el cuento popular en el siglo xix
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El cuento popular en el Siglo XIX
Fernn C ab a l l e ro , Lu is Co lo m a, Narc i so Cam p i l l o , Juan Va le ra ) *
POR
ANA LUISA SAQUERO ESCUDERO
Debido a las estrechas relaciones existentes entre Fernn Caballero y
Coloma, tanto externas Coloma fue admirador e incluso discpulo de
Cecilia Bohl de Faber como propiamente inherentes a sus obras ^reco
gen y se dedic an ambo s al l lamado cuen to complejo de Tho m pson (1)
intentaremos ver conjuntamente la obra de ambos, mientras que por la
preferencia hacia un a especie como el chascarrillo , alinearemos a C am
pillo y Valera en otro lugar (2).
El cuento popular en Cecilia Bhl de Faber y el padre Coloma
Lgicamente, lo que primero salta a la vista, de los cuentos de Fernn,
considerando el corpus general de relatos de estos cuatro escritores, es la
presencia de algn que otro cuento maravilloso.
E n su obra Los cuento s maravillosos espao les , Ro drgue z Almod-
var (3) se ha acercado a este tipo de cuentos ^folklricos por excelen
cia manejando como aparato terico para el anlisis de los mismos, la
(*) El pre sen te a r t culo es s lo un a pa r ta do de la tes is de l icencia tura El
cue nto pop ula r en e l s ig lo XIX . De ah la v is in parc i a l d e los cuen tos q ue en l se
da , e s tud iados s lo como na r rac iones pe r t enec ien te s a un a ' t r ad ic in popu la r .
(1) Vid. Sti th T H O M S O N , El cuento folklrico Unive rs idad Cen t ra l de Venezue la ,
Ediciones de la Biblioteca. Caracas, 1972.
(2) A l hab la r de ob ra s en gene ra l de cua lqu ie ra de e s tos au to re s , nos ' r e fe r i
mos,
ev iden tem en te , a l a s aqu e s tud iad as po r noso t ros .
(3) Vid. An ton io
RODRGUEZ ALMODOVAB,
LOS cuentos maravillosos espaoles
Ed. G r i ja lbo, Barce lo na , 1982.
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morfologa de Propp. Su corpus de estudio, de otro lado, se funda prcti
camente en su totalidad, en la obra de Aurelio M. Espinosa, l legando a
concluir en virtud de la teora estructuralista aplicada a estos cuentos, la
existencia de seis cuentos maravillosos bsicos espaoles.
Para un estudio sobre los tipos de cuentos maravillosos espaoles, re
mitimos a este libro, del que nos interesa slo destacar aqu algunas de las
precisiones que hace sobre las caractersticas de nuestro cuento maravilloso,
en relacin al mo delo de Pro pp. As hab la l de una trivializacin de la
carencia (a) en cuanto la fechora (A) no suele darse nunca, aludiendo con
ejemplos concretos a cmo el motivo fantstico y la ascendencia mons
truosa en mu chas versiones de Blancaflor o de Juan el Oso se convier
ten a menudo en banalidades de sabor realista.
Igualmente nos parecen interesantes sus opiniones al referirse a las fun
ciones del objeto mgico (D , E , F) , en cua nto di ce : es en la esfera de
accin del donante donde se suele producir la incorporacin de elemen
tos de la religin cristiana, en sustitucin de los ms genuinos donantes:
viejecillo, du en de s, enan os, dem onillos y ha da s (4).
(Si sealamos estas dos caractersticas es por la relevancia que, veremos,
tendr en nuestro inmediato estudio de los cuentos).
Aun en nota al pie de pgina, se refiere Rodrguez Almodvar a la obra
de Fernn Caballero para desdear en general todos los cuentos de la pri
me ra obra prctica me nte irreconocibles para u n objetivo cientfico
sealando tan slo dos cuentos de la segund a: El caballero del pez y
Bella-Flor en cuan to podran ser, el primero un a versin del cue nto b
sico llam ado por l La serp iente d e siete cabe zas , y el seg und o otra ver
sin del qu e el auto r considera cuen to marav illoso con reserv a El prnci
pe esp ao l (nm ero 140 en la obra de Espinosa) (5).
Reconociendo la fuerte elaboracin de muchos de los cuentos de Fer
nn, a la que alude este crtico, y que hace que slo cite dos de los cuentos,
como narraciones ms o menos pertenecientes al cuento maravilloso, nos
parece interesante sealar antes de pasar a ver otros tipos de cuentos re
cogidos por la autora, un relato incluido en la primera obra, que presenta
una curiosa mixtura causa por la que, posiblemente, Rodrguez Almo
dvar no lo acep t . Nos referimos a La oreja de Lucifer extrao esp
cimen de cuento, ya que si t iene prcticamente todas las caractersticas
para ser calificado como cuento maravilloso correspondindose esta
versin con el cu ento m aravilloso bsico Juan el Oso , sin em barg o su
final humorstico impide que reciba tal calificacin esa chuscada anda-
(4) ROD RGU EZ ALMODVAR, op. ci t. , p. 52.
(5) Au rel io M. ESPINOSA,
Cuentos populares espaoles .
Tomo III , Consejo Su
perior de Inves t igaciones Cient f icas . Madrid, 1946.
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luza a la que se refera Fernn tan presente en muchos de sus cuentos,
posiblem ente como uno de los ms conocidos La suegra del diablo .
Porque si analizamos este relato a la luz de los principios bsicos a que
debe responder todo cuento maravilloso principios que Rodrguez Al-
modvar rene en la presencia del objeto o auxiliar mgico y en las prue
bas a realizar por el hroe vemos que ambos tienen cabida en esta na
rracin. Y as en relacin con el objeto m gico (F ), enc ontra m os la pre sen
cia de los qu e Pro pp llama seres mg icos (6) qu e el protago nista e ncuen
tra en el camino y qu e acep ta como aliados. Tan to Cargu n Carg n como
Sopln Sopln como Oidn Oid n respo nden a los que el estudioso ruso
llamaba hroes con atributos mg icos o personajes qu e tienen ciertas
propiedades mgicas . De otro lado el rescate de la princesa de aples
por parte del protagonista, es ejemplo claro de la prueba que, sin embargo,
y tal como sealaba Rodrguez Almodvar como otra de las caractersticas
de los cuentos maravillosos espaoles, se presenta como algo no voluntario
por parte del hroe o lo que es igual, hay ausencia de la orden anterior
dada al hroe para reparar la carencia.
Un elemento asimismo destacable en este cuento, es lo que Propp en
su estud io Las transform aciones d e los cuen tos marav illosos (7) llama
Sustitucin confesional . Este tipo de sustituciones en el cuento maravi
lloso, vendra motivado por la religin contempornea, en el caso presente
en la sustitucin del dragn por el diablo con lo cual nos encontraramos
ante una forma derivada del cuento. (El cuento, en fin, sufriendo la in
fluencia de la realidad histrica y evolucionando al comps de sta).
Tendramos por tanto ya, una introduccin de elementos procedentes
de la religin cristiana, que no slo afectara a la figura donanteaparicio
nes sobrenaturales positivas sino tambin a la del propio agresor l
gicamente en la vertiente opuesta negativa.
No vamos a entrar nosotros aqu en el estudio de los cuentos de la
obra de Fernn a los que se refiere Rodrguez Almodvar como maravillo
sos,
siguiend o los anlisis de Pro pp para u n estud io de este tipo volvemos
a remitir a la propia obra de Rodrguez Almodvar.
Baste con sealar sobre los mismos, la singular configuracin que adop
ta el mo m ento del comb ate en Los caballeros del pez , en virtud d e una
ingeniosa astucia por parte del protagonista, que hace que ms que va-
(6) Vladimir
PROPP,
Morfologa del cuento
Ed. Fun dam ento s , 3 .* ed . Ma dr id ,
1977.
(7) V. PROPP, Las transformaciones de los cuentos m aravillosos e d . F unda m e n
tos, 3. '' ed. M adr id, 19 77.
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lerse de su propia fuerza, con la ayuda adems de los auxiliares mgicos,
resuelva ste con un planteamiento bastante realista (8).
Asimismo citaremos El pjaro de la verdad , cue nto del qu e si no pue
de decirse propiamente que sea maravilloso, presenta motivos muy fre
cuen tes de ste, tales como El lenguaje d e los anim ales t ipo 670 de Aar-
ne,
que sin embargo no estara incluido entre los propiamente cuentos
maravillosos, segn afirma Propp al que se referia tambin el estudioso
ruso en su libro Las races histricas del cu en to (9), relac iona ndo el apren
dizaje del lenguaje de las aves, con el rito de la iniciacin como escuela, o
con el enguU imiento (10), o por supu esto el motivo del Cas tillo extraor
dinario (F771 Thom pson), qu e recibe adems el nom bre tpico en nues
tros cue ntos, del Castillo de Irs y no Volvers ste, sin em bar go, no
se presenta en formas como las que apunta Thompson cual el castil lo gira
torio, o suspendido por cadenas o apoyado sobre gigantes.. . (En la colec
cin de Espinosa hay incluso un cuento cuyo t tulo responde a este nom
bre,
equip arnd ose, no obstante , a Los caballeros del pez au nq ue en
ste,
curiosame nte, no aparece este nomb re, sino el ms extrao de Al-
batroz . Recordemos, adems, el nombre que Rodrguez Almodvar da a
uno de los cuentos maravillosos bsicos espaoles, precisamente fundado
^n l).
La nia de los tres ma ridos de Fe rn n, presentara un a enorm e seme
janza con La cosa ms rara del m un do (n. 150 de la coleccin de Esp i
nosa) ; Rodrguez Almodvar, sin embargo, se refiere a este ltimo como
a un a versin dete riora da del cue nto maravilloso bsico Las tres maravillas
del mundo .
Tam poco La joroba a pesar de su posible vinculacin con el cue nto
nm ero 9 de Espinosa Piel de piojo y aro de hinojo al qu e Rod rguez
Almodvar considera cuento maravilloso artificial, es un cuento maravi
lloso. La versin de Fernn es muy distinta a la del cuento citado por ste,
no dndose en el de la escritora andaluza, ni las pruebas a que se somete
l protagonista del cuento de Espinosa, ni los auxiliares mgicos represen
tados en esos personajes extraordinariamente hbiles (tales como podan
apa rec er en La oreja de Lucifer ) o incluso en los anima les qu e tam bi n
le ayudan.
(8) En dicho re la to s ap are cer e l drag n, no dndo se la sus t i tuc in de t ipo
confes ional como en e l cuento anter ior .
(9) V. PROPP, Las raices histricas del cuenU , Ed . Fu nda me ntos , 2 . ed . Ma dr id ,
1979.
(10) Es to form aba tam bin pa r te d e l r i to de la in ic iac in, y a t rav s de e l lo
e l in ic iado adquir a facul tades mgicas , como s ta de entender e l lenguaje de los
animales .
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En cuanto al problema de la nomenclatura, recordemos cmo Rodrguez
Almodvar rectifica en su libro la clasificacin de Espinosa en relacin
al apa rtado "Cuentos de enca ntam iento" hecho por este l t imo. De sobra
est hablar aqu, por ello, de lo desafortunado de la clasificacin que de
sus cuentos hizo en su segunda obra Fernn, a la luz de estos resultados.
Mayor problema nos encontramos al intentar ver la posibilidad de que
algunos de los cuentos del padre Coloma respondan a esta denominacin.
Uno de los principales motivos, que, en cierto modo, separa la obra con
creta de este autor de la de los oti-os tres escritores Fernn, Valera,
Campillo, es la gran imprecisin que se desprende al leer sus cuentos, a
la hora de saber en qu manera ha manejado las fuentes de stos. Es
decir, principalmente, si han sido orales u escritas, y en algn caso in
cluso, como veremos, si se trata de una elaboracin o invencin personal
sobre posibles cuentos tradicionales. .
A falta de un prlogo anterior a esta parte de sus "Lecturas recreativas",
nicamente podemos contentarnos con las propias indicaciones proceden
tes de sus cuentos, para esclarecer en algo nuestras dudas.
Porque si del esfuerzo de Fernn por recoger directamente de la boca
del pueblo no hay que dudar con ese incluso artificio del dilogo entre
la propia autora y los posibles narradores de sus cuentos, a los que nom
bra significativamente como el "to Romance" y a "ta Bastiana" no ocu
rre lo mismo con Coloma. Solamente en una narracin "Historia de un
cuento", podemos leer en una nota al comienzo de la misma: "Este cuento
es verdaderamente popular, y lo transcribimos tal como nos fue referido"
(11). En los dems nicamente encontramos alguna acotacin como "No
s si le este cuento, ni recuerdo tampoco si me lo contaron o si lo so"
(de "La camisa del hombre feliz" cuento realmente folklrico) (12), o la re
ferencia a que son cuentos populares, de "Periquillo sin miedo" o "Ajaj".
"Porrita, componte " lo pone en boca de un personaje del pueblo, lo cual
apunta asimismo a su procedencia popular.
De dichos cuentos, no nos interesa ahora sino destacar uno slo "Periqui
llo sin miedo", en cua nto corresp ondera al t ipo 326 de Aa m e "El joven
que quiso saber lo que es el miedo", incluido por tanto entre el 300 y 479,
cuentos de la l ista de este folklorista que, segn Propp, corresponden a la
clasificacin de "cuentos maravillosos".
Este cuento, del que Espinosa recoge tres versiones que se correspon
den a los nmeros 136, 137, 138 (la ltima incluso con el mismo nombre de
(11) P. Lu is Colom a, Cuentos para nios en Obras completas Ed. Razn y Fe,
4. ed. Madrid, 1960, p. 433.
(12) Ibid ., p . 429.
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Per iquito del cuen to de Coloma), no es me ncionad o siquiera por Ro dr-
guez Almodvar en su estudio.
Si se refiere a este t ipo Stith Thompson aunque luego no encontre-
mos en la l ista de motivos de su obra, aquellos apuntados por Espinosa re-
feridos a ste. Al hablar Thompson de la tarea y bsqueda difcil afir-
m ando que sta es con frecuencia parte subordinada del cue nto casi
coincidiendo con una de las funciones ms importantes de Propp con-
trasta, sin embargo, estos cuentos, con aquellos otros en que prcticamente
su objetivo central es la realizacin de tareas o la consumacin de la bs-
queda. Dice de estos relatos aproximadamente una media docena
centr ndo se en uno de ellos, en prime r lugar: La bs que da a la que los
hroes de los cuentos folklricos se exponen es con frecuencia imposible o
extraa, pero ninguna tan extraa como la emprendida por El joven que
quiso saber lo que era el miedo (13). Inm ediata me nte apu nta varias ex-
periencias por las que tiene que pasar este joven, tales como jugar con el
diablo a las cartas en una iglesia, robar las vestiduras a un fantasma... ,
destacando nosotros por su importancia, aquella en la que el protagonista
deber permanecer en una casa de fantasmas donde los miembros de hom-
bres muertos caen de la chimenea.
El cuento de Coloma, sin embargo, no presenta ninguna de las expe-
riencias a las que alude Thompson, y su principal caracterstica es la mo-
raleja finalmente extrada el miedo le viene al ver sus defectos y no,
como normalmente ocurre en este cuento folklrico, al caerse al agua.
(Curiosamente, una de las experiencias indicadas por Thompson y que
nosotros sealamos en ltimo lugar por su importancia, s aparecer en
otro de los cue ntos ( Pelusa ),dndose asimismo en la versin de Jua n
Sold ado reco gida po r Fe rn n Ca ballero ^ el conoc ido motivo d e los miem -
bros cayen do por la chim enea, tras la pre gu nta Caigo? . Ya Espinosa
apuntaba cmo ste apareca tanto en algunas versiones del cuento de
Juan el Os o como en Juan Soldado sealando su presencia incluso en
otros cuentos de encan tamiento ) (14).
Como quiera que sea, y aun a pesar de estar incluido entre los t ipos
de Aarne que Propp considera como cuentos maravillosos, el hecho es
que ni Propp alude a ste, ni Rodrguez Almodvar lo hace en su obra,
posiblemente apoyado en la base terica de la ausencia de uno de los
elementos fundamentales para que un cuento pueda ser considerado ma-
ravilloso, como es la presencia del objeto o auxiliar mgico (no habra
as, un dona nte qu e transm itiera al protagonista la cap acid ad del valor
(13) S. THOMPSON, op. cit . , p p. 151 152.
(14) Aurel io M .
ESPINOSA, Cuentos po pulares espaoles,
tom o II , C.S.I.C. M a-
drid, 1946, p. 506.
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y el desconocimiento al miedo, cualidad encaminada a pasar las pruebas
que remedien la carencia).
Pasando ya a otro tipo de cuentos en ambos autores, observamos la
coincidencia en dos versiones recogidas por ambos, posiblemente del cuen
to folklrico correspondiente al tipo 563 de la lista de Aarne "La mesa, el
asno y el palo". Los dos cuentos "To Curro el de la porra Fernn y
"Porri ta , componte " Coloma son, no obstante , muy dis t intos . Si en
Fernn el protagonista es un hombre arruinado, en Coloma son un horte
lano y su mujer, las dos figuras que comportan el protagonismo. Asimismo
el benefactor en el cuento de Fernn presenta curiosos caracteres, ya que
en el primer encuentro se nos dice de l que es un "duendecillo vestido
de fraile" por lo que se produce una curiosa contaminacin entre un
ser perteneciente propiamente a la narrativa folklrica, pero que aparece
como un fraile, introduciendo as un elemento de mayor modernidad en
cuanto elemento de la religin contempornea (15) en el segundo que
es un duendecito con apariencia de caballero, hablndose slo en el
ltimo encuentro, del "frailecito".
Frente a esto, el benefactor en el cuento de Coloma, es el propio San
Pedro, con lo cual este relato podra muy bien relacionarse con otro tipo
de Aarne (555) "El pescador y su esposa", en cuanto en ste se da a veces
la subida al cielo en este caso por una col otrogndose algn bien a los
personajes ya sea a travs de Dios, ya por el portero del Paraso.
Sita Thompson este ltimo cuento bajo el epgrafe "Deseos recompen
sados y castigados", respondiendo bien el cuento de Coloma a esta clasifi
cacin, con esa siempre perseguida moraleja final, ya que la ambicin del
matrimonio produce el que la porrita se vuelva contra ellos esta ltima,
segn explica el autor, representando a la justicia de Dios que castiga su
soberbia^. Solucin muy distinta a la final del cuento de Cecilia Bohl
de Faber.
Una curiosa versin del cuento folklrico identificado en la lista de
Aarne como el T.501 y que responde al nombre "Las tres viejas protecto
ras",
es el cuento "Las nimas" de Fernn Caballero. Si Thompson al hablar
brevemente de las caractersticas de este cuento folklrico alude nicamen
te a una prueba, como la de hilar una cantidad de madejas de lino, siendo
las tres viejas que ayudan a la joven, hilanderas, en el cuento de Fernn
la estructura propia del cuento popular se refleja en las tres noches por
las que la joven deber pasar; no obstante, cada una comportar una
prueba distinta, y las viejas representarn tres actividades diferentes hi-
(15) Dicha "co ntam inat io" no es tan ex tra a , s in em bargo , pa ra F ern n , e i
tenemos en cuenta que uno de los l t imos cuentos t iene como personaje pro tagonis ta
a un duendeci l lo f ra i le que da t i tu lo a l re la to .
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lar, bordar, coser. Pero sin duda lo ms caracterstico del cuento recogi
do por Fernn es la sustitucin de las tres viejas por tres nimas del pur
gatorio, elem ento religioso qu e le debi de gustar, ya qu e al mismo
tiempo
que
recoga un viejo cu ento folklrico, excitaba a una d evocin re
ligiosa en este caso concreto, hacia las almas del purgatorio.
Curiosa resulta la relacin entre este cuento y uno recogido por Espi
nosa, El nom bre del diablo , en cuanto aqu la ayuda recibida va a pro
ceder del polo religioso opuesto, es decir de un elemento negativo como
el diab lo. Es te ltim o se relacion ara con el tipo 500 de Aa rne Tom -Tit-
Tot sealando, sin em bargo , Thom pson, cmo la ayu da a camb io de qu e
la muchacha se le entregue, si no adivina el nombre, procede de una mi
nscula criatura. La sustitucin, as, de esta figura por la del demonio
elemento religioso es, pues, tambin, evidente.
Dos cuentos folklricos m uy claros recogidos por Fer n n son El lirio
azu l (16) y Los deseo s .
El primero sera una versin del tipo 780 El hueso cantor aqu el
motivo del dedo amputado no se correspondera con el mismo que ex
plica Propp basndose en el rito de la iniciacin, puesto que no es un
cuento maravilloso, mientras que el segundo podra ser una versin del
tipo 750 A de Aarne al qu e denom ina igua lmen te Los deseos . Sin em
bargo, entre las caractersticas bsicas que argumenta Thompson en rela
cin a este cuento, y las propias del cuento recogido por Fernn, hay
grandes diferencias.
Si es cierto que coinciden en los tres deseos que pueden formular,
desperdiciando la mujer el primero, deseando el marido que la bagatela
pedida por su esposa se adhiera al cuerpo de ella y empleando finalmen
te el tercer deseo para que sta se despegue, los benefactores y la inten
cin del cuento variarn del tipo comentado por Thompson a la versin
de Fernn.
Porque si, afirma Thompson, normalmente son personajes divinos como
el mismo Cristo o San Pedro los que viajan por la tierra pidiendo hospi
talidad y siendo stos los que posibilitan los tres deseos revistiendo por
ello el relato una leccin moral, en el cuento de Fernn Caballero casi
paradjicamente con lo que venamos viendo, es el hada Fortunata la que
interviene podra especularse que la versin a la que alude Thompson
en que se reuniran tres tradiciones: cuento maravilloso, leyenda piadosa y
(16) Es te es el nico qu e al pa re ce r no recogi en And alu ca , por la especif ica
cin que an tep one al mism o de ser una vers in v alen cian a. No obst an te , hay que
tene r en cue nta qu e se en cue ntra inclu ida en una o bra en la qu e no ex is te referencia
expl c i ta a que los cuentos recogidos sean andaluces .
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cuento humorstico, no fue conocida por la escritora andaluza, quien
probablemente la hubiera preferido a sta.
Aade adems, finalmente Thompson, cmo los tres deseos tontos, no
relacionados con la leyenda de los santos, se encuentran tambin prctica-
mente en toda Europa, s iendo, evidentemente, la versin de Fernn uno de
estos casos. (La presencia de los Santos viajando por la tierra s se da en
otro cuento recogido por Cecilia Bohl de Faber, como es el conocido
Juan Soldado ).
Con todo, el final del cuento de Fernn apunta a la moraleja, en la do-
ble configuracin frecuente en estos cuentos del ensear deleitando.
Juan Cigarrn podra asimismo em pare ntarse con el t ipo 1641 El
doctor sabelotodo , si bien pres enta particulares caractersticas, frente a
las ms usuales apuntadas por Thompson, ya en el mismo nombre del
personaje.
Es curioso este cuento, haciendo referencia a otro punto como el me-
ramente clasificatorio, pues si se encuadra dentro del apartado tercero de
Aa me Chanzas y ancdotas , s in emb argo Thompson lo si ta dentro del
cuento complejo. Esta relacin, no obstante, no es normal, y lo frecuente
es que a los cuentos que Aarne llama chanzas y ancdotas, corresponda una
estructura sencilla. (No hace referencia Thompson a los motivos que lo
configuran).
Considerando, en pocas l neas, algunos de los cuentos de animales re-
cogidos por Fe rnn , traeremos slo has ta aqu El lobo bob o y la zorra
astu ta y Benibaire , de los qu e hem os encon trado dos tipos en la l ista
de Aa rne, con los qu e po de r vincularlos fcilme nte. E l prim ero es el 15 El
robo de la mantequilla (miel) representando el papel de padrino , corres-
pond indose el segundo con el T. 130 Los animales en alojamiento noc-
turno .
El breve t razado que hace Thompson sobre el pr imero, se adeca total-
mente al cuento de Fernn, variando nicamente los personajes afirma
Thompson usualmente el oso y el zorro, aunque en la coleccin de los
Grimm el mismo cuento lo relatan en relacin con un gato y un ratn, o
un gallo y una gallina. En el cuento de Fernn como bien lo adivinamos
por el ttulo con el refuerzo adems de la adjetivacin referida a cada
uno
son el lobo y la zorra los protagonistas.
Un o de los cuentos ms interesantes recogidos por esta autora, es La
horm iguita , cuen to del qu e Espinosa recoge en su coleccin varias ver-
siones, todas ellas dentro del apartado que el mismo estudioso calific co-
mo Cu entos acum ulativos .
Thompson ha estudiado tambin los cuentos de frmulas. De los t ipos
apuntados por Espinosa del ndice de Aarne en relacin con este cuento, no
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encontramos ninguno, sin embargo, en la l ista transcrita por Thompson
(consecuencia lgica de la no reproduccin total de stos, en el l ibro que
manejamos).
Tampoco estn todos los motivos del ndice de Thompson, a los que se
refiere Espinosa, pudindose, no obstante, localizar algunos. As en B 280
Boda de anim ales (incluido en el ap arta do Animales con rasgos hum a
nos ) y el Z31.2.2. M uerte de la pe qu e a gallina . En e ste ltimo (motivo
que en realidad es un tipo como afirma Tho mp son al referirse a los cuen
tos que son sencillos) sera una gallina el animal muerto, llorado por va
rios objetos, animales y personas.
Pero el cuento recogido por Fernn presenta adems part iculares ca
ractersticas, sobre todo si se lo confronta con las versiones recogidas por
Espinosa, tres bajo el t tulo de La horm iguita y una cuar ta con la va
riante del personaje, La ma riposita .
Po rque si las tres versiones de La horm iguita tratara n de los suce
sivos prete ndien tes de sta, eliminand o sto La ma riposita y comen
zando prct icamente con la aceptaccin y boda del ratonci to compru
bese que aunque varan hormiguita-mariposa, no ocurre lo mismo con este
animal y siendo todo el cuento el duelo de diferentes personajes por la
muerte de ste, el cuento de Fernn reunir los dos momentos.
Al estudiar Espinosa estos cuentecillos, seala cmo la versin que
rene el descubrimiento del ochavo, con la procesin de pretendientes
distintos, la salida de la hormiguita (o cucaracha), la cada del ratoncito
al puchero y el duelo final, es el t ipo fundamentalmente hispnico, alu
diendo a cmo en muchas otras versiones se omite totalmente el duelo
tras la muerte del ratn.
Con lo cual, si recordam os algunas afirmaciones de la autora de La
Ga viota sobre las innum erables versiones qu e hab a reunido, teniendo qu e
someter las mismas a un proceso de seleccin, y especulamos sobre la po
sibilidad de dicha eleccin en el presente caso, la versin recogida por esta
autora, de La hormiguita , sera sin du da mu y acerta da (cu ento por lo
dems al que Fernn dedicara bastante atencin por ser el pr imero que
abre su segun da obra, y al que califica com o El ms conocido, generaliza
do y popular que saben todos los nios, desde el prncipe hasta el pordio
sero ) (17).
Un elemento asimismo caracterizador del cuento de Fernn frente a
las versiones recogidas por Espinosa, sera la denominacin que se hace
del ratn como un ratom prez , ano tand o al pie de pgina la autora : es
(17) Fe rn n Ca bal lero ,
Cuentos oraciones adivinas y refranes pop ulares in-
fantiles
en
Obras completas
B.A.E., n. 140, tom o V, M ad rid , 1961, p . 195.
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un bichito gris muy inofensivo, tmido, que no hace ruido y slo sabe
huir (18).
Si hem os trado hasta aqu esta especial onomstica con la qu e Fer nn
se refiere al ratoncito, ha sido por la relacin que se establece una vez
ms,
entre la narrativa popular de la escritora andaluza y la del padre
Coloma. Po rque incluido en Cue ntos para nios de ste, encon tramo s uno
al qu e titul Ratn Prez y qu e presen ta, sin em bargo, tam bin, caracte
res diferenciadores (la misma transcripcin separada del nombre como pri
mer dato distanciador).
Coloma, en lugar de tom ar la denom inacin ratom prez como propia
de una especie animal, recrea en su cuento una muy vieja tradicin an
hoy existente, en torno al ratn Prez que coloca debajo de la almohada
del nio al que se le ha cado el diente, algn regalo en su lugar. Y deci
mos recrea por que no creemos qu e el caso presente sea en rigor un cuen
to popular. S es una figura procedente de la veta popular la figura del
personaje que da ttulo al cuento y el escritor saba que era muy conoci
da por los nios pero no el relato mismo, en las particulares caractersti
cas en que se nos ofrece.
Porque si en un cuento como el maravilloso, poda establecerse con
tacto entre el reino humano y el reino animal, esto se produca siempre en
virtud de un aprendizaje, al que ya aludimos, o como una de las cualida
des que el donante daba al hroe. Ninguna de las dos cosas se da en el
presente cuento de Coloma, producindose una relacin directa sin ms.
No es, sin embargo ste, el nico elemento que nos hace pensar en la
no procedencia popular del cuento se podra argir as, la relacin di
recta reino humano-reino animal, en un cuento tan conocido y popular co
mo Ca peru cita Roja . El motivo del viaje del prncipe nio transfor
mado l mismo en ratn visitando a la muy curiosa familia del ratn
Prez, est sin duda muy lejos de presentar unos caracteres propios del
cuento tradicional, y pasando posteriormente a visitar a los nios pobres,
se ajusta demasiado bien a los propsitos moralizantes del autor, quien
adems en ningn momento alude, como en otros casos, a que el cuento
sea popular.
Asimismo pod ra revisarse la calificacin de cue nto po pu lar referida
a algunos de los incluidos por Fernn en su primera obra. El primero de
ellos, por ejemplo, Jugu ete dialogado lleva como especial subttulo (o
antettulo) Las tres reglas de la gram tica parda , m otivo ste mu y re
petido en la cuentstica popular, como encontramos en algunas alusiones
de otros escritores, e incluso como se desprende del mismo ttulo de un
(18) Ibd.
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cuento de Trueb a La gramtica pard a que corresponde adems al vie
jo cue nto folklrico T.922 en la lista de Aarne El pastor qu e sustituye al
abad contesta las preguntas del rey .
Este , con la disposicin dramtica a que Fernn lo somete, presenta
unos contenidos que no parecen responder bien a un cuento popular, sea
del tipo qu e fuere. Si consideramos ad em s qu e la autora em plea la pa
labra escribir para referirse al mismo, explicando sucintam ente qve este
juguete dialogado no es sino la explicacin de las tres reglas de la gram
tica parda, al parecer slo conocidas por los andaluces, la cuestin puede
quedar resuelta el conocimiento nico por parte de los andaluces, sobre
la gramtica parda, parece desmentirlo el caso anterior del cuento del
vascon gado Tru eb a, el cual, sin em bar go , no se refiere nu nc a a las tres
reglas concretas a las qu e alude F ernn .
Tam poco son cuentos populares Un a paz hecha sin preliminares, sin
conferencias y sin notas diplom ticas y Un quid pro quo .
El primero sobre todo, casi respondera mejor a la calificacin de
cuadro costumbrista, en esa descripcin de una tertulia del pueblo de
Chiclana, en la que se refiere alguna historia referida a las guerras na
polenicas, con la disputa entre los procedentes de diversos pueblos y la
explicacin por parte de la autora de los apodos de cada uno de stos (en
relacin a la explicacin de los orgenes de estos apodos apunta Fernn:
lo que no deja de ser curioso y de tener algn inters para los pocos que
en nuestro pas estudian y a quienes interesa la ndole y el giro de las in
venciones burlescas y tradicionales del pueb lo de cam po (19). En cone
xin con sto, podemos recordar las ideas de Chevalier que aludan a cmo
para los espaoles del Siglo de Oro la mencin de un pueblo traa auto
mticamente a la memoria, el apodo aphcado a sus habitantes, especales
cuentecillos stos sobre el origen de los mismos, a los que el autor sita
bajo la calificacin d e pu llas (20). Cu rioso reflejo de esto mismo lo en
contramos en la introduccin a Las ilusiones del Do ctor Fau stino de Va-
lera).
En relacin a Un quid pro qu o vemos apu nta do ya en un principio
No contamos un cuento: referimos un hecho en toda su sencilla verdad
(21) (referencia que enlaza directamente con el problema terminolgico
de la especie cuen to ).
Por ltimo tendram os qu e aludir aqu al apa rtad o Flores hum ildes ,
no considerando tampoco Tribulaciones de un rem ende ro como un cuen-
(19) Fe rn n Ca bal lero ,
Cuentos y poesas populares andaluzas
en Obras
completas
B.A.E., T. V., M ad rid , 1961. p. 79.
(20) Mxime CHEVALIER,
Folklore y literatura: el cuento oral en el Siglo de
Oro,
Ed. Grijalbo, Barcelona, 1978, p. 67.
(21) Fe rn n, op. cit ., p . 81.
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to propiamente popular, en todo caso habra sido muy elaborado por la
autora q ue se constituira ms qu e como cuen to , al mod o del resto
de los recogidos por Fernn, como especial ancdota (adoptamos este
nombre sin las connotaciones, claro est, de ancdota, tal como se refera
a la misma Valera).
De la segun da obra nicam ente El galleguito presentara un carc ter
distinto a los dems, destacndose principalmente su humorismo, pero de
tono realista afrente a un cuen to humo rstico como La suegra d el dia
blo ,
con la especial introduccin adems, de las tres coplas. Por su ca
rcter dialogado y su inesperado y agudo desenlace casi respondera a las
carac tersticas del chasca rrillo . (Au nque quiz la extensin y la intro duc
cin de las tres estrofas dificultase dicha calificacin).
En cuanto a los restantes cuentos de Coloma (dejaremos a un lado por
su me nor inters pa ra nuestro s objetivos Las dos m adr es y Las tres
perlas ) de dos de ellos puede argirse una clara vinculacin con dos cuen
tos folklricos.
Con todo, ambos se presentan distintos, si consideramos las especiales
fuentes de las que se vale el autor para su recogida.
Ya sealamos cmo antes de entra r propiam ente en la narracin de La
camisa del hombre feliz , Coloma aluda a la indecisin en relacin a la
posible procedencia del relato, por cuanto no saba si lo haba ledo, si se
lo contaron o incluso si lo so. Dejando aparte la posibilidad de artificio
literario lo cual no deja de ser impensable, con todo, es evidente que
la tercera posibilidad de cuento soado es completamente falsa, y como
tal debi de reconocerla Coloma, atendiendo adems a lo conocido de este
viejo cuento folklrico.
Aun con variaciones, en relacin al tipo de Aarne al que se refiere
Thom pson (T. 844 La camisa sortaria ), es indud able q ue el cuen to de
Coloma se presenta como una versin de ste.
No ocurre lo mismo con Historia de un cuen to nica narracin en la
que Coloma asegura la transcripcin fiel del relato odo (lo cual, veremos,
no es del todo cierto). Esta, con variantes propias, por supuesto, se puede
identificar con El cam pesino rico y el cam pesino po bre (T. 1535), cue nto
que Thom pson incluye ya en el apa rtad o de Cue ntos realistas y en con
creto en los de Enga os , subray ando la universalidad de estas narracio
nes basadas en algn engao ingenioso.
El final, sin embargo, del cuento de Coloma, con el castigo al estafa
dor y en general con el castigo a todos los que obran mal con la con
siguiente moraleja ltima difiere bastante de la versin normal de ste.
Chevalier, en la obra que venimos viendo, se refera al engao del apa-
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ren te suicidio o asesinato, den tro de lo qu e l l lamaba burlas (22) b ur
la que Cervantes incorpor al referir el fingido suicidio de Basilio, y
aluda a cmo en el S. XX este cuento segua viviendo en la tradicin
oral, muestras de lo cual eran los cuentos 172, 173 y 174 recogidos en la
coleccin de Espinosa. En todos ellos, sin embargo, siempre gana el astuto
pobre, frente al rico que normalmente muere ^hecho ste que s mantiene
Coloma.
(Con especiales variantes, as la relacin to-sobrino, encontramos tam
bin un cuento pa recido en el tomo XXX de la Revista de dialectologa y
tradiciones popu lares , cuade rnos primero y segundo , t i tulado El del gorro
colorao , cuyo final, tambin va referido al enriquecimiento del personaje
que lleva a cabo los engaos. Es curiosa la clasificacin de cuentos que
se hace aqu, referida a los recogidos en una parroquia asturiana de Val-
durgo, en cuanto se dice que los cuentos humorsticos constituyen el grupo
ms numeroso, frente a los cuentos de temas maravillosos o las fbulas).
Por ltimo nos encontramos con dos cuentos de Coloma difciles de
estudiar en virtud de los planteamientos que venimos haciendo sobre el
cuen to popular. Uno de ellos, sobre todo, Pelusa , se nos pres enta c om o
un extrao espcimen, al cual se refiere adems el autor, en los trminos
de historia y cue nto pero nun ca con el ady ace nte de popular .
Casi aseguraramos que se trata de un relato nacido de la pluma de
Coloma, directamente, pero constituido por diversos motivos tpicos del
cuento popular caso semejante al que vimos anteriormente, al hablar
de la figura perteneciente a la tradicin como el ratn Prez, siendo, sin
embargo, el cuento, fruto de la invencin del escritor.
En Pelusa Coloma traza un curioso ejemplo de cue nto maravilloso,
en cuanto existen unos donantes, en este caso divinos: Jess, Mara y
Jos, un auxi l iar mgico la mueca Amparo y una prueba desen
cantar a sus padres.
Coloma trae adem s hasta este cue nto el famoso Castil lo de Irs y no
Volvers , con la presencia no slo de la mueca, sino tambin d un pu
chero mgico, el gigante e incluso el motivo al que ya aludimos de los
miem bros caye ndo por la chimen ea siempre tras la pre gun ta Caigo o no
caigo? . Se da asimismo una curiosa y extraa con tam inatio entr e el
reino humano y animal al modo de la que se produca en relacin con
la familia del ratn Prez en cuanto nos presenta al ama de llaves, in
cluso con nom bre (doa Joaquina), como a una lechuza con gafas de oro,
vestida de sa rga ne gra y cofia con lazos de color de fuego . (L a fuerte
presencia del elemento religioso, en los especiales donantes de este cuento
(22) CHEV ALIER, op. cit., p. 111.
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hace, asimismo, que la especial frmula que util ice Pelusa cuando se en
cuentre en apuros sea "Jess, Jos y Mara sed mi amparo y sed mi gua").
As, vemos cmo el padre Coloma, sirvindose de elementos y motivos
pertenecientes a una materia narrativa tradicional, crea un cuento propio.
No es el mismo caso el de "Ajaj ", del cual se advierte ya en principio
le se trata de un cuento popular.
Si el motivo de la mueca mgica haba aparecido en su cuento ante
rior, en ste volver a repetirse, esta vez, sin embargo, tomando como
fuente un verdadero cuento popular (prueba suficiente de que Coloma co
noca el motivo de la mueca con propiedades extraordinarias como per
teneciente a la tradicin, y de que al parecer debi de gustarle bastante,
para repetirlo en los dos cuentos aunque existan grandes diferencias en
tre uno y otro, como estamos viendo, en relacin a su procedencia).
La importancia que este cuento tiene, con todo, para nosotros, no re
side slo en este nico factor de un mismo motivo, repetido en dos cuen
tos, sino que nos interesa adems, por haberlo tratado Juan Valera, no en
sus cuentos y chascarrillos andaluces, como cabra de esperar, sino en sus
propios cuentos ("propio" entendido aqu como de invencin personal, o
como normalmente se suelen llamar, "cuentos l i terarios").
Si como inmediatamente veremos Valera incluy entre sus cuentos dos
claramente populares, advirtiendo en uno de ellos esto "La buena fa
ma" no existe, sin embargo, ninguna referencia antepuesta o pospuesta
al cuento de "La muequita" que explique su procedencia popular, y no
de la invencin del autor, como el resto de narraciones en esta obra in
cluidos.
No obstante, es evidente que "La muequita" de Valera es un cuento
popular dejamos a un lado el aspecto de elaboracin li teraria y una
prueba de ello nos viene confirmada por la casi total identidad con el
cuento del padre Coloma que aqu estamos t ratando.
Po rqu e si en "Ajaj " h ay dos he rm an as. Pe lona (casi con la misma fo
ntica de la "Pelusa" anterior) y Panfilita (la hija de la madrastra que
lleva el mismo nombre que la Panfila de "La suegra del diablo" de Fernn
Caballero) frente a una sola hija en "La muequita", sin embargo, el tema
bsico de la mueca mgica que slo puede ser despegada del rey por su
duea, es idntico.
No hemos encontrado en el l ibro de Thompson ninguna alusin al ob
jeto mgico represen tado por un a m uec a lo cual no quiere decir qu e
est ausente en su lista de motivos, dado como vimos la transcripcin in
completa de la misma pero s en la obra de Propp "Las races histricas
del cuento".
Estudiando Propp los dos motivos esenciales de los que, segn l, pro-
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cede el cuento maravilloso, como son el rito de la iniciacin y las repre
sentaciones de ultratumba, alude en relacin con este ltimo, a la presen
cia de la mu eca , a la qu e sita adem s den tro del apa rtad o Los dones
encantados . La presencia de sta en los cuentos, segn Propp, responde
ra a una antigua costumbre en la que se vea en la mueca la represen
tacin del muerto (23).
Si esta indicacin d el estudioso ruso pod ra induc ir a ver si La m u-
e qu ita o Ajaj es un cu ento marav illoso existe un don m gico y
una prueba no nos detendremos, s in embargo, en este punto, desta
cando nicamente del mismo su carcter escatolgico, tan frecuente en los
cuentos recogidos por Espinosa, alguno incluso dentro del apartado del
cuento maravilloso. (Elementos, ciertamente, de sabor muy realista que
contrastan con la idea que normalmente se t iene sobre estos cuentos, y
que se adecan bien con alguna de las caractersticas que consideramos
ms significativas del cuento popular espaol).
El cuento popular en Campillo y Valera
Vistos ya, aun sin profundizar, los cuentos recogidos por Fernn y el
padre Coloma, desde la perspectiva propia del cuento popular, dirigiremos
ahora nuestra atencin a los dos autores restantes. Narciso Campillo y Juan
Valera.
Si en el prlogo a los cuentos de Campillo alude Vrela a la recolec
cin y redaccin de stos, no quedando en principio muy claro si las fuen
tes han sido orales o escritas, una posterior indicacin a los cuentos vulga
res recogido s de los labios del pu eb lo (24) relac iona ndo esto con la ac
ti tud de Campillo, parece indicar que la recogida de los mismos se ha
hecho a travs de fuentes orales. Con todo, y dada c ierta a mb ige dad ,
no del todo resuelta finalmente, no nos atreveramos a afirmar que Cam
pillo hay a recog ido todos sus chasca rril los de boca del pue blo.
No vamos a entrar aqu en algo que principalmente l lama la atencin
en los cuentos de este autor en una primera mirada, en cuanto a la enorme
disociacin existente entre la extensin propia, esperable del chascarrillo,
y la que nos encontramos en el desarrollo de los cuentos de Campillo. Esto
debe quedar fuera de nuestro presente ar t culo tal como qued indicado
al principio, aunque no podamos silenciar la importancia fundamental
de este factor, que afecta a la esencia y cuerpo mismo del primitivo relato
sobre el que se fundan sus cuentos.
(23) P R O P P , Las races histricas del cuento ed. cit. , pp. 290 y ss.
(24) Narciso CAM PILLO, Una docena de cuentos O fic ina d e la I lus t ra c in Espa
o la y Amer ican a , M adr id , 1878, P r logo de Ju an Va le ra , p . X I X.
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Como quiera que sea, el hecho es que tanto Campillo como Valera
ded ican su atenc in a la especie chasca rrillo , aun con tratam iento s y
resultados muy distintos.
De los aqu recogidos por estos autores, nos va a interesar, en primer
lugar, distinguir entre los qiie verdaderamente responden a este nombre
^recordemos cmo Va lera deca de los cuen tos de Cam pillo qu e la ma-
yora eran chascarrillos o suced idos (25), y los qu e no par ece n ade cua rse
bien a ste.
De los cuentos de Campillo, encontramos de esta forma, algunos que
no re nen las carac tersticas bsicas del chasc arrillo . U na excursin
veraniega qued ara, as, mejor definido como estam pa o cua dro costum-
brista ms que como propiamente chascarril lo, no presentando prctica-
me nte ningn pu nto de contacto con ste la ltima noche de diciemb re
de 1941 . El tono tigico final de El rigor de las desdic has tampo co
resp ond e al final sorpresivo y hum orstico del chascarrillo, y de El ber-
gan tn C arita pu ed e decirse qu e slo resp ond era a la calificacin de
chascarrillo, teniendo en cuenta la exclamacin final con que se cierra
el relato, de tono humorstico, en contraste con el extenso desarrollo tr-
gico.
Sin em bargo en este ltimo, la nota al principio Cu ento en qu e
nad a se inventa, pues pas como se cuen ta (26), y al final, repro ducie ndo
asimismo una nota de El Noticiero de C diz con los nomb res del patrn
y los marineros, apunta hacia la posibilidad de que fuera un acontecimien-
to real, conocido por el autor. (Con todo, el final humorstico en ese re-
unirse en una frase concisa puesta en boca de un personaje, deja en nos-
otros abierta la sospecha de una muy compleja y elaborada versin sobre
un primitivo cuentecillo).
Curiosos son dos cuen tos de Ca mp illo Un tipo singula r y Soar
despierto , por cuan to presen tan u na estruc tura semejante a alguno de
Valera como El padre Postas , cuentos que en realidad son anc dotas
enlazadas en torno a una misma figura.
En algn caso, incluso, coinciden Campillo y Valera, al ser una de las
ancdotas que Campillo refiere y atribuye al protagonista del primero de
los cuentos mencionados, don Juan de Clavijo, uno de los chascarrillos
recogidos por Va lera. Nos referimos al chasc arrillo Con versin de un he-
terodoxo que enco ntramos con similares caractersticas en el cuen to de
Narciso C am pillo. Y as, si en V alera los personajes son un c lrigo y un
lego este ltimo el que evita que el primero sea quemado, en Campillo
(25) Es ta deno min acin resul ta cur iosa en boca de es te autor , por cua nto l
mismo def in a e l cuento , como gnero, como narrac in de lo sucedido o de lo que
se supone suced ido . Juan
VALERA,
Cuentos y chascarrillos andaluces en Obras com-
pletas Torno I, Ed. A gui lar, M adr id, 1968, p. 1045.
(26) Ca m pillo , op. cit. , p . 89.
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sern el franciscano padre Peana y el propio don Juan de ClavijO. El motivo
eje ser, no obstante, el mismo. Un personaje eclesistico niega la divini
dad del Padre, Hijo y Espri tu Santo, afirmando la existencia de la unici
dad de Dios. El breve relato, consistir pues, en el modo de convencer
de su equivocacin a ste, para que no sea quemado por la Inquisicin.
Este objetivo lo conseguirn tanto el lego como don Juan de Clavijo. El
modo, sin embargo, de persuadir al clrigo o al franciscano es muy dis
t into,
siendo mucho ms agudo y humorstico el f inal del chascarri l lo de
Valera. Casi diramos que el esperado final sorprendente desaparece en
el cuento de Campillo.
Ce ntrado s en el estudio de la especie chascarri l lo' como un cu ente-
cil io muy breve, que atenda a unas caracterst icas determinadas, recor
damos la importancia que este t ipo de relatos tradicionales adquiri en
los siglos XVI y XVII espaoles. Ello nos llev a pensar en la posibilidad
de ver coincidencias entre algunos de los chascarrillos recogidos por estos
autores, y los recogidos en las colecciones de aquella poca.
A dos nicamente nos ceimos en la imposibil idad de un estudio
concreto de todo el material existente en torno a este tema pero a pesar
del reducido corpus escogido, encontramos significativas semejanzas.
y as de Por amor de Dios y por amor del dinero encon tramos un
chascarri llo en los Cuen tos que not don Juan d e Arguijo (27), qu e se
corresponde plenamente con el de Campillo (incluso con el subrayado e
incidencia en el motivo del por amor de Dios con qu e t i tula Cam pillo
su cuento).
D e otro lado y sirvindonos de una fuente indirecta como es Los
orgenes de la novela de M ennd ez Pelayo (28) ya que no hem os po
dido consultar l irectam ente el Sobremesa y alivio de camin antes de
Timoneda, hemos podido asimismo establecer una relacin entre el cuen
to La hu cha del ciego y uno de los cuentos del Sobrem esa de Jua n de
Timoneda 59 de la segunda par te; queda as , patente, tanto en un
caso como en otro, la larga tradicin que sobre los mismos existe.
Ocupndonos en lt imo lugar de los cuentos y chascarri l los de Va-
lera (29) intentaremos deslindar aquellos que responden a una especie y
a otra.
(27) Juan de A R G U I J O , Obras completas Ed. R om erma n , S an ta Cruz de Te
nerife, 1968, pp. 191-192.
(28) M. MENNDEZ PELAYO,
Orgenes de la novela. O bras completas
tomo II I ,
C.S.I .C, p. 71.
(29) Como se ha br podido com prob ar , nu es t ro rpid o recorr ido sobre los cuentos
de los o t ros autores no se ha de tenido en todos e l los . En e l caso de Valera tampoco
podemos buscar e l or igen y ent roncamiento de cada uno de los cuentos con un cuento
popu la r , dado s u g ran nmero .
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Resulta en ocasiones muy difcil dilucidar si estamos ante un cuento
o un chascarrillo, dado que si una de las caractersticas ms sobresalientes
de este ltimo era la brevedad, Valera somete a los mismos a tal proceso
de elaboracin que hace que stos adquieran en ocasiones unas propor
ciones totalmente contrarias a las usuales de un chascarrillo.
Un cuen to sin posibilidad d e duda s es, sin embargo , La reina mad re ,
atrevin don os a dar tam bin e ste calificativo a Por no pe rde r el respeto ,
a pesar de las caractersticas distintas que presenta frente al anterior, cuyo
asunto parece demasiado dilatado para un chascarrillo dilatado, claro
est, en s mismo y no en una posible elaboracin tal como podamos en
contra r en el mism o Qu ien no te conozca que te com pre ; su final
tampoco se corresponde con los finales caractersticos de este especial
cuentecillo tradicional.
El primero de ellos presenta el viejo motivo tradicional de la joven
buena y la mala, en este caso unidas por el parentesco de vecinas, y no
por el ms normal de hermanas, y en l se dan asimismo, unas curiosas
variantes del tambin conocido motivo del nacimiento maravilloso, que
vuelve a enlazar con lo escatolgico a que ya hicimos alusin anterior
mente.
En lo que se refiere a la gran cantidad de chascarrillos recogidos por
Valera, hemos localizado algn cuento en la obra de Thompson con el
qu e pod er entroncar La Virgen y el Nio Jess . El motivo de Thom pson
con el qu e hem os encon trado la relacin es el K. 1971 Ho m bre detrs
de estatua (rbol) pre tend e ser Dios que el autor trata en el apa rtad o
Imp osturas , d entro, claro est, del cue nto sencillo respon diendo el
cuentecillo de la solterona y el sacristn que se hace pasar por el Nio
Jess que Valera incorpora a su coleccin, al motivo concreto K. 1971.8.1
(T .
1476 de Aarne).
Asimismo hemos localizado dos chascarrillos de Juan Valera en la
Flore sta espaola de Melcho r de Santa Cruz. Estos son La col y la cal
dera y A quin debe darse crdito .
El segundo relacionado con el de Santa Cruz, se encuentra en la obra
de ste incluido en el captulo I De dichos graciosos de la sptima
parte (30). Comparando as los dos, observamos que mientras en el cuen
tecillo de Santa Cruz los dos vecinos se encuentran innombrados, en el
chascarrillo de Valera los dos personajes responden a los nombres de To
Pedro y su compadre Vicentico (Cuento este que estudia tambin Che-
valier y da como ejemplo de cuen to antigu o 4- cuen to folklrico sefard-
ta) (31).
(30) Melchor de Ea nta C ruz, Floresta espaola Col. Austral, 672, pp. 164-165.
(31) CHEV ALIER, op. cit., p. 23.
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El prim ero estara incluido en la Floresta en el captulo I De
dichos extravaga ntes de la dcim a par te (32); aqu tam bin apa recen
innombrados los personajes, en cuya boca se pone el cuentecillo. En el
chascarril lo de Valera, tampoco se les da un nombre propio, s concretn
dose, sin embargo, que se trata de un dilogo entre un muchacho gallego
y un gitano (la forma dialogada muy frecuente en este t ipo de cuenteci-
Uos).
En el l t imo apartado Mentiras y exageraciones con que cierra
Thom pson la pa rte qu e dedic a a los Chistes y an cdo tas de su cuento
sencillo, nos encontramos con que el estudioso americano trae un breve
cuento, basado en el motivo de la exageracin, sobre un enorme repollo
y una inmensa olla. A la pregunta del primer personaje al segundo sobre
qu har con la olla, respo nder ste M eter el repollo, por supue sto ;
este cuentecillo se configura por tanto, como prcticamente el mismo de
la berza y la caldera que aparece en la coleccin de Melchor de Santa
Cruz, y de la col y la caldera que recoge Valera.
Por ltimo haremos una rpida referencia a algunos de los chascarril los
recogidos por Juan Valera, unidos por el denominador comn de la figura
del portugus. La especial incidencia de este figura como motivo principal
de estos cuentos, vuelve a traer a nuestra memoria las ideas al respecto,
tanto de Chevalier como de Menndez Pelayo. Ambos coinciden as, al
hab lar de los m ltiples chascarrillos pullas concretas en M enn dez
P e la y o ^ que sobre los portugueses circulaban en la Espaa del XVI y XV II.
Chascarril los, por tanto, que recogidos de manera tan subrayada por
un escritor del XIX, demuestran que todava en este siglo continan per
viviendo en la tradicin espaola.
(32) SANTA C R U Z, op. cit., p. 121.