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DEDICATORIA AL CONDE DE LEMOS EL INGENIOSO CABALLERO DON QUIJOTE DE LA MANCHA (1615) Cervantes se dirige al Conde para decirle que mucha gente le mete prisa para que le envíe esta II Parte de su Quijote y borre «el hámago y la naú- sea» causados por el apócrifo. Sobre todos se había interesado el gran Emperador de la China, que quería fundar un colegio del que Cervantes sería rector, donde se estu- diase castellano y se leyese su obra. El Emperador no había dado al men- sajero ninguna ayuda, por lo que Cervantes dijo a éste que no tenía salud ni dinero y que prefería servir al Conde de Lemas. Se despide ofreciendo al Conde el libro de los Trabajos de Persiles y Segismunda que sería «o el más malo o el mejor que en nuestra lengua se halla compuesto» entre los de entretenimiento. PRÓLOGO AL LECTOR Cervantes presume que el lector espera su venganza contra el «autor del segundo Don Quijote> digo, de aquél que dicen que se engendró en Tor- desillas, y nació en Tarragona». Nuestro autor se conforma con que al apócrifo le castigue su propio pecado. Se lamenta, eso sí, de que Avellaneda le tache de viejo y de man- co. La vejez no la pudo evitar, y además, «no se escribe con las canas, sino con el entendimiento». La manquedad la ganó en Lepanto, «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros». Niega haber escrito su obra para burlarse de Lope de Vega, al que res- peta y admira. Y pide al lector que si llega a conocer al autor apócrifo le diga que no se siente agraviado, ya que sabe que una de las mayores tentaciones del diablo es hacer creer a un hombre que puede escribir un libro con el cual.' ganar fama y dinero. Ruega, además, al lector que repita al autor apócrifo el cuento del loco de Sevilla que cuando veía un perro le introducía un canuto puntiagudo por «parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota» y luego <<ledaba dos palmaditas en la barriga, y le soltaba» diciendo a quien qui- siera oírle: «¿Pensarán vuesas mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?». Cervantes formula parecida pregunta dirigida a Avellaneda: «¿Pensará vuesa merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?». Si este cuento no gustase al autor apócrifo, el lector le contará ese otro, también de perro y de loco: Un loco, esta vez de Córdoba, fue apaleado por el dueño de un perro al que arrojó encima una losa de mármol. Mien- tras le apaleaba, el dueño le decía «¿No viste, cruel, que era podenco mi perro?». Desde entonces cuando el loco veía otra perro lo observaba y sin atreverse a arrojar la losa decía «Éste es podenco: ¡Guarda!». El autor piensa que pudiera ser que el autor del Quijote apócrifo no se atreviera a «soltar más la presa de su ingenio en libros que, en siendo malos, son más duros que las peñas». Agradece luego su ayuda al Conde de Lemas y al Arzobispo de T ale- da. Finalmente, afirma que esta II Parte es «cortada del mismo artífice y del mesmo paño que la primera» y que en ella Don Quijote muere para que nadie se atreva a levantarle falsos testimonios; y anuncia la termina- ción del Persiles y de la segunda parte de la Calatea. CAPÍTULO 1 El Cura y el Barbero prueban a Don Quijote Cuenta Cide Hamete en la II Parte de esta his- toria que el Cura y el Barbero estuvieron un mes sin ver a Don Quijote, aunque visitaban a que veían cómo su señor iba dando muestras de la Sobrina y al Ama, estar en su juicio. Cuando por fin le visitaron, les acogió calurosamente; charlaron de su salud, de la razón de Estado y de los modos de gobierno. y Don Quijote habló con tan buen juicio que sus amigos creyeron que estaba ya curado de su locura. El Cura quiso probarle y contó que los turcos estaban preparando una poderosa armada y las precauciones defensivas que había tomado el rey. Don Quijote dice que debería haberse convocado por público pregón a los caballeros andantes, que aunque no fueran más que media docena podría ser que alguno entre ellos «bastase a destruir toda la potestad del Turco». Y pasó a ponderar las grandezas de la caballería andante con tales palabras que el Cura y el Barbero comprendieron que seguía loco. El Barbero cuenta una impertinente historia, que dice viene muy a cuento, acerca de un loco de Sevilla. Elogio de la edad de la caballería En respuesta, Don Quijote -que, indignado pero sin perder la compostura, llama al Barbero «señor rapista» y «señor Bacía»- hace un elogio de la edad de los caba- lleros y la compara a la sórdida edad en que ahora viven, para terminar dando a entender que proyecta una nueva salida. El Cura le provoca afir- mando que los caballeros andantes eran seres de «ficción, fábula y men- tira». Óon Quijote responde LJuecasi podría decir que ha visto a Amadís. y, como insisten en provocarle, hace los retratos de Amadís, Rei!1aldos y Roldán; da una documentada opinión sobre la estatura del gigante Mor- gante; y termina haciendo una cómica interpretación del proceder de Angélica -la amada de Roldán. ( ) •••

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DEDICATORIA AL CONDE DE LEMOS

EL INGENIOSO CABALLERODON QUIJOTE DE LA MANCHA (1615)

Cervantes se dirige al Conde para decirle que mucha gente le mete prisapara que le envíe esta II Parte de su Quijote y borre «el hámago y la naú-sea» causados por el apócrifo.

Sobre todos se había interesado el gran Emperador de la China, quequería fundar un colegio del que Cervantes sería rector, donde se estu-diase castellano y se leyese su obra. El Emperador no había dado al men-sajero ninguna ayuda, por lo que Cervantes dijo a éste que no tenía saludni dinero y que prefería servir al Conde de Lemas. Se despide ofreciendoal Conde el libro de los Trabajos de Persiles y Segismunda que sería «o elmás malo o el mejor que en nuestra lengua se halla compuesto» entre losde entretenimiento.

PRÓLOGO AL LECTOR

Cervantes presume que el lector espera su venganza contra el «autor delsegundo Don Quijote> digo, de aquél que dicen que se engendró en Tor-desillas, y nació en Tarragona».

Nuestro autor se conforma con que al apócrifo le castigue su propiopecado. Se lamenta, eso sí, de que Avellaneda le tache de viejo y de man-co. La vejez no la pudo evitar, y además, «no se escribe con las canas,sino con el entendimiento». La manquedad la ganó en Lepanto, «la másalta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan verlos venideros».

Niega haber escrito su obra para burlarse de Lope de Vega, al que res-peta y admira. Y pide al lector que si llega a conocer al autor apócrifole diga que no se siente agraviado, ya que sabe que una de las mayorestentaciones del diablo es hacer creer a un hombre que puede escribir unlibro con el cual.' ganar fama y dinero.

Ruega, además, al lector que repita al autor apócrifo el cuento del locode Sevilla que cuando veía un perro le introducía un canuto puntiagudopor «parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota» y luego<<ledaba dos palmaditas en la barriga, y le soltaba» diciendo a quien qui-siera oírle: «¿Pensarán vuesas mercedes ahora que es poco trabajo hincharun perro?». Cervantes formula parecida pregunta dirigida a Avellaneda:«¿Pensará vuesa merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?».

Si este cuento no gustase al autor apócrifo, el lector le contará ese otro,también de perro y de loco: Un loco, esta vez de Córdoba, fue apaleadopor el dueño de un perro al que arrojó encima una losa de mármol. Mien-tras le apaleaba, el dueño le decía «¿No viste, cruel, que era podenco miperro?». Desde entonces cuando el loco veía otra perro lo observaba y sinatreverse a arrojar la losa decía «Éste es podenco: ¡Guarda!». El autorpiensa que pudiera ser que el autor del Quijote apócrifo no se atrevieraa «soltar más la presa de su ingenio en libros que, en siendo malos, sonmás duros que las peñas».

Agradece luego su ayuda al Conde de Lemas y al Arzobispo de T ale-da. Finalmente, afirma que esta II Parte es «cortada del mismo artíficey del mesmo paño que la primera» y que en ella Don Quijote muere paraque nadie se atreva a levantarle falsos testimonios; y anuncia la termina-ción del Persiles y de la segunda parte de la Calatea.

CAPÍTULO 1

El Cura y el Barbero pruebana Don Quijote

Cuenta Cide Hamete en la II Parte de esta his-toria que el Cura y el Barbero estuvieron unmes sin ver a Don Quijote, aunque visitaban a

que veían cómo su señor iba dando muestras dela Sobrina y al Ama,estar en su juicio.

Cuando por fin le visitaron, les acogió calurosamente; charlaron de susalud, de la razón de Estado y de los modos de gobierno. y Don Quijotehabló con tan buen juicio que sus amigos creyeron que estaba ya curadode su locura.

El Cura quiso probarle y contó que los turcos estaban preparando unapoderosa armada y las precauciones defensivas que había tomado el rey.Don Quijote dice que debería haberse convocado por público pregón alos caballeros andantes, que aunque no fueran más que media docenapodría ser que alguno entre ellos «bastase a destruir toda la potestad delTurco». Y pasó a ponderar las grandezas de la caballería andante contales palabras que el Cura y el Barbero comprendieron que seguía loco.

El Barbero cuenta una impertinente historia, que dice viene muy acuento, acerca de un loco de Sevilla.

Elogio de la edad de la caballería En respuesta, Don Quijote -que, indignadopero sin perder la compostura, llama al Barbero

«señor rapista» y «señor Bacía»- hace un elogio de la edad de los caba-lleros y la compara a la sórdida edad en que ahora viven, para terminardando a entender que proyecta una nueva salida. El Cura le provoca afir-mando que los caballeros andantes eran seres de «ficción, fábula y men-tira». Óon Quijote responde LJuecasi podría decir que ha visto a Amadís.y, como insisten en provocarle, hace los retratos de Amadís, Rei!1aldosy Roldán; da una documentada opinión sobre la estatura del gigante Mor-gante; y termina haciendo una cómica interpretación del proceder deAngélica -la amada de Roldán. ( )

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CAPÍTULO V

Sancho, Teresa y la bodade Sanchica

El traductor de la historia piensa que este capí-tulo es apócrifo, porque en él Sancho Panzahabla en un estilo que no corresponde «a sucorto ingenio».

Al llegar a casa. su mujer preguntó a Sancho cuál era el motivo de sualegría. Sancho le habló de la nueva salida y de que Don Quijote habíarenovado sus promesas.

Mantienen una cómica -y profunda- conversación Hablan de lospreparativos para la salida y de los peligros de la caballería andante.Hacen planes pensando en si. cuando Sancho obtuviese el gobierno de laínsula, debían casar a Sanchica, su hija, con un igual -como queríaTeresa Panza- o «tan altamente, que no la alcancen sino con llamarlaseñoría» -que era lo que Sancho pretendía.

Teresa terminó llorando. Sancho la consoló prometiéndole que haríacondesa a la niña lo más tarde posible, y se volvió «a ver a Don Quijotepara dar orden en su partida».

CAPÍTULO VI .

La Sobrina y el Ama habían comprendido por algunos indicios que su tíoy señor proyectaba volver a su «malandante caballería» y procuran apar-tarle de tal idea sugiriéndole que vaya a servir al Rey en la Corte .

. '

Caballeroscortesanosy caballerosandantes

Don Quijote compara a los caballeros cortesa-nos y a los andantes. Pero su Sobrina insiste enquerer convencerle de que todo lo que se decíaen los libros de caballería era fábula y que él no era caballeroaunque los hidalgos podían serlo, no lo eran los pobres.

porque.

Don Quijote le explica las cuatro clases de linaje Las cuatro clasesde linajeque hay en el mundo y afirma que sólo por elcamino de las letras o por el de las armas podía un hombre llegar a serrico y honrado; que él había nacido bajo la influencia del planeta Marte,por lo que era más inclinado a las armas y le era forzoso seguir estecamino aun con la oposición de todo el mundo; y que no se cansase enintentar convencerle de que no hiciese «10 que los cielos querían. la for-tuna ordenaba, la razón pedía, y su voluntad deseaba».

Llegó entonces Sancho. Don Quijote salió a recibirle con los brazosabiertos y se encerraron en su aposento.

CAPÍTULO VIII

Don Quijote había decidido ir al Toboso antes Camino del Tobosode ponerse en aventuras para recibir la bendi-ción y licencia de Dulcinea.

Amo y escudero hacen el camino dialogando. Sancho insiste en calmarel entusiasmo de su señor diciendo que la vez que vio a Dulcinea estabaahechando trigo; el caballero insiste en culpar a los encantadores de cam-biar las cosas que a él podrían agradarle.

Sancho hace conjeturas acerca del modo en que Sancho habla de sí mismohabrá quedado su honra en la historia de susaventuras; piensa que los historiadores deben haberle tratado bien, aunque

bien es verdad que soy algo malicioso y que tengo mis ciertos asomos de bellaco;pero todo lo cubre y tapa la gran capa de la simpleza mía, siempre natural y nuncaartificiosa; y cuando otra cosa no tuviese corno el creer, como siempre creo, firmey verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la Santa Iglesia Cató-lica Romana, y el ser enemigo mortal. como lo soy, de los judíos 1... ] Pero digan[los historiadores] lo que quisieren; que desnudo naci, desnudo me hallo: ni pierdoni gano

Don Quijote hace entonces un discurso acerca Discurso sobre la famadel «deseo de alcanzar la fama», que «es activo'en gran manera», contando anécdotas y ejemplos de la historia para aca-bar diciendo que

los cristianos, católicos y andantes caballeros más debemos de atender a la gloria delos siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y celestes, que a la vanidadde la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza; la cual fama. por muchoque dure, en fin se ha de acabar con el mesmo mundo, que tiene su fin señalado:así ¡oh Sanchol que nuestras obras no han de salir del límite que nos tiene puestola religión cristiana que profesamos.

y pasar a explicar cómo los caballeros andantes dominan con sus actos lospecados capitales.

Con sus preguntas, Sancho va llevando a DonQuijote hasta la propuesta que quiere hacerle:

Sancho prefiere la santidad

Quiero decir que nos demos a ser santos y alcanzaremos más brevemente la buenafama que pretendemos [...] que más vale ser un humilde frailecito [...] que valientey andante caballero; más alcanzan con Dios dos docenas de disciplinas. que dos millanzadas. ora las den a gigantes. ora a vestiglos o a endriagos.

Al anochecer llegaron a vista de la gran ciudad del Toboso. Sancho nohabía visto nunca a Dulcinea ni conocía su casa y no sabía lo que habríade hacer cuando Don Quijote le mandase en su busca. Don Quijote deci-dió entrar en la ciudad de noche. por lo que descansaron mientras tantojunto a unas encinas.

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Sanchourde un plan Sancho estaba tan confuso que en cuanto sealejó lo suficiente se sentó al pie de un árbol y

mantuvo consigo mismo un diálogo que en síntesis decía lo siguiente: miamo está loco de atar; y yo no le voy a la zaga y soy más mentecato queél, porque le sigo y le sirvo; puesto que su locura le lleva a tomar unascosas por otras no será difícil hacerle creer que la primera labradora queencuentre es la señora Dulcinea; si no lo cree yo se lo juraré; y si insiste,insistiré yo más; y quizá con esta porfía ya no me enviará más con estasmensajerías viendo el mal resultado que de ellas le traigo; o pensará que

algún encantador ha cambiado la figura de su señora Dulcinea para per-judicarlo.

Se tranquilizó, y estuvo haciendo tiempo hasta la tarde. Cuando ya ibaa volver, vio que venían hacia él tres labradoras sobre tres pollinos. Deinmediato, fue a avisar a su señor diciéndole que saliese a ver a la señoraDulcinea del Toboso que con otras dos doncellas suyas venía a verle. Yle describió, inventándolos, sus vestidos y adornos. y las hacaneas sobrelas que cabalgaban.

En El Toboso

CAPÍTULO IX

A media noche entraron en El Toboso. DonQuijote pidió a Sancho que le dirigiese al pala-

cio de Dulcinea.Anduvieron buscando un palacio que no conocían, ni tampoco existía.

El caballero afirma que nunca vio a su señora porque sólo estaba «ena-morado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta».Tampoco Sancho la vio, pues, según dice «también fue de oídas la vistay la respuesta que le truje; porque así sé yo quién es la señora Dulcineacomo dar un puño en el cielo». Don Quijote le contesta impaciente:«Sancho, Sancho, tiempos hay de burlar y tiempos donde caen y parecenmal las burlas».

Sancho entretuvo a su amo por las calles solitarias hasta que pudo con-vencerle de que esperase emboscado en una floresta a que Sancho vol-viese durante el día para decirle a Dulcinea que su caballero aguardabapara verla sin menoscabo de su honra y fama. Se dirigieron, pues, a unencinar cercano donde Don Quijote se emboscó para esperar el resultadode la embajada de su escudero.

CAPÍTULO X

Don Quijote pide a Sancho que se fije en los movimientos y actitudes deDulcinea para luego contárselos y que él pueda interpretar

lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca de lo que al fecho demis amores toca.

Al salir del encinar descubrieron a las tres Encuentro con las tres aldeanasaldeanas. pon Quijote se turbó al no ver lo queSancho le avisara. Sancho se apeó del rucio, tomó del cabestro al jumentode una de las tres y se arrodilló presentando a su amo a la «reina y prin-cesa y duquesa de la hermosura». Don Quijote la miraba con ojos desen-cajados pues sólo veía una moza aldeana, de no muy buen rostro, cari-rredonda y chata.

Las labradoras, atónitas viendo a aquellos dos hombres arrodilladosante ellas, los rechazaron con palabras montaraces.

Tal como Sancho había planeado, Don Quijote piensa que los encan-tadores han vuelto a intervenir, y se dirije a la labradora diciendo:

¡Oh extremo del valor que puede desearse. término de la humana gentileza. únicoremedio des te afligido Corazón que te adoral, ya que el maligno encantador me per-sigue y [...] ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de unalabradora pobre [...] no dejes de mirarme blanda y amorosamente. echando de veren esta sumisión y arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago la humil-dad con que mi alma te adora.

A lo que responde la labradora:

¡Tomá qué, mi agüelol ¡Amiguita soy yo de oír resquebrajosl Apártense y déjenmosir y agradecérselo hemos.

La labradora echó a correr. Al sentir el aguijón, la borrica empezó adar corcovas y la tiró por tierra. Se acercaron a ayudarla Don Quijote ySancho pero ella brincó ágilmente sobre el animal y siguió su camino.

Don Quijote se lamentaba de la malquerencia de los encantadores quele privaban del gozo de ver a su señora tal cual era. Pero, sobre todo. deque le hubieran quitado <<loque es tan suyo de las principales señoras quees el buen olor», porque al llegar a ayudar a la labradora le dio «un olorde ajos crudos» que le «encalabrinó y atosigó el alma».

Sancho impreca a los encantadores cargando la mano sobre la meta-morfosis de Dulcinea. Y, disimulando la risa y feliz de haber salido conbien del paso, se une a Don Quijote en sus lamentos.

Finalmente, montaron y siguieron el camino de Zaragoza para llegara tiempo a unas solemnes fiestas que allí se celebraban cada año. )

C·"CAPÍTULO XII

La discreciónde Sancho Pasaron la noche bajo unos altos árboles. Mien-tras cenaban habló Don Quijote de la comedia

y la comparó con la vida. Sancho señala que la comparación es buenapero muy conocida. Y Don Quijote alaba su discreción.

Le contesta Sancho:

[ ...1 la conversación de vuestra merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierrade mi seco ingenio ha caído; la cultivación. el tiempo que ha que le sirvo y comu-nico; y con esto espero de dar frutos de mí que sean de bendición, tales. que no

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desdigan ni deslicen de los senderos de la buena crianza que vuestra merced hahecho en el agostado entendimiento mío.

El narrador señala que Don Quijote rió'porque era verdad que Sanchomejoraba, aunque

[ ..] todas o las más veces que Sancho quería hablar [...] a lo cortesano, acababa surazón con despeñarse del monte de su simplicidad al profundo de su ignorancia; yen lo que se mostraba más elegante y memorioso era en traer refranes viniesen O

no viniesen a pelo de lo que se trataba.

Al llegar a un prado, Sancho quitó la silla al La amistadde Rocinantey el ruciocaballo y al rucio. El autor aprovecha para con-tarnos que la amistad entre el rucio y Rocinante fue tan única y tan tra-bada que

[...] así como las bestias se juntaban. acudían a rascarse el uno al otro, y [ ... 1 despuésde cansados y satisfechos, cruzaba Rocinante el pescuezo sobre el cuello del Rucio[... ] y. mirando los dos atentamente al suelo. se sol ían estar de aquella manera tresdías [...] Digo que dicen que dejó el autor escrito que los había comparado en laamistad a la que tuvieron Niso y Euríalo, y Pílades y Orestes.

Sancho se quedó dormido al pie de un alcornoque mientras Don Qui-jote dormitaba junto a una encina.

Le despertó un ruido a sus espaldas. Se levantó El caballerodel Bosquey pudo comprobar que eran dos hombres a ca-ballo. Uno de ellos se dejó caer de la silla haciendo ruido con las armasque traía, por lo que Don Quijote supo que se trataba de un caballeroandante.

El Caballero del Bosque -que así se llamaba el desconocido- sepuso a cantar un amoroso soneto. Luego empezó a lamentarse de laingratitud de su dama, la hermosa Casildea de Vandalia, que no teníasuficiente con que el del Bosque hubiese obligado a todos los caballerosnavarros, leoneses, tartesios, castellanos, y, finalmente, a todos los caba-lleros de la Mancha, a confesar que ella era la más hermosa del mundo.

Don Quijote le dijo a Sancho que él nunca había confesado tal cosa nipodía hacerlo sin causar un agravio a Dulcinea.

El del Bosque calló al oír que hablaban cerca y preguntó si quien lohacía era caballero afligido o dichoso. Don Quijote se presentó ante élcomo afligido, y ambos se pusieron a hablar de sus amores mientras elescudero del recién llegado se llevaba a Sancho a departir escuderilmente.

CAPÍTULO XIII

Conversaciónentre escuderosandantes

Hablaron de los achaques de la escuderíaandante, del ayuno, el calor y el frío, y de lasrecompensas que los escuderos suelen recibir

de sus señores.

El Caballero del Bosque había prometido al suyo un canonicato, porlo que Sancho piensa que debía tratarse de un caballero «a lo eclesiástico»mientras que su señor era meramente lego.

Su colega dice a Sancho que tiene decidido «dejar estas borracheríasdestos caballeros y retirarme a mi aldea, y criar mis hijitos [...]». Sanchole cuenta que él tiene también dos hijos «que se pueden presentar anteel Papa en persona», especialmente la muchacha, que la criaba para con-desa y que es «tan grande como una lanza, y tan fresca como una mañanade abril, y tiene una fuerza de un ganapán».

El del Bosque e'logia a la hija de Sancho: «¡Oh hi de puta, puta, y quérejo debe tener la bellaca!» «Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo seráninguna de las dos», replica Sancho; afea al del Bosque su forma dehablar. impropia de quien anda todo el día entre caballeros andantes«que son la mesma cortesía». Se disculpa el del Bosque diciendo que sólopretendía elogiar a la niña.

Hablan de las enamoradas de sus caballeros. Para el del Bosque el suyoes «tonto, pero valiente, y más bellaco que tonto y que valiente». Sanchoconsidera que también Don Quijote es tonto, pero afirma que:

no tiene nada de bellaco. antes tiene un alma como un cántaro: no sabe hacer malen nadie, sino bien a todos. ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender quees de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a las telas demi corazón. y no me amaño a dejarle. por más disparates que haga.

Al ver los manjares que saca el del Bosque, Sancho elogia su previsión,porque él sólo lleva en la alforja queso -tan duro como para «descala-brar [...] a un gigante»-, algarrobas, avellanas y nueces, por el rigor conque su amo observa las reglas de la caballería. Tras dar un trago, elogiatambién el vino, que reconoce como vino de Ciudad Real, explicando queél es de familia de buenos catadores. Cuenta el ejemplo de dos parientessuyos que al probar un vino insistían el uno en que sabía a hierro, y elotro en que sabía a cordobán; al limpiar la cuba del vino, encontraron unallave pendiente de una correa de cordobán, con lo que los dos se dieronpor satisfechos.

Tanto comieron y bebieron que se quedaron, finalmente, dormidos.

CAPÍTULO XIV

El del Bosqueafirmahaber vencidoa Don Quijote

El del Bosque contó a Don Quijote que sudama le tenía entretenido, como la madrina deHércules. en muchos trabajos, y que, al acabarcada uno le prometía que el próximo sería el último y alcanzaría su favor.Ahora viajaba por toda España para hacer confesar a los caballeros andan-tes que Casildea era la más hermosa dama y él el más valiente y enamo-rado caballero del orbe; había vencido ya a muchos que le contradijeron;y entre ellos al famoso Don Quijote de la Mancha -lo cual era comohaber vencido a todos los del mundo- que había terminado confesandoque Casildea era más hermosa que su Dulcinea.

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Don Quijote, admirado, estuvo a punto mil Desafío de Don Quijoteveces de decírle que mentía; pero se contuvopara hacerle confesar la mentira por su propia boca.

Le dijo que no dudaba de sus otras victorias, y que podría ser quehubiese vencido a alguien parecido a Don Quijote. aunque había pocosque se le pareciesen, pero no a él.

El del Bosque dio una acabada descripción de Don Quijote y de todassus circunstancias para demostrar su razón. Nuestro caballero respondeque el tal Don Quijote es el mejor amigo que tiene y que las señas quedaba el del Bosque eran correctas; pero que, sin duda, se trataba de algúnencantador que había tomado su figura para dejarse vencer con la inten-ción de dañar su fama; y que, en último término, allí estaba él, que erael mismo Don Quijote, y estaba dispuesto a mantener sus palabras en laforma en que prefiriese el del Bosque.

Éste aceptó el reto y propuso que celebraran la justa al día siguiente.poniendo como condición que el vencido obedeciese al vencedor en loque le mandase, siempre que fuera digno de un caballero.

Don Quijote aceptó y fueron a despertar a sus escuderos para quetuviesen todo preparado para la batalla. Sancho quedó temeroso recor-dando las hazañas que de su amo le había contado el escudero del Bosque.

El compañero de Sancho trató de convencerle de que ellos tambiéndebían pelear y hacerse astillas. Pero Sancho se negó a enfrentarse. fría-mente, con aquél con quien había comido y bebido.

Al llegar el día. pudieron ver las grandes narices del escudero del Bos-que. Sancho pide entonces a su señor que le ayude a subir a un alcorno-que donde protegerse, porque aquellas desaforadas narices le tenían ató-nito y lleno de espanto.

Don Quijote vio ya a su contrincante con la celada calada. Le pidió quese descubriese, mas el rival le dio prisa. Se preparó cada uno y picaron

espuelas; pero el caballo de el del Bosque. que no era más ligero queRocinante, se detuvo en medio de su carrera y Don Quijote se encontrócon su enemigo sin peligro alguno y pudo derribarle fácilmente.

Reaparición de Sansón Carrasco Al quitarle el yelmo al caído, Don Quijote ySancho vieron asombrados el rostro de Sansón

Carrasco. Creyendo que era cosa de los encantadores Don Quijote iba aatravesarle con su espada cuando el escudero -que ya no llevaba lasnarices de pasta y barniz con que se disfrazaba y pudo ser reconocido porSancho como su vecino y compadre Tomé Celial- le pidió a voces queno lo matase.

Se reanimó Sansón Carrasco, y Don Quijote le obligó a proclamar queDulcinea era más bella que Casildea; a comprometerse a ir al Toboso,ponerse a disposición de su dama y volver luego a darle cuenta a él; ya confesar que el vencido anteriormente por él no era Don Quijote sinootro que se le parecía, igual que el derrotado no era Sansón Carrasco sino

otro al que los encantadores enemigos de Don Quijote habían dado sufigura para obligarle al perdón.

y con esto. el de los Espejos y su escudero se apartaron de Don Qui-jote y Sancho, los cuales siguieron su camino hacia Zaragoza.

ICAPÍTULO XV

Se aclara la personalidad delcaballero del Bosque

«En extremo contento, ufano y vanaglorioso»iba Don Quijote por su victoria ante el caballerodel Bosque.

Dice la historia que el Bachiller había acordado con el Cura y el Bar-bero salir en busca de Don Quijote para trabar batalla con él. vencerlo yobligarlo a volver a su aldea difinitivamente. Sabiendo esto, Sansón animóa Don Quijote en su tercera salida en lugar de disuadirle como el Amay la Sobrina esperaban.

Sansón desea la venganza Sansón había llevado como escudero a ToméCelial «hombre alegre y de lucidos cascos» que

comentaba de esa forma su derrota:

Don Quijote loco. nosotros cuerdos, él se va sano y riendo; vuesa merced quedamolido y triste. Sepamos pues ahora: ¿cuál es más loco; el que lo es por no podermenos. O el que lo es por su voluntad)

Para Sansón la diferencia estaba en que el que era loco por fuerza losería siempre, y el que lo era por su voluntad dejaría de serlo cuando qui-

siere. Tomé le dice entonces que él ha decidido dejar de serlo y que sevuelve a su hogar. Y Sansón le replica:

Eso os cumple; porque pensar que yo he de volver a la mía hasta haber molido apalos a Don Quijote es pensar en lo excusado; y no me llevará ahora a buscarle eldeseo de que cobre su juicio, sino el de la venganza; que el dolor grande de mIs cos-tillas no me deja hacer más piadosos discursos.

CAPÍTULO XVI

Iba muy ufano Don Quijote comentando los El Caballero del Verde Gabánúltimos sucesos. cuando les alcanzó un hombresobre una yegua tordilla y vestido con un gabán verde.

Les saludó cortésmente y Don Quijote le propuso que hiciesen elcamino juntos. El hombre se admiró de la figura del caballero, el cual.al notarlo, le dio cuenta de su condición y hazañas. con lo que «el de loverde» se convenció de que se hallaba ante algún mentecato.

Dijo llamarse Don Diego de Miranda. Era un hidalgo rico. que pasabala vida con su familia y amigos en honestos entretenimientos, devocionesy buenas obras. A Sancho le admiró tanto esta forma de vida. que se bajó

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del rucio y fue a besar los pies del primer «santo a la jineta» que veíaen su vida, lo que provocó la risa de Don Quijote y el asombro de DonDiego.

Preguntado por su familia. Don Diego se lamentó de que un hijo dedieciocho años que tenía, después de estudiar lenguas en Salamanca,estaba absorbido por la poesía, y no quería estudiar leyes o teología comosu padre deseaba.

Don Quijote opina que no debe torcerse la inclinación de los hijos yhace un discurso en elogio de la poesía con tan buenas razones que el delVerde Gabán quedó admirado de su buen juicio

En esto vieron que por el camino se acercaba un carro lleno de ban-deras reales; al verlo Don Quijote pensó que estaba ante una nueva aven-

~. ()•••

CAPÍTULO XVIII

A las dos de la tarde llegaron a casa de Don En casade Don Diegode MirandaDiego. Fueron recibidos por su mujer -DoñaCristina- y el hijo poeta -Don Lorenzo- que se extrañaron de lafigura de Don Quijote.

Don Diego dijo a su hijo que sacara sus propias conclusiones acerca desu locura o cordura, porque él le había visto «hacer cosas del mayor locodel mundo. y decir razones tan discretas» que borraban y deshacían sushechos.

En conversación con don Lorenzo, Don Quijote hizo un discursoacerca de la ciencia de la caballería andante y de los conocimientos quedebían tener quienes la profesaban. La conclusión de Don Lorenzo fueque Don Quijote era «un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos».

El caballero disertó sobre la glosa poética y le pidió que recitase suspoesías, alabándolo después como gran poeta.

Pasó cuatro días en casa de Don Diego admirando a todos con suscosas. Al cabo de este tiempo le agradeció su hospitalidad y le pidió per-miso para reanudar su camino pues no parecía bien que los caballerosandantes se entregasen al ocio y al regalo.

Llegó el momento de la partida con mucha tristeza de Sancho que seencontraba a sus anchas en la abundancia de la casa de don Diego. Seprodigaron los ofrecimientos y Don Quijote y Sancho marcharon enbusca de nuevas aventuras.

CAPÍTULO XIX

Siguiendo el camino se encontraron dos «como Las bodas de Camachoclérigos o como estudiantes» que iban. con doslabradores. Don Quijote les ofreció su compañía y les habló de su per-sonalidad y aventuras.

Uno de los estudiantes le invitó a que asistiera al día siguiente a lasbodas de Camacho el rico, labrador de veintidós años. con una labradorade dieciocho. a quien por excelencia llamaban Quiteria la Hermosa. Todoel mundo pensaba que serían unas bodas memorables por la abundanciay por lo que esperaban que haría el joven Basilio, enamorado desde susprimeros años de Quiteria, de quien era correspondido, y que había sidorechazado por el padre de la moza por no tener bienes de fortunio

Desde que Basilio supo de la boda de su amada daba «tales muestrasde tener el corazón apasionado» que todos los que le conocían temían«que el dar el sí [...] la Hermosa Quiteria sería la sentencia de muertedel enamorado».

Siguieron el camino hablando del uso Correcto del lenguaje, Despuésel Bachiller Corchuelo y el Licenciado se enzarzaron en una discusiónsobre la preeminencia del arte de la esgrima -lo que mantenía el Licen-ciado- o de la fuerza -lo que mantenía el Bachiller- en los combatesa espada. Llegaron a las armas y el Bachiller Corchuelo fue derrotado porel Licenciado, con lo que se demostró el triunfo del arte sobre la fuerza.

Al anochecer, llegaron cerca del lugar en que se habrían de celebrar lasbodas. Vieron numerosas luminarias y oyeron los sones de diversos ins-trumentos que acompañaban los cantos y bailes de varias cuadrillas quepor allí había.

Don Quijote no quiso entrar al lugar y prefirió, con gran disgusto deSancho, pasar la noche al raso según costumbre de los caballeros andan-tes.

Al romper el día, Don Quijote, viendo dormir a Sancho, hace un discursosobre el sueño del criado y la vela del señor.

El olor de torreznos de los preparativos despierta al escudero. Se siguela descripción de la abundancia con que se preparaban las bodas del ricoCamacho. Don Quijote y Sancho contemplan los manjares que más decincuenta cocineros y cocineras, «todos limpios, todos diligentes, todoscontentos», preparaban.

Sin poder remediarlo, Sancho se acercó a uno de los cocineros y «concorteses y hambrientas razones» le pidió que le dejase mojar un men-drugo de pan en una de las ollas. El cocinero le sirvió tres gallinas y dosgansos, diciéndole: «Comed amigo y desayunáos con esta espuma entanto que llega la hora del yantar».

Los instrumentos de la noche anterior volvieron a alegrar el valle. DonQuijote estuvo deleitándose con las danzas que entraron por diversas par-tes de la enramada cuya pormenorizada descripción hace el narrador.

Mientras esperaban el comienzo de las bodas siguieron amo y escuderocon sus conversaciones. Hablaron sobre la muerte. de la que Sancho hizoun breve y juicioso discurso.

CAPÍTULO XX

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CAPíTULO XXI

Llegaron luego los novios, el cura, los parientes Aparición de Basilioy los invitados vestidos de fiesta. Sancho hizouna elogiosa descripción de Quiteria y Don Quijote pensó que aparte deDulcinea no había visto nunca otra mujer tan bella.

Cuando los novios llegaban al estrado apareció Basilio, fúnebrementecoronado de ciprés, vestido de un sayo negro y con un gran bastón enlas manos.

Hincando el bastón en el suelo y mirando a Quiteria, le dijo con voztremenda y ronca que, puesto que ella no podía tomar esposo mientrasél viviese, porque había dado a Basilio su palabra. había decidido quitarsede en medio para que no hubiese impedimento para su felicidad; descu-brió un estoque que estaba oculto en el bastón y se arrojó sobre élcayendo a tierra ensangrentado con la mitad de la cuchilla saliéndole porla espalda.

El cura se acercó a confesarle pero Basilio dijo Boda in articulo mortisque antes debía casarse Quiteria con él in ar-ticulo mortis. Medió Don Quijote Accedió Camacho. y todos rogaronpara persuadir a la hermosa Quiteria. Finalmente, ésta declaró, tal comole había pedido Basilio, que le daba libremente la mano de legítimaesposa y recibía la suya.

El cura les echó la bendición y rogó al cielo por Basilio, que, en cuantoacabó la ceremonia, se levantó con ligereza, se quitó el estoque y explicóel artificio del que se había servido para fingir la herida. El Cura, Cama-cho y la mayoría de los presentes se consideraron burlados, y dijeron queel casamiento no era válido. Pero Quiteria dijo que lo confirmaba

Camacho quiso que se celebrase la fiesta como si nada hubiera pasado.pero Basilio, Quiteria y sus amigos se retiraron a la aldea acompañados ( ,de Sancho y Don Quijote. • • .,J

CAPÍTULO XXIV

Cuenta el narrador que, en su manuscrito, CideHamete pone en duda la veracidad de estossucesos y señala que Don Quijote se retractóde ellos en la hora de su muerte: «y dijo que él -Don Quijote- lohabía inventado por parecerle que convenía y cuadraba bien con las aven-turas que había leído en sus historias [de caballerías]». Después continúael relato.

Hablaban, Don Quijote, Sancho y el Primo sobre lo relatado por elcaballero cuando vieron que venía en su dirección un hombre que llevabaun asno cargado de alabardas y lanzas. Dijo que no podía detenerse. peroque, si querían saber hacia dónde iba, él se lo contaría en la venta quehabía más adelante. Y como Don Quyote «era algo curioso y siempre lefatigaban deseos de saber cosas nuevas» ordenó partir de inmediato.

Cide Hamete niega la veracidaddel relato

Camino de la venta. encontraron un mancebito El mancebito soldadode unos dieciocho años. pobremente vestido

que iba a enrolarse en unas compañías de infantería que saldrían próxi-mamente para el embarcadero de Cartagena.

El trato que reciben lossoldados viejos

Don Quijote diserta una vez más acerca de lasarmas y las letras y habla de la suerte de lossoldados viejos, que son tratados como hacen

aquellos que «dan libertad a sus negros cuando ya son viejos y no puedenservir, y echándolos de casa con título de libres, los hacen esclavos de lahambre, de quien no piensan ahorrarse [= liberarse] sino con la muerte».

Al anochecer, llegaron a la venta y por una vez Don Quijote la juzgópor verdadera venta y no por castillo.

CAPÍTULO XXV

La historia del rebuzno «No se le cocía el pan a Don Quijote [...] hastaoír y saber las maravillas del hombre conductor

de las armas.» Le halló en el corral y, sentado en el poyo, el hombre lescontó lo que sigue. Su pueblo se encontraba a cuatro leguas y media dela venta. Un buen día le faltó su asno a un regidor y no pudo hallarloa pesar de buscarlo durante medio mes. Otro regidor del mismo pueblole dijo que había visto a su asno en el monte, tan flaco que daba com-pasión, y que al llamarlo huyó hacia la espesura. Quedaron en ir juntosa buscarlo. Y, al no hallarlo donde pensaban, empezaron a rodear elmonte cada uno en una dirección, rebuznando como reclamo. de trechoen trecho.

El jumento no podía responder, pues al final lo encontraron comidode lobos, pero los dos regidores rebuznaron tan bien que varias veces seconfundieron creyendo cada uno que los rebuznos que escuchaba los dabael asno. Al contar en la aldea lo que les había sucedido, cada uno elogióla gracia que el otro tenía rebuznando. Y todo se supo y se extendió porlos lugares vecinos.

Para recordar la anécdota, la gente de otros pueblos empezó a rebuznarsiempre que veía a alguno de aquella aldea, por lo que en muchas oca-siones los aldeanos habían tenido que salir a dar la batalla a los burlado-res.

Yeso era lo que ocurriría al día siguiente; el hombre llevaba aquellasarmas a los de su pueblo, que era el del rebuzno, para enfrentarse conlos de un pueblo que distaba dos leguas del suyo.

Aparición de Maese Pedro En esto entró en la venta un hombre elegante-mente vestido que, como si estuviera enfer-

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mo, llevaba cubierto un ojo y casi medio carrillo con un parche de tafetánverde. El huésped lo recibió con alegría y el del parche -que era titi-ritero- salió a buscar su mono y su retablo a la carreta. El venteroexplicó que Maese Pedro era un titiritero que representaba en su retablodiversas historias y que el mono era adivino y decía al oído de su amola respuesta de las cosas pasadas o presentes que se le preguntaban.

Maese Pedro reconocea Don Quijote

Maese Pedro adivinó quién era Don Quijote yexplicó razonablemente a Sancho lo que enaquellos momentos estaba haciendo su mujerTeresa Panza. Don Quijote -no muy convencido porque pensaba queMaese Pedro tenía tratos con el diablo- le rogó, a solicitud de Sancho.que dijese si las cosas que había visto en la cueva de J\10ntesinos eran ver-daderas o soñadas. Maese Pedro tradujo al mono diciendo que eran enparte falsas y en parte verosímiles

Maese Pedro quiso armar su retablo en honor de Don Quijote y de losdemás. Él manejaba desde dentro las figuras y un muchacho actuabafuera para narrar la historia mientras señalaba con una varilla los perso-naJes.

CAPÍTULO XXVI

Representaron la historia en que Don Gaiferos liberaba a su esposa Meli-sendra, cautiva de los moros en Sansueña, hoy llamada Zaragoza.

Más de una vez terció Don Quijote para dar Don Quijote destroza el retabloexplicaciones sobre lo que estaban viendo, comosi todo fuese verdad. Cuando la caballería mora sale en persecución delos esposos, el caballero. por ayudar a los que huían, desenvainó la espaday la emprendió a cuchilladas con las figuras del retablo. Maese Pedro viodestruida toda su hacienda, y Don Quijote se sosegó al fin, achacando <;uerror a la intervención de los encantadores.

A la mañana siguiente siguió cada uno su camino. ~1aese Pedromadrugó para no tener que verse otra vez con Don Quijote. pues lo cono-cía bien.

CAPÍTULO XXVII

!Según dice la historia. Maese Pedro no era otro La identidad de Mae~e Pedroque Ginés de Pasamonte, uno de los galeotes aquien Don Quijote había dado la lihertad Para huir de la ju<;ticia. Ginésse había hecho titiritero y se ganaba la vida por las aldeas y ventas conel retablo y el mono.

Antes de entrar en un lugar preguntaba y se informaba de los hechosrecientes ocurridos a los lugareños y podía luego hacer creer que el monoera adivino.

Al entrar en la venta había reconocido a Don Quijote y Sancho y asípudo ganar crédito ante los ojos de los presentes.

El escuadrón del rebuzno Durante dos días siguió sin novedad Don Qui-jote el camino de Zaragoza. Al tercero se encon-

traron con el escuadrón del pueblo del rebuzno que se preparaba para lapelea.

Don Quijote les dirigió la palabra para convencerles de que debíansosegarse y abandonar su actitud.

Se refirió a las cuatro causas por las que las repúblicas bien concertadasy los varones prudentes han de tomar las armas: en defensa de la fe cató-lica, en defensa de la propia vida; en defensa de la honra, la familia y lahacienda; o en servicio de su rey. El tomar venganza por otras causas ibaen contra de <<lasanta ley que profesamos» que ordena perdonar lasafrentas.

Estaban casi convencidos cuando Sancho les dijo que no había queenfadarse por oír un rebuzno y que cuando él era muchacho rebuznabacon tanta propiedad que le contestaban todos los burros de su pueblo.Para demostrárselo, empezó a rebuznar tan fuerte que retumbaron loscercanos valles. Uno de los presentes, creyendo que se burlaba de ellos.le derribó de un golpe.

Los aldeanos apedrearon a Don Quijote. que acudía en ayuda de San-cho y tuvo que huir a todo galope. Le dejaron marchar, colocaron a San-cho sobre el rucio, y el animal siguió las huellas de Rocinante del quenunca se apartaba.

CAPÍTULO XXVIII

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I

Don Quijote esperó a Sancho al ver que no les seguían. Al comprobarque estaba sano, empezó a reprocharle la ocurrencia del rebuzno. Sanchole contestó que lo que no silenciaría era que los caballeros andantes aban-donan a sus escuderos molidos en poder de sus enemigos. Don Quijotele dijo que no había huido sino que se había retirado, igual que, antesde él, muchos otros valientes se guardaron esperando una mejor oportu-nidad.

Montaron y se encaminaron a una alameda vol-viendo a su habitual conversación. Al oír que elescudero decía que haría mejor en volverse a su casa y el cálculo de lascuentas de lo que, según Sancho. le debía. Don Quijote le recrimina dura-mente. diciéndole entre otras cosas:

Enfado con Sancho

Asno eres. y asno has de ser y en asno has de parar cuando 'e te acabe el curso dela vida; que para mí tengo que antes llegará ella a su último término que tú caiga,y des en la cuenta de que eres bestia.

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Sancho escucha con lágrimas en los ojos las reconvenciones de su amo.y. humildemente. reconoce que para ser asno no le falta más que la cola.

Entraron en la alameda y all í pasaron la noche; y. al salir el alba,siguieron el camino de Zaragoza.

CAPÍTULO XXIX

Dos días después llegaron al río Ebro. Atado a La aventura del barcoun tronco de la orilla encontraron un barco sinremos ni velas. Don Quijote pensó que se trataba de un barco encantadopreparado para que él acudiera en socorra de algún señor necesitado. Apesar de que Sancho le advertía -«en descargo de su conciencia»- queera barco de pescadores. le hizo atar las cabalgaduras y subieron en el bar-co, apartándose poco a poco de la ribera.

La suave corriente les llevó hacia unas grandes aceñas que había en lamitad del río. y que Don Quijote creyó ser la fortaleza donde se encon-traba la persona que él venía a socorrer. Los molineros. que vieron queel barco se iba sobre las ruedas de las aceñas, salieron a detenerle con lar-gas varas. Al hacerlo, Don Quijote y Sancho cayeron al agua y los moli-neros hubieron de arrojarse al río para rescatarlos.

Don Quijote había creído que los molineros, cuyos rostros y vestidosestaban cubiertos de harina, eran los follones y malandrines que teníanprisionero al caballero al que venía a liberar. Al oír que debía pagar eldestrozo a los pescadores dueños del barco, puso como condición que lossupuestos raptores liberasen a su prisionero; al ver que no le entendíanpensó que los encantadores guardaban aquella aventura para otro caba-llero. Pagó Sancho los destrozos del barco y volvieron a su camino.

CAPÍTULO XXX

Se apartaron del río sin hablarse palabra. Don Quijote pensando en susamores; Sancho Panza en que quizá se volviese a su casa porque las másde las hazañas de su amo eran disparates.

Encuentro con los Duques Al anochecer del día siguiente hallaron unoscazadores en un verde prado. Al acercarse vie-

ron a una señora muy ricamente vestida de verde, en un sillón de plata,sobre un palafrén blanco.

Don Quijote envió a Sancho a pedir licencia a la señora para ir abesarle las manos y servirla en lo que quisiera mandarle. Así lo hizo San-cho con palabras llenas de cortesía. La señora y el Duque se fueron a reci-bir a Don Quijote, cuya historia conocían por haber leído la primera par-te. Pensaban tratarle como a un caballero andante los días que pasasenjuntos, cumpliendo con las ceremonias de los libros de caballerías a losque, también ellos, eran muy aficionados.

Don Quijote correspondió con su habitual cortesía a la acogida de losDuques; Sancho se les unió; y se fueron los cuatro hasta el castillo deaquellos señores. El Duque dijo que allí daría al Caballero de los Leonesel acogimiento debido a tan alta persona. ( ••• )

CAPÍTULO XXXII

Don Quijote escuchó atentamente al clérigo. y Contestación de Don Quiijotecuando éste calló, se levantó airado y le dijo,temblando, que sólo se contenía por respeto al lugar, a los Duques y alestado que el clérigo profesaba; y, puesto que los togados tenían las mis-mas armas que las mujeres, esto es, la lengua. él se limitaría a entrar enbatalla con la lengua. Y, a continuación. hizo un discurso en defensa dela andante caballería tan admirable que le arrancó a Sancho exclamacio-nes de admiración.

El eclesiástico oyó al escudero y le preguntó si,efectivamente, era Sancho Panza. Al responder.Sancho soltó una retahíla de refranes -la me-jor prueba de su personalidad~ y habló de su escudería andante expre-sando la esperanza de que su amo le entregase una ínsula. El Duque ter-ció para decir que, en nombre de Don Quijote, le prometía una ínsulaque tenía, y Sancho, en agradecimiento, se acercó a besarle los pies. Eleclesiástico se levantó de la mesa para desautorizar el que los cuerdoscanonizasen las locuras de los locos y se fue diciendo que él se quedaríaen casa mientras permaneciesen allí aquellos pecadores.

El Duque alabó las respuestas de Don Quijote al eclesiástico. El caba-llero explicó entonces la diferencia que existía entre afrenta y agravio ySancho terció en el discurso con gran regocijo de la Duquesa que le teníapor más gracioso y más loco que su amo.

El Duque promete una Ínsulaa Sancho

Al levantar los manteles. cuatro doncellas llega- El lavatorio de barbasron con aguamaniles. toallas y jabón. para lavarla cara y las barbas de Don Quijote. que pensó que era la usanza dellugar. Las doncellas comenzaron a enjabonarle la cara entera. y a mitaddel lavatorio fingieron quedarse sin agua con lo que Don Quijote esperóa que llegase más agua cubierto de espuma.

Los Duques no sabían si recompensar a las doncellas por el placer quela broma les causaba o castigarlas por su atrevimiento. Finalmente elDuque pidió que le lavaran también a él para que el caballero no cayeseen la cuenta de la burla.

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Don Quijote habla sobre Dulcinea La Duquesa se retiró a conversar con Don Qui-jote y le pidió noticias de Dulcinea. El caballero

le dio cuenta del encantamiento que sufría su dama a la que había encon-trado:

convertida de princesa en labradora. de hermosa en fea, de ángel en diablo, de olo-rosa en pestífera. de bien hablada en rústica. de reposada en brincadora. de luz entinieblas, y, finalmente. de Dulcinea del Toboso en una villana de Sayago.

La Duquesa comenta que de la lectura de la primera parte de su his-toria se deduce:

que nunca vuesa merced ha visto a la señora Dulcinea, y que esta tal señora no esen el mundo. sino que es dama fantástica que vuesa merced la engendró y parió ensu entendimiento y la pintó con todas aquellas gracias y perfeciones que quiso.

A ello respondió Don Quijote:En eso hay mucho que decir. Dios sabe si hay Dulcinea, o no, en el mundo. o

si es fantástica. o no es fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación seha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni parí a mi señora, puesto que la con-templo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedanhacerla famosa en todas las del mundo. como son; hermosa sin tacha. grave sinsoberbia. amorosa con honestidad. agradecida por cortés. cortés por bien criada. y.finalmente. alta por linaje. a causa que sobre la buena sangre resplandece y campeala hermosura con más grados de perfección que en las hermosas humildemente naci-das.

Más adelante y como la Duquesa comenta que el linaje de Dulcinea noes tan alto como el de otras damas de las historias caballerescas, DonQuijote responde

[...] Dulcinea es hija de sus obras [...1 y en más se ha de estimar y tener un humildevirtuoso que un vicioso levantado; cuanto más que Dulcinea tiene un jirón que lapuede llevar a ser reina de corona y certro; l...]y, aunque no formalmente, virtual-mente tiene en sí encerradas mayores venturas.

La Duquesa concluye afirmando:

[ ...1 yo desde aquí adelante creeré y haré creer a todos los de mi casa y aun al Duquemi señor, si fuere menester, que hay Dulcinea en el Toboso. y que vive hoy día.y es hermosa, y principalmente nacida. y merecedora que un tal caballero como esel señor Don Quijote la sirva.

Don Quijote explica que si encontró Sancho a Dulcinea ahechandotrigo cuando fue a llevarle la carta, fue por obra de los encantadores que,al no poderle dañar a él, le hacían daño en lo que más quería. Vuelvea hablar encomiásticamente de Dulcinea y afirma que por ser ella nacidaallí. el Toboso «será famoso y nombrado en los venideros siglos. comolo ha sido Troya por Elena y España por la Cava. aunque con mejortítulo y fama». y pasa a hablar. también con elogios. de Sancho.

Les interrumpió el escudero a quien los pícaros de la cocina queríanhacer un lavatorio de barbas con agua de fregar.

CAPÍTULO XXXIII

Don Quijote se fue a reposar. La Duquesa pidióa Sancho que pasase la tarde en conversacióncon ella y sus doncellas. Contó a las damas có-mo engañó a su amo haciéndole creer que había llevado la carta a suseñora; y cómo. más adelante, le hizo creer que una de las labradoras delToboso era Dulcinea y estaba encantada.

En su intervención utiliza la retahíla de refranes más larga de todas lassuyas.

Por rizar el rizo, la Duquesa le dijo que la labradora era realmente Dul-cinea y que. sin duda. alguno de los encantadores que perseguía a DonQuijote había inspirado a Sancho para que divulgara lo que él creíainvención y era realidad.

Sancho acepta las palabras de la Duquesa, porque no podía esperarseque con su ruin ingenio «fabricase en un instante tan agudo embuste» ytampoco parecía verosímil que Don Quijote fuera tan loco «que con tanflaca y magra persuasión» como la de Sancho «creyese una cosa tan fuerade todo término».

Después. pasó a relatar el episodio de la cueva de Montesinos. Final-mente, el escudero se fue a descansar y la Duquesa a contar al Duquetodo lo que había oído de Sancho y entre los dos decidieron hacer a DonQuijote una burla que fuese famosa.

Nueva versión del encantamientode Dulcinea

CAPÍTULO XXXIV

(

A los seis días llevaron a Don Quijote de mon- Montería con los Duquestería. Tras un encuentro con un jabalí se reu-nieron todos. al llegar la noche. en torno a las tiendas. Empezaron a verque se acercaban por el bosque muchas luces con gran estruendo de ins-trumentos. Por delante de ellos comenzó a discurrir una procesión decarros llenos de luces y tirados por bueyes. Pasó primero un postillón ves-tido de diablo que anunció ir en busca de Don Quijote en nombre deMontesinos, y dijo que tras él traían a Dulcinea para comunicar a sucaballero cómo había de desencantarla. Después pasaron tres carros enlos que iban tres ancianos que dijeron ser el sabio Alquife, el sabio Lir-gandeo y Arcalaús el Encantador.

CAPÍTULO XXXV

Merlín revela cómo desencantara Dulcinea

Llegó el último carro, el mayor de todos, condoce disciplinantes de blanco, portadores dehachas encendidas, y una ninfa vestida de velos

de plata. \0

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La ninfa se quitó el velo y descubrió que era la misma figura de lamuerte descarnada y fea.

Se paró el carro y, todo en silencio, la figura declaró que era Merlínel Encantador que, conmovido por Dulcinea, convertida en rústica aldea-na, había salido de las cavernas de Dite para anunciar a Don Quijote quesu dama sería desencantada si Sancho se daba tres mil trescientos azotesen las posaderas.

Comenzó a protestar Sancho y dijo que si no encontraba otro deses-canto mejor, su señora se iría encantada a la sepultura. Don Quijote noconsiguió convencerle.

Una ninfa que iba junto a Merlín se descubrió mostrando un rostrohermosísimo y le dijo a Sancho, entre exabruptos, que era la misma Dul-cinea que se consumía y marchitaba bajo la apariencia de labradora; y quesi en aquel momento no lo parecía era porque Merlín le hacía esta mer-ced para enternecer a Sancho y que cumpliese la penitencia impuesta.

Tras comentar con ironía el modo que la ninfa tenía de pedir favores,el escudero siguió negándose a los azotes diciendo que él no tenía nadaque ver con la dama y que debía ser Don Quijote quien se azotara. Lerogó la Duquesa; el Duque le amenazó con no darle el gobierno de laínsula, pues su proceder mostraba que sería un gobernador muy duro;intervino de nuevo Merlín; y al final Sancho cedió con las condiciones deque él decidiría cuándo se daría los azotes, de que no tendría que hacersesangre con ellos, y de que se contabilizarían los azotes «de mosqueo».

Volvió a sonar la música y el carro echó a andar mientras Don Quijoteagradecía efusivamente a Sancho su promesa. Después se volvieron todosal castillo.

CAPÍTULO XXXVI

Al día siguiente, Sancho dijo a la Duquesa que Carta de Sancho aya se había dado cinco palmadas con la mano. Teresa PanzaElla le recomendó que buscase «una disciplinade abrojos, o de las de canelones», porque no creía que valiesen las pal-madas. Pero Sancho piensa que «sus carnes tienen más de algodón quede esparto, y no será bien que yo me descríe por el provecho ajeno.»Después mostró la carta que pensaba enviar a Teresa. En ella decía quese preparaba para iniciar el gobierno de la ínsula «con grandísimo deseode hacer dineros»; que el rucio estaba bien: que la Duquesa le besaba milveces las manos y que contestase ella con dos mil porque «no hay cosaque menos cueste ni valga tan barata.»

La Duquesa le dijo que se mostraba muy codicioso y que reparase enque «el gobernador codicioso hace la justicia desgobernada».

Con ello se fueron a un jardín a comer. Mien- El escudero de la Trifalditras comían se oyó un triste son de pífano ytambor que anunciaban la llegada de una figura de largas barbas blancas

y vestiduras negras -el mismo mayordomo del Duque que se habíahecho pasar por MerlÍn- y que dijo ser TrifaldÍn. escudero de la Con-desa Trifaldi, por otro nombre la Dueña Dolorida. Venía a pedir permisopara que entrase la Condesa a contar sus cuitas al famoso caballero DonQuijote de la Mancha.

El Duque y Don Quijote accedieron a la petición de la Condesa y que-daron esperándola todos.

CAPÍTULO XXXVII

Mientras esperaban se entretuvieron en un «co- El coloquio dueñescoloquio dueñesco» en el que tercian Sancho. ladueña doña Rodríguez, y la Duquesa. hablando en pro o en contra deestas servidoras femeninas.

CAPÍTULO XXXVIII

La Trifaldi entró precedida de doce dueñas La Condesa Trifaldienlutadas y cubiertas con velos y comenzó a cuenta su historiahablar «con voz antes basta y ronca que sutil ydelicada» .

En un parlamento lleno de superlativos preguntó si entre los presentesse encontraban «Don Quijote de la Manchísima y su escuderísimo Pan-za». Después contó extensamente su historia, salpicada de exageracionesy despropósitos. Ella había ayudado a los amores de la princesa Antono-masia. hija y heredera del rey Archipiela y de la reina Maguncia de Can-daya, con un caballero llamado Don Clavija. Por su intercesión, la infantase había entregado al caballero.

CAPÍTULO XXXIX

Venganza de Malambruno Don Clavija, que no era de linaje real. cumpliócontra las dueñas la promesa de matrimonio que había dado a la

princesa. La madre de Antonomasia. Maguncia,se enojó tanto con tan desigual matrimonio que murió a los tres días.Sobre su sepulcro apareció el primo hermano de la reina. el giganteMalambruno, en un caballo de madera. Por vengar a Maguncia este cruelencantador convirtió a Antonomasia en una jimia de bronce y a don Cla-vija en un cocodrilo de un met"al desconocido y, finalmente, hizo crecerbarbas a todas las dueñas de palacio para vengarse de la tercería de ladueña Trifaldi.

En este momento, por corroborar lo dicho, la Condesa y todas las due-ñas que la acompañaban se levantaron el velo mostrando a los presentes ~ i ..sus rostros barbados.

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CAPÍTULO XL

Solicitudde la Trifaldi La Trifaldi acabó pidiendo a Don Quijote quefuera a Candaya a luchar con Malambruno pues

éste había dejado escrito que sólo cuando combatiese con él el valerosomanchego se desharían los encantamientos. Explicó a Don Quijote queMalambruno le había dicho que cuando encontrase al manchego enviaríaun caballo de madera llamado Clavileño para que por los aires le llevasecon su escudero a Candaya, que estaba a tres mil doscientas y veinte ysiete leguas por el aire en línea recta. ( )

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CAPÍTULO XLIV

El narrador justifica la interpolación, en la pri- Justificaciónde las interpolacionesmera parte de la obra, de las novelas del Curiosoimpertinente y el Capitán cautivo, interpolación debida a la pluma de CideHamete a quien le parecía que «escribir de un solo sujeto y hablar porlas bocas de pocas personas era un trabajo incomportable, cuyo fruto noredundaba en el de su autor».

Salidade Sancho haciala Ínsula Barataria

Se despidió Sancho de todos, recibió la bendi-ción de su señor'y salió hacia la Ínsula, vestidoa lo letrado, acompañado de mucha gente y desu rucio, «con cuya compañía iba tan contento que no se trocara por elEmperador de Alemania».

Con él iba el mayordomo que había fingido ser la Trifaldi, y, al verley oírle hablar, entró Sancho en sospecha porque le parecía la mismaDueña Dolorida. Se lo comentó a Don Quijote, quien confirmó que elrostro de la Dolorida era el del mayordomo, aunque no por eso el mayor-domo era la Dolorida, «que a serlo. implicaría contradicción muy grande.y no es tiempo ahora de hacer estas averiguaciones, que sería entrarnosen intrincados laberintos».

Don Quijote sin Sancho.La doncellaAltisidora

Quedó Don Quijote melancólico con la marchade Sancho. La Duquesa le ofreció para su ser-vicio cuatro doncellas «hermosas como unasflores», pero él rehusó, pidiendo que le dejase «poner una muralla enmedio de mis deseos y de mi honestidad».

Después de cenar, se retiró a sus aposentos, solo. Al desnudarse se lesaltaron «hasta dos docenas de puntos de una media que quedó hechacelosía», y con esta excusa introduce Cide Hamete Benengeli un comen-tario sobre la pobreza de los hidalgos.

Como hacía calor. Don Quijote entreabrió la ventana y pudo oír queuna de las doncellas de la Duquesa. llamada /\ltisidora. le decía a una

amiga que se había enamorado de él. Altisidora cantó acompañándose deun arpa un romance -burlesco- en que así lo declaraba.

Don Quijote, recordando los muchos lances semejantes que habíaleído en los libros de caballería, exclamaba:

¡Que tengo de ser tan desdichado andante que no ha de haber doncella que me mireque de mí no se enamorel 1... J ¡Que tenga de ser tan corta de ventura la sin par Dul-cinea del Toboso. que no la han de dejar a solas gozar de la incomparable firmezamíal [...1 Mirad. caterva enamorada. que para sola Dulcinea soy de masa y de alfe-ñique, y para todas las demás soy de pedernal; para ella soy miel y para vosotrasacibar [...1 Llore o cante Altisidora 1 .. 1 que yo tengo de ser de Dulcinea cocido oasado, limpio. bien criado y honesto. a pesar de todas las potestades hechiceras dela tierra.

y con estas palabras reafirmó su amor por Dulcinea y se acostó.

(...)CAPÍTULO XLVI

Nuevo encuentro con Altisidora.La cencerrada gatuna

Al salir Don Quijote de su estancia a la mañanasiguiente, estaban esperándole Altisidora y suamiga. Al verle, Altisidora fingió un desmayo,y su amiga dio a entender que la causa eran las penas de amor. Don Qui-jote pidió a la doncella que para aquella noche le consiguiese un laúd,porque él consolaría lo mejor que pudiese a la desmayada, ya que «en losprincipios amorosos los desengaños prestos suelen ser remedios califica-dos».

A las once, con voz ronquilla aunque entonada, empezó Don Quijotea cantar un romance. Su canto aseguraba que los amores de un día nopodían borrar de su alma a Dulcinea. En el jardín escuchaban el Duque.la Duquesa, Altisidora y otras gentes del castillo.

En esto, desde un corredor que había sobre la reja de Don Quijote,descolgaron un cordel con más de cien cencerros atados, y arrojaron ungran saco de gatos que también llevaban cencerros prendidos de la cola.Dos o tres de estos gatos entraron por la reja y al correr por la estanciabuscando escapatoria apagaron las velas. Con el ruido parecía que en lahabitación había una legión de demonios.

Don Quijote empezó a dar espadazos a los felinos creyendo que le ata-caban los encantadores. Uno de los gatos «le saltó al rostro y le asió delas narices con las uñas y los dientes». Al oír la fiera batalla, el Duqueacudió y desarraigó al gato y lo echó por la reja, a pesar de que Don Qui-jote pedía que le dejaran solo con aquel encantador. La misma Altisidoracuró al caballero mientras, en voz baja, le reprochaba su desamor paracon ella que tanto le amaba. Don Quijote fue a acostarse y los Duquesquedaron pesarosos por el mal causado al caballero, que estuvo cinco díasencerrado.

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CAPÍTULO XLVII

Sancho pasa hambre: el doctor Desde el juzgado, Sancho Panza fue llevado aPedro Recio de Mal Agüero un suntuoso palacio en el que estaba puesta una

rica mesa. Se disponía Sancho a reponer susfuerzas, pero, cada vez que iba a probar de algún plato, un personaje queestaba de pie a su lado -el doctor Pedro Recio de Agüero, natural deTirteafuera-, tocaba con una varilla en el plato y éste era retirado inme-diatamente. El doctor no dejó a Sancho probar bocado porque mandóretirar todos los platos según los traían.

Oficio que no da de comer a sudueño no vale dos habas

El doctor vigilaba la salud de los gobernadores.Observaba su complexión para acertar a curar-los si caían enfermos. Había mandado retirar

el plato de la fruta «por ser demasiadamente húmeda» y el platosiguiente por ser «demasiado caliente y tener muchas especias que acre-cientan la sed; y el que mucho bebe mata y consume el húmedo radical,donde consiste la vida». Con explicaciones parecidas fue retirando elresto de los platos, y terminó recomendando a Sancho que tomase «unciento de canutillos de suplicaciones y unas tajaditas subtiles de carne demembrillo» .

Sancho terminó por amenazar al doctor para que se fuese y le dejaracomer; hizo una diatriba contra los malos médicos; y terminó senten-ciando que «oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas».

En esto. llegó un COrreOdel Duque con unacarta en la que se decía al gobernador que habíauna conspiración contra él y que se alertase yno comiese nada de lo que le ofreciesen. Con gran dolor suyo. Sanchotuvo que contentarse, finalmente. con comer un poco de pan y un racimode uvas.

Mientras comía, llegó un labrador que, tras hacer una grotesca descrip-ción -del más puro humor negro- de su hijo -endemoniado, de ros-tro arrugado, y que se daba de puñadas a sí mismo- y de la que ibaa ser su nuera -agobiada, añudada y picada de viruelas-. rogó a San-cho que le diese una carta de favor para que su consuegro accediese a laboda y le pidió, además, trescientos o seiscientos ducados para la dote delmuchacho. Sancho despidió encolerizado al socarrón y la emprendió conlos presentes, hasta que el doctor le hizo la promesa de darle de comeraquella noche.

Conspiración contra Sancho.El labrador de Miguel Tuna

CAPÍTULO XLVIII

Cuenta Cide Hamete que una de las noches en Visita nocturna de doña Rodríguezque Don Quijote convalecía de sus heridas oyóque abrían su puerta e imaginó que Altisidora venía a poner en peligrosu honestidad y a hacerle faltar a la fe que guardaba a su señora Dulcinea.

De pie sobre la cama, envuelto en una colcha, vio entrar a la dueñaRodríguez que traía una vela e iba con grandes anteojos. Se asustaron eluno del otro: Don Quijote pensó que «alguna bruja o maga venía [...] ahacer en él alguna fechuría»; y la dueña tiró la vela que traía «al verletan alto y tan amarillo con la colcha y con las vendas [de la herida gatu-na], que le desfiguraban». Pasado el susto, la dueña le dijo quien era yque venía a él con una necesidad de las que Don Quijote sol ía remediar.

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Acostóse Don Quijote y se sentó la dueña en La historia de la hijauna silla algo retirada de la cama. Explicó que de doña Rodríguezvenía a pedirle amparo como caballero andan-te. Tras contarle su propia historia y la de su marido, le dijo que una hijasuya de dieciséis años, hermosa. limpia, que cantaba como una calandria.danzaba como el pensamiento y bailaba como una perdida, había sidoseducida por el hijo de un labrador rico, siervo del Duque, que le habíaprometido casarse con ella. Había pedido amparo al Duque pero éste nohacía caso de las quejas de la dueña porque el labrador solía prestarledinero y arreglaba sus trampas.

Acoso nocturno En su conversación, contó la dueña a Don Qui-jote algunas cuestiones Íntimas de Altisidora

-que tenía «un cierto aliento cansado»- y la Duquesa -que tenía enlas dos piernas «dos fuentes [= dos heridas abiertas] por donde se desa-gua todo el mal humor de quien dicen los médicos que está lIena»-. Enesto, fue interrumpida por un portazo que hizo caer la vela de su mano.

En completa oscuridad, la dueña, a la que alzaron las faldas, recibióuna azotaina con una zapatilla, y Don Quijote una tanda de pellizcos.Duró la silenciosa batalla casi media hora. Luego, los fantasmas autoresde la paliza se escaparon; doña Rodríguez salió gimiendo sin decir pala-bra a Don Quijote; y éste, dolorido y confuso, se quedó solo sin saber quéperverso encantador le había puesto así.

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CAPíTULO XLIX

Ronda nocturna Quiso Sancho acompañar a la ronda que vigi-laba la Ínsula por las noches, pues pensaba lim-

piarla «de todo género de inmundicia y de gente vagabunda, holgazanay mal entretenida» y «favorecer a los labradores, guardar sus preeminen-

~3.

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La hija de Diego de la Llana Después dieron con una doncella vestida demuchacho que, apesadumbrada, les explicó que

era hija de Diego de la Llana, un hidalgo que desde la muerte de lamadre de la muchacha la tenía encerrada sin dejarla salir a la calle. Ladoncella había convencido a su hermano -que se vistió a su vez demuchacha- para que saliesen de noche disfrazados, y así satisfacer losdeseos que ella tenía de salir y ver algo de mundo. El hermano, por sepa-rado, confirmó lo que había contado la muchacha.

Después de decirles Sancho que para explicar una historia tan simpleno hacían falta tantos circunloquios ni tantas lágrimas y suspiros, losacompañaron hasta su casa. El maestresala de la Ínsula se prendó de lamuchacha y decidió pedírsela al padre en matrimonio al día siguiente. Y,por su parte, Sancho pensó en pedirle al chico para Sanchica.

En fin, la sensatez de Sancho para resolver los casos que en la rondase presentaron llevó a pensar al mayordomo que a veces las burlas sevuelven veras y los burladores se hallan burlados.

cias a los hidalgos, premiar los virtuosos y tener respeto a la religión ya la honra de los religiosos». Salió, pues, con el mayordormo, el secre-tario, el maestresala, el cronista que ponía por escrito sus hechos comogobernador, y varios alguaciles y escribanos.

En la ronda encontraron a un muchacho burlón que tuvo una divertidaconversación con Sancho asegurando que nadie podría obligarle a dormiren la cárcel -no por cuestión de autoridad sino porque él se estaría todala noche sin pegar pestaña.

CAPÍTULO L

Cuenta Cide Hamete que los encantadores Las autoras del acosonocturnoautores de la paliza a la dueña y el caballero fue-ron la Duquesa y Altisidora que, avisadas de que doña Rodríguez habíaentrado en la estancia de Don Quijote se acercaron a la puerta a escuchar,y, al oír las intimidades que de ellas contaba, llenas de cólera vapulearona la dueña y al caballero buscando venganza,

porque las afrentas que van contra la hermosura y presunción de las mujeres des-piertan en ellas en gran manera la ira y encienden el deseo de vengarse.

La Duquesa contó al Duque lo que había pasa- Cartas y regalospara TeresaPanzado, y, «prosiguiendo con su intención de bur-larse y recibir pasatiempo con Don Quijote» despachó un paje para lle-varle a Teresa Panza la carta de su marido y una sarta de corales comoregalo suyo.

El paje encontró a Teresa:

hilando un copo de estopa. con una saya parda. Parecía. según era de corta, que lahabían cortado por vergonzoso lugar [... J No era muy vieja, aunque mostraba pasarde los cuarenta. pero fuerte. tiesa, nervuda y avellanada.

El paje explicó a Teresa que Sancho quedaba en la Ínsula de la que eragobernador y le entregó las cartas y presentes que para ella llevaba.Teresa se alegró de recibir tan buenas nuevas y elogió la llaneza de laDuquesa que la trataba de amiga y como si fuera su igual, y no como lashidalgas de su aldea, que pensaban que, por serlo, «no las había de tocarel viento» e iban a la iglesia «con tanta fantasía como si fuesen las mes-mas reinas».

Salió a contar las noticias por la aldea y, al topar con el Cura y Sansón,les espetó: «¡A fee que agora no hay pariente pobre! ¡Gobiernito tenemos!¡No, sino tómese conmigo la más pintada hidalga; que yo la pondré comonueva!». Tras escuchar las novedades, leer las cartas y ver los regalos. sequedaron asombrados el Cura y Sansón, sobre todo porque no entendíanque la Duquesa mandase a pedir en la carta dos docenas de bellotas gor-das.

Teresa y Sanchica echaron a volar la imaginacióny ya se veían paseando en coche por la corte.

El saco de refranes de los Panza

La niña dice:[...] que diga el que quisiere cuando me vea entonada y fantasiosa: "Viose el perroen bragas de cerro ... " y lo demás;

y comenta el Cura:Yo no puedo creer sino que todos los deste linaje de los Panzas nacieron cada unocon un costal de refranes en el cuerpo: ninguno de ellos he visto que no los derramea todas horas y en todas las pláticas que tienen.

Finalmente, Teresa dio a un monagNlo un bollo y dos huevos para quele escribiese dos cartas, una para la i!)uquesa y otra para Sancho, queenvió luego por el paje.

CAPÍTULO LI

El enigma del río de la horca Al otro día se puso Sancho a juzgar nueva-mente de los casos que le correspondían. Le

plantearon el siguiente problema: un caudaloso río dividía dos términosde un mismo señorío. Sobre el río había un puente, y al final del puenteuna horca y una casa como de audiencia. En ella cuatro jueces vigilabanla observancia de la ley que había promulgado el dueño del río. Esta leyconsistía en que todo el que deseara pasar el puente debía jurar primeroa dónde y a qué iba; el que jurase la verdad podría pasar; pero el quejurase en falso debía ser colgado en la horca.

Por el rigor de la ley, los que pasaban solían jurar la verdad. Pero llegóun hombre que juró que venía a morir en la horca, y a ninguna otra cosa.Los jueces no sabían qué hacer, porque si ahorcaban al hombre resultaríaque habría jurado la verdad y, en tal caso, debiera haber sido puesto en

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libertad; pero si no le ahorcaban resultaría que habría jurado en falso yhabría, en consecuencia, merecido la horca.

Tras hacerse repetir la historia, Sancho recomendó que ahorcasen laparte de aquel hombre que mentía y dejasen libre la que decía verdad,Pero le contestaron que era imposible porque para ello habría que partiral hombre con lo que le causarían la muerte. Sancho recordó los consejosde su señor y sentenció que dejasen libre al hombre, porque según lehabía dicho su amo, cuando la justicia estuviese en duda debía ponerseal lado de la misericordia.

Carta de Don Quijote Llegó entonces una carta en que Don Quijotedaba a Sancho nuevos consejos. Enseguida con-

testó el gobernador explicándole sus problemas con el doctor y la comida,y respondiendo a las cuestiones que Don Quijote comentaba en su carta.Después de ello, Sancho dio algunas pragmáticas conocidas todavía en

la Ínsula como Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza.

CAPÍTULO LII

Cuenta Cide Hamete que la dueña Rodríguez y su hija se presentaronante Don Quijote cubiertas de luto. Venían a pedirla que desafiase allabrador que burló a la doncella. Don Quijote dijo que él tomaba a sucargo su defensa y que, con permiso del Duque, saldría para buscar almozo y matarle si no cumplía lo prometido. El Duque replicó a DonQuijote que él se encargaba de comunicar el desafío al labrador y dehacerle venir al castillo para celebrar allí la justa cumpliendo todas lascondiciones. Con ello todos se dieron por satisfechos.

Llegó de vuelta el paje trayendo las cartas de Cartas de TeresaTeresa para la Duquesa y su marido.

Teresa contaba la admiración que había causado en el pueblo saberque Sancho era gobernador y sus deseos de visitar la corte y pasear encoche; se lamentaba de que aquel año no se hubiesen recogido bellotasy de que sólo podía mandarle medio celemín; y le decía que no se olvi-dase -«vuestra pomposidad»- de escribirla.

La carta a Sancho, que abrió Don Quijote, explicaba lo mismo en estilomás llano, y daba las nuevas de las gentes del pueblo y de las cosechasy suministros de la aldea, contándole además que Sanchica trabajabacosiendo y ahorraba cada día ocho maravedís para su ajuar.

CAPÍTULO UlI

La séptima noche que Sancho pasó en su Ínsulale despertaron con sones de campana y grandes

El ataque fingido

voces diciéndole que se preparara a defender la villa contra el enemigoque había entrado en ella. Le convencieron de que se dejase armar y leemparedaron entre dos paveses -dos grandes escudos- uno delante yotro detrás, de los que salían los brazos y las piernas por unos agujerosque habían hecho. Le ataron muy bien y le pusieron una lanza en lamano para que se defendiese.

A los primeros lances cayó al suelo y quedó «como galápago, ence-rrado y cubierto con sus conchas». Los burladores apagaron las antorchasy pasaron una y otra vez por encima del pobre Sancho dándo cuchilladassobre los paveses, hasta que. cansados del ajetreo, empezaron a dar gritos

de victoria elogiando la valentía del gobernador que les había dirigido enla batalla. Después lo levantaron para que los acompañase a gozar delvencimiento y del botín apresado al enemigo.

Sancho rehusó los halagos y dijo que renunciaba al botín y que sólodeseaba que algún amigo le diese un trago de vino y le enjugase el sudor.Le limpiaron, le quitaron los paveses, se sentó sobre su <<lechoy desma-yóse del temor, del sobresalto y del trabajo».

Sancho abandona el gobierno Volvió en sí al amanecer, preguntó qué hora eray se vistió en silencio; se fue a la caballeriza y

allí abrazó y besó a su rucio y le habló con estas palabras:

Venid vos acá. compañero mío. y amigo mío. y conllevador de mis trabajos y mise-rias: cuando yo me avenía con vos. y no tenía otros pensamientos que los que medaban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo.dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero después que os dejé, y me subísobre las torres de la ambición y de la soberbia. se me han entrado por el alma den-tro mil miserias. mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.

Aparejó al asno y pidió a los que le rodeaban que le dejaran volver asu «antigua libertad» añadiendo:

Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los ene-migos que quisieren acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar. podary ensarmentar las vides que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos.

y terminó diciendo: <,vuestras mercedes se queden con Dios y diganal Duque mi señor que desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo nigano», dando a entender que salía del gobierno de la ínsula tan pobrecomo había entrado en él.

El doctor Recio y los demás quisieron que se quedase para agasajarle;pero él pidió sólo un poco de cebada para el asno y medio queso parasí, porque el camino que había de hacer era corto.

Abrazáronle todos, y él, llorando. abrazó a todos, y los dejó admirados. así de susrazones como de su determinación tan resoluta y tan discreta.

CAPíTULO UV

Los Duques sabían que el labrador que había burlado a la hija de ladueña estaba en Flandes «por no tener por suegra a doña Rodríguez» y

15.

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ordenaron que le sustituyera en el desafío un lacayo gascón llamado Tosi-los al que explicaron lo que debía hacer. El Duque anunció que el duelose celebraría transcurridos cuatro días más.

Don Quijote se alegraba de que la suerte le hubiese dado la oportuni- .dad de que «aquellos señores pudiesen ver hasta donde se extendía elvalor de su poderoso brazo».

Sancho iba de camino en busca de su señorcuando se encontró con seis peregrinos extran-jeros que pedían limosna cantando. Les dio elpan y el queso que llevaba, y, al despedirse, uno de ellos, que resultó serun morisco llamado, Ricote, del mismo pueblo que Sancho, lo reconocióy se dio a conocer a él.

Se apartaron del camino para comer en una alameda, y después decomer, mientras los demás dormían, Ricote, que había salido de Españacumpliendo el bando de Su Majestad que decretaba la expulsión de losmoriscos, contó a Sancho su huida y sus aventuras por Francia, Italia yAlemania, nación esta última dónde había decidido fijar su residenciaporque «allí se podía vivir [...] porque en la mayor parte della se vive conlibertad de conciencia».

El morisco habla del desgarro que produjo a los suyos la expulsión. enun tono conmovedor.

Ahora estaba de vuelta en España para rescatar un tesoro que dejóescondido y reunirse luego con su mujer, Francisca Ricota, y con su hijaRicotita. Ellas, que eran católicas, se habían quedado en España mar-chando después a Argel en compañía de Juan Tiopeyo, moro hermanode Francisca.

Ricote propuso a Sancho que le ayudase a rescatar el tesoro a cambiode doscientos escudos. Pero Sancho se negó porque no era codicioso niquería dinero mal ganado y dijo a Ricote que se contentase con que nolo denunciara. Finalmente se separaron y cada uno siguió su camino.

Encuentro de Sancho conRicote el morisco

CAPÍTULO LV

La noche alcanzó a Sancho a media legua del Sanchoy el ruciocaenen una simacastillo. Buscando un lugar para pasarla lo me-jor posible, cayeron Sancho y el rucio en una oscura sima de tres estadiosde profundidad.

Sancho pasó la noche lamentándose y reflexionando sobre la fortuna,porque quien ayer se había visto entronizado como gobernador de unaínsula, hoy se encontraba sepultado en una sima.

Pensaba que era imposible salir de allí sin ayuda y que. para cuandola tuviese, sólo encontrarían sus huesos y los del rucio «mondos. blancosy raídos».

Al amanecer vio en una pared de la sima un agujero por donde cabíacon esfuerzo un hombre. Entraron él y el rucio y caminaron por un largotúnel en busca de otra salida. A la media legua pudo ver Sancho que por

algún lugar entraba la claridad del día por lo que supuso que habríaalguna abertura.

Reencuentroentre amo y escudero Aquí le deja Cide Hamete para decirnos queaquella mañana se ejercitaba Don Quijote para

el duelo que habría de mantener cuando Rocinante estuvo a punto decaer en una cueva. Mientras miraba hacia el fondo oyó voces que le pare-cieron de Sancho Panza, al que hacía gobernando en su Ínsula. Sanchotuvo que convencerle de quien era y desde la sima le contó lo sucedido.Don Quijote volvió con mucha gente con sogas y maromas hasta que alfin pudieron sacar a Sancho y a su asno.

Sancho contó a su amo y a los Duques cómo había dejado la Ínsulay lo que le había pasado de camino. Los Duques prometieron darle enel futuro un puesto mejor, menos gravoso y de mayor provecho y man-daron que le cuidasen y regalasen, «porque daba señales de venir malmolido y peor parado».

CAPÍTULO LVI

El duelo con el lacayoTosilos Llegó el día del duelo de Don Quijote. Si éstevencía, el derrotado quedaba obligado a casarse

con la hija de la dueña doña 'Rodríguez. Si vencía el oponente quedaríalibre. El Duque había aleccionado a Tosilos sobre cómo debía combatircon Don Quijote para vencerle sin hacerle daño.

Al entrar en el campo, Tosilos quedó prendado de la muchacha quele reclamaba por esposo, y no se movió de su puesto cuando dieron laseñal de combate. Llamó al maestre de campo y le dijo que se daba porvencido y que deseaba casarse con aquella señora; y también se lo dijo asía doña Rodríguez.

Pero, al quitarse la celada, madre e hija comprobaron que se tratabade un impostor. Don Quijote terció, aclarando que el cambio era obra deencantadores. Finalmente la hija de doña Rodríguez se convenció y dijoque fuese quien fuese Tosilos ella se lo agradecía, pues prefería «sermujer legítima de un lacayo que no amiga y burlada de un caballero. ElDuque, enojado por el fracaso de su treta, decidió retrasar la boda quincedías y mantener encerrado a Tosilos por si se desencantaba; y, con ello,todos quedaron conformes.

Despedidade los Duques Don Quijote pensó que ya era demasiado ocio yobtuvo la licencia de los Duques, y una mañana

amo y criado se presentaron en la plaza del castillo prestos para la marcha.

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CAPÍTULO LVII

Cuando se marchaban, se oyó a Altisidora des- Broma final de Altisidorapedir con un romance burlesco al mal caballeroque la dejaba herida de amor llevándose tres tocadores, unas ligas y dosmil suspiros.

Se aclaró que ella llevaba las ligas puestas, y que era Sancho quien lle-vaba los tocadores. Finalmente, Don Quijote hizo una reverencia a losDuques y a todos los circunstantes y siguieron camino a Zaragoza.

CAPÍTULO LVIII

Al verse de nuevo en campo abierto, el caballero y el escudero volvierona sus antiguas conversaciones. Habló Don Quijote de la libertad. y dijoque le faltaba en casa de los Duques. Al hilo de la conversación, Sanchole cuenta que habían recibido del mayordomo del Duque doscientos escu-dos para el camino.

En esto vieron a una docena de labradores que Aventura de los santoscaballerosestaban comiendo en un prado. Junto a ellos ha-bía algo cubierto con sábanas blancas. Se interesó Don Quijote y loslabradores le dijeron que se trataba de imágenes de santos que llevabana su aldea para montar en la iglesia un retablo. Las imágenes resultaronserlo de santos caballeros: San Jorge, San Martín, Santiago Matamoros ySan Pablo.

Don Quijote explicó brevemente la historia de cada uno y tuvo elencuentro como un buen agüero porque los santos -que peleaban a lodivino- y él mismo -que peleaba a lo humano, como pecador queera-, profesaban todos el ejercicio de las armas.

Se despidieron cortésmente. Sancho comentó a su señor que si aquellase podía llamar aventura era de las más suaves y dulces que en todo eldiscurso de su peregrinación les había sucedido.

Los agüeros,el amory la hermosura

Habló Don Quijote sobre los agüeros. poniendoalgunos ejemplos históricos. Al recordar a Alti-sidora hablan sobre el amor y la hermosura.porque dice Sancho que no sabe qué había podido ver la doncella en DonQuijote, pues cuando él se paraba a mirarle veía «más cosas para espan-tar que para enamorar». Contesta Don Quijote que él bien ve que no eshermoso, pero también sabe que no es disforme. «y bástale a un hombrede bien no ser monstruo para ser bien querido. como tenga las dotes delalma que te he dicho» -honestidad, buen proceder, liberalidad, buenacrianza.

La fingidaArcadia Entraron en una espesura y Don Quijote quedó«enredado entre unas redes» de hilo verde ten-

didas entre los árboles. Dos hermosísimas doncellas le contaron quevarios muchachos y muchachas de la aldea cercana estaban allí paraentretenerse formando una nueva y juvenil Arcadia y que las redes eranpara atrapar pajarillos. Los jóvenes traían aprendidas dos églogas, una deGarcilaso y otra de Camoens, que pensaban representar.

Le pareció bien el entretenimiento a Don Quijote y, como le agasaja-ron en sus tiendas, él quiso agradecérselo manteniendo durante dos días,en el camino real de Zaragoza, que aquellas zagalas eran las más hermo-sas doncellas del mundo, exceptuando a la sin par Dulcinea del Toboso.

Arrolladospor una vacada Don Quijote salió al camino a sustentar a gran-des voces lo que había prometido. Por dos ve-

ces repitió su desafío y por dos veces no fue oído de nadie.De allí a poco se distinguió una vacada conducida por hombres a caba-

llo que, al verle, advirtieron a Don Quijote que se apartase. El caballerono hizo caso y la manada les arroyó y derribó a él, a Sancho Panza, aRocinante y al rucio, dejándolos maltrechos. Por lo que Don Quijote ySancho «sin volver a despedirse de la Arcadia fingida o contrahecha y conmás vergüenza que gusto, siguieron su camino».

CAPÍTULO LIX

Don Quijote quiere dejarsemorirde hambre

Se detuvieron a comer junto a una fuente, pero'Don Quijote, sumido en sus pensamientos, olvi-daba llevarse el pan a la boca y al ver cómo San-

cho embaulaba el pan y el queso le dijo:

Come Sancho amigo: sustenta la vida. que más que a mí te importa, y déjame morira mí a manos de mis pensamientos y a fuerzas de mis desgracias. Yo. Sancho, nacípara vivir muriendo. y tú para morir comiendo; y porque veas que te digo verdaden esto. considérame impreso en historias. famoso en las armas, comedido en misacciones. respetado de príncipes, solicitado de doncellas; al cabo, al cabo. cuandoesperaba palmas, triunfos y coronas. granjeadas y merecidas por mis valerosas haza-ñas, me he visto esta mañana pisado y acoceado, y molido. de los pies de animalesinmundos y soeces. Esta consideración me embota los dientes, entorpece las muelas.y entomece las manos, y quita de todo en todo la gana de comer. de manera quepienso morir de hambre, muerte la más cruel de las muertes.

)Después pidió a Sancho que se diese trescientos o cuatrocientos azotes

a cuenta de los tres mil y tantos que se había de dar para el desencantode Dulcinea, pero Sancho rehusó el ofrecimiento porque según dijo «estode azotarse un hombre a sangre fría es cosa recia».

1."+.

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Llegaron a cenar a una venta. Allí Don Quijote Noticia del Quijote de Avellanedasorprendió la conversación de unos caballeros ysupo que corría impresa una segunda parte de su historia, no escrita porCide Hamete. Al hojearla, encontró en ella muchas cosas que le desagra-daron: algunas palabras del prólogo, el lenguaje, que era aragonés porquecarecía de artículos, y el que se llamase a la mujer de Sancho Mari Gutié-rrez. La historia pintaba a Sancho como un personaje «comedor y simpley no nada gracioso».

Los caballeros -Don Jerónimo y Don Juan- le preguntaron porDulcinea y al oír la respuesta de Don Quijote se quedaron admirados desus disparates dudando «qué grado le darían entre la discreción y la locu-ra» .

Como Don Juan insistiese en que leyese más del libro. contestó DonQuijote

que él lo daba por leído y lo confirmaba por todo necio. y que no quería. si acasollegase a noticia de su autor que le había tenido en sus manos. se alegrase con pensarque le había leído; pues de las cosas obscenas y torpes los pensamientos se han deapartar, cuanto más los ojos.

Finalmente, tanto. le desagradó aquella suplantación que decidió noponer los pies en Zaragoza, porque aquel libro decía que había estado enlas justas que se celebraron en aquella ciudad.

Se despidieron Don Quijote y Sancho y quedaron admirados Don Juany Don Jerónimo

de ver la mezcla que había hecho de su discreción y de su locura. y verdaderamentecreyeron que estos eran los verdaderos Don Quijote y Sancho. y no los que describ íasu autor aragonés.

CAPÍTULO LX

Al día siguiente marcharon a Barcelona -«por el más derecho camino[...) sin tocar en Zaragoza»-, donde se celebraban otras justas en las queDon Quijote podría mostrar su valor. Durante más de seis días no lessucedió nada digno de mención. Al cabo de los cuales les alcanzó lanoche en un bosque en el que buscaron acomodo.

Como Don Quijote no podía dormir y como se Lucha entre Don Quijote y Sanchodesesperaba de «ver la flojedad y caridad pocade Sancho su escudero», tomó las riendas de Rocinante con el ánimo deazotar a Sancho y contribuir as í al desencanto de Dulcinea. Pero Sanchono se dejó quitar los calzones; abrazó a su señor. le derribó, y lo inmo-vilizó hasta que Don Quijote juró que dejaría a su voluntad y albedríoel azotarse cuando quisiese.

Los cuerpos de los bandoleros Sancho. todavía desconfiado, se apartó un buentrecho, y, al arrimarse a un árbol, sintió que le

tocaban la cabeza. Al indagar de qué se trataba, topó con dos pies conzapatos y calzas. Acudió a otro árbol y le sucedió lo mismo. Llamó a Don\Quijote, y éste tentó los cuerpos y le tranquilizó explicándole que, sinduda, se trataba de los cadáveres de unos bandoleros ahorcados por la jus-ticia; ello daba a entender que estaban cerca de Barcelona, donde casti-gaban con aquella pena a los bandoleros capturados.

Los bandoleros vivos deRoque Guinart

Al amanecer, les rodearon de improviso más decuarenta bandoleros diciéndoles en catalán quese estuviesen quietos hasta que llegase su capitán.

Enseguida llegó Roque Guinart en un poderoso caballo, vestido decota, y con cuatro pistoletes. Al ver pensativo a Don Quijote, le dijo queno estuviese triste por haber caído prisionero, porque él era más compa-sivo que riguroso. El caballero le explicó entonces que estaba triste porhaberse dejado sorprender, cuando, según la orden de caballería, estabaobligado a «vivir cantina alerta»; y añadió que si hubiese estado armadoy a caballo, a sus bandoleros <<DO les fuera fácil rendirme, porque yo soyDon Quijote de la Mancha, aquel que de sus hazañas tiene lleno todo elorbe».

Roque se alegró de conocer a Don Quijote por las muchas cosas quede él había oído.

La historia de celos deClaudia Jerónima

En esto llegó un mozo que venía a galope ten-dido y se presentó a Roque como Claudia Jeró-nima, hija de Simón Foret, amigo de Roque y

Clauquel T orrellas -de quien también lo eraenemigo particular deRoque.

Dijo al bandolero que venía a pedirle que la pasase a Francia y que,en su ausencia, defendiese a su padre, a quien perseguirían por haber elladado muerte a Vicente Torrellas -hijo de Clauquel, el enemigo deRoque y de Simón Foret- vaciando sobre él los tiros de su escopeta yde dos pistolas que llevaba. Vicente la había dado palabra de matrimonio,y, al enterarse Claudia de que se iba a casar aquel día, salió a su encuen-tro y le disparó.

Roque marchó con Claudia a buscar a Vicente y encontraron que susservidores se lo llevaban para curarle. Hablando entonces con él supoClaudia que no era cierto que se casara y que, por tanto, le había matadosin razón. Tras expirar Vicente, Claudia fue presa de la desesperación; selamentó por haberse dejado arrastrar por los celos; y afirmó que ingre-saría en un convento en el que una tía suya era abadesa. Finalmente.pidiendo que la dejasen sola se despidió de Roque llorando.

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Generosidad y brutalidad deRoque Guinart

Al volver, Roque encontró a Don Quijote inten-tando persuadir a su tropa de que abandonaseaquel género de vida.

El capitán bandolero le explicó que lo que le había arrastrado a aquellavida era el deseo de venganza, aunque no perdía la esperanza de que Diosle sacase del laberinto en el que estaba metido. Don Quijote le alentó yse ofreció a ejercitarle en la caballería andante «donde se pasan tantostrabajos y desventuras, que, tomándolas por penitencia, en dos paletas»le llevarían al cielo.

En esto, trajeron detenidos a dos capitanes, dos peregrinos y variasmujeres. Después de hacerles declarar el dinero que traían, Roquerequisó tan sólo una mínima parte de él, parte de la que incluso repartióalgo a los peregrinos. Al verlo, uno de sus secuaces dijo que Roque servíamás para fraile que para bandolero, y que si quería ser generoso lo fuesea costa de su hacienda y no de la de sus seguidores. Al oír estas palabrasRoque le abrió en dos partes la cabeza diciendo: «Desta manera castigoyo a los deslenguados y atrevidos».

Impuesta la disciplina, Roque escribió un salvoconducto a sus prisio-neros, que seguían su camino, y una carta a un amigo suyo diciéndoleque estaba con él Don Quijote de la Mancha, el famoso caballero andan-te, y avisándole de que el día de San Juan se lo pondría en la playaarmado de todas sus armas con Rocinante. Sancho y el rucio, para quese solazasen a costa suya.

CAPÍTULO LXI

Llegada a Barcelona.Amanecer en el puerto

Estuvieron tres días entre los bandidos admi-rando su modo de vida. Al cabo de los cualesRoque, Don Quijote. Sancho y seis escuderospartieron hacia Barcelona. a cuya playa llegaron la víspera de San Juanen la noche Allí se despidieron. los bandoleros y Sancho y Don Quijotequedaron esperando el día.

Al amanecer pudieron ver por primera vez el mar, que les admiró yles pareció mucho mayor que las lagunas de Ruidera. Estuvieron obser-vando las embarcaciones de la playa y el lento despertar del puerto deBarcelona, que el narrador describe detenidamente:

[...] el mar alegre. la tierra jocunda. el aire claro. sólo tal vez turbio del humo dela artillería, parece que iba infundiendo y engendrando gusto súbito en todas lasgentes.

Llegaron muchos caballeros elegantemente vestidos para admirar aDon Quijote. El amigo al que Roque había escrito, le dio la bienvenida.

Les invitó a acompañarles diciéndole que eran servidores y amigos deRoque Guinart. Aceptó Don Quijote, y juntos se encaminaron a la ciudadllegando a la casa de don Antonio Moreno, el guía que les acompañaba.que era grande y principal

CAPíTULO LXII

Estancia en casa de don Antonio Don Antonio era un caballero «rico y discreto.y amigo de holgarse a lo honesto y afable».

Alojó en su casa a Don Quijote y «andaba buscando modos como, sin superjuicio, sacase a plaza sus locuras».

Las costumbres de Sancho Aquel día comieron con varios amigos de donAntonio. Todos trataron a Don Quijote como a

caballero andante, por lo que no cabía en sí de contento. Ante las bromasde don Antonio, Sancho tuvo que aclarar que él tenía «más de limpio quede goloso» y afirmó que quien dijera que era «comedor aventajado y nolimpio» no acertaba. Lo confirmó Don Quijote que dijo que Sanchocomía «apriesa y a dos carrillos» pero que era muy limpio, y que cuandofue gobernador incluso «aprendió a comer a lo melindroso».

Presentación del busto parlante Al acabar la comida, llamó don Antonio apartea Don Quijote y le mostró un busto que estaba

sobre una mesa de jaspe. Tras asegurarse de su discreción, le dijo queaquella cabeza la había construido un encantador polaco, discípulo delfamoso Escotilla, y que respondía a cuanto le preguntasen; pero que losviernes estaba muda y como aquel día era viernes, no podría demostrar-les sus habilidades hasta el día siguiente.

Encuentro con un castellano Por la tarde llevaron a Don Quijote a pasear,

\

después de colocarle en la espalda. sin que él loadvirtiera, un rótulo de pergamino que decía: «"Este es Don Quijote de

la Mancha"». Al oír que todos le nombraban Don Quijote creyó que eraya famoso en toda la tierra porque «hasta los muchachos de esta ciudad.sin nunca haberme visto. me conocen».

Un castellano que conocía su historia, al leer el rótulo interpeló al caba-llero diciéndole:

Tú eres loco y si lo fueras a solas dentro de las puertas de tu locura, fuera meno,mal; pero tienes propiedad de volver locos y mentecatos a cuanto, te tratan y comu-nican. Vuélvete. mentecato, a tu casa y mira por tu hacienda. por tu mujer y tushijos. y déjate destas vaciedades que te carcomen el seso y te desnatan el entendi-miento.

Le contestó don Antonio desmintiéndole: y le recomendó que no semetiese donde no le llamaran.

19.

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Replicó el hombre que le daba

muy gran lástima que el buen ingenio que dicen que tiene en todas las co,as estementecato se le desagüe por la canal de su andante caballería

pero que nunca volvería a dar consejo a nadie sin que se lo pidiese.

A la noche hubo un «sarao de damas» al que Sarao de damasasistieron la mujer de don Antonio y sus ami-gas. Dos de ellas sacaron a bailar a Don Quijote y. mientras bailaban, lehacían requiebros. Importunado Don Quijote se interrumpió en su bailediciéndoles:

¡Fugite, partes adversae! Dejadme en mi sosiego pensamientos mal avenidos. Allá osavenid señoras con vuestros deseos; que la que es reina de los míos. la sin par Dul-cinea del Toboso. no consiente que ningunos otros que los suyos me avasallen y rin-dan.

Luego se sentó en medio de la sala «molido y quebrantado de tan bailadorejercicio». Finalmente, Sancho retiró a su amo, al que acostó y arropó "paraque sudase la frialdad del baile».

Al día siguiente, don Antonio, Don Quijote, El busto parlanteSancho. algunos amigos y las dos señoras delsarao de la noche anterior entraron en la habitación en que estaba el bus-to, y, por turno, fueron haciendo preguntas que la cabeza iba respon-dIendo sentenciosamente.

El truco consistía en que la cabeza y el pie de la mesa estaban huecosy ocultaban un tubo de hojalata a través del cual se transmitía el sonido.y que llegaba hasta el cuarto de abajo. en el que estaba un sobrino de donAntonio que, informado de quiénes acompañaban a su tío. respondía asus preguntas por conjeturas.

Preguntas al busto Don Quijote y Sancho quedaron atónitos al oírresponder a la cabeza. A las preguntas de Don

Quijote contestó el busto que había mucho que decir acerca de la realidadde lo que el caballero dijo que vio en la cueva de Montesinos; que los azo-tes de Sancho para desencantar a Dulcinea irían despacio; y que el desen-canto de Dulcinea llegaría, finalmente, a realizarse. Sancho preguntó sitendría otro gobierno, si saldría de la estrechez de escudero y si volveríaa ver a su mujer y a sus hijos. El busto contestó asÍ: «Gobernarás en tucasa; y si vuelves a ella, verás a tu mujer y a tus hijos; y dejando de servir,dejarás de ser escudero»; respuesta que, según Sancho, era digna del pro-feta Perogrullo.

Dice Cide Hamete que, al divulgarse por la ciudad que en su casa teníauna cabeza encantada, don Antonio se curó en salud ante una posibleacusación de brujería declarando cuál era el artificio del busto ante losinquisidores, los cuales le mandaron que lo deshiciese y no pasase másadelante con la broma.

Visita a una imprenta Al ir de paseo con Sancho y dos criados de donAntonio, Don Quijote quiso entrar en una im-

prenta en la que pudo ver todas la labores y máquinas de esta industria;opinó sobre obras y traducciones y habló con un traductor del toscanoque se las prometía muy felices con la venta de su libro, impreso por élmismo y a sus costas.

Nuevamente el «Quijote»de Avellaneda

Después vio que estaban corrigiendo un libroque se llamaba La segunda parte del IngeniosoHidalgo don Quijote de la Mancha, escrita por un

vecino de T ordesillas. Dijo que había pensado que tal libro ya estaba«quemado y hecho polvos por impertinente» y que ya le llegaría su SanMartín por que <das historias fingidas tanto tienen de buenas y deleita-bles cuanto se llegan a la verdad y semejanza dellas, y las verdades tantoson mejores cuanto son más verdaderas» dando a entender con ello queel libro no lo era.

CAPÍTULO LXIII

Visita a las galeras Por la tarde visitaron las galeras de la playa.Don Quijote fue recibido y agasajado como ca-

ballero famoso, y estaba «alegre sobremanera de verse tratar tan a loseñor». Allí embromaron a Sancho haciéndole rodar sobre los bancos delos galeotes hasta dejarlo molido y jadeando.

Sancho se extrañó al ver azotar a los galeotes y preguntó qué habíanhecho y cómo un hombre solo se atrevía a pegar a tanta gente. Don Qui-jote le sugirió que se sentase entre ellos y que los azotes que recibieseserían a cuenta del desencanto de Dulcinea.

Les interrumpieron dando señal de que se acer- Apresamiento de un bergantíncaba un bajel.

Se trataba de un bergantín de corsarios deArgel a cuya persecución y captura asistieron desde la galera capitana.Dos turcos que iban en el bajel mataron a dos cristianos de la capitana,y, tras el abordaje, el general mandó apresar al arraez de la nave corsariay ahorcarle. Pero antes de ser ahorcado el arraez pidió que le permitiesenhablar y contó su historia.

Resultó ser Ana Félix, la hija del morisco Rico-te, que iba en busca del tesoro de su padre pororden del rey de Argel.

La historia de Ana Félix

~o.

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Tras llegar Ana Félix a BerberÍa, el rey había tenido noticia de su her-mosura y la llamó a su presencia. Para evitar que la importunase. ella lehabló del tesoro que su padre había dejado escondido en España y, porcodicia, el rey le había ordenado que fuese a rescatarlo en el bajel queahora mandaba acompañada por dos turcos que eran los que habían deci-dido ir en corso y asesinado a los españoles de la galera.

Mientras el rey estaba con Ana, uno de sus servidores le había comen-tado que venía acompañándola un muchacho bellísimo -que no era otroque su prometido el caballero don Gaspar Gregario que la había seguidohasta Berbería-. Temiendo que cuando viese al muchacho el rey seprendaría de él. Ana dijo que se trataba de una mujer. Doña Ana disfrazóa don Gaspar de mujer y le condujo así ante el rey, que la encontró tanbella que la reservó para su Gran Señor mandando que se recogiese encasa de unas moras principales.

Después, doña Ana había salido en busca del tesoro de Ricote mien-tras su prometido don Gaspar Gregario quedaba en Argel esperando suvuelta.

Al oír la historia de Ana Félix, el Virrey -que había subido a lagalera tras el apresamiento de la nave corsaria- se conmovió y la per-donó la vida. Doña Ana pudo reunirse con su padre que providencial-mente estaba en la misma galera, en la que había entrado al subir elVirrey, en traje de peregrino. Finalmente el Virrey ordenó que el prome-tido de doña Ana fuera rescatado y sacado de Argel por un renegado queacompañaba a Ana y se ofreció a ello. ( ••• )

CAPÍTULO LXV

Identidad del de laBlanca Luna

Don Antonio Moreno siguió al Caballero de laBlanca Luna hasta un mesón. El caballero lehizo saber que él era el Bachiller Sansón Carras-co y que, tras fracasar en su intento -cuando se hacía llamar Caballerode los Espejos- de hacer volver a Don Quijote a su lugar para que allísanase, había vuelto ahora con la misma intención. Pidió a don Antonioque no le descubriese para que fuese posible que aquel hombre, de tanbuen juicio fuera de las cosas de la caballería, sanase. Don Antonio dijoque Sansón agraviaba al mundo al querer volver cuerdo al más graciosoloco que había en él, pero que respetaría su deseo. Aquel mismo día elBachiller lió sus armas y se volvió a su tierra sin que le sucediese cosadigna de contarse.

Don Gaspar Gregorio regresade Argel

Seis días estuvo Don Quijote en el lecho «ma-rrido, triste, pensativo y mal acondicionado,yendo y viniendo con su imaginación en el des-dichado suceso de su vencimiento» mientras Sanchopodía.

le consolaba como

En este espacio se enteraron de que Don Gaspar Gregario y el rene-gado estaban de vuelta de Argel sanos y salvos. De allí a otros dos díasse volvieron a su tierra. Don Quijote iba desarmado. y Sancho a pie. puesel rucio iba cargado con las armas de su señor.

CAPÍTULO LXVI

Al salir de Barcelona volvió a mirar Don Qui-jote el lugar en el que cayó vencido y dijo:

¡Aquí fue Troyal ¡Aquí mi desdicha y no mi cobardía se llevó mis alcanzadas glo-rias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas; aquí se escurecieron mishazañas; aquí. finalmente. cayó mi ventura para jamás levantarse'

Lamentaciones de Don Quijote

Sancho le consoló diciéndole que se mantuviese alegre como él. que silo estaba cuando era gobernador, ahora que era escudero de a pie noestaba triste, porque la «Fortuna es una mujer borracha y antojadiza. ysobre todo ciega, y aSÍ, no ve lo que hace. ni sabe a quien derriba. ni aquien ensalza».

Sancho se queja, de tener que caminar, por ir cargado el rucio con lasarmas de Don Quijote y le sugiere que las cuelguen de un árbol, comolos ahorcados. y que convendría colgar también a Rocinante si no fuera

porque lo necesitan para el camino, Don Quijote. molesto. se niega:«Pues ni él ni las armas quiero que se ahorquen, porque no se diga quea buen servicio mal galardón».

En estas conversaciones se les pasó aquel día y los cuatro siguientes.

La carrera entre el vecino gordoy el vecino flaco

Al quinto día encontraron en un mesón ungrupo de gente que discutía las condiciones deun desafío entre dos vecinos. Un vecino gordo

que pesaba once arrobas había retado a una carrera a otro delgado quepesaba cinco. El gordo decía que. para que la carrera fuese justa, debíael delgado ponerse seis arrobas de hierro a cuestas. Pero Sancho sentencióla cuestión: si el desafiado podía elegir las armas podía pedir «que elgordo desafiador se escamonde, monde, entresaque, pula y atilde. y saqueseis arrobas de sus carnes, de aquí o allí de su cuerpo».

Reencuentro con el lacayo Tosilos Al día siguiente, vieron venir hacia ellos unhombre de a pie que al ver a Don Quijote se

le abrazó el muslo derecho, que no alcanzaba a más,adelantó corriendo,y le saludó.

Era Tosilos, el lacayo del Duque que había preferido casarse con la hijade doña Rodríguez antes que combatir con Don Quijote. Le aclaró que«no hubo encanto alguno ni mudanza de rostro ninguna» y que, por

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haber contravenido sus órdenes, el Duque le mandó dar cien palos. Lamuchacha era ya monja; doña Rodríguez se había vuelto a Castilla; y élmarchaba a Barcelona en misión de correo del Duque.

Tosilos les ofreció comida, pero Don Quijote no quiso detenerse. Lohizo Sancho. Tomaron un panecillo y un poco de queso; Tosilos quisosaber qué había sucedido, pero Sancho lo dejó para otra ocasión porquele parecía una descortesía hacer que su amo le esperase.

CAPÍTULO LXVII

A vueltascon Dulcinea Preguntó Don Quijote si Tosilos le había dichoa Sancho algo de Altisidora. La muchacha había

dado señales de quererle bien, pero él no tuvo «esperanzas que darle nitesoros que ofrecerle», porque los tenía entregados a Dulcinea

a quien tú agravias con la remisión que tienes en azotarte y en castigar esas carnes-que vea yo comidas de lobos- que quieren guardarse antes para los gusanos quepara el remedio de aquella pobre señora.

Sancho sigue sin entender qué relación puede haber entre sus azotesy el desencanto de Dulcinea, pero asegura que, «por sí o por no» se daría

los azotes «cuando tenga gana y el tiempo me dé comodidad para cas-tigarme».

El paso por el prado en que los mozos habían Don Quijote quiere hacersepastorquerido renovar la pastoril Arcadia sugirió aDon Quijote la idea de que él y sus amigos podían convertirse en pas-tores durante el tiempo que durase su obligado retiro:

[ ... J querría, ¡oh Sanchol• que nos convirtiésemos en pastores. siquiera el tiempo quetengo que estar recogido. Yo compraré unas ovejas y todas las demás cosas que alpastoral ejercicio son necesarias. y llamándome yo el pastor Quijótiz y tú el pastorPancino, nos andaremos por los montes. por las selvas y por los prados, cantandoaquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes. o ya de loslimpios arroyuelos ..

Continúa con una divertida descripción de lo que harían siendo pas-tores. Sancho piensa que también el Cura, el Barbero y Sansón Carrasco.estarían dispuestos a acompañarles. Don Quijote sugiere para ellos losnombres de pastor Curiambro -el Cura-, pastor Miculoso -el Barbero,Maese Nicolás- y pastor Sansonino o Carrascón -el bachiller-. Sanchollamaría a su mujer Teresona, nombre «que le vendría bien con su gor-dura y con el propio que tiene» y considera que «el Cura no sería bienque tenga pastora, por dar buen ejemplo».

El capítulo termina con una conversación sobre los refranes que San-cho y Don Quijote deslizan en su habla.

CAPÍTULO LXVIII

Durmieron apartados del camino real. Se despertó Don Quijote y avisóa Sancho para rogarle, en un largo parlamento acusatorio, que se dieraalgunos azotes a cuenta, recriminándole que durmiese mientras su señorapermanecía encantada.

Sancho se niega mientras hace un conceptuoso discurso sobre el sueño.Don Quijote afirma no haberle oído hablar nunca tan elegantemente.Sancho recuerda que en otras ocasiones le recrimina por salpicar de refra-nes sus palabras.

De pronto oyeron «un sordo estruendo y un Arrolladospor una piaraáspero ruido» y «sin tener respeto a la autori-dad de Don Quijote, ni a la de Sancho», pasaron por encima de ellos másde seiscientos cerdos que unos hombres llevaban a vender a una feria.Sancho quiso para matar, como venganza, media docena de puercos. Perole detuvo Don Quijote diciendo que era justo castigo para un caballero

andante vencido el que le hollasen los puercos. Volvió pues a dormirseSancho y Don Quijote estuvo cantando versos y suspirando por la ausen~cia de Dulcinea y el dolor de la derrota.

Conducidosal palaciode los Duques

Al amanecer, volvieron al camino y, al pocorato, les detuvieron hombres armados que leshicieron seguirles sin dejarles hablar y les con-

dujeron hasta el palacio de los Duques a donde llegaron a la una de lamañana.

CAPÍTULO LXIX

El encantamientode Altisidora El patio del castillo estaba iluminado conhachas y luminarias. En medio, se levantaba un

túmulo cubierto con un grandísimo dosel de terciopelo negro sobre elcual yacía el cuerpo muerto de una muchacha muy hermosa -que resul-taría ser Altisidora-. A un lado había un estrado en el que estaban sen-tados dos personajes con coronas en la cabeza. Junto al estrado habíaotras dos sillas en las que hicieron sentar a Don Quijote y Sancho. Subie-ron también al estrado dos personajes que resultaron ser los Duques.

Vistieron a Sancho con una ropa de bocací negro pintada con llamasde fuego y le pusieron en la cabeza una coroza como las que llevaban lospenitentes del Santo Oficio.

Comenzó a oírse un son de flautas. Luego apareció junto a laalmohada del cadáver un hermoso mancebo vestido a lo romano quecantó acompañándose de un arpa.

2,2.

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Minos y Radamanto Habló uno de los personajes coronados -quepretendían ser Minos y Radamanto. jueces del

infierno- ordenando silencio y pidiendo a su compañero que dijesecómo había que volver a la vida a Altisidora. Radamanto dijo a las ser-vidoras de la casa que le dieran a Sancho veinticuatro mamonas, docepellizcos y seis alfilerazos.

La virtud de Sancho paradesencantar doncellas

\

\

Sancho montó en cólera. Tampoco en esta oca-sión entendía qué tenía él que ver con Altisi-dora y no le parecía aquella la forma lógica para

ningún desencantamiento. Pero Radamanto insistió.En esto salieron en procesión seis dueñas con anteojos. Sancho se

indignó aún más diciendo que no consentiría que le pusiesen la manoencima dueñas aunque le llevase el diablo. Don Quijote trató de conven-cerle diciéndole que la de desencantar era, al parecer. una virtud que éltenía. Sancho recibió las mamonas y los pellizcos, pero no quiso sufrir losalfilerazos y ahuyentó a las dueñas con una tea encendida.

Altisidora resucitó. Don Quijote le dijo a Sancho que era un buenmomento para que se diese algún azote a cuenta del desencanto de Dul-cinea. Sancho contestó que él no era <da vaca de la boda» y pidió que ledejasen tranquilo.

CAPÍTULO LXX

Don Quijote y Sancho se acostaron en la misma estancia. Sancho queríadormir pero su amo tenía ganas de conversación. El escudero diJo queahora estaba seguro de que había encantadores en el mundo. y que. aun-que no le dolían las mamonas, se sentía afrentado por habérselas dadodueñas.

Cuenta Cide Hamete que el bachiller Sansón Explicaciones de Cide HameteCarrasco había sabido de los Duques a travésdel paje que había llevado las cartas a Teresa Panza. Al oír las noticiasque había sobre Don Quijote. buscó nuevas armas y caballo y se enca-minó al palacio. Ya había partido Don Quijote. y el bachiller siguió supista asegurando al Duque que volvería a darle nuevas de lo que acon-teciere.

Los Duques supieron por el bachiller que Don Quijote venía de vueltaa su aldea, derrotado, y habían enviado a sus servidores por los caminospara que lo llevasen a su presencia y hacerle la última burla.

Cide Hamete afirma que tan locos eran los burladores como los bur-lados y que los Duques estaban a dos dedos de parecer tontos. dado suinterés por burlarse de dos tontos.

Nuevamente sobre el Quijotede Avellaneda

Altisidora entró en el aposento de Don Quijotey empezó a recriminarle por su crueldad. Dijoque en su encantamiento había estado a la en-trada del infierno donde los diablos jugaban una partida de pelota en quela pelota se sustituía por libros. Uno de ellos era La segunda parte de lahistoria de Don Quijote de la Mancha compuesta por un aragonés quedecía ser natural de Tordesillas Uno de los diablos dijo que echasen ellibro a los abismos del infierno donde no lo viesen sus ojos, añadiendoque tan malo era que si él mismo hubiese querido hacerlo peor no lohabría conseguido.

Don Quijote dijo a Altisidora que él había nacido para ser de Dulcineadel Toboso y que pensar que otra pudiera sustituirla en su pecho era pen-sar ~n un ImpOSible. Luego recomendó a la muchacha que se retirase alos ltmltes de su honestidad pues nadie se puede obligar a lo imposible.

Altlsldora comenzó a insultarle diciéndole:

¡Vive el Señor, don bacallao, alma de almirez. cuesco de dátil [... J que si arremetoa vos. que os tengo de sacar los ojosl ¿Pensáis por ventura, don vencido y donmolido a palos. que yo me he muerto por vos) Todo lo que habéis visto esta nocheha sido fingido; que no soy yo mujer que por semejantes camellos había de dejarque me doliese un negro de la uña, cuanto más morirme.

Reunión final Entraron el Duque y la Duquesa. Don Quijoteseñaló que el mal de Altisidora era el permane-

cer ociosa y la Duquesa dijo que ella le daría ocupación en adelante. PeroAltisidora replicó que no era necesario ese remedio porque el pensar en«las crueldades que conmigo ha usado este malandrín mostrenco me leborrarán de la memoria sin otro artificio alguno». Y pidió permiso pararetirarse por no ver delante de sus ojos «ya no su triste figura, sino sufea y abominable catadura».

«Acabóse la plática, vistióse Don Quijote, comió con los Duques, ypartióse aquella tarde.»

CAPÍTULO LXXI

Sancho pone precio a sus azotes Iban charlando Don Quijote y Sancho y salióotra vez la cuestión de los azotes y el desencan-

tamiento de Dulcinea. Don Quijote ofreció a Sancho pagarle los azotes;un cuartillo por azote, ochocientos veinticinco reales por los tres mil tres-cientos azotes; más cien reales para que Sancho se apresurase.

Llegada la noche se desviaron junto a unos árboles, cenaron y Sancho,preparando un azote con el cabestro y la jáquima del rucio, se retiró entreunas hayas. Se desnudó de medio cuerpo para arriba y comenzó a azo-tarse mientras Don Quijote contaba los golpes. Se llevaba dados seis uocho cuando le pareció a Sancho que el precio era muy barato. Don Qui- 23.

Page 24: EL INGENIOSO CABALLERO Cervantes se dirige al Conde para … · 2019. 1. 9. · DEDICATORIA AL CONDE DE LEMOS EL INGENIOSO CABALLERO DON QUIJOTE DE LA MANCHA (1615) Cervantes se dirige

jote subió a medio real el azote. Pero el socarrón Sancho dejó de dárselosen las espaldas; daba, en cambio, en los árboles, suspirando de cuando encuando. Cuando llevaba contados más de mil azotes, Don Quijote lepidió que parase, porque no quería que perdiese la vida.

Al salir el sol, siguieron su camino hasta llegar a una venta en que sealojaron. Don Quijote entendió que era venta y no castillo, porque desdeque le vencieron «con más juicio en todas las cosas discurría».

CAPÍTULO LXXII

Todo aquel día lo pasaron en el mesón. Al atar- Encuentro con don Álvaro Tarfedecer llegó un caminante con tres o cuatrocriados. Al oír su nombre -don Alvaro Tarfe- Don Quijote recordóhaberlo leído al hojear el libro de la segunda parte de su historia. Trabóconversación con él, le preguntó si había conocido a Don Quijote. se pre-sentó, y hablaron los dos y Sancho Panza sobre aspectos del libro, hastaque don Alvaro quedó convencido y reconoció que ellos eran los verda-deros Don Quijote y Sancho.

Don Quijote le pidió que hiciese una declaración, en tal sentido, anteel alcalde de aquel lugar. y quedaron muy contentos con esto, «como siles importara mucho semejante declaración y no mostrara claro la dife-rencia de los dos don Quijotes y la de los dos Sanchos. sus obras y suspalabras» .

A la tarde salieron del camino. Pasaron la noche Amo y criado divisan la aldeaentre árboles. Sancho cumplió la penitencia,igual que la noche anterior, guardando sus espaldas, aunque Don Quijotecontó hasta tres mil veintinueve azotes.

Al alba siguieron su camino. Aquella noche acabó Sancho su penitenciacon gran alegría de Don Quijote que esperaba el día para ver si se encon-traba con Dulcinea ya desencantada. Con estos pensamientos subieronuna cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea.

Sancho se hincó de rodillas invocando a la patria, a la cual volvían sushijos Sancho Panza «si no muy rico, muy bien azotado» y Don Quijote«vencido de los brazos ajenos», pero «vencedor de sí mismo [oO.] que esel mayor vencimiento que desear se puede».

CAPÍTULO LXXIII

Encontraron en un prado al Cura y a Sansón Entrada en la aldeaCarrasco que se vinieron a ellos con los brazosabiertos. Rodeados de muchachos entraron en el pueblo hallando al Amay a la Sobrina, que tenían noticias de la venida de Don Quijote, a lapuerta de la casa.

Teresa Panza acudió con Sanchica a ver a su Reencuentrode Sanchocon Tere~amarido; le pareció que venía «a pie y despea-do» y que tenía aspecto más de «desgobernado que de gobernador». San-cho la tranquilizó diciendo que traía dineros; marcharon con Sanchicahacia su casa y dejaron a Don Quijote en la suya con la Sobrina, el Ama,el Cura y el Barbero.

Don Quijotepide a sus amigosquese hagan pastores

Don Quijote se llevó aparte a sus amigos y lescontó su derrota y la obligación de no salir dela aldea en un año. Les dijo que durante ese

tiempo pensaba hacerse pastor, comprar ganado suficiente y, entretenerseen la soledad de los campos, dando cauce a sus amorosos pensamientosy «ejercitándose en el pastoral y virtuoso ejercicio». Les pidió que leacompañasen, y ellos, aunque sorprendidos por la nueva locura de DonQuijote, se apresuraron a asentir por temor a que se fuese otra vez delpueblo. Se despidieron rogándole que cuidase su salud.

El Ama y la Sobrina habían escuchado la conversación y recomenda-ron a Don Quijote que no saliese a hacerse pastor, que era oficio de hom-bres robustos y curtidos. Le dijo el Ama: «estése en su casa, atienda asu hacienda, confiese a menudo, favorezca a los pobres, y sobre mi ánimasi mal le fuere». ( ••• )

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