fue un ser animado; el último Adán, un espíritu que da vida. Aquel primer Adán fue creado por el segundo, de quien recibió el alma con la cual empezó a vivir... El segundo Adán es aquel que, cuando creó al primero, colocó en él su divina imagen. De aquí que recibiera su naturaleza y adoptara su mismo nombre, para que aquel a quien había formado a su misma imagen no pereciera. El primer Adán es, en realidad, el nuevo Adán; aquel primer Adán tuvo principio, pero este último Adán no tiene fin. Por lo cual, este último es, realmente, el primero, como él mismo afirma: „Yo soy el primero y yo soy el último‟” (CEC 359). El primer Adán es el Nuevo Adán, de aquí que el hombre y la mujer del principio sean un anuncio del Hombre y la Mujer, es decir, el Nuevo Adán y la Nueva Eva, o sea, Cristo y María. 2. Pero, ¿a qué viene esta introducción? A que desde el principio el hombre y la mujer son creados para el matrimonio, o sea para

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EL MATRIMONIO MÍSTICO

1. Queridos hermanos invitados a las “Bodas del Cordero” en el seno de la santa Iglesia. Dice el Real y Santo Magisterio: “La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27) y se cierra con la visión de las „bodas del Cordero‟ (Ap 19,7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su „misterio‟, de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación „en el Señor‟ (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,31-32)” (CEC 1602). En el sexto día del relato de la creación, Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. En Génesis 5, 2, se dice que a ambos Dios los llamó “Hombre”. Desde el principio el hombre y

la mujer son presentados como una unidad, como una sola cosa. En su aspecto básico el matrimonio hace alusión a unidad de amor. De aquí que la Santísima Trinidad sea un matrimonio en sus tres Personas distintas. Dios es amor, y cualidad intrínseca de este amor es la unidad y la unión. Pero, cuando Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, ¿a qué hombre y a qué mujer se refiere? ¿Son Adán y Eva o son el Nuevo Adán y la Nueva Eva; o sea, Cristo y María? Dice el Magisterio: “„Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado‟ (GS 22,1): San Pablo nos dice que dos hombres dieron origen al género humano, a saber, Adán y Cristo... El primer hombre, Adán, fue un ser animado; el último Adán, un espíritu que da vida. Aquel primer Adán fue creado por el segundo, de quien recibió el alma con la cual empezó a vivir... El segundo Adán es aquel que, cuando creó al primero, colocó en él su divina imagen. De aquí que recibiera su naturaleza y adoptara su mismo nombre, para que aquel a quien había formado a su misma imagen no pereciera. El primer Adán es, en realidad, el nuevo Adán; aquel primer Adán tuvo principio, pero este último Adán no tiene fin. Por lo cual, este último es, realmente, el primero, como él mismo afirma: „Yo soy el primero y yo soy el último‟” (CEC 359). El primer Adán es el Nuevo Adán, de aquí que el hombre y la mujer del principio sean un anuncio del Hombre y la Mujer, es decir, el Nuevo Adán y la Nueva Eva, o sea, Cristo y María. 2. Pero, ¿a qué viene esta introducción? A que desde el principio el hombre y la mujer son creados para el matrimonio, o sea para

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ser unidad en el amor. Y que si bien se puede decir que Dios Trino vive en un matrimonio en sí mismo, el Matrimonio Místico por excelencia se refiere a la unión esponsal entre el Cordero de Dios y su Novia, la Jerusalén celeste (cf. Ap 21, 2), lo cual está anunciado desde el principio cuando Dios creó al hombre y la mujer a su imagen y semejanza. Y la esposa del Cordero es María Santísima (cf. CEC 1138), de tal manera que el Arquetipo, o sea, el Modelo y el Ingrediente de todo matrimonio, sea espiritual o físico es la Unión Mística entre el Cordero, que representa la Santísima Trinidad y su Esposa-Novia, María Santísima. Y este Desposorio Místico Ejemplar, no sólo se refiere a un amor universal y divino, sino que es principalmente una amor esponsal; es decir, un amor de enamoramiento, semejante al común entre un hombre y una mujer, sólo que a nivel sublime y puro, entre Dios, el Amado, y una Mujer, la Amada: entre Dios y la Virgen purísima. No es que se esté “antropologizando” a Dios sino que Dios, al encarnarse la Segunda Persona de la Trinidad, y al participar de todo lo humano, eleva el amor entre un hombre y una mujer en el sacramento del Matrimonio, al rango de un Amor Esponsal divino desde la eternidad. Dice el Magisterio: “Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las „perfecciones‟ del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de Dios: las de una madre (cf. Is 49,14-15; 66,13; Sal 131,2-3) y las de un padre y esposo (cf. Os 11,1-4; Jr 3,4-19)” (CEC 370).

Una de las facetas importantes y perfectísimas del Amor de Dios es la de Padre y Esposo. Lo cual implica “Madre” y “Esposa”, lo que también implica “Novia” y “noviazgo”. Y en el culmen de esta faceta del Amor de Dios está el Matrimonio Místico entre un Hombre, el Cordero de Dios, y una Mujer, María Santísima. Y dicho Desposorio Místico, no sólo es Modelo de todo otro matrimonio: por ejemplo entre las almas y Jesús, entre el sacerdote y la Iglesia, y también del matrimonio físico entre un hombre y una mujer, lo cual es principio y fuente de la familia humana; sino que además de Modelo, es constituyente esencial de toda relación esponsal. 3. “Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad” (CEC 600). Y es por esto que la entrega pura y perfecta a Dios de dulce y bellísima María en la Anunciación, por ser un ejemplo de respuesta de la criatura a su Creador; se constituye, no sólo como un modelo para ese tiempo, el cual es “plenitud de los tiempos”, sino que se inscribe como principio para todo tiempo; o sea, es una perfección que está presente al principio de la Creación, está en todo el desarrollo de la Obra de Dios, y lo está al final, en “la consumación de los tiempos”. Es por esto que María Santísima, es constituida “Reina de la Creación”, de toda la Creación, desde principio a fin. Y si es Reina es Esposa del Rey. Y si es Esposa es Novia Eterna del Rey pues Él está prendado de Ella (cf. Sal 44, 10-12). De aquí que toda la Obra de Dios esté penetrada por el Amor Esponsal entre el Amado Dios y la Amada María: La Historia de la Creación, la Redención y la Santificación, es una Historia de Amor entre Dios, María y sus hijos; la cual, aunque con tribulaciones y sufrimientos, tendrá un final feliz.

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Es por ello que en lo profundo de nuestro corazón todos buscamos el “único amor”, y deseamos estar profundamente enamorados. Deseamos ser “novios” o “novias” ya sea en el nivel físico y/o en el nivel espiritual. En el nivel físico se casa un hombre con una mujer para amarse y cultivar un amor que venza la muerte. Los consagrados también buscan el amor esponsal, pero sólo que espiritual o místico. Pero ambas búsquedas tienen como fundamento y fin, el Noviazgo Eterno y el Matrimonio Místico Eterno, entre Dios y su Amada María. Por los Sacramentos somos participados de este amor esponsal; recibimos sobre todo en el Bautismo, el Matrimonio, el Orden Sacerdotal y la Eucaristía a los Novios Eternos, para que Ellos unidos a nuestra alma y nuestro espíritu actualicen el noviazgo en la pureza, el cual lleve al Matrimonio Místico. Por esto todos estamos invitados al “Banquete de Bodas del Cordero”. 4. La Obra de la Redención, la cual es preparada por Dios al elegirse un Pueblo de su propiedad, el Pueblo de Israel, también se caracteriza por ser una relación nupcial entre Dios y el hombre: “Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel (cf. Os 1-3; Is 54. 62; Jr 2-3. 31; Ez 16, 62; 23), los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (cf. Mal 2, 13-17). Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor „fuerte como la muerte‟ que „las

grandes aguas no pueden anegar‟ (Ct 8,6-7)” (CEC 1611). Dios ama a su Pueblo Elegido (su Iglesia antigua y actual), porque ve en él el rostro de su Hijo y de su Hija, de Jesús y de María, y por ello está dispuesto a conservarlo, corregirlo y restaurarlo hasta que se cumplan los tiempos por Él establecidos, y todo se renueve desde la tierra hasta el cielo. Se vislumbra en la historia del Pueblo Elegido la existencia de tras tipos de mujer: la mujer infiel, que traiciona a Dios; la mujer convertida, o sea, la que ha pecado y recapacita y vuelve a Dios; y, la Mujer Perfecta, aquella que no ha ofendido a Dios, y se conserva siempre fiel, virgen y pura sólo para Él. Son figura de estas mujeres Agar, la esclava egipcia de Sara; también lo es María Magdalena, que después de pecar se arrepiente y deja que Jesús-Dios la transforme hasta llegar a una santidad inefable; luego está la única que se puede asociar a la Mujer Perfecta, a la Mujer libre del pecado, Ella es María Santísima y no hay otra. Por ello escribe s. Luis María G. de Monfort en “El Secreto de María” 15: “María es a quien ha dicho el Padre: „in Jacob inhabita, hija mía, mora en Jacob‟”, haciendo alusión a Siràcide 24, 8, donde Dios le dice a la Sabiduría que ponga su tienda en Jacob. Lo cual hace ver que la Escritura va bosquejando el rostro de la Amada de Dios desde antes que Ella naciera (cf. CEC 721). Todas las grandes mujeres del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, son un anuncio y/o figura de la Mujer Perfecta, de aquella criatura que Dios eligió para Madre de su Hijo. Esta Mujer es Arquetipo, Modelo y Medio, pues es la Madre, la Esposa y la Novia que Dios creó para cumplir su Obra en los más altos designios: Ella es María Santísima.

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5. Y siendo que la Virgen Santa fue la única criatura que respondió de manera plena y perfecta a la invitación de Dios a hacer su voluntad, es por ello que en representación de toda la humanidad y de toda la creación, la relación de Dios con la criatura en su más alta expresión de unión amorosa, se constituye como una relación de un varón, representado por el Cordero de Dios, y una Mujer, representada por María-Iglesia-humanidad. Todos nosotros, hijos de Adán e hijos del Nuevo Adán, seamos varones o mujeres, estamos inmersos en alma y espíritu en la femineidad y la maternidad de María a través de la Iglesia (cf. MC 19), considerados como la “esposa” que se une al Esposo-Dios, por medio del Amor Esponsal. Por ello el Pueblo Elegido y la Iglesia de Cristo son la “esposa” que tiene una relación de amor nupcial con Dios; pero esto se debe a la relación original y fundamental del Noviazgo y los Esponsalicios entre Dios Trino y su Amada la Virgen María. Los niveles de unión con Dios más sublimes están representados por los autores místicos como una relación esponsal mística, en la cual el alma enamorada de Dios se entrega a Él sin reservas: “Se trata de un camino sostenido enteramente por la gracia, el cual... requiere un intenso compromiso espiritual que encuentra también dolorosas purificaciones (la „noche oscura‟), pero que llega, de tantas formas posibles, al indecible gozo vivido por los místicos como „unión esponsal‟” (NM 33). Dicha unión tiene como fuente el noviazgo entre el Amado y la Amada, o sea, entre Dios y dulce María; no obstante muchas almas enamoradas no se aperciban de ello.

Pero ahora, gracias a la revelación del Espíritu, podemos constatar que la Mujer del Antiguo Testamento en el Origen de la Creación; en el Protoevangelio donde es anunciada como la que aplastará a la serpiente del mal; sugerida también como la novia y esposa en el Pueblo Elegido; presentada como la Madre del Mesías en el Nuevo Testamento ; y, “La Mujer vestida del Sol” y la Esposa del Cordero en el Apocalipsis de san Juan; dicha Mujer repetimos, lo sabemos ahora, es María la Virgen Inmaculada. Todos nosotros por ser hijos de la Iglesia, y por tanto, hijos de María, estamos invitados a vivir el Romance Eterno, si lo pedimos al Padre Bueno. Pues: “En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo, haciendo suyo el espíritu de María” (EE 58); por lo cual, teniéndola a Ella, podemos incorporarnos a un Gran Amor, a una Gran y Única Historia de Amor; la cual impregna la Creación de principio a fin, exaltando a las almas a una unión plena y sublime con su Amado Dios. Estamos invitados a conformar la Sagrada Familia en nuestro interior -en el alma y el espíritu- pues ella es modelo del vivir toda la escala del amor esponsal en plenitud: desde su aspecto físico en la castidad hasta el sublime y purísimo Amor Esponsal divino. San José y su esposa María vivieron (y viven) la escala de dicho Amor en todas sus facetas sin contradecir o mezclar lo humano con lo divino. Pidamos hermanos al Padre Bueno este don y esta gracia de enamorarnos con el sello de su Amada María y su Amado Jesús, pues esta clase de amor nos conduce al Banquete de Bodas del Cordero, en el cual participaremos de la unión plena con Dios: en el Matrimonio Místico. Cordialmente JJyM ([email protected])