FACULTAD DE MEDICINAESCUELA DE TECNOLOGÍA MÉDICA

El Hombre Individuado

Carl Gustav Jung

8-909-2094

A consideración de la profesora:

Yolanda Crespo Díaz

Grupo:

TM 1.1 2014

Índice

El hombre individuadoCarl Gustav Jung

Nacido en suiza en 1875, Carl Gustav Jung fue uno de los pioneros de la psiquiatría moderna. Hizo aportaciones a la teoría de la personalidad y la psicoterapia, especialmente con respecto al papel del inconsciente en la vida del hombre.

Jung formó su propia escuela de psicología, esto es, la psicología analítica.

Jung exploró muchos aspectos del hombre que muchos no habían considerado todavía.

Uno de los temas recurrentes en las obras de Jung es la pérdida, por parte del hombre

moderno, de contacto con los fundamentos inconscientes de su personalidad.

Jung creía que el hombre contemporáneo necesita explicaciones, creencias y misterios que confirmen un significado de su vida. Jung introdujo también el término de individuación para designar la plena diferenciación e integración de la personalidad. A medida que el individuo madura, experimenta el proceso de individuación, durante el cual las posibilidades se realizan, las experiencias se amplían y la autorrealización se consigue. Cuando el individuo llega a ser el mismo, el ego y el yo se hacen idénticos en él, y el yo se convierte en el núcleo de la psique. Para conseguir la individuación, hay que llevar a cabo determinadas tareas en sucesión (a la persona sometida a la terapéutica de Jung se la ayudaría a realizar las mismas tareas).

Una de las tareas básicas del proceso de individuación consiste en la adquisición del conocimiento de sí. Todos los componentes de la personalidad han de poder desarrollarse de la manera más completa posible. Toda insistencia unilateral producirá trastornos de la personalidad.

Un análisis más a fondo de la personalidad requiere la exploración de la sombra. La sombra comprende los aspectos indeseables de la personalidad. Todos nos damos cuenta de algunos de nuestros defectos, pero muchos otros se mantienen fuera de nuestra conciencia. No podemos llegar a ser personas individuadas, a menos

que aprendamos algo acerca de estos elementos de sombra. Constituyen una parte vital de la personalidad y hay que enfrentárseles, ya sea cambiándolos o aceptándolos como una parte del yo, o integrándolos a la corriente principal de la vida.

El paso siguiente consiste en llegar a conocer sus cualidades de sexo opuesto y a enfrentárseles. En efecto, Jung creía que todo individuo posee un anima, compuesta de rasgos femeninos, en la constitución de su personalidad. Y toda mujer tiene un animus, que consta de rasgos masculinos. El hombre individuado ha de conocer sus rasgos femeninos e integrarlos con los demás componentes de su personalidad, esto es, el ego, la persona y la sombra.

La persona completa es un equilibrio de cualidades masculinas y femeninas, o al menos, aunque las cualidades masculinas o femeninas predominen, queden atenuadas, con todo, con los atributos opuestos.

A medida que el individuo va aprendiendo acerca de su personalidad social, de su personalidad de sombra y de su personalidad femenina o masculina, va adquiriendo un conocimiento cada vez mayor de su inconsciente. Su personalidad se amplía, su percepción aumenta.

La persona se ha convertido en su verdadero yo. Está más en contacto con su naturaleza interna y puede satisfacer mejor sus necesidades arquetípicas. Los arquetipos son predisposiciones innatas que hay que satisfacer; por ejemplo, adorar el poder, relacionarse con miembros del sexo opuesto, experimentar una imagen de Dios. La persona individuada expresa sus arquetipos en sus asuntos cotidianos.

Debido al papel vital que desempeña la personalidad en la adaptación y el desarrollo, es mucho lo que podemos aprender del sistema detallado de los conceptos de la personalidad de Jung.

La Influencia del Inconsciente sobre la Conciencia

Es mucho lo que transcurre “debajo de la superficie”, y lo que se le aparece al individuo como pensamientos, deseos y respuestas emocionales, conscientes a situaciones específicas no es más, a menudo, que producto final de procesos inconscientes.

Una persona podrá ver una escena o efectuar un dibujo que se parezcan a acontecimientos mitológicos típicos de los que no tenga conocimiento alguno. Jung observo estos paralelismos asiduamente.

Por regla general, la persona que ejecuta un dibujo, o la representación artística o la fantasía del sueño, no tiene idea alguna de lo que aquello significa. Jung creía que el contenido y las operaciones del inconsciente merecen seria consideración, porque es grande la parte del contenido y la actividad conscientes que está influenciada por el inconsciente.

Aquello que experimentamos conscientemente proviene de la experiencia de nuestros sentidos, de nuestro inconsciente personal y de este inconsciente colectivo; a menudo los contenidos conscientes no guardan relación identificable alguna con cualesquiera experiencias en la historia del individuo.

La Topografía del InconscienteLa capa inconsciente puede dividirse en el inconsciente personal, con complejos como estructuras primarias, y el inconsciente colectivo con arquetipos como estructuras primarias. La personalidad total comprende todas las capas de conciencia e inconsciente.

Complejos

El inconsciente personal consta, en su mayor parte, de impulsos, deseos y recuerdos inaceptables, que no pueden ser integrados, por el ego, de experiencias que han sido registradas psicológicamente pero no conscientemente. El inconsciente personal comprende todas las impresiones almacenadas, tanto si son accesibles como no. Uno de los componentes significativos del inconsciente personal es el complejo.

Un complejo puede actuar como una personalidad dentro de la personalidad. Se lo puede concebir como una red de pensamientos, sentimientos y actitudes mantenidos juntos por una idea central o una disposición medular. Jung se refirió a esta red de ideas y sentimientos como la fuerza de constelación del complejo.

Jung desarrollo una prueba, para identificar complejos, conocida como la prueba de la asociación de vocablos. Daba a sus sujetos una lista de palabras y los invitaba a responder con la primera palabra que les viniera a conciencia. La naturaleza de la respuesta podría revelar algo acerca de la naturaleza del complejo. Si la latencia de respuesta (el tiempo necesitado para que se produjera la respuesta) era lenta, Jung creía que la palabra estaba conectada a un complejo. Si la respuesta era rara, esto indicaba también la presencia del complejo.

Los complejos se dejan evocar fácilmente por cierta clase de estímulos. Por ejemplo, un hombre podrá tener complejo de mujer; casi todo puede ponerlo de manifiesto; una gran parte de sus actividades está al servicio de este complejo; cualquiera que sea la conversación, siempre encuentra manera de volver al tema de las mujeres. El complejo podrá ser tan poderoso que parezca una personalidad distinta que opera. Inclusive si una persona sabe que es víctima de un complejo, es poco el control que posee sobre él. El complejo interrumpe el curso de la conducta: la persona se encuentra hacer o decir cosas que no se proponía hacer o decir.

La naturaleza y el origen de los arquetipos

El inconsciente colectivo consta de formas de pensamiento que han sido heredadas por cada individuo. Estas formas de pensamiento son arquetipos, esto es, predisposiciones para determinadas experiencias.

En determinadas condiciones, los arquetipos podrán actuar como complejos y funcionar como identidades distintas. Uno de estos casos es el del dominio completo de la personalidad del varón por su yo femenino o anima, de modo que su ego cesa de funcionar en sus comportamientos normales. En semejantes casos, el individuo está “poseído” por un arquetipo y piensa, siente y se comporta de acuerdo con el carácter de este arquetipo.

El inconsciente colectivo, a diferencia del complejo, es heredado. Jung propuso la hipótesis atrevida de que hay dos fuentes de experiencia, a saber: una externa, que llega a la persona a través de sus sentidos, y la otra interna, que le viene por mediación del inconsciente colectivo preformado.

El arquetipo es como una “forma de idea” que se actualiza cuando la persona posee una experiencia apropiada.

Jung parece haber concebido los arquetipos en dos sentidos, a saber: como predisposiciones a tener determinadas experiencias y como formas de idea, que pueden convertirse en parte de experiencias reales.

El arquetipo de madre requiere una experiencia maternal real para adoptar una forma concreta. El niño ve a sus padres no tal como son obviamente, sino como resultado de la combinación de sus experiencias de ellos y de los arquetipos que entran en juego. La experiencia se interpreta en el marco de los arquetipos, pero estos producen una deformación de la realidad externa si la experiencia no corresponde al objeto externo.

Cuanto más limitada es la conciencia de un individuo, tanto más probable es que encuentre arquetipos que son proyectados sobre otros, haciendo que otras personas parezcan sobrehumanas, extraordinarias y dotadas de cualidades mágicas.

Determinadas personas están dotadas de gran poder y misterio: el médico, el cura, miembros del otro sexo e inclusive miembros de más edad del propio sexo.

En su sentido segundo de formas de idea, los arquetipos pueden entenderse como formas universales de pensamiento cuando desempeñan en las ideas o en las imágenes de una persona un papel mayor del que deberían, esto es, cuando las experiencias en un mundo real se forman de modo inadecuado.

Es significativo que los arquetipos produzcan anormalidades en la experiencia y la conducta de dos modos distintos, a saber:

1) Si no son atenuados por las experiencias reales, y2) Si no se les confiere expresión apropiada.

El funcionamiento de los arquetipos

El funcionamiento de los arquetipos es análogo al conocimiento consciente. Supongamos que encontramos a una persona que no es simpática. Prestamos especial atención a su aparición. La próxima vez que la encontramos la reconocemos fácilmente.

En el caso de los arquetipos existe una predisposición inherente, que funciona como la huella de la memoria.

Las generalizaciones, o estereotipos, están sujetas a modificación mediante aprendizaje, aunque sean notablemente resistentes al cambio; por ejemplo, los prejuicios hacia miembros del sexo opuesto, hacia razas distintas, etc. Jung explicaría la tendencia hacia el estereotipo y la generalización en términos de arquetipos.

El arquetipo femenino es activado fácilmente por una mujer que produce una impresión a un hombre particular junto a la mesa. Este encontrara probablemente que dicho aspecto de una mujer es el más atractivo y característico de la feminidad. Aquel que tuvo experiencias distintas con su propia madre y sus hermanas tendrá de las mujeres un estereotipo distinto.

La frustración de los arquetipos

Al desarrollarse las funciones del ego y con la experiencia creciente de los objetos y los acontecimientos del mundo real, los arquetipos se van modificando para corresponder a la realidad.

Algunos problemas muy generalizados en nuestros días podrán parecer debidos al hecho de no encontrar una expresión adecuada para los arquetipos. Experimentamos una pérdida de conciencia y fe en nuestros jefes. Jung creía que la individuación completa es un

estado ideal que solo le alcanza muy a la larga y al que pocas personas civilizadas se acercan siquiera jamás.

El Medio Ambiente Cultural y El Medio Inconsciente Colectivo

La individuación significa libertad con respecto a estas fuerzas opresoras. Semejante libertad puede conseguirse mediante un ego vigoroso y un reino de conciencia que comprenda todos los aspectos significativos de la personalidad.

Por medio de la cultura, el medio ambiente obliga al niño con crecimiento a adaptarse a determinados moldes prescritos. En sus primeros años, cuando todas las decisiones las adoptan otros para él, el niño tiene poca elección. Y cuando adquiere el poder de decisión y juicio, sigue teniendo que renunciar en gran parte a su libertad para evitarse dificultades y, lo que es más importante, para satisfacer sus necesidades. Resulta mucho más fácil adaptarse que ser uno un individuo; así pues, la mayor parte de la gente es absorbida por sus respectivas culturas.

Mientras el poder del medio ambiente cultural es visible, la fuerza de los arquetipos, en cambio, es totalmente invisible. Ni el medio cultural ni los arquetipos deberían dominar.

Los arquetipos son exigencias instintivas: provienen de nosotros mismos. El hecho de no tenerlos en cuenta les confiere, al igual que la falta de conocimientos o de atención con respecto a las fuerzas externas, poder sobre nosotros.

Los arquetipos pueden adueñarse del ego si no resultan estar satisfechos en la conducta. El ego ha de dominar las fuerzas tanto externas como internas.

Compensación Jung creía que el inconsciente colectivo y el inconsciente personal compensan o corrigen los excesos o las omisiones del consciente; es en este sentido de correctivo que ha de entenderse la compensación en el uso del término por Jung. El inconsciente colectivo contiene la “sabiduría de las edades pasadas” y se manifiesta a menudo en los sueños. El sueño revela tanto el problema como la solución. El inconsciente sirve de mecanismo regulador para frenar el consciente.

Los sueños son compensaciones de trastornos conscientes.

Si el aspecto consciente es unilateral, como cuando un individuo se identifica tan completamente con su persona que no mira hacia adentro para cualquier otra cosa, el inconsciente te ayudara a corregir el defecto.

Jung sostenía que la compensación tiene lugar si existe un exceso moderado de desarrollo de una de las componentes de la personalidad. El inconsciente trabaja armoniosamente con la conciencia ejerciendo una fuerza correctiva contraria.

Las fuerzas del inconsciente trastornan el funcionamiento del ego, lo que se experimenta como un sufrimiento ligero, en su forma moderada, y como un hundimiento total de la personalidad, en su forma extrema, susceptible de culminar en suicidio.

El individuo es inconscientemente lo contrario de aquello que es conscientemente. El introvertido desea poder interesarse más por la gente y las cosas, pero teme al propio tiempo a aquellos que necesitan compañía, o podrá asumir un aire de superioridad con respecto a ellos. El intelectual corre peligro de un trastorno emocional, porque no ha tenido mucho que ver con el aspecto emocional de su personalidad. También aquí insistió Jung en la idea del equilibrio. El individuo debería ser a la vez extrovertido e introvertido, sensible e intuitivo, racional y emocional. El desequilibrio impide, en el mejor de los casos, la alegría y la productividad y puede, en el peor de ellos, destruir la personalidad.

El anima y el animusLa anima es el aspecto femenino del hombre, en tanto que el animus es el aspecto masculino de la mujer. Jung parece haber utilizado estos términos en dos sentidos, a saber: para referirse a las cualidades masculinas o femeninas en el hombre o en la mujer, y para describir imágenes arquetípicas de la feminidad y masculinidad. A diferencia de los sociólogos, que hacen de la feminidad y la masculinidad productos culturales, Jung creía en rasgos claramente definidos para los sexos. La psicología del hombre es radicalmente distinta de aquella de la mujer las ideas de Jung acerca de la masculinidad y la feminidad coinciden relativamente bien con las nociones tradicionales.

Por ejemplo, veía a los hombres como decisivos y racionales, y a las mujeres como emocionales e intuitivas; los hombres son agresivos, en tanto que las mujeres son pasivas. Las inversiones culturales, tales como el homosexualismo y la mezcla de funciones, constituyen deformaciones de la naturaleza humana.

El Desarrollo de la AnimaLa anima es en el muchacho una disposición de responder a las mujeres. La madre es la primera mujer en la vida del muchacho y recibe así la proyección de la anima. Se produce así una ambivalencia hacia ella, esto es, cariño y fascinación por una parte, y miedo y odio por la otra.

Gradualmente la anima se va retirando de la madre, aunque jamás por completo, y el niño cambia su evaluación de la madre como sobrehumana. Si este proceso tiene lugar normalmente, la imagen de la anima ayudara al muchacho a conocer a las mujeres y a tratar con ellas.

Pero si tiene lugar un trastorno en la relación del muchacho con su madre, la anima persiste como una disposición de percibir erróneamente a las mujeres, y estará lista para ser atribuida a cualquier mujer que produzca una impresión.

El hombre que está dominado por su anima se encuentra en un estado de descontento y esparce el descontento a su alrededor, como un niño enojadizo. Conviene observar que Jung distinguió no solo entre rasgos masculinos y femeninos, sino también entre rasgos masculinos y femeninos favorables y perjudiciales. La acentuación excesiva de la persona podrá impedir acaso el funcionamiento normal de la anima, con una perdida resultante de vitalidad, flexibilidad y sensibilidad. En realidad Jung creía que el hecho de no estar en contacto con el anima después de los 35 años produce para el hombre rasgos como los de rigidez, aspereza y estereotipismo prematuros, parcialidad obstinada o conservadurismo tosco.

Según Jung los papeles que los hombres han atribuido a las mujeres son muy diversos y comprenden imágenes como las de la ramera, la tentadora, la bruja, la guía espiritual, la diosa, la madre nutricia, la compañera sexual amorosa y otros.

El AnimusDe modo exactamente igual a como un muchacho podrá proyectar su animus sobre su madre, así puede proyectarse el animus sobre un hombre con el efecto de deificarlo.

El animus puede funcionar para fomentar una vida sana y relaciones satisfactorias con los hombres. Puede servir para atemperar los rasgos femeninos de la personalidad. Puede convertirse en un estímulo para la anima de un hombre, fomentando su creatividad y originalidad. Pero, para alcanzar este nivel de madurez, el animus ha de reconocerse y hay que prestarle oído.

El animus produce también en la mujer la imagen del hombre. Facilita y obstaculiza su respuesta a los hombres.

Los hombres y las mujeres que experimentan dificultad para comprender al otro sexo no se relacionan armoniosamente, probablemente, con la naturaleza de su anima o animus respectivamente.

Psicología Masculina frente a Femenina

Jung creía que las psicologías masculina y femenina son claramente distintas. La forma más pura del varón es desagradable para las mujeres y es peligrosa. Necesita templarse con algunas de las emociones positivas de la feminidad.

Estas influencias templadoras existen en el inconsciente y suelen funcionar normalmente sin ser advertidas. Pero cuando la anima y el animus permanecen en un estado primitivo y penetran en la conciencia, crean trastornos psicológicos.

La anima del hombre añade una dimensión de humanidad en su función masculina, y el animus de la mujer afianza su persona en la realidad y el control.

Jung, es un verdadero maestro de las palabras, esto es, de palabras con una gran dosis de significado pero que crean también intrigas, dejando mucho sin decir. En el lenguaje popular se le podría describir como “alguien que tiene ángel”. Es uno de aquellos “incomprendidos” o que, en alguna forma, desentona de su medio: podría ser alguien de su país. Podrá dar acaso la impresión de que es capaz de autosatisfacerse de buena gana. Se lo ve como un héroe desconocido, apreciado únicamente por la mujer que lo quiere. Estos son los hombres que cautivan el corazón, aunque la cabeza diga que no.

Fases de desarrollo de la anima y el animus

La anima del hombre experimenta cambios durante toda la vida. Hay al menos cuatro imágenes distintas de mujer, cada una de las cuales caracteriza el desarrollo de la relación del hombre con el sexo opuesto. En la primera fase, a la mujer se le representa como sensual, como un ser físicamente atractivo, capaz de atormentar a un hombre: el aspecto sexual es el más destacado.

La fase siguiente es la de la mujer romántica. La mujer es idealizada y se adueña de la pasión un el amor de un hombre.

La tercera fase es la de la virgen: la mujer es descrita como sencilla, bella, cordial, inocente y capaz de gran amor para un solo hombre. En la cuarta fase se convierte en guía espiritual, esto es, en una fuente de estabilidad, fortaleza y sabiduría.

La anima de la mujer atraviesa asimismo cuatro fases, cada una de las cuales ve al hombre bajo un aspecto masculino característico. La primera lo representa como vigoroso, sensual, brutal y sexualmente atractivo.

En la segunda fase, el hombre se ve como amante, como un caballero atractivo que ejerce poder sobre las emociones de la mujer; la tercera fase es la del “hombre de acción”.

En la cuarta fase el hombre es visto como “un anciano prudente”.

En una relación sana entre hombre y mujer, la anima del hombre complementa el animus de la mujer: trabajan armoniosamente juntos y cooperan con sus aspectos conscientes.

Jung se refería a menudo a la anima en el hombre como el alma o el espíritu. No se servía del término en su significado religioso o metafísico, sino más bien para indicar las tiernas emociones asociadas a la feminidad.

El animus, por su parte, implica vigor, valor y agresividad. Jung encontró apoyo de la anima y el animus en los principios chinos de yin y del yang. El yin implica ser receptivo, ceder, retirar, volverse hacia adentro, encerrar, contener, dar nacimiento. El yang, por su

parte, destaca los aspectos activo, espontaneo, agresivo e insensible de la vida.

Introversión y ExtroversiónTipos y Funciones Psicológicos

Aun sin negar el carácter único y la complejidad de cada individuo, Jung creía, no obstante, que podía clasificarse a las personas en tipos susceptibles de definición. Propuso dos tipos o actitudes principales, a saber: introversión y extroversión. El individuo extrovertido centra su interés en objetos fuera de el mismo, en tanto que el introvertido atiende mas a su vida interna, a su yo.

Además de las dos orientaciones en cuestión hay varias funciones psicológicas que varían también en cuanto a vigor en cada persona.

Jung solo nombró cuatro saber: pensar, sentir, percibir e intuir. En cualquier momento dado el individuo puede emprender una o varias de estas actividades. Combinando las orientaciones y las funciones, podemos distinguir cuatro categorías principales de personas.

Los dos tipos de Jung pueden considerarse desde el punto de vista de las actitudes hacia los objetos: el introvertido resiste a la atracción de los objetos: el introvertido resiste a la atracción de los objetos y aparta de ellos la energía vital para dirigirla hacia sí, en tanto que el extrovertido invierte energía en objetos y encuentra su valor máximo en objetos externos al yo.

Jung creía que la base ha de encontrarse en factores biológicos nativos. El extrovertido se adapta ampliando su contacto con el mundo circundante, en tanto que el introvertido lo hace haciéndose él mismo inexpugnable.

Jung consideraba que las dos orientaciones son tipos naturales de seres humanos, y que tratar de convertir una persona naturalmente introvertida en extrovertida suele crear trastornos fisiológicos.

Jung creía que del mismo modo que la feminidad y la masculinidad son cualidades distintas, así hay también extrovertidos e introvertidos, y sus orientaciones respectivas en lo que se refiere a la vida son totalmente diferentes.

Por regla general, algunas componentes de la personalidad están más altamente desarrolladas y se emplea más energía para su funcionamiento que para otras.

Los símbolos y sus funcionesUna de las aportaciones más significativas de Jung a nuestra comprensión de la conducta del individuo es la de su insistencia en la función de los símbolos en la vida humana.

Las palabras y las frases son símbolos, porque figuras en lugar de otra cosa; no poseen significado en ellos mismo, sino que el significado les es atribuido.

Los símbolos expresan aquello que resultaría difícil explicar en otra forma o que no puede expresarse fácilmente, como por ejemplo la ternura de una madre para su niño, o de un esposo para su mujer, o el amor de la gente por la patria.

Jung consideraba que los símbolos y las prácticas simbólicas confieren sentido a la vida y son absolutamente indispensables para una vida eficaz.

Jung propuso asimismo la idea interesante de que actuamos primero e inquirimos después. La gente ha hecho cosas durante siglos sin saber porque las hacía.

Las prácticas simbólicas expresan la naturaleza del hombre y, con frecuencia, nos servimos de la razón para suprimir la conducta que llamamos primitiva. Jung creía que uno de los males más graves de nuestro tiempo es que mucha gente trata de ordenar su vida más bien de acuerdo con la lógica y la razón que actuando bajo impulso, con lo que se produce una falta de armonía entre las tendencias consciente e inconsciente.

Jung creía que los símbolos le habían proporcionado al hombre una forma de resolver sus problemas, una forma de hacer la condición humana más llevadera y comprensible.

Los símbolos son la expresión o el producto de arquetipos. Los rituales simbólicos alrededor de prácticas como el nacimiento, matrimonio y muerte son universales.

Los símbolos tocan las tendencias más profundas del ser humano; proporcionan aquello que Jung designo como experiencias que

confieren poder espiritual o significado especial a aquellos que se ven afectados por ellas.

La actividad simbólica puede considerarse desde dos puntos de vista, a saber: 1) como producto de una necesidad que ha sido bloqueada, o 2) como uno de los medios de satisfacer una necesidad.

El símbolo revela sus orígenes, por una parte, y señala la solución por la otra.

Según Jung, el hombre moderno debería descubrir nuevos símbolos para remplazar aquellos que fueron significativos para la vida durante las eras más primitivas.

Proceso de Individuación Según ya sugerimos, el proceso de individuación es el desarrollo y crecimiento de la persona. Dadas las condiciones apropiadas, se produce una expansión naturas. De modo análogo a como la semilla necesita luz y humedad para convertirse en una planta o un árbol determinados.

Con el hombre, sin embargo, hay una diferencia, y es que el ego a de participar para que la plenitud de desarrollo se logre. En efecto, este solo en parte tiene lugar naturalmente.

La persona que solo orienta su vida hacia las habilidades productoras o según un afán compulsivo de éxito podrá dejar de ver acaso sus habilidades internas.

Las realizaciones profesionales correctas son mucho menos importantes, creía Jung, que la realización por el individuo de sus posibilidades psicológicas.

Persona

Un aspecto importante de la individuación es el del reconocimiento y el desenvolvimiento de la persona o personalidad social, esto es las mascara que es llevada con respecto a los demás. En cierto sentido, la persona es el yo ideal, pero más bien en un sentido social que desde el punto de vista de los ideales del individuo.

La persona está determinada en gran parte por expectativas culturales; en efecto, se espera que el hombre se comporte de una determinada manera, y esta es distinta de aquella que se espera de una mujer.

Jung señalo que la profesión del individuo puede contribuir materialmente a la formación de la persona. En efecto, el individuo podrá asumir las características de su oficio. Su ego se incha con los atributos de su posición.

La persona, al igual que el superego de Freud, regula y controla la conducta para conseguir el ajuste eficaz del individuo a sus circunstancias.

Sin embargo, a menos que llegue a conocer su persona no puede llegar a ser su yo real. Llegar detrás de la persona y ponerse de acuerdo con lo que allí hay son pasos necesarios en el proceso de individuación. El desarrollo y el funcionamiento eficaz de la personalidad requieren un equilibrio.

SombraJung creía que cada persona tiene una sombra, que es el aspecto “malo” de su naturaleza. La sombra es el aspecto sombreado de la personalidad, obscurecido, porque no se trata de reconocerlo. En su forma más primitiva comprende impulsos animales; por ejemplo, canibalismo, incesto, furor destructivo y egoísmo desenfrenado. La sombra está en oposición y en conflicto permanente con la persona.

Por regla general, la razón principal para la represión es la de que el material es inaceptable y demasiado amenazador para integrarlo en el ego y la persona. Este material puede experimentar asimismo proyección.

Jung creía que la represión y la proyección producen un sentimiento de inferioridad moral, esto es: el individuo siente que es indigno o malo, pero no puede poner el dedo en las razones de sus sentimientos.

Aspectos beneficiosos de la sombra

Al lado de su aspecto negativo, la sombra tiene también un aspecto positivo.

Permitir que la sombra llegue a la superficie añade una nueva dimensión a su ego consciente. Sus tendencias animales instintivas pueden añadir vitalidad y sabor a su vida, no acaso porque el individuo de hacerse impulsivo e instintivo, sino más bien porque debería encontrar salidas aceptables para su naturaleza básica. Su persona requerirá acoso dignidad, compostura, reserva, etc., y esta pose no permite que se exprese la personalidad entera.

La sombra y la persona son como dos polos opuestos. Existen así conflicto y tención, pero el conflicto, por doloroso que sea, no es totalmente malo; en efecto, el conflicto fomenta el desarrollo, y la tensión sirve de motivación y hace que se realicen las cosas. Por supuesto, la mejor solución para el conflicto está en atender a los dos bandos opuestos.

Tanto la persona como la sombra pueden constreñir y deformar el ego, y ambos han de ponerse al descubierto para que el proceso de la individuación tenga lugar.

Percepción de los rasgos de la anima o del animus

Para que el proceso de llegar a ser el individuo un yo plenamente desarrollado el proceso de individuación tenga lugar, el hombre ha de percibir y expresar sus rasgos de anima, y la mujer sus rasgos de animus.

La anima y el animus atemperan la persona y son expresión de la verdadera naturaleza del individuo. El ego presta mucha atención a las demandas de las persona, pero hasta tanto que se permita que otros aspectos se desarrollen y desempeñen un papel en la personalidad.

La percepción y la expresión de la anima o el animus constituyen, en opinión de Jung, uno de los pasos más complicados.

El Yo y El Proceso de Individuación

Según observamos anteriormente, Jung distinguiio entre el ego y el yo. Se referia al yo en dos formas, a saber: 1) el yo como arquetipo, y 2) el yo como agente de control.

A medida que la persona se va haciendo mas individualizada, esto es, a medida que empieza a comprender la naturaleza de su persona, de su sombra, su anima o su animus y de sus necesidades arquetípicas, el dominio de la conciencia va aumentando, hasta incluir muchas áreas de la psique que anteriormente fueran inconscientes. Cuando esto se produce, el centro de la personalidad ya no es el ego, sino mas bien el yo.

Jung utilizaba los sueños de sus pacientes como medio para determinar la extensión en que se había logrado individuación.

Jung creía que el arquetipo del yo podía ser una fuerza constructiva en la consecución de individuación si la persona ponía atención a los mensajes de sus sueños y era sensible a sus intuiciones y sus impulsos internos.

La función trascendente

Una vez que se ha conseguido la plena personalidad, el ego se convierte en su verdadero centro. La conciencia se ha ampliado considerablemente y los diversos componentes de la personalidad se han diferenciado por completo. Una diferenciación aumentada significa que diversos aspectos de la personalidad están en oposición recíproca, de modo que existen conflicto y tensión. La función trascendente consiste en la actividad integrante del yo, en cuanto administra la personalidad y se enfrenta a un medio ambiente externo. El concepto de la función trascendente de Jung es muy parecido a aquello que Maslow designo como la trascendencia de las

dicotomías, que encontró constituir una de las características sobresalientes de sus personas auto actualizantes.

En resumen la función trascendente permite una expresión equilibrada de los elementos de la personalidad, de las actitudes de introversión y extroversión y de las cuatro funciones psicológicas, a saber, sensación, sentimiento, pensamiento e intuición.

Anexos

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