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Pr Régis Dutheil Brigitte Dutheil

El hombre superluminoso

Traducción: Alfredo Camarero Gil

El hombre superluminosos - Pr. Régis Dutheil y Brigitte Dutheil.

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Los autores: Régis Dutheil es profesor de física y biofísica en la Facultad de Medicina

de Poitiers. Agregado de física, se dedica desde 1983 a la investigación en física elemental. En 1969, publicó L=Initiation à la physique relativiste, Ediciones Gauthier-Villars, y ha escrito numerosos textos, sobre todo para la sociedad Royale des Sciences, de Lieja.

Brigitte Dutheil, antigua alumna de la Escuela normal superior, profesora de letras clásicas, está especializada en el estudio de los problemas de historia y de filosofía planteados por la conciencia y la muerte.

[CONTRAPORTADA]

Con los aceleradores de partículas, los físicos logran impulsar a éstas a una velocidad cercana a la de la luz. A estas velocidades extremas, ya no son aplicables las leyes que rigen nuestro universo.

Estos trabajos de física elemental han llevado a Pr Régis Dutheil a construir un modelo que explique la complejidad de nuestro mundo.

La hipótesis: existe un segundo universo complementario y simétrico al nuestro, en el que las velocidades son siempre superiores a la de la luz. En ese universo, ya no existe nuestra noción del tiempo, puesto que es posible desplazarse de forma instantánea al pasado, al presente o al futuro. Este universo, que él llama *espacio-tiempo superluminoso+, está formado únicamente por informaciones y conciencia: todas las informaciones (pasado, presente, futuro) y la conciencia de toda la humanidad.

Una hipótesis que recupera las intuiciones de algunos filósofos de la antigüedad y que cambia por completo las nociones, incluso de nacimiento y de muerte.

Agradecimientos

Nuestro sincero agradecimiento a Joanne Esner, de Ediciones Sand, cuya

dedicación y entusiasmo por las ideas expuestas en este libro nos han ayudado mucho.

Nuestra gratitud se dirige también al profesor Stuart Edelstein, director del Departamento de Bioquímica en la Universidad de Ginebra, que ha participado intensamente en la elaboración y la puesta a punto de este trabajo.

Nuestro agradecimiento también a los demás colaboradores de Ediciones Sand y, en especial, a Carl van Eiszner, Fréderic Ferney, Agnes de Gorter y Roger Vinciguerra. Cada uno de ellos ha contribuido eficazmente en la realización de esta obra.

R. Y B. DUTHEIL

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Introducción

Un día u otro todo hombre se pregunta sobre lo que es, sobre lo que hace, sobre el universo en el que vive. Estas cuestiones se las plantea el ser humano desde el comienzo de los tiempos. Y desde siempre ha sido necesario encontrar respuestas, porque la vida diaria depende estrechamente de ellas.

Tal vez incluso más que la vida. Porque dar un sentido a lo que es ésta, es también delimitar mejor sus límites, enfrentarse mejor a la muerte que se dice es su final.

La vida, la muerte: dos temas inagotables que se funden en uno. Perpetuo interrogante, que aflora siempre en los espíritus.

Esta búsqueda muchas veces no confesada, interior y profunda, a veces incluso mantenida al margen de la revelación, cada uno la vive día a día, en la sinuosidad de un pensamiento, de una ocupación, de un encuentro, de una actividad compartida con los demás. Porque preguntarse sobre la vida procede de todo lo que el ser percibe y siente, de todo aquello de lo que el ser, a distintos niveles, es consciente.

De esta conciencia depende todo lo demás. Por eso es fundamental el determinar su exacta naturaleza. Los pensadores de las civilizaciones más lejanas no se equivocaron en esto, cuando intentaron dar una definición de la conciencia de acuerdo con sus creencias. Estas aproximaciones -a veces muy distintas- han expresado la misma lógica: sólo después de haber definido con claridad lo que es la conciencia se puede delimitar con precisión el universo en que se vive. Las nociones de conciencia y de universo están íntimamente unidas. El universo sólo existe para un individuo a través de aquello de lo que es consciente.

ATener conciencia@, Aperder la conciencia@, Arecuperar la conciencia@, Aen su alma y su conciencia@..., tantas expresiones que han pasado al lenguaje normal que, incidentalmente, transmiten otras nociones esenciales estrechamente dependientes de la conciencia: lo conocido y lo desconocido, la existencia, la verdad, la realidad. Cada una de ellas convertida a su vez en una cuestión cargada de sentido en el futuro del hombre.

Porque sin duda alguna es en función de lo que sabe (o cree saber), de lo que percibe del mundo que le rodea, como el hombre actúa, decide, diseña su propia evolución. Visión del universo e interpretación de la realidad, a través de las sensaciones, condicionan y alimentan en cada momento la conciencia. El hecho de atribuir a la conciencia un papel determinado permite la construcción de la realidad específica.

La presente obra se propone analizar la situación de la conciencia. Retomar uno a uno los diversos elementos que la componen, desde el estudio de esos elementos llamados sensaciones -sobre los que basamos a veces nuestra concepción de lo real, cuando la noción misma de sensación es completamente

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subjetiva-, hasta la de la muerte que nos parece ya completamente distinta de la imagen que se dio de ella en los últimos decenios.

Estas páginas hacen balance sobre el desarrollo de la noción de conciencia desde la antigüedad hasta nuestros días, pero también, sobre todo, a partir de los más recientes estudios y descubrimientos, a finales del siglo XX, sobre lo que son la vida y la muerte.

Era necesario avanzar más, superar las habituales disputas sectarias entre los defensores de las distintas aproximaciones a la conciencia y a sus estados, sacar las consecuencias de la posición científica y de los estudios no científicos, agrupar en torno a un mismo proyecto: dar a la conciencia -de la vida y de la muerte- una nueva definición, más cercana a la verdad y más depurada que nunca.

Por eso se encuentran aquí reunidos, por primera vez, los estudios filosóficos más antiguos y los últimos descubrimientos de la física moderna, las concepciones espirituales del más allá de todas las religiones y las experiencias médicas en la frontera de la muerte.

Más aún, estas páginas, después de describir la evolución científica de la noción de conciencia desde las primeras investigaciones hasta los momentos más hermosos del método experimental, aclaran con nuevas luces la teoría de la relatividad de Einstein y proponen un nuevo modelo físico de conciencia. Hay que ver en ello, sobre una base científica que permite una redefinición de la materia y de lo real, pero también, y sobre todo, del espacio y del tiempo, que termina con las nociones de pasado-presente-futuro, un intento... que de repente, extrañamente, parece volvernos al fondo de los relatos de nuestros más lejanos ancestros.

Defender la tesis de una materia distinta de la que conocemos, de un universo en el que el tiempo no pasa, de una muerte que es un Adesplazamiento de existencia@ y no una desaparición pura y simple, de la presencia en cada ser de la historia de la humanidad, se convierte de pronto en la posibilidad de comprender otra dimensión de lo real.

Es tal vez, en definitiva, la fusión en un solo estudio de la espiritualidad y del materialismo, y la restitución a la conciencia de su verdadero papel, que consiste en perpetuar la existencia por el conocimiento Es posible ver en las reflexiones metafísicas de Pitágoras, Platón, Demócrito, Leibniz, Descartes o Hegel, en los trabajos científicos de Einstein, Kammerer, Jung o Pribram, en los estudios sobre la muerte de Kübler Ross, Moody, Ring y Sabom, en los de la reencarnación de Stevenson, los reflejos de la misma sed de saber, guiada por una intuición de una realidad que hasta ahora nos estaba oculta.

Esta visión del universo trata de hacer sentir la verdadera dimensión del hombre: una grandeza intemporal que ha de reafirmarse continuamente en el menor de sus actos.

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Primera parte

Capítulo primero

La noción de conciencia

Cuando nos despertamos cada mañana después de una noche de descanso,

cuando se nos reanima después de una operación o un desmayo, volvemos a tomar conciencia. Aparentemente, nada más sencillo: caemos en la cuenta con toda rapidez del grado de luminosidad, de la temperatura ambiental, valoramos nuestras sensaciones (sufrimiento o bienestar), resumimos nuestros recuerdos...

Esta toma de conciencia es casi instantánea en el caso de nuestro despertar diario, más tardía después de una anestesia. Tenemos la impresión de Aentrar en nosotros mismos@, de volver a una envoltura momentáneamente abandonada por las orillas oscuras del sueño. A lo desconocido sucede lo conocido, la certeza de una localización espacio-temporal (la necesidad que sentimos de situarnos en el espacio está sin duda en el origen de esta cuestión que plantean invariablemente los heridos cuando despiertan: *)Dónde estoy?+). La naturaleza de la conciencia

Pero )qué es la conciencia? Aparentemente, no es otra cosa que esta percepción más o menos clara de los fenómenos que nos informan sobre nuestra propia existencia.

Esta definición, aceptada normalmente, sigue siendo no obstante muy vaga y plantea otras cuestiones: )qué es la existencia? )qué es la realidad? Este misterio está sin duda en el origen de la permanencia a través de los siglos de los interrogantes filosóficos sobre la naturaleza de la conciencia.

Se puede definir la conciencia como una alianza entre la sensación -es decir la percepción de los fenómenos, de la apariencia- y la inteligencia que analiza las sensaciones informándonos sobre sus significados. A esta conciencia

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le es asignado un papel: la identificación y la individualización del sujeto. La conciencia es en efecto inseparable del sujeto que piensa y siente, es la marca esencia, el nudo primordial, lo que le permite distinguirse del mundo exterior. Tiene por tanto una importancia de primer orden en nuestra percepción del mundo, orienta el estudio que hacemos de él. La conciencia en filosofía

En la historia del la filosofía, se distinguen dos grandes corrientes de pensamiento:

CUna corriente unitaria que hace del universo un todo único. Para algunos filósofos de esta corriente el universo en su totalidad es material y el espíritu es sólo ilusión. Para otros, el universo es enteramente espiritual y cada ser vivo contiene una parcela de espíritu.

CUna corriente dualista que opone totalmente espíritu y materia y concibe el universo como una realidad doble en la que el mundo del espíritu se opone por sus atributos y su papel al mundo de la materia. La corriente unitaria La genial intuición de Demócrito

El origen de la corriente unitaria de tendencia materialista se remonta al filósofo y científico griego Demócrito (520-460 a. C.), que vivió antes de Sócrates.

En esta época, filosofía e investigación científica son inseparables. Todos los pensadores que precedieron a Sócrates y Platón buscaron prioritariamente resolver la difícil cuestión del origen del universo, mezclando consideraciones filosóficas y científicas de manera a veces caprichosa.

Demócrito, de quien no nos ha llegado directamente ningún escrito, tuvo el mérito de proponer una solución original cuyo carácter científico es indiscutible, hasta tal punto que se ha podido ver en él al fundador de una física materialista.

La idea esencial de Demócrito es sencilla: todos los cuerpos materiales estarían formados de átomos. Los átomos son las partes más pequeñas de la materia; son indivisibles, eternos, indestructibles, sólidos e invisibles al ojo humano. Tienen la propiedad de desplazarse con suma rapidez, caen en el vacío de arriba y abajo, pero su caída no es rigurosamente perpendicular. Se apartan un poco de su trayectoria y encuentran así con otros átomos; de estos encuentros, de estas asociaciones de átomos proceden todos los cuerpos materiales y espirituales. Esta genial intuición prefiguró la teoría atómica del

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siglo XIX. Esta tesis Crevolucionaria y única en toda la antigüedadC nació del deseo

de conciliar las doctrinas de dos escuelas filosóficas que se enfrentaron en los siglos VI y V antes de Cristo:

CUnos sostenían, con su maestro Heráclito de Éfeso, que todo es móvil y Aque nadie se baña dos veces en el mismo agua.@

COtros, con Parménides y Zenón de Elea, afirmaban que la movilidad es sólo una ilusión que engaña a nuestros sentidos, que sólo es real el Ser único, inmóvil, eterno e inmutable.

Con mucha habilidad, Demócrito resolvió el problema señalando que los átomos son eternos, pero que sus combinaciones son cambiantes y múltiples. Así el universo, que se transforma continuamente, es eterno en sus elementos. Los átomos son indivisibles e indestructibles, sólo sus elementos compuestos no dejan de disolverse para recomponerse. Es fácil deducir de esto que nada ha salido de la nada y nada vuelve a la nada. La muerte por tanto es sólo una transformación, los dioses no tienen ningún poder creador.

El alma, o la conciencia, está formada de átomos distintos (Aredondos y esféricos@) de los que forman los cuerpos materiales, que son capaces de penetrar en el interior de todos los cuerpos.

La teoría de Demócrito es unitaria en la medida en que, según él, el universo entero es material, está formado de átomos. Es materialista, puesto que alma y cuerpo están formados de átomos; es decir, de materia. Alma y cuerpo están indisolublemente unidos; el alma está extendida por todo el cuerpo, situándose el núcleo central en el corazón que se confunde con el soplo vital. El alma es mortal: desaparece y se disuelve al mismo tiempo que el cuerpo en el momento de la muerte para reincorporarse a la corriente eterna de los átomos. De la intuición a la escuela de pensamiento

Demócrito fundó una escuela que continuó muchos siglos. Su enseñanza fue continuada y completada por Epicuro (340-270 a.C.), que dio su nombre alta doctrina Cel epicureísmo C por concretar él las consecuencias filosóficas.

De la obra del mismo Epicuro sólo nos quedan algunas máximas y tres cartas. Pero la influencia de su escuela ateniense fue tal que llegó hasta Roma.

En el siglo primero antes de nuestra era, el poeta latino Lucrecio (98-55 a.C.) decidió traducir la obra de Epicuro para ponerla a disposición del público en general y compuso un largo poema filosófico en seis cantos, el De Rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas).

La doctrina se concreta y se establece definitivamente. Sólo existe un mundo fenoménico, el universo no es sino un gran mecanismo. Las sensaciones y las ideas constituyen los fenómenos. Nuestras sensaciones son producidas, según Lucrecio, por corpúsculos invisibles derramados en la atmósfera que, al

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introducirse en los diversos conductos de nuestros cuerpos, afectan de distintas maneras a nuestras almas. Estos *simulacros+ se dividen en varias clases1. Unos son enviados por los mismos cuerpo y son las emanaciones o de la superficie o del interior de los objetos (como las sensaciones visuales, el oído, el gusto, el olor). Otros se forman en el aire (es el caso de las ideas, puestas en el mismo plano que las sensaciones, de las que la atmósfera está siempre llena) y su tejido es tan fino que se inscriben en todos los poros de nuestros cuerpos.

Hay que reconocer al epicureísmo una originalidad única en la antigüedad. En una época en que el poder religioso se confunde con el poder político, una escuela se atreve a negar la existencia de los dioses y a hacer de la ciencia la fuente de todo progreso y de toda esperanza para la humanidad. La religión sólo puede aportar ignorancia y angustia a los hombres. Atribuye al trueno y a los eclipses un significado de castigo divino que paraliza el valor y la razón del hombre. La ciencia, al demostrar que los dioses son sólo simulacros, imágenes sin ningún poder sobre el destino de los hombres, permite, a través de un análisis objetivo y racional de todos los fenómenos naturales, hacerle al hombre dichoso quitándole toda fuente de angustia.

Sólo el sistema democrático vigente en Atenas en la antigüedad y la relativa libertad (incluso impertinencia) de que gozaban los ciudadanos griegos respecto a la religión, explican la duración del epicureísmo. La era cristiana y la confiscación por la Iglesia de la ciencia y la cultura durante más de mil años, el olvido relativo en el que cae la cultura griega, son la causa del letargo de la corriente filosófica materialista hasta el Renacimiento.

Sólo a partir del siglo XVI y sobre todo del XVIII y XIX se multiplican de nuevo las referencias materialistas.

La necesidad de separar filosofía y teología y de promover un método experimental y racional se impone, poco a poco, a los filósofos y a los hombres de ciencia. Francis Bacon (1561-1626) es uno de los primeros en destacar la importancia del método experimental, de la observación racional de los fenómenos, y el papel asignado a la ciencia: ampliar indefinidamente el poder del ser humano.

Sus ideas marcaron profundamente a Descartes, y más todavía a los filósofos ingleses Hobbes y Locke.

Thomas Hobbes (1588-1679) es ante todo un pensador político: defensor de un estado totalitario en el que la fuerza sea más importante que el derecho, fundamenta su visión pesimista de las relaciones humanas (*el hombre es un lobo para el hombre+) en una filosofía materialista que toma algunos de sus elementos del empirismo de Bacon y del atomismo de Epicuro y de Demócrito.

Para él, el origen de todo conocimiento es la sensación, principio inicial del conocimiento de los principios mismos: la imaginación es una agrupación

1. *Simulacra+, para Lucrecio, designa los corpúsculos que influyen en nuestras

sensaciones y en nuestras ideas.

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inédita de fragmentos de sensaciones, la memoria es sólo el reflejo de sensaciones anteriores, las ideas son sólo los epifenómenos de un alma material. El espíritu es una máquina, el corazón es un motor, toda moral se reduce al instinto de conservación, de afianzamiento y de poder.

La primacía de los sentidos y de la sensación está también en la base de la filosofía de Locke y de Condillac.

Según Locke (1632-1704), todas las ideas complejas se reducen a ideas simples que proceden de la experiencia. Aunque él mismo no era completamente materialista, puesto que reconoce la existencia de un Dios, sus ideas serán utilizadas frecuentemente en diversas doctrinas materialistas.

Condillac (1715-1780), en su Traité des sensations, reduce también todas las operaciones del alma a sensaciones y desarrolla ampliamente la imagen de la estatua. Según él, una estatua a la que diéramos solamente el sentido del olfato nos permitiría reconstruir todo el psiquismo. Si hiciéramos que esta estatua respirase una rosa, sería toda ella olor de rosa. Esta sensación nos daría la clave de la atención. Lo que quedaría de la sensación cuando el cuerpo oloroso dejase de actuar sobre el órgano sería el recuerdo, el deseo sería sólo la necesidad de volver a encontrar una sensación agradable, etc. Marx: el materialismo se convierte en histórico

El empirismo y el sensualismo propios de estos filósofos ingleses y franceses de los siglos XVII y XVIII están en la base del materialismo del filósofo alemán Feuerbach, en el que se inspirará intensamente Karl Marx. *El fósforo, decía Feuerbach, es el que piensa en nosotros+. Este sorprendente reduccionismo resume un razonamiento muy lógico según el cual las ideas no son sino productos de la conciencia humana (incluso la idea de Dios), la cual es sólo el producto del cerebro humano, es decir de la materia. El espíritu es por tanto el reflejo de las condiciones materiales que lo producen.

Karl Marx, a partir de las ideas de Feuerbach, funda el materialismo histórico combinando ciertos principios hegelianos, como el primado de la historia, el progreso mediante la resolución de contradicciones.

Para Marx, *no es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino su existencia social la que determina su conciencia+.

El materialismo de Marx se basa en una ley esencial: la ley de acción recíproca. Si bien el hombre es un producto de la materia y de las condiciones en que vive, puede también actuar de rebote sobre la materia y transformar mediante su trabajo las condiciones de su existencia. Esto explica la importancia fundamental de la Historia en la doctrina marxista. La clave de la evolución de las sociedades viene dada por el desarrollo de las técnicas y condiciones de producción que él denomina fuerzas productivas. Una determinada situación de las fuerzas productivas, (en la Edad Media, el molino; en el siglo XIX, la

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máquina de vapor), explica el régimen social (el régimen feudal, el capitalismo), lo que él llama relaciones de producción. Fuerzas productivas y relaciones de producción constituyen la infraestructura de la sociedad a partir de la cual se explican las ideas (jurídicas, filosóficas, religiosas, artísticas), que no son sino superestructuras, epifenómenos. El materialismo en el siglo XX: psicología y biología

En el siglo XX, el materialismo se ha impuesto sobre todo en los campos psicológico y biológico, que han desarrollado modelos materialistas de conciencia muy elaborados.

En esta línea, se puede citar la escuela behaviorista de psicología, que considera los estados de conciencia como el resultado de comportamientos mecánicos, de reflejos condicionados que pueden ser estudiados experimentalmente con la ayuda de stimuli. Se rechazan todos los estados o hechos subjetivos. La conciencia no es ya sino un epifenómeno del cerebro y del sistema nervioso.

El más reciente modelo materialista de conciencia ha sido propuesto por los cibernéticos. Se basan en la analogía que existe entre el funcionamiento de los ordenadores y del cerebro humano.

En Gran Bretaña, en los años 50, Gray Walter construyó tortugas electrónicas dotadas de reflejos condicionados análogos a los de los seres vivos. Estas tortugas iban a buscar su *alimento+ y eran capaces de ir ellas mismas a abastecerse en una fuente de energía cuando sus reservas estaban a punto de agotarse. Llevando al extremo estas ideas, los cibernéticos llegan a considerar a los organismos vivos como autómatas cuyo mecanismo explicará un día la cibernética apoyándose en leyes puramente fisicoquímicas.

En estas condiciones )en qué se convierte la conciencia? W.R. Ashby, en Design for a Brain (Nueva York, 1952), declara que en su obra no mencionará en ningún momento ni la conciencia ni los elementos subjetivos asociados a ella, porque no ha creído necesario introducir este concepto.

En 1963, en The Modeling of Mind, Mac Kay describe la conciencia como un conjunto de elementos orgánicos que reaccionan a través de redes de información. La unidad de la naturaleza en el espíritu

En oposición con esta visión totalmente materialista de la conciencia y del universo, se sitúan las doctrinas que defienden la unidad de la naturaleza en el espíritu. Hay que destacar que son mucho menos numerosas que las concepciones materialistas o dualistas.

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Sólo dos filósofos, que vivieron ambos en la segunda mitad del siglo XVII, desarrollaron esta tesis hasta sus últimas consecuencias.

Spinoza elaboró, a partir de la doctrina cartesiana, un panteísmo perfecto. El universo se confunde con Dios que es una sustancia perfecta que se basta a sí misma. Dios, según la definición que se da en la Ética, *es un ser absolutamente infinito, es decir una sustancia constituida por una infinidad de atributos cada uno de los cuales expresa una esencia eterna y espiritual+.

De estos atributos, sólo conocemos dos: el pensamiento y la extensión. El mundo es el conjunto de los modos2 de estos dos atributos. El hombre es una colección de modos de la extensión del pensamiento. Su libre albedrío se reduce a la ignorancia de las causas que lo determinan.

Leibnitz, que se escribía mucho con Spinoza, llevó más lejos la visión de un universo totalmente espiritual. Mientras Spinoza muere prematuramente a los 45 años en 1677, Leibnitz, que era catorce a os más joven que él, vivirá hasta 1716 y llegará a la edad de 70 años. Contrariamente a Spinoza que era un solitario, excluido de la comunidad judía de La Haya desde la edad de 24 años por sus ideas consideradas heréticas, que conseguía sólo modestos ingresos mediante la fabricación de lentes de telescopio, Leibnitz desarrolló muchas actividades políticas (consejero importante y respetado en diversos Estados alemanes), científicas (fundó la Academia de Berlín, descubrió al mismo tiempo que Newton los elementos del cálculo infinitesimal) y ocultas (ocupó altos cargos en la sociedad secreta de los Rosacruces). Hombre conciliador y de contactos, quería fundar un panteísmo más desarrollado que el de Spinoza.

Soñaba secretamente con encontrar una Acombinatoria universal@, una especie de cálculo filosófico que, a partir de símbolos universales rigurosamente definidos, permitiera con sus combinaciones encontrar toda la verdad.

El Renacimiento barrió algunas de las certezas filosóficas establecidas por la Edad Media. El progreso de la ciencia, la utilización del método experimental, su influencia en la filosofía (en la de Descartes, pero también en el empirismo de Hobbes y de Locke, de los que Leibnitz es contemporáneo) sólo podían provocar una reacción idealista.

Los sistemas de Spinoza y de Leibnitz son totalitarios a semejanza del sistema materialista de Hobbes. El establecimiento de monarquías absolutas en casi todos los países europeos en el siglo XVII )tuvo alguna influencia en los filósofos? Nadie puede saberlo. En todo caso, es en este final del siglo XVII cuando se elaboran las dos grandes doctrinas idealistas unitarias más originales de la filosofía.

La Monadología, publicada en 1714, es sin duda la obra en la que Leibnitz expresa mejor sus ideas.

Presenta al universo como compuesto de unidades de fuerza que son las

2. *Por modos, entiendo las afecciones de la sustancia, es decir las cosas que están en

otras cosas por las que ellas son también concebidas+ (introducción a la Ética)]

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mónadas. Estas mónadas son sustancias simples, sin extensión, activas y espirituales. Son en cierto sentido átomos energéticos de espíritu, puntos metafísicos. Toda mónada es percepción, pero no todas tienen el mismo grado de perfección. Están escalonadas, desde las más humildes dotadas de percepción y de apetito pero no de memoria, hasta las más perfectas, que están dotadas de razón, y hasta Dios.

ALa mónada de que aquí hablamos no es sino una sustancia simple que entra en los compuestos; simple, sin parte. (...) Ahora bien, allí donde no hay partes, no hay ni extensión, ni figura, ni posible divisibilidad; y esas mónadas son los verdaderos átomos de la naturaleza y en una palabra los elementos de las cosas.@

Se observa aquí el parecido con el atomismo de Demócrito, pero a diferencia de los átomos de Demócrito, los átomos de Leibnitz son espirituales y no espaciales, y cada uno de ellos refleja, como un microcosmos, el universo en miniatura. La mónada dominante es la del último control: puede estar asociada a una conciencia colectiva o espíritu universal y localizado en alguna parte, más allá de las fronteras del espacio-tiempo.

Las visiones totalmente idealistas de Spinoza y Leibnitz tienen una posteridad menos duradera que las teorías materialistas. No están sin embargo desprovistas de interés y presentan tal vez un carácter más fascinante por su propia rareza que las doctrinas dualistas, que son mucho más frecuentes en la historia de la filosofía. La corriente dualista El universo de Platón

Así como las doctrinas unitarias son muchas veces deterministas, así también las doctrinas dualistas dejan al hombre una parte de libertad. Éste es el caso de la filosofía de Platón, elaborada a partir de las enseñanzas de Sócrates y de algunos filósofos presocráticos, a finales del siglo V a. de C. Platón distingue claramente el cuerpo y el alma. El cuerpo está hecho de una sustancia material y divisible, el alma está compuesta de una sustancia inmaterial, indivisible y eterna. Es inmortal.

El alma se une al cuerpo, en el momento del nacimiento, y se desprende de él en la muerte. Por su cohabitación con la materia, pierde su pureza y se distinguen en ella tres partes: una parte superior o razón, facultad contemplativa destinada a mantener la armonía de las dos partes inferiores, el valor y los apetitos o deseos físicos, que atraen hacia el hombre al mundo sensible, hacia la apariencia.

La morada habitual del alma es el mundo de las ideas. La teoría de las ideas es esencial en Platón. Los seres vivos son seres cambiantes, en continuo

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devenir y destinados a la destrucción. Pero cuando se les observa, se da uno cuenta de que reproducen en la misma especie caracteres constantes que se transmiten de generación en generación. Son copias de modelos universales, inmutables, eternos, que Platón llama Ideas. Así, la Idea del hombre es el tipo ideal que representa a todos los hombres. Este tipo es el único que vive porque las copias siempre cambiantes y perecederas apenas merecen el nombre de seres; y porque ese tipo existe realmente, porque es eterno e inmutable, puede ser conocido y ser objeto de ciencia.

En el mundo de las Ideas hay una jerarquía. La Idea más elevada, el límite del mundo inteligible, es la Idea del Bien. Según Platón, todos los objetos de la naturaleza e incluso las creaciones humanas obtienen su existencia de una Idea.

El hombre tiene en sí por tanto una parcela del mundo de las ideas, porque el alma, antes de asociarse con el cuerpo, permaneció en el mundo de las Ideas. La parte del alma que razona conserva reminiscencias de lo que ella contempló en el mundo de las ideas, pero las partes inferiores convierten al hombre en esclavo de sus sentidos. El hombre, situado en el mundo, es víctima de la ilusión de sus sentidos; toma por realidad lo que no es sino una imagen (es lo que explica el Amito de la caverna@, libro VII de La república) de la verdadera realidad, el mundo de las Ideas. Después de la muerte, el alma abandona el cuerpo y vuelve al mundo de las ideas. Es inmortal y se reencarna a intervalos regulares en cuerpos, a través de los tiempos.

La teoría platónica propone por tanto una visión totalmente dualista del universo, en la que el mundo de los sentidos y de las imágenes gobierna el cuerpo, y el mundo de las ideas el alma. Platón ve al alma como una realidad separable del cuerpo y, correlativamente, atribuye al cuerpo una existencia propia: defiende por tanto la separación total de los cuerpos y de las almas.

Aristóteles: el alma y el cuerpo, dos caras de una misma realidad

Aristóteles, su discípulo, plantea objeciones contra ese dualismo violento. No comprende cómo puede imaginarse que un alma cualquiera pueda venir a residir en un cuerpo cualquiera. Define al alma de una manera totalmente distinta. El alma es para él Ala entelequia@ primera de un cuerpo orgánico que tiene la vida en potencia.

En su Física y su Metafísica, Aristóteles define dos conceptos esenciales de materia y de forma que son principios completamente opuestos:

CLa materia es lo múltiple, lo disperso, es un conjunto, no tiene unidad natural, no existe en sí. La materia es indeterminada y potencialidad: no puede producir ningún acto si no es animada por un agente. Sólo es la acción en potencia, la acción potencial. Los cuerpos, que son materiales, son en realidad únicamente máquinas preparadas para funcionar, que no poseen la condición inicial, la capacidad de desencadenamiento, la aptitud para entrar en acción.

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CLa forma es por el contrario determinada, inmaterial y acto. Es lo que permite a la materia pasar de potencia a acto. La forma es el alma. Ella es la que permite al cuerpo Aanimarse@. Es, para Aristóteles, Ala entelequia primera del cuerpo@, dicho de otro modo la forma.

La materia nunca está separada de la forma, que es lo que existe realmente, puesto que es unidad y no conjunto de partes.

El alma es por tanto la forma del cuerpo, tiene como materia el cuerpo. Ahora bien, una forma no es a ningún nivel una cosa material, no es en modo alguno un cuerpo en otro cuerpo.

En cierto sentido, Aristóteles tiene una concepción del alma todavía más idealista que la de Platón, en la medida en que es sólo una categoría lógica, una abstracción total. El alma está unida al cuerpo en la medida en que materia y forma no pueden ser separadas, son como dos caras de una misma realidad. El alma comparte las dolencias del cuerpo como toda forma comparte las dolencias de su materia y muere con él.

Aristóteles, que era hijo de médico, se opone con frecuencia a Platón que tiene una formación más matemática. Las ciencias no estaban tan compartimentadas en aquella época como en la nuestra. Sin embargo, Aristóteles se mostró siempre más inclinado que su maestro a la observación de los fenómenos concretos. Su cultura era universal; no hay tema que le haya sido extraño. Desde la política hasta el teatro pasando por la física, la meteorología; desde la biología a la metafísica, pasando por la lógica, Aristóteles trató de analizar la naturaleza del universo y del hombre.

Su idealismo es en realidad un artificio lógico. Lo único que existe realmente a los ojos de Aristóteles es el individuo concreto. Las ideas cuya existencia defendía Platón no tienen realidad objetiva porque en ellas no puede haber modelos reales de cosas sensibles. Así, no es la Idea de plátano la que produce plátanos particulares como sostenía Platón, sino un plátano particular que engendra otro plátano particular.

Como Platón, Aristóteles parte de la constatación de que el mundo está en continuo devenir. Esta idea que sostenían dos filósofos anteriores a Sócrates, Parménides y Zenón de Elea, ya había estado en el origen de la teoría atomista de Demócrito. En efecto, si la evidencia demuestra la movilidad de la realidad, una reflexión más profunda demuestra que existe una cierta permanencia en lo real. Esta contradicción es la que se comprometieron a resolver los filósofos griegos. Demócrito sostenía la existencia de átomos eternos cuyas combinaciones estaban en continuo devenir. Platón resuelve el problema imaginando dos universos paralelos: el mundo inteligible de las Ideas y el mundo sensible que conocemos, siendo el primero inmutable y proporcionando los modelos al segundo que está en continuo devenir.

En cuanto a Aristóteles, parte de la realidad del cambio y trata de explicarlo haciendo intervenir la distinción esencial del acto y de la potencia: una bellota es una encina en potencia, el árbol sólo será acto cuando haya

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crecido. Entre el ser y el no-ser hay por tanto un intermedio, la potencia. Aun siendo algo real, la potencia se concibe sólo con relación al ser que le da el último toque, con relación al acto: el devenir del mundo es sólo la actualización incesante de las potencias. De aquí la distinción entre el cuerpo que es potencia, materia susceptible de transformación, y el alma que es forma y permite al cuerpo-potencia transformarse y convertirse en acto.

El alma, en la concepción aristotélica, no es realidad sino el intermedio entre la potencia y el acto, uno de los componentes de ese dúo. Por esta razón, entra en el sistema de cuatro causas definidas por Aristóteles y que caracteriza todos los fenómenos del universo.

La primera causa es material, indica aquellos de lo que se hace una cosa: así el mármol es la causa material de una estatua.

La segunda causa es formal, indica el tipo, la esencia que da a cada cosa su forma concreta: para una estatua es la idea querida por el escultor, para el ser humano es el alma.

El alma es sólo una causa formal, es decir una especie de Idea platónica convertida en inmanente, que no existe fuera de la sustancia individual que ella actualiza. Aristóteles distingue en el hombre tres almas: el alma vegetativa y el alma sensitiva, comunes a las plantas y a los animales y principio de las funciones orgánicas e instintivas, y el alma racional que pertenece en sentido propio al hombre; ella sola define lógicamente y constituye su forma y su naturaleza. A la preocupación de una observación casi biológica de las funciones humanas (distinción de las almas vegetativa y sensitiva, y luego racional), se superpone la reflexión metafísica (el alma en cuento forma, permitiendo al cuerpo convertirse en acto). El dualismo de Aristóteles es por tanto más complejo que el dualismo platónico, en cuanto que hace también intervenir una tercera y una cuarta causa en todo acontecimiento:

La causa eficiente, que es el antecedente directo que provoca un cambio Cpor ejemplo, el golpe de cincel del escultor C y, finalmente, la causa final que es la meta hacia la cual todo se organiza, por ejemplo la gloria y el dinero para el escultor.

La naturaleza es la causa final que guía a todo ser vivo hacia su realización perfecta, hacia el acto puro. Dios es para Aristóteles el acto puro, en el que todo está actualizado, todo es perfecto, y por esta razón es causa primera y final. Del racionalismo al nacimiento de la ciencia

Aristóteles puede ser considerado como el fundador del racionalismo, en la medida en que su estudio profundiza en las categorías lógicas y la concatenación de las causas favorece un camino científico. Mucho más que el idealismo platónico, que no sufre ninguna alteración en su brillante claridad, el

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idealismo aristotélico ha podido ser utilizado con distintos fines y Arecuperado@. En la Edad Media, sobre todo a partir del siglo XII, el Occidente cristiano

vuelve a descubrir la filosofía de Aristóteles cuyos textos se habían perdido en el gran naufragio del imperio romano. Sólo los árabes habían seguido siendo sus depositarios. Este movimiento filosófico, poderoso muy pronto, inquieta un poco a la Iglesia que se apresura a utilizarlo y a integrarlo en su enseñanza. Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, logra en su Suma teológica una síntesis grandiosa del naturalismo aristotélico y de la fe cristiana.

En los siglos siguientes, el pensamiento de Aristóteles degenera en una escolástica dogmática contra la que van a ser llevados a reaccionar los sabios del Renacimiento (el empirismo de Bacon y luego el de Copérnico) y los del siglo XVII (puesta a punto del método experimental por Galileo, Kepler, Newton y Descartes). Descartes, fundador del racionalismo científico

René Descartes (1596-1650) tuvo como Aristóteles una formación pluridisciplinar, pero, descontento con la enseñanza que le dieron en varias universidades, decide formarse solo. A los 25 años, en 1619, un sueño le advierte que está destinado a inventar una ciencia que unificará todos los conocimientos humanos. Todas sus obras publicadas entre 1628 y 1648 serán dedicadas a esto.

Su método, que comprende cuatro reglas Cla evidencia, el análisis, la síntesis y la enumeración C, le lleva a reconstruir el universo siguiendo una reflexión lógica que parte de la existencia de Dios. Se puede dudar de todo, excepto de la existencia de Dios, puesto que Él es perfecto y su perfección implica la realidad de su Ser. Dios es creador: crea las verdades por la omnipotencia de su libre albedrío. Crea el mundo momento a momento; la naturaleza, contrariamente a lo que decía Aristóteles, no tiene ningún poder propio. Las nociones aristotélicas de forma, de acto y de potencia desaparecen. Las leyes de la naturaleza sólo son lo que son en todo momento por la voluntad del Creador. Es rechazar en un mismo movimiento todo naturalismo pagano (la naturaleza no puede ser una diosa) y fundar metafísicamente el racionalismo científico. En efecto, al desaparecer toda finalidad (la naturaleza ya no es causa final como en Aristóteles), la naturaleza queda reducida a un mecanismo totalmente transparente al lenguaje matemático. La ciencia es por tanto independiente, y el hombre está dotado de libre albedrío. Su libertad es creada por Dios en cada instante.

En estas condiciones, Descartes restablece un dualismo de tipo platónico más radical que el de Aristóteles.

El alma y el cuerpo no son ya categorías lógicas y formales, son realidades muy distintas la una y el otro. Su concepción mecanicista de la

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naturaleza le lleva a considerar como una máquina a toda materia no animada por un alma. Éste es el origen de la famosa teoría de los animales-máquinas. Al negarles una alma, Descartes se inclina a considerar a los animales como simples máquinas movidas por resortes mecánicos. Se puede ver aquí una influencia del mecanicismo de Hobbes.

El alma y el cuerpo están dotados de sustancias concretas. El alma es distinta del cuerpo, aunque está íntimamente unida a él durante la vida. El alma es pura sustancia, indivisible, mientras que la materia del cuerpo está compuesta, es divisible. Síguese de ello que el alma escapa a la corrupción de la materia y que es inmortal.

El cuerpo es como una máquina animada por el alma, que es la sede de las acciones, de la voluntad y de las pasiones. Descartes introduce un concepto mayor en el análisis del alma: el alma es para él la sede del yo, del sujeto pensante. El alma es identificada con la conciencia de sí en cuanto que permite al sujeto distinguirse del mundo exterior (en lo que no habían pensado Platón ni Aristóteles).

En las Meditations métaphysiques y el Traité des Passions de l=âme, Descartes sitúa la sede física del alma. Para él, no se sitúa ni en el corazón ni en el cerebro, sino en una pequeña glándula en el interior del cerebro. Es a través de esta glándula como el alma domina a todo el cuerpo.

Descartes distingue dos sustancias: la sustancia material del cuerpo y la sustancia del alma que es inmortal e indivisible (nosotros diríamos dotada de propiedades espacio-temporales diferentes).

El deseo de Descartes de situar físicamente la sede del alma en el cuerpo se parece a las reflexiones de algunos neurofisiólogos del siglo XX, como el australiano John Carew Eccles: para este último, el espíritu es una realidad material, el cerebro un simple receptor, y es el espíritu, a través de influencias físicas todavía no identificadas, el que puede interactuar con una sola neurona y arrastrar una reacción en cadena en las neuronas corticales. Kant: las primicias de la física relativista

Por su parte, Manuel Kant (1724-1804) defiende también la existencia del sujeto pensante y asocia el alma con la conciencia. Pero separa con mucha claridad la sensibilidad de la razón o entendimiento.

La sensibilidad permite al sujeto acceder al mundo fenoménico o mundo de las sensaciones. El espacio y el tiempo no son sustancias sino intuiciones puras que constituyen las condiciones necesarias para el ejercicio de la sensibilidad. Pero este cuadro espacio-temporal limita el campo de la sensibilidad, la cual se ve rigurosamente obligada a no alcanzar sino lo que puede caer bajo sus formas, a captar los datos sensibles sólo como representaciones, es decir como fenómenos. El entendimiento, por el contrario,

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libre del cuadro espacio-temporal, puede acceder al conocimiento de las cosas en sí o Anoúmenos@, mundo plenamente liberado de todos los atributos de la sensibilidad. Las cosas en sí, que son el fundamento de la aparición de los datos sensibles, siguen por tanto inaccesibles a la facultad de conocer por los sentidos.

El idealismo de Kant se acerca al idealismo platónico, en tanto que distingue las cosas en sí y los fenómenos. La idea más elevada de la razón es la idea de Dios. Kant afirma la existencia de Dios, pero también la imposibilidad de conocerlo a no ser por conceptos de pura razón. Integra los datos de la lógica cartesiana identificando la razón con el sujeto pensante, con la conciencia. El análisis que hace de las categorías espacio-temporales, que no son sino intuiciones sensibles, abre con un siglo de antemano extrañas perspectivas sobre los datos de la física relativista y de la mecánica cuántica.. Hegel y el desarrollo del espíritu

Georg Wilhelm Friedrich Hegel, (1770-1831), en lugar de distinguir radicalmente el espíritu y la realidad como Kant, estudia el desarrollo del espíritu a través de tres fases: la tesis, la antítesis y la síntesis.

El absoluto es en primer lugar pensamiento puro e inmaterial. Es además existencia exterior al puro pensamiento, disolución del pensamiento en el espacio y en el tiempo (es la naturaleza). En tercer lugar, el absoluto vuelve de su existencia exterior, de su alienación de sí mismo hacia sí mismo; en esta vuelta se convierte en el pensamiento que se conoce a sí mismo, que existe por sí mismo: el espíritu. La Historia es el desarrollo del espíritu universal en el tiempo. Un nuevo modelo de conciencia

El problema de la conciencia se ha planteado siempre, cualquiera que sea la actitud que se adopte sobre ella: unitaria o dualista, materialista o espiritualista.

Esta cuestión está estrechamente ligada a la visión del universo y a la interpretación de la realidad, en el centro de la cual se sitúe el sujeto pensante que debe adoptar un cuadro conceptual. Aprehensión y explicación de la susodicha realidad, en relación directa con el concepto de conciencia, serán el tema del próximo capítulo.

El objetivo de la presente obra es proponer un nuevo modelo de conciencia que reconcilie las dos grandes corrientes de pensamiento analizadas anteriormente.

CEste modelo de conciencia se relaciona con una filosofía unitaria a la vez materialista y espiritualista. Afirma la existencia de la conciencia, así como

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la existencia de una parcela de conciencia en cada ser vivo, en cada parte del universo (Leibnitz y Spinoza). Pero se demuestra también que la conciencia es una sustancia material, que es materia.

Este modelo se relaciona por una parte con una corriente de pensamiento dualista, en la medida en que afirma que si bien la conciencia es una sustancia material, la materia de que se trata es diferente de la materia ordinaria que conocemos.

Se trata de una materia formada por partículas más rápidas que la luz y que pertenecen a un universo en el que el tiempo y el espacio son diferentes, en el que la información es primordial. Este modelo implica, en particular, una dualidad de la realidad y se asemeja a la distinción entre el mundo de las Ideas y el de las imágenes.

Capítulo 2

Conciencia y realidad

La definición de conciencia es inseparable de la de realidad: es la

conciencia la que nos permite percibir y analizar la realidad. Conciencia y realidad forman una pareja inseparable que se encuentra en

el centro de todos los grandes sistemas filosóficos. Cuando un filósofo concede un estatuto a la conciencia, que se relacione con cualquiera de las corrientes que hemos visto en el capítulo anterior, construye al mismo tiempo una realidad muy especial. Su concepción de la conciencia compromete su visión de la realidad y del universo.

En nuestras conversaciones diarias, nos referimos continuamente a la realidad como a una evidencia que nadie osaría atacar. Sin embargo, nos vemos en muchos aprietos cuando se nos pregunta qué entendemos exactamente por real y realidad. Una evidencia se define generalmente con mucha dificultad.

El problema es que pasamos nuestra vida en medio de evidencias y nos conformamos ordinariamente con conceptos muy vagos para definir nuestro universo. El mundo sigue siendo para nosotros idéntico, en definitiva, a lo que era para nuestros lejanos antepasado de la prehistoria: un gran enigma. La única diferencia es que ahora nos imaginamos que conocemos todo o casi todo, creemos resolver los problemas utilizando algunos términos técnicos que no

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comprendemos realmente. )Qué es la realidad?

Si nos acorralan, acabamos confesando lamentablemente que la realidad puede definirse por lo que se ve, por lo que se toca, en resumen, por lo que nos rodea y se manifiesta a nosotros. El diccionario no lo hace mejor al definirla como lo que existe efectiva y verdaderamente, asociando la realidad con la verdad, otra de esas evidencias tan difíciles de definir. En cuanto a la etimología (del latín res: la cosa), nos orienta hacia una asociación de la realidad con la materia.

De hecho, en el centro de la realidad se sitúa el yo, el sujeto que piensa y que siente. El hombre, situado en el centro del universo, es sede de múltiples sensaciones (visuales, auditivas, táctiles...) que analiza con su conciencia. La realidad sería un conjunto de objetos materiales que aparecen ante la conciencia como separados y distintos, presentando cierto número de características (resistencia a la penetración, forma, color...). Estas características, que constituyen la identidad del objeto, sólo son captadas y analizadas a través de los órganos de los sentidos.

La realidad supone por tanto una cierta permanencia en el tiempo, una continuidad de sensaciones y un consenso de los seres humanos sobre su naturaleza y sus criterios. Esto explica que se asocie tantas veces con la verdad. La realidad ya no es lo que era

El fundamento de la realidad no es en efecto otra cosa que una asociación de los criterios sensoriales y de la interpretación que da el cerebro a esos datos. Si nuestros sentidos son Aembusteros@, por tomar la expresión de Descartes, o más exactamente, si se produce un fallo en el proceso de formación de la percepción y de la interpretación de los datos sensoriales por el cerebro, es toda nuestra concepción de la realidad la que se viene abajo.

Ahora bien, algunos fallos precisamente han podido ser recogidos en el complejo proceso de construcción de la realidad por nuestros sentidos y nuestra inteligencia. Lo real puede no ser tan real como nos gusta decir, la realidad ya no es lo que era. Entra en ella una parte no despreciable de irrealidad y de misterio.

Tomemos una ejemplo trivial: el color rojo. En realidad, el rojo no existe, no tienen ninguna Arealidad@. Un campo de amapolas es sólo una Ailusión@.

La sensación visual no es otra cosa que un mensaje sensorial elaborado a nivel de la retina, luego codificado, para atravesar los diferentes repetidores en el nervio óptico y las neuronas, y luego enviado al cerebro, al córtex precisamente.

Hasta aquí, sin problemas. Pero es a nivel del córtex donde se decide y

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comienza el misterio. Llegado al córtex, el mensaje sensorial posee ya en forma codificada todas las características Avisuales@ del objeto. Su llegada se va a transformar en una actividad eléctrica específica que nuestros escáneres y electroencefalogramas son capaces de captar.

Es inmediatamente después de producirse esta actividad eléctrica cuando el sujeto percibe las sensaciones visuales, cuando tiene la impresión de ver el rojo por ejemplo. Pero existe una minúscula discontinuidad, un pequeño hiato entre el momento en que el córtex produce una actividad eléctrica y aquél en que el sujeto percibe conscientemente la sensación. Es durante ese minúsculo intervalo cuando nace precisamente la sensación: se trata exactamente de un nacimiento, porque nada en el mensaje eléctrico producido antes hacía prever la aparición de ese fenómeno enteramente nuevo. Todo ocurre como si se produjera una última transformación del mensaje, justo antes de que surja del córtex y adquiera un valor significativo.

Así, ante un campo de amapolas, recibimos un mensaje visual que, después de la codificación y el paso al córtex, produce en nosotros la sensación de color rojo. Y sin embargo, el único rastro tangible y medible de esta sensación de rojo, es la actividad eléctrica que se produce a nivel del córtex. Por lo demás, si se coloca una célula fotoeléctrica delante de ese mismo campo de amapolas, ella sólo reaccionará produciendo una corriente eléctrica más o menos intensa siguiendo la longitud de onda registrada.

Sólo un ser humano Ave@ un color rojo allí donde no hay sino una longitud de onda. Él no lo analiza como una longitud de onda o un fenómeno eléctrico, percibe solamente una sensación coloreada. Por tanto, en el breve instante que separa la producción de una actividad eléctrica por el córtex y la percepción del color rojo, se produce algo nuevo, misterioso y, para decirlo de una vez, inexplicable: la sensación Realidad: el universo misterioso de las sensaciones

Lo que nosotros llamamos verdad se basa enteramente en el análisis de las sensaciones. Acabamos de ver que la sensación, propiamente hablando, es inexplicable. Según esto, hay que mostrarse por tanto muy prudente en la definición de la realidad. Ciertamente, existe Aalgo@ que nosotros llamamos Arealidad@, pero ese algo es transformado y reconstruido totalmente por nuestro ordenador cerebral. El objeto, conjunto de sensaciones, tiene sólo una lejana relación con lo que ha dado lugar a su nacimiento.

La sensación (a pesar de ciertos intentos de medición más o menos logradas durante el siglo XIX) es esencialmente subjetiva. Como tal, es evanescente y está sometida a múltiples factores de distorsión: la fiebre, la absorción de una droga pueden alterar completamente las sensaciones ordinarias. )Dónde está lo real para el sujeto cuyas facultades de percepción

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están alteradas? La aproximación a lo real

La definición de la realidad no hace sino retrotraernos a nuestro punto de partida: el sujeto pensante, la conciencia. Lo real se construye en nuestro cerebro y más exactamente en nuestra conciencia (volveremos sobre esta distinción). Lo que llamamos objeto es sólo una construcción subjetiva. Los criterios llamados Aobjetivos@ de la realidad (las sensaciones) son en efecto subjetivos.

Al situar al sujeto Cal yo C en el centro de su filosofía, Descartes no se equivocaba por tanto. La definición de la realidad pasa por la definición de la conciencia y del sujeto. Las dos cuestiones están íntimamente ligadas. Lo mismo que dos actitudes opuestas han marcado las filosofías de la conciencia (materialista o espiritualista, unitaria o dualista), dos caminos muy distintos han permitido a los hombres captar la realidad desde hace miles de años.

El primer método de aprehensión de la realidad consiste en intentar eliminar al máximo el carácter subjetivo de los fenómenos que constituyen lo real (decimos Aintentar al máximo@ porque la subjetividad está siempre presente en la percepción de la realidad). El fin último es alcanzar la objetividad, es decir el objeto en sí mismo. Para este fin, se neutralizan todas las sensaciones utilizando instrumentos de medida, por ejemplo una célula fotoeléctrica, que no conoce la sensación de color. Es la base del método científico y experimental, cuyo fin es deducir, del conjunto de fenómenos, leyes que resulten de medidas y que tengan un valor universal.

El segundo modelo concede al carácter subjetivo de la realidad una importancia primordial. Consiste en utilizar las sensaciones, los estados de conciencia, para establecer aproximaciones significativas entre esos elementos subjetivos, con la esperanza de ir más allá de la apariencia sensorial y penetrar en la esencia misma de la realidad. El análisis científico

El origen del método científico se remonta a Aristóteles. Sus sutiles categorías lógicas le han valido ser considerado como el padre del racionalismo. Su insistencia en aislar el objeto, la materia, estaba bien visto a los ojos de los hombres de ciencia. Pero es realmente a principios del siglo XVII cuando Galileo, al sentar las bases de la mecánica, establece el método experimental.

A partir del Renacimiento, el mundo científico conoce una gran efervescencia. Cada uno siente confusamente que resulta imposible repetir año a tras año las certezas enseñadas por los grandes sabios griegos y romanos, filtradas luego por la Iglesia en la Edad Media: la tierra está en el centro del

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universo, la sangre no circula... La medicina y la astronomía se van a colocar a la cabeza del progreso y a

contribuir con sus descubrimientos a establecer las bases del método experimental. Copérnico y Képler son los primeros en aprovechar las primicias.

Es a comienzos del siglo XVI cuando Copérnico tiene la intuición del sistema astronómico actual. Recuperando una hipótesis muy antigua formulada ya por Pitágoras, según la cual el sol está en el centro de nuestro universo y es inmóvil, concibe un sistema completamente nuevo que marca el hundimiento de las tesis de Ptolomeo y de Aristóteles.

Comprueba así, experimentalmente, tanto las fases de Venus, observadas con anteojos, como cierto número de fenómenos naturales, todos los datos que él había calculado y predicho teóricamente.

Pero el mérito de haber demostrado la eficacia del método experimental corresponde principalmente a Galileo. Ya muy joven, inventa el termómetro y la balanza hidrostática. Luego, a partir de la experiencia, establece las leyes del movimiento de los cuerpos sometidos a la gravedad. Sus observaciones astronómicas con un telescopio muy perfeccionado -que él mismo había construido- le llevan luego a descubrir la existencia de los satélites de Júpiter y los anillos de Saturno. Se adhiere pronto al sistema copernicano, porque sus propias experiencias verifican las tesis de Copérnico.

El célebre y dramático conflicto que enfrenta a Galileo con la Iglesia hacia 1610, obligándole a renegar de sus convicciones, tiene su origen en su afirmación de que la Tierra gira en torno al Sol, pero también en la utilización del método experimental. Porque se funda en la observación de hecho objetivos y no en principios dispuestos y sancionados por la Iglesia, este método es peligroso y supone el fin de la fe ciega en la omnipotencia de Dios y en la existencia de otro mundo.

Descartes, al elaborar su sistema de filosofía, acaba estableciendo los principios de este método como único válido para analizar los fenómenos. El método deductivo lógico (que va lo simple a lo complejo) es su corolario. Las obras de Descartes serán por otra parte puestas por la Iglesia en el Índice en 1662.

Muy pronto, este método científico, racional y experimental, mostrará su fecundidad, pero se convierte pronto también en un método totalitario que excluye a todos los demás. Se funda, no hay que olvidarlo, en la única lógica aristotélica binaria: un objeto está ahí o no existe, una cosa es verdadera o falsa. Los resultados a los que llega no admiten nunca el matiz. Apoyándose en el éxito creciente de la ciencia, que no cesa de confirmarse en los siglos XVIII y XIX, refuerza su poder absoluto y desacredita todos los demás métodos de acercamiento a lo real, identificándolos con la superstición y amalgamándolos con la religión, contra la cual es llevado a luchar sin descanso. Éste es el origen del racionalismo y del positivismo, tan apreciados en el siglo XIX.

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El método experimental

El método experimental consiste esencialmente en realizar una determinada experiencia, en condiciones tan rigurosas como sea posible. Esta experiencia puede repetirse tantas veces como se quiera (es la condición más importante para su validez; por eso se han descartado los fenómenos parapsicológicos, por no ser reproducibles a discreción). Por ejemplo, la caída de un cuerpo puede ser observada tantas veces como se quiera y da lugar a mediciones siempre idénticas de las que se puede deducir una ley general.

Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, la aplicación de este método consigue maravillas en física. Así es como se descubren las leyes de la óptica geométrica, la naturaleza ondulatoria de la luz, las leyes de la gravitación y de la mecánica con Newton.

El siglo XIX es efectivamente el apogeo de la ciencia experimental. La física reina como dueña absoluta sobre todas las ciencias. Se divide en tres cuerpos doctrinales:

CLa termodinámica, que define las leyes de intercambio de energía y de calor en el universo.

CLa mecánica, cuyas ecuaciones definen con una precisión casi absoluta el movimiento de los cuerpos.

CLa electricidad y la óptica, que son expuestas en su forma más acabada por James Clerck Maxwell, que condensa en las mismas ecuaciones todas las leyes de la electricidad y del magnetismo, deduciendo la existencia de las ondas electro-magnéticas de las que la luz -objeto de estudio de la óptica- es sólo una parte. Se piensa entonces que la responsable de la propagación de la luz y de sus ondas es la vibración de un medio hipotético, el éter.

La materia es escudriñada hasta en sus más mínimas partes: la noción de átomo (la más ínfima parte de materia indivisible) aparece entonces, empalmando con la tradición materialista de Demócrito. Es sin duda el ejemplo más claro de la estrecha relación entre una concepción materialista de la conciencia y de la realidad y el estudio Aobjetivo@, científico, del método experimental.

En este final del siglo XIX, la física y la mecánica parecen ser unos edificios tan acabados que un físico declara que ya no hay nada que descubrir y que compadece a los físicos de las generaciones futuras.

Es entonces cuando aparecen grietas que comienzan a socavar estas hermosas certezas:

La velocidad de la luz en el vacío no se adecua a las leyes de la mecánica. Para explicar las leyes de la radiación, Max Planck (1858-1947) elabora

en 1900 la teoría de los quanta, según la cual los intercambios de energía entre materia y radiación tienen lugar de forma discontinua por pequeñas cantidades o quanta. Cada quantum de energía es igual a h x v, donde v es la frecuencia de la

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radiación y h la constante de Plack (que mide una acción) y tiene una valor muy pequeño. Todo esto viene a decir que existen átomos de energía, los quanta.

Casi en la misma época, el descubrimiento de la radioactividad, ilustración de los azares de la experiencia y de su fructuosa explotación, demuestra que los átomos son complejos. En los primeros años del siglo XX, se elabora un modelo de átomo, parecido a un sistema solar en miniatura. Los átomos están por tanto muy lejos de ser los pequeños objetos indivisibles que se creía: pueden transformarse en otros átomos emitiendo partículas y radiación. Einstein y la teoría de la relatividad

Para informar sobre el carácter anormal de la velocidad de la luz en el vacío (300.000 ks/segundo), que sigue siendo la misma sea quien sea el observador3, Einstein propone en 1905 su teoría de la relatividad restringida.

La teoría de la relatividad propone el principio de que todo es relativo. A gran escala, es en definitiva la ilustración de esa paradoja que cada uno de nosotros ha podido experimentar en algún momento: si estamos en un tren inmóvil mientras otro tren en el andén vecino está en movimiento, tenemos fugazmente la impresión de que es este último el que está inmóvil y que es nuestro tren el que se desplaza.

La relatividad extiende esta constatación a todo nuestro universo. Según ella, el tiempo y el espacio no son absolutos. Cada observador tiene su espacio y su tiempo personal, sólo para él. Por ejemplo, si un observador mira el reloj que lleva otro observador en movimiento, ve que este reloj se retrasa con relación al suyo, y esto tanto más cuanto más se acerque a la de la luz la velocidad del que lo lleva.

Lo mismo ocurre con las longitudes. Si un observador mira un

3. A partir de 1881 tuvo lugar la célebre experiencia de Michelson (y luego de Morley) destinada a poner en evidencia el movimiento de la tierra con relación al éter, medio hipotético que los físicos del siglo XIX suponían que era el soporte de las ondas electromagnéticas y por tanto de la luz. Con relación al Sol, la Tierra se desplaza en su órbita con una velocidad de 30 km/segundo. En seis meses de intervalo, esta velocidad se transforma en una velocidad siempre de 30 km/segundo, pero en dirección opuesta. Si se envía un rayo luminoso en la dirección L1, y seis meses después un rayo luminoso X en la dirección L2, se debería observar entre las velocidades de los dos rayos luminosos una diferencia de 60 km/segundo. Ahora bien, la experiencia óptica muy precisa de Michelson demostró que no había ninguna diferencia. Einstein, admitiendo el resultado negativo de la experiencia (influencia del método experimental), propuso en principio la constancia de la velocidad de la luz, que en el vacío y con relación a todos los observadores, en cualquier sentido, es siempre de 300000 km/segundo.

L1 ≈----------------------------------------≡- L2 O L2

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metropatrón desplazándose paralelamente a él a gran velocidad, encuentra que su longitud ya no es de un metro sino más pequeña. Tiene la impresión de que el metro se ha reducido. Hay una contracción de los cuerpos en movimiento, y esto tanto más cuanto más se acerque a la velocidad de la luz. En el límite, la longitud tendería hacia el cero. Ya no se observaría nada en absoluto.

Esos efectos de dilatación del tiempo y de contracción de las longitudes son recíprocas porque el observador en movimiento verá igualmente atrasarse el reloj del otro y reducirse las longitudes.

Este cambio del tiempo con una velocidad cercana a la de la luz ha quedado perfectamente evidenciado a través de la clásica paradoja de Langevin que un físico puso al día hace unos treinta años. Unos astronautas, a bordo de un cohete movido a una velocidad inferior a la de la luz, alcanzaría en unos meses las estrellas más cercanas de nuestra galaxia, en 21 años el centro de nuestra galaxia situado a 27.000 años-luz y en 28 años la galaxia Andrómeda (un millón y medio de años-luz) y volvería al cabo de 56 años, lo que ya es bastante lejano. Pero durante este viaje, la Tierra, por su parte, habría envejecido 3 millones de años. Es decir, que la teoría de la relatividad impone unos límites a todo sueño de exploración y de conquista de la galaxia. Por otra parte, los autores de ciencia-ficción, al describir sus aventuras intersiderales, tienen la precaución de situarlas en un futuro lejano en el que este problema ya hubiera sido resuelto.

Abordamos aquí una cuestión totalmente esencial para la evolución de la ciencia así como para el conocimiento del hombre y del universo. Según la teoría de la relatividad, jamás podremos alcanzar, y a fortiori superar, la velocidad de la luz. Esta imposibilidad es la que hoy cuestionan las más recientes teorías de la física.

La relatividad establece algunos otros principios sumamente importantes. CLa masa cambia con la velocidad. CLa energía es equivalente a la masa de un cuerpo multiplicada por el

cuadrado de la velocidad de la luz. Es la famosa fórmula E=mc2 que repiten todos los manuales de física y que es muchas veces todo lo que sabemos de la relatividad.

CEinstein aplica luego su teoría a movimientos de cualquier velocidad y a los fenómenos de gravitación. Encuentra una nueva ley de gravedad, de la que la ley de Newton es sólo una aproximación. En esta teoría de la relatividad general, todo sucede como si la masa de los astros deformase el espacio-tiempo, creando una especie de depresión que atrae a todos los objetos que caen al fondo. Al final, se prevé la existencia de agujeros negros cuando la depresión se cierra sobre sí misma.

La aportación esencial de Einstein tiene que ver con que ha terminado con el carácter absoluto del espacio y del tiempo. El verdadero marco de la relatividad es el espacio-tiempo en 4 dimensiones, indicando el guión que no se puede separar el espacio y el tiempo, y que todos los observadores dividen arbitrariamente la realidad en espacio y en tiempo.

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En el plano filosófico, la relatividad tiene por tanto una importancia enorme: destruye los conceptos de espacio y tiempo, remueve los cimientos de la realidad y del universo clásico.

La relatividad es sólo el primer paso de una gran conmoción de la física en el siglo XX. Todavía no combate dos grandes principios que ella respeta: la conservación de la energía y el principio de causalidad. Este último es sin duda el más esencial para nuestra construcción de la realidad. Sólo su hundimiento puede conducir a un cambio real de nuestra visión del universo.

El último ataque brusco y violento a esta visión clásica del universo vendrá indirectamente de la teoría de la relatividad y más exactamente de la naturaleza de la luz.

Resulta esencial saber de qué se compone la luz. Toda la óptica depende de este problema. Ahora bien, el efecto fotoeléctrico, descubierto experimentalmente, es inexplicable. Einstein tiene entonces la audaz idea de aplicar a la luz la teoría de los quanta: la luz está formada por quanta de energía (w = hv) llamados fotones. Había que atreverse con esta paradoja, porque con ella bastaba. En efecto, al mismo tiempo, se descubre que la luz es a la vez una onda y un conjunto de partículas. Según Ale dé@, aparecerá bajo su aspecto corpuscular o su aspecto ondulatorio. Einstein lo justifica diciendo que se trata de un aspecto complementario de la realidad.

Si se llega hasta el fin de esta idea, la luz tiene una doble realidad. El tiempo y el espacio no son absolutos y he aquí ahora que la realidad es

doble, cambiante, evanescente a merced de las circunstancias. )Podría un poeta haberlo dicho mejor?

Pero dado que la luz tiene una doble naturaleza, )quién nos dice que las demás partículas no obedecen también al principio de complementariedad? Louis de Broglie y la teoría de la mecánica ondulatoria

Serán necesarios pocos años para dar el paso. Un joven fantasioso, perteneciente a una de las familias más distinguidas de Francia, Louis de Broglie, establece fácilmente la demostración en 1923.

La idea es de una gran simplicidad. Basta con extender el descubrimiento de Einstein sobre el fotón a todas las partículas materiales.

Esta teoría de la mecánica ondulatoria demuestra que a toda partícula material, como un electrón, un protón, puede ser asociada una onda.

La materia, las partículas, pueden según las circunstancias, aparecer bajo un aspecto corpuscular o un aspecto ondulatorio.

Esta onda es representada por una cierta función ψ, cuyo estudio en los años siguientes va a ser objeto de lo que se ha dado en llamar la mecánica cuántica y la teoría cuántica de los campos.

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Las consecuencias de estas teorías son incalculables y todavía más profundas que las de la relatividad, porque cambian profundamente nuestros conceptos habituales de realidad y de conciencia. La mecánica cuántica y la teoría cuántica de los campos

En primer lugar, una partícula ya no es un objeto en el sentido normal de la palabra. Puede ser a la vez onda y partícula, lo que es imposible a nuestra escala, puesto que un objeto no puede ser a la vez una cosa y otra distinta. La interpretación habitual de la función de onda psi es considerarla como que representa la probabilidad de presencia de una partícula en un punto del espacio, lo que quiere decir que un corpúsculo puede estar al mismo tiempo aquí y en otra parte y no aquí o en otra parte.

El doble carácter ondulatorio y corpuscular que hay que admitir, se presenta como dos aspectos complementarios de la realidad (principio de complementariedad). Las relaciones de incertidumbre de Heisenberg demuestran en especial que, si se determina con precisión la posición de una partícula, su velocidad resulta completamente indeterminada, y recíprocamente.

En el campo de la medida y de la observación, resulta imposible conservar la objetividad. En efecto, según la mecánica cuántica, una partícula posee un gran número de estados posibles para las magnitudes físicas como la energía, y está simultáneamente presente en cada uno de ellos. El que hace pasar a la partícula a uno de los estados que la constituyen, y que será el efectivamente observado, es el experimentador a través del acto de la observación y la medición. Por tanto, sólo se puede conocer el resultado, cuando se hace la medición. Hay una pareja inseparable compuesta de dos elementos, observador-partícula-observada, que están en interacción. Existe solamente una probabilidad de encontrar un estado durante una medición; en la siguiente, no se encontrará necesariamente el mismo estado.

No se da una experiencia objetiva en este campo. Se ve aquí la diferencia con las mediciones de la física clásica (incluimos en este cuadro a la física relativista), cuyo carácter repetitivo permitía fundarse en resultados siempre idénticos para elaborar leyes generales.

El descubrimiento de las antipartículas ha llevado a los teóricos a examinar estados en los que no se conserva la energía y en los que el tiempo puede invertirse. Por ejemplo, un positón (o positrón), que es un antielectrón, puede ser considerado como un electrón negativo que remonta el curso del tiempo, es decir que va del futuro al pasado. De ello resulta que el principio de conservación de la energía de la física clásica y relativista ya no existe. El principio de causalidad se viene abajo y es obligado pensar en dos tipos de causalidad: la primera, que se llama macrocausalidad (porque afecta a los

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acontecimientos a nuestra escala o a la del universo), en la que la causa es siempre anterior al efecto, y la segunda, que se llama microcausalidad (que afecta a los acontecimientos a una escala microscópica), en la que la causa es a veces posterior al efecto como lo demuestra la mecánica cuántica. *Niveles de realidad+

El concepto de realidad, cuyo carácter ambiguo ya habíamos señalado al comienzo de este capítulo, no resiste al examen en el campo microfísico. Sería preferible hablar de Aniveles de realidad@, expresión que presenta analogías con los niveles de conciencia. Esta observación es tanto más importante cuanto que muchos teóricos de la mecánica cuántica admiten que la conciencia del experimentador interactúa y participa en la mediciones en microfísica, sin concretar no obstante lo que es la conciencia.

La interpretación de las ecuaciones de la mecánica cuántica demuestra en efecto que, si se hace caso omiso de cualquier observador, la función psi que representa una o varias partículas corresponde no a una energía muy determinada, sino a una serie de estados de energía muy numerosos y en definitiva coexistentes. A cada estado de energía le está asignada una probabilidad distinta de actualización. Lo mismo ocurre con todas las demás magnitudes físicas que caracterizan la o las partículas.

Al hacer una medición experimental, es cuando el experimentador provocará la aparición de la entidad Apartícula@, con una energía correspondiente a uno de los valores posibles. No se puede prever cuál, pero se puede calcular la probabilidad mayor o menor de aparición de ese valor.

Desde esta óptica, puede decirse que la conciencia del observador participa en la experiencia. En efecto, es justo esta conciencia, si se admite su existencia, la que por medio del cerebro del observador decide el momento y las condiciones de la experiencia; hay que pensar por tanto en un sistema de conciencia del observador-objeto cuántico observado, cuyas relaciones exactas todavía no son conocidas. Teorías cuánticas: )hacia una negación de la realidad?

Las teorías cuánticas han planteado algunas paradojas, como la célebre EPR (Einstein-Podolski-Rosen) presentada por Einstein algo antes de la Segunda Guerra mundial, que debía demostrar según él que la mecánica cuántica desembocaba en una contradicción lógica. Ahora bien, una experiencia reciente, la del físico Aspect, de la universidad de Orsay, ha demostrado que la mecánica cuántica tenía razón contra Einstein.

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En esta experiencia, se producen fotones *correlacionados+ por medio de una cascada atómica. Se tienen en cuenta dos fotones así producidos propagándose en dos direcciones opuestas. Cuando están separados unos quince metros, dos de los observadores hacen una medición de una de las magnitudes físicas que caracterizan a los fotones: se trata en concreto de una magnitud llamada *spin+, que corresponde en nuestra escala con el fenómeno de polarización de la luz.

Existe no un spin determinado, sino una serie de estados de spin, teniendo cada uno cierta probabilidad de actualización. Sólo en el momento de la medición será medido un valor spin, aunque no se sabe cuál. Ahora bien, se constata que los valores de los spins de dos fotones están en correlación, cosa que habían previsto las ecuaciones de la mecánica cuántica.

En realidad, esto es bastante sorprendente. Todo sucede como si uno de los fotones conociese el valor actualizado del spin del otro y se las arreglase para hacer que aparezca uno de sus propios valores de spin que esté en correlación con el del primer fotón.

Las consecuencias son enormes. Algunos físicos no dudan en hablar de no-separabilidad, es decir que la separación espacial no existiría y sería una construcción de nuestro cerebro. Así, en el caso de dos fotones, las distancia de quince metros que los separa sería una ilusión, una apariencia, puesto que se comportan como si su distancia fuese nula.

Otros hablan de variables ocultas y algunos llegan incluso a pensar que el mundo físico no es real y que se da a la vez no-separabilidad y no-realidad. Más allá de los límites del método experimental

Actualmente, la física se caracteriza por algunos hechos esenciales que cuestionan fundamentalmente la noción de realidad tal como se nos ha descrito por el método científico de aprehensión de lo real, es decir el método experimental.

CLa relatividad del tiempo y del espacio. CEl aspecto complementario de la realidad ondas-corpúsculos. CEl número enorme de partículas. Se puede decir en efecto -y se ha

repetido muchas veces- que la física actual es la física de las partículas. Se encuentran nuevas continuamente con la ayuda de grande aceleradores que poseen la mayoría de las naciones europeas y Estados Unidos4. Partículas que se creía que eran fundamentales se muestran complejas. Así se dijo, en un principio, que el átomo era la parte más pequeña de la materia, luego se demostró que estaba formado de protones y neutrones. Los mismos protones

4. En Europa, las investigaciones se centran en Ginebra en el CERN (Centro europeo

de investigaciones nucleares).

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están compuestos de quarks y nada asegura que el quark no resulte de la suma de otras entidades. La noción de partícula fundamental se desvanece por tanto y se reafirma el carácter evanescente de la realidad microfísica.

CLa desaparición de la noción de objeto a nivel cuántico. CLa incertidumbre del principio de causalidad, respetado en nuestro

universo, pero fracasado en el universo microscópico, donde aparece la idea de interacción de la conciencia.

CEl cuestionamiento de la realidad. Tendríamos derecho entonces a concluir en un relativo fracaso del método

experimental en la definición de lo real, porque las conclusiones a las que llega (no-realidad, acción de la conciencia) están en contradicción con sus mismos principios. Esta vía de acercamiento a lo real podría compararse con un cedazo muy grueso que deja escapar partículas muy pequeñas de lo real, pero no son menos importantes.

A la intromisión inquietante de la conciencia en la física puntera se añade otra intromisión, mucho más natural en apariencia, pero cuyas consecuencias están lejos sin embargo de ser neutras: la de la información.

La información está íntimamente ligada a la noción de entropía. La entropía ya había sido introducida en la termodinámica por los físicos del siglo XIX. Es una magnitud muy abstracta que ha adquirido luego su verdadera significación al considerar conjuntos de moléculas. Puede suceder que en una sociedad de moléculas exista cierto orden. Por ejemplo, las moléculas que tienen mucha energía se encuentran todas, unas al lado de otras, en cierto punto del espacio, mientas que las que tienen poca energía ocupan otro punto. Se da aquí una estructura de orden manifiesta.

Si se piensa que este conjunto de moléculas está aislado, se producirá una evolución que será siempre la misma: las moléculas que tienen mucha energía cederán una parte de su energía a las que tienen menos, y al final no habrá sino una sola región del espacio donde todas las moléculas estarán reunidas y animadas por la misma energía media. Se ha pasado por tanto de una estructura de orden a otra de desorden.

Se expresará este hecho diciendo que la entropía de un sistema aislado aumenta constantemente. Como, en definitiva, el universo puede considerarse como un sistema aislado, su entropía aumentará constantemente, es decir evolucionará siempre desde una estructura de orden hacia otra de desorden, sin poder pasar nunca por el mismo estado.

En estas condiciones, )cómo se introduce la noción de información? Tenemos que hablar aquí del demonio de Maxwell. El demonio de Maxwell

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Maxwell imaginaba un estado de desorden completo donde las moléculas

con mucha energía estaban mezcladas con las desprovistas de ella. Es imposible en estas condiciones volver a la estructura de orden, de la que antes hablábamos, pues no se puede volver a pasar por el mismo estado. Maxwell supone entonces la existencia de una criatura sobrenatural que él llama demonio. A este diablo, le da la consigna de reparar las moléculas poniendo a un lado las que tienen mucha energía y a otro lado las que están desprovistas de ella. El demonio, diablo listo, está de acuerdo pero pide ver las moléculas. Para esto, se le da una antorcha eléctrica; entonces realiza su trabajo diabólico.

Esto puede requerir mucho tiempo, pero el tiempo no cuenta para un demonio. Al final, ha restablecido por tanto una estructura de orden y se dirá que la entropía ha disminuido. Pero si ha podido conseguir este resultado, es porque tenía información sobre las moléculas, en este caso gracias a la antorcha que se le había otorgado.

Se puede concluir de esto que tener información equivale a restablecer estructuras de orden, y se llega a la siguiente equivalencia matemática: información = entropía negativa = antientropía. Poseer la información viene a ser la posibilidad de frenar el desorden, de impedirle establecerse como dueño, de restablecer una estructura de orden.

Tomemos como ejemplo los seres vivos, estructuras de orden características por estar formadas de órganos, formados por células, compuestos de moléculas. Si existiese el único principio del aumento de la entropía, los seres vivos no podrían mantenerse con vida, porque el desorden y la desagregación se instalarían con mucha rapidez. Pero todo sucede como si en el interior de los organismos existieran miles de millones de demonios de Maxwell que son advertidos en cada momento, por medio del sistema nervioso, de tal o cual aumento local de la entropía. Reciben por tanto una información y con la ayuda de ésta, siempre a través del sistema nervioso, van a detener el aumento de la entropía.

Por ejemplo, el hombre tiene una temperatura constante de 371 C, pero varias causas (el frío, el calor...) tienden a hacer variar esta temperatura. Los sistemas reguladores reciben información y en el caso de una elevación de la temperatura van a actuar provocando una evaporación cutánea que producirá frío y restablecerá la temperatura normal. Desgraciadamente, estos efectos no son eternos y es finalmente la entropía la que tiene la última palabra, puesto que el envejecimiento puede ser considerado como la instalación del desorden, siendo la muerte el último estadio. La información: factor esencial

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en el acercamiento a lo real

El lector se preguntará tal vez: )qué es esa la información, que ahora se sabe medir como la energía?

A esto podemos responder como Norbert Wiener, uno de los pioneros en este campo: *La información es la información+. Claramente, esta frase significa que, como la energía, la información es una entidad primordial que tiene la capacidad de tomar diversas formas, pero que no se puede definir. Esta intromisión de la información es esencial para el progreso de la ciencia y se sitúa en el límite de las dos vías de acceso a lo real.

En efecto, la búsqueda de información para ordenar el universo está en el origen del método científico. Pero no es menos cierta, para la segunda vía de acceso a lo real, la vía llamada irracional, que se funda en la exaltación de los estados de conciencia y de las sensaciones.

Esta vía trata de recoger la información en estado bruto, sin imponerle las transformaciones lógicas y racionales que nuestro cerebro suele hacer sufrir a lo real para construirlo.

Desde hace siglos, se conocen las *experiencias+ de los grandes místicos de todas las religiones, de los yoguis de la India. Estos seres excepcionales parecen penetrar en lo real de una manera desconocida e inaccesible al común de los mortales, parecen haber experimentado sensaciones, niveles de conciencia que se suelen designar con la palabra éxtasis (lo que etimológicamente evoca una salida fuera de sí, es decir fuera del cuerpo o de la conciencia). Se sabe que el resultado de sus exploraciones lleva a un profundo cambio de su personalidad.

Algunos han podido ver en ello un método de acceso salvaje a la realidad, pero es más bien la realidad científica la que es salvaje, puesto que procede esencialmente por análisis, es decir etimológicamente por la disolución, la separación, la destrucción de los diversos elementos de lo real, lo que es artificial. Por el contrario, la vía mística capta lo real en su totalidad sin destruir ni separar, por una especie de síntesis.

Desde hace algunas décadas, los neurofisiólogos se vienen interesando por estos problemas de conciencia alterada o de niveles de meditación profunda con la ayuda del electro-encefalograma o del escáner, y han observado cambios fisiológicos, en especial en los ritmos eléctricos del cerebro (ondas alfa) durante la meditación profunda.

Los psicofarmacólogos, a través del estudio experimental de algunas drogas como el LSD o la mescalina, han llegado a reproducir estados alterados de conciencia, que recuerdan a veces el éxtasis de los místicos.

Se podrían relacionar con este método distinto de exploración de lo real ciertos ensayos de algunos grandes artistas inspirados (Liszt, Bach, Picasso). Algunas de sus obras producen en nosotros una impresión indecible que nos hace pensar que han alcanzado otros niveles, y que su visión del exterior se confunde con la del espacio interior.

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Hay que destacar por otra parte que el marco de la realidad, tal como queda trazado por la mecánica cuántica, parece muchas veces más loco e irracional que las visiones místicas o las artísticas.

Desgraciadamente, tales estados son cosa de seres excepcionales. Sus experiencias son inexplicables e incomunicables, en forma de información, para la mayoría de los seres humanos.

Pero hay algunos fenómenos que todos podemos experimentar. Estos fenómenos entran en el ámbito de la segunda vía de acceso a lo real, porque privilegian las relaciones *irracionales+ entre los acontecimientos. Queremos hablar aquí de lo que se llama comúnmente coincidencias.

Información y coincidencias: la serialidad de Kammerer

Parece que es un hombre de ciencia, Kammerer, el primero que ha estudiado sistemáticamente estos fenómenos. Hay que destacar que el término *coincidencia+ se aplica en este caso a acontecimientos que aparecen agrupados en un lapso de tiempo relativamente breve, que tienen ciertamente relaciones de semejanza aunque no de significación y no están vinculados causalmente. He aquí un ejemplo tomado de Kammerer, que ha llevado durante veinte años un diario de coincidencias.

Cuenta que el 4 de noviembre de 1910 su cuñado va a un concierto en el que tiene el asiento número 9 y el ticket del vestuario número 9. Al día siguiente, el mismo cuñado vuelve a un concierto en el que le asignan el asiento número 21 y el vestuario número 21.

Tomemos otro ejemplo, más complejo, tomado también de Kammerer, cuya protagonista es su propia esposa. Esta última lee las aventuras de la Señora Rohan, personaje de novela. En el tranvía ve a un hombre que se parece a su amigo el príncipe Joseph Rohan. Por la tarde, el príncipe Rohan viene a ver a Kammerer y a su esposa de improviso. Además, en el tranvía ella oye que alguien pregunta al pseudo-Rohan si conoce la aldea de Weissenbach-sur-Attersee y si sería un lugar agradable para las vacaciones. Al bajar del tranvía, entra en una charcutería en la que el dependiente le pregunta si conoce Weissenbach-sur-Attersee adonde tiene que enviar un paquete.

Es evidente que el cálculo de probabilidades demostraría que tales fenómenos no tienen prácticamente ninguna posibilidad de de producirse. Por otra parte, estos fenómenos hacen un llamamiento a la conciencia del sujeto enfrentada a estas coincidencias y tienen un valor eminentemente subjetivo.

Kammerer veía en este tipo de fenómenos, llamados por él *serialidad+, un principio universal de la naturaleza que se manifiesta de una manera independiente de la causalidad. Para él, las leyes de la serialidad serían tan fundamentales como las de la física. Además, las coincidencias aisladas serían

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sólo las señales visibles de un iceberg insospechado, porque toda nuestra educación nos lleva a fijarnos sólo en la causalidad despreciando la serialidad. Durante sus observaciones, Kammerer evidenció fenómenos típicos de ensambladura bien conocidos por estadísticos, jugadores, y compañías de seguros.

Para Kammerer, existe en el universo, coexistiendo con la causalidad, un principio no causal que tiende a realizar la unidad. Esta ley desconocida puede compararse con los fenómenos de gravitación en física, donde hay atracción de masas sin discriminación. Existiría por tanto una verdadera fuerza de serialidad, la análoga un poco de la fuerza de gravitación, pero que actuaría selectivamente sobre la forma y la función, para reunir a los semejantes en el espacio y el tiempo. Actuaría enlazando afinidades. Jung y la teoría de la sincronicidad

Carl Gustav Jung, médico y psicólogo suizo que destacó en toda la primera mitad del siglo XX, fue uno de los primeros en reconocer la aportación de Freud pero también el primer disidente del movimiento psicoanalítico. Introdujo, más allá del inconsciente individual estudiado por Freud, un inconsciente colectivo (o psique objetiva), estratificación de las experiencias milenarias de la humanidad y que se expresa a través de un pequeño número de temas privilegiados, los arquetipos, que constituyen la sustancia de los seres.

A finales de los años 20, Jung descubre el Yi-king, sistema adivinatorio chino introducido en Occidente por el pastor y misionero Richar Wilhem. Este descubrimiento cambia completamente sus concepciones y su vida.

En 1930, en un discurso pronunciado en homenaje a este mismo Richard Wilhem que acaba de morir, Jung declara: *La ciencia del Yi-king se funda no en el principio de causalidad, sino sobre un principio no denominado hasta ahora, porque no aparece entre nosotros, al que yo he dado, provisionalmente, el nombre de principio de sincronicidad+.

Jung dedicó gran parte del final de su vida a tratar de construir una teoría de la sincronicidad. El resultado de ello fue una obra importante, escrita en 1952 con el físico y premio Nobel Wolfgang Pauli: Naturverklarung und Psyche5.

Antes de dar una definición de la sincronicidad, quisiéramos recordar los principios filosóficos que sirven de base al Yi-king, los cuales influyeron tan profundamente en las concepciones de Jung. El Yi-king es un sistema adivinatorio, varias veces milenario, venido de China. Consiste en la interpretación de hexagramas, figuras que llevan seis rasgos completos o rotos, obtenidos después de una manipulación de cincuenta juncos de aquilea. Este sistema adivinatorio, puesto a punto en el curso de los siglos, dio lugar a la

5. Para una interpretación de la Naturaleza y del Espíritu.

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publicación del Livre des transformations, que aporta un comentario filosófico a cada hexagrama, del que el consultante saca una respuesta a la pregunta que hizo al Yi-king.

Reflejo de la sabiduría china, el Yi-king se funda en dos principios: CEl primero es el de la eterna e incesante transformación: el universo,

repartido entre las dos fuerzas contradictorias del yin (principio femenino y pasivo) y del yang (principio masculino y racional), evoluciona permanentemente.

CEl segundo es la doctrina fundamental de las ideas. Todo lo que sobrevive en el mundo visible es el efecto de una *imagen+, de un mundo invisible. Por consiguiente, todo fenómeno visible no es, por decirlo así, sino una copia de un acontecimiento suprasensible. Esta copia es, desde el punto de vista del desarrollo temporal, posterior al acontecimiento suprasensible que ella refleja.

Se ve la similitud entre esta doctrina y las ideas platónicas, que por otra parte tanto influyeron en Jung cuando elaboró los conceptos de arquetipo y de inconsciente colectivo.

El modo de funcionamiento del Yi-king y los conceptos filosóficos que le sirven de base llevaron a Jung a preguntarse por la existencia de un principio general de causalidad, que llamó sincronicidad. En una de sus últimas obras, Les Racines de la conscience (1971), Jung da una definición del concepto de sincronicidad y de acontecimientos sincrónicos:

*Concurrencia simultánea de dos acontecimientos unidos por el sentido y no por la causa+ (p. 441), o también *coincidencia en el tiempo de dos acontecimiento o más no relacionados causalmente y que tienen un sentido idéntico o parecido+ (p. 571), *de igual importancia que la causalidad como principio de explicación+.

En un estudio reciente y destacado sobre la sincronicidad6, Michel Cazenave concreta esta definición muy general refiriéndose a la obra que escribe Jung en colaboración con Pauli: *Partiendo de su experiencia clínica, Jung definió en su tiempo la sincronicidad a dos niveles distintos: hace notar en primer lugar fenómenos de sincronicidad que él encuentra con frecuencia en su propia práctica, fenómenos que consisten en el encuentro, portador de un sentido privilegiado para los sujetos que los viven, de un estado psíquico determinado con un acontecimiento físico exterior y objetivo, o bien de un estado psíquico interior con un acontecimiento situado fuera del campo de percepción normalmente posible de la persona (podemos pensar por ejemplo en la famosa visión por Swedenborg7 del incendio de Estocolmo, que cuenta Manuel Kant en los Sueños de un visionario), o finalmente en la coincidencia de un estado psíquico con un estado futuro que todavía no existe, que está alejado en el

6. La synchronicité, l'àme et la science, Payot, 1984. 7. Swedenborg, Emmanuel, 1688-1772. Matemático y filósofo sueco muy conocido. A

partir de 1743, tiene visiones y declara que está en relación con el mundo espiritual. Teósofo.

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tiempo y que sólo puede comprobarse después de sucedido. En ninguno de los casos puede encontrarse una explicación o incluso una simple relación causal, en el sentido físico de esta palabra, de ahí la necesidad de recurrir a un nuevo marco conceptual que supere la noción de causalidad y suponga por ello un estatuto de la psique objetiva que se sitúa más allá o más acá, del espacio y del tiempo.+

Michel Cazenave, en la misma obra, utilizando un ejemplo de sincronicidad tomado de Jung, introduce con una gran claridad los estrechos lazos que unen las nociones de sincronicidad con las de arquetipo.

Citando a Jung, describe en primer lugar el siguiente fenómeno sincrónico: *La cincuentona mujer de uno de mis pacientes me contó un día, en una conversación, que cuando murieron su madre y su abuela se juntaron muchos pájaros delante de las ventanas de la cámara mortuoria, historia que ya había oído contar a algunas otras personas. Cuando el tratamiento de su marido tocaba a su fin, habiendo desaparecido su neurosis, se vieron aparecer en él por primera vez ligeros síntomas que yo relacionaba con una enfermedad de corazón. Yo lo envié a ver a un especialista, quien, en el primer examen, no pudo descubrir, según me contó por escrito, nada preocupante. Al volver a su casa de esta consulta, con el diagnóstico médico en el bolsillo, mi paciente se desplomó en la calle. Mientras lo llevaban a su casa, su mujer se encontraba ya sumida en la inquietud más angustiosa: en efecto, apenas había salido su marido hacia el médico, cuando toda una bandada de pájaros se había lanzado sobre su casa. Ella, naturalmente, se había acordado enseguida de lo que sucedió cuando murieron sus padres y temió lo peor.+

Michel Cazenave hace el siguiente análisis de este caso: *Nos encontramos aquí, efectivamente, ante dos series de acontecimientos que no pueden relacionarse entre sí de ninguna manera racional, que producen sin embargo un sentido al mismo tiempo que se inscriben en una realidad física objetiva, y que denotan por otra parte la activación de una constelación arquetípica determinada -puesto que no podemos llegar al punto muerto de todas las antiguas tradiciones de la auguración por los pájaros (...) y que todavía se encuentran hoy los rastros en la expresión comúnmente conocida de pájaro de mal agüero.+

Al poner este ejemplo, se da uno cuenta sin embargo de que todas las implicaciones de la sincronicidad aparecen unas después de otras. Si se admite (...) que *casos de coincidencias significativos Cque deben distinguirse de simples grupos de casualidades C parecen descansar en cimientos arquetípicos, se admite al mismo tiempo que a una correspondencia en el tiempo, y en un tiempo simultáneo, de un estado material con la esfera del psiquismo, corresponde una determinación concreta del arquetipo, como energía psico-física, o como energía anterior a una eventual separación de los dos campos que nosotros percibimos como separados en nuestra realidad cotidiana.

En el momento de producirse acontecimientos sincrónicos, todo ocurre

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como si asistiéramos a una desaparición del tiempo y del espacio, tal como son conocidos habitualmente. En realidad, se trata no de una inversión de la causalidad, sino de un verdadero hundimiento de las coordenadas espacio-temporales que no pueden encontrar justificación en la física relativista clásica, ni tampoco en la mecánica cuántica, puesto que se trata aquí de macro-fenómenos en los que ésta última no puede intervenir.

Será preciso por tanto referirse a otro espacio-tiempo, hipotético pero que compete a la física, porque responde a los principios de la relatividad, donde el tiempo y el espacio no tienen ya las mismas propiedades que en nuestro espacio-tiempo habitual. Ésta es por otra parte la opinión de Michel Cazenave: *Una de las características del acontecimiento sincrónico consiste en que no son solamente las relaciones racionales las que parecen desvanecerse, sino más profundamente las relaciones causales del orden espacio-temporal (...). En el caso de la simultaneidad de dos acontecimientos físicos independientes que producen sin embargo un sentido para un sujeto concreto, hasta el punto de que del uno puede prácticamente inferirse el otro en el caso de la "mujer de los pájaros", o del encuentro de un acontecimiento físico con una actitud psíquica, es la causalidad la que desaparece. Toda la física nos enseña que si A engendra a B, B es posterior a A, y que ha sido necesaria una secuencia temporal, por mínima que sea, para que el efecto haya salido de la causa. Se debe sacar la consecuencia de que la sincronicidad suprime, anula o procede "de fuera del tiempo", y será menester, aquí también, explicarse sobre estas palabras.+

La última característica fundamental de la noción de sincronicidad es la existencia de una significación, de un sentido inherente a los fenómenos sincrónicos, cosa que define muy bien Michel Cazenave: *Hay que notar por otra parte que el fenómeno de la sincronicidad sólo existe porque proporciona un sentido. La coincidencia de un difunto y de una bandada de pájaros que se forma, sólo es realmente una coincidencia para la persona afectada, que la vive como especialmente significativa y que, en esta vivencia, se pone como sujeto. Otra vez hay que ponerse de acuerdo sobre esta palabra; porque la mujer de la que habla Jung no es una simple observadora que mira las cosas desde fuera. Para una persona así, los pájaros que se lanzan sobre el tejado de una casa no le dirían absolutamente nada. De hecho, es una cadena la que se forma entre el sujeto que observa y el sentido que se impone al sujeto, y que hace de ese sujeto un participante en el acontecimiento que, en un doble movimiento, recibe y da sentido a la escena que percibe.+

Si se analiza el precedente fenómeno de sincronicidad, descrito por Jung y retomado por Michel Cazenave, se observa que existen dos informaciones: una información relacionada con la muerte del paciente de Jung, marido de la "mujer de los pájaros" que es la observadora, y una segunda información relativa a la bandada de pájaros que se posa delante de las ventanas de la habitación del marido. No existe ninguna relación de causalidad entre estas dos informaciones, pero en su pasado nuestra observadora ha constatado que cada vez que moría un

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miembro de su familia, se producía una concentración de pájaros en las mismas condiciones. Ha sido llevada por tanto a establecer una correlación entre estas dos informaciones: cada vez que se reúne una bandada de pájaros delante de su casa, tiene derecho a concluir que se ha producido o se va a producir el fallecimiento de un miembro de su familia, siendo muy breve el intervalo de tiempo entre los dos acontecimientos, o siendo los dos simultáneos en el plano temporal.

Es por tanto de la correlación existente entre estas dos informaciones como, a partir de un acontecimiento, se puede deducir la otra. Y es esta correlación que tiene como corolario la interferencia, la que da la significación, el sentido, a esos dos acontecimientos sincrónicos. Pero esta significación sólo existe para nuestra única observadora. Otros observadores podrán tomar conciencia de ello, para a condición de que la observadora inicial les haya dado el medio de descodificar los dos acontecimientos, de ver allí la correlación no causal y por tanto el carácter significativo.

Se observa que la definición del concepto de sincronicidad dado por Jung y Pauli se parece mucho al que da Kammerer para la serialidad. Sin embargo, aparece una diferencia. Kammerer pone de relieve la serialidad temporal, mientras que el concepto de sincronicidad tiene únicamente en cuenta acontecimientos simultáneos relacionados por el sentido, la significación, portadores por tanto de informaciones para un sujeto determinado, informaciones que siguen siendo subjetivas.

Nos parece que el concepto de sincronicidad es más general que el de serialidad: en último extremo, en efecto, la serialidad se refiere a acontecimientos que se reúnen por afinidad. Es posible que estén unidos por el sentido, pero el sujeto sería incapaz de descifrar la información. Los acontecimientos sincrónicos en los que aparece el sentido parecen privilegiados, puesto que el desciframiento de la información y de la significación por el sujeto es inmediato. De todas maneras, afinidad evidente u oculta, carácter a-causal, correlación por el sentido o la significación, constituyen los rasgos esenciales de estos fenómenos, a los que se les llama sincrónicos, coincidencias significativas o aparentemente no significativas.

En esos fenómenos se ve aparecer sin ninguna duda la conciencia y la emergencia de otros niveles de realidad. La conciencia funciona aquí no al margen del tiempo y del espacio, sino más bien en un marco espacio-temporal diferente en el que tiempo y espacio no tiene ya las mismas propiedades. Además, en este marco, la causalidad no tiene ya el papel preeminente que juega en el espacio-tiempo habitual, sino que se encuentra sustituida por la información y la significación dispensadas evidentemente en forma subjetiva.

Hemos visto que para muchos teóricos de la física, la conciencia del observador, o del experimentador, interactúa con los fenómenos observados en el campo de la microfísica, es decir el de la mecánica cuántica. En particular, se ha podido evidenciar esta interacción en una experiencia reciente (la de Aspect

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en Orsay8) en la que mediciones hechas sobre fotones separados por una distancia de quince metros llevan a hablar de no-separabilidad de las partículas en el espacio, es decir de no-realidad.

Hay que destacar sin embargo que algunos físicos no admiten estas ideas y buscan otra explicación. La realidad material de la conciencia

Si tomamos la hipótesis de la intervención de la conciencia en las mediciones cuánticas, los fenómenos sincrónicos representarían entonces también un ejemplo de la intervención de la conciencia en lo real, pero esta vez a nuestra escala (mientras que la mecánica cuántica dirige sólo los fenómenos microscópicos).

Ahora bien, si se le reconoce a la conciencia la posibilidad de una acción sobre lo real (como resultado de una experiencia), hay que admitir por tanto lógicamente que ella misma es una realidad material. Esta conciencia estaría formada por un campo de materia distinto de los actualmente conocidos.

Afirmar la realidad y la materialidad de la conciencia no es nuevo por otra parte. En el siglo XX, han sido propuestos muchos modelos de conciencia material por neurofisiólogos y físicos famosos. Estudiaremos algunos de ellos en el próximo capítulo.

8. Ya hemos descrito la experiencia de Aspect. Diremos solamente que se trata de

mediciones de polarización, estando unida la polarización de la luz a la magnitud cuántica, spin (o helidad) de un fotón. Ahora bien, las dos polarizaciones están relacionadas entre ellas y todo sucede como si los dos fotones no hubieran estado nunca separados, o también como si uno de los dos fotones hubiera enviado al otro una señal a una velocidad superior a la de la luz, para advertirle de su polarización y permitirle ajustar su propia polarización a la suya.

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Capítulo 3

La realidad material de la conciencia

A la luz del análisis de lo real y de la evolución de la física, resulta que realidad y conciencia están estrechamente asociadas y que será cada vez más difícil en el futuro estudiarlas por separado. Los dos modos de acercamiento a lo real, el modo racional, científico, y el modo intuitivo desembocan unánimemente en la afirmación de la existencia de la conciencia. La conciencia interactúa en las experiencias de mecánica cuántica, pero ella está también en el núcleo de las experiencias místicas y de las creaciones de los grandes artistas. Por todas partes, la conciencia parece ser el nudo central de la realidad; ella es tal vez la única realidad posible. La Conciencia: )una evidencia impalpable?

Sin embargo, no existe una definición muy concreta de la conciencia. Se trata de una de esas evidencias muy difíciles de delimitar, lo mismo que la realidad, la verdad. La cuestión es incluso más compleja todavía, en la medida en que el término conciencia está teñido de connotaciones religiosas. Desde la más remota antigüedad (cf. cap. 1), todos los filósofos se han dedicado a la solución de este problema, pero durante demasiado tiempo conciencia ha sido sinónimo de alma, con todo lo que esto implica de definiciones vagas e irracionales.

Por esta razón, los científicos mantienen en general una prudente reserva cuando se habla de la conciencia, rechazando algunos totalmente la idea por miedo a encontrarse embarcados en la misma balsa del misticismo.

Son muchos los biólogos que, en la corriente del positivismo del último siglo, consideran a la conciencia como un epifenómeno que tiene su sede en el córtex cerebral. Desde esta óptica, todo comportamiento de los seres humanos calificado de consciente o de inteligente sería sólo el resultado de un conjunto de reflejos condicionados. Algunos llegan incluso a pensar que en el córtex se formarían Cmediante el aprendizaje de circuitos o bucles neurónicos enlazados por mediadores químicos que dan lugar a microcorrientesC estructuras o modelos, capaces de dar cuenta de todos los aspectos de lo que se llama la conciencia. J.P. Changeux en l'Homme neuronal, cuyo título es muy explícito a este respecto, es uno de los representantes de esta actitud.

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Los fallos de la realidad: el ejemplo de los colores

Vimos en el capítulo anterior que la realidad presentaba un fallo sumamente importante, cuando se estudian más de cerca las sensaciones que forman su substrato, el mantillo en cierto sentido.

Los colores, en cuya existencia todo el mundo coincide, no tienen en efecto ninguna realidad, ninguna existencia objetiva. El color no es sino una longitud de onda; es nuestro cerebro el que crea la sensación de color. )Nuestro cerebro o nuestra conciencia?

El mecanismo de percepción de los colores es uno de los más apasionantes que existen. Como en una receta de cocina, entran en juego muchos ingredientes y no se puede invertirlos. En la base, tiene que haber un flujo de luz, es decir de fotones, que actúe sobre la retina. Debe tocar, en el interior de la retina, unas células llamadas conos que encierran unos pigmentos de tres longitudes de onda cuya mezcla permite reproducir todos los colores. Cuando falta uno de estos conos, dejamos de percibir inmediatamente los colores. La retina del hombre no es muy sensible, sólo puede percibir una zona limitada de longitudes de onda (de 0,4 Φ a 0,75Φ - 1 Φ = 10 -4 cm), no capta, por ejemplo, el ultravioleta ni el infrarrojo.

Pero no basta que la luz golpee a los pequeños conos. Es necesario además que tengan lugar ciertas reacciones fotoquímicas y que se codifiquen, como en un ordenador, los parámetros físicos que definen el color percibido (intensidad, longitud de onda, composición espectral). El mensaje es transmitido mediante impulsos eléctricos a través de una cadena de neuronas hasta el córtex. En cada sinapsis (o relevo), lo mismo que en una carrera de fondo, interviene un mediador químico que reorganiza la codificación del mensaje y le da un nuevo impulso. Finalmente, al final de la cadena, el mensaje llega al córtex, provocando una actividad eléctrica. Una fracción de segundo más tarde, percibimos la sensación. Es una fracción de más. Como en el sombrero de un prestidigitador, ha tenido lugar una operación mágica. Antes, se tiene una longitud de onda y una actividad eléctrica; después, una sensación. El enigma de las sensaciones

)Antes y después de qué? )Cómo? Existe indudablemente una correlación entre un parámetro físico como la longitud de onda y una cualidad de la sensación como el color: si la longitud de onda es grande (0,7 Φ), vemos un rojo; si es corta (0,4 Φ), un azul. Pero )se pueden medir las cualidades de la sensación?

Para que una cosa se pueda medir, hay que definir la igualdad y la suma de esa cosa con otra cosa comparable. Puedo decir, por ejemplo que 0,7 Φ es mayor

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que 0,4 Φ. Pero )se puede decir que la sensación de rojo es mayor que la sensación de azul? Todo el mundo estará de acuerdo en que no.

Antes de la Segunda Guerra mundial, fueron muchos los físicos que se interesaron por esta cuestión, entre ellos Charles Fabry, profesor de la Escuela politécnica. Sus conclusiones coincidían: es imposible poder medir una sensación y, en ningún caso, se la puede identificar con la grandeza física correspondiente.

Es verdad que, en el siglo XIX, el genial Fechner (1801-1887), médico y físico alemán, con una vida extraña y espantosa, puesto que fue ciego muchos años, llegó a definir una función sensación por el método de los umbrales. Para él, la sensación se presenta como una función matemática de la magnitud física. Luego se desarrolló una escuela fechneriana y es sobre la ley de Fechner sobre la que se ha construido toda la psicofisiología moderna. Pero esta ley no resuelve la totalidad del problema. Lo que hace es rechazarlo.

Las sensaciones no son magnitudes físicas, escapan a la medida. Entre el momento en que aparece una actividad eléctrica en el córtex y el momento en que el sujeto experimenta la sensación hay discontinuidad.

Todo ocurre como si la sensación fuera inexplicable en términos de física clásica. No pertenece a nuestro espacio-tiempo, a un universo objetivo, puesto que no es medible. Esta imposibilidad de medida debe llevarnos a considerar la sensación desde otro ángulo.

En mecánica cuántica, si se determina con detalle la posición de una partícula, su velocidad permanece indeterminada y recíprocamente. Es también imposible medir los parámetros de esta partícula, como por ejemplo su grado de energía. En efecto, a nivel cuántico, una partícula posee un gran número de estados donde está simultáneamente presente. Es el experimentador, por el acto de la observación y de la medida, el que hace pasar una partícula a un estado determinado. Es como decir que es la conciencia del observador la que determina la medida de la partícula. Sensación: del espacio-tiempo al espacio subjetivo

La clave del enigma está sin duda aquí. La sensación está determinada probablemente por la conciencia, lo mismo que la medida a nivel cuántico. Pertenecería al espacio de la conciencia y no a nuestro espacio-tiempo clásico. Aparecería simultánea, sincrónicamente, en el momento preciso de la producción de una actividad eléctrica en el córtex.

El estudio de la paradoja EPR, donde dos partículas distantes quince metros se comunican misteriosamente, debe movernos a la reflexión. Es posible que las neuronas se comuniquen de la misma manera con la conciencia.

Es indiscutible, y es la única explicación aceptable, que, súbitamente, en el momento de la producción de la sensación se pasa del espacio físico de las magnitudes mensurables, a un espacio subjetivo, interior, que puede

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identificarse con el de la conciencia. La conciencia es la única localización posible de las sensaciones. El

córtex cerebral sería sólo una parada y no el estadio último de la sensación como creen todavía muchos fisiólogos. Un estado de conciencia de nuestro espacio interior

Henri Bergson definía ya la sensación como un Adato inmediato de la conciencia@. Nosotros diríamos más bien un Aestado de conciencia@, en todo caso un estado puramente subjetivo (a veces engañoso como recalcaba Descartes), que nosotros sentimos como perteneciente a nuestro espacio interior.

Independientemente de las muchas definiciones que hayan podido dar de ella los filósofos de todos los tiempos y de todas las naciones, cada ser humano siente como algo evidente la existencia de algo así como un espacio interior que es la sede de su yo, de la totalidad de las sensaciones, de los hechos psicológicos propios de su vida, de su inteligencia, de su memoria, de sus sentimientos, de sus emociones. De ese espacio interior es de donde saca todo lo que es útil para su aprehensión y su comprensión del mundo que le rodea.

El psicoanálisis nos ha enseñado también que este espacio interior respondía a una geografía, a una topografía muy particular. La conciencia es un poco como una casa. La planta baja y los pisos dan hospitalidad a nuestra percepción consciente del universo, a nuestras ideas, a nuestras emociones... El sótano (bodegas y cimientos) encierran el inconsciente, capas profundas de la conciencia a las que normalmente no tiene acceso el sujeto (no se baja todos los días a la bodega y todavía se divierte menos excavando los cimientos de una casa). Allí es donde se encuentra el inconsciente personal definido por Freud y el inconsciente colectivo definido por Jung.

El psicoanálisis no ha hecho sino confirmar la intuición de algunos filósofos y místicos según la cual la conciencia era una superposición de estados.

P. Janet y Charcot, de los que Freud fue alumno, estudiaron en su servicio de psiquiatría de la Salpêtrière los casos de personalidades múltiples. Utilizaban el trance y la hipnosis profunda para hacer aparecer en ciertos enfermos Cllamados histéricos C personalidades nuevas y coherentes que no tenían nada que ver con su yo habitual.

Estos y otros estudios han llevado a los psiquíatras y psicoanalistas a pensar que la Apersonalidad@ de un sujeto considerado Anormal@ debe tener una yuxtaposición armoniosa de un número mayor o menor de personalidades que dan la ilusión de un YO único. Con ocasión de diversos acontecimientos patológicos, esta composición equilibrada puede literalmente estallar: los fragmentos dan entonces la impresión de llevar cada uno su propia vida; existe coexistencia y no fusión.

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Personalidad y mecánica cuántica: una idéntica superposición de estados

No se puede impedir asemejar estas constataciones a las conclusiones de la mecánica cuántica en la que la partícula está compuesta de una superposición de estados, de los que uno solamente es actualizado por la conciencia del observador en el momento de la medida. El color blanco es desintegrado por un prisma en todos los colores del arco iris: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y violeta. En mecánica cuántica, todo ocurre como si el observador sólo pudiera poner de manifiesto un color cada vez y como si este color tuviera una oportunidad o una probabilidad determinada de aparecer en el momento de la medida.

Por analogía, se puede pensar que la personalidad se forma por la reunión y el ajuste en forma de capas de gran número de estados, como la luz blanca, y que un acontecimiento patológico similar a la medida física hace aparecer uno de esos estados, es decir, uno de los colores, una de las personalidades invisibles hasta entonces.

El estudio profundo de la hipnosis y de los efectos de la droga ha llegado a conclusiones similares. Hipnosis y alucinaciones: las múltiples facetas de la conciencia

En la hipnosis, bajo la influencia de sugestiones hipnóticas, el sujeto ve Csobreponiéndose al mundo real percibido por la mayoríaC nuevas sensaciones, estructuradas y organizadas en un todo coherente que cree que es la realidad.

Asimismo, en una alucinación, sensaciones que forman un todo coherente aparecen ante el sujeto, que está convencido de su realidad y se extraña al ver que los demás asistentes no tienen ninguna sensación parecida a las suyas. Las alucinaciones son de origen psíquico y se observan en ciertas psicosis.

Existen también alucinaciones pedunculares (que no son de origen psíquico, sino relacionadas con lesiones del sistema nervioso central y especialmente de los pedúnculos cerebrales) en las que el sujeto percibe sensaciones inexistentes para su entorno. Pero en este caso, el enfermo es consciente de que lo que él percibe no responde a una realidad objetiva. Está por tanto como desdoblado: por un lado, su yo consciente percibe la realidad y se muestra capaz de distinguir entre lo real y la alucinación, por otro su yo afectado por una lesión percibe alucinaciones.

En todos estos casos de hipnosis y alucinaciones, )dónde se sitúa la personalidad real del sujeto? )Dónde se encuentra su conciencia? Evidentemente, la tesis de la unidad de la conciencia no puede dar cuenta de estos casos extraños.

En el siglo XX, se ha querido estudiar más de cerca los efectos de la droga

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sobre la conciencia. En 1956, Aldous Huxley, en Les Portes de la perception, contaba en detalle las experiencias que había realizado en sí mismo con la mescalina obtenida del peyote mejicano. Por primera vez, se daba cuenta de que el uso de ciertas drogas como la mescalina o el LSD permitía acceder a EAC -Estados Alterados de Conciencia), a realidades diferentes de la realidad ordinaria. Más tarde, el estudio sistemático de tales drogas, estudios llevados a cabo por especialistas de neurociencias (neurofisiólogos, neurobioquímicos, psiquíatras...) desarrolló y confirmó ampliamente estos resultados.

Al parecer, las interacciones existentes entre córtex y conciencia se modifican por el consumo de ciertas drogas, lo que permite al sujeto acceder a otras informaciones procedentes directamente de la conciencia sin haber pasado por la reconstrucción que les impone habitualmente el córtex. No obstante, es esencial destacar que el uso de tales drogas es muy peligroso para el individuo normal y que sólo puede llevar a resultados catastróficos, porque tratar de explorar otras realidades a través de este medio equivale a ponerse en el lugar de un hombre que, sin saber nada de aviones, se pusiera a los mandos de un caza a reacción ultrasónico, a cuatro o cinco mil kilómetros por hora.

Para familiarizar al lector con este tipo de experiencias, lo mejor que podemos hacer es citar a Colin Wilson describiendo las pruebas del doctor John Lily: *En su libro The Center of Ciclone (1972), el doctor John Lily ha tratado de dar un paso más y los resultados coinciden notablemente con lo que ya sabemos de la Ageografía de la conciencia+. El libro tiene como subtítulo AUna autobiografía del espacio interior@, es el relato de las experiencias de Lily con el LSD, la hipnosis y diversas formas de meditación. (...) Esta experiencia le llevó a emprender una exploración sistemática del espacio interior a través del LSD y de una cámara de privación sensorial.@

A partir de estas experiencias, el doctor John Lily define unos niveles de conciencia. Citemos de nuevo a Colin Wilson: *Lily se siente a gusto llamando Ahombre natural@ al Abio-ordenador humano@. (...) Esgrime que el hombre es físicamente un gran ordenador o robot y podría en teoría pasar toda su existencia como un autómata, respondiendo solamente a los stimuli exteriores y utilizando su programación de base. (...) Según Lily, hay cuatro niveles de conciencia positivos por encima de la conciencia cotidiana y cuatro planos negativos, es decir, nueve en total (porque hay que contar también el nivel de la conciencia ordinaria). Afirma haber hecho la experiencia de los nueve niveles, ya sea en el curso de una experiencia diaria, ya sea por medio del LSD+.

El primer nivel por encima de la conciencia ordinaria es el estado de concentración y de motivación extremas.

El segundo nivel es un sentimiento agudo de pertenencia al mundo vivo. Se puede alcanzar por la poesía, la música o el amor.

El tercer nivel, que Lily alcanzaba bajo LSD, sería el de los poderes paranormales (telepatía, videncia, experiencias fuera del cuerpo).

El cuarto nivel positivo, el samâdhi de Râmakrishna, es la unión con Dios.

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Es un sentimiento de profunda felicidad que nace de la unión con *el espíritu universal+.

Según Colin Wilson, los cuatro niveles negativos son una especie de reflejo de los estados positivos.

Desde siempre, la tradición oculta o esotérica ha afirmado la existencia de un yo superior, de un yo total, del que la personalidad que conocemos sería sólo un reflejo muy tenue y muy disminuido. Algunos ocultistas creen que en un principio el hombre era un dios, pero que, habiendo inventado un juego, entró de tal manera en ese juego que olvidó totalmente lo que era. )No es ésta otra manera de decir que existe un yo superior con el que se rompió la comunicación por la ilusión del mundo sensible? La conciencia, instrumento de construcción de lo real

A la luz de las distintas experiencias e investigaciones relatadas en este capítulo y los anteriores, la conciencia aparece como un conjunto complejo, cuyo estudio se sitúa en el cruce de la filosofía, de la psicología, de la medicina, de la psiquiatría y de las ciencias abstractas Cen especial la física y sobre todo la mecánica cuántica C. Un curioso retrato de ella se perfila poco a poco.

En primer lugar, la conciencia pertenece en exclusiva al sujeto. Constituye su reserva inagotable de sensaciones, de emociones y de ideas.

Es a través de ella como el sujeto *construye+ el mundo. En efecto, en la mayoría de los casos las sensaciones son correlativas a unos stimili físicos exteriores (un flujo de luz en el caso de los colores) y es el conjunto de esas sensaciones, estadísticamente idénticas para todos los seres humanos, el que constituye la *imagen+ de nuestro mundo exterior *real+, proyectada al especio interior de la conciencia después de la integración y transformación de los mensajes sensoriales por el ordenador cortical.

Ciertas situaciones revelan la capacidad de la conciencia para su interacción con el medio ambiente. Éste es el caso en las medidas de la mecánica cuántica, pero también en la producción de sensaciones reales o falsas (las alucinaciones no son sino sensaciones enteramente creadas por la conciencia sin la ayuda de stimuli físicos exteriores), en los éxtasis místicos, en los momentos intensos de creación artística...

La conciencia, finalmente, no es única, sino múltiple. Está formada de estados superiores o inferiores que corresponden a una grado más o menos elevado de interacción con el medio ambiente.

Todas estas consideraciones nos orientan hacia la idea de que la conciencia tiene en primer lugar una existencia propia. No es un epifenómeno, una producción del córtex cerebral: tiene una realidad innegable y mucho más profunda.

Por otra parte, la conciencia tiene una existencia material puesto que interactúa con el medio ambiente. Queremos decir con esto que la conciencia no

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es espíritu o alma, impalpable y evanescente, como han querido describirla durante demasiado tiempo: está formada de materia.

Pero )de qué materia? se nos preguntará. Efectivamente, es en la naturaleza de la materia donde está la clave del problema. La conciencia es materia

La conciencia es material puesto que actúa sobre la materia, pero está formada con una materia distinta de la que conocemos, porque todo demuestra que sus propiedades específicas no pertenecen a nuestro espacio-tiempo.

Hay que suponer por tanto que existe una conciencia total o yo superior, de naturaleza material pero distinto de nuestra materia -veremos en el capítulo siguiente lo que puede ser esta materia y cómo estudiarla-. Esta conciencia tendría otras propiedades espacio-temporales. Se producirían interacciones en la interferencia de esta conciencia global y del cuerpo, probablemente por medio del córtex y del sistema nervioso. El resultado sería la manifestación en condiciones ordinarias de un fragmento muy débil de esta conciencia global. Condiciones patológicas o un contexto farmacodinámico harían aparecer otros fragmentos. El córtex actuaría un poco como un prisma que descompone la luz blanca en un de los colores del espectro.

La idea de que la conciencia es material no es por otra parte nueva. Los hechos sorprendentes acumulados por los neurofisiólogos, los psicoanalistas, los psiquíatras y los especialistas del estudio de la sensación han lleva a muchos científicos, desde hace un treintena de años, a pensar que la conciencia existe y que esa conciencia es material.

El primero en señalar las contradicciones de la fisiología sobre el problema de la conciencia fue el eminente neurofisiólogo australiano sir John Eccles, premio Nobel 1963 por sus trabajas sobre las transmisiones sinápticas en las células corticales. Eccle escribió un tratado con el significativo título: The Neurophysiological Basis of Mind9. Desarrolló de manera muy interesante una teoría que él llama Ahipótesis del modo de actuar de la voluntad sobre el córtex cerebral@. Eccles observa: *Estimulando el córtex motor, se pueden provocar actividades motrices complejas en un sujeto consciente. El sujeto manifiesta que la experiencia es totalmente distinta de la que se produce cuando él Aquiere@ un movimiento. Falla entonces la experiencia de actuar voluntariamente+.

Si se quieren interpretar tales fenómenos mediante una teoría que sólo tenga en cuenta el sistema nervioso y los reflejos condicionados, se llega a una contradicción insuperable. Eccles formula por tanto la hipótesis según la cual, a través del ejercicio de la *voluntad+, se produce en el córtex un cambio en respuesta a una situación determinada. Para él, una debilísima *influencia de la

9. Las bases neurofisiológicas del espíritu (Oxford, 1963).

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voluntad+ centrada en una sola neurona, podría ser la causa de cambios considerables en la actividad cerebral.

Sugiere luego que el córtex tendría como única función la de detector de una estructura, no accesible actualmente a los instrumentos de la física, que sería el espíritu. Así, escribe: *La hipótesis neurofisiológica es por tanto que la "voluntad" cambia la actividad espacio-temporal de la red de neuronas corticales por medio de los "campos de influencia" espacio-temporales que se verán afectados bajo el efecto de esta única función de detector del córtex cerebral activo.+

Se replicará que la esencia de la hipótesis es que el pensamiento causa modificaciones en el sistema de energía materia del cerebro y que, por consiguiente, debe ser incluido en este sistema. (...) Pero esta deducción se funda en las hipótesis actuales de la física. Como las influencias mentales que se postulan no ha sido detectadas por ningún instrumento físico existente, se las ha despreciado al plantear las hipótesis de la física. (...) Sugerimos al menos que el córtex cerebral activo podría ser un detector de esas "influencias", incluso si ellas existieran sólo a un nivel inferior de aquellas que pueden detectar los aparatos de la física. Parecería que es la clase de máquina que un "espíritu" podría hacer funcionar.

Eccles toma decididamente posición: dice claramente que existe el espíritu Cestructura física todavía desconocidaC y el córtex cerebral, cuya única función es detectar *campos de influencia+ espacio-temporales provocados por el espíritu y que aseguran el funcionamiento normal del tipo de máquina que es un ser vivo.

En relación a esto, recientes descubrimientos han mostrado el papel, diferente y complementario, de los dos hemisferios cerebrales. El hemisferio izquierdo sería el del pensamiento racional, de la escritura y de la palabra; el hemisferio derecho el de la intuición, el de la imaginación, el del sentido del espacio. Se podría suponer por tanto que es el córtex del hemisferio derecho el que tiene el encargo especial de detectar los campos de influencia del espíritu de que habla Eccles. Desde esta perspectiva, se han propuesto algunos modelos físicos del espíritu o de la conciencia. Sin pretender hacer un estudio exhaustivo de los mismos, hablaremos de los que nos parecen más importantes. Modelos físicos de conciencia

Los mindones de Firsoff.

Recordemos en primer lugar el modelo de V.A. Firsoff, astrofísico inglés. Firsoff supone *que el espíritu es una entidad o interacción universal, del mismo tipo que la electricidad o la gravitación, y que debe existir un módulo de transformación similar a la famosa ecuación de Einstein, E=mc2, que ponga en relación el "material mental" con otras entidades del mundo físico.+

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Nosotros añadimos que, evidentemente, entre esas otras entidades está el córtex del sujeto. Para Firsoff, el *material mental+ que constituye el espíritu o la conciencia está formado por un colectivo de partículas elementales, que tienen las propiedades de los neutrinos, que él llama *mindones+ (del inglés mind = espíritu).

Firsoff sigue escribiendo: *Según nuestros análisis anteriores de las entidades mentales, parece que no tienen lugar definido en el espacio llamado "físico", o mejor en el espacio gravitatorio electromagnético; a este respecto, se parecen a un neutrino o incluso a un rápido electrón. Esto indica ya un tipo especial de espacio mental regido por unas leyes distintas. (...) Parece que esta especie de percepción lleva consigo una interacción mental que está sometida a unas leyes propias que definen un tipo distinto de espacio-tiempo.+

Se observará que Firsoff introduce este concepto esencial de espacio mental que consiste en una variedad de espacio-tiempo distinto de nuestro espacio-tiempo ordinario, con sus leyes inherentes y que incluye partículas materiales. Los psitrones de Dobbs

Otro modelo fue propuesto en 1967 por el matemático inglés A. Dobbs. Es un modelo muy elaborado, basado en la mecánica cuántica: el material mental, en la teoría de Dobbs, se considera formado por un colectivo de *psitrones+. El psitrón sería una partícula de masa propia imaginaria que se desplaza a mayor velocidad que la luz. En cierta medida, esta partícula puede ser identificada con las partículas superluminosas llamadas *taquiones+ (más rápidas que la luz) de los que los físicos norteamericanos Feinberg y Sudarshan formularon la hipótesis en 1966.

Es importante retener este punto, porque el modelo de conciencia que expondremos en el próximo capítulo está fundado precisamente en el concepto de tachón. En su teoría, Dobbs hace intervenir un tiempo de dos dimensiones. La primera no es otra que la que corresponde a nuestro tiempo habitual, con los acontecimientos que llegan efectivamente en cada momento, la segunda es puramente matemática y mide la probabilidad de producirse que tiene tal acontecimiento. Aquí también encontraremos una analogía entre nuestro propio modelo y esta concepción, aunque la segunda dimensión que nosotros planteamos no sea probabilista. Es importante destacar que una parte de la teoría de Dobbs está dedicada a las posibles interacciones entre *psitrones+ y neuronas corticales. A este respecto, Dobbs describe muy bien el papel del cerebro: *Imagínese ya sea el pensamiento, ya sea el cerebro conteniendo un conjunto de filtros selectivos destinados a cortar las señales indeseables sobre frecuencias vecinas y que algunas de ellas pasan, aunque deformadas, exactamente como en un receptor de radio ordinario.+

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La teoría holográfica de Pribram El modelo que parece actualmente más elaborado para dar cuenta de las

relaciones existentes entre la *realidad+ del mundo físico y el mundo de la conciencia es la teoría holográfica desarrollada por el norteamericano Karl Pribram.

Este modelo es especialmente importante en esta exposición, porque veremos que nuestro propio modelo físico de la conciencia, que desarrollamos en el capítulo siguiente, puede coincidir exactamente con el modelo de Pribram.

Sabemos que la holografía es una técnica de fotografía sin lentes que permite captar en una película las interferencias producidas por la luz proyectada por un objeto. Se obtiene así en una placa un esquema de interferencias10, donde evidentemente ninguna imagen se puede distinguir; pero si luego se aclara el esquema de interferencias mediante un rayo láser, aparece una imagen del objeto en tres dimensiones, situada en el espacio.

Diferentes exposiciones dedicadas a la holografía han permitido dar cuenta del carácter sorprendente presentado por esas imágenes en tres dimensiones Ctridimensionales C de un objeto, que se llaman hologramas.

Una de las sorprendentes propiedades del esquema de interferencias generadoras del holograma es que cualquiera de sus fragmentos contiene la información del conjunto y que, por tanto, a partir de uno de esos fragmentos, por pequeño que sea, se puede obtener el holograma. Notemos que el holograma ofrece información sobre la totalidad del volumen del objeto, mientras que una simple fotografía da información únicamente de una sola cara del objeto.

Para Pribram, neurocirujano especialista del cerebro y de la holografía, pero también teórico de la física, el cerebro funcionaría de forma holográfica. Series de células especializadas del córtex tendrían como función hacer un análisis matemático, siguiendo el teorema de Fourier11 de *esquemas de interferencias+. Estas frecuencias son designadas con el nombre de frecuencias

10. *...donde se graba en una película las interferencias producidas por la luz proyectada por un objeto: se dice que se tiene un esquema de interferencias.+ Para comprender claramente lo que es un esquema de interferencias, se puede imaginar que se hacen caer simultáneamente tres piedrecitas en una palangana de agua poco profunda. Estas piedras van a producir en el agua olas que se cruzan. Supongamos que pudieran congelarse las ondas de la superficie: se obtendría un registro del esquema de interferencias creado por las mismas olas producidas por la caída de las piedras. Una sola piedra produce ondulaciones y depresiones en el que agua que se propagan en círculos concéntricos. Pero si la ondulación de una segunda piedra encuentra la ondulación del primero, se produce una tercera ondulación todavía más grande. Del mismo modo, se suman las depresiones, produciendo una depresión más profunda. Esto es lo que se llama esquema de interferencias, y se concibe que a partir de este esquema, se pueda reconstruir la imagen de las piedras.

11. Según el teorema de Fourier, una función matemática cualquiera puede ser considerada como la suma de un número infinito de frecuencias sinusoidales cuyas frecuencias estén infinitamente cercanas. El análisis de Fourier consiste en practicar esta descomposición, ya sea por vía matemática, ya sea por vía experimental en un sentido o en otro.

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espaciales, y es a partir de sus esquemas de interferencias como serían vistas las imágenes holográficas que constituyen el conjunto de Aobjetos@ del mundo físico .

En cierto sentido, el córtex jugaría el papel que tiene el rayo láser al analizar un esquema de interferencias ordinario para producir un holograma de tres dimensiones. Puede hacerse la siguiente pregunta: )a partir de qué esquema de interferencias se reconstruye por el córtex el mundo físico, que en esta concepción es sólo un conjunto de hologramas cuatridimensionales (espacio-tiempo)?

Para Pribram lo que llamamos realidad física es sólo una apariencia holográfica; la realidad primera consiste en lo que él llama el dominio de la frecuencia, formado únicamente de frecuencias. Según él: ADiferentes células del cerebro reaccionan a frecuencias distintas y el cerebro funciona como un analizador de frecuencias descomponiendo, en sus elementos, esquemas de frecuencias complejos, frecuencias que son convertidas luego en Aobjetos@ de la Arealidad física@ mediante un proceso análogo a la iluminación de un esquema de interferencias mediante un rayo láser.@

Marilyn Fergusson comenta así la teoría de Pribram: *Nuestro cerebro construye matemáticamente la realidad Aconcreta@ interpretando frecuencias procedentes de otra dimensión, un universo del esquema de la realidad primera, significativa, que trasciende el tiempo y el espacio+.

A propósito de esta realidad primera, escribe Pribram: *El campo de la frecuencia sólo tiene relaciones con la densidad de los acontecimientos; el tiempo y el espacio se vienen abajo. Los límites ordinarios del espacio y del tiempo desaparecen, como cualquier otra clase de lugar. (...) En cierta manera, todo se produce al mismo tiempo, sincrónicamente. Pero se encuentra en condiciones de distinguir lo que ocurre con la interpretación de diversas coordenadas, cuyo espacio y tiempo son los más útiles para nuestra percepción del campo ordinario de las apariencias+.

La teoría de Pribram, absolutamente extraordinaria, supone el principio de un nuevo paradigma, de una nueva manera de concebir el universo. Nuestro propio modelo físico de la conciencia, basado en la teoría de la relatividad extendida a las velocidades superiores a la de la luz, está totalmente de acuerdo con el punto de vista holográfico.

Marilyn Fergusson sitúa este campo de la frecuencia en otra dimensión. Esto no lo necesitamos en lo que a nosotros nos concierne: el campo de la frecuencia coincide con el campo de las frecuencias superluminosas, asociado al material superluminoso, situado en un espacio superluminoso y que constituye a nuestro juicio el material mismo del espíritu o de la conciencia.

Para calcular la importancia de la teoría holográfica de Pribram, es esencial destacar algunos elementos de la misma.

Si, como dice el mismo Pribram, el proceso de Fourier de análisis de frecuencias y de construcción de hologramas-objetos se desarrolla realmente en

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el cerebro, )cuáles son sus implicaciones, sobre todo en física? El teorema de Fourier Cy las matemáticas que de él derivan C tienen el

poder de transformar el espacio-tiempo ordinario y el conjunto de los Aobjetos@ de ese espacio-tiempo, donde reina una causalidad inmediata, en un orden no local en el que sólo se pueden establecer correlaciones. Esta naturaleza no local de las transformaciones permite comprender mejor algunos puntos.

Si el cerebro tiene la capacidad de actuar de una manera espacio-temporal no local, )por qué en mecánica cuántica sólo se puede observar un modo u otro?

Pribram responde: *La respuesta a esta cuestión tiene que ver con la complementariedad, inherente a las técnicas y al equipo utilizados para hacer las observaciones. Señalemos sin embargo, siguiendo la concepción de Bohr, que la complementariedad es una propiedad fundamental, a la vez de la Acosa@ observada y del observador. (...) El teorema de Fourier expresa esta complementariedad de base+.

Desde esta óptica, la sincronicidad aparece como un orden no local. Las relaciones causales sólo podrían introducirse por referencia al observador que se mantiene Adetrás@ de las observaciones. Sin embargo, queda una cuestión sin respuesta, como dice el mismo Pribram. )Por qué el orden espacio-temporal y causal es mucho más fácil de alcanzar que el orden no local? Es necesario plantearse también otra cuestión: )existen otros órdenes todavía no descubiertos? Las experiencias místicas )podrían ser interpretadas a partir de estas consideraciones? Pribram añade: *El orden espacio-temporal, el orden no local y todos los demás órdenes )son totalmente una construcción de nuestros sentidos y de nuestros cerebros?+

Pribram hace una analogía entre la psicofísica sensorial de Fechner, de hace un siglo, y la situación actual. Y concluye: *Se deja sentir la necesidad de desarrollar una ciencia fundada en el estudio del cerebro que pueda implicar a la vez la física moderna y la naturaleza espiritual del ser humano+.

En el capítulo siguiente, explicaremos cómo nuestro propio modelo de conciencia permite dar una interpretación a estas cuestiones, continuando totalmente de acuerdo con la teoría holográfica de Pribram.

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Capítulo 4

Un nuevo modelo de conciencia

La idea de una conciencia material no es nueva, pero sostener que la conciencia es materia o espíritu no quiere decir nada mientras no se haya definido lo que se entiende precisamente por materia y espíritu. Ya hemos señalado la cantidad de trampas que entraña la definición de la realidad, y por consiguiente de la materia, si se estudian más de cerca las sensaciones y si se tiene en cuenta la evolución de la física desde hace un siglo. Los modelos de conciencia propuestos en el capítulo 3 no escapan a esta necesidad, pero se mantienen siempre un tanto vagos sobre este problema esencial. Para responder a esta perspectiva, hemos concebido un modelo de conciencia que integre los descubrimientos más recientes de la física. La barrera de la luz

Para esto, necesitamos volver a Einstein porque, desde hace un siglo, nada puede concebirse en física al margen de la relatividad. En el centro de la relatividad se sitúan la naturaleza y la velocidad de la luz (300.000 km/segundo). Para definirlas, en 1905 recupera Einstein algunas ecuaciones de transformación del tiempo y del espacio, encontradas por el físico Lorentz, pero a las que este último no se había atrevido a dar una significación física por miedo a la novedad.

Es esencial no olvidar que esas transformaciones se establecen a partir de la idea de que ningún cuerpo, ninguna partícula material,, puede superar esa velocidad. No hay nada extraño por tanto en que una consecuencia matemática de esas transformaciones sea que ningún cuerpo material puede alcanzar ni superar la velocidad de la luz en el vacío. Teóricamente, un cuerpo material dotado de masa podrá acercarse indefinidamente a esta velocidad sin alcanzarla nunca.

Es pues a partir de esta época cuando se introduce en física la idea de que existe una verdadera barrera de la luz (en inglés, light barrier) y que detrás de esa barrera no hay nada. Hasta los años 60, se considera un verdadero dogma intangible y jamás se le ocurriría a un físico que, al otro lado de la barrera, pueda existir otro universo, y atreverse a ir más allá de esa barrera para superar la

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velocidad de la luz. Sólo los autores de ciencia-ficción se permitían hacer atravesar esa muralla a sus astronaves invocando un hipotético hiperespacio donde le fuera posible a un cuerpo material desplazarse más rápido que la luz.

Hay que esperar a los años 60 para que algunos comiencen a poner en duda este dogma, tratando de ver si, continuando de acuerdo con la relatividad, era posible esta transgresión.

)Por qué se vuelve a discutir en esta época? Aunque con diferencias considerables, un problema similar se había planteado unos diez años antes, es decir hacia 1950, para lo que se había convenido en llamar la barrera del sonido. Una imagen: la barrera del sonido

Cuando un avión se acercaba en el aire a la velocidad del sonido, se producía cierto número de fenómenos de compresión de las capas de aire y una onda de choque. Con mucha frecuencia, los aparatos que intentaban superar esta velocidad explotaban en vuelo, como si se enfrentasen a una verdadera barrera rígida que se llamó barrera del sonido. Durante muchos años, se pensó que atravesar la barrera del sonido era imposible.

Pacientes estudios de mecánica de fluidos y de aerodinámica, llevados a cabo en túneles, permitieron dilucidar el fenómeno e imaginar una forma que daba a los aviones la posibilidad de atravesar la barrera y alcanzar más velocidad que el sonido.

Tal vez fue este contexto histórico el que movió a los físicos de los que hablábamos a planear, por analogía, que se podía atravesar la barrera de la luz.

Hay que decir también que algunas consideraciones de física fundamental teórica les movían a ello, como el problema del cuerpo rígido. Un cuerpo rígido es un cuerpo en el que la transmisión de una fuerza se hace instantáneamente de un extremo al otro. Ahora bien, si se considera a las partículas como bolas (esferas) extremadamente pequeñas, es preciso necesariamente que esas bolas sean rígidas, es decir que en su interior se de una transmisión instantánea, por tanto a una velocidad mayor que la de la luz. La primera de todas las ideas

Efectivamente, la primera de todas las ideas según la cual la velocidad de una

partícula podría ser superior a la de la luz aparece en los años 50. Se la debemos a Louis de Broglie, que acomete una reinterpretación *objetiva+ de la mecánica cuántica y de la mecánica ondulatoria. Hace intervenir un medio *subcuántico+, un termostato oculto y variables ocultas. En el medio subcuántico, algunas partículas podrían superar la velocidad de la luz. Además, a finales de los años 50, un artículo de un periódico de física hace alusión a partículas de masa

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imaginaria que pueden desplazarse en un medio oculto a mayor velocidad que la luz.

Pero es realmente en el período comprendido entre 1960 y 1967 cuando muchos físicos norteamericanos, especialistas en partículas elementales, declaran, basándose en la relatividad habitual, que una partícula que fuera a mayor velocidad que la luz podría contar con una energía y un impulso reales, por tanto medibles. Entre estos físicos, hay que citar a G. Feinberg, S. Sudarshan y C. Billaniuk. Feinberg y la teoría de los taquiones

Feinberg supone un observador inmóvil. Observa una partícula que se desplaza con relación a él con una gran velocidad inferior a la de la luz.. De acuerdo con la relatividad, la energía de esta partícula medida por él, es mucho mayor de la que ella tendría si fuera inmóvil y que sería E = mc2. Cuanto más se acerca la velocidad a la de la luz, mayor es la energía medida. Para alcanzar la velocidad de la luz, sería necesaria una energía infinita, lo que no tiene sentido físico; asimismo, para superarla sería necesaria una energía imaginaria, lo que tampoco tiene significación física.

Es entonces cuando a Feinberg se le ocurre imaginar que, al otro lado de la barrera de la luz, existen partículas que van siempre a más velocidad que la luz y jamás a menos velocidad. Basándose en las fórmulas habituales de la relatividad, demuestra que tales partículas dispondrían de una energía y una cantidad de movimiento (impulso) reales, por tanto medibles para un físico12.

Feinberg llama a estas partículas hipotéticas taquiones (del griego tajus = rápido), reservando el nombre de bradiones (del griego bradus = lento) a todas las partículas que van menos rápidas que la luz (como los electrones, los protones) y que forman nuestro universo habitual. Queda una tercera parte de partículas: las que van a la velocidad de la luz, a las que Feinberg llama luxones (del latín lux = luz). Entre éstas el fotón, que es la partícula o quantum de luz, y el neutrino, partícula misteriosa de la que los físicos han encontrado muchas especies y de la que no se sabe muy bien si su masa es nula como la del fotón o muy débil.

Feinberg describe las extrañas propiedades que tendrían los taquiones. Por ejemplo, a medida que aumenta la velocidad de un taquión, disminuye su energía; si su velocidad es infinita, su energía es nula. Para los taquiones, la velocidad de

12. Para el lector poco matemático, precisamos: un observador inmóvil en su

referencial Oxyz ve desplazarse una partícula siguiendo el eje x con la velocidad constante v, la energía y el impulso de esta partícula medida por él son: (siendo la masa en reposo m sub 0?)

Fórmulas Copiar a mano..........

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la luz constituye un límite inferior; para un observador superluminoso, la velocidad de la luz es la menor que conoce, pareciéndole que los fotones se desplazan a la velocidad de un caracol.

La barrera de la luz establecería por tanto la frontera que separa dos universos, el de las partículas subluminosas Ces decir, el nuestro C y el de las partículas superluminosas, o taquiones. La barrera de la luz constituye en sí misma un universo, el de los luxones, con su espacio y tiempo diferentes del nuestro.

En esta concepción, parece imposible que una partícula de un tipo (superluminosa por ejemplo) pase al otro lado y se convierta en sub-luminosa y recíprocamente. Durante los años 60, se intentó cierto número de ingeniosas y sofisticadas experiencias para tratar de poner en evidencia los taquiones, pero todos los resultados fueron negativos. Como dijo entonces Feinberg, se podría sacar de este fracaso una doble conclusión: *O bien los taquiones no existen, o no se les busca allí donde se encuentran+.

Este problema no es, por otra parte, nuevo en física. Se sabe por ejemplo que los neutrinos sólo fueron descubiertos experimentalmente veinte años después de su descubrimiento teórico.

Además, se planteaba un grave problema teórico a propósito de los tachones: en el caso de que su existencia se probase experimentalmente, )qué sería de la causalidad? En efecto, se puede demostrar que sería entonces posible observar fenómenos de inversión temporal, es decir un acontecimiento antes de su causa.

Concretemos este punto tomando el siguiente ejemplo de Feinberg. Se sabe que, en ciertos casos, se observa la desaparición de uno o dos fotones (aniquilación) y que aparecen luego dos partículas que son un electrón negativo y un positrón, es decir un anti-electrón. La energía de estas dos partículas es, evidentemente, igual a la del o de los fotones desaparecidos. Se observa así una especie de *muerte+ de uno o dos fotones antes del nacimiento de una pareja electrón-positrón, produciéndose la muerte del fotón antes del nacimiento de la pareja. Pues bien, en el caso superluminoso, el fenómeno sería inverso y se vería aparecer primero la pareja electrón-positrón, y aparecer [luego] el o los fotones, por tanto el nacimiento antes de la muerte.

Es algo parecido a lo que ocurre cuando una película se proyecta al revés. Se ve un acontecimiento futuro antes que un acontecimiento pasado, lo que supone una violación clara de la causalidad.

Ésta es una de las razones por la que muchos físicos pusieron en duda la posibilidad de la existencia de los taquiones.

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Una relatividad superluminosa para otra materia.

Teniendo en cuenta todos estos elementos, R. Dutheil trató desde 1972 de construir una teoría de la relatividad que se aplicase a cuerpos o a partículas que tengan velocidades relativas superiores a las de la luz. Lo que quiere decir preguntarse si existen ecuaciones análogas a las ecuaciones relativistas habituales pero que se apliquen al otro lado de la barrera de la luz, en la región superluminosa.

El análisis matemático demuestra que existe tal posibilidad y que hay dos maneras Cy solamente dos C de concebir la teoría de la relatividad limitada: una subluminosa y otra superluminosa. Einstein desarrolló únicamente la teoría de la relatividad subluminosa, pero no utilizó la secunda posibilidad matemática abierta que permite su aplicación a los taquiones (partículas superluminosas).

Esta teoría de la relatividad en la región super-luminosa es en cierto modo simétrica de la relatividad ordinaria sub-luminosa. Implica un espacio-tiempo diferente de nuestro espacio-tiempo, pero que es también simétrico de este último13.

Llegamos aquí por tanto a un punto esencial de esta obra: la afirmación de que existe otra materia y de que esta materia está dotada de propiedades diferentes de todo lo que conocemos. Propiedades que nos permitirían resolver todos los enigmas que hemos tenido la ocasión de evocar en los dos capítulos anteriores: )Por qué interviene la conciencia en mecánica cuántica? )Por qué es posible la experiencia de Aspect (los dos fotones distantes quince metros y comunicando entre ellos)? )Por qué y cómo existe la sensación? )Por qué la vía intuitiva de acercamiento a lo real (la teoría de la sincronicidad de Jung) da mejores resultados que el método experimental? Nuestro universo: un cono de luz

Para comprender la novedad de la materia superluminosa, necesitamos en primer lugar resumir las propiedades esenciales de la materia sub-luminosa, la

13. Concretamos para algunos lectores que la teoría de los grupos demuestra que existe un grupo matemático del que se pueden deducir las transformaciones sub-luminosas de Lorentz, y un segundo grupo, llamado isomorfo al primero, del que se pueden deducir las transformaciones de Lorentz superluminosas en coordinadas específicas.

Las demostraciones matemáticas prueban tanto la naturaleza como las propiedades del tiempo y del espacio superluminosos son profundamente distintos de nuestro tiempo y nuestro espacio habituales. El cálculo demuestra igualmente que hay posibilidad de existencia de una materia, de un campo de material diferente de los que nosotros conocemos, en relación con las propiedades nuevas de ese tiempo y de ese espacio. Es lo que he llamado un campo de materia taquiónico o superluminoso.

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que encontramos todos los días. Nuestro marco vital es el espacio-tiempo que se suele representar en el interior de un cono, teniendo por ejes el tiempo y el espacio. Todo acontecimiento y toda sucesión de acontecimientos en nuestro universo, que señalan por ejemplo el desarrollo de una vida humana, será representado por una línea, llamada línea de universo, que forma un ángulo con el eje del tiempo en el interior del cono. Se entiende que en este universo -el nuestro- ningún cuerpo puede superar la velocidad de la luz (un cuerpo sometido a esta velocidad formaría un ángulo de 451 con el eje del tiempo). Un ser humano en la tierra responde a esta definición, puesto que su velocidad es muy pequeña (se puede incluso considerarla como nula), el ángulo que formará su línea de universo (representando todos los acontecimiento de su vida) con el eje del tiempo será nulo. Por tanto, los acontecimientos de nuestra vida se confunden con el tiempo. Esto es lo que explica nuestra sensación de progresar poco a poco en la vida al hilo de los años.

____________

Espacio-tiempo sub-luminoso CCono de luz (α β γ δ) CEl interior del cono (zona sombreada) es el espacio-tiempo su-luminoso con relación a un observador O (Presente). C(t=) línea de universo; ν mide la velocidad y varía entre ν = 0 (t) y ν =45 (β). ν = 0, v = 0, ν =45 , v = c (superficie del cono [α β γ δ] donde están las líneas del universo de fotones). Para o (v = o, ν = o) la línea de universo es (t) donde es medido su tiempo propio = tiempo vivido, por medio del tiempo cinemático: (t) es a la vez el eje de tiempo propio y de tiempo cinemático. Observación: el cono es en realidad de cuatro dimensiones y con eje (ot)

El problema es que no podemos ir a mayor velocidad, lo que hace imposible la exploración a discreción de nuestra línea de universo. Por ejemplo, el 20 de enero de 1988 somos incapaces, aunque lo deseemos, de ir a ver lo que sucederá dentro de veinte años, el 20 de enero de 2008. Tenemos en esta línea un movimiento impuesto unido a la sensación de que el tiempo pasa. El tiempo de nuestra línea de universo es realmente el tiempo vivido, pero nos es inaccesible directamente. Sólo llegamos a medirlo observando el desplazamiento de un objeto en el espacio. Si este movimiento se repite regularmente, tendremos un reloj. E identificaremos el tiempo que hemos vivido con el que pasa la aguja para recorrer toda la esfera, o sea doce horas.

Los lectores matemáticos podrán remitirse a la nota al pie de página para los detalles técnicos14.

14. La velocidad es, por definición, el espacio recorrido dividido por el tiempo

empleado en el recorrido, es decir v = x / t. Como todas las velocidades son inferiores a la de la luz en el vacío, es decir v < c, si

relacionamos v con c, tendremos v / c = x / ct < 1. Tomamos como unidad la velocidad de la luz. Entonces c = 1 y v = x/t será siempre

menor que 1 (v < 1). Pero, para la luz, los fotones, tendremos v = 1 es decir x = t lo que

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El universo superluminoso: otra materia y velocidad ilimitada

Todo cambia cuando abordamos la materia superluminosa. Aparecen propiedades nuevas, fantásticas. Mientras que nuestro espacio-tiempo conocido es representado bajo la forma de un cono, hay que imaginarse que el espacio-tiempo superluminoso está situado al exterior de ese cono, en Otra parte, como lo llaman los físicos. La velocidad ya no es limitada.

Imaginad por ejemplo que nuestro universo es una autopista en la que la velocidad está limitada a 130 km/h (esta velocidad límite sería la velocidad de la luz). Imaginad ahora que salís de esta autopista y os encontráis en una zona en la que la velocidad ya no está limitada, en la que se puede subir hasta 200 km/h, 1000 km/h, etc., sin que os digan absolutamente nada. Al contrario, la única prohibición que se os impondría sería la de volver a ir a menos de 130 km/h (la velocidad de la luz).

El universo superluminoso, es en primer lugar esto: el universo de la velocidad ilimitada, infinita.

Evidentemente, un ser moviéndose a tal velocidad ya no puede tener la misma percepción del tiempo que antes. Para él, los acontecimientos que se sucedan en su vida, su línea de universo, su tiempo vivido, no se confundirán ya con eje del tiempo, sino con el eje del espacio.

Es una de las consecuencia del cálculo: en este universo, tiempo vivido y espacio se confunden. Cuando se alcanza una velocidad infinita, se comprende muy bien que el concepto mismo de velocidad ya no tiene sentido. El tiempo vivido por un objeto, por un ser, ya no corre. Dicho de otro modo -y esto es esencial comprenderlo-, para un ser vivo en el universo superluminoso, se daría una instantaneidad total de todos los elementos que constituyen su vida, las nociones de pasado/presente/futuro desaparecerían.

Una visión así no puede menos de evocarnos las ideas de las grandes religiones orientales, en especial de la India. Buda expresa un pensamiento cercano al recordar que pasado, presente y futuro son sólo ilusiones y que el sabio, en su iluminación mística (volvemos a encontrar la vía del acceso intuitivo a lo real del que hemos hablado en el capítulo 2), puede aprehender instantáneamente todos los acontecimientos y percibir entre ellos las verdaderas relaciones que no son causales, no siendo también la causalidad sino una apariencia.

Este ser estaría presente simultáneamente en todos los puntos en que corresponde (representado aquí abajo) con un ángulo de 45 grados. [

[______ x = t (luz) x < t, el ángulo es menor de 451, v es <1. Es la velocidad de una partícula de materia.

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tienen lugar los acontecimientos de su vida. Podría vivir a la vez el 20 de enero de 1988 y el 20 de enero de 2008, y muchos otros acontecimientos al mismo tiempo. Viviría al mismo tiempo un solo acontecimientos y todos los acontecimientos. Ésta es, evidentemente, la propiedad esencial de este universo. He aquí el esquema de este universo.

(Tiempo cinemático (Tiempo propio

espacio

Tiempo propio

Espacio-tiempo superluminoso

La zona sombreada representa el espacio-tiempo superluminoso en relación al

observador taquióónico o. (X=) es una línea del universo superluminoso. Φ mide la velocidad y varía de Φ = 451 ob (Fotones) v = c a Φ = o (X), v = 4, T = o. La línea del universo de o es (X) y el tiempo propio = Atiempo vivido@, es decir τ es medido siguiendo (X). Eje del tiempo propio τ y eje de espacio (X) se confunden. El eje del tiempo cinemático permanece (T): hay disociación entre eje de tiempo propio (τ) y eje de tiempo cinemático (T).

Puede plantearse la cuestión de saber en lo que se convierte el tiempo medido a lo largo del eje vertical. Ya no es un tiempo vivido. Es una simple manera de medir el desplazamiento de un cuerpo superluminoso. Parecen necesarias algunas precisiones a este respecto.

Imaginemos que nuestra entidad superluminosa construye un reloj superluminoso cuyas agujas giran, evidentemente, a una velocidad mayor que la de la luz. Lo que sería medido en este reloj ya no sería ninguna relación con el tiempo vivido, puesto que éste es inmutable y espacial. Sería una simple medida del movimiento superluminoso, movimiento que se produce en cierta manera en un tiempo vivido nulo para nuestro observador.

La barrera de la luz, que no es otra en el espacio-tiempo de cuatro dimensiones que la Asuperficie@ del cono de luz, constituye ya un especio-tiempo distinto del nuestro. Es el mundo de los fotones y puede serlo de los neutrinos. La teoría y el cálculo basados en consideraciones de mecánica cuántica llevan a admitir que los fotones podrían estar formados de una parte sub-luminosa y de otra superluminosa. Es un poco lo que sucede en la frontera de dos países, donde uno ya no sabe muy bien lo que pertenece al uno y lo que pertenece al otro. (Tres universos en lugar de uno!

En resumen, a nuestro juicio, habría tres universos con sus espacios-tiempos diferentes:

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CNuestro universo subluminoso. CEl universo de los fotones (y tal vez de los neutrinos) asociado a la

barrera de la luz, donde el tiempo y el espacio son ya muy distintos (por ejemplo, el tiempo vivido por un fotón sería siempre nulo, ni espacial ni temporal).

CEl tercer universo, hipotético, con su espacio-tiempo específico, sería el de los taquiones o partículas superluminosas.

El universo luminoso o luxónico sería, en cierto sentido, la interfase de los otros dos y se presentaría algo así como un espejo. Cada uno de los universos es, tal vez, la Aimagen@ en el espejo del otro.

Una comparación más trivial ayudará a comprender esta idea: se sabe que un abrigo tiene un Aderecho@ y un Arevés@ que es el forro. El universo total sería un poco parecido. Lo que nosotros conocemos es sólo el forro, es decir el espacio-tiempo subluminoso y la materia habitual. El derecho verdadero sería el espacio-tiempo superluminoso y su materia, cuyas propiedades fantásticas acabamos de describir. En un abrigo, entre el derecho y el forro, hay una zona intermedia que participa un poco de los dos: éste sería el universo luxónico, la barrera de la luz. En realidad, el abrigo forma una realidad única y sería ridículo reducirlo a su forro.

Nuestra situación sería parecida de cara a la realidad. Costa de Beauregard expresó ya esta idea en el Second principe de la science du temps. Escribe: *La trama del cosmos material no está ajustada hasta tal punto como para que se baste a sí misma y que la materia habitual sería, a fin de cuentas, mucho más un reverso que un anverso+.

Las respuestas que aporta la materia superluminosa

Las propiedades extraordinarias de la materia superluminosa pueden aportar las respuestas a las cuestiones planteadas a través de este libro. Así, se explica la paradoja EPR. Los fotones distantes entre sí quince metros pueden comunicarse instantáneamente su posición gracias a una información que viaja a una velocidad superluminosa.

La sensación encuentra también una explicación gracias a las velocidades superluminosas. Se recuerda que hay un hiato entre la actividad eléctrica del córtex y la producción de la sensación. La sensación se produciría, se construiría, en un espacio superluminoso, pertenecería a ese tiempo fuera del tiempo que es la característica de las velocidades superiores a la de la luz.

Se recuerda que, para nosotros, la sensación se produce en el espacio de la conciencia. Sólo hay por tanto que dar un paso para identificar el espacio de la conciencia con el universo superluminoso.

Pero antes, queda plantear una última cuestión: )en qué se convierte la causalidad en este universo? La teoría y el cálculo demuestran que sigue

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existiendo, pero sólo si se considera el Atiempo@ que sirve para medir el desplazamiento de los objetos15. Ahora bien, hemos visto que este último es sólo un simple parámetro, que el verdadero Atiempo@ vivido16 es espacial y no corre. Existe instantaneidad para todos los elementos. En consecuencia, si se considera ese tiempo vivido a lo largo de la línea de universo, la noción de causalidad desaparece. Puede uno preguntarse entonces lo que va a sustituir a la causalidad.

El cálculo muestra que, en el universo superluminoso, el orden aumenta permanentemente o, para hablar con mayor precisión, la entropía disminuye constantemente (la entropía es el desorden) y la antientropía (la información) aumenta sin cesar. Se puede prever por tanto que es un principio de información máximo el que va a ganar por la mano al principio de causalidad. A nuestro juicio, esta estructura está íntimamente ligada a los fenómenos de sincronicidad (de dos o varias informaciones correlacionadas, aunque no relacionadas causalmente, se desprende una significación, es decir, etimológicamente un signo, una señal).

En nuestro universo, la causalidad se presenta como un principio de organización de la información siguiendo un modo temporal unido al concepto de paso del tiempo (un Aantes@, un Adespués@), relacionado él mismo con el aumento de la entropía. Esta organización es demasiado burda para retener la totalidad de las informaciones y sólo deja pasar las que son útiles a nuestra supervivencia en lo que nosotros llamamos el presente.

Por el contrario, el principio de sincronicidad deja pasar todas las informaciones en estado bruto, en forma de signos. No depende del paso del tiempo. Nos parece que deba existir un principio de información/significación relacionado con el carácter de instantaneidad de no-paso del tiempo superluminoso, que corresponda a una no-localización espacio-temporal.

Sin embargo, sigue en pie un problema esencial: el de la localización de las partículas superluminosas, en la hipótesis de que existan. La localización de las partículas superluminosas

Ya hemos dicho que las experiencias realizadas para poner en evidencia los taquiones han sido negativas. Este resultado parece normal y lógico, porque en el caso de puesta en evidencia directa de velocidades superiores a la de la luz, habría violación de la macrocausalidad que es, en cierto sentido, la condición necesaria para la existencia de nuestro universo sub-luminoso, puesto que la causalidad está relacionada a la vez con el aumento de la entropía y con el paso del tiempo. Sin embargo, la reinterpretación de las ecuaciones de la mecánica cuántica, a la luz de nuestra teoría, lleva a pensar que las antipartículas -o al

15. El tiempo Acinemático@. 16. El tiempo propio.

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menos algunas de ellas- serían taquiones antes de atravesar bruscamente la barrera de la luz convirtiéndose en sub-luminosas.

Aunque nosotros recibiéramos en esta hipótesis señales del otro lado de la barrera de la luz, ésta es en cierto modo opaca y se puede plantear si se llegará realmente un día a penetrar en ese otro espacio-tiempo.

Esto nos lleva de nuevo Cy todas nuestras observaciones coinciden C a plantear la cuestión de la localización de esas partículas, problema que se confunde para nosotros con la pregunta sobre la naturaleza de la conciencia. Conciencia y materia superluminosa

Todos los elementos citados más arriba nos llevan a formular la siguiente

hipótesis: la conciencia, descrita ya en los capítulos anteriores como una sustancia material, está formada de materia superluminosa, en un campo de materia taquiónica, de partículas superluminosas situadas más allá de la barrera de la luz y asociadas a un espacio-tiempo cuyas propiedades espacio-temporales son radicalmente distintas de las que nosotros conocemos.

Según esta hipótesis, todo ser vivo llevaría, albergaría en su seno una parte, una parcela del universo superluminoso que, con su campo de materia superluminosa y sus propiedades inherentes, representaría la verdadera conciencia.

En estas condiciones, no es de extrañar que no se haya logrado hasta ahora localizar físicamente un campo de partículas superluminosas. Hemos visto, en efecto, que muchos teóricos de la mecánica cuántica admiten que la Aconciencia@ intervine en toda medida experimental. Las medidas a las que hacen alusión se refieren solamente a partículas sub-luminosas. Ahora bien, lo que nosotros llamamos conciencia en nuestro mundo habitual es sólo una pequeña parte de la conciencia materia total superluminosa. )Cómo, en estas condiciones, esta conciencia parcial podría estudiar y localizar la conciencia total? Es difícil imaginar que una parte ínfima de un Aobjeto@ pueda captar ese objeto en su totalidad.

Nos situamos entonces en la perspectiva ya avanzada por Eccles, según la cual el cerebro es sólo una especie de máquina, un detector, que un Aespíritu@ podría hacer funcionar. Esto supone, por supuesto, interacciones físicas entre el cerebro, detector perteneciente al universo sub-luminoso, y la conciencia, materia superluminosa que tiene que enviar señales físicas al córtex, dicho de otro modo información. Como dice Eccles, estas señales todavía no han podido ser detectadas por los aparatos de la física. Supone que, si esto es así, se debe a que estas señales son muy débiles y a que nuestros instrumentos físicos todavía no son capaces de captarlas. Abordaremos más tarde este problema esencial ligado al de los receptores.

La propiedad esencial de esta conciencia materia superluminosa sería la

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de ser en cierto sentido información y significación en estado puro. Hemos visto que el universo superluminoso estaría dirigido por un principio de información/significación, no teniendo ya la causalidad ningún valor a esta escala.

Además, al tener el espacio-tiempo superluminoso unas propiedades completamente distintas del nuestro, el tiempo Avivido@ por la conciencia superluminosa total no corre ya, es un tiempo espacial. Hay instantaneidad, los conceptos de presente/pasado/futuro ya no tienen sentido. La noción de duración ligada al paso del tiempo ya no existe.

Estas propiedades nos parece que tienen una fuerza interpretativa superior a las propuestas en los modelos de Firsoff y Dobbs. Firsoff suponía que Ael espíritu@ estaba formado de partículas llamadas mindones que se parecían mucho a los neutrinos. Estas partículas podrían interactuar con una sola neurona cortical. Evidentemente, nosotros podríamos adaptar este modelo a nuestras ideas suponiendo que existen neutrinos superluminosos, que atraviesan bruscamente la barrera de la luz convirtiéndose en antineutrinos sub-luminosos que llevan la información e interactúan con las neuronas corticales. Pero la interacción de ondas de espacio, de acuerdo con las ideas de Pribram, nos parece más probable como lo mostraremos más adelante. En cuanto al modelo de Dobbs, basado únicamente en la mecánica cuántica, él hace intervenir psitrones desplazándose más rápidos que la luz, pero en un tiempo de dos dimensiones: la una actualizada, la otra virtual o probabilizada. En realidad, no hay contradicción con nuestra interpretación. Es otra manera, más clásica, de explicar los fenómenos. A partir de nuestras ideas, sería fácil deducir una explicación siguiendo el modelo de Dobbs.

La conciencia total tiene por tanto dos propiedades esenciales: ella es información pura e instantaneidad. El problema que se desprende de estas propiedades es el siguiente: )por qué la totalidad de las informaciones contenidas en la conciencia superluminosa no es detectada por el córtex? Si fuera así, el universo sub-luminoso tal como nosotros lo vivimos no existiría. Una condición necesaria para esta existencia es la presencia de filtros que sólo dejan pasar una pequeña parte de esa información siguiendo secuencias causales, de manera que produce esa sensación de paso del tiempo La importancia de este problema de los filtros ya había sido planteado por Bergson. Está por otra parte estrechamente relacionado con el de los receptores biológicos.

En estas condiciones, la línea de universo que representa en el espacio-tiempo subluminoso la vida de un ser humano, desde su nacimiento hasta su muerte, en forma de secuencias causales de acontecimientos, tendría su correspondencia exacta en el universo superluminoso en forma de una línea de universo superluminoso homólogo. En esta línea de universo superluminoso, en la que el tiempo es espacial y en la que la duración y el paso del tiempo son sustituidas por una instantaneidad permanente, se encontrarían esos

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acontecimientos. Pero se presentarían en forma de informaciones en estado puro: su combinación no sería ya ni causal ni temporal en el sentido habitual de la palabra. Sería sin duda el principio de información/significación, del que hemos hablado, el que presidiría su ensamblaje. Se puede suponer que estas informaciones están distribuidas siguiendo una ley de afinidades y de significación. El conjunto formaría propiamente hablando la conciencia total, que sería mucho más rica que las conciencias parcelarias que cada ser vivo cobija en su seno.

No hay que olvidar que, aunque existan en un tiempo inmóvil desde nuestro punto de vista, hay una constante evolución de esta conciencia materia superluminosa, hacia estados de información y de significación cada vez mayores. Finalmente, una parte de esas informaciones serían proyectadas en cierto sentido al universo sub-luminoso en forma de secuencias causales percibidas como los acontecimientos de una vida. Aquí es, precisamente, donde se centra el papel del filtro del córtex que dejaría pasar solamente las informaciones necesarias para la percepción del presente y de un tiempo que pasa. En ese momento, el córtex receptor tendría un papel de ordenador que construiría enteramente nuestro universo sub-luminoso.

Se ve aparecer la analogía con las teorías de David Bohm y Pribram, puesto que eso que llamamos realidad sería sólo un conjunto de hologramas cuatridimensionales, siendo impuestos los sistemas de coordenadas espacio-temporales por las propias características del ordenador cortical.

Es importante concretar esta concordancia, porque damos una interpretación a la teoría holográfica de Pribram. En efecto, en su estudio, Pribram apela a lo que él llama frecuencias espaciales de naturaleza no temporal. Estas frecuencias espaciales están lejos de ser una visión del espíritu. Su recepción por el córtex ha sido evidenciada experimentalmente. Durante estas experiencias, las frecuencias espaciales son emitidas por rejillas compuestas de líneas, de longitud y espaciamiento variables.

Inicialmente, fueron David Hubel y Torsten Wiesel los que descubrieron que muchas células visuales del córtex están sintonizadas específicamente con ciertas orientaciones. Unos diez años más tarde, muchos laboratorios utilizaron las rejillas emisoras y pusieron en evidencia una receptividad selectiva de las frecuencias espaciales en ciertas áreas del córtex.

Para Pribram el córtex funcionaría esencialmente realizando transformaciones de Fourier que, a partir de esas frecuencias espaciales, construirían hologramas que constituyen para nosotros la Arealidad@. Pero el córtex Cy esto está unido a las transformaciones de FourierC tendría dos modos de funcionamiento. El uno, local y espacio-temporal, con un sistema de coordenadas arbitrarias que llevan a una percepción causal de la realidad: es el modo de funcionamiento habitual. El otro, que sería obtenido por una transformación rápida de Fourier, llevaría a una percepción no local con establecimiento de correlaciones. Es este modo no local y no causal, mucho más

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raro, el que nos haría percibir las sincronicidades y el que podría ser experimentado en los éxtasis místicos17.

La existencia de estos dos modos de percepción vienen a confirmar las dos vías de acercamiento a la realidad que hemos descrito en el capítulo 2: la vía científica racional correspondería al modo local y causal, la vía no racional al modo no local y no causal. En mecánica cuántica, es el modo no local el que intervendría cuando se establecen correlaciones, por ejemplo no locales, entre dos fotones que llevan a las ideas de no-separabilidad.

A partir de ese momento, podemos dar una interpretación a las frecuencias espaciales de Pribram generalizándolas. Según la mecánica ondulatoria, a toda partícula superluminosa está asociada una onda llamada de fase, que tiene una velocidad inferior a la de la luz. Al final de lo que acabamos de enunciar, esta onda y su frecuencia podrían en ciertas condiciones ser de naturaleza puramente espacial y no temporal. En realidad, serían temporales, pero constituidas de ese tiempo de naturaleza espacial que pertenece al universo superluminoso. Estas ondas tendrían la capacidad de interactuar con algunas células del córtex. Como transportarían información salida del campo de la materia superluminosa de la conciencia, sería a partir de esas frecuencias espaciales superluminosas como el córtex elaboraría los hologramas sub-luminosos que forman nuestra percepción habitual de la realidad. Pero en ciertos casos, esas ondas serían convertidas por la transformación de Fourier, no en hologramas, sino en acontecimientos sincronísticos o correlacionados de carácter no local y no causal, haciendo pensar en la no-separabilidad.

Este segundo modo de funcionamiento sería mucho más raro puesto que los filtros corticales actuarían precisamente de tal manera que, de una manera general, sea la construcción holográfica, causal y especio-temporal, la mayoritaria. En algunas circunstancias, sean psicofisiológicas sean psicológicas,

17 . Para Pribram, el proceso de Fourier se desarrollaría realmente en el cerebro, siguiendo dos modos: en el primer modo, habitual, el cerebro por transformaciones de Fourier construiría hologramas a partir de frecuencias que pertenecen a los que él llama Adominio de la frecuencia@, que sería para él fundamental. Estos hologramas constituirían Ael universo físico@ que responde a la causalidad.

Existiría un segundo modo, poco frecuente y aleatorio. Escribe él a este respecto: ALa respuesta a esta pregunta ()puede funcionar el cerebro siguiendo un segundo modo?) depende del poder que tienen el teorema de Fourier y todos los procedimientos matemáticos que se derivan de él, para transformar las cosas partiendo del mundo del espacio-tiempo ordinario, donde reina la causalidad inmediata, en un orden involucrado, distribuido y no local, en el que existen correlaciones, y sólo ellas. Este poder de transformación es utilizado en tratamiento informático y en ciencias estadísticas bajo la forma de Atransformaciones rápidas de Fourier@ siempre, y al nivel que sea, que deben ser calculadas correlaciones. Está es la base de los procedimientos CAT y PET que forman las imágenes correlacionando, en ese campo de transformaciones, los resultados de registros individuales limitados@ en ALa sincronicidad y el funcionamiento del cerebro@, por K. Pribram, p. 111, en La Synchronicité, l=Ame et la Science por H. Reeves y otros, Payot, 1934.

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o en algunos dispositivos experimentales cuánticos, es el segundo modo el que se pondría en evidencia, introduciéndose en cierto sentido subrepticiamente a través de los filtros corticales.

Vimos en el capítulo anterior que según Pribram el córtex, realizando una transformación de Fourier, construye a partir de un esquema de entrelazamientos los hologramas que constituyen lo que llamamos lo real: en cierto modo de la misma manera que un rayo láser que explora una placa fotográfica, aportando un esquema de entrelazamientos, reconstruye la imagen de un objeto de tres dimensiones.

A nuestro juicio, podemos dar una interpretación a esta construcción holográfica. La mecánica ondulatoria asocia a toda partícula sub-luminosa una onda superluminosa que no es sino un aspecto complementario de la realidad. Ahora bien, el cálculo demuestra que lo que se observa en realidad es una especie de entrelazamiento de dos de esas ondas de frecuencia muy cercana.

Es este entrelazamiento, o esta Ainterferencia@, lo que se desplaza a menor velocidad que la luz y transporta la energía. Se trata de una especie de esquema de entrelazamientos y es el cerebro del físico el que captaría este entrelazamiento como una entidad localizada o partícula sub-luminosa. En realidad, el lenguaje de Pribram es un holograma. Está claro que un objeto a nuestra escala sería también un holograma por estar formado por un gran número de estos entrelazamientos.

Tiempo Entrelazamiento (interferencia) =partícula v< c = sub-luminosa

Onda > c -> = superluminosa

Espacio 1 onda frecuencia v 2 onda frecuencia cercana a v

Esto sería evidentemente al revés en el espacio-tiempo superluminoso de la conciencia. Son las ondas sub-luminosas las que estarían asociadas a cada partícula superluminosa: estas últimas se identificarían con los entrelazamientos o interferencias de esas ondas sub-luminosas. Estos entrelazamientos se desplazarían a mayor velocidad que la luz. Pero como el tiempo y el espacio no tienen ya las mismas propiedades en ese universo superluminoso, el aspecto onda o partícula ya no sería contradictoria. La complementariedad se convertiría en identidad, Aviendo@ el observador superluminoso, al mismo tiempo y sin contradicción, que una partícula superluminosa es a la vez corpúsculo y onda, es decir algo que es a la vez local y no local. Dicho de otra manera, los dos modos

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de percepción que hemos definido para el cerebro (el modo local espacio-temporal y el modo no-local) funcionarían al mismo tiempo. Ya no habría separación de estos dos modos de funcionamiento, lo que explica que esta conciencia total superluminosa se beneficiase de una calidad de información mucho mayor que nuestras parcelas de conciencia sub-luminosa donde el modo espacio-temporal local funciona la mayor parte del tiempo.

En esta hipótesis, el universo superluminoso identificado al de la conciencia total sería realmente el universo fundamental; nuestro universo sub-luminoso sería sólo una proyección holográfica, un reflejo subluminoso muy reducido en información, sometido a la degradación entrópica vinculada con el tiempo que pasa.

De acuerdo con la propia estructura que hemos expuesto, se ve que los dos universos estarían estrechamente imbricados el uno en el otro. Conciencia, universo... y destino humano

Desde siempre, problemas esenciales como la finalidad, la libertad, el determinismo, han sido relacionados en la óptica filosófica al estatuto dado a la conciencia. Todo filósofo que establece una sistema comienza por definir la naturaleza de la conciencia. Según le asigne un carácter material o espiritual, mortal o inmortal, la descripción que da del universo es distinta

Todo biólogo, matemático o físico que propone un modelo de conciencia se siente movido a presentar luego como corolario un modelo de universo. Pribram no es una excepción a esta regla y se inscribe en una concepción platónica del universo.

Nuestra reflexión sobre la conciencia nos ha llevado también a formular una respuesta a algunas cuestiones fundamentales de la filosofía. En primer lugar, nos hemos fijado en la cuestión de la causalidad. En nuestro universo cotidiano (subluminoso) un destino humano está regido por dos principios: el paso del tiempo (en toda vida hay un pasado, un presente y un futuro) y la causalidad, que hemos visto que estaba indisolublemente unida al paso del tiempo (la causa precede al efecto en el tiempo). Todo destino humano es una serie de secuencias causales ordenadas en forma de acontecimientos que van del pasado al futuro en la línea de universo.

)Qué nueva interpretación de la causalidad podemos dar nosotros al analizarla a la luz de nuestro modelo de conciencia? Todos los acontecimientos ordenados en secuencias causales a lo largo de la línea de universo, desde el nacimiento hasta la muerte de un ser humano, se encuentran en el espacio-tiempo superluminoso de la conciencia. Esos acontecimientos se presentan en forma de informaciones ordenadas a lo largo de la línea de universo superluminoso correspondiente, siguiendo una línea de significación y de afinidades (igualada por nosotros al principio de sincronicidad). El tiempo es

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entonces de naturaleza espacial. Ya no hay paso del tiempo. Existe una visión instantánea y no causal de los acontecimientos, con una evolución sin embargo hacia un estado de información y de significación máxima. El córtex, al encontrarse en el entrelazamiento de los dos universos y captar esas informaciones, va a proyectarlas siguiendo secuencias causales, en realidad arbitrarias, mientras reconstruye completamente (por ejemplo por transformaciones de Fourier tipo Pribram) un espacio-tiempo sub-luminoso en el que el tiempo pasa en un sistema de coordenadas arbitrarias, literalmente fabricadas por el cerebro. Es este mismo córtex el que transformará las informaciones en hologramas sub-luminosos cuatridemensionales. Determinismo y libre albedrío

De los análisis precedentes, podemos deducir una consecuencia relevante que tiene relación con el problema fundamental de la existencia del libre albedrío en el destino humano. Desde siempre, los filósofos han discrepado sobre esta cuestión, unos pensando que los hombres están sometidos a un destino implacable (el determinismo), Ccomo el físico relativista Eddington que decía: *Los acontecimientos no llegan, están ahí y nosotros los encontramos en nuestro camino+C, otros inclinándose por la libertad absoluta del hombre frente a su destino, los últimos optando por una libertad relativa limitada a ciertos acontecimientos. La opinión de los filósofos en cuanto a esta cuestión está, por otra parte, relacionada siempre con la descripción materialista o idealista que hacen del universo. Así, los deterministas tienen con frecuencia una tendencia idealista y los partidarios del libre albedrío tienen muchas veces opiniones materialistas. De nuevo no hay que generalizar: así, Demócrito es a la vez materialista y determinista.

Nosotros nos situamos en una perspectiva nueva, en la medida en que tratamos de conciliar materialismo e idealismo, existencia del libre albedrío y del determinismo. Ambos parecen no en oposición, sino como dos aspectos complementarios de una misma realidad. He aquí un nuevo aspecto del principio de complementariedad. Determinismo y libre albedrío existen en dos espacios-tiempos diferentes. El determinismo existe en el espacio-tiempo sub-luminoso (nuestro universo) y el libre albedrío en el espacio-tiempo superluminoso de la conciencia.

De entrada, en el nacimiento de un ser humano, existe, proyectada en la línea de universo y constituyendo el destino del individuo, una serie de acontecimientos alineados en secuencias causales. Se da por tanto determinismo. Pero cuando el ser humano llega en la línea del universo ante una cierta secuencia causal de acontecimientos, tiene la posibilidad de cambiar esta secuencia y sustituirla por otra. Esta transformación se realizará a nivel de la conciencia superluminosa donde los acontecimientos se encuentran alineados en

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informaciones. A este nivel, existe el libre albedrío. Efectivamente, si una secuencia causal es sustituida por otros

acontecimientos proyectados sobre las líneas de universo sub-luminosas, a partir de la conciencia y por mediación del córtex, esta transformación se hará en un tiempo nulo desde el punto de vista del universo sub-luminoso. Es decir que, desde el punto de vista sub-luminoso estricto, será imposible darse cuenta de que una serie de acontecimientos causalmente relacionados ha sido sustituida por otra serie de acontecimientos unidos de la misma forma, puesto que todas estas transformaciones tienen lugar en un tiempo nulo. Todo ocurre como si no se hubieran producido nunca y como si existiera, desde el estricto punto de vista subluminoso, una línea de universo única en la que todos los acontecimientos que constituyen el destino son alineados ne varietur (para que no varíen).

Un viajero del tiempo que explorara el *futuro+ en la línea de universo *vería+ acontecimientos inmutables y concluiría en un determinismo absoluto. Pero si ese viajero del tiempo llegase a penetrar en el otro espacio-tiempo -el espacio-tiempo superluminoso de la conciencia-, entonces se daría cuenta de que ese carácter inmutable es ilusorio, y que en realidad unos acontecimientos pueden ser transformados en otros acontecimientos. Es por tanto el libre albedrío, pero esas transformaciones no pueden ser captadas por el observador sub-luminoso. Esto tiene que ver con que en un espacio-tiempo, hay un tiempo que pasa mientras el otro está regido por un tiempo espacial en el que los acontecimientos e informaciones están ordenados en una instantaneidad absoluta, en un tiempo siempre nulo para nosotros.

En definitiva, nos parece que la oposición determinismo/libre albedrío no existe, porque su antagonismo sólo aparece si se considera el espacio-tiempo subluminoso. Desde el momento en que se considera la totalidad de la conciencia, por tanto los dos espacios-tiempos, la oposición se reduce por sí misma.

Todos los filósofos que han propuesto un modelo de conciencia se han visto obligados a plantearse la siguiente cuestión: )En qué se convierte la conciencia después de la muerte? )Hay desaparición de conciencia al mismo tiempo que muere el cuerpo, o continúa existiendo la conciencia después de la muerte?

Este problema, tal vez todavía más crucial que el del estatuto de la conciencia, va a ser el tema de los capítulos siguientes18.

18. El lector encontrará un planteamiento matemático del modelo de la conciencia

superluminosa, considerado como campo de materia taquiónica, en el artículo de R. y B. Dutheil: *Un nouveau mod le temporel: synchronicité et a-causalité dans l=univers superlumineaux+, aparecido en la Revue internationale de Biomathématique (1987, primer trimestre, n 97).

Por otra parte, el informe exhaustivo de los trabajos teóricos de R. Dutheil sobre la física taquiónica se encuentra en su obra Thérie de la Relativité et Mécanique quantique dans la région du genre espace (Ed. Derouaux, Lieja, Bélgica), que contiene también todas

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EXPERIENCIAS RECIENTES: HACIA LA SUPERACIÓN DE LA BARRERA DE LA LUZ A. Enders y G. Nimtz, del Instituto de Física de la Universidad de Colonia, publicaron en Francia, en septiembre de 1993, en el Journal de Physique, los resultados de sus mediciones bajo el título significativo On Superluminal Barrier Traversal (La superación de la barrera de la luz). En sus experiencias, utilizan guías de ondas (para ondas de radio milimétricas o centimétricas) que orientan en una dirección e impiden dispersarse. Paralelamente, los autores han observado paquetes de ondas o de fotones que van más rápidos que la luz, cuyo grosor han medido: algunos centímetros. En Estados Unidos, el físico Torsten Alvager, de la Universidad de Indiana, estudia la propagación de la luz en las fibras ópticas. Ha observado fotones evanescentes que van más rápidos que la luz. Este fenómeno hay que compararlo con la experiencia de Enders y de Nimtz.

las referencias sobre las comunicaciones y artículos de R. Dutheil.

1 Bis. La búsqueda de evidencia experimental de los taquiones ha entrado en una nueva fase: desde 1980, el Pr. Jacques Steyaert, del Instituto de Física nuclear de la Universidad de Lovain-La-Neuve, realiza trabajos en este sentido.

Utilizando el gran ciclotrón del Instituto de Física nuclear, ha observado un modo nuevo de interacción entre los fotones damma y la materia, en particular los electrones.

En estas experiencias, se produce una pareja de partículas que él interpreta como una pareja de taquiones. Estos taquines serían monopolios magnéticos, capaces de producir una corriente eléctrica. J. Steyaert ha dado el nombre de efecto taquio-eléctrico al fenómeno que ha descubierto. Continúan actualmente las investigaciones para confirmar dicho efecto taquio-eléctrico.

R. Dutheil y J. Steyaert realizaron una comunicación sobre los monopolios magnéticos, en relación con el efecto taquio-eléctrico en el Congreso Internacional de Relatividad General de Barcelona, que tuvo lugar en septiembre de 1989: *The Dirac equation in two rectilinear dimensions and in General Relativistic dimensions leading to magnetic monopoles in the light cone coordinates+ (en World Scientific).

Destaquemos que los trabajos del teórico francés, Pr. Georges Lochak, sobre los monopolios magnéticos son absolutamente fundamentales en este campo.

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Segunda parte

Capítulo 5

Conciencia de la vida, conciencia de la muerte

Desde el comienzo de los tiempos, el hombre ha rodeado a la muerte de

respeto y de temor: muy pronto, tuvo la preocupación de hacer pasar al difunto por un tratamiento particular, indicando así que consideraba al muerto como un ser aparte, susceptible de poseer poderes que superan el entendimiento humano, un ser cuyas simpatías hay que granjearse. Las prácticas funerarias en la historia del hombre

Los restos más antiguos de prácticas funerarias se remontan al Paleolítico medio (100.000 a 35.000 años antes de nuestra era). Así en Shanidar, en Iraq, se han encontrado ocho esqueletos depositados en una gruta sobre lechos de flores. Otra tumba, descubierta en Qafseh, en Israel, muestra restos de un niño reposando cerca de un gamo, con el pecho cubierto de cáscaras de huevo de avestruz quemadas y un gran bloque de caliza sobre su vientre.

De estos raros descubrimientos (ofrendas de flores y de animales al difunto, al que se pone a cubierto en una cueva, su última morada en cierto sentido), se puede deducir que el hombre del Neanderthal, representante todavía zafio y primitivo de la humanidad, estaba convencido de la necesidad de asegurar una especie de continuidad en la aparente discontinuidad de la vida interrumpida por la muerte. Cualesquiera que sean los sentimientos que el hombre prehistórico muestre hacia los muertos, temor o respeto, aparece siempre la idea fundamental de que Aalgo@ continúa después de la muerte a pesar de las apariencias.

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En el Homo sapiens del Paleolítico superior (35.000 a 10.000 años antes de nuestra era), se observa una multiplicación de ritos funerarios. El acondicionamiento de verdaderas tumbas aparece todavía con más evidencia en esta época. En Saint-Germain-la-Rivière (Gironde), grandes losas protegían el esqueleto de una mujer. En Sounguir, URRS, el esqueleto de un hombre estaba pintado de rojo ocre, lo mismo que el fondo de la tumba y el mobiliario funerario. Brazaletes, perlas de marfil de mamut, instrumentos de sílex completan los adornos del muerto. Restos de fuego sobre las perlas parecen indicar que hubiera habido incineración del difunto o que se hubiera encendido un fuego en la tumba para una ofrenda ritual.

Hay que esperar prácticamente al mesolítico (alrededor de 10.000 años antes de nuestra era), para que aparezcan los primeros cementerios que reagrupan varias decenas de tumbas. Llama la atención constatar que estas Aaldeas de muertos@ son anteriores a las primeras aldeas de vivos que sólo aparecen en el Neolítico (4.000 años antes de nuestra era). El rojo ocre es utilizado constantemente en las sepulturas; el mobiliario funerario, generalmente abundante, consiste en instrumentos de sílex y de hueso, en conchas y dientes perforados; las tumbas están cubiertas muchas veces de losas, de pilas de piedras bajo las cuales, en muchos casos, se encuentra un pequeño fogón con una ofrenda de ciervo o de jabalí.

En el Neolítico, cuando las poblaciones se hacen sedentarias, inician la costumbre de enterrar a sus muertos cerca de los lugares habitados, a veces incluso en la vivienda con un material funerario (utensilios, alhajas).

En general, en este alborear de los tiempos modernos, nada permite descubrir un rito especial relativo a los enterramientos, ni formas especiales de tumbas, ni orientación privilegiada.

Pero a partir de una civilización ampliamente representada en Francia desde el 2500 al 1500 antes de nuestra era, la civilización cazadora, se ve aparecer una forma de sepultura que estará presente en todo el mundo prehistórico y tendrá continuidad: son las sepulturas llamadas megalíticas, es decir formadas por grandes piedras, los dólmenes y los menhires.

Este fenómeno presenta, siempre y en todas partes, unas características fundamentales que han podido hacer pensar en la manifestación de una religión que habría cubierto, poco a poco, gran parte del mundo prehistórico. La idea nueva es construir un panteón cerrado y sólido que ponga a cubierto los cuerpos que allí se coloquen, permitiendo en la mayoría de los casos un uso continuo y una gran concentración de muertos, ya que la población no deja de crecer. La mayoría de las veces está constituido por losas formando un cuadrilátero de tamaño variable, cubierto de uno o varios bloques de piedras formando techo. Se abre un pasillo de losas o piedras sin cimentación, que llevan a una cámara funeraria en algunos casos. Allí se inhuma a familias enteras. Los cuerpos son amortajados probablemente con sus vestidos; cuchillos y hachas están también presentes. Se colocan también vasos de forma tosca Cparecidos a nuestros

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tiestos actualesC: se los encuentran en ciertos casos al pie de una representación humana, esculpida o grabada a la entrada del panteón, cuya nariz, senos, con frecuencia un collar, recuerdan a una mujer (protectora del panteón, diosa venerada, diosa madre eterna): es la señal de una primera religión.

Se puede pensar que las mismas costumbres funerarias se han perpetuado hasta la época actual: panteones familiares o sepulturas individuales, esculturas sobre la piedra sepulcral, tiestos de flores, se encuentran en el siglo XX de una forma por supuesto diferente, pero la idea de que el difunto tiene derecho a una morada sigue estando intacta. La muerte y el más allá

Las primeras representaciones del más allá se las debemos al Egipto antiguo. Con la escritura y la pintura nos llegó la primera representación concreta de lo que es la vida después de la muerte.

El origen del culto a los muertos en Egipto está asociado a la leyenda de Osiris: el dios Osiris es asesinado por su hermano Seth, que tiene envidia. Su cadáver es cortado en trozos que son echados al Nilo. Isis, esposa de Osiris, consigue encontrar los trozos del cuerpo. Una vez reunidos todos los trozos, el dios Anubis los conserva con vendas de tejido: es el origen de la momificación. Este tratamiento despierta la vida en el cuerpo mutilado e Isis concibe con él un hijo, Horus.

Se ve que la momificación está asociada explícitamente con la inmortalidad, con la adquisición de una segunda vida.

Después del embalsamamiento, se procede al entierro de la momia colocada en un sarcófago. Las necrópolis son situadas al oeste, lugar de la puesta del sol por donde se va el alma del difunto. Un abundante mobiliario funerario (herramientas, muebles, figuritas que representan a los sirvientes para los más ricos) es colocado en la tumba: cada uno de estos objetos se supone que tiene un doble que acompaña al difunto en el más allá. Acogida por la diosa tutelar de la necrópolis, el alma del difunto llega al más allá por un camino erizado de dificultades que el Libro de los muertos, llevado por ella, le permite evitar. Viene luego el pesaje al alma en el gran tribunal donde se sienta Osiris. El corazón del difunto debe resultar más ligero que la pluma de la diosa Maat. Los condenados Caparentemente no son muchos, ya que los textos hablan poco de ellosC son engullidos por la Gran Engullidora. Los que son considerados aptos para vivir en el reino de Osiris van a pasar días tranquilos en los campos de Souchets dedicándose a la agricultura.

El culto rendido a los muertos por los egipcios tiene por tanto una finalidad concreta: para ellos, la muerte no es un final sino un comienzo, una salida hacia otra vida donde muchas cosas son parecidas a la vida de aquí abajo, como si todos poseyéramos un doble. Por otra parte, la metafísica egipcia

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distingue en el hombre seis elementos: tres materiales (el cuerpo físico, el nombre y la sombra) y tres espirituales (el alma, el espíritu y un principio misterioso, el Ka, que acompaña al difunto en su viaje y debe protegerlo).

Después de los egipcios, ningún pueblo occidental ha aportando mejoras reales a la visión del más allá.

Mientras los mesopotámicos sólo ven en él un infierno sin fin y sin esperanza, de acuerdo en esto con los hebreos, que hacen del Seol una inmensa tumba común, oscura, donde el hombre está privado de Dios, los griegos y los romanos desarrollan por el contrario una visión concreta del más allá. Pero todos pecan por exceso de antropomorfismo, adjudicando al difunto recompensas y castigos demasiado humanos.

Para los griegos, la muerte es un paso crítico y su temor a abordarla aparece claramente en La Ilíada y La Odisea donde la muerte, Thanatos, es presentada como la hermana del sueño, Hypnos; es decir, que la vida en el más allá se reduce a un simulacro de vida sin alegría.

Poco a poco, se va dibujando una geografía del más allá. Los griegos sitúan la entrada de los Infiernos en lugares concretos del mapa de Grecia: Colona, Queronea, Trecena. Los Infiernos incluyen una antecámara (el Erebo) donde vagan las sombras sin sepultura y a la que guarda Cerbero, un perro de tres cabezas. Se llega allí después de haber atravesado la laguna Estigia en la barca del pastor Caronte, al que se ofrece un óbolo. Como entre los egipcios, Hades, el dios de los Infiernos, asistido por tres jueces, Minos, Eaque y Radamanto, procede al pesaje del alma. Según el resultado, el difunto va al infierno de los malos (se le sumerge alternativamente en estanques y en lagos de pez hirviendo), o bien se dirige hacia los Campos Elíseos, bosquecillos regados por las aguas del Leteo (río del olvido), morada de las almas victoriosas que gozan allí de una juventud eterna en lechos de asfódelo, rodeados de delicias.

Como se ve, los griegos tienen una visión del más allá que recuerda mucho nuestra visión occidental del paraíso y del infierno. En esos ritos funerarios muy detallados (lavado del cuerpo, colocación de vendajes sobre el mentón y los ojos, exposición del cuerpo sobre un lecho de columnas, llanto de mujeres, amortajamiento en un féretro de ciprés, entierro bajo un túmulo coronado por una estela), todo anuncia nuestros ritos funerarios, desde la edad Media hasta comienzos del siglo XX. Existía incluso nuestro 2 de noviembre: en Grecia, había durante el año dos fiestas de difuntos, los Antesterias, y los Nekisias (en febrero). En Roma, los miembros de la familia de un difunto se reunían sobre su tumba el día de las Rosalia para cubrirla de pétalos de rosas.

Se comprende, los romanos, conformistas en todo, se adhirieron a la visión griega del más allá y no cambiaron casi nada.

Pero estos dos pueblos, el más allá es un lugar bastante parecido a la Tierra y la vida que allí llevan es sólo una ampliación agradable o desagradable (paraíso o infierno) de la vida terrestre.

Sólo algunos filósofos se ha atrevido a llegar más lejos en la abstracción y

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han tratado de superar la visión un tanto primitiva de sus compatriotas y contemporáneos. La abstracción y las primeras teorías de la reencarnación

La iniciativa procede de un matemático -cosa que no nos extrañará-, en este caso el célebre Pitágoras, que es el primero que desarrolla en Occidente la teoría de la reencarnación o metempsícosis.

Platón, heredero suyo en muchos puntos, defiende la idea principal de que la realidad terrestre es sólo el reflejo de un mundo fundamental, el mundo de las Ideas, país de origen del alma, que está encarcelada en el cuerpo durante su permanencia terrestre y sólo se libra por la muerte. Esta tesis -desarrollada en el capítulo 1- es, evidentemente, la consecuencia de una visión muy personal del universo, de la realidad y de la conciencia. Tiene el mérito de separarse de los modelos religiosos corrientes y de implicar la existencia de otra realidad.

Reencarnacionista como Pitágoras, Platón considera cada nueva encarnación como el castigo por una mala elección. Esta concepción está muy cerca de la enseñanza difundida por la religión hindú que, recordémoslo, es la más antigua del mundo conocido, puesto que se remonta al cuarto milenio antes de nuestra era. Desgraciadamente, Platón no creyó tener que cambiar, en consecuencia, su descripción del más allá, tal vez para no chocar con sus oyentes y lectores: el Amito de Er@ en la República, libro X, describe un infierno y un paraíso en consonancia con la mitología griega.

Si Aristóteles sólo ve en el alma un principio vital que desaparece con el cuerpo, Plutarco, por el contrario, distingue en el hombre tres partes: el cuerpo, el alma (psique), el espíritu (nous). Según él, después de la muerte sólo permanece el Anous@ que es el sentimiento profundo que el ser tiene de su individualidad, mientras que la psique muere poco después del cuerpo terrestre. Retengamos de momento esta idea muy interesante de los tres elementos, que encontraremos más tarde.

El panorama de las creencias religiosas de los pueblos mediterráneos de los que somos directos herederos es en definitiva poco novedoso.

Ahora bien, estas creencias han dominado el mundo occidental durante siglos, impuestas por el poderío de Roma con el mismo título que el derecho, el latín y los acueductos. La visión celta y gala del más allá, aunque muy original, no resistió. Según los druidas, los espíritus liberados por la muerte, viajan de planeta en planeta, de estrella en estrella, para fundirse finalmente con el sol. Los seres vivos se reparten en tres círculos. El primero, el Ceugant, o círculo de Dios, es el dominio de lo absoluto y de lo inconcebible. El segundo, el Gwynfyd, o círculo de la bienaventuranza, es una especie de paraíso donde residen los espíritus llegados a los grados superiores de le evolución. El tercero,

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el Abred, círculo de la vida presente, es la morada en la que el hombre lucha para su ascensión. Reencarnacionista, el galo mira a la muerte como un simple desplazamiento de existencia hacia el más allá, lugar donde el tiempo es abolido. La vida y la muerte en las religiones

Desde la alta Edad Media, después de la caída del Imperio romano, se puede decir que el mundo ha estado dividido y sigue todavía fraccionado entre dos grandes concepciones religiosas de la vida y de la muerte.

Todo el Occidente está ocupado y dominado por las religiones judeo-cristianas, es decir el catolicismo, el protestantismo, el judaísmo y el islam, religiones monoteístas que se han injertado en el tronco de las antiguas religiones politeístas, pero que tienen muchos caracteres comunes con éstas últimas.

En cuanto al Extremo Oriente, ha ido desarrollando durante decenas de siglos religiones cercanas: el hinduismo (desde el cuarto milenio antes de nuestra era), el budismo (desde el siglo VI anterior a nuestra era), el taoísmo y el confucianismo.

Voluntariamente, pasamos por alto las creencias de los indios de América del Norte y del Sur (aunque los incas y los mayas desarrollaran prácticas funerarias muy cercanas a las de los egipcios y aunque se encuentra entre los incas un Libro de los muertos hermano gemelo del Libro de los muertos egipcio), en la medida en que han sido aniquiladas y deformadas por los católicos y los protestantes que invadieron esos países en los siglos XVI y XVII. Ocurre lo mismo con las religiones africanas (que aceptan la idea de Ala transmigración de las almas@), demasiado contaminadas por nuestras religiones occidentales19. Oriente y Occidente: la muerte distinta

Se ha opuesto siempre el Oriente al Occidente y con razón, especialmente si se tiene en cuenta la diferencia de actitudes ante la muerte, que no hace sino acrecentarse en el curso de los siglos.

Budismo, hinduismo y confucianismo presentan la muerte como un accidente sin gran importancia, un elemento del ciclo del eterno retorno que es el destino de la humanidad. Existen pocos o ningún texto sobre la muerte en la tradición búdica e hindú. El budismo presenta ante todo a la muerte como una de las Acondiciones@ debidas a la ignorancia y al deseo. Muerte y nacimiento están

19. Para más detalles, ver la obra de Stuart Edelstein: Biologie d=un mythe, Sand, 1998.

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en el mismo plano, dos episodios que se condicionan el uno al otro, marcados por el dolor e inscritos en la rueda sin fin de las transmigraciones, el Samsara. Todo lo que nace está llamado a envejecer, morir para renacer.

Si para los hindús, después de la muerte subsiste una entidad permanente, un yo que se puede identificar con nuestro concepto occidental de alma, que se reencarna mientras no haya alcanzado una forma de perfecta moral, para los budistas, por el contrario, no hay entidad permanente, sino sólo un flujo de deseos y acciones que llevan a una reencarnación. La gran ley del budismo es salir de ese engranaje, negar tanto el nacimiento como la muerte. La muerte es sólo el resultado de la sed de vivir y de la imperfección que engendra el renacimiento: no existe por tanto como fin, puesto que es seguida inmediatamente por una nueva existencia determinada por los actos buenos o malos. Pero en el pensamiento budista no debe existir en absoluto, el sabio debe tender, por el conocimiento de las santas verdades, a la muerte verdadera que es la parada total y definitiva del ciclo de reencarnaciones. Todo lo que es sufrimiento y separación sucede en otro mundo distinto del mundo del yo verdadero: el yo que sufre, desea, nace, envejece y muere no puede ser el verdadero yo, que es inmortal y no conoce el dolor. Así, la muerte es negada y excluida de dos maneras: por una parte, es sólo un momento, una fase de la duración sin fin de la transmigración; por otra, no afecta al yo verdadero que es inmutable.

Ayudar al muerto a pasar al otro mundo se convierte por tanto en una tarea fundamental. Para lograr esto, los tibetanos han creado un libre de los muertos, el Bardo Thödol, cuyos textos se leen al oído del agonizante. El Bardo Thödol, libro tibetano de los muertos

Según el Bardo Thödol, un ruido estridente se hace oír en el oído del agonizante cuando muere (rugidos, silbidos). El difunto se encuentra luego como envuelto en un luz gris y brumosa, abandona su cuerpo, ve y oye a sus parientes a su cabecera, pero no les habla. Se da cuenta de que tiene un nuevo cuerpo. Con este cuerpo brillante puede atravesar la materia, desplazarse instantáneamente.

Luego, durante tres días y medio, el difunto se ve envuelto en una luz brillante y ya no sabe ni dónde está ni adónde va. Para librarse del ciclo del renacer, debe reconocer la luz en que se encuentra, lo que sólo conseguirá si ha practicado durante toda su vida ejercicios espirituales. Si no, pasará al segundo estadio donde será acogido y aterrorizado por violentas apariciones, que no son sino manifestaciones de su propio pensamiento, sin realidad material.. Si el muerto no se asusta, es liberado. Si no, desciende en un torbellino que lo lleva a la reencarnación: es el tercer estadio intermedio. Si resiste a la tentación de la encarnación, es liberado.

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Tres elementos importantes son de destacar en esta tesis: CSegún este libro, la luz que ve el difunto después de su muerte es la

estructura misma de su ser. CEl cuerpo mental está dotado de todas las posibilidades: viajes

instantáneos, capacidad de atravesar la materia. CEl pensamiento crea la realidad. Se observará también cómo se acerca esta concepción a las conclusiones

de las más recientes investigaciones americanas. Budismo, taoísmo, confucianismo: la supervivencia del alma

Budismo, taoísmo y confucianismo se han influido mutuamente en China. La creencia en la supervivencia del alma es común a estas tres religiones, también admiten la reencarnación. El taoísmo, al igual que el budismo, trata de suprimir la idea de la muerte: desarrollando la concentración, el adepto alcanza, fuera del espacio y del tiempo, una iluminación en la que ya no hay lugar para la muerte, *el estado en el que ya no hay ni presente ni pasado, ése en el que ya no se está ni muerto, no vivo+.

Se observa en los orientales tal sumisión a la muerte que se convierte en una negación del fenómeno. La muerte es natural, y toda la actitud del hombre, mientras vive, debe consistir en prepararse para su futuro estado de muerte, con la ayuda de prácticas espirituales adecuadas. Es desarrollar la idea de que la muerte es sólo un estado de conciencia, entre otros, inscrito en un ciclo de vida eterna. La individualidad es abolida en favor de una fusión en una comunidad. El más allá es presentado como una abstracción multidimensional (con la idea de que el pensamiento creado es una parte de las imágenes del más allá). La concepción judeo-cristiana: catolicismo, protestantismo, islam

Totalmente distinta es la concepción occidental, judeo-cristiana, que ve en la muerte una ruptura irremediable, única, en la existencia y que afecta al individuo en su identidad. De esta diferencia profunda de concepción nace la angustia que oprime al occidental ante la muerte.

Las religiones islámicas, católicas y protestantes suponen un empobrecimiento progresivo de la visión de la muerte y del más allá.

Nuestras religiones occidentales tienen una visión tridimensional del más allá, que es sólo una extensión y una ampliación de la vida de aquí abajo.

Así, en los musulmanes: interrogatorio individual del alma por Dios, pesaje de las buenas y malas acciones (como en los antiguos egipcios) y

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admisión según sus méritos en el jardín de delicias o en el infierno, esto es lo que espera al alma del difunto después de la muerte. Los castigos y las recompensas reservadas al alma están siempre calcadas de la vida de aquí abajo: llamas de la gehena o por el contrario sombras, fuentes, frescor, buena compañía, alimentos deleitables en el paraíso. La distinción entre los dos sexos es respetada en el más allá y Alas mujeres en el paraíso siguen estando especialmente unidas a sus maridos y no pueden cambiarlos. El hombre es posible que tenga varias esposas, pero la mujer no tendrá varios esposos.@

Estas afirmaciones pueden hacer sonreír, pero los cristianos no tienen nada que envidiarles.

Las Iglesias católica y protestante se han ensañado empobreciendo el mensaje original de su Mesías. Así, mientras san Pablo, en el año 50, afirma en la primera carta a los Corintios (15, 35-53) la existencia de un cuerpo espiritual (de un doble) y la resurrección inmediata (y no en el juicio final), mientras Orígenes (184-254) enseña la preexistencia de los espíritus y su encarnación, la Iglesia condena las tesis de Orígenes en 399 y 553, y gasta todas sus fuerzas en debilitar el mensaje de san Pablo.

La Iglesia cristiana profesa una doctrina muy nueva y difícil de aceptar: la resurrección de los cuerpos (en su carne y en su sangre) en el juicio final. Después de éste, los justos serán revestidos de un cuerpo luminoso y los malos condenados para siempre.

El primitivo cristianismo desarrolla la idea de que los muertos se duermen esperando la resurrección en el juicio final. Los santos mártires de los primeros tiempos no tienen necesidad de juicio inmediato, pero a medida que se desvanece la imagen del mártir, la resurrección pura y simple da paso a la idea de un juicio individual e inmediato que permite arreglar algunos casos esperando el juicio final. La noción de juicio individual se va imponiendo poco a poco, y la representación del paraíso y del infierno se hacen cada vez más detalladas.

La Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual dotado de conciencia y de voluntad que se llama alma, es decir una inmortalidad personal e individual. Esta alma, juzgada, va al paraíso o al infierno, o bien, y es una invención de la Edad Media, al purgatorio (aceptado en 1254 por la Iglesia). Pero el alma, esté en el paraíso o en el infierno, se halla en un estado transitorio: debe purificarse y espera la resurrección del cuerpo.

El punto más importante de divergencia entre católicos y protestantes es la existencia del purgatorio. La religión católica, más consoladora, condena a muy pocos pecadores al infierno eterno. El purgatorio que, al final, promete una entrada al paraíso calma las angustias de los vivos. Los protestantes, mucho más austeros, no ven otra alternativa que paraíso o condenación eterna. A partir de la Edad Media, el infierno se llena de instrumentos de una galería de suplicios. Calderas, hogueras, horcas, baños ardientes, alimentos infectos: cada pecado es

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castigado específicamente. El purgatorio, equiparado al principio con el limbo, se ve luego como el horno inferior del infierno. El paraíso es un jardín de delicias, un prado espléndido al que se llega por un estrecho túnel o una escalera (visión de santa Perpetua).

De todas estas descripciones, hay que destacar la importancia del juicio asociado a la idea de pecado, lo que explica la angustia de la muerte entre los occidentales. La doctrina de la resurrección de los cuerpos explica la fascinación que ejerce el cadáver entre nuestros antepasados: las evocaciones lúgubres (danzas macabras, representación de la muerte bajo la forma de un esqueleto) y la importancia cada vez mayor concedida a la tumba, monumento elevado al cuerpo, lo atestiguan.

Esta fascinación por el cuerpo, fomentada por la Iglesia, ha sido el germen de la evolución progresiva de la mentalidad occidental hacia el materialismo, la deificación del cuerpo y de la vida, la negación de la muerte.

La alta Edad Media, época de fe intensa, acoge todavía a la muerte como un fenómeno natural. Philippe Aries20 habla a este respecto de Amuerte domesticada@, constatando que se muere simplemente con una especie de indiferencia a lo que va a pasar. El moribundo se acuesta y extendiendo sus brazos en cruz se vuelve hacia Jerusalén para llevar a cabo los últimos actos de su vida: arrepentimiento de la vida pasada, recuerdo de los seres y de las cosas queridas, discreta emoción, perdón solemne a todos los que lo rodean, oraciones y absolución dada por un sacerdote. Aries hace notar (p. 30): *Hay que tener presente que esta familiaridad tradicional implicaba una concepción colectiva de destino. La familiaridad con la muerte es una forma de aceptar el orden de la naturaleza+.

Pero, al hilo de la Edad Media y después del Renacimiento, el individuo va a adquirir cada vez más importancia: la ideología cristiana lo tiene en cuenta con la prioridad concedida al juicio individual e inmediato sobre el juicio final y con la invención del purgatorio. Aries hace notar (p. 37) al analizar la iconografía relacionada con el juicio y con la muerte:*Se lleva a cabo un acercamiento entre la representación tradicional de la muerte en el lecho y la del juicio individual de cada vida. La muerte en el lecho era un rito tranquilizador y esencialmente colectivo (...). Por el contrario, el juicio (...) era particular a cada individuo y nadie conocía su suerte hasta que el juez la ha decidido después del pesaje de las almas y de los alegatos de los intercesores (...). La iconografía reúne por tanto, en la misma escena, la seguridad del rito colectivo y la inquietud por un interrogatorio personal. (...). se cree ya (hacia el siglo XV) que cada hombre vuelve a ver toda su vida en el momento de morir, en un solo resumen+.

Con el correr de los siglos XVI y XVII, hay ruptura de la familiaridad

20. Ariès, Philippe,: Essais sur l=histoire de la mort en Occident du Moyen Age à nos

jours, Le Seuil, Paris, 1975.

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milenaria del hombre con la muerte: poco a poco la muerte se convierte en un acto que compromete al individuo y sólo a él, y debido a esto resulta inquietante. El deseo de individualizar el lugar de la sepultura a través de epitafios, aparecido entre los siglos XVI y XVIII, indica una vinculación totalmente nueva al difunto como persona, pero no contribuye a facilitar la aproximación a la muerte.

A partir de los siglos XVIII y XIX, el hombre exalta, dramatiza la muerte; está menos ocupado de su propia muerte que de la del otro, de aquí el movimiento del culto de la pena y del recuerdo asociado a la floración de los cementerios al comienzo del siglo XIX. Simultáneamente, las imágenes de la muerte, tan frecuentes en la Edad Media, se hacen mucho más raras en el último siglo. Los muertos, en otro tiempo presentes en todas partes, son relegados a la periferia de las ciudades en lugares cerrados, los cementerios, que se visitan una vez al año, el día de los difuntos.

Aunque los grandes espíritus como Descartes, Leibniz o Kant, siguen creyendo en la inmortalidad del alma, la élite intelectual, progresivamente, desde la segunda mitad del siglo XVIII, se inclina por la negación del más allá después de la muerte. Filósofos como Diderot y d=Holbach, desarrollan la idea de que no hay que pensar en la muerte, precisamente en el momento en que aumentan los progresos de la medicina luchando cada vez con más éxito por el triunfo de la vida.

Frecuentemente, la muerte es considerada como un accidente molesto, en el que el hombre debe pensar lo menos posible, puesto que el problema sólo puede resolverse científica y racionalmente (aquí todavía, el método experimental está fracasando). El Occidente hoy: la muerte prohibida

En nuestra época, vivimos el último estadio de esta evolución. Rechazamos sistemáticamente todo lo que puede recordar a la muerte. Aries no duda en calificar nuestra época como la de Ala muerte prohibida@. La muerte se ha convertido en un tema tabú, sustituyendo a la sexualidad.

Actualmente, el enfermo es despojado de su muerte. Muere en el hospital y no en su casa. Todo el mundo se esfuerza en ocultarle su mal, nadie le prepara par lo que le espera. La muerte es negada en todo momento: ya no se lleva el duelo; los cementerios son relegados cada vez más a la periferia de las ciudades; la incineración, que no tiene nada que ver con el rito hindú y sólo se presenta como una ganancia de espacio y una medida de higiene, es utilizada cada vez más, sobre todo en los países de Europa del Norte, es decir, los más ricos y más Aevolucionados@.

No sería excesivo destacar el carácter nefasto de este rechazo de la muerte, que lleva a graves neurosis y psicosis. Con el hundimiento de las religiones y de la fe, el hombre moderno se encuentra desprovisto de toda

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perspectiva post mortem y situado ante la única elección de una nada incierta, lo que lleva a dar a la vida un tinte de absurdo existencial.

Estadísticas recientes (entre 1969 y 1977) muestran que el 46 % de la gente siente la muerte con miedo y angustia, el 10 % con rebeldía o cólera (es decir el 56 % de aproximaciones negativas), frente a un 43 % que la esperan con calma. El 77 % desea una muerte súbita, el 53 % desearía no ser advertido de la inminencia de su muerte. La incoherencia de las creencias actuales es sorprendente: el 29 % de la gente cree en Dios, en algo después de la muerte y practican una religión, y el 20 % no creen ni en Dios ni en el más allá. Pero el 51 % combinan estos dos factores, creyendo en Dios pero no creyendo en el más allá, o bien no creen en Dios pero creen en el más allá. Paradójicamente, mientras el 69 % creen en Dios, sólo el 44 % cree en la existencia de un más allá21. La muerte: un Adesplazamiento de existencia@.

Para el hombre contemporáneo, la existencia es sinónimo de vida biológica y nada más; de aquí viene su angustia. Pero a nuestro juicio la existencia no se confunde con la vida terrestre y podríamos decir con Jean Jaures: ALa muerte es un desplazamiento de existencia@.

Si se recuerda lo dicho sobre la conciencia en el capítulo 4, se ve con toda naturalidad que el yo superior o conciencia total, formado de materia superluminosa, debe continuar después de la muerte biológica de un ser humano. Es esencial observar que no se trata de supervivencia, sino de una simple vuelta a la realidad fundamental del ser. Dadas las diferencias esenciales que se dan entre el tiempo superluminoso, Aun tiempo fuera del tiempo@, y el tiempo sub-luminoso, que Acorre@ de manera ilusoria, se puede decir sin paradoja que, desde el punto de vista superluminoso, un ser humano Aen vida@ ya está muerto, todavía muerto, siempre muerto.

En resumen, la física de la conciencia desemboca lógicamente en la física relativa a la transferencia de la conciencia sub-luminosa a la conciencia global superluminosa. Desde el punto de vista físico, esta evolución no será otra cosa que el paso de la barrera de la luz y vemos que resulta exacta la frase premonitoria de Jean Jaures o, lo que es lo mismo, que la muerte es sólo un desplazamiento o una prolongación de la conciencia por el paso de la barrera de la luz.

En los dos capítulos siguientes, nos proponemos contar las experiencias en la frontera de la muerte estudiadas por médicos y psicólogos americanos, como R. Moody, K. King, M. Sabom, y mostrar que es posible dar una

21. Cifras confirmadas por un sondeo realizado por el IFOP para Le Monde y

publicado en este periódico el 1.10.1986.

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interpretación detallada a partir del modelo de conciencia del capítulo 4.

Capítulo 6

Rehabilitar la muerte

La muerte desritualizada

A mitad del siglo XX, las circunstancias y el entorno de la muerte del ser

humano cambiaron considerablemente. Sucede que cada vez más el hombre moderno muere en el hospital, solo, sin asistencia, sin consuelo, sin calor humano. El carácter ritual y religioso que llevaba consigo la muerte desapareció en este contexto aséptico.

Cada uno de nosotros se encuentra ya solo para afrontar esta catástrofe última que, paradójicamente, es el acontecimiento más importante de la vida.

Parece claramente que, en lo sucesivo, será casi siempre el hospital el lugar privilegiado (por no decir el único) de ayuda al moribundo, tanto en el plano psicológico como físico, así como del análisis de la muerte y de los fenómenos que la acompañan. Por eso, todos los estudios recientes sobre la muerte se han llevado a cabo por médicos que trabajaron en un marco hospitalario y fueron llevados por su experiencia diaria a preocuparse de este problema fundamental. Elizabeth Kübler Ross: el comportamiento de los agonizantes

El primer estudio que atrajo la atención del gran público y del mundo científico se remonta a 1969: se trata de los Últimos instantes de la vida (en inglés *On Death and Dying+), publicado por una psiquíatra americana, la Dra. Elizabeth Kübler Ross. En este libro y en numerosos artículos y obras22 describe

22. Citemos en particular, en 1965: The Dying patient as teacher: an experiment and

an experience. Luego, en 1974: Questions and answers on death and dying. Y finalmente, en 1975: Death, the final stage of growth.

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el comportamiento psicológico de los agonizantes. En el seminario que ella dirige en el hospital Billings de Chicago, pone a

punto un método de investigación de los enfermos que son y se saben condenados. Con su consentimiento, procede a un interrogatorio en presencia del médico que lo trata y de un capellán, centrándose en su estado psicológico. Este estudio permitió trazar un esquema tipo, comprobado estadísticamente, de los últimos instantes de la vida.

La Dra. Kübler Ross enumera cinco etapas que marcan el cambio de comportamiento de un agonizante a medida que se acerca al último instante:

1 C El choque tanático: el enfermo se entera de que va a morir; esa idea le obsesiona y le traumatiza. Trata de escapar de ella concentrándose en actividades fútiles e insignificantes. Se trata de una fase de negación, el enfermo se niega a creer en la posibilidad de desaparición.

2 C La rabia y la ira: el enfermo se irrita contra los que le rodean y que siguen con vida. Se niega muchas veces al tratamiento para contrariar a sus médicos.

3 y 4 C Alternancia entre depresión y regateo con la muerte, prometiendo el enfermo hacerse mejor, más tolerante, si Dios le permite seguir viviendo.

5 C La aceptación: se trata de la fase terminal a la que llega el enfermo si supera la crisis de depresión de la fase 3. Una vez aceptada la muerte, vuelve a encontrar la serenidad. Durante esta última fase, el paciente es presa muchas veces de visiones y de alucinaciones que él atribuye al más allá.

Además, los estudios de Kübler Ross muestran que sujetos en situación de muerte clínica devueltos luego a la vida cuentan hechos extraños relacionados con esta fase de la muerte clínica.. Algunos, en efecto, describen en detalle su reanimación, repitiendo a veces las palabras pronunciadas por las enfermeras y los médicos en ese momento, cuando ellos eran incapaces de oír nada, puesto que estaban sumidos en la más completa inconsciencia.

Estas publicaciones, al venir de una médico psiquíatra famosa, provocaron por supuesto un verdadero escándalo en el mundo científico y médico; se hicieron oír numerosas protestas en las revistas médicas. No obstante, se considera hoy a Elizabet Kübler Ross como una verdadera pionera en el origen de la explotación de un nuevo campo de investigación científica. Ella ha tenido el gran mérito de *rehabilitar la muerte+, de considerarla como formando parte integrante de la vida. Raymond Moody: Testimonios en las fronteras de la muerte

El primero es el Dr. Raymond Moody, doctor en filosofía y medicina. Cuando sólo es estudiante en filosofía, en 1965, encuentra a un profesor

de psiquiatría que ha estado dos veces seguidas en estado de muerte clínica y le

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cuenta las sensaciones extrañas que ha sentido en aquellos momentos. Convertido en profesor de filosofía en la universidad de Carolina del

Norte, Moody recoge, aprovechando varios cursos sobre el Fedón de Platón dedicados a la inmortalidad del alma, el testimonio espontáneo de un estudiante contando la experiencia de su abuela, muerta temporalmente durante una intervención quirúrgica. Lo que a Moody le llama la atención es la semejanza completa de los acontecimientos narrados, a muchos años de distancia, por este estudiante y aquel profesor que no se conocían en absoluto.

Y entonces, Moody comienza un estudio más sistemático de los testimonios. Siempre espontáneos, estos llegan a 150, recogidos tanto entre los estudiantes de filosofía como entre enfermos que él encuentra (o que le envían compañeros) a partir de 1972, año en que se convierte en médico.

Estos 150 casos se distribuyen según él (Vida después de la vida, EDAF, 1984, p. 38) en tres categorías:

1) Experiencias de personas que han resucitado después de que sus médicos las consideraran clínicamente muertas.

2) Experiencias de personas que, en el curso de accidentes o enfermedades graves, han estado cerca de la muerte física.

3) Experiencias de personas que, al morir, hablaban con otras personas que se encontraban presentes. Posteriormente, estas últimas le informaron del contenido de la experiencia de la muerte al Dr. Moody. Kenneth Ring: del testimonio al estudio científico

Moody comenzó sus estudios por casualidad, movido por la semejanza de testimonios que le ofrecieron espontáneamente. Kübler Ross recogió también el mismo tipo de testimonios por casualidad, durante sus estudios que trataban exclusivamente sobre el comportamiento psicológico de los agonizantes.

Sólo después de Moody comenzaron otros médicos estudios sistemáticos de tipo científico. Los resultados de Kübler Ross y de Moody eran puramente cualitativos, aportando testimonios en estado bruto. Las investigaciones posteriores presentan por el contrario todas las características científicas (verificaciones de todo tipo, estadísticas, intentos de interpretación...).

En mayo de 1977, un psico-sociólogo, el Dr. Kenneth Ring, comienza un estudio que va a durar trece meses, con un equipo de investigación en hospitales de Maine y de Conecticut. Comprueba, en primer lugar, en sus propios pacientes la exactitud de los hechos descritos por Moody: somete los resultados a un análisis científico riguroso y los critica a la vez que los precisa, lo que permite perfeccionar el cuadro propuesto por Moody. Rechaza todas las interpretaciones fisiopatológicas, psicopatológicas, neurológicas, toxicológicas, propuestas por algunos autores, y demuestra que estas explicaciones no pueden dar cuenta con rigor de lo que él llama *la experiencia del substrato+, que constituye en sí

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misma un fenómeno nuevo y totalmente original. Se puede decir que él esboza un análisis del fenómeno basado en la teoría holográfica de K. Pribram. Michael B. Sabom: un estudio estadístico

Casi simultáneamente, pero de una manera completamente independiente, un joven cardiólogo de Florida, Michael B. Sabom, se dedica al mismo tipo de estudios proponiéndose expresamente refutar la realidad de estos fenómenos.

A pesar de su escepticismo, constata muy pronto con su equipo la realidad de esos hechos citados. Comienza entonces en los hospitales de Florida una investigación sistemática, apoyada en un estudio estadístico, con análisis clínicos muy profundos en los servicios de reanimación.

Los resultados de estas investigaciones están totalmente de acuerdo con los de K. Ring, tanto en lo que se refiere a las estadísticas como en la refutación de las tesis explicativas propuestas anteriormente. La experiencia del substrato

De estos estudios fundamentales, se deduce que existe un esquema estadístico de un fenómeno nuevo descubierto por Moody y llamado por K. Ring *experiencia del substrato+. Este esquema se aplica a enfermos en situación de muerte clínica, que han vivido durante ese estado las fases siguientes, dando por supuesto que una o varias de esas fases pueden faltar o ser incompletas en ciertos sujetos.

Imaginemos un hombre (o una mujer) que muere. Oye en primer lugar al médico o al equipo médico que constata su fallecimiento, después oye un silbido o un zumbido. Sumido en la oscuridad, se siente rápidamente arrastrado en un espacio oscuro que toma muchas veces la apariencia de un túnel. Tiene la sensación de salir de su cuerpo físico, mira como un espectador este cuerpo y los esfuerzos que hacen los médicos para reanimarlo o, si se trata de un accidente en el exterior, observa las reacciones de los testigos. Esta salida fuera del cuerpo se acompaña de una gran tensión emocional, de un profundo asombro, a veces de inquietud. Se habitúa poco a poco a su nuevo estado y experimenta las propiedades de su nuevo cuerpo: posibilidad de desplazarse instantáneamente a cualquier distancia, de atravesar la materia sólida (objetos y seres humanos), nueva percepción del tiempo... Pronto otros seres dotados de un cuerpo semejante al suyo caminan hacia él. Con frecuencia, reconoce en ellos a parientes o amigos muertos anteriormente. Vienen en cierto sentido a acogerlo. Una luz intensa invade entonces al sujeto, que descubre un estado de bienaventuranza total. Tiene la impresión de que de esta luz emana un presencia espiritual, un ser de amor y de luz que suscita en él una interrogación profunda y

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le lleva a realizar un balance de su vida pasada. Tiene entonces una visión instantánea, panorámica, de todos los acontecimientos de su vida, los juzga en su verdadero valor.

Después, el difunto parece enfrentarse a una barrera, a una especie de frontera entre la vida y la muerte, un punto de no-retorno. La mayoría de las veces, él resiste, trata de atravesar esta barrera, porque se siente tan dichoso que no desea volver hacia atrás. Pero, brutalmente, se siente rechazado, aspirado hacia la vida, y vuelve a su cuerpo físico. Vuelve a tomar conciencia.

Esta experiencia marca profundamente al sujeto, cambia su comportamiento hacia los otros y hacia la vida. Siente una gran dificultad para comunicar lo que ha vivido, porque tiene miedo de chocar con la incomprensión.

Este modelo que se puede trazar a partir de los relatos analizados por los médicos americanos, raramente es vivido por los sujetos. Algunos conocen una experiencia total, otros viven sólo algunas fases. Algunas etapas pueden superponerse o fusionarse en parte, otras, a veces, no aparecen.

K. Ring y M. Sabom han completado y perfeccionado el modelo inicial de Moody en función de los resultados de sus estudios personales y de sus estadísticas. Pero las coincidencias son destacables. K. Ring destaca once puntos principales:

1.C La incomunicabilidad 2.C La audición del veredicto. 3.C La sensación de paz y de calma. 4.C El ruido. 5.C El túnel oscuro. 6.C La proyección extracorporal. 7.C Encuentros. 8.C El ser de luz. 9.C El balance de la vida.

10.C La frontera 11.C La vuelta

Para Sabom, son destacables diez fases:

1.C Sentimiento subjetivo de estar muerto. 2.C Contenido emocional predominante. 3.C Sensación de estar separado del cuerpo. 4.C Observación de objetos o hechos materiales. 5.C Zona o vacío oscuro. 6.C Balance de la vida pasada. 7.C Una luz. 8.C Acceso a un mundo trascendental. 9.C Encuentro de otros seres. 10.C Vuelta.

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Estos modelos, tan sorprendentes, suscitan un primer interrogante. )Qué es la muerte? )Cómo definirla clínicamente, médicamente?

Definir la muerte

En primer lugar, hay que hacer una distinción esencial entre la muerte

clínica y la muerte biológica. La primera es reversible, la segunda irreversible. La frontera entre estos dos procesos es incierta, por ello es importante fijar con más precisión los dos criterios que definen la muerte.

El soviético Négovskii, a partir de experiencias con perros, intentó, hace algunos años, dar esta definición. Para él, la muerte clínica es un estado en el que desaparecen todas las señales de la vida (lucidez, reflejos, respiración, actividad cardíaca), pero en el que el organismo en su totalidad todavía no está muerto, lo que deja una posibilidad de restaurar todas las funciones. Es por tanto un estado reversible. Pero si se deja al organismo seguir el curso natural de las cosas, la muerte clínica desemboca en la muerte biológica, que es un estado irreversible, porque cesa ya la actividad metabólica de los tejidos, impidiendo toda esperanza de volver el cuerpo a la vida.

Esta definición plantea problemas, porque el término *muerte clínica+ designa hoy un abanico de estados de una gravedad más o menos grande: la víctima de un paro cardíaco y respiratorio, la persona encontrada sin reacción como consecuencia de un desvanecimiento, el enfermo comatoso con actividad cardíaca y respiratoria persistente. Se tiende a utilizar cada vez más la expresión *muerte cerebral+ para indicar la ausencia generalizada de actividad cerebral irreversible en un enfermo considerado médicamente irrecuperable, incluso con una actividad cardíaca persistente.

Existe contradicción entre la definición de la muerte cardíaca y la de la muerte clínica. Si uno se atiene a lo que dice Négovskii sobre la muerte clínica, la víctima de una muerte cerebral no está clínicamente muerta por persistir la actividad cardíaca, pero por otro lado se considera frecuentemente que un enfermo afectado de muerte cerebral no tiene ninguna posibilidad de ser recuperado y no justifica la aplicación de medios médicos de mantenimiento en vida.

Estas contradicciones han sido tomadas en cuenta, es especial por el Dr. Sabom, a quien le han permitido establecer criterios de elección de pacientes susceptibles de vivir una experiencia en las fronteras de la muerte.

Estos criterios son el hecho de estar en el umbral de la muerte (M. Salom, p. 26-27): *Nosotros hemos decidido seleccionar los pacientes que podíamos considerar en el tramo final, es decir en un estado físico resultante de un total hundimiento fisiológico, de origen accidental o no, estado del que se podía pensar razonablemente que llevaría a la muerte biológica irreversible en la mayoría de los casos y reclamaría una asistencia médica urgente, si era posible. De manera general, esta definición incluía los paros cardíacos, las lesiones

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traumáticas graves, los estados de coma profundo debidos a trastornos del metabolismo o a enfermedades orgánicas, y demás estados similares.+

El segundo criterio de elección es el estado de inconsciencia (p. 25): *En el marco de este estudio, hemos decidido utilizar el término inconsciencia para designar todo lapso específico durante el cual se pierde toda percepción consciente de su alrededor y de sí mismo. En el lenguaje corriente, es lo que se llama comúnmente desmayarse.+

R. Moody no procedió a ningún estudio estadístico de los casos que le fueron expuestos. No ocurre lo mismo con K. Ring y M. Sabom que se tomaron la molestia de tratar de dar el porcentaje de pacientes que vivieron la experiencia en la frontera de la muerte. M. Sabom mantiene la cifra de 39 % de casos y K. Ring llega a la cifra de 43 %. Se ve que estas cifras son muy cercanas aunque Sabom y Ring llevaron a cabo sus estudios en la misma época pero totalmente separados, sin tener conocimiento de sus trabajos respectivos.

Otros resultados estadísticos se centran en la edad, el sexo, la raza, la profesión, el nivel de estudios, la religión de los pacientes entrevistados, y muestra que estos factores no tienen ninguna influencia en la frecuencia de aparición de la experiencia cercana a la muerte ni en su contenido. A veces incluso, las visiones contadas por algunos sujetos están en oposición con sus convicciones religiosas. Un estudio sistemático tuvo incluso en cuenta el conocimiento anterior del libro de R. Moody en los sujetos que presentaron luego la experiencia en la frontera de la muerte. Los resultados muestran que este conocimiento no tiene ninguna incidencia en la frecuencia y que es más bien negativa.

Se ve por tanto que en Estados Unidos ha nacido una nueva investigación, con su protocolo experimental, su metodología y su infraestructura estadística; presenta todas las características de una investigación científica normal. Que nosotros sepamos, es la primera vez que se aborda en estas condiciones el problema fundamental de las fronteras de la muerte y de la vida.

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Capítulo 7

La experiencia cercana a la muerte23

Hemos visto anteriormente que existían dos escenarios típicos o esquemas operativos para describir las diferentes fases de la experiencia cercana a la muerte, uno de ellos el de Moody, al que se acomoda el de K. Ring; otro el de Sabom, que presenta algunas diferencias con el primero. Analizamos ahora cada una de las etapas de la citada experiencia, intentando una interpretación relacionada con el modelo físico de conciencia materia superluminosa propuesto en el capítulo cuarto.

Estudiando en detalle el escenario de Moody, señalaremos al final del capítulo las diferencias anotadas por Sabom. Veremos que estos dos escenarios, aunque cada uno presente particularidades que le son propias, no son, sin embargo, contradictorios: se trata sólo de dos variantes de desglose metodológico. La muerte: once fases principales

R. Moody hace aparecer once fases principales en la experiencia cercana a la muerte.

1) La inefabilidad Destaca, en primer lugar, el carácter de incomunicabilidad de esta

experiencia. Cita especialmente el testimonio de una joven que analiza las razones de esta inefabilidad (Vida después de la vida, p. 47): *Me encuentro con verdaderos problemas cuando trato de contárselo, pues todas las palabras que conozco son tridimensionales. Conforme tenía la experiencia pensaba: ACuando me hallaba en clase de geometría, me decían que sólo había tres dimensiones y siempre lo acepté. Estaban equivocados. Hay más". Nuestro mundo, en el que

23. Las siglas N.D.E. (Near death esperience) designa las experiencias cercanas a la muerte: el término NDE, introducido por Raymond Moody, es utilizado ahora por muchos autores en las publicaciones especializadas.

En este libro, los autores franceses han preferido conservar la expresión *Experiencia en las fronteras de la muerte+ porque les parece más sugestivos. En la traducción española, se utilizará la expresión *Experiencias cercanas a la muerte+ (ECM) por ser la que, a nuestro juicio, se está imponiendo en el mundo hispánico [N.del t.].

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ahora vivimos, es tridimensional, pero el próximo no lo es. Por eso es tan difícil contárselo. He de describirlo con palabras tridimensionales. Es lo más cercano que puedo conseguir, pero no es realmente adecuado. No puedo darle un cuadro más completo.+

Según nosotros, la muerte se manifiesta por un paso de la conciencia en el espacio-tiempo superluminoso cuyas asombrosas propiedades espacio-temporales vimos en el capítulo 4.

El testigo apela aquí a un espacio multidimensional para expresar sus sensaciones. Tiene la certeza de que ya no está en un espacio de tres dimensiones con un tiempo normal. Ahora bien, si el lector tiene a bien trasladarse al modelo superluminoso, se dará cuenta de que la existencia de un tiempo propio de naturaleza *espacial+ con una instantaneidad absoluta, de un tiempo que ya no corre, produciría inmediatamente en el sujeto que vive normalmente en un espacio de tres dimensiones dotado de un tiempo que pasa, la sensación de un universo multidimensional.

Nuestro lenguaje está construido a partir de sensaciones que se fundan en la imagen tridimensional de la realidad que nuestro cerebro *ordenador+ organiza y fabrica de pies a cabeza. Parece normal entonces que las sensaciones procedentes de otro espacio-tiempo sean incomunicables: nuestro lenguaje no está adaptado a él. Una especie de muro semántico se levanta cuando atravesamos la barrera de la luz y nos impide analizar nuestras sensaciones con nuestro lenguaje tridimensional.

Es esencial comprender bien esta primera característica de los testimonios presentados aquí, porque permite ser más indulgente en relación a las imprecisiones de algunos de ellos. La inefabilidad no es la prueba de un fraude o de una mentira cualquiera: es por el contrario la señal de la sinceridad de los testigos que son los primeros estupefactos de su experiencia.

2) La escucha del veredicto La segunda fase notada por Moody es la que él llama *la escucha del

veredicto+, es decir que el paciente en estado de muerte clínica oye y ve perfectamente a los médicos anunciar su propio veredicto de muerte, cuando él está en principio en la imposibilidad de sentir cosa alguna.

El Dr. Ring cita el caso de una mujer que estuvo cerca de la muerte como consecuencia de una hemorragia interna, dos semanas después del nacimiento de su primer hijo (Souvenirs de la mort, p. 92). *En la sala de urgencias, me dije interiormente: "Adiós, se acabó." Tenía solamente la impresión de alejarme deslizándome. Les oía decir que yo estaba en estado de shock. Oí anunciar a la enfermera: "Ya no encuentro su pulso, ya no respira, se ha muerto." Después oí decir a otra enfermera: "Conéctala en la reanimación." Pero todo esto me llegaba como ecos lejanos.+

Un joven, muerta en tres ocasiones de paro cardíaco como consecuencia de un grave accidente de coche, escuchó toda una conversación entre su médico

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y el cirujano, mientras estaba en paro cardíaco en la mesa de operaciones. Oyó con claridad los comentarios que hacía el cirujano sobre el estado de su hígado, despedazado por el accidente y vio a los cirujanos operarla; en presencia de los médicos, dos semanas más tarde, les repitió palabra por palabra su conversación, con gran sorpresa suya, y les describió las diferentes fases de su operación.

Moody cita muchos otros casos del mismo tipo. Todos los sujetos están clínicamente muertos, por tanto no en condiciones de recibir informaciones en forma de sensaciones a través de sus órganos sensoriales habituales.

La muerte consagra la vuelta de la conciencia en el espacio superluminoso, es decir en un universo de información total, el universo de la conciencia total. Todo pasa al estado normal como si existiera un diafragma semejante al de una cámara fotográfica, diafragma situado al nivel de la barrera de la luz. Habitualmente, este diafragma esta casi completamente cerrado. Pero a medida que la conciencia del sujeto en estado de muerte clínica pasa de nuestro espacio-tiempo subluminoso tridimensional al espacio-tiempo superluminoso de la conciencia total, el diafragma se abre en este espacio y la conciencia total, el yo superluminoso, se hace poco a poco operativo.

)A través de qué medios este yo superluminoso, que comienza a manifestarse durante la muerte clínica, puede experimentar sensaciones auditivas, incluso visuales, sin que los órganos de los sentidos entren en acción? A través del capítulo 2, vimos que las sensaciones son una emanación directa de la conciencia total superluminosa. Nuestros órganos sensoriales sólo llegan a la producción de una actividad eléctrica al nivel del córtex cerebral, siendo producido simultáneamente (sincrónicamente) lo que llamamos sensación por la conciencia superluminosa. Los órganos (ojos, oídos) son sólo receptores de sensaciones sin ser la sede, el origen. Nada extraño por tanto que un paciente *inconsciente+ según nuestros criterios subluminosos, cuyos órganos ya no funcionan, puedan sin embargo percibir sensaciones. La sensación sólo es una forma de información. Ahora bien, la conciencia superluminosa es precisamente más rica en informaciones que nuestro universo subluminoso, es una especie de bomba de informaciones.

Sin embargo, aunque el paso de la información se hace muy fácilmente en el sentido subluminoso∃superluminoso, se realiza con mucha mayor dificultad desde el universo superluminoso hacia el universo subluminoso. Esto explica que un paciente en estado de muerte clínica pueda percibir lo que pasa en nuestros mundo, pero sea incapaz de hacerse oír y comprender por los seres vivos.

3) La paz y el bienestar. La tercera fase consiste en una sensación de paz y bienestar. Según K.

Ring, el 60 % de las personas entrevistadas conocieron este nivel de experiencia; el 71 % de ellas utilizaron explícitamente los términos *apacible+ y *calma+ para caracterizar la tonalidad emocional de su experiencia.

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R. Moody cita muchos extractos de este tipo de testimonios (p. 49). Una mujer comenta después de un ataque cardíaco: *Comencé a experimentar sensaciones maravillosas. Lo único que sentía era paz, comodidad: sólo quietud. Todos mis problemas habían desaparecido y pensé: "Qué paz y quietud, nada me duele."+

Un hombre recuerda: *Sentí solamente una impresión agradable de soledad y de paz... Era muy bello y sentía gran paz en mi mente.+

Un hombre que *murió+ en Vietnam sintió cuando fue herido: *... una especie de gran alivio. No había dolor y nunca me había sentido tan relajado. Me encontraba a gusto y todo era agradable.+

K. Ring cita el caso de una mujer que había querido suicidarse ahogándose en el océano en invierno, en una época en la que la temperatura del agua era de 91 C, y que sintió, mientras perdía conciencia en el agua, una sensación concreta de calor y de sol asociada a sentimientos de paz, de seguridad y de bienestar.

De estos testimonios, destacaremos un común denominador que puede resumirse así: calma, paz, bienestar, desaparición de las emociones y del miedo, sensación de belleza, de perfección.

Si se tiene en cuenta la compleja y ordenada estructura celular que es un ser humano, se observa que está sometida al aumento de desorden y a la tendencia a disgregarse. Si esta estructura se mantiene , al menos durante cierto tiempo, si podemos vivir, es porque en cada momento informaciones venidas de todos los puntos de la estructura informan al sistema nervioso del estado de desorden que tiende a instalarse. Por retroacción, los centros nerviosos corrigen este estado mediante un sistema de feed-back y nosotros seguimos con vida. Es decir, que un cuerpo humano es sometido en cada momento a sensaciones asociadas a influjos nerviosos venidos del interior del cuerpo, a estrés procedentes del interior o del exterior del cuerpo. Todas estas sensaciones son integradas a nivel de un centro nervioso llamado hipotálamo, verdadero cerebro de las emociones. Él es el que crea en cada momento nuestro ambiente y nuestro contenido emocional personal. Por otra parte, la vida nos reserva raramente sensaciones plenamente agradables, el contenido emocional de cada día es más bien negativo, lleno de estrés de angustia, de ira... Esto está relacionado con la característica principal de nuestro mundo subluminoso: el aumento del desorden contra el cual luchamos permanentemente.

En el momento de la muerte, la conciencia se deshace de todas las influencias asociadas al mundo subluminoso, es decir al desorden. Llegan al sujeto nuevas sensaciones procedentes del mundo superluminoso, el de la conciencia total, del orden y de la información en estado puro. Ellas sólo pueden ser positivas y agradables puesto que proceden de un mundo donde el orden aumenta constantemente, donde todo es armonía. Las sensaciones de angustia, de miedo, de excitación, unidas al desorden constante del cuerpo subluminoso, desaparecen completamente. Sólo son admitidas en la conciencia del sujeto las

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sensaciones cuyas connotaciones son agradables: calor, belleza (que es por otra parte la señal de un orden perfecto, puesto que toda obra de arte trata de instaurar un orden en la materia bruta).

4) Un fenómeno sonoro Durante la cuarta fase, Moody señala que algunos sujetos cuentan haber

oído, antes de entrar en la zona oscura (la quita fase), un fenómeno sonoro que puede ir de un *zumbido francamente penoso+ a un fuerte *timbre de campanilleo+, un *zumbido agudo+, un *estruendo+, hasta sensaciones más agradables que toman la forma de un *tintineo de campanas+ o de una *música muy hermosa+, testimonios que se encuentran parcialmente en K. Ring. Según este último (p. 98): *El recuerdo de estas impresiones auditivas era no sólo raro sino también a veces incierto. La mayoría de las veces, los entrevistados afirmaban no recordar haber escuchado ruidos insólitos y respondían algo así como: "Al contrario, era muy silencioso".+

Cita a un testigo que declara: *Todo ocurría en un profundo silencio, el mayor silencio que yo he conocido. No había ningún ruido.+

Este fenómeno no parece por tanto confirmado por las investigaciones de Moody. Parece, por el contrario, que la gran mayoría de los sujetos recordaban una sensación de silencio completo, total.

Los pocos casos registrados de sensaciones sonoras se pueden interpretar de la siguiente manera: se sabe que un sujeto situado en una cámara insonorizada cree escuchar a veces ruido que le parece intenso; como la sensación, ya lo hemos dicho, no forma parte del espacio-tiempo habitual, sino del espacio-tiempo de la conciencia, se podría decir que, analógicamente, puede existir, en la conciencia separada del cuerpo, un fenómeno parecido.

5) La zona oscura Durante la quinta fase tiene lugar la entrada en una zona oscura,

acompañada de una sensación de paz. Esta zona es comparada muchas veces a un túnel, pero también a un valle estrecho, a un tonel, una caverna, etc.

He aquí dos testimonios elegidos entre los que presenta Moody (p. 52 y 53). Un hombre se hunde en la inconsciencia durante una grave enfermedad: *Me encontraba en un hueco oscuro y negro. Es difícil de explicar, pero me sentía como si me moviera en el vacío a través de aquella oscuridad. Era plenamente consciente y pensaba que estaba como en un cilindro sin aire. Me sentía como en el limbo, a medio camino de aquí y a medio camino de algún otro lugar.+

Un mujer que estuvo cerca de la muerte como consecuencia de un accidente de tráfico, cuenta: *Fue una sensación de profunda paz y quietud, sin miedo, tras la cual me sentí en un túnel; un túnel de círculos concéntricos. Poco después vi un programa de televisión, llamado El túnel del tiempo, en el que los personajes viajan por ese túnel en espiral. El lo más parecido a lo que vi.+

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Un caso citado por K. Ring (p. 56) es también muy interesante; se trata de un joven gravemente herido en un accidente de moto: *Tenía la impresión de que estaba... era como si flotase. Como si estuviera dentro y, lo creáis o no, el color es... no hay color, es como la oscuridad. Esta oscuridad estaba vacía. Sí, esto es: el espacio. Simplemente la nada. Pero una nada con una existencia. Es como tratar de describir el final del universo.+

Esta fase es especialmente impresionante porque despierta en nosotros reminiscencias de textos antiguos de naturaleza religiosa o pagana describiendo los Infiernos, el mundo de los muertos como un valle oscuro. Evoca también el miedo que todos tenemos a que no haya nada después de la muerte, el miedo vago a que la vida desemboque en la nada.

Curiosamente, la astrofísica, al tratar de describir nuestro universo, se ha visto obligada a definir una noción que se nos ha hecho bastante familiar: la del agujero negro. Algunas estrellas pueden desplomarse sobre sí mismas, convirtiéndose su radio en algunas decenas de kilómetros o menos. En ese momento, el espacio-tiempo está tan dominado por esa masa enorme e hipertensa que se forma una especie de bolsa casi cerrada sobre sí misma y de la que nada puede escapar, incluida la luz: es un agujero negro, un colapsador.

Cierto número de cosmólogos creen actualmente que nuestro universo subluminoso es un agujero negro. Regis Dutheil ha retomado esta idea en el marco de una relatividad extendida a las velocidades superluminosas y ha mostrado que, efectivamente, nuestro universo entero sería sólo un agujero negro con un radio de algunas decenas de miles de millones de años-luz, pero que en el exterior de este agujero negro el espacio-tiempo sería superluminoso. Este exterior no sería otra cosa que el mundo de la conciencia, que se confunde con la materia superluminosa.

Asimismo, Régis Dutheil ha mostrado con J.-P. Vigier, a través de cálculos basados en la relatividad general, que los electrones eran también micro-agujeros negros cuyo interior es superluminoso y el exterior subluminoso.

En realidad, el mundo que nos rodea, desde los electrones (escala microscópica) hasta la galaxia (escala macroscópica), será doble: habría siempre un derecho y un revés del decorado. Lo que vemos todos los días es subluminoso, pero desde el momento en que nuestra conciencia se ha deshecho de los filtros que habitualmente deforman y ocultan una parte de la realidad, puede percibir la otra parte del universo: el mundo superluminoso.

Sólo que para pasar del uno al otro hay que atravesar una frontera. Esta frontera es la barrera de la luz. Se encuentra en la superficie de los electrones, separando el interior superluminoso del exterior subluminoso; está también en la frontera de nuestro universo conocido, separándolo del exterior que es superluminoso.

En estas condiciones, la quinta fase se explica perfectamente. La travesía de la zona oscura se corresponde con el desplazamiento de la conciencia del universo subluminoso, considerado como un agujero negro, en dirección al

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espacio-tiempo superluminoso. Este desplazamiento indica el paso de la barrera de la luz. En ese momento, la conciencia se hace luminosa, es decir que, en contacto con la barrera de la luz, se impregna ella misma de partículas luminosas. Y entonces sólo puede percibir lo exterior como oscuro, puesto que ella misma se ha convertido en luz y no puede observarse.

De ello resulta, para la conciencia y el sujeto, la impresión de atravesar una zona de espacio oscuro comparable al final del universo.

En esta interpretación, la muerte puede ser considerada como una catástrofe en el sentido etimológico, es decir, un verdadero hundimiento, un colapso, un agujero negro.

6) La descorporización La sexta es la fase de descorporización, o salida del cuerpo acompañada

de un cambio de la percepción a través de los sentidos y de la aprehensión del tiempo y del espacio.

Moody cita dos testimonios especialmente interesantes a este respecto. En primer lugar el de una mujer (p. 55): *Me sentía que salía de mi cuerpo y me deslizaba entre el colchón y la barandilla que había al lado de la cama; en realidad era como si pasase a través de la barandilla, hasta posarme en el suelo. Luego, comencé a elevarme lentamente... Floté hasta el techo, pasando al lado de la lámpara que colgaba de él, y me detuve allí mirando hacia abajo. Me sentía como si fuera un pedazo de papel que alguien ha arrojado hacia arriba.+

Esta experiencia de descorporización puede sobrevenir también en el exterior, fuera del ambiente hospitalario. Un joven cuenta que, como consecuencia de un accidente de tráfico ocurrido en la noche: *Me encontré flotando a unos cinco pies (1,50 m) por encima de la calle y a cinco yardas (alrededor de 5 m) del coche, desde donde oí el eco del choque de la colisión alejarse y luego extinguirse. Vi que la gente corría y se arremolinaba alrededor del accidente... Vi mi propio cuerpo en la chatarra entre toda aquella gente y cómo intentaban sacarlo.+

Muchos testigos en casos así están estupefactos, divididos entre la tristeza de haber abandonado su cuerpo, la ignorancia del estado en que se encuentran (muchas veces no comprenden ni dónde están ni que han muerto), o a veces la serenidad, la indiferencia.

Experimentan una nueva manera de captar el espacio como lo muestra este testimonio (Moody, p. 61): *La gente venía de todas las direcciones hasta el lugar del accidente. Desde el estrecho sendero donde me encontraba podía verlos. Al llegar, no parecían notarme. Seguían caminando con la vista al frente. Cuando estaban muy cerca, traté de dar la vuelta, de apartarme de su camino, pero pasaron a través de mí.+

El cuerpo parece distinto por su aspecto y sus propiedades. Un hombre califica así su nuevo cuerpo (Moody, p. 63-64): *Mi ser tenía una cierta densidad o casi. No una densidad física, yo diría más bien que ondas o algo

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parecido, no sé, nada realmente físico, pongamos una descarga eléctrica si os parece. Pero lo cierto es que era algo. Era pequeño, y como si fuera circular, pero sin contornos rígidos. Podría recordar una nube (...)

*Todo ello era muy ligero, muy ligero. Esto no producía ninguna tensión en mi cuerpo (físico), la sensación era de total separación. Mi cuerpo no tenía peso.+

Otros testimonios insisten en el hecho de que este cuerpo era muy ligero, transparente, no tenía forma precisa y parecía compuesto de energía, *podría compararlo, en el mejor de los casos, a un centro energético+, dice un testigo, o *era como si yo fuera una energía, tal vez, o si queréis, un pequeña concentración de energía.+

Las facultades intelectuales y sensoriales son cambiadas, hiperdesarrolladas: *Nuestro espíritu se hace maravillosamente claro. Mi pensamiento tomaba nota de todo y resolvía todos los problemas como nunca antes me había sucedido y esto sin tener que volver más de una vez sobre las mismas ideas.+

Cuenta una mujer: *Cuando quería ver a una mujer que se encontraba lejos, era como si algo de mí, una especie de cabeza buscadora, se lanzase hacia esa persona. Y tenía entonces la impresión de que si algo se producía en el mundo, no importaba dónde, me sería fácil acudir allí.+

Una segunda mujer cuenta: *Yo veía a gente a mi alrededor y entendía lo que decían. No les oía en forma auditiva como le oigo a usted. Era más bien como si supiera lo que pensaban, exactamente lo que ellos pensaban, pero sólo en ideas, no en vocabulario. Captaba su pensamiento un segundo antes de que abrieran la boca para hablar.+ Finalmente, algunos testimonios recogidos por el Dr. Ring insisten en el cambio total de la percepción del tiempo en estado de descorporización (p. 101-102): *Yo no tenía ninguna noción de tiempo. El tiempo ya no significaba nada.+

Un segundo testimonio añade: *No sé cuanto tiempo duró esto. A veces, cuando pienso en ello, tengo la impresión de que era una eternidad.+

Un tercer testimonio concreta: *Lo que es interesante en esto, es que debía suceder fuera del tiempo y del espacio. Está claro, porque el contexto es totalmente simple... no es posible encasillarlo en algo temporal...+

Lo que es confirmado por un tercer testigo: *Me encontré en un espacio, durante cierto tiempo, mientras, por así decirlo, toda noción de espacio y de tiempo estaba abolida.+

En todos estos testimonios, hay que destacar dos características comunes. En primer lugar, la conciencia del sujeto gozando de todas las sensaciones -que estarían incluso superdesarrolladas- se encuentra realmente separada del cuerpo y localizada (por ejemplo, el sujeto indica que se encontraba a 1'50 m. del suelo y a 5 m. al lado de su coche). En segundo lugar, existen cambios importantes en la percepción del tiempo y del espacio. Las sensaciones, lo mismo que las facultades intelectuales, son de una agudeza extraordinaria. El sujeto tiene la

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impresión, en la mayoría de los casos, de estar hecho de una materia diferente, de una especie de energía, siendo todo mucho menos denso que la materia ordinaria. Esta estructura de conciencia posee la facultad de desplazarse con la impresión para el sujeto de poder ir a cualquier lugar instantáneamente. La percepción del tiempo queda también modificada.

El conjunto de estos testimonios deja entrever que la conciencia ha penetrado en un espacio-tiempo diferente.

Nosotros pensamos que, durante esta fase, la conciencia del sujeto, después de haber pasado la barrera de la luz, es impregnada de partículas luminosas, de fotones. Está formada de solitones, es decir de una estructura de fotones o neutrinos que se encuentran en el cono de luz. Lo hemos visto, la barrera de la luz y las partículas que la componen forman una frontera entre el universo subluminoso y el universo superluminoso. Durante la sexta fase, la parte luminosa y superluminosa de la conciencia se desprende del cuerpo físico, de aquí la impresión de los testigos de tener su conciencia habitual pero en estado puro y con sensaciones y facultades intelectuales de una actividad excepcional (porque, recodémoslo, el universo superluminoso es el de la información total y pura). Los solitones de los que está impregnada la conciencia tienen su espacio-tiempo específico, lo cual explica los cambios de la percepción del tiempo y del espacio en los sujetos (no olvidemos que el tiempo no corre ya en el universo superluminoso). Los solitones están formados por una red de ondas estacionarias, lo cual explica la sensación de energía sentida por los testigos y su localización en diversas alturas.

En este espacio, la conciencia del sujeto termina el paso de la barrera de la luz y se dispone a entrar en el universo superluminoso, cuyos primeros efectos percibe.

El paso es efectivo en el curso de la séptima y de la octava fases, que muchas veces se sobreponen. Se trata del encuentro de otros seres (7) y de la entrada en la luz (8).

7) El encuentro de otros seres Moody cuenta el testimonio de un hombre que fue acogido en el más allá

por uno de sus amigos, muerto poco antes que él (p. 70): ACuando salí de mi cuerpo, tuve la sensación de que Bob estaba muy cerca de mí. Lo veía mentalmente y lo sentía allí, pero era algo muy extraño. No lo vi en su cuerpo físico. Podía ver cosas, pero no en forma física, sino algo así como en su apariencia. )Tiene algún sentido todo esto? Era una especie de cuerpo transparente, y aunque podía sentir todas sus partes -brazos, piernas, etc- no los veía físicamente...@

El testigo pregunta ansiosamente a su amigo Bob si está muerto y dónde es necesario que vaya él, pero Bob no responde.

Otro testigo cuenta el mismo tipo de encuentro, pero las personas que lo acogen son para él desconocidas. No obstante, responden a sus preguntas, le

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dicen que está muriéndose y que va a sentirse pronto en un estado ideal.

8) La entrada en la luz Muchas veces la fase n1 8 sustituye a la fase n1 7. El sujeto percibe

entonces una intensa luz, relacionada a veces con una presencia tranquilizadora y calurosa.

Es el caso de una joven encontrada por Moody (p. 75): ALuego floté a través del techo, como si no existiese, hacia una luz transparente como el cristal puro, una luz blanca resplandeciente. Era muy hermosa y muy brillante, pero no me hacía daño en los ojos. No es posible describir aquí esa luz. No veía realmente a una persona en ella, pero tenía una intensidad especial. Es una luz de comprensión y amor perfectos.

A mí me llegó un pensamiento: >)Me amas?= (...) Y durante todo el tiempo, tenía la impresión de estar rodeada por una compasión y un amor irresistibles.@

Un hombre trata de describir con mayor precisión esta luz (p. 75): AParecía un poco apagada al principio, hasta que se convirtió en ese enorme haz. Era una tremenda cantidad de luz; no un gran foco brillante, mucho más. Me daba calor y me invadió una cálida sensación.

Era de un blanco brillante y amarillento...; predominaba el blanco. Tremendamente brillante, tanto que no puedo describirlo. Parecía cubrirlo todo y al mismo tiempo no me impedía ver cuanto me rodeaba: la mesa de operación, los doctores, las enfermeras. Podía verlo todo porque no me cegaba.@

La aparición de la luz parece acompañarse muchas veces de la ampliación de los colores como cuenta una joven entrevistada por el Dr. Ring (p. 60): ALa luz era muy, muy brillante, como si el sol se encontrase en la habitación. Se diría que todos los colores eran resplandecientes. Vamos, como si todo desprendiera una luz ampliada.@

Más tarde, ella añadirá que los colores estaban Aen la perfección de su color inherente.@

K. Ring, a través de las estadísticas, demuestra que la percepción de la luz es uno de los estadios más avanzados de la experiencia cercana a la muerte. En efecto, si el 60 % de los testigos han sentido la impresión de paz y belleza que constituye la fase 3, son ya sólo el 37 % los que pasan por la fase 5 (la salida del cuerpo), el 23 % los que entran en la zona oscura (fase 6) y el 16 % los que constatan la aparición de la luz (fase 8). Ring ha llegado a distinguir dos estadios diferentes durante esta fase. En efecto, aunque es el 16 % el que constata la aparición de la luz, es el 10 % de los testigos el que penetra claramente en esta luz, lo que constituye uno de los estadios más profundos de la experiencia.

Esta luz parece tener su origen en un mundo aparte compuesto de magníficos paisajes. Una mujer preguntada por Ring (p. 63) declara: AMe encontraba en un campo, en un campo amplio y de desierto donde la hierba era alta, dorada, muy suave y brillante. (...) Esta hierba era de una belleza tan

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extraordinaria que no la olvidaré jamás.@ Un hombre, por su parte, ve un paisaje de lagos de un azul intenso pero

claro, rodeados de flores maravillosas (p. 64): AFlores como las que vi allí, nadie en la tierra las ha visto jamás. No creo que exista en la tierra un solo color que no se encuentre en los coloridos que vi.@

Para interpretar los distintos aspectos de estos testimonios, hay que recordar el hecho esencial: el espacio-tiempo superluminoso de la conciencia es un universo de significación en el que el orden (por tanto la armonía) aumenta constantemente. Contiene a la vez informaciones sobre todos los acontecimientos que un individuo ha podido conocer a través de su vida Aterrestre@ en el universo subluminoso y un número incalculable de informaciones sobre el nuevo universo que aborda el difunto, el de la luz. Por otra parte, el tiempo no corre en este universo, todo acontecimiento se produce en él instantáneamente.

Ya hemos visto que la realidad que vivimos día a día no es en realidad sino un conjunto de hologramas producidos por nuestra conciencia. El mundo superluminoso de la conciencia está hecho de información en estado puro. Pero es verosímil que un difunto que llegue a este universo continúe durante cierto tiempo convirtiendo la información que le llega en hologramas.

Todo esto explica que el difunto perciba la presencia de seres queridos, a quienes ve bajo la forma de cuerpos diáfanos. Como ya no existen los filtros que representaban el córtex cerebral y los órganos sensoriales, el sujeto tiene una percepción diferente de los hologramas construidos por su conciencia, una percepción en cierto modo depurada, más directa, más cercana a la información en estado puro.

La octava fase hace aparecer a los ojos de los testigos una luz extraordinariamente brillante y de colores maravillosos. En un campo de materia superluminosa, mucho menos densa que la materia subluminosa, los fotones (partículas de luz) no son absorbidos como en el universo subluminoso y llenan de manera uniforme el espacio-tiempo de la conciencia, lo que explica el brillo especialmente intenso de la luz.

Además, las partículas luminosas tienen probablemente que transportar la información y la significación, de aquí el lado significante y tranquilizador que parece inherente a esta luz. En cuanto a la pureza sobrenatural de los colores, se debe al hecho de que las sensaciones del sujeto ya no son atenuadas por el córtex y se producen en estado bruto.

Los maravillosos paisajes observados por algunos testigos son sólo hologramas que construye su conciencia para traducir la información que se les dada. Estos hologramas24 son, en cierto sentido, la réplica idealizada de los objetos subluminosos. Pueden ser creados instantáneamente en un tiempo nulo,

24. Pribram admite que la conciencia, a ejemplo del cerebro, es capaz de proyectar hologramas a partir de esquemas de interferencias.

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pero aniquilados también instantáneamente. Encontramos aquí una de las enseñanzas esenciales del Libro tibetano de los muertos25, según el cual el pensamiento de los difuntos crea su entorno después de la muerte.

Por supuesto, se plantea aquí en nuestra lógica aristotélica el falso problema de la realidad. Si reflexionamos como entidades subluminosas, diremos que esos objetos y esos paisajes no son reales, puesto que pueden aparecer y desaparecer a discreción. Por el contrario, diremos que un paisaje o un objeto subluminoso es real, puesto que no podemos crearlo o aniquilarlo a discreción. Pero olvidamos entonces que esos objetos subluminosos son hologramas, por tanto irreales, que nosotros mismos (nuestros cuerpos) somos sólo hologramas desprovistos de nuestra conciencia total, irreales también. Es por tanto la irrealidad en la irrealidad la que da la impresión de realidad, lo mismo que en álgebra dos signos negativos (-) dan un signo positivo (+) [- x - = +]. La única conciencia real es la conciencias superluminosa que puede crear a discreción el universo.

9) La visión panorámica de la vida La novena fase, sumamente curiosa, porque confirma todas las tradiciones

religiosas, es una visión panorámica de su vida por el difunto que juzga sus propios actos ()es una trasposición del juicio divino que se describe en todos los textos sagrados desde la más alta Antigüedad?).

Moody cita el caso de una joven (p. 77-79) que hace un relato sumamente detallado de su experiencia. Según ella, es la presencia que emanaba de la luz maravillosa que ella percibió (fase 8) la que le movió a juzgar su propia vida y le llevó a volver a ver todos los acontecimientos que la integraban. Se volvió a ver de niña rompiendo un juguete que le gustaba, después de adolescente en el liceo. El recuerdo es cronológico, ciertos hechos son puestos de relieve, destacados por la presencia luminosa que está al lado de la joven durante todo ese tiempo. La importancia del amor y del conocimiento son claramente puestas de relieve por ese ser de luz: ATodo era realmente extraño. Yo estaba allí viendo las visiones retrospectivas; las revivía y todo era muy rápido. Sin embargo, la velocidad era suficiente para que pudiera aprehenderlas. No transcurrió mucho tiempo. La luz vino, tuve las visiones y se marchó. Debieron ser menos de cinco minutos y más de treinta segundos, pero no puedo decirlo con seguridad.@

Moody precisa -y Ring lo confirma- que el panorama de la vida no es dirigido forzosamente por el ser de luz.

Algunos testigos insisten en la forma de los cuadros que aparecen ante ellos (p. 79-80): *Creo que tenían más la forma de películas que de pensamientos. No puedo describírselo con exactitud, pero todo estaba allí, al mismo tiempo. Quiero decir que no aparecía y desaprecia un acontecimiento, sino que todo, absolutamente todo, se producía al mismo tiempo+.

25. Editorial EDAF, C/ Jorge Juan, 30, Madrid.

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Otro testigo cuenta (p. 80): *Diría que las imágenes de la visión tenían la forma de películas mentales, aunque eran mucho más vívidas que las normales. Sólo vi los momentos cumbres y era tan rápido que daba la impresión de ver parte de toda mi vida y ser capaz de hacerlo en pocos segundos. Pasaba ante mí como una película en movimiento a tremenda velocidad, que sin embargo era capaz de ver y comprender totalmente+.

Un joven soldado del Vietnam declara (p. 81): *Si he de hacer una comparación, lo mejor que encuentro es una serie de cuadros; como diapositivas. Es como si alguien estuviese pasándome diapositivas a gran velocidad+.

Una joven, cuyo testimonio es recogido por el Dr. Ring (p. 77) tiene la visión de su futuro durante esta visión panorámica: *Era como si viera a mi marido al mismo tiempo que una imagen de nosotros cinco años más tarde. Me veía en compañía de nuestros hijos. Y se diría que veía y sabía los hijos que iba a tener+. Esta joven había visto claramente que tendría dos niños, lo cual sucedió.

Durante esta novena fase, tiene lugar un diálogo entre el sujeto y una entidad que le hace aparecer bajo la forma de una película panorámica instantánea su vida o ciertas partes de su vida.

Se trata en realidad de un diálogo entre el yo subluminoso del sujeto y la conciencia total superluminosa que es infinitamente más rica en información y en conocimientos. Ya hemos dicho que la conciencia superluminosa tiene en ella misma, instantáneamente disponibles, todas las informaciones sobre la vida pasada, presente y futura del sujeto. No hay por tanto ninguna dificultad para ese yo superior en hacer aparecer, y esto en tiempo nulo, la película de los acontecimientos que han jalonado, jalonan y jalonarán la existencia del sujeto en el universo subluminoso. La proyección de esos acontecimientos está formada de hologramas26, exactamente como lo eran los paisajes maravillosos que aparecían en la octava fase.

Como la percepción de la conciencia superluminosa es más directa que la del yo sub-luminoso, pues que no está obstaculizada por ningún filtro (córtex, órganos), no hay nada extraño en que los sujetos tengan la sensación de percibir la película de los acontecimientos con una agudeza y un relieve muy especiales. Uno de los testigos calcula la duración de este panorama en un tiempo muy breve que va de treinta segundos a cinco minutos: las velocidades superluminosas, que implican un desarrollo instantáneo de los acontecimientos, un tiempo que ya no corre, explican perfectamente esta circunstancia que de otro modo podría parecer inverosímil.

Es esencial destacar que esta visión de su vida por los sujetos no viene

26. Los Aesquemas de interferencias@ serían en realidad las interferencias de ondas de fase superluminosas o paquetes de ondas subluminosas traducidas por el cerebro a la conciencia en forma de hologramas.

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acompañada de ningún sentimiento de culpabilidad. No hay juicio, lo que hace pensar que los conceptos de bien y de mal en las religiones y las morales hay que revisarlos seriamente. Por el contrario, la conciencia superior pone el acento en la importancia capital del conocimiento y de la significación.

Todo acontecimiento considerado bueno o malo en el mundo subluminoso toma en el espacio de la conciencia una significación transcendente, que no tiene probablemente ninguna relación con la significación de un acontecimiento homólogo vivido en línea del universo subluminoso. Puede uno incluso preguntarse si la importancia del amor que subraya la conciencia superior no será el resultado de un ensamblaje complejo de informaciones significativas que afectan a muchos yo en el universo superluminoso. En cierto sentido, todo ocurre como si una parte (la parte de la conciencia muy estrecha que sólo nos es accesible en el mundo subluminoso) conversase con el todo (la conciencia superluminosa total).

10) El límite infranqueable / 11) El regreso al cuerpo La décima fase se refiere a un límite que no pudieron franquear los

sujetos. La undécima describe el regreso a la vida de estos, reintegrándose a su cuerpo.

Una mujer entrevistada por Moody declara haber estado en un paisaje maravilloso, un prado de un verde intenso y luminoso, y haber tropezado de repente con una valla que no pudo franquear a pesar de todos sus esfuerzos. Otro sujeto se ve en una pequeña barca atravesando un río muy hermoso para llegar a la otra orilla, con sus parientes dispuestos a acogerlo; pero se da bruscamente media vuelta y no llega nunca a la otra orilla. Un tercero se refiere a una niebla gris que tiene que atravesar, un cuarto habla de una puerta cerrada a través de la cual ve filtrarse una luz intensa.

El retorno es con frecuencia instantáneo y violento. Muchas veces no se da la décima fase y el sujeto sólo vive la undécima. Un hombre declara (p. 90): *Me encontraba en el techo viendo cómo trabajaban con mi cuerpo. Cuando pusieron electrodos en mi pecho y mi pecho saltó, sentí que mi cuerpo caía como un peso muerto. En mi siguiente visión, ya estaba dentro de él+.

Una mujer concreta: *Tuve la impresión de haber sido llamada, casi imantada+.

Este regreso se hace a veces en contra del deseo de los sujetos, que se encontraban tan bien en su nuevo estado que no aspiraban a revivir, pero a veces también después de una negociación o de una decisión personal tomada con pleno conocimiento de causa de volver a la vida. Algunos son llamados por el sentido del deber (Ring, p. 105): AYo quería quedarme donde me encontraba. Después, de repente, he oído a mi hija y a mis hijos y he comprendido que debía, que tenía que volver.@

Cuando se analizan estos testimonios, se da uno cuenta de que contienen muchas veces un contexto de hologramas simbólicos, que pueden ser

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identificados con los arquetipos de Jung, hologramas que tienen, todos ellos, significación de frontera, de límite a franquear o a no franquear.

La conciencia parcial y subluminosa del difunto trata de penetrar, durante esta experiencia, en el universo superluminoso y fundirse en la conciencia total. Posiblemente, esta fusión sólo pueda realizarse a continuación de un intercambio de informaciones, puesto que el mundo superluminoso es el mundo de la información.

Si la cantidad de informaciones acumuladas por la conciencia parcial no es suficiente para hacerla adherirse al mundo superluminoso, es rechazada y obligada a volver a pasar la barrera de la luz, para volver al mundo subluminoso y volver a la vida. Se podría comparar este fenómeno a lo que ocurre cuando se cargan datos insuficientes a un ordenador. Reacciona negativamente, se niega a responder a la cuestión que se le plantea.

Por el contrario, si la cantidad de información es suficiente, entonces la conciencia parcial es aceptada, el sujeto se queda en el mundo superluminoso, muere.

En los dos casos, creemos que existen leyes físicas que todavía no conocemos, que se apoyan en los intercambios entropía/antientropía, dicho de otro modo orden/desorden, entre las dos variedades de espacio.

Después de haber mostrado este escenario, Ring, Moody y Sabom citan testimonios que insisten en la realidad de la experiencia. Todos los testimonios rechazan con firmeza la idea de que han podido soñar o ser víctimas de alucinaciones. Insisten también en cuanto a las repercusiones fulminantes de esta experiencia en su concepción de la vida y de la muerte y en su comportamiento ulterior: los testigos ya no temen la muerte, se sienten más fuertes, más optimistas, más tranquilos, y enfocan la vida más positivamente. Un escenario tipo, con o sin orden

Es importante destacar que el esquema metodológico de Moody no es rígido: las secuencias pueden ser invertidas con supresión de una o varias fases.

Recordemos, en efecto, que la rejilla que Sabom propone un orden de frases ligeramente distinto:

1.C Sensación subjetiva de estar muerto. 2.C Contenido emocional predominante: la paz. 3.C Sensación de estar separado del cuerpo: descorporización. 4.C Observación de objetos y hechos materiales (durante la fase de descorporización) 5.C Túnel o zona oscura. 6.C Balance de la vida pasada. 7.C Una luz. 8.C Acceso a un mundo transcendente: entrada en la luz.

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9.C Encuentro con otros seres. 10.C Vuelta a la vida.

Hay que observar no obstante que, aunque el orden de las fases es a veces

distinto en los dos esquemas metodológicos, su contenido global es idéntico. Los profundos estudios de Sabom mostraron, después de los de Moody y

Ring, que se pueden distinguir claramente dos grandes partes dentro del escenario tipo.

La fase autoscópica: fases 1 a 4 En primer lugar, lo que Sabom llama la fase autoscópica, que incluye un

sentimiento de felicidad unido a la sensación de muerte, la descorporización que se acompaña de la observación de los hechos materiales (médicos, enfermeras, reanimación), es decir, en general, las cuatro primeras fases.

La fase trascendental: fases 5 a 10 Luego, la fase trascendental que comprende el paso de la zona oscura, la

aparición de la luz, el encuentro de otros seres, el balance de la vida, es decir las fases 5 a 10.

Sabom llega a las siguientes conclusiones (p. 88): el 33 % de los sujetos sólo viven la experiencia de los elementos autoscópicos, y el 48 % sólo viven la experiencia de los elementos trascendentales. Sólo el 19 % viven la totalidad de la experiencia, las dos fases, autoscópica y trascendental, que se suceden en un orden continuo.

A nuestro juicio, la fase autoscópica se corresponde con el hecho de que la conciencia del sujeto está todavía sumida en el mundo subluminoso. Está simplemente desprendida de su cuerpo físico, libre de los filtros del cerebro (córtex) y por tanto en condiciones de recibir con mayor detalle todas las informaciones que le llegan.

Durante la fase trascendental, la conciencia pasaría la barrera de la luz (la zona oscura) y penetraría progresivamente en el universo superluminoso.

Es normal que ciertos sujetos vivan sólo la primera parte de la experiencia, por no tener tiempo para atravesar la barrera de la luz. Otros, por el contrario, viven la totalidad del proceso.

Es también perfectamente imaginable que la conciencia parcial pueda atravesar bruscamente la barrera de la luz, sin previo aviso, lo que explica que algunos sujetos conozcan sólo la segunda parte de la experiencia.

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Capítulo 8

Una nueva física para comprender la muerte

Una física que hay que definir

La muerte es, a nuestro juicio, un fenómeno puramente físico, pero la física de la que depende hay que construirla todavía.

Vimos ya que la física moderna abría horizontes extraños sobre la naturaleza de la realidad. A nivel de partículas, el universo es totalmente distinto del que nos es familiar a nuestra escala. Una partícula no es un objeto del que se puede describir el color, la forma, las dimensiones y al que se puede localizar; una partícula puede presentarse tanto bajo la forma de una onda, como bajo la forma de un punto concreto: es por tanto difícil de localizar. Además, la conciencia del observador interviene en el resultado de una medida: el resultado sólo queda determinado en el momento en que el observador realiza su medida; antes, todo es posible.

Estas contradicciones, en apariencia insolubles, sólo pueden dilucidarse si se apela a una física más amplia, que englobe las experiencias anteriores y se enriquezca del estudio de las partículas superluminosas.

Nuestra tesis es que al mundo sólo lo vemos y conocemos a medias. Todo el universo situado más allá de la barrera de la luz, movido a velocidades superiores a las de la luz, nos es de momento desconocido. Su estudio teórico ha comenzado hace veinte años. El estudio experimental resulta enormemente difícil, aunque las recientes experiencias realizadas en Bélgica dejan prever una salida a más o menos largo plazo. Sólo a condición de integrar esta nueva física podremos comprender la muerte.

En el capítulo anterior, hemos descendido a una explicación detallada de las experiencias realizadas en la frontera de la muerte, gracias a un modelo de conciencia construido sobre las bases de esta física.

La facilidad con la que se puede dar cuenta de los diferentes estadios extremadamente inquietantes de esta experiencia basta para demostrar la eficacia de este modelo.

De acuerdo con éste, existen dos universos que constituyen el derecho y el revés de algo único. El mundo sub-luminoso, el único que nosotros

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experimentamos cada día, es el revés. El mundo superluminoso, que aparece ante nosotros en el momento de la muerte, es el derecho.

Este mundo superluminoso se confunde con la conciencia. Dicho de otro modo, nosotros estamos hechos a imagen del universo (se vuelve a encontrar aquí la vieja idea según la cual el microcosmos se corresponde con el macrocosmos): nuestro cuerpo físico con todos sus órganos pertenece al mundo sub-luminoso, nuestra conciencia pertenece al mundo superluminoso. Nuestro cuerpo es el revés del abrigo cuyo lado derecho sería la conciencia. )Cómo una mota de polvo, situada en el forro de un abrigo, podría imaginar que ese mismo abrigo tiene un lado derecho? La cuestión se plantea de la misma manera para los seres humanos: no pueden observar su conciencia ni el mundo al que ella pertenece.

La muerte produce una especie de inversión. El cuerpo físico desaparece, en la medida en que los órganos físicos, y especialmente el cerebro, no pueden realizar su papel de filtro, y la conciencia se encuentra libre de toda traba. El grano de polvo que nosotros somos pasa brutalmente del forro del abrigo a su lado derecho atravesando el tejido del abrigo, es decir la barrera de la luz.

Se puede poner otra comparación, tomada de la astrofísica; ya la hemos bosquejado en el capítulo anterior. Nuestro mundo cotidiano sería un gigantesco agujero negro, donde ni la luz ni la información pueden penetrar. Nuestro cuerpo físico, con su cerebro y sus órganos, sería también un micro-agujero negro. El universo superluminoso y por tanto la conciencia estarían situados fuera de ese agujero negro. La frontera entre el agujero negro y el resto del universo sería la barrera de la luz.

Al exponer el mito de la Caverna (La república, libro IV), Platón, con dos mil quinientos de adelanto, dio una explicación penetrante de la situación de nuestro universo. Regis Dutheil ha trabajado con J.-P. Vigier en un modelo de electrón rígido: en él, el exterior es subluminoso, el interior superluminoso, su superficie *luminosa+. Se ve la analogía con la concepción dualista del universo de Platón. Es a nivel de la superficie, que sirve de frontera y puede compararse con una mini-barrera de la luz, donde se produce el paso del exterior del electrón (subluminoso) al interior superluminoso. El cálculo demuestra que se puede pasar sin discontinuidad de la cara externa a la cara interna, es decir de lo subluminoso a lo superluminoso. Como todos estos fenómenos se producen a nivel microscópico, no nos damos cuenta de ellos en nuestra vida diaria (encontramos aquí las curiosas paradojas planteadas por la mecánica cuántica). El universo: una estructura tripartita

Dicho de otro modo, todo en el universo, desde la menor de las partículas hasta la mayor de las galaxias, obedece a una estructura tripartita: una parte sub-luminosa y otra superluminosa, separadas por una frontera luminosa, la barrera

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de la luz. Todo depende de la velocidad de las partículas: inferior a la de la luz, superior a la de la luz, igual a la de la luz.

La referencia básica en nuestro universo es por tanto la luz. Las evocaciones y llamadas constantes, que encontramos en todas las civilizaciones desde la más remota antigüedad, de trilogías de dioses, de castas sociales (el caso de las tres grandes castas indoeuropeas cuya importancia ha sido destacada por G. Dumézil; el del reparto tripartito de la sociedad feudal, en nobleza, Iglesia y estado llano, es decir los burgueses y los agricultores; y también el de la religión cristiana con la santísima Trinidad), se aclaran ahora con una claridad singular a la luz del modelo de universo que nos proporciona la física actual.

En cuanto a la luz, )es necesario recordar que en todas las grandes religiones ha jugado un papel principal, ya sea asociada al Sol divinizado desde la más remota antigüedad, ya sea asimilada a una luz espiritual (ver para esto las múltiples referencias de la religión crisitiana)? La importancia que reviste a los ojos de los difuntos la aparición de la luz en las experiencias cercanas a la muerte es sólo una confirmación suplementaria.

La muerte es por tanto, actualmente, y mientras la física de las partículas superluminosas no esté más desarrollada, el único medio que tenemos para entrar en contacto con el mundo superluminoso. Al encuentro del universo superluminoso

A nuestro juicio, durante las primeras fases de la experiencia cercana a la muerte (fases 1 a 4), llamadas fases autoscópicas, los lazos que retienen a la conciencia en el mundo sub-luminoso, las interacciones córtex/conciencia, cesan unos después de otros. De ello resulta para los difuntos la curiosísima impresión de salir de su cuerpo, unida a una sensación intensa de bien-estar, muy normal, pues la conciencia, liberada del cuerpo, deja de recibir las influencias dolorosas vinculadas a la vida física.

Durante las siguientes fases (5 a 10), o fases trascendentales, la conciencia atraviesa la barrera de la luz (la zona oscura) y entra en el mundo superluminoso donde se ve invadida por impresiones inefables.

Se plantea ahora una cuestión esencial: si se puede dar cuenta con facilidad de las fases de la experiencia cercana a la muerte, )qué ocurre después? El mundo de la muerte

Todos los pacientes entrevistados sólo hicieron el comienzo del viaje, dieron media vuelta a medio camino, su muerte no fue irreversible. Para saber lo que sucede después, cómo se presenta el mundo de la muerte -o el mundo de la

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conciencia, lo que viene a ser lo mismo-, tal como hoy están las cosas, tenemos que limitarnos a hipótesis, a extrapolaciones.

El problema que vamos a tratar de resolver ahora es por tanto de una dificultad extrema. No hay que ocultar que los resultados que obtendremos representan sólo una ligera aproximación frente a una realidad en cierto sentido inaccesible en términos de espacio-tiempo subluminoso y con nuestra lógica bivalente.

En primer lugar, es esencial tener siempre presente que es la conciencia materia superluminosa la que constituye la realidad profunda y primordial. Nuestro universo no es sino un reflejo holográfico de esa realidad, aunque deformada, modificada, empobrecida, como puede serlo el forro de un abrigo con relación a su lado derecho.

Hay que recordar además que el universo superluminoso es el de las velocidades tan superiores a todas las que podemos imaginar que todos los acontecimientos se producen instantáneamente, pues el tiempo ya no corre. La conciencia, en este universo, posee instantáneamente todas las informaciones sobre la totalidad de los acontecimientos una vida humana y probablemente mucho más, porque muchos puntos-acontecimientos puramente superluminosos no son sin duda proyectados nunca en el mundo sub-luminoso por razones que ignoramos.

Además, es posible que todos esos acontecimientos superluminosos, que existen en forma de puras informaciones, tengan significaciones inherentes al universo de la conciencia sin ninguna relación con los puntos-acontecimientos correspondientes del universo sub-luminoso. Dicho de otro modo, la realidad que vive la conciencia en el universo superluminoso es sin duda totalmente distinta en su esencia y su significación de la realidad correspondiente vivida en el universo sub-luminoso.

Desde nuestros punto de vista, la imagen u holograma, que es el punto de referencia de nuestro universo sub-luminoso (puesto que nosotros mismos somos hologramas), no tiene ya ninguna importancia en el universo superluminoso. En este universo hay OTRA COSA. Es necesario, por tanto, despojarnos Ccosa que es muy difícilC de todo antropomorfismo para vislumbrar esa otra realidad que es de hecho LA REALIDAD.

La mecánica cuántica nos da una leve idea de lo que podría ser ese universo. Un universo donde los objetos ya no podrían ser localizados, donde la conciencia permitiría interferir con la realidad. El físico americano Gamow, célebre por sus brillantes trabajos en mecánica cuántica sobre el efecto túnel, escribió en los años 50 un librito lleno de humor, El señor Tomkins en el país de las Maravillas, donde describía lo que pasaría si viviéramos a nuestra escala los fenómenos que se pueden observar en mecánica cuántica.

El Sr. Tomkins, un empleado de banca, asiste una tarde a una conferencia sobre mecánica cuántica, y tiene por la noche una pesadilla durante la cual su universo normal se ve sometido a las leyes de la mecánica cuántica. Así, al

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querer entrar en su garaje, puede hacerlo sin abrir la puerta, porque él y su coche se han transformado en ondas de probabilidad y pasan a través de la puerta. Trasladado a la India a una caza de tigres cuánticos a lomos de elefante, se le muestra un momento un tigre, pero cuando quiere tirar, el tigre se transforma en mil tigres, y tiene que tirar al azar sobre uno de ellos (graciosa representación de ese extraño hecho que pretende que en mecánica cuántica los resultados de una experiencia no son previsibles y sólo son conocidos cuando la prueba termina).

En la obra de Gamow, aparece ya un universo fantástico. Se le puede reprochar todavía el haber conservado la noción de objeto (un tigre, un coche). Conceptos inconcebibles

Nuestro problema es realmente más complejo que el de Gamow, porque nos enfrentamos con entidades inmersas en un espacio-tiempo superluminoso donde espacio y tiempo no tienen ya las mismas significaciones ni los mismos valores. Necesitaríamos ahora, parafraseando a Hegel, *forjar conceptos inconcebibles+.

Las palabras maestras de la existencia superluminosa serán: tiempo propio superluminoso de naturaleza espacial que lleva a la instantaneidad de todos los acontecimientos; tiempo cinemático (recordemos que en nuestro universo se confunden tiempo propio y tiempo cinemático, de aquí la impresión de paso del tiempo); orden creciente; información; significación; sincronicidad.

Necesitamos imaginarnos una entidad que disponga de dos tiempos: Cun tiempo vivido (o tiempo propio) que no pasa y que le permite

instantáneamente estar en todos los puntos de su existencia, donde ya no hay ni pasado, ni presente, ni futuro;

Cun tiempo cinemático que tiene sin duda un valor que no podemos conocer y es ciertamente más que un simple parámetro. Es en función de este tiempo cinemático como las entidades superluminosas existen y evolucionan, aunque el tiempo no pase. Evolución dominada por el aumento constante del orden y la información, lo que equivale a decir que se representa este universo como una especie de río que sube hacia su fuente. A medida que las entidades remontan este río, aparecen estructuras de orden cada vez más grandes, cada vez más hermosas, informaciones y significaciones en forma de una red de sincronicidades tan compleja y tan hermosa que no podemos medirla, porque nuestra conciencia parcial subluminosa es esencialmente causal y sólo en raras ocasiones puede vislumbrar algunos casos de la gran ley a-causal de la sincronicidad.

Este río no está paralizado como la belleza inmutable de que habla Rabindranath Tagore. Es una evolución en la instantaneidad, pero también en lo inmutable. Se ve que es el momento de abandonar la lógica aristotélica y utilizar lógicas multivalentes no aristotélicas, necesarias ya en mecánica cuántica.

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Está claro que en este universo son primordiales la información y la significación. Todos los que sobreviven a la experiencia cercana a la muerte han insistido en la importancia del conocimiento. Algunos han tenido la clara impresión de que continuarían instruyéndose más allá de la muerte, de que la información era esencial para la entrada en el universo superluminoso. La información es indefinible.

El mismo Norbert Wiener, uno de los pioneros de la informática, decía que era incapaz de definirla con precisión. La información es en realidad una entidad primordial, como la energía, y se sitúa más allá de toda definición. Se pueden por tanto imaginar las estructuras superluminosas, que han abandonado desde hace tiempo la forma, la representación holográfica, como estructuras de información que evolucionan hacia un orden cada vez más grande, coincidente probablemente con el verdadero concepto de belleza.

Nada extraño por tanto que los supervivientes de la experiencia cercana a la muerte pongan todo el acento en la importancia del amor y de la belleza. La palabra amor debe tomarse en sentido muy amplio y no con las connotaciones habituales que la han debilitado y vuelto insípida. En el espacio-tiempo superluminoso de la conciencia, todo pensamiento, todo acto de amor del universo subluminoso se corresponde con la aparición de nuevas correspondencias entre informaciones, con un verdadero haz de sincronicidades que llevan a estructuras de orden especialmente armonioso. En cuanto a la belleza, está claro que la base de toda estética se funda en estructuras de orden cada vez mayores (un escultor hace salir a la piedra de un desorden imponiéndola una forma, una organización, un pintor crea a partir de la anarquía de los colores, un músico compone una obra armoniosa y ordenada con sonidos vagos); es precisamente lo que se produce espontáneamente en el gran río de informaciones del mundo superluminoso.

La descripción a la que llegamos del universo coincide con la que daba Leibnitz en el siglo XVII; nos guía la misma idea (ya destacamos esta proximidad en el capítulo 1): cada una de las parcelas del universo, sea animada o inanimada, dispone de una parte de conciencia puesto que cada electrón, cada partícula, posee una parte superluminosa, es decir una porción de información y de conciencia.

La gran diferencia que separa los dos universos, superluminoso y sub-luminoso, es ésta: mientras la información en el mundo sub-luminoso está en la base de secuencias causales (la información está organizada siguiendo el principio de causalidad unida al paso del tiempo), en el universo de la conciencia su desenlace es la creación de sincronicidades.

Más allá de la barrera de la luz y de las barreras semánticas y conceptuales, es muy difícil llegar más lejos de donde hemos llegado. Sin embargo, es probable que místicos de todas las religiones hayan podido, en ciertos momentos, aprehender ese universo, lo que se traducía para ellos a través del sentimiento de lo inefable, más allá de toda descripción por las palabras. Tal

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vez algunos pintores abstractos del siglo XX, o extraños compositores de música, hayan intuido ese universo más allá de toda descripción. Hay que observar por otra parte, y ello no ha ocurrido sin duda por azar, que la pintura abstracta se ha desarrollado exactamente al mismo tiempo que la relatividad y la mecánica cuántica.

Para aquellos a quienes, a pesar de todo, les gustaría tratar de tener una representación visual, deben saber que la mejor que se ha realizado es tal vez la de la célebre película de Stanley Kubrick, 2001, una odisea del espacio, inspirada en la novela de Arthur C. Clarke. Recordamos el argumento: en alguna parte de la cara de un satélite de Júpiter, se ha localizado un fuente de radiaciones extraordinariamente poderosa, que parece responder a otra fuente que se ha manifestado en la Luna a través de un misterioso monolito negro. Una nave espacial es enviada allí en misión ultrasecreta y, después de toda clase de peripecias, un solo miembro de la tripulación superviviente llega al destino. Al final de este viaje, encuentra la muerte y renace bajo la forma de una entidad invisible. El capítulo correspondiente se titula *Más allá de la puerta de las estrellas+, lo que expresa muy bien la idea central de Clarck: existen en el universo puertas que permiten pasar a otro espacio-tiempo que se corresponde para nosotros con el mundo de la muerte. Al penetrar vivo en ese otro espacio-tiempo, el astronauta constata, con la ayuda de su reloj de su cuadro de instrumentos, que el tiempo se para, después atraviesa a gran velocidad un agujero negro y llega finalmente a un mundo sorprendente (p. 168): *No había atmósfera, pues todos los detalles se presentaban claramente en un horizonte llano e increíblemente lejano. Aquel mundo debía tener proporciones gigantescas. (...) Toda la extensión que descubría Bowman estaba dividida en innumerables zonas artificiales, cada una de las cuales debía superar varias millas de lado. Era un puzzle para gigantes, un puzzle grande como un mundo. En el centro de la mayoría de los cuadrados, triángulos y polígonos que formaban un increíble paisaje, vio orificios oscuros y abiertos parecidos a aquél de donde él había surgido.+

La descripción del cielo es todavía más extraña y confirma la primera impresión del astronauta; ha cambiado de espacio-tiempo: *El cielo era todavía más extraño y desconcertante que la superficie del suelo. Ninguna estrella era en efecto visible. Pero tampoco había espacio. (...) El cielo no estaba completamente vacío, contrariamente a lo que había creído en un principio. Miríadas de puntos negros se hacían ahora visibles. (...) Aquellos agujeros negros en el cielo eran estrellas. Contemplaba una especie de cliché negativo de la Vía láctea. (...) El espacio parecía haber sido invertido.+

Se encuentra aquí la misma idea: el espacio-tiempo parece tener un revés y un derecho como un abrigo.

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Las condiciones de existencia en el mundo de la muerte

Para terminar este capítulo, nos gustaría volver sobre lo que pueden ser las condiciones de existencia (no decimos de vida, que es un término demasiadas veces asociado a la biología sub-luminosa) en el mundo de la muerte.

En una de las últimas fases de la experiencia cercana a la muerte, los pacientes cuentan haber visto espléndidos paisajes (campos, jardines, ríos), que responden en ellos a la idea profunda de la belleza. Es en estos paisajes donde encuentra muchas veces el sujeto a parientes o entidades que le guían hacia ese nuevo mundo, le mueven a hacer el balance de su vida terrestre. Esas representaciones, bastante estereotipadas, son a nuestro juicio hologramas creados por la conciencia del que vive la experiencia. Llegaríamos todavía más lejos proponiendo la hipótesis de que esas representaciones son en cierto sentido verdaderos arquetipos en el sentido de Jung, es decir modelos que preexisten en la frontera del universo superluminoso de la conciencia.

Ahora bien, todas las religiones occidentales, ya sean cristianas o musulmanas, lo mismo que las religiones antiguas, dan cuenta de un campo similar de representaciones (visiones de paraísos verdes, infiernos, juicios del alma...). Pero para esas religiones, estas representaciones son la realidad última del más allá, que confunden con el reino de Dios. Sólo las religiones orientales (el hinduismo en especial) han comprendido que sólo se trataba en este caso de una etapa en el viaje del espíritu, y que esos paisajes (infernales o paradisíacos) dependían solamente de la situación espiritual del *difunto+, eran creados únicamente por su pensamiento, sólo existían en su espíritu. Con nuestro modelo físico, llegamos a un acuerdo total con las conclusiones de estas religiones orientales.

Desde nuestro punto de vista, esta fase sería luminosa, es decir se produciría en el momento en que la conciencia del difunto estaría todavía impregnada de partículas luminosas, después de haber atravesado la barrera de la luz. Todas las necesidades terrestres (hambre, sed, sueño, dolor) quedan eliminadas. El difunto tiene la impresión de ser *puro espíritu+. Pero está todavía unido por muchos lazos al mundo sub-luminoso: por eso necesita crearse un entorno de acuerdo con lo que ha conocido durante su vida terrestres (campos, ríos...).

Esta fase es sólo una etapa, un paso antes de la integración de la conciencia en el gran río de información y de significaciones del espacio-tiempo superluminoso. Éste es el río que constituye a nuestro juicio el verdadero más allá.

Se plantea aquí un último problema: )son admitidos a atravesar la última etapa, la integración en el río superluminoso, todos los sujetos llegados a la fase luminosa que sirve de intermedio?

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Entrada en el mundo de la muerte: el conocimiento

Todo nos induce a pensar que el sistema está lejos de ser democrático. No apoyamos esta idea en consideraciones religiosas, sino en nuestro modelo físico. En efecto, parece que es la cantidad y la densidad de informaciones, aunque también su calidad y la compleja red de significaciones las que constituyen la riqueza de tal o cual conciencia individual. Si atribuimos un peso a esta cantidad de informaciones y de significaciones, si este peso es insuficiente cuando la conciencia se encuentra en el estadio luminoso, no podrá integrarse en el gran río superluminoso.

)Qué ocurre en este caso? La conciencia sigue en el estado luminoso, porque las informaciones y significaciones que posee le permiten solamente la producción de hologramas que son la copia exacta de los hologramas que constituyen nuestro universo subluminoso y que nuestro sujeto habrá almacenado en forma de informaciones-recuerdos durante su estancia en el espacio-tiempo subluminoso. El individuo queda entonces atrapado en la extremada pobreza de su espíritu. La existencia del sujeto está unida a esos hologramas creados por su conciencia. Estos pueden discurrir por otra parte desde paisajes muy agradables y armoniosos para algunos, (aquellos que durante su vida terrestre hayan sido hombres honestos y buenos sin haber alcanzado, sin embargo, un grado de conocimiento suficiente para lograr la densidad y la calidad de informaciones necesarias para pasar a la última etapa), hasta paisajes infernales y aterradores para los criminales.

Se ve claramente que, según nuestra concepción, los criterios morales no son los únicos factores determinantes, sino que el factor esencial es el conocimiento, el verdadero conocimiento buscado durante toda una vida. Observamos que, en este punto, estamos totalmente de acuerdo con los testimonios de algunos supervivientes de la experiencia cercana a la muerte que, unánimemente, destacan la importancia capital del conocimiento para acceder a los estadios trascendentales superluminosos.

El verdadero conocimiento no es, a nuestro juicio, la erudición cultivada en sí misma, ni se confunde con el saber hiperanalítico de un especialista (a menos que a él le sirva de trampolín), sino el conocimiento esotérico que se podría definir como la unión mística del conocimiento científico y de la búsqueda del Grial por la tradición. Está claro que la meditación es esencial, porque permite, sea el abstraerse mediante el logro del vacío interior, sea con la imaginación, poner en orden las informaciones en la conciencia luminosa, encontrar otras significaciones, nuevas relaciones sincrónicas, en una palabra, aumentar constantemente el orden y la información de la conciencia. La meditación podría compararse al entrenamiento de los astronautas que se preparan para afrontar nuevas condiciones de gravedad.

Se comprende así toda la significación y la profundidad de la reflexión de

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Jung cuando dice: *La primera parte de la vida de un hombre debe estar dedicada a la tierra, la segunda al cielo.+

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Capítulo 9

La muerte y los fenómenos inexplicados

Cuando uno se interesa más de cerca por la muerte, se da cuenta de que muchos fenómenos inexplicables, que resulta de buen tono para un científico tratar con desprecio, están asociados a ella. Queremos hablar de lo que se ha dado en llamar las apariciones, es decir los fantasmas y los casos de desdoblamientos *físicos+ de vivos, así como de todas las informaciones llegadas supuestamente de un *más allá+, como los mensajes espiritistas, los casos de escritura automática y las grabaciones obtenidas con magnetófono.. Nos parece posible dar una explicación a algunos de estos fenómenos sin caer, no obstante, en la superstición. Fantasmas y apariciones

Bajo el vocablo fantasmas y apariciones, se incluyen categorías de fenómenos que a primera vista parecen muy distintos, pero que tienen, probablemente, el mismo origen desde el punto de vista físico.

Se puede decir que existen dos categorías de fantasmas, de apariciones: la de personas vivas y la de personas difuntas. En las observaciones que se han hecho, pueden existir todos los grados de *realidad+ o de *materialidad+.

La aparición parece a veces totalmente inconsistente y no material, es decir, que pasa a través de los cuerpos materiales y puede ser atravesada por ellos; o bien presenta todas las características de un objeto material, de un objeto *vivo+: la consistencia, la opacidad, la resistencia...

Algunas apariciones son vistas u oídas por un solo sujeto, mientras los otros asistentes no ven ni oyen nada; otras por el contrario son avaladas por muchos testigos.

Los relatos de apariciones, las historias de fantasmas son legión, pero no todas, ni mucho menos, presentan los criterios de seriedad y autenticidad necesarios para su estudio. Algunos casos, sin embargo, se han hecho célebres y quedan en los anales precisamente porque responden a esos criterios y llegan a impresionar a los espíritus más predispuestos contra ellos.

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*El extraño concierto+

Uno de lo esos ejemplos, especialmente conocido, fue llamado por algunos autores *el extraño concierto+. El interés de esta historia está unido en primer lugar a la seriedad de los testigos: el asunto figura en los archivos de la prefectura de policía del Sena, porque un comisario de policía del barrio de Vaugirard pudo interrogar ampliamente al héroe de esta aventura y redactar un atestado.

En junio de 1925, un estudiante de medicina de 24 años, considerado honorable, encuentra en los jardines de Luxemburgo a un simpático anciano que, después de una animada conversación sobre Mozart, le propone asistir a uno de los conciertos que él da todos los viernes en su apartamento de la calle Vaugirard con otros miembros de su familia que comparten su pasión por la música.

El viernes siguiente, Jean Romier, nuestro estudiante, se presenta en casa de los Berruyer, calle de Vaugirard, y pasa una tarde deliciosa escuchando a Mozart, disfrutando de los refrescos servidos por la Sra. Berruyer, conversando con un joven seminarista y con dos nietos del Sr. Berruyer, un estudiante de derecho y un aspirante de la Escuela naval. A media noche, se despide, pero apenas llegado a la calle se da cuenta de que ha olvidado su encendedor. Vuelve a subir y llama.

Nadie responde. Intrigado, llama largo rato y acaba despertando al vecino. Éste se niega a escucharle, llama a la portera gritando (al ladrón! y un comisario de policía del puesto cercano viene a detener al joven imprudente.

El vecino y la portera afirman, en hermoso dúo, que el apartamento está vacío desde hace años, desde la muerte del Sr. Berruyer. Al cabo de muchas horas, Jean Romier convence a la portera, al vecino y al comisario de su buena fe.

A la mañana siguiente, hacen venir al actual propietario del apartamento, bisnieto del St. Berruyer que tocaba la víspera por la tarde con Jean Romier. Al abrir la puerta, aparece un apartamento abandonado, lleno de telas de araña. Jean Romier asombra a todos los testigos por su perfecto conocimiento de la disposición de las habitaciones, por sus detalles sobre los diferentes miembros de la familia: el joven estudiante de derecho visto la víspera era el abuelo abogado del actual propietario, el alumno de la Escuela naval su tío abuelo convertido en almirante, y el seminarista su otro tío abuelo convertido en misionero de África. En cuanto a los conciertos, el joven M. Berruyer confirma que sí tuvieron lugar antaño en este apartamento. Finalmente, en una mesa, aparece el encendedor de Jean Romier, que él había olvidado la víspera por la noche.

Jean Romier fue por tanto víctima de una extraña alucinación. Se le apareció toda una familia de fantasmas. La investigación de la policía demostró

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que no podía tratarse en ningún caso de una superchería montada por el joven Romier. Los detalles, pasmosos por su precisión, que da al Sr. Berruyer sobre los miembros difuntos de su familia y el descubrimiento del encendedor constituyen por otra parte indicios sorprendentes.

La aventura es tan extraña que se la cuentan al propio A. Einstein, que la toma muy en serio y declara: AEste joven tropezó con el tiempo... como otros fallan un escalón de la escalera.@

Se puede avanzar por tanto la hipótesis de que J. Romier hizo un viaje al pasado en compañía de fantasmas de una realidad y de una materialización alucinantes. La duración de la aparición (toda una tarde) resulta bastante excepcional en este tipo de aventuras. Además, la aparición no está unida al apartamento de la calle Vaugirard puesto que J. Romier encontró al Sr. Berruyer a pleno día en Luxemburgo. De aquí a imaginar que nos codeamos tal vez todos los días, sin saberlo, con apariciones de este tipo, no hay más que un paso... (que nosotros no daremos, sin embargo! El fantasma que escribe

Otra historia fantástica tuvo como héroe a un sacerdote, el P. Labrette, de Nantes, que recibió una tarde la visita de un fantasma conmovedor.

Una noche de 1942, una mujer de unos cuarenta años llama en casa del P. Labrette suplicándole que vaya a confesar a un joven moribundo y le escribe en un papel la dirección de éste: 37, rue Descartes, 21 piso. El buen sacerdote se acerca al lugar... y da con un joven encantador completamente sano. Ambos piensan en un error o una broma. Pero al entablar conversación, el sacerdote se da cuenta de que su interlocutor necesita ayuda espiritual y lo confiesa sin más dilación.

Apenas salido del inmueble, tiene que refugiarse en un cobertizo, porque un terrible bombardeo arrasa Nantes. Una hora más tarde, va a llevar su ayuda espiritual al puesto de socorro más cercano y, en medio de las absoluciones pronunciadas a toda prisa, descubre el cadáver del joven que ha confesado unas horas antes en la calle Descartes. Al tomar su cartera, descubre la foto de una mujer que parece, clavada, la solicitante de la víspera que venía a pedir auxilio para el joven moribundo. Al dorso de esta foto, la inscripción AMAMÁ@ y dos fechas A7 de mayo de 1898-8 de abril de 1939". Una carta amarillenta firmada AMamá@, cuya letra es idéntica a la de la pequeña tarjeta escrita por la interlocutora del sacerdote, acaba convenciendo al P. Labrette: la mujer que vino a suplicarle la víspera por la noche, que le escribió unas palabras, no era otra que el fantasma de la madre del joven muerto, fallecida tres años antes.

Después de los fantasmas melómanos, he aquí otro que escribe y deja un rastro palpable de su paso. Esta aparición tiene además un carácter intervencionista y operativo que no tenían los miembros difuntos de la familia

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Berruyer. Todo ocurre como si la madre del joven, informada de su muerte inminente, se las hubiera arreglado para volver del más allá y suplicar a un sacerdote que confesara a su hijo. La difunta conoce el futuro, sabe que no puede ser cambiado y actúa en consecuencia.

Si las apariciones de los difuntos impresionan especialmente nuestra imaginación, no es menos cierto que las apariciones pueden afectar a seres vivos que se desdoblan en cierto sentido: son entonces vistos y oídos en dos o varios lugares muy alejados al mismo tiempo. Algunos casos son más sorprendentes que otros y difícilmente pueden atribuirse a una alucinación o una superchería.

Así es la historia de Emilie Sagée, que es considerada como un clásico del género. Emilie Sagée, caso típico de desdoblamiento

Emilie Sagée, natural de Dijon, parte como muchos de sus compatriotas en el siglo XIX a enseñar francés en Rusia, hacia 1840. En 1845, se encuentra empleada en un instituto para jóvenes muchachas nobles cerca de Riga. Al cabo de algunas semanas, los testimonios enloquecidos de alumnas se multiplican.

Se ve frecuentemente a la Srta. Sagée en dos lugares distintos. Los rumores dan paso a una certeza cuando, ante una veintena de sus alumnas, Emilie se desdobla literalmente; explicando un texto difícil, ella escribe en la pizarra y su doble, un poco más pálida y transparente, imita a su lado todos los gestos. Las alumnas, aterradas, abandonan una a una el establecimiento. Días más tarde, Sagée recoge rosas en el jardín mientras cuarenta y dos alumnas, reunidas en clase de costura en una gran sala cuyas ventanas dan al jardín, tienen la sorpresa de ver a un doble de su profesora sentarse en un sillón de la sala. Observan por la ventana a Emilie recogiendo las rosas como si tal cosa y ven al mismo tiempo a su doble sentada, inmóvil y silenciosa, ante ellas. Una alumna, más atrevida que las otras, se atreve a tocar la aparición: ésta no tiene ninguna consistencia y es incluso fácil atravesarla.

Ante tales manifestaciones, con la amenaza del cierre de su establecimiento si el orden no se restablece, el director se ve obligado a separarse de la Srta. Sagée.

Los muchos testigos y las repeticiones de desdoblamientos hacen difícil el fraude. Parece que a Emilie Sagée le afectaba una especie de enfermedad crónica que la hacía desdoblarse como otros cogen la rinitis.

Algunos hombres célebres tuvieron el privilegio de ver su doble: éste fue el caso de Maupassant (sin embargo, su caso debe ponerse en tela de juicio, pues sentía ya entonces los primeros síntomas de la parálisis general que iba a afectarle algunos años después), así como el de Goethe, quien por otra parte fue testigo de otro caso de aparición.

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Goethe y Fréderic

Paseando una tarde con uno de sus amigos cerca de Weimar, tiene la sorpresa de ver ante él a otro amigo llamado Frederic, vestido con bata y zapatillas, lo que parece al menos curioso, puesto que están en pleno campo. Queriendo abrazar a su amigo, Goethe se adelanta y sólo encuentra el vacío. Preocupado por esta visión, preguntándose si no estará volviéndose loco, el gran poeta entra en su casa, para encontrar allí a su amigo Frederic, dormido al amor de la lumbre en bata y zapatillas. Frederic, llegado de improviso a Weimar y no encontrando a Goethe en su domicilio, se había puesto cómodo y se había dormido esperándolo. Detalle al menos sorprendente: durante su breve sueño, soñó que estaba en bata y zapatillas en la carretera general delante de Goethe y que lo encontraba. La personalidad del gran poeta nos parece garantizar la autenticidad de esta experiencia, aunque sólo tres personas, entre ellas Goethe, hayan sido testigos.

Podríamos citar muchos otros casos que llenan los anales de las Sociedades de investigación parapsíquica de Gran Bretaña y de Estados Unidos, pero estos cuatro ejemplos nos parecen suficientes para plantear la cuestión de la realidad de estas apariciones y, si se da la realidad, sobre su naturaleza.

Para facilitar la interpretación, seguiremos distinguiendo las apariciones de personas vivas y las de personas fallecidas.

Los sueños, el sueño y la muerte

En el caso de personas vivas, parece darse una continuidad, un verdadero continuum entre los sueños y las apariciones visibles a una persona en estado de vigilia. El caso de Goethe es un ejemplo destacable.

El sueño, a nuestro juicio, tiene suma importancia para la comprensión de distintos fenómenos que rodean la muerte. Cuando dormimos, perdemos la conciencia: en este estado se nota una relajación del lazo que une la conciencia superluminosa y el córtex cerebral, lazo que está en el origen de lo que se llama el estado de vigilia o Aplena conciencia@.

Numerosos estudios han mostrado que existen en el hombre dos clases de sueño, el sueño normal y el sueño paradójico. El sueño normal es el sueño Aclásico@ desprovisto de sueños. Sólo durante el sueño paradójico es cuando aparecen estos últimos. Mientras en el sueño ortodoxo todos los signos electroencefalográficos muestran una calma total, en el momento del sueño paradójico, el del sueño, que sólo representa la quita parte de una noche, se asiste a una verdadera explosión: el sueño es más ligero, el ritmo cardíaco y la respiración se hacen irregulares, la presión arterial se eleva por encima de lo normal, los índices de adrenalina y de cortisona suben bruscamente en la sangre

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y la temperatura del cerebro resulta preocupante.. Cinco o seis veces durante la noche, el hombre pasa por esta fase paradójica. Si se le impide soñar a un sujeto privándole de su fase paradójica, aunque dejándole el sueño normal, cae enfermo rápidamente y se hunde en una grave neurosis o psicosis que puede llevarlo a la muerte. Por el contrario, si se le deja solamente el sueño paradójico privándole del sueño ortodoxo, el sujeto se mantiene en buena salud.

El estado de vigilia se traduce para nosotros en un estado de semiconsciencia: la conciencia superluminosa total se filtra por el córtex cerebral que sólo deja pasar informaciones elegidas, codificadas y transformadas en hologramas.

Durante el sueño normal, el córtex descansa, la interacción córtex/conciencia superluminosa se interrumpe. Los hologramas desaparecen: es el momento de sueño profundo, sin sueño. Sin embargo, como la conciencia total encierra en sí las informaciones y la memoria del individuo, es posible que periódicamente, durante el sueño, produzca hologramas de un segundo tipo, más pálidos e inconsistentes que los hologramas que constituyen la realidad cotidiana.

Esta creación de hologramas del segundo tipo correspondería a la fase de sueño paradójico y a los sueños. Estos hologramas del segundo tipo tendrían su origen por tanto en la conciencia total. Pueden ser comparados a las apariciones que fascinan a los sujetos de la experiencia cercana a la muerte (paisajes maravillosos, apariciones de allegados al difunto), de las que hemos dicho que son producidas por la conciencia del sujeto para permitirle habituarse progresivamente al universo de la muerte y que no son, a nuestro juicio, sino una fase intermedia antes de la verdadera entrada de la conciencia en el universo superluminoso formado de informaciones y de significaciones totalmente abstractas.

Según la mitología griega, el sueño (Hypnos) es el hermano menor de la muerte (Thanatos). Las conclusiones de la física moderna parecen darle la razón. Cuando soñamos, penetramos en la antecámara de la muerte.

Incidentalmente, hay que destacar que los sueños premonitorios pueden explicarse perfectamente en este contexto: puesto que la conciencia total posee las informaciones sobre el pasado, el presente y el porvenir de todo individuo, el futuro puede manifestarse por tanto en forma de hologramas del segundo tipo, durante un sueño, de manera accidental.

Ahora bien, no hay ninguna diferencia física fundamental entre los sueños y las apariciones de vivos o de muertos; en ciertas condiciones, los hologramas del segundo tipo son proyectados en nuestro espacio habitual, dejando accidentalmente el espacio-tiempo de la conciencia. Las características de las apariciones -no consistencia, transparencia, paso a través de los cuerpos materiales, desapariciones o apariciones repentinas- se corresponden con las propiedades de los hologramas del segundo tipo que están formados de partículas sumamente fluidas, situadas en la frontera entre el universo sub-

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luminoso y el universo superluminoso. Parece que las múltiples imágenes de Emilie Sagée, cuyo caso hemos

contado, responden a una especie de fallo permanente del sistema holográfico Emilie Sagée, una enfermedad que afectaba a su conciencia superluminosa y a las interacciones que mantiene con el córtex. Al holograma permanente llamado Emilie Sagée, que constituye su persona física sólida y Areal@, se superpone de vez en cuando un holograma del segundo tipo escapado del espacio-tiempo de su conciencia. Sus alumnos tienen entonces la impresión de ver dos Emilie, teniendo la segunda toda la apariencia de una imagen pálida y transparente.

En el caso de Goethe, viendo a su amigo Frederic en bata y zapatillas en la carretera general de Weimar, la continuidad entre el sueño y la aparición es flagrante. Frederic soñó en efecto que iba por la carretera y encontraba a Goethe en el momento en que este último tiene la sorpresa de ver su fantasma. Todo ocurre como si los hologramas del segundo tipo, producidos por el sueño de Frederic, se hubieran escapado de su conciencia para manifestarse en nuestro espacio-tiempo ordinario.

En el caso de fantasmas o apariciones de personas difuntas, entra en juego el mismo mecanismo.

Hay que recordar que hemos supuesto, apoyándonos en los estudios de experiencias cercanas a la muerte, que durante una muerte irreversible, la conciencia parcial se integra progresivamente al mundo superluminoso pasando primero por una etapa luminosa, que a veces se convierte en definitiva cuando la conciencia parcial no ha acumulado suficientes informaciones durante su vida terrestre para ser integrada en la conciencia total superluminosa. Esta etapa está llena de hologramas del segundo tipo, algunos muy agradables, otros espantosos, que son creados por el estado del espíritu del difunto. Es posible por tanto a los difuntos, cuando pasan por esta fase y a fortiori si se quedan en ella definitivamente, proyectar un holograma del segundo tipo, imagen de ellos mismos, en el mundo subluminoso. Dada la existencia del continuum holográfico de que hemos hablado, este holograma podrá ser captado ya sea en sueño, sueño muy especiales de difuntos, o como un holograma del segundo tipo percibido en el espacio normal por uno o varios testigos que dirán haber visto un fantasma. Los dos casos de fantasmas que hemos contado (el extraño concierto y el asunto del cura de Nantes) no nos parecen entrar en esta categoría. En efecto, en ellos se trata de seres y de objetos que presentan indudablemente todos los caracteres de la vida y de la materialidad. Podemos deducir de ello que se trata de hologramas reales sub-luminosos, por tanto absolutamente semejantes a los objetos/hologramas que componen el espacio-tiempo subluminoso. Estos hologramas solo pueden producirse por entidades-conciencias que han pasado la barrera de la luz y que disponen por tanto de propiedades espacio-temporales de la materia subluminosa. La integración a este sistema, que nosotros hemos llamado gran río de las líneas del universo superluminoso, puede no ser todavía total. Es así como podría explicarse el carácter intervencionista del fantasma que

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se le aparece al párroco de Nantes. La conciencia de la madre del joven dispone ya de las propiedades del tiempo superluminoso, puede ya acceder a las líneas del universo superluminoso: para ella no hay por tanto ni presente, ni pasado, ni futuro, y todos los acontecimientos subluminosos de la vida de su hijo aparecen ante ella con una instantaneidad total; así es como percibe la muerte de su hijo. En ese tiempo propio nulo (para ella), proyecta un holograma sub-luminoso, representando su propia persona, en las horas que preceden a la muerte de su hijo, con objeto de intervenir ante el párroco de su parroquia. Hay que destacar que como no está integrada totalmente en las estructuras de orden y de información, ha conservado en sus recuerdos una fe ingenua. Su holograma completamente Amaterial@ se superpone a lo que llamamos el Apresente@ y le permite intervenir para lograr que su párroco vaya a confesar a su hijo. Terminada esta intervención, su holograma ha desaparecido brutalmente, lo que permite pensar que hay otro medio para atravesar la barrera de la luz distinto de la muerte, al menos en un sentido. Hay que librarse de caer en la trampa de lo temporal. Cierto, la madre del joven había muerto tres años antes, pero esos tres años no cuentan para ella, representan un tiempo nulo, puesto que su conciencia dispone ya de las propiedades del tiempo superluminoso.

En el segundo caso recordado, el del extraño concierto, la materialización indiscutible de los héroes en hologramas sub-luminosos Areales@ no tiene aparentemente ningún fin concreto y no parece manifestar ninguna voluntad de intervenir ante el joven que no tiene aparentemente necesidad de ayuda alguna. Existe verdaderamente superposición en la línea de universo sub-luminoso de ese joven y en lo que él llama su presente, de cierto número de líneas de universo sub-luminosas que pertenecen a otra época, pero existe también una relación y una interacción muy materiales entre esos personajes de épocas distintas.

Ahora bien, sabemos que la conciencia superluminosa tiene acceso en un tiempo nulo a todos los acontecimientos de su propia vida subluminosa, pero probablemente también a los acontecimientos de otras vidas. Normalmente, por medio de la conciencia parcial, sólo los acontecimientos que forman su vida serán proyectados en el universo sub-luminoso, para realizarse según un orden causal dictado por el paso del tiempo; bastaría admitir que en ciertos casos, como en los sistemas ópticos, la puesta a punto o la profundidad de campo está un poco desajustada. El sujeto vería entonces en su propio presente un trozo de su pasado, y tal vez a veces del futuro.

El extraño concierto requiere dos observaciones: En primer lugar, el fenómeno fue vivido solamente por el joven J.

Romier, los vecinos no oyeron nada, lo que confirma nuestra tesis de una proyección por la conciencia superluminosa única de nuestro sujeto.

Segundo punto: si se tratase realmente de un hecho que se haya producido históricamente en la vida del viejo señor muerto hacía decenas de años, habría que admitir que J. Romier haya intervenido en ese pasado, pero nada lo

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demuestra. La conciencia superluminosa puede reemplazar en un tiempo nulo secuencias causales para otros. Puede uno preguntarse si no existen muchos pasados para un individuo con secuencias causales diferentes y si el ser humano no guarda voluntariamente en la memoria sino una sola secuencia causal, como consecuencia de la selección realizada por el córtex cerebral.

En todo caso, cuando se hace intervenir el espacio-tiempo superluminoso de la conciencia y sus interacciones sobre el universo, es preciso abandonar definitivamente la lógica aristotélica e inventar nuevas lógicas. El Pequeño Trianón

En el mismo orden de fenómenos, no podemos dejar de recordar la célebre historia del Pequeño Trianón.

En torno a 1900, dos jóvenes turistas inglesas, mientras paseaban por el parque de Versalles, fueron proyectadas durante varios minutos a pleno siglo XVIII: se cruzaron con personajes de la época y les hablaron (en especial un gentilhombre de la Corte que les prohibió continuar su paseo).

La interpretación es evidentemente la misma: se ha hablado muchas veces de Alugares cargados@ tomando como ejemplo el Pequeño Trianón, pero nos parece más sencillo decir que, momentáneamente, estas dos inglesas se encontraron en las líneas de universo de los miembros de la corte de María Antonieta. La observación de Einstein a propósito de J. Romier, Aeste joven tropezó en el tiempo@ contiene el germen de tales interpretaciones.

El caso de las apariciones suscita por tanto diversas explicaciones, pero todas se relacionan con la existencia del universo superluminoso y con el desarrollo de una nueva física. Si se hubiera querido mirar desde hace tiempo y con más objetividad estos fenómenos, se habría evitado caer en las supersticiones más ridículas.

Las distintas experiencias de comunicación con los muertos entran, a nuestro juicio, en este cuadro. Comunicar con el mundo de la muerte

El espiritismo Pensamos particularmente en lo que se llama el espiritismo (nacido en

1847 en Hydesville, Estados Unidos, y promovido por las tres hermanas Fox). No hay que olvidar el contexto de la época, aquella América puritana de mediados del silo XIX, y también la fascinación de nuestros antepasados por el magnetismo, el hipnotismo; en pocas palabras, todos los fenómenos que permitían experiencias poco costosas con las que se imaginaban que podían demostrar la existencia de Afuerzas ocultas@ de la naturaleza humana,

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fascinación que sentían muchos grandes hombres (V. Hugo, Maupassant, Balzac).

El espiritismo y la escritura automática conocieron un éxito especial entre 1850 y 1920, gracias a esa mezcla curiosa de positivismo y de espiritualismo de pacotilla que caracteriza esa época.

No vale la pena recordar, porque todos los saben, que si algunas experiencias de espiritismo pueden dar resultados curiosos, muchas han hecho aparecer fraudes debidos a médiums deseosos de no decepcionar a un público ávido de lo sensacional. Además, la psiquiatría, el psicoanálisis y otros métodos de análisis mostraron, después de los trabajos de Charcot y Janet, que muchos de los pretendidos mensajes lo único que encerraban era proyecciones de deseos, de voliciones inconscientes o rechazadas. El estudio de las múltiples personalidades que existen en cada uno de nosotros puede explicar estos fenómenos. Nosotros somos muy escépticos en lo que se refiere a estas prácticas.

Las grabaciones de Jurgenson En el mismo orden de ideas, tenemos que hablar de las grabaciones

obtenidas con magnetófono desde 1959 por Jurgenson. Completamente por azar, Jurgenson grabó en su magnetófono una voz

que le parecía ser la de su madre, muerta hacía 4 años. Continuando sus experiencias, obtuvo en todas las lenguas grabaciones de voces de personas fallecidas. Sus estudios, continuados por un físico del Instituto Max Planck de Munich, Friedbert Karger, confirmaron la realidad del fenómeno. Un psicólogo, Konstantin Raudive, retomó sistemáticamente estos trabajos y llegó a los mismos resultados.

La realidad de los hechos es innegable; han sido comprobados por muchos físicos e ingenieros. Pero hay que observar que para que el fenómeno se produzca, han de estar presentes varias personas.

La primera interpretación consiste en pensar que tiene que ver con mensajes sonoros transmitidos por personas desaparecidas. La segunda hace intervenir informaciones codificadas contenidas en la memoria de las personas presentes, informaciones que podrían servir para restaurar las voces.

Aquí también, pensamos que conviene ser muy prudentes con estos fenómenos. Sin embargo, con muchas reservas, sugerimos una interpretación: podría tratarse de mensajes holográficos procedentes de conciencias parciales bloqueadas en la fase luminosa.

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Capítulo 10

Nueva conciencia y reencarnación

La reencarnación

Desde el cuarto milenio antes de nuestra era, el hinduismo, que es una de las religiones más antiguas del mundo, predica la doctrina de la reencarnación. Según ella, en cada ser vivo, hombre o animal, existe un principio espiritual, que se puede comparar con el alma occidental y que, en lugar de desaparecer con la muerte, se reencarna sucesivamente en los cuerpos de distintos seres vivos. Las reencarnaciones son frecuentes, se producen poco después de la muerte y se suceden mientras el alma no alcance el grado de perfección suficiente que le permita escapar al ciclo eterno del nacimiento y de la muerte. Los actos realizados a través de una existencia determinan la suerte que correrá el alma en su nueva vida: es la ley del karma.

En el siglo VI antes de nuestra era, el budismo vuelve a tomar la doctrina de la reencarnación, añadiendo sin embargo un esencial: mientras para el hinduismo el alma es un principio individual, personal en cierto sentido, que, mientras se encarna sucesivamente en distintos cuerpos, conserva su esencia profunda, para los budistas el *yo+ humano no existe; el verdadero *yo+ está situado en un mundo inaccesible al dolor y al deseo que no está afectado por la ley de la reencarnación, y sólo un flujo permanente de deseos y de emociones no individualizados condicionan las reencarnaciones sucesivas. Aquí también la ley del karma es fundamental y condiciona la calidad de la vida futura.

Todas las grandes religiones orientales, taoísmo, confucianismo, etc., han admitido la idea de reencarnación. Actualmente, esta doctrina sigue estando floreciente. Pitágoras y Platón

En Occidente, la primera alusión a la metempsícosis (o reencarnación) la hizo Pitágoras, el célebre matemático griego, autor del teorema del mismo nombre. Todo hace suponer que Pitágoras pudo entrar, de una u otra manera, en contacto con los orientales y pudo tomar de ellos esta tesis, cuya novedad y originalidad debió seducirle.

Platón, heredero en muchas cosas de Pitágoras, vuelve a tomar la doctrina: según él, toda nueva encarnación es el castigo de malas elecciones hechas durante la vida anterior. Desarrolla estas ideas a través de un mito que

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sigue siendo célebre bajo el nombre de *mito de Er+, que se puede leer en el libro X de La República.

Er, un soldado dejado por muerto en un campo de batalla, conoce la primera experiencia cercana a la muerte descrita en nuestra literatura. Vuelve en sí doce días después de su muerte clínica y cuenta su experiencia. Su alma, salida de su cuerpo, llega pronto en compañía de otras almas a un lugar divino, donde asiste al juicio de las almas que la acompañan (él escapa del mismo y se le informa de que su misión será volver a la vida para que cuente a los vivos lo que ha visto). A continuación de este juicio, ve a las almas de los malos torturadas en los Infiernos (*uno después de otro, cada uno recibía por su falta diez veces su castigo y cada castigo duraba cien años+), y a los justos gozar de la felicidad en el Paraíso. Después acompaña a las almas destinadas a la reencarnación, cerca de una *columna de luz+ donde las diosas del Destino (Láchesis, Átropos y Cloto) hacen elegir *destinos y modos de vida+ a los candidatos: *Cada uno recoge la suerte que cae delante de ella. Cada cual conoce en qué orden debía escoger. El hierofante arroja en tierra, delante de ellas, géneros de vida de todas clases, cuyo número era mucho mayor que el de las almas que debían escoger, porque todas las condiciones, tanto de los hombres como de los animales, se encontraban allí revueltas. Había tiranías, unas que debían durar hasta la muerte, otras que habrían de verse bruscamente interrumpidas. (...) Se veían igualmente condiciones de hombres célebres, éstos por la belleza, por la fuerza, por su reputación en los combates; aquéllos por su nobleza y las grandes cualidades de sus antepasados; se veían también condiciones oscuras bajo todos estos conceptos. (...) Pero nada había dispuesto sobre el rango de las almas, porque cada una debía necesariamente mudar de naturaleza según su elección.+ Platón añade más adelante: * Era un espectáculo curioso ver de qué manera cada alma hacía su elección; nada más extraño ni más digno a la vez de compasión y de risa. Las más se guiaban en la elección por los hábitos de la vida precedente.+27

Cada uno es libre en su elección y comete errores sabiendo perfectamente lo que hace. Luego, las almas beben el agua del río del olvido (el Leteo); pierden entonces el recuerdo de lo que sucede en el más allá, así como de sus vidas anteriores antes de su nuevo nacimiento.

De entre los antiguos, es también interesante saber que uno de los primeros teólogos cristianos, Orígenes (184-254), creyó en la reencarnación. Pero sus ideas fueron condenadas rápidamente por la Iglesia. A partir de esta fecha, la idea de reencarnación quedó borrada de nuestras mentalidades occidentales. Helena Petrovna Blabatski y la teosofía

Hubo luego en Occidente un largísimo período durante el cual

27. Platón, La república, Espasa Calpe, Madrid, 120 edición, 1975, p. 300-302.

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desapareció la idea misma de reencarnación. Hay que esperar al siglo XVIII, y sobre todo al XIX, para que algunos filósofos como Kant, Hume y Schopenhauer examinen con seriedad la hipótesis de la reencarnación. Poco a poco, la idea se abre camino y es divulgada por Helena Petrovna Blavatski (1831-1891) quien, en sus obras Isis devoilée (1877) y la Doctrine secrète (1881), vuelve a tomar la doctrina budista esotérica. La teosofía que ella divulga contribuye mucho a la vulgarización de estas ideas en Europa occidental. Albert de Rochas y la regresión hipnótica

Entre 1890 y 1913, el director de la Escuela politécnica, el coronel Albert de Rochas, tiene la idea de utilizar la hipnosis, muy en boga en el siglo XIX, para ayudar a las personas a regresar hasta sus vidas anteriores. Este medio de investigación, original pero poco seguro, -porque las personas afectadas se inventan a veces, más o menos conscientemente, *recuerdos+ fantasiosos borrados de sus lecturas, fantasmas diversos-, le permite contar en Les vies successives, 1911, 19 casos que creía que eran reencarnaciones. Vladimir Raijov y Denis Kelsey

Por otra parte, este método de regresión hipnótica volvieron a utilizarlo, en los años 50 y 60, varios psiquíatras , en especial el soviético Vladimir Raijov y el inglés Dennis Kelsey que con la ayuda de su mujer, una médium famosa llamada Joan Grant, escribió muchas obras, entre ellas Nos vies anterieures.

El interés de estas regresiones hipnóticas estaba en hacer aparecer en la conciencia clara complejos, fobias (por ejemplo, un paciente no podía soportar el contacto con las plumas de pájaros) y neurosis que habrían tenido su origen en un drama vivido en una vida anterior (el paciente que tenía miedo de los pájaros habría sido dejado muerto en un desierto y devorado por buitres); la comprensión del origen de estas fobias permitía a los pacientes librarse de ellas (el paciente del ejemplo quedó libre inmediatamente de su fobia); este método tiene un valor terapéutico evidente sin prejuzgar la realidad de las estructuras que lo rodean.

Se puede comparar con los métodos del psicodrama, bien conocidos en psiquiatría, y con los análisis de grupo. Pero nosotros somos muy reticentes en lo que se refiere al contexto reencarnacionista, porque está claro que el valor experimental de tal método es prácticamente nulo. No se puede sacar ninguna conclusión sobre la legitimidad del fenómeno que tratamos en este capítulo. Ian Stevenson: el estudio científico de la reencarnación

Hay que esperar a 1961 para ver el primer estudio realmente científico del fenómeno. Está dirigido por un psiquíatra americano, Ian Stevenson, cuyas investigaciones y trabajos duraron casi 15 años antes de decidirse a publicar los resultados. El título de su libro, 20 casos que sugieren el fenómeno de la reencarnación, demuestra bastante la ausencia de todo apriorismo del autor. La

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investigación de Ian Stevenson se llevó a cabo sobre un centenar de casos; de ellos, sólo retuvo 20 casos en su estudio. La búsqueda se llevó a cabo en el mundo entero, pero el autor prefirió necesariamente algunos países, aquellos en los que está viva y se admite normalmente la creencia en la encarnación, en este caso la India, Sri Lanka, Líbano, Brasil y Alaska. En estas condiciones, se comprende fácilmente que, estadísticamente, los casos que le fueron señalados eran mucho más numerosos en los países de este tipo, negándose a admitir esta clase de testimonios aquellos en los que no se admite esta creencia.

Es importante notar que todos los casos estudiados se refieren a niños: sus recuerdos de una vida anterior se manifiestan hacia los dos o tres años, continúan con intensidad hasta los ocho o diez años, para difuminarse progresivamente, dando lugar a veces a un olvido total hacia los veinte años.

Ian Stevenson es el primero en destacar que, con la excepción de un solo caso en el Líbano, todos los testimonios recogidos lo han sido entre 5 y 15 años después de la primera manifestación de los recuerdos de una vida anterior. Se comprende entonces que haya una deformación debida a la memoria, muy conocida por los psicólogos. Además, como los testimonios son de niños, el entorno familiar hace de filtro de la espontaneidad del testimonio, llegando a veces a interpretar las palabras del niño en sentido contrario.

Otro problema se le planteó a Ian Stevenson, como él mismo lo reconoce: es el de la comunicación, porque la mayoría de las veces recurrió a intérpretes, puesto que no hablaba ni el árabe ni los dialectos indios; de aquí también, una deformación de los testimonios.

Y entonces, se comprende la prudencia con la que Ian Stevenson formula sus conclusiones. Elimina en primer lugar el fraude, poco probable, señalando que en todos los casos la publicidad proporcionada a los padres por estos hechos ha sido nociva: debido a las diferencias sociales existentes entre la familia natal del niño y su familia anterior, los padres temían más de lo deseado que su hijo les fuera quitado por la familia anterior.

Stevenson rechaza también la criptomnesis, es decir la memoria inconsciente de las informaciones o hechos relativos a la personalidad anterior que pudieran haber sido comunicados al niño a través de su entorno: en la mayoría de los casos, demuestra la ausencia total de vínculos entre las dos familias afectadas, como consecuencia de la diferencia de castas en la India, del alejamiento geográfico...

El psiquíatra americano plantea luego el problema de una interpretación extrasensorial, que ha sido propuesta muchas veces, y hace notar a este respecto que, si los detalles relativos a una persona fallecida fueran conocidos de esta manera por el niño, no se ve por qué éste último, dotado evidentemente de facultades ESP28, no había de ejercer sus dones de videncia sobre otras personalidades vivas de su entorno y por qué sus facultades iban a limitarse a

28. ESP: Extra Sensorial Perception; en español, PES. Percepción Extra Sensorial.

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una sola persona. Después de descartar así estas tres hipótesis, Stevenson formula los

argumentos que pueden avalar la tesis de la reencarnación. Se trata en primer lugar de la presencia en el niño de dones especiales que no han podido ser adquiridos hereditariamente: por ejemplo, un muchacho que dice ser la reencarnación de una mujer, manifiesta desde los 3 años un don precoz y excepcional para la costura; otro, que dice ser la reencarnación de un comerciante de limonada, muestra a los que le rodean estupefactos cómo poner en marcha una máquina de fabricar limonada, de mecanismo muy compleja.

Las señales de nacimiento son también, a los ojos de Stevenson, un índice de la reencarnación: cita así el ejemplo de cicatrices en el cuello de un niño que recordaba haber sido estrangulado o degollado en una vida anterior.

Finalmente, el reconocimiento de los lugares que fueron el marco de la vida anterior es el último índice de la reencarnación, según Stevenson.

Éste último, por otra parte, hace la distinción entre el concepto de posesión y el de reencarnación. Ya hemos definido la reencarnación. La posesión podría definirse como la integración, total o parcial, de una personalidad que pertenece en sentido propio a un personaje vivo, en otro individuo, integración que puede ser temporal. Esta distinción permite a Stevenson eliminar, en todos los casos que él presenta, una posible posesión. El caso Swarnlata

Todos los ejemplos citados por Stevenson son interesantes. He aquí el de Swarnlara, nacida el 2 de marzo de 1948 en Shapur.

Hija de un empleado en la oficina del inspector de las escuelas del distrito de Chhatarpur, pertenece a un ambiente de modesta posición, pero bastante cultivado (como todos los miembros de la familia hablaban inglés, Stevenson pudo preguntar directamente a la niña sin tener que recurrir a intérpretes). Desde la edad de 3 años, sus allegados observan que comienza a evocar los recuerdos de una vida anterior en que se llamaba Biya Pathak. Con motivo de un viaje con su padre, mientras atraviesan la ciudad de Katni, que está casi a 200 kilómetros de su lugar de residencia habitual, cree estar muy cerca de su antigua casa.

En los años siguientes, suele interpretar espontáneamente cánticos y danzas muy complejas que no ha podido aprender, en ningún caso, ni en su familia ni en la escuela. En 1858, a la edad de 9 años, reconoce formalmente, llamándola por su nombre, a una persona que vivió en otro momento en Katni y que fue su vecina en la vida anterior.

Intrigados, sus padres deciden hacer una investigación profunda en Katni, en 1959. Llevando con ellos a la niña, tienen que admitir muy pronto las cosas como son: señala sin dudarlo la casa que fue la suya en otro tiempo y reconoce a miembros de su antigua familia, en particular, a su hermano y a sus dos hijos. Los detalles que ofrece de la topografía de la casa, de su situación anterior, son sorprendentes. Da también detalles sobre la situación social de la familia, muy

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rica, de los acontecimientos de su vida. En su vida anterior, había pertenecido por tanto a una familia de notables, se había casado joven, había tenido dos hijos y había muerto en 1939 de una enfermedad del corazón. Enfrentada a los diferentes miembros de la familia Pathak, logra enseguida la adhesión y estos no dudan en reconocerla como la reencarnación de la difunta.

Stevenson conoció el caso en 1961 y lo estudió ampliamente. Vuelve a verla en 1971 y 1973 para estudiar su evolución posterior, que resulta ejemplar: consigue un título en botánica, luego se encarga de cursos de botánica en la facultad de Chhatarpur. Se casa en 1973; esto no le impide sin embargo mantener relaciones muy amistosas y continuadas con su antigua familia, que la mira con gran respeto.

El caso de Swarnlata es en cierto sentido clásico e incluso bastante frecuente, sobre todo en los países que creen en la reencarnación y no molestan a los niños que se atreven a mencionar sus recuerdos. El campo de estudio es todavía amplio y apenas explotado. Serían deseables estudios a gran escala, acompañados de estadísticas. El caso Davel

Mucho más fantástico (y como tal, debe aceptarse con mayor prudencia) es el caso de Michel Davel: puede considerarse a la vez como una reencarnación temporal en un adulto vivo y como un caso de posesión por una personalidad difunta.

El 11 de noviembre de 1918, un joven marinero francés, sin familia y sin fortuna, encuentra en Calais, en un baile de celebración del armisticio, a una joven hermosa, rica e inteligente. Michel Davel y Rose-Mary Adrian (su padre es inglés, su madre francesa) se enamoran locamente el uno del otro y quieren casarse. Su petición choca con un rechazo furioso de Mr. Adrian, porque el joven es realmente demasiado pobre para pretender la mano de Rose-Mary.

En 1919, los Adrian se van a vivir a Australia. Rose-Mary sigue soltera, fiel a su gran amor.

En 1934, ella vive sola en Melburne (sus padres han muerto) cuando encuentra en la calle a Michel Davel, quien le dice que ha llegado recientemente a Australia, que fue víctima de un accidente de tráfico el 12 de agosto del mismo año y que sufre desde entonces una amnesia parcial. Michel ha cambiado un poco físicamente, pero sus recuerdos de Calais siguen intactos y su amor por Rose-Mary continúa igual de intenso.

Unos meses después se casan y Michel David consigue un empleo importante en la empresa de un amigo de los Adrian. Pasan trece años.

En 1947, Michel se ausenta sin previo aviso durante varios días. A su vuelta, habla un inglés impecable, él que lo hablaba hasta entonces con un acento francés deplorable. Declara haber vuelto a encontrar su memoria, perdida a continuación de su accidente de 1934. En realidad, se llama Georges Littlon, australiano de pura cepa que nunca abandonó su país, vivía en Adelaida en el

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momento de su accidente y estaba casado. Su legítima mujer, a la que acaba de contactar, lo ha reconocido sin dudarlo como Georges Littlon.

Rose-Mary Adrian, hundida, abandona entonces Australia para terminar sus días en Inglaterra. Realiza allí una investigación muy minuciosa y encuentra por fin el rastro de Michel Davel. Éste murió de un grave accidente el 12 de agosto de 1934, el mismo día en que, a miles de kilómetros, Georges Littlon perdía también la conciencia a continuación de un grave accidente.

Se llevan a cabo cantidad de comprobaciones y llegan a la conclusión de que es imposible un encuentro entre Michel Davel, que jamás fue a Australia, y Georges Littlon, que nunca salió de ella. Se excluye también el fraude de uno u otro de los protagonistas.

La única explicación que se encontró en los años 50 parece realmente alucinante. El alma de Michel Davel, en el momento de su muerte el 12 de agosto de 1934, se reencarna inmediatamente en el cuerpo de Georges Littlon, disponible momentáneamente por su accidente y su gran pérdida de memoria. El cuerpo de Georges Littlon es literalmente *poseído+ por el espíritu, la conciencia de Michel Davel. )Qué sucedió durante todo ese tiempo, desde 1934 a 1947, con la conciencia de Georges Littlon? Es difícil decirlo. )Por qué la conciencia de Michel Davel se eclipsa al cabo de esos 13 años y cede de nuevo la plaza a la de G. Littlon? Muchas cuestiones que plantean problemas insuperables, al menos en el marco de nuestros actuales conocimientos. La reencarnación y el nuevo modelo físico de conciencia

Es posible que, en el futuro, estudios e investigaciones sofisticadas permitan confirmar la tesis de la reencarnación o, por el contrario, explicar los casos analizados mediante una nueva hipótesis. Sea lo que fuere, nuestro modelo físico de conciencia nos permite comprender mejor este fenómeno situándonos en una lógica temporal diferente de la habitualmente utilizada, aun cuando es relativista.

En 1971, el alemán Gerhard R. Steinhauser publicó una destacada obra de reflexión titulada les Chrononautes. Por primera vez, que nosotros sepamos, el autor plantea el problema de la existencia después de la muerte en términos de física y hace incluso alusión a la barrera de la luz. Dedica también algunas páginas al problema de la reencarnación, contra la cual plantea varias objeciones (p. 46): *La población de la Tierra se ha incrementado en los últimos años de forma explosiva y cuenta actualmente con cerca de tres mil millones de habitantes. Habría que suponer por tanto una aportación permanente de nuevas almas que jamás se habrían encarnado en la Tierra. )De dónde vendrían?+

Después de aludir a la tesis de las informaciones parapsíquicas, de tipo mediúmnico, que podría explicar muchos recuerdos de vidas anteriores (tesis

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ampliamente estudiada por I. Stevenson), continúa: *Y para terminar, si suponemos que la vida continúa después de la muerte, )por qué las "almas" tendrían que encarnarse, absolutamente todas, en la Tierra y no en cualquier otra estrella o planeta? La última cuestión indica exactamente que la teoría de la reencarnación data de una época en la que la Tierra era considerada todavía como el centro del universo y en la que no se tenía ninguna idea de las posibilidades de la vida cósmica.+

Muy acertadamente, Steinhauser destaca la necesidad de una adaptación de las tesis reencarnacionistas al universo astronómico que nosotros conocemos, en especial cuando se sabe que existen miles de millones de galaxias, cada una de ellas con miles de millones de estrellas; los cálculos de probabilidad sobre las posibilidades de existencia de una vida extraterrestre en los planetas de esas estrellas indican que, aun en la hipótesis más negativa, debería haber miles de millones de planetas en los que se ha desarrollado la vida y la inteligencia, de manera sin duda distinta de la que existe en la Tierra. Teniendo en cuenta estos resultados, toda teoría de la reencarnación debería situarse en el contexto astrofísico del universo actualmente conocido.

La segunda dificultad que plantean las tesis reencarnacionistas es también enorme. Normalmente, se cree que las almas pasan de una vida a otra a través de un largo camino, de siglo en siglo, es decir al hilo de un tiempo subluminoso que corre. (Qué más desesperante y aburrido que ese vagabundeo sin fin de la conciencia, que, antes de integrarse en un universo de perfección, debe pasar por cientos y miles de años de penas y sufrimientos!

Steinhauser es una vez más el primero en ofrecer la posibilidad de una interpretación diferente (p. 106): *En 1960, los periódicos contaron la historia de un fuerte herrero bávaro. Este hombre pretendía haber vivido, despierto en una serie de ensoñaciones, toda una existencia que él habría llevado en la Edad Media en un castillo como salteador. Buscó el castillo y lo encontró. Hojeando antiguas crónicas, tuvo la confirmación de todos los detalles de su vida anterior.

Esta historia, totalmente fidedigna -que no es por otra parte un caso único- , podría haber pasado hasta ahora por una prueba de la resurrección (o reencarnación). Nuestros actuales conocimientos sobre la variabilidad del tiempo nos ponen sin embargo en otra pista.

El herrero-salteador bávaro podría ser una especie de "variable temporal" cuyo "yo" lleva simultáneamente una doble vida en dos planos temporales distintos. Es también una explicación posible para otros casos de pretendidas reencarnaciones. )Hay existencias múltiples? )Arrastramos con nosotros partes de existencias, pasadas y futuras, de las que somos conscientes de vez en cuando?+

La idea formulada por Steinhauser es muy importante y coincide con las conclusiones que nosotros sacamos de nuestro modelo de conciencia. Recordemos que el espacio-tiempo de la conciencia es superluminoso y por consiguiente no está sujeto al paso del tiempo: presente, pasado y futuro

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coexisten en él simultáneamente. Cualquier acontecimiento, sin importar cuál sea su fecha, es accesible inmediatamente a la conciencia total superluminosa. Al proyectarse en nuestro universo subluminoso, los acontecimientos son filtrados y organizados en secuencias causales vinculadas al paso del tiempo: tenemos entonces la impresión de que hay un pasado, un presente y un futuro.

En estas condiciones, nada se opone a que coexistan a nivel de la conciencia superluminosa las informaciones relativas a muchas existencias subluminosas, una de las cuales tendría lugar por ejemplo en Atenas en el siglo V antes de Cristo, la segunda en el siglo II de nuestra era en Francia, la tercera en el XVIII en Estados Unidos, la cuarta en 1980 en Alemania, la quinta en el siglo XXV en un país X o Y. Está claro que es la misma conciencia la que va a estar vinculada en cada ocasión a todas esas *existencias+, las cuales no son de hecho sino un conjunto de informaciones actualizadas en un momento dado.

En el estado normal, y por un efecto del filtro que constituye el córtex, que permite focalizar y crear lo que se llama un presente, cada individuo tiene la sensación de vivir una vida determinada en una época muy concreta, pero en realidad vive todas sus distintas vidas *al mismo tiempo+, *simultáneamente+, desde el punto de vista de su conciencia superluminosa.

De esta manera, se puede dar cuenta de los casos de pseudovidas anteriores suponiendo que en ciertos sujetos, que son muy jóvenes en general (cf. la edad de todos los testigos de I. Stevenson), el sistema de filtro entre conciencia superluminosa y córtex no está todavía completamente preparado (en el sentido de la puesta a punto de un objetivo fotográfico), y que hay interferencias con las vidas simultáneas (una o varias), de ahí la impresión de haber vivido ya en otra época en otro cuerpo.

Éste sería el caso de los jovencitos preguntados por I. Stevenson y muchos otros que son perturbados por recuerdos del mismo tipo. Como la conciencia superluminosa sigue siendo idéntica a sí misma, esto explicaría las semejanzas que aparecen con frecuencia entre los distintos destinos subluminosos de una misma persona, los rasgos de carácter frecuentemente igual, las marcas de nacimiento heredadas de otra vida, y asimismo el hecho de que la mayoría de las veces el sexo se conserve de una vida a la siguiente (una mujer se reencarna la mayoría de las veces en un cuerpo de mujer, un hombre en el cuerpo de un hombre).

El caso de Michel Davel y Rose-Mary Adrian es mucho menos clásico: se trata en efecto de un caso límite en el que se da simultaneidad de vida desde el punto de vista superluminoso, que se traduce en el universo subluminoso por una continuidad espectacular. En el momento de la muerte de Michel Davel, hay destrucción de interacciones conciencia/córtex (como en todos los casos de fallecimiento); pero en el mismo momento, para Georges Littlon que como consecuencia de un traumatismo craneal está en coma, hay también destrucción temporal de interacciones de su conciencia y de su córtex. A continuación, por un error del sistema de agujas (utilizamos intencionadamente esta comparación

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ferroviaria), la conciencia de Michel Dave,l en lugar de detenerse en el estadio luminoso antes de alcanzar e l sistema superluminoso, vuelve a pasar la barrera de la luz y se une al córtex momentáneamente vacante de Georges Littlon, que durante su coma debería haber vivido una experiencia en la frontera de la muerte y pasar la barrera de la luz; ha tenido que estar prisionera del universo luminoso durante 13 años (lo que, por otra parte, a este nivel representa un tiempo ínfimo), el tiempo para que el error del sistema de agujas sea subsanado: esto es lo que explica que, al cabo de 13 años, Georges Littlon vuelva a encontrar bruscamente su personalidad. Si se tiene un humor un poco más romántico, se puede hacer también una conjetura más audaz: la conciencia de Michel Davel muerto, al llegar al mundo luminoso, tomó conciencia en una visión instantánea y panorámica de su destino y del de Rose-Mary Adrian, y pudo elegir aprovecharse de un error en el sistema de agujas o provocarlo para deslizarse en el cuerpo de Georges Littlon.

De todas formas, la historia de Davel no es un caso de reencarnación, sino más bien un caso de posesión en el sentido e definido por I. Stevenson.

La historia del herrero-salteador bávaro, descrita por Steinhauser, forma parte por el contrario del marco clásico de las reencarnaciones. En lugar de manifestarse en un niño, como en los casos estudiados por I. Stevenson, la debilidad del sistema de filtro del córtex se manifiesta en un adulto. Como tiene más edad y sus mecanismos de defensa contra la información superluminosa están más desarrollados, las informaciones relativas a sus vidas simultáneas (pasadas desde el punto de vista terrestre) le llegan por el canal del sueño, del que ya hemos dicho que está estrechamente unido al mundo superluminoso. El sueño es en efecto un medio de comunicación (imperfecto, es verdad) entre los dos universos, porque se produce con motivo de los períodos de reposo del córtex y de su sistema de filtro.

Muerte, apariciones, sueños, reencarnaciones, sólo son en realidad manifestaciones diversas del universo superluminoso de la conciencia en nuestro universo subluminoso. Sólo son puertas que nosotros no sabemos hacer funcionar correctamente hacia la barrera de la luz.

La conciencia es un todo comparable a la luz blanca. El paso de la barrera de la luz juega en la conciencia el papel que juega un prisma en la luz blanca. Un prisma descompone la luz en siete colores, el paso de la barrera de la luz y la encarnación en el mundo subluminoso descompone la conciencia total en personalidades múltiples y en vidas simultáneas (que se suceden en el tiempo desde el punto de vista subluminoso). Relacionamos adrede el problema de las personalidades múltiples (visto en el capítulo 3) y el de la reencarnación. Es muy posible, a nuestro juicio, que las personalidades múltiples que aparecen bajo hipnosis, o aprovechando una histeria, sean los rastros de las distintas encarnaciones de la conciencia total en vidas simultáneas.

Sin saberlo, llevamos en nosotros la historia de la humanidad. Somos la prueba de miles de años pasados, somos realmente archivos vivientes. Cada uno

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de nosotros representa algunas parcelas de la información global que constituye el destino del universo.

Conclusión

Al finalizar esta obra, desearíamos volver sobre las ideas que han presidido la elaboración del modelo aquí propuesto.

En primer lugar, tenemos que señalar que este modelo es un ensayo filosófico fundado en la extrapolación de una teoría puramente física. No se le podría atribuir, al menos en el estado actual de los conocimientos, un valor científico definitivo. Es susceptible de cambios y mejoras.

Hemos partido de algunas ideas que nos parecían desprenderse naturalmente de la teoría física elaborada por R. Dutheil.

La física acepta poco a poco la idea de que el universo no se limita a lo que nos rodea: una parte de lo real escapa a nuestros sentidos y a nuestro conocimiento. Dado que la materia (criterio fundamental de lo real) está formada de partículas, el descubrimiento de nuevas partículas debe cambiar nuestra concepción de la materia y llevar a ver la realidad desde otro ángulo.

Esto es lo que se produce con el descubrimiento teórico (seguido pronto, esperamos, de su descubrimiento experimental) de las partículas superluminosas o taquiones.

A estas partículas está asociada una nueva materia, distinta de la que conocemos y dotada de sorprendentes propiedades: el tiempo ya no corre en ella y un observador unido a esta materia tendría una visión instantánea de todos los acontecimientos de su vida.

Esta otra materia, esta otra realidad, sigue no obstante imperceptible para nosotros. Este misterio, unido al enigma formado por la naturaleza y la realidad de la conciencia, nos ha llevado a proponer nuestro modelo de conciencia, que sólo es, lo repetimos, una hipótesis de trabajo destinada a suscitar otros estudios.

Hacer de la conciencia una realidad material no es algo nuevo, como lo demuestran los distintos modelos propuestos por grandes nombres de la ciencia desde hace algunos decenios. Lo que es nuevo es la asociación de la conciencia a una materia distinta, la utilización de datos físicos actualmente consideramos como Amarginales@ para resolver un problema que se sitúa en el cruce de la ciencia y de la filosofía.

Nuestra finalidad, en esta obra, ha sido precisamente proponer una reflexión pluridisciplinar, incluyendo física, medicina, filosofía e historia, sobre

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una cuestión que sido abordada con demasiada frecuencia de manera fragmentaria.

En efecto, las propiedades de la conciencia materia superluminosa (equivalencia del espacio y del tiempo, ausencia del paso del tiempo, instantaneidad, disminución de la entropía o desorden, es decir aumento constante de la información y de la significación), tienen implicaciones tanto filosóficas como físicas. La visión dualista del universo de Platón no nos es ajena y, en esto, estamos muy cerca de las ideas de David Bohm y de Karl Pribram. El universo superluminoso de la conciencia que describimos sería, a nuestro juicio, el universo fundamental, que se proyectaría en el espacio-tiempo subluminoso en forma de hologramas. Habría por tanto correspondencia constante entre el espacio-tiempo de la información total y nuestro espacio-tiempo holográfico. Por ejemplo, el destino de un ser humano desde su nacimiento hasta su muerte se encontraría en el universo fundamental de la conciencia bajo la forma de una combinación de informaciones reunidas por afinidades que se proyectarían, siguiendo secuencias causales y temporales, en nuestro universo subluminoso. Al formar el córtex cerebral una especie de filtro o de pantalla para nuestra percepción del universo total, sólo dispondríamos de una parte de las informaciones sobre el mundo que nos rodea.

Si se desea llevar más lejos la reflexión filosófica, este modelo podría suponer, como hemos visto, una solución al difícil problema del libre albedrío que preocupa a filósofos y teólogos desde hace siglos.

De la naturaleza de la conciencia y de la realidad del universo al misterio de la muerte, sólo hay un paso... que nosotros hemos dado al preguntarnos sobre el futuro de la conciencia tal como la hemos definido, en el momento de la muerte del cuerpo físico.

Puesto que no somos sino proyecciones holográficas de la conciencia superluminosa, la muerte no debe ser sino la desaparición de un holograma subluminoso, y de ninguna manera debe afectar a la conciencia superluminosa, cuya existencia real se sitúa en otro espacio-tiempo en el que el tiempo no corre. En estas condiciones, la muerte sería sólo una vuelta a su estado fundamental de yo total superluminoso.

La idea nos ha llegado al acercar nuestra hipótesis, a las observaciones sobre las experiencias cercanas a la muerte (NDE), realizadas sistemáticamente desde hace unos quince años por una escuela de médicos americanos. Este acercamiento ha resultado provechoso y estos estudios parecen hablar a favor de nuestro modelo. En efecto, gracias a nuestra hipótesis, es posible dar una interpretación coherente de las diferentes fases de las NDE.

Sólo el futuro y experiencias sistemáticas permitirán la confirmación de nuestras ideas.

Pero si bien el tiempo nos separa todavía de este futuro luminoso, cada progreso nos acerca a él y cada experiencia contribuye a levantar el monumento grandioso del saber humano.

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Tabla de materias

Hemos de sumar dos unidades a los números de las páginas

Introducción 3

PRIMERA PARTE I. La noción de conciencia 5 CLa naturaleza de la conciencia 5 CLa conciencia en filosofía 6

La corriente unitaria 6 La genial intuición de Demócrito 6

Χ De la intuición a la escuela de pensamiento 7 Χ Marx: el materialismo se convierte en histórica. 8 Χ El materialismo en el siglo XX: psicología y biología. 9 Χ La unidad de la naturaleza en el espíritu. 10

La corriente dualista 12 Χ El universo de Platón 12 Χ Aristóteles: el alma y el cuerpo, dos caras de una misma realidad 13 Χ Del racionalismo al nacimiento de la ciencia. 15 Χ Descartes, fundador del racionalismo científico 16 Χ Kant: las primicias de la física relativista. 17 Χ Hegel y el desarrollo del espíritu 18 CUn nuevo modelo de conciencia 18 II. Conciencia y realidad 19 Χ )Qué es la realidad? 20 Χ La realidad ya no es lo que era 20 Χ Realidad: el universo misterioso de las sensaciones. 21 Χ La aproximación a lo real. 22 Χ El análisis científico. 22 Χ El método experimental. 24 Χ Einstein y la teoría de la relatividad 25 Χ Louis de Broglie y la teoría de la mecánica ondulatoria 27 Χ La mecánica cuántica y la teoría cuántica de los campos. 28 Χ Dos Aniveles de realidad@. 29 Χ Teorías cuánticas: )hacia una negación de la realidad? 29 Χ Más allá de los límites del método experimental 30 Χ El demonio de Maxwel 32

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Χ La información: factor esencial en el acercamiento a lo real 33 Χ Información y coincidencias: la serialidad de Kammerer 34 Χ Jung y la teoría de la sincronicidad 35 Χ La realidad material de la conciencia 40 III. La realidad material de la conciencia 41

CLa conciencia: )una evidencia impalpable? 41 CLos fallos de la realidad: el ejemplo de los colores 41 CEl enigma de las sensaciones. 42 CSensación: del espacio-tiempo al espacio subjetivo. 43 CUn estado de conciencia de nuestro espacio interior. 44 CPersonalidad y mecánica cuántica: una idéntica superposición de estados. 45 CHipnosis y alucinaciones: las múltiples facetas de la conciencia. 45 CLa conciencia, instrumento de construcción de lo real. 47 CLa conciencia es materia. 48 CModelos físicos de conciencia: 49

Los mindones de Firsoff. 49 Los psitrones de Dobbs. 50 La teoría holográfica de Pribram. 51

IV. Un nuevo modelo de conciencia 55

CLa barrera de la luz. 55 CUna imagen: la barrera del sonido. 56 CLa primera de todas las ideas. 56 CFeinberg y la teoría de los taquiones 57 CUna relatividad superluminosa para otra materia. 59 CNuestro universo: un cono de luz. 59 CEl universo superluminoso: otra materia y velocidad ilimitada.61 C(Tres universos en lugar de uno! 62 CLas respuestas que aporta la materia superluminosa. 64 CLa localización de las partículas superluminosas. 65 CConciencia y materia superluminosa. 64 CCiencia, universo... y destino humano. 70 CDeterminismo y libre albedrío. 71

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SEGUNDA PARTE

V. Conciencia de la vida, conciencia de la muerte. 75 CLas prácticas funerarias en la historia del hombre. 75

CLa muerte y el más allá. 77 CLa abstracción y las primeras teorías de la reencarnación. 79 CLa vida y la muerte en las religiones. 80 COriente y Occidente: la muerte distinta. 80 CEl Bardo Tödol, libro tibetano de los muertos 81 CBudismo, taoísmo, confucianismo: la supervivencia del alma 82 CLa concepción judeo-cristiana: catolicismo, protestantismo, islam 82 CEl Occidente hoy: la muerte prohibida 85 CLa muerte: un Adesplazamiento de existencia@ 86

VI. Rehabilitar la muerte 87

CLa muerte desritualizada 87 CElizabeth Kübler Ross: el comportamiento de los agonizantes 87 CRaymond Moody: testimonios en las fronteras de la muerte 88 CKenneth Ring: del testimonio al estudio científico 89 CMichael B. Sabom: un estudio estadístico 90 CLa experiencia del substrato 90 CDefinir la muerte 92

VII. La experiencia cercana a la muerte 95

CLa muerte: once fases principales 95 1) La inefabilidad 95 2) La escucha del veredicto 96 3) La paz y el bienestar 97 4) Un fenómeno sonoro 99 5) La zona oscura 99 6) La descorporización 101 7) El encuentro de otros seres 103 8) La entrada en la luz 104 9) La visión panorámica de la vida 106 10) El límite infranqueable / 11) El regreso al cuerpo 108

CUn escenario tipo, con o sin orden 109 La fase autoscópica: fases 1 a 4 110 La fase transcendental: fases 5 a 10 110

VIII. Una nueva física para comprender la muerte 111

CUna física que hay que definir 111 CEl universo: una estructura tripartita 112

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CAl encuentro del universo superluminoso 113 CEl mundo de la muerte 113 CConceptos inconcebibles 115 CLas condiciones de existencia en el mundo de la muerte 118 CEntrada en el mundo de la muerte: el conocimiento 119

IX. La muerte y los fenómenos inexplicables 121

CFantasmas y apariciones 121 C*El extraño concierto+ 122 CEl fantasma que escribe 123 CEmile Sagée, caso típico de desdoblamiento 124 CGoethe y Fréderic 124 CLos sueños, el sueño y la muerte 125 CEl pequeño Trianón 129 -Comunicar con el mundo de la muerte 129

El espiritismo 129 Las grabaciones de Jurgenson 130

X. Nueva conciencia y reencarnación 131

CLa reencarnación 131 Pitágoras y Platón 131 Helena Petrovna Blabatski y la teosofía 132 Albert de Rochas y la regresión hipnótica 133 Vladimir Raijov y Denis Kelsey 133 Ian Stevenson: el estudio científico de la reencarnación 133

CEl caso de Swarnlata 135 CEl caso Davel 136 CLa reencarnación y el nuevo modelo físico de la conciencia 137

Conclusión 141 Bibliografía 143 Tabla de materias 147

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[CONTRAPORTADA]

Con los aceleradores de partículas, los físicos logran impulsar a éstas a

una velocidad cercana a la de la luz. A estas velocidades extremas, ya no son aplicables las leyes que rigen nuestro universo.

Estos trabajos de física elemental han llevado a Pr Régis Dutheil a construir un modelo que explique la complejidad de nuestro mundo.

La hipótesis: existe un segundo universo complementario y simétrico al nuestro, en el que las velocidades son siempre superiores a la de la luz. En ese universo, ya no existe nuestra noción del tiempo, puesto que es posible desplazarse de forma instantánea al pasado, al presente o al futuro. Este universo, que él llama *espacio-tiempo superluminoso+, está formado únicamente por informaciones y conciencia: todas las informaciones (pasado, presente, futuro) y la conciencia de toda la humanidad.

Una hipótesis que recupera las intuiciones de algunos filósofos de la antigüedad y que cambia por completo las nociones, incluso de nacimiento y de muerte.

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