el imaginario social en la modernidad

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    Cornelius Castoriadis definió el concepto de imaginario social: representa laconcepción de figuras, formas, e imágenes de aquello que los sujetos llamamosrealidad. El sujeto transforma y va transformando la llamada realidad que lo rodea.La noción de modernidades múltiples presupone una nueva forma de entender elmundo contemporáneo viéndolo como una historia de continuas construcciones yreconstrucciones de una multiplicidad de programas culturales. Castoriadis planteacon relación al imaginario social que cada sujeto está buscando permanentementenuevos significantes, que la ideología no es inamovible ni automática y que laimaginación creadora hará que cada sujeto esté siempre transformando su propiaideología y por tanto la historia. Finalmente, afirmamos que los medios decomunicación repiten sus narraciones y se instituyen como formas totalizadorasque dicen al sujeto no sólo lo que debe hacer sino lo que es.

    Introducción

    EL OBJETIVO DE  ESTE TRABAJO  consiste en esclarecer cómo se conforma elimaginario social en la modernidad. Intentaremos responder a la siguientecuestión: ¿cómo podríamos explicarnos a nosotros mismos en un mundoglobalizado, con la hegemonía de Estados Unidos y la influencia de los

    medios de comunicación?Hay que considerar que Marx y Engels plantean, en la Ideología Alemana, cómo la conciencia está determinada por las relaciones deproducción. Para ellos las relaciones de producción constituyen laestructura económica de la sociedad, en tanto que las condiciones jurídicas, políticas e ideológicas constituyen la superestructura. Laconciencia está determinada por la relación en el proceso de producción.Cuando afirman que las ideas de la clase dominante son las ideasdominantes de una época, explican cómo son las concepciones de cada

    sujeto y cómo están determinadas; cabe preguntarse por qué el sujeto escapaz de cuestionar el orden establecido y no siempre está de acuerdo

    El imaginario social en la modernidad

     Josefa Erreguerena Albaitero

    ANUARIO DE INVESTIGACIÓN 2003 • UAM-X • MÉXICO • 2004 • PP. 592-606

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    con lo que piensa, imagina o quiere la clase dominante. La sociedad,para Marx y Engels, es algo exterior al sujeto mismo, lo cual determina

    en cada sujeto una concepción del espacio y del tiempo.Es necesario tomar como punto de partida el concepto del imaginario

    social, ya que nos permite comprender cuál es la relación entre el sujetoy la sociedad y cómo no podría comprenderse una sin el otro.

    Imaginario social

    Cornelius Castoriadis acuñó el término de imaginario social y definió elconcepto: representa la concepción de figuras, formas e imágenes de aquelloque los sujetos llamamos realidad. Esta realidad es construida, interpre-tada y leída por cada sujeto en un momento histórico determinado. Estaconcepción, esta forma de interpretar el mundo, es una obra de creaciónconstante. El sujeto va transformando la llamada realidad que lo rodea(1994:29).

    Para que la sociedad se mantenga son necesarias las instituciones,que son las depositarias del imaginario instituido y pretenden mantener

    un orden restablecido mediante normas, valores, lenguajes, herramientas,procedimientos y modos de hacer las cosas. Vivimos rodeados de unainmensa red de relaciones que Castoriadis llama magma. Institucionestales como la familia, los medios de comunicación, la Iglesia y la escuelalo que pretenden es que la sociedad continúe tal como es. Por su parte elsujeto, al interpretar el mundo, su mundo, ejerce lo que Castoriadis llamacreación histórica.

    La imaginación revoluciona lo histórico y lo social. Los sujetosencuentran una sociedad dada y tienen que vivir en ella pero al mismo

    tiempo la transforman interpretando el mundo, transgrediendo el ordensocial y así transformándolo.

    Podemos afirmar entonces que no es posible entender los conceptosde sujeto y cultura como entes separados, es necesario mirarlos comoun proceso en relación. La sociedad no es la suma de los sujetos quela componen y tampoco la subjetividad es la suma de los factoressociales, económicos, políticos, ideológicos o de cualquier orden. Así,afirmamos que:

    a) Lo que llamamos realidad de racionalidad son obras de la creación.

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    b) El magma es el conjunto de las instituciones sociales que se encuentransiempre entre el imaginario efectivo (el instituido) y el imaginario radical

    e instituyente. Mediante el imaginario social sabemos quiénes somos yqué papel debemos desempeñar en la sociedad. Mediante la creacióncada sujeto va transformando tanto las ideas como su papel en lasociedad. Ésta debe ser vista como una interpretación del mundo, unacreación del propio mundo.

    c) Las instituciones producen una dirección de sentido que los sujetosviven como norma, valores, lenguaje, imágenes y forma, así lasinstituciones no sólo son herramientas para hacer cosas sino

    formadoras de subjetividades

    Modernidad

    “La modernidad es un proyecto inacabado”. Así inicia Habermas (1989:9)El discurso filosófico de la modernidad, donde intenta dar respuesta al tra- bajo de Lyotard (1995). Para Habermas, el discurso de la modernidad que-da elevado a tema filosófico desde finales del sigloXVIII. Por su parte, Joseph

    Pico (1990) nos da una visión general de cuál es el debate y por qué esimportante para comprender a la sociedad moderna.En tanto, Berman define a la modernidad como una experiencia vital,

    la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, delas posibilidades y los peligros de la vida que comparten los hombres ymujeres de todo el mundo de hoy. Llama a este conjunto de experienciasla “modernidad”. Concluye que ser modernos es encontrarnos en unentorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, trans-formación de nosotros mismos y del mundo y que, al mismo tiempo,

    amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo los que sabemos, todolo que somos. Los entornos y las experiencias modernos atraviesan lasfronteras de la geografía y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de lareligión y la ideología; se puede decir que en este sentido la modernidadune a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de ladesunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegra-ción y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia.Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx,“todo lo sólido se desvanece en el aire” (1995:16).

    Para Pico, la modernidad es un proceso histórico. Para la burguesía,es una filosofía que reclama la libertad individual y el derecho a la igual-

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    dad ante la ley contra la opresión estamental. La tarea de la modernidad esconstruir un mundo comprensible, donde la razón institucionalice el

     juego de fuerzas políticas y sociales sobre la base del libre contrato entreseres iguales. El Estado sólo tendrá un papel de árbitro conciliador entre elinterés particular y el universal (Latur, 1993:29-75). Latur explica la impor-tancia de la construcción de la modernidad.

    Perrés (1997) sintetiza las principales características de la modernidad:

    • Un verdadero culto a la razón.• Una creencia desmedida en la ciencia, portadora de verdad y

    disipadora de todas las falsas ilusiones.• Un proyecto de emancipación humana, individual y social.• Una profunda convicción evolucionista de la historia; la civilización

    supone siempre un progreso racional, una evolución.• Una clara y expectante preeminencia del futuro, de lo nuevo, sobre

    el pasado y lo viejo que podría sintetizarse en un adagio: todo tiempofuturo será mejor.

    Suele entenderse entonces por modernidad el proceso histórico que se abre

    con la Ilustración, y con la Revolución Francesa que busca llevarlo a cabo.Se trata de un proceso de expansión progresiva en el que la RevoluciónIndustrial, o las revoluciones industrial-tecnológicas (y ahora informática) jugaron un gran papel [Perrés, 1997:3].

    El fracaso de esta razón burguesa, o del Estado burgués, se pone demanifiesto en los siglos XIX y XX en todos los aspectos deshumanizadoresy alienantes de la sociedad capitalista, que dan pie a la economía políticade Marx, a la reivindicación hegeliana del Estado moderno, como

    manifestación más alta de la razón.Sin embargo, Pico (1990:43) advierte que el modernismo siemprehabla del futuro en términos optimistas; el futuro sólo retomaría lo bueno y desecharía lo malo del capitalismo. Lo anterior es claro sipensamos en los niveles de injusticia y el enorme problema que existeen todos los países pobres y de extrema pobreza.

    [...] el modernismo siempre hablaba del futuro como la llave que ordenaríalas cosas, que purificaría lo malo y dejaría lo bueno. Se trataba de romper

    con el pasado y su historia, de conquistar el futuro. Ahora hemos visto queel futuro no resuelve nada y se vuelve la mirada hacia el pasado [ibid.:10].

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    Baudrillard explica este regreso al pasado de una forma críticacuando define a la sociedad moderna como una sociedad del simulacro;

    somos, vivimos y actuamos como si creyéramos, como si... pero detrásno hay una realidad que sustente a los sujetos sociales (1978:5-31).

    Para Habermas el proyecto de modernidad está inacabado y esrecuperable mientras se reconstruya el proceso de racionalidad conposturas teóricas y se eliminen aspectos patológicos que han aparecidoen el desarrollo de la modernidad.

     Por tanto, la autorreflexión emancipadora que propone Habermasdepende de una reconstrucción racional a las condiciones universales

    del desarrollo de la razón.Sin embargo, diversos autores han analizado la llamada posmo-dernidad como “nueva sociedad”,”posfordismo”; podemos decir queesta sociedad emergente del “capitalismo tardío”, también llamada“tecnotrónica”, se caracteriza por un notable desarrollo de las fuerzasproductivas gracias a la adopción de nuevas tecnologías electrónicas y/ o químicas que transformaron las economías mundiales y las relacio-nes de trabajo... La revolución de tecnología producida en el campo dela información llevó a la aparición del llamado “informacionalismo”

    como cimiento material de la nueva sociedad. Los tiempos y las distan-cias se acotaron, la distribución y formas de trabajo también. Por suparte, Emanuelli (2000:2) señala —en su artículo “Sociedad actual eimaginarios: marco que influye-construye las instituciones actuales”—cómo las nuevas tecnologías tienen una influencia determinante en laconformación de los imaginarios en la posmodernidad.

    Por otra parte, el fenómeno de la globalización, como advierte Castells,“avanza de forma selectiva, incluyendo y excluyendo a segmentos deeconomías y sociedades dentro y fuera de las redes de información, riqueza

    y poder que caracterizan al nuevo sistema dominante” (1999:III:188). Operaincluyendo y excluyendo a economías y sociedades, ha modificado larelación de los Estados nacionales con los sindicatos y ha aumentadola desocupación. Para Emanuelli, en la posmodernidad se ha dado unaclara transformación en la clase trabajadora. Una disminución en lacantidad de obreros industriales y agrícolas, y el crecimiento de empleadosmedios profesionales independientes, técnicos y científicos. La economíaglobal se caracteriza por una importante concentración de capitales, granflexibilidad organizativa y mayor poder de las empresas para establecer lascondiciones laborales con sus empleados.

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    Así pues, tras los años setenta, los modelos de desarrollo económi-co, capitalistas o estatistas, entraron en crisis; esta crisis tanto en lo

    económico, social y cultural, hizo necesario incorporar en el imagina-rio social la nuevas relaciones entre las naciones, entre los Estados y,por supuesto, entre los sujetos.

    Beriain, en su artículo “El imaginario social moderno: politeísmo y mo-dernidades múltiples”, plantea la noción de modernidades múltiples frentea la noción de modernidad europeo-occidental, que con carácter econó-mico predomina en el análisis sociológico; para el autor la idea de moder-nidades múltiples presupone una nueva forma de entender el mundo

    contemporáneo —de explicar la historia de la modernidad—, viéndolocomo una historia de continuas construcciones y reconstrucciones de unamultiplicidad de programas culturales. Así, advierte el autor, estas recons-trucciones en curso de los múltiples modelos institucionales e ideológicosson realizadas por actores sociales específicos en estrecha conexión conactivistas sociales, políticos e intelectuales, y también por movimientossociales que buscan la realización de diferentes programas de moderni-dad, manteniendo perspectivas muy distintas sobre aquello que hace a lassociedades modernas. Distintos modelos de modernidad múltiple se han

    desarrollado dentro de diferentes Estados nacionales y dentro de diferen-tes agrupamientos étnicos y culturales, entre movimientos comunistas,fascistas y fundamentalistas, diferentes entre ellos, pero todos ellos vanmás allá del Estado nacional (2003:16).

    El núcleo de la modernidad viene dado por la cristalización y desa-rrollo de modos de interpretación del mundo o, siguiendo a Castoriadis,de distintos imaginarios sociales, de distintos programas culturalescombinados con el desarrollo de un conjunto de nuevas formacionesinstitucionales, cuyo núcleo central común representa una apertura

    sin precedentes e incertidumbre.Para Lipovetsky (1986, 2000a, 2000b, 2001) la posmodernidad es un

    estallido de lo social, disolución de lo político: el individuo es el rey ymaneja su existencia a la carta. Nuevas actitudes: apatía, indiferencia,deserción, el principio de seducción sustituyendo al principio de con-vicción, generalización de la actitud humanista. Para el autor, el indivi-dualismo se transforma en el nuevo estado histórico propio de las so-ciedades democráticas avanzadas.

    El primer trabajo de Habermas sobre la transformación estructuralde la esfera pública retoma, de una manera novedosa y reveladora,algunos temas de la crítica cultural. Habermas explora el origen y la

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    desintegración subsecuente de lo que llama “la esfera pública”, pormedio del desarrollo de las instituciones del siglo XVII. El nacimiento

    de la comunicación de masas requirió de un ámbito de comunicacióny debate, por ello la esfera pública burguesa creó un foro en el Estadoque podía ser criticado y llamado a justificarse ante un público bieninformado y razonador; se trata de un foro limitado y frágil, que fuesocavado por el desarrollo del Estado y las instituciones sociales en elsiglo XIX. Las grandes organizaciones comerciales de la comunicaciónmasiva han transformado de manera fundamental la naciente esferapública, de tal modo, que el potencial crítico inherente a ella ha sido

    truncado o empujado a la clandestinidad; hoy retiene su valor máscomo una promesa o como un principio inminente de crítica que comorealidad institucionalizada.

    La comunicación

    Thompson analiza la teoría de Habermas desde el punto de vista de lahermeneútica de la comunicación y los medios (1993:21-25). Habermas,

    en The Structure Transformation of the Public Sphere, plantea que aunquela distinción público-privado data de la Grecia clásica, asumió una for-ma nueva y distintiva en la Europa de los siglos XVII y XVIII, que vivía unrápido desarrollo del capitalismo y el establecimiento del Estado bur-gués. La autoridad pública pasó a referirse, cada vez más, a una activi-dad relacionada con el Estado, es decir, a las actividades de un sistemade Estado que tenía esferas de jurisdicción legalmente definidas y unmonopolio de uso legítimo de la violencia. La sociedad civil emergiócomo un campo de relaciones económicas privatizadas que se establecie-

    ron bajo la protección de la autoridad pública. El ámbito privado com-prendía tanto una economía expansionista como las relaciones persona-les que se desprendían de esta expansión y que se anclaban en la institu-ción de la familia conyugal. Entre el ámbito de la autoridad pública, porun lado, y el ámbito de la sociedad civil y de la esfera íntima, por el otro,emergió una nueva esfera de “lo público”, formada por individuos de la burguesía que se reunían para debatir entre ellos y con las autoridadesla regulación de la sociedad civil y la conducta del Estado. En tanto quelos primeros desplegados de noticias y periódicos se interesaban pordiversa información, la prensa del siglo XVIII se orientó hacia la expre-sión de puntos de vista políticos. Habermas incorporaba la idea de que

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    una comunidad de ciudadanos, quienes se reunían como iguales en unforo ajeno tanto a la autoridad pública del Estado como a los ámbitos

    privados de la sociedad civil y de la vida familiar, eran capaces de emitiruna opinión pública mediante la discusión crítica y razonada.

    La comercialización de la comunicación masiva destruyó paula-tinamente su carácter de medio de la esfera pública, pues el contenidode los periódicos y otros productos se despolitizó, se volvió sensacionalistaa fin de aumentar las ventas, y comenzó a tratar a los receptores comoconsumidores tanto de medios como de aquellos productos de los queobtenían ingresos por anunciarlos.

    El desarrollo de los siglosXIX

     yXX

     socavó la esfera pública burguesa ytransformó el principio de publicidad en un arma de intereses creados;Habermas no descarta la posibilidad de que las ideas y los principiosincorporados originalmente a la esfera pública puedan reconstruirse sobreotra base.

    Es necesario mirar el proceso de producción de estas mercancías enel contexto de la economía mundial. Horkheimer y Adorno definen elconcepto de “industria cultural” como el proceso que ha dado comoresultado la creciente mercantilización de las formas culturales producidas

    por el nacimiento de la industria del espectáculo en Europa y EstadosUnidos a fines del siglo XIX y durante el XX. Argumentan que el nacimientode las industrias del espectáculo como empresa capitalista ha logrado laestandarización y la racionalización de las formas culturales y atrofiadola capacidad del individuo para pensar de manera crítica y autónoma.“Los bienes culturales producidos por estas industrias se diseñan y semanufacturan de acuerdo con los objetivos de la acumulación capitalistay de la ganancia de utilidades” (Thompson, 1994:109).

    Según Horkheimer y Adorno, el desarrollo de la industria cultural es

    una parte intrínseca del proceso de racionalización y cosificación en lassociedades modernas; el papel de estos autores es determinante, puesno dan alternativa al sujeto social individual frente a la industria cultural;lo que piensa y siente el consumidor de las mercancías culturales esdeterminante en su conciencia. Ésta es la principal crítica, su concepciónde que los bienes producidos por las industrias culturales son definitivosen la visión del mundo de sus consumidores. Este punto de vista esopuesto al planteado por Castoriadis en relación con el imaginario social:si cada sujeto está buscando permanentemente nuevos significantes,la ideología no es inamovible ni automática; la imaginación creadorahará que cada sujeto esté siempre transformando su propia ideología y

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    por tanto la historia. Alvater, por su parte, afirma que el cine, y engeneral toda la industria cultural que producen los medios, exporta elamerican way of life y contribuye así a la imagen de desarrollo en lospaíses del llamado tercer mundo:

    De esto, por otro lado, se aprovecha la industria del cine desde los añosveinte, que es al mismo tiempo innovación tecnológica y práctica ideológicadel fordismo para construir la imagen del american way of life con todos susingredientes, llevando a cabo una propaganda global y contribuyendo adefinir la imagen del desarrollo que tienden a seguir los países en vías dedesarrollo [1992:32].

    Horkheimer y Adorno se refieren a la tecnología, a su papel en la eco-nomía y a sus efectos en la sociedad y en la cultura (Tremblay, 1994:39).Las características que atribuyen a la naturaleza misma de la tecnologíason la capacidad de reproducción y sus consecuencias, con las ventajasy desventajas que esto conlleva. Explican la lógica del sistema económi-co y social que ordena y vive su desarrollo tecnológico para cubrir susnecesidades de producción en serie, de homogeneización de contenidosque imperan en este proceso, y la democratización del consumo paraautosatisfacer el consumo.

    El razonamiento de la Escuela de Francfort se basa en que la racionalidadtécnica se confunde, en las sociedades contemporáneas, con la dominación.Se plantean cuatro criterios:

    El primer criterio ve a la industria cultural desde la perspectiva de laproducción industrial. El segundo analiza las industrias culturales a partirde las técnicas que utilizan. El tercero analiza el mercado; estudia la oferta yla demanda de los bienes culturales. El cuarto ordena los criterios que hacenreferencia a los procesos de producción capitalista dentro del dominio delas actividades culturales [Tremblay, 1994:40].

    Los economistas miran a la industria cultural como un procesoequiparable al de otras industrias, donde los agentes económicos seinvolucran en los bienes y servicios que se ofertan y demandan. Laindustria cultural es, entre otras, un intercambio económico igual queotros bienes y servicios dentro de la libre oferta. La intervención estatal,

    la reglamentación especial es inútil y juega en detrimento de los interesesdel consumidor. A estas medidas proteccionistas se debe, contrariamente,permitir una libre marcha con un efecto vivificante para la producción

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    de las industrias nacionales; en esta perspectiva la industrialización de lacultura no es más que una consecuencia inevitable del desarrollo normal

    de una economía liberal.E. Tremblay propone que para analizar la industria cultural hay que tomar

    en cuenta los cuatro criterios antes mencionados. La importancia de laindustria cultural y su difusión constituye un primer nivel de aprehensióncuantitativa del fenómeno; la utilización de tecnología industrial dereproducción en serie identifica un segundo nivel de comprensión que haceénfasis en las características técnicas. La corriente teórica de la industriacultural en el neoliberalismo mira desde una perspectiva económica el

    desarrollo de esta industria.Finalmente, Tremblay (1994:40) introduce la importancia de larecuperación de la tecnología industrial y de un proceso de productosculturales inscritos en la organización del trabajo, que prevalece dentrode la distribución y circulación de estos productos.

    América Latina es una de las zonas que compra más entretenimien-to a Estados Unidos. En los últimos años las cifras “mejoran”, pues yano sólo recibimos películas y programas de televisión, sino videos, jue-gos, etcétera. México, por ejemplo, ocupaba en 1990 el décimosexto

    lugar entre los importadores de películas norteamericanas, y en 1993ascendió al décimo puesto a nivel mundial con una inversión de 36.9millones de dólares [García Canclini, 1995:119].

    En los países latinos de Europa que defienden “la excepción cultural”en el libre comercio, aún hay quien concibe al cine y la televisión comosimples mercados, donde la libre competencia debería dejar que losespectadores decidan qué vale la pena exhibir y qué no.

    En suma, la crisis del cine no puede verse ya como cuestión interna de cada

    país ni aislada de la reorganización de los mercados simbólicos. Es parte deldebate sobre las tensiones entre libertad de mercados, calidad cultural ymodos de vida propios [ibid.:121].

    Ahora se ve que la redefinición de las identidades nacionales no lahacen sólo el cine, la televisión y el video, sino el conjunto de las “auto-pistas de la comunicación”. La transmisión por satélite y las redes decable óptico transforman la comunicación científica (correo electróni-co, telemedicina), la ofimática en las oficinas, los servicios bancarios e

    interempresariales y, por supuesto, la distribución de espectáculos cultu-rales. Desde Estados Unidos, la empresa Turner programa la circulación

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    de películas, caricaturas y noticias en muchos países latinoamericanos yahora comienza a hacerlo en algunos europeos, como Francia. En pocos

    años las películas estadounidenses llegarán por satélite a las salas de exhi- bición de centenares de ciudades en todos los continentes, sin las compli-caciones aduanales de los filmes enlatados y los videos (ibid.:125).

    Siguiendo a García Canclini podemos afirmar que el debate europeoactual replantea las políticas de comunicación masiva transnacionales,al menos en lo siguiente:

    a) La relaciones entre lo nacional, lo continental y la globalización.

    b) Articulación entre los servicios públicos y los intereses privados. Lasnuevas tecnologías audiovisuales no deben depender predo-minantemente de los aparatos burocráticos de los Estados; preci-samente, por ser tan vigorosa su influencia masiva, por requerir altasinversiones y tanta eficacia y por ser el espacio cultural donde seacentúan las desigualdades entre sociedades, no pueden quedarlibradas sólo a la competencia internacional entre mercados.

    Los medios de comunicación han sido una de las instituciones en-

    cargadas de reactualizar los mitos a lo largo de su historia. Hobsbawm(1998:322-346), en su análisis de la historia de la cultura del siglo XX,vincula el desarrollo de la cultura con cada uno de los medios en elmomento de su aparición y sus consecuencias.

    Podemos clasificar a los medios de comunicación en:

    a) Los que son principalmente informativos y que producen ciertasmitologías de legitimación; por ejemplo la democracia, con su conceptode ciudadano, como un proceso que se construye día a día.

    b) Las historias con personajes estereotipados que nos narran situaciones,aventuras y relaciones humanas.

    Cualquier medio de comunicación masiva contiene ambas, tanto lainformación como la construcción de relatos míticos.

    El relato mítico no es solamente la estructura totalizante del sentido colectivo,sino también un instrumento de regulación social, el código a la vez funcionaly coercitivo que impone el mantenimiento del sistema de estratificación.

    Estas dos funciones no son incompatibles: por el contrario, es unaespecificidad del sistema mítico el asegurar simultáneamente la provisión

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    del sentido globalizante —la explicación del mundo de los hombre y de lascosas— y la imposición del sistema de jerarquías y poderes [Ansart, 1993:99].

    En ambos, los medios de comunicación, incluimos internet yautopistas informativas, repiten sus narraciones y se instituyen comoformas totalizadoras que dicen al sujeto no sólo lo que debe hacer sinolo que es.

    a) Por la repetición insistente de sus narrativas. Esta repetición tiene comocaracterística primordial que se gestiona a través de formas reticulares y difusas,produciendo discursos que, con pequeñas variaciones de enunciabilidad,

    según focos institucionales, sostienen al infinito una misma trama argumental.Repetición argumental y múltiples focos en la gestión de sus enunciadoscrean los caminos de su eficacia simbólica. b) Se instituyen como universosde significaciones de formas molares, totalizadoras, esencialistas que estipulanno sólo lo que debe ser una mujer o un hombre sino lo que es. En tal sentidoesta voluntad totalizadora opera violencia simbólica, ya que no da lugar, seapropia, tritura, las diferencias de sentido, la diversidad de prácticas yposicionamientos subjetivos de los actores sociales; homogeneiza y por lotanto violenta lo diverso [Fernández, 1992:78].

    A manera de conclusión

    Fue Cornelius Castoriadis quien acuñó el término de imaginario social yquien definió el concepto: representa la concepción de figuras, formas eimágenes de aquello que los sujetos llamamos realidad. Esta realidad esconstruida, interpretada, leída por cada sujeto en un momento históricodeterminado. Esta concepción, esta forma de interpretar el mundo es

    una obra de creación constante. El sujeto transforma y va transformandola llamada realidad que lo rodea.

    La modernidad es un proceso histórico; para la burguesía, lamodernidad es una filosofía que reclama la libertad individual y elderecho a la igualdad ante la ley contra la opresión estamental. La tareade la modernidad es construir un mundo comprensible, donde la razóninstitucionalice el juego de fuerzas políticas y sociales sobre la base dellibre contrato entre seres iguales. La noción de modernidades múltiplespresupone una nueva forma de entender el mundo contemporáneoviéndolo como una historia de continuas construcciones y reconstruc-ciones de una multiplicidad de programas culturales.

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     Distintos modelos de modernidad múltiple se han desarrollado dentrode diferentes Estados nacionales y dentro de diferentes agrupamientos

    étnicos y culturales, pero todos ellos van más allá del Estado nacional.Castoriadis plantea, con relación al imaginario social, que cada sujeto

    está buscando permanentemente nuevos significantes, la ideología noes inamovible ni automática; la imaginación creadora hará que cada sujetoesté siempre transformando su propia ideología y por tanto la historia.Podemos afirmar que el cine, y en general toda la industria cultural queproducen los medios, exporta el american way of life y contribuye así a laimagen de desarrollo en los países del llamado tercer mundo. Los medios

    retoman el concepto de modernidades múltiples donde cada sociedadreinterpreta los discursos y se los apropia dependiendo de su momentohistórico.

    Finalmente, podemos afirmar que los medios de comunicación,incluimos internet y autopistas informativas, repiten sus narraciones yse instituyen como formas totalizadoras que dicen al sujeto no sólo loque debe hacer sino lo que es.

    Bibliografía

    Adorno, T.W. y M. Horkheimer (1981), “La industria de la cultura; ilusión comoengaño de las masas”, en Sociedad y comunicación de masas, FCE, México.

    —— (1983), “Televisión en la industria cultural”, en La ventana electrónica, Eufesa,México.

    Alvater, Elmar (1992), “Sobre las bases ecológicas del modelo Fordista en econo-mía” , en Teoría y práctica, Nueva época, núm. 3,UAM, México.

    Ansart, Pierre (1993), “Marx y la teoría del imaginario social”, en Colombo (coord.),El imaginario social, Altamira y Nordan Comunidad, Montevideo.

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