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Trasversales 46 / febrero 2019 El extremismo neoliberal y patricarcal 11 Los rostros del poder son desagradables, pero en los últimos tiempos se están afeando cada día más. La podredumbre se agranda. Hay cambios políticos amenazantes en muchas zonas del mundo. El crecimiento global de la nueva extrema derecha debe ser explicado. Se alimenta del miedo, del odio al diferente y de una pulsión extrema hacia el dominio Me gustaría pen- sar en estas líneas sobre las condiciones que lo hacen posible, desarrollando brevemente algunas intuiciones y reflexiones, esbozando unas explicaciones provisionales. El vendaval derechista El capitán retirado Jairo Bolsonaro acaba de asumir la presidencia de Brasil y todos sabe- mos que es un homófobo y un machista, un partidario de la tortura y de la dictadura mili- tar de su país y alguien contrario a los derechos laborales. Pero ya en noviembre de 2016 el millonario Donald Trump ganó las elecciones presidenciales norteamericanas y todos sabemos que es un racista, cercano al supremacismo blanco, un machista y un enemigo de las políticas sociales y medioambientales. Rodrigo Duterte venció en las elecciones filipi- nas en mayo de 2016 y todos sabemos que es un homófobo y un machista, un partidario de las ejecuciones extrajudiciales y de políticas fiscales regresivas. Tres personajes sinies- tros que representan el giro derechista internacional. Juan Manuel Vera El fantasma de la extrema derecha recorre el mundo Edición digital en El Psiconalítico, número 36, 2019. Para su publi- cación en Trasversales ha sido revisado e incluye diversas modifi- caciones. El fruto está ciego. Es el árbol quien ve René Char

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Page 1: El fantasma de la extrema derecha - Trasversales · 2019-02-26 · El extremismo neoliberal y patricarcal Trasversales 46 / febrero 2019 11 Los rostros del poder son desagradables,

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Los rostros del poder son desagradables, pero en los últimos tiempos se están afeando cadadía más. La podredumbre se agranda. Hay cambios políticos amenazantes en muchaszonas del mundo.El crecimiento global de la nueva extrema derecha debe ser explicado. Se alimenta delmiedo, del odio al diferente y de una pulsión extrema hacia el dominio Me gustaría pen-sar en estas líneas sobre las condiciones que lo hacen posible, desarrollando brevementealgunas intuiciones y reflexiones, esbozando unas explicaciones provisionales.

El vendaval derechistaEl capitán retirado Jairo Bolsonaro acaba de asumir la presidencia de Brasil y todos sabe-mos que es un homófobo y un machista, un partidario de la tortura y de la dictadura mili-tar de su país y alguien contrario a los derechos laborales. Pero ya en noviembre de 2016el millonario Donald Trump ganó las elecciones presidenciales norteamericanas y todossabemos que es un racista, cercano al supremacismo blanco, un machista y un enemigo delas políticas sociales y medioambientales. Rodrigo Duterte venció en las elecciones filipi-nas en mayo de 2016 y todos sabemos que es un homófobo y un machista, un partidariode las ejecuciones extrajudiciales y de políticas fiscales regresivas. Tres personajes sinies-tros que representan el giro derechista internacional.

Juan Manuel Vera

El fantasma de la extrema derecha

recorre el mundo

Edición digital en El Psiconalítico, número 36, 2019. Para su publi-

cación en Trasversales ha sido revisado e incluye diversas modifi-

caciones.

El fruto está ciego. Es el árbol quien ve

René Char

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En la Unión Europea la mancha de la nuevaderecha también se ha extendido de unaforma vertiginosa. Sin carácter sistemático,recordamos. Se ha roto cualquier cordónsanitario para que gobiernen. La Hungríade Viktor Orbán y la Polonia de MateuszMorawiecki son ejemplos de gobiernos deextrema derecha en países que formanparte de la Unión Europea. Y sus conse-cuencias son conocidas. Por ejemplo,Orbán ha acometido una ley laboral cono-cida como ley esclavista por sus efectos so -bre los derechos laborales e intenta liquidarla independencia judicial. Pero son máspaíses europeos aquellos en los que laextrema derecha forma parte de gobiernosde coalición. Uno de los ejemplos más ilus-trativos es el gobierno Salvini-Di Maio enItalia. Pero también están Bulgaria, Austriay Eslovaquia, con fórmulas variables. Hacedos años Marine Le Pen disputó la presi-dencia a Emmanuel Macron. En casi todaEuropa, partidos de esa naturaleza crecenen fuerza electoral. Incluso en España haemergido en las elecciones autonómicas deAndalucía de diciembre de 2018 una extre-ma derecha de signo posfranquista denomi-nada Vox.No hay que olvidar la presencia del gobier-no nacional-oligárquico de Vladimir Putin,consolidado en Rusia, con medidas repre-sivas, pero también con un amplio apoyosocial. Putin es una fuente de inspiración dela nueva derecha (y, en algunos casos, posi-blemente, una fuente de financiación). Lanueva derecha europea opera como un alia-do estratégico del régimen ruso en su pre-tensión de favorecer la descomposición dela Unión Europea.Más allá de las circunstancias nacionalesespecíficas, hay rasgos comunes y tenden-cias que deben ser analizadas. La propianueva derecha se ve a sí misma como unacorriente internacional. Steve Bannon, elque fuera asesor de Trump, fomenta esasconexiones a través de The Movement.¿Por qué ganaron Trump, Bolsonaro yDutarte? ¿Qué es y por qué crece tan rápi-damente esta extrema derecha? ¿Por qué se

han normalizado con tanta rapidez la pre-sencia de líderes y partidos con rasgosautoritarios y fascistizantes?Claro está, hay que hacer el análisis concre-to de la realidad concreta de cada lugar.Hay muchas especificidades, muchas dife-rencias, muchas singularidades. Pero cuan-do se ve una tendencia tan clara, tambiénhay que disponer de un análisis en unaperspectiva más amplia. Un ascenso de laextrema derecha en tantos lugares y en unplazo tan corto de tiempo requiere difumi-nar temporalmente sus matices diferentespara percibir con más claridad sus rasgoscomunes.Estamos en una época de transición queintentamos comprender con el vocabulariode otra época. Y todavía no sabemos cómollamar a esta nueva realidad que nos inva-de. ¿Fascismo, nueva derecha, extremaderecha, derecha fascistizante, populismo?A lo nuevo siempre le buscamos nombresviejos.

Caldos de cultivoLa nueva derecha ha conseguido de unaforma acelerada forjar una amalgama entresectores sociales que se sienten amenaza-dos y la parte de las élites más partidaria deun nuevo disciplinamiento social. El resul-tado es un proyecto de autoridad y orden.La abstención electoral y el desinterés porla política de amplios sectores populares, yla crisis internacional de la izquierda, sonfactores que han propiciado los vertigino-sos éxitos de esas nuevas derechas.Su caldo de cultivo es un malestar socialdifuso que tiene que ver con el desarrolloexpansivo de las políticas neoliberales. Enparticular, las consecuencias de la crisiseconómica de 2008 y los efectos sobre lasociedad de las medidas de austeridaddesa rrolladas por gobiernos de distintossigno. El malestar de los perdedores y dequienes se sienten amenazados por losefectos del orden neoliberal provoca, enausencia de proyectos económicos y socia-les alternativos, la fascinación por visionessimplificadoras y unilaterales del mundo,

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fuertemente apoyadas en la xenofobia y elnacionalismo.Al mismo tiempo, se ha producido un giroen el pensamiento estratégico de un sectorde las élites, preocupado por la crecientedeslegitimación de las instituciones políti-cas. En su visión, el dominio de las oligar-quías económicas está amenazado por ladisgregación del entramado social que pro-vocan sus mismas políticas y, ante ello,consideran necesario un poder más autori-tario.Ese giro perceptible en las élites sólo hapodido desarrollarse porque ha encontradoeco en sectores afectados por la degrada-ción social generada por el neoliberalismo,sobre todo por el miedo de ciertas capasmedias a la pérdida de las condiciones devida que creían asegurados para ellos y sushijos. Ese miedo es el fertilizante idóneopara la creencia en un enemigo interior(que al mismo tiempo es exterior), llamadoinmigrante, llamado terrorista o llamadofeminista. Esa construcción de nuevos ene-migos, que de alguna forma sustituyen alcomunista de otras épocas, es el productode una intensa renovación de la retóricapolítica de la derecha. Por ejemplo, la isla-mofobia ocupa el espacio del viejo antise-mitismo. El anti-feminismo y la homofobiaocupan más espacio retórico que la defensatradicionalista de la familia.Las nuevas derechas enfatizan una reorien-tación del consenso neoliberal hacia políti-cas más autoritarias respecto a la sociedady, al mismo tiempo, más desreguladoras,más radicalmente desprotectoras de lossectores más débiles.En algunos medios de la izquierda antiglo-balizadora se hace una interpretación muydiferente a la esbozada en los párrafos ante-riores. Se interpreta el populismo de dere-chas como una reacción contra la globali-zación que aspira, deformadamente. adefender el Estado nacional y la clase obre-ra nacional frente a los peligros de desinte-gración que supone el capitalismo global.En mi opinión, esa interpretación chocacon la realidad y es producto de un desen-

foque que ha puesto el acento en un aspec-to del neoliberalismo, su inscripción en elciclo globalizador del capitalismo, olvidan-do sus características esenciales de desre-gulador y precarizador sistemático y sisté-mico.Las políticas de las nuevas derechas, desdeTrump a Bolsonaro, desde Putin a Salvini,son neoliberales aunque se presenten comopreocupadas o contrarias a la globaliza-ción. Sus señas de identidad son tanto omás neoliberales (normalmente más radica-les) que las de la derecha tradicional y seorientan al desmantelamiento de las políti-cas sociales, las privatizaciones, la elimina-ción de la progresividad fiscal, la desregu-lación laboral y medioambiental, la despro-tección de los consumidores, etc.Es cierto que hay una retórica muy diferen-te a la de la derecha liberal o conservadora.También es cierto que algunos representan-tes de esta nueva derecha populista plan -tean ciertas políticas proteccionistas. Pen -se mos en Trump. Pero identificar el pro -teccionismo con una defensa de los intere-ses populares ya era una idea desfasada enlos tiempos de Marx, que lo indicó muycerteramente. Entre ciertas izquierdas lapasión por el estado nacional y la ilusión deun proteccionismo popular son un viciointelectual que parece resistir los envites dela realidad y les lleva a identificar comoprogresistas aquellas políticas que les pare-cen contrarias a la globalización o tenden-tes a recuperar el poder de los estados.La nueva derecha está plenamente insertaen el pensamiento neoliberal y no se oponea la mundialización capitalista sino a losinstrumentos políticos con los que se inten-taría controlarla y limitar sus peores exce-sos. La posición de la extrema derechaeuropea es debilitar las instituciones euro-peas, del mismo modo de Trump es un ene-migo de los principales instrumentos degobernanza supranacional.No es tan sorprendente que alguna izquier-da llegue a ver componentes de progresis-mo en el discurso nacionalista de la extre-ma derecha. También hemos visto a algu-

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nos ser proclives a justificar la política inte-rior y exterior de Putin, a considerar al dic-tador y criminal Bassar al-Àssad un resis-tente contra el imperialismo o justificar lastropelías de Nicolás Maduro y DanielOrtega. En fin, cuando se intenta entenderel mundo con retales ideológicos de almo-neda, carentes de asidero en la realidad, noes extraño acabar careciendo de los míni-mos criterios éticos y políticos.En Europa, algunos pudieron identificar elvoto contra la Constitución Europea deFrancia y Holanda o, más recientemente, elbrexit como golpes al proyecto neoliberal.No comprendieron que esos episodiosrefuerzan el proyecto neoliberal, que buscadebilitar cualquier forma eventual de con-trol político sobre los negocios.Las consecuencias de confundir neolibera-lismo y mundialización son políticamentedevastadoras y llevan a una creencia en laposibilidad de un retorno al viejo estatus delos estados nacionales con políticas econó-micas y sociales independientes en cadapaís Es una utopía no sólo inviable sinoreaccionaria, que puede enlazar fácilmentecon las retóricas de la nueva derecha.No es lo mismo luchar por globalizar larebelión que rebelarse para desglobalizar(Luis M. Sáenz, Trasversales 45, 2018). Enun mundo donde los desafíos ecológicos,económicos sociales y políticos son globa-les no hay que confundirse en el objetivo,por difícil y complejo que aparezca en lascondiciones presentes.También me parece que conduce a erroresmuy graves equivocarse en la naturaleza dela etapa que vivimos. Chantal Mouffe hapopularizado en ciertos ámbitos de laizquierda la idea de que vivimos un "mo -mento populista" (Por un populismo de iz -quierda, Siglo XXI, 2018). Mouffe entien-de que el "momento populista"supone unacrisis de la formación hegemónica neolibe-ral que abre la posibilidad de construir unorden más democrático. En términos litera-les señala que "la crisis de 2008 puso enprimer plano las contradicciones del mode-

lo neoliberal y hoy la formación hegemóni-ca neoliberal es cuestionada por diversosmovimientos antiestablishment, tanto dederecha como de izquierda".Confundir una efectiva crisis de legitimi-dad de las instituciones políticas que, congobiernos de distinto signo, han desarrolla-do políticas de austeridad, con una crisis dela formación hegemónica neoliberal es unsalto excesivo. Y sobre todo, tiende a situaren el mismo plano político dos cuestionesdiferentes. Una es la reacción de parte delas élites hacia nuevas formas de discipli-namiento social, en donde tienen su espa-cio políticos las nuevas extremas derechas.La otra son los movimientos sociales de -sen cadenados a partir de 2008.Sin entrar en este artículo en el debatesobre el argumento central de Mouffe (queel populismo de izquierda -entendido comoestrategia discursiva de construcción de lafrontera política entre "el pueblo" y "la oli-garquía"- es el tipo de política requeridopara recuperar y profundizar la democra-cia), quiero señalar que su argumentaciónsobre el momento populista puede llevar aenfoques políticos desafortunados. Al dartanto peso a las retóricas políticas, tiende aconsiderar que las nuevas extremas dere-chas y la izquierda contraria al neoliberalis-mo compartirían espacios políticos. Ellolleva a desconocer que las nuevas extremasderechas suponen una radicalización delcontenido político y social del neoliberalis-mo y que los malestares y resentimientossobre los que opera son sustancialmentediferentes de las significaciones sobre lasque trabajan los movimientos sociales de -sa rrollados después de 2008. Claro queMouffe tiende a dar más importancia a losaparatos políticos que a los movimientossociales. Al dar más peso a las retóricaspolíticas que a la naturaleza y característi-cas de los movimientos sociales tipo 15M oal movimiento de las mujeres, nos cegamosante las fuerzas sociales efectivas que pue-den construirse frente al consenso neolibe-ral.

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La llegada de las nuevas derechas no repre-senta un movimientos antiestablishment,no se dirige a cambiar nada sustantivo enlas políticas neoliberales, salvo su eventualradicalización, ya demostrada en losgobiernos en los que están presentes.Incorporará xenofobia, neomachismo, ho -mo fobia y autoritarismo. Incluso, excep-cionalmente, algunas medidas socialespaliativas aisladas pero siempre tendentes aenfrentar a unos sectores populares conotros. Nada de ello podrá eliminar el males-tar social que las ha alimentado y que consus políticas sustancialmente desregulado-ras y precarizadoras sólo puede crecer.

La política en el mundo neoliberalMe preocupa que a fuerza de hablar deextrema derecha olvidemos el mundo y elcontexto en el que estamos, y del cual surgeesta nueva podredumbre. No debemos con-fundir los síntomas de un mal (las nuevasderechas) con la enfermedad que deterioranuestras sociedades. Es muy importanteentenderla como un producto político de laépoca neoliberal, cuyas propuestas son ple-namente neoliberales aunque tienden a dis-frazarlo con retóricas nacionalistas.En los años que llevamos del siglo XXI elhorizonte de una desaparición del conflictopolítico ha sido sometido a diversos avata-res. Por un momento se popularizó la ideade que el orden neoliberal podía aseguraruna estabilidad sistémica en un mundodonde, desaparecido el bloque soviético ydesarrollado el capitalismo global, todaslas piezas encajarían en una gran era deconsumo universal ilimitado. Que la crisisecológica estaba a las puertas, era sabido,pero eso, como dicen en los cuentos, eraotra historia que no empañaba el triunfouniversal del capitalismo.La crisis de 2008 fue una sacudida brutal alas ilusiones en un nuevo mundo armónicodonde la mercantilización generalizadaproduciría riqueza, satisfacción y confor-midad política. Una nueva etapa de contes-tación social se desarrolló en muchas zonasdel planeta. Movimientos como el 15M

español, Ocuppy Wall Street, las primave-ras árabes, el movimiento global de lasmujeres, han mostrado la emergencia denuevos movimientos sociales cada vez másalejados del canon marxista. El modelopolítico de las democracias electoralesentró en una crisis profunda. Fue muy afec-tado por las políticas de la crisis y, también,por el crecimiento de un sordo y crecientedescontento en el conjunto de la sociedad.Pero el consenso neoliberal no dio marchaatrás.El neoliberalismo debemos entenderlo,siguiendo a Christian Laval y Pierre Dar -dot, como una creación antropológica quedetermina modos de pensamiento y com-portamientos fundamentados en la trasla-ción a lo social de criterios de competenciay de mando propios de la empresa privada."El neoliberalismo no es sólo destructor dereglas, de instituciones, de derechos, estambién productor de cierto tipo de relacio-nes sociales, de cierta manera de vivir, deciertas subjetividades. Dicho de otro modo,con el neoliberalismo lo que está en juego,es nada más y nada menos, la forma denuestra existencia, o sea, el modo en quenos vemos llevados a comportarnos, a rela-cionarnos con los demás y con nosotrosmismos" (La nueva razón del mundo,2013, págs.13-14). La creación neoliberalse construye sobre la descomposición dealgunos valores occidentales, pero eso nole impide ser una novedad histórica, proba-blemente la creación que materializa lossueños de las élites que dominan el mundoy, en cierto sentido, paradójicamente, laconversión de la propia carencia de sentidoen una significación.Las contradicciones entre ese mundo neoli-beral y unos regímenes de democracia elec-toral producto de los múltiples equilibrios ydesequilibrios heredados del siglo XXestán en la base de la oleada reaccionariaque ha seguido a los movimientos socialesque afloraron después de 2008.El deterioro de la ciudadanía social hafacilitado a las élites económicas reforzarsu influencia sobre los gobiernos. Esa posi-

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ción reforzada ha sido utilizada, además,para obstruir el desarrollo de las institucio-nes supranacionales imprescindibles parasometer a control el nuevo impulso tecno-económico. El capitalismo desregulado ydesregulador ha podido desplegar algunasde sus peores características empezandopor su más directa consecuencia, un creci-miento atroz de la desigualdad social.La desigualdad mundial es la enfermedaddel siglo XXI. Se expresa en la concentra-ción brutal de la riqueza, simbolizada en elhecho de que el 1% más rico de la pobla-ción mundial posee más que el 99% restan-te de las personas del planeta, lo que supo-ne que acumula más de la mitad de lariqueza global. En paralelo a ese aumentode la desigualdad, la concentración delpoder económico ha alejado cada vez másal capitalismo de la libre competencia,degradando el mercado propiamente dicho,en favor de conglomerados oligopolísticosque utilizan los recursos económicos enbeneficio de una minoría a costa del restode la sociedad.La oligarquización de la política y lainfluencia creciente de los poderes econó-micos en ella son la causa fundamental dela crisis profunda de las instituciones occi-dentales, cada vez más impotentes ante elagravamiento de los problemas de la socie-dad. Esta oligarquización es, también, unelemento identificativo de los regímenespolíticos construidos a su imagen, desde lasnuevas democracias electorales de los paí-ses del este de Europa, a los regímenes defachada democrática en otras zonas delmundo.Son las condiciones para que aparezcan losdiversos Trump. La oligarquización neoli-beral ha fomentado la aparición de todasestas fuerzas ultrarreaccionarias.

¿Fascismo? ¿Populismo?El abuso de términos como fascismo opopulismo poco contribuye a la compren-sión. Es verdad que necesitamos conceptos,pero hay que intentar evitar quedar presosen significados cerrados, vinculados a otra

época histórica, que dificulten entender losauténticos y nuevos peligros.El miedo a la nueva extrema derecha escomprensible. Es un fenómeno global degran peligrosidad. Sin embargo, no esta-mos en una crisis como la de los años vein-te/treinta del pasado siglo. Hablar de fas-cismo sólo es útil si lo hacemos para trazarlas similitudes pero, también, las diferen-cias entre los nuevos políticos autoritariosy el viejo fascismo europeo. Enzo Traversoha hablado en ocasiones de posfascismopara referirse al fenómeno, en un intento deaprehender lo que está pasando en estadécada.No hay que confundir las retóricas políticascon la significación sustantiva de los proce-sos. El hecho de que la nueva derecha utili-ce un discurso contra las élites y la corrup-ción del sistema democrático-electoral nopuede ocultar que ellos son parte de esaspropias élites, y muchas veces, vinculadosa sus segmentos más oscuros y corrompi-dos. Situemos las cuestiones. Europa no seestá llenando de regímenes fascistas. Nohay un movimiento fascista de masas. Lallegada de Trump no supone la fascistiza-ción de Estados Unidos. Precisemos. La nueva derecha generarámedidas autoritarias, contra los derechosindividuales y sociales, pero se inscribe enel marco de las democracias electoralesdegradadas y no aspira, inicialmente, a sus-tituirlas por otro orden político. Su consoli-dación y el grado de ataque a las libertades,a los derechos de las mujeres, a los dere-chos sociales, va a depender de los conflic-tos y las luchas que sus políticas van a de -sencadenar y de la capacidad de construirauténticas alternativas políticas y sociales.No hay peor error que dar por perdidas lasbatallas antes de darlas y por vencedores aquienes empiezan a desplegar su ofensiva.Las nuevas derechas (posfascistas, a faltade otro calificativo mejor) tienen en comúncon sus abuelos políticos fascistas uncarácter reaccionario. Pero los objetos desu reacción son sustancialmente distintos.El fascismo clásico era una reacción frente

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al crecimiento de los movimientos obrerosorganizados y al miedo que alimentó larevolución rusa y, en general la oleadarevolucionaria de las primeras décadas delsiglo veinte, que recorrió el mundo deMéxico a Rusia, pasando por Alemania opor China. Esa alerta roja entre las clasesdominantes, el miedo al comunismo, fuetrascendental en el fascismo clásico.También lo fue otro miedo, el de las clasesmedias a la depauperación tras la crisis delorden capitalista global decimonónico, y laaparición de capas desesperadas de clasespopulares empobrecidas. La reacción que representan las nuevasderechas actuales posee signos muy dife-rentes. No hay una élite intelectual detrásde los movimientos posfascistas tan pode-rosa como la que tenían el nacionalsocialis-mo o el fascismo italiano. Es fundamental-mente una reacción frente a algunos de loscambios sociales más importantes de lasdos últimas décadas. En primer lugar, debedestacarse el papel de la reacción frente alfeminismo, frente al creciente lugar con-quistado por las mujeres y a sus derechos.Es también una reacción xenófoba al mes-tizaje de las sociedades globalizadas y a losmovimientos de población generados por lamundialización. Es, también, una reacciónal ecologismo y pretende articular los inte-reses contrarios a los cambios imprescindi-bles para luchar contra el cambio climático.No es lo mismo un liderazgo xenófobo,machista y reaccionario y una versión reac-cionaria del americanismo o de cualquiernacionalismo, que un régimen o un movi-miento fascista. El fascismo no es el pro-ducto de una personalidad, aunque éstacontenga esos componentes. Tampoco olvi-demos que los dirigentes protagonistas dela nueva derecha son, si se me permite laexpresión, antropológicamente neolibera-les. Bolsonaro o Trump son personalidades designo fascista, pero sus gobiernos no loson. Ni las características fascistizantes deun líder ni las predisposiciones psicológi-cas de sus votantes son constitutivas de un

fascismo. Siempre que cuando hablemosde fascismo estemos haciendo referencia auna categoría política que se correspondiócon una etapa histórica. El problema no esla personalidad de estos jefes, sino las razo-nes por las que han sido elegidos y lo queuna parte de la sociedad ha buscado yencontrado en ellos.Hay, al menos, cuatro diferencias sustanti-vas entre esta nueva derecha y el fascismo.Uno: el fascismo fue un movimiento estata-lista; las nuevas derechas son neoliberales.Dos: el fascismo era un movimiento radicalque aspiraba a destruir el orden políticoliberal-parlamentario y establecer un siste-ma totalitario; las nuevas derechas son fun-cionales al régimen de democracia electo-ral. Tres: el fascismo era un movimiento demasas y se apoyaba en la movilizaciónsocial; las nuevas derechas son productospolíticos débilmente estructurados. Cuatro:el discurso nacionalista e imperialista delfascismo era auténtico; la retórica naciona-lista de las nuevas derechas encubre su pro-fundo compromiso con el consenso neoli-beral.Tampoco la etiqueta populista ayudamucho. El populismo es, ante todo, un esti-lo político, citando nuevamente a EnzoTraverso. Una retórica sobre el pueblo, lapatria, la nación, que tiene característicasmuy diferentes a lo largo de las épocas ylos países. Perón o Chávez eran populistas,Trump y Bolsonaro también. Pero de poconos sirve una etiqueta común para realida-des tan diversas y contradictorias que serefieren tanto a extremas derechas como amovimientos y gobiernos latinoamerica-nos, o a izquierdas vinculadas a movimien-tos sociales como el caso español dePodemos. Hablar de populismo sirve tantopara etiquetar cualquier rechazo a las élites,como una reacción xenófoba o una políticasocial en favor de la mayoría de la pobla-ción. Es una etiqueta para estigmatizar aladversario, no para comprender la sustan-cia que hay más allá de la retórica.Una concepción monolítica de la nación eselemento constitutivo de la extrema dere-

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cha tradicional y de la nueva derecha. Ni laizquierda, ni los inmigrantes, ni las mujerescon derechos son, en su concepción, partenatural de la nación. El misticismo nacio-nal propio de las derechas reaccionariasfomenta el desplazamiento de la cuestiónsocial hacia la cuestión identitaria. Y, enocasiones, una cierta articulación entre losocial y lo identitario (lemas como Américafirst, los franceses primero, los españolesprimero...). La idea nacional de la nuevaderecha se orienta hacia un mayor controlsocial contra los diferentes, especialmentetodos aquellos que han conquistado dere-chos y reconocimiento a su identidad en lasúltimas décadas.La aspiración autoritaria es un elementoconsustancial a las nuevas derechas posfas-cistas. El regreso de figuras dominantes,propensas a la justificación de la violenciay a la exaltación de la jerarquía es eviden-te. No en vano Putin, y el régimen ruso queha modelado a su imagen y semejanza, esun importante referencia de las nuevasderechas. El autoritarismo se conecta conla tendencia al estado de excepción perma-nente y la obsesión por la seguridad que sehan extendido en algunos países tras losatentados yihadistas.En resumen, la nueva derecha combina ladefensa y radicalización del discurso y lasprácticas neoliberales con una fuerte orien-tación a recuperar y potenciar los prejuiciosreaccionarios, machistas, xenófobos, anti-ecológicos, arraigados en algunos sectoresde la población. Ello es lo que facilita suexpansión ya que esas pulsiones son social-mente trasversales.Hoy, la amenaza no es un totalitarismoinmediato. En realidad, es la destrucción dela política el auténtico germen de un futuronuevo totalitarismo, donde las relacionesmercantiles y la comunicación virtual sus-tituyen la formación de proyectos colecti-vos a partir de la deliberación. En ese sen-tido, las nuevas derechas se inscriben enese proceso, son una manifestación delmismo, pero no su última representación.En definitiva, el fantasma de la extrema

derecha que recorre el mundo es un fenó-meno nuevo, con raíces indudables en lastradiciones autoritarias y fascistas del pasa-do, pero también con los rasgos inequívo-cos de una creación propia y funcional almundo neoliberal en que vivimos.

Madrid, enero de 2019

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