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El Colegio de Michoacán, A.C. Doctorado en Ciencias Sociales La representación espacial del norte de México en el imaginario narrativo Tesis Que para optar por el grado de Doctora en Ciencias Sociales Presenta: Ilda Elizabeth Moreno Rojas Director de tesis: Dr. Herón Pérez Martínez Zamora, Michoacán Mayo 2017 1

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El Colegio de Michoacán, A.C. Doctorado en Ciencias Sociales

La representación espacial del norte de México en el imaginario narrativo

TesisQue para optar por el grado de

Doctora en Ciencias Sociales

Presenta:Ilda Elizabeth Moreno Rojas

Director de tesis:Dr. Herón Pérez Martínez

Zamora, Michoacán

Mayo 2017

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AGRADECIMIENTOS

Agradezco al Colegio de Michoacán por haberme permitido realizar mis estudios de

posgrado, muy especialmente a la Dra. Nicola Keilbach, quien tuvo confianza en mi

proyecto. Gracias a dicha oportunidad he tenido el privilegio de tener como director

de tesis a mi querido maestro, el Dr. Herón Pérez Martínez, a quien he admirado

desde mis estudios de licenciatura. Siempre estaré agradecida por su generosa

disposición para emprender conmigo esta aventura intelectual y su invaluable apoyo

en este trayecto.

Agradezco, también, al Dr. Daniel Hiernaux por su valiosa asesoría, sus

comentarios puntuales y críticos y su lectura acuciosa. Sus clases y asesorías me

permitieron comprender el fascinante tema de la realidad espacial y llevar a término

esta investigación.

Estoy muy agradecida con mis lectores y maestros, Dr. Juan Carlos Ramírez

Pimienta, Dr. Fortino Corral y Dra. Marta Piña: sin sus observaciones detalladas;

sus asesorías en los diversos aspectos en que son especialistas y su generosa

participación con sus precisos comentarios, no me hubiera sido posible concluir esta

tesis.

Estoy en deuda con mis amigas y maestras Alicia Llarena y Diana

Palaversich, quienes me introdujeron en nuevas rutas críticas en los estudios

literarios para enriquecer mi trabajo. A Robert Mckee le debo la orientación de la

organización estructural de esta tesis.

Agradezco a la Universidad Autónoma de Sinaloa por su apoyo para avanzar

profesionalmente, en especial a su rector, Dr. Juan Eulogio Guerra Liera.

A Javier Velázquez, Melisa Cota, Marlén Martínez, Ariana Millán,

Francisco Alcaraz, Francisco Meza, Oswaldo Gaytán, Tatiana Rochín y Dubravka

Suznjevic (Buba), a quien ahora mismo desvelo, les agradezco profundamente sus

valiosos comentarios, apoyos y revisiones.

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Ante la cal de una pared que nada/nos veda imaginar como infinita/un hombre se ha

sentado y premedita/ trazar con rigurosa pincelada/ en la blanca pared el mundo entero:

/puertas, balanzas, tártaros, jacintos, ángeles, bibliotecas, laberintos, anclas, Uxmal, el

infinito, el cero/Puebla de formas la pared. La suerte/ que de curiosos dones no es avara,

/le permite dar fin a su porfía. /En el preciso instante de la muerte/ descubre que esa vasta

algarabía/de líneas es la imagen de su cara.

«La suma» Jorge Luis Borges

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ÍNDICE

RESUMEN.......................................................................................................................... 13

ABSTRACT.........................................................................................................................14

INTRODUCCIÓN..............................................................................................................15

PRIMERA PARTE

1. EL ESPACIO EN PERSPECTIVA: CONCEPTOS Y APORTACIONES

TEÓRICAS DE LAS CIENCIA SOCIALES.................................................................. 27

1.1 El giro espacial en las ciencias sociales y humanas.............................................27

1.2 El espacio en las reflexiones filosóficas.............................................................. 33

1.3 El espacio como categoría en la geografía humana.............................................42

1.4 Conceptos claves sobre el espacio........................................................................ 50

1.5 Representación e imaginario................................................................................. 67

2. DEL ESPACIO VIVIDO AL ESPACIO DEL TEXTO. ENFOQUES

DE LA TEORÍA LITERARIA..........................................................................................71

2.1 El espacio en la teoría de la literatura................................................................... 71

2.2 Las formas espaciales de la obra literaria............................................................. 77

2.3 El espacio literario en su dimensión textual, simbólica y social.......................... 79

2.4 El espacio literario en su relación con otras categorías del relato........................ 85

2.4.1 Espacio y personaje.................................................................................. 86

2.4.2 Espacio y tiempo: el cronotopo................................................................ 88

2.4.3 Narrador, personaje y perspectiva............................................................ 90

2.4.4 Espacio y trama....................................................................................... 93

2.4.5 Enunciado y enunciación descriptiva....................................................... 95

2.5 El espacio en los estudios acerca de la literatura latinoamericana.....................104

2.6 Espacio e imaginación.........................................................................................112

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2.6.1 La percepción humana en la imaginación espacial................................116

2.6.2 Metáforas del espacio............................................................................ 121

3. IMÁGENES GEOPOÉTICAS DEL NORTE: LA INVENCIÓN

DEL SEPTENTRIÓN MEXICANO.............................................................................. 129

3.1 ¿De qué hablamos cuando hablamos del norte de México?...............................129

3.2 El norte desde el centro del país.........................................................................131

3.2.1 El norte desértico................................................................................... 138

3.2.2 El norte bárbaro de México....................................................................139

3.2.3 El norte: una región de progreso............................................................141

3.3 ¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura del norte?............................145

3.4 ¿Narrativa del norte o narrativa del narcotráfico?.............................................154

3.5 ¿Narrativa del norte o narrativa norteña?.......................................................... 157

SEGUNDA PARTE

4. DEL LUGAR DE ROCAS SECAS AL PAISAJE IDENTITARIO: DESIERTO Y

FICCIÓN.......................................................................................................................... 169

4.1 Fenomenología del desierto...............................................................................170

4.2 Imágenes arquetípicas del desierto: la tradición judía y la árabe...................... 175

4.2.1 La Biblia................................................................................................176

4.2.2 La influencia medioriental en la representación del desierto.................181

4.2.3 Las mil y una noches..............................................................................185

4.3 Los varios desiertos del septentrión mexicano...............................................187

4.3.1 La construcción del desierto norteño.....................................................188

4.3.2 El lugar de rocas secas.......................................................................... 189

4.3.3 El desierto septentrional en la escritura decimonónica..........................198

4.3.4 Los norteños narran sus lugares: el desierto en la escritura

de la Revolución mexicana...................................................................208

4.3.5 Cuando el lugar se lleva en el cuerpo: los narradores del desierto........212

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4.3.6 Desierto de rocas, desierto de almas................................................... 222

4.4 El desierto como una metáfora universal del hombre........................................226

4.4.1 El gran teatro de Santa María del Circo................................................227

4.4.1.1 El espacio físico......................................................................... 235

4.4.1.2 El teatro del mundo.................................................................... 236

4.4.1.3 Un lugar de la memoria.............................................................238

4.4.2 Cuando la ficción vive en la ficción: El último lector........................... 240

4.4.2.1 El espacio de Icamole................................................................ 245

4.4.2.2 La metalepsis espacial............................................................... 248

4.4.2.3 El espacio de la historia............................................................. 250

4.4.2.4 Lugares emblemáticos...............................................................252

4.5 Conclusiones...................................................................................................... 255

5. TIERRA DE GUERRA VIVA. EL NORTE BÁRBARO....................................... 257

5.1 El imaginario del bárbaro...................................................................................257

5.2 Los bárbaros y sus atributos en la historia de occidente....................................259

5.3 Postales de la barbarie....................................................................................... 264

5.4 La representación del bárbaro americano.......................................................... 271

5.5 La periferia indómita: el septentrión bárbaro.................................................... 274

5.6 Los atributos de los bárbaros norteños en la escritura de los cronistas..............279

5.7 La aventura del vivir en el norte.........................................................................293

5.8 Los bárbaros del desierto: la escritura de Manuel Payno...................................294

5.8.1 Paisaje y paisanaje............................................................................... 297

5.9 El soldado fronterizo: el otro bárbaro................................................................ 301

5.10 Los bárbaros del norte: la mirada propia.......................................................... 308

5.11 Imágenes del norte en los movimientos prerrevolucionarios........................... 314

5.12 Otras formas de la barbarie en la narrativa de la Revolución mexicana........... 323

5.13 La barbarie desde la perspectiva femenina: Nellie Campobello....................... 343

5.14 La otredad del norte como la antítesis política y cultural de la nación............. 351

5.15 Topofobias: geografías de miedo.....................................................................355

5.16 La ciudad en la narcoliteratura........................................................................ 360

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5.17 La narcozona (el exnorte)................................................................................. 362

5.18 La ciudad literaria de las novelas de Élmer Mendoza............................. 370

5.18.1 Consideraciones generales................................................................... 371

5.18.2 Cuando el criminal es el Estado........................................................... 376

5.18.3 Una geografía en negro: el ciclo narrativo del detective Mendieta....380

6. NORTE GRANDE. EL IMAGINARIO DEL PROGRESO Y SU

DESMITIFICACIÓN...................................................................................................... 391

6.1 Imágenes del progreso en el paisaje septentrional mexicano..........................391

6.1.1 Tierra promisoria: génesis de una imagen en los cronistas............... 398

6.1.2 La función de los paisajes en la narrativa de Francisco Gómez

Flores.............................................................................................. 405

6.1.3 Los paisajes rurales agrícolas en Ramón Rubín

y Rubén Rocha Moya........................................................................ 422

6.2 Luz y sombras en las ciudades industriales del Noreste.................................. 430

6.2.1 Ciudad criminal: la narrativa de Hugo Valdez,

Eduardo Antonio Parra y Luis Jorge Boone...................................... 432

6.2.2 El espacio antiutópico en la narrativa de David Toscana.................. 437

6.2.3. Ciudad inasible: Duelo por Miguel Pruneda

y El ejército iluminado................................................................... 440

CONCLUSIONES............................................................................................................ 451

BIBLIOGRAFÍA.............................................................................................................. 463

Obras teóricas..................................................................................................................... 463

Obras literarias................................................................................................................... 485

Bibliografía de la web........................................................................................................ 490

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RESUMEN

La representación espacial del norte de México en el imaginario narrativo analiza las

imágenes con las que tradicionalmente se ha representado en la literatura —crónicas,

relaciones, relatos de viajes, novelas, cuentos y canciones— el septentrión mexicano. Su

objetivo es mostrar que los espacios de ficción que conforman los universos literarios de la

narrativa actual sobre dicho territorio integran nuevas imágenes en su representación

mediante el cuestionamiento, subversión o resemantización de las imágenes tradicionales.

Asimismo, pretendemos mostrar que este nuevo espacio literario sobre el norte

mexicano no es solo el producto de una determinada construcción verbal, sino una

construcción organizada y jerarquizada por literatos y artistas cuyos metalenguajes

provienen del universo semiótico de la cultura, los cuales revelan una compleja realidad

simbólica, ideológica y cultural.

Para tal efecto, se han seleccionado tres imágenes: el norte como una extensión

desértica, como un lugar de violencia y como un espacio de promisión económica.

Las reflexiones teóricas más interesantes actualmente acerca del espacio provienen

de las ciencias sociales y culturales, sobre todo de la filosofía y la geografía humana, ya que

permiten dar cuenta de la dimensión subjetiva, social y cultural de la representación

espacial. Por tal razón, aun cuando los textos analizados son literarios, hemos elegido un

método interdisciplinario para su estudio e incorporado a la teoría literaria enfoques

socioculturales y nomenclatura de la geografía humanista.

Palabras clave: Espacio, espacio literario, lugar, paisajes, imaginario, topofiliay

topofobia, representación, literatura del norte de México.

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ABSTRACT

Space representation o f the North o f México in narrative imaginary analyzes images that

have been traditionally used to represent the north of México in the literature: chronicles,

accounts, voyage reports, novels, short stories and songs. Its objective is to show that

fiction spaces of the literary worlds that make up current narrative on this territory

incorporate new images in their representation through questioning, subversion or

resemiotization of traditional images.

Likewise, we expect to show that this new literary space related to the north of

Mexico is not only the product of a certain verbal construction, but also of the construction

organized and hierarchized by writers and artists whose meta-languages come from the

semiotic world of culture that reveal a complex symbolic, ideological and cultural reality.

To this end, we have selected three images: the north as an extension of the desert,

as a place of violence and as a space of economic promises.

At present, the most interesting theoretical reflections about the space come from

social and cultural sciences and, especially, from human geography, since they shed light

on the subjective, social and cultural dimension of space representation. Thus, even though

the analyzed texts belong to the fiction, we have selected an interdisciplinary method for

their study and have incorporated into the literary theory, sociocultural approaches and

nomenclature of humanistic geography.

Key words: space, place, landscapes, imaginary, topophylia and topophobia,

representation, literature o f the North o f Mexico.

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INTRODUCCIÓN

En el presente estudio, La representación espacial del norte de México en el imaginario

narrativo, nos proponemos demostrar que los espacios de ficción que conforman los

universos literarios de la narrativa actual sobre el septentrión mexicano integran nuevas

imágenes en la representación de este territorio mediante el cuestionamiento, subversión o

resemantización de las imágenes tradicionales con las que se le ha constituido —fundado—

convencionalmente en la literatura y el arte. Asimismo, pretendemos mostrar que este

nuevo espacio literario sobre el norte mexicano —su sistema de sitios, lugares y paisajes—

no es solo el producto de una determinada construcción verbal, sino que surge, además, de

una reconstrucción organizada y jerarquizada por literatos y artistas de metalenguajes

provenientes del universo semiótico de la cultura que revelan una compleja realidad

simbólica, ideológica y cultural.

Esta forma de entender el espacio literario nos ofrece un punto de partida y una

perspectiva para ordenar el análisis de esta investigación, cuyo propósito es trascender los

estudios convencionales que lo consideran como un ente fijo y neutro que sirve de marco

de acción para los personajes. En nuestra investigación, asumimos que el espacio literario

es tanto un objeto textual como cultural: es decir, es primeramente un espacio construido

con palabras que deriva de estrategias discursivas y retóricas precisas que refuerzan su

carácter ficticio, por lo cual es susceptible de ser analizado en sus partes constitutivas y en

los procedimientos textuales con los que se crea la ilusión de realidad del espacio; no

obstante, como cualquier otra representación discursiva mediada por una representación

cultural, conforma a la vez un sistema axiológico a través del cual esta categoría adquiere

una dimensión simbólica y cultural que en el texto surge del universo diegético1 y en el

nivel extratextual, de los autores, lectores y la cultura en la que se inscribe. Por esta razón,

entenderemos al espacio literario como una noción no sólo estética, sino histórica

—dinámica y cambiante—, pues sus significados y valores dependen de una percepción

concreta en la que intervienen la cultura y la ideología. Dado que la obra literaria tiene

La diégesis, en los términos de Gerard Genette, es el universo espacio temporal diseñado por el propio relato en el que ocurre la historia (Genette 1993: 15; 1972: 289). Se constituye, además, por los objetos que lo pueblan y los personajes que habitan en él.

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como único referente el mundo, la configuración espacial representa siempre una

perspectiva de la realidad.

Sustentado en estas premisas, el presente análisis del espacio literario particular que

es el norte de México pretende conjuntar ambas dimensiones para tratar de dar cuenta tanto

de su construcción textual como de las imágenes proyectadas en su dimensión

sociosimbólica. Para tal efecto, se han seleccionado tres representaciones geopoéticas del

territorio septentrional que el imaginario colectivo ha arraigado y expresado en la literatura:

nos referimos a la imagen del norte como: a) una extensión desértica, b) un lugar de

violencia y barbarie y c) un lugar de promisión económica. Estas son metáforas

convencionales que conciernen a la dimensión material, simbólica e ideológica del espacio,

las cuales no sólo han venido circulando en los discursos literarios, sino aun en otros

dispositivos textuales con los que se ha representado el territorio norteño, haciendo

extensivo su significado a la representación identitaria de sus habitantes.

Aceptamos de antemano que estas no son las únicas imágenes que sobre este

territorio se han desplegado en los acervos imaginarios de la cultura; sin embargo, nos

circunscribimos a estas tres representaciones porque es evidente su replanteamiento en las

novelas de los escritores actuales al atribuirles nuevos íconos, valores y símbolos mediante

nuevas estrategias con que relatan el espacio del norte.

Este aspecto ha sido escasamente tratado de manera específica en los análisis

dedicados a la literatura actual del norte de México, aun cuando cada vez hay más estudios

literarios como los de Socorro Tabuenca, Miguel Rodríguez Lozano, Juan Carlos Ramírez

Pimienta, Eduardo Antonio Parra, Diana Palaversich, Alicia Llarena, Nora Guzmán y

Mauricio Carrera, quienes han abordado en destacados y esclarecedores estudios esta

producción literaria a los cuales referiremos y comentaremos abundantemente a lo largo de

este trabajo; no obstante, dichos autores han escogido otros aspectos o ángulos críticos en

sus análisis, los cuales, aunque cuando han enriquecido nuestra investigación, no tocan el

tema central de esta tesis.

Hay además muy relevantes estudios provenientes de la antropología, la sociología

y la arquitectura acerca de las formas de colonización y poblamiento del septentrión

mexicano que en el decurso de la investigación fueron fundamentales sobre todo para

explicar el origen de las imágenes del norte bárbaro y del norte progresista, como los de

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Cecilia Sheridan, Patricia Osante, Gabriela Velázquez y Francisco Serrano. Todos estos

trabajos de investigación son sin duda de un gran nivel, pero su análisis se centra en

determinadas épocas de la historia del norte. En nuestro caso, la diferencia primera es la

visión panorámica, diacrónica y deconstructiva propuesta como meta para poder dar

respuesta a las interrogantes que planteaban las narrativas actuales del norte con respecto a

los imaginarios de este territorio. Asimismo este trabajo se distingue por la pretensión de

conjuntar diferentes disciplinas y enfoques en el análisis de los textos literarios.

Así pues, en el examen de los relatos que analizaremos, pretendemos primeramente

dar cuenta de los procedimientos de construcción del espacio literario y su significación, así

como de los temas, la simbología y los puntos de vista ideológicos contenidos en las

imágenes espaciales para analizarlas y compararlas a la luz de las representaciones de la

tradición literaria; es de esta manera como pasamos del nivel textual al nivel extratextual. A

razón de la trayectoria de investigación elegida, las reflexiones teóricas y metodológicas de

Luz Aurora Pimentel, María Teresa Zubiaurre y María Isabel Filinich y Alicia Llarena

autoridades en el tema del espacio ficticio, servirán de base para el análisis del espacio en

su dimensión textual. Pero como hemos dicho, también nos interesa revisar el aspecto de

las representaciones espaciales, ámbito, más bien, sociocultural. Por eso, en nuestro trabajo,

asumiremos una postura interdisciplinaria, tal y como se orienta actualmente la reflexión,

interpretación y comprensión de la categoría del espacio. En consecuencia, nos apoyaremos

además en los estudios de geógrafos como José Ortega Valcárcel, Alicia Lindón, Juan

Nogué, Juan Romero, Edward Soja y Daniel Hiernaux, cuyas reflexiones, propuestas,

temas, metáforas y nociones proponen un fértil diálogo con el análisis literario al concebir

el espacio no sólo como una categoría material y física, sino como una realidad subjetiva y

social que deriva del modo con que los seres humanos la percibimos y representamos.

La conjunción de enfoques derivados de las ciencias sociales, de los estudios

culturales, de la filosofía y de la teoría de la literatura nos permitirá otras formas de lectura

del espacio literario para explicar aspectos de esta categoría que la teoría moderna

convencional no puede dar cuenta, dado que aborda principalmente la dimensión textual,

omitiendo el aspecto contextual del espacio que es social e histórico Nos basaremos,

además, en las investigaciones de Fernando Aínsa, Graciela Montaldo, Gabriela Nouzeilles,

Rosalba Campra, Alicia Llarena, Javier de Navascués y García Santo Tomás, reconocidos

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estudiosos de esta problemática en la literatura hispanoamericana para quienes las

representaciones espaciales no son meros escenarios, sino imágenes que contribuyen a la

construcción de sus significados. Por tal motivo, estos autores decodifican en el espacio

literario los símbolos e ideología con que el imaginario social ha cargado a éste en el

transcurso del tiempo con el fin de observar qué función cumplen sus imágenes en la

cultura y en la historia de una sociedad. De ahí que dichos enfoques y estudios sean un

referente obligado en nuestro examen de los paisajes literarios del norte, pues se basan en la

premisa de que los territorios tienen algún tipo de significación para el observador

—habitantes, artistas, literatos, narradores, personajes o lectores— y por tanto sus imágenes

y representaciones se resemantizan por efecto de la cultura y el tiempo, integrándose a la

tradición o subvirtiéndola y cuestionándola, como es el caso de las obras que hemos

analizado.

Acerca de la forma cómo están organizado los resultados de esta investigación

señalaremos que se ha dividido en dos partes: la primera parte es teórica y se conforma por

tres capítulos. En el primero de ellos, «El espacio en perspectiva. Conceptos y aportaciones

teóricas de las ciencias sociales», se hace una revisión de las teorías del pensamiento social

contemporáneo a partir de lo que se conoce como «el giro espacial», para hacer un

recorrido por el trayecto que va de la experiencia del espacio a la construcción del mismo.

Con este fin, se analizan los aportes más importantes para la discusión del espacio en lo que

respecta a la percepción, representación y categorización de esta realidad. No podemos

dejar de anotar que las reflexiones teóricas más interesantes acerca del espacio provienen

de las ciencias sociales y culturales, y sobre todo de la filosofía y la geografía humana, ya

que permiten dar cuenta desde otras perspectivas de la dimensión subjetiva, social y

cultural de la representación del espacio. De estos enfoques hemos retomado algunos

conceptos para el análisis del espacio literario, asunto no sólo del texto, sino también del

imaginario cultural en el que se inscribe.

Es importante mencionar aquí que, con el propósito de contar con otras nociones

que nos permitieran explicar la problemática que presentaba nuestro objeto de estudio y que

las teorías literarias no nos ayudaban a resolver totalmente por circunscribirse sólo al

aspecto intratextual, elaboramos una especie de glosario que describe y define los

conceptos más importantes para el análisis de esta realidad tales como el de espacio vivido,

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lugar, paisaje, lugares de la memoria, espacio social, topofilia y topofobia, heterotopías y

no lugares.

Así las cosas, en el segundo capítulo, «Del espacio vivido al espacio del texto», se

revisa lo que las teorías literarias han estudiado acerca de los espacios de ficción: su

definición, naturaleza, funcionamiento en el texto e implicaciones simbólicas. Aquí nos

detenemos primeramente a analizar las dos nociones de literatura y de teoría literaria que se

debaten actualmente: una que proviene de una visión moderna de esta noción y la más

reciente, la que postula el enfoque posmoderno, el cual propone, entre otras cosas, un

estudio interdisciplinario de la literatura. Sobre la base de este planteamiento nos hemos

propuesto un diálogo entre la literatura y otras disciplinas sociales para el desarrollo de esta

investigación. Además, retomamos también el concepto de literatura de las nuevas teorías

en las cuales establece que no necesariamente un texto debe ser ficticio para considerarlo

literario, dado que el trabajo del discurso que implica la re-presentación de la realidad

también puede instituir al texto como obra literaria. En ese sentido, las crónicas españolas

de la Conquista, las relaciones, los diarios, las memorias, las instrucciones oficiales, los

corridos y relatos de viaje serán también considerados como literatura. Como lo indica su

título, son un preámbulo para reflexionar acerca de la relación entre el espacio y la

imaginación literaria. Para tal efecto, revisamos el papel que desempeñan los actos

perceptivos y de la imaginación en el despliegue de las imágenes con las que configuramos

el espacio. Trataremos de mostrar cómo nuestra idea del espacio, nuestra imagen de lugares

y sitios, está fuertemente condicionada por los discursos de la cultura, el arte y la literatura

que impregnan su sustancia imaginaria a la realidad.

En el tercer capítulo hemos hecho un examen de algunas de las imágenes

geopoéticas —utilizando el término de Fernando Aínsa— con las cuales se ha «inventado»

el territorio del norte de México para observar qué imágenes espaciales se han venido

fijando en el imaginario narrativo de estas regiones, a qué responden cada una de ellas y

qué signos espaciales están construyéndose en la nueva cartografía de la literatura

mexicana. Este capítulo termina con un subapartado en el que se trata el tema de la nueva

literatura del norte, ahora cada vez más reconocida y estudiada sobre todo en el ámbito

académico. En este punto buscamos analizar cuáles son los rasgos que la caracterizan: su

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originalidad, la diversidad de los géneros en la que se expresa, los autores más importantes

y su relevancia para la literatura mexicana como expresión de una identidad cultural.

En la segunda parte de este trabajo, organizado también en tres capítulos, se aborda

el análisis de cada una de las imágenes geopoéticas para tratar de dar cuenta de cómo el

espacio físico, a través de la percepción de distintos autores, se materializa en un espacio

representacional; con qué imágenes y modelos culturales lo despliegan y qué símbolos y

valores adquiere en el texto literario. Revisamos, también, cómo estas imágenes se

incorporan a la tradición literaria y a los distintos dispositivos discursivos culturales con los

cuales se ha fundado y aún sigue configurándose la cartografía de lugares del septentrión en

la literatura mexicana.

En el capítulo denominado, «Del lugar de rocas secas al paisaje identitario»,

revisamos la presencia y relevancia simbólica del paisaje desértico Especialmente

esclarecedoras para establecer la relación entre la experiencia del espacio y su transposición

a la literatura nos han sido las reflexiones fenomenológicas del filósofo japonés Tetsuro

Watsuji. Con tal fundamento emprendimos el examen de esta densa metáfora primeramente

en dos formas culturales de significarlo: aquellas que lo perciben como un lugar de castigo,

muerte, infertilidad y sequía, como en la tradición judía, y las que lo celebran —y aún

más—, lo significan como un paisaje identitario, como en la cultura árabe. Nuestro análisis

inicia con el repaso de los significados más antiguos en la literatura, específicamente la del

medio oriente para pasar después al repaso de la presencia y simbolización del desierto en

el medioevo y renacimiento. El paisaje del norte significado como desierto inicia con las

primeras noticias que los conquistadores tuvieron de la Gran Chichimeca, estigmatizada

como vacía e incivilizada. A partir de ahí hemos hecho un recorrido en los textos en los que

encontramos claramente este paisaje para examinar el valor sociosimbólico que adquiere

este espacio del desierto cuando los escritores norteños empiezan a narrar sus lugares, como

ocurre en la poesía de Manuel José Othón o en los magníficos panoramas desérticos de los

escritores de la Revolución como Francisco Urquizo, Rafael F. Muñoz y José Vasconcelos.

En el análisis mostramos también cómo los llamados narradores del desierto —Gerardo

Cornejo, Ricardo Elizondo, Daniel Sada y Jesús Gardea—imprimen un nuevo giro al

convertir el paisaje del desierto en un referente identitario que explica a los habitantes del

norte al celebrar en su literatura este paisaje.

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Cierra este capítulo el análisis más detallado de dos novelas de David Toscana

—Santa María del Circo y El último lector—, uno de los más importantes narradores

norteños actuales, cuyos escenarios son poblados desérticos en él se observa una

resemantización del paisaje al trascender su significado territorial para volverse un signo de

la condición humana.

En el penúltimo capítulo, «Tierra de guerra viva. El norte bárbaro», se analiza la

construcción del imaginario que ha venido designando al norte de México como una tierra

bárbara, es decir, cómo la mirada del «otro» ha venido significando a los habitantes y

espacios de esta región con este estigma. Cabe destacar que para abordar este vasto tema

nos valimos de los aportes de diferentes especialistas y pensadores que han estudiado el

concepto de la barbarie: principalmente de las aportaciones de Tzvetan Todorov en su

canónico libro El miedo a los bárbaros, donde el pensador búlgaro indaga desde la

etimología griega del vocablo bárbaro, que significa «el otro», « el extranjero», «el que no

habla nuestra lengua», hasta sus últimas acepciones en nuestra modernidad.

En este capítulo analizamos inicialmente las visiones de conquistadores y

evangelizadores que exploraron y reportaron sus travesías por las regiones norteñas

describiendo hiperbólicamente el barbarismo de este territorio. Los textos de viajeros como

los de Louis Lejeune y Manuel Payno a mediados del siglo XIX dejaron otra estampa del

norte, aunque como veremos, en los relatos de este último, la noción de bárbaro es más bien

sinónimo de inculto o salvaje. No obstante, trataremos de mostrar cómo este sentido que le

imprime Payno y otros cuentos coexiste con la idea del bárbaro como insubordinado y

caótico, tal como se ve en los textos periodísticos que refieren las rebeliones de los yaquis,

de ciertos “bandidos sociales” norteños y de los tomochitecos, textos que contribuyeron a la

representación de esta tierra como en permanente rebelión bárbara.

Revisamos, además, la obra de algunos literatos de la Revolución mexicana como

Nelly Campobello, Martín Luis Guzmán y Rafael F. Muñoz, quienes hacen una lectura

divergente del bárbaro y que posiciona al norte como un espacio de caudillos y de hombres

libres, la cual contrastó con la clásica visión centralista que los estigmatizaba como

bandidos, desconociendo la histórica investidura épica del norte, así como la fortaleza que

necesitaron sus distintos pobladores para poder habitar esta región que llevó el mote de

indómita por siglos. Este capítulo se cierra con el análisis de algunos textos de la llamada

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narcoliteratura, los cuales actualizan la imagen del norte como una región bárbara y de

suma violencia. No obstante, los nuevos bárbaros son los narcotraficantes, policías,

militares y secuestradores que resignifican el espacio como una tierra de guerra viva. El

análisis detallado de las novelas policiacas del escritor Élmer Mendoza demuestra esta

representación actual y cómo ésta invierte irónicamente la imagen positiva del bárbaro

como caudillo y libertador que iconizaron los escritores norteños de la Revolución.

La investigación culmina con el capítulo denominado «Norte grande. El imaginario

del progreso y su desmitificación». Este es el capítulo más breve, pero no el menos

importante, pues en él indagamos acerca de la génesis de la idea del norte como un espacio

de riqueza y progreso. No nos referimos, por supuesto, a Norteamérica, sino a la región

septentrional de nuestro país imaginada como un lugar más moderno, industrioso y de

grandes capitales. Hemos seleccionado para tal empresa algunas crónicas de la Conquista y

de la colonización que presentan este territorio con grandes posibilidades de explotación y

de oportunidades de ascenso social y económico, sobre todo por sus recursos agrícolas,

ganaderos y mineros. Por tal razón se ha decidido primeramente revisar los textos de finales

del siglo XIX, época en que los intelectuales están empeñados en reconstruir la imagen del

nuevo Estado nacional. Los textos del periodista Francisco Gómez Flores, entusiasta

colaborador de esta labor, nos permitirán mostrar las imágenes que se construían del

noroeste en la literatura a partir de la pujante actividad agrícola y minera de algunas

regiones.

Una revisión de la representación de la agricultura en las imágenes del progreso y

como fue desvalorizándose esta actividad en el noroeste se hace en los textos de los autores

Fernando Jordán, Gerardo Cornejo, Ramón Rubín y Rubén Rocha Moya. Fue muy

desconcertante que no encontramos otros escritores que celebraren la agricultura como un

elemento del progreso en Sinaloa, aun siendo un estado eminentemente agrícola y a pesar

de que el discurso oficial así lo representa; por el contrario, la nueva literatura sinaloense se

ha enfocado en los temas del narcotráfico y sus violentos efectos.

Del lado del noreste, hemos elegido la imagen de la actividad industrial de las

fábricas como simbolización del progreso, para lo cual hemos tomado como punto de

partida el texto de Alfonso Reyes, «Los regiomontanos», un elogio de la ciudad de

Monterrey, símbolo por excelencia del progreso en nuestro país. En una segunda parte, las

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novelas de Eduardo Antonio Parra, Hugo Valdez, Luis Jorge Boone y, más detalladamente,

las narraciones de David Toscana, nos permiten demostrar cómo la literatura norteña actual

desmitifica esta imagen y cuestiona los estereotipos que desde el discurso oficial y turístico

se siguen sosteniendo acerca de esta ciudad y aun del norte mismo.

Esperamos que este trabajo haya cumplido con su objetivo: mostrar cómo desde

diversas visiones los cronistas, militares, religiosos, científicos, literatos, historiadores,

viajeros, cantantes y poetas dejaron testimonio textual de sus percepciones y experiencias

en sus descripciones del septentrión mexicano configurando un territorio vasto, desértico,

belicoso, rebelde, amenazador, hostil, fuerte, traidor y a la vez nacionalista, acogedor, bello,

próspero o progresista, por mencionar algunos de sus atributos, que lo elogian o lo

denuestan según sea el punto de vista o la experiencia vivida de quien lo narre o imagine.

El recorrido propuesto nos permite establecer algunas estrategias para pensar en el estudio

de otras imágenes —la del norte mítico, o del norte mutilado, por ejemplo— en otros

textos, autores o momentos de la historia de esta región de México.

Esperamos, por último, que la trayectoria interdisciplinar que hemos elegido abra

nuevas propuestas de estudio que permitan un fértil diálogo para la comprensión de la

realidad espacial y su representación en la literatura y el arte, pues como afirmara Nuria

Sanz Gallego «Pensar el espacio trasciende a pensar el mundo» (1993:241).

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PRIMERA PARTE

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1. EL ESPACIO EN PERSPECTIVA: CONCEPTOS

Y APORTACIONES TEÓRICAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES

Para el despliegue de la vida, el espacio es tan imprescindible como el tiempo.Minkowsky

Todo lo que el hombre hace está vinculado a la experiencia del espacio.Edward T. Hall

1.1 El giro espacial en las ciencias sociales y humanas

Las reflexiones filosóficas acerca del tiempo y del espacio son muy antiguas y han sido

constantes en la cultura occidental; sin embargo, el problema del tiempo fue el laberinto

que atrapó la atención de numerosos filósofos, como afirma irónicamente el detective

Lonrot del cuento «La muerte y la brújula» de Jorge Luis Borges. La modernidad acentuó

esta dispar valoración de las categorías espacio y tiempo, pues al menos hasta la filosofía de

Immanuel Kant, el espacio fue considerado como mero escenario de los acontecimientos

históricos, mientras que el tiempo figuró como el protagonista de tal acontecer.

En la centuria pasada, Michel Foucault daba cuenta de la desigual valoración del

espacio y el tiempo en Occidente al describir los rasgos con que hasta entonces se les había

caracterizado: «el espacio» —señaló— «es lo que estaba muerto, fijado, lo no dialéctico, lo

inmóvil. Por el contrario, el tiempo era rico, fecundo, vivo, dialéctico» (1999a: 321). Sin

embargo, el mismo Foucault avizoraba el surgimiento de una preocupación por el espacio y

las espacialidades al describir el siglo XX como el pasaje de una época signada por el

historicismo a un periodo que reconsideraba la función, hasta entonces secundaria, del

espacio. «La época actual sería quizás, más bien, la época del espacio», escribió en su ya

clásico ensayo «Espacios diferentes», y más adelante afirmó: «Estamos en un momento en

el que el mundo se experimenta, creo, menos como una gran vía que se despliega a través 2

2 En su conferencia, «El pensamiento del afuera» (s/f) Fouacult explica que el afuera es donde la confirmación del sí mismo se desdibuja; el afuera es el lugar donde el habla transforma el lenguaje y mediante éste se genera el sentido de pertenencia territorial; donde el ser individual a través de la intersubjetividad trasciende a lo social.

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del tiempo que como una red que enlaza puntos y que entrecruza madejas» (1999b: 431).

La postura de Foucault con respecto al espacio fue muy importante para la revaloración de

esta categoría en las ciencias sociales y humanas.

En efecto, la hegemonía del tiempo, rasgo característico de la modernidad, se perdió

paulatinamente en el decurso del pasado siglo, pues a mediados del siglo surgió un

renovado interés por el estudio del espacio, con nuevas bases ontológicas y epistemológicas

que cuestionaron la idea reductiva del espacio como un marco fijo del acontecer humano y

refutaron el historicismo dominante al relacionar dialécticamente el espacio con la

sociedad. Por esa razón, Alicia Lindón y Daniel Hiernaux afirman que el tiempo es a la

modernidad, lo que el espacio a la posmodernidad (2010). Pensadores de basamentos

filosóficos distintos como Bergson, Durkheim, Maurice Halbwachs,3 4 Gastón Bachelard,

Walter Benjamin,5 Merleau Ponty, Louis Althusser, y Henri Lefebvre imprimieron un

cambio formal en el pensamiento social y humanístico del siglo XX al incluir el espacio

como objeto de escrutinio en el análisis sociohistórico.6

Desde esta perspectiva, no se pretende invertir los valores del tiempo y el espacio,

sino considerarlo como un solo proceso existencial, tal como lo habían propuesto desde la

filosofía, Bergson; en la física, Einstein con su teoría de la Relatividad y Mijail Bajtin en la

Literatura a través del concepto de cronotopo. Por tal razón Paul Gouki afirma que si la

modernidad se caracterizó por el primado del tiempo, la posmodernidad ha avanzado hacia

«una fuerte conciencia espacio temporal» (citado por Lindón y Hiernaux, 2006:9-10)

concibiéndose ahora no sólo como materialidad física sino como una configuración social.

Para comprender esta vuelta hacia el estudio de la categoría del espacio es necesario

correlacionarla con un contexto de cambios teóricos, epistemológicos y metodológicos

3

3 Manuel Abaldejo, en su descripción acerca del pensamiento de Foucault, escribe que las «obsesiones espaciales» de Foucault manifiesta en toda su obra, incluyendo sus entrevistas, devienen de su interés por descubrir las relaciones entre poder y saber para llegar a un análisis integral sobre el punto central de su pensamiento filosófico: la cuestión del sujeto. Por tanto, la obra de Foucault constituye un ejemplo del equilibrio entre la «imaginación histórica» y la «imaginación geográfica» (Abaldejo, s. f.: 43-44).4 Sobre la noción de espacio en estos filósofos, se puede consultar el libro de Vicente Huici Urmeneta Espacio, tiempo y sociedad: variaciones sobre Durkheim, Halbwachs, Gurvitch, Foucault y Bourdieu (2002).5 Walter Benjamin se interesó por describir la experiencia del espacio vivido, por eso retoma la figura del fláneur con la que Baudelaire, en su poesía, representa al caminante de la urbe que, solitario y distanciado de la ciudad populosa, se pasea por ellas sin otro objeto que recorrer sus calles, suburbios y rincones. Véase el ensayo «Walter Benjamin y la ciudad: magia y melancolía» (Kerik, 1993: 107-120).6 Estos autores, dice Soja, fueron: «the primary source for the assault against historicism in the reassertion o f space critical social theory» (1989: 41).

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surgidos a mediados del siglo pasado los cuales provocaron una serie de «giros» que

modificaron el modo de entender y estudiar la realidad. En su examen del influjo de estos

cambios en las ciencias sociales y en especial, en la geografía humana, Alicia Lindón

identifica y explica en detalle los siguientes: el giro lingüístico, el pragmático, el pictórico,n

el cultural, biográfico, narrativo, interpretativo y subjetivo. Estos cuatro últimos en

particular, advierte la geógrafa, han posicionado en el centro de estudio al sujeto. No

obstante, todos ellos en conjunto marcan un cambio de dirección en el modo de estudiar la

relación entre el espacio y la sociedad y la dimensión espacial de lo social (2010: 23-41).

De ahí la necesidad de repensar y establecer nuevas formas de su reflexión e interpretación

lo que ha abierto un tema de debate teórico que actualmente trasciende límites y fronteras

disciplinarias y que ha dado cabida al diálogo, incluso, entre discursos divergentes acerca

del tema del espacio, pues exige por su complejidad un movimiento transdisciplinario.

Leonard Lutwack (1998: 182-183) por su parte afirma que la causa de este impulso

ontológico por el estudio del espacio ha surgido por la necesidad de «encontrar un sitio en

un mundo que parece marcado por el desarraigo geográfico, por la pérdida de la referencia

espacial producto de la era globalizada —el anyplace o placelessness— que inaugura una

nueva condición humana». Por su parte, Michel Maffesoli, en su ensayo «La potencia de

los lugares emblemáticos» (s/f) reafirma también que no es posible abstenerse de este tema

en nuestra época caracterizada por la espacialización del tiempo. La inclusión en los 7

7El giro lingüístico surge del pensamiento de lingüistas como Emile Benveniste, Eugene Coseriu y filósofos

como Ludwig Wittgenstein, Richard Rorty, John Austin y John Searle, quienes destacaron el papel del lenguaje en concordancia con la conciencia y el mundo externo, es decir, un cambio en la concepción de realidad y conocimiento, venciendo así al pensamiento representacional para dar paso al pensamiento constructivista. Asimismo, Austin y Searle analizan los actos de habla o prácticas, creando el giro pragmático, que postula que las expresiones emitidas por las personas no solo dan cuenta de la condición o naturaleza de las cosas, sino también «hacen al mundo». El giro pragmático-trascendental, cuyo representante es Habermas, le confiere al lenguaje la propiedad empírica, por surgir de la experiencia, y la trascendental, ya que el lenguaje configura al mundo. Por su parte, el giro pictórico señala la importancia de la imagen como una representación en las sociedades contemporáneas. Casanueva, Bolaños y otros autores sugieren que la imagen y lo estético poseen la solidez necesaria para comprender a la sociedad. A su vez, el giro cultural se interesa por el proceso de individuación y del sujeto, de ahí que se plantee que el individuo reforma al mundo, pero que al mismo tiempo el mundo que habita lo configura. Cabe destacar que en sus inicios este giro coadyuvó al desvanecimiento de lo individual, transformando la realidad social en una estructura hecha de palabras, signos y cultura. Derivado de este acercamiento al individuo surge el giro biográfico, el cual contribuye a entender el carácter social y la noción de realidad de cada individuo a través de la narración. De esta manera aparece el giro narrativo, que se distingue por reconfigurar y resignificar lo vivido, la realidad individual. Al mismo tiempo, este giro se articula con el giro interpretativo, el cual nos permite acercarnos al entendimiento del significado del relato. Estos últimos giros ponen el acento en el sujeto, por lo que profundizan en la dimensión sensible y en la experiencia espacial de la misma (Lindón, 2010: 23-41).

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debates teóricos de términos como globalización, localidad, megalópolis, telépolis,

exépolis, espacio virtual, espacios otros o de metáforas derivadas de acuñaciones

resignificadas —fronteras, márgenes, intersticios y límites— corroboran la preocupación

del pensamiento crítico por entender las nuevas configuraciones espaciales y su relación

con los individuos y reafirman, también, la consolidación del tema de las espacialidades.

Además, nociones como territorio, urbanidad, localismo, región y otros semejantes, tienen

un papel cada vez más importante en todos los discursos del debate contemporáneo.

Y es que una relevante consecuencia de este giro espacial son las nuevas propuestas

acerca de la forma de abordar el estudio del espacio que, a diferencia de las investigaciones

anteriores, coinciden en la colaboración interdisciplinaria. Como advierte Hiernaux (2004),

los tradicionales sistemas de análisis de la realidad se han vuelto obsoletos e inútiles debido

a fenómenos como la globalización, la relevante función de la tecnología y la información,

la preeminencia de la imagen, el surgimiento de nuevas formas de realidades urbanas, la

fragmentación social y la intensa migración que ha generado sociedades multiculturales queo

han complejizado la realidad social. Por tanto, las ciencias sociales y humanas se han

visto en la necesidad de hacer una concienzuda revisión de los métodos y teorías

convencionales acerca de esta categoría y de adoptar una perspectiva y un lenguaje que

pueda dar cuenta de la complejidad de la realidad contemporánea. De ahí que las

colaboraciones entre disciplinas para describir, explicar e interpretar el problema del

espacio son cada vez más numerosas, lo que también ha hecho más atractivo su estudio,

como asevera Alicia Llarena, quien advierte que en el renovado interés por este tema

influye la estrategia de combinación multidisciplinaria (2007).

La presente centuria se anuncia, entonces, como el siglo espacial «por el carácter

explosivo» (Lindón y Hiernaux, 2006: 8) que viene tomando la revaloración del tema en

todos los campos científicos, especialmente en las ciencias sociales y humanas que

influidas por el pensamiento posmoderno, rechazan la explicación histórica —universalista

y totalizante— como la única base de interpretación del mundo actual. Hoy en día,

advierten Alicia Lindón y Daniel Hiernaux, se requiere comprender «la variable espacial» y

resituarla en las teorías sociales como una categoría explicativa clave para interpretar la 8

8 Acerca de este tema se puede consultar el ensayo de Daniel Hiernaux, «Identidades móviles o movilidad sin identidad. El individuo moderno en transferencia» (2004: 5-17). Además, el capítulo V de Juan Nogué y Abel Albet (2004: 173-186).

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cambiante realidad de nuestro mundo; para entender sus profundos cambios económicos,

sociales, medioambientales y culturales en curso, que se manifiestan por igual mundial y

localmente y que caracterizan esta fase del capitalismo global que algunos estudiosos

denominan posmodernidad (Lindón y Hiernaux, 2006: 8).

Las ciencias que han dado este giro al introducir dicha categoría analítica en sus

indagaciones acerca de la realidad son la filosofía, la historia, la lingüística, la sociología, la

física, la antropología, el arte, la ecología, la biología, la teoría literaria y la comunicación

(Waldelfens, 2005: 157-178). En lo que respecta a la geografía humana —si bien es cierto

que su objeto de estudio es precisamente el espacio, este giro se expresa en el deslinde de la

geografía física al cuestionar la concepción reductiva del espacio como algo meramente

material y abrirse a las dimensiones de lo inmaterial y subjetivo del espacio (Hiernaux,

2008). Como señala Paul Claval: «No se pueden abordar los hechos sociales y su

distribución en el espacio más que aceptando la idea de que son de naturaleza tanto

simbólica como material» (en Lindón y Hiernaux, 2010: 74). También, la geografía al

afirmarse como una ciencia que trata de explicar la organización espacial desde

fundamentos sociales para entender los principales problemas que afectan actualmente a la

sociedad ha renovado y ramificado sus enfoques auxiliándose de las ciencias sociales y

humanas, pues como señalan Lindón y Hiernaux, la apertura hacia otras disciplinas le

permite a la geografía una comprensión más amplia del fenómeno social y si las ciencias

sociales no incluyen analíticamente la espacialidad, se corre el riesgo de mutilar el

fenómeno que se quiere comprender.9 Tal vez uno de los ejemplos más conocidos de este

diálogo interdisciplinario sea el caso de Edward Soja, pues en sus investigaciones sobre la

urbe angelina, el aleph de las metrópolis posmodernas, conjunta la sociología, la política

económica y los estudios culturales para comprender los espacios y representaciones de

esta ciudad.

Por otra parte, las teorías sociales más recientes acerca del espacio, ubicadas en el

pensamiento posmoderno -el cual enfoca su atención hacia el sujeto, sus experiencias y su

entorno- han metaforizado a la realidad como un texto cuyos signos pertenecen tanto a la

9 Sobre la renovación actual de los fundamentos de la geografía humana y sus vascos comunicantes con las otras ciencias sociales y humanas deben consultarse los esclarecedores libros de Alicia Lindón y Daniel Hiernaux citados anteriormente y el capítulo de José Ortega Valcárcel, «La geografía para el siglo xxi» (2004: 26-53).

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extensión física como a las representaciones culturales con que se despliega. Concebirlo de

esta forma permite la lectura y relectura desde distintos puntos de vista y enfoques

generando una imagen poliédrica del espacio como dice Edward Soja. Así, el espacio deja

de tener una imagen homogénea —única— para fragmentarse en múltiples lugares; los

llamados espacios de la diferencia: espacios públicos, privados, marginales, de mujeres,

sagrados, profanos, etc. en los cuales aunque haya distintas valoraciones, todas son válidas.

El interés actual por el estudio de la espacialidad ha generado también la aparición

de nuevas disciplinas como el ecofeminismo,10 la ecosofía o la ecología profunda, las

cuales proponen otro modo de reflexión de esta realidad en donde el ser humano y la

naturaleza se representan en comunión y en condiciones de igualdad, es decir, como parte

de una misma trama vital. Estas corrientes, por tanto, critican la forma con que se han

apropiado del entorno natural las sociedades tecnócratas e industriales que consideran al ser

humano separado de la naturaleza.11 12 13 En esta misma perspectiva ecológica surge en el

terreno académico norteamericano la ecocrítica, que tiene el propósito de indagar las

relaciones entre la literatura y el medio ambiente para comprobar la capacidad ideológica

que posee la representación del espacio literario como transmisora de una serie de valores13con profundas implicaciones sociales.

Los teóricos de la ecocrítica arguyen, además, la exigencia del trabajo

interdisciplinario, pues señalan que no se puede separar la calidad estética de una obra de su

contexto socioeconómico, político y ecológico. En el análisis de las poéticas, entonces, los

10 El término de ecofeminismo se origina en las reflexiones de la socióloga francesa Francoise D ’ Eaubonne para hacer una crítica de las relaciones de lucha entre hombres y mujeres a las cuales analoga con la forma en que el ser humano ha destruido, violado y degradado el medio ambiente. Este feminismo ecológico se presenta como una nueva forma de pensar la naturaleza, la espiritualidad y la política.11 Uno de los postulados más importantes de la ecología profunda es la idea del carácter sagrado de la naturaleza, de donde deriva su señalamiento de que la humanidad debe aprender a respetar su armonía originaria, trastocada por los avances tecnológicos y las consecuencias negativas medioambientales. Para estos ecólogos, la crisis del medioambiente es la clave para «repensar la metafísica, la antropología, la ética, el derecho y todos las ideas fundamentales de Occidente» (Devall, 2011).12 La ecocrítica considera que la literatura debe ser vehículo de ideas y de valores, por eso en el estudio de los entornos naturales representados en la obra literaria, la naturaleza deja de ser un simple marco y se convierte en la protagonista del relato. Se considera que el texto canónico sobre esta forma de enseñar literatura es el de Cheryll Glolfelty y Harold Form, The ecocriticism reader: landmarks in literary ecology (1996).También sobre este método de análisis remitimos al ensayo de Binns en el cual explica en detalle los postulados de la interpretación ecocrítica. «Ecocrítica, ecocriticism: ¿otra moda más en las aulas?» (s. f.).13 En su reseña acerca de la novela de Fernando Contreras, Una mirada al mar, Yelenny Molina Jiménez explica que la lectura ecocrítica convierte la naturaleza representada en un objeto cuyo análisis permite ver cómo los escritores empiezan a plantear la crisis ambiental desde el discurso literario y de qué modo estas obras son influyen en las formas de relacionarnos con el entorno natural (s. f.).

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in vestigad ores lo ca liza n las im á g en es de la naturaleza en la literatura can ón ica para

id en tificar estereo tip os (E dén , A rcadia , B a b e l) y a u sen cias s ig n ifica tivas. E xam in an

tam b ién con una v is ió n e c o lo g is ta las rep resen tacion es del entorno natural en lo s tex to s

literarios, por e so el in terés y su relación con d isc ip lin a s co m o la e c o lo g ía profunda o el

e co fem in ism o (B in n s, s. f.).

O tro in teresante d isc ip lin a actual e s la p ro x ém ica d isc ip lin a de gran im portancia

para entender la s crec ien tes y co m p leja s re la c io n es in terculturales a través del estu d io de

sus e sp a c io s p erson ales en el estu d io del esp a c io . E n el y a c lá s ic o libro, L a d im en sió n

ocu lta , de E dw ard T. H all el autor acu d e al repaso de varias n o v e la s in g le sa s para observar

có m o lo s autores co n sig u en transm itir al lector sus propias sen sa c io n es esp a c ia les , pues,

según él, « lo s grandes escritores p erciben y com u n ican en la literatura el s ig n ifica d o y lo s

em p leo s de las d istancias, im portante factor cultural de las re lac ion es in terp erson ales»

(1972: 118). 14

1.2 El espacio en las reflexiones filosóficas

En los diversos periodos históricos, las estrategias discursivas de la geografía se entrecruzan con las técnicas, las artes, las religiones. Con sus lenguajes y sus retóricas

nutren el espíritu del tiempo y se alimentan de él.Ángelo Turco

E l e sp a c io e s un m o d o de realidad en el cual se d istin gu en tres ám b itos distintos: la

exp er ien c ia del esp a c io , propia de la naturaleza hum ana; su representación m ediante

14 También, en un estudio posterior dedicado al análisis de las relaciones entre la visión del espacio y su expresión en la fotografía, Hall revela que cuando se encuentra ante problemas conceptuales sobre la percepción humana recurre «inevitablemente al arte», pues el artista y el poeta no se explican con la lógica lineal de los científicos; su particular percepción del mundo, proveniente no sólo de la fisiología, sino del contexto personal y cultural del artista, mueve en el espectador lo más recóndito de la conciencia para liberar sus deseos, emociones, pensamientos. Éste, concluye Hall, «es uno de los servicios que las artes han prestado al género humano, utilizar lo que es la conciencia exterior de modo que sirva para ayudar al sujeto a organizar pensamientos, percepciones y emociones más coherentes y significativas» (2002: 168-169).

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distin tas im á g en es con las que el hom bre organ iza el m undo; y su categorización . E s decir,

la hum anidad ha transitado de la v iv e n c ia esp acia l u n iversa l h acia su re flex ió n con virtien d o

así d icha exp er ien c ia en una n o c ió n o categoría . L as prim eras e lab oracion es in te lectu a les

en la h istoria o ccid en ta l que con v ierten en ob jeto de estu d io el e sp a c io p rov ien en de lo s

f iló so fo s de la antigua G recia q u ien es se preocuparon por exp licar racion a lm en te la

realidad. D e sd e en to n ces las d e lib erac ion es acerca de esta ca tegoría han s id o con stan tes, sin

em bargo ha h ab ido distin tas co n cep c io n es acerca del esp a c io , aunque tod as e lla s derivan de

lo s sistem as f i lo s ó f ic o s que se han desarrollado en el decurso de la historia. E sto s sistem as,

segú n acentúen u n o u otro aspecto , in c id en en el m o d o de con ceb ir lo , con cep tu a lizar lo y

analizarlo. C ada u n o de esto s su p u estos f i lo só f ic o s fundam enta nuestra id ea del e sp a c io y

de la esp acia lid ad co n c ib ién d o lo y a sea co m o m era ex ten sió n fís ica , co m o representación

m ental — ind iv id u al o co le c tiv a — o co m o producto de la so c ied a d d iferen cian d o así entre

la s n o c io n es de esp a c io f ís ic o , e sp a c io m e n ta l y esp a c io social.

E n térm inos gen era les, la m odernidad ha abordado la n o c ió n de e sp a c io d esd e tres

grandes corrientes f ilo só fic a s : el racio n a lism o p ositiv ista , que lo co n c ib e co m o

m aterialidad; el id ea lism o , que lo co n c ib e co m o una con stru cción m ental y la racionalidad

d ia léctica que lo co n cep tu a liza co m o el producto de la ten sió n d ia léctica entre la so c ied a d y

la m aterialidad. E l p en sam ien to p o sm od ern o con su cu estion am ien to a lo s m etarrelatos de

la m odernidad, su acen tu ación en lo lo ca l y lo ind iv id u al y su llam ad o de aten ción h acia lo s

esp a c io s de la d iferen cia enriquecerá estas form as de interpretar el esp acio .

L as tres corrientes f ilo só fic a s m en cion ad as son , en ton ces, el fu n d am en to de las

co n cep c io n es actuales acerca del e sp a c io y d e la esp acia lid ad y determ inan có m o debe

abordarse su estud io . C ada propuesta p ro v ee de m o d e lo s para interpretarlo en las d iferentes

d isc ip lin as que se han preocupado central o tan gen cia lm en te de exp licar, y n o só lo

describir, esta realidad y sus d iferen tes asp ectos. L o s d istin tos d iscu rsos c ien tífico s

— in clu y en d o por su p u esto lo s literarios— arm an su cuerpo teó r ico b asad os en una

determ inada o n to lo g ía y ep istem o lo g ía del e sp a c io que co n d ic io n a fuertem ente su

interpretación, pero a fin de cuentas, n o hay que o lv id arlo , lo s esp a c io s co m o lo s m o d e lo s

que lo s describ en o exp lican son con stru cc ion es hum anas.

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L a tradición f i lo só f ic a g r ie g a 15 co n c ib ió el e sp a c io co m o una ex ten sió n fís ica , un

con tin en te sobre el que se transitaba o ten ían lugar lo s fen ó m en o s de la naturaleza; su

ex isten c ia real n o d ep en d ía de lo s su jetos y ob jetos que lo poblaban, e in c lu so pod ía

prescind ir de e llo s . E n la im agen griega , que d esp u és reafirm arían D esca rtes y N ew to n , y

en el s ig lo X IX , el p o sitiv ism o , el e sp a c io es p reex isten te a la naturaleza y a la so c ied a d e

in d ep en d ien te de éstas, por lo que es una ex ten sió n ah istórica (W hal, 2 0 0 2 ; Sanz, 1 9 9 3 ) .16 17

A esta representación , se le den om in a esp a c io m a tem á tico o esp a c io ab so lu to , y su im a g en

se d esp lieg a co m o un recep tácu lo iso m o rfo , neutro, in m ó v il e in fin ito que en v u e lv e tod a la17ex isten c ia en su in m en sid ad y d esm esu ra cósm ica .

E u clid es , autor de esta representación lo im a g in ó co m o un con tin en te sobre el que

se transitaba o ten ían lugar lo s fen ó m en o s de la naturaleza y su ex isten c ia real n o dependía

de lo s su jetos y ob jetos que lo poblaban, in c lu so p od ía prescind ir de e llo s . E sta

representación es una de las prim eras im á g en es del d iscu rso f i lo s ó f ic o co n stitu y én d o se

co m o un com p on en te b á s ico de nuestra cultura esp acia l occid en ta l, tal y co m o se le e su

d efin ic ió n en el D icc io n a rio f i lo s ó f ic o de B ru gger (20 0 0 : 2 0 4 ).

15 De las antiguas culturas, fueron los griegos quienes reflexionaron con más persistencia sobre la naturaleza del espacio. Su preocupación por encontrar explicaciones racionales acerca de los fenómenos astronómicos o terrestres los llevó a proponer una imagen intelectual del espacio, la cual les permitió trascender de la experiencia humana del espacio a la instauración de un saber sobre el espacio. José Ortega Valcárcel explica minuciosamente este trayecto en su capítulo I, «De las prácticas espaciales al saber sobre el espacio» (2000: 27-35).16 En el «Timeo» de Platón encontramos una teoría del espacio en la que filósofos como Russell y Taylor han hallado cualidades geométricas, lo que se explica si consideramos que la geometría euclidiana y la filosofía de los pitagóricos ejerció una gran influencia en la imagen griega del espacio. Posteriormente, Aristóteles afirmó la existencia del «lugar», concepto que relacionó con el vacío. El vacío es el lugar cuando no hay objetos en él, es el espacio. Por lo anterior, para el filósofo el espacio es un continente, una especie de vasija inmóvil. Newton, por su parte, ratificaría esta imagen añadiéndole las características de absoluto e independiente de los cuerpos y los acontecimientos, es decir, del sujeto y la historia. Sobre el desarrollo de la noción de espacio en la historia de la filosofía occidental puede revisarse el capítulo «El espacio», del libro de Jean Whal (1960) citado anteriormente y el ensayo antes citado de Nuria Sanz Gallego (1993).17 Esta imagen del mundo es una de las representaciones de más arraigo en el imaginario cultural de occidente y, aunque con algunas variaciones, sigue utilizándose como el modelo de la ciencia. Sin embargo, habría que recordarlo, aun con ese carácter científico es tan artificiosa como las imágenes cosmogónicas, religiosas o artísticas con que se ha representado el mundo; es una más de las construcciones que derivan del esfuerzo intelectual por representar un espacio para situarse ante la realidad. Reflexionando sobre este aspecto, Yi Fu Tuan escribe: «Es usual suponer que el espacio geométrico es la realidad objetiva y que los espacios personales y culturales son distorsiones. De hecho sabemos únicamente que el espacio geométrico es un espacio cultural, un complejo constructo humano cuya adopción nos ha permitido controlar la naturaleza hasta un grado antes imposible» (Novoa, s. f.).

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Entiéndese ordinariamente por espacio un vacío extenso en el que los cuerpos se hallan, por decirlo así, como en un receptáculo. El espacio guarda, pues, relación con la extensión de los cuerpos reales, pero no coincide con ella. Sigue existiendo (al menos para nuestra representación) aunque no contenga ningún cuerpo real.

E n el s ig lo XVII, esta im a g en será reforzada por D esca rtes y N e w to n q u ien es lo

consideraron adem ás, co m o inm utab le, tr id im en sion a l, de m ed id as exactas y sujeto a le y e s

m ecán icas. E s el esp a c io a b so lu to que, co m o un recep tácu lo en v u e lv e tod a la ex isten c ia en18su in m en sid ad có sm ica o p o n ién d o se de e se m o d o al fragm en to de u n iv erso personal.

H abría que señalar, sin em bargo, que en este p eriod o L e ib n iz in troduce la id ea de esp a c io

re la tivo al afirm ar que lo que d efin e la esp acia lid ad es la p o s ic ió n de lo s sen tid os y la

relación de lo s ob jetos que la conform an.

L a co n cep c ió n del e sp a c io ab so lu to se exp resó en el p en sam ien to f i lo s ó f ic o en una

serie de d ico to m ía s que op u sieron a lm a-cuerpo, p en sam ien to-m ateria , interioridad-

exterioridad y esp íritu-naturaleza, ca tegorías sin tetizad as por el p en sam ien to de H eg e l

(1 9 8 9 ), qu ien afirm ó que la m ateria in co n sc ien te se o p o n e al esp íritu p ensante, así co m o la

naturaleza ( lo exterior y sen sib le ) se o p o n e al espíritu , la co n c ien c ia de sí y la historia. E l

esp ac io , en ton ces, d esd e esta p ersp ectiva se presenta co m o una categoría antagón ica del

espíritu y del tiem p o.

L a f ilo so f ía del p o s it iv ism o reafirm ó esta co n cep c ió n del e sp a c io al co n ceb ir la

realidad esp acia l co m o m aterialidad fís ic a a la cual se p u ed e acced er a través de la

ex p erien cia (em p ir ism o ) o com prender d esd e la razón (racion a lism o). Para lo s p ositiv ista s ,

sig u ien d o el p en sam ien to de H eg e l, la naturaleza e x p lica y determ ina la s características

f ís ic a s del hom bre y la s re la c io n es so c ia le s de lo s p u eb los, de esta id ea surgen las n o c io n es

de reg ión y m ed io am biente que han sid o ca las e lem en ta les en a lgunas represen tacion es del

esp acio . E n esta co n cep c ió n , su b yace la id ea de que hay un v ín c u lo inseparab le entre las

re lac ion es que se esta b lecen entre el e sp a c io (m ed io ) y sus habitantes, lo que lo hace

singular. E n cuanto al co n cep to de reg ión , este a lude a un e sp a c io g eo g rá fico que se 18 19

18 Véase Juan Carlos Gómez Rojas (2001:120-121).19 Para Hegel el espacio es la indiferenciación, lo de fuera, lo exterior, sin contenido e indiferente. El concepto de espacio en el pensamiento de Hegel puede consultarse en el apartado «De la filosofía de la naturaleza», (1989: 124 -126). El filósofo Alexander compara las categorías del espacio y el tiempo con el ser humano: el alma, dice, es el tiempo y el espacio es el cuerpo, pero el motor de todo es el tiempo-alma (Wahl, 1960: 194).

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d istin gu e en sus rasgos naturales u n iform es y co m u n es lo s cu a les lo d iferen cian d e otras

reg ion es.

E n el terreno del arte, estas propuestas, record em os, sirv ieron d e b ase al

p en sam ien to de H ip ó lito T aine qu ien en su F ilo so fía d e l arte (1 9 9 4 ) esta b lece que el m ed io

determ ina la obra artística así que el analista para com prenderla y com prender al autor d eb e

relacion arse con el con ju n to de e lem en to s f ís ic o s , artísticos y cu lturales que configuran su

m ed io soc ia l y g eo g r á fic o .20

E n el s ig lo XX, esta id ea del e sp a c io m atem ático se exp resa en el en foq u e

esp a c ia lis ta s is té m ico , llam ad o así porque representa al e sp a c io co m o un sistem a. S u

m o d e lo reafirm a las características del m o d e lo esp acia l n ew to n ia n o y por tanto, es

in d ep en d ien te de la naturaleza y la socied ad . O tra característica derivada de esta au tonom ía

es que el tiem p o se co n c ib e separado del esp ac io , por e so es in m u n e al cam b io h istórico . El

en foq u e s is té m ic o estud ia la d in ám ica de las soc ied a d es, pero en su an á lisis ap lica los

p rin cip ios teó r ico s y m e to d o ló g ic o s de las c ien c ia s f ís ica s co m o el u so de técn icas

cuantitativas, m o d e lo s grá ficos y le y e s m atem áticas. E dgar N o v o a Torres (2 0 1 0 s/f)

sin tetiza esta en foq u e exp lican d o:

La visión sistémica del espacio está relacionada con una ontología natural en donde una

fo rm a específica del espacio se presenta como dada, el espacio newtoniano estructurado a

partir de los principios euclidianos, [ ...] un espacio fís ico preexistente eterno e

independiente en donde los actos, eventos o procesos humanos se inscriben, se ubican y

deben ser investigados de acuerdo con los principios de la mecánica que rige dicho espacio

en el marco de sus propiedades físicas [ ...] E l espesor social se reduce a la relación y

convergencia estadística y gráfica de puntos, líneas, áreas y superficies que producen la

estructura espacial.

Para el en fo q u e s is té m ic o el e sp a c io es una ex ten sió n que p reex iste a la naturaleza y

a la so c ied a d ; sin em bargo cuando la so c ied a d y el m ed io interactúan se produce una

estructura configurada por un conjunto de lugares y d e las re lac ion es que se estab lecen

entre e llo s lo que perm ite el fu n cio n a m ien to de la so c ied a d y su reproducción . D e sd e este

en foq u e, en ton ces, la estructura y la ex ten sió n d efin en la n o c ió n de esp acio .

20 Véase Carlos Arturo Fernández Uribe (2004).

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A hora b ien , durante el s ig lo XIX, frente al rac ion a lism o de la m odern idad fue

decan tán d ose p rogresivam en te otra co n cep c ió n del e sp a c io p roven ien te de la f ilo so fía

idealista . E l principal exp on en te de esta f ilo so fía , co m o sab em os, fu e el f i ló s o fo a lem án

Im m anuel K ant (1 9 8 4 ) , qu ien p o stu ló que aq u ello que co n ceb im o s co m o m u n d o ob jetivo

n o es a lg o ordenado, sin o un conjunto ca ó tico que la m en te hum ana organ iza a través de las

categorías del e sp a c io y el tiem p o. P ero estas ca tegorías n o son co n cep to s elaborados por

la m ente, s in o form as puras de la p ercep ció n anteriores a la exp er ien c ia — por e so son

apriorísticas— , son u na form a de in tu ic ió n que n o p u ed e racionalizarse, y ta m p o co son una

sen sac ión , p u es n o p roced en de la exp erien cia . Para K ant, en ton ces, la in tu ic ió n esp acia l (y

tem poral) del hom bre n o es una propiedad de las co sa s, s in o una categoría de la m en te: una

form a a p r io r i de in tu ic ión sen sib le , es decir, n o es un ob jeto sin o «una co n d ic ió n de

p o sib ilid a d es» de lo s fen ó m en o s in d ep en d ien te de cualqu ier realidad fís ic a (S an z, 1993:

2 4 3 ). D a d o que la im a g en del e sp a c io p roced e de cada sujeto , para la f i lo so f ía id ea lista el

esp a c io está en el sujeto, por eso , co m o e x p lica O rtega, su im a g en es singu lar y única:

Lo que Kant supone para el pensamiento moderno es una elaborada categorización del subjetivismo. Kant encierra la realidad en el sujeto, la convierte en atributo de la conciencia. La otra realidad, la exterior, no pasará de ser una construcción mental, un precario artificio. El mundo pasa de tener existencia a devenir un producto intelectual a la medida del sujeto, de su conciencia, término clave de estas filosofías (2000: 231).

E l cam b io o n to ló g ic o del e sp a c io co m o una con stru cción subjetiva que deriva de la

co n c ien c ia fu e un parteaguas en lo s estu d ios sobre esta realidad y d io entrada a un n u ev o

esq u em a e p is te m o ló g ic o a partir del cual pensar el m undo, abriendo así otros h orizon tes

para las corrientes hum anistas del s igu ien te s ig lo , las cu a les reaccion aron fuertem ente a la22im agen del e sp a c io m atem ático y reafirm aron el carácter su b jetivo del esp acio . 21 22

21 En la Crítica de la razón pura (1984) el filósofo de Konigsberg define el tiempo y el espacio como formas puras de la intuición sensible: el tiempo es el sentido interno de la conciencia; el espacio, el sentido externo. Ambas categorías carecen de origen empírico y no son rasgos que las cosas posean por sí mismas22 Entre estos pensadores destaca Bergson, quien introduce el tema espacial a partir del desarrollo de sus conceptos «memoria pura» y «memoria hábito», y particularmente esta última que vincula la memoria con la articulación espacio-tiempo. Durkheim, por su parte, elabora la teoría de las categorías espacio-temporales como representaciones colectivas; a diferencia de Kant, que las concibe como categorías a priori. En esta misma línea del sociólogo francés, Halbawchs establecerá que el espacio, junto con el tiempo, sirve como punto de referencia de la memoria colectiva; ambas categorías son los marcos sociales de la memoria. Michel

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U n o de lo s prim eros f i ló so fo s del s ig lo XX que refutó esta radical separación entre el

esp a c io y el tiem p o fu e T etsuro W atsuji. E n A n tro p o lo g ía d e l p a isa je . C lim as, cu ltu ra s y

re lig io n es (2 0 0 6 ) cu estion a , adem ás, con una im p eca b le y a v e c e s p o ética argum entación ,

el h ech o de que su m aestro H e id eg g er p r iv ileg ie la re lación del ser con el t iem p o om itien d o

la relación del ser con la categoría del esp ac io . E sto se debe, advertía, a que en el an á lisis

de la ex isten c ia hum ana, su d a se in e s caracterizado so lo co m o in d iv id u o . Para W atsuji, en

cam b io , el ser h u m an o p o see d os d im en sio n es a la vez: es ind iv id u al y socia l. E n su

carácter in d iv id u al es fin ito , es «un ser para la m uerte» m ientras que en su carácter socia l

— en tanto que crea com u n id ad es que p erv iv en — es «un ser para la v id a» . E s en esta

v in cu la c ió n don d e la ex isten c ia hum ana se reve la co m o una tem poralidad inseparab le de la

esp acia lid ad , es decir, la estructura esp acio -tem p ora l de la v id a hum ana es paisaje e

historia. E n sus palabras:

En la unión de la ambientalidad y la historicidad toma cuerpo, por así decirlo, la historia humana. Si el espíritu fuera algo opuesto a la materia, la historia no podría ser el despliegue del espíritu. El espíritu solamente constituye la historia como su propio despliegue cuando es un sujeto que se objetiva, un sujeto con un cuerpo. Esa corporeidad subjetiva es justamente la ambientalidad. El carácter dual, finito e ilimitado del ser humano, se pone de manifiesto claramente en la estructura histórico-paisajística de la vida humana (Watsuji, 2006: 33-34).

E l p en sam ien to de la posm od ern id ad ha retom ado lo s fu n d am en tos h u m an ísticos y ha

reiv in d icad o la id ea del e sp a c io co m o con stru cción subjetiva y co m o representación

s im b ó lica de la p ercep ción y la im a g in a c ió n hum ana que se exp resa a través de un len gu aje

socia l transm isor de s ím b o lo s y m etáforas que in c id en en la v is ió n de la realidad. E sta

p erspectiva , por tanto, co n ced e una esp ec ia l im portancia a las m iradas, p ercep c io n es y

d iscu rsos co m o creadores de realidad por lo cual se in teresa, en analizar la form a con que la

g en te lo nom bra, d escrib e y lo sign ifica .

Foucault ve el tema del espacio relacionado con la problemática del poder, el cual se articula sobre un conjunto de discursos científicos, morales y legales, así como por instituciones y construcciones arquitectónicas. Estos dispositivos disciplinarios configuran al individuo desde determinados parámetros espacio-temporales. Un estudio esclarecedor sobre la idea del espacio en el pensamiento de cada uno de estos autores la encontramos (en Huici 2006).

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E n el repaso a lo s p ostu lad os m ás re levan tes de esta id ea acerca del e sp a c io

su b jetivo p o d em o s co n clu ir que n o es p o s ib le analizar esta ca tegoría sin considerar al

sujeto, p u es aunque las co n stru cc io n es hum anas resp on d en a prop ied ad es e sp a c ia les co m o

la lo ca liza c ió n , d istribución y ex ten sió n , responden , tam bién , co m o señala Santis A rena,

(2004: 3 5 ) «a an h elos, asp iracion es y va lo res h u m an os ».

P or otra parte, la co n cep c ió n socia l del e sp a c io con stitu ye la e lab oración teórica m ás

recien te, esta trascien d e la n o c ió n del e sp a c io co m o con tin en te y sustrato natural. E l

esp a c io se perfila , m ás exactam en te , co m o entidad so c ia l, co m o una con stru cc ión so c ia l, de

ahí deriva su carácter tem poral e h istór ico E n esta corriente, d esaparece el e sp a c io co m o

categoría in d ep en d ien te de la socied ad . T am b ién en este en fo q u e se acepta el co n cep to de

lugar, pero se d efin e co m o aquel que es con stru id o sociocu ltu ra lm en te a través de p ro ceso s

so c ia le s que lo cargan con sen tid os, s ig n ifica d o s y m em oria .

U n o de sus prim eros teó r ico s fu e el fran cés H enry L efeb vre q u ien a m ed ia d o s de lo s

sesen ta postu lab a que el e sp a c io socia l n o resp on d e ni a la naturaleza ni a la h istoria

anterior ni a la cultura, el e sp a c io soc ia l es el resu ltado de un p ro ceso articulado con el

desarrollo de las fu erzas p roductivas y de las re la c io n es de p rod u cción ., por lo tanto, no

p u ed e atribuirse so lo a factores f ís ic o s o h istóricos. E l e sp a c io es el resu ltado de una fuerza

productiva.

E sta id ea de L efeb v re acerca del e sp a c io co m o producto so c ia l ha derivad o en d istintas

in v estig a c io n es que señalan que las estructuras esp a c ia les responden al p ro ceso de

p rod u cción socia l. E u g en io S án ch ez (1 9 7 9 ) ha escrito que la «articu lación del e sp a c io es un

h ech o ev id en tem en te so c ia l» y que el e lem en to con form ad or de las re la c io n es so c ia le s es, a

la v e z , el de las re la c io n es esp acia les.

L a in c lu sió n de la d im en sió n soc ia l en el an á lisis de la in stitu c ión de lo s e sp a c io s es una

de las v ertien tes actu a les m ás im portantes en este tem a. M ilto n Santos (19 9 6 : 7 4 ) señ a la al

resp ecto que el « e sp a c io g eo g rá fico d eb e ser con sid erad o co m o a lg o que participa

igu a lm en te de la co n d ic ió n de lo so c ia l y de lo f ís ic o , un m ix to , un híbrido». Sobre la

naturaleza del e sp a c io ex p lica , adem ás el autor, que este se form a « por el resu ltado

m aterial acum ulado d e las a cc io n es hum anas a través del tiem p o , y por otro lad o , por las

a cc io n es actuales que le anim an y que h o y le atribuyen un d in am ism o y u na fu n cion a lid ad »

(1996: 89).

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C o m o se p u ed e apreciar, la teoría del e sp a c io soc ia l ha dado un g iro a lo s estu d ios de

la s e sp ac ia lid ad es en riq u ecien d o las form as de abordarlo al incorporar en una m ism a

representación la ex ten sió n fís ica , las p ercep cio n es del su jeto y la a cc ió n soc ia l que se

ofrece a través de un conjunto de d iscu rsos acerca del e sp a c io y que expresan una

determ inada form a de apropiárselo , interpretarlo y sig n ifica r lo . P or lo cual d ich a teoría le

ha dado una fu n ció n re levan te a la d im en sió n im aginaria y su exp resión la literatura y arte,

que son, tam bién , cofu n d ad ores de lugares, reg io n es y territorios. E sta in serc ión ha

perm itido, n u evas in terpretaciones del e sp a c io artístico y literario en la m ed id a en que

perm ite relacionar lo s im ag in arios urbanos y sus rep resen tacion es en el tex to .

A d em ás, este en fo q u e soc ia l le g itim a las p ersp ectivas m inoritarias al in troducir lo s

v a lores y s im b o lo g ía s que atribuyen al e sp a c io lo s grupos so c ia le s que han sid o de a lgún

m o d o m arg in ad os. E sta certificación , en el ca so de estu d io s co m o el nuestro aportan una

n u eva p ersp ectiva , y a que lo s narradores que esta m o s an a lizan d o p erten ecen a una

gen eración que ha surgido de la periferia cultural de un país, caracterizado por un

cen tralism o h istór ico que ha m arcado con un d even ir d istin to a la g eo g ra fía y la cultura de

esta reg ión .

P or otra parte, este en fo q u e al trascender la d ico to m ía esp a c io -tiem p o e insertar la

variab le socia l n o s ha m ostrado que geografía , h istoria y cultura n o son categorías

separadas y que una n o c ió n n o p u ed e en ten d erse sin la s otras. P or eso , en el an á lisis de las

represen tacion es e sp a c ia le s — tanto de lo s d iscu rsos c ien tíf ico s co m o de lo s artísticos—

hay que con sid erarlos conjuntam ente: el e sp a c io transform ado con tin u am en te por la cultura

que lo p ercib e, im ag in a y representa y la h istoria que lo m arca, p u es to d o esto está in scrito

en sus im á g en es .

E l e sp a c io literario, en con so n a n c ia con este en foq u e socia l, tal y co m o lo ex p o n en lo s

m ás recien tes en fo q u es de la teoría literaria se d e fin e co m o una n o c ió n histórica . P or eso

cada ép o ca se le c c io n a tem as, s ím b o lo s y m o tiv o s d iferen tes en la representación de lo s

esp a c io s literarios con lo s cu a les exp resa u na id ea del m undo. T am b ién en re lación con esta

d efin ic ió n con sid eram os que el e sp a c io f ic t ic io n o es una categoría a islad a en el relato, no

está separada de la h istoria narrada, por el contrario se articula con las a cc io n es que se

desarrollan, con lo s personajes que lo v iv e n y con lo s ob jetos que lo pueblan, de la

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articu lación con estas ca tegorías d ev ien e su representación , sus im á g en es, su s ím b o lo s y su

id eo lo g ía .

C o m o se p u ed e constatar, al térm in o de este apartado, las r e flex io n es acerca del

esp a c io datan de tiem p o s m u y an tigu os, sin em bargo, en lo s ú ltim o s años el e sp a c io co m o

tem a de an á lisis ha v e n id o adquiriendo un lugar prim ordial en tod as las áreas del

co n o c im ien to hum ano, e sp ec ia lm en te en las c ien c ia s so c ia le s y hum anas entre las cu a les

destaca la teoría y crítica literaria. E sta in c lin a c ió n por el an á lisis esp acia l ha ten id o co m o

co n secu en c ia una gran variedad de estu d ios cu lturales y literarios, que d esd e d istin tas

co n cep c io n es , han contribu ido a la re flex ió n y el debate sobre este tem a fundam ental en la

v id a socia l.

L o s m ú ltip les en fo q u es co in c id en en defin ir el e sp a c io co m o un m o d o de realidad

en el cual se d istin gu en tres ám b itos d istin tos: la exp er ien c ia del esp a c io , propia de la

naturaleza hum ana; su representación m ed ian te d istin tas im á g en es con las cu a les el hom bre

organ iza el m u n d o y su ca tegorización . E s decir, de la v iv e n c ia esp acia l u n iversa l se

transitará p osteriorm en te a su reflex ió n . L as prim eras e lab orac ion es in te lectu a les que lo

con vierten en ob jeto de a n á lisis p rov ien en de lo s f i ló s o fo s de la antigua G recia q u ien es se

preocuparon por exp licar racion a lm en te esta realidad. D e sd e en ton ces, la s d e lib eracion es

acerca del e sp a c io han flu ctu ad o entre con sid erarlo co m o un ob jeto inm anente o un objeto

trascendente confrontando una v is ió n realista «q u e acepta el m u n d o exterior in d ep en d ien te

del sujeto c o g n o sc e n te » con una id ea lista que ab oga por la h eg em o n ía del sujeto

trascendental» (S an z G a lleg o , 1993: 2 4 1 ). E n otras palabras, la n o c ió n de e sp a c io se

delibera en to n ces entre q u ien es lo co n c ib en d esd e una p ersp ectiva ob jetiva co m o una m era

m aterialidad fís ic a o d esd e una p ersp ectiva subjetiva , co m o una con stru cción de la

co n c ien c ia del sujeto; debate que es al fin de cuentas el que ha ex ist id o en las r e flex io n es de

la f i lo so f ía occid en ta l al in terrogarse por la realidad.

1.3 El espacio como categoría en la geografía humana

C o m o señ a lam os al in ic io , d esd e m ed iad os del s ig lo XX, las profundas transform aciones

teóricas ocurridas en el sen o de la f i lo so fía y las c ien c ia s so c ia le s generaron una serie de

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« g iro s» que, con d iferen tes m atices, im prim ieron un cam b io de d irección en el m od o de

co n ceb ir y estudiar el esp ac io , el sujeto y la socied ad . E n el ca so de la geografía , in flu id a

por esta e sp a c ia liza c ió n de las c ien c ia s so c ia le s , se ha in teresad o cada v e z m ás por la

com p ren sión del e sp a c io y el m o d o en que lo s in d iv id u o s lo perciben , sienten , y p iensan .

P or este in terés com ún, en la actualidad se ha v en id o esta b lec ien d o un fértil d iá lo g o entre

la s d istin tas d isc ip lin a s so c ia le s y hum anas, cu yas v o c e s representativas advierten la

n ecesid ad de inclu ir la esp acia lid ad en el estu d io de lo s fen ó m en o s so c ia le s y a la v e z

considerar en el e stu d io del e sp a c io la re lación con lo s sujetos; si n o se h ace así,

argum entan lo s e stu d io so s de este tem a, se tendría una v is ió n reductiva y lim itad a de la

relación entre el e sp a c io y la soc ied ad , p u es son lo s su jetos q u ien es lo perciben , producen,

habitan y , en e se p roceso , se apropian d e él.

E l p en sam ien to f i lo s ó f ic o y so c ia l que enm arca estas propuestas con tem p orán eas y

que con stitu y e el fun d am en to d irecto d e lo s en fo q u es p osm o d ern o s tien e co m o b ase , entre

otros pen sad ores, a B erg so n , S im m el, H eid egger , F ou cau lt y B achelard , q u ien es criticaron

la racionalidad p o sitiv ista y propusieron una racionalidad d istin ta derivada de la co n cien c ia ,

en la que « lo in tu itivo se im p o n e a lo racional, lo esp o n tá n eo sobre lo ordenado, lo

su b jetivo sobre lo ob jetivo , el in stin to sobre la razón» (O rtega, 2 0 0 0 : 2 2 9 ). E s

com p ren sib le , por tanto, que se recuperara co m o centro de sus r e flex io n es al sujeto y a su

particular p ercep ción v iv en c ia l acerca de la realidad y con este relevan te cam b io de

re flex io n es reiv indicaran el m u n d o de la subjetiv idad , cu ya b ase ep is tem o ló g ica es el sujeto

y su ex p er ien c ia .23 24 25

A partir de lo s años ochenta , la irrupción de n u ev o s en fo q u es de fuerte raigam bre

id ea lista y su b jetiv ista , entre otros con fun d am en to fen o m e n o ló g ic o , y de la m an o de las

23 Aunque la geografía se interesó siempre por el espacio como realidad material, no atendió con el mismo interés la relación entre sociedad y espacio en sus dimensiones no materiales (subjetivas en todas sus posibles filiaciones), y mucho menos se preocupó por establecer al espacio como concepto. Por ello, al no tener aparentemente un cuerpo conceptual en torno al espacio y sus derivados, ni Michel Foucault ni Immanuel Wallerstein consideraron a la geografía como ciencia.24 El pensamiento crítico de estos autores es herencia de la filosofía idealista de Berkeley y Kant y de la fenomenología de Husserl. Para el filósofo de Konigsberg, la realidad no es algo exterior al sujeto sino el producto de su conciencia. Lo que pensamos como realidad desde la perspectiva idealista entonces no es más que una construcción de la mente; el mundo adquiere existencia a partir de la conciencia del sujeto.25 Para una explicación pormenorizada de la filosofía idealista y su concepción del espacio recomendamos la lectura de los capítulos, «Filosofías de la subjetividad: la crítica al racionalismo» y «Las geografías del sujeto: regiones, paisajes y lugares», del libro de Ortega Valcárcel antes citado, en los que el geógrafo hace un repaso de las nociones más relevantes de esta postura filosófica y su influencia en el estudio del espacio. Ver también a Berdoulay, «El sujeto, el lugar y la creación del imaginario», en Lindón y Hiernaux (2012).

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d iversas ten d en cia s que respaldarán el p en sam ien to p o sm od ern o refrendan el papel del

sujeto e « in troducen a favor de las f ilo so fía s e x isten c ia le s y p erson alistas lo s n u ev o s

p erfiles de un esp a c io su b jetivo que se sustenta en la p ercep ción y la co n c ien c ia , en la

ex p erien cia personal. L a realidad m aterial queda supeditada, en el m ejor de lo s casos, a la

realidad m en ta l» (N o g u é , 2 004: 33 ). L as n u evas propuestas, por tanto, p on en el acen to en el

cam po de lo s im b ó lico , las rep resen tacion es, lo s lugares, las sen sa c io n es y lo s v a lores

otorgad os a lo s e sp a c io s v iv id o s , por lo que en el abordaje de la realidad esp acia l integran

lo inm aterial y su b jetivo co m o corresp on sab les de su p rod u cción y s ig n ifica c ió n ,

asu m ien d o así que « la su p erfic ie de la tierra se form a para cada persona por la refracción a

través de len tes cu lturales y len tes p erson a les de costum bre e im a g in a c ió n » (L ow en th a l,

1998: 43 ). D e este m o d o , el p en sam ien to recien te en tien d e por e sp a c io una form a de

realidad que se con figu ra por lo m aterial, la subjetiv idad y la d in ám ica so c ia l; en

con secu en c ia , aunque la exp er ien c ia esp acia l es u n iversa l, la im a g en del e sp a c io varía

segú n la socied ad , lo s in d iv id u o s o la ép oca , tal y co m o Paul Z um thor (1 9 9 4 ) lo expresa:

En cuanto a los esquemas representativos a través de los cuales en una sociedad dada, se percibe esta realidad [el espacio] constituyen una red compleja y movediza, sin alcance universal [...] variaciones compleja s afectan a los campos imaginario y nocional de una época a otra, de una cultura a otra, y en el seno de ella, entre grupos que diferencian su vocación social, su posición económica, política o su formación intelectual (28).

E l au ge de la re flex ió n su b jetiv ista ha in flu id o fuertem ente en el d even ir de la

geo g ra fía de filia c ió n hum anista , la cual, d esd e d istin tos en fo q u es teór icos, ha profundizado

en el e stu d io de la d im en sió n sen sib le en la p rod u cción del esp ac io . E sta g eo g ra fía ha

girado h acia el sujeto y aún en la d iversidad de propuestas e in tereses in v estig a tiv o s se

d istin gu e de la g eo g ra fía objetiva , la cual, a d iferen cia de la prim era, p on e su in terés en el

estu d io de la m ateria, en lo que es «ap reh en sib le por la v ista » (H iernaux, 2010: 50 ), por lo

que basa su m eto d o lo g ía en lo d escr ip tivo y en lo cuantitativo. L a g eo g ra fía hum anista, en

cam b io , fundam entada c o m o se d ijo en el sujeto in tegra en la com p ren sión del e sp a c io lo

inm aterial, lo s im b ó lico y lo subjetivo .

A u n q u e tanto la g eo g ra fía ob jetiva co m o la su b jetiva se basan en una n o c ió n

h o lís tica — advierte el g eó g ra fo Santis A ren as— , la prim era p on e su aten ción en el estu d io

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de la naturaleza fís ica , en la m aterialidad, en tanto que la otra postura se en fo ca a la cultura

hum ana y rechaza el paradigm a g eo m étr ico d on d e hom b res y m ujeres ser representan con

núm eros. L a corriente su b jetiv ista propugna, por tanto, por «una geo g ra fía verdaderam ente

hum ana referida a la con stru cc ión y las exp er ien c ias so c ia le s del lugar, e sp a c io y paisaje

antes que al co n fin a m ien to de la g en te y las so c ied a d es» (S an tis, 2004: 39 ). Á n g e lo Turco,

por su parte, contrapone a estas d os p ersp ectivas del hacer g eo g rá fico d os form as narrativas

de representación del orden espacial: la «paratáctica», co n cep to que tom a prestado de la

sin tax is para ilustrar aquel ordenam iento que se refiere a « la s secu en cia s , lo ca liza c io n es ,

coordenadas y c o s if ic a c ió n de las características naturales o antrópicas de la su p erficie

terrestre» (20 1 0 : 91); en contraparte, la narrativa « lim inar» fundam enta la d isp o sic ió n

esp acia l en la articu lación sin érg ica entre la ló g ic a y el sen tim ien to , por lo que d esp laza el

in terés de la naturaleza de las co sa s a la de lo s even tos.

D esta ca en el desarrollo recien te de la g eo g ra fía hum anista la n o c ió n de esp a c io

subjetivo , la cual se respalda, en palabras de O rtega, « en la p ercep ción y la co n c ien c ia , en la

ex p erien cia personal, que tien e un fun d am en to id ea lista profundo. L a realidad m aterial y

ob jetiva queda supeditada en el m ejor de lo s ca so s a la realidad m en ta l» (O rtega, 2 0 0 4 :3 3 ).

D e sd e otra postura e p is te m o ló g ic a — d esd e una v is ió n m aterialista que asu m e la g eo g ra fía

hum anista pero so lo p arcia lm en te— se ha im p u lsad o una vertien te d istin ta de orden

s is tém ico que p ostu la el e sp a c io co m o un ob jeto constru ido so c ia l e h istóricam en te a partir

de las re la c io n es y de la d in ám ica soc ia l y cu y a ex isten c ia d ep en d e de la a cción de la

soc ied ad que lo crea y reproduce. C o m o ex p lica N o g u é: « e s lo que m ateria lm ente la

soc ied ad crea y recrea c o m o una entidad fís ic a defin ida; es una representación socia l y es

un p royecto , en el que operan in d iv id u o s , grupos so c ia les , in stitu c io n es, re la c io n es so c ia les ,

con sus propias rep resen tacion es y p ro y ecto s» (20 0 4 : 34 ). E l esp a c io socia l, co m o se le

c o n o c e a este ú ltim o co n cep to , se exp resa ad em ás m ed ian te lo s sistem as d iscu rsivos

cu lturales cu yas rep resen tacion es contribuyen a su con form ación y s ig n ifica c ió n . P o see , por

tanto, una d ob le d im ensionalidad: « es m aterial y es representación socia l; e s ob jeto f ís ic o y

es m en ta l» (20 0 4 : 34).

E n resum en, d os sop ortes in te lectu a les d istin tos con vergen en la g eo g ra fía hum ana

actual: la corriente subjetiv ista , que co n c ib e el e sp a c io a partir del sujeto y sus

p ercep cion es; y la corriente m aterialista de in sp iración neom arxista , que en tien d e el esp a c io

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co m o producto socia l. P or lo anterior, en una prim era ap rox im ación a la com p ren sión del

esp a c io p o d em o s decir que lo que actualm ente se en tien d e por esta n o c ió n es una form a de

realidad com p leja integrada por d istin tas d im en sio n es, co m o ex p lica O rtega V alcárcel:

El espacio es material y como tal tiene atributos naturales, pero estos se transforman en sociales en la medida en que la sociedad los incorpora a su dinámica. El espacio también es mental en la medida en que los individuos lo perciben, lo imaginan y valoran de modos diversos y estas concepciones subjetivas, también condicionan su relación con el espacio [...] Y al mismo tiempo el espacio sustenta un conjunto de discursos y representaciones sociales que incidirán en la forma (materialista o simbólica) de articularse con el espacio (s. f.).

C o m o se p u ed e inferir, esta d e fin ic ió n del e sp a c io d ifiere rad ica lm ente de lo s

p ostu lad os de la geo g ra fía o b jetiva ,26 la cual red u ce la ex isten c ia co m o « c o sa » , en tanto que

la g eo g ra fía sen sib le de p roced en cia h u m an ista la co n c ib e co m o ex isten c ia «para s í»

(L indón, 2 0 1 0 ; H iernaux, 2 0 0 8 ). E sta ú ltim a, co m o se dijo, gira h acia el sujeto y reco n o ce

por tanto lo inm aterial y la d im en sió n sen sib le co m o parte de la realidad g eo gráfica , de ahí

su crecien te in terés por la in d agación de esp a c io s e sp e c íf ic o s y sus particularidades,

otorgando de este m o d o estatuto g eo g rá fico a a q u ello s lu gares que n o lo ten ían , co m o lo s

esp a c io s d o m éstico s — por lo que se v u e lv e relevan te el estu d io del sen tid o y s ig n ifica d o

que se da a la s prácticas de la v id a cotid ian a y a lo s lu gares en el que se d e se n v u e lv e — , lo s

de las m ujeres, de las m in orías y de la nocturnidad, por m en cion ar a lgu n os ejem p los, y en

con so n a n cia con la corriente p o sco lo n ia l, se en fo ca adem ás en lo d iferente, en e sp a c io s que

se han constru ido d esd e va lo res m en o s eurocéntricos. O curre tam b ién que d esd e estos

m arcos se im prim an n u ev o s derroteros al e stu d io de lo s esp a c io s co m o e s el ca so de lo s

urbanos, tu rísticos, p a isa jístico s y territorios co n ceb id o s esto s ú ltim o s co m o « a q u e llo que

perm ite crista lizar y producir sinergias, entre lo s actores, sus a cc io n es co lec tiv a s , las

26 Daniel Hiernaux expone claramente los orígenes y rasgos de una y otra visión de la geografía en el artículo «Geografías objetiva versus Geografía sensible: trayectorias divergentes de la Geografía humana en el siglo XX» (2008). Muy relevante es el apartado en el que el autor explica lo relativo a la geografía de la razón sensible, como también se le llama, sobre todo porque aclara los fundamentos de esta forma de entender el espacio que el autor encuentra y describe en la obra de Alexander Von Humboldt, Carl Ritter, Conrado Malte Brun y Eliseo Recles, «piedra angular de la construcción de una visión sensible de la geografía», Vidal de la Blache y Eric Dardel.

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id en tid ad es para que d esd e allí em erja el desarrollo lo ca l» (L indón , 2011: 3 1 ), y que a la lu z

de estas ap rox im acion es adquieren n u ev o s sen tid os. L a g eo g ra fía de la razón sen sib le ,

co m o tam b ién se le co n o ce , se ha abierto ad em ás al estu d io de lo s tex to s artísticos,

literarios, r e lig io so s y m ito ló g ic o s , p u es reco n o ce la im portancia de lo s d iscu rso s y el arte

en la con fig u ra c ió n y representación de la realidad esp acia l. D er iv a d o de e sto s g iro s hacia

el sujeto en el ám b ito g eo g rá fico se habla ahora de geo g ra fía s de lo s lugares, g eo g ra fía de

la p ercep ción , g eo g ra fía de género , geografía cultural, geografía de la v id a cotid iana,

geo g ra fía s del m ied o y geo g ra fía s del im aginario , lo que im p ele a la d isc ip lin a a estab lecer

un d iá lo g o co n la f ilo so fía contem poránea, la so c io lo g ía , la antropología , la teoría literaria,

lo s e stu d io s cu lturales y la p s ico lo g ía , para dar cuenta d esd e n u evas v ía s y len gu ajes la

com p leja p rob lem ática d e la realidad esp acia l. C o m o afirm a L indón:

La posibilidad de comprender el devenir de la geografía dentro de otros contextos, como el de la filosofía contemporánea y de las ciencias sociales es una forma de revalorizar la perspectiva hermenéutica según la cual un texto cobra sentido dentro de un contexto. En este caso la geografía es el texto y las otra ciencias sociales el contexto. Dicho sea de paso, esto muestra una relación fuerte entre nuestra disciplina y las restantes ciencias sociales, relación que no siempre ha estado presente (2010: 26).

La geografía hum ana actual b u sca en to n ces trascender las fronteras trad ic ion a les

para estab lecer la necesaria co lab oración entre d isc ip lin a s y así, d esd e una p o s ic ió n crítica,

elaborar un m arco teó r ico fundam entado en la realidad v iv id a que atienda lo inm aterial, lo

su b jetivo y lo cu a lita tivo en el estu d io del esp ac io .

U n ejem p lo de esta p ro v ech o sa v in cu la c ió n son a lgu n os e stu d io s de la g eografía

hum ana que p on en esp ec ia l én fa s is en el an á lis is del papel de la subjetiv idad y la cultura en

la con form ación de lu gares y s itio s, esta b lec ien d o una productiva co n e x ió n entre la n o c ió n

de e sp a c io y lo s co n cep to s de sen sib ilid a d y percep ción . C on este p rop ósito , la g eografía

hum ana ha d esp leg a d o v a so s co m u n ican tes con la literatura y el arte para inaugurar el

estu d io de lo que se ha d en om in ad o la « im a g in a c ió n g eo g rá fica » (S an tis y G angas, 2004: 27

27 Tómese como ejemplo de esta vinculación disciplinar de la geografía humana el ensayo de Mercedes Arroyo, «La ciudad en la música del siglo xix. La difusión de imágenes e ideas espaciales». En este trabajo se revisa la capacidad de la música como vehículo transmisor de ideas entre ellas la de la ciudad como centro difusor del progreso, y por tanto contrapuesta al mundo rural (1991: 139-150).

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3 1 -5 1 ), cu yas in d a g a c io n es prin cip a les están encam inadas a analizar qué im á g en es se

construyen d esd e la exp er ien c ia subjetiva y cultural del e sp a c io y có m o se expresan en el

tex to literario . C ab e m en cion ar aquí co m o ejem p lo D o reen M a se y y Y i Fu T uan en sus

escrito s acerca de la literatura y g eo g ra fía . E ste ú ltim o , autor de estu d ios fu n d am en ta les

sobre las m odernas n o c io n e s de lugar, s itio y territorio, en su en sa y o «L iterature and

G eograp h y: im p lica tio n s fo r geograp h ica l research», in c lu y e en sus a n á lisis de la ciudad lo s

paisajes urbanos que ha d escrito la literatura, p u es con sid era que son «a sou rce m aterial for

geographers [ . . . ] and p rov id es a p ersp ective for h o w p eo p le ex p er ien ce their w orld » , es

decir, de có m o las person as percib en la realidad (19 7 8 : 1 9 4 -2 0 6 ).

U n exam en relevan te de estas re la c io n es que v e n im o s ex p lica n d o lo con stitu y e el

en sa y o « G eo g ra fía y literatura» de Bertrand L e v y en el cual señ a la d os argum entos a favor

del u so de la literatura por lo s geógrafos: en p rin cip io porque el con tacto con lo s tex to s

literarios lo s ayuda a exp on er m ejor sus id eas y con un len gu aje m ás rico co m o lo h ic ieron

H u m b od t y E ric D ardel, a lo s cu a les d ed ica una bu en a parte de su d isq u isic ión . A d em ás,

dado que la literatura se presta al debate, la re flex ió n , la reacción y la d iscu sió n es un buen

con d u cto para la exp resión de las con trad icc ion es y las paradojas hum anas; la literatura

siem pre ha sid o , d ice el autor, « e l arm a de las id eas m arg in a les» (L ev y , 2010: 4 6 ). L ev y

acude en su a legato acerca de la u tiliza c ió n de tex to s literarios tam b ién al g eó g ra fo P o c o c k

quien ex p lica que la v ersió n h um anista de la geo g ra fía form a parte tanto del arte co m o de

la s c ien c ia s so c ia les , por lo tanto participa igu a lm en te en am bas form as de co n o cim ien to .

U n a sim ilar co n cep c ió n había so sten id o Y i Fu T uan qu ien rep lanteó el co n cep to de lugar

d esd e el sentir y percib ir del su jeto desarrollando así el co n cep to de to p o filia , n o c ió n

sum am ente relevante para q u ien es estu d iam os lo s lu gares literarios. O tros g eó g ra fo s

citad os por L e v y son O lw ig , N e w b y , G unnr O lso n , M ich e l C h eva lier , H enru D u b o is y

B roseau q u ien es abrevan en la literatura esta b lec ien d o fecu n d o s form as de abordar el

an álisis del tex to literario. P or su apertura a la co lab oración interd iscip linaria , pero sobre

tod o porque, co m o afirm a O rtega, « la exp resión m ás elaborada del e sp a c io se encuentra en

la G eografía» (2000: 3 3 8 ), para una m ejor com p ren sión del e sp a c io literario, se v u e lv e

n ecesar io tom ar «p réstam os» — n o c io n es , co n cep to s y posturas ep istem o ló g ica s de esta 28

28 Otros trabajos de geógrafos que abordan la literatura son el de Juan Manuel Suárez, «Geografía y Literatura en los escritos de viaje de José Manuel Caballero» (2002: 134-146).

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d isc ip lin a y de otros en fo q u es so c ia le s con lo s que se id en tifica , con la fin a lid ad de integrar

un m arco m e to d o ló g ic o que atienda el e sp a c io literario en su d im en sió n esté tica (tex tu a l) y

cultural (h istórica) e in c lu y a en el estu d io de la g eo g ra fía im aginaria su representación .

¿ Y qué ocurre — cab e la pregunta— en el ca so de lo s e stu d io s literarios acerca del

esp a c io ? E n nuestra rev is ió n de lo s an á lisis de la literatura encontram os m ás resisten c ia a

trabajar in terd iscip lin ariam en te en te nuestros e stu d io so s y cr íticos, tal v e z porque aún se

trabaja bajo lo s esq u em as trad ic ion a les del co n cep to de literatura, so lo co m o ob jeto textual

y e sté tico y n o co m o un producto de la cultura y de la historia. P en sa m o s que el

acercam ien to a estas n u evas form as de entender el e sp a c io enriquecerían lo s análisis

literarios. E l d iá lo g o con estas d isc ip lin as, co m o se señaló , n o s perm itirá atender asp ectos

co m o el de las rep resen tacion es que d esd e las teorías de la literatura n o se revisan , sobre

to d o en lo referente a su d im en sió n h istórica y cultural, asunto re leg a d o por en foq u es

co n v en c io n a les centrados en la naturaleza textual del e sp a c io literario, o lv id a n d o el h ech o

in n eg a b le de que en la estructura verbal que lo con form a hay tam b ién una id eo lo g ía , una

v is ió n de m u n d o que es el resu ltado de la p ercep ción y s im b o liza c ió n de un su jeto y una

com u n id ad acerca de su realidad.

E n el s ig u ien te apartado, por tanto, m e p rop on go h acer un repaso de a lgu n os

con cep tos relevan tes de la g eo g ra fía hum ana y de las c ien c ia s so c ia le s que n os auxiliarán

en esta propuesta de an á lisis de lo s esp a c io s del norte de M é x ic o en la literatura. 29

29 En nuestra revisión acerca de estos acercamientos, si bien hay analistas que recurren a la geografía, hay que reconocer que casi siempre se acercan más a la geografía tradicional, es decir se centran más en la localización de los lugares reales para relacionarlos con los espacios reales como lo hace Franco Moretti en su Atlas de la novela europea (1999) o José R. Valles Calatrava en El espacio en la novela. El papel del espacio narrativo en La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza (1999). Fernando Savater tiene también un magnífico libro, Lugares con genio. Los escritores y sus ciudades (2014), pero esta obra tiene la intención de narrar las ciudades de los grandes escritores y revelar los lazos que establecieron con sus ciudades natales y cómo estos dejaron una impronta en su obra.

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1.4 Conceptos claves sobre el espacio

Parece, sin embargo, ser algo poderoso y difícil de captar

el Topos, es decir, el Sitio-Espacio.

Aristóteles, Física IV

H em o s ex p lica d o y a có m o la f i lo so fía id ea lista o su b jetiv ista v ie n e a proponer otros

h orizon tes en su aprox im ación al esp ac io . L o s f i ló s o fo s id ea lista s sustentan su b ase

ep istem o ló g ica en el sujeto y en sus ex p erien cias y critican , ad em ás, la presu n ción de

ob jetiv id ad del rac ion a lism o reiv in d ican d o la su b jetiv id ad del co n o c im ien to y una

racionalidad d istin ta derivada de la co n c ien c ia . U n o de sus principales e x p o n en tes , co m o

apuntam os, fu e E m anuel K ant q u ien afirm ó q u e lo q u e co n ceb im o s co m o m undo no es a lgo

ordenado sin o un conjunto ca ó tico q u e la m en te hum ana ordena a través de las categorías

del e sp a c io y el tiem p o. E stas ca tegorías n o son co n cep to s que la m en te elabora sino

in tu ic io n es sen sib les; form as puras de la p ercep ción anteriores a la ex p er ien c ia , por e so son

categorías apriorísticas (u n iv ersa les y n ecesa r ia s). E l esp a c io y el t iem p o no so n , en to n ces,

producto de una abstracción sin o de una p ercep ción sin gu lar y ú n ica , pues p rov ien en de la

co n c ien c ia por eso afirm a: «E l esp a c io no es un co n cep to em p írico sacad o de ex p erien cia

externa» (19 8 4 : 4 1 ) .30 31

C on esta rasgos, K ant fija una postura su b jetiv ista con resp ecto al e sp a c io que p ostu la

que la m aterialidad no puede separarse de la representación que el sujeto con stru ye para

interpretarlo. E l e sp a c io es, en ton ces, un atributo de la co n c ien c ia , una con stru cción m en ta l.

E l cam b io o n to ló g ico del e sp a c io co m o una con stru cción subjetiva que deriva de la

co n c ien c ia fu e un parteaguas en lo s estu d ios sobre esta realidad . E n el ám b ito literario,

perm itió relacion arlos e sp a c io s reales con lo s e sp a c io s del arte, pues d esd e esta persp ectiva

am bos son p ro y ecc io n es de la m en te y la im ag in ación . R icardo G u llón afirm a que este

cam b io o n to ló g ic o en el p en sam ien to de K ant perm ite relacionar el e sp a c io «real» con el

esp a c io literario al ser am bos p ro y ecc io n es de la m en te y d e la im ag in ac ión , pues: « lo que

K ant llam a esp a c io su b jetivo y su re lación con las co sa s se acerca al m od o im a g in ativo con

30 Para una explicación detallada de la filosofía idealista y su relación con el modelo de espacio recomiendo la lectura de los capítulos 13 «Filosofías de la subjetividad: la crítica al racionalismo» y el 16, «Las Geografías del sujeto: regiones, paisajes y lugares» de Ortega Valcárcel (2000a: 227-236 y 283-308).31 Para el desarrollo de esta noción en Kant, véase su libro, Crítica de la razón pura (1984: 41-47).

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que el p oeta enfrenta el prob lem a» (1980: 1). S in em bargo, n o so lo en su an a log ía con el

p ro ceso d e la creación literaria es im portante la aportación de K ant, su d e fin ic ió n del

esp a c io d io al co n o c im ien to p osterior un n u ev o esq u em a e p is te m o ló g ic o a partir d el cual

pensar el m u n d o abriendo otros h or izon tes para las corrientes h u m an istas del s ig u ien te s ig lo

— la fen o m en o lo g ía , el e x is te n c ia lism o y la n u eva h erm en éu tica— que reaccionaron

fuertem ente a la im a g en del e sp a c io m atem ático y refirm aron el carácter su b jetivo del• 32esp acio .

F ue E m ile D u rk h eim , para exp licar este m o d o de c o n c e p c ió n de la realidad espacia l,

quien introdujo la n o c ió n de esp a c io v iv id o confrontando con este con cep to , co m o

señ a lam os, el red u cc io n ism o del e sp a c io geom étr ico . E n el ám bito de las c ien c ia s so c ia le s

este co n cep to se a fian za en las r e flex io n es de M in k o w sk i y E rnest C assirer; y en el

g eo g rá fico , su prim er ex p o n en te es E ric D ardel, qu ien en su libro L ’ho m m e e t la terre

(1 9 5 2 ) es el prim ero en tom ar seriam ente en cuenta esta co n cep c ió n del esp acio ; por su

parte, Y i Fu T uan tien e el m érito de haberlo desarrollado de m anera m ás abierta y con una

am plia d ifu sió n no so lo en la geografía , s in o en otras c ien c ia s so c ia le s co m o la p s ico lo g ía .

Pero, ¿qué en ten d em os por e sp a c io v iv id o ? L a e jem p lifica c ió n d e G arcía M orente

pu d e ayudarnos a entender esta n o c ió n hum anista. E x p lica el f i ló so fo que una persona

p u ed e estudiar deten id am en te el p lan o de París, revisar en él lo s nom bres de cada ca lle y

anotarlos, lu eg o , revisar lo s m on u m en tos, y d esp u és de este repaso m in u c io so p u ed e llegar

a ten er una id ea regular o clara de la ciudad parisina; sin em bargo, afirm a, « siem p re será

una idea» . P ero si e se hom bre cam inara u n o s m in u tos por sus ca lles, entre la id ea y la

v iv e n c ia — d ice— habrá un «a b ism o » , p u es m ientras que la prim era exp er ien c ia es una

idea, una rep resen tación o un con cep to , la segu n d a es «p on erse realm ente en p resen cia del

ob jeto , esto es, v iv ir lo , v iv ir con él; ten erlo p rop io y rea lm ente en la v ida; no el con cep to 32

32 Entre estos pensadores destaca Bergson, quien introduce el tema espacial a partir del desarrollo de sus conceptos «memoria pura» y «memoria hábito», particularmente ésta última que vincula la memoria con la articulación espacio-tiempo. Durkheim, también, por su parte, elabora la teoría de las categorías espaciotemporales como representaciones colectivas, a diferencia de Kant que las concibe como categorías a priori. En esta misma línea del sociólogo francés, Halbawchs establecerá que el espacio, junto con el tiempo, sirve como punto de referencia de la memoria colectiva, son los marcos sociales de la memoria. Michel Foucault ve el tema del espacio relacionado con la problemática del poder, el cual se articula sobre un conjunto de discursos científicos, morales, legales, así como por instituciones y construcciones arquitectónicas. Estos dispositivos disciplinarios configuran al individuo desde determinados parámetros espacio-temporales. Se puede tener un repaso detallado sobre la noción de espacio en el pensamiento de estos autores en el libro de Vicente Huici Urmeneta (2007), Espacio, tiempo y sociedad: variaciones sobre Durkheim, Halbwachs, Gurvitch, Foucault y Bourdieu, Madrid, Editorial Akal.

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que lo sustituya; n o la fo tografía que lo sustituya; n o el plano; n o el esq u em a que lo

sustituya, sin o él m ism o » (en R ovira , 2005: 12).33E l esp a c io así en tend ido , por tanto, n o es a lgo que p reex iste al sujeto; por el

contrario, se con stru ye en la exp er ien c ia co tid ian a d el m u n d o personal, en la form a en que

el su jeto lo experim enta , se re lacion a con él y le da sign ifica d o . D e b id o a esta participación

de la ex isten c ia se con figu ra por va lores, sen tim ien tos, a fec to s e in ten c io n es hum anas. É ste,

d ice G ó m e z R ojas, « e s el lugar del que se form a parte bajo el s ig n o del p ad ecim ien to , del

g o z o o in c lu so de la p o es ía lír ica» (20 0 1 : 123). E l esp ac io , en ton ces, se v in cu la

prim eram ente a la exp er ien c ia y p ercep ció n particular de cada in d iv id u o con el entorno, por

eso las re lac ion es con el e sp a c io son profundam ente subjetivas, p u es p rov ien en de la

ex p erien cia v ita l e in transferib le que tien e cada in d iv id u o del m undo: « N o hay m ás esp a c io

que el que e sto y recorriend o» (19 9 4 : 16), d ice Z um thor, a lu d ien d o a esta re lación com p leja

con el e sp a c io en el que d esp leg a m o s la ex isten c ia propia y por la cual el e sp a c io abstracto

ad v ien e en e sp a c io v iv id o .

E l e sp a c io v iv id o es ind iv id u al e ilim itad o , p u es se ordena y se capta por la

subjetiv idad , por la im a g in a c ió n , por e so se o p o n e rad ica lm ente a la id ea de esp a c io

ab so lu to e in d iferen ciad o , red u cid o a ob jeto en las f ilo so fía s p o sitiv ista s . B ach elard (2 0 1 1 )

afirm a al resp ecto que «E l e sp a c io captado por la im a g in a c ió n n o p u ed e segu ir sien d o el

esp a c io in d iferen te en tregado a la m ed id a y a la re flex ió n del geóm etra . E s v iv id o . Y es

v iv id o n o en su p ositiv id ad , sin o con tod as las p arcia lid ad es de la im a g in a c ió n » (28).

E l len gu aje transm ite esta exp er ien c ia v iv id a a través de sus d e íc tico s que arraiga en

un lugar y en un tiem p o al sujeto. E go, h ic e t n u n c m arcan el or igen d e la en u n ciac ión y el

lugar del y o h a c ién d o le un sitio en la ex ten sió n abstracta del e sp a c io y arraigándolo en el

flu jo tem poral. E l e sp a c io del a q u í e s el de las v iv en c ia s , don d e discurre nuestra b reve

ex isten c ia tem poral. E s, tam bién , el e sp a c io d in ám ico del instante el cual se o p o n e al

esp a c io c ó sm ic o representado m etafóricam en te , co m o señ aláb am os, co m o un gran 33

33 Al respecto Heidegger, en la búsqueda de su ontología del ser, aun cuando difiere de Kant en cuanto a su visión del espacio, no lo concibe como exterior al sujeto; por el contrario, afirma que «en tanto ser en el mundo, el hombre es un ser espacial». Por eso explica: «Ni el espacio es en el sujeto ni el mundo es en el espacio. El espacio es, antes bien “en” el mundo, en tanto que el “ser en el mundo”, constitutivo del “ser ahí”, ha abierto un espacio. El espacio no se encuentra en el sujeto ni este contempla el mundo como si fuese en un espacio, sino que [...] el ser ahí es espacial» (1980:127).

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recep tácu lo in m ó v il dentro del cual se desarrolla nuestra ex isten c ia en el co sm o s (G ó m ez

R ojas, 2 0 0 1 ).

P or tener su origen en el su jeto , la im a g en del e sp a c io v iv id o n o es h o m o g én ea , sin o

q u e se proyecta fragm entariam en te en m ú ltip les u n iv erso s p erson a les y sin gu lares a lo s que

se le s den om in a lu g a res para d istin gu ir los de la n o c ió n de esp a c io , con sid erad o este co m o

«un fen ó m en o m ás abarcador, u n iversa l, abstracto y ordenado con form e a le y e s c ien tífica s»

(Santis, 2004: 4 5 ). A sí, el en fo q u e hum anista entenderá por lu g a r el e sp a c io d iferen ciad o

por la exp er ien c ia de v id a y las d istin tas v a lo ra c io n es y a fec to s que le dan las personas que

lo habitan, co m o afirm a la an tropóloga A m a lia S ignorelli: «E l e sp a c io hum ano n o es un

con ten ed or in d iferen ciad o , h o m o g én eo , tam p o co es una abstracción geom étrica . E s

diferente estar aquí o allá: hay esp a c io s b u en o s y e sp a c io s m alos, esp a c io s en don d e se está

b ien o en don d e se está m al» (1999: 53).

E n co n secu en c ia , lo s lugares son e sp a c io s in h eren tes a la ex isten c ia de cada persona

y a la p ercep ción que tien e de esto s de acuerdo con la re lación particular que esta b lezca con

el entorno. Su s im b o liza c ió n deriva de la p ercep ción de lo s su jetos y de lo s s ig n ifica d o s que

le atribuyen y que en e se p ro ceso le dan su propia im pronta, razón por la cual se

transform an, son d in á m ico s y están dotad os de h istoria y s ig n ifica c ió n , por lo que, en

contraste con la im a g en anterior del e sp a c io co m o recep tácu lo in m ó v il, al lugar lo atraviesa

el tiem po: to d o en é l es d in am ism o y acontecer.

L a n o c ió n de lugar es puntal del p en sam ien to hum anista, un co n cep to c la v e para la

co n cep c ió n del e sp a c io su bjetivo , p u es en la cartografía de cada p erson a co n stitu y e el ax is,

el h ic y n u n c d esd e d on d e funda el m u n d o y sus d iversos s itio s esta b lec ien d o re lac ion es

entre este punto central y e l a llá del e sp a c io c ó sm ic o .34 D e sd e esta p ersp ectiva o n to lóg ica ,

el lugar es en don d e el ser hum ano habita el m u n d o a través de una re lación de

cotid ian idad , d esd e don d e lo exp resa y le da sentido; para M ilto n Santos (en U rib e, 2002:

1), el lugar es el m arco de una referen cia pragm ática al m undo, tanto en lo que se refiere a

la s a cc io n es con d ic ion ad as co m o al escen ario de las p asion es. P or e so d ice O rtega

V alcárcel (20 0 0 : 3 0 6 ) que lo s lugares son el b asam en to de lo s m apas m en ta les, sin gu lares y

34 Edward Casey afirma: «si la imaginación nos proyecta más allá del momento y la memoria nos reconduce hacia atrás, el lugar nos sostiene y nos rodea, permanece debajo y alrededor de nosotros» (Ricoeur, 2003: 194).

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su b jetivos con lo s que cada in d iv id u o su stitu ye el m apa g eo g rá fico (« o b je tiv o » ),

d esp legan d o así su propia cartografía de la realidad.

E n sín tesis , el e sp a c io ex isten c ia l o v iv id o es el lugar del « ser ah í» que se d e fin e n o só lo

por la m aterialidad sin o por lo s sen tim ien tos y las in ten c io n es hum anas. N o es un e sp a c io

cu an tificab le , n o se p u ed e m edir y frente a la ex ten sió n , se proyecta c o m o un m o sa ic o de35lugares con form ad o por d istin tas v a lo ra c io n es y sím b o lo s.

M erleau P onty , al h acer la d istin c ión entre el e sp a c io g eo m étr ico y el lugar o

« esp a c io a n trop o lóg ico» , co m o él lo denom ina, apunta que este ú ltim o es un esp a c io

practicado por el ser hum ano en co n tex to s e sp e c íf ic o s , que en e se p ro ceso lo nom bra y lo

h ace «ver» a través del len gu aje y lo s relatos que de él con stru ye (en A u g é , 2004: 8 5 -8 6 ) .35 36

E n este p ro ceso el lo cu s se transform a en logos.

P or esta capacidad del lugar, que h ace que en la v iv e n c ia se con v ierta en logos, en

palabras y en relatos, este es un co n cep to de prim er orden en lo s estu d ios de las

represen tacion es del e sp a c io literario, p u es perm ite com prender có m o m ed ian te la

ex p erien cia subjetiva de lo s autores -su v iv e n c ia cotid iana, su p ercep ción e im a g in a c ió n - el

lugar se m ateria liza en un e sp a c io representacional; es decir, có m o el e sp a c io v iv id o se

transform a en un e sp a c io d ich o , narrado, y de este m o d o se tem poraliza . M ed ian te esta

co n cep c ió n del e sp a c io se p u ed e exam inar tam b ién qué lugares p r iv ileg ia la m irada del

escritor o el narrador y lo s personajes, có m o lo s p ercib e y s ig n ifica y cu á les son lo s

s ím b o lo s y va lo res que le atribuyen en su con form ación y representación .

O tro co n cep to re levan te en la teoría hum anista y que se re lacion a estrech am en te con

la n o c ió n d e lugar es el de p a isa je el cual en la cultura con tem p orán ea tien e un papel

relevante y ha sid o retom ado por d iversas d isc ip lin a s co m o las artes p lásticas, la literatura,

35 Sería conveniente señalar aquí que Foucault, para distinguir entre las nociones de espacio y lugar, prefiere la denominación de emplazamiento para este último. Para Santis Arena (2004: 45), el lugar se considera «como algo más subjetivo, existencial y particular, mientras que el espacio fue pensado para ser un universal, un fenómeno más abstracto conforme a leyes científicas».

36 Merleau Ponty hace la analogía entre los conceptos lengua y habla saussureana con el par «espacio y lugar». Mientras que el primero deriva de la geometría y es por tanto un sistema abstracto como la lengua, el segundo surge de la experiencia personal, de la relación existencial con el entorno. Véase la explicación sobre esta comparación que hace Marc Augé (2004: 86-87) en su libro Los no lugares: espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad.

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la crítica literaria, la f ilo so fía , la estética , el urbanism o, la arquitectura y el p en sam ien to

g eo g rá fico y territorial.

E sta n o c ió n tien e d os ra íces lin gü ísticas: la germ án ica y la latina; la prim era da

origen a térm in os co m o landscha ft, la n d sk ip o landscape, m ientras que de la segu n d a

derivan palabras co m o p a esa g g io , p a ysa g e , p a isa g e m y p a isa je , en las cu a les el

den om in ad or com ú n es el v ín c u lo con la tierra y la referen cia a la n o c ió n de país; esta

relación entre pa isa je y país se ob serva d esd e 1633 , cuando V icen te C arducho u sa la

exp resión « b e llo s p ed a zo s de p a íses» para d esign ar u n o s parajes a orillas del río

M anzanares (M ad eru elo , 2005: 2 7 ). A sim ism o , el térm ino esp añ ol paisaje so lo se

d ocu m en tó hasta 1708 , y para referirse a lo s p a isa jes se usaron térm in os co m o «pintura de

p a isa jes» y «pintura paisajista»; en la pintura, « lo s térm in os p reced en tes serán “ fo n d o ” y

“le jo s” , y en literatura se utilizarán lo s térm in os “h ip o tip o sis” y “ekphrasis” , cu y o sentido

general resp on d e a la id ea de “d escr ip c ió n ”» (30 ); sin em bargo, tod av ía en el s ig lo XIX

ex istía d ificu ltad para usar con norm alidad el térm in o paisaje, e in c lu so h o y sig u e sien d o

am b igu o , ya que sirve para designar un entorno real o para nom brar una rep resen tación de

ese entorno.

E l con cep to de pa isa je p o se e una d im en sió n fís ica , m aterial y ob jetiva y a la v e z una

d im en sió n perceptiva , cultural y subjetiva (N o g u é , 2008: 10). E n este sen tido , d ich o

con cep to tien e su propia h istoricid ad co m o so stien e R oger, « N u estro s p a isa jes son

ad q u isic io n es o, m ás exactam en te , in v e n c io n e s cu lturales que p o d em o s fechar y analizar»

(R oger, en N o g u é , 2008: 67 ), por lo que p u ed e hablarse tanto de culturas paisa jistas co m o

de n o paisajistas. D e acuerdo con B erque, para considerar que una cultura es p aisajista

deben cum p lirse con cuatro con d ic ion es: la ex isten c ia de una o m ás palabras que d esig n en

el «paisaje»; una literatura oral o escrita don d e se describa o cante la b e lle z a de paisajes;

obras p ictóricas referen tes al tem a y que p o sea jard in es de recreo (1995: 3 4 -3 5 ).

U n a de las prim eras culturas que cu m p le con estas co n d ic io n es es la oriental: d eb id o

a la ca ída de la d inastía H an en el año 2 2 0 , el Im perio ch in o se fragm entó y , adem ás de las

co n secu en c ia s p o líticas, se in trodujo el b u d ism o d esd e la India y se d io el au ge del tao ísm o ,

lo que d io p ie al su rgim ien to de la práctica del retiro en la naturaleza y el d escu b rim ien to

del pa isa je co m o tal. D e este m od o , p u ed e d ecirse que en la cultura ch ina el co n cep to de

paisaje in ic ió en el s ig lo VIII, con W a n g W ei, qu ien adem ás de ser p intor escr ib ió el tratado

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F ó rm u la s p a r a e l p a isa je , en d on d e aborda la m anera de crear una atm ósfera real

(M aderuelo , 2005: 19 -23 ). E n cam b io , en la cultura occid en ta l ni la G recia antigua ni la

cristiandad m ed iev a l fueron soc ied a d es paisajeras al n o cum plir con la prim era co n d ic ió n

q u e señala B erq u e; y aunque se con sid era a R o m a antigua co m o la prim era so c ied a d

paisajera (R oger, en N o g u é , 2 0 0 8 : 67 ), M ad eru elo argum enta que en realidad esta cultura

se encontró m ás b ien a lo s albores del paisaje y a que lo s térm in os p ro sp ec tu s , a m o en ia y

to p ia n o llegaron a tener «el s ig n ifica d o que rea lm ente ha adquirido la palabra p a isa je» en

la actualidad (2005: 61 ). U n a ex p lica c ió n del porqué n o se produjo la in v en c ió n del paisaje

en la antigua R om a, segú n B erque, fu e por el ad ven im ien to del cr istian ism o; por tanto,

co in c id e A la in R oger, para la in v en c ió n de este co n cep to en la pintura era n ecesaria la

con ju gación de d os con d ic ion es: la la ic iza c ió n de lo s e lem en to s naturales, co m o árboles y

rocas, así co m o que e so s e lem en to s naturales se organizaran entre s í form ando un grupo

au tónom o, aun con el r ie sg o d e que perjudicaran la co h eren cia del conjunto; e llo su ced ió

con el in ic io del R en acim ien to . E l p aso d e c is iv o fu e la aparición de la ven tan a en la pintura,

« esa ved u tta in terior del cuadro que lo abre al exterior. E ste h a lla zg o f la m en co representa

ni m ás ni m en o s que la in v en c ió n del paisaje occ id en ta l» (R oger, en N o g u é , 2 0 0 5 : 71).

A sim ism o , se con sid era que el prim er e sb o z o de paisaje en la literatura o ccid en ta l se

encuentra d escrito en una carta de Petrarca don d e refiere em o tiv a y estéticam en te un37a scen so al m on te V en to u x (Ferrer, 2 007: 4 1 -4 5 ).

C o m o tem a, el pa isa je se generalizará hasta el s ig lo XVIII in cen tiv a d o por el

paradigm a rom ántico que ex a ltó las subjetiv idades. E sta m irada esté tica y sen tim ental se

exp resó m ás claram ente en la pintura y en la literatura rom ántica, que v io en el p aisaje una

p ro lon gación del estado de án im o de lo s personajes. C on la secu lar izac ión del arte en el

s ig lo XIX, el pa isa je se con v ierte en un e sp a c io p r iv ileg ia d o en las corrien tes del rea lism o y

naturalism o, pues, dado que la in ten c ió n m ás im portante de la n o v e la rea lista es abarcar y

sistem atizar la realidad, este p rop ósito se ev id en c ia claram ente en la form a de d istribución

del e sp a c io a través de cuadros o e scen a s p erfectam en te delim itadas. P or esa razón, co m o

afirm a Zubiaurre, “la lectura de una n o v e la rea lista su g iere con frecu en cia la v is ita a una

p in acoteca , en don d e lo s grandes panoram as p a isa jístico s se alternan con m in u c io so s 37

37 Se considera que la carta de Petrarca, escrita en 1336 a un amigo, es el antecedente de la descripción de paisajes en la literatura, pues en ella el autor italiano no sólo describe el ascenso a un monte, sino que, ante la contemplación del panorama descrito, expresa sus emociones.

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e sb o z o s de esp a c io s interiores, con retratos y hasta con b o d eg o n es de naturaleza m uerta”

(Zubiaurre, 2000: 9 8 -9 9 ). E l paisaje, adem ás, es un e lem en to relevan te del p en sam ien to

f i lo s ó f ic o de H eg e l en su in terpretación h istórica del p u eb lo alem án, en la cual relacion a

historia e identidad con el co n cep to de reg ión y m ed ioam b ien te .

A h ora b ien , para q u e un e sp a c io pu ed a in stitu irse prop iam ente co m o paisaje debe

darse una tom a de d istan cia ante la ex ten sió n natural q u e se con tem p la y que, en este

p roceso , lo con v ierta en « ju ic io esté tico » , lo cual, co m o ex p lica Z um thor, so lo pudo

efectu arse a partir de que D esca rtes h iciera la d istin c ión entre re s ex ten sa y re s cogitans,

q u e separó in d iv id u o y naturaleza, p u es en é p o ca s anteriores el ser h u m an o se percib ía

lig a d o a su entorno natural (Zum thor, 1994: 6 8 ). L a n o c ió n de pa isa je exp resa una realidad

com p leja , p u es su con fo rm a ció n y ex isten c ia depende, m ás que de la naturaleza, de la

subjetiv idad de un observador que m ed ian te su p ercep ción recorte y s ig n ifiq u e

estéticam en te un esp ac io . D e e se m od o , la m irada que lo observa, lo s sen tid os que lo

organ izan y el sen tim ien to que surge de su con tem p lac ión , contribuyen a crearlo y a

sign ificarlo . P or e so Z um thor (1 9 9 4 ) afirma:

El paisaje no existe por sí mismo. Este adquiere un sentido gracias a nosotros que lo contemplamos; la exaltación que nos embarga procede del sentimiento poderoso y confuso que nos produce el hecho de darle existencia. El paisaje es para nosotros un objeto construido que toma forma a través de una operación controlada por los sentidos; concreción afectiva, conciencia fugitiva pero profundamente interiorizada cargada quizá de recuerdos del lugar natal (2004: 85).

C o m o se p u ed e apreciar, el e sp a c io se transform a en p aisaje só lo cuando se v e con

lo s “o jos del a lm a”, es decir, cuando las e m o c io n e s co n d ic ion an la organ ización d e la

m irada para d esp legar el panoram a ob servad o en un e sp a c io esté tico ; por esa razón se

afirm a que lo s p a isa jes deben su origen al p in cel de lo s artistas, a la escritura de lo s literatos

y a las r e flex io n es de f i ló so fo s e h istoriadores que n o s enseñaron a contem plar, convertir, la

ex ten sa naturaleza en paisaje. E n ton ces, m ás que en lo s e lem en to s de la naturaleza, es decir, 38

38 Zubiaurre (2000: 179) señala además que todo espacio descrito en la novela realista es «pintable», lo que en los espacios ficticios de la novela realista latinoamericana se observa claramente: «la prevalencia del enquistado sentimentalismo romántico que atribuye virtudes higiénicas y espirituales a la naturaleza frente a los vicios y el ambiente insalubre de las ciudades».

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m ás que en la form a externa de las co sa s, el pa isaje ex is te en el sen tim ien to exp resad o , en

la p ro y ecc ió n de las e m o c io n e s a través de la p ercep ción del su jeto por cu y o e fe c to el

esp a c io natural se transform a en un panoram a esté tico . D e sd e esta p ersp ectiva , el p a isaje no

ex is te ni en la to p ografía ni en la naturaleza que n o s rodea, sin o que se encuentra, según

Javier M ad eru elo , « en la in terpretación sen sib le , en la in terrogación personal que n osotros

p o d em o s h acer de e so s panoram as que se o frecen a la v ista » (M aderuelo , 1997: 115).

E n la actualidad, la teoría del e sp a c io co m o producto socia l ha red efin id o la n o c ió n

del paisaje, p u es con sid era que, m ás que una con stru cción in d iv id u a l, es una con stru cción

cultural (F ro lo v o a y Bertrand, 2 0 0 6 ; N o g u é , 2 0 0 4 , 2 0 0 8 y 2 0 1 2 ). D e sd e esta perspectiva ,

son las so c ied a d es las que en su d even ir transform an in cesan tem en te la naturaleza en

paisaje a través de d iv erso s d iseñ o s que resp on d en a una form a cultural de ver, organizar y

sign ificar el m undo, por e so se d ice que el pa isa je es un una «m irada» que filtra una

id e o lo g ía y una form a d e aprop iación del espacio: la com u n id ad traslada a él sus v a lores y

sen tim ien tos, im p rim ién d o le un s ig n o propio que lo h ace d istin to e irrepetib le. E l paisaje

es, en ton ces, una con stru cción cultural que resulta de e lem en to s naturales y d e in ten c io n es

y a fectos co lec tiv o s; un tex to que a través del tiem p o estratifica s ím b o lo s y va lo res , por lo

que un m ism o pa isa je p u ed e dar origen a d istin tos sig n ifica d o s. G racias a esta capacidad de

acum ular, guardar y con d en sar im á g en es, s ím b o lo s y va lo res que só lo se actualizan en la

p ercep ción hum ana, Ferrer G uaita (2 0 0 8 ) afirm a que el p aisaje es parte de la m em oria

soc ia l, p u es en él se in scrib en lo s s ig n o s del pasado, las som bras de otro tiem p o y lo s

recuerdos que la m irada reconstruye. E n relación con este a sp ecto G arcía G uates señala:

Mal puede hablarse de paisaje donde no hay una vista y un gusto que puedan estimarlo; el paisaje es cultura que se agrega a la naturaleza, fuera de la cultura se esfuma. Sólo cuando los pies de Armstrong tocaron la superficie de la Luna, sólo después de aquella huella y de la mirada que la grabó en la memoria, cobró vida el paisaje en la memoria (en Ferrer Guaita, 2008: 51). 39

39 Con respecto a las distintas connotaciones que puede atribuirse a un mismo paisaje, Rosalba Campra (2002:143) escribe: «Se puede pasar delante del Partenón e identificar en él la morada de los dioses perdidos, o bien ver nada más un montón de piedras a punto de derrumbarse. En un caso se le considerará como un objeto de contemplación reverente, en otro, como cantera donde procurarse materiales de construcción, o campo donde llevar a pastar las vacas».

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C o m o p u ed e in ferirse, esta co n cep c ió n del p aisaje se c im ien ta en una estrecha

articu lación entre e lem en to s naturales y cu lturales, por lo cual lo s actuales en foq u es

cu estion an fuertem ente la separación cartesiana del sujeto y su entorno y proponen una

n u eva co n cep c ió n del paisaje que contrad ice esta d iso c ia c ió n de la m odernidad,

presentando en contraparte una im a g en de la naturaleza en com u n ió n co n el ser h um ano.

D e sd e esta postura, se afirm a que el e sp a c io que el su jeto habita y el e sp a c io con que lo

habita son parte del m ism o entram ado v ita l, por esa razón a lgunas corrien tes de

p en sam ien to critican la form a de d o m in a ció n utilitaria y m ercantil de la s soc ied a d es

industria les y tecn ócratas « q u e han a islad o y separado [d e la naturaleza] a lo s seres

h u m an os» (D ev a ll, s. f .) .40 E sta n u ev a co n cep c ió n del p aisaje se exp resa cada v e z m ás en

n u m erosos d ocu m en ta les, pinturas, fo tografías, f ilm es , m ú sica , tex to s c ien tífico s , rituales

étn ico s o en las corrien tes del arte con tem p orán eo co m o L a n d A rt, E a r th A r t y arte

eco lo g ista , e in c lu so en la e c o so fía y el e co fem in ism o , exp resio n es surgidas ante la

preocu p ación por el deterioro am biental de la Tierra.

P or otra parte, d esd e la f i lo so f ía Jorg Z im m er ha p lanteado una d im en sió n ética de

la esté tica del paisaje, en el sen tid o de que la fu n ció n de esta ú ltim a perm itiría reflex ion ar

sobre la praxis m oderna h acia la naturaleza, p u es señala que « la exp er ien c ia esté tica tien e

[ . . . ] m ás p eso que la fu n d am en tación ética: en la exp er ien c ia estética , la naturaleza m uestra

su au tonom ía e in tegridad frág il» (en N o g u é , 2005: 39 ), y es así m ás un co m p lem en to

co m p en sa tiv o de la d o m in a ció n técn ica y utilitarista de la naturaleza, se co n v ierte en un

co m p lem en to cr ítico al exh ib ir la co m o un b ien fin ito y quebrantable. P ero sobre tod o , esta

n u eva form a de co n ceb ir el p a isaje ha dado n ac im ien to a un n u ev o paradigm a socia l que en

la p ro y ecc ió n de la im a g en del e sp a c io conjunta naturaleza, h istoria y socied ad , s ign o

d istin tivo , co m o señ a lam os, del p en sam ien to posm od ern o.

L a estrecha re lación entre paisaje y literatura ha s id o señalada entre otros paisajistas

por A n to n io M ari , qu ien exam in a adem ás las d ificu ltad es inherentes a un estu d io de am bos

e lem en to s, ya que, m ientras una pintura, por ejem p lo , ex h ib e v isu a lm en te una

representación p a isajística , en la literatura el lugar es d escrito por el len gu aje para dar una

Bill Devall, el teórico de la ecología profunda, explica que la idea del hombre como un ser superior separado de la naturaleza es una expresión de la cultura occidental que se basa en la idea del «dominio»: el dominio de la humanidad sobre la naturaleza, de lo masculino sobre lo femenino, de los ricos y los poderosos sobre los pobres y, en suma, de la cultura occidental sobre la cultura oriental.

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id ea del m u n d o de la s co sas, por lo que las im á g en es que de esta surgen son subjetivas, ya

que, en prim er lugar, son fruto de la exp erien cia , la im a g in a c ió n , el en ten d im ien to y la

sen sib ilid ad del autor, e s decir, del sujeto que describ e y , en seg u n d o lugar, d ichas

im á g en es son resign ificad as tam b ién por la exp erien cia , la im ag in ac ión , el en ten d im ien to y

la sen sib ilid ad del lec to r . D e este m od o , « S i el pa isaje ex is te e s por to d o a q u ello que el

escritor proyecta sobre él: sen tim ien tos, im á g en es, recuerdos y v iv e n c ia s» (M arí, en N o g u é ,

2005: 152), y d ichas cu a lid ad es y v irtu d es son a tribuciones rea lizadas por el sujeto

con tem p lad or d esd e una cultura e sp e c íf ic a . E n el paisaje literario, pues, se le e una

ex p resió n cultural e id e o ló g ic a de una ép o ca determ inada.

E n co n c lu sió n , e l pa isaje e s h o y en d ía un ob jeto de estu d io preferente porque, co m o

d ijim os, se con c ib e co m o la ex p resió n m ediante un có d ig o de s ig n o s de una cultura y su

form a de v er el m undo, es decir, de u n a id eo lo g ía . L as d istin tas p ersp ectivas, en su estu d io

e in terpretación del paisaje, acuden a la rev is ió n de sus rep resen tacion es en la escritura y el

arte, p u es n o lo s con sid eran co m o m eras ilu stra c io n es s in o co m o im á g en es que coad yu van

a la co n stitu c ió n de sus s ig n ifica d o s .41 42 C on este o b jetiv o pretenden rebasar el an á lisis de la

d escrip ción esté tica para d eco d ifica r en el paisaje lo s s ím b o lo s e id e o lo g ía con que lo carga

el im agin ario soc ia l con el fin de observar qué fu n c ió n cu m p len sus im á g en es en la cultura

y en la h istoria de u na socied ad . E ste tip o de en foq u es y estu d ios ha s id o un referente

ob lig a d o en nuestro ex a m en de lo s pa isa jes literarios del norte, p u es se b asan en la prem isa

de que si el pa isaje e s territorio que para el ob servad or u ob servad ores tien e s ig n ifica c ió n ,

en to n ces sus im á g en es y rep resen tacion es varían con la s coordenadas h istóricas

resig n ificá n d o se , de este m od o , por e fe c to de la cultura y el tiem p o.

41 Un ejemplo de esta forma de analizar el paisaje es el ensayo del geógrafo Juan F. Ojeda Rivera (2005), «Percepciones identitarias y creativas en los paisajes mariánicos». En este trabajo el autor analiza los paisajes descritos de la Sierra Morena basándose en las imágenes provenientes de obras de creación literaria, particularmente poesía y pinturas de este lugar.42 Podemos mencionar como ejemplos en el ámbito literario de este tipo de indagaciones analíticas el trabajo realizado por Graciela Montaldo: «Identidades inseguras, la naturaleza bajo sospecha», donde examina la iconografía gauchesca como apelación a la naturaleza y como referencia a la nacionalidad en las novelas Don Segundo Sombra, L ’homme de la pampa y Zogoibi; el de Raúl Antelo, «La aporía amazónica», que estudia las representaciones en textos literarios y estéticos de la Amazonia y su influencia en la reflexión sobre la identidad nacional; y el de Gabriela Nouzeilles: «El retorno de lo primitivo. Aventura y masculinidad», en el cual hace un análisis de la representación de la Patagonia «como límite absoluto de la razón y de lo humano» y como «frontera absoluta» en relatos de viajeros, contados siempre desde la perspectiva de un sujeto masculino y banco que encarna el avance de la razón moderna y ha aprendido mediante la civilización a controlar sus pasiones primitivas (Nouzeillers, 2002: 113-138, 163-186 y 139-165).

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Otra de las n o c io n es d e la v is ió n h um anista que in troduce la n u eva h erm enéutica

para denom inar e interpretar lo s e sp a c io s que la so c ied a d con stru ye es la de espacio

habitado que el f i ló s o fo Paul R ico eu r exp licara en su libro p óstu m o La memoria, la

historia y el olvido (2 0 0 3 ). D e h ech o , y a H e id eg g er (1 9 8 3 ) en su re flex ió n sobre el ser y el

tiem p o y en a lgu n os trabajos sobre la p o e s ía , había d isertado sobre este co n cep to que

relacion a estrech am en te con la n o c ió n de construir. T am bién B ach elard desarrolla la

n o c ió n de e sp a c io con stru id o en su obra La poética del espacio,43 en la cual b u sca una

o n to lo g ía esp acia l del ser en el ám bito de la fen o m e n o lo g ía basada en an á lisis del arquetipo

de la C asa. N o obstante, se d eb e al f i ló s o fo P aul R ico eu r el am p lio desarrollo de esta

n o c ió n en un p en sam ien to que articula, en una e sp e c ie de summa, la s tres grandes

co n cep c io n es de la f i lo so f ía o ccid en ta l sobre la realidad espacia l.

E n el pasaje que titu la «E l e sp a c io habitado», R ico eu r e x p lic a que ex iste un esp a c io

in term ed io u b icad o entre el lugar con creto y el e sp a c io c ó sm ico , es decir, entre la

circunstancia del aquí, de la co n c ien c ia del e sp a c io v iv id o y la ex ten sió n in m en sa del

esp a c io có sm ico . E ste e sp a c io in term edio , segú n la f ilo so fía h erm en éu tica es el del espacio

habitado o esp a c io geográfico que se sitúa en lo s lím ite s del e sp a c io v iv id o (in d iv id u a l) y

del e sp a c io ab so lu to (u n iversa l). E ste tercer e sp a c io tien e su origen en el acto de habitar, el

cual só lo se esta b lece en el acto de construir, p u es co m o exp licara H e id eg g er (1 9 5 1 ): « N o

habitam os porque h em o s constru ido, sin o que con stru im os y h em o s constru ido en la

m ed id a que h ab itam os, es decir, en cuanto que so m o s lo s que habitan». H abitar y construir,

en ton ces, configuran u na estructura de m ed ia c ió n s im b ó lica que corresponde a p u eb los,

n a c io n es y to d o tip o d e en tidades ed ificad as soc ia lm en te , por e so son m ás v astas y

duraderas que el lugar del aquí donde, co m o d ijim os anteriorm ente, d iscurre la ex isten c ia

in d iv id u al. P or esa duración, el e sp a c io constru ido «acu m u la leg a d o s de exp erien cia»

p royectán d ose co m o una e sp ec ie de p a lim p sesto arq u itectón ico (G ó m ez R ojas, 2001: 123).

E n su libro, el f i ló s o fo Paul R ico eu r (2 0 0 3 ) e jem p lifica el e sp a c io constru ido con la

ciudad, p u es es en la arquitectura urbana, afirm a el autor, don d e m ejor se percibe el acto de

construir. E n este esp a c io , cada una de las ed if ica c io n es de d iferente ép oca , esta b lece una

e sp ec ie de d iá lo g o in tertextual con las otras que conform an la ciudad confrontando así 43

43 Para el fenomenólogo Gastón Bachelard (2011: 34), como para Heidegger, solo se habita el espacio que posee la esencia del concepto de hogar «porque la casa es nuestro rincón del mundo. Es [...] nuestro primer universo. Es realmente un cosmos en toda la acepción del término».

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distin tas tem p ora lid ad es y exp erien cias. L a ciudad en ton ces, « o frece a la m irada una

historia sed im en tad a de lo s g u sto s y de las form as culturales. L a ciudad se da a la v e z para

ser v ista y para ser le íd a . E l tiem p o narrado y el e sp a c io habitado se encuentran m ás

estrecham ente a so c ia d o s que en el e d if ic io a islad o» (1 9 7 ).

L a m etáfora de la ciudad co m o una sum a d e tex to s ha s id o retom ada tam b ién por el

p en sam ien to de la posm od ern id ad en el estu d io de las rep resen tacion es que el im agin ario

so c ia l con stru ye para interpretar el e sp a c io de su ciudad. C o n ceb ir la im a g en del e sp a c io

urbano co m o un in tertexto o un ju eg o de len gu ajes perm ite la lectura y relectura de lo s

lugares y pa isa jes que lo conform an incorporando para su in terpretación to d o s lo s p o sib les

puntos de v ista . C o m o h em o s d ich o , la p ersp ectiva p osm od ern a rech aza las verdades

u n iversa les e in troduce las v o c e s que trad ic ion a lm en te habían s id o m arginadas; tod as las

« lectu ras» tien en , en ton ces, la m ism a v a lid e z p royectan d o una im a g en de la realidad

« in estab le , d ifu sa y v o lá til» , co m o advierte Joan N o g u é (2004: 72 ). P or lo que el reto para

el analista de la urbe es:

[...] examinar cómo dichos textos son leídos por sus múltiples lectores (en el caso de la ciudad, sus habitantes, sus visitantes, sus espectadores); analizar cómo está codificada la información (cuáles son los signos y los mensajes) teniendo en cuenta que ante las relaciones de poder determinadas personas pueden interpretar dichos códigos de manera distinta (2004: 172).

E sta representación de la ciudad co m o un con ju n to de len gu ajes es m u y im portante,

tam bién , para el estu d io de lo s esp a c io s literarios, sobre to d o en el an á lisis de la p ersp ectiva

y del punto de v ista ya que en su ord en ación y d escrip ción en la tram a se d esp liegan , a

v e c e s su p erp on ién d ose tem poralm ente, lugares, paisajes, s itio s , m em oria , s ím b o lo s y

va lores d erivados de la p ercep ción , d iseñ o o in terpretación del autor y el del lec tor en el

n iv e l de la en u n cia c ió n literaria y del narrador y lo s personajes que lo habitan en el n iv e l de

la en u n ciac ión f ic tic ia .44 E stas d iversas im á g en es, casi siem pre d ison an tes, son las

resp on sab les de las represen tacion es p o lifó n ica s de las ciu d ad es literarias.

44 Véase para esta distinción de niveles enunciativos en el texto los libros de María Isabel Filinich,Enunciación (1996) y La voz y la mirada (1998).

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E n lo s estu d ios de la ciudad y el s istem a de lu gares que conform an, el co n cep to de

esp a c io so c ia l ha abierto n u evas p o sib ilid a d es de analizarla y ha sid o particularm ente

p ro v ech o so al en tender que tam b ién sus represen tacion es son una form a de aprop iación

s im b ó lica la s cu a les se expresan a través de un conjunto h etero g én eo y nutrido de

d iscu rso s. E sta id ea del e sp a c io co m o el producto de len gu ajes so c ia le s es el fu n d am en to de

nu m erosas in v estig a c io n es actuales acerca de lo s e stu d io s urbanos. H u g o G agg io ti (s. f .) al

resp ecto afirm a que « la ciudad es la sum a de m ú ltip les d iscu rsos p roven ien tes de lo s su jetos

que la habitan y el d iscu rso que se im p o n e sobre lo s otros es el que con form a la im a g en de

la ciudad, aun cuando ésta sea siem pre tem poral» . B a sa d o en esta m etáfora de la urbe,

tam b ién G eorg L einderberg (2004: 7 2 -7 3 ) d istin gu e tres n iv e le s en la con form ación del

esp a c io urbano: la ciudad fís ic a y soc ia l — la de las v iv ien d a s , e d if ic io s y se r v ic io s— ; la

ciudad p o lítica — la de la s n e g o c ia c io n e s p o lítica s e in stitu c io n a le s— y la ciudad d iscu rsiva

la cual se con stitu ye, segú n él, por la co m u n ica c ió n lin g ü ística y las rep resen tacion es,

in d iv id u a les o co lec tiv a s , d esd e las ra cion a les hasta las u tóp icas que con form an lo s

im agin arios d e la ciudad.

E n este tip o de in d a g a cio n es es m u y im portante el co n cep to de lu g a res

em b lem á tico s que se u sa para analizar lo s s itio s y lu gares que lo s grupos so c ia les

construyen para habitar en la ciudad y que han s id o ed ifica d o s para la sociab ilid ad lo s

cu a les, a d iferen cia d e lo s lugares in d iv id u a les sirven para la id en tifica c ió n de grupos. En

e llo s circu lan lo s a fec to s y en sus s ím b o lo s se in scrib e la m em oria co lectiv a . E jem p lo s de

ésto s son lo s ca fés, lo s bares, el c in e, las p lazas, lo s parques, la tien d a de la esq u in a y to d o s

a q u ello s que fu n cion an co m o la exp resión de las com u n id ad es que lo s habitan

transform ándolos de este m o d o en esp a c io s v iv id o s (M a ffe so li, 2007: 48).

C o m o se p u ed e apreciar, el im agin ario urbano tien e un papel determ inante en las

icon o g ra fía s con que se con stru yen las d istin tas im á g en es de la realidad proyectan d o

to p o filia s o to p o fo b ia s a partir de la p ercep ción de sus habitantes y de las ex p erien cias

v iv id a s en lo s lu gares que con form an la c iu d ad .45 D e acuerdo con B achelard , la to p o filia

h ace referen cia a aq u ello s lugares que generan im á g en es del esp a c io fe l i z y co n tien en un

v a lor hum ano en cuanto a que son p o se íd o s y am ados, así co m o d efen d id o s de fuerzas

45 Véase como ejemplo de análisis de los imaginarios urbanos a Rosana Reguillo y Marcial Godoy (eds.), 2005; Esteban Ruiz Ballesteros, 2000; Patricia Ramírez Kuri y Miguel A. Aguilar Díaz (coords.), 2006.

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adversas; son , pues, esp a c io s ensa lzados, y « A su v a lor de p ro tecc ión que p u ed e ser

p o sitiv o , se adhieren tam b ién va lo res im ag in ad os, y d ich o s v a lores son m u y pronto v a lores

d om in an tes» (2010: 2 8 ). Para Y i Fu Tuan, en cam b io , la to p o filia s ig n ifica el a p ego y la

sen sa c ió n grata y p lacentera que p rovoca la exp er ien c ia co n el lugar; este sen tim ien to de

am or por el lugar p u ed e ser u n o pasajero, o b ien , u n o con una raíz profunda, aunque entre

am b os hay u n a serie de m atices; este grado de e m o c ió n d ep en d e sobre to d o de la relación

que se e sta b lezca co n el territorio habitado o transitado (L indón, en H iern au x y L indón,

2006: 3 8 6 ). A u n q u e am bas d e fin ic io n es tien en sem ejan za , para B ach elard la to p o filia es

una categoría p o ética del esp íritu d eb id o a la fuerte carga im agin ativa , m ientras que para

Tuan se trata de la d im en sió n s im b ó lica del habitar h u m an o (Y ory , s. f.: 4); para am bos

estu d io so s, en ton ces, la to p o filia es el a fecto agradable y am en o del lugar, y u n o de cu y o s

tó p ico s literarios es el lo cu s am oenus. P or el contrario, la to p o fo b ia es la re lación in có m o d a

que se d eb e a un estad o de d ison an cia en re lac ión co n el esp acio ; esa in com od id ad puede

ser de le v e a un rech azo profundo, e in c lu so p u ed e generar m ied o o p á n ico por determ inado

lugar (L indón, en H iernaux y L indón , 2006: 3 8 6 -3 8 7 ) , y dentro de la literatura, este tó p ico

de lo cu s terr ib ilis se o p o n e al del e sp a c io id ílico . E n este sen tido , d eb em o s recon ocer que

lo s im agin arios, c o m o afirm a S ilv a , n o so lo son represen tacion es en abstracto y de

naturaleza m ental sin o que se m ateria lizan en ob jetos «d e lo s cu a les p o d em o s deducir

sen tim ien tos so c ia le s co m o el m ied o , el am or, la rabia o las ilu s io n e s» (20 1 6 : 30 ), y e so s

ob jetos son p recisam en te el paisaje, del desierto , o de la c iu d ad es, por ejem p lo , en a lgu n os

tex to s artísticos y literarios, co m o v erem o s en lo s s ig u ien tes capítu los.

R e la c io n a d o co n este co n cep to esp acia l y por el papel que ju e g a la m em oria

c o le c tiv a en el d iseñ o y con stru cc ión esp acia l, el h istoriador P ierre N ora (2 0 0 6 ) incorpora

la n o c ió n de lu g a res de la m em o ria al a n á lisis de a q u ello s s itio s o ám bitos en que m ora la

m em oria co lectiva . E sto s pued en con form arse por e lem en to s naturales o por m ateria les que

por el t iem p o o la vo lu n tad se con v ierten en un s ím b o lo co n m em orativo d e una com unidad.

C o m o referen tes fu n d am en ta les de este m o d o de analizar el e sp a c io son lo s en sa y o s

« N o u th /so u th » d e E m m an u el le R o y L adurie y el de M ich e ll M o lla t du Jourdin, «France:

the coast, and the sea» in c lu id o s en el ya c lá s ic o estu d io de N ora. A d em á s el relevante

trabajo de C e lik (2 0 0 5 ) sobre la s im b o liza c ió n de la soc ied ad arm enia de la p laza central y

la pintura de en su en sa y o « In tersecc io n es c o lo n ia le s y p o sco lo n ia le s» . E n él, C elik ex p lica

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que el origen y s ig n ifica d o del con cep to , lugares de la m em oria , p rov ien e de la in tersecc ión

entre el e sp a c io que registra y la m em oria que recuerda h ech o s h istó r ico s por lo que esta

articu lación de e sp a c io y m em oria , renueva v ie jo s s ig n ifica d o s, pero tam b ién p u ed e generar

n u ev o s sen tid os. E jem p lo de e llo s en nuestro país son el C astillo de C hapultepec, el Z ó ca lo ,

el Á n g e l de la In d ep en d en cia y to d o s aq u ello s lu gares u o b jetos co m o estatuas, m urales,

pinturas o ic o n o s en lo s que se representa e id en tifica la m em oria co lectiva .

E x p licarem os, por ú ltim o , d os n o c io n e s m u y cercanas que han sid o re levan tes para

la com p ren sión d e un tip o de em p lazam ien tos creados por la socied ad . N o s referim os al

co n cep to llam ad o con traespacio , lu g a r otro, o h e tero to p ía co m o lo llam a M ich e l F ou cau lt

y al co n cep to de n o lu g a r co m o prefiere nom brarlo M arc A u g é (2 0 0 4 ) , lo s cu a les son

an títesis de la s n o c io n es hum anistas que h em o s v en id o repasando. Para el an trop ólogo

A u g é , hay d os tip o s de lugares: lo s an trop o lóg icos, d en om in ad os así p u es p o seen historia,

son re la c io n a les y resguardan la identidad co le c tiv a y a q u ello s p rod u cid os por la

posm odern idad , lo s n o lugares, que son lo op u esto y , por tanto, n o id en tifican a n ingún

grupo socia l.

E sto s s itio s, aclara el an trop ólogo , n o ex isten en su form a pura, y a que ni el lugar

d esaparece com p letam en te y el n o lugar n u n ca lleg a a configurarse del tod o , am bos

esp a c io s son « p a lim p sesto s don d e se reinscribe son cesar el ju e g o in trincado de la

identidad». E jem p lo s de n o lugares, segú n A u g é (2004: 8 3 -8 4 ), son lo s m ed io s de

transporte, lo s aeropuertos, las e sta c io n es ferroviarias, aéreas, las cad en as hoteleras, lo s

parques de recreo, lo s superm ercados o las redes de co m u n ica c ió n virtual. Para Z ygm u n

B au m an (2004: 110), lo s n o lugares « d esa lien tan cualqu ier id ea de perm anencia

im p o sib ilita n d o la c o lo n iz a c ió n o d o m estica c ió n d e un e sp a c io [ . . . ] ya que anulan o vacían

tod a su bjetiv idad id io sin crá tica » ,46 tal es el caso , tam bién , de lo s e sp a c io s p rod u cid os so lo

para el co n su m o tu rístico p u es n o tien en esp esu ra h istórica ni identidad.

E n cuanto al co n cep to de h eterotop ías se ap lica a una e sp e c ie de lugares lím ite lo s

que, a d iferen cia de las u top ías son esp a c io s reales. T od as las culturas d iseñan esto s lugares

donde, segú n F oucau lt, «están representados, im p u gn ad os e in vertid os» (F oucau lt, 1999c:

4 3 4 ) lo s em p lazam ien tos que con stitu y en una socied ad . E sto s son e sp a c io s com p letam en te

d istin tos de lo s otros s itio s de la ciudad por la fu n ción que cu m p len y se d iv id en en

46 Véase también para este tema a Alessandri Carlos, A. F., (2004).

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heterotop ías de cr isis y h eterotop ías de d esv ia c ió n . L as prim eras, propias de las so c ied a d es

prim itivas, están reservadas a a q u ello s in d iv id u o s que «en re lación co n la so c ied a d se

encuentran en estad o de cr is is» (4 3 4 -4 3 5 ) co m o las m ujeres en el p eriod o de m enstruación

o en el parto. P or otra parte, en lo s lu gares de d esv ia c ió n se u b ican a lo s su jetos que p o seen

un com p ortam ien to transgresor en re lación a ciertas norm as, co m o serían lo s h osp ita les

siqu iátricos o las cárceles.

L a re flex ió n teórica sobre acerca d e esto s con traesp acios tam b ién ha perm itid o otras

form as de analizar e interpretar a q u ello s sitio s cu ya característica es « e l tránsito y el

pasaje», p u es e sto s e sp a c io s , co m o señ a lam os, n o perm iten el arraigo o la con stru cción , no

son lugares, n o se habitan. U n ejem p lo de esto s trabajos es el y a im p resc in d ib le estu d io del

esp a c io de la cárcel que h ace M ich e l F ou cau lt en su obra V igilar y ca stig a r (1 9 7 5 ) para

exp licar lo s m eca n ism o del poder y su re lación con el e sp a c io y m ás recien tem en te , el

an álisis de la frontera m ex ica n a y de otros lu gares « lím ite» que h ace D ia n a P a laversich

(2 0 0 3 ) en a lgu n os cu en tos de E duardo A n to n io Parra.

T am b ién en lo s recien tes estu d ios del e sp a c io el a n á lisis de las lo ca lid a d es es m uy

relevante. E n e fecto , aun cuando parezca contradictorio por el fen ó m en o de la g lo b a liza c ió n

que tien e a uniform ar el m undo, la teoría soc ia l del e sp a c io ha retom ado el estu d io del

lugar, prim eram ente porque se parte de la p rem isa de que si la m ayoría de las activ id ad es

hum anas ocurren en ám b itos lo c a le s y en e llo s se d esen v u e lv e la v id a cotid ian a en tod as sus

d im en sio n es, la g lo b a liza c ió n n o p u ed e com prenderse « s in el estu d io de lo s lu gares que son

co n d ic ió n y soporte de las re la c io n es g lo b a le s» (G arcía B a lle stero s, 2 005: 36). E n segu n d o

lugar, a pesar de que lo s p ro ceso s de g lo b a liza c ió n son de gran im p acto y re levan cia , co m o

aclara N o g u é , «n o im p lican n ecesariam en te la e lim in a c ió n au tom ática de las d inám icas

lo c a le s [ . . . ] n o las u n ifica , al m en o s n o siem pre, n o del tod o , ni en cualqu ier lugar» (2004:

175).

P or otra parte, este p ro ceso se ha v u e lto una n ecesid ad , tam bién , para la

reafirm ación de la s id en tid ad es cu lturales lo ca les . D e este m od o , frente a la s ten d en cias que

consideran que se v iv e en un m u n d o cada v e z m ás u n iform e y h o m o g én eo , se ob serva que

cada v e z son m ás n u m erosos lo s d istin tos actores so c ia le s (gru p os é tn ico s , r e lig io so s ,

lin g ü ístico s , g ob iern os lo ca le s , m o v im ien to s so c ia le s , ONG y otros) que se v a len de

prácticas m ateria les y s im b ó lica s (co m o las del arte y la literatura) para reiv in d icar su lugar

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en el m u n d o y reafirm ar las id en tid ad es cu lturales lo ca le s , p u es la perten en cia a un lugar

d efin e la identidad propia y la s id en tid ad es co lec tiv a s. P or eso , m u ch as de las

in v estig a c io n es actu a les sobre lu gares o lo ca lid a d es exam in an las variadas form as de

aprop iación — m aterial y s im b ó lica — esp ec ia lm en te de lo s d iscu rsos que elaboran y que

contribuyen a la con fig u ra c ió n de su identidad , p u es co m o ha ob servad o C am pra: « la

elab oración s im b ó lica del p rop io e sp a c io es una de la s v ía s de a firm ación de s í»

(2 0 0 2 :1 4 2 ).

1 .5 R e p r e s e n ta c ió n e im a g in a r io

E l co n cep to de im agin ario ha sid o abordado d esd e d iversas posturas m eto d o ló g ica s . U n a

v ía de estu d io de lo im agin ario fu e la abierta por el an trop ólogo G ilbert D urand, L a

im a g in a c ió n s im b ó lica (1 9 7 1 ), qu ien abreva en la fe n o m e n o lo g ía de la im a g en p o ética de

G astón B achelard , así co m o en las ap ortacion es del s im b o lism o de L év i-S trau ss, para

analizar la im portancia a x io ló g ic a de las im á g en es m en ta les y v is ib le s m ed ian te las cu a les

el ser hu m an o se re lacion a sim b ó lica m en te con su propio co n tex to (Pintor, 2001: 3 ), y para

e llo basa sus estu d io s en las narraciones m íticas; es así que reco n o ce , por ejem p lo , que el

ser hum ano es capaz de reducir « lo s tem ores in v o ca d o s por C ron os a través de una

co n ste la c ió n de rep resen tacion es eu fem iza n tes» (20 0 1 : 3). Para D urand, la co n c ien c ia se

representa el m u n d o d e form a directa, cuando la co sa m ism a surge en la m en te y a la v e z se

percibe, y de form a indirecta, cuando la co sa se encuentra ausente y so lo d ev ien e a n osotros

co m o una im agen (F ranzone, 2 005: 3); por tanto, en el ser hum ano la representación resulta

in ev itab le , y a que p o see la facu ltad de sim b olizar to d o s lo s m ied o s, las esperanzas y lo s

frutos cu lturales, lo s cu a les han brotado con tin u am en te d esd e h ace casi un m illó n y m ed io

de años, es decir, d esd e que el h o m o erec tu s se p u so de p ie en la Tierra (D urand, 1994: 77 ,

en F ranzone, 2005: 3 ) .47 48

47 Véase Juan Nogué (2004: 168).48 La cita original de Franzone es la siguiente: «l'incontournable re-présentation, la faculté de symbolisation d'ou toutes les peurs, toutes les espérances et leurs fruits culturels jaillissent continüment depuis les quelque un million et demi d'années qu'homo erectus s'est dressé sur la Terre» (Durand, 1994: 77).

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P or su parte, la tradicióOn h istoriográfica fran cesa de lo s A n n a les tam b ién ha

estu d iad o el im agin ario a partir de la h istoria de las m en ta lid ad es y d esd e la m ism a historia

del im agin ario para analizar y exp licar el s istem a de creen cias, de sen tim ien tos, de va lores,

la s id e o lo g ía s e in c lu so lo s su eñ o s de una socied ad (N a v a y C arrillo, 1995); en esta

diversidad de ob jetos de estu d io , la d iferen cia radica en el grado de in d agación , p u es am bas

h istorias retom an lo su b jetivo , lo in co n sc ien te y lo autom ático de una co lectiv id ad ; o en

otras palabras, aq u ello lo q u e lo s hom b res im agin an , sien ten o sueñan . Para e llo , en las

re lac ion es entre lo m aterial y lo m ental, h istoriadores co m o M arc B lo ch , Johan H u iz in g a o

R obert M androu, entre otros, han reco n o c id o una estructura m ental, u na m em oria co lectiv a ,

q u e con form a una c o sm o v is ió n del m u n d o . S in em bargo, la d en om in ad a tercera gen eración

de lo s A n n a les, con h istoriadores co m o R o g er Chartier, para analizar lo s reg ím en es de

p en sam ien to y d e com p ortam ien to en una soc ied a d retom ó el co n cep to de representación

co lec tiv a , el cual es una transform ación del co n cep to de m entalidad c o le c tiv a propuesto por

E m ile D u rk h eim . Para Chartier, la representación s ig n ifica la capacidad de m ostrar una

ausencia , o b ien , de exh ib ir una p resen cia por m ed io d e una im agen , un ob jeto f ís ic o , o un

sím b o lo efectu a d o s por una aprop iación de la realidad (19 9 2 : 5 9 ) de un in d iv id u o o de un

grupo socia l. T oda representación , señ a la A bric, siem pre es de carácter socia l; a sim ism o ,

añade, « tod a realidad es representada, apropiada por el in d iv id u o o el grupo y reconstru ida

en su sistem a c o g n itiv o , integrada en su sistem a de va lo res q u e d ep en d e de su h istoria y del

co n tex to so c ia l e id e o ló g ic o que le circunda» (20 1 1 : 12).

E ste cam b io con cep tu al im p lica el r eco n o c im ien to de que lo s in d iv id u o s participan

de m anera racional y co n sc ien te en la soc ied ad , a través de m arcar su participación

m ed ian te prácticas so c ia les , co m o se p u ed e constatar a partir de las p ro y ecc io n es de

im á g en es y s ím b o lo s que producen para crear una identidad. Y es p recisam en te en este

m arco don d e la literatura se ha con stitu id o co m o un d ocu m en to p r iv ileg ia d o para el estu d io

de las rep resen tacion es n o so lo d esd e u na p ersp ectiva h istórica , s in o sobre tod o

transdicip linaria que es don d e se in scrib e esta in v estig a c ió n . P or esa razón, lo s estu d ios

centrados en las rep resen tacion es del im agin ario c o le c t iv o exam in an c ó m o se form an las

represen tacion es de lo s habitantes de una ciudad, es decir, có m o surge la ciudad inventada

que con stru yen lo s in d iv id u o s y la s co lec tiv id a d es y qué s im b o lo g ía y v a lo r adquieren lo s

sistem as de lugares que lo conform an.

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C o m o p o d em o s apreciar en este repaso de lo s p ostu lad os m ás relevan tes de la v is ió n

hum anista, n o es p o s ib le d efin ir la realidad esp acia l sin considerar al sujeto, p u es aunque

la s con stru cc ion es hum anas responden a prop ied ad es e sp a c ia les co m o la lo ca liza c ió n ,

distribución y ex ten sió n , responden , tam b ién co m o señala , Santis A rena (2004: 3 5 ), «a

an h elos, asp iracion es y va lo res h u m an os» .

P or lo anterior, y para lo s fin es de nuestro trabajo, esta form a d e co n ceb ir el esp a c io

resulta p roductiva ya que, co m o h em o s v isto , presta m ás a ten ción al papel de la

im ag in a c ió n artística en la ord en ación de la realidad49 y , por tanto, a lo s va lo res , y s ím b o lo s

exp resad os en las im á g en es de s itio s , lugares y p aisajes que surgen de la arquitectura, el

arte y la literatura abriendo, así, n u evas p o sib ilid a d es en el estu d io del e sp a c io literario .

49 Al respecto, Gastón Bachelard (2011: 28) escribió: «el espacio no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido no en su positividad, sino con todas las parcialidades de la imaginación».

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2. DEL ESPACIO VIVIDO AL ESPACIO DEL TEXTO.

ENFOQUES DE LA TEORÍA LITERARIA

«Todo lo que el hombre hace está vinculado a la experiencia del espacio».

Edward T. Hall

«En el vacío abierto entre la percepción inmediata [del espacio] y su reflexión por el

espíritu, se plantean interrogantes: ¿qué es?, ¿cómo?, ¿por qué?».

Paul Zumthor

2 .1 E l e sp a c io en la te o r ía d e la l ite r a tu r a

E n el D icc io n a rio de N a rra to lo g ía (1 9 9 6 ), se d efin e el e sp a c io literario co m o «una de las

categorías m ás im portantes de la narrativa, n o so lo por las articu lacion es fu n c io n a les que

esta b lece con las restantes categorías, s in o tam b ién por las in c id en c ia s sem án ticas q u e lo

caracterizan» (R e is y L ó p ez , 1996: 82). T am bién el teór ico de la literatura, A n to n io G arcía

B errio (20 0 7 : 2 0 7 ) afirm a que la im portancia del e sp a c io en re lac ión con el tiem p o es tal,

que p u ed e elaborarse, co m o lo h iz o B ajtin , una h istoria de la n ovela .

S in em bargo, esta v is ió n del e sp a c io co m o un com p on en te relevan te del tex to en la

con figu rac ión y s ig n ifica c ió n del u n iv erso literario es recien te, p u es la teoría de la

literatura, co m o b ien lo han señ a lad o e stu d io so s del tem a, hab ía om itid o o re legad o su

estu d io a un segu n d o p lano, tal co m o lo h icieron , por ejem p lo , lo s reco n o c id o s narratólogos

Gérard G en n ete, M iek e B al y E nric S u llá .50 P or con secu en c ia , n o se ten ía una v is ió n

50 Gérard Genette dedica sus libros Figures III y Nuevo discurso del relato al estudio de la temporalidad, la situación narrativa, los niveles diegéticos y la focalización; Mieke Bal, si bien examina los conceptos de espacio y lugar en su Teoría de la novela, lo hace muy brevemente, tomando en cuenta el número de páginas destinadas a otros asuntos propios de este género; y finalmente, Enric Sullá, en la antología de cincuenta textos que él considera los más importantes del siglo xx para el estudio de la novela, solo incluye el breve ensayo de Bajtín sobre el cronotopo mientras que en el resto se abordan temas relacionados con el personaje, la trama, el punto de vista, el dialogismo, el tiempo, la ficcionalidad y las categorías de autor y lector. Véase Gérard Genette (1972 y 1998), Mieke Bal (1985) y Enric Sullá (1996).

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profunda y rigurosa de d icha in stan cia la cual, ju n to con lo s otros co m p o n en tes del relato,

conform an el tejid o textual.

E n la actualidad, la teoría de la literatura — enm arcada por lo s n u ev o s paradigm as

f ilo só f ic o s , g eo g rá fico s , a n trop o lóg icos y cu lturales acerca del e sp a c io — ha reconsiderado

la naturaleza y fu n c ió n del e sp a c io literario y , a d iferen cia de la co n cep c ió n p la tón ica o

aristotélica , afirm a q u e d ich a categoría p o see un carácter d in ám ico y un cú m u lo de v a lores

tem áticos, s im b ó lic o s e id e o ló g ic o s . E sta v is ió n del e sp a c io , por tanto, se o p o n e a la im agen

tradicional de recep tácu lo neutro y de m era top ografía cu ya fu n ción , se pensaba, era dar

soporte a las a cc io n es y lugar a lo s p erson ajes (V a lle s , 1999: 1).

Y a d esd e 1978 , en el v is io n a r io en sa y o «E l e sp a c io en la literatura: d istin c io n es

e lem en ta les y ev id en c ia s in troductorias» , Janusz S la w in sk i (1 9 8 9 ) advertía el lugar

p riv ileg ia d o q u e em p ezab a a ocupar el tem a del e sp a c io en la teoría literaria, co m o

anteriorm ente lo había ten id o , por ejem p lo , el del d ia lo g ism o . E sta n u eva p o sic ió n , ind icaba

el autor, traería co m o co n secu en c ia la reform u lación de d iversas ca tegorías literarias, las

cu a les, a la lu z de este n u ev o m arco, em p ezab an ya a traducirse «al len gu aje de lo s asuntos

e sp a c ia le s» ta les co m o la d im en sió n tem poral de la obra, las r e flex io n es sobre la fábula, lo s

m o d o s de organ ización d e la red de personajes, lo s prob lem as con cern ien tes al narrador, la

situ ación narrativa y lo s puntos de v ista (19 8 9 : 2 2 6 ). Si b ien es cierto , aclaraba S law in sk i,

q u e en el an á lisis de e sto s e lem en to s y a se tom ab a en cuenta al esp a c io , se le consideraba

subordinado a d ichas categorías; sin em bargo, é l m ism o anunciaba: «E l e sp a c io está

tom an d o v en g a n za [ . . . ] H e aquí que está pasan d o a un prim er p lan o en lo s in tereses

in v estig a tiv o s de la poética: resulta que n o es y a sim p lem en te u n o de lo s co m p o n en tes de la

realidad presentada, s in o que con stitu y e el centro de la sem án tica de la obra y la b a se de

otros ordenam ientos que aparecen en e lla » (19 8 9 : 2 2 6 ). E sta in v ersió n jerárquica, co n c lu ía

S law in sk i, provocaría que el resto de lo s e lem en to s fueran co n sid erad os co m o derivad os de

la esp acia lid ad , y a fuera « c o m o asp ecto , p articu larizacion es o d isfraces de e lla » (1989:

2 2 6 ).

D o s décadas d esp u és, esta p red icción com en zaría a cum plirse, p u es aparecieron un

núm ero crecien te de estu d io s literarios in teresad os en la e lu c id a c ió n de la p rob lem ática

esp acia l, lo s cu a les, a d iferen cia de las e x p lic a c io n e s reductivas que la consideraban co m o

una categoría a islada del relato, un tem a o un m eca n ism o e s tilís t ic o o p u esto a la acción ,

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proponen una rev is ió n de la teoría y de las estrateg ias m eto d o ló g ica s p u es en tien d en que el

esp a c io es «parte fundam ental de la estructura narrativa, e lem en to d in ám ico y s ign ifican te

que se h alla en estrecha re lación con lo s d em ás co m p o n en tes del tex to » (Zubiaurre, 2000:

20).

Pero, ¿ c ó m o ob tu vo el e sp a c io literario esta p o s ic ió n tan relevante en la teoría de la

literatura? S in duda, para entender este n u ev o estado se requiere correlacion ar d ich o

p ro ceso con la revaloración de la ca tegoría del e sp a c io que d esd e m ed iad os del s ig lo pasado

ha v en id o p resen tán d ose en las c ien c ia s so c ia le s y hum anas, la cual, co m o ex p lica m o s en el

cap ítu lo anterior, r ep o sic io n a la d im en sió n esp acia l de lo s fen ó m en o s so c ia le s y cu lturales

y rechaza la ex p lica c ió n h istórica — u n iversa lista y to ta lizan te— co m o la ú n ica b a se de

in terpretación del m u n d o actual. E l p en sam ien to soc ia l y hum anista con tem p orán eo

postu la , en ton ces, que el e sp a c io es una categoría ex p lica tiv a c la v e para interpretar la

cam biante realidad que caracteriza al n u ev o co n tex to g lob a l y p osm od ern o (L indón y

H iernaux, 2006: 8).

C o m o co n secu en c ia , las c ien c ia s so c ia le s y hum anas se han v is to en la n ecesid a d de

hacer una con c ien zu d a rev is ió n de lo s m éto d o s y teorías co n v en c io n a le s acerca de esta

categoría y de adoptar n u evas p ersp ectivas y len g u a jes que puedan dar cuenta de la

com p lejid ad de la realidad contem poránea. D e ahí que hayan surgido otras propuestas

acerca de la form a de abordar su estu d io , entre las que d estaca la co lab oración

in terd iscip linaria para describ ir, exp licar e interpretar el e sp a c io , lo que tam b ién ha h ech o

m ás atractivo su estudio .

O tra co n d ic ió n que ex p lica la re iv in d ica c ió n del e sp a c io en lo s e stu d io s literarios es

el cam b io que ha ocurrido al in terior de la propia teoría de la literatura.51 C o m o sabem os,

tanto la ten d en cia estructuralista co m o la de la p o ética form al fueron cu estion ad as por las

teorías del p ostestructuralism o, el p o sco lo n ia lism o , el d econ stru ctiv ism o y lo s estu d ios

culturales, las cu a les im pugnaron las prem isas y su p u estos trad ic ion a les en torno a la

identidad de lo literario, a las p reten sion es de u n iversa lid ad de la teoría y a la p o sic ió n

p riv ileg iad a que en el ám b ito de la cultura le s hab ía o torgado la m odernidad.

51 Sigo, en el desarrollo de estos cambios, la esclarecedora y concisa exposición presentada en el Manual de Teoría de la Literatura de Cabo y Cebreiro (2006) acerca de estos cambios de la teoría literaria y sus implicaciones en la definición y funcionamiento de la literatura en la sociedad actual. Dicho texto llena este vacío que existe en los diferentes acercamientos críticos de la obra literaria y que consideran a la literatura desligada del contexto histórico en que se crea o recibe.

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D e sd e esta p erspectiva , el p en sam ien to con tem p orán eo literario, e x p lica G o n za lo

N avajas (en C abo y C ebreiro, 2006: 3 0 -3 1 ), ha red efin id o la n o c ió n de literatura y ha

cu estion ad o , adem ás, la c la s if ica c ió n de las h istorias literarias en categorías perm anentes y

absolu tas y la m itifica c ió n de la alta cultura b asad a en m o d e lo s c lá s ic o s y eurocentristas, de

este m od o , la literatura in tegra a lo q u e n o se va lu ab a o estim aba co m o e sté tico . E sta v is ió n ,

por tanto, p ostu la u na n u ev a d irección en el en ten d im ien to y an á lisis de la literatura, para

dar cabida « a lo d iferente, lo n o com ún, lo m ú ltip le y lo in c o n c lu so » (C ab o y C ebreiro,

2006: 3 1 ). E ntend ida de esta m anera, la teoría desborda el ám bito estrictam en te esté tico que

le había con fer id o la m odernidad para con vertirse « en un e fica z instrum ento de

recon sid eración y a n á lisis cultural» (3 1 ) por su capacidad para reinterpretar tod o tip o de

tex to s cu lturales y prácticas d iscu rsivas y n o ú n icam en te de tex to s literarios, lo que ha

llev a d o a lo s estu d ios literarios a acercarse a otras d isc ip lin as. P or tal razón se so stien e h o y52que la teoría literaria d eb e ser interd iscip linaria , analítica, crítica y reflex iva .

C o m o co n secu en c ia d e estas tran sform acion es, la n o c ió n de lo literario se debate

actualm ente ente d os o rien tacion es teóricas: la d en om in ad a objetivista , heredada de la

m odernidad, que esta b lece que el tex to literario es au tón om o y d escon tex tu a lizad o , es decir,

es una entidad in d ep en d ien te de cualqu ier con d ic io n a m ien to h istór ico o so c ia l; y la

a n tio b je tiv is ta , que con sid era que ex is te otro tip o de factores c ircu n stan cia les lig a d o s al

tex to lo s cu a les son determ inantes en su d e fin ic ió n (C ab o y C ebreiro, 2006: 9 6 )

C abo y C ebreiro ex p lica n con gran claridad la s características que id en tifican la

prim era con cep ción : se en tien d e por literatura al conjunto de tex to s que com parten ciertos

rasgos in tr ín secos ta les co m o a) el carácter narrativo y f ic t ic io ; b ) el tratam iento particular

del len gu aje que lo d esa u to m a tiza y su scita en el lector una p ercep ción renovada del

d iscu rso y la realidad, y c) la p resen cia de ciertos v a lo res e sté tico s — u n iv ersa les— que

h ace e x c e lso s y su b lim es a a lgunas obras literarias, co m o serían las c la sifica d a s co m o

c lásicas. O tro p rin cip io de esta p o s ic ió n ob jetiv ista es que la literatura, m ás esp ec ífica m en te

la fic c ió n , tien e una d im en sió n an trop ológ ica , p u es se acerca a lo lú d ico y a la capacidad

del ser hum ano para im agin ar y ficc ion a lizar . E n esta p o s ic ió n se sitúa al teó r ico Kurt

S p ang, qu ien p ropone una teoría contraria al re la tiv ism o de la teoría actual a la que 52

52 En palabras de Jonathan Culler (citado por Cabo y Cebreiro, 2006: 33), la teoría literaria es «un análisis de las categorías que utilizamos para dar sentido a las cosas en literatura y al resto de prácticas discursivas».

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com para co m o «en ferm ed ad ex p a n siv a y co n ta g io sa » (2 0 0 9 :1 5 ). Su en fo q u e e sen c ia lista

tien e co m o p rop ósito estab lecer m ed ian te la in d u cc ió n den om in ad ores co m u n es que

p o sib iliten el reco n o c im ien to de lo s atributos que h acen in tr ín secam en te al arte y a la

literatura, « e s decir, una d e fin ic ió n del arte ap licab le a la s m a n ifesta c io n es artísticas y

literarias de siem p re» (Spang, 2009: 15 -1 9 ). E n resum en , la p o s ic ió n o b jetiv ista co m o la de

Spang, d efin e la literatura co m o un fen ó m en o au tón om o, autorreferencial, ah istórico y

d escon tex tu a lizad o .

A d icha in m an en cia y au ton om ía de lo literario se o p o n e la v is ió n de la literatura

co m o un constructo cultural e id e o ló g ic o cu ya d efin ic ió n deb e indagarse, n o en lo s

características de lo s tex to s (en su in m an en cia ) s in o en otro tip o de factores de carácter

circunstancial: las in stitu c io n es, el m ercado, la recep ción , la tradición , etcétera, por lo cual

se arguye que el tex to literario es h eterón om o n o au tón om o, p u es d ep en d e de un con tex to

que lo ca lifica co m o tal. D e sd e esta p ersp ectiva teórica se d efien d e el an tirreferencia lism o,

p u es cu estion a la id ea de que to d o lo que se d en om in a e id en tifica co m o literatura com parte

lo s m ism o s rasgos, sin im portar la ép o ca o la cultura a la que perten ezca el tex to , de m od o

que pueda tener una id en tifica c ió n com ún, es decir, se refuta la re lación directa entre el

len gu aje y la realidad. S e co n c lu y e , en co n secu en c ia , que el len gu aje m ás que referirse a la

realidad se refiere a «rep resen tacion es» , es decir, a « e la b o ra c io n es con cep tu a les que

pueden , en co n secu en c ia , ser som etid as al a n á lis is crítico e id e o ló g ic o » (C ab o y C ebreiro,

2006: 96). Otra de las actitudes que im p u gn an las p reten sion es de u n iversa lid ad del

co n cep to de literatura se exp resa en el rech azo al p en sam ien to su stan cia lista o esen c ia lista

el cual presenta «ciertas n o c io n es , va lo res o sen tim ien to s co m o e lem en to s de una co n d ic ió n

hum ana y u n iversa l» sin considerar el carácter singu lar de estos, co m o lo hace por ejem p lo ,

H arold B lo o m en su obra E l ca n o n o cc id en ta l (2 0 0 6 ). P or lo anterior, el an tiob jetiv sm o ha

ten id o un im p acto im portante en la m anera de entender la literatura d esd e la persp ectiva

teórica; v is to de esta form a, el tex to literario es un producto cultural que adquiere el

estatuto de literario d eb id o al co n tex to h istórico , socia l e id e o ló g ic o que así lo caracteriza e

instituye.

A hora b ien , al correlacion ar estas d os co n c e p c io n e s de la literatura — la o b jetiv ista y

la an tiob jetiv ista— con la form a de entender el e sp a c io literario h em o s p o d id o identificar,

con lo s d eb id os m atices y d iferen cias de p lan team ien tos, d os m eto d o lo g ía s de estudio: la de

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a q u ello s teó r ico s que lo analizan co m o una categoría del relato in d ep en d ien te de cualquier

factor con textu a l, en cu y o ca so se atien d e por ejem p lo a la relación que esta b lece con otros

co m p o n en tes del relato, a su s ig n ifica d o y fu n c ió n en la con fig u ra c ió n d e la tram a y de lo s

tem a s. Y la segunda, aq u ello s teó r ico s que estud ian el e sp a c io tam bién co m o una

representación d iscu rsiva que puede, co m o tal, ser analizada d esd e una p ersp ectiva crítica e

id eo ló g ica . D ic h o de otra form a, en tien d en que el e sp a c io n o es una categoría neutra, pues

en este se in scrib e la m em oria de una socied ad , su v is ió n de la realidad, de ahí la

im portancia h istórica y cultural que p o see la d im en sió n esp acia l del tex to literario.

Sin em bargo, m ás que una p o s ic ió n an tin óm ica en el estu d io de esta categoría,

n oso tros p en sam os en la com p lem en taried ad de am bas form as de an á lisis, p u es el esp a c io

literario — y por su p u esto tod a obra— si b ien es cierto es el resu ltado de determ inadas

estrateg ias tex tu a les, es a la v e z el producto de un co n tex to h istór ico del cual surgen

diferen tes m o d e lo s de rep resen tación co lec tiv a . E sta em p resa e x ig e , en to n ces, un sistem a

con cep tu al que esta b lezca un terreno de encuentro in terd iscip linario , p u es lo s fen ó m en o s

literarios por su co m p leja naturaleza — estética , an trop ológ ica , h istórica y cultural— no

pued en reducirse a la ex p lica c ió n de una so la p ersp ectiva (C ab o y C ebreiro, 2006: 32).

E n nuestra in v estig a c ió n , co m o h em o s d ich o en la in trod u cción , a su m im os que el

esp a c io al igu al que toda obra literaria, es tanto un ob jeto textual co m o cultural, es decir, es

prim eram ente un e sp a c io constru ido con palabras que deriva de estrateg ias d iscu rsivas y

retóricas precisas que refuerzan su carácter f ic t ic io , por lo cual es su scep tib le de ser

an alizad o en sus partes con stitu tivas y en lo s p roced im ien tos e s tilís t ic o s con lo s que se crea

la ilu s ió n de realidad del esp ac io . P ero tam bién , co m o cualqu ier otra representación

d iscu rsiva — tal co m o lo ha advertido M ija il B a jtin — con form a un s istem a a x io ló g ic o ,

sim b ó lico y cultural c u y o s s ig n ifica d o s y va lo res surgen d e una p ercep ció n concreta

m ed iad a por la cultura y la id eo lo g ía . D a d o que la obra literaria tien e co m o ú n ico referente

el m undo, la con figu rac ión esp acia l representa siem pre una p ersp ectiva de la realidad.

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2.2 Las formas espaciales de la obra literaria

A n tes de repasar las r e flex io n es teóricas acerca del e sp a c io literario habrem os de d istingu ir

entre aq u ellas teorías que co n cib en el e sp a c io co m o un m o d o form al de con stru cc ión de la

narración — en estas el térm in o es m ás b ien m eta fórico porque se refiere a la arqu itectón ica

abstracta de una obra— y aq u e llo s que a pesar d e sus d istin tos en fo q u es o m e to d o lo g ía s lo

entienden , para d ecir lo llanam ente, co m o el escen ario g eo g rá fico y socia l don d e ocurren lo s

h ech o s de una narración, que es el ca so de nuestro trabajo de tesis .

D e cualqu ier m anera, c o n v ie n e revisar esta prim era teoría que en tien d e el esp a c io

co m o form a so lo por el m érito de ser la prim era en ocuparse de este asp ecto frente a la

p reem in en cia de lo s e stu d io s acerca del tiem p o. E s el cr ítico norteam erican o, Joseph Frank

(1 9 9 1 ) qu ien por lo s años cuarenta en su en sa y o «Spatia l form in the m odern n o v e l» , al

analizar lo s m o d o s de con stru cción de la literatura m oderna, co n c lu y ó que la m ayoría de lo s

tex to s se o p on en a la lin ea lid ad de la narrativa m ed ian te una serie de estrateg ias que

p royectan im á g en es sim ultáneas y superpuestas. E n su ex a m en de la p o esía y en las n o v e la s

de Ulises, M a d a m e B o va ry y N ig h tw o o d , o b servó que este e fec to de sim ultaneidad se

co n sig u e m ed ian te la su p resión de c o n e c tiv o s ca u sa les y c ro n o ló g ico s , cu y o e fe c to es la

p ercep ción de la obra «esp a c ia lm en te» m ed ian te d istin tas figuras g eo m étr ica s que form a su

estructura narrativa.

José R. V a lle s C alatrava, en la in trod u cción m eto d o ló g ic a al an á lisis de L a c iu d a d

de lo s p ro d ig io s de Eduardo M en d oza , h ace un repaso de lo s trabajos m ás im portantes

enm arcados por este en fo q u e que tu vo , d ice, «una d esigu a l fortuna [ . . . ] en su acep tación »

(1 9 9 9 :1 4 ), p u es aunque fu e b ien recib id o por la crítica norteam ericana, n o tu v o m ucha

reson an cia en la europea. D e entre lo s teó r ico s que adoptaron esta form a de analizar el tex to

literario, V a lle s C alatrava m en c io n a a E lizab eth D orem u s, J. R . Sm itten y B aquero

G o y a n es, lo s cu a les iden tificaron d iv erso s d iseñ o s g eo m étr ico s en las n o v e la s analizadas,53ta les co m o círcu los, p o lied ros, trípticos, esp ira les, ca le id o sco p io s , entre otros.

P or su parte, Zubiaurre (20 0 0 : 17) e jem p lifica este tip o de d iseñ o s con la form a

esp acia l de la n o v e la A R eb o u rs , p u es su con stru cción en ep iso d io s a islad os, cu y o eje 53

53 Estos trabajos son los de Elizabeth Doremus, quien estudia las formas espaciales en La Regenta; J. R. Smitten, el cual coordinó el volumen colectivo Spatial form narrative; y Baquero Goyanes con su libro Estructuras de la novela actual (véase Valles Calatrava, 1999: 12-20).

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central es el protagonista , se a sem eja a una serie de «ro m a n a tiro irs» que en la lectura del

relato se d esp lieg a co m o una serie de «ca jo n es que el autor abre casi al azar». E n esta

m ism a lín ea analítica, tam b ién R o lan d B o u rn eu f p lantea que la estructura de la n o v e la

M a d a m e B o va ry proyecta sim u ltán eam en te d os p lan os e sp a c ia les que se corresponden a lo s

d os p lan os p s ic o ló g ic o s v iv id o s por su protagonista , tanto en « la realidad de un rincón

p rov in cian o» , co m o en « e l su eñ o de p a íses le ja n o s» (B o u rn eu f , 1975: 121).

A pesar de la acep tación del en fo q u e de la form a esp acia l por a lgu n os sectores

críticos, h ay d os im portantes cu estio n a m ien to s a esta teoría , prim ero el h ech o de que no

so lo en las n o v e la s m odernas se p u ed e apreciar el recurso de la e sp a c ia liza c ió n , p u es hay

m u ch o s e jem p lo s de tex to s anteriores a esta ép o ca en lo s que, por el u so de d istin tos

recursos con stru ctivos — co m o el de la recurrencia, por e jem p lo — , n o p redom ina la

lin ea lid ad y la su cesiv id a d propias del gén ero narrativo (C ab o y C ebreiro, 2006: 2 4 7 ). Sin

em bargo, la o b jec ió n m ás im portante al co n cep to de form a esp acia l es que este n o se ap lica

al an á lisis del e sp a c io d ieg é tico en sí, s in o a las d istin tas form as de con stru cción que puede

proyectar la n o v e la , por e so Zubiaurre (20 0 0 : 17) afirm a que aun cuando el crítico

n orteam erican o rev ita lizó un asunto hasta en to n ces m arginal, su estu d io so lo se ap lica a la

característica narrativa de la sim ultaneidad y n o «a u n a verdadera p reocu p ación por el

esp a c io literario».

Zubiaurre an a liza tam b ién el aporte a este tem a del b e lg a G eorges P o u le t (1 9 7 9

[1 9 6 1 ]) qu ien en su libro L e s m é ta m o rp h o ses d u cercle exam in a d esd e una persp ectiva

diacrón ica la figura del c írcu lo en lo s tex to s literarios de d iversas ép o ca s para m ostrar có m o

dicha figura fu e adquiriendo d istin tos s ig n ifica d o s derivados de la so c ied a d y la ép oca , con

lo que ev id en c ió la d im en sió n h istórica y s im b ó lica de las form as esp ac ia les.

G eorges P o u le t rev isa la s obras de d iversos autores q u ien es para d efin ir y expresar

su co n cep c ió n acerca de D io s , del U n iv erso y del hom bre han em p lead o la m etáfora del

círcu lo por con sid erarlo co m o la form a m ás perfecta , acabada y sim p le , y que cam b ia de

sen tid o segú n el m o d o en que las person as lo s ig n ifica n ; es, por eso , una geom etría

subjetiva d en sam en te cargada de s ig n ifica d o s en la cual se ob serva el in flu jo del tiem p o y

la cultura.

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2.3 El espacio literario en su dimensión textual, simbólica y social

A n to n io G arcía B errio , ad em ás de resaltar la e sp a c ia liza c ió n de la len gu a , resalta la fu n ción

del e sp a c io en la im a g in a c ió n creadora y en el p en sam ien to , en sus palabras: el hom bre — y

m u y en esp ec ia l, el artista— p royectan sus co n cep to s, dan form a a sus p reocu p acion es

b ásicas (cu an d o n o a sus o b se s io n e s) y expresan sus sen tim ien to s a través de las

d im en sio n es u ob jetos del e sp a c io [ . . . ] en este sen tid o resalta su capacidad sim b olizad ora

(2007: 2 0 8 )» .

A l igual que B errio , en la teoría literaria actual ex is te el c o n sen so de que el esp a c io

literario n o es un escen ario neutro e in m ó v il, s in o una con stru cción que en sí m ism a

con form a v ar ios p lan os, s ien d o el prim ero de e llo s el de su naturaleza lin gü ística . A l

resp ecto , en su libro E l arte de la litera tura , Kurt Spang (20 0 9 : 3 1 0 ) ha asentado tajante

que «en narrativa el ú n ico sustrato para crear esp a c io es el verbal» . C on d iferen tes m atices

o térm inos, casi to d o s lo s cr íticos que estudian el prob lem a del e sp a c io reco n o cen este

asp ecto verbal co m o el or igen del ord en am ien to esp acia l. C abo y C ebreiro (2006: 2 4 0 ), por

ejem p lo , señalan que u n o de lo s p rin cip ios b á s ic o s para el an á lisis del e sp a c io literario es

entenderlo « c o m o una con stru cc ión de palabras, co m o un e sp a c io d ich o » que dep en d e, por

tanto, «d e estrateg ias d iscu rsivas y retóricas p recisas que afianzan su carácter f ic t ic io » . Por

su parte, Z oran (19 8 4 : 2 ) d istin gu e en el e sp a c io un n iv e l textual que se form a a partir de la

representación que la len g u a im p o n e al tex to m ed ian te d eterm inados co n d ic io n a m ien to s

co m o la se lectiv id ad , la lin ea lid ad tem poral y el punto de v ista . B ecerra (s. f.: s. p .), al

com parar la fu n c ió n del e sp a c io del c in e con el e sp a c io literario afirm a que este ú ltim o

ex is te so lo en virtud de las palabras, co m o exp resión del p en sam ien to y en co n secu en cia ,

« es el resu ltado de una exp er ien c ia in d iv id u a l» , y M ilagros E zquerra tam b ién recuerda que

«el e sp a c io es una representación m ed iad a por «por e lem en to s le x ic a le s» (en A gu in aga ,

2 0 0 3 ). P o d em o s añadir en nuestra rev is ió n de lo s teó r ico s que corroboran este p rin cip io a

G u llón (1 9 8 0 ), B o u rn eu f (1 9 7 5 ) , S law in sk i (1 9 8 9 ), M aría T eresa Zubiaurre (2 0 0 0 ), M aría

Isabel F ilin ich (1 9 9 6 ) y L uz A urora P im en tel (1 9 9 8 ), entre otros que analizan en sus

estu d ios la fu n c ió n del n iv e l d iscu rsivo en la organ ización y p resen tación del e sp a c io

literario. E n co n c lu sió n , d ice K urt Spang: « A d em á s de un con cep to , el e sp a c io narrativo es

ante tod o , una realidad textual cu yas v irtu a lid ad es dep en d en en prim er térm in o del poder

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del len gu aje y dem ás c o n v e n c io n e s artísticas. S e trata, p u es de un e sp a c io ficc io n a l cu y o s

ín d ices tien d en a crear la ilu s ió n de realidad» (2 0 0 8 : 2 0 8 ). E l e sp a c io es por d efin ic ió n , por

tanto, un fen ó m en o verbal y textual.

L a co n cep c ió n de la teoría acerca del e sp a c io co m o producto del d iscu rso tien e

im portantes co n secu en c ia s para el an á lisis de la esp acia lid ad literaria, p u es al con ceb ir la

prim eram ente co m o el resu ltado de op era c io n es estilística s , es p la u sib le d escom p on erla y

analizarla en sus partes con stitu tivas y en lo s p roced im ien tos tex tu a les con lo s q u e se crea

la ilu sió n de re a lid a d del esp ac io , o co m o d ice B arthes, e l e fec to de rea lidad . E stas

op erac ion es estilística s — co m o la d escrip ción , las reiteracion es, la s a lu sion es, lo s

p ara le lism os y lo s contrastes, por ejem p lo — son las resp on sab les del d esp lieg u e del

esp a c io don d e su ced e la h istoria, p u es co m o advierte F ernando A ín sa (20 0 6 : 3 3 ), «fundan

el lugar de la ocurrencia, don d e lo s personajes están y por tanto son».

N o obstante, d ich o fun d am en to de palabras ad em ás de constitu ir el topos, don d e se

desarrolla la tram a, se m u ev en lo s personajes y m eto n ím ica m en te lo s d efin en , hace

referen cia tam b ién a un s istem a extraespacia l por la propia naturaleza con n otativa del

lenguaje. E s p o sib le , en ton ces, encontrar en la representación esp acia l una serie de

m eta len gu ajes que su b yacen al p lan o de la top ografía y que expresan otras re la c io n es no

esp a c ia les p erten ecien tes al orden de lo s im b ó lico y lo id e o ló g ic o . D e este reco n o c im ien to

de d istin tos n iv e le s surgen c la s if ic a c io n e s co m o las de Jaques S ou b eyrou x (en A g u in a g a

2003: 4 1 ) que d istin gu e entre el n iv e l de la top ografía m im ética (la geografía ), el de la

to p o sem ia fu n cion a l y por ú ltim o el del s im b o lism o id e o ló g ic o .54

L a p resen cia de e so s otros n iv e le s en el e sp a c io literario ha sid o analizada

profundam ente entre otros por G reim ás, Y uri L otm an , G eorges P ou let, B aak, B ou rn eu f,

B o b e s N a v e s , Sanz C abrerizo, M iterrand, R icard o G ullón , Zubiaurre, A ín sa y P im en te l, y

n o n o s detendrem os m u ch o en argum entar lo y a h ech o y en lo que actualm ente ex iste

co n sen so . A c a so recordar b revem en te que fu e G reim ás u n o de lo s prim eros estu d io so s de

este a sp ecto d esd e la S em ió tica al advertir que el len gu aje esp acia l perm ite hablar de otras

54 En el nivel de la topografía mimética se identifica y posteriormente organizan los elementos que lo conforman; en el segundo se identifican los atributos de cada espacio para analizarlos a la luz de las relaciones que se establezcan entre ellos y los personajes, y entre los lugares y las acciones; en el tercer nivel es donde se interpretan las figuras semióticas de espacialidad buscando mostrar las confrontaciones dialécticas entre lo rural y lo urbano tomando en cuenta lo social, lo económico y lo político Jaques Soubeyroux ( en Aguinaga, 2003: 41).

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co sa s que n o tien en re lac ión con la esp acia lid ad . T am bién R icard o G u llón (1 9 8 0 ), situado

m ás en la teoría literaria, qu ien en su libro E sp a c io y nove la , d esp u és de revisar las

con trib u cion es rea lizadas por Frank, B ach elard y P o u le t sobre el e sp a c io narrativo, d ed ica

tres de sus cap ítu los a exam inar lo s e sp a c io s s im b ó lico s m ás frecu en tes en la literatura, para

corroborar que el e sp a c io literario n o es so lam en te una con stru cc ión lin g ü ística que

con figu ra la estructura del to p o s, es adem ás, co m o h em o s v en id o afirm ando, la exp resión

de m eta len gu ajes cu yas s ig n ifica c io n es revelan una com p leja realidad cultural y

an tropológica .

P or su parte, m ás recien tem en te , K urt Spang (20 0 9 : 3 2 1 ) incorpora otros asp ectos a

considerar en el an á lisis m ed ian te lo s cu a les el e sp a c io se sem an tiza co m o son , exp lica , la

se le c c ió n adecuada de lo s lu gares de la narración, su e fica z con figu rac ión y lo s

d esp lazam ien tos de lo s personajes lo s cu a les añaden un v a lor sem án tico al esp ac io . O tro de

lo s recursos u tiliza d o s es el contraste estructural esta b lec id o en el in terior de la narración

entre esp a c io s o p u esto s co m o lo s exteriores/in teriores, dentro/fuera, arriba/abajo,

delante/atrás, cercan o/lejan o , fa m ilia res /ex ó tico s y ajeno, ú n ico /m ú ltip le , con lo que se

añade, d ice el autor, una d ensidad sem án tica a la representación espacia l.

E ste sistem a de re la c io n es e sp a c ia les b á sica s de la top ografía que ordenan y

sig n ifica n el e sp a c io a partir de o p o s ic io n e s hab ía s id o y a ex p u esto por el creador de la

escu e la sem ió tica d e Tartú, Y uri L otm an, en el libro E stru c tu ra d e l tex to a rtís tico

p u b licad o d esd e 1970 , d on d e dem uestra que si b ien es c ierto la obra literaria tien e co m o

fu ndam ento el len gu aje natural, conform a, adem ás, u na estructura organ izada y

jerarquizada por len gu ajes y c ó d ig o s del u n iv erso sem ió tico de la cultura, por eso , d icha

estructura, le jo s de ser un s istem a verbal den otativo , es una con stru cción que gen era varios

sig n ifica d o s. Si to m a m o s co m o ejem p lo la con stru cción del e sp a c io literario, se p u ed e

observar có m o en su con fig u ra c ió n top ográfica las p o la r id a d e s esp a c ia le s — dentro/fuera,

arriba/abajo, cerca /lejos, ab ierto/cerrado— adquieren distin tas s ig n ific a c io n e s en la

exp resión literaria, esta b lec ien d o un sistem a d ia léc tico de contrastes que, d ep en d ien d o del

co n tex to cultural en que se produce o recibe, se con firm a o subvierte su s ig n ifica c ió n . E s

por esta cap acid ad s im b ó lica del len gu aje esp ac ia l que L otm an (19 7 3 : 2 8 3 ) afirm a que

«tras la representación de las co sa s y ob jetos en cu y o am biente actúan lo s personajes del

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tex to , surge un s istem a de re lac ion es esp a c ia les , la estructura del to p o s» , la cual, adem ás de

organizar y distribuir a lo s personajes, exp resa «otras re lac ion es, n o esp a c ia les , del tex to» .

E sas articu lacion es conform an, adem ás, una superestructura id e o ló g ic a , y a que

asum en co m o m o d e lo el e sp a c io del m undo, por e llo e l len gu aje esp ac ia l se reve la co m o

u n o de lo s m ed io s fu n d am en ta les de exp resión de la realidad, co m o ex p lica L otm an (1973:

272): « L o s m o d e lo s h istó r ico s y lin g ü ís tic o s n a c io n a les del e sp a c io se con v ierten en la b ase

organizadora para la con stru cc ión de una im a g en del m undo, un m o d e lo id e o ló g ic o g lob a l

propio de un tip o de cultura dada».

Otra autora que b asa su propuesta m eto d o ló g ica a partir del r eco n o c im ien to de

diferen tes p lan os en la representación esp acia l es M ila g ro s E zquerra (en A g u in a g a 2003:

4 9 ), qu ien acon seja para el an á lisis del e sp a c io tres puntos corresp on d ien tes a tres planos:

prim eram ente deben reunirse lo s e lem en to s verb a les que lo representen , se debe pasar

d esp u és a la in terpretación de la s im b o lo g ía inscrita en estas rep resen tacion es para

fin a lm en te sin tetizar lo s rasgos de cada e sp a c io y la s re la c io n es que se e stab lezcan entre lo s

diferen tes e sp a c io s del tex to . Y para cerrar esta en u m eración rápida que so lo tien e el

o b jetiv o de m ostrar las co in c id en c ia s entre lo s teó r ico s que en tien d e el e sp a c io co m o un

sistem a estratificado habrá que in clu ir a Z oran (1 9 8 4 ) , qu ien h ace una tripartición en el

an álisis esp ac ia l para d iferenciar entre un n iv e l tex tu a l, del que ya h ab lam os; el n iv e l

cron otóp ico donde el que el e sp a c io se en tien d e co m o un « e lem en to situado en fu n ción de

la a cc ió n narrativa», e s decir, e s una estructura que se re lacion a con lo s a co n tec im ien to s; y

por ú ltim o el n iv e l top ográfico , que se d esp lieg a en una e sp e c ie de m apa con form ad o por

to d o s lo s e lem en to s del e sp a c io representado en el tex to . E sta cartografía se ordena y

m ateria liza m ediante una serie de o p o s ic io n e s (h orizon ta l/vertica l, centro/periferia,

exterior/in terior) en la s que se p u ed e id en tificar un com p on en te eva lu ativo . E n este n iv e l de

an álisis n o in teresan tanto las « lo c a liz a c io n e s propias de un e sp a c io puro», sin o las

p o s ic io n e s relativas de e sto s e lem en to s.

E n lo s apartados « D e l lugar al e sp a c io » y « lugar», M iek e B al (2 0 1 4 ) d ed ica unas

b reves re flex io n es al co n cep to del e sp a c io in ic ia n d o con una d istin c ió n entre este con cep to

y el de lugar. E l lugar es un e lem en to de la fá b u la (a la que d efin e co m o «estructura

profunda del tex to narrativo») donde lo s actores se sitúan geo g rá fica m en te y donde tien en

lugar lo s aco n tec im ien to s; aquel, p u es, que « se re lacion a con la form a fís ica , m ed ib le

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m atem áticam en te, d e la s d im en sio n es esp a c ia le s» (1 0 1 ). P or otra parte, el e sp a c io se form a

con lo s lugares «co n tem p la d o s en re la c ió n con su p ercep ción » , a través de lo s cu a les es

p o sib le estab lecer una « tip o lo g ía de la p resen tación esp ac ia l» (1 0 1 ). M iek e B a l tam bién

reafirm a la s a serc io n es de L otm an referen tes al p red om in io de la d im en sió n esp acia l en la

im ag in ación , por lo cual esta propiedad hum ana ju e g a un papel im portante en las fábulas

(51).

Para la autora, el e sp a c io se presenta de m anera im p líc ita — co m o e lem en to

im p rescin d ib le en tod a activ idad realizada por un p erson aje— o exp líc ita . C on relación a

esta segu n d a m anera, la p resen tación del e sp a c io p u ed e darse de d iversas form as, ya sea

m ed ian te una b reve in d ica c ió n d e lo s d eta lles o a través de se c c io n e s in d ep en d ien tes d e la

narración (llam adas d escrip c io n es) don d e el e sp a c io se d esen v u e lv e co m o un «ob jeto

ex p líc ito de presen tación » , p erc ib ién d o se in c lu s iv e c o m o un e lem en to in d ep en d ien te. U n a

segunda form a de in d ica c ió n ex p líc ita recae en lo s c a so s cu an d o se ejecuta una a cc ió n con

el esp ac io , y n o porque la a cc ió n en sí ten ga lugar en él; a partir de ella , quedan aclarados

asp ectos co m o la c la se de esp a c io , la am plitud, la proxim idad y la d irección . P or otro lado,

la d is ta n c ia d esd e la que el e sp a c io se m an ifiesta p u ed e afectar la im agen que surja,

in terv in ien d o , por ejem p lo , en una m irada m ás g lob a l (d istan ciad a) o m ás detallada

(cercana) de la m ism a.

D e sd e otra p ersp ectiva , y sobre la b a se de teorías c o m o la fen o m e n o ló g ic a de

B achelard , P ou let, el tem a tism o y el cron otop o de B ajtín , M aría T eresa Zubiaurre (2000:

2 0 ) d efin e en p rin cip io el e sp a c io co m o un « escen a rio g eo g rá fico y socia l don d e tien e lugar

la a cc ió n » , bajo el cual le su b yace una serie de co m p leja s s ig n ifica c io n es id eo ló g ica s ,

culturales, an trop ológ icas y estéticas. E n la in trod u cción al libro, E l esp a c io en la n a rra tiva

rea lis ta (2 0 0 0 ), don d e exam in a la con stitu c ión , el fu n cion am ien to y la s ig n ifica c ió n del

esp a c io n o v e le sc o en obras del rea lism o d ec im o n ó n ico , la autora p ropone para el an á lis is de

este co m p o n en te del relato la d istin c ión entre el p lan o sin táctico narrativo y el tem á tico o

sem án tico . E n el prim ero dem uestra la fu n ció n estructural y s ig n ifica n te del e sp a c io en

relación con las ca tegorías de tiem p o , p erson ajes y a cc ió n o argum ento. T am bién ex p lica la

fu n ció n estructural y sem án tica que esta b lecen la o p o s ic ió n de polaridades esp a c ia les

com o: vertica lid ad /h orizon ta lid ad , cerrado/abierto, cercan o/lejan o , izquierda/derecha,

delante/detrás, segú n el s istem a c lasifica to r io d e B aak. E n el seg u n d o apartado an a liza el

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plan o tem á tico para dem ostrar que lo s tem as esp a c ia les son « p o d ero so s instrum entos

e p is te m o ló g ic o s» (6 1 ), p u es adem ás de fu n cion ar co m o e lem en to s estructurantes de la

narración con form an sistem as co m p le jo s , s im b ó lic o s y ex traesp acia les.

E n su ex p o s ic ió n acerca del fu n cion am ien to de las polaridades, Zubiaurre (2 0 0 0 )

advierte la ductilidad del v a lor sem án tico d e lo s o p u esto s e sp a c ia les lo s cu a les al adecuarse

a la estructura to p o ló g ic a -s im b ó lic a de una obra o b ien pu ed en confirm ar lo s m o d e lo s

co n v en c io n a le s o b ien subvertirlos, en cu y o ca so será m ás contundente el e fec to si el lector

logra estab lecer la re lac ión del m o d e lo de referen cia con las a lteracion es o m o d ifica c io n es

que pued en sufrir en la fic c ió n . E jem p lifica este fen ó m en o con lo que ocurre en la literatura

contem poránea p osm od ern a que parodia y d econ stru ye lo s sistem as s im b ó lico s

p roven ien tes del rea lism o. Para com probar la fu n c ió n de esta estructura d e o p o s ic io n e s en

la ord en ación del e sp a c io s ig n ifica tiv o , la autora an a liza las obras N u es tro p a d r e S an

D a n ie l de G abriel M iró y P ierre e t J e a n de G uy de M aupassant, para con clu ir en este punto

que en una n o v e la «d eb ajo de su d in am ism o textual p reva lece otro d in am ism o m ás

profundo: el de la in can sab le capacidad a so c ia tiv a y rem em orativa del lector, esp o lead a por

el s im b o lism o , a la v e z d en so y restr ictivo de las o p o s ic io n e s esp a c ia les» (Zubiaurre, 2 0 0 0 :

63). C onjuntam ente con Zubiaurre, la teoría literaria actual acepta que y a sea m ed ian te su

reafirm ación o a través de su m etam orfosis , lo s m o d e lo s e sp a c ia les se sitúan en lo s tex to s

literarios revelan d o su d ensidad sem án tica y su d im en sió n h istórica-cu ltural.

O tras de las corrien tes teóricas de las que se v a le Zubiaurre para exp on er el

fu n cion am ien to del n iv e l sem án tico en la obra literaria es la del tem atism o — h eren cia de la

fen o m e n o ló g ic a de B ach elard y del e x is te n c ia lism o — , d en om in ad o así por enfatizar la

fu n ció n del tem a en la obra en con trap osic ión a la form a o estructura p riv ileg iad a por el

fo rm alism o ruso. E l tem a tism o afirm a que lo s e lem en to s esp iritu ales o im ag in ad os

requieren de un soporte — tem as, m o tiv o s o s ím b o lo s— para encarnarse, y so lo m ed ian te la

lectura cu id ad osa d e estas u n id ad es se a cced e a su sign ifica d o . A d em ás, el tem atism o

pretende loca liza r la co n c ien c ia autoral a través de las « h u ella s» o tem as recurrentes que el

escritor v a dejando en su obra literaria, por e so es n ecesar io salirse de un tex to particular y

revisar toda la obra de un autor para reconstruir el espíritu del autor. Zubiarrue (2 0 0 0 : 6 6 .)

advierte que dado que lo s tem as n o son está ticos, in sertos en lo s tex to s aparecen y

reaparecen resig n ifica d o s en d istin tas ép o ca s , es d ecir son d e «naturaleza repetitiva,

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ev o lu tiv a e h istórica» , y n o so lo determ inan la co n sc ien c ia de un autor sin o la de tod a una

ép o ca o cultura, de ahí la p o sib ilid a d de estud iarlos d iacrón icam en te en su d im en sión

histórica , que es p recisam en te lo que h arem os en una parte de nuestra in v estig a c ió n .

E l tem a co m o p rin cip io de organ ización , su carácter rep etitivo , su aparición

estratég ica y sign ifican te , su d im en sió n fijadora, d inam izadora e h istórica , su capacidad de

m etam orfosearse en nu m erosas vertien tes, y su asom b rosa energía , son las prop ied ad es que

la autora reco n o ce en el tem a literario en general y e sp ec ífica m en te en lo s tem as esp acia les.

Interesa en esto ú ltim o — afirm a— «su m o d o d in ám ico y la ren ovación de la literatura ya

sea m ediante la parodia o la m eta ficc ió n de lo s c lich és o estereo tip os con que se exp resa el

esp a c io n o v e le sc o » (Zubiarrue, 2 0 0 0 : 71).

S i b ien es c ierto que el tem a tism o ha reve lad o el carácter h istór ico del e sp a c io ,

co m o argum enta p osteriorm en te la autora, el verdadero descubridor de la tem poralidad en

la representación esp acia l es M ija il B ajtin con la teoría del cronotopo. E n el desarrollo de

su libro, Zubiarrue analizará lo s tem as e sp a c ia le s y cron otop os en las obras de Flaubert,

P érez G aldós, M an u el D ía z R od rígu ez, G eorge E lio t, T h eod or F on tan e y F ed er ico G am boa,

ta les co m o el panoram a, la ventana, el jardín, la urbe y el entorno d o m éstico , lo s cu a les,

afirm a, expresan con e lo cu en c ia , m ed ian te su sim b o lo g ía , el cam b io de un m o d o de v id a

rural a n u evas form as de v id a urbana.

L a in trod u cción m eto d o ló g ica de Zubiaurre tien e el gran m érito de ser un repaso

ex h a u stiv o de d iversas teorías de la literatura acerca del p rob lem a de la esp acia lid ad .

A d em á s de proponer un m o d o de a n á lisis que rebasa el co n cep to del e sp a c io co m o m era

top ografía y que atiende a su d im en sió n tem poral y s ign ifica tiva . O tro de sus aciertos es el

exam en que rea liza entre las re la c io n es esta b lec id a s con el e sp a c io y las ca tegorías restantes

del relato, que n o s ha sid o particularm ente v a lio so en la organ ización de nuestro repaso a

la s teorías literarias sobre el esp acio .

2 .4 E l e sp a c io lite r a r io en su r e la c ió n c o n o tr a s c a te g o r ía s d e l r e la to

U n o de lo s a sp ecto s m en o s estu d iad os pero igu a lm en te re levan tes en la in stitu c ión y

ordenam iento del e sp a c io en la narrativa es el que se refiere a la in terrelación del esp a c io

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con otros co m p o n en tes del relato. A l resp ecto , R icardo G u llón (19 8 0 : 2 1 ) advirtió que la

in terrelación del e sp a c io con las categorías del tiem p o, personajes, narrador, lector,

« im porta m ás que la con sid era c ió n a islad a de cada u n o de e sto s e lem en to s» . P o s ic ió n

sem ejante había asu m id o W eisgerb er (c itad o por A ín sa , 2006: 3 3 ) al afirm ar que el e sp a c io

es so lo «un conjunto de re lac ion es entre lugares, el m ed io , el decorado d e la a cc ió n y las

personas que esta presupone, es decir, el in d iv id u o que cuenta lo s a co n tec im ien to s y las

g en tes que participan en ella» . P osteriorm en te C arm en B o v e s (19 8 5 : 2 0 3 ) en su an á lisis de

L a R eg e n ta señala que d ichas categorías son e lem en to s estructurantes de la narración, pues

una im p lica la ex isten c ia de las otras. T am bién M iek e B al ha d ed icad o un m u y b reve

apartado a esta relación entre el esp a c io , personaje, a cc ió n y tiem p o (20 1 4 : 109).

E n el s ig u ien te apartado rev isarem os lo m ás relevan te que se ha estu d iad o en las

teorías literarias ha estu d iad o acerca de las c o n e x io n e s del e sp a c io con estas ca tegorías que

en conjunto conform an lo que Zubiaurre d en om in a co m o p lan o sin táctico narrativo.

2 .4 .1 E sp a c io y p e r so n a je

E s precisam en te M aría T eresa Zubiaurre qu ien ha p u esto m ás a ten ción a la relación

estab lecid a entre el e sp a c io y lo s personajes en el am p lio apartado de su in troducción

teórica acerca de estas in terco n ex io n es narrativas en la organ ización del relato. C on

resp ecto a lo s p erson ajes y al esp a c io , advierte que con frecu en cia com parten lo s m ism o s

rasgos sem án ticos, por lo que el e sp a c io fu n cio n a co m o una p ro lon gación del p ersonaje y,

por tanto, p u ed e llegar a d efin ir lo m eton ím icam en te: «E l esp a c io , dotado de un fuerte

con ten id o sem án tico , habla ind irectam en te de lo s p erson ajes y contribuye

m eto n ím ica m en te a su d e fin ic ió n » (2 2 ).

L a id en tifica c ió n entre el p ersonaje y el entorno es ev id en te en la s n o v e la s

m odernas, en las que el pa isa je adem ás d e fu n cion ar co m o p ro y ecc ió n de un estado

an ím ico , co m o había d em ostrado ya B ou rn eu f, « tam b ién ilu m in a la v id a in co n sc ien te de

quien lo con tem p la o la im ag in a» (19 7 5 : 1 3 1 ).55

55También el autor, cuando analiza los desplazamientos especiales de Ema Bovary y su incidencia en la progresión de la trama, afirma que los espacios reales o imaginarios se «asocian» e «integran a los personajes», así como «la acción se integra al discurrir temporal» (Bourneauf, 1975: 131-132).

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Zubiaurre (2 0 0 0 ) exp lica , adem ás, la im portante fu n ció n que cu m p len lo s

personajes en la creación del e sp a c io al inaugurarlo o clausurarlo m ed ian te sus d istintas

p ercep c io n es . Entre lo s sen tid os p u esto s en circu lación para la organ izac ión del e sp a c io , lo s

teó r ico s destacan el de la v is ió n por m ed io del cual lo s personajes lo s ig n ifica n y

subjetiv izan , por lo tanto, esta «m irada sem án tica» , co m o la d en om in a B o b e s N a v e s (s /f),

trascien d e el e sp a c io f ís ic o para proyectar otro len gu aje p len o de s im b o lism o .56

S i b ien to d o lo d ich o es cierto para exp licar la fu n c ió n que lo s p ersonajes cu m p len

en la in auguración o clausura de lo s e sp a c io s , la teoría m ayorm en te deja esa fu n c ió n a la

p ercep ción v isu a l para la p resen tación de esta realidad. D e h ech o , en el ordenam iento

esp acia l to d o s lo s sen tid os se p on en en ju eg o . P en sem o s, por ejem p lo , en la literatura del

S ig lo de O ro en cu yas obras la fu n c ió n relevan te de lo s sen tid os co a d y u v ó a la

con figu rac ión de una im a g en de la ciudad de M adrid, tal co m o lo ha d em ostrado G arci

Santo T om ás (2 0 0 4 ) en su libro, E sp a c io u rb a n o y crea ció n lite ra r ia en e l M a d r id de

F elip e IV . L a p ercep ció n adem ás com porta un com p on en te a fec tiv o y cultural que se

p royecta en las im á g en es e sp a c ia les incorporando va lo res o a fecto s a la top ografía , la

p resen tación del e sp a c io a través de lo s sen tid os transm uta la ex ten sió n abstracta en un

sistem a de lu gares co m o p aisajes, to p o filia s o to p ofob ias, m od u lad as por las p ercep cio n es

que se p on en en c ircu lación en el tex to . L a teoría literaria p ocas v e c e s se d etien e a rev isar la

d istin c ión entre el e sp a c io y lo s sistem as de lu gares que construye el personaje a partir de la

p ercep ción , v iv e n c ia o tránsito: el e sp a c io n o logra constru irse por sí m ism o , n eces ita de un

punto de v ista que lo h aga v is ib le y lo sign ifiq u e.

P or otra parte, Zubiaurre señ a la tam b ién que hay a lgu n os personajes a lo s que le s

acom paña una e sp e c ie de lu g a r-a u ra , llam ad o así porque en la tram a es el lugar en el cual

h acen su aparición por prim era v e z y por e so se p erfila siem p re v in cu la d o a e llo s , d e tal

form a que, aun cu an d o lo s p ersonajes recorran otros esp a c io s , el lugar-aura se irá

sup erp on ien d o en la m em oria del lector, con lo cual contribuye a la com p lejid ad espacia l,

p u es añade n u ev a s v irtudes al relato.

56 A propósito de las miradas descriptoras de los personajes, Hamon (1991) dice que son una especie de señal de un efecto descriptivo, lo que además ayuda a naturalizar la descripción, por eso afirma: «Una de las maneras más cómodas de hacer natural la inserción de una nomenclatura en un enunciado es la de delegar la declinación [descriptiva] en un personaje que asumirá con sus miradas esta declinación: el paradigma de los objetos, de las partes, de las cualidades constitutivas del objeto que va a describirse, se convertirá en un espectáculo, vista, escena, cuadro» (Hamon, 1991: 186).

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L u z A urora P im en te l, ahondando m ás en este asp ecto , esta b lece que el entorno

p u ed e con d ic ion ar el com p ortam ien to y la id e o lo g ía de lo s personajes, por lo cual puede

ind icar «su d estin o p o s ib le» (19 9 8 : 79). Para la autora, entre am bas categorías se estab lece

una relación d e «m utua im p lica c ió n y ex p lica c ió n » (19 9 8 : 79 ). M ie k e B al (2 0 1 4 ) habla de

la relación entre e sp a c io y personajes, reca lcan d o la in flu en c ia que el am biente tien e en

esto s ú ltim os, p u es el a lo jam ien to de lo s actores está v in cu la d o esp ec ia lm en te con su

carácter, form a de v id a y p o sib ilid a d es, del m ism o m o d o que su p o s ic ió n esp acia l su e le

afectar sus estad os de ánim o.

C erram os este asp ecto señ alan d o que la relación esp ecu lar entre e sp a c io y personaje

es actualm ente una id ea com partida por lo s e stu d io so s de e se tem a en la teoría literaria y se

relacion a con la g eo g ra fía hum ana de orien tación m ás sen sib le que esta b lece que lo s

esp a c io s v iv id o s im p lican ín tim am en te a sus habitantes y ex p lica n sus form as de v id a y

cultura.

2 .4 .2 E sp a c io y t ie m p o : el c r o n o to p o

U n a de las críticas m ás fuertes del p en sam ien to con tem p orán eo a la m odernidad es la

d iv is ió n de la realidad en categorías f ilo só fic a s puras co m o su jeto /ob jeto , m ente/m ateria ,

cultura/naturaleza y esp a c io /tiem p o , las cu a les b u sca trascender y recon ciliar m ed ian te una

sín tesis d ia léctica . E n arm onía con esta propuesta, Paul Z um thor (1994: 1 3 -1 4 ) ha escrito

que aun cuando pareciera que exp erim en tam os en form a separada y d iferen te el tiem p o y el

esp ac io , « v iv im o s y p erc ib im os conjuntam ente» estas d os categorías, por e so d esd e el

origen d e la hum anidad « to d o d iscu rso sobre el m u n d o» se ha d isp u esto a partir de am bas.

N o h ace fa lta subrayar esta inherente re lación entre el e sp a c io y el t iem p o ni de

ahondar en la im p o sib ilid a d de estab lecer jerarquías entre am b os; co n sc ien te o

in co n sc ien tem en te lo s seres hu m an os in tu im o s y p ercib im os que to d o lo que tien e

ex ten sió n ocu p a un e sp a c io sien d o lo prim ero nuestro p rop io cuerpo. A l referirse a este

m od o de experim entar la realidad, F ernando A ín sa (20 0 6 : 3 0 ) escribe: «E l e sp a c io -tiem p o 57

57 La autora señala también que «el espacio puede contribuir a la heroicidad de un personaje al servirle de relieve o de contraste» (Pimentel, 1998: 79). Becerra (s. f.: s. p.), por su parte, anota que «el desajuste entre uno y otro elemento puede tener un efecto paródico».

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es la propia exp erien cia , lo v iv id o , el lugar de la m em oria y de la esp eran za y , en la m ed id a

en que es p o s ib le representárselo , se le pude reconstruir en la co n c ien c ia o s im p lem en te

recrearlo, crearlo, in ven tarlo en la f ic c ió n n o v e le sc a o p oética» .

E n este pasaje el autor u ru gu ayo alude a lo que M ija il B ajtin ex p u so m ed ian te su

n o c ió n de cron otop o en el ya c lá s ic o en sa y o «L as form as del tiem p o y el cron otop o en la

n ovela . E n sa y o s de p o ética h istórica» (1 9 9 6 ) . E n d ich o trabajo, escr ito b ajo la in flu en c ia de

la f ilo so fía de K ant, aunque breve, el autor ruso contribuyó al esta b lec im ien to de un

n u ev o paradigm a que conjunta las re lac ion es esp a c ia les y tem p ora les en una so la realidad

al dem ostrar, co m o señ a la Zubiaurre (2000: 17), «que so lo a través del e sp a c io logra el

tiem p o con vertirse en entidad v is ib le y palpab le y e se es su gran acierto». E l cron otop o es

en to n ces la co n crec ió n del tiem p o en el esp acio .

E n d ich o en sayo , B ajtin e x p lica que en la n o c ió n de cronotopo, térm in o c ien tífico ,

el e sp a c io y el tiem p o « se un en en un to d o in te lig ib le y con creto» (6 3 ), de tal suerte que la

tem poralidad se m a n ifiesta en el e sp a c io y este se incorpora al m o v im ien to de la tram a por

lo que « e s en ten d id o y m ed id o a través del t iem p o » (6 3 ). E l cron otop o , adem ás, co m o

centro organizador de lo s su ceso s del argum ento, es de gran im portancia para el tem a, pues

en él, d ice el autor, « to d o s lo s e lem en to s abstractos de la n o v e la — gen era liza c io n es

f ilo só fic a s y so c ia le s , id eas, a n á lisis de causas y e fec to s , e tcétera— , tien d en h acia el

cron otop o y adquieren cuerpo y v id a » (6 8 ). L o s cron otop os pu ed en estab ilizarse un tiem p o,

por e so son el fun d am en to y el origen de gén eros y m od a lid ad es narrativas, co m o lo

ejem p lifica B ajtin co n la n o v e la h elen ística .

E n sus r e flex io n es sobre el cronotopo, C abo A seg u in o la za ob serva que contrario a

narratólogos co m o G en ette — que cuantifican la re lación entre el e sp a c io y el tiem p o en el

tex to literario— , el teó r ico ruso o frece una co n cep c ió n cu alitativa de am bas categorías al

m ostrar có m o , en esta con figu ración , una soc ied ad , en una ép o ca determ inada, traslada

estéticam en te su p ercep ción esp acio tem p ora l. E n este sen tido , el cron otop o n o so lo es un

artific io form al, s in o es e l p rin cip io ordenador de un m undo; el t iem p o -esp a c io de B ajtin es

abiertam ente id eo ló g ico : es la m an ifesta c ió n de la im a g en del ser h u m an o y de su m ed io .

P or eso , con clu ye: «en esta v is ió n del e sp a c io se h ace patente su carácter representacional 58

58 Puede consultarse acerca de la argumentación de esta influencia kantiana a Bernard F. Schools (1991: 286­298), «El concepto de cronotopo en Bajtin».

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así co m o su d ep en d en cia de una p ercep ción concreta , en la que in terv ien en la cultura y la

id eo lo g ía » (C ab o y C ebreiro, 2006: 2 3 8 ).

A partir de la co n cep c ió n bajtin iana del esp a c io , la teoría literaria asum e el esp a c io

literario co m o una n o c ió n h istórica , sus im á g en es y represen tacion es cam bian por e fec to de

la cultura y el t iem p o en que se produce o interpreta, tal co m o lo p o stu ló B a jtin .59 P or esa

razón, co m o señ a la Zubiaurre (2000: 2 1 ), «cad a ép o ca e lig e tem as, s ím b o lo s y m o tiv o s

diferen tes en la rep resen tación de lo s esp a c io s literarios, con lo s cu a les el tex to p on e en

p ersp ectiva su id ea del m undo. A ú n m ás, cada ép o ca — agregaríam os s ig u ien d o a B a jtín —

crea sus p rop ios g én ero s lo s cu a les con d ic ion an el m o d o de p resen tación de esp a c io s y la

tip o lo g ía de estos, p ién sese , por ejem p lo , en lo s e sp a c io s naturales e id ea liza d o s de la

n o v e la pastoril o de la p o e s ía b u có lica y en el gén ero p o lic ia co , el cual p r iv ileg ia la ciudad

co m o escen ario de sus h istorias.

2 .4 .3 N a r r a d o r , p e r s o n a je y p e r sp e c t iv a

L a relación entre el narrador y el e sp a c io es, sin duda, la m ás relevante, p u es la v o z

narrativa, d esd e una p ersp ectiva dada, es la resp on sab le de la organ ización esp ac ia l del

u n iv erso literario. D e sd e el n iv e l en u n cia tivo , la v o z del narrador inaugura d os instancias:

la de la situ ación narrativa cu y o e sp a c io y tiem p o es el a q u í y el a h o ra y la de la h istoria

que ca n ón icam en te su ced e en el pasad o y en otro lugar.

E n con secu en c ia , to d o acto de en u n ciac ión narrativa en su «d esem b ragu e» , por usar

la term in o lo g ía de G reim ás, d esp lieg a paralelam ente el e sp a c io del d iscu rso que es d esd e

d o n d e se cu en ta u n a h is to ria y el e sp a c io p rop io de la h istoria que es do n d e o cu rren los

acon tec im ien tos, p u es el narrador es el resp on sab le tanto d e se lecc io n a r y ordenar

(cro n o ló g ica y d iscu rsivam en te) lo s su ceso s de la h istoria — con v ir tién d o lo s en tram a— y

desp legar el e sp a c io d ie g é tic o del u n iv erso literario. E l a n á lisis de la en u n cia c ió n del

59 De entre los numerosos estudios en español mencionamos como ejemplo el libro de Alberto Julián Pérez (1986), Poética de la prosa de J. L. Borges: hacia una crítica bakhtiniana de la literatura, en el cual estudia distintos cronotopos en los cuentos de Jorge Luis Borges. Otros trabajos más recientes son el de Toni Dorca (2004), Volverás a la región, dedicado al análisis del componente idílico en distintas novelas decimonónicas españolas; o el estudio que hace Zubiaurre (2000: 365-401) en su ensayo «La ventana: intersecciones, miradas, perspectivas» acerca de este cronotopo y sus funciones en textos del realismo literario.

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esp a c io es m u y im portante, p u es co m o afirm a F ilin ich (19 9 8 : 70): « co n d u ce

n ecesariam en te a considerar que tod a referen cia al e sp a c io im p lica la instauración de un

punto de v is ta d esd e el cual se organ iza la representación esp acia l» . C ada acto en u n cia tivo

— y a sea del narrador o de lo s p erson ajes— abre, adem ás, otros n iv e le s d ieg é tico s en don d e

p oten cia lm en te aparecerán n u evas h istorias y esp ac ios.

E ste punto de v ista o p ersp ectiva en la con fo rm a ció n y d iseñ o del e sp a c io narrativo

es tan im portante co m o el de la v o z del narrador o de lo s personajes, ya que qu ien narra o

d escrib e lo h ace siem pre d esd e una p o s ic ió n o « v is ió n » co m o prefiere llam arla P o u illo n ,

que in flu y e en la h istoria contada. P o u illo n — al igual que G érard G en ette— d iv id e

tripartitam ente la s form as en que se presenta la p ersp ectiva en la re lación entre narrador,

personaje y esp ac io . E n su s istem a c lasifica to r io u sa lo s térm in os v isión p o r d e trá s para

referirse a la fo c a liza c ió n cero , cuando el narrador sabe m ás que lo s personajes; v isión con

cuando habla de la fo c a liza c ió n in terna , don d e el narrador tien e un co n o c im ien to igual al

del p ersonaje y v is ió n p o r en fren te o fo c a liza c ió n ex te rn a cuando el narrador sabe m en o s

que lo s personajes. C o m o se p u ed e advertir, lo que d istin gu e a esto s d iversos tip o s de

fo ca liza c ió n es, en palabras de P im en te l, « la s o p c io n es de se le c c ió n y de restricción que se

im p o n e el narrador» (19 9 8 : 95).

Zubiaurre tam b ién repasa la fu n ció n de la p ersp ectiva en su rev is ió n teórica acerca

del esp a c io , pero se circunscribe a exp on er este tem a sin relacion arlo exp líc ita m en te con el

prob lem a esp acia l, dado que G en ette y P o u illo n desarrollaron esta teoría para analizar

b á sicam en te al narrador y su co n o c im ien to de la h istoria con resp ecto al co n o c im ien to del

personaje. Tratarem os de subsanar este v a c ío e jem p lifica n d o có m o fu n cio n a la p ersp ectiva

en la con form ación del esp ac io . E n el ca so de la fo c a liz a c ió n cero, que es la p ersp ectiva del

narrador om n isc ien te , esta m o s ante un observador p r iv ileg iad o , p u es tien e un m ayor a cc e so

esp acia l que p o seen lo s personajes y adem ás, dado que n o tien e n in gu n a restricción

esp acio -tem p ora l, p u ed e in troducirse en la co n c ien c ia del p ersonaje para proyectar n o so lo

lo que este percibe, s in o tam b ién las ev a lu a c io n es que h ace del esp acio . T am bién por esta

co n d ic ió n , el narrador p u ed e revelar lo s e sp a c io s soñ ad os, im ag in ad os o recordados por lo s

personajes con lo s m atices a fec tiv o s que esto s le provocan .

E n la fo c a liz a c ió n interna, el narrador se insta la en la co n c ien c ia d e lo s p erson ajes

para d esd e ahí v isu a liza r y evaluar el esp a c io , lo que le da el com p on en te em o cio n a l a lo s

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esp a c io s que habitan. P o n g a m o s por ejem p lo la d escr ip c ión del h otel D u N o r d en el cuento

«L a m uerte y la brújula» don d e el narrador cierra su p ersp ectiva para ub icarse en la del

d etectiv e L onnrot, el cual en su recorrido por este d esco n o c id o y esp ecu lar esp a c io n o so lo

v a er ig ien d o una arquitectura, tam b ién su b jetiv iza el lugar m ed ian te lo s d istin tos puntos de

v ista que se d esp liegan en la so led ad de su recorrido.

E n esta m odalidad , adem ás, la v is ió n p u ed e variar de un personaje a otro; en

con secu en c ia , esta p ersp ectiva m ó v il expresará las d istin tas v a lo ra c io n es de lo s personajes

con resp ecto al s istem a de lu gares que con form a la n o v e la , lo q u e le otorga el carácter

p o lifó n ic o al relato, co m o ocurre en las n o v e la s de É lm er M en d o za don d e la con stru cción

de la ciudad se orig ina d esd e d istin tas p ersp ectivas de lo s personajes: p o lic ía s , ciudadanos,

narcos, s icarios, cada u n o con una particular v is ió n de la urbe de C uliacán.

P or ú ltim o, en lo que respecta a la fo c a liz a c ió n externa, en este ca so el narrador no

p u ed e acced er a la co n c ien c ia de lo s personajes, d e ahí que aun cuando este p u ed e e leg ir

lib rem en te el o lo s puntos en el e sp a c io d esd e don d e v a a narrar la historia, n o puede

ingresar al m u n d o interior de lo s p ersonajes, por lo cual d ep en d e de lo que lo s personajes

d icen del e sp a c io para su organ ización . Q ue lo s p erson ajes presenten el e sp a c io p o sib ilita la

in c lu sió n de una variedad de puntos de v ista que enriquecen el s ig n ifica d o , lo s m atices

a fec tiv o s y la v is ió n id e o ló g ic a del esp acio .

Y es tiem p o aquí de que aclarem os la d istin c ió n entre las n o c io n es de p ersp ectiva y

puntos de v ista que h acen Iser y P im en te l, lo s cu a les frecu en tem en te se en tien d en co m o

sin ón im os. L a p e rsp e c tiv a e s «un filtro, un p rin cip io de se le c c ió n y de co m b in a ció n de la

in form ación narrativa» (19 9 8 : 9 6 ) que se exp resa en d iferen tes p u n to s de v is ta o posturas

frente al m u n d o narrado. L o s puntos de v ista , en ton ces, son m a n ifesta c io n es tem áticas de la

p ersp ectiva y se d iv id en en e sp a c io tem p ora les, a fec tiv o s, co g n itiv o s , e stilís tico s ,

id e o ló g ic o s y percep tu a les lo s cu a les, segú n su origen , p u ed en entrar en d ison an cia o

con so n a n cia por lo que son « resp on sab les de la p o lifo n ía id e o ló g ic a y de la com p lejid ad en

la s form as d e s ig n ifica c ió n del relato» (19 9 8 : 9 7 ), en este caso , de lo s e sp a c io s , lu gares y

paisajes que lo conform an.

O tro acierto de P im en tel es d istingu ir otras form as de p ersp ectiva en el relato. L o

que n o s parece con v en ien te , p u es la m ayoría de lo s teó r ico s reducen este asp ecto al an á lisis

de la p ersp ectiva narratorial y , por tanto, a las re la c io n es entre h istoria y d iscurso . Sin

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em bargo, co m o acab am os de m ostrar, tam b ién lo s personajes son corresp on sab les de la

organ ización y s ig n ifica c ió n del e sp a c io literario. P or eso , P im en tel (1 9 9 8 ) afirm a que en el

an álisis de este factor d eb en tom arse en cuenta por igu al las p ersp ectivas de lo s p ersonajes,

de la tram a y del lector. D e sd e nuestra con sid eración , en el an á lisis del e sp a c io literario,

haría falta en esta c la s if ic a c ió n agregar la p ersp ectiva del autor, p u es es prim eram ente él,

quien recorta y se lecc io n a el e sp a c io para p osteriorm en te literaturizarlo, para convertir el

to p o s en lo g o s , y de esta m anera m ostrar su im a g en de la realidad a través de la aprop iación

sim b ó lica del e sp a c io en que habita y de e se m od o in scrib e su propia v is ió n de la realidad.

S in em bargo, inclu ir la persp ectiva del autor im p lica salir del tex to , trascender la id ea de la

literatura c o m o una un idad autónom a para entrar en el terreno de la representación

discursiva , de lo s im ag in arios in d iv id u a les o c o le c t iv o s que urde la so c ied a d acerca de la

realidad.

P or ú ltim o , para cerrar este apartado, rev isarem os en M ie k e B al (20 1 4 : 1 0 2 -1 0 3 ) sus

an otacion es acerca del punto de v is ta p ercep tivo . Para M ie k e B a l, lo s asp ectos que son

n ecesa r io s para exam inar el e sp a c io narrativo deben b asarse en lo s tres sen tid os que

in terv ien en en su percepción: la v ista , relacionada co n la p ercep ción de form as, co lores,

v o lú m en es; el o íd o , don d e in terv ien e la proxim idad, y el tacto , que esen c ia lm en te in d ica

contigü idad . L a p articipación de e sto s sen tid os su g iere d os c la se s de re lac ion es entre

personajes y espacio: el m a rco en el que se sitúa o en el que n o está situado con exactitud el

personaje, y en segu n d o lugar, la m anera en que se llen a d ich o esp a c io , don d e « lo s ob jetos

tien en un rango esp ec ia l» , p u es determ inan un e fec to esp acia l por su form a, m edida,

co lo res y con figu ración .

2 .4 .4 E sp a c io y tr a m a

E n cuanto a la relación del e sp a c io narrativo y la tram a, es Zubiaurre qu ien h ace notar que

el argum ento avanza en el relato porque cam b ia el entorno y sus d iferen tes situ ac ion es o

paisajes, lo s que, al m en o s en las narraciones del s ig lo XIX, determ inan la p rogresión del

entram ado, por e so co n c lu y e que el e sp a c io literario es el propulsor del argum ento.

T am b ién K urt S p a n g advierte que el ca m b io de lugar es una d e las form as de articular las

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a cc io n es de lo s p erson ajes con la in auguración d e esp a c io s , por ejem p lo en lo s relatos de

v ia je en lo s que: «E l d esp lazam ien to es una de lo s recursos e f ic a c e s de aum entar y

diversificar el e sp a c io de una narración» (20 0 9 : 3 1 3 ).

E n estas tran sic ion es que llev a n de una situ ación a otra y que contribuyen a la

con stru cción de la tram a, Zubiaurre (2000: 3 6 ) d istin gu e tres cau sas que in flu y en en la

representación espacial:

a) L a in trod u cción de n u ev o s personajes en una situación;

b) L a au sen cia de p erson ajes resp ecto a una situ ación ; y

c) U n cam b io en las re la c io n es que dentro de una situ ación dada m an tien en lo s

personajes y su entorno.

T am b ién en su rev is ió n de las re lac ion es que el e sp a c io esta b lece con lo s d iversos

e lem en to s en el n iv e l de la h istoria, M ie k e B al (20 1 4 : 104) aborda la re lación entre esp a c io

y acon tec im ien to s, la cual es p erfectam en te ejem p lificad a con la m en c ió n de

co m b in a c io n es co n o c id a s y estereotipadas, c o m o el lo cu s a m o en u s que em p lea la

con figu rac ión de «un e sp a c io con creto , ad ecu ad o a la o ca sió n » . A ta les com b in a c io n es

prefijadas, deta lla la autora, se le s den om in an topos. N o obstante, la lista d e co m b in a c io n es

p o sib le s es larga, dado que p u ed e relacion arse tanto con las características de a lgún

escritor, de m o v im ien to s , o in c lu s iv e de una so la n ovela .

F in a lm en te , e lla estu d ia la v in cu la c ió n entre tiem p o y esp acio . A q u í se h ace én fasis

en la in ev ita b le in terrupción de la secu en c ia tem poral cuando se presenta un e sp a c io de

form a exten sa , si b ien la p ercep ción del m ism o tam b ién p u ed e ser gradual (en el tiem p o ) y

considerarse un a con tecim ien to . E s com ún, adem ás, que el con ten id o referido al esp a c io , en

sum a a las in d ica c io n es e sp a c ia les de carácter d u ra tivo que interrum pen la cron olog ía ,

tien d a a repetirse para «hacer h in cap ié en la estab ilidad del m arco» (1 0 5 ).

C o m o se p u ed e inferir en esta rev is ió n teórica , e s m u y im portante considerar en el

an álisis del e sp a c io literario el p lan o de la sin tax is narrativa por su resp on sab ilid ad en la

con stitu c ión del relato. L a articu lación del e sp a c io con las ca tegorías del tiem p o , personajes

y la tram a perm ite en prim er lugar la co h eren cia y c o h es ió n del tex to literario, e lem en to s

n ecesa r io s tanto para el desarrollo de la tram a co m o para el p ro ceso e fe c t iv o de lectura. D e

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esta articu lación , adem ás, d ev ien e su rep resen tación en im á g en es, sus s ím b o lo s y su

sistem a a x io ló g ic o , lo s cu a les in c id en en lo s su c e so s de la historia. C o m o apunta M iek e B al

(1985: 5 0 ), «e l h ech o de que esto está su ced ien d o aquí es tan im portante co m o el có m o es

aquí, el cual perm ite que su ced a e sto s aco n tec im ien to s» .

E n un v is ta z o tod av ía m ás profundo, B a l señ a la asp ectos e sen c ia le s resp ecto al

con ten id o sem án tico y la fu n ció n del esp acio . L a d eterm in ación del con ten id o se logra

«sob re la b a se del m a rco de re feren c ia del lector» , el cual in flu irá en la ev o c a c ió n de una

im agen m ás precisa , in m ed iata o m ás d istante del esp ac io . A s im ism o , la d eterm inación

fu n cion a «sob re la b a se de una a p licac ión de características g en era les» (1 0 5 -1 0 6 ) ,

necesarias siem pre en la creación de u n a im agen . S ob re e lla s, añade, p u ed e sum arse una

m ayor cantidad de cu a lid ad es e sp e c íf ic a s cuanto m ás se p rec ise la p resen tación de un

esp ac io , aunque las prim eras jam ás dejan de operar.

E n cuanto a sus fu n c io n es, el e sp a c io p u ed e d esem p eñ arse en una historia: co m o

m a rco — «lugar de la a c c ió n » — , y a sea con form an d o un cuadro deta llad o y con creto del

esp a c io o p erm an ecien d o en segu n d o p lano. N o obstante, lo m ás com ú n es que se tem atice ,

pasando de ser un lugar de la a cc ió n a un «lugar de actu ación » co n in flu en c ia en la fábula,

que se subordina a la p resen tación del esp ac io . E n am bas c la ses (c o m o m arco y

tem atizad o), el e sp a c io p u ed e operar de form a estab le , cuando es un m arco fijo en el que se

desarrollan lo s a con tecim ien tos; o d inám ica , fu n g ien d o co m o «factor que perm ite el

m o v im ien to de lo s personajes» , esto es, « c o m o zo n a de p aso su scep tib le de grandes

v a ria c io n es» (1 0 5 ).

2 .4 .5 E n u n c ia d o y e n u n c ia c ió n d e sc r ip t iv a

U n a b u en a parte de lo s estu d io s sobre lo s e sp a c io s de la literatura con cu erd a en que la

d escrip ción es el recurso fundam ental para la con fig u ra c ió n del e sp a c io narrativo: la

d escrip ción d efin e , p recisa y co n so lid a el e sp a c io literario. P ero si b ien se acepta esta

fu n ció n prim ordial en la con crec ión de lo s e sp a c io s f ic t ic io s , cada teó r ico , sin em bargo,

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parte de c o n cep c io n es d istin tas de este recurso que, en térm in os gen era les, se con sid era o

co m o una figura retórica60 o co m o una m od alid ad d iscursiva.

In ic iem o s nuestro repaso de estas m od a lid ad es co n R o lan d B o u rn eu f (1 9 7 5 ), qu ien

d ed ica un bu en núm ero de pág in as al exam en de la d escr ip c ión en la co n stitu c ión del

esp a c io n o v e le sc o , e jem p lifica n d o con obras literarias sus fu n c io n es, naturaleza y

sig n ifica c ió n . E l autor señ a la que « la s fu n c io n es del e sp a c io son tantas cuantas se pretenda

que desarrolle» (4 3 ) y en cuanto a la d escrip ción id en tifica claram ente d os fu n cion es: la

m u sica l — p u es lo s p asajes d escrip tivos, co m o d em ostró G enette, contribuyen a crear un

ritm o en la h istoria al pausar la narración— 61 y la fu n ció n p ic tó r ic a que perm ite «hacer

ver» el e sp a c io m ed ian te la u tiliza c ió n , por ejem p lo , de lo s p roced im ien tos de la pintura

realista o co m p licá n d o lo s en su p ro y ecc ió n co m o si fueran grandes fresco s, co llages,

pinturas cubistas, etcétera. C on este m ism o ob jetivo , en la d escr ip c ión esp acia l, agrega

B o u rn eu f (1 9 7 5 :1 3 4 ) , se ap lican lo s recursos del c in e cuando el descrip tor recurre a las

técn ica s c in em atográficas co m o la v ista panorám ica, el d esp lazam ien to , la profundidad de

cam po, ju e g o s de luz, la d istancia o cam b io de p lano.

A d em á s, el autor aborda la re lación que ex is te entre la d escr ip c ión del e sp a c io y el

prob lem a del rea lism o en la literatura,62 señalando que en el gén ero n o v e le sc o la

representación del e sp a c io con stitu ye u n o d e lo s asp ectos del p rob lem a crucial de la

m im esis , es decir, de la id ea de la literatura co m o co p ia fie l de la realidad o de la literatura

co m o autorreferencial. P or e so resalta el h ech o de que sea en las d escr ip c io n es esp a c ia les

don d e se reve la la cantidad y ca lid ad de a ten ción que el n o v e lis ta co n ced e al m undo, por lo

60 En el ámbito de la retórica, la descripción aparece relacionada con la declamatio, ejercicio que empezó a cobrar importancia en la neo-retórica durante los siglos II-IV. En esta última fase del discurso era común la intercalación de fragmentos que para el receptor debían ser brillantes y ostentosos, entre los cuales destaca la ekfrasis denominada también descriptio. En el apartado que Helena Beristáin dedica a la definición de esta figura, la clasifica como una figura de pensamiento; un metalogismo, pues estos «afectan al contenido lógico de las oraciones» y requieren «para su lectura un conocimiento previo del referente». La autora presenta, además, una clasificación de los objetos descritos y su correspondiente denominación. Aclara que a la descripción de lugares reales se le conoce como topografía y a la de lugares imaginarios topofesía (Beristáin, 2000: 136-138).61 Gérard Genette (1972), en su libro Figures III, identifica cuatro tipos de tempo narrativo según la relación que se establece entre la historia y el discurso: pausa, escena, resumen y elipsis. La pausa se produce en los enunciados descriptivos por los cuales se suspende la acción narrativa, pero no el discurso. Pimentel (2000) establece, sin embargo, una diferencia entre las descripciones focalizadas por el narrador y las focalizadas por el personaje, en estas últimas la acción, aunque se ralentifica, no se suspende totalmente, sino que el tiempo en que sucede la historia es igual al del discurso. Véase «La dimensión temporal» en Luz Aurora Pimentel (2000: 48-55), El relato en perspectiva.62 El concepto de realismo deriva de la antigua contraposición entre mimesis y diégesis.

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cual d ichas d escr ip c io n es expresan « la re lación , tan fundam ental en la n o v e la , del hom bre,

autor o p ersonaje con el m u n d o que le rodea: si h u ye de él, lo sustituye por otro o se

su m erge en él para exp lorarlo , com prenderlo , cam biarlo o co n o cerse a sí m ism o »

(B ourneauf, 1975: 141).

B o u rn ea u f observa, adem ás, có m o lo s n o v e lis ta s en la d escr ip c ión de lo s p aisajes

pued en ob ligarn os a contem plar una realidad e sp e c íf ic a o b ien sugerir otra realidad que se

desprende de la prim era, es decir, có m o a través de una prim era realidad esp ac ia l el autor

p u ed e sugerirnos otra, y presenta co m o ejem p lo la d escrip ción de la v idriera que con tem p la

el p ersonaje narrador de E n b u sca d e l tiem po p e rd id o , el cual lo p ercib e co m o «un gran

ju e g o de n a ip es el m u n d o fa b u lo so que hay detrás de su realidad» (B ourneauf, 1975: 140).

H asta aquí un resum en de lo que n o s parece m ás im portante en la ex p lica c ió n de

B o u rn eu f sobre este asp ecto . P a sem o s a revisar las ap ortaciones de Zubiaurre, qu ien en su

an álisis de esta práctica d iscu rsiva aborda prim eram ente las re la c io n es ex isten tes entre la

d escrip ción y su papel en la con form ación esp ac ia l a través del repaso de las d iferentes

d efin ic io n es que la R etórica le ha dado, d esd e la Edad M ed ia hasta la actualidad, para

dem ostrar có m o este recurso ha id o co m p le jizá n d o se y adquiriendo una e fica c ia sistem ática

en la organ ización del esp ac io . E n un segu n d o m om en to , se exam in an las fu n c io n es que lo s

p asajes d escr ip tivos cu m p len en las n o v e la s , resaltando este recurso en el n o u vea u rom an ,

y a que, a d iferen cia de la literatura d ec im o n ó n ica , la n u ev a n o v e la con frecu en cia subvierte

y anula la s propuestas d e las d escr ip c io n es realistas, m ed ian te estrateg ias co m o el de la

p ro lon gación sin ecd ó q u ica del estado de án im o de lo s personajes. P or esta razón, afirm a la

autora, segú n lo s m o d e lo s u tiliza d o s para la d escr ip c ión del u n iv erso literario, la n o v e la

p u ed e c la sifica rse c o m o autorreferencial — cu an d o el autor n o pretende una im agen

m im ética de la rea lidad— o realista, cuando el autor tien e co m o in ten c ió n proyectar una

im agen an á loga a la realidad espacia l.

P or ú ltim o , Zubiaurre enum era y ex p lica una serie de fu n c io n es del e sp a c io

n o v e le sc o que d efin e com o: in fo rm a tiva ; m im ética ; n a rra tiva ; es té tica ; cron o ló g ica , pues

cada ép o ca tien e sus prop ias p referen cias y g u sto s d escr ip tivos; lúdica, m ed ian te la cual

con vergen las op erac ion es v ita le s de tod a escritura co m o narrar, d ia logar y describir;

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rítm ica , p u es la d escr ip c ión im prim e, co m o h em o s d ich o , un tem po al relato; y , por ú ltim o,

la fu n ció n p ic tó r ic a .63

S law in sk i (1 9 8 9 ) tam b ién se d etien e en el estu d io de la d escrip ción literaria co m o

estrategia fundadora del e sp a c io literario. E n el estu d io y a m en c io n a d o en páginas

anteriores, el autor parte de la prem isa d e q u e el p rin cip io de tod a im a g en esp acia l es la

oración descrip tiva . A u n cuando la d escrip ción n o es el ú n ico recurso para la con stitu ción

del esp ac io , arguye q u e es siem pre el m eca n ism o prim ordial de la gen era c ió n del esp a c io

n o v e le sc o , en co n secu en c ia : « n o hay m o d o de reflex ion ar resp on sab lem en te sobre las

u n id ad es con stitu tivas, la con stru cción y la tip o lo g ía del e sp a c io literario sin un exam en

p rev io del d o m in io de lo s recursos, técn ica s y varied ad es del en u n ciad o d escr ip tivo» ( 1989:

2 7 5 ) . Para esto , sin em bargo, la d escrip ción d eb e abordarse co m o una figura d in ám ica y

sem ántica , y considerar, adem ás, q u e el en u n ciad o d escrip tivo n o siem pre se presenta co m o

un pasaje ex ten so , d elim itad o y h o m o g én eo , p u es p u ed e aparecer d isem in ad o en

en u n ciad os p eq u eñ os, a v e c e s «ap en as v is ib le s en un am biente h etero g én eo » (19 8 9 : 2 7 5 ).

Sin duda, esta n u eva propuesta de S law in sk i fu e desarrollada am p liam en te por P h ilip p e

H am on, qu ien en su estu d io In tro d u cc ió n a l a n á lis is de lo d escrip tivo m o d ifica la

tradicional in terpretación de este tip o d e d iscu rso al hacer, prim eram ente, una d istin ción

entre la d escrip ción co m o figura y lo d escrip tivo que es, d ice, « c ierto e fe c to del tex to , cierto

tip o de d om inante [ . . . ] que ta les o cu a les tex to s im p on en a la p an op lia de sus fu n c io n es y

de sus p o sib ilid a d es sem io ló g ic a s» (1 9 9 1 :1 1 ). H am on dem uestra que lo d escrip tivo n o es

— co m o se cree com ú n m en te— ni un recurso e x c lu s iv o del d iscu rso literario, ni una

in stan cia subordinada a la narración, s in o otra m od alid ad d iscu rsiva con características

propias, al igual que, por e jem p lo la argum entativa o la ex p o sitiv a . Para H am on , el d iscurso

d escrip tivo es «un m o d o de ser de lo s tex to s [ . ] don d e se transparenta y se e sc e n ific a una

u top ía lin gü ística: la de la len g u a co m o nom enclatura, la de una len gu a cu yas fu n c io n es se

lim itarían a denom inar o a d esign ar al m u n d o palabra por palabra» (1 9 9 1 :1 1 ).

Para dem ostrar esta e sc e n ific a c ió n de la len g u a co m o nom enclatura, H am on

revisará lo s tem as, estructuras, actores y organ ización del en u n ciad o descrip tivo , el cual,

sig u ien d o su m o d e lo , se organ iza co m o un sistem a que se con stitu ye por «un ju eg o de

63 Zubiaurre finaliza su exposición de este tema con una revisión acuciosa del estudio de Philippe Hamon, Introducción al análisis de lo descriptivo (1991), del cual expondré más adelante lo que me parece más relevante para esta tesis.

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eq u iva len c ia s je ra rq u iza d a s» entre el p an tón im o o d en om in ación «y una ex p a n sió n léx ica ,

(un surtido de palabras yu xtap u estas en lista , o coord inadas y subordinadas en un tex to )» .

D ich a exp an sión a su v e z se co m p o n e de una nom enclatura y un grupo de p red icad os o

atributos. E l pantón im o, ex p líc ito o im p líc ito , tien e co m o fu n c ió n asegurar « la p erm anencia

y la continu idad del conjunto , s irv ien d o de térm in o que es a la v e z rector, s in crético , factor

com ú n de la m em oria con resp ecto al conjunto del s istem a » (1991: 141).

P o n g a m o s por ejem p lo , para entender esta estructura con la que e x p lica H am on el

sistem a descrip tivo , la d en om in ación o pan tón im o S in a lo a en la exp an sión lé x ic a de la

d escrip ción de su e sp a c io g eo g rá fico . A l revisar su nom enclatura aparecerán

p rev isib lem en te las palabras ríos, mar, sierra, cam p o, etcétera, con d istin tos atributos que

dependerán de la p ersp ectiva del descriptor. Si cam b iam os el pan tón im o a norte de M éx ico ,

sig u ien d o con el argum ento exp u esto , seguram ente lo s atributos serán: d esértico , próspero,

industria lizado, rico , fronterizo , v io len to , h ostil y otros con lo s cu a les el im agin ario ha

in v estid o este territorio para form ar parte de la ico n o g ra fía con la que se le ha d escrito en

sus representaciones.

O tro señ a lam ien to im portante en la teoría de H am on es su ob servac ión de que lo

d escrip tivo es una m eta c la sifica c ió n , p u es « c la s if ic a y organ iza una m ateria y a recortada

por otros d iscu rsos» (19 9 1 : 145), de ahí que para la clausura del s istem a d escrip tivo sea

n ecesar io acudir a m o d e lo s de la cultura que d efin en y saturan lo descrito . P o d em o s tom ar

co m o ejem p lo la d escrip ción arqu itectón ica de lo s esp a c io s urbanos en la que el descriptor

tendrá que u tilizar la c la s ifica c ió n y el d iscu rso h ech o por la arquitectura para nom brar

ca lles, jard in es, ed if ic io s , puentes, m on u m en tos y otras co n stru cc io n es propias del d iseñ o

de cualqu ier ciudad.

A u n cuando la s ap ortacion es de H am on al en u n ciad o d escr ip tivo son la piedra

fundam ental de nu m erosas in v estig a c io n es , se p u ed e objetar que en su estu d io se centra

m ás al an á lisis del en u n ciad o descrip tivo , por e so es im portante la con tribución que sobre

este tem a h ace M aría Isabel F ilin ich al in clu ir a la in stan cia en u n cia tiva en un p equeño,

pero im p resc in d ib le estu d io acerca de d ich a m od alid ad d iscu rsiva titu lad o D escr ip c ió n

(1 9 9 8 ). L a autora in ic ia este trabajo d elim itan d o lo s e lem en to s que caracterizan el d iscurso

d escrip tivo en com p aración con el narrativo. U n o de e llo s es el de la tem poralidad , pues

m ientras que d ich a categoría se m a n ifiesta su cesiv a m en te en la narración, en el d iscu rso

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d escrip tivo se «sustrae» al ob jeto d escrito del p ro ceso y se lo presenta co m o «una duración

tem poral, co m o in sta lad o en un tiem p o su sp en d id o pero n o n eg a d o » y m ás adelante

F ilin ich aclara: «así, aunque a q u ello que se d escrib e n o se in scrib e en un ordenam iento

p rogresivo , de cualqu ier form a se organ iza tem p oralm en te bajo la form a d e co ex isten c ia »

(1998: 4 -5 ). P or lo cual, si en la narrativa la su cesiv id a d es un rasgo d efin itorio , en la

d escrip ción es la sim ultaneidad , exp resad a tanto en lo s e lem en to s que con form an el ob jeto

descrito , co m o en la re lación estab lec id a entre el sujeto descrip tor y lo descrito .

S in em bargo, lo m ás relevan te para el tem a que n o s ocu p a — es decir, la d escrip ción

en la co n form ación y sen tid o del e sp a c io literario— , es la aten ción que F ilin ich le da al

sujeto que describe, p u es lo s estu d io s acerca de la d escrip ción , co m o señ a lé , han

p riv ileg ia d o el a n á lisis del en u n ciad o d escrip tivo , dejando de la d o lo s prob lem as de la

in stan cia de la en u n cia c ió n descriptiva: es decir, se an a liza lo que se d escrib e, pero sin

tom ar en cuenta a la figura de la en u n ciac ión d escrip tiva que es el or igen del d iscurso , la

p ersp ectiva y lo s d iferen tes puntos de v ista con que se organ izan y dan s ig n ifica c ió n al

esp a c io literario. E l en foq u e sem ió tico , al incorporar al descriptor, se acerca al co n cep to del

esp a c io de las teorías h um anista y so c ia l que, c o m o v erem o s m ás adelante, co n cib en el

esp a c io en in terrelación con el in d iv id u o y la so c ied a d ; co m o con su stan cia l a la ex isten c ia

hum ana y socia l. E studiar el e sp a c io d escrito im p lica , en ton ces, estudiar al su jeto que lo

d escrib e — narrador o p erson ajes— , a sus puntos de v ista que in form an, ordenan y dan

sig n ifica c ió n a e se esp acio .

A l ahondar m ás en lo s estu d ios sobre el su jeto de la en u n cia c ió n descriptiva,

F ilin ich ex p lica có m o to d o p ro ceso en u n cia tiv o p o see un com p on en te p ercep tivo de b ase

que la d escr ip c ión trae a la su p erfic ie del d iscurso . L a p ercep ció n transform a la realidad

in form e en un m u n d o s ig n ifica n te a partir de la ex p er ien c ia in te lig ib le y la ex p erien cia

sen sib le o p asion a l del sujeto. L a prim era se proyecta en la d im en sió n racional de quien

d escrib e al se lecc ion ar , ordenar y c la sifica r lo s d eta lles descritos; en tanto que la d im en sión

de lo p asion a l está m ás cercana a lo sen sib le y se expresa, por ejem p lo , en aq u ello s sujetos

que se sien ten a fectad os em o c io n a lm en te por lo que p erciben y describen , de ahí que las

im á g en es de lo s lugares, s itio s o pa isa jes que se con tem p lan aparezcan fuertem ente

subjetivadas.

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C o m o se p u ed e inferir, d esd e este en fo q u e sem ió tico la d escr ip c ión se presenta

co m o una im agen del p ro ceso p ercep tivo , p u es representa en el d iscu rso tanto el d esp lieg u e

de la exp er ien c ia co g n o sc itiv a , co m o el de la exp er ien c ia sen sib le . S e parte de la prem isa de

que en el a n á lisis del h acer d escrip tivo , n o so lo es im portante observar la p u esta en escen a

de estas d os d im en sio n es, s in o tam b ién es im portante considerar qu ién es el su jeto de la

d escrip ción por las particularidades d escrip tivas que se presentan. P or ejem p lo , en el

realism o, lo s m o d o s de d escrip ción del narrador se d istin gu en claram ente de lo s del

personaje, p u es el narrador aspira en su d iscu rso a la neu tra lización de tod as aquellas

m arcas que puedan dar cuenta de su p resen cia (y a sí co n seg u ir ob jetiv id ad ), en tanto que en

la p ro y ecc ió n de lo que percib en lo s p ersonajes la p reten sión del narrador es m ostrar una

subjetiv idad ajena.64

C errarem os este apartado sobre la d escrip ción rev isan d o la con tribución de L uz

A urora P im en tel a este tem a. A u n q u e se basa en lo s p resu p u estos y el m o d e lo d escrip tivo

de H am on, a d iferen cia de é l, en fo ca su estu d io en la fu n c ió n que d esem p eñ a la d escrip ción

en la con form ación de lo s e sp a c io s narrativos y e so , para nuestro estu d io , lo v u e lv e m ás

relevante. P rim eram ente, la autora d istin gu e d os c o n cep c io n es con resp ecto a la

descripción: a) co m o figura retórica, que p rov ien e de Q u in tiliano , L ausberg o Fontanier; y

b ) co m o m od alid ad d iscursiva , tal co m o la exam in an H am on , Gerard G en ette , R aúl D orra y

M aría Isabel F ilin ich . E n la prim era postura se co n c ib e a la palabra con cierta capacidad

m im ética que le perm ite proyectar lo d escrito tan v ív id a m en te co m o si se tuviera ante lo s

ojos, de lo cual resulta, « estilística m en te hablando, una im agen , un cuadro» (P im en tel,

1998: 18). Por e so P im en te l, a p rop ósito de este poder de rep resen tación del d iscurso,

afirm a que la d escrip ción es «aspirar [ . . . ] a la m áx im a ilu s ió n de realidad: hacer creer que

la s palabras son la s co sa s» (P im en tel, 1998: 1 6 -1 7 ). S in em bargo, la propia autora n os

dem uestra que el poder evocad or de lo s p asajes d escr ip tivos y su p o sib ilid a d m im ética

p rov ien e m ás que de la « v o c a c ió n d e esp ejo » , del resu ltado de una serie de estrateg ias y

artific ios tex tu a les que perm iten la con fig u ra c ió n esp acia l, de ahí que tam b ién se entienda

por d escrip ción la rea liza c ió n de una m od alid ad d iscu rsiva con determ inadas características

que le son propias. D e este m od o , frente a la d im en sió n sen sib le que lo s retóricos

encuentran en esta figu ra y que p rov ien e, afirm a, « d e una v is ió n de m u n d o» , se o p o n e una

64 Véase el capítulo de Filinich (1997), «Las formas de articulación de los discursos» en La voz y la mirada.

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d im en sió n in te lig ib le en el d iscu rso , por m ed io de la cual p o d em o s analizar el m o d o en que

el d iscu rso d escrip tivo crea el e fec to de realidad, en este ca so espacia l.

C o m o m od alid ad del d iscu rso , la d escr ip c ión se presenta co m o un s is tem a

p a ra tá c tic o con form ad o por a) un tem a esp acia l (o p an tón im o), b ) un lista d o de nom bres —

que p u ed e d esp legarse s in on ím icam en te o s in ecd óq u icam en te— y c ) una serie de atributos.

E n cuanto a lo s atributos (ad jetivos, ad verb ios o frases pred icativas), e sto s cu m p len la

fu n ció n de particularizar lo s ob jetos d escritos m ed ian te la m en c ió n de rasgos c o m o color,

tam año, textura, etcétera, y con esto contribuyen a su ico n iza c ió n . Otra de las form as en

que p u ed e proyectarse el s istem a d escrip tivo es h ip o tá c tica m en te , el cual se presenta

cuando la estructura d escrip tiva se subordina a una serie de m o d e lo s extratextuales

p roven ien tes de otras c la s if ic a c io n e s que son «otros d iscu rsos del saber o fic ia l o popular

ta les co m o el de lo s sen tid os, ta x o n o m ía s c ien tífica s o populares, m o d e lo s de organ ización

urbana o p roven ien tes de otras artes» (P im en tel, 1998: 63).

E sto s m o d e lo s cu lturales de organ ización esp acia l — lin g ü ístico s , ló g ic o -lin g ü ís t ic o s

y extratextu ales— al superponerse en el s istem a b á s ico de la d en om in ación y ex p a n sió n de

lex em a s, n o so lo d efin en , acotan y saturan el en u n ciad o descrip tivo , s in o adem ás

con stitu yen lo que la autora llam a una co n fig u ra c ió n descrip tiva . A hora b ien , m ientras que

lo s m o d e lo s lin g ü ístico s y ló g ic o -lin g ü ís t ic o s son in d isp en sa b les para el s istem a

descrip tivo , n o así lo s extratextuales que son m o d o s de estructuración sup lem entaria; sin

em bargo, e sto s ú ltim o s estratos son lo s que articulan la s im b o lo g ía e id e o lo g ía de una

ép oca , con lo cual la d escr ip c ión de un lugar trascien d e «e l m ero p rop ósito de proyectar un

esp a c io d ieg é tico co m o puro m arco y escen ario de la a cc ió n » (P im en tel, 1998: 6 3 ) y lo

v u e lv e un co m p le jo de s ig n ifica c io n es tem áticas y s im b ó lica s en las que se in scrib e una

v is ió n del m undo.

E n con c lu sió n , tod a con figu rac ión d escrip tiva presenta varios n iv e le s de análisis: el

sin táctico , don d e se lo c a liz a el pan tón im o y su ex p a n sió n textual con form ad o por nom bres

y atributos; el n iv e l sem á n tico don d e se u b ican lo s s ím b o lo s que con form an la d escrip ción

esp acia l y el tercer n iv e l d e fin id o por lo s m o d e lo s cu lturales de la ép oca , resp on sab les de

dem arcar y saturar la con fig u ra c ió n descrip tiva . E s en este ú ltim o n iv e l d on d e se exp resa la

id e o lo g ía de d ich o sistem a d escr ip tivo y don d e se con ecta con la trad ición y la cultura

exp resan d o s ig n ifica d o s y va lores.

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R ecap itu lan d o lo hasta aquí ex p u esto de la teoría literaria, p o d em o s corroborar que

hay puntos de v is ta acerca del e sp a c io literario com p artid os por a lgu n os estu d io so s de la

teoría co m o son el r eco n o c im ien to de que esta ca tegoría se organ iza m ed ian te un sistem a

con d iferen tes p lan os: u n o verbal y otro s im b ó lic o .

O tros analistas co m o B ajtín y P im en tel asum en que co m o cualqu ier otra categoría

del d iscu rso m ed iad a por una rep resen tación cultural (y por tanto, tem p ora l) n o es una

categoría neutra, co m o trad ic ion a lm en te se entendía , por el contrario, con form a un sistem a

a x io ló g ic o que m ateria liza m itos, v a lores y s ím b o los.

D e b e m o s señalar, sin em bargo, que una b u en a parte de lo s an á lisis de lo s esp a c io s

literarios se d ed ican ú n icam en te al e stu d io de la d escr ip c ión g eo g rá fica ( f ís ic a ) o al

exam en de lo s im b ó lico . P or lo m ism o , la m ayoría de lo s estu d ios son sin cró n ico s e

in tratextuales o com parativos.

E n tanto que la d im en sió n id e o ló g ic a o a x io ló g ic a que p erten ece al ám bito cultural

es la que m en o s in teresa a lo s analistas, prim ero porque e so im p lica sa lirse del tex to , y se

im p o n e aún entre q u ien es n o s d ed ica m o s a lo s e stu d io s literarios una v is ió n ob jetiv ista de

la literatura centrada, c o m o v im o s , en el a n á lisis del tex to ; en segu n d o lugar, pero n o m en o s

im portante, es porque la teoría literaria lim ita el co n cep to de esp a c io a la n o c ió n de tem a .65

S i b ien es c ierto que la d im en sió n s im b ó lica dota de co n sisten c ia al e sp a c io representado,

co in c id im o s con M itterrand (en A gu in aga , 2 0 0 3 ) en que lo s estu d ios sobre esta categoría

deben trascender el a n á lisis tem á tico y el de la in terpretación s im b ó lica ; por eso , para

analizar m ás profunda y rigurosam ente este asp ecto , h ace fa lta atender otros asp ectos de

esta problem ática , incorporando tam b ién co n cep to s de otras d isc ip lin a s que n o s perm itan

nom brar y exp licar lo ob servad o en la d en sa estructura de las rep resen tacion es esp ac ia les,

p u es las lim ita c io n es de la teoría literaria y las c la s if ic a c io n e s que ha h ech o para exp licar

esta p rob lem ática son la m ayor parte d e las v e c e s red u cc io n ista s .66

E n esa tarea n o s podrán ser de sum a u tilidad la s co n c e p c io n e s acerca del e sp a c io

que han desarrollado la geografía , la f i lo so f ía y la so c io lo g ía d e orien tación hum ana.

65 Desafortunadamente, los planes en la mayoría de nuestras escuelas de Letras, en México, siguen enseñando literatura con un enfoque tradicional en el cual no hay diálogo con otras disciplinas humanas.66 Tomo como ejemplo la clasificación de Mieke Bal (2014) entre presentación explícita, implícita y deficiente del espacio; la de MC Bobes que distingue entre presentación objetiva y subjetiva ( s/f) ; la de Zoran ( 1998) que divide entre espacio total y complejo espacial; y por último la de Kurt Spang, quien clasifica el espacio en narrado, representado y aludido; documental e imaginario; neutro estilizado y concretado. Todas estas clasificaciones son de índole intratextual.

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N o c io n e s co m o lugar, e sp a c io v iv id o , e sp a c io so c ia l, paisaje, to p o filia , to p o fo b ia , no

lugares, por m en cion ar so lo a lgu n os, revelan el carácter representacional del esp a c io

literario. Para reso lv er esta situ ación y rebasar lo s estu d ios trad icion a les, d eb em o s aceptar

la n ecesid a d de un en fo q u e in terd iscip lin ario , de lo contrario segu irem o s lim itán d on os al

inventario tem ático , al de las polaridades e sp a c ia le s o al a n á lisis d escrip tivo de lo s lugares

del texto .

V o lv e r é m ás tarde a este punto, por ahora p o d em o s adelantar que al referirnos al

esp a c io literario lo en ten d erem os co m o un una representación esp ac ia l organ izad o por un

sistem a de lugares, p a isa jes, lu gares de la m em oria , etcétera que e s el producto de una

determ inada con stru cción verbal organ izada y jerarquizada por m eta len gu ajes p roven ien tes

del u n iv erso sem ió tico de la cultura que revelan en su con form ación una co m p leja realidad

sim b ó lica , id e o ló g ic a y cultural.

2 .5 E l e sp a c io e n lo s e s tu d io s a c e r c a d e la l ite r a tu r a la t in o a m e r ic a n a

U n tem a im portante re lacion ad o con el e sp a c io literario e s el de las id en tid ad es, asp ecto

que ha co n v o ca d o tam bién para su an á lisis una m irada interd iscip linar. En el ám b ito de la

literatura la tinoam ericana en la ú ltim a década han surgido im portantes ap ortaciones a d ich o

estud io . C o m o sab em os, el e sp a c io ha ten id o un papel relevan te en la con form ación

g eo h istó r ica del con tin en te am ericano, por lo cual ha gen erad o m ú ltip les im á g en es con

s ig n ifica c io n es h eterogén eas que se han exp resad o n o só lo en lo s d iscu rsos literarios o

artísticos, s in o en otros len gu ajes que se consideran o b je tiv o s co m o la fo togra fía o lo s

d o cu m en ta les c ien tífico s . Q u ien es se han esp ec ia liza d o en el an á lisis de estas

represen tacion es y su m an ifestac ión en lo s d iferen tes d isp o s it iv o s d iscu rsiv o s son cr íticos

co m o F ernando A ín sa (1 9 8 6 , 2 0 0 6 ), Javier de N a v a sc u é s (2 0 0 2 y 2 0 0 7 ) , G abriela

N o u z e ille s (2 0 0 2 ), G raciela M on ta ld o (2 0 0 4 ), L u z A urora P im en tel (1 9 9 8 y 2 0 0 1 ) , M aría

T eresa Zubiaurre (2 0 0 0 ) , D ia n a P a laversich (2 0 0 5 ) ,67 A lic ia L larena (2 0 0 7 ) , R osa lb a

67 Diana Palversich, como lo veremos en el siguiente capítulo, además de estudiar a los nuevos narradores del norte de México, ha estudiado especialmente las imágenes literarias de la frontera mexicana. Una parte de estos estudios han sido publicados en su libro, De Macondo a M ’Condo (2005).

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C am pra,68 Jesús M . C arrillo (2 0 0 5 ) y E v a M a. V alero (2 0 0 3 ), entre otros, cu y o s estu d ios

son referen tes o b lig a d o s para la in v estig a c ió n de este tem a. N o obstante la variedad de sus

propuestas y en foq u es teó r ico s, sus e stu d io s concuerdan en aceptar la r iqueza y re levan cia

q u e p o see la rep resen tación del e sp a c io en la literatura latin oam erican a y sus im p lica c io n es

en la con form ación de las im á g en es del con tin en te y de las id en tid ad es culturales.

D em uestran , tam bién , q u e esta realidad esp acia l se enfrenta a s ig n ifica d o s d iversos que

v em o s , por ejem p lo , en las d istin tas rep resen tacion es arcádicas o b a b é lica s de las se lv a s, lo s

ríos, pam pas, d esiertos, territorios, c iu d ad es y fronteras, con form an d o así una com p leja y

m ó v il cartografía literaria del e sp a c io am ericano. E stas geo g ra fía s im aginarias, adem ás, han

con stitu id o un rico s istem a de im á g en es y s im b o liza c io n es q u e han fu n cion ad o co m o

form as de aprop iación y organ ización de la realidad la tinoam ericana y , en a lgu n os p asajes

de la h istoria continenta l, co m o sig n o s de su identidad , tal y co m o lo e x p lic a Fernando

A ínsa: 69

Es evidente que la geografía, la historia y la literatura han forjado entrelazadamente a

través de los siglos una visión de lo americano [ ...] Una prim era aproximación

«topológica» tanto desde el punto de vista sicológico como estético, nos puede ayudar a

definir la «significación» literaria del espacio americano y la fundación, a través de lo

imaginario, de los signos de la identidad cultural con que se la caracteriza (1986: 155).

P or esta com p lejid ad y riqueza del m apa literario, q u e n o p u ed e separarse de la

tam b ién com p leja rep resen tación del « se r » am ericano, se tien d e actu alm en te a buscar la

con ju n ción de d istin tas d isc ip lin as en el escru tin io de lo s esp a c io s d iscu rsiv o s co m o lo ha

h ech o el p rop io F ernando A ín sa , cu y o s estu d ios acerca de la re lación entre la

68 Rosalba Campra se ha dedicado a trabajar la representación del Paraná y de otros ríos en la literatura latinoamericana, así como las imágenes literarias de la pampa, la selva y la ciudad. Algunos de sus resultados se pueden consultar en “La susurrante vastedad del ser”, ensayo en el que analiza el imaginario acuático expresado en la música y la literatura argentina, especialmente en la novela, Sudeste, de Haroldo Conti (2002:141-162).69 A propósito de esta relación entre el espacio literario y la identidad americana, Aínsa, en su libro, Identidad cultural de Iberoamérica en su narrativa, ha observado cómo esta diversidad de imágenes del espacio ficticio conlleva contenidos, configuraciones y matices de la cultura y el ser americanos, en consecuencia, señala, en la búsqueda de la identidad en la ficción americana, la significación y representación del espacio ha sido fundamental. Por eso: «Se puede decir sin exagerar que gran parte de la identidad cultural de Iberoamérica se ha definido gracias a su narrativa [...] Nada mejor que la ficción para explicar la realidad. Lo real y lo imaginario han formado una indisoluble pareja en la historia del continente.» (1986: 23).

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representación del e sp a c io y de las id en tid ad es en la literatura se han v u e lto un referen te

im p rescin d ib le para el a n á lisis de la tem ática esp acia l. E l p rop io A ín sa aclara que este

in terés por el e sp a c io se ha re iv in d icad o co m o un tem a con un lugar im portante, «por lo que

p u ed e afirm arse, casi c o m o en un ju eg o d e palabras, « q u e ha lleg a d o el tiem p o del

esp ac io» . A rgu ye, adem ás, que el e sp a c ia lism o p lu rid iscip lin ario al que esta m o s a sistien d o

n o es una escu e la o un m o v im ien to f ilo só fic o ; se trata, d ice, de «una n u eva actitud que

refleja la p reocu p ación del “ estar ahí” ex isten c ia l c u y o s s ig n o s se v e n n o so lo en lo s

m ú ltip les e sp a c io s de la antropología , s in o tam b ién en lo literario y lo p o é tic o » (2 0 0 6 :1 9 -

20). 70 71

O tro ejem p lo d e las d isertac ion es que articulan d istin tas d isc ip lin a s en el estu d io del

esp a c io literario es el libro L a n a tu ra leza en disputa: re tó r ica s d e l cu erp o y e l p a isa je

(2 0 0 2 ) de G abriela N o u z e ille s E ste tex to reúne s iete en sa y o s teó r ico -cr ítico s en lo s que se

debate la re lación entre naturaleza, cultura y sexualidad y su fu n c ió n en las form acion es

cu lturales de la h istoria latinoam ericana. S e parte de la prem isa de que las im á g en es del

con tin en te am ericano surgen d e un d iscu rso co lo n ia l e im p eria lista que se trasluce en una

71serie de represen tacion es g eo p o lítica s , la s cu a les lo u b ican jerárqu icam ente en la p o sic ió n

d e tercer m u n d o .72 Para com probar esta in terpretación, lo s autores acuden a un m arco

teór ico y con cep tu a l com partido en sus fu n d am en tos por d istin tos en foq u es para analizar

estas rep resen tacion es en lo s d iscu rsos literarios, h istóricos, d e gén ero , a n trop o lóg icos y

e c o lo g is ta s y revisar « la s trad ic ion es narrativas y la s ico n o g ra fía s con stitu id as d e zon as

70 Leonard Lutwack considera que el impulso ontológico por el estudio de las espacialidades al que asistimos se debe al creciente proceso de movilidad en el espacio, a la intensa migración mundial que cancela la imagen fija y abstracta del espacio cartesiano y obliga a pensar desde todos sus ángulos este problema para «encontrar un sitio en un mundo que parece marcado por el desarraigo geográfico, por la pérdida de la referencia espacial producto de la era globalizada —el anyplace o placelessness— que inaugura una nueva condición humana». (citado por Alicia Llarena, 2007: 21). También, en este mismo sentido, Paul Zumthor señala que el renovado interés sobre el espacio «es el efecto de angustias profundas más que el temor inspirado por el aumento exponencial sobre la población» (1994: 14).71 En la introducción al libro, Gabriela Nouzeilles afirma que los dos rasgos que distinguen un aparato discursivo como colonial son: «La clasificación jerárquica de todos los pueblos que habitan el planeta y la afirmación unilateral de carácter universal de los valores y experiencias de una cultura en particular en detrimento de otras», y precisamente estas dos características son las que constituyen la base de las representaciones geopolíticas que han hecho las culturas imperialistas española, inglesa, francesa y, actualmente, norteamericana, de la naturaleza latinoamericana (2002: 18).72 Sobre el origen de esta clasificación, Edmundo O’Gorman explica que desde la antigüedad y hasta la Edad Media el mundo no se concebía como un todo homogéneo, sino que se pensaba que estaba dividido en tres partes de distinta extensión, «pero sobre todo de índole histórica diferente». Esta división tripartita estructuraba jerárquica y ascendentemente a África, Asia y Europa, y esta última era considerada como «la más perfecta por su naturaleza y la más privilegiada» (1995: 76).

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em b lem áticas de lo natural latinoam ericano: la república bananera, la se lva , la P atagon ia» y

otras reg io n es determ inadas por la g eo g ra fía y la b io lo g ía , pero tam b ién «por

con stru cc ion es id e o ló g ic a s e in teracc ion es so c ia le s q u e ocurren en cam p os de poder»

(2002: 33).

E n el desarrollo de su tesis , G abriela N o u z e ille s d istin gu e tres m o m en to s en las

distin tas im á g en es con las que se ha s ig n ifica d o el e sp a c io am ericano. E l prim ero

corresponde a la ex p a n sió n im perial de la con q u ista y co lo n ia esp añ o la y portuguesa,

p eriod o en el cual la aprop iación de la naturaleza se da m ed ian te la con q u ista de la tierra y

de sistem as de s ím b o lo s exp resad os en tex to s co m o m apas, re la c io n es g eo g rá fica s y

crón icas (20 0 2 : 2 5 ). E l segu n d o m om en to , segú n la autora, se in ic ia en el p eriod o de la

Ilustración, don d e Inglaterra y Francia b u scan exten d er sus d o m in io s para exp lo tar n u ev o s

territorios en aras del progreso. L a tercera y actual etapa corresp on d e al d o m in io de E stad os

U n id o s a partir de la guerra d e 1898 y se co n so lid a en la Segu n d a G uerra M undia l. E sta

d om in ación cu y o lem a es « A m érica para lo s am erican os» h izo una b ipartición en el

continente: el norte, corresp on d ien te al prim er m undo y L atin oam érica ubicada, co m o

sab em os, en tercer m u n d o (2002: 2 8 ). A l revisar en su estu d io n u m erosas im á g en es de

L atinoam érica en d iv erso s tex to s, N o u z e ille s se cu estio n a hasta qué punto p u ed e hablarse

de una naturaleza latinoam ericana, n o só lo por la h eterogen eid ad d e sus p a isa jes que

abarcan d esd e m egacen tros urbanos hasta lu gares in h ósp itos, s in o tam b ién por el h ech o de

que n o hay rep resen tacion es objetivas, p u es este p ro ceso im p lica siem pre una se le c c ió n y

jerarquización de lo representado, situ ación que ocurre en lo s len g u a jes lig a d o s a la

im ag in a c ió n y la su bjetiv idad co m o la literatura y el arte, así co m o tam b ién en lo s que se

consideran ob jetivos.

E n la m ism a tesitura de con vocar d istin tas v is io n e s d iscip lin arias para el estu d io de

la s rep resen tacion es del e sp a c io literario am ericano, G raciela M on ta ld o , en F icc io n es

cu ltu ra les y fá b u la s de id en tid a d en A m é r ic a L a tin a (2 0 0 4 ), estu d ia có m o la escritura de

in te lectu a les del s ig lo XIX y p rin cip ios del XX fu e s ig n ifica n d o una n u eva form a de

organ ización del territorio la tin oam erican o y con form an d o n u evas id entidades. E n su libro, 73

73 Además de este relevante texto ha escrito numerosos artículos, entre ellos mencionamos el de «Identidades inseguras. La naturaleza bajo sospecha» (2002a: 139-162); «Sujetos y espacios: las masas hispanoamericanas y la ocupación territorial» (2002b: 59-68) y su libro, De pronto el campo. Literatura argentina y tradición (1993).

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la autora d efien d e la te s is de que las top ografías en la literatura son m ás que sim p les

estrateg ias literarias, dado que se cargan con v a lo res id e o ló g ic o s , p o lít ic o s y esté tico s , son

tam b ién escen a rio s coorgan izad ores de lo s E stad os n acion a les. Para M on ta ld o , en ton ces,

la s represen tacion es d e la naturaleza y el paisaje en la escritura la tinoam ericana en el s ig lo

XIX y en la s prim eras décad as del s ig u ien te s ig lo están só lid am en te constru idas con v a lores

cu lturales e id e o ló g ic o s , de tal suerte que coad yu van a la organ ización de las repúblicas

recién in d ep en d izad as y a la fu n d ación de im á g en es identitarias; son instrum entos del

E stad o para reflex ion ar sobre lo n acion al y la identidad que se d efin e por sus re la c io n es con

la tierra.

M on ta ld o d istin gu e tres grandes n ú c leo s en su estu d io lig a d o s a tres p ro ceso s

h istó r ico s: el m o v im ien to de la In d ep en d en cia , el fin del s ig lo XIX y la irrupción de

inm igrantes y m o v im ien to s de izqu ierda a in ic io s del s ig lo p asad o y sus co n secu en c ia s en la

con stru cción de n u evas id entidades. T om an d o en con sid erac ión la relación entre naturaleza,

patria e identidad , M on ta ld o señala: «L a naturaleza y lo s p a isa jes en la literatura

la tinoam ericana son d esd e lo s c o m ie n z o s a sp ecto s a ltam ente con stru id os, altam ente

form alizad os por lo s letrados que v ieron en su rep resen tación form as de in tervenir en la

v id a púb lica a través de v ers io n es sobre lo real h istórico»; y m ás adelante ex p lica que la

naturaleza en la literatura n o es só lo paisaje sin o « m o tiv o de argu m en tación para exp licar el

pasado, el p resente y proyectar el futuro» (2004: 19).

O tro de lo s trabajos m ás recien tes con una b a se in terd iscip linaria en el an á lis is de

lo s esp a c io s de f ic c ió n e s el de A lic ia L larena en su libro E spacio , id en tid a d y lite ra tu ra

h isp a n o a m erica n a (2 0 0 7 ). Y a d esd e la in trod u cción , don d e repasa lo s fu ndam entos

cu lturales del e sp a c io , la autora n o s advierte que en su lectura de la cartografía del

con tin en te am erican o se apoyará en el bagaje teó r ico de d istin tas d isc ip lin a s para enfatizar

« e l papel que ha d esem p eñ ad o el e sp a c io en la ex p resió n de la identidad latinoam ericana y

lo s p rob lem as y so lu c io n es que ha gen erad o la rep resen tación del con tin en te» (20 0 7 : 100).

E n la segu n d a parte de su obra, L larena h ace un ex a m en cro n o ló g ico de lo s d istin tos

paisajes d ibujados en la literatura continenta l a ltip lan os, se lv a s, pam pas, d esiertos, d esd e

lo s tex to s de la conquista , pasando por las obras telúricas, reg ion a listas, las obras ub icadas

en el b o o m , hasta llegar al a n á lisis del actual p lan isfer io que ha v en id o con form án d ose a

partir de la ú ltim a década del s ig lo XX. L larena se d etien e en este ú ltim o p eriod o porque en

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él han aparecido lo s d en om in ad os « n u ev o s reg io n a lism o s» p rop ic iad os por la

p osm od ern id ad y el p osb oom . E ste resu rg im ien to de las reg io n es es, afirm a, «u n o de lo s

fen ó m en o s soc iocu ltu ra les m ás atractivos e in teresantes, en ín tim a relación con el au ge de

la s periferias en el d iscu rso p osm od ern o , con la co n sig u ien te d escen tra lizac ión de la

cultura, y con la s ló g ic a s ten sio n es entre la g lo b a liza c ió n y el lo c a lism o [ . . . ] , en cu y o s

m apas in teriores d esca n sa el é x ito y la popularidad de autores tan con sagrad os co m o D a n ie l

M o y a n o y H éctor T izó n en A rgentina, H ernán R ivera L ete lier en C hile , o lo s recien tes

narradores del N o rte de M é x ic o » (2007: 1 5 9 -1 6 0 ).

P or otra parte, en este a n á lisis de las im á g en es esp a c ia les , la autora tam b ién m uestra

la recurrente prob lem ática de la exp resión am ericana y su re lación con la d e fin ic ió n de la

identidad continenta l, p ro ceso q u e m u ch as v e c e s fu e «el d irecto resp on sab le de las m ás

audaces e im a g in ativas so lu c io n e s» (2007: 4 5 ). E n e fec to , co m o sab em os, d esd e que

descubridores, con q u istad ores y co lo n iza d o res se enfrentaron a la tarea de la d escrip ción

del N u e v o M u n d o hasta lo s tex to s literarios m ás recien tes de la literatura latinoam ericana,

lo s escritores han b u sca d o con tin u am en te so lu c io n es a la aprop iación y representación del

esp a c io a través de d istin tos recursos literarios, e s tilís t ico s e id e o ló g ic o s para co lm ar la

n ecesid ad de nom brar y revelar las d istin tas rea lidades que con stitu yen la p o licrom a

geo g ra fía continental.

E ste fen ó m en o ha sid o en a lgu n os p er io d o s a ltam ente s ig n ifica tiv o , co m o en el de

la s lu ch as de In d ep en d en cia cuando lo s escritores del s ig lo XIX b uscaron conquistar de

n u ev o su «naturaleza enajenada», co m o la lla m ó C arlos F u en tes, para despojarse de

im á g en es heredadas de una trad ición que n o era la propia. E s p recisam en te acerca de este

p rop ósito don d e A lic ia L larena ha n otado la re levan cia del trabajo d e aprop iación y

reco n o c im ien to de la naturaleza en la escritura h isp an oam erican a por lo cual, señala , resulta

m u y interesante «una lectura de sus esp a c io s literarios co m o im á g en es s ig n ifica n tes de la

cultura am ericana, de sus puntos de v ista , de su p asad o y aún de su d estin o» (20 0 7 : 43 ). 74

74 «La tendencia documental y naturalista de la novela hispanoamericana obedecía a toda esa trama original de nuestra vida: haber llegado a la independencia sin verdadera identidad humana, sometidos a una naturaleza esencialmente extraña que, sin embargo, era el verdadero personaje latinoamericano: el conquistador llegó en busca de los tesoros de la naturaleza, no de la personalidad de los hombres, y liberarse, en la segunda década del siglo XIX del conquistador, significaba también convertir la naturaleza enajenada en naturaleza propia» (Fuentes, 1997: 11).

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M en cion arem os, por ú ltim o , d os de lo s estu d ios m ás im portantes de una autoridad

en el tem a de e sp a c io y la literatura h ispanoam ericana, n o s refer im os a Fernando A ín sa . En

el libro inaugural y y a c lá s ico , Id e n tid a d cu ltu ra l de Ib e ro a m érica en su n a rra tiva (1 9 8 6 )

d ed ica toda la segu n d a parte a un e x ten so y deta llad o estu d io de este tem a q u e relacion a

con la representación de las id entidades. E n este apartado q u e titu la « S ig n ific a c ió n

n o v e le sc a del e sp a c io » , A ín sa e x p lica có m o en el desarrollo de la literatura

h isp an oam erican a se p asó de la sorpresa ante la ex ten sió n g eo g rá fica del N u e v o M u n d o a

fundar un verdadero sistem a literario de lugares q u e in tegra en su cartografía cultural lo s

e lem en to s m ás h etero g én eo s en «una v is ió n ú n ica y coh eren te d e lo am erican o» (1986: 16).

E n el decu rso d e esta parte sem inal para el tó p ico del esp ac io , el autor d escrib e las

diferen tes form as con q u e se fu e reso lv ien d o la aprop iación y d escr ip c ió n de lo s su c e s iv o s

paisajes literarios. E n sus propias palabras:

Si muchos textos reflejan un conflicto y un enfrentamiento de la identidad prim ordial con

los elementos naturales (narrativa de la selva y de las altas montañas), otros han reflejado

el horror al vacío (las pam pas y desiertos), mientras que algunas obras injertan sus

personajes en un escenario decorativo y lleno de detalles pintorescos. M ás recientemente,

el modelo literario ha buscado la armónica integración de técnicas y form as en un contexto

en el que ser y existencia se han confundido en una sola identidad (1986: 159).

S in em bargo, es en la obra m ás recien te de A ín sa , D e l topos a l lo g o s: p ro p u esta s de

u n a g eo p o é tica (2 0 0 6 ), don d e este tó p ico se estud ia d esd e una v is ió n in terd iscip linar. En

ella , analiza en deta lle lo s s ím b o lo s con lo s q u e se ha representado las form as del paisaje

la tin oam erican o y las im á g en es q u e el escritor ha e leg id o para verbalizarlas en el d iscurso

literario. E l libro tien e una in trod u cción teórica en la que repasa y articula n o c io n es de

f ilo so fía , h istoria, g eo g ra fía y teoría literaria para hacer una lú c id a re flex ió n sobre el tó p ico

del e sp a c io y la creación literaria, esta b lec ien d o re la c io n es entre el e sp a c io m ental del

creador y el e sp a c io de la creación literaria; entre la subjetiv idad y su ex ten sió n sim b ólica ,

con lo cual el e sp a c io del tex to in tegra lo o n to ló g ic o y lo to p o ló g ic o , co m o él lo exp lica:

Todo espacio que se crea en el espacio del texto instaura una gravitación, precipita y

cristaliza sentimientos, comportamientos, gestos y presencias que le otorgan su propia

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densidad en lo que es la continuidad exterior del espacio mental. En resumen en lo que es

la creación de un espacio estético (2006: 35).

E s p recisam en te este e sp a c io e sté tico el surtidor de las im á g en es g eopoé ticas, co m o

d en om in a A ín sa a las rep resen tacion es e sp a c ia les literarias, las cu a les estudia

deta lladam ente en tres apartados. E n el prim ero, an a liza la fu n d ación del e sp a c io y la

identidad am ericana en lo s relatos acerca de la conquista , la s n o v e la s reg ion a lista s y lo s

relatos te lú ricos, d eten ién d o se esp ec ia lm en te en el to p o s de la se lv a y la representación de

lo s ríos en la f ic c ió n literaria. E n el segu n d o apartado, A ín sa rev isa las d istin tas m etáforas

con las cu a les se ha s ig n ifica d o el e sp a c io urbano en la literatura la tinoam ericana y

u n iversa l; e sp ec ia lm en te in teresante es la se c c ió n que d ed ica a la representación del jardín

en la literatura urbana, reducto del cam p o en la c iu d ad . Y por ú ltim o , en el pasaje

d en om in ad o «Frontera», A ín sa estud ia la co n figu rac ión s im b ó lica d e este territorio lím ite

d eten ién d o se en la frontera norte d e M é x ic o y su antípoda, la reg ión de A rgentina , para

reflex ion ar acerca de la relación con la alteridad y sus d iversas rep resen tacion es literarias.

E sto s tem as son de esp ec ia l re levan cia para el p en sam ien to actual que se preocupa por

exp licar las re lac ion es in terculturales y el m ulticu ltu ra lism o con sid erán d olas, tam bién ,

d esd e la p rob lem ática espacia l.

L as obras que h em o s repasado, son una m uestra de la im portancia y del ren ovad o

in terés que la ca tegoría del e sp a c io h a v en id o adquiriendo en el a n á lisis literario, pero sobre

to d o del « e n v ite » in terd iscip lin ario actual para acercarnos a u n a com p ren sión m ás

integradora de esta realidad en la f ic c ió n literaria. L a con ju n ción de persp ectivas

d iscip linarias, ob serva G arcía S an to T om ás, h a en riq u ecid o la interpretación del tex to « co n

n u evas form as de lectura y an á lisis, esta b lec ien d o fecu n d as e in so sp ech a d a s re lac ion es

entre lo s e sp a c io s h istó r ico s y su exp resión esté tica» (20 0 4 : 35).

E n con c lu sió n , co m o h em o s m ostrado en el decu rso de este apartado, el estu d io del

esp a c io es un tem a de gran re levan cia , p u es en su p ercep ción , rep resen tación y

ca tegor ización se p on en en ju eg o m ú ltip les co m p o n en tes de la naturaleza y la cultura del

in d iv id u o . L a co m p lejid ad de la realidad actual y el surg im ien to de n u evas form as de

re flex ió n acordes con este n u ev o esp a c ia lism o dem andan la con stru cción de n u ev o s

e d ific io s teó r ico s en torno a esta p rob lem ática que in tegren en su d e fin ic ió n su m aterialidad

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fís ica , la d im en sió n an tropológica , soc ia l e h istórica y su rep resen tación en lo s d istin tos

d iscu rsos de la cultura.

2 .6 E sp a c io e im a g in a c ió n

Creación tiene un polo, hombre se llama.

Allí donde hay un hombre se anuda el universo.

Dámaso Alonso

«E n tanto ser en el m u n d o» , el hom bre es un ser esp acia l, y por la tanto, fundador de lugar

y creador de p ersp ectivas, afirm a A ín sa (2 0 0 6 :1 8 ). N u estro cuerpo ocu p a un lugar en el

esp a c io y el e sp a c io a su v e z n o s pre-ocupa. D e ahí que la ex p er ien c ia hum ana de esta

realidad se fun d am en te tanto en una d im en sió n b io ló g ic a co m o o n to ló g ica . L a d im en sión

esp acia l hum ana p rov ien e de la exp er ien c ia in m ed iata sobre el entorno, de las re lac ion es

que la p ercep ción esta b lece entre lo s ob jetos que lo con stitu yen y de la d istancia que lo s

u n e o separa. E l e sp a c io se p ercib e c o m o una ex ten sió n f ís ic a que el o jo ahonda, que le da

p rosp ectiv id ad y v o lu m en esta b lec ien d o redes entre lo s e lem en to s que lo con stitu y en y lo

dem arcan. L o s lím ite s y fronteras separan el centro — don d e se u b ica el sujeto o la

com u n id ad a la que se p erten ece— de aq u ello que se ex tien d e co m o ca o s hasta n o p o seer lo

y dom inarlo , prim eram ente, m ed ian te una rep resen tación m ental.

L a im a g en m ental del e sp a c io surge del acto de percib ir la d istan cia entre el cuerpo

y lo s ob jetos del entorno, de la p ercep ción y organ ización de esto s para com prenderlos. L as

prim eras im p resio n es del entorno se ordenan y sistem atizan gracias a la facu ltad s im b ó lica

del hom bre y así se pasa de la exp er ien c ia in m ed iata del e sp a c io a su representación , al

lugar co n sign ifica d o . E l esp a c io , por tanto, n o se d efin e so lo por su m aterialidad fís ica , es

n ecesar io considerar en su com p ren sión la in stan cia s im b ó lica co n la cual el in d iv id u o y la

soc ied ad lo sign ifican . 75

75 Heidegger (1980: 127) lo dice de esta manera: «Ni el espacio es en el sujeto ni el mundo es en el espacio. El espacio es, antes bien “en” el mundo, en tanto que el “ser en el mundo”, constitutivo del “ser ahí”, ha abierto un espacio. El espacio no se encuentra en el sujeto ni este contempla el mundo como si fuese en un espacio, sino que [...] el ser ahí es espacial».

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E l e sp a c io se v in cu la , prim eram ente, a la exp er ien c ia y p ercep ción particular de

cada in d iv id u o con el entorno. P or eso , las re la c io n es con el e sp a c io son profundam ente

subjetivas, p u es p rov ien en de la exp er ien c ia v ita l e intransferib le que tien e cada in d iv id u o

del m undo: « N o hay m ás e sp a c io que el que e sto y recorriend o», d ice Z um thor (1994: 16),

alu d ien d o a esta re lación com p leja con el e sp a c io en el que d esp leg a m o s la ex isten c ia

propia y por la cual el e sp a c io abstracto a d v ien e en e sp a c io v iv id o .

S in em bargo, la d im en sió n esp acia l del ser hum ano co n llev a , adem ás, un

co m p on en te socia l, p u es tod a v is ió n ind iv id u al del e sp a c io se in scrib e en la v is ió n de la

soc ied ad a la que pertenece, así co m o el habla se in scrib e en el d iscurso. E sta v is ió n socia l

surge co m o producto d e las prácticas so c ia le s que se encargan d e la transform ación

perm anente de la naturaleza por el trabajo hum ano. D e sd e esta p ersp ectiva , el e sp a c io es

una con stru cción soc ia l que se orig ina de la activ idad hum ana para cam biar el entorno

ad ecu án d olo a las n eces id a d es de lo s d istin tos grupos so c ia les . E s este el llam ad o « esp a c io

so c ia l» en el cual, a d iferen cia del in d iv id u al, se rea liza la a cc ió n co lectiva .

E n ten d id o de esta m anera, la n o c ió n del e sp a c io n o so lo p rov ien e de la d im en sión

esp acia l hum ana, de la co n c ien c ia b io ló g ic a prim aria del esp a c io , se genera, adem ás, por el

m o d o e sp e c íf ic o en que el grupo d e p erten en cia soc ia l del in d iv id u o se relacion a con el

entorno, por e so la s re la c io n es del e sp a c io com p ren d en tanto a la naturaleza co m o a la

socied ad . S ob re el e sp a c io socia l se p royecta la organ ización del grupo d iseñando,

proyectando, con stru yen d o o im ag in an d o lo s e sp a c io s d esea d o s o futuros y así la

m aterialidad del e sp a c io arraiga tanto en las prácticas so c ia le s co tid ian as co m o en las

represen tacion es de estas prácticas.

P or ú ltim o , el e sp a c io surge tam b ién de lo s m ú ltip les d iscu rsos que lo s grupos

so c ia le s han elaborado para representarlo, com p ren d erlo y apropiárselo , porque, co m o

señala Z um thor (1994: 54 ), «N om brar un lugar es tom ar p o se s ió n de é l» . U n m apa, el

p o em a del lugar añorado, un libro de G eografía , la im a g en p lástica de un lugar, la

d escrip ción literaria de un esp a c io , el m o d e lo de E u c lid es , son represen tacion es

co n v en c io n a le s del e sp a c io que coad yu van a su fu n d ación . E n ten d id o de esta m anera, la

esp acia lid ad se con form a en to n ces tanto por la m ateria f ís ic a co m o por la m ateria cultural

que se exp resa en lo s d isp o s it iv o s d iscu rsiv o s de la socied ad ; es m ás, c o m o señala, M ich el

M a ffeso li (2007: 4 5 ), « esta c o sa f ís ic a que es el e sp a c io n o p u ed e ex istir m ás que a partir

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del d iscu rso m u ltiform e que la m en c io n a o que la v e» . Particularidad que es m ás ev id en te

en el del d iscu rso literario, p u es lo s e jem p lo s de có m o la p ercep ción y la p rod u cción textual

artística d esp lieg a n im á g en es fu n d a cio n a les de la realidad son n u m ero so s.76 L a literatura de

la con q u ista y c o lo n iz a c ió n am ericana es u na m uestra de có m o la d escr ip c ión del entorno

natural, d esd e d istin tas va lo ra c io n es, exp ecta tivas, d e se o s e in tereses in d iv id u a les y so c ia le s

fu e forjando — in ven tan d o d ice E dm u n d o G orm an— un continente. P or eso , P az (c itad o

por A ín sa , 1996: 6 8 ), afirm a que «L a naturaleza n o es s in o un punto de vista; lo s o jo s que

la contem plan , o la vo lu n tad que la cam bia. E l p aisaje es p o esía o h istoria, v is ió n o trabajo.

N u estras tierras o c iu d ad es cobraron ex isten c ia real apenas las nom braron n uestros p oetas o

n o v elista s» .

L a m etáfora del e sp a c io co m o producto d e len g u a jes o d iscu rsos que conform an en

un tex to p lu risem án tico ha sid o retom ada en la s geo g ra fía s de la posm odern idad . Juan

N o g u é , a p rop ósito de esta form a de co n ceb ir la esp acia lid ad , afirma:

[ ...] la construcción y aprehensión de la realidad es un constante juego de lenguajes,

significaciones y representaciones. E l mundo y sus múltiples lugares y paisajes deben ser

leídos como textos y en el marco de la deconstrucción, la intertextualidad se convierte en el

nuevo discurso (2004: 172).

P or lo anterior, en la d e fin ic ió n y com p ren sión de la n o c ió n esp a c io , ten d rem os que

considerar, adem ás de la naturaleza fís ica , su transform ación m ed ian te el d iseñ o o la

im ag in a c ió n a través de represen tacion es s im b ó lica s y la p rod u cción d iscu rsiva del e sp a c io

y sobre el esp ac io , que funda lu gares trascen d ien d o la m aterialidad to p ográfica para

constitu irla en tex to . C om o d ice A ín sa (2006: 26): «C onstruir y habitar concretan el lugar,

el to p o s ; al d escrib irlo se lo trascien d e en lo g o s». P o d em o s conclu ir , por tanto, que en la

con stru cción del e sp a c io actúa la p ercep ción hum ana para aprehender la ex ten sió n fís ica , la

im ag in a c ió n o la p ro y ecc ió n para d iseñarlo y representarlo, y el len gu aje para convertirlo

en d iscu rso y en sím b o lo . Integrando esto s tres a sp ecto s p o d em o s entender la d e fin ic ió n de

O rtega V alcárcel:

76 Al respecto, Whorf (citado por Edward T. Hall, 2003: 115) señalaba que «Ningún individuo es libre de describir la naturaleza con absoluta imparcialidad y se ve obligado a ciertos modos de interpretación, aunque al hacerlo se cree enteramente libre».

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E l espacio es una construcción social que al mismo tiempo pertenece al mundo material

productivo, al mundo mental simbólico y al mundo de la comunicación y el lenguaje. Es

discurso, es representación y es materialidad. Ignorar cualquiera de estas dimensiones o

instancias de lo geográfico representa una reducción y p o r tanto, una amputación y

simplificación de la realidad (2000: 525).

T om an d o en cuenta esta n o c ió n m ú ltip le p o d em o s co n clu ir que la im a g en del

esp a c io es la m ayor de las rep resen tacion es que p u ed e darse en la m en te d e un ser hum ano,

p u es co n tien e a la v e z u na im a g en socia l y g lob a l del m u n d o y una serie de im á g en es de su

m undo cotid ian o , de lo s s itio s p erson ales en lo s que se m u ev e , de lo s lugares que habita,

que sufre, am a o d etesta y en lo s que se desarrolla su ex isten c ia : « d esd e el m u n d o concreto

de la cotid ian eid ad hasta las rep resen tacion es de lo im a g in a r io » (Saldarriaga R oa,

2 0 0 2 :1 4 9 ).

S o n estas series d e im á g en es superpuestas que el artista o escritor tien e en su m en te

cuando está tram ando su obra, es decir, co n flu y en en el acto de creación la representación

esp acia l de la cultura a la que pertenece, co m o la de lo s e sp a c io s p erson ales habitados,

an h elad os o im agin ad os. E n la p ro y ecc ió n del e sp a c io concurren tod as estas d im en sio n es

que se m aterializan , con d iferen tes s ig n ifica c io n es y m ed ian te d istin tas estrateg ias en la

con figu rac ión d iscu rsiva del m u n d o artístico o del f ic t ic io en el relato literario. Y este

p ro ceso su ced e tam b ién en la m en te del lector, el cual al s ig n ifica d o s im b ó lic o del e sp a c io

f ic t ic io le añade su propia exp er ien c ia de lo s lugares v iv id o s o im ag in ad os, creando así su

propio e sp a c io en el tex to literario.

P or otra parte, es im portante considerar tam b ién el papel del lector en la

con stru cción e in terpretación del tex to , p u es en la lectura, el e sp a c io literario “instaura una

gravitación , precip ita y cr ista liza sen tim ien tos, com p ortam ien tos, g e s to s y p resen cias que le

otorgan su propia d ensidad en lo que es la continu idad exterior del e sp a c io m ental. En

resum en, en lo que es la creación de un e sp a c io e s té tico ” (A ín sa , 2006: 3 5 ). L a lectura, por

tanto, co m o ob serva A ín sa , tien d e un puente entre la d im en sió n o n to ló g ica del e sp a c io y la

d im en sió n to p o ló g ica , esta b lec ien d o de e se m o d o un sistem a co m u n ica tiv o entre el m undo

de la obra literaria y el m ental, co m o parte d e u na co m u n ica c ió n y tránsito natural entre el

esp a c io real, soc ia l y su b jetivo , y el e sp a c io estético .

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P or otra parte, es im portante considerar tam b ién el papel del lector en la

con stru cción e in terpretación del tex to , p u es en la lectura, el e sp a c io literario “instaura una

gravitación , precip ita y cr ista liza sen tim ien tos, com p ortam ien tos, g e s to s y p resen cias que le

otorgan su propia d ensidad en lo que es la continu idad exterior del e sp a c io m ental. En

resum en, en lo que es la creación de un e sp a c io e s té tico ” (A ín sa , 2006: 3 5 ). L a lectura, por

tanto, co m o ob serva A ín sa , tien d e un puente entre la d im en sió n o n to ló g ica del e sp a c io y la

d im en sió n to p o ló g ica , esta b lec ien d o de e se m o d o un sistem a co m u n ica tiv o entre el m undo

de la obra literaria y el m ental, co m o parte d e una co m u n ica c ió n y tránsito natural entre el

esp a c io real, soc ia l y su b jetivo , y el e sp a c io estético .

P or otra parte, es im portante considerar tam b ién el papel del lector en la

con stru cción e in terpretación del tex to , p u es en la lectura, el e sp a c io literario “instaura una

gravitación , precip ita y cr ista liza sen tim ien tos, com p ortam ien tos, g e s to s y p resen cias que le

otorgan su propia d ensidad en lo que es la continu idad exterior del e sp a c io m ental. En

resum en, en lo que es la creación de un e sp a c io e s té tic o ” (A ín sa , 2006: 3 5 ). L a lectura, por

tanto, co m o ob serva A ín sa , tien d e un puente entre la d im en sió n o n to ló g ica del e sp a c io y la

d im en sió n to p o ló g ica , esta b lec ien d o de e se m o d o un sistem a co m u n ica tiv o entre el m undo

de la obra literaria y el m ental, co m o parte d e una co m u n ica c ió n y tránsito natural entre el

esp a c io real, soc ia l y su b jetivo , y el e sp a c io estético .

2 .6 .1 L a p e r c e p c ió n h u m a n a en la im a g in a c ió n e sp a c ia l

O rgan izam os una im a g en del m u n d o gracias a la con ju n ción de m ú ltip les ex p erien cias

sen soria les e in te lec tu a les que n o s perm iten una p ercep ción de la realidad. E sta p ercep ción

se exp resa en prácticas u n iversa les las cu a les n o s perm iten ubicarnos, orientarnos, poner

lím ites , m ed ir y tom ar p o se s ió n del esp a c io , que es, co m o afirm a F ernando A ín sa

(1 9 8 6 :1 5 6 ), «e l prim er g esto del hom bre de cualqu ier c iv iliza c ió n » .

P or la p ercep ción , segú n M erleau P on ty (19 6 2 : 2 0 7 ), el cuerpo se ex tien d e a través

de lo s sen tid os para d ia logar con el m undo, recreán dolo y recon stru yén d o lo a cada

m om en to en nuestra co n cien c ia . S in em bargo, este d iá lo g o n o es so lo sensoria l, si b ien es

cierto que lo s actos p ercep tiv o s están co n d ic io n a d o s por factores p s ic o f is io ló g ic o s , tam bién

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lo s factores cu lturales determ inan las form as sen sor ia les e sp e c íf ic a s con las que77exp erim en tam os y n o s re la c io n a m o s con el m undo.

P or ejem p lo , en el ca so del sen tid o de la v ista , el m ás im portante para la

organ ización de la realidad, si ver y procesar la in form ación en el cerebro son fu n c io n es

naturales, la interpretación de la im a g en v isu a l se rea liza de acuerdo con d isp o sitiv o s

cu lturales aprendidos en fu n c ió n de « c iertos h áb itos y esq u em as que dan a las

in fo rm a cio n es p roven ien tes del o jo una estructura, una coh eren cia y un s ig n ifica d o »

(G o n zá lez O choa, 2 0 0 1 : 14). Y este m ism o p ro ceso de s ig n ifica c ió n que ocurre con la v ista

su ced e con cada sen tid o que con form a el s istem a sen soria l cuando interpretam os las

im á g en es recib id as del m undo.

L a p ercep ción , en ton ces, otorga sen tid o a la realidad percib ida, por eso ,

parafraseando a G ood m an , p o d em o s afirm ar que nada se p e rc ib e d esn u d o o desnudam ente;

lo s sen tid os « se lecc io n a n , rechazan, organizan , d iscrim inan, asocian , analizan , construyen ,

no captan la realidad co m o datos sin atributo a lguno s in o co m o co sa s, a lim en tos, gente,

en em ig o s , estrellas, arm as» (c itad o por G o n zá lez O choa, 2005: 15). L a p ercep ción , adem ás,

presupone una se le c c ió n de lo s e lem en to s del m undo que m ás in teresan a la persona o a la

soc ied a d y , segú n lo s sen tid os u tiliza d o s, se enfatizarán d iferen tes cu a lid ad es de lo

p ercib id o (en P im en te l, 1996: 85). N o hay, por tanto, un p o sic io n a m ien to neutro, una

m irada pura en la im a g en con que con stru im os el m undo.

L a p ercep ción , por otra parte, está som etid a a d eterm in acion es h istóricas, pues

segú n la ép o ca o la cultura se esta b lecen d iferen tes jerarq u izac ion es y co m b in a c io n es de lo s

sen tid os que in flu y en en la con form ación de ex p er ien c ia s d istin tas de la realidad. E n la

cultura del M e d io e v o , por ejem p lo , predom inantem ente oral, se p r iv ileg ió el sen tid o del

oído; sin em bargo, con el arribo de una cultura letrada en el R en a cim ien to , la v is ta adquiere

un va lo r cada v e z m ás relevante hasta llegar a estab lecerse una form a de organ izac ión de la

realidad pred om in an tem en te v isu a l. D eb id o a esta prim acía de la v ista , las im á g en es del78esp a c io se m arcan por lo que D a n ie l H iernaux d en om in a «ocularidad».

L o s cam b ios en la va lo ra c ió n del s istem a sen soria l han in c id id o en las distintas

p ercep cio n es y co n cep c io n es del e sp a c io ob lig a n d o al sujeto a buscar n u evas form as de 77 78

77 Para Jerome Monnet (2002: 11), incluso en los actos perceptivos, «No hay sensaciones puras, no hay más que experiencias sensoriales culturales determinadas por las representaciones».78 Daniel Hiernaux (2007: 21) señala que los otros dos rasgos son la «profundidad» y la «ubicuidad».

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expresarlo en lo s d iferen tes órd en es de la v id a , in c lu y en d o el ám b ito esté tico . L a

p reem in en cia de la cultura v isu a l in c id e , por ejem p lo , en la creación de un n u ev o

paradigm a que co n c ib e el e sp a c io co m o una con stru cción de lín ea s y puntos sujeta a le y e s

m atem áticas. E ste paradigm a, a su v e z , in flu y e en la creación de la p ersp ectiva g eo m étr ica

en la ép o ca renacentista la cual determ inó otra m irada del e sp a c io e x ig ie n d o una n u eva79representación y una lectura d istin ta de la obra artística.

E n el ca so de la literatura, G arcía Santo T om ás (2 0 0 4 ) n o s o frece otro ejem p lo con

la s tran sform acion es suscitadas en E uropa occid en ta l durante el s ig lo XVI ante el

su rgim ien to del p aisaje urbano que im p u so n u evas form as de representación . E n este

periodo, ex p lica el autor, se registra una perm uta en la jerarquía y co n fig u ra c ió n sensorial

de la E dad M ed ia en la cual so lo la v is ió n y el o íd o — sobre to d o este ú ltim o por su relación

con la p o esía y la m ú sica m ística — se consideraron sen tid os esté tico s , el resto de lo s

sen tid os, por ser m ás corporales, se co n ceb ía n co m o « estím u lo s b ajos» . S in em bargo, según

G arcía Santo T om ás, durante el p eriod o B arroco se in ic ia un cam b io e p is te m o ló g ic o

co n ced ien d o a otros sen tid os el m ism o valor, co m o se p u ed e observar en las obras de L op e

de V eg a , C alderón de la B arca, T irso de M olin a , Juan de Z abaleta, S alas de B arb ad illo ,

entre otros. E n sus d escr ip c io n es del n u ev o p aisaje urbano, ex p lica el autor, se m e z c la lo

esté tico con lo sensual, « lo alto con lo bajo» representando así una g eo g ra fía sensual del

entorno m adrileño (G arcía Santo T om ás, 2004: 49 ).

L as tran sform acion es en el s istem a sensoria l enm arcan otras « lectu ras» del e sp a c io

situando al sujeto en una p o s ic ió n distin ta ante el m undo. C o m o ex p lica D e C ham berlain

(1 9 9 6 :8 6 ), « U n cam b io de sen tid o es un cam b io de d irecc ión que im p lica un ca m b io de

actitud, un cam b io de “p ersp ectiva” y e se cam b io está correlacion ad o a una m o d ifica c ió n

en la exp er ien c ia de estar en el m undo». E n otras palabras, las form as e sp e c íf ic a s de

situarse en el e sp a c io están correlacion adas con lo s m o d o s de percib irlo forzando y

orig inando n u evas form as de ex p resió n en to d o s lo s ám bitos, aunque en nuestro trabajo n os

ab ocarem os a aq u ellas q u e filtran las m a n ifesta c io n es literarias.

L a exp er ien c ia o n to ló g ica y b io ló g ic a de «estar en el m u n d o» se exp resa a través de

una práctica un iversa l que co n siste en representar el e sp a c io con una serie de im á g en es que 79

79 González Ochoa (2005: 8) explica que este cambio de paradigma espacial provocó «la sustitución de una imagen del espacio con cualidades expresivas por la de una construcción teoréticamente infinita de puntos y líneas sujeta a leyes matemáticas».

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estab lecen u na m ed ia c ió n s im b ó lica entre el hom bre y su entorno in form an d o el esp a c io

p ercib id o en un e sp a c io representado. L o s sistem as s im b ó lico s fundan nuestros

im agin arios e sp a c ia les y expresan el m o d o en el que un sujeto o una com unidad

interrelaciona, interpreta y se apropia de un lugar, por eso , d ice Z um thor (19 9 4 : 17), «T od a

aprop iación del e sp a c io in c lu y e un asp ecto irracional y fan tasioso» .

D e to d o s lo s sistem as s im b ó lic o s creados por el hom bre, el len gu aje e s el que m ejor

exp resa la esp acia lid ad n o so lo por la cantidad im portante de vocab u lar io referente al

esp a c io o porque m o d e la y m uestra una v is ió n d e la realidad, lo que es m ás im portante,

porque n o s perm ite nom brarla y en este acto de nom brar, co m o d ice el f i ló s o fo T eod oro

A d orn o (19 7 1 : 7 5 ), « su ced e el m undo». N om brar, recordem os, n o es un h ech o in d iv id u al,

sin o un acto so c ia l, por lo que en el len gu aje se m an ifiesta la form a en la que una soc ied ad

determ inada p ercibe, representa, e x p lica y an a liza su im a g en del m undo. D e ahí que tanto

en el en u n ciad o verbal con el cual nom bram os el m u n d o co m o en la m irada con que lo

organ izam os hay siem pre una p ersp ectiva so c ia l; la im a g en del m u n d o se con figu ra por82v a lores so c ia le s co m o por la co n c ien c ia del in d iv id u o» .

P or la in term ed iación lin g ü ística y por la d e otros sistem as s im b ó lico s , la

representación esp acia l entra al ám bito de lo cultural con form an d o distin tas im á g en es d e la

realidad com partidas por una com u n id ad en un tiem p o d efin id o . A sí, aunque ordenar lo s

esp a c io s en una rep resen tación es una práctica u n iversa l, d ifiere de una soc ied ad o una

83com u n id ad a otra la representación que cada una de estas se haga del esp ac io .

E stas variantes in flu y en en to n ces en la im a g in a c ió n y co n cep c ió n del esp a c io

d esp legan d o distin tas form as de figurarlo con las cu a les cada com u n id ad con form a su

co n cep c ió n del m undo. L o s esq u em as representativos, en ton ces, están co n d ic io n a d o s por * 81 82 83

0 Daniel Hiernaux (2007: 20) explica que la percepción transforma inmediatamente el objeto percibido en una imagen que a su vez engendra otras, y es por este proceso que lo representado a través de la imaginaciónsufre una transformación simbólica.81 El antropólogo Edward T. Hall (2003: 43), revisando en el vocabulario inglés las palabras referentes al espacio, descubría asombrado este hecho y anotaba: «En una lista provisional salieron cerca de cinco mil vocablos que podían clasificarse en relación con lo espacial. Esto significa veinte por ciento de las palabras que contiene el diccionario de bolsillo de Oxford. Aunque yo conocía a fondo mi propia civilización, no estaba preparado para este descubrimiento».82 Refiriéndose a la configuración del espacio urbano, Daniel Hiernaux explica: «Tal como no podemos decir la ciudad sin la lengua que estructura nuestra experiencia verbal, no podemos ver la ciudad sin la miradasocialmente elaborada que estructura nuestra visión individual» (2007: 11).83 No existe, por tanto, dice Saldarriaga (2002: 149), «una imagen completa del mundo, siempre aparecen nuevas representaciones o transformaciones».

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d iversos puntos de v ista cu lturales e in d iv id u a les que orientan las im á g en es e sp a c ia les de

cada su jeto y que han v e n id o segm en tan d o el e sp a c io en lu gares con d istin tos atributos,

c la s ificá n d o lo s , por ejem p lo , en rea les/im agin arios, sagrados/profanos, p r ivad os/p ú b licos,

m a scu lin o s/fem en in o s , lo c a le s /g lo b a le s , urbanos/rurales, in ter iores/exteriores e sté tico s o

carentes de b e lle z a .

E l g eó g ra fo D a v id L ow en th a l (c itad o por Santis A rena, 2004: 4 3 ), resp ecto a esta

co n flu en c ia de puntos de v is ta en la con fo rm a ció n de las im á g en es esp a c ia les , ha señ alad o

que « la su p erfic ie de la tierra se form a para cada p erson a por la refracción a través de len tes

cu lturales y len tes p erson a les de costum bre e im a g in a c ió n » . N o hay en to n ces una im a g en

com p leta del m undo, siem pre están en con stru cción n u evas im á g en es que van

transform ando la p ercep ción que ten em o s del entorno, co m o señala N a n c y Stephen:

La historia nos demuestra que no hay un mapa o imagen única del mundo natural que el

incremento del conocimiento vaya paulatinam ente completando, sino más bien diferentes

mapas y representaciones articulados y plasm ados p o r numerosos factores políticos,

culturales y estéticos, p o r opiniones sobre la realidad, códigos visuales y convenciones de

la representación (citado por N ouzeilles, 2002: 15).

E n esta co n fe c c ió n y d iseñ o de n u evas im á g en es del e sp a c io , el arte y la literatura

tien en un papel fundam ental, co m o señ a lam os antes, p u es con v ierten el ca o s en un orden

estéticam en te organ izad o con lo cual tam b ién contribuyen a la con fo rm a ció n de im á g en es

del m u n d o . P or su fu n ció n determ inante en nuestra p ercep ción del m undo, las im á g en es

esp a c ia les conform an una parte sustancial de n uestros acervos im agin arios. E so ex p lica por

qué a lgunas de estas im á g en es han ca lad o tan h on d o en la h istoria de la c iv iliz a c ió n

occid en ta l de tal m o d o que han p erv iv id o en la m em oria socia l y todavía , aunque

resign ificad as, s ig u en fu n cion an d o co m o b asam en to de las d istin tas in terpretaciones de la

realidad y co m o tal las en con tram os tam b ién en las obras artísticas y literarias. E stas son

la s llam adas im á g en es a rq u e típ ica s o ub icuas, refir ién d ose esta ú ltim a a la id ea de que

algunas de las im á g en es son u n iv ersa les y p erv iv en en el tiem p o en el im agin ario co lec tiv o . 84

84 Durand (1964) ejemplifica este tipo de imágenes con los arquetipos de la morada, la escalera, la espiral, la tumba, la isla y la cueva.

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2.6.2 Metáforas del espacio

A hora b ien , cu an d o lo s seres h u m an os em p ezaron a cu estion arse acerca de la naturaleza del

esp ac io , a tratar de exp licar esta n o c ió n y aq u ellas re lacion ad as sem án ticam en te — co m o

lugares, s itio s, p a isajes, territorios, r e g io n e s— lo convirtieron en una categoría , en un

ob jeto de a n á lisis de e lab orac ion es in te lec tu a les y c ien tíficas. L a h istoria n o s m uestra el

desarrollo d e este trayecto que v a «d e l saber un iversa l del esp ac io , al saber sobre el

esp a c io » (O rtega V alcárcel, 2000: 35).

H em o s d ich o antes que de las antiguas culturas, fueron lo s g r ie g o s q u ien es

reflex ion aron con m ás p ersisten c ia sobre la naturaleza del esp ac io . Su p reocu p ación por

encontrar e x p lica c io n es racion a les acerca de lo s fen ó m en o s a stron óm icos o terrestres lo s

lle v ó a proponer una im a g en in telectu a l del e sp a c io que le s p erm itió trascender de la

ex p erien cia esp acia l a la instauración de un saber sobre el e sp a c io (O rtega V alcárcel, 2000:

41). Para exp licar el u n iverso , lo s f i ló s o fo s g r ieg o s lo co n cib ieron co m o u n a esfera en cu y o

centro estaba la Tierra, tam b ién de form a esfér ica con form ad a por d os p o lo s , m erid ianos,

paralelos, una lín ea del E cuador, lín ea s del T róp ico y un eje. E sta im a g en del m u n d o es una

de las rep resen tacion es d e m ás arraigo en el im agin ario cultural de o cc id en te y aunque con

algunas var ia c io n es s ig u e u tilizá n d o se en el d iscu rso de la c ien cia . S in em bargo, ¿habría

que recordarlo?, aun con e se carácter c ie n tíf ic o es tan artific iosa co m o las im á g en es

c o sm o g ó n ica s o re lig io sa s con que se ha representado el m undo, es una m ás de las

con stru cc ion es que derivan del e sfu erzo in telectu a l por representar un e sp a c io para situarse

ante la realidad, y co m o tal le su b yace un acto de im ag in ación , p u es, co m o afirm a G racie la

M on ta ld o (2004: 15), «E ncontrar un lugar en el e sp a c io su p on e tanto un e jerc ic io de

v er ifica c ió n y estu d io co m o de im ag in ación » .

U n a de la s m ás rem otas rep resen tacion es del e sp a c io fu e im agin arlo co m o una

deidad fem en in a . E sta d io sa m adre sin ancestros, autocreada, d om in a arm ónicam ente la

reg ión ce le ste y to d o lo que ex is te en la Tierra. E s, adem ás, una deidad progenitora, p u es de 85

85 El geógrafo José Luis Ramírez (1996: 41) anota que los estudios de la Academia de Platón se reservaban para quien supiera geometría, es decir, para quien tuviera un pensamiento estructurado por el modelo espacial.

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e lla p rov ien en lo s an im ales, lo s árboles, sus frutos, las llu v ia s , las e sta c io n es, el mar, lo s

seres hum anos, la v id a , la m uerte y la regen eración (F lorescan o , 2006: 17).

C on una s ig n ifica c ió n m u y sim ilar a esta im a g en de m á tr ix có sm ica , en el p eriod o

de la in v en c ió n de la agricultura, el e sp a c io terrestre fu e a sim ilad o a una d iv in id ad telúrica.

L a T ierra era la M adre de la cual surgían tod as las form as v iv a s , se co n ceb ía así por su

fertilidad y por su capacidad de ren ovación . E l h istoriador E nrique F lorescan o , en su libro

Im á g en es de la P a tr ia (2 0 0 6 ), h ace un repaso de las nu m erosas rep resen tacion es que

expresan el poder de esta num en-m adre p roveed ora de lo s e lem en to s n ecesa r io s para la

v id a y ex p lica , adem ás, c ó m o esta im a g en fem en in a , por su co n e x ió n con lo s or ígen es, fue

extrapolada posteriorm ente a lo s relatos fu n d acion a les y a las represen tacion es a legóricas

de la Patria en d iferen tes icon ografías.

E n la actualidad, esta im a g en esp acia l se lo c a liz a en lo s d iscu rsos de nuestra cultura

co m o d ocu m en ta les, pinturas, fo tografías, f ilm es , m ú sica , tex to s c ien tífico s , rituales é tn ico s

o en rec ien tes d isc ip lin a s co m o la E co lo g ía , la E c o so fía o el E co fem in ism o , en lo s cu a les

la s arcaicas rep resen tacion es fem en in as del esp acio -m ad re han sid o revestid as con d istintas

s ig n ifica c io n es ante la p reocu p ación por el deterioro del m ed io am biente, pero sobre tod o

por el su rgim ien to de un n u ev o paradigm a so c ia l que en la p ro y ecc ió n de la im a g en del

esp a c io conjunta naturaleza y socied ad , s ig n o d istin tiv o de la p osm odern idad . E sta n u eva

v is ió n de la naturaleza en com u n ió n con el ser hu m an o contrad ice al m o d e lo cartesian o-

n ew to n ia n o que con su d istin c ión entre re s ex ten sa y res co g ita n s separa naturaleza e

in d iv id u o . E l p en sam ien to naturalista actual afirm a que el e sp a c io que el su jeto habita y el

esp a c io con que lo habita son parte de una tram a v ita l, por esa razón, n u evas corrientes de

p en sam ien to co m o la llam ad a E c o lo g ía profunda critican la form a de d o m in a c ió n utilitaria

y m ercantil de « la s so c ied a d es tecn ocrá tico -in d u str ia les que consideran que lo s seres

h u m an os estam os a isla d o s y separados [d e la naturaleza] y que d eb em o s ejercer nuestro

poder sobre el resto de la creación » (D ev a ll, 2 0 1 1 ).

O tra antigua m etáfora del e sp a c io derivada de la im a g en de la naturaleza co m o una

d iv in id ad telúrica y que tam b ién ha sid o extrapolada en la cultura occid en ta l a d istin tos

sistem as sem án ticos es la que se exp resa en el co n cep to g r ieg o de ecú m en e u tilizad a para

referirse a la rep resen tación del m u n d o co m o una casa có sm ica , co m o el d o m ic ilio sideral

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del ser h u m an o .86 E sta representación del c o sm o s p rov ien e, tal v e z , del h ech o de que la

casa co m o prim er e sp a c io del hom bre es su prim era v is ió n del m undo, co m o d ice

B ach elard (2011: 6 0 ), es «nuestro prim er u n iverso . E s rea lm ente un co sm o s. U n c o sm o s en

tod a la a cep ció n del térm ino».

M ed ian te el an á lisis de este sím b o lo , en su libro L a p o é tic a d e l e sp a c io (2 0 1 1 ),

B ach elard n o s m o tiva a realizar lo que él d en om in a un to p o a n á lis is , es decir, a estudiar lo s

lugares de nuestra v id a ín tim a, de lo s recuerdos, la im a g in a c ió n y de nu estros su eñ os. E n

este in ten to d e estab lecer u n a fe n o m e n o lo g ía del esp ac io , el autor d istin gu e tres

m od alid ad es d iferen tes de la C asa cu ya con stru cción n o es de m ateria les f ís ic o s sin o de

e v o ca c io n es , en su eñ o s y an h elos. Prim ero está la C asa del R ecu erd o que e s la casa natal, la

de la in fan cia don d e habitan nuestras rem in iscen c ia s m ás ín tim as; es un lugar perdido en el

tiem p o que la m em oria restituye, por e so el pasad o tien e aquí una im portancia vita l.

L a segu n d a es la C asa O n írica don d e se u b ica nuestra im ag in ación , llam ada así

porque «alberga el en su eñ o [ . . . ] p rotege al soñador y n o s perm ite soñar en paz» . E sta

m orada es el re fu g io de la im a g in a c ió n don d e p u ed e surgir libre para dar p aso a otros

u n iv erso s o m ateria lizarse m ed ian te el len gu aje en im á g en es p o ética s Y , por ú ltim o , la C asa

del P orven ir o C asa S oñ ad a que es «a v e c e s m ás só lid a , m ás clara, m ás vasta que tod as las

casas del pasado porque en e lla se concentra to d o lo que se ha estim ad o cóm od o ,

confortab le, sano, só lid o » (20 1 1 : 93).

P or la m ateria de la que están constru idas estas ed ifica c io n es , en el cap ítu lo «C asa y

u n iverso» , B ach elard m uestra có m o en la t ip o lo g ía de lugares la casa ocu p a un pu esto

p riv ileg ia d o en n u m erosos tex to s literarios de autores co m o B au d ela ire y R ilk e , cu yas

im á g en es de este e sp a c io configuran un sitio de refu g io , seguridad y tranquilidad.

R escatar del o lv id o la casa de la in fan cia , el lugar de origen o lo s s itio s don d e se ha

sid o fe liz , co m o d ice Ju lio R am ón R ib eyro , son m o tiv o s recurrentes en la h istoria de la

literatura, esp ec ia lm en te en literatura latinoam ericana. F ernando A ín sa (19 8 6 : 4 2 1 -4 4 3 )

d ed ica un apartado a analizar el e sp a c io fam iliar, el h ogar y la fa m ilia en varias n o v e la s

la tin oam erican as m en c io n a n d o co m o ejem p lo de q u ien es han representado este e sp a c io a

C arlos F u en tes (en L a s bu en a s con c ien c ia s), José D o n o so , Salvador G arm endia, A lfred o

86 Según Tulio (citado por Rico, 1986: 11), «El mundo es casi una casa común de dioses y hombres, y ciudad de unos y otros».

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B ry ce E ch en iq u e, B eatr iz G uido, C arlos M artínez M oren o , L ezam a L im a y H éctor R ojas, a

lo s que p odríam os añadir lo s nom bres de nuestras m ejores escritoras m ex ica n a s E len a

Garro, N e llie C am p ob ello , R osario C aste llan os e In és A rred on d o . P or su p u esto que en esta

larga lista el e jem p lo parad igm ático e s G abriel G arcía M árquez, cu ya n o v e la m ás

representativa de L atinoam érica , C ien a ñ o s de so ledad , en la que el autor recupera lo s

esp a c io s y su ceso s de su in fancia , llev a b a por títu lo orig in a lm en te L a ca sa (M en d oza ,

1982: 76 ). L a lista de autores que b u scan librar del o lv id o y del « n u m eroso tiem p o» , co m o

d ice B o rg es, esa e sp e c ie de paraíso perdido, es m u y larga en la literatura latinoam ericana,

p u es lo s e sp a c io s que albergaron las prim eras im p resio n es del m u n d o son, a fin de cuentas,

la s que m ás co n d ic ion an a un escritor m o tiv á n d o lo s a reconstruirlas por la escritura. Tal v e z

por e so el autor J o sé A n to n io B lá zq u ez afirm a que « lo s lu gares están situados en el t iem p o

y n o en el e sp a c io lo que h ace p o s ib le una transportación m á g ica de la realidad e in c lu so su

su stitu ción por un e sp e jism o » (en Tobar, 1986).

S in em bargo, la p resen tifica c ió n de lu gares y sitio s so lo se rea liza por la a cc ió n de

la m em oria . E l cuerpo e s en to n ces qu ien alberga la casa: e l cuerpo e s nuestra prim era

m orada. E n el d ecu rso de la h istoria , la h o m o lo g a c ió n co sm o s-ca sa -cu erp o se im p u so en el

im aginario cultural. E l cuerpo co m o im a g en del e sp a c io se encuentra registrado en

n u m erosos tex to s, pinturas, an tiguas cartografías y por su p u esto ha sid o un tó p ico constante

de lo s d iscu rsos artísticos y literarios. E n un cu rioso pasaje de L o s caba lleros, A ristó fan es

hace u n a com p aración de la top ografía co n o c id a con el cuerpo hum ano:

Terra autem omnis septem partes habet: caput et faciem , Peloponesum, magnarum

animarum habitationem. Sec undus Isthmus, medulla cérvix. Tertia pars, inter viscera

media praecordia, Ionia. Quarta crura, Helllespontus. Qunita, pedes. Bosporus transitus,

Trachias et eimerius. Sexta, venter, Aegyptus etpelagus Aegyptium. Septima, venter inferior

et longabo intestinum maius, Euxinus Pontus et Palos M eotis (citado por Rico, 1986: 16).

S in em bargo, tam b ién de origen h e lén ico , surge la id ea contraria de representar al

cuerpo co m o un m icro co sm o s. L a com p aración m ás antigua, segú n F ran cisco R ico , se 87

87 Para el estudio de esta imagen del espacio remitimos al libro El pequeño mundo del hombre, en el cual Francisco Rico hace un esclarecedor y minucioso repaso de numerosos textos de la cultura occidental que han expresado este pensamiento microcósmico.

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esta b lece entre el aire y el alm a, pero esta fu e reelaborada y am pliada. A s í se lle g a a afirm ar

que el hom bre co m o el u n iv erso está co m p u esto de s iete sustancias: a la carne le

corresponde la tierra; a la sangre, el roc ío ; lo s o jo s son el so l; lo s h u eso s, las p iedras; a la

in te lig en c ia le corresponde las n u b es; las v en a s y el ca b e llo son las yerbas de la tierra, y por

ú ltim o el alm a, la cual es co m o el v ien to . P or tal razón conclu ían: «E l hom bre es un

m undo breve, y el m undo, un hom bre e x ten so » (19 8 6 : 28 ).

S egú n Z um thor (1994: 18), la id ea del cuerpo co m o una rép lica del m u n d o es una

im agen arquetípica, p u es «e l cuerpo es nuestro lugar orig inario» , de ahí que tod as las

represen tacion es del e sp a c io p roced en de nuestra co n c ien c ia corporal y de la re lación que

esta esta b lece con el m undo. L a anatom ía hum ana co n d ic io n a un sistem a b inario de

o p o s ic io n e s — dentro, fuera; llen o , va c ío ; aquí, allá; cerca, le jo s — que d esp u és la cultura

cargará de va lores. E l cuerpo in c id e tam b ién en u n a organ ización del U n iverso: lo s cuatro

puntos card inales derivan de las form as b ilaterales que im p on en la n ecesid a d de recon ocer

entre delante, atrás; izquierda, derecha; arriba, abajo y centro. E sto s s itio s tam b ién se

investirán de d is ím ile s s ig n ifica c io n es segú n la cultura o la época.

E l reco n o c im ien to de este lugar p rim ig en io y el e sta b lec im ien to de re la c io n es del

cuerpo con el entorno, le h ace al sujeto un sitio en el e sp a c io instaurando d os órdenes de la

realidad: el e sp a c io exterior, referido a la ex ten sió n fís ica , y el interior, con figu rad o por una

geo g ra fía personal, tam b ién p ob lada por p aisajes, v a lle s , laberintos, m ares y astros. E sta

top ografía ín tim a m o tiv a recorridos que se expresan en lo s len gu ajes s im b ó lic o s del arte y

la literatura, e sp ec ia lm en te p en sam os en el arte vanguard ista y en la narrativa p s ic o ló g ic a

que inaugura Jam es J o y ce y V irg in ia W o lff , d on d e en lugar d e aventuras en el exterior hay

un v ia je al interior del personaje.

T am b ién , en el d iscu rso p o é tico com parar el cuerpo hum ano con la naturaleza o el

u n iv erso es un tó p ico recurrente, esta re lación esp ecu lar entre el m icro co sm o s y el

m a cro co sm o s dem uestra que en la con fig u ra c ió n de una im a g en del m u n d o lo que se

p royecta es al in d iv id u o m ism o; que en la ord en ación del m undo, el hom bre co m o el p oeta 88

88 En otra comparación se lee: «El hombre y el cosmos constan desde luego de siete esferas: la séptima es en uno la piel y en otro el firmamento; la sexta abarca en aquel el calor subcutáneo y en este los astros: la quinta, el calor de las venas y sedes de la inteligencia; la cuarta fronteriza, el diafragma y la luna, sedes de la inteligencia; la tercera, el aliento y el aire; la segunda, la sangre, los ríos, la vejiga y los lagos, el recto, carne y esperma, en el hombre, y piedra, tierra y calor y humedad, en el mundo» (Rico, 1986: 16).

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trazan y expresan sim b ó lica m en te al ser hum ano, co m o lo reve la Jorge L u is B o rg es en el

e p ílo g o a E l H a ced o r.

Un hombre se propone el ejercicio de diseñar el mundo. Transcurren los años, puebla un

espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas,

de peces, de lugares, de instrumentos, de astros, de caballos, de personas. Poco antes de

morir, descubre que aquel paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara (1997:

232).

R ela c io n a d a estrech am en te con esta idea, aparece una de las m ás su g estiv a s

represen tacion es esp a c ia les , aq u ella que co n c ib e la N atu ra leza co m o un gran lib ro cu y o s

s ig n o s son su scep tib les de ser interpretados. E sta m etáfora, que p o d em o s lo ca liza r d esd e la

p o esía hebrea, so b rev iv e en la ép o ca m ed iev a l y renacentista que im ag in a a la N atu raleza

co m o un libro de autoría d ivina, en el cual esta co m o sus criaturas es la exp resión v is ib le de

D io s . Sin em bargo, en el R en a cim ien to , la form a de « lectu ra» de la naturaleza se a leja de la

in terpretación h erm en éu tica m ed iev a l para acercarse gradualm ente a las co n c e p c io n e s de la

c ien c ia m od ern a .89 90

C o n algunas v a r iac ion es, esta m etáfora del m undo co m o un libro se encuentra en la

literatura. E n el en sa y o « M agias p arcia les del Q uijote» , B o rg es h ace un recuento de

a q u ello s libros de la literatura u n iversa l que han exp resad o esta idea, lu e g o retom ada por

C arly le, qu ien escrib ió que el m u n d o es una e sp e c ie de escritura sagrada que tratam os de

descifrar y en el que a lgu ien n o s escr ib e (1 9 9 6 . 4 5 -4 7 ). T am bién en la obra del propio

escritor argentino esta id ea es u n o de sus tó p ico s literarios y en otros autores de gén ero

fan tástico la tin oam erican os, co m o Cortázar, esta m etáfora es el asunto que estructura varios

de sus relatos.

L a im a g en del e sp a c io co m o un tex to , lo h ab íam os señ a lad o antes, se recupera

actualm ente en lo s m o d e lo s de las geo g ra fía s p osm od ern as que representan el esp a c io

urbano. E stas postu lan que la organ ización urbana d ep en d e de co m p le jo s sistem as

d iscu rsiv o s que se con stitu yen por la p ercep ción de lo s d istin tos grupos so c ia le s que la

89 Recuérdese, por ejemplo, los primeros versos del Salmo 16 : «Los cielos cuentan la gloria de Dios /y el firmamento anuncia la obra de sus manos/Un día emite palabra otro día90 Véase para este tema el ensayo de David R. Olson (1995), «Cultura escrita y objetividad: el surgimiento de la ciencia moderna».

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conform an e in teraccion an en lo s d istin tos lugares de la urbe. Segú n H u g o G agg io ti, « la

ciudad es la sum a de m ú ltip les d iscu rsos p roven ien tes de lo s su jetos que la habitan y el

d iscu rso que se im p o n e sobre lo s otros es el que con form a la im a g en de la c iu d ad , aun

cuando esta sea siem pre tem p ora l» (G agg io ti, s. f.).

H a y , ad em ás, p rofusas d e fin ic io n es de la ciudad que orientan d istin tos m o d o s de

estudiarlas, pero se im p o n e cada v e z m ás la id ea de que el e sp a c io urbano se d efin e por las

in teracc ion es so c ia le s y por la exp er ien c ia v ita l de q u ien es la habitan. E stas d istintas

exp er ien c ias so c ia le s y p erson a les generan nutridos d iscu rsos que expresan la p ercep ción

de la ciudad co n stitu y en d o así lo que G eorg L eidenberger, en su c la s if ic a c ió n tripartita del

esp a c io urbano llam a « la ciudad d iscu rsiva» la cual se con stitu ye, segú n él, por « la

co m u n ica c ió n lin g ü ística y s im b ó lica » y las rep resen tacion es, in d iv id u a les o co lec tiv a s,

d esd e las racion a les hasta la s u tóp icas que «co n stitu y en im agin arios de la ciudad» (2004:

7 2 -7 3 ) .91

L as im á g en es arquetíp icas del e sp a c io que h em o s v en id o repasando — c o sm o s, casa,

cuerpo y escritura— n o s m uestran que cuando un su jeto o una com u n id ad representan un

esp ac io , se representan tam b ién a sí m ism o s. Y v icev ersa , al trazar una im agen de u no

m ism o , se traza una im a g en del m undo, y así la geo g ra fía ín tim a corresponde

especu larm en te al e sp a c io externo, p u es n o so lo esta m o s h ech o s de tiem p o, s in o del e sp a c io

que n o s atraviesa, por lo cual, reflex ion ar sobre este tem a im p lica reflex ion ar sobre el

hom bre m ism o.

L a p o esía , n o s parece, e s la que ha cifrado en la d en sid ad de lo s v erso s, co m o si

fuera el a lep h d e B o rg es, la im a g en conjunta de cu erp o-u n iverso-escritu ra co m o una m ism a

realidad. Tal y co m o lo exp resa en unas p ocas lín eas, O cta v io P az (2004: 112 ), en el p oem a

“H erm andad” : S o y h om bre; d u ro p o c o / y es en o rm e la n o ch e /P ero m iro h a c ia arriba ; /la s

estre lla s escriben . /S in en ten d er co m p ren d o :/ta m b ién so y escritu ra /y en este m ism o

in sta n te /a lg u ien m e deletrea .

91 Revisando distintas propuestas teóricas y enfoques de trabajos recientes propone estudiar la ciudad bajo tres elementos: «la ciudad física y social» (la de las viviendas, edificios y servicios), «la ciudad discursiva» (la de las representaciones e imaginarios) y «la ciudad política» (la de las negociaciones políticas formales e institucionales.

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3. IMÁGENES GEOPOÉTICAS DEL NORTE:

LA INVENCIÓN DEL SEPTENTRIÓN MEXICANO

3 .1 ¿ D e q u é h a b la m o s c u a n d o h a b la m o s d e l n o r te d e M é x ic o ?

D e sd e lo s albores d e la c iv iliz a c ió n hum ana, en la b ase de sus rep resen tacion es esp ac ia les,

cada cultura ha u b icad o al e sp a c io que habita c o m o el centro del m undo, el a x is m undi,

contrapuesto a lo exterior y ajen o . E l centro se v u e lv e sagrado y se in v iste de p restig io

(E liad e, 2 0 0 9 ) porque e s el e sp a c io propio , el que en el p ro ceso de habitarlo ha sido

aprehendido, apropiado y s im b o liza d o . E sta co n cep c ió n etn océn trica del e sp a c io es un

rasgo com ú n de las so c ied a d es en tod as las ép o ca s, de m o d o que, co m o e x p lica el g eó g ra fo

O rtega V alcárcel (2000: 2 8 ), «cad a una d e e lla s h ace de su territorio el centro del u n iv erso

y de la periferia el e sp a c io m arginal, h ostil, o p o n ien d o la im a g en de orden del m undo

propio al ca o s co m o atributo de lo ajen o» .

E n m u ch as de las crón icas de la C on q u ista esp a ñ o la ha quedado co n sig n a d o que

para lo s p u eb lo s m eso a m erica n o s el v a sto septentrión m ex ica n o fu e p ercib id o co m o una

ex ten sió n ilim itad a don d e acechaban el p eligro , la m iser ia y la barbarie, en tanto que sus

com u n id ad es representaban el punto central, el orden y la c iv iliz a c ió n del m undo

co n o c id o 92 93 op u esto a la en orm e franja territorial que se ex ten d ía h acia el norte de lo que

93h o y se co n o c e co m o M esoam érica .

C u an d o lo s con q u istad ores e sp a ñ o les arribaron a T en och titlán , esta reg ión del norte

era un in m en so territorio co n o c id o co m o la Gran C h ich im eca; n acía en el río L erm a y

M o ctezu m a y se am pliaba hasta lo s estad os del sur de E stad os U n id o s , com p ren d ien d o lo

que ahora es T am aulipas, San L u is P o to s í, norte de Q uerétaro, G uanajuato, Z acatecas,

92 De hecho, y en total acuerdo con los estudios del antropólogo Mircea Eliade (2009: 13-35) acerca del simbolismo del centro, el nombre de México significa «en el medio de la Luna» o «en el ombligo de la Luna». Como sabemos, según la leyenda, la Ciudad de México fue fundada por mandato de los dioses y, en apego al orden celeste, su corazón fue el Templo Mayor, que extiende su carácter sagrado a toda la ciudad convirtiéndola en el centro ceremonial del imperio.93 Eso no implica que no hayan existido interrelaciones entre los grupos prehispánicos de la parte norte de Mesoamérica con las regiones septentrionales. Beatriz Braniff (2005: 139-160) reconoce tres movilizaciones al norte: una hacia el noroccidente, otro al suroeste de lo que hoy es Estados Unidos y la tercera hacia el desierto de la Gran Chichimeca. No obstante, hay una distancia cultural entre el grupo de cazadores- recolectores del norte y los habitantes de las regiones agrícolas del centro.

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N u e v o L eón , D u rango, Sonora, S inaloa, B aja C aliforn ia , A rizon a, N u e v o M é x ic o , sur de

U th a y C olorado. U n a crón ica del s ig lo XVII corrobora lo s lím ite s de este e sp a c io

d en om in ad o tam b ién el país de lo s ch ich im eca s, en e lla se señ a la que sus fronteras se

ubican: «a 30 leg u a s del o este de la ciudad de M é x ic o [ . . . ] y se ex tien d e m u ch as leg u a s

hasta el m ar del Sur [ . ] y m ás le jo s tod av ía en la Isla de la C aliforn ia E n la parte norteña

entre lo s m ares están las p rov in cias de F lorida, C íb o la y Q uivira , G u asteca y N u e v o L e ó n »

(B raniff, 2005: 9 ). A ctu a lm en te la cartografía circunscribe co m o estad os del norte a N u e v o

L eón , T am aulipas, C oahuila , C hihuahua, D urango, Sonora, B aja C aliforn ia , B aja C aliforn ia

Sur y S inaloa.

Para el an trop ólogo A b o itie s A gu ilar (1 9 9 5 ), h ay c in co rasgos gen era les que d efin en

y p ecu liarizan este territorio y que deben ser to m a d o s en cuenta si se quiere en tender q u é es

el norte de M é x ic o ; características que son , adem ás, im p resc in d ib les para el estu d io de este

territorio. P rim eram ente, señala , d eb e tom arse en cuenta que es una reg ión surgida a partir

del p ob lam ien to esp añ ol durante el virreinato la cual tu v o co m o centro a la ciudad de

M é x ic o . E n segu n d o lugar, que su p o b la c ió n era m u y d istin ta a la del centro del país en

len gu as, costum bres y m o d o s de su b sisten cia , lo cual gen eró las v io len ta s re la c io n es entre

sus habitantes y lo s esp añ o les. E l tercer e lem en to a considerar es que en este territorio se

u b ica la frontera (o fronteras) con sus co n secu en tes co n flic to s; prim ero ante el avan ce

esp añ ol, lu e g o en el s ig lo XVII, ante lo s ap ach es y com an ch es, y en el s ig u ien te sig lo , ante

la s p o ten c ias europeas.

L a cuarta deriva de la v ec in d a d « m ú ltip le y co m p le ja » con N orteam érica en la que

p o d em o s id en tificar d os puntos de vista: el prim ero, anterior a 1870 , que p ercib e a este

lugar co m o b é lic o e in segu ro . D e sp u é s de 1870 , co m o « fu en te del progreso , cap ita les y

m o d e lo s a segu ir» por la que el progreso del país se v e ía co m o a lg o « in m in en te» (1 9 9 5 :2 0 ).

L a quinta característica es el h ech o de que h ay var ios «n ortes» que se orig inan por

diferen tes causas, por ejem p lo , a lgunas reg io n es son m ineras, otras agríco las; en algunas

so b rev iv e una p o b la c ió n nativa, en otras reg io n es fu e to ta lm en te exterm inada. Y por ú ltim o

y la m ás relevan te para A b o itie s , la s re la c io n es entre las o ligarq u ías norteñas y la s del

centro que han con form ad o el carácter singular del desarrollo , eco n ó m ico , p o lítico y socia l

de e se territorio (1995: 19-20).

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E stam os de acuerdo con A b o itie s A gu ilar, en que esto s rasgos son im p resc in d ib les

para entender la con fo rm a ció n de las reg io n es del norte; lo que son y representan en el país;

sin em bargo, habrem os de advertir que estas características son del orden de lo soc ia l,

cultural, p o lítico , h istór ico y e c o n ó m ic o . P en sa m o s que para ten er una v is ió n m ás integral

de lo que este territorio es hay que incorporar otros e lem en to s que n o son so lo del orden de

lo real, s in o de lo im aginado; de las rep resen tacion es que m ed ian te lo s n u m erosos

d isp o sitiv o s d iscu rsiv o s lo refieren , organ izan y construyen , p u es c o m o lo señala el

g eó g ra fo R o m ero al exp licar la con fo rm a ció n de la s reg ion es:

La form ación y transformación de las regiones está hecha de procesos materiales y

discursivos, físicos y simbólicos, palpables y representados, económicos y culturales,

humanos y sociales, económicos y culturales, humanos y sociales, reales e imaginados; y

todo ello sedimentado en paisajes físicos, políticas públicas, geografías imaginativas

(Romero, 2004: 169).

T om an d o co m o b a se esta a severac ión n o s p rop on em os en este cap ítu lo reflex ion ar

acerca de la form ación de las reg io n es sep tentrionales, su con form ación , h istoria, el

abandono por parte de un E stad o centralista y la reapropiación s im b ó lica que d e este

territorio han v en id o h ac ien d o gradualm ente artistas y escritores d esd e el s ig lo pasado

m ed ian te sus crea c io n es y g eo g ra fía s im ag in ativas, d efin ien d o , de este m o d o , la identidad

de un territorio.

3 .2 E l n o r te d e sd e el c e n tr o d e l p a ís

A sen ta d o s en lo que h o y llam a m o s N u e v a E spaña, lo s e sp a ñ o les ex ten d ieron su d o m in io

m ilitar, com ercia l, p o lítico , fin an ciero , le g is la t iv o y cultural h acia las tierras d esco n o c id a s

del sep tentrión . P osteriorm en te, la N u e v a E spaña n o so lo heredó el p red om in io h eg em ó n ico

del a ltip lano central, s in o que in c lu so reforzó esta p o s ic ió n con el esta b lec im ien to de una

capital d om inante y centralizadora con profundas co n secu en c ia s p o lítica s , eco n ó m ica s y

cu lturales para la h istoria del país. Por eso , en la h istoria entre estas d os reg io n es hay que

considerar que « e l punto orig inal del norte, es la ex p a n sió n del d o m in io esp añ ol con b ase

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en la ciudad de M é x ic o » (A b o itie s , 1995: 18). D e aquí que la con form ación lenta , pero

p rogresiva de este territorio se irá d efin ien d o d esd e su capital.

D esp u és de la In d ep en d en cia m exican a , tam b ién el p royecto de n ación elaborado

por lo s in te lectu a les de la capital fo rta lec ió el s istem a federal m ed ian te un conjunto

h o m o g é n e o de le y e s que in h ib ió la participación p o lítica y cultural de estad os y

m u n ic ip io s .94 D e esta form a, fueron lim itad as las variadas form as de id en tid ad es reg ion a les

del país y , en con secu en c ia , co m o e x p lica F lo resca n o (2005: 3 4 4 -3 7 2 ) , este p royecto

n acion a l, en lugar de prom over el eq u ilib rio entre el centro y las reg io n es, p ro v o có una

con fron tación de in tereses p o lít ico s , e c o n ó m ic o s y co m erc ia les que durante m u ch o s años

lim itaron, entre otras co sa s, la participación de la periferia en la v id a cultural de la nación .

A d em ás, una serie de reform as a las co n stitu c io n es de lo s estad os redujeron el poder

de estas en lo s asu n tos p o lít ic o s y am pliaron la s del p residente (F lorescan o , 2005: 3 4 6 ).

E sta in h ib ic ió n rebasó in c lu so el ám bito p o lít ico y se refle jó en lo s sectores so c ia le s y

culturales. L o s grupos y a so c ia c io n es que a m ed iad os del s ig lo XVII habían estu d iad o en lo s

estad os la aparición de las prim eras geografía s, p lan os y m apas de territorios, a lentando la

h istoria reg ion al e im p u lsad o el registro de la flora, la fauna, el fo lc lo re y las trad iciones

lugareñas, tod a esas variadas a firm acion es de la identidad region al fueron com b atid as por

el cen tra lism o y n a c io n a lism o ejercid os d esd e la capital de la república (F lorescan o , 2005:

347).

D urante el s ig lo XIX, c o m o lo s libros de h istoria y g eo g ra fía segu ían p ro m o v ien d o la

id ea de que lo s p u eb lo s del norte eran bárbaros, en el p royecto de la n u eva n ación m ex ica n a

que construían lo s in te lectu a les del centro se d ec id ió om itir de la h istoria to d o lo referente a

la cultura de lo s grupos norteñ os y , al contario, tom ar co m o b a se de esta , la c iv iliz a c ió n

in d ígen a del altip lano, p u es contaba con la d ign idad y esp len d or requerido para tan

relevante em presa, tal y c o m o expresara V ig il en 1887:

Desearíamos ardientemente que nuestra educación literaria y científica form ara un

carácter acendrado y profundo de mexicanismo [ ...] y en una palabra, que la civilización

de nuestros antepasados, más variadas, más rica y más grandiosa que la sangrienta barbarie

94 Los Estados Unidos Mexicanos tuvieron de 1835-1946 un gobierno centralista oficial, estipulado en la constitución de Las Siete Leyes.

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de las antiguas tribus del norte, fuese el fundamento de nuestros estudios históricos y

literarios (citado por Florescano, 2002: 349). (El énfasis es nuestro)

C o m o se p u ed e inferir, el térm ino «an tep asad os» en V ig il se refiere ú n icam en te a la

c iv iliz a c ió n m esoam erican a , la cual, d esd e en ton ces, ha sid o el b asam en to de la h istoria

o fic ia l del país, por ser m en o s «sangrienta» y «bárbara», a sí co m o m ás «rica y variad a» . D e

h ech o , en el s istem a ed u cativo aún se sig u e en señ an d o con esta v is ió n reductiva la h istoria

n acion a l, q u e e x c lu y e lo s c ien to s de c iv iliz a c io n e s q u e habitaron estas reg io n es y ratifica

una im agen d esp ectiv a de e sto s p u eb lo s por sus d iferen cias cu lturales con lo s grupos

m eso a m erica n o s y lo s e sp a ñ o le s . E s de esta form a co m o este centro cultural, p o lítico , socia l

y eco n ó m ic o tan relevan te y reco n o c id o así d esd e la ép o ca de la C on q u ista con form a y

d efin e al conjunto del territorio m ex ica n o actual y «norm a la ex p lica c ió n d e su geo g ra fía e

historia» (G arcía, 2 006: 62).

A h ora b ien , resulta in teresante en la cartografía del país que la antigua frontera entre

la s reg io n es95 centro y norte s ig a ten ien d o actualidad en d istin tos ám b itos de la cultura

m exican a . P or esa razón, C laude B ata illon , al estudiar la in tegración e c o n ó m ica de M é x ic o ,

p u so en entred icho la naturaleza del p royecto n acion al m ex ica n o al advertir la brecha entre

la reg ión septentrional y la del centro: d os ám b itos reg io n a les en desarrollo con

m o v im ien to s d istin tos cu y o eje de d em arcación s ig u e m u y de cerca la lín ea que

correspondía a « la antigua frontera entre el n u m eroso ca m p esin ad o m eso a m erica n o y el

m u y esc a so y d isp erso asen tam ien to árido y sem iárid o del norte» (B ata illon , 1997: 2 0 0 ).

E n el an á lisis de e sto s «contrastes» y «fracturas» de la n ación m exican a , Á n g e l

B a sso ls (1 9 9 2 ) enum era una serie de térm in os an tagón icos para com parar lo s territorios del

norte con lo s del resto del país, d e fin ién d o lo s com o: « seco -h ú m ed o , yerm o-p ob lad o ,

b lan co-in d ígen a , rico-pobre, recien te-an tiguo». A e sto s pares p o d em o s agregar otros

atributos anteriores que han id en tifica d o a las reg io n es norte y centro del territorio

95 Entendemos el concepto de región tal y como lo postula Romero González en su clasificación de las escalas o ámbitos que mediante los procesos sociales producen el espacio. El autor distingue en este sistema de ámbitos dependientes y superpuestos entre la escala local, regional, del Estado y la global. El ámbito regional corresponde al espacio «de las relaciones productivas, de la integración productiva, de las infraestructuras sociales [...] tiende a mantener y a acentuar el perfil socioeconómico, las alianzas de clases, los compromisos, las formas de distribución del poder, los mecanismos de su ejercicio, e incluso la producción de representaciones sociales aceptadas y compartidas que ayudan a consolidar una imagen de identidad y con ello de solidaridad y comunidad como región con una imagen histórica más o menos arraigada» (2004: 39).

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m ex ica n o co m o lo s de b árb aro-c iv ilizad o , rú stico -cu ltivad o , y y a en el s ig lo XX, agringado-

nacion a lista , azu l-am arillo96 y n arco-sin narco que han s id o incorporados al im aginario

c o le c t iv o del p a ís . T o d o s e s to s ca lif ica tiv o s traducen s ig n ifica d o s an titéticos que

dem uestran que la partición del e sp a c io m ex ica n o n o so lo e s un asunto p o lítico , sino

tam b ién soc ia l y s im b ó lic o . P or otra parte y en correlación con lo anterior, d ich o s atributos

op u esto s exp resan d even ires h istó r ico s d istin tos de una y otra reg ión lo s cu a les n o pueden

ser com p ren d id os sin la in c id en c ia del co m p on en te esp a c ia l, co m o afirm a Jack M elo e

(c itad o por M ilton , 2000: 7 8 ), « la a cc ió n es a cc ió n en un e sp a c io y es el e sp a c io el que da

form a a la acc ión » . E s ev id en te , en ton ces, que las reg io n es g eocu ltu ra les en nuestro país

han orig in ad o profundas « h etero g en eid a d es» (B a sso ls , 1992: 7 4 ), lo que ha traído co m o

co n secu en c ia una m ayor d iferen cia c ió n en las reg io n es de M éx ico .

P or tal m o tiv o , en el a n á lisis de la con form ación del territorio norteño, cuya

in c lu sió n en el p ro y ecto n acion a l, co m o sab em os, to m ó particulares derroteros, debe

considerarse la in terrelación entre el e sp a c io transform ado por la a cc ió n de la so c ied a d y a

la v e z la v in cu la c ió n con lo s su ceso s que d efin en el esp a c io , p u es d ich a in terrelación e s la

b ase de sus representaciones.

P artiendo de esta prem isa que une el e sp a c io y el t iem p o ,97 se puede afirm ar que así

co m o la soc ied ad in flu y e en la con form ación esp acia l, tam b ién el en torno g eo g rá fico del

norte determ inó un d even ir e sp e c íf ic o a lo s su c e so s ocurridos en lo s parajes sep tentrionales,

generando h istorias, m itos, im á g en es y s im b o lo g ía s que han v en id o p erfilando una serie de

represen tacion es de este territorio que aún h o y lo singu larizan en el im agin ario co lec tiv o .

P or ejem p lo , el v a sto d esierto que se ex tien d e en una bu en a parte del septentrión y la

abrupta topografía , p resen tes d esd e antaño en n u m erosas d escr ip c io n es de lo s relatos de

conquistadores, h izo m ás len ta la ex p a n sió n de la con q u ista y co lo n iz a c ió n esp añ o las, lo

que p ro v o có que hubiera su ces iv a s fronteras ub icad as en cada lugar don d e lo s in d iv id u o s

con tend ían con el m ed io natural, co m o afirm a O peré (20 0 1 : 174): « lo s d esiertos y

m ontañas del norte se irán red efin ien d o con el tiem p o co m o una gran frontera, d em asiad o

96 Esta partición se expresó en los medios de comunicación para referirse a los resultados de las votaciones a la presidencia de la República entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, valorando los resultados finales en los estados del norte como panistas (azules) y los del centro como perredistas (amarillos).97 Como afirmara Milton Santos (2000: 86), «en términos de significación y realidad», el espacio no puede entenderse sin el tiempo, y de hecho «uno no existe sin el otro».

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exten sa , d esco n o cid a , azarosa y cu ya p o ses ió n m aterial le s fu e e lu s iv a a lo s p ob ladores» .

A ú n m ás, este entorno v is to d esd e o jo s ex tern os al m ed io fu e s ig n ifica d o n egativam en te

generando una im a g en h ostil del territorio.

A hora b ien , si a la d ificu ltad del entorno natural agregam os la resisten c ia

«trem enda, determ inada y h o stil» (O peré, 2001: 13) de lo s p ob ladores au tócton os al

so m etim ien to esp añ ol, con sig n a d a en n u m erosas crón icas y re la c io n es de con q u istad ores y

re lig io so s; la vo lu n tad y el coraje de lo s habitantes q u e d ecid ieron ocupar y co lo n iza r estos

lares ad versos resguardados por las esca sa s y m al pagadas tropas de so ld a d o s de cuera que

patrullaban este territorio, com p ren d erem os por q u é tanto la geografía , la o p o s ic ió n a la

d om in ación y al m estiza je y el carácter arrojado y atrevido de q u ien es se d ecid ieron

co lo n iza r el septentrión reafirm aron una de las im á g en es m ás arraigadas de esta región: la

98del norte bárbaro y v io len to .

L a c o lo n iza c ió n del norte tam b ién fu e bastante pecu liar d eb id o a q u e n o hubo una

lín ea fronteriza determ inada, s in o d iv erso s lím ite s por e fec to de d istin tos su ceso s h istóricos.

E n el p eriod o de m á x im a ex ten sió n , el im p erio esp añ ol lle g ó a co lin d ar con las trece

c o lo n ia s norteam ericanas, logran d o exten d er la frontera hasta lo s lím ite s con C anadá y lo s

G randes L a g o s y en el ex trem o E ste, lo s M o n tes A p a la ch es, el R ío O h io y la C o sta de

G eorg ia (S ep ú lved a , 1977: 14 ).98 99 D e sp u é s d e esta m áx im a penetración , en lo s s igu ien tes

años fu e retrayéndose por la pérdida de L ou isia n a y la F lorid a en d iferen tes ép ocas. D a d o

q u e la frontera en el M é x ic o in d ep en d ien te p rácticam ente estaba d esin tegrada y ased iada

por lo s n orteam erican os, y co m o las lim ita c io n es de lo s m ex ica n o s para defender esta

frontera eran p eores q u e la q u e tu v ieron lo s esp a ñ o les , el d esen la ce fu e el d esp ojo q u e se

se lló el 2 de febrero de 1848 con el Tratado de G uadalupe H id a lg o con el que se perdieron

T exas, A rizon a y C aliforn ia , dejando la lín ea fronteriza don d e h o y se ubica.

Si b ien es cierto la h istoria del avan ce esp añ ol al septentrión co m o la describ e C ésar

S ep ú lved a (19 9 7 : 2 9 ), es una h istoria « ép ica » , un « e jem p lo d en od ad o de carácter y

d ecisión , una g esta adm irable casi sobrehum ana, que hubo de derrotar el d estin o» , ni

98 Lo cierto es que ni los pueblos de estas regiones, ni los españoles, estaban preparados para este encuentro histórico que tuvo lugar en el vasto septentrión y que culminó con el exterminio de la mayoría de las tribus nativas, lo cual no sucedió en las áreas donde las culturas española e indígena se integraron rápidamente, como fue el caso de las zonas del valle central de México.99 Para este tema recomiendo los breves pero esclarecedores trabajos de César Sepúlveda (1977), «Tres ensayos sobre la frontera septentrional de la Nueva España».

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E spaña y lu e g o ni M é x ic o pudieron v en cer a tantos en em ig o s ni poblar este ex ten so

territorio ni sosten er eco n ó m ica m en te lo s p o c o s y d isp ersos p resid ios que lo custodiaban.

P or estas razones, la frontera n o tu v o una d em arcación precisa , fu e durante m u ch o

tiem p o una e sp e c ie de franja e lá stica p erm anentem ente en co n flic to por la am en aza de

o cu p ación de in g le se s , fran ceses, norteam erican os e in d ígen as, lo que le d io un carácter

propio a este territorio co m o un e sp a c io de guerra, im a g en que h o y se refuerza por lo s

en frentam ientos entre lo s cárteles de narcotraficantes y que ha p asad o a ser parte de sus

rep resentaciones.

P or otra parte, tam b ién durante la C o lo n ia , las co n d ic io n es agrestes del ex ten so

territorio, lo s c lim a s ex trem os y la e sc a se z de agua en a lgu n os s itio s h ic ieron p o co atractiva

la id ea de ocupar e sto s en orm es parajes bárbaros que nunca pudieron pob larse totalm ente.

A q u í, adem ás, había p o c o s recursos para m antener p u esto s de guardia; m u ch o s en em ig o s y

lo s recursos en v ia d o s por la A d m in istrac ión C entral p od ían tardar años en llegar. P or esas

razones, estas reg io n es del norte fueron, durante casi tres s ig lo s , s istem áticam en te

ign orad as100 y perjudicadas por las in stitu c io n es del centro de M é x ic o , que im pulsaron la

h o m o g en e iza c ió n de la len gu a esp añ o la y la ed u ca c ió n y una h istoriografía centralista para

com batir las d iversas id en tid ad es reg io n a les , por lo que, co m o señ a lam os, inh ib ieron

«fata lm en te la m a n ifesta c ió n de la h istoria lo ca l y reg io n a l» (F lorescan o , 2004: 37 ). C om o

con secu en c ia , las vastas reg io n es deshabitadas despertaron la a m b ición de lo s yan q u is, lo s

cu a les organizaron su in vasión , derrotando al ejército m ex ica n o , que d eb ió atravesar m ile s

de k ilóm etros por el desierto para trasladarse d esd e la capital a la antigua frontera. C on

dicha derrota, co m o sab em os, N orteam érica se a n ex ó 2 4 0 0 0 0 0 k m 2 m u tilan d o de este

m o d o el territorio m ex ica n o con lo cual se co n fo rm ó una de las fronteras m ás ex ten sa s y

cada v e z m ás com p lejas del m u n d o a ctu a l.101 E ste relevan te su ceso g eo -h istó r ico , adem ás

100 Lo que pudo haber sido el fin relativo de esa marginalidad y la gran revolución en la geografía novohispana fue la pretendida creación de un cuerpo político de primer orden en el Septentrión, desligándolo del gobierno de México o, en otras palabras, de la Gran Nueva España. La idea fue desarrollada por el visitador José de Gálvez, quien estaba convencido de que el virreinato era demasiado extenso y tenía una capital demasiado lejana desde la perspectiva norteña. Veía, recogiendo tal vez sin saberlo ideas que se habían externado desde la época de Nuño de Guzmán, que el Septentrión poseía elementos para ser considerado como un país aparte. Algunas personalidades norteñas, de Durango para arriba, también habían expresado tímidamente en diversos momentos el deseo de formar casa propia. El proyecto se topó con la oposición del virrey Bucareli —que tuvo habilidad e influencia para debilitarlo en un momento crucial— y con una seria limitación: la carencia de una capital que pudiera funcionar efectivamente como tal (García, 2001: 35).101 Las recientes declaraciones del presidente norteamericano Donald Trump de construir un muro que divida a México de EUA ha puesto en la mira del mundo este territorio.

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de su im p acto en el d even ir de nuestro país y en su actual h istoria , ha sid o tam b ién un

surtidor de n u m erosas rep resen tacion es cu yas im á g en es han circu lado en d iscu rsos de toda

ín d o le , pero particularm ente en el arte y la literatura sim b o liza d a co m o una ruptura, una

herida que n o ha cerrado, co m o la m etaforiza C arlos F u en tes (1 9 9 2 ) en E l esp e jo en terrado .

L a h istoria y la g eo g ra fía de estas reg io n es, por tanto, han v e n id o con form an d o un

esp a c io geocu ltural ú n ico que s ig u e gen eran d o una nutrida serie de h eterogén eas

rep resen tacion es, un p a lim p sesto p len o de s ím b o lo s y va lo res id e o ló g ic o s (Z úñiga, 1993:

15-19 ). N o hay un tex to ú n ico o verdadero de este territorio, co m o se ha v en id o exp lican d o ,

sin o que este conjunto de im á g en es son re la c io n es su b jetivas y cu lturales de la realidad que

se alían o confrontan co n otras y que, resign ificad as, circu lan en las d iferen tes y m ú ltip les

v ersio n es d iscu rsivas que se han elaborado sobre este territorio m ex ica n o . Su ex isten c ia

con firm a la h istoricid ad del e sp a c io y , a la v e z , la d im en sió n esp acia l de su devenir.

D e esta d iversidad de represen tacion es del norte que d esd e antaño han v en id o

circu lando en lo s d iv erso s y n u m erosos tex to s con lo s que se ha s im b o liza d o d ich o

territorio, h em o s e le g id o la s tres que a nuestro parecer son h o y las m ás representativas de

su deven ir h istórico y que con d en san m eta fóricam en te su geo g ra fía y cultura; n o s referim os

al norte co m o una ex ten sió n desértica , al norte co m o un lugar de v io le n c ia y barbarie y al

norte co m o lugar de progreso

E stas m etáforas e sp a c ia les son re levan tes n o so lo por su arraigo y p erm anencia en el

im aginario c o le c t iv o expresadas en in num erab les tex to s de d iverso carácter e ín d o le , sino

porque a través de e lla s se ha v en id o acriso lan d o una im agen identitaria del «O tro», del

norteño y de lo s lu gares y p a isa jes que con form an el e sp a c io septentrional, co m o espero

dem ostrarlo en lo s s ig u ien tes cap ítu los. E l fen ó m en o sociocu ltu ra l en la con stru cción de

este territorio reafirm a lo que E dw ard Said (1 9 7 8 ) había d em ostrado en sus estu d ios sobre

el or ien ta lism o, que en la con stru cción de la alteridad tien e u n a fu n c ió n relevante la

esp acia lid ad y que esta ú ltim a n o es so lo producto de la m aterialidad fís ica , s in o tam b ién de

lo s n u m erosos d iscu rsos que lo crean e im aginan . 102

102 Conviene recordar que el espacio es también producto de los lenguajes sociales, como dice Gaggiotti (s. f.), es «la suma de múltiples discursos [...] y el discurso que se impone sobre los otros es el que conforma su imagen, aun cuando esta sea siempre temporal».

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3.2.1 El norte desértico

E l paisaje d esértico ha form ad o parte de un conjunto de n u m erosos d iscu rsos verb a les y no

verb ales acerca del norte y ha ten id o por tanto m ú ltip les s ig n ifica c io n es a lo largo del

tiem p o. E n térm in os gen era les este paisaje o sc ila entre ser d escrito co m o una to p o fo b ia a

apreciarse co m o to p o filia . Para lo s m ex ica s , por ejem p lo , el d esierto fu e p ercib id o co m o

«un lugar de rocas seca s [ . . . ] un lugar d e m iseria» (B ran iff, 2 000: 25 ).

E n tex to s p osteriores, es constante esta rep resen tación del norte co m o un lugar

v a c ío , seco , yerm o, ca lu roso — una en ju ta cu en ca de o céa n o m uerto , co m o

extraordinariam ente lo v ersificara el p oeta del desierto , José M an u el O thón— , estas

im á g en es form an parte de un sinnúm ero de tex to s literarios. N o obstante, en las ú ltim as

décad as del s ig lo X X , d esd e que d iv erso s program as fed era les y esta ta les em p ezaron a

apoyar el d esarrollo artístico de las reg io n es norfronterizas, el pa isaje d esértico se fue

con virtien d o en un e lem en to identitario, sobre to d o por lo s artistas y escritores n acid os en

lo s estad os don d e ex is te esta reg ión natural. E llo s han afirm ado su p erten en cia a la reg ión

proyectan d o sus e sp a c io s n a tivos en una escritura don d e el paisaje, segú n el coa h u ilen se

F ran cisco Luna, ha dado «m á s que n in gu n o otro íco n o , autenticidad y leg itim id a d a nuestro

ser n orteño» (en L larena, 2007: 181). Para el narrador son oren se G erardo C ornejo, la fuerte

in flu en c ia del e sp a c io g eo g rá fico ha perm itid o la em erg en cia de una literatura «que

id en tifica a una reg ión y se v u e lv e con su stan cia l d e qu ien la habita» (en Torres, 2007: 120).

Y a sea organ izad o co m o un lugar in m isericord e, co m o un paisaje identitario o co m o

una m etáfora del hom bre actual, e l d esierto ha s id o un surtidor de im á g en es para d iversas

m a n ifesta c io n es esté ticas y cu lturales — p en sem o s por e jem p lo en la p e lícu la L o s h erm a n o s

de H ie rro de Ism ael G arcía, don d e el escen ario d esértico es una ex ten sió n de lo s

personajes, en la p o esía de D an te S a lg a d o , Jo sé Á n g e l L ey v a , M ig u e l de A n d a Jacobson ,

R am ón I. M artínez y E lizab eth A lg rá v ez o en la fo togra fía de A lfred o de S tefano, qu ien

con sid era que el d esierto « es el entorno p a isa jístico m ás u n iversa l» (s /f) . E ste p aisaje es

tam b ién un acervo p o lisem á n tico del cual se han nutrido las f ic c io n e s de m u ch o s escritores,

in ic ia n d o d esd e lo s de la R e v o lu c ió n m ex ica n a hasta lo s m ás recien tes co m o L u is Jorge

B o o n e , aun cuando lo resem an ticen , co m o en el ca so de a lgunas de las n o v e la s de D a v id

T oscana, don d e el autor aprovecha las p o sib ilid a d es m etafóricas d e este to p o s para

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insertarse en larga lista de escritores y artistas que han p intado lo s parajes aren osos del

septentrión m ex ica n o . L a in c lu sió n de n u ev o s e lem en to s ico n o g rá fico s , el u so de otros

recursos d escr ip tivos y form as narrativas, la u tiliza c ió n de otros m o d e lo s para organizar

esta realidad esp acia l, resign ifican lo s esp a c io s de sus u n iversos literarios, generando

n u evas m etáforas, s ím b o lo s y lecturas del d esierto norteño. G abriel T rujillo , un entusiasta

estu d io so de la p oética d el d esierto n oroccid en ta l, ha escrito que el paisaje d esértico es una

realidad que se canta « en to d o su resplandor, en to d o sus m ister io s» y es parte e sen c ia l de

una literatura «ardiente y a lucinatoria , lú cid a en su a tosigan te esp ejism o , p lena de obras y

autores fa sc in a d o s por la reverberación de la lu z en las pupilas, por las o n d u lac ion es del

agua en un h orizon te in a lcan zab le» (20 0 6 : 62).

3 .2 .2 E l n o r te b á r b a r o d e M é x ic o

E l norte bárbaro es otra de las arraigadas represen tacion es en el im agin ario c o le c tiv o , cu y o

origen se rem onta a las prim eras p ercep cio n es e im á g en es que d e lo s p ob ladores de la Gran

C h ich im eca tu vieron lo s e sp a ñ o les y que dejaron p lasm adas en las crón icas y re lac ion es de

L a C onquista . E sta singu lar p ercep ción acerca del norte ha sid o una de la s rep resen tacion es

m ás reiterativas en la h istoria de este territorio gen eran d o un im agin ario que hunde sus

raíces en la antigüedad griega. Sus im á g en es se encuentran en to d o s lo s tex to s que han

referido el norte tom an d o d istintas ex p resio n es en la literatura y el arte, co m o v erem o s en el

corresp on d ien te an álisis. En las ú ltim as décadas por la irrupción del narcotráfico y el

crecim ien to de las n u ev a s urbes del norte, ha resig n ifica d o sus características sobre to d o en

la narcoliteratura, cu yos escen arios son las urbes fronterizas.

E s este gén ero co n su stan cia l al e sp a c io de la ciudad don d e se reproducen con

distintas estrategias, icon o g ra fía s y m o d e lo s estas im á g en es to p o fó b ica s de v io le n c ia y

crim en — co m o ejem p lo pu ed en m en cion arse las d escr ip c io n es de lo s e sp a c io s literarios en

V ícto r H u g o R a scó n B anda, E duardo A . Parra, É lm er M en d oza , F e lip e M on tes, G abriel

Trujillo, H eriberto Y é p e z , Juan José R od rígu ez, O rfa A larcón , M ig u e l T apia y A lfo n so

O rejel han narrado la v io le n c ia de esto s lares norteñ os dejando p lasm ada en su obra lo s

sin iestros e fec to s del narcotráfico . T am bién la gran cantidad de corridos que h acen ap o lo g ía

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de lo s narcotraficantes y que cuentan sus hazañas contribuyen a las geo g ra fía s en negro y

lo s p aisajes de m ied o de la literatura m ex ica n a actual.

T am b ién el c in e ha ex p lo ta d o estas im á g en es a través de d istin tas rep resen tacion es

q ue, sig u ien d o la c la s if ic a c ió n de N orm a Ig le s ia s (2 0 0 3 ) , p o d em o s ubicar en tres grandes

c la ses de film es: lo s que destacan las im á g en es del norte co m o p aso de m igrantes h acia el

su eñ o am erican o , don d e siem pre ocurre una serie de aventuras y d esgrac ias, p u d ien d o ser

v is ib le en la p e lícu la M o ja d o de n a c im ien to de Á caro C isneros; lo s que describ en lo s

esp a c io s fron terizos c o m o un gran p rostíb u lo y lugar de v ic io s , se x o y a lc o h o l, tem ática

llev a d a al c in e en 2 0 1 4 por R icardo S ilv a en la galardonada cinta N a v a ja zo ; y lo s que en lo s

ú ltim o s años lo ub ican co m o centro de a cc ió n e im p erio del n arcotráfico , co m o la recien te

p elícu la titu lada In fie rn o (Ig lesia s , 2003: 3 2 8 -3 6 9 ; M artínez, 2004: 118; O lachea, 2009: 11­

19). E n el caso de la p lástica y la fo togra fía que ha tem atizad o esta realidad del norte

v io le n to d estaca la obra de L en in M árquez Salazar, G u stavo M on roy , O m ar R o d ríg u ez-

G raham , R icardo D e lg a d o H ebbert, T eresa M a rg o lle s y R o sy R o b le s , entre otros. El

fen ó m en o soc ia l gen erad o por la cultura del narcotráfico es, en ton ces, actualm ente m o tiv o

de innum erab les im á g en es en lo s m ed io s de com u n icac ión , la m ú sica y la literatura, donde

se ex p lo ta su lad o m ás oscuro. E stas im á g en es, ju n to a las que derivan de las crón icas de

lo s a sesin a tos de m ujeres en la fronteriza C iudad Juárez, han trascen d id o las fronteras del

país y refuerzan la representación del e sp a c io del norte co m o un lugar de con fron tación

perm anente. L o s corridos de narcotráfico que tan deta lladam ente ha an a lizad o R am írez

P im ien ta (2 0 1 2 ) en su libro C a ntar a los narcos, ahora se o p on en a aq u ellas ca n c io n es que

celebraban este e sp a c io lim inar — co m o la fa m o sa C h ulas fr o n te r a s que cantaba E u la lio

G on zá lez , el P iporro— h acien d o u na a p o lo g ía de aq u ello s lu gares o personajes que se

atreven a desafiar el s istem a leg a l o lo s territorios de otros m a ñ o so s .

E n con c lu sió n , ex cep to por a lgunas im á g en es que p rom u even el e sp a c io co m o

m ercancía cu y o v a lo r se otorga por el u so turístico , un p rofu so conjunto de d iscu rsos de

ín d o le p o lítica , eco n ó m ica y cultural, al m ism o tiem p o que expresan una im a g en del norte

co m o un lugar de p o sib ilid a d es, recursos, riqueza y trabajo, tam b ién lo describ en co m o un

esp a c io de p e lig ro in v estid o por la v io le n c ia y la m uerte. A s í, a la con fron tación con las 103

103 Una muestra de este tipo de arte se puede ver en «Narcoarte: La evidencia de un mal a punta de brochazos». Disponible en: cultura.elpais.com/cultura/2010/08/25/actualidad/1282687203_850215.htmI

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co n d ic io n es g eo g rá fica s y el c lim a se le añade el en frentam iento con la s patrullas

fronterizas, con la p o lic ía m exican a , lo s cazad ores de m igrantes, lo s p o llero s, lo s

secuestradores, lo s a se s in o s de m ujeres y p o lít ico s , pero sobre to d o lo s narcotraficantes, lo s

m ás «bárbaros» del norte.

D e este m od o , aunque con figu rad as con m o d e lo s retóricos d istin tos a lo s prim eros

tex to s que referían y d escrib ían a lo s habitantes del septentrión con estrateg ias d iscu rsivas y

fu n c io n es d iferentes, este territorio s ig u e s ig n ificá n d o se co m o una «tierra de n ad ie» co m o

la c a lif ic ó el v ia jero fran cés L o u is L ejeu n e [1 8 8 2 (19 9 5 : 154)] y que en el caso de a lgu n os

artistas y escritores son b asam en tos para la con stru cción de sus esp a c io s f ic t ic io s

co n v irtién d o lo s en densas to p o fo b ia s literarias.

3 .2 .3 E l n o rte : u n a r e g ió n d e p r o g r e so

P aralelam ente a la s rep resen tacion es del norte co m o un lugar yerm o, de e sc a se z y penurias,

en lo s relatos de la C on q u ista esp añ o la h acia el norte, a lgu n os de lo s tex to s que relataron

estas in cu rsion es dibujaron la s reg io n es descu b iertas co m o un lugar de p o sib ilid a d es, de

recursos, de riqueza natural y m ineral, in c lu so refirieron lugares m ítico s y extraordinarios

en abundancia, co m o Fray M arcos de N iz a [1 5 3 9 (2 0 1 5 )] en su fa b u lo so relato L a s siete

c iu d a d es de C íb o la y Q uivira . E stas im á g en es seguirán sustentando n u m erosos tex to s

p roven ien tes de d istin tos ám b itos de ín d o le p o lítico , e co n ó m ic o y cultural, sobre to d o a

fin a les del s ig lo XIX, cuando se realizan v ia jes y ex p e d ic io n e s para cartografiar el n u ev o

territorio nacional. Y a en el s ig lo XX, con el crec im ien to que tu v ieron estas reg io n es a partir

de lo s años sesenta , cu an d o el gob iern o federal y lo s esta ta les d ecid ieron crear en la

frontera un parque industrial con m aquiladoras trasn acion a les, se refuerza esta im a g en de

trabajo y progreso.

T am b ién el T ratado de L ibre C o m erc io p rop ic ió el desarrollo em presarial e

industrial, generando tam b ién n u ev o s em p leo s que atrajeron m igrantes de otras reg io n es del

país (B ata illon , 1997: 9 0 -1 1 5 ; Q uintero R am írez y D e la O, 2003: 2 0 1 -2 4 1 ; M ercad o C e lis

y G utiérrez R om ero , 2 004: 3 5 6 -4 5 9 ) . A esta in d u str ia lización que p rop ic ió el desarrollo

eco n ó m ic o hay que agregarle el d inero generado por el narcotráfico y lo s grandes cap ita les

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que se m anejan por el lavad o de dólares, así co m o las cu an tiosas fortunas p roven ien tes de

la ven ta ileg a l de las drogas y arm as, que tam b ién m u ev en el m ercad o y que han v en id o

confirm ando, sobre tod o en lo s d iscu rsos p er io d ístico s , la representación del norte co m o un

lugar d e riqueza.

L a actual narrativa norteña recupera estas im á g en es de progreso al p riv ileg iar lo s

escen arios urbanos en sus tex to s, a leján d ose de lo s trad ic ion a les e sp a c io s de p u eb lo s o

rancherías d escritos m ed ian te rasgos p in to resco s o fo lc ló r ic o s; sin em bargo, m ás que la

d escrip ción arqu itectón ica de las crec ien tes c iu d ad es, lo s autores prefieren tem atizar el

esp a c io soc ia l — es decir, la p rob lem ática que d eriva de habitar esto s lu gares— y el e sp a c io

sim b ó lico que exp resa lo s m o d o s de experim entarlo . C o m o ejem p lo de esta literatura

p o d em o s m en cion ar a lgu n os de lo s relatos de E duardo A n to n io Parra, L u is H um berto

C rostw aithe, R afa Saavedra, R eg in a C onde, R o sar io S an m igu el, É lm er M en d o za , Juan José

R od rígu ez, L u is Jorge B o o n e , F e lip e M o n tes y D a v id T oscana, entre otros, cu yas escrituras

han cartografiado e sto s lu gares p r iv ileg ian d o co m o tem a la exp er ien c ia de v iv ir en las

crec ien tes c iu d ad es del norte. D e esta form a, al literaturizar su e sp a c io a través de n u ev o s

len gu ajes, e stilo s , tem as, asuntos y rep resen tacion es esp a c ia les , este grupo de escritores

tom a d istancia tanto d e lo s narradores que lo s p reced ieron co m o de lo s autores del centro

del país, pu es, co m o sab em os, hasta antes de e llo s el e sp a c io por e x c e le n c ia en la literatura

m ex ica n a hab ía s id o la C iudad de M é x ic o . D e este m o d o , lo s narradores del norte han

aceptado el reto que Juan C arlos O netti h ic iera h ace a lgu n os años a lo s literatos u ru gu ayos

cuando lo s instaba a escrib ir sobre M o n tev id eo d e una form a d istin ta a lud iendo, tam bién , a

la fu n c ió n fu n d acion a l de la literatura:

Es necesario que nuestros literatos miren alrededor suyo y hablen de ellos y su experiencia,

que acepten la tarea de contarnos cómo es el alma de su ciudad. Es indudable que si lo

hacen de manera talentosa, muy pronto Montevideo y sus pobladores se parecerán de

manera asombrosa a lo que ellos escriben (en A n tú n ez 2013: 20 ).

P or co n secu en c ia , actualm ente form an parte del m apa literario m ex ica n o n u ev o s

lugares d escritos co m o crec ien tes y m od ern as urbes, con tod a la com p lejid ad y

p rob lem ática que el p ro ceso de u rb an ización trae co m o co n secu en cia . A s í, en esta g eo g ra fía

im aginaria, lo s territorios rurales han sid o d esp lazad os por las c iu d ad es de C uliacán,

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Tijuana, M ex ica li, Torreón, M onterrey, C iudad Juárez y M azatlán , que son ahora parte de

lo s m apas urbanos de la literatura m exican a.

P or otra parte, n o p u ed e exp licarse la representación del norte co m o una reg ión de

progreso sin considerar la franja fronteriza que lo lim ita con el país m ás p od eroso del

m undo. F ernando A ín sa (2009: 5 1 -1 1 0 ), en sus estu d io s acerca del e sp a c io en la literatura

latinoam ericana, al analizar el topos de la se lv a afirm a que este ha su scitad o , m ás que

ningún otro, rep resen tacion es opuestas. N o s parece que lo m ism o ocurre co n el e sp a c io de

la frontera m exican a , p u es al analizar las n u m erosas im á g en es e sp a c ia les que han surgido

de tex to s h istór icos, g eo g rá fico s , esté tico s , p o lítico s , literarios, p er io d ístico s , fo to g rá fico s o

c in em atográficos, por señalar lo s d iscu rsos que m ás han tem atizad o esta zona, se

com prueba esta pluralidad de represen tacion es en el im agin ario c o le c tiv o . T am bién , en la

literatura es ev id en te el p lu risem an tism o de la frontera que o sc ila entre la im agen de un

lugar d e v ic io y v io le n c ia , co m o el que d escrib e R ob erto B o la ñ o en 2666, hasta el e sp a c io

que se celebra, co m o lo exp resa en sus tex to s L u is H um berto C rosthw aite, en lo s cu a les el

autor se reco n o ce por su arraigada com p en etración con la frontera «q u e atraviesa cuerpo y

alm a y d iv id e en d os su geo g ra fía » , co m o se le e en un pasaje de su M is a fr o n te r iz a (2007:

33 -5 0 ).

A su v e z , el arte, la p lástica , el rock, lo s corridos, el c in e, la fo togra fía y el teatro

han contribu ido a conform ar este rep ositorio de im á g en es contradictorias, co m o lo han

dem ostrado A m e lia M alagam b a (20 0 3 : 3 6 4 -3 8 9 ) , en sus an á lisis acerca de la p rod u cción

plástica; N orm a Ig le s ia s P rieto (2003: 3 2 8 -3 6 3 ) , D a v id R. M a cie l (20 0 3 : 3 0 5 -3 2 5 ) y

G raciela M artínez S a lce (20 0 4 : 1 1 7 -1 3 3 ) en lo s de la p rod u cción c inem atográfica; y Juan

C arlos R am írez P im ien ta (2 0 1 2 ) y M aría L u isa de la G arza (2 0 0 7 , 2 0 0 8 ) , en la m ú sica

popular, con sus esc lareced ores trabajos sobre corridos de m igrantes. P or esa razón, al

describ ir esta franja fronteriza, a lgu n os estu d io so s la han con sid erad o co m o un laboratorio

híbrido y m ulticultural de la posm od ern id ad (C an clin i, 1990), en donde la m ezc la , las

co n trad iccion es y la h eterogen eid ad de p ersp ectivas son lo que m ejor la d efin en , co m o lo

apunta M au ric io Carrera:

La línea fronteriza [ ...] excede la mera relación M éxico-Estados Unidos. La cultura se

impone como una hibridación, como un rechazo y como una integración, como un puente

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entre el añorar lo viejo y la incomodidad presente, entre el rechazo a la violencia y la

santificación de la misma, entre la naquez del narco y la estética del shopping, entre

Tijuana como centro del mundo y su cercanía con el imperio del yonke. Entre lo que

creemos que es y lo que la realidad nos muestra que es (Carrera, 2009: 13).

E sta d iversidad de p ersp ectivas acerca de esta reg ión se p u ed e encontrar tam b ién en

lo s e stu d io so s de la literatura fronteriza: abstracta y m etafórica en las r e flex io n es de G loria

A nzaldúa, G ó m ez P eñ a y G arcía C an clin i, tal co m o dem uestra D ia n a P a laversich (2005:

1 7 1 -1 9 0 ). E n o p o s ic ió n a esta p ersp ectiva hay q u ien es consideran que m ás que una

abstracción , la s fronteras son , para d ecirlo en palabras de P a laversich , « lu gares con cretos

d otados de h istoria y m em oria» (20 0 5 : 173), entre esto s e stu d io so s p o d em o s m en cion ar a

Socorro T ab u en ca (1 9 9 7 , 2 0 0 3 ) ,104 M ig u e l R od rígu ez L o za n o (2 0 0 4 ) Jo sé M anuel

V a len zu e la A rce (2 0 0 3 ) , M an u el C eb a llo s R am írez (2 0 0 3 ) , F ernando A ín sa (2 0 0 6 ), A lic ia

L larena (2 0 0 2 , 2 0 0 4 , 2 0 0 6 , 2 0 0 7 ), M au ric io Carrera (2 0 0 9 ) y , por supuesto , D ian a

P alaversich (2 0 0 5 ) ,105 por m en cion ar so lo a a lg u n o s de lo s estu d ios literarios m ás

relevan tes en el a n á lisis acerca de esta franja territorial. L a frontera parece en tenderse

actualm ente co m o «una realidad m ultid im en sion a l: p o lítica , so c ia l, cultural, artística,

s im b ó lica y m etafórica» , en palabras de N ú ria V ila n o v a (20 0 4 : 4 5 4 ).

A la variedad de rep resen tacion es de la frontera le su b yace, sin em bargo, una

im agen com ún: la de la ruptura, de u na herida que n o cicatriza. L a en con tram os in c lu so en

a q u ello s tex to s que celebran esta reg ión (« m e declaro triunfador y derrotado en la guerra de

lo s c o w b o y s contra m ariach is» , d ice C rosthw aite en M isa F ro n ter iza ), cu yas im á g en es

exp líc ita m en te o n o refieren o a luden a esta pérdida de lo s territorios y expresan el m ism o

sen tim ien to que José V a sc o n c e lo s d escrib ía en sus m em orias al evocar sus prim eros años

escolares:

M e pasaba horas fren te al mapa recorriendo p o r la mente los caminos p o r donde un

ejército mexicano, p o r mí dirigido, llegaría alguna vez hasta W ashington para vengar la

104 Al respecto, Tabuenca (2003: 395) ha señalado que si estas imágenes literarias de la frontera son planteadas como meras metáforas, «es necesario encontrar hacia dónde se orienta dicha metáfora y cuál es la dosis de verdad científica que contiene, como recomendaría Bajtín».105 Aunque la profesora usa la frase arriba mencionada para caracterizar el punto de vista con que los narradores tijuanenses representan este espacio fronterizo, bien puede aplicarse a la forma con que los académicos mencionados en este pasaje abordan el asunto.

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afrenta del cuarenta y siete y reconquistar lo perdido. Y en sueños me veía atravesando

nuestra aldea de regreso a la conquista al fren te de una cabalgata victoriosa (V asconcelos,

1998: 79).

R esu m ien d o señ alarem os que en la representación del territorio del norte ha

colaborado activam en te la creación artística y literaria. L a h istoria particular en relación

con el e sp a c io ha fu n d id o un im aginario que

P or eso , V a len zu e la A rce (20 0 3 : 7 7 ) d ice que lo s esp a c io s fron terizos son

p r iv ileg iad os, porque han gesta d o « h ech o s h istó r ico s s ig n ifica tiv o s [ . . . ] P r iv ileg ia d o s

porque son lugares de encuentro y d e d esen cu en tro de culturas y socied ad , de pasad os y

presentes. Y tam b ién p u ed e llegar a ser lo c is p h ilo sp h ic u s porque llev a n a la re flex ió n de

la s d iferen cias y de las id en tid ad es en con fron tación » .

3 .3 ¿ D e q u é h a b la m o s c u a n d o h a b la m o s d e l ite r a tu r a d e l n o r te?

E n el en sa y o «E l corrido de C ástu lo B ojórq u ez» , e l narrador E duardo A n to n io Parra analiza

la n o v e la del escritor s in a lo en se C ésar L ó p ez Cuadras, y afirma:

De unos tres lustros a la fecha, en la narrativa mexicana el tema de «el norte» ha

despertado el interés no solo de los narradores originarios de los estados septentrionales

del país, sino también de los editores, los críticos y, sobre todo, de los lectores de todas las

latitudes. Todos ellos encuentran en las obras de quienes se han dado a la tarea de narrar

esta región una suerte de impulso que ha venido a apropiarse, p o r medio de las letras, de

un ámbito expresivo que durante décadas fu e dominado principalmente p o r las

manifestaciones de la cultura popular (Parra, 2008: 125).

E n efecto , este norte de d esiertos, sierras y co sta s es d esd e h ace tiem p o el escen ario

p riv ileg ia d o de una n u eva narrativa surgida en e sto s territorios, la cual, ha cam b iad o la

historia literaria m ex ica n a y su cartografía. C on v a lo ra c io n es d istin tas, la crítica

esp ec ia liza d a acepta que en las ú ltim as décadas en el norte de M é x ic o ha h ab ido un

s ig n ifica tiv o y ev id en te au ge en la activ idad cultural que se exp resa en la creación artística-

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Page 146: El Colegio de Michoacán, A.C. Doctorado en Ciencias … · de las ciencias sociales y culturales, sobre todo de la filosofía y la geografía humana, ya que permiten dar cuenta de

literaria .106 107 108 L o s estu d io so s del tem a co in c id en , tam bién , en que aun cuando han surgido

autores y tex to s im portantes en d iversas m a n ifesta c io n es cu lturales, hay una relevante

p resen cia de la narrativa de lo s escritores del norte en el d esarrollo cultural, con sid eran d o

que esta literatura en su m ejor exp resión es « la m ás v ita l y pujante del p aís» (Carrera, 2009:

14). E n ella , segú n lo s cr íticos, se p u ed e apreciar la em erg en cia de un im agin ario p o ético

d istin to con una n u eva s im b o lo g ía y va lo res e sté tico s e id e o ló g ic o s , p u es en sus relatos, el

m o d o de abordar las p rob lem áticas reg io n a les , lo s e stilo s , tem as y len g u a jes la d istin gu e no

so lo de la p rod u cción de autores norteños de g en era c io n es anteriores, s in o tam b ién de lo

que se escr ib e actu alm en te en el resto del país (d e lo s n o v e lis ta s del Crack, por ejem p lo).

L a crítica ha h ech o notar, adem ás, que a d iferen cia de g en era c io n es anteriores,

m u ch o s de esto s autores n o han ten id o que trasladarse al D istr ito F ederal para su

reco n o c im ien to o p u b licación , co m o ocurrió con lo s escritores norteñ os que lo s108antecedieron: D a n ie l Sada, F ed er ico C am p b ell, R icardo E lizo n d o , G erardo C ornejo,

C arlos M on tem ayor, V ícto r H u g o R a scó n B an d a y S ever in o Salazar. H an optado por

quedarse a escrib ir d esd e la «p eriferia» m ex ican a , don d e han llam ad o la aten ción de

ed itoria les n a c io n a les o tran sn acion ales co m o T u sq u ets, Era, Joaquín M ortiz , A lfaguara,

S ex to P iso , R an d om H o u se , G rijalbo, M ondador, entre otras, ob ten ien d o , a lgu n os d e e llo s

p restig iad os p rem ios de literatura, lo que ha perm itido una m ayor d ifu sió n de sus ob ras.109

Entre esto s narradores que han traspasado fronteras lo c a le s p o d em o s nom brar a L uis

H um berto C rosthw aite, H eriberto Y é p e z y R afa Saavedra en B aja C aliforn ia N orte;

106 Para Iván Salinas (2006), «Le Nord du Mexique est peut-etre l ’un des poles le plus créatif du pays á l ’heure actuelle, mais sa reconnaissance comme milieu de création á part entiere n’a eu lieu que trés recemment, car la vie culturelle au Mexique est extrement centralisée. Refusant une “homogénéisation” qui effagait les régionalismes au profit de l’expérience de la ville, notamment celle de Mexico, les auteurs du Nord sont restés dans cette región á partir des années 60-70. Ils ont abandonné l ’empire de la ville pour traiter de sujets plus proches d’eux et liés au Nord. Sans se soucier d’etre reconnus ou non par les censeurs culturels de la Capitale, le résultat de leur travail a ouvert notamment deux voies aux nouvelles générations: d’abord le choix de rester dans la región ou de partir; ensuite, de prolonger une thématique (dont on énoncera ensuite quelques traits) qui caractérise désormais le Nord».107 Para Ramírez Pimienta, en cambio, es en el corrido donde «el imaginario del norte se hace con mucha más fuerza e importancia que en las otras artes incluida la literatura», por eso, afirma que este género musical «ha influenciado más en la noción de norteñidad» y pone como ejemplo el corrido de Julián Garza Pistoleros y famosos, el cual, para este estudioso, «engloba todo el drama de ser norteño» (Entrevista personal, 2013).108 Aunque tanto Gerardo Cornejo como Ricardo Elizondo regresaron posteriormente a sus lugares natales.109 Mencionamos como ejemplos a Juan José Rodríguez, quien obtiene el Premio Nacional Mazatlán; Héctor Alvarado, el premio a novela inédita José Fuentes Mares; Cristina Rivera Garza, el premio Anna Seghers 2005; a David Toscana, premio José Fuentes Mares a la mejor novela, Premio Colima, premio Rubén Fuentes Mares y Premio Antonin Artaud; premio Inés Arredondo 2005 a Jorge Boone; Premio Vandalay a Gabriel Trujillo; Premio Internacional Tusquets a Élmer Mendoza; y premio Herralde 2009 a Daniel Sada.

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E duardo R ojas R e b o lle d o en B aja C aliforn ia Sur; S y lv ia A g u ila r en Sonora; É lm er

M en d oza , A lfo n so O rejel, Juan José R od rígu ez, M ig u e l T apia y E duardo R u iz en S inaloa;

R osario S an m igu el y D a n ie l E spartaco en Chihuahua; Jesú s A lvarad o en D urango; Julián

H erbert, F ran cisco J osé A m parán, Jaim e M u ñ o z V argas y Jorge B o o n e en C oahuila; F e lip e

M on tes, H u g o V a ld és, Patricia Laurent, A n to n io R am os, Joaquín H urtado, O rfa A larcón y

D a v id T o sca n a 110 en N u e v o L eón; M ayra Luna, F ed er ico S ch affler y M arcos R od rígu ez en

T am au lip as. P o d em o s m encionar, adem ás, a E duardo A n to n io Parra, qu ien aun cu an d o v iv e

en la capital del país, se in ic ia co m o creador en el norte, escen ario de m u ch o s de sus

relatos; y a E v e G il, qu ien a pesar de que tam b ién reside en la C iudad de M é x ic o en varios

de sus en sa y o s ha abordado d istin tos asp ectos del tem a de la literatura del norte, co m o el

libro Ja rd in es rep en tin o s d e l d esierto (2 0 0 8 ).

R esp ec to a este crecien te m o v im ien to cultural, G abriel T rujillo apuntaba:

Desde 1980 en adelante, la literatura de la fron tera norte ha ido creciendo, sin hacer

concesiones. Una literatura que ha sido representada tanto p o r grupos culturales como p o r

creadores individuales. La avalancha de obras de prim er nivel en poesía, ensayo, narrativa

o dramaturgia, producidas p o r autores que han apostado, mayoritariamente, p o r vivir en el

norte mexicano y han dado la espalda a la ciudad de M éxico como opción de vida, de

trabajo y de inspiración, ha tenido como consecuencia un auge literario sin precedentes en

el M éxico contemporáneo (Trujillo, 2004: 234-235).

E n con cord an cia con esta op in ió n de T rujillo acerca del panoram a literario actual en

la s reg io n es del norte, u n o de lo s e stu d io so s m ás d ocu m en tad os acerca d e esta p rod u cción

narrativa, M ig u e l R od rígu ez L ozan o , h ace un llam ad o de a ten ción para que se con sid eren

« sin red u cc io n ism o s» e sto s p ro ceso s cu lturales p erifér icos en el esp ectro n acion al que

com p letan la v is ió n del desarrollo cultural del país, por lo cual aclara:

El norte como experiencia activa y actual conlleva a reconocer que esa extensión

geográfica, con 798 729 kilómetros cuadrados, no es solo el lugar donde se come machaca,

cabrito o carne asada, se baila norteño, emergen los narcos, se desarrollan las películas de

los Almada. No, más allá de esa visión reduccionista y repetitiva de modelos acartonados,

110 Aun cuando actualmente vive en Portugal, excepto por sus dos últimas novelas, toda su obra anterior fue escrita en su natal Monterrey.

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en el ámbito de la cultura los estados de la fron tera norte se han convertido en una parte

sustancial de nuestra comprensión del M éxico que cierra un siglo e inicia otro. En las dos

últimas décadas del siglo X X es imposible que pase inadvertido el trabajo cultural que se

presenta en esos estados y que aún continúa (Rodríguez Lozano, 2002: 8).

E l au ge de estas n u ev a s m a n ifesta c io n es cu lturales y estético -literarias se d eb e en

parte a factores ex tern os a la literatura, u n o de e llo s , en el que co in c id en lo s estu d io so s del

tem a, co m o la in vestigad ora Socorro T abuenca, es el ap oyo o fic ia l que durante el sex en io

de M ig u e l de la M adrid se d io a las reg io n es del norte a través del Program a Cultural de las

Fronteras, creado para reforzar la identidad n acional rescatando va lo res y trad icion es

n a cio n a les en lo s territorios fron terizos «vu ln erab les ante la in flu en c ia an g losa jon a» y , de

ese m od o , señ a la F ran cisco L una, « co lo ca r le un cinturón de castidad a la n acion a lid ad »

(1994: 80). O tros factores que in flu yeron en este desarrollo de la cultura, segú n Socorro

T abuenca (2003: 4 0 5 ) , n o so lo en las zo n a s fronterizas s in o en el resto de lo s estad os

n orfronterizos son el crec im ien to de las c la se s m ed ias y sus dem andas de m ejor ed u cación ,

tam b ién el h ech o d e que gran parte de lo s escritores n orteños se h aya quedado en sus

estad os, la creación e im p u lso por lo s g ob iern os lo c a le s de ta lleres literarios y artísticos, el

aum ento de im prentas y p u b lica c io n es lo c a le s , el fác il a cc e so a la in form ación y la

relevan cia en el co n tex to n acion al d e a lgunas c iu d ad es norfronterizas co m o se v e n en

ciu d ad es co m o M onterrey, Torreón, S a ltillo , H erm o sillo , T ijuana y M ex ica li.

U n o de lo s e lem en to s que n o p u ed e soslayarse en el a n á lisis de este co n tex to en el

que tam b ién in terv ien e el E stad o es el repunte e c o n ó m ic o de la reg ión norteña fa v o rec id o

m ás s ig n ifica tiv a m en te d esd e lo s años och en ta por su cercanía con la frontera

estad ou n id en se . C o m o e x p lica M ario Cerruti (20 0 7 : 6 9 -7 7 ), las re la c io n es co m erc ia les

entre el norte de M é x ic o y el sur de E stad os U n id o s p erm itieron el e sta b lec im ien to de un

esp a c io ec o n ó m ic o b in acion a l que ha in c id id o en el desarrollo de estas loca lid a d es,

p rincipalm ente en el área industrial y em presarial.

N o s parece im portante considerar tam b ién en este auge y d in am ism o cultural el

papel de las u n iversid ad es e in stitu c io n es de ed u cac ión que realizan y pu b lican estu d ios

sobre esta literatura, co m o E l C o le g io de la Frontera N orte , la U n iv ersid a d de Sonora, la

U n iversid ad A u tó n o m a d e N u e v o L eón , la U n iversid ad de B aja C aliforn ia Sur, E l Instituto

T e c n o ló g ic o de M onterrey, el C o le g io de Sonora, la U n iversid ad de C iudad Juárez, el

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Instituto de C ultura en S in a loa y la U n iversid ad A u tó n o m a de S inaloa , e sp a c io aca d ém ico

d esd e don d e se han rea lizad o estu d io s cr íticos de estas p rod u cc ion es rebasando de este

m od o las reseñ as p eriod ísticas. A d em ás, las ferias del libro de M onterrey , C iudad Juárez,

H erm o sillo , M ex ica li, O bregón, S a ltillo , M azatlán y L o s M och is; el F estiva l del N o ro este

en T ijuana q u e reúne a escritores, cr íticos, aca d ém ico s, ed itores de rev istas tanto del norte

de M é x ic o co m o de otras reg ion es; el C o n greso Internacional de E scritores en C iudad

Juárez; el fe stiv a l de literatura de M ex ica li, « T iem p o de Literatura»; el encuentro de

escritores «E l a sed io de lo s sig n o s» , en O bregón; el encuentro in ternacional de escritores

«José R ev u e lta s» , en el estad o de D urango; el fe stiv a l «H oras de Junio» de Sonora; el

C on greso de E scritores de N u e v o L eón , el C o lo q u io Internacional d e Literatura en la

UNISON; y lo s con cu rso s n a c io n a les de en sayo , cu en to y n o v e la p ro m o v id o s por el Instituto

de C ultura en S inaloa , el C entro Cultural T ijuana y la U n iv ersid a d de C hihuahua, han

contribu ido a prom over y d ifundir la obra de lo s escritores de lo s territorios norteños.

Para A lic ia L larena (20 0 2 : 52 ), el su rg im ien to de este «esp ectacu lar flo rec im ien to

de la cultura del norte» se in scrib e a su v e z en un m o v im ien to cultural la tinoam ericano, el

de lo s « n u ev o s reg io n a lism o s» , q u e in tegra a q u ello s p a íses cu ya h istoria acu sa un

cen tralism o p o lítico , e c o n ó m ic o y cultural co m o C h ile y A rgentina. E sta a cc ió n c o le c tiv a

pretende reiv ind icar las id en tid ad es reg io n a les y sus ex p resio n es cu lturales «frente a lo s

fen ó m en o s cen tra lizad ores» (2002: 5 3 ) que en p a íses co m o el nuestro han caracterizado la

con form ación del E stado. P o d em o s decir, en ton ces, que se a siste a una e sp ec ie de

m o v im ien to em ergen te de a firm ación identitaria y a la d econ stru cc ión de un sistem a

centralista, lo que ha traído co m o co n secu en c ia la p rod u cción de n u evas rep resen tacion es

geocu ltu ra les.

P or otra parte, aun cu an d o la m ayoría de lo s estu d io s a ca d ém ico s acerca de esta

narrativa se han rea lizad o por a ca d ém ico s de estas reg io n es, esta p rod u cción literaria

tam b ién ha llam ad o la aten ción de lo s cr íticos extranjeros co m o D ia n a P alaversich , A lic ia

L larena, M ig u e l C abañas y M iriam P in o , entre otros, q u ien es se han d ed icad o a estudiar

algún asp ecto de esta p rod u cción literaria, c u y o s autores, afirm a R am írez P im ien ta (2008:

137), « se han co n so lid a d o co m o referen tes im portantes en la narrativa m ex ica n a

con tem poránea». E n el ám bito nacion a l, d esd e d istin tos m arcos teó r ico s, q u ien es han

abordado la tem ática del norte y su literatura son H um berto F é lix B eru m en , Jesús M anuel

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V a len zu e la A rce, G abriel T rujillo , Socorro T abuenca, Juan C arlos R am írez P im ienta ,

M ig u e l R od rígu ez L ozan o , D an te S a lgado, M arta P iña, N o ra G uzm án, G abriel R ovira,

G abriel O suna, M au ric io Carrera y Javier P eru ch o .111 T am bién han aparecido cada v e z m ás

un bu en núm ero de te s is del país y del extranjero in teresadas en el a n á lisis de a lgu n o de

esto s autores o de sus obras; m en c io n o , por ejem p lo , las te s is de Socorro T abuenca (1 9 9 7 ),

«L a frontera textual y g eo g rá fica en d os narradoras de la frontera norte m ex ica n a : R o sin a

C on d e y R o sar io San M ig u el» ; la de H erón P érez (2 0 0 4 ), « A n á lis is estructural y propuesta

so c io cr ítica sobre H is to r ia d e l L o n ta n a n za de D a v id T oscana»; la de P a o lo Sanguinetti

(2 0 1 2 ), « N o tic ia s del presente; el ca so de tres narradores m ex ica n o s» ; la de M aría A n g é lic a

G rijalva E sp in o za (2 0 0 8 ), «L a m eta for ización literal y con cep tu al en el cu en to “N a v a ja s”

de E duardo A n to n io Parra»; la te s is de A lejan d ro G o n zá lez Parra (2 0 0 8 ), « E sp ejos

profundos: un atisbo a la narrativa fronteriza contem poránea»; la de G erm án C eb a llo s

G utiérrez (2 0 1 4 ), «C orresp on d en cias y d iverg en cia s d iscu rsivas entre n o v e la negra y la

narrativa del narcotráfico en B a la s de p la ta , L a p r u e b a d e l á c id o y N o m b re de p e r r o de

É lm er M en d oza»; la de P atricia C órd ova A b u n d is (2 0 1 6 ) , « V io le n c ia y len gu aje en la

narrativa de É lm er M en d oza»; la de A ubry O rtegón, K en ia G abriela (2 0 1 3 ) , «L a n o v e la

suprarreal: Fernando V a lle jo , R afael R am írez H eredia , É lm er M en d oza , D a n ie l Sada,

R ob erto B o la ñ o y Jorge Franco»; y la de L u is E duardo M o lin a L ora (2 0 1 1 ) , «N arrativa de

drogas: una in v estig a c ió n transatlántica en la p rod u cción cultural de E spaña, M é x ic o y

C olom b ia» .

¿P ero q u é e s lo que ha llam ad o la a ten ción de esta literatura y ha abierto e l esp ectro

del cam po literario n acion al? Para J osé de la P az (s. f .) , e s la m ítica y seductora reg ión del

norte aunado a otros e lem en to s co m o « . . . e l d esierto , la frontera, lo s p u eb los, las ciudades,

la activ idad industrial, el narcotráfico , el habla fronteriza siem pre cuajada de g iros

n o v ís im o s, lo s gr in gos, el a m erica n w a y o f life , y la “v id a jo d id a de acá de este la d o ”,

form an un revo ltijo de in tereses e s té tic o s que lo s autores han ap rovech ad o en la creación e

sus obras».

111 Todos estos autores han sido consultados en diferentes momentos de esta investigación, así que sus libros y artículos serán citados o referidos en alguna parte de este texto. Un estudio imprescindible para el estudio de la literatura del norte es el ensayo de Socorro Tabuenca (2003: 393-424) «La literatura de las fronteras», en la que revisa en detalle la bibliografía crítica y teórica que se ha escrito sobre esta literatura. En su trabajo cuestiona algunas de las interpretaciones que se han hecho sobre esta producción, además, demuestra cómo la crítica especializada contribuyó a popularizar la noción de frontera y a revalorar su producción artística y cultural.

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Para el escritor y teó r ico de este conjunto de narradores, E duardo A n to n io Parra

(2 0 0 3 ), lo que atrae de esta literatura es que en sus tex to s se v e d ibujada la id entidad del ser

«n orteñ o» de u na form a particular, y «d e pensar, de actuar, de sentir y de hablar, derivada

de su deven ir h istór ico y de la lu ch a constante contra el m ed io y contra la cultura de lo s

grin gos extraña y absorbente». E sta identidad d ev ien e tam b ién «d el rech azo al poder

central; de la c o n v iv en c ia contra las con stan tes o lead as de lo s m igrantes del sur y del centro

y de una m ito lo g ía r e lig io sa tan le jo s de D io s que se m an ifiesta en la adoración de santones

reg io n a les» (Parra, 2003: 40 ).

Para M au ric io Carrera (20 0 9 : 1 3 -1 5 ), la p resen cia del desierto , la frontera y la

v io le n c ia co m o parte de lo s escen a rio s y am b ien tes de la literatura del norte son las

ten d en cias que caracterizan esta p rod u cción literaria. A g reg a adem ás co m o rasgos « la

vita lid ad lin g ü ística » con la que se representa « la enorm e am algam a cultural de la frontera,

el habla cotid iana, lo s d ia lec to s» que dan p aso al «triunfo del len gu aje de lo m arginal, de lo

lim in a l, de lo cu lturalm ente am b igu o» . E n cuanto a lo s personajes de esta narrativa, le s

atribuye un carácter lim in a l porque se m u ev en entre una realidad que lo s oprim e y un sueño

de b ienestar que n o lo s alcanza. E stán «en la frontera de sí m ism o s» . A u n cuando esta

ú ltim a característica m e parece m ás adecuada a lo s personajes d e la literatura de la frontera,

es m u y relevan te que su crítica a esta p rod u cción n o ten ga la v is ió n red u ccion ista de R afael

L em u s y otros cr íticos al recon ocer una d iversidad de g én ero s — cien c ia ficc ió n , gén ero

fan tástico y n o v e la h o m o se x u a l— . Para Carrera, adem ás, el h ech o de que a lgu n os de esto s

narradores sean ya parte del es ta b lish m en t de la república de la s letras ha h ech o p o sib le que

lle v e n «el d esierto , el d ia lecto , la sed , la n o sta lg ia de la som bra, la cultura de la v io le n c ia , el

narco, la lín ea fronteriza, lo transgenérico a otros ám bitos» .

E l co n cep to de literatura de la frontera es un co n cep to m u ltiva len te , u tiliza b le segú n

in terpretaciones, co n tex to s y circunstancias particulares. Para exp licar d icha prem isa,

H um berto F é lix B eru m en (2 0 0 5 ), de una form a sin tética y general, presenta el en sa y o

« A lg u n a s con sid era c io n es sobre la literatura d e la frontera» en la rev ista Q uim era , con la

fin alidad de precisar la s m ú ltip les a cep c io n es que pudiera propiciar su u so particular.

1. S e en tien d e por literatura de la frontera aq u ella escrita por autores n ac id o s o

radicados en a lgu n o de lo s pu n tos de la frontera m exican a , cu yas tem áticas,

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escen arios, p erson ajes y len gu aje p u ed en o n o corresponder al entorno fronterizo.

L o im portante es apuntar un lugar de n ac im ien to o de resid en cia d e d ich os

escritores (F ed er ico C am p b ell, Ign ac io Solares y C h acón son lo s e jem p los

presentados).

2. C abe com p letar lo anterior con otra con sid erac ión ad icional. C uando se habla de

literatura d e la frontera se en tien d e por e lla la literatura de la reg ión q u e com prende

lo s se is estad os fron terizos del norte q u e co lin d an con E stad os U n id o s, y en to n ces el

con cep to se podría exten d er para in clu ir en é l otros puntos de la geo g ra fía norteña

co m o : H erm o sillo , M onterrey, S a ltillo , entre otros; y a su v e z , a escritores q u e no

resid en en la franja fronteriza pero que tien en un gran p e so cultural.

3. L a literatura de la frontera es aq u ella en la cual se aborda algún tem a fronterizo.

E sto es, la literatura que da cuenta de la v id a soc ia l en cualquiera d e las c iu d ad es y

reg io n es fronterizas del norte del país.

4. L a literatura fronteriza tien e en cuenta lo s tex to s literarios que han d isu e lto las

fronteras entre lo s d istin tos gén eros tex tu a les, es decir, que subvierten lo s cán on es

esta b lec id o s para dar p aso a una escritura m ás f le x ib le y experim ental.

5. Si, por el contrario, partim os de la frontera en tanto frontera cultural, cab e recon ocer

la p resen cia de una escritura que trabaja en lo s lím ite s g eo g rá fico s de una zon a

cultural. L a frontera es aquí la co n d ic ió n de la en u n ciac ión narrativa, el lugar d esd e

don d e se articula el d iscu rso literario.

6. E s p reciso apuntar una p osib ilid ad m ás, que la literatura de la frontera sea

considerada a partir de lo s autores n ac id os o rad icados en la frontera, q u ien es

escrib en en, d esd e y sobre la frontera, pero n o n ecesariam en te en e se orden ni en

to d o s lo s ca so s: porque se p u ed e escrib ir d esd e la frontera sin hablar exp resam en te

de ella.

7. Otra con sid erac ión es la que tom a en cuenta aq u ella literatura que se escribe, se

p u b lica y se d ifu n d e d esd e la frontera m ism a. Si b ien n o tod as las obras escritas en

la frontera se pu b lican y d ifunden d esd e la frontera, p u es a m en u d o lo s escritores

fron terizos so lo logran darse a co n o cer a través de las casas ed itoria les, rev istas y

su p lem en tos del centro (20 0 5 : 13-15) .

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Para con clu ir , H um berto F é lix B eru m en (20 0 5 : 15) ca ta loga a la literatura de la

frontera co m o u na co m b in a ció n de criterios g eo g rá fico s , cu lturales, tex tu a les y tem á tico s,

pero com prendida p rin cip alm en te a partir de lo s co n tex to s soc iocu ltu ra les q u e le dan v id a y

sustancia , «p rod u cción , d ifu sió n y recep c ió n de la literatura».

E n la p ersp ectiva de M ig u e l R od rígu ez L o za n o — u n o de lo s prim eros a cad ém icos

en abordar s istem áticam en te la narrativa norteña, p u es d esd e h a ce m ás de d iez años ha

estado in v estig a n d o y p u b lican d o sus estu d ios acerca de autores y obras de la p rod u cción

norteña— , lo s rasgos q u e caracterizan a esta narrativa son la h eterogen eid ad y la

d escen tra lización , esta ú ltim a en el sen tid o de que cada v e z se a lzan m ás escritores que

reaccion an a la trad ición cultural centralista creando así «una d istancia frente a las

propuestas que se d ivu lgan en la ciudad de M é x ic o » (2003: 6 ), y h eterogen eid ad porque sus

p rod u ccion es literarias n o s igu en un m o d e lo ú n ico del cual lo s tex to s literarios sean sus

ex p resio n es, por el contrario, hay una gran d iversid ad de gén eros, e s tilo s y tem as, co m o se

p u ed e constatar en lo s estu d ios d ed icad os al tem a y en la lectura de las m ás de c ien

an to log ías que ha lo ca liza d o con esta p rod u cción (2003: 18).

E n N o rte (2 0 1 5 ) la an to log ía rea lizada por E duardo A n to n io Parra, que reúne relatos

de 4 9 escritores n orteños p u b licad os se com p ren d e d icha pluralidad tem ática , form al y

estilística al congregar en sus pág in as tex to s que abarcan 100 años de trad ición literaria. D e

esta p rod u cción Parra señ a la las s ig u ien tes características:

La obra de los narradores del norte muestra casi siempre una preocupación p o r las

palabras, tanto en lo que se refiere a captar los términos de uso popular — rescate— como

a aprehender el ritmo, la respiración del habla de los habitantes del norte. La intención,

p o r supuesto, no es llevar a cabo un simple registro, sino hacer literatura con esas

palabras, transformarlas, en la materia dúctil de la narrativa. Otro aspecto es la presencia

del paisaje — rural o urbano— y del clima N o podría ser de otra manera ya que ambos,

léxico y hábitat, constituyen el pensam iento y el modo de ser norteños, la idiosincrasia. Y el

último elemento es la acción: en la narrativa del norte predom inan el movimiento y en la

tensión dramática que se desenvuelve en espacios abiertos, p o r encima de la reflexión o las

escenas desarrolladas en ámbitos cerrados (2015: 15).

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E l p rop io Parra, en un en sa y o anterior había advertido de la d iversidad literaria del

norte y de có m o en esta se p u ed en id en tificar rasgos co m u n es co m o la «v ita lid ad , búsqueda

de ren ovación en el len gu aje, referen cias con stan tes a la trad ición literaria m ex ica n a y a su

estrecha relación con la realidad actual» (2005: 39).

Para T abuenca, las particularidades co m u n es de la literatura del norte se m an ifiestan

en que las obras tem atizan fu n d am en talm en te su «realidad g eo g rá fica (sierra, mar, desierto

y c iu d ad es)» y en que p r iv ileg ian la «realidad lin g ü ística propia de la zona»; adem ás, se

b u sca « la recreación d e la cotid ian id ad sin caer en el costu m b rism o p rov in cian o de ép o ca s

pasadas y la rep resen tación de e sp a c io s urbanos» (20 0 3 : 4 1 4 ). D e sd e nuestro punto de

v ista , habría que resaltar tam b ién en la obra de e sto s escritores la aparición de n u ev o s

personajes co m o lo s m igrantes, sicarios y narcotraficantes, así co m o p erson ajes urbanos; el

u so de la oralidad reg ion a l, pero n o co m o co p ia d e un habla s in o co m o la puesta en escen a

de una id entidad — co m o en lo s relatos de É lm er M en d o za y L u is H . C rosth w aite— ; y

sobre tod o , el d eseo de a lgu n os de e llo s de escrib ir acerca de a lgún asp ecto p rop io de estas

reg ion es, cam biando lo s escen a rio s rurales por im á g en es urbanas m ás cercanas a las n u evas

realidades, por lo que, c o m o se señ a ló antes, se han v en id o organ izan d o n u evas cartografías

literarias urbanas.

S o n precisam en te estas características, pero sobre to d o el que esta narrativa

p r iv ileg ie co m o e sp a c io de sus f ic c io n e s el territorio norteño, lo que ha abierto un

in teresante debate m ed ian te d os p ersp ectivas en torno su «va lor literario», a su in c lu sió n en

la literatura nacion a l y a su relación con la s im b o lo g ía e id e o lo g ía de sus representaciones.

D a d o que esta d iscu sió n está d irectam ente relacion ad a con nuestra in v estig a c ió n , p u es lo

que le da origen es, d esd e nuestro parecer, un asunto del im agin ario acerca del norte, n os

detendrem os al an á lisis d e una y otra p ersp ectiva en el s igu ien te apartado.

3 .4 ¿ N a r r a t iv a d e l n o r te o n a r r a t iv a d e l n a r c o tr á f ic o ?

E n el núm ero 81 de la rev ista de L e tra s lib res (2 0 0 5 ) apareció un artículo que gen eró un

in teresante debate acerca de la literatura que se escrib ía en el norte d e M é x ic o y que

m an tu vo atento al m u n d o in telectu a l y literario m ex ica n o . S u autor, R afael L em u s, le p u so

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co m o títu lo «B a la s de salva. N o ta s sobre el narco en la narrativa m ex ica n a » (2 0 0 5 a ),

orientando así a la d esca lif ica c ió n de casi tod a la narrativa que se producía en e se en ton ces

en la reg ión norteña al argum entar esen c ia lm en te q u e d ich a p rod u cción , adem ás de

m ed iocre , se reducía tem áticam en te al narcotráfico . E l a n á lisis del tex to cap ita lin o parece

ser una crítica literaria m ás; sin em bargo, una lectura m ás cu id ad osa encontrará que el

debate n o so lo revela un punto de v is ta sobre la literatura, expresa , adem ás, una p ercep ción

id e o ló g ic a y cultural del centro acerca d e este territorio.

A l in iciar el tex to , el crítico cap ita lin o h ace una tajante a firm ación (ciertam en te sin

ofrecer pruebas en el desarrollo del texto): «T od a escritura sobre el norte es sobre el

narcotráfico» (20 0 5 : 39 ). A esta acu sación agregará su crítica al rea lism o p o co e fe c tiv o con

que se trata esta tem ática , al «costu m b rism o d ó c il» que cop ia , retrata, d en u n cia m oderada y

prudentem ente esta realidad. C o n e sto s recursos, d ice, con lo s que reproduce este territorio,

m ás el len gu aje co loq u ia l, la v io le n c ia p lástica , el orgu llo reg ion a lista , e l p o p u lism o y la

picaresca , el escritor norteño — afirm a L em u s— b u sca «sacralizar» d icha reg ión , por esa

razón sobreabundan lo s tex to s que la dibujan. Para el crítico , el escritor norteño so lo b u sca

mostrar:

[ ...] que el norte es distinto al centro, que la fron tera posee una identidad única, definida

aunque vertiginosa. E l anhelo: probar que allá arriba es donde ocurre el país. Qué mejor

que el narco para convencernos de ello. Es un negocio y más que eso: una cultura. El norte

es la narcocultura, entre otras cosas, sobre todas las cosas (Lemus, 2005: 4 2 ).112

S in em bargo, a pesar de su em p eñ o , afirm a tam b ién L em u s, n in gu n o de lo s autores

del grupo de esta p rod u cción tien e la su fic ien te h ab ilidad para trasm itir en su escritura la

realidad v io len ta propia del norte; es m ás: n in gu n o d esea que la narcocultura f in a lic e

porque de e lla « d ep en d e su im agin ario» . T od av ía avan za m ás en sus a cu sa c io n es al ju zgar

que la identidad del norte « cu e lg a » d e la narcocultura, la que ha d e lin ead o su identidad

regional, antes m ás d ifu sa pero ahora, con la p rod u cción de esta narrativa, se v e m ás

112 Esta afirmación del crítico de que todo el norte es narcotráfico es parte del imaginario que los medios de comunicación confirman y difunden. Por ejemplo, en el noticiario de Joaquín López Dóriga, ante la fuga de un reo de Sinaloa, el conductor informaba: «Puede estar en cualquier hogar de Sinaloa». En otro programa del mismo conductor, una persona de Tabasco expresaba al reportero de Televisa su preocupación por unos nuevos vecinos, a los cuales encontraba «muy sospechosos», pues «todos tenían tipo del norte».

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claram ente recortada; y rem ata con ironía: «A h , el norte. A h , el narco. Sonrisa». A firm a

tam b ién que co m o «d istr ib u ción es d estin o» , lo s narradores del norte tien en que publicar en

la capital y d esd e ahí se le s le e apáticam ente y se le s ob serva d esd e la d istan cia « co n cierto

m orbo, sin afán de com u lgar con su icon ografía» . Otra de las a firm acion es se re lacion a con

la h istoria de nuestro país, p u es para él so lo ex iste el norte porque « se d efin e d esd e el

centro», por eso , «m ientras m ás se in sista en la particularidad de la reg ión , m ás se escrib e

para el centro» (2005: 4 2 ).

E n el núm ero sig u ien te de L e tra s L ib res , E duardo A n to n io Parra resp on d e a estas

a firm acion es de L em u s en un en sa y o que titu la «N orte, narcotráfico y literatura» (2 0 0 5 ),

agrad ecien d o al cr ítico la p o sib ilid a d de reflex ion ar y aclararse a sí m ism o sus id eas sobre

la ex isten c ia o in ex isten c ia de la narrativa del norte y para, adem ás, op on er a la crítica

«red u ccion ista y centralista» de L em u s otra v is ió n acerca de este territorio y su literatura.

R esp o n d e prim eram ente que la p rod u cción narrativa del norte n o se reduce so lo al tem a del

narcotráfico , dado que, co m o se ha probado, hay una gran d iversidad de gén eros, e stilo s y

tem as, cu ya in ten c ió n — afirm a— es n etam en te literaria. Parra le pregunta al cr ítico si

cuando se escrib e narrativa am bientada en la capital tam b ién se sacraliza esta ciudad. « ¿ N o

llevarían e sto s tex to s una in ten c ió n im p líc ita de indagar y criticar este esp a c io ? , ¿ o en otros

lad os so lo se escribe, m ientras que en el norte [ . . . ] se in tenta sacralizar»? Parra ev id en c ia

esta persp ectiva peyorativa con que la crítica literaria eva lú a la in c lu sió n del e sp a c io natal o

v iv id o entre de lo s escritores del norte y lo s del centro. M á s adelante, a la a cu sa c ió n de

L em u s acerca de que a lo s narradores del norte so lo lo s le e el centro, resp on d e que tal v e z

por su co n d ic ió n de cap ita lin o se haya autorretratado co m o lector, y que este es un tem a

que perten ece m ás a la m ercad otecn ia que a la literatura, p u es las ed itoria les con m ejor

d istribución se encuentran en la C iudad de M é x ic o . Señala, adem ás, que en estas

a n otac ion es de L em u s sobre la literatura del norte pareciera afirm arse que esta p rod u cción

narrativa su b siste gracias a que lo s lec to res cap ita lin os « le s con ced en la gracia de su

m irada». P ero Parra eva lú a p o sitiv a m en te el « favor cap ita lin o» , p u es para él, con esta

recep ción se v e m ás b ien un « reco n o c im ien to a la obra». E n el desarrollo de su tex to , Parra

n o se ocu p a tanto de m ostrar lo o b v io , el que n o toda la escritura del norte es sobre el

narcotráfico , p on e m ás el acen to en lo s señ a lam ien tos de L em u s lo s cu a les b ien podrían

acom pañar, d ice, «al em b lem a de un cen tra lism o que y a resu lta arca ico» (20 0 5 : 61).

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C o m o es ev id en te , en este debate L em us-Parra, m ás que la con fron tación estilís tica

entre lo s escritores de estas d os reg ion es, se trata de un enfrentam iento de persp ectivas

h istóricas, cu lturales e id e o ló g ic a s d iferen tes acerca de una y otra reg ión : norte-centro y

que a m i parecer se relacion an con esta v ie ja o p o s ic ió n con la con fron tación entre la

p rov in cias y la capital o con las com p lejas re la c io n es que se han dado y aún se presentan

entre las o ligarqu ías de am bas territorio: D ich a s co n fron tacion es son las que dan una

particular rep resen tación al territorio norteño y son ya parte del im agin ario c o le c t iv o .

3 .5 ¿ N a r r a t iv a d e l n o r te o n a r r a t iv a n o r te ñ a ?

P or otra parte, la recep c ió n de esta literatura ha abierto otra in teresante d iscu sió n entre

críticos, e stu d io so s y escritores que reproduce, en cierto m od o , la que a m ed iad os de lo s

n oven ta se gen eró en torno a la p rod u cción literaria de la frontera. L a con trap osición ,

co m o en ton ces, se da en torno a d os puntos de v ista : el que con sid era que esta p rod u cción

por sus características d eb e ca lifica rse co m o literatura regional, es decir, literatura

«norteña»; y el que con sid era que se d eb e quitar el ad jetivo dado que, co m o arguye

P alaversich (20 0 7 : 11), « la g lo b a liza c ió n suprim e fronteras co m u n ica tiv a s e in form ativas y

desterritoria liza la literatura», o, en to d o caso , circunscrib ir este ca lifica tiv o a u n o s p o co s

escritores del norte cu yas obras expresan ciertas tem áticas co m o el narcotráfico y la

v io le n c ia y que, segú n afirm a P alaversich , las ed itoria les trasn acion a les con sus

m eca n ism o s pub lic itarios han p rom ovid o co m o lo « e x ó t ic o » m ex ica n o . C o m o se puede

apreciar, en la b a se de este debate tam b ién se encuentra la p rob lem ática esp acia l y sus

rep resen tacion es, por e so n o s v a m o s a detener en el a n á lisis de lo s argum entos de u na y

otra parte.

L o s que han ca lifica d o a esta narrativa co m o region al son, entre otros, H um berto

F é lix B eru m en y M ig u e l R od rígu ez L ozan o . E l prim ero b asa su co n cep c ió n en la ex isten c ia

de un lim itad o y m arginal « c ircu ito literario con sus propias redes de producción ,

circu lación y recep ció n del fen ó m en o literario» en las reg io n es norfronterizas, co m o sería 113

113 Una descripción de esta polémica se encuentra revisada críticamente en el ensayo de Socorro Tabuenca (2003), «Las literaturas de las fronteras».

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el ca so de ed itoria les co m o Y orem ito , C astillo o la s universitarias, por e jem p lo (F é lix

B eru m en citad o por T abuenca, 2003: 107). P or su parte, M ig u e l R o d ríg u ez L o za n o

argum enta q u e b ien p u ed e hablarse de una literatura reg ion a l, en este ca so del norte, si se

en tien d e por reg ión «u n cierto e sp a c io f ís ic o d elim itad o co m o parte de otro de m ayor

am p litu d » y q u e se id en tifica por las características g eo g rá fica s so c ia le s y cu lturales del

territorio que, a pesar de su d iversidad , las u n e h istórica y geo g rá fica m en te su frontera con

E stad os U n id o s y su d even ir p erifér ico con resp ecto al desarrollo de la h istoria de M é x ic o

(R od rígu ez L o za n o citad o por T abuenca, 2 003: 15-16) .

T am bién C hristopher D o m ín g u ez , en sus com en tarios sobre la narrativa de Parra,

S ad a y T oscana, ava la esta p ersp ectiva q u e id en tifica a esta p rod u cción co m o regional

atend iendo p rin cip alm en te a su origen g eo g rá fico y , así, señala:

En la identificación de Parra y Toscana con Sada no solo pesa el elemental buen gusto ni

la solidaridad regionalista, sino la búsqueda común de una narrativa del desierto, de la

que Sada fu e el más aventajado de los pioneros. Parra, el cuentista de Tierra de nadie, y

Toscana, autor de Santa María del Circo, no entienden al «desierto» como una receta

turística, sino como una batalla contra el aldeanismo. Gracias a Sada (y a Jesús Gardea,

Ricardo Elizondo y Gerardo Cornejo), los nuevos narradores del norte — agregaría al

bajacaliforniano Crosthwaite— están creando una narrativa auténticamente regional

(como ya lo era, desde Galindo hasta Pitol, la veracruzana) (Dom ínguez, 1999: 54).

A lic ia L larena, co m o se señ a ló , al describ ir este m o v im ien to narrativo del norte,

prefiere enm arcarlo en lo que e lla d en om in a c o m o « n u ev o s reg io n a lism o s» (2 0 0 6 :1 5 9 ). E l

adjetivo es crucial porque m ientras el co n cep to de literatura region al se refiere a una

narrativa particular en la h istoria de la literatura la tinoam ericana re lacion ad a con las

n o v e la s o relatos te lú ricos, cuando se habla de n u ev o s reg io n a lism o s se estaría in scrib ien d o

esta p rod u cción en « u n o de lo s fen ó m en o s soc io -cu ltu ra les m ás atractivos e in teresantes en

ín tim a relación con el au ge d e las periferias en el d iscu rso p osm od ern o , c o n la co n sig u ien te

d escen tra lización de la cultura y con las ló g ic a s ten sio n es entre la g lo b a liza c ió n y el

lo c a lism o » (20 0 6 : 159). E n este sen tid o , d ich o fen ó m en o cultural se asem ejaría al de las

literaturas p o sco lo n ia le s , don d e la representación del esp a c io , d esd e n u ev o s m o d e lo s y

s im b o lo g ía s , se u sa c o m o estrategia para que lo s grupos antes m argin ales se representen a

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sí m ism o s y a su identidad . P or eso , a lgu n os escritores co m o F ran cisco L una afirm an que la

literatura del norte ha v e n id o a reforzar el sen tid o reg ional y el reco n o c im ien to de lo loca l,

p u es «ha dado m ás que cualqu ier otro ic o n o autenticidad y leg itim id a d a nuestro S er

norteño. H a d elin ead o nuestra geografía , nuestro e sp a c io y n o s ha heredado h istoricidad ,

tiem p o y u b icu id ad » (Luna, 1994: 82).

E n contraparte, el artícu lo de D ia n a P a laversich (2 0 0 7 ) «L a n u eva narrativa del

norte: m o v ien d o fronteras»114 aporta n u ev o s e lem en to s a esta d iscu sió n al incorporar el

papel de lo s sistem as m erca d o técn ico s ed itoria les en la d ifu sió n y popularidad de esta

literatura que la ha d iv id id o entre lo s que pu b lican en sus reg io n es y lo s que lo h acen en

ed itoria les tran sn acion a les, lo cual, segú n P alaversich , p rob lem atiza su estatus reg ion a l,

co m o es el ca so de lo s escritores T oscan a, R ivera G arza, M en d oza , C rosth w aite y Parra.

E n su artículo, la autora h ace un an á lisis de la obra de e sto s escritores que, co m o

sab em os, nacieron en el norte, o que co m o Parra, v iv iero n en esta región , para argum entar

que, a d iferen cia de có m o la presentan las ed itoras n a c io n a les y tran sn acion a les, la

p rod u cción narrativa actual del norte es un fen ó m en o « lim itad o» que se d eb e m ayorm en te a

la s estrateg ias co m erc ia les de las ed itoras que han sab ido prom over esta narrativa co m o «el

n u ev o sabor de la literatura m ex ica n a » (20 0 7 : 11).

C o m o ejem p lo de esta cam paña m en c io n a a la ed itorial T usquets, la cual, afirm a, a

través de su sistem a p u b licitario v en d e el norte «al centro m ex ica n o » co m o «una n oved ad

ex ó tica caracterizada por lo tem as “v en d ib le s” co m o son: el narcotráfico , las m igracion es,

la v io le n c ia y la frontera» (20 0 7 : 2 4 ). L a autora señ a la que el o b jetiv o de su artículo es

cuestionar estas estrateg ias publicitarias que, adem ás, presentan a lo s narradores del norte

co m o «un h o m o g én eo b lo q u e» que escr ib e sobre tem as « c lic h é s» co m o lo s y a referidos por

Parra. C on estas prem isas, P a laversich tam b ién pretende problem atizar el co n cep to de

literatura region al u tiliza d o por a lgu n os cr íticos para caracterizar esta obra literaria, p u es la

g lo b a liza c ió n , lo s flu jo s de la in form ación y las m ig ra c io n es «h acen im p o sib le que se hable

del norte co m o una zo n a aislada, d escom u n icad a , c u y o s autores son u n o s seres so litar ios y

raros en constante o p o s ic ió n al centro» (2007: 24).

114 El título «La nueva narrativa del Norte. Moviendo fronteras» es irónico, pues la autora afirma que la globalización «destemtorializa» la literatura.

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O tro e lem en to im portante en este debate es la d istin c ión que P a laversich h ace entre

lo s térm in os «literatura del norte» y el de «literatura norteña». E sta ú ltim a, s ig u ien d o a la

autora, se reservaría so lo para autores que, c o m o Parra, M en d o za y C rosthw aite, «han

aportado m ás que otros autores de la zo n a a la creación de m itos, con d u ctas y c ó d ig o s»

(2007: 24 ). Para argum entar esta serie de a sev era c io n es que d iv id en en d os categorías la

p rod u cción norteña, P a laversich acude a las o p in io n es de tres autores: la son oren se E v e G il,

Julián H erbert — quien aunque n a c ió en G uerrero ha resid id o b u en aparte de su v id a en

C oah u ila— y la tam au lip eca M ayra Luna; y son p recisam en te sus a firm acion es las que usa

co m o citas de autoridad para desarrollar su estu d io . S in em bargo, son estas a sev era c io n es

la s que d eb ilitan su argum entación en el exam en de este fen ó m en o narrativo y cultural, a

pesar de las esc lareced oras o b serv a c io n es que rea liza en la segu n d a parte de su en sa y o

acerca de la obra de lo s escritores L u is H um berto C rosthw aite, É lm er M en d oza , D a v id

T o sca n a y C ristina R ivera Garza.

L a autora in ic ia su an á lisis con la a firm ación d e E v e G il d e que las ed itoria les se

em peñan en acom pañar la obra de lo s escritores del norte m ás reco n o c id o s con c in tillo s que

lo s presentan co m o b o rd er cu rio u s (G il citada por P alaversich , 2007: 11), lo cual, d ice G il,

le parece « in justo» . S in em bargo, en nuestra in v estig a c ió n acerca de este asunto n o h em os

lo ca liza d o e jem p lo s de este tip o d e cam pañas pub licitarias, al m en o s para d ich os

narradores. D e h ech o , en en trevista a T o sca n a se le preguntó si era estrateg ia com ú n de las

casas ed itoria les u tilizar este tip o de p u b licid ad para la p rod u cción literaria del norte, a lo

cual con testó negativam en te . A l resp ecto , tam b ién en entrevista personal con Juan José

R od rígu ez, este afirm ó que «a las ed itoria les n o le s c o n v ie n e pub licitar de esta m anera a sus

escritores».

H abría que señalar, n o obstante, que sí h em o s encontrado que, con d istin tos fin es,

lo s p rop ios escritores em p lean lo s co n cep to s de literatura del norte o literatura norteña — a

v e c e s se usan ind istin tam en te— para id en tificarse co m o grupo p erten ecien te a una región

geocu ltural, n o co m o grupo h o m o g én eo estilísticam en te . E l térm in o tam b ién lo u tiliza la

prensa, al anunciar p resen tacion es de libros o con feren cias, y lo s aca d ém ico s, e sto s ú ltim os

con fin es c la sifica to r io s , co m o argum entan G abriel T rujillo o M arta P iñ a en sus an á lisis de

la narrativa su d californ iana contem poránea, p u es el térm in o perm ite d elim itar autores y

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obras p roven ien tes de una m ism a región , lo cual, aclara, n o eq u iv a le a «quitarle m éritos o

trascen d en cia artística» (M artha P iña, 2 009: 22).

T am b ién , a d iferen cia de lo que P a laversich afirm a que ocurre en la p u b licidad

editorial b asán d ose en E v e G il, lo s e stu d io s a ca d ém ico s sobre esta p rod u cción destacan

co m o característica justam en te la h eterogen eid ad de la narrativa en tem as, gén eros, e stilo s y

propuestas, co m o aclara R o d ríg u ez L ozano:

A sí pues la producción cultural de la fron tera norte de México, específicamente en el

campo de la literatura, y mejor, en el ámbito de la narrativa, no es para nada cerrada,

unívoca y única. Es una producción que asume las diversidades de la creación, de la

imaginación, a veces sin perder de vista la heterogénea realidad que envuelve los estados

norfronterizos de M éxico (Rodríguez Lozano, 2003: 36).115

N o h ay en ton ces, al m en o s d esd e el punto de v ista acad ém ico , una v is ió n

h o m o g én ea en cuanto a tem as o gén eros de esta producción . P or lo que resp ecta a las

o p in io n es vertidas por Julián H erbert, P a laversich lo cita para contra argum entar lo s rasgos

que Parra ha señ alad o para caracterizar esta p rod u cción narrativa, para lo cual to m ó co m o

b ase el en sa y o de H erbert, «E l norte co m o fantasm a». E n este, el autor afirm a que « lo

norteño n o es una entidad tan g ib le y ob jetiva sin o m ás b ien una p ro fesió n de fe , un afán de

pertenencia a ciertos m itos, con d u ctas y c ó d ig o s» (H erbert c itad o por P alaversich , 2007:

1 0 3 ) .116 P or otra parte, aun cuando H erbert pareciera op on erse a e sto s « c lic h é s» sobre la

literatura norteña, al analizar con d eten im ien to lo s s ím b o lo s que él con sid era co m o

representativos «d el eje de nuestra norteñidad», n o s percatam os que retom a lo s m ism o s

s ig n o s identitarios y lo s m ism o s rasgos representativos con que se ha caracterizado a este

esp a c io y sus habitantes: «e l d esierto» , « la franqueza (a v e c e s m ás h istr ión ica que real)»,

«el rab elesian o ritual de la fiesta» , «e l n o m a d ism o com an ch e (traducido a lo s fen ó m en o s de

115 También en la introducción de su antología de cuentos, titulada significativamente «Sin límites imaginarios», dice que estos textos expresan «un abanico de experiencias», pues reúne cuentos de ciencia ficción, policiacos, realistas, fantásticos, con temas de narco, homosexuales, migrantes, clásicos, minificciones que demuestran «la pluralidad y la solidez» del cuento de los escritores que han nacido en el norte (Rodríguez Lozano, 2006: 19). Un ejemplo de la pluralidad de voces y perspectivas lo encontramos en el núm. 19/20 de la Revista Literal publicada por DIFOCUR dedicada a los nuevos autores del norte de México.116 Y nosotros nos preguntamos: ¿no son todas las identidades una especie de «profesión de fe»?, no tangibles por supuesto, pero no por eso menos reales, como lo han demostrado los estudios culturales y la geografía humana.

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la m igración ileg a l)» , «e l su b versivo p r iv ileg io de haber h ech o de la v io le n c ia nuestra gran

aportación al im a g o n acion a l» , «e l co rp u s de in f le x io n e s al len gu aje , g e sto s , hablas tribales,

g a g s y slang , lo que en conjunto se reco n o ce co m o “hablas norteñas”». In c lu so m en cio n a

tam b ién «el rasgo m ayor de la norteñidad: el sen tim ien to insu lar», aunque reco n o ce que

« e se bato o n to ló g ica m en te so lo » ha s id o casi borrado por la g lo b a liza c ió n (H erbert c itado

por P alaversich , 2007: 104).

Otra escritora citada en el trabajo de P a laversich es M ayra Luna. Para ella , el

térm ino «literatura norteña» d eb e ap licarse al escritor de esta zon a g eo g rá fica «en cuya

obra están presen tes [ . . . ] la fro n te ra , e l narco trá fico , la v id a nocturna , e l rea lism o y e l uso

de un len g u a je n o r teñ o c liché y n o a la totalidad de lo s escritores de las zo n a s cu yas obras

son tan d is ím ile s co m o sus p erson as» (L una citada por P a laversich , 2007: 14) (E l én fa sis es

m ío). A l reservar el ad jetivo «n orteñ o» o reg ion a l a la narrativa que acu sa lo s rasgos

anteriores (e in fer im os que n acion al o ¿u n iversa l? a lo s que n o tratan e so s tem as o gén ero s),

Luna reafirm a, tam bién , esa im a g en del norte co m o ex ten sió n bárbara117 que se ha

naturalizado y asu m id o c o m o propia aun, por supuesto , por lo s m ism o s habitantes de estas

reg ion es. E n esen c ia , esta v is ió n red u ccion ista de M ayra Luna n o d ifiere de la de las

ed itoria les (en ca so de que ex ista ) o de cr íticos co m o R afael L em u s, por el contrario, la

refuerza, y L una cae en el m ism o error que critica. Si se acepta esta d istin c ió n entre u n o y

otro con cep to , ad m itiríam os co m o «norteña» la literatura que refiere v io le n c ia , narcotráfico

o drogas, en ton ces, estaríam os aseveran d o que esa rep resen tación tan arraigada en el

im aginario n acion a l es connatural a la identidad y las ex p resio n es cu lturales de esta región .

P ero co m o se ha dem ostrado ya su fic ien tem en te , el e sp a c io se p royecta tam b ién a través de

un conjunto de d iscu rsos que se im p on en , p royectan d o im á g en es representativas de un

territorio las cu a les conform an un im agin ario co lec tiv o . S on con stru cc ion es de la socied ad

y, por tanto, una rep resen tación cultural de la realidad.

E n con c lu sió n , cuando rev isa m o s lo s e lem en to s que, segú n M ayra L una

caracterizan la literatura de esto s escritores y las com param os con a lgu n as de las im á g en es

que se han proyectad o sobre el norte, y que h em o s v en id o rev isan d o en lo s puntos

anteriores, con sid eram os que m ás que la «crea c ió n de m itos, con d u ctas y c ó d ig o s» , en sus

117 En sus dos acepciones, violenta o ignorante, como veremos en el correspondiente análisis.

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argum entos hay una reafirm ación de m ito lo g ía s y de a lgunas de las im á g en es con las que se

ha representado d esd e antaño el septentrión m ex ican o .

M ás in teresante n o s p arece en este debate la p o s ic ió n de Juan C arlos R am írez

P im ien ta cuando afirm a que esta narrativa n o es norteña « s in o n a c io n a l» , pero n o por lo s

tem as que to ca o por la form a de escrib ir, s in o porque en lo s ú ltim o s años ha ocurrido un

cam b io en la s im b o liza c ió n del territorio d esp lazan d o el centro de en u n cia c ió n a las

reg io n es del norte del país. E n sus palabras:

Resulta evidente que para quien quiera verlo ha ocurrido un cambio del locus simbólico

desde donde emana la mexicanidad desplazándose del centro de M éxico a los estados del

septentrión mexicano (y aun allende la fron tera en los barrios de ciudades como Los

Ángeles y Chicago). La representación emblemática de lo que constituye ser mexicano ha

sido resignificada hacia un paradigm a fronterizo/norteño. Si en los años cuarenta y

cincuenta la construcción de la m exicanidad pasaba p o r las coordenadas de ser charro,

beber tequila y escuchar el mariachi; en el siglo XXI, el ser mexicano se traduce en buena

medida a «ser» o aparentar ser norteño/fronterizo, beber cerveza y escuchar música

norteña (Ramírez Pimienta, 2008: 150).

A u n cuando h ace fa lta estudiar m ás el actual fen ó m en o cultural norteño para

apuntalar esta argum entación de R am írez P im ien ta , una recien te in v estig a c ió n sobre las

represen tacion es del norte en el im agin ario c o le c t iv o m uestra en sus resu ltados este

p rotagon ism o del norte con to d o y sus claroscuros. E n prim er lugar, lo s resu ltados

m ostraron que a d iferen cia de la frontera sur, el norte aparece ico n iza d o con m ú ltip les

s ig n o s que se asocian tanto con v io len c ia , m uerte y d rogad icción , co m o con lo s que refieren

el su eñ o am ericano c o m o riqueza, trabajo, progreso y p o se s io n e s m ateriales. E ste contraste

entre las d os represen tacion es de las fronteras del país am p liam en te com partido reve la lo

que a lgu n os llam an « e l trop ism o del norte», para denom inar a la atracción «rayana en la

fa sc in a c ió n que ejerce y ha ejercid o siem p re el norte fron terizo sobre la im a g in a c ió n y lo s

su eñ os de lo s m ex ica n o s» . E l norte es en el im agin ario c o lec tiv o , d ice G uerrero (s. f.), «un

atractor m ental» .

P or otra parte, es n ecesa r io aclarar en este punto que, in d ep en d ien tem en te de las

d iversas p o s ic io n e s de cr íticos o de lo s p rop ios autores acerca de esta c la sifica c ió n ,

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encontram os en el a n á lisis de la p rod u cción de esto s narradores la asp iración de trascender

la recep ció n lo ca l con obras de alta calidad que sean incorporadas al can on de la literatura

m exican a . A sí, aun cuando en lo s escen arios de sus relatos p r iv ileg ien las reg io n es

norteñas, hab len de la realidad de su entorno o u tilic en el len gu aje oral en sus narraciones,

esto s consideran , co m o el escritor Juan Jo sé R od rígu ez, que es prob lem a del tex to si e ste no

trascien d e lo reg ion a l, « n o del s itio en que transcurre la obra». P ero n o so lo es p rob lem a del

tex to , aclara R am írez P im ien ta (2008: 147), ocurre tam b ién el que « la bu en a literatura

“reg ion a l” n o cuente con el aval de la crítica resid en te en el centro».

A l analizar las d os p o s ic io n e s de este debate, creem os que hay en su b ase una id ea

peyorativa de la p rov in c ia asum ida, in c lu so , por sus p rop ios habitantes (in c lu y en d o por

sup u esto escritores) y que tien e su origen en el cen tra lism o p o lít ico y cultural del país y en

el m od o en có m o se fu e configurando, con stru yen d o , ordenando e im agin an d o este

territorio del norte, cu ya p rin cip a les im á g en es — co m o se señ a ló — han sid o naturalizadas

por lo s d iscu rsos de la cultura; por esa razón, para R am írez P im ien ta (2008: 147), «e l

trasfondo de to d o esto es e l cu estio n a m ien to tácito de qué m erece ser con tad o y por quién.

E s decir, qué reg io n es o c iu d ad es d eb en ser d ign as de contarse y qu ién v a a hablar por

ella s» . O co m o lo d ice en otra parte: «q u é esp a c io s g eo g rá fico s son v á lid o s para ser

literaturizados» (2008: 144).

E s in teresante el h ech o d e que si un escritor co m o P érez R everte in scrib e su h istoria

en C u liacán o co m o R ob erto B o la ñ o en S on ora y C hihuahu a nad ie lo s acu sa de reg ion a les,

en cam b io , a lo s escritores del norte que tom an co m o escen ario este territorio se le s acusa

de m o n o tem á tico s o m o n o co n tex tu a les al restringir sus h istorias a la realidad del norte.

Parecería que so lo a q u ello s que literaturizan otros lu gares pued en entrar al canon de la

literatura m ex ica n a o u n iversa l, si es que ex is te e ste ú ltim o. E n contraparte a esta serie de

op in io n es, el escritor E duardo A n to n io Parra ex p lica las p u lsa c io n es o m o tiv o s m ás

profundos que im p elen a esto s narradores a hablar de sus esp a c io s , de su realidad, de su

ex p erien cia v iv id a , de sus lu gares y p aisajes, co m o lo e x p lica en el s ig u ien te pasaje. L a cita

es larga, pero esclarecedora:

Conscientes de que ninguna literatura puede lanzarse a la búsqueda de la p len itud sin tener

los p ies bien arraigados en «lo regional», estos narradores exploran tanto el presente como

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el pasado del norte como un camino para entender la fo rm a de pensar de su gente y los

patrones conductuales que les han heredado sus ancestros, siempre centrándose en la

individualidad y los conflictos particulares de sus personajes y las relaciones de estos con

su comunidad. Para conseguirlo, han eliminado de sus obras aquello que puede

considerarse «pintoresco», privilegiando lo esencial, pues su objetivo no es sacar a relucir

el «color local», sino extraer del espacio regional lo que puede ser entendido, sentido y

experimentado p o r cualquier hombre: el lenguaje y las pasiones universales. A sí sus

relatos y novelas al mostrar las tensiones existentes entre el sustrato histórico de una

región, su tradición cultural y los conflictos personales de sus protagonistas, alcanzan

dimensiones universales a través de lo local y lo particular (Parra, 2008: 126-127).

E n con c lu sió n , sin dejar de recon ocer que la g lo b a liza c ió n ha p u esto en duda el

papel del lugar y de la reg ión y que tod as las activ id ad es de la v id a cotid ian a están

penetradas por este fen ó m en o ten san d o las re la c io n es entre lo lo ca l y lo g lo b a l, tam b ién es

cierto que por este m ism o fen ó m en o la b ú sq u ed a y reafirm ación de cada lugar se ha

con vertid o en una n ecesid a d cada v e z m ás in e lu d ib le para la fo rm a ció n de la identidad de

in d iv id u o s y grupos, p u es es en el lugar don d e se d esen v u e lv e la v id a co tid ian a de las

p erson as. D e ahí que sean cada v e z m ás n u m erosos lo s grupos, co m o el h e tero g én eo grupo

de lo s narradores del norte, que p rom u even la em ergen cia de m o v im ien to s culturales

identitarios en lo s cu a les el arte y la literatura cu m p len un papel prim ordial en la

aprop iación s im b ó lica de este territorio. P or eso , m u ch as de la s obras de esto s escritores

norteños h acen referen cia a lo v iv id o , a la h istoria de sus lo ca lid ad es, a lo in m ed ia to y lo

cotid ian o , p lan o don d e aparecen las variadas form as de ap rop iación m aterial y sim b ólica .

P or lo anterior, p en sa m o s que el p rop ósito de esto s n u ev o s narradores es situar en la

cartografía literaria m ex ica n a lo esen c ia l, « lo u n iv ersa l» de las lo ca lid a d es en las que se

sufre, p ad ece , am a, v iv e .

Frente a e sto s n u ev o s fen ó m en o s geocu ltu ra les n oso tros n o s preguntam os: ¿q u é

im á g en es e sp a c ia les del norte se están con stru yen d o en la n u eva cartografía de la literatura

m exican a? , ¿ q u é n u evas rep resen tacion es se están forjando?, ¿ co n qué s ím b o lo s se

sig n ifica n lo s n u ev o s e sp a c io s de f ic c ió n que han v en id o a integrarse al m apa de nuestra

literatura m ex ican a? , ¿q u é v is ió n de m u n d o se m ateria liza en la representación de las

esp a c io s del norte? T ratarem os de contestar a estas preguntas con el a n á lisis de lo s

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escritores m ás rep resen tativos de este grupo del norte; antes, sin em bargo, rev isarem os el

origen de estas represen tacion es con las que ahora, resem antizadas, se s ig u e im ag in an d o el

territorio del norte. L o s co n cep to s de lugar, paisaje, e sp a c io v iv id o , to p o filia s y to p o fo b ia

ap licad os en el sen tid o de la geo g ra fía hum anista n o s perm itirá el a n á lisis de có m o

m ed ian te la exp er ien c ia subjetiva de lo s autores (su v iv e n c ia cotid iana, p ercep ció n e

im a g in a c ió n ) el e sp a c io f ís ic o se m ateria liza en un e sp a c io representacional; es decir, có m o

el e sp a c io v iv id o d esd e una p ersp ectiva ind iv id u al se transform a en un e sp a c io narrado y

lleg a a form ar parte de lo s im agin arios con lo s que se s ign ifica . M ed ian te este en foq u e se

revisará q u é lugares p r iv ileg ia la m irada del escritor, el narrador o lo s p erson ajes y qué

s ig n ifica d o s adquiere y có m o lo s percib en y s ign ifican , cu á les son lo s s ím b o lo s y v a lores

que le atribuyen en el p ro ceso de su con fo rm a ció n y organ ización .

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SEGUNDA PARTE

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4. DEL LUGAR DE ROCAS SECAS AL PAISAJE IDENTITARIO:

DESIERTO Y FICCIÓN

Siempre he amado el desierto.

Es agradable sentarse sobre un médano de arena.

N o se ve ni se oye nada.

Y sin embargo, algo resplandece en el silencio.

E l principito

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4.1 Fenomenología del desierto

H istóricam en te , lo s p a isa jes d esértico s han sed u cid o a n u m erosos escritores, v iajeros,

poetas, r e lig io so s , c ien tífico s , fo tógra fos y artistas v isu a le s , e in c lu so h oy , la industria

c in em atográfica y turística ex p lo ta la fa sc in a c ió n q u e ejerce en la m irada y sen sib ilid ad del

ser hum ano este resp landor s ile n c io so que n o s reve la el narrador de E l p r in c ip ito , de Saint

E xupéry. E l d esierto es, a decir, de D u p eyron (20 0 4 : 3 5 1 ), « la figura espacia l

om n ip resen te en el h orizon te on ír ico occid en ta l» .

E n las pág in as don d e se ha v en id o d ibujando y d escrib ien d o este lugar, su p resen cia

se m uestra con d iferen tes s ig n ifica d o s y sen tim ien to s d erivad os de la percep ción ,

aprop iación y representación de q u ien es con tem p lan sus m a jestu o so s o am enazadores

parajes, segú n sea el punto de v is ta de q u ien es lo ob servan y lo narran.* 119 Para a lgu n os, el

desierto — erem ia, deserta , w aste , w ild e rn ess— es un lugar estéril, salvaje,

extrem adam ente desagradab le, p e lig ro so , fa lto de c iv iliza c ió n , c u y o s d iferen tes rostros —

m ar de arena, escarpada cordillera, le c h o de río se c o y p ed regoso , m on tón de guijarros,

rocas secas, m era d eso la c ió n — se u n ifican en la sequedad, su rasgo m ás defin itorio

(W atsuji, 2 006: 72 ). Su s e fe c to s son la au sen cia de habitantes y d e v id a , así co m o el

carácter agreste, lo que con form a una im agen h ostil de d ich o esp a c io , es m etafóricam en te

«una casa deshabitada, d esm an telad a y sin v id a » (W atsuji, 2006: 67 ). V iv ir o transitar por

esta aridez p u ed e sim b o lizar un ca stig o o una prueba de carácter o de fe , co m o la travesía

del p u eb lo israelita por el d esierto que representa — de acuerdo con el relato del É x o d o —

un lugar de p u n ic ión y prueba.

E n cam bio , para otros in d iv id u os , soc ied a d es y culturas, particularm ente las que se

han desarrollado en este m ed io , el d esierto con stitu ye un territorio y co m o tal ha sido

m aterial y s im b ó lica m en te apropiado, d om in ad o y ocu p ad o por u n o o v ar ios grupos

En su estudio acerca del espacio del desierto en la cultura occidental, Dupeyron (2004: 315) escribe: «Este espacio es tan imprescindible que, en los últimos veinte siglos, se puede constatar su presencia en la tradición hagiográfica cristiana como la huida del mundo para la perfección moral. Anteriormente a la aparición del discurso geográfico en la modernidad, el desierto contenía un grupo de sentidos complejos y contradictorios».119 Desde la perspectiva de la geografía física Giménez y Héau Lambert (2008: 64) definen al desierto como «espacios caracterizados fundamentalmente por la aridez [...] ausencia o escasez de agua [...] La aridez provoca a su vez la sequedad, la falta de humedad atmosférica que repercute en suelos secos, pedregosos o arenosos.

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so c ia les , por tanto, en su im aginario , el arenal in m en so , la roca seca , lo s p ed rega les y

llanuras p u ed en transm utarse en p a isa jes cu ya sed u cc ió n p rov ien e ju stam en te de su

naturaleza in h ósp ita y dura. E l p aisaje así exp resad o lle g a in c lu so a celebrarse y convertirse

en referente identitario, p u es m o ld ea y d efin e a q u ien es han aprendido a v iv ir allí en

co n d ic io n es extrem as, gen eran d o u n a form a de v id a m u y distin ta a la de otras

ecorreg ion es, co m o e s el ca so de las tribus n óm ad as del Sahara.

P ero ¿ có m o se m an ifiestan en la ex isten c ia hum ana estas d os form as e sen c ia le s y

op u estas de experim entar, percibir, entender y representar el d esierto? ¿ U n lugar de

sequedad extrem a, h ostil y p e lig ro so para la v id a o un esp a c io habitab le e in c lu so un paisaje

identitario?, am bas form as, adem ás, b asam en to de in n u m erab les y d iversas

represen tacion es tex tu a les que han p ob lad o de m etáforas y s ím b o lo s la literatura y el arte

universal. L as re flex io n es fen o m e n o ló g ic a s de T etsuro W atsuji acerca del paisaje y del

c lim a co m o co n d ic io n a m ien to s del m o d o de com prenderse a sí m ism o el ser hum ano n os

ayudarán a exp licar estas form as de v iv ir y sign ificar la g eo g ra fía del desierto .

Para el f i ló s o fo ja p o n és, en la com p ren sión acerca de la ex isten c ia hum ana hay que

considerar el co n o c im ien to en el que ten ga cab ida el en ten d im ien to del fen ó m en o de la

am bientalidad , p u es en la v id a hum ana n o so lo in flu y e la h istoria — personal y so c ia l—

sin o tam bién el c lim a y el paisaje, es decir, en el en ten d im ien to de las d iferen tes

características e x isten c ia le s y en la s d iversas form as de au tocom p ren sión hum ana, no

pued en d esv in cu larse h istoria y geografía , p aisaje y cultura, p u es am b os co n d ic ion an un

m od o de ser en el tiem p o y en el esp a c io , tal y c o m o W atsuji (2006: 4 0 ) lo e jem p lifica en

este pasaje:

Descubrimos a menudo el peso del paisaje en nuestra vida. E l estado de ánimo luminoso de

un día claro de atmósfera diáfana, el kim ochi oscuro de un día de humedad densa y calor

sofocante, el sentirse rebosante de vida al contemplar el nuevo reverdecer de lluvias

primaverales, el temor ante la tempestad [...]. Podríamos seguir enumerando así todas las

expresiones poéticas tópicas de los versos haiku japoneses y aún no habríamos

experimentado p o r completo el peso del clima y del paisaje sobre nuestra vida, que ofrece 120

120 Aún hoy, según datos de la onu, en 2010 más de 500 millones de personas habitaban los distintos ecosistemas desérticos del mundo (Tomé, 2012b: 59).

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una gama tan rica de determinaciones ambientales. Ciertamente, no solo llevamos con

nosotros un pasado sino también unos ambientes y unos paisajes.

C o m o p u ed e in ferirse de este párrafo, am biente, c lim a o p aisaje n o se en tienden

aquí co m o el entorno natural, ni se trata de com prender su in flu jo en las características

b io ló g ic a s del ser h u m an o o en determ inadas prácticas n ac ion a les. S e trata de entender

esto s co n cep to s co m o v iv e n c ia s en la co tid ian eid ad de la ex isten c ia hum ana, co m o

exp er ien c ias del e sp a c io y n o co m o m eros fen ó m en o s naturales, tal y co m o lo h acen las

c ien c ia s b io ló g ica s . C o n ceb id o de esta form a, paisaje, c lim a o am biente se reflejan en

tod as las m a n ifesta c io n es de la v id a hum ana, co m o por ejem p lo la «literatura, arte, re lig ión ,

costum bres» , por lo cual en e lla s el ser hum ano se d escubre a sí m ism o y en ese

en ten d im ien to de sí « se orienta h acia una libre con figu rac ión de su v id a » (W atsuji, 2006:

29).

P artiendo de estas co n sid era c io n es in ic ia le s — que h em o s repasado m u y

b revem en te, lo ad m itim os, pero aun así esp eram os que puedan sernos ú tile s— el autor

abordará el tem a de la ex isten c ia hum ana en lo que él d en om in a fen ó m en o s c lim á tico s

p aisajísticos: el m on zón , el d esierto y la d ehesa , pa isa jes que son, segú n dem ostrará m ás

adelante, «paradigm as d e h istoria y cultura» (W atsuji, 2 006: 42 ).

A l abordar el c lim a del desierto , W atsuji (20 0 6 : 6 8 ) n o s advierte que lo con sid era

co m o «un m o d o de ser h u m an o» (6 7 ), p u es entre am b os — d esierto y ser— se esta b lece una

« relación unitaria» (6 7 ), de ahí que n o p u ed e com prenderse el d esierto sin la p resen cia del

hom bre; n o son in d ep en d ien tes. Pero, adem ás, con sid eran d o que el ser hum ano tien e

tam b ién una naturaleza so c ia l, el d esierto so lo p u ed e ex istir en la h istoria y la cultura (2006:

68). Por tal razón, n o es el desierto «abstracto» sobre el que re flex io n a el autor, asunto

propio de las c ien c ia s naturales que co n cib en a la naturaleza co m o autónom a del ser

hum ano y de la socied ad . P or el contrario, el d esierto que le in teresa es el que concreta su

ex isten c ia en la in terrelación con el ser hum ano, y por lo tanto, en la so c ied a d histórica . E s

a cau sa de d ich a in terrelación que el d esierto es «un m o d o de ser del hom bre»; un «m od o

hum ano de ex istir» (68). 121 122

121 Para el filósofo, estos tres conceptos son similares.122 De hecho, como dice el autor, «la fenomenología del paisaje cuestiona que este sea meramente un objeto de las ciencias naturales» (2006: 24).

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¿Pero, de qué m o d o el ser hum ano esta b lece esta re lación con el pa isa je d esértico?

C on testarem os resu m ien d o (a la in versa del autor) la p ercep ció n y exp er ien c ia de lo s

p rop ios habitantes y so c ied a d es del desierto . Para d ichas soc ied a d es, e x p lica W atsuji, su

relación con este ám b ito es de enfrentam iento; están situados frente a él porque n o se da

aquí, co m o en otros c lim as, el « sen tim ien to de estar abrazados» por su naturaleza (7 4 ). Y

don d e m ás se m uestra esta con fron tación es en el m o d o n óm ada de p rod u cción , p u es sus

pobladores, al sen tirse atacados y am en azad os por la e sc a se z del en torno natural deben

m o v erse con stan tem en te en la b ú sq u ed a del agua y las hierbas, « tesoros del d esierto» , y así,

tod a fertilidad en estas reg io n es p rov ien e del e sfu erzo hum ano, p u es co m o n o se esperan las

b en d ic io n es de la naturaleza, deben «arrebatárselas».

A d em á s, las so c ied a d es del d esierto son co n sc ien te s de que so lo m ed ian te la

com u n id ad pued en sob rev iv ir en este m ed io adverso; gracias a su organ izac ión tribal y al

sen tim ien to com u n itario que co n llev a , p u ed en v en cer n o so lo la h ostilid ad del m ed io

am biente sin o aun la de otras com u n id ad es con las que lu ch a por lo s p o z o s o la p oca

v eg e ta c ió n , im p e lid o s por la sed y n ecesid a d de agua y a lim en tos. E n esta h istórica

relación de o p o s ic ió n y en frentam iento al pa isa je es don d e se exp resa el carácter b e lic o so y

agresivo del hom bre del d esierto (W atsuji, 2006: 74). E n la so c ied a d com u n al, adem ás, lo s

in d iv id u o s se u nen por el deber de d efen d er lo s in tereses del grupo, cu ya acc ión conjunta

controla el d estin o personal. D e ahí que « la derrota de la tribu es la m uerte del in d iv id u o »

(2006: 7 9 ), por e so cada u n o de e llo s p on e en ju e g o su fuerza y v a lo r o b lig a d o por la dura

v id a en estas estep as sem id esérticas. P or tod as estas razones, co n c lu y e el f iló so fo : «El

talante batallador es im p resc in d ib le para el hom bre del d esierto» (2 0 0 6 : 7 9 ), en él se

encuentran la su m isió n al grupo y la b e lico sid a d .

A h ora b ien , q u ien n o p erten ece a este m ed io y ha v iv id o una realidad h istórica

socia l opuesta , advierte el f iló so fo , a lcanza una m ejor com p ren sión de este ám bito , de sí

m ism o y de su realidad h istórica socia l al experim entar d icha alteridad g eo g rá fica en la

«seq u ed ad » , rasgo que, c o m o v im o s , d efin e m ás p len am en te a este am biente. L a sequedad,

d ice W atsuji (20 0 6 : 71 ), se con v ierte en « la m ontaña triste y m ela n có lica , en la trem enda

llanura arenosa, en lo s m o n u m en ta les d ep ó sito s de agua de lo s rom anos, en lo s ca m ello s 123

123 María de Jesús López y Charif Dandachli (s. f.) señalan que las antiguas culturas del desierto sobrevivieron «en este medio hostil mediante un riguroso código social basado en la consanguinidad patrilineal», de ahí también este sentimiento comunitario del que habla Watsuji.

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portadores del agua, en el n om ad ism o , en el Corán, en una palabra, en el hom bre de

A rabia».

E n esta d escrip ción de lo que se c o n o c e co m o el Gran D esier to — que integra su

top ografía árida co m o las so c ied a d es, cultura e h istoria de lo s p u eb lo s que lo han habitado o

aún habitan— confirm a el autor la id ea antes exp u esta de que n o p u ed e com prenderse la

esen c ia del d esierto sin o a través d e la re lación h istórica con el hom bre. A q u í la naturaleza

yerm a se exp erim en ta co m o un m o d o de ser de la ex isten c ia en su d im en sió n socia l e

histórica , por e so el d esierto n o so lo es un territorio natural, es, adem ás, «una realidad

so c ia l» (W atsuji, 2006: 79 ). N o obstante, para qu ien n o p erten ece al desierto , las

co n d ic io n es de e se m ed io — la au sen cia d e v e g e ta c ió n y de v id a , y aun su característica

tranquilidad— parecen am enazar su ex isten c ia y p rovocan en e llo s sen tim ien to s co m o la

m ela n co lía o tristeza. P ero n o n o s en gañ em os, e so s sen tim ien tos n o p rov ien en de este h ostil

m ed io , son «un m o d o d e ser del hom bre en re lación con la naturaleza y v ié n d o se a sí

m ism o en ella» . A sí c o m o en una fruta, el ser h u m an o v e su apetito, en la geo g ra fía lúgubre

del desierto v e su propia tristeza (2006: 71). P or otra parte, por el carácter h istór ico socia l

del desierto , este n o es un m ero entorno g eo g rá fico , por e so «aunque el hom bre abandone

esp ac ia lm en te el d esierto» , n o lo p u ed e abandonar co m o realidad h istór ico socia l (79).

C o m o se p u ed e deducir de este b reve resum en acerca de las r e flex io n es de W atsuji,

el desierto n o p u ed e com prenderse sin la p resen cia del ser hum ano y su relación con él,

porque m ás que una top ografía o un c lim a, es una form a singu lar de la ex isten c ia h istórica

y g eo g rá fica del ser hum ano, por e so su representación , in d ep en d ien tem en te de su

sig n ifica d o o d e su fu n ción , n o s m uestra una realidad h istórica y socia l.

P or lo anteriorm ente ex p u esto se p u ed e conclu ir , aunque de m anera m u y

sim p lificad a , que de un lad o hay in d iv id u o s o so c ied a d es que n o logran estab lecer una

relación unitaria con este am biente, el d esierto es su otredad h istórica , g eo g rá fica y so c ia l, y

en su p ercep ción , este lugar es u na exp resión de m uerte, es so lo tierra seca e inhósp ita . Por

otra parte, con otra p ersp ectiva , con tem p lan y experim entan esta g eo g ra fía las so c ied a d es

del desierto , las cu a les han lograd o estab lecer un v ín c u lo ex isten c ia l con este am biente a

pesar de su adversidad. D e igu al form a, están a q u ello s in d iv id u o s que aun s ien d o a jenos a

este p aisaje se han esta b lec id o en él co m o si fuera su propia tierra nativa; in d iv id u o s que

sien d o a jenos a este m ed io han d ec id id o lib rem en te «con figu rar su v id a » esta b lec ien d o un

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v ín c u lo a fec tiv o con esta geografía , aceptando su h ostilid ad , su naturaleza de m uerte, lo que124lo s ayuda a com prender la e sen c ia del d esierto (20 0 6 : 69).

E n d ichas p ersp ectivas lo s in d iv id u o s n o so lo con tem p lan la naturaleza desértica,

sin o que se p erciben a sí m ism o s en relación con ella. A m b a s p ercep cio n es, adem ás, han

sid o el origen y han tom ad o cuerpo, c o m o d ec ía m o s ya, en in n u m erab les exp resio n es

literarias y artísticas de la cultura hum ana u n iversa l gen eran d o un antiguo y d en so

im aginario p a isa jístico del desierto .

4 .2 Im á g e n e s a r q u e t íp ic a s d e l d e s ie r to : la tr a d ic ió n ju d ía y la á r a b e

A n tes de in ic iar prop iam ente nuestro an á lisis del d esierto n orteño q u erem os ejem p lificar

con a lgunas p ro d u cc io n es literarias estas d os form as de percib ir y narrar el d esierto que

ex p licá b a m o s en el apartado anterior. C o m o esp ero dem ostrar, am bas m aneras de

relacion arse con d ich o e sp a c io han id o con figu ran d o un im agin ario p a isa jístico que de tan

antiguo y tan p len o de s ig n ifica d o s y s ím b o lo s, ha cau tivad o a la hum anidad. S u s dunas,

m ontañas ásperas, rocas seca s y escarpadas, d eso la c ió n , m o n o to n ía crom ática , lu z in tensa ,

tranquilidad de m uerte, v a c ío , sequedad, estre llas b rillan tes y so c ied a d es n óm ad as o

guerreras han generado hondas exp er ien c ias, sen tim ien tos, p erson ajes y f ic c io n e s de in ten sa

calidad poética .

P or otra parte, m ed ian te estas im á g en es literarias que h em o s repasado, preten d em os

m ostrar có m o d ichas ex p resio n es pueden ser id en tificad as en la con stru cción del im agin ario

del desierto del norte d e M é x ic o . S on im á g en es arquetíp icas, n o so lo por su antigüedad,

sin o porque han p erm an ecid o en el im ag in ario c o le c t iv o y porque contribuyen a la

con figu rac ión de n u estros im ag in ar ios actu a les (D urand, 2 0 1 2 ) , en este ca so , el del paisaje

desértico . 124

124 Un ejemplo de este proceso lo encontramos en la mirada estetizante del pintor Álvaro Blancarte, quien en sus últimas pinturas toma protagonismo el desierto de Sonora a pesar de que es nativo de la costa sinaloense; o en la de los antropólogos como Salas Quintanal, Fernando Benítez, Víctor Bravo, pero sobre todo de Beatriz Braniff (2001: 8), quien al referirse al desierto del septentrión mexicano escribió: «Y el viajero que visite el norte, si tiene “otros ojos” quedará admirado de las obras de aquellos guerreros, y ante el desierto, que es como el mar, infinito, majestuoso, espectacular, misterioso, amenazador y también acogedor».

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4.2.1 La Biblia

E s probable que en la literatura occid en ta l las represen tacion es m ás antiguas del desierto

p rovengan del an tiguo M e d io O riente donde, n o obstante el rigor y lo in h ó sp ito del m ed io ,

surgieron la s prim eras c iu d ad es, la escritura, el co m erc io m arítim o, así co m o la s re lig io n es

is lám ica , judaica y cristiana, c u y o s tex to s están p len o s de d escr ip c io n es de esta geografía ,

algunas con un profundo v a lor sim b ó lico . D e h ech o , tal v e z las im á g en es d e m ás raigam bre

en la literatura y el arte occid en ta l procedan de lo s escr ito s b íb lico s , e sp ec ia lm en te del

relato del é x o d o israelita — tam b ién reco g id o en el C orán— , que se orig in a al huir de la

esc lav itu d en que lo s ten ía E gip to . E l relato de la ardua travesía de cuarenta años por esta

geo g ra fía árida y lo s su ceso s que en él se cuentan co m o la entrega de la L ey , la

m isericord ia d iv in a ante las con tin u as reb e lion es, lo s cu id ad os por lo s ataques de an im ales

p o n zo ñ o so s , el sum in istro m ilag ro so de agua y de a lim en to m arcaron y d efin ieron la v id a y

re lig ión de este p ueb lo . P or eso , a partir d e esta honda exp erien cia , el d esierto se v u e lv e un

lugar s im b ó lico que representa, por una parte, un e sp a c io im p rod u ctivo , estéril y de m uerte:

es el lugar de « la fin itud y de las lim ita c io n es hum anas». P ero por otro lad o , « es el lugar de

la fuerza v iv ifica d o ra d e D io s , que da el agua y el m aná juntam ente con su palabra»

(A lca lá , s. f .) y es por e so el e sp a c io de la lib eración . D e ahí que el autor de D eu tero n o m io

rem em ore en un pasaje el ac ia g o trayecto por este lugar al que describ e con o m in o so s

atributos y dem anda a lo s israelitas n o o lv id ar su m o tiv o :

Recuerda que durante cuarenta años el Señor tu Dios te llevó p o r todo el camino del

desierto y te humilló y te puso a prueba para conocer lo que había en tu corazón y ver si

cumplirías o no sus mandamientos [...].

E l Señor te guió a través del vasto y horrible desierto, esa tierra reseca y sedienta,

llena de serpientes venenosas y escorpiones, te dio el agua que te hizo brotar de la

más dura roca; en el desierto te alimentó con maná [...]. A sí te humilló y te puso a prueba,

para que al f in de cuentas, te fu era bien (8:2 y 15-17).

E sta exp er ien c ia del d esierto co m o prueba de fe deb ía quedar co m o una en señ an za

in d e leb le para la s poster iores g en era c io n es, por e llo cuando lo s profetas que vendrían

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d esp u és se do lían de la idolatría de lo s israelitas, rem em oraban aquel lugar don d e el p u eb lo

aún era f ie l a su S eñ or y estaba bajo su p ro tección , tal y co m o lo exp resa m etafóricam en te

el profeta Jerem ías al com parar a lo s israelitas con una m ujer que ha abandonado a su

esp o so : «R ecu erd a el am or de tu ju ven tu d , tu cariño de n o v ia cuando m e seg u ía s por el

d esierto» (2 :2 ). N o es ahora el lugar « reseco » , « v a sto y horrib le», p len o de serp ientes y

escorp ion es, es el s itio de la fid elid ad ante la prueba, al que hay que retornar para restaurar

el la zo entre D io s y su p u eb lo . E ste n u ev o sen tid o del d esierto es aún m ás ev id en te en el

libro de O sea s, en el que Israel es com parado con una m ujer in fie l y caída, por esa causa, en

desgracia , por lo cual para recordarle su prim er am or, el am ado d eb e llevarla n u evam en te al

lugar del P acto don d e recuperará su p o s ic ió n privilegiada:

P or eso, ahora voy a seducirla:

M e la llevaré al desierto

y le hablaré con ternura.

A llí le devolveré sus viñedos

y convertiré el valle de la

Desgracia

en el paso de la Esperanza.

A llí me corresponderá como en

los días de su juventud,

como en el día en que salió de

Egipto.

En aquel día — afirma el Señor—

ya no me llamarás: «mi señor»,

sino que me dirás, «esposo mío» [...]

Yo te haré mi esposa para siempre

Y te daré como dote el derecho y la justicia

E l am or y la compasión

Te daré como dote mi fidelidad,

Y entonces conocerás al Señor (2:14-16,18-20).

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E n esto s v ers ícu lo s y otros sim ilares se id ea liza la im a g en del desierto: n o es la

a ra b a h h ostil del é x o d o ju d ío sin o el lugar don d e se reanudará la a lian za entre Y a h v é y su

p u eb lo para q u e este regrese al sendero de la L ey y sea esta b lec id o con u na n u eva p o s ic ió n

q u e le perm ita gozar n u evam en te de la p ro tecc ió n y las b en d ic io n es de su D io s .

O tro sen tid o en con tram os, ad em ás, en n u m erosos p asajes b íb lic o s don d e el desierto

representa un lugar de sa lv a c ió n , de p rod ig io y rev e la c ió n . P or e jem p lo , cuando el ángel de

Jeh ová sa lva a Ism ael y a su m adre A gar , ex ilia d o s por lo s c e lo s de Sara, de una m uerte

in m in en te por lo s estragos de la sed y del so l; tam b ién resguarda a M o isé s cuando h u ye del

Faraón por haber asesin a d o a un e g ip c io , a D a v id al escapar de la ira del rey S aú l y al

profeta E lía s cuando trata de evad ir la am en aza de m uerte decretada por la reina J eza b el.

E l desierto de Judea es un lugar d e prueba y d e m ed ita c ió n , y un sitio de

p u rificación del cuerpo y el esp íritu para Juan el B au tista y Jesucristo: el prim ero se

preparará ahí para predicar el ev a n g e lio del M e s ía s ,125 126 y el segu n d o para el sa cr ific io y la

sa lv a c ió n de la hum anidad . E n este d esierto , segú n lo s relatos n eotestam en tarios, su ced en

tam b ién m ilagros co m o la in terven ción de lo s á n g e les q u e sirven, pasada la ten tación , a

Jesús.

C o m o se p u ed e inferir, aun en su d iversidad , to d o s e sto s relatos b íb lic o s expresan

sim b ó lica m en te la id ea de q u e la travesía por el d esierto o su estancia , dada su adversidad,

purifica, tem p la y forta lece el carácter y el espíritu . E s tam b ién el lugar de refu g io , de

ex p ia c ió n de lo s p eca d o s en la oración , d e p erfecc io n a m ien to y de encuentro con el

A b so lu to , por e so en lo s escrito s esp iritu ales de profetas, anacoretas, m o n jes y erem itas se

asum e co m o un lugar de a scesis , de oración y de retiro, tal y co m o e x p lica D u p eyron (2004:

320):

125

A partir de la expulsión del Paraíso, el hombre pierde su estado de perfección, de criatura

divina; perdida la p len itud eterna, adquiere su humanidad y a la vez se asume en un estado

de animalidad. Contra esto, p o r medio de la ascesis el hombre busca contrarrestar este

estado y recuperar aquel que ha perdido. En el desierto, el asceta cristiano confirma esa

separación tajante entre el hombre espiritual y el hombre animal. Es el lugar idóneo para

125 Véase Jeremías 6:7.126 Véase Marcos 1:3 e Isaías 40:3.

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rechazar su condición para volver a establecer relaciones con un absoluto fu era de esa

vida temporal.

N o obstante, habrá que notar que en lo s tex to s b íb lic o s la referen cia a esta geo g ra fía

desértica y lo s e lem en to s de la naturaleza n o pued en ser interpretados aún co m o sig n o s

p a isa jístico s o un lugar para la co n tem p la c ió n . S i b ien es cierto que en esto s tex to s el lugar

f ís ic o d ev ien e una d en sa m etáfora n o es por la d isp o sic ió n de lo s e lem en to s que lo

con stitu yen sin o por lo s su ceso s ahí ocurridos, es su v a lor s im b ó lic o lo que lo s ha

con vertid o , tal v e z , en u na e sp e c ie de arquetipos en el im agin ario del d esierto .

D ic h o sen tid o s im b ó lic o del d esierto b íb lic o ha p erv iv id o en la literatura occid en ta l,

y n o so lo en tex to s re lig io so s , co m o se dem uestra en la lectura de la n o ve la , E l p r in c ip ito

(2 0 0 1 ). F loren tin o D ie z (19 7 8 : 6 4 ) afirm a que en esta n o v e la , A n to in e Saint E xu p éry es

quien m ejor ha p od id o percib ir y expresar « e ste m ister io dram ático del d esierto proyectad o

co m o lib era c ió n » o, en otras palabras, esta id ea b íb lica del d esierto co m o un esp a c io de

pu rificación espiritual. L a h istoria ocurre en lo s parajes d esértico s del Sahara don d e se

encuentran un p ilo to aviador, cu ya estan cia accid en ta l se deb e a su averiada avioneta , y un

en ig m á tico n iñ o lleg a d o del asteroide B 6 1 2 . E n el decurso d e sus c in co encuentros, este

niño, a pesar de su corta edad, le dejará profundas en señ an zas al p ilo to , las cu a les son el

corazón tem á tico d e esta b reve trama. E n sus co n v ersa c io n es, el p ilo to aprenderá que amar,

es decir, « d o m estica r» y con o cer en verdad a u na persona, e x ig e un ren u n ciam ien to (un

d esp ojam ien to ) de u n o m ism o para pensar en la fe lic id a d del otro, n o obstante esto

c o n lle v e tiem p o, co sto s y d ificu ltad es y pueda alguna v e z ser m o tiv o de d o lor o tristeza;

aprenderá que lo esen c ia l de la v id a y lo que le da sen tid o es in v is ib le a lo s o jos, porque lo

verdaderam ente im portante de una persona o de la v id a m ism a está en su esencia:

—Lo que embellece al desierto — dijo el principito— es que oculta un pozo en alguna parte.

Quedé sorprendido al comprender súbitamente el misterioso resplandor de la arena.

Cuando era niño vivía en una casa de la que la leyenda contaba que escondía un tesoro. Es *

También el escritor Ramón Mayrata (2014: 7) concibe al desierto como un medio que «exige un despojamiento del ser». Si bien es cierto —advierte— para el nómada este proceso es natural, para el extraño a este ambiente representa una «aventura espiritual» que inicia justamente con el proceso de despojamiento.

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cierto que nunca lo descubrió nadie y probablemente nadie lo buscó, pero el secreto

encantaba a toda la casa. M i casa guardaba un secreto en el fondo de su corazón...

— Sí — dije al principito—, ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo

que los hace bellos es invisible (2001: 40).

A u n cuando son var ios lo s e lem en to s de in tertextualidad de la n o v e la de Saint

E xupéry con la B ib lia , es en este b reve d iá lo g o don d e la d escr ip c ión del d esierto se

relacion a m ás estrech am en te con lo s s im b o lism o s de la g eo g ra fía b íb lica en el dob le

sig n ifica d o q u e id en tificá b a m o s antes; es decir, si b ien es cierto q u e p erv iv e la im agen del

lugar estéril y deshab itado, es, tam bién , un lugar de p rod ig io y m ister io , p u es ocu lta en

estas arenas de m uerte, hay un tesoro q u e reve la un m isterio , una en señ an za y e so lo

em b ellece . E s este tesoro in v is ib le al o jo hum ano lo que resp lan d ece en el s ilen c io y en

la tranquilidad d e la aridez y so lo podrá ser d ev e la d o a qu ien sea cap az de con tem p larlo con

la pureza d e un n iño , n o v ien d o lo exterior sin o lo que está en el « fo n d o de su corazón » .

E sta es la rev e la c ió n m ás im portante para el p ilo to , por e lla esta geo g ra fía deso lada, con su

tranquilidad de m uerte y don d e las estrellas resp lan d ecen m ás n ítidas, se re lacion a con el

profundo sen tid o re lig io so que tom a en la B ib lia : un lugar de retiro, de aprendizaje, de

pu rificación y lib eración . E s por eso , una m etáfora de la ex isten c ia hum ana en la que, a

pesar de la s adversidades, se p u ed e encontrar la b e lleza , tal y c o m o d ice el n o v e lis ta L uis

L ante (2 0 0 7 ) a p rop ósito de la s im b o lo g ía de esta geografía: «en el m o m en to m ás129a n g u stio so de la v id a , se pued en encontrar las co sa s b ella s» .

C ó m o es ev id en te , E l p r in c ip ito se inserta en esa antigua trad ición del desierto

b íb lico ; sin em bargo, a d iferen cia de las m etáforas re lig io sa s con que se le ha d efin id o , la

organ ización y s ig n ifica d o de lo s e lem en to s g eo g rá fico s adquieren en este tex to otros

va lores. A q u í lo s m éd an os de arena, v a c ío s y s ile n c io so s , m ed ian te la m irada con tem p lativa

del p ilo to y lo s sen tim ien to s que exp resa por este territorio al que se sien te un ido

a fectivam en te, transform an el e sp a c io en un p aisaje de esp ec ia l b e lle z a que ca lm a el

espíritu y lo prepara para la rev e la c ió n que resp lan d ece en el s ilen c io de este m ar de arena. 128 129

128 Ver la relación intertextual con Juan 4:14.129 En una entrevista, Luis Lante (2007), novelista español, afirmaba: [El desierto] es una metáfora y una realidad [...] A pesar de la dureza, de las condiciones extremas, tiene una belleza y una fuerza tremendas. En el desierto, el límite entre la muerte y la vida es casi imperceptible. [...] Esa cosa tan terrible pero al mismo tiempo tan bella, los paisajes tan exóticos y tan sobrecogedores, son una metáfora de la vida.

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4.2.2 La influencia medioriental en la representación del desierto

Otro de lo s grandes a flu en tes literarios que ha rob u stecid o el im agin ario del desierto

occid en ta l p roced e de la cultura árabe, la cual d esd e la E dad M ed ia , co m o se sabe b ien ,

tu v o con tacto co n el co n tin en te eu rop eo , p rin cip a lm en te m ed ian te el in tercam bio com ercia l

y las con q u istas, ejercien d o, adem ás, una relevan te in flu en c ia en su literatura y arte, co m o

ha sid o dem ostrado por n u m erosos e stu d io so s . E n esta re lación entre el norte de Á fr ica y el

sur del M editerráneo, el G ran D esier to del Sahara fu e , en palabras del p rofesor N iza r

Tajditi (2 0 0 7 ) «un esla b ó n fundam ental» . E l d esierto fu e un e sp a c io re levan te en lo s tex to s

anteriores a la c o lo n iz a c ió n europea; en e llo s se d escrib e c o m o un in m en so lugar d e rutas y

reinos; de nóm adas, v ia jero s y com ercian tes; un lugar de en señ an za espiritual, am p lio y

rico, co m o en lo s fa b u lo so s cu en tos de L a s m il y u n a noches. E ste extraordinario esp ac io ,

puntualiza Tajditi «proporcionaba en aquel en to n ces m ed io s de cultura y b ien estar [...]

in strum entos de guerra y poder, [...] m eta les p rec io so s y e sc la v o s» . A partir de la lleg a d a de

la c o lo n iz a c ió n europea, el d esierto se fractura por m o tiv o s p o lítico s , a pesar de que durante

m ile s de años fu e co n ceb id o por sus habitantes co m o una so la región.

E n la representación literaria d e este territorio, advierte el e stu d io so de esta

literatura, se pued en id en tificar tres im á g en es de su geografía : una prim era, «orien ta lista y

rom ántica» en la que se encuentran im á g en es de m a g n ificen c ia c o m o las hay en a lgu n os

libros de v ia jeros eu rop eos que recorrieron lo s p a íses del M agreb , el Sahara y el Sudán

subsahariano; una segu n d a p erspectiva , « fan tástica» , « c o lo n ia lis ta y terg iversadora» de la

cultura y territorio árabe, p roven ien te del p eríod o co lo n ia l y una tercera im agen

ca lifica d a c o m o «h um anista» , m ás cercana a la h istoria del Sahara y m ás apegada a la

v is ió n propia de la s so c ied a d es del desierto , la cual irá su rgien d o en las d os ú ltim as décadas

del s ig lo XX, a partir de la in d ep en d en cia de las reg io n es co lon izad as. 130

130 De la primera visión, el autor señala como ejemplos el libro Journal de un voyage a Tombouctú (1979), escrito por el viajero francés Roger Caillié, y Mi viaje por el interior de Africa (1899), de Cristóbal Benítes. En la segunda perspectiva identifica novelas también escritas por europeos como L ’ Atlantide, de Pierre Benoit, y Circe, novela de los oasis saharianos del español César González Reino.

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Tajditi e jem p lifica esta ú ltim a p rod u cción — que surge a fin a les del s ig lo v e in te —

con las n o v e la s P a sio n es en e l r ío D raa . E l reg re so a l B a rr io (2 0 0 3 ) , de M oh a m ed El

O m eri; E l d á til a m a rg o (2 0 0 3 ), de M oh am ed M aslaka; L o s m a g o s (1 9 9 1 ), de Ibrhaim al

K uni, escritas por autores n a tivos de estas reg ion es. N o v e la s en las cu a les, d ice el arabista,

h ay «un su eñ o abierto que b u sca in tegrarse en lo s su eñ os de lo s habitantes del Sahara y

co n v iv ir con e llo s en un am p lio im agin ario cultural hum ano en el que n o ex istan d iv is io n es

étn icas» (T ajditi, 2007: 15).

U n a ex p o n en te relevan te que se u b ica en esta v is ió n p o sco lo n ia lis ta es la escritora

arm enia M alik a M ok ed d em , cu yas tram as se v in cu la n con la m ás antigua m an ifestac ión

literaria árabe, la qasida, e sp ec ia lm en te en la recuperación y reva loración s im b ó lica del

desierto árabe. Sus n o v e la s reiv in d ican la cultura autóctona de estas reg ion es; en e lla s, el

d esierto o m in o so se co n v ierte en un territorio que exp resa un m o d o de ser de una cultura

op u esta a la de lo s c o lo n o s o ru m ís , y que se m uestra p rin cip alm en te en la revaloración de

la geo g ra fía propia y su relación con el g lo r io so pasado de lo s guerreros y n óm adas que la

habitaron. U n ejem p lo de esta literatura es la n o v e la E l s ig lo de la s la n g o sta s (2 0 0 3 ) , donde

« e l resp landor del p on ien te» en el d ía o la «m iríada de estre lla s» que relu cen con «ab so lu ta

serenidad» en la n o ch e sobre el «m ar de arena» y sobre sus llanuras v estid a s con su

En la antigua cultura árabe existió una poesía formal y «refinada», según la califica Tajditi, llamada qasida, que surgió entre las tribus nómadas de los beduinos. Sus autores, quienes gozaban de un gran prestigio social en la sociedad árabe, son pastores de camellos que transitan por las estepas semiáridas buscando oasis y pastos, por eso, López y Dandechli (s. f.) afirman que «la poesía árabe andaba como reina absoluta por los caminos». Según sus analistas, se recitaban en el samar, lugar donde los beduinos alrededor de las fogatas pernoctaban en el desierto para contarse los acontecimientos del día; también se declamaban en los mercados y ferias donde había concursos en los que cada poeta era representante de su tribu —y hemos hablado ya cómo la tribu era tan relevante para la vida de esa sociedad— , por eso se consideraba como una especie de héroe, pues mediante sus versos podía establecer alianzas entre los grupos tribales o causar enemistades, pues «sus versos precedían o sellaban las guerras». Las qasida se dividen en tres partes; la primera, llamada nasib, se dedica a elogiar a la amada a la que suele describir con elementos de este medio natural para resaltar su belleza. El rahil, segunda parte del poema, relata el viaje del poeta por el desierto, en esta se hace referencia al medio natural, a la toponimia y a los animales propios de estas regiones: el pedregoso arenal, los campamentos, caminos ignotos, los camellos veloces, todo en estos elementos hablan de esta geografía que los identifica como los orgullosos pueblos del desierto. Cierra el poema el fair, ahí se describe la llegada del viajero a la tribu, en esta parte puede denostar a un enemigo, satirizarlo o elogiarlo, si es este el caso, se le llama madih.

María de Jesús López resalta las cualidades de la lengua árabe para hablar de la geografía de este territorio y sus habitantes; su lengua, dice, «magnífica y abundante en sustantivos», su poesía designaba los relieves del suelo, hablaba de las lluvias, de los defectos o cualidades de los seres humanos; en suma, condensaba en sus versos «una realidad geográfica y cultural». Y de la relación del poeta con su territorio afirma: «Su vida es el desierto. Sus compañeros el caballo o el camello» por eso, dada la adversidad geográfica, en esta poesía el poeta elogia la valentía como valor supremo que hace posible la sobrevivencia en este hostil medio.

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« p esa d o hábito de s ile n c io » con form an un cuadro p a isa jístico del d esierto que con stitu yen

el corazón de la trama. Y aun cuando en su representación s ig u e presen te la aridez, lo

in h ó sp ito y sa lvaje, la cu id ad osa d escrip ción p o ética de la autora y la m irada a fectiv a con

que lo con tem p la e le v a al estatuto de pa isa je el d esierto argelino. H ay, por tanto, una

revaloración de la g eo g ra fía en el am or y ap ego a la tierra y a la particular form a de v id a

que so lo p u ed e dar este m ed io am biente: las ja im a s , lo s p astores de ovejas, n óm adas jin e te s

de ca m ello s , torm entas de arena, dunas m o v ed iza s , in v a siv a s lan gostas, palm eras y llanuras

rocosas, entre otros e lem en to s, configuran un «d esierto in fin ito que la v ista n o puede

abarcar» (M okeddem , 2003: 20).

P or otra parte, en la reeva lu ac ión de este paisaje se v e , co m o señ a lam os, el co n flic to

y la ten sió n entre co lo n iza d o res y lo c a le s que reve la en d efin itiva d os m o d o s de v er lo y

entenderlo que derivan am b os de la cultura autóctona y la extranjera. M ahm ud, el

protagonista , o rg u llo so p oeta co m o lo s an tigu os b ed u in o s que ejercían el don de la palabra

y d escen d ien te de guerreros que antaño v iv ía n en esa s tierras, rem em ora en u n o de lo s

p asajes su antigua casa natal y la s tierras de las que fueron desp ojad as por lo s c o lo n o s

europeos. A la v ista de la n u eva con stru cc ión que ha su stitu id o la propia, se sien te

h u m illad o por el d esp o jo de su lugar natal, su in fan cia , la de su fa m ilia y su cultura:

En su lugar [M ahmud] imaginó una vieja casa árabe con un patio central en torno al cual

estaban dispuestas las habitaciones. Ante ella, un pozo con su brocal, donde se sentaban

las mujeres. Incluso creyó percibir una risa, el sonido del agua y una polea que chirriaba

ligeramente. Alrededor se alzaban las jaim as de distinto tamaño, cobijo en el que los

hombres gustaban de guarecerse y recibir a parientes, amigos, vecinos, y viajeros; refugios

al margen de las fam ilias colmenas miserables de las mujeres, acribilladas p o r los gritos

de los críos. M ahm ud se imaginó los juegos ecuestres de las grandes uadás. E l cuerpo a

cuerpo de los jinetes unidos a sus corceles p o r las mismas corrientes de escalofríos, los

mismos movimientos gráciles y propios de su casta. E l vuelo de las albórbolas de las

mujeres dejando una estela a través del valle. Nubes de trinos fulgurantes que torpedeaban

y aturdían el cielo... Ahora, nada. En su lugar un edificio inmenso que podría albergar

perfectamente a toda una tribu. P or sus dimensiones, su exceso de blancura, sus risueñas

persianas, e incluso su estética, hería la vista de M ahmud, agredía su pasado (M okeddem ,

2003: 39).

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L a im a g in a c ió n d e v u e lv e al p rotagon ista el e sp a c io de la in fan cia con sus o lores,

co lo res y form as con form an d o en la d escr ip c ión d os im á g en es del m ism o sitio d esp leg a d o s

en d istin tos tiem p os: el del e sp a c io v iv id o y el de un p asad o fe liz , p len o de personas, risas,

v o c e s de n iñ os, can tos d e pájaros, ju eg o s ecu estres, cab a llo s, hom bres grá c iles y v a lien tes ,

op u esto al del presente, don d e «h iere» su v ista , sus sen tim ien to s y su etnia, u na ca sa

enorm e, m on óton a y d esco n o c id a q u e s im b o liza la v ic to r ia fran cesa frente a la h u m illac ión

del co lo n iza d o .

A d em á s, co m o en la antigua p o esía árabe, la n o v e la de M o k ed d em pondera el va lor

y la vo lu n tad con q u e el hom bre del d esierto afronta este árido m ed io , así co m o la

con fron tación del hom bre del d esierto contra las fu erzas im p o n en tes del entorno, pues

situado frente a la naturaleza h ostil, co m o ex p lica W atsiju (20 0 6 : 132), d ec id e enfrentarla

en cuerpo y alma:

Y la fu r ia triunfal de la inmovilidad pétrea estimula los pasos de los hombres, obsesiona su

mente en la que no subsiste más que una voluntad: demostrar a la muerte, en su inexorable

reino, su obstinación por vivir. A sí día tras día, año tras año, con los p ies descalzos, las

grietas abiertas, la p ie l ennegrecida p o r el sol, la arena y el sudor, y el alma cubierta de

magulladuras, ellos marcan sus efímeras huellas en tierras condenadas. Con letra cursiva y

única. Testimonio fu g a z de la dignidad y el coraje humano fren te a la naturaleza hostil,

borrado con el prim er golpe de viento. Y cuando la muerte vaya a buscarlos mientras caminan

[...] la habrán combatido tanto con sus cuerpos descarnados, la habrán fascinado tanto con su

vida de pasos que ella no obtendrá gloria alguna. Simplemente llegará... y con un beso

liberador les cerrará los párpados abrasados sobre unos sueños que estuvieron siempre en el

limbo de sus vidas como los espejismos que veían al caminar [El énfasis es mío].

E l carácter guerrero y b e lic o so del habitante del d esierto se m uestra co m o un m o d o

p ecu liar de ex isten c ia , el ú n ico p o sib le para enfrentar al «reino de la m uerte»; a estas tierras

« con d en ad as» don d e lu ch a cotid ian am en te y p ese a la adversidad d e la naturaleza,

so b rev iv e su cultura en la llanura in m en sa .

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4.2.3 L a s m il y u n a n och es

N o p o d em o s cerrar este apartado sin com entar, aunque sea b revem en te , la in flu en c ia que

han ten id o lo s relatos de L a s m il y u n a n o ch es en el im agin ario p a isa jístico actual del

desierto. A u n q u e de origen m u y an tiguo y de d iversas culturas de O riente, se p u b lica en

E uropa hasta 1789 gracias a la traducción de A n to in e G alland. Su aparición , afirm a B o rg es

(1996: 2 4 1 -2 4 2 ) , « es un a co n tec im ien to capital para tod as las literaturas europeas» , y añade

tam b ién que es «un libro tan v a sto que n o e s n ecesa r io haberlo le íd o , ya que es parte previa

de nuestra m em oria» (19 9 6 : 2 4 3 ), a lu d ien d o co n esta a firm ación a la antigüedad y a la

enorm e in flu en c ia que tu v o en la literatura u n iversa l y , sin duda, en la representación del

m u n d o árabe en el arte y la literatura occid en ta l.

L o s aco n tec im ien to s y personajes h istó r ico s a lo s que se refieren en L a s m il y u na

n o ch es son m u y variados. Sus relatos enm arcados tien en co m o narradora b a se al personaje

fem en in o de Sherezada, paradigm a de an tigu os relatores. E n e llo s hay im á g en es de

m a g n ificen c ia del Sahara — tesoros, princesas, e sc la v o s , reyes, p a lac ios, m a g o s— que

nutrieron el im agin ario cultural del d esierto y el su eñ o eu rop eo acerca d e este territorio. U n

pasaje describ e la s cu a lid ad es y v irtu d es que A lá repartió a lo s habitantes de este gran

territorio:

A los habitantes de E l Cairo les concedió el don del ingenio y la finura, a los del Alto

Egipto los dotó de una gran potencia para copular, a los árabes les dio la virtud de hacer

poesía, a los habitantes del desierto les dio el valor, a los de Iraq sus buenas maneras, a los

beduinos les hizo ser hospitalarios y así a muchos otros países les concedió diferentes

dones. Sin embargo, a los sirios únicamente les dio el amor al dinero y su facilidad para el

comercio (2013: 31).

A ú n h oy , a lgunas de las obras literarias — co m o señ a láb am os— sigu en abrevando

en L a s m il y u n a n o c h e s , por ejem p lo , co m o se com prueba en el b reve cu en to del propio

B o rg es, «H istoria de lo s d os rey es y lo s d os lab erin tos» (1 9 8 9 ), el cual se inserta en esta

tradición literaria al adoptar determ inadas estrateg ias narrativas y d iscu rsivas propias de

dicha tradición. E l narrador u tiliza la fórm ula en u n cia tiva de lo s narradores orales de L a s

m il y u n a n o ch es para contarnos una h istoria de v en g a n za ocurrida en un tiem p o rem oto

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«en lo s prim eros d ías» en las « is la s de B a b ilo n ia » (1989: 88). E l rey de este lugar m anda

construir un laberinto y co n la fin alidad de hum illar a un rey árabe, su in v itad o , lo encierra

en esta con stru cción . E l m andatario an gustiado im p lora a A lá para liberarse de estas

paredes y jura ven gar su afrenta si este lo libera. A l atardecer encuentra la salida y sin

reclam ar regresa a su re in o y junta a su ejército para asolar el reino de B a b ilo n ia y capturar

a su rey. D e sp u é s de subirlo a un v e lo z ca m ello , lo interna en el d esierto durante tres días

para abandonarlo en m ed io de la d eso la c ió n y la h ostilid ad del ca lor don d e m uere de

ham bre y de sed. A n tes d e partir, sentencia:

¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un

laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a

bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que fo rza r ni

fa tigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso (Borges, 1989: 89).

E ste cu en to de B o rg es se inserta en la trad ición árabe de L a s m il y u n a no ch es, no

so lo por la u tiliza c ió n de la fórm ula narrativa propia de d icha trad ición («C uentan lo s

hom bres d ign os de fe, pero A lá sabe m ás»), s in o adem ás porque ex p líc ita m en te m en cio n a

la n acion a lid ad de lo s p ersonajes (un rey de B a b ilo n ia y un rey árabe), la atem poralidad que

rem ite a un pasado rem oto , la m en c ió n a A lá y lo s escen arios, sobre to d o el del d esierto que

aquí se v u e lv e el centro sem án tico del relato. Sin em bargo, a d iferen cia de lo s cu en tos

árabes, aquí el d esierto n o tien e reinos, p a lac ios, p rin cesas o tesoros, en él n o hay nada, es

un e sp a c io v a c ío y sin lím ite s por e so d esorien ta co m o el laberinto y causa horror. El

desierto aquí adquiere el s ig n ifica d o m ítico del laberinto y aunque sin paredes ni p a sillo s,

puertas o esca leras, ha s id o creado co m o la ed ifica c ió n griega, para la « co n fu sió n y la

m aravilla» , actos p rop ios de D io s y n o de lo s hom bres, s ig u ien d o las palabras del narrador

(1 9 8 9 :8 8 ).

E ste relato de B o rg es es u n o m ás del innum erable conjunto de tex to s verb a les y no

verb ales que con form an el im agin ario oriental que d esd e h ace s ig lo s , ha v en id o

con stru yen d o E uropa y sus in stitu c io n es p o líticas, cu lturales y acad ém icas. E dw ard Z aid ha

ev id en c ia d o en este im agin ario una v is ió n co lo n ia l de O riente la cual tom a m u ch as caras,

d esd e su id ea liza c ió n hasta aq u éllas que se m uestran en contra de lo árab e-islám ico . U n

im aginario , adem ás que deriva en estereo tip os racia les, g e o g rá fico s y cu lturales que han

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arraigado profundam ente en el in co n sc ien te c o le c t iv o y se expresan , por ejem p lo , en las

represen tacion es de lo s paisajes, la arquitectura, pero sobre tod o , en las con stru cc ion es

id e o ló g ic a s acerca d e lo s p u eb lo s de orien te y m ed io oriente, m ism a s que han llev a d o a

preju ic ios graves y han afectad o las re la c io n es d ip lom áticas entre d istin tas culturas.

C errem os este apartado con un pasaje del h istoriador alem án, E dw ard M eyer que

ejem p lifica el p en sam ien to orien ta lista que critica Said. M ey er id en tifica en la cultura del

d esierto cuatro rasgos en lo s que im p líc itam en te hay ciertos p reju ic ios: el prim ero es la

«S eq u ed ad esp ecu la tiv a » porque aunque le co n ced e agu d eza en lo s ju ic io s , « e s in teresada y

calcu ladora», en e lla «n o hay lugar para la co n tem p la c ió n in telectu a l o la em briaguez

sentim ental» . S e caracteriza tam b ién por su «Intensa fuerza de vo lu n tad » , lo que lo im p u lsa

a atacar « co n fiereza sa lvaje» . U n tercer rasgo es su «Intensidad en sus in c lin a c io n es

m orales» que se exp resa en su a d h esión al grupo en detrim ento del in d iv id u o y el id ea lism o

de sus líderes. Y por ú ltim o , « E sca sez de v id a sen tim en ta l» , e sto s ig n ifica que en la cultura

del desierto: «n o tien en d e lica d eza y calor de sen tim ien tos; por e llo es e sca sa la activ idad

im ag in ativa y creadora. Su literatura es árida. N o n a c ió allí el arte ni la f i lo so fía » (W atsuji,

2006: 87).

4 .3 L o s v a r io s d e s ie r to s d e l s e p te n tr ió n m e x ic a n o

El paisaje es un sistem a de signos, por lo que el reto es

examinar cóm o son construidos y leídos por las diferentes

comunidades interpretativas tomando en cuenta que las

diversas proyecciones e interpretaciones de dichos textos —

sus variada sim bolización— son influidas por las relaciones

de poder.

Juan Nogué

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4.3.1 La construcción del desierto norteño

E n el apartado anterior ex p o n ía m o s m ed ian te e jem p lo s de obras literarias d os form as

esen c ia le s de in terrelación entre lo s seres h u m an os y el d esierto m ostrando a lgu n os

e jem p los con que se ha representado esta relación . E stas ex p resio n es han v en id o

con form an d o u n o de lo s m ás an tigu os y d en so s im ag in arios p a isa jístico s que ha creado la

cultura hum ana. A l analizar esta d iversidad de im á g en es es p o s ib le p lantearse la ex isten c ia

de v ar ios «d esierto s» , ya que — co m o h em o s ex p lica d o — lo s p a isa jes son con stru cc ion es

f ís ic a s y cu lturales, por lo que su sig n ifica d o dep en d e de las com u n id ad es que lo s producen

y lo s interpretan. P or esa razón, nuestro o b jetiv o en este apartado es rev isar y analizar qué

im á g en es y rep resen tacion es han v en id o con figu ran d o el pa isa je d esértico del septentrión

m ex ica n o ; có m o operan en el d iscu rso d e aprop iación m aterial y s im b ó lica del territorio y

qué tip o de s im b o liza c io n es y puntos d e v is ta id e o ló g ic o s se p u ed en leer en este p ro ceso de

tex tu a liza c ió n del paisaje desértico .

A l exam inar d iacrón icam en te las im á g en es con las que se ha con form ad o el paisaje

del desierto norteño, se ob serva que en las crón icas de lo s con q u istad ores y prim eros

co lo n iza d o res e sp a ñ o les se im p o n e la p ercep ción de este lugar co m o d esértico , in h ósp ito ,

v a c ío y am enazador. N o obstante, m ás que por sus rasgos f ís ic o s , co m o verem os, fu e la

p ersp ectiva cultural de lo s con q u istad ores — su op u esta realidad h istó r ica -so c ia l— la que

s ig n ific ó de esta form a el territorio septentrional. S in em bargo, a m ed id a que se esta b lece la

c iv iliz a c ió n o ccid en ta l y m ás p recisam en te cuando sus p rop ios habitantes em p iezan a narrar

sus lugares, irán su rgien d o n u evas v a lo ra c io n es e in c lu so im á g en es p len am en te

p aisajísticas. E n esta ú ltim a representación , el d esierto es parte inherente de la v id a

cotid ian a y es el referente que id en tifica una socied ad y una cultura, es, por tanto,

b asam en to de una co lec tiv id a d y su m em oria .

E sta con n otac ión actual, contrapuesta a las anteriores rep resen tacion es del territorio

norteño, la en con tram os en lo s llam ad os narradores del d esierto y m ás claram ente en la

obra d e a lgu n os escritores d e la n u ev a narrativa del norte de M é x ic o , en lo s cu a les — al

igual que lo s escritores p o sc o lo n ia le s saharianos— se m uestra un p roceso d e reapropiación

s im b ó lica del territorio a través d e la literatura. E n estas represen tacion es el d esierto no es

so lo el m arco d on d e se desarrolla la v id a d iaria d e lo s grupos h u m an os, es adem ás un

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paisaje don d e se asien ta la m em oria co lec tiv a , en e se sen tid o es un p atrim onio de la

socied ad , y el cual, por sus s ig n o s, perm ite a sus habitantes u b icarse esp acia l y

tem p oralm en te e « id en tificarse con una cultura y una so c ied a d » (G im én ez y H éau , 2008:

7 4 ) .132

A h ora b ien , v a le la pena una p recisión : aun cu an d o hay reg io n es del norte q u e no

presentan este m ed ioam b ien te , en el im agin ario acerca del septentrión , el desierto , co m o

to d o paisaje, en palabras de G im én ez y H éau, fu n cion a co m o una « co n d en sa c ió n

m eto n ím ica del territorio» (20 0 8 : 7 4 ) y es por eso , que esta reg ión g eo g rá fica m en te lo

caracteriza y determ ina (20 0 8 : 63).

4 .3 .2 E l lu g a r d e r o c a s seca s

C o m o se sabe, las referen cias al país d e la Gran C h ich im eca se encuentran ya en varios

tex to s m esoam erican os, lo s cu a les describ en este territorio y sus pob ladores, su v id a y

costum bres. S u p ercep ció n acerca de estas culturas fu e recog id a d esd e las prim eras crónicas

de conquistadores y m isio n ero s esp añ o les en las que lo s in d ígen as se referían a un v a sto

territorio al norte de sus fronteras, in con m en su rab le y hostil: una ex ten sió n bárbara. Sin

duda, en esta representación , adem ás de las características f ís ica s de este in d ó m ito esp acio ,

in flu yeron lo s rasgos cu lturales de lo s n u m erosos grupos étn ico s que lo poblaban y lo

indeterm inado del territorio. U n a antigua d escrip ción m ex ica d efin e al país de la Gran

C h ich im eca del s ig u ien te m odo:

Es un lugar de miseria, de dolor, de sufrimiento, fatiga, pobreza y tormento. Es un lugar de

rocas secas, de fracaso, un lugar de lamentación. Es un lugar de muerte, de sed, un lugar

de inanición. Es un lugar de mucha hambre, de mucha muerte (citado por Braniff, 2001:

20).

132 Hay, según Bonnemaison, cuatro tipos de paisaje: el paisaje como marco de vida, el paisaje-patrimonio, el paisaje-recurso y el paisaje-identidad. En la literatura de estos escritores se identifican estos cuatro tipos de paisaje y en algunos discursos de otra índole, como el mercantil que «vende» el territorio del norte como paisaje turístico (Giménez y Héau, 2008: 74-75).

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E s n otab le que en la con stru cc ión de este e sp a c io ú n icam en te se recurra a un

e lem en to de la top ografía , «rocas» , que u n id o al ca lifica tiv o , « seca s» , con firm a lo s rasgos

determ inantes d e este espacio: la aridez, la sequedad y la m uerte c o m o su esen cia . L a

au sen cia de agua am en aza la ex isten c ia y la a flige , co m o se v e en la en u m eración de

atributos con lo s que se d efin e el lugar: «d e fracaso» , «d e lam en tación » , « d e m uerte», «d e

sed», «d e in a n ic ió n » y «d e m u ch a ham bre». P or eso , las co n secu en c ia s de transitar esta

reg ión d eso lad a e in fecu n d a n o so lo afectan el cuerpo, este d esierto in m isericord e tam bién

atribula el án im o. L a en u m eración de d esgracias que p ad ecen q u ien es la recorren, con form a

una im a g en de m uerte; n o es este un lugar habitab le, por e so lo s m ex ica s llam aban a estas

reg io n es T eotla lpan o T a lcochca lc M ic tla m p a que s ig n ifica « ca m p o s e sp a c io so s que están

hacia el norte-lugar de m uerte» (B ran iff, 2 001: 20 ).

N o obstante, en la d escrip ción de este lugar n o es la naturaleza f ís ic a en sí lo que el

ser hum ano p ercibe, s ig u ien d o la e x p lica c ió n de W atsuji, lo que « v e» es su propia im agen ,

su propio d o lor y su tristeza en esta realidad ajena. E s, en palabras del f iló so fo , su m o d o de

ser con la naturaleza y « v ié n d o se a sí m ism o en e lla » (2006: 71 ). R eco rd em o s que en las

reg io n es m esoam erican as había abundancia de agua y v eg e ta c ió n , por lo que la v iv e n c ia de

la sequedad y la aridez in flu yeron en las d eso lad as y am enazadoras im á g en es con las que se

fueron con stru yen d o las represen tacion es territoriales del norte y su sim b o lo g ía . P or eso

contrasta esta im a g en m ex ica , don d e p reva lece el su frim iento y la m uerte, con la ex isten c ia

de lo s n u m erosos p u eb lo s nóm adas, cazad o res-reco lecto res que habitaron d ich as reg io n es y

que so b rev iv ieron durante m ile n io s con lo s recursos que le s p rop orcion ó este m ed io

am biente. E n e se sen tido , el territorio que con tem p laron y v iv en c ia ro n au tócton os y

m eso a m erica n o s n o fu e el m ism o , p u es en u n o s y otros se e s ta b lec ió una re lación v iv en c ia l

distin ta con el desierto .

A h ora b ien , cuando lo s con q u istad ores se adentraron a estas reg ion es, la im a g en del

d esierto h ostil y agreste n o varió d e lo s p u eb lo s del a ltip lano central y en sus crón icas y

re lac ion es con tin u ó d ich a co n cep c ió n s ien d o un topos recurrente. E n e lla s se le s describe

co m o causa de su frim ien to por el c lim a extrem o, v e g e ta c ió n esp in osa , an im ales de p on zoñ a

y tribus b e lic o sa s (V a ld ez , 2 0 1 2 ). C onquistar este e sp a c io era una prueba de forta leza y de

carácter ante este territorio h ostil.

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N u m ero so s pasajes confirm an esta im a g en en lo s relatos de la len ta pero im parable

con q u ista de las com arcas norteñas, co m o en la relación del m isio n ero Juan Jacobo

B aegert, N o tic ia s de la p e n ín su la de A m é r ic a C a lifo rn ia n a (1 7 7 2 ), al describ ir asom brado

la reg ión de la B aja C aliforn ia , rep leta de innum erab les p lantas de p elig ro sa s esp inas; un

territorio castigad o en su naturaleza por D io s a cau sa de lo s p eca d o s de A dán:

En cuanto a las espinas de California, su cantidad resulta asombrosa y hay muchas de

terrible aspecto. Parece que la maldición que Dios fu lm inó sobre la tierra haya recaído de

una manera especial sobre California después del pecado del prim er hombre (citado por

Beltrán, 2012: 8).

B aegert, d esp u és de un cá lcu lo m in u c io so del núm ero de esp in as de cada planta

(m ás de un m illó n ) y d e sus am enazadoras form as, afirm a que tod a la reg ión de C aliforn ia

está cubierta de e sto s arbustos, por e so co n c lu y e que « en C aliforn ia hay m ás esp in as que en

d os tercios de E uropa» y es por esta acérrim a v eg eta c ió n , un país inhab itab le y m ald ito

(c itad o por B eltrán , 2 012: 5 ) .133

E sta flora particular de a lgunas reg io n es norteñas, que en la re lación d e B aegert

encarna el ca stig o d iv in o aparecerá en in n u m erab les d escr ip c io n es de a lgunas reg io n es

norteñas representando por an ton om asia el d esierto aunque con d istin tas s ig n ifica c io n es

segú n el autor o la época. E n la p o esía del s ig lo XIX se u tiliza para contraponer

sim b ó lica m en te el a ltip lano y el norte del país, tal y co m o advierten R ajch en b erg y H éau -

Lam bert. E n su estu d io , «E l d esierto co m o representación del territorio septentrional de

M é x ic o » (2 0 1 2 ), lo s autores ex p lica n que al tom ar al cactus co m o el s ím b o lo representativo

del desierto , sus características refuerzan la im agen de h ostilid ad e in fecu n d id ad de este

territorio, cu ya naturaleza lle v a im p líc ita una fauna igu a lm en te p e lig ro sa co m o v íb oras y

a ves de carroña. P oetas co m o Jo sé M aría T ornel describ en en sus v erso s al a ltip lano con

flores y pájaros co lo r id o s y con v o lc a n e s n ev a d o s im p on en tes « en v u e lto s en su nube

133 Un siglo después, Manuel Rivera Cambas (1883) al describir la península de Baja California, reforzaba la imagen negativa de esta región al escribir que: «El aspecto de la península es desagradable; tiene quebrado el terreno, lleno de arenales y pedregoso, falto de agua y en muchos lugares se presenta inhabitable; también está expuesto a recios huracanes, y las lluvias son tan escasas en la parte del Sur, que hay años que no cae un solo aguacero» (Rajchenberg y Héau, 2012: 367).

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densa»; en contraparte el d esierto «grave y s ile n c io so » , «árido» y de «yerba in cu lta» es

recorrido en su «fatal cam in o» por v íb oras y « a v es nocturnas» (20 1 2 : 3 6 1 ).

A bundan en ton ces, en lo s tex to s de lo s conquistadores, d escr ip c io n es del norte

estéril y p e lig ro so , co m o en la carta d irig ida al v irrey A n to n io de M en d o za por el capitán

V á zq u ez de C oronado, don d e narra su in fru ctu oso v ia je en la búsq u ed a de las m íticas

ciu d ad es de C íb o la y Q uivira , las cu a les, supuestam ente, hab ía d escu b ierto y tom ad o para

la C oron a Fray M arcos de N iza . S in em bargo, a d iferen cia de su coterráneo, V á zq u ez de

C oron ad o afirm a encontrar a su p aso terrenos estér iles, fr íos en extrem o, sin v eg eta c ió n ,

p e lig ro so s e in h ab itab les (V á zq u ez , 2015: 60).

A h ora b ien , si n o to d o el septentrión m ex ica n o es desierto , ¿ có m o es que esta v is ió n

del paisaje se v u e lv e tan reiterativa en las crón icas esp añ o las? ¿Q u é con trib u yó a conform ar

esta v is ió n ? S eg ú n ha s id o dem ostrado por varios estu d io so s del p ro ceso de o cu p ación

(O rtelli, 2 0 1 1 ; R ajchenberg y H éau , 2 0 1 2 ; T om é, 2 0 1 2 a y 2012b ; G im én ez y H éau, 2 0 0 8 y

2 0 1 2 ) que m ás que por sus características f ís ica s , fu e la p ersp ectiva eurocéntrica y

etn océn trica de lo s con q u istad ores y co lo n iza d o res la que s ig n if ic ó de esta form a el paisaje

del norte m ex ica n o . E sta carga id eo ló g ica , conjuntam ente con la s im b o lo g ía re lig io sa ,

orientó y construyeron la s rep resen tacion es de este territorio m arcando la frontera entre las

reg io n es recien tem en te dom in ad as del centro — civ iliza d a s— y las del norte bárbaro, tal y

co m o lo ex p lica n G im én ez y H éau:

Cabe señalar que esta visión del desierto norteño desde la región fo ca l del centro de

México, tan ampliamente compartida p o r funcionarios y autoridades novohispanos, no fu e

circunstancial ni episódica, sino que estaba nutrida p o r todo un imaginario religioso del

desierto que ya cargaban consigo los colonizadores españoles, fam iliarizados desde su

niñez con una profusa iconografía de santos anacoretas y eremitas. Este imaginario

heredado a su vez del Occidente medieval, enfatizaba la soledad y ausencia de presencia

humana. Los desiertos se concebían como zonas no habitadas o incivilizadas,

independientemente de sus características climáticas, en contraposición a la «ordenada

ciudad», es decir al espacio habitado, al espacio de la civilización (G im énez y Héau, 2008:

82).

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R esu lta in teresante observar la antigüedad en o cc id en te de esta id ea del desierto

co m o un territorio in c iv iliza d o . E s una v is ió n id en tificad a ya d esd e la cultura griega , pues

para sus ciu d ad an os el d esierto era am enazante, n o en el sen tid o m ilitar, pero sí por lo

m en o s s im b ó lico , y a q u e estaba con stitu id o por p u eb los q u e n o ten ían «n ad a h u m an o»

(D u p eyron , 2004: 3 1 5 ), segú n entend ieron e llo s este con cep to: ciudadano era aquel que

v iv ía dentro de u na p o lis , du eñ o de tierras, con casa, con fam ilia , m ientras q u e la v id a en el

d esierto era v iv ir sin rum bo fijo , sin casa, sin tierras, en estad o de n om ad ism o . C on esta

arraigada co n cep c ió n del d esierto se le g itim a la o cu p ación territorial en ten d ien d o que lo s

actores c iv iliza to r io s transform arán este v a c ío en un territorio p rod u ctivo y a sus sa lvajes

habitantes n óm adas en hom b res c iv iliza d o s , es decir, agríco las.

A s í lo constatan lo s autores del libro L o s d es ier to s en la h is to ria de A m érica : u na

m ira d a m u ltid isc ip lin a r ia (2 0 1 1 ), q u ien es co in c id en en que a lgunas d e las im á g en es del

d esierto han s id o constru idas o con cep tu a lizad as co m o tal, m ás por m o tiv a c io n es

id e o ló g ic a s o m ora les que por sus rasgos m ateria les y f ís ic o s , « v a c ia n d o » en este p ro ceso a

d ichas reg io n es de pob lad ores, ríos o veg eta c ió n . E s lo que ocurrió, señ a lan co m o ejem p lo ,

con a lgunas reg io n es de C h ile , de la P atagon ia , la se lv a b rasileña (el ser ta o ) y con el norte

de M é x ic o durante la con q u ista española , cu yas im á g en es tien en su origen en una

co n cep c ió n del in d íg en a co m o sa lvaje por el h ech o de que aún n o hub iera desarrollado la

agricultura, de ahí que este e sp a c io al n o ser aún co lo n iza d o , « c iv iliz a d o » , fuera

con sid erad o co m o d esierto co lo n iza b le por su d ob le co n n otac ión — v a c ío y sa lvaje— , lo

que leg itim a b a su con q u ista y a p rop iac ión .134 135 A l resp ecto tam b ién R ajch en b erg y H eau

L am bert ex p lica n que esta form a de rep resen tación territorial n o es e x c lu s iv a de M é x ic o ,

lo s p a íses su d am erican os con ex ten so s territorios p o seen tam b ién « su desierto» . E n

A rgentina, la P atagon ia fu e representada co m o desierto , lo que ju s t if ic ó « la e lim in a c ió n de

la p o b la c ió n nativa». E n B rasil se hablaba del « v a c ío a m a zó n ico » y en C h ile el río B ío

134 Daniel Hiernaux ha advertido que con esta misma justificación se realizaron muchos proyectos de gobierno en la segunda mitad del siglo XX, alegando que se podía expropiar y colonizar porque no había nadie (caso, por ejemplo, de la laguna del Ostión en Coatzacoalcos que se quiso expropiar a 5 pesos por hectárea porque «no había nadie» cuando las riberas eran pobladas por grupos náhuatl).135 Fernando Williams, en su estudio acerca de la colonización de la Pampa y la Patagonia, afirma que «la figura del desierto condensaba un diagnóstico tanto sobre los territorios que se deseaban ocupar como sobre la sociedad que se deseaba transformar», por esa razón, al igual que en otros países, se opera textualmente un «vaciamiento» que legitime la ocupación posterior de dichos territorios (Williams, 2004).

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B ío d efin ió la frontera esp añ o la frente a la reg ión desértica. E ste fen ó m en o territorial,

afirm an, corresponde «a m o d o s de representación com partida» (20 1 2 : 3 5 2 ).

E n el a n á lisis de la e v o lu c ió n del s ig n ifica d o de la palabra d esierto en la cultura

occid en ta l, ex p lica O rfin elli, «a v e c e s se refería a lu gares seco s , ca lu rosos, y con p o ca agua,

tam b ién en o ca sio n es lo s b o sq u es podrían ser co n sid erad os sim b ó lica m en te así, al tener una

con n otación de d esp ob lam ien to y a u sen cia de cu ltiv o y c iv iliza c ió n : el d esierto era sa lvaje»

(2011: 9). P or eso , m ás que d esp ob lad o o seco , el territorio norteño era un lugar no

d om estica d o y estaba, por tanto, v a c ío de c iv iliz a c ió n , lo que ju stificab a su p o sesió n .

E ste p en sam ien to de las reg io n es sep ten trion ales se trasluce en las d e lib eracion es

acerca de la con fron tación con lo s ch ich im ecas. E n el libro E l d eb a te so b re la g u erra

ch ich im eca (1531-1583) (2 0 0 0 ), A lb erto C arrillo C ázares recupera lo s tex to s de la d efen sa

de lo s in d ígen as h ech a por el doctor O rtiz de H in ojosa , q u ien está en contra de la o cu p ación

v io len ta de estas tierras y por lo m ism o se op on e a la p o s ic ió n de lo s m ilitares e sp a ñ o les

que defen d ían su d erech o al d esp o jo v io le n to y a que, argum entaban:

Estos chichimecas no labran ni hilan, viven de la caza y de las plantas silvestres, andan

desnudos vagando p o r los montes, y no tienen habitación cierta, luego tampoco se les hizo

injuria en tomarles las tierras desiertas y habitarlas, y caso que fueran suyas fueran suyas,

se les pudieron tomar p o r derecho de guerra p o r los daños que causaban (en Carrillo,

2000: 362) [El énfasis es m ío].

E n otro pasaje se lee:

Concede que aparte de los pueblos mencionados en los llanos chichimecas que él visitó,

llegando hasta los confines de la sierra de Guanajuato y Comanja, no recuerda haber visto

un palm o de tierra señalada para sementera, lo cual debió ser la causa para que a los

españoles pareciera que estaba libres para poblarlas con las estancias de ganados que

ahora tiene (en Carrillo, 2000: 365) [El énfasis es mío].

C o m o se v e , en este tip o d escr ip c io n es se en fa tiza el carácter n óm ada de las tribus

norteñas, y el h ech o de que n o se d ed iquen a la agricultura (o a la ganadería) lo cual servirá

de argum ento para representar estas tierras co m o desiertas y a sus habitantes co m o salvajes.

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P or esa razón, lo s estu d io s a n trop o lóg icos actu a les d ed ica d o s al e stu d io del norte

cu estion an la gen era lizad a d esig n a c ió n del septentrión co m o d esierto y m uestran que d icha

co n cep c ió n deriva d e u na p ersp ectiva co lo n ia l. P or ejem p lo , P edro T om é, en sus en sa y o s

«E l d esierto co m o categoría co lo n ia l» (2 0 1 2 a ) y «L a in v en c ió n del d esierto» (2 0 1 2 b ),

so stien e que nuestro co n o c im ien to de las reg io n es norteñas se fu ndam enta en «una

estructura co lo n ia l del saber» y , por tanto, del poder (2012b : 4 9 ) y que la óp tica

etn océn trica y eurocentrista con que se ha d escrito a lo s habitantes del norte m ex ica n o y a

su paisaje conform aron un im agin ario g eo g rá fico «q u e una v e z id en tificad o co m o tal

perm itió la d e fin ic ió n de sus características propias por las del im aginario , al m argen de

cuál fuera la re lación entre un as y otras» (2012b : 5 1 ) .136 Señala, adem ás, que las

represen tacion es que se h ic ieron de este territorio son m ás b ien m orales que g eo gráficas,

porque en e lla s se «asu m e ax iom áticam en te que cualquiera que se resista a la c iv iliz a c ió n

es un sa lvaje» (2012a: 5 1 ) .137

E n este sen tido , el d esierto norteño es una e sp e c ie de « lugar atributo», es decir, un

esp a c io al que se le in v isten características que derivan d e una p ercep ció n id e o ló g ic a que,

en este caso , re lacion a el territorio ch ich im eca co n lo sa lvaje m ás que con lo s rasgos del

propio paisaje. E sta co n d ic ió n n egativa parte del su p u esto de que el su e lo que n o es útil

para la agricultura, que n o es fértil, n o perm ite el desarrollo y esta b lec im ien to de una

socied ad . D e e se m od o , la agricultura se re lacion a con la c iv iliz a c ió n y el d esierto con el

n om ad ism o , es decir, con lo salvaje. A firm a el autor, adem ás, que la d e fin ic ió n del

territorio ch ich im eca co m o d esierto le g it im ó el p ro ceso de o cu p ación , por e so m ás que una

referen cia al am biente natural es u na «ca tegoría p o lítica de acc ión » , tal y co m o lo es

tam b ién el co n cep to de sa lvaje (T om é, 2012b : 4 9 ). E stas a sev era c io n es se constatan en

nu m erosas crón icas, co m o por e jem p lo en la D escr ip c ió n g eo g rá fica de lo s re in o s de

N u eva G alicia, N u e v a V izcaya y N u evo L eó n [1 6 0 5 (1 9 4 0 )] , don d e el o b isp o A lo n so de la

M ota y E scob ar ob serva que n in gú n p u eb lo de estas regiones:

136 Estamos de acuerdo con este investigador en el reclamo hace a la historiografía y las ciencias sociales, que aun cuando han reconstruido la realidad social de los grupos humanos de ese entonces, no han hecho lo mismo con la naturaleza, como si esta visión eurocéntrica con la que se describió lo social no fuera la misma con la que se describió lo natural. Esta «subjetividad imperial» que orientó el discurso de los cronistas nos ha obligado, dice, «queriendo o sin querer, a ver arroyos donde había ciénagas o a al revés, a ver desiertos donde solo sus necesidades lo promovían» (2012b: 52).137El desierto, explica el autor ha sido relacionado con pastores, trashumantes, titiriteros, vendedores ambulantes, emigrantes de paso. Es por eso, una «tierra nómada» (Tomé, 2012: 49).

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[ ...] tuvo en la gentilidad casas de p lacer ni de jardines, y menos fuentes artificiales de

aguas en lugares públicos, porque toda la grandeza de esta bárbara gente estaba puesta en

dar a entender que eran enemigos de regalos y blanduras, antes se acostumbraban a

hambres, desnudez y descalcez y a sufrir trabajos, todo en orden de aventajarse a las

guerras y la valentía personal (1940: 35).

E l agua, a soc iad a a fu en tes, jard in es y esp arcim ien to , con form a un grupo sem án tico

que refiere a la «ordenada ciudad», al cu ltivo , el p lacer y , por ende, a la c iv iliza c ió n ; en

tanto que la ardua v id a guerrera y el v a lor y v ig o r en las bata llas se v in cu la con la v id a

bárbara del desierto . E sta co n n otac ión n egativa lleg a al ex trem o de d em on izar in c lu so a sus

habitantes y por ex ten sió n al territorio, co m o se v e en este pasaje de la relación de

H ernando de R o b le s (1 5 8 4 ) para ju stifica r la guerra contra lo s ch ich im ecas: «por su g estió n

del d iab lo se em pezaron a alzar y levantar sus desiertos, tornando a sus idolatrías y

ab om in ab le su m anera de v iv ir [...] se ha de saber son g en te bárbara e idólatra que n o v iv e

en p o b la c ió n s in o en lo s y e rm o s» (en Carrillo, 2 0 0 0 : 3 4 8 ).

Q u isiera detenerm e en el an á lisis de la co n n otac ión del térm in o « y erm o» , tan

relevante para nuestro estu d io . Para esto acudiré a las in teresan tes o b serv a c io n es de Juan

M anuel C acho B le c u a (1 9 8 7 ) acerca de có m o se co n ceb ía el e sp a c io en la Edad M edia . E n

su an á lisis de la fu n c ió n sem án tica del e sp a c io en el C a n ta r d e l M ío C id , ex p lica el autor

que en occ id en te h em o s heredado una trad ición en la que se contrapone cam p o a ciudad, sin

em bargo en la ép o ca m ed iev a l el cam p o es un lugar ad yacen te a la ciudad en un m undo

p rincipalm ente agrícola . E n tanto que el yerm o es el lugar op u esto a la ciudad: es lo

d esp ob lad o y lo deshab itado. A m b o s esp a c io s an tagón icos tien en co m o sustrato lo s

s ig n ifica d o s de abierto/cerrado; fuera/ dentro con sus resp ectivas s im b o liza c io n es . D e

este m od o , lo s ca stillo s y las c iu d ad es m ed iev a le s se contraponen a las ex ten sio n es

desiertas, es decir, sin cu ltivar y sin habitar. P ero en este orden de id eas, un b osq u e, por

ejem p lo , p u ed e ser un d esierto y , co m o tal, el refu g io de: « lo s ad ep tos vo lu n tarios o

in vo lu n tarios de la fu g a m u n d i: erm itaños, enam orados, in fe lic e s , caballeros, andantes,

ban d oleros, proscritos» . P or lo m ism o , este «d esierto» es am enazante y peligroso: «F orm a 138

138 Por ejemplo, conocido y seguro frente a desconocido y peligroso.

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el inqu ietante h orizon te m ed iev a l, lo rodea. D e su “op acid ad ” tem ib le surgen b ruscam ente

lo s lo b o s ham brientos, lo s b an d id os, lo s cab a lleros saqueadores» (1987: 39 ). C uando lo s

con q u istad ores arriban a esta terrae in có g n ita traen en su im aginario este s ig n ifica d o del

esp a c io «d esp ob lad o» .

P or otra parte, la literatura ép ica m ed iev a l con trib u yó tam b ién a robustecer este

im aginario p a isa jístico , p u es en esto s relatos el h éroe se m u ev e — co m o e x p lic a T o m é— en

esp a c io s in segu ros y fron terizos, por lo que su fam a crece en la m ed id a que atraviesa los

territorios h o stile s (T om é, 2 0 1 2 b ). P or otra parte, d esierto y e sp a c io fronterizo son

s in ó n im o s en e sto s relatos. L a frontera es un lugar d esp ob lad o y p e lig ro so , tanto por lo s

en em ig o s que están acech an d o m ás allá de lo s lím ites co n o c id o s co m o por lo s ataques de

fero ces an im ales. C o m o estrategia literaria d icha representación sob red im en sion a las

a cc io n es de sus héroes.

L a frontera, adem ás, es un lugar p len o de en em ig o s d iferen tes en len gu a , cultura y

relig ión , por eso cuando lo s con q u istad ores lleg a n a la G ran C h ich im eca , lo s caste llan os

tip ifican a lo s habitantes y al m ed io , con la im a g en n egativa d e lo s en em ig o s anteriores

(T om é, 2 0 1 2 b ).

S e p u ed e conclu ir , con lo que hasta ahora h em o s v isto , que el d iscu rso de lo s

conquistadores construiría un pa isa je de m iedo: un norte p e lig ro so e in h ósp ito , co m o el que

refiere el capitán A lo n so de L eón , al d escrib ir el rudim entario p ob lad o de M onterrey:

La tierra estaba tan desproveída de todo lo necesario, cuanto abastecida de necesidades y

de enemigos [...] el hambre era un enemigo casero y formidable, pues los meses y aun años

enteros no se sustentaban con otra cosa que unas raíces de lampazos, de que abunda el ojo

de agua; algunas fru tas silvestres y el mezcale [1649 (1961: 35)].

S in em bargo, a m ed id a que lo s territorios norteños se integran al d o m in io esp añ ol a

través de la « p a c ifica c ió n » y el desarrollo de la agricultura, se irán con sid eran d o co m o

parte de la c iv iliza c ió n . C reo que un bu en ejem p lo de este cam b io de s ig n ifica d o lo

en contram os en el relato de v ia je del escritor y p eriod ista M an u el P ayn o acerca de las

« rec ién p lantadas» ciu d ad es fronterizas del noreste , don d e so lo crecen «m ezq u ites , ébanos

y m atorrales de gobernadora», sin em bargo, «a d esp ech o d e lo s o b stá cu lo s y d e las

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rev o lu c io n es, se han levan tad o, por d ecir lo así, del sen o del desierto , y progresan

diariam ente» (P ayn o , 1999: 39).

4 .3 .3 E l d e s ie r to s e p te n tr io n a l en la e sc r itu r a d e c im o n ó n ic a

H em o s ex p lica d o y a a lg u n o s de lo s o r íg en es de la representación n egativa del d esierto de

antiguas ra íces re lig io sa s, cu lturales e h istóricas. H em o s m ostrado, adem ás, có m o estas

im á g en es en la con q u ista del norte m ex ica n o contribuyeron a leg itim ar tanto el d om in io

español co m o la p o se s ió n de las reg io n es sep tentrionales. D ich a v is ió n n ov o h isp a n a del

norte co m o sa lvaje y v a c ío se p ro lon gó en el s ig lo XIX con im portantes co n secu en c ia s para

la con form ación g eo p o lítica , cultural, eco n ó m ica y s im b ó lica del p a ís d elin ean d o y

d efin ien d o el m apa de la n ación in d ep en d ien te ,139 y , d esp u és del T ratado de G uadalupe

H id a lgo , el n u ev o E stad o m ex ica n o creado por las é lite s lib era les de la é p o c a .140

L o s tex to s de m ilitares, v ia jeros, p oetas, p eriod istas, literatos, p o lít ic o s e

in te lectu a les d ec im o n ó n ico s reafirm aron las d escr ip c io n es de d ich o s parajes co m o v a sto s y

a islad os, áridos, con c lim a s extrem os, in h ó sp ito s , in h ab itab les e in c iv iliza d o s . S o n tierras

de guerra, p e ligrosas, de ca stig o y sin v a lor (G im én ez y H éau, 2008: 80; T om é, 2 0 1 2 a y

2012b ; R ajch en b erg y H éau, 2 0 0 9 y 2 0 1 2 ). E l norte, en to n ces s im b o liza d o por el desierto ,

segu irá p erc ib ién d o se en el im agin ario de lo s habitantes del a ltip lano central co m o una

ex ten sió n bárbara por su naturaleza sa lvaje (s in cu ltivar) y porque aún lo aso laban lo s

d en om in ad os « in d io s de gu erra» ,141 co m o se le e en este pasaje d e M anuel P ayn o (1999:

2 1 ), don d e d escrib e el «p a ís» de lo s co m a n ch es con el que se constatan las anteriores

aseveracion es:

139 Los criollos identificaron en la naturaleza y en el pasado histórico dos elementos que los separaban de los españoles y que sirvieron de fundamento para la creación de una nueva identidad. Por eso fue muy importante recorrer y conocer y describir el territorio. En esa época se ampliaron las fronteras al grado de no tener un conocimiento definido de sus límites.140 Después de que fueron mutilando el país a causa de los territorios despojados por los norteamericanos se generó un intenso debate acerca de los culpables de este desastre que destruyó el optimismo de la naciente República mexicana. Esta serie de discursos contribuyeron a la creación del nuevo Estado nacional.141 A diferencia de los indios de paz que eran los que se podían usar en las labores agrícolas y mineras.

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H ay entre las fronteras de Nuevo M éxico y las cabeceras de los ríos Colorado y Salado,

que corren en el territorio de Tejas y desembocan en el Golfo Mexicano, unos desiertos

espaciosos regados de arroyuelos cristalinos y abundosas vertientes. A llí el nogal, el

manzano, el membrillo y el corpulento roble sombrean unos valles alfombrados de flores.

A llí la naturaleza salvaje, primitiva ha desarrollado su pompa, y en aquel esplendor y

feracidad, en aquellas sublimes caprichos, se echa bien de ver que el hombre civilizado no

ha puesto su mano atrevida, sobre esos bosques eternos, sobre esas fuen tes apacibles que

corren susurrando entre las guijas, acompañadas del ruido de las hojas de los árboles, y de

canto de las tórtolas y de las urracas.

A la sombra de esos copados árboles, en ese tapiz de amapolas y claveles, en la orilla

de esas vertientes de plata, es donde se recuestan los orgullosos hijos del desierto. A llí

celebran sus consejos, allí decretan con júb ilo y algaraza la muerte y el exterminio de los

blancos que viven a 400 leguas: allí han derramado lágrimas amargas las cautivas

arrancadas del hogar doméstico: y allí tal vez, en una mañana de verano cuando está el

cielo azul, cuando las flo res exhalan sus perfumes, cuando la naturaleza ríe, mil infelices

habrán expirado en medio de los tormentos y la desesperación (1999: 21) [El énfasis es

m ío].

L o prim ero que llam a la aten ción en esta am plia d escrip ción es la d esig n a c ió n de

«d esierto» a un paisaje p len o de naturaleza en el que, adem ás, habitan las n u m erosas tribus

de co m a n ch es . E ste « v a c ia m ien to » se opera porque aquí la naturaleza fero z , « sa lv a je» y

«p rim itiva» ha surgido «cap rich osam en te» , n o por la m an o c iv iliza toria , n o por volu n tad

hum ana. A pesar de e sto s «arro llu elos cr ista lin os» , «a p a c ib les» co m o «vertien tes de plata»,

árboles frutales, b o sq u es, f lo res que exh a lan p erfu m es y pájaros que cantan en esta

esp a c io sa reg ión , n o h ay aquí una d o m estica c ió n de la naturaleza. S i b ien es cierto que

P ayn o ordena este p aisaje co m o un lo cu s am oenus, dado que en el s ig lo XIX esto s lugares

n o so lo deben deleitar lo s sen tid os, s in o tam b ién ser ú tile s y p ro v ech o so s, se desva lora el

paisaje n o cu ltiv a d o a pesar del esp len d or de su b e lle z a . L a v is ió n n eg a tiv a del lugar se

refuerza aún m ás a cau sa de que sea habitado por lo s « o rg u llo so s h ijo s del d esierto» . Y

¿q u ién es son esto s en el im agin ario de la ép o ca ? S o n lo s tip ifica d o s co m o in d io s de guerra,

sa lvajes y p r im itivos co m o la naturaleza que habitan, de q u ien es se relatan num erosas

h istorias de crueldad y terrorism o en p reju icio de « lo s b la n co s» , representantes de la

c iv iliz a c ió n . P or eso , a pesar de la b e lle z a con que se organiza, este e sp a c io sigu e

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s im b o lizá n d o se co m o un lugar v a c ío d on d e so lo p reva lece el su frim iento , d esesp erac ión y

m uerte.

U n punto de v ista m u y sim ilar exp resa P ay n o de M onterrey, don d e a pesar de la

b e lle z a natural del en to n ces rústico p ob lad o, n o lo con sid era un lugar id ó n eo para v iv ir por

la s frecu en tes in cu rsion es de lo s bárbaros y sus d ep red acion es (P ayn o , 1999). A sí en tanto

sigu ieran aso lan d o estas tierras lo s bárbaros, segu ían p ercib ién d o las co m o sa lvajes, fero ces

y agrestes.

L a p o esía , lo s d iscu rsos o fic ia le s , n o v e la s , relatos p u b licad os en p er ió d ico s co m o el

M o n ito r R ep u b lica n o , S ig lo XIX y E l U n iversa l contribuyeron a reafirm ar esta persp ectiva

centralista del territorio norteño co m o in c iv iliz a d o y h ostil. L o s lib ros de h istoria y

geo g ra fía escr ito s por in te lectu a les co m o R o a B árcenas, G o n zá lez C ev a llo s , R ivera C am ba

y M an u el O ro zco Berra con lo s q u e se en señ ab a la h istoria y geo g ra fía de M é x ic o y

perpetuaron esta im a g en del territorio que op on ía y esc in d ía en bárbaro y c iv iliz a d o el país.

P or ejem p lo , en el libro G eo g ra fía de la s len g u a s y ca r ta e tn o g rá fica de M é x ic o (1 8 6 4 ) , en

el que el lic en c ia d o M an u el O ro zco d escrib e y c la s if ica en deta lle las len g u a s y tribus que

conform aron la n a c ió n m exican a , se deja ver esta co n cep c ió n d ec im o n ó n ica g eo g rá fica y

cultural del país. E n la segu n d a parte, « A p u n tes para las in m igrac ion es de las tribus de

M é x ic o » , n o s advierte sus p rop ósito s de este m on u m en tal estu d io , «buscar la v erd ad » y

contribuir al « e d ific io de la c iv iliz a c ió n que construye la hum anidad a través de lo s s ig lo s»

(1864: 7 9 ), con lo cual se reve la que qu ien escrib e es un hom bre ilustrado y , d esd e esta

p o s ic ió n de poder, elabora un relato de la con fo rm a ció n de lo s p u eb lo s m esoam erican os. En

este reco n o ce que lo s an tecesores de d ich as culturas em igraron del norte, tal y co m o «a

a co n tec id o en E uropa d esd e cierta ép oca» , en e se sen tid o el N orte, d ice es « e s el a lm á cig o

del gén ero h u m an o» (18 6 4 : 7 9 ). A d em ás, el autor refiere el tip o de p u eb lo s in vasores y la

form a co m o conquistaron y co lon izaron las reg io n es del sur, y en la narración de este

p ro ceso el autor contrasta d os m ed io s g eo g rá fico s y cu lturales con s ig n ifica d o s op u estos,

co m o se le e en esto s pasajes:

Los pueblos del Norte maltratados p o r un clima ingrato, multiplicados en demasía,

fa lto s de mandamientos en sus tierras estériles, se pusieron en marcha en busca de lugares

donde establecerse, tomando de referencia el Sur, cuyo suelo les brinda con benignidad del

cielo y la fertilidad de las comarcas. Si los inmigrantes form an una nación agricultora,

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civilizada, con guerra ó sin ella se apodera de su país, se arraiga en él, y deja señales

ciertas de su permanencia. Si el pueblo es cazador, bárbaro, necesita de mucho mayor

espacio en que andar vagueando, destruye cuanto encuentra en vez de edificar alguna cosa,

y en perpetua guerra, destroza las gentes sus vecinas en vez de entrar en tratos y relaciones

con ellas. Aquellos se estrechan alrededor de sus sembradíos, en las cabañas y en las

poblaciones que les sirven de abrigo, viven reunidos bajo el mando de sus gefes, conservan

tenazmente su lengua, sus dioses y sus costumbres, y se ciñen al pa ís que puede

proporcionar alimentos. No así las tribus errantes; se derraman p o r espacios inmensos

para aprovechar los fru tos espontáneos del suelo que con la caza form an su único

sustento; armas aduares removedizos que llevan con frecuencia de este al otro sitio; se

subdividen en pequeñas fracciones, que con el trascurso del tiempo mudan de usos, de

idioma, llegando á acontecer que fam ilias salidas de un tronco común, aparezcan del todo

como diversas, como distintos hombres, y aun haciéndose la guerra como los más

encarnizados enemigos (1864: 80).

En igualdad de civilizaciones, los montañeses son siempre más broncos, adelantan

mucho menos tiempos idénticos, que los habitantes de las llanuras. En las conquistas de las

tierras, las tribus cazadoras se fig a n de preferencia en los terrenos ásperos, montañosos;

las tribus agricultoras en los menos accidentados, en los llanos (1864: 81).

O rozco Berra con form a en su libro una etn ografía de M é x ic o a partir de dos

reg io n es claram ente d iferenciadas: el norte, de « c lim a ingrato» y «tierras estér iles» , frente

al sur, de su e lo b en ig n o y fértil gracias a la in terv en ció n d iv in a . O p on e tam b ién d os form as

culturales, la de lo s agricu ltores, es decir, las q u e han a lcan zad o el estatuto de c iv iliza d o s ,

p u es ed ifican , esta b lecen re la c io n es con lo s p u eb lo s q u e in vaden , tien en autoridades y

reglas, y con servan s ig n o s identitarios co m o lengua, re lig ió n y costum bres, rasgos que

acusan u na form a cultural desarrollada. M ientras que lo s cazad ores son bárbaros, nóm adas,

se desp lazan errantes por terrenos a m p lios para v iv ir de la caza y lo s frutos que crecen

naturalm ente. A d em á s, con frecu en cia se d iv id en en p eq u eñ os grupos por lo que o lv id an

sus costum bre y sus len g u a s al punto que entre e llo s m ism o s pu ed en h acerse la guerra

« c o m o lo s m ás encarn izad os e n em ig o s» ; son destructores, están p erm anentem ente en

guerra, destrozan , son b ron cos, prefieren v iv ir en la s m ontañas y terrenos ásperos, m ientras

que lo s agricu ltores e lig en lo s terrenos llan os, por e so están m ás vu ln erab les ante lo s

ataques de lo s fero ces nóm adas.

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D e scr ip c io n es co m o la anterior se rep itieron en n u m erosos tex to s de la ép o ca lo que

ex p lica el h ech o de que esta in m en sid ad bárbara n o generara un sen tim ien to de pertenencia

a pesar d e lo s d iscu rsos n a c io n a les con que lo s p o lít ic o s del centro intentaban integrar el

territorio norteño en la cartografía n acional. E l norte seg u ía generando, co m o d icen

R ajchenberg y L am bert (20 1 2 : 3 6 6 ), una «total d esa fecc ió n » por sus características

g eo g rá fica s y cu lturales lo que im p ed ía estab lecer v ín c u lo s identitarios con este territorio.

Y a de L afore señalaba en 1778 que estas tierras n o « v a len las rem esas que el gob iern o

español en v ía para sosten er lo s p resid ios en reg io n es áridas e in c iv iliza d a s» (G im én ez ,

2008: 85). A u n el p rop io B en ito Juárez valoraba m ás la re lación estab lec id a con E stad os

U n id o s por la riqueza y p od erío del país v e c in o que la p o ses ió n de «un d esierto d evastad o

por la m iseria y la d eso la c ió n » (G im én ez , 2 008: 83). P or este m en o sp rec io de las é lites

p o lítica s h acia el norte, aun cuando se p ierde parte de este territorio en 1845 , se p ien sa que

la soberanía se ha con servad o intacta, p u es la patria se ub icab a don d e había c iv iliza c ió n ;

ahí don d e habitaban lo s verdaderos m ex ica n o s herederos de las culturas esp añ o la y

prehispánica, n o de las tribus bárbaras que habitaron lo s a lejad os «p a íses» del septentrión

(F lorescan o , 2 0 0 2 ; R ajch en b erg y H éau, 2 0 1 2 ; G im én ez y H éau, 2 0 0 8 ). P or eso , q u ien es

han estu d iad o a deta lle la ép o ca afirm an que una de la s co n secu en c ia s de esta v is ió n

d ec im o n ó n ica acerca del norte m ex ica n o fue: « la d isp o sic ió n a hacer c o n c e s io n e s a lo s

E stad os U n id o s partes del territorio d esértico a cam b io de preservar lo m ás im portante; la

integridad de la “verdadera patria” que co in c id ía [...] con la g eo m o rfo lo g ía

m esoam erican a» (G im én ez y H éau , 2008: 85).

G ilberto G im én ez h ace notar que Justo S ierra al reflex ion ar acerca de esa actitud de

ces ió n territorial a N orteam érica de lib era les de la ta lla de Juárez, O cam p o y L erdo, trataba

de exp licarse este com p ortam ien to preguntándose có m o esto s hom b res rep u b lican os de

«m oral c ív ic a ex ce lsa , de un p atriotism o que ha so b rev iv id o in có lu m e y e x c e lso [ . . .]

com paginaron esa obra de tan claro asp ecto antin acion a l» (Sierra, 1972: 194; c itad o en

G im én ez y H éau , 2008: 89).

E n contraparte a la p ersp ectiva m exican a , lo s c o lo n o s norteam erican os y las

p o lítica s ex p a n sion istas de su país, consideraron a la frontera sur durante el s ig lo XIX co m o

una oportunidad para dom inar el feraz territorio, aunque en e llo s , co m o se ha dem ostrado el

desierto n o tien e una co n n otac ión negativa: si b ien es ved ad que este w ild ern ess , co m o la

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e tim o lo g ía lo prueba- es sa lvaje e inhabitado, el espíritu forta lec id o por esta prueba llegará

a d om inarlo , tal y c o m o en el é x o d o b íb lic o (G im én ez y H éau , 2 0 0 8 y R ajchenberg,

2 0 1 2 ) .142

P or to d o lo anterior, G im én ez y H éau aseveran q u e la form a co m o fu e apropiado

estatu ido, organ izado y d iv id id o la reg ión fronteriza del norte es una co n secu en c ia de la

con fron tación de rep resen tacion es del d esierto op u estas y d ivergen tes p roven ien tes de lo s

esp a ñ o les en el p eriod o de la C o lon ia , lo s p o lít ic o s lib era les del s ig lo XIX, lo s co lo n o s

an gloam erican os, y la de lo s p u eb lo s autócton os, y co n clu y en :

Naturalmente la representación que se impuso a la postre y llegó a prevalecer con

todas sus consecuencias geopolíticas, fu e hablando marxianamente la de los grupos y

potencias dominantes en detrimento de la visión indígena que nunca fu e reconocida y

terminó siendo aplastada a pesar de una férrea resistencia repartida en diferentes ciclos

(2008: 79-80).

P or otra parte, tam bién , lo s extranjeros q u e viajaron a M é x ic o en e se periodo

contribuyeron a robustecer con sus relatos el im aginario del p aisaje d esértico . E n el repaso

que rea liza M én d ez R e y e s (2 0 1 1 ) de la s estam pas que d iversos v ia jeros p intaron de las

reg io n es de M é x ic o por la q u e transitaron, se pued en id en tificar tam b ién una s ig n ifica c ió n

distin ta en las d escr ip c io n es de las desarrolladas c iu d ad es d e la M esa Central — M é x ic o ,

G uadalajara, P u eb la— , o de lo s h erm osos y p in torescos parajes en X alapa, lo s p u eb lo s de

H id a lgo , C o lim a o Q uerétaro, frente a las reg io n es norteñas co m o B aja C aliforn ia , « la faz

m en o s atractiva del p a ís» por sus m ontañas ro co sa s (5 5 ) o el pa isa je «árido y triste» de

C hihuahua (63).

U n m em orab le libro de v ia jes escrito a f in es de 1882 por el francés L o u is L ejeu n e

dejará con stan cia de e sto s pa isa jes del en el apartado «T ierras del N orte» , don d e refiere su

travesía por lo s estad os de Sonora, C hihuahua y C oahuila; su escritura d ibuja una im agen

an áloga a la del capitán A lo n so de L eón , p u es en m u ch o s de sus p asajes rem arca el v a c ío y

la in m en sid ad estéril de esto s territorios, y erm os e in h ó sp ito s , co m o p o d em o s apreciar en la

142 Fernando Williams (2004: 20) ha demostrado que los colonizadores galeses arribaron a la Patagonia con una actitud religiosa, pues influidos por los relatos del Antiguo Testamento, el desierto al que llegan toma una significación semejante a la bíblica. Ellos también sintieron que protagonizaban un exilio en tierras desoladas y hostiles donde se pondría a prueba su fe.

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v is ió n que d esp lieg a de la reg ión son oren se , en la cual, la carencia es la iso to p ía principal

en la ord en ación de lo s m o n o cro m á tico s parajes: «P or tod as partes se ex tien d en tierras sin

agua, sin cam in os, sin plantas, g r ises co m o cen iza s, m anchadas a ratos por prom ontorios

erráticos y rayadas por la s h u ella s de las serp ien tes» [1 8 8 2 (1 9 9 5 : 154)].

N o cam bia m u ch o su «m irada» de esta llanura, cu y o s rasgos acusan la au sen cia de

la c iv iliza c ió n , al contem plar la m eseta ch ih u ah u en se, aunque aquí, la d escr ip c ión de los

atardeceres m atiza la v is ió n n egativa del e sp a c io con form an d o una ex ten sió n dorada que

en tristece a la v ista , seg ú n le e m o s en el p asaje d ed icad o a esta región:

Es triste la planicie de Chihuahua; sin la melancólica grandeza de las verdaderas

planicies; la de Nebraska, p o r ejemplo, donde ningún accidente detiene la vista y que

perm ite descubrir una extensión tan vasta de cielo como en p leno mar. A quí el desierto no

posee la majestad de los horizontes infinitos; es un desierto gris y amarillo, salvo en las

puestas de sol, a la hora mágica de las montañas y la planicie de oro (1995: 80).

A u n q u e esta in v estig a c ió n se centra en el an á lisis de la narrativa, sería una o m isió n

im perdonable n o hablar del prim er p o em a del d esierto en la literatura m exican a . C errando

una etapa y abriendo el n u ev o s ig lo aparee p u b licad a u na de las m ás grandes obras líricas

de la literatura en len g u a castellana, Id ilio sa lva je (1 9 0 5 ), del p oeta p o to sin o , M an u el José

O thón. Si b ien es c ierto que es este un p o em a am oroso — y así lo u b ican sus e stu d io so s—

tam b ién por sus d escr ip c io n es del entorno natural, p u ed e ser con sid erad o co m o u n o de lo s

tex to s p a isa jísticos m ás b e llo s del d esierto m ex ica n o que sirve de m arco y m etáfora a una

p asión am orosa. S in em bargo, O thón subvierte las reg las del género , p u es n o se presenta en

sus v erso s un co lo q u io « id ílico » , por el contrario, se m uestra una p asión que term ina en una

co n flic tiv a separación . A d em ás, su escen ario n o es un entorno agradable, c o m o lo e x ig e la

norm a de este su b gén ero b u c ó lic o ni flo rece id ea lizad a la naturaleza. E n sus v erso s se

co n v o ca a la co n tem p la c ió n de un d esierto «triste, in m en sam en te triste» , co m o se p u ed e

com probar en la lectura de a lgu n os de lo s o ch o so n eto s que lo conform an

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II

M ira el paisaje: inmensidad abajo,

inmensidad, inmensidad arriba;

en el hondo perfil, la sierra altiva

al p ie minada p o r horrendo tajo.

Bloques gigantes que arrancó de cuajo

el terremoto, de la roca viva;

y en aquella sabana pensativa

y adusta, ni una senda ni un atajo.

asoladora atmósfera candente

de se incrustan las águilas serenas

como clavos que se hunden lentamente

Silencio, lobreguez pavor tremendos

que viene solo a interrumpir apenas

el galope triunfal de los berrendos.

II I

En la estepa maldita, bajo el peso

de sibilante brisa que asesina,

irgues tu talla escultural y fin a

como un relieve en el confín impreso.

E l viento, entre los médanos opreso,

canta como una música divina,

y fin g e bajo la húmeda neblina,

un infinito y solitario beso.

Vibran en el crepúsculo tus ojos,

un dardo negro de pasión y enojos

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que en mi carne y mi espíritu se clava;

y destacada contra el sol muriente,

como un airón, flotando inmensamente,

tu bruna cabellera de india brava.

IV

La llanura amarguísima y salobre,

enjuta cuenca de océano muerto,

y en la gris lontananza, como puerto,

el peñascal, desamparado y pobre.

Unta la tarde en mi semblante yerto

aterradora lobreguez, y sobre

tu piel, tostada p o r el sol, el cobre

y el sepia de las rocas del desierto

[...]

V

¡Qué enferma y dolorida lontananza!

¡Qué inexorable y hosca la llanura!

Flota en todo el paisaje tal pavura

como si fu era un campo de matanza.

Y la sombra que avanza, avanza, avanza,

parece, con su trágica envoltura,

el alma ingente, p lena de amargura,

de los que han de morir sin esperanza.

Y allí estamos nosotros, oprimidos

p o r la angustia de todas las pasiones,

bajo el peso de todos los olvidos.

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En un cielo de plom o el sol ya muerto,

y en nuestros desgarrados corazones

¡El desierto, el desierto... y el desierto!

C o m o se aprecia en la lectura del p oem a, el ca lifica tiv o « sa lv a je» del títu lo refiere

tanto a la naturaleza de la p asión co m o a la naturaleza del paisaje. A d em ás, contrariam ente

a lo que e x ig e el gén ero , n o en con tram os una naturaleza pród iga co m o escen ario de la

exp resión de lo s sen tim ien tos, aquí el p oeta e lig e el d esierto y aunque lo d escrib e con lo s

rasgos con que v en ía id en tificá n d o se esta m ed io — inm enso, ilim itado , silencioso , árido,

vacío, con ro ca s seca s— se acentúan m ed ian te una serie de atributos que acendran e

ico n iza n esta figura: am argu ísim o , sa lobre, gris, de co lo r cobre y sepia, lóbrego . A d em ás,

la con tem p lac ión de este e sp a c io orig in a en el p oeta una serie de sen tim ien to s lo s cu a les

u san d o el recurso de la p erso n ifica c ió n se le atribuyen al paisaje: triste, p en sa tivo , adusto,

h o sco , lób rego , in ex o ra b le (c o m o la am ada), en ferm o y do lorid o (co m o el p oeta), lle n o de

pavor.

S in duda, O thón captó la aridez y aspereza del v a c ío de estas reg io n es del n oroeste e

id en tificó en lo s sen tim ien tos que le orig inaba esta in m en sid ad «árida y triste» con la

p asión que le p rovocab a esta m ujer de «cab ellera negra co m o in d ia brava». P or e so hay una

relación ex ten siv a entre el h on d o pa isa je interior y el p aisaje exterior que se m ateria liza en

esta d escrip ción que exp resa la b e lle z a y el p avor que sien te el ser hum ano de frente a la

in m en sid ad y vacu id ad del desierto .

C astro L eal apuntó que en sus v erso s de « m ú sica p erfecta» , O thón logró expresar:

un sen tim ien to h on d o y dram ático de la naturaleza: en la in fin ita variedad de sus form as, en

sus cam b io s y esta c io n es, en la g loria de sus lu c e s y el terror de sus som bras y negruras;

encontró im á g en es para para las in q u ietu d es y torturas del alm a, para las v ic is itu d e s y lo s

co n su e lo s de la v id a (s. f.).

P or su parte, M au ric io M agd a len o señ a la que O thón p la sm ó en sus v erso s, que no

tien en «par en A m érica» , lo m ás «m agistral del norte». D a d o que nunca v ia jó , aclara

M agd alen o , to d o su m undo, «terrib le e in term inab le» , fu e la estep a norteña que

exp erim en tó en sus recorridos por estas reg ion es. D e la v iv e n c ia de estas « so led a d es

p avorosas» m etaforiza , el p a isaje p ercib id o en el sen tim ien to am oroso; « la llanura sin fin

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seca y ardiente» que el p oeta v iv ió , a d ecir de M a g d a len o , «a a laridos» (M agd a len o , 1963:

38).

4 .3 .4 L o s n o r te ñ o s n a r r a n su s lu g a r e s : e l d e s ie r to en la e sc r itu r a

d e la R e v o lu c ió n m e x ic a n a

E n sig lo XX una n u eva gen era c ió n de escritores n acid os en el norte, aunque em igrad os

d esp u és a la capital del país, tom arán co m o escen a rio s de sus tram as sus esta d o s natales y

otros co m o S on ora y N u e v o L eón , n os refer im os a R afael F. M u ñ oz , F ran cisco U rq u izo ,

M artín L u is G u zm án y N e ll ie C am p o b ello , q u ien es dejarán con stan cia de las luchas

revo lu cion arias que se protagonizaron en las com arcas norteñas. Sus narraciones ocurren en

lo s d esiertos parajes de la p la n ic ie septentrional de D u rango, C hihuahu a y C oahuila . E n

F ran cisco U rq u izo y R afael F. M u ñ oz, lo s so ld ad os revo lu c ion arios n o so lo se enfrentan a

lo s fed era les, carrancistas o huertistas, s in o al m ed io f ís ic o co m o otro en em ig o im p lacab le.

E n T ropa v ie ja (U rq u izo , 1992), por ejem p lo , se relata una travesía del ejército de

Carranza por la reg ión co a h u ilen se , en la d escr ip c ió n de la trayectoria d e lo s so ld a d o s por el

terreno se c o de la lagu n a de M ayrán se reitera la s im b o lo g ía del d esierto co m o un v a c ío

ex ten so , de d eso la c ió n y m uerte:

E l sol caía a plom o sobre el arenal de la desierta laguna de Mayrán. N i un huisachito, ni

un mezquite, ni una res, ni una labor, ni un rancho; tierra, polvo y remolinos a lo lejos [...]

E l camino derecho, largo, largo y tendido sobre un arenal que allí a lo lejos parecía un

espejo de agua clara y cristalina. N i pájaros, ni bueyes, ni conejos; de seguro nomás allí

vivían las víboras revueltas en la tierra de su mismo color.

Tierra abandonada de la mano de dios, sin agua ni verdor; tierra suelta hecha polvo

[...] Tierra maldita, castrada, infecunda, como las mulas que nunca han de parir. Tierra sin

consuelo, tierra triste y sedienta como el pobre [...] Tierra blanca, pardusca y sucia como

los calzones de manta de los hombres del campo. Tierra que se adelantó a la muerte y que

se hizo polvo antes de morir (1992: 332).

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C o m o se p u ed e apreciar, en la con figu rac ión de este m o n ó to n o arenal se repiten

a lgu n os nom b res y atributos de las im á g en es que h em o s v en id o rev isan d o del desierto

norteño: ex ten sió n , carencia, v a c ío total (que se exp resa en la reiterada con ju n ción n i),

abandono, a u sen cia de v id a y la an afórica m en c ió n de la tierra m aldita, castrada, in fecunda,

que, por estas características, n o perm ite el arraigo, la v id a y la habitación . A d em á s tanto el

esp a c io co m o lo s p ob lad ores com parten lo s m ism o s ca lifica tiv o s , pues, la tierra en este

pasaje es una ex ten sió n del d esco n su e lo , tristeza, ham bre y sed del ca m p esin o pobre,

abandonado d e la m an o de d io s y con d en ad o a la m uerte y al o lv id o de la c iv iliza c ió n . La

m etáfora del e sp a c io c o m o una tierra «q u e se h izo p o lv o antes de m orir» reafirm a y acentúa

la im a g en del norte co m o este lugar de rocas secas, m iseria y dolor.

L a llanura in fecu n d a y sed ien ta que d escrib e U rq u izo n o d ifiere esen c ia lm en te de

la s im á g en es de lo s escen a rio s en lo s que lo s p ersonajes de M u ñ o z protagonizaron batallas

revo lu cion arios. P or ejem p lo , en «E l fero z ca b ec illa » (M u ñ o z , 2 0 1 1 ), un red u cid o grupo de

ca m p esin o s reb eld es, h erid os y sed ien tos h u ye por la « llanura s ilen c io sa , d e tierra b lan ca y

suelta», sa lp icad a so lo por m ezq u ites m ientras «un in ten so so l» a flig e sus cuerpos... La

«parda e in m en sa llanura es el e sp a c io tam b ién de « D o s m uertos». E n «E l general

G o n za lito s» (M u ñ oz, 2 0 1 1 ), la D iv is ió n del N o rte avan za por el d esierto de Sonora

p isán d o le lo s ta lo n es a las h u estes en em ig a s, en este p roceso , el narrador se d etien e a

dibujar el lugar don d e ocurrirá la a cc ió n m ás im portante del cu en to y en este p roceso , el

desierto se llen a de v e g e ta c ió n autóctona: « A l norte de H erm o sillo , la llanura se cubre con

un m atorral e sp e so y del alto de un hom bre: el m ezq u itillo , el p a lo de hierro, las chayoteras

erizadas de esp in as, la p a lm a de puntas agresivas» (M u ñ oz , 2011: 147). N o obstante, es en

su cuento, «A g u a » d on d e M u ñ o z captó y p la sm ó la verdadera d efin ic ió n del desierto . En

esta b reve tram a un red u cid o núm ero de so ld a d o s fed era les, casi to d o s «d e l centro» del país

bu scan desesp erad am en te agua en m ed io d e la llanura in exorab le de C oahuila . N a d ie d e la

reg ión quiere au x iliarlos, por esa razón una soldadera jo v e n , esp o sa del capitán, d ecid e

gu iarlos h acia un aguaje. E l lector s ig u e la trayectoria de e sto s pobres so ld ad os que

d esacostu m b rad os al rigor del clim a, heridos y sed ien tos, atraviesan el arenal candente,

interm inable, b la n co y p o lv o so durante cuatro d ías bajo «un sol h ostil» . N o obstante, lo s

reb eld es revo lu c ion arios se han anticipado y lo s esperan en el abrevadero. C uando arriban

al anhelado o a sis , lo s recib en las balas del e n e m ig o que con agua y pertrechados disparan a

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quien se arrima a beber. S in em bargo, lo s fed era les, « d esesp erad os por la fa lta de agua, se

d isp u sieron b ien pronto a com batir» y en to n ces se da lugar a una verdadera batalla ép ica ,

n o por lo s id ea les rev o lu cion arios, s in o por a lg o m ás elem ental: el agua, por la v id a m ism a.

E l narrador aclara que «n u n ca antes habían com b atid o así, tan fieram ente, tan d ec id id os, tan

in d iferen tes a la m uerte» (2011: 4 7 ). M e parece, co m o dije, que aun con su b reve trama,

este es el cuento que m ejor representa la e sen c ia del d esierto norteño para la literatura de

esta época.

E n Se lleva ro n e l ca ñ ó n p a r a B a ch im b a (M u ñ oz, 1 9 92), tam b ién se d esp lieg a n las

in m en sas m esetas de C hihuahua. E n la d escr ip c ión de A lvarito , narrador y p rotagon ista , en

su con tem p lac ión del panoram a que atraviesa a cab a llo su b jetiv iza y da m o v im ien to a la

llanura in m en sa; a su d escr ip c ión se integran, con una m irada m ás am able, la v eg e ta c ió n

propia de estas reg io n es e in c lu so las m arcas de ev en tu a les torrentes que quedan dibujadas

en la arena. E sta v is ió n m ás p ictórica traza un cuadro p a isa jístico del e sp a c io co m o se

aprecia en la cabalgata de la tropa orozq u ista por el d esierto ch ih u ah u en se, su persp ectiva

con form a una p lan ic ie p o licrom a llen a de m o v im ien to cu ya e x ten s ió n deja sentir su m anto

p esad o sobre el án im o del protagonista:

Se acabaron las casas. De un lado una barda, después, nada. Aparecieron los cerros; dos

altos, dos solitarios cerros, uno a nuestra derecha, otro a nuestra izquierda [...] Entonces

se acercó a nosotros una gran planicie, se metió bajo las patas de nuestros caballos y así se

fu e desenrollando [...]

La llanura debe haberse emocionado con nuestro paso porque había enrojecido: la

tierra de la que emergían los abanicos verdes del mezquital, parecía cobre bruñido; y era

rojo el halo del suelo al golpear los cascos de los caballos [...]

Roja era también la tierra de los adobes desleídos de una casucha en ruinas: rojas

las heridas abiertas en el torso de las planicies, p o r los torrentes que bajan de los cerros en

los días de la tem pestad[...]

La meseta que me había parecido breve seguía brindándonos tierra y más tierra

para que corrieran nuestros caballos [...]

Seríamos quizá mil, pero yo me sentía infinitamente solo ¡Aquello era tan grande!

(1992: 570).

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E l in m en so h orizon te y la vacu id ad h acen de este lugar un paraje inhósp ito; sin

em bargo, esta p la n ic ie fo ca liza d a — co m o señ a lé— d esd e el p ersonaje parece tener su

propio m o v im ien to , co m o un tap iz que d esp lieg a el verde, cobre y rojo del terreno. N o

obstante, por su ex ten sió n ilim itad a y desm esura, el p ersonaje exp erim en ta su fragilidad

hum ana: por e se h on d o sen tim ien to ante el paraje v a cu o y sin lím ite s se refuerza la im agen

de la insularidad del norte, una de las m ás arraigadas del septentrión m ex ica n o , co m o se ha

m ostrado en las c itas de lo s tex to s anteriores.

E sta em o c ió n ante el d esierto aparece tam b ién con sign ad a en el relato de sus

tem pranos recuerdos d e su v id a en el p u eb lo de Sásabe, en su libro U lises crio llo

(V a sco n ce lo s , 2 0 1 4 ). E n esta im a g en del d esierto ev o ca d a por la escritura, si b ien

encontram os el a is lam ien to y la acendrada so led ad , en sus d escr ip c io n es se deja ver un

paisaje n u ev o p u es se organiza, n o a m ed ian te la «m em oria o b je tiv a » sin o por la «m em oria

e m o c io n a l» que le es fie l y que deja traslucir el h on d o sen tim ien to ante el terruño natal. E l

recuerdo teñ id o de esta e m o c ió n s ig n ifica con n u ev o s s ím b o lo s este e sp a c io en u n o de lo s

p asajes m ás h erm osos de la literatura h ispanoam ericana. L o s sen tid os se im p on en al

esp ectad or para exten d er una im a g en extraordinaria de la llanura seca y solitaria que en el

h orizon te se v u e lv e esp ejo del c ie lo :

La emoción del desierto me envolvía. P or donde mirásemos se extendía polvorienta la

llanura sembrada de chaparros y de cactos. M irándole en perspectiva se combaba casi

como un rival del cielo. Anegados de inmensidad nos acogíamos al punto firm e de unas

cuantas casas blanqueadas. En los interiores desmantelados habitaban fam ilias de

pequeños funcionarios. La aduana, más grande que las otras casas, tenía un torreón. Una

senda sobre el arenal hacía veces de calle y de camino. Algunos mezquites indicaban el

rumbo de la única noria de la comarca. Perdido todo, inmergido en la luz de los días y en

la sombra rutilante de los cielos nocturnos. De noche, de día, el silencio y la soledad en

equilibrio sobrecogedor y grandioso (2014: 6).

V a sc o n c e lo s rem em ora en su au tob iografía sus prim eros años de v id a en el norte;

recuerda b ien las co n d ic io n es de este h ostil territorio ased iad o por lo s in d io s de guerra y su

ferocidad , co m o queda asentado en lo s prim eros párrafos de estas m em orias. P or e so

sorprende el g iro p o sitiv o que se presenta en la ev a lu a c ió n del desierto , p u es lo s m ism o s

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elem en tos: el p o lv o , la rudim entaria v eg e ta c ió n , la sequedad, la aridez y aun la d eso la c ió n y

el s ilen c io , atributos con sid erad os co m o m ás sob recoged ores, se resig n ifica n ante el e sp a c io

que a la v ista del autor, le parece extraordinario. E l descriptor de este pa isa je es un sujeto

a p a sio n a d o — en térm in os se m ió tic o s— , p u es sus p ercep cio n es se v e n afectadas por la

con tem p lac ión de este arenal que r iva liza con la brillan tez del c ie lo : recuerdos, v iv e n c ia s y

sen tim ien tos ayudan a la organ ización de este e sp a c io subjetivo . L a m etáfora in ic ia l,

adem ás, cu m p le con una d ob le fu n ción , pues así co m o la em o c ió n « e n v u e lv e » al interior

del personaje, tam b ién el desierto se v u e lv e parte de él m ism o: la top ografía d esértica se

u n e con el territorio m ás ín tim o para con vertirse en un unitario paisaje.

4 .3 .5 C u a n d o el lu g a r se lle v a en el cu e r p o : lo s n a r r a d o r e s d e l d e s ie r to

Y o me pregunto si el desierto no es el alma del hombre de ahora.

Ricardo Elizondo

E sta representación del desierto del norte m ex ica n o que y a en la escritura de R afael F.

M u ñ o z o V a sc o n c e lo s se em p ieza a con tem p lar d esd e una p ersp ectiva m ás am able, se hará

cada v e z m ás iterativa e irá adquiriendo n u evas co n n o ta c io n es hasta convertirla en un

sím b o lo esté tico que defin irá una form a de escritura e id entificará un m od o de v id a en la

obra de lo s escritores norteños que, a fin a les de lo s setenta, d ecid ieron escrib ir sobre sus

lo ca lid a d es natales. G erardo C ornejo , Jesú s G ardea, R icardo E lizo n d o y , p osteriorm ente

D a n ie l S ad a ,143 priv ileg iaron para sus h istorias lo s escen arios de Sonora, C hihuahua, N u e v o

L eó n y C oahuila , lu gares en que nacieron o en caso de Sada, v iv iero n en su in fan cia y

juventud .

143 En este grupo de narradores habría que incluir a Federico Campbell, cuya novela Transpeninsular (2000) despliega una de las más poéticas descripciones de la geografía desértica de la península bajacaliforniana, se basa en la vida y los relatos de viaje del periodista Fernando Jordán, un enamorado de los territorios desérticos de Chihuahua y Baja California. De su recorrido por toda la península escribió un minucioso relato que describe lugares y personajes bajacalifornianos publicado en Baja California, tierra incógnita (2001) donde aparece la diversidad de la naturaleza propia de esta región. También es importante considerar en este grupo a Severino Salazar, zacatecano, quien escribió la novela Desiertos intactos (1990).

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L a crítica literaria lo s conjunta en un grupo al que d en om in a «narradores del

d esierto» porque e lig en m ayorm en te para sus h istorias lo s p u eb lo s y parajes d esérticos del

norte, pero n o co m o m ero recurso esté tico o un regreso al reg io n a lism o , sin o co m o una v ía

de a firm ación de sí, de sus lo ca lid a d es y culturas. N o se trata, por tanto, de celebrar la

b e lle z a de lo s lu gares s in o de validar la ex isten c ia de esto s lugares encontrando en las

situ ac ion es y v iv e n c ia s de q u ien es lo habitan lo com ú n y lo un iversa l. P or e so se v e en sus

obras una búsq u ed a de n u evas form as de narrar este territorio, el d esierto y la form a de v id a

de sus habitantes, en sum a, «otra form a de estar en la tierra» co m o d ice con tin o R icard o

E lizo n d o (Torres, 2007: 161).

A cerca de este grupo y el cam b io e escen arios en la literatura m ex ican a , Torres

afirma:

Desde fina les de los años setenta del pasado siglo, los escritores mexicanos de las ciudades

del interior dejaron de creer que escribir sobre las grandes urbes era sinónimo de

m odernidad y cosmopolitismo. Fue así que decidieron arraigarse en sus estados natales y

hacer literatura con ellos [...] N o se trata de una vuelta al regionalismo, sino de un

apropiamiento de lo que estaba relegado, porque tan profundos y humanos son los avatares

de un hombre del Distrito Federal como los de uno de Nuevo León o Zacatecas (2007:

155).

E n e se afán, era in d isp en sab le la b ú sq u ed a de n u evas estrategias. E l u so de la

oralidad norteña, u na oralidad «d e prim er orden» c o m o la ca lifica F ed er ico Patán (2009:

6 7 ) m ezc la d a con len gu aje cu lto o de lo s c lá s ic o s y de la cual la obra de S ad a es una de las

m ejores ex p resio n es o la in c lu sió n de ritm os p rop ios de la p o esía y un ev id en te lir ism o , por

ejem p lo en G ardea y Sada, o la e le c c ió n de nom bre p rop ios con una eu fo n ía particular son

a lgu n os d e lo s recursos de creación literaria para m aterializar lin g ü ística m en te la s reg ion es

del norte. O tro e lem en to que lo s u n e es la tem ática rural, p u es es frecu en te que sus h istorias

sucedan en p u eb lo s sem brados en m ed io de parajes desértico: tanto reales — C ajem e en la

n o v e la y a c lá sica de L a sie rra y e l v ien to (2 0 0 9 ) de C ornejo o lo s n u m erosos caseríos

co a h u ilen ses de Sada— c o m o fic t ic io s co m o P laceres en Jesús G ardea y P erd om o o C harco

B la n co en R icardo E lizo n d o ; p o b lad os perd idos entre llanuras y p la n ic ies áridas y solitarias

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en lo s que transcurre la m on oton ía de la v id a rural bajo un sol h ostil y un am biente

apabullante.

E n la literatura d e cada u n o de esto s autores se p u ed e observar que aun con el

particular estilo que cada u n o cu ltiv ó se p o ses io n a n del norte para hacer notar en el d iscu rso

literario que ex is te una realidad distin ta en estas reg io n es que surge p recisam en te de la

relación con la tierra que se habita y de la actitud v ita l con que se enfrentan lo s seres

h u m an os a este m ed io . D ich a form a d e v iv ir y actitud d efin e y sin gu lariza un territorio,

co m o se p ercib e por e jem p lo en L a s ie rra y e l v ien to , don d e el hom bre se o p o n e y se

enfrenta con tod a su fuerza al d o m in io avasallador de la naturaleza d esértica y h ostil de

Sonora.

A l resp ecto de este p rop ósito de la narrativa del desierto , R icardo E lizo n d o d ice que

su n o v e la , S e ten ta veces sie te (1 9 8 0 ) tien e co m o finalidad: «m ostrar que lo que está m ás

allá del a ltip lano y se co n v ierte en una llanura salitrosa, llen a de gobernadora [...] tien e su

fuerte m anera de ser, tien e su perfil b ien h ech o , su d e fin ic ió n de am or, su m anera de ser

fe liz . L a g en te de a llá tien e sus profundas v iv e n c ia s co m o las que p u ed e tener cualquiera

del a ltip lano» (c itad o en Torres, 2007: 160). Y acerca del tem a agrega: «M i n o v e la habla

del desierto , trata otra form a de estar en la tierra» (T orres, 2007: 161).

E sta in ten ción de reiv in d icar las reg io n es norteñas y de dar v a lor a la ex isten c ia de

esto s lugares y a la de la s personas co m u n es que lo habitan se exp resa p rin cip alm en te en la

p resen cia del desierto , e sp a c io f ic t ic io y m etáfora de una realidad e sp ec ífica , con sus llan os

ex ten so s y p o lv o so s en lo s que se p ierde la v is ta en el h orizon te o que la cortan m on tes

r o co so s y p e lo n es, a tm ósferas ca lien tes, un c ie lo e x ten so con can d en tes rayos de sol,

m esetas de p iedras cortantes y v eg e ta c ió n , d on d e la hay, e sp in o sa y chata, son a lgu n os de

lo s e lem en to s que con form an lo s escen a rio s en lo s que discurre la rutinaria v id a de estos

lugares don d e el tiem p o tien e otra naturaleza. U n repaso a las obras literarias de este grupo

p u ed e com probar el p ro tagon ism o del pa isa je desértico: R icardo E lizo n d o en su libro de

cu en tos, R ela to s de m ar, d esierto y m u erte (1 9 8 7 ) am bienta d os d e e llo s en este m ed io; en

sus n o v e la s , en S e ten ta veces s ie te , E lizo n d o crea a C harco B la n co y E l S ab in a l, p u eb los

don d e «rebota el so l y el c ie lo es una gran ca zu ela azu l» y C harco B la n co es «un ped acito

de agua que se está co n su m ien d o en un am b ien te sa litroso» (c itad o en T orres, 2007: 161); y

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en N a rced a lia P ied ro ta s (1 9 9 3 ) se narra la fu n d ación de P erdom o, un p u eb lo que está en la

frontera entre la m ontaña y el d esierto , m u y cerca del río G ordo.

E n el ca so de la vasta obra de D a n ie l S ad a a m en u d o recurre a este e sp a c io para sus

h istorias y la s de sus cu en tos. E n e llo s aparecen ca ser ío s y p u eb lo s d isem in ad os en m ed io

del desierto don d e sus p erson ajes deam bulan o sob rev iven . S in em bargo, en sus n o v e la s no

son tan detalladas ni las d escr ip c io n es del e sp a c io ni el sen tim ien to que se gen era ante la

vacu id ad e in m en sid ad de sus p aisajes, la id en tifica c ió n del d esierto se da so lam en te porque

aparecen nom bres de p o b la d o s rea les o por la m en c ió n de a lgu n os rasgos de su topografía ,

am biente, v e g e ta c ió n y la p resen cia del calor. 144 Su recurso m ás e lo cu en te es el trabajo del

len gu aje, que ha sid o m u y e lo g ia d o por la crítica, por este recurso encarna la reg ión en la

palabra, y la v u e lv e u n iversa l, co m o advierte P h illip e O lle-L aprune:

[ ...] como lo han hecho muchos escritores: subvirtió lo que conocía mejor, su ambiente, lo

rebautizó, después implantó la atmósfera y los personajes que corresponden a una

intención acorde la plum a de Daniel Sada estaba al servicio de un proyecto literario

coherente fincado en un universo al que dio un estatus casi místico: tomó una parte de sus

palabras de la realidad del Norte para trasponerla a una ficción que a menudo utiliza este

espacio como escenario. Actuó con designios. Gracias a la fuerza de evocación de su

pluma, estos lugares perdidos se vuelven universales, logran conmover a cada lector

porque es posible sentir cómo nacen, detrás de este mundo particular, los sentimientos, las

impresiones y los discursos que nos conmueven. Daniel Sada es lo opuesto a un autor

regionalista que se encierra en la realidad para exaltar la belleza de un lugar; no celebra

un sitio sino para mostrar mejor su carácter común y p o r consiguiente íntimo (Prólogo en

Sada, 2012: 11).

E l cu en to «E l fen ó m en o o m in o so » es, sin duda, aun en su brevedad, el relato que

exp resa con m ás n itid ez el p e so del paisaje en la ex isten c ia hum ana que se gen era ante esta

so led ad apabullante; ante la p ersp ectiva de un « h orizon te parejito» que aletarga la v ista ,

ante la im p o s ic ió n del s ilen c io en el paraje so litar io y la in m o v ilid a d del escen ario vasto .

E ste cuento se circunscribe a relatar la m on óton a v id a de C orn elian o P ineda, qu ien es d esd e

144 Véase también para el estudio de la obra de Sada el ensayo de Santiago Vaquera Vázquez, «Lejos donde el tiempo no apremia (los desiertos de Jesús Gardea y Daniel Sada)» (1992: 33-47).

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h ace años el guardián so litario del s ile n c io so rancho E l G avilán , un lugar « se c o y ta llu d o

co m o un cuero atezad o [...] ám bito legen d ario don d e la in ca n d escen c ia parece asesin ar a

tanta som bra intrusa» (Sada, 2012: 155). Para él, d ice el narrador, « la v id a diaria n o es sin o

un largo su ceso y nada m ás» . Se narra en la h istoria có m o transcurre la ex isten c ia de este

personaje, su resignada ham bruna — porque aquí con su m ir una serp iente es un lu jo— ; sus

rutinarias siestas vespertinas; la s cam inatas por agua de varias leg u a s con el «ca lorón y el

so lazo»; las tardes rutinarias en el portal, sen tado en una piedra, con tem p lan d o el o ca so y

lu eg o , el «escen a rio estrellad o a punto de caerse» en la «an tigü ed ad de la n o ch e» (Sada,

2012: 155). U n día, sin em bargo, rom pe este habitual su ced er la lleg a d a del patrón con otro

trabajador porque con el esfu erzo de am b os, proyectaba, segú n ex p licó , « ¡H acer un p ob lad o

aparte!, pero en el m ero d esierto» (Sada, 2012: 156). S in em bargo, con el p aso de lo s días

se con firm a d ob lem en te la rutina y la m o n o to n ía de este páram o « p e lia g u d o » y la

d ecep c ió n de A d e lin o — el n u ev o — es m a y ú scu la ante la carencia de to d o y el e sp ejism o

de aq u ella so led ad «cruenta, ac iaga e in tem p oral» (Sada, 2 012: 167). P or esta form a de

ex isten c ia que narra el cu en to p u ed e com prenderse por qué el narrador antes de describ ir

este orden de co sa s h ace una re flex ió n introductoria sobre la s p o sib ilid a d es de sob rev iv ir en

estas co n d ic ion es:

Se puede vivir lejos, muy lejos, allá donde no llega ninguna carretera ni hay vías de tren

cercanas: en un viejo aposento perdido en la llanura; allá donde no existen ni veredas

fortu itas ni enemigo que salte, en ese duro espacio que amolda voluntades y cede al

abandono dejando tras de sí los aires mundaneros, la humeante sociedad que nunca para,

la tentaciones prontas. A cambio... Optar y para siempre p o r el retiramiento, p o r la

experiencia viva que afina los sentidos y alarga cuanta form a. ¿Acaso es necesario? No,

pero alguna vez sí —aproximadamente— se puede vivir solo. Lejos, donde el tiempo no

prem ia las sabias lentitudes (Sada, 2012: 153).

C o m o D a n ie l Sada, tam b ién el ch ih u ah u en se Jesús G ardea relata con vo lu n tad de

estilo y h on d o lir ism o , la v id a en lo s p u eb lo s norteños. A él se d eb e la fu n d ación del m ítico

p u eb lo de P laceres, el C om ala norteño se ha d ich o en sus n o v e la s , L o s v iern es de L au taro ,

S ep tiem b re y lo s o tro s días, L a ca n c ió n de la s m u la s m uertas, E l s o l que e sta s m irando, E l

tornavoz, S o ñ a r la guerra , L a m ú sica y e l fu e g o , D e a lb a so m b ra y Sóbo la . A u n cu an d o fu e

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el narrador q u ien m ás se resistió a ser u b ica d o en este gru p o ,145 n o obstante: «basta abrir

cualquiera de sus libros para toparse con el so l y la s som bras, la penum bra y el b och orn o y

la perenne p resen cia de lla n o s áridos, co m o lo s que abrazan C iudad Juárez, la ciudad en la

que tantos años v iv ió Jesú s» (T orres, 2009: 9). G erardo C ornejo, tam bién , al lam entarse de

la p o ca p resen cia del d esierto en la literatura del norte señalaba a Jesú s G ardea co m o caso

ex cep c io n a l, p u es en la obra de él se nota m ás: «el so l, la sequedad, el llan o , la so led ad , y el

chorro m ercurial del ca lor se notan m ás en é l» (T orres, 2007: 120).

A h ora b ien , in c lu so cuando la m ayor parte de lo s estu d ios literarios se en focan en la

in c lu sió n de las reg io n es del norte de M é x ic o para agruparlos, d esd e nuestra p ersp ectiva lo

que u n e sem án ticam en te a e sto s narradores es el m o d o de percibir, interpretar e im aginar

este territorio que surge de una n u eva m irada que se basa en la ex p erien cia de habitarlo y de

haber n acid o en su seno: a sí en su obra, lo s e sp a c io s v iv id o s tom aron el estatuto de

s ím b o lo s literarios. P or eso , en sus rep resen tacion es, aun cuando se u tilizan lo s m ism o s

e lem en to s con lo s que se describ ieron hasta en to n ces d ich o s parajes d esérticos, em ergen

otros m o d o s de s ig n ifica r lo estéticam en te. E l d esierto se v u e lv e en sus tex to s un s ím b o lo l

identitario de su realidad ind iv id u al y cultural que se orig in a d esd e lo h on d o del a lm a p u es

p rov ien e del sen tim ien to del a fecto al lugar natal y del sen tim ien to del arraigo que es el m ás

fuerte en el ser hum ano: co m o afirm a A lfred o E sp inoza: « Y por lo s añ os och en ta lo s

ch ih u ah u en ses n o s en am oram os de n oso tros m ism o s. Y el d esierto fu e n uestro esp ejo [...]

pu lía n uestros rasgos, ex p lica b a nuestras palabras austeras, torpes, francas y agresivas»

(c itad o por L larena, 2 007: 177).

E sto s narradores, en ton es, encuentran en lo s e lem en to s trad ic ion a les del paisaje

d esértico otros atributos que revelan una n u ev a im a g en del e sp a c io con tem p lad o . E n

R icardo E lizo n d o , por ejem p lo , si b ien en su obra el d esierto es — co m o el m ar— in m en so ,

apabullante, s ile n c io so , y el hom bre en este m ed io está so lo (Torres, 2 007: 158); sin

em bargo la re lación am orosa que esta b lece con este territorio d escubre y reve la al o jo

com ú n una inusitada b e lle z a de d ich o m ed io , co m o se v e en la a firm ación sigu iente:

[...] noté que cuando hablaba de lo que veía en el desierto, la gente que ya lo conocía, no lo

había visto nunca. Lo veía sin mirarlo. Te pongo un ejemplo. Si tú has ido a Laredo p o r la 145

145 De hecho fue causa de un distanciamiento con Vicente Torres, quien escribe que a Gardea le «disgustó» ser agrupado en esta narrativa (Torres, 1997: 139).

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carretera. Atraviesas toda la zona desértica y solo recuerdas lo ancho y lo gris. Pero allí

hay vida, el aire sopla entre los arbustos y canta. E l oasis es una bendición del cielo,

cuando lo encuentras. E l aire fresco del desierto es sensacional y, como no hay agua, no

hay podredum bre; los aromas del desierto son extraordinarios. Noté que yo observaba

muchas cosas en el desierto que la gente no veía, y quise participarlas. Cuando tú amas

algo, hablas de ese algo porque quieres que los demás lo amen (en Torres, 2007: 159).

¿ D e dón d e surge esta otra form a de con tem p larlo , de re lacion arse con esta realidad

en E lizo n d o ? Sus padres, m igrad os de p u eb lo s « sa litro so s» , de cerros p e lo n es y r o co so s a la

ciudad, le habían heredado estas im á g en es que llevab an en el a lm a .146 E ste v ín cu lo

derivado de un la z o v iv e n c ia l con la tierra norteña p rovocará una interpretación particular

del desierto tam b ién en Jesú s G ardea, qu ien al responder en una en trevista sobre su

o b ses ió n con la geografía del norte y la p resen cia protagón ica del so l en su obra revela:

E l sol se aparece tanto en lo que escribo, que no alcanzo a saber p o r qué, a lo mejor es un

ajuste de cuentas a su opresión. Trato incluso de sacarlo físicam ente y quizá sea mi

personaje principal. E l paisaje árido que destaco, el polvo y las gentes sin grandes

proyectos de vida son experiencias que me marcaron desde mi infancia. P or eso me refiero

constantemente a ellos. Y siento que E l sol que está mirando es el más autobiográfico de

mis libros (en Torres, 2007: 147).

H e dejado a p rop ósito al final a G erardo C orn ejo porque é l tien e otra p ersp ectiva del

d esierto y porque es qu ien m ejor com p ren d e la e sen c ia d e la naturaleza desértica , tal v e z

por n o ser orig inario este m ed io am biente, si n o s b asam os en las r e flex io n es de W atsuji

(2 0 0 6 ) con las cu a les in ic ia m o s este a n á lisis del desierto en la literatura. R eco rd em o s que el

f i ló so fo ex p lica que es el hom bre que n o perten ece a esta realidad q u ien m ejor capta la

sequedad, rasgo d efin itor io de este m ed io am biente. G erardo C ornejo n a c ió en la cord illera

serrana de Sonora, pero n iñ o aún su fa m ilia em igra a la llanura, en to n ces in m en sa y h ostil

de lo que h o y es C ajem e. E l relato de e se v ia je del paraíso serrano a la p la n ic ie seca y la

co lo n iza c ió n de las tierras, se narra en su m ás celebrada n o v e la , L a s ie rra y e l v ien to

146 Sus padres, explica el autor, le habían contado desde niño de este «medio adverso», sí, pero «en el que se podía vivir» tal y como lo habían hecho sus ascendientes desde hacía 300 años (Torres, 2007: 158).

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(2 0 0 9 ). L a tram a en to n ces o p o n e d os ex p resio n es op u estas de la naturaleza: b osq u es,

m ontañas y agua a lo s áridas y p e lig ro so s lla n o s so n oren ses lo s cu a les serán d e c is iv o s para

sus creac ion es literarias, co m o é l m ism o revela:

E l poder de la geografía en mi estado natal ejerce una influencia determinante. Si tú

naciste en una de las grandes llanuras oceánicas de Sonora la llevas dentro p o r toda tu

vida. Es muy fuerte la presencia del paisaje. Si naciste en la cordillera, como yo, la llevas

dentro a donde quiera que vayas (2009: 129).

E n el u n iv erso de L a s ie rra y e l v ien to se exp resa en sus personajes, su am biente, su

atm ósfera una actitud singular ante la h o stilid ad del m edio: aquí se cobra co n c ien c ia de

v id a a fuerza de pelear contra esta acérrim a naturaleza. L a n o v e la , co m o d ec ía m o s, narra un

v ia je y la fu n d ación de un pueblo: d os tó p ico s m uy an tigu os en la literatura, por eso , en este

sen tid o es un relato m ítico . E l que cuenta es un n iñ o con el que recorrem os el trayecto

d esd e la sierra — paraíso de b o sq u es, cañadas y arroyos— hasta el V a lle del Y aqui, u b icad o

en p len o desierto.

D e sp u é s de haber atravesado la sierra en an im ales de carga, el narrador y su fa m ilia

tom an el tren que lo s llevará a su destino . E n su recorrido por el territorio d escrib e la

tran sición de un lugar prístino h acia el paisaje o m in o so don d e el d esierto v a p o co a p o co

ocu p an d o la m irada p len a de sen sa c io n es orig inadas por el h ech o de viajar por prim era v e z

en tren, pero sobre tod o , por descubrir azorada el n u ev o e in m en so h orizon te co m o se v e en

este pasaje:

Qué pasiva manera de ser trasportado era aquella. Por prim era vez me sentí llevado sobre

algo que no requería de mi participación y que se deslizaba p o r un camino que no podía

verse ni sentirse. Las cosas tenían otra dimensión desde allí y el paisaje me fu e avisando

que había salido para siempre de mi elemento primario. Las montañas empezaron a

convertirse en cerros negruzcos y aislados y luego en lomas alargadas, chatas, sin quiebres

ni gracia. Los árboles comenzaron a encogerse y a transformarse en chaparral desértico,

salpicado de extraños cactus largos como dedos gigantescos y espinosos extendidos hasta

el cielo [...]

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La tierra se extendía cada vez más, dejando ver grandes extensiones sin cerros y pensé

que éstos serían los valles. M ás tarde me di cuenta de que solo eran mesetas y que la

verdadera llanura estaba p o r llegar (2009: 89).

[...] Dio varias leves curvas antes de enfilarse derecho a la llanura. Cuando miramos

p o r la ventana del poniente se nos resbaló la vista hasta el horizonte.

Y aquello no me cupo en la imaginación: un mundo entero sin montañas, una lejanía

sin fin, cubierta solo p o r chaparral espinoso y un cielo amarillo y sin contornos. Sobre

todo, ese cielo, ¡cómo había cielo! La mayor parte que se veía era cielo y p o r abajo se le

pegaba una extensión interminable, lisa, para confundirse ambas en la lejanía. Horas más

tarde vería el prim er crepúsculo de esas tierras y quedaría inmerso en una cascada de

cobres (2009: 92).

L a m irada con tem p la tiva se deja atrapar por la su ces ió n de p a isa jes don d e la

ev id en c ia de su tran sic ión es la altura d e lo s cerros hasta su d esaparición a la llanura seca y

ardiente don d e la v ista se ex tien d e sin o b stá cu lo s h acia la in m en sid ad del horizonte. E s,

para qu ien v ie n e de la cordillera, un m u n d o v a cu o , una ex ten sió n sin fin fund ida en la

lejan ía con otra in m en sid ad que cau sa tanto asom bro y extrañeza co m o el de la llanura: el

c ie lo «am arillo y sin con torn os» del desierto .

P or otra parte, la d escr ip c ión detallada del p aisaje y m o d o d e v id a serrano a in ic io s

de la n o v e la , h acen m ás claro el contraste con lo agreste y estéril del territorio que se v a a

co lo n iza r y la h ostilid ad del n u ev o m ed io ; por am bas co sa s, la hazaña de c o lo n iz a c ió n tom a

tin tes ép ico s . C ornejo , que con razón se ha d ich o es continuador de lo s n o v e lis ta s de la

tierra (T orres, 2009: 7 ), narra có m o lo s m ejores terrenos para co lo n iza r se lo s quedan las

fam ilia s que ya v iv ía n ahí, la g en te de gob iern o y lo s in g en iero s y a lo s serranos recién

em igrad os le s habían dejado « la s m ás lejanas y enm ontadas» . E llo s son lo s que desafiarían

«el intrincado esp in ero» (2009: 96); lo s que cam inarían por la tierra ca lien te entre an im ales

p o n z o ñ o so s y desm ontarían de cactu s bajo un so l de cin cu en ta grados. L o s que sufrirían el

torm ento del ham bre y la sed v iv ie n d o entre m ile s de m o sq u ito s y el p o lv o y respirarían el

p o lv o «penetrante, ca lien te» del terreno que ahora era su casa. Tal hazaña se relata con m ás

deta lle en este fragm ento:

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Y lo que siguió fu e un enfrentamiento mortal. Aquello no era sino un páram o desértico

salpicado de chaparral espinoso que consumía hombres y bestias de carga sin piedad.

Cada hectárea exigía tres meses de trabajo empecinado porque había que arrancar los

mezquites desde la raíz y tumbar las pitahayas echándose a correr después de cada

hachazo para no ser alcanzados p o r las espinas que saltaban como avispas al impacto. La

intrincada maraña de cactos de todas las especies imaginables se prendía en sus ropas

rasgadas para hundirse en sus carnes escasas. ¡Cuántas veces nuestras azoradas infancias

presenciaron aquellas estampidas de apuro para auxiliar a quien había sido mordido p o r

una cascabel! Parecía que todos los réptiles habían elegido el valle para reproducirse y no

hubo alimaña ponzoñosa que no quisiera competir con las demás en su guerra defensiva

contra el hombre (2009: 101).

E n la lectura de este p asaje cobran un sen tid o claro las co n sid era c io n es de W atsuji

(2 0 0 6 ) acerca del d esierto co m o un m o d o de v id a del ser hum ano cu y o fu n d am en to se da en

la relación de o p o s ic ió n y en frentam iento con el m ed io . E n esta reg ión se tom a co n c ien c ia

clara de q u e la fecu n d id ad del su e lo p rov ien e ex c lu siv a m en te del e sfu erzo com ú n del grupo

h u m an o, so lo a sí p u ed e sob rev iv irse en esta naturaleza agreste y p e lig ro sa q u e se d efien d e

del d o m in io hum ano. N o p u ed e darse en e sto s arenales el sen tim ien to de ser abrazado por

la tierra, n o se esperan de e lla sus b o n d a d es, hay q u e arrebatarlas a b a se del d o lor , el

em p eñ o , la vo luntad , la b e lic id a d e in c lu so la m uerte. P or e so se ha d ich o que el va lo r de

esta n o v e la se funda en la «ep ic id ad , en el canto a e so s hom bres que n o se rindieron ante el

páram o y tu v ieron la o sa d ía de plantar p u eb lo s que serían ciudad. F u e la ce leb rac ión de lo s

hom bres ob stin ad os, la m em oria de una hazaña en la que seres p u silá n im es habrían h u ido

d esp avorid os» (en T orres, 2009: 11).

C o m o se d educe, la obra literaria de lo s narradores del d esierto m arcó un h ito en la

representación so c io s im b ó lic a de este paisaje, tan arraigada en el im agin ario cultural

m ex ica n o al invertir las trad ic ion a les v a lo ra c io n es y atribuirle un v a lor esté tico e

identitario. A d em ás, lo g ró afirm ar el septentrión m ex ica n o en la cartografía literaria

n acion al y , al m ism o tiem p o , leg itim ar su pertenencia a la literatura m exican a . Por otra

parte, su obra trazó un só lid o puente con lo s autores n orteños que le s su ced ieron , herederos

en parte, de lo s u n iv erso s literarios de e sto s narradores y co m o era su d eseo , inspiraron

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co n fia n za «a lo s jó v e n e s creadores para que escrib ieran d esd e sus lugares de origen y sobre

la p rob lem ática que le s había to ca d o v iv ir» (en T orres, 2009: 10).

4 .3 .6 D e s ie r to d e r o c a s , d e s ie r to d e a lm a s

A fin a les del s ig lo XX surgen n u evas v o c e s en la p o esía de lo s n orteños cu yas

represen tacion es p a isa jísticas del d esierto generan d iversas y sorprendentes m etáforas,

p o d em o s m en cion ar c o m o ejem p lo lo s v erso s del p o em a D u ra n g u ra ñ o s, de José Á n g e l

L eyva , en lo s que el d esierto es un lugar «cu ajad o de aero lito s» y un m ar p etrificad o « co n

n osta lg ia de co sta s de o céa n o s» (2 0 0 6 :2 5 ); o E lizab eth A lg rá v ez , qu ien en el tex to A ren a rio

d escrib e un paisaje nocturno don d e la «p ie l del d esierto resp lan d ece» y la « lu n a bordando

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con sus rayos de p lata» co n v ierte el «oro am arillo» de la arena en «agu a» y «crista l» (2006:

3 5 ) ; o lo s p o em a s del bajaca liforn ian o D an te S a lgado, del son oren se R am ón I. M artínez,

del reg iom on tan o por ad op ción Ju lio C ésar M elo , en c u y o s tex to s dibujar el d esierto es

dibujar un paisaje de sí m ism o por la identidad con el lugar descrito . E l d esierto en esta

p o esía de recien te cuño, co m o afirm a G abriel T rujillo , « e s lu z que salta co m o un p rod ig io ,

agua que ilu m in a lo s rostros, herm osura d e lo s atardeceres y o a sis de la palabra» (T rujillo ,

2006: 61). P or co n sig u ien te , la ce leb ración del e sp a c io d esértico en la p o e s ía norteña ha

sid o u n o de lo s e lem en to s que ha reforzado la con stru cc ión de la identidad; lo s narradores

afirm an su p erten en cia a la reg ión proyectan d o sus esp a c io s n a tivos en una escritura donde

el paisaje, señala L una, leg itim a y au ten tifica el « ser n orteño» (en L larena, 2008: 181).

N u ev a s v o c e s erigen lo s p a isa jes d esértico s de hoy: D a v id T oscan a, L u is Jorge

B o o n e , M aga li V e la sc o y C arlos V e lá zq u ez , por m en cion ar so lo a lg u n o s nom bres de

narradores que se insertan en la trad ición de este im aginario , aunque a v e c e s subvirtiendo

sus s ig n ifica d o s, co m o v erem o s en el an á lisis m ás d eta llado de las n o v e la s de T oscana.

A d em ás, ha llam ad o la aten ción de escritores extranjeros co m o R ob erto B o la ñ o en las

n o v e la s , L o s d e tec tives sa lva je s (1 9 9 8 )147 148 149 y 2 6 6 6 (2 0 0 4 ) qu ien ha d esp leg a d o inqu ietantes

im á g en es acerca de este territorio.

D e tod as estas v o c e s actuales, sin em bargo, sob resa len las del co a h u ilen se L u is

Jorge B o o n e y D a v id T oscan a por la centralidad de este escen ario en sus relatos y su afán

de trascender el m ero s ig n ifica d o identitario de una lo ca lid ad o form a de escritura. D e l

prim ero com entaré b revem en te la singular im a g en del d esierto que describ e en su n ovela ,

147 Estos poemas están publicados en la revista Tierra adentro. Transitar el desierto (2006) la cual está dedicada al estudio de este medio en la poesía del norte y es por eso, un referente importante para estudiar las nuevas simbolizaciones de este paisaje en la poesía y narrativa actual de los escritores norteños.148 Magali Velasco entra en este imaginario paisajístico con un solo cuento, que aun en su brevedad capta el sentimiento de fragilidad que se puede experimentar ante la indómita naturaleza del desierto. Me refiero al relato «La tarde de los Yaquis» que narra una vivencia infantil al experimentar el furor de la naturaleza sonorense en una de sus más terribles manifestaciones: el viento negro del desierto (Velasco, 2013: 63-64).149 La novela trata de la búsqueda durante 20 años de la escritora Cecilia Tinajero por Belano y Lima, los detectives salvajes. Después de recorrer varios países y numerosos lugares por fin la encuentran en Villaviciosa, un pueblo perdido en el desierto sonorense. Aunque no hay amplios pasajes descriptivos, pues el narrador usa como estrategia nombrar en lista los nombres de los poblados sonorenses para conformar el espacio, se sabe que es el desierto por la mención a las «colinas peladas», «quebradas y riscos» (600), un «sol implacable» (602), caminos polvosos, vegetación de cactáceas y animales del desierto como en esta descripción: «Ruidos nocturnos: el de la araña lobo, el de los alacranes, el de los ciempiés, el de las tarántulas, el de las viudas negras, el de los sapos bufos. Todos venenosos, todos mortales» (Bolaño, 1998: 593). Este conjunto de elementos conforman un desierto implacable, hostil y amenazador para la vida humana.

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L a s a fu era s (2 0 1 1 ), L u is Jorge B o o n e , el cual m ateria liza lin g ü ística m en te una de las

d escr ip c io n es m ás b e lla s y reveladoras del d esierto norteño; el de un e sp a c io don d e la v id a

y la m uerte son a sp ecto s p rop ios e inseparab les, co m o en la ex isten c ia m ism a.

L a h istoria de L a s a fu era s narra fragm entariam ente la v id a de lo s herm anos W illia m

y Jam es, p erson ajes centrales de esta n ovela . E l herm ano m ayor, Jam es, se en frasca en una

aventura de carretera con su am or p la tón ico , Sagrario, en don d e el d estin o in m ed ia to es ir a

la s p ozas. A n tes de lleg a r a C uatro C ién eg a s, ciudad de la q u e dep en d en e sto s o a sis , Jam es

detecta una fa lla en el v e h íc u lo q u e con d u ce, lo cual lo o b lig a a d eten erse en esa ciudad.

A sí es co m o in ic ia la n o v e la para d esp u és en fragm en tos tem p ora les ir desarrollando la

historia de e sto s d os herm anos a lo s q u e le s u n e la fatalidad y la g eo g ra fía de C oah u ila ,

cu y o s p o b la d o s y m u n ic ip io s serán el escen ario principal de la historia.

E l apartado, « L o s ú ltim o s k ilóm etros a p ie » está d ed icad o a la d escrip ción

p orm enorizada del d esierto q u e rodea a C uatro C ién eg a s, un o a sis en m ed io del páram o

coah u ilen se . U n lu gareñ o refiere al jo v e n p rotagon ista con am p lio co n o c im ien to la

naturaleza de este m ed io an tep on ien d o u na a firm ación tajante: « E s m entira e so q u e d icen

de que el d esierto es m o n ó to n o » (1 0 ). P oster iorm en te con la exp er ien c ia del que ha v iv id o y

c o n o c e el territorio enum era la v eg e ta c ió n propia de estas reg io n es y en e se p ro ceso el

d esierto se co lm a de una d iversidad de form as y co lo res que prueban que el d esierto n o es

una reg ión v a c ía y estéril:

[...] la vegetación [...], fíjese bien, nunca es la misma, lo van a mantener distraído todo el

trayecto. M e los sé de memoria, cómo no. Ocotillo, candelilla, huizaches chaparros,

arbustos de guayule, sangre de drago, gobernadora, granjenos de esos de los que se

comen, ese otro cardenche del que si se espina, aguas, porque al sacarle la p úa seguro se

trae un pedazo de carne, zacate del monte, agave, mala mujer, cardo, lechuguilla, nopales,

choyas, torotes, palo fierro, cactus de barril y cactus de columna como el saguaro, los

cirios, el cardón, todo creciendo a la sombra unos de otros, confundiéndose debajo del

suelo en sus raíces que perforan las entrañas secas del desierto bien hondo para encontrar

un poco de agua, como si el cielo se encontrara allá abajo, escondido, y lo tantearan entre

tanta pinche piedra (2011: 98).

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B o o n e , con esta v is ió n del p aisaje se en trelaza con escritores co m o R icardo

E lizo n d o en lo s cu a les la m irada — en este ca so a través de un p erson aje— esta b lece otra

realidad donde la top ografía , las e sp e c ie s v e g e ta le s , lo s cau ces de agua se han d isp u esto de

tal m o d o que form an un conjunto p len o de vita lidad . E n lo s s ig u ien tes párrafos, adem ás,

este m ism o p ersonaje le exp licará al jo v e n , a su m od o , el p ro ceso f ís ic o que con v irtió en

desértica una reg ión de grandes la g o s, b o sq u e de p in o s y en c in o s por d on d e cam inaban

m astod on tes, ca m ello s , llam as, e le fa n tes y otros an im ales y a extin tos, lo s cu a les es d ifíc il

im aginar actualm ente co m o parte de la fauna de este territorio. E n esta e x p o s ic ió n se

con d en san m ile s de añ os de ex isten c ia d e este p r im ig en io e sp a c io que m ed ian te la

d escrip ción tom a una d im en sió n h istórica y una densidad com parab le a las capas del

terreno que form an este singu lar lugar. A d em á s el b la n co de las dunas, el rojo de lo s llan os,

la s aguas azu les y verd es que brotan en las p o za s y lagu n as del lugar y el co lo r d e la

v eg e ta c ió n conform an un im p resion an te cuadro p a isa jístico , pero a la v e z en g a ñ o so , porque

ex is te en él, otra form a de ser que parece contradecir a la prim era. C o n o ced o r de esta

dualidad ín tim a y m ister iosa , el lugareño le advierte al protagonista:

Pero nunca se le olvide que aunque le pueda parecer que está en la p laya o al ver el

terciopelo verde claro que parce crecer en las fa ldas del cerro, vaya a creer que de repente

se metió en uno de esos cuadros bonitos [...] Joven, no, no se me pierda: estamos en un

pinche desierto, reseco y traicionero, y uno no puede andar p o r él sin tomar sus

precauciones (2011: 99).

B o o n e h ace en su n o v e la una ce leb rac ión del desierto; n o p u ed e abstraerse de la

sed u cc ió n del paisaje natal, de la ob servac ión m in u c io sa y apasionada que o b lig a la

ex ten sió n que se habita y se am a. S in em bargo, su n o v e la n o m uestra so lo la naturaleza

v ita l que ex is te en este territorio, si b ien es cierto que en este — co m o en el d esierto de E l

p r in c ip ito hay o a sis que co m p en sa su h ostilid ad , al fin y al cabo, co m o d esierto que es, no

p u ed e escon d er su otra ex p resió n seca y dura. E l d esierto en B o o n e entrelaza d os m iradas

op u estas en la trad ición para construir una im a g en n u eva de esta realidad don d e se narran

la v id a y la m uerte co m o en la h istoria de lo s d os herm anos.

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4.4 El desierto como una metáfora universal del hombre

Todo el mar se inundó de desierto

David Toscana

E n el ex a m en del im agin ario p a isa jístico con que se ha representado el d esierto del norte,

advertíam os có m o sus im á g en es han v en id o cam b ian d o en sus s ig n ifica d o s y s im b o lo g ía

segú n la ép oca , la cultura y el punto de v ista — a fectiv o , id e o ló g ic o , e s tilís t ic o — , de quien

lo co n tem p la . V e ía m o s có m o in flu y e en la re lación que se esta b lece con el pa isa je la

p ercep ción de q u ien lo habita o lo transita la cual se exp resa en tod as las m a n ifesta c io n es

cu lturales.

E n las n o v e la s d e D a v id T oscan a d on d e el escen ario f ís ic o es el d esierto la e le c c ió n

de este entorno co m o e sp a c io f ic t ic io n o tien e el p rop ósito de id en tificar un m o d o de

escritura con una identidad region al o un territorio, por el contrario, su in ten ción es

subvertir estas v a lo ra c io n es del d esierto para presentar im á g en es de d ecadencia ,

a islam ien to y d eso la c ió n que trasciendan el sen tid o lo ca l o ind iv id u al y se conviertan en

alegorías de la ex isten c ia o en una m etáfora d e la co n d ic ió n hum ana.

Para tal e fec to , D a v id T oscan a ha e le g id o p eq u eñ o s p ob lad os, casi fantasm as, del

n oreste d esértico del país; Sierra N u ev a , Z acatecas, lugar de la tram a de S a n ta M a r ía d e l

C irco (1 9 9 8 ) e Icam ole , N u e v o L eón , p u eb lo de E l ú ltim o lec to r (2 0 0 4 ). Para el prim ero

T oscan a to m ó co m o referente un p u eb lo real del norte de M é x ic o , pero so lo u só el nom bre

y su u b icac ión , p u es en la n o v e la lo d escrib e con otras características que lo h acen

sem ejante a cualquier p ob lad o abandonado d e estas reg io n es que en ép ocas anteriores

fueron im portantes en c la v es m in eros y que h o y se encuentran en el o lv id o to ta l.150 Icam ole

en cam bio , es un p u eb lo cercano a M onterrey y en las estrateg ias usad as para describ ir su

top ografía y rústica arquitectura el autor se p u ed e id en tificar u na preten sión de co n seg u ir en

la tram a una im a g en realista del lugar. S e pu ed en atribuir, sin em bargo en am b os esp a c io s

f ic t ic io s lo s tres rasgos u sad os por P a laversich para d efin ir lo que e lla den om in a un

150 Toscana le reveló en una entrevista a Daniel A. Lee que en la búsqueda de un lugar para la travesía de los cirqueros eligió el poblado de Sierra Vieja en el mapa, «based solely on its geographic location and Sierra Vieja became Santa María del Circo» (2005: 261).

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« escen a rio literario norteño»: «d esierto , árido, sórd id o» (20 0 7 : 17) ca lif ica tiv o s que reiteran

la im a g en de este territorio co m o un esp a c io insu lar y desértico .

S in em bargo, el entorno f ís ic o co m o m arco de acc ión , cu y o e fec to de realidad surge

de recursos y estrateg ias tex tu a les e sp ec ífica s , en estas n o v e la s es so lo un b asam en to para

que en su con stru cción se articulen otras s ig n ific a c io n e s co m o el d e la d ecad en cia y m uerte

que contribuyen a p royectar el e sp a c io f ic t ic io co m o una heterotop ía o en térm in os de

A ín sa , una antiutopía (1 9 9 9 ) , es decir, co m o un lugar en el que, contrario a lo s lugares

u tó p ico s, n o h ay esperanza de un m undo m ejor, es el ca so de las represen tacion es del

desierto que a con tin u ación a n a liza m o s.151

4 .4 .1 E l g r a n te a tr o d e S a n ta M a r ía d e l C irco

L a id ea de S a n ta M a r ía d e l C irco surgió en 1993 , en E dinburgh T exas en una reunión

don d e estaban p resen tes E duardo A n to n io Parra, E m anuel C arballo y R o g e lio R ey es . E ste

151 Si la palabra utopía presenta una indefinición semántica, tal y como señala Fernando Ainsa, el concepto de antiutopía, cuyo origen es del siglo XIX tiene una mayor indefinición. Aquí entenderé por relato antitutópico, no el concepto restrictivo que se aplica a determinados géneros sino a aquellos mundos en los que, contrarios a la utopía, no hay esperanza de un mundo mejor (Aínsa, 1999: 16-20).

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ú ltim o advirtió que en la literatura m ex ica n a n o se habían escrito n o v e la s de circo , por lo

que, segú n el p rop io T oscana, se propuso escrib ir la prim era y aunque « e c h ó la id ea en un

cajón», tiem p o d esp u és le v in o a la cab eza que a lgu ien lleg a b a a un p u eb lo abandonado y

d ec id ió que fueran cirqueros. E l autor reco n o ce que en esta n o v e la colaboraron dos

factores: uno, la id ea del fracaso y el éx ito que ob servab a en las personas cuando trabajaba

co m o in gen iero en una em presa en M onterrey al percib ir có m o se exp erim en ta esta

dualidad en una so c ied a d industrial y co m p etitiv a y , el otro, la in flu en c ia literaria tanto de

O netti co m o de José D o n o so : co m o él m ism o expresa:

Creo que es un tema bastante importante en Monterrey, sobre todo en esa vida que tenía de

ingeniero. M e di cuenta que había pasado p o r el diseño de una vida sin muchas opciones y

que ya estaba encarrilado en algo que en realidad no me agradaba. Pensé en el tema del

éxito y del fracaso que está en todos lados, pero que en M onterrey es básico. M e di cuenta

de que ya estaba inmerso en eso y empecé a estar muy atento a quién le iba mal y a quién le

iba bien y cómo sufría. Toda esta vida de oficinista se convirtió también en mi laboratorio

de antropología, en donde sabía que todo el mundo estaba sin vocación dedicado a algo.

Esa sería la parte de la experiencia, la parte literaria viene de Onetti (en Carrera, 2009:

71).

D ich a ex p erien cia del m undo em presarial que el autor v iv ió en su prim era p ro fesión

es u no de lo s asuntos card inales para la p ro y ecc ió n de esta h istoria don d e se tem atiza el

fracaso c o le c tiv o . L a otra in flu en c ia p rov ien e de la n o v e la de C a sa d e ca m p o (1 9 7 8 ) de

José D o n o so , pues, co m o aclara el autor, en am b os relatos « lo s adu ltos se van y dejan la

casa a lo s n iñ o s y a d o lescen tes que arm an un desm adre; en m i n o v e la se van lo s je fe s del

circo y se arm a un desm adre» (en Carrera, 2 0 0 9 : 7 1 ). Si la palabra c irco es un

esp ectácu lo y co lo q u ia lm en te exp resa alboroto o caos, este s ig n ifica d o se en fatiza en el

relato de T oscan a en el d esord en que «arm an» lo s cirqueros que paradójicam ente, b u scan lo

contrario, p u es lo que intentan es organizar una n u eva com u n id ad y acabar con la

trashum ancia de la v id a c ircen se. E sta em presa co lec tiv a , no obstante, fracasa y el resu ltado

es la con form ación d e un lugar don d e escen ifica n un esp ectá cu lo absurdo y gro tesco , cu ya 152 153

152 Entrevista personal.153 Toscana ha revelado que leyendo esta novela de Donoso, «una voz en o ff me estaba dictando Santa María del Circo» (en Carrera, 2009: 71).

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sig n ifica c ió n representa, para a lgu n os cr íticos, una parodia de las fu n d a cio n es n a c io n a les y

para otros, una a legoría del m undo, del gran T eatro del M u n d o .154

Para alcanzar esta ú ltim a sig n ifica c ió n el narrador realizará una serie de op erac ion es

verb ales q u e le perm itan instalar a través de d istin tos recursos d os e sp a c io s principales, el

prim ero, el de un escen ario f ís ic o y arq u itectón ico q u e haga p o sib le el d esarrollo y

fu n cion am ien to de la historia. L u eg o , co m o v erem o s, superpondrá un segu n d o esp ac io , el

de S anta M aría del C irco , el p u eb lo fundado por la im a g in a c ió n de lo s p ersonajes, sus

a cc io n es en sus n u ev o s ro les so c ia le s y d esp lazam ien tos. E ste e sp a c io d o b lem en te f ic t ic io

se im pondrá al prim ero proyectan d o en la tram a un lugar que, en su d ecad en cia y fracaso,

ejem p lifican una a legoría hum ana.

V e a m o s su argum ento: en esta n o v e la se cuenta la v id a de o ch o cirqueros en franca

decadencia , q u e han trabajado durante tod a su v id a en el c irco «M a n tecó n H erm anos» ,

cu y o s d ueños, don E rnesto y don A lejo , d ec id en separarse d esp u és de una acalorada

d iscu sión . D o n E rnesto, el m ás d om inante de lo s herm anos, se qu ed a con lo m ejor de lo s

artistas y con to d o s lo s an im ales, ex cep to un cerdo; al otro herm ano, un v ie jo de entre 7 0 y

7 5 años al q u e « le cu e lgan las carnes», le tocan lo s cirqueros m ás v ie jo s , en ferm os o

inútiles: B a lo , el acom p lejad o hom bre bala; N arcisa , una ad o lescen te de 14 años y am ante

de don A lejo ; F léxor, un con torsion ista de co n stitu c ión débil; Barbarela, la m ujer barbuda;

M álaga, la asisten te del artrítico m a g o M andrake, tam b ién rech azad o por don Ernesto;

H ércu les, un tiem p o el hom bre fuerte, ahora fo fo , y v ie jo y N atanael, un en an o tuerto.

E n una clara a lu sión a la separación de Jacob y E saú (una de las varias a lu sio n es y

referen cias b íb lica s q u e hay en esta n o v e la ), cada u n o de lo s grupos tom a rutas d iferentes:

don E rnesto, n o se sabe h acia dón d e y don A le jo , d esp u és de consu ltar un m apa d ecid e

dirig irse h acia S ierra V ieja , ub icada «detrás de la lom a» , un p u eb lo im portante, supone,

154 La escritura de esta obra representa un parteaguas en la novelística de Toscana, pues muestra ya claramente los tópicos, las formas narrativas, los recursos y el estilo que identifican los rasgos de su narrativa, por eso Santa María del Circo es la novela que más atención ha recibido por parte del sector académico que ha abordado desde distintos enfoques varios aspectos de la obra: sus expresiones judaizantes, las estrategias carnavalescas, lo grotesco, la conformación del pueblo y su relación con el tema de las comunidades imaginadas. Se ha visto en esta novela, también, una parodia de la vida nacional y su crisis ante la modernidad o una alegoría de la vida Véase , por ejemplo, los ensayos de Delia V. Galván, «Alegoría, resonancias y lo grotesco en Santa María del Circo» (2003: 203-211); Susan Antebi, «Renegotiating corporeality and alterrity: carnal isncriptions as jewishness in David Toscana’s Santa María del Circo and Mario Vargas Llosa’s El Hablador» (2005: 262-277); y Daniel A. Lee, «Norteño imaginary spaces: a tipology of the fictional towns of Guillermo Arriaga, David Toscana, and Alfredo Espinoza» (2005: 257-266).

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p u es so lo esto s « so n señ a lad os con estrellas en lo s m apas». D o n A le jo im ag in a que en este

lugar su c irco tendrá un gran éx ito , lo cual le perm itirá recuperarse de la situ ación precaria

en que se encuentra, así que, aten d ien d o sus órdenes, este m u tilad o c irco entra al p u eb lo

d esfila n d o y tarareando el v a ls «S ob re las o la s» , irón ica entrada para el arribo a un caserío

so litario en m ed io de una ex ten sió n seca y go lp ea d a por el p o lv o rojo que el v ien to azota

in cesan tem en te . E l narrador será el resp on sab le de d esp legar la d esilu sio n a d a v is ió n que de

este paraje tien en lo s cirqueros, q u ien es coad yu van a la organ ización del e sp a c io :

A lo largo de la calle se alineaban las pocas casas del lugar, algunas con las puertas

carcomidas, otras habían perdido el enjalbegado y mostraban fachadas leprosas de adobes

pelones; una de ellas había acumulado suficiente po lvo en el techo como para criar

algunos cardos que bajaban en cascadas, con pretensión de bugambilias. La plaza era un

hierberío seco con una estatua al centro y la iglesia mostraba una puerta atrancada y un

campanario con evidencia de un pasado rebosante de palom as.

— Y yo decía que mi pueblo estaba pinche, dijo Balo (20).

L a ca lifica c ió n d e B a lo co n d en sa y exp resa la va lo ra c ió n plural que h ace el grupo,

pues, si b ien es c ierto que y a en E sta c ió n Tu la y L o n ta n a n za el autor había e scen ifica d o sus

h istorias en e sp a c io s rurales, en S a n ta M a ría el abandono y la d eso la c ió n del p u eb lo es

total. D e la antigüedad y del e fec to del tiem p o en sus ed if ica c io n es da cuenta el narrador a

través de la ad jetivación o m etáforas con que la s caracteriza: las puertas ca rco m id a s , las

fachadas lep ro sa s y lo s ad ob es p e lo n es de las casas; la acu m u lación de p o lvo y ca rd o s que

bajan de lo s tech o s, el h ierberío seco y el d erru id o cam panario reb o sa n te de excrem ento .

C ada atributo que con form a este en u n ciad o d escr ip tivo contribuye a la p ro y ecc ió n de una

im agen de d ecad en cia que se ex tien d e, co m o una enferm edad s ile n c io sa p or la p ie l del

p u eb lo socavan d o sus con stru ccion es. E l lugar, en ton ces, s ím b o lo del deterioro, se v u e lv e

una ev id en te ex ten sió n m eto n ím ica de lo s p erso n a jes-fen ó m en o s que lleg a n al p u eb lo en el

o ca so de sus v idas.

E l escen ario arq u itectón ico del p u eb lo se com p leta , adem ás, por ed ifica c io n es

históricas, c iv ile s y re lig io sa s que son el te stim o n io s im b ó lico de la ex isten c ia de una

d esaparecida com unidad soc ia l cu y o centro es una p laza con un so litario m on u m en to de un

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en ig m á tico p ersonaje a cab a llo que lo s cirqueros, suponen , por su representación , el h éroe

de la com unidad.

A n te tan d ecep cio n a n te arribo, don A le jo ordena al grupo el regreso a la carpa

instalada en la cercan ía del p u eb lo para pasar la n o ch e y al d ía s igu ien te partir a otro sitio

para continuar con sus fu n cio n es. S in em bargo, lo s cirqueros n o o b ed ecen a su patrón, pues

se insta la en H ércu les el d eseo de renunciar al n o m a d ism o de la v id a c ircen se para v iv ir una

v id a estab le al encontrar una taza de b año de p orcelan a entre las ruinas del poblado: «un

lu jo fuera de lugar entre tanta m ed ian ía» (2 1 ). E l sanitario lo retrotrae a su in fancia , a su

casa natal, p u es le representa la v id a sedentaria y «norm al» que v iv ió en la n iñ ez; por eso ,

el ob jeto encontrado — d ice el narrador h a c ien d o su y o s lo s p en sa m ien to s de H ércu les— « le

h izo aborrecer su suerte de cirquero, sin p o sib ilid ad de obrar d ign am en te, con calm a,

fu m ando un c igarrillo o ley en d o el diario, s in o siem pre b u scan d o un escon d rijo fuera de la

vereda, o le jo s de la carpa, don d e corriera el aire y sin o lv id arse de la h istoria del hom bre

m ordido por una v íb ora en sus g en ita les» (21 ).

C o n este argum ento que o p o n e la v id a de trashum ante a la sedentaria y c iv iliza d a , le

propone al grupo que d eserten del c irco y se queden a v iv ir en esta tierra d e nad ie para

fundar otro p u eb lo . E llo s , h astiad os de la errancia circen se , y co n sc ien te s de su d iferen cia y

degradación fís ica , acuerdan quedarse en el s itio para in ic iar u na n u eva v id a im agin an d o

d istin tos p lan es para el futuro que m ejoren o transform en rad ica lm ente su v id a actual

(B arbarela para depilarse, el enano para tener m u eb les a su m edida, B a lo para poner el

cañón en su jardín). P or lo cual, d esp u és de repasar una serie de nom b res rim bom bantes —

« V illa de R o n cesa v a lle s , N u e v a A cap on eta , N u e v o M azap il, R ea l de B o ca n eg ra » — que

son parodia de la to p o n im ia m exican a , d ec id en tom ar p o se s ió n de esta tierra y refundarla

con el o sten to so nom bre de C iudad M etrop olitan a de Santa M aría del Circo. E ste nom bre

tam b ién es una a lu sión irón ica a la ciudad natal de T oscan a , p u es en las actas de fu n d ación

de M onterrey se le e que fu e d en om in ad a por su fundador, L u is Carvajal y de la C ueva,

C iudad M etrop olitan a de N u estra Señora de M onterrey y , al igual que Santa M aría del

C irco, las crón icas refieren que estaba rodeada de n o g a le s y cercan o a m inas.

E ste e sp a c io representa, en ton ces, una segu n d a oportunidad para red im irse y v iv ir

d ign am en te co m o cu a lq u ier ser hum ano, n o co m o fen ó m en o s por eso , así co m o el grupo

d ecid e la refundación del p u eb lo así tam b ién tom an la d ec is ió n de reconstruir sobre lo s

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escom b ros de sus v id a s n u ev a s person alid ad es en un claro acto de re lación esp ecu lar con el

esp acio . Para tal e fec to , se rifan en 2 4 p ap eletas que describ en lo s o f ic io s — previam en te

escrito s por e llo s— con sid erad os n ecesa r io s para el fu n cio n a m ien to del n u ev o orden. A sí,

por el azar, « Q u e es la fuerza m ás p od erosa del u n iv erso » , d ice M andrake, esta lo tería de la

v id a co n v ierte en un instante a N atan ael en el cura del pueb lo; a B arbarela en la doctora; a

M álaga en periodista; a F léx o r en el « n eg ro » del pueblo; a H ércu les en prostituta; a B a lo en

el m ilitar del pueblo; a M andrake en cam p esin o y d esp u és latifundista; y a N a rc isa en la

afiladora d e cu ch illo s . C o m o se p u ed e ver, cada u n o de e sto s o f ic io s es absurdo para la

situ ación en la que se encuentran, sin em bargo, to d o s asu m en este n u ev o papel en el p u eb lo

con form an d o así una jerarquizada y g ro tesca socied ad . E l azar co n v ierte la m ed iocre

ex isten c ia en to n ces en otra fu n c ió n don d e el recurso de lo carn ava lesco se exp resa en el

ju eg o de m áscaras que to d o s aceptan portar y que to d o s co n v ien en asum ir, unos,

co n v en c id o s d e esta n u eva personalidad y otros, co m o un ju eg o o un esp ectá cu lo m ás.

A d em ás, para sentir la p erten en cia de este e sp a c io y arraigarse en Santa M aría del

C irco , se requiere inventar un pasad o g lo r io so que dé lustre a sus pobladores; que le s dé

derecho a tom ar p o se s ió n leg ítim a de la tierra descub ierta y le s perm ita nom brar el esp a c io

en que se encuentran. D e este m od o , lo s o ch o cirqueros, situ ad os en la p laza que, co m o

sab em os, n o so lo es un lugar de esp arcim ien to s in o que es tam b ién s ím b o lo del poder c iv il,

el m ago M andrake, m ed ian te un e lo cu en te d iscu rso , crea, co m o si se tratara de otro acto de

m agia, este n u ev o territorio, quedando así in sta lad o el n u ev o e sp a c io y orden soc ia l de la

C iudad M etrop olitan a de Santa M aría del Circo:

P or mandato del destino que nos colocó en este sitio, y p o r seducción de la holganza y la

avaricia, que nos retuvo aquí, declaro haber llegado desde el rumbo sur155 seis hombres y

tres mujeres, para colonizar estas tierras y empujarlas a dar provecho en hortalizas,

metales, piedras, artes e ideas; y elijo este lugar y no otro para detener nuestro peregrinar,

porque aquí hemos encontrado, tal como lo señaló la leyenda de nuestros antepasados, el

caballo que escupe agua, y p o r lo tanto, a falta de un sable, señalo el suelo con mi índice y

digo: «aquí» y declaro fundada la Ciudad M etropolitana de Santa M aría del Circo (42).

155 Este dato, intencional o no, también subvierte la mitología mexicana con que se explica la peregrinación y la creación de la civilización azteca y la de otros pueblos mesoamericanos — representantes, por obra del discurso del Estado, de la cultura mexicana— , pues invierte el recorrido, ya que según enseña la Historia oficial estos pueblos llegaron del norte para fundar la antigua Tenochtitlán.

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E s ev id en te en el pasaje anterior una parodia de lo s d iscu rsos de fu n d ación

p reh isp án icos, e sp a ñ o les y ju d ío s en lo s que aparecen recurrentem ente ley en d a s de

peregrinajes m o tiv a d o s por un m andato d iv in o y señ a les que in d ican el lugar de fundación:

e lem en to s que en su con ju n to dan a la com u n id ad un origen ilustre, rem oto y m ítico . E l

recurso de la parodia del d iscu rso h istór ico será u tiliza d o en tod a la n o v e la co m o una clara

sátira a la H istoria o fic ia l de nuestro país, e sp ec ia lm en te el de la fu n d ación del im p erio

m ex ica porque ha s id o in stitu id o co m o lo representativa de la identidad n acion a l. C on d icha

estrategia d esp lieg a un m u n d o bizarro, caricaturizado en su e sp a c io y en sus p ersonajes y

en lo s su ceso s gro tesco s de la h istoria narrada. C o m o señala Palaversich:

En Santa María del Circo, Toscana explora en la ficción las form as de resistencia a los

discursos nacionalistas p o r parte de los personajes excéntricos quienes desde el circo-

espacios heterotópicos en el sentido foucauldiano, o no-lugares de la nación—pervierten

los discursos patrios altisonantes, desnudando su esencia form ulaica y vacía. A sí subvierte

burlonamente los mitos fundacionales de M éxico mediante la visión de la madre patria

como un circo (2007: 16).

P or otra parte, record em os que el d iscu rso h istórico , adem ás de su fuerza creadora

es un d iscu rso de poder, co m o d em ostró F oucau lt, ya que d om in a y m anipula , de ahí que

quien lo ejerce tien e la capacidad de im p on erse a lo s dem ás. P or esa razón, el fundador del

p u eb lo se con v ierte en el líd er de lo s cirqueros ante la frustración de H ércu les que p ien sa

por un m o m en to en op on erse , pero abandona la id ea y term ina por subordinarse co m o lo s

dem ás p ersonajes ante el poder del e lo cu en te d iscu rso del m ago , aunque porque « se d io

perfecta cuenta de que M andrake, co m o fundador, había tom ad o el m ando, y su fuerza no

sería su fic ien te para op on erse. P or e so cam b ió su actitud b ravucona de siem pre y hasta se

lle n ó de tim id ez» (42).

A d em á s, en la in terv en ció n de la period ista , M álaga , se h ace patente, tam bién , el

recurso de la ironía para ev id en ciar la pérdida de la cred ib ilidad en el m ito , form a antigua

de la H istoria , con la n u ev a h istoriografía , p u es si an tiguam ente «h u b o una ép o ca en la que

un m on tón de in d ígen as p od ía encontrar un águ ila d evorando una serp ien te» (1 0 5 ) y en ese

lugar d estin ad o p od ían quedarse a fundar una ciudad, ahora las co sa s han cam biado, d ice,

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p u es «cad a p ed a zo de tierra tien e dueño, hasta este trozo de d esierto está registrado en la

o fic in a de un ju e z , con firm as, se llo s y tim bre; h o y hubieran recib id o a b a la zo s a e so s

in d io s de A ztlán , sin respetar las p ro fec ías de sus d io se s» (1 0 5 ). E lla m ism a h ace ev id en te

el poder p erform ativo de la prensa y el de la escritura de la H istoria por su capacidad de

m an ip u lación de la realidad, por e so argum enta acerca de la n ecesid a d de escrib ir una

historia del p u eb lo don d e se registren lo s su ceso s m ás im portantes, crear figuras h eroicas, y

así, n o so lo leg itim ar su propiedad sin o transform ar lo im ag in a d o o lo creado en una

con stru cción escrita, p u es la escritura atribuye verdad a la h istoria y la m uestra co m o cierta:

[...] hace fa lta una historia, con personajes ilustres y hechos heroicos... Yo como periodista

me puedo ocupar de las noticias diarias, algo ha de ocurrir, y a la vez puedo ir

documentando nuestra historia, pedirle a M andrake que me repita las palabras de la

fundación, y ponerle fech a de hace trescientos años, endilgarle la fundación a un buen

mozo español que luego terminó en la hoguera p o r judaizante, hablar de las grandes

catástrofes, porque todo los pueblos tienen un huracán, un terremoto, incendio [...] crear

nuestras leyendas como las del circo errante [...] todo p o r escrito, pues solo las palabras

impresas tienen un peso de verdad (52).

E n este pasaje hay un gu iñ o a la h istoria d e la fu n d ación de M onterrey por la

m en ció n a las catástrofes y la a lu sión a su fundador, don L u is C arvajal y de la C u eva , q u ien

fu e acu sad o de ju d a izan te por la In q u isic ió n en 1588 m uriendo al s ig u ien te año en la cárcel

de «pesadum bre», co m o refiere en sus m em orias el capitán A lo n so de L eó n [1 6 9 0 (1 9 6 1 )] .

P ero adem ás, m uestra el poder fundador y m anipu lador de la escritura en la con stru cción de

la realidad.

L a h istoria propuesta por M álaga, el d iscu rso fu n d acion a l de M andrake, lo s su eñ os

y la h istoria que cada u n o de lo s p erson ajes se in ven ta de sí m ism o son lo s m ateria les con

que se ed ifica el p u eb lo de Santa M aría. D e su conjunto , d os e sp a c io s se configuran en este

u n iv erso narrativo: uno, el del e sp a c io f ís ic o que encuentran lo s p erson ajes a su arribo cu y o

d esp lieg u e corre a cargo de la v o z narrativa, pero retom ando lo s pu n tos de v ista y las

ev a lu a c io n es de sus recién lleg a d o s habitantes. Y el segu n d o , creado m ediante la

im ag in a c ió n y lo s d iscu rso s que se im p o n e al sustitu ir la realidad que v e n lo s cirqueros por

la que im aginan . H ay en este acto una parodia al m o d o en que lo s e sp a ñ o les se apropiaron

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del territorio y lo co lon izaron , fundando p u eb lo s con n u evas d en o m in a c io n es y atributos,

que se superpusieron a esta realidad co m o si antes n o lo s hubiera.

E n la n o v e la , el n u ev o orden esp acia l corre a cargo de cada u n o de lo s co lo n iza d o res

c ircen ses q u ien es in terv ien en de d istin ta m anera en su con form ación creando de esta form a

un lugar de p ersp ectivas d isonantes. P or ejem p lo , cuando lo s p erson ajes co n sig u en que

flu y a el agua de la estatua, se expresan tres puntos de v is ta d istin tos: para M ágala , el su c e so

tien e una ex p lica c ió n sobrenatural, por e so lo interpreta co m o un m ilagro; para M andrake la

ex p lica c ió n es natural, el m on u m en to « e s un p in ch e o jo de agua» (3 7 ) y B arbarela

con sid era el su ceso co m o un acto h ero ico de T im o teo de R o n cesa v a lle s .

4 .4 .1 .1 E l e sp a c io f ís ic o

H ay otros p asajes d escr ip tiv o s que en el transcurso de la tram a com p letan el e sp a c io f ís ic o

y arq u itectón ico de la im a g en del p u eb lo y que refrendan sus atributos con form an d o así una

v ersió n literaria que D a v id T o sca n a ha h ech o de S ierra V ieja , co m o el que a con tin u ación

anotam os:

Cuatro calles empedradas componían toda la geografía; en una se ordenaban las casas,

p a red con pared, como si a pesar de tanto espacio libre los pobladores hubieran extrañado

el hacinamiento de la ciudad; en otra se erguía la iglesia, mirando hacia el poniente; en la

tercera, unas cuantas piedras acumuladas, materiales que un día tuvieron la intención de

ser edificio; y la cuarta calle parecía no conducir a ningún lado; solo resultaba útil para

completar la vuelta a la p laza (40).

A s í, m ed iante la en u m eración sucinta de e lem en to s del e sp a c io f ís ic o , p ied ra s , y de

lo arquitectónico: cuatro ca lles, unas cuantas casas, la ig le s ia y una p la za , e sto s ú ltim o s

sitio s representantes del poder e c le s iá s tic o y c iv il de una com u n id ad ; el esta b lec im ien to de

la s polaridades v ertica les m ed ian te sus ed if ica c io n es y el recorrido p ro sp ectiv o al que n os

in d u ce el narrador a través de la p ersp ectiva m ó v il de lo s personajes, el narrador d esp lieg a a

lo s frustrados cirqueros co n el s ím b o lo de la d eso lac ión . A d em ás, la aridez y sus e fec to s —

la sed, el ham bre y el ca n sa n cio — son m o tiv o s recurrentes en la caracterización del esp a c io

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del p u eb lo lo s cu a les se expresan m ed ian te la s p ercep c io n es de lo s personajes, co m o

cuando M andrake desp ierta al seg u n d o día de su estan cia y el narrador d ice que ante lo s

ojos del m a g o se d esp leg ó una ex ten sió n de: «tierra, p o lv o , m ás tierra, calor, a lg o verd e en

el fon d o , calor, tierra» (66).

A n te este pasaje panorám ico , el narrador se detendrá a d escrib ir m ás

porm enorizadam ente las sim étricas casas del p u eb lo , cu ya ad jetivación repite lo s rasgos

sem án ticos del lugar que conform an en conjunto, so lo que en este p ro ceso se en fatiza m ás

la ruina del p u eb lo , sobre to d o cuando se d etien e en la ú ltim a casa «m ás descascarada» que

el resto, « c o m o si la hubieran ap aleado o b a lead o y con ev id en tes rasgos de un fu eg o

anterior». E ste deterioro se reitera, tam bién , en la d escr ip c ión de la ig le s ia , ú n ico e lem en to

discordante en esta arquitectura u n iform e, constru ida — acota el narrador— con la

«parquedad y la p obreza de una m is ió n del s ig lo XVI», por sus m uros de «barro a m ed io

derretir» (9 9 ) y en cu y o interior n o hay tem p lo s, cru cifijo s o im á g en es de santos, lo que

recuerda a las sobrias con stru cc ion es de las ig le s ia s norteñas. C uatro bancas, un reclinatorio

y un altar de p iedra ca liza que repite el m o n ó to n o co lo r del barro com p letan el lúgubre

am biente de la n ave abandonada. A d em á s, la in c lu sió n d escrip tiva de un m on tón de

escom bros, h ierbas seca s y la fu en te sin agua son atributos que acentúan la d estru cción del

p u eb lo s im b o lizan d o , co m o d ijim os, la v id a de cada u n o de e sto s trashum antes.

4 .4 .1 .2 E l te a tr o d e l m u n d o

E n cuanto al segu n d o esp a c io , el que surge de la im ag in a c ió n de lo s personajes se v a

im p o n ien d o a través de sus in terv en cio n es verb a les que transform an, si n o el e sp a c io f ís ic o ,

sí el e sp a c io soc ia l a través del e sta b lec im ien to de n u ev o s ro les y re la c io n es so c ia le s , p u es a

pesar de que a lgu n os de lo s fen ó m en o s se resisten a su n u ev o o fic io , term inan por

aceptarlos. N atan ael se v is te de sotana y se v a a v iv ir a la ig le s ia derruida para o fic iar m isa ,

u sa frases en latín y co n fie sa a sus n u ev o s fe lig reses; M ága la p u b lica L a G a ceta d e l C irco,

p eriód ico de la com u n id ad y procura tener in form ada a la in c ip ien te co lectiv id ad ; F léx o r

acepta to ta lm en te su situ ación de n egro y trata de cum plir lo que le ordenen lo s dem ás,

aunque fís ica m en te se encuentre im p ed id o por una in fecc ió n ; M andrake in tenta in ú tilm en te

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sem brar a lgunas frutas; B a lo u tilizará su cañón para im p on er el orden y co n seg u ir agua ;

B arbarela atenderá a sus n u ev o s pacientes: don A le jo y F léxor, aunque este ú ltim o no

so b rev ive a la in fecc ió n de la rodilla; N arc isa recorrerá la s cuatro c a lle s o frec ien d o su

serv ic io de afiladora de cu ch illo s; y H ércu les, con fuertes reticen cias term ina a su m ien d o su

o fic io de prostituta porque presta sus serv ic io s a M andrake, ú n ico c lien te del p u eb lo .

A d em á s de esta recien te organ ización so c ia l, otro e lem en to que co a d y u v a a la

con form ación del n u ev o e sp a c io son las h istorias que lo s personajes in ven tan de e llo s

m ism o s o del p u eb lo , ya sea im ag in an d o una g e n ea lo g ía o un futuro ilustre, las cu a les

tom an form a y p e so en sus perm anentes d iá lo g o s , tam b ién parodia de lo s d iscu rsos de

poder p o lítico , h istó r ico o r e lig io so . T o d o s esto s recursos van con figu ran d o la n u eva

organ ización so c io s im b ó lic a del lugar: em pero, esta b u en a d isp o sic ió n , lo s personajes lo

saben en el fon d o , es un perform ance, es otra m ás de las e sc e n ific a c io n e s que va

transm utando el p ob lad o c ircen se en u na gran carpa. E s N arcisa , la m ás jo v e n de esta

com u n id ad qu ien p ercib e que lo s cirqueros p rotagon izan otra fu n c ió n don d e se presenta «e l

esp ectá cu lo m ás grande del m u n d o» (1 2 6 ), por e so le advierte a F léxor:

[...] somos parte de un nuevo acto, y allá, escondido tras las lomas, con sillas de lona y

prismáticos, hay un público malsano que pagó un boleto de precio exorbitante para

atestiguar nuestro deterioro, viendo qué hacemos, si nos destruimos unos a los otros, si nos

morimos de sed o de hambre. Hacen apuestas sobre quién será el prim ero en caer [...] Si el

boleto fue caro nadie se resignará a vernos felices en nuestro pueblito, como gente

ordinaria, sembrando la tierra, yendo a misa los domingos y fiestas de guardar, afilando

los cuchillos; una com unidad tranquila de buenos días, cómo está. Mira hacia la loma.

Esos contornos que parecen arbustos de seguro es gente. Están esperando. De cierto te

digo que con los peores artistas del circo, los hermanos Mantecón montaron el espectáculo

más grande del mundo (126-127).

C on esta escen ifica c ió n , la n u eva socied ad protagon iza otra función; el p u eb lo

entero es ahora el escen ario del c irco cu y o esp ectá cu lo in c lu so — m etafóricam en te—

trascien d e lo s lím ite s del tex to , dado que en esta p u esta en escen a , lo s lec to res p asam os a

ser espectadores: e se « p ú b lico m a lsan o» (1 2 6 ) que está a la ex p ecta tiv a de lo que le s

su ced a a lo s personajes. L as m áscaras, la im postura, la in v en c ió n de territorios, lo s actos

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fracasados, la s antiutopías, las a n im ad version es hum anas; tod o Santa M aría parece

representar una a legoría del m undo, p u es aun cuando las situ a c io n es e scen ifica d a s por lo s

cirqueros n o s parecen absurdas, g ro tescas o patéticas, v ista s en p ersp ectiva , co m o señ a la el

autor, form an parte de la v id a hum ana (en Carrera, 2001: 6 9 ), por esa razón Irving R am írez

ha escrito que la obra de T oscan a es «una e sp e c ie de refu n d ación del m u n d o d esd e el

absurdo, en una g u iñ o le sc a y b u ñ u e lesca cad en a de roces y actos esp erp én ticos que por

m ed io de la iron ía dan u na v u elta a la g é n e s is de las c iv iliz a c io n e s» (en Carrera 2 001: 69).

D e esp ectad ores, en ton ces, p asam os a ser cop rotagon istas de esta a legoría del gran Teatro

del M undo.

4 .4 .1 .3 U n lu g a r d e la m e m o r ia

U n lugar de la m em oria , engranaje e ic o n o de estas d os d im en sio n es esp a c ia les es el

m on u m en to de piedra que p o see la d escu id ad a p laza cu ya figura m ontada a caballo ,

reproduce p aród icam ente la rep resen tación de lo s h éroes lo c a le s o n a c io n a les de nuestras

gestas. E s el narrador qu ien se resp on sab iliza de la d escrip ción de este m on olito :

E l animal con el hocico se sostenía en sus patas traseras, mientras el jinete con la espada

apuntada hacia la iglesia, parecía convocar al ejército a sus espaldas. E l pedestal de

granito se levantaba en el centro de lo que parecía la p ileta de una fuente, sin gota de agua

y llena de tierra y hojas secas, y en uno de sus costados podía leerse, M I VIDA POR TU

HONOR (53).

D e b id o a la am bigüedad de la frase que acom p añ a a este m on u m en to y al

d esco n o c im ien to del pasad o del p ersonaje representado, M á laga crea una h istoria g lo r io sa

para que a lo s futuros v is ita n tes de Santa M aría se le s pu ed a dar a co n o cer «q u ién es e se

personaje, dón d e lu ch ó , qué cargo ocu p ó , por qué es im portante para nuestra p ob lación ; [...]

si le fa ltaba el pu lgar izq u ierd o [...] m ás tod as esa s co sa s ín tim as que dan a lo s personajes

su cariz de hom bres verd ad eros...» (1 0 5 -1 0 6 ) .156 D e e se m od o , por el relato de la periodista,

156 La parodia es ahora a los héroes del panteón nacional mexicano, como lo hace notar Susan Antebi, especialmente al presidente Santa Anna o al general Álvaro Obregón (Antebi, 2005: 272).

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el m o n o lito será el fun d am en to de las h istorias que lo s cirqueros im agin an d e la

co lec tiv id a d y que en el transcurso de la n o v e la se irán yu x ta p o n ien d o para integrar una

n u eva narrativa acerca d e Santa M aría del C irco.

E n esta con figu rac ión esp acia l del relato, la estatua de T im o teo R o n cesa v a lle s ,

co m o la b au tiza M álaga, tien e varias fu n cion es: en el p lan o del e sp a c io f ís ic o y

arqu itectón ico señ a la el punto axia l del poblado; en el p lan o soc ia l es un lugar de la

m em oria , p u es por la form a de representación de la e f ig ie se a lude a un h ech o h istór ico y en

el p lan o s im b ó lico , co m o fu en te de agua, tam b ién representa la v id a y refuerza la carga

sem án tica de este s itio co m o fu ndam ento para la ex isten c ia de esta n u eva socied ad , por e so

es una e sp e c ie de augurio que la fu en te se seq u e al segu n d o día de estan cia en el p u eb lo

m arcando la d eb acle del p u eb lo refundado y del fracaso co lec tiv o . C uando el agua se acaba,

B a lo u tiliza su cañón contra el m o n o lito para tratar de que v u e lv a a proveer el líq u id o v ita l,

pero en el in ten to la ech a abajo destruyendo irrem ed iab lem en te la exp resión concreta de la

H istoria que ha fundado el grupo y ú n ica p o sib ilid a d de so b rev iven cia , tal y co m o lo

expresan lo s personajes:

—M iserable — dijo Barbarela—, acabas de destruir lo único que nos ligaba al pasado;

ahora somos un pueblo sin historia, sin honor.

— Es valiosa la historia pasada — refutó M ágala, saboreando su labor de cronista—,

aunque es más valiosa la que se hace.

— Esas son pendejadas — masculló M andrake— . Lo terrible es que no salió agua, ni

una gota (233).

C on la d estru cción de la estatua co m ien za el fin de la adánica so c ied a d precip itando

la h ecatom b e, adem ás, la fa lta de a lim en tos, las an im ad version es entre lo s personajes, la

m uerte absurda del m ás jo v e n , la in capacidad de lo s cirqueros para cum plir con lo s

irrelevantes o f ic io s que le s corresponden y el s ig n ifica tiv o h ech o de que n o haya una figura

de autoridad (a lca ld e , m in istro o p resid en te) ya sea porque n ad ie e scr ib ió este o f ic io o nadie

sacó esta p ap eleta p rovocan que la n u eva so c ied a d esté sen ten ciad a al fracaso. P or esa

razón, cuando don E rnesto regresa, to d o s lo s cirqueros de Santa M aría se hu m illan para que

lo s acep te n u evam en te en su co m itiv a y así poder v o lv e r a su anterior m undo.

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A u n cuando en la h istoria se recurre al hum or n egro co m o recurso frecu en te y lo s

personajes cau sen rep u lsión por su sord idez, m ás que p rovocarn os la risa, la n o v e la n os

perturba por su tragedia, p u es n o s m uestra la im p o sib ilid a d de cam biar de v ida. L o s

personajes aunque quieren renacer co m o av es fén ix , n o tien en n inguna p o sib ilid ad por eso ,

este e sp a c io representa una antiutopía y un n o lugar, p u es se con v ierte en otro pasaje m ás

en su ex isten c ia de errantes. L a n o v e la , d ice Carrera, es «un in ten to de la o b stin ac ión y

co m o tal resulta m em orab le» (en Carrera, 2 0 0 1 :6 9 ).

E n co n c lu sió n , en la h istoria de Santa M aría del C irco se transita a través de una

serie d e situ a c io n es absurdas, d e la u top ía d e lo s cirqueros a la cruel d istop ía , p u es lo s

personajes fracasan en su d eseo de cam biar su naturaleza d e fen ó m en o s y en arraigarse para

ser personas sedentarias e indep en d ien tes: «n orm ales» . S u s su eñ o s son m ayores que su

d im en sió n hum ana. L a parodia — que n o s en señ a que el m u n d o n o es trág ico o có m ico

sin o la fu s ió n de am bos, una fu s ió n perpetua e in d iv is ib le — , la ironía, el hum or negro , el

absurdo, lo gro tesco y la carn ava lización son lo s recursos b á sico s que u sa el escritor para la

con figu rac ión de esta tram a, lo s personajes y el e sp a c io de ficc ió n . P or eso , el m u n d o de

Santa M aría del C irco n o s m uestra en su esp ectácu lo , en su pu esta en escen a , este

sig n ifica d o profundo de la v id a hum ana. L a im a g en de este e sp a c io trascien d e el lugar

f ís ic o para proyectarse c o m o un e sp a c io s im b ó lico don d e cada p ersonaje a su m e un rol para

escen ifica r una a legoría del m undo, es decir, «u n a caricatura a legór ica de las re lac ion es

hum anas» en palabras de M ig u e l R od rígu ez L o za n o (1999: 58).

4 .4 .2 C u a n d o la f ic c ió n v iv e en la f ic c ió n : E l ú lt im o lec to r

D ic e n que «n o hay qu in to m a lo » y la quinta n o v e la de T oscana, E l ú ltim o lec to r (2 0 0 4 ),

p u ed e ser una con firm ación de este d ich o , p u es d icha n o v e la gan ó tres p rem ios157 158

157 En palabras del autor: «el fracaso es la incapacidad de que el ser humano tenga la misma dimensión que sus sueños» (Brescia, 2002: 164).158 Señalamos antes que rechazó el Premio Nacional de Colima para obra publicada, aunque posteriormente los organizadores le otorgaron un premio honorífico. Recibió posteriormente, por la misma obra, el premio José Fuentes Mares que da la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Entrevistado sobre estos sucesos comentó: «Los premios son reconocimientos especiales para un libro, pero también hay que ver un premio en cada lector» (Sánchez, 26 de octubre de 2005: 1c). La indiscutible calidad de esta obra vino a corroborar lo que el autor expresó a propósito de que desde la provincia y sobre la provincia se pueden escribir buenas

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destacando el de A n to n in A r ta u d otorgado por Francia, que le abrió las puertas a las

trad u ccion es fran cesa y alem ana. T am bién , en el 2 0 1 0 las librerías de V arsov ia , para

celebrar el D ía M undia l del L ibro pu sieron a la ven ta la traducción al p o la co y , en ese

m ism o año, la editorial A lfagu ara p u b licó n u evam en te una segu n d a ed ic ió n de la obra. E n

E l ú ltim o le c to r , T oscan a se in scrib e en la trad ición de autores que han tem atizad o acerca

de la literatura y la llam ad a paraliteratura: la creación y la lectura, p u es la n o v e la tien e

co m o asunto la escritura literaria: có m o n o se d eb e escrib ir, qué n o se d eb e leer y m erece

desecharse. E n este relato aparece tam b ién otro tó p ico característico en sus n o v e la s , el d e la

m uerte de in fantes, que en con tram os en E sta c ió n Tula, (T eresa), D u e lo p o r M ig u e l

P ru n ed a (Irenita), E l e jérc ito ilu m in a d o , (C o m o d o ro ) E l ú ltim o lec to r (A n am ari-B ab ette) y

L o s p u e n te s de K o n ig sb e rg (s ie te n iñas).

E l ú ltim o lector y personaje principal de esta n o v e la es L u cio , un b ib lio tecar io sin

su eld o , cen sor in transigente de lib ros y ú n ico lector en to d o Icam ole , un p u eb lo ased iad o

por la sequ ía — inform a el narrador— p u es n o llu e v e d esd e h ace casi un año. L a au sen cia

de agua y la p resen cia con stan te del p o lv o en la s ca lles, la s casas y la g en te ha p rovocad o el

crecien te abandono del lugar, sin em bargo en m ed io de este am biente d eso la d o ex is te un

o a sis del saber: una b ib lio teca . E n su an á lisis de las heterotop ías, M ich e l F ou cau lt señala

que en las b ib lio teca s el tiem p o n o deja de acum ularse en el m ism o sitio , p u es en estos

reductos sacra lizad os por la m odernidad la p reten sión es la de «encerrar to d o s lo s tiem p os,

tod as las ép ocas, tod as la s form as, to d o s lo s gustos: es decir, constitu ir un lugar que sea

“in a cces ib le a la m ordedura” del tiem p o » (F oucau lt, 999: 4 3 8 -4 3 9 ) . S in em bargo, este

recin to del co n o c im ien to hum ano im p u gn a este o b jetiv o en Icam ole , aquí lo s tex to s se

destruyen d esp u és de ser en ju ic iad os por L u cio , el acérrim o b ib lio teca r io del sed ien to lugar,

ú n ico que valora este e sp a c io , p u es jam ás ha sid o con su ltad o por sus habitantes: en Icam ole

a n ad ie le in teresan lo s lib ros ex cep to por L u cio .

L a lectura de lo s tex to s — por este in transigente cen sor— le perm ite al autor

expresar sus propias o p in io n es acerca d e la literatura y su op u esto , la im postura literaria,

tó p ico que v en ía g está n d o se d esd e L o n ta n a n za en el cu en to « U n p oeta lo ca l» . M ed ian te la

obras literarias. Sin embargo llama la atención —y eso hay que anotarlo— que a pesar de la buena fortuna del libro en el mercado editorial y en la crítica, solo hemos encontrado un trabajo académico escrito por Miguel Rodríguez Lozano, «Notas sobre Duelo por Miguel Pruneda y El último lector de David Toscana» (2008), en ese sentido nuestra investigación es pionera y más porque el análisis se enfoca en el estudio de la representación del espacio y su función en esta historia.

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crítica de L u c io que con d en a a la d estru cción por cucarachas a lo s libros fatuos, T oscan a

form ula una serie de ju ic io s acerca de la creación literaria, tal y co m o lo h ic iera C ervantes

en el fa m o so cap ítu lo don d e el barbero rev isa la b ib lio teca del h idalgo . E l autor reg io u sa

este recurso para expresar m ed ian te su p ersonaje lo que deb e ex ig irse a sí m ism o un autor

que se p rop on ga escrib ir literatura y de la n ecesid a d de in cen tivar en lo s lec to res una

actitud m ás crítica ante el tex to literario. A l resp ecto , Jo sé M aría F urió afirm a que T oscan a

« u tiliza la h istoria co m o p ú lp ito d esd e el que lan za su d ia g n ó stico sobre el estado de la

creación literaria y sobre la m ism a literatura» (20 0 5 : 1 7 3 ) .159

Si b ien es c ierto que T oscan a hab ía ya u tiliza d o la m eta ficc ió n en sus obras

anteriores, particularm ente en E sta c ió n Tula, en este relato es un recurso esen c ia l, por e so

Javier A p aric io ha escrito que el autor co n c ib ió esta n o v e la porque «n ecesita b a escrib ir una

crítica y recuerda co m o N ab ok ob — am bos, estetas de la recep c ió n — que el lector tien e

siem pre la ú ltim a palabra» (en de la F uente, 2 0 0 5 ). L as libros que L u c io con d en a al

in fiern o de lo s in sec to s son lo s que m oralizan , lo s que faltan a la verdad porque el autor

antepone su eg o a las ex ig e n c ia s de la trama, lo s que tien e personajes p reten c iosos, lo s que

se basan en la s d escr ip c io n es de co m id as (una clara a lu sión a Laura E sq u iv e l) lo s de

« g a ch u p in es con m ás g lo sa que prosa» (2 5 ), lo s que se dejan in flu en ciar por m od as y citan

v in o s y com id a s ex ó tica s. L u c io critica adem ás, la in ten c ió n de m oralizar, las

com p aracion es desatinadas, la in serc ió n de recursos dram áticos in ú tiles y repudia a lo s

escritores la tin oam erican os que han cam b iad o su pasad o revo lu c ion ario por u na cop a d e

v in o y o lv id an para q u ién escriben . D etesta , adem ás, las n o v e la s recien tes de autores

v en d id o s; d esp recia a lo s escritores que pretenden crear ten sió n m ed ian te u n a so la palabra y

a lo s que u san la tram a co m o ex cu sa para d esp legar d iscu rsos a jenos al literario; reprueba a

la m asa de lec to res in cap az de d istingu ir la b u en a literatura de la m ala; con d en a a lo s

autores de p o se in te lectu a l y a las autoras que apenas am b icion an lu cir b ien en las so lap as y

portadas de sus n o v e la s y — en un ev id en te g u iñ o a C ervantes o a V e lá zq u ez— censura

tam b ién una n o v e la , (la ú n ica de las 6 4 in c lu id as que tien e una ex isten c ia real) que habla de

en an os y m ujeres barbudas. L o s lib ros dentro del libro en E l ú ltim o lec tor n o son, en ton ces,

159 José Maria Furió encuentra en la novela una «habilidosa lección de escritura creativa para aprendices de escritura» (2005:173).

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un m ero recurso form al, son una propuesta del autor sobre el papel de la im a g in a c ió n y el

gu sto en la ex p erien cia de la creación y la lectura literaria.

P ero si b ien es c ierto que en el n iv e l de la en u n ciac ión literaria — d on d e se u b ican el

autor y el lector— la m eta ficc ió n es un recurso u tiliza d o por T oscan a para tem atizar la

literatura, en el n iv e l de la en u n ciac ión f ic tic ia d ich o recurso le perm ite al narrador im bricar

la s d im en sio n es de la realidad y la f ic c ió n lo que in c id e , por tanto, en la form a de narrar

esta historia. L a n o v e la en to n ces tien e una estructura de relatos subordinados cu ya fu n ción

es com pletar, oponer, exp licar y analogar co m o en esp ejo , a lgu n os de lo s su ceso s de la

historia base. Y aunque, co m o señalé , su tem a principal es la lectura y la creación , la n o v e la

tien e un segu n d o tem a, el de la m uerte, por lo cual tanto este tó p ico co m o el de la literatura

se irán m ateria lizan d o y entretejien do en la s 3 9 partes en que se d iv id e la trama.

E l narrador será el resp on sab le principal de ir con figu ran d o m ed ian te d istintas

estrateg ias lo s d os n iv e le s que conform an la estructura n o v e lís tica , el prim ero le

corresponde al e sp a c io de Icam ole , el cual se institu irá co m o la p lataform a para construir el

segu n d o n iv e l don d e se lo ca liza n lo s e sp a c io s de f ic c ió n que surgen de las h istorias le íd as

por L u cio , lo s cu a les son una ex ten sió n y co m p lem en to del prim er relato. D e este m od o , la

fu n ció n prim ordial de lo s m etarrelatos es la de estab lecer re la c io n es de an a log ía o contraste

entre lo s d os n iv e le s ten d ien d o en a lgu n os puntos de la tram a un puente que fu sio n a las dos

realidades.

L a n o v e la in ic ia cuando R em ig io , el h ijo del b ib lio tecar io d escubre en el p o z o de su

casa, ú n ico con agua en el p u eb lo , el cadáver de una b e lla niña, por lo cual acude con su

padre para que le ayude a d evelar el en igm a de lo que parece un asesinato . C uando el h ijo

le d escrib e a la n iña que ha encontrado en el p o z o recib e de L u c io u na respuesta inesperada:

« E n to n ces se llam aba B ab ette , d ice, ten ía d o ce añ os y te la v o y a describ ir co m o so lo P ierre

L affitte supo h acerlo» (2 9 ). A s í, con form e avan za la n o v e la , sin otra ev id en c ia m ás que lo s

argum entos de la s n o v e la s le íd a s en la b ib lio teca co m o L a m u erte de B a b e tte y E l m a n za n o

de Santín. L u cio revela la v id a y lo s m o tiv o s de la m uerte de la niña, le acon seja a su h ijo

dón d e ocultarla y aún m ás, encuentra un cu lpab le.

L a h istoria se desarrolla en to n ces m ed ian te un relato b ase en el cual el e sp a c io es

p u eb lo de Ica m o le y una serie de m etarrelatos que surgen de la lectura del b ib lio teca r io lo s

cu a les el narrador irá citan d o en e s tilo d irecto o ind irecto . A m b o s n iv e le s — d ieg é tico y

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m eta d ieg ético — n o corren paralelos, p u es irán ten ien d o puntos de u n ión en la h istoria

co m o en el personaje de la n iña m uerta que — sabrem os m ás adelante— se llam a A nam ari

y la B ab ette de una n o v e la de la b ib lio teca escrita por el escritor fran cés L affitte. A sí,

cu an d o L u c io le afirm a a R e m ig io co n o cer la id entidad de la h erm osa niña, c ita un pasaje

de este libro para h acer una detallada d escr ip c ió n del personaje de L affitte que co in c id e

sorprendentem ente con la apariencia de la n iña «real» , A nam ari. E n este punto se proyecta

una m eta lep sis por lo cual lo s lec tores a sistim o s a una transgresión de lo s um brales — del

relato b ase y del subordinado— figu rad os por la narración.

A partir d e este m o m en to n o habrá d istin c ió n entre el personaje real (A nam ari) y el

personaje de f ic c ió n (B ab ette). In c lu so , c o m o afirm a L u cio , «ahora sa b em o s un p o co m ás

que el resto de lo s lectores; ahora sab em os que B ab ette term inó en un p o zo de agua» (31).

D e m anera que la «realidad» del m u n d o que habitan L u cio y R em ig io , y e l de la « ficc ió n »

(d o b le f ic c ió n ) del m u n d o m eta d ieg ético in ven tad o por L affitte , se ex p lica n y

com p lem en tan m utuam ente. M á s adelante, en el apartado d ec im oq u in to de la n o v e la de

T oscana, la fu s ió n B ab ette-A n am ari y el p ara le lism o entre lo s d os relatos — el de b ase y el

subordinado— se refuerzan cu an d o la propia m adre de la pequeña, que e s tam bién

b ib lió fila y c o n o c e la n o v e la de L affitte , id en tifica a su h ija co n el p ersonaje del autor

francés: «A nam ari pen sab a lo m ism o » d ice y m ás adelante añade «al igu al que B abette,

llegab a em papada a casa durante lo s aguaceros. Y las co in c id en c ia s son m ás. [...] A nam ari

enrollaba el ín d ice en el ca b e llo hasta h acerse nu d os, rech inaba lo s d ien tes al dorm ir, b eb ía

le ch e tib ia con azúcar» (7 7 ). A c to segu id o , L u cio , una v e z m ás le e en v o z alta, por p etic ió n

de la m adre de la niña, sobre la frialdad, can d id ez y m e ca n ic id a d de la B abette-A nam ari

que y a ce enterrada entre las ra íces de un aguacate del patio de R em ig io . E sta id ea tan p o co

ortod oxa para la tum ba de B ab ette es insp irado por la lectura d e E l M a n za n o de A lb erto

Santín , donde un personaje a sesin a a un n iño. E n este punto q u isiéram os destacar que la

escu eta d escr ip c ión de A nam ari contrasta con la m in u c io sa d escr ip c ión de la B ab ette

literaria, e s decir, e s en e l tex to m eta d ieg ético d esp leg a d o en la n o v e la del escritor francés

donde se dibuja co n m ás d eta lle este personaje c o n rasgos que la id en tifican co n la n iña del

relato base.

E sta m ism a fu n ció n ex p lica tiv a del relato subordinado la en con tram os tam b ién en el

pasaje de la m uerte de M elq u ised ec , qu ien en el relato principal e s el proveed or de agua al

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p u eb lo m ediante su carreta llen a de tam bos. M elq u ised ec es acusado in d irectam ente por

L u cio , de n u ev o por la lectura de otro libro, co m o el cu lp ab le de la d esap arición de

A nam ari. Y tam b ién co m o en el caso de la niña, sabrem os el d estin o que le espera a través

de una n o v e la de la b ib lio teca de L u cio que, co m o p ro lep sis, pred ice su f in a m an os de la

p o lic ía de M onterrey.

A hora b ien , el recurso de la m eta lep sis por el cual se fu sio n a el n iv e l in stitu id o

co m o real con el segu n d o , f ic t ic io , será tam b ién estratég ico en la con figu rac ión del esp acio

f ís ic o y arqu itectón ico del p u eb lo desértico de Icam ole.

E n otras palabras en la con fo rm a ció n del esp a c io f ic t ic io de esta n o v e la

id en tifica m o s cuatro estrategias relevan tes:

a) a través del d iscu rso narrativo, y a sea d esd e la propia m irada al nom brar o

fo ca liza d a en la de lo s personajes;

b ) m ed iante las en u n cia c io n es orales o m en ta les de lo s personajes,

c) a través de la m eta lep sis que surge de la n o v e la que L u cio lee , L o s p e c e s de

la tierra, y

d) por la referen cia a a lgu n os p asajes de la H istoria de M éx ico .

C o m o resu ltado de esto s recursos, la n o v e la funda un e sp a c io d en so que estratifica

varias capas esp ac io tem p ora les y s im b ó lica s, de tal m o d o que lo que al in ic io del relato nos

parece un m ero escen ario f ís ic o se convertirá en una m etáfora esp acia l con varios

s ig n if ic a d o s .160

4 .4 .2 .1 E l e sp a c io d e Ic a m o le

L a prim era in form ación que ten em o s de Ica m o le que aparece y a d esd e la segu n d a lín ea es

la prolongada au sen cia d e llu v ia . S a b em o s por estos prim eros p asajes adem ás que tien e una

160 La portada de la novela publicada por Mondadori es una fotografía de un paisaje del desierto de Icamole, en la que pueden verse las distintas capas geológicas del terreno. En la reedición de Alfaguara la portada es la figura de un libro personificado que lee otro libro. El cambio del tema espacial al literario en la fotografía se debe a que la primera portada es una referencia espacial al norte, lo que hace más regional la novela. En tanto que el tema de la impostura en la literatura, que para algunos críticos es ya un género en sí mismo.

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cap illa , la del A rcán gel G abriel, lugar em b lem á tico de este lugar porque es don d e la gen te

se reúne d iariam ente a rezar por la llu v ia , sin em bargo aunque la s nu b es lleg a n a las

cercanas lo m a s e in c lu so «d e v e z en cuando am an ece el ro c ío sobre la s hojas y las

ven tan as» han p asad o casi d o ce m e se s y n o cae «n i un escu p ita jo del c ie lo » (9 ), p u es lo s

nubarrones lleg a n y se estrellan en el cercan o cerro del Fraile dejando la anhelada carga en

V illa de G arcía, p ob lad o con tig u o a este lugar. C on esta in ic ia l in form ación el narrador

sitúa en sus coord en ad as esp ac io tem p ora les a Ica m o le para configurar d os lu gares

op u estos: u n o verd e fa v o rec id o por la m uralla natural de p iedra que d iv id e y contrasta con

el Icam ole, se c o y p o lvorien to .

U n a s p ocas pág in as m ás adelante el narrador ad icionará al e sp a c io otros e lem en to s

destacando en este p ro ceso la fu n c ió n d e la p ercep ción aud itiva de sus habitantes para

inaugurar el e sp a c io f ís ic o :

E l cencerro se escucha p o r todo Icamole, lo cual no es decir mucho: más o menos cuarenta

casas desalineadas como carretones mal estacionados a lo largo de una cruz de calles sin

pavimento; unas pocas, como la de Remigio, rodeadas p o r muros de adobe; otras, con

malla o alambres de púas que evitan la salidas de chivos y gallinas y, sobre todo, que

impide la entrada de animales rapaces; algunas más, protegidas p o r vallas naturales de

nopales plantados en línea, muy cerca unos de otros; y, finalm ente, unas cuantas, las que

no tienen nada que ocultar o proteger, parecen meras rocas en el descampado (21).

E l son id o del cencerro de las v a ca s de M elq u ised ec que avan za en el p ob lad o con

sus tam b os da origen a la prim era rep resen tación del esp ac io , p u es en su recorrido el

narrador v a d ibujando un d ecad en te y m iserab le e sp a c io rural de apenas «cuarenta» casas

« d esa lin ead as» h ech as «d e ad ob e» y cercadas rudim entariam ente por «alam bre» o

« n o p a les» que en con ju n to parecen un m on tón de rocas. L a tierra seca de las ú n icas dos

ca lle s del p ob lad o, el co lor de lo s ad ob es y la m etáfora con que d escrib e la s casas del

p u eb lo contribuye a u n ificar ton a lm en te el e sp a c io co m o gris y m on óton o . C o m o en S a n ta

M a ría d e l C irc o , n o se sig u e en esta orga n iza c ió n del e sp a c io el m o d e lo costum brista y

p in toresco que n o s enseñaron a observar lo s p intores de lo s pa isa jes rurales de M é x ic o del

s ig lo XIX y p rin cip ios del XX, por el contrario hay u na d esva lorac ión s im b ó lica de esto s

m o d e lo s que resalta en la aridez y m iser ia del lugar.

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E ste rasgo del e sp a c io f ís ic o se v u e lv e iterativo en tod a la n o v e la p royectan d o una

fuerte co h esió n sem án tica y d efin ien d o una im a g en singular del desierto; tanto el narrador

co m o lo s personajes se referirán en el decurso de la n o v e la a este escen ario f ís ic o con el u so

de ad jetivos o d escr ip c io n es de su ceso s, por ejem p lo , cuando el narrador resalta que en

Ica m o le la ú n ica hum edad es la del sudor de sus habitantes o al referirse a lo s tam b os de

agua acarreados por M elq u ised ec d esd e V illa d e G arcía o cuando L u c io co n c lu y e que «el

p u eb lo sin agua y y o sin co m id a» (1 9 ) son una bu en a frase para el final de una n ovela .

R e m ig io tam b ién h ace referen cia a este su e lo árido al notar que en Ica m o le n o se puede

disim ular una tum ba, pues el terreno es tan se c o que por m ás que « se ap ison e siem pre

queda una c icatr iz» (3 1 ). E n otro pasaje, el narrador enfatizará la seq u ía al describ ir lo s

p o z o s y la s aceq u ias v a c ía s que se han con vertid o en « aven id as de tlacu ach es» , cucarachas

y h orm igas y n o s inform ará que el chorro d e orina del padre P ascu a l que baja hasta « la

ca lle p o lvorien ta» absorbe «d e in m ed ia to» (5 4 ) las ú ltim as aguas que recib iría esta tierra. E l

p o lv o , el ca lor ex trem o y sus e fe c to s cubren tam b ién co m o m anto a lo s m arch itos

habitantes del p ob lad o: a las m ujeres que lu cen sus «cab elleras tie sa s en vu eltas en

pañoletas, a lo s hom b res de caras p o lv o sa s y tierra entre las u ñ as» (1 0 ) que se v u e lv en , por

esta razón, una im a g en ex ten siv a del pueblo .

L u c io contribuirá a la d em arcación del e sp a c io rural tam b ién en la d escrip ción de

lo s habitantes con trap on ien d o este e sp a c io al urbano al com parar a las m ujeres citad inas

con las de este lugar, p u es en las m ujeres de la ciudad la p ie l es « lisa y brillante, lam ible;

una p ie l im p o sib le en las m ujeres de Ica m o le lu e g o d e tanto so l, v ien to seco , tanto trabajo

en lo s corrales o en lo s cerros reco g ien d o lech u g u illa » de ahí que en el p u eb lo n o haya

«m an os su a v es» ni « p ies f in o s» (57).

S in em bargo, si en esta prim era ev a lu a c ió n se pondera el e sp a c io urbano, no

ocurrirá en la com p aración con otras características y es de n u ev o L u c io , qu ien por su

incapacidad para reso lver las situ a c io n es que se presentaron en su corta estan cia en

M onterrey, p u ed e hacer la ev a lu a c ió n de estas d os form as de v id a : a la d ificu ltad de un

pu eb lerin o para cruzar ca lle s , transitar las esca leras eléctr icas, soportar el ruido e in c lu so

para entender determ inados co n o c im ien to s , él op on e su hab ilidad para v iv ir en un p u eb lo

en don d e la in te lig en c ia del citad ino , d ice el b ib lio tecario , « se v o lv er ía a lgo inútil, se

v o lv er ía estu p id ez, y m i in gen u id ad se convertiría en erudición . P or favor, L u cio , d in os qué

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plantas se com en , có m o co n seg u im o s agua, có m o se m onta una m ula, có m o se duerm e en

la n o ch e entre serp ientes y c o y o te s ...» (1 1 7 ). D e este m od o , T oscan a m ed ian te las

v a lo ra c io n es de L u c io acerca de la hab ilidad de sob rev iv ir en un m ed io tan h ostil y sin las

co m o d id a d es de la ciudad in v ierte la representación co n v en c io n a l del citad in o co m o una

persona m ás in te lig en te superior en re lación con lo s habitantes de lo s e sp a c io s rurales.

E n este p u eb lo infértil, la sequía a lcan za un punto insufrib le , p u es la au sen cia de

agua co n llev a la au sen cia d e a lim en tos, de esta situ ación se quejan lo s personajes y es el

narrador q u ién d escrib e este deso lad or panoram a de carencias, p u es:

Prácticamente nada de lo vivo podía comerse: no las hierbas secas, no las víboras que apenas

se dejaban atrapar, no las aves que pasaban burlonas, solo de paso, porque a qué ser estúpido

se le ocurriría hacer ahí una madriguera, un nido, una casa. Había llegado la hora de

alimentarse con insectos o de partir. Si el agua no es fiel a estas tierras, dijo el padre Pascual,

tampoco nosotros le debemos fidelidad, más vale ser desarraigados que continuar sufriendo la

miseria de sed (53) [El énfasis es mío].

C o m o es claro, en esta d escr ip c ión d e carencias y sequedad, T oscan a es continuador

de la trad ición p a isa jística d e m ás raigam bre del d esierto norteño, y tam b ién co m o en Santa

M aría del C irco , lo s p erson ajes d ec id en abandonar el p u eb lo natal y v o lv e r se trashum antes

o n óm adas perd ien d o la d ign idad que otorga so c ia lm en te la v id a sedentaria.

4 .4 .2 .2 L a m e ta le p s is e sp a c ia l

E l esp a c io d e Ica m o le tien e otros rasgos g e o m o r fo ló g ic o s con lo s cu a les el narrador

organizará una im a g en m ás p a isa jística d e Ica m o le que contrasta con la deso lad a

d escrip ción del p ob lad o que ana lizáb am os en el apartado anterior. E sta segu n d a im agen

espacia l se c ircunscribe al terreno f ís ic o , pero lo in teresante d e este n u ev o e sp a c io es que

surge de la lectura de la n o ve la , L o s p e c e s de la tierra . P or la lectura del b ib lio tecario

sabrem os que esta n o v e la d e K lau s H aslin ger narra la v id a d e la pareja d e v ia jeros, Fritz y

Petra, q u ien es en b u sca de un lugar para v iv ir lleg a n a un v illo r io co n una singular

topografía . E l narrador de este libro — seg u n d o en la d ié g e s is— d escrib e prim eram ente la

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v is ió n que del p u eb lo tien en e sto s d os p ersonajes u b ica d o s d esd e el « p eñ ó n de H aslin ger» ,

para, a con tin u ación , d escrib ir el d e sc e n so h acia el v illo r io que Fritz ca lifica co m o un

«paraíso». E n la d escrip ción del d escen so , el ca m in o de «arena rojiza» que cruje con cada

pisada se v a trasm utando por sus particularidades en un paisaje con form ad o por e lem en to s

m arinos, in só lito s habitantes de estos parajes, que se ob servan al acercarse al terreno y así

el e sp a c io se llen a de « co n ch a s m arinas, caraco les, fó s ile s de tr ilob ites y n au tilo s» (34).

E ste cuadro se com p lem en ta con otros com p on en tes d ibujando una im agen paisajista de

este desierto , que contrasta por su b e lle z a con la d escr ip c ión prim era de Ica m o le , co m o se

v e en el s ig u ien te pasaje:

La vegetación era extraña también: aquí y allá se alzaban unas plantas delgadas, con

decenas de brazos que pretendían alcanzar el cielo y danzaban al compás que les marcara

el viento, cual algas que se mecieran con la corriente y desearan acariciar la superficie.

Las rocas se esparcían p o r todo el terreno con una disposición que solo el agua podía

haberles dado, ya que no lucían enterradas, sino acomodadas. Fritz indicó los dos cerros

que tenían enfrente, uno escarpado, otro con una pendiente ligera, los dos mostrando un

corte a la misma altura. A hí es donde golpeaban las olas, dijo señalando el corte [...] Este

lugar les hizo pensar que el mar había desaparecido apenas unos minutos antes (34).

C o n esta im agen del lugar el narrador se d esp laza a un tiem p o rem oto , prehistórico ,

cuando el o céa n o aún cubría este territorio. E n su ordenación y s im b o lism o de la prim era

im agen se o p o n e al lugar se c o y d eso la d o de Icam ole , en prim er lugar porque el tex to deja

ver las m arcas del artific io literario m ed ian te el u so de figu ras retóricas — ad jetivación ,

m etáforas, com p aracion es y s in écd o q u es— que conform an una im a g en autorreferencial del

esp acio . E s decir, en este recurso el narrador trata de hacer ev id en te en d icha d escrip ción

que es un tex to literario, lo que n o encontram os en el p ro ceso d escrip tivo de la prim era

im agen del p u eb lo don d e se u sa un m o d e lo realista. N o obstante, en la segu n d a d escrip ción

don d e in ten c ion a lm en te se pretende ev id en ciar el trabajo literario, es m ás cercana a la

v is ió n del autor, lo que exp resa esta co n v ersió n del lugar en un p a isa je .161

161 El escritor al referirse al pueblo de Icamole lo describió como «un caserío apenas en medio de un desierto muy interesante. Está rodeado de cerros y tapizado de una arena casi como del fondo del mar de la que surgen unas plantas delgadas y altas que dan idea de plantas marinas. No se necesita escarbar mucho para recoger fósiles marinos de este lugar» (Sánchez, 2008).

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E n cuanto a lo s e lem en to s que conform an este segu n d o esp a c io , é sto s con stitu yen

en su conjunto una e sp e c ie de p aisaje m arino que contrasta co n la im a g en del desierto , pues

aquí se m en cion an co m o parte de su d isp o sic ió n «arena, con ch as, caraco les, n au tilos y

tr ilob ites» así co m o plantas que danzan co m o si fueran a lgas m o v id a s por la corriente

m arítim a. O tro e lem en to m en cio n a d o en el paisaje son las rocas que « a com od ad as» por el

e fec to del agua o p o n ién d o se así a la im a g en de las casas d esa lin ead as de Icam ole . La

p resen cia del o céa n o se ob serva tam b ién en las m arcas d e la s o la s que han g o lp ea d o lo s

cerros que flanquean este e sp a c io por lo cual aun cuando lo s e lem en to s m arinos están

p etrificad os, la d escr ip c ión de las p lantas m e c ié n d o se al aire y la reiterada v is ió n del m ar en

m o v im ien to parecen dotar de v id a a este e sp a c io inerte.

L u cio , por el p arecido con la orografía de Icam ole , in fiere que e ste lugar es el

m ism o que v ieron Fritz y Petra, de este m od o , la lectura fu sio n a lo s d os esp acios: el

prim ero, representado co m o real frente al segu n d o que surge de la tram a n o v e lesca . C on

esta estrategia el relato co n fu n d e lo s lím ite s de lo s d os esp a c io s , así co m o en la m eta lep sis

entre lo s p ersonajes de A nam ari, M e lq u ised ec y R e m ig io con lo s de las n ovelas: B abette,

E u stac io y Z im bronski.

E l narrador, adem ás, reafirm ará esta segu n d a im agen esp acia l con otras referen cias

a esta particularidad de la geo g ra fía que describ en el terreno de Ica m o le co m o «una cu en ca

de o céa n o m uerto» para usar lo s v erso s de O thón.

E n co n c lu sió n , la im a g en del d esierto co m o un p aisaje m arino in v ierte la va lorac ión

anterior al superponer una n u eva ico n o g ra fía p len a de e lem en to s y al ev id en ciar las m arcas

y el trabajo del d iscu rso literario, sin em bargo aunque esta im a g en está organ izada co m o un

paisaje, de tod as form as lo que se describ e es un o céa n o m uerto, un cem en terio m arino lo

que con firm a la s im b o liza c ió n de la prim era rep resen tación de Icam ole .

4 .4 .2 .3 E l e sp a c io d e la h is to r ia

A hora b ien , en este u n iv erso literario de T o sca n a p o d em o s id en tificar una tercera im a g en la

cual deriva de lo s aco n tec im ien to s h istó r ico s su ced id o s en Icam ole , en 1896 , cuando

P orfirio D ía z , perdido en el d esierto n eo lo n és fu e derrotado en una cruenta batalla por las

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tropas del Gral. M ariano E sco b ed o . E ste p asaje — por ob v ia s razon es— p o co co n o c id o por

la h istoria n acion a l se inserta en la n o v e la m ed ian te la h istoria del so ld ad o P edro M on tes,

quien m uere en esta o fen siv a . E l narrador refiere tam b ién que perdieron la v id a n u m erosos

so ld ad os del ejército de D ía z , p u es las p lantas e sp in o sa s y el «terreno de fo n d o de m ar con

tanta p iedra esparcida, a lgunas redondas, la m ayoría filo sa s , resu ltó p é s im o para huir».

A n te tan m a y ú scu lo fracaso y núm ero de m uertos, P orfirio D ía z llo ró la an iq u ilación de su

ejército , g an án d ose la s burlas y el sobrenom bre del L lorón de Icam ole . D e este su ceso ,

borrado d e lo s libros de tex to de H istoria , da cuenta M au ric io M a g d a len o señ a lan d o que la

causa del desastre fueron las h o stile s particularidades del terreno:

En tierra de Tamaulipas, en la línea fluv ia l de la frontera, el general Porfirio D íaz discutió

a Lerdo sus títulos constitucionales y sufrió, con sus amigos Treviño, Naranjo y González,

dos memorables descalabros. M atamoros e Icamole sellaron aquella frustrada incursión

del caudillo suriano en la estepa del Norte, E l general Díaz, no olvidó la lección; en última

instancia no lo derrotaron Escobedo y Fuero: lo derrotó la inmensidad del suelo

deshabitado, «la llanura sin fin , seca y ardiente» (M agdaleno, 1950: 102).

D e sp u é s de la batalla perdida por la aridez del su elo , lo s pob lad ores sepultaron a lo s

so ld ad os en el s itio donde cayeron , por eso , d ice el narrador que en Ica m o le es com ú n «que

al excavar para una fo sa séptica , u n o s c im ien to s o un p o zo de agua, se profane una de esas

tum bas im p rov isad as [...] «E sta tierra n o se escarba», d icen lo s ica m o len ses , « se rom pe y la

costum bre ordena h acer el m ín im o de ex ca v a c io n es» (3 7 ). L a im a g en de p u eb lo sem brado

de cuerpos de so ld a d o s refuerza la s im b o liza c ió n de este lugar c o m o un in m en so

cem enterio .

D e esta form a, por este «m em orab le d esca lab ro» , co m o lo ca lifica M agd a len o , que

n o so lo deja una serie de recu erd os a lo s pob ladores, tam b ién cuerpos y b a las regadas por el

árido terreno y la reliq u ia co m o testim o n io de este su ceso h istórico , Ica m o le se v u e lv e un

lugar de la m em oria cu y o corazón es la cap illa del A rcán gel G abriel. D ic h o lugar

salvaguarda una carta de am or encontrada en la m o ch ila de P edro M on tes, ob jeto de

ven erac ión que lo s p ob lad ores han guardado en un frasco de v id r io y que m o tiv a la

con stru cción d e la rudim entaria cap illa para amparar este te stim o n io orig inario y s im b ó lico

de la infortunada g esta desarrollada en el p ueb lo .

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P or otra parte, la in c lu sió n de un pasaje h istór ico le perm ite a T oscana, adem ás,

hablar de la d istorsión que la m em oria c o le c tiv a p u ed e hacer de la H istoria , p u es las

m ujeres de Icam ole , rev e la el narrador, trasladaron en el tiem p o esta batalla su stitu yén d ola

por un pasaje d e la R e v o lu c ió n y así

[...] prefirieron hablar de las aguerridas esposas, ancianas y vírgenes que habían

salvaguardado su honra con uñas y mordidas, no con el llanto de Porfirio Díaz, y al pasar

el tiempo, modificaron tantas circunstancias de esas batalla que acabaron en convertirla

en otra, con diferentes adversarios, en una fech a muy posterior, cuando don Porfirio y a ni

siquiera estaba en M éxico (68).

P or eso , en lugar de tener co m o h éroe al L lorón de Ica m o le e lig iero n la figu ra viril

de P an ch o V illa y su v ic to r io so ejército del N o rte .

4 .4 .2 .4 L u g a r e s e m b le m á tic o s

E n cuanto, al s istem a de s itio s que con figu ra el e sp a c io d ieg é tico de esta n o v e la se pueden

loca liza r d os lu gares re levan tes; la b ib lio teca y la cap illa ; en tanto que la prim era resguarda

lo s 130 lib ros que han escap ad o de la in q u isid ora crítica de L u cio , la cap illa resguarda un

te stim o n io h istór ico , la carta del so ld a d o . A m b o s esp a c io s son lugares em b lem á tico s de la

cultura occid en ta l y con d istin tos sen tid os sacralizad os por el im agin ario c o le c t iv o co m o se

p u ed e com probar en sus in num erab les rep resen tacion es artísticas y literarias. S in em bargo

en este u n iverso , el autor invertirá esto s va lores, co m o señ a lé al in ic io del an á lisis de esta

n o vela , m ed iante la con fron tación d e las op u estas p ersp ectivas y v a lo ra c io n es de lo s

p erson ajes.

P or ejem p lo , sobre el prim er sitio , a la pregunta de por qué fundar una b ib lio teca en

este d esierto don d e adem ás a nad ie le in teresa la lectura y lo s libros, el narrador exp licará

que su creación o b ed ec ió a una p o lítica gubernam ental. Para L u cio , en cam b io , la respuesta

es otra, pu es, en este co n tex to , « así co m o el agua h ace m ás fa lta en el d esierto y la m ed ic in a

en la en ferm edad, lo s libros son in d isp en sa b les donde nadie le e » (1 3 3 ). P ero la op in ió n del

ex ig en te b ib lio teca r io n o es com partida por el resto de lo s personajes ni por lo s p o lic ía s que

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in v estig a n la d esap arición de la niña, p u es lo s libros, d ice u n o de lo s p ob ladores de Icam ole

«C uentan co sa s que n o ex isten , son m entiras. Si acerco las m an os al fu eg o [...] m e quem o;

si m e en cajo un cu ch illo , sangro; si b eb o tequ ila , m e em borracho; pero un libro n o m e h ace

nada, sa lv o que m e lo arrojes en la cara» (35).

E ste m en o sp rec io del p u eb lo por la literatura y por la b ib lio teca (q u e recupera la

v ie ja d iscu sió n sobre la u tilid ad de la literatura y la de la o p o sic ió n verdad-m entira) se

expresa , adem ás, en la au sen cia de u su arios al recin to cu y o abandono exp resa

figuradam ente en e l deterioro de las letras del recin to en las que apenas se puede leer la

palabra biblio; la s letras restantes, d ice el narrador, am an ecieron « h ech as m igas en el su e lo

por e fec to de la edad y el abandono» (3 3 ). E l nom bre in co n c lu so del lugar es un s ím b o lo de

la crecien te d ecad en cia n o so lo del recin to sin o tam b ién de su ú n ico habitante, de h ech o es

la m irada de este personaje quien fo c a liz a este deterioro cau sad o por el tiem p o y la apatía.

E n cuanto a la cap illa , habrem os de recordar que lo que m o tiv a su ed ifica c ió n e s la

carta de am or del so ld ad o , n o las creen cias re lig iosas; e s e l tex to escrito e l que insp ira su

con stru cción , aunque en e l p ro ceso se u se la ico n o g ra fía cristiana, p u es para acom pañarlo

— ex p lica el narrador— prim ero se con stru yó una cruz, lu e g o un altar y por ú ltim o el

austero tem p lo en cu ya d escr ip c ión le e m o s que se con form a por silla s d es ig u a les — de

m adera, p lástico , m im bre, p leg a b les , ríg idas, aco lch on ad as, de co lo res o d esco lo r id a s— y

d os íc o n o s re lig io sos: la carta de am or del so ld ad o P edro M o n tes y un libro de p o esía

erótica titu lad o C o plas g u a d a lu p a n a s que una beata se robó de la b ib lio teca de L u c io

pen san d o que era un tex to sacro. N a d a en este e sp a c io proyecta arm onía lo que se

m an ifiesta en e l m ob iliar io d esigu a l que lo ocu p a — y que n o s recuerda a las desa lin ead as

casas del p u eb lo— . A d iferen cia de la b ib lio teca , este e sp a c io es v is ita d o d iariam ente para

rezar por la lluvia; sin em b argo lo s ica m o len ses han d istorsion ad o la naturaleza y p rop ósito

de lo s ob jetos guardados tal y co m o d istorsionaron lo s h ech o s h istó r ico s ocurridos en esta

región . E ste es un tem p lo a la ign oran cia y a la sinrazón . P or tanto, así co m o T oscan a en la

representación de la b ib lio teca v ilip en d ia la m ala literatura y d esacra liza e l lugar

subvirtiendo lo s v a lo res que sobre este s itio p o see la cultura occ id en ta l, así tam bién

d esacra liza la ca p illa m ostrando paradójicam ente e l cu lto e x c e s iv o de nuestra cultura hacia

la escritura, aunque sea de lo s m a lo s libros.

T od as estas im á g en es del e sp a c io que e l tex to v a sed im en tad o y que surgen por las

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re lac ion es que se estab leen entre las d istin tas p ercep cion es, g e s to s y a cc io n es de sus

habitantes y lo s d iferen tes ob jetos que lo conform an, proyectan , sin em bargo un ú n ico

esp a c io que el lec tor reúne en una so la representación al con clu ir la n o v e la . Sin em bargo,

en el m undo del tex to , es L u c io qu ien p u ed e hacer esta sín tesis esp ac ia l, revelan d o la

su p erp osic ión de im á g en es acum uladas en el transcurso del tiem p o y que le otorgan al

esp a c io d ieg é tico un carácter d en so y sim b ó lico . C o m o m uestra de esta a firm ación v ea m o s

la d escr ip c ión que L u c io h ace a R e m ig io del p u eb lo , la cual instaura una im agen

cron otóp ica que anuda en un punto p resente tod a la h istoria de Icam ole:

Lucio señala a su izquierda para explicar p o r dónde entró el ejército de Porfirio D íaz y a

la derecha para indicar la llegada de los federales. Esta tierra tiene historia y prehistoria,

dijo, porque p o r ese extremo también llegó un ictiosaurio para devorar un p ez ¿y p o r qué

no?, esa ruta debió tomar M elquisedec con Babette a cuestas Justo donde la corriente es

más intensa y tuerce las algas y afina los arrecifes (119).

L a d escrip ción del personaje esta b lece d os p o lo s esp a c ia les o p u esto s f ís ic a e

id eo ló g ica m en te y v a r io s n iv e le s tem p ora les cu y o centro es su cuerpo y su en u n ciación

presente m ed ian te la cual co n v o ca una serie de tiem p o s pretéritos: la g esta de D ía z , la

rev o lu c ió n m ex ica n a y en un gran sa lto h acia atrás, la prehistoria del lugar, cuando

surcaban las aguas del m ar lo s grandes m on stru os de antiguas eras, para regresar a la

historia p resente — en la que M elq u ised ec lle v a lo s tam b os al p u eb lo— y de n u evo ,

dilatando el t iem p o retorna h acia lo s a lbores de este territorio, cuando to d a v ía era océan o .

C o m o se p u ed e observar, d esp u és de analizar el e sp a c io de la n o v e la E l ú ltim o

lec to r , su form a d e organizarse, sus fu n c io n es y ex p resió n s im b ó lica e id eo ló g ica , lo que en

la prim era im p resión n o s parece una ex ten sió n desértica , casi v a c ía del e sp a c io f ís ic o la

lectura analítica v a revelan d o una m etáfora esp acia l p len a de s ím b o lo s y va lo res; una

representación esp acia l que estratifica varias im á g en es que son el te stim o n io de la

transform ación del tiem p o m ateria lizad o en el esp acio . Y así co m o el relato se construye

con las hebras de var ios te jid o s — las de lo s tex to s subordinados y la s del relato prim ero

con form an d o un u n iv erso cu yas hebras m ezc la n la f ic c ió n y la rea lid ad — , así tam b ién se

m ezc la el e sp a c io en que se le e con el del e sp a c io le íd o h ac ien d o en la ex ten sió n u n o so lo ,

d en so y p leno .

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4.5 Conclusiones

C o n clu y en d o esta prim era parte, p o d em o s afirm ar que in c lu so cu an d o las prim eras

im á g en es del d esierto m ex ica n o — descritas por m esoam erican os, conquistadores,

co lo n iza d o res y p o lít ic o s lib era les d e c im o n ó n ic o s— p royectan un e sp a c io h o stil, bárbaro y

agreste, en las rep resen tacion es territoriales surgidas de lo s grupos q u e habitan estas

reg io n es se generan n u ev a s in terpretaciones sobre el territorio que dan lugar a otras lecturas

y s ig n ifica d o s. E s p o sib le , por tanto, hablar, en ton ces, n o de u n o sin o de varios d esiertos de

acuerdo con lo s s ig n ifica d o s que le s atribuyen la s com u n id ad es que lo s interpretan,

representan y se apropian de sus territorios, en este ca so s im b ó licam en te , m ed ian te lo s

tex to s literarios.

D e sp u é s de este repaso d iacrón ico de las rep resen tacion es del d esierto del norte,

d esd e las im á g en es m esoam erican as hasta las m ás actuales se p u ed e co n clu ir en esta

prim era parte que el im agin ario de este paisaje es p o lisem á n tico . E n la actualidad, n u ev o s

e lem en to s ico n o g rá fico s, otros recursos d escrip tivos, form as narrativas y la u tiliza c ió n de

n u ev o s m o d e lo s para organizar la realidad esp acia l, d erivados a lgu n os de una relación

afectiva con el territorio resig n ifica n este e sp a c io literario, gen eran d o m etáforas, s ím b o lo s y

lecturas del desierto norteño que se o p on en a las arraigadas rep resen tacion es. E n sus

im á g en es, sin em bargo, se p u ed e descubrir una dualidad en su naturaleza, una paradoja,

co m o afirm a agudam ente el fo tó g ra fo del desierto , y co a h u ilen se de n acim ien to , A lfred o de

Stefano:

E l desierto es vida, sí, reconozcámoslo; pero es una vida dura, seca, con form as

endurecidas capaces de resistir el fr ío nocturno y el calor, la quemazón del día. E l desierto

es también muerte para las form as de vida no adaptadas a él. E l desierto es lo que avanza

con la tala desproporcionada de nuestros bosques, con la explotación irracional de

nuestras selvas. E l desierto es de donde escapamos al crear la civilización pero es también

a donde nos dirigimos debido a nuestro trato irrespetuoso con la naturaleza. Desiertos

dramáticos y fríam ente bellos en los que solo unas cuantas criaturas, adaptadas,

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endurecidas, sobreviven. Y si no reflexionamos a tiempo, el mundo entero será, algún día,

un gran, enorme desierto (1992).162

E n este p asaje D e S tefan o co n d en sa v a so s de lo s s ig n ifica d o s que actu alm en te se

h acen presen tes en lo s d isp o sit iv o s d iscu rsiv o s de la literatura y el arte del norte de M éx ico .

U n esp a c io que es al m ism o tiem p o una exp resión de v id a y una exp resión de m uerte,

am enaza la ex isten c ia de q u ien es n o p erten ecen a este lugar, pero forta lece el carácter de

q u ien es han n acid o aquí y logran adaptarse a estas co n d ic io n es de v ida. E l d esierto con su

tranquilidad y a is lam ien to es re fu g io para el sujeto que h u ye de la c iu d ad , e sp a c io hum ano

creado en o p o s ic ió n a la naturaleza. E l d esierto representa adem ás el a is lam ien to actual de

lo s in d iv id u o s en el ca o s de las grandes u rb es, es por tanto una m etáfora de la v id a hum ana

tal y co m o lo presenta en S a n ta M a r ía d e l C irco (1 9 9 8 ) y E l ú ltim o lec to r (2 0 0 4 ), D a v id

T o sca n a d on d e el d esierto del norte tom a un singu lar p rotagon ism o.

162 Tomado del discurso inédito que leyó con ocasión de la presentación de su libro, De parajes sin futuro. Off futurless landscapes (1992).

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5. TIERRA DE GUERRA VIVA. EL NORTE BÁRBARO

¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores visten / sus

rojas togas, de finos brocados; y lucen brazaletes de

amatistas, / y refulgentes anillos de esmeraldas espléndidas?

¿Por qué ostentan bastones maravillosamente cincelados/en

oro y plata, signos de su poder?

Porque hoy llegan los bárbaros; / y todas esas cosas

deslumbran a los bárbaros.

Constantino Cavafis

5 .1 E l im a g in a r io d e l b á r b a r o

E l presen te cap ítu lo aborda el im agin ario de la barbarie, u no de lo s m ás antiguos

constructos soc iocu ltu ra les que surge en el d escu b rim ien to de la alteridad; cuando el Y o

p ercib e la d iferen cia en el O tro, y lo ju zga in ferior. E l térm ino «bárbaro», así co m o sus

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variantes, sa lva je y p rim itiv o , co m o se sabe, exp resa u n a d esca lifica c ió n de la otredad —

in d iv id u o , grupo socia l, lugar— , d esd e la p ersp ectiva de qu ien la p ercibe, eva lú a y ju zga .

E n nuestro an á lisis n o s circu n scrib im os a estudiar la representación del territorio del norte

de M é x ic o en su re lación con d ich o im agin ario : su origen , con stru cc ión e in flu jo en el

deven ir h istó r ico so c ia l de este territorio y su fuerte arraigo en el im agin ario co lec tiv o .

C o m o v im o s en el cap ítu lo anterior, a la lleg a d a de lo s esp a ñ o les , el e sp a c io

septentrional que se ex ten d ía d esco n o c id o y sin lím ite s m ás allá de la N u e v a E spaña se

co n c ib ió v a c ío y n o d om esticad o , n o obstante transform able y su scep tib le de d om inación .

C ontribuye a d icha co n cep c ió n de e se e sp a c io a jeno a la realidad de lo s eu rop eos, las

form as de v id a de lo s n u m erosos p u eb lo s que lo habitaban, las cu a les d iferían radicalm ente

de lo s n u ev o s ocupantes. L a in com p ren sión h acia estas form as d istin tas de ser, pensar o

actuar fu e el m o tiv o para im putarles la antigua n o c ió n de bárbaros y ju stifica r la im p o sic ió n

de la n u ev a cultura. A s im ism o , del frontal rech azo a la acu lturación surge una

representación del norte co m o un e sp a c io de resisten cia , un con traesp acio bárbaro, op u esto

al avan ce de la c iv iliz a c ió n occid en ta l.

E n este cap ítu lo an a lizam os có m o se con stitu ye en el im agin ario esta representación

y cu á les son lo s rasgos que la id en tifican . P artim os del argum ento de que aun cuando d ich o

im aginario tu v o su origen durante la con q u ista y c o lo n iza c ió n esp añ o la p erm an ece v ig en te ,

y ha v en id o tom an d o cuerpo en d iferen tes actores y su ceso s en el decu rso h istór ico socia l

del territorio, pero sin m od ificar esen c ia lm en te las características que lo conform an. En

con secu en c ia , la s im á g en es n ovoh isp an as del e sp a c io del norte que fundaron su

representación co m o un e sp a c io de guerra, una tierra de nadie, un lugar de bárbaros,

tod av ía p erv iven en el im agin ario c o le c t iv o y se expresan con d iferen tes m atices, n o so lo en

la literatura y el arte, aún en otro tip o de d iscu rsos que se con sid eran m ás « o b je tiv o s» co m o

lo s h istóricos, lo s de lo s m ed io s de co m u n ica c ió n y aún lo s o f ic ia le s adquiriendo, d esd e

ciertas p ersp ectivas, carta de naturalización .

A fin de dem ostrar estas afirm acion es, prim eram ente se e x p lica la n o c ió n de bárbaro,

su origen e historia. E n un segu n d o m o m en to se rev isa có m o d ich o im agin ario es un

fu ndam ento para entender la con figu rac ión g eo p o lítica , s im b ó lica y cultural del norte

m ex ica n o . P or ú ltim o , se ab oca a una rev is ió n d iacrón ica de d iferen tes tex to s literarios,

in ic ia n d o d esd e las crón icas esp añ o las hasta llegar a la actual n o v e la p o lic ia ca y de gén ero

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negro para id en tificar lo s atributos que con form an esta rep resen tación del territorio

septentrional.

¿C uál es el p e so del im agin ario del bárbaro en la creac ión territorial del norte co m o

esp a c io g eo p o lít ic o , soc ia l y cultural? ¿ C óm o contribuye a la con fo rm a ció n de u na im agen

identitaria del e sp a c io y sus habitantes? ¿Q u é tip o de narrativas conform a? ¿ C óm o se

exp resa en el d iscu rso d ich o im aginario? ¿Q u ién es so n lo s n u ev o s bárbaros y có m o tom an

cuerpo en la narrativa actual del norte? E sas son la s p rin cip ales preguntas que orientan el

desarrollo de este capítu lo .

5 .2 L o s b á r b a r o s y su s a tr ib u to s en la h is to r ia d e o c c id e n te

Nada hay de salvaje ni de bárbaro en este país, por lo que me

han informado, cada quien llama bárbaro a lo que no forma

parte de sus hábitos.

Montaigne

E l im aginario acerca del bárbaro y de la barbarie es tan antiguo co m o el del desierto ,

aunque el térm in o «bárbaro» (PápPapo?) surge en la G recia c lá sica , dado que la n o c ió n

im p lica una p ercep ció n y con stru cción etn océn trica y va lorativa acerca del «O tro», nace

con la m ism a socied ad hum ana. E n sus in ic io s , la exp resión griega so lo h a c ía referen cia a

una d istin c ió n lin g ü ística entre ciu d ad an os g r ieg o s (n o so tro s) y lo s extranjeros ( lo s otros)

que n o hablaban el id io m a h e lé n ic o ;163 con el t iem p o qu ed ó zanjado el sen tid o lin g ü ístico

del térm ino, p u es se con v irtió en un ad jetivo p eyorativo que señ alab a la superioridad de la

raza y la p o lítica griega. A s í fu e co m o in ic ió un p ro ceso co m p le jo en perm anente

con stru cción que in vo lu cra asp ectos étn icos, cu lturales, p o lítico s , r e lig io so s , é tico s y

so c ia le s que con form ó un sistem a a x io ló g ic o de im á g en es op u estas sobre la b a se de las

categorías « c iv iliz a c ió n » y «barbarie». L a ex p resió n de bárbaro o barbarie tien e un sentido

rela tivo al referirse al extranjero que n o co n o c e el id io m a del c iv iliza d o ; pero tien e adem ás

163 La palabra es una onomatopeya de origen griego que significa el que balbucea y hacía referencia a los extranjeros, principalmente a los persas que desconocían o no podían hablar bien el idioma griego.

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un sen tid o ab so lu to al u sarse con el s ig n ifica d o de cruel, sa lvaje, p rim itivo . D e igual form a,

el térm ino « c iv iliz a c ió n » 164 p o see d os sentidos: por una parte d escrib e lo s rasgos

id io sin crá tico s de un determ inado p u eb lo , pero adem ás, h a y una p ersp ectiva q u e eva lú a y

san cion a la cultura de lo s «otros» seres hu m an os u «otras» so c ied a d es (T od orov , 2013: 39).

P or otra parte, u n o de lo s asp ectos re lacion ad os con el bárbaro es el tem or q u e han

p rovocad o en d iferen tes ép o ca s a p u eb lo s q u e sien ten am enazada su c iv iliza c ió n .

A lessan d ro B a r icco h ace notar al resp ecto que este m ied o a ser destru ido por las tribus

bárbaras es m u y antiguo, por lo cual: « Im á g en es de d esertificac ión , de jard in es saqueados

por n óm adas y d e e d if ic io s en lo s que pastan lo s rebaños son recurrentes en la literatura de

la d ecad en cia d esd e la antigüedad hasta n uestros d ías» (20 0 6 : 15).

L o s grieg o s, por ejem p lo , sin tieron tem or y d esp recio por lo s persas y to d o s

a q u ello s que n o se rigieran por las reg las de la c iv ilid a d h e lén ica y pudieran d esestab ilizar

el orden p o lít ico y soc ia l esta b lec id o m ed ian te sus le y e s ; a to d o s esto s lo s estigm atizaron

co m o bárbaros, segú n se p u ed e com probar en n u m erosos tex to s de esa época . U n a de estas

fu en tes im portantes para com prender esta separación entre la c iv iliz a c ió n y la barbarie es la

m onum ental obra de H erod oto , L o s nueve lib ro s de H is to r ia , co m o lo dem uestra D ie g o

V ilc h e s Parra (V ilch es , s. f .) en un interesante a n á lisis acerca de la p ercep ción sobre lo s

extranjeros en lo s relatos de v ia je del autor h e lén ico . V ilc h e s Parra exam in a lo s co n cep to s

que d efin en a la figura del bárbaro a partir de las d escr ip c io n es que h izo el padre de la

h istoriografía sobre lo s an tigu os p u eb lo s de m ed io oriente. C o m o g r ieg o , H erod oto u só este

térm ino para d iferenciar a lo s ciu d ad an os de la « h é la d e» de lo s p u eb lo s extranjeros que

ob servó en sus v ia jes h acia esas pretéritas reg io n es y , co m o señ a la V ilch es , esta

d esig n a c ió n n o es to ta lm en te neutra, p u es la d e fin ic ió n c o n llev a un m atiz de poder y

d om in ación . L a d istin c ión entre el g r ieg o y el extranjero tom aba co m o asp ectos

fu n d am en tales la sangre, la len gu a, la re lig ión , las costu m b res y las form as de organ ización

p o lítica y so c ia l, de lo s cu a les lo s h e lé n ic o s se en orgu llec ían . V ilc h e s h ace notar que

H erod oto , en la s o b serv a c io n es acerca de las costu m b res de lo s p u eb los, so lo expresa

164 Señala Todorov que las formas que adopta el avance hacia la civilización son múltiples. Una tiene que ver con la extensión de lo que designamos como «nosotros». Siguiendo a Goethe, en su texto Las épocas de la cultura social, el punto más cercano a la barbarie es el grupo humano que solo conoce a los individuos que forman parte de su familia, descripción cercana a la de paleontólogos y antropólogos [...] El estado superior se alcanza cuando acceden a la universalidad, cuando descubren ideales comunes... (Todorov, 2013: 40). Reconocer la pluralidad de grupos, de sociedades y de culturas humanas, y colocarse a la misma altura que los otros, forma parte de la civilización.

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ju ic io s p o s it iv o s en el caso de lo s eg ip c io s , aunque advierte que n o p u ed en v iv ir sin rey, lo

que lo s dem erita, p u es e so lo s h ace sú b d itos y n o c iudadanos libres co m o lo s grieg o s. E n

cam b io , a lo s e sc ita s lo s ca lifica n egativam en te por ser nóm adas, n o labrar la tierra, no

construir c iudades, n o co n o cer de le y e s ni de ju stic ia ; a sim ism o , lo s con sid era cru eles en

extrem o y lo s ju z g a p eyorativam en te por sacrificar h u m an os y m utilarlos, y , p eor aún, por

ser antropófagos. E n cuanto al rey de Persia, Jerjes, lo describ e co m o tirano, cruel y

autoritario: un bárbaro, a sí que m ientras que lo s d ésp otas persas v iv e n bajo un sistem a

tiránico, lo s g r ieg o s son libres, han constru ido c iu d ad es dem ocráticas y se d istin gu en por

sus m o d o s urban izados y , por ende, c iv iliza d o s . V ilc h e s Parra m uestra en este an á lisis

có m o las d escr ip c io n es de H erod oto y sus v a lo ra c io n es denigratorias influ irán grandem ente

en la h istoria del im ag in ario del bárbaro en la v is ió n occid en ta l acerca de O riente, n o so lo

en las guerras de R econ q u ista , in c lu so su in flu en c ia se deja v er en el crecien te terror

europeo h acia M ed io O riente, el cual p erv iv e hasta nuestra actualidad d eb id o a lo s recien tes

su ceso s don d e c ien to s de personas han perd ido la v id a por cau sa de lo s grupos

fund am en talistas árab es.165

A h ora b ien , durante el transcurso del im p erio rom ano esta exp resión se u só para

referirse a to d o aquel p u eb lo que am enazaba sus fronteras — co m o lo s su ev o s, a lanos,

v is ig o d o s , hunos; lo s am en azan tes p u eb lo s n orteñ os— , im p u tán d o los con lo s rasgos de

p rim itivos, sa lvajes e in d óm itos. S i b ien es cierto, n o ex istía n lin d es f ís ic o s que d efin ían el

im p erio , las fronteras se delim itaban por el e sp a c io g e o p o lít ic o estab le , don d e se había ya

instaurado el orden rom ano. H a c ia el exterior de e so s con torn os n o se v iv ía bajo las

costu m b res y el orden de la p o lis , por lo que sim b o liza b a el ca o s puro m an ifestad o en la

crueldad, la v io le n c ia y el sa lva jism o:

Lim es imperii com o se denominaba a la zona periférica del territo propiamente romano, que

los separaba del mundo de los pueblos «bárbaros» y cuya finalidad no solo era establecer o

marcar diferencias entre sociedades diversas, sino que también tenía interés militar y

aduanero; más que un límite era una zona estratégica que señalaba el territorio aledaño del

165 Cabe destacar aquí que en la conquista y colonización del mundo americano, como veremos, este imaginario occidental del bárbaro será intermediario ante la nueva realidad, hasta el punto de que si uno compara los rasgos culturales con los que Herodoto representó a los escitas con los que los cronistas españoles describen a los chichimecas, por ejemplo, serán casi los mismos. Por eso es fácil identificar a los chichimecas con el concepto del bárbaro.

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dominio de Roma y que podía servir de base para posteriores conquistas (Ortelli, 2011:

503).

P osteriorm en te, y a en la ép o ca m ed iev a l, el cr istian ism o im p u so una co n cep c ió n

distin ta en este im agin ario in flu id o por el p en sam ien to de lo s P adres de la Ig lesia ,

esp ec ia lm en te san A m b ro sio y san A g u stín , co m o ex p lica E m ili M itre F ernández (1997:

2 1 -2 2 ). San A g u stín co n c ib ió d os tip o s de civitas: una en la que se v iv ía segú n el orden

esta b lec id o por D io s a través de sus le y e s ; y la segunda, don d e lo s habitantes habían

perturbado este orden original del m u n d o r ig ién d o se por « a c to s puram ente carnales» . L a

m isió n de lo s gob ern an tes de la Tierra, por tanto, era restab lecer e se orig inal estad o de

co sa s y m antenerlo , así fuera m ed ian te el u so de la s arm as. S in em bargo, n o so lo las fuerzas

externas del m al ejercían un poder perturbador, de h ech o estas se person ificaron , tam bién ,

en d istin tos actores, co m o lo s c ism á tico s grieg o s, lo s ju d íos, m udéjares, lo s h erejes, y sobre

to d o lo s m u su lm an es, lo s cu a les d esd e lo s s ig lo s VII cargaron con el estigm a del bárbaro,

aunque este fu e resig n ifica d o , M itre F ernández ex p o n e este p ro ceso co n claridad en el

pasaje sigu iente:

Desde los siglos VII- VIII los musulmanes imputaron con esta mácula. Su barbarie procedía

no de su alejamiento de la romanidad sino de su exclusión de la ciudadanía de la Jerusalén

celestial.

Los conceptos vertidos sobre la imagen del musulmán contribuyeron a fo rja r un fuerte

sentido de alteridad. El desprecio al musulmán en la prim era m itad del siglo VII pudo venir

en función de sus gentes, raza, nación com unidad o grupo de hombres, más que en virtud

de su religión. Sin embargo, desde fin es del siglo X I el musulmán, bien fuera turco o

sarraceno, será el enemigo público número uno, el blanco exótico de la feudalidad

conquistadora, el fu era de la ley que rechaza someterse a su señor, el enemigo metafísico

que la Cristiandad buscaba ansiosamente para darse a sí misma un vínculo de unidad

(1997: 24-25).

L o s m u su lm an es, en ton ces, fueron in v estid o s con lo s an tigu os atributos del bárbaro,

por lo cual, en nom bre de la fe , lo s cristian os acom etieron la guerra contra el Islam

co n v en c id o s de que era su deber restab lecer el orden prim ordial. A sí ju stificaron la

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reconquista de lo s territorios « en su c ia d o s» (M itre Fernández: 2 6 ) por lo s h ijo s de M ahom a.

D e este m od o , la ca tegoría del bárbaro en el in ic io de este entram ado a x io ló g ic o , co m o

categoría que in c lu y e una interpretación de la alteridad es an tón im o de h elen o ,

posteriorm ente será d e rom ano, lu e g o cristiano y en to d o s lo s ca so s de «an im al p o lítico o

ciudadano» (Sheridan P rieto, 2015: 109).

D e este m od o , la frontera que d iv id e am b os territorios, el c iv iliz a d o y el bárbaro, fu e

adquiriendo una co n n otac ión b é lica , co m o señala Sara O rtelli: frontero y fronterizo hacía

referen cia a lo «p u esto y co lo ca d o enfrente d e otra co sa y se relacion ab a con lo s térm inos

del latín con trarius, co n tra p o situ s y a d versu s» (5 0 3 ).

D ich a representación esp acia l guerrera afianzada por la co n cep c ió n m ed iev a l acerca

del bárbaro c u y o s fu n d am en tos fueron las con tien d as contra el is la m en la p en ín su la ibérica

in flu irá y orientará tam b ién en el p ro ceso de la con q u ista de las tierras am ericanas. T od orov

advierte que a partir del s ig lo XV las d os a cep c io n es d e bárbaro, la de «extranjero

in co m p ren sib le» y la de «cruel y sa lvaje» , entrarán en ten sió n porque en esta ép o ca lo s

eu rop eos em prenden v ia je s y con q u istas, y b u scan c la sifica r a tod as esa s p o b la c io n es

n u evas para e llo s . L a m ayoría de aq u e llo s exp ed ic io n a rio s o con q u istad ores le s atribuyeron

a las so c ied a d es d esco n o c id a s el sen tid o ab so lu to de bárbaros, porque al co n ceb ir lo s

in feriores se ju stifica b a su e sc la v iza c ió n o ex term in io , co m o ocurrió en la con q u ista

am ericana (T od orov , 2013: 3 6 -3 7 ).

E n su libro E l m ied o a lo s bá rb a ro s (2 0 1 3 ), T zvetan T od orov resum e y puntualiza

lo s atributos g r ieg o s que han sid o b a se de las características m ás d efin itorias de la figura

del bárbaro y su im aginario . P rim eram ente, lo s bárbaros « so n lo s que transgreden las le y e s

m ás fu n d am en ta les de la v id a com ún, y a que n o saben relacion arse con sus fam iliares en la

ju sta m ed id a» (3 1 ), adem ás de ser antrop ófagos, hacer sa cr ific io s h um anos, son m atricidas,

parricidas, in fan ticid as, e in cestu o so s . T am bién « so n lo s que m arcan una auténtica ruptura

entre e llo s y lo s dem ás hom b res» (3 1 ), por e so para reso lv er sus d iferen cias n o co n o cen

otro m o d o m ás que la v io le n c ia y la guerra a la s que «recurren sistem áticam en te» (32).

E stán cerca de la barbarie lo s que realizan sus actos m ás ín tim o s frente a las

personas porque se com portan co m o an im ales. N o tien e pudor «q u e es un rasgo

em in en tem en te hum ano, porque s ig n ific a ser co n sc ien te de la m irada de lo s d em ás» (32).

T am bién , a d iferen cia de lo s p u eb lo s en lo s que lo s c iudadanos son v is to s co m o ig u a les y

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tien en sistem as d em ocráticos, son bárbaros lo s que n o se agrupan en hábitats co m u n es ni

v iv e n en so c ied a d es que se rigen por le y e s com u n es; n o se relacionan con la fa m ilia y son

in cap aces de razonar, por lo cual son « ca ó tico s , arbitrarios y n o co n o cen el orden so c ia l»

(3 2 ). D e ahí que lo s p a íses en lo s que sus habitantes son v íc tim a s de la tiranía de un

déspota, son bárbaros.

T o d o s esto s rasgos, co n c lu y e T od orov , pued en agruparse en una so la gran categoría:

« lo s bárbaros son lo s que n o reco n o cen que lo s d em ás son seres h u m an os co m o e llo s , sino

lo s que consideran equiparables a lo s an im ales y se lo s co m en » (3 3 ). L o s bárbaros adem ás

n o razonan ni n eg o c ia n por e so prefieren la guerra; n o son d ig n o s de v iv ir en libertad por

eso v iv e n bajo un tirano; en la barbarie lo s su jetos n o se rigen por le y e s co m u n es propias de

la v id a urbana ni se re lacion an con otros grupos que n o sean lo s fam iliares, p u es v iv e n de

form a sa lvaje (33).

E n sum a, lo s bárbaros « so n aq u ello s que n iegan la p len a hum anidad d e lo s dem ás.

L o cual n o quiere d ecir que realm ente n o sepan que su naturaleza es hum ana, sin o que se

com portan co m o si lo s dem ás n o fueran h u m an os o n o lo fueran del to d o » (3 3 ) por eso

pued en ser cru e les en extrem o. A d vierte , adem ás, T od orov que esta d e fin ic ió n actualm ente

n o refleja el punto de v ista de n in gu n a p o b la c ió n en con creto , p u ed e ser en realidad

adoptada por cualquiera. E sta ú ltim a afirm ación , con sid eram os, p u ed e constatarse al

observar lo s recien tes su ceso s que s igu en confrontando y co n m o cio n a n d o a E uropa con el

M ed io O riente, abriendo así m ás la brecha entre am bas culturas y acrecen tando la

x en o fo b ia y el tem ar ante el Otro. O en nuestro país, al revisar la p ercep ción que se

p rom u eve d esd e el centro acerca d e las reg io n es del norte estigm atizad as actualm ente co m o

una g eo g ra fía negra por el fen ó m en o del narcotráfico.

5 .3 P o s ta le s d e la b a r b a r ie

E n la h istoria de nuestro país la co n d ic ió n de bárbaro ha sid o atribuida frecu en tem en te a lo s

m ex ica n o s o a sus in stitu c io n es, d esd e que lo s prim eros con q u istad ores e sp a ñ o les

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describ ieron a lo s n u m erosos p u eb lo s que encontraron a su lleg a d a y a lo s lu gares que

habitaban por e se en to n c e s .166

D e sp u é s de las im á g en es legad as por lo s prim eros cronistas, las cu a les cim entaron

fu ertem en te d icha representación , tal v e z el e jem p lo m ás parad igm ático de esta persp ectiva

in fam atoria p roven ien te de la len te extranjera, la encontram os en las m em orias de Isidore

L ow en stern , Viaje a M é x ic o (2 0 1 2 ) , que narran su recorrido por esta n ación durante lo s

años de 1827 a 1839. S e sabe que, co m o en otros tex to s de v ia jeros del periodo

d ec im o n ó n ico , la s ap rec iac ion es sarcásticas y n egativas h acia el país, lo s p a isa jes y

p obladores derivan de su im pronta id e o ló g ic a europea provista d e arraigados preju ic ios

hacia M é x ic o , su gob iern o , costum bres, c lim a, la exu b eran cia in d om ab le y sa lvaje de la

naturaleza y de su gente. D e e llo s , asevera, son p rim itivos, h o lgazan es, lad ron es, a sesin o s,

in d o len tes, im p ú d ico s — porque a lgu n os duerm en d esn u d os o m uestran sus cu erp os «sin

inm utarse» (2 2 2 ), d esco n fia d o s, traidores, p o co adeptos a ayudar y p u silán im es. L a im agen

m ás den igratoria de la in c ip ien te república y de sus p ob lad ores la ha dejado en un pasaje

b reve acerca del puerto de M azatlán en la que se deja traslucir el enorm e d isgu sto causado

por su fo rzo sa estan cia en este lugar don d e lo s com ercian tes extranjeros — ch in os,

a lem an es y norteam erican os— azu zad os por lo s « c e lo s y la acendrada antipatía» que había

entre e llo s , h acen «h acen m ás desagradable la v id a y a de por sí bastante fa stid io sa del

puerto» (2 3 6 ). N o obstante esta d esva lorizad a im p resión de lo s forán eos se queda corta al

leer la o p in ión que ten ía de lo s m ex ica n o s que v iv ía n en M azatlán , p u es e sto s son, afirma:

[ ...] la escoria de la nación, ya que solo acuden allí los que quieren hacer fortuna

cometiendo fraudes p o r sí mismos, como comerciantes, o tolerando fraudes ajenos, como

aduaneros.

La clase baja está form ada p o r una especie de léperos que viven en su mayoría de la

deshonra de sus mujeres y de sus hijas (236).

C o m o se aprecia, en la estam pa que ha dejado de la llam ada «P erla del P a c ífico » , en

este lugar parece concentrarse lo peor del país; aquí es don d e im peran lo s fraudes, el

166 El discurso de campaña de Donald Trump actualizó la representación del mexicano como bárbaro, «violador, caótico y criminal», el caul fue bien recibido por algunos sectores sociales que apoyaron su candidatura. Su discurso también motivó nuevas confrontaciones raciales.

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en gañ o, la avaricia , la en v id ia , la prostitu ción en las c la se s bajas, es por e so un locus

horridus. E n la lectura de este p asaje y de h ech o de to d o su relato, hay un punto de v ista

id e o ló g ic o que se exp resa d esd e una p o s ic ió n que se su p on e superior y que en ju ic ia al otro

y en este acto , p o lariza d os n o c io n es en b o g a en el s ig lo XIX: c iv iliz a c ió n y barbarie. C om o

advierte M argarita P ierni en su p ró lo g o al libro de Isidore L ow en rsten , e sto s co n cep to s son

«paradigm as cu lturales con que d esd e la m irada del n o so tro s occ id en ta l se (d e)v a lú a al otro

— m arginal, ajeno y d iferente— » (Isid ore L ow en rsten , 2012: 39).

A in ic io s del s ig lo pasado, en el libro que sign ifica tiv a m en te se titu la M é x ico

b á rbaro (2 0 1 4 ), el n orteam erican o K en n et Turner relata su v ia je a este país rea lizad o con el

p rop ósito de in v estig a r encub iertam ente lo s m o tiv o s de la in su rrección que organizaban lo s

herm anos F lores M a g ó n para derrocar al gob iern o porfirista. E n su estan cia d escubre las

crueldades que lo s r icos h acen d ad os y el g ob iern o com etían contra el p u eb lo m exican o:

có m o lo habían d esp o se íd o de sus tierras h ac ien d o de M é x ic o un país de pobres, s iervos y

aun de e sc la v o s , a pesar de que la s le y e s lo prohibían. E x p o n e en ton ces, en su tex to , con

gran sen tid o p o lítico , la corrupción y las atrocidades contra el p u eb lo yaqu i y el origen de

la s revueltas revo lu cion arias. Su escritura d ev e la un país bárbaro, sin civ ilita s, sin

libertades, sin d em ocracia , sin d erech os para sus p ob lad ores p u es son gob ern ad os por una

e sp ec ie de d ictador y g en te de poder que se com porta cru elm en te con lo s m ás d é b ile s ,167

co m o expresa: «E ncontré que M é x ic o es una tierra don d e la g en te es pobre porque n o tien e

derech os; don d e el peon aje es com ú n para las grandes m asas y don d e ex is te la esc lav itu d

e fec tiv a para c ien to s de m ile s de hom b res» (John K . Turner, 2 014: 17). E n este caso , el

ca lifica tiv o de bárbaro u sad o por Turner se en fo ca m ás a un sistem a p o lít ico in justo e

in fam ante que m uestra una em patía h acia lo s que sufren y un rech azo h acia lo s que lo

provocan , por lo que se acerca m ás al origen g r ieg o del térm ino; es d ecir exp resa una

aversión h acia un sistem a tirán ico y un désp ota que im p o n e un rég im en tiránico.

167 En su libro dejó un memorable pasaje que aún hoy sigue, en parte, vigente, «[...] el verdadero México es un país con una Constitución y leyes escritas tan justas en general y democráticas como las nuestras; pero donde ni la Constitución ni las leyes se cumplen. México es un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos, sin ninguna de nuestras queridas garantías individuales, sin libertad para conseguir la felicidad. Es una tierra donde durante más de una generación no ha habido lucha electoral para ocupar la Presidencia; donde el Poder Ejecutivo lo gobierna todo por medio de un ejército permanente; donde los puestos políticos se venden a precio fijo» (John K. Turner, 2014: 17).

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A ñ o s d esp u és, el p o litó lo g o Isahia B erlin h ace una estan cia en M é x ic o , de e lla ha

dejado escrita una carta fech ad a en abril de 1945 don d e le reve la a E lizab eth M orrow , su

anfitriona, su ex p erien cia y nada gratas im p resio n es de este país y sus h ab itantes. L a v is ió n

n egativa de lo s m ex ic a n o s a lo s q u e con sid era atrasados cu lturalm ente y « s in ie stro s» no

d ifiere m u ch o de la q u e s ig lo s antes habían con stru id o lo s esp a ñ o les; a su parecer, lo s

m ex ica n o s , en com p aración con otros habitantes de L atin oam érica — m ás « a legres y

fr ív o lo s» — , son « o scu ro s y v io le n to s [ ...] , lle n o s de su p erstic ión y auténtica barbarie

m ed ieva l, y con tem p eram en tos m ás in ten so s y u n a v id a interna m ás secreta» (7 0 ). Por esa

razón, aun cuando adm ira la exu b eran cia y b e lle z a de la naturaleza, co n fie sa q u e le

in co m o d a y atem oriza la exp resión de lo s rostros de lo s m ex ica n o s.

E n una segu n d a carta d on d e recuerda n u evam en te su resid en cia en M é x ic o , reafirm a

el tem or q u e el país le p rovocó , m ás aún la p rov in cia a la q u e con sid era «rem ota y extraña»

(7 1 ). E ste sen tim ien to queda co n sig n a d o al leer sus im p resio n es sobre las im á g en es de lo s

m urales con que D ie g o R ivera reinterpretó la h istoria la n ación m ex ican a , la cual, co m o

tod a h istoria n acion a l, se con stitu ye por sus e p iso d io s b é lico s . E n su m isiv a , expresa

co n m o cio n a d o :

Esos murales empapados en sangre — sangre p o r todas partes— en Cuernavaca y también

en la ciudad de M éxico: prim ero un mural de Rivera de los aztecas haciendo sacrificios

humanos: luego los españoles masacrando a los aztecas: luego gente siendo asesinada en

lo que los estudiantes llaman C18 [siglo XVIII]: luego los españoles masacrados en la

Revolución mexicana a principios del C19: después la sangre que manaba en tiempos del

buen Juárez, después Madero, Zapata, etc.: finalm ente un gran mural de un guerrillero y a

sus p ies un campesino degollado con una guadaña (creo) y diciendo «Tierra y libertad». Y

todos esos indios inmóviles con la mirada fija en el cielo, quietos y fanáticos, mirando al

sol: demasiado rígidos e inhumanos (Isaiah Berlin, 2007: 71).

L a v io le n c ia inscrita en las pinturas refuerza su lectura e interpretación acerca de la

cultura n acional. E n la trayectoria de la lectura de esta tram a d estaca prim eram ente las

a cc io n es m ás cru eles e in fa m es de lo s personajes — sacrificar hum anos, m asacrar in d ios,

asesinar, m utilar. A c to s to d o s, segú n se verá, a so c ia d o s con el im agin ario bárbaro— , para

d esp u és in v estir con atributos n eg a tiv o s a la p o b la c ió n in d ígen a. D e este m od o , m ed iante

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am bos recursos, con form a una im agen del país d on d e la v io le n c ia , la brutalidad y la m uerte

parecen ser su naturaleza y sino. L o s in d ígen as — in m ó v ile s , fan áticos, in h u m an os— son

d esd e su óp tica c iv iliza d a , la representación m ism a de la barbarie.

E n el repaso de las tres anteriores «estam p as» , se advierte q u e aunque p roven ien tes

de p ersp ectivas, de n acion a lid ad es, c la ses , culturas y ép o ca s d istin tas, se articulan en la

extrañeza ante la alteridad y en una v a lorac ión don d e se percibe y s ig n ific a al O tro co m o

inferior, al reprobar su form a de ser, pensar y actuar. D e este m od o , la representación de la

alteridad c o n llev a va lo res o p u esto s , don d e al q u e « n o so y y o » , se le sitúa en una p o s ic ió n

in ferior frente a un « y o » o un «n oso tro s» , u b icad o , por co n sig u ien te en el p lan o superior de

la soc ied ad : el p lan o c iv iliza d o q u e denigra a q u ien es no v iv e n co m o este lo instituye. Las

soc ied a d es, en ton ces se cata logan en bárbaras o c iv iliza d a s y dado q u e el e sp a c io es

ex ten sió n e im p lica c ió n de q u ien lo habita, lo s lugares adquieren, p or con secu en c ia , u no u

otro estatuto. P or otra parte, en la p ro y ecc ió n de la otredad, adem ás, se dibuja y se revela

tam bién , la identidad propia — ya sea so c ia l o in d iv id u a l— porque lo Otro, lo q u e se

percibe y eva lú a se h ace en re lación y com p aración con el y o m ism o . D ic h o en otras

palabras, en el tex to en unciado, el su jeto o la so c ied a d q u e en u n cia deja su im pronta y el de

su cultura y así, en el en ju ic iam ien to del Otro, habla de sí m ism o , de su id iosin crasia , sus

creen cias, an h elos, tem ores y d e se o s (V é a se T od orov , 1999: 13).

A tribuir al Otro o al lu gar don d e habita el carácter d e bárbaro es una persisten te

actitud hum ana y m u ch as v e c e s ha llev a d o a la d estru cción y ex term in ación total de razas,

co m o ocurrió con las com u n id ad es am ericanas durante el transcurso de la con q u ista y

co lo n iza c ió n europea, sin duda, « e l m ayor g e n o c id io de la h istoria h u m an a» (T od orov ,

1999: 14). D e sd e lo s len tes del im agin ario esp añ ol, lo s n a tivos am erican os representaron lo

sa lvaje y p rim itivo , m ientras e llo s em b lem áticam en te p erson ificab an al m undo c iv iliza d o .

S u s va lora c io n es se b asaron en asp ectos étn ico s y cu lturales s ig n ifica d o s in feriores lo que

ju s t if ic ó en gran m ed id a su exterm in io , e sc la v iz a c ió n y la aprop iación f ís ic a y s im b ó lica de

su territorio.

A h ora b ien , en lo q u e respecta a la h istoria de nuestro país, si lo s conquistadores

condenaron a lo s p u eb lo s m esoam erican os, a lo s que le s recon ocieron «m ás capacidad» que

a lo s prim eros p u eb lo s encontrados; si, adem ás, consideraron que e sto s p ose ía n

«en ten d im ien to y razón» y m aneras de v iv ir casi ig u a les a las d e E sp añ a (T od orov , 1999:

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137) porque tu v ieron in stitu c io n es re lig io sa s y de gob iern o , eran agricu ltores, habían

lleg a d o a ed ificar m a g n ífica s c iu d ad es y a desarrollar la c ien c ia y el arte, co m o n o s lo

dem uestran lo s tex to s de H ernán C ortés, B ernal D ía z del C astillo y otros cro n ista s ,168 es

com p ren sib le , en ton ces, el h ech o de que sob revin iera el trem en d o ch oq u e cultural al

contacto con la s tribus del norte. E sto s p u eb lo s eran tan d iferentes, in c lu so de lo s m ism o s

m ex ica s , que sus culturas fueron to ta lm en te in in te lig ib les para lo s ib ér ico s: en su m ayoría

eran nóm adas, andaban d esn u d os o v estía n con p ie le s , se alim entaban d e la caza, p esca y

re c o le cc ió n . A d em á s, sus len gu as, organ ización , form as de p elear y creen cias re lig io sa s

eran tam b ién tan distin tas a las europeas que fueron asociad as in d efec tib lem en te con el

im aginario del bárbaro, estigm atizan d o , por tanto, de igual form a a las reg io n es del norte.

S in em bargo, lo que m ás in flu y ó en esta a so c ia c ió n fu e la resisten c ia de lo s grupos

sep ten trion ales a la im p o sic ió n de la c iv iliz a c ió n europea, lo que generaría perm anentes

su b lev a c io n es y atroces co n fron tacion es b é lic a s . P or esa razón, a la m ayoría de esto s

in d ígen as n o se le s r eco n o c ió el estatuto de h u m an os; se le s atribuyeron lo s p eores v ic io s y

se le s consideraron sa lvajes, brutos o anim ales: u n os bárbaros. L a sig u ien te d escr ip c ión de

Jo sé de A co sta , e jem p lifica esta co n d ic ió n dada:

Estas gentes, acostumbradas a vivir como bestias, sin pactos y sin compasión dan señales

de tan poca hum anidad [...] no respetan ningún derecho de gentes [...] p o r lo cual

confiarse a la razón y albedrío de estos bárbaros, sería como pretender entablar amistad

con jabalíes y cocodrilos (en Sheridan Prieto, 2015: 73).

C on esta im agen que instituyera la escritura y que fuera argum ento para dom inar

este e sp a c io bárbaro, aun si fuera p rec iso a «san gre y fu eg o » , co m o decretara el v irrey

G astón de Peralta, el norte fu e co n stitu y én d o se d esd e el poder del im p erio español central

que en su afán e x p a n siv o traspasó las lín ea s fronterizas m esoam erican as para co lo n iza r esa

terra in co g n ita e .169 D e sd e este d o m in io central, la s reg io n es sep ten trion a les fueron

168 Todorov resalta el hecho de que los aztecas, en algunos aspectos provocan una genuina admiración en los españoles y da como ejemplo algunas citas de las Cartas de Cortés donde en sus juicios valorativos sobre los indios de México, los compara semejantes a los españoles sin ser esta comparación un mero procedimiento estilístico o narrativo. Para el conquistador sus maneras de vivir se parecían a las de los españoles «en concierto y orden» aun con ser «bárbaros y apartados del conocimiento de Dios» 1999, 137).169 Para este concepto retomamos el artículo de John Wright, «Terrae incognitae: el lugar de la imaginación en la Geografía» (165-188).

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interpretadas co m o e sp a c io s d isp u esto s para ser ocu p ad os y u sad os (Sheridan Prieto , 2015:

3 9 ) por lo cual era n ecesar io c iv iliza r lo s y crear « n u ev o s p a isa jes» (1 8 3 ) don d e el sa lvaje,

e l ch ich im eca , e l en em ig o d e la C orona, e l bárbaro n o representara p eligro , por e so se

ju stif ic a in c lu so la ex term in ación f ís ic a y cultural de lo s in d ígen as norteños.

P or otra parte, la atribución del d en so y antiguo ad jetivo de bárbaro a lo s p u eb los

del norte deriva tam b ién de lo agreste y co m p le jo del paisaje norteño: n o so lo lo s p u eb los

q u e habitan esa s tierras lejan as m ostraron u na cultura bárbara y un d esco n o c im ien to de la

«verdadera» ex p lica c ió n co sm o g ó n ic a del m u n d o que creó el O cc id en te europeo, sino

que el e sp a c io norteño, en general es sa lvaje y por en d e a su turno, m erece el m o te de

bárbaro. A d em á s queda claro para lo s e sp a ñ o les que las características bárbaras de lo s

p u eb lo s deben entenderse por su p ecu liar relación con el e sp a c io en que habitan , que lo s

h ace n óm ad as entre otros, es d ecir in ca p a ces de fijarse y desarrollar m uestras de

c iv iliz a c ió n en el sen tid o eu rop eo que p rov ien e de una re lación fija y estab le con la tierra.

E n este largo p ro ceso de co lo n iza c ió n e instauración de n u ev o s lugares, el registro

m in u c io so de la p ercep ción extranjera en p ro fu sos te x to s acerca de lo s p u eb lo s f lech ero s y

cazad ores y su m ed io f ís ic o , actu a lizó en tierras am ericanas, el an tigu o im agin ario del

bárbaro. E s decir, con lo s m ism o s atributos con que lo s g r ieg o s in v istieron a lo s persas, lo s

rom anos a lo s grupos eu rop eos del norte y lo s eu rop eos a lo s p u eb lo s is lá m ico s , lo s

cronistas, con q u istad ores y co lo n iza d o res caracterizaron a lo s in d ígen as norteños

restab lecien d o y resem an tizan d o las originarias rep resen tacion es del im agin ario bárbaro.

D e en to n ces a la fech a d ich o im agin ario ha id o resin ificá n d o se en d iferen tes figuras, pero

sin m od ificar esen c ia lm en te lo s atributos que lo conform an, por lo que las im á g en es del

norte bárbaro sigu en v ig e n te s en lo s d iscu rsos que representan este territorio. 170

170 Daniel Hiernaux, explica que el cristianismo, además, pudo adquirir el estatuto que logró porque trascendió el espacio complejo y en cierta forma bárbaro donde se originó: oriundo de una civilización del desierto, el cristianismo se volvió una construcción religiosa de ciudades con todo lo que incluye de cultura urbana. Quizá los mayores ejemplos de esta afirmación sean el Vaticano y San Pedro, sedes majestuosas «civilizadas». Del catolicismo y Santa Sofía, retomada de manos de los bárbaros contra los cuales luchó la Cristiandad en las cruzadas contra los bárbaros musulmanes, y vuelta el epicentro de la Iglesia de Oriente (Entrevista personal).

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5 .4 L a r e p r e se n ta c ió n d e l b á r b a r o a m e r ic a n o

N o hay documento de civilización que no sea

simultáneamente documento de barbarie.

W alter Benjamin

C uando lo s e sp a ñ o les llegaron a A m érica interpretaron el llam ad o N u e v o M u n d o d esd e lo s

len tes de su cultura, tal y co m o ha sid o claram ente dem ostrado por lo s estu d ios de E dm und

O ’G orm an L a in ven c ió n de A m é r ic a (1 9 9 5 ), T zvetan T od orov L a co n q u is ta de A m érica . E l

p ro b le m a d e l o tro (1 9 9 9 ); E nrique F lorescan o , H is to r ia de la s h is to ria s de la n a ció n

m exica n a (2 0 0 2 ) Im á g e n es de la p a tr ia (2 0 0 5 ) por m en cion ar so lo a lg u n o s de lo s m ás

re levan tes. L a escritura fu e u na herram ienta e fica z y p od erosa para que, a partir de

m eca n ism o s d iscu rsiv o s so fistica d o s, se organizara y fundara otra realidad d esd e esta

p ersp ectiva eurocéntrica que ju stificaría la crueldad de la conquista , d o m in a ció n de lo s

p u eb lo s y o cu p ación de lo s lu gares en que habitaban. D e h ech o , co m o advierte G erm an

M ag g io n , fundar un e sp a c io « e s un acto de v io le n c ia » porque « im p lica la alteración de un

orden p reex isten te» (20 0 3 : 155).

L as re la c io n es de C o ló n son una ex p resió n de esta estrategia; por ejem p lo , al revisar

sus tex to s prim eros, lo s n a tivos son co m o criaturas in o cen tes v iv ie n d o entre lo s e lem en to s

de una naturaleza d esco n o c id a que en la escritura del portugués se er ige co m o un paisaje

paradisiaco. P ero a d icha im a g en d ifund ida in ic ia lm en te , le s ig u ió una v is ió n opuesta: lo s

in d io s eran m alo s, m ataban a in o cen tes , eran in cestu o so s , p agan os, p o líg a m o s, can íb a les,

sod om itas, v iv ía n co m o b estia s, y peor aún, eran reb e ld es al avan ce c iv iliza to r io del

español. D e ahí que el p ro ceso d e con q u ista y c o lo n iza c ió n adem ás del co n o c id o argum ento

eva n g eliza d o r — ya de por sí, p lataform a só lid a — p o see adem ás un argum ento racional: la

con q u ista tien e un carácter libertador, p u es aspira a e lim inar la barbarie in trod u cien d o la

c iv iliza c ió n .

E n L a co n q u is ta de A m é r ic a (1 9 9 9 ) T od orov ha an alizad o có m o m u ch o s de lo s

esp a ñ o les de esa ép o ca sostu v ieron la id ea de que in d io s y eu rop eos eran de co n d ic ió n

desigual: para estos, lo s in d io s eran hu m an os im p erfectos; su in ferioridad le s v en ía de que,

segú n e llo s , estaban a la m itad entre lo s hom b res y lo s an im ales (1 5 7 -1 9 4 ) , es d ecir eran

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sa lvajes, lo que lo s equipara a lo s m onstruos, porque n o son ni h u m an os ni b estias. E sta

actitud d iscrim inatoria está d ocum entada en cartas, in form es, crón icas y relaciones: to d o s

esto s tex to s tien d en a presentar al in d íg en a casi al n iv e l de la bestia .

L a escritura en to n ces fu e un instrum ento estratég ico para in v estir a lo s au tócton os

con la m ácu la de la barbarie y así ju stifica r a través de argu m en tacion es, d escr ip c ion es,

com p aracion es y otros recursos retóricos, la co lo n iza c ió n de A m érica . U n o de lo s m ás

fa m o so s d ocu m en tos es el debate que so stu v o Juan G in és de S ep ú lv ed a co n B a rto lom é de

la s C asas. E l prim ero, b a sá n d o se en A r istó te les, arguye en su T ra tado de la s ca u sa s ju s ta s

de la g u erra co n tra lo s in d io s [1 5 5 0 (1 9 9 6 )] que lo s in d ígen as am ericanos por su co n d ic ió n

prim itiva y carecer de razón, están ob lig a d o s naturalm ente a ser s ierv o s o e sc la v o s de gen te

con m ejor en ten d im ien to y cultura co m o lo s e sp a ñ o les y en ca so de que esto s se

rehusaran, la ú n ica form a de o b ligar los a o b ed ecer es h a c ien d o la guerra contra e llo s , tal y

co m o lo señala:

Tales son las gentes bárbaras é inhumanas, ajenas á la vida civil y á las costumbres

pacíficas. Y será siempre ju sto y conforme al derecho natural que tales gentes se sometan

al imperio de príncipes y naciones más cultas y humanas, para que merced a sus virtudes y

á la prudencia de sus leyes, depongan la barbarie y se reduzcan á vida más humana y al

culto de la virtud. Y si rechazan tal imperio se les pude imponer p o r medio de las armas y

tal guerra será ju sta según el derecho natural lo declara (Ginés de Sepúlveda, 1996: 85).

E n o p o s ic ió n a la a severac ión de S ep ú lv ed a , el fra ile B a rto lo m é de las C asas, que se

autoproclam ó d efen sor de lo s in d ígen as, refuta, en su B rev ís im a re la c ió n de la d estru ic ió n

de las In d ia s [1 5 5 0 (2 0 1 4 )] la id ea de la co n d ic ió n natural del in d io co m o bárbara

ex p o n ien d o lo s s ig u ien tes m otivos: lo s in d ígen as razonan, n o son sa lva jes, son co m p eten tes

para producir y por en d e son cap aces de integrarse a la socied ad . L o ú n ico que acerca a la

barbarie a lo s in d io s es su idolatría, el sa cr ific io hum ano y el can ib a lism o pero pu ed en y

deben ser reform ados a través de la ev a n g e liza c ió n y así con vertirse en personas

c iv ilizad as. S in em bargo las v o c e s que se op u sieron a id en tificar a lo s in d ígen as con lo s 171

171 También Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia general y natural de las Indias (1562) sostiene que el indio no es un ser humano, sino un homúnculo, es decir un ser imperfecto en su naturaleza, por eso su condición innata es la de servir. Además dada su incapacidad para razonar, es imposible evangelizarlo y, por tanto, civilizarlo.

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bárbaros son p ocas en com p aración con las a cc io n es m ilitares que se tom aron en nom bre de

la fe para im p on er una cultura que se co n ceb ía superior en to d o s lo s asp ectos.

Otra estrategia d iscu rsiva u sad a en la escritura y que reafirm a la im a g en del

in d ígen a c o m o bárbaro fu e el u so de la co m p aración entre lo s p u eb los au tócton os c o n lo s

árabes, p rincipalm ente para u n ifica r lo s co m o p aganos. D e ahí que lo s europeos

asum ieron el m ism o v a lor d esca lifica tor io , acendrado adem ás, por considerar a lo s ritos

in d ígen as c o m o en extrem o cru eles y por la fa lta de co n o c im ien to del D io s verdadero.

H áb ilm en te u sad o en la escritura, este recurso retórico fa v o rec ió la d om in ación y

ex p lo ta c ió n de lo s territorios am erican os y sus habitantes, co m o advierte Laura M artínez:

Las representaciones orientalizadas que encontramos en las descripciones de los indígenas

y sus culturas no son construcciones neutras, pues en su conjunto forman, el soporte

ideológico y la justificación moral para la subyugación de miles de seres humanos (2001:

45).

F igu rativ izad os de este m od o , c o n una n u eva id entidad constru ida d esd e la

im a g in a c ió n eurocentrista, lo s in d ígen as aparecen representados en la m ayor parte de lo s

tex to s de lo s cron istas y m isio n ero co n rasgos que lo s denigran, lo s cu a les, por ex ten sió n

d esca lifica n tam b ién al lugar d on d e habitaban e sto s grupos, al que lo s extranjeros

con cep tu a lizaron c o m o in d óm ito , sa lvaje y v irgen , dado que aún no se habían exp lo tad o sus

recursos naturales. N u m ero so s tex to s de la con q u ista y c o lo n iza c ió n ev id en cia n la

m a n ip u lación del d iscu rso para sim b o lizar al in d ígen a y su hábitat c o m o bárbaro o salvaje,

c o m o por ejem p lo en la crón ica del jesu ita A n d rés P érez de R ib as, c u y o títu lo expresa

claram ente esta in tención: H is to r ia de los tr iu n fo s de n u es tra sa n ta f e en tre g en te s la s m á s

bá rb a ra s y f ie r a s d e l n uevo orbe: co n seg u id o s p o r lo s so ld a d o s de la m ilic ia de la

C o m p a ñ ía de Je sú s en la s m isio n es de la N u eva E sp a ñ a ( [1 6 5 4 ] 2 0 0 4 ). A l resp ecto Ign acio

B etaou n cu rt en el p ró lo g o a d icha obra, afirma:

La «fiereza» de los indios fu e una pasión provocada y cultivada p o r el invasor-

conquistador hispánico, llámese este «militar» o «espiritual». La ferocidad de los 172

172 Como se verá más adelante, otro rasgo de identificación entre ambas culturas fue su condición de nómadas, reprobable en extremo para los europeos.

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protagonistas de la Historia de los Triumphos no es otra cosa que la expresión de su

rechazo a cualquier fo rm a de «conquista», es decir de sometimiento, de imposición de

valores, costumbres y creencias que les eran tan ajenas como indeseables (1992, XXIII).

E sta v is ió n tan negativa , sin em bargo, se m atizaba cuando lo s in d ígen as se

incorporaban a lo s m o d o s de p rod u cción esp a ñ o la y se som etían a la n u ev a organ ización

soc ia l, re lig io sa y p o lítica , tal y co m o se m uestra, por ejem p lo , en la d iferen ciac ión q u e lo s

esp a ñ o les h ic ieron entre « in d io s de p a z» e « in d io s de guerra»; cristian os o bárbaros, según

se hubieran so m etid o o n o a la C orona o a la Ig le s ia . H ay, en ton ces, d esd e la persp ectiva

del europeo, una p ercep ció n antagón ica de lo s bárbaros q u e le im p id e con sid erarlos co m o

h um anos, « m ás q u e en su form a», co m o lo reiteran n u m erosos pasajes escr ito s, porque este

nunca logró com prender a las soc ied a d es del septentrión, y de e lla s so lo registró lo que

con sid eró que eran o deb ían ser.

5 .5 L a p e r ife r ia in d ó m ita : el s e p te n tr ió n b á r b a r o

El D em onio, Carne y Mundo / son chichim ecas malditos /

que nos espantan con gritos / que nos llevan al profundo /

con gravísim os delitos...

A m ed id a que lo s con q u istad ores e sp a ñ o les expandían lo s lím ite s f ís ic o s en el an tiguo

territorio m ex ica n o , las fronteras siem p re m ó v ile s , postu laban n u ev o s órd en es territoriales

bajo d os a sp ecto s p rop ios de la m odernidad: la rep resen tación del territorio co m o a lgo

cerrado y el esta b lec im ien to de un centro d esd e don d e se representaba el m u n d o co n o c id o

(G raciela M on ta ld o , 2 014: 13).

L a C on q u ista fu e dem arcando así lin d es im ag in arios que d esp legaron dos

sim b o liza c io n es esp acia les: un centro c iv iliza d o , que corresponderá a a q u ello s territorios

don d e se hubiera asen tad o y a la cultura esp añ ola , y u na periferia in d óm ita y sa lvaje donde

aún se resistiera a la aculturación. L a an tropóloga C ec ilia Sheridan P rieto en su riguroso y

docu m en tad o estu d io , F ro n ter iza c ió n d e l esp a c io h a c ia e l n o rte de la N u e v a E sp a ñ a

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(2 0 1 5 ), dem uestra có m o el norte fu e con figu rad o y ca tegorizad o en el d iscu rso d esd e un

co n tex to co lo n ia lista esp añ ol, que lo « im ag in a transform able y adaptado a la c iv iliz a c ió n »

(4 4 ) y en el cual se ejerce el poder d esd e un e sp a c io soberano ju ríd icam en te que tien e co m o

prioridad «d esh acerse de lo externo, del p e ligro» y don d e «resu lta irrelevante le leg itim id ad

o ileg itim id a d de este d ich o poder co lo n ia lista » (3 3 ).

O tro e lem en to que co a d y u v ó a la ca teg o r iza ció n del norte co m o bárbaro fu e el

sen tid o que le d ieron al d esierto norteño y a la s sierras del este y del o e ste del altip lano, a

la s que consideraron co m o lím ite s naturales; sin em bargo, co m o lo ha ex p lica d o Sara

O rtelli n o ex isten fronteras naturales cuando se habla de fen ó m en o s so c ia les , lo que hay, es

«rep resen tacion es y recortes esp a c ia les , de la m anera co m o una so c ied a d en tien d e el

esp a c io en el que se desarrolla» (5 0 3 ).

D e esta form a se fu e con stru yen d o un e sp a c io reg ion a l c u y o s lím ite s se dem arcaban

por una frontera de guerra: un e sp a c io con trolad o y otro que quedaba fuera del control d e la

soc ied ad co lon ia l. E n lo s prim eros d iez años en que in iciaron las ex cu rsio n es de lo s

con q u istad ores e sp a ñ o les hubo ex p ed ic io n es que fracasaron co m o las de N u ñ o de G uzm án,

V á zq u ez de C oronado y L u is Carvajal y de la C ueva; adem ás, lo s asen tam ien tos in ic ia le s

esp a ñ o les fueron m u ch as v e c e s abandonados por lo s frecu en tes ataques de guerreros

ch ich im eca s reacios a la in v a sió n extranjera. L u eg o esp a ñ o les , n egros, m e stiz o s e in d io s

am ig o s se organizaban para castigar la o sad ía de las n a c io n es de esto s lugares orig inando

perm anentes con fron tac ion es, prim ero con lo s e sp a ñ o les y en lo s poster iores años, con lo s

m ism o s grupos de c o lo n o s norteñ os que ya se habían asentado en estas reg ion es. C o m o se

señ aló , la resisten c ia de lo s au tócton os a ser so m etid o s orig in ó u na im a g en del norte co m o

esp a c io b é lico , una tierra de guerra viva: tierra bárbara.

D e esta form a se estab lec ieron d os esp a c io s con op u esto s v a lores id eo ló g ico s: u no

cristiano, sujeto al p od er central y cerrado; el otro, pagano, insurrecto, d em o n ia co , h o stil y

fronterizo . E ste sistem a de representación del esp a c io , ordenado con b a se en categorías

cu ya fu n c ió n fu e la d om in ación so c ia l, configura , adem ás, una n o c ió n del Otro y lo

c la s if ica y u b ica en una p o s ic ió n inferior. E l p o em a G ra n d eza m ex ica n a escr ito en 1604 173

173 «La “guerra viva” se describe como un estado de permanente confrontación» (primero provocado por los españoles y después por los mismo colonos norteños. (Sheridan Prieto, 64-65) Las guerras contra los indígenas del norte duraron más que en otros lugares de América causando su drástica reducción o exterminio.

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que in d ica co m o lím ite al rec ién fu ndado p u eb lo de C uliacán; frontera entre la reg ión

española , — la identitaria— frente al hábitat del in d ígen a, — la reg ión de la alteridad—

ejem p lifica estas va loracion es:

En los más remotos confines destas Indias occidentales, á la parte de su poniente, casi en

aquellos mismos linderos que siendo límite y raya al trato al comercio humano parece que

la naturaleza cansada de dilatarse en tierras tan fragosas y destempladas no quiso hacer

más mundo, sino que alzándose en aquel pedazo de suelo lo dejó ocioso y vacío de gente...

cuando mucho se ve coronar el peinado risco de un monte con la temerosa imagen y

espantosa figura de algún indio salvage, que en suelta y negra cabellera con presto arco y

ligeras flechas, á quien él en velocidad excede, sale á caza de alguna fie ra menos intratable

y fe ro z que el ánimo figura de algún indio salvage, que en suelta y negra cabellera con

presto arco y ligeras flechas, á quien él en velocidad excede, sale á caza de alguna fiera

menos intratable y fe ro z que el ánimo que la sigue (Bernardo de Balbuena, 2011: 9).

C o m o se v e , hay un térm in o en este «rem oto» territorio que p on e « lím ite» y «raya»

entre el territorio c o n o c id o y c iv iliz a d o y la « ex ten sió n fragosa» , «d estem p lad a, v a c ía » y

sa lvaje de lo s in d ígen as del norte. A llá , lo s au tócton os, m ás intratables, b e lic o so s y fero ces

que las m ism a s b estia s, encarnan lo s atributos n eg a tiv o s de la barbarie, h a c ien d o ex ten siv a s

estas cu a lid ad es a esta tierra « o c io sa » y «v a c ía de gen te» , p u es lo s seres que la habitan no

lleg a n a tom ar tal ca tegoría .

S o ld a d o s , fra iles, v ia jeros y co lo n iza d o res legaron n u m erosos tex to s que icon izaron

esta im agen h ostil del territorio y de lo s grupos in d ígen as que lo poblaban, sin em bargo, al

revisar m ás d eta lladam ente lo s pasajes que refieren las h ab ilid ad es com b ativas del in d ígen a

del norte; su forta leza fís ica , que a d ecir de lo s e sp a ñ o les lo s asem ejab a a lo s a n im ales y sus

m o d o s de guerrear, así c o m o otros rasgos cu lturales que a lo s o jo s extranjeros resultaban

d esp reciab les, se traslucen en d ichas d escr ip c io n es lo s depravados atributos del an tiguo

bárbaro: esc ita , persa o árabe. C om p arem os, c o m o ejem p lo , d os pasajes, el prim ero fu e

escrito por un sacerdote de la ig le s ia de A lejandría que d escrib e la in v a sió n de lo s

sarracenos a esta ciudad co n un segu n d o de la autoría del capitán A lfo n so de L eó n escrito el

2 6 de ju lio de 1645. E l prim ero d escrib e la in v a sió n de la sig u ien te form a:

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Que puede ser más terrible que los males presentes que ahora acompañan al mundo

civilizado. Ver a una nación bárbara de desierto invadiendo otra tierra como si fu era la

propia, ver nuestra civilización asolada de bestias salvajes y bravías que únicamente tiene

la fo rm a de un humano (citado por Sheridan Prieto, 2015: 107).

E l segu n d o pasaje, el del capitán A lo n so de L eón , es posterior, en él se quejaba de la

terrible situ ación en la que v iv ía n lo s e sp a ñ o les por la perm anente y «cruel guerra» que

sosten ían contra lo s ch ich im eca s a lo s que, segú n él, n o p od ían v en cer las «fu erzas

hum anas, s in o d isp o sic ió n d iv in a» (1 3 0 ) , por sus superiores cu a lid ad es f ís ic a s que lo s

asem ejaban a las b estia s, co m o se le e en el s ig u ien te pasaje:

[...] no solo son públicos salteadores, sino enemigos declarados, así de los españoles como

de la Divina Majestad. M enospreciando la santa fe que han recibido y profesado;

arrancando las cruces de sus lugares en que los españoles las habían puesto; donde ellos

alevosamente habían muerto algunos; y en otros arrastrándolas y hecho añicos y pedazos.

Lo otro porque muchas y diversas veces, de treinta años a esta parte, habiendo dado la paz,

nunca la conservaron p o r espacio de seis meses; antes la quebrantaron... (A lonso de León,

[1645] 1961: 169).

E n am bos tex to s p u ed e apreciarse la co n ex ió n en lo s m ism o s rasgos n eg a tiv o s

atribuidos tanto a lo s habitantes del «bárbaro d esierto» co m o a lo s ch ich im eca s. D e esta

m anera, lo s sarracenos y lo s in d ígen as norteñ os se sitúan en la antípoda del m undo

c iv iliza d o , de la «santa fe » y aún de D io s m ism o . A hora b ien , aunque en el prim er ca so lo s

in vasores son e fec tiv a m en te extranjeros, en el segu n d o co n tex to lo s e sp a ñ o les son lo s

extranjeros, pero se sien ten con el derecho a la p o se s ió n de esta tierra por ser e llo s g en te

superior y el in d ígen a , un bárbaro; es decir, un extranjero de la c iv iliz a c ió n que e llo s

representan. E sta tierra es suya porque lo s « o jo s» esp a ñ o les la percib en v a c ía y la im agin an

d om esticad a y utilizada.

E l reg istro de esta con fron tación entre c iv iliz a d o s y bárbaros en la escritura se

con vierte en una estrateg ia para erigir la im a g en del norte co m o e sp a c io b é lic o que exp lica ,

adem ás, las p o lítica s c o lo n ia le s en torno a lo s m o d o s de conquista , d om in ación y o cu p ación

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esp añ ola de lo s territorios sep tentrionales. D e la fu n ción de la escritura en este p roceso ,

Sheridan P rieto afirma:

La sublevaciones o ataques y cualquier otra manifestación opuesta a los intereses de los

conquistadores y colonizadores resultaron ser los aliados discursivos de las entidades

coloniales interesadas en fin es específicos pero sin duda se transformaron en referentes

contemporáneos de la construcción de un espacio difícil, un espacio hostil definido en su

esencia prim aria p o r la confrontación bélica (2015: 101).

E stas im á g en es del e sp a c io habitado por in d ó m ito s y cru eles in d io s tejieron con tal

fuerza la s represen tacion es del norte q u e calaron h on d am en te en la escritura de la h istoria

o fic ia l de M é x ic o . A ú n h oy , en la h istoriografía contem poránea, lo s lib ros de tex to , y

otros d ocu m en tos de d iv u lg a c ió n reproducen acríticam en te las m ism a s p ercep cion es,

d escr ip c io n es y d e sca lif ica c io n es de lo s cron istas e sp a ñ o les destacan d o esp ec ia lm en te de

estas culturas, su co n d ic ió n guerrera y su estado prim itivo por ser n óm adas y cazadores.

U n ejem p lo de esta n egativa v is ió n lo en con tram os en el libro de L eo p o ld o M artínez

Caraza, E l norte bá rb a ro de M é x ic o (1 9 8 3 ), c u y o títu lo ya h ace ev id en te esta perspectiva .

E n esta h istoria q u e escr ib e de lo s in d io s del norte afirm a q u e fueron «tribus sa lvajes cu y o s

m ó v ile s p rin cip ales fueron la d estru cción y el robo» (7); fueron tam b ién , «guerreros,

sangu inarios y an trop ófagos» (2 3 ) ten ían «m ala fe , y su principal p en sam ien to era el de

robar y h ostilizar» , aunque él m ism o autor señ a la que lo hacían «para n o p erecer de ham bre

y m iseria» (23 ). 174 175

174 Véase el repaso crítico a estas concepciones historiográficas que hace Sheridan Prieto en el apartado «Lo chichimeca colonial y el pasado negado» (2015: 113-120). Solo recientemente los nuevos estudios antropológicos como los de Beatriz Braniff (2004) o la propia Sheridan Prieto por mencionar algunos así como recientes estudios culturales o literarios han venido deconstruyendo dichas imágenes, cuyo basamento —como señalamos— proviene del imaginario europeo.175 Por ejemplo el historiador Wayne Powell destaca sus atributos de guerreros y la crueldad con que mataban a sus enemigos, al respecto describe: «Desde el primer grito de guerra y tiro de arco o de ballesta, desde las primera lanzada y el primer tajo de espada, aquél fue un nuevo tipo de guerra. La memoria de los hombres civilizados no recordaba un enemigo que parecía sin jefes, sin hogares, sin religión. Y cuando atacaba, daba la impresión de materializarse de la nada, a la misma velocidad que sus enjambres de flechas, emitiendo paralizantes alaridos, aterrador en su desnudez y pintura de guerra» (1997: 37).

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5 .6 L o s a tr ib u to s d e lo s b á r b a r o s n o r te ñ o s en la e sc r itu r a d e lo s c r o n is ta s

Apenas son hombres, o son hombres a medias.

Docum ento franciscano

L o prim ero que encuentra el e stu d io so de la d escrip ción de lo s n u m erosos p u eb lo s del

septentrión m ex ica n o es la h o m o g en e iza c ió n de sus rasgos. C e c ilia Sheridan P rieto, al

analizar có m o fu e co n stitu y én d o se d esd e un d iscu rso co lo n ia lista la ca tegoría del in d ígen a

del norte advierte críticam en te que en este p ro ceso de d efin ic ió n se borra la d iversidad de

la s so c ied a d es de estas reg io n es para igu a larlos en la u n ív o ca c la se denigratoria de

« ch ich im eca » , op u esta a la cultura de lo s grupos m esoa m erica n o s (Sheridan P rieto, 2015:

113).

E l nom bre de ch ich im eca — que tien e varias a cep c io n es d esp ectiv a s co m o las de

«ser del to d o sa lvaje» , « g en te perro», «perro su c io e in c iv il» y «perro sin correa»— en esta

v is ió n de lo s tex to s co lo n ia lis ta s representa la d egradación hum ana, de ahí que en con trem os

m u ch o s pasajes que destacan esta co n d ic ió n prim itiva. P or ejem p lo , fray G uillerm o de

Santa M aría O .S .A en su T ra tado so b re la g u erra de lo s ch ich im eca s e scr ito en 1580 señala

que eran tan d istin tos a lo s p u eb lo s centrales que in c lu so a esto s m ism o s le s causaban

estupor por su «su depravada naturaleza hum ana» (en C arrillo C ázarez, 2 000: 6 0 8 ) .176 El

fra ile Jerón im o de M en d ieta , por su parte, en su libro H is to r ia ec le sia stica in d ia n a (escrita

en 1597 pero pu b licad a hasta 1 8 7 0 ) lo s d escrib e c o m o b ravos, fieros y de naturaleza b estia l,

in fie le s , bárbaros «q u e andan discurriendo de una parte a otra n o sab ien d o qué son riquezas,

ni d e le ites, ni contrato de p o lic ía hum ana» (en L u is G o n zá lez , 1996: 75).

Fray G uillerm o de Santa M aría O .S .A , ex p lica tam b ién al resp ecto que lo s m ex ica s

im p u sieron este g en ér ico nom bre «en ig n o m in ia de to d o s lo s in d io s que andan v a g o s , sin

tener casas ni sem enteras. S e podrían com parar a lo s árabes. E s co m p u esto ch ich i, que

quiere d ecir perro y m ecatl, cuerda o soga , c o m o si d ijesen , p e r r o que trae la so g a

a rra stra n d o » (en C arrillo C ázarez, 2000: 6 0 7 ). A u n q u e hay varias in terpretaciones acerca

176 El fraile Guillermo de Santa María O.S.A en su Tratado de la guerra de los chichimecas hace una descripción detallada de algunos de los pueblos que los conformaban como los pamies, los guaraníes que son «la nación más valiente, belicosa, traidora y dañosa»; los guachichiles que a su vez se subdividen en numerosos grupos (en Alberto Carrillo Cázarez, 2000: 608).

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de este térm ino, al m en o s en estas a cep c io n es m en cion ad as, el nom bre parece hacer

referen cia a una de las form as de v id a m ás reprobable para lo s eu rop eos occid en ta les: la

co n d ic ió n de nóm adas. E ste m o d o de v id a , d esd e la antigüedad asoc iad a con la v id a

salvaje, co m o v im o s antes con resp ecto a lo s e sc ita s y lu e g o con lo s árabes, d esd e la óp tica

europea, lo s rebajaba al n iv e l de an im ales, así m ism o lo relacionaban con el o c io y la

holgazanería , tam b ién altam ente reprensib le. H ay, por tanto, profusas referen cias al

n om a d ism o de esto s grupos, todas con ju ic io s altam ente n eg a tiv o s acerca de esta m anera de

v iv ir tan ajena aún a las propias culturas m esoam erican as. E l m ism o G u illerm o de Santa

M aría afirm a por ejem p lo , que lo s ind ígenas: «p e lean y se apartan u n o s de otros porque no

le s da p en a dejar su casa ni sem entera, p u es n o lo tien en antes le s da m ás có m o d o huir so lo s

co m o an im ales o av es de rapiña» (2000: 609 ).

E sta form a de ex isten c ia , adem ás, lo s constreñ ía a con stitu irse en p eq u eñ os grupos

lo que, segú n lo s cron istas esp a ñ o les , reafirm aba su rasgo bárbaro porque n o llegab an a

form ar com u n id ad es estab les y desarrolladas. A l resp ecto , fray T orib io de B en a v en te en su

libro H is to r ia de la s In d ia s de la N u eva E sp a ñ a [1 5 3 6 (2 0 0 3 )] aporta m ás d eta lles basado,

co m o él m ism o d ice, en las in fo rm a cio n es de lo s nahuas, q u ien es a pesar del d esp rec io y

tem or que sentían por esto s p u eb lo s del norte, se recon ocían a sí m ism o s co m o sus

d escen d ien tes, aunque en o p o s ic ió n a sus p u eb los, lo s ch ich im ecas:

N o se halla que tuviesen casa ni lugar ni vestidos ni maíz ni otro género de pan ni otras

semillas. Habitaban en cuevas y en los montes, manteníanse de raíces del campo y de

venados y de liebres y de conejos y culebras. Comíanlo todo crudo o puesto a secar al sol

comían alguna poca de fruta que de suyo producía, y raíces y yerbas; en fin, vivían como

brutos animales [1536 (2003: 58)].

A u n q u e con este pasaje se refieren a lo s an tiguos p u eb los que llegaron del norte y se

asentaron en el a ltip lano central, el fra ile aclara después: «aún h o y hay g en te que v iv e de 177

177 Esto último se presenta principalmente en los grupos denominados bajo el nombre de la cultura del desierto, la cual se ubica geográficamente en el noroeste de México. Cecilia Sheridan (1999: 23) observa que «a diferencia de otros grupos cazadores recolectores de los que se han encontrado vestigios en México, los grupos de esta zona no practicaron ningún tipo de agricultura como sucedió en la mayoría de los pueblos de la Nueva España».

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esta m anera, segú n que m ás larga cuenta dará a vuestra señoría, el portador de esta» (58).

C o m o se v e con cada u n o de estas características, B en a v en te , d e fin e una acendrada im agen

del ch ich im eca en estrecha re lación con la del an tiguo bárbaro: andan errantes, no

conform an grandes grupos, por lo m ism o , n o construyen asen tam ien tos urbanos, andan

d esn u d os, v iv e n co m o lo s an im ales en el m onte, n o siem bran, n o coc in an sus a lim en tos por

lo cual se asem ejan al m o d o de com er de lo s an im ales son, reafirm a A lo n so de L eón ,

« g en te habituada a com er cuantas carnes y in m u n d icias hay, y m ed io crudas» (A lo n so de

L eón , 1961: 2 ). E sta form a de a lim entarse, sin cocinar, exp resa tam bién , d esd e la censura

esp añ ola su atraso y reafirm a su barbarie.

E stas características prim itivas, derivan, segú n lo s esp a ñ o les , de la naturaleza

rebelde de esto s p u eb los, que tantos p rob lem as habrían de causarles en la co lo n iza c ió n ,

co m o lo atestigu a la crón ica de F ran cisco D ía z d e V argas que relata la frustrante búsq u ed a

de las m íticas c iu d ad es de C íb o la y Q uivira , en cab ezad a por el capitán A n to n io de

M en d oza . T am bién el fra ile A g u stín R od rígu ez entre 1582 y 1583 , adem ás de advertir de la

au sen cia d e m in as y la precariedad de la tierra, h acía saber que las g en tes de esa s reg ion es

eran: « in d óm itas, bárbaras y reb eld es» , por lo que sería im p o sib le — afirm aba— su

p a c ifica c ió n y c iv iliza c ió n , ya que estas n o n ecesitab an v estim en ta s ni ob jetos, adem ás, no

sabían cultivar, v iv ía n de frutas y de a n im ales que m ataban, por lo cual:

[ ...] p o r vivir tan haraganes, no pueden ni quieren llevar el yugo de la servidumbre y

trabajo de labrar y cultivar las tierras [...] tampoco tienen casas, sino que como gitanos,

andan en cuadrillas y capitanías, y esta gente es tal de las condiciones y suerte dicha, y

más valientes, y que serán tan malas y peores de sujetar y traerlos a pulicía [...] [Agustín

Rodríguez, 1865 (2005: s. n.)].

C o m o se señaló , lo s e sp a ñ o les asociab an la co n d ic ió n de n óm ada con la

h olgazanería , el o c io , la v id a p ern ic io sa y la in su m isió n , tal y co m o se p u ed e leer en este

pasaje. E sto s rasgos reiterados en las crón icas eran altam ente reprobables para lo s eu rop eos

porque le s im p ed ía h acer p rod u ctivos eco n ó m ica m en te m ed ian te la agricultura a las 178

178

178 Se refiere a Alvar Núñez Cabeza de Vaca quien, como sabemos, atravesó el territorio de los que hoy es el sur de Estados Unidos Americanos después que la expedición de Pánfilo de Narváez naufragara en la costa de Florida.

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reg io n es norteñas, y ante esta actitud, n o podrían ta m p o co tener siervos. Era n ecesario ,

en ton ces, co n v en cer a las autoridades de la N u e v a E spaña del im p er io so d o m in io

c iv iliza to r io aún fuera exterm inando a lo s autóctonos. E so ex p lica la s perm anentes

d en u n cias del carácter n óm ada y o c io so de estas culturas in d íg en a s y de lo que

consideraron sus p ern ic io sa s co n secu en c ia s a sociad as in d efec tib lem en te con la barbarie.

E l capitán A lo n so de L eón , q u ien d escr ib ió m in u cio sa m en te lo s a sp ecto s de las

culturas ch ich im eca s del noreste refiere q u e e sto s in d ígen as so lo se estab lecían en p eq u eñ os

ranchos cuando estaban en guerra, el resto del tiem p o andaban errantes por lo s m on tes en

p eq u eñ os grupos « s in rey ni señ or» q u e lo s gobernara ya q u e n o co n o cía n n in gú n tip o de

rég im en ni de política; « v iv e n en v id a b estia l» , «en anarquía» (1 8 ). Por e so afirm a que

«esta gen te , n o m erece nom bre de república, s in o de con fu sión ; v iv ie n d o cada u n o a la le y

de su antojo y g u sto [...] deján d ose llevar este fu r io so cab a llo d esb ocad o , sin su jec ión de

freno, a despeñar al a b ism o en que al presen te lo v e m o s» (1 8 ). C on esta ú ltim a frase con

que cierra sus ju ic io s el capitán de L eón , se m etaforiza la in d óm ita naturaleza de lo s179au tócton os y su co n d ic ió n sa lvaje y fiera.

Para lo s e sp a ñ o les la form a de ex isten c ia de lo s in d íg en a s n o lo s h acía p r o c liv e s a

algún tip o de organ izac ión en grandes grupos, por el contrario, d esd e su punto de v ista , le s

im p ed ía contar con un orden soc ia l y jerarqu izado para conform ar in stitu c io n es p o líticas,

re lig io sa s y m ilitares las cu a les son consideradas propias de la soc ied a d c iv iliza d a . P or e so

m ism o , lo s cron istas a soc ian a lo s in d íg en a s con el desorden y el d esgob iern o o p u esto a la

c iv ita ordenada por le y e s que garantizan la autoridad de lo superiores. E sta caó tica form a

de v id a horrorizó a lo s e sp a ñ o les tanto c o m o s ig lo s antes, por las m ism a s razones, la cultura

de lo s persas a tem orizó a lo s gr iegos. D e ahí que en tierras am ericanas, con actores

d istin tos se h iciera p resente el an tigu o m ied o y d esp rec io a lo s bárbaros. 179

179 Por otra parte, hay que considerar que en aquellos lugares en los conquistadores o colonizadores no hallaron resistencia o fue una resistencia pasiva, las imágenes de los pobladores norteños son distintas, como es el caso de algunos pueblos de Baja California. En el Carta de Relación de Don Pedro Porter Casanate, donde se narra la expedición a la Baja California se lee: «Son estos indios dóciles y apacibles; partían hermanablemente lo que se les daba; admiraban el traje y policía de los nuestros; acudían voluntarios a traerles pescado, leña, sal y agua; y regalando y presentando algunas cosas de la tierra, como tabaco, sal, pieles de conejos, venados, leones y tigres. Comió la gente en este puerto atún, sardina, salmón, bacalao, bonitos, dorados y albacoras, que raros de estos se hallan en las costas de la Nueva España. [...] Halláronse siempre muy amigos, y una amistad sin sospecha de traición; antes dóciles a la conversión» (Porter Casanate, [1864] 2004: s. n.).

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S ig u ien d o la lectura de las crón icas acerca del norte, otra co n secu en c ia de la

naturaleza degradada de lo s in d ígen as es, segú n G o n za lo de las C asas, su carácter cruel,

«q u e es la m ayor señal de su brutalidad» (en C arrillo C ázarez, 2 000: 6 1 0 ) p u es segú n lo s

descriptores e sto s n o sien ten p iedad ante el su frim ien to o m uerte del e n e m ig o . L a referen cia

a esta actitud del au tócton o se v u e lv e un lugar com ú n en la m ayoría de las d escr ip c io n es de

esto s p u eb los, d esd e lo s tex to s in ic ia le s hasta las ú ltim os, co m o se p u ed e leer en las

m em orab les crón icas de M an u el P ayn o , « L o s C om an ch es» , «E l río B ravo del N orte» y

« L o s in d io s bárbaros» (1 9 9 9 ) don d e se corrobora la p ersisten cia d e este rasgo.

P or otra parte, lo s cron istas con sign an p rolijam ente las superiores co n d ic io n es f ís ic a s y

b é lica s de lo s au tócton os, que son , señalan reiteradam ente: «d isp u esto s , n erv io so s,

forn id os» (M en d ieta , 1996: 75); «corp u len tos, fuertes y b ien ajestados, con ventajas a lo s

de la N u e v a E spaña» (Porter C asanate, [1 8 6 4 ] 2004: s. n .), por lo cual tien en m ás capacidad

para soportar las ad versas co n d ic io n es m ed io a m b ien ta les y lo s h ace m ejores guerreros,

co m o apunta A lo n so de León:

[ ...] no es gente que aguarda en la campaña, no hay fuerzas humanas, sino disposición

divina, que los venza, porque p o r los montes tienes su comida; la ropa no les estorba;

cuanto topan, matan; no hay río crecido que los ataje; quince y veinte leguas andan en un

día. Las sierras, montes y barrancos son para ellos mejor que los llanos para los españoles

[...] [1645 (1961: 113-114)].

E sta p ercep ción del terrib le contrincante representa un gran o b stácu lo ante la

em presa c iv iliza to r ia y se v u e lv e un recurso que p on e en escen a las h ab ilid ad es d iscu rsivas

del cronista para resaltar la d ificu ltad de la con q u ista ante tan aterrador en em igo . D o s

figuras retóricas re levan tes usad as para la d escr ip c ión de lo s in d ígen as son la com paración

(con lo s en em ig o s de la E uropa m ed iev a l) y el retrato, co m o este que escrib e el capitán

A lo n so de L eó n del au tócton o norestense:

Es gente cruel, feroz, naturalmente vengativos y guardan mucho tiempo el enojo. De

buenas estaturas, muy ligeros, que andan y corren como un caballo. Bien agestados [...]

son de corta capacidad, sin ningún discurso, pronto hacer cualquier mal o traición, si

hallan ocasión, no la pierden. Inclinados a hurtar. Es gente mentirosa, vana y enemiga de

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todo lo criado. No cultivan la tierra ni siembran. Viven libres, en ociosidad; raíz de todos

los males en que están sepultados [1644 (1996: 19-20)].

C o m o se advierte en la lectura, A lo n so de L eó n otorga a lo s in d ígen as la ca tegoría

de «gen te» , pero llam a la a ten ción que esta co n d ic ió n se adquiere a partir de atribuirles una

serie de v ic io s h u m an os, es decir, de cu a lid ad es ética s y m ora les reprobables: son crueles,

v en g a tiv o s , iracundos, m alvad os, tra icioneros, m en tirosos, ladrones, o c io so s y ¡« lib res» !,

esto s d os ú ltim o s rasgos son lo s m ás preocupantes para lo s esp a ñ o les , p u es im p lica que no

están d isp u esto s a su so m etim ien to ni a sus activ id ad es p rod u ctivas. P or otra parte, la

com paración de sus h a b ilid ad es f ís ic a s con la de lo s an im ales y la m en c ió n de su

incapacidad para com u n icarse en un len gu aje, su forta leza y naturaleza b eligeran te lo

denigra al n iv e l del bárbaro.

Im á g en es co m o estas las en con tram os en m u ch as de las crón icas del norte; en e lla s

lo s cron istas parecen com p etir en el u so de la h ip érb o le para d escrib ir las h ab ilid ad es

guerreras de lo s en e m ig o s y su naturaleza fiera. S in duda este recurso n o es so lo para

ju stifica r la conquista , se pretende tam bién , c o m o señalábam os, co n v en cer de la enorm e

dificu ltad de la em presa co lon izad ora y así ex ig ir una m ejor paga con form e al p e ligro y

co sto de la a cc ió n civ iliza toria . R o b les , por ejem p lo , escr ib e que en 1582 lo s in d io s habían

a sesin ad o m ás de m il personas, in c lu id o s n iñ os y m ujeres, de la form a m ás cruel que se

haya co n o c id o antes, «porque a lo s hom b res se le sacaba el corazón , v iv o s y se lo com ían , y

lo s cortaban tod os lo s m iem b ros y las m ujeres preñadas abrían y con la criatura del v ien tre

se daban por lo s o jo s y lu e g o se la com ían » (e n Ig n a c io del R ío , 1992: 180). L a m u tilac ión

co m o se recordará es una práctica propia de lo s bárbaros, así que en var ios de lo s relatos se

destacará esta form a d e hacer la guerra, aunado a la d escr ip c ió n de otros actos en extrem o

crueles, co m o se le e en el s igu ien te pasaje que ev o ca b a las im á g en es de lo s bárbaros:

[...] les cortaban los genitales a las víctimas y se los metían en la boca. Empalaban a los

cautivos como hacen los turcos. Arrancaban varias partes del cuerpo [...] uno p o r uno

hasta que el cautivo moría [...]. Arrojaban algunas víctimas p o r altos despeñaderos, a

otras las colgaban. También les abrían la espalda y le sacaban los tendones que utilizaban

para amarrar las puntas de las flechas de las cañas. A los niños pequeños que aún no

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andaban los tomaban de los p ies y les estrellaban la cabeza contra las rocas hasta que

saltaban los huesos (Pow ell, 1997: 65).

A u n ad o a la narración de e sto s actos b é lic o s , lo s cron istas tam b ién afirm arán el

h ech o de que por su e sc a so raciocin io , a d iferen cia de la s n a c io n es m esoam erican as, e sto s

in d ígen as n o co n o c ía n de D io s y n o practicaban n in gú n ritual re lig io so ni habían

constru ido, por ende, lugares d ed icad os a algún tip o de cu lto . G o n za lo de las C asas apunta

al respecto que lo s in d ígen as del norte, no son « d ad os a la re lig ió n » o a la « idolatría» , pues

él h ace la d iferen cia entre una y otra: la prim era v a asoc iad a al cr istian ism o, y la segu n d a a

la v id a sa lvaje y prim itiva, a la ign oran cia y la crueldad. E n estas reg ion es, agrega, «n ingún

gén ero de íd o lo s se le s ha hallado, ni m o d o a lgu n o de sacrificar, ni sacr ific io , ni oración , ni

costum bre de ayuno, ni sacarse sangre de la len g u a n o orejas» (C arrillo C ázarez, 2000:

6 1 0 ). Y es que a d iferen cia de las otras n a c io n es de la N u e v a E spaña, lo s e sp a ñ o les no

iden tificaron o no q u isieron id en tificar n in gú n tip o de creen cia re lig iosa .

A hora b ien , la a u sen cia de este tip o de creen cias se re lacion a tanto con su

incapacidad racional co m o con su naturaleza p eca m in o sa porque al carecer de razón —

co m o lo s a n im ales— han v iv id o so lo para au tosatisfacer el cuerpo y « se han entregado tan

a rienda suelta» [A lo n so de L eón , 1649 (19 6 1 : 12)] a su depravada naturaleza que han

perdido su co n d ic ió n hum ana por haber o lv id a d o a D io s y no practicar n ingún tip o de

relig ión , la cual es, segú n lo s parám etros d e la so c ied a d occ id en ta l, in d ic io de un n ivel

m oral, é tico y soc ia l superior. E l capitán A lo n so L eón p rosigu e su argum entación para

m ostrar que aún en la s m ás bárbaras n a c io n es se encuentra algún tip o d e co n o c im ien to de

d ios, a d iferen cia de estas reg io n es norteñas don d e so lo ex is te la barbarie:

Solamente en esta parte de las Indias [...]; aquí es solo donde se halla ese, ni verdadero ni

confuso, conocimiento de Dios. A quí solo es donde el barbarismo se ha recopilado; aquí

solo es donde, de todo punto, los hombres, dejando la naturaleza, no la forma, se han

convertido en fieras; olvidando el f in para que fueron criados, sin reconocimiento a dios ni

rey, dando superioridad a cosa criada [1649 (1961: 11)].

Para el capitán esp añ ol la degradación m oral y espiritual de estas g en tes ha sido

perm itido por D io s porque, ex p lica ap oyán d ose en un pasaje de S an P ab lo , lo s hom bres

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aquí se han abandonado a lo s m ás bajos instintos: son g lo to n es , ep icú reos y o c io so s , por

eso es que lo s in d io s « n o se d iferen cian m ás que en la form a, de lo s brutos a n im ales» (12).

C on esto s ju ic io s A lo n so de L eón confronta a lo s d efen sores de lo s in d ígen as, co m o

B arto lo m é de las C asas y G o n za lo de la s C asas, p u es en estas reg ion es, lo s seres hum anos

son tan im p erfectos que n o tien en siquiera un co n o c im ien to in tu itiv o de D io s , co m o

d efien d e y argum enta el m isio n ero esp añ ol ante las prácticas re lig io sa s de lo s p u eb lo s ya

con q u istad os. P or tanto a esto s p u eb lo s n o hay p o sib ilid ad de convertir los a la fe cristiana.

C o m o co n secu en c ia de su degradación , in frin gen las le y e s m ás e sen c ia le s co m o la

de honrar a sus p rogen itores y al grupo fam iliar al que perten ecen , lo cual in d ica que no

tien en virtud ni apego: lo s in d ígen as norteñ os n o lo s respetan, por el contrario se burlan de

e llo s o lo s go lp ea n y «ni se avergü en zan ni se corren» [A lo n so de L eón , 1649 (1961: 15)].

E sta au sen cia de la zo s a fec tiv o s ocurre porque las fam ilia s se d isgregan tanto que ni entre

e lla s — afirm an lo s cron istas— lleg a n a recon ocerse. A lo n so de L eó n describ e que las

fam ilia s ch ich im eca s que poblaban esa s reg io n es m ontaraces « se m udaban de un lad o a

otro d iv id ién d o se o ju n tán d ose las fam ilia s co m o se le s su e le antojar; sin tener entre e llo s

reco n o c im ien to ni tem or, m ás que lo s brutos» (18).

O tra de las costu m b res de lo s au tócton os que m ás se abom inaron, y que ha sid o tabú

para m u ch as culturas fue el can ib a lism o. C o m o se sabe, la an tropofagia ha s id o considerada

co m o una d e las aberraciones m ás perversas y típ icas de la barbarie. E sta práctica que lo s

in d ígen as del norte h acían b á sicam en te en sus ritos funerarios para celebrar la v ic to r ia ante

el en em ig o y su m uerte, se con v irtió en un fuerte argum ento de lo s d efen so res de la guerra

contra esto s grupos h u m an os y ju stifica n te de su ex tin ción . E s com p ren sib le , en ton ces, que

se repitan lo s p asajes que d ocu m en tan en deta lle esta costu m b re «atroz» para reafirm ar la

urgen cia de su an iq u ilación , co m o este pasaje de O rozco y Berra, qu ien ha dejado una

im agen dan tesca del ritual que lo s a ca x es practicaban d esp u és de flech ar a sus en em igos:

[...] con una hacha que también llevan le cortan la cabeza y la llevan, si no pueden llevar

todo el cuerpo, llegados a sus casas, que son de terrado y con puerta muy pequeña (sobre 180

180 Alonso de León reprueba enérgicamente la costumbre chichimeca de comerse a los miembros fallecidos de la tribu en los ritos funerarios y la juzga como «diabólica», pero su desaprobación aumenta al referir que también se comían a sus enemigos: «por vía de venganza — ¡qué bestialidad!— como gente habituada a comer cuantas carnes y inmundicias hay, y medio crudas» (1961: 2).

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una piedra lisa dejan la carne [del enemigo muerto], luego desmenuzan el cuerpo y lo

ponen a cocer en dos olas. Dos viejos cuidan del fuego mientras los demás bailan con la

cabeza del muerto en sus manos (Martínez Caraza, 1983: 23).

O tro pasaje del padre V icen te Santa M aría d escrib e en deta lle «e l m ito te» que

hacían lo s co m a n ch es antes de com erse a sus en em ig o s , el cual era u na «m onstruosidad

g en tilic ia » m ás cruel y brutal que las com etid as en el p asad o por otras culturas tam bién

paganas a d ecir del p rop io Santa M aría:

Encienden su hoguera en los propios términos, y la carne que tiene de servirles para el

ambigú, es uno, dos, o más indios de los que una nación se han hecho prisioneros. Estos,

aún vivos, atados de p ies y manos, y puestos a la larga, boca arriba y aun lado de la

lumbre son el objeto de la monstruosidad de su fiesta. Para disponer mejor y suavizar la

carne de estos desventurados, les fro tan el cuerpo con cardos y pieles humedecidas hasta

hacerles verter la sangre p o r todas partes. Preparado así este manjar tan horrible, y el más

brutal, se ordenan los danzarines en su f ila y círculo alrededor de la hoguera y de la

víctima. Uno a uno y de cuando en cuando, saliéndose del orden del baile, se acercan a los

miserables prisioneros y con los dientes les arrancan a pedazos la carne, que palpitando

aún y media viva, la arriman con los p ies a la lumbre hasta que, dejando de palpitar, se

medio asa; entonces vuelven a ella para masticarla y echarla a su estómago antropófago,

cruel y más que inhumano. Cuidan, al mismo tiempo, de arrancar los pedazos de las partes

más carnosas, en que no peligre la vida, como también el no tocar las arterias, para que el

paciente no se desangre en lo pronto, hasta que ya descarnado todo el cuerpo y raído hasta

los huesos, se acercan los viejos y viejas a raerle con lentitud las entrañas y a quitarle la

vida (Sheridan Prieto, 2015: 110-111).

Im á g en es co m o la s anteriores que tam b ién se v u e lv e n lu gares com u n es, destacan la

alteridad de lo s in d ígen as en la antropofagia , reafirm an la d iferen cia y forta lecen la

identidad del bárbaro. E sta representación , adem ás, rev iv ió el an tiguo tem or m ed iev a l del

europeo ante el extranjero y exacerb ó la im a g en del territorio septentrional co m o un

territorio antípoda a la c iv iliza c ió n .

O tro de lo s atributos que id en tifican la barbarie es la d esn u d ez, porque qu ien en señ a

su cuerpo es im p ú d ico y n o le afecta que otros lo ob serven desnudo. E n relación con esta

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costum bre de lo s in d ígen as am erican os hay varios in teresantes e stu d io s que analizan có m o

s ig n ifica la escritura d e las prim eras crón icas europeas el cuerpo del in d íg en a am ericano.

E n este p ro ceso tex tu a l, se confrontan las ca tegorías cu lturales de v estim en ta frente a la de

d esn u d ez o p o n ien d o tam b ién el m u n d o c iv iliz a d o con el del bárbaro. D e ahí que en la

con stru cción de la s id en tid ad es europeas e in d íg en a s , estas d os ca tegorías d efin en y

d iferencian en su rep resen tación al territorio eu rop eo frente al llam ad o N u e v o M undo.

L a rep resen tación del cuerpo d esn u d o , ad em ás, está en correlación con lo s

im agin arios o p u esto s del sa lvaje y el del caníbal. L o s autores que han exam in ad o d icha

relación (T od orov , 1999; O ’G orm an, 1995; C aballero, 2 0 0 6 ; M ed in a Á v ila , 2 0 1 2 )

co in c id en en que lo s prim eros cron istas s im b o lizan el d esn u d o in d íg en a a so c iá n d o lo con el

im aginario del sa lvaje, el cual, a d iferen cia del im agin ario del caníbal, es co m o una criatura

in ocen te , aunque prim itiva. E n co n secu en c ia con esta representación , se describ e co m o un181paisaje ed én ico el lugar don d e habita, en corresp on d en cia con este sen tid o de in ocen cia .

A u n q u e la au sen cia de v estim en ta es una exp resión de incultura, en este caso , la referen cia

constante al cuerpo d esn u d o se u sa en las prim eras crón icas co m o recurso y estrategia de

co n v en c im ien to de que se arriba a un m u n d o parad isiaco o arcádico: lo s in d ígen as son

sa lvajes, pero v iv e n en una e sp e c ie de in o cen c ia ed én ica en la naturaleza exuberante

(T od orov , 1999: 4 4 -4 7 ).

D e sd e una p ersp ectiva op u esta a estas prim eras ap reciacion es, la d esn u d ez del

in d ígen a del norte de M é x ic o se con d en a ab so lu tam en te por la m irada extranjera y se u tiliza

co m o una característica m ás para la con stru cción de la identidad del norteño co m o un ser

lim in a l e im p erfecto , m ás anim al que hum ano cu y o hábitat es un e sp a c io h ostil, d esértico y

p e ligroso , co m o v im o s en el cap ítu lo anterior. S e encuentra am p liam en te d ocu m en tad o en

la s crón icas que m u ch as de las tribus del norte n o usaban n in gú n tip o de indum entaria o se

cubrían apenas con p ie le s rústicas. A lo n so de L eón , por ejem p lo , señ a la que lo s hom bres

pintaban sus cuerpos, pero andaban « d esn u d os, en carnes» (1 9 ). Juan de T ovar apunta

tam b ién que lo s ch ich im eca s «habitaban en r isco s y en m ás ásperos lugares de las m ontañas

don d e v iv ía n b estia lm en te sin n in gu n a p o lic ía , d esn u d os, en cu eros» (9 ) y O ro zco y Berra

escrib e que lo s in d ígen as « com ú n m en te andaban d esn u d os con un sim p le cordel con f le c o s 181

181 Lo que aún no está estudiado, y es esta una primera incursión de reflexión, es el análisis de la representación y significación del desnudo en los pueblos del norte frente a las imágenes edénicas de las primeras crónicas del Nuevo Mundo.

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ceñ id o a la cintura» (M artínez Caraza, 1997: 23 ). E sta au sen cia de ropa desconcertaba

grandem ente in c lu so a lo s p u eb lo s m esoam erican os, para lo s cu a les, a decir de P o w e ll, el

d esn u d o ch ich im eca era aún m ás extraño q u e lo s m ism o s eu rop eos porque lo s h acía

asem ejarse a a n im ales (P o w e ll, 1997: 32 ). L o s cuerpos d esn u d os de lo s in d ígen as, su fuerte

co n d ic ió n f ís ic a y sus probadas d estrezas guerreras im p u sieron un gran tem or no so lo a lo s

p u eb los m eso a m erica n o s sin o a lo s p rop ios esp a ñ o les que v e ía n en e llo s a lo s m ás

depravados y h o stile s p u eb los. P or tod a esta serie d e atributos n eg a tiv o s se generaron

nu m erosas h istorias que representaron realm ente tem ib les a e so s in d io s f lech ero s que se

resistían al so m etim ien to esp añ ol, lo que reafirm ó la representación del norte bárbaro.

H a y un ú ltim o rasgo m ás que quisiera com entar por tener una estrecha re lación con

el or igen del s ig n ifica d o grieg o del térm ino bárbaro, rasgo que es, adem ás, es una exp resión

sine q u a n o n del ra c io c in io hum ano y de su cultura, m e refiero al len gu aje. C o m o se sabe,

esta capacidad hum ana es una característica d efin itoria del ser hum ano, p u es el hom bre,

segú n el m ito d e la creación ju d ía , ha sido h ech o a sem ejan za d e D io s por lo que co m o un

d em iu rgo p u ed e ordenar el m undo, m ed ian te el lo g o s y el verb o, lo que lo d istin g u e y lo

encum bra sobre tod a la C reación . M ed ian te el lenguaje, el ser hum ano p u ed e form ar

grandes hábitats, p o lis y estab lecer le y e s e in stitu c io n es, es d ecir tod o aq u ello que

contribuye al orden y a la virtud en una soc ied ad c iv iliza d a . C om o señ a la T odorov:

Un ser que no puede hablar es un hombre incompleto. La utilización de la misma palabra,

logos, para designar a la vez el discurso y la razón facilita valorar el dominio de la lengua.

A quí es donde el significado absoluto del bárbaro (el que no reconoce la humanidad del

Otro) y el relativo (el que desconoce la lengua del Otro) se tocan (2014: 35).

S in em bargo, segú n se refiere en la s prim eras crón icas esta p ercep ción d e que lo s

habitantes del norte, co m o d ice A lo n so de L eón , eran g en te « d e corta capacidad , sin n ingún

d iscu rso» (2 0 ) fu e com partida in c lu so por lo s p u eb lo s nahuas. L o s habitantes e sto s p u eb los

del centro se en orgu llec ían de su « e x c e le n c ia lin g ü ística » (T od orov , 2013: 83 ), in c lu so su 182

182 Powell (1997: 32) señala que los indígenas del altiplano central temían a los chichimecas: «Los indios políticos del sur no habían intentado conocer ni conquistar la Gran Chichimeca. ¿Por qué habían de hacerlo? Los que vivían al alcance de los Desnudos, vivían en el temor constante; sus reyes y sacerdotes no veían ningún incentivo ante el riesgo de tratar de penetrar los misteriosos horizontes del norte de donde tradicionalmente llegaban las malas noticias de invasiones hostiles».

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g e n tilic io s ig n ifica , s ig u ien d o la crón ica de Juan de T ovar, O rigen d e lo s m exica n o s, «gen te

que se ex p lica y habla claro» (Juan de T ovar, s. f .) , en contraste con la n ación ch ich im eca

«q u e s ig n ific a g en te ca la d o ra y que v iv e de aquel o ff ic io agreste y ca m p esin o » por lo que

son con sid erad os «m u y sa lva jes y bárbaros» (9).

E l p rop io A lo n so de L eó n n o s ha dejado una interesante ex p lica c ió n de la causa de

la degradación lin g ü ística , racional y espiritual de lo s ch ich im eca s del noreste. E n princip io

este p ro ceso ocurre — afirm a el autor— por la «d iversid ad de len g u a s que estas gen tes

hablan» (1 6 ). E n un e x ten so apartado d ed icad o a tal d isq u is ic ió n afirm a que d eb id o a que

estas g en tes n o tien en d io se s ni reyes, tam p o co p o seen precep tos que lo s ob lig u en a

con servarse u n id o s y que le s perm ita, por tanto, tener un len gu aje ú n ico que lo s id en tifiq u e

co m o p ueb lo . P or el contrario, esta d esu n ión fu e m otivad a por el d em o n io para exp on er la

m aldad natural hum ana y para que se v iv a en perm anente con fron tación :

Extendiéndose, pues, en este reino, cada hombre con su mujer y hijos p o r diversos ríos y

montes; p o r gusto suyo y p o r más largamente darse a sus vicios y seguir sus pareceres;

hallando cada día diferentes puestos, árboles y plantas de las que no habían visto. Unos

p o r unas y otros p o r otras partes, fueron confundiendo la lengua propia en tanta diversidad

de ellas, que parece que la fábu la de Ovidio, que cuenta de la hiedra que Hércules mató, a

quien cortándole una cabeza, de siete que tenía, le nacían dos; se puede entender p o r esta

gente, que, divisa, cada parcialidad formó vocablos, corrompiendo los nativos; que una

ranchería a otra no se entendían, aunque no fueran mucha la distancia de leguas que

habitaban (siendo tanta, que son sin número).

Así estos bárbaros, difusos p o r estos bosques perdieron también el conocimiento

que podrían tener de la creación del mundo; quedando en la ceguedad e ignorancia que

han tenido. Y hoy, p o r voluntad de Dios o justo ju icio suyo, les dura, con menos esperanzas

de su conversión hoy, que a los principios (1961: 16).

C o m o se in fiere, un len gu aje ú n ico y p rim ig en io se a so c ia con el orden y el

co n o c im ien to de D io s en tanto que la d iversidad lin g ü ística o n o reg lam entada se relaciona,

co m o en el m ito de B a b el, a un ca stigo por su rebeld ía , que en la d escr ip c ión de lo s p u eb los

del norte, parece ser un lugar com ún. Y co m o en el relato b íb lico , este desorden se con d en a

con la ign oran cia del co n o c im ien to de la d iv in id ad o de lo espiritual, por lo cual, segú n el

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autor, se v u e lv e casi im p o sib le la co n v ersió n de esto s p u eb lo s a la fe cató lica . E sta será una

id ea com partida y d efen d id a por lo s prim eros co lo n iza d o res que encontraran en e lla otro

asidero m ás para la d estru cción de lo s au tócton os y para sign ificar el norte co m o un

territorio salvaje y prim itivo .

L o s p u eb lo s norteños, adem ás, a d iferen cia de lo s m esoam erican os, no tu vieron

escritura. Fray T orib io de B en a v en te para rem arcar esta d istin c ión entre lo s p u eb los

centrales y sep ten trion a les d ice que lo s ch ich im eca s «n o ten ían m anera de escrib ir ni

figurar, por ser g en te bárbara y que v iv ía n co m o sa lv a jes» (5 8 ). E n cam b io , lo s nauatlecas,

a d iferen cia de esto s in d ios, «ad em ás d e p on er por m em orias, caracteres y figuras las co sa s

y a d ichas, y en e sp ec ia l e l su ceso y gen eración de lo s señ ores y linaje p rincipales y co sa s

n otab les que en su tip o acon tecía , hab ía tam b ién entre e llo s person as de bu en a m em oria que

sabían contar y relatar to d o lo que se le s preguntaban» (6 1 ). C o m o se in fiere, n o so lo la

carencia de escritura lo s h ace in feriores, tam b ién el h ech o de no tener la capacidad registrar

lo s h ech o s h istó r ico s o de relatarlos, lo que su p on e un estad io m ás alto en la esca lera de la

c iv iliza c ió n , co m o sí la encontraron en lo s m esoam erican os. A h ora b ien , aunque en un

princip io la m ayoría de lo s con q u istad ores e sp a ñ o le s no com prendieron el va lor de lo s

có d ic e s ni en ten d ieron el s istem a je r o g líf ic o m esoam erican o co m o una form a de escritura,

y aún m ás, lo s tu vieron co m o d ia b ó lico s, p o co a p o co , d esd e el s ig lo x v iii — cuando lo s

in te lectu a les y hum anistas cr io llo s in ic ian la reva loración del pasado in d íg en a co m o un

proyecto p o lít ico — , fueron con sid erán d o los v a lio so s acentuando m ás la d iferen cia entre lo s

p u eb los centrales y lo s norteñ os ágrafos. C o m o sab em os, el u so de un sistem a de

escritura y la práctica del reg istro h istór ico ha sido con sid erad o co m o sin ó n im o de

racionalidad y c iv iliza c ió n , así que cuando p u eb lo s ágrafos han sido con q u istad os por otros

que p o seen un s istem a de escritura, la au sen cia de esta se con v ierte en una form a de

d esca lifica c ió n de la cultura sojuzgada, tal y co m o ocurrió en las reg io n es184septentrionales.

E n sum a, estas características que h em o s v en id o enum erando se v o lv iero n lugares

co m u n es en las d escr ip c io n es acerca de lo s in d ígen as norteños, lo s ca lif ica tiv o s de brutos, 183 184

183 Sin embargo, es preciso reconocer que aun cuando les otorgaron un valor a los códices indígenas, jamás les dieron el mismo estatuto que a la escritura alfabética.184 Véase el artículo de D.P. Patanayak, «La cultura escrita: un instrumento de opresión» (David R. Olson, Nancy Torrance, 1995).

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sa lvajes, inhum anos, b e lic o so s , lad in os, tra icioneros, o c io so s , m en tirosos, puercos,

d ia b ó lico s, b estia les , g lo to n es , ep icú reos y flo jo s . Bárbaro será el ad jetivo m ás frecu en te y

aun cuando así se le s había d en om in ad o a lo s in d ígen as m esoam erican os, este térm ino

d esp u és de la co lo n iza c ió n fu e adquiriendo otro s ig n ifica d o : en el co n tex to m esoam erican o ,

el s ig n ifica d o es p agano; en el co n tex to del au tócton o del norte, es la sum a de lo s v ic io s

h u m an os y se a so c ia con la degrad ación racional y espiritual. Y pareciera que cada cron ista

o relator com p iten d iscu rsivam en te para realzar la barbarie de las com u n id ad es que se

185pretenden colon izar.

C o m o se ha p od id o apreciar en esta rev isión , si b ien es cierto que la id ea del norteño

co m o sa lvaje o prim itivo se encuentra y a en la p ercep ción nauath leca, lo s e sp añ o les

perpetuarán y aún acentuarán esta im a g en que fun d am en tó una acendrada rep resen tación de

lo s p u eb lo s del norte c o m o bárbaros y ju s t if ic ó el c o n flic to b é lic o en este territorio.

T am b ién fu e el argum ento que se esgrim iría para llegar al ex term in io casi total de las

nu m erosas etn ias norteñas, aunque sa b em os que el verdadero m o tiv o fu e la o p o s ic ió n tenaz

a la im p o s ic ió n de una n u eva cultura, lo cual afectaba grandem ente a lo s in tereses

esp añ o les. E n co n c lu sió n , por sus d iferen cias cu lturales y étn icas y por su resisten c ia a la

in v a sió n extranjera, lo s e sp a ñ o les afinaron la representación del in d io co m o agresivo ,

sa lvaje; el paradigm a del en em ig o de la soc ied a d cristiana.

C o m o se p u ed e ver, basta este rápido an á lisis de lo s atributos con que lo s cronistas

describ ieron a lo s au tócton os para co n clu ir que en las re lacion es, cartas, in form es, crónicas

y otros d ocu m en tos las características del an tigu o bárbaro fueron extrapoladas a lo s p u eb los

del norte y , por ex ten sión , el territorio adquiere tam b ién d icha s ig n ifica c ió n : el norte fu e

d efin ién d o se co m o un lugar in d óm ito , una am enaza para las in stitu c io n es del virreinato; un

lugar al que habría que som eter, p u es se v iv ía en p e ligro con tin u o por las tribus m ás fieras

de to d o el orbe. E l sig u ien te pasaje de Sheridan Prieto , s in tetiza esta situación:

Lo más tangible y a la vez más duradero es la conciencia de inseguridad en el espacio

fronterizado, lo que origina la inminencia de su institucionalización fren te a las amenazas

externas. La inseguridad se transforma en la conciencia de espacio vivido, como el espacio 185

185 Alonso de León dice por ejemplo de los chichimecas del noreste son «más torpes de entendimiento; más crueles y bestiales» por eso dice que el demonio «no necesitó de buscar artes ni nuevas maneras para engañarlos» (1961: 40).

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salvaje, incontrolable, en el que, a f in de cuentas, tutela la cultura: idolatría y barbarismo.

M ientras que la seguridad preconizada como derecho e inalienable, justificaría en su

momento, el acrecentamiento de las dimensiones de una guerra «justa» para estabilizar un

espacio que se supone, inestable (2015: 16).

5 .7 L a a v e n tu r a d e l v iv ir en el n o r te

D urante el s ig lo XIX, am en azad os con tin u am en te por lo s in d ígen as insurrectos al g ob iern o

m ex ica n o y por la precariedad y la m iseria; sin com od id ad es, a islad os, en abandono por las

autoridades fed era les, lo s norteños fu eron con form an d o una cultura d iferente a la de otras

reg io n es del país, endurecida, tam bién , por las co n d ic io n es a v e c e s h o stile s del m ed io

am biente.

A d em á s, el norte seg u ía s ien d o un territorio casi d esco n o c id o para la s reg io n es

centrales. L as p o ca s n o tic ia s q u e se ten ían de este lugar y d e la v id a de sus p ob lad ores se

referían p rincipalm ente a las con stan tes con fron tacion es con tribus reb eld es co m o lo s

com an ch es, apaches, lip an es, a ca x es y otras m ás q u e ante el em puje del ím petu

conquistador y co lo n iza d o r estad ou n id en se , el fr ío y el ham bre, atacaban las rancherías y

p o b lad os u b icad as don d e antes n u m erosas tribus lo recorrieron librem ente. E sto s p u eb los

fueron p erseg u id o s en el lad o m ex ica n o por lo s rancheros, vaq u eros, labradores y por

grupos de m ilitares fron terizos co m o el fa m o so E jército del N orte. D e estos

enfrentam ientos, adem ás de lo s ya m en c io n a d o s relatos de P ayno. H a y nu m erosas n o tic ia s

en la prensa y otras p u b lica c io n es de la ép o ca q u e referían estas p e lig ro sa s con fron tacion es,

lo q u e atem orizaba grandem ente a lo s cap ita lin os y p o b la c io n es centrales q u e consideraban

a este territorio co m o p e lig ro so e in transitable (R ajch en b erg y H éau-L am bert, 2 0 0 5 ) .186

A u n ad a a esta situ ación q u e perdura durante casi to d o el s ig lo XIX, la guerra contra

lo s c o lo n o s tejan os, prim ero — con q u ien es se tu v o perm anentes c o n flic to s— , y

posteriorm ente contra lo s in vasores norteam erican os y lu eg o fra n ceses acrisolará estas

186 En su ensayo, «Las fronteras de la patria», los antropólogos Rajchenberg y Héau-Lambert, quiens han estudiado a profundidad este periodo advierten que el territorio norteño: «quedó asociado en las representaciones sociales de las élites con la imagen de un país surcado de hordas salvajes, imposibles de sedentarizar y por tanto de civilizar. A diferencia de la población del centro que se denominaban “indios de agricultura” la del norte solo vivía del robo y del pillaje gracias a su nomadismo incorregible» (2005: 247).

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im á g en es de tierra bárbara. P ay n o ha dejado en tres m em orab les crón icas una d escrip ción

de la situ ación co n flic tiv a que se v iv ía durante el p eriod o en que recorrió las m árgen es del

R ío B ravo. E n u n o de sus relatos acerca de la v id a fronteriza re flex io n a y resu m e este

escenario: « S eg u í m i cam in o p en san d o que es m u y raro encontrar gen te en la frontera que

n o llore la pérdida d e un hijo , de un herm ano o d e un padre. L o s bárbaros y lo s b an d id os

c iv iliz a d o s de T ejas van acabando con lo s gan ad os y con las g en tes de la frontera» (1999:

45).

O tras de la s im á g en es de este territorio co m o salvaje derivaron del atraso en el que

v iv ía n a islad os e in co m u n ica d o s lo s p o b lad os rú sticos y sus habitantes: el rudo habitante

norteño — ranchero, cam p esin o , so ld ad o o in c lu so cura y la m ujer p rovinciana, a lejad os de

la capital n o co n o cen la s «b u en as m aneras», n o tien en «cultura» o g u sto s refin ad os y han

perdido o d esco n o cen las estim ad as costu m b res cr io llas. S in em bargo, esta s ilvestre y to sca

ex isten c ia que transcurre en lo s precarios y rú sticos p o b la d o s lo s ha am urallado y proteg id o

de la in flu en c ia n egativa de la c iv iliz a c ió n urbana, según consideran a lg u n o s in te lectu a les

d ec im o n ó n ico s , del que e s portavoz M anuel P ayno. A m b a s im á g en es de im pronta

rom ántica resign ifican el im agin ario bárbaro co m o dem ostraré en lo s s ig u ien tes apartados.

5 .8 L o s b á r b a r o s d e l d e s ie r to : la e sc r itu r a M a n u e l P a y n o

D e có m o se v iv ía y d e fin ía gradualm ente el territorio septentrional da cuenta m in u c io sa

M anuel P ayno, en el v a lio so relato de v ia je , «E l río B ravo del norte» (1 9 9 9 ). E l period ista ,

n ov elista , p o lítico , in telectu a l y v ia jero con su m ad o escr ib e la crón ica de su recorrido por

la s reg io n es del noreste con una m irada m á s em p ática que la de lo s cron istas e sp a ñ o les o

v ia jeros anteriores, c o m o L o u is L ejeu n e, p u es d efien d e la id ea de que aunque incu ltas

d ich as reg ion es, sus p o b la c io n es n o dejan de ser m ex ican as. P or e so se da a la tarea de

escrib ir en deta lle có m o era e se otro M é x ic o y có m o transcurría la v id a en lo s en to n ces

p eq u eñ o s p o b la d o s para que lo s ca p ita lin os y la s autoridades fed era les tuvieran co n c ien c ia

de que el territorio aunque fragm entado cu lturalm ente era u n o so lo , p u es en general se le

d esco n o cía . D e lo s habitantes n oresten ses, P ay n o n o s o frece v ar ios retratos así co m o una

d escrip ción de la guardia fronteriza y su p o co valorada, fa tig o sa y severa fu n ción . N o

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escap a a su m irada ilustrada la referen cia m in u c io sa a lo s p u eb lo s bárbaros, pero aunque lo s

con d en a porque pued en «destruir co m p letam en te lo s departam entos de O riente» (3 2 ) y

porque es im p o sib le que adquieran c iv iliza c ió n , se trasluce en su escritura la adm iración y

respeto para m u ch o s de esto s grupos, in c lu y en d o a lo s tem id o s guerreros com an ch es, a su

parecer (n o p od ía ser de otra m anera), en em ig o s del orden y la c iv iliz a c ió n .

D e e llo s , con una v is ió n casi etn ográfica co m o dijera Á lv a ro M atute en el p ró lo g o al

libro, P a n o ra m a de M é x ic o (1 9 9 9 ), señ a la v a lio so s datos acerca del « p a ís» que habitaban y

el núm ero de in d ígen as que por en to n ces andaba en « 8 0 0 0 0 a lm as» (2 1 ). A d iferen cia de

lo s cron istas de s ig lo s anteriores, id en tifica en su cultura ciertas form as de ed u cación ,

có d ig o s é tico s , creen cias re lig io sa s, gob iern o , in stitu c io n es co m o el m atrim onio y la fa m ilia

y ritos funerarios. E n sum a, a su m ien d o que son tem ib les , fero ces, a ltaneros, in su m iso s,

sangrientos, cru eles y b é lic o s co m o en las crón icas esp añ olas, lo s id en tifica con las fieras:

«p erten ecen a la raza hum ana por su figura y a la raza de tigres, por su ferocid ad » (4 7 ). D e

este p u eb lo adm ira su destreza para la guerra en la que lo s in d íg en a s, entrenados d esd e

n iñ os, «adquieren una p erfecc ió n adm irable» (2 2 ); su d o m in io ante la naturaleza p rocedente

de su co n d ic ió n sa lvaje que le s perm ite cruzar p e lig ro so s ríos o viajar grandes ex ten sio n es

sin m ás v ív eres y equ ipajes que sus arm as; su o rgu llo co m o n ación ; su astucia , v a lor e

in trep idez en la guerra y su con stitu c ión fís ica , porque son « fu ertes y duros co m o la en cin a

y el rob le del d esierto» re lación esta ú ltim a con la que m etaforiza el cuerpo con e lem en to s

p rop ios del pa isa je en que habitaban (2 8 ). D e fie n d e y m uestra que lo s co m a n ch es a

diferen cia de lo que se pen sab a co m ú n m en te de lo s in d ígen as septentrionales, tien en

creen cias re lig io sa s, p u es ante la co n tem p la c ió n de la im p on en te naturaleza, han

com p ren d id o que ex is te un C reador y tal y co m o G oeth e de n iño , adoraban al Sol. N o

obstante, aclara — y esto le servirá co m o recurso para op on er al hom bre ilustrado frente al

sa lvaje— , la p legaria del escritor a lem án fu e « la del n iñ o c iv iliza d o , la del in d io , es la del

hom bre natural» (2 5 ). A s í, m ientras a G oeth e lo m o tiv a y en señ a el « ta len to» , acá, « la

naturaleza se la en señ ó al in d io» . G oeth e adoró al so l, afirm a «por adm iración», el in d io , en

cam b io , «por co n v en c im ien to » (2 5 ). A s í que, aun cuando am b os profesaron el m ism o cu lto ,

hay una d iferen cia entre el hom bre instru ido, c iv iliz a d o de E uropa y el hom bre «natural» y

prim itivo norteam ericano.

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P ayn o n o so lo d ed icó este artículo a escrib ir acerca de lo s bárbaros in d ígen as.

P reocu p ad o au ténticam ente por la am en aza que s ign ificab an para el p royecto de n ación

d ec im o n ó n ico «esta p laga» y , «esta s guerras sangrientas», escr ib e el b reve tex to , «L os

in d io s bárbaros» (1 9 9 9 ) en el que d escrib e la situ ación de d eso la c ió n y d esp ob lam ien to que

se v iv ía en S on ora y C hihuahu a d eb id o a las guerras contra « lo s bárbaros» y el p e ligro de

m uerte en que estaba el habitante de « esa s so led a d es fronterizas d esd e que sa le de la puerta

de su casa» (2 7 9 ). A l m ás puro estilo de lo s cron istas esp a ñ o les , P ay n o se ex p la y a en la

d escrip ción de un com b ate con estas hordas de «h om b res a tlé ticos, fero ces» , de rostros

pintados, a taviados con «p en ach os» y « escu d o s de p lu m as» « lan zan d o alaridos

d estem p lad os, am en azan tes con sus arm as y h a c ien d o e v o lu c io n e s fan tásticas a p ie o

m on tad os» en sus v e lo c e s cab a llos. «E n e so s ca so s» , afirm a, « n o hay rem edio . N o queda

m ás arbitrio que ven d er cara la v id a , per la lu ch a es feroz y lo s aparatos de la m uerte,

horrip ilantes» (2 7 9 ).

E l tercer tex to que escrib e P ay n o con el tem a de lo s in d íg en a s del norte fu e

presentado ante la S oc ied ad M ex ica n a de G eografía y E stad ística en 18 6 9 con el títu lo de

«R azas Ind ígenas. R ancherías de la Sierra M adre» . A u n q u e en este tex to asum e un d iscu rso

de carácter m ás b ien c ie n tíf ic o por lo s destinatarios a lo s que escribe, le im p e le tam b ién una

m o tiv a c ió n p o lítica e identitaria, la id ea de forta lecer las fronteras co lo n izá n d o la s

sistem áticam en te para rem ediar su situ ación de vu ln erab ilid ad ante el en em ig o

n orteam erican o y el p e ligro d e las tribus bárbaras. L a p o s ic ió n de P a y n o acerca d e lo s

in d io s del norte n o cam b ia esen c ia lm en te de la que tu v ieron lo s cron istas esp añ o les,

p rincipalm ente de lo s com a n ch es y ap ach es y su d escrip ción de e sto s «h ijos terrib les de las

florestas» refuerza el im agin ario d e la barbaridad norteña, co m o se v e en este pasaje:

Como en Asia y Africa, en la Am érica tenemos también nuestros dilatados desiertos, que

mantienen hace quinze miles de años unas tribus misteriosas, cuyo origen es desconocido,

cuya existencia extraña, resiste a toda indagación histórica, toda civilización y cuyas

costumbres guerreras han rechazado constantemente la conquista. Nuestras tribus

cazadoras son realmente árabes americanos [El énfasis es m ío].

Generalmente todos los indígenas de las tribus cazadoras son altos, robustos, de

form as regulares y de una musculación muy pronunciada [...] su fisonom ía severa está

siempre cubierta con un velo e melancolía [...] su gesto imponente indica la desconfianza;

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su postura descuidada y su indiferencia, expresa su absoluto desprecio p o r la raza

civilizada [...].

E l indio cazador [...] es extremadamente activo, ligero y fuerte para resistir la fa tiga

cuando se halla en una guerra o en una cacería: atraviesa grandes distancias en un corto

tiempo; casi iguala al caballo en su carrera; sufre la sed y el hambre con una constancia

estoica, conoce los desfiladeros de las montañas [...] es valiente hasta la temeridad [...]

cuando se encuentra rodeado y acometido de sus enemigos [...] acepta la lucha contra

cualquier núm ero...y pelea desesperadamente hasta rendir el último aliento [...] cae

entonces sin rendirse ni implorar la misericordia de los vencedores (en Chávez Chávez,

1869: 142, 147-148).

H ay, en estas lín ea s com parativas de tres co n tin en tes que d esd e el fo c o o ccid en ta l se

sig n ifica n in feriores a E uropa un rasgo com ún: el m ed io am biente f ís ic o , el desierto , el cual

representa, co m o se d em ostró en el cap ítu lo anterior, el m en o s desarrollado de lo s m ed ios,

el m ás sa lvaje y h ostil. A d em ás, en el im agin ario de la barbarie, el d esierto es el hábitat

natural de lo s bárbaros, que es don d e v iv e n árabes y n orteñ os. S in em bargo n o es so lo el

m ed io g eo g rá fico lo que P ay n o com para, el v ín c u lo entre lo s d iferen tes co n tin en tes se

esta b lece en el im agin ario del bárbaro, co m o queda ev id en te al revisar lo s rasgos con que el

autor d escrib e a e sto s «árabes am erica n o s» que desprecian a la «raza c iv iliza d a » . C o m o se

dijo antes: en tierras norteñas se actualiza el s ig n ifica d o del bárbaro que tom a cuerpo en la

representación de lo s p u eb lo s in d ígen as y lo s p a isa jes del septentrión m ex ica n o .

5 .8 .1 P a is a je y p a isa n a je

E n cuanto a la im p resión que reg istró P ayn o de lo s lugares recorridos, ex cep to por el187p ob lad o de M onterrey, se deja v er en sus a n otac ion es una m irada n egativa de la m ayoría 187

187 Del entonces poblado de Monterrey, ha dejado una estampa paisajística con tintes románticos: «Una de las ciudades más pintorescas y acaso no conocida bastante, es la de Monterrey, capital del departamento de Nuevo León, bien que todo este terreno puede sin exageración llamarse un jardín [...] lo que hace que tal población sea extremadamente bella, es su situación al pie de dos cerros elevadísimos, el de la Silla y el de la Mitra. El primero cuyo nombre le viene sin duda de la perfecta semejanza que tiene la figura de su cima con un fuste de silla, es de una altura prodigiosa y tiene una hermosura y un encanto indefinibles. Tan lleno de verdor, tan majestuoso, dibujándose en el azul del firmamento: he visto multitud de cerros y de montañas, pero nunca había contemplado otro tan lleno de belleza como el cerro de la Silla de Monterrey; parece el

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de e llo s porque aun cu an d o p oten c ia lm en te son prósperos, las co n d ic io n es que las que se

tien en , n o han perm itido su desarrollo . A sí, frente a la s urbanizadas ciu d ad es del centro,

allá en el norte to d o es in cu lto y salvaje, lo s ca m in os son m o n ó to n o s, d eso la d o s y lle n o s de

m atorrales, lo que h acen el itinerario «árido, d esn u d o y fa s tid io so » (19 9 9 : 7 2 ). L as p ocas

rancherías que encuentra son m iserab les y las casas som brías e in cóm od as. E n el p ob lad o

de M atam oros, n o hay « cú p u las ni torres ni arboles ni flores, la s p ocas casas de m ezq u ite

están entre erizad os m atorrales» (7 3 ). M á s adelante en su v ia je por T am aulipas, al

contem plar el rústico p ob lad o de R ey n o sa , reflex iona:

Decididamente son unos países —pensé yo— sin recuerdos y sin porvenir. Sin recuerdos

porque eso se queda para esas viejas ciudades de la Europa, que han tenido arquitectos y

ruinas, capitanes e historia, poesía y poetas, pintores y pinturas. Sin porvenir, porque

amenazadas p o r los bárbaros y tejanos, y escasos de población, pasarán años y siglos sin

que mejoren un punto. Contentémonos con que no desaparezcan (1999: 43).

C o m o se v e , su ep is tem e ilustrada le co n fiere un alto v a lor a lto v a lor a la H istoria

por e so en la ev a lu a c ió n de esto s e sp a c io s lim in ares lo s con sid era sin p asad o — a pesar de

que habían sid o el hogar de n u m erosos tribus in d ígen as— y sin futuro, p u es lo s acechaban

por igual lo s in d íg en a s y lo s a m b ic io so s an g loam erican os, por e so P ay n o n o av izora en

esto s lugares n in gu n a p o sib ilid a d de desarrollo si la s in stitu c io n es centrales n o p on en la

debida atención . A s im ism o , anota el escritor, carecen de arte, co m p o n en te de la cultura, el

cual, s ig u ien d o lo s cán on es ilustrados es la p ro y ecc ió n de lo s sen tim ien tos m ás e lev a d o s del

ser hum ano y exp resión de esp a c io s c iv iliza d o s .

N o obstante, esta im a g en n egativa de lo s lu gares se co m p en sa con lo s ju ic io s que

refieren la s cu a lid ad es de lo s habitantes norteños d escen d ien tes d e lo s prim eros

co lo n iza d o res esp añ o les. A e llo s lo s d escrib e «b ien h ech o s» y «d e form as robustas» (3 6 )

protector de la ciudad y el confidente de los astros. Por las mañanas el sol le envía sus primeros fulgores, y lo tiñe de púrpura; por las tardes reclina un momento sobre él, y sacude su cabellera de oro en su cima llena de flores y de arbustos, y en las noches se ve sobre el último picacho al parecer clavada a la luna blanca y hermosa como una perla, o al lucero vespertino arrojando sus pálidos y temblorosos fulgores. [...] es la clase de gente mejor que yo he conocido: amables y hospitalarios, no desdicen del carácter mexicano, habiendo además la ventaja de encontrar particularmente entre las mujeres una sencillez y un candor y modestia apreciabilísimos [...] Si Monterrey estuviera completamente libre de la terrible plaga de los indios bárbaros, que en tiempo de invierno suelen cometer sus depredaciones en las cercanías, sin duda que progresaría mucho, y sería uno de los más deliciosos países para pasar una vida quieta y tranquila» (Payno, 1999: 102­103).

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sen c illo s , b e n é v o lo s y am ab les y observa , que por in flu en c ia norteam ericana, a d iferen cia

de lo que ocurría en el centro del país, n o hay una m arcada d istin c ión de c la se s so c ia le s por

lo que to d o s v isten , co m en y v iv e n d e m anera sem ejan te «y n o tien en lo s v ic io s groseros

que degradan a lo s que en la p o b la c ió n interior llam an lép ero s» (3 6 ). S on en su

com portam iento , « so b rio s en la b eb ida , reco g id o s en sus casas y p o ca s v e c e s dan un

escán d a lo» (3 7 ). A d em ás, co m o d escen d ien tes de lo s prim eros co lo n iza d o res que se

form aron en lo s «rudos e jerc ic io s de la guerra» contra las hordas in d íg en a s han heredado

« su co n stitu c ió n de fierro» y co m o «n o se entregan a lo s v ic io s» , « g o za n de com p leta

salud» fav o rec id a por la v id a sen c illa y sobria, por e so : « S u forta leza para lo s e jerc ic io s del

cam po y para las travesías para lo s desiertos, es adm irable» (6 9 ). D e su carácter op in a que

d eb id o al a islam ien to , « e s adusto y reservado... pero tien en ese ta len to n a tu ra l que

ca ra c teriza a todos lo s m exica n o s, u n id o a la p ersp icacia y astu cia que han aprendido en el

trato frecu en te con lo s in d io s» (6 9 ) (E l én fa sis es m ío ). C o m o se in fiere de esta afirm ación

la com p aración entre lo s norteñ os y cap ita lin os deja ver ciertas p reco n cep c io n es de lo s

citad in os acerca de lo s habitantes de lo s p u eb lo s co m o atrasados cu lturalm ente, por lo que

se v e en la n ecesid ad de destacar que aun así son in te lig en te s por naturaleza, y tien en la

ventaja de ser sa g a ces en su con d u cta y v a lien te s en la guerra contra lo s bárbaros y co lo n o s

de T ejas, p u es co m o n in gú n otro m ex ica n o , « co n o cen sus arterías y m añas en el com b ate»

(7 0 ). D esta ca en sus crón icas la an im osid ad y d isp o sic ió n de lo s norteños para defender

va lien tem en te la lín ea fronteriza tanto de lo s tejan os co m o de lo s bárbaros así co m o su

habilidad han desarrollado para p ersegu ir rastros de in d io s y , lo ca liza d o s , enfrentarse a

e llo s m ed ian te sus certeros fu sile s . L es fa lta cu ltivarse, pero — o sc ila e l autor— estas

g en tes están « siem p re p red ispuestas a recib ir y adoptar las id eas de ilu stración y progreso»

(7 0 ). C o m o p u ed e in ferirse fá c ilm en te , de n u eva cuenta se d estaca en lo s norteñ os sus

cu a lid ad es para la guerra tal co m o lo s in d ígen as bárbaros aunque a d iferen cia de estos,

están d isp u esto s a recib ir la c iv iliz a c ió n que p rov ien e de las reg io n es centrales.

E n con cord an cia con este asp ecto son abundantes, tam bién las m en c io n es a sus

apariencia física: lo s hom bres, son «d e co lo r rosado... de fa c c io n e s proporcionadas y

v a ro n iles» y lo s cuerpos son «d e fierro, de rob le del d esierto» (4 7 ), m etáfora esta que se

basa en e lem en to s de la naturaleza autóctona para dibujar a lo s p ob lad ores h ac ien d o así un

sím il de su forta leza f ís ic a y recio carácter con las co n d ic io n es m ed ioam b ien ta les.

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P or otra parte, la s m ujeres son siem pre «h erm osas» , «extrem ad am en te b lan cas» , «de

ojos y ca b e llo s n egros» o rubios, de « form as m órb idas» lo que le llam a altam ente su

atención , p u es aún en lo s m ás recón d itos y m iserab les ranchos: « se encuentra una b on ita

jo v e n » (3 7 ). Si b ien es cierto se creía que la b e lle z a f ís ic a era m ás propia de lo s esp a c io s

c iv iliz a d o s o de lo s esp íritus cu ltivad os, sin em bargo, argum entará el autor: « la s flores

cuando están en un jardín , n o so n tan b e lla s c o m o cuando n acen en la s g r ie ta s de la s ro ca s

y en tre la s m a leza s y e sp in o s de u n a so led a d » (3 7 ) [Las cu rsivas son m ías]. E n la o p o sic ió n

m etafórica de las flores del jard ín con las flo res s ilvestres, P ayn o contrapone, n o so lo dos

tip o s de b e lle z a f ís ic a s in o adem ás d os tip o s de form as de ser re lacion ad as con la reg ión

cu ltivad a del centro y la reg ión agreste del norte. L o s su stan tivos que conform an la

d escrip ción , grietas, rocas, m a leza y esp in o se refieren tanto al m ed io am biente del esp a c io

norteño, co m o tam bién , a la tosq u ed ad de sus p u eb lo s y habitantes; sin em bargo gracias a

esta « so led a d » , co n c lu y e , pu ed en con servarse «naturalm ente» m orales: « v írg en es» (3 7 ). L a

sig u ien te d escr ip c ión de las m ujeres e jem p lifica esta cond ición:

Su trato parece áspero e incivil en los principios; pero después se descubre una rústica

amabilidad que recuerda las épocas de candor y primitiva sencillez de los pueblos nuevos y

exentos del barniz aparente de las sociedades más civilizadas. En lo general tiene fama de

rudas y poco sociales; pero yo observé p o r el contrario que poseen talento natural y agudo,

a pesar de no haber visto otra cosa en el mundo que el recinto de su modesta habitación

(1999: 36) [El énfasis es m ío].

D e n u eva cuenta en esta d escr ip c ión se v e en la n ecesid a d de reafirm ar que aun

cuando las p ob ladoras son in cu ltas y se le s ha generado « fam a» de rudas, son tam bién

in te lig en tes y v irtuosas: p o seen pureza y h on estidad , cu a lid ad es de las cu a les a d o lecen lo s

citad in os que son de h ipócritas y presuntuosas costum bres, aun cu an d o aparentan ser

c iv iliza d o s . E n otro pasaje de su estan cia en M atam oros, al v e r a un grupo de m ujeres se

asom bra de su b e lle z a en e so s esco n d id o s y rem otos lu gares tan a jen os a la capital, por e so

se cu estion a si esa s h erm osas m u ch ach as puedan ser fe lic e s , lozan as y sa ludab les con lo

p o co que tien en , y pregunta: « ¿ A ca so n o bram a en su corazón las p a sio n es v io len ta s que

engendra la c iv iliz a c ió n ? ¿ A c a so m ás cerca del candor se n c illo de la naturaleza, am an sus

b o sq u es, su m iserab le cortijo , sin desear ni envid iar otra co sa ? » (3 9 ). Su co n c lu sió n es que

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lo s norteños, n o am b icion an nada p u es se contentan con la v id a sen c illa que le da la

naturaleza, co m o antaño lo h ic ieron lo s prim eros co lon izad ores, so lo que aquí, exp lica , la

ex isten c ia transcurre fe lizm en te p u es nada pueda pervertir el espíritu , al contrario de lo que

ocurre en las c iu d ad es d on d e el ser hum ano «ag itad o de su org u llo , de su am b ición , de su

m alic ia , de su am or, m uere sin haberse a lim en tad o m ás que de p en as y am arguras» (3 9 ).

S e p u ed e descubrir en estas d escr ip c ion es de lo s pob ladores la im pronta rom ántica

en la id ea «d e l b uen sa lva je» aún no contam inado por lo s v ic io s de las ciu d ad es en la

con trap osic ión de la can d id ez y fe lic id a d de la e x is ten c ia rural frente a la p erversión de las

urbes cu ya co n secu en c ia es la degradación m oral de sus habitantes y el or igen de sus

desgracias, tó p ico este , frecu en te d e las con trad icc ion es de la m odernidad d ec im o n ó n ica en

lo s d iscu rsos en que se o p o n e la urbe al cam po.

Á lvaro M atute señ a la en el p ró logo a las obras de P ayn o que la con trap osic ión entre

lo s paradigm as de bárbaro y c iv iliz a d o , e sp ec ia lm en te en las referidas al e sp a c io del norte,

aunque hay eco s de S arm ien to , no hay una o p o s ic ió n drástica, co m o la encontram os en

otros escritores de la ép o ca , tam p oco lo hay en lo s encarados tem as del progreso y atraso,

por el contrario, P ayn o trata de con ciliar estas p o s ic io n e s porque co n c ib e am bas reg ion es

integradas, co m o partes de una m ism a nación . A l contrario de otros in te lectu a les y p o lítico s

de le ép o ca que despreciaron estas reg io n es, la escritura de P ayn o pretende integrarlas en la

v is ió n de las é lite s centrales y centralistas que por lo m ism o ten ían en abandono estos

lugares. M atute al resp ecto afirma: «E n su recorrido por el B ravo nunca se s ien te extraño o

ajeno. E s su tierra, que sabe apreciar, disfrutar, co m o un bu en v a so de agua fresca, en ese

m om en to superior al m ejor sorbete del ca fé de m od a cap ita lin o» (19 9 9 : 19).

5 .9 E l so ld a d o fr o n te r iz o : el o tr o b á r b a r o

N o hay otra gente más a propósito que los soldados de la

frontera.

Estos hombres del desierto son admirables.

M anuel Payno

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M e referiré brevem en te , por ú ltim o a com entar el apartado, «L a tropa veterana. L o s

so ld ad os de la frontera» que M an u el P ay n o d ed ica a lo s so ld a d o s que conform aron la

guardia fronteriza, tam b ién llam ada E jército del N orte. M e in teresa destacar lo s rasgos con

que d escrib e a estas an ón im as tropas de lo s p resid ios porque aunque e lo g io so s — y tal v e z

por e so m ism o — contribuyeron a afianzar la im a g en del norteño c o m o bárbaro. E n su

crón ica aclara que la gran m ayoría de esto s so ld a d o s eran oriundos de lo s ranchos de la

frontera, co m o se llam ab a d esd e el centro a lo s estad os norteños, y por lo tanto, estaba

«acostu m b rad os d esd e p eq u eñ o s a lo s rudos e jerc ic io s del cam p o» (53).

P ayn o relata que en su fu n c ió n de guardianes de este territorio de guerra, lo s

so ld ad os debían recorrer d iariam ente de 14 a 16 legu as, para d esp u és de esta larga jornada

en un « so l abrasador» o un trem endo frío tener por d esca n so las llanuras llen a s de

m ezq u ita les, m osq u ito s , n igu as y sabandijas. E n su recorrido deb ían com batir tanto a las

hordas bárbaras co m o lo s forajidos tejan os, resistir una « sed rabiosa» y un «ham bre

canina», «aguantar agu aceros» , cruzar p e lig ro so s ríos, soportar «p a lo s» , «cin tarazos» y

hasta « g o lp e s» de sus superiores para recib ir co m o co m p en sa c ió n apenas 8 p e so s al m es,

con lo s cu a les se m anten ía él y a v e c e s hasta la fam ilia . N o obstante, in ic ia d o el com bate,

exp resa P ay n o con adm iración a su va len tía , « e l so ld ad o es un leó n ; ni lan zas, ni r ifles, ni

barrancos, ni m urallas d etien en su có lera ... ja m á s v u e lv e la espalda: o v e n c e o m uere» (52).

T am b ién pondera a la m ujer del so ld ad o , pues: « su c ia , cubierta d e harapos y v ic io sa , tien e

la virtud de abandonar su tierra, sus parientes, y hasta sus v ic io s m ism o s por segu ir en lo s

p a d ec im ien to s del d esierto y en lo s r ie sg o s de la cam paña, al pobre so ld a d o » (5 1 )

com partiendo con él pobreza, sed, ham bre, d esn u d ez y «una m uerte oscura e ignorada»

(5 1 ). Por e so afirm a, « n o hay otra g en te m ás a p rop ósito que lo s so ld ad os de la frontera.

E sto s hom bres del d esierto son adm irab les» (5 4 ). C o m o p u ed e claram ente advertirse en lo s

p asajes d escr ip tivos del norteño, su identidad se fundam enta prim ero, en la re lación que

tien e con el m ed io am biente con sid erad o m ás h ostil, adem ás se destacan en e llo s su

capacidad para la guerra, su va lo r ante el p eligro , su forta leza f ís ic a y su resisten c ia a la

h ostilid ad del c lim a que por lo m ism o , le ha dado un perfil identitario d istin to al habitante

de las urbes co m o las de la capital. Si com p aram os esta representación con la que lo s

cron istas h acían d e lo s in d íg en a s encontrarem os claras s im ilitu d es en las que la capacidad

b é lica y su to sca y ruda co n stitu c ió n f ís ic a son e lem en to s com u n es.

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Sin em bargo la va lo ra c ió n ante esto s rasgos, ha cam b iad o D e h ech o se puede

traslucir la adm iración y em patía de P ay n o con esto s rudos p ob lad ores y particularm ente

con la guardia fronteriza. A l constatar la ex ig u a aten ción que el g ob iern o le daba a esta

guardia fronteriza, sus carencias, la m iser ia y el r iesg o p erm anentem ente de perder la v id a

en el com bate con la s tribus de in d ígen as, — las cu a les d esp u és de la co n su m a ció n de la

In d ep en d en cia habían atacado a las p o b la c io n es con una crueldad sin p reced en tes— P ayn o

critica ab iertam ente la p o lítica m ilitar del E stado, q u ien ha dado la esp a ld a n o so lo a sus

so ld ad os, s in o a la p o b la c ió n m ism a. In d efen sa ante lo s ataques de in d íg en a s y tejan os por

igual, estaba m ás v u ln erab le que nunca. P or e so ju zga duram ente esta circunstancias y

reprocha el que d esp u és de la em an cip a c ió n de E spaña, el gob iern o central m ex ica n o haya

destru ido en su soberb ia independentista , in stitu c io n es y p o lítica s acerca de la seguridad del

país, que hasta en to n ces habían fu n cio n a d o m ejor que en esa ép oca:

Llegamos a la época de la libertad en que todo se cambió, todo se reformó, en que

establecimientos creados y conservados p o r la experiencia de trescientos años, vinieron

abajo con un soplo; en que juzgamos que la sabiduría había llegado junto con la libertad y

la experiencia con la emancipación, y no se pensó ni en la fron tera ni en las poblaciones

nuevas ni en los salvajes ni p o r consecuencia en las compañías presidiales. Para México

fu e solo la libertad, el júbilo y la alegría [...] Mientras sus gobernantes se divertían en las

orgías, multitud de poblaciones nuevas agonizaban aisladas en medio de los desiertos

(1999: 52).

M ed ian te sus v iv e n c ia s recog id as p u n tillo sam en te en sus crón icas P ay n o se propuso

al igual que G uillerm o P rieto y otros escritores del s ig lo XIX p royectar en estas crón icas la

im agen de un ú n ico territorio n acional aun reco n o c ien d o sus d iversid ad es y d iferen cias

culturales; articular una n ación co m o d ice P ab lo M ora. M ientras el gob iern o n o asum iera

este p royecto m ed ian te una c o lo n iz a c ió n sistem ática , el reforzam ien to d e las fronteras, el

im p u lso a las reg io n es y la co m u n ica c ió n e fic ien te entre las d iferen tes reg io n es n o se

lograrían tener una co n c ien c ia n acion a l que id entificara a sus p ob ladores. Para lograr e se

p rop ósito habría que integrar e so s territorios de la periferia; la escritura era una e fica z

estrategia para proyectar sim b ó lica m en te una geo g ra fía n acion a l en la cual el norte tuviera

cabida.

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P ero si b ien es c ierto que lo s tex to s de P ayn o estab lecieron v ía s de co m u n ica c ió n

entre el norte y el centro al registrar otra p ersp ectiva de esta reg ión , contribuyeron tam bién

a reforzar la im a g en del norte bárbaro al destacar las con fron tac ion es entre lo s in d ígen as,

co lo n o s tejan os y pob lad ores norteños. L o s atributos con que d efin e a sus p ob lad ores son

tam b ién ex trap o lac ion es de a lgu n os rasgos bárbaros aunque tien e d iferen tes va lo ra c io n es:

en lo s in d ígen as son n eg a tiv o s, en tanto que en lo s m ex ica n o s , son lo o p u esto n o so lo

porque gracias a e llo s p u ed en d efen d er la frontera de las hordas bárbaras, tam b ién lo

rem oto y d eso la d o del territorio lo s ha preservado in tactos en su naturaleza « sa lv a je » pero

incorrupta. P ayn o o frece del norte un p a isa je rústico , h o stil y p e lig ro so pero con

p o sib ilid a d es para el desarrollo siem pre y cuando se exterm in e la barbarie.

E n lo s s ig u ien tes cuadros p resen tam os un resu m en d iacrón ico de lo s principales

atributos co n que se han d escrito a lo s in d ígen as norteños n a tivos y a lo s c o lo n o s norteños

del s ig lo XIX d esd e d istin tas p ersp ectivas. E n la prim era serie h em o s enum erado lo s rasgos

d escritos por lo s cron istas e sp a ñ o les cu ya id e o lo g ía extranjera, fundam entada en raíces

europeas y m ed iev a le s deja ver claram ente lo s atributos del bárbaro. E n la segu n d a serie se

en listan lo s ca lif ica tiv o s con que M an u el P ay n o d efin e a lo s in d io s n a tivos en lo s cu a les se

deje ver la adm iración d e P ayn o en a q u ello s atributos que ju zg a n su destreza guerrera, su

va len tía y co n stitu c ión fís ica . S in em bargo, se p u ed e com probar que aún en la m irada

b en ev o len te de M an u el P ayn o se prop on e a fa v o r de su d om in ación o ex term in io , si es que

se quiere co lo n iza r el esp ac io . E n una tercera ca s illa se enum eran las características

atribuidas a lo s c o lo n o s norteños sig u ien d o lo s relatos de P ayno. E n e llo s encontram os ya

una m irada p o sitiv a en la v id a sen c illa , ruda y s ilvestre de lo s p u eb lo s acorde con el tó p ico

literario rom án tico del cam p o versu s la ciudad en la que se m uestran las con trad icc ion es del

s ig lo XIX cu y o paradigm a es el de la c iv iliz a c ió n contra la barbarie. P or otra parte, pued en

encontrarse de tod as m aneras rasgos co m u n es en la con figu rac ión de lo s habitantes del

territorio norteño que p ersisten en tod as las ép ocas: prim eram ente la forta leza f ís ic a ante el

m ed io am biente, su resisten c ia al m ed io am biente, su an im osid ad y v a lo r en la guerra,

sobre tod o ante lo s en em ig o s m ás tem ib les: lo s in d ígen as que atentan contra la m ism a

c iv iliz a c ió n . O tro de lo s lu gares co m u n es es el atraso cultural y la rusticidad de la v id a

sen c illa y s ilvestre del norte que contrasta con la urbe c iv ilizad a .

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C U A D R O 1.

A T R IB U T O S DE L O S IN D ÍG E N A S N A T IV O S D E L N O R T E P O R C R O N IST A S

E SP A Ñ O L E S Y M A N U E L P A Y N O V S D E S C R IP C IÓ N D E L O S N O R T E Ñ O S

P O R M A N U E L P A Y N O

Indígenas en las crónicas españolas

Ind ígenas en las crónicas de M anuel Payno

D escripción de los norteños por M anuel Payno

De condición primitiva, habitantes del monte y las cuevas, andan desnudos, no saben cultivar

Hombre natural y primitivo Se contentan con la vida sencilla que da la naturaleza, sencillos, no ambicionan nada, sin marcada distinción de clase social

Ser del todo salvaje, hombres que han perdido su condición humana, viven com o brutos animales, perro sucio e incivil, perro sin correa

Feroces,semejantes a fieras

Am ablesRústicosRudosParecen poco sociales Atrasados culturalmente

A sesinos sanguinarios Fieros, actitud fiera, de naturaleza bestial

Sangrientos B enévolos

Enem igos de la civilización, asociados con el desorden y el desgobierno, viven en anarquía, libres

Enem igos del orden y la civilización

Predispuestos a recibir la civilizaciónAstutos, perspicaces, sagaces en su conducta Talentosos naturalmente

B elicosos, grandes guerreros B élicos, diestros para la guerra, valientes e intrépidos en la guerra, de costumbres guerreras

Valientes en la guerra

Bravos, valientes Tem ibles, amenazantes Poseen animosidad y disposición para defender su

territorio

Depravada naturaleza humana, viven para autosatisfacer el cuerpo y a los bajos instintos, seres humanos imperfectos

Poseedores de ciertas formas de educación, códigos éticos, gobierno e instituciones

Sin vicios groseros, no se entregan a los vicios, sobrios en la bebida.Puros y honestos

De poco intelecto («son de corta capacidad»), torpes de entendimiento, vanos, ignorantes («de riquezas, deleites y leyes»)

Astutos Inteligentes por naturaleza. Talentosos naturalmente

Carentes de una religión y sin conocim iento de D ios

Creyentes de un culto Virtuosos

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V iven en pequeños grupos poco desarrollados, viven com o gitanos, andan en cuadrillas y capitanías

Con ritos establecidos de matrimonio, ritos funerarios, familia...

Poco escandalosos, carácter adusto y reservado

Carácter cruel e inhumano, gente cruel y feroz, brutales, despiadados.D e naturaleza bestial

Crueles, destructores Naturalmente morales

Se podrían comparar a los

árabes. Nóm adas, errantes en la barbarie

Se comparan a los árabes por vivir en el desierto y por ser bárbaros

R ecogidos en su casa

Indómitos, insum isos, im posibles de civilizar, agrestes.O ciosos, holgazanes, haraganes. M entirosos, traidores, ladrones

Insum isos, altaneros, orgullosos Exentos del barniz aparente de las falsas sociedades civilizadas

Solitarios, desunidos, proclives a disgregarse entre ellos y su grupo familiar, con escasos lazos afectivos, infieles

Tribus misteriosas de origen desconocido

D escendientes de los primeros colonizadores españoles, acostumbrados a la vida ruda de la región

Bien agestados, condición física superior. Corren com o caballos, ágiles, atléticos.Se diferencian solo en la

forma de los brutos animales, semejantes a bestias

Físicamente superiores, atléticos, Fuertes, semejantes a los animales en su agilidad y ferocidad. Resistencia y dominio ante la naturaleza

D e color rosado, facciones proporcionadas y varoniles los hombres. Constitución de

fierro, fortaleza admirable para los ejercicios y travesías de los desiertos.Mujeres extremadamente blancas, hermosas y de formas mórbidas, bonitas jóvenes, de ojos y cabellos negros o rubios

V engativos, resentidos, perniciososSe alimentan de inmundicias (raíces, yerbas y frutos...) y carnes crudas, caníbalesIncapacidad para comunicarse en un lenguaje («sin ningún discurso»), ágrafos (no tenían manera de escribir ni figurar)

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E n el cuadro núm ero 2 en u m eram os una serie de características que contraponen en

su d escr ip c ión d os form as de v id a relacionadas con la reg ión del norte y las reg io n es

centrales para P ayno. H ay en esta o p o s ic ió n una m irada m ás p o sitiv a h acia la reg ión del

norte aunque reco n o ce el atraso cultural derivado del abandono en el que se tien e a la

reg ión septentrional por la s autoridades fed era les, por e so resalta el ta len to y la in te lig en c ia

natural de sus habitantes, así co m o su d isp o sic ió n para aprender y de este m o d o integrarse a

la v id a c iv iliza d a . N o obstante n o deja de criticar la form a de v id a de la ciudad porque sus

costu m b res n o corresponden a la verdadera c iv iliza c ió n .

C U A D R O 2.

C A R A C T E R ÍST IC A S C O N T R A P U E ST A S D E L O S N O R T E Ñ O S F R E N T E

A L O S C A P IT A L IN O S E N L O S R E L A T O S DE M A N U E L PA Y N O

N orteños C apitalinosSin una marcada distinción de clases sociales Con una marcada distinción de clases

socialesSin v icios groseros V icios groseros que los degradan en léperos

Atrasados culturalmente Formas de ser relacionadas con la región cultivada del centro

Inteligentes por naturaleza De costumbres hipócritas

Sagaces en su conducta y valientes en la guerra De presuntuosas costumbres

Formas de ser relacionadas con la región agreste del norte

Aparentan ser civilizados

Las mujeres posen pureza y honestidad Hombre agitado de su orgullo, de su am bición, de su m alicia y de su amor

Mujeres exentas del barniz aparente de las sociedades más civilizadas

Hombres alimentados más que de penas y amarguras

N o ambicionan nada pues se contentan con la vida sencilla

V iven felizm ente sin que nada pervierta su espírituAcostumbrados a las hostilidades del m edio y de la guerra

Hábiles combatientes

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5 .1 0 L o s b á r b a r o s d e l n o r te : la m ir a d a p r o p ia

C o m o h em o s v en id o exp lican d o , ante la fa lta de in terés por las reg io n es norteñas de parte

del poder central y por con secu en c ia , por el abandono, la cr isis financiera, las pugnas

p o lítica s internas del centro contra a lgunas reg io n es norteñas, el g ob iern o de N u e v o L eón

d ec id ió crear su propia guardia estatal reclutando a lo s p rop ios p ob lad ores norteños. F u e el

gobernador S an tiago V idaurri q u ien e sta b lec ió la creación de un cuerpo de d efen sa a cargo

del estado que pudiera con ten er el ataque d e lo s in d io s e im p ed ir sus devastadores

co n secu en c ia s: pérdida de v id as, el robo del ganado, d estrucción de las prop ied ad es y el

secu estro de n iñ o s y m ujeres y a que la G uardia N a c io n a l había d escu id ad o sus fu n c io n es

d eb id o a la s co n d ic io n es en que lo ten ía la in d o len c ia y d esin terés de las autoridades

centrales.

E l esc lareced or libro, L o s b á rb a ro s d e l N o rte . G u a rd ia N a c io n a l y p o lítica , s ig lo XIX

(2 0 1 4 ) de L u is M ed in a P eñ a ex p lica deta lladam ente esta situ ación en la que se v iv ía en las

reg io n es n oresten se y có m o fu e con form án d ose esta propuesta que cau só tanto tem or a las

autoridades centrales. P or esa razón, enviaron al G eneral M ariano A rista , resp on sab le del

d estacam en to de esa s áreas para contrarrestar la propuesta con otra: el reforzam ien to del

E jército del N orte con c iv ile s de la propia reg ión el cual sería so sten id o por la s cuotas de

lo s n eo lo n eses . A su m id o este acuerdo entre el g ob iern o estatal y federal, V idaurri

resp o n sa b ilizó del ad iestram iento de e se singular cuerpo m ilitar a su hom bre de m ás

confianza: el Gral. Z uazua, oriundo tam b ién de su natal L am p azos. E l resu ltado fu e un

ejército de gran e fica c ia n o so lo en la guerra contra lo s in d io s , tam b ién co m b a tió durante la

in v a sió n de lo s norteam ericanos. S in em bargo don d e tu v o un papel central fu e en la guerra

de In terven ción fran cesa bajo el m ando de otro n eo lo n és , el Gral. M ariano E sco b ed o , el

V en ced o r del S egu n d o Im perio. V ictorian o Salado Á lv a rez escrib ía por esa ép o ca que: «S u

teatro ha s id o el d esierto y su e scu e la de guerra contra lo s bárbaros» [...] «C on puntería

adm irable» y « d e c is ió n a tod a prueba» tien e [Z uazua] eq u ipado un cuerpo de tropas que

son el asom bro nuestro y el terror de lo s en em ig o s [...] m ontando en cab a llo s lig er ís im o s,

m anejan el r ifle y la p isto la con la p rec is ió n » (M ed in a P eña, 2014: 133).

P ero ¿ cu á les fueron esa s características que d istin gu ieron a este cuerpo singular de

m ilitares? S e trataba prim eram ente, segú n ex p lica en su r igu roso y d ocu m en tad o libro,

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M ed in a P eña, de hom b res n ac id o s y en trenados en el d esierto por lo que estaban

acostum brados a las h ostilid a d es al m ed io y de la guerra contra lo s bárbaros. P or otra parte,

a d iferen cia de las tropas co n v en c io n a le s , el gobernador in s is t ió en que fueran adiestrados

en la form a de com batir de la reg ión , es decir, « a lo com an ch e» . D e e se m od o , co m o sus

en em ig o s , form aron escu ad ron es «a ltam en te m ó v ile s de gran rap idez y e sca so

im p ed im en to» (1 3 1 ). L a guerrilla y n o la guerra co n v en c io n a l fu e una de sus estrategias,

por e so eran exp ertos en la em b oscad a , ten ían exp ertos francotiradores; atacaban en

d isp ersión , n o en co lu m n a co m o era lo trad icional, y disparaban sus r ifles o co lt con gran

p rec isión a lcan zan d o a su v íc tim a in c lu so a grandes d istan cias por las características de sus

arm as. A d em ás, com b atían co m o lo s in d io s , dando gritos para d escon certar a sus en em ig o s

lo que « le s daba una ven taja p s ic o ló g ic a » (1 3 2 ). P or este m o d o de lidiar, «p od ían paralizar,

in c lu so , d iezm ar en p o c o s m in u tos a las len tas co lu m n as de ejércitos regulares, co m o lo

descubrirían M iram ón, en Carretas, y años d esp u és lo s fra n ceses» (1 3 3 ), a sim ism o , según

lo experim entaron var ios gen era les con servad ores de la R eform a, d esm on tad os y rod illa en

tierra «p od ían desarticular una carga de caballería» (1 3 3 ). P or su origen rural, e sto s

«rifleros desarrollaron u na gran hab ilidad para trepar las laderas escarpadas con inaudita

rapidez, con el r ifle en ristre o con d os p isto la s en m ano»; eran por esa s características una

«in fantería m ontada» (1 3 3 ) , porque p od ían com batir igu a lm en te a cab a llo o d esm on tad os.

E sta organ ización y m o d o de pelear, e x p lica M ed in a P eña, se ex ten d ió a otras u n idades

arm adas de N u e v o L eó n y C oah u ila con stitu yen d o así el E jército del N orte , el prim ero que

saldría al in terior del p aís en la s G uerras de R eform a con sus 5 0 0 0 hom b res (3 9 6 ).

¿Q u é reacción tu v ieron ante este E jército norteño la é lite conservadora del centro?

T anto de la ciudad de M é x ic o co m o de otras c iu d ad es con tigu as que apoyaban a F é lix

Z u loaga v e ía n en esto s so ld a d o s oriundos de estad os lib era les una severa am en aza a la c la se

p o lítica y cu ltivad a que d esd e el centro reg ía lo s d estin o s de la tam baleante nación . P or e so

acusaron a lo s m iem b ros de este E jército de ten er « lo s m ism o s in stin tos d estru ctivos que

lo s in d io s depredadores que orig in a lm en te habían com b atid o» (1 3 ). L a respuesta fue

ju zg a r lo s de bárbaros tal y co m o fueron ca lifica d o s en una hoja su elta que se reprodujo,

prim ero por el p er ió d ico o fic ia l de Z acatecas y d esp u és por el B o le tín O fic ia l de N u evo

L eó n , el 14 de ju lio de 1858.

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C o m o apunta en su p ró lo g o M ed in a P eña, lo esperado era la in d ign ación a la o fen sa ,

pero contrario a e so , el m o te fu e a su m id o con orgu llo e in c lu so ju stifica d o segú n se le e en

este pasaje que cita del B o le tín O fic ia l de N u evo L e ó n : «¿Bárbaros del N orte? ... S ea en

bu en a hora. S iem pre fu e d estin o de lo s bárbaros del N o rte arrollar y destruir a la fa lsa

c iv iliza c ió n , carcom ida por el v ic io y la degrad ación » (en M ed in a Peña, 13). A u n q u e es

o b v io que hay una a lu sión a la caída del im p erio rom ano, n o queda duda que qu ien escrib e

deja traslucir en su argum ento la pugna entre la p rov in cia y la capital « c iv iliza d a » ,

b asán d ose en la v is ió n rom ántica que y a se advertía en P ayn o , acerca de la ciudad co m o

corruptora y p len a de v ic io s , m ora lm en te d evalu ad a en o p o s ic ió n al cam p o, p rim itivo pero

«puro». E s o b v io que qu ien escrib e este pasaje n o es cap ita lino , por e so d efien d e estos

territorios y ju s t if ic a la d estru cción de un estado de co sa s degradado y corrupto. E n este

tex to tam b ién encontrarem os otros s ím b o lo s que o p on en estas d o s reg ion es, co m o se le e en

la s s ig u ien tes líneas:

Esos bárbaros del Norte habían tomado el fu s il y habían abandonado sus hogares y,

exponiéndose a todo género de penalidades, defendían la libertad. En cambio los hombres

civilizados que los tachaban de bárbaros lo hacían desde el oscuro rincón de su casa a la

sombrea del fanatism o y el despotismo lanzando tiros envenenados a todo lo que es noble y

desinteresado. A quellos bárbaros tienen costumbres si no irreprensibles a lo m enos exentas

de toda afeminación: y estos hombres civilizados ¿no son por su frívola fatuidad, la

deshonra del nombre m exicano? (en M edina Peña, 2014: 13) [El énfasis es m ío].

V e m o s en este pasaje u n a con trap osic ión de d os reg io n es, la capital y el norte am bas

sig n ifica d a s con va lo res antagón icos: lo s cap ita lin os son a fem in ad os, cobardes, traidores a

la patria, con servad ores, por e so « fr ív o lo s» y « fa tu o s» deshonran el nom bre de m ex ica n o s. 188

188 Esta valoración de los bárbaros como impulsores de una nueva cultura, se encuentra aún vigente en algunos historiadores como Martínez Caraza. Hay en dicha valoración una especie de dignificación de la barbarie norteña, señalando que sin su empuje no hubiera sido posible la gran civilización mesoamericana, pero refrenda la idea de los guerreros y cazadores del norte como pueblos menos avanzados e incultos, para este autor, ambos niveles son parte de una necesaria transformación. También León Portilla, en «Estudios de cultura Náhuatl», examina el proceso de aculturación de los chichimecas que permite la toltequización y da origen a un nuevo esplendor de la civilización prehispánica, como lo explica: «Verdad es afirmar que, para bien o para mal, los bárbaros han sido sombra y trasfondo de toda cultura superior [...] la realidad de los pueblos bárbaros en relación con los civilizados, no es aspecto secundario sino parte esencial de la historia [...] la secuencia de estos choques no es otra cosa que la serie impresionante de los más variados procesos de aculturación que han hecho posible, al fin, el nacimiento de una nueva forma de civilización» (León Portilla, 2001: 59-60).

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L o s bárbaros norteños son m a scu lin o s, v a lien tes , guerreros, lib era les y n acion a listas. E l

m o te de bárbaro, en to n ces, deja de ser un in su lto y se in v ierte su valor, p u es pasa a ser «un

ap ela tivo que resaltaba la p erten en cia a un c o le c t iv o con las v irtu d es c ív ica s y m ilitares del

rústico C in cin ato» (1 4 ). L o s norteños co m o respuesta a la con fron tación , abandono y

resisten c ia al poder p o lít ico central d ec id en asum ir ciertos c lich és den igratorios co m o

rasgos identitarios. Prueba de e llo es la a su n ción del m o te L o s B árbaros del N orte para

afirm arse, prim eram ente, co m o m ilitares fronterizos con determ inadas cu a lid ad es c ív ica s y

p o lítica s y , adem ás, co m o habitantes de una región . E ste ca lifica tiv o en el n u ev o co n tex to

b é lico , p o lít ico y soc ia l gen eró u na respuesta y s ig n ifica c ió n p o sitiv a frente a la

co n v en cio n a l. E n el cuadro núm ero 3 e jem p lifica m o s esta in v ersió n de sen tid o tom an d o

co m o b ase la d escr ip c ió n del E jército del N orte frente a las características de lo s habitantes

de la reg ión d el centro.

C U A D R O 3.

EL E JÉ R C IT O D E L N O R T E D E SD E L A P E R SP E C T IV A D E M A N U E L PA Y N O ,

L O S C A P IT A L IN O S Y L O S N O R T E Ñ O S

El E jército del N orte desde la perspectiva de M anuel Payno

El E jército del N orte desde la perspectiva de

los capitalinos

E l E jército del N orte desde la perspectiva

del norteño

C apitalinos desde la p erspectiva de los

norteños

Acostumbrados desde pequeños a los rudos ejercicios del campo

Bárbaros Bárbaros Cobardes

Valientes Con los m ism os instintos destructivos que los indios depredadores

ValientesM asculinosÁ giles

Afem inados

De gran fortaleza física, resistentes a las inclem encias

T oscos Liberales Conservadores

Feroces Incultos Nacionalistas Traidores a la patria

Imparables en el combate

Pelean «a lo com anche» Orgullosos Déspotas

Hombres del desierto admirables

N obles Fatuos

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La mujer es fiel, recia y voluntariosa

Desinteresados Deshonrosos

D ecididos Cobardes

Defensores de la libertad Calumniadores

E l libro, L o s b á rb a ro s d e l N o rte , de M ed in a P eñ a (2 0 1 4 ), o frece otra persp ectiva

que contradice la narrativa de la h istoria o fic ia l en la que se acu sa a lo s n oresten ses de

traidores e in d ep en d en tistas por haberse reb elad o contra las d ec is io n es p o lítica s del centro.

E n esta obra es ev id en te tam b ién la in v ersió n de lo s va lo res atribuidos trad icion alm en te a la

reg ión y a sus habitantes en fatizan d o la crítica por el abandono de esto s territorios.

A sim ism o , en la reescritura de esta ép oca , se p erfila una va lo ra c ió n p o sitiv a de las

cu a lid ad es del norteño que antaño le habían v a lid o el d esp recio cap ita lin o co m o sus

h ab ilid ad es para el e jerc ic io de la guerra, d erivadas de las co n d ic io n es g eo h istó r ica s en las

que se v iv ía por e se tiem p o en d ichas reg ion es.

L a m ism a m irada p o sitiv a de M ed in a P eñ a la d escu b rim os en un en sa y o m em orab le

de M au ricio M agd a len o escrito casi m ás de m ed io s ig lo antes, «L a aventura del n orte»

(1 9 6 4 ). E n este tex to el autor e lo g ia y h ace un h om en aje a q u ien es co lon izaron el territorio

septentrional repasando lo s a co n tec im ien to s h istó r ico s m ás re levan tes de este d ificu lto so y

cardinal p eriod o del s ig lo XIX que d efin ió el m od ern o E stad o m ex ican o .

E n la d escrip ción d e las co n d ic io n es m ed io am b ien ta les e h istóricas de estas

prov in cias, las m ism a s características con las que se hab ía con n otad o n egativam en te el

norte — la llanura, la aridez, la ex ten sió n seca , su a islam ien to , d eso la c ió n , in co m u n ica c ió n ,

el p e ligro bárbaro y norteam erican o, las co n d ic io n es ad versas— , en la escritura de

M agd a len o m o d ifica n su va loración , y a que ex p lica n el carácter singu lar de este e sp a c io y

de sus pob lad ores al m ism o tiem p o que exaltan sus atributos por haber so b rev iv id o ante

co n d ic io n es tan adversas, tal y co m o lo exp resa en este pasaje:

Imaginemos al hombre del norte en el instante en que se proclama, a una indefinible

distancia de leguas, la Independencia del reino. Imaginémoslo en lo abstruso de su

propiedad territorial, en medio del desierto, fren te a la agresión de los indios bárbaros que

merodeaban en torno de su solar. Esos indios de Sonora a Tamaulipas, una vez firm ados

los tratados de Guadalupe Hidalgo, fueron armados de bocas de fuego p o r los Estados

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Unidos y cayeron a saco sobre las aisladas poblaciones del norteño. Imaginémonos esa

casa solariega. A quí y allá a semanas y semanas de distancia, unas cuantas y precarias

guarniciones mal y tardíamente pagadas, elementos combustibles que estaban más prontos

a la sublevación que a emprender una aventura travesía a mata caballo en auxilio de las

fam ilias damnificadas. E l norteño que tuvo que hacerlo todo solo. Formó brigadas de

fusileros, halagó la codicia de los fuereños del sur y puso precio a la cabellera del indio y

vivió y durmió arma en mano. De esa lucha fe ro z salió la peculiaridad del norte [...] De ahí

dimanan las fuerzas del norte. La incomunicación y la autosuficiencia hicieron al norte

(1963: 93).

E l autor destaca en este tex to las co n d ic io n es c lim áticas h o stile s del desierto , la

so ledad , el a islam ien to , lo s p elig ro s del territorio co m o la am en aza del bárbaro arm ado, el

abandono de las tropas fronterizas, co n d ic io n es q u e m otivaron la con form ación de una

guardia m ilitar, el desarrollo de una actitud b é lic a ante el constante p e lig ro y determ inadas

cu a lid ad es f ís ic a s q u e h icieran p o s ib le el en frentam iento de sus habitantes a la adversa

geo g ra fía fís ica , al fero z in d íg en a o a la am b ic ió n yanqui para poder habitar el territorio.

M au ric io M a g d a len o m uestra en su d escrip ción q u e tanto la s co n d ic io n es m ateria les co m o

lo s a co n tec im ien to s so c ia les , p o lítico s , e c o n ó m ic o s y cu lturales forjaron el pecu liar

desarrollo h istór ico del territorio del norte.

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5.11 Imágenes del norte en los movimientos prerrevolucionarios

E n el o ca so del s ig lo XIX, el territorio norteño será el escen ario de una serie de

a co n tec im ien to s b é lic o s que preludian la R e v o lu c ió n m ex ica n a ta les c o m o la G uerra del

Y aqui, el g e n o c id io de T om ó ch ic , las correrías de lo s p rerrevolucionarios que desafiaron el

g ob iern o porfirista co m o el general Jesús R am írez o H era c lio B ernal y posteriorm ente. E sta

serie de su ceso s serán reco g id o s en la prensa, la literatura, las cartas, d o cu m en to s o fic ia le s ,

fo tografías y m ú sica de corridos rob u stec ien d o la rep resen tación del norte co m o un

territorio en perm anente co n flic to , in segu ro , v io le n to y salvaje.

T o m em o s co m o prim er ejem p lo para m ostrar la p ersisten cia d e d icha representación

la d ifu sió n que se h izo de la infortunada guerra del Y aqui. L as narrativas o fic ia le s al

serv ic io del g ob iern o de P orfirio D ía z se encargaron de construir y d ifundir una im a g en de

la s reg io n es yaqui co m o un lugar de e lev a d a v io len c ia , p rim itivo , hábitat de una «horda de

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sa lva jes» reb e les ante la autoridad del E stado, grandes h acen d ad os y com ercian tes.

E x p resio n es de esta narrativa se encuentran en lo s d iversos tex to s de la época; h istóricos,

p er io d ístico s y de guerra que dan cuenta d e la llam ad a « p a c ifica c ió n » del p u eb lo yaqui que

rea lizó el g ob iern o porfirista a través de las fu erzas m ilitares acción , paradójicam ente, de

extrem a v io len c ia . L o s d iscu rsos o f ic ia le s leg itim aron d icha in terven ción contra estas

« g a v illa s de in d io s» con sid erad os co m o lo s «m ás fieros de tod a la república» , lo s cu a les

cuando atacaban dejaban «ríos de sangre, d estru cción y rob o» (E rm anno A bbondan za,

2008: 98 ). E stas im á g en es s istem áticam en te constru idas causaron u n a an im ad versión

general h acia el p u eb lo yaqui de tal suerte que la soc ied ad de en to n ces se adhirió al radical

plan porfirista de p ersegu ir lo s y exterm inarlos si n o acataban la orden d e v iv ir en rancherías

v ig ila d a s por las autoridades m u n ic ip a les y lo s p o lic ía s . A p rop ósito del papel de la prensa

en la con form ación de estas im á g en es que exacerbaron el rech azo h acia esto s in d ígen as y

de las controvertidas a cc io n es que a la postre, co m o se sabe, ju stifica ro n cru eles m éto d o s

para la p a c ifica c ió n del territorio, E rm anno A b b on d an za escribe:

Insertados así en un contexto cada vez más hostil, en el que hasta la prensa iba perdiendo

objetividad, y no hacía más que forta lecer sentimientos desfavorables entre la ciudadanía y

lanzar apelaciones para que el Gobierno interviniera «por entero y sin sentimentalismo»,

era inevitable que los yaquis fueran víctimas de ulteriores y más drásticas medidas (2008:

116).

L a derrota del p u eb lo yaqu i m ed ian te su con fin am ien to forzado, el e x ilio hacia

Y u catán o la m uerte de lo s reb eld es fueron h ech o s rec ib id os en el país c o m o una v ic tor ia de

la c iv iliz a c ió n y el progreso contra la barbarie. A s í m ism o fu e e lo g ia d o tam b ién que en

estas con fron tacion es, este p u eb lo n o fuera exterm in ad o com p letam en te co m o antaño se

h acía en las cam pañas m ilitares contra lo s in d ígen as. E ste rem anente « p a c ífico » ,

organ izad o segú n las costu m b res c iv iliza d a s podría ser de p ro v ech o para el crecim ien to

eco n ó m ic o de la reg ión . A d em ás, s ig u ien d o una id ea ev o lu c io n ista , se argum entaba que

algunas de sus cu a lid ad es bárbaras p od ían ser el contrapeso en el m estiza je con aquellas

razas degradadas, in co m p eten tes y fa ltas de va lor, tal co m o se le e en este cu rioso pasaje de

la prensa n acional que rescata A b b on d an za, el cual celebraba d os grandes triunfos:

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Uno ante la civilización, arrancando de la barbarie una tribu inútil y aún perjudicial por

sus fechorías y pretensiones y, la otra, ante la humanidad, conservando a la hum anidad

una raza que estaba a punto de desaparecer de la superficie de la tierra. [Una] raza viril,

indómita y guerrera, p o r lo mismo necesaria para el cruzamiento con las razas degeneradas

cobardes e impotentes (2008: 117) [El énfasis es mío].

E l fragm ento anterior esta b lece d os sen tid os o p u esto s en la rep resen tación de lo s

yaquis; en el prim ero en con tram os la arraigada im a g en de lo s in d ígen as del norte cu y o

origen data de las crón icas esp añ o las: son p r im itiv o s, m a lvad os e im p ro d u ctiv o s, pero en

con cord an cia con el d arw in ism o so c ia l, se exp resa aquí la id ea de que las razas co m o

cualqu ier organ ism o v iv o pued en d egenerar, de ahí la pertin en cia de una m ezc la racial para

perpetuar en lo s n u ev o s p u eb lo s , ¡q u e con trad icc ión !, su co n d ic ió n « in d óm ita y guerrera»;

ju sto a q u ello s atributos que en el m etarrelato de la barbarie en el norte lo s ha confrontado

con la autoridad y la c iv iliza c ió n . D e sd e este punto de v ista , a lo s in d íg en a s norteñ os se le s

con fieren n u ev o s v a lo res en el co n tex to de una n u eva ép o ca g e o p o lít ic a y so c ia l para el

país.

P or otra parte, por el t iem p o de las prim eras reb e lio n es de lo s yaqui, el 31 de

octubre de 1 8 8 7 el gobernador F ran cisco C añ ed o , a m igo de tod a la co n fia n za de Porfirio

D ía z , le p u so precio a la v id a de un s in a lo en se llam ad o H eraclio B ernal. E l gobernador

ordena publicar en C u liacán un an u n cio en el que se o frec ía una recom p en sa de d iez m il

p eso s por la captura del fa m o so d elin cu en te. D ía s d esp u és, d ich o an u n cio se reprodujo en

lo s p er ió d ico s de d iversas c iu d ad es del p aís co n el s ig u ien te con ten id o:

Siendo incalculables los frecuentes robos y asaltos que en los distritos de Cosalá y San

Ignacio comete la gavilla que capitanea el bandido Eraclio Bernal, el gobierno a mi cargo

tiene la necesidad de no omitir medio alguno de los que pueda conducir a la destrucción de

esa banda de forajidos y principalmente a la captura de su cabecilla, y p o r tanto, en

acuerdo de hoy ha determinado ofrecer la suma de DIEZ MIL PESOS de gratificación que

pagará en efectivo el erario del estado, a las autoridades guerrillas, fuerzas federales o

personas particulares que logren aprehender a dicho bandido, debiendo hacerse el pago

inmediatamente que se compruebe su captura. Mazatlán, octubre 31 de 1887. Francisco

Cañedo. Guillermo Ramos Urrea, secretario (1887: 1).

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L a p u b lica c ió n d e este ban d o que o frecía tan en orm e cifra por qu ien se consideraba

el causante del d esord en en las reg io n es del n oroeste con trib u yó a propagar la im agen

n egativa de B ernal y sus hom bres, así co m o la id ea de que en estas reg io n es norteñas se

v iv ía en un perm anente estad o de inseguridad y zo zo b ra a cau sa de lo s « in ca lcu la b les

asa ltos» del b an d olero y sus hom bres. In clu so el p er iód ico L u c ife r de N ayarit incitaba a lo s

m ism o s c ó m p lice s de B ernal a denunciarlo porque « L o s m a lo s sen tim ien to s de la

hum anidad» deben «p on erse al serv ic io del b ien » . A rgü ía ad em ás el autor de esta

p u b licación , que entre e sto s sa lteadores seguram ente habría «cierta levadura de perfid ia,

traición , ingratitud o a lg o sem ejan te» para sacar de lo s «co ra zo n es» [...] «una go tita de la

hiel de Judas» (18 8 7 : 1). E sa tra ición in citada por la recom p en sa o la n ecesid a d surtió

efecto: se d ice, segú n la v ersió n m ás d ifund ida de la h istoria, que d os de sus hom bres lo

traicionaron, asesin án d o lo . S u d e c e so y su v id a fu e cantada, narrada en d iversos tip o s de

gén eros, dram atizada y fo tografiad a co n v irtién d o se en una n o tica nacion a l y a la postre en

una figura que ha tom ad o d esd e en to n ces d istin tas va loracion es.

«E l R a y o de S in a lo a » , co m o tam b ién se le denom inaba, fu e m u y a fam ado e

in fam ad o en su tiem po: así co m o atrajo la an im ad versión y el tem or del gobernador de

S in a loa , F ran cisco C añ ed o , lo s r icos h acen d ad os, in flu y en tes com ercian tes o lo s celeb rad os

in te lectu a les co m o F ran cisco G ó m ez F lores, de igual m od o , tu v o la sim patía , la adm iración

y el ap o y o d e las c la se s m arginadas a las que segú n su leyen d a , siem pre d efen d ió . P or esa

razón su v id a y su m uerte in sp iró creac ion es artísticas co m o la obra de teatro, E ra c lio

B e rn a l o e l rey de lo s b a n d idos de B r íg id o Caro R e y e s (1 8 8 8 ) , ilu stracion es co m o la de

José G uadalupe P osad a y su corrido, cantado en M é x ic o d esd e su m uerte d on d e se le

ex cu lp a de un robo in justam ente im putado.

F ue esta fa lsa a cu sa c ió n de robo en la m in a en la que trabajaba cuando era m uy

jo v e n la que lo o b lig ó a huir y a robar a lo s que m ás ten ían para repartirlo en lo s m ás

n ecesitad os. D e sd e en to n ces fu e in cesan tem en te p ersegu id o por las autoridades así co m o a

su « g a v illa » lo que le im ped irá su reincorporación a la socied ad , aun cuando él m ism o

m an ifestó este d eseo . L a m ala y bu en a fam a de B ernal, d enostada o e log iad a , trascen d ió el 189

189 Obras recientes también como la novela de José Asención Reyes, biografías como, comic, obras de teatro como Los caminos solos de Óscar Liera (2016) o la película Aquí está Heraclio Bernal.

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co n tex to regional; sus hazañas o actos «p u n ib les e in icu o s» (S erg io L ó p ez , 2012: 16)

fueron d ifund idas en la prensa n acion a l, la cual exacerb ó su im a g en su b versiva y la de sus

segu id ores reafirm ando lo s atributos del territorio norteño co m o un lugar de perm anentes

reb elion es. P or esa razón cuando se su p o que había sid o abatido, la prensa de v ar ios lugares

del país ce leb ró el suceso:

La muerte de Bernal y la completa destrucción de su banda de forajidos han acabado con

los únicos que se atrevían a atentar contra la seguridad pública en toda la extensión del

país. [...] Ya no hay malhechores. En el recinto de las ciudades y en los caminos se puede

andar a todas horas del día y de la noche sin peligro alguno para la vida ni para la

hacienda de los ciudadanos (3).

C o m o se puede leer, se exp resa aquí la id ea de que to d o el país v iv ía inseguram ente

por este b an d olero que quebrantaba el estad o de ley . D e sd e este punto de v ista que era

tam b ién el de lo s porfiristas, E raclio B ernal era con sid erad o co m o ván d alo , ladrón, a sesin o ,

un rebele que rom pe con el orden estab lecid o . P or otra parte, para lo s m ás d esfa v o rec id o s

era un ju stic iero y un d efen so r contra lo s m a lo s gob ern an tes «traidores a la C on stitu ción »

(M arín, 1997: 109) co m o él m ism o expresaba. A d em ás, co m o el legen d ario relato narra que

robaba a lo s r icos para darles a lo s pobres, a lg u n o s h istoriadores lo ca lifica n co m o un

b andolero socia l. A ctu a lm en te , en la reescritura de la h istoria o fic ia l de M é x ic o , lo s

estu d io so s lo caracterizan co m o un prerrevolucionario o un cau d illo soc ia l. A pesar de la

diversidad de estas va lo ra c io n es, a v e c e s irrecon ciliab les, en to d o s lo s ca so s, la

con stru cción de su im a g en im p lica lo s atributos de un guerrero: va lor, coraje, reb eld ía y un

gran co n o c im ien to de la s reg io n es m on tañ osas donde p od ía esco n d erse fá c ilm en te de la

A cordada. P or e so el corrido lo m etaforiza tam b ién co m o «e l m ero leó n de la sierra»,

refir ién d ose con e llo al paisaje donde estaban sus guaridas, a su carácter in d ó m ito y a su

valor. E n las id eas que cierran su P ro c la m a , E raclio deja tam b ién una im agen de sí m ism o

que se op on e a la oficia l:

Me importan poco las calificaciones que se hacen de m í. Todos los revolucionarios han

sido llamados bandidos. Sin embargo, hasta ahora no me he enriquecido con los despojos

de nadie; tampoco he metido a mi casa los dineros de la República. Honrado como el que

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más, y campeón decidido de las libertades de mi patria, pondré cuanto esté a mi alcance

para hacer triunfar el p lan político que antecede y que he proclam ado el día de hoy, como

el salvador de la honra y progreso de mi patria (López, 2012: 111).

Otra in su b ord in ación ocurrida en las reg io n es del n oroeste sacu d e al país en las

postrim erías del s ig lo XIX: se trata de la reb elión de T om ó ch ic , la cual reg istró tam b ién la

prensa nacional. U n o de lo s cron istas es H eriberto Frías qu ien p u b lica lo s d iferentes

su ceso s en el p er iód ico cap ita lin o E l D em ó cra ta , de su a m ig o Joaquín C la u see l, d on d e da

cuenta n o v e la d a de esto s h ech o s en 2 4 entregas del 14 de m arzo al 14 de abril de 1893. E sta

reb elión d ice C arlos M artínez, q u izá «hubiera pasad o d esap ercib id o de n o haber participado

co m o ten ien te del 9° b ata llón en la com p añ ía contra lo s to m o c h ite c o s» (1 9 9 1 ). Frías,

p osteriorm ente, en 1906 p u b lica e sto s tex to s c o m o n o v e la con el m ism o títu lo del p u eb lo

insurrecto don d e un narrador relata en form a porm enorizada la guerra de P orfirio D ía z

contra lo s su b levad os p u eb lo s del n oroeste , m asacrados fin a lm en te por las fu erzas fed era les

en el p u eb lo de T om óch ic .

D ich a reb elión acaec id a en 1891 fu e una m ás de varias su b lev a c io n es que ven ían

presen tán d ose en las reg io n es de C hihuahu a y S on ora a f in es del s ig lo XIX, sin em bargo fu e

la que m ayores co n secu en c ia s tu v o y por e llo la m ás con ocid a . H eriberto Frías co m o

observador m in u c io so registra de m anera realista lo s aco n tec im ien to s de lo s a lzad os que

protagonizaron en la s serranías del norte una reb elión re lig io sa , cultural y p olítica .

L o s habitantes de « T o m o ch i» resentían en orm em en te la dictadura de P orfirio D ía z ,

cu y o g ob iern o co m o sab em os lim itab a y elim in ab a cualqu ier au ton om ía en lo s p u eb los,

tanto p o lítica co m o eco n óm icam en te . E n este ú ltim o punto el p u eb lo estaba en contra de las

c o n c e s io n e s de ex p lo ta c ió n forestal y m inera que el gob iern o entregaba a in tereses

extranjeros, particularm ente, in g le se s y estad ou n id en ses. U n a característica particular de la

rebelión , es que en ella , prácticam ente, n o tu vieron participación lo s in d ígen as, co m o en el

caso de lo s yaqu is, s in o lo s pob lad ores de origen crio llo .

L a cau sa por la que se desata la d is id en c ia de lo s to m o ch iteco s contra el gob iern o

federal fu e por un p rob lem a re lig io so . L o s habitantes de este p u eb lo de C hihuahua, co m o

lo s de m u ch o s otros p u eb lo s de la reg ión , eran ferv ien tes creyen tes y segu id ores de T eresa

U rrea, L a sa n ta de C abora , una jo v e n s in a lo en se que segú n sus segu id ores obraba

m ilagros, d ifu n d id os p osteriorm en te en el p er ió d ico E l M o n ito r R ep u b lica n o y en E l

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T iem po de N u e v o M é x ic o . L o s to m o ch iteco s , sin párroco perm anente c o m o m u ch as de las

reg io n es norteñas, so lo recib ían v is ita s p eriód icas de lo s sacerdotes. A s í, a lejad os de las

m isas trad ic ion a les p u sieron una im a g en de la santona lo ca l en el altar del tem p lo , lo que

p ro v o có la in d ig n a ció n de la Ig le s ia y ordenó su retiro, sin em bargo, ante la n eg a tiv a del

p ueb lo , el párroco so lic itó la ayuda de las autoridades para d ev o lv er a la ob ed ien c ia a lo s

lugareños, p rovocan d o así el con flic to .

E l g ob iern o que y a había sufrido varias revu eltas en la z o n a y sab ía de lo s

prob lem as que lo s habitantes del lugar le causaban a las c o n c e s io n e s extranjeras, r e so lv ió

actuar term inantem ente contra lo s insurrectos, que y a para en to n ces estaban lid erad os por

Cruz C hávez. E n v ió una partida del ejército federal para h acer cum plir las órdenes, tanto

c iv ile s co m o re lig io sa s; lo s to m o ch iteco s se resistieron una v e z m ás y arm ados, levantaron

barricadas y enfrentaron an im osam en te el ataque. A l con sid erarlo una in su rrección form al,

el g ob iern o ordenó la m uerte de lo s reb eld es, lo que en e fec to ocurrió p u es la m ayor parte

de lo s hom bres m urieron d efen d ien d o la casa d e Cruz C h ávez, don d e se habían parapetado,

m ientras que gran parte de las m ujeres y n iñ os, que se habían refu g iad o en la ig lesia ,

m urieron cuando esta fu e incendiada. E l p u eb lo qu ed ó arrasado y só lo a lgu n os p o c o s de sus

habitantes, sobre tod o , a lgunas m ujeres, n iñ o s y an cian os pudieron sobrevivir. A n te la

d efen sa de 113 hom bres frente a lo s 1200 del ejército , el narrador de la n o ve la , aunque

reprueba la reb elión , n o p u ed e dejar de ca lificar el acto de sus p ob lad ores co m o un

« p rod ig io ép ico » (2 9 5 ) , p u es su p ersp ectiva de m ilitar im p o n e la va len tía co m o un acto de

v a lor suprem o.

E n el cap ítu lo titu lad o « L o s perros» de la n o v e la T om óch ic (1 9 0 6 ), u n o de lo s v ie jo s

so ld ad os relata fu ertem en te c o n m o v id o , a u n o de sus superiores, el d esen la ce fatal de esta

con fron tación b é lic a en la que lo s au tócton os presentaron u na inútil y va lero sa resisten c ia al

so m etim ien to del poder de P orfirio D ía z , aun a co sta de sus propias v id as. L a escen a

dantesca que d escrib e ha quedado co m o una postal in fam ante y v erg o n zo sa de la h istoria de

M éx ico ; una estam pa de la barbarie. E n e lla se d escrib e la agon ía del p u eb lo que arde en

llam as m ientras una p ila de n u m erosos cad áveres de sus habitantes es defen d id a por sus

f ie le s perros de un hato de cerd os ham brientos. P ero lo s lam en tos y a u llid os de lo s canes

perturban m ás al narrador de este pasaje por la lu ch a encarnizada que so stien en contra las

b estia s que quieren com erse lo s cuerpos de lo s m asacrados:

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¡por allá habían ju ido los puercos! pero qué puercos— álgame Dios!— hasta gusto daba

verlos ansina de gordos... pero tenían hambre y los indinos marranos querían comerse á

los mesmos difuntos... á los muertos de los de Tomóchic... ¡croque, croque olían la sangre!

y con eso, como fieras se iban sobre los caláveres llenos de lodo!... y vi entonces la pelea!...

Calló un instante el sargento, anonadado sin duda p o r el espantoso recuerdo. Luego,

continuó:

— Al ver venir los perros á los puercos, se les echaron encima y aquello era una

batalla sobre los mismos muertos; los marranos gruñían de hambre, los perros ladraban

con furia, ¡siempre fieles!... ¡Y todos, marranos y perros, se hacían bola, entre gruñidos

espantosos y los alaridos de los perros, medio muertos de hambre, velando y defendiendo á

sus amos todavía! Aquello me volvió á enderezar los pelos y á darme frío, y hasta quise

llorar. ¡Pobrecitos! ¡Óigalos, óigalos usted, mi subteniente!.. ¡Ahorita se han de estar

peleando los marranos que se quieren comer á los difuntos, y los perros que velan á sus

amos, defendiéndolos! (1906: 229).

A u n q u e la co n m o c ió n del so ld ad o que d escrib e esta escen a se exp resa

exp líc itam en te , n o es por la m uerte de lo s p ob ladores, para él, so ld ad o cap ita lino , se lo

m erecían por in su m iso s; es la fid e lid ad de lo s perros lo que realm ente lo co n m u ev e hasta

querer « llorar» . E sta p ersp ectiva entra en con so n a n c ia con la del narrador, para qu ien la

m uerte de lo s to m o ch iteco s es resu ltado de su fanatism o; p u es esta «tribu de m o n ta ñ eses»

que v iv e co m o lo s « a g u ilu ch o s en sus r isco s» , son hom b res « p r im itivos» , con una

ign oran cia «trem enda y sa lv a je» . D e sd e la p ersp ectiva o fic ia lis ta de la s autoridades, lo s

protagon istas de esta in su rrección son « in d ig n o s m ex ica n o s [...] p e o re s que lo s a n tig u o s

b a nd idos de ta n tas p r o v in c ia s» (2 7 7 ). [Las cu rsivas son m ías].

Y aunque el narrador reco n o ce el «talante b rav ío» de lo s d efen so res que le s v ie n e

del entorno serrano en que v iv en , son, d ice, « o b stin ad os en el ca p rich o bá rb a ro de su

o rg u llo su p rem o » (E l én fa s is es m ío ), pues d esafían a la m uerte con «un ép ic o d esd én y una

co lo sa l sonrisa trágica que llegaría á ser su b lim e y estupenda cuando se h ic ie se fúnebre».

P or e so el narrador a la v e z que lo s repudia, e lo g ia este carácter reb eld e de lo s au tóctonos,

que lo s lle v a a acom eter este « m ister io p rim itivo de la ép ica reb elión de T o m ó ch ic» co m o

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se v e en la ex c la m a ció n con que fin a liza el pasaje de lo s perros: « ¡O h, T o m ó ch ic !... ¡Oh

bárbaro y ép ico T o m ó ch ic !» (2 2 6 ).

E s ev id en te que la narración de la su b lev a c ió n de lo s to m o ch iteco s , co m o se

m uestra en lo s anteriores p asajes que refieren su fin , con firm a la im agen del norte co m o un

lugar de bárbaros que v iv e en un perm anente estad o de in su m isió n y rebeldía. A d em ás, las

a cc io n es con que lo s describ en — insurrectos, guerreros, sa lvajes, ca ó tico s ignorantes,

bravíos, p rim itivos y h o stile s— rem iten de n u eva cuenta a lo s atributos de la barbarie. M e

parece in teresante resaltar ad em ás la re lación que esta b lece el narrador de la n o v e la de

H eriberto Frías entre lo s p ob lad ores de T o m ó ch ic y el pa isa je serrano, p u es esto s hom bres

v iv e n «en m on tes in ex p u g n a b les» (2 7 7 ) , son « fieras de las m on tañ as» , la cual es

«incubadora de águ ilas y cu erv o s» (2 7 7 ). E s bárbaro, por tanto, q u ien tien e co m o hábitat la

m ontaña por e so u sa la m etáfora del águila, co m o este anim al, son in d om ab les, libres y

tien e sus guaridas en lo a lto de lo s r iscos.

Para lo s c iudadanos del centro del país, la in su rrección de T o m ó ch ic presentaba un

esp ectá cu lo inusual de la dictadura porfiriana, im p en sa b le de una p eq u eñ a com unidad

perdida entre la s rem otas m ontañas del norte del país E l tem or era que esas reb e lion es

pudieran contagiar a lo s dem ás p u eb lo s que sufrían un m alestar crecien te, co m o en e fec to

su ced ió a la postre. La revu elta de estas reg ion es, aunada a otros brotes de in con form id ad

co m o lo s que h em o s v e n id o com en tan d o en el norte, co m o sab em os, serían el p relu d io de la

R e v o lu c ió n M exican a . A ctu a lm en te en la reescritura de la h istoria del norte, C arlos

M artínez d ice que la palabra T o m ó ch ic tien e una «claro con ten id o ep o p éy ico , m ítico ,

in c lu so revo lu c ion ario» (M artínez, 1991).

E n esta n u eva guerra, otras im á g en es de las reg io n es norteñas, la m ayoría

discordantes, irán g está n d o se en el transcurso de esta lu ch a fratricida generadas por lo s

d iscu rsos de la narrativa, la p o esía , la m ú sica , la pintura, el c in e, lo s d iscu rsos o fic ia le s ,

d ocu m en tos de guerra, la prensa, fotografía , ep ísto la s o b iogra fía s con lo s cu a les se fu e

creando un im agin ario c o le c t iv o de la revo lu c ión . D ic h o im agin ario proyectará al territorio

del norte con un singular p ro tagon ism o por lo s relevan tes su ceso s ocurridos en estas

reg ion es, por lo s m ile s de norteñ os que com b atieron en estas tierras y por lo s personajes

que lideraron esta cruenta guerra c iv il que in flu y ó grandem ente en el deven ir h istór ico del

país.

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5 .1 2 O tr a s fo r m a s d e la b a r b a r ie en la n a r r a t iv a d e la R e v o lu c ió n m e x ic a n a

[...] una pasión me domina

que es la que me hizo venir

La Valentina (corrido popular)

L a gran g esta revo lu cion aria creó en la literatura m ex ica n a un n u ev o gén ero narrativo el

cual, co m o señ a la F ortino C orrales, con form a un gran « s istem a sém ico (20 1 2 : 19) que da

«p ertin en cia y sen tid o» (1 8 ) a un n u m eroso y repertorio de d iversas obras con «tem as,

v is io n e s , e stilo s y v a lo ra c io n es» (1 9 ). D e este gran conjunto de tex to s acerca de las luchas

revo lu cion arias destacan lo s relatos de lo s escritores norteñ os M artín L u is G uzm án,

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F ran cisca E rnestina C a m p o b ello Luna, m ejor co n o c id a co m o N e ll ie C a m p o b ello y R afael

F. M u ñ o z ,190 p u es con un estilo , p ersp ectiva y form a singular de narrar lo s su ceso s dejaron

un registro lu m in o so de có m o se v iv ió esta lu ch a en el norte de M é x ic o y có m o fueron lo s

hom b res o m ujeres q u e p elearon o m urieron en estas reg io n es; sus m o tiv a c io n es m ás

ín tim as, sus co n v ic c io n e s , dudas y con trad iccion es, su tem p eram en to y sen tim ien tos.

L o s tres escritores tien en en com ú n q u e sus narraciones se fundam entan en

a co n tec im ien tos, lu gares y p erson ajes h istór icos, co m o e llo s m ism o s lo afirm an, pero su

capacidad im ag in ativa y su trabajo con el d iscu rso literario trascienden el m ero testim o n io

para transform ar el referente h istó r ico en f ic c ió n literaria q u e m uestra en sus con stru cc ion es

s im b ó lica s una realidad socia l. A d em á s, se traslu ce en su narrativa una adm iración por

F ran cisco V illa , q u e tanto in flu jo tu v o en sus v id a s y en sus obras. P or otra parte, R afael F.

M u ñ o z y N e ll ie C a m p o b ello sitúan sus h istorias entre 1916 y 1920 , p eriod o ad verso para

V illa don d e ocurrieron las terrib les con fron tac ion es entre sus hom bres y lo s de V en u stia n o

Carranza, la s cu a les quebrantaron desp iad ad am en te las p o b la c io n es norteñas.

S in em bargo, lo m ás relevante, para la lín ea de in v estig a c ió n q u e h e v en id o

analizando es q u e en su narrativa se exp resa u na v is ió n del territorio, de esta lu ch a y de

q u ien es participaron en e lla op u esta a la estab lecid a o fic ia lm en te y q u e el gob iern o

v en ced o r contrarrevolucionario im p u so d esd e el d iscu rso del E stado. Y d icha v is ió n acerca

de la gran g esta h istórica m ex ica n a con stitu ye otra form a de narrar, s ign ificar y representar

el norte bárbaro d esp leg a n d o una n u eva d im en sió n a la literatura de la rev o lu c ió n m ex ican a

e in n ovad oras im á g en es del territorio.

E n con secu en c ia , en este apartado n o es de nuestro in terés hacer una crítica literaria

a la obra de e sto s escritores a lo s que, n o hay duda, tod av ía fa lta m u ch o para que lo s

estu d ios literarios le s hagan ju stic ia ; lo que m e in teresa m ostrar es có m o en sus h istorias de

la lu ch a arm ada en el norte resign ifican las im á g en es de v io le n c ia y h o stilid ad con que se

había v en id o estereotip an d o a estas reg io n es y las in v isten de un sen tid o ép ico . Para este

aspecto , exam inaré có m o se con figu ra d iscu rsivam en te este n u ev o sen tid o del territorio en

190 Los tres autores vivieron en carne propia la guerra de la revolución mexicana, conocieron a sus soldados y a sus líderes, hablaron con ellos, vivieron entre ellos, lo que impactó y marcó su vida y su obra. Martín Luis Guzmán, maderista y constitucionalista se incorpora a la revolución en 1915 y llegó incluso a ser oficial del general Ramón F Iturbe; también Rafael L. Muñoz, como periodista desde su temprana juventud se ocupó de relatar la crónica de los eventos revolucionarios y Nellie Campobello, aunque muy pequeña y siendo de familia villista fue testigo de numerosos sucesos que después relataría en sus obras.

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la narrativa de esto s autores m ed ian te el an á lisis de la con stru cc ión de sus p erson ajes y de

la relación que esta b lecen m etafórica y m eto n ím ica m en te con el esp ac io .

E s n ecesar io advertir que en lo s relatos de esto s tres autores, co m o v erem o s, n o se

n ieg a la im a g en del territorio norteño co m o una «tierra de guerra v iv a » ni ta m p o co la de sus

habitantes co m o su b v ersiv o s o se d ic io so s al orden esta b lec id o por las autoridades centrales

y las o ligarqu ías dom inantes; por el contrario, d ichas im á g en es se reafirm an en tod as sus

obras. D e h ech o , hay un gran núm ero de personajes que se sa len de la norm a; que son

actores de su ceso s extraordinarios y que confrontan con d ich o s a c to s lo s c ó d ig o s

esta b lec id o s por la so c ied a d o la autoridad. A s im ism o , en con tram os en sus relatos un gran

núm ero de pasajes d on d e se narran batallas, co n fron tacion es y a sesin a to s o don d e se

describ en so ld ad os, c iv ile s , m ujeres, n iñ os, rancheros o ca m p esin o s m asacrados, m utilados,

q u em ad os v iv o s , co lg a d o s , d esp e lle jad os, fu sila d o s, heridos, torturados, h u m illad os,

desangrados, tap izan d o sus destrozad os cuerpos las ca lle s o lo s v a g o n e s de trenes o lo s

im p rov isad os h o sp ita le s .191 192 A v e c e s un cuerpo so litario tirado en la ca lle — co m o el de

Catarino A c o sta en el « F u sila d o sin b a la s» — o c o lg a d o en un árbol — co m o el de

T iburcio M aya en V ám onos con P a n ch o V illa (2 0 0 8 )— cu m p le con su m uerte un

m em orab le o a n ón im o d estin o: son im á g en es de una cruenta guerra que arrasó por igual

con in o cen tes y cu lpables: una barbarie.

H abría que subrayar, n o obstante, que si b ien es cierto la narrativa de e sto s autores

refrenda esta rep resen tación del norte bárbaro en la d escrip ción p u n tillosa , realista y

descarnada de lo s a co n tec im ien to s h istór icos, batallas, escaram uzas y cr ím en es o en la

referen cia a las a cc io n es n o b les o in fam es, d icha representación adquiere otros sen tid os y

v a lores que confrontan a lo s estereo tip os trad icion a les. P o n g a m o s co m o ejem p lo la

d escrip ción y va lo ra c ió n de R afael F. M u ñ o z en V ám onos con P a n ch o V illa del asa lto

nocturno al cerro de L a P ila que tantas v id a s co stó a reb eld es y fed era les en una batalla de

c in co d ías. E l narrador d esp u és de describ ir la encarnizada guerra señala:

Con sangre de trescientos valientes, los constitucionalistas, enloquecidos, poseídos de esa

fiebre de cañón que pone ante los ojos una pantalla roja, calienta la sangre e hincha las

191 La narradora de «Ella y la Máquina» de Nellie Campobello dice «nuestras calles quedaban sembradas de aquellos cuerpos jóvenes y fuertes tirados en el suelo [...] Hombres fuertes tirados por allí para regalo de mis ojos» (2004: 205).192 Publicado en Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México (2004).

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venas, habían trazado en la cuesta del cerro el poem a de su gran victoria, anunciando

haber adquirido la supremacía en la lucha p o r el dominio de La Laguna (2008: 75).

H ay en esta d escr ip c ió n una v is ió n heroica , ép ica , de la lu ch a de lo s

revo lu cion arios, la cual se o p o n e a la p o s ic ió n del d iscu rso o fic ia l y de la id e o lo g ía

dom inante — y a sea porfirista, huertista, carrancista, ob regon ista e in c lu so

norteam ericana— , que con sid era a lo s norteñ os su b lev a d o s una horda de m alean tes,

b andidos, d elin cu en tes, sa lteadores d e cam in os, ladrones, v io la d o res, a sesin o s, traidores,

cuatreros, m al hablados, crueles, sangu inarios y salvajes: u n o s bárbaros. Sus a cc io n es

adem ás — co m o antaño— estigm atizan con igu al c a lifica tiv o al territorio h ab itado. D e estas

represen tacion es surgieron lo s estereotip os, tanto de sus actores co m o de las reg io n es

norteñas, reproducidas en el d iscu rso o fic ia l de la revo lu c ión . N o obstante, co m o señalé,

d esd e la óp tica literaria de R afael F. M u ñ oz , M artín L u is G uzm án y N e ll ie C am p ob ello

esto s reb eld es son esen c ia lm en te hom bres o m ujeres cu m p lien d o un d estin o socia l

em pujados por la s co n d ic io n es de m iser ia e in ju stic ia en que se v iv ía en el norte o por « la

B o la » arrolladora y crecien te de la R e v o lu c ió n que in cen d iab a el espíritu y la s p asion es.

E n ton ces en lo s m a g n ífico s relatos de esto s escritores se res ig n ifica el co n cep to de bárbaro

al ponderar p ositiv a m en te a lgu n os de sus atributos en las a cc io n es b é lica s de lo s hom b res y

m ujeres que lucharon en el norte. E llo s crearon con la h istoria de e sto s su ceso s y sus

personajes, d esd e otro punto de v ista , una crón ica ép ica de gran rea lism o don d e la fuerza, la

destreza, la o sad ía conform an un s istem a de va lo res d istin to al cristiano, co m o ex p lica

Jorge M ora, el p ro logu ista de V ám onos con P a n ch o Villa, que son rasgos n ecesa r io s para

op on erse a un orden in ju sto y don d e el paisaje natal in flu y e en esta form a de encarar su

destino.

U n ejem p lo de esta n u ev a va lorac ión es la co n n otac ión p o sitiv a que tom a la palabra

« reb eld e» en lo s relatos de esto s tres escritores. Si d ich a ex p resió n era sig n ifica d a co m o

denigrante, en el co n tex to b é lic o de la rev o lu c ió n m ex ica n a en el norte, p u ed e llegar a ser

sin ó n im o de h éroe con to d o s lo s rasgos que p o se e esta figura: v a lien te , lea l, osad o ,

intrépido, ju stic iero e in c lu so patriótico. P or ejem p lo en el libro A p u n te s so b re la v id a

m ilita r de F ra n c isco V illa (2 0 0 4 ), N e ll ie C a m p ob ello caracteriza a lo s p rotagon istas de la

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lu ch a en el norte con d ichas cu a lid ad es, co m o se com prueba en la lectura del pasaje

introductorio:

Leva. Cuerda, La Acordada. E l chaco. Los hombres de los poblados huían al oír estos

nombres y la Acordada se iba tras ellos. Villa sabía esto y otras cosas más, p o r eso a los

diecisiete años pagaba el haber nacido fuerte y rebelde. E l monte fu e su refugio: sus

amigos, otros hombres jóvenes que huían p o r la misma causa. Entre ellos estaba José

Beltrán, Rosendo Gallardo, Sabás M artínez y otros cuyos nombres se oscurecen allá lejos

en las arrugas de la sierra donde los lobos aúllan. Su rebelión era clara y limpia. Las aves

también la sienten cuando la mano las aprisiona. Ellos la demostraban con el rifle en la

mano, en momentos en que la gente de ideas, los intelectuales, los escritores no podían

hablar ni estar unificados como sucedió después. Aquellos pequeños grupos peleaban por

acabar con las injusticias que cometían las autoridades contra los pobres de las

rancherías. M ataban rurales, asustaban a los je fes políticos y a los ricos. Robaban

animales sin dueños, el ganado salvaje nacido allí, perteneciente a quien prim ero lo

tomaba. De estas manadas se surtían los [...] ricos privilegiados [...].

A sí vivían y así comían; todo en defensa propia como los rebeldes de cualquier época.

Bandidos los llamaban los hombres del gobierno, así se moteja a cuantos luchan contra una

dictadura (2004: 367) [El énfasis es m ío].

C a m p ob ello le otorga aquí un n u ev o s ig n ifica d o al co n cep to de reb eld e, contrario a

la v ersió n oficia l: el reb eld e q u e m ata o roba en estas serranías es el q u e con fron ta con

v a lor y co n la s arm as a la in ju stic ia de la dictadura ejercida contra lo s m ás n eces ita d o s . Su

su b lev a c ió n se o p o n e a la p asiv idad , com od id ad o cobard ía d e lo s in te lectu a les c itad in os; a

« la g en te de id e a s» . S o n lo s rancheros y lo s ca m p esin o s q u ien es in ic ian la lu ch a arm ada en

a q u ello s p o b lad os norteñ os a r ie sg o de su propia v id a . E sto s prim eros revo lu cion arios

habían nacid o en la s serranías don d e las duras c o n d ic io n e s m ed io a m b ien ta les forjaron en

e llo s una actitud guerrera y tem plaron un recio espíritu . Su origen g eo g rá fico y el

co n o c im ien to ex a cto del territorio conform aron a la postre, d ice, «un ejército co m p eten te y

n u m eroso» (3 8 7 ) que se enfrentó v a lerosam en te al «m al gob iern o» . E sta va loración 193

193 También, el historiador Pedro Salmerón en su libro La división del norte: la tierra, los hombres y la historia de un ejército del pueblo (2006) ofrece esta misma visión de los hombres que integraron, el autor dice que fue el ejército revolucionario más poderoso de la América Latina, argumentando que las condiciones

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p o sitiv a con que d escrib e a sus p erson ajes la encontram os tam b ién en la d escrip ción del

paisaje, don d e la abrupta serranía, lo s d eso la d o s parajes, lo r igu roso del c lim a d esértico o

la s escarpadas m ontañas tem p lan el a lm a y lo h acen m ás apto para el com bate.

R afael F. M u ñ o z (2 0 0 7 ), con este m ism o sen tid o h ero ico en V ám onos co n P a n ch o

Villa, h ace una reva loración del reb eld e norteño. E n el p ró lo g o el autor n o s advierte que en

lo s su ceso s de esta tram a, ap egad os to d o s a h ech o s rea les pretende: «h acer una n o v e la de

audacia , hero ísm o, a ltivez, sacrific io , c ru e ld a d y sa n g re a lrededor d e la figura im p on en te

de P an ch o V illa » (4 3 ) [L as cu rsivas son m ías]. Sus p ersonajes revo lu c ion arios encarnan las

m ism a s v a lo ra c io n es de q u ien es se su b levan por un in justo orden y adem ás, habituados y

adiestrados por la v id a h ostil de las reg io n es del septentrión, parecen m ás cap aces de

com batir en esta lu ch a arm ada, co m o él lo afirm a:

Y los hombres acostumbrados a la vida armada del campo, donde a tiros se defiende una

milpa contra los ladrones de elotes, a tiros se disputa un caballo salvaje si más de un jinete

lo persigue, a tiros se vive y a tiros se muere, esos rancheros fueron de una vez a disputarse

en la Revolución no una mazorca o un potro, sino un derecho a la vida más alto (2007: 57).

C o n este tip o de p erson ajes ejercitad os por lo s r igores del m ed io , el autor p on e en

escen a la h istoria de se is rancheros d en om in ad os L o s L eo n es de San P ab lo . L a n ovela ,

d iv id id a en d os partes, narra prim eram ente la h istoria de e sto s se is p erson ajes que d ec id en

unirse a la D iv is ió n del N orte, crecien te y arrolladora, por las co n d ic io n es de pobreza en

qué v iv ían . L o s lidera T iburcio M aya, el m ás grande de edad; él es qu ien lo s co n v en ce de

luchar con el j e f e V illa , un hom bre «m u y atrevido y m u y v a lien te» (5 6 ) y aunque n o saben

con certeza lo s o b je tiv o s de la lu ch a arm ada, in tu yen que es por una cau sa favorab le para

ellos: cada u n o «ten ía sus m o tiv o s de queja» (5 6 ) y sus d e se o s de u n a m ejor situ ación

eco n ó m ica . Por esa razón, n o dudan en enrolarse en la B o la . S in em bargo, en el transcurso

del relato cada u n o de e llo s irá perd iendo la v id a trágicam ente, n o sin m ostrar a sus

com p añ eros de lu ch a que « so n m u y h om b res» , por e so en lo s encarn izad os com b ates

com p iten en destreza, va lor, lea ltad y coraje porque saben «q u e el que se m ete a e sto debe

geográficas generaron el carácter decidido de quienes originaron este movimiento popular y que después se convirtieron en caudillos de la Revolución Mexicana, hecho que marcó relevantemente el devenir de nuestra historia nacional.

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estar d ec id id o a m orirse» (7 1 ). A l rem em orar lo s tiem p o s de g loria del ejército

con stitu c ion a lista que se reb eló contra P orfirio D ía z y V ictor ian o H uerta, T iburcio M aya

piensa:

[...] batallones, regimientos, artillería, trenes, ciudades. P or fuera, todos los hombres

iguales de aspecto: el uniforme. Por dentro, iguales en acción: la disciplina. Millares,

triunfos. Rodeaban las ciudades p o r más grandes que fueran. Se moría arrojando entre los

borbotones de sangre gritos de entusiasmo. Se caía viendo a los otros avanzar. Antes de

nublarse para siempre, los ojos quedaban deslumbrados p o r la victoria. En derredor la

admiración del pueblo, el estímulo, la caricia (2007: 153).

E n estas b ata llas m em orab les don d e lo que v a le es el arrojo, la va len tía y la destreza

m ilitar p ierden la v id a cada u n o de lo s L eo n es , ex cep to M á x im o P erea que a g o n iza en ferm o

de v iru e las en un so litario v a g ó n de un tren y T iburcio M aya. P ero d esp u és de la fa m osa

batalla de Z acatecas este deserta del ejército con stitu c ion a lista , d ecep cio n a d o e in d ign ad o

porque se le ordena por su superior quem ar v iv o a su am igo . L a orden y el tem or de lo s

so ld ad os que le rehúyen por el co n ta g io del terrib le p ad ec im ien to , lo h a ce retirarse para

regresar con su m ujer e h ijo s a trabajar en su m ilpa. V illa , y a enfrentado al g ob iern o de

Carranza, tra icion ad o y p ersegu id o por sus an tigu os com p añ eros de com b ate y con la

secreta id ea de invad ir E stad os U n id o s , b u sca a T iburcio M aya qu ien ha lu ch ad o con él en

tod as sus cé leb res bata llas para llev á rse lo a com batir contra sus en em ig o s.

E n el pasaje que narra la lleg a d a de lo s v illis ta s a la casa d e M a y a hay una

d escrip ción de e sto s p ersonajes que m uestra d os facetas d e d ich o s revo lu cion arios: una

prim era don d e se v e su co n d ic ió n de rancheros p ersegu id os y estig m a tiza d o s por el

d iscu rso o fic ia lis ta co m o b an d id os y otra, claram ente de f ilia c ió n narratorial, que percibe en

la rebeld ía de lo s v illis ta s , y en general de to d o ser hum ano, el espíritu v ig o r o so de aq u ello s

in d iv id u o s cu y o singular d estin o es op on erse a las norm as estab lec id as; cu y o d estin o es la

libertad:

Se acercaron. Venían en «caballejos cansados» que temblaban sobre las patas, volviendo

la cara hacia el arroyo de aguas frescas. Traían las carabinas tendidas entre el vientre y la

cabeza de la silla, y estaban «cubiertos de tierra», con barbas crecidas, sin rasurar, sucios,

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y largos cabellos apelmazados en una pasta de polvo, sudor y grasa; «andrajosos,

descalzos». Sin embargo, algo tenían de hermoso; el gesto. M iradas vivas, de cuervo;

mandíbulas fuertes, de lobo; la cabeza altiva y decisivo ademán. Siempre el hombre que se

rebela es así, y no cambia ni a la hora de la muerte. Hay en él trazos que marcan el vigor de

su alma, líneas esculpidas por el destino. Le circunda un halo, com o de tempestad (2007:

131) [El énfasis es m ío].

C o m o se lee , en la con stru cc ión del retrato de e sto s personajes hay una enum eración

de rasgos que m an ifiestan su co n d ic ió n m iserab le. Si antes fueron ce leb rad os co m o

m iem b ros de la p od erosa D iv is ió n del N orte, ahora son co m o b estia s p ersegu id as. S in

em bargo, rom pe im p rev istam en te esta denigrante im agen otra v is ió n de origen narratorial:

la referen cia a su actitud en co m ia b le que se m uestra en el sem b lan te a ltivo , la m irada

aguda, las fuertes quijadas; en la an im osid ad y d eterm in ación para encarar al op on en te

hasta la m uerte. E s este esp íritu in d óm ito , tem p estu o so e in su m iso lo que el narrador

con sid era v a lio so en la v id a de e sto s h om bres; lo que lo s d ig n ifica y le da un sen tid o a su

m iserab le v ida. L a m etáfora rom ántica con que se cierra el p asaje « L e circunda un halo,

co m o de tem p estad » exp resa p oéticam en te la v io le n c ia del alm a rebelde.

E n la segu n d a parte del relato, aunque el p ersonaje p ro tagón ico e s T iburcio M aya,

será m u y relevan te en la tram a la figura de P an ch o V illa . Sus d estin os se v u e lv e n a cruzar,

co m o lo esperaba el cam p esin o , y serán inseparab les. T em p oralm en te lo s su ceso s se ubican

cuando el C entauro del N orte ha ca íd o y a en desgracia; d esp restig iad o y tra icion ad o por sus

an tiguos a liad os; y a n o es el m ilitar que se celebraba en lo s corridos, el v ic to r io so general;

y a n o es el h éroe con stitu cion a lista . S e ha v u e lto un castigador cruel e im p lacab le , co m o

advierte el narrador que:

[...] cuando toca, mata; cuando insulta, derriba; cuando mira, inmoviliza. Su odio tiene la

fuerza que antes tuvo su División: sepulta llanuras, hace temblar montañas. A su solo

nombre las ciudades se encogen dentro de sus trincheras. En donde brilla un incendio,

resuena un disparo o un cadáver se descompone, se cree ver la obra de su venganza, se

cree sentir el peso de su garra (2007: 155).

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T am bién , su p od erosa D iv is ió n del N o rte que lle g ó a tener hasta 15 0 0 0 hom b res ha

desaparecido. L a d isc ip lin a , lo s triunfos, el co n v en c im ien to de m orir por una causa popular

da lugar ahora al d esp ech o , al tem or, al o d io y la derrota. V illa , aco sa d o sin tregua por sus

an tiguos com p añ eros, la s tropas de Carranza, las D e fe n sa s S o c ia le s y la m ilic ia

norteam ericana es n u evam en te con sid erad o un b an d id o por el n u ev o gob iern o y su tropa,

una horda de m alean tes. E s la ép o ca en la que, s ig u ien d o a N e ll ie C am p ob ello , « lo s

e n v id io so s de sus triunfo», crean la ley en d a negra de V illa « q u e cubría hasta el m ás

in o cen te g esto de su v id a diaria» (20 0 4 : 55). H ijo ile g ítim o , ab igeo , a sesin o , leñero ,

iletrado, cruel, sa lvaje, bárbaro y otros in fam an tes ca lifica tiv o s crearon una figura que hasta

h o y s ig u e s ien d o fu en te de contradictorias rep resen ta c io n es.194 R afael F. M u ñ o z en esta

segu n d a parte de su n o v e la con stru ye una im a g en que articula las d os v is io n e s del general

V illa ; es decir, así co m o d escrib e al brillante m ilitar y estratega que ha h ech o caer

«forta lezas con sid erad os co m o eternas por lo s té c n ic o s de la e scu e la m ilitar»; que ha

destrozado «aguerridas tropas en lín ea » y ha ahuyentado, « c o m o hum o, d iv is io n es que

alardeaban de in v e n c ib le s» (2008: 172) tam b ién lo d efin e co m o feroz , desp iadado,

d esco n fia d o , v en g a tiv o e iracundo. E l asesin a to a sangre fría de la e sp o sa y la h ija de

T iburcio M aya frente al ranchero p o co d esp u és que la m ujer le ha preparado de co m er es

una exp resión del lad o oscu ro de F ran cisco V illa . E n el e stu d io in troductorio a esta n o v e la

Jorge M ora afirm a que esta personalidad de p a sio n es extrem as que o sc ila entre « la ternura

m ás in ten sa a la crueldad m ás descarnada» es in co m p ren sib le so lo para q u ien es «n o estaban

u n id o s a él» . S u s p a sio n es op u estas, d ice, eran co m o d os caras de una m ism a m on ed a

porque P an ch o V illa «hab ía v iv id o p eriod os de anim al p ersegu id o y a co sa d o en un régim en

que n o daba resp iro» (20 0 8 : 18). Y lo m ism o había p asad o con sus seg u id o res q u ien es

tam b ién habían p ad ec id o co m o V illa y otros norteños de la s c la se s m ás bajas la

ex p lo tac ión , el d esp ojo , la usurpación , y la opresión: «P or e so recon ocían al cau d illo y por

eso este era co m o su esp ejo » (19).

194 Comparemos por ejemplo la elogiosa biografía de Paco Ignacio Taibo II (2006), Pancho Villa. Una biografía narrativa, con las afirmaciones que hace el crítico F. R. Morton (2001) en su introducción a la novela, Se llevaron el cañón para Bachimba, las cuales no son denigratorias para este personaje se hacen también extensivas a la raza y cultura mexicana: «Villa, efectivamente, simboliza de una manera neta y cabal muchos aspectos o elementos mexicanos. Por una parte, la del militar: su desarrollo demuestra una habilidad e ingenuidad asombrosas. Por otra, la del hombre: su crueldad, su falta de madurez, puerilidad, que degeneran en una bestialidad horripilante. Puestas en una balanza, las dos partes no logran equilibrio. Desgraciadamente, es la segunda la que ha de pesar más. Punto importantísimo ése en el desarrollo literario de Muñoz» (200, XIV).

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P or otra parte, en con so n a n c ia con m u ch o s autores que lo han d escrito , pero

esp ec ia lm en te N e llie C a m p o b ello y M artín L u is G uzm án, M u ñ o z construye la figura de

V illa con una personalidad cautivadora: así co m o atem oriza tam b ién atrae y su carácter

bravío , v a lien te e in trép ido ha s id o capaz de m otivar a sus so ld a d o s a sacrificarse « co n la

sangre h irv ien d o y la s gargantas v ib ran tes» (20 0 8 : 187). L a d escrip ción de su im p on en te

f ís ic o que h ace R afael F. M u ñ o z com p leta su legen d ario retrato:

[ ...] treinta y cuatro años de edad, cien kilos de peso, cuerpo musculoso, como una estatua.

Su mirada parece desnudar las almas: sin interrogar, averigua y comprende. Es cruel

hasta la brutalidad, dominante hasta la posesión absoluta. Su personalidad es como la

proa de un barco, divide el oleaje de las pasiones: o se le odia, o se le entrega la voluntad,

para no recobrarla nunca (2008: 56).

Tal v e z el cuento , «L a m archa n u p cia l» ( 2 0 1 1 )195 del m ism o R afael F. M u ñ o z sea

quien m ejor m uestre estas paradojas de la personalidad de P an ch o V illa y el m a g n etism o o

an im ad versión que ejercía en la gente. E l relato narra la lleg a d a del general a una casa de

fa m ilia conservadora para pedir la m an o de la hija: una jo v en c ita , «rea lm en te lin d a» de

«nariz peq u eñ a y fina, entre d os grandes o jo s o scu ros de m irada curiosa , y sobre una b o ca

chiquita. G randes tren zas...» (245): una vu ln erab le presa. P or contraste a V illa se le

m etaforiza co m o un anim al que en co ler iza d o da « sa lto s de fe lin o » con « b o ca b estia l» y

« o jo s b rillan tes» (2 4 1 -2 4 2 ) porque sus padres le ocu ltan a la hija, c o n o c ien d o la fam a que

le precede. E n co ler iza d o V illa v a asesin an d o con frialdad a cada u n o de lo s m iem b ros de la

fa m ilia que se in terponen en la b ú sq u ed a de la jo v en : al herm anito de d iez años que

tem ero so lo en cañ on a con un v ie jo fu sil; al an cian o padre que se enfrenta a é l; a la m adre y

la tía que tratan in ú tilm en te de a lejarlo hasta que V illa d escubre a la asustada jo v en c ita .

M ientras que lo s cad áveres de la fa m ilia están tirados en la casa, V illa co n su e la

tiernam ente a la m uchacha: le lim p ia las lágrim as con su p añuelo , la acaricia y se acurruca

a sus p ies recostan d o la cab eza en el regazo , d ice el narrador, de la jo v en c ita , m ientras

espera al sacerdote que lo s casará, en tanto: « le hablaba en v o z baja, p id ién d o le perdón por

haber sid o tan m a lo » (2 4 5 ). E l sacerdote, traído a la fuerza por lo s c ó m p lice s de V illa fin g e

195 Publicado en Que me maten de una vez. Cuentos completos (2011).

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casarlos recitando en latín una oración de exo rc ism o . E l fero z m ilitar em p ieza a sosp ech ar

de esta letan ía, pero al n o tificarle que lleg a n las tropas en em igas, h u ye con su recien te

presa. L a n o ch e ha lleg a d o cuando la pareja solitaria cab a lga b u scan d o un escon d ite .

P osteriorm en te, enm arcados por un pa isa je rom ántico , cierra este cuadro una inesperada

co n fes ió n d e la jo v en :

La silueta de hombre y mujer sobre el caballo se recortaba en el disco lívido de la luna. A l

paso de la cabalgadura despertaban las perdices, y se elevaban, naufragando en las ondas

oscuras de la noche. Cada hierba silvestre exhalaba su perfume, y la llanura se llenó de

aromas. Solo se oía el andar del caballo, hiriendo la tierra con sus cascos herrados, rumor

de hojas y canto de grillos. La muchacha, colgada con ambos brazos del cuello de su

raptor le decía muy bajito, al oído: — ¡Eres lindo...! (2008: 247 ).196

E n cierto sentido , la jo v e n c ita de este cu en to se parece a T iburcio M a y a en este

in com p ren sib le sen tim ien to de atracción h acia qu ien es el a ses in o de tod a su fam ilia .

T am bién , co m o este personaje fem en in o , é l s ig u e lea lm en te a su general, a pesar d e haber

a sesin ad o a su esp o sa y a su niña, v íc tim a s in o cen tes de la guerra. M a y a le dem uestra su

lea ltad tam bién , al sa lvarle la v id a en la batalla d e C o lu m b u s, d on d e p ierde al ú n ico h ijo

que le quedaba y él queda gravem en te herido. L o dem uestra cu an d o lo cura de la b a la que

h iere gravem en te al general y h u y e con é l a la sierra para sa lvarle la v id a y p rotegerlo del

ejército n orteam erican o que lo s p ersigu e encarnizadam ente. L o dem uestra en su lea ltad al

n o delatar a su j e fe pesar de que es torturado por lo s apaches que le d esp e lle ja n lo s p ies. Se

asum e co m o v illis ta y n o d escubre el e sco n d ite de su je fe aun cuando intentan sobornarlos

lo s n orteam erican os. C a lla tam b ién cu an d o sab e que será co lg a d o por sus en em ig o s. Su

va lor es in cu estion ab le , n o se am edrenta ante fed era les, co lorad os o gringos. F ís ica m en te es

y a un v ie jo , pero su co n d ic ió n v ig o ro sa q u e le v ie n e d e su origen rural, le perm ite

sob rev iv ir en lo s com b ates y en la guarida d e V illa , a pesar d e las paupérrim as co n d ic io n es

del escondrijo .

196 Fortino Corral cita un pasaje de Memorias de Pancho Villa donde el general llora para advertir que la inclusión de estos sucesos revela «una dimensión sentimental» que contribuye a crear una imagen de él mismo que refuta «la brutalidad animalesca que le imputa los enemigos y el imaginario popular» (35). Nellie Campobello también muestra esta expresión de la personalidad de Villa en el cuento, «Las lágrimas del general Villa».

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L a em presa in trépida y sorpresiva de la in v a sió n al p u eb lo norteam erican o de

C olu m b u s ideada por V illa y en la que T iburcio M aya participa activam en te h ace que este

personaje crezca ép icam en te al lad o de su je fe , así co m o en su fu ga a la serranía para

escapar astutam ente de lo s 2 0 0 0 0 so ld a d o s norteam erican os y su m od ern o eq u ip o m ilitar.

R afael F M u ñ oz , en T iburcio M aya, un ranchero iletrado y m iserab le , encarna lo s rasgos de

la m asa anón im a d e hom b res y m ujeres y n iñ o s « v a lien tes a tod a prueba» (8 7 ) que

escrib ieron con sus v id a un p o em a h ero ico p e lea n d o por una m ejor v ida.

D irem o s para cerrar este apartado, que el autor ch ih u ah u en se n o so lo pondera lo s

atributos b é lic o s de lo s v illis ta s , por ejem p lo en el cu en to « D e hom bre a h om bre» (2 0 1 1 )

n o s relata u na h istoria de v a lor protagon izad a por el d u e lo entre un so ld ad o reb eld e y un

so ld ad o federal. L a escen a de esta con fron tación se da en el m arco de una batalla entre las

tropas revo lu cion arias y las fed era les en las cercan ías a Torreón. E sco n d id o s en sus

trincheras, «sop ortan d o un ca lor p esad o y se c o » (2 8 7 ) lo s v illis ta s « sin fa tiga ni

im p a cien c ia » por ser de la reg ión y estar acostum brados «al rigor del ca lor y a las torm entas

arenosas de la reg ió n » (2 8 7 ) esperan a que se acerquen d os reg im ien to s m ilitares de

caballería. E stos, al darse cuenta de la em b oscad a in ic ian la encarnizada batalla. E n el

transcurso d e esta lu ch a am bas tropas tien en m u ch as bajas en m ed io de la confrontación .

D e pronto, u n o de lo s reb eld es, el capitán Jacin to C ano, se separa in trép idam ente en su

cab allo de la tropa con la in ten c ió n de robarle con su la z o al en em ig o una p ieza de artillería.

V iste « fie ltro ca fé oscuro , es jo v e n y n erv ioso , im berbe y m oren o » (2 8 9 ). D e l grupo

en em ig o le sa le al p aso el m ayor B arto lo H errera del Q u in to R eg im ien to . U n iform ad o y

con ca sco de corcho, d e « b ig o te s ru b ios» y « tez rojiza» (2 8 9 ) está d ec id id o a m atar a

b a la zo s al revo lu cion ario . E l prim ero es un ranchero que se ha form ad o co m o so ld ad o

com b atien d o en la s serranías de D u ran go; el segu n d o , en la E scu e la M ilitar de A sp iran tes

de la capital. E l prim ero aborrece a lo s fed era les « so sten ed o res de un fa lso rég im en»; el

segu n d o od ia a lo s reb eld es a lo s que con sid era co m o «gu errilleros sin bandera» (2 9 0 ).

A m b o s cabalgan rápidam ente, d isp u esto s a m atar al otro, el m ilitar d isparándole y el

ranchero ah orcán d olo con su lazo . Frente a frente, d ice el narrador: « S u s o d io s en án gu lo se

encuentran en el vér tice» (2 9 0 ).

E n esta con fron tación am b os personajes e scen ifica n frente a las d os tropas en em ig a s

un esp ectá cu lo d e v a lo r y an im osidad . A len ta d o s por la m irada y lo s gritos de sus

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com p añ eros — que d ec id en n o in tervenir en la batalla , p u es en tien d en que es co sa de d o s—

se d esp lieg a en am b os una lu ch a de fuerza, habilidad , estrategia y d ign idad . C ada u n o sabe

que representa a su ejército , por e so n o cabe en este d u elo la cobardía: la m irada del otro

eva lú a su destreza y hom bría. E l so ld ad o reb eld e sabe que su identidad co m o

revo lu cion ario se ob tien e, co m o d ice Jorge M ora, en «el aprecio de lo s otros» (20 0 8 : 16) y

ese so lo se co n s ig u e m ed ian te una a cc ió n que dem uestre valor: la d e ju g a rse la v ida. A sí

m ism o , C ano deb e m ostrar su en trenam iento y d isc ip lin a m ilitar, así co m o su jerarquía ante

el ejército que representa. T al v e z a len tad os por eso , am b os co n sig u en a la par su ob jetivo

co m o se lee:

Simultáneamente silbó el lazo y cinco balas partieron de la automática. E l círculo

amplísimo de la reata cayó sobre el hombro izquierdo del capitán, cogiendo dentro el

cuello y el brazo que sostenía la pistola; un tirón violento cerró la lazada, y Cano quedó

prisionero, con el cuello apretado contra el brazo, luchando inútilmente p o r abrir, con su

mano izquierda, el collar que le ahogaba.

Y fren te a él, Herrera cabeceaba sobre su caballo, con los ojos vagos y la boca

abierta, arrojando bocanadas de sangre. Tres balas lo habían herido en m itad del pecho, y

agonizaba. En un supremo esfuerzo amarró su soga a la cabeza de la silla de montar, y

apretó las piernas a la panza del animal; soltó la rienda y clavó espuelas (2008: 292).

A u n q u e lo s d os p erson ajes m ueren, han rea lizad o un acto extraordinario; se

enfrentaron al en em ig o con entereza de án im o, sin am edrentarse, cu m p lien d o con su

d estin o un acto h ero ico , que en el gran relato h istór ico de la rev o lu c ió n , se v u e lv e

legendario . L lam a la a ten ción que lo s com p añ eros del federal, co m p ad ecid os, pretenden

detener al cab a llo d esb o ca d o que arrastra el cuerpo del o fic ia l m ilitar, ya m uerto; lo s

reb eld es, sin em bargo, d ice el narrador, «m etieron las cab ezas en las trincheras y

reanudaron el fu e g o » (2 9 2 ). E sta d istinta actitud exp resa d os form as de v iv ir la guerra; lo s

reb eld es sabían que q u ien se uniera a la B o la p od ía m orir y en el territorio del norte, la

m uerte se había v u e lto un lugar com ún. C o m o escrib e M artín L u is G uzm án: « Y es que

entre n oso tros n o había qu ien n o se creyera m u y v a lien te ni se s in tie se ya m u y h ech o a

ju garse la v id a m in u to a m in u to» (1998: 100).

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Para Jorge M ora la literatura de R afael L . M u ñ o z n o s o frece la «p o sib ilid a d de leer

la rev o lu c ió n con o jo s n u ev o s» y así in troducirnos a « su sen tid o m ás asom b roso» ,

« d o lo ro so » , «d escarn ad o» y «deslum brante» . S in em bargo, para com prender esta n u eva

lectura es n ecesa r io d esh acern os «d e las em p ob recid as im á g en es de la R e v o lu c ió n »

fo lk lor istas y pop u lach eras d ifund idas en in num erab les libros, fo tografías y p e lícu la s de las

cu a les, d ice, hay que autodespojarnos (20 0 8 : 2 9 -3 0 ). A grega , adem ás, que lo s d iscu rsos

estata les artísticos, literarios f ílm ic o s y p er io d ístico s form aron «un p ú b lico h o lgazán y

sa tisfech o con lo s lu gares co m u n es del m ex ica n o » . Im ágen es b an ales creadas por la

id e o lo g ía que triunfó y que im p id en v er «el sen tid o v iv o de la su ced id o en la R e v o lu c ió n »

[...] « y la singularidad de una reb elión m asiva , la radical y perenne n oved ad de la B o la » (31

y 32 ), la cual R afael F. M u ñ o z dejó en el leg a d o de su obra.

M artín L u is G u zm án es otro de lo s escritores, d ec ía m o s, que tam b ién n o s o frece una

lectura singu lar de esta reb elión y sus p erson ajes en las reg io n es sep tentrionales. T res de

sus cuarenta obras — L a so m b ra d e l ca u d illo (1 9 2 9 ), M e m o ria s de P a n ch o V illa (1 9 3 2 ) y

E l á g u ila y la serp ien te (1 9 3 2 )— refieren una v is ió n y form a particular de tex tu a lizar lo s

a co n tec im ien to s m ás re levan tes, p rin cip alm en te de F ran cisco V illa y el v illism o , así co m o

del M é x ic o p o srevo lu cion ario . E n las M e m o ria s d e P a n ch o V illa , co m o el títu lo lo anuncia,

se trata de un relato con tad o co m o au tob iográfico del m ilitar revo lu cion ario . F ortino Corral

(2 0 1 2 ) h ace notar lo s p rob lem as form ales que presenta esta obra cu an d o pretendem os

ubicar el tex to en un gén ero e sp e c íf ic o , p u es en la co n fo rm a ció n de la tram a se im brican

d istin tos d iscu rsos que lo p o sic io n a n en las fronteras de la h istoria y la fic c ió n . E n la

historia, al tom ar co m o m aterial lo s a co n tec im ien to s y p ersonajes rea les, tal y co m o se h ace

en el gén ero del te stim o n io y la b iografía ; y d e la fic c ió n , al adoptar una form a n o v e le sc a

por el trabajo del d iscu rso y el recurso de sim ular la v o z de V illa en prim era persona, pero

con la narrativa y p ersp ectiva de M artín L u is G uzm án. E l autor, d esp u és de in vestigar

am pliam ente la v id a del C entauro del N orte, se le c c io n ó aq u éllas datos, an écd otas o su ceso s 197

197 Esta novela analiza profundamente los acontecimientos posrrevolucionarios de un México naciente mediante el retrato de caudillos, jefes y presidentes en sus acciones innobles que traicionaban los verdaderos ideales revolucionarios. Dado que esta novela ubica su trama en la Ciudad de México y tiene como tema el caudillismo posrevolucionario no la abordaremos en el presente estudio.

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que m ás se ajustaban a la id ea del p ersonaje que quería construir para h acer una d efen sa198a p o lo g ética de V illa frente a lo s n u m erosos detractores de la p o srevo lu c ión .

C o m o R afael F . M u ñ o z , tam b ién este autor reconstruye tex tu a lm en te la figura de

V illa sobre la b a se de d os v is io n e s contrastivas que F ortino Corral ca lifica co m o

«paradojas» y que le otorgan al personaje, advierte, un «cariz o x im o ró n ico » (20 1 2 : 32 ). E n

este sen tido , por el trabajo textual del autor, F ran cisco V illa es una figura que participa de

una d ob le va loración , es a la vez: « B an d o lero honrado, forajido ju stic iero , g e n io ignorante,

h om ic id a in ocen te , p o líg a m o fie l, m io p e v is io n a r io , rebelde ob ed ien te y , p ese a sus

co n trad iccion es o q u izás por e lla s, un revo lu c ion ario au tén tico» (3 2 -3 3 ) . L o s ap od os del

C entauro del N orte y el A z o te In tan g ib le q u izá expresan sim b ó lica m en te esta p ercep ción

contradictoria que M artín L u is G u zm án recupera en la d e fin ic ió n y con stru cc ión de la

im agen de e ste personaje. E n este p roceso , D o ro teo A ran go , un h u m ild e ranchero,

p ersegu id o in justam ente por el gob iern o llegaría a ser F ran cisco V illa , el general en je fe de

la p od erosa D iv is ió n del N orte que diera el triunfo a lo s co n stitu c io n a lis ta s .198 199

O tro e lem en to im portante que resalta F ortino Corral es que F ran cisco V illa es de e so s

in d iv id u o s que Yuri L otm an c la s if ic ó co m o su jetos con b iografía . E s decir, aq u ello s que la

escritura p r iv ileg ia c o m o ob jetos de este g én ero porque n o se sujetan a las norm as o

c o n v en c io n es de la época: son lo s rebeldes. E n ese sen tid o , V illa es «un sujeto con

b iografía» dado que, d esd e m u y jo v e n , se v u e lv e un p rófu go de la ju stic ia in ic ia n d o así su

ley en d a (3 0 ) y al ser un hom bre que v iv e en la ilega lid ad , su h istoria se llen a de m itos.

E n E l á g u ila y la serp ien te (1 9 9 8 ), M artín L u is G uzm án tam b ién n o s ha dejado una

im agen d e F ran cisco V illa don d e se revela la adm iración y el tem or que este generaba en el

im aginario popular. L a obra se con form a por una serie de crón icas con gran unidad y

organ icidad que tratan del in ic io de la revo lu c ión . L o s referen tes son h istór icos, podría

considerarse, por tanto, un g én ero testim on ia l, pero co m o en la obra anterior, es el trabajo

del d iscu rso narrativo lo que co n v ierte e ste relato en un tex to literario. C o n sc ien te de la

198 Sin embargo, Fortino Corral afirma que más que una apología de Villa, «es una indagación sobre el ser nacional» (42) dado que el auto pretendía, como él lo advirtió, «entender y sentir al México revolucionario con toda su trascendencia moral y bajo su verdadera luz» (2012: 41).199 Como señala Fortino Corral, esta personalidad de Villa que oscila entre rasgos positivos y negativos se expresa también en los sistemas de «producción y circulación de mensajes» de la época (31). En el sistema oral se celebran sus hazañas a través de textos populares como leyendas, cantos y corridos, y en el escrito — prensa y documentos oficiales— se le trata como a un vulgar delincuente. Ambos sistemas, dice Corral, no son neutros, pues representan distintas valoraciones sociales, culturales, políticas y económicas.

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dificu ltad que im p licab a la e le c c ió n d e lo s su c e so s que m ejor describ ieran h ero icam en te a

F ran cisco V illa y sus so ld ad os, en la in trod u cción al cap ítu lo titu lado «L as fie sta de las

b alas» , h ace una re flex ió n m etatextual acerca de qué a sp ecto s referir para m ejor d efin ir a

esto s personajes en su carácter de revo lu c ion arios: fuertes, en érg icos, a sesin o s, h éroes,

diestros en la lucha, v a lien tes , fríos. Q uizá , por las c o n c lu s io n es a las que él m ism o lleg a en

este pasaje, d ich o cap ítu lo se in c lu y e actualm ente en las a n to log ías de cu en tos de la

literatura m ex ica n a .200 V e a m o s el pasaje en cuestión:

Atento a cuanto se decía de Villa y villismo, y a cuanto veía a mi alrededor, a menudo me

preguntaba yo en Ciudad Juárez qué hazañas serían las que pintaban más a fondo la

D ivisión del Norte: si las que se suponían estrictamente históricas, o las que se calificaban

de legendarias; si las que se contaban com o algo visto dentro de la más escueta realidad, o

las que traían ya tangibles, con el toque de la exaltación poética, las revelaciones esenciales.

Y siempre eran las proezas de este segundo orden las que se me antojaban más verídicas,

las que, a mi ju icio, eran más dignas de hacer Historia. ¿Dónde hallar, pongo p o r caso,

mejor pintura de Rodolfo Fierro —y Fierro y el villismo eran espejos contrapuestos, modos

de ser que se reflejaban infinitamente entre sí— que en el relato que ponían aquél ante mis

ojos, después de una de sus últimas batallas, entregado a consumar, con fan tasía tan cruel

como creadora de escenas de muerte, las terribles órdenes de Villa? Verlo así era como

sentir en el alma el roce de una tremenda realidad cuya huella se conservaba para siempre

(1998: 199) [El énfasis es mío].

C ó m o el m ism o autor lo asum e, son aq u ello s su ceso s narrados de b o ca en b o ca que

con la exa lta c ió n de la lu ch a se han v u e lto y a legen d arios y literarios, d ig n o s, por tanto, de

con servarse en la m em oria h istórica co m o verdaderos. C on e sto s puntos de v ista — estético ,

é tico e id e o ló g ic o — el autor con stru ye d iv erso s retratos de a q u ello s revo lu c io n a rio s que

por sus hazañas extraordinarias o por la singularidad de su carácter parecen m ás

in teresantes de literaturizarlos; a q u ello s de rev e la c io n es e sen c ia les , c o m o el del propio

V illa y su « esp ejo contrapuesto» , el general Fierro, el general Iturbe o D a v id B erlanga. D e l

prim ero, co m o d ec ía m o s al in ic io , lo defin irá con rasgos contrad ictorios que reflejan su

200 Aparece en las antologías, Norte (2015), de Eduardo Antonio Parra, y Sol piedras y sombras. Veinte cuentistas mexicanos de la primera mitad del siglo XX (2008), de Jorge F. Hernández.

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adm iración, pero tam b ién su d esco n fia n za y tem or, tal co m o se v e en el pasaje don d e narra

el im p acto que le cau só la p ersonalidad d e V illa en su prim er encuentro:

Veníamos huyendo de Victoriano Huerta, el traidor, el asesino, e íbamos, p o r la misma

dinámica de la vida y p o r cuanto en ella hay de más generoso a la vida a caer en Pancho

Villa, cuya alma, más que de hombre, era de jaguar: jaguar en esos m om entos domesticado

para nuestra obra, o para lo que creíamos ser nuestra obra; jaguar a quien pasábamos la

mano acariciadora sobre el lom o, temblando de que nos tirara un zarpazo.

Horas después, al atravesar el río hacía territorio de los Estados Unidos, no lograba

yo liberarme de la imagen de Villa, tal cual acababa de verlo (1998: 50) [El énfasis es

m ío].

L a m etáfora con que describe al general lo reve la co m o un hom bre de im p u lso s

p rim itivos, una b estia d om esticad a tem p ora lm en te, pero que n o deja su e se n c ia an im alesca;

sin em bargo, e se p r im itiv ism o sa lvaje e s n ecesar io para confrontar al ejército federal, a su

estructura organ izativa , m ilitar y a su arm am ento. G u zm án registra esta ú ltim a p ercep ción

en b o ca de V a sc o n c e lo s que v e en V illa al hom bre capaz de en cab ezar esta gran batalla

contra las fu erzas de V ictor ian o H uerta, por e so cierra el pasaje rem em oran do las

entusiastas palabras del in telectu a l oaxaqueño: « ¡A h ora sí ganam os! ¡Y a ten em o s hom bre!»

¡H om bre!.. ¡H om bre!.. (50).

G uzm án en E l á g u ila y la serp ien te registra var ios pasajes en lo s que d estaca tanto

cu a lid ad es n egativas co m o p o sitiv a s del general V illa . P or ejem p lo , cuando él m ism o lo

persuade para que le perdone la v id a a c ien so ld a d o s que se habían rend ido ante lo s v illis ta s

y a lo s que el general hab ía ordenado fusilar. A l perdonarlos, V illa se m uestra co m o un

hom bre razonable y g en ero so con el en em ig o . O tro pasaje con tad o por el p rop io general

narra una p ersecu ción a él y a su com padre T om ás U rbina por lo s rurales de la A cordada,

la s hazañas del esca p e de sus en em ig o s y de c ó m o sa lva a U rbina que n o p u ed e despertar

rendido por el can san cio de la larga jorn ad a por las escarpadas m ontañas. E sta narración

dibuja un p ersonaje de una capacidad superior f ís ic a y m ental, un astuto con o ced o r de la

sierra con el v a lor y la vo lu n tad para realizar un acto h ero ico al salvar a su a m ig o a costa de

perder él m ism o su vida:

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Aquella fu e la jornada más dura de mi vida. Necesitaba ir buscando el sendero más

escabroso para despistar a los rurales, y al mismo tiempo cuidar de que en los pasos

difíciles mi compadre no se hiriera contra las peñas o los troncos. Varias veces tuve que

desandar parte de lo andado. Otras hube de caminar largos trechos a pie, abriendo paso,

con mi cuerpo, a la cabeza colgante de mi compadre, o llevándola en vilo para librarla de

los golpes. Y así huí p o r más de tres horas, p o r más de seis, p o r más de ocho. A l cabo, muy

avanzada la tarde, llegué a un sitio que ofrecía algún abrigo. A llí me sentí seguro

nuevamente y acampé (1998: 369-370).

Frente a e sto s p asajes e lo g io so s , tam b ién G uzm án revelará el lad o m ás oscu ro de

V illa , aquél que lo m uestra co m o un a ses in o frío e irracional. D o s órd en es que da al general

R o d o lfo Fierro, el C arnicero de V illa , para castigar a q u ien es con sid era que son sus

en em ig o s lo m uestran en esta legen d aria im agen . E l prim ero se encuentra narrado en «L a

fiesta de las b a la s» y refiere la m asacre de tresc ien tos jó v e n e s p rision eros, so ld ad os

orozq u istas capturados por las fu erzas de V illa . L a crueldad de esta orden se da

prim eram ente en la d ec is ió n de encargar a F ierro de este castigo , el m ás brutal d e lo s

v illis ta s , y se da tam b ién en el m o d o de aplicar el castigo , p u es contrario a la tradición

m ilitar d ec id e ap licarles la le y fu ga y ejercerla él m ism o , so lo para probar su destreza con

la s arm as. Se in ic ia en to n ces un ju e g o m acabro en el que el v erd u go d esp lieg a fríam ente su

pericia a sesin a h a c ien d o cada v e z m ás an gu stio so el esca p e de lo s jó v e n e s , al ver caer

su cesiv a m en te a cada com pañero. E l p ro ceso m etaforizad o irón icam en te co m o una

« s in fo n ía » queda co m o un registro de la barbarie revo lu cion aria :

E l angustioso huir de los prisioneros en busca de la tapia salvadora —fu g a de la muerte en

una sinfonía espantosa, donde la pasión de matar y el ansia inagotable de vivir luchaban

como temas reales— duró cerca de dos horas, irreal, engañoso, implacable. N i un instante

perdió Fierro el pulso o la serenidad. Tiraba sobre blancos móviles y humanos, sobre

blancos que daban brincos y traspiés entre charcos de sangre y cadáveres en posturas

inverosímiles, pero tiraba sin más emoción que la de errar o acertar. Calculaba hasta la

desviación de la trayectoria p o r efecto del viento, y de un disparo a otro la corregía.

Algunos prisioneros, poseídos de terror, caían de rodillas al trasponer la puerta: la bala

los doblaba. Otros bailaban danza grotesca al abrigo del brocal del pozo hasta que la bala

los curaba de su frenesí o los hacía caer heridos p o r la boca del hoyo (1998: 207).

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P o c o antes de esta m asacre don d e se enfrentan « la p asión de m atar y el ansia

in agotab le de v iv ir» , y a pesar del horrendo acto que v a a com eter, M artín L u is G uzm án

h ace una d escr ip c ión e lo g io sa del general F ierro revelan d o la fa sc in a c ió n que sentía por el

tem ib le «m atador de h om b res» (4 1 7 ), ca lifica d o por un reportero n orteam erican o tam bién

co m o «b estia herm osa» (4 1 6 ). L o s rasgos dibujan en su f ís ic o un personaje h ero ico que

contrasta con el h u m ild e paisaje del norte:

Se figura, grande y hermosa, irradiaba un aura extraña, algo superior, algo prestigioso y a

la vez adecuado al triste abandono del corral. [...] Vuelto de espaldas, los prisioneros lo

veían desde lejos, a través de las cercas. Sus piernas form aban compás hercúleo y

destellaban; el cuero de sus mitasas brillaban en la luz del atardecer (1998: 202).

S in em bargo, en un ca m b io de p erspectiva , la m irada del narrador recae en lo s

pobres jó v e n e s que han sid o con d en ad os por V illa para castigar la traición de sus je fe s . L a

d escrip ción de este grupo tam b ién acu sa rasgos p o sit iv o s , co m o lo com p rob am os en el

fragm ento en el que el descrip tor recupera en la m irada de Fierro una p ercep ción p o sitiv a

de lo s p rision eros con d en ad os a m uerte, advirtiendo que por su físico : e sto s m u ch ach os

«hubieran p o d id o pasar por otros tantos rev o lu cion arios. Eran de la fin a raza de C hihuahua:

altos lo s cuerpos, sobrias las carnes, robustos lo s cu e llo s , b ien con form ad os lo s hom bros

sobre las espaldas v ig o ro sa s y f le x ib le s» (2 0 1 ). E sta va lo ra c ió n acerca de lo s m u ch ach os

con d en ad os a m uerte h ace m ás terrible la orden a sesin a de V illa en m an os del cruel general.

O tro de lo s actos que cu estion an de la personalidad de V illa y lo m uestran en su

lad o oscuro , irracional e s el in ju sto fu sila m ien to del jo v e n o fic ia l D a v id B erlanga, qu ien

era, en palabras de M artin L u is G uzm án, un « n o b le m u ch ach o , tod a ab n egación y

sinceridad, d esin teresad o, va lien te , g en ero so » , por esas cu a lid ad es, en la C o n v en c ió n de

A g u a sca lien tes , su in tegridad lo había llev a d o a denunciar en érg icam en te « las

m ezq u in d ad es y corru p cion es que corrían c o m o arroyos de c ien o , por debajo de m u ch os

hom bres de la R e v o lu c ió n » (4 1 6 -4 1 7 ) . C ontrastan lo s id ea le s que d efen d ía de la rev o lu c ió n

con las «intrigas, fa lsed a d es, tra ic io n es» d e lo s inm orales revo lu c io n a rio s que so lo le s

in teresaba llegar a a ltos p u estos. L a orden de su fu sila m ien to se orig in a porque B erlan ga

reprende en un restaurante a lo s v illis ta s que se n egab a a pagar sus d esm an es

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reprochándoles traicionar con sus actos lo s p rin cip ios revo lu cion arios. C uando esto s lo

acusan ante V illa , el general sin in vestigar lo s d eta lles, ordena que F ierro lo fu s ile de

in m ed iato , lo que in d ign a sobrem anera al autor.

M artín L u is G uzm án c o n fe só que con su obra ten ía la in ten c ió n de «en ten d er al

M é x ic o revo lu cion ario en tod as su trascen d en cia m oral y bajo su verdadera lu z» (1954:

9 6 1 ). Por eso , p o c o s p erson ajes se salvan de su crítica, y el retrato de B erlan ga y el del

Gral. Iturbe son e x c e p c io n e s a su m irada m ordaz. D e este ú ltim o , qu ien fuera su superior,

señala que «hablaba p o co y con cau tela» , que su cultura era m u y pobre, pero e so lo libraba

de la « sa lsa de repugnantes lu gares co m u n es en que nadaban lo s revo lu c io n a rio s sem ile íd o s

y farsantes» . Era tím id o , y h u m ild e, de tem p eram en to r e fle x iv o y m aduro «a pesar de su

ju ven tu d » . P ero lo m ás relevan te para el autor es que era u n o de lo s p o c o s revo lu c ion arios

que había d ec id id o un irse a la lu ch a « co n la co n c ien c ia lim p ia» , n o por el im p u lso que da la

p asión o el en tu siasm o co m o m u ch o s de lo s que se habían u n id o a este m o v im ien to , sino

por co n v ic c ió n : « Y en él, la c o n v ic c ió n n o se reducía, co m o en otros — lo s p rincipales, lo s

gu iad ores— , al ansia d e crear un estado de co sa s d óc il al im p erio propio , s in o al im perativo

de obrar b ien , de obrar m oralm ente, re lig io sa m en te» (99).

Q u iero destacar el singular u so de la m eto n im ia en la con stru cción de la

personalidad en lo s retratos de lo s p erson ajes de la n o v e la E l á g u ila y la serp ien te . E n este

p roceso , si b ien es cierto se ex p la y a m in u cio sa m en te en la en u m eración de lo s rasgos

f ís ic o s o de las cu a lid ad es, siem pre ad erezán d o los con ad jetivos p rec isos, es una a cción la

que d escubre esas « rev e la c io n es e se n c ia le s» que el autor d eseab a expresar en su escritura,

en este ca so de aq u e llo s líd eres revo lu c io n a rio s con lo s que trató y que le parecen

m ereced ores de p asajes b iog rá fico s. E n Fierro, por ejem p lo , el asesin a to de lo s orozqu istas

escen ifica d o co m o un ju e g o m acabro, so lo para probarse a sí m ism o su d estreza en el u so

de las arm as. E n D a v id B erlanga, en el h ech o de que n o le t iem b le la m an o al fum arse el

ú ltim o puro antes de ser fu silad o , lo que im pacta grandem ente al general Fierro y h ace que

se gan e su respeto , p u es ante la in m in en cia de su m uerte, n o se acobarda ni aún en lo s

ú ltim o s m o m en to s de su v ida. T am bién en el retrato del Gral. Iturbe, su personalidad

re flex iv a y prudente se exp resa en una a cc ió n ordinaria: el autor relata una e scen a cotid iana

de lo s so ld a d o s v illis ta s cuando b eb en las cervezas, estos, ex p lica el autor, destapaban sus

b o te lla s «al m o d o revolucionario: h ac ien d o encajar el borde de la corch o la ta en el m artillo

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de la p isto la y apoyan d o esta d esp u és contra el c u e llo de la b o te lla hasta que el tapón saltara

de su s itio» , co m o si las arm as n o «fueran instrum entos in o fe n s iv o s» (1 0 1 ). Iturbe, en

cam b io , n o m uestra esta tem eridad osten to sa de la tropa; abre la cerv eza co n el cañón del

arma apuntando al p iso o a la pared que se encuentra a su espalda, por lo que: « V ié n d o le tal

aspecto , n o se habría creíd o que se tratara del m ism o hom bre que a la hora del com bate, y

siem pre que el arriesgar la v id a ten ía un sentido , se o lv id a b a de p on erle cortapisas al valor,

segú n acababa de dem ostrarlo durante el ataque y tom a de C u liacán » (1 0 1 ).

E n el repaso al a n á lisis de la con stru cción de tod as estas figuras revo lu cion arias con

sus claroscuros, a través de sus a cc io n es h ero icas o in fam es, e lo g io sa s o reprobables, n os

queda claro que la escritura m in u c io sa de M artín L u is G u zm án ha dejado una im a g en del

territorio co m o un e sp a c io com p lejo ; sin em bargo, en to d o s esto s su c e so s se acentúa la

representación del norte co m o un lugar de guerra v iv a que es ya parte de la g esta de la

rev o lu c ió n m exican a.

5 .1 3 L a b a r b a r ie d e sd e la p e r sp e c t iv a fe m e n in a : N e llie C a m p o b e llo

Habito sobre la arena de un desierto, donde, en lo que parece

la nada de un cielo azul, voy bordando con puntas de

estrellas diminutas [...] m is palabras queridas y aquí van a

quedar en esta soledad en que me tiene detenida —

naturalmente asombrada— la continuidad de un panorama

cruel e inhóspito.

N ellie Campobello

E n cuanto a la escritora N e ll ie C am p ob ello , el im p erativo d eseo de contar la rev o lu c ió n en

el norte d esd e otra óptica , se asum e ex p líc ita m en te co m o un acto é tico y de re iv in d ica c ió n

ante «un panoram a cruel e in h ó sp ito » (C a m p o b ello , 2004: 15). E n el p ró lo g o a M is lib ros

ex p lica la s razon es que la m otivaron a escrib ir acerca de esto s tem as que eran «to ta lm en te

d espreciados»; de sus personajes prin cip a les que por e se en to n ces estaban «p roscritos» , y

de V illa , al que consideraban « p eor que al p rop io A tila » y a sus hom bres ca lifica d o s co m o

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«horrib les b an d id os y a se s in o s» (1 9 ). R eferir las «verd ad es» de la R e v o lu c ió n y deconstru ir

la ley en d a negra en torno a esto s personajes la p on ía en «desventaja»; s ig n ifica b a salir de la

com od id ad del an on im ato en q u e se encontraba en su «p eq u eñ o paraíso». «P ero n o era

correcto» , afirm a la autora, « e l h ech o de q u e sab ien d o y o las c o sa s , n o las dijera» (1 9 ). Y

m ás adelante reafirm ará: « N o so tr o s , lo s h ijos de lo s verdaderos rev o lu c io n a rio s , ten em o s la

o b lig a c ió n d e hablar y ped ir que se descorra la cortina» (55).

E s este saber que surge de las propias v iv e n c ia s y el sen tid o de o b lig a c ió n m oral lo

que le co n fiere autoridad y v a lor para narrar, d esd e una persp ectiva a contracorrien te, este

m o v im ien to de gran trascen d en cia h istórica , cuando im peraba una v is ió n distinta. Por eso

d esp u és, de la p u b lica c ió n de A p u n te s so b re la v id a m ilita r de F ra n c isco V illa y R itm o s

in d íg en a s de M é x ic o escr ito s am b os en 1940 , exp resa su sa tisfa cc ió n por haber h ech o

p ú b licos e so s tex to s cu y o fin era d esm itificar y restaurar la h istoria d e la rev o lu c ió n :

Cuando terminé estos dos libros, yo estaba envuelta en el amor más apasionado que se

puede y debe sentir p o r obras que vienen a deshacer mitos; obras que llegan a desbaratar

fa lsos decorados y dejan ver la fo rm a en su más digna y elevada expresión histórica (55).

E n el caso de N e llie C am p o b ello , durante m u ch os años sus tex to s fueron s ilen c ia d o s

porque n o era com ú n que en la ép o ca que em p ezó a publicar, una m ujer escrib iera sobre

tem as b é lic o s , de h ech o s ig u e s ien d o p o co com ú n que en la literatura m ex ica n a una m ujer

escriba sobre esta tem ática . S in em bargo, lo que m ás p esó en la p o ca d ifu sió n de su obra

fu e la sim patía por F ran cisco V illa y sus segu id ores en un co n tex to en el que era una

p ro v o ca c ió n querer restaurar su im a g en o la de sus hom bres. E n sus relatos, sin em bargo,

antes que con sid erarlos so ld a d o s o v illis ta s , para e lla son «su s p aisanos»; son lo s su yos,

estos jó v e n e s de D u ran go y C hihuahu a a q u ien es con sid eró « lo s verdaderos h éro es» de una

lu ch a que — d ice— « se lle v ó n uestros parientes, se nutrió de nuestras v id a s y acabó con

nuestro p atrim onio y nuestras e scu e la s» (18).

E n sus d os lib ros de cu en tos, C a rtu ch o (2 0 0 4 ) y L a s m a n o s de m a m á (2 0 0 4 ) n o se

describ en batallas m ilitares, co m o sí lo h acen y m agistra lm en te R afael F. M u ñ o z y M artín

L uis G uzm án. E n cam b io ha dado v o z , rostro, nom bre y lugar a lo s so ld a d o s de la B o la

dejando registrados en tex to s b reves sus « d estin o s m em orab les» (Jorge M ora, 2007: 2 9 ). L a

crítica es un án im e en e log iar la e fec tiv id a d narrativa que tien e la e le c c ió n de una

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p ersp ectiva in fantil en sus relatos para contar lo s h ech o s de la guerra y sus horrores, que

tanto h ic ieron sufrir a su m adre y que a la postre la llevarían a la m uerte. C o m o e lla m ism a

exp lica: « N ecesita b a tener en m i alm a de n iña aq u e llo s cuadros lle n o s d e terror, lo ú n ico

que sen tía era que lo s o jo s de M am á al contarlos, lloraran. E lla sufría m u ch o p resen ciad o

esto s horrores. Su g en te querida fu e cayen d o , e lla lo s v io y lo s llo ró » (20 0 4 : 101).

Jorge M ora celeb ra en su prosa fuerte, su co n c is ió n , su hab ilidad para caracterizar

en u n o s cuantos rasgos a sus p erson ajes; su m aestría para pasar del d iscu rso narrativo al

d escrip tivo y v icev ersa ; pero sobre to d o su capacidad para hum anizar en su escritura, lo

« in h u m an o de la guerra c iv il, de la lu ch a fratricida, de lo s actos cr im in a les gratu itos, de las

v íscera s de lo s m uertos, de las v en g a n za s ilim itadas; para quitarle al acto h ero ico su ropaje

retórico y d ev o lv er le su naturaleza cotid ian a y an ón im a» (20 0 4 : 25 ).

E s esta ú ltim a característica la que n o s in teresa destacar, p u es o frece, c o m o

señ a lam os antes, una p ersp ectiva d istin ta de la guerra en el norte y de sus actores; n o son

la s « sa lv a jes fieras» , lo s b an d id os y cr im in a les co m o refieren sus en e m ig o s a través de lo s

d iscu rsos o fic ia le s , son hom b res v a lien tes h a c ien d o las co sa s terrib les de la guerra al pelear

por una v id a m ás justa . T o m em o s co m o ejem p lo el cuento, «E n el fu eg o » (2 0 0 4 ), don d e la

narradora que d escrib e la e scen a de lo s v illis ta s m asacrados confronta su punto de v ista con

el de lo s o fic ia le s en em igos: « E llo s d ecían que eran u n o s b andidos, n oso tros sab íam os que

eran hom b res del N orte , v a lien tes , que n o p od ían m o v erse porque sus heridas n o lo s

dejaban» (1 2 4 ). T am bién en «G en te de T ropa» (2 0 0 4 ) lo s m ilitares carrancistas increpan a

la m adre de N e ll ie C a m p o b ello por ayudar a u n o s so ld a d o s h erid os a lo s que ju zg a n co m o

« sa lv a jes» « fieras» y asaltantes. L a narradora, co m o respuesta a estas injurias dice:

¡Cómo si fueran desconocidos! Eran soldados inmaculados de la revolución. Los bandidos

estaban parados allí, gritándole a M amá, vestidos a la inglesa y con engarces de p la ta en

todo el cuerpo.

Nuestros muchachos, los guerreros altos, de cuerpo dorado, fueron siempre

protegidos p o r ella (2004: 196).

P or otra parte, en sus p oem as, relatos y escrito s co m o n ingún otro autor o autora de

la rev o lu c ió n , está tan ex p líc ito el am or por el lugar natal y la id ea de este e sp a c io co m o

forjador de esp íritus fuertes y com b ativos. N o obstante, deja m u y claro que esto s guerreros,

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antes que ser so ld ad os, son personas: rudos, sí; v a lien tes , sí, pero en esen c ia son hom b res y

m ujeres arrojados a una lu ch a arrolladora. E n N e ll ie C a m p o b ello esta co n cep c ió n la

encontram os en un pasaje del p ró lo g o que escr ib ió a sus obras com p letas, en el cual la

autora, con la d escr ip c ión am orosa de su tierra y de lo s rasgos de sus habitantes, con form a

im á g en es sobre el paisaje con cu a lid ad es op u estas, pero en este co n tex to com plem entarias:

M i tierra es un lugar dorado donde se sostienen erguidos los adobes y donde las estrellas

fugaces se desprenden del Oriente y se prenden, encendidas, en el Norte. La gente,

silenciosamente se adhiere al paisaje, sus pasos son lentos; sus voces, suaves. Respetan un

dibujo, aman un libro, y les gusta la poesía. Nacieron guerreros en un lugar de guerreros...

(2004: 15).

L a im a g en del lugar natal y d e q u ien es lo habitan se con stitu ye — co m o

señ a láb am os— a b ase de antítesis: lo s ad ob es son rudos y rú sticos c o m o lo s guerreros y

p erten ecen al d o m in io de lo terrestre y tan g ib le , en cam b io , lo s astros, la p o esía , y e l arte

son p rop ios de la d im en sió n de lo sen sib le que aquí form an un todo. S u s habitantes son

s ile n c io so s y su aves en sus m aneras co m o la arena del d esierto y en casi to d o s sus relatos

tien en una v id a m u y breve, co m o las estre lla s fu gaces; n o obstante, lu m in o sa porque

cu m p len con el d estin o del guerrero. A s í, en lo s m a g n ífico s retratos que dibuja N e llie

C am p ob ello , sus rec io s y ép ico s personajes son una ex ten sió n del riguroso am biente que

lo s atraviesa y lo s escu lp e .

E l p oeta J osé Juan T ablada advirtió en L a s m a n o s de m a m á (2 0 0 4 ) este d ob le

sen tid o en sus narraciones, por e so afirm ó de este libro afirm ó que e s «bárbaro a pesar de la

delicadeza; rudo n o obstante sus co n m oved oras m e lo d ía s» y su con ten id o , « h o n d o y fuerte

donde la traged ia in ev itab le desborda con sangre y fragores, sobre la d elicad a e v o ca c ió n

sen tim en ta l» (4 9 ). Sus ca lif ica tiv o s an titéticos b ien pued en ap licarse a cada u n o de lo s

libros que con form an su obra literaria en lo s que encon tram os estas cu a lid ad es op u estas

entrelazadas arm oniosam ente.

E n efec to , las d escr ip c io n es de lo s rasgos y a cc io n es de sus personajes rem iten a

esto s sen tid os que id en tifica Tablada: lo s so ld a d o s tien en g e sto s de ternura, por ejem p lo ,

cuando pintan « m o n o s» para entretener a lo s n iñ o s (63); de rom an tic ism o, co m o el o fic ia l

R afael G alán, «un v illis ta co m o hubo m u ch o s» , gen til y cab a lleroso (202); sin em bargo,

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son a la v e z m u y v a lien tes , m u y «h om b res» , co m o P ab lito L ó p ez (1 0 7 ) o co m o E lias,

« v a lien te y b u en o » (6 3 ).

E n lo s b reves retratos de sus rudos so ld a d o s norteñ os son frecu en tes lo s ad jetivos

e lo g io so s: « b u en os» , «atravesados»; fís ica m en te son « a ltos» , « jó v en es» , « m u y hom bres» ,

«fuertes»; son adem ás « co n o ced o res de la sierra», «d e hom bros fuertes y a n ch os» , y de

«caras curtidas y quebradas por el so l del norte». S o n m u ch a ch o s «guerreros, a ltos, de

cuerpos dorados» (196); « n a c id o s en lo s lla n o s norteñ os» (2 0 2 ), « in trép id os» , «d e cuerpos

rectos y h erm o so s» (2 0 1 ).

D e lo s jó v e n e s de C hihuahua y D u ran go escrib e que son «ad m irab les» , « v a lien tes» ,

« b u en os jin e te s» , « b u en os tiradores», «fuertes, ág ile s» , «por e so d ieron el triunfo de la

rev o lu c ió n » (3 7 1 ). N e l l ie C a m p o b ello con sid era tam b ién que e sto s m u ch ach os

revo lu c ion arios son: « S o ld a d o s in m acu lad os de la rev o lu c ió n » . L o s encuentra le a le s a

F ran cisco V illa , p u es c o m o ejército «eran un so lo hom bre» esto s «C entauros de la sierra de

C hihuahua» (1 6 1 ). D ic e , adem ás, de e sto s jó v e n e s que son de la « B e lla raza de las llanuras

de C hihuahua» (2 1 1 ), por e so le agradan y lo s adm ira profundam ente.

D e l general T om ás U rb ina e lo g ia su va lo r y a cc ió n m ilitar y escr ib e que: «L a sierra,

la A cordada, el so to l, h ic ieron de él un hom bre co m o era» (112): v a lien te . C o m o se v e , la

autora afirm a el e sp a c io del norte co m o una ex p lica c ió n del tem p le y la identidad del

norteño, pero aunque lo s revo lu c ion arios son rú sticos y v a lien tes , tam b ién son b on d ad osos,

g en ero so s y cap aces de sacrificarse por el b ien de su tierra, en sum a: «sab en de b a la zo s y

saben pensar con el corazón » (1 1 2 ).

U n personaje central d e su obra es F ran cisco V illa . C o m o h em o s v isto , en la

con stru cción de la figu ra de V illa ex isten varias rep resen tacion es que d ia logan en

con so n a n cia o d ison an cia en el im agin ario de la revo lu ción ; en e llo s , c o m o h em o s v isto , se

o sc ila entre el rech azo o la adm iración total o parcial, co m o ocurre en la obra de R afael F.

M u ñ o z o M artín L u is G uzm án. S in em bargo, el ca so de N e l l ie C a m p o b ello es d iferente,

p u es es la adm iración y sim patía que tu v o por este p o lé m ic o líd er revo lu c ion ario lo que la

m o tiv ó a escrib ir para d esm en tir la « ley en d a negra», « la s h istorias fa lsa s» , « la s ley en d a s

rid ícu las» y aq u ellas « o d io sa s ca lu m n ias» en torno a V illa y sus so ld ad os. E n el p ró lo g o a

sus obras ha dejado esta con fesión :

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Yo leía esto día a día escuchaba las odiosas calumnias y comprendía la injustica, la

barbarie de estos nuevos ricos mexicanos, hartos del dinero que robaban a este pueblo que

tanto defendió aquel glorioso señor general Francisco Villa y lo atacaban sistemáticamente

con el solo propósito de desvirtuarlo y de destruir su personalidad de gran mexicano y de

guerrero genial (2004: 19).

T rem enda em presa la de N e ll ie C am p ob ello ; hacer a p o lo g ía de la im a g en d e P ancho

V illa para d efen d erlo de lo s p o lít ic o s y escritores que lo denigraban y a lo s hom b res que lo

sigu ieron . A e sto s in te lectu a les de escritorio y p lum a, o personajes d e carrera m ilitar,

a m b ic io so s de poder, N e ll ie C a m p ob ello o p o n e la im agen de un so ld ad o fuerte, rudo, que

aprendió de d isc ip lin a por las co n d ic io n es rigurosas del m ed io en que n a c ió y v iv ió . A l

narrar a lgu n os de lo s prim eros com b ates de F ran cisco V illa contra la dictadura de

V ictorian o H uerta exp lica :

Su disciplina no fu e tomada de ninguna escuela militar, sino nacida con él en su dura vida

de la sierra, donde templó su recio espíritu. La disciplina de la sierra fue pues, para su

instinto guerrero, su mejor escuela. Sabía pelear, había nacido soldado, tenía exacto

conocimiento de la topografía, astucia, valor, estrategia, práctica y decisión (2004: 387)

[El énfasis es m ío].

C o m o en to d o s sus personajes, tam b ién en V illa refrenda la re lación entre p aisaje e

historia personal para exp licar el carácter de lo s so ld ad os n acid os en el norte. A hora b ien , si

para lo s n orteam erican os o carrancistas, V illa y su ejército eran una «horda de bárbaros»,

N e llie C a m p o b ello lo con sid era co m o «u n o de lo s m ás patriotas m ex ica n o s» , «m aderista»,

« so ld a d o ejem plar», «p erfecto guerrero», « co n la v is ió n exacta de lo s grandes guerreros»,

«gran estratega m ilitar», « g en io » , «guerrero de su tiem p o» , « in q u ieto» , «va lien te» ,

«ob servad or» , « in te lig en te» , « d em asiad o apto», « co n o ced o r de la reg ión » , « in tu itivo» ,

«fu erte» y «tenaz» .

M u y interesante, por otra parte, es la d escr ip c ión que h ace de Carranza, antagonista

en toda su obra. L a autora o p o n e antitéticam ente lo s rasgos d e F ran cisco V illa con lo s de su

en em ig o , en sus a cc io n es, p en sam ien tos, sen tim ien to s y en las fu n c io n es que am bos

tuvieron en la gran g esta revolucionaria . A Carranza lo acusa de «fratricida», « a m b ic io so » ,

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« eg o ísta » , «aristócrata», org u llo so del poder, a m b ic io so , un « e n v id io so d e lo s tr iunfos de

V illa » . C ritica de C arranza su d esp recio p or lo s v illis ta s iletrados, y a que: « E so s

rancherotes eran m u ch o s y representaban al p ueb lo . H acían bu lto , eran un d esp restig io para

M é x ic o , para el M é x ic o de sus m entalidades; tener hom b res co m o P an ch o V illa y sus

p ela d o s era, segú n e llo s , terrible, había que qu itarlos» (4 4 1 ). S in em bargo, d esd e la

p ersp ectiva de N e ll ie C a m p o b ello la tropa de F ra n cisco V illa estaba form ada por «v a lien tes

e in trép idos so ld a d o s» (3 9 5 ).

N e ll ie C a m p ob ello acep tó g u sto sa la relación que T ablada e sta b lec ió entre su obra y

su origen norteño al hablar de su filia c ió n é tn ica y la asu m ió con o rgu llo y aún m ás,

d efen d ió su sangre co m an ch e, con u n a v is ió n m u y d istin ta a aq u ella con la que P ay n o y

otros autores del s ig lo XIX describ ieran a esto s p u eb lo s in d ígen as del norte. E n la v is ió n de

la autora, la identidad del guerrero, del h éroe revo lu cion ario se forja en lo s rigores del rudo

paisaje natal para cum plir con un d estin o m em orable; el de e lla fu e narrar la verdad d e su

esp a c io v iv id o en la s reg io n es norteñas. E n el p o em a « Y o » , escrito aún m u y jo v e n , exp resa

su carácter y por ex ten sió n el de su tierra: alta, brusca, fuerte, pero lum inosa:

Dicen que soy brusca,

que no sé lo que digo

porque vine de allá.

Ellos dicen

que de la montaña oscura.

Yo sé que vine

de una claridad.

Brusca porque miro de frente;

Brusca porque soy fuerte.

Que soy montaraz...

¡Cuántas cosas dicen porque vine de allá.

de un rincón oscuro de la montaña!

M as yo sé que vine

de una claridad (2004: 225).

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E l p oem a b asa su sen tid o en una estructura de contrapuntos: confronta

prim eram ente la en u n cia c ió n de lo s o tro s — lo s que acusan a la p oeta d e ser «brusca»,

ignorante, que v ie n e de un lugar o scu ro— con la en u n ciac ión propia que n o se d etien e a

desm entir lo s ca lifica tiv o s que le atribuyen a su personalidad pero sí a exp licarlos: es

brusca porque «m ira de frente» y es «fuerte» , cu a lid ad es p o co fem en in a s para el co n tex to y

que connotan rudeza y rusticidad, aunque a la v e z tien en el s ig n ifica d o p o s it iv o de la

franqueza, la a ltiv ez y fortaleza.

C ontrasta tam b ién el allá, lugar de origen , frente al acá , e sp a c io d e en u n ciac ión de

la s v o c e s acusadoras. N o es d ifíc il inferir que e se a llá s im b o liza la reg ión del norte, lugar

don d e ocurrieron co sa s terrib les de las que la autora fu e te s tig o y , el a c á , la capital del país,

don d e resid ía ya cu an d o escrib e este p o em a y escu ch ab a y le ía a lo s que d istorsionaron la

verdad de lo s su ceso s. S in em bargo h ay tam b ién un sen tid o m eta fór ico m u y an tigu o en el

sím b o lo de la m ontaña: si el a llá para sus acusadores es la m ontaña oscura — lo

d esco n o c id o , h o stil, atrasado y p rim itivo— para la poeta , n o obstante, la m ontaña es un

sitio revelador, casi sagrado, porque le ha m ostrado en la in fancia , la frágil relación entre la

v id a y la m uerte, tem as e sen c ia le s en tod a su obra. A d em ás, subir a lo m ás alto, tam b ién

tien e una co n n otac ión m etafórica porque perm ite contem plar un panoram a m ás am p lio de

la realidad. E lla m ism a escr ib ió que en la n iñ ez ascen d er a las cum bres era un activ idad que

la hacía fe liz , p u es d esd e e se s itio con segu ía: «q u ietam en te absorber dentro de m í la

m ajestad de una llanura solitaria e in m en sa que m e hablara de m is an tep asad os y m e

acercara a e llo s» (1 5 ). C o m o se v e , tanto en este p o em a co m o en to d o lo que escr ib ió N e llie

C am p ob ello , la autora asu m e y se celeb ra la identidad rural y rústica de las zo n a s serranas

del norte frente a la v id a urbana. E n n in gú n otro escritor o escritora anterior se v e tan

claram ente esta re lación entre el paisaje y sus habitantes para exp licar la id entidad y e log iar

sus rasgos, in c lu so m u ch o antes de que lo s llam ad os narradores del d esierto literaturizaran

esta v in cu la c ió n .

N e ll ie C am p ob ello , adem ás, se inserta en esa trad ición literaria que h em o s v en id o

rev isan d o que asum e que ciertas características de lo s norteños c o m o la rudeza, la

beligeran cia , la forta leza fís ica , el va lor, la capacidad b é lica p rov ien en d e su origen y las

características del territorio. C abe la aclaración, sin em bargo, que en el s istem a d iscu rsivo

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de las gesta s revo lu cion arias e sto s atributos, co m o d ije antes, cobran un n u ev o sentido , p u es

en este co n tex to son n ecesa r io s para contender contra un gob iern o injusto , in c lu so a costa

de la v id a m ism a.

E n la obra de esto s tres escritores que rev isam os, el e sp a c io de f ic c ió n y sus

sistem as de lugares se d esp lieg a n n o so lo m ediante la d escr ip c ió n de sus paisajes,

p rincipalm ente se m uestran a través de las a cc io n es de sus personajes, con form an d o a sí una

geo g ra fía so c ia l don d e la v io len c ia , el va lor, y la m uerte son actos p rotagón icos. E sto s

relatos p on en en p ersp ectiva otra form a de evaluar el im agin ario del bárbaro del norte.

5 .1 4 L a o tr e d a d d e l n o r te c o m o la a n t íte s is p o lít ic a y c u ltu r a l d e la n a c ió n

S eten ta años d esp u és de la v is ita de M an u el P a y n o al noreste, otro v ia jero ilustrado p isa las

com arcas n eo lo n esa s. N o le es ajena la frontera, en e lla ha v iv id o en su in fan cia y ha

experim en tad o el ch oq u e de las d os form as de v id a entre el m u n d o m ex ica n o el m undo

anglosajón , p u es ad em ás ha v iv id o en E stad os U n id o s. N o s refer im os a J o sé V a sc o n c e lo s ,

quien en L a to rm en ta (1 9 3 5 ), o frece m in u c io sa s estam pas de las reg io n es fronterizas

resaltando la d iferen cia entre la v id a m ex ica n a y la estad ou n id en se que se v e por ejem p lo

en las con stru cc ion es m odernas y có m o d a s de E a g le P ass con la s de P iedras N eg ra s donde

se seg u ía « v iv ie n d o a lo bárbaro» (1935: 93). E ste adjetivo , co m o en la escritura de tod o

in telectu a l la tin oam erican o de fin es del s ig lo XIX y p rin cip ios del XX, o p o n e la barbarie a lo

c iv iliz a d o y cu lto , d ico to m ía ev id en te en su reseñ a de la v is ita al « sim p á tico y lam en tab le»

p u eb lo de L am p azos, N u e v o L eón , p u eb lo del general A n to n io V illarreal y a quien

V a sc o n c e lo s acom paña en su v iaje . E n la d escrip ción del e sp a c io rural, el autor dibuja la

rusticidad y la barbarie de este e x ten so « d esierto de a lm as» a partir de su atraso cultural,

co m o se le e en s ig u ien te pasaje:

[...] le fa lta a Lampazos, ya se ve el lustre arquitectónico de las aldeas del interior de

México. Quien haya recorrido la sierra de Puebla, la meseta de Oaxaca, y aún el Bajío y

Jalisco comprenderá enseguida la impresión del m exicano del interior cuando avanza hacia

el norte. Todo es barbarie, mientras se llega a N ueva York, donde ya cuajó una cultura,

distinta de la nuestra, pero al f in cultura [...]. Entre estas dos civilizaciones, la española

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mexicana, que tiene de fo co la capital mexicana y la anglosajona que tiene p o r núcleo a

Nueva York y a Boston hay una extensa no m en’s land del espíritu, un desierto de las almas;

una barbarie con máquinas y rascacielos en la región sajona, barbarie con imitación de

máquinas y rascacielos en la región mexicana, de Monterrey al norte (1935: 124-125) [El

énfasis es mío].

L a representación del e sp a c io que h ace José V a sc o n c e lo s del noreste de M é x ic o está

cargada de una serie de s ím b o lo s que, co m o h em o s v is to , han v en id o estereotip an d o las

d escr ip c io n es e sp a c ia les del norte de M é x ic o c o m o p r im itivo . Para e llo , V a sc o n c e lo s u tiliza

lo s recursos del sím il y la analogía , al com parar el p eq u eñ o p ob lad o de L am p azos con lo s

p u eb lo s de la frontera norte y con lo s estad os del centro y sur de M é x ic o . N ó te se que para

V a sc o n c e lo s lo s p u eb lo s de la reg ión norte m ex ica n a carecen del brillo o esp len d or de las

reg io n es centrales y esa s m ism a s características la s h ace ex ten siv a s a la p ob lación , al

afirm ar que entre la capital m ex ica n a y N u e v a Y ork y B o sto n «h ay u na ex ten sa n o m e n ’s

la n d del esp íritu», es decir, un lugar n o d om estica d o ni d om in ad o . A s í pues, en esta

p ersp ectiva que tien e un alto grado de subjetiv idad , el e sp a c io representado s im b o liza

incultura, ignorancia , sa lva jism o , opacidad , así co m o d eso la c ió n y ab an d on o . E s ev id en te

que esta ev a lu a c ió n se orienta por el punto de v ista id e o ló g ic o : José V a sc o n c e lo s fu e un

f iló so fo , p o lít ico y revo lu cion ario , co m o sab em os, que enm arcó su p royecto ed u cativo en

d os corrientes: la lu ch a entre c iv iliz a c ió n y barbarie propuesta por D o m in g o F austino

Sarm ien to y la trad ición an ti-estad ou n id en se d e Jo sé M artí.

A s í, m ientras el e sp a c io del norte sim b o liza b a incultura y sus habitantes eran v is to s

co m o sa lvajes o bárbaros, el centro del país era s in ó n im o de c iv iliz a c ió n y de gen te

«ilustrada». P or eso , en las d escr ip c io n es v a sc o n c e lis ta s sobre lo s pob ladores, observa

C eb a llo s R am írez, «n o hay la b e n e v o le n c ia que encontram os en P ayno. D e e llo s h izo una

m ordaz crítica al tex a n ism o , la incultura, la haraganería, la vacu id ad y la pretendida

se n c ille z de lo s n orteñ os» (C ev a llo s R am írez, 2 003: 73 ). S in em bargo, hay cierta

va lorac ión p o sitiv a cuando h ace referen cia a la p o b la c ió n de «raza pura esp a ñ o la » de

L am p azos, la cual — escrib e— «ha dado guerrilleros y gen era les a d ocen as, ru d o s y

p r im itiv o s co m o su territorio , pero n o fa lto s de bondad natural y de ca stizo arrojo»

(V a sc o n c e lo s , 1 9 3 5 : 5 5 3 ) [L as cu rsivas son m ías]. C on estas palabras V a sc o n c e lo s se

inserta en esa trad ición que in iciara M an u el P ay n o al escrib ir en el s ig lo XIX sobre la

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personalidad de lo s norteños co m o p rim itivos, to sc o s en sus m aneras, pero b o n d a d o so s y

v a lien tes guerreros p u es co m o to d o «sa lv a je» que n o se ha con tam in ad o con la urbe,201presenta cu alid ad es innatas de bondad y valor.

E n 1922 , durante su estan cia en la co sta son oren se , el escritor in g lé s D . H.

L aw ren ce escr ib e una carta a su a m igo K nud M errilld en la que le d escrib e lo s p eq u eñ os

p o b lad os de la región . E n la ev a lu a c ió n que h ace de este e sp a c io p o d em o s percatarnos de

que su p ercep ción del lugar y el sen tim ien to que le acom paña n o d ifieren m u ch o de la

apreciación que h acía P ayn o de lo s p u eb lo s al otro extrem o del en to n ces m ás d ilatado

norte, p u es en la escritura de L aw ren ce esto s s itio s se conform an con lo s m ism o s atributos

sem án ticos: d eso lad o , rem oto, rústico , a islad o y con d en ad o a la desaparición , co m o se

p u ed e leer en el s ig u ien te párrafo:

En general, la costa oeste era excesivamente silvestre, no hay nada más que una desierta

desolación [...] ¡Estos lugares perdidos y silvestres parecen tan irremediables! Uno se

siente tan retirado del mundo [...] H ay un sol caliente [...] después pequeños pueblos que

parecen deslizarse hacia el abismo, y la puerta de la vida cerrada para todo, sólo el sol

quemante [...] Álamos, antes un pueblito encantador, ahora perdido, resbalando p o r la

montaña hacia el golfo [...] Parece una sentencia de extinción escrita encima de todo

(Citado por Eve Gil, 2007: 17-18).

L o s recurrentes atributos silvestre, deso lado , p erd id o , a lejado , ca lu ro so parecen

cancelar la in tegración de este territorio a la v id a c iv iliza d a . La im a g en del p u eb lo

d eslizá n d o se a la profundidad del m ar in ten sifica la m etáfora de ex tin c ió n del p ob lad o tal y

co m o antes P ay n o había p red ich o del p u eb lo de M atam oros.

O tra representación del norte bárbaro se m uestra en un pasaje de E l á g u ila y la

serp ien te (1 9 9 8 ) en la d escr ip c ión d e la sierra y de lo s h u m ild es y n a c ien tes p o b la d o s de

Sonora. D e sd e el tren, don d e v ia ja h acia S in a loa , la m irada de M artín L u is G u zm án

organ iza un paisaje serrano d ibujando prim eram ente su top ografía con sus ju e g o s de luz, las

lín eas, su p erfic ies y hondonad as. S in em bargo esta v is ió n esté tica del e sp a c io n o puede

d esligarse de la “negra ley en d a » que lo com p lem en ta , p u es la sierra es el hábitat de lo s 201

201 Acerca de esta contradictoria relación de Vasconcelos con los territorios del norte puede verse el ensayo de Juan Carlos Ramírez-Pimienta, «Algunas notas sobre la frontera norte y José Vasconcelos», en Del periquillo alpericazo. Ensayos sobre literatura y cultura mexicana (2006: 103-116).

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«bárbaros», de lo s « in d io s b ron cos» , «rastreros y arteros en el ataque» (9 3 ) y en e se sen tid o

aunque b e llo es sa lvaje y p e ligroso . E sta m ism a eva lu ac ión n egativa de las cord illeras, se

repetirá en la referen cia a lo s « d eso la d o s p u eb lo s» que encuentra en el v ia je , p u es adem ás

de feo s , le parecen co m o en v u e lto s por «una penetrante atm ósfera de barbarie, de

d esc iv iliza c ió n » , que h acen «al espíritu en co g erse» (9 3 ). A s í, para este in telectu a l

m ex ica n o , tanto la sierra co m o las com u n id ad es rurales, son lu gares p rim itivos: el prim ero,

porque es el territorio de lo s in d ígen as y lo s p ob lad os, por el atraso te c n o ló g ic o y cultural

en el que se encuentran. E n la com p aración de con N a v o jo a , por ejem p lo , señala lo

sigu ien te:

Era un Far W est mexicano, más naciente que el otro, con menos barruntos de industria y de

máquina, con menos energía, con mayor influencia aborigen en el aprovechamiento del

barro como material arquitectónico, pero igualmente bárbaro que el otro, más bárbaro

quizá en su brutalidad, libre de las tradiciones civiles, y en su ignorancia de las form as

suavizadoras inventadas p o r la cultura de los hombres. En aquellas regiones no había

tenido tiempo de fructificar la obra desbarbarizante de los padres jesuitas; flotaban aún

ráfagas de auténtica vida salvaje, un ambiente trágico y doloroso en que el débil esfuerzo

hacia lo mejor se ahogaba entre los im pulsos desordenados de hombres sólo sensibles a la

pasión y al apetito zoológico . Y tal impresión, la de estar respirando aires bárbaros, no

habría de aliviarse en mí hasta entrar el tren en el dulce territorio sinaloense (1998: 93-94)

[El énfasis es m ío].

L a va lo ra c ió n del m ed io f ís ic o , co m o se v e es so lo un pretexto para que el narrador,

en la con tem p la c ió n d esp lieg u e una atm ósfera que a fecta lo s sen tid os y la s em o c io n es . S u

v is ió n , adem ás, contrasta d os reg io n es del n oroeste; la de lo s p u eb lo s son oren ses,

em b lem atizad os co m o bárbaros, y la reg ión sin a lo en se , m ás urbana y avanzada porque

encuentra que S in a lo a es, «aun en sus m ás in s ig n ifica n te s rancherías, el an u n cio de la

c iv iliz a c ió n » (94).

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5.15 Topofobias: geografías de miedo

A in ic io s del s ig lo XXI, n u m erosas crón icas p eriod ísticas describ ían el panoram a que se

em p ezab a a v iv ir en el territorio del norte de M é x ic o . D e sd e B aja C aliforn ia hasta

T am aulipas, cuando F e lip e C alderón declaró la controvertida «gu erra» contra el narco, lo s

asesin atos, fem in ic id io s , ex to rsio n es, secu estros, en frentam ientos entre m ilitares y narcos o

entre carteles, cem en terio s c la n d estin o s con n u m erosos cad áveres, « levan tad os» ,

d esp arecid os, p agos de p iso , fueron las n o tic ia s co tid ian as d esd e en to n ces que han v en id o

aterrorizando y ren ovan d o el estig m a del norte co m o una reg ión bárbara. Im ágen es en la

prensa, te le v is ió n y redes so c ia le s de ejecu tad os, ca lc in ad os, personas co lg a d a s en lo s

puentes, d escu artizad os en las ca lle s o en las orillas de la ciudad, d eg o lla d o s, narco m antas,

c iv ile s a sesin a d o s por narcotraficantes o m ilitares en fu eg o cruzado o por «error»

perpetuaron y actualizaron el im agin ario del norte bárbaro con n u ev o s su ceso s y actores.

E sta n u eva realidad soc ia l que ha gen erad o el narcotráfico y su cr im in a lizac ión es

actualm ente m o tiv o de n u m erosas im á g en es n o só lo en lo s m ed io s de com u n icac ión ,

tam b ién la literatura, el c in e, el teatro, la m ú sica y la pintura ex p o n en su lad o m ás oscuro

con n u ev o s p erson ajes c o m o sicarios, narcotraficantes, ex torsion ad ores, p o lic ía s , m ilitares,

ju e c e s y autoridades corruptas, p o lleros, v en d ed o res de arm as entre otros personajes

in fam es q u ien es representan a lo s n u ev o s bárbaros y am enazan el s ta tu s quo. D ich a s

im á g en es, aunadas a la s que surgen de la s crón icas de las m ujeres desaparecidas o

asesin ad as en la ciudad fronteriza de Juárez, han trascen d id o la s fronteras del país y

refuerzan la representación del e sp a c io del norte co m o un lugar de con fron tación

perm anente y p e lig ro reg id o por la v io le n c ia y la m uerte.

E n el c in e , co m o ya lo h ab íam os señalado, se exp resa en las nu m erosas p e lícu la s

que lo u b ican co m o centro de a cc ió n e im p erio del narcotráfico , co m o « D io s en tierras de

narcos», «E l cartel de S in a loa» , «L a hija del ca p o » y el prem iado film e In fiern o , cuya 202

202 Un detallado análisis de la representación de la frontera norte en el cine lo encontramos en el ensayo de Norma Iglesias Prieto, «Retratos cinematográficos de la frontera. El cine fronterizo, el poder de la imagen y la redimensión del espectáculo cinematográfico», en José Manuel Valenzuela Arce (328-369). Además recomendamos revisar el trabajo de Graciela Martínez Salce, «Instrucciones para vivir en el limbo: arbitrario de películas sobre las fronteras en Norteamérica», en Alejandro Mercado Celis (ed.), Fronteras en América del norte (2004: 118). También una revisión de las películas que han representado el norte de México se puede consultar en Rubén Olachea Pérez, «El norte de México en el cine», en Everardo Mendoza, Maritza López (2009: 11-19).

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historia ocurre en un p u eb lo d esértico y pobre don d e son parte de las activ id ad es cotid ianas,

la s co n fron tacion es entre d iferen tes carteles y la com p lic id a d de e sto s con autoridades

corruptas que se han d esen ten d id o por a m b ición de su resp on sab ilid ad d e im partir ju stic ia y

restab lecer el orden .

E n el cam p o de la pintura y la fo togra fía destacan L en in M árquez, T eresa

M a rgo lles, R o sa M aría R o b le s y Fernando B rito q u ien es a través de sus cuadros, escu lturas

o fo togra fía s han retom ado el lad o m ás d o lo ro so de esta realidad para representarla en el

arte p lá stico y a sea p in tando escen arios b o sc o so s , ca lles, o d escam p ad os d on d e el cadáver

de un jo v e n con m arcas de tortura se v u e lv e protagon ista o tom an d o s ím b o lo s prop ios de la

cultura del narcotraficante co m o las arm as, e f ig ie s de san ton es, ob jetos de lu jo , dólares,

pare denunciar y criticar la in e fic ien c ia , co m p lic id ad , im punidad y corrupción del gob iern o

frente a e sto s h ech o s, a v e c e s a través de im á g en es crudas o de la iron ía del perform ance.

E n el cam p o de la fotografía , B rito ha v en id o registrando a través de la len te , las a cc io n es

de una organ ización de m ujeres s in a lo en ses que bu scan a sus fam iliares d esap arecid os en

la s llam adas n arcofosas. E lla s m ism as, sin ayuda del gob iern o , se han u n id o para rastrear en

lo s terrenos y cavar en a q u ello s lugares don d e se so sp ech a hayan d esap arecid o a personas

secuestradas o ejecutadas por el narcotráfico. D e este trabajo han su rg id o una serie de

im á g en es de valor, don d e en m ed io de la v io len c ia , la so lidaridad ante el d o lor del Otro.

L a m ú sica tam b ién ha contribu ido grandem ente al im agin ario del narco sobre to d o a

través del gén ero del corrido don d e m u ch as v e c e s lo s p ersonajes narcotraficantes son los

protagonistas. L as letras de estas m elo d ía s, en general, se o p on en a aq u ellas ca n c io n es que

celebraban este e sp a c io lim inar — co m o la fa m o sa can ción de «C h u las fronteras» que

cantaba E u la lio G o n zá lez , el P iporro— y que h acen ahora una a p o lo g ía d e aq u ello s

personajes que se atreven a desafiar el s istem a leg a l o sus territorios de la ju stic ia o de otros

m a fio so s .203

203 Cantar a los narcos (2015) de Juan Carlos Ramírez Pimienta es también un registro musicográfico del corrido cuyo tema central es la ilegalidad: el contrabando de textiles a finales del siglo XIX, cuando surgió el género; más tarde, en la década de 1930, las loas a la figura del narcotraficante y a su actividad, o bien la creación de canciones que muestran en tono celebratorio el consumo de drogas; el resurgimiento del narcocorrido en los setenta con el grupo Los Tigres del Norte, una de las bandas más influyentes en el imaginario social de los mexicanos en ambos lados de la frontera norte; el boom y auge del corrido de narcotráfico con Chalino Sánchez entre los siglos XX y XXI, dueño de una voz «poco privilegiada» pero que desató la chalinomanía, explosión fundadora de una legión de imitadores que encontrarían un nicho en el mercado musical aun cuando cantaran feo y fuera después imposible distinguirlos entre sí; finalmente, examina un hallazgo sorpresivo para el autor: grupos norteños oaxaqueños especializados en narcorridos,

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Q u ien es u n a autoridad en el estu d io de este gén ero es Juan C arlos R am írez

P im ien ta el cual ha v e n id o trabajando d esd e h ace varios años en este tem a de in v estig a c ió n ,

n o tan aceptado en la acad em ia tradicional. Su m ás recien te libro, C a ntar a los n a rco s

(2 0 1 5 ) es un estu d io deta llad o del corrido d e narcotráfico cu y o o b jetiv o es exp licar y

entender el crecien te fen ó m en o com ercia l, socia l e identitario que ha su scitad o esta m úsica ,

a través de una in v estig a c ió n prolija y pertinente.

E l autor presenta un estu d io d escrip tivo y com parativo , prim ero en b u sca de su

origen y , d esp u és, de su desarrollo y auge. P ero n o so lo eso , a través de este v ia je

c ro n o ló g ico y e so es lo m ás relevante, resp on d e a in terrogantes so c ia le s , eco n ó m ica s y

le g a le s en torno al fen ó m en o de esta m ú sica y sus p rotagon istas: lo s com p o sito res , lo s

intérpretes y lo s p erson ajes que form an parte de esa s h istorias cantadas. E l autor n o s invita ,

tam bién , a evitar la d em o n iza c ió n del gén ero y a com prenderlo co m o una exp resión de lo

que ocurre en la soc ied a d m ex ica n a (dentro de nuestro país y en E stad os U n id o s); es, en

tod o caso , un p erfecto «b aróm etro» de la cr isis crón ica que ha privado en M é x ic o por

décadas y que se exp resa en la m igración h acia el N orte y con stitu ye , sin duda, una

m an ifestac ión transnacional. E n sus palabras:

Confundido el síntoma con la enfermedad, se ha demonizado un género que es una de las

mejores herramientas o barómetros para tomarle el pulso a la sociedad mexicana (en

México y en Estados Unidos) de fin es del siglo XX e inicios del siguiente. E l mexicano ha

usado el corrido y el narcocorrido p o r muchas décadas. Sin embargo, como se ve en este

libro, es una época de mala situación económica que el corrido con temática de

narcotráfico florece. Cuando algunas de las funciones del Estado dejan de cumplirse y

quien entra a llenar ese vacío es el narcotraficante, no debe extrañarnos que el imaginario

popular convierta en héroes a estos personajes. M ás que demonizar estas producciones

culturales, conviene estudiarlas (2015: 21).

D esta ca n en to n ces en lo s narcocorridos lo s p erson ajes de Joaquín G uzm án L oera, e l

C hapo, y sus h ijos; Ism ael Z am bada, e l M a y o ; Juan José E sparragoza, e l A z u l ; Dr. F onseca;

A m a d o C arrillo Fuentes; B altazar D íaz; la F am ilia M ichoacana; el Z eta 40; el M en ch ito; el

producción cultural que se asocia esencialmente como fronteriza, pero que en tiempos recientes parece haberse desplazado y diseminado por toda la geografía estadounidense y mexicana, una migración que responde al gusto popular.

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C om andante; y m ujeres de la droga co m o en las ca n c io n es de «L a em peratriz», cu y o

personaje central es C laudia O choa; «L a C hina», cu ya p rotagon ista es M e lisa C alderón; y

«L a reina del P a c íf ic o » , ded icad a a Sandra Á vila: hom bres y m ujeres a q u ien es el

im aginario popular ha con vertid o en h éroes al atribuirles ciertas características. A l narrar

sus can cion es, la s h istorias de narcotraficantes en fatizan la va len tía , la crueldad, la osadía,

fiereza , astucia, el que n o se ten ga m ied o a la m uerte y la im p o sib ilid a d de derrotarlos y

com probar a la so c ied a d «d e que hay ch ap itos pa rato» co m o d ice el corrido « Y o so y Iván».

P or e so la s ca n cio n es, gen era lm en te son u na ap o lo g ía del narcotraficante, aunque a v e c e s el

corrido cante tam b ién a q u ien es se le enfrentan a lo s d elin cu en tes, co m o don A le jo G arza

T am ez, qu ien m urió d efen d ien d o su propiedad de la organ ización crim inal de lo s zetas, y

quien su m uerte ha insp irado a m u ch o s co m p o sito res porque se ha con vertid o en un

sím b o lo de la valentía: el v a lor que m ás ce leb ra este tip o de géneros.

E n otro artículo de R am írez P im ien ta , « D e torturaciones, b a las y ex p lo sio n es:

narcocultura, m o v im ien to alterado e h ip errealism o en el sex en io de F e lip e C alderón»

(2 0 1 3 ), el autor analiza el gén ero del corrido del narcotráfico para h acer una d istin ción

entre las prim eras p ieza s m u sica le s de este gén ero y las que se escrib en a partir del sex en io

de C alderón cuando éste le declara la guerra al crim en organizado.

L a separación n o o b ed ece a un asunto cro n o ló g ico , p u es lo que el autor dem uestra

es que el co n tex to m arcadam ente b é lic o de C alderón m o d ific ó las características del gén ero

creando una n u eva form a de exp resión cultural. A esta transform ación se le co n o c e co m o

M o v im ien to A lterad o (2013: 3 0 5 ).

E l autor esta b lece que d ich o gén ero n o es está tico , por el contrario, al cam biar las

circunstancias en que ocurre el tráfico de drogas cam bian tam b ién las p rod u ccion es

cu lturales que describ en o narran el m u n d o del crim en organ izado (3 0 5 ) . Y co m o

co n secu en c ia n u ev o s rasgos aparecen en estas p ieza s m u sica les , u n o de e llo s , el m ás

ev id en te , es la extrem a v io le n c ia en lo s asuntos que cuenta.

R am írez P im ien ta d istingue, tam bién , entre lo s prim eros corridos del gén ero , lo s

cu a les eran m ás b ien fe s t iv o s co n relatos de parrandas o de ce leb ra c io n es, y lo s actu a les que

m uestran un aum ento en lo s n iv e le s de crueldad (3 0 8 ).

L o s prim eros corridos son p rod u ccion es creadas y escu ch ad as en el norte de

C aliforn ia , le jo s de lo s lugares de guerra, se le s c o n o c e tam b ién co m o m o v im ien to «h y p y »

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el cual e s una m ezc la de m ú sica norteña y m ú sica de habla in g le sa que «narra las parrandas

y aventuras de la v id a nocturna de p erson as que v iv e n dentro del u n iv erso del narcotráfico

y la narcocultura» (3 0 9 ).

L o s otros narcocorridos son de p rod u cción m ex ica n a cread os y can tad os en un

co n tex to de h ip erv io len c ia y que expresan otros rasgos. E l autor señala , por ejem p lo , que

son una e sp e c ie de cantos de guerra para crear tem or a sus en em ig o s (310 ); son tam b ién

« m eca n ism o s de reclu tam ien to» , al exh ib ir lo s lu jos del m u n d o del narco; en fatizan

tam bién lo s v a lo res que se requieren en este n e g o c io ilíc ito .

P or otro lado, tam bién rescatan pasajes de la h istoria o de lo s p erson ajes de e sto s

grupos d e lic tiv o s (3 1 1 ). L as ca n c io n es del narcotráfico tam b ién u tiliza n figuras de lo s

corridos revo lu c io n a rio s co m o V illa para com parar a lo s líd eres d e lo s carteles. E n otras

letras lo s com paran con p erson ajes de la m afia s ic ilian a o de la p e lícu la d e «E l Padrino».

U n rasgo m ás del gén ero e s usar la s letras para m ostrar osten tación , lu jos, b ien es,

gan an cias y ropa de m arca. E l narcocorrido, co n c lu y e el autor, representa el cam b io que se

v iv e entre el estad o m ex ica n o y lo s grupos de crim inales: la h ip erv io len c ia y la propaganda

b é lica son las p rin cip a les características de esta p rod u cción (3 2 1 ) que representa las n u evas

reg las de ju e g o que im p o n e el narcotráfico a una soc ied ad y a un E stad o que d esd e F e lip e

C alderón se v io rebasado e in com p eten te . E l M o v im ien to A lterad o refleja el n u ev o

co n tex to trastocado por el crim en y la corrupción en donde, co m o antaño, el gén ero del

corrido cu m p le con su papel de ser «con trad iscu rso o fic ia l» (3 0 5 ).

C o m o se p u ed e constatar, este nutrido conjunto de rep resen tacion es surgidas de lo s

m ed io s y el arte han v e n id o con form an d o un territorio negro. S in em bargo, es en la

literatura — crónica, cuento , p o es ía y la n o v e la — don d e se han rob u stecid o estas im á g en es

to p o fó b ica s, e sp ec ia lm en te en la n o v e la p o lic ia ca , don d e lo s escen a r io s de la s n u evas urbes

han tom ad o in so sp ech a d a s representaciones.

L as im á g en es que proyectan e sto s tex to s literarios representan, e sen c ia lm en te , un

territorio in d om ab le , y que, en el ca so de la narrativa m ás recien te del norte, sirven de

b asam en tos para la con stru cción de n u evas s ig n ific a c io n e s del im agin ario del bárbaro.

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5.16 La ciudad en la narcoliteratura

C o m o se había señ a lad o en el cap ítu lo tercero, don d e rev isáb am os las características de la

n u eva narrativa del norte, lo s escen arios p r iv ileg ia d o s son la s crec ien tes c iu d ad es que

conform an d ich o territorio co m o M onterrey, C iudad Juárez, C uliacán , M azatlán , T orreón o

T ijuana. E n esta n u eva narrativa destacan d o s g én ero s estrecham ente lig a d o s en v a r io s de

sus e lem en to s d efin itor ios:204 la n u eva n o v e la p o lic ia ca o negra y una de sus d erivacion es,

la n o v e la de narcotráfico .

E l norte de M é x ic o , en lo s ú ltim o s añ os ha h ab ido una gran p rod u cción de n o v e la s

con el tem a del narco d e h eterogén ea ca lid ad literaria en la s cu a les se pretende expresar la

realidad v iv id a en el co n tex to de la p rob lem ática m ú ltip le generada por la p rod u cción y el

tráfico de drogas y la «gu erra» o fic ia l que el g ob iern o ha em prendido contra lo s carteles

m ex ica n o s y to d o s lo s d e lito s d erivad os. S i b ien e s c ierto que en su in ic io d ich o gén ero

e lig ió para sus h istorias ám b itos rurales, co m o es el ca so d e las n o v e la s , D ia r io de un

n a rco tra fica n te (1 9 6 7 ) y T ierra B la n ca (1 9 9 7 ), c u y o s escen a rio s son lo s p o b lad os de

S in a loa y C o n tra b a n d o (1 9 9 1 ), que desarrolla su tram a en la serranía de C hihuahua,

sigu ien d o al gén ero p o lic ia c o d e lo s ú lt im o s añ os ha determ inado al m ed io socia l urbano

co m o escen ario p rop io . E n e se sen tido cabe aquí la pregunta que con resp ecto a la fu n ción

de la ciudad se h ace Juan R am ón R esin a (20 0 9 : 17) de que «si n o es la n o v e la crim inal un

m o d o e sp e c íf ic o de re flex ió n sobre lo urbano, un m o d o relacion ad o con la aparición del

observador se segu n d o orden, esa co n c ien c ia agen te que d istin gu e activam en te su a tención

sobre la propia o b serv a c ió n » .

A l exam inar la s n o v e la s del gén ero del narco com p rob am os que al construir sus

tram as con a sp ecto s so c ia le s e h istó r ico s de la realidad y ub icarlo en un co n tex to fid ed ig n o

se con stitu yen , en e fec to , co m o un m o d o de leer y descifrar la s form as d e v id a de las

ciu d ad es actuales, sobre to d o al exh ib ir a sp ecto s co m o lo s fuertes n e x o s entre lo s m iem b ros

del crim en organ izad o y el E stado, el in crem en to del delito , la inseguridad , el aum ento de la

p rod u cción y co n su m o de drogas, la con fron tación entre carteles, h ech o s que in flu y en en la

con stru cción de un am biente v io len to , don d e d esd e la p ercep ció n ciudadana, parece regir la

204 Acerca de las características de la novela policiaca actual o novela negra y sus relaciones con el narcotráfico véase los textos coordinados por Juan Carlos Ramírez Pimienta (2005) (2016), Miguel Rodríguez Lozano (2009) Gustavo Forero Quintero (2015) Alex Martín Escribá/Javier Sánchez Zapatero (2009).

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v io le n c ia y la im punidad. E n este sen tido , la n o v e la de narcotráfico es tam b ién una crítica

al gob iern o y a sus autoridades, a lo s ju e c e s y guardianes del orden que perm iten a lo s

crim in a les gobernar com u n id ad es y estab lecer n e g o c io s ilíc ito s .

U n a fu n c ió n m u y im portante en la con figu rac ión de la ciudad la tendrá el detective .

D a d o que, co m o m u ch o s de lo s cr ím en es se realizan en esp a c io s p ú b lico s, este p ersonaje en

sus correrías por la ciudad para reso lv er lo s , p u ed e percib ir y d escrib ir la s d iscrep an cias

so c ia les , eco n ó m ica s y cu lturales y su in flu jo en la creación de un e sp e c íf ic o am biente con

el fin de que el relato pueda cum plir — co m o en la n o v e la p o lic ía negra— con «u n o de sus

asp ectos fu n d am en ta les, co m o e s la crítica so c ia l» (Iván M artín C erezo , 2009: 25 ).

O tro de la s características es que el d etectiv e no u sa so lo su capacidad racional para

reso lver el en igm a, la s tram as de este gén ero e x ig e n m ás acción , m ás d in am ism o y m ás

d esp lazam ien tos. P or tanto, lo s escen a rio s se desp legarán su cesiv a m en te m ed ian te lo s

sen tid os del d e tec tiv e y de lo s personajes, así co m o por sus d iversos d iá lo g o s con que

con stan tem en te están eva lu an d o la ciudad. E n estas c iu d ad es literarias — esp ejo de las

con tem p orán eas— la prisa y la v e lo c id a d influ irán en una tram a m ás d in ám ica y con m ás

sitios.

C om o la m ayoría de la s n o v e la s p o lic ia ca s, tam b ién en la s del narcotráfico el

d etectiv e deber con o cer la realidad socia l del esp a c io d on d e ocurren lo s d e lito s para

reso lver lo s m ister ios que se le presenten , aunque sabe que en un co n tex to tan corrom pido

no p u ed e cam biar el s istem a porque está em presa lo sobrepasa. R e su e lv e o d escubre lo s

e lem en to s del crim en pero m u ch as v e c e s el verdadero d e lin cu en te no e s castigad o pues

cuando el E stad o e s el sicario , el d elito queda im pune.

A lg u n a s v e c e s el d e tec tiv e se alía, por co n v en ien c ia a la s fu erzas que com bate,

quedando incierta la lín ea entre el b ien y el m al. E ste es el ca so de las n o v e la s de E lm er

M en d o za don d e el d e tec tiv e no duda en v in cu larse con el crim en para reso lver algún

enigm a. A q u í pareciera que el fin ju stif ic a lo s m ed ios.

E n sum a; la s im á g en es de la ciudad que m uestran la s n o v e la s p o lic ia ca s y de

narcotráfico actu a les son la s de un có m p lice m ás para el crim en.

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5.17 La narcozona (el exnorte)

A cerca de có m o irrum pió, d estrozó y d e so ló la guerra contra el narcotráfico la s reg io n es del

norte; de có m o fueron abandonadas por la im p oten cia , d esid ia o corrupción del gob iern o

d ichas reg ion es, del horror ante este m onstruo de largos ten tácu los, la p eriod ista S an Juana

M artínez P érez escrib ió :

E l narco está vaciando pueblos enteros en el norte del país. H ay territorios que ya les

pertenecen. E l ejército, la marina o las distintas policías no entran. Son las jurisdicciones

del narco, con sus propias leyes y reglas. Esto no suele ser noticia. La autocensura

funciona. La propaganda oficial se encarga de ocultarlo. Y los merolicos del gobierno de

disfrazarlo.

Desde hace tres años los narcos se fueron apoderando de todo: casas, negocios,

ranchos, ganado, agricultura [...]. H asta de las personas: campesinos, albañiles, plomeros,

electricistas, muchachas [...]. A veces a capricho del capo en turno, eligen mujeres, casi

niñas; las «levantan». Se las llevan y sus fam iliares nunca más las vuelven a ver. También

secuestran trabajadores de muy distintos oficios para que les arreglen los desperfectos en

sus casas y construyan nuevos búnkers.

En el desgobierno que vivimos las leyendas se cuecen a fuego intenso. Abundan los

casos de parálisis ante el monstruo del narcotráfico. E l miedo es la constante. Y

legítimamente se padece. La mayoría de la gente ha cedido la calle, las plazas, los pueblos,

sus propiedades obtenidas a base de mucho esfuerzo. H a sido la mejor manera de proteger

la vida. Comprensible. E l cementerio está lleno de valientes y temerarios (en Pérez Reverte

s/n).

N u m ero so s tex to s d esd e en to n ces han v en id o con form an d o una p rod u cción literaria

de d esigu a l calidad la cual, y a sea por el in terés g en u in o de narrar el im p acto del

narcotráfico en la v id a de esto s lugares o m otiv a d o s sus autores por la m ercad otecn ia

editorial, han inundad o la m esa de n o v ed a d es de las librerías. E l gén ero d en om in ad o

narcoliteratura n o so lam en te in c lu y e tex to s de f icc ió n , p u es se in tegra tam b ién por la

crón ica p eriod ística y , aunque con m en o s p rod u cc ion es, la p o es ía . Entre lo s n u m erosos

autores, lo s nom bres de E duardo A n to n io Parra, O m ar M illán , O rfa A larcón , M ig u e l T apia,

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A lfo n so O rejel, A n to n io R am os, Im anol C aneyeda, Yuri Herrera, Javier V a ld és, D ie g o

O sorno, M ig u e l Á n g e l C h ávez, A lejan d ro P áez , M artín Solares, A rm ando A la n ís P u lid o y,

por supuesto , É lm er M en d o za — con sid erad o co m o el autor m ás im portante de este

gén ero— , son ya un referente en este sistem a literario cu ya m ateria prim a es la realidad

actual.

D e l nutrido grupo de obras, centrarem os en este apartado nuestro a n á lisis en lo s

tex to s de C o n tra b a n d o (2 0 0 8 ) de V ícto r H u g o R a scó n B anda, E l ka rm a de v iv ir en e l norte

(2 0 1 3 ), de C arlos V á zq u ez , y B a la ce ra (2 0 1 6 ), del p oeta A rm ando A la n ís P u lid o , d eb id o a

que, d esd e nuestra co n sid eración , en su escritura logran capturar y expresar las

tran sform acion es que su ced ieron en las reg io n es del norte por cau sa del crim en organ izado

y su radical im p acto en la v id a cotid ian a de lo s p u eb lo s y ciudades. E n sus tex to s se

m uestran im á g en es de la acrecentada v io le n c ia que con v irtió lo s lu gares en lo s que se v iv ía

en paz en una zo n a de guerra im p o n ien d o su frim ien to y horror a sus habitantes.

Su obra ha co n seg u id o , adem ás, registrar y tem atizar con gran rea lism o la

transform ación del tejid o socia l, captando p od erosam en te en su escritura el estupor, el

asom bro, el m ied o de la c iudadanía y su resign ación ante la m agnitud del im p acto del

narcotráfico , su poder im p on en te así co m o sus cru e les y sa lva jes form as de actuar.

E ste d esgob iern o y la vu ln erab ilid ad del p u eb lo ante el crim en del narco e s el tem a

central de C o n tra b a n d o (2 0 0 8 ), de V ícto r H u g o R a scó n B anda, cu y o escen ario es un

p ob lad o en c lavad o en las sierra de C hihuahua, p eq u eñ o paraíso desgajad o y fa g o c ita d o por

la fuerza d estructiva del narco. E l autor crea un gén ero h íbrido en el cual con ju ga n ovela ,

p oesía , teatro, te stim o n io y autob iografía para dejar te stim o n io del n acim ien to de este

«m o n stru o » en la serranía ch ihuahuense. L a n o v e la se forja con trazos de realidad y

e lem en to s au tob iográ ficos, p u es el m ism o R a scó n B an d a aparece co m o p rotagon ista en el

papel que interpretó en la v id a real: abogado, p eriod ista y escritor.

L a estu d io sa D ia n a P a laversich (2 0 1 0 ) e lo g ia de C o n tra b a n d o n o so lo su

m anufactura estética , tam b ién la postura ética del autor ante el fen ó m en o del narcotráfico, 205

205 Según Diana Palaversich, el boom de la narcoliteratura en México puede explicarse por el: «morbo que inspira el tópico en el llamado ciudadano decente, deseoso de asomarse a la vida de aquellos que viven al otro lado de la ley; sino también porque satisface dos deseos contradictorios en el lector. Por un lado, ofrece catarsis por la ventilación pública (y en muchos casos la denuncia), de ciertos eventos escamoteados o negados por el discurso oficial. Y por el otro, me atrevería a decir, satisface un deseo secreto de protagonismo criminal donde por lo menos hasta que dure la lectura, el “ciudadano decente” —cuya vida diaria está

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característica in ex isten te — señala— en el nutrido cuerpo de la narconarrativa m exican a.

E xpresar una postura ética en el terreno de la literatura, advierte P a laversich , es asum ir una

resp on sab ilid ad personal y un co m p ro m iso m oral frente al m o m en to h istór ico en que un

autor v iv e y ha d ec id id o narrar, y cu y o resu ltado es una obra que tien e un profundo im p acto

en el lector y con trib u ye a la com p resión del p red icam en to ex isten c ia l y del su frim ien to del

otro.

C o n tra b a n d o se e scr ib ió en 1991 y p erm an eció sin p ub licarse 17 años, hasta que

P laneta lo h iz o en 2 0 0 8 , tras la m uerte de su autor; su tex to desnuda el p red icam ento

trágico de lo s p u eb lo s del norte, tan d esp ro teg id o s y azotad os por la v io len c ia . E l autor

av izoró antes que nadie siquiera pudiera sosp ech arlo , lo s trág icos ca m b ios de la reg ión

norte que con virtieron esta zo n a en una carnicería y d esp u és en solitarias loca lid ad es.

O tro testim o n io del m onstruo del narcotráfico y sus estragos en el ca m b io de las

lo ca lid ad es, lo en con tram os en la obra de C arlos V ázq u ez. Su libro, E l k a rm a de v iv ir en e l

norte (2 0 1 3 ) relata la s tran sform acion es que ocurrieron d esp u és de que el crim en

organ izad o se instalara sa lvajem en te en la reg ión de la C om arca L agunera y la convirtiera

en un escen ario de bárbaros. E sto s lugares, aparentem ente p a c íf ico s , d ed icad os a la

industria y la v inatería y situados en m ed io del so s ie g o del d esierto se v iero n irrum pidos

por la encarnizada lu ch a entre lo s carteles d e la droga y entre esto s y p o lic ía s fed era les y

m ilitares. C on el fin de ubicar h istórica y so c ia lm en te sus relatos, V á zq u ez acude al

co n tex to para referir una ép o ca que por su sim ilitu d se con sid eró co m o la co lo m b ia n iza c ió n

de M é x ic o . ¿ C ó m o se v iv ió este pasaje en su reg ión T orreón durante la guerra que in ic ió el

ex p residente C alderón? V á zq u ez en E l ka rm a de v iv ir en e l N o r te reve la lo sigu iente:

Cuando estalló la guerra vs el narco, un desconcierto se cernió sobre nosotros. P or qué la

Comarca Lagunera una com unidad pacífica, participaba en la lucha p o r el control del

narcotráfico. Nos olvidamos que esta tierra poseía una vocación violenta. Pacifistas, ni

madre. Los torreonenses pasam os a la historia p o r una carnecería espectacular: asesinar a

cien chinos en 1911. Los obligaron arrojarse desde el techo del Casino de La Laguna,

fren te a la Plaza de Armas. Los laguneros estábamos fam iliarizados con la violencia desde

hacía varia generaciones (2013: 49).

marcada por la impotencia frente al poder del estado, la corrupción y la violencia— desde la seguridad de su casa se sumerge en el mundo prohibido del hampa» (2010: 62-63).

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E n e fec to adem ás del a sesin a to de lo s in fortunados orien ta les, lu gares co m o Torreón

y sus a lrededores fueron el escen ario de las encarnizadas batallas revolucionarias; sin

em bargo habían pasad o ya tantos años de e sto s h ech o s terrib les que ante lo s su ceso s de esta

n u eva guerra c u y o s m éto d o s de crueldad tam b ién eran n o v e d o so s era ló g ic o el d esco n cierto

de sus hab itantes.

L a crón ica de V á zq u ez d escrib e crudam ente lo que cotid ian am en te la ciudadanía

experim entaba aterrorizada ante las con stan tes cru eles e jecu c io n es de jó v e n e s m etid o s en el

n e g o c io de la droga, c o m o el C haquetas, a quien encontraron « ca lc in a d o en su ta x i. A n tes

le dispararon. Se llam aba M undo. Era el segu n d o del barrio al que ejecutaban» (20 1 3 : 4 1 ).

P ero n o es n ecesar io ser parte del crim en para estar ex p u esto a la m uerte, cualquiera, en

este lugar de m ied o , p u ed e caer ante el m onstruo, co m o Tanga: « U n m orrito de d iec in u ev e

años. L e escrib ieron un n arcom ensaje en la espalda. S e lo ch ingaron por saludar a un

com pa. Y a n o n ecesitab as andar m o v id o para que te dieran p iso . S aludas a la persona

eq u ivocad a y estaba t ie so » (4 1 ).

E n el decu rso de las crón icas, lo s asesin atos, en frentam ientos en la ca lle y a p lena

lu z del día, lo s m uertos tirados en esta c io n a m ien to s de superm ercados, en el centro de la

ciudad, las e jecu c io n es a quem arropa a cualqu ier hora y a cualquiera, in c lu so ancianos, y

la s largas b alaceras que parecen in term inab les ex p lica n el horror, el m ied o y la im p oten cia

de lo s habitantes de esta ciudad que se v a apagando, sobre to d o ante la in d iferen cia y

abandono de la s autoridades del E stado. E l cronista, co m o ejem p lo de esta situ ación da

cuenta del rol de las autoridades fed era les ante la crim inalidad , p u es actúa so lo

d ep en d ien d o de q u ien es sean lo s d e lin cu en tes o las v íc tim a s, co m o se m uestra en este

pasaje que relata una v io la c ió n a extranjeras, su ceso que trascen d ió las fronteras nacion a les:

La Laguna, que era considerada el sitio más violento del país, fu e desbancada por

Acapulco, a raíz de la violación de seis turistas españolas en el puerto. Durante unos días,

el cetro del mal lo ocupó otro, y la atención se alejó de nosotros. Pero la pesadum bre no

nos abandonó. A l contrario. Nos inundó la rabia. Y la impotencia. Porque cuando sucedió

el siniestro de Pem ex se declaró luto nacional. La bandera de mi ciudad estuvo a media

asta. Sin embargo, cuando encontraron a una fam ilia de cinco miembros asesinados, no

recibimos pésam e p o r parte del presidente. Las violaciones acaecidas en Acapulco fueron

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recibidas como una tragedia. Pero nadie se indignó p o r los cadáveres de tres mujeres de

entre veinte y veinticinco años que aparecieron en un hotel en la carretera San Pedro-

Cuatro Ciénegas (167).

P ero n o so lo en el abandono de las reg io n es se m uestra la in d iferen cia del gob iern o

ante la vu ln erab ilid ad de lo s habitantes lagu n eros se exp resa tam b ién en la corrupción de

sus fu erzas y en su d u d osa actu ación porque en el repertorio de d e lin cu en tes tam bién

encontram os a lo s p o lic ía s fed era les y lo s so ld ad os, q u ien es con form an esta red de

asesin o s, e sp ec ia lm en te de m ujeres. V á zq u ez reco g e co m o prueba relatos de a co so o de

so sp ech a s de cr ím en es por parte de q u ien es d eb en cuidar el orden, co m o en el ca so de las

tres m ujeres que aparecen asesin ad as en la carretera (1 6 8 ).

Le pregunté a mi taxista-díler qué sabía sobre federales y las morritas. E l chofer me relató

que en una ocasión le pidieron un viaje unos feos. Sacaron a cuatro damitas bien pedas de

un bar y las metieron al motel Pingüino. Otras veces había llevado parejas de soldados o

federales con morras pedas o sobrias. En el día o la noche. Según el anciano conductor, los

culpables de la muerte de aquellas chavas halladas en San Pedro se encontraban dentro de

nuestros cuerpos policiacos. La descubrieron con un tiro en la cabeza. «No son métodos de

los narco», me aseguraba el don (167-168).

E n este d e sfile de p erson ajes in fam es, lo s m ás bárbaros son lo s jó v e n e s cu ya

fu n ció n en la red de crim inalidad es la de ap licar lo s ca stig o s a lo s ciu d ad an os que

in cu m p lan con las órd en es de lo s narcotraficantes. L o s im p la ca b les v erd u g o s se d ed ican

m utilar a las v íc tim a s antes de asesinarlas, actu a lizan d o así una de las m ás detestadas

prácticas de lo s bárbaros. S on esto s m u ch ach os en la red de a se s in o s lo s m ás m arginados,

o lv id a d o s por el sistem a. L o s m ás pobres, lo s m ás jó v e n e s , por tanto presa fá c il para la

d elin cu en cia . C on droga barata, con una cu an tiosa paga, con la edad para hacer con frialdad

lo que se le s ordene, así sea m oler a p ed a cito s a otro ser hum ano, e sto s personajes n os

recuerdan que cuando se d escrib e la realidad del narco, esta supera a la ficc ió n .

E sta ú ltim a crón ica es la que m ás ten sió n presenta al d escrib ir el am biente de la

ciudad, y a que el cron ista narra la vu ln erab ilid ad ante este con tex to . Narra que una n o ch e

d ecid e ir con su h ija al c in e , term inada la fu n c ió n n o encuentra algún taxi d isp o n ib le para

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regresar a casa. P asad o un tiem p o , por fin surge entre las ca lle s un taxi “pirata” , sin

em bargo, ya dentro del au tom óvil y en m archa, el cronista se da cuenta que el ch ofer es un

asesin o m u y co n o c id o de algún cártel.

En cuanto subí supe que había cometido unos de los peores errores de mi vida. Todavía ni

le había visto la pinta, pero ya sospechaba qué clase de sujeto era. M e llegó el patadón. E l

morro olía sangre seca. Era moreno. Enflaquecido p o r la droga. N o debía de tener más de

diecisiete años. Iba hasta el culo. De piedra, coca, mota. De todo. M i hija estaba despierta.

Y el ojete nos venía espiando p o r el retrovisor.

M e reí para mis adentros. Si antes había pensado que estaba asustado, no tenía ni

puta idea de nada. Ahora sí que el pánico me taladraba. Ese morro era la Mula. O uno de

su tipo. Una especie de chamaquito empleado p o r el narco como desmembrador. Un

informante, expolicía municipal, me había contado sobre estos carniceros de barrio pobre.

Se ponían a fu m a r pintos, soda con mota, o crack, y decapitaban a sus enemigos a

cuchillazo limpio. N ada de técnicas sofisticadas. Cables, espadas o mamadas de esas.

Destace al estilo marranero. Según el informante, él había presenciado una exhibición de

la Mula. E l morrito había descabezado a tres de un tirón en una fin ca de Francisco I.

Madero. «Los Zetas con eso pretendían ofuscarnos», me dijo. « “Esto es lo que les va a

pasar a todos los que no se a lin ien”, nos amenazaban» (176-177).

E l k a rm a de v iv ir en e l n o rte , m uestra la vo lu n tad del autor para dejar un testim o n io

en el d iscu rso de la s tran sform acion es de un lugar p a c íf ico a un in fierno. Su obra n o s ha

dejado una rep resen tación del poder del crim en, sean q u ien es sean sus actores; de la

in d o len c ia del E stad o , del s ilen c io , la rabia, la im p oten cia , la pesadum bre y el p án ico de lo s

habitantes ante lo s horrores del crim en.

La realidad del norte de M é x ic o , ligad a h istóricam en te al narcotráfico y a d iversos

crím en es inherentes a este y al flu jo fronterizo — ejecu c io n es , secu estros, trata de personas,

atentados contra la so c ied a d c iv il, corrupción, lavad o de d inero, etcétera— , ha sid o el tem a

que m ás ha perm eado la narrativa de la reg ión d esd e h ace varias décadas. E l d iscu rso de la

lírica, en cam b io , se m an tu vo por m u ch o tiem p o al m argen y , si reaccionaba, lo hacía de

m anera tan gen cia l, evad ien d o su ceso s con cretos, q u izá porque la m ayor parte de lo s autores

lo consideraban una m od a d irigida a un m ercado, un asunto a n tip oético o un fen ó m en o

pasajero que n o dejaría su im pronta d efin itiv a en nuestro im agin ario socia l.

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N o obstante, la guerra contra el narco, desatada en 2 0 0 6 durante la adm in istración

del p residente F e lip e C alderón, p ro v o có que la situ ación llegara a lím ite s nunca antes

v isto s . La im parable e sca lad a de la v io le n c ia h izo que por prim era v e z lo s ciu d ad an os —

in c lu id o s lo s p oetas— que hasta e se m o m en to v iv ía n en lugares hasta cierto punto

co n flic tiv o s pero que n o co n o cía n de cerca la v io le n c ia m ás cruda fo ca liza d a hasta en ton ces

en c iu d ad es co m o C uliacán , T ijuana o C iudad Juárez, com enzaran a sentirse vu ln erad os, y

la s rea cc io n es en el d iscu rso p o é tico n o tardaron en aparecer. P recisam en te u n o de lo s ca so s

que m ás cim bró al país fu e el a sesin a to de un h ijo de Javier S ic ilia , un con n otad o poeta

ca tó lico radicado en C uernavaca, M o re lo s , cu ya obra se hab ía centrado en lo s tem as de la

fe , pero que a raíz de su tragedia fam iliar saltó de la crítica tradicional en las co lu m n as

p eriod ísticas al a c tiv ism o p ac ifista m ás in ten so y cr ítico que se ha v is to en M éx ico .

E n el norte, q u izá por las razon es antes exp u estas, el tem a de la v io le n c ia tardó un

p o co m ás en m an ifestarse ab iertam ente en el d iscu rso lír ico que en el centro o el sur del

país, y fu e apenas en una reducida n óm in a de autores. Entre e llo s , destaca A rm ando A la n ís

P u lid o (M onterrey, 1 9 69), qu ien ha sid o el ú n ico p oeta que ha d ed icad o un libro de m anera

integral a abordar ab iertam ente el narcotráfico y sus e fe c to s sociocu ltu ra les: B a la cera ,

p u b licad o por T usquets ed itores en 2 0 1 6 . « A rm a d o » de d iv erso s d iscu rsos, que van del

epigram a al a forism o, pasando por la parodia de la nota roja, las narcom antas, lo s

co m u n ica d o s p o lít ic o s y la can ción popular, entre otros, el autor p lantea un cam b io radical

en la p ercep ción del esp a c io , contrastando con stan tem en te el antes y el d esp u és que im p licó

para lo s habitantes de la capital n eo leo n esa la guerra contra el narco, entre q u ien es

co m ien za a gestarse un ca m b io de sím b olos:

Igual que adoptamos el acordeón, las A K -4 7 ya son del norte.

(y están en el gusto de las masas).

N unca la euforia tan miserable.

N unca el argumento tan desvalido.

N unca tan automático el desmoronamiento.

Siempre esa música tan conocida.

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L a pérdida del resp eto por la v id a , por un lado, y el cam b io en las costu m b res del

en treten im iento por prácticas sórdidas en las que co n flu y e la soc ied a d c iv il y la

d elin cu en cia , son ev id en tes sín tom as de d e sc o m p o sic ió n socia l que A la n ís P u lid o m uestra

co m o las d os caras de una m ism a m on ed a en este p o em a sobre el in cen d io del C asin o

R oyal:

La vida ya no es una cuestión personal...

La vida es una ruleta y el azar la devastó más de lo necesario.

Ahora no sólo el verano y las discusiones acaloradas son un infierno.

Somos la evidencia amparada p o r la abulia,

somos un arsenal —decomisado— de buenas intenciones.

Si las llamas no vencieron nuestra ludopatía

¿A qué le apostamos ahora?

L a se c c ió n final del libro, « A quem arropa», es sobre tod o una re flex ió n sobre el

estado que guarda el len gu aje en m ed io de la barbarie. E l len gu aje co m o una v íc tim a m ás

de la ruptura con an tigu os va lo res esp irituales, m ora les y e sté tico s . E s este el «cu erp o»

desm em brado de un id iom a, en cu y o centro y a c e la soc ied a d que le daba sentido:

Tan inaccesible como un juez que dicta sentencia,

tan sacrificado como la fam ilia del sicario,

tan empequeñecido como el territorio en disputa,

tan agresivo como el reclamo y la justificación,

tan malgastado como el presupuesto en seguridad:

E l lenguaje.

E sto s autores que escrib ieron literatura de la v id a real m uestran u na v is ió n de la

actualidad soc ia l y p o lítica de la ép o ca para narrar el d escen so del norte a una n arcozona

del pasaje de un lugar a una to p o fo b ia dejando co m o te s tig o s el desam paro y la d eso lac ión .

E l p o em a de D ie g o O sorn o , «E l h igu erón » ha dejado in scrito en sus v erso s una im a g en de

la barbarie del narco en el abandono de lo s s itio s p ú b licos, centros de la v id a soc ia l,

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con vertid os en la s C óm alas norteñas, por el tem or a las represalias de lo s narcotraficantes:

lo s n u ev o s bárbaros del norte:

La soledad del higuerón

Supongo que ya se sabe:

Este año

N o voy a poder librar mis cuotas de carne,

de granos,

de pescado...

mi gente no puede trabajar más,

se va de aquí.

Los que no pueden irse

se esconden.

mis calles ahora están vacías,

muy vacías.

En la p laza los niños no juegan,

Las parejas no se besan más

bajo el higuerón,

no hay música los domingos,

ya no oigo risas

ni tampoco fiestas.

5 .1 8 L a c iu d a d l i t e r a r ia d e la s n o v e la s d e É lm e r M e n d o z a

Culiacán era una ciudad romántica, parecía que estaba

edificada en las nubes.

Ciudad de tiempo y agua. En ese tiempo la ciudad era tan

joven com o nosotros y las calles eran de colores.

Élmer M endoza

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5 .1 8 .1 C o n s id e r a c io n e s g e n e r a le s

C o m o señalábam os, el e sp a c io urbano es el escen ario prop io de la n o v e la y de la narco

n o v e la actual y en el ca so de la obra de É lm er M en d oza , un referente in e lu d ib le , p u es tien e

co m o rasgo característico la recuperación de la realidad de su ciudad natal para convertir

este e sp a c io en un s ím b o lo esté tico y cultural de gran in ten sid ad . A d iferen cia de escritores

anteriores, M en d oza , en la representación de C u liacán subvierte las im á g en es trad ic ion a les

y p in torescas con las que se había representado para acrisolar en sus n o v e la s una urbe

m oderna, v io len ta , p eligrosa , pero cau tivan te . E strategia d ifíc il de realizar, p u es la

referen cia a una realidad v io len ta n o im p lica so lam en te un p rob lem a é t ic o es tam b ién un

prob lem a esté tico , p u es im p lica la se le c c ió n de estrateg ias d iscu rsivas, técn ica s y recursos

narrativos que le perm itan crear este tip o de u n iv erso s literarios. S ob re esta relación entre la

realidad v iv id a y su tran sp osic ión al d iscu rso de la literatura, É lm er M en d o za afirm a:

He contado lo que debía contar, si he sido contracultural, me encanta, aunque tampoco lo

haya buscado. Lo que siempre he deseado y sigo deseando es hacer una literatura vital,

representativa de mi tiempo [...] me complace [...] ser la voz de un pueblo, ser su habla, su

ironía, su temeridad y su desconcierto [...]. M e encanta ser culichi (2004: 18).

C on tal p rop ósito en m en te el autor ha e leg id o literaturizar su esp a c io natal sin el

tin te lo ca lista o fo lc ló r ic o con que antes se le s había d escrito para narrar la c iu d ad de un

m o d o d istin to que se d istin gu e de las nu m erosas n o v e la s urbanas de M é x ic o , que d esd e

C arlos F u en tes escrib iera L a reg ió n m á s tra n sp a ren te . M ed ian te sus relatos transform a el

to p o s en lo g o s con form an d o en esta geo g ra fía im aginaria un sistem a de im á g en es y

sim b o liza c io n es que fu n cion an co m o form as de aprop iación d e la realidad y co m o sig n o s

de identidad.

D e esta re lación con el e sp a c io v iv id o , de la form a co m o se habita y se interpreta a

esta ciudad, É lm er M en d o za revela:

He visto mi ciudad de frente y de perfil. Desde un hospital, un callejón sin salida o desde el

mercado Garmendia. He sido testigo de cómo se la traga el mundo y de cómo cada mañana

se yergue con un diente menos, y es esa ciudad, viciosa y pendenciera, la que entra p o r mi

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ventana, me acaricia y susurra al oído recetas increíbles para escapar de la frustración o

estados de ánimo para seguir a donde sea (2004: 22).

E n efec to , esta im a g en acerca de la ciudad de C uliacán , en la que cada día aparece

m ás m altrecha antes lo s em b ates de la m odernidad y la v io le n c ia del narco y que, sin

em bargo, acaricia y rev e la fórm ulas para so b rev iv ir en ella , se d escubre en las n o v e la s del

autor, p u es en cada una de e lla s, la urbe se verá p rogresivam en te avasa llad a por la v io le n c ia

que, co m o en una v u elta de tuerca, irrum pe y se d esp lieg a en lu gares con cretos co m o ca lles,

bares, d escam p ad os, h o te les , casas, e scu e la s , h osp ita les, restaurantes, hasta constitu irse

co m o una verdadera top ofob ia . C abe la p recisión , sin em bargo, que estas im á g en es urbanas

n o derivan ú n icam en te de la re lación del autor con la realidad que se v iv e en C uliacán ,

surgen tam b ién del g én ero e le g id o para contar sus h istorias, en este ca so el n eo p o lic ia co ,

que e x ig e un tratam iento realista de la tram a y la con stru cción de un esp a c io urbano con

ciertas características que la proyectarán co m o la p rotagon ista del relato. É lm er M en d oza ,

por tanto, si b ien h ace una e sp e c ie d e crón ica de su ciudad natal, h ace tam b ién literatura,

p u es sus h istorias, aun basadas en la realidad, m ed ian te el trabajo del d iscu rso son

represen tacion es literarias que co m o tal articulan la exp er ien c ia hum ana a una con stru cción

estética .

E x p lica Joan R am ón R eg in a que « si el crim en es una in có g n ita a despejar, un s ign o

en b u sca de una h ip ó tesis , el lugar es el que le da s ig n ific a c ió n » (c itad o por Z apatero, 2009:

23). E n to n ces cabe preguntarse cu á les son e so s lugares de M en d oza , c ó m o surgen en la

tram a y qué s ig n ifica d o s adquieren. E n térm in os gen era les p o d em o s afirm ar que en todas

sus n o v e la s aparece nom brada ex p líc ita m en te la ciudad de C uliacán , y co m o sab em os, la

referen cia al nom bre de una ciudad que tien e ex isten c ia fuera del tex to es tam b ién la

referen cia a un m ito cultural, p u es el nom bre p rop io es atractor de s ig n ifica d o s y , por tanto,

con n ota una serie d e s ím b o lo s y va lo res (P im en tel, 1998: 31). Y co m o b ien se sabe, en la

gran m ayoría de lo s d iscu rsos artísticos y p er io d ístico s actuales, las im á g en es con que se

p royecta la ciudad de C u liacán son aq u ellas que están v in cu lad as p rin cip alm en te con el

tráfico de drogas, lo s capos, las m afias, la v io le n c ia y sus e fe c to s en la socied ad , por lo cual

para el lector de las n o v e la s de É lm er M en d o za es in ev ita b le asociar el nom bre de su ciudad

literaria con la ley en d a negra de la ciudad real, m ás aún cuando se trata de relatos

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p o lic ia co s . Por otra parte, la cartografía literaria de M en d o za in c lu y e tam b ién otras

ciu d ad es co n referen te extratextual con ectad as en sus tram as con C u liacán por la

corrupción o la s activ id ad es ilíc ita s del tráfico de drogas co m o el otrora D istr ito Federal,

M azatlán o L o s Á n g e le s , ciudad esta ú ltim a que form a parte del corredor m igratorio hacia

E stad os U n id o s o d e la m ercan cía de drogas. L a ciudad de C uliacán se v e en vu elta en to n ces

en p ro ceso s g lo b a le s e c o n ó m ic o s y so c ia le s m o tiv a d o s por la p o lítica , el n e g o c io de las

drogas y la m igración .

O tros recurso textual que le perm ite al autor proyectar la im a g en d e este e sp a c io es

el d esp lieg u e s in ecd ó q u ico de s itio s que conform an en m ayor o m en or m ed id a la

arquitectura de las c iu d ad es actuales, co m o aven id as, parques, e d if ic io s , u n iversid ad es,

autos, bares, cárceles , h o sp ita les o restaurantes lo que le da un carácter urbano al esp acio .

U n tercer recurso im portante es d en om in an d o lo s d iversos s itio s en lo s que ocurren lo s

su ceso s o activ id ad es m ás im portantes de lo s p erson ajes con nom bres p rop ios que rem iten a

esp a c io s reales. C o m o se verá, en cada una de la s n o v e la s de M en d o za aparecen sitio s

co m o la co lo n ia don d e crec ió el autor — la C ol P o p — , bares co m o El Q u ijote o el del hotel

L ucerna, la cap illa de M alverd e, la U n iv ersid a d A u tó n o m a de S in a loa , el ca fé M iró,

C in ép o lis , el Fórum , la L om ita , restaurantes co m o L a C huparrosa E nam orada, y otros m ás,

claram ente id en tifica b les para q u ien es co n o cen la ciudad de C uliacán , con lo cual el

narrador c o n s ig u e el « e fe c to de realidad» del que hablaba B arthes (1 9 8 0 ). E n lo que

respecta a lo s e sp a c io s de sus cuatro ú ltim as n o v e la s que con form an el c ic lo narrativo

protagon izad o por el d etectiv e , É dgar e l Z u rd o M en d ieta — B a la s de P la ta (2 0 0 8 ), L a

p ru e b a d e l á c id o (2 0 1 0 ), N o m b re de p e r r o (2 0 1 2 ) y B esa r a l de tec tive (2 0 1 5 )— sus

h istorias in tegran m ás esp a c io s de la nocturnidad co m o bares o p rostíb u los o en ca lleju elas

y d escam p ad os oscu ro s con trib u yen d o con e sto s sitio s a la p ro y ecc ió n de un lo cu s

h o rrib ilis don d e gradual pero in cesan tem en te el crim en acech a y triunfa. A d em ás, el

d esp lieg u e de d iv erso s e sp a c io s le perm itirá a lo s personajes m o v erse de un lad o a otro para

percibir y hablar del crim en, la corrupción, la d e lin cu en cia y cum plir así con un rasgo del

gén ero que es hacer una crítica soc ia l, aunque en el ca so del d e tec tiv e de M en d oza , sea a

través de una p ersp ectiva irónica.

O tra estrategia im portante para la ordenación de la esp acia lid ad en las n o v e la s de

M en d o za es la fu n c ió n relevante que cu m p le la p ercep ción de lo s p erson ajes lo s cu a les

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con stan tem en te expresan través de su v is ió n , p ercep ción y d iá lo g o s acerca de la ciudad

con trib u yen d o así a una im a g en devaluatoria de la urbe.

P or tanto, n o so lo por el e sp a c io arq u itectón ico — que por cierto aparece con p o co s

d eta lles ic ó n ic o s— se co n stitu y e y ordena esp ac ia lm en te el C u liacán de É lm er M en d oza ,

tam bién , y de m anera m ás relevan te, con trib u ye a su con stru cc ión el e sp a c io subjetivo ,

aquél que perciben , im agin an y va loran de m o d o s d istin tos lo s personajes y el e sp a c io

socia l que se p rod u ce por las re la c io n es y prácticas so c ia le s que se dan en un lugar. E stas

tres d im en sio n es n o so lo construyen el e fec to de realidad esp acia l, lo que es m ás im portante

es que conjuntam ente con d ic ion an la im a g en de la urbe cu lich i co m o una ciudad don d e la

barbarie del narcotráfico en com p lic id a d con el E stad o rige lo s d estin o s de sus habitantes.

E n otras palabras, e sto s d os ú ltim o s asp ectos de la esp acia lid ad se v u e lv e n aún m ás

relevan tes que el e sp a c io m aterial — arq u itectón ico— para la con fo rm a ció n de la ciudad

porque de e llo s d ep en d e la rep resen tación de este C uliacán que se op on e, co m o d ec ía m o s- a

la s trad ic ion a les im á g en es que la estereotipaban co m o « e l granero de M é x ic o » por su

activ idad preponderantem ente agrícola.

U n asp ecto m u y im portante de sus relatos son lo s personajes que habitan la ciudad

de É lm er M en d oza . C o m o h em o s d ich o y a en el cap ítu lo acerca de las teorías literarias, el

esp a c io fu n cion a co m o un s ig n o del p ersonaje y p u ed e aparecer co m o una m eto n im ia o una

m etáfora de la caracterización id e o ló g ic a de esta figura y de su m u n d o interior. En

con so n a n cia con la im a g en « v io le n ta y p en d en ciera» de la ciudad, la m ayoría de sus

personajes son narcotraficantes, p o lic ía s , gob ern an tes y m ilitares corruptos, bailarinas,

prostitutas, y to d o s a q u ello s personajes que form an parte del subm und o de la ciudad. L o s

narcotraficantes, lo s cu a les conform an un grupo m ayoritario de entre lo s actores que

pueblan su u n iv erso son , en su lad o p o sitiv o , organ izad os, so lid arios, n o o lv id an un favor,

lea le s entre e llo s . L e s gusta rodearse de lu jos y co m o m anejan m u ch o dinero son

in flu y en tes entre lo s ju e c e s , p o lic ía s , m ilitares y com pran la p ro tecc ión del g ob iern o a

través de sus fu n cion arios corruptos.

S in em bargo, en su lad o m ás oscu ro son tra icioneros, d esafian tes, se s ien tes du eñ os

de la v id a de lo s c iudadanos, am enazadores, v io len to s , causan estragos en la ciudad, son

en em ig o s jurados, a lgu n os son con su m id ores de drogas, d ec id id os, de sangre fría, le ta les,

sin escrú p u los, a m b ic io so s, tem ib les , tem erarios, sangu inarios en sus e jecu c io n es , se ju eg a n

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la vida; son — co m o d ice un personaje— «cad a d ía m ás perros», para proyectar su fiereza.

A tributos to d o s esto s que pu ed en ser a so c ia d o s con lo s rasgos de lo s bárbaros en su

crueldad y sa lvajism o.

P or otra parte, en la caracterización de esto s p erson ajes contribuyen a la

con stru cción de su personalidad , lo s nom bres p rop ios o sobrenom bres que lo s singularizan

y refieren el conjunto de sus cu a lid ad es, co m o el de E rnesto P o n ce , e l G rin g o ; F orem an

C a ste lo , j e fe sicario D io n i de la V ega; L eo M cG iver , contrabandista; La T en ia S o liu m , je fe

sicario; e l D ia b lo U rq u íd ez, guardaespaldas y s icario al serv ic io de Sam antha V ald ez; M ax

G arcés, guardaespaldas y sicario; La H ien a W o n g , sicario; E l T izó n , a se s in o a

sueld o /sicario ; el D u en d e , a ses in o a su eld o /sicario ; o R o d rigo M én d ez , e l G avilán , narco

m en or sin cartel.

L o s p o lít ico s tam b ién son p ersonajes que aparecerán en toda la serie, se caracterizan

por ser corruptos, a m b ic io so , n o tien en em p ach o en realizar em p resas o ten er n e x o s con el

narcotráfico , son tra icion eros, tien e sicarios a su m an d o y tom an d e c is io n e s que afectan a

lo s ciudadanos. Entre e llo s está el in g en iero H ild egard o C an iza les — ex m in istro de

agricultura con m iras al p u esto de gobernador del estad o— ; el lic en c ia d o L u is Á n g e l

M eraz; el p residente m u n icip a l de M azatlán; secretarios de E stad o y el p rop io p residente

del país, presuntam ente, F e lip e C alderón.

L o s ciu d ad an os se expresan n egativam en te de e llo s , p u es d esd e su p ercep ción

tam b ién son delin cu en tes: « L o s m ex ica n o s soportam os a lo s p o lít ic o s porque lo s h em o s

sacado de nuestras vergü en zas, son un p in ch e cocham bre que n o se quita ni con á c id o»

(2 0 2 ). In clu so , lo s p rop ios narcotraficantes lo s desprecian , co m o se v e en e ste d iá lo g o en

que Sam antha V a ld ez con el d etectiv e , ya co m o líd er del Cartel: « Y d im e ahora si v a s a

segu ir con n oso tros o v a s a com portarte co m o e so s p in ch es p o lít ic o s que se d ed ican to d o s

lo s d ías a m albaratar el país, puros p in ch es zán gan os que có m o quisiera acabar con ellos;

así que m a n ifié sta lo ahora, Z urdo M en d ieta , estás con D io s o con el D ia b lo » (2 2 ).

La ciudad d e É lm er M en d o za se s ig n ifica , por tanto, a partir d e las a c c io n e s so c ia le s

de to d o s esto s p erson ajes que colaboran en la con form ación del esp a c io , d esp legan d o en

sus d iferen tes puntos de v ista p a isa jes de m ied o .

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5 .1 8 .2 C u a n d o el c r im in a l es el E s ta d o

Un a sesin o so lita rio (1 9 9 9 ) es la n o v e la con que E lm er M en d o za se da a con ocer

n a cion a lm en te y con la que por prim era v e z in cu rsion a en el gén ero de la n ovela . Narra esta

n o v e la la h istoria d e la preparación d e un atentado contra un candidato a la p residencia , de

B arrientos, q u ien por a lgu n os rasgos de su d escr ip c ión — era «el del b ig o te p ob lad o y la

sonrisa sim p ática» (1 6 )— , las con stan tes referen cias a su ceso s h istó r ico s y la con figu ración

del am biente, es fá c il id en tificarlo con L u is D o n a ld o C o lo s io , el cand idato del PRI

a sesin ad o en 1994. C ontrario al títu lo , que es otro recurso del to n o iró n ico que se sostendrá

en toda la n o v e la , la tram a se sustenta en la h ip ó tes is del « co m p lo t» para asesin arlo , id ea

com partida por un m ayoritario sector de la c iudadanía m ex ican a , frente a la ex p lica c ió n

dada por el E stado, de un so lo a sesin o . P or eso , en la n o v e la Un a sesin o so lita r io M en d o za

encarna una v ersió n subalterna de la h istoria o fic ia l del co n tex to y crim en d e C o lo s io al

escrib ir una co n tra h is to ria que cu estion a irón ica y críticam en te la v ers ió n del E stad o y

otros a co n tec im ien to s ocurridos durante este p er iod o en nuestro país. L a n o v e la se p u b lica

c in co años d esp u és del crim en de C o lo s io , lo que le perm ite al autor d istanciarse del su ceso

reco g ien d o las p ercep c io n es de la c iudadanía y su v o z .

¿«E s co n d ic ió n “bajarlo” en S inaloa»? (3 1 ), pregunta Y orch M acías, el sicario

sin a lo en se contratado para asesinar al candidato. « S í» , le contestan , «y para ser p recisos, en

C u liacán» (3 1 ). D e este m o d o se in troduce la ciudad en la tram a para convertirse en el

escen ario prim ordial de este relato. A d em ás, las características de la cultura que id en tifican

a esta reg ión y las prácticas so c ia le s están presen te en la n o v e la ; el m o d o de hablar o vestir

de lo s personajes, sus costum bres, deportes favoritos, la gastron om ía típ ica , la m ú sica y

to d o a q u ello identitario de la cultura s in a loen se . E l m ism o M en d o za lo ha señ a lad o con

resp ecto al p ersonaje principal: «C reo que su b yace en el perfil de G eo rg e M a cías a lgu n os

e lem en to s que tien en que ver con la m anera de ser de la g en te de don d e y o v iv o , de donde

crecí. Sobre to d o en re lación en có m o ver la v id a , có m o enfrentar lo s ev en to s im portantes

de la v id a» (C abañas). L as d eclaracion es del personaje en a lgu n os m o m en to s de crisis

corroboran esta idea. P or ejem p lo , cuando a Y orch lo d esp id en del grupo de guardias del

presidente, com en ta: «qué ch u eco s; sin em bargo, y o lo a sim ilé de vo lad a , p u es sí ni m od o

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que qué, y o a v e c e s m e ando ca y en d o y el o rgu llo m e levanta , adem ás y a te dije: lo s

sin a lo en ses so m o s así, correosos, org u llo so s, atrabancados de a m adre» (19 9 9 : 20 ).

A u n cuando en la tram a ocurren cr ím en es y en fren tam ien tos en la ciudad y actos de

que m uestran las p a sio n es m ás v ile s del ser hum ano, de cualqu ier form a, en este e sp a c io de

v io le n c ia tod av ía se p u ed e pasear por sus ca lle s , tener a m igos, salir a com er, a trabajar,

acudir esp a c io s p ú b lico s de co n v iv en c ia . H ay que aclarar, adem ás, que en esta n o ve la , la

v io le n c ia que se ha generado en la ciudad p rov ien e de un factor externo, es el E stado el

prom otor del co m p lo t que se organ iza para m atar al candidato qu ien por razon es de su gira

tien e que hacer una parada en C u liacán , lo que d esen cad en a lo s su ceso s brutales que

ocurrirán en este e sp a c io co m o el a sesin a to de Charis. A d em ás, el sicario de M en d o za

tod av ía cu m p le con un có d ig o ético: no m ata m ujeres ni curas ni n iñ o s y n o se m ete con el

narco, es m ás, castig a a qu ien abusa de las m ujeres. M u y d iferente a lo s sicarios d e las

s ig u ien tes n o v e la s don d e se ataca, asesin a , m u tila y en cob ija a las m ujeres. A u n q u e en Un

a sesin o so lita r io se m uestra una ciudad v io len ta , las cau sas son m ás b ien externas,

p rovocad as por un E stado corrupto que tra iciona y a sesin a a q u ien es le estorban en sus

in tereses. O tros su c e so s m en c io n a d o s que refieren p rob lem áticas n o so lo del p aís aún del

extranjero son la lu ch a zapatista, la guerra de B o sn ia y lo s actos terroristas de Irlanda lo que

ex tien d e el am biente h ostil a otros territorios.

E n con c lu sió n , en esta n o v e la lo s actos de crueldad en la ciudad son el producto de

un con tex to p o lítico m arcado por el crim en y la corrupción, por un am biente d esco m p u esto

p ro cliv e a a sesin a tos por el poder, don d e participan p o lítico s , p o lic ía s , ju e c e s e in c lu so

p rofesores u n iversitarios, p erson ajes cu ya fu n c ió n debería ser salvaguardar a la ciudadanía

o m ejorarla.

E n E l a m a n te de Ja n is Jo p lin (2 0 0 1 ), É lm er M en d o za u b ica su h istoria a p rin cip ios

de lo s setenta, aunque la m ayor parte ocurre en C uliacán in c lu y e en este escen ario a la

ciudad de L o s Á n g e le s con una fu n ció n im portante, p u es ahí es don d e el protagonista,

D a v id V a len zu e la c o n o c e a la m ujer que del títu lo de la n ovela . L a ép oca , adem ás es m u y

s ig n ifica tiv a para en tender la h istoria, p u es es cuando em erge con fuerza el narcotráfico en

S in a lo a co n fuertes co n secu en c ia s eco n ó m ica s , p o lítica s y so c ia le s que in flu yeron y

transform aron n o so lo la ciudad sin o la form a de v id a de sus habitantes. S in em bargo, ju n to

con este fen ó m en o , se d io un im portante m o v im ien to estudiantil acorde co n el con tex to

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n acion al que en a lgu n os ca so s se rad ica lizó y bajo la co n sig n a de «Patria libre o m orir» se

enfrentó in c lu so con las arm as a la autoridad del gob iern o , a m ilitares, p o lic ía s y a tod o

a q u ello que representara al p od er del cap ita lism o. L a h istoria d e d ich o m o v im ien to

con sid erad o por el gob iern o co m o guerrillero ha sid o s ilen c iad a por la s autoridades o

d istorsionada por el d iscurso o fic ia l, lo que se c o n o c e se ha transm itido p rin cip alm en te por

lo s te stim o n io s de lo s so b rev iv ien tes o te s tig o s de e sto s en fren tam ien tos, a sesin a tos o

d esap aric ion es de jó v e n e s . D e esta form a, de n u eva cuenta, fundam entado en el im aginario

c o le c t iv o y en la vo x p o p u li, M en d o za construye una tram a que tien e lugar en un C uliacán

v io len to y sórdido en don d e las tra ic ion es, la corrupción y lo s a sesin a to s son actos

cotid ian os. L a n o v e la in ic ia con el crim en accidenta l de un narcotraficante a m an os de

D a v id V a len zu e la en un p u eb lo serrano. D e b id o a este su ceso , V a len zu e la h u ye de la

v en g a n za de la fa m ilia C uliacán para esco n d erse en la casa de su prim o, el C hato, un

brillante estud iante de E co n o m ía al que la p o lic ía p ersigu e por revo lu cion ario , izqu ierd ista

y guerrillero . Otro de lo s personajes im portantes es el C h olo , un estud iante m ed io cre de

A gron om ía , qu ien en el decurso de la tram a deja su v id a estudiantil para integrar las fila s

del narcotráfico y así llegar a ser un cap o im portante dentro de la m afia . E l arribo de

V a len zu e la d esen cad en a una serie de su ceso s v io le n to s co m o lo s crím en es del narco, actos

guerrilleros, estu d ian tes y c iv ile s torturados o d esap arecid os por lo s m ilitares en el m ar lo s

cu a les generarán un am biente de horror e im p o ten cia en la so c ied a d y pondrán a prueba la

am istad de esto s tres am igos.

C on e sto s personajes M en d o za representa prim eram ente d os e sp a c io s que aquí se

d esp liegan contrapuestos; el cam po, de don d e es V a len zu e la y la ciudad que es donde

habitan lo s otros d os am igos. A d em á s el autor o p o n e d os form as de pensar en el C hato y en

el C h olo , p u es aunque am b os se enfrentan a la autoridad, transgreden las le y e s y trastocan

el orden in c lu so ejercien d o la v io len c ia , al prim ero lo m o tiv a su id e o lo g ía y lo s id ea les una

m ejor socied ad m ientras que al C h o lo lo que lo m u ev e es la am bición .

P or otra parte, aun cuando la ciudad de C u liacán es el e sp a c io p r iv ileg ia d o del

relato, hay otros lu gares que recupera la v is ió n del escritor: la sierra, de don d e es orig inario

el protagon ista y el personaje fem en in o , C arlota A m alia , qu ien p ro v o có el asesin ato; la

bahía de A ltata, don d e v iv e R eb eca , otro personaje re levan te de la n o v e la y la ciudad de

L o s Á n g e le s — d on d e encontrará a Janis Jop lin— , que es el lugar don d e term ina u n o de lo s

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corredores m ás im portantes del trá fico de estu p efac ien tes, aquí representada tan v io len ta

co m o C uliacán. C iudad, sierra y mar, esp a c io s co n stitu tiv o s de la g eografía sin a lo en se

parecen articu lados por e sto s p ersonajes fem en in o s en lo s que d estaca una d esco n o c id a

m ujer con la que V a len zu e la p asó u na n o ch e de am or en L o s Á n g e le s y que d ice llam arse

Janis Joplin . R eb eca representa al mar, atractiva y p eligrosa , pero es tam b ién la que abriga,

p rotege y da a lim en to; C arlota A m alia , con q u ien D a v id soñaba acostarse, ver ju n to s la V ía

L áctea y el L u cero del alba, es la sierra, exuberante y salvaje. E n la com p aración d e estas

m ujeres, el narrador d ice: « S i R eb eca exh alab a un o lor anim al que en loq u ecía , C arlota

A m a lia desprendía to d o s lo s o lores su aves de la sierra: el de la n och e, la hora dúctil en que

el v ien to e s un habitante m ás, la tierra húm eda, lo s en c in os, la secreta fragancia d e lo s p in os

al m ed io d ía » (2 0 7 ).

S in em bargo, a esta re lación s im b ó lica del m ed io am biente con la m ujer se

superpone una s ig n ifica c ió n distinta, p u es en esta tram a el m ar es tam b ién el lugar donde

desaparecen a lo s estud iantes o c iv ile s acu sad os de colaborar con la guerrilla; es la tum ba

anón im a de c ien to s de guerrilleros. L a sierra n o es so lo el lugar dón d e aún se pued en ver las

estrellas, s in o el territorio in a cces ib le y p e lig ro so del cual se han apropiado lo s

narcotraficantes. E n cuanto al v a lle agríco la , a led añ o a la c iudad, aparece cada v e z m ás

em p eq u eñ ec id o por la voracid ad transform adora de la m ancha urbana.

E sta ú ltim a im agen es m u y relevante, p u es trad ic ion a lm en te a C uliacán y en general

al estad o de S in a loa , co m o h em o s d ich o , se le representa co m o un territorio fértil y pród igo

en sus recursos naturales. E s esta im a g en del pa isa je s in a lo en se la que d efien d e el C hato,

p u es s im b o liza el ideal de la guerrilla: la aprop iación de la tierra co m o un d erech o para el

sustento de lo s habitantes país. S in em bargo, a esta co n cep c ió n id e o ló g ic a se op on e

fuertem ente otra que em erge por el fen ó m en o del narco y que se v e p erson ificad a por el

C h olo , la cual se basa en la am b ic ión y en el m ercan tilism o de la activ idad ilíc ita del

n e g o c io de la droga, co m o se m uestra en u n o de lo s d iá lo g o s entre esto s d os personajes. A

la pregunta que le h ace el narcotraficante al C hato acerca de si se retiraría de su activ idad

revolucionaria , este re flex io n a y d esp u és de contem plar el v a lle de C u liacán sem brado de

« so y a , tom ate, cártam o, de e se verd e h ú m ed o que le da nom bre a S in a loa» , y le contesta:

«Patria libre o m orir». A n te esta respuesta que refleja sus id ea les , el C h o lo le revira:

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A ntes de que este pa ís se haga socialista o comunista o lo que sea, te apuesto mis huevos a

que todos se hacen narcos como yo, la raza no quiere tierras, Chato, ni fábricas, ni madres:

la raza quiere billetes, quiere jalar la bofa y andar en camionetas com o esta ¿a poco no?, la

raza quiere pistear y andar en el refuego, estás perdiendo el tiempo vilmente (148) [El

énfasis es m ío].

L a respuesta del C hato exp resa una n u eva form a de v id a del estado op u esta a la

v is ió n m ás tradicional del e sp a c io sin a lo en se , la que se encuentra naturalizada en d istin tos

d iscu rsos d esd e el s ig lo XIX, en la q u e se e lo g ia la fertilidad del territorio y se m uestra co n

una v o c a c ió n em in en tem en te agríco la . E n el C h o lo , el co lor verd e del cam p o tom a otro

ob jeto para ser representado: son verd es lo s d ólares del narcotráfico , p u es la «raza» no

quiere sem brar ni trabajar en la fábrica: quiere d inero y lo que este p u ed e obtener, ob jetos

de lu jo y v id a de p lacer: e lem en to s característicos de la form a de v id a urbana, que en este

tex to fu n cion an co m o una iso to p ía d esva lorizan te. E n el d iscu rso del narcotraficante, hay

una degradación del paisaje, de lo s cam p o s agríco las, de la m aquinaria y la tecn o lo g ía ,

a q u ello que antaño representaba el progreso de u na n ación , y que m uestra en este p roceso

un cam b io del e sp a c io rural al lo cu s urbano, m aterialista y d eshum anizante, don d e em erge

el poder del narco en contubern io con el poder del E stado.

E n la n o v e la de E l a m a n te de Ja n is Jo p lin la v io le n c ia surge de lo s su ceso s

ocurridos en la ciudad por las a cc io n es d e m ilitares, p o lic ía s , estu d ian tes con sid erad os

co m o guerrilleros, gob ern an tes y narcotraficantes. S in em bargo, en esta ciudad tod av ía se

expresan re la c io n es de am or y am istad; hay lugar aquí para lo s actos h ero ico s, lo s fe s te jo s y

la exp resión de id ea les. S i b ien es un lugar v io len to , aún n o lle g a a tener la p eligrosid ad y la

h ostilid ad que caracterizará a las s ig u ien tes n o v e la s del autor don d e rige la crueldad, el

co n su m o y el ca o s y c u y o s escen a rio s con form an pa isa jes de m ied o .

5 .1 8 .3 U n a g e o g r a f ía en n eg ro : el c ic lo n a r r a t iv o d e l d e te c t iv e M e n d ie ta

L a prim era n o v e la d e la serie del agente É dgar M en d ieta , el protagonista , es B a la s de p la ta .

E n un resum en apretado de sus cu a lid ad es p o d em o s caracterizarlo co m o un personaje

solitario , p u es su m ujer lo abandonó y se l le v ó a su hijo. P or esa razón es in fe liz ,

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em o cio n a lm en te frágil, se s ien te fracasado en cu estio n es del am or, aunque n o le faltan

aventuras oca sio n a les . E sta parte de su personalidad contrasta fronta lm ente con su carácter

e x p lo s iv o e im paciente; es adem ás, tem erario e in q u isitiv o , r e flex iv o , inquiridor,

m eticu lo so y observador: un v io le n to S h erlock H o lm e s de la C ol P op . E stá acostum brado a

lo s en frentam ientos contra el narco, pero tam b ién esta b lece re la c io n es co n e llo s , lo que lo

p on e en el f ilo de la lín ea entre la le y y el crim en. E s un p o lic ía cap az y m u y arriesgado,

pero m uestra cierto grado de corrupción , por e so p u ed e engañar y ser em bustero, si se

requiere. C o m o es m u y in te ligen te , sabe que el poder del narco, al m en o s en este u n iverso ,

es m u ch o m ayor que el del E stad o al que lo tien e com prado. P or e so tien e una v is ió n

p esim ista de la realidad en la que v iv e , don d e la m uerte es el lugar com ú n , y ante tal

p erspectiva , o p o n e su hum or negro, su ironía y sarcasm o, p u es es bastante m ordaz en sus

com entarios.

E n esta prim era n o v e la , su m is ió n es reso lver el a sesin a to de B runo C an iza les,

reco n o cid o abogado, cand idato a p ro fesio n ista del año y ejecu tad o por u na bala de plata.

E sta in v estig a c ió n lo llevará a sosp ech ar de n u m erosos p erson ajes — d esd e narcos y

p o lítico s , hasta lo s p rop ios a lleg a d o s a la v íc tim a — y a su v e z a in m iscu irse en to d o tip o de

lugares, su m erg ién d o se en d iferen tes estratos so c ia le s que le irán revelan d o d istintas

re lac ion es entre lo s p erson ajes, y cu y o s e fe c to s se sentirán en el am biente d e la ciudad.

A q u í, aunque se reitera el recurso de la d escr ip c ión arqu itectón ica para erigir el

esp a c io y la d escr ip c ión en lista de sus ca lle s o s itio s, son m ás im portantes las a cc io n es

so c ia le s para el e fec to de realidad de la im a g en urbana, sobre tod o las que p rov ien en de las

activ id ad es ilíc ita s del narcotráfico con to d o s sus terrib les e fec to s . E s este fen ó m en o el que

con trib u ye en gran m ed id a a la representación de la ciudad co m o v io len ta y fuera de orden,

co m o se v e en este pasaje referido co n resig n a ció n por el Zurdo:

Salió. Distraídamente miró al cielo nublado. Una camioneta Lobo y dos Hummers negras

se abrían paso sin respeto al resto de los conductores. Tocaban corridos a todo volumen y

de una de ellas lanzaron una botella de cerveza que se hizo añicos a los p ies del detective.

E l gran logro del poder es el orden. A quí estamos valiendo madre (2008: 13-14).

E n este C uliacán del Z u rd o M en d ieta , la im punidad que va tic in a para la ciudad la

herm ana del C hato en E l a m a n te de Ja n is Jo p lin se v u e lv e una realidad a la que n o se le

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p u ed e confrontar. L a p resen cia atem orizante de las H u m m er que se re lacion an con lo s

v e h íc u lo s u sa d o s por lo s traficantes de droga y lo s corridos que se han con vertid o en una

exp resión de la narcocultura, fu ertem en te arraigada en S inaloa , se m uestran co m o

e lem en to s co tid ia n o s e identitarios en este u n iv erso d ieg é tico en el cual se esta b lece una

e sp ec ie de adaptación o resign ación a este fen ó m en o por el tem or tanto a la s represalias de

la s m afias co m o a las autoridades y a sus m o d o s p o c o ap egad os a la le y de las autoridades.

E sta situ ación ob lig a a sus habitantes a cierta form a de v id a don d e el s ilen c io es m u y

im portante, co m o se v e en este pasaje d on d e encuentran a un « en co b ija d o » : « A lg u n o s

traileros curioseaban m ientras b eb ían ca fé y com ían ta co s de m ach aca y frijo les. D o s

habían v is to una L o b o negra tirar el cuerpo pero ni lo c o s lo dirían. C on la p o lic ía m ex ica n a

cuánto m ás le jo s m ejor y de lo s m aton es tam b ién » (20).

L a im a g en de una ciudad v io len ta se ahonda en esta n o v e la a tal grado que in c lu so

la s propias autoridades se m an tien en resign ad as ante esta situ ación que parece im p o s ib le de

cam biar, y a que, co m o afirm a É dgar M en d ieta sarcásticam ente, «cu a lq u ier asunto con

narcos está ya de por m ed io resu elto» (20 0 8 : 2 0 ). P or e so m ism o , si n o hay n ecesid ad , el

d etectiv e procura n o enfrentarse con narcotraficantes, cu ya v estim en ta o sten to sa lo s

identifica: « S e d etu vo en el Q u ijote pero n o se bajó, d os jó v e n e s con cam isas V ersace ,

botas vaqueras y gruesas cad en as de oro v ig ilab an . U n a H u m m er cerca» (20 0 8 : 149).

A d iferen cia d e E l a m a n te de Ja n is Jop lin , don d e aún es p o sib le percib ir e lem en to s

fe s t iv o s co m o el b a ile in ic ia l en la sierra de C hacala y re la c io n es d e cam aradería co m o la

que se esta b lece entre V a len zu ela , el C hato y el C h olo , en B a la s de p la ta ganan terreno las

prácticas y situ ac ion es v io len ta s resu ltantes del d esp lieg u e del p od er del crim en organ izado

y su singular m anera d e tom ar el control m ed ian te el d inero y sus cru eles ejecu c ion es: actos

terroristas que contribuyen a la p ercep ción de lo s habitantes de una e sp e c ie de tierra de

nadie.

A d em ás, el crim en rebasa el ám bito de la ca lle para ocurrir in c lu so en la propia

v iv ien d a . L a casa, «e l prim er m u n d o del ser hum an o» co m o afirm a B achelard , es

transgredida por su acc ión , cu y o e fec to se refleja en u n o de lo s varios atentados contra el

detective: « A lg u ien se e sta c io n ó su avem en te y apagó la luz. R u id o en la reja. B a las.

B a la zo s. B alacera. A gazap ad o . Tras la barra de la cocin a . C rista les que caen. Son id os.

Puerta acrib illada. D esca rg a com pleta . S ilen c io . L o esperaban» (2008: 149). E l crim en

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en to n ces irrum pe n o só lo en lo s b a jos fo n d o s co m o bares y cantinas, s in o aun en la

tranquilidad del h ogar que antes otorgaba la co n fia n za y certeza de estar a sa lv o del p e ligro

de la urbe asesina.

E n B a la s de P la ta , por tanto, se p ierde por co m p le to la certidum bre de transitar de

m anera segura por las c a lle s o estar en la ca sa propia, dado que tod o aq u ello que sea un

ob stácu lo para el narcotráfico será cru elm en te exterm inado.

E l carácter altam ente v io len ta d o de este C uliacán literario, el final in esp erad o de la

n o vela , que rem ata en una suerte de irón ica ju stic ia ; el d etective , al deducir que las le y e s

serán in cap aces de ajusticiar a lo s cu lp ab les del crim en por el grado de corrupción en el que

se encuentra el sistem a, perm ite que el ca stig o a lo s d e lin cu en tes sea ap licad o por lo s

narcos que b u scan saldar una v en g a n za personal. E s el narco el que aju stic ia y n o las

in stitu c io n es encargadas de m antener el orden. S o n e llo s lo s que m an tien en el control de la

ciudad ev id en cia n d o la d eb ilid ad del E stado ante este n u ev o régim en .

E n L a p r u e b a d e l á c id o se desata un ch oq u e de grandes p rop orcion es entre las

m afias y el gob iern o federal, al declararles este ú ltim o la guerra. C om o se in fiere, É lm er

M en d o za tom a el co n tex to h istórico m ex ica n o del p eriod o del p resid en te F e lip e C alderón,

quien en septiem bre del 2 0 0 6 em prende una controvertida lu ch a contra lo s carteles de la

droga dejando co m o resu ltado m ás de 6 0 ,0 0 0 m uertos. P or tanto, el trasfon d o de esta

n o v e la con ectad a co n B a la s de P la ta e s la guerra por el control del territorio entre lo s

carteles y el in e fic a z com b ate del g ob iern o contra e sto s grupos. E l ca o s en to n ces se apodera

de la ciudad de C uliacán , pero de n u eva cuenta es un factor externo, la p o lítica del

p residente de la n ación , la que im p u lsa e in crem en ta el crim en y sus terrib les e fe c to s en la

ciudad.

L a im a g en del am biente de v io le n c ia se v a con stru yen d o por una su ces ió n de

crím en es que in c lu y en el a sesin ato de una bailarina, detonante de otros cr ím en es co m o el

del agen te del FBI, otras m ujeres, narcos y p o lítico s . E n correlación co n la ciudad de B a la s

de p la ta , e ste C uliacán literario ha naturalizado el fen ó m en o de la narcocultura y sus

n o c iv o s e fec to s y aquí tam b ién la lu ch a por v en cer lo s se con sid era im p o sib le , a lo sum o se

tien e co m o m eta por las autoridades no superar « e l prom ed io de m u ertos d iarios para no

alcanzar a T ijuana y a C iudad Juárez en el ranking n ac io n a l» (M en d oza , 2010: 2 0 ) co m o

d ice el je fe del Zurdo M endieta . Im agen c iertam en te dep lorab le la que se m uestra de la

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ciudad en este b reve fragm ento, que com p letad o por el s ig u ien te pasaje en form a de

n otic iero rad io fón ico , co lab ora en la representación de una urbe secuestrada por el poder

del crim en organ izado:

Y sigue la violencia. E l día de hoy se registraron dos tremendas balaceras, una en Tierra

Blanca, p o r la avenida Universitarios, y otra p o r la Obregón, cerca de la Lomita. E l saldo

es tres muertos en el prim ero y dos en el segundo; además de los cuatro encobijados

encontrados p o r el je fe Pineda en un canal de las afueras de Costa Rica (2012: 152).

E n el d ecu rso d e la tram a, se in ten sifica n en el escen ario urbano este tip o de

enfrentam ientos, cr ím en es y las e jecu c io n es de tal form a que d esd e la p ercep ción d e sus

habitantes parecen in acab ab les, y có m o n o pensarlo , si « la m itad d e lo s m alandrines de la

ciudad están libre y co m etien d o fech o ría s» (6 8 ), d ice u n o de lo s personajes. S in em bargo,

d esd e otro án gu lo d e la trama, la p ercep ción d e M arce lo V a ld é s206 ex p o n e otra v is ió n d e la

ciudad, la d e lo s cap os del narcotráfico antes y d esp u és d e su in terven ción m ediante la

p rod u cción d e droga, su ven ta ilíc ita y la cu an tiosa in v ersió n por el lavad o d e dinero. Para

el j e fe de la m afia , la ciudad actual se ha m od ern izad o gracias a estas a cc io n es , por e so le

parece in ju sto que n o le recon ocen su aporte para esta transform ación: « N e c io s , se la pasan

criticán d on os pero b ien que v iv e n d e n osotros; h ice crecer este lupanar, lev a n té barrios

enteros y creé m ás fu en tes d e trabajo que cualqu ier gob iern o; n o perm itiré que lo o lv id en ;

era un rancho p o lv o r ien to cuando em p ecé y m iren hasta don d e lle g a » (20 1 2 : 178). L a

c a lifica c ió n co m o «lupanar» y «rancho p o lv o r ien to » d el C u liacán anterior al au ge del

narcotráfico contrasta co n la urbe m oderna d e C u liacán ; sin em bargo, s ig u e s ien d o un

esp a c io v en d id o a la corrupción y d e lin cu en cia , so m etid o irrem ed iab lem en te al im p erio del

narco. P or eso , el d e tec tiv e , cuando circula por la s ca lle s d e C u liacán , se m uestra co n sc ien te

d e que n o p u ed e contra esta situ ación apabullante: «C horro d e autos y cam ion etas d e lu jo

con lo s v id r ios ahum ados. M en d ieta , que sa lía del h otel San L u is a d on d e acom p añ ó a W in ,

exp erim en tó un retortijón ante el d esp lieg u e del poder» (1 8 1 ). R esig n a d o a esta form a d e

viv ir , so lo p u ed e contraponer su sarcasm o co m o rem ed io para soportar la v io le n c ia d e este

206 Los rasgos que definen a este personaje proyectan una imagen de cómo son y piensan los líderes de las mafias: colérico, agresivo, asesino, caritativo con su gente, relacionado con el gobierno, financiador de campañas, controlador, empresario, ambicioso, hombre de respeto y de temer, duro.

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esp acio . E sta m ism a actitud irón ica se m uestra en lo s habitantes de esta ciudad vu lnerab le

por el narco. A las d ec larac ion es de guerra de F e lip e C alderón, lo s p erson ajes se expresan

con incredu lidad y hasta con burla: « ¿V ieron la d eclaración del presidente? [...] ¿E stá lo c o

o qué? L e está d eclarando la guerra al narco, ¿sab es cuantos p o lic ía s pu ed en m orir? T o d o s.

E l tip o n o sabe lo que d ice [ ...]» (2012: 19).

C ontrario a lo que la fed era c ió n esperaba y en con cord an cia con la p ercep ció n de la

socied ad , las c o n secu en c ia s de la declaratoria de guerra son el in crem en to de la corrupción

de las in stitu c io n es, lo s en frentam ientos, cr ím en es y la aparición de « en cob ijad os» .

A d em ás, las b alaceras continúan sien d o parte del am biente desatado por las refriegas entre

lo s m ism o s narcos, las que al fin a l cu lm in an en un d evastad or d esp lieg u e de poder que

supera el n iv e l de v io le n c ia p resente en las anteriores n o v e la s del autor. T o d o s esto s actos

con stitu yen un e sp a c io de barbarie co m o se m uestra en la d escr ip c ión d e este ataque:

En el entronque para la urbanización Nuevo Altata, se les apareció el diablo. Dos

vehículos les enviaron bazucazos de frente, dos, de la carretera a Nuevo Altata, además de

dos de la retaguardia [...] De la gasolinería que estaba a un lado de la autopista y del

expendio de cerveza, al otro, prorrum pieron 54 sicarios armados con A K 7 y Barret

disparando como locos hasta que no se movió nadie (2012: 227).

N o hay so lu c ió n a la v io le n c ia en esta urbe, don d e el crim en v a abriendo cam in o a

m ás ám bitos del e sp a c io urbano; un poder aplastante e im p lacab le al cual lo s habitantes no

le s queda m ás que intentar n o in m iscu irse en su cotid ian idad . A d em ás, son parte del

sistem a las c o n e x io n e s ilíc ita s entre las in stitu c io n es gu b ern am en tales y el crim en

organ izad o de la s que el prop io M en d ieta participa en sus n o tan ca su a les encuentros con

Sam antha V a ld ez , hija del líd er del cartel, o con un am igo sicario , F orem an C astelo . En

sum a, L a p ru eb a d e l á c id o crea este am biente oscu ro y p esad o d e una ciudad in fam ada por

la agresión , pero en gran m ed id a habituada a lo s actos n efa sto s que en e lla ocurren.

B esa r a l de tec tive , ú ltim a n o v e la de la serie, n o s presenta una h istoria en la que

n u evam en te É dgar e l Z u rd o M en d ieta se d esen v u e lv e en un m undo trastocado por la

in flu en c ia del narco. U n a n oved ad en su tram a e s la re levan cia que v a a tener Sam antha

V a ld ez , personaje que hab ía aparecido d esd e la prim era n o v e la del c ic lo , pero n o con el

p rotagon ism o que tien e en esta trama. E lla es la h ija del cap o M a rce lo V a ld ez ; m uerto su

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padre, tom a el control del cartel co m p u esto m ayorm en te por hom bres. E lla encarna el rol

que en la v id a real m u ch as m ujeres han v en id o tom an d o al ser e sp osas, herm anas o h ijas de

líd eres m a ñ o so s , en carcelad os o a sesin ad os, que asu m en la d ir igen cia de la em presa para

con stitu irse co m o líd eres de la m afia . N o es la típ ica b u ch on a que acom paña a lo s

narcotraficantes, es e legan te , sabe v estir b ien y tien e un h ijo al que protege. P ero su carácter

agresivo , arrebatado, sin escrú p u los y m ordaz, la ca lifica para lleg a r a la p o s ic ió n que

ocupa. E s adem ás, asesin a , segura d e sí m ism a, arrojada «entrona» d icen lo s personajes a su

m ando. C o m o es de hablar d irecto y franco y m u y a m b ic io sa p u ed e entablas re la c io n es con

lo s gobernantes y p o lic ía s . C on lo s en em ig o s es in tolerante, fría y ven gativa . C o n lo s su yos

es gen erosa , agradecida, y paga lo s favores. S a b e poner orden porque para e lla la droga es

un n e g o c io y cu ida a su m ercan cía tanto co m o a sus clien tes.

E n cuanto a la ciudad d on d e v iv e y controla su n e g o c io , si b ien tien e un am biente

parecido al d escrito en las precu elas, en esta ú ltim a n o v e la E lm er M en d o za , con sus

característicos recursos narrativos, p u le la con stru cción de este C u liacán irrem ed iab lem en te

secuestrado por el crim en organ izad o del narcotráfico y la corrupción. A quí lo s la zo s entre

la s fu erzas de la le y y la d e lin cu en cia n o so lo continúan v ig en te s , s in o que parecen

reforzados por la a m b ición del poder y el dinero: «L a ciudad tam b ién había cam biado,

sobre to d o la s reg las de con v iv en cia : ahora era m ás p e lig ro sa e inesperada» (66 ).

P or otra parte, aquí el co n tex to h istórico en el que se basa la n o v e la ha cam b iad o al

tom ar la p resid en cia otro partido p o lít ico que afirm a que « la guerra contra el narco había

lleg a d o a su fin » , pero la verdad, en el país y en la ciudad, « lo s m uertos segu ían

ap arecien d o» (4 1 ), d ice irón icam en te el d e tec tiv e para dar a entender que a pesar de las

d eclaracion es del n u ev o presidente, la situ ación s ig u e s ien d o la m ism a.

É dgar M en d ieta se encuentra con stan tem en te lu ch an d o para m antenerse ín tegro,

aunque en lo s h ech os, n o lo logra, porque lleg a d o el m om en to — y n o pasa m u ch o

tiem p o — term ina recurriendo a sus con tactos del narcotráfico. Tal e le c c ió n n o resulta

sorpresiva. S e trata de sob rev iv ir en u na so c ied a d degradada don d e la g en te ha «d ejad o al

d escub ierto sus p eores in stin to s» (3 5 ) y y a está acostum brada a lo s en frentam ientos y

d elito s que son parte del am biente en que se d esen v u e lv e la cotid ian id ad de sus v id as.

A u n q u e la soc ied ad v iv e con m ied o y u na profunda d esco n fia n za , n o obstante, lo s

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engranajes so c ia le s de este C uliacán literario (n o tan a lejad o de la realidad) continúan

girando m ientras la tram a se d esen v u e lv e entre tiro teos, tra ic ion es y m uertes.

Para lo s ciudadanos, las autoridades han dejado de ser en tidades co n fia b les porque

m ien ten con resp ecto al su p u esto decrem en to del crim en, co m o advierte u n o de lo s

p ersonajes:

[ ...] no estamos conformes con lo que dicen de la violencia, es fa lso que ha bajado; mijito,

venga aquí, vayan a las cantinas, aquí se escucha de todo, en los antros muchos plebes

entran armados con tamañas pistolas y no hay quien les llame la atención, se llevan a las

muchachas a la fuerza y nadie mueve un dedo; que los muertos no salgan en los periódicos

no quiere decir que no existan (41).

E n m ed io de este co n tex to de barbarie, el d e tec tiv e M en d ieta trata de cu m p lir con su

deber y reso lv er lo que co m ien za con el « s im p le » h o m ic id io de un a d iv in o encontrado en el

parque e c o ló g ic o de C uliacán . Para reso lv er lo d ec id e acudir a e se lad o oscu ro de la

soc ied ad que tanto detesta , pero del que n o p u ed e prescindir. E sta re lación se v e precisada

en lo s m ism o s d iá lo g o s del personaje: « N o n e c e s ito ser narco para ten er una re lación con

e llo s , soy p o lic ía y co in c id im o s m ás de lo razon ab le» (2 0 3 ), lo que h ace dudar al lector

sobre su honradez y la de m u ch o s p erson ajes que representan a la le y que, co m o é l, han

form ado sus p rop ios n e x o s co n el delito .

E n p ago por la ayuda de lo s narcos, M en d ieta deberá hacer un p acto con la

co n v a lec ien te Sam antha V a ld ez , je fa del Cártel del P a c ífico , para que pu ed a fu garse del

hosp ita l don d e la tien en sitiada d esp u és de hacer sid o atacada a m uerte por un bando del

cártel en em ig o . A q u í la tram a se acelera y la h istoria se co n v ierte en u na alu cin an te carrera

por escapar de lo s fed era les de d u d osa m oral que la tien en v ig ila d a , hasta que un co n flic to

m ás se presenta: el secu estro del h ijo del d e tectiv e M en d ieta con qu ien apenas está

form ando la z o s .207

P e se a esta m an ifesta c ió n que pronto se con v ierte en otro punto central de la n ovela ,

en n ingún m o m en to la ciudad y sus sitio s dejan d e ser p rotagon istas. E sta urbe se d escrib e

207 Mendieta vive separado de la esposa y del hijo quienes después de su divorcio se fueron a vivir a Estados Unidos. En esta novela el hijo regresa a vivir con su padre y se convierte en otro elemento más que dificulta la resolución de los crímenes.

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con stan tem en te aquejada por las d isputas entre las fuerzas del « b ien » y el «m al» , aunque

haya una lín ea borrosa entre e lla s, co m o en la s tres n o v e la s anteriores, lo que hace

preguntarse al lector cuál d irección es la m en o s corrom pida. N in g u n o de lo s personajes

cu m p le to ta lm en te con lo s ro les e sta b lec id o s en la literatura p o lic ia ca tradicional ni actúa

con form e a estereo tip os: el cruel narco n o tien e reparos en ayudar al aliado, in c lu s iv e si se

trata de un d etectiv e; el federal rudo y de a lto rango se v en d e sin m u ch as co m p lica c io n es , y

el p o lít ico n o tien e reparos en recurrir a lo s sicarios o recib ir sus p a g o s . L o s personajes,

in c lu y en d o al d etective , se v e n o b lig a d o s a m o v erse entre lo s d os m u n d os — entre la le y y

el d e lito — co m o m ejor le s co n v en g a , p u es n o hay garantía de que u n o u otro sea el m ás

correcto ni de que term inará b ien en cualquiera de estos.

T o d o en la tram a es v értig o y aceleración , co m o deb e serlo segú n lo s cán on es de

este género. L o s b azu ca zo s, d isparos y e x p lo s io n e s ocurren a lo largo del relato y el

narrador n o se d etien e a describ ir en deta lle lo s en frentam ientos, a v e c e s so lo lo s son id os

o n o m a to p éy ico s expresan lo s v io le n to s ch oq u es que su ced en entre la s bandas en em igas. D e

esto s p asajes in fer im os el n iv e l de la con fron tación , así co m o las m uertes que se sum an a la

in term inab le lista de v íctim as.

L a v io len c ia , sin em bargo, n o se lim ita al territorio sin a lo en se , p u es las referen cias

al estado actual del país n o se h acen esperar: M é x ic o se representa co m o u n o de lo s p a íses

m ás d esco m p u esto s y q u ien es deberían encargarse de m antener el orden se in c lu y en en esta

ca lifica c ió n : « ¿ D e qué presum e, señor? M é x ic o es el pa ís m ás corrupto del m undo, y la

p o lic ía n o está fuera de esa c la s if ica c ió n » (1 8 7 ). T am bién d esd e el extranjero hay una

o p in ión d esva lorizan te del país, por ejem p lo cu an d o M en d ieta in v ita a su ex m ujer a

regresar a C u liacán e lla le d ice: «M ira, tú v iv e s a llí y n o v o y a regresar, cada v e z que v e o

la s n o tic ia s de M é x ic o m e sa len ronchas, esta cabrón cargar con eso , y lo s gobernantes con

sus p in ch es sonrisas cu leras, co m o si estuvieran h a c ién d o la m u y b ien ; tanto m uertos sin

sen tid o m e da h u eva» (2 0 2 ). P or tanto, en la im agen del país v e m o s un reflejo esp ecu lar de

la im agen C u liacán que se ha con vertid o en un tem ib le corredor de la droga que se v en d e

para su co n su m o en E stad os U n id o s: «Era un p aís m iserab le que n o p o d ía c o n s ig o m ism o ,

una m ald ita esta c ió n de tránsito para la droga p roven ien te de S u d am érica; que se quedaba

con parte d e la gan an cia y pretendía m ás» (8 5 ).

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A sim ism o , tras el v ia je que M en d ieta se v e o b lig a d o a realizar con el fin d e hallar a

su h ijo , v e m o s có m o el territorio extranjero representado en la ciudad de L o s Á n g e le s se

con vierte tam b ién en un escen ario co n flic tiv o ; p e se a que en con tram os so lo una b reve

d escrip ción de esta ciudad, resulta su fic ien te para entender que para el in flu jo del poder del

narcotráfico n o h ay fronteras. Q uedan clarificad as tam b ién las re la c io n es que se estab lecen

entre las d iferen tes c iudades, C u liacán y L o s Á n g e le s que con form an el s istem a del

m ercado de la droga, c o m o ocurre en la realidad. A m b as c iu d ad es se representan co m o

corruptas en sus autoridades, v io len ta s y p eligrosas. E ste tip o de su ceso s, su m ad os a las

p ercep cio n es de lo s p ersonajes q u ien es las transm iten m ediante sus d iá lo g o s o

p en sam ien tos, construye una im a g en de un e sp a c io de bárbaros, «un infierno».

H ay ley , pero n o se ap lica agraviada por lo s tratos h ech o s debajo de la m esa.

M en d ieta es la en carn ación de esta situ ación dual, co m o ex ten sió n m etafórica de una

ciudad afectada por el ch oq u e entre fu erzas contrarias. L ugar don d e hasta la g en te de p oca

m oral reco n o ce que las co sa s se han sa lid o d e control o han lleg a d o a su n iv e l m ás

intim idante.

E n co n c lu sió n en estas cuatro n o v e la s de tram a v ertig in o sa que h em o s rev isad o de

la serie del Z urdo M en d ieta , su autor n o s in troduce en un territorio bárbaro en el cual la

m uerte y la d esc o m p o sic ió n socia l son parte con stitu tiva . E n tod as e lla s lo s personajes

principales, adem ás del d etectiv e , serán lo s narcotraficantes, p o lic ía s , p o lít ic o s y habitantes

de d u d osa reputación. A u n cuando el gén ero p o lic ia c o e x ig e ro les y rasgos característicos,

en estas n o v e la s se transgrede el canon, sobre to d o en aq u ello s p erson ajes que debieran

estab lecer el orden y h acer cum plir la ley . S o n una ex ten sió n de la ciudad corrupta y del

país v io le n to en que v iv en .

E n resum en, la literatura de É lm er M en d o za ha sid o una con stan te exp loración

sobre lo s tem as m ás inq u ietan tes de p rin cip ios de este n u ev o s ig lo , la corrupción , el crim en,

el narco y lo s bajos m u n d os, así co m o su im p acto en la v id a cotid iana. C on estos

e lem en to s, ha resig n ifica d o el sen tid o del norte bárbaro acendrando su lad o sórdido, pero

d esd e una p ersp ectiva irón ica y m ed ian te u na con tin u a ex p erim en tación del lenguaje,

con stitu yen d o el e sp a c io en un s ím b o lo de gran in ten sid ad literaria.

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6. N O R T E G R A N D E . E L IM A G I N A R I O D E L P R O G R E S O

Y S U D E S M I T I F I C A C I Ó N

6.1 Im á g e n e s d e l p r o g r e so en el p a isa je s e p te n tr io n a l m e x ic a n o

¿Q ué es el progreso? ¿Q ué s ig n ifica d ich a n o c ió n en el d iseñ o del im agin ario esp acia l de

la s reg io n es de M éx ico ? ¿ C ó m o se representa al norte en re lación con esta im a g en que

parece contradecir a la q u e proyecta este e sp a c io co m o un lugar d esértico? ¿ D e q u é form a

la s prácticas sig n ifica tiv a s de la literatura coad yu van al p ro ceso exp a n sio n ista p o lít ico y

eco n ó m ic o in ic ia d o durante el virreinato y por en d e a la co n sid erac ión del norte co m o un

lugar de p o sib ilid a d es eco n ó m ica s? ¿ C óm o la n u eva literatura del norte cu estio n a y rechaza

la s im á g en es de progreso atribuidas a esta reg ión del país?

E n este cap ítu lo trataré de contestar estas interrogantes para m ostrar q u e, al m en o s

hasta el s ig lo XIX y p rin cip ios del XX, la escritura de con q u istad ores, m ilitares, v ia jeros y

literatos contribuyó a producir — es decir, a crear y m od elar— im á g en es del norte co m o

una reg ión de p o sib ilid a d es e c o n ó m ica s , particularm ente a través de las activ id ad es

agríco las, m ineras e industria les. R ev isa rem o s tam b ién cóm o, d esd e f in a les del s ig lo

pasado, se in vierten d ichas im á g en es en la literatura de lo s escritores norteños al socavar y

d esm itificar esta representación del progreso m ostrando críticam en te su lad o oscu ro e

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in c lu so satirizando d ich a representación , p u es su literatura cu estio n a fuertem ente las

v ersio n es gu b ern am en tales o f ic ia le s y la s im á g en es turísticas que han ico n iza d o el norte

co m o una reg ión m oderna, de riqueza, progresista y de trabajo.

E n la respuesta a estas in terrogantes, prim ero que to d o d eb em o s enm arcar este

co n cep to en su origen y considerar que, al m en o s en el co n tex to am ericano, la n o c ió n de

progreso se encuentra estrech am en te v in cu lad a a las rep resen tacion es de la naturaleza

creadas por la v is ió n im perial y c o lo n ia lis ta europea cu y o s f in es se orientaron,

principalm ente, c o m o se sabe, por la búsq u ed a del p rovech o ec o n ó m ic o y por la id ea

etnocentrista d e que « c ier to s territorios y p u eb lo s requieren y m erecen ser d o m in a d o s» para

progresar (N o u z e ille s , 2 0 0 2 :1 8 ). A s í m ism o la n o c ió n de progreso se m uestra

estrecham ente v in cu lad a con las id eas de n ación e identidad n acion a l las cu a les se d efin en

esen c ia lm en te co m o el v ín c u lo con la tierra.

E n el estu d io in troductorio del libro, L a n a tu ra leza en disputa . R e tó r ica s d e l cuerpo

y e l p a isa je en A m é r ic a L a tin a (2 0 0 2 ), G abriela N o u z e ille s ex p o n e una serie de re flex io n es

acerca del im agin ario de la naturaleza am ericana derivado de lo s p rin cip ios g eo g rá fico s y

p o lít ico s im p eria les. E n d ich o estu d io advierte que la id ea m oderna de naturaleza se

fundam enta en las form as y lo s «p rin c ip io s e c o n ó m ico s , cu lturales y e p is te m o ló g ic o s» con

que la c iv iliz a c ió n occid en ta l, en su em puje co lon izad or , organ izó y d io sen tid o al esp a c io

natural y soc ia l del m u n d o (2 1 ). C on ta les fu n d am en tos, lo s co n tin en tes de A sia , Á frica y

A m érica fueron co n stitu id o s d esd e la p ersp ectiva europea c o m o entidades s im b ó lica s a las

cu a les se in v istió con c iertos rasgos n eg a tiv o s que se expresan aún en la n o c ió n de tercer

m undo. S in em bargo, a d iferen cia de lo s otros, al con tin en te am ericano se le con sid eró

« n u ev o » , n o so lo porque la ecú m en e c lá s ica n o ten ía co n o c im ien to de estas reg ion es, sino

tam bién , por ser m ás «natural» y m ás « jo v en » y por tanto, sin h istoria (2 2 ). E sa fu e la id ea

que p rev a lec ió durante d os s ig lo s y m ed io y que gen eró la fa m o sa d isputa del N u e v o

M u n d o en la que se argum entó en pro y en contra sobre la in ferioridad de la naturaleza

am ericana y de lo s p rim itivos habitantes h u m an os de este m en o sca b a d o con tin en te . S in

em bargo, al incorporarlo a la cartografía m ental y e c o n ó m ica europea, este territorio 208

208 Gabriela Nouzeilles explica que se entiende por imperialismo la expansión de un estado soberano a «costa de la soberanía de otras sociedades políticas». Hay dos formas de ejercer control sobre la soberanía de otras naciones; por la fuerza o mediante la colaboración política y/o la dependencia económica social y cultural (2002:23).

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«aparece por prim era v e z claram ente form ulada la id ea m oderna de progreso occid en ta l

en ten d id o co m o tran sform acion es de una naturaleza in form e — o d eform e, segú n sea el

caso , en h istoria» (2 2 ).

L a id ea del progreso en A m érica se fundam enta, por tanto, en d os actitudes que

orientan la con fo rm a ció n de sus prim eras im á g en es; una de e lla s esta b lece q u e este n u ev o

esp a c io p u ed e apropiarse y exp lo tarse en el prop io b e n e fic io de E uropa para q u e pudiera

«realizar sus fin es h istó r ico s su p rem os» (2 2 ). L a segu n d a actitud se exp resa en la creen cia

de que en este n u ev o con tin en te se podrían poner en práctica « id ea les so c ia le s y u top ías

p o lítica s» (2 3 ). Sobre estas d os form as de en tender la n u eva realidad, afirm a N o u z e ille s , se

construirán d iversas rep resen tacion es del paisaje am erican o ,209 las cu a les se han v en id o

exp resan d o en d iferen tes m o m en to s de la h istoria de este continente.

E n una prim era fase , en la con q u ista y co lo n iza c ió n territorial del n u ev o con tin en te

organ izada por lo s re in os de E spaña y Portugal generarán una serie de im á g en es

contradictorias del p aisaje y sus habitantes, p u es así co m o se le d escrib e co m o un esp a c io

parad isiaco y abundante — sig u ien d o lo s tó p ico s de la tierra p ród iga y del lugar am en o — y

por tanto, p ro v ech o so , se gen era otra v ersió n de un lugar sa lvaje y p rim itivo , y p ob lad o de

ab yecto habitantes, tal y co m o lo h em o s ex p lica d o en lo s d os cap ítu los anteriores.

E n este p eriodo, la in c lu sió n de la naturaleza am ericana se h ace m ed ian te la

o cu p ación e fec tiv a de la tierra y la c o lo n iza c ió n de sus habitantes, pero tam b ién m ediante

un sistem a d iscu rsiv o p rofu so cu y o s tex to s se convirtieron en «m áquinas para d escrib ir y a

la v e z inventar lo am erican o» (2 3 ). F ue así co m o se em p ezó a nom brar con palabras

extranjeras a la naturaleza y a las culturas nativas im p o n ién d o les un n u ev o s ig n ifica d o que

a la postre configuraría una n u eva realidad. E n este p ro ceso con q u istad ores y len g u a

cam inaron ju n to s, p u es la d escrip ción , n o m in a liza c ió n y c la s if ica c ió n de esta naturaleza

m ed ian te perm itirá la ord en ación de este m u n d o n u evo , su ex p lorac ión estratég ica y

exp lo tación .

R egresan d o a N o u z e ille s , la autora en con so n a n c ia con otros e stu d io so s c o m o M ary

L o u ise Pratt (2 0 1 0 ) id en tifica un seg u n d o estad io co lo n iza d o r in ic ia d o durante el periodo

209 Nouzeilles (2002: 21) explica «que el paisaje fue el género iconográfico con que la mirada imperial dio forma a la percepción de lo natural [...] es el modo occidental de percibir el espacio e imaginar una relación con la naturaleza en términos de una escena situada a cierta distancia del observador como si se tratara de una pintura».

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de la Ilustración en el cual Inglaterra y Francia en cab ezan el p royecto im perial reg id o bajo

la s id eas del rac ion a lism o y el cap ita lism o. E n d ich o p eriodo, las represen tacion es de la

naturaleza tien en co m o paradigm a la c ien c ia m oderna, la cual sum in istró un p roced im ien to

clasifica to r io c ie n tíf ic o b ajo lo s criterios de las c ien c ia s naturales. S e caracteriza esta ép oca

por lo s n u m erosos v ia jes de ex p lorac ión c ien tífica y m ilitar con la orden exp resa de traer

in form es sobre flora, fauna y p o b la c io n es lo c a le s , dibujar con exactitud y e co n o m ía lo s

territorios exp lorad os, in c lu ir lo s en lo s m apas e id en tificar oportun idades para el co m erc io

y m ercad o internacional (F lorescan o , 2 0 0 3 ). A sí que, en aras del progreso , con el fin de

apropiarse de n u ev o s territorios; de b en efic ia rse eco n ó m ica m en te y de construir n u evas

p o b la c io n es, c ien tífico s , m ilitares y exp lorad ores se adentraron en las reg io n es

d esco n o c id a s « co n lo s o jo s del im p erio» (N o u z e ille s , 2002: 2 5 ) b u scan d o lo s s itio s m ás

p rop ic ios para im p on er su d om in io . E so ex p lica por qué en esta ép oca , lo s d iscu rsos sobre

barbarie y c iv iliza c ió n , tom an cuerpo y fuerza en lo s innum erab les relatos de v ia jes y

exp lo ra c io n es de naturalistas, g eó g ra fo s y arq u eó logos, don d e el co n cep to de bárbaro se

a so c ia — co m o v im o s en el cap ítu lo anterior— con lo s pa isa jes am erican os y sus habitantes

por ser in fer iores cu lturalm ente, tal y co m o lo argum entaron lo s europeos.

A hora b ien , en el transcurso de esto s p eriod os h istó r ico s se generaron d iversas

form as de resisten c ia a la s represen tacion es co lo n ia lis ta s im p eria les; sin em bargo, la m ás

im portante fu e la que d erivó de lo s m o v im ien to s de in d ep en d en cia n a c io n a les durante el

s ig lo XIX en la cual la s n u evas so c ied a d es configuraron una representación de lo lo ca l que

« id en tificab a la naturaleza con el or igen le g ít im o de las com u n id ad es p o sc o lo n ia le s

la tin oam erican as» (2 9 ). E n este p ro ceso lo s escritores am erican os cum p lieron una fu n ció n

m u y im portante al cuestionar, rechazar e inventar otra im agen de la naturaleza am ericana

para lo cual d esech aron la s represen tacion es del p asad o co lo n ia l y so lo retom aron aq u ello s

asp ectos que le s resultaban m ás co n v en ien tes a sus fin es , co m o las im á g en es de «fertilidad

y esp len d or» (2 9 ) del paisaje inscritas, por ejem p lo , en la escritura del exp lorador y 210

210 Nouzeilles distingue una tercera fase que corresponde al dominio de Estados Unidos a partir de la guerra de 1898 y se consolida en la Segunda Guerra Mundial. Esta dominación bajo el curso ya de la globalización y cuyo lema es «América para los americanos» ha hecho una bipartición en el continente americano: el norte, correspondiente al primer mundo y el sur, referido a toda Latinoamérica, clasificado, como se sabe, en tercer mundo. La versión que se impone en este periodo, tanto en el arte como en el discurso público es el de la naturaleza como «un espacio alternativo, repositorio de valores estéticos y políticos». Hay una «celebración de lo natural y lo primitivo, por mucho tiempo exclusiva de la élite» que se ha se ha convertido «en una de las mercancías más valiosas en el mercado posmoderno» (Nouzeilles, 2002: 28).

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c ien tífico , A lexan d er v o n H u m boldt, para así proyectar la im a g en de A m érica co m o un

territorio con grandes p o sib ilid a d es eco n ó m ica s, exuberante y b e llo .

A l respecto , en su libro O jos im peria les. L ite ra tu ra de v ia jes y tra n scu ltu ra c ió n

(2 0 1 0 ), M ary L. Pratt advierte que la naturaleza que proyecta H u m b old t n o es la que

recon ocen , reco lectan o ca tegorizan otros naturalistas eu rop eos, a d iferen cia de esto s , las

im á g en es de este gran exp lorad or y c ie n tíf ic o a lem án dibujan una naturaleza

«im p resion an te , extraordinaria, un e sp ectá cu lo capaz de sob recoger la com p ren sión y el

co n o c im ien to hum anos. N o una naturaleza que espera sentada a que la co n o zca n y posean ,

sin o una naturaleza en acción , dotada d e fu erzas v ita le s [ . . . ] una naturaleza que

em p eq u eñ ece a lo s seres h u m an os, d om in a su ser, desp ierta sus p a sio n es y d esa fía sus

poderes de p ercep ción » ( 2010: 2 2 9 -2 3 0 ) . N o obstante, aun con esta v u e lta hacia lo propio

para reinventar lo am erican o en la que contribuyó la co n cep c ió n de H u m b old t sobre la

naturaleza am ericana, bajo el lem a fuertem ente arraigado de barbarie y c iv iliz a c ió n se

co n serv ó la id ea im peria lista de que la ú n ica garantía de progreso era la d o m estica c ió n de la

naturaleza y la acu lturación de las com u n id ad es que habitaban la reg io n es de la s n u evas

ju r isd icc io n es po líticas.

E n nuestro país, fu eron lo s cr io llo s q u ien es se encargaron un p o co antes de fundar

este p royecto de identidad n acional fin an cian d o v ia jes de ex p lorac ión para construir el

arch ivo g eo g rá fico n ac io n a l; reco lectar in form ación sobre la naturaleza y las p o b la c io n es

nativas y trazar m apas para encontrar lo s lu gares con m ás p oten cia l e co n ó m ico . D ic h o

p royecto de identidad nacion a l se b a só en tres e lem en to s que lo s separaban de lo s e sp a ñ o les

p en in su lares y que anunciaban el p royecto independista: e l reco n o c im ien to y aprop iación

cultural y s im b ó lic o de la tierra don d e se había nacido; el rescate del p asad o in d ígen a — de

la s culturas m ex ica s y m ayas y n o de las bárbaras del norte— y el esta b lec im ien to de

s ím b o lo s que sign ificaran esta n u eva identidad co m o el de la bandera y el h im n o n acional.

E sto s e lem en to s, co m o e x p lica F lorescan o (2 0 0 2 ) , «afirm aban su identidad en la tierra de

n acim ien to » (2 3 8 ) por lo que la d escr ip c ión del territorio y la creación de una historia

fu ndacional « se v o lv ió tarea de lo s oriundos del p a ís» (2 3 8 ).

L o s cr io llo s letrados, para la rea lizac ión de este proyecto , h ic ieron u so de lo s dos

d isp o sitiv o s m ás im portantes de la m odernidad: la c ien c ia y la h istoria. E fectivam en te ,

durante este p eriod o, se h ic ieron n u m erosos v ia jes de ex p lo ra c ió n c ien tífica para inventariar

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el territorio y c la sifica r la exuberante naturaleza m ex ica n a m ed ian te la d e lin ca c ió n de

p lanos, cam in os, cartas reg io n a les y la e lab oración de re la c io n es to p ográficas que

acrecentaron el co n o c im ien to de la g eo g ra fía f ís ic a y so c ia l del país. L a a m p liación de la

frontera norte c o in c id ió con esta era de lo s v ia jes de ex p lorac ión c ien tífica de tal suerte que

lo s p lanos, cartas y m apas de e se p eriod o «m ostraron por prim era v e z la ex ten sió n

grandiosa que había a lcan zad o el territorio de la patria» (F lorescan o , 2002: 2 3 8 )

P or lo que respecta a las reg io n es sep ten trion a les m ex ican as, en el s ig lo XIX, su

representación en lo s m apas g e o p o lít ic o s y en otros tex to s co m o el de G eo g ra fía de las

len g u a s m ex ica n a s (1 8 6 9 ) en la que se in c lu y en y describ en las ahora extin tas etnias,

p o b la c io n es y len gu as del norte garantizó su in c lu sió n en un co n tin u u m g eo g rá fico cu y o

centro de poder fu e la capital del país. E ste p ro ceso le otorgó identidad tanto al paisaje

co m o a sus habitantes. Su d escrip ción c ien tífica y p a isa jística fu e u na estrategia para

constitu irla co m o un territorio que d esd e la v is ió n o fic ia l se d esp leg ó co m o un e sp a c io con

p oten cia l e c o n ó m ic o agríco la , m ineral e industrial de g en te trabajadora, hon esta e

industriosa , tal y co m o lo refiriera en sus relatos M an u el P ayno.

S in em bargo esta im a g en pujante se v io en som b recid a por lo s su ceso s ocurridos a

m ed iad os del s ig lo XIX que co n vu lsion aron al país, e sp ec ia lm en te por la pérdida de m ás de

la m itad del territorio m ex ica n o por la guerra d e In terven ción norteam ericana ob ligaron a

escritores, p o lítico s , in te lectu a les, h istoriadores, literatos y artistas a repensar y reescrib ir en

una n u eva narrativa nacion a l y en la id ea de id entidad para resign ificarlas, p u es co m o

escrib e M an d ok i (2 0 0 7 ): cuando la h istoria de la n ación es «triunfante» da origen a «un

p u eb lo con c o n c ien c ia de su fuerza y voluntad . P ero cuando el principal a co n tec im ien to es

una derrota o el so m etim ien to parece im p resc in d ib le inventar otro ev en to que lo sobrescriba

o resignarse a una identidad agraviada» (15).

E n un la p so de c in cu en ta años, d e 1821 a 1867 , el pa ís in d ep en d ien te pasa de

sentirse la n ación m ás p od erosa del con tin en te am ericano a v erse co m o una n ación

hum illada211 por la red u cción de su territorio y por la erosión de la unidad interna d eb id o a

lu ch a de fa cc io n es , in gob ern ab ilid ad e in v a sio n es extranjeras, que la am enazaron con su

211 Respecto a esta derrota, Justo Sierra escribía: «¡Cuánta energía desperdiciada, cuánta fuerza en la sangre derramada en perennes contiendas, cuánto hogar pobre apagado, cuánta, cuán infinita cantidad de vejaciones individuales, preparando la definitiva humillación de la patria!» (citado por Manuel Ceballos en José Manuel Valenzuela Arce, 2001: 80).

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ex tin ción . E l fracaso de M é x ic o co m o p royecto nacion a l fu e u na id ea com partida por

m u ch o s de lo s in te lectu a les de la ép o ca co m o M ariano O tero qu ien sentenció: «E n M é x ic o

n o hay ni ha p o d id o haber e so que se llam a espíritu nacion a l, porque n o hay n ac ión » (c itad o

por F lorescan o , 2002: 3 3 7 ).

M ientras que para N orteam érica , la an ex ión del territorio m ex ica n o era un su ceso

leg ítim o , para lo s m ex ica n o s , representaba una o fen sa y una h u m illac ión , que abatieron las

exp ecta tivas de la recién in d ep en d izad a n ación m exican a . L a frontera norte fu e percib ida,

d esd e la capital con las im á g en es de ruptura y pérdida, a lrededor de estas, co m o ex p lica

V a len zu e la A rce (2 0 0 1 ) « se elaboraron in n u m erab les d iscu rsos que im pregnaron las

p o s ic io n e s n ac ion a lista s d ec im o n ó n ica s y de p rin cip ios del s ig lo XX» (20 0 1 : 80).

L a escritura de este p er iod o tem atiza este v a sto y co m p le jo esp ectro de ten sio n es

históricas y cu lturales de nuestro país en sus m ú ltip les d iscu rsos. L a cr isis p o lítica y

eco n ó m ica o b lig ó a prom over el n a c io n a lism o en to d o s lo s sectores del país. E n este

proyecto , participaron co n en tu siasm o, artistas y literatos q u ien es se em peñaron en crear

una literatura n acional que retom ara lo s asuntos del país y que representara a las v o c e s ,

personajes, lu gares y p reocu p acion es propias de lo m ex ica n o con una escritura

in d ep en d ien te de lo s m o d e lo s cu lturales extranjeros y se «m ex ican izara» para construir una

literatura n acion al form adora de una c o n c ien c ia c ív ica , tal y co m o ex p lica R ita P lancarte

(2 0 0 5 ) lo s cu a les «p elearon e fec tiv a m en te por la d e fin ic ió n y co n so lid a c ió n de un proyecto

n acion a l, participando activam en te del credo liberal o con servad or» (1 7 9 ).

E n las ú ltim as décad as del s ig lo XIX, y d esp u és d e haber p ad ec id o una serie su ces iv a

de graves co n flic to s , el pa ís v iv ía un p eriod o de paz reg id o por el m ito liberal del porfiriato,

la s id eas p o sitiv ista s y el espíritu de la reform a. L a p ro y ecc ió n , por tanto, para el s igu ien te

s ig lo , era el de una n a c ió n con grandes p o sib ilid a d es de desarrollo e co n ó m ico , socia l y

cultural don d e lograrían co n so lid a rse las id ea s de la m odernidad a través del progreso y la

in sta lación de una e sp e c ie de u top ía so c ia l y c ien tífica .

E sta v is ió n m oderna de la so c ied a d fu e leg itim á n d o se a través de una serie de

represen tacion es en la escritura de p o lítico s , in te lectu a les, p eriod istas y literatos, de to d o el

país tem atizaron el progreso c ie n tíf ic o y la arm onía socia l tratando de con ciliar la estética

m odern ista y rom ántica co sm o p o lita con el m ateria lism o de la m odernidad.

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E n este grupo de escritores se in scrib e al in telectu a l F ran cisco G ó m ez F lores, qu ien

d esd e el p er ió d ico L a vo z de S in a lo a se con v ierte en un portavoz de estas id eas en sus

artículos, e sp ec ia lm en te en lo s relatos de v ia je para m ostrar las reg io n es del n oroeste co m o

lugares don d e la in te lig en c ia de sus pob ladores, su v is ió n del trabajo y la ap lica c ió n de la

te c n o lo g ía reinventaba la im agen de este territorio in v irtien d o la op in ió n del je su ita P érez

de R ib as que lo ca lificara co m o u n o de lo s m ás bárbaros de to d o el orbe, que analizarem os

m ás adelante, co m o un ejem p lo e lo cu en te de esta n u eva im a g en del territorio.

E n la literatura d ec im o n ó n ica de S in a loa , a través de p oem as, cu en tos, n o v e la s o

a lo cu c io n es c ív ica s que se reproducían en la prensa o se le ían en teatros, e scu e la s o p lazas,

se crearon y d ifund ieron represen tacion es acerca del progreso m aterial e in telectu a l que

presuntam ente se v iv ía en el estad o (V e lá zq u ez , 2 0 1 2 ). L o s literatos en S inaloa , co m o

ocurrió en otras partes del país, se un g ieron en agen tes de la op in ió n púb lica , en gu ías

m orales e in te lectu a les d e la socied ad . A d em á s d e ocupar cargos p ú b lico s en la estructura

del rég im en , realizaron d iversas fu n c io n es so c ia le s a través del m agister io , la m ed ic in a , la

ab ogacía y , sobre tod o , del p eriod ism o , m ed io en el cual trataron d e forjar la im a g en de una

entidad próspera. A s í p u es, en sus tex to s veh icu laron s ím b o lo s e im á g en es re lacion ad as con

el progreso: lo s h éroes patrios, el barco de vapor, la c ien c ia y E stad os U n id o s; por ejem p lo ,

segú n F ran cisco G ó m ez F lores, el in telectu a l m ás co n sp icu o del s ig lo XIX en la entidad,

aseguró que M ig u e l H id a lg o hab ía lu ch ad o por « la em an cip a c ió n fís ica , m oral e in telectu a l

del p u eb lo» , y cu ya paz había perm itido el desarrollo del país (20 1 2 : 121).

6 .1 .1 T ie r r a p r o m iso r ia : g é n e s is d e u n a im a g e n en lo s c r o n is ta s

L a h istoria de la con q u ista y c o lo n iz a c ió n del norte, co m o sab em os, se in ic ia con la

ex p ed ic ió n de H ernán C ortés h acia B aja C aliforn ia , con el p ob lam ien to en cab ezad o por

N u ñ o B eltrán de G uzm án en las reg io n es de occ id en te , y por nu m erosas ex p e d ic io n e s en el

O riente que llegaron hasta la F lorida. E ste avan ce hacia el norte y su ocu p ación , co m o he

ex p lica d o en el cap ítu lo 4 , fu e un len to y m u y co m p le jo p ro ceso que transcurrió durante

casi 2 0 0 años y que con ju n tó variaos factores para su éx ito , p u es co m o se sabe, el encuentro

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con lo s grupos de e sp a ñ o les que arribaron al septentrión con lo s au tócton os fu e un p ro ceso

co lo n iza d o r m u y d iferente al que se hab ía dado en lo s p u eb lo s de la m eseta central.

U n o de lo s p o d ero so s m otores de este m o v im ien to ex p a n sio n ista im parable a pesar

de la resisten c ia de lo s in d ígen as norteños fu e el h a lla zg o de r icos y a c im ien to s de m eta les

p rec io so s y la búsq u ed a de la m an o de obra in d íg en a para el desarrollo de la m inería, factor

im portante en la c o lo n iz a c ió n del territorio central norteño, co m o v erem o s cuando

rev isem o s el tex to de L a C roix.

A s í que, a m ed id a que lo s con q u istad ores esp a ñ o les , ac ica tead os por la id ea de

n u ev o s d escu b rim ien tos territoriales traspasaban las fronteras del v irreinato, la vastedad

septentrional se estructuró co m o una tierra libre con prom etidas p o sib ilid a d es de riqueza y

a scen so socia l, n o exenta , sin em bargo, de lo s p elig ro s que retaban la capacidad de

su p erv iven cia de sus pob ladores. E n las exp lo ra c io n es en com en d ad as por el virreinato se

ten ía co m o en co m ien d a o fic ia l registrar m in u cio sa m en te to d o s aq u e llo s a sp ecto s que

pudieran dar cuenta de la calidad de las n u ev a s reg io n es y de sus p o sib ilid a d es de

o cu p ación y exp lo tación .

L as re la c io n es derivadas de estas ex p e d ic io n e s dan cuenta p orm enorizada del m ed io

am biente, del c lim a, las plantas, an im ales, recursos m in era les la cantidad y ca lidad del

agua, las costu m b res de lo s p u eb lo s n a tivos y de to d o aq u ello que le s parezca extraño o

ex ó tico . U n a de las m ás fa m o sa s ex p e d ic io n e s al norte la en ca b ezó , en el año de 1538 , el

fran ciscan o y co sm ó g ra fo fray M arcos de N iza , qu ien recib ió la in stru cción del v irrey

A n to n io de M en d o za de que avanzara tierra adentro con un grupo de so ld a d o s e in d ígen as

con el fin de explorar las reg io n es que se encontraban m ás al norte de la V illa de San

M ig u e l, h o y C uliacán , de las cu a les el náufrago y capitán A lv a r N u ñ o , C ab eza de V a ca

había hablado, bajo juram ento, de su ex isten c ia . E n la in stru cción del v irrey que el capitán

A lo n so V á zq u ez de C oronado le entrega al fra ile le so lic ita que elabore un in form e

d eta llado de to d o s lo s recursos naturales de las reg io n es exp loradas, de lo s p u eb los y de las

re lac ion es que había entre e llo s , tal y co m o se le e en este pasaje:

La calidad y fertilidad della templanza de la tierra, los árboles y plantas y animales

domésticos y salvajes que hubiere, la manera de la tierra, si es áspera o llana, los ríos, si

son grandes o pequeños, y las piedras y metales que hay en ella; y de las cosas que se

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pudieren enviar o traer muestra, traellas o enviallas, para que de todo pueda Su M ajestad

ser avisado ([1534] Antonio de M endoza, 2016: 16).

C o m o se v e el principal in terés co lo n iza d o r del im p erio es el a sp ecto e co n ó m ico

m ediante el ap rovech am ien to de lo s recursos agríco las y m in era les así, c o m o de la m an o de

obra de lo s au tócton os que, al con sid erarlos in feriores, quedan subord inados al reino

esp añ ol, por e so al fra ile se le encarga que aun cuando «tod a la naturaleza y la creación »

p erten ecen al em perador, deberá tom ar « p o se s ió n » d e estas reg io n es «p or Su M ajestad »

(1 7 ) y de in form ar a lo s p ob lad ores que así co m o hay un D io s en el c ie lo , hay un em perador

en la Tierra, «q u e está para m andarla y gobernarla, a qu ien to d o s han de ser su jetos y

servir» (17 ).

C on este m andato, el 7 d e m arzo de 1539 , fray M arcos d e N iz a , acom p añ ad o de fray

O norato, E steban D oran tes, el e sc la v o de co lo r que había so b rev iv id o al n aufragio ju n to

con A lv a r N ú ñ e z C ab eza de V aca , un grupo de so ld a d o s y u n o s p o c o s in d ígen as, se adentró

h acia el norte. D e esta ex p ed ic ió n que fracasó d esd e el punto de v is ta v irreinal, fray M arcos

de N iz a dejó un b reve relato en el cual se asienta , en la prim era parte, lo so lic ita d o por el

virrey. N o obstante, en el decurso de su crónica, el fra ile se o lv id a de la en co m ien d a o fic ia l,

tal v e z porque lo que encuentra tierra adentro n o le parecía d ig n o d e referir, p u es no

cu m p lía con la s exp ecta tiv a s que tanto él co m o lo s representantes del reino se habían

im aginado. L a segu n d a parte de la h istoria cuenta su «d escu b rim ien to» de sie te ciudades,

tan fab u losas co m o las que se describ en en la literatura m ed iev a l cab alleresca . L as prim eras

n o tic ia s de esta m a ra v ilia lleg a n por b o ca de un in d io que E steban, qu ien se había

adelantado a la ex p ed ic ió n , le envía . P osteriorm en te, aclara el fraile, otros in d ígen as

com p lem en tan este relato de estas urbes tan fastu osas, que superaban a lo que antes se

había descub ierto . S e hablaba de «una gran ciudad» llam ad a C íb o la que ten ía «m u ch a g en te

y ca lle s y p la za s» con «casas m u y grandes» , cu yas puertas «d elan teras» eran «d e

turquesas» (2 8 ). A d em ás, referían otras s ie te c iu d ad es sim ilares en riq u eza y habitantes,

in c lu so a lgunas m ás grandes co m o A h acu s, M arata y T oton teac, que es « la m ayor del

m u n d o y de m ás g en te y riq u ezas» (2 9 ). N iz a relata, adem ás, que la g en te v estía de m anera

sim ilar a la europea, y aun con te la s m ás d elicad as. E n e lla s n o había barbarie, co m o en las

otras p o b la c io n es que habían encontrado. E l fra ile en una parte de su relato afirm a haber

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v is to la ciudad de A b acu s que ten ía «m ás de d os m il cu eros de v a cas, extrem adam ente b ien

adob ad os» prueba de sus tierras fértiles y p astiza les; agrega adem ás que v io aquí, «m u ch a

m ás cantidad de turquesas y co lla res» (29 ).

E n la d escr ip c ión de lo que se c o n o c e co m o las s ie te ciu d ad es de C íb o la y Q uivira,

N iz a estaba tal v e z u san d o el relato m ed iev a l de lo s sie te o b isp o s de M érid a que h u yen d o

de lo s m u su lm an es, habían ed ifica d o igu al núm ero de c iu d ad es m ás allá del M a r O céano en

las que se habían resguardado reliqu ias re lig io sa s y fa b u lo so s tesoros. A sí que, n o obstante

el fracaso de la ex p ed ic ió n de fray M arcos de N iz a , qu ien , segú n cuenta, n o logra entrar a

estas ciu d ad es por tem or a lo s in d ígen as y aun cu an d o la crón ica de V á zq u ez de C oronado

d esm ien te la ex isten c ia de d ichas ciu d ad es, refutando co m o « in ex a c to » lo referido por el

fraile, le jo s d e apagar el án im o de lo s con q u istad ores, este tip o de narraciones que hablaban

de lu gares m ítico s — co m o E l D orad o o la reg ión de las am azo n a s— aum entaron el in terés

y la a m b ición por descubrir y conquistar n u ev o s territorios. N u m ero sa s crón icas posteriores

con o jos m ás m ercantilistas que lo s de M arcos de N iz a darán cuenta de lo p ro v ech o sa que

pued en ser las reg io n es sep ten trion ales, si logran p acificar a lo s in d ígen as e in tegrarlos a las

activ id ad es agríco las, ganaderas y m ineras. Y a A lvar N ú ñ e z C ab eza de V a c a en sus

N a u fra g io s [1 5 4 2 (1 9 8 2 )] tam b ién había registrado en las reg io n es so n oren ses y

s in a lo en ses reg ion es m u y fértiles, h erm osas, y con ríos cau d a losos, pero d esaprovechadas

porque lo s m oradores de e lla huían a la sierra por tem or a lo s cristianos. T am bién en las

reg ion es del n oroeste A ndrés P érez de R ivas d escrib e la tierra de S in a lo a co m o una

p rov in cia con abundantes árboles, gran cantidad de ríos y an im ales de d istin tas esp ec ies .

O tro d ocu m en to que p recisa la riqueza de lo s territorios norteñ os es la D escr ip c ió n

topográfica , p h ís ica , natura l, p o lí tic a y m e ta lú rg ica de p ro p a g a n d a f id e de la S ie rra M a d re

de la V izcaya p e r ten e c ien te a l C o leg io de N tra . Sra. de G uada lupe de Z a ca teca s, escrita en

1778 por un fra ile fran ciscan o, a p e tic ió n del rey C arlos II q u ien d eseab a co n o cer la

co n d ic ió n de las m is io n es d esp u és de la sa lid a de lo s jesu itas. E l d ocu m en to que escrib e es

un m in u c io so s in ven tario de lo s recursos naturales y hum anos; las costum bres de los

pobladores au tócton os de la sierra tarahumara; la topografía , el m ed io am biente, las

prácticas re lig io sa s y so c ia les; las form as d e adoctrinam iento a lo s in d io s y su resistencia;

la s con fron tacion es con la s autoridades entre otros asp ectos. E sto s e lem en to s m uestran una

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reg ión que por sus recursos p u ed e representar grandes p o sib ilid a d es al desarrollo a la

Ig lesia .

C on in form ación de prim era m an o sobre las reg io n es tarahum aras señ a la su

u b ica c ió n y lindes; la s «B arrancas y río s» co m o el C on ch os, U rigu e, Tubero, B atop ila s,

S in a loa entre otros que son ca u d a losos y de precip itadas corrientes que corren y brincan

entre las barrancas nu m erosas form adas por m in era les co m o «salitre, alum bre, alcaparrosa,

nitro» y « v en a s de p lata» (1 0 7 ). E l fra ile tam b ién habla del c lim a, sobre to d o del in v iern o

que es cuando cae n ieve; sin em bargo, este fa v o rece el cu ltiv o de «b u en o s duraznos, buenas

m anzanas y sírgü elas de C astilla que florean aun cuando lo s y e lo s están en su fuerza»

([1 7 7 8 ] , H ernández Serrano, 2103: 106). E l terreno tam b ién es p rop ic io para que crezcan

tep egu ajes, m esq u ites, m auto, p a lo d u lce , h igueras silvestres, gu a m ú ch iles , p italla , papacho

y otros frutos s ilvestres» . L as m ontañas son arboladas y con árboles d e bu en as m aderas

co m o lo s cedros. S e cu ltivan , adem ás, caña de azúcar, naranjas, p látanos, lim o n es, m elo n es,

calabazas, y ch ile (1 0 6 ).

E n el p asaje que titu la « M in era log ía» habla p rin cip alm en te de la u rgen cia de

hom bres que sean cap aces de « v en cer la rebeld ía de las m in as y saquen a la lu z sus m etales:

p u es para acá el que entra a trabajar una m in a con m il p eso s , es un hom bre p o d ero so »

(1 1 2 ). L a ex p lo ta c ió n de lo s m in era les será el principal e stím u lo para lo s e sp a ñ o les durante

la ép o ca de la c o lo n iza c ió n y una p rom esa segura de en riq u ecim ien to . P or eso , la s

re lac ion es y crón icas, co m o la de e sto s fran ciscan os, lo s d iarios, cartas, derroteros y m apas

del septentrión abrieron el cam in o para el p ob lam ien to , ord en ación y d o m in io de este

territorio. S o ld ad os, fam ilia s , hacen d ad os, com ercian tes , m in eros, in d ígen as de « p az» se

internaron en las vastas reg io n es a pesar de que n o eran nada seguras, en b u sca de una

m ejor vida.

Para estab lecer n u ev o s asen tam ien tos se trazaron cam in os, y se buscaron recursos

de la propia reg ión para la fu n d ación de n u ev o s p u eb los. O tro factor que m o tiv ó el avan ce

territorial fu e el d eseo de p oseer prop ied ad es para el desarrollo de la agricultura y la

ganadería m ed ian te el u so com ú n de p astiza les. T o d o s e so s factores in cid ieron en la

o cu p ación de la tierra del septentrión (V éa se O sante, 2 0 1 2 ).

A hora b ien , al ocupar el trono esp añ ol, en 1700 , lo s B orb ón , co m o sim p atizan tes de

la s id eas de la Ilustración estab lec ieron una reform a adm inistrativa y soc ia l que buscaban

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p rom over el progreso y el b ien estar en las co lo n ia s n ovo h isp a n a s para lo cual el n u ev o

g ob iern o fo m en tó la p resen cia m ilitar de esp ec ia lis ta s que pudieran p lan ificar la

urban ización y p ob la m ien to de n u evas reg io n es del septentrión, lo s baluartes, p resid ios y

fo r tifica c io n es . L o s in g en iero s m ilitares fueron lo s en cargad os de esta em p resa rea lizando

varias ex p ed ic io n es im portantes para con o cer y aprovechar lo s recursos e im pulsar la

p rod u cción m ineral, agríco la y ganadera. L as e x p e d ic io n e s tam b ién tu v ieron co m o

finalidad , adem ás, ub icar a través d e p lan os y m apas las p o sib ilid a d es p roductivas de la

reg ión . L o s reg istros d eta llad os de sus v ia je s perm itieron el reco n o cim ien to , la regu lac ión y212ordenación d e sus territorios y tam b ién su u so en o p erac ion es m ilitares.

U n o de lo s p ro y ecto s m ás in teresantes y que n o s servirá co m o ejem p lo para m ostrar

có m o fueron d esarrollán d ose las reg io n es norteñas durante el p eriod o de las reform as

borb ón icas, bajo qué co n d ic io n es , y que im á g en es fueron gen erán d ose en este p ro ceso es el

tex to del com andante general d e las p rov in cias internas de N u e v a V izca y a , T eod oro de

C roix .213 T estim on io y m a n d a to o to rg a d o p o r T eodoro Croix, co m a n d a n te g e n e ra l de las

p ro v in c ia s in tern a s de la N u e v a E spaña , so b re fu n d a r p o b la c io n e s de V illa de S a n ta Cruz,

V illa de S a n P ed ro A lc á n ta ra de N am iqu ipa , V illa de S a n A n to n io de C a sa s G randes

(1 7 7 7 ). D e su lectura p u ed e in ferirse la u rgen cia de p ob lam ien to y ex p lo ta c ió n de aq u ello s

lugares que se percib ían v a sto s , d esap rovech ad os y p o co seguros. E l p royecto de C roix

ten ía co m o o b jetivos, para la fu n d ación de v illa s en aq u ellas reg io n es h o stile s:

«proporcionar to d o s lo s m ed io s con d u cen tes al log ro fe l iz de su p a c ifica c ió n , y p u eb le y

fo m en to » (en V á zq u ez G arcía, 2103: 143). A s im ism o estab lecerlas en lo s lu gares «m ás

apropiados y fértiles» , «cerca n o s a la frontera». D e este m od o , señalaba, las n u evas v illa s

«contribuirán sin duda a am inorar las h ostilid a d es, harán ú tile s a la patria a a lgu n os v a sa llo s

que la pobreza tien e al p resente o scu rec id o s y sin poder subven ir ni aun su sustento ni el de

sus fa m ilia s» . (E n V á zq u ez G arcía, 2 0 0 3 :1 4 3 ). 212 213

212 Ente ellos están los de Pedro Porter Casanate ([1764] 2013) sobre las regiones de Chihuahua, donde se lee que la «tierra es apacible, fértil, sana y templada»; que ahí había «grandes y amenos montes poblados de arboledas varias; aves diversas y animales [...] Hallaron muestras de minas»; de Nicolás de Lafora [en Iturraga, J., 1766 (2013: 165-166)], quien en su viaje a las regiones septentrionales describe unas majestuosas montañas con abundancia de árboles y animales de distintas especies en su Relación del viaje que hizo a los presidios internos situados en la frontera de la América septentrional pertenecientes al Rey.213 Testimonio y mandato otorgado por Teodoro Croix, comandante general de las provincias internas de la Nueva España, sobre fundar poblaciones de Villa de Santa Cruz, Villa de San Pedro Alcántara de Namiquipa, Villa de San Antonio de Casas Grandes (1777).

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D e C roix argum enta tam b ién que con estas fu n d a cio n es se com batirá el o c io en lo s

que n o tien en trabajo, p u es así «asegurarán su su b sisten c ia [ . . . ] con la p o se s ió n de b ien es

p rop ios y atraerán tod as las dem ás ven tajas» , co m o el in crem en to com ercia l, agríco la e

industrial (en V á zq u ez G arcía, 2 103: 143).

Para co n seg u ir que llegaran n u ev o s p ob lad ores a la s v illa s que p en sab a fundar, D e

C roix con tem p la en su proyecto «norm as de em b ellec im ien to , de h ig ien e , de organ ización

de la v id a cotid ian a y de la eco n o m ía » (V á zq u ez G arcía, 2013: 133). A d em á s el

com andante general resalta en este d ocu m en to la im portancia de la in tegración soc ia l, v id a

com unitaria y de re la c io n es entre v e c in o s y entre las com u n id ad es «para organizar su papel

prod u ctivo y p rop io» (1 3 3 ).

A l in iciar su tex to el general deja claram ente estab lec id as las co n d ic io n es para la

ed ifica c ió n de estas v illa s , por ejem p lo señala que deben erig irse en a q u e llo s lugares donde

lo s p ob ladores puedan disfrutar «d e su fertilidad y herm osura» ub icarse en s itio s « sa n o s»

con abundante y sa ludab le agua» (144); de las co n d ic io n es de lo s n u ev o s c o lo n o s d ice que

podrán «proven ir de cualqu ier casta, c la se o ca lid ad de que sean, pero que n o tengan casa ni

otros b ien es ra íces» (1 4 4 ).

A d em á s a cada fa m ilia se le entregarán so lares de cuatro leg u a s por v ien to que

deberán delim itar por m o jo n es y árboles frutales lo s cu a les cada fa m ilia deberá plantar para

señalar su propiedad. E l agua deb ía ser repartida por igu al a o to d o s lo s co lo n o s . T am bién ,

en tanto que aún n o pudieran levantar sus propias co sech a s, a cada una de e lla s se le

proporcionarían durante un año, d os reales d iarios para que pudiera su b sistir m ientras que

reco lecta sen sus p rop ios frutos. A d em á s se le s darían sem illa s , rejas d e arar, carretas,

b u ey es y m apas de la com unidad. D urante lo s s ig u ien tes d iez años estarían ex en to s de

pagar d iezm o s, tributos, d erech os de a lcabala o p en sión . Y para hacer aún m ás atractiva la

propuesta afirma:

Todas estas ventajas y muchas otras que reservo se proporcionarán a los vecinos que

quieran pasar a poblar alguna de las citadas villas y a f in de que puedan ejecutarlo

libremente, mando a todas las justicias de esta provincia no embaracen con ningún

pretexto a los que pretenden salir con tal objeto de su jurisdicción (145).

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O rdena, por ú ltim o a sus subordinados que se reclu ten las fam ilia s, se le s fa c iliten

lo s trám ites y se le s a u x ilie en lo que requieran. Y con la fin a lid ad d e p rom over esta

con vocatoria «q u e co n v ie n e al serv ic io del R e y y b ien del E stad o» (1 4 6 ) se p u b lica en

D uran go y tod as la s p o b la c io n es con la fin a lid ad de que aq u ellas personas que n o « tien en

b ien es ni arraigo, de las ventajas que le s o frecen las n u evas v illa s , se determ inen pasar a

probarlas, segu ros de que se le s cum plirá cuanto se ha o frec id o [ . . . ] » (1 4 6 ).

L o s d ocu m en tos de esta ép oca , que son ahora m u y im portantes para co n o cer la

historia de estas reg io n es sep tentrionales, ayudaron a estab lecer las estrateg ias p o líticas,

adm inistrativas y m ilitares que p osib ilitaron su p ob lam ien to y posterior desarrollo . E n lo

que respecta al presen te estu d io n o s perm ite com prender có m o es que contribuyeron a

configurar estas im á g en es de progreso y de p o sib ilid a d es de a scen so e c o n ó m ic o y soc ia l;

im á g en es que co n v iv iero n con las del norte bárbaro estab lecid a , co m o v im o s ya, por la

d iscrep an cia nunca resu elta entre las culturas de esto s c o lo n o s y las de lo s au tócton os co m o

apaches y com an ch es, tarahum aras ,q u e se resistieron al so m etim ien to o fic ia l y con las

im á g en es del desierto , dado que, al n o haberse desarrollado la agricultura, la s tierras fueron

percib idas d esd e la v is ió n occid en ta l co m o vacías.

D e este m od o , con q u istad ores, m ilitares, r e lig io so s , exp loradores, o f ic ia le s de

g ob iern o y v ia jeros abrieron ca m in o para el p ob lam ien to de estas reg io n es don d e so ld ad os,

hacen d ad os, cam p esin o s, m isio n ero s, m in eros, com ercian tes y fa m ilia s paulatinam ente

sorteando p e ligros, so b rev iv ien d o al abandono del gob iern o y en a lgu n as reg io n es a la

h ostilid ad de la tierra que se resistía a la d o m in ación fueron co n so lid a n d o esto s territorios,

crec ien d o en sus p o b la c io n es que a la postre se convertirían en urbes , a lgunas sim b o lizad as

d esd e lo s im ag in arios del norte co m o ex p resio n es de prosperidad y progreso.

6 .1 .2 L a fu n c ió n d e lo s p a isa je s en la n a r r a t iv a d e F r a n c isc o G ó m e z F lo r e s

E n lo s ú ltim o s v e in te años del s ig lo XIX, S in a loa v iv ía una relativa paz y cierta pujanza

eco n ó m ica d eb id o a la industria m inera, cañera y pesquera. L o s escritores n ac id o s o

resid en tes del estad o a d o lescen te conform aron, al m en o s en sus d os c iu d ad es m ás pobladas,

M azatlán y C uliacán , im portantes m o v im ien to s p er io d ístico s y literarios con una

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p rod u cción s ig n ifica tiv a de libros, fo lle to s , ga ceta s y p er iód icos. S ign ifica tiv a , d ec im o s, si

con sid eram os la lejan ía de la capital y la p o ca p rod u cción literaria que en e se en ton ces

había en las p rov in cias del país.

L a b oyan te e co n o m ía perm itió , en ton ces, el desarrollo de, al m en o s en las c la ses

altas, una in ten sa v id a cultural. E n esta c la se d eb em o s situar al in te lectu a l, p eriod ista y

educador liberal, F ran cisco G ó m e z F lores cu yas p u b lica c io n es dan fe de su a d h esión al

p royecto n ac ion a lista al d efen d er la p rod u cción de una literatura prop iam ente m ex ica n a ; al

e log iar el p asad o g lo r io so h istór ico de M é x ic o y a sus h éroes — por e jem p lo el de la

In d ep en d en cia de M é x ic o , el de la batalla de P ueb la , y el d e la batalla contra lo s fran ceses

en San Pedro, S in a loa d on d e lo s m ex ica n o s sa lieron v ic to r io so s— ; al m ostrar u na abierta

d isp o sic ió n a describ ir lo s lugares en fu n c ió n de las id eas de progreso y c iv iliz a c ió n y al

criticar to d o aq u ello que le sign ificara el atraso y la barbarie al país, co m o el fan atism o y el

con servad u rism o p o lítico .

Sus lib ros m ás im portantes son lo s d os to m o s de N a rra c io n es y C aprichos:

a p u n ta m ien to s de un viandan te. E l prim ero se p u b licó en 1889 en S inaloa , y el segu n d o en

1891 en M é x ic o . A m b as obras recuperan lo s tex to s aparecidos en el p eriód ico , L a vo z de

Sina loa . Su d iversidad de tem as, gran cultura, agu d eza crítica, su co n o c im ien to de la

literatura c lá sica , sus d escr ip c io n es m in u c io sa s de lu gares y personas, su e s tilo irón ico y

m ordaz h acen que su obra sea h o y un d ocu m en to im p resc in d ib le pare entender la h istoria y

este estado y el trabajo del literato de p rov in cia en la con fo rm a ció n de u na n u eva im a g en de

nación.

H em o s se lecc io n a d o para el a n á lisis de este autor lo s cuatro relatos sig u ien tes:

« V ia je a T op o lo b a m p o » , « U n a v u e lta en el G o lfo de Cortés: m o tu p ro p r io » , « B a ch im eto »

y «C oncord ia , C op ala y P án u co» porque en e llo s el pa isaje n o es so lo un tó p ico literario

m ás, el pa isaje aquí se carga con lo s v a lores de la cultura para d esp leg a rse co m o un esp a c io

que intenta d efin ir la organ izac ión del n u ev o E stad o , con lo cual co m o señ a lam os, G ó m ez

F lores participa en la recon stru cción im aginaria de la n ación , co m o m u ch o s in te lectu a les

del s ig lo X IX en M é x ic o y co m o otros en las n a c io n es la tin oam erican as in d ep en d izad as.

E n sus libros N a rra c io n es y C a p rich o s I (1 8 8 8 ) y N a rra c io n es y C a p rich o s I I

(1 8 8 9 ) hay varias crón icas ded icad as a la narración de v ia jes don d e se h ace u na detallada

d escrip ción de lo s p aisajes, p o b la c io n es, sus habitantes y costum bres. E n sus relatos de

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v ia je se p u ed e id en tificar entre lo s escrito s para cum plir con su fu n c ió n o fic ia l co m o

acom pañante del gobernador — co m o la serie de b reves narraciones, « V ia je a

T opolobam po: de C uliacán a M o co rito » , « D e G u asave a A h o m e» , « D e A h o m e a la

B rech a»— , y a q u ello s otros tex to s que surgen de sus v ia jes de placer, co m o lo s relatos de

«C oncord ia , C op ala y P án u co» y « U n a v u elta en el G o lfo de Cortés: m o tu p ro p rio » .

E n lo s prim eros tex to s, ad em ás de la m o tiv a c ió n estética , ya lo advertíam os, está

presente la o b lig a c ió n de registrar lo s su ceso s d eb id o al rol o fic ia l que cu m p le en este v iaje ,

y por lo m ism o es m ás ev id en te en su escritura su v is ió n id e o ló g ic a y su p en sam ien to

n acionalista . E n lo s otros relatos, liberado del deber o fic ia lista , es m ás ev id en te el p lacer de

describ ir y referir literariam ente lo s e sp a c io s p ercib id os. E sta d iversa p o s ic ió n ante el

paisaje in c id e en la se le c c ió n de lo s a co n tec im ien to s narrados y en el m an ejo tem ático , en

la s im b o lo g ía y el punto de v ista id e o ló g ic o en la organ ización de lo s lu gares p riv ileg ia d o s

por la m irada de qu ien describe.

« V ia je a T o p o lo b a m p o » es un relato in tegrado por cuatro apartados fech a d o s el 19,

2 4 y 2 8 de m arzo y 2 de abril de 1888 , resp ectivam en te. L as cuatro narraciones conform an

un perip lo que rea lizó acom pañando, señ a lam os, al en to n ces gobernador del estado,

F ran cisco C añedo, y a otros fu n cion arios con el m o tiv o de ver y analizar la situ ación que

guardaba el territorio del norte de S in a loa , y m ás p recisam en te, para rev isar lo s terrenos de

T op o lob am p o en lo s que se pudiera construir un n u ev o puerto que increm entara y

desarrollara el transporte y co m erc io m arítim o.

La m agnitud de la im portancia de este v ia je y de su in scr ip c ión en la escritura se

com prende al advertir que el s ím b o lo m ás n otab le del progreso en m ateria de transporte en

S in a lo a lo co n stitu y ó en d icha ép oca el barco de vapor, en v e z del ferrocarril, c o m o su ced ió

en otras la titu d es; e llo fu e así porque en las tierras del n oroeste la ú n ica v ía de tren era la

que con ectab a del puerto de A ltata con C uliacán , un tram o interno m u y corto; el tren só lo

habría de llegar en la prim era década del s ig lo XX, y en cam b io el transporte m arítim o fu e el

que co n ectó a M azatlán , que era puerto de altura, con el resto del país y con c iu d ad es co m o

San F ran cisco , L a P az, M a n za n illo y A ca p u lco . E n este m arco, este m ed io de transporte fu e

con sid erad o por G ó m ez F lores «el triunfo de la c ien cia , dada su repercusión p o sitiv a en

ám bitos d iversos, de lo ec o n ó m ic o a lo p o lít ico y de lo soc ia l a lo m oral» (V e lá zq u ez , 2012:

150). E l p oeta P edro V ictoria , por su parte, a sen tó que había una gran corresp on d en cia

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entre el m ar y lo s avan ces c ien tífico s , y a que e sto s ú ltim o s habían reducido las d istan cias

continentales: «L a d istan cia y a n o e s / aquel in franqueab le m uro;/ p u es de la c ien c ia al

conjuro/ la devoran ja d ea n tes ,/ e so s p a la c io s flo ta n tes / que van a puerto segu ro» (c itad o por

V elá zq u ez , 2012: 1 5 3 -5 4 ). E n este sen tid o , d e acuerdo con Javier V e lá zq u ez , el barco de

vapor s im b o liz ó el m ed io b en efactor de la socied ad , y a que transportaba n o so lo b ien es

m ateriales, s in o tam b ién cu lturales y esp irituales; gracias a esta m áquina, «por el puerto

circulaban cap ita les y m ercan cías, v ia jeros y libros, cultura e id eas»; e ste v eh ícu lo , señala

el autor, prom etía « la red en ción de lo s h om b res» (1 5 4 ).

D urante el trayecto h acia el norte de S in a lo a , G ó m ez F lores irá narrando

prolijam ente lo s su cesos: d esd e las co sa s m ás ch u scas y d ivertidas hasta lo s p elig ro s de la

« ex p ed ic ió n » , co m o llam a el autor a esta travesía o fic ia l. E sta serie de tex to s son p rofu sos

en la d escr ip c ión de lo s p aisajes, porque la o ca sió n de recorrer el estad o a cab allo , en

d ilig en c ia e in c lu so a p ie le perm itió desp legar su cualidad d e observador y hacer u so de su

capacidad de d escr ip c ión que caracteriza a su escritura.

E l autor dibuja lo s lugares en un estilo retórico y e legan te , aunque a v e c e s

abigarrado. A n te nu estros o jos, a m ed id a que la co m itiv a avan za h acia el norte, irán

surgiendo lo s m ás variad os p aisajes, siem pre, co m o señ a le antes, en fu n c ió n del progreso

enm arcado por las id ea s p ositiv istas.

D e la en to n ces H acien d a de P er ico s resalta su im portancia en la p rod u cción agríco la

e industrial, que la con v ierte «en u n o de lo s centros de p rod u cción m ás im portantes del

estad o» (1 0 7 ). E n el cam in o que v a de M oco rito a G u asave, el autor refiere un paisaje

agreste con «enrarecida v eg e ta c ió n » y de «aren osa costa» . L a caracterización de estos

esp a c io s co m o « feraces y v írg en es com arcas» le sirve de m arco para hablar d e lo s

habitantes que presen cian asom brados el d e sfile de carruajes y cab a llos. Igual que el

paisaje, lo s lu gareñ os parecen ser agrestes y v iv ir a lejad os de la c iv iliza c ió n , p u es in c lu so

«n o ten ían n o tic ia d e lo que es el G obernador», por lo que « m u ch o s han pretend ido besar la

m an o al G eneral C añ ed o» . S in em bargo, en este in h ó sp ito p aisaje de «arenales sa lin o so s e

in fecu n d o s» , de « p ig m ea v e g e ta c ió n » encuentra el p ob lad o de M och ica h u i cu y o origen

in d ígen a se exp resa en el nom bre. E ste lugar, ca lifica d o co m o « o a s is» se d escrib e co m o

«centro agríco la é industria l» m etaforizad o en «su n tu osa m an sión adornada con terrazas y

jard in es» (1 1 0 ).

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U n día de v ia je d esp u és lleg a n a las in m ed ia c io n es del río S inaloa, cercanas a

G uasave. E n la p ercep ció n de este e sp a c io el autor h ace ga la de sus h ab ilid ad es p a isa jísticas

al describ ir el s itio :

A la raquítica vegetación de una playa estéril, reemplaza la exuberancia de una frondosa y

magnífica vegetación. M íranse verdaderos pensiles, prados y cármenes de una belleza

extraordinaria; el aire se hace diáfano y un céfiro juguetón mueve las verdes hojas de los

árboles. Es que nos aproximamos a las vegas fertilísim as del río de Sinaloa, que riega y

fecundiza con sus aguas vivificadoras los mejores campos del estado. La diosa Ceres ha

derramado aquí todo el caudal de todos sus pródigos dones (111).

E sto s m ism o s ca lif ica tiv o s e lo g io so s lo s encontrarem os en la im a g en q u e ha leg a d o

de la reg ión agríco la del p ob lad o de A h o m e q u e co m p lem en ta un panoram a de la naturaleza

sin a lo en se de prosperidad y exuberancia:

A l atravesar estos cármenes de promisión, se pa lpa el brillante porvenir que espera a

Sinaloa. Regado su privilegiado territorio p o r once caudalosos ríos, simétricamente

colocados p o r la sabia naturaleza, guarda en las entrañas de los terrenos próxim os a la

sierra tesoros de riqueza mineral, y en los declives que termina en la costa, la opulencia

prom esa de una preponderancia agrícola; elementos prodigiosos y envidiables que

disponen de magníficas facilidades de exportación. En Ahome se encuentra ya bastante

desarrollada la agricultura, existen empresas industriales de gran importancia y da

indecible p lacer contemplar en las hermosas márgenes del río E l Fuerte, las maravillas

brotadas de su seno al conjuro de la inteligencia humana. Sinaloa será un estado

floreciente, próspero, culto y poderoso; y si ya ocupa un lugar eminente en las páginas de

la historia nacional p o r la heroicidad de sus hijos, sostendrá el brillo de la gloria

alcanzada con las armas en la guerra, con el más estimado timbre de los legítimos triunfos

logrados con la p a z en el trabajo (120).

E n lo s d os anteriores p aisajes, la d escrip ción del lugar se organ iza sig u ien d o el

tó p ico del lo cu s a m o e n u s , p u es p o see lo s e lem en to s q u e lo han caracterizado durante casi

2 6 sig los: la v e g e ta c ió n « fron d osa» y lo s árboles de « v erd es h ojas» que dan som bras al

v iajero; lo s prados f lo r id o s que aquí son « cárm en es de b e lle z a extraordinaria» y «d e

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p rom isión»; el aire transparente, «d iá fan o» , que perm ite una v ista panorám ica; lo s ríos de

«h erm osas m árgen es fecu n d a s» y «d e aguas v iv ifica d o ra s» ; el « cé firo ju g u etó n » que

recuerda al ro s ig n u o li de A riosto . E sta rica y detallada d escr ip c ión de la naturaleza se

organ iza en fu n ción de m ostrar al lec to r un « b e llo cuadro» en el cual ex is te una arm ónica

relación entre el hom bre y la tierra. P or tanto, en la con figu rac ión de esta d escrip ción ,

G ó m ez F lores acude a lo s m o d e lo s cu lturales p roven ien tes de la literatura, e sp ec ífica m en te

a lo s tex to s c lá s ico s , renacentistas y n e o c lá s ic o s que han id ea liza d o fuertem ente el paisaje.

E s decir, « v e» el referente d escrito a través d e la rejilla literaria que le sirve de m od elo .

O tro de lo s tó p ico s id en tifica d o s en este p aisaje es el de la tierra pródiga,

sim b o lizad a por el p ersonaje m ito ló g ic o de la d io sa C eres que p erso n ifica la prodigalidad

de la tierra y su fertilidad; sin em bargo hay que resaltar que la naturaleza s in a loen se ,

aunque rica en tesoros, tierras fértiles y abundante en agua que p rov ien e de sus on ce

ca u d a losos ríos, so lo em anará « le c h e y m ie l» si la in te lig en c ia hum ana se ap lica al trabajo

en el cam po y en las m inas.

E n co n secu en c ia , n o hay u na ce leb ración de la naturaleza al e stilo del lo cu s

am oenus, s in o la m an ifesta c ió n y el d eseo p o sitiv is ta de im p on erle la creativ idad e

in te lig en c ia hum ana a través de la tecn o lo g ía . E l avan ce te c n o ló g ic o e s lo que perm itirá en

el paisaje el desarrollo de la agricultura y la exp ortación de sus productos, es decir, el

desarrollo eco n ó m ico .

P or tanto, p o d em o s recon ocer en la d escr ip c ió n de este paisaje, lo s s ím b o lo s del

progreso exp resad os en las industrias, la agricultura y la exportación . C om p lem en ta este

pasaje la referen cia a la v ic to r ia de las tropas s in a lo en ses contra lo s fran ceses, acto h ero ico

que le ha dado «un lugar em in en te en las p ág in as de la h istoria n acion a l» . S in em bargo so lo

el trabajo y la paz, segú n va tic in a en tusiasta el autor, lograrán: «u n estad o florecien te,

próspero, cu lto y p o d ero so » (1 2 0 ).

P or otra parte, G ó m ez F lo res v e co m o antípoda a este panoram a la situ ación de lo s

« m ísero s» in d ígen as de su estad o «q u e pasan la v id a en cu c lilla s á la orilla del cam ino,

v ien d o atravesar im p a sib les y som b ríos, el carro triunfal del p rogreso» (1 1 6 ). E l autor, en

esta va loración , cae en una con trad icción de su tiem p o , que e lo g ia el pasado in d ígen a,

fu ndam ento de la m em oria h istórica y del p ro y ecto de n ación d ec im o n ó n ico , pero desprecia

al in d ígen a con tem p orán eo. Y esta actitud es com p ren sib le , p u es form ado, co m o señ a lé , en

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la s lecturas p o sitiv is ta s de su tiem p o , p r iv ileg ia la ed u ca c ió n y la cultura. A d em ás, acorde

con las id eas reform adoras de Juárez — de qu ien es un entusiasta adm irador— , tam b ién v e

en lo s e d if ic io s derruidos de las ig le s ia s jesu itas, una exp resión de la su p erstic ión y el

fan atism o co m o se m uestra en este pasaje:

Si la arquitectura civil es abominable en estas comarcas, la arquitectura religiosa presenta

peores condiciones; está p o r los suelos. Las iglesias son montones de escombros con una

cruz de madera y una campana enmohecida sobre los pardos muros de adobe, injuriados

p o r el tiempo, crece la hierba y en las mal ajustadas puertas, reside la polilla. Comúnmente

estas venerables reliquias de una p iedad moribunda están construidas sobre las calvas

crestas de vellosos montículos que dominan los sucios villorrios tendidos en sus faldas

(117).

C ontrasta sobrem anera con las d escr ip c io n es de lo s p a isa jes agr íco las esta v is ió n de

la s ig le s ia s abandonadas y a islad as que son ahora escom b ros lle n o s de h ierbas, en c lavad os

en « ca lv a s crestas de v e llo s o s m o n tíc u lo s» rod ead os por « su c io s v illo rr io s» . E ste cam b io

p u ed e entenderse si to m a m o s en cuenta que el autor es un ferv ien te segu id or de la s id eas

reform istas y lib era les de Juárez. In clu so , en las lín ea s que sigu en , en to n o exa ltad o G ó m ez

F lores las p erso n ifica para reprocharles su inútil y anacrónica fu n c ió n : « ¡R u in o so s

b astio n es del fan atism o, con h on d as c ica tr ices y p en a ch o s de jaram ago, a llí está is in v á lid o s

en vuestras ásperas em in en c ia s p resen cian d o la secu lar d egradación de u n o s creyen tes que

n o en tien d en una palabra del rito que p ro fesa n !» (1 1 7 ) .

E l s igu ien te relato de v ia je que com en tarem os es el titu lado, «U n a v u elta en el

G o lfo de Cortés: m o tu p r o p r io » (1 8 8 9 ) que apareció p u b licad o prim eram ente en la co lu m n a

que G ó m ez F lores escrib ía en el p er ió d ico E l C o rreo de la T arde ,214 215 y d os años d esp u és en

N a rra c io n es y C a p rich o s I . E n esta crón ica cuenta que durante la S em an a Santa del año de

1887 , abordó el buque «S on ora» en el puerto d e M azatlán rum bo a L a P az y G uaym as.

T od o el tex to se articula ú n icam en te en torno a este p erip lo .216 S in em bargo, esta narración

214 Aunque en el texto dice que se publicó antes en su obra Humorismo y Crítica Literaria. Monólogos de Merlín (1887).215Este navío, que perteneció a Joaquín Redo, prominente empresario azucarero, transportaba pasajeros y mercancía a los puertos de Altata, La Paz y San José de Guaymas.216 Por lo general en este género solo se narra una historia.

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de G ó m ez F lores se circunscribe a narrar ú n icam en te el v ia je de ida, que relata en cerca de

o ch o páginas, m ientras que el de regreso se narra apenas en un párrafo, resaltando so lo

«una esp lén d id a com id a en una de la s p rin cip a les casas de L a P a z» (1 5 1 ).

E l narrador señ a la que parte a las tres de la tarde y que lle g a al puerto

b ajacaliforn iano al s igu ien te día, un « ju ev es santo». T am bién m en c io n a su arribo a

G u aym as el « sáb ad o de g loria» d on d e se queda d os d ías y , posteriorm ente, el lu n es retorna

a M azatlán por el m ism o cam in o m arítim o.

E n la in trod u cción al relato, el autor co n fie sa que d ec id e d e pronto viajar «para salir

de la rutina» (1 4 3 ), este com en tario u b ica al tex to en la categoría de lo s « v ia jes de p aseo» ,

segú n la c la s if ica c ió n de R u iz D o m e n e c (en P eñ ate R ivero , 2 004: 2 3 ) cu ya m o tiv a c ió n es

217so lo el p lacer de viajar y , en este caso , con un d estin o m u y con creto de trayectoria.

C o m o el p rotagon ista se d esp laza en barco, durante la travesía n o ocurre nada

relevante, sin em bargo, la au sen cia de se c e so s tendrá co m o co n secu en c ia la p rod u cción de

largos pasajes d escr ip tivos de lo ob servad o en y d esd e el n av ío , por e jem p lo describ irá a lo s

v ia jeros extranjeros que ju n to con él realizan la travesía co m o ch in o s y n orteam erican os, y

otros lu gares ob servad os.

E n este tex to habrá v a r io s p asajes en que adem ás de las d escr ip c io n es in tercala

re flex io n es y ev a lu a c io n es sobre las c iu d ad es, háb itos y person as que observa,

esp ec ia lm en te de la s c iu d ad es de L a P az y G uaym as en las que se exp resa su co n cep c ió n de

la realidad y una form a de describ irla acorde con lo s m o d e lo s retóricos de la ép o ca en que

v iv ió el escritor.

E sta representación de lu gares y personas se p royecta , tam bién , en el punto de v ista

estilís tico , en el m an ejo de un estilo a m p u loso y retórico de la narración y de la d escrip ción

a través del u so de m etáforas, com p aracion es, en u m eracion es, h ip érb o les y lé x ic o

n o v ed o so . E jem p lo de este recurso lo ten em o s en la v is ió n de M azatlán , casi al anochecer,

y el barco a leján d ose del puerto:

La densa oscuridad cubrió el magnífico panoram a de M azatlán visto desde el mar, y

apenas si una multitud de luces, que parecían estrellas del cielo desprendidas sobre la 217

217 Ruiz-Doménec señala que hay tres tipos de viajes. de pergrinación, paseo y errancia « que conjugan la presencia de una motivación ( o de su falta) en el viajero y la existencia o ausencia de un punto concreto de destino considerado como el centro del viaje, centro que puede hallarse en el punto más alejado del trayecto o en el regreso al lugar de origen ( en Peñate Rivero, 2004 : 23)

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costa, indicaba el sitio donde la ciudad principiaría quizás a rendirse al sueño. E l Cerro

del Crestón, cual fantasm a enorme, se erguía enhiesto y lúgubre a nuestra derecha, y sobre

su cumbre la luz del fa ro semejaba el parpadeo de un gigante, como dice N úñez de Arce en

su poem a “La Pesca” (144).

E n el itinerario de G ó m ez F lores se detendrá en la d escrip ción de M azatlán y el

puerto de A ltata, am b os d escritos d esd e el mar. P osteriorm en te, vendrá la im agen de la

ciudad de L a P az que se irá «d ibujando» d esd e el barco y que se com pletará cuando el autor

entre a la ciudad. Y , por ú ltim o , G uaym as, cu ya representación em pezará, tam bién , d esd e el

m ar y lu e g o term inará de d elin earse y a en la ciudad.

L o s otros e lem en to s que se con v ierten en ob jetos de d escrip ción de este v ia jero son

lo s hab itantes de esto s d os ú ltim o s puertos y , m u y esp ec ífica m en te , las m ujeres, a la s cu a les

le s d ed ica casi tanto e sp a c io co m o a la d escrip ción de lugares, pero a d iferen cia de la

re flex ió n m oral que acom paña a la d escr ip c ión de lugares, la d escr ip c ión de las pobladoras

se circunscrib irá a la b e lle z a fís ica .

E n la con form ación de lo s e sp a c io s de L a P az y de G uaym as en esta crón ica la

representación contrastiva de las p o b la c io n es adquiere una s ig n ifica c ió n relevan te co m o

v erem o s en nuestro an á lisis: para apreciar m ás e s to s an tagon ism os rev isem o s prim ero la

d escrip ción que el autor h ace del puerto bajacaliforn iano:

La P az desde el mar ofrece un panoram a encantador, con su hemiciclo de montañas azules,

sus verdes arboledas, sus innúmeros molinos de viento, que prestan vida y animación al

cuadro, y su blanco y pintoresco caserío, tendido blandamente en las laderas de aquellas

colinas, que parecen inclinarse a contemplar en la onda salobre su gallarda imagen (146).

C o m o se p u ed e ver, G ó m ez F lores, d esd e el barco, organ iza este e sp a c io co m o si

fuera una pintura p aisajística . U n a lista de n om b res con form a el lugar: m ontañas, arboledas,

m o lin o s de v ien to , caseríos don d e contrastan lo s co lo res azu l, verd e y b la n co que enm arcan

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al « p in toresco» y «ga llard o» p ob lad o, rodos e sto s e lem en to s con form a un cuadro de un218b e llo e sp a c io rural, al m o d o de lo s p aisajistas m ex ica n o s.

Y a en la ciudad, com p leta la im a g en de este e sp a c io h a c ien d o b reves com en tarios

de lo s e d if ic io s q u e conform an el centro, particularm ente de la ig le s ia y , m u y

esp ec ia lm en te , de la «m u ch ed u m b re de m u ch ach as b on itas... que in vad ían con su m ú ltip le

herm osura el e sp a c io so ám bito del sagrado recin to» (1 4 6 ) y acto seg u id o las com para con

un «grupo ce lestia l, d ig n o del p in cel de M u rillo» (146): sin em bargo, es interrum pido en

este acto de p ercep ción por la sirena del n a v ío que lo ob lig a a regresar. D e sp u é s de esta

eva lu ac ión tan p o sitiv a de la arquitectura, del p aisaje y de las m ujeres de L a P az, cierra el

pasaje con una serie de com en tarios cr íticos acerca de lo s pob lad ores, lo s cu a les com p letan

la representación d e este lugar:

La Paz, llamada así p o r antonomasia, es el asiento de la discordia; el lugar nato de la

desavenencia y el litigio: allí el que no es Capuleto es M ontesco; se heredan y transmiten

las rencillas heráldicas; y en semejante estado de confusión social y perenne desequilibrio,

la vara de la justic ia anda en constante trajín y los ministros de Astrea en perpetuo

laberinto. Imagen viva de los tiempos feudales en pleno régimen republicano, La P az es

patrim onio de algunas familias de abolengo, que después de desgarrarse impíamente la

reputación, quieren las unas despedazar la propiedad de las otras (146).

Y term ina sentenciando: «T al estado an óm alo de co sa s es ju sto que term ine, y que

la o liv a reverd ezca y b rille el iris, a llí don d e m ora la e leg a n c ia y refu lge la herm osura»

(1 4 8 ).

E n la con fig u ra c ió n de este esp a c io , en con tram os en to n ces im á g en es antitéticas,

p u es así c o m o el autor reco n o ce la b e lle z a del lugar la b e lle z a del paisaje, l d esca lifica en su

d im en sió n soc ia l por lo s co n flic to s entre sus pob ladores, por e so la m etaforiza com o:

« a sien to de la d iscord ia» , « lu gar nato de la d esa v en en c ia y el lit ig io » . A d em á s, para

caracterizarlo, recurre a la com p aración em b lem ática de las ren cilla s fam iliares de lo s

personajes de R o m eo y J u lie ta . ¿ C ó m o exp licarn os esta d ob le im a g en de la ciudad? Para la

m entalidad p o sitiv is ta y republicana de G ó m ez F lores — que tantos p rob lem as le cau só en 218

218 Después de este primer esbozo del espacio, viene un pasaje narrativo para contarnos cómo es recibido por los paceños en muelle, no porque lo esperaran precisamente a él, dice, sino «porque siempre esperan a alguien». De cualquier modo es tratado, dice, «Como feudal aparato y... acuerdo de príncipe» (146).

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S in a loa— d eb e haber sid o un ch oq u e id e o ló g ic o la s actitudes con servad ores de las c la ses

altas y sobre to d o el am biente co lo n ia l en que aún se v iv ía , anacrón ico para su m entalidad

liberal y c ien tific ista , por e so en la p ro y ecc ió n d e e ste e sp a c io im p o n e a la im agen estética ,

la representación id e o ló g ic a del lugar.

E n cuanto a la d escr ip c ión del puerto de G u aym as ocurre exactam en te lo contrario.

H ay tam b ién una prim era d escr ip c ión d esd e la cubierta del barco don d e d iv isa , dice: « la

fam osa bah ía de G u aym as, una de las m ejores del P a c ífico , aun in c lu y en d o la de A ca p u lco ,

que lo es del orbe» (1 4 8 ). N om b rad a y a la ciudad, in ic ia la d escr ip c ión de esta bahía,

u n ien d o en un m ism o pasaje la v is ió n m arítim a co n la terrestre:

Guaymas presenta al viajero acuático un espectáculo desolador: parece una población

muerta, un esqueleto de ciudad asesinada, cuyos despojos yacen al p ie de unas montañas

áridas y rojizas. La fa lta total de vegetación, la proxim idad de aquellos cerros tan

bruscamente perfilados, el pardo y terroso caserío, embutido en las rocas hirsutas, dan la

idea de que va uno a desembarcar en una necrópolis, aquello es un Josafat a la orilla del

mar (148).

Si an a lizam os este pasaje descrip tivo , p o d em o s ver có m o con lo s m ism o s e lem en to s

con lo s que con figu ra el e sp a c io p aceñ o con figu ra una rep resen tación d istin ta del lugar

ca lifica n d o con otros atributos que, por ende, cam bian la s ig n ifica c ió n . C ontrastan lo s

co lo res azul, verd e y b la n co con el pardo y terroso de este lugar; la verd e arboleda con la

au sen cia de vegetac ión : el an im ad o cuadro y lo s m o lin o s que m u ev en al v ien to y anim an el

caserío p aceñ o con la in m o v ilid a d de un e sq u e le to y de la m uerte. E n sum a, las m etáfora

«d el caserío» recostad o «b lan d am en te en las laderas d e las c o lin a s» y que ob serva su

«gallarda im a g en en el m ar», co m o N a rc iso se o p o n e rad ica lm ente a la im a g en «d el caserío

em butido en las rocas h irsutas entre cerros bru scam en te p erfilad os» (1 4 8 ).

A s í que en la representación de esto s d os lugares, d esd e el mar, hay una v is ió n

antitética que contrapone la b e lle z a de L a P az recortada co m o un paisaje rural, con la

im agen de una « n ecró p o lis» co m o la nom bra el v iajero. S in em bargo, cam b ia su p ercep ción

del lugar entrando al puerto al encontrarle otros atributos, co m o se v e en las s igu ien tes

líneas:

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[ ...] una multitud de vehículos que circulan p o r todas partes, y otra multitud de cantinas en

que circulan muchos parroquianos, hacen comprender desde luego que se encuentra uno

en una ciudad viva, y rodeado de prósperas condiciones de bienestar y locomoción (148­

149).

L a v id a soc ia l e in d u striosa de sus pob lad ores an im a este e sp a c io m ás acorde con su

co n cep c ió n del progreso y de la im a g en que se b u scab a proyectar del n u ev o E stado

nacional. A sí que, las m ism a s razon es que orientan la ev a lu a c ió n n egativa de L a P az — su

v is ió n p o sitiv ista del m u n d o que se fundam enta en la razón y el progreso a través de la

c ien c ia y la te c n o lo g ía — so stien e esta v a lorac ión p o sitiv a del puerto de G uaym as a la que

ca lifica co m o « v iv a » y «próspera» con b ien estar y m o v im ien to . T am bién , sig u ien d o la

m ism a estructura de la d escrip ción de L a P az com p leta la im agen arqu itectón ica de

G u aym as con u na d escrip ción de la v id a socia l a la que ca lifica en su h acer p o lítico :

Pero así como La Paz es el asiento de la discordia privada, Guaymas es el santuario de la

desunión pública; el coliseo de la rivalidad y de la lucha: allí el que no es güelfo es

gibelino; quien no está con César está con Pompeyo; y se propagan los rencores políticos

más rápida y perniciosamente que una epidemia (149).

C o m o v e m o s , para com parar esta rivalidad p o lítica entre d os grupos, el autor u tiliza

el tex to h istó r ico y p erson ajes de la h istoria, para contrastarlos con una p o lítica anacrónica

y op u esta a la m odernidad. Y co m o en el ca so del paisaje d escrip tivo de L a P az, el autor

cierra con una sen ten cia m oral e id e o ló g ic a : «T al estad o candente de ex isten c ia socia l es

ju sto que d esap arezca en b ien de to d o s, y para siem p re» (1 4 9 ).

H em o s p o d id o com probar que la narración de G ó m ez F lores p on e en con tacto

ám bitos h u m an os y soc iocu ltu ra les, adem ás de g eo g rá fico s , h istó r ico s y arq u itectón icos

distin tos. E n esta narración d escrib e lo s prin cip a les puertos del m ar de C ortés. Su relato,

adem ás del va lo r literario, tien e un v a lor h istór ico porque m uestra una im agen de lo s

p u eb lo s que se desarrollaron a partir del b e n e fic io de las aguas gen erosas y m ítica s de este

G olfo . M uestra, tam bién , una im agen del p lan isfer io que se estaba con form an d o por lo s

in te lectu a les del s ig lo XIX en la b ú sq u ed a de una n u eva representación de la n ación a partir

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de d os va lo res p rop ios de la m odernidad d ecim on ón ica: la b e lle z a de la n ación m ex ica n a y

el progreso de sus ciudades.

P a sem o s ahora a la sig u ien te crón ica que llev a por títu lo , « B a ch im eto » (1 8 8 9 ), en

la que relata b revem en te su exp er ien c ia co m o parte de la co m itiv a que acom p añ ó al general

C añedo a una fie sta en este p eq u eñ o p ob lad o sin a lo en se , durante lo s d ías 2 9 y 3 0 de enero

de 1888. C o m o en sus anteriores v ia jes, la m ayor parte de su crón ica se dedicará al su ceso

soc ia l, por lo cual n o hay d escr ip c io n es del e sp a c io rural. S in em bargo, hay una b reve

im agen de C uliacán al in ic io del v ia je , d ign a de rescatarse en fu n c ió n de lo que v en im o s

analizando:

Pitó p o r última vez la locomotora, crujieron sordamente las coyunturas de hierro del tren,

púsose este en movimiento, cada cual se acomodó de menos mal que pudo, y a los

marciales acordes de la marcha Boulanger, p ieza de moda, se deslizó el monstruo p o r los

hilos de acero, dejando atrás en breve la encantadora ciudad, con sus cristalinos ríos, sus

torres agudas, y sus frescas arboledas (75).

L a m irada en m o v im ien to organ iza otro p eq u eñ o cuadro de la capital del estad o a

través, n u evam en te , de la top ografía que por e se en to n ces la sim bolizaba: lo s ríos y su

veg eta c ió n . L lam a la aten ción en este paisaje d escr ip tivo la re levan cia de la locom otora ,

co m o d ijim os, s ím b o lo del progreso en la p o esía m ex ica n a d ec im o n ó n ica cu y o avan ce

te c n o ló g ic o contrasta con la naturaleza salvaje.

E n cuanto a «C oncord ia , C op ala y P ánuco. E xcu rsió n de M erlín por am or al arte»

(1 8 8 9 ) es un relato que narra una ex cu rsió n h acia la serranía s in a lo en se que rea lizó lo s días

p rev ios al fe ste jo del an iversario de la In d ep en d en cia de M é x ic o . C o m o é l m ism o lo

advierte en el títu lo , lo h izo so lo por el p lacer de viajar a e so s lugares, en to n ces co m o

ahora, de d ifíc il a cceso , sobre to d o lo s d os ú ltim o s que por ser p u eb los m in eros que se

asientan en lo alto de las m ontañas.

C o m o en lo s anteriores tex to s de v iaje , este relato se exp resa en un len gu aje

cu idados, p len o de figu ras retóricas y de referen cias literarias a p ersonajes co m o el rey

M in o s, S ís ifo , A rtus, H e lio g á b a lo , el con d e U g o lín , así co m o nereidas, n áyad es, ondinas,

fau n os y á n g e les que h acen a lu sión a sus lecturas de E l Q uijote, L a s m il y u n a noches, L a

B ib lia , E l A m a d ís de G au la y otros tex to s m ás. Su estilo erudito y barroco, sin em bargo, no

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d ificu lta la lectura y la p ercep ción del recurso iró n ico y jo c o s o , m ás e lo cu en te en este tex to

que en sus otros relatos de v iaje.

L a m irada del cronista refiere un e sp a c io con form ad o por s itio s p in torescos,

naturaleza exuberante y b on an za eco n ó m ica . S u recorrido co m ien za en el v a lle de

C oncordia , antes de lleg a r a la ciudad que es cabecera h u m ild e de otras c iu d ad es de sim ilar

tam año: P ánuco, C opala , A g u a ca lien te , M es illa s , el V erde, T epuxta y Z avala . Para

enm arcar el relato e inaugurar el e sp a c io describ irá b revem en te un pa isa je natural a la

entrada, verd e y flor id o , co m o si se tratar de un paisaje cam pirano. A l p ob lad o dedicará un

am p lio pasaje en la prim era parte del relato para resaltar d os a sp ecto s que le parecen lo s

m ás sig n ifica tiv o s para definirla: prim eram ente, su g lo r io so pasado h istór ico que ju n to con

su antigüedad y origen esp añ ol (n o in d ígen a co m o otros lu gares de S in a lo a ) le dan linaje

n ob le , pues: «ha sid o transitoriam ente resid en cia de lo s pod eres del E stado, y sus h ijo s la

llam an (porque fu e el prim er lugar en S in a lo a que trem oló el p en d ón de la R eform a), la

cuna de la libertad» (2 3 0 ). A d em ás, n o s aporta datos de la batalla que se libró entre lo s

habitantes contra lo s fran ceses, a sí que a la par de com partirle al lector a lgu n os datos

h istóricos, d escrib e la s h u ella s f ís ic a s del torm ento fran cés que legaron g loria a esta v ie ja

ciudad patriótica, don d e se observan aún « [ . . . ] en n egrecid as ruinas aquí y acu llá , n egru zcos

paredones carcom id os y m u sg o so s , en orm es lie n z o s de fábrica, p róx im os a d esp lom arse

don d e crece raquítica la v e g e ta c ió n de la tr isteza y la m uerte atestiguan al v ia jero el

in m en so estrago de la catástrofe» ( 2 3 0 -2 3 1 ) .

G ó m e z F lores destaca la ig le s ia de C on cord ia c o m o lo m ás n otab le del lugar, de

estilo churrigueresco, y ju n to con las parroquias de C opala , E l R osario , M azatlán y

C uliacán , asegura son lo s ú n ico s tem p lo s que el estad o de S in a lo a tien e co m o obras de arte

y de v a lor arqu itectón ico . E n su relato asegura la futura celeb rid ad que ostentará u na m esa

de b illar d escom u n al, la m ism a fam a del ton el de v in o de H eid elb erg , p u es por su co lo sa l

tam año, dice: « [ . . . ] v a a servir de tem p lete o p a lco , a tod a la corte del c ie lo , el d ía del ju ic io

fin a l» . E l m esó n de C on cord ia es otro e sp a c io d ign o de lo s recuerdos del autor, y n o por

grato, « [ . . . ] (2 3 4 ) hab ilitado al m ism o tiem p o de m u seo de z o o lo g ía y d e arca de N o é » , ya

que en él, apunta, pu lu lan lo s an im ales: d esd e a v es y m am íferos, hasta b ich o s in d esea b les

co m o roedores, p u lgas y ch in ch es. L a abadía o m an sión cural, unas cuantas casas y la

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cap illa del C arm en son , en la apreciación del cronista, « lo s sitio s de C on cord ia que

com p letan la riqueza artística y arq u eo lóg ica de la ciudad» (2 3 4 ).

M erlín , seu d ón im o bajo el que escrib e G ó m ez F lores, p rosigu e su relato en su

cam in o h acia C opala , un recorrido lle n o de v id a , de m elo d ía s de pájaros , de an im ales

silvestres retozando y de un lu m in o so escen ario cam pestre, que, sin em bargo, p o co antes

de lleg a r a C hupaderos se transform a en una ruta árida, escarpada y áspera, d on d e se

detien en a descansar y a tom ar un «ruin a lm u erzo» (2 3 4 ).

E l camino al principio es agradable: fértiles campiñas y praderas, sembradas de chozas

que humean, e ininterrumpidas en sus mantos de verdura p o r oscuros bosquecillos, recrean

y encantan la vista, que vaga incierta de uno a otro punto del paisaje. E l aire es tibio y

perfumado, y en la turquesa del firmamento, las rosadas tintas de la aurora, que ya se

anuncian en el oriente, orlan de púrpura y gualda los blancos cendales de las nubes

matutinas. A poco, sobre la azulada cresta de una montaña que perfila su parda silueta en

el horizonte, surge magnífica el ascua de oro del sol, inundando el espacio de diáfana y

brillante claridad. Además, los pájaros entonan en sus ramas el himno de la mañana, los

animales retozan alborozados en las labores y todo el campestre escenario se llena de luz,

de movimiento y de vida (234-235).

E n con tram os co m o en sus anteriores relatos, la naturaleza recortada c o m o un b e llo

paisaje bajo el m o d e lo del lo cu s a m o en u s. L a v is ta en m o v im ien to que «v a g a » a u n o y otro

la d o del esp ac io , deta lla lo s co lo res que pintan este p aisaje de verde, azu l, turquesa, b lan co ,

púrpura lo s cu a les se in ten sifica n al con tacto con «el oro» del so l que « in u n d a» el lugar de

«brillante claridad». T am b ién el sen tid o del tacto , del o lfa to y el o íd o ayudan a organizar

este cuadro in tegrando al panoram a el «aire tib io y perfum ado» de la naturaleza y el son id o

m atutino de lo s pájaros. T od o el lugar se v u e lv e una ex p lo s ió n de lo s sen tid os que lo

expresan co m o «un escen ario cam pirano lle n o «d e lu z , de m o v im ien to y de v id a» . S e op on e

esta b e lla pintura a lo s terrenos yerm o s del s igu ien te trayecto del v ia je cu ya esterilidad

plasm a con cierto m en osp rec io . Tal es el caso de C hupaderos, cu ya d escr ip c ión dibuja un

lugar sa lvaje don d e resaltan la «aridez de lo s r isco s» , don d e en señ orean la s m aleza s y las

«rocas ásperas» (2 3 6 ) a sien to de las m iserab les ch o za s de lo s habitantes de e sto s parajes.

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M ientras continúan a scen d ien d o , M erlín d escrib e có m o en cada cerro, en cada

v u elta del cam in o , se d escubre la entrada de alguna m ina. Su m irada d escubre una

p rofu sión de ex ca v a c io n es , propias de la activ idad e c o n ó m ica preponderante en aquella

época.

A su arribo a C opala , G ó m ez F lores narra el rec ib im ien to por parte del párroco,

quien h ace las v e c e s de anfitrión y le m uestra a lo s v ia jan tes la d im inuta p laza y el tem p lo ,

e d ific io que M erlín con sid era h erm oso , con «d os esb eltas torres y e leg a n te fachada» (2 3 8 ).

D e su trayecto de C op ala a P án u co, M erlín rem em ora el can san cio , las subidas, la s bajadas,

la n o ch e y el an h elo por llegar.

L a d escr ip c ión que G ó m ez F lores h ace de P án u co es un registro del ed én ico lugar

con que d efin e el p ob lad o:

Pánuco es delicioso. Aunque situado en los prim eros estribos o escalones de la sierra a

más de 700 metros sobre el nivel del mar, su clima es agradable, y la cuenca irregular y

fragosa, entre cuyas arrugas se disemina el caserío de suma fertilidad y hermosura

M ientras en las laderas de los montes trepan enclenques y rastreros, descoloridos arbustos,

y arremolina y cuaja el cierzo las nubes, en los erizados picos, — crece lozana y vigorosa,

en el fondo de los barrancos, la vegetación de la tierra caliente—, y se oye noche y día la

grata música del agua que salte entre las guijas (239).

E sta representación , tan pród iga en e lo g io s , p intada co m o en lo s pasajes anteriores

referen tes al e sp a c io c o m o un arm ónico p aisaje cam pirano co lo r id o y lle n o de v id a ob ed ece

n o so lo a la im a g en del lugar p er s e , s in o a que el P án u co d e en to n ces era un referente

industrial y m inero , un e sp a c io p rop ic io para el b ienestar y el progreso eco n ó m ic o de la

soc ied ad sin a lo en se , por e so in c lu y e co m o parte del paisaje am en o , otros e lem en to s que

refieren la riqueza m ineral del p ob lad o, la te c n o lo g ía y el co m erc io :

Pánuco ha dado al mundo raudales de plata, aún tiene en sus entrañas metal suficiente

para excitar p o r mucho tiempo la codicia del hombre. La hacienda de beneficio de San

Nicolás, montada a la altura de los más recientes progresos de la ciencia, y la tienda de

raya, elegante y bien surtida, constituyen las dos grandes arterias de aquel estupendo

organismo industrial, donde el incentivo del lucro, el humo de las chimeneas, el silbato de

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vapor, las galas de la naturaleza, y el azul del cielo, se ofrecen jun tos en extraño maridaje,

a la admiración del viajero (239-240).

C o m o se recordará, en la crón ica de « V ia je a T o p o lo b a m p o » lo s pasajes que e lo g ia

son a q u ello s refer id os al f lo rec im ien to de la agricultura y por en d e al progreso ec o n ó m ic o

de la reg ión . A q u í, por las características g e o fís ic a s , fo c a liz a su aten ción en lo s recursos de

la m inería, igu al de im portantes para el desarrollo industrial y ec o n ó m ic o del estad o , pero

u n e a esto s e lem en to s las características del p aisaje natural con lo cual res ig n ifica el lo cu s

a m o en u s , co m o h ab íam os y a señalado. .

U n par de an écd otas ch u scas aderezan su estan cia ahí, am bas relacion ad as con el

río del p u eb lo , « n im io s in c id en tes a cu áticos» (2 4 0 ) lo s nom bra él. F ran cisco G ó m ez F lores

co n c lu y e su crón ica co n el regreso a C oncordia , a lo s fe ste jo s patrios del 15 y 16 de

septiem bre. L o h ace con hum or, sin perder su característico estilo adornado, para dar cuenta

de la lim p ieza y ornam entación de la ciudad, del m u y concurrido b a ile y la abundante

com id a y b eb id a de una fie sta que, d ice, se p ro lon gó por cin cu en ta horas.

E n co n c lu sió n para cerrar nuestro an á lisis de lo s relatos de v ia je de G ó m ez F lores

p o d em o s afirm ar que en la d escr ip c ión de lo s e sp a c io s s in a lo en ses , su v is ió n p r iv ileg ia y

e lo g ia a aq u e llo s lu gares don d e la m an o del hom bre em p ieza a dom inar la naturaleza

h acien d o fructificar lo s cam p os; don d e se v e la in te lig en c ia ap licada al trabajo agríco la y

m inero. E n esto s pasajes, el o jo d escrip tivo trata de captar el e sp a c io m aterial y f ís ic o y

representarlo en fu n ció n de lo s id ea le s que p rom ovía el n u ev o E stad o m ex ican o .

A u n cuando las estrateg ias descrip tivas que u sa el autor para proyectar lo s esp a c io s

son lo s m o d e lo s p roven ien tes de la literatura, co m o el lo cu s a m o en u s o el tem a de la tierra

pródiga, tropos de la abundancia y la fertilidad de estado, sin em bargo, el autor, in flu id o

por el p en sam ien to p o sitiv is ta del s ig lo XIX, en lo s pa isa jes s in a lo en ses n o son so lo para

deleitar sin o para d ifundir y exaltar la activ idad agríco la , industrial y com ercia l co m o

exp resión del progreso y la in te lig en c ia hum ana. E s decir, lo s pa isa jes n o son so lo para

contem plarse, s in o para ver el ap rovech am ien to que se p u ed e h acer de lo s recursos

naturales en pro del país.

A d em ás, con la escritura de sus tex to s, co m o ocurre con la d e otros in te lectu a les de

fin a les del s ig lo XIX se trata prim eram ente de cu m p lir con un d o b le p rop ósito de estab lecer

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con tin u id ad es territoriales allí don d e n o hay co m u n ica c io n es y d on d e el d esco n o c im ien to

de terreno su p on e la pérdida de la identidad. S e b u sca tam b ién m ostrar una im a g en n u eva

de la n ación don d e se m uestre pujante en su eco n o m ía , c iv iliza d a , asentada en un pasado

g lo r io so y de cara a un futuro próspero.

6 .1 .3 L o s p a isa je s r u r a le s a g r íc o la s en R a m ó n R u b ín y R u b é n R o c h a M o y a

R am ón R ubín n a c ió en M azatlán , S inaloa , en 1912. Sus prim eros cu en tos aparecieron

p u b licad os en la R e v is ta de rev ista s, en la ciudad de M é x ic o . L lam a la aten ción su p ro lífica

obra, e sp ec ia lm en te si se tom a en cuenta la d iversid ad de sus tem as, s itu acion es, personajes

y lugares. S egú n lo s e stu d io so s tien e 2 0 n o v e la s y 54 cu en tos, a lgu n os de e llo s pu b licad os

en el libro titu lado C a sicu en to s d e l a g en te v ia jero (1 9 9 7 ), que com en tarem os a

con tinuación ,

E n lo s relatos de esta b reve obra, un jo v e n de 17 años se d ed ica a recorrer lo s

p o b lad os y rancherías del estad o para ven d er varias m ercan cías co m o te las, v in o , chapas de

bronce, com id a , etcétera. L a o ca sió n del v ia je le perm ite al autor d esp legar estam pas del

paisaje rural de lo s años cuarenta de S in a loa y al m ism o tiem p o referir la s co n d ic io n es en

que se v iv ía en lo s in c ip ien tes p ob lad os. A la u san za de en ton ces, frecu en tem en te hará sus

v ia jes en m ula, a cab a llo o a pie.

C ada una de estas h istorias cuenta una aventura d istin ta que ocurre tam b ién en

p o b lad os d iferen tes co m o San L oren zo , C ham etla, E lota , L o s M o ch is , C osa lá y otros

lu gares m ás, por e se en to n ces m u y a lejad os d e C u liacán d eb id o a lo s p é s im o s ca m in os y al

rudim entario transporte. Sus itinerarios y las b reves d escr ip c io n es de lu gares v is ita d o s,

aunque b revem en te trazados, le perm ite al narrador la p ro y ecc ió n de lo s paisajes

cam pestres que recorre este agen te v iajero. H ay en esto s relatos del autor, tam bién , una

ev id en te p reocu p ación , por representar lo s e sp a c io s de m anera realista, de m o d o tal que

puedan v isu a liza rse co m o eran en ese tiem p o. E ste m im etism o esp acia l lo co n sig u e a través

de una en u m eración d e e lem en to s que p recisa lugares, ob jetos o en tidades co n stitu tiv o s de

un e sp a c io rural co m o caseríos, ríos, cam p os, p layas, ca lle s p o lv o sa s , m u las, cab a llo s y la

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u tiliza c ió n de nom bres de p o b lad os s in a lo en ses co m o San L oren zo , Q uilá, L o s M o ch is ,

asp ectos que articu lados refuerzan la v ero sim ilitu d de la historia.

D e to d o s e sto s relatos n o s detendrem os a com entar tres don d e exp líc ita m en te se

h ace referen cia a la activ idad agríco la y al papel de la te c n o lo g ía y del avan ce e co n ó m ico

del estado.

L o s su ceso s están u b ica d o s tem p oralm en te d esd e el prim er cuento. M ás im portante

que la m en c ió n de lo s años 2 9 y 30 resultan las referen cias a las co n secu en c ia s de la crisis

m undial que se v iv ía en e se en ton ces, y a la o b servac ión de que la m iseria eco n ó m ica del

país era resu ltado de la G ran D ep resió n v iv id a en E stad os U n id o s. A s í el cu en to «L a

libretita», don d e el narrador relata có m o pasa de com ercian te de te la s a ven d er chapas de

bronce y engañar a lo s r icos de lo s d iferen tes lu gares que v is ita para que se conviertan en

sus c lien tes , in ic ia con el pasaje sigu ien te:

Rechinaba maltrecho el tobogán de la civilización capitalista al patinar sobre los

resbaladizos carriles de la crisis económica en aquellos críticos días de los años

veintinueve y treinta. Eran los tiempos de la gran depresión financiera mundial. Y esa

inesperada contingencia, fa ta l de estabilidad de tantos negocios prósperos, que iba

descendiendo desde el vecino pa ís del norte con su cauda de quiebras y ruinas empezaba a

descargar sus dramáticas repercusiones sobre México.

Numerosas empresas que fueran florecientes y hasta los bancos más sólidos se

debatían aprisionados en una conmoción superior a todas las previsiones, reventando con

estrépito al no poderlas sortear (15)

E sta precaria situ ación eco n ó m ica era producto de la cr isis m undial surgida en el

p eriod o de entreguerras y su am biente enm arca to d o s esto s cu en tos d e R ubín , p u es la

m ayor parte de lo s p u eb lo s que recorre son m agros caseríos, apenas hab itados por gen te

m ás b ien h u m ild e, sob resa lien d o u n o que otro rico y lo s com ercian tes rurales.

E n « I lu s io n es de la verd e a d o lescen c ia » se narra la aventura am orosa que en San

L oren zo v iv e este jo v en m ercader con u na viuda. E l relato, sin em bargo, abre con un pasaje

d escrip tivo de este p ob lad o que está ju n to a la sindicatura de Quilá:

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E l camino no es largo ni pintoresco. Campos llanos y áridos hasta que las lluvias del

verano nos visten de fragantes quelites y trepadoras florecidas. Solo algún ganado fin o

entre vestigios parvos de fracasados maizales... pero la ruidosa técnica moderna estaba ya

presente bajo la fo rm a de algunas excavadoras que iban abriendo canales de riego para

convertir la planicie sepia en una demarcación más de los verdes y rosados plantíos de

caña dulce llamados a alimentar los molinos del ingenio de Eldorado.

No era el pueblo de San Lorenzo menos triste que sus alrededores. P or todos lados y

hasta la m itad de su única calle habían rodado las piedras de la cerca de los corrales que

separaban las pequeñas casas de adobe como si hubieran pasado p o r él la mano fa tíd ica

de un terremoto. Solo adentrándose uno un poco podía percatarse de que no estaba

abandonado p o r completo (23).

N in g ú n e lem en to de esta d escrip ción ni el cam in o ni lo s cam p os ni el p ob lad o ni lo s

m a iza les , o frecen en su conjunto una p in toresca v is ió n rural, co m o en el ca so de G ó m ez

F lores. Por el contrario, cada ad jetivo se lecc io n a d o opera para o frecer una im a g en de

carencia, abandono y p ob reza . N o obstante, este triste caserío se v e eva lu ad o p ositivam en te

por la p resen cia d e la m áquina y la in te lig en c ia hum ana en las «exca v a d o ra s q u e iban

abriendo can ales de r ie g o » q u e por su a cc ió n podrá convertir las p la n ic ies sep ia en fértiles y

co lo r id o s cam p os de caña para el in g en io de E l D orado.

« D o s ch in itos o b se q u io so s» es un tex to m u y interesante porque narra el encuentro

con d os m ercaderes orien ta les. T ien e re lev a n cia esp ec ia l por ser u n o de lo s p o c o s de la

literatura m ex ica n a q u e aluden a esta p o b la c ió n q u e d esd e fin a les del s ig lo XIX había

em p ezad o a em igrar al n oroeste m ex ica n o . T am bién agrega in form ación sobre có m o fueron

tratados y lo s p reju ic ios racia les a lo s q u e tu v ieron q u e enfrentarse. L o s su c e so s con tad os se

u b ican en L o s M o c h is a la que d escrib e de la sig u ien te manera:

Como en Navolato en Eldorado y en otras poblaciones nacidas al soplo de la prosperidad

que insuflaron los ingenios donde se refina el azúcar de caña, allí las amplias calles eran

entonces caudalosos ríos de polvo labrados p o r las carretas de rodado metálicos que

traían de los campos de caña para la molienda y donde las piernas se hundían hasta las

rodillas en la época de secas. En los meses de lluvia, como aquel este polvo se convertía en

un fango pegajoso e igualmente profundo. Y realizar el recorrido desde la estación del

ferrocarril al hotel a bordo del destartalado camioncito que prestaba este servicio,

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implicaba riesgos mayores de quedar atascados en un bache y rebosados de lodo que el

que sin duda existía haciendo el trayecto a p ie p o r las elevadas banquetas (467).

C o m o se v e , a pesar de la rusticidad del p ob lad o, resalta su carácter de in c ip ien te

urban ism o por las ca lle s anchas, en m o v im ien to con stan te de las carretas, la e sta c ió n del

ferrocarril y el h otel e lem en to s q u e en su conjunto organ izan un e sp a c io próspero orig inado

p rincipalm ente por las activ id ad es del in g en io azucarero.

A su v e z , llam a la a ten ción q u e en lo s p u eb lo s con in g en io azucarero, c o m o L o s

M o ch is , E ldorado, N a v o la to y Q uilá, a pesar d e que en la d escrip ción d e lo s lugares no

aparece n in gú n asp ecto p o sitiv o , el narrador resalta el h ech o de que e sto s han surgido «d e

la prosperidad», d eten ién d o se en señalar lo s can a les de r iego , lo s cam p os agríco las, el

m o v im ien to en las ca lle s y el ferrocarril. A pesar de lo s in co n v en ien tes de la tecn o lo g ía , la

d escrip ción de esto s lu gares d esd e la p ersp ectiva del narrador parece tener un futuro

próspero . R eco rd em o s, que con una p ersp ectiva sim ilar, F ran cisco G ó m e z F lores e lo g ia el

p ob lad o de A h o m e , por las activ id ad es del in g e n io azucarero y lo s p lan tíos cu ltiv a d o s y

regados con abundante agua.

R u b én R o ch a M o y a ha s id o m ás un autor de tem as a ca d ém ico s y p o lít ico s; sin

em bargo, en d os de sus libros, C aña Q u em a d a (2 0 1 2 ) y E l D isim u lo . A s í n a c ió e l n arco

(2 0 1 3 ), in gresa a la activ idad literaria e scen ifica n d o sus relatos en la sierra de su natal

B adiraguato, un m u n ic ip io a ledaño a C u liacán del que han surgido h istorias y personajes

que ahora tom an p rotagon ism o en el im agin ario actual m ex ica n o , e sp ec ífica m en te las

relacion ad as con el narcotráfico de estu p efa c ien tes , dado que se le u b ica co m o el lugar

don d e n ació la p rod u cción de la droga y lo s líd eres de lo s carteles m ás im portantes de

M é x ic o . E sta p ersp ectiva es la que tom a el autor para narrar la h istoria de E l D is im u lo , tal y

co m o lo m an ifiesta en una entrevista el propio autor:

Esta novela es una suerte de fijación que había tenido p o r ser originario de Badiraguato y

que en mucho ha sido estigmatizada p o r hacerse suponer que si ahí nació el narco, todo

mundo es narco [...].

Todo lo que cuento parte de un acontecimiento real, cosas que me tocó ver o escuchar,

aunque viví en Batequitas hasta los siente años, nunca me desligué p o r completo; me

interesaba examinar el narco en su origen, su cultura, tradiciones (Manjarrez, 2014).

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A d iferen cia de lo que h ace en esta n o v e la , lo s o ch o cu en tos anteriores se ocupan de

relatar otros asp ectos de lo s d istin tos p ob lad os de estas reg io n es serranas. E n e llo s el autor

n o trata acerca de lo s tem as de la m ito lo g ía negra que sobre e sto s e sp a c io s se ha contado

por lo s m ed io s de co m u n ica c ió n y cantado por lo s corridos: aquí el autor b u sca poner en

escen a , «gen te de b ien » , co m o se d ice de lo s ca m p esin o s que con su esfu erzo y trabajo

m adrugan para convertir la serranía en cam p os de labranza. C uando R o ch a M o y a p u b lica

este libro, la narrativa s in a lo en se ha dado ya un g iro h acia lo s tem as de la urbe y su

p rob lem ática del narcotráfico , por e so sus relatos pu ed en con sid erarse de un costu m b rism o

tardío que e lo g ia la v id a rural m o d esta pero arm ónica op u esta a la co n flic tiv a v id a urbana.

E l rea lism o e le g id o co m o estrategia narrativa ayuda a id en tificar lo s pa isa jes del m ed io

am biente serrano, el m o d o de hablar de lo s habitantes, a lgu n os su c e so s o íd o s de sus

m ayores o a lgún personaje que la creativ idad del autor ahora ha recuperado en este

u n iv erso literario.

Sus personajes son ca m p esin o s — m ujeres y h om b res— que v iv e n de la p izca de

ch ile y tom ate a pesar de las co m p lica c io n es que puedan surgir en cada tem porada; o b ien

trabajadores de lo s cañaverales, que sob rev iven a lo s p elig ro s a lo s cu a les se enfrentan

to d o s lo s d ías, p u es las co n d ic io n es de trabajo son dep lorab les, lo s su e ld o s una m iseria y el

calor s in a lo en se h ace que su labor, a partir de las o ch o de la m añana, se con v ierta en un

in fierno. M u ch o s de e llo s son m igrantes de O axaca, C hiapas y G uerrero y hay tam b ién en

estas h istorias h áb iles rancheros representantes de la otra activ idad serrana, que es la

ganadería.

E n el cu en to «C aña quem ada» (2 0 1 2 ) describ e u na cotid ian a escen a labriega, donde

hom bres y m ujeres se preparan para la activ idad del d ía que es el corte de la caña, la cual

por e se tiem p o con stitu ía una de las prin cip a les activ id ad es co m erc ia les del estado. E ste

trabajo recaía p rin cip alm en te en lo s m igrantes del sur, que acostum brados a duras faen as y

m o tiv a d o s por la m iseria , llegab an a m on ton es, en la tem porada d e la zafra, cargando con

sus fam ilia s y con apenas u n o s cuantos ob jetos fam iliares a ocupar las barracas del pueblo:

Todos madrugan porque el corte debe hacerse con la fresca del día, pues un poco después

de salir el sol la caña se calienta y no hay quién resista andar en el cañaveral, aunque más

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madrugan las mujeres a hacer el lonche. También p o r la mañana es una sola rejolina en

los chamizos de cartón y rama. Nomás se divisan cachimbas que se mueven de un lugar a

otro según el andar de las señoras. Ésta es una rutina que aparece en los días de chamba.

Nomás el domingo no, pero estando bien el tiempo no hay día que fa lle (149).

A d em á s de la usura, las tien d as de raya, lo s su e ld o s m iserab les, la sequía , estos

personajes ten ían que enfrentar un p e lig ro cotid ian am en te en el cu m p lim ien to de su p en osa

activ idad , co m o advierte el narrador:

Qué de peligros se corren durante el traslado del campo a parcela de caña [...] Lo temible

y peligroso está en los filosos machetes de los que, según las presumideras, fácilm ente se

puede rasurar quien quiera o lo rasuran si lo prefieren. Ya no se diga que se puede

degollar a una persona, y el riesgo no solo está en la acción individual p o r descuido, o

intencional, lo que era muy probable, porque cuando menos se piensa se presentan broncas

entre algunos labriegos [...] (150).

O tro de lo s p erson ajes d e sus cuantos es J osé Jesús, C hichi, un arrojado vaquero

que, aprendió a som eter hasta a la m ás d ifíc il de las v a q u illa s . S u p u eb lo es S uaquí, y co m o

otros de las p o b la c io n es aquí descritas se encuentra en c lavad o en las co lin a s de la S ierra

M adre O ccidenta l. E ste cu en to es de lo s m ás orig in a les, p u es en la literatura del norte de

M é x ic o al contrario de lo s fa m o so s libros de w estern s o de lo s f ilm e s norteam erican os, casi

n o hay h istorias don d e aparezcan vaq u eros, ex cep to por a lgu n os de lo s relatos, co m o

v im o s en el cap ítu lo anterior de N e ll ie C a m p o b ello y R afael F. M u ñ oz , tam b ién en la

narrativa su d californ ian a co m o lo ha an a lizad o M arta P iña (2 0 1 2 ). E n este relato, el

narrador se d etien e para contarnos las h ab ilid ad es de d eta lle que este vaq u ero ha

desarrollado dejando así el autor una estam pa de una form a de v id a de la serranía

sin a loen se .

De todo el recorrido, ése fu e el momento en el que estuvo más cerca de ellos la vaquilla

orejana, aunque el vaquero, en medio del trastabilleo de la caída, no pudo hallar lazo con

su reata, porque se le había enredado. 219

219 Véase el ensayo de Piña Zentella, M (2012: 75-92) «El ranchero en la literatura sudcaliforniana» enEspacio y discurso. Perspectivas acerca de regiones literarias y lingüisticas.

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José de Jesús, haciendo caso omiso a los estropeos que recibió en la arrastrada del

animal, se levantó como si nada, se fu e al tronco del árbol y afianzó la amarrada. La

vaquilla todavía briosa brincaba y retozaba queriendo zafarse, pero no pudo. Hasta ahí

llegó la faena. Lo que vendría sería pan comido para el vaquero (197-198).

L as narraciones de R o ch a se ocupan tam b ién de m ostrar la p rogresiva

m o d ern ización y tecn ifica c ió n del cam p o con la lleg a d a de la m aquinaria que ayudaba a las

faenas de lo s trabajadores de lo s a ltos de S inaloa, de lo s jorn a leros m igratorios de O axaca,

G uerrero, Z a ca teca s, D u ran go y de otros estad os del país que d io p aso a una n u eva

gen eración de agricu ltores y de d u eñ os de cam p os tom ateros, de em p aq u es y que perm itió

el avan ce de la activ id ad agríco la P ero aunque fueron u na im portante ayuda para

increm entar la p rod u cción del cam po, el narrador advierte que sin la m an o de obra de lo s

n u m erosos jorn a leros, n o habría sid o p o sib le esta p rod u cción , p u es lo s h om bres:

[ ...] preparaban la tierra, plantaban, ponían los estacones, que soportaban las matas de

tomate, chile y pepino; ya crecidas, fertilizaban, fumigaban, operaban los troques que

acarreaban la producción, apartaban la rezaga para el mercado nacional, empacaban la

fru ta para el mercado internacional. En suma, todo lo hacían y para entonces con salarios

muy bajos, con prestaciones regateadas p o r el patrón, aunque para ellos era como una

oportunidad de vida, porque no había de otra (186).

E l m érito de R o ch a M o y a es haber p u esto en la cartografía de la literatura m ex ica n a

esta zo n a de la serranía s in a lo en se con un pasado con ectad o con las lab ores de la tierra.

A pesar de que la v id a rural era m ás d ifíc il y carente de las co m o d id a d es de la m odernidad,

lo s habitantes parecen v iv ir una ex isten c ia co tid ian a arm ónica y m en o s com p leja que la que

se representa actualm ente en la literatura s in a lo en se urbana, co m o he señ a lad o en el

cap ítu lo anterior. 220

220 Aunque hay escritores que han tomado como escenarios para sus historias los pueblos del norte —Daniel Sada, David Toscana, Eduardo Antonio Parra—, son muy pocos los que escriben sobre esta región serrana, acaso César López Cuadras, nacido en Surutato, en algunos de sus relatos de Cuatro muertos por capítulo (2013); sin embargo, si de escenarios rurales se trata, su lugar privilegiado es Guasachi, el Macondo sinaloense.

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Para cerrar este apartado y co m o u na co n c lu sió n adelantada p o d em o s afirm ar que

F ran cisco G ó m ez F lores, R am ón R ubín y R u b én R o ch a M o y a han tem atizad o el esp a c io

rural y sus activ id ad es agríco las y m ineras para proyectar una im a g en d e S in a loa co m o un

esp a c io fértil y d e naturaleza y abundante, pero para que esta pu ed a prodigar sus b ien es

deb e im p on erse el trabajo del hom bre, su in te lig en c ia , y la te c n o lo g ía . S in em bargo, hay

que resaltar que n o hay en lo s ú ltim o s d os escritores la en tusiasta ce leb rac ión a la tierra y a

la identidad n acion al que en con tram os en la obra de F ran cisco G ó m ez F lo res . E scritas sus

obras en p eriod os d iferen tes m uestran lo s d istin tos puntos de v is ta con resp ecto a un m ism o

referente esp ac ia l: en su escritura hay una la d esv a lo r iza c ió n de la activ idad agríco la por el

gob iern o , el abandono de esta activ idad com ercia l que h ace que lo s personajes que se

d ed ican a estas lab ores se v ea n representados co m o pobres y m arginados en p u eb los

m iserab les.

O tro asp ecto que d eb em o s señalar es que en literatura s in a lo en se actual el cam p o ha

d esap arecid o co m o e sp a c io de sus narraciones, a m en o s que en e lla s se trate del asien to de

un je fe de cartel que m uestra osten tosam en te sus grandes prop ied ad es cam p estres co m o en

«E l señor de señ ores» de M ig u e l T apia (2 0 1 0 ); ta m p o co aparecen las parcelas de hortalizas,

lo s cañaverales, las huertas de frutas, lo s can a les de r iego , lo s surcos sem brados de m aíz ,

lo s ca m p esin o s lab o r io so s, las m ontañas azu ladas, lo s in g en io s azucareros y to d o s eso s

sitio s que le otorgaron al estado el ca lif ica tiv o de «E l granero de M é x ic o » , aún u sad o por

lo s d iscu rsos gubernam entales. P or el contrario, É lm er M en d oza , co m o h em o s m ostrado,

p r iv ileg ia en sus n o v e la s la ciudad de C uliacán para representarlo co m o un s ím b o lo de

v io len c ia ; A lfo n so O rejel am bienta sus h istorias en la ciudad de L o s M o c h is y sí a lguna de

sus relatos aparece el cam p o es só lo para escen ifica r un secu estro o un crim en. Juan José

R od rígu ez, por su parte, en el relato p o lic ia co M i n o m b re es C a sa b la n ca (2 0 0 4 ) narra su

natal M azatlán para contar una h istoria n egra .221

221 En el espacio de esta novela, a los referentes convencionales de un puerto como el mar, la playa, el sol, las palmeras, la luz, el calor, los mariscos, la música, los hoteles y la cerveza, se añaden los de la vida nocturna, donde campean las ejecuciones, la ambición, el poder, la injusticia y la violencia. Así, Juan José Rodríguez muestra dos caras de Mazatlán, una descrita a la luz del día que la define como un lugar de placer acorde con los discursos turísticos y otra, nocturna, construida a través de sitios como cantinas, burdeles, hoteles baratos, casas de capos y caminos vecinales que conducen a la muerte. Esta última mirada es la que pesa más en el relato para la representación del espacio, apenas contrastada por breves alusiones al paisaje porteño, casi como de paso, como esta, convocada en un paseo vespertino del protagonista para alejar de si la certeza de más muertos.

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6 .2 L u z y so m b r a s en la s c iu d a d e s in d u s tr ia le s d e l N o r e s te

Prefiero pensar a Monterrey como un lugar con polvo, piedras, sol

y nubes más que como si fuese una ciudad industrial.

David Toscana

N o se p u ed e com prender la rep resen tación n eg a tiv a que h ace la narrativa actual del norte de

la ciudad de M onterrey, estereotipada co m o m oderna, eco n ó m ica m en te pujante,

in d u striosa , de grandes co n so rc io s y fáb ricas, sin haber an a lizad o antes el d iscu rso de

A lfo n so R ey es , « L o s reg iom on tan os» (1 9 4 3 ), que en sa lza sobrem anera al n eo leo n és . A

diferen cia del d iscu rso a p o lo g é tico del llam ad o « e l reg iom on tan o u n iversa l» , la narrativa de

escritores co m o D a v id T oscan a , E duardo A n to n io Parra, C arlos V á zq u ez , O rfa A larcón ,

H u g o V a ld és, F e lip e M o n tes y A rm ando G arcía P u lid o , por m en cion ar lo s m ás co n o c id o s ,

in v ierte el s ig n ifica d o de la urbe reg iom on tan a para m ostrarnos el lad o som b río de las

ciu d ad es m odernas en sus d iferen tes ex p resio n es o para d esm itificar aq u ellas cu alid ad es

con las que se ha caracterizado. Para p od er dem ostrar esta h ip ó tesis , se analizarán

prim eram ente las n o v e la s E l C rim en de la C alle de A ra m b e rr i (1 9 9 4 ) y N o sta lg ia de la

so m b ra (2 0 0 2 ), cu yas tram as transcurren en esta capital, para p roceder al an á lisis m ás

am p lio de la v is ió n de d ich a ciudad en la narrativa de D a v id T oscan a. S in em bargo, antes

de m ostrar e jem p lo s de estas im á g en es n egativas, n o s deten d rem os a rev isar este breve,

pero ya c lá s ico , tex to A lfo n sin o , porque só lo a través de su com p aración con las n o v e la s

m ás recien tes se podrá percib ir d icha in v ersió n de va lores.

C on un d iscu rso e lo g io so le íd o en 1943 durante la segu n d a F eria del L ibro del

G ob iern o del E stad o de N u e v o L eón , A lfo n so R e y e s presenta a las letras co m o un ob jeto de

ven erac ión y o rgu llo y al libro co m o la m ás grande con trib u ción a la h u m an ización del

hom bre, y a que es en lo s libros en don d e el hom bre p on e lo m ejor d e sí m ism o para

perpetuar en esp ec ie , bajo la co n sig n a de que « lo s d e sc iv iliz a d o s de h o y en d ía que

entregan lo s lib ros a la h ogu era ignoran que están d estru yén d ose a sí m ism o s» (1943: 177).

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E l libro es com pañía , orien tación , in tegración hum ana: cuerpo y alm a, y la reunión

que con e llo s se h ace « e s el sa ldo y el registro de las a cc io n es y rea cc io n es de un p u eb lo »

(1 7 7 ), es decir, la rep resen tación de lo que sus habitantes son y d esean ser.

C o n estas r e flex io n es sobre el libro cierra la prim era parte de su d iscu rso para

ded icarse en las s ig u ien tes lín ea s a hablar d e su estado natal y h acer una a p o lo g ía de sus

coterráneos. A s í que, con el án im o de presentar al estad o de N u e v o L eó n «ob jetivam en te» ,

sin sen tim en ta lism os, R e y e s ex p o n e sus d iversas cu alidades. L a reg ión es en a ltec id a por su

destacada industria y co m erc io , co m o una unidad p o sitiv a con « recta ad m in istración » que

le p erm itió la creación de sus p rod u ctivos centros « fab riles» con « in tach ab les prácticas de

trabajo». H ab la R e y e s d e su puntual cu m p lim ien to en sus o b lig a c io n es lab orales que han

generado el «b ienestar» de su p ob la c ió n , a pesar de la crisis. A lfo n so R e y e s con sid era que

el territorio podría haber quedado co m o cam p am en to irregular, sin em bargo, gracias a sus

hom bres de letras, de arm as y de sabiduría, este e sp a c io estéril se con v irtió en una:

Honesta fábrica de virtudes públicas, vivero de ciudadanos, escuela práctica del contrato

en que los filóso fos de todo tiempo han creído ver la explicación teórica de las sociedades

humanas, es prueba evidente de la voluntad que se impone sobre la geografía, de la mente

que se apodera de la materia y la pone a útiles rendimientos. Los mismos conflictos

sociales tienden a resolverse de modo automático donde cada uno cumple a conciencia el

deber concreto que le toca (181).

Para el autor, atrás quedaron las v ie ja s d escr ip c io n es que h ic ieron de M onterrey

P ereyra y G arcía, en la s que hablaban de un río seco o de grandes desbordam ientos.

M onterrey se reed ifica gracias a la e x c e le n c ia d e su g en te y a sus d estacad os gobernantes

que reform aron la ciudad hasta convertirla en la segu n d a capital del país. A s í, so lo « la

g en te m ás adulta de la R ep ú b lica » podría haber transform ado un páram o, un descam pado,

en una de las reg io n es m ás prósperas del país.

Allá no había tronco para el injerto; no encontraron los fundadores un cimiento de

civilización estable sobre el cual plantear su nuevo edificio; no contaron con los brazos del

indio para levantar su arquitectura como aconteció en la meseta central [...] En la tierra

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despojada y hostil solo sonreían los manantiales, los Ojos de Agua de Santa Lucía en torno

a los cuales se agruparon, sedientos, los remotos fundadores de M onterrey (178).

T erm ina este d iscu rso con una e to p ey a en co m iá stica de lo s reg iom on tan os tom an d o

co m o prototipo al obrero de las fábricas, sen c illo e in d u str ioso que representa por ex ten sió n

a una ciudad d on d e la razón y la activ idad m ercantil son sus rasgos defin itorios:

E l regiomontano, cuando no es hombre de saber, es hombre de sabiduría. Sin asomo de

burla pudiera afirmarse que es un héroe en mangas de camisa, un paladín en blusa de

obrero, un filóso fo sin saberlo, un gran mexicano sin posturas estudiadas para el

monumento, y hasta creo que un hombre feliz. [...] Tales son, entre las moles esplendidas

del Cerro de la Silla y el Cerro de M itra que montan la centinela en los contornos de

nuestro valle, la tierra y los hombres donde pronto hemos de ver el concierto del comercio

y la inteligencia, o para decirlo en la metáfora mitológica grata a los humanistas, las

bodas de M ercurio y M inerva (182).

C o m o en la obra de F ran cisco G ó m ez F lores, el d iscu rso e lo g io so de R e y e s trasluce

un p en sam ien to p o sitiv is ta don d e la in te lig en c ia y la razón, en este ca so al serv ic io de la

activ idad com ercia l, han lograd o la prosperidad de la c iu d ad . A q u í la vo lu n tad se im p u so

sobre la geografía .

6 .2 .1 C iu d a d c r im in a l: la n a r r a t iv a d e H u g o V a ld e z , E d u a r d o A n to n io P a r r a y L u is

J o r g e B o o n e

E l crim en de la ca lle de A ra m b e rr i de H u g o V a ld ez (1 9 9 4 ) tien e co m o escen ario la ciudad

regiom ontana, en el año de 1933 , ép o ca en la que ésta despuntaba co m o una pujante urbe

por sus activ id ad es eco n ó m ica s e industria les, s im b o liza d a en la em presa m etalúrgica , L a

Fundidora. L a h istoria cuenta un a sesin a to real de d os m ujeres, A n to n ia L o za n o y su h ija

F lorinda M on tem ayor, q u ien es se encontraban en su casa cuando cuatro a sesin o s, d os de

e llo s fam iliares de la m adre, irrum pen en la tranquila y co tid ian a m añana del 5 de abril para

robar lo que el padre, obrero en L a Fundidora, había co n seg u id o ahorrar hasta entonces:

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cuatro m il p eso s en oro. U n d etective , In és G o n zá lez , im p resion ad o por la saña con que

m atan a la s m ujeres, es e l encargado de in vestigar q u ién es com etieron el a sesin a to y có m o

lo h icieron .

D o s grandes tem p ora lid ad es cruzan y organ izan este relato: la del pasado, en donde

la ciudad v iv e segura y con fiad a y el aquí y ahora del relato b ase , en el que se m uestra una

ciudad am enazada por el crim en y perturbada por la d esco n fia n za en el otro. E sta

representación de la ciudad se proyecta a partir de d os im á g en es: la arqu itectón ica y la

subjetiva, surgida d esd e la p ercep ción de la ciudadanía. A la prim era, perfectam en te

ordenada d esd e el punto de v ista de la d escrip ción , se superpone otra en el n iv e l tem á tico y

sim b ó lico : la de co n fu sió n y el desorden .

C o n resp ecto a la segu n d a representación del esp ac io , esta aparece co m o un

laberinto de v ar ios itinerarios que co n flu y en en u na im a g en de co n fu sió n , d esorien tación ,

d esco n cierto y desord en ; un e sp a c io que de la n o ch e a la m añana se d escubre otro,

vu ln erab le y vu lnerado, am enazante y am enazador. E n este M onterrey, n o so lo lo s

personajes fem en in o s, s in o tam b ién la propia ciudad, van al encuentro de su d estin o de

v íc tim a y v ictim aria , p u es d esp u és del crim en de la ca lle d e Aram berri cualquiera de lo s222ciudadanos que la habitan p u ed e llegar a m atar si las circunstancias lo provocan .

E l M onterrey d on d e se desarrolla la h istoria de H u g o V a ld é s representa el d estin o

de toda ciudad m oderna: el de la v io le n c ia y la crim inalidad — aún en m an os de la

ju stic ia — , la in segu rid ad y el tem or. U n a ciudad que el 5 de abril de 1933 descubre que ha

h abido un ca m b io en la form a de v iv ir ; una vu ln erab ilid ad d esco n o cid a . Inés, el d etective

con m irada v ision aria , es u n o de lo s prim eros en percib ir este cam bio:

Lo que de veras creiste es que la ciudad iba a ser otra a partir de la matanza de la calle

Aramberri. Puesto que aqui todos nos conocíamos como quien mora bajo un mismo techo,

los asesinatos, de pronto, cortaron de tajo la confianza que sentíamos unos hacia otros

(41).

N o sta lg ia de la so m b ra (2 0 0 2 ), de E duardo A n to n io Parra, afina y co n so lid a esta

im agen n egativa de M onterrey co m o en una v u e lta de tuerca. E l protagonista , R am iro 222

222 Como afirma Giardinelli (2013: 28), no hay modelo humano criminal: «lo que hay son circunstancias que llevar al hombre a cometer un crimen. A cualquier hombre. A usted o a mí».

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M en d o za E lizo n d o , sicario de p ro fesión , deberá cum plir u n o de sus en cargos m ás

perturbadores: asesinar a una m ujer. Tal m is ió n lo lle v a a su antigua tierra, M onterrey, un

lugar don d e antes de d ed icarse a m atar había ten id o un trabajo honrado. U n a circunstancia

azarosa lo lle v a a com eter un crim en y a transform arse en el d esp iad ad o a ses in o q u e es

actualm ente. U n narrador q u e p u ed e internarse en el personaje, m uestra d esd e su m irada y a

través de lo s recorridos por sus ca lles, lo s d istin tos lugares de la ciudad. Sus ev a lu a c io n es y

ju ic io s acerca de la urbe expresan su resen tim ien to h acia este sitio al q u e p ercib e co m o

ab yecto y despreciab le .

B asureros, cárceles , carreteras desérticas y la frontera se intercalan con las

p ro y ecc io n es del co n tex to presente, h ech as por el sicario m ientras, escarbando en lo s

resco ld o s de su m em oria , e v o c a lo s su c e so s q u e lo llevaron a e se p rec iso m o m en to y

reconfiguraron su identidad — de corrector de estilo a a ses in o — ; to d o esto al m ism o tiem p o

q u e intenta asim ilar el d estin o de la n u eva v íc tim a , q u ien desp ierta en él v iv e n c ia s q u e creía

o lv id ad as. L a narrativa de Parra d esp lieg a así, acom p añ an d o en su travesía a un

protagon ista de d en o m in a ció n cam biante, u n a v is ió n d esva lorizad a de la ciudad norteña

sobre la que, sin reparos, v ierte una serie de atributos surgidos del punto de v ista de un

oriundo q u e ya n o se s ien te id en tificad a con ella . E n una prim era v is ió n de la ciudad el

narrador instaura un e sp a c io desagradable: el am biente es ca luroso , sus ca lle s son sucias,

lo s ca m io n es urbanos contam inan el aire. E n lugar de la naturaleza lo que v e m o s son

ca m io n es a testados d e pasajeros. L a ciudad, adem ás, aparece d eshum anizada, v io len ta , « s in

m iram ien tos a la hora de d esp ellejar a cada u n o de sus hab itantes» (32).

E n este e sp a c io rige la delin cu en cia ; lo s cr im in a les d elin q u en por cau sa del ham bre,

« la calentura», « la p ach eq u ez, la parranda, lo s ce lo s , el en cab ron am ien to» , conductas

derivadas, d ice , del «su b d esarro llo» y del « tercerm u n d ism o» (7 1 ), porque aquí, a d iferen cia

de lo que señ a la A lfo n so R ey es , la ciudad está llen a de pobres y cr im in a les, n o de «h éroes

en m an gas de cam isa» (R ey es , 1943: 182).

A u n q u e en la arquitectura el e sp a c io se m uestra claram ente urbanizado y el

progreso se v e en las activ id ad es com erc ia les , lo s grandes e d if ic io s y co n so rc io s que lo

conform an, n o obstante, al sicario este pa isa je urbano le p rovoca « la sen sa c ió n de llevar

corroyén d ose una etern idad» (1 7 3 ). A quí el am biente está con tam in ad o del h u m o de lo s

carros y del p o lv o . L o contam inan tam b ién lo s c laxon , la m ú sica , las v o c e s que pulu lan por

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toda la ciudad. T od o aparece d esgastad o , con m anchas de ó x id o . L as ca lle s están

descu id ad as, y la p o ca v e g e ta c ió n que se p u ed e v er en lo s jard in es está seca y abandonada.

C om p letan esta v is ió n n egativa lo s lu gares crec ien tes d e basura, h ogar d e v ar ios de

lo s p ersonajes que p u eb lan esta ciudad. L o s basureros se d escrib en co m o o rg a n ism o s v iv o s

que se ex tien d en d evorando lo s terrenos a ledaños. La basura v a a ser un s ím b o lo rep etitivo

que com p leta una im a g en sucia y corrom pida d e M onterrey.

C ontrapuesto a la representación d e la urbe, el d esierto aparece en su obra

sig n ifica d o p o sitivam en te , porque «ca rece d e o lores. A q u í nada se pudre, ni se em p o za »

(1 9 3 ). A d iferen cia de M onterrey a la que ca lif ic a co m o cen ega l, porque to d o «apesta , hasta

lo s p en sa m ien to s» , en el d esierto « to d o lu ce claro, transparente» (1 9 3 ).

L a sig u ien te cita es cifra de la representación devaluada de la ciudad reg iom on tan a

en N o sta lg ia de la som bra , en la cual co m o un m onstruo atem oriza, devora y desp arece a

sus habitantes. C iudad disfrazada d e paraíso y d e libertad se d eve la , en la escritura d e Parra,

en toda su esen c ia oscura y d esm esurada:

Te conozco, pinche ciudad, aparentas calma y sosiego cuando te agitas p o r debajo del

pavimento, detrás de las paredes chillas y das brincos y te hundes, oscureces a tus

habitantes y los encoges en tanto tú te dilatas con el f in de llegar a todas partes a devorar

inocentes y desprevenidos. Estás llena de maldad, de artificios que te sirven para torcer

incautos, hablas en lenguas, modulas cualquier tono, sabes manejar el silencio,

desparramas p o r tus calles lloros, risas, carcajadas y gritos histéricos para infundir miedo

o alegría entre quienes pululan en ti. Te disfrazas de paraíso, de ámbito de libertad, y a fin

de cuentas pasas tu vida eterna rumiando el desquite contra quienes día a día te

machacamos con las suelas de nuestros zapatos [...] (206).

E n L a s A fu era s (2 0 1 2 ) L u is Jorge B o o n e ha dejado inscrita, co m o Parra, otra

im agen d esva lorizad a de la ciudad industrial. H ab íam os com en tad o ya esta n o v e la de

B o n n e en el cap ítu lo c in co , pero n o s con cen tram os a analizar lo s p a isa jes d esérticos, sobre

tod o de Cuatro C ién agas y otros p ob lad os a ledaños. Interesante para el tem a que n o s ocupa

es la in serc ió n en la n o v e la de un pasaje d ed icad o a d escrib ir las activ id ad es d e la

siderúrgica, A lto s H orn os, em b lem a d e su natal M o n c lo v a , así co m o la h istoria del sin iestro

em presario que la d irige, llam ad o sig n ifica tiv a m en te L eón id as H ierro. R eco rd em o s que en

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esta n o v e la se cuenta la h istoria — vid a , am ores y m uerte— de W illia m y Jam es. Sin

em bargo el relato p on e en escen a a otros personajes, entre lo s cu a les resalta L eón id as

H ierro, el j e fe m ás im portante de la fábrica A lto s H orn os, orgu llo de C oah u ila y ded icad a a

la in d u str ia lización de varios m in era les co m o el fierro y el carbón.

A lto s H orn os fundada en 1942 en la ciudad de M o n c lo v a es la m ayor siderúrgica

del país, con m ás de v e in te m il em p lead os y m il d o sc ien to s k iló m etro s d e in sta lac ion es,

produce 3 .5 m illo n e s ton elad as de acero anuales y es considerada por m u ch o s y así lo

p royectan lo s d iscu rsos o fic ia le s , co m o un s ím b o lo del progreso para el estad o de C oahuila.

Sin em bargo, L u is Jorge B o o n e en su n o v e la L a s a fu era s n o s reve la que detrás de este gran

é x ito industrial, A lto s H orn os tien e m ú ltip les d e fec to s que afectan a lo s trabajadores y a la

ciudad: im peran en e lla la corrupción y lo s arreglos subterráneos; p o se e una cantidad

enorm e de em p lea d o s in n ecesar ios, que n o h acen s in o engrosar sus fila s y , por si fuera

p o co , estorbar y drenar sus ganancias, con v irtien d o la m ás s im p le de la s tareas en una

em presa hercúlea, al grado que las d iversas prácticas de em p lea d o s y je fe s de área (robo

horm iga, v ic io s sin d ica listas, e in c lu so robo elefan te, que representaban la pérdida de

m illo n es en m aterias prim as) casi la llev a n a su desaparición .

B o o n e , en este relato, ejerce una crítica m ordaz e in c is iv a de u n o de lo s m ás

apreciados s ím b o lo s de la industria de M o n clo v a . D is ip a el e sp ejism o o fic ia lis ta que

pretende ocultar la verdadera cara de d icha industria, revelan d o lo que se ocu lta detrás d e su

m áscara de p rogreso: un cascarón en el que im peran la corrupción y lo s p eores v ic io s del

sin d ica lism o . A la d escrip ción de la s d istin tas form as de hurto de lo s trabajadores a la

em presa, el robo h orm iga, d escrib e tam b ién « e l robo e le fa n te» de lo s a ltos fu n cion arios,

«q u e invo lu crab a m illo n e s de p e so s» (1 3 7 ) y h acía p o sib le que se h icieran p roveed ores

ad jud icándose a sí m ism o s contratos o subcontratando a fam iliares y:

[ ...] cobrando precios que provocarían taquicardias a alguien menos sinvergüenza, y

desapareciendo maquinaria y materiales — cual si fueran bonos en especie por

productividad— para empezar su propio negocio en el ramo, en pequeña escala, sin que

casi nadie lo notara, en un terrenito que tenían allá, perdido pero no tanto en el cinturón

industrial, y donde la m itad del personal pasaba algunos días a la semana, levantando una

nave y una oficina en horas de trabajo (137).

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E n cuanto al personaje que d irige este « im p erio» , adem ás de h acerlo protagon ista

de una h istoria de n ecro filia , el narrador lo deja ver en su d ob le p ersonalidad que le ha

perm itido una v id a d e lin cu en cia l:

Leónidas Hierro no solamente contaba con el barniz de pujanza y el espíritu emprendedor

con que el tiempo recubre cualquier historia de éxito económico, sino con un rosario que

alternaba transas y arreglos subterráneos y se extendía como una enferm edad a lo largo de

más de cincuenta años, desde que el industrial era un joven gerente cualquiera en Altos

Hornos (136).

S u tem peram ento in fle x ib le y corrupto so stien e u na em p resa que, es en cierta form a,

una ex ten sió n de é l en el sen tid o de que se aprovecha de lo s trabajadores para im p on er su

d o m in io en los: « su e ld o s de ham bre a sus trabajadores, d esp id o s en m asa in ju stifica d o s»

(1 3 8 ). E l sin d ica to de la em presa, adem ás so lo sirve a lo s d es ig n io s de lo s je fe s , tam b ién es

corrupto así co m o lo s serv idores p ú b lico s que aceptan lo s p a g o s de H ierro para que n o se

asien te n in gu n a otra em presa en lo s a lrededores y se h acen «arreglos por debajo del agua

con lo s in sp ectores del m ed io am b ien te» y se dan «m ord idas a lo s fu n cion arios de la

S ecretaría del T rabajo para que estab lecieran en un con servad or núm ero d o s la p eligrosid ad

de una planta que m erec ía de m en o s un o ch o » (1 3 8 ).

D e esa form a, al d evelar las activ id ad es ilíc ita s d e la em presa que m uestran otra cara

de la industria, el autor d esm itifica la im a g en de la ciudad apuntando su fo c o narrativo en

u n o de lo s m ás em b lem á tico s lu gares del noreste , para darle la v u e lta a la im a g en que

so stien e el d iscu rso ofic ia lista : una pujante ciudad industrial levantada en m ed io del

desierto , gracias al trabajo de lo s obreros y adm inistradores de esta em presa. L a literatura

m uestra en este reverso un e sp a c io de corrupción y ex p lo ta c ió n que con tag ia y con tam in a a

la ciudad.

6 .2 .2 E l e sp a c io a n t iu tó p ic o en la n a r r a t iv a d e D a v id T o sc a n a

D a v id T o sca n a e s u n o de lo s escritores m ás p ro lífico s de la actual narrativa norteña y co m o

h em o s antes advertido, ex cep to por sus d os ú ltim as n o v e la s , L a c iu d a d que e l d ia b lo se

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llevó (2 0 1 2 ) y E va n g e lia (2 0 1 6 ), las reg io n es sep ten trion ales son sus escen arios

p riv ileg ia d o s — y a sea el d esierto lo s p u eb lo s o la ciudad de M on terey , esta ú ltim a p resente

y a sea co m o referen cia o co m o esp a c io principal en las n o v e la s , E sta c ió n Tu la (1 9 9 5 ),

D u e lo p o r M ig u e l P ru n ed a (2 0 0 2 ) , E l ú ltim o lec to r (2 0 0 4 ) y E l E jérc ito ilu m in a d o (2 0 0 6 )

y L o s p u e n te s de K o n ig sb e rg (2 0 0 7 ) . Sobre la e le c c ió n de su lugar natal co m o el e sp a c io

d e sus u n iv erso s literarios ha d ich o :

Existe un interés [...] p o r novelar la ciudad, p o r rescatar lo que se pueda de ese pasado y

abordarlo a través de la literatura. Es el tema, es el ambiente, es la necesidad de recrear

este lugar. Un lugar que quizá conocimos en la infancia o el que imaginamos [ ...] Pero ahí

está M onterrey (Garza, 2006: 27).

Para T oscan a , adem ás, el asunto de lo s relatos literarios n o p rov ien e de lo s grandes

autores u obras c lá sica s, si se recurre a e llo s es so lo para observar las form as literarias, el

len gu aje, sus tem as o c o sm o v is io n e s , pero «a la hora d e escrib ir» d ice « ca si to d o s [ lo s

escritores] n o s v a m o s a la in fan cia» (G arza, 2006: 28).

Y es e sa m irada evocad ora de la in fan cia la que d ec id e la e le c c ió n de M onterrey y

sus sitio s en sus n o v e la s D u e lo p o r M ig u e l P ru n ed a (2 0 0 2 ) y E l e jérc ito ilu m in a d o (2 0 0 6 ).

P ero aunque el e sp a c io de la h istoria es la m ism a ciudad, sus relatos abarcan d istintas

tem poralidades, de e se m od o , la urbe aparece sed im entada por el e fec to de la

su p erp osic ión de las d istin tas ép ocas.

E n lo s relatos de am bas n o v e la s , la h istoria b a se su ced e en la ép o ca contem poránea

y está a cargo de un narrador h etero d ieg ético . L a otra ép o c a que se co n v o ca , p rincipalm ente

m ed ian te lo s d iscu rsos de lo s p erson ajes p rin cip a les, abarca una tem poralidad am plia hacia

el pasad o de la ciudad que se ex tien d e, en a lgu n os pasajes, hasta m ed iad os del s ig lo XIX.

D e e se m od o , el autor en estas n o v e la s recupera d os su ceso s h istó r ico s

in terrelacionados que han sid o fu n d am en ta les en el d even ir g e o p o lít ic o e h istó r ico de

nuestro país, la in v a sió n norteam ericana a la ciudad de M onterrey referida en la n o v e la

D u e lo p o r M ig u e l P ru n ed a (2 0 0 2 ) y la pérdida de T ex a s, m o tiv o principal de E l e jérc ito 223

223 Tomo la metáfora de Paul Ricoeur (citado por Vergara Anversos, 2004), quien afirma que el espacio urbano, al inscribir distintas épocas en el mismo espacio «ofrece a la mirada una historia sedimentada de sus gustos y de las formas culturales» (21).

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ilu m in a d o (2 0 0 6 ) A m b o s even tos, co m o sab em os in flu yeron en la con form ación del E stado

actual, en el án im o y actitud de lo s m ex ica n o s y por su p u esto en su literatura.

L a in v a sió n n orteam erican a y a había s id o abordada en E sta c ió n Tula, (1 9 9 7 ) pero

en su etapa final; tam b ién la parodia del d iscu rso h istór ico es u n o de lo s recursos m ás

im portantes en la narración de S a n ta M a r ía d e l C irco (1 9 9 8 ). M ig u e l R od rígu ez L o za n o ha

señ alad o co m o una con stan te de lo s escritores n orteñ os la reh istorización en sus «d istin tas

propuestas literarias» y m en c io n a co m o ejem p lo a G erardo Segura, R icardo E liz o n d o y

L u is H um berto C rosthw aite; sin em bargo, la in ten c ió n de T o sca n a n o es hacer n o v e la

histórica , si tem atiza e so s d os a co n tec im ien to s es porque, co m o son pasajes de la h istoria de

la ciudad, contribuyen a la con stru cción de una im a g en singular de este esp acio .

Para el autor, en ton ces, M on terey es prim ero un e sp a c io v iv id o : es el esp a c io

ind iv id u al y su b jetivo de su in fan cia fe liz , pero a la v e z es un lugar de la m em oria

co lectiva ; am bas d im en sio n es se conjuntan en la con form ación esp ac ia l de las n o v e la s , por

ejem p lo en la e le c c ió n de lo s s itio s don d e se llevaron a cab o lo s com b ates entre am b os

ejércitos, lu gares de sus correrías in fa n tiles y de estas bata llas pretéritas.

L a derrota ante el e jército norteam erican o le servirá al autor co m o punto de

fu ndam ento para expresar una v is ió n irón ica y d esm itifican te de la im a g en con v en c io n a l

del M onterrey industrial y progresista . Y por otra parte, la pérdida de T ex a s, será el m o tiv o

para recordar que en la m em oria h istórica de este país, la herida s ig u e abierta y que el su eñ o

de un ejército que recupere T ex a s y , de p a so restaure la d ign idad n acion a l, s ig u e p resente

en el im agin ario co lec tiv o . A d em á s T o sca n a se servirá de esto s su ceso s para m ostrar

irón icam en te la crisis actual de las id eas n ac ion a lista s en nuestro país.

P ero en la recuperación de este pasado, de lo s lugares h istó r ico s y del am biente

reg iom on tan o de antaño, el autor n o se basará en el relato de la H istoria o fic ia l,

m onum ental o de bronce, por el contrario, en la p ro y ecc ió n de la im a g en de la ciudad lo s

m ateria les m ás só lid o s serán prim eram ente lo s recuerdos de las v iv e n c ia s esp a c ia les , lo s

recuerdos de lo s lu gares hab itados para d esp u és, in tegrarlos a lo s del recuerdo co lec tiv o .

C o m o en esta prem isa se b asa nuestra lectura d e T oscan a , harem os un recordatorio:

cuando se habla aquí de e sp a c io habitado, se refiere a la p ercep ción , ap reciación y

con stru cción de un lugar a través de la exp er ien c ia sen sib le para apropiarse, usarse y m orar

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en él, para usarlo , para m orar en él. E l acto de habitar un e sp a c io lo h ace in te lig ib le , le da

sentido , y lo v u e lv e lugar.

E n D a v id T oscana, la v iv e n c ia del e sp a c io habitado es co n d ic ió n fundam ental de

sus f ic c io n e s , so lo en to n ces esta ex p er ien c ia ind iv id u al se v incu lará a la m em oria co lec tiv a

para que surja el relato, e l e sp a c io habitado a d v ien e en to n ces en un lo c i g esto ru m . Sobre la

recuperación de e sto s s itio s que form an parte de su v id a , el autor afirma: «S egu ram en te en

la H istoria de M é x ic o nu n ca se m en c io n a la co lo n ia M aría L uisa , y sin em bargo, para quien

v iv ió ahí, es m u y im portante, es m u y im portante tu barrio, tu ca lle que ev o c a pasado,

n osta lg ia , ley en d a s y relatos de fa m ilia» (G arza, 2006: 2 8 ).

A n tes de analizar por separado cada una de estas d os n o v e la s , d eb o advertir que una

de las estrateg ias de la s que se v a le el narrador de am bas h istorias para exten d er la

tem poralidad h acia ép o ca s pasadas es d elegar en las en u n cia c io n es de lo s personajes — de

sus d iá lo g o s, p rin cip a lm en te— el d esp lieg u e de e so s tiem p o s y c iu d ad es del pasado. E llo s

tom an parte activa, en la narración de e so s su ceso s y p ro y ecc ió n d e lo s e sp a c io s para hacer

una ev a lu a c ió n de la ciudad del presente, lo que h ace m ás su b jetivas las im á g en es d e este

M onterrey literario.

6 .2 .3 . C iu d a d in a s ib le : D u e lo p o r M ig u e l P ru n e d a y E l e jérc ito ilu m in a d o

Las figuras que simbolizan a la patria no me llaman, pero daría la

vida por una laguna o una montaña.

David Toscana

E l 2 0 de septiem bre de 1846 , el e jército norteam erican o lle g ó a M onterrey a arruinar las

fie sta s del 2 5 0 aniversario. D e sp u é s de cuatro d ías de lo que la h istoria n acion al registra

co m o una cruenta b ata lla don d e so ld ad os y ciu d ad an os m ex ica n o s se defen d ieron

v a lien tem en te , la bandera norteam ericana on deaba v ic to r io sa en el C erro del O b isp ad o y se

qu ed ó ahí durante d os años, para h u m illa c ió n de lo s reg iom on tan os, del ejército m ex ica n o y

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de sus com andantes. A l térm ino de la batalla , la ciudad, escr ib e Sotero y N o r ieg a , quedó

convertida en un gran cem en terio de cad áveres in sep u lto s y de solitarias ca lle s que le daban

un asp ecto « p a v o ro so » (en G o n zá lez , 1997: 3 4 7 ).

C ien to cin cu en ta años d esp u és, D a v id T o sca n a recupera de una m anera m u y

particular este pasaje de la h istoria m ex ica n a en su n o v e la D u e lo p o r M ig u e l P ru n ed a

(2 0 0 2 ). D e sd e el asp ecto que n o s in teresa estudiar aquí, T oscan a m uestra la ciudad de

M onterrey co m o nu n ca antes se había h ech o en la literatura m ex ica n a y n o s hace

reflex ion ar en lo que M an d ok i ha señalado en su estu d io sobre las rep resen tacion es

esté ticas del E stado:

A sí como las identidades personales dependen en buena parte de la narrativa biográfica

que elaboran para significarlas, las identidades colectivas particularmente las nacionales

dependen de la narrativa histórica. Cuando esa narrativa es triunfante engendra a un

pueblo con conciencia de su fuerza y voluntad. Pero cuando el principal acontecimiento es

una derrota o el sometimiento parece imprescindible inventar otro evento que lo

sobrescriba o resignarse a una identidad agraviada (2007: 15).

Q u é even to , en ton ces, sobrescribe D a v id T oscan a ante una in ex p lica b le y

hu m illan te derrota. D e c im o s in ex p lica b le , p u es ni aun lo s m ism o s m ilitares

norteam erican os p od ían entender por qué el general A m pudia , qu ien d irigiera la d e fen sa de

la ciudad, se rindió al tercer d ía en una p laza fu ertem en te fortificada, co n «fu erzas casi

ín tegras», con parque y v ív eres . A sí la d escr ib ió el en to n ces gobernador F ran cisco de P aula

M orales (en G on zá lez , 1997: 3 4 9 ), qu ien in d ign ad o cu lp ó al general por la ca ída de la

ciudad. L ejos estaba el in ep to A m p u d ia de im agin arse que esta derrota de la ciudad sería la

prim era de una serie que llevaron al país a la pérdida de m ás de la m itad de su territorio.

P ero n o le d ejem os to d o el m érito de esta derrota al Gral. A m pudia , p u es, tam b ién lo s

ca m b ios en el ejército ordenados por el p resid en te Santana, afectaron n egativam en te el

estado de án im o de m ilitares y d e la ciudadanía, así co m o a la inestab ilid ad p o lítica del 224

224

224 Según Miguel A. González, «Nuevo León constituye un laboratorio interesante» en el estudio de la ocupación norteamericana a nuestro país por ser, junto con Tamaulipas, regiones donde fuerzas enemigas han estado durante más tiempo en el país (1997: 333).

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país. E ste in fam e pasaje h istó r ico será co n v o ca d o en el argum ento de la n o v e la para

reconstruir una serie d e im á g en es de la llam ad a e lo g io sa m en te , Sultana del N orte.

E sta h istoria narra la v id a de un em p lead o m enor, un o fic in ista , al cual le anuncian

que v a a ser ob jeto de un reco n o c im ien to por lo s treinta años de v id a en tregados al trabajo

de una em presa, co m o m uchas de las que h a y en M on terrey y que d efin en su identidad

industrial. L a n o tic ia le d ev e la de pronto a Pruneda el tiem p o de su v id a perd ido entre

núm eros, hojas de contab ilidad , escritorios, rutina, jerarquías y lea ltad es S im b ólicam en te ,

d esd e esta p erspectiva , M ig u e l Pruneda, h ace tiem p o que está m uerto en la rutina laboral,

pero cae en cuenta so lo hasta que se le av isa de su retiro y del hom enaje.

E sa tarde, Pruneda dep rim id o por este su c e so regresa a visitar, el cem en terio de

D o lo res , u no de lo s m ás antiguos de M onterrey, en c lavad o en el centro de la ciudad y cu ya

arquitectura vetu sta es em b lem a de un pasado lejan o de la urbe. E ste e sp a c io , se convertirá

en u no de lo s m ás im portantes por sus d iferentes fu n c io n es en la tram a: por una parte es

una m etáfora de la ciudad y es tam bién , el d isparadero de rem em oracion es del p ersonaje en

b u sca de su tiem p o perdido, el tiem p o fe liz de la in fancia . A sim ism o , fu n cion a co m o

in sp iración para inventar una serie de h istorias de lo s personajes ahí sep u ltad os que después

se im bricarán en el relato principal.

L o s otros dos lugares m ás im portantes de la n o v e la son un m o d esto e d if ic io de

departam entos don d e v iv e M ig u e l Pruneda, con stru cción y a característica y defin itoria de

las m odernas urbes y el C erro del O bispado. E ste ú ltim o lugar n o so lo es de gran tradición

histórica en la ciudad de M onterrey por su u b ica c ió n y por el m u seo que rem em ora y

p resen tifica su pasado, s in o porque fu e u n o de lo s lu gares en que com batieron las fuerzas

n a cio n a les y norteam ericanas al tercer d ía de la ocu p a ció n extranjera. E n el com bate, no

so lo se perdió la p laza, tam b ién la d efen sa de la ciudad.

E n estos s itio s ocurren lo s su c e so s m ás im portantes de la n o v e la y d esd e aquí se irán

proyectan d o las d iferen tes v is io n e s de la ciudad. C ada u no de estos lugares con stitu yen ,

adem ás, d iversas represen tacion es que al com b in arse dibujan la im a g en total de la ciudad

regiom ontana

E l narrador, p o sic io n a d o d esd e fuera d e la h istoria, n o será la ú n ica fu en te de

in form ación , de h ech o n o es la fu en te m ás im portante, pues la ciudad se irá con form an d o

m ed ian te la en u n ciac ión interior de lo s personajes que la observan y evalúan y a través de

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sus d iá lo g o s. E stas ev a lu a c io n es con stitu yen el centro m ism o de la narración, p u es en la

d escrip ción del e sp a c io n o so lo se ed ifica un lugar m aterial o arqu itectón ico . E s decir, al

m ism o tiem p o que la m irada y lo s sen tid os erigen un lugar f ís ic o con un am u eb lad o urbano

p royectan tam b ién un relato s im b ó lic o que articula d iferen tes puntos d e v is ta sobre la

ciudad; v is io n e s m u ch as v e c e s encontradas, d ivergen tes, in co m p a tib les que im p osib ilitan

una d efin ic ió n ú n ica y estab le de la urbe regia. P or ejem p lo , cuando Pruneda con su lta la

en c ic lo p ed ia para revisar lo s datos sobre M onterrey, encuentra una nota h istór ica don d e se

d ice que en la b ata lla de 1846 en el Cerro del O bispado, lo s so ld a d o s m ex ica n o s se batieron

con «bravura»; e ste d iscu rso de la h istoria ch o ca fronta lm ente con la p ersp ectiva de otro de

lo s personajes principales, J o sé V id egaray , qu ien lo s refuta con el s ig u ien te pasaje:

Esta ciudad que se quiere erigir como motivo de orgullo para la nación, en verdad fu e su

ruina; p o r cobardía, p o r traición, p o r ineptitud. Y ahora todo lo quiere resolver diciéndose

progresista, industrial, trabajadora. ¡Qué más da dejar la vida en una fábrica si no se dejó

en un campo de batalla? Sí señor, el trabajo es la trinchera de los cobardes. [...] Sin tanta

estupidez p o r parte del general Ampudia, o sin tanto miedo o voluntad de traición, los

regiomontanos nos hubiéramos parapetado a piedra y lodo en la ciudadela, en la catedral,

en donde fuera, en vez de andar corriendo p o r las calles como viejas asustadas, como

imbéciles, jugando a la roña (57-58).

E l narrador u tiliza la s a firm acion es de este personaje sobre la ciudad, su punto de

v ista , para confrontar d os v iso n e s del e sp a c io : por una parte esa im a g en de M onterrey co m o

ciudad m oderna, progresista , trabajadora de la que hab la R e y e s y que lo s d iferentes

d iscu rsos han v en id o in stitu yen d o y por otra, la id ea de un e sp a c io de cobardes, traidores e

in ep tos que n o pudieron detener la in v a sió n norteam ericana: guerra que in c id ió fu ertem ente

en el d estin o del país y en el án im o de lo s m ex ica n o s , y que h o y m ás que nuca se reve la

n u evam en te por la cam paña del rec ién e lec to p residente D o n a ld Trum p contra la

in m igración m exican a.

A l subvertir lo s va lo res de la ciudad que la s ig n ifica n co m o un e sp a c io industrial,

m oderna, progresista y de trabajo, T o sca n a h a ce u na corrosiva crítica d e aq u ello que m ás ha

en o rg u llec id o a lo s p ob lad ores reg ios, y que en el transcurso de lo s años ha fom en tad o una

arraigada representación en el im agin ario c o le c t iv o acerca de la Sultana del N orte.

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D e sd e las ven tan as de su m o d esto departam ento, un som b río án im o de Pruneda

orienta una v is ió n panorám ica del e sp a c io urbano, que se resiste a in tegrarlo en su

b u llic io sa vida:

Desde su recámara podía ver los techos de las casas aledañas: basureros de antenas y

cables, algún balón desinflado, vidrios de botella, los restos de un pájaro; el lado opuesto

de la ciudad que miraba desde el comedor [...] Estela resopló y fu e a la cocina a sabiendas

de que al regresar encontraría a su marido fren te a la ventana rabiando mudo contra los

autos que pasaran, los perros que ladraran, las nubes que sombreaban la vida a su antojo,

los peatones con libertad para cruzar una calle o detener un taxi o tomar cualquier rumbo;

lo descubriría una vez más, queriendo pertenecer a esa ciudad oronda tras el cristal, como

una fan tasía de cine que ya firm ó a todas sus estrellas (29).

E sa im a g en d eso lad ora y su cia de lo s tech o s contrasta con lo s d eseo s de M ig u e l, el

in cesan te b u llic io p rop io de las urbes es el de una soc ied ad que le parece ajena; una urbe

fe l iz con tem p lad a d esd e la d esesp eran za de p ertenecer a e lla . P or eso , al fin a l de la n ovela ,

ob servan d o de n u ev o a través de la ventana, ex c lu id o de su trabajo, e x c lu id o de la soc ied ad

a la que perten ece e in cap az de provocar el am or de una jo v e n por la que se sien te atraído,

M ig u e l Pruneda se resign a a su devenir, al e sp a c io in a m o v ib le en que v ive: «al trozo de

ciudad in a sib le» (2 1 8 -2 1 9 ) .

Entre to d o s lo s p erson ajes que aparecen en esta n o ve la , so lo d os (V id eg a ra y y

Pruneda) com parten esta v is ió n crítica de la ciudad, por e so este tip o de relatos p u ed e

defin irse co m o antiu tóp ico , p u es cu m p le con u n o de sus rasgos que es el que la h istoria se

d esen v u e lv a en m ed io en m ed io de una soc ied a d que se cree perfecta , tal y co m o lo ex p lica

M a x im ilia n o B ezada:

Es decir, la sociedad en la cual tiene lugar el relato es tenida p o r sus dirigentes y

habitantes como inmejorable, esto es, con la excepción de algunos pocos personajes (o uno

solo) que representa una voz de disidencia. Es a través de este personaje que el autor nos

habla. [...] los personajes disidentes realizan un diagnóstico de la sociedad perfecta en la

que viven encontrando problem as diferentes y, más que form ular propuestas concretas

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para corregirlos, plantean la duda de si las sociedades en las que viven son, realmente, las

mejores posibles (Bezada M axim iliano, 2002).

C o m o p o d em o s ver, el e sp a c io d e la n o v e la D u e lo p o r M ig u e l P ru n ed a aparece

fuertem ente a x io lo g iza d o con va lo res encontrados entre una v is ió n tradicional de la ciudad

y otra, d esm itificad ora encarnada en José V id egaray y M ig u e l Pruneda. E n la con fron tación

de esto s d ivergen tes puntos de v ista , D a v id T oscan a resem an tiza el e sp a c io y h ace una

refundación s im b ó lica de la ciudad de M onterrey q u e contrasta, adem ás, con las

represen tacion es literarias anteriores y actuales.

E n E l e jérc ito ilu m in a d o (2 0 0 6 ), el m aratonista, profesor y general M atus se im p on e

d os m etas: ganarle en el m aratón o lím p ico de 1924 al estad ou n id en se M ar de C lary y

reconquistar T exas. E l prim er o b jetiv o lo logra, pero so lo sus ú n ic o s tres a m ig o s son

te s tig o s de su v ic tor ia porque m ientras D e Clark corre en las o lim p iad as de París , M atus,

co m o es pobre y n o tu v o dinero para viajar, corre por las antiguas c a lle s de M onterrey.

T iem p o d esp u és, en 1968 , para ven gar la d ob le afrenta h ech a al país con el d esp ojo de

T exas y d e su m edalla , se p on e al frente de c in co m u ch ach os para em prenden esta

d esq u ic iad a em presa d e la reconquista.

L o s personajes, ilu m in ad os por M atus, son u n o s m u ch ach os e sp ec ia le s , con un

m od o de ver la v id a sim ilar a la del Q uijote. E sto s d itirám b icos personajes, tienen: « la

capacidad de liberarse del lugar que la soc ied a d le s ha asign ad o por sus d isfu n c io n es y

llegar, a través de la im ag in ac ión , «al lugar de lo s h éroes» . C o n v en c id o s por el gordo

C om od oro , un p ersonaje que v iv e con el profesor M atus, de que hay que rescatar T exas

hu yen de la e scu e la de ed u cac ión esp ec ia l para internarse por ca m in os p e lig ro so s y

d esérticos y así lograr su m eta final.

U n a n o ch e antes d e partir, con el m ism o sen tim ien to p atriótico del que hablaba José

V a sc o n c e lo s al referir su su eñ o de recuperar T exas, el v ie jo M atus le va tic in a a C om odoro:

« H o y m e v i en cab ezan d o una arm ada de m ile s de hom bres, íb am os rum bo a T exas, con las

botas en lodadas, cantando una ca n ció n » y « [ . . . ] esta v e z n o v a m o s a perder» (30).

E sa m añana, antes de que el d irector lo d esp id iera por sus an acrón icas y

apasionadas c la se s de h istoria nacion a l, el v ie jo p rofesor M atus p en sab a poner un exam en

con la ú n ica pregunta «¿a qu ién p erten ece T exas?» (1 9 ). L a respuesta , segú n él, le

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perm itiría d istingu ir «entre lo s serv iles y m ed ro so s y lo s h éroes y soñ ad ores» (1 9 ). P ero lo

expu lsaron de la escu e la , porque segú n el director: « N o había n ecesid a d de hablarles sobre

esa guerra ni hacer pasar a E stad os U n id o s co m o nuestro en em ig o , bastaba con relatarles

que Santa A n a le s v en d ió el territorio es m ás sano odiar a un p resid en te m uerto que a

n uestros v e c in o s del N o rte [ . . . ] acepte al igu al que M é x ic o que perd ió la guerra» (2 5 ).

Para M atus, lo s m ex ica n o s han perdido el sen tim ien to n acionalista; la patria ha

pasado de m oda; lo s s ím b o lo s n a c io n a les carecen de sign ificad o; se ha perd ido el valor; el

sen tim ien to ép ic o y el esp íritu d e lucha: « lo s jó v e n e s d e h o y » , d ice , «n acen derrotados, con

lo s ca lzo n es en el su e lo » (1 8 ). P ero esa s id eas, d esd e la p ersp ectiva del E stado, son

su b versivas e irracionales porque «M onterrey es un lugar p a c ífico » , le reca lca en ojad o el

director, h ac ien d o e c o d e las palabras de R ey es , y d e g en te «d e trabajo, d e va lo res , n o d e

id eas atolondradas [ . . . ] » (24).

T am bién A rchavaleta , u n o de lo s a lu m n os de M atus — m ed ian te el cual T oscan a se

burla de lo s agrin gad os reg io m o n ta n o s— h astiad o de sus c la se s le había aclarado al

p rofesor que el v e c in o p aís del norte era m ejor que el m ex ica n o porque allá: « la s ca lle s no

ten ían b ach es y la ropa era m ejor y m ás barata y lo s aparatos e léc tr ico s sí fu n cion ab an y el

g ob iern o n o robaba y b ien hubieran h ech o en poner la frontera n o en el río B ravo sin o m ás

abajo, al sur d e M onterrey y así seríam os g r in g o s y lo s su e ld o s se pagarían en dó lares»

(18).

E n la con trap osic ión d e estas d o s p ersp ectivas sobre la ciudad d e M onterrey, la

n o v e la d e T oscan a se inserta en el debate sobre el p royecto d e n ación que in ic iaron lo s

in te lectu a les d ec im o n ó n ico s — literatos, h istoriadores y p o lít ic o s— d esp u és de la pérdida

del territorio norte (y que refrendaron escritores e in te lectu a les d e la R e v o lu c ió n m ex ican a),

p royecto siem p re inacab ad o y segú n parece actualm ente en crisis. T oscan a se in scrib e en

esta d iscu sió n so lo para dem ostrar, d esd e u na p ersp ectiva irónica, que este p royecto

n acion al ha sid o un fracaso y p on e co m o m eto n im ia del país, a la ciudad regiom ontana.

E l prop ósito id ea lista de la recuperación de T exas en el q u ijo tesco M atus, así co m o

la recuperación d e la m ed a lla o lím p ica p u ed e interpretarse de tres form as, al m enos: co m o

un llam ad o a la recu p eración de la im a g in a c ió n y la capacidad lú d ica de la in fancia; d esd e

una lectura id eo ló g ica , c o m o un cu estion am ien to a la h istoria o fic ia l e stab lec id a e im p u esta

por lo s m eca n ism o s del E stad o que lo ú n ico que han lograd o es u na cr is is d e las id eas de

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n ación o patria. Y por ú ltim o , d esd e un sen tid o m ás ín tim o y personal, co m o un d eseo de

recuperar el e sp a c io perd ido en el que se ha s id o fe liz , em presa a la que con vocaran Juan

C arlos O netti y Ju lio R am ón R ibeyro .

P or ejem p lo , el e d if ic io del O b isp ad o en M onterrey, lugar em b lem á tico por

ex c e le n c ia de la arquitectura regiom ontana, h istóricam en te im portante por ser escen ario

relevante en la in v a sió n norteam ericana a M onterrey y en este sen tid o , lugar de la

m em oria . P u es b ien , este es u n o de lo s lugares de ju e g o m ás im portantes de la in fan cia

del autor don d e en sus correrías in fan tiles, en m ed io de lo s m uros agujereados por las balas,

fueron g está n d o se lo s tem as de estas d os n o ve las. C o m o é l lo ha revelad o:

Llegué [al tema] a través de mi infancia. Yo nací y viví en la colonia M aría Luisa, jun to al

Obispado, y el Obispado era un lugar que visitaba mucho en mi área de juego, siempre que

íbamos teníamos la historia de que se había peleado una batalla, que habían estado los

gringos, metíamos los dedos en las paredes agujeradas de balazos, en mi fan tasía siempre

estuvo presente esta guerra contra los gringos, esta derrota y pérdida del terreno, y en mi

fan tasía infantil siempre tenía la idea de convocar un ejército para recuperar Texas (Garza,

2006: 29).

D e igu al form a ocurre co n el P an teón de D o lo res , u n o de lo s m ás an tigu os de la

ciudad de M onterrey y tam bién s ig n o arq u itectón ico y em b lem á tico de un pasado lejano,

cu y o con g lo m era d o d e tum bas era para el autor co m o una ciudad m iniatura am urallada, con

sectores lu jo so s y m o d esto s , casas grandes y pequeñas, segm en tad as por ca lle ju e las y

aven id as que le perm itían pasar en su b ic ic le ta W estern F ly er .225 226 P or otra parte, co m o lo

señala R icoeu r, es en la ciudad don d e se aprecia el trabajo del tiem p o en el esp ac io , así, la

m irada evocad ora de T o sca n a atestiguará tam b ién lo s ca m b ios de la ciudad, las

transform aciones que la m odernidad le im p o n e y que han acabado con una ép oca: m ercad os

transform ados en cadenas de superm arket, las otrora casas h ab itación con vertid as en

225 «Cualquier entidad significativa ya sea de índole material o no material, que por obra del trabajo material o el trabajo del tiempo, se ha convertido en un elemento simbólico de la herencia conmemorativa de una ciudad» (en Celik, 2005: 147).226 Hasta los ocho años jugó ahí, entre lápidas y epitafios que le generaron historias, así lo afirma: «me topaba con lápidas que tenían algo más que la simple fecha de muerte y nacimiento, había epitafios poéticos que me daban elementos para imaginar una historia» (Sánchez, 2009: 50).

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o fic in a s, escu e la s , restaurantes, esta c io n a m ien to s e in c lu so su propia casa natal convertida

ahora en con su ltorios. L a au sen cia de esto s lu gares v iv id o s es lo que im pulsará al autor a

recuperarlos en sus textos:

En la infancia se marcan muchas cosas que vamos a llevar siempre, que tienen que ver

mucho con la nostalgia, con echar la vista atrás, con que yo camino p o r donde viví antes y

no reconozco nada, porque ahora hay un consultorio y esto me crea una rabia que hace

que trate de evocar lo que fu e antes que ya no es recuperable sino a través de la memoria

(Garza, 2006:27)

C o m o señ a lam os, las c iudades d esp lieg a n varias ép o ca s n o so lo por la p ercep ción

sen sib le tam b ién por la im a g in a c ió n y lo s recuerdos, por e so tien e d istin tos s ig n ifica d o s

para las personas un m ism o referente esp acia l. E n e se sen tid o es que h ab lam os de varias

ciu d ad es superpuestas, unas ex p líc ita s y otras co n v o ca d a s p or la m em oria , pero para que no

se d iluyan en el tiem p o se h ace n ecesa r io hacerlas in scr ip c ió n por la escritura. P or e fec to de

este acto de en u n ciac ión literaria y dem iúrgica , la casa 4 6 7 de la ca lle D e g o lla d o , que en el

M onterrey de ahora es un con su ltor io y antes era la casa del autor, se recupera en este

u n iv erso literario transform ada en el h ogar de C om od oro y el v ie jo M atus, q u ien es en una

m añana del 2 de m a y o de 1968 , en cab ezaron un ejército ilu m in ad o para la recuperación de

T ex a s y de la d ign idad n acional.

D e esta m anera, el tr istem en te cé leb re P a la c io del O b isp ad o , el antiguo cem en terio

de D o lo res , el Cerro d e la S illa , las fábricas, s ím b o lo s del progreso reg iom on tan o , la

estatuaria a legórica , la p laza Z aragoza, lo s e sp a c io s p ú b licos, e sto s lugares de la m em oria y

ám bitos de la m em oria c o le c tiv a reg ion a l, en el sen tid o de P ierre N ora , son fu n d am en tales

en el im agin ario narrativo de T o sca n a porque co m o ha señ a lad o A ín sa , « la m em oria nunca

p u ed e liberarse de la h istoria que la co n tex tu a liza» (2007: 134) y agrega:

Es verdad que la acción y el pensamiento de todo individuo son ante, todo, una fo rm a de

representar la memoria del pasado en el presente. A través del proceso de interacción y

diálogo entre el presente y el pasado establece una relación coherente entre el hombre y su

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tiempo, un sentido histórico de pertenencia orgánica a un proceso colectivo, local,

nacional o regional (Aínsa, 2007: 139).

S in em bargo, habría que destacar que en T oscan a esto s lugares, s itio s y am biente

son filtrados por lo s recuerdos in fa n tiles de ahí que to m en otra s ig n ifica c ió n , es otra la

lectura de e llo s . P or esa relación de su bjetiv idad con lo s lu gares de la m em oria la

representación de la ciudad se v u e lv e m ás v ita l y al m ism o tiem p o m ás personal.

E n co n c lu sió n , en la narrativa de D a v id T oscan a, lo s m o d o s de con fig u ra c ió n del

esp a c io fic tiv o , p aród icos y d esm itifica n tes n o s m uestran que el e sp a c io n o so lo es una

realidad m aterial, es tam b ién una rep resen tación s im b ó lic o d iscu rsiva producto de la

im ag in a c ió n y el lenguaje. T oscan a inaugura otro m o d o de percibir, narrar y sign ificar la

ciudad de M onterrey, un m o d o que h em o s d en om in ad o an tiu tóp ico porque en sus m u n d os

p o sib les , el e sp a c io es el s ím b o lo de la d esesp eran za y de la ca n ce la c ió n de una v id a m ejor.

Presenta tam b ién una im a g en in versa de la doxa, que e lo g ia de este e sp a c io la m odernidad

y el progreso industrial. S in em bargo, es indudab le que esta esté tica singular, contribuye, a

la h eterogen eid ad literaria norteña y al v a sto panoram a de la literatura m ex ica n a actual.

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C O N C L U S IO N E S

1. A l em prender la arq u eo log ía de lo s d iscu rsos sobre el im agin ario del norte, n os

encontram os con una realidad constru ida cultural y so c ia lm en te por m ú ltip les, d iversos,

d ivergen tes y con v erg en tes sistem as tex tu a les in tegrados por n o v e la s , cu en tos, can cion es,

h istoriografías, m ito lo g ía s , pinturas, crón icas, p o esía s , m apas, d o cu m en to s — o fic ia le s ,

h istó r ico s y c ie n tíf ic o s— , p e lícu la s y fo tografías. D ic h o s sistem as han con figu rad o un

territorio que se ex h ib e en un d en so im agin ario de m etáforas y s ím b o lo s particulares del

esp a c io y d e la identidad norteña m ed ian te las cu a les se b u sca captar y com prender

fen ó m en o s so c ia les , cu lturales, e c o n ó m ico s , y p o lítico s .

2 . E n esta c o n fe c c ió n y d iseñ o de n u evas im á g en es del e sp a c io , el arte y la literatura tien en un

papel fundam ental al organizar esté tica y cu lturalm ente el m un d o; las im á g en es e sp a c ia le s

conform an una parte sustancia l de n uestros acerv o s im agin arios lo que e x p lica por qué

algunas p erv iven aún en la m em oria soc ia l y resem antizadas, s igu en fu n cion an d o co m o

basam en to de las d istin tas in terpretaciones y rep resen tacion es de la realidad, c o m o es el

caso de las im á g en es del desierto , la barbarie y el p rogreso para referirse al norte de

M éx ico .

2. L a im portancia de este trabajo es que se ha p o d id o m ostrar que ciertos im ag in arios están

em in en tem en te lig a d o s al Z e itg e is t de su ép o ca aunque perduran a v e c e s m ás allá d e la

term in ación de la m ism a. A d em á s de que e so s n u ev o s im agin arios del desierto , la barbarie

o el progreso , d esd e aq u ellas v o c e s y m iradas que lo narran, describ en y lo im agin an a

partir de sus v iv e n c ia s diarias actuales y d esp ren d ién d ose de lo s v ie jo s ropajes de lo s

im agin arios del pasado, son aperturas p o sitiv a s para la reva lor ización de un p aisaje de gran

v a lor fís ico -a m b ien ta l, pero tam b ién socia l, esen c ia l para la p rod u cción de e se e sp a c io tan

s ig n ifica tiv o para M é x ic o que es el N orte, una su p erfic ie am plia del territorio nacional.

4. E n lo que resp ecta al a n á lisis de lo s tex to s que refieren el norte h em o s p od id o dem ostrar

có m o , m ed ian te la v iv e n c ia , p ercep ció n e im a g in a c ió n de lo s autores, el e sp a c io f ís ic o en la

escritura literaria se trasform a en un e sp a c io representacional, es por e so un esp a c io

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constru ido. E n este p roceso , el topos se v u e lv e un esp a c io narrado c u y o s sen tid os cam bian

segú n las p ersp ectivas cu lturales o las ép o ca s en que se crea o interpreta con stitu yen d o un

im aginario p o lisem á n tico .

5. A l revisar la s n u evas teorías y en foq u es p roven ien tes del p en sa m ien to socia l

contem poráneo, co m p ren d em os ahora que el e sp a c io es una form a de realidad; un m o d o de

ser en el m u n d o y que, para interpretarlo, lo s seres h u m an os lo han estu d iad o durante s ig lo s

para pasar de su exp er ien c ia a su ca tegorización . S i para lo s an tigu os g r ieg o s el e sp a c io fue

representado co m o un con ten ed or v a cu o , las n u evas teorías hum anistas c o m o la f ilo so fía , la

geo g ra fía y la so c io lo g ía esta b lecen que el e sp a c io es una realidad m aterial, su b jetiva y

socia l y que en su com p ren sión es n ecesa r io considerar las in stan cias s im b ó lica s con las

cu a les el in d iv id u o y la soc ied a d lo representan. E n ten d id o de esta form a, el e sp a c io se

expresa, prim eram ente, en la exp er ien c ia y p ercep ción particular de cada in d iv id u o con el

entorno, sin em bargo, la d im en sió n esp acia l del ser hum ano co n llev a , adem ás, un

com p on en te so c ia l, producto de las prácticas so c ia le s que se encargan de la transform ación

perm anente de la naturaleza por el trabajo hum ano; en el e sp a c io soc ia l se rea liza la a cción

co lectiv a . D e ahí que, la n o c ió n del e sp a c io n o só lo p rov ien e de la d im en sió n espacia l

hum ana ind iv idual; se genera, adem ás, por el m o d o e sp e c íf ic o en que el grupo de

pertenencia soc ia l del in d iv id u o se re lacion a con el entorno. M ed ian te el e sp a c io so c ia l se

organ iza una com unidad al proyectarlo , constru irlo e im aginarlo .

6. E l g iro esp acia l de las c ien c ia s so c ia le s ha esta b lec id o n u evas y enriquecedoras form as de

in v estig a c ió n y de com p ren sión en el estu d io del e sp a c io al incorporar lo inm aterial, lo

su b jetivo y lo cu a litativo . P or esa razón se ha v u e lto una n ecesid a d la co lab oración

in terd iscip linaria para describir, exp licar e interpretar el prob lem a del e sp a c io , lo que

tam b ién ha h ech o m ás atractivo y fructífero su estudio .

7. E n cuanto a las teorías literarias acerca del esp a c io , p o d em o s co n clu ir que se pueden

id en tificar d os en fo q u es: u n o que se centra en el estu d io textual (e s té t ic o ) la cual an a liza las

form as descrip tivas con las que el narrador o lo s p ersonajes lo proyectan; cuál es su

participación y su p resen cia en la h istoria y d esd e qué p ersp ectiva y puntos de v ista se

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d esp lieg a el relato. E n este n iv e l se rev isan tam b ién la s re la c io n es que el e sp a c io

esta b lece con la s otras ca tegorías y lo s rasgos sem á n tico s que lo conform an y h acen p o sib le

la p ro y ecc ió n de su d im en sió n con n otativa: aquí tod av ía esta m o s en el m u n d o interior del

tex to . L a otra orien tación teórica exam in a lo s tem as esp a c ia les , cron otop os o

rep resen tacion es, lo s cu a les dep en d en de la trad ición literaria y cultural del tex to , es decir

se rev isa su d im en sió n h istórica . E n este ca so se b u sca id en tificar en la organ ización

esp acia l la s in scr ip c io n es id eo ló g ica s , cu lturales, an trop o lóg icas y esté tica s que configuran

la v is ió n de m u n d o en que se sustenta la obra literaria; qué e sp a c io se le c c io n a la m irada del

escritor para institu ir en el tex to un sistem a de lugares, s itio s y pa isa jes; c ó m o lo s filtra y

lo s s ign ifica . E sta p ersp ectiva com prueba que en el p ro ceso del entram ado literario el autor

en su in terpretación o v iv e n c ia del e sp a c io lo carga con s ign os, s ím b o lo s y v a lores

culturales, p royectan d o así d istin tas im á g en es que son la s resp on sab les de las

represen tacion es p o lifó n ica s de lo s e sp a c io s literarios.

8. P or tanto, si d esea m o s exp licar la o n to lo g ía del e sp a c io literario en su form a fundam ental

de ex isten c ia , d eb em o s considerarlo co m o una categoría b á sica de la m o rfo lo g ía de la obra;

entender que es fundam ental en la organ ización tem ática y que se orig ina por determ inadas

estrateg ias tex tu a les y recursos e s tilís tico s . N o obstante, si r eco n o cem o s que esta categoría

es tam b ién una rep resen tación h istórica y cultural, d eb em o s considerar este segu n d o

asp ecto en el a n á lisis del e sp a c io para tener u na v is ió n m ás profunda e ín tegra de d ich o

fen óm en o: de otro m od o , su estu d io se reduce al p lan o form al e intratextual.

227

9. M ás que una p o s ic ió n u n ívoca , en esta in v estig a c ió n procuram os com p lem en tar am bas

form as de an á lisis, rev isan d o a la v e z las estrateg ias tex tu a les encargadas de la p roducción

del esp ac io , sus s ím b o lo s y su re lación en la sin tax is narrativa, así co m o sus

represen tacion es en el im agin ario del norte. E sta form a de abordarlo n o s e x ig ió , en ton ces,

227 Por eso es importante la revisión de los puntos de vista en los que se expresa la perspectiva narrativa: la posición espacial del narrador-descriptor — intra o extradiegética— , pues eso influye en el grado de objetividad o subjetividad con que configura el espacio; su ubicación temporal con respecto a lo narrado; la función perceptiva, para revisar qué sentidos son los responsables de la organización espacial y cómo influyen en esta; la ideología que manifiesta —por ejemplo en la conformación de las polaridades espaciales o en el sistema axiológico que se expresa en la ordenación espacial—; su competencia cognitiva — qué tanto sabe de la historia contada— ; su psicología; y la forma estilística con que configura el espacio, es decir, las estrategias discursivas usadas, especialmente la descripción pues, como hemos explicado, es el recurso principal en la configuración espacial.

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un sistem a con cep tu a l in terd iscip lin ario , dada la com p leja naturaleza de lo s fen ó m en o s

literarios — estética , an trop ológ ica , g eo gráfica , h istórica y cu ltural— . E n nuestra

in v estig a c ió n a cu d im os a n o c io n e s y posturas ep istem o ló g ica s p rin cip alm en te de la

geo g ra fía hum ana así co m o de la f ilo so fía , an trop olog ía y lo s estu d ios culturales. D e esta

form a en el an á lisis a ten d im os el e sp a c io literario tanto en su d im en sió n esté tica co m o

cultural.

11. E l d esierto es un territorio que ha estad o p resente d esd e la antigüedad en la cultura y el

h orizon te occid en ta l. E l en can tam ien to que produce se p u ed e confirm ar en la densa y firm e

tradición artística y literaria que ha conform ado. Sus m u ltifa cética s ex p resio n es han tom ad o

sen tid os co m p le jo s y contrad ictorios: el d esierto es un e sp a c io de refu g io , de oración , de

ex p ia c ió n de lo s p eca d o s, de p erfeccion am ien to ; en el asceta cristiano con stitu ye el lugar

perfecto para recobrar su co n d ic ió n espiritual en el encuentro con el A b so lu to . P ero el

d esierto es tam b ién lugar de guerra y con fron tacion es, es un lugar de m uerte, de hostilid ad

franca. E l d esierto es el v a c ío que horroriza pero tam b ién está p len o de p eligros. E l desierto

es inhabitab le, pero es tam b ién el h ogar de m u ch as soc ied ad es. S e denuesta , se odia; se

celeb ra y se am a. S e m a ld ice o se canta a sus esp ejean tes arenas y a sus habitantes. E stas

nu m erosas ex p resio n es d ev ien en del h ech o de que — co m o to d o e sp a c io — es una realidad

m aterial y perceptual que el in d iv id u o y la cultura han con vertid o en territorio, en pa isa je y

co m o tal, a fecta a qu ien lo con tem p la , lo recorre, v iv e o v ia ja por él. Si u no es ajeno a este

esp ac io , el lugar se v u e lv e lo Otro; si se ha n acid o en él, le recuerda la so c ied a d a la que

perten ece y su propia h istoria , p u es en cierta form a el pa isa je se v u e lv e su espejo . E n ese

sentido , el d esierto o n to ló g ica m en te es un m o d o de ser del hom bre, un m o d o de habitar la

tierra; co m o producto socia l, adem ás, com porta un cam p o de v a lo res — id e o ló g ic o s ,

p o lítico s , esté tico s , re lig io so s , cu lturales— , m itos, s ím b o lo s, m etáforas y a fectos.

12. E n lo que con ciern e al im agin ario p a isa jístico del desierto m ex ica n o p o d em o s afirm ar que

n o hay un im agin ario ú n ico . L o s prim eros tex to s que lo describ en fin can un conjunto de

atributos n eg a tiv o s que figuran un e sp a c io insular, v a c ío , ex ten so , p e ligroso , agreste y

salvaje. E stas im á g en es se ex p lica n si con sid eram os que tien e su origen m ás en

m o tiv a c io n es id e o ló g ic a s , p o líticas, m ora les y s im b ó lica s que en lo s rasgos f ís ic o s prop ios

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de este m ed io . D ich a s represen tacion es se reiteraron en lo s su c e s iv o s d iscu rsos, sobre tod o

en las p roven ien tes de p ersp ectivas ajenas a este territorio.

13. L o s n o v e lis ta s de la R e v o lu c ió n M ex ica n a continuaron en fatizan d o en sus im á g en es el

carácter h ostil y rústico del p aisaje y resaltan la aridez y sus estragos en lo s habitantes.

A quí d escu ellan el carácter de in fértil, el v a c ío , el ca lor y la d eso la c ió n del h orizonte

ex ten so . S on im á g en es a fin es a las d escr ip c io n es anteriores, aunque en a lgu n as de e lla s se

d escubre y a una con m o v ed o ra e m o c ió n del que p ercib e la llanura inm ensa.

14. E n cam b io , en la escritura p osterior de lo s narradores del desierto , el sen tid o de

pertenencia , el arraigo y el am or por el lugar n a tivo son e lem en to s que in flu y en en sus

d escr ip c io n es con n u ev o s s ig n ifica d o s del territorio con form an d o im á g en es p a isa jísticas

que b u scan revelar la b e lle z a del territorio y encontrar en él un s ím b o lo de identidad.

15. A d em ás, segú n la reg ión cam bian las im á g en es co n que se representa el paisaje desértico .

G erardo C ornejo d estaca la aridez, el calor, el so l, la sequ ía y sus estragos en la naturaleza y

el ser hum ano. E l hom bre enfrenta una lu ch a frontal, ép ica , para d om in arlo y lo v en ce .

A quí n o se ocu lta el asom b ro o el estupor ante el d escam p ad o y la in m en sid ad del

horizonte. E n lo s escritores de C hihuahua, N u e v o L eón , pero sobre to d o de C oah u ila (y en

la p o esía de B aja C a liforn ia ) el d esierto es un escen ario frecuente, pero el pa isa je en sus

tex to s se celebra porque se asu m e s im b ó lica m en te co m o propio , aun reco n o c ien d o su poder

de an iq u ilación y de abatim iento del alm a. E s un s ím b o lo esté tico que narra una form a de

ser y d escrib e una form a de escribir. L a narrativa y la p o e s ía actual así co m o en la

fo tografía y la pintura — co m o la d e Á lvaro B lancarte— tam b ién el d esierto es un referente

identitario y un m o tiv o esté tico para sus creacion es. N o obstante en esta p rod u cción , el

paisaje trascien d e el s ig n ifica d o lo ca l para proyectarse co m o u n a m etáfora del a lm a hum ana

o de la soc ied a d actual, es decir, es un s ím b o lo que representa la co n d ic ió n y el a islam ien to

actual del in d iv id u o .

16. E n resum en, el d esierto en e sto s im agin arios del norte co n d en sa s ig n ifica d o s cam biantes

que narran có m o ha sid o p ercib id o a lo largo del tiem p o , có m o ha s id o soñado, im ag in ad o y

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habitado. N arran adem ás có m o estas p ercep c io n es y sen tim ien to s ante el paisaje se han

transm utado en d iscu rsos en lo s cu a les el arte y la literatura contribuyen a constitu ir

im á g en es de la realidad.

17. E n lo que respecta a las rep resen tacion es del d esierto de la obra de D a v id T oscan a en

am bas n o v e la s analizadas lo s su ceso s ocurren en d os p u eb lo s a lejad os y apartados por el

d esierto del norte. E sta co n d ic ió n insu lar, de apartam iento in v ita a p royectos u tó p ic o s , tal y

co m o lo intentaron O w en y A b asca l. L as em p resas de am b os estaban d estinadas al fracaso

y al o lv id o , co m o la de lo s o ch o cirqueros de S anta M aría del C irco , por la in c lem en c ia del

m ed io y el a islam ien to . E l desierto , por tanto, en la n o v e la s de T oscan a, tal y co m o ocurre

en la realidad, n o es un m ero entorno; aquí este m ed io actúa en contra de lo s p ersonajes;

in flu y e en las d e c is io n e s y actos del grupo soc ia l y se im p on e, es por tanto, un agente

e fe c tiv o de la narración. E n S a n ta M a r ía d e l C irco lo s p erson ajes son a jenos a este m ed io

por e so fracasan en su d eseo de estab lecerse y son o b lig a d o s a regresar a su co n d ic ió n de

n om ad ism o. E n E l ú ltim o lector, lo s p erson ajes aun cuando p erten ecen a esta loca lid ad —

de h ech o han creado un sistem a de lugares em b lem á tico s con lo s que guardan v iv a la

m em oria del p u eb lo — , la carencia de agua y a lim en tos lo s ob lig a a em igrar, a v o lv e r se

co m o lo s cirqueros, trashum antes. E n am bas n o v e la s adem ás se h ace m a n ifie sto m ediante

lo s recursos de la ironía, la parodia, el sarcasm o y el hum or negro , la fu n c ió n relevan te del

d iscu rso co m o creador de lugares, d e m itos, de su ceso s y atributos que d esp u és se

in stitu yen co m o verd ad es en la escritura de la h istoria. S e advierte tam b ién en e sto s relatos

el poder p erform ativo de lo s tex to s co m o constructores de la realidad. E n E l ú ltim o lec to r ,

se m uestra, por otra parte, el carácter constru ido de to d o e sp a c io d iscu rsiv o m ed ian te una

serie de estrateg ias c o m o la m eta ficc ió n , la in tertextualidad y la su b versión de lo s v a lores

de lugares em b lem á tico s co m o la b ib lio teca y la cap illa . L o s d esiertos de D a v id T oscan a si

b ien es cierto reiteran atributos an tigu os co m o el v a c ío , la seq u ed ad y la d eso la c ió n , n o hay

en e llo s la b e lle z a que lo s autores de la gen eración del d esierto encontraron en este

territorio. L as p ocas ed if ica c io n es ru inosas que lo conform an son s ím b o lo de la m iseria ,

d ecad en cia y el abandono, en e se sen tid o son una ex ten sió n m etafórica de sus habitantes:

aquí el v a c ío refuerza la vacu id ad de las personas. P or tanto, el pa isaje del desierto en la

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obra de D a v id T oscan a trascien d e su s ig n ifica d o territorial para v o lv e r se un s ig n o de la

co n d ic ió n hum ana.

18. Sobre el a n á lisis del im aginario del norte bárbaro, al revisar el co n cep to del b á rbaro o su

tran sp osic ión al de sa lva je , surgido en el m u n d o g r ieg o y reforzado por el im agin ario del

m e d io e v o cristiano, p o d em o s llegar a la co n c lu sió n de que durante la con q u ista y

co lo n iza c ió n de A m érica , y m ás esp ec ífica m en te del territorio septentrional, lo s eu rop eos

interpretaron la n u eva realidad d esd e las m ism a s categorías del im agin ario occid en ta l. Se

in ic iab a así el p ro ceso de barbarización del territorio y de sus habitantes, d on d e la escritura

tu v o una fu n ción fundam ental, cu yas represen tacion es acarrearían una cruenta y larga

guerra, acriso lan d o este territorio con una im a g en antagón ica a la c iv iliz a c ió n y al progreso

del im p erio y p osteriorm en te de la república.

19. E l térm ino de sa lvaje tu v o tam b ién su propia transform ación: en un p rin cip io el sa lvaje fu e

id en tificad o co m o un ser p rim itivo y depravado, por ende, en em ig o de la c iv iliza c ió n ;

durante el s ig lo XIX el térm in o connotaba cierta in o cen c ia y pureza, por lo tanto aunque

prim itivo y rústico , p o se ía una ex isten c ia m ás fe liz que el habitante de las urbes. D e las

obras de M anuel P ayn o , M au ric io M ag d a len o y M ed in a P eñ a p o d em o s co n clu ir que

durante el s ig lo XIX el térm ino «bárbaro» tu v o u na in v ersió n en lo s v a lores del s ign ificad o ,

la cual se m uestra claram ente a partir de que in te lec tu a les y m ilitares norteñ os asum ieron de

m anera p o sitiv a el ap od o asign ad o d esp ectiv a m en te a lo s r ifleros que conform aron el

E jército del N orte: lo s bárbaros del norte. E ste m o te fu e tom ad o co m o un referen te que

id en tificab a una geocu ltu ra; un m o d o de v id a re lacion ad o con una reg ión e sp e c íf ic a cu yas

cu a lid ad es — capacidad b é lica , valor, rudeza, forta leza fís ica , rusticidad, sen c illez ,

honestidad , am or a la patria— eran n ecesarias para habitar un m ed io am biente ad verso y el

co n flic tiv o co n tex to h istórico , so c io p o lít ic o y cultural en el que se forjaba el d estin o del

n u ev o E stad o m ex ican o .

2 0 . A l fin a lizar nuestra rev is ió n acerca de la con form ación del esp a c io , su s ig n ifica d o y

fu n ció n en lo s tex to s literarios de fin a les del s ig lo XIX y f in a les del s ig lo XX en re lación con

la im a g en del norte bárbaro, p o d em o s con clu ir prim eram ente que las im á g en es del bárbaro

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en las reg io n es del norte se con stru yen d esd e la v is ió n y el d iscu rso o fic ia l que tip ifica de

ese m o d o a q u ien es se o p on en al orden estab lec id o , a q u ien es confrontan a la autoridad y se

sa len de las norm as o f ic ia le s o se su b levan ante d ictaduras e in ju stic ias. E sto s reb eld es —

b an d id os so c ia les , yaq u is, to m o ch iteco s o lo s so ld ad os rev o lu c io n a rio s— n o tem en

enfrentarse a un gob iern o h istóricam en te centralista, autoritario, in cap az de entender el

co n tex to de las reg ion es, sus carencias y p rob lem áticas. D e sd e el d iscu rso gubernam ental

son bárbaros porque están d isp u esto s a tom ar las arm as y luchar contra el gob iern o , a

asesinar, a robar para subsistir , porque así se sien ten com p en sa d o s en sus carencias o por un

largo y profundo resen tim ien to contra las c la se s altas y las o ligarquías.

2 1 . L o s atributos con que se caracterizan a esto s personajes recuerdan a lo s c a lif ic a tiv o s de lo s

an tiguos bárbaros: son cru eles, sanguinarios, a sesin o s, fuera de orden; sin em bargo, d esd e

la p ersp ectiva de lo s tex to s populares o d esd e la obra de a lgu n os literatos co m o N e llie

C am p o b ello , R afael F. M u ñ o z y M artín L u is G u zm án , son e lo g ia d o s por su valor, lealtad ,

sacrific io , destreza en las arm as y co n o c im ien to del p aisaje para evad ir o derrotar al

en em igo . E n el co n tex to rural de la revo lu c ión , sig u ien d o la ex p lica c ió n de Jorge M ora, lo s

personajes se rigen por un s istem a de v a lores d istin to al de la soc ied ad b urguesa o la

re lig ión ca tó lica que lo s con d en a y estig m a tiza co m o p rop ios d e lo s bárbaros: en d ich o

sistem a n o hay b ien ni m al, n o hay D io s ni ju e c e s que ob lig u en a ciertos preceptos, pues

q u ien es ju zg a n lo s actos son lo s otros, lo s com p añ eros de lucha, que ponderan la destreza,

la hab ilidad con las arm as, el va lor, la lea ltad y la o b ed ien cia , cu a lid ad es que se requieren

para com batir, v en cer o in c lu so para m orir d ign am en te en la batalla , « c o m o lo s verdaderos

hom bres».

2 2 . P or otra parte, la sierra co m o p aisaje y hábitat es el e sp a c io norteño m ás im portante en esta

literatura y un s ím b o lo de honda in tensidad literaria con d iferen tes co n n o ta c io n es; por una

parte es la guarida del reb eld e y es el lugar don d e v iv e el in d io «rastrero y artero», por eso

es salvaje, p e lig ro so y h ostil; representa el atraso y lo prim itivo . P or otra parte es el refu g io

del persegu id o , es p ro tecc ión para H era c lio B ernal, lo s to m o ch iteco s , lo s yaq u is, lo s

v illis ta s y sus líderes. E n N e ll ie C a m p ob ello y R afael F. M u ñ oz , adem ás, se v e claram ente

la relación de la tierra co n una identidad regional, en e llo s la sierra o el e sp a c io rural forja

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cu a lid ad es f ís ic a s superiores que se expresan en la s h ab ilid ad es bélicas: sus hom bres son

fuertes, v a lien tes , duros, ag resiv o s, d iestros, por e so son b u en o s en las batallas. E n estos

relatos se actualiza la antigua c la s if ica c ió n entre las culturas nativas de las m ontañas, frente

a las de lo s llan os. L as prim eras son cazadoras, b é lica s y rústicas y en con so n a n c ia con

estas cu a lid ad es, el e sp a c io habitado es áspero; en tanto que las c iv iliz a c io n e s de lo s llan os

son agríco las, productivas, p a c ífica s y v iv e n en territorios m en o s h o stile s , co m o se describe

en lo s tex to s del s ig lo XIX que describ en a lo s ch ich im eca s y a las culturas m esoam erican as.

2 3 . P or ú ltim o , bárbaras serán tam b ién las p o b la c io n es en lo s que n o ha entrado aún la

tecn o lo g ía , la ed u cación , la cultura, el arte, la razón, exp resio n es propias de la m odernidad,

d esd e la p ersp ectiva de to d o s esto s autores. E n sum a, el territorio, d esp rov isto de lo s rasgos

de la cultura central o capitalina, representa para autores co m o H eriberto Frías, José

V a sc o n c e lo s y M artín L u is G uzm án el atraso del país en con trap osic ión con la capital,

don d e se concentra el d esp lieg u e cultural, p o lít ico y ec o n ó m ic o de M é x ic o . B árbaros son,

en ton ces, lo s territorios serranos de lo s yaq u is, T o m ó ch ic , L am p azos, lo s p ob lad os

so n oren ses y tod as aq u ellas reg io n es oscuras don d e aún n o ha lleg a d o la lu z de la

c iv iliza c ió n .

2 4 . E n la narrativa actual norteña, el térm ino bárbaro se ha resig n ifica d o en lo s relatos del

narcotráfico que n o s proyectan un n u ev o im a g o crim inal que d esp lieg a n una n u eva form a

de leer el e sp a c io urbano: m ás cruel, v io len to , m ás prob lem ático en el que el deber y la le y

nada pued en h acer ante un m u n d o d om in ad o por el ca o s y la crim inalidad . E sta n u eva

representación del im ag in ario de la barbarie en el norte se m uestra en la obra de E lm er

M en d oza , el cual p r iv ileg ia la ciudad de C uliacán para convertirla en un s ím b o lo de la

v io len c ia : un lo cu s horridus. Frente a las im á g en es del norte, p in torescas y costum bristas,

agríco las e in d u str ia les del norte se retom a la representación original del bárbaro para

encarnarla en n u ev o s personajes: narcotraficantes, sicarios, secuestradores, p o lleros,

m ilitares y p o lic ía s corruptos. C on estas figuras lo s autores in v ierten la s ig n ifica c ió n

divergen te que lo s escritores de la rev o lu c ió n h ic ieron de este co n cep to y su territorio al

p osic io n a rlo co m o un esp a c io de ca u d illo s y de hom b res libres, la cual contrastó con la

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c lá sica v is ió n centralista que lo s estigm atizab a co m o b andidos, d esco n o c ien d o la h istórica

envestidura ép ica , co m o h em o s d ich o en la in troducción .

2 5 . E l territorio norteño tam b ién fu e m ostrán d ose y con form án d ose en el im agin ario co lec tiv o ,

sobre to d o a partir del p eriod o de las reform as b orb ón icas, co m o una reg ión de

oportunidades y de p o sib ilid a d es de a scen so so c ia l y ec o n ó m ic o para lo s co lon izad ores,

d esd e el poder central del virreinato la s re la c io n es de v ia jes , lo s p ro y ecto s de p la n ifica c ió n ,

lo s m apas, integraron al septentrión co m o parte del territorio n acion al presen tán d olo co m o

un e sp a c io id ó n eo par a su p ob lam ien to y exp lo tac ión . E sta im a g en se fo rta lec ió d esd e

fin a les del s ig lo XIX con lo s escrito s de aq u ello s in te lectu a les que colaboraron

entusiastam ente en la recon stru cción del n u ev o E stad o n acion al m ed ian te la escritura. La

activ id ad agríco la en el n oroeste y la industrial en el n oreste afinaron esta im a g en de

pujanza y progreso del norte.

2 6 . L a narrativa actual del norte d esm itifica esta im agen del progreso m ostrando el lado

som b río de esta realidad: la agricultura se p ercib e c o m o una activ id ad desvalorizada;

abandonada la tierra y lo s ca m p esin o s por el gob iern o , lo s h om b res de cam p o se

representan co m o p ob res y m arginales. P or e so se prefieren las activ id ad es ilíc ita s del

narcotráfico , co m o se exp resa claram ente en las n o v e la de É lm er M en d oza . E n cuanto a la

representación de la industria y las fábricas c o m o figuras del p rogreso , lo s n o v e lis ta s

d esm itifican tam b ién su sig n ifica d o , m ostrando un m u n d o rutinario, exp lo tad or y corrupto.

L as m iradas críticas de B o o n e , E duardo A n to n io Parra y la p ersp ectiva irónica, corrosiva y

sarcástica de D a v id T o sca n a m uestran esta in v ersió n del im agin ario del progreso.

2 7 . A u n cuando se ha com p rob ad o que n o hay una im a g en «verdadera» en las rep resen tacion es

esp a c ia les y que estas son con stru cc ion es d iscu rsivas de una ép o ca y una cultura, es

n ecesar io resaltar que en las tres im á g en es estudiadas n o hay con trad iccion es, co m o pudiera

p ensarse de la s im á g en es del desierto y del norte próspero. H em o s ex p lica d o que la im a g en

del desierto y su s ig n ifica d o n eg a tiv o se deben al h ech o de que lo s e sp a ñ o les percib ieron

esto s territorios co m o v a c ío s , dado que m u ch o s p u eb lo s del norte no ten ían n inguna

activ idad agrícola . A d em ás, por las co n n o ta c io n es antiguas con las que v en ía

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representándose este paisaje, y por su a so c ia c ió n co m o e sp a c io p rop io de lo s árabes (o de

otras culturas paganas), se reforzó la id ea del norte co m o un lugar d esértico . N o obstante,

en la m ed id a de q u e este territorio em p ieza a co lo n iza rse y sobre to d o por las p o lítica s de

p ob lam ien to estab lecid as en el s ig lo x v iii , co m o h em o s v isto , este territorio se presentó

co m o una tierra de p o sib ilid a d es de ex p lo ta c ió n y p rovech o para lo s n u ev o s co lo n o s.

2 8 . H ay u n a estrecha re lac ión de im p lica c ió n entre las im á g en es del norte d esértico y la de la

barbarie. C o m o h em o s exp lica d o , d esd e la p ersp ectiva o ccid en ta l este pa isa je era territorio

de lo s bárbaros y por lo m ism o , había q u e cu lturizarlo aprop iándose de su naturaleza y de

sus habitantes para c iv iliza r lo s , a costa de lo q u e fuera, in c lu so recurriendo a la barbarie

occidenta l.

29 . R egresan d o a nuestro punto de partida, se ev id en c ia que el haber sa lid o de la trad ición del

an álisis literario n o s d escu b rió n u evas capas d e co n o c im ien to sobre el norte m ex ica n o que

com p lem en tan la s v is io n e s m ás trad icionales. Si b ien B o rg es n o s recuerda que es u tó p ico

cartografiar el e sp a c io con to d o s lo s d eta lles d esea d o s, n o p arece que se habría o p u esto a

esta búsq u ed a de n u evas capas de sen tid o para entender el e sp a c io del norte, m ed ian te la

exp loración de sus im agin arios que rea lizam os en este trabajo. E stos, tal v e z co n fu so s,

en trem ezclad os, d ivergen tes, com p lem en tarios y en o ca s io n es in d esc ifra b les a prim era

v ista , son ab on o a una riqueza cultural de e se norte m ex ica n o tan m al en ten d id o por q u ien es

n o han experim en tad o en carne propia la cultura, la soc ied a d y el e sp a c io norteño. E n este

sentido , esta in v estig a c ió n tam b ién pretende m ostrar la riqueza de la cultura norteña, a

través de lo s im ag in arios presen tes en la literatura. Si se ha logrado, será la m ayor

sa tisfa cc ió n que n o s ha prod u cid o el elaborar esta tesis .

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