el cine boliviano necesita un cambio estructural

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El cine boliviano necesita un cambio estructural Después de cinco días continuos de ponencias, charlas y conferencias en las II Jornadas de Periodismo Cultural, donde participaron directores, críticos y gestores bolivianos del cine, se pudo llegar a la conclusión que esta industria en el país necesita un cambio estructural en varios aspectos, que debe comenzar desde la educación de la sociedad para el consumo de este producto. La periodista del diario "El País" de España, Rocío García, durante los cinco días mostró con varias exposiciones, la realidad que vive el cine en ese país Europeo en la actualidad, particularmente con la cobertura de los medios de comunicación, que era el principal objetivo de este encuentro donde participaron cerca de 25 periodistas de varias ciudades de Bolivia. También participaron cineastas como Alfonso Gumucio Dagrón, Marcos Loayza, Juan Carlos Valdivia y Tomás Bascopé, además de gestores cinematográficos como Victoria Guerreros, quienes coincidieron en sus exposiciones que el cine boliviano pasa por un momento crítico, porque su audiencia es cada vez más ínfima y esto pasa por falta de políticas culturales, además de la globalización de la industria y la piratería. LEY Durante los últimos meses cineastas bolivianos junto con el

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Actualización, es un término importante para el cine boliviano.

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Page 1: El Cine Boliviano Necesita Un Cambio Estructural

El cine boliviano necesita un cambio estructural

Después de cinco días continuos de ponencias, charlas y conferencias en las II

Jornadas de Periodismo Cultural, donde participaron directores, críticos y

gestores bolivianos del cine, se pudo llegar a la conclusión que esta industria

en el país necesita un cambio estructural en varios aspectos, que debe

comenzar desde la educación de la sociedad para el consumo de este

producto.

La periodista del diario "El País" de España, Rocío García, durante los cinco

días mostró con varias exposiciones, la realidad que vive el cine en ese país

Europeo en la actualidad, particularmente con la cobertura de los medios de

comunicación, que era el principal objetivo de este encuentro donde

participaron cerca de 25 periodistas de varias ciudades de Bolivia.

También participaron cineastas como Alfonso Gumucio Dagrón, Marcos

Loayza, Juan Carlos Valdivia y Tomás Bascopé, además de gestores

cinematográficos como Victoria Guerreros, quienes coincidieron en sus

exposiciones que el cine boliviano pasa por un momento crítico, porque su

audiencia es cada vez más ínfima y esto pasa por falta de políticas culturales,

además de la globalización de la industria y la piratería.

LEY

Durante los últimos meses cineastas bolivianos junto con el Ministerio de

Culturas y movimientos sociales, generan la Ley de Cine y Audiovisual

Boliviano, que podrá proveer a la industria fílmica del país una mejor normativa

a la actual existente, para proveer de recursos a los gestores, además de abrir

espacios de educación a la sociedad.

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Una de las principales gestoras de esta ley, que es productora de cine

nacional, Victoria Guerreros, manifestó que después del primer Congreso

Nacional de Cine, ya se presentó al Gobierno central el primer borrador

consensuado entre la mayoría de las partes interesadas, pero que se tendrá

que esperar hasta que la ley de Culturas sea aprobada antes que se pueda

considerar en la Asamblea Plurinacional.

Entre las principales propuestas al Estado están la creación del Instituto

Plurinacional del Cine, además de lograr la soberanía audiovisual dando más

importancia a la producción nacional, sobre las producciones de "Hollywood".

De esta manera finalizaron las II Jornadas de Periodismo Cultural, para

después reunirse en los próximos meses con otra temática que ayude a la

especialización de los profesionales que realizan esta cobertura mediática.

tags: La Patria, Noticias de Bolivia, Periodico, Diario, Newspaper, El cine boliviano necesita un cambio estructural

En octubre se realizará el V Festival de Cine Boliviano en EcuadorLa memoria y actualidad del cine boliviano serán puestas a consideración del público ecuatoriano, durante la quinta edición del festival que organiza la Embajada de Bolivia en Ecuador.

La Razón01:00 / 27 de septiembre de 2011

Con ésta, ya suman cinco las ediciones del Festival de Cine Boliviano en Ecuador, tres de las cuales han sido llevadas adelante por el agregado cultural, Manuel Monroy Chazarreta (el Papirri).

"El 5 de octubre inauguraremos el Festival, que se denomina ‘Bolivia: memoria y actualidad en imágenes’, proyectando la película Wara Wara,que nos manda la Cinemateca Boliviana, y que será un estreno en Ecuador", comenta Monroy.

"Estamos haciendo los trámites de aduana, que son complicados. La película la están enviando en 35 mm, para que la calidad sea óptima, y esperemos que el 5 de octubre, en la Sala Alfredo Pareja de la Cinemateca Ecuatoriana, haya mucha gente para disfrutar la proyección", explica el agregado, a modo de invitación.

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Respecto al programa, Monroy indica que el jueves 6 se presentará Zona Sur, de Juan Carlos Valdivia (cuyo permiso fue concedido por la empresa ecuatoriana que se encarga de su distribución en ese país), y también Vuelve Sebastiana y La vertiente, "haciendo un homenaje a Jorge Ruiz, para lo cual hemos coordinado un acto con su hijo".

El viernes 7 de octubre, junto con Wara Wara, estará Ina Mama, del cineasta Eduardo López, quien además ha restaurado Wara Wara. "Por eso hicimos un esfuerzo y conseguimos que él venga a realizar conversatorios y dictar talleres, con el auspicio del Consejo Nacional de Cine del Ecuador", explica el funcionario diplomático.

La memoria cinematográfica boliviana está representada por las obras de Jose María Velasco y Jorge Ruiz, mientras que para mostrar la actualidad se ha seleccionado Inal Mama (2009), considerado uno de los mejores productos documentales de la actualidad, y Zona Sur (2009), que muestra una visión actual de la transformación del Estado Plurinacional de Bolivia.

Cine boliviano compite en BrasilPor Marcela Ossio Lazcano - La Prensa - 20/07/2012

           

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COPRODUCCIÓN. Fernando Martínez, en plena filmación. - Marcela Ossio Lazcano La

Prensa

Coproducciones se exhibieron en un festival en Sao Paulo.

¿Por qué quebró McDonald's en Bolivia?, de Fernando Martínez (Bolivia, Argentina y Venezuela), y San Antonio, de Diego Olmos (Bolivia y Argentina), son coproducciones bolivianas que compitieron en el concurso Itamaraty para el Cine Sudamericano, que se desarrolló en el Festival de Cine Latinoamericano de Sao Paulo  (Brasil), del 12 al 19 de julio.Según la página oficial del encuentro, festlatinosp.com.br, en este certamen también participó El inca, la boba y el hijo del ladrón, de Ronnie Temoche (Perú y Bolivia).Sobre La participación de los filmes. Siguiendo la nota del portal, el documental ¿Por qué quebró McDonald's? se exhibió el 17 de julio en la Cinemateca Brasileña. Al respecto, Viviana Saavedra, productora ejecutiva del filme, sostiene que a la función asistieron 150 personas. Agrega que este festival es una ventana y una oportunidad para mostrar la identidad nacional a través de la comida en una película. La productora comenta que para la mayoría de las películas bolivianas es muy difícil traspasar las fronteras por la falta de acceso a festivales, porque no se logra cumplir las exigencias en términos de calidad, y por la falta de oportunidades, al no existir políticas públicas para el fomento de la cinematografía.Saavedra precisa que son 18 las cintas finalistas en competencia, las que fueron

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seleccionadas entre 480.“Estar entre los 18 es un honor, pues compartimos con películas que fueron reconocidas en otros festivales”, finaliza la cineasta.18 son las coproducciones latinoamericanas que concursan en este certamen en Sao Paulo, Brasil.

El premio itamaraty está dotado de 90.000 reales. Este monto, que equivale aproximadamente a 45.000 dólares, será el premio al Mejor Filme Sudamericano en Coproducción, según conacinebolivia.com.bo.El portal también publica que con esta primera edición del certamen se pretende incentivar  la coproducción cinematográfica en América del Sur y aproximar el cine sudamericano al público brasileño. El jurado estuvo conformado por Cesar Troncoso, Erick González, Federico Veiroj, Sandro Fiorin y Violeta Bava, según festlatinosp.br. 

A SU PASO POR SALAMANCA, EL EX PRESIDENTE DEJÓ ASOMAR SU PRIMERA VOCACIÓN COMO APASIONADO Y ESTUDIOSO DEL CINE

Carlos Mesa, el cinéfiloPOR: SANTIAGO ESPINOZA A. | 13/05/2012

Antes que historiador, periodista, político y Presidente de Bolivia, Carlos Mesa fue un cinéfilo consumado. Siendo aún un veinteañero, fue uno de los fundadores de la Cinemateca Boliviana (1976), de la que también fue director. Sus dos primeros libros los dedicó a la cinematografía nacional: Cine boliviano. Del realizador al

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crítico (1979), realizado en coautoría con Jorge Sanjinés, Beatriz Palacios y Arturo Von Vacano, y El cine boliviano según Luis Espinal (1982), ya en solitario. Este esfuerzo bibliográfico fue completado con La aventura del cine boliviano (1985), una publicación fundamental para el estudio histórico y analítico de nuestro cine, de la que hace poco lanzó una versión audiovisual. Además de otras varias contribuciones en publicaciones colectivas dedicadas a la filmografía boliviana, también intervino directamente en algunas producciones de video y cine, como Jonás y la ballena rosada (Juan Carlos Valdivia, 1995), en cuya producción ejecutiva tuvo una participación desde la casa productora PAT. Y por si no fuera suficiente, ahí está el inapreciable aporte de los documentales periodístico-históricos que ha realizado (junto a Mario Espinoza) durante décadas, reunidos recientemente con el nombre de “Bolivia Siglo XX”, y en los que, entre otras cualidades, ratifica su fe en las imágenes en movimiento como instrumento privilegiado para recorrer, divulgar y pensar la historia boliviana.

Todo este repaso a la vocación cinéfila del ex Presidente viene a cuento para reseñar su paso por la Universidad de Salamanca (España), adonde llegó invitado la semana pasada para dar una conferencia, aunque no, precisamente, sobre cine. Sugestivamente titulada “Construcción de Identidades. Bolivia, ‘Recuerdos del futuro’”, la conferencia –organizada dentro del programa de posgrado Estados de Derecho y Buen Gobierno de la histórica universidad- le permitió realizar una lectura analítica del estado de cosas en la Bolivia de Evo Morales, aunque sin escatimar en pertinentes digresiones históricas. Fiel a su estilo, despojado de cualquier papel o apunte y desplegando su providencial elocuencia (afinidades o antipatías aparte, debe ser el más notable orador que ha dado la política boliviana desde Marcelo Quiroga Santa Cruz), habló por casi una hora del trance conflictivo que atraviesa en estos momentos el país, trajo a colación su accidentado paso por la Presidencia, hizo hincapié en la deuda que tendría el actual proceso de cambio con Revolución del ’52 y con el primer mandato de Goni, valoró la reciente nacionalización de la Transportadora de Electricidad (TDE) y hasta se compadeció del “círculo absurdo” de conflictos que ahora azota a Morales y que en su tiempo hizo lo propio con su “presidencia sitiada”. Su reflexión, encausada en la línea de crítica y cuestionamiento al Gobierno actual que se le conoce, aunque no exenta de algunas valoraciones favorables para con la gestión de Morales, fue muy bien recibida por el auditorio, compuesto en su mayoría por estudiantes latinoamericanos y, sobre todo, bolivianos. Pero, más allá de su lucimiento verbal y de su afilada lectura política, para el suscrito la charla tuvo una connotación particularmente entrañable, pues permitió que, además del historiador, el periodista, el político y el ex presidente, saliera también a flote al primer Mesa, el cinéfilo.

A saber. En medio de su alocución deslizó una referencia a También la lluvia (Iciar Bollaín, 2011), la cinta española ambientada en la “Guerra del Agua” de Cochabamba, para ilustrar el modo en que se estaría tendiendo a mitificar las protestas sociales en Bolivia y América Latina, sin reparar en sus verdaderos resultados. Luego, a la conclusión de la charla, supo compartirme algunos criterios sobre el proceso de construcción de una nueva ley del cine en Bolivia, deteniéndose en el riesgo de una probable estatización de la Cinemateca Boliviana, un asunto que no deja de amargarle, tratándose de una institución que

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él ayudó a forjar. En cambio, se mostró animado al anticipar la preparación de una publicación dedicada a la historia del arte en Bolivia, realizada en coautoría con sus padres y de pronto lanzamiento, para la que él se hizo cargo del apartado correspondiente al cine boliviano. 

El apremio de otros asistentes y de los organizadores pareció dar fin a la conversación y a la, ya por entonces, desatada cinefilia de Mesa. Sin embargo, con la oportunidad de colarme a una reunión más informal en una popular taberna de la barroca plaza salmantina -bautizada “Cervantes”, para mayor satisfacción de la vena intelectual y literata del invitado-, a la que el otrora vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada marchó escoltado por un puñado de estudiantes bolivianos, pude prolongar el disfrute de algunos apuntes cinéfilos más. Apenas acomodados en el recinto, dijo haber escuchado algunos comentarios –no muy favorables- que intercambiábamos entre algunos estudiantes bolivianos sobre ¿Quién mató a la llamita blanca? (Rodrigo Bellott, 2006), cinta a la que afirmó tenerle buena consideración (aunque solo la necesaria), y no necesariamente por la alusión a su persona que se hace en ella. Ante mi solicitud, valoró una cinta boliviana recientemente estrenada, y que traía tras de sí una carga de polémica, calificándola –no sin disculparse por la rudeza de su juicio y sus palabras- de “ejercicio masturbatorio”. Poco después, mientras arremetía contra una coca cola y una estilizada tortilla de “patatas”, se mostró feliz por el éxito que alcanzó la coproducción española-boliviana Blackthorn (Mateo Gil 2011), dado su buen recibimiento de crítica y las candidaturas a los premios Goya (incluido el de Mejor Película) y las estatuillas de la Academia Española de Cine finalmente cosechadas (Mejor Fotografía y Mejor Dirección de Producción, entre otras). Pero matizó su alegría por el filme –que, con locaciones, actores y técnicos bolivianos, imagina un desenlace alternativo para el bandido estadounidense Butch Cassidy en nuestro territorio- , al saber que no tuvo tan buen rendimiento de taquilla y que en España llegó a ser criminalmente doblada para su exhibición en salas. 

Sin embargo, la conversación entre el ex presidente y los estudiantes –todos compatriotas, salvo dos bolivianos honorarios- que lo acompañábamos, de a poco, fue transitando del cine a la coyuntura social boliviana, del goce cinéfilo al malestar ante la “rabiosa actualidad” nacional (ésa a la que aludió uno de los contados asistentes españoles a la conferencia de Mesa, a tiempo de consultarle su opinión sobre la nacionalización de la TDE). Como ocurriera con el propio cinéfilo-periodista-historiador que abandonó sus primigenias vocaciones y devino político para buscar una incidencia mayor sobre el devenir nacional, la urgencia de la “realidad boliviana” fue ganando la atención de todos los comensales de la mesa, marginando inexorablemente la tertulia sobre cine. Primero nos ocupó una inmisericorde ronda de diatribas contra los transportistas de La Paz, luego nos dedicamos a despotricar contra los responsables de la desgracia de AeroSur y, finalmente, vino el momento de lamentar la crisis española y el efecto que está teniendo sobre los migrantes bolivianos afincados en la nación ibérica. 

La guerra parecía perdida. Del cine nos habíamos olvidado todos. Incluso estando fuera de Bolivia, sucumbimos a la más cara gimnasia boliviana de sobremesa: agobiarnos hasta el lamento por el estado de conflictividad crónica del país. Por un momento creí comprender mejor el arriesgado salto que dio Mesa al momento de

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abandonar el periodismo para ingresar de lleno a la política partidaria. No supe librarme de la dictadura de la “rabiosa actualidad” nacional, sentí cómo era devorado –al igual que Mesa y los otros estudiantes- por la coyuntura nuestra de cada día (con sus bloqueos, desgracias empresariales y desgarros sociales), sepulté mi inicial interés de escuchar a Mesa hablar de cine, resigné la cinefilia a favor de la típica autoflagelación del boliviano de clase media, dejé que el cine –como cualquier otra cosa que no fueran las tensiones sociales candentes- se esfumara… La guerra parecía perdida. Hasta que Carlos Mesa, el mismo personaje que abandonó todo para atender al llamado de la Bolivia que arde en el fuego sempiterno de los conflictos sociales, deslizó un nuevo comentario cinéfilo. Esta vez fue sobre Biutiful (Alejandro González Iñárritu, 2010) y le sirvió para comentar las terribles condiciones de vida de los migrantes extranjeros en España.

Solo entonces despertamos de la hipnosis a la que nos condujo el repaso de la coyuntura nacional. Solo entonces superamos la sobredosis de actualidad boliviana. Solo entonces salimos del círculo vicioso de pesimismo autoflagelante por sabernos habitantes de un país “ingobernable e impredecible”. Pero, acaso más importante, solo entonces recordamos que el cine fue, es y seguirá siendo –para Mesa como para muchos otros- un lugar privilegiado e indispensable para pensar la realidad, para pensar Bolivia, con una mirada más constructiva, meditada y desprejuiciada que la que impone la “rabiosa actualidad”. Y tuvo que ser Carlos Mesa, el primer Mesa, el cinéfilo, el que nos lo recordó en el lugar y el momento adecuados. 

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