el hada

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En cierta ocasión, a un leñador que iba por el bosque se le cayó el hacha justo cuando pasaba a la orilla de un profundo lago. El hacha se hundió, y el leñador se quedó llorando, pues era muy pobre y acababa de perder su instrumento de trabajo. De pronto, del lago surgió un hada, que, de pie sobre las aguas, le preguntó: –¿Qué te ocurre, por qué lloras? –Se me cayó el hacha al agua –contestó el leñador– y sin ella no puedo hacer mi trabajo. El hada se hundió en el lago y a los pocos instantes reapareció llevando tres hachas. Una era de oro, la segunda de plata y la tercera era la humilde hacha de hierro y madera del leñador. –¿Es tu hacha alguna de estas tres? –preguntó el hada. –Si –respondió el leñador, señalando su hacha–, ésa es. –¿No preferirías la de oro o la de plata? –Claro que sí, pero tú me preguntaste cuál era la mía, y te contesté.

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Page 1: el hada

En cierta ocasión, a un leñador que iba por el bosque se le cayó el hacha justo cuando pasaba a la orilla de un profundo lago. El hacha se hundió, y el leñador se quedó llorando, pues era muy pobre y acababa de perder su instrumento de trabajo.De pronto, del lago surgió un hada, que, de pie sobre las aguas, le preguntó:–¿Qué te ocurre, por qué lloras?–Se me cayó el hacha al agua –contestó el leñador– y sin ella nopuedo hacer mi trabajo.El hada se hundió en el lago y a los pocos instantes reapareció llevando tres hachas.Una era de oro, la segunda de plata y la tercera era la humilde hacha de hierro y madera del leñador.–¿Es tu hacha alguna de estas tres? –preguntó el hada.–Si –respondió el leñador, señalando su hacha–, ésa es.–¿No preferirías la de oro o la de plata?–Claro que sí, pero tú me preguntaste cuál era la mía, y te contesté.–En premio a tu honradez, te regalo el hacha de oro –dijo el hada, entregándosela.El leñador se marchó muy contento, cantando y saltando de alegría. Por el camino se cruzó con un conocido, que al verlo tan alegre le preguntó:–¿Qué te pasa que estas tan contento?

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El leñador le contó su aventura, y el otro, envidioso, fue corriendo a su casa a buscar un hacha. Luego fue al lago, la tiró al agua, y se puso a gemir. Apareció el hada al cabo de unos minutos y, como en el caso anterior, le preguntó qué le pasaba.–Se me cayó el hacha al agua –mintió al hombre. El hada se hundió en el agua y reapareció llevando en una mano un hacha de plata y en la otra la que aquel farsante acababa de tirar.–¿Es alguna de estas dos? –preguntó el hada.–No, no es ninguna de esas; la mía era de oro.