el concepto cristiano de la disciplina

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El Concepto Cristiano de la Disciplina Introducción. Cuando se habla de disciplina, generalmente se tiende a asociarla con el castigo. Si bien es cierto la disciplina contempla la sanción, sólo la contempla a modo de corrección y no como una forma de causar el mal a alguien, sino por el contrario, crear en el disciplinado la conciencia de que está obrando mal y que con su mala acción no sólo se causa un daño a sí mismo, sino que además a quienes le rodean, ya sea directa o indirectamente, dado que la indisciplina, es decir, la falta de disciplina, constituye la mayor parte de las veces, al menos, una falta de respeto hacia el prójimo y eso es hacerle daño en su integridad. La disciplina está íntimamente ligada a la formación moral de las personas, con su preparación para enfrentar la vida en su relación con Dios, la sociedad y lo privado. Definiendo el concepto disciplina. El diccionario de la RAE lo define como “Doctrina o instrucción de una persona, especialmente en lo moral. En la milicia y en los estados eclesiásticos secular y regular, se refiere a la observancia de las leyes y ordenamientos de la profesión o instituto”. Como se puede apreciar, la disciplina tiene como primera prioridad la enseñanza (doctrina) y afirma que los estados eclesiásticos son sus principales cultores. Es decir que nosotros como integrantes de la Iglesia Universal de Cristo, cualesquiera sea su denominación, estamos sujetos a la disciplina y no a cualquier disciplina, sino a la disciplina de Dios además de la disciplina que nos impone la sociedad en que vivimos y que no podemos evadir. No podemos en este estudio, por razones de espacio, detallar todas las normativas morales y de buen vivir, sólo nos limitaremos a decir que la formación moral del cristiano es integral y está dada por los mandamientos que el Señor nos entrega a través de su Palabra en la Biblia y solamente con ella bien practicada podemos enfrentar cualquier situación de nuestra vida. El Señor Jesucristo dijo que en tan sólo dos mandamientos se resumen toda la ley y los profetas (Mt. 22:36-40), aplicando estos dos mandamientos podremos entonces ser completamente disciplinados, amando a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, evitando con ello ofender a Dios y a quienes nos rodean. Apegándonos estrictamente a la definición de la RAE, podemos decir que la carencia de disciplina es carecer de doctrina o enseñanza, lo que no habla nada bien del individuo indisciplinado ni de quienes en su oportunidad debieron entregarle toda doctrina de vida. Aplicando la disciplina La acción de disciplinar o discipular es una responsabilidad que siempre recae en una persona o conjunto de personas, quienes deben velar en todo momento porque las normas que entregan se cumplan tal y cual las han impartido. La no observancia de esta responsabilidad supone una grave falta de parte de quien debió impartirla y controlarla tanto como de quién faltó a ella. Si bien es cierto se trata de una responsabilidad compartida, la mayor pena corresponde a quién debió entregarla y controlarla,

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El Concepto Cristiano de la Disciplina

Introducción.

Cuando se habla de disciplina, generalmente se tiende a asociarla con el castigo. Si bien es cierto la disciplina contempla la sanción, sólo la contempla a modo de corrección y no como una forma de causar el mal a alguien, sino por el contrario, crear en el disciplinado la conciencia de que está obrando mal y que con su mala acción no sólo se causa un daño a sí mismo, sino que además a quienes le rodean, ya sea directa o indirectamente, dado que la indisciplina, es decir, la falta de disciplina, constituye la mayor parte de las veces, al menos, una falta de respeto hacia el prójimo y eso es hacerle daño en su integridad. La disciplina está íntimamente ligada a la formación moral de las personas, con su preparación para enfrentar la vida en su relación con Dios, la sociedad y lo privado.

Definiendo el concepto disciplina.

El diccionario de la RAE lo define como “Doctrina o instrucción de una persona, especialmente en lo moral. En la milicia y en los estados eclesiásticos secular y regular, se refiere a la observancia de las leyes y ordenamientos de la profesión o instituto”. Como se puede apreciar, la disciplina tiene como primera prioridad la enseñanza (doctrina) y afirma que los estados eclesiásticos son sus principales cultores. Es decir que nosotros como integrantes de la Iglesia Universal de Cristo, cualesquiera sea su denominación, estamos sujetos a la disciplina y no a cualquier disciplina, sino a la disciplina de Dios además de la disciplina que nos impone la sociedad en que vivimos y que no podemos evadir. No podemos en este estudio, por razones de espacio, detallar todas las normativas morales y de buen vivir, sólo nos limitaremos a decir que la formación moral del cristiano es integral y está dada por los mandamientos que el Señor nos entrega a través de su Palabra en la Biblia y solamente con ella bien practicada podemos enfrentar cualquier situación de nuestra vida. El Señor Jesucristo dijo que en tan sólo dos mandamientos se resumen toda la ley y los profetas (Mt. 22:36-40), aplicando estos dos mandamientos podremos entonces ser completamente disciplinados, amando a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, evitando con ello ofender a Dios y a quienes nos rodean. Apegándonos estrictamente a la definición de la RAE, podemos decir que la carencia de disciplina es carecer de doctrina o enseñanza, lo que no habla nada bien del individuo indisciplinado ni de quienes en su oportunidad debieron entregarle toda doctrina de vida. Aplicando la disciplina La acción de disciplinar o discipular es una responsabilidad que siempre recae en una persona o conjunto de personas, quienes deben velar en todo momento porque las normas que entregan se cumplan tal y cual las han impartido. La no observancia de esta responsabilidad supone una grave falta de parte de quien debió impartirla y controlarla tanto como de quién faltó a ella. Si bien es cierto se trata de una responsabilidad compartida, la mayor pena corresponde a quién debió entregarla y controlarla,

considerando que todo el accionar de un discípulo depende de la calidad de la disciplina entregada. Se define como maestro, profesor, instructor, tutor, etc., a la persona que asume la responsabilidad de discipular y considerando el grado superlativo de responsabilidad que ello implica, la Palabra de Dios nos dice:”Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Stgo. 3:1 RVE95). No obstante lo anterior, hay maestrías que no pueden ni deben evadirse, la que se ejerce en la condición de padre, por ejemplo, responsabilidad que de no ser ejercida con plena autoridad moral, priva al hijo de su condición de tal, para convertirlo en un ser indeseable y vagabundo, a la deriva, susceptible de ser presa fácil del enemigo de Dios. Es Dios mismo en su condición de Padre, quién se pone como ejemplo de lo que debemos ser los padres humanos. (Heb.12:7-11) Ser una persona disciplinada significa seguir un orden en todos nuestros actos, ya sean públicos o privados conforme lo señala nuestro Dios, no solamente en cuanto a lo que dice relación con la iglesia, sino además con todo nuestro entorno, dando testimonio de nuestra formación cristiana integral. Aplicar la disciplina significa estar sujetos a un conjunto de normas y preceptos que regulan nuestro diario vivir e instruir a otros en estos preceptos, en aras de una comunión de amor y respeto por las leyes de Dios y de los hombres. Dentro de estas últimas también se encuentran las leyes que los jefes de familia imponen para la sana convivencia matrimonial y la crianza de los hijos estrictamente basadas en las primeras. Como dijéramos con anterioridad, la formación del cristiano es y debe ser integral, es decir, la obediencia a las leyes humanas no se debe ejercer sólo por temor a las represalias, sino porque nuestra formación cristiana así lo exige >>”Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”. (Mt. 22:15 al 22; cf. Mt.17:24-27 RVE95) <<. Con esto quiero decir que no podemos tener pensamientos y acciones para desenvolvernos en el mundo secular y otros pensamientos distintos para nuestro comportamiento en la comunidad cristiana. Lo anterior supone un dualismo y en consecuencia una doble ética y moral. Lo que hoy dan en llamar doble estándar, lo cual resulta pernicioso para la vida del cristiano. La cita bíblica anterior supone que el hombre debe tener el discernimiento justo para obrar en consecuencia en la aplicación de sus doctrinas, respetando los mandamientos de Dios y de los hombres, pero dando prioridad a las cosas de Dios. El amor a Dios y al prójimo son la base fundamental para querer llevar una vida ordenada ya que por supuesto no queremos dañar a nuestros hijos (Ef. 6:4), en nuestra condición de hijos no queremos dañar a nuestros padres (Ef. 6:1-3), como esposos no debemos hacer daño a nuestras esposas (Ef. 5:25) y como esposas no deseamos dañar a nuestro amado y por supuesto no queremos bajo ningún concepto, ofender a nuestro Señor, lo que conseguiríamos si faltáramos a uno de los ordenamientos antes descritos. También estamos faltando a Dios, si faltamos al respeto ofendiendo a nuestro hermanos y prójimo en general. Hay otros aspectos de la vida cotidiana que muestran nuestro grado de disciplina, en este caso, asociado a la conducta con nuestro entorno, por ejemplo la puntualidad, ser impuntual es faltar al respeto a quién hemos dejado esperando por más tiempo del necesario, lo mismo que el no cumplimiento de plazos.

Cuando se trata de asistir a las reuniones de culto y se es impuntual ¿se tendrá en consideración que estamos atrasados a una cita con el Señor? A la venida de nuestro Señor y ante su llamado ¿llegaremos a tiempo? Aceptar a Cristo es aceptar también sus mandamientos, sus normas y someternos por tanto, a su disciplina (ser sus discípulos), lo que involucra todas sus enseñanzas. Sin embargo, debemos tener presente que la disciplina, por muy buena que esta sea, no libera al hombre de las tentaciones de la carne, pero lo capacita para resistirlas, siempre que el “dominio propio” le permita liberarse de los pensamientos impuros que provocan y causan la tentación” (Lea Col.2:2.-23 y Stgo.1:13-15) Ampliando el concepto Todo nuestro diario vivir está bajo el concepto de disciplina, de no ser así, viviríamos en un caos, en completa anarquía, sumidos en una selva bajo el imperio del más fuerte, rayando la bestialidad como en el principio de los tiempos. Es por eso es que Dios vio la necesidad de dotarnos de conciencia, para conocimiento del bien y el mal y la capacidad de aprender a ser humanos. La disciplina está presente en todo. A continuación daremos algunos de los miles de ejemplos en donde la disciplina, en el más amplio sentido de la palabra, se hace presente: Los deportes: consideran un conjunto de reglas que permiten realizar el deporte en igualdad de condiciones a todos los participantes, considerando las sanciones pertinentes a quienes no se ajusten a estas reglas. El tránsito: El desplazamiento vehicular en las ciudades y carreteras se realiza bajo estrictas normas que velan por los derechos de los conductores y la seguridad de los mismos. El no acatamiento de estas normas involucra la aplicación de sanciones. El comercio: La actividad está regulada en cuanto a normas de higiene, impuestos, horarios, etc. El no acatamiento conlleva la aplicación de multas. Así como los ejemplos anteriores, podríamos mencionar los estudios, las actividades artísticas, las policiales, militares, religiosas, etc. Todas las actividades tienen una disciplina a la cual adaptarse, ajustarse y someterse. El castigo Debemos tener presente en todo momento que indisciplina, desobediencia y rebeldía, son sinónimos en el sentido en que todo estos conceptos hablan de faltar a los compromisos adquiridos voluntariamente. Aquel que imparte disciplina tiene el deber moral de velar por su cabal y fiel cumplimiento. La no observancia de ella, amerita aplicar una acción correctiva que damos en llamar sanción o castigo. La aplicación del castigo debe necesariamente involucrar una evaluación de la falta, las circunstancias en que se cometió y el grado de discernimiento que tenga el involucrado en la tal falta. No olvidando que la aplicación de la sanción tiene un único y principal objetivo, cual es el de entregar corrección y llamar a actuar por

convicción. Aplicar sanciones o hacer justicia está muy lejos de los sentimientos y deseos de venganza, ya sea personal o a nombre de otros. La justicia de los hombres contempla faltas, cuasidelitos y delitos. En consecuencia al grado de falta que se analiza y juzga, es que se aplica el castigo. Importante es considerar antes de sancionar, si hubo advertencias y en qué cantidad de veces se las hizo. Es necesario precisar que toda justicia y niveles de castigos creados por los hombres, tienen su base en las leyes y mandamientos de Dios, una realidad que no todos se atreven a reconocer. Deténgase unos instantes a pensar en lo dicho anteriormente y le aseguro que se llevará una gran sorpresa. Muchos gobiernos ateos, diseñan sus planes de gobierno, economía y justicia basados en las leyes de Dios, quizás en plena ignorancia o en total conocimiento, pero que es un hecho, lo es. Así también es un hecho que las leyes de Dios son aplicadas contaminadas con las iniquidades propias de hombres que viven alejados de nuestro Señor. Algunas precisiones :

� Falta: Indisciplina de menor importancia

� Cuasidelito: Indisciplina de mayor gravedad, pero que no contempla la intencionalidad de parte de quién comete la grave falta.

� Delito: Falta gravísima que necesariamente contempla la intencionalidad de quién comete el delito.

Cabe hacer presente que las definiciones entregadas con anterioridad, no constituyen una definición jurídica del tema, sino una descripción sencilla de lo que cada término representa. Consecuente con lo anterior y siguiendo el mismo patrón b de las definiciones anteriores, podemos distinguir los siguientes niveles de sanción:

� Amonestación (exhortación): que consiste en un llamado de atención en privado de manera de hacer notar al indisciplinado su error e invitarle a corregir sus acciones.

� Reprensión: es un llamado de atención en presencia de otra persona, con el propósito de contar con un testigo de la acción correctiva y someter al reprendido a un grado de vergüenza.

� Castigo consistente en la privación de uno o más derechos del castigado. (Privación de libertad, por ejemplo)

La Palabra de Dios nos muestra un claro ejemplo de cómo aplicar estos tres niveles de sanción, cuando se trata de una persona que reincide en una falta, cosa que casi la mayoría hacemos en algún momento de nuestras vidas. Vea Mt. 18:15-17.

La disciplina de Dios Dios disciplina, corrige y enseña a los creyentes para su bien, a fin de que participen de su santidad. (Heb.12:10-11) Aunque la disciplina divina sea al momento dolorosa, produce la piedad y trae muchas bendiciones a los creyentes.1

La condición de hijos adoptivos de Dios ya es una gran bendición, pero lo es más el tener la seguridad de su amor hacia nosotros, demostrado por la sangre derramada por su unigénito Hijo y la corrección que ha diario nos está entregando, porque Dios a quién ama, disciplina y azota a todo el que recibe por hijo. (Heb.12:6). Otros textos bíblicos Disciplina aplicada por Dios Hebreos 12:5-11 Apocalipsis 3:19 compárese con Proverbios 13:24 Disciplina aplicada a los humanos Efesios 6:4 Hebreos 12:9-10 Proverbios 19:20; 23:13-14; 29:17 Todos las citas bíblicas de este estudio están tomadas de la Biblia Reina Valera de Estudio edición 1995. 1 Tomas Brooks “Remedios preciosos contra las artimañas del diablo” 1652 Autor: Oscar Donoso Soto.