el ceu, añegría, triunfo, intenso aprendizaje
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Breve narración sobre el movimiento estudiantil de 1987 en la Universidad Nacional Autónoma de México.TRANSCRIPT
El CEU: alegría, triunfo, intenso aprendizaje
Lenia Batres Guadarrama
Es notoria la ausencia de testimonios o, más bien, la falta de memoria sobre este
movimiento habiendo tantos activistas vivos, incluso muchos en la vida intelectual
y en la vida pública. No se encuentran libros sobre el Consejo Estudiantil
Universitario. Y La Jornada, que narró día a día su desenvolvimiento, no tiene
digitalizados aún sus números anteriores a 1996. Nadie festeja cada año ni la
fundación del CEU ni el estallamiento de la huelga ni el inicio o término del
Congreso Universitario. No se organizan conferencias, mesas redondas ni
seminarios para recordar al CEU y analizar a la UNAM a la luz de éste.
Tal vez se deba a que no abrió heridas como las de 1968, o quizá no tuvo el
mismo impacto en el sistema político mexicano por sí mismo. Acaso no fue un
evento traumático como el movimiento de 1999, cuya huelga duró alrededor de 10
meses, hasta la ocupación policiaca de Ciudad Universitaria y la detención de más
de 700 estudiantes promovida por el doctor Juan Ramón de la Fuente.
En comparación con los movimientos estudiantiles de 1968 y 1999, el de 1986 fue
largo y sereno. Pero, al igual que aquéllos, intensamente formativo.
El único texto que he encontrado sobre el CEU lo hallé en los estantes de libros
viejos del Centro Histórico. Se trata de una tesis titulada "Movimiento de una
comunicación estudiantil. (Crónica de los procesos comunicativos durante el
movimiento del Consejo Estudiantil Universitario, entre septiembre de 1986 y
febrero de 1987)", que Lilia Monroy Limón "presenta para obtener el título de
Licenciada en Ciencias de la Comunicación" en la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales de la UNAM. Está fechada en mayo de 1992. Creo que no conocí a la
autora, pero parece haber sido activista del propio movimiento, como su, muy
probablemente, hermano Alberto Monroy Limón, integrante de la Comisión
Especial del Consejo Universitario que sacó adelante la elección de la Comisión
Organizadora del Congreso Universitario.
No es que no se haya escrito nada más acerca del CEU. Hay una basta cantidad
de artículos publicados en aquellos años, pero, insisto, es escasa la bibliografía
sobre el movimiento estudiantil del 86.
Este año, en el Facebook (en el 86 no había ni teléfonos celulares...) algunos
activistas saludamos el 25 aniversario del CEU el 31 de octubre pasado. Ojalá
próximamente estemos escribiendo algo más sobre esa historia, tan feliz, tan
exitosa, y de tanto aprendizaje.
Por lo pronto, Imanol Ordorika, Antonio Santos y Carlos Imaz declararon que se
encuentran vigentes los postulados de defensa de la gratuidad y defensa de la
educación superior. Y claro, con los cuatro intentos –frustrados hasta ahora por los
estudiantes– de incremento de cuotas (Carpizo, 1986; Sarukhán, 1992 y 1995, y
Barnés, 1999) sigue siendo vigente la lucha por el derecho a la educación superior
pública y gratuita.
La desmemoria del CEU contrasta con la profunda huella que dejó en sus
activistas. Fundamentalmente, por haber formado parte de esa voz colectiva, la
identidad de los muchos que siempre es más que la propia, con la excepcional
sensación de estar haciendo historia. Las ansias libertarias de una generación,
nuestra generación. Esa voz, que en los discriminados, pobres, morenos,
indígenas, jóvenes y, muchas, mujeres, resonará en un eco justiciero que nos
salvaguardará para siempre del anonimato conformista. Se alegará enseguida que
éste no fue un movimiento de excluidos, de marginados sociales. Y es cierto,
quizá eso determinó su éxito, la composición social clasemediera de su dirigencia.
Pero participamos muchos excluidos políticos que tal vez estábamos llamados a
pluralizar la visión universitaria y finalmente, como en aquel momento no
imaginamos, a pluralizar también el poder político nacional. Nuevamente los
jóvenes, a abrir la asfixia del autoritarismo reeditado de nuestro sistema educativo,
de nuestro sistema político.
En principio, aquellos ceuístas teníamos una misión clara. Estábamos llamados a
defender a la más importante, centenaria, institución educativa pública construida
en nuestro país y su acceso para todos. Y lo logramos. Más aún, masivamente,
con militancia, con fiesta, con discusión. Sin cárcel, sin muerte. Fuimos un
poderoso Nosotros.
El movimiento estudiantil del 86, como todos los movimientos sociales, nos revivió.
Nos arrancó del ostracismo. Nos entregó a los amigos más fraternos, más
solidarios, más aventureros, más sabios. A los amores intensos, inciertos y
fantasiosos de la adolescencia. Nos puso a inventar consignas, canciones,
leyendas, artículos, dípticos, trípticos, folletos, ponencias. De repente todos
éramos teóricos de la educación, todos sabíamos que México no invertía el 8%
que la UNESCO recomendaba para la educación pública. Todos esperábamos un
nuevo proceso de enseñanza-aprendizaje, que erradicara de una buena vez el
autoritarismo de las aulas y formara ciudadanos críticos e informados y no sólo
fuerza de trabajo para el capital. Y todos éramos iguales. Nuestra voz valía lo
mismo que la del de enfrente. Al menos en la asamblea. Todo en asamblea.
Maratónicas asambleas, que esperábamos con ansias. Lo que no ocurría ahí no
ocurría. Lográbamos ser dentro de ese intenso Nosotros. Fuimos movimiento
social, irrumpimos, expresamos, propusimos, construimos, creamos. Encontramos
la experiencia extraordinaria del estado naciente del que hablaba Francesco
Alberoni, que cuestiona una realidad que nos es intolerable y ayuda a generar un
nuevo orden institucional.
Los jóvenes de los 80 quisimos emular a los del 68 deteniendo las reformas de
Carpizo, defendiendo el carácter público y gratuito de la Universidad Nacional.
La fuerza del movimiento del 86 fue, además de la proveniente del colectivo
unánime en el rechazo al incremento de cuotas, la de contar con una dirigencia
preparada, valiente y leal con sus bases; y con una estrategia inteligente de
comunicación, movilización y diálogo simultáneos.
La burocracia universitaria (cual partido conservador) quedó exhibida en su cruda
pequeñez autoritaria y manipuladora en aquellos diálogos públicos del 12 al 16 de
enero de 1987, transmitidos por Radio Universidad.
Carlos Imaz Gispert, Imanol Ordorika Sacristán, Antonio Santos Romero,
Guadalupe Carrasco Licea, Óscar Moreno Corso, Andrea González Rodríguez
daban voz a la inconformidad y adquirían en ese momento la dirección
incuestionable, casi legendaria, del movimiento.
A través de ellos, los estudiantes logramos comunicar por qué no tenían
justificación académica ni política las reformas a los reglamentos generales de
Pagos, de Inscripciones y de Exámenes aprobadas por el Consejo Universitario el
11 y 12 de septiembre de 1986. La Rectoría gastó millones de pesos en inventar la
imagen de estudiantes "violentos", manipulados por "fuerzas ajenas a la
universidad" y "fósiles" del CEU. Pero no pudieron contra el perfil de estudiantes
creativos, inteligentes y racionales que ya se había reflejado en aquellos diálogos
y que a través de marchas, mítines, huelga y Congreso Universitario transmitimos
hasta el fin del movimeinto. La fuerza de la razón estaba ya de nuestro lado, como
dejó constancia Carlos Mendoza en Canal 6 de Julio.
En medio de aquella realidad monolítica de los 80, en la que sólo existía la verdad
oficial, los estudiantes pudimos discutir como iguales frente a la autoridad.
Con un ridículo pretexto de un supuesto secuestro de dos integrantes de la
pretendida organización estudiantil Voz Universitaria, el 16 de enero se
suspendieron los diálogos. El CEU publicó en La Jornada uno de los documentos
más importantes del movimiento: La contrapropuesta del CEU.El 29 de enero
estalló la huelga con una manifestación que reunió a cerca de 300,000 estudiantes
en el Zócalo de la Ciudad.
El 9 de febrero más de 100,000 estudiantes congregados en la Plaza de las Tres
Culturas en Tlatelolco exigimos derogación de las reformas a los reglamentos
generales de Pagos, de Inscripciones y de Exámenes; Congreso Universitario
democrático y resolutivo, y constitución de una Comisión Organizadora del
Congreso Universitario.
Al día siguiente el Consejo Universitario aprobó suspender los reglamentos
generales de Inscripciones, de Exámenes y de Pagos; que el Consejo
Universitario asumiría los acuerdos de un Congreso Universitario y la formación de
una comisión para la organización y elaboración de bases y convocatoria del
Congreso.
Formarían esa comisión 16 miembros electos por el Consejo Universitario,
quienes definirían las bases y procedimientos para la elección, por voto universal y
directo de los estudiantes, de 16 miembros —seis de bachillerato, seis de
licenciatura y cuatro de posgrado—; por voto universal y directo del personal
académico, de 16 miembros —cuatro de bachillerato, ocho de licenciatura y cuatro
del área de investigación—, ocho representantes de los trabajadores
administrativos, y ocho de la Rectoría.
Los siguientes meses fueron de provocación y de la insistencia de desprestigiar al
movimiento estudiantil.
En la Prepa 6, de tan acentuado conservadurismo, hicimos una ardua campaña.
Recuerdo aquella hazaña de llenar el auditorio con un concierto de Los Nakos, a
los que la comunidad coreó feliz mientras llamábamos a votar por la planilla del
CEU para la integración de la Comisión Organizadora del Congreso Universitario
(COCU). Sin querer, se tuvieron que suspender clases. Unos días después, el 3
de diciembre de 1987, ganamos las elecciones. No logramos reiterar un triunfo en
posteriores comicios.
Quedaron electos los siguientes representantes de los estudiantes y académicos
de la COCU, aplicando la proporcionalidad de las planillas que contendieron: Por
los profesores: del CAU, con 42.5% de la votación: Fausto Nava (bachillerato)
Adolfo Gilly (licenciatura), Arturo Delgado (bachillerato) y Axel Didriksson
(licenciatura); y del FAU, con 57.5% de la votación: Máximo Carbajal, Elvia
Campuzano, José Sanginés Barraza, Rogelio Escartín Chávez, Isidoro García
Martínez, Jorge Cortés Obregón, Carlos Rosales Ortega y Carlos Oronoz Santana.
Por el sector de investigación, de AU, con 61.82% de la votación: Rafael Pérez
Pacual, Arturo Warman y José Ruiz de la Herrán; del PUI, con 38.38% de los
votos, Felipe Lara Rosano. Por los estudiantes, el CEU, con 75.13% de los votos,
ocupa los 16 lugares en la representación estudiantil: bachillerato: Leobardo Ordaz
Zamorano, Yolanda Susana Cruz Bonilla, Andrea González Rodríguez, Martí
Batres Guadarrama, Víctor Virueña Muñiz y Adolfo Llubere Sevilla; licenciatura:
José Luis Alvarado González, María Isabel Vizuet González, Imanol Ordorika
Sacristán, Raúl Rincón Baltazar, Ricardo Becerra Lguna y Agustín Guerrero
Castillo; y por el posgrado: Carlos Imaz Gispert, María Luisa Ceja Velázquez,
Jorge Zavala Hidalgo y Ricardo Gamboa Ramírez.
Finalmente, después de reiterados intentos de suspender el Congreso, de
intensificar la búsqueda del desprestigio de los ceuístas y, finalmente, de buscar
generar una correlación de fuerzas favorable a las autoridades en el Congreso
Universitario, logramos su realización.
El 29 de noviembre de 1989, dos años después de iniciados sus trabajos, la
COCU acuerda, por unanimidad, que el Congreso se integraría por 848
delegados, de los cuales: 318 representarían a los académicos (37.5%), 318 a los
estudiantes (37.5%), 106 a investigadores (12.5%) y 53 a trabajadores
administrativos (6.25%), todos ellos elegidos por la comunidad universitaria,
además de los 47 directores, el coordinador de los CCH y cinco representantes del
rector, es decir, 53 miembros de las autoridades (6.25%). El 6 de diciembre
siguiente, la COCU acuerda que el Congreso Universitario se realizaría del 14 de
mayo al 6 de junio de 1990.
Previamente, del 19 de febrero al 9 de marzo, cada escuela realizaría foros y
seminarios de diagnóstico. Ya programados, se registraron alrededor de 8,000
ponencias.
El 15 de marzo de 1990 se elige a los delegados al Congreso. Participan como
candidatos: 216 investigadores para 106 lugares; 792 maestros para 318; 879
estudiantes para 318 posiciones. De un padrón de 328,676 votantes, acuden a las
urnas 128,123 académicos y estudiantes, cerca del 40%.
El CEU gana 210 de los 318 espacios de representación de los estudiantes en el
Congreso, es decir, el 66.45% del total.
Participé en una planilla como candidata al Congreso ya por la Facultad de
Derecho. Perdí. Como perdió también Martí, mi hermano, a muy corta distancia
del triunfo. (Poco después sería el primer consejero técnico electo por la
comunidad estudiantil proveniente del sector democrático en la Facultad.) Mi
hermana Olinamir logró ser delegada del CCH Vallejo.
Como a muchos activistas, el movimiento estudiantil me hizo sentir el poder desde
abajo. Empoderamiento diríamos ahora. En el CEU aprendí a hablar en público, a
organizar asambleas, a improvisar discursos, a buscar argumentos, a coordinar
estrategias, a escuchar, convencer y a admirar a otros.
Un mundo nuevo, la nueva institucionalidad necesaria, no llegó a la UNAM, pero le
dejamos, además de la gratuidad, la muestra de una convivencia respetuosa
posible, de que es deseable y positiva la democracia académica y de que la
Universidad en la pluralidad puede hacer más en conjunto.
Las autoridades se negaron a asumir esta sencilla lección y en 1999 intentaron
nuevamente poner en marcha las reformas excluyentes. Y vendría un doloroso
desencuentro universitario que, con un enorme costo, logró finalmente impedir el
incremento de cuotas.
Sólo los momentos extraordinarios sellan las relaciones humanas con tanta
profundidad, como la que se dio entre los activistas, en nuestro caso, del turno
vespertino de Prepa 6, varios entre los mejores amigos que nunca tendré: Tania
Calva (a quien sustituí como representante de Prepa 6 turno vespertino ante el
CEU), Jorge Alfredo Calzado López,Miroslava García Suárez, Paloma Robles
Ortega, Carlos Cruz Camacho, Juan Pablo Soriano, Adriana Gutiérrez
Bello,Alejandro Olivos Santoyo, Héctor Barragán y Angélica Gallardo.
En el turno matutino de Prepa 6 había más activistas:Lorenza Manrique Mansour
(representante ante el CEU), Armando Alegre, Lénika Ávila, Tania Barberán Soler,
Rodrigo Bazán Bonfil, Carlos Castañeda Flores, Ulises Castellanos, Betty Durán,
Cecilia Espinosa García, Jorge Gidi, Sergio González, Rolando Guzmán, Julián
Manrique Monsour, Humberto Monteón, Jaime Ramírez Garrido, Daniel Silva
Valencia, Alicia Yvonne Simms y Felipe Zermeño, .
Luego conocería a Rodrigo Acosta Oakes, Carlos Adrián Anaya Avella, Federico
Anaya Gallardo, Juan Jaime Anaya Gallardo, Humberto Aranda, Jesús Castillo,
Lorenzo Córdova Vianello, María de los Ángeles Correa de Lucio, Juan Antonio
Cruz Parcero, Taissia Cruz Parcero, Carlos Estrada Meraz, Josué García Amador,
Cuauhtémoc Garduño, Marcos Alejandro Gil González, Pedro Francisco Guerra
Morales, Luis Álvaro López Trinidad, Nezahualcóyotl Luna Ruiz, Sofía Ochoa Chi,
Armando Olmos, Larisa Ortiz, Jorge Reza Maqueo, Patricio Rivera Jiménez,
Alberto Rocha, Juan Romero, Juan Carlos Solís Martínez, Ramiro Solorio
Almazán, Héctor Solorio Almazán,Sergio Soto, Erubiel Tirado, José Luis Tuñón,
Fernando Vargas, Gerardo Villanueva Albarrán de la Facultad de Derecho. No
todos del CEU, ciertamente (algunos del Taller Universitario de los Derechos
Humanos, otros de Regeneración), ni de la misma generación, pero sí del que
podríamos llamar bloque progresista de la Facultad. (Vendría más tarde una
siguiente generación de activistas democráticos de Derecho mucho más amplia
encabezada por Ana Lilia Bejarano, Francisco Ramírez Méndez, Alejandra Flores,
Arturo Medina, José Luis Rodríguez, Claudia Gómez Godoy, Marco Antonio
Escobar Cuapio, Tomás Romero, Daniel Osorio y Sergio Méndez Silva, que viviría
la huelga de 1999...)
Recuerdo de otras escuelas, además de los representantes en el diálogo público y
los integrantes de la COCU, a Luis Alberto Alvarado (+), Alfonso Álvarez
Moctezuma, Dione Anguiano, Fidel Astorga Ortiz, Nahuatzen Ávila Díaz (+),
Alejandra Ávila Guillén, Denise Avila Guillén, Julián Andrade Jardí, Sandra Barrón,
Ricardo Bautista García, Carlos Bedolla Pereda, Adrián Bejerano, Fernando
Belauzarán Méndez, Martín Beltrán, Miguel Ángel Bermúdez Olguín, Bernardo
Bolaños Guerra, Miguel Calderón Chelius, Carlos Calzado Calzado, Federico
Campbell Peña, Emilia Cantú Alvarado, Orfe Castillo Osorio, René Ceceña
Álvarez, Urania Chavarría Decanini, Miguel Angel Chavezti Monrraga, Adolfo
Cimadevilla Cervera, Alma Rosa Colin Colin, Maricela Contreras Julián, Aracely
Cortés, Milena Andrea Corvalán Sepulveda, Eréndira Cruzvillegas Fuentes, María
Eugenia de la Garza Campero, Carolina de la Peña, Fausto España, Elí
Evangelista Martínez, Darinka Ezeta, Susana Fernández S., Marco Antonio Flores
Mondragón.
Además, participaron como activistas del movimiento: David Gaxiola Pineda, Argel
Gómez Concheiro, Baltazar Gómez Pérez, Ingrid Gómez, Marco Antonio González
Pérez, Rafael Tonatiuh González Pérez, Ana González de la Vega Velázquez,
Valia Goytia Leal, Julio Goytia Leal, Témoris Grecko, José Luis Gutiérrez Cureño,
Juan Gutiérrez, Adriana Hernández Alarcón, Alfredo Hernández Raigosa, Dinorah
Hernández, Mónica Adriana Hernández Arrieta, Patricia Hernández, Raymundo
Hernández, Salvador Hernández, Norma Herrera, Yuri Herrera, Mireya Imaz
Gispert, Miguel Ángel Juárez, Jorge Langarica, Luis Langarica, Ulises Lara López,
Héctor Leal Quiroz, Marco Levario Turcott, Gabriel Leyva, José Alberto López
Damián, Roberto López Suárez, Mauricio López Velázquez, Alejandro Lluvere.
Gerardo Marentes, Lucerito Del Pilar Márquez Franco, Rina Martinez, Fabrizio
Mejía Madrid, Cuauhtémoc Medina, Ivonne Melgar, Leyla Méndez, Adolfo Miranda,
Antonio Mondragón, Jorge Mondragón Reyes, Alberto Monroy Limón, Victorio
Montalvo, Elvira Moreno Corzo, Guadalupe Moreno Corzo, Hena Iris Moreno
Corzo, Octavio Moreno Corzo, Higinio Muñoz García (+), Ernesto Morón Ortiz, Ciro
Murayama, Leonardo Olivos Santoyo, Nicolás Olivos Santoyo, Jorge Ortiz Leroux,
Sergio Ortiz Leroux, Horacio Ortiz González, Jose Antonio Ortiz, Onel Ortiz
Fragoso, José Manuel Oropeza Morales, César Peregrina, Antonieta Pérez,
Gabriel Pérez, Julio Pérez Guzmán, Andrés Mario Ramírez Cuevas, Jesús
Ramírez Cuevas, Teresa Ramírez Alva, Gerardo Rangel, Carlos Reyes Gámiz,
Salvador Ríos, Guadalupe Rodríguez Luévano, Gerardo Romero, Gerardo Rosas,
María Rubio, Ernesto Ruiz Gutiérrez, Nicolás Sánchez de Jesús, José Luis Santos
Calderón, Claudia Sheinbaum Pardo, Víctor Manuel Sulser López, Antonio
Tenorio, Mónica Ugarte, Alfredo Velarde Saracho, Naief Yehya.
25 años después, el CEU ha dado académícos, científicos, cineastas, músicos,
escritores, pintores, actores, periodistas, políticos... Muchos de los activistas del
Consejo Estudiantil Universitario destacan en las diversas actividades a que se
dedican. ¿Dónde habrán quedado los estudiantes que apoyaban al ala
conservadora? En fin, esa es otra historia.
(Para más detalles, ver La disputa por el campus: poder, política y autonomía en la
UNAM, de Imanol Ordorika Sacristán; Entrada libre. Crónicas de la sociedad que
se organiza, de Carlos Monsiváis; Una visión de las luchas por el reconocimiento
en el México contemporáneo, de Ernesto Isunsa Vera; La democracia en la calle:
crónica del movimiento estudiantil mexicano, de Gilberto Guevara Niebla;
Cronología del movimiento estudiantil 1986-1987 y Congreso Universitario de
1990, de Miguel Ángel Farfán Caudillo; Cronología del Movimiento Estudiantil de
1986-1987, de Arturo Acuña, e Imágenes del Congreso Universitario: 14 de mayo
al 5 de junio, 1990, de Arlette López Trujillo, José de Jesús Avila Ramírez y Juan
Carlos Miranda Arroyo.)
3 de noviembre de 2011