el ciclo formativo del registro arqueolÓgico

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ISSN: 0514-7336 EL CICLO FORMATIVO DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO. UNA ALTERNATIVA A LA DICOTOMÍA DEPOSICIONAL/POSDEPOSICIONAL The formative cycle of the archaeological record. An alternative to the depositional/post-depositional dichotomy Víctor JIMÉNEZ JÁIMEZ Investigador en Formación (PIF) de la Universidad de Málaga. Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, Junta de Andalucía. Área de Prehistoria. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Málaga. Campus de Tea- tinos, s/n. 29071 Málaga. Correo-e: [email protected] Recepción: 2007-08-31; Revisión: 2008-04-08; Aceptación: 2008-05-22 BIBLID [0514-7336 (2008), LXII, julio-diciembre; 125-137] RESUMEN: El interés de los investigadores peninsulares sobre la formación del registro arqueológico decreció considerablemente una vez que, en los años ochenta del pasado siglo, la influencia de la obra de L. Binford fue remitiendo y la Nueva Arqueología entró en decadencia. No obstante, la reflexión sobre los pro- cesos de formación del registro arqueológico ha continuado hasta la actualidad, y de hecho ha ido progresi- vamente cobrando mayor importancia. Las últimas tendencias en este campo han insistido en la aplicación de lo que llamaremos el ciclo formativo del registro arqueológico, un esquema conceptual que viene siendo profu- samente empleado en muchos estudios sobre formación del registro arqueológico, especialmente entre los seguidores de la Arqueología Conductual de M. Schiffer. En efecto, sus últimas propuestas no usan las nociones de deposicional y posdeposicional, sino que asu- men, con ligeras variaciones de unos autores a otros, un esquema biográfico que sitúa los procesos de forma- ción del registro en una de estas tres fases: 1) ocupación/uso; 2) abandono; 3) posabandono. Dentro de este esquema, la denuncia a lo que se denomina Premisa Pompeya es una clave esencial. Desgraciadamente, y pese a su utilidad, este marco conceptual sigue siendo ignorado por los arqueólogos de la Península Ibérica. En el presente artículo definiremos el concepto, expondremos algunas de sus implicaciones, señalaremos el escaso eco que ha tenido en el ámbito académico peninsular y, finalmente, indicaremos las críticas que ha reci- bido desde las Arqueologías Posprocesuales. Como conclusión, afirmaremos su utilidad en la práctica arqueo- lógica, aunque convenientemente matizada por los apuntes realizados por autores como Hodder o Moore. Como ejemplo de las posibilidades interpretativas que abre un esquema como el referido, en la última parte del texto se hará una breve exposición de la que actualmente es una de las nociones más de moda en la teoría de la formación del registro arqueológico: los procesos de abandono ritual. Palabras clave: Registro arqueológico. Procesos deposicionales. Procesos posdeposicionales. Ciclo forma- tivo. Premisa Pompeya. Abandono ritual. ABSTRACT: The interest of Iberian archaeologists in the formation of the archaeological record decreased noticeably after the work of L. Binford lost much of its influence and the New Archaeology fell into decline. © Universidad de Salamanca Zephyrus, LXII, julio-diciembre 2008, 125-137

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ISSN: 0514-7336

EL CICLO FORMATIVO DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO.UNA ALTERNATIVA A LA DICOTOMÍADEPOSICIONAL/POSDEPOSICIONAL

The formative cycle of the archaeological record. An alternative tothe depositional/post-depositional dichotomy

Víctor JIMÉNEZ JÁIMEZInvestigador en Formación (PIF) de la Universidad de Málaga. Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa,Junta de Andalucía. Área de Prehistoria. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Málaga. Campus de Tea-tinos, s/n. 29071 Málaga. Correo-e: [email protected]

Recepción: 2007-08-31; Revisión: 2008-04-08; Aceptación: 2008-05-22

BIBLID [0514-7336 (2008), LXII, julio-diciembre; 125-137]

RESUMEN: El interés de los investigadores peninsulares sobre la formación del registro arqueológicodecreció considerablemente una vez que, en los años ochenta del pasado siglo, la influencia de la obra de L.Binford fue remitiendo y la Nueva Arqueología entró en decadencia. No obstante, la reflexión sobre los pro-cesos de formación del registro arqueológico ha continuado hasta la actualidad, y de hecho ha ido progresi-vamente cobrando mayor importancia. Las últimas tendencias en este campo han insistido en la aplicación delo que llamaremos el ciclo formativo del registro arqueológico, un esquema conceptual que viene siendo profu-samente empleado en muchos estudios sobre formación del registro arqueológico, especialmente entre losseguidores de la Arqueología Conductual de M. Schiffer.

En efecto, sus últimas propuestas no usan las nociones de deposicional y posdeposicional, sino que asu-men, con ligeras variaciones de unos autores a otros, un esquema biográfico que sitúa los procesos de forma-ción del registro en una de estas tres fases: 1) ocupación/uso; 2) abandono; 3) posabandono. Dentro deeste esquema, la denuncia a lo que se denomina Premisa Pompeya es una clave esencial. Desgraciadamente, ypese a su utilidad, este marco conceptual sigue siendo ignorado por los arqueólogos de la Península Ibérica.En el presente artículo definiremos el concepto, expondremos algunas de sus implicaciones, señalaremos elescaso eco que ha tenido en el ámbito académico peninsular y, finalmente, indicaremos las críticas que ha reci-bido desde las Arqueologías Posprocesuales. Como conclusión, afirmaremos su utilidad en la práctica arqueo-lógica, aunque convenientemente matizada por los apuntes realizados por autores como Hodder o Moore.Como ejemplo de las posibilidades interpretativas que abre un esquema como el referido, en la última partedel texto se hará una breve exposición de la que actualmente es una de las nociones más de moda en la teoríade la formación del registro arqueológico: los procesos de abandono ritual.

Palabras clave: Registro arqueológico. Procesos deposicionales. Procesos posdeposicionales. Ciclo forma-tivo. Premisa Pompeya. Abandono ritual.

ABSTRACT: The interest of Iberian archaeologists in the formation of the archaeological record decreasednoticeably after the work of L. Binford lost much of its influence and the New Archaeology fell into decline.

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1. Introducción. Definiendo el cicloformativo del registro arqueológico

El interés por la formación del registro arqueo-lógico comenzó con la Nueva Arqueología nortea-mericana, y en especial con la obra de L. Binford,sobradamente conocida en el marco de la arqueo-logía hispano-portuguesa. No obstante, la refle-xión sobre lo que, a fin de cuentas, constituye elobjeto de estudio más inmediato de esta disciplina,el registro arqueológico, no se quedó ahí. Desgra-ciadamente, el interés de los investigadores penin-sulares sobre este asunto decreció considerable-mente una vez que la Nueva Arqueología entró encrisis. Es así como han acabado siendo ignoradaslíneas de investigación y modelos teóricos enterosen nuestro país, los cuales, en términos generales,han alcanzado considerables avances. En esteartículo trataremos de recuperar uno de los aspec-tos más interesantes de esta literatura olvidada yaún escasamente traducida al castellano.

El ciclo formativo del registro arqueológico esla expresión que hemos escogido para denominarun esquema conceptual que, pese a no haber sidodefinido directa y explícitamente aún, viene siendoprofusamente empleado en los estudios sobre for-mación del registro arqueológico, especialmenteentre los arqueólogos norteamericanos identifica-dos con la llamada Arqueología Conductual oArqueología del Comportamiento.

La Arqueología Conductual o Arqueologíadel Comportamiento (Behavioral Archaeology) se

desarrolló a partir del trabajo de Michael B.Schiffer (p. e. Schiffer, 1976, 1985, 1987; LaMottay Schiffer, 2001) en los años setenta del siglo XX.Originariamente surgió como una extensión osuperación de la Nueva Arqueología o ArqueologíaProcesual desarrollada por L. Binford y otros, peropronto se convirtió en un programa más o menosindependiente impulsado por la Universidad deArizona, en Estados Unidos, que proponía que lamateria de estudio de la arqueología “son las rela-ciones entre el comportamiento humano y la cultu-ra material en todos los tiempos y lugares” (Schif-fer, 1976: 4), aunque desde el comienzo su interésse focalizó en la formación del registro arqueológi-co. El trabajo de Schiffer que aglutina e integra demanera coherente los análisis sobre la formacióndel registro arqueológico (Formation processes ofthe archaeological record) fue publicado en 1987, yaún hoy puede considerarse una obra de referen-cia. No obstante, existen formulaciones másrecientes y breves de sus principios esenciales (porejemplo, LaMotta y Schiffer, 1999, referido a loscontextos domésticos).

La idea básica en el pensamiento de la “escue-la de Arizona” es que el registro arqueológico no esuna representación exacta de las culturas materia-les ni de comportamientos “fosilizados”. Es por elloque se hace necesario distinguir entre el contextoarqueológico y el contexto sistémico (Schiffer, 1972;Schiffer, 1976: 28). El contexto sistémico es el siste-ma cultural (conductual) en el que una vez se fabri-caron, se usaron, se descartaron y, en definitiva, se

However, reflection on formation processes of the archaeological record has continued up to the present day,and in fact it has become increasingly important. Latest trends in this field have stressed the application ofwhat we will call the formative cycle of the archaeological record, a conceptual scheme widely used in manyworks about formation of the archaeological record, particularly by the advocates of M. Schiffer’s BehavioralArchaeology.

Thus, their latest proposals do not use the notions of depositional and post-depositional. Instead, theyassume, with slight differences depending on the author, a biographical framework which places formationprocesses of the record in one of these three phases: 1) occupation/use; 2) abandonment; 3) post-abandon-ment. In this scheme, the denounce of what is called Pompeii Premise is a crucial key. Unfortunately, despiteits usefulness, this conceptual framework is still ignored by Iberian archaeologists. In the present article, weshall define the concept, show some of its implications, point out its limited impact in the Iberian academicenvironment and, lastly, we will mention the criticism which it has received from Post-Processual Archaeolo-gies. Finally, we will assert its usefulness in archaeological practice, tough the suggestions made by critics likeHodder and Moore must be seriously taken into account. As an example of the interpretative possibilities thata theoretical framework like the one described above opens up, in the last part of the text we will make a briefdescription of what currently is one of the trendiest notions in formation processes theory: ritual abandon-ment processes.

Key words: Archaeological record. Depositional processes. Post-depositional processes. Formative cycle.Pompeii Premise. Ritual abandonment.

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produjeron los restos materiales que posteriormen-te pasaron al contexto arqueológico. El contextoarqueológico equivale a lo que comúnmente cono-cemos como registro arqueológico.

El paso de un objeto desde el contexto sisté-mico al contexto arqueológico no es directo nisencillo, ya que median numerosos y complejosprocesos de formación que transforman o distor-sionan el rol que una vez jugó ese objeto dentrode la sociedad que lo fabricó y usó. Estos proce-sos están sometidos a leyes universales y objetivascuyo conocimiento y aplicación permiten alarqueólogo identificar qué distorsiones se hanproducido y, consecuentemente, “traducir” el regis-tro arqueológico hasta remontarse a la situación yla función originales de los artefactos en el con-texto sistémico.

En un primer momento, estas transformacio-nes o procesos de formación del registro arqueo-lógico podían a su vez clasificarse en función desi se producían durante la deposición/enterra-miento o después de ella; se distinguía, pues,entre procesos deposicionales y procesos posde-posicionales. Sin embargo, esta tradicional discri-minación ha resultado ser más equívoca e impre-cisa de lo deseable. Así, por ejemplo, se etiquetancomo “posdeposicionales” aportaciones cultura-les recientes a un yacimiento de época anterior,

cuando claramente constituyen una “deposición”en sentido estricto.

Por esa y otras razones, las últimas propuestasefectuadas por los arqueólogos del comporta-miento no emplean los conceptos de deposicionaly posdeposicional, sino que asumen, con ligerasvariaciones de unos autores a otros, una herra-mienta analítica que está resultando sumamenteútil y que aquí llamaremos ciclo formativo arqueo-lógico. Se trata de un esquema biográfico quesitúa los procesos de formación del registro enuna de estas tres fases: 1) ocupación/uso; 2) aban-dono; 3) posabandono (Fig. 1) (Deal, 1985; Ste-venson, 1985; LaMotta y Schiffer, 1999).

Antes de entrar en detalles, no hay que perder devista que este paradigma trifásico se puede aplicarpor igual en tres niveles distintos: el nivel de los obje-tos, el nivel de los contextos inmediatos a dichosobjetos y el nivel de los yacimientos. Eso quiere decirque, por ejemplo, cuando hablamos de abandono,podemos estar refiriéndonos al abandono de objetos–que pasan a formar parte del registro arqueológi-co–, al abandono de una estructura concreta –queconstituye un contexto más o menos claramente deli-mitado–, o al abandono de todo un lugar. Habrá, portanto, que especificar en todo momento el nivel en elcual efectuamos el análisis, esto es, si se trata de unartefacto, de una estructura o de un yacimiento.

EL CICLO FORMATIVO DEL REGISTRO ARQUEOLÓGICO(equivalente a Procesos deposicionales + Procesos posdeposicionales)

FASE DEOCUPACIÓN

FASE DEABANDONO

FASE DEPOSABANDONO

YACIMIENTOARQUEOLÓGICO

ContextoArqueológico

Procesosposabandono

Modos deabandono

Tipos dedeposición

Contexto sistémico

FIG. 1. Ciclo formativo del registro arqueológico (elaboración propia a partir de Deal, 1985: fig. 4).

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Asimismo, y siguiendo a LaMotta y Schiffer(1999), consideraremos dos tipos de procesos en laconformación del registro arqueológico de lasestructuras domésticas: por un lado están los pro-cesos que incorporan materiales al interior de laestructura doméstica (accretion processes o procesosde acumulación); por el otro, encontramos losdenominados depletion processes o procesos dereducción, que extraen objetos de los depósitosarqueológicos de la estructura o bien impiden queobjetos que han sido usados dentro del contextodoméstico en cuestión sean depositados en él.

Una vez aclarados estos puntos, convienedetenerse en cada una de las etapas que compo-nen el esquema biográfico tripartito que hemosdenominado ciclo formativo. Como norma gene-ral, emplearemos los términos ocupación para refe-rirnos a un lugar o una estructura y uso parahablar de esta fase respecto de un objeto. Para sim-plificar la exposición, sin embargo, será mejor quenos concentremos únicamente en la descripciónde los procesos que afectan a un lugar o a unaestructura determinada, más que a un objeto ais-lado. En esta línea, desarrollaremos los conteni-dos sintetizados en la Fig. 2, que esperamos sirvade guía al lector para comprender la variedad ycomplejidad de los procesos de formación de losconjuntos materiales arqueológicos según estenovedoso modelo.

2. Procesos de formación durante laocupación: deposición primariay secundaria

Las actividades humanas durante la fase deocupación de un lugar o estructura generan inevi-tablemente subproductos que constituyen el prin-cipal medio por el cual la arqueología trata deconocer el pasado. Dentro de este conjunto de resi-duos, los distintos trabajos efectuados desde laperspectiva conductualista han determinado variasclases, que iremos definiendo sobre la marcha.

2.1. Procesos ocupacionales de acumulación

Los procesos de acumulación durante la fase deocupación tienen como inicio siempre el descarte.El proceso de descarte es aquel por el cual los obje-tos que han finalizado su vida útil pasan del contex-to sistémico al contexto arqueológico y puedeconllevar distintas etapas de transporte y almacena-miento (Schiffer, 1987: 47). En términos generales,los procesos de acumulación ocupacionales sondos: el descarte o desecho provisional y la deposi-ción primaria.

– Descarte o desecho provisional. Entrada enel registro arqueológico, en especial de lasviviendas, de objetos que, habiendo sido

FIG. 2. Proceso de formación del registro en estructuras de habitación (elaboración a partir de Schiffer, 1987; LaMotta ySchiffer, 1999).

FASEPROCESOS DE ACUMULACIÓN

(Accretion processes)PROCESOS DE REDUCCIÓN

(Depletion processes)

OCUPACIÓN/HABITACIÓN

–Descartes provisionales–Limpieza y mantenimiento

(deposición secundaria)–Deposición primaria(desecho primario y pérdidas)

ABANDONO–Deposición de desechos de facto

–Recuperación de objetos aún susceptiblesde ser utilizados (curation)

–Deposición ritual –Reducción ritual

POSABANDONO

–Deposición de nuevos desechos por reutilización de laestructura

–Alteraciones no culturales

–Deposición de desechos secundarios o “terciarios”procedentes de otras áreas de actividad

(uso de la estructura abandonada como “basurero”)–Descomposición de elementos orgánicos

–Deposición de elementos de construcciónpor colapso de la estructura

–Recuperación de objetos aún susceptiblesde uso (salvage, scavenging, collecting,

pothunting)–Alteraciones no culturales

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empleados en ese lugar o en otro, dejan deestar en uso pero, a pesar de ello, no se des-cartan definitivamente, sino que se almace-nan, bien porque se espera reactivarlos oreutilizarlos posteriormente, bien porque seles atribuye algún valor que disuade a susposeedores de deshacerse de ellos (Haydeny Cannon, 1983: 131-139; Deal, 1985: 253-259; Schiffer, 1987). En ocasiones esosobjetos no llegan nunca a reintegrarse en elcontexto sistémico y quedan en sus luga-res de almacenamiento: bajo las camas, enlas esquinas de las viviendas, etc., a vecescreando asociaciones de artefactos que elarqueólogo excavador puede interpretarcomo evidencia de un área de actividad enrealidad inexistente (Deal, 1985: 255-258).

– Deposición primaria (LaMotta y Schiffer,1999: 21). Es el proceso por el que los obje-tos entran en el registro arqueológico en suslugares de uso y comprende tanto la deposi-ción de desechos primarios como las pérdi-das. La diferencia entre ambos es que mien-tras el desecho primario viene producidopor el descarte voluntario de aquellos obje-tos que han concluido su vida útil, losartefactos perdidos abandonan el contextosistémico de forma accidental. Los procesosde deposición primaria son los que aportanmayor información a los arqueólogos sobreel contexto sistémico, o al menos los que lohacen de manera más directa. Si todos loscontextos arqueológicos estuviesen consti-tuidos por desechos primarios y objetosperdidos sería sencillo inferir la función oincluso el significado de la mayoría de arte-factos, estructuras y sitios enteros.

El problema aquí es que desde los años seten-ta del siglo XX se tiene constancia de que las depo-siciones primarias son muy infrecuentes: en lamayoría de los casos, las cabañas y otras áreas deactividad son periódicamente limpiadas. Un traba-jo efectuado por P. Murray (1980), aunque conciertos defectos de método (González Ruibal,2003: 61), puso de relieve que las labores de lim-pieza y mantenimiento están mucho más generali-zadas que las que conllevan una deposición prima-ria. Según estos estudios, generalmente, en lasocupaciones breves la gestión de los desechos esmenos intensa, y por lo tanto el predominio puedecorresponder a los desechos primarios. En las ocu-paciones mínimamente duraderas, por el contrario,

las tareas de limpieza y mantenimiento son casiinevitables (Schiffer, 1987). Más adelante retoma-remos este aspecto desde una perspectiva crítica.

¿Qué evidencias podemos encontrar de depo-sición primaria? Habitualmente, los únicos obje-tos que suelen quedar en posición primaria sonaquellos que no molestan o que son demasiadopequeños para su retirada con la tecnología de lim-pieza disponible (menos de 1 mm, según Fladmark,1982: 205), si bien ciertas características de la matrizdel suelo, como la penetrabilidad, pueden facilitarque algunos objetos escapen de la limpieza y pasendirectamente al contexto arqueológico. Es lo quese conoce como desecho primario residual (Schiffer,1976: 188; 1987: 62; LaMotta y Schiffer, 1999: 21)o microdesecho (Hayden y Cannon, 1983: 156).

Es posible igualmente que en los momentosinmediatamente previos al abandono –sobre todo sino se prevé regresar al lugar– las tareas de limpiezay mantenimiento se relajen y ello permita la deposi-ción de cantidades limitadas de desechos primarios(Schiffer, 1976: 33; Stevenson, 1982, 1985), reci-biendo entonces el nombre de “desechos de la fasede abandono” (Schiffer, 1987: 98) o “desechos pri-marios acumulados” (Tani, 1995: 236), nombreeste último que le viene dado por la circunstanciade que, aunque el abandono esté cerca, se conti-núan desarrollando actividades en el lugar, y elloobliga a agrupar esos restos para que no estorben.

2.2. Procesos ocupacionales de reducción

Aunque aquí presentaremos dos procesos dereducción, se trata en realidad de dos pasos de unúnico proceso: limpieza/mantenimiento y deposi-ción secundaria.

– Limpieza y mantenimiento. Denominamosasí a todas aquellas acciones destinadas aextraer residuos de un área de actividadhumana para que en ella puedan seguirdesarrollándose muevas actividades. Elbarrido puede hacerse de muchas maneras,con instrumentos específicos para ello oincluso con los pies. Tomando como refe-rencia una vivienda o área de actividad, laslabores de limpieza y mantenimiento supo-nen una reducción de su registro arqueoló-gico potencial, ya que extraen objetos de suinterior o evitan que éstos se depositen allí.

– Deposición secundaria. Una vez efectuada lalimpieza del área de actividad, es necesario

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ubicar los restos evacuados en otro espa-cio. Allí se llevará a cabo la deposiciónsecundaria (LaMotta y Schiffer, 1999: 21),que desde el punto de vista del espacio deuso de un objeto es un proceso de reduc-ción, pero desde la perspectiva de los luga-res de deposición es un proceso de acumu-lación de materiales arqueológicos en ellugar o lugares elegidos para ello. Los des-perdicios que siguen este tratamiento reci-ben el nombre de desechos secundarios(Schiffer, 1987) y se definen por ser los dese-chos no depositados en su lugar de uso.

Los lugares de deposición secundaria son muydiversos, destacando especialmente los cúmulos dedesechos al aire libre (denominados en la literaturaanglosajona con el término de origen escandinavomiddens)1, las estructuras habitacionales previa-mente abandonadas, las estructuras en negativo(pozos de captación de agua, antiguos silos, pozosde extracción de piedra o barro…), junto a vallas oempalizadas o debajo de los árboles. Según algu-nos autores, la existencia de espacios que, situa-dos lejos de las áreas de actividad, están destinadosexclusivamente a recibir desechos sería indicativade una atención notable a la gestión de los residuos,lo que a su vez apuntaría a ocupaciones largas dedichos yacimientos (Tani, 1995: 248).

En ocasiones se forman cúmulos de residuos enposición secundaria muy cerca del área de actividaddonde se generaron o incluso rodeándola, procesoque se denomina tossing y que puede ser útil paraidentificar las propias áreas de actividad, sobre todosi en ellas se localizan microdesechos (Tani, 1995:236). No es del todo infrecuente que después de lle-var a cabo la limpieza de una estructura los dese-chos desplazados se depositen junto a la puerta deentrada de la propia estructura (Tani, 1995: 237).

3. El abandono “activo”

En un texto que cierra una obra colectiva denotable influencia, S. Tomka y M. Stevenson afir-man que “todos los restos arqueológicamente recu-perados han sido condicionados por los procesosde abandono” (Tomka y Stevenson, 1993: 191). Yes que los estudios más sistemáticos sobre la cues-tión (Lange y Rydberg, 1972; Stevenson, 1982;Wilshusen, 1986; Cameron y Tomka, 1993; Gonzá-lez Ruibal, 1998; Creighton y Segui, 1998; entreotros) insisten en la necesidad de visualizar el aban-dono “como un proceso de formación de los yaci-mientos más que como un evento singular y aisla-ble en la historia ocupacional de un sitio” (Tomkay Stevenson, 1993: 192), en especial cuando éste nose produce de forma brusca sino paulatina, o cuan-do las estrategias de proyección de una poblaciónsobre el paisaje se concretan en pautas de movili-dad que suponen ciclos recurrentes de ocupación,abandono y reocupación de los lugares. Seguida-mente profundizaremos en esta discusión.

El abandono no puede seguir siendo visto comoun evento aislado e inocuo para el registro arqueo-lógico. No puede seguir siendo contempladocomo el paso de la actividad a la no actividad, deluso al no uso, de la ocupación a la no ocupación.Es esencial tomar conciencia cuanto antes de queel modo en el que un objeto, área o lugar se aban-dona puede destruir todo o parte del conjuntomaterial que durante la ocupación se había for-mado. El abandono, de igual manera, puede con-tribuir a la formación del registro arqueológicotanto como la propia ocupación; en realidad,puede resultar más determinante incluso queésta, por el simple hecho de ser cronológicamen-te posterior.

Stevenson (1985: 68), en un estudio sobreciertos campamentos de cazadores-recolectores,afirma que los desechos generados durante lasdistintas etapas de vida del asentamiento estánsometidos a procesos de formación diferentes, porlo que estos conjuntos materiales “difieren en eltipo, la cantidad y la calidad de información quepueden proporcionarnos, y en consecuencia en supotencial para informarnos directamente sobreeventos y procesos del pasado”, de manera que losconjuntos materiales depositados durante la últimafase de vida de los yacimientos, es decir, durante elabandono y los momentos inmediatamente ante-riores a éste, son los más visibles arqueológica-mente. Por otro lado, se podría plantear, según elcontexto, que es durante el abandono de los

1 El concepto de midden es mucho más complejo de loque podemos describir aquí. Needham y Spence (1997), porejemplo, definen un midden como un depósito de ocupaciónrelativamente rico en desechos, con la particularidad de quedicha acumulación de residuos, para ser considerada midden,debe ser secuencial y presentar evidencias de intencionalidad.A partir de ahí, el midden puede funcionar como un recursoeconómico (almacén de artefactos y ecofactos susceptibles dereutilización), como el resultado de la acumulación recurren-te de los subproductos de una determinada actividad, comouna estrategia de gestión de residuos destinada a dejar otrasáreas libres de desperdicios o como un elemento cargado desimbolismo generado en contexto ceremonial o de deposiciónestructurada.

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yacimientos o estructuras cuando la tasa de des-carte es mayor, ya que a la deposición de objetoscuya vida útil ha finalizado podrían unirse los dese-chos generados por la fabricación de artefactos quese van a necesitar en el futuro emplazamiento (Ste-venson, 1985: 64).

La relevancia del abandono en los procesos deformación, su capacidad para modificar, alterar oeliminar las trazas de la ocupación de una estructu-ra o lugar están determinadas, según estos autores,por las condiciones y el modo del abandono. Sehan presentado varias propuestas de clasificaciónde los tipos de abandono (p. e. varios de los traba-jos reunidos en Cameron y Tomka, 1993), si bien lamayoría de ellas coincide en lo fundamental. Deacuerdo con estas posturas el modo de abandonoestá en función de parámetros tales como la distan-cia del lugar de destino, si el abandono es planea-do y deseado o si es repentino y obligado, si sepiensa volver a ocupar el sitio más adelante o si porel contrario el abandono es definitivo, etc.

El tema del abandono será retomado algo másadelante. Por ahora sólo cabe preguntarse qué ocu-rre con aquellos objetos que aún no han sido des-cartados cuando acontece el abandono. SegúnLaMotta y Schiffer (1999), cuando un grupo aban-dona un yacimiento, estructura o área de actividadpuede elegir entre dos destinos para los objetosaún susceptibles de ser usados que se encuentranen ella: quedar en el sitio como desecho de facto ovolver al contexto sistémico (recuperación).

La deposición de desechos de facto (Schiffer,1987: 89-97) es un proceso consistente en dejarlos objetos que aún conservan su capacidad útil enel espacio donde se encontraban en el momentodel abandono, espacio que se supone el de uso. Seasocia con frecuencia a los abandonos repentinos,no premeditados, al estilo Pompeya. La otra carade la moneda es la Recuperación (Curation, términoacuñado por L. Binford en 1973). Se trata de unproceso consistente en extraer objetos del área deactividad o vivienda durante la fase de abandono.Se asocia a los abandonos planeados, en los quecon antelación se sabe que se va a abandonar ellugar y es posible seleccionar artefactos para seguirutilizándolos en el lugar de destino.

Al margen de estos procesos, existen otros quese enmarcarían dentro de los denominados “proce-sos de abandono ritual” (LaMotta y Schiffer, 1999)y que suelen conllevar la realización de ofrendas enel momento de abandono, introduciendo en lascabañas y áreas de actividad artefactos que pue-den no tener nada que ver con las actividades allí

llevadas a cabo durante la fase de ocupación (depo-sición ritual). También, en ocasiones, se producela extracción simbólica de artefactos de un espa-cio en el que habían sido previamente depositadoso iban a serlo, en lo que se ha llamado reducciónritual. Pero estos aspectos los abordaremos unpoco más adelante.

4. La fase de posabandono

Los procesos de formación del registro poste-riores al abandono son los tradicionalmente llama-dos procesos posdeposicionales, que en términosgenerales son entendidos únicamente como proce-sos de formación natural que acumulan sedimentospero no material cultural y, sobre todo, que reducenel registro arqueológico, lo destruyen o lo distorsio-nan, dificultando los análisis arqueológicos. Noobstante, se deben reconocer los procesos posaban-dono de génesis cultural, así como la existencia deprocesos posabandono de acumulación.

– Procesos de acumulación posabandono.Con respecto a una estructura debemosmencionar la reutilización de la misma, yasea como vivienda o como área de activi-dad, que conlleva nuevas deposiciones pri-marias, secundarias, etc. En ocasiones estasnuevas ocupaciones convierten el lugar o laestructura es un palimpsesto, enmascaran-do las evidencias de las ocupaciones origi-nales. En este sentido, uno de los procesosmás dañinos es la reutilización de una viejaestructura como receptáculo para la acumu-lación de desechos secundarios o “terciarios”procedentes de otras estructuras cercanasaún ocupadas, esto es, el uso de una estruc-tura abandonada como “basurero” (Roths-child et al., 1993; LaMotta y Schiffer, 1999:24). A ello habría que sumar la incorpora-ción de elementos de construcción cuando laestructura se colapsa (Schiffer, 1985), asícomo otras adiciones no antrópicas (objetode estudio de la Tafonomía).

– Procesos de reducción posabandono.Junto a los celebérrimos procesos posde-posicionales naturales de carácter destruc-tivo –alteraciones físicas o mecánicas no cul-turales cuya descripción y análisis excedelos objetivos de este texto–, podríamosmencionar la descomposición de elementosorgánicos, que hace desaparecer una parte

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importante del registro, y toda una serie devariantes de la idea del saqueo, el expolio yotras formas de recuperación de objetosaún valiosos para quien los extrae: reincor-poración, salvage, scavenging, collecting,pothunting (descripción detallada de cadauno en Schiffer, 1987: 99-120).

5. Los peligros de la Premisa Pompeya

Ante todo, como arqueólogos, debemos estaradvertidos de que lo que estudiamos, más que unafotografía de la vida cotidiana de las sociedadespasadas, es el momento final de ésta; más que habi-taciones u ocupaciones, lo que excavamos sonabandonos. Abandonos, además, sometidos a pro-cesos posdeposicionales (o posabandono). Lamayoría de los depósitos que etiquetamos como“de ocupación” no se formaron durante la ocupa-ción de un lugar, sino en el momento mismo de lapartida hacia otro lugar o en los instantes inmedia-tamente precedentes, de tal manera que lo que hoyvemos no es un reflejo directo de lo que el lugar fue“en vida”, sino lo que dejaron tras de sí las pobla-ciones del pasado cuando se marcharon, ya fueseen un único y definitivo momento de abandono o enuna estrategia recurrente.

Pero ni siquiera al asumir que la fase másimportante en la formación del registro de los sitiosarqueológicos es el abandono –salvando la faseposabandono, también fundamental– estamos asalvo de cometer más errores, ya que las evidenciasde ocupación de un lugar están determinadas porlas contingencias asociadas a los procesos de depo-sición primaria y secundaria, algo que hasta eladvenimiento de la Nueva Arqueología y laArqueología conductual no se había tenido encuenta suficientemente.

En este sentido, uno de los conceptos más inte-resantes de los acuñados por la escuela de Arizo-na es el de Premisa Pompeya. Aunque el términoya existía con anterioridad, Schiffer (1985) refor-muló el concepto, definiéndolo como un prejuicio,un error, muy extendido, consistente en pensar queel lugar de uso y deposición –a veces incluso el defabricación– de un artefacto es el mismo, y comotal se muestra claramente al arqueólogo en elmomento de su excavación. Básicamente, el “sín-drome Pompeya” hace pensar a los arqueólogosque todos o al menos la mayoría de los contextosarqueológicos están compuestos por desechos pri-marios o desechos de facto. En este sentido, una de

las grandes aportaciones de los arqueólogos delcomportamiento ha sido postular que son muyraros los casos reales de contextos “pompeyanos”con abundancia de desechos primarios y de facto.Así pues, los arqueólogos deben estar advertidosde que (LaMotta y Schiffer, 1999: 20):

A) No hay necesariamente una relación direc-ta entre los objetos que la excavación arqueológicadocumenta en una estructura y las actividades quetuvieron lugar en ese mismo espacio en el pasado,esto es, ni todos los objetos usados en un contextotienen por qué haberse depositado allí, ni tampo-co todos los objetos depositados en una estructuranecesariamente fueron usados en ese lugar.

B) El registro arqueológico preservado en losconjuntos domésticos puede ser un palimpsesto dedepósitos relacionados con diferentes fases de lavida de esa estructura. En contra, pues, de la Pre-misa Pompeya, los contextos arqueológicos domés-ticos no pueden ser interpretados simplementecomo kits de herramientas o “inventarios domés-ticos” reflejo directo de las actividades allí llevadasa cabo.

Los estudios sobre formación del registro hanpermitido matizar o desmontar otras ideas precon-cebidas compartidas por generaciones de arqueólo-gos. Una de ellas concierne a la localización de áreasde actividad. En efecto, en la mayor parte de lasocasiones los espacios con mayor densidad de arte-factos no son, como cabría esperar si seguimos laPremisa Pompeya, las áreas de actividad, sino espa-cios de deposición secundaria. Los depósitos deocupación resultantes no serían “de ocupación” ensentido tradicional, ya que no nos informan direc-tamente de los comportamientos que generalmen-te buscamos conocer (comportamientos objetivo);son, por el contrario, una fuente excelente parasaber más sobre las estrategias de organizaciónespacial y gestión de residuos de dichas poblacio-nes. Estos “basureros” de deposición secundarianos proporcionan información sobre las activida-des cotidianas de los habitantes del lugar, pero sóloindirectamente, ya que los patrones espaciales ori-ginales han sido alterados.

En la otra cara de la moneda, las áreas de acti-vidad son los sectores de un yacimiento que másatención reciben en lo referente a limpieza. Por esamisma razón, los espacios con escasez de artefactosde tamaño visible tienen más probabilidad de seráreas de actividad que aquellos con muchos arte-factos, sobre todo si los primeros, pese a no conte-ner apenas desperdicios, son ricos en desechos pri-marios residuales o microdesechos (Tani, 1995).

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Siguiendo a Matthews (1993), incluso es posi-ble pensar que fases enteras de ocupación puedenser “borradas” y no dejar depósitos que nos permi-tan inferir su existencia. La idea tradicional de quela actividad humana intensa durante un período detiempo lleva directamente a la formación de un tipoparticular de depósito, depósito que contendrámaterial arqueológico descartado durante el cursode las actividades llevadas a cabo en la superficiedel depósito en formación, debe ser, pues, cuestio-nada (Matthews, 1993: 55).

Este autor –pese a no ser conductualista ninorteamericano– describe un caso que, al tratarsede un período del que existen informaciones escri-tas, puede ilustrar un poco más la relevancia deesta labor de revisión de los conceptos de ocupa-ción y abandono. Se trata de un asentamiento ruralmedieval en Letchworth, Hertfordshire, Gran Bre-taña, identificado en las fuentes escritas como“Rodenhanger”. La mayoría de las estructuraslocalizadas en él están excavadas en la roca hasta1,8 m de profundidad, aunque poseen hoyos deposte para una hipotética cubierta. En la mayoríade los casos se documentaron capas de piedrascalizas interpretadas en principio como “suelosde ocupación”. Se desconocía la funcionalidad deestas estructuras, pero la presencia de esos suelos ysupuestos depósitos de ocupación apuntaba a unuso doméstico.

Sin embargo, algo no encajaba. El materialrecuperado en estos pozos se podía clasificar entres grupos. Los niveles inferiores contenían mate-riales del siglo XII. Los siguientes, una mezcla demateriales de esos momentos y residuos del siglo VII.Los últimos niveles, considerados de abandono,contenían artefactos de los siglos XIII y XIV. Porotro lado, se conocía la existencia, junto a la aldea,de una necrópolis con enterramientos del siglo VII,y por las fuentes escritas se pudo averiguar que ellugar fue habitado al menos desde el s. VIII, si noantes.

Así pues, la cronología del asentamiento cono-cida por las fuentes escritas y la necrópolis eramucho más arcaica que la sugerida por los prime-ros materiales arqueológicos depositados. Estacontradicción sólo tiene una explicación: duranteel período de mayor intensidad en la ocupación(entre 650 y 1100), las estructuras en negativo semantuvieron escrupulosamente limpias y no seformó ningún tipo de depósito de ocupación. Eldesgaste de los escalones apunta a un uso prolon-gado de estos espacios antes de que se permitiesela acumulación de desechos en su interior. Los

depósitos, en realidad, marcan el inicio del decli-ve del asentamiento: sus habitantes rellenarondeliberadamente algunas estructuras y dejaron queotras se fuesen rellenando con desperdicios, hechoque pudo permitir la entrada de algunos materialesdel siglo VII por encima de los del siglo XII. Los sue-los de caliza, si efectivamente fueron tales suelos,reflejan usos breves de los pozos, quizás comoáreas de almacenamiento.

6. El ciclo formativo desde una perspectivaposprocesual

Los principios que fundamentan el ciclo for-mativo, no lo olvidemos, han ido naciendo a partirde las investigaciones de arqueólogos y etnoar-queólogos procesuales y conductualistas, la mayo-ría de ellos norteamericanos. Ello significa que par-ten de unos supuestos iniciados y consolidados porla Nueva Arqueología, que buscan leyes universa-les del comportamiento humano y que pretendenponer en práctica los conceptos expresados a tra-vés de la Teoría del Alcance Medio de Binford o dela Arqueología Conductual de Schiffer. No debeextrañar que la mayoría de estos estudios hayansido sometidos a crítica por los teóricos posproce-sualistas, cuyos presupuestos de partida son com-pletamente diferentes. En las líneas siguientesabordaremos la descripción de esas observacionesy evaluaremos hasta qué punto son pertinentes.

Las principales críticas efectuadas sobre elparadigma conductualista se han centrado en latendencia de los arqueólogos del comportamientoa basar sus modelos en principios consideradosuniversales como el del mínimo esfuerzo o el delmáximo beneficio al mínimo coste. Esto puedeobservarse en tres aspectos clave como son elcarácter ineludible de las actividades de limpieza,las estrategias seguidas para manejar y eliminar losdesperdicios y las elecciones tomadas en las prácti-cas de abandono. Hayden y Cannon (1983: 119),por ejemplo, proponen que los tres parámetros quedeterminan la “gestión de residuos” son el esfuer-zo necesario para manejar los residuos, el valor deesos restos y el grado de obstaculización que con-llevan para la realización de nuevas actividades.

A) Con respecto a la importancia de las activi-dades de recogida y eliminación de residuos, seconsidera que la obstaculización es sin duda lavariable más influyente, ya que por muy valiososque sean los residuos o por muy grande que sea el

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esfuerzo de deposición de los mismos, si la realiza-ción de nuevas actividades es incompatible con lapresencia de dichos restos, el grupo debe adoptaralguna postura al respecto de qué hacer con ellos.

A este respecto, Tani señala que el grado deobstaculización de los desechos tiene dos compo-nentes: lo que obstaculiza (los residuos) y lo que seobstaculiza (las actividades humanas), ademásde otros elementos como los condicionantes físi-cos (tamaño del área de actividad, el tipo de sustra-to, etc.). La duración de la ocupación (y más aún laduración prevista a priori que la real, según Tani,1995: 241) y la tasa de deposición de desperdicios(puesto que hay actividades que generan más dese-chos que otras), son criterios muy a tener en cuen-ta a la hora de programar la intensidad y frecuen-cia de las actividades de limpieza: “En general, másdesechos producen una mayor obstaculización, y elmismo desecho estorba más si se llevan a cabo másactividades a su alrededor. […] Un proceso de for-mación cultural (o una serie de ellos) constituyeuna estrategia de gestión de residuos destinada areducir el grado de obstaculización de los desechosa un nivel tolerable y a reducir los esfuerzos queello conlleva” (Tani, 1995: 239).

Frente a estas formulaciones con aspiracionesde universalidad, desde la Arqueología Posproce-sual se ha argumentado que no se debe considerarla costumbre de la limpieza como un principio deconducta universal, ya que los valores relacionadoscon la higiene pueden variar de un grupo humanoa otro. Es la percepción que una comunidad tengade sus propios residuos la que determinará su tole-rancia a los mismos. Así, por ejemplo, podemosencontrar grupos capaces de vivir entre cantidadesde basura exageradas, así como otros más atentos ala contaminación de tipo simbólico (hechizos, malde ojo, etc.) que a la contaminación física (Douglas,1973).

B) Igualmente, según los conductualistas, deforma general, el modo en el que los desechossecundarios se depositan, así como el lugar dondese ubican, depende de factores funcionales o mate-riales como la lejanía a áreas de actividad, caminosy áreas de tránsito, etc. (Schiffer, 1972).

Pero esta visión olvida, según los posproce-sualistas, que también es necesario contemplar fac-tores de tipo social y simbólico: la clasificación quese hace de los desechos, la elección del lugar y delos residuos que allí se depositarán, así como laforma en la que se depositarán, no pueden contra-decir a las creencias y actitudes del grupo, sino que

interactúan con ellas (Moore, 1982: 76; Hodder,1982: 62-63; 1987), y éstas sí son dependientes delcontexto cultural. La manera en la que los objetosse descartan y depositan refleja y reproduce unadeterminada visión del mundo y de la sociedad(Hodder, 1982, 1987; Moore, 1982), por lo quepuede no coincidir con la percepción moderna delproblema.

Hodder (1987) proporciona un ejemplo muyclaro para ilustrar esto. Entre los Ilchamus deKenia la ceniza procedente de los hogares domés-ticos se deposita siempre detrás de las cabañas ojunto a la verja que delimita el complejo doméstico,nunca en el “basurero” (acumulación de desechossecundarios) que se encuentra en el exterior delcomplejo y al que van a parar la mayoría de restosdomésticos. Esto es así porque los Ilchamus atribu-yen toda una red de significados a la ceniza que tie-nen que ver con el papel de la mujer en la sociedad,el color blanco, etc.; pero, en definitiva, se atribu-yen propiedades protectoras a la ceniza domésticasiempre que ésta se encuentre dentro del comple-jo. Por otro lado, el estiércol también tiene su par-ticular lugar de deposición y nunca se mezcla conotros residuos ni se limpia dicho espacio. Al con-trario, se pretende acumular cuanto más estiércolmejor, ya que se considera que es un símbolo de lacantidad de animales que posee un hombre, y porlo tanto un símbolo de su riqueza. Moore (1982)presenta un caso similar.

C) Similares consideraciones podrían hacerseal respecto del binomio desechos de facto/recupera-ción, que, como vimos, son procesos intrínsecos ala fase de abandono. Los criterios propuestos porlos investigadores para determinar qué objetos serecuperan y cuáles se abandonan como desechosde facto han sido tradicionalmente de corte utilita-rista, basados en el principio del mínimo esfuerzo:1) posibilidades de reemplazo; 2) costes de trans-porte; 3) condiciones del abandono.

Esta noción del valor de las cosas en virtud decriterios como el ahorro de energía o la eficienciaestá claramente vinculada a conceptos occidenta-les que no necesariamente debieron ser comparti-dos por las poblaciones del pasado, llegando a con-cepciones economicistas que han sido criticadasfuertemente por los posprocesualistas (Moore,1982; Hodder, 1982; González Ruibal, 2003). Así,se argumenta que aunque las actividades de recu-peración pueden depender del valor otorgado a losobjetos, y aunque en ocasiones el valor se atribuyea partir de criterios como la inversión de energía,

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otros factores pueden ser tanto o más determinan-tes que éstos.

Desde nuestro punto de vista la mayoría deestas observaciones están suficientemente justifica-das. Sin embargo, algunas de estas críticas sonexcesivas. Por ejemplo, negar el carácter universalde las prácticas de limpieza es un argumento queno debe tomarse en términos absolutos. Si biencreemos que los hábitos de higiene modernos yoccidentales no pueden extrapolarse al pasado, locierto es que partir de la idea de que todos los res-tos hallados en una estructura o yacimiento sondesechos primarios es un apriorismo del todo equi-vocado. Como afirma K. Matthews (1993), aunquees posible que las sociedades prehistóricas tolera-sen vivir junto a cantidades de desperdicios que anosotros nos parecerían desorbitadas, es muy pro-bable que estas sociedades tuviesen también suslímites. El propio Hodder admite que, aunque latolerancia a la basura es social y culturalmente rela-tiva, “los humanos caminan con dificultad sobreáreas donde acaba de efectuarse talla lítica si estánpoco calzados, y probablemente no se sentarían encontra del viento junto a un fuego humeante”(Hodder, 1982: 67).

Así pues, independientemente de las distintasnociones de limpieza, siempre puede fijarse unumbral insalvable que vendría marcado por elgrado de obstaculización que los desperdicios acu-mulados tendrían sobre la realización de nuevasactividades en ese mismo espacio (Tani, 1995: 248).Llegados a un determinado punto, el grupo socialdebe plantearse el problema y tomar decisiones.Son esas decisiones las que conforman respuestasculturales específicas a un problema universalcomo es el de tratar con los subproductos de laactividad humana.

Además, en este aspecto, como en otros, lasrespuestas culturales posibles no son infinitas. Alcontrario, la información etnoarqueológica sugie-re únicamente tres posibilidades cuando la depo-sición de residuos en un área de actividad huma-na alcanza el límite estimado como tolerable porel grupo. La primera, la más frecuente y generali-zada, es la limpieza y la gestión de residuos, paracuyo análisis los estudios de corte conductualis-ta resultan útiles –aunque, obviamente, son insu-ficientes porque olvidan los factores de tipo socialo simbólico–. La segunda es la eliminación de losdesechos in situ, por ejemplo, mediante la incine-ración, aunque tal opción no resulta muy viable sino se extraen previamente los desechos de lasáreas de actividad, ya que se corre el riesgo de

incendiarlas, con lo que una mínima gestión dedesechos es inevitable (un ejemplo en Hayden yCannon, 1983).

La tercera opción consiste en abandonar elárea de actividad en cuanto los subproductos seacumulan, reanudando el desenvolvimiento de lasactividades en otro lugar. De esta tercera posibili-dad existen algunos ejemplos etnográficos (losAlyawara en O’Connell, 1987; los Kua San citadosen Tani, 1995: 242), pero incluso en ellos una míni-ma manipulación de los residuos es necesaria, yaque la causa del desplazamiento es la presenciaexcesiva de desechos en las inmediaciones de lascabañas y áreas de actividad, no en éstas, que sonobjeto de mantenimiento y limpieza regulares. Porejemplo, entre los Ilchamus de Kenia es común quese permita la acumulación del estiércol de los ani-males en una zona concreta del complejo domésti-co, de manera que después de 15 ó 20 años elgrupo doméstico tiene que trasladarse por falta deespacio, pero hay que señalar que el sector destina-do a recibir estas deposiciones no es un área espe-cífica de actividad (Hodder, 1987: 426).

Otra cosa muy diferente, y desde nuestropunto de vista carente de argumentos a favor, esque la gestión de desechos siga los principios opti-mizadores que propugnan los conductualistas, oque la manera en la que los “primitivos” tratan consus residuos sea similar a como las sociedadesindustriales manejan su basura. Como muestra deello, en los últimos años incluso los más importan-tes conductualistas han renunciado al principio delmínimo esfuerzo como guía de conducta univer-sal (p. e. LaMotta y Schiffer, 1999).

En resumidas cuentas, valoramos positiva-mente el esfuerzo de los arqueólogos posproce-sualistas en la tarea de matizar e incluso negar algu-nos extremos del marco teórico y metodológicoconductualista. A grandes rasgos, nosotros coinci-dimos con muchos de sus comentarios y apuntessobre el carácter inadecuado e incompleto de cier-tos conceptos como el de desecho de facto, o laaplicación de la moderna noción de basura al pasa-do. Sin embargo, creemos que ello no resta utilidada una herramienta con tantas posibilidades como elciclo formativo que hemos tratado de describir enestas páginas. Piénsese, por ejemplo, que sólo par-tiendo del ciclo formativo o esquemas similares sehan podido identificar fenómenos tan interesantescomo los llamados “abandonos rituales”, propues-tos por los arqueólogos conductualistas. Para resal-tar su importancia, les dedicaremos las últimaslíneas de este texto.

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Se tienen numerosos ejemplos y noticias tantoetnográficas como arqueológicas de rituales deabandono, especialmente de cabañas. Observacio-nes y noticias etnográficas sobre procesos de aban-dono ritual se han efectuado en la MesoaméricaMaya (Deal, 1985: 269) y la Norteamérica Prehis-pánica (LaMotta y Schiffer, 1999: 23; Brugge, 1978:313-314). Arqueológicamente, se han propuestocomportamientos de este tipo para explicar la for-mación de contextos arqueológicos en ambientesculturales tan diferentes como Norteamérica (Wils-husen, 1986; Seymour y Schiffer, 1987; Cameron,1990; Lightfoot, 1993; Montgomery, 1993; Schlan-ger y Wilshusen, 1993; Walker, 1995; LaMotta ySchiffer, 1999: 23-24; Walker, 2002) o el Neolíticodel Sureste de Europa (Tringham, 1994, 2005;Stevanovic, 1997).

Estas noticias nos informan de que una prácti-ca muy extendida es el abandono de la viviendafamiliar cuando uno o varios miembros de la fami-lia fallecen, lo que lleva en ocasiones a prácticascomo el enterramiento del difunto o difuntos en lacasa, la inhumación de animales, la introducciónde un ajuar funerario, así como de otras ofrendas,o el incendio de toda la estructura. En el Neolíticodel Sureste europeo, por ejemplo, la amplia exten-sión de un ritual de abandono consistente en elincendio de la casa al final de su ciclo de vida hallevado a etiquetar el Neolítico local como “Hori-zonte de las casas quemadas” (Tringham, 2005).

Es por ello que, en lo que al estudio de los pro-cesos de formación del registro arqueológico res-pecta, hay que tener muy en cuenta estos abando-nos rituales. Tales procesos suelen conllevar larealización de ofrendas en el momento de abando-no, introduciendo en las cabañas y áreas de activi-dad artefactos que pueden no guardar ningunarelación con las actividades allí llevadas a cabodurante la fase de ocupación. También, en ocasio-nes, como parte del ritual de abandono se producela extracción ritual de artefactos de un espacio enel que habían sido previamente depositados o ibana serlo, es decir, se produce la recuperación ritualde objetos que de otra manera podrían haber pasa-do a formar parte del registro arqueológico de esaestructura o lugar. O simplemente se efectúa unalimpieza más exhaustiva de lo normal para prepararla estructura de cara a la ceremonia de abandono:

En particular, los procesos de formación ritualfrecuentemente tienen como resultado conjuntosartefactuales enriquecidos que pueden ser fácilmen-te confundidos con desechos de facto abundantes.

Sin duda, un error en el reconocimiento e identi-ficación de estos procesos puede alterar seriamentelas inferencias basadas en conjuntos artefactualesdomésticos, llevando, por ejemplo, a conclusioneserróneas sobre el modo de abandono (LaMotta ySchiffer, 1999: 23).

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