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EL LATINO INDOLENTE AYUDANTÍA PSICOLOGÍA COMUNITARIA Sergio González Pizarro Constanza Vergara Campos

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Page 1: El Latino Indolente Ayudantía

EL LATINO INDOLENTEAYUDANTÍA PSICOLOGÍA COMUNITARIA

Sergio González PizarroConstanza Vergara Campos

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SÍNDROME FATALISTA

Martín Baró comienza expresando lo realista que contiene la ficción novelística latinoamericana, puesto que en ella se manifiesta el característico fatalismo.

Fatalismo, del latín fatum, es vivir en un destino predicho, inevitable, “las cosas son como son”, es un destino infeliz y fatal predeterminado, se vive con eso y hay que acatar la vida como es: hay que obedecerla. Esta es la forma de afrontar la vida del latinoamericano, cayendo en el conformismo, la resignación, y la pasividad.

En este fatalismo se hace cotidiano lo insólito de la violencia y la desigualdad social.

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SÍNDROME FATALISTA El fatalismo tiene tres vertientes:  Ideacional - Creencias: se cree en un destino pre-

escrito, inevitable, todo lo que nos ocurre no se puede evadir, no hay control de sí mismo, se está a disposición vivencial de un agente externo. Hay creencias religiosas en el fatalismo: “Dios un ser súper-poderoso me entregó este destino y no me puedo revelar ante él”.

Afectivo: aceptar resignadamente mi destino, sin sentimientos de rebeldía. Llevar con dignidad mi destino porque es lo que nos tocó, por tanto, carece de sentido experimentar grandes emociones de alegría o tristeza, hay emocionalidad aplanada. Existe una identificación con el sufrimiento, expresándose como si fuera nuestra naturaleza: “es lo que nos tocó vivir”, o sea una identificación con el sufrimiento.

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Comportamental: nos enfrentamos al sufrimiento y al destino, con resignación y de forma sumisa. También con pasividad: “¿para qué rebelarse si nada cambia?”. Existe un “dejarse llevar por las fuerzas externas”. Además se expresa el fatalismo en un presentismo, es decir, basarse “en el aquí y en el ahora”, sin planificar el futuro, como una mecanismo de defensa colectivo de adaptación.

Se naturaliza la historia, es decir, el destino está pre-escrito por la naturaleza, es la evolución biológica llevado a la estructura sociocultural, los poderosos arriba, el pueblo abajo fatalizado y esclavo por orden natural.

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Hay estudios, por lo general en Centroamérica (Tefel, 1972; Formm y Maccoby, 1963; Díaz-Guerrero, 1985; Salazar, 1970) sobre la actitud de fatalidad, relacionados al presentismo sobre todo, ergo, el no hacer planes futuros y el vivir en el aquí-ahora. En ellos se encontraron rasgos reiterativos en el latinoamericano de conformismo, resignación, pasividad, obediencia, envidia, inferioridad, insatisfechos, etc. Por otro lado, se evidenció que las clases más bajas y sectores marginados, son más altos en fatalidad. Y a pesar de que aquellos países vivieron procesos de revolucionarios de carácter popular, persistieron estas actitudes fatalistas, por tanto estos estudios concluyeron que ellos mismos se caracterizaban de esa manera, se autodenominan con esa identidad.

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El fatalismo es contraproducente al desarrollo de los pueblos autónomos, es una profecía auto-cumplida. Martín Baró destaca que el fatalismo surge por presuntos carácteres latinoamericanos, como son (Durán, 1978):   Sumisión: asumir su destino sin rebeldía, con

obediencia a la autoridad. Autoritarismo: entregar la confianza a la autoridad, es

decir, “que otro haga la pega”. Renunciar a autogobernarse, falta de responsabilidad social e iniciativa.

Identificación del individuo con un microcosmos de relaciones sociales: creer que lo que le pasa a uno es único, sólo a él le pasa.

Conformismo: resignarse a luchar por la autonomía. Inclinación al presentismo: vivir en el aquí-ahora,

evadiendo el futuro.

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Además, Durán destaca que existen otros cinco rasgos diferenciales de carácter social:

Capitalino: persona activa, abierta, técnica, con desarrollo cultural.

Provinciano: ritualista, tradicionalista, religioso. Campesino: cerrado en su propio grupo social y

evita las experiencias nuevas. Caribeño: irresponsable y actitudes desbordantes. Indígena: aislado, pasivo, fatalista y mágico.

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Martín Baró, como crítica a lo anterior, nos destaca que hay que realizar cambios al sistema económico-político que produce estas características psicológicas como la fatalidad, y que además se nutre de ellas para mantenerse. Por tanto, no es la fatalidad la que genera que estos grupos marginados se mantengan marginados, sino que la estructura política-económica que construye la fatalidad subjetiva hace que esos grupos se mantengan aislados, es decir, no son los latinos por sus actitudes (mágicas, irresponsables, presentistas, pasivas, ritualistas) que no son capaces de adecuarse a la sociedad moderna, sino que la sociedad moderna los hace fatalistas para suministrar económica e ideológicamente su esencia moderna. Por ende, si su actitud fuera rebelde y autónoma, la modernidad no sería opción.

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Martín Baró nos define la cultura de la pobreza (Lewis, 1959):

Las personas al verse en una situación compleja utilizan como mecanismo de defensa ante el sufrimiento la fatalidad, sin embargo, esto se ha mantenido en la cultura y se construyó una identificación entorno a ello: un estilo de vida en un determinado contexto social. La cultura de la pobreza se conforma por personalidades resignadas, autoritarias, matricentristas, de abandono paterno, con ausencia de infancia protegida, fatalistas, provincianas, y sin conciencia de clase. Es una adaptación como reacción, es una rebeldía a los cánones normativos, puesto que hay resignación y frustración al no lograr éxito social, por tanto surge la violencia mal dirigida, siendo una característica compleja de eliminar, puesto que se perpetúa a través de líneas familiares, pero totalmente imposible si se mantiene la estructura socio-económica, que genera la misma pobreza.

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La verdad del fatalismo es la imposibilidad del cambio social. El fatalismo, como dice Martín Baró, es una interiorización de la dominación social:  

Procesos de dominación de una clase dominante y minoritaria (económica y política) Poder adquirido (dinero y capital) Apropiación de recursos (recursos naturales, industrias, ley, instituciones, moral) Articula ideológicamente la mentalidad de los individuos (fatalidad) Realidad no histórica sino como natural (naturalismo).

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Paulo Freire (1970) nos dice que el oprimido naturaliza su historia, es decir, el destino es natural y no se atreve a cambiarlo, el dominante lo utiliza e instrumentaliza.

De esa forma, las creencias del fatalista, se basa en el sentimiento de inferioridad, el “sentirse menos”, y que el que tiene más recursos, tiene más poder y lo toma como ejemplo a seguir, lo idolatra, eso aporta a la sumisión y la estabilidad social: El carácter ideológico del fatalismo.

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COMO CONCLUSIÓN…

  Para romper el fatalismo y esta naturalización de la

historia, se necesita mayor control, menos convicción fatalista. El fatalismo no está en la rigidez mental, si no en la inmutabilidad de las condiciones sociales. Fanon nos expone: "El colonizado está dominado pero no domesticado“ (1972). Debe haber un proceso dialéctico para derribar el fatalismo y el sistema sostenido por el mismo: recuperación de la memoria histórica; organización popular; práctica de clase. Debe haber un cambio de la relación entre la persona y su mundo: praxis política y social a favor de la libertad colectiva y subjetiva.