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CHARRIS elcuaderno Quincenal de cultura. Segunda época Enero del 2013: primera quincena elcuadernoculturaldelavoz.blogspot.com 41

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«Otra clase de pintores», por Carlos Ardohain. • «Visiones de Damasco (Una parábola)», por Juan Carlos Gea. • «De la buena mesa al buen comer», por Carlos Vara Sánchez. • «Felisberto y el ataúd volador», por Elena de Lorenzo Álvarez.• «Dejar decirse a la poesía», por Laura Casielles. • «Con estos narradores nunca se sabe», por Rafael Suárez Plácido. • «Del día y la nada», poemas inéditos de Xavier Palau. • «Psicodelia, post-punk, electro-folk & carbón asturiano», por Javier F. Granda. • Agenda cultural del Principado de Asturias.

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Page 1: El Cuaderno 41

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2 elcuaderno Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincenaFOUJITA, SOUTINE, KIKÍ

Luego se paró, volvió a su tablero y comenzó a trabajar con decisión y alegría.

El gato se arrellanó en su silla.Kikí se acomodó en su diván con la

certeza de que esa noche ella poseía el monte de Venus más bello de París.

SoutineLa noche estaba helada, por las calles de ese barrio alejado no había nadie, pero dos sombras avanzaban riéndo-se y cantando, dos mujeres abrigadas con una botella de ajenjo en la mano, rescatada del último bar en el que ha-bían estado. Parecían saber adónde iban, o tal vez era solamente la impre-

Carlos ArdohainHubo una época en que el arte bullía en los corazones de los hombres con más intensidad que nunca, cada artista sentía dentro de sí la imperiosa nece-sidad de cambiar el mundo, de hacer de él un lugar en el que la belleza fuera cosa habitual. En esa época una ciudad se había erigido como faro y en ella pu-lulaban los artistas de todas partes del mundo. Algunos de ellos se hicieron fa-mosísimos con los años y otros queda-ron al costado de la celebridad cayendo en un olvido, en la mayoría de los casos, injusto. Pero todos enriquecieron la historia de la cultura con su vida y su obra. Aquí un par de anécdotas que re-cuerdan a dos de aquellos pintores.

FoujitaKikí de Montparnasse estaba molesta, y no era por el frío que hacía en el es-tudio, a eso estaba acostumbrada. El japonés no le hablaba, si bien era cierto que su francés era muy rudimentario y su carácter extremadamente reserva-do, estaba muy inquieto. Era su prime-ra sesión. Por recomendación de Man Ray vino a dar al atelier de Foujita, y éste la recibió con mucha cordialidad, a su gusto un poco excesiva.

Le indicó un diván en el rincón, le pidió que se quitara la ropa y le sugirió una pose, y ahora no dejaba de dar vuel-tas, la miraba y miraba el papel, miraba a su gato y la volvía a mirar a ella.

Algo parecía no funcionar. Algo estaba fuera de lugar. Trazó un par de líneas con lápiz y detuvo el trabajo. La miraba a través de sus gafas redondas y su pequeño bigotito parecía vibrar, pero no hablaba.

De pronto pareció tomar una deci-sión y se acercó a ella caminando len-tamente con algo en la mano. Kikí sin-tió miedo, pero no dijo nada, observó la figura menuda acercándose y cuan-do estuvo a un metro vio que Foujita tenía en la mano un pincel de punta finísima embebido en tinta china, una sonrisa le iluminaba el rostro, se acer-có más, se agachó y comenzó a trazar con el pincel, uno a uno, los cabellos de su inexistente vello púbico.

De modo que era eso, la ausencia de la sombra triangular en su sexo ponía nervioso al pintor, que con paciencia le dibujó una hermosa motita de ex-quisitos cabellos.

Otra clase de pintoressión que daban al caminar rápido, esca-pando del frío y afirmando la alegría de estar vivas, de ser jóvenes y hermosas, de estar en París.

Kikí y su amiga apuran el paso, les falta poco para llegar a La Ruche, el edificio donde viven sus amigos pinto-res. Tocan a la puerta de Soutine, que es la única debajo de la cual se ve luz, y el ruso les abre con un cuchillo en la mano, les sonríe y las invita a pasar.

El estudio es un desorden y tirados en el piso hay varios de sus últimos cuadros. Ellas se quedan paradas en-tre los cuadros y la puerta. Entonces Soutine les explica que estaba mi-rando sus últimas pinturas para ver cuáles le parecían buenas: a las que no aprobaran el examen les esperaba el cuchillo. Las mujeres ríen a carcaja-das y mientras él recoge las telas y deja el cuchillo, apoyan la botella en la mesa atestada de papeles.

En el estudio hace frío, mucho más frío que fuera. El pintor tiene puesto un abrigo y ellas no se sacan los suyos, pero no pueden dejar de temblar, y entre la risa que traen de la calle y el frío que tie-nen parecen estar bailando. Entonces Soutine les dice que esperen, que las va a caldear, así dice, caldear, dicho lo cual agarra una de las dos únicas sillas que hay en el estudio, la rompe y hacien-do un montículo en la vieja chimenea prende unos papeles debajo de ella para encender un fuego improvisado.

Después toma la otra silla y, rom-piéndola también, la ubica encima de la otra y el fuego toma fuerza, pre-sencia, se hace amo del espacio. Las llamas ondulantes se parecen a las pinceladas nerviosas de sus cuadros

Entonces le dice a Kikí: Bueno…, ¡ahora, a brindar!

Y los tres se quitan los abrigos, se sientan en el suelo cerca del fuego, se sir-ven ajenjo y brindan durante el resto de la noche por el fuego creador, la pintura y las mujeres, por Rusia y por París. ¢

Portada: Charris, El cuervo, 2011. Óleo sobre lienzo. 200 µ 150 cm

Gine-Louise Delaunay, Foujita Croque Kikí, 1922, óleo sobre lienzo, 65 µ 54 cm

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elcuaderno 3Número 41 / Enero del 2013 /1ª quincena UN PINTOR EN SU CAMINO DE DAMASCO

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CharrisOn the road to DamascusGalería Gema LlamazaresInstituto, 23. GijónHasta el 27 de enero

Juan Carlos Gea

i. Uno nunca puede estar seguro de nada. Pero me jugaría mi co-

lección completa de ejemplares de El Cairo a que Moustapha, el dueño del Damascus Bakery en Atlantic Avenue, vende el mejor falafel y los pastelitos de laham ajeen más inol-vidables de todo Brooklyn, de toda la ciudad y estoy por decir que de to-da la Costa Este. Eso basta, sin duda, para justificar los siete kilómetros y pico de caminata urbana que me obligo a dar de vez en cuando desde mi estudio hasta Brooklyn Heights, cruzando a pie el puente. Es poco más de una hora a buen paso que me sirve para desentumecer los mús-culos y, sobre todo, la cabeza y los ojos después de horas, quizá días de pintu-ra. Un peatón neoyorquino encuentra inconcebibles esas distancias, pero pa-ra un europeo de a pie no son más que un paseo quizá un poco extravagante. Claro que es más discutible que las de-likatessen sirias de Moustapha justifi-quen una excursión a Atlantic Avenue cruzando el East River cuando toda la

Costa Este se encuentra en estado de pánico preventivo ante la llegada de un superhuracán.

Los satélites dicen que aún quedan un par de días antes de que Sandy en-tre en los Estados Unidos, más o me-nos veinte millas al sur de mi barrio, pero llueve ya casi todo el tiempo una lluvia fría y racheada, y el vendaval agita con violencia los árboles desde hace horas. Antes de salir he revisado

en el portátil las fotografías termo-gráficas en tiempo real del satélite NOAA: una sobrecogedora imagen que reproduce cada quince segun-dos las evoluciones de una masa ro-joanaranjada con bordes verdosos que por el momento aún avanza en paralelo a la costa y que parece sali-da de un cuento de Lovecraft. Pero se me ha incrustado en la cabeza otra imagen: la de una docena de suculentos laham ajeen recalentán-dose en mi horno mientras espero que pase el huracán con mi sobado ejemplar de Gates of fire en las ma-nos y buena música. Y los que me conocen ya saben hasta qué punto soy vulnerable a las imágenes que

ensambla mi mente. Además, acaban de avisar de que los puentes quedarán cerrados en unas horas.

Así que me abrigo bien, cojo mi pa-raguas, salgo del estudio... y antes de haber recorrido cien metros de mi ca-mino al Damascus, el pavimento mo-jado me juega una mala pasada. Res-balo junto a un plátano, me golpeo en la cabeza con su tronco, caigo al suelo y todo se apaga al instante.

Lo que queda del 12Cambio de año, tiempo de listas y balances. El Cuaderno ha pedido a algunos de sus colaboradores que rescaten lo que merece la pena ser recordado de entre lo que ha traído 2012 en distintos apartados: libro de poesía en el ámbito internacional (Pi); libro de poesía en el ámbito nacional (PN); libro de narrativa en el ámbito internacional (Ni); libro de narrativa en el ámbito nacional (NN); ensayo internacional y/o nacional (E); música (M) y cine (C).

Amelia Gamonedapi: Zurita, Raúl Zurita, Delirio.pn: La bicicleta del panadero, Juan Carlos Mestre, Calambur.ni: El origen del mundo, Pierre Michon, traducción de María Teresa Gallego Urrutia, Anagrama.nn: Todos los cuentos, Antonio Pereira, Siruela.e: Esperando a Gödel. Literatura y matemáticas, Francisco González Fernández, Nivola.m: A modo, Abe Rábade, Nuba + Karonte Records.

Tess Gallagherpi: Tremolo, Alice Derry, Red Hen Press. Half Finished Heaven, Tomas Tranströmer, Graywolf Press.ni: Happiness is a chemical in the brain, Lucia Perillo, W. W. Norton & Company.m: Original Album Classics, Dave Brubeck, Sony Music Masterworks.c: The Best Exotic Marigold Hotel, John Madden, 20th Century Fox.

Gabriel García-Noblejaspi: El lenguaje del deseo, Hadewijch de Amberes, traducción de J. M. Ibeas, Trotta.pn: El espejo de tinta, Andrés Sánchez Robayna, Cátedra.ni: Las aventuras de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, traducción de J. M. Ibeas, Alianza.e: La sociedad del cansancio, Byung-Chul Han, traducción de A. Sarataxaga, Herder.

VISIONES DE DAMASCO(Una parábola)

• Damascus, 2012, óleo sobre papel, 30,8 µ 40,8 cm• Dark City, 2012, óleo sobre papel, 40,8 µ 30,8 cm

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4 elcuaderno Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincenaUN PINTOR EN SU CAMINO DE DAMASCO

ii. No por mucho tiempo. La negrura se ilumina de golpe

como si alguien hubiese encendido un proyector. Aunque no son diapositi-vas, ni retroproyecciones, ni nada que se parezca. Son imágenes que contie-nen y emiten, de alguna manera, su propia luz mate. Se mantienen unos segundos y pasan, con ese chasquido tan confortante y rítmico del carrusel de diapositivas que el profesor hace girar a tus espaldas, en la oscuridad del fondo de la clase. Lo que veo me recuerda bastante mis propios cua-dros, pero estos no los he pintado ja-más. Quiero decir que sé que lo que veo no es pintura, pero está hecho con pintura. Y con algo más que eso. A veces, escucho algún sonido. Voces o música que provienen de las figuras aunque todo sigue estático en ellas. Otras veces percibo con claridad lo que piensan, o adivino con nitidez cosas que en realidad serían com-pletamente invisibles, de estar en un cuadro. Unas cuantas pasan y siguen de largo en la confusión del momen-to antes de que pueda siquiera verlas. Pero me sereno, las dejo ir pasando con la cadencia que ellas eligen y de algún modo me acomodo mental-mente en la oscuridad de la incons-ciencia para observarlas mejor.

Clic.De nuevo la termografía del Sandy,

pero ahora enfocado casi a ras de sue-lo, en fuerte contrapicado, con el des-nudo bloque de la Gagosian Gallery de Chelsea en primer plano. La borrasca se extiende por el cielo y se cierne so-bre Manhattan como una crema que palpita con los rojos, los amarillos y los verdes enfermizos de Gerhard Richter. Un sujeto exquisitamente trajeado dirige hacia ella un extraño instrumental de precisión. Una mujer con aspecto de ejecutiva apunta cifras a su lado. Un tercero, en pie tras un atril que se parece a los de las casas de subastas, las transmite fuera del cam-po de la imagen con ayuda de un viejo megáfono.

Clic.Un delirante paisaje de los que

dibujaba George Herriman, pero pintado a la manera de Patinir. Una enorme cabeza de Krazy Kat reca-mada con diamantes se alza como un ídolo en mitad de los baobabs gordos, los edificios alargados sin puertas ni ventanas, las palmeras plantadas en macetas, la extensa llanura curvada. El oficial Pupp, a la derecha de la ima-gen, se lleva detenidos a Damien Hirst y al ratón Ignatz. Todos ellos parecen pequeños muñecos de plástico tienda de baratijas.

Clic.Bianca Castafiore, con tocado

frutal tipo Carmen Miranda, y Beni Moré cantan a dúo Dolor carabalí con la orquesta de Pérez Prado sobre la

• Stop, 2012, óleo sobre papel, 65 µ 50 cm• Departures, 2011, óleo sobre lienzo, 75 µ 225 cm

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elcuaderno 5Número 41 / Enero del 2013 /1ª quincena UN PINTOR EN SU CAMINO DE DAMASCO

m: Out of the Reeds, Pharaoh’s Daughter, Tzadik Records.c: Luna de papel, Peter Bogdanovich, Paramount Pictures.

José María Pérez Álvarezpi: En la cuerda de tender, Dinu Flamand, traducción de Catalina Iliescu, Linteo.pn: La bicicleta del panadero, Juan Carlos Mestre, Calambur.ni: El ángel esmeralda, Don DeLillo, traducción de Ramón Buenaventura, Seix Barral.nn: La hija del este, Clara Usón, Seix Barral.

Jesús Martínezni: El crack-up, Francis Scott Fitzgerald, traducción de Mariano Antolín Rato, Capitán Swing Libros.nn: Donde anidan los sueños, Blas Gallego, Ediciones Carena.

Enrique Vila-Matasni: Estoy leyendo con entusiasmo creciente Moo pak, una novela del apátrida Gabriel Josipovici, un escritor formidable. En esta novela, la primera que de él se publica en España, nos cuenta la historia de unos largos paseos por los parques londinenses, donde dos amigos conversan acerca del mundo y nos envuelven en su conversación sin barreras. Una oda a los viajes andados, al arte de caminar y conversar, al arte de desplazarse, cuando esta actividad se convierte en la más luminosa; tal vez sea esta actividad tan creativa porque tiene la velocidad humana. Hay caminatas que parecen producir una sintaxis mental y narrativa propias.nn: Estoy leyendo con muy notable interés El pulso del azar (Alfabia), de la asturiana Ana Rodríguez Fischer. Rabia, estupor, consternación, fracaso doloroso. Ofrece un punto de vista muy singular sobre nuestra ya vieja guerra civil; lo centra en la cárcel de mujeres de Wad-Ras, en Barcelona, donde una joven recibe un voluminoso paquete con cartas que le van a contar una dura historia. Muy bien escrita, estilo potente, sin duda el mejor trabajo narrativo hasta la fecha de Rodríguez Fischer: «Y por favor, Elisa, a la estampa que compongas, sea cual sea, añádele el asco y la rabia, más la consternación».

Andrés Catalánpi: Collected Poems, Edward Dorn, Carcanet Press.pn: Zurita, Raúl Zurita, Delirio. Poesía completa, Zbigniew

cubierta inclinada en 45 grados del Sirius mientras el transatlántico se hunde frente al faro de Cabo de Palos:

Mi Dió yo no quiero moríMi cuepo no acuanta el dolóMi negra me niega su amó...

Clic.En apariencia, es el mismo atar-

decer en Cape Cod. Solo que en este veo lo que está pensando la mujer en pie junto a la puerta. Piensa (no: sabe, acaba de saberlo) que nunca podrá cruzarla de vuelta al interior. Que, vistas desde fuera, todas las casas de este mundo son volúmenes macizos,

inhabitables; y que, si las viese desde dentro, la luz que entraría por sus ven-tanas y todo lo que alcanzase a con-templar a través de ellas sería también una sustancia compacta y tan densa como el óleo. De igual manera, sabe que el bosque del fondo es solo una cierta cantidad de pintura violácea y negra. Que todos, su marido, ella mis-ma, son figurantes a sueldo. Que el co-llie es un muñeco suspendido sobre la hierba espesa, inmóvil como un caba-llito de carrusel en su eje. Esta segura de que nadie, ni siquiera su marido, va a creerla y por eso guarda silencio. El tema del cuadro es su resignación. Eso sí es igual en el original.

Clic.Otra estampa marinera, pero esta

profundamente serena. Sentados en cómodas butacas de mimbre, el coro-nel Kurtz (bajo la apariencia del gor-do Sydney Greenstreet vestido como El Holandés en Malaca), un Joseph Conrad anciano, Morcillón y Babalú comparten unos vasos de ron jamai-cano en la cubierta del vapor Nellie. Al fondo, el Támesis fluye hacia el humo de las chimeneas y el atardecer lon-dinense. En el lugar del sol pende un cartel amarillo que advierte: DEAD END STREET.

Clic.Dos patinadores descienden por

la rampa central del museo Gugg-enheim. Todas las obras expuestas —cientos, cubriendo toda la pared—, son cromos de viejos álbumes de la editorial Maga. Destaca una de Zoo-logía y botánica (1962), reproducida a gran formato: la imagen (cromo nº 65, fragmento) de un nativo africano junto a un termitero que quintuplica su estatura. La pequeña cartela jun-to a él reza: Humildad, o La condición humana.

Clic.El laboratorio de Nicola Tesla en

Colorado Springs. Bajo los extraños aparatos y los haces de rayos,

• Desierto, 2012, óleo sobre papel, 65 x 50 cm• Hasten, 2012, óleo sobre papel, 50 x 65 cm

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[• página 3] Lo que queda del 12

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6 elcuaderno Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincenaUN PINTOR EN SU CAMINO DE DAMASCO

Tesla en persona, ataviado con una gran bata, un mandil de cuero y unos guantes de goma, vigila con los bra-zos en jarras y gesto preocupado una mesa de operaciones. Sobre ella, el urinario de Duchamp, impecable-mente ejecutado en origami, recibe varios rayos emitidos por un aparato invisible desde el techo. No lo pone en parte alguna, pero sé que el título del cuadro es Deus ex-machina.

Clic.Una falla en la que los ninots están

dispuestos exactamente igual que en la portada del Sgt. Pepper’s (pero nin-guna de cuyas efigies coincide en rea-lidad con las del original), a medio ar-der en la plaza de la iglesia del barrio valenciano de Benimaclet mientras la contempla por un solitario hom-bre de espaldas, ataviado con traje y sombrero. Me cuesta identificar los rostros de los ninots, pero sé que nin-guno es el mío. Y no sé si eso me alivia o me entristece.

Clic.Un lanzador de cuchillos que se pa-

rece una barbaridad a un famoso críti-co de arte que se ha ocupado a menudo de mi pintura lanza sus dagas contra la figura de un hombre maniatado en una rueda que gira (este sí se parece a mí). Cada cuchillo lleva grabado el nombre de cada uno de los artistas a los que ha escrito que le recuerdo; con ellos (son decenas) me ha ido silue-teando hasta casi llenar la superficie de la rueda. En los damascos del fondo de escenario, bordado en letras púrpuras: La Fama.

Clic.La torre roja, de Giorgio de Chiri-

co. A la la izquierda de la torre, una nave espacial humeante y medio des-trozada, como si hubiese sufrido un aterrizaje violento. Reconozco en ella la Estrella Lejana, de Roco Vargas, di-bujada por Daniel Torres. Junto a ella, dos figuras observan el entorno: una de ellas, es el propio Roco Vargas, ves-tido de astronauta y alzando la visera de su escafandra. La otra, que mira en dirección opuesta, es el escritor Ro-berto Bolaño, que sostiene con gesto escéptico un cigarrillo en la mano dere-cha y guarda la izquierda en el bolsillo de una arrugada americana.

Clic.El Stuka del piloto de caza Beuys

alcanzado por el fuego de las lejanas baterías rusas, justo cuando termina de escribir con el humo de sus llamas en el cielo de Crimea una quintilla del trovero Ángel Roca:

El trovero ha de volarpor cielos inexplorados, ingenio en repentizary sutileza en crearhan de ser siempre aliados.

Clic.La célebre fotografía del astronau-

ta americano Edward H. White toma-da desde el Gemini IV durante su pa-seo espacial del 3 de junio de 1965. Lo que se ve tras él, flotando en el espacio, no es un fragmento de la Tierra, sino la esquina de una caja de Joseph Cornell del tamaño del planeta.

Clic.El horizonte del mar Menor visto,

más o menos, desde un embarcadero de Los Urrutias. El Barón y la Perdi-guera no son islotes sino pequeños volcanes que emiten una fina huma-reda, como anticipando una erupción.

En primer plano, zarpa hacia ellas el Submarino Peral. La ceniza de los vol-canes dibuja tenuemente en el cielo la frase: ¿Por qué me persigues?

Clic.La fotografía de Yves Klein Salto al

vacío. Sobre el asfalto, tirado justo en el lugar donde va a caer su cuerpo, el Cuadrado negro de Malevich.

Clic.El Cuadrado negro de Malevich.

Clic. Una luz distinta. Viento y lluvia.

Caras de desconocidos que me mi-

ran con gesto preocupado. En primer plano, una camarera cuyo rostro me resulta familiar, mantiene cerca de mi cara un paño húmedo y me pregunta si me encuentro bien. Reconozco el toldo de la pizzería de la esquina con la Segunda Avenida. Siento un suave dolor de cabeza, cierta desorientación que no es exactamente física y un ra-ro bienestar, a pesar de todo. O es más bien euforia. El apremio de volver co-rriendo al estudio y empezar a pintar como un loco. El deseo de pintar.

iii. Sin embargo, no consigo pintar nada ni ese día ni a

lo largo de todo el día siguiente. Las visiones del minuto escaso en el que, según me contaron, permanecí fuera de juego siguen girando en el interior de mi cabeza con la misma violencia que el huracán ahí afuera; se confun-den y recombinan entre ellas, se en-trometen con las de los cuadros que ya tenía empezados para la exposición que me espera de vuelta a España, me lo desordenan todo como si hubiese abierto de par en par las ventanas del estudio para que entrase la tempes-tad. Me pongo en camino ante cada lienzo, tropiezo y vuelvo a levantarme una y otra vez. Y el final siempre es el mismo: la frase en ceniza “¿Por qué me persigues?”. El Cuadrado negro como una especie de ventana abierta a la ceguera.

El tiempo ha empeorado mucho. Los informativos dicen que Sandy ha tocado tierra al sur de Atlantic City hace una hora y que permanezcamos en casa, pero no puedo quedarme en-cerrado con todos estos fantasmas que me importunan. Mejor salir que salir loco.

Ya en las calles, me sorprende la cantidad de nativos y turistas que han decidido desafiar a Sandy y a las au-toridades para ser testigos de lo que quizá nunca más vaya a tener ante sus ojos. No puedo reprochárselo. Es un espectáculo sobrecogedor, irre-petible. Los edificios parecen trepi-dar bajo la tempestad y el avance se hace fatigoso. Cuando salgo a Union Square, todas las luces de Manhattan sur se apagan de golpe. La ciudad se transforma en un instante en un des-filadero de paredes oscuras. Huyo del negro malevich y me encuentro con la negrura también aquí fuera.

Hacia el norte, el Empire State per-manece iluminado como un gigantes-co faro. Su resplandor y el de las luces que permanecen encendidas más al norte iluminan las nubes bajas, des-flecándose en lluvia. La oscuridad está solo aquí abajo, en los edificios.

Arriba, el cielo resplandece como un televisor estacionado en un canal sin emisión, esperando que lo sintoni-cen. Se despliega tras las moles negras como un inmenso y disponible lienzo en blanco.

Vuelvo corriendo al estudio. Ahora lo veo claro. ¢

•• Euronómadas, 2011, óleo sobre lienzo, 200 µ 200 cm • Smart, 2012, tinta sumi y gesso sobre papel de periódico, 56 µ 60 cm

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elcuaderno 7Número 41 / Enero del 2013 /1ª quincena EL SABOR DE UN CLÁSICO

Herbert, traducción de Xaverio Ballester, Lumen.nn: Hablar solos, Andrés Neuman, Alfaguara.e: What light can do: essays on art, imagination, and the natural world, Robert Hass, Ecco.m: Old ideas, Leonard Cohen, Sony Music Entertaiment.c: Luces rojas, Rodrigo Cortés, Nostromo Pictures.

Clara Janéspn: Canción errónea, Antonio Gamoneda, Tusquets.m: Tatiana Smelova-Starry Sky Cicle, Urmas Sisask, Pianobox.

Antonio Méndez Rubiopi: Sombra para el deseo del sol, Adonis, Vaso Roto.pn: Onda expansiva, Pedro Provencio, Amargord.e: La moral del testigo, Carlos Piera, Balsa de la Medusa.m: Cut the World, Antony and the Johnsons, Rough Trade.c: Amor bajo el espino blanco, Zhang Yimou, Beijing New Film Pictures Co.

Pablo Batalla Cuetoe: La masonería femenina en España. Dos siglos de historia por la igualdad, Rosa Elvira Presmanes García, Libros de la Catarata.nn: La existencia de Dios, Miguel Barrero, Ediciones Trea. El tango de la guardia vieja, Arturo Pérez Reverte, Alfaguara.

Fernando Menéndezpi: Casi invisible, Mark Strand, traducción de Julio Trujillo, Visor.pn: Lo solo del animal, Olvido García Valdés, Tusquets.ni: Cartas de verano de 1926, Marina Tsvietáieva, Boris Pasternak, Rainer Maria Rilke, traducción de Selma Ancira, Adam Kovacsics y Francisco Segovia, Ediciones Minúscula.nn: La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja, Manuel Chaves Nogales, Libros del Asteroide.e: Las cataratas, Eliot Weinberger, selección y traducción de Aurelio Major, Domo Ediciones.m: 11 de noviembre, Silvia Pérez Cruz, Universal.c-tv: Homeland, primera temporada, AMC.

Enrique Buerespi: Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters, traducción de Jaime Priede, Bartleby Editores.pn: Segunda oscuridad, Andrés Trapiello, Pre-Textos.

Existe una selecta familia de libros que vuelan fuera del espacio y del tiempo; que ignoran toda supuesta convención de género. Estas obras no dudan en sacrificar la coherencia interna, porque en su caso equivaldría a dejar de respirar, para regalarnos un viaje tan libre como placentero.

Carlos Vara SánchezIlustraciones: Alfonso Fernández

Fisiología del gusto, de Jean-Anthel-me Brillat-Savarin (editado origi-nalmente en París en 1826 y ahora recuperado por Ediciones Trea en colaboración con la Fundación Ali-merka), pertenece sin ninguna duda a este caprichoso y esquivo grupo de artefactos literarios. No ha de engañar el ilustrado título Fisiología del gusto, pues nada más alejado de un arduo tratado sobre la materia es lo que se recoge en sus páginas. Si bien hay dis-quisiciones sobre el proceso digestivo, sobre los gustos y el olfato, son mucho más abundantes las anécdotas, los fragmentos sobre el buen comer, unas pocas recetas e incluso algún poema. Todos ello gobernado por la inequívoca pasión de un francés de épocas convul-sas por la buena mesa.

El valor de este libro no sólo reside en su innegable influencia en la gas-tronomía desde su ya lejana fecha de publicación, sino en su carácter radi-calmente pionero e influyente sobre un gran número de obras y escritores posteriores. Así pues, sin forzar mu-cho la vista, se atisban elementos de lo que habría de ser el característico modo de ver el mundo de Walter Ben-jamin: el esfuerzo del filósofo alemán por captar la modernidad a través de los pasajes parisinos aquí es una so-ciedad cambiante escrutada desde la mesa y la alimentación. También se intuye un innegable anticipo de lo que se ha dado en llamar estudios cultura-les; esas investigaciones —tan de mo-da en ciertos ámbitos universitarios— presas de una voluntad totalitaria que buscan conectar el mundo entero a través de una causa y sus innumera-bles efectos. Pero sobre todo, si casi doscientos años después de su escri-tura sigue siendo un libro que provoca una lectura tan placentera como esti-mulante, se debe a que, como el propio Brillat-Savarin recoge en uno de sus introductorios aforismos, «el placer del buen comer incumbe a todas las edades, condiciones, naciones y épo-cas». Si la gastronomía moderna —de la que habrían de venir Bullis y demás templos— nació en la Francia

DE LA BUENA MESA

AL

BUEN COMER

Una obra universal sobre las relaciones entre alimento,

apetito y placer

Brillat-Savarin según grabado de Bertall para la edición de 1848

[• página 5] Lo que queda del 12

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8 elcuaderno Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincenaEL SABOR DE UN CLÁSICO

napoleónica, este libro es el per-fecto testimonio de aquella época.

Desde la categoría casi estética de la gourmandise se va desplegan-do, en sucesivas constelaciones, todo aquello que tiene algo que ver con esa placentera actividad que es la bue-na mesa. No resulta casual que dicha gourmandise sea situada por el autor a medio camino entre «la elegancia ateniense, el lujo romano y la delica-deza francesa». Envueltas en una capa de delicado hedonismo no dejan de aparecer justas recomendaciones que aún hoy en día siguen en plena vigen-cia, como son la llamada a la mesura en la alimentación, los peligros de la grasa y las pesadillas que ésta engen-dra, así como la necesidad de mante-

Aforismos del profesorpara servir de prolegómenos a su obra y de fundamento eterno a la cienciai. El Universo es vida, y todo lo que vive se alimenta.ii. Los animales pacen; el hombre come, pero sólo el hombre inteligente sabe comer bien.iii. El destino de toda nación depende de su forma de comer.

iv. Dime lo que comes y te diré quién eres.v. El Creador, al condenar al hombre al deber de alimentarse para poder vivir, lo atrae a través del apetito, y lo recompensa mediante el placer.vi. La gourmandise1 es un acto juicioso, mediante el cual concedemos nuestra preferencia a los alimentos agradables al gusto, por encima de aquellos que carecen de tal cualidad.

vii. El placer del buen comer incumbe a todas las edades, condiciones, naciones y épocas. Puede asociarse a todos los otros placeres y es el último en desaparecer, para consolarnos de la pérdida de aquéllos.viii. La mesa es el único lugar donde uno jamás se aburre durante la primera hora.ix. El hallazgo de un nuevo manjar hace más en favor del bienestar del género humano que el

descubrimiento de un nuevo astro.x. Quienes se indigestan y quienes se emborrachan ni saben comer ni saben beber.xi. El orden adecuado de la ingesta de comestibles comienza con los más sustanciosos y concluye con los más ligeros.xii. El orden adecuado de la consumición de bebidas empieza con las más ligeras y termina con las más fuertes y aromáticas.

nerse mediante una dieta equilibrada tan alejados de la obesidad como de la delgadez extrema.

Resulta destacable la necesidad que impulsa a Brillat-Savarin a lo largo de varios capítulos —o «me-ditaciones», como él denomina— a otorgar la importancia debida a la ali-mentación. El camino emprendido es el propio de la Francia de comien-zos del siglo xix: dar una cualidad

científica a todo el proceso, buscar las causas y las consecuencias y, des-de métodos empíricos, dar consejos para provocar o evitar ciertos efectos. Así es presentada, de un modo tan di-vertido como curioso, la disquisición sobre el hipotético carácter afrodi-siaco de las trufas, donde se enarbola como prueba de ello la experiencia de una buena señora parisina que com-partió dichos preciados alimentos durante una velada con un tranquilo amigo de su esposo. En aquella oca-sión la señora afirma que el caballero perdió la compostura animado por el suculento manjar.

Pero el libro no deja de ser la obra de un individuo, con sus intereses, sus fi-lias y sus miedos y —precisamente por

Jean-Anthelme Brillat-SavarinFisiología del gustoIntroducción: Eduardo Méndez Riestra Traducción: Pablo Batalla Cueto, Ilustraciones: Alfonso FernándezEdiciones Trea/Fundación Alimerka, 2012, 331 pp., 30 ¤

[•]

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elcuaderno 9Número 41 / Enero del 2013 /1ª quincena EL SABOR DE UN CLÁSICO

ni: Tú y yo, Niccolò Ammaniti, traducción de Juan Manuel Salmerón, Anagrama.nn: Aire de Dylan, Enrique Vila-Matas, Seix Barral.e: El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española, Santiago Auserón, Ediciones Península.m: Gold Dust, Jonathan Jeremiah, Universal Music.c: En la casa, François Ozon, Mandarin Cinéma.

Agustín Fernández Mallopn: Canción errónea, Antonio Gamoneda, Tusquets.ni: Hormigón/Extinción, Thomas Bernhard, traducción de Miguel Sáenz, Alfaguara.nn: Karnaval, Juan Francisco Ferré, Anagrama.e: Emociónese así , Eloy Fernández Porta, Anagrama.m: Bloom, Beach House, Sub-Pop.c: Level Five, Chris Marker, Intermedio.

Chus Fernándezni: Los peces no cierran los ojos, Erri de Luca, traducción de Carlos Gumpert Melgosa, Seix Barral.nn: Medusa, Ricardo Menéndez Salmón, Seix Barral.e: No leer, Alejandro Zambra, Alpha Decay.m: Fantasmage, Fantasmage, Discos Humeantes.c: Moonrise Kingdoom, Wes Anderson, American Empirical Pictures.

Jorge Ordazpi: Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters, traducción de Jaime Priede, Bartleby Editores.pn: Poesía completa, Víctor Botas, edición de José Luis García Martín, Isla de Siltolá.ni: Pasando el rato en un país cálido, Jose Dalisay, traducción de Marta Alcaraz, Libros del Asteroide.nn: Incierta gloria, Joan Sales, traducción de Carlos Pujol, Destino.e: Las cararatas, Eliot Weinberger, traducción de Aurelio Major, Duomo.

Juan Carlos Suñénpi: Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters, traducción de Jaime Priede, Bartleby Editores.pn: Canción errónea, Antonio Gamoneda, Tusquets.ni: Locus Solus, Raymond Russel, traducción de Marcelo Cohen, Capitán Swing Librso.nn: El enredo de la bolsa y la vida, Eduardo Mendoza, Seix Barral.e: Contra toda esperanza, Nadiezhda Mandelstam,

xiii. Es herejía sostener que no debe cambiarse de vinos; la lengua se satura y, tras la tercera copa, incluso el mejor de los caldos no produce más que una sensación obtusa.xiv. Un postre sin queso es comparable a una beldad tuerta. xv. El cocinero se hace, pero el buen cocinero nace.xvi. La cualidad más indispensable de cualquier cocinero es la puntualidad; también debe serlo del invitado.

xvii. Alargar la espera al convidado que tarda es una falta de consideración hacia todos aquellos que han sido puntuales.xviii. Quien recibe a sus amigos y no pone un cuidado minucioso en los alimentos que ha de ofrecerles no es digno de tener amigos.xix. Es deber de la dueña de la casa procurar que el café sea exquisito; del dueño, que lo sean los licores.xx. Convidar a alguien significa

ocuparse de su bienestar durante todo el tiempo que permanece bajo nuestro techo.1 Los diccionarios traducen el término gourmand como goloso y gourmandise como gula o glotonería, pero se trata de aproximaciones no completamente fieles a la idea francesa. Por otro lado, el propio Brillat- Savarin ruega a sus posibles traductores al final de la meditación undécima que no traten de traducireste término. [N. del T.]

ello— tiene tan gran interés. No duda en romper el discurso para introducir una reflexión sobre el modo en que podría advenir el fin del mundo. No vacila en introducir una décima musa —Gasterea—, encargada de «presidir los goces del gusto». Y sí, hablamos de un individuo, pero poseedor de una erudición que se transforma en sagaci-dad y en sensibilidad al tratar cualquier tema. De este modo es capaz de llevar a cabo un resumen de treinta páginas titulado «Historia filosófica de la coci-na», donde se alternan los modos de los

[• página 7] Lo que queda del 12

banquetes romanos con citas de frag-mentos de Horacio o Catulo.

Los dos objetivos que en las últi-mas páginas reconoce el autor para su obra («establecer las bases teóricas de la gastronomía» y «definir con pre-cisión lo que debemos entender por gourmandise») no sólo son saciados sino ampliamente superados. Como ya hemos dicho, esta obra constituye una lectura absolutamente recomendable. No sólo para aquellos interesados en el noble placer de la buena mesa, sino en la Cultura. Cultura con mayúsculas,

porque en una época tan importante como es la Francia posrevolucionaria surgió esta obra que, aunando salud y placer, busca estudiar los cambios y las constantes de la buena alimentación. Es una obra global en el mejor sentido de la palabra. Hoy en día, cuando tantas cosas amenazan con derrumbarse, en el testimonio de un solterón francés de hace doscientos años se reconocen ciertas verdades que algunos parecen haber olvidado: como la de que lo más importante es poner al alcance de los más lo mejor. No guardar los tesoros, en este caso alimenticios, en los gastados palacios donde sólo la riqueza alumbra. Este ilustrado y tantas veces traiciona-do ideal brilla en todas y cada una de las páginas escritas por Brillat-Savarin. ¢

Hoy en día, cuando tantas cosas amenazan con derrumbarse, en el testimonio de un solterón francés de hace doscientos años se reconocen ciertas verdades que algunos parecen haber olvidado

[página 11 •]

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10 elcuaderno Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincenaEL PIONERO URUGUAYO

Elena de Lorenzo ÁlvarezComo ambas imágenes son verídicas pero dignas de mundos de ficción, han sido utilizadas con eficacia para explicar la obra de los dos escritores. Para Ricardo Piglia, Arlt flotando so-bre Buenos Aires era metáfora de su desplazamiento frente a la tradición literaria argentina: «Arlt siempre será joven y siempre estaremos sacando su cadáver por la ventana» (Un cadá-ver sobre la ciudad, 1991). Para Ángel Rama, aquel último gesto involunta-rio de Hernández era símbolo de su excéntrica actitud vital: «Salió en su ley, haciendo trizas la solemnidad y el recogimiento del acto funeral, con un repentino desvío de humor». Y el capítulo del funeral, «la descripción del centenar de personas que bajo el sol de las tres de la tarde contempla-ba los denodados esfuerzos del sepul-turero por ampliar la zanja, echando la única agua bendita que él hubiera aceptado, la de su sudor, sobre la ma-dera pulida del cajón», era página digna de un relato del uruguayo (So-bre Felisberto Hernández: burlón poeta de la materia, 1964).

Abundando en la idea, de algún modo los relatos de Felisberto (Mon-tevideo, 1902-1964) se ciñen a las ca-racterísticas de la potente historia del ataúd volador. Sin recurrir a lo fantás-tico, hechos posibles y cotidianos to-man un sesgo insospechado e insólito, como el extraño velorio de Felisberto; los objetos, o el propio cuerpo, revelan ocultas voluntades, como ese ataúd

Felisberto y el ataúd volador

que decide llevarse a Felisberto vo-lando; y el narrador, perplejo, queda a merced de ellos y sólo puede observar y describir, como su propio cuerpo en-cerrado en el ataúd.

En estas historias los balcones se enamoran y se suicidan, las ventanas hostiles deciden ocultar y no mostrar, las perturbadoras muñecas enajenan, las manos revolotean a su voluntad, las caras lloran y las bocas sonríen sin

www.trea.es Historia. Narrativa. Poesía. Arte. Gastronomía y alimentación Biblioteconomía. Archivística Museología. Patrimonio cultural. Gestión de la información y el conocimiento. Gestión cultural. Estudios árabes e islámicos. Cultura escrita y bibliología. Documentación. Bibliofilia y obra gráfica

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• EDITA: Ediciones Trea• COORDINADOR: Juan Carlos Gea • CONSEJO EDITORIAL: Juan Cueto, Álvaro

Díaz Huici, Jordi Doce, Elena de Lorenzo Álvarez, Helios Pandiella, Jaime Priede

• DISEÑO GRÁFICO: Pandiella y Ocio • IMPRIME: Gráficas Apel

Ediciones Trea, S. L. Polígono Industrial de Somonte, c/ María González la Pondala, 98, nave D, 33393 Gijón • Tel.: 985 303 801 www.trea.es • [email protected] [email protected]. L. : As. 02972-2012

El ataúd no cabía por la escalera, así que lo cerraron, lo montaron en una polea y abrieron la ventana. En el imaginario de la literatura hispanoamericana el féretro volador colgando en el aire, suspendido sobre la ciudad, es en realidad dos: uno custodiaba el largo cuerpo de Roberto Arlt, que se cernía sobre Buenos Aires; el otro albergaba el hinchado cadáver de Felisberto Hernández, rumbo al cementerio de Montevideo.

Felisberto HernándezLa casa inundadaPrólogo de Eloy TizónAtalanta, 2012, 350 pp., 23 ¤

Felisberto al piano, hacia 1927

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elcuaderno 11Número 41 / Enero del 2013 /1ª quincena EL PIONERO URUGUAYO

traducción de Lydia Kúper, Acantilado.m: Quinteto para cuerdas en do mayor (op. 163 D. 956), Franz Schubert, Cuarteto Arcanto. Olivier Marron, violonchelo. Harmonia Mundi HMC 902106.c: Amour (Love), Michael Haneke, Sony Pictures Classics

Sergio Gasparpi: Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters, traducción de Jaime Priede, Bartleby Editores.pn: Espacio y tiempo, Juan Ramón Jiménez, edición de Joaquín Llansó Martín-Moreno y Rocío Bejarano Álvarez, Linteo. E: Pío Baroja, José-Carlos Mainer, Taurus.

Moisés Moripn: Lo solo del animal, Olvido García Valdés, Tusquets.nn: Medusa, Ricardo Menéndez Salmón, Seix Barral.e: Esperando a Gödel. Literatura y matemáticas, Francisco González Fernández, Nivola.

Pedro Provenciopn: Lo solo del animal, Olvido García Valdés, Tusquets.e: La moral del testigo, Carlos Piera, Antonio Machado Libros.

Javier García Rodríguezpi: Perdurable compañía, W. S. Merwin, Vaso Roto.pn: El sueño de Visnu, David Meza, El Gaviero.ni: Diario de invierno, Paul Auster, Anagrama.nn: El tiempo es un sueño pop. Vida y obra de Terenci Moix, Juan Bonilla, RBA.e: La desaparición del exterior: cultura, crisis y fascismo de baja intensidad, Antonio Méndez Rubio, Eclipsados.m: La menor explicación, Toni Zenet, El Volcán Música.c: En la casa, François Ozon, Mandarin Cinéma.

Javier Romani: una novela de 1923, que aquí se publicó por vez pimera en los 80 y que ha vuelto a editar Siruela. Verdaderamente estremecedora e irrepetible: Los mutilados de Hermann Ungar, traducido por Ana María de la Fuente.nn: una novela que me sorprendió fue Un buen detective no se casa jamás de Marta Sanz (Anagrama), una mezcla muy atractiva de Chandler y Nabokov. c: una alemana, Bárbara de Christian Petzold, ambientada en la extinta República Democrática Alemana, un drama sutil construido sobre miradas y detalles. ¢

[• página 9] Lo que queda del 12Felisberto y el ataúd volador poder evitarlo su dueño… Y el narrador, sorprendido, narra; y lo hace un poco a la manera del protagonista de El acomodador, que un día descubre sobrecogi-do que en la oscuridad sus ojos emiten una luz que le permite percibir otra realidad; o como el de Menos Julia, que se sumerge en un túnel, una realidad para-lela en que es posible otro modo de acercamiento: allí disfruta palpando a oscuras objetos y mujeres que le resultan irreco-nocibles aunque pertenecen a su vida cotidiana.

Y siempre en una vaga at-mósfera de pasado imperfecto, porque, aunque cada historia tiene vida propia, comparten las más la insistente presencia de un yo narrador que recuerda y reflexiona sobre el recuerdo. En la serie más —llamémosla, para entendernos— autobiográfica,

Por los tiempos de Clemen-te Colling (1942), El caballo perdido (1943) y Tierras de la memoria (1960), una voz narrativa común recrea su infancia y adolescencia en un ejercicio que igualmente puede leerse en clave de esti-lo proustiano o de contenido autoficcional. Pero no es eso lo fundamental: el recuerdo de sus profesores de piano de las dos primeras narracio-nes da pie a demoradas re-flexiones ensayísticas sobre la identidad, el tiempo y el recuerdo, que persistirán en su obra. «Mientras yo no ha-bía dejado de ser del todo quien era y mientras no era quien estaba llamado a ser, tuve tiempo de sufrir angustias muy particulares. Entre la persona que yo fui y el tipo que yo iba a ser, que-daría una cosa común: los recuerdos. Pero los recuerdos, a medida que iban siendo del tipo que yo sería, a pesar de conservar los mismos límites visuales y parecida organización de los datos, iban teniendo un alma distinta» (El caballo perdido).

Rara, excéntrica, marginal, van-guardista, surrealista han sido cali-ficaciones frecuentes de la obra de Felisberto, que había obtenido esca-so reconocimiento como escritor en vida y cuya reivindicación no arran-có con decisión hasta después de su muerte, en los años setenta. Carlos Fuentes llega a sostener que «se po-dría decir que la ficción moderna de

América latina tiene sus comienzos con dos más bien oscuros escritores uruguayos, Horacio Quiroga y Fe-lisberto Hernández» (Casa con dos puertas, 1970); y Onetti afirma que su paisano «nunca fue ni será un es-critor de mayorías. Desgraciadamen-te, murió demasiado temprano para integrar ese fenómeno llamado boom, que todavía no logro explicarme de manera convincente» (Felisberto, el naïf, 1975).

Esto, pese a que en el Buenos Aires de los años cuarenta había visto publi-cados varios relatos suyos con apoyo de Victoria Ocampo y Jorge Luis Bor-ges en Sur y en Los Anales de Buenos Aires y Sudamericana había editado Nadie encendía las lámparas (1947). Y pese a que su obra había venido siendo desde entonces piedra de to-que de una sonada polémica entre

Emir Rodríguez Monegal y Ángel Ra-ma, quien más claramente apostó por él, editándolo en Arca (1967), defen-diendo una literatura auténtica, pro-funda y al margen de las modas, que, construida con materiales deleznables y formas paupérrimas, incomodaba al público burgués, y denunciando «la inercia del país para percibir el arte cuando no nace en el mundillo agitado y frívolo de los que se creen dueños de la cultura».

Pero es en aquellos setenta cuando Felisberto Hernández va dejando de ser un escritor secreto, con las edicio-nes de Italo Calvino (Einaudi, 1974) y la antología de Cristina Peri Rossi prolo-gada por Julio Cortázar (Lumen, 1975).

De la mano de Siruela llegarían las Narraciones incompletas (1990), luego la edición de Cátedra a cargo de Enriqueta Morillas (1993) y ahora con

Atalanta esta Casa inundada (2012). Aunque la secuen-cia cronológica y la adscrip-ción de los textos no quedan reflejadas con claridad, se renuncia aquí a textos tem-pranos —con acierto, pues a algo se ha de renunciar, y esta antología alcanza las 350 pá-ginas—, como los de Libro sin tapas (1929), pero también a algunos emblemáticos, como Por los tiempos de Clemente Colling (1942), el preferido de Onetti, o Las hortensias (1949); y se antologan El ca-ballo perdido (1943), los re-latos de Nadie encendía las lámparas (1947), una Expli-

cación falsa de mis cuentos (1955), que una evocadora errata ha convertido en Explicación falsa de mis «sueños», la Casa inundada que motiva el título (1960), El cocodrilo (1949), Lucrecia (1953) y La casa nueva (1959) —relatos recopilados en Tierras de la memoria (1965)—, y Manos equivocadas (1946) y Mur (1948) —en Diario del sinver-güenza y últimas invenciones (1974).

No es cuestión menor ésta de la cronología para valorar en su medida el carácter innovador de la narrativa del uruguayo, porque, como señala con acierto y precisión Eloy Tizón en la sugerente introducción, «Felis-berto estuvo allí y estuvo antes», «un minuto antes de que la tribu de Mel-quíades hiciese su estruendosa apari-ción, antes de las autopistas del sur y las regiones más transparentes, antes de los tres tristes tigres, antes de que los jardines se bifurcaran en múltiples senderos, antes de todo eso, allí estaba Felisberto Hernández».

Seguramente, como decía Onetti, Felisberto nunca será un escritor de mayorías, pero va dejando ya de ser un autor secreto y raro; al menos, gra-cias a esta edición de Atalanta, llega-rá a más y lo será menos. Sirve, pues, como decía Tomás Eloy Martínez, Para que nadie olvide a Felisberto Hernández (1974). ¢

Rara, excéntrica, marginal, vanguardista, surrealista han sido calificaciones frecuentes de la obra de Felisberto, que había obtenido escaso reconocimiento como escritor en vida y cuya reivindicación no arrancó con decisión hasta después de su muerte, en los años setenta

El narrador uruguayo hacia 1923, en 1935 y autografiando la edición artística de El cocodrilo (1961)

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12 elcuaderno Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincena

T. S. NORIO

Laura CasiellesLas autoras místicas que, en pleno Medievo europeo, come-tieron la osadía de interpretar a Dios como lo hacían los teólogos varones, en su escribir no nom-bran lo divino: lo rodean. Así lo cuenta, siglos más tarde, la filóso-fa italiana Luisa Muraro cuando celebra que, en los textos de estas arriesgadas religiosas, esa astucia destinada a burlar a los censores lograra convertirse en el delicado desarrollo de la que pudiera ser quizá la única forma de rozar lo divino: no nombrarlo.

Si nada se puede definir o ca-tegorizar sin robarle un poco el alma, menos aún la poesía: terri-torio, como los dioses, del miste-rio; palabra que siempre apunta a otro lugar. De la poesía es un li-bro cuyo título nos pone a jugar con la expectativa. Si buscábamos respues-tas, habrá que repensar la pregunta. Este extraño tratado tiene por centro un vacío al que no le cabe el nombre.

También dice la filósofa que lo que llevaba a las místicas a escribir era el amor. Y que desde el amor, libre de nombres, lo amado se dejaba decir.

De la poesía es, de igual manera, un dejar que la poesía se diga sola. Y si la poesía se deja decir por lo que, sin cer-carla, la rodea, ocurre que en este libro se ponen a hablar realidades como la oración y la terapia, como el amor y la guerra, como los tributos que se pagan a los muertos. Como el dinero, el po-der y el ponerle o no ponerle dueño a las palabras. Goliardos y otros monjes, juglares y otros oficios; manuales de es-tética y costumbres agrícolas; regueros de vino; célebres tatuajes. Diccionarios semánticos y listas de éxitos del pop; anécdotas inciertas de autores que co-nocemos y pormenorizadas biografías de poetas que, sin haber existido, fue-ron eternos. Censores y mecenas, mie-do y risa. Epitafios, efemérides, estrate-gias diversas para contar las sílabas: de todo ello hay, en este libro.

Se aúnan en él textos antropoló-gicos y de crítica académica, relatos védicos y médicos, noticias, inscrip-ciones, anécdotas, refranes… Y por supuesto poemas: decenas de poemas

que —sin casillas de lugar, tiempo o estilo— se imantan de cuantas maneras quiera el azar que se vayan abrien-do las páginas. Cada uno de los fragmentos — cuidadosamente re-ferenciados para que el lector pueda tirar del hilo que más le tiente— es una ventana ante la que se abre una mirada posible sobre lo poéti-co y sus lenguajes. Más caleidoscopio que catálogo, más rastro que mapa.

El artesano que cuidadosamente encaja las piezas de este mosaico es T. S. Norio (Oviedo, 1959), esquivo nombre de pluma de quien es también autor de las colecciones de poemas Un mensaje a García, Academia Rilke y Tres poemas, de las novelas Vida del Gates y Variaciones Nuria, del libro de relatos El tesoro de los cuen-tos y de otros artefactos del decir co-mo el libro-baraja 10.000.000.000 performances. Pero en De la poesía el polígrafo se borra. Este autor que no quiere serlo se presenta como un compilador casual, como un afor-tunado recolector de gemas que se limitara a ir colocándolas en el lugar que, mágicamente, les tiene previsto el cuadro. Así lo explica en el prólogo,

un delicioso puñado de páginas en las que T. S. Norio se hace las preguntas que le llevaron a emprender esta tarea y cuenta también cómo las aguas del misterio le fueron empapando para dejarle claro que su labor no iba a ser encajonar los textos, sino, por el con-trario, darles vuelo.

El trabajo de maquetación y dise-ño de Amelia Celaya refuerza un aire de enciclopedia, de viejo tratado, pero no hallaremos aquí orden alfabético ni volúmenes temáticos. El empeño es mostrar —rodeando y sin nombre— «lo que tiene de asombro y de entra-

ña sagrada la palabra poética. Su invencible variedad, su descon-certante persistencia para brotarse y fructi-ficar a lo largo de la vida y la muerte humanas de todas las épocas y

todas las geografías». Así, lo único que queda de cartográfico en la obra es un cuidado índice en el que se listan los principales temas, personajes e in-quietudes que recorren sus páginas, poniendo en juego conexiones y acer-camientos como quien deja señales en un camino de montaña.

Los artífices materiales de este libro son dos editoriales de distinto rostro. Libros de la Herida, afincada en Sevilla, ha ido desgranando en los últimos años un personalísimo y cui-dado catálogo de libros de poemas. Cambalache es la rama editorial del colectivo de igual nombre, que lleva una década realizando en Oviedo un importante trabajo social a pie de calle desde un espacio autogestionado que se ha convertido además en uno de los corazones de la ciudad en lo tocante a

Dejar decirse a la poesíaUn mosaico de textos que exhibe el misterio de lo poético sin pretender nombrarlo

la reflexión sobre temas como migra-ciones, feminismo o ecología. En este libro, ambos proyectos se dan la mano para indagar en uno de los puntos que pueden tener en común sus propues-tas: el empeño de albergar palabras que cuenten lo que de verdad pasa en nuestro mundo fuera de los discursos oficiales, lo que nos acerca en tanto que personas, la escritura que es hermana de la vida.

En una reciente entrevista, T. S. Norio explicaba que uno de los estí-mulos que le llevó a trabajar en De la poesía fue darse cuenta de que ésta se

ha convertido en un género li-terario minoritario y exquisito. Si —como este libro nos recuerda que decía Bataille— «la ausencia

de la poesía es el eclipse de la suerte», Norio no se ha resig-nado a dejar sin fortuna a este tiempo en que la poesía ronda por pocas manos. Desde la idea de que, por el contrario, a lo largo del tiempo y el espacio la palabra

poética ha sido más bien tierra entre los dedos de todos, su libro la devuelve, como quien da un regalo, a sus usos de juego y de oráculo, de grito y de gente: a sus múltiples posibilidades.

De la poesía: la inspiración que fulmina a un alemán sentado en un parque, el rabino de Montevideo ca-librando razones para decidir si una canción es o no es kosher, los cantos siberianos cuando se mata a un oso, las exigentes ceremonias de los brah-manes, el catastro de cantos de los pieles rojas, los modos en que Ezra Pound salvaba a sus contemporáneos, las horas que llevaría leer de viva voz la Ilíada. La mariposa que se posó en la cabeza del contable. El concurso de versos de la emperatriz de Japón. Los poemas que se pegan en las cárce-les, los que se escriben en los muros de la ciudad. Los veteranos de guerra que aprenden disciplina a través de la belleza de los campos.

Leemos en De la poesía que Rainer María Rilke escribió: «Transmitir el misterio sin conocerlo, como una car-ta sellada».

Así este libro. Lo que ronda a la poesía se posa por

un segundo sobre la hoja. Atravesado de amor, lo entrevisto

renuncia al nombre, abre las ventanas del misterio.

Y pasa la voz. ¢

T. S. NorioDe la poesíaLibros de la Herida/Cambalache Libros, 2012, 496 pp., 22 ¤

Este autor que no quiere serlo se presenta como un compilador casual, como un afortunado recolector de gemas que se limitara a ir colocándolas en el lugar que, mágicamente, les tiene previsto el cuadro

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elcuaderno 13Número 41 / Enero del 2013 /1ª quincena

ANTONIO PEREIRA

Rafael Suárez PlácidoCon Antonio Pereira nunca se sabe. Uno va leyendo la narración que nos propone, recorriendo cada contor-no de cada sílaba, como si fuera un poema, pensando que le están con-tando una historia que más o menos le suena, y en el último momento, en el último párrafo o en la última frase, aparece la frase —a veces la palabra— que lo cambia todo y que hace que la historia suene como nueva. Con An-tonio Pereira nunca se sabe. No lo digo yo, lo dice él mismo en su «Cuento de los dos narradores»: «… que con estos cuentistas nunca se sabe». Y tanto que no se sabe, porque este cuento, por ejemplo, de los dos narradores, no es siquiera un cuento al uso, sino que fue el prólogo de la antología Cuentos del medio siglo. Eso es lo primero, esta na-rrativa breve completa incluye toda su obra narrativa, excepto sus tres novelas: más de doscientos textos agrupados en doce libros.

Se trata de un acontecimiento editorial, por supuesto. Antonio Pe-reira falleció en el 2009 y, aunque ya había publicado alguna antología de cuentos, nada ha sido comparable al esfuerzo editorial que le ha dedicado la editorial Siruela, con esta edición

cuidadísima, marca de la casa, que, además, lleva un texto prólogo, o a modo de prólogo, del poeta Antonio Gamoneda. ¿Un poeta prologando los cuentos de Pereira? Claro, el descu-brimiento —para quien aún no lo haya realizado— del Pereira narrador no puede hacer olvidar que ahí hay tam-bién un Pereira poeta. No sólo cuando escribía versos, también en su narrati-va. De hecho, él siempre se consideró más poeta que otra cosa.

Su primer libro de poemas, El re-greso (1964), aparece en la entonces más que prestigiosa colección Ado-nais, y está adscrito a la estética del círculo castellano-leonés formado en torno a la revista Espadaña. Quizá hubiera sido un buen comienzo para hablar de un buen poeta, pero sólo dos años después apareció su primer libro de cuentos: Una ventana a la carrete-ra. Ya desde estos inicios nos encon-tramos a un autor maduro. Realmente lo era, pues nació en 1923: hablamos de primeros libros publicados con más de cuarenta años y el jovencito que iba publicando sus artículos y poemas, desde muy joven, en algunos periódicos de la zona, ya no era un principiante y tenía cierto nombre entre sus paisanos, y algunos de los

más entendidos ya lo reconocían co-mo un nombre muy a tener en cuenta.

En el citado «Cuento de los dos narradores» hace una brevísima sem-blanza de su biografía literaria. Esos «dos narradores» son él mismo y se refieren a los dos estilos, o dos estéticas que marcaron su obra. El primero, un narrador inocente, al que podían ta-char «de localista y de costumbrista y provinciano» con cierta razón, porque sus historias se referían a «lo que él veía o imaginaba en sus comarcas del interior». Pero «fue perdiendo la ino-cencia con los libros de teoría literaria y otras malas compañías […] y prosperó en el oficio de contar y se convirtió en el narrador resabiado». El cuento concluye diciendo que, pese a esa evolución en lo estético, «no se arre-piente de sus cuentos de aquel tiempo, ni a sus per-sonajes los niega». Es un tema sobre el que se pue-de escribir mucho y, sin duda, se ha escrito. El pri-mer Antonio Pereira es-cribía cuentos provincia-nos y costumbristas, pero era plenamente consciente de que lo eran y buscaba con ellos una intención crítica. En estos cuentos aparece refle-jada la vida cotidiana durante la dicta-dura. Y, aunque es cierto que se publi-caron ya en los segundos años sesenta, se mostraban maneras de vivir que no eran las habituales ni las consentidas por el sistema. En este sentido, ya en su segundo libro, El ingeniero Balboa y otras historias civiles, publicado en 1976, ese escritor resabiado aparece plenamente y esa intención crítica con la dictadura y sus costumbres es ya más que evidente. Hay un tópico cuando se escribe sobre un autor de cuentos, y es decir que tal cuento o tal otro es digno de aparecer en una antología de relatos

del siglo. «El ingeniero Balboa» es dig-no de ser uno de los grandes relatos es-critos en nuestra lengua. Ahí es donde se ve a ese Antonio Pereira que ha leído y asimilado teoría de la literatura y, so-bre todo, que se ha juntado con malas compañías, y comienza a aparecer él mismo en sus relatos, con datos auto-biográficos evidentes, mezclando rea-lidad y ficción: ahí empieza a no saberse dónde acaba la realidad y dónde em-pieza la ficción. El personaje de Elena Balboa, Lena, es uno de esos persona-jes que siempre buscamos en nuestras lecturas y al que ponemos una u otra

cara, según sea nuestro estado de áni-mo, que sólo ha llegado a nosotros por unas cuantas frases y escenas intuidas más que leídas: uno de los grandes per-sonajes de nuestra literatura esbozado en unas pocas páginas.

A partir de ahí, cada cuento que leemos, cada uno de los casi doscien-tos cuentos que le siguen, es una aven-tura por vivir, de la que sabemos un título, un nombre propio evocador, pero no mucho más. Lo único que va-mos previendo es que hasta que no lleguemos a la última línea del cuento, no sabremos realmente qué estamos leyendo. Sus pasiones, sus amigos (Antonio Gamoneda, que le escribe un maravilloso y emocionado prólo-go, el jovencísimo Juan Carlos Mestre o Juan Eduardo Zúñiga), sus autores favoritos (los ilustrados franceses, los simbolistas —Rimbaud— y un listado de contemporáneos que sorprende por su heterogeneidad desacostum-brada en aquellos tiempos que le to-có vivir), el amor, el sexo, la amistad, el gusto por lo bueno y, muy espe-cialmente, por la literatura, nos van acompañando en esta singladura que sorprenderá a los lectores que aún no lo conozcan. Una vez que lo empiecen a leer, ya no podrán soltarlo. ¢

Con estos narradores nunca se sabe

Antonio PereiraTodos los cuentosPrólogo de Antonio GamonedaSiruela, 2012, 892 pp., 29,95 ¤

Cada cuento que leemos, cada uno de los casi doscientos cuentos que le siguen, es una aventura por vivir, de la que

sabemos un título, un nombre propio evocador, pero no mucho más. Lo único que vamos previendo es que hasta que no lleguemos a la última línea del cuento, no sabremos realmente qué estamos leyendo

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14 elcuaderno Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincena

POEMAS INÉDITOS

Del día y la nadaXavier PalauA lo largo de los cinco libros publicados entre los años 1978 y 2005 (Atardecer en la fábrica, El señor gastado, Recuerdo del bañista, 1950, Paradís y El eclipse) y el aún inédito El día y la nada, del que adelantamos a nuestros lectores estos poemas, la poesía de Xavier Palau (Barcelona, 1950) ha sido el constante relato de las sucesivas pérdidas que jalonan la existencia de un hombre y de la inútil nostalgia por lo irremplazable.

Circularidad

Vivirás un día tan sólopara saber que la herida de la sangre y de su rosa son vanos elogios antiguosy que es la repetición el inevitable declive de los seres, que la corona gloriosa será consumida por completo cada mañana.

Temblor

Miraste al espejoun instante y quedóel temblor de tu rostro,de tu ser en descenso;tu navegación esese día eterno que observan sin dolorlos animales viejos.

Posibilidad

Lentamente he contado todos los sueños que quedan, los escasos seres vivos que podrían envolvermecon su cuerpo, la mujerque acercaría su rostropara mostrar el temblor de una resurrección.

Infinitud

Seres en el descensoadmiran la bellezadel invierno finaly sus cuerpos esperanla piedad del pasado.

Aunque ese viaje es para ti bellísimanada, para tu boca fingida y tu fría calma, para tu pútrida ebriedad infinita.

Mes de abril

Lavaron tu cuerpo con esponjas, tarde y con suavidad, dos mujeres lentas te dejaron bellapara la miradade otros, para míy tu hija; pero nomiramos tus formas, no supimos vertey la última tardeterminó de pronto sin luz ese día.

Los muertos

Os siento dentro del aire pretérito, sumergidos en graves mares que sólo son profundidad, errantes animales que sin luz os precipitáis allí donde intactos se guardan los jardines del pasado.

Lecciones de la repetición eterna

Tú, mañana que apareces desafiante y nueva,que sobrevives y eres la perpetua cazadora.Te entrego estos deseos porque serás la aurora fecunda, luz que jamás la poesía soñó.

Pavesiana

Serás tú, que permaneces en este atardecerque no quiere postergarla mañana, y tus gestostendrán un deseo nulo,la belleza de otro mundo,el de las mujeres que mirancon desdén el fin del día.

Mitos

Me acerco en tu búsqueda a la estrecha carretera donde fuimos a besarnos, sabedores de que la luz de la noche quedaría sobre nuestras bocas húmedas y en la tierra ya crecía el fin suave de la luna.

México Mueve sus caderas a los lados, abre los labios ya ebriosde un deseo altoy entra el aire cálidoen su ser indemney respira, altacomo una cierva,la felicidad.

Comienzo y fin

Viven errantes muchachas en la breve duraciónde los días concedidos,su mirada siempre es gozoy feroces beben del placercomo los desesperadosy callados cuerpos pálidos de niños abandonadossobre estanques de lluvia.

Placer

Degusta este placer con extrema lentitud y serenidad, abraza su tan sagrado refugio, debes educar tu cuerpo en su simple laberinto, infinito y tan breve.

Realidad

Hay edificios orientados hacia el olvido, en el frío de seres desaparecidos, en parcelas muy apartadas, bajo la neblina de antiguas rutas que el viento desdibuja.

Si entras en las habitaciones, advertirás que allí también hubo vida y previsiones, errores y sueños quiméricos, la caída hacia el abismo de días siempre parecidos.

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elcuaderno 15Número 41 / Enero del 2013 /1ª quincena

«ANIMAL SIN PARACHOQUES»

Javier F. GrandaPablo Und Destruktion se muestra al mundo con ese individualismo característi-co de la modernidad líquida, con un ojo puesto en la cul-tura popular y en la sociedad posindustrial, con el cuerpo maltrecho y recompuesto con prótesis de titanio cele-brando con ironía The End of Europe desde un hórreo de Morvís, y con la influencia cosmopolita de un Berlín que proyecta las inquietudes del talento más contemporáneo.

Intuyo que quieren al destructor por su palabra y su voz, enormes como pocas de las que se elevan en el pano-rama musical actual, pero so-bre todo por el magnetismo de un trasfondo auténtico.

De su prolija actividad musical se han vertido múl-tiples y variadas opiniones. Lleva varios años trabajan-do en la música, buscando y moldeando ese sello per-sonal que hoy le identifica. Los que han llegado a tiempo le han conocido en Arroz y en Silencio Oso; a los que se incorporan ahora les toca probar el perfil del solita-rio, pero también descubrir su huella en los controles de Pauken Grabaciones y Conspiraciones, a los mandos de Estudios Güeli-ta, o en el relanzamiento de Gandaya, vida alegre y vagabunda.

Una de las prolongaciones creativas que pode-mos observar en éste factótum es la escritura, tan sonora como su música a juzgar por la potencia que alcanzan sus Crónicas Asturpsicodélicas en Mon-doSonoro, o las píldoras de consumo más informal que nos ofrece en webs y redes sociales, donde sus palabras se acomodan y se dispersan entre los im-pulsos de la electricidad, haciendo valer indepen-dencia, creatividad y autenticidad de un solo golpe y sin despeinarse.

La asturpsicodelia vive un momento álgido en manos del destructor. La grabación de su último disco, Animal con parachoques, en los Estudios Güelita, de Morvís (Villaviciosa), finalizó en abril del 2012 y desde entonces no ha dejado de girar por media Europa, desde Brighton a Braganza, pasando por Hamburgo o Viena. Once temas en

PSICODELIA, POST-PUNK, ELECTRO-FOLK & CARBÓN ASTURIANO

los que el destructor se las arregla con la guitarra, sin-tes, voces, bajo y percusiones y del cual comenta en vice.com que todo ello «nace del barbecho de Silencio Oso», ya que «necesitaba eliminar cualquier rastro de buenas intenciones y suavidad» para hacer «una mezcla de danzas indias con epilepsia» envueltas en «pinturas a ba-se de carbón asturiano de primera calidad, mucho me-jor que el de la competencia polaca».

Temas como Extranjera, Du Bist El Sol, Me quieres como a un perrín, Gloria o Barro, Pequeña Retorcida, Pupilas Dilatadas De Ira o Golpead a Pablo Und Des-truktion, entre otros, se cons-truyen sobre bases electró-nicas obsesivas en las que se insertan sonidos proce-dentes de un instrumental diverso y customizado a la medida del artista. Todo ello conforma una psicodelia post-punk envuelta en to-nalidades folk y con un ar-senal de loops y delays que se cuelgan de unas letras ágiles y desgarradoras, no ajenas a cierta atmósfera velvetiana en ocasiones.

La imagen no es un recur-so secundario en la puesta en escena de Pablo Und Destruktion. Su música se proyecta con éxito en la videocreación experimental, donde encontramos calidad narrativa y destellos de un universo chamá-nico con rituales que conexionan con la naturale-za para emprender un camino alternativo hacia la búsqueda de identidades. En clips como Extranjera (2011, Berlín-Gijón), Du Bist El Sol (2011, Canta-bria), Amigos (2012, La Coruña) o Agujero (2012, Morvís) asistimos a una experimentación delibe-rada de los códigos con los que el artista construye un orden simbólico más allá de lo musical.

Un breve pero lúcido comentario a las canciones de Animal con parachoques ha sido volcado por Víc-tor R. Villar en hipersonica.com.

Quien no haya tenido la oportunidad de con-seguir aún ese lujo de cd en edición limitada a 130 ejemplares puede darse prisa, porque los 275 ejem-plares del vinilo desaparecen a velocidad del rayo, y esto no ha hecho más que empezar… ¢

Pablo Und Destruktion construye un país musical propio desde un hórreo de Morvís

Carátula de Animal con parachoques, por Fee Reega

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16 elcuaderno Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincena

AGENDA CULTURAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

Vídeo Selecta. 11 obras de videoarte de colecciónHasta el 6 de enero del 2013Sala de exposiciones Banco Herrero. OviedoLa imagen en movimiento como posibilidad artística. Desde el video arte hasta el cinema expandido, pasando por la video-instalación, el video-objeto, la reconstrucción, el video ensayo y la video documentación.

40 años en el corazón del mundo celta Exposición aniversario del Festival Intercéltico de LorientHasta el 6 de enero del 2013Hall del auditorio del Centro NiemeyerLa historia del Festival Intercéltico de Lorient, desde la llegada a la ciudad del campeonato de bagadou (bandas de gaitas bretonas) en 1971 al gran acontecimiento cosmopolita de hoy.

Feather Tales IIHasta el 4 de febrero del 2013LABoral Centro de Arte y Creación Industrial

Un work in progress del artista brasileño Ricardo O’Nascimento y de la artista turca Ebru Kurbak en el que utilizan las prendas de vestir como una forma de comunicación y de protección, situándolas en el núcleo de unas investigaciones que vinculan el diseño y la moda.

Presencia activaHasta el 25 de febrero del 2013LABoral Centro de Arte y Creación IndustrialPresencia activa muestra, a través de las obras de doce artistas internacionales la evolución de la performance en sus cincuenta años de existencia y su vigencia en el arte actual.

Miraes 2012 - ItineranciaHasta el 17 de noviembre del 2013Varios emplazamientosEsta exposición constituye el resumen del año en imágenes realizadas por los fotoperodistas asturianos.

Robotix, taller de iniciación a la robóticaDel 2 al 4 de eneroLABoral, Centro de Arte y Creación IndustrialTaller de iniciación a la robótica dirigido a niños de entre 10 y 14 años. Sus participantes aprenderán a diseñar, construir, programar y poner en marcha robots Lego Mindstorms NXT Education.

El show de David Guapo12 de enero, 21.00 hTeatro de Laboral, Ciudad de la CulturaDavid Guapo presenta su nuevo monólogo, Quenonosfrunjanlafiesta, una apuesta segura donde el humor, la música y la improvisación se mezclan en un espectáculo único para todos los públicos, divertido y sorprendente, en el que combina la música y el diálogo con los espectadores.

Gran concierto de Año Nuevo de Johann Strauss15 de enero, 20.30 hTeatro de la LaboralInspirado en la tradicional cita musical que cada año se celebra en Viena y de la mano de La Strauss Festival Orchestr vuelve a España, tras el éxito de ediciones anteriores, el Gran Concierto de Año Nuevo con una atractiva selección de los mejores valses, polcas y marchas de Johann Strauss.

Farruquito presenta Abolengo18 de enero, 20.30 hTeatro de la Laboral, en GijónCon coreografía de Antonio Canales, en Abolengo se produce el encuentro entre  dos de las más grandes familias del baile flamenco, los Farruco y los Amaya. Farruquito cuenta como invitada especial con la bailaora mexicana Karime Amaya, sobrina nieta de Carmen Amaya e hija de Mercedes Amaya.

Ciclo Rock&Roll: The Fleshtones18 de enero. 22.00 hCentro NiemeyerThe Fleshtones es una de las mejores bandas de garage revivalista de todos los tiempos, liderada por el carismático Peter Zaremba, en activo desde hace más de 30 años y en plena forma, que asegura diversión y rock&roll en sus frenéticos conciertos.

Bob Geldof en concierto19 de enero, 20.30 hAuditorio del Centro Niemeyer

Cantante, compositor, actor y activista político, el prestigioso músico irlandés vendrá al Niemeyer acompañado de una gran banda de hasta catorce músicos en escena y con una completa composición de instrumentos. Timbales, bongos, ukeleles y acordeones, entre otros, le acompañarán en un concierto que combinará las raíces británicas con el pop y el rock más comprometido.

Ciclo de Palabra: Sami Naïr y Elena de Lorenzo Álvarez24 de eneroEn la Cúpula del Centro NiemeyerCoordinado por el escritor Jordi Doce, el Ciclo de Palabra es un espacio de diálogo y debate donde destacados creadores y pensadores, tanto nacionales como internacionales, comparten sus ideas, pensamientos y su interpretación de la realidad y del mundo.

Ciclo Esencias Celtas: Fraser Fifield25 de enero, 20.30 hCentro NiemeyerEntre la tradición escocesa-europea y la improvisación, Fraser Fifield, gaitero y flautista impregnado del espíritu improvisador proveniente del jazz, es un saxofonista y multiinstrumentista que interpreta la música tradicional de Escocia y todo su caudal compositivo como si esta hubiese usado siempre el saxo soprano en vez del violín o la gaita.

Laboral Ciudad de la CulturaAdemás de conocer la arquitectura, la historia y los usos actuales, se visita algunos de los lugares que componen este espectacular conjunto como el teatro, la torre o el patio corintio.

Visitas guiadas

Centro NiemeyerAdemás de sus actividades culturales, el Centro Niemeyer constituye por sí mismo un interesante y espectacular espacio arquitectónico moderno de referencia internacional que merece ser conocido y disfrutado.

Museo del Jurásico de AsturiasEn un lugar privilegiado a 155 metros sobre el nivel del mar, se alza un museo singular que, bajo la forma de una gran huella tridáctila de dinosaurio, acoge una de las muestras más completas y didácticas del mundo sobre estos fascinantes reptiles.

Centro de Arte Rupestre de Tito BustilloSu moderna concepción, basada en las técnicas más novedosas y atractivas para todos los públicos, permite ofrecer al visitante un equipamiento cultural que aspira a convertirse en un referente en el ámbito nacional sobre el arte paleolítico, especialmente el albergado en la cueva de Tito Bustillo.

Parque de la Prehistoria de TevergaSu objetivo es dar a conocer el arte del Paleolítico Superior en Europa mediante una importante muestra de sus manifestaciones artísticas por medio de reproducciones facsimilares de significativos conjuntos parietales y objetos de arte mobiliar.

Centro de Recepción e Interpretación del PrerrománicoUn espacio dedicado a explicar de forma científica y rigurosa los monumentos que integran el prerrománico asturiano, en las inmediaciones de Santa María de Naranco y San Miguel de Liño.

www.clubculturaasturias.com/14/agenda.html