el amor al maíz en el mes de la patria - 23 de septiembre de 2011
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El amor al maíz en el mes de la patria
Para los europeos y en general para los países del Norte del mundo, el pan de trigo
es el alimento básico por excelencia. Y en torno al pan se ha ido configurando la vida
y la cultura de muchos pueblos. Unos años atrás, Francia rindió tributo al pan,
presumiendo que ese producto básico lo elaboraban con el mejor trigo del planeta.
En ese país europeo, el oficio de panadero es de los más celebrados y respetados y
existe una historia muy rica sobre dicho trabajo. Se tienen, por ejemplo, memorias
históricas de los primeros panaderos y de las primeras escuelas para enseñar el arte
de hacer buen pan, y del invento de las máquinas y las fórmulas de hornear para
lograr un producto a la altura de su exquisita cocina.
¿Por qué, dirá Usted, amable oyente, nos metemos hoy con temas que podrían
formar parte de programas de cultura y de cocina, y no de un editorial de nuestra
Radio? Lo hacemos porque nosotros, en nuestra área mesoamericana de
Centroamérica y México, tenemos la planta del maíz de la que nos debemos sentir
orgullosos.
Somos un pueblo que con orgullo debemos decir que somos hijos e hijas del maíz, y
toda nuestra cultura se ha tejido en torno a dicho cultivo y a la diversidad de
comidas que se elaboran con ese maravilloso grano. Así como para Francia y los
países europeos el trigo representa el alimento básico, y así como para los asiáticos
lo es el arroz, para nosotros el maíz es, desde hace miles de años, nuestro alimento
por excelencia.
Los campesinos de nuestro país y de toda nuestra región mesoamericana han
sabido conservar el maíz durante siglos, y les sirve para elaborar una variedad de
comidas que podrían ser más extensas que las que se preparan con el trigo. Sin
embargo, no todo es hermoso en este tema del maíz. Mientras el trigo, por ejemplo,
es defendido por los gobiernos europeos, los funcionarios de nuestro país al igual
que los de Centroamérica y de México miran con desdén al maíz, y lo ven más como
símbolo de pobreza y de atraso. El ejemplo más dramático es el apoyo incondicional
que ofrecen los funcionarios de los gobiernos para que las multinacionales de
alimentos atenten y destruyan las variedades más antiguas de la semilla de maíz
para sustituirlas por el maíz transgénico.
El buen vivir, la seguridad, la independencia y la soberanía de un país descansan en
bocas bien alimentadas, en comida bien preparada y de buen sabor. Los sustitutos
engañosos del maíz atentan contra el campesino y en contra de lo mejor de nuestra
tradición. Ese mensaje lo dejan bien claro los europeos con la defensa de su trigo y
de su pan. Mientras tanto, nuestros gobiernos aprueban, con orgullo mercenario,
Tratados Comerciales que mandan el maíz y la tortilla al carajo, y nos ponen a
merced de una economía que nos quita la tortilla para llenarnos la mente y la boca
de comida chatarra.
Nuestra Palabra | 23 SEPTIEMBRE 2011