5 el cuento espanol en el siglo xix

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  • EL CUENTO ESPAOL EN EL SIGLO XIX

  • CONSEJO SUPERIOR DH {NVESTIGACIONBS CIENTFICAS PATRONATO MENNDEZ PELAYO- INSTITUTO MIGUEL DE CERVANTES*

    REVISTA DE FILOLOGA ESPAOLA ANEJO L

    EL CUENTO ESPAOL EN EL SIGLO XIX

    PREMIO MENNDEZ PELA YO 1948

    P O R

    MARIANO BAQUERO GOYANES

    M A D R I D 1 9 4 9

  • Talleres Grficos ISE.AN. Aguas, 13. - TeUfono "7-13-45. MADRID

  • J. HILA walte i\

  • Esta obra fu presentada como Tesis Doctoral en la Facultad de Filosofa y Tetras de la Universi-dad de Madrid, y obtuvo la califi-cacin de Sobresaliente, al ser le-da, el 27 de noviembre de 1948, an-te el Tribunal formado por D. Fran-cisco Maldonado de Guevara, D. Joaqun de Entrambasaguas y Pea, D. Santiago Montero Daz, D. Ra-fael de Balbn Tucas y D. Fernan-do Tzaro Carreter.

    Posteriormente, el Consejo Supe-rior de Investigaciones Cientficas otorg a este trabajo uno de los Premios Menndez Pelayo 1948, a propuesta del Tribunal formado por D. Manuel Gmez-Moreno, D. Juan Zarageta Bengoechea, D. fos Vives Gatell, D. Mariano Bas-sols de Climent y D. Antonio de Tuna Garca.

    Quiero expresar aqu mi ms profunda gratitud a ambos Tribu-nales, y muy especialmente a D, Ra-fael de Balbn Tucas, que dirigi la presente Tesis con todo inters y cario, y a D. Joaqun de Entram-basaguas, a quien debo valiosas ob-servaciones.

  • NDICE GENERAL Pgf.

    DEDICATORIA 7 NOTA PRELIMINAR 9 INTRODUCCIN 11

    CAPTULO I . E L TRMINO CUENTO 19 I. El cuento en las pi'eceptivas del siglo xix 21

    II. Cuentos en verso , 27 III. El trmino cuento en la literatura medieval 31 IV. El trmino cuento en el Renacimiento 38 V. El trmino cuento en el siglo xix: Pedro Antonio de

    Alarcn 48 VI. El trmino cuento en las lenguas literarias 51

    VII. El trmino cuento en el siglo xix.... 59

    CAPTULO I I .EL GNERO LITERARIO CUENTO 75 I. Cuento medieval, cuento renacentista y cuento moderno. 77

    II. Cuento y leyenda 88 III. Cuento y artculo de costumbres 95 IV. Cuento y poema en prosa 102 V. Cuento y novela corta 108

    VI. Novela y cuento 114 I. Parentesco entre ambos gneros 114

    II. Peculiaridades del gnero literario cuentn 119 III. El dilogo v las descripciones en el cuento v en

    novela 126 IV. Estilo v objetividad en el cuento 135 V. El cuento, gnero intermedio entre poesa y no-

    vela 140

    CAPTULO I I I .EL CUENTO EN EL SIGLO XIX 151 I. El Romanticismo v el cuento 153

    II. El cuento y el periodismo 158

    CAPTULO IV.REPERTORIO CRONOLGICO DE TEXTQS 173

  • ggg N D I C E ( E E B A L

    Mgl-CAPTULO V.CLASIFICACIN TEMTICA DE LOS CUENTOS DEL SIGLO XIX . . . 201

    Introduccin 203

    CAPTULO VI.CUENTOS LEGENDARIOS 209 I. Cuentistas romnticos 211

    II. Las Leyendas de Bcquer 219 III. Otros cuentistas ., 223

    CAPTULO VILCUENTOS FANTSTICOS 233 I. Popularidad de Hoffmann y Poe en Espaa, en el siglo xix. 235

    II. Cuentistas romnticos.Alarcn.Nez de Arce 239 III. Valera, Coloma, Prez Galds y otros cuentistas 249 IV. Emilia Pardo Bazn, Clarn y otros cuentistas finiseculares. 256

    CAPTULO VIII.CUENTOS HISTRICOS Y PATRITICOS 261 I. Cuentos histricos. ... 265

    II. Cuentos de la guerra de la Independencia 271 III. Cuentos de la guerra de frica 273 IV. Cuentos de la guerra carlista 275 V. Guerras de Ultramar 278

    VI. Cuentos sobre el servicio militar 283 VII. Cuentos de inquietud nacional .'.. 288

    CAPTULO IX.CUENTOS RELIGIOSOS 299 I. El problema religioso en el siglo xi-x 301

    II. Fernn, Trueba, Coloma y Alarcn 312 III. Emilia Pardo Bazn 320 IV. Leopoldo Alas (Clarn) 328 V. Otros cuentistas 311

    CAPTULO X.CUENTOS RURALES 347 I. El tema rural en las letras espaolas ... 349

    II. Ruralismo costumbrista e idealizador 353 III. Ruralismo naturalista ." 367

    CAPTULO XI.CUENTOS SOCIALES 391 I. El problema social en el siglo xix 393

    II. Caractersticas del cuento social 398 III. Cuentos sociales romnticos y prenaturalistas 401 IV. Cuentos sociales naturalistas v post-naturalistas 412

    CAPTULO XII.CUENTOS HUMORSTICOS Y SATRICOS 427 I. El humor en la literatura espaola 429

    II. Humorismo costumbrista. Humorismo afrancesado: Alarcn 433

    III. Miguel de los Santos Alvarez, Trueba, Pereda, Prez Galds y otros cuentistas 443

    IV. Cuentos estrambticos y fantsticos de Ros de Olano y Fernndez Bremn 450

    V. Narciso Campillo.Juan Valera 459 VI. La literatura humorstica asturiana 462

    VII. Otros cuentistas 479

  • N D I C E (i 15 N E B A L 690

    CAPTULO XIII.CUENTOS DE OBJETOS Y SERES PEQUEOS 489 I. Valoracin de lo pequeo 491

    II. Cuentos con objetos como protagonistas 495 III. Cuentos con objeto evocador 512 IV. Cuentos de objetos con valor simblico 518

    CAPTULO XIV.CUENTOS DE NIOS 523 I. Significado del cuento de nios 525

    II. Cuentos de nios 527 CAPTULO XV.CUENTOS DE ANIMALES 547

    I. Significado de los cuentos de animales 549 II. Cuentos de animales 552

    CAPTULO XVI.CUENTOS POPULARES 563 I. Valoracin del cuento popular en el siglo xix ... 565

    II. Ariza, Fernn Caballero y Trueba 572 III. Coloma y otros cuentistas 584

    CAPTULO XVII.CUENTOS DE AMOR , 589 I. Evolucin del tema amoroso en el siglo xix 591

    II. Cuentistas romnticos y de transicin 595 III. Naturalistas y post-naturalistas 603

    CAPTULO XVIII.CUENTOS PSICOLGICOS Y MORALES 621 I. Sus caractersticas y evolucin 623

    II. Cuentistas romnticos y de transicin 627 III. Naturalistas y post-naturalistas 633

    CAPTULO XIX.CUENTOS TRGICOS Y DRAMTICOS 651 I. Cuentistas romnticos y de transicin 653

    II. Naturalistas v post-naturalistas 663 NDICES ' 681

  • I N T R O D U C C I O N

  • En el presente trabajo intentamos estudiar un gnero literario a tra-vs de un siglo. Se trata, pues, de una investigacin de crtica literaria realizada sobre el material bibliogrfico proporcionado por una poca en la que el gnero estudiado tuvo intenso cultivo.

    Es fcil comprender que en un estudio del cuento como gnero lite-rario, haba que acudir no a las narraciones medievales y renacentistas, que slo tienen un valor de precursoras, sino a las de los grandes cuen-tistas espaoles: Clarn, Emilia Pardo tazn, Palacio Valds, etc. Sien-do el cuento el ms antiguo de los gneros literarios, es, no obstante, el ms moderno en su forma actual, y as lo advertan algunos precep-tistas decimonnicos observando lo mucho que tard en cobrar forma escrita, literaria.

    En nuestro estudio hemos procurado sealar las causas de esta para-doja, que tiene su origen en la convivencia y confusin de dos tan dis-tintos gneros como son el cuento popular bien mostrenco de todos los pases, transmitido de generacin en generacin y el literario, g-nero esencialmente decimonnico Dickens, Chejov, Maupassant, Al-ian Pe, etc., que apareci en el momento oportuno, cuando todos los restantes gneros literarios haban alcanzado madurez y perfeccin. El cuento es un gnero nuevo, nacido para una sensibilidad nueva tam-bin, refinada, slo dable en un siglo en las postrimeras de un si-glo febrilmente entregado a la literatura. La revolucin romntica revaloriz el cuento popular, el cual sufri un lento proceso de litera-turizacin, hasta slo conservar la forma de narracin breve, sirviendo

  • 14 M A J. I A N O B A Q l) E 1! O G O Y A N E S

    ya para toda clase de asuntos y no nicamente para los fantsticos y le-gendarios, como era corriente en los aos romnticos y aun inmediata-mente post-romnticos. (En el primer captulo de nuestro estudio po-dr apreciarse cuan grande era la prevencin de muchos narradores con-tra el trmino cuento, que slo crean apto para relatos descabellados y fabulosos, e inadecuado totalmente para los de carcter realista.)

    No insistiremos aqu sobre la filiacin decimonnica del cuento lite-rario espaol, ya que a ello dedicamos luego abundantes pginas, esti-mando, adems, que es sta opinin generalmente aceptada.

    Era, pues, obligado acudir al siglo xix para estudiar lo que el cuen-to es como gnero literario. El cultivado en nuestros das podra servir igualmente, pero aun as, nos ha parecido mejor acudir al momento mismo en que el cuento comenz a adquirir jerarqua literaria, asis-tiendo a su evolucin a Jo largo del siglo xix hasta su rotundo triunfo en los aos finiseculares; pasando a nuestro siglo como el gnero ms caracterstico y adecuado para la sensibilidad actual, hasta el punto de que si bien se habla de crisis o decadencia de la novela, nadie piensa en decir lo mismo del cuento, gnero delicado y flexible con el que an quedan muchas cosas por expresar.

    Nos ha parecido que haba llegado la hora de intentar estudiar lo que es un cuento y cules son sus caractersticas. Arrumbados o des-preciados los estudios de lo que antes se llamaba Preceptiva literaria, el cuento ha quedado convertido en el gnero del que todos hablamos, que todos leemos y que, sin embargo, carece an de exacta definicin o, a lo menos, de encuadramiento convincente entre los restantes g-neros literarios. Vase nuestro captulo dedicado a las preceptivas de-cimonnicas, y se observar cuan grandes eran los errores cometidos al encuadrar el cuento dentro de los gneros picos, o al considerarlo novela en miniatura o germen de sta.

    Un gnero que ha adquirido personalidad e independencia, que ha sido y sigue siendo cultivado por narradores de la mxima calidad, no puede continuar olvidado como cosa nfima, segregacin de la novela o esbozo de sta, sin importancia ni valor artstico. Muchas cosas se han dicho y escrito sobre el drama, la tragedia, la poesa lrica o pica, y, especialmente en nuestros das, sobre la novela, gnero el ms discu-tido, el que ms ensayos y estudios sugiere y provoca. Y junto a esto, el cuento permanece olvidado, como si su estudio no entraara una pro-blemtica literaria tan interesante o ms que la de esos restantes gene-

  • E L C U E S T O E S P A S O L E N E L S I G L O X I X 15

    ros, con alguno de los cuales podr guardar parentesco es el caso de la novela, con la que est relacionado ms cronolgica que tcnicamen-te, pero de los que se diferencia sin duda alguna.

    A nadie se le ocurrira repetir el grosero error de bulto que llev a muchos preceptistas a no prestar atencin al cuento literario por sus es-casas dimensiones, como si en ellas no cupiese tanta o ms belleza que en las de una novela extensa.

    Pero no es propsito nuestro exaltar aqu la importancia y belleza de un gnero literario, ya que en el transcurso de nuestro trabajo ten-dremos ocasin para ello. Pretendamos tan slo hacer ver la injusti-cia que supone la desatencin en que yace este gnero, en contraste con el cuidado e inters con que se estudian otros.

    A remediar tal desatencin va encaminado este trabajo sobre el cuento espaol del siglo xix, en cuya realizacin hemos tropezado con no pocas dificultades, entre ellas la casi absoluta virginidad del tema y la increble abundancia de narraciones editadas o publicadas en revis-tas en la pasada centuria; abundancia que nos ha obligado a hacer una seleccin de relatos expresivos, con los que ejemplificar e ilustrar nues-tro estudio.

    Es fcil comprender que no puede ser la nuestra una investigacin de las llamadas exhaustivas, y que lo que aqu ofrecemos no es un estu-dio completo y crtico de los cuentistas decimonnicos, sino el anlisis de un gnero literario a travs de esos narradores, es decir, de sus ms significativas narraciones.

    Esta labor selectiva se haca necesaria en el estudio de un tan com-plicado siglo como es el xix, ya que en el caso contrario dada la abun-dancia y variedad de cuentos podra haber ocurrido que los rboles no hubiesen dejado ver el bosque. Con slo pensar en las diferencias que en temas, mentalidad y estilo hay entre los narradores romnticos, naturalistas y modernistas, podemos darnos idea de la complejidad del siglo utilizado para nuestro estudio.

    Precisamente es esta variedad la que permite observar la muy cu-riosa evolucin del cuento, gnero resucitado por los romnticos re-creadores de un mundo medieval con leyendas, consejas y cuentos de vieja, y transformado por obra y gracia de los naturalistas mau-passantianos, sobre todo en algo nuevo, tan distante ya de las narra-ciones romnticas que nada parece deberles, cuando realmente es hijo

  • 16 M A E I A N O B A Q U E E O ( i O A S E S

    de ellas y de su cruce con otros gneros literarios, como el artculo de costumbres.

    De tan complicada evolucin intentan ofrecer un resumen nuestros captulos temticos, en los que la produccin narrativa breve del pasa-do siglo se encuentra distribuida segn unos cuantos temas definidores de las inquietudes tpicas y dominantes en la poca.

    Nuestro estudio podra considerarse dividido en dos partes que se complementan y justifican. La seguxida sera la comprendida por esos captulos temticos, en los que describimos la evolucin del cuento lite-rario en el siglo xix; gnero ste que hemos intentado analizar en los primeros captulos. Los ltimos, pues, son de carcter descriptivo y cr-tico, mientras que estos iniciales podran ser considerados como de teo-ra del cuento, siendo el primero de ellos un breve estudio de los pro-blemas terminolgicos que la palabra cuento y las con ella relaciona-das plantean. Estudio ste complicado v enojoso, por la variedad de soluciones y la dificultad de justificarlas. En l hemos perseguido el uso del trmino cuento y de los que con l conviven o lo sustituyen, desde la Edad Media al siglo xix.

    Creemos, no obstante, que es el captulo II el fundamental de nues-tro trabajo, por estudiar en l lo que es el gnero literario cuento; para lo cual hemos adoptado un procedimiento negativo, examinando los g-neros literarios que suelen confundirse con l leyenda, artculo de costumbres y poema en prosa, esencialmente y estudiando seguida-mente lo que es la novela corta, para acabar con un anlisis compara-tivo de la novela y del cuento; anlisis que nos ha proporcionado a travs del estudio del dilogo y las descripciones, entre otros elementos, en los dos gneros una serie de caractersticas capaces de permitir un intento de fijacin de lo que es el cuento como gnero literario, buscando su razn de ser en su papel de gnero eslabn entre la poesa y la novela.

    Antes de pasar a los captulos temticos hemos estudiado en otro, dedicado al cultivo del gnero en el siglo xix, las causas de su xito y popularidad, entre las que hay que destacar como fundamental el auge del periodismo literario, favorecedor e impulsador de todos los gneros narrativos breves.

    Un ndice bibliogrfico-cronolgico precede a los captulos temti-cos, algunos de los cuales, como el dedicado a los que hemos llamado cuentos de objetos y seres pequeos, resulta de excepcional inters, no

  • E L C C E N T O E S I' A S O L E S E l S I M O X I X 17

    slo por revelar un tpico aspecto de la mentalidad de la poca, sino por la peculiaridad tcnica, es decir, por tratarse de una clase de asun-tos especficos del cuento o que en l encuentran su ms adecuada ex-presin.

    En las notas de estos captulos temticos encontrar el lector deta-lladas referencias bibliogrficas de cuantas ediciones de cuentos, revis-tas y obras de crtica literaria, general o particular, hemos utilizado.

    Finalmente advertiremos que cuando la importancia del captulo lo requera, hemos antepuesto al estudio de los cuentos una introduc-cin que permitiera relacionar el tratamiento de una determinada clase ele narraciones religiosas, sociales, rurales, etc. con el cultivo de ese mismo tema en los restantes gneros literarios, especialmente en la novela, describiendo adems las fases de su evolucin a lo largo del siglo.

    La densa maraa bibliogrfica entre la que nos hemos movido, y las dificultades de un tan atrevido experimento como el de estudiar un gnero literario a travs de un siglo, podrn servirnos de disculpa en las deficiencias y omisiones observables en nuestro trabajo. Si no hemos renunciado a l, ha sido por creer que el cuento literario espaol era merecedor no de un estudio de carcter general, como es el presente, sino de una serie de ellos, en los que se abordasen todos los problemas de tcnica narrativa que el gnero entraa, y a travs de los cuales fu-semos conociendo, individualmente, a nuestros mejores cuentistas deci-monnicos y contemporneos.

    Si en la actualidad muchos escritores inmerecidamente postergados comienzan a atraer la atencin de crticos e investigadores, con mucha ms razn se comprender lo injusto del olvido, no de un autor, sino de todo un gnero literario.

    Los captulos que siguen significan tan slo una llamada de aten-cin hacia ese gnero, el ms caracterstico y rico en posibilidades de nuestros das.

    El Cuento Espaol en el siglo xix.1

  • CAPTULO EL T E R M I N O C U E N T O

  • CAPITULO I

    EL TERMINO CUENTO

    I. EL CUENTO EN LAS PRECEPTIVAS DEL SIGLO XIX

    Al tratar de definir el cuento tropezamos con la primera dificultad de que tras una misma palabra se esconden diferentes conceptos, y aun-que tratsemos de prescindir de todas las acepciones familiares y pe-yorativas que el trmino tiene, no podramos hacer lo mismo con los diferentes gneros literarios que reciben este nombre.

    Definir es delimitar, y de ah que en esta inicial investigacin nos sea preciso fijar los contornos de un gnero literario, deslindando te-rrenos semejantes o prximos y dando nombre a todos los posibles aco-tamientos que hayamos de hacer. Este sistema de encasillar gneros li-terarios, de establecer fronteras y distingos, podr parecer artificial, pero pronto hemos de ver cmo, en el caso presente, es completamente nece-sario. No se nos oculta, desde luego, la arbitrariedad de las clasificacio-nes apresadoras de la creacin literaria, a veces tan subjetiva que re-sulta absurdo y estril utilizar los viejos rtulos para gneros que se escapan a tan simplistas clasificaciones. Ortega y Gasset, en sus Medi-taciones del Quijote, observ y coment este problema de los gneros literarios, decisivo, por afectar directamente a la entraa misma de la creacin artstica *.

    1 La importancia que actualmente tiene el problema de los gneros litera-

    rios se revel en las discusiones que, sobre los mismos, tuvieron lugar en el III Con-greso Internacional de Historia Literaria, celebrado en 1939 en Lyn.

  • 22 M A E I A S O B A Q.U E E O B O Y A S E S

    Las preceptivas literarias, disecadoras de obras, resultan hoy inti-les y caducas. No obstante, hubo un tiempo en que tuvieron vigencia, ya que muchos escritores respetaban las normas en ellas preceptuadas, guardando bien las formas y los lmites, evitando confusiones e hibri-dismos, observando en todo momento la nitidez de los gneros litera-rios. Es decir, la creacin literaria se sujetaba a la clasificacin que los preceptistas haban hecho a posterior! sobre las obras fundamentales del espritu humano.

    Y sin embargo, en medio de tan aspticas y cientficas clasificacio-nes, el cuento -desdeado como gnero insignificante no encontr lugar adecuado, escurrindose de uno en otro casillero xbls. Mientras que unos preceptistas lo hacen depender de la novela como embrin o adehala de sta, otros lo estudian como manifestacin degenerada de la poesa pica. La concepcin del cuento como novela reducida es ms moderna, y nace como consecuencia de la floracin de cuentos de signo naturalista en los ltimos aos del siglo xix. Son los grandes maestros ae la novela los que componen cuentos, y de ah que los pre-ceptistas vean un directo enlace entre novela y cuento, aunque sin olvi-dar el origen potico del ltimo.

    El punto de partida es siempre la ficcin, elemento inevitable, im-prescindible en este gnero literario. Narciso Campillo en su Retrica, estudiaba las leyendas y cuentos dentro de la poesa pica. Tras ocuparse de los grandes poemas picos, de los poemas heroicos, de los burlescos y de los descriptivos, pasa a estudiar las leyendas que define como poemas narrativos cuyo asunto es histrico, tradicional o enteramente inventado por el autor. Sin embargo de este carcter narrativo, admite en sus frecuentes digresiones el lirismo ms elevado y entusiasta, y, a veces, ocupan breve parte los dilogos 2. Apunta luego que algunos autores dividen este gnero en leyendas y cuentos, aplicando el primer nombre a los poemas de asunto histrico o tradicional, y el segundo, a los totalmente ficticios. Otros los llaman leyendas, si estn versifica-

    1 bis Ya doa Emilia Pardo Bazn haba advertido este desdn de las pre-ceptivas: El cuento ser, si se quiere, un subgnero, del cual apenas tratan los crticos; pero no todos los grandes novelistas son capaces de formar con maes-tra un cuento. (La literatura francesa moderna. III. El naturalismo, pg. 153.)

    Y ella misma, pese a su devocin por las narraciones breves, crea que el cuento era un gnero menor (ob. cit., pg. 62).

    2 Retrica y potica o literatura preceptiva, por D. Narciso Campillo y Co-rrea. Tercera edicin. Madrid, 1881, pg. 317.

  • E L CU E X X O E S P A O L E N E L S I G L O X I X 2 3

    dos, y cuentos a los escritos en prosa; pero stas son distinciones pueri-les que a nada conducen. Lo importante es que sean buenos y apell-dense como quieran 3. Como ejemplos de leyendas cita El Montserrat-e y El estudiante de Salamanca, observando que al primero se le ha lla-mado poema pico y cuento al segundo. Sobresalen en este gnero, segn Campillo, el P. Arlas, el Duque de Rivas y Bcquer, cuyas leyendas cita. La distincin de cuento y leyenda por la prosa o el ver-so en que estn escritos, nos interesa v entraa un significado profundo que Campillo no vio *.

    Este mismo preceptista cuyos juicios pueden ser interesantes por ser su autor notable cuentista vuelve a hablar del cuento al tratar del origen histrico de la novela, que remite a la curiosidad de las pri-meras sociedades por lo desconocido, curiosidad satisfecha con los cuen-tos y tradiciones que se transmiten de padres a hijos.

    Posteriormente, bien fuese porque tales cuentos se hacan ms complicados y difciles de retener en la memoria, bien porque una civilizacin menos primitiva y ruda comprendiese el partido que de ellos poda sacar dndoles conveniente forma y perpetundolos mediante a escritura, o por ambas causas juntamente, la novela pasa de la palabra al libro, se fija con carcter propio y constituye un nuevo gnero literario '.

    He aqu, pues, el cuento definido como embrin de la novela, como gnero que al pasar de oral a escrito cambia de nombre y hasta de tcnica. Campillo no se fija, realmente, en las dimensiones aun cuan-do admite una mayor ampliacin en la peripecia para diferenciar cuento de novela, sino que cree que el simple hecho d'e escribir un relato oral basta para transformar cuento en novela.

    Una opinin semejante es la recogida en el artculo Cuento el Diccionario enciclopdico hispano-americano, publicado en Londres por W . M. Jackson; artculo que sirvi como prlogo a la edicin de los Cuentos completos, de D . Juan Valera, de 1907 .

    - Id., pg. 31S. 4 Vid. nuestro captulo acerca del cuento y de la leyenda.

    '' Ob. cit., pg. 223. 0 Diccionario Enciclopdico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias, Arte,

    etctera. Redactado por distinguidos profesores y publicistas de Espaa y Am-rica. \V. M. Jackson. Editor. Londres (s. a.). Tomo VI, pgs. 1.510-1.511. Juan Valera: Obras completas. Imprenta Alemana. Madrid, MCMVII. To-aio XIV, pgs. 5 v ss.

  • 24 M A E I A X O B A Q E I! O G O V A N E S

    Para formar en el da el verdadero concepto de lo que por cuento debe entenderse, importa proceder por exclusin. Cuento, en general, es la narracin de lo sucedido o de lo que se supone sucedido. De aqu que en las edades primi-tivas fuese cuento o pudiera llamarse cuento cuanto se contaba. Vocablos de di-versos idiomas dan testimonio de esta verdad. Hablar es lo mismo que fabular, o que contar fbulas o cuentos. Fahulare, en latn; \vj)n\tm, en griego; agen, en alemn; tcll, en ingls; por donde fbula liOo;, sagen o tell equivalen a. cuento.

    En un principio los hombres no escriben, sino que recuerdan o ima-ginan :

    Lo que entr como elemento en la epopeya dej de ser cuento, y sigui siendo cuento lo que no entr o lo que, arrancado o desglosado de la epopeya,. y tal vez desfigurado e incompleto, volvi a ser referido por el vulgo.

    Invntanse luego la escritura y la historia, ... y todo aquello que de los dichos y narraciones tradicionales se acept como verdad, segn la crtica de entonces, y se incluy en la Historia, dej de ser cuento y continu sin ser cuento* hasta que una crtica ms alta, ms sutil y aguda, o ms descontentadiza, lo ex-puls de la Historia por falso o por no bien probado y verificado, y volvi a ser cuento otra vez.

    Debe inferirse de aqu que el cuento vulgar primitivo es como el desecho de la historia religiosa, de la historia profana y de la poesa pica de las diversas naciones, y a veces es tambin el fundamento y el germen de la historia y de la epopeya.

    Y ms abajo explica cmo en un principio las narraciones cont-banse de viva voz y las primeras que se escribieron fueron didcticas: smbolos, alegoras, aplogos:

    Habiendo sido todo cuento al empezar las literaturas, y empezando el inge-nio por componer cuentos, bien puede afirmarse que el cuento fu el ltimo g-nero literario que vino a escribirse. Hubo libros religiosos, cdigos, poesas lri-cas, epopeyas, anales y crnicas, y hasta obras de filosofa y de ciencias experi-mentales, antes de que aparecieran libros de cuentos.))

    Nos interesa sobremanera esta apreciacin y los razonamientos que a ella siguen, no porque los creamos absolutamente ciertos, sino por-que, aunque con otra intencin, vienen a confirmar nuestra tesis de que el cuento escrito es el ms moderno de los gneros literarios, enten-diendo por cuento el nacido a la sombra del naturalismo, que es el que rene las caractersticas propias del gnero.

    Es curioso y paradjico observar cmo el ms antiguo de los g-neros literarios en cuanto a creacin oral, viene a ser el ms moderno* en cuanto a obra escrita y publicable. Pero es sta cuestin que, por desbordar la investigacin de tipo estrictamente terminolgico, reser-vamos para otro captulo.

  • E L C U E X T O E S P i S O I , K X E L S I G L O X I X 25

    Ahora queramos solamente confrontar dos opiniones semejantes acerca de cmo el cuento al escribirse se transforma en novela, epo-peya o aun historia.

    Tiempo es de volver al estudio de otras preceptivas decimonnicas, semejantes como vamos a ver a la de Campillo, en el encuadra-miento pico del cuento.

    As, Jos Col! v Veh, al tratar De otras carias composiciones pi-cas, dice:

    Los poemas a que se ha dado el nombre de cuentos, como el Don Juan, de Espronceda, se alejan ya mucho de la epopeya. La accin no es heroica; bscanse situaciones ms novelescas y dramticas, y el dilogo se sustituye con frecuencia a la forma narrativa, y tanto el estilo como la versificacin varan a cada paso, siguiendo el caprichoso vuelo de la imaginacin del poeta.

    (Este mismo nombre se ha aplicado a algunas noveiitas en prosa ms poti-cas de lo que generalmente acostumbra a ser la novela, como los tan conocidos cuentos de Hoffman, los cuentos rabes, etc. Tambin se han escrito cuentos joco-sos, as en verso como en prosa; pero los autores que en este gnero ms se han distinguido pecan de inmorales y licenciosos.)

    Algunos de nuestros poetas han denominado leyendas a ciertas narraciones apoyadas generalmente en la historia y en la tradicin, en las cuales divaga agra-dablemente la fantasa, ya detenindose en minuciosas descripciones, ya en inci-dentes fantsticos o populares, va en digresiones de un carcter enteramente lri-co. Han desplegado en este gnero de composiciones dotes muy sobresalientes el Duque de Rivas y don Jos Zorrilla)) ".

    Nos interesa especialmente la intuicin de Coll al decir que Jos cuentos son noveiitas en prosa ms poticas de lo que generalmente acostumbra a ser la.novela, ya que al estudiar la esencia misma del cuento, trataremos de probar su papel de gnero eslabn entre la poesa y la novela.

    En un programa de Retrica y potica, de Julin Apriz, y en la leccin LII, encontramos.

    Poemas picos menores.Canto pico.Cuentos.Leyendas 8.

    Y don Saturnino Milego e Inglada, al estudiar en su Literatura' Preceptiva los poemas picos menores, dice:

    Son degeneraciones o variedades en extensin e intensin de los poemas; composiciones cortas, abreviaciones o resmenes desprendidos de los mismos; epi-

    7 Elementos de literatura, por Jos Coll y Veh. Sptima edicin. Barcelo-

    na, 1885, pg. 327. 8 Introduccin al estudio de la asignatura de Retrica y Potica (principios

    elementales de Literatura) y programa de la misma, por el doctor en Filosofa y Letras D. Julin Anraiz. Vitoria, 1886, pg. 23.

  • 26 31 A B I A NO B A Q U E S O G O I ' A X E S

    sodios o incidentes de una composicin ms vasta: formas orgnicas y complejas del gnero pico, cuando ni los hechos ni los personajes han adquirido an, por el transcurso del tiempo, las calidades y condiciones indispensables para servir de asunto a los poemas.

    Estas variedades o degeneraciones de la poesa pica son, en general, ms pro-pias de las edades eruditas y reflexivas que de la edad espontnea.

    Pertenecen a este grupo de composiciones el Epinicio, la Narrado' pica, la Leyenda y el Cuento fl.

    Y ms abajo: La leyenda es una narracin o relato poco de un hecho conservado por

    la tradicin. No exige la grandiosidad ni la transcendencia propias del poema pico, bastndoles una tradicin local, de familia, o un hecho singular de cual-quiera de los grandes personajes de la historia pasada. La sencillez es una de las condiciones de la narracin legendaria, que ha de ser, por lo general, viva, ca-minando directamente al desenlace, porque sera contrario a su naturaleza la marcha solemne y reposada de los poemas.

    Como ejemplo de esta clase de producciones indicaremos la titulada A buen juez, mejor testigo, de Zorrilla.

    El cuento, como variedad de la poesa pica, es una composicin de peque-as dimensiones que desenvuelve una accin ficticia con el objeto de presentar poticamente una ley moral, un principio filosfico o tambin describir los usos y costumbres sociales. Admite gran variedad de asuntos, cambiando el estilo y 1 metro, segn las situaciones, y sustituyndose la forma dialogada a la narra-tiva ]0.

    Como ejemplos cita El moro expsito, del Duque de Rivas, y El estudiante de Salamanca, de Espronceda.

    Al estudiar la novela, dice este preceptista:

    El cuento, la conseja y la leyenda en prosa son formas fragmentarias del g-nero novelesco J1.

    Segn puede verse, las preceptivas del pasado siglo coinciden mo-ntonamente en considerar el cuento como poema pico menor, o como fragmento y germen, a la vez de la novela. En nuestra opinin, el error fundamental est en presentarlo siempre como gnero subor-dinado, sin independencia. Pues el cuento, si bien tiene relacin con la poesa y la novela, representa, en su forma actual, un gnero nuevo, completamente independiente. No es un producto hbrido ni un g-nero menor. Es, sencillamente, la expresin literaria de una poca, como

    9 Tratado de Literatura Preceptiva, por D. Saturnino Milego e Inglada.

    Toledo, 1887, pg. 264. w Id., pg. 265. ] i Id., pg. 348.

  • E L C U i: X I O E S P A S O L E S E L S I G L O X I X 27

    la tragedia, la epopeya, o aun la novela, lo han sido de otras. Es cues-tin sta que ms adelante estudiamos, limitndonos ahora a obser-var la imprecisin terminolgica en torno a la idea cuento.

    II. CUENTOS EN VERSO

    Del examen de las preceptivas se deduce que en el siglo pasado nu-merosas composiciones poticas reciban el nombre de cuentos. Parecer intil, desde una perspectiva moderna, demostrar que el autntico cuen-to es el expresado en prosa, y que los que utilizaron tal denominacin para sus composiciones poticas, lo hicieron siguiendo una rutina que encontr sus normas en las preceptivas, y que pudiera explicarse como consecuencia de la perdurabilidad de un tipo de cuento: el fantstico-tr adicional.

    El cuento versificado tiene un claro signo romntico. Se recrea con nostalgia y amor una edad de romancero, cuya escenografa y t-picos van a satisfacer las ansias de evadirse de un mundo prosaico. El Duque de Rivas, Espronceda y Zorrilla cultivan la leyenda y el cuento en verso. Los nombres de estos tres escritores y sus ms conocidas obras sirven de ejemplos a los preceptistas para explicar en qu consisten la leyenda y el cuento. Es por eso por lo que el muy culto y preciso don Juan Valera llama cuento a El estudiante de Salamanca r2, v por con-traste acepta la calificacin de poemas que D . Cndido Nocedal dio a las novelitas de costumbres de Fernn Caballero 13.

    Estas, para nuestro gusto, imprecisiones no deben achacarse a lige-reza ni mucho menos a ignorancia, sino que responden a la mentalidad de la poca, lastrada de prejuicios romnticos como este de llamar le-yenda o cuento a toda narracin de tipo fantstico, cualquiera que sea su expresin literaria.

    ... y que los entes sobrehumanos dice Valera, de cuya existencia sabe-mos por revelacin, pueden, a pesar de los peligros mencionados, aparecer en un poema, en una leyenda o en un cuento, ya sea en verso, ya en prosa, con tal que el autor nos lo presente de un modo digno y con el conveniente decoro 1J.

    ] 2 Estudios crticos sobre la literatura, poltica y costumbres de nuestros

    das. Madrid, 1864. Tomo I, pg. 141. ]!!

    Id., pg. 221. 11

    Id., pg. 2J2.

  • 28 M A R I A N O B A Q U EK O G O Y A N E S

    Pero no son el Duque de Rivas, Espronceda y Zorrilla los nicos que componen leyendas y cuentos en verso. Gregorio Romero Larra-aga, Antonio Hurtado y Valhondo, Jos Joaqun de Mora, entre otros, son autores de leyendas y cuentos versificados. El primero Romero Larraaga es autor de un cuento fantstico en verso, titulado El Sayn, que apareci en 1836. En 1842, el Semanario Pintoresco Es-paol public en el nmero 32 una composicin potica de Gui-llermo Fernndez Santiago, titulada El cometa. Cuento histrico. Jos Heriberto Garca de Quevedoiy Zorrilla firman, en 1851, Un cuento de amores, en verso. En 1887, Jos Snchez Arjona, imitador de Zorrilla, publica sus Cantos y cuentos, en verso tambin. Y Narciso S. Serra, en el mismo ao, da a conocer sus versificadas Leyendas, cuentos y Poe-sas.

    Manuel del Palacio compone en verso Veladas de Otoo. Leyendas y poemas (1851), Blanca. Historia inverosmil (1889), El nio de nieve. Cuento rabe (1899), El sarcfago. Cuento oriental (1894), etctera. Y aun en poca ms moderna siguen editndose libros de poe-sas con el ttulo de cuentos. As, Juan Alcover y Maspons publica en 1901 sus Meteoros. Poemas, aplogos y cuentos. Y en el mismo ao, Cayetano de Alvear compone un poema titulado Un cuento de flores.

    Ms significativo an es observar cmo en una antologa de don Francisco Rodrguez Zapata, publicada en 1878, figuran como cuen-tos composiciones en verso, una, satrica, de Baltasar del Alczar, y otra, de Quevedo, titulada La boda de los negros 13.

    Si a esto aadimos el hecho de que las Tentativas literarias, de Mi-guel de los Santos Alvarez, publicadas en 1864, llevaban el subttulo de Cuentos en prosa, comprenderemos la imprecisin observada en las. preceptivas al hablar de las leyendas y cuentos en verso y prosa.

    Posiblemente el origen de esta imprecisin est, como hemos apun-tado, en un resabio romntico que lleva a identificar ficcin con le-yenda, cuento y aun novela, sin detenerse a distinguir si estos gneros estn escritos en prosa o verso.

    Que la novela y lo novelesco sonaban tambin a fantasa nos lo prueba algn curioso ejemplo de novela en verso. En 1886 se publi-

    15 Coleccin selecta de trozos en prosa y de composiciones poticas' en cas-tellano, por D. Francisco Rodrguez Zapata. Segunda edicin. Segunda parte. Sevilla, 1878, pgs. 281 y ss.

  • E L C U E N T O E S P A S O L E N E L S I G L O X I X 29

    c en Madrid, y con un prlogo de D. Juan Eugenio Hartzenbusch, El caudillo de los Ciento, novela en verso de Antonio Arnao. Y ya en 1884, Gregorio Romero Larraaga haba publicado Amar co-n poca fortuna, novela fantstica en verso.

    Precisamente, partiendo de que lo novelesco equivale a lo que no sucede comnmente, Valera llamaba novelista a lord Byron 10, aun-que por contraste, y en compensacin, llamara cuento a lvanhoe S1 y aun a Los Miserables 18.

    Todo parece explicarse si tenemos en cuenta que leyenda, novela y cuento convergen en un concepto nico: ficcin, fantasa 19.

    Precisamente, apoyndose en este concepto y defendiendo la ca-pacidad creadora de los espaoles, D. Cndido Nocedal, en su dis-curso de ingreso en la Real Academia Espaola, lleg casi a tener por novelista al Duque de Rivas, pero no por sus leyendas, lo que sera ms disculpable, sino y esto nos llena de asombro por su Don Alvaro 20. Considerar la leyenda y el teatro como los verdaderos dominios de la novela es juicio que excede ya de toda posible discul-pa, y que slo podra perdonarse teniendo en cuenta la obcecacin que el acadmico sufra, deslumbrado por lo que de fantstico y original creacional haba en las obras del Duque de Rivas.

    Con el naturalismo van aclarndose tales confusiones, aunque no del todo, dndose adems el caso contrario al que venimos obser-vando, es decir, el de poemas equivalentes a cuentos, aunque no lle-ven tal denominacin al frente.

    16 Estudios crticos... I, pg. 233.

    i" Id., pg. 239. Id. Tomo II, pgs. 205-206. 111

    Es curiosa, a este respecto, la siguiente nota de Clarn: Hoy los grandes poemas antiguos, para la mayora de los lectores que no pueden leerlos en el ori-ginal y los leen en traducciones en prosa, que son las ms tolerables, vienen a ser ms bien novelas, leyendas, cuentos, que otra cosa. Ejemplo: la Odisea. (Un discurso de Nez de Arce. Folletos literarios. IV. Madrid, 1888, pg. 90.)

    20 Que no es Espaa madre de novelistas eminentes! Pues cundo se re-

    monta a mayor altura nuestro duque de Rivas, que ahora mismo entre nosotros vive y entre vosotros se sienta, sino cuando vuela su poderosa y galana fantasa por los verdaderos dominios de la novela y escribe sus histricos romances, sus interesantes leyendas, su Azucena milagrosa, su Moro expsito o su incompara-ble Don Alvaro? Parece que con la fuerza del sino conduce a los espaoles a com-poner novelas, no obstante que huyan de semejante denominacin. (Discursos ledos en las recepciones pblicas que ha celebrado desde 1847 la Real Academia Espaola. Tomo II. Imprenta Nacional. Madrid, 1860, pgs. 394-395.)

  • 30 31 A H l i l ' O B A Q U Ii 110 B O Y A S E S

    Ya Clarn hablaba de una escuela potica naturalista, acaudillada por Nez de Arce, cuya novedad consista en el predominio de la descripcin correcta, exacta, tomada de la observacin de la natura-leza, siguiendo el orden de sta, no somet ;i:oola a los intereses del lirismo; no la descripcin segn el nimo, sino la descripcin de las cosas segn su gnero 21.

    Y la Pardo Bazn llega an ms lejos, y no contentndose con hablar de un naturalismo lrico, titula un artculo suyo La novela en la lrica 22, donde dice:

    Desde hace aos se advierte que nuestros mejores poetas lricos sustituyen a la leyenda, ms o menos zorrillesca, que podemos llamar novela histrica en ver-so, con el episodio contemporneo, asimilable a la novela actual. El tren exfreso, de Campoamor, qu es, bien mirado, sino un delicioso cuento? Que se encar-gue otro maestro prosista de quitarle la rima, y esencialmente no perder mu-cho. Lo mismo puede decirse de Bichas sin nombre, de La lira rota y de otros pequeos poemas...

    Comenta luego la Pardo Bazn cmo Nez de Arce se resisti a versificar asuntos novelas modernos: etapa de Raimundo Lu-lio, La visin de Fray Martn, etc.; pero al fin se rindi: El idilio, Ada-ruja, La pesca. Lo mismo le sucedi a su imitador Emilio Ferrari.

    La observacin de la escritora gallega es interesantsima, ya que parece, casi, continuacin del punto de vista de las preceptivas que he-mos estudiado. Pues, en definitiva, lo que cambia es la poca noveia-ble, mientras la fcrrna sigue siendo la de un poema pico menor. Si la novela naturalista sucede al gran poema pico recurdese que Zola, Balzac y Galds, en Espaa, representan la pica segn el sentir de sus contemporneos 2S, estos pequeos poemas campoamorinos o las composiciones naturalistas de Nez de Arce reemplazan al cuento potico a lo Zorrilla o Duque de Rivas.

    La despoetizacin implcita en el naturalismo ha despojado al talen-to de su carcter fantstico, pero no de su sentido potico. La abun-dancia de cuentos en prosa explica por contagio el que algunos poetas de espritu prosaico, sa es la verdad intenten, consciente

    21 Sermn perdido, pg. 19.

    22 Nuevo Teatro Crtico, n. 8. Agosto, 1891, pg. 75.

    28 Deca Clarn en su estudio sobre Galds: Se ha dicho, en general con

    razn, que la novela es la pica del siglo, y entre las clases varias de novela, nin-guna tan pica, tan impersonal como sta, narrativa y de costumbres, que Gal-ds cultiva... (Galds. Ed. Renacimiento. Madrid, 1912, pg. 15.)

  • E L C E X I' O B S P A S O L E N E L S I G L O X I X 3 J

    o inconscientemente, un gnero mixto cuento por el asunto, poema por la forma tal como los romnticos lo haban empleado y ajus-tndose al esquema de las viejas preceptivas.

    Involuntariamente hemos llegado a plantear una serie de proble-mas que pertenecen al cuento como gnero literario. En este captulo nos hemos propuesto solamente la investigacin terminolgica, y si hemos derivado a la relacin entre cuento y poema, lo hicimos impul-sados por el deseo de comprobar cmo la imprecisin existente en las preceptivas tiene su exacta correspondencia en la literatura de la po-ca. Ms adelante han de plantersenos nuevamente los problemas aqu sugeridos, tratando entonces de buscar una solucin que ilumine y justifique las inexactitudes de una poca y nos lleve a apresar la esen-cia misma del cuento.

    III. EL TERMINO CUENTO EN LA LITERATURA MEDIEVAL

    Reanudando la investigacin terminolgica, trataremos de ofrecer un resumen del significado de la palabra cuento en la literatura me-dieval. No es sta una investigacin de tipo semntico, sino, sencilla-mente, una rpida visin del uso de una palabra en una poca, como introduccin al estudio de un gnero literario.

    Cuento, etimolgicamente, es un postverbal de contar, forma sta procedente de computare, cuyo genuino significado es contar en el sentido numrico. Del enumerar objetos psase, por traslacin meta-frica, al resear y describir acontecimientos.

    En nuestra lengua se emple antes contar que cuento, voz cuya completa aceptacin para designar un gnero literario creacional es. relativamente moderna. Nos interesa grandemente el paso de contar (numricamente) a contar (relatar), por cuanto en esta segunda acep-cin an no se ha deslizado ningn matiz de irrealidad. La transfor-macin semntica de contar: relatar sucesos reales, en contar: relatar sucesos fingidos, es posiblemente imperceptible. Si encontrsemos el texto o el momento preciso en que ocurri tan importantsima trans-forrnaan, encontraramos, al mismo tiempo, el primer puro momen-to de la creacin, de la invencin humana.

    En el Cantar de Mo Cid, contar emplase siempre en el sentido ce numerar: sean contados, escriviendo e contando, que no son con-

  • 32 11 A li I A N O B A Q C E B O I r H X l i S

    tados, que no serien contados, qui los podrie contar, etc. Pero tambin aparece, alguna vez, empleado contar con el sentido de referir, narrar: cuentan gelo delant -i. La voz cuento no aparece en ningn verso, y solamente cuenta en el sentido de accin y efecto de contar.

    Los ms antiguos libros castellanos de narraciones hablan de fbu-las, fabliellas, enxiemplos, aplogos, proverbios, castigos, etc., pero no de cuentos.

    As, en Calila e Dimna: Et posiern ejemplos e semejanzas en la arte que alcanzaron. ... et posicin e compararon los mas destos ejemplos a las bestias salvajes

    e a las aves -"'.

    El mecanismo que engrana los cuentos v el procedimiento intro-ductor son siempre los mismos:

    E sera atal como el home... Et esto semeja a lo que dicen que era un home muy pobre...

    Emplase el verbo decir y no contar: Dijo Calila... Dijo Dimna... Dicen que un piojo... La versin latina del Calila, de Juan de Capua, se titulaba Direc-

    torium vitae humanae, alias Parbola antiquorum sapientum. En una de las traducciones castellanas aparece la voz fbulas: Libro llamado Exemplario en el cual se contiene muy buena doc-

    trina y graves sentencias debaxo de graciosas fbulas. Sevilla, 1534. Avisos y exemplos titlanse las narraciones del Libro de los siete

    sabios de Roma. Burgos, 1534. La ausencia del trmino cuento no significa la del verbo contar,

    empleado en el sentido de relatar, en algunas colecciones de aplogos medievales. As, en el Sendebar:

    ... e mand traer el papagayo, e preguntle todo lo que viera, e el papa-gayo contgelo todo lo que viera faser a la muger con su amigo... 20.

    Don Juan Manuel emplea la voz fabliella para el Libro del Caba-llero y del Escudero, y ejiemplo para las narraciones de El Conde Lu-

    24 Vid. estas voces en la ed. de Ramn Menndez Pidal. Tercera parte. Vo-

    cabulario. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1945, pgs. 592-593. 25 Calila e Dimna. Ed. de A. G. Solalinde. Ed. Calleja. Madrid, MCMXVII,

    pg. 13. 26 Versiones castellanas del Sendebar. Ed . y prlogo de A. Gonz lez Pa-

    lencia. Consejo Superior de Investigaciones Cientficas. Madr id , 1946, pg . 19.

  • E L CU E N T O E S P A S O L E N E L S I G L O X I X . 33

    ccanor. El mecanismo narrativo es semejante al del Calila, y siempre el mismo:

    ... placerme ha que supirades lo que contesci... E el conde le rog quel dijese como fuera aquello. Seor conde Lucanor dijo Patronio-, el len...

    En el ejemplo XXVII emplea el verbo contar: Seor conde Lucanor dijo Patronio, porque estos ejiemplos son dos et

    non vos podria entrambos decir en uno contarvos he primero lo que contesci al Emperador Fadrique, et despus contarvos he lo que contesci a don Alvar-haez 21. Mas a don Alvarhaez contesci al contrario destos et porque lo se-pades todo como fu, contarvos he como acaeci... 28.

    Y en el ejemplo XXXII : Et el rey contol las maravillas et extraezas que viera... 29.

    Del ejemplo XLVII I : ... et contol aquella desventura quel haba contescido... Et desque fu

    ^on su padre, contol todo lo quel contesciera. Et desque el mancebo esto cont a su padre... Et desque lleg a casa del amigo de su padre et le cont todo 80.

    Y en la Quinta parte del libro: Et porque en este libro non est escripto este ejiemplo, contarvos lo he

    aqu 31.

    El Arcipreste de Hita, en el Libro del Buen Amor, emplea Jas expresiones proverbio, fabla, estoria, etc., pero no cuento.

    Esta fabla compuesta de Ysopete sacada 32. Enxiemplo de cuando la tierra bramava S3. Desto ay muchas fablas e estoria paladina u.

    Al narrar la Pasin de Nuestro Seor, dice: Cuentan las profecias... 33.

    27 El conde Lucanor. Ed. de F. J. Snchez Cantn. Ed. Calleja. Madrid,

    1920, pg. 145. 28

    Id., pg. 148. 29

    Id., pg. 174. 30

    Id., pg. 317. 31

    Id., pg. 318. 32

    Libro de buen amor. Ed. de lulio Cejador en La Lectura. Espasa-Calpe. Cuarta edicin, pg. 45 del tomo I.

    33 Id., pg. 46.

    34 Id, pg. 111.

    85 Id. Tomo II, pg. 73.

    El Cuento Espaol en el siglo xrx.3

  • 34 MA E I A N O BA Q C E B B O T A S E S

    Y describiendo la tienda de Don Amor: La obra de la tienda vos quera contar. En suma vos cuento por vos non;

    detener 31i.

    Clemente Snchez de Vercial titula su obra Libro de Exemplos por A. B. C.

    En resumen: en la literatura medieval no aparece explcitamente la voz cuento, aplicada a una narracin breve, aun cuando se emplee el verbo contar en el sentido de relatar. La nica importantsima ex-cepcin es la del Libro de los Cuantos, mal llamado Libro de los Ga-tos 3! bfa.

    Sin embargo, la casi total ausencia, o a lo menos el escaso uso del trmino cuento designando un concreto gnero literario, nada tiene que ver con la existencia real y el cultivo de tal gnero. Para referir-nos con nuestro lenguaje actual a esas narraciones medievales, emplea-mos preferentemente la voz cuentos, ya que las otras utilizadas por los narradores de aquella poca han tomado sentidos ms limitados..

    Cuentos llamamos a los tan breves del Calda o a los ms extensos-y artsticos del Libro de Patronio. No obstante, an manejamos las-viejas voces fbtda, aplogo, ejemplo, etc., ya que todas ellas se em-plearon casi indistintamente para designar un mismo gnero.

    Menndez Pelayo, en los Orgenes de la novela, estudiando el Calila e Dimna, dice: Copiar dos aplogos de los ms breves, y luego, y ya transcrita esta fbula. Ms adelante: He aqu el ms remoto original de Doa Truhana de El Conde Lu-canor v de la. Pnete, de Lafontaine, sin que sea fcil decir, a punto fijo, cundo se efectu la transformacin y cambio de sexo del religioso o brac-mn del cuento primitivo...

    En tres pginas 3?, tres denominaciones distintas aplogo, f-bula y cuento para una misma obra. Lo cual, si bien prueba la ri-queza del lxico, prueba asimismo cierta imprecisin. Ocurrira lo-mismo con la novela? La contestacin negativa viene a probar que tal abundancia de formas no slo puede explicarse por riqueza de vo-cabulario, sino por imprecisin conceptual.

    m Id., pgs. 156 y 157.

    36 bis vid. L. G. Zclson: The title Libro de los Gatos (Romanic Review,. 1930).

    87 M. Menndez y Pelayo. Orgenes de la novela. Ed. Nacional. Tomo L

    Las citas corresponden, respectivamente, a las pginas 39, 40 y 41.

  • E L C O E N T O E S P A S O L E X E L S I G L O X I X 35

    En una literatura naciente cabe la utilizacin de diversas pala-bras para un mismo gnero, ya que los hombres an no han apren-dido a matizar, y al encontrarse con un vocabulario relativamente abundante, caen a veces en el peligro del despilfarro (caso del Arci-preste de Hita). Con todo, no se crea que los escritores medievales fue-ron demasiado torpes, ya que un anlisis ms delicado de la cuestin, quiz nos llevara a comprender que las diferentes voces que se aplica-ban a un mismo gnero tenan en su abono razones etimolgicas, esti-lsticas e histricas que las justificaran cumplidamente.

    Obsrvese cmo casi todos esos trminos aluden, ms o menos in-sistentemente, a la raz didctica ejemplo, aplogo, proverbio y oral fbula del mismo gnero.

    Hoy, el empleo de los trminos medievales aplicados al cuento, estrictamente tal, slo vale como recurso retrico el caso de Menn-dez Pelayo, ya que la matizacin imprecisa quiz aparentemen-te de entonces ha desaparecido ahora, correspondiendo cada pala-bra a un gnero concreto y nico. La voz parbola, empleada por Juan de Capua y otros narradores, resrvase hoy, casi exclusivamente, para las narraciones que N. S. Jesucristo empleaba en sus predicaciones o para las que en intencin o forma imiten a aqullas. Aplogo tiene un sentido didctico, alegrico y comparativo, semejante al de la pa-rbola pero con acepcin ms amplia. Enoilia Pardo Bazn titul as uno de sus cuentos m.

    Ejemplo, como trmino literario, ha cado en desuso v se aplica: nicamente a las narraciones medievales o como arcasmo delibera-do. Proverbio es un dicho sentencioso que nada tiene que ver con el cuento. (En la literatura francesa reciben este nombre unas composi-ciones dramticas que escenifican un proverbio o refrn.) Fbula re-srvase para las narraciones protagonizadas por animales y, preferen-temente, para las compuestas en verso Mey, Iriarte, Samaniego, Hartzenbusch. Emplase tambin la voz fbula para designar el asunto de una obra.

    Historias (estorias) y hazaas (fasaas) carecen de uso moderno' relacionado con el cuento, a no ser la primera en su forma diminutiva, historietas, que emple Alarcn. Ms adelante veremos la relacin de: este ltimo trmino con la short story inglesa.

    Pertenece a la serie Cuentos de amor, pgs. 249 y ss.

  • 36 H A B A N O B A Q U E H O O O Y A K E S

    En resumen: ninguna de las voces medievales empleadas para de-signar el cuento subsiste prcticamente, ya que el arte de matizar ha llevado a emplearlas cuidadosamente para designar gneros prxi-mos, precursores del cuento, pero no ste mismo. Tal vez la confu-sin nazca de un error de perspectiva nuestro, al considerar como cuentos un conjunto de narraciones medievales que, teniendo relacin con el gnero moderno, no poseen sus esenciales caractersticas. Se comprender mejor lo que queremos decir al estudiar ms adelante, comparativamente, los dos tipos de cuentos: medieval y moderno.

    Observemos ahora cmo los romnticos, al resucitar la Edad Me-dia y sus narraciones breves, emplearon los trminos consejas y leyen-das 0!). Cualquiera puede darse cuenta de que estas palabras no tuvie-ron empleo en la literatura medieval, y si los romnticos las acepta-ron como antiguas y evocadoras, lo hicieron movidos del mismo senti-mental error que les llev a suponer una sensibilidad decimonnica en los guerreros y monjes del Medievo.

    Conseja y leyenda, aplicadas a relatos escritos, son trminos de sa-bor completamente romntico y nada tienen que ver con las narracio-nes de D. Juan Manuel, de Snchez de Vercial o del Arcipreste de Hita. Lo que resucitan los romnticos no es propiamente el cuento medieval que en nada se parece, ni en asuntos ni en tcnica, al romntico, sino la escenografa de una poca, retocada y falseada

    09 Cervantes y Pero Mexa, entre otros, empleaban ya la voz consejas para

    designar narraciones orales, populares. Vid. ms adelante: El trmino cuento en el Renacimiento.

    En cuanto a textos romnticos, citaremos algunos ejemplos: En 1845, en el nmero 19, del 6 de octubre, de la revista El Espaol, publicaba Gabino Tejado una narracin titulada Mis viajes, en cuya introduccin deca: Yo no he visitado esas mrgenes del Rhin, donde cada ola que las baa trae envuelta entre su es-puma una de esas famosas consejas tenebrosas o extravagantes que apuntan los viajeros curiosos en sus libros de memorias... En 1856, y en el n. 7 del Sema-nario Pintoresco Espaol, apareci una narracin de L. M. Ramrez y de las Casas Deza, titulada El conde don Julin. Conseja cordobesa^

    Y Bcquer, en la leyenda El gnomo (1863), dice: ... completando, por de-cirlo as, la ignorada historia del tesoro hallado por la pastorcilla de la conse-ja... (Obras completas. Ed. Aguilar. Madrid, 1942, pg. 298). En la sptima carta desde la celda: Conseja por conseja, all va la primera que se ha enredado en el pico de la pluma. (Ed. cit., pg. 530.) En la carta octava: ... pero hasta tiene sus barbillas blancuzcas y su nariz corva, de rigor en las brujas de todas las consejas. (Id., pg. 545.) En la carta novena: A esta temible crtica..., qu concepto le podra merecer sta, que desde luego calificara de conseja de nio?

  • E L C U E N T O E S P A S O l E N E L S I G L O X I X 37

    de acuerdo con los gustos de una nueva sensibilidad. Los asuntos de los cuentos romnticos, aunque situados en la Edad Media, no slo no se parecen a los de los cuentos medievales, sino que son diametral-mente opuestos, asemejndose ms a temas de romancero o de novela morisca. Tengamos en cuenta, tambin, que la Edad Media recreada con nostalgia y pasin, es ms germnica que latina. Slfides, duendes y monstruos de la tradicin y mitologa nrdica pueblan narraciones y poesas romnticas espaolas.

    Por tanto, el medievalismo romntico y su terminologa nada tienen que ver con el autentico, histrico, como no sea el carcter tra-dicional, oral, que los cuentistas del ochocientos tratan de dar a sus narraciones. Conseja suena a relato de viejas junto al fuego, y trans-formado en leyenda fu gnero muy cultivado, quedndonos el mejor exponente en las delicadas y alucinantes narraciones de Bcquer.

    Volviendo a los trminos rigurosamente medievales, vemos que tie-nen equivalentes en casi todas las lenguas literarias europeas: Italiano: jvola, cantafvola, fiaba, aplogo, fandonia, frttola. Francs: fable, apologue. Ingls: fable. Alemn: jabel, fromme.

    Todas estas voces parecen probar la existencia de un gnero pri-mitivo, oral, no creacional, que siendo cuento o precursor de ste pocas veces es llamado as. El problema est en si, efectivamente, los espaoles hemos empleado en distintas pocas, diferentes palabras a manera de marbetes cubridores de un mismo contenido o de conteni-dos diferentes.

    Podemos afirmar, en trminos generales, que todos los crticos e historiadores de la literatura espaola emplean la voz cuentos para alu-dir a las narraciones medievales, ya sean stas las esquemticas del Calila, las latinas de Pedro Alfonso o las versificadas del Arcipreste de Hita.

    En ltima instancia, cuento equivale a ficcin aun cuando los narradores naturalistas escriban cuentos verdicos, documentos huma-nos y de ah a la equivalencia cuento: mentira slo hay un paso, dado ya por la opinin vulgar que ha convertido cuento y cuentista en trminos peyorativos i0.

    Resumiendo, pues, las conclusiones que del examen de la litera-tura medieval pueden deducirse, tenemos:

    '10

    Clarn utiliz ingeniosamente esta acepcin popular para el ttulo de una de sus series de narraciones: El Seor y lo dems son cuentos.

  • 38 M A I! I A X O K A Q Tj E 11 O G O Y A X E S

    1.a La voz cuento no se emplea aplicada a un gnero literario, sino que se prefieren las de fbula, aplogo, ejemplo, etc., salvo en el caso del Libro de los cuentos, mal llamado Libro de los gatos.

    2.a Se utiliza el verbo contar en el sentido de referir, relatar, na-rrar, aparte del de numerar.

    3.a El escaso empleo del termino cuento no quiere decir que no exista el gnero, o a lo menos un precedente.

    4.a Las narraciones medievales se asemejan a las modernas en el carcter de ficciones relatadas. (Tngase en cuenta, sin embargo, que el cuento medieval casi siempre relata una ficcin salvo excep-ciones como algunos ejemplos histricos de El conde Lucanor, mientras que el moderno refleja, muchas veces, un hecho verdico. No obstante y e n trminos generales, puede admitirse la conse-cuencia.)

    IV. EL TERMINO CUENTO EN EL RENACIMIENTO

    Aunque, desde un punto de vista moderno, las narraciones me-dievales se acerquen ms al cuento que las de la Edad de Oro, lo cier-to es que en esta poca el trmino adquiere uso decisivo.

    Intentaremos resumir las fases de esa evolucin. Un obstculo inmediato embarazar y oscurecer el estudio del

    trmino cuento, empleado por los renacentistas, v es la aparicin de la voz novela, utilizada para resignar narraciones breves tambin.

    Pfandl, en su Historia de la literatura nacional 41, dedica un cap-tulo a la novela corta de los siglos de oro. Lo de corta es el resultado de estudiar ese genero con perspectiva moderna, puesto que Cervan-tes slo habl de novelas, usando este vocablo con el valor diminutivo que en italiano tiene (nova"> novella). Es decir, novela corta ha, venido a ser una especie de tautologa, al olvidarse el primitivo significado eti-molgico de novela.

    Y sin embargo, los mismos italianos, con ms conciencia idiom-tica, olvidaron tambin el valor diminutivo de la palabra. Pues junto a las Trecento novelle de Franco Sachetti 'n, existe el llamado Novelli-

    11 Historia de la literatura nacional en la Edad de Oro. Barcelona,

    MCMXXXIII, pgs. 330 y ss. K Novelillas las llamaba D. Juan Valera en el prlogo a Una docena de

    ctenlos, de Narciso Campillo.

  • E l , C U E N T O E S P A S O ] , E X E L S I G L O X I X 39

    .no, tambin conocido por Litro di novelle c dil bel parlar gentilc. Esta obra es de finales del siglo xm, de autor desconocido. Masuccio Sa-lernitano, cuatrocentista, compone tambin un Novellino. En el si-glo xvi, Mateo Bandello escribe sus Novelle. Ya en poca moderna, Edmundo de Amicis compone Novelle (1872), al igual que Giovan-ni Verga (Novelle rusticane, 1883), Salvatore di Giacomo (Novelle napolitane), Adolfo Albertazzi (Novelle umoristiche, 1901), etc. Y junto a stas, las Novelline popolari italiane (.1875) de Ildefonso Nieri.

    Se acercan ms las novelline a los cuentos y las novelle a las no-velas? Posiblemente unas y otras equivalen a nuestros cuentos, ya aparezcan con la forma de diminutivo normal el olvidado o con la de doble diminutivo. Para la novela larga el italiano tiene la voz romanzo.

    La palabra novela penetra tardamente en Espaa, no tanto en cuanto a su uso sino en cuanto a su autntico significado. Las edi-ciones del Decamern de 1494, 1496, 1524, 1539, 1543, 1550, tra-ducen cien novelas, lo que parece indicar que ya en tiempos de los Reyes Catlicos el trmino novela significaba algo.

    Sin embargo, aun siguen utilizndose otras voces para las narra-ciones breves. El prlogo de la traduccin castellana de la Zuca del Doni, en la edicin de Venecia, dice:

    Est llena de muchas y provechosas sentencias, de muy buenos cxemplos, de sabrosos donaires, de apacibles chistes, de ingeniosas agudezas, de gustosas bo-beras, de graciosos descuidos, de bien entendidos motes, de dichos y prestezas bien dignas de ser sabidas...

    Otra coleccin de novelas traducidas del italiano es la titulada Horas de recreacin, recogidas por Ludovico Guicciardino, noble ciu-dadano de Florencia. Traducidas de lengua Toscana. En que se ha-llarn dichos, hechos y cxemplos de personas sealadas, con aplica-cin de diversas fbulas de que se puede sacar mucha doctrina. Este titulo corresponde a la edicin de Bilbao de 1586.

    Las novelas de Mateo Bandello se traducen con el ttulo de His-torias trgicas exemplares sacadas de las obras del Bandello Verons. Edicin de Salamanca de 1589.

    Estos ejemplos nos prueban que an siguen usndose los viejos trminos medievales.

    No obstante, la voz novela se emplea en la misma poca. As, la

  • 40 II A E I A K O E A Q E B O O Y A X E S

    traduccin de las Cien novelas de M. Juan Baptista Giraldo Cinthio-(Toledo, 1590) . El traductor Juan Gaitn de Vozmediano dice en el prlogo, que este libro podr agradar a los que gustan de cuen-tos fabulosos con ciento y diez que cuentan las personas que para esto introduce. Este es un ejemplo revelador de cmo novela y aten-to emplebanse indistintamente para un mismo gnero y en una mis-ma obra.

    Pero Mexa, en su Silva de varia leccin (1540) y en el captu-lo XXII de la primera parte, dice al hablar del hombre pez:

    Desde que me s acordar siempre o contar a viejas no s que cuentos y con-sejas de vn pez Nicolao, que era hombre y andaua en la mar, y del dezia otras cosas muchas a este propsito, lo cual siempre lo juzgu por mentira, y fbular como otras muchas cosas que assi se cuentan... is.

    Cuentos, consejas y fbulas equivalen a mentira tradicional, pues-ta en boca de viejas. (Recurdese lo dicho acerca de las consejas ro-mnticas. )

    Juan de Mal Lara, en su Philosophia vulgar ( 1568 ) , habla de novelas.

    Quien emplea ya con todo su valor la voz cuento es Juan de Ti-moneda. En 1563 y en Zaragoza, publica su coleccin de cuentos, titulada El sobremesa y alivio de caminantes de Joan Timoneda; en el qual se contienen affables y graciosos dichos, cuentos heroycos y de mucha sentencia y doctrina. En las ediciones de Medina del Cam-po (1563) y de Alcal ( 1 5 7 6 ) , preceden a los cuentos de Timoneda-doce de otro autor llamado Juan Aragons. Tanto stos como los de Timoneda son de forma esquemtica y de carcter paremiolgico. Equivalen a chistes aunque su autor insista en llamarlos cuentos, se-gn se desprende de la "Epstola al lector, donde dice:

    Curioso lector: Como oir, ver y leer sean tres causas principales, ejercitn-dolas, por do el hombre viene a alcanzar toda sciencia, esas mesmas han tenido fuerza para comigo en que me dispusiere a componer el libro presente, dicho Alivio de Caminantes, en el que se contienen diversos y graciosos cuentos, afa-bles dichos y muy sentenciosos. As que fcilmente lo que yo en diversos aos he odo, visto y ledo, podrs brevemente saber de coro, para decir algunos cuen-tos de los presentes. Pero lo que ms importa para ti y para m, porque no nos tengan por friticos, es que estando en conversacin, y quieras decir algn con-tecillo, lo digas al propsito de lo que trataren...

    43 Silva de vara leccin. Madrid, 1669. A costa de Mateo de la Bastida. Pri-

    mera parte, cap. XXII, pg. 74.

  • E I. C U ].'. X T O E S P A S O L E S 1L S I G L O S I S 4 {

    Timoneda es autor tambin de El buen aviso y portacuen-tos (1564) y de El Patrauelo (1566?), su obra de ms fama y que,, segn Menndez Pelayo, es la primera coleccin espaola de nove-las escritas a imitacin de las de Italia, tomando de ellas el argumento v los principales pormenores u.

    Tngase en cuenta que al hablar Menndez Pelayo de novelas, lo-hace pensando en las narraciones breves que reciben tambin este nombre, de Cervantes, de Mara de Zayas, de Tirso de Molina, de Cas-tillo Solrzano, etc. Juan de Timoneda no usa el trmino italiano y se sirve del de patraa. En la Epstola al amantsimo lector juega festi-vamente con estas palabras.

    ". . . porque patrauclo se deriva de patraa, y patraa no es otra cosa sino' una fingida traza tan lindamente amplificada y compuesta, que parece que trae alguna apariencia de verdad. Y as, semejantes maraas las intitula m lengua: natural valenciana rondalies, y la loscana novelas, que quiere decir: t, trabaja-dor, pues no velas, yo te desvelar con algunos graciosos y asesados cuentos, con tal que lo sepas contar como aqu van relatados, para que no pierdan aquel asiento y lusux y gracia con que fueron compuestos.

    Timoneda confiesa bien explcitamente que se trata de cuentos, dando a esta palabra su sabor tradicional: cuentos escritos pero con intencin oral, que el lector puede aprender y relatar a su vez. Insiste el autor, al igual que en la epstola prologal de El Sobremesa, en que la gracia, el toque del cuento, est en cmo se narra. Y tambin en la oportunidad, hecho curioso que nos revela el valor como de juguete y de chiste sin trascendencia literaria que el cuento tena para los-renacentistas.

    Nos hemos detenido brevemente en Timoneda, por creer que sus obras son fundamentales, a manera de hitos, en esta evolucin de! trmino cuento. Aunque la imprecisin patraa, novela, cuento se observe an, lo cierto es que las narraciones del Sobremesa v Por-tacuentos van numeradas como cuentos, adquiriendo estabilidad v va-lidez un trmino que se empleaba dudosamente.

    Podramos concluir aqu una vez apresada definitivamente la palabra cuento, pero aun queremos recordar los Cuentos de Gari-bay y los de D. Juan de Arguijo. Citaremos tambin otro ejemplo, si no castellano, peninsular y muy interesante. Nos referimos a los

    Orgenes de la novela. Tomo III. Ed. Nacional, pg. 150.

  • 42 Jl A 11 I A N O B A Q U E ] O G O I A X E S

    Cantos c historias de proveito e exemplo de Goncalo Fernndez Tran-cse Lisboa, 1608.

    Dentro tambin de la literatura portuguesa puede recordarse el fa-moso libro de Francisco Rodrguez Lobo, Corte na aldcia c noites de invern (1619), que Menndez Pelayo consideraba fundamental, ya que su autor intent antes que otro alguno, reducir a reglas y precep-tos el arte infantil de los contadores, dndonos de paso una teora del gnero v una indicacin de sus principales temas 4''.

    La teora consiste, entre otras cosas, en la distincin que Rodrguez Lobo hace entre cuentos e historias (sinnimo stas, segn Menndez Pelayo, de las novelle italianas), diciendo que en las ltimas puede hacerse ms ampliamente la buena descripcin de las personas, rela-cin de los acontecimientos, razn de los tiempos y lugares, y una pltica por parte de algunas de las figuras que mueva ms a compa-sin v a piedad, que esto hace doblar despus la alegra del buen su-ceso ~)e.

    Y aade:

    Esta diferencia me parece que se debe hacer de los cuentos y de las historias, que aqullas piden ms palabras que stos, y dan mayor lugar al ornato y con-cierto de las razones, llevndolas de manera que vayan aficionando el deseo ele los oyentes, y los cuentos no quieren tanta retrica, porque lo principal en que consisten est en la gracia del que habla y en la que tiene de suvo la cosa que se cuenta.

    Coincide, por tanto, Rodrguez Lobo con los narradores espao-les del tipo Timoneda en creer que el cuento es exclusivamente argu-mento sin retrica, y que su efecto depende de la gracia con que se narre. Y tambin se asemeja a Timoneda en exigir oportunidad para intercalar los cuentos, es decir, las agudezas o chistes:

    Los cuentos y dichos galanes deben ser en la conversacin como los pasama-nos y guarniciones en los vestidos, que no parezca que cortaron la seda para ellos, sino que cayeron bien, y salieron con el color de la seda o del pao sobre los que los pusieron; porque hay algunos que quieren traer su cuento a fuerza de remos, cuando no les dan viento los oventcs, y aunque con otras cosas les cor-ten el hilo, vuelven a la tela, y lo hacen comer recalentado, quitndole el gusto y gracia que pudiera tener si cayera a caso y a propsito, que es cuando se habla en la materia de que se trata o cuando se cont otro semejante 7.

    13 Id., pgs. 150-151.

    e Id., pg. 15.

    17 Id., pgs. 151-152.

  • E I. C I.' E X T O E S P A X O I, E N E l S I (i L O X I X 43

    Sebastin Mey public en Valencia, en 1613, un Pabulario en que se contienen fbulas y cuentos diferentes, algunos nuevos y parte saca-dus de otros autores, en cuyo prlogo recomienda honestidad en las patraas y cuentos. Las narraciones de Mey estn protagonizadas por animales, entroncando por un lado con la fabulstica medieval - -Ca-lila e Dimna, y por otro con la neoclsica: Samaniego.

    Resumiendo lo hasta aqu expuesto, se observa que las narraciones estudiadas no son exactamente cuentos, sino ancdotas, chistes, rela-ciones de casos extravagantes, agudezas, refranes explicados, etc. l s. Sus autores no se jactan de originales y el nico mrito que se adjudi-can es el de la gracia con que narran, y que recomiendan a los lectc^ res que deseen referir los cuentos. Tngase presente que esta gracia no tiene nada que ver con el recargo descriptivo o digresiones hincha-doras de la narracin aconsjase evitar la retrica, sino que ha de ser provocada por la misma escueta narracin, acompaada, tal vez, de gestos o entonacin que la hagan viva y alegre, tal como Berganza recomendaba 40.

    El cuento, por tanto, nada tiene de creacional, es propiedad co-mn, por todos utilizable, siempre que se observe oportunidad en su uso. Ahora comprendemos por qu el cuento renacentista nos parece an menos ligado al moderno que el medieval. Pues siempre se acer-car ms al gnero actual el cuento-aplogo que el cuento-chiste.

    De todas formas, la fijacin y empleo de la voz cuento son eviden-

    48 Deca D. Juan Valera refirindose a esta clase de narraciones:

    Pero tanto Sachetti y otros italianos, como nuestros espaoles D. Juan Manuel y Timoneda, vivieron en tiempos de menos malicia, cuando la gente era menos descontentadiza y exigente, cuando no haba peridicos donde no hay ancdota que no se refiera, y cuando el viajar, ver mundo, presenciar lances y sucesos y adquirir experiencias de los usos y costumbres eran prendas ms raras y estima-das que en el da. Todava entonces el hombre que haba vivido y peregrinado poda, sin exagerado amor propio, jactarse, como Ulises, de saber mil cosas que no saban sus conciudadanos, y poda aspirar a instruirlos y a deleitarlos refirin-dolas. (Prlogo a Una docena de cuentos.)

    19 Y quirote advertir de una cosa, de la cual vers la experiencia cuando

    te cuente los sucesos de mi vida, y es que los cuentos unos encierran y tienen la gracia en ellos mismos, otros en el modo de contarlos; quiero decir, que algunos hay que, aunque se cuenten sin prembulos y ornamentos de palabras, dan con-tento; otros hay que es menester vestirlos de palabras, y con demostraciones del rostro y de las manos, y con mudar la voz se hacen algo de nonada, y de flojos y desmayados se vuelven agudos y gustosos. (Novelas Ejemplares. Ed. Rodrguez Marn, II. Chis. Cast. Madrid, 1917, pg. 219.)

  • 44 MAHIASO ,B A Q U E H O (i O l 'ASES

    tes. Veamos ahora, brevemente, lo que pudo significar la voz novela. Segn Pfandl, es sta una historia breve y cautivadora que, hasta las traducciones del Decamern, era algo inexistente en la literatura in-dgena 50.

    Cervantes se enorgullece de ser el primer escritor de novelas en el prlogo de las Ejemplares 0 bis. Y sin embargo, novelas son tambin el Perses, el Quijote y La Galaica. Por tanto, nos encontramos ante el siguiente problema: Vale el trmino novela para aplicarlo indis-tintamente al Quijote, al Guzmn de Alfarache, a La Giianilla y a El castigo de la miseria? Con perspectiva moderna diramos que el Quijote, La Calatea, el Perses, el Guzmn son novelas autnticas, y que La Giianilla, las restantes novelas ejemplares, las obras de Mara de Zayas, son novelas cortas, como las denomina Pfandl. Es decir, es-tas ltimas se acercaran ms al cuento 51.

    so Pfandl. Ob. cit., pg. 333. so bis Sobre el uso de los trminos novela y cuento en Cervantes vase la in-

    teresante nota de Pedro Henrquez Urea en su trabajo I^as novelas ejemplares. (Plenitud de Espaa. Ed. Losada. Buenos Aires, 1945, pgs. 165-166.)

    51 Buena prueba de ello es que en una de las ms recientes antologas de

    cuentos espaoles figuran como tales La fuerza de la sangre, de Cervantes, y El castigo de la miseria, de Mara de Zayas, entre otras narraciones breves de Timo-neda, Salas Barbadillo, Castillo Solrzano, etc. Los mejores cuentistas espaoles. Compilacin de Pedro Boigas. Tomo I. Ed. Plus Ultra. Madrid, 1946.

    En una antologa titulada Los mejores cuentos de los mejores autores espa-oles contemporneos, publicada en Pars en 1912, dice el prologuista, Arturo Vinardell Roig, que el cuento nace en el siglo xvn, ignorando los medievales:

    De aquella esplendente centuria datan tambin quin no lo sabe? los primeros cuentos espaoles. Todos los autores, o casi todos, quisieron esgrimirse en este gnero, unos por espritu de imitacin, viendo cmo hasta el mismo Prn-cipe de los Ingenios no se desdeaba de cultivarlo, otros acaso porque hallaban en aquella manera sencilla y breve de exponer los sucedidos de la poca, con dis-fraces ms o menos aliados y transparentes, una especie de gimnstica intelec-tual, con que se adiestraban para emprender ms tarde labores de ms empuje y de ms alto vuelo (pgs. 5-6).

    Cita como cuentistas a Cervantes, Quevcdo, Tirso, Zabaleta, Montalbn, ZI-yas... A esas novelas cortas de la poca que bien pudiramos llamar picaresca por lo que se refiere a los asuntos que de ordinario escogan los autores para com-ponerlas (y que hoy muchos tartufos a la moderna calificaran sin duda de por-nogrficas), les damos actualmente el nombre elstico de cuentos; y en verdad cuentos son ms que novelas, con todo y llamarlas ejemplares su propio autor, las que escribi Cervantes despus de su inmortal Quijote (pg. 6).

    Subrayemos lo de el nombre elstico de cuentos, la mejor intuicin del prolo-guista olvidemos ahora el detestable castellano que emplea, el cual, sin plan-tearse el problema, not la imprecisin terminolgica existente alrededor de unos gneros literarios prximos, pero diferentes.

  • E L C U E N T O E S P A S O L E N E L S I G L O X I X 45

    Sin embargo, es preciso advertir que esa aproximacin no supone una tcnica o intencin semejantes a las de los cuentos decimonnicos. El acercamiento es sencillamente dimensional.

    Pero es que Cervantes no se limita a usar el trmino novela, apli-cado a sus narraciones breves, sino que emplea tambin el de cuento.

    Recordemos cmo en el primer captulo del Quijote, al hablar del nombre del hidalgo, dice: Pero esto importa poco a nuestro cuen-to; basta que en la narracin del no se salga un punto de la verdad ,w.

    El llamar cuento a narracin tan extensa como el Quijote no su-pone error ni ligereza, puesto que en el siglo xix -cuando los dos gneros, novela y cuento, se han ido ya perfilando siguen cometin-dose las mismas aparentes inexactitudes.

    Y es que la palabra cuento tiene como una doble vertiente, uno de cuyos lados conduce al gnero literario concreto y breve, y otro al concepto de historia contada, cualesquiera que sean sus dimensiones.

    El captulo XIII de la primera parte del Quijote titlase exacta-mente: Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos.

    Este episodio de los amores de Grisstomo y Marcela es una bre-ve novela pastoril, intercalada, del mismo artificioso corte que El cu-rioso impertinente o muchas de las Ejemplares. Cervantes, que llama novelas a narraciones como La Gitanilla, y que emplea el mismo tr-mino para El curioso impertinente m, acert con el trmino adecuado al llamar cuento a este episodio de Marcela. Pues, realmente, estas narraciones intercaladas no son novelas, sino cuentos. Dickens, en sus Papeles postumos del Club Picwic\, se sirve de la misma tcnica, in-terferenciando la accin con cuentos a manera de intermezzos.

    Resultara difcil precisar por qu Cervantes emple la voz nove-la para sus narraciones breves, excepto en este captulo XIII del Qui-jote. Tal vez nos sirva para algo fijarnos en cmo est narrada la his-toria de Grisstomo y Marcela. El captulo anterior titlase: De lo que cont un cabrero a los que estaban con Don Quijote.

    Hemos subrayado el verbo cont por creer que pudiera justificar el cuento del captulo siguiente.

    "2 Cuarta edicin de la R. A. E. Madrid, 1819. Tomo I, pg. 2. 53

    Captulos XXXIII y XXXIV de la primera parte del Quijote: Donde se cuenta la novela del Curioso impertinente y Donde se prosigue la novela del Curioso impertinente.

  • 46 M A R I A N O B A Q E R O M A S E S

    Don Quijote es albergado por unos cabreros, y estando en grata tertulia con ellos, llega un mozo que es quien narra el desdichado fin de Grisstomo, enamorado de Marcela. La narracin es interrumpida frecuentemente. Una de esas interrupciones, hecha por Don Quijote, es de gran inters:

    As es la verdad, dijo don Quijote, y proseguid adelante, que el cuento es muy bueno, y vos, buen Pedro, le contis con muy buena gracia 34.

    He aqu cmo Cervantes viene a coincidir por boca de Don Qui-jote, como tambin lo hizo por la de Berganza, con los juicios de Ti-moneda y Rodrguez Lobo sobre el donaire con que deban contarse los cuentos.

    Al acabar su relacin el cabrero, Don Quijote le dice: ... y agradezcoos el gusto que me habis dado con la narracin de tan sa-

    broso cuento s.

    Sabido es que el desenlace de esta historia es presenciado por el hidalgo: narracin objetiva. Pero como Cervantes la haba llamado cuento, por ser contada narrada oralmente por un cabrero, en el siguiente captulo continu empleando el mismo trmino. El curioso impertinente es llamada novela, no slo por la mayor extensin sino, ante todo, por ser una narracin escrita. El cura halla unos papeles en la maleta que le ensea el ventero.

    Saclos el husped, y dndoselos a leer, vio hasta obra de ocho pliegos escri-tos de mano, y al principio tenan un ttulo grande que deca: Novela del curioso impertinente "6.

    Cervantes reserva, pues, la voz cuento para la narracin oral y emplea novela para la escrita, es decir, para aquella que no necesita de gracias ms o menos isionmicas o de entonacin del narrador, y que, en compensacin, tiene ms calidad literaria. Esta diferenciacin nos recuerda aquel juicio de los preceptistas decimonnicos, que al estudiar la evolucin de la novela, la definan como cuento que de-jando de ser oral, pas a ser escrito.

    Existe otro pasaje en el Quijote en el que Cervantes vuelve a uti-lizar la palabra cuento, esta vez en un sentido plenamente popular. Es en el captulo XX de la primera parte, cuando Don Quijote oye en

    M Ed. cit. Tomo I, pg. 105. 55

    Ed. cit., pg. 108. 58

    Ed. cit. Tomo II, pg. 81.

  • K L C U E X T O E S T A O I. E N E L S I 0 LO X I X 47

    la noche el extrao ruido de los batanes y se decide a lanzarse a la aventura. Sancho traba las patas de Rocinante y, en tanto llega el alba, se dispone a entretener a su amo narrndole cuentos:

    Djole don Quijote que contase algn cuento para entretenerle, como se lo haba prometido; a lo que Sancho dijo que s hiciera, si le dejara el temor de lo que oa; pero con todo eso yo me esforzar en decir una historia, que si la acierto a contar y no me van a la mano, es la mejor de las historias, y estme vuestra merced atento, que ya comienzo 57.

    Nuevamente alude Cervantes a la gracia del narrador y si la acierto a contar. Sancho narra su historia lentamente y con mu-chas repeticiones, por lo cual le reprende su amo.

    De la misma manera que yo las cuento, respondi Sancho, se cuentan en mi tierra todas las consejas, y yo no s contarlo de otra, ni es bien que vuestra merced me pida que haga usos nuevos 3f.

    Volvemos a encontrar aqu la voz conseja aplicada a las narracio-nes de tipo oral, tradicional. El cuento que relata Sancho es el popu-lar del barquero y de las cabras, y en su boca se convierte en un chiste absurdo que hace comentar a su amo:

    Dgote de verdad, respondi don Quijote, que t has contado una de las ms nuevas consejas, cuento o historia que nadie pudo pensar en el mundo, y que tal modo de contarla ni dejarla jams se podr ver ni habr visto en toda la vida, aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me mara-villo, pues quiz estos golpes que no cesan te deben de tener turbado el enten-dimiento 5!*.

    Lo observado en Cervantes parece indicar que ste empleaba la voz cuento para las narraciones orales o populares, y novela para las escritas, aunque las dimensiones de unas y otras fueran casi las mis-mas. El valor diminutivo de esta ltima voz se olvid casi por com-pleto, y hoy nos sirve solamente para designar narraciones extensas. Si queremos aludir a un gnero prximo al cuento, tendremos que hablar de novelas cortas, de novelitas, o aun de noveletas como titula Toms Borras, actualmente, algunas de sus narraciones.

    37 Ed. cit. Tomo I, pg. 206.

    Id., pg. 207. '">'' Id., pg. 210.

  • 48 M A l I A N' O 13 A () U E 1 O 0 0 Y A X E *

    V. EL TERMINO CUENTO EN EL SIGLO XIX: PEDRO ANTONIO DE ALARCON

    Adquirida ya la voz cuento, quedara concluido el breve estudio terminolgico; pero llevado ste al siglo que nos interesa, al xix, en-contraremos nuevos resultados.

    Acabamos de decir que Cervantes crea la novela espaola, tenien-do en cuenta que bajo la palabra novela existen dos gneros litera-rios: la novela autntica, extensa del tipo del Quijote o del Persiles y la novela corta cualquiera de las Ejemplares.

    Cervantes evit el uso de la palabra cuento para designar sus na-rraciones, porque stas nada tenan que ver con las que entonces reci-ban ese nombre. Los cuentos eran relatos brevsimos cuatro o cin-co lneas, a veces, chistes, ancdotas... Timoneda trata de crear una narracin de tipo medio, eslabn entre cuento-ancdota y novela a la moda italiana, que es la patraa. Cervantes novela por primera vez en castellano con asuntos originales, aunque de corte o ambiente italiano en muchos casos.

    Las Novelas Ejemplares representan, pues, un estado intermedio entre cuento y novela, y si Cervantes us el segundo trmino fu por tener ste un prestigio literario del que careca el primero. Novelar acrcase ms a inventar, mientras que contar tiene el sentido de refe-rir casos no inventados por el narrador. Tal vez por esto llam cuento Cervantes a su Quijote, en el primer captulo, de acuerdo con la in-tencin irnica y pardica de hacernos creer que no inventaba las ha-zaas 3el hidalgo.

    Dnde acaba el cuento y empieza la novela corta? La denomina-cin es, muchas veces, arbitraria y no alude a la extensin. Dejando para ms adelante las caractersticas de estos gneros, vamos a fijar-nos solamente en cmo contina la imprecisin terminolgica en el siglo XIX.

    Las Novelas cortas de Pedro Antonio de Alarcn se clasifican en tres series que el autor llam: Cuentos amatorios, Historietas nacionales y Narraciones inva-osmiles. Como se ve, la denominacin no puede ser ms subjetiva ni arbitraria, puesto que tan cuentos son los de una serie como los de las otras. Es ms, si alguno no es cuento por su ex-

  • E L C E N T O E S P A S O L E N E h S I G L O X I X 1

    tensin, tendramos que citar El clavo, que tiende ms a la novela corta y que, sin embargo, el autor encuadra como cuento amatorio B0.

    Alarcn utiliza para un mismo gnero las siguientes denomina-dones : novelas cortas,' cuentos, historietas y narraciones. N o est la gravedad del caso en la triple denominacin diferencial de las distin-tas series, sino en llamar a todas novelas cortas.

    En la Historia de sus libros, Alarcn distingue tres etapas o tres maneras en estas novelas, pero no se ocupa de clasificarlas por su ex-tensin. En algn pasaje habla de novelillas:

    Consecuencia de aquella aberracin de Bonnat y ma fu el que yo escri-biera diez o doce noveliUas estrafalarias o bufonas... B1.

    A su segunda etapa corresponden algunas otras novelillas, escri-tas en manera ms espaola... C2.

    Recordemos tambin que una de las narraciones breves alarconia-nas titlase Novela natural, y otra Fin de una novela, y tendremos completa la imagen de un Alarcn, excelente creador, pero tan lige-ro como todos los escritores que vamos estudiando en cuanto a la de-nominacin de sus obras. Posiblemente Alarcn empleaba la voz nove-la en el sentido de invencin, ficcin, sin fijarse en sus dimensiones. Sin embargo, para distinguir sus narraciones extensas de las breves, llam a stas novelas cortas o novelillas, segn acabamos de ver.

    Pero es que en el mismo Alarcn se da el caso, aun ms curioso, de que el ms conocido de sus cuentos, El sombrero de tres picos, no es tal, sino autntica novela o, en todo caso, una novela corta no de-masiado corta. Y no obstante, todos los crticos estuvieron conformes en denominarlo cuento. Andrs Gonzlez Blanco coincide con la Par-do Bazn en considerarle rey de los cuentos espaoles BS, Juan Fernan-

    do p o r ei contrario, Armando Palacio Valds llama novelas a algunas narra-ciones de esta serie:

    ... contenan varas novelas de Alarcn: Por qu era rubia?, Coro de n-geles, El final de Norma y algunas otras (Semblanzas literarias. Don Pedro An-tonio de Alarcn. Obras completas de Palacio Valds. Ed. Aguilar. Tomo II, pg. 1.196).

    01 Historia de mis libros (publicada con El capitn Veneno). Octava edicin.

    Madrid, 1905, pg. 202. 02

    Id., pg. 203. 1,3

    A. G. Blanco: Historia de la novela en Espaa desde el Romanticismo a nuestros das. Madrid, 1902, pgs. 233-234.Vid. Nuevo Teatro Crtico de la Pardo Bazn, n. 10, octubre 1891, donde la autora llama rey de los cuentos es-paoles a El sombrero de tres picos. El Cuento Espaol e:i el siglo xix.4

  • 5() " M A R I A N O BAQ'EKO G O Y A N E S

    dez Lujan deca: y como El sombrero de tres picos es un cuento y no una novela 6l. Menndez Peiayo lo llam salpimentado cuento ".

    Tal unanimidad mantenida en las actuales historias de la- lite-ratura resulta irrebatible y nos hace creer, con doa Emilia Pardo-Bazn, que tal denominacin obedece al sentido popular del relat, ya que no a su extensin y estructura.

    La escritora gallega, que consideraba El sombrero de tres picos como precioso capricho de Goya, un cuento espaol por los cuatro costados , comprenda, sin embargo como genial y fecunda crea-dora de cuentos, que la denominacin no corresponda a las dimen-siones, y al estudiar las obras de Alarcn en varios nmeros del Nuevo Teatro Crtico, dijo:

    ... saldeme* al rey de los cuentos espaoles: El sombrero de tres picos.. Cuento hay que llamarle, no tanto por sus dimensiones cuanto por su ndole y procedencia. El mrito mayor de Alarcn fu, sin duda alguna, haber conser-vado a su obra macstr el carcter popular v sencillo del genuino cuento... En eso consisti la suprema habilidad de Alarcn: cuando por instinto o impulso genial acertaba, no acertaba a medias 6L

    En cuanto a la opinin del autor sobre esta obra suya, vanse las. pginas que a ella dedica en la Historia de sus libros, explicando su gestacin. Alarcn, en 1874, apremiado por la obligacin de enviar a una revista cubana algn cuentecillo gracioso, record el picares-co romance de El corregidor y la molinera, lo escribi en forma breve, de autntico cuento y luego lo fu ampliando hasta darle la for-ma actual, bastante extensa m.

    Este hallazgo nos servir para iluminar un poco, todo este confuso. amontonamiento de datos: Si El sombrero de tres picos es llamado cuento, es porque el autor dice haberlo odo narrar a un ciego roman-cista. Con lo cual parece que hemos aprehendido, con cierta seguri-da