¿el fin de la historia la posmodernidad?

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¿El fin de la Historia? La modernidad ha sido generalmente entendida como un proceso de secularización: La aparición del humanismo renacentista, la recuperación del materialismo griego y las posibilidades de dominio sobre el mundo que abrió la ciencia positiva. Max Weber ha interpretado la modernidad como un proceso de racionalización encaminado al desencatamiento del mundo. El análisis de Heidegger acerca de la representación marca el tránsito moderno del orden a la imagen del mundo. Lo que caracteriza a la edad moderna es la conversión del mundo en imagen y del hombre en sujeto. El ser de lo existente se busca y se encuentra en la condición de representado. En la modernidad el conocimiento del mundo es virtualmente su conquista. Existe una acentuación de la dimensión subjetiva del saber, entendido éste como proceso que garantiza la seguridad y la certeza. A esta cuestión responden la claridad y distinción que Descartes exige a las ideas, la seguridad de las ciencias positivas que Kant busca para la filosofía o los intentos de Husserl por elaborar una filosofía como ciencia estricta. Para la escolástica el orden jerárquico de las ciencias venía determinado por la significación de objetos, no por el grado de exactitud alcanzada. Pero si, en la ciencia moderna, la significación de los objetos es esencialmente subjetiva, no es extraño que lo obtenido por el sujeto en términos de seguridad y certeza, aparezca como el más elevado criterio epistemológico. El Discurso del Método de Descartes es un ejemplo palmario en cuanto a la definición del estatuto epistemológico de la modernidad. El extrañamiento del mundo se pone también de manifiesto, como un signo distintivo de la modernidad iniciada en la brusca separación entre la res extensa y la res cogitans, entre el mundo como extensión y la subjetividad autoconciente. ¿Qué quiere decir el final de la historia? En principio y en autores como Lyotard, se trata de sacar todas las consecuencias de la muerte del logos. La historia como concepto desaparece. La historia formaría parte de uno de nuestros deseos de verdad, no

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Filosofia de la Historia

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Page 1: ¿El fin de la historia la posmodernidad?

¿El fin de la Historia?

La modernidad ha sido generalmente entendida como un proceso de secularización: La aparición del humanismo renacentista, la recuperación del materialismo griego y las posibilidades de dominio sobre el mundo que abrió la ciencia positiva. Max Weber ha interpretado la modernidad como un proceso de racionalización encaminado al desencatamiento del mundo.

El análisis de Heidegger acerca de la representación marca el tránsito moderno del orden a la imagen del mundo. Lo que caracteriza a la edad moderna es la conversión del mundo en imagen y del hombre en sujeto. El ser de lo existente se busca y se encuentra en la condición de representado. En la modernidad el conocimiento del mundo es virtualmente su conquista.

Existe una acentuación de la dimensión subjetiva del saber, entendido éste como proceso que garantiza la seguridad y la certeza. A esta cuestión responden la claridad y distinción que Descartes exige a las ideas, la seguridad de las ciencias positivas que Kant busca para la filosofía o los intentos de Husserl por elaborar una filosofía como ciencia estricta.

Para la escolástica el orden jerárquico de las ciencias venía determinado por la significación de objetos, no por el grado de exactitud alcanzada. Pero si, en la ciencia moderna, la significación de los objetos es esencialmente subjetiva, no es extraño que lo obtenido por el sujeto en términos de seguridad y certeza, aparezca como el más elevado criterio epistemológico.

El Discurso del Método de Descartes es un ejemplo palmario en cuanto a la definición del estatuto epistemológico de la modernidad. El extrañamiento del mundo se pone también de manifiesto, como un signo distintivo de la modernidad iniciada en la brusca separación entre la res extensa y la res cogitans, entre el mundo como extensión y la subjetividad autoconciente.

¿Qué quiere decir el final de la historia? En principio y en autores como Lyotard, se trata de sacar todas las consecuencias de la muerte del logos. La historia como concepto desaparece. La historia formaría parte de uno de nuestros deseos de verdad, no de la verdad. La imagen más precisa sería el eterno retorno, pues tal imagen muestra que no hay origen y no hay final.

La historia, en suma, consistiría en un conjunto de interpretaciones y nada más. Con las consecuencias filosóficas, morales y políticas correspondientes. Por ejemplo, se haría imposible un análisis crítico racional progresista de cualquier cosa.

La historia entonces no tendría por qué llevar a ningún sitio. La historia sería un metarrelato más una ilusión de verdad que escondería nuestro miedo a un mundo sin ley, imposible de apresar. Es aquí precisamente donde se hace fuerte el posmoderno. Cansado de una historia que se presenta con seguridad inalterable, de tanta promesa sin cumplimiento o de tantos intentos de fundamentación, se atrinchera en el fragmento, en el simple relato.

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El término posmoderno fue introducido por J. F. Lyotard en 1979. La posmodernidad se entiende así, como el estado que corresponde a las sociedades posindustriales. La posmodernidad de esta manera, se contrapone a la modernidad. Pero ¿qué es la modernidad? Etimológicamente “moderno” procede del latín modernus – lo de hace poco – Ilustrados y románticos volverán los ojos de manera distinta hacia la antigüedad. El modernismo de final de siglo radicalizará la idea de novedad hasta considerar caduco todo lo que no esté a la altura de un estilo de vanguardia.

La posmodernidad es un síntoma, el pensamiento débil al que se adhiere Vattimo expresan la convicción de que las grandes verdades de la Ilustración son inservibles. Más aún son un callejón sin salida. La posmodernidad desvela y ataca las pretensiones de fundamentación última, trascendental, propias de buena parte de la modernidad. Dicha oposición a la modernidad discurre, desde luego, por carriles muy diversos ( expresiones literarias, artísticas, arquitectónicas)

Nietzsche y Heidegger son en buena medida los autores que desencadenan lo que en los últimos años se ha entendido por posmodernidad. La muerte de Dios no implica únicamente la muerte de los grandes relatos, ni se trata sólo de la constatación de que la razón se ha trocado en instrumentalidad en como denunció la escuela de Frankfurt. Se trata además de un desafío. Somos nosotros los maestros de cualquier interpretación. El mundo se sustenta en nuestros hombros y no al revés

Heidegger es otro punto de referencia a la hora de hablar de posmodernidad. Porque no sólo debería constatarse la falta de fundamento. Tampoco existiría una verdad oculta que nos asegura frente a las apariencias. Dicho de otra manera, no existen aislados y fijos, unos entes u objetos que el sujeto contempla y en relación a los cuales emite la palabra verdadera. Lo que existe es el ser humano en medio de las cosas. El sujeto y el objeto han de contextualizarse más bien en un ser que está ya en el mundo.

La polémica en torno a la modernidad y su valor ha tenido un punto de referencia que se expresa en la crítica o no a los metarrelatos. Para el posmoderno sólo queda la narración o relato. Los metarrelatos serían inútiles y perversos.

La actitud de Benjamín es de conciencia de la crisis, por eso ha llamado la atención a los teóricos de la posmodernidad. En filosofía de la historia, Benjamín es notable por su exacta visión del desastre: “Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que lo tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y éste deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto su rostro al pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies.

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Por tanto, no hay que reconstruir los hechos, ni reconstruir el sentido, todo eso carece de utilidad. Más bien hay que entender el presente como momento último y desenlace de todo el devenir.

Nuestro tiempo, las últimas décadas del siglo XX, se ha dado a sí mismo la denominación de posmodernidad. La palabra refleja la situación de la crisis que le caracteriza y la perplejidad que le es propia. Se sabe bien lo que quedó atrás, pero no tanto lo que puede haber por delante.

Si algo caracteriza a la modernidad es la confianza en la razón, esa razón concebida como autónoma y universalista. El siglo XX puede calificarse por su irracionalidad y barbarie, como el siglo de la crisis de la razón, y con ella de la crisis de la filosofía. Por lo demás, es de recordar que tal crisis de la modernidad se fue fraguando desde la lógica interna de su pensamiento.

Frente a la filosofía moderna de la representación que pretende establecer una identidad entre el sujeto y el objeto, entre la realidad y el concepto, que trata de reducir la multiplicidad a la identidad racional, habría que pensar la diferencia en sí misma, lo que no se puede reducir, ordenar, jerarquizar, re-presentar. En palabras de Derrida, se trata de deconstruir el discurso absoluto de Hegel. Para Hegel, el asunto del pensar es el pensamiento en tanto que concepto absoluto. Para nosotros, el asunto del pensar es, en términos provisionales, la diferencia en tanto que diferencia.

Por un lado están los que se pueden llamar posmodernistas, entre los que citaremos como figuras más representativas a Vattimo y a Lyotard: La Ilustración es un proyecto agotado, y la modernidad misma no sólo ha acabado, sino que ha terminado en muchos casos en tragedia. Por otro lado, se sitúan los re-ilustrados, es el caso de Apel y Habermas, que tratan de responder al desafío de la modernidad como un proyecto inacabado, a condición de una crítica Ilustrada de la Ilustración. Por el lado del pensamiento reilustrado de Apel y Habermas, se plantea una respuesta a la posmodernidad sin postmodernismo.

Se reenfoca la tarea filosófica hacia la reelaboración de una teoría crítica de la racionalidad, se trata de la racionalidad comunicativa. Teoría de la racionalidad y ética discursiva, de pretensiones universalistas, son los dos puntos fuertes del pensamiento reilustrado, el cual trata de recuperar críticamente la idea de progreso.

Apel y Habermas integran la reconstrucción de un pensamiento filosófico, no sólo asentado en la teoría crítica de la racionalidad, sino autoconcebido en las funciones de vigilante, de defensor e intérprete de la racionalidad.

Ahora bien, la obra de Jean François Lyotard es tan extensa, como densas son sus reflexiones. De las 27 obras más importantes escritas por dicho autor y comentadas por un sin número de especialistas. Nos abocaremos principalmente a las reflexiones realizadas en sus trabajos La Condition posmoderne (1979) y Le Posmoderne expliqué aux enfants, (1988).

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La característica del saber de esta época es que se produce para ser vendido, pierde el valor de uso, sólo le queda el valor de cambio. Ya no se estudia para contemplar, por el saber por el saber, sino para vender. Ni siquiera es un saber para las sociedades o para los estados, sino para las grandes empresas y los grandes mercados.

Lo posmoderno no sería más que esta época en donde cada ser humano se descubre a sí mismo, hablando y viviendo, envolviéndose de repente en una multiplicidad de relatos dispersos. Serán, la fragmentación de estos Meta-relatos, la perdida de la creencia en estos supuestos nos llevarán a las condiciones que caracterizarán la época posmoderna vaticinada por Lyotard.

Esta caída de los grandes relatos repercute en la sociedad rompiendo los vínculos sociales, para dejar a los individuos como átomos dispersos y en un movimiento autónomo. Todo se va ahora a la pragmática del saber narrativo, que es el saber de la posmodernidad. Se ve como pragmática porque ya no toma el saber como conjunto de enunciados denotativos.

Tratando de dejar atrás toda nostalgia respecto a la metafísica y de llevara hasta sus últimas consecuencias la experiencia del olvido del ser y de la muerte de Dios, anunciadas a nuestra cultura por Nietzsche y Heidegger, el pensamiento posmoderno ha encontrado su horma en el pensamiento débil.

A Lyotard se le han hecho acusaciones de irracionalismo, terrorismo intelectual, liberalismo cándido, neoconservadurismo, cinismo, nihilismo, etc. La constante que se ve en la defensa que hace de sí mismo es devolver los cargos. No es la posmodernidad, sino la modernidad misma, la que ya era irracionalista, terrorista, liberal, neoconservadora, cínica, nihilista, etc., al menos de una manera muy larvada, si no es que oculta y disfrazada.