el concepto de litertura
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EL CONCEPTO DE LITERATURA
La literatura es un trompo que solo existe en movimiento.
J.P.S.
Antes de comenzar a hacer consideraciones teóricas
con respecto al concepto de literatura, debemos tener en
cuenta que, en el universo de las Letras, no existen nociones y
conceptos totalmente acabados y dado de una vez y para siempre. Su definición depende
de muchas variables, tales como la coyuntura espacio-temporal (lugar, momento
histórico…), la perspectiva teórica desde la cual pensamos los conceptos, etc.
En esta ocasión veremos tres miradas sobre la noción de ‘literatura’. En primer
lugar, veremos la propuesta de Raymond Williams, intelectual británico, que hace
hincapié en la historicidad y evolución de la definición. En segundo lugar, la reflexión de
un discípulo de Williams, Terry Eagleton, que nos mostrará los alcances y los límites de
distintas nociones de literatura. En tercer y último lugar, una propuesta de intelectuales
locales, docentes salteñas, que ensayan una posible manera de entender el concepto en
tanto producto sociocultural.
Como dijimos antes, el primer abordaje lo haremos de la mano de Raymond
Williams.
La primera observación que hace este autor es acerca de los sentidos que se
convocan cuando se habla de literatura. Para él, tiene un sentido más «concreto», por lo
que se vincularía rápidamente con obras particulares, por ejemplo; mientras que existen
otros conceptos, cuyos sentidos serían más «abstractos», como los de sociedad, política,
ideología. El proceso de composición de literatura ha quedado relegado.
Para hacer un análisis serio del problema, Williams propone «volver a examinar el
desarrollo del concepto en sí mismo» (Williams, Raymond, 2009:64). La concepción
moderna, dice el autor, no surgió antes del siglo XVIII. Esta observación es importante, ya
que resalta el hecho de que el concepto ha variado a lo largo de la historia y, desde ya, no
podemos hablar de «esencia» literaria.
Afirma Williams que la palabra comenzó a ser utilizada por los ingleses en el siglo
XIV, pero que, originalmente, hacía referencia a una condición de lectura ( literature), «la
de ser capaz de leer y ser leído» (p:64). Literary, dice el autor, como habilidad y
experiencia de lectura, hasta el siglo XVII, y adquirió su significado moderno hacia el siglo
XVIII:
La «literatura» como una nueva categoría era entonces una especialización del área
categorizada como retórica y gramática: una especialización en la lectura y, en el
contexto material del desarrollo de la imprenta, de lectura de la letra impresa y el
libro. (…) Literatura, hemos de decir, era una categoría de uso y de condición más
que de producción. (…) En su primer sentido difundido, más allá del pleno sentido de
literacy, era una definición de aprendizaje «culto» o «humanista» e implicaba una
distinción especial. (…) Pero aún en su primer estadio, en el siglo dieciocho, la
literatura era primariamente un concepto social generalizado, que expresaba cierto
(minoritario) nivel de acceso a la educación (Williams, 2009:64-65).
Se entendía a la literatura como el conjunto de libros impresos, pero aún hacía
referencia, principalmente, a la capacidad y la experiencia de lectura. Esto no solamente
incluía a lo propiamente «literario», sino que además incorporaba a la filosofía, la historia,
los ensayos, los poemas, etc.
La literatura, dice nuestro autor, fue perdiendo este sentido de habilidad y
experiencia de lectura, para transformarse en «una categoría aparentemente objetiva de
libros escritos de cierta calidad» (p:66).
Williams identifica tres tendencias en la definición del concepto:
a. Un pasaje del « saber » al « gusto » o « sensibilidad » como criterio de
definición de la cualidad literaria.
Este pasaje significaba dejar de lado la base original en las iglesias y universidades,
para centrarse en una cuestión de clase, debido al desarrollo burgués. «Gusto» y
«sensibilidad» fueron conceptos unificadores, en términos de clase:
Como definiciones subjetivas de criterios aparentemente objetivos (los cuales
adquieren su objetividad aparente de un sentido de clase activamente consensuado) y, al
mismo tiempo, aparentemente objetivas definiciones de cualidades subjetivas, el «gusto»
y la «sensibilidad» son característicamente categorías burguesas.
El gusto en literatura podía expandirse al gusto en otros órdenes de la praxis, en
términos de clase; a esto contribuyeron las respuestas relativamente integradas a la
literatura y a la conformación de un relativo homogéneo «público lector». Todo ello
posibilitó una importante producción literaria.
La debilidad del concepto, para Williams, tuvo como condición de producción en la
pérdida de cohesión y dominio de las clases burguesas. Debido a ello, se puede afirmar
que el concepto tuvo una limitación clasista.
b. Una creciente especialización de la literatura en trabajos « creativos » o « de
imaginación » .
El proceso de especialización de la literatura a través de trabajos «creativos» o «de
imaginación» es, para nuestro autor, mucho más complicado, y está vinculado a un nuevo
orden social —con sus formas socialmente represivas e intelectualmente mecánicas—, el
orden del capitalismo, especialmente, del capitalismo industrial.
En este momento, todo un universo de conceptos fueron desarrollándose a la par:
arte, estética, ficción, mito… La literatura acompaña ese proceso y se ve atravesada por él.
Dice Williams: «”Gusto” y “sensibilidad” habían comenzado como categorías de condición
social. En la nueva especialización fueron asignadas a los “trabajos mismos”, los “objetos
estéticos”, cualidades si bien comparables, superiores» (p:69).
Surgen otros debates —por ejemplo, «buena» y «mala» literatura, «literatura
popular», «cultura de masas». La categoría que antes había aparecido como objetiva
—«todos los libros»— y a la que se le había dado un fundamento de clase social como
saber «culto» y el dominio del «gusto» y la «sensibilidad», ahora se había convertido en
un área selectiva y autodefinida: «no toda ficción era “imaginativa”; no toda “literatura”
era “Literatura”» (p:70).
c. Un desarrollo del concepto de « tradición » dentro de los límites
nacionales , cuyo resultado es una más efectiva definición de « literatura nacional » .
Dice Williams que la idea de una literatura nacional había ido creciendo desde el
Renacimiento, y había traído consigo el sentido de «grandeza», de «gloria» de la lengua
nativa. «La “literatura nacional” pronto cesó de ser historia y se transformó en tradición»
(p:71). Existía el problema de los «valores literarios» establecidos por la «crítica»; la
disputa acerca de quién o qué debía ser incluido y, particularmente, la definición de esa
«tradición». Pertenecer a cierta tradición literaria implicaba vincularse con la «grandeza»,
por oposición a la ignorancia o degradación. Esta crítica que establecía valores literarios
era la «absoluta ratificación de un proceso consensual limitado y especializado» (p:71).
Oponerse a ello significaba estar «contra la literatura».
Frente a esto, la crítica marxista —a la que Williams pertenece, pero de la cual
también toma distancia, y a la que resignifica—, en la aplicación práctica, tuvo tres líneas
principales: (1) un intento de asimilación de la literatura a la ideología; (2) una importante
y efectiva inclusión de la «literatura popular», como parte negada de la «tradición
literaria»; y (3) un intento por vincular la literatura a la historia social y económica dentro
de la cual se había producido.
Para Williams, la crítica y los estudios marxistas más «exitosos» fueron aquellos
que no cuestionaron ni se confrontaron con la categoría heredada de literatura. Por otro
lado, este autor sostiene que «el quiebre crucial es el reconocimiento de la “literatura”
como una categoría social e histórica especializada» (p:73). Al ser histórica, se vincula con
una forma particular del desarrollo social del lenguaje.
El autor identifica algunos cambios principales, a saber: «la transmisión electrónica
y el registro del habla y de la escritura para el habla y la composición y transmisión
química y electrónica de las imágenes, en relaciones complejas con el habla y la escritura
para el habla, incluyendo imágenes que pueden ser “escritas”» (p:74). Todo ello no
cancela la imprenta o disminuye su importancia; sin embargo, estas nuevas formas no son
menos importantes, sino que componen una nueva práctica en el lenguaje social: «Son
medio de producción, desarrollados en directas y complejas relaciones con las relaciones
sociales y culturales profundamente cambiantes y extendidas: cambios por lo demás
reconocibles como profundas transformaciones políticas y económicas» (p:74).
Williams afirma que los valores activos de la literatura no se consideran tomados
del concepto, sino que se los entiende como elementos de una «práctica cambiante y
continua que sustancialmente y ahora al nivel de la redefinición teórica, trasciende las
viejas formas» (p:75).
La segunda mirada que tendremos en cuenta viene de la mano de uno de los
discípulos más importantes y reconocidos de Raymond Williams.
En la introducción a Una introducción a la teoría literaria, Terry Eagleton intenta
responder a la siguiente pregunta: ¿Qué es la literatura? Ensaya varias definiciones,
señalando sus alcances y sus límites (ejemplos y contraejemplos). Veamos cada una de
ellas:
1. LITERATURA COMO OBRA DE IMAGINACIÓN: es decir, como la escritura de
algo que no es literalmente real. Esta definición se asienta sobre la base de
la oposición ficción/realidad. Como ejemplo de lo que aquí se entiende por
literatura, podemos considerar a la poesía, la novela romántica, etc. Sin
embargo, no alcanza para explicar por qué existen textos “literarios” que
no son enteramente ficcionales, como por ejemplo las novelas históricas y
el ensayo. A su vez, el comic (podemos estar de acuerdo en que cae bajo la
denominación de “obra de imaginación”) no es considerado “literatura”.
2. LITERATURA COMO CLASE ESPECIAL DE LENGUAJE: entendida así, la
literatura vendría a ser una organización especial del lenguaje, una
deformación del lenguaje ordinario, una desviación de la normal (y no
“normal”), una violencia lingüística. Sin embargo, dice Eagleton, incluso lo
que es considerado “normal” es relativo, puesto que depende de la
coyuntura espacio-temporal y cultural. En otras palabras, lo que para una
sociedad es normal, puede no serlo para otra sociedad o esa misma
sociedad en otro momento histórico.
3. LITERATURA COMO DISCURSO NO PRAGMÁTICO: para el autor, una de las
concepciones tiene que ver con los “usos” de la literatura. Esta definición
resalta que lo único que la literatura persigue es el placer; no hay ningún fin
específico, ni práctico. Sin embargo, Eagleton se pregunta qué sucede
cuando alguien lee persiguiendo un objetivo, aprender, por ejemplo. ¿En
ese caso un texto deja de ser literario? Es decir, la literatura también
depende de quien lee, de cómo el que lee se vincula con lo escrito.
4. LITERATURA COMO LO BIEN ESCRITO, LAS BELLAS LETRAS: Eagleton
identifica otra posible definición que lleva a pensar en el problema del
“valor” literario. ¿Quién o quiénes pueden decir qué es lo bien escrito? La
noción de “bellas letras” se sostiene sobre juicios de valor (cambiantes,
culturales, históricos).
Finalmente, el autor termina por señalar los alcances y los límites de cada una de
las posibles definiciones, sin quedarse con ninguna de ellas. Podríamos decir que literatura
es lo que cada sociedad, en cada momento histórico, considera como tal.
A pesar de estas incertidumbres, Eagleton nos da algunas certezas, a saber:
a) No hay absolutamente nada que constituya la “esencia” de la literatura.
b) “Literatura” constituye un tipo de definición hueca, puramente formal.
c) La literatura no es objetiva, en el sentido de que es algo inmutable, dado
para toda la eternidad. No es una entidad estable.
d) No hay valor asegurado e inalterable caracterizado por ciertas propiedades
intrínsecas y compartidas.
Desde la cátedra, seguimos a Eagleton, pero también debemos hacer algunas
salvedades: en primer lugar, la literatura es un discurso, que pertenece al conjunto de
discursos sociales; en segundo lugar, es un concepto coyuntural, cultural, histórico y
social; y, finalmente, entendemos a la literatura no como un lenguaje que viene a
“representar” una realidad, sino como una realidad en sí misma.
Para seguir pensando el problema de la definición de la literatura, tomamos la
propuesta de Zulma Palermo y Elena Altuna, en Una literatura y su historia (1996), que
afirman lo siguiente:
Entendemos a la literatura como una producción cultural de carácter social,
constituida por el conjunto de los textos que una comunidad elabora —ya sea en
forma colectiva (anónima), ya en forma individual— en la cual se entreteje su visión
del mundo. Estas particulares formas de manifestación del mundo, sedimentadas en el
lenguaje creativo, conforman una literatura en la medida en que no se trata de textos
aislados, sino en tanto van constituyendo una trama de relaciones que, por tal motivo,
dan cuenta de su existencia (…). La literatura es un producto sociocultural e histórico
en tanto y en cuanto estos ámbitos —literatura, sociedad, cultura e historia—
proceden como realidades complementarias que se relacionan estrechamente. No solo
porque en los textos se entreteje el sentido del mundo de su tiempo y las
contradicciones de la vida social, sino también porque hay formas de vida, “estilos” y
maneras, que pasan desde los textos literarios a los usos sociales. (El subrayado es del
original)