educar al soberano domingo faustino sarmiento - su bicentenario

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Publicacion digital de la Junta de Estudios Historicos - Curso realizado en 2011 con motivo del bicentenario de su nacimiento

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Educar al soberano:Domingo Faustino Sarmiento

— Su bicentenario —

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Educar al soberano:Domingo Faustino Sarmiento

— Su bicentenario —

Junta de Estudios Históricos de Tucumán— 2013 —

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Educar al soberano: Domingo Faustino Sarmiento. Su bicentenario6

Primera edición: agosto de 2013.Derechos exclusivos de esta primera edición reservados para todo el mundo.Edición a cargo de Teresa Piossek Prebisch.Diseño y edición gráfica: Gustavo Sánchez.

El contenido de este libro no puede ser reproducido, almacenado o transmitido deninguna forma ni por ningún medio, sea eléctrico, mecánico, electrónico, informático,por grabación, fotocopia o cualquier otro sin la previa autorización escrita de laJunta de Estudios Históricos de Tucumán.Las opiniones y cuanto se dice en los trabajos publicados en este libro son exclusivaresponsabilidad de sus autores.

Queda hecho el depósito que marca la ley Nº 11.723

ISBN 978-987-25142-3-5

Versión digital.

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Índice

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9Dr. Florencio Gilberto Aceñolaza

Palabras preliminares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12Lic. Teresa Piossek Prebisch

Sarmiento y Recuerdos de provincia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15Lic. Teresa Piossek Prebisch

Relaciones de Domingo Faustino Sarmiento con Tucumány los tucumanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39Dr. Carlos Páez de la Torre (h)

Sarmiento y su visión de la flora e industria madereratucumanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58Prof. Elena Perilli de Colombres Garmendia

Elementos para una filosofía de la historia en el Facundo . . . . . . . . . . 73Prof. Lucía Piossek Prebisch

La polémica entre Sarmiento y Alberdi por la organizaciónpolítica y constitucional de la República Argentina enCartas Quillotanas (Alberdi) y Las ciento y una (Sarmiento)y en Comentarios a la Constitución (Sarmiento)y Estudios sobre la Constitución (Alberdi) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85Dr. Félix Alberto Montilla Zavalía

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Educar al soberano: Domingo Faustino Sarmiento. Su bicentenario8

Luces y sombras de Sarmiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106Prof. Armando Raúl Bazán

Domingo Faustino Sarmiento: maestro por excelencia . . . . . . . . . . . . . 112Prof. María Elena Curia de Villecco

Educar al soberano. El ideal educativo de Sarmiento en Tucumán . . 126Prof. Silvia Eugenia Formoso

Sarmiento y la cuestión capital de la República . . . . . . . . . . . . . . . . . 151Arq. Alberto Nicolini

Los viajes de Sarmiento. Su escritura y la visión del mundodecimonónico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162Dra. Elena M. Rojas Mayer

Las fiestas patrias en el ideario de Domingo Faustino Sarmiento . . . 186Prof. Elba Estela Romero

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Prólogo

ace años, en la Universidad Nacional de Córdoba, me impactóuna frase grabada en la piedra negra de un monumento erigidopara recordar a Sarmiento. En ella, y debajo del adusto rostro del

Maestro, está la inscripción: «Tengo los puños llenos de verdades». Estemensaje duro y coherente sugiere mucho más de las escasas palabras quelo contenían. Es cierto que en sus manos estuvieron muchas «verdades» so-bre cómo había que construir el país. Sin dudas Sarmiento desde siemprequiso ser un constructor, como sin dudas lo fue desde el pensamiento y laacción.

Nacido con la Patria, desde chico se destacó por sus actos e ideas. For-mó parte del quehacer de la «generación del 37» que junto a Alberdi yEcheverría dieron sus primeros pasos liberales en un país aún anárquico.Sus ideas lo llevaron al exilio donde no solo continuó su prédica sino quepudo ver como se organizaban los países que aspiraban un futuro mejorpara sus habitantes. Chile, Francia y Estados Unidos fueron sus primerosreferentes y, viajando y observándolos, acrecentó en sus pensamientos elcómo debía ser la forma de fundar el futuro de la Patria.

Pero Sarmiento también se dio cuenta que para llevar adelante su ac-ción no solo necesitaba de las ideas y es por ello que se enroló en el ejér-cito del Urquiza para participar en Cepeda, triunfo, que permitió llegar ala «Organización Nacional» y al dictado de la Constitución de la NaciónArgentina. Esto habría de abrirle las puertas a sus expectativas políticas decómo avanzar en la concreción de sus ideas.

La educación fue su eje primario de acción, porque entendía que conun pueblo educado el país habría de crecer. Ya hombre maduro, nueva-mente visitó Estados Unidos y Europa para en ellas abrevar nuevos conoci-

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mientos que habrían de consolidar sus ideas. Su paso por el gobierno dela provincia natal le habilitó las condiciones de conductor que años des-pués, como Presidente, ejercitara para la Nación.

Creativo y ejecutor de ideas fue, al decir de Carlos Pellegrini, «el cere-bro más poderoso que hubo de producir América». No hubo obra que noasumiera con la fuerza e ímpetu que le marcaba su personalidad. En él lamodernización del país se fundaba en promover la educación, aunque tam-bién lo encontramos como propiciador de la ciencia, de las comunicacio-nes ferroviarias y telegráficas, de la ocupación territorial facilitando lallegada de inmigrantes y muchas otras más que facilitaron el crecimientode la Nación. Ello, sin perjuicio que le tocó vivir y enfrentar los resultadosde la Guerra del Paraguay y las rebeliones internas de quienes se resistíana «sus puños».

La vida de este gran hombre ha sido abordada por un grupo de inves-tigadores que han querido recordarlo y homenajearlo desde Tucumán me-diante el dictado de un curso y su correlato escrito que hoy tenemos a lavista. Ellos han abordado diferentes aspectos de la vida y acción del prócerpara remarcar el aporte que el «gran sanjuanino» hizo para la Patria.

En esta tarea hay que destacar el trabajo del Teresa Piossek Prebisch,quien con prosa ágil y amena aborda diferentes aspectos de la vida delprócer siguiendo el hilo de la conocida obra Recuerdos de Provincia dondeSarmiento expone partes de su azarosa vida previa a la etapa de la Orga-nización Nacional en la que desempeñó roles de gran importancia. Másadelante, el destacado historiador Carlos Páez de la Torre hace una am-plia reseña de las relaciones que desarrolló con personajes de Tucumán,especialmente con Posse a quien consideraba su amigo desde que juntoshabían compartido el exilio en Chile, como así también de quien fuera suministro, Nicolás Avellaneda . En su artículo, Elena Perilli desarrolla as-pectos relacionados con el pensamiento de Sarmiento sobre el valor de laflora y las perspectivas que ésta tiene en Tucumán. Lucía Piossek Prebischhace un análisis de la formación filosófica y particularmente enfoca aspec-tos de la obra Facundo donde reflexiona sobre la importancia que Sarmien-to dio a los aspectos educativos, científicos y culturales.

Para Félix Montilla Zavalía la confrontación intelectual entre Sarmientoy Alberdi es fruto de dos mentes brillantes que, cada uno a su manera ysin temor al disenso, trataron de orientar el camino de progreso nacional;mientras que Armando Raúl Bazán enfoca aspectos de la personalidad deSarmiento y como éste propiciaba cuestiones que hacían a la organizacióndel país.

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Tanto María Curia de Villecco como Silvia Formoso toman a su cargoel tema educativo en el pensamiento de Sarmiento, tanto en el aspectonacional como particular en Tucumán. Para el arquitecto Alberto Nicolinitoma en cuenta el pensamiento sobre la cuestión de la República y losantecedentes que llevaron a reconocer que ésta debía tener una razón geo-gráfica basada el «decoro» que debía tener ante otras del mundo. Másadelante Elena Rojas Mayer aborda las impresiones que tuvo en sus periplosdel por entonces «mundo civilizado» como una forma de poder enfrentar laorganización y crecimiento nacional. Por último Elba Estela Romero tomaa su cargo el valor que Sarmiento daba a la celebración de las fiestaspatrias para consolidar la identidad argentina.

El trabajo hecho por estos autores es sólido y de gran valor históricopara penetrar en la valoración de quien representa, por sobre todo, alMaestro. Para ello, desde varias ópticas se abordan diferentes aspectos dela personalidad de Sarmiento destacando algunos de los factores que leayudaron a forjar el País donde desarrolló sus pensamientos y acciones.

Dr. FLORENCIO GILBERTO ACEÑOLAZA

Florencio G. Aceñolaza: Prólogo

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Palabras preliminares

n 2011 la Junta de Estudios Históricos de Tucumán dedicó su cursoanual a Domingo Faustino Sarmiento con motivo de cumplirse elbicentenario de su nacimiento ocurrido el día 11 de febrero de

1811, a nueve meses de la Revolución del 25 de Mayo de 1810. Por eso él,cuando le preguntaban por su edad, respondía que «tenía un año menosque la patria».

Esta casi simultaneidad de fechas hizo que su vida creciera tan entrela-zada con la de la patria, como la de la enredadera adherida al tronco delárbol. Sarmiento creció viviendo en carne propia las etapas cruciales, in-tensas, tumultuosas de transformación profunda por las que el país pasódurante el agitado siglo XIX: El fin de la colonia; las guerras por la inde-pendencia; la anarquía y la lucha por la organización nacional; el comien-zo de la era constitucional. Enrique Anderson Imbert, en su libro Genio yfigura de Sarmiento, al referirse a su faceta de escritor, dice que si sepretendiera suprimirlo de la historia literaria hispanoamericana, quedaría«un gigantesco hueco». Mucho mayor, abismal sería ese hueco sin su pre-sencia en la construcción de la Argentina moderna ya que, como señala elmismo autor, «de los constructores de la Argentina, Sarmiento es el másgenial… trazó los caminos fundamentales de nuestro engrandecimiento».

No son exageradas estas palabras pues Sarmiento fue hombre de acciónpor antonomasia y patriota cabal dotado de una inteligencia superior. Fuehombre de proyectos grandiosos, de pensamiento que se anticipaba a sutiempo y, al estudiar el conjunto de sus realizaciones, nos encontramosante una obra colosal: Primer censo nacional. Promoción de la industria,comercio, agricultura y minería. Ferrocarriles, caminos, puertos, transporte,telégrafo. Código Civil. Bibliotecas públicas, instituciones científicas y ex-

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posiciones mundiales. Escritos sobre los más diversos temas que componenun total de 56 volúmenes. Esto, para mencionar sólo parte de todo lo queél hizo.

Al adentrarnos en esa colosal obra encontramos cuál fue su núcleo yfuerza impulsora: La educación pública. Su contrario era la ignoranciasobre la cual no podría construirse jamás la gran Nación Argentina quesoñaban él y otros notables contemporáneos suyos. La ignorancia era elorigen de los más graves males que pueden aquejar a un país porque lollevan a la barbarie que sume en la pobreza y en el atraso; que ahoga suspotencialidades, adormece su inteligencia y anquilosa sus capacidades crea-doras.

Sarmiento, a través de viajes y lecturas, recogió lo mejor de la expe-riencia educativa de los países de avanzada de su tiempo —sobre todo dePrusia y Estados Unidos— y trajo y puso en práctica lo recogido, primero,en Chile y, más tarde, en Argentina. Su concepción de la tarea educativaera total, de educación para todos, comenzando en los jardines de infantespara continuar en la escuela y culminar en la universidad. No concebía laeducación como mera acumulación de conocimientos, sino, como lo expre-sa en su obra Educación popular, «educar es enseñar a pensar… a adquirirideas, pues la falta de ideas es la barbarie pura».

«La naturaleza hizo en grande a Sarmiento», escribe Leopoldo Lugonesen su Historia de Sarmiento. Le dio una personalidad exuberante, multifa-cética y fecunda; clarividencia para analizar la realidad y planificar elfuturo; vigor arrollador para alcanzar sus fines y luchar contra prejuiciosy obstáculos impulsado por su patriotismo auténtico. Despertó devociones yenconos; amores y odios; admiraciones y rechazos, pero cumplió con elpropósito que se trazó desde su juventud: volcar todas sus energías de cons-tructor para hacer de Argentina un país respetado en el mundo, habitadopor gente próspera.

La Junta de Estudios Históricos de Tucumán, al organizar el curso en suhomenaje, quiso mostrar con la mayor amplitud posible las distintas face-tas de su personalidad y de su obra que, como ya dijimos, es parte insepa-rable de la historia de la patria. Hoy tenemos la satisfacción de publicarlas clases de los distintos disertantes, en el orden en que ellas fueron dic-tadas entre el 19 de abril y el 24 de mayo de 2011. Del mismo modo lohicimos con cursos anteriores con el propósito de que su contenido puedacontinuar siendo provechoso para las generaciones futuras.

Como apéndice incluimos la investigación titulada Las Fiestas Patrias enel ideario de Domingo Faustino Sarmiento. Fue presentada en el Congreso

Teresa Piossek Prebisch: Palabras preliminares

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Extraordinario en homenaje el prócer, organizado por la Academia Nacio-nal de la Historia y la Junta de Estudios Históricos de San Juan, en elmes de abril, y después fue leída en el Centro Cultural Alberto Rougés dela Fundación Miguel Lillo, como parte de la conmemoración del 9 de Ju-lio de 1816 por la Junta de Tucumán. Consideramos que el tema tratadocontribuía a enriquecer la visión educativa del gran maestro por lo queconvenía incluirla en la presente publicación.

Lic. TERESA PIOSSEK PREBISCH

Presidente de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán

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Teresa Piossek Prebisch: Sarmiento y Recuerdos de provincia 15

Sarmiento yRecuerdos de provincia

porTeresa Piossek Prebisch

l 14 de febrero de 1811, en la ciudad de San Juan de la Fronteranació Faustino Valentín Sarmiento. Así quedó registrado en el librode nacimientos de la Iglesia Matriz, pero la familia lo llamó Do-

mingo por su devoción al santo, como cuenta Sarmiento en su obra auto-biográfica Recuerdos de provincia.1 Lo que merece señalarse es que aquelloque comenzó como una suerte de apodo se impuso como el nombre porantonomasia del personaje.

¿Por qué la Junta de Estudios Históricos comienza su curso 2011 conRecuerdos seleccionándolo entre la obra sarmientina que abarca 56 tomos?Porque habiendo sido escrito en 1850, cuando Sarmiento contaba 39 años,nos hace conocer el ambiente en que nació y creció, y bien dicen que lainfluencia que el ser humano recibe de su familia, casa, ciudad y país ensus años iniciales son determinantes de su existencia. En Recuerdos Sar-miento también nos habla de sus años de lanzamiento a la acción pública,del descubrimiento de cuál iba a ser su misión en la vida.

Cuando nació, la Argentina como hoy la conocemos no existía, comen-zando por la silueta que la individualiza en el mapa. Sus pocas ciudadesestaban diseminadas en un dilatado espacio casi desierto. Los caminoseran huellas. La muy escasa población —más o menos la actual de Tucu-mán— estaba distribuida irregularmente en el territorio. Hasta la revolu-

1 Sarmiento, Domingo Faustino: Recuerdos de Provincia. EUDEBA. Editorial Univer-sitaria de Buenos Aires. Serie del siglo y medio, vol. 13. Buenos Aires, 1961.

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ción del 25 de mayo de 1810 integró el Virreinato del Río de la Platapero, al producirse ésta, se llamó Provincias Unidas del Río de la Plata,designación que abarcaba cuatro repúblicas actuales: Bolivia, Paraguay,Uruguay y Argentina.

La revolución marcó un cambio en nuestra historia que Sarmiento defi-ne en Recuerdos como una «transición lenta y penosa de un modo de ser aotro; la vida de la República naciente, la lucha de los partidos, la guerracivil, la proscripción y el destierro».2 Y en Facundo. Civilización y barba-rie, escribe: «La revolución de 1810 llevó a todas partes el movimiento y elrumor de las armas».3 Verdaderamente fue un período penoso que duró 43largos años, marcados por la confusión, inestabilidad, inquietud y luchasfratricidas.

Desde 1810 comenzó la confrontación entre los intereses de las provin-cias y los de Buenos Aires, ex capital del Virreinato, de tendencia centra-lista que se declaró «Hermana mayor» con poder de decisión sobre lasrestantes. Por su condición portuaria era usufructuaria exclusiva de losingresos de la aduana y mantenía un contacto con el mundo exterior delque carecían las provincias, hecho que había creado una brecha culturalque contribuiría al desentendimiento. Surgieron dos bandos, el federal quedefendía las autonomías provinciales y el unitario, el centralismo porteño.Sus enfrentamientos marcarían la historia del país durante casi medio sigloprovocando divisiones, violencia y pérdida de territorios. Sarmiento sufrióeste proceso que padeció la patria, así como el navegante sufre los riesgosque corre su nave sobre el mar, de modo que su vida está entrelazada conla de la patria.

Sus padres fueron Clemente Sarmiento y Paula Albarracín, de familiasque gozaron antaño holgada posición, pero que por entonces decaían.4 Dosseres muy disímiles en carácter, sin embargo, cada uno, a su modo, ejer-ció influencia fundamental en la construcción del personaje Domingo Faus-tino Sarmiento quien los describe así:

Él, un joven apuesto… dotado de mil cualidades buenas, que desmejorabanotras… sin ser malas5… pasó toda su vida en… especulaciones… sin un plan… ensus acciones, por lo que su contribución al sostén del hogar se reducía a acciden-

2 Ibidem, p. 156.3 Sarmiento, D. F.: Facundo. Civilización y barbarie. EUDEBA. Editorial Universitaria

de Buenos Aires. Serie del siglo y medio. Buenos Aires, 1961, p. 58.4 Ibidem, p. 139.5 Ibidem, p. 139 y sigs.

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tales auxilios. Había sido educado en los rudos trabajos de la época: peón en lahacienda paterna…, arriero en la tropa… En 1817 acompañó a San Martín a Chi-le…, como oficial de milicia… y desde el campo de batalla de Chacabuco fue des-pachado a San Juan llevando la plausible noticia del triunfo de los patriotas yconduciendo prisioneros de guerra.

Ella era industriosa6 y llevaba a cabo tesoneramente todo aquello queemprendía. Estaba formada en las normas coloniales según las cuales una«mujer…, aún aquellas nacidas y criadas en la opulencia, podía contarconsigo misma para subvenir a sus necesidades». Exponente de esto era lavivienda familiar cuya construcción ella costeó con su trabajo de tejedora,aún antes de casarse como si supiera que sobre ella caería

el sostén de la familia. Su inteligencia —escribe Sarmiento— [era] poco cultiva-da…, [pero] clara,7 regida por el realismo y el sentido común. Tenía una profundareligiosidad y una confianza en la Providencia que le daba una asombrosa enterezaante circunstancias difíciles…, reiteradas y diversas… sin flaquear ni contemporizar…Poseía —concluye el hijo— una rara beldad moral

y él siempre la tuvo como máximo ejemplo de vida.

En 1811 San Juan era una ciudad de unos 3.000 habitantes y la casade los Sarmiento-Albarracín era un hogar pobre, a menudo en «situaciónvecina de la indigencia»,8 donde se valoraba como bendición de Dios elpan de cada día. Era una construcción de adobe, compuesta de sala y dor-mitorio, y se levantaba en un lote de unos 24 por 32 metros, lo suficien-temente amplio como para que en él hubiesen árboles frutales, un pequeñojardín, una huerta, más un estanque donde se criaban patos. Y tambiénhabía «lugares apartados»9 donde Sarmiento niño pasaba «horas… y sema-nas… en inefable beatitud»10 jugando en soledad, acompañado de sus en-soñaciones. Un juego preferido era moldear en barro imágenes de santos ysoldados, dos arquetipos para los estándares coloniales. En esto había algopremonitorio de la misión que cumpliría en su vida ya que tuvo una acti-tud de santidad en su propósito de beneficiar al ciudadano dándole el ca-

6 Ibidem, p. 137 y sigs.7 Ibidem, p. 131 y sigs.8 Ibidem, p. 142.9 Ibidem, p. 143.10 Ibidem.

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pital de la educación, base de un país pujante y, ante la necesidad de lu-char contra prejuicios, peleó como el más aguerrido de los soldados.

Quiero señalar un hecho que dejó honda huella en su carácter: que lapobreza material de los Sarmiento-Albarracín se compensaba con tres ri-quezas: La unión familiar. El culto a la verdad, y la honradez y dignidadpara vivir. El amor a la tierra natal en la que ambas familias arraigabandesde generaciones atrás.

Sarmiento era un niño saludable, vital, cuyos ojos zarcos imagino quedesde entonces tendrían la mirada intensa que conservaron hasta la ancia-nidad. Desbordaba energía física y mental, don que iba a necesitar en suexistencia ya que cada paso que dio en ella fue una batalla contra obstá-culos y adversidades, en pos del cumplimiento de su misión.

Era el rey de su casa, único varón entre cuatro hermanas, mimado porellas, adorado por sus padres. Don Clemente fue, quizás, el primero enadvertir que su hijo no era un niño común y esas palabras que le escucha-ron decir cierta vez: «¡Mi hijo jamás tomará en sus manos una azada!».11

no las adjudico meramente a la mentalidad colonial que subestimaba eltrabajo manual, sino al reconocimiento de que había en él algo excepcio-nal. Más allá del amor paternal, sentía admiración por él; intuía que es-taba predestinado a algo grande y luchó por darle educación para liberarlode la chatura aldeana: «Mi pobre padre, ignorante como era, pero solícitode que sus hijos no lo fuesen, aguijoneaba en mi casa esa sed naciente deeducación… [A él le] debí mi afición a la lectura». Aprendió a leer a loscuatro años gracias a su tío el cura Quiroga Sarmiento y, a los cinco,«leía corrientemente en voz alta, con las entonaciones que sólo la completainteligencia del asunto puede dar»,12 causando admiración en quienes loescuchaban.

¿Y qué sucedía, entretanto, en el ámbito de las Provincias Unidas? Seacentuaban la tendencia hacia «la hegemonía absorbente de Buenos Aires»13

—como señalan Floria y García Belsunce en la obra Historia de los argen-tinos— y su rechazo por las provincias. Ejemplo de ello fue que en mayode 1811, en Asunción se constituyó una Junta de Gobierno Provisional14

que proclamó la independencia del Paraguay reconocida por Argentina re-

11 Ibidem, p. 139.12 Ibidem, p. 158.13 Floria, Carlos Alberto y García Belsunce, César A.: Historia de los argentinos.

Tomo Primero, p. 332. Ediciones Larousse Argentina S.A.I.C., Buenos Aires, 1992.14 Presidida por Fulgencio de Yegros.

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cién en 1852. Fue el primer desprendimiento del conjunto de las ProvinciasUnidas.

Otro mal signo era la inestabilidad institucional: Primera Junta, JuntaGrande, Junta Conservadora, Primer Triunvirato, Segundo Triunvirato, Di-rectorio. Los cambios de designación del poder político dan la pauta, sinembargo, simultáneamente, se afirmaba una aspiración muy ambiciosa:Declarar a las Provincias Unidas nación independiente y darle una consti-tución, objetivo, éste, que resultó muy difícil de alcanzar.

El primer intento de redactar una fue el Estatuto Provisional de 1811,año en que Sarmiento nacía. En 1812, inspirado por la idea independista,Manuel Belgrano le dio al país un fundamental símbolo de autonomía: labandera, enarbolada por vez primera el 27 de febrero de ese año en queSarmiento cumplía el primero de su vida.

En 1813 se reunió la Asamblea General Constituyente cuya misión eradeclarar la independencia y redactar una constitución, pero no lo logró,aunque «eliminó toda referencia al rey,…acuñó moneda nacional… estable-ció el escudo y el himno del país», dándole, así, otros símbolos de autono-mía que, junto a la bandera, desde entonces nos unen e identifican.

Un efecto indeseado de la Asamblea fue la reacción de las provinciasdel Litoral —Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes— que, reacias a aceptar lasupremacía porteña, se federaron con la Banda Oriental del Uruguay lide-rada por Artigas.

A los tropiezos de índole institucional se sumaban las Guerras de laIndependencia que costaron tanto sacrificio a las provincias del Norte. ElEjército del Norte obtuvo para la causa de Mayo dos trascendentales triun-fos: las batallas de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812, y de Salta, el20 de febrero de 1813. Sin embargo, en este mismo año sufrió las derrotasde Vilcapugio y Ayohuma y, en 1815, la de Sipe-Sipe tras la cual se per-dieron las provincias del Alto Perú, segundo desprendimiento de las Provin-cias Unidas.

José de San Martín, militar de carrera, se hizo cargo del ejército ycambió la estrategia guerrera: no insistir en batir a los realistas por elAlto Perú, sino cruzar los Andes y, por mar, llegar hasta Lima, su centrode poder. En 1814 fue designado gobernador de Cuyo e, instalado en Men-doza, se dedicó a organizar el Ejército de los Andes al cual se unió donClemente Sarmiento.

En 1815 se redactó un segundo Estatuto Provisional, que no fue acepta-do por las provincias y en 1817 un Reglamento Provisorio a regir mientrasse elaboraba una constitución.

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Este era el panorama que ofrecía la realidad de nuestra patria duranteel primer lustro de vida de Sarmiento que, entonces, nada podría com-prender de su gravedad una de cuyas manifestaciones era la precariedad dela educación pública.

La primera escuela que hubo en San Juan fue de religiosos (1787) y sellamó Escuela del Rey, pero, producida la revolución, se la denominó Es-cuela de la Patria. A ella asistió Sarmiento de cinco años de edad y seentregó al aprendizaje con el entusiasmo que siempre pondría en lo queemprendía. La dirigían los maestros porteños José e Ignacio Rodríguezquienes pronto reconocieron su capacidad de aprendizaje por lo que leotorgaron el título de Primer Ciudadano creado para estimular la aplica-ción a los estudios. Es decir, que el rey del hogar también comenzó a ejer-cer cierto tipo de reinado en la escuela lo que contribuyó a desarrollar laconfianza en sí mismo: «Yo creía desde niño en mis talentos como un pro-pietario en su dinero, o un militar en sus actos de guerra».15

Corría el año 1816 y bajo el Directorio de Pueyrredón se reunió el Con-greso de Tucumán al que no asistieron diputados del bloque artiguista. Conla presidencia del sanjuanino Narciso Laprida, el 9 de julio declaró, a lasya denominadas Provincias Unidas de Sudamérica, nación independiente,pero no logró redactar una constitución.

Estas noticias de guerras, de triunfos y derrotas, de cambios de gobier-no, de constituciones fallidas escuchaba Sarmiento niño en los corrillossanjuaninos, y, de escucharlas tan habitualmente, las tomaría como partede la normalidad. Ya señalé que uno de los efectos más dañinos de esteestado de cosas era la precariedad de la educación pública que se hizosentir interponiéndole el primer obstáculo al desarrollo de sus potenciali-dades: la Escuela de la Patria tenía un solo grado al que asistió durantenueve años hasta llegar al hartazgo y la indisciplina, y quien fue alumnosobresaliente, un día cambió. Revelando innato don de mando y agresivi-dad en la pelea, se transformó en jefe de una pandilla de muchachos queguerreaba a pedradas con otra, hecho que, lamentablemente, resultaba unaparodia de lo que le ocurría al país:

El congreso que comenzó en Tucumán en 1816 se había trasladado aBuenos Aires y el 25 de mayo de 1819 sancionó una constitución que fuerechazada por las provincias por su carácter centralista, lo que agudizó elenfrentamiento entre unitarios y federales, cada día más fanático, sectarioy cruel.

15 Ibidem, p. 159.

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De hecho el país estaba dividido en dos sectores: Buenos Aires sede delgobierno directorial de tendencia unitaria y las provincias de tendenciafederal, dispuestas a defender su autonomía. En agosto de 1819 Santa Fese declaró autónoma y en octubre la tensión entre ella y Buenos Aires des-embocó en lucha armada. El Director Supremo Rondeau convocó a los ejér-citos de los Andes y del Norte para defender la postura porteña, pero SanMartín se negó a participar en una guerra fratricida y el del Norte se su-blevó en la Posta de Arequito por el mismo motivo.

Y llegó 1820. En febrero tuvo lugar la Batalla de Cepeda en la que losejércitos de Entre Ríos y Santa Fe derrotaron al ejército del Directorio. Losresultados fueron su caída y el surgimiento de movimientos autonomistas envarias provincias:

En Tucumán, el gobernador Bernabé Aráoz declaró a la provincia Repú-blica Autónoma de Tucumán, pero aclaremos que no significaba creaciónde un Estado independiente ni ruptura con las provincias hermanas. Dictósu propia constitución a regir hasta tanto un congreso constituyente dictarala de carácter nacional.

Santiago del Estero, que junto con Catamarca estaba subordinada aTucumán, se declaró autónoma.

En Córdoba, el coronel Juan Bautista Bustos, jefe de la sublevación delEjército del Norte, fue elegido gobernador y lanzó la convocatoria a uncongreso constituyente que fracasó.

En San Juan, la tierra de Sarmiento entonces de 9 años, el batallóndel Ejército de los Andes acantonado allí también se sublevó y la provinciase declaró independiente hasta que un congreso redactara una constituciónnacional.

La historia denomina a este período la Anarquía, pero más adecuadosería definirlo como de su recrudecimiento ya que hacía tiempo que reina-ba en el país creando el ambiente propicio al surgimiento de un dictadordispuesto a imponer su concepto del orden a cualquier precio.

¿Y qué sucedía con Sarmiento? En 1822, contando 11 años, viajó consu padre a Córdoba en un intento por ingresar al Seminario de Loreto perono lo consiguió. En 1824 se le abrió una esperanza: Bernardino Rivadavia,ministro de Martín Rodríguez, gobernador unitario de Buenos Aires, creóbecas para que jóvenes provincianos de talento estudiaran en el Colegio deCiencias Morales fundado por él. Sarmiento encabezaba la lista de sanjua-ninos, pero los postulantes eran más que las becas ofrecidas y, en el sorteo

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que se realizó, la suerte nuevamente le fue adversa. «La fatalidad interve-nía para cerrarme el paso»,16 escribió en Recuerdos.

La fatalidad también se ensañaba con la patria naciente que no encon-traba el camino hacia la estabilidad institucional. En un nuevo intento, en1824 Rivadavia convocó a un congreso constituyente a reunirse en BuenosAires. La situación se agravaba a causa del propósito de la Corona portu-guesa, instalada en Brasil, de apropiarse de la Banda Oriental.

En 1825, Sarmiento de 14 años comenzó a aprender matemáticas yrudimentos de agrimensura como ayudante de un ingeniero francés de ape-llido Barreau, pero éste pronto dejó San Juan y el aprendizaje quedó trun-co. Se le cerraba otra puerta más hacia el conocimiento, pero inesperada-mente se le abrió una nueva: Al referirse al hecho el historiador estadouni-dense Allison Williams Bunkley en su obra Vida de Sarmiento escribe quela Providencia le dio «el maestro particular más importante que tuvo… ensu juventud».17 Se trataba del presbítero José de Oro, pariente suyo, uncura cincuentón, hombre vital, talentoso e instruido, federal acérrimo y tanmetido en lides políticas, que intervino en una revuelta clerical que derro-có al gobernador unitario, el Dr. Salvador María del Carril. Esto le costóel destierro a San Luis, a un pueblito enclavado en el campo agreste deno-minado San Francisco del Monte. Invitó a Sarmiento a acompañarlo y allívivieron los dos juntos, durante más de un año.

Para Sarmiento fue una etapa muy feliz, de maduración. Siempre habíahecho vida urbana —en una aldea, pero urbana al fin— y ahora vivía enun bucólico ambiente campestre. Entre el cincuentón y el adolescente reinóel entendimiento, «practicando la más curiosa pedagogía en el seno de lanaturaleza», como escribe Ricardo Rojas en su obra El profeta de la pam-pa.18 El cura lo quería como a hijo quizá porque se parecían: ambos po-seían una mente poderosa, ambos eran vehementes y ambos tenían actitu-des pintorescas. Oro le transmitió todo lo que sabía. Le enseñó el latíndotándolo de «una máquina sencilla de aprender idiomas».19 Le contó dePersia, de Egipto, sus pirámides y su Nilo prodigioso; de Grecia y deRoma. Entre ambos redactaron un cuaderno de apuntes titulado Diálogo

16 Ibidem, p. 170.17 Williams Bunkley, Allison: Vida de Sarmiento. Eudeba. Editorial Universitaria de

Buenos Aires. Biblioteca de América. Buenos Aires, 1966, p. 42.18 Rojas, Ricardo: El profeta de la pampa. Vida de Sarmiento. Quinta edición. Edi-

torial Losada. Buenos Aires, 1951, p. 58.19 Sarmiento, Domingo Faustino: Ibidem, p. 177.

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entre un ciudadano —Sarmiento— y un campesino —el P. Oro—. Tambiénle enseñó cosas de la vida, le ayudó a quitar de su mente irracionalidadespueblerinas, y —aunque con toques de fanatismo— le despertó el interésen la política y «en el estudio de las cosas del país».20 A las tardes Sar-miento caminaba por el campo y, mientras recogía leña y gozaba de lanaturaleza, meditaba sobre las enseñanzas del P. Oro.

Hasta el campestre San Francisco del Monte llegaría, sin duda, la noticiaamarga del estallido de la Guerra con Brasil el 10 de diciembre de 1825 quesignificaría un nuevo desangre para el país agobiado de conflictos.

Oro era el guía espiritual de los pobladores de San Francisco y Sar-miento lo acompañaba en esta tarea que excedía la práctica religiosa.Entre ambos trazaron el plano de la aldea, restauraron la iglesia dañadapor un rayo, cultivaron flores y huerta de legumbres. No faltaban las ame-nidades porque el cura amaba y fomentaba las reuniones sociales domini-cales, con música y baile a las que él y el muchacho eran infaltables.Pero lo que sucedió en San Francisco marcando un hito en la vida deSarmiento fue que allí comenzó a ser maestro. Era 1826, tenía quinceaños y abrió una escuela donde enseñaba a leer, escribir y contar a jóve-nes del lugar, todos mayores que él, en quienes vio producirse el milagrodel despertar del intelecto gracias al conocimiento.

En diciembre de ese mismo año el congreso reunido en Buenos Airessancionaba una constitución que resultó otro fracaso más ya que, por sutendencia unitaria, las provincias la rechazaban. Creaba el cargo de presi-dente que ocupó Rivadavia por poco tiempo pues en 1827 renunció presio-nado por la oposición y por los términos del tratado de paz con Brasil,una de cuyas consecuencias fue la independencia de la Banda Oriental delUruguay,21 el tercer desprendimiento del grupo original de las ProvinciasUnidas.

Pero volvamos a San Francisco del Monte donde un día apareció donClemente Sarmiento con la noticia de que el gobernador de San Juan donJosé Sánchez, unitario, le proponía enviar a su hijo a estudiar en BuenosAires, becado por la provincia, pero la fatalidad se interpuso nuevamente.Ocurría que Facundo Quiroga se había convertido «en el caudillo indiscu-tido de la zona cordillerana y [en] uno de los árbitros de la política na-cional».22 Controlaba el país desde Jujuy hasta Mendoza y San Luis, y en

20 Williams Bunkley, Allison: Ibidem, p. 43.21 El 27 de agosto de 1828.22 Floria, Carlos Alberto y García Belsunce, César A., Ibidem.

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1827 invadió San Juan, depuso al unitario Sánchez, designó gobernador alfederal Manuel Gregorio Quiroga y la beca quedó en la nada.

Era como si el destino le negara a Sarmiento una educación sistemáti-ca. Como si quisiera preservarlo de todo moldeo metódico que alterara susorprendente energía nativa. Como si hubiera decidido que ese bloque degranito que era su personalidad se tallara a sí mismo, y Sarmiento com-prendió que, para satisfacer su avidez de conocimientos, tendría que to-marlos de donde la suerte se los brindara.

Así como el extremismo dominaba la política, también dominaba la reli-gión personificado en el cura Pedro Ignacio de Castro Barros. Predicó durantequince días en San Juan y Sarmiento relata en Recuerdos el efecto que pro-dujo en él: Al comienzo «había logrado despertar en mi alma el fanatismorencoroso que vertía siempre de aquella boca espumosa de cólera, contra losimpíos y herejes a quienes ultrajaba en los términos más innobles» —el pri-mero, Rivadavia, a quien calificaba de «execrable ministro»—, pero despuésese mismo desenfreno le despertó «la primera duda… contra las ideas reli-giosas en que había sido criado»,23 en sus aspectos sectarios y oscurantistas.Empezó a cuestionarlas, aunque siempre conservó intactos los principiosmorales fundamentales de la fe cristiana. Simultáneamente, comenzó a vol-car sus preferencias políticas por el bando unitario.

Era 1827 y para ganarse la vida trabajó como empleado de una tiendade una tía suya. Williams Buckley describe su aspecto físico, entonces:

Era alto para su edad y para el tipo de personas habitual en la zona. Teníalos hombros anchos y el cuello grueso como el de un toro. Su cabeza era macizay firmemente asentada sobre los hombros y el cuello. La característica que llamabaparticularmente la atención en él era el centelleo brillante y penetrante de los ojos.Aquellos ojos revelaban la vitalidad del espíritu que se ocultaba detrás del exteriortosco.24

Su nieto Augusto Belín Sarmiento agregaba un dato más a esta descrip-ción física: al referirse a las manos de su abuelo, habla de «manazas deatleta».25 Es decir que, con sólo 16 años, Sarmiento ya tenía el físico deun hombre aguerrido.

Se las ingeniaba para conseguir los libros que existieran en la pequeñaSan Juan y, cuando no atendía clientes, los leía con voracidad: la Autobio-

23 Sarmiento, Domingo Faustino: Ibidem, p. 174. Creado en el original.24 Williams Bunkley, Allison: Ibidem, p. 48.25 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 105.

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grafía de Benjamín Franklin, la Vida de Cicerón de Middleton, una enciclo-pedia titulada Catecismos de Ackermann, el Contrato Social de Rousseau yvarios más cuya lectura contribuyó a que tomara conciencia de la graverealidad social e institucional de su patria. Y a la noche visitaba a otropariente cura, Juan Pascual Albarracín, rivadaviano, unitario y liberal, esdecir, el polo opuesto de Castro Barros. Con él, nos cuenta, discutía laBiblia, «desde el Génesis hasta el Apocalipsis».26

Dos veces viajó a comprar mercadería para la tienda, una a Mendoza yotra a Chile, y ésta fue la primera vez que salió del país. En Santiagovisitó a otro pariente religioso más, nada menos que Fr. Justo Santa Ma-ría de Oro con quien sostuvo interesantes pláticas.

Cuando regresó a la patria ésta ofrecía un panorama intranquilizador:En agosto de 1827 Manuel Dorrego, unitario, asumía como gobernador deBuenos Aires. En 1828 se intentaba convocar un congreso constituyente enSanta Fe, pero fracasaba. El general Lavalle, federal, deponía a Dorrego ylo hacía fusilar. El general José María Paz, unitario, tomaba la ciudad deCórdoba. En las restantes provincias gobernaban federales. La anarquíaestaba en su plenitud y de este modo continuaba preparando el caminohacia la tiranía.

Mientras tanto, en San Juan, Manuel Gregorio Quiroga había creado laguardia cívica y ordenó a Sarmiento incorporarse como subteniente delbatallón de infantería. Al joven lo enojó esta imposición inconsulta por loque desobedecía las órdenes de cerrar la tienda para cumplir su turno y,cuando le llegó una intimación, reclamó porque se lo obligara a desempe-ñar tal servicio. El gobernador lo citó con el propósito de escarmentarlo;Sarmiento reaccionó con insolencia y, como era de preverse, desembocó enla cárcel para aflicción de sus padres. Por nota pidió perdón al goberna-dor y fue perdonado.

Con este suceso comenzaban sus encontronazos políticos porque asícomo se le despertó el espíritu crítico hacia la religión, también comenzóa cuestionarse las prácticas políticas. El desorden, el atropello, la imprevi-sibilidad y la prepotencia tan habituales que parecían ser lo normal, depronto se le revelaron como reñidos con la razón. Sentía que no era lógi-co que una comunidad viviera como vivía la suya, sin una Ley Supremaválida para todos por igual, incluso para el gobernante de turno. Este sen-timiento era un anhelo generalizado en el país, pero faltaban varios añosantes de llegar a tener una Constitución Nacional.

26 Sarmiento, D. F.: Ibidem, p. 172.

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Un día Sarmiento, desde la puerta de la tienda, vio irrumpir en la ciu-dad la montonera de Facundo Quiroga, golpeando sus guardamontes: Eran

seiscientos… con el alarde triunfal que dan el polvo y la embriaguez… Habíanmontado en briosos corceles… y… usaban enormes guardamontes… El ruido de es-tos aparatos es imponente… Los caballos… se espantaban… y, en calles sin empe-drar, veíamos los espectadores avanzar una nube de denso polvo, preñada de rumo-res, de gritos, de blasfemias y carcajadas, apareciendo de vez en cuando carasempolvadas aún, entre greñas y harapos, y casi sin cuerpo pues los guardamontesles servían de ancha base…

He aquí mi visión del Camino de Damasco —escribió parafraseando a San Pa-blo— de la libertad, de la civilización. Todo el mal de mi país se reveló de impro-viso, entonces: ¡la barbarie!27

Contaba 18 años y ese día supo cuál era su misión en la vida: lucharcontra la barbarie. Si bien con el pasar del tiempo comprendería que elmedio de combatirla era la educación, en ese momento de extremismoscreyó que debía hacerse con las armas. Y puesto que veía el federalismorepresentado por la montonera, se volcó con vehemencia al bando unitario.Dejó su puesto de tendero para meterse en cuanto enfrentamiento se produ-cía en la lucha civil que estalló en San Juan y a lo largo y ancho delpaís. Iba armado con la espada de su padre quien se dedicó a correr de-trás de él para salvarlo de la muerte: «Como el ángel tutelar —escribeSarmiento— se me aparecía en estos momentos de embriaguez, a sacarmede los atolladeros que, sin su previsión, habrían podido serme fatales».28

Era 1829 y de las luchas en las que participó Sarmiento me reduciré ala batalla que él llamó la catástrofe del Pilar que le dejó el recuerdo do-loroso de la muerte de un patriota de ley: En medio de la derrota —cuen-ta en Recuerdos— Laprida, «el ilustre Laprida, el presidente del Congresode Tucumán… me encareció en los términos más amistosos el peligro queacrecentaba por segundos. ¡Infeliz! Fui yo el último… que oyó aquella vozpróxima a enmudecer para siempre… A poco andar lo asesinaron».29 Sar-miento huyó a Mendoza donde cayó prisionero y sólo lo salvó de la muer-te un pedido de su antiguo preceptor, el P. Oro, al gobernador.

En febrero de ese año 1829 ocurrió algo que revela la gravedad de lasituación que vivía el país: El general San Martín, que anhelaba radicarseen su patria, llegó a Buenos Aires y se encontró con el panorama de vio-

27 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 80.28 Sarmiento, D. F. Ibidem, p. 185.29 Ibidem, p. 189.

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lencia fratricida. Los federales le propusieron apoyarlo si se hacía cargodel gobierno, pero él mantuvo la postura de diez años atrás: No interveniren guerras civiles y optó por el exilio. Comprendió que «los partidos [uni-tario y federal] eran irreconciliables y sólo un gobierno fuerte que extermi-nara al partido contrario sería capaz de dominar la situación. El no esta-ba dispuesto a ser instrumento de semejante acción que repugnaba a sutemperamento». Así analizan este momento Floria y García Belsunce.30

Meses después surgió ese gobierno fuerte, dispuesto a exterminar sinescrúpulos a los opositores denominados, desde entonces, Salvajes unita-rios. Se trataba de Juan Manuel de Rosas que asumió como gobernadorde Buenos Aires con poderes extraordinarios y el manejo de las relacionesexteriores por delegación hecha por las provincias. Esto, más los ingresosaduaneros, le permitieron transformarse en el amo del país. Gobernó 23años, hasta 1852, salvo un interregno entre 1832 y 1835, y aunque en 1831las provincias del litoral y Buenos Aires habían firmado el Pacto Federaluna de cuyas cláusulas era convocar un congreso constituyente, durante sulargo mandato siempre pretextó que no era el momento oportuno para laconvocatoria. Aunque se declaraba federal, resultó ser el más recalcitranteantifederalista y la ley que se impuso en el país fue la suya.

En cuanto a Sarmiento, regresó a San Juan. Recluido en su casa reto-mó su pasión por la lectura y comenzó a aprender francés con un singularmaestro: Al enterarse de que había llegado a la ciudad un tal Lémoine, exsoldado de Napoleón, aventurero y borrachín, lo aprovechó para que leenseñara su idioma. Le pagaba con bebidas alcohólicas, cosa que el exnapoleónico aceptaba gustoso. Así y con la ayuda de un diccionario,aprendió francés.

Un día de 1830 el vaivén político permitió que un unitario asumiera elgobierno de San Juan y Sarmiento, de 19 años, fue convocado a revistaren las milicias como Ayudante del Escuadrón de Dragones de la Escolta,pero en 1831 Quiroga nuevamente invadió la provincia, destituyó al gober-nador unitario y puso uno federal. El miedo cundió entre los unitariossanjuaninos y 200 emigraron a Chile, entre ellos Sarmiento. Tenía 20 añosy dejaba con doña Paula una hijita que le había nacido, bautizada AnaFaustina, cuya madre había muerto. Permaneció en Chile un lustro que fue,quizá, la etapa más profundamente triste de su existencia. Durante ellaanduvo a la deriva, ganándose pobremente el sustento en cualquier trabajoque le aparecía:

30 Floria, C. A. y García Belsunce, C. A,: Ibidem, p. 484.

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En la escuelita de Santa Rosa de Los Andes fue maestro. En Pocuromaestro y bodeguero. En Valparaíso, donde se inició en el inglés con untal Mister Richard, fue empleado de comercio. En Copiapó capataz deminas. Y siempre, como hábito tenaz, en sus momentos libres o robandohoras al sueño, leía acrecentando su desordenado bagaje cultural. Tambiénasistía a reuniones en las que, en el ámbito de una cocina, se congregabagente de toda laya para comentar temas del momento. Rememorando estaetapa, después escribiría que sus «padecimientos morales… [eran] muchosy prolongados»31 hasta que un día colapsó con algo que él describió comoataque cerebral y que sus biógrafos Leopoldo Lugones y Rojas suponen fuefiebre tifoidea.

Sufría de depresión y estados febriles que lo iban consumiendo. Afligi-dos, sus compañeros de exilio lo despacharon a San Juan y cuesta imagi-nar lo que habría sido tramontar la Cordillera en tan lamentable estadode salud; sin embargo, el sólo hecho de llegar a la amada casa familiarcomenzó a curarlo. Al resto lo hicieron los cuidados de doña Paula y lashermanas más el reencuentro con Ana Faustina, ya de unos 5 años.

Su recuperación fue como un renacimiento; surgió un hombre distintoal del momento previo a enfermarse. Ocurrió como, si durante la enferme-dad, su mente hubiera estado trabajando silenciosa, en un profundo proce-so de evaluación de lo vivido, seleccionando con lucidez lo importante.Fue un caso similar al que cuentan experimentó San Francisco de Asís,joven rico y frívolo que, tras una enfermedad que lo tuvo al borde de lamuerte, recuperó la salud, pero transformado en un hombre nuevo, quetenía en claro cuál era la misión a cumplir en su vida.

Sarmiento, de 25 años, estaba lleno de proyectos y las circunstancias losalentaban. Era 1836 y Facundo Quiroga había muerto lo que les abría aél y a los unitarios de Cuyo la esperanza de que una nueva etapa se ini-ciaba para San Juan. La gobernaba el federal Nazario Benavides quien,hasta el momento, se mostraba moderado.

También se daba un hecho muy provechoso para Sarmiento: el regresoa San Juan de los jóvenes que tuvieron la suerte de estudiar en BuenosAires y obtener títulos doctorales. Eran Antonio Aberastain, Indalecio Cor-tínez, Manuel Quiroga Rosas quien había entablado amistad con los inte-grantes de la brillante «Generación del 37» y traía libros portadores denovedosas ideas políticas: La libertad de expresión; el gobernante sometidoa una Ley Suprema, no patrón del pueblo que gobierna, sino su servidor;

31 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 106.

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el pueblo como soberano con derecho a controlar sus actos. Por lo tanto—pensaba desde entonces Sarmiento— había que educar al soberano.

Formaron un círculo de estudios para leer y discutir esos libros, entreellos, el Dogma Socialista de Esteban Echeverría y Fragmento preliminar alestudio del Derecho de Juan Bautista Alberdi. Para Sarmiento el contactocon esos jóvenes de formación universitaria resultó muy enriquecedor ya quefue como cursar «dos años de filosofía e historia»,32 según cuenta en Recuer-dos, lo que le ayudó a organizar su bagaje de conocimientos dispersos.

Para ganarse la vida hizo trabajos de contabilidad para el gobernadorBenavides; fue perito partidor (agrimensor) y procurador. También integróuna sociedad dramático-filarmónica que, en el patio de la casona de donJavier Jofré, organizaba conciertos y representaciones teatrales para una delas cuales diseñó el decorado. Tan apasionado por lo cultural estaba, quehasta escribió una poesía que tituló Canto a Zonda —el valle de ese nom-bre— y la envió con seudónimo a Alberdi para someterla a su crítica.

A este activo período corresponde la fundación de un Pensionado deniñas o Colegio de Santa Rosa de América, en 1839, cuando contaba 28años. Aprovechó un edificio construido para seminario por su tío y obispode San Juan, Fr. Justo Santa María de Oro recientemente fallecido. Lohizo con el beneplácito de su hermana doña Tránsito de Oro y el apoyodel nuevo obispo, Eufrasio de Quiroga Sarmiento.

Designó rectora a doña Tránsito y prefecta a su hermana Bienvenida.Él era director y autor del Reglamento que denominó Constituciones. Sus12 capítulos coincidían, en muchos aspectos, con los de seminarios y novi-ciados de Órdenes religiosas, pero en otros resultaban muy novedosos parasu lugar y tiempo, inspirados en su valoración de la mujer como ser pen-sante. Ricardo Rojas escribe esto al respecto:

Dos ideas trascendentales que orientarán a Sarmiento durante el resto de suvida se esbozan ya en esos trabajos de 1839: la reforma de la sociedad mediantela escuela y la incorporación de la mujer a tal empresa, para unir la escuela, lasociedad y el hogar en un solo propósito de civilización.33

El plan de estudios incluía lectura, escritura y religión que, ocasional-mente, solía enseñárseles a las niñas, pero, además, materias no usualesen la enseñanza femenina: aritmética de aplicación práctica en la econo-mía doméstica y en la teneduría de libros comerciales lo cual abría a la

32 Sarmiento, D.F.: Ibidem, p. 181.33 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 125.

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mujer un horizonte nuevo de trabajo. Gramática, geografía, dibujo, inglés,francés, artesanías, juegos de salón y música instrumental, y cabe señalarque uno de los textos usados en esta materia era el Método de aprenderpor sí solo el piano de Alberdi.

Otra originalidad pionera era el uniforme de las alumnas:

Las pensionistas, a fin de evitar zelos y envidias que inspiran la desigualdad demedios y darles sentimientos de fraternidad y benevolencia universal, llevarán trajeque constará de calzón blanco hasta el zapato, vestido sencillo igualmente blanco,de poco ruedo, a media pierna, con manga angosta y media manga, cinturón la-cre, largo, cayendo sus dos puntas por la parte de adelante.34

Ricardo Rojas comenta:

Ahí está ya de cuerpo entero el Sarmiento pedagogo que conoceremos plena-mente después, el inventor del uniforme escolar que por primera vez se adopta yque ha prevalecido en América, el preceptor minucioso por igual en los detalles dela honestidad y de la gracia, a los cuales fue siempre igualmente sensible.35

El colegio se inauguró con una solemne ceremonia el 9 de julio de1839, pero lamentablemente duró sólo dos años por el siguiente motivo:

Otra creación sarmientina de ese período fue el semanario El Zonda,que se imprimía en la única imprenta de San Juan.36 Era propiedad delEstado y servía para publicaciones oficiales, pero el reglamento autorizabasu uso por ciudadanos con fines de utilidad pública, costeando los gastosde papel con la venta de la publicación.

Se lanzó el 20 de julio, once días después de inaugurado el Colegio.Sus redactores eran Quiroga Rosas y Sarmiento que escribía sobre temassociales, culturales y económicos, y criticaba los actos de gobierno. Esto aBenavides no le gustó y, para acallarlo, lo atacó por el flanco económico:dispuso que, desde el número 6, El Zonda abonaría veinticuatro pesos porlos dos pliegos de papel que empleaba en cada edición. Sarmiento de eno-jó; aún no existía una ley que garantizara la libertad de prensa, pero sí elmencionado reglamento que Benavides violaba inescrupulosamente. Se negó

34 Otros detalles de la vestimenta eran los siguientes:Tendrán además dos vestidos de quimón o zaraza azul para el ordinario con un

delantal de nanquín para conservar el aseo y limpieza de aquél. Usarán para dormir ypara el invierno gorritos de coco con vuelos, con las formas que se darán en diseños

35 Ibidem, p. 128.36 Introducida en 1825 por el gobernador Del Carril.

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a pagar, y aunque finalmente lo hizo, El Zonda desapareció, pero habíanacido el Sarmiento periodista.

Benavides reveló su determinación de silenciar a quienes pensaban dis-tinto a él, en primer lugar a los integrantes del círculo de estudios dedonde salían las ideas difundidas por Sarmiento. Una vez lo acusó deconspirar amenazándolo con tomar medidas severas, eufemismo de cárcel,destierro y, quizá, ejecución. Otra, de recibir papeles subversivos del unita-rio riojano Tomás Brizuela. Ante la intensificación de la hostilidad, losintegrantes del círculo abandonaron San Juan y sólo quedó Sarmientoconsciente de «que se preparaba un golpe de terror y que [él] era la vícti-ma designada».37

Efectivamente, a principios de noviembre fue apresado, engrillado yencerrado en una celda de los altos de la Casa de Gobierno. Dos semanasdespués, a la madrugada lo despertó el vocerío rugiente de una turba enar-decida que, ante el edificio, gritaba consignas contra Los salvajes unita-rios. No mediaba orden explícita de Benavides de eliminarlo, pero eraevidente que la turba traía ese propósito. Sarmiento, aguerrido como era,se resistió; su madre y hermanas fueron a casa de Benavides —tan próxi-ma al lugar que necesariamente escuchaba la barahúnda— para rogarlepor su vida. Su intercesión, más la intervención de la Providencia en laque tanto confiaba doña Paula, lograron salvarlo, pero no le quedó másopción que exiliarse cruzando nuevamente la Cordillera. Había estado cua-tro años en la tierra natal donde —escribe José S. Campobassi en Sar-miento y su época—38 «desarrolló, a un mismo tiempo, las funciones depolítico, maestro y periodista, las tres grandes vocaciones de su larga yfecunda existencia… dispuesto a realizar con ellas las obras de su credocivilizador». ¿Y qué fue del Colegio? Ido su fundador y director, se cerró.

El emigrado de 1840 era muy distinto de aquél «don Nadie» de 1831.Quien ahora llegaba a Santiago de Chile, ciudad de 80.000 habitantes,capital de una nación que desde 1833 estaba regida por una Constitución,era un hombre de 30 años consciente de sus potencialidades. Si algo per-manecía sin cambio era su habitual estrechez económica. Primero compar-tió habitación con Quiroga Rosas y otro emigrado; después —nos cuenta—alquiló un «cuarto desmantelado debajo del Portal»39 frente a la Plaza Ma-

37 Sarmiento, D. F.: Ibidem.38 José S. Campobassi: Sarmiento y su época, p. 122. Editorial Losada S.A., Buenos

Aires, 1975.39 Ibidem, p. 207.

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yor. El moblaje consistía en una silla, una mesa pequeña y dos cajones quele servían de cama. Ese era el lugar desde donde iba a comenzar una eta-pa decisiva en su vida porque allí, en Santiago de Chile, surgió el granSarmiento. Era ya 1841, y lo hizo con un acto que Ricardo Rojas calificade audacia y describe así:

Para abrirse camino en tierra extraña y hallar medio de subsistencia, comoquien juega al azar, ocurriósele escribir un artículo, con la esperanza de que algúnperiódico lo publicaría… Su personalidad había crecido, su ilustración también…Buscó el tema, y fue gracia de verdadera inspiración la que sugirióle escribir sobrela batalla de Chacabuco… Había oído relatos a su padre y a muchos actores de lahazaña… Puso manos a la obra… Fingió ser un chileno, teniente de Chacabuco,quien hablaba después de veinticuatro años, describiendo la batalla y haciendoamargas reflexiones sobre la actualidad.40

Lo tituló 12 de febrero de 1817 y lo firmó como «Un teniente de arti-llería de Chacabuco». El diario El Mercurio de Valparaíso lo publicó eldía 11 y tuvo un gran éxito, tanto entre chilenos como entre emigradosargentinos y, lo más importante, entre personalidades de las letras como elvenezolano Andrés Bello y el español Rafael Minvielle. Tal fue el éxito, queEl Mercurio le ofreció un puesto en la redacción: Debía escribir cuatroeditoriales semanales por una paga de treinta pesos mensuales.

Sarmiento se mantenía pendiente de lo que ocurría en la patria, de lacreciente concentración de poder en manos de Rosas y de su resistencia aconvocar un congreso constituyente como se había acordado en el PactoFederal. Al enterarse de que las provincias del Norte habían formado laCoalición antirosista, planeó una campaña militar para unirse a ella. Conotros emigrados recolectó fondos y armas y se puso en marcha, pero enmedio de la Cordillera se encontró con los restos del derrotado ejército dela Coalición que venía huyendo hacia Chile. Rojas sintetiza así ese momen-to histórico:

Fue pertinaz desgracia del bando liberal —los unitarios— en la guerra civil,que los prestigiosos militares formados en el ejército de la Independencia, hoy susjefes, salieran sucesivamente derrotados por los del bando enemigo —el federal—.Primero el general Paz… que lo entregaron a Rosas para un cautiverio de variosaños. Luego Alvarado, vencido en Mendoza por Aldao. Más tarde el general Lavalleque… emprendió… esa expedición al Norte, en la cual fue muerto. Ahora el gene-ral Lamadrid…41

40 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 158.41 Ibidem, p. 165.

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Sarmiento, abrumado, hizo lo único que correspondía entonces: organi-zar la ayuda para los sobrevivientes. Entre quienes la recibieron se contabaÁngel Vicente Peñaloza, El Chaco, que en el futuro sería su adversario.

Rosas se mantenía firme en el poder, pero simultáneamente generabacreciente descontento en las provincias por su pertinaz actitud de no con-vocar al congreso constituyente. Años después, un amigo suyo, JerónimoCosta, que viajó con él en el mismo barco que lo llevó al exilio, contóque le había confesado: «Nunca pensé en constituir al país».42 Entre losdescontentos por esta intencionada dilación estaba el gobernador de EntreRíos Justo José de Urquiza representante de «las provincias, desilusionadasde Rosas, fatigadas de una lucha que se prolongaba sangrienta y estéril»,43

quien sería pieza clave del futuro argentino.Sarmiento regresó a Santiago e imprimió a su labor periodística una

nueva dirección. Definía a la tiranía de Rosas como «hija legítima de laInquisición»44 y puesto que no pudo vencérsela con las armas, decidió queél la atacaría con la fuerza de la palabra. En 1842 lanzó el periódico ElHeraldo Argentino destinado a comentar la política argentina; duró solotres meses, pero él encontró otras vías para pelear su batalla escrita.

También escribía sobre las realidades chilenas con la franqueza que locaracterizaba, lo que desató polémicas a veces ásperas y le creó enemigos,pero, paralelamente, fervientes admiradores. Uno de ellos don ManuelMontt, político culto y capaz, ministro del presidente Bulnes quien le enco-mendó la redacción de un periódico oficial. Montt resultó uno de los per-sonajes decisivos de su vida, uno de los primeros en reconocer sus dotesexcepcionales y le brindó generoso apoyo desde que lo conoció.

¿Y cómo era entonces la apariencia de Sarmiento? Rojas transcribe ladescripción hecha por el chileno Lastarria:

El hombre realmente era raro: sus treinta y seis años —en verdad contaba30— parecían de sesenta por su calva frente, sus mejillas carnosas, blandas, afeita-das, su mirada fija, pero osada, a pesar del apagado brillo de sus ojos, y por todoel conjunto de su cabeza que reposaba sobre un tronco obeso y casi encorvado.Pero eran tales la viveza y la franqueza de la palabra de aquel joven viejo, que sufisonomía se animaba con los destellos de un gran espíritu, y se hacía simpática einteresante... Tanto nos interesó aquel embrión de grande hombre, que tenía el ta-

42 Mitre, Adolfo: Rosas ante la mentira y la verdad. En: Con Rosas o contra Rosas.Editorial Freeland. Buenos Aires, 1968, p. 157.

43 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 373.44 Ibidem, p. 190.

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lento de embellecer con la palabra sus formas casi de gaucho, que pronto simpati-zamos con él.45

Al igual que Alberdi, Sarmiento tenía una facilidad extraordinaria paraescribir, para concatenar las ideas y exponerlas con claridad y elocuencia.Pasaba largas horas en su humilde habitación redactando artículos sobrediversos temas y merece mencionarse uno titulado La mujer y la civilizaciónen el que expone, nuevamente, su convencimiento de la importancia de laeducación femenina en la construcción de una sociedad moderna.

Escribía volcando su vehemencia sobre el papel y Leopoldo Lugones ensu obra Historia de Sarmiento lo describe magistralmente:

En Chile llegó a alarmar a su hospedera… En efecto, cuando lo poseía la exal-tación de escribir, comentaba su artículo en alta voz mientras lo iba redactando; yaquella agitación no se detenía en las expresiones de feroz contento al hallazgo deuna eficiencia polémica, de un dato que con misteriosa frecuencia el libro consul-tado le presentaba abriéndose precisamente en la página puntual; ni en el ternoque suprimía a duras penas del escrito, por compostura literaria, sino que traducíala pasión con puñetazos, desasosegados pasos leoninos, y ademanes de amenazaque hacheaban a lo lejos, por encima de los Andes… —obviamente dirigidos a Ro-sas—. La silla volcada, el libro tirado al suelo en la premura, el paso brusco, eljuramento estentóreo e intempestivo en el habitual silencio del trabajo de pluma,formaban a veces un estruendo de pelea.46

Junto al periodismo desplegó su vocación de maestro y se hizo cargo deun Liceo del que redactó el plan de estudios en colaboración con otroemigrado argentino, Vicente Fidel López, el futuro historiador. El plan eranovedoso en materia pedagógica lo que levantó resistencias entre gruposclericales y conservadores de modo que el Liceo se cerró, pero eso no sig-nificó el fin de Sarmiento docente.

Por encargo del ministro Montt, el 14 de junio de 1842 inauguró laprimera Escuela Normal de Sudamérica cuyo objetivo era formar maestrospara la educación primaria a la que adjudicaba primordial importanciacon fomento del hábito de la lectura. De este tiempo datan varias obras enlas que proponía un nuevo método para enseñar a leer que fue incorpora-do a la enseñanza. También tradujo del inglés y el francés libros destina-dos a la instrucción infantil.

45 Ibidem, p. 170.46 Lugones, Leopoldo: Historia de Sarmiento. EUDEBA. Editorial Universitaria de

Buenos Aires. Serie del siglo y medio, 1961, p. 38.

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Fue director del establecimiento y profesor de lectura, gramática, geo-grafía, aritmética y cosmografía. Años después, ya presidente de nuestranación, entre los hechos sobresalientes de su extraordinaria acción educa-tiva estuvo la creación de Escuelas Normales. En ellas se formaban no sólomaestros, sino también maestras, con lo que se abría a la mujer la posibi-lidad de tener una profesión honorable, que le diera jerarquía social eindependencia económica. Gracias a los ingresos como periodista, directory profesor, Sarmiento tuvo, por primera vez en su vida, holgura económicaque le permitió enviar dinero a su familia que pasaba el triste trance delos días finales de don Clemente.

Continuaba escribiendo en contra de la dictadura rosista y los artículosse difundían más allá de la Cordillera lo que irritaba sobremanera a Ro-sas que en 1845 envió a Chile una misión diplomática cuyo cometido en-cubierto era silenciar su virulenta prédica. La respuesta del gobierno fueque en Chile regía la libertad de prensa; la de Sarmiento, escribir una delas grandes obras de la literatura argentina: Facundo. Civilización y barba-rie que el periódico chileno El progreso comenzó a publicar en forma defolletín. Poco después se publicó como libro.

A fines de 1845 Sarmiento, de 34 años de edad, se embarcó comisiona-do por el ministro Montt para estudiar los sistemas educativos de los paí-ses de avanzada. Tenía un módico viático que le permitiría mantenerse conausteridad y llevaba notas de recomendación y ejemplares de su Facundoque consideraba su mejor carta de presentación. En Europa visitó Francia,Italia, Inglaterra, España y Prusia país, este último, en el que encontrómucho para aprender, pero la experiencia educativa más valiosa la hallóen Estados Unidos donde entabló una amistad de por vida con el matrimo-nio de educadores Horace y Mary Mann. En Francia visitó al Gral. SanMartín y juntos recordaron la figura de su padre, don Clemente. Tambiénrecorrió el norte de África.

El informe de su viaje fue la obra Educación popular de la que Rojasdice:

Esta obra corona los ensayos anteriores [sobre educación], e inaugura la etapa delos años venideros, con influencia en toda América. Ella resume y da, técnicamenteinstrumentada, la idea central de la empresa que más tarde llamaría Educar al sobe-rano: lema novísimo y admirable por el ardor con que lo predicó y practicó.47

47 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 196.

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En mayo de 1848, cumplidos los 37 años, a poco de regresar de suviaje, se casó con Benita Martínez, viuda de Domingo Castro y Calvo,madre de un niño de tres años llamado, también, Domingo. Sarmiento loadoptó, le dio su apellido y lo quiso como a hijo. La nueva familia seradicó en Yungay, en las afueras de Santiago, y por primera vez desde queemigrara de San Juan, Sarmiento gozó de una vida hogareña.

En enero de 1849 fundó el periódico La Crónica desde el cual desplegócon más energía que nunca su prédica antirosista. La reacción de Rosas nose hizo esperar: Prohibió la circulación de La Crónica en el país. Fundó enMendoza el periódico La Ilustración Argentina para rebatir la prédica sar-mientina, pidió nuevamente al gobierno chileno silenciar a Sarmiento y —según Ricardo Rojas— hasta envió un sicario llamado Pedro Serrano Lópezpara asesinarlo. Como estos intentos fracasaran, urdió lo siguiente: Hizo,ante el gobierno chileno, un reclamo por la instalación, cinco años atrás,de una colonia al occidente del Estrecho de Magallanes, sobre el Pacífico,alegando derechos territoriales argentinos. Este planteo obligaría a Sar-miento a emitir opinión; si lo hacía a favor de Argentina, se desgraciabacon Chile; si lo hacía a favor de Chile, se desgraciaba con él que aprove-charía para ensuciar su nombre.

Sarmiento, que había estudiado en documentos históricos el tema de losderechos de ambos países sobre el Estrecho, desaprobó el planteo de Rosasy así lo expuso en su artículo Cuestión Magallanes. Cabe aquí agregar quetambién estudió los inalienables derechos argentinos sobre la Patagonia ytoda vez que durante su viaje vio mapas que no la indicaban como territo-rio argentino o la designaban res nullius —tierra de nadie— expresó suenérgica protesta. Y se encolerizó cuando vio un mapa hecho para la Co-rona Británica, en el que la Patagonia figuraba como territorio chileno.48

Rosas lo declaró Traidor a la Patria, calificativo que hizo circular portoda Argentina. El ataque preocupó a Sarmiento pues si bien en Chile to-dos conocían su reputación, en su patria no. Sintió que debía escribir paradefenderse haciendo conocer a sus compatriotas qué persona era y cuál sutrayectoria. Así nació Recuerdos de Provincia.

Por eso Rojas lo define como «un libro de combate» dirigido a Rosaspara destruir sus infundios, aunque en la dedicatoria dijera «A mis compa-triotas solamente». En el prólogo agregaba:

48 Campobassi, José S.: Sarmiento y la defensa de la Patagonia, p. 4. Liga Argen-tina de Cultura Laica, Buenos Aires. Sin fecha de edición.

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Ofrezco a mis compatriotas estas páginas que ha dictado la verdad y que lanecesidad justifica. Después de leídas pueden aniquilarlas, pues pertenecen al núme-ro de publicaciones que deben su existencia a circunstancias del momento, pasadaslas cuales nadie las comprendería.49

Se equivocaba Sarmiento pues la obra resulta muy importante paracomprender una etapa de nuestra Historia, fuera de ser otro clásico de laliteratura argentina. Una vez impresa, cumplió algo que había anunciadoa su amigo Montt: «Toda la edición la echaré a la otra banda [de losAndes]».50

Y aquí concluye el relato que hace Sarmiento en Recuerdos de provinciadel período de su vida que abarca desde su nacimiento hasta las vísperasdel pronunciamiento de Justo José de Urquiza, la derrota de Rosas en laBatalla de Caseros y el comienzo de la etapa constitucional. Por fin, des-pués de tantos años de intentos fallidos, el Congreso General Constituyentede 1853, reunido en Paraná sancionó una Constitución Nacional que marcóel amanecer de una nueva época porque permitió construir la Argentinamoderna.

Sarmiento fue uno de sus constructores ya que su vida prosiguió conintensa participación en la política del país. Fue gobernador de San Juan,embajador en Estados Unidos, presidente de la nación desde 1868 a 1874,senador nacional. El eje de toda su acción de gobierno fue Educar al so-berano convencido de que, sin educación del ciudadano, la Constitucióntan trabajosamente conseguida sería letra muerta. Realizó una obra ex-traordinaria sobre la que nos ilustrarán los expositores de las próximasclases. Aunque en ella no faltaron errores, inevitables en un hombre deacción, fue —repito— uno de los más grandes constructores de la Argenti-na moderna y, sin que lo advirtamos, muchos de los beneficios que hoygozamos se los debemos a él.

Murió en Asunción el 11 de septiembre de 1888 rodeado por su hijaAna Faustina, su yerno Augusto Belin y sus nietos. El traslado de su féretrocubierto con las banderas de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay hastaBuenos Aires fue una apoteosis. En el muelle de Asunción lo despidieron elMinistro de Relaciones Exteriores del Paraguay y ocho mil personas, cifraextraordinaria para la población asunceña de entonces.

49 Sarmiento, D. F.: Ibidem, p. 15.50 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 371.

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Al llegar a tierra argentina fue trasbordado a la nave «San Martín», dela armada. En ambas barrancas del Paraná se había congregado una mul-titud que le arrojaba flores. En Corrientes, Rosario y San Nicolás se le rin-dieron honores y el 20 de septiembre llegó a Buenos Aires. Desde el puertofue conducido por la calle Florida hasta el cementerio de la Recoleta adonde llegó cubierto de flores arrojadas desde los balcones. Fue despedidocon varios discursos y tomo un párrafo del pronunciado por el vicepresi-dente de la Nación, Carlos Pellegrini:

En nombre del senado de la nación a quien honró en su vida, me inclino antesu féretro y deposito la ofrenda de su admiración y su respeto. Su nombre pertene-ce ya a la historia, y cuando la República Argentina sea una de las grandes na-ciones de la tierra y sus hijos vuelvan la mirada hacia la cuna de su grandeza,verán destacarse la sombra de Sarmiento, consagrado desde hoy y para siemprecomo uno de los Padres de la Patria.51

Concluyo con unas pocas palabras tomadas del discurso del Dr. WalterEscalante, representante de la Cámara de Diputados, que hoy son todo unmensaje para la clase política: «Amó con pasión al pueblo soberano, perono lo aduló jamás ni buscó su gratitud en la popularidad».52

51 Rojas, Ricardo: Ibidem, p. 693.52 Ibidem.

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Relaciones de Domingo Faustino Sarmientocon Tucumán y con los tucumanos

porCarlos Páez de la Torre (h)

omo personalidad nacional que fue, Domingo Faustino Sarmientocontaba con vinculaciones a lo largo y ancho de toda la Argenti-na. Pero pensamos que los lazos que anudó con Tucumán y con los

tucumanos, tienen la calidad y la cantidad suficientes como para subrayar-los y para ensayar su rápido inventario. Es el propósito de esta exposición,elaborada en base a los testimonios escritos —sobre todo su corresponden-cia con José Posse— y a las actitudes del prócer.

I. POSSE, EL AMIGO

El tucumano José Posse (1816-1906) fue, como resulta indiscutible alrevisar las recíprocas cartas editadas,1 el gran amigo de Sarmiento: acasoel único al que puede aplicarse ese título sin vacilaciones. Así se percibeen ese memorable intercambio de cuatro décadas, cuyo arco de temasabarcó desde la confidencia íntima hasta la exposición de los sueños. Unoy otro opinaban sin recato alguno —muchas veces con grosería— sobre lagente y los sucesos de su tiempo.

1 Archivo del Museo Histórico Sarmiento, Epistolario entre Sarmiento y Posse. 1845-1888, tomos I-II (Bs. As., 1946-47). En adelante, se cita: ESP, lugar y fecha, númerode tomo y página.

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Indica que la amistad era auténtica, el hecho de que no la empañabael interés. Sarmiento no tenía qué provecho sacar de Posse, fuera del con-curso político —de escasa significación— y del apoyo para difundir sus li-bros. En cuanto a Posse, es verdad que podría haber obtenido algún favordel Sarmiento hombre público, en materia de cargos: no se los ofreció suamigo, salvo el modesto de secretario de la Presidencia, y a las cansadaslo nombró rector del Colegio Nacional. Tan magra cosecha —unida al pro-bado decoro personal de don Pepe— y la persistencia de la relación duran-te toda la vida, ilustran sobre la autenticidad del vínculo.

Posse lo quería realmente. Y Sarmiento quería realmente a Posse. Sehabían conocido en 1840, cuando Posse arribó emigrado a Chile desdeMendoza, donde había intentado ejercer el comercio. Juntos iniciaron elcruce de la Cordillera a fines de 1841: querían incorporarse al ejército deLa Madrid. Es sabido que, a la altura del Paso de Uspallata, se encontra-ron con los sobrevivientes de ese ejército que, derrotados en Rodeo delMedio, huían a Chile. Tuvieron que contramarchar con ellos, además deprestar auxilio a tantos hambrientos y congelados. Posse regresó al paísmucho antes: en enero de 1845 ya estaba en Tucumán. En cambio, Sar-miento permanecería hasta 1851 en Chile, descontando los dos años de suprimer viaje al extranjero (1846-48).

Dentro del limitado escenario provinciano que nunca quiso abandonar,Posse se desempeñó como gobernador, ministro, fiscal de Gobierno, magis-trado, diputado y senador nacional, entre otras dignidades, hasta jubilarseen el rectorado del Colegio. Pero fue sobre todo un periodista, que escribióen los diarios casi hasta su muerte, que le llegó nonagenario. Aunque,según Groussac, no tenía «ninguna de las cualidades ni los defectos litera-rios de Sarmiento», sí poseía «el trazo, la fuerte y mordiente sobriedad, laflecha dentada que se clava en el blanco, y allí queda, vibrante».2

Después de los tiempos de Chile, se vieron unas pocas veces, en los dosviajes de Sarmiento a Tucumán y en los muy contados que hizo Posse aBuenos Aires. Pero la correspondencia jamás se interrumpió, y Posse tuvo elbuen tino, en 1886, de devolver a Sarmiento todas sus misivas, que habíaguardado. Pensaba que «esas cartas, quitando la paja y dejando el grano,contienen la historia de tu vida entera, contada al amigo íntimo, desdelos tiempos primitivos de tu carrera pública hasta los tiempos presentes».

2 Paul Groussac, «Un ami de Sarmiento», en: Le Courrier Francais, Bs. As. 11-IX-1995.

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Era, le decía, «tu biografía hecha por el propio autor sin pretensiones dehacerla».3 Así, José Posse representó el más fuerte vínculo de Sarmientocon Tucumán.

II. EL PAISAJE DE TUCUMÁN

En el álbum de la Sociedad Sarmiento de Tucumán, escribió el sanjua-nino, en 1886, un párrafo revelador: «Si hubiera de admitirse que el pen-samiento tiene edades, no obstante la continuidad de sus actos, diría queen los primeros destellos del mío canté las bellezas naturales de Tucumán,como los poetas cantan idilios, pastorales y bucólicas».4

La afirmación era algo más que una frase. En efecto, en 1845, es decirmucho antes de conocer personalmente el territorio de Tucumán, ya lo habíapintado en el Facundo. Son párrafos que constan en el capítulo VIII («Guerrasocial. Ciudadela»), y que constituyen la más celebrada descripción literariadel paisaje de la provincia, por más que Groussac la desdeñe.5

Dice que «es Tucumán un país tropical, en donde la naturaleza ha he-cho ostentación de sus más pomposas galas; es el Edén de América, sinrival en toda la redondez de la tierra». Invita a imaginar «los Andes cu-biertos de un manto verdinegro de vegetación colosal, dejando escapar pordebajo de la orla de ese vestido, doce ríos que corren a distancias igualesen dirección paralela, hasta que empiezan a inclinarse todos hacia unrumbo, y forman, reunidos, un canal navegable que se aventura en el co-razón de la América».

Celebra sus bosques, donde «las pompas de la India están revestidas delas gracias de la Grecia». Allí, «el nogal entreteje su anchuroso ramajecon el caoba y el ébano; el cedro deja crecer a su lado el clásico laurel,que a su vez resguarda bajo su follaje el mirto consagrado a Venus, dejan-do todavía espacio para que alcen sus varas el nardo balsámico y la azu-cena de los campos. El odorífero cedro se ha apoderado, por ahí, de unacenefa de terreno que interrumpe el bosque, y el rosal cierra el paso en

3 De Posse a Sarmiento, Tucumán, 31-VIII-1886, en: ESP, II, p. 562.4 «En el primer álbum de la Sociedad. Autógrafos» [Tucumán, 23-VI-1886], en:

Manuel Lizondo Borda (director), La Sociedad Sarmiento en su cincuentenario. 1882-1932 (Tucumán, 1932), p. 76.

5 «Célebre y absurda descripción a tientas de Tucumán», la llama en: Paul Grous-sac, El viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte. Segunda Serie (Bs. As.,1920), p. 27.

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otras, con sus tupidos y espinosos miembros». Y después, «los troncos año-sos sirven de terreno a diversas especies de musgos florecientes, y las lia-nas y moreras festonean, enredan y confunden todas estas diversas genera-ciones de plantas».

Sobre el espectáculo abrumador de tal vegetación, «que agotaría lapaleta fantástica en combinaciones y riquezas de colorido, revolotean en-jambres de mariposas doradas, de esmaltados picaflores, millones de loroscolor esmeralda, urracas azules y tucanes anaranjados. El estrépito de estasaves vocingleras os aturde todo el día, cual si fuera el ruido de una cano-ra catarata». En cuanto a la ciudad, «está cercada por un bosque de mu-chas leguas, formado exclusivamente de naranjos dulces, acopados a deter-minada altura, de manera de formar una bóveda sin límites, sostenida porun millón de columnas lisas y torneadas».

Sarmiento afirma, en Recuerdos de provincia, que debió a su madre,doña Paula Albarracín, la primera impresión admirativa sobre el paisajetucumano. Ella la había recibido, en su juventud sanjuanina, de «un buenhombre» que «la dejaba con la boca abierta horas enteras», al narrarle«las maravillas de esa naturaleza tropical, los bosques inmensos y som-bríos, los naranjales embalsamados, los nardos de los campos, las avespintadas».6

Un material similar debe haberle llegado de su padre, José ClementeSarmiento. Es sabido que éste se hallaba en Tucumán en 1812, tiempos dela famosa batalla y época en que «las miserias del ejército de Belgrano»lo movieron a organizar una colecta en su ayuda.7

Explícitamente, Sarmiento consultó el Journey del capitán Joseph An-drews, tan entusiasta y minucioso a la hora de transmitir su experiencia delpaisaje tucumano. En Facundo se refiere al «mayor Andrews, un viajero in-glés que ha dedicado muchas páginas a la descripción de tantas maravi-llas».8 Es bien probable que hubiese leído también la Memoria descriptiva deAlberdi, donde se habla de Andrews y que se editó en Buenos Aires en 1834.9

6 Sarmiento a Posse, San Felipe, 29-I-1845, en: ESP, I, p. 25.7 En el capítulo «Historia de mi madre», de Recuerdos de Provincia (1850).8 En traducción castellana de Carlos Aldao, lo editó «La Cultura Argentina» con el

título Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los años 1825 y 1826 (Bs. As., 1920).Cinco años antes, la Universidad de Tucumán había publicado, en traducción de J.A.Sabaté, los capítulos referidos a Tucumán, y los tituló Las provincias del Norte en 1826(Bs. As., 1915).

9 Juan Bautista Alberdi, Memoria descriptiva sobre Tucumán (Imprenta de la Liber-tad, Bs. As., 1834).

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Y, para terminar con esta revista de fuentes, digamos que para su na-rración es muy posible que tuviera igualmente la colaboración de JoséPosse. Debe haberle descripto el paisaje, además de aportar una serie dedatos sobre la última entrada de Quiroga en Tucumán y los sucesos poste-riores a La Ciudadela. En esa época, Posse contaba 15 años: unía sus re-ferencias de testigo adolescente a lo que le contaron los mayores.

No es arriesgado atribuir a esa fuente detalles «de color», no por colo-ridos forzosamente inexactos. Como las azotainas propinadas por los fede-rales «al guardián de San Francisco y al presbítero Colombres». O el epi-sodio de los 33 oficiales «de coroneles abajo», fusilados de pie en la plazade Tucumán «enteramente desnudos»: uno ocultaba en la boca su anillo decompromiso, que encargó a un sacerdote devolverlo a la novia, que termi-naría trastornada.

O los azotes al «joven Rodríguez» a causa de las cartas que quiso hacerllegar a los unitarios. O los 300 latigazos que, cada uno, recibieron donFrancisco Reto y un señor Lugones, por sus comentarios sobre Quiroga,más la posterior obligación de regresar desnudos a sus casas, cruzando laciudad «con las asentaderas chorreando sangre». ¿De quién sino del jocosodon Pepe pudo haber sacado la anécdota de que, en semejante trance,Lugones no abandonó su sentido del humor y pidió a Reto: «Páseme, com-pañero, la tabaquera: ¡pitemos un cigarro!».

El brío y la originalidad de la prosa de Sarmiento, unidos a aquellasreferencias y a su imaginación, lograron pintar un Tucumán de las guerrasciviles con apariencia tan real, que nadie hubiera dicho que su autor lodescribía sin conocerlo.

Una puntualización más. Se ha hecho común afirmar que la expresiónJardín de la República, con la que se designa —poética y turísticamente—a Tucumán, proviene de Sarmiento, y que es del Facundo. No es exacto.Edén de América fue la síntesis del sanjuanino sobre el paisaje. Lo de Jar-dín de la República parece ser una expresión corriente y de origen anóni-mo. Sir Woodbine Parish, en 1852, escribe que «con justicia merece laprovincia de Tucumán su nombradía y apelación de Jardín de las Provin-cias Unidas»,10 como dando a entender que así la llamaba el lenguajepopular.

10 Woodbine Parish, Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata desde su des-cubrimiento y conquista por los españoles [1852] (Bs. As., 1958) p. 399.

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III. LA DIPUTACIÓN POR TUCUMÁN

Cuando se constituyó el Poder Legislativo Nacional, después de la Cons-titución de 1853, Domingo Faustino Sarmiento fue candidato a integraraquel primer Congreso, como diputado nacional por Tucumán. El sanjuani-no nunca se hubiera sentado en esa banca, por sus públicas desinteligen-cias con el presidente Urquiza y con la flamante Constitución. Pero de to-dos modos resultó elegido.

El comicio de Tucumán se efectuó el 2 de febrero de 1854. Competíandos candidatos extraños a la provincia, Sarmiento y Vicente Fidel López.Los otros eran tucumanos: los doctores Salustiano Zavalía y Manuel Fer-nando Paz, Ruperto San Martín y Eusebio Rodríguez. Los votantes fueronescasos, pero el triunfo de Sarmiento resultó contundente: se impuso en losdepartamentos de Burruyacu, Monteros, Chicligasta y Graneros. En la Capi-tal, Lules y Famaillá, votaron por López. En Leales ganó Rodríguez y enTrancas el doctor Paz.

La Sala de Representantes —de acuerdo al Estatuto de la Provincia de1852— debía examinar el acto electoral. Su comisión, con las firmas defray Abraham Argañaraz y de Hermenegildo Rodríguez, aconsejó «declararcomo no sucedida la elección para diputado hecha en la persona de donDomingo Faustino Sarmiento». Argumentó que el electo no profesaba públi-camente adhesión a la causa de la Confederación, y que estaba en Chile,es decir en el extranjero.

El 7 de enero de 1855, se trató el dictamen. El presidente de la Sala,doctor Salustiano Zavalía —uno de los candidatos derrotados— bajó a labanca para defender la validez de la elección y pedir que se expidieranlas credenciales al ganador. Fue el criterio que adoptó finalmente la corpo-ración. El diploma de diputado de Sarmiento lleva fecha 17 de febrero de1855, y lo firma el gobernador de Tucumán, José María del Campo.11

Sarmiento nunca acusó recibo. Pero, en carta a José Posse, le expresóque no aceptaba la banca «hasta más adelante». Entendía que «al aceptarla diputación de Tucumán, acepto todos los vínculos que ligan al Gobiernoy a la Constitución, entrando lisa y llanamente en el gremio de los quereconocen y sostienen tales instituciones». Se trataba de un paso muy serio,«que requiere mucha meditación, y no lo daré sino después de haber ha-

11 Humberto A. Mandelli, «Sarmiento diputado por Tucumán», en: Norte Argentino,n° 7, Tucumán, 15-XI-1942, pp. 186-187.

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blado con mis amigos de Buenos Aires, pues no quiero abandonar su cau-sa sin motivo y sin justificación».12

En suma, nunca se incorporó al Congreso. Pero es otro dato significati-vo de su vinculación con Tucumán, el hecho de que la provincia —cuyosuelo jamás había pisado— lo eligiera representante al primer Poder Legis-lativo Nacional, que se instaló, como se conoce, el 22 de abril de 1854.

IV. DOS MINISTROS TUCUMANOS

Dos tucumanos fueron ministros de la presidencia Sarmiento. Uno, NicolásAvellaneda, estaba en el gabinete inaugural, en la cartera de Justicia e Ins-trucción Pública: allí permanecería hasta agosto de 1873, época en que re-nunció por su condición de candidato a presidente. El otro, Uladislao Frías,asumió en mayo de 1872 la cartera del Interior, en reemplazo de DalmacioVélez Sarsfield, y acompañó hasta el fin el mandato de Sarmiento.

El doctor Nicolás Avellaneda (1836-1885) había conocido a Sarmientoen Buenos Aires, en 1859, en el estudio del doctor Roque Pérez. En cartade esos días al doctor Benigno Vallejo, llamaba a Sarmiento «el únicohombre superior» que divisaba en la gran capital. Se le había acercado«francamente», decía, «atraído, conquistado, por la irradiación luminosa yvibrante de su genial talento».13

Tuvieron relación personal. Correspondió a Avellaneda, en 1866, la tristemisión de escribirle a Estados Unidos, para enterarlo de la muerte de Domin-guito antes de que la leyera en los diarios. El tucumano era tutor del chico,trabajaban juntos en política y se veían con frecuencia: la oración fúnebreque pronunció en La Recoleta es un vivo testimonio de ese afecto.

No tuvieron desinteligencia alguna durante la presidencia, e inclusoSarmiento no encontraba necesario que renunciase cuando lanzó su candi-datura (que él, como se sabe, prohijaba). Después, en agosto de 1879, elpresidente Avellaneda nombró al sanjuanino ministro del Interior, en reem-plazo de Saturnino Laspiur. Es conocido que la gestión concluyó borrasco-samente a comienzos de octubre, sobre todo por obra del titular de Gue-rra, general Julio Argentino Roca. En una carta donde deploraba el desen-lace, Avellaneda le aseguró que no olvidaría todo «lo que pudo haber de

12 De Sarmiento a Posse, Rosario, 30-IV-1855, en: ESP, I, p. 42.13 «Domingo Faustino Sarmiento. Carta al doctor Vallejo, 1859», en: Nicolás Ave-

llaneda, Escritos y discursos (Bs. As., 1910), I, pp. 18-19.

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personal y amistoso en su decisión de aceptar el ministerio en días tanoscuros».14

Después de la presidencia ya se había ido esfumando la simpatía deSarmiento por Avellaneda, y el breve ministerio no hizo sino profundizarese viraje: en las cartas a Posse constan sus comentarios, más que destem-plados, sobre el tucumano.

El otro ministro tucumano de Sarmiento, doctor Uladislao Frías (1821-1899), pasó la niñez en Bolivia, donde su padre, el gobernador José Frías,se exilió tras la batalla de La Ciudadela. Luego se graduó en Jurispruden-cia en la Universidad de Chuquisaca. Su carrera en el escenario nacional—tras haber sido magistrado y tres veces ministro en su provincia— seinició como diputado al Congreso de la Confederación, en 1854-1861. Po-siblemente entró en relación con Sarmiento en 1860, cuando integraba porTucumán la Convención Constituyente. Es muy probable que su colega con-vencional, don Pepe Posse, los presentara.

Juez federal, senador nacional, ministro en Bolivia, fue gobernador deTucumán de 1869 a 1872. En cuanto a su designación como ministro enreemplazo de Vélez Sarsfield, comentaría Sarmiento cuatro años despuésque don Uladislao «avezado a los negocios públicos, gobernador antes deTucumán, llevaba al gobierno la reputación de concienzudo, laborioso,probo y un poco testarudo. Concluidas nuestras tareas gané, en prueba demi buena elección, un excelente amigo».15

V. EL TREN A TUCUMÁN

Como se sabe, la presidencia Sarmiento promulgó, el 12 de octubre de1871, la ley 493, que autorizaba al Estado Nacional a contratar los traba-jos de prolongación del ferrocarril de Córdoba a Tucumán. Fue una medidaen extremo importante y transformadora para la provincia, y uno de losvínculos de gratitud que unirán a Tucumán con el sanjuanino. Esto aunquela inauguración oficial de la línea se realizara (octubre de 1876) cuandoSarmiento ya se había alejado de la presidencia: por entonces, su sucesorAvellaneda podía invocar, ya como mérito de su propio mandato, el nohaber detenido la obra a pesar de la crisis económica.

14 Transcripta en: Carlos Páez de la Torre (h), Nicolás Avellaneda. Una biografía(Bs. As., 2001) p. 299.

15 Al discurso de Sarmiento en Tucumán, del 31-X-1876, lo transcribe íntegro Vi-cente Padilla, El norte argentino (Bs. As., 1922), pp. 133-135.

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El ferrocarril no solamente representará para Tucumán todas las venta-jas que la comunicación con Córdoba y con Buenos Aires podía significar.También determinó un impulso formidable para su actividad principal, laindustria azucarera. El gobernador Tiburcio Padilla, en su mensaje a laLegislatura de 1877, señaló que la inauguración del tren abría «un nuevoporvenir de trabajo y labor para nosotros».

No le faltaba razón. La vía daba a la industria del azúcar la posibili-dad de equiparse con las máquinas modernas de «vapor en todas sus ma-nifestaciones», que ahora podían llegar cómodamente a la provincia desdelos puertos.

Pronto, enormes embalajes de máquinas arribarían de París, de Lila, deSan Quintin, de Liverpool, y varios ingenios se convertirían, gracias a esosequipos, en verdaderas potencias fabriles.16

Sarmiento y Avellaneda quedarían, así, vinculados a la obra pública demayor trascendencia ejecutada en Tucumán después de la OrganizaciónNacional.

VI. LOS AMIGOS TUCUMANOS

Sarmiento tuvo varios amigos oriundos de Tucumán o tucumanizadospor su afincamiento en la provincia. Son los que figuran varias veces ensus cartas con Posse, y alguno de ellos lo tuvo de huésped en su casa.

Hay que entender que la condición de amigo tuvo para el sanjuaninonotas muy peculiares. Muchas veces estuvo condicionada a las mudanzas desu carácter y a lo impulsivo de sus reacciones. O al hecho de que el ami-go respondiera sin vacilar a sus propósitos del momento: parece claro quela amistad sarmientina no era de las capaces de «resistir el oleaje de lasideas encontradas».

Hay quienes le negaron capacidad de afecto. A Paul Groussac, quien fuesu compañero varios días en Montevideo, se le reveló como incapaz de laamistad cuando reaccionó fríamente ante la muerte repentina del doctorGualberto Méndez, que fue su amigo durante veinte años.

16 De Tiburcio Padilla-Pedro Alurralde a la Sala, 1-I-1877, en. Ramón Cordeiro yCarlos Dalmiro Viale, Compilación ordenada de leyes, decretos y mensajes del períodoconstitucional de la Provincia de Tucumán, que comienza en el año 1852, Vol. VI (Tu-cumán, 1917) pp. 256-257. Emilio J. Schleh, Cincuentenario del Centro Azucarero Ar-gentino. Desarrollo de la industria en medio siglo. 1894, Buenos Aires, 1944 (Bs. As.,1944), p. 64.

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Y a propósito de ese hecho, recordó que Delfín Gallo afirmaba queSarmiento «nunca quiso a nadie», en presencia de varios amigos de éste,«que asentían con su silencio»; y algo similar oyó decir en la intimidad aPedro Goyena y a Nicolás Avellaneda. Juzga que no había mucho lugarpara la amistad, entre esas «pencas de un alma erizada, que poco conocióla bondad y el agradecimiento».17

Con todas estas salvedades, puede ensayarse una nómina, dando porincluídos en ella a Nicolás Avellaneda y a Uladislao Frías, ya referidosarriba.

Sabido es que Sarmiento fue buen amigo, por un tiempo, del tucumanoJuan Bautista Alberdi (1810-1884). En sus años de Chile, el sanjuanino loadmiraba: tanto que en 1838 le remitió un poema solicitando su juicio. Sesabe igualmente que empezó a apartarse de Alberdi después de la revolu-ción de 11 de setiembre de 1852, cuando el autor de Las Bases adhirió aUrquiza. Vino después aquella sibilina dedicatoria en La campaña del Ejér-cito Grande, y luego el feroz enfrentamiento de ambos: las Cartas quillota-nas de Alberdi contra Las ciento y una de Sarmiento.

Desde entonces, se lanzarían mutuos improperios durante años. Aunquedebe anotarse que cuando Alberdi regresó en 1879 al país tras cuatro dé-cadas de ausencia, y entró al Congreso, Sarmiento lo abrazó y conversaroncon cordialidad, dejando de lado las diferencias.18 Y aunque éstas no cesa-ron, dirá que «Alberdi, con su instrucción en materia constitucional, valemás aun sin su raro talento, que toda la junta de curas, teólogos y maes-tros de coristas, cuando se trata de fundar una nación».19

En cuanto al doctor Tiburcio Padilla (1835-1915) se había graduado demédico en Buenos Aires y correspondió a Nicolás Avellaneda el discurso enesa ceremonia. Posse se lo presentó a Sarmiento, por carta, en 1868: «elDr. Padilla es mi amigo y con este título te lo presento a tu estimacióncordial», decía.20

Se vieron en 1876 en Tucumán, cuando las fiestas de inauguración delferrocarril. Padilla era entonces gobernador y sería luego senador y dipu-tado nacional. Ante su tumba, Pedro Alurralde lo pintó como «vehemente,apasionado algunas veces». Tal vez esa característica lo hizo simpatizar

17 Paul Groussac, El viaje…Segunda serie, cit, p. 40-41 y nota, y El viaje… Prime-ra serie (Madrid, 1904), p. 27.

18 De Sarmiento a Posse, sin fecha [Bs. As., octubre 1879], en: ESP, II, p. 480.19) Cita de Jorge M. Mayer, Alberdi y su tiempo (Bs. As., 1963), p. 891, nota

201.20 De Posse a Sarmiento, Tucumán, 10-XII-1868, en: ESP, I, p. 223.

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con Sarmiento. Tanto, que hasta se alojó en su casa, en la última visitaque hizo a Tucumán en 1886.

En el nutrido material anecdótico aparece Padilla, a propósito de unpájaro que tenía en su vivienda y que entusiasmaba al sanjuanino. En1886, Sarmiento escribía a su nieta Elena, desde Rosario de la Frontera.Estaba a punto de recibir «un tordo desde Santa Cruz de la Sierra, desti-nado a embellecer y alegrar con sus cantos el Aviarium… imagínate a unaprima donna, cantando una aria con la acción de la Sara Bernhardt, ten-diendo el cuello para dejar escapar los sonidos, haciendo trémolos con lasalas desplegadas… Padilla tiene uno desde 1872. Conocílo a la aperturadel ferrocarril y vive aún, y da la bienvenida al visitante con sus can-tos».21

Don Pedro Alurralde (1845-1917), briosa figura de diarista y político,tiene también lugar en la galería de amigos tucumanos de Sarmiento.Desempeñó importantes cargos públicos: ministro, diputado nacional, gober-nador interino, constituyente provincial, entre otros. Esto aparte de unagestión destacada en la industria azucarera, como presidente de la compa-ñía Wenceslao Posse, su padre político.

Conoció a Sarmiento en la visita de 1876: era entonces ministro deTiburcio Padilla y también amigo de José Posse. El sanjuanino lo mencionavarias veces en sus cartas. Es muy posible que, además de gustarle la vi-vacidad de su carácter, Sarmiento haya hecho buenas migas con Alurraldepor su condición de periodista.

Con Lídoro J. Quinteros fundó el diario La Razón, pieza clave en lacampaña avellanedista de Tucumán, y donde escribieron hombres comoPosse y Paul Groussac. Muestras de la buena pluma de Alurralde constanen varios artículos aparecidos en la Revista de Derecho, Historia y Letrasentre 1899 y 1910.

La revista de nombres puede seguir con el doctor Benigno Vallejo (1823-1892), abogado riojano que vivió en la provincia la mayor parte de suexistencia. Tuvo altos cargos judiciales en Tucumán, donde presidió elSuperior Tribunal y fue también juez federal. Muy posible es que se rela-cionara con Sarmiento por vía de su esposa, Nicéfora Posse, prima herma-na de don Pepe. Su gran vinculación con esa familia lo hizo tomar ladefensa de varios de sus miembros, en la causa judicial que se les formóluego de la Revolución de los Posse, de 1856. En poder de descendientes de

21 Transcripta en: Leopoldo Lugones, Historia de Sarmiento [1911] (Bs. As., 1961),pp. 250-251, nota 7.

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Vallejo, hemos visto largas cartas de Sarmiento, de temas políticos, quesiguen inéditas. En 1885, en carta a Posse, hablaba de «don Benigno Valle-jo, que es muy mi amigo».22

En una misiva a don Pepe de 1880, Sarmiento mencionaba como «misamigos» a «Paz, Colombres, Helguera», además de los referidos Padilla yFrías.23 Se refería a Benjamín Paz, Exequiel Colombres y Federico Helguera.

Benjamín Paz (1836-1902), todo un consagrado jurisconsulto, fue sena-dor nacional dos veces, gobernador de Tucumán, ministro del Interior en1882, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así comodecano de la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Cuando asumió el Mi-nisterio, Sarmiento comentó a Posse: «don Benjamín Paz es hombre honra-do… no es hombre desmoralizado. Hemos sido siempre amigos». En otracarta lo llama «mi muy amigo Paz».24

En cuanto al doctor Exequiel Colombres (1818-1882), médico, fue sena-dor nacional por Tucumán. Era suegro de Benjamín Paz. Decía Sarmientoa Posse que «el viejo Colombres es uno de los hombres que más me haestimado».25 En otra afirma que «Colombres es un amigo entrañable». Yrespecto a Federico Helguera (1824-1892), dos veces gobernador de Tucu-mán, tuvo larga relación con Sarmiento. Se conocieron en Chile, antes deCaseros. Como el entonces joven Helguera estaba en ese país por motivoscomerciales, al regreso fue portador de la circular de Sarmiento a los go-bernadores, donde les pedía apoyar a Urquiza. En su correspondencia conPosse, Sarmiento lo menciona asiduamente, revelando que se carteaban conregularidad.26

Amigo tucumano desde fines de la década de 1830, fue Benjamín Villa-fañe (1819-1893). Se conocieron en San Juan en 1839: allí Sarmiento yAntonino Aberastain le encargaron fundar en Tucumán la filial de la Aso-ciación de Mayo. Volverían a verse en la dramática huida a través de losAndes en 1841, cuando Villafañe, secretario de La Madrid, se exiliaba trasla derrota de Rodeo del Medio. Años más tarde, además de gobernador deTucumán, Villafañe fue tres veces senador nacional. La relación con Sar-miento tuvo sus más y sus menos. En algunas cartas a Posse, Sarmiento

22 De Sarmiento a Posse, Bs. As., 10-VIII-1885, en: ESP, II, p. 532.23 Ibídem , 22-III-1880, en: ibídem, p. 483.24 Ibídem, Bs. As., 22-VIII y 26-V-1882, en: ibídem, pp. 507, 497.25 Ibídem, Bs. As, 22-VIII-1882, en: ibídem, p. 507.26 Ibídem, Bs. As., 26-V-1882, en: ibídem, p. 497. Domingo F. Sarmiento, Campaña

en el Ejército Grande aliado de Sud América [1852] (Bs.As, 1957), nota de p. 29,donde habla del «joven Helguera».

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habla desdeñosamente de Villafañe y en otras lo elogia.27 Pero, de todosmodos, estuvieron en contacto muchos años. En carta a José Uriburu, en1868, Posse diría: «Villafañe ha sido amigo de Sarmiento, como hastaahora poco lo ha sido mío, pero es ya un hombre gastado».28

Hay que mencionar igualmente al doctor Agustín Justo de la Vega(1811-1878), riojano de nacimiento afincado en Tucumán, donde fue gober-nador y dos veces senador nacional, además de un breve ministerio deHacienda de la Confederación. Sarmiento lo conoció en 1855. «He tenidoel gusto de conocer al Dr. Vega, senador, y con hombres tales se puedeaceptar la responsabilidad de ser diputado», escribió a Posse.29 En variascartas, Sarmiento lo menciona como amigo, pero la relación se hizo difí-cil por el encono que a poco andar llegaron a profesarse Posse y el doctorDe la Vega.

Y si bien no existió entre ambos frecuentación amistosa, sería injustoomitir en esta nómina al militar tucumano Juan Crisóstomo Álvarez (1819-1852). Se conocieron en la cordillera, cuando Sarmiento y Posse auxiliarona los derrotados en Rodeo del Medio. En 1851, Sarmiento lo llamó paraque se uniera a las fuerzas de Urquiza. «No habiéndonos alcanzado a lapartida de la Médicis, quedó allí [en Chile] para continuar la obra inte-rrumpida», narra. Bien se conoce que Álvarez decidió invadir Tucumándesde Copiapó, empresa donde terminó derrotado y fusilado: hacía dossemanas que Rosas había caído en Caseros, pero a Tucumán aún no habíallegado la noticia. Esta muerte indignó a Sarmiento, que la consideró di-rectamente un asesinato.30

VII. PRIMERA VISITA A TUCUMÁN

La primera visita de Sarmiento a Tucumán ocurrió en 1876, con moti-vo de los grandes festejos que celebraron la prolongación, hasta esa ciu-dad, del ferrocarril de Córdoba. Así, el sanjuanino llegó por fin, en lacomitiva del presidente Nicolás Avellaneda, al Edén de América que habíadescrito con su imaginación en el Facundo.

27 De Sarmiento a Posse , Bs. As., 1-V-1860 y 24-I-1870, en: ESP, I, pp. 73 y 284.28 De Posse a José Uriburu, Tucumán, 27-XI-1868, en: ibídem, p. 22.29 De Sarmiento a Posse, Bs. As., 30-II-1855, en: ibídem, p. 42.30 Domingo F. Sarmiento, Obras, XIV, pp. 315-318; XLIX, pp. 158-159. La respues-

ta de Álvarez a Sarmiento, Lima, 10-VIII-1851, en: Sarmiento, Campaña… cit., p. 28.

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Una gran multitud lo esperaba en la estación. Y a su frente se hallaba,por supuesto, don Pepe Posse. Este lo señalaba, narra Zorrilla, «al mar decabezas humanas que tenía delante», diciendo: «este es Sarmiento, este esSarmiento, el enemigo implacable de los tiranos y de los bárbaros, elcombatiente de primera fila de todas las grandes causas».

Más formal, si no menos conmovido, fue el discurso de bienvenida dePosse. Terminaba diciendo: «Señor, entremos en la ciudad: os guía de lamano el amigo de más de treinta años, el hermano de afectos, el deposi-tario íntimo de las confidencias de vuestro corazón. Tendréis horas de re-gocijo en medio de nosotros, todos amigos vuestros, libres de las zozobrase inquietudes de espíritu que han agitado vuestros recientes días. La bene-volencia, el respeto, la fraternidad, hallaréis en este humilde vecindario,en la ciudad histórica de la Independencia Nacional».31

Sarmiento se alojó en el edificio del Colegio Nacional —que en la ac-tualidad alberga a la Escuela Sarmiento— y desde entonces fue la granatracción de las fiestas, como lo documentan todas las crónicas. SegúnZorrilla, la gente lo esperaba a la puerta del Colegio para seguirlo por lacalle, y los estudiantes se habían constituido en su permanente escolta.Bailes, banquetes, excursiones, a nada faltó, derrochando siempre el mejorhumor.

El día de la inauguración del tren —que fue el 31 de octubre, a las 5de la tarde— habló después del presidente Avellaneda. Según El Nacional,fue «un discurso práctico, lleno de las originalidades de ese hombre ex-traordinario».

Allí recordó que había hecho el voto de visitar, antes de morir, a «labenemérita ciudad de Tucumán, como la llamaba, aun en sus conversacio-nes familiares, el ilustre Rivadavia». Habló de las horas altas de la provin-cia: el triunfo de Belgrano en 1812 y la declaración de la Independenciaen 1816. Pero apuntó que debía evocar también sus «posteriores desgracias,porque ellas explican, en mucha parte, los vínculos de amistad, que, demuy atrás, me unen al pueblo de Tucumán».

En ese afán, recordaba la guerra civil, las derrotas de La Madrid y deLavalle y, reeditando verbalmente el Facundo, atacaba con furia a Quiroga:«en la plaza de Tucumán fue sacrificada una hecatombe de jefes y oficialesdel Ejército argentino, que las balas y las metrallas habían respetado enChacabuco y Maipú, en Junín y Ayacucho», dijo tonante.

31 Manuel M. Zorrilla, Recuerdos de un secretario, I (Bs. As., 1912), p. 135. Eldiscurso de Posse, en: ESP, II, 414-415.

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Pero de inmediato, se vio desde Chile «como una luz que señalaba otrocamino que aquel que no había podido abrir la espada: un panfleto, unromance, un libro, llámesele como quiera, apareció en las prensas chilenasbajo el título de Facundo Quiroga o civilización y barbarie. Como el Tassollamó a su poema épico Jerusalén libertada, aquél libro pudo llamarseTucumán vengada, al menos, ya que el día de la libertad estaba lejos toda-vía». Aseguraba que, mientras se lo leyera, sería execrada la memoria deQuiroga, «el verdugo de Tucumán».

Y seguía enumerando sus lazos con la provincia. Había servido con el«bravo y legendario» La Madrid. Había aconsejado «en hora menguada» lainvasión de Crisóstomo Alvarez, ese «empeño insensato» que le costó lavida. Tenía aquí a su «amigo de treinta y cinco años de fecha», José Posse.El tucumano Nicolás Avellaneda, el presidente que estaba a su lado, habíanacido «a la vida real de la patria» leyendo, en sus vacaciones de estu-diantes en Caroya, el Facundo. Recordaba —sin duda a contre coeur— quedio al joven oficial Julio Argentino Roca su primera «comisión arriesga-da», y que cuando necesitó ministros, Tucumán le proporcionó a Avellane-da y a Frías. «Ya lo veis, pues, he estado en contacto con Tucumán treintay más años de vida».

Al afecto de los niños, que advertía todo el tiempo, lo consideraba unreaseguro contra el olvido y la injusticia del porvenir. Recomendaba ense-ñar a leer, para que haya «carga para el ferrocarril», pues «la inteligenciaes dinero, y para pueblos tan lejanos la industria inteligente es su únicasalvación».

Terminaba, conmovido, con una alusión al día brumoso en que habla-ba. Imaginó que llegaría a Tucumán a pleno sol, para admirar sus monta-ñas y sus bosques. Pero el destino había querido otra cosa. Claro que elnublado le dejaba ver «sólo fisonomías complacidas, miradas que me son-ríen y revelan que soy estimado por un pueblo entero. Si alguna vez elcansancio de los años, acaso la injusticia, me traen el desencanto, recor-daré la escena de hoy; evocaré la fotografía que queda indeleble en mimemoria de escena tan animada, y restableciendo las montañas y los bos-ques que hasta hoy las nubes nos ocultan, estoy seguro que ha de volver acircular la sangre con vigor, reanimarse la confianza y esperar un día máspara la justicia o el perdón de las faltas del gobernante, o las negligenciaso errores del escritor».32

32 Id. nota 15, supra.

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Terminaron las fiestas y volvió a Buenos Aires. No dejó de comentar aPosse la depresión que le produjo el desierto que atravesó entre Córdoba,Santiago y el Chaco: «no será habitado nunca por pueblos», vaticinaba.33

VIII. SEGUNDA Y TERCERA VISITA

Su segunda visita ocurriría diez años más tarde, en junio de 1886, depaso para Rosario de la Frontera. El memorioso José R. Fierro recordabaque vino como simple turista, y que se dedicó a recorrer las zonas cerca-nas a la ciudad. Fue entonces que se alojó en casa del ex gobernador Ti-burcio Padilla.34

La Sociedad Sarmiento, ateneo cultural fundado cuatro años antes, loinvitó a visitar sus instalaciones. Aceptó encantado. Inspeccionó todo y«ordenó» que se comprara un «libro de oro» para las firmas de visitantesilustres que, por supuesto, irían encabezadas por la suya propia. Apuradí-simos y por telegrama, los jóvenes lo encargaron a la casa Peuser. Y el 21de junio Sarmiento presidió una asamblea de la institución: al día siguien-te, en el álbum recién llegado de Buenos Aires, estampó un largo pensa-miento.

Lo abría con la frase transcripta atrás, sobre el canto a las bellezas deTucumán que marcó «los primeros destellos» de su pensamiento. Alababala transformación operada en la provincia, la adultez del pueblo, fruto de«una de las industrias que embellecen la existencia y endulzan las penasde la vida, la producción de azúcar». Luego venían largos párrafos de elo-gio al paisaje. Hacía votos para que las «vaporosas porteñas» en inviernose trasladaran a gozar del clima. Las últimas líneas eran melancólicas. Leemocionaba ese Tucumán «que ofrece salud a los que declinan», y termi-naba con una frase obviamente dedicada a sí mismo: «Si esa alma pensó,se sobrevivirá en una hoja de papel escrita dejada a sus contemporáneos.Si contuvo una idea fecunda, una verdad útil, abriráse paso por entre obs-táculos, y hará camino de un país a otro, y en alas del genio volará desiglo en siglo. Esta es su propia irradiación».35

33 De Sarmiento a Posse, Bs. As., 20-I-1878, en: ESP, II, p. 441.34 José R. Fierro, A Don Domingo Faustino Sarmiento. Homenaje de recordación en

el centenario de su muerte. Reminiscencias publicadas en «La Gaceta» y discursos pro-nunciados en los actos realizados (Tucumán, 1938, folleto).

35 Id. nota 4, supra.

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Estuvo en tierra salteña hasta que promediaba julio. Como no se sentíabien y confiaba en las virtudes salutíferas del clima tucumano, quiso dete-nerse otra vez en Tucumán, donde permaneció casi un mes. Sería su terce-ra y última visita.

Recorrió el ingenio San Pablo, invitado por sus propietarios Nougués, yse interesó especialmente en el trabajo de los indios tobas en la fábrica.También estuvo en el ingenio Ranchillos. Comentó esas experiencias enartículos que remitió a Buenos Aires y que fueron publicados en El Cen-sor.36

En 1888 inquiría a Posse si se habían fundado las escuelas que le pro-metieron instalar en la zona de Ranchillos. Don Pepe le contestó que no:«toda esa gente de tierra adentro, cuando se trata de cosas serias, prome-ten mucho y no cumplen nada; alumbran como el fósforo cuando uno loraspa y se apagan enseguida. Llevan consigo la levadura de la masa bár-bara de la sociedad en que viven vegetando», sentenciaba.37

Fierro —que yerra al fechar este tercer viaje en 1887— cuenta que Sar-miento, abrigado con una bufanda de vicuña, hacía largas caminatas porla plaza Independencia con doña Sixta Munita, señora porteña de su amis-tad que estaba de paso por Tucumán. Apunta, igualmente, que durante esatemporada pasó un día entero en el ingenio Esperanza, «en compañía dedon Pedro Alurralde… sembrando simpatías en todos los empleados por lasamabilidades de su trato».

Estuvo también en el ingenio Mercedes, de los Padilla. La inquietud poreducar nunca cesaba. En carta a los propietarios, les dijo que «al visitar suvalioso ingenio me hicieron conocer caciques, mujeres y niños tobas. Uste-des han aceptado, admitiéndoles al trabajo, la responsabilidad de civilizar-los, y para ayudarles en su obra les remito ejemplares de libros que van asu fin, como recuerdo de haber estado en su establecimiento».38

Años antes, había recomendado al presidente de la Sociedad Sarmien-to, Emilio Carmona: «Exciten a mis amigos, los productores de azúcar, aayudarles en la compras de libros toda vez que les vaya bien en la zafra.

36 Cfr. Pablo Emilio Palermo, Los viajes de la vejez de Sarmiento (Bs. As., 2009),pp. 111-117.

37 Posse a Sarmiento, Tucumán, 11-III-1888, en: ESP, II, p. 585.38 De Sarmiento a «Sres. Padilla Hermanos. Lules», sin fecha [Tucumán, 1886],

facsímil en: «Recuerdos de una visita de Sarmiento a Tucumán», en: Fray Mocho, Bs.As., 28-XI-1913.

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Será el diezmo pagado a la inteligencia, al propósito de la Creación, alhacer al hombre a imagen y semejanza del Creador».39

IX. TUCUMÁN, «LEGATARIO UNIVERSAL DE MI MEMORIA»

Cuando falleció Sarmiento en 1888, el periodista Patricio Gallo dio aconocer un texto hasta entonces inédito, que el sanjuanino redactó y firmópara su álbum, en la última visita. Hablaba allí de «la felicidad que expe-rimento al salir de Tucumán el 18 de agosto, acompañado de los votos deun pueblo amigo que me ha hecho plácida la vida en una época y en unaedad en que sobreabundan los desencantos».

Aseguraba que «he recuperado del todo, a la sombra de los salutíferosbosques de naranjos en que se dan la mano el otoño y la primavera, lasalud que quebrantaron, más que los años, el ímprobo trabajo del marinosubalterno para arrancar la nave del atolladero a que la condujeron pilo-tos inexpertos».

Hallaba dicha «en ver funcionar el hierro dotado de inteligencia movidopor la mano inconsciente del Indio Toba, cuando nuestro nombre está ins-cripto en el puente que une la Provincia, en el riel que une a la Nación,en el colegio que derrama las ideas, en el telégrafo que las recibe o di-funde, en la escuela que las lleva a la industria, la Sociedad Sarmientoque se encarga de perpetuarlas por el cultivo de las letras, y la Asociaciónde amigos de la instrucción que continuarán el trabajo de medio siglo».

Terminaba: «Al pueblo de Tucumán, que se ha constituido mi amigo, loinstituyo el legatario universal de mi memoria; no como ella es, en laprosa de la realidad, sino como quiso el joven Gallo en unos versos que lepido consigne aquí, o como lo desea La Razón al desearme feliz viaje, hoy18 de agosto de 1886».40

Y aún proyectó hacer una cuarta visita, al año siguiente. Pero, escribióa Posse en julio de 1888, «me detuve de ir a Tucumán para no ir en elbagaje de la intervención y presenciar la división de los amigos», decía.41

39 De Sarmiento al presidente de la Sociedad Sarmiento, Emilio Carmona, Bs.As, 7-VIII-1883, en «Contestación del Sr. Sarmiento», en: El Porvenir, n° 43, Tucumán, 10-VIII-1883, pp. 407-408.

40 «Pensamiento inédito del general Sarmiento (leído por D. Patricio Gallo)», en:Tucumán Literario, n° 6, Tucumán, 30-IX-1888, p. 46-47. El subrayado es nuestro.

41 De Sarmiento a Posse, Bs. As., 12-VII-1887, en: ibídem, p. 574.

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Se refería a la intervención Zavalía, enviada tras la revolución juaristaque, en junio, había derrocado al gobernador Juan Posse.

En una de sus últimas cartas, siete meses antes de morir, el infatigableSarmiento enviaba unos impresos de propaganda a Posse, para que losdistribuyera en Tucumán, «entre los poquísimos que se ocupan de los de-más cuando ellos han satisfecho sus apetitos». Y le preguntaba: «¿qué ha-cen con tanta barbarie en la masa, y tanta ceguedad en los guías de cie-gos?».42

42 De Sarmiento a Posse, Bs. As., 1-III-1888, en: ESP, II, p. 583.

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Sarmiento y su visión de la flora e industriamaderera tucumanas

porElena Perilli de Colombres Garmendia

espués de Caseros el país experimentó hondas transformacionesque fueron muy intensas en los campos económico y social. Esostiempos se caracterizaron por la llegada del inmigrante, el avance

de los ferrocarriles, los cambios en el régimen de la tierra y el afianza-miento de la agricultura y la industria.

Sarmiento creía en la necesidad de fomentar el desarrollo económicoapelando a todos los medios. Luchó por este objetivo en la vida diaria ydesde el gobierno, con la realización de numerosas obras. Tomó comomodelos a países extranjeros y procuró adaptarlos a nuestro país. La pre-ocupación del sanjuanino era organizar legalmente al país para sustituir labarbarie por la civilización.

Propiciaba el desarrollo de la agricultura pues, a su juicio, la tierrainculta daba lugar a pasiones que retrasaban el progreso. Fiel a esteideal, creó escuelas de agronomía en Tucumán y en otras provincias, lla-madas Quintas Normales, e impulsó el estudio de las Ciencias Naturalesque se abrían paso junto a las tradicionales, gracias a la acción de sabiosy estudiosos que llegaban al país.

En las líneas que siguen se analizará la posición de Sarmiento frente ala pródiga naturaleza tucumana (a la que admiraba por su magnificencia)y su visión empresaria para canalizar sus recursos en un aprovechamientoindustrial, como en el caso de la ebanistería, utilizando, en otros momen-tos, su intuición para desaconsejar posibilidades, como ocurrió con la delañil.

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Sarmiento estuvo muy ligado a Tucumán y fue gran amigo del periodis-ta José Posse con quien mantuvo una nutrida correspondencia a la queacudimos para este trabajo.

REFLEXIONES DE SARMIENTO SOBRE LA NATURALEZA

El sanjuanino se sentía profundamente ligado a la tierra, y así lo mani-festó siempre que pudo. En cada lugar que visitaba, se detenía en la con-sideración de sus flores y árboles. Es conocida su pasión por el delta delParaná donde, en 1855, introdujo el mimbre y en el que pasaba horasentregado a la sencilla tarea de plantar y cuidar árboles.

En 1856, al agradecer a los vecinos de Chivilcoy la donación de tierraspara una quinta, manifestaba sus sentimientos:

Desde mi llegada a Buenos Aires he buscado en las islas del Paraná un pedazode tierra donde retirarme a vivir un día, como me he criado en mi pobre provin-cia, a la sombra de los árboles, cultivando plantas y aspirando el ambiente embal-samado de la vegetación y de las flores y como si ustedes conociesen estas predi-lecciones de mi espíritu, que no han cambiado la residencia en grandes ciudades…han tenido la buena inspiración de ofrecerme lo único que sonríe a mi alma, unrincón de tierra, plantado de árboles, donde volver un día a ser lo que nací y nodebí dejar de ser nunca, pobre cultivador.1

En la correspondencia con su amigo tucumano José Posse manifestabasu admiración por la naturaleza tucumana, ambos habían sido compañerosen la emigración y corrieron juntos miserias y aventuras juveniles, preocu-pándose por civilizar a su patria.

En reiteradas oportunidades le solicitó especies tucumanas para engalanarestas tierras donde pensaba vivir una vez retirado de la función pública.Soñaba con plantar enredaderas y árboles de gran porte y buena madera.

LA PRÓDIGA NATURALEZA TUCUMANA

Pocas provincias podían competir con Tucumán en la variedad, abun-dancia, excelencia de calidad y tamaño de sus maderas, según opinaba

1 Gobierno de Córdoba: La correspondencia de Sarmiento. Primera Serie, Tomo II,Años 1855-1861 (Cba., 1991), p. 51. Buenos Aires, 15/8/1856.

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Arsenio Granillo en su descripción de la flora de la provincia, conformadapor árboles de quinta, como naranjo agrio y dulce, limonero agrio, dulcey sutil; duraznos de infinita calidad, higuera de varias clases; granados,membrillos, etcétera. A ellos se agregaban árboles silvestres: arrayán,mato, chañar, mistol, algarrobo blanco y negro, guayacán, cedro, nogal,pacará, espinillo, quebracho colorado, negro y blanco, laurel, tipa, molle,lapacho, lanza, cebil, tarco, yuchán, paraíso, etcétera. Las maderas demuchos de ellos eran de la mejor calidad y empleadas para distintos usos.

Había también árboles de vista y sombra como el sauce llorón, álamos,eucaliptos, morera, palma y otras especies y gran variedad de flores silves-tres, (tanto de papa como de semilla) arbustos y yerbas. Los árboles eraninmensos pudiendo obtenerse de ellos espléndidas tablas.2 Al listado deplantas madereras se añadían plantas tintóreas, curtientes y alcalinas.

Resulta pertinente la descripción del bosque tucumano realizada porJuan B. Terán:

Es la diversidad mágica de las especies lo que hace la magia del bosque tucu-mano. No tiene la simetría y la medida clásicas; es confuso, irregular, pletórico.Nada más distante del bosque versallesco o de la obra maestra de los paisajistas. Ellaurel lustroso y quebradizo alterna con el cebil, recio y enhiesto, de cabellera ju-venil, por grande que sea su vejez, la fronda azulada del orco cebil, con el aceitu-nado cedro, el verde negro del naranjo silvestre con el pálido del precioso nogal; eltronco del mato, que es una columna de jaspe, con el hidrópico del zapallo caspi.

La enumeración seguía y pasaba de los árboles a los helechos, hierbasy otras presencias selváticas.3

Desde tiempos muy antiguos las maderas se extraían de los bosquespero hacia la década de 1870, la exportación era escasa por el alto costode los fletes. Sin embargo, se enviaban a las provincias del oeste, a Cór-doba y el Litoral las bateas de pacará, cedro en tablas y tablones, ejes delanza, rayos de lapacho para ruedas, etcétera. Había en la provincia árbo-les de gran tamaño como el pacará y el mencionado cedro que se hallabanen toda la campaña.

Paul Groussac, quien vivió varios años en Tucumán, destacaba entre losproductos naturales las valiosas maderas que tenía. Ejemplares como el

2 Arsenio Granillo. Provincia de Tucumán, serie de artículos descriptivos y noticiosos,(Tucumán, 1947) p. 90-91.

3 Carlos Páez de la Torre (h) «Terán y el bosque tucumano», en: La Gaceta, Tucu-mán 27-II-2001.

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pacará, algunos de no menos de 20 metros de circunferencia, tenían mu-chas aplicaciones, especialmente en la carpintería y utensilios rurales y loscélebres cedros de tres metros de diámetro y cuarenta y tantos de altura,entre otros. El cedro resistente a la putrefacción, se usaba en todos los tra-bajaos de carpintería, en especial para puertas, ventanas, pisos, etc. Sevendía en el comercio por trozos, tablas y tablones. Enumeraba en suMemoria las principales especies como el nogal silvestre, empleado en laconstrucción de puertas, ventanas y en la ebanistería más fina. El laurel dela falda se empleaba para tablazón, en puertas, ventanas y pisos, tambiénse usaba para tirantes y muebles de muy buen gusto por su color negruzcoveteado de amarillo. El quebracho colorado y blanco para tirantes, marcosde puertas y ventanas, puentes, instrumentos de agricultura y especialmen-te como combustible ya que producía mucho calor. Se agregaba el alga-rrobo blanco y negro, empleado en toda clase de construcciones por sugran resistencia, sobre todo en obrajes expuestos a la intemperie. Tambiénse usaba como madera de torneado y en durmientes. A estas maderas sesumaban espinillo, lapacho, tipa, molle, tarco, guayacán, cebil, ceibo,cochucho, lanza, mistol, palo santo, paraíso, ramo, orco cebil, arca, paloblanco, etcétera. Las de mayor exportación eran cedro, nogal, laurel, que-bracho y cebil.4

Groussac proporcionó en su libro estadísticas relativas a maderas que seexportaban y las consideró insignificantes en relación a la variedad queexistía, las múltiples aplicaciones podían ser una fuente inagotable de ri-quezas para Tucumán.

Advertía, por otra parte, que las numerosas aplicaciones en las construc-ciones de la ciudad y en los ingenios de azúcar, no era comparable alenorme consumo de maderas para combustible de uso doméstico como in-dustrial, que llevaba a una explotación desmesurada y conducía a lainexorable destrucción.

Hacia 1870, según Granillo, había solo doce aserraderos, nueve movidospor agua y tres por mulas; todos ellos de poca fuerza.5 Apenas llenabanlas necesidades de la provincia y satisfacían la escasa exportación. Se des-aprovechaba la inmensa riqueza industrial que derivaría de la explotaciónde los bosques, aspecto que Sarmiento supo apreciar.

4 Paul Groussac y otros: Memoria histórica y descriptiva de la provincia de Tucumán,(Tucumán 1882).

5 Arsenio Granillo, Cit, p. 119.

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Visitó Tucumán en dos oportunidades, la primera en 1876, la segundadiez años después y una tercera, de paso. Pero mucho antes de conocerla,la había descrito en su imaginación. En su correspondencia con Posse ma-nifestaba el cariño que esta tierra le inspiraba:

Tengo por Tucumán una particular afección que he heredado de mi madre, aquien tenía en su juventud, con la boca abierta, horas enteras un buen hombre quele contaba maravillas de su naturaleza tropical, los bosques inmensos y sombríos,los naranjales embalsamados, los nardos de los campos, las aves pintadas. Sí, iréun día a Tucumán a ver los fecundos veneros de riqueza que encierra y a conjetu-rar los medios posibles de desenvolverlos.6

De allí provenía la descripción que Sarmiento hacía de Tucumán en elFacundo, obra escrita en el destierro donde evocaba la patria; Tucumán loera, engalanada con todos los atavíos de la espléndida naturaleza. No esaventurado conjeturar que Sarmiento, educado en la árida geografía san-juanina, se maravillaba con los parajes fértiles y boscosos de Tucumán.

En toda ocasión que tuvo, Sarmiento remitió y solicitó semillas de varie-dades útiles y de ornato, con el propósito de enriquecer aun más su flora.

El doctor Juan B. Terán, ilustre fundador de la Universidad, sintió lamisma admiración que Sarmiento por el bosque tucumano y comprendió elansia por volver al mismo que experimentó Humboldt, la emoción de Sar-miento y la que perseguía a Paul Groussac en Estados Unidos cuando re-cordaba muchos años más tarde, su juventud en Tucumán y su naturaleza.

UNA INDUSTRIA CON GRANDES POSIBILIDADES: LA EBANISTERÍA

Durante la época colonial en Tucumán se desarrolló la ebanistería, gra-cias a la habilidad de sus artesanos en la talla de maderas y confecciónde muebles. Llegó a ser muy importante y apreciada en el país. La pro-ducción de sillas era reconocida.

Los antecedentes de la ebanistería se remontaban a los jesuitas, segúnlas crónicas de los padres Paucke, Sánchez Labrador, Sepp, Andreu.

Por su parte, Germán Burmeister destacaba en sus escritos los árbolesdel bosque tucumano y agregaba que ni en las selvas vírgenes del Brasil,había visto bosques como los de Tucumán: laureles, lapachos, pacarás,

6 Museo Histórico Sarmiento, Epistolario entre Sarmiento y Posse, 1845-1888, TomoI (Bs. As., 1946,) p. 25, Sarmiento a Posse, San Felipe, 29-I-1845.

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arrayanes, nogal, etcétera. Advertía que esta última madera era muy apre-ciada por los carpinteros porque se podía lustrar y tenía un lindo coloroscuro.

En otras provincias como San Juan y Mendoza quedaban magníficassillas talladas, mesas, canapés, cómodas, confeccionadas en Tucumán. Has-ta Chile habían llegado las obras de los ebanistas.

Las carpinterías se especializaban en la fabricación de carretas y mue-bles, que combinaban las maderas de la zona. Entre estas variedades sedestacaban el lapacho, varios tipos de quebracho, cedro, nogal, tipas, etcé-tera. Salían hacia Salta, Jujuy y Córdoba bateas, sillas torneadas de nogaly espinillo y cajas, cujas, escritorios, etcéteras.

Estas actividades vinculadas a la carpintería se realizaban en zonasrurales. Los jesuitas, hasta su expulsión, y los grandes hacendados instala-ron en sus campos carpinterías y aserraderos. Todo indicaría que mientraslas carretas se hacían en el campo, los muebles y otros objetos se fabrica-ban en talleres urbanos.7

Dice el padre Furlong que

en el Conventillo, cerca de la actual ciudad de Tucumán, poseyeron los jesuitas unmagnífico aserradero hidráulico. En el Real de Santa Bárbara y de Santa Catalinaen Córdoba, tenían otro de igual índole. El de Tucumán había sido construido porun hermano alemán, probablemente Martín Schmid. Dobrizhoffer SJ dice que va-liéndose de una corriente de agua que elevó a una altura mediante un acueducto,obtuvo así una buena caída y la suficiente energía para hacer girar la sierra. Conella cortaba y labraba aun los árboles más gruesos. El 28 de julio de 1745 mani-festaba el rector del Colegio de Tucumán, entre otras cosas que en los Lules (oConventillo) tiene el Colegio la Aserraduría, los Molinos y la Curtiduría, y agrega-ba que en los Lules y Tafí se trabajaba en la fabricación de jabón.8

Con toda seguridad Sarmiento conoció estas crónicas jesuitas y luego,las descripciones de los naturalistas viajeros. Las crónicas y estudios de losbosques tucumanos pudieron ser fuente de datos para el sanjuanino.

Con la Revolución de 1810 y la introducción de muebles pintados bara-tos por la madera de menor calidad, esta actividad declinó.

Sarmiento aconsejaba a su amigo Posse impulsar nuevamente la ebanis-tería, subrayando la excelente materia prima que eran las maderas tucuma-

7 Ana María Bascary, Familia y Vida Cotidiana. Tucumán a fines de la colonia.(Tucumán, 1999), pp. 78-79.

8 Guillermo Furlong S.J., Historia Social y Cultural del Río de la Plata, 1836-1810(Bs. As., 1969) p. 102.

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nas. Además se hallaban al alcance de todos, y la talla era una tradiciónpopular que permanecía intacta, aunque adormecida. No se trataba de intro-ducir una industria, sino de «vivificar una que existía». El sanjuanino acon-sejaba revivirla mediante una suscripción entre 500 y 1000 pesos, suficientes«para mandar llevar de Chile una colección de modelos en caoba de sofás,sillas, mesas, aparadores y cien objetos más que pertenecen a este ramo,desde los diseños más simples hasta los más laboriosos, pues el valor de lasmaderas talladas, depende de la cantidad de obra que encierran».9 Proponíacon estos modelos, formar una especie de museo, de donde se tomarían co-pias para los artesanos; destacaba la posibilidad de exportar sillas con granprovecho; también en Tucumán sería factible abrir una academia del dibujolineal para artesanos, tomando de Chile los avances logrados en esta materiay traer algún oficial tallador para dar enseñanza práctica. No dejaba detener en cuenta que, en los últimos tiempos, por lo irregular y curvilíneo delas formas, era forzoso el uso de máquinas para labrar maderas, por lo quela tarea se simplificaba, reduciéndose a desarrollar la industria casera de latalla. Tucumán produjo y podía volver a hacerlo, muebles de uso ordinario(cedro) y muebles de lujo (nogal, tarco, laurel).

No debía desdeñarse la talabartería, construyendo sillas de montar decuya fabricación Tucumán fue prestigiosa productora. Consideraba que te-nía maderas exquisitas para «silleterías» como la norteamericana. Era ne-cesario introducir en la campaña formas nuevas, sin tallados, que segura-mente darían trabajo a muchos y podrían exportarse.

Sarmiento se ofrecía a estudiar en los Estados Unidos las fábricas ymaquinarias de este tipo y suministrar datos a su amigo tucumano. A sujuicio, lo que faltaba eran las formas elegantes, modernas, reclamadas porel gusto refinado. En otras provincias no había maderas y en Buenos Airesrecibían de Europa materia prima o los muebles hechos de Alemania. Insis-tía Sarmiento en la necesidad de saber trazar los modelos.

Al año siguiente, 1855, Sarmiento trató nuevamente de interesar a Posseen la industria maderera, insistiendo le enviase un a lista de las maderasde Tucumán. Le decía «Haz una colección de maderas y manda al Museo.Esto les será útil industrialmente. Ve lo que digo sobre puertas de Tucu-mán…».10

9 Museo Histórico Sarmiento, Epistolario entre Sarmiento y Posse, 1845-1888 (Bs.As. 1946), p. 38.15-XI-1854.

10 Ibidem, p. 47. Carta de Sarmiento a Posse. Bs. As., 4-VIII-1855.

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En 1874 Posse le remitía por la mensajería un cajón con una colecciónde pedazos de madera de los que aquí se hacían muebles y prometía quemás tarde iría otra colección más abundante de aproximadamente cincuen-ta variedades.

LA FLORA TUCUMANA Y LA INDUSTRIA FORESTAL

En la década de 1870, los bosques diseminados en la llanura tucuma-na tenían particular importancia por la corteza empleada en la industria(se extraía del cebil y se utilizaba en la curtiduría) y por el combustibleque el tronco significaba para los ingenios azucareros. Estos bosques eranpequeños si se los comparaba con los que se extendían de sur a norte,contra la montaña.

Según Arsenio Granillo, estos iban desapareciendo paulatinamente, tantopor la población que se extendía hacia esas zonas como por el uso desor-denado que se hacía de ellas. Manejada esta riqueza de modo irracional,sin que las autoridades ni los propietarios demostrasen preocupación porreglamentar el corte de árboles, no se pensaba en el futuro. Los cebileseran desnudados de su corteza para entregarla a las curtiembres, y de talmodo los árboles se secaban. Aconsejaba por esto Granillo reglamentar laexplotación de la preciosa cáscara, limitando la extracción a los gajos delárbol, respetando el tronco y asegurándose de que los nuevos retoños re-emplazaran a los gajos destruidos.

No solo el hacha del «cascarero» destruía el bosque, que buscaba lacorteza del cebil para usar en las curtiembres, sino la del leñador, quetalaba los árboles para combustible. El mismo desorden se daba en elcorte de maderas: el dueño vendía el derecho a extraerlas por un precioinsignificante y sin poner condiciones restrictivas al corte de árboles. DecíaGranillo «Se sacrifica al pequeño interés del momento lo que en pocosaños más sería verdadera riqueza».11 Para Juan B. Terán, los pueblos deesta región no acreditaron amor al árbol y no lo reprochaba porque encierto modo había sido un enemigo del esfuerzo para apropiarse de la tie-rra y desarrollar la agricultura. Debieron destruirlo para vivir, decía eltucumano Terán.

Trabajaban en Tucumán numerosas carpinterías y se confeccionabanroperos, veladores, lavatorios, asientos, etcétera. Sin embargo estas activi-

11 Arsenio Granillo, (Tucumán, 1947) p. 134.

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dades no habían alcanzado su grado óptimo en 1870. Muchos artesanosdejaron sus talleres y trabajaban a jornal en los ingenios de azúcar.

Sarmiento opinaba como Granillo, que debía tratarse al bosque comoun recurso renovable de uso múltiple. Señalaba la depredación que signifi-caría talar todos los durazneros del Delta, en épocas tales que impidieranel rebrote.

En oportunidad de realizarse en Córdoba la Primera Exposición Interna-cional, Sarmiento sugirió que Tucumán mostrara allí sus maderas. Aconse-jaba que se aserrasen al través los árboles más corpulentos y se sacaranenormes ruedas, de una cuarta de espesor, a más tablas, cuán grandesfueran. Agregaba que «Desde Monteros o el límite sur de la provincia don-de haya bosques primitivos de nogal, cedro, lanza, etcétera y agua paramotor o «leña que abundará para vapor», podía ensayarse una máquinade aserrar, cepillar, cortar y construir puertas de nogal para exportar, aca-so de cedro, lanzas para carruajes; de otras maderas pipas, a máquina¡qué se yo!».12

Se preguntaba por qué no construir carros más modernos que la carretay exportarlos.

Por su parte Arsenio Granillo agregaba que a la Exposición se enviarondos magníficos tablones de cedro que llamaron la atención de los visitantesy daban idea de la extraordinaria vegetación de Tucumán. La muestratuvo carácter de internacional, por la presencia de otros países. En ella, lasprovincias dieron a conocer sus producciones más importantes, cumpliéndo-se el ideal de Sarmiento quien, al programarla, se propuso promover eladelanto de «todas las artes que concurrían a la producción, animar elcomercio, haciéndole conocer nuevos productos que puedan ser objeto decambio, y para hacerse valer en el concepto de los demás pueblos».13

Fuera de la preocupación por la flora tucumana en la Exposición, Sar-miento estaba atento al envío de semillas de diversas especies para enri-quecer a la provincia, tanto de variedades útiles como de ornato. En 1872remitía semillas de pino y cipreses.

La visión de Sarmiento sobre las posibilidades de las maderas tucumanay su explotación fue motivo de preocupación de las autoridades provinciales.En 1880 el gobernador Miguel Nougués consignaba en su mensaje: «el co-

12 Museo Histórico Sarmiento. Epistolario... cit Tomo I (Bs. As., 1935). p. 259.Carta de Sarmiento a Posse, Bs. As., 6-VIII-1869.

13 Gabriel Gustavo Levene, Historia de los Presidentes Argentinos, Primera Parte (Bs.As., 1973), p. 227. Objetivos de la Exposición Internacional de Córdoba.

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mercio ha encontrado en este último año un nuevo rango de explotaciónabriendo una fuente de riqueza para la provincia. Me refiero a la explota-ción de madera que recién ha empezado a hacerse en una escala que merez-ca ser mencionado. Es de esperar que una vez dado el primer paso tome undesarrollo considerable, porque guardan en su seno nuestros hermosos bos-ques abundantes maderas que pueden ofrecer a la construcción, como ali-ciente, la robustez mórbida de las de Canaán y a la ebanistería desde elcedro aromático del Líbano hasta el mauricio ébano de Madagascar.14 Ade-más, Nougués anunciaba que funcionaba la primera carpintería mecánica,ya que la ebanistería tomaba incremento y se perfeccionaba.

LA EMPRESA DEL AÑIL

El añil es una planta tintórea que se daba espontáneamente en el cam-po tucumano. En la década de 1830 hubo un intento para producirlo porparte del ingeniero francés Pedro Dalgare Etcheverry. Tuvo infructuosos re-sultados, a pesar de que, en un primer momento las investigaciones fueronexitosas. Las turbulencias políticas y los problemas económicos operaronpara que naufragase esta empresa.

Hubo otros que, tiempo después, se entusiasmaron con la planta, entreellos José Posse, quien en 1864 se asoció a su hermano Manuel, el exgobernador Wenceslao y el químico italiano Vicente Brusa. Querían sem-brar un campo en Ranchillos y lo dotaron de cercos, edificios y canales deriego.15

En correspondencia con Sarmiento, Posse lo ponía al tanto de sus avan-ces en la materia. En vísperas del viaje del sanjuanino a Estados Unidos,en julio de 1864, le pedía que le enviase semillas de añil de Guatemala,con el fin de compararlas con la variedad indígena, prometía levantarle acambio «una estatua pintada de azul».16 Así como lo alentó en la explota-ción de los bosques tucumanos, Sarmiento, desde un primer momento, des-confió del añil. Contestó a su amigo, alertándole sobre los riesgos de laempresa, pues según informes que poseía, cada día era menor su demanda,

14 Ramón Cordeiro y Carlos D. Viale, Compilación Ordenada de Leyes, Decretos yMensajes del período constitucional de la provincia de Tucumán que comienza en 1853,año 1880, pp. 348-349.

15 Arsenio Granillo, Provincia de Tucumán… cit., pp. 100-101.16 Epistolario... cit., p. 132.

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por el alto precio. Sumaba a ello que empezaba a suplirse por productosquímicos, extraídos del carbón de piedra. De todos modos prometía conse-guir semillas en Venezuela y Guatemala.

Pese a los consejos, Posse no declinaba en su entusiasmo, había com-prometido toda su fortuna en la empresa. Realizó la primera cosecha en1864, en una segunda siembra sufrieron una serie de adversidades: el ase-sor Brusa se suicidó argumentando haberse equivocado en el nivel, al tra-zar una acequia para Cruz Alta. El pueblo señaló la verdadera y únicacausa de este trágico suceso: los malos resultados y el fin desastroso quepreveía para la empresa del añil. A ello se añadió que la sementera brotóirregularmente y las plantas fueron atacadas por el gusano. Hacia 1868Posse se había arruinado definitivamente. Así terminó la aventura delañil.17 Paul Groussac se refería a ella señalando que los hermanos Posseensayaron varias veces el cultivo del añil, pero aunque la naturaleza delsuelo y las condiciones del clima se prestaban magníficamente para sudesarrollo, no se obtuvo un producto satisfactorio, motivo por el cual fueabandonada esta industria con la pérdida de un fuerte capital.

SARMIENTO Y SU AMOR POR LA NATURALEZA

A lo largo de los años, Sarmiento manifestó una profunda admiraciónpor la flora, en general. Si bien analizaba los aspectos utilitarios, lo des-lumbraba su belleza y su espíritu se conmovía con las variedades esplendo-rosas y los ejemplares únicos de las distintas especies, tanto silvestrescomo de cultivo.

Su personalidad inquieta se manifestaba en un entusiasmo sin límitespor conocer y obtener semillas de todo tipo de plantas. Era un entendidoen ciclos, necesidades climáticas, de suelo y de agua.

Escribía constantemente a gente del país y a extranjeros, tratando derecabar información y de conseguir las especies más raras para desarro-llarlas en distintas regiones. Un ejemplo se expresa en la carta que escri-biera a Posse en 1875:

17 Carlos Paez de la Torre (h) «Añil, una ilusión», en: La Gaceta, Tucumán, 19-X-1886.

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Hallé al fin el recomendado cactus de flores rosadas. La botánica lo conoce yen lo de Bruné vi un ejemplar por donde reconocí el mío. Ya tengo treinta varie-dades de cactus y sigo reuniendo mediante el favor de los amigos.18

Tucumán no fue ajeno a esta devoción y a través de su correspondenciavemos que requirió a Posse múltiples especies de la selva autóctona.

LA FLORA TUCUMANA Y EL PARQUE TRES DE FEBRERO

(PALERMO)

Contra la oposición de muchos, y la ironía de otros, se empeñó Sar-miento en la creación del Parque Tres de Febrero, tarea que concluyó des-pués de su presidencia. En el espíritu de la ley de creación se establecíaque la flora argentina debía estar representada en el Parque. Para ello,cada provincia debía contribuir con sus ejemplares más representativos.

Una vez más, Sarmiento apeló a su amigo Posse para obtener el aportetucumano. Con fecha 17 de julio de 1874, le manifestaba:

La ley hace que la flora argentina deba estar representada en el Parque, y Tu-cumán es nuestro jardín. Luego, debe estar en sus árboles y flores, orquídeas, etcé-tera. Necesito, pues, que te pongas en campaña, para hacer meter en cajones, to-dos los árboles de ornato, arbustos y cuanto pueda contribuir al mejor éxito de laidea. Creo que hay tiempo antes que broten.19

Le aconsejaba también, que se hiciera asesorar por el profesor de Agro-nomía, quien junto con sus alumnos podría ayudarlo a seleccionar las es-pecies, así como instruirlo sobre el embalaje y clasificación botánica. Su-gería el envío de ejemplares de cebil, el pacará, cedro, palo borracho, y enmateria de arbustos, todo lo que fuera hermoso y transportable. Le solici-taba calcular los gastos a fin de remitirle el importe.

Sarmiento quería inaugurar el Parque en octubre y apuraba a Posse conlos encargos. Este cumplió fielmente, remitiéndole en primer lugar, uncajoncito de semillas de enredaderas y palo borracho y luego el resto.

18 Museo Histórico Sarmiento, Epistolario, cit., Tomo II, p. 404. Sarmiento a Possesobre una nueva variedad de cactus. Bs. As., 10-I-1875.

19 Ibidem… cit., p. 386. Sarmiento a Posse, Bs. As. 17-VII-1874.

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El día 15 de agosto de 1874 le detallaba el envío de cuarenta y nuevecajones con plantas de la provincia, y muchos árboles sueltos.

Cada especie lleva el número correspondiente al catálogo que envío separada-mente. Por lo inaccesible de los lugares donde las plantas fueron recolectadas, asícomo por la precipitación con que han tenido que tenderse esta comisión, puedeque falten algunos ejemplares. Van sin número orquídeas, cactus, mamilarias, cereus,sueldos, bromelias, musgos, helechos, bignonias, etcétera, pues son plantas muy co-nocidas.20

Al día siguiente volvía a escribir que iban doce en vez de diez carrosque habían salido dos días atrás y estarían en quince días en la primeraestación del ferrocarril, pues la tropa iba liviana. Aclaraba Posse que nofue posible realizar una separación especial de plantas por sus nombres,por la prisa con que habían trabajado, pero todos los cajones estaban ro-tulados. Entre las orquídeas iba una planta enorme que daba flores mora-das «que es mía y por lo tanto tuya», y a la que no tuvo tiempo de ponerun distintivo. En el envío se incluía una nota del agrónomo y las nomen-claturas de las plantas indígenas. Los nombres botánicos irían más tarde.Acompañaba el envío un hombre encargado de su cuidado.

En cuanto al palo borracho le informaba que, según el agrónomo, noera un árbol indígena, y que en Europa era conocido como originario dela India, con el nombre botánico de familia bombácea.21

Hacia fines de ese año, el tucumano proponía a Sarmiento que el par-que Tres de Febrero tuviera corresponsales por secciones, cuatro en total,en el Litoral, Cuyo, Córdoba y las provincias del Norte, para que recolec-taran las especies correspondientes a cada una de ellas. Cada corresponsaldebía tener un sueldo para viajar en la sección asignada en todas las esta-ciones, y así recolectar lo que correspondiese en ese momento.

En 1875, Posse seguía haciendo una colección rústica en tierras propiasde diversas especies. El intercambio de plantas y semillas se prolongaríaaunque ya no con destino al Parque. Así en octubre de 1884, aprovechan-do un viaje del periodista Salvador Alfonso de Tucumán a Buenos Aires,José Posse le encargó entregar a Sarmiento semillas de pacará y tarco, ytambién retirar de la estación de Bella Vista, «un trocito de madera blan-ca» que le había pedido el ex presidente. El pedido no era nada raro.

20 Ibídem, p. 390. Posse a Sarmiento, Tucumán, 15-VIII-1874.21 Ibídem, p. 391. Posse a Sarmiento, Tucumán, 16-VIII-1874.

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E. Perilli de Colombres Garmendia: Sarmiento y su visión de la flora tucumana 71

Sarmiento, como se dijo, vivía preocupado por las maderas tucumanas ysus ventajosas aplicaciones, aparte de su obsesión por plantar buenos árbo-les en su isla del Paraguay. Este no fue por cierto, el único pedido.22 Ensus cartas reclamaba otras semillas y maderas; en cuanto al palo blanco,Posse decía que se había presentado un amigo, el joven Emilio Carmonaquien aceptó la comisión de llevarle un trozo, pero resultó que se habíanrobado todos los palos. En octubre Posse volvió a escribir que remitía elpedazo de madera con Rodolfo Guiñazú, puede conjeturarse que finalmenteSarmiento obtuvo lo que pedía.

SARMIENTO, PROPULSOR DE LAS CIENCIAS NATURALES

En medio de sus múltiples preocupaciones, Sarmiento no perdió de vistalos comienzos de un género de estudios descuidado o desconocido hastaentonces: las ciencias naturales. Amadeo Jacques fue precursor de las refe-ridas disciplinas en el Colegio San Miguel. Fue él quien, por primera vez,incorporó las «ciencias útiles» a la enseñanza.

Sarmiento visitó Estados Unidos y allí tomó modelos, que sumados a lapresencia de numerosos científicos extranjeros que visitaban el país, le lle-varon a propiciar la incorporación de las ciencias naturales a los progra-mas de estudio. Sarmiento tenía una idea cabal y vibrante de la importan-cia del pensamiento de Darwin, leyó todos sus libros. En sus discursoshabía referencias a naturalistas prestigiosos como Lyell, Agassiz, Huxley,Humboldt, Bonpland y Ameghino, como también trabajos de Lineo y Bufónque evidenciaban su marcada predilección por las ciencias naturales, algollamativo para quien no tenía formación médica ni científica.

En 1871, durante su presidencia, creó en Tucumán el Departamento deAgronomía, dependiente del Colegio Nacional, cuyo primer director fue elsabio alemán Federico Schickendantz. Proponía la formación de la claseagricultora a la que juzgaba la más importante de la provincia. La Legis-latura cedió el terreno de veintidós cuadras para una Quinta, en la que losalumnos harían sus prácticas.

En una de sus visitas a Tucumán, Sarmiento asistió a la clase de Histo-ria Natural de Inocencio Liberani.

22 Carlos Páez de la Torre (h): «Palo blanco para Sarmiento», en La Gaceta, Tucu-mán, 28-VIII-2001.

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Educar al soberano: Domingo Faustino Sarmiento. Su bicentenario72

En el orden nacional creó, en 1871, el Departamento de Agricultura,con el objeto de recoger y difundir conocimientos y noticias útiles sobretodas las materias relacionadas con la agricultura.

Entre sus fines se establecían la investigación, experimentación y difu-sión de todo lo que tuviera que ver con el tema.

A MODO DE CIERRE

Sarmiento, como decía Juan B. Terán, fue el padre de la llamada «po-lítica del árbol,» la que se proponía reconocer, investigar y potenciar nues-tros recursos naturales, especialmente de la flora autóctona. Esto implicabala preservación y cuidado, como una gran acción social, económica ymoral de esta región argentina. Fue con él que aparecieron nuevas varieda-des y se propagaron otras. Concibió a Tucumán como un oasis debido a lamontaña y al bosque. La montaña detenía los vapores del Atlántico y loscondensaba, y de la lluvia había surgido el bosque que mantenía la hume-dad, refrescaba el clima y enriquecía el suelo. Sarmiento vio la necesidadde mantener las reservas naturales y aprovechar su potencial.

La conservación y cuidado de las mismas planteaba el problema de lasolidaridad, cortar árboles y talar bosques eran actos antipatrióticos. Plan-tarlos y cuidarlos era pensar con amor en las futuras generaciones. Deestos conceptos emerge una mentalidad pionera con respecto a la ecologíay el medio ambiente que no se enfrentaba a la de propiciar el desarrolloindustrial aprovechando sus buenas maderas.

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Lucía Piossek Prebisch: Elementos para una filosofía de la historia en el Facundo 73

Elementos para una filosofía de la historiaen el Facundo1

porLucía Piossek Prebisch

— 1 —

a generación del ’37 —Alberdi, Echeverría, Juan M. Gutiérrez, Sas-tre…—, sobre todo en su momento auroral, profesaba un declaradooptimismo teórico. La actitud teórica, la aplicación de ideas adecua-

das a la realidad mediante un doble esfuerzo de «estudio y reflexión», erapara sus integrantes una misión impuesta por el momento histórico. Ydentro del campo de la teoría ocupaba para ellos el lugar de un faro, escierto más atrayente que bien definido, la filosofía. Si en este punto toma-mos a Juan Bautista Alberdi, llamado por sus compañeros «la cabezametafísica del grupo», como el vocero más lúcido de la generación, la fi-losofía para esta generación revestía dos modalidades básicas: al modoilustrado, como la razón crítica en acción, capaz por tanto de ejercer unafunción emancipadora; y, a su vez, al modo romántico, como la reflexión,entre otros objetos posibles, sobre la marcha de la humanidad y sus dife-rentes figuras según los «espacios y tiempos» de los pueblos, es decir filo-sofía de la historia. Pensar, pues, al país, dentro de sus coordenadas indi-vidualizadoras de espacio y tiempo, hacer —según expresión alberdiana—la teoría de la vida de este pueblo, llegó a ser una exigencia teórica pri-mordial para la generación del ’37.

1 Este texto es una adaptación, para los fines del curso de la Junta de EstudiosHistóricos, de dos trabajos ya publicados, recogidos en Argentina: Identidad y UtopíaEDUNT, Tucumán, 2008: «La ‘filosofía de la historia’ en el Facundo» y «Apuntes sobreSarmiento y la inmigración».

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— 2 —

Considero que el Facundo es el primer y genial intento de poner enpráctica lo requerido por ese imperativo, es decir, de poner en práctica loque hasta entonces no pasaba de ser la ardorosa formulación abstracta deuna exigencia. Se dice que en este empeño las ideas de Sarmiento no sonoriginales. Y es cierto. Basta remitir al lector a capítulos íntegros de VictorCousin en su Introduction á l’histoire de la philosophie,2 obra que más biendebió llamarse, para nuestro modo actual de entender, Introducción a lafilosofía de la historia. Paul Verdevoye ha destacado el prestigio de quegozaba Cousin en Chile en la época de la redacción de Facundo.3

Cousin comparte allí el gran aprecio por los estudios históricos desde elpunto de vista del filósofo, como lo había exigido ya Voltaire; la importan-cia que concede a la historia está en directa relación con el lugar centralque le atribuía el Idealismo alemán, y sobre todo es reflejo de las ideas deHerder-Hegel acerca de la historia, del sentido e inteligibilidad de la mis-ma, no obstante su carácter aparentemente enigmático y desconcertante.

Pero a la originalidad de Sarmiento no hay que buscarla en el conteni-do de ideas importadas y abstraídas de su contexto vital, sino en el modode aplicarlas a una nueva realidad. Si, en general, en los pensadores ar-gentinos de la época no tenemos en cuenta la necesidad que los impulsó abuscar, seleccionar, asimilar y aplicar determinadas ideas, el sujeto real,concreto, queda reducido entonces a un débil punto en torno del cual seabre un abanico de influencias de ultramar. Como se ha sostenido general-mente, Sarmiento «no es ni filósofo ni metafísico».4 En este punto habríamucho que decir. Por lo general, se considera a Sarmiento una personali-dad brillante, pero, por su temperamento ardiente, poco capacitado paratomar una distancia reflexiva y teórica para ver la realidad que le intere-saba. Es decir, por lo general se le niega al autor del Facundo una capa-cidad para la teoría. Pero también es cierto que si él lamentaba no estarmejor preparado como historiador y ni como filósofo es porque hubiera

2 Paul Verdevoye, Domingo Faustino Sarmiento. Éducateur et publiciste (entre 1839et 1852, Institut des hautes études de la Amérique latine, Paris, 1963, esp. p 403.

3 Víctor Cousin, Introduction à l’histoire de la philosophie, 6ª. ed., Paris, Didier,1868.

4 Acerca de diferentes opiniones sobre la capacidad de Sarmiento para la teoría, cf.mi artículo «La ‘filosofía de la historia’ en el Facundo», en Argentina: Identidad y Uto-pía, EDUNT, Tucumán, 2008, p. 100-106.

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querido hacer de Facundo un escrito de carácter histórico-filosófico. Voltairedecía que «corresponde al filósofo escribir la historia», y que el objeto deésta son «el espíritu, las costumbres, los usos de los pueblos». Cousin ha-bía escrito también más recientemente que «el estudio de la historia espues un estudio esencialmente filosófico», y que «nada es insignificante enla historia».5

Seguramente influido por este tipo de opiniones, en la Introducción aFacundo Sarmiento, como reprochando una omisión inadmisible, exige quela historia y la filosofía se interesen por desentrañar el sentido de la mar-cha de los pueblos americanos y de las luchas que los despedazan.

Por otra parte, es imposible pensar que en Sarmiento no hubieran en-contrado resonancia especial afirmaciones como ésta de Alberdi: «Ya estiempo de interrogar a la filosofía el sentido que la nación argentina tienedesignado para caminar al fin común de la humanidad...», «... que la fi-losofía nos designe ahora la ruta en que debe operarse este movimiento».6

En síntesis, tanto por su conocimiento de algunos autores ilustrados,como por las lecturas de autores románticos, Sarmiento tuvo que haberconsiderado que el modo de examinar la realidad histórica era con la vi-sión combinada del historiador y del filósofo.

Debo hacer aquí una salvedad. Con esto no pretendo en modo algunoafirmar que Sarmiento sea un «filósofo de la historia» al modo de los asíconsiderados por la tradición académica de la filosofía occidental. En Sar-miento no hay, al estilo de un Hegel, un Marrou, un Collingwood, unareflexión metódica y sistemáticamente expuesta de filosofía de la historia.Pero Sarmiento tenía de sobra lo que en otros trabajos designé como «con-diciones personales» para un trabajo filosófico: la capacidad de asombroante realidades que para otros pasarían inadvertidas, y, por otra parte, latendencia a traducir y exponer en conceptos esas hondas experiencias.

También, en esos mismos trabajos, sostuve que, a fin de que esas con-diciones personales se desplieguen, es necesaria la existencia de otro tipode condiciones, esta vez no ya personales sino, podríamos llamarles, socio-lógicas: un medio que permita el intercambio intelectual intenso, y unmedio social que acepte y respete la «pausa teórica» en medio de la ac-ción. En el caso de Sarmiento, no se dieron estas segundas, las condiciones

5 Cousin, ob. cit., p. 166,167.6 Esto se trata en mi trabajo «Alberdi filósofo», en Alberdi. El heroísmo de la in-

teligencia, Junta de Estudios Históricos, Tucumán, 2011.

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sociológicas. Por eso, en lugar de hablar lisa y llanamente de filosofía dela historia, me refiero aquí a «elementos para una filosofía de la historia».

— 3 —

¿Cuáles serían algunos de tales elementos en el Facundo?La disciplina llamada filosofía de la historia se interesa por la historia

en un doble (o quizá triple) sentido: la historia como realidad generadapor la acción específicamente humana (distinguible de alguna manera deuna realidad natural), y la historia como conocimiento de tal realidad(conocimiento que puede ir desde el mero recordar y la simple crónica,hasta la historiografía o ciencia histórica). La filosofía de la historia, en elprimer caso, ha llegado a presentar un carácter metafísico en la medida enque plantea la gran cuestión del sentido de la marcha de la humanidad enel tiempo. Cuando la filosofía, en cambio, se ocupa de la historia comosaber, conocimiento y eventualmente ciencia, se pregunta, por ejemplo, ¿esposible conocer la verdad en la historia?, ¿cuál es la conceptuación espe-cífica de tal discurso, es decir, cómo expresar en conceptos lo individual,propio de la historia humana?

A estas dos ramas clásicas de la reflexión sobre la historia —la meta-física y la epistemológica— podría añadírsele una tercera, antropológica,referida esta vez a la historicidad, como modo de ser exclusivo del serhumano entre todo lo demás que existe en el mundo.

El Facundo, respondiendo al espíritu de su tiempo, presenta elementoshistórico-filosóficos más abundantes en lo tocante a la historia en cuantorealidad, más concretamente, en lo referido a la estructura metafísica de lahistoria: ¿tiene un sentido la marcha de la humanidad en el tiempo? Y silo tiene ¿cuál es ese sentido? ¿Qué papel le corresponde a la libertad hu-mana? Sostiene a todo el Facundo una idea-creencia básica: la humanidades una, y su transcurrir en el tiempo tiene un sentido. En la marcha de lahumanidad se realiza un plan divino, y la Providencia garantiza su cumpli-miento. Sarmiento es en este punto un optimista histórico, rasgo éste quecomparte con sus compañeros de generación; y con los pensadores e histo-riadores franceses de gran prestigio en su tiempo: Leroux, Lerminier, Mi-chelet, y sobre todo Cousin. Este último afirmaba:

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Todo tiene su razón de ser, todo tiene su idea, su principio, su ley, nada esinsignificante, todo tiene un sentido; y es este sentido el que hay que descifrar, eseste sentido el que el historiador filósofo tiene como tarea y misión discernir, des-pejar, sacar a la luz.7

Es el mismo optimismo histórico que encontramos en los textos inaugura-les del Salón Literario, en los discursos de Sastre, de Alberdi, de Gutiérrez...

La historia para Sarmiento no es un acontecer caótico ni ciego. En ellaestá ínsita la razón.8 La generación del ’37 adopta esta idea-creencia, yaque confiesa con humildad, y practicidad, tomar como verdadero algo queinteligencias más adelantadas ya han descubierto. En este aspecto, partede la tarea de esta generación del ‘37 era de estudio y asimilación de loya logrado por inteligencias más adiestradas en el ejercicio del pensamien-to. Por eso tomó como algo indiscutible la vigencia de una ley históricauniversal que impulsa a los pueblos a progresar de modo indefinido haciaformas cada vez más altas en el dominio de las fuerzas naturales y en elperfeccionamiento moral y político. Y eso, desafiando los desmentidosempíricos. En esta línea, los ejemplos tomados de Herder, Cousin, de loscompañeros de generación de Sarmiento, podrían multiplicarse. Sarmientoescribe en Facundo:

Y es ley de la humanidad que los intereses nuevos, las ideas fecundas, el pro-greso, triunfen en fin de las tradiciones envejecidas, de los hábitos ignorantes, y delas preocupaciones estacionarias.9

Cito aquí, a modo de confrontación, sólo un pasaje de Victor Cousin:

Es porque Dios o la Providencia está en la naturaleza, que la naturaleza tienesus leyes necesarias, y es porque la Providencia está en la humanidad y en la his-toria, que la humanidad y la historia tienen sus leyes necesarias.10

Esa era la idea-creencia generalmente aceptada. Dicha ley es considera-da válida en principio para cualquier tiempo y lugar. Pero lo que inquieta

7 Cousin, ob. cit., p.167.8 Coriolano Alberini, «La idea de progreso en la filosofía argentina», en Problemas

de la historia de las ideas filosóficas en la Argentina, UNLP, 1966.9 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, reedición ampliada de la edición crítica y

documentada que publicó la Universidad Nacional de La Plata, a cuidado de AlbertoPalcos, Ediciones Culturales Argentina, Bs. Aires, 1961. p. 15.

10 Cousin, ob. cit., p. 158. La cursiva me pertenece.

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realmente a Sarmiento, y lo que le da a su pensamiento un sello de nota-ble originalidad, es el empeño por dilucidar —siempre desde su optimismohistórico— qué formas particulares adopta esta ley universal para cumplir-se en su atribulado país. ¿Cómo se cumple esta ley conforme a las formasparticulares del espacio y del tiempo argentinos? ¿Cómo es el espacio ar-gentino, cuál es la fisonomía de sus paisajes; su topografía, los modos dedistribuirse en el espacio su escasa población? ¿Qué pasa con el desierto?¿Cuál es el tempo histórico en comparación con los países más civilizadosde la tierra? También aquí es Sarmiento un representante claro de su ge-neración: insiste en descubrir una individualidad nacional (ahora diríamos:una identidad cultural) atendiendo a los rasgos particulares que le impri-men el espacio y el tiempo. Pero, y lo afirmo nuevamente, hasta la apari-ción del Facundo tal exigencia historicista fue tan sólo una exigencia abs-tracta. Sarmiento es el primero en preguntarse: ¿cómo condiciona —o de-termina— el espacio a la vida argentina?

Utilizando las propias palabras del Facundo:

¡Qué! ¿No significa nada para la historia y la filosofía esta eterna lucha de lospueblos hispano-americanos, esta falta supina de capacidad política e industrial quelos tiene inquietos y revolviéndose sin norte fijo...? ¿No hay nada de providencialen estas luchas con los pueblos?11

Pero la actitud optimista es tal, que

no se renuncia (a la acción) porque en un pueblo haya millares de hombres cando-rosos que toman el bien por mal, egoístas que sacan de él su provecho, indiferentesque lo ven sin interesarse, tímidos que no se atreven a combatirlo, corrompidos, enfin, que no conociéndolo, se entregan a él por inclinación al mal, por depravación:siempre ha habido en los pueblos todo esto, y nunca el mal ha triunfado definiti-vamente.12

Un tratamiento prolijo del tema exigiría un examen, que aquí no hare-mos, de las nociones de Providencia, de barbarie y de civilización comofuerzas motoras, en juego dialéctico, de la historia; la noción de Fortuna,en tanto ingrediente díscolo e irracional, dentro de un proceso providencialy ordenado.13

11 Facundo, ob. cit., cf. P. 11, 12, 14.12 Ibid., p. 15.13 Mariano Morínigo, «Universalidad del Facundo», en Ensayos sobre nuestra expre-

sión, El Cardón, Tucumán, 1965.

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Ocho años antes de Caseros, y ante la presencia inminente de Baldome-ro García en Santiago de Chile, Sarmiento pudo tomar la suficiente dis-tancia frente a sus intereses inmediatos —es decir la suficiente distanciateórica— como para estimar, desde su optimismo histórico, la contribuciónde Rosas y Quiroga en el cumplimiento del plan providencial. Porque«...no se vaya a creer que Rosas no ha conseguido hacer progresar a laRepública que despedaza, no: es un grande y poderoso instrumento de laProvidencia, que realiza todo lo que al porvenir de la patria interesa».14

El y Quiroga van logrando, a su pesar, la unidad del país. Así la Provi-dencia realiza las cosas grandes por medios insignificantes e inadvertidos.Y la Unidad bárbara de la República va a iniciarse a causa de que ungaucho malo ha andado de provincia en provincia levantando tapias ydando puñaladas.

— 4 —

Desde el punto de vista de otra rama de la filosofía de la historia, deaquélla que comienza a consolidarse con el neokantismo, y que no se ocu-pa de las pretensiones metafísico-teológicas que pueden darse en la ante-rior, el Facundo ofrece intuiciones valiosas. Nos referimos a la rama de lafilosofía de la historia que se hace problema de ésta en cuanto modo espe-cial de conocimiento, saber, y, eventualmente ciencia. Ya sabemos que esmuy dudoso atribuir el carácter de estudio histórico al Facundo. Desde elpunto de vista de la historia como ciencia, carece de los recaudos metódi-cos necesarios. No obstante, el autor tiene una conciencia aguda de lo quellamamos el problema de la conceptuación en el conocimiento histórico,por cierto sin la dimensión sistemática que tal problema alcanza en clási-cos de la filosofía de la historia como Rickert (¿cómo es posible la con-ceptuación individualizadora?), o de Marrou (examen y clasificación de lostipos de conceptuación en el conocimiento histórico). Sarmiento intuye lacuestión —como diría Marrou— de

por qué medios, con qué instrumentos se efectúa esta elaboración (la del materialdocumental)... pues todo el problema de la verdad en la historia depende de lavalidez de esas operaciones mentales por las cuales se efectúa el paso, la mutación,

14 Facundo, ob. cit, p. 265.

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del ‘noúmeno’ al conocimiento de la ‘realidad’ humana, que desplegaba su evolu-ción en el pasado, a la historia.15

Pues bien, el elemento esencial de ese paso, de tal mutación, es el con-cepto. Conocer históricamente es sustituir un dato bruto por un sistema deconceptos escogidos por quien conoce. Problema crucial para un historia-dor es determinar la validez de los conceptos, su idoneidad para adaptarsea la realidad a conocer. El autor de Facundo se encontró con un abigarra-miento de datos referidos a un pasado próximo y teñidos de una fuertecarga pasional: detalles de quienes conocieron al personaje en su infancia;de quienes fueron sus partidarios o enemigos, que vieron con sus ojos unoshechos y oído otros, o tenido conocimiento de una época o situación par-ticular.

Por otra parte, el autor de este libro tenía la convicción —alimentadapor la idea romántico-historicista de la individualidad irrepetible de lospueblos— de que el país constituía una realidad desconocida, no exploradani siquiera descrita todavía por la ciencia. Expresiones de la Introducción,como «vida secreta», «enigma» de la organización política de un pueblo;«nudo» a desatar por medio del estudio y la reflexión; la afirmación deque la vida en la campaña pastora es un «sistema inédito» revelan elasombro y el desconcierto ante una realidad histórica singular y reacia adejarse apresar en la malla de los conceptos convencionales para exponerla historia de otras latitudes. Así como Guizot —de quien Sarmiento espe-raba un esfuerzo de lucidez— habría malentendido esta nueva realidad delas provincias del Plata, al aplicarle esquemas conceptuales simplistas, asíse habría en particular malentendido a Bolívar, a Artigas, a Facundo, apli-cándoles inadecuadas designaciones consagradas por la historia política ymilitar. ¿Cómo es posible que la biografía de Bolívar lo vea a éste seme-jante a cualquier general europeo de esclarecidas prendas? Es que las pre-ocupaciones clásicas del escritor —dice Sarmiento— desfiguran al héroe.De Facundo se habría hecho también un general, «pero Facundo desapare-ce» ¿Cómo incluir a Bolívar y a San Martín en una misma designación?¿Es acaso posible comprender y explicar la revolución argentina con el es-quema convencional de una revolución?

Si bien todo el Facundo puede tomarse como el esfuerzo de revelaciónde una realidad inédita, quedarán como ejemplo notable de acuñación de

15 Henri-Irenée Marrou, De la connaissance historique, 5ª ed. Paris, Du Seuil, 1954,p. 146.

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nuevas designaciones y definición de nuevos conceptos los referidos a revo-lución argentina, montonera y caudillo.

— 5 —

Y con relación a otra rama de la filosofía de la historia, que vinoconstituyéndose a partir de Dilthey y que se ha reforzado últimamente des-de el campo de la hermenéutica; aquella rama que se interesa por la his-toricidad como modo de ser del hombre, también es atrayente la lecturade Facundo. Aquí me referiré a un solo punto que tiene que ver con laespontaneidad y la libertad en la historia, entendida ésta como procesoreal, según lo explicitamos más arriba.

Sarmiento usa con frecuencia una metáfora teatral. Una metáfora queaparece con insistencia, y casi siempre espontáneamente, en la filosofía enconexión con el problema de la libertad.16 Y que también es muy frecuen-te como vehículo en el discurso historiográfico. La metáfora consiste bási-camente en tomar al mundo como teatro-escenario, a la vida-historia comolibreto, pieza teatral, como drama; al hombre como actor-personaje.

Sarmiento —que era crítico de teatro en Chile durante y antes de la ela-boración del Facundo— debió haberse impresionado con la lectura de laIntroduction à l’histoire de la philosophie de Victor Cousin, y especialmentede aquel capítulo titulado «Del papel de la geografía en la historia». Den-tro de un marco general hegeliano, Cousin escribía que

el espíritu de una época se manifiesta de tres maneras: Primero es preciso quetome posesión del espacio, que se establezca allí y ocupe una porción cualquiera,más o menos considerable de ese mundo, que sea el teatro mismo del drama de lahistoria. Pero en ese teatro es preciso luego que alguien aparezca para representarla pieza teatral: ese alguien es la humanidad. Mas la humanidad reside en lasmasas; es con las masas y para ellas que se hace todo; llenan la escena de lahistoria, pero, apresurémonos a decir, figuran allí solamente; tienen sólo un papelmudo y dejan, por así decir, la palabra a algunos individuos eminentes que las re-presentan. En efecto, los pueblos no aparecen en la historia; sólo sus jefes apare-cen. Y por jefes no entiendo los que mandan en apariencia, entiendo los que man-dan en realidad, aquéllos a los que los pueblos siguen en todo tipo de cosas, por-que tienen fe en ellos y los consideran sus intérpretes.17

16 cf. Mi escrito «Teatro y filosofía», en De la trama de la experiencia., ed. de laautora, Tucumán, 1994.

17 Cousin, ob. cit., p. 167-168.

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Pues bien, la metáfora escénica está en la estructura misma del Facun-do. El final de la «Introducción» expresa que «razones de este género mehan movido a dividir este precipitado trabajo en dos partes: la una en quetrazo el terreno, el paisaje, el teatro sobre el que va a representarse laescena; la otra en que aparece el personaje, con su traje, sus ideas, susistema de obrar...» El pueblo en masa figura ciego en la escena porque«el momento presente es el único sobre el cual se extienden sus mira-das...».18 Sólo es histórico el personaje que resume el sentido de la totali-dad del drama, y es así portavoz de las masas.

Decíamos que la metáfora del teatro surge en la filosofía sobre todo enrelación con el problema de la libertad ante la necesidad y el determinis-mo. ¿Es el hombre simple actor de un libreto que no ha escrito él mismo?¿Sabe o no que tal libreto existe? ¿Cuál es su grado de iniciativa en larepresentación del papel? ¿En qué medida la escena y los decorados prefi-guran el personaje?

En el Facundo estas preguntas obtienen respuestas diferentes según cuálaspecto del temperamento de su autor tenga preeminencia: o el tempera-mento del artista romántico o el temperamento del reformador político ysocial, pues ambos se daban con equivalente fuerza en esta personalidadtumultuosa, tan rica y compleja Y también las respuestas dependen de cuálde los elementos del hecho teatral se imponga sobre los restantes: o elescenario, o la acción misma, o el personaje.

El pasaje de la «Introducción», trascrito más arriba, declarando que laobra se compone de dos partes, una en que se traza el escenario, otra enque aparece el personaje, se completa así: de «manera que la primera estéya revelando a la segunda sin necesidad de comentarios ni explicaciones».

Aquí, en este texto, evidentemente el elemento dominante del hecho tea-tral es la escena, el escenario. Para el Sarmiento artista-romántico, esteescenario –—la inmensa extensión casi desierta del país— ejerce un poderdecisivo en el desarrollo de la acción, y determina en sus rasgos esencialesal personaje, que pareciera carecer de libre iniciativa y que sólo vive elmomento presente de la acción, ignorante del sentido del drama. Facundo«llegó a ser lo que fue, no por un accidente de su carácter, sino por ante-cedentes inevitables y ajenos a su voluntad...» Es él «una manifestación dela vida argentina tal como la han hecho la colonización y las peculiarida-des del terreno», y sería inconcebible «sin ponerlo en relación con la fiso-nomía grandiosamente salvaje que prevalece en la inmensa extensión de la

18 Facundo, ob. cit., p. 19.

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República Argentina...».19 «...Dadme —decía Cousin, aun reconociendo laexageración de esta tendencia en Herder y sus consecuencia negativas parala libertad— el mapa de un país, su configuración, sus producciones natu-rales, su flora, su zoología y toda su geografía física, y me jacto de deci-ros aproximadamente cuál será el hombre de ese país y qué lugar ese paísocupará en la historia».20

Para el autor del Facundo, más próximo aquí a Herder que a Cousin, elescenario natural y los decorados puestos por la colonización, «producen»a los personajes. La veta romántica de Sarmiento se conmueve ante el es-pectáculo de la pampa por su alto valor estético. Esos personajes indómi-tos, surgidos espontáneamente, casi como plantas, del grandioso escenariode la campaña pastora, tomados de un modo estrictamente individual, sontipos humanos admirables, más completos que el hombre gregario de lasciudades populosas. Lo son por su virtudes gauchas, por la increíble agu-deza de sus sentidos, por una natural disposición poética, por sus caracte-res dignos de alimentar una verdadera literatura nacional. Evidentemente,desde un punto de vista estético, la extensión no es un mal para la Repú-blica Argentina.21 Pero Sarmiento, no ya el romántico sino el reformadorpolítico y social, se pregunta: ¿qué pueden hacer estos personajes en eldrama que ha de representar la Argentina moderna en el otro escenario,en el gran escenario del mundo? ¿Qué pueden representar Facundo, loscaudillos, el rastreador, el baquiano, el cantor de cielitos, ante el desafíode la revolución industrial y de las democracias modernas? De lo que setrata es de insertarse en la marcha hacia la civilización. Dentro de estecontexto se puede comprender mejor la gigantesca acción de Sarmiento enla educación de ese pueblo dotado pero hasta el momento indómito.

Tal vez la mejor caracterización de la civilización que podemos hallaren Sarmiento sea ésta que nos da resumidamente en los Viajes:

A la civilización de un pueblo sólo puede caracterizarla la más extensa apropia-ción de todos los productos de la tierra y el uso de todos los poderes inteligentes

19 Las nociones de «hombre representativo», «gran hombre» en Sarmiento han reci-bido un tratamiento prolijo por Raúl Orgaz, en «Sarmiento y el naturalismo histórico»,en Sociología argentina, Córdoba, Assandri, 1959.

20 Cousin, ob. cit., p. 170.21 Como puede verse en Ana María Barrenechea, «Función estética y significación

histórica de las campañas pastoras en el Facundo», Nueva revista de filología hispáni-ca, año 15, n. 1-2, México, 1961.

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y de todas las fuerzas materiales tendientes a producir la comodidad, el placer y laelevación moral del mayor número de individuos.22

Para este Sarmiento, el elemento del hecho teatral que pasa ahora aprimer plano es el nuevo libreto elaborado por los nuevos tiempos; valedecir, el elemento dinámico y no el estático del escenario de la inmensacampaña desierta. En ese nuevo libreto figuran la sana emulación en eltrabajo, el desarrollo de los hábitos de moralidad; un escenario renovadoen que los ríos se vuelven navegables, en que los ferrocarriles recorrenespacios poblados de ganado disciplinado y de sembradíos. En que laschimeneas humean como signo de tenaz trabajo sobre la materia.. Lo queinteresa es la «historia», la intriga, que allí se despliega.

¿Qué ocurre entonces con la libre iniciativa del actor? ¿Con la libertaddel personaje? ¿No se dijo más arriba que este drama de la historia no escaótico, sino que tiene un claro sentido, que apunta inexorablemente a unfin, que responde a un plan divino, y que se cumple bajo el ojo vigilantede la Providencia? Así como la acción es racional y ordenada —no obs-tante lo zigzagueante de la línea que parece describir en el tiempo— asíla libertad no es la del actor pirandelliano en busca de su personaje. Másbien, siguiendo el símil propuesto por la metáfora, se trata de un actorque representa un libreto, drama en lo esencial ya escrito, pero que no lorepresenta ciegamente. Es consciente del sentido general de este drama,conoce su papel dentro del mismo, lo asume libremente y lo representa asabiendas, porque lo reconoce bueno. Su libertad coincide entonces con laaceptación consciente y voluntaria del personaje.

Pienso que la fuerza arrolladora del autor del Facundo emanaba de unaconvicción: la convicción de estar cumpliendo con una necesidad —de ín-dole teológico-metafísica— impuesta por la historia de su tiempo.

22 Domingo Faustino Sarmiento, Viajes, Hachette, Bs. Aires, 1955. II, p. 254, III, p.45-50. Hay edición crítica de Viajes por Europa, África y América 1845-1847 y Diariode gastos, a cargo de Javier Fernández, compilador, Colección Archivos, HispanísticaXX, en colaboración con la UNESCO, Bs. As., 1993.

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La polémica entre Sarmiento y Alberdipor la organización política y constitucional de la República Argentinaen Cartas Quillotanas (Alberdi) y Las Ciento y Una (Sarmiento)

y en Comentarios a la Constitución (Sarmiento)y Estudios sobre la Constitución (Alberdi)

porFélix Alberto Montilla Zavalía

I. SARMIENTO Y ALBERDI, DOS PERSONALIDADES SIMILARES

o puede discutirse que Alberdi y Sarmiento comparten mucho encomún. Ambos provincianos, ambos nacidos en la misma décadade 1810, ambos exiliados, el uno —Alberdi— por voluntad propia

y el otro —Sarmiento— por necesidad.Ambos recalaron en Chile y supieron contactarse a niveles políticos de

modo que su exilio resultare más apacible y pudieran sobrellevar las nece-sidades materiales más de dignamente —Alberdi ejerciendo su profesión lle-gó a amasar una buena fortuna—.

Ambos mostraron una particular preocupación por el estado de opresiónque vivía la Confederación Argentina bajo el gobierno del gobernador deBuenos Aires Juan Manuel de Rosas, a quién combatieron intelectualmentecon mordaz empeño, y este fue el punto de encuentro más profundo entreellos. Ambos se apreciaron y trabaron amistad por estar embarcados enesa misma causa nacional, voltear al dictador con la lucha por la pluma.

Si bien Alberdi siguió la carrera jurídica en Buenos Aires lográndose

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recibir en Córdoba y adquirir la licencia de abogado fuera del País, enMontevideo y en Chile, su preparación intelectual fue mucho más profundaque la dada en los claustros, pues por su propio empeño militó activamenteen el grupo de jóvenes rioplatenses que formaron la generación del ‘37,heredera moral de las consignas libertarias de mayo de 1810, cuya filoso-fía profundizó.

En esto se diferenció de Sarmiento, pues de joven inició estudios ecle-siásticos que dejó, y logró su formación —incluso como jurista— de modocasi autodidáctico y mayormente en Cuyo y luego Chile.

Ambos mostraron su inclinación romántica. Ambos fueron viajantes deextensas travesías relatadas con deleitables detalles. Ambos estudiaron aNorteamérica y sus sistemas jurídicos y políticos.

Ambos participaron en el ideal de la educación y el comercio comomedio para procurar el desarrollo moral y material del País.

Ambos fueron incansables escritores, polemistas, periodistas, estadistas.Ambos pensaron —de distinto modo— la construcción de una Nación, y

justamente ello fue lo que desencadenó que una amistad surgida por lalucha en contra de la tiranía del gobernador Rosas, se convirtiera en unacampal batalla intelectual cuando, a la hora de organizar el país bajo los

Domingo Faustino Sarmiento hacia 1855.

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principios liberales que los hacía coincidir, las disputas intelectuales co-menzaron a aflorar.

Sarmiento, luego del triunfo de Urquiza, comenzó a distanciarse deAlberdi y de su postura político-institucional. Alberdi con Las Bases consi-guió erigirse en el inspirador de la Constitución y en uno de los principalesconsejeros del vencedor de Caseros. Sarmiento quedó relegado en aquélansiado momento de construcción de la Nación, y su postergación lo forzóa adherir a la causa de Buenos Aires —enfrentada con el resto de las Pro-vincias— y a trabar estrecha amistad con Mitre y el grupo de porteños quesostuvo la secesión bonaerense.

Pues el génesis de la lucha entre Alberdi y Sarmiento se originó elmismo día del triunfo de Caseros y aquél día sus destinos se sellaron, puesen política hoy se está y mañana tal vez no. Alberdi le tocó estar hastaque en 1860 sus adversarios acapararon, finalmente, el poder, pues el go-bernador del Estado díscolo se convirtió en Presidente de la Nación, prime-ro de facto y luego constitucional —previo a consagrar la reforma consti-tucional de 1860 y reconstruir las instituciones soslayando la improntaalberdiana— y a Mitre le sucedió Sarmiento en la primera magistratura.

Juan Bautista Alberdi hacia 1855.

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Alberdi volverá al País recién cuando Avellaneda hizo posible su diputa-ción nacional por Tucumán. Ya ancianos, fatigados, con el país en mar-cha, gracias en parte al propio Sarmiento, el rencor intelectual entre am-bos cedió y el cuyano se reconcilió con el autor de Las Bases.

II. LAS BASES, DE ALBERDI, Y CAMPAÑA EN EL EJÉRCITO GRANDE,DE SARMIENTO. EL COMIENZO DE LAS DISTANCIAS INTELECTUALES

ENTRE AMBOS

Ni bien llegó la noticia del triunfo de Caseros (3 de febrero de 1852),y mientras los gobernadores firmaban el Pacto de San Nicolás —que con-vocaba a un Congreso General Constituyente que se reuniría en Santa Fe yUrquiza era designado Director Provisorio de la Confederación Argentinahasta que se sancionara la Constitución Nacional— Juan Bautista Alberdifundaba el Club Constitucional de Valparaíso y escribía febrilmente lasBases y Puntos de Partida….., publicado con premura en Valparaiso —elmismo mayo de 1852—.

Su libro procuraba ser una pieza fundamental al momento de dictarsela Constitución que tanto había anhelado el País desde 1810. Finalmente secumpliría la segunda etapa de la emancipación y Alberdi no quería quedaral margen de tal acontecimiento, pues, como integrante de la generacióndel ‘37 estimaba que resultaba un deber aportar para consagrar definitiva-mente el trabajo iniciado por Moreno, Belgrano y los restantes padres dela Patria.

El trabajo de Alberdi resultaba ser una síntesis de lo que el País era —en lo político y jurídico— y procuraba asestar modificaciones instituciona-les que llevarían aparejadas profundas implicancias en el futuro bienestarde la Argentina. Recogía, entonces, lo que el llamó la constitución natural,dada por el Creador a cada pueblo, es decir su idiosincrasia, nuestra na-cionalidad heredera de la española, con sus aciertos y sus vicios. Esosantecedentes, según su pensamiento, no podían ser dejados de lado, pero ala vez debía procurarse proyectar una mejoría de aquella natural formainstitucional, para lo que sostenía algunas importantes reformas que procu-raban acrecentar el cúmulo de libertades del ciudadano en base a la edu-cación y a la propiedad, modificando, con tal razonamiento, los lineamien-tos económicos coloniales que hasta aquél entonces permanecían casi intac-tos en las prácticas mercantiles rioplatenses.

El libro Bases, decía Sarmiento,

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ha arrancado la máscara de mentiras oficiales: ha mostrado que los unitarios no seoponen a la federación: le ha robado el lauro —a Urquiza— de ser el otorgadorde una constitución… por eso no quiero hacerle a usted el mal servicio de ponderarla belleza de su trabajo, barrera opuesta contra el despotismo. ¡y vea usted lo quees la fragilidad humana! Ni Mitre, ni yo, ni Vélez ni toda la prensa de BuenosAires ha herido como usted tan de frente ni con tanto acierto la cuestión…1

El resultado fue una precisa guía para que los convencionales constitu-yentes reunidos en Santa Fe no se amoldasen necesariamente a ningún pro-yecto constitucional que representara un plagio. Alberdi propuso una Cons-titución realizada a la medida de nuestra propia nacionalidad, y ese man-dato fue tomado por los Diputados de 1853, los que, sin adoptar el proyec-to que el propio Alberdi proponía, tomaron su inspiración, formando —entre las sugerencias del tucumano— un Poder Ejecutivo fuerte, un gobiernonacional solventado con rentas propias, y gobiernos provinciales autónomospero a la vez dependientes del federal para lo cual proponía el dictado deconstituciones «revisables» por el Congreso Nacional que regularan suspropias instituciones sin lesionar los mandatos dados por la Ley MagnaFederal.

Finalmente la Constitución era un decálogo de libertades que procura-rían, operatividad mediante, el progreso y bienestar de los habitantes y detodos aquellos que quisieran habitar nuestro suelo.

Su obra llegó no sólo a las manos de los Convencionales de 1853, sinoque a las del propio Urquiza que le felicita y recomienda con énfasis paraser tenida en cuenta al momento de discutirse la constitución.

Mientras tanto «el capitán retirado de coraceros de la guardia» DomingoF. Sarmiento, autor de Arjirópolis,2 había salido de su exilio chileno y jun-to con el teniente coronel Mitre «maestro profuso de su arma, artillería»3

y otros notables más, a incorporarse a las huestes el Ejército Grande co-mandadas por el general caudillo entrerriano, lo animaba la misión devencer al tirano que había combatido tantos años desde el país trasandino.

1 Carta de Sarmiento a Alberdi, publicada por éste en Complicidad de la Prensa enlas guerras civiles de la República Argentina, Valparaíso, 1853, página 56.

2 En su libro Argirópolis (1850), dedicado a Urquiza, expresó un proyecto paracrear una confederación en la cuenca del Plata, compuesta por las actuales Argentina,Uruguay y Paraguay, cuya capital estaría en la Isla Martín García. El modelo de orga-nización era la Constitución norteamericana y proponía fomentar la inmigración, laagricultura y la inversión de capitales extranjeros.

3 Sarmiento, D. F., Campaña en el Ejército Grande Aliado de Sud América, Río deJaneiro, 1852, página III.

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Alistado a las tropas regulares tuvo la función de boletinero con elencargo de redactarlos para anoticiar a los soldados de los avances e ins-pirarlos a continuar la lucha. Pues, al margen de las balas, el tenientecoronel Sarmiento fue en Caseros un oficial con el arma de la pluma, yesa arma la utiliza para conocer el entorno militar de Urquiza y redactarel Diario de Campaña.

El disenso con Urquiza no se hizo esperar, por lo que luego de Caserosmarchó a Buenos Aires y finalmente, partió el 20 de febrero de 1852 aldestierro voluntario en Río de Janeiro. En el Imperio recibió por voluntadde la monarquía Braganza la Orden Militar de la Rosa por su participa-ción bajo la bandera brasilera en el combate naval del Tonelero (marzo de1852) —distinción también concedida por el mismo hecho y el mismo díaa Mitre y a Wenceslao Paunero—.

De allí fue a Yungay, tomó nuevamente su arma, la pluma, y escribió, el13 de octubre de 1852, sus primeras líneas cáusticas en contra de Urquiza:

Teniente coronel Domingo Faustino Sarmientocondecorado con la Orden de la Rosa.

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Yo he permanecido dos meses en la corte de Brasil, en el comercio casi íntimode los hombres de estado de aquella nación, y conozco todos los detalles, general,y los pactos y transacciones por los cuales entró S. E. en la liga contra Rosas.Todo esto, no conocido hoy del público, es ya del dominio de la Historia y estáarchivado en los ministerios de Relaciones Exteriores del Brasil y del Uruguay... Seme caía la cara de vergüenza al oírle a aquel Enviado (Honorio Hermeto CarneiroLeão, o Indobregavel) referir la irritante escena, y los comentarios: «¡Sí, los millo-nes con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas!». Todavía despuésde entrar a Buenos Aires quería que le diese los cien mil duros mensuales, mientrasoscurecía el brillo de nuestras armas en Monte Caseros para atribuirse él solo loshonores de la victoria…

Cuando signó la carta de Yungay ya estaba en imprenta su obra Campa-ña en el Ejército Grande Aliado de Sud América publicado en diciembre deaquél año, también en el Imperio del Brasil, y dedicado por el sanjuaninoa su querido Alberdi.

A las pocas semanas el libro Campaña se difundía en la díscola y sece-sionada Buenos Aires —que desde septiembre de 1852 marchaba al son delas órdenes de Mitre y el nuevo partido marzorquero4 o porteñista—.

Mientras tanto el tucumano era —por obra y gracias a Las Bases— elintelectual más respetado del bando de la Confederación.

En Campaña de Sarmiento se evidencia la intención de generar unareacción en el tucumano. Casi todas las palabras de la dedicatoria a suquerido Alberdi son en realidad una respuesta desvastadota al genio deltucumano y tienen por misión destrozar a Urquiza y su proyecto políticoque se inspira, justamente, en Alberdi.

Es, en realidad, un llamado de atención a Urquiza que le ha dejado almargen del momento más ansiado en su vida: participar activamente en ladefinitiva constitución del país.

En Campaña se encarga con encarnizado ardor de vituperar al vencedorde Monte Caseros —y lo comienza en sus primeras hojas con su hijo natu-ral Diógenes Urquiza—, sino que además se mofa de Alberdi; Sarmientodice:

Yo me divierto mucho con las teorías que inventan los hombres que se llamanprácticos a cuatrocientas leguas del teatro de los sucesos, en un bufete, o en unmostrador de Valparaiso, para explicar los hechos, contra la deposición de los tes-

4 Término utilizado por el doctor Jorge M. Mayer en Alberdi y su tiempo, publica-do por la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires en 2tomos editados en 1973.

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tigos oculares, que tomaron parte en ellos, que fueron envueltos en el polvo de sumarcha… Pero lo que refiero lo vimos treinta mil hombres, de los cuales aun nohan muerto cuatrocientos que yo sepa.5

Desde aquél entonces comenzó, por obra y gracias de Sarmiento, unapolémica que con los años se tornó virulenta y que les afectó mutuamente.

II. LA DISPUTA INTELECTUAL SE TORNA ALTAMENTE OFENSIVA.CARTAS QUILLOTANAS Y LAS CIENTO Y UNA

Alberdi desde Quillota, Chile, responde al libro de Sarmiento Campañas,y lo hace mediante cartas fechadas en enero de 1853.

Alberdi se propone desentrañar las contradicciones en Sarmiento mos-trando que la postura que asume luego de Caseros respecto a Urquiza sedebe, principalmente, a sentirse herido en su ego por no haber sido tenidoen cuenta por el vencedor de Caseros. Entonces, sugiere Alberdi, para cu-

Portada del libro Campaña del Ejército Grande.

5 Sarmiento, Campaña, página 51.

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rar su honor herido Sarmiento adhirió, contrariando sus propios principiospredicados durante el rosismo, a la causa porteña.

Tal conducta, manifiesta Alberdi, por ambición o amor propio se plasmóen el infamante panfleto de Campaña. Así cree desnudar a Sarmiento cul-pándolo de que al adherir a de la revolución del 11 de septiembre conti-nuó con el plan político de Rosas, y por ende la oposición a Urquiza queinsta Sarmiento resulta una postura anárquica, pues el camino de legalidadque se dirigía a culminar aquella etapa oscura de la dictadura había co-menzado con Caseros, el Pacto rechazado por los porteños en septiembre ycon la Constitución Nacional, eficaz instrumento de políticas de paz y pro-greso.

También denuncia al periodismo inflamable de Sarmiento y de los par-tidarios de Buenos Aires, pues estima que el significado de libertad queella implica se encuentra en peligro.

La prensa no es escalera para asaltar la familia y su secreto, no es llave falsapara violar la casa protegida por el derecho público; no es el confesionario católi-co que desciende a la conciencia privada. El que así la emplea, prostituye su ejer-cicio y la degrada más que los tiranos. (Alberdi, Cartas Quillotanas.)

Bartolomé Mitre hacia 1855, condecorado con la Orden de la Rosa.

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Las cartas de Alberdi toman estado público y las completa cuando editael libro Complicidad de la Prensa en las guerras civiles de la RepúblicaArgentina, publicado en Valparaíso en febrero de 1853 donde nuevamentearremete contra su compatriota sanjuanino diciendo que:

Se han empleado tres medios para replicar a mis Cartas sobre la prensa y lapolítica militante en la República Argentina. El primero consiste en prescindir delraciocinio y del examen del asunto general; el segundo en aseveraciones calumnio-sas; el tercero en insultos personales.

A estos medios contesto: Prosiguiendo mi estudio de la prensa de desorden; Rec-tificando las calumnias con respeto; Obligando al detractor a que me haga en-mienda honorable con sus palabras de otro tiempo. (Alberdi, Complicidad de laPrensa.).

También dirá de Sarmiento que:

Sus gritos de cólera pueril me dan lástima, no enfado. Son gritos de dolor; nisu risa me ofende, porque es la risa dolorosa del amputado, que ríe bajo la ac-ción del cloroformo. Tampoco lo rectificaré en el interés de mi egoísmo, sino enhonor de la bandera que me tiene por soldado. Yo no aspiro, y su plan de defen-derse con recriminaciones, es trabajo perdido.

General Justo José de Urquiza.

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¡Recriminación! ¿Quién ha acriminado al señor Sarmiento? ¿Qué he hecho yocontra él? He criticado sus escritos de sedición y de desorden, en el interés de lapaz argentina. (Alberdi, Complicidad de la Prensa.)

El cuyano —que se encontraba en Chile desde octubre de 1852 a lacabeza del Club Argentino en Chile que apoyaba la revolución porteña del11 de septiembre de ese año— no deja esperar la respuesta.

Encolerizado Sarmiento contesta a Alberdi también por cartas. Cincomisivas altamente ofensivas.6

Sarmiento denuncia que Alberdi se ha convertido en el escritor a sueltode Urquiza, que para ello le han dado puestos públicos —Enviado Plenipo-tenciario ante el gobierno de Chile—, y lo compara con De Angelis res-pecto de Rosas.

Pero el ataque va más allá. Sarmiento pasa al terreno personal. Agra-via a Alberdi con epítetos groseros:

¡Y no ha habido en Valparaíso un hombre de los que pertenecen a la ‘multitudde frac’ que le saque los calzones a ese raquítico, jorobado de la civilización y leponga polleras; pues el ‘chiripá’, que es lo que lucha con el ‘frac’, le sentaría mala ese entecado que no sabe montar a caballo; abate por sus modales; saltimbanquipor sus pases magnéticos; mujer por la voz; conejo por el miedo; eunuco por susaspiraciones políticas; federal-unitario, ecléctico-panteísta, periodista-abogado, con-servador-demagogo, y enviado plenipotenciario de la República Argentina, la viril, lanoble, la grande hasta en sus desaciertos! Alberdi lo ha dicho; y yo no piensonada que Alberdi no haya dicho antes sin pensarlo. (Sarmiento, 3º carta de LasCiento y Una.)

En la quinta carta el cuyano se vuelve más degradante e hiriente len-guaje destinado al tucumano. Se justifica diciéndole:

Notará usted que hay diferencia entre este lenguaje brusco y de soldado, impro-visado en el calor de la indignación y las melifluas perífrasis, difamaciones oblicuas,que usted ha rumiado, estudiado, corregido y empapado en sutil e imperceptibleácido prúsico en sesenta días de recogimiento y meditación en Quillota. Pero yotengo muchas plumas en mi tintero. Téngola terrible, justiciera, para los malvadospoderosos como Aldao, Quiroga, Rosas y otros: téngola encomiástica para los hom-

6 Las cartas fueron publicadas en el diario El Nacional. Fueron 5. La primera edi-ción de ésta cartas y otras más reunidas en forma orgánica en un libro fue realizadapor Augusto Belín Sarmiento —nieto del prócer— que les dio el título Las Ciento yUna y fue publicado en el tomo XV de las Obras Completas de Sarmiento, ediciónnacional de 1897.

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bres honrados como Funes, Balmaceda, Lamas, Alsina, Paz y otros; téngola severa,lógica, circunspecta para discutir con Bello, Piñero, Carril y otros; téngola burlonapara los tontos; pero para los que a sabiendas disfrazan la verdad, para los sofis-tas, para los hipócritas, no tengo pluma: tengo un ‘Látigo’ y uso de él sin piedad,porque para ellos no hay otro freno que el dolor, pues que vergüenza no tienencuando apelan a esos medios de dañar. (Sarmiento, Las Ciento y Una, 5ª. Carta,titulada «¡Ya escampa! Maulas de Alberdi».)

Finalmente luego de la catarata de agravios, Sarmiento, dedica variospárrafos para proponerse como teórico de la Confederación:

Por mis estudios; por mi consagración de veinte años, por mi práctica, por misviajes para perfeccionarme, por mis obras sobre educación..., en fin, me reputo...persona más competente, más útil a la América, más meritoria que el abogadoAlberdi. (Sarmiento, Las Ciento y Una, 5ª. Carta, titulada «¡Ya escampa! Maulas deAlberdi».)

La polémica, lejos de terminar, continuará en otros libros más.

III. LOS COMENTARIOS A LA CONSTITUCIÓN DE SARMIENTO Y LA RÉPLICA

INTELECTUAL DE ALBERDI EN ESTUDIOS SOBRE LA CONSTITUCIÓN.LOS DISENSOS SOBRE LA INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL ARGENTINA

Las Bases y Campaña muestran el quiebre nacional. Alberdi con Urqui-za y la Confederación Argentina —por un lado— y Sarmiento con Mitre yel Estado de Buenos Aires por el otro lado.

Ambos bandos se sumen en una compleja discusión política con ribetesjurídicos y económicos.

Al discutirse la Constitución Nacional Las Bases llegan a manos de grancantidad de diputados constituyentes de 1853 y su doctrina se plasma, fi-nalmente, en el texto promulgado el 1 de mayo de ese año, siendo el pen-samiento de Alberdi la fuente directa para interpretar numerosas cláusulasdel texto supremo.7

Mientras tanto Sarmiento ha vuelto a Chile y, siguiendo la línea argu-mentativa de Campaña, se ve en la obligación de entrar al terreno jurídicopara intentar minar a la fuente inspiradora de la Constitución.

7 Zavalía, Clodomiro, Derecho Federal, tomo I, Buenos Aires 1941, página 122 yctes.

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En poco tiempo —mientras la situación de Buenos Aires con la Confe-deración se tensa demasiado— el sanjuanino escribe Comentarios a laConstitución de la Confederación Arjentina, con numerosos documentos ilus-trativos del texto que publica en Santiago de Chile en septiembre de 1853.

En su análisis se evidencia, por un lado, que Sarmiento sin ser abogadotenía un notable conocimiento de la ciencia constitucional, y por otro ladola decisiva influencia norteamericana en su pensamiento político. Su aná-lisis de la Constitución Nacional parte de identificarla con la de EstadosUnidos de Norte América, en virtud a algunas similitudes, pero al tiempoque formula su análisis produce una mordaz crítica al trabajo legislativode Santa Fe.

Sarmiento manifiesta:

Es motivo suficiente nuestro deseo de fijar puntos dudosos que su texto encierra,hacer resaltar la oportunidad y acierto de muchas de sus cláusulas, y poner demanifiesto los poquísimos pero capitales errores que inutilizan, a nuestro humildejuicio, toda la obra.8

En Comentarios Sarmiento desenvuelve con soltura el conocimiento dela ciencia constitucional norteamericana, principalmente de los trabajos delmagistrado Joseph Story9 y una sutil agudeza para descontextualizar lainterpretación.

La tesis del autor, en ese momento era que se ha propuesto aplicar altexto de sus cláusulas las «doctrinas de los estadistas y jurisconsultos nor-teamericanos y las decisiones de sus Tribunales».10

Sarmiento, en realidad, trunca su obra, pues sólo aborda unos cuantosartículos de la Constitución atento a que el desenlace del sitio de BuenosAires lo empuja a terminar su trabajo rápidamente sin que todo el textosea explicado orgánicamente y a fijar una postura de clara adhesión a lacausa porteña.

Alberdi contesta a Sarmiento en su trabajo Estudios sobre la Constitu-ción Argentina de 1853 en que se reestablece su mente alterada por co-

8 Sarmiento, D. F., Comentarios a la Constitución de la Confederación Argentina,con numerosos documentos ilustrativos del texto, Imprenta de Julio Belín y Cía, Santia-go de Chile septiembre de 1853, prólogo página II.

9 Jurista norteamericano (1779-1845), autor de Commentary on the Constitutionof the United States, with a preliminary review of the constitutional history of the co-lonies and States, befor the adoption of the constitution, dos volúmenes, editado enBoston 1833 —existen otras varias ediciones—.

10 Sarmiento, Comentarios, prólogo, página IV.

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mentarios hostiles y se designan los antecedentes nacionales que han sidobase de su formación y deben serlo de su jurisprudencia.11

Con muchos argumentos el tucumano rebate los Comentarios de Sar-miento punto por punto. Alberdi intenta mostrar la coherencia de su pen-samiento, lo correcto del actuar del gobierno de la Confederación, la con-veniencia de continuar en esa línea de gobierno trazada luego de caserospor Urquiza, a la vez que ridiculizar a la facción mazorquera embandera-da intelectualmente por Sarmiento.

Alberdi principia su nueva obra expresando que «para falsear y abas-tardear la Constitución nacional de la República Argentina, no hay sinocomentarla con los comentarios de la Constitución de los Estados Unidos»y que «esta jurisprudencia de revolución y destrucción se puso en obra porel partido anarquista de la República Argentina, cuando vió malogrados

11 Fue mandado a editar oficialmente por el Vicepresidente de la Confederaciónjunto a otros trabajos de Alberdi (decreto del 14/05/1855). La publicación se hizobajo el título Organización Política y Económica de la Confederación Argentina y fuepublicada por la Imprenta de José Jacquin en Bezanzón, 1856. Nosotros utilizamos laprologada por el profesor Adolfo Posadas publicada por El Ateneo en Madrid 1913,volumen I, páginas 515 y siguientes.

Portada del libro Comentarios de la Constitución.

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sus esfuerzos por evitar la sanción de la Constitución general» y acusó al«señor Sarmiento, órgano de esa política».12

Asimismo denuncia que los Comentarios fueron tomados por los porte-ños para desconocer la autoridad del gobierno creado por la mayoría delas Provincias al tiempo que los acusa de anárquicos y desordenados.

En Estudios sobre la Constitución Alberdi retoma la filosofía política deLas Bases y la desarrolla con mayor precisión, pues explica las diferenciasentre el sistema constitucional norteamericano y el argentino, dadas por lahistoria de la formación de ambos Estados, como por la singularidad nor-mativa de numerosas de las cláusulas nacionales.

Formula una marcada defensa de la razonabilidad de la ConstituciónNacional exponiendo que el juicio aislado de Sarmiento, imputándole queha descontextualizado las normas y ha obviado vincularlas, y achacándolemala fe, o el desconocimiento.

También evidencia las contradicciones en el discurso de Sarmiento, espe-cialmente respecto a su postura agiornada sobre Buenos Aires. Alberdi no

Portada del libro Organización de la Confederación Argentina.

12 Alberdi, Organización Política…, volumen I, página 516.

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deja razonamiento de Sarmiento en pie. Alguno los rebate con mismos textosdel sanjuanino. Alberdi cuestiona orgánicamente a los Comentarios y deshacepunto por punto las doctrinas constitucionales de Sarmiento para concluir suobra con una nota final —al pie de página— en la que declara:

El señor Sarmiento publicó su panfleto de los Comentarios (porque es un pan-fleto y no un libro de ciencia), con la mira personal de atacar al general Urquiza,el representante y sostenedor de la Constitución Federal. El señor Sarmiento rompiócon el general Urquiza después de la caída de Rosas. El mismo ha explicado losmotivos de su enemistad en su libro titulado modestamente Campaña en el ejercitogrande del teniente coronel Sarmiento. El primero de esos motivos es, que el gene-ral Urquiza no consintió en dividir con Sarmiento el mando del Ejército y del país,á lo que se consideraba éste con derecho, por haber escrito contra Rosas desdeChile. Como queda visto en el libro que antecede, el señor Sarmiento, antes de eseenojo, ha enseñado y aconsejado todo, todo lo que ha practicado el gobierno delgeneral Urquiza con respecto a Buenos Aires. Hoy, sin embargo, el señor Sarmientocombate furiosamente en los diarios de Buenos Aires la política y las opinionesque sostuvo con igual calor en otro tiempo.

El trabajo de Alberdi ofusca profundamente a Sarmiento.

IV. EL DESTIERRO DE ALBERDI Y EL TRIUNFO DE MITRE Y SARMIENTO

Y LA CAUSA PORTEÑA

Finalmente los hechos políticos terminarán dando el triunfo, tardíamen-te, a la postura de Sarmiento. La polémica no cesará sino hasta los últi-mos días de la vida de Alberdi.

Luego de Cepeda, y tras la firma del Pacto de la Unión Nacional o deSan José de Flores (11 de noviembre de 1859) se puso en marcha el pro-ceso de unificación nacional. Los tiempos políticos eran distintos, Urquizaya se retiraba de la Presidencia (su mandato culminaba en marzo de1860) y llegaba el turno de elegir su sucesor en la primera magistraturade la Confederación.

Para superar algunos escollos políticos la Confederación Argentina con-sensuó que la Provincia de Buenos Aires podía proponer las modificacionesque estimare a la Constitución Nacional de 1853. A tal efecto el Estadoescindido convocó a una Convención Constituyente que se estableció el 5 deenero de 1860, la misma fue gobernada principalmente por los políticosporteñistas, y entre ellos Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, ValentínAlsina, Dalmacio Vélez Sarsfield, Wenceslao Paunero entre otros.

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La Convención porteña cumplió su cometido el 12 de mayo 1860 plan-teando una serie de reformas a la Carta Federal de 1853 que implicabanconsagrar, en la práctica, casi todos los postulados defendidos por Sar-miento.

Mientras tanto las autoridades de Buenos Aires y de la Confederacióngestionaban un acuerdo complementario al Tratado de San José de Flores,que finalmente era aprobado por ley nacional promulgada por el presiden-te Santiago Derqui el 9 de junio de 1860.13

Propuestas las reformas, atento a las disposiciones del Pacto de UniónNacional y su tratado complementario, el Congreso autorizaba al PoderEjecutivo, mediante ley del 25/06/1860,14 a convocar a una «ConvenciónConstituyente ad-hoc».15 Término utilizado por la Ley y mantenido por laasamblea constituyente, desde su instalación hasta su disolución.

13 Registro Oficial de la República Argentina, Tomo Cuarto 1857-1862, Buenos Ai-res 1882, página 308, nº 5112.

14 Registro Oficial de la República Argentina, Tomo Cuarto 1857-1862, Buenos Ai-res 1882, página 314, nº 5132.

15 Término utilizado por la Ley y mantenido por la asamblea constituyente, desdesu instalación hasta su disolución.

General Bartolomé Mittre. Óleo de Cándilo Lópezque lo muestra como el autor moral de la reforma constitucional de 1860.

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Elegidos los Diputados, la Convención Nacional Constituyente se instalóen el histórico cabildo de Santa Fe, sede de la Constituyente de 1853, einició sus sesiones el 14 de septiembre de 1860. Sarmiento representabacomo Diputado a Buenos Aires.

El 23 de septiembre la Convención comenzó su tarea constituyente quese llevó a cabo sin mayores contratiempos durante la sesión de aquél día,fecha en que se votó, casi sin discusiones y con muy pocas variantes, latotalidad de reformas propuestas por Buenos Aires.16

La Convención concluyó su tarea el 25 de septiembre de 1860.Sin embargo la unión efectiva demoraría, todavía, varios meses más ya

que el rechazo de los diputados porteños al Congreso de la Nación y otrosacontecimientos políticos terminarán por enfrentar militarmente, nuevamen-te, a Buenos Aires y la Confederación en los campos de Pavón. Esta vezMitre tomó la ventaja quedándose con el gobierno de la Confederación.

Sarmiento se aprovechó de ello para arremeter contra sus enemigospolíticos e intelectuales:

Es preciso acogotar a Alberdi, del Carril, Gutiérrez y Fragueiro con Vicente F.López, Cané, Luis Domínguez y Tejedor. (Carta a José Posse, mayo 1860.)

No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena,cueste lo que cueste. Southampton o la horca. El es la única nube negra que que-da en el horizonte. (Sarmiento en carta a Mitre, diciembre 1861.)

Pavón dio lugar a la primera ruptura constitucional, al primer gobiernode facto. Mitre se hizo del poder y lo utilizó casi de la misma forma quelo hizo Rosas. Mitre promovió a su ministro Sarmiento a Embajador —enEstados Unidos— y luego a Presidente de la Nación.

Alberdi, acogotado, fue degradado —incluso se omitió deliberadamentepagar sus sueldos diplomáticos atrasados— y sus doctrinas jurídicas fueronvedadas. Urquiza, aunque terminó prestando su apoyo a Mitre y Sarmien-to, expiró de este mundo asesinado en 1870, mientras el sanjuanino ejercíala primera magistratura nacional.

Mitre se erigió a si mismo, y con el auxilio de Sarmiento, como elconstructor de la Patria, pues se adjudicó la unión nacional, la constitu-ción, y además tuvo el tino de organizar definitivamente a la Corte Supre-ma de Justicia y legislar, de la mano de Vélez, los códigos de Comercio y

16 Actas de las sesiones de la Convención Nacional ad hoc, Buenos Aires 1860,páginas 27 y sgtes.

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Civil de la Nación. Procuró, de ese modo, ser considerado el constructordel país en desmedro de Urquiza17.

Las doctrinas de Alberdi fueron oficialmente rechazadas. Las aulas y losTribunales aplicaron la Constitución Nacional con la interpretación norte-americana18 y así se formaron casi todos los grandes académicos y estadis-tas nacionales hasta bien pasada la muerte de Mitre.

.

A Sarmiento se le dio, sin ser abogado, la cátedra de Derecho Constitu-cional de la Universidad de Buenos Aires para difundir su interpretaciónde la Carta Magna. Luego le llegó el turno de suceder a Mitre en la Pre-sidencia y continuó con su plan sistemático de borrar a Alberdi.

El tiempo desnudó los rencores y terminó dando la razón al tucumano.Con el pasar de las décadas del siglo XX el pensamiento jurídico y políticodel tucumano fue redescubierto por su originalidad y precisión, dejándosede lado casi por completo, hacia 1930, las interpretaciones norteamerica-nizantes de nuestra Carta Magna promovidas por el constitucionalista san-juanino.

17

Portada de la obra de Story traducida por José María Cantilo (izquierda)y del trabajo de Laboulaye (derecha). Ambas muestran la ‘norteamericanización’

del Derecho público argentino durante la presidencia de Mitre.

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IV. CONCLUSIONES

Sarmiento y Alberdi pensaron el bienestar del país desde la política li-beral pero enfrentados en cuanto a su operatividad, pues tomaron partidopor bandos contradictorios en sus pretensiones de manejo del poder. Alberdiadhirió a la política legalista de Urquiza. Sarmiento acompañó a Mitre yjustificó la secesión de Buenos Aires. Ambos asumieron un rol intelectualprotagónico y eso determinó la polémica más profunda y feroz entre dospensadores argentinos, la que, además, desnuda las inconsecuencias en elpensar y obrar del hombre público.

La belicidad de esta polémica es una característica propia de la litera-tura política argentina desde sus orígenes a comienzos del siglo XIX. Reco-noce su génesis en la poesía combativa de Bartolomé Hidalgo (Montevideo1788- Buenos Aires 1822)19 y muestra el apasionamiento de los hombresimbuidos de patriotismo.

La discusión entre el tucumano y Sarmiento no solo evidencian losapasionamientos —que nos empujan torpemente a la intolerancia—, sinóque además un debate político y jurídico que no ha terminado de ser asu-mido: el rol de Buenos Aires y el del resto de las Provincias, discusión quepermanece viva en las esferas académicas y políticas argentinas.

También pone en el tapete las pautas interpretativas de nuestraConstitución. Ciertamente luego de 1860 la tesis sarmientina norteamerica-nizante se torna realizable, pues desde la instalación de la Corte Supremahasta las primeras décadas del siglo XX, se adoptan los comentarios y lajurisprudencia norteamericanas para estudiar la Constitución Nacional; perofinalmente la propuesta intelectual de Alberdi es la que termina por ser laadoptada en las cátedras y tribunales, pues su impronta —dibujada en lasBases— permanece en el espíritu de la Constitución y plantea una síntesiscoherente de lo que Argentina es y lo que pretende ser.

V. BIBLIOGRAFÍA, FUENTES

Actas de las sesiones de la Convención Nacional ad hoc, Buenos Aires 1860.ALBERDI, Juan Bautista, Complicidad de la Prensa en las guerras civiles de la República

Argentina, Valparaíso, 1853. Organización Política y Económica de la Confedera-ción Argentina, Imprenta de José Jacquin, Bezanzón en 1856.

LABOULAYE, Eduardo, Estudios sobre la Constitución de los Estados Unidos, BuenosAires en 1866.

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Luces y sombras de Sarmiento

porArmando Raúl Bazán

n este ciclo se me ha asignado un tema poco simpático, revelar lassombras de una personalidad prócer de la historia nacional, cuan-do recordamos el bicentenario de su natalicio. Otros disertantes se

habrán referido a sus notables virtudes y en mi caso, sin perjuicio de reco-nocer esos méritos, debo indagar sus errores y defectos para mostrar alhombre en su total dimensión. Lo haré con la objetividad propia del histo-riador, con el rigor científico de la ciencia del pasado humano que exigefundamentación heurística para comprender sus ideas y sus acciones.

Como premisa de esta indagación es indudable que Domingo FaustinoSarmiento fue un protagonista destacado de nuestra historia en el tiempode la organización nacional y, previamente, actor secundario de los añoscrueles de las guerras civiles cuando dejó su solar sanjuanino para exiliar-se en Chile. Ahí encontró los mejores estímulos para desarrollar sus talen-tos en materia de educación, quehacer literario y periodismo.

Comencemos por decir algo sobre su controvertida personalidad que sedespliega entre la genialidad y la desmesura. Su formación intelectual fuela de un autodidacta: no cursó estudios regulares y mucho menos universi-tarios, como pudo lograrlo su contemporáneo Juan Bautista Alberdi. Puededecirse que se hizo a sí mismo, con lecturas, experiencia y reflexión críti-ca, pero desahogando siempre su genio dionisíaco con excesiva espontanei-dad para un hombre de la política. Ese defecto lo reconoció él mismocuando dijo: «El peor enemigo que pueden esgrimir contra mí, soy yo mis-mo». En su epistolario encontramos opiniones y juicios que expresan lapasión del momento y que no lo absuelven ante la historia.

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Pero como contrapeso mostró su genio literario, autor de obras funda-mentales de la literatura argentina; v.g. su obra Civilización y Barbarie.Vida de Juan Facundo Quiroga, donde la prosa vigorosa tiene un poder depersuasión que no logra la ecuánime valoración histórica. Y en su gestióncomo Presidente de la Nación donde la idea eje «la educación popularcomo único camino para lograr la vigencia de la democracia», sigue te-niendo vigencia a despecho de la notable dimensión que adquirió poste-riormente el sistema educativo. El punto de partida de esa política fue lacreación de la Escuela Normal de Paraná (1870), verdadera universidaddel magisterio argentino.

Esa doctrina política se complementa con el desarrollo científico, expre-sado con la creación de la Academia de Ciencias de Córdoba, en una ciu-dad de escasos 40 mil habitantes. Para ello requirió la colaboración de lossabios alemanes Germán Burmeister, Adolfo y Oscar Doering, el geólogoAlfredo Stelzner, el botánico Pablo Lorenz, que hicieron docencia e investi-gación sobre la realidad física y social de la Confederación Argentina.Creada en 1873, nombró director a Burmeister, a quien debemos su valiosolibro Viaje por los Estados del Plata, aguda descripción de los pueblos, laflora y la fauna de las provincias. Esa transformación educativa se viabili-za con la Ley de Bibliotecas Populares, que hace del libro en cada escuelala fuente inexcusable del conocimiento.

Tanta era su pasión educativa que cuando bajó de la Presidencia nosintió menoscabo en aceptar la Dirección General de Escuelas de la Provin-cia de Buenos Aires, donde fue autor de la primera ley de educación co-mún de esa jurisdicción en 1875. Acotemos, de paso, que la ley precursorahabía sido sancionada en Catamarca en 1871, elogiada por el entoncesministro de Instrucción Pública de Sarmiento, Dr. Nicolás Avellaneda.

En su haber cuenta también la creación del Colegio Militar y la EscuelaNaval para dar formación profesional a los miembros de las Fuerzas Ar-madas de la nación. Estas son en mí entender las principales luces deSarmiento.

¿CUÁLES FUERON LAS SOMBRAS DE SU PERSONALIDAD?

1º. Su hispanofobia y desprecio por el legado cultural de España, rasgocomún en los hombres de su generación. Los caudillos de la campañapastora, caso de Facundo Quiroga y Ángel Vicente Peñaloza, eran la encar-nación emblemática de la tradición retrógrada que habíamos heredado de

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España. En esa idea no estuvo solo, el propio Alberdi en su libro Bases ypuntos de partida para la organización política de la República Argentinahabía escrito en 1852: «Si hacemos pasar al gaucho y al cholo por elmejor sistema educativo no lograremos en un siglo la calidad de un obreroinglés».

Ese prejuicio antihispánico fue refutado años más tarde por notablespensadores y escritores como Joaquín V. González, con su libro La Tradi-ción Nacional (1889), Alberto Rougés y Juan Alfonso Carrizo. Los cancio-neros poéticos que éste publicó con el apoyo de Ernesto Padilla y Rougésdemostraron que el pueblo anónimo había receptado la mejor tradiciónliteraria del Siglo de Oro español. Omite, entre otras materias, las creacio-nes universitarias que España hizo en América: Córdoba, Chuquisaca y SanFelipe, donde ser formaron los dirigentes del proceso emancipador, extensanómina.

2º. Su compromiso con la política hegemónica de Buenos Aires, la«hermana mayor» según la definición de Juan José Paso en el cabildoabierto del 22 de mayo de 1810, y que se sostuvo en el tiempo con el mo-nopolio de la renta de la aduana porteña hasta la reforma constitucionalde 1860. Esto resulta difícil de justificar en un hombre del país interior.Después de Pavón fue partícipe de la operación política del Ejército deLínea al mando del Gral. Paunero, que sometió a las provincias y lo impu-so como gobernador de su provincia, San Juan. Ahí prevaleció la razón dela fuerza sobre las autonomías provinciales que la Constitución Nacionalreconocía en el art. 5º. Esta norma dio cumplimiento a los Pactos Preexis-tentes que expresaban la voluntad popular de una nación constituida bajoel sistema federal. En su momento, él había elogiado el proyecto constitu-cional de Alberdi en su libro Bases cuando al contestar al autor sobre ellibro, expresó «su constitución es un monumento bajo la forma de lasciencias». Y acompañó a Urquiza en la campaña del Ejército Grande quederrocó a Rosas en Caseros. Después vino su distanciamiento con el promo-tor de la organización constitucional y su adhesión al separatismo de Bue-nos Aires.

3º. Su responsabilidad como director de «la guerra de policía» ordenadapor el presidente Mitre en la provincia de La Rioja, la única provincia querechazó las invasiones militares enviadas por Paunero y Marcos Paz desdeCórdoba, San Luis y Catamarca en los años 1862/63. En ese proceso seatribuyó la facultad de declarar el «estado de sitio» en La Rioja, con vio-lación de la norma que reserva esa potestad al gobierno federal. El minis-tro del Interior, Dr. Guillermo Rawson, desautorizó esa transgresión.

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Y cuando el mayor Irrazábal ajustició alevosamente al caudillo riojanoÁngel Vicente Peñaloza, sin forma de juicio, el 12 de noviembre de 1863 enel pueblo de Olta, Sarmiento dio una aprobación increíble al crimen polí-tico cuando dijo en documento público, «aplaudo la forma en que fue eje-cutado, porque sin cortarle la cabeza a ese inveterado pícaro, las chusmasno se habrían aquietado en seis meses».

Años más tarde, en el Senado Nacional, su comprovinciano Dr. Guiller-mo Rawson, lo hizo responsable de ese grave hecho como mentor ideológi-co del mismo. Él se justificó diciendo que en una guerra de policía ladefinición apropiada era la ejecución del bandolero. Ese bandolero era elChacho Peñaloza, el más auténtico de los caudillos federales que luchócontra Rosas y contra Mitre, exponentes ambos del centralismo porteño, adespecho de sus distintas divisas partidarias.

4º. En su gestión presidencia (1868-1874), tan encomiable por otrosconceptos, demostró su compromiso con Buenos Aires cuando vetó en dosoportunidades la ley sancionada por ambas cámaras del Congreso quedaban solución al problema no resuelto ni siquiera por Mitre de fijar lasede del gobierno nacional en la ciudad de Rosario. Eso ocurrió en juliode 1869 y en septiembre de 1873. Cabe señalar que Rosario era el puertopreciso de las provincias interiores para el flujo de su comercio exterior. Alrespecto, podemos ejemplificar esa realidad con el caso de Catamarca, enla etapa de su prosperidad minera, cuando el cobre en barras producido enel establecimiento de Pilciao (Andalgalá), de propiedad de Samuel LafoneQuevedo, era transportado a lomo de mula a dicho puerto para su comer-cialización en el exterior.

5º. Su libro más celebrado, Civilización y Barbarie, significó una inter-pretación prematura del proceso de nuestras guerras civiles, sin fundamen-tación documental pero genial como creación literaria. Cuando se hizo lasegunda edición en 1851, que Sarmiento la dedicó a Valentín Alsina, pro-minente dirigente unitario y más tarde gobernador de Buenos Aires, ésteescribió extensas notas críticas señalando sus errores de información y dejuicio sobre Facundo Quiroga. Sarmiento le manifestó que «guardaba paramejor ocasión sus preciosas notas» y ellas recién fueron conocidas mediosiglo más tarde cuando Estanislao Zeballos las publicó en la revista deDerecho, Historia y Letras, en 1901.

Ese libro tuvo notable influencia en la conciencia histórica de los argen-tinos durante varias generaciones porque fue utilizado como catecismo his-tórico por políticos, historiadores y maestros. Hasta los años 30, cuandocursé mi escuela primaria, todavía los maestros presentaban a Juan Facun-

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do Quiroga como una personalidad cruel y siniestra de la historia argenti-na. El revisionismo histórico, cuyo precursor fue David Peña en su biografíasobre Quiroga editada en 1906, tomó consistencia a partir de los años 40mediante la compulsa de fuentes documentales.

Se cumplió así la lúcida advertencia del P. Antonio Larrouy hecha en1909, quien después de explorar los archivos provinciales de Santa Fe yParaná, Córdoba y Tucumán, informó al Dr. Nicolás Matienzo, decano dela Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, que

los tesoros que guardaban esos repositorios eran tan ignorados como los de otrasclases ocultas en las entrañas de la tierra, y mientras subsistiera ese estado decosas, la historia argentina sería escrita en forma deficiente o muy incompleta.

Sarmiento y sus epígonos condenaron a los caudillos sin concederles elderecho inalienable a la defensa. Tanto es así que los archivos que contie-nen sus epistolarios, valioso elemento de juicio sobre sus ideas y acciones,han sido publicados tardíamente, incluso en forma incompleta, como suce-de con el voluminoso archivo de Quiroga. Su publicación fue iniciada porel historiador Ricardo Caillet Bois en los años 50 y todavía la edición estáinconclusa. Y por lo que respecta a Nazario Benavídez, caudillo y goberna-dor de San Juan, la Junta de Historia con el apoyo del Gobierno de laProvincia, pudo presentar la obra hace pocos años, en 2007. Y tuve enton-ces que asumir esa responsabilidad en ámbito de la Legislatura de la Pro-vincia.

¿Qué nos demuestran esos papeles? En mi experiencia como historiadorhe compulsado el Archivo de Quiroga para componer la Historia de LaRioja. Ahí encontré una carta de Facundo a su esposa, Dolores Fernández,donde le informa sobre la batalla de El Tala (1827) contra las tropas deLamadrid. Entonces se dijo que el bizarro tucumano había sido muerto enese combate. «Ahí falleció —expresa— el valiente y nunca bien ponderadogeneral Lamadrid». Frase expresiva del sentimiento del culto al coraje, queJuan Agustín García definió como rasgo propio de la idiosincrasia delcriollo. Y más adelante, el jefe riojano agrega: «en ese combate fue heridoel capitán Ángel Vicente Peñaloza, mi subordinado. Si acaso ocurriera undesenlace fatal trata de ayudar a su familia».

Estas expresiones revelan en Quiroga nobles sentimientos de admiraciónpor el adversario y piadosa solidaridad con su amigo y colaborador, el Cha-cho Peñaloza. Este escrito de carácter íntimo, abona a favor del hombre aquien Sarmiento conceptuaba como figura emblemática de la barbarie.

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CONCLUSIONES

Cierro esta exposición sobre el tema asignado, que daría materia paraun tratamiento más extenso. Con la objetividad exigida por la ciencia his-tórica evité incurrir en la apología y en el dicterio. Por sus iniciativas enorden a la educación, la ciencia y las instituciones no cabe duda que Sar-miento fue un gran Presidente de la Nación. Fue también uno de los másnotables escritores argentinos cuya obra mas celebrada, Civilización y Bar-barie. Vida de Juan Facundo Quiroga, tuvo la fortuna de numerosas reedi-ciones en nuestro país y en el exterior: Santiago de Chile (1851), NuevaYork (1868), París (1874), Santiago de Chile-Buenos Aires (1889) y la pu-blicación de sus obras completas en 52 volúmenes ordenada por ley en lapresidencia de Julio A. Roca. Y en el siglo XX el Facundo se editó en nu-merosas ocasiones.

Pero equivocó el juicio histórico de los argentinos sobre la naturalezadel conflicto político-social desarrollado en nuestras guerras civiles. Suvisión maniquea de «civilizados y bárbaros» planteó una antinomia diri-mente donde los «bárbaros» debían desaparecer, como ocurrió efectivamentecon el bárbaro sistema del crimen político: Dorrego, Facundo Quiroga,Ángel Vicente Peñaloza, Nazario Benavídez, personalidades emblemáticas dela causa federal y también de la idiosincrasia nativa.

Apostó a favor de la hegemonía de Buenos Aires siendo hombre delInterior y la influencia de su alegato contribuyó a que el principio de larepública federal, consagrada en los Pactos Preexistentes y en el art. 1º dela Constitución Nacional, haya sido desvirtuado en la praxis de la políticaargentina donde comparten responsabilidades tanto porteños como provin-cianos promovidos por el voto popular a la Presidencia de la Nación y alas bancas legislativas del Congreso Nacional.

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Domingo Faustino Sarmiento,maestro por excelencia

porMaría Elena Curia de Villecco

ntre las múltiples facetas de la personalidad de Sarmiento debemosdestacar su tenacidad, que a lo largo de toda su vida aplicó a ha-cer realidad sus ideas sobre la educación. Participaba del optimismo

teórico de los miembros del Salón Literario de Marcos Sastre como toda lallamada generación del 37. Al respecto dice Lucía Piossek: «En todos ellosse insiste en la dignidad de la teoría, en la urgencia de elaborar ideas cer-teras que esclarezcan la realidad, precedan e informen la acción».1 PeroSarmiento no era filósofo, más bien se lo puede catalogar como un hom-bre de acción que no se maneja con abstracciones sino con la realidad vivade su tiempo. Sueña con llevar todas sus ideas a la práctica con el fin decambiar una realidad que en esa época era manifiestamente hostil en elpaís y hacía parecer imposible alcanzar su sueño de progreso y civiliza-ción que había conocido en sus viajes por Europa y EEUU. En Viajes II dicerefiriéndose a su viaje por Alemania: «El sistema de instrucción pública dela Prusia es el bello ideal que pretenden realizar otros pueblos».2

En Facundo hace muchas referencias a esa realidad indomable a la queél se refiere, comparando la civilización y la barbarie, señalando lo difícilque es alcanzar el progreso tan ansiado: «Pero el progreso está sofocado,

1 Piossek Prebish, Lucía, Argentina: Identidad y Utopía, EDUNT, Tucumán Argentina,2008, p. 100.

2 Sarmiento, Domingo Faustino, Viajes por Europa, Africa y América, Volumen II,1851, p. 29.

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porque no puede haber progreso sin la posesión permanente del suelo, sinla ciudad, que es la que desenvuelve la capacidad industrial del hombre, yle permite extender sus adquisiciones». Habla de la civilización como irrea-lizable y de la barbarie como normal y afirma que no puede haber civili-zación y progreso «sino a condición de que los hombres estén reunidos ensociedades numerosas».3 En el Discurso de recepción en el Instituto deHistoria de Francia se pregunta: «¿Porqué la raza europea establecida enel Sur, ha producido resultados tan distintos de la raza europea establecidaen el Norte?».4

El optimismo teórico al que nos referíamos más arriba se refleja enestos párrafos de la «Memoria» que envía al Instituto histórico de Franciaen 1853:

No hubiera emprendido la tarea que me he impuesto si no entreviese el desen-lace de esta lucha en que hemos nacido y vivido, y a las causas de disolución noviese sucederse principios regeneradores no en perspectiva, y desenvolviéndose lenta-mente, sino activos, poderosos luchando y venciendo definitivamente.5

En el prefacio a la traducción inglesa del Facundo dice Mrs Mann:

El Sr Sarmiento ha logrado realizar este objeto en la obra que publicó en Chiley que prueba que si la civilización tiene enemigos en aquellas regiones tiene tam-bién campeones elocuentes.6

Su pensamiento tiene influencias de la Ilustración, del Enciclopedismo,del Romanticismo y de pensadores como Locke, Rousseau, y Tocqueville.Pero Guizot, uno de los principales educadores de Francia y Cousin, conquien comparte los conceptos de progreso de la humanidad en cumplimien-to de un plan divino, son sus principales mentores, como también el nor-teamericano Horace Mann, propulsor de la educación universal, obligatoriay gratuita.

3 Sarmiento, Domingo Faustino, Facundo, Universidad Nacional de la Plata, Bs. As.,1961, pp. 19-20.

4 Sarmiento, D. F., «Discurso de recepción en el Instituto de Historia de Francia»,en Viajes II.

5 Sarmiento D. F., «Memoria enviada al Instituto de Historia de Francia», Santiagode Chile, Imprenta Julio Belin y Cia, 1853, p. 27.

6 Mrs Mann, Prefacio de la traducción inglesa de Facundo o civilización y barbarieen las pampas argentinas, Nueva York D Appleton y Compañía, 90, 92, 94, GrandStreet, 1868 (4° Edición en castellano).

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Según Gregorio Weinberg se puede considerar que Sarmiento, que co-mienza bajo la influencia del romanticismo social común a la generacióndel 37, pasa a un liberalismo y posteriormente por influencia de HoraceMann desarrolla el interés por las ciencias naturales y una aguda visiónsociológica. Con todo esto se anticipa al positivismo argentino. Para Wein-berg, Sarmiento es un protopositivista que en su madurez reconoce lascoincidencias que sus ideas tienen con Spencer y elaboró una pedagogíasocial anticipándose a la concepción pedagógica fundamentada filosófica-mente por Durkheim y Natorp.

La idea de progreso y de cómo cambiar la realidad adversa que elpaís presentaba en esa época, con las grandes extensiones despobladas y eldesierto que rodeaba las ciudades, lo obsesionaba porque creaba un climapoco propicio para el progreso social. En el libro de Viajes I habla Sar-miento acerca de «la idea de que vamos en América en mal camino y quehay causas profundas, tradicionales, que es preciso romper, si no queremosdejarnos arrastrar a la descomposición, a la nada y me atrevo a decir a labarbarie».7 Y se pregunta: ¿Cuáles serían los remedios a esos males socia-les? Según él la solución está en la educación pública, el trabajo y la in-migración europea.

DEMOCRACIA Y EDUCACIÓN POPULAR

Partiendo de sus conceptos de civilización y barbarie Sarmiento desarro-lla su idea de democratizar la educación. En este punto comparte tambiéncon la generación del 37 la idea de la conexión entre progreso y demo-cracia. Las escuelas son la base de la civilización y el desierto conspira encontra de la educación. Por eso educar al pueblo fue su gran preocupaciónpara mejorar las condiciones morales, físicas e intelectuales de las clasesmás numerosas y desposeídas de la sociedad.

En Educación popular dice:

La condición social de los hombres depende muchas veces de circunstancias aje-nas de la voluntad. Un padre pobre no puede ser responsable de la educación desus hijos; pero la sociedad en masa tiene interés vital en asegurarse de que todoslos individuos que han de venir con el tiempo a formar la Nación hayan por la

7 Sarmiento, D. F., Viajes I, p. 7.

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educación recibida en su infancia preparádose (sic) suficientemente para desempeñarlas funciones sociales a que serán llamados.8

Como vemos, claramente advierte que la «instrucción primaria» afecta atodos los intereses sociales. A este tema se dedica especialmente en la«Memoria sobre educación común», donde aclara que la instrucción prima-ria debe ser considerada como Instrucción Nacional o sea la educación quedebe recibir todo el pueblo para prepararse para el desempeño de las«múltiples funciones de la vida civilizada».9

Y además señala que

no sólo la instrucción primaria como una adquisición contribuye a mejorar las cos-tumbres elevando el alma por el desarrollo de las facultades intelectuales, sino quelas escuelas son la única ocasión que la generalidad de los habitantes de Chile tie-ne de adquirir hábitos morales. Las costumbres son la moral práctica.

Luego se explaya explicando lo que se entiende por moral, que no sonsino las costumbres o hábitos. La educación por lo tanto deberá preocupar-se de la formación de los buenos hábitos y de la «desaparición o atenua-ción de dificultades que embarazan el repetir ciertos actos saludables».

Admira a los pueblos más avanzados que utilizando diversos medios sepreocupan de «promover la mejora intelectual y moral de las clases infe-riores».10 A los que en la época hablaban de la inutilidad de la escuelaporque los conocimientos adquiridos se olvidan rápidamente les responde

no es precisamente lo que ni cuanto, aprenden lo que hace valiosas las escuelaspara los jóvenes. Es también que en ellas adquieren el hábito de aprender, la facul-tad de aprender. Es también que en ellas están organizados en comunidad, naturaly armoniosamente desenvuelta en lo que llamamos vida civil.11

Adriana Puiggros opina que Sarmiento «construyó la utopía de una edu-cación popular». «Era una utopía democrática porque su interés principaleran las grandes mayorías»; pero agrega:

8 Sarmiento, D. F., De la Educación Popular, en Obras Completas, Imprenta Belín,Santiago de Chile y Buenos Aires, 1886-1903, Vol. XI, p. 14.

9 Sarmiento, D. F., De la Educación Común (Memoria), en Obras Completas Volu-men XII, p. 4.

10 Ibídem, p. 21.11 Sarmiento, D. F. «Las escuelas base de la prosperidad y de la República en los

EE.UU.», en Obras Completas, Volumen 30, pp. 131-132.

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Era utopía porque se refería a un espacio inexistente: en la sociedad no habríalugar para un sistema educativo democrático sin que actuaran los sujetos sociales ypolíticos populares. El sistema propuesto por Sarmiento requería para su realizaciónplena, de la activa participación de los sujetos que él mismo había contribuido aeliminar.12

Creo que Puiggros critica duramente a Sarmiento por la descalificacióny desprecio que él hace de la población nativa de América en el Facundodonde hablando del pueblo que habita los extensos territorios casi desiertosque formaban nuestro país en ese entonces dice: «Se compone de dos ra-zas diversas, españoles e indígenas». Y luego se refiere a la raza negra yacasi en extinción, que había dado origen a los zambos y mulatos. Luegorefiriéndose a la fusión de «estas tres familias» dice: «Ha resultado untodo homogéneo que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidadindustrial». Y añade:

Mucho debe haber contribuido a producir este resultado desgraciado la incorpo-ración de indígenas que hizo la colonización. Las razas americanas viven en laociosidad y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión, para dedicarsea un trabajo duro y seguido.13

Hay que ubicarse en los acontecimientos que se vivían en esa época,que obligaron a Sarmiento a exiliarse en Chile y analizar la guerra frati-cida que desangraba al país. Para él la gente civilizada vivía en las ciuda-des pero la barbarie dominaba las grandes extensiones desiertas que rodea-ban las mismas, donde vivía esa masa ignorante y ociosa dedicada alpastoreo. Esta idea es compartida también por Alberdi. Coincidían en suodio contra Rosas y los caudillos aliados del interior. Ambos pensaban quela Argentina era atrasada por culpa de la herencia española y en la ideade que para modernizar el país había que recurrir a la inmigración.

Pero la diferencia entre Alberdi y Sarmiento está dada por el papel queasignan a la educación. Mientras Alberdi considera que la educación cum-ple un papel accesorio, complementario aunque necesario para lograr latransformación social, Sarmiento creía en una educación que formase unapoblación capaz de generar esas transformaciones. Tenía la convicción deque por medio de la educación se lograría la sustitución de las caracterís-ticas de la población nativa que habían permitido el surgimiento de las

12 Puiggros, Adriana, Sujetos, disciplina y currículum en los orígenes del SistemaEducativo Argentino, Editorial Galerna, Bs. As. 1996, p. 88.

13 Sarmiento, D. F., Facundo, pp 16-17.

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fuerzas irregulares que durante tantos años habían asolado el territorionacional. Alberdi tenía el mismo objetivo pero para él la educación erasólo un factor concurrente.

Según Gregorio Weinberg las ideas educativas de Sarmiento estabanindisolublemente unidas a una política inmigratoria y colonizadora ya quepropiciaba la transformación de la Argentina de ganadera en agropecuaria:

La educación era uno de los elementos esenciales para lograr esa transforma-ción, porque se juzgaba permitiría la formación de hombres que pudieran ser pro-ductores y simultáneamente partícipes de ese proceso de cambio. Tenía por tanto laeducación una función tanto política como económica.14

Al igual que Alberdi, Sarmiento considera que la inmigración será unfactor fundamental para lograr ese objetivo, pero la alfabetización siguióun ritmo menos intenso del previsto en el modelo sarmientino. Según Wein-berg, al no alcanzar los inmigrantes la propiedad de la tierra, al impedír-seles los derechos de la ciudadanía y el ejercicio efectivo del sufragio laeducación no pudo tener el efecto transformador que se esperaba. DiceLucía Piossek que al final de su vida parece que Sarmiento se había des-ilusionado y perdido las esperanzas porque la inmigración parecía no po-der lograr los objetivos como él esperaba. En realidad, al no lograrse elefecto esperado, Sarmiento busca los modos de integrar a todo el paísuniendo la población nativa con los inmigrantes por medio de la educa-ción. Por sugerencia de Sarmiento se convocó un Congreso Pedagógico In-ternacional Americano que se reunió durante los meses de Abril y Mayo de1882. En ese Congreso, se pudo hacer un diagnóstico de la situación de laeducación y sobre todo proponer soluciones. Muchas ideas surgidas allí seincorporaron a la Ley 1420 que, con una vigencia de casi un siglo, fuenacionalizadora e integradora de la inmigración, constituyendo así un fac-tor que logró unificar y democratizar el país.

EDUCACIÓN FEMENINA

Alberdi y Sarmiento se diferencian en su concepción sobre la educaciónde la mujer. Alberdi, en su madurez, afirma en forma tajante que la mujer

14 Weinberg, Gregorio, Modelos educativos en la Historia de América Latina, SerieTeoría e Historia de la Educación, UNESCO- CEPAI-PNUD, Kapelusz, Bs. As., 1984, p.163.

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no debe ser objeto de educación pública y afirma «Su colegio es la fami-lia, su doctrina el ejemplo mudo, la acción en vez de la palabra».15 Paraél la mujer tiene un papel protagónico como madre en la educación delniño, la cual debe comenzar lo más temprano posible, y le asigna un rolimportante a la familia.

En cambio Sarmiento dice en Educación Popular: «Puede juzgarse elgrado de civilización de un pueblo por la posición social de las muje-res».16 La educación debe permitir a la mujer cumplir su deber en la socie-dad pero se plantea al respecto algunos interrogantes. En primer lugar sepregunta: ¿Está preparada la sociedad para cumplir con esta misión? Esuna época en que predominan los prejuicios que, según Sarmiento, Españaheredó de los árabes y trasladó a América y la sociedad ve con malos ojosla educación de la mujer. En segundo lugar se plantea: ¿Tiene la mujer lamisma capacidad que el hombre para recibir educación? Sarmiento piensaque las mujeres tienen cualidades naturales y aptitud para el esfuerzo inte-lectual tal como él había observado en las alumnas de las escuelas parajóvenes que había visitado en distintos lugares de Europa y EEUU. Inclusoconsidera que las niñas son habitualmente más aplicadas que los varones.En este tema, según Paul Verdevoye, Sarmiento se inspira en el libro deAime-Louis Martín, Education des meres de famille on de la civilization dugenre humain par les femmes.

Antes que Aime-Martín el abate Fleury y Fenelon se habían ocupado delas mujeres. Fleury en Education des meres de famille se ocupa de la cues-tión de igualdad de derechos a la instrucción del hombre y la mujer yFenelon da a la educación de las mujeres más importancia que a la de loshombres. Según Paul Verdevoye, Sarmiento se apoya en estos autores parasostener la utilidad de la educación de las mujeres y el rol que cumplen enla sociedad. Pero él no se ocupa sólo de la educación de la mujer en surol de esposa y madre como lo hace Aime Martín y entre nosotros Alberdisino que piensa en la educación de la mujer como formadora, es decir seocupa no solo «de la educación de la mujer sino de la educación por lamujer».

Fiel a los principios de Aime Martín, opina que la educación del géne-ro humano debe estar en manos de las mujeres y reconoce los méritos deRivadavia en este tema, cuando dice que el «único gobierno americano quehaya provisto con solicitud igual a la educación de ambos sexos, es el de

15 Alberdi, J. B., Escritos Póstumos, Tomo XII, p. 167.16 Sarmiento, D. F., Educación Popular, Obras Completas, Volumen XI, p. 121.

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Rivadavia, Presidente de la República Argentina en 1824 a 1827».17 Estarama de la instrucción pública en esa época estaba sometida a la inspec-ción de la Sociedad de Beneficencia. Respecto a la educación de esta épo-ca hace una referencia crítica de la enseñanza mutua, como se llamaba alsistema lancasteriano, que había introducido Rivadavia para solucionar lafalta de maestros. Sarmiento considera que el «monitor» no deja de ser unniño, por lo tanto no puede solucionar los problemas, especialmente losreferidos a la disciplina de los más pequeños, y considera que «una mujeres maestra más adecuada para la inteligencia infantil». Propone para solu-cionar este problema, la introducción de mujeres como «ayudantes» en lasescuelas porque ellas «hacen insensible la transición del niño que sale delhogar doméstico a reconocer una nueva autoridad y obligaciones nue-vas».18

Ya desde su juventud Sarmiento se interesó por la educación femenina.En la época de Rosas, en 1839, fundó en San Juan el Colegio de Pensionis-tas Santa Rosa con el objeto de formar una nueva generación de mujeres«que con más instrucción sobre sus deberes contribuyese con el influjo desu sexo en la sociedad, a la cultura y refinamiento que corresponden a unpueblo culto». Paul Verdevoye, refiriéndose a la situación de la educaciónen la Argentina en el período de Rosas dice que la educación estaba muydescuidada en casi todas las provincias salvo en la provincia de Entre Ríosgracias a los gobernadores Echagüe, Urquiza y Crespo, en Tucumán graciasa Heredia y en San Juan donde Sarmiento había fundado un Colegio parajóvenes. Incluso, citando a José Salvador Campobassi dice que en 1842 laAsamblea Legislativa de San Luis decretó pura y simplemente la supresiónde la escuela primaria.19

Ya exiliado en Chile, en 1841, después de dos años de que fundara eseestablecimiento se queja de las críticas y calumnias que se hicieron circu-lar en pasquines donde objetan su conducta. En fin, dice, «parecía que senos quería castigar, por el delito de haber intentado y conseguido realizarun establecimiento de educación que ninguna provincia de la Repúblicatenía igual y que San Juan nunca había visto semejante».20 En su plan

17 Ibídem, p. 70.18 Ibídem, p. 72.19 Verdevoye,Paul, Domingo Faustino Sarmiento, Educateur et Publiciste, Universidad

de París, 1963, p. 228.20 Sarmiento, D. F. «El ex Director del Colegio de Pensionistas Santa Rosa a sus

conciudadanos«, Folleto publicado en 1841 (no se encuentra en la Ed. Nacional de lasObras Completas realizada por Belín Sarmiento).

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había asociado los trabajos manuales con el cultivo de la razón, hábitosde aseo, orden y sobre todo al estricto cumplimiento de sus obligaciones.Daba mucha importancia a la lectura de buenos libros y a la enseñanzadel dibujo. Se queja de haber fracasado en la enseñanza de la música porno haber conseguido buenos profesores sino mercenarios sin entusiasmo porla educación. Haciendo referencia a ese oscuro período de nuestra historiaSarmiento escribe en Educación Popular:

En Buenos Aires, civilización, libertad, formas gubernativas, costumbres e institu-ciones, todo ha cedido su lugar ante la concentración en una sola mano del podery la influencia; la Sociedad de Beneficencia sola resistió la última cual débil cañaque cede sin romperse a los embates de la tempestad; la última luz que quedóardiendo en aquella noche profunda.21

Finalmente dice Verdevoye refiriéndose a la tarea realizada por Sarmien-to para promover la educación femenina:

En suma, es Sarmiento quien más hace por ganar los espíritus para la causa dela educación femenina. Es justo entonces que la educadora Amanda Labarca reco-nozca su influencia en la creación oficial, el 2 de junio de 1853, de la EscuelaNormal de Mujeres, cuya dirección fue confiada a las religiosas del Sagrado Cora-zón de Jesús. El programa de Sarmiento está bien delimitado. Sólo se enseña: lec-tura, escritura, religión, historia sagrada, historia de la Iglesia, gramática, aritmé-tica, costura y bordado. Es un comienzo.22

LA ESCUELA NORMAL

Estando Sarmiento exiliado en Chile es nombrado Director de la Escue-la Normal fundada por el Ministro de Justicia, Culto e Instrucción PúblicaManuel Montt en 1842. Antes de asumir su responsabilidad como Directorpide autorización para viajar a Europa y conocer como se desarrolla allíla educación. Se pone en contacto con los directores de las escuelas muni-cipales de París y con el director de la Escuela Normal de Versailles paraconocer los diversos métodos de enseñanza en uso. En Francia conoce elmétodo para aprender la lecto-escritura de M. Maurín. De allí pasa a Es-paña donde también estudia los métodos de enseñanza y luego a Génova,Italia. Allí se dedica a visitar establecimientos educativos para ciegos, sor-

21 Sarmiento, D. F., Educación Popular, p. 92.22 Verdevoye, Paul, op. cit., p. 254.

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dos y otras discapacidades concluyendo de sus observaciones: «Creo quedeben formar parte estas especialidades de un sistema general de enseñan-za popular». Visitó también Alemania y Holanda para regresar a Franciadonde se interesa por las «Cunas públicas» y las «Salas de Asilo», que élconsidera tan necesarias en América donde significarían un medio eficazpara salvar millares de niños sacrificados por la «ignorancia de las madreso la falta de recursos».23

Concluye sus observaciones diciendo que un sistema de educación popu-lar es completo cuando «principia en la Cuna, se prepara en la Sala deAsilo continúa en la escuela primaria y se completa en las lecturas oralesabrazando toda la existencia del hombre».24

En Londres es donde por primera vez oyó hablar de la obra que Hora-ce Mann había publicado en EEUU y encuentra coincidencias con su pensa-miento. Esto lo orienta hacia el país del norte donde visitó una EscuelaNormal de mujeres ubicada cerca de Boston en Newton-Est fundada en1839. LA Señora de Mr Mann le acompañó a visitar esta célebre escuelaque aunque era privada admitía niñas pobres de cuya pensión se encarga-ban algunas personas caritativas. En este viaje se da cuenta cabal de lanecesidad de introducir en nuestra enseñanza pública tan importante insti-tución. «La Escuela Normal no puede omitirse donde quiera que se tratede organizar el sistema público de instrucción popular»,25 dice en Educa-ción Popular.

Las Escuelas Normales tuvieron su origen en Prusia. Mister Cousin lasvisitó y aconsejó su introducción en Francia. En 1839 se abrió la primeraescuela Normal de los EEUU para alumnos maestros y Sarmiento, influidopor la lectura de la obra de Mr Cousin promovió la creación de la prime-ra Escuela Normal en América del Sur, en 1842 en Chile. Así, una institu-ción de Prusia se extiende a Francia y luego a un tiempo aparecen en losdos extremos del continente americano: en Chile, América del sur y enMassachussetts, América del Norte.

Sarmiento decía que las Escuelas Normales debían estar en las provin-cias donde iban a trabajar los maestros.

Un maestro creerá descender al ser destinado a una oscura aldea si el punto departida es Buenos Aires o Rosario. Creo que en San Juan estaría bien el primer

23 Sarmiento, D. F. Educación Popular, p. 23.24 Ibídem, p. 27.25 Ibídem, p. 176.

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ensayo de este género. Encontraría allí en la opinión pública el hábito de estimaren mucho la importancia del maestro por hechos anteriores que no son desconoci-dos y una escuela de aplicación. Otra Escuela Normal debiera fundarse en Tucumánpara proveer a las necesidades de las Provincias del Norte acaso con aplicacionesindustriales que tienen por base el dibujo y por materia prima las maderas de colorde que tanto abunda aquella Provincia.26

Refiriéndose a Sarmiento dice Verdevoye: «El director de la EscuelaNormal tiene el alma de un educador», y citando un artículo del Mercuriode Chile, del 22 de marzo de 1842, se refiere a las cualidades que Sar-miento consideraba necesarias para ser un buen maestro:

Es necesario tener una vocación particular, un cierto amor por los niños, unaparticular alegría por enseñar (...) que al igual que el sentimiento de maternidaden la mujer, permite soportar y aún aceptar con placer los tormentos que pasa elque enseña a la juventud.27

Se deben formar maestros y no filósofos de modo que lo esencial paraun maestro es saber enseñar. Señala también que

el maestro no inventa la ciencia ni la enseña: acaso no la alcanza sino en sus mássimples rudimentos, pero él abre las puertas cerradas al hombre naciente y le mues-tra el camino. Él está puesto en el umbral de la vida, para encaminar a los quevan recién a lanzarse en ella.

Y agrega refiriéndose a la situación del país en esa época: «En nuestrastierras, su tarea es sembrar todos los años sobre territorio ingrato, a riesgode ver la mies pisoteada por los caballos, con la esperanza de que unoque otro grano caído en lugar abrigado se logre». Hablando de la obra delmaestro de escuela dice: «Obra sublime pero humilde, humildísima, que nolo olviden los que tan santo ministerio desempeñan. Ser mezquino instru-mento de producir a la larga maravillosas transformaciones».28

Pensaba que los maestros formados en EE.UU. o en países donde la edu-cación primaria había adquirido un buen desarrollo, tenían incorporados susmétodos, sus prácticas y podrían enseñar con el ejemplo. Las escuelas dirigi-das por ellos se convertirían en «modelos vivos». Ese es el motivo por el cualSarmiento trajo maestras de EE.UU. Primero llegó la joven Clara Amstrong

26 Ibídem, p. 119.27 Verdevoye, Paul, op. cit. p. 232.28 Sarmiento, D. F., Educación Popular, pp. 119, 120 y 125.

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quien luego de experimentar en nuestras tierras volvió a su patria y trajo 23maestras más que desplegaron su experiencia de una enseñanza moderna ydemocrática hasta en los pueblos más apartados.29

BIBLIOTECAS POPULARES

Otro tema que siempre apasionó a Sarmiento es la lectura como mediode educación popular y se preocupó siempre por poner el libro al alcancedel pueblo. Admiraba la preocupación que había observado en EEUU pordifundir el gusto por la lectura en el pueblo difundiendo las bibliotecas.Refiriéndose al país del norte dice: «Las bibliotecas públicas abundan portodas partes y están al alcance de todas las condiciones sociales en lascampañas como en las ciudades».30 Mientras Horace Mann se quejaba deque sólo 360 bibliotecas al alcance del pueblo había en el Estado de Mas-sachussetts, Sarmiento dice que 360 bibliotecas públicas harían la gloriade Sur América. Refiriéndose a esto dice:

Todas las capitales sudamericanas poseen una gran biblioteca pública. Todas sonlegados de los tiempos coloniales, muchas formadas con las bibliotecas confiscadasa los jesuitas que eran los literatos, historiadores y aun naturalistas de la América.Los gobiernos patrios las han enriquecido poco de libros nuevos sino es con biblio-tecas legadas por particulares.

El problema con que se encuentra para difundir las bibliotecas era lafalta de libros en otros idiomas traducidos al castellano y originales llega-dos de España. Además, en 1842, tampoco había diarios en Santiago deChile, Capital del estado donde sólo circulaban unos 159 ejemplares delMercurio de Valparaíso que el gobierno repartía entre sus empleados ydieciocho ejemplares a los que estaban suscritos vecinos de la ciudad.31

Con esa pobreza de medios era muy difícil difundir las bibliotecas popula-res en el país. Pero era un comienzo que con el tiempo daría sus frutos.

29 Puiggros, Adriana, op. cit., pp. 83-84.30 Sarmiento, D. F., «Bibliotecas Populares», Obras Completas, Volumen 30, página

200.31 Ibídem, p. 197.

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SARMIENTO PRESIDENTE

Cuando llega a la Presidencia de nuestro país, siguiendo la política deMitre, Sarmiento continuó fundando establecimientos educacionales. FundóColegios Nacionales en San Luis, Jujuy, Santiago del Estero, Rosario yCorrientes.

El 9 de agosto de 1869 antes de cumplir su primer año como Presiden-te envía un mensaje a la Cámara de Diputados adjuntando un proyecto decreación de una Escuela castrense y en su mensaje de apertura del Honora-ble Congreso en 1872 dice: «Me es grato anunciaros que la Escuela Militarfunciona con el más cumplido éxito hace ya un año» y se llenan satisfac-toriamente «los objetos de esta institución, que son dotar al ejército deoficiales científicos ya que el arte de la guerra por el material que requie-re y sus medios poderosos de destrucción, pone el valor al servicio de laciencia y el genio». En 1872 fundó también la Escuela Naval.32

El desarrollo cultural del país fue notable durante su Presidencia. A éldebemos la creación del Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires paracuya dirección trajo al científico alemán Germán Burmeister y también lafundación de la Facultad de Ciencias Matemáticas y de la Academia deCiencias Naturales de Córdoba.

Además se fundaron escuelas de Arboricultura y Agronomía en SanJuan, Mendoza y más tarde en Salta y Tucumán. Creó el Jardín Botánicoy el Jardín Zoológico en Buenos Aires.

Se preocupó también por los niños diferentes estableciendo escuelaspara sordomudos y ciegos e hizo realizar un censo escolar para conocerlas necesidades existentes en todo el país.

El lema «educar al soberano», fue cumplido ampliamente por el sanjua-nino creando institutos dotados de personal competente y de buena forma-ción académica, trayéndolos desde donde pudo e incorporando a la vidanacional a sabios y técnicos, generalmente europeos.

Mediante la Ley de Subvenciones de 1871 procuró garantizar los fondospara la creación de nuevas escuelas y la compra de materiales y libros. En1872 ya funcionaban en el país 1.644 escuelas primarias y había 97.500estudiantes.

En 1943, a 55 años de su muerte, la Confederación Interamericana deEducación, integrada por educadores de toda América se reunió en Panamá

32 García Enciso, Isaías J., Historia del Colegio Militar de la Nación, Buenos Aires,1969, 2 tomos.

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y estableció el 11 de Septiembre como Día del Maestro en todo el Conti-nente Americano.

BIBLIOGRAFÍA

Sarmiento, Domingo Faustino: Obras Completas, Imprenta Julio Belin y Cia, Santiagode Chile y Buenos Aires, 1886-1903.

Piossek Prebish, Lucía: Argentina: identidad y utopía, Editorial Edunt, Tucumán, Argen-tina, 2.009.

Puiggros, Adriana: Sujetos, Disciplina y Curriculum en los orígenes del Sistema EducativoArgentino, (1885-1916), Editorial Galerna, Buenos Aires, 1996.

Verdevoye, Paul: Domingo Faustino Sarmiento, Educateur et Publiciste, Universidad deParís, 1963.

Weinberg, Gregorio: Modelos educativos en la historia de América Latina, Serie Teoría eHistoria de la Educación, UNESCO-CEPAL-PNUD, Kapelusz, Buenos Aires, 1984.

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El ideal educativo de Sarmientoen Tucumán

porSilvia Eugenia Formoso

a idea de lograr progreso y un voto calificado y conciente por víade la educación, fue parte del plan que llevaron a cabo los hombresque gobernaron bajo las ideas liberales, surgidas de la Revolución

Francesa, adoptadas por la Revolución de Mayo y puestas en práctica des-pués de Caseros. Sus cultores eran hombres nacidos con la Revolución deMayo.

Consideraban que el pueblo era el soberano de un país democráticocomo el que surgiría de la constitución que proyectaban. Por lo tanto elideal de «educar al soberano», fue sostenido no sólo por el grupo de hom-bres que accedieron al poder después de Caseros sino también, por los quese mantuvieron en él, hasta los primeros años del siglo XX. Aunque coin-cidieron plenamente en la afirmación de los postulados progresistas queéste implicaba, presentaron diferentes matices en su adhesión al ideal libe-ral surgido en Mayo y en la forma de aplicarlo durante la etapa constitu-cional.

Se preocuparon fundamentalmente por poblar el territorio, ordenar le-galmente el Estado, por el progreso económico y el desarrollo de la educa-ción pública, especialmente la primaria, para lograr los cambios buscados.

Insertaron claramente a la educación en un esquema político y social,afirmando que ella habilitaba para el ejercicio responsable de los derechosciviles y sociales. Para conseguirlo, consideraron necesario crear una polí-

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tica nacional de educación común y pública, que se encuadrara en elmarco constitucional. La Constitución había puesto a la educación prima-ria bajo el auspicio del gobierno federal en colaboración con las provin-cias, debían actuar simultánea y mancomunadamente. Se buscó imponerun régimen de subvenciones que asegurara a las provincias cumplir con elplan de educar al pueblo, facilitarle el participar de las ventajas socialesa que tenía derecho y prepararlo para participar del sistema democrático.Por lo tanto, la democratización de la enseñanza era el problema funda-mental que se planteaban.

PRINCIPAL IMPULSOR EN EL ORDEN NACIONAL

Su principal impulsor fue, sin dudas, Domingo Faustino Sarmiento.Nacido en 1811, se formó bajo los ideales de Mayo. Gran conocedor de larealidad del país, fue fundamentalmente un reformador. Junto con Bartolo-mé Mitre, trataron de impulsar la educación apartándola de los vaivenespolíticos, lo que no siempre se logró. Su concepción pedagógica no fuecerrada ni rígida sino eminentemente social y política. Tendía a fundamen-tar una incipiente democracia. Con una agresiva campaña educacional,buscó frenar la barbarie.

En 1842, decía que «la instrucción primaria es la medida de la civiliza-ción de un Pueblo».1 Consideraba indispensable a la escuela común paraeducar al pueblo argentino, «el soberano». Estaba seguro que su genera-ción, era la encargada de fundar la República y el futuro gobierno y que«eso se funda exclusivamente en las escuelas» (27-VI-1858).2

Su idea de la supremacía de la educación primaria sobre toda otraeducación para lograr el desarrollo de los pueblos, se tradujo durante sugobierno, en una siembra de escuelas por todo el país. Estaba convencidode que la escuela, en su acción diaria, debía actuar sobre el espíritu delos niños, formando su físico, sus gustos y, especialmente, sus inclinacionesnaturales. Afirmaba, también, que por medio de la educación, se debíarealizar «la colonización social que se hace introduciendo las ideas quequeremos hacer prevalecer en nuestro pueblo».3

1 Levene R.: Historia de las ideas sociales argentinas Cap. V. p. 128.2 Levene R. op. cit. p. 129.3 Levene R. op. cit. p. 131.

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La educación para todos, fue su bandera contra la ignorancia, paratransformar la sociedad argentina y forjar una conciencia de su personalidaden el mundo. Su lema era: «Hacer de toda la República una escuela dondetodos aprendan, donde todos se ilustren para la felicidad de todos».4

Tuvo como idea fija, la necesidad de la escuela como medio de reducirel analfabetismo y promover el progreso. En una carta que enviara a veci-nos de Chivilcoy que gestionaban la instalación de una escuela pública, lesindicaba, en 1856: «eduquemos la tierra y los niños, que la tierra incultaes la que ha inspirado todavía horribles pensamientos y alimenta odiosaspasiones».5

EDUCAR AL SOBERANO EN LA MIRA

DE LOS GOBIERNOS LIBERALES TUCUMANOS

A pesar de la convulsionada situación política que vivía la provinciadespués de Caseros, con la disputa por el poder entre el último gobernadorrosista, Celedonio Gutiérrez, y los grupos liberales triunfantes, la educaciónacaparó un lugar preponderante en la atención de estos últimos. Este inte-rés educativo, marcaba una notable diferencia con la nula preocupaciónque manifestaron los gobiernos de los años anteriores.

En octubre de 1852, el gobernador Alejandro Espinosa, primer goberna-dor de corte liberal, criticaba esta falta de interés. Decía que Gutiérrez,había «manejado y dispuesto de las rentas públicas sin cuenta ni razón,extinguido todo elemento de civilización que son las escuelas primarias enla ciudad y campaña, en donde no se ha encontrado una sola, a su sali-da».6 A fines de este año, en su mensaje a la Legislatura, volvía a afirmarque «una sola escuela pública ni tuvo ni dejó el ex gobernador CeledonioGutiérrez»; y que

en los diez años de su gobierno, la juventud de segunda clase se ha presentado alteatro de la vida con algunas maneras que se conservan desde sus mayores: igno-rantes y sin medio de entretenimientos honestos, se entregan los jóvenes a desórde-nes para no sentir la pobreza y miserias de un alma tan llena de deseos, comovacía de nobles satisfacciones.7

4 Levene op. cit p. 131.5 Gobierno de Córdoba: La Correspondencia de Sarmiento 1ª serie Tº 2 p. 52.6 AHT. SA. 1852 Vol. 73 f. 214.7 Manuel Lizondo Borda: Historia de Tucumán. Siglo XIX. Tucumán, Argentina, 1948

p. 201.

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Encontramos aquí claramente expresada, la importancia que comoagente civilizador tenía para los liberales, la escuela primaria. Para paliarestas falencias y con el propósito de organizar administrativamente la pro-vincia, Espinosa sancionó un Estatuto Provincial en 1852. Otra de susmedidas a favor de la educación, fue la creación de una Junta Inspectorade Escuelas, para sistematizar, planear e inspeccionar la educación prima-ria. Su labor, llevaba a esperar un resultado ventajoso que reemplazara eloscurantismo de la época de Rosas. Esta Junta presentó a la Sala de Re-presentantes, un Proyecto de Ley para instalar una escuela primaria, laescuela del «Convento de San Francisco». El proyecto fue convertido en Leyy el Poder Ejecutivo, al afectar los fondos públicos necesarios, los hizoextensivos a dos escuelas por Departamento. También se autorizaba ladotación de una o dos escuelas de niñas, en la ciudad y lugares pobladosde la campaña. El Estado se haría cargo de la provisión de libros, tinta ypapel para los alumnos.

LA EDUCACIÓN PRIMARIA A PARTIR DE 1853

Hacia estos años, la educación empezó a ser tratada en forma moder-na; se dio un primer intento de sistematización en la nueva Constitución yde otorgarle una función social y política. La democratización de la ense-ñanza era un problema fundamental del momento, para el pueblo partici-para de las ventajas sociales y políticas a que tenía derecho. La provincia,en su afán de adaptarse a los postulados constitucionales y al respeto porlas tradiciones, debió afrontar una serie de problemas que fomentaban unalto grado de analfabetismo y que era necesario modificar.

PROBLEMAS A VENCER

Los problemas que se advirtieron en la Provincia para lograr el objetivoliberal de educación pública, no fueron muy diferentes de los muchos de-jados por el régimen rosista en todo el país. Tucumán, para poder adap-tarse a los postulados de la Constitución del 53 en materia educativa, ydentro del marco de las tradiciones, debió enfrentar: el alto analfabetismo;la inadecuada preparación de los maestros y su escaso número; magrasremuneraciones, edificios inadecuados; el notable desajuste en la educaciónimpartida a ambos sexos; la escasa concurrencia de alumnos a clase; los

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exiguos presupuestos; el limitado número de escuelas, especialmente en lacampaña, etc.

A causa de la falta de maestros especializados, la enseñanza se encon-traba en manos de personas con conocimientos elementales de lectura, es-critura y cálculos. No existían en el país, instituciones de formación ycapacitación docente. La labor de estos maestros fue una especie de apos-tolado ya que la retribución que recibían era por demás escasa. Estas bajasremuneraciones, como otros problemas de índole económica que afrontabala educación, se debieron a que no estaba contemplada en los presupuestosprovinciales. La falta de presupuesto se manifestaba, también, en: la esca-sez de escuelas y de edificios adecuados, de útiles y equipamiento.

El acceso a la educación era muy diferente para varones y mujeres, sepriorizaba a los primeros. Se dedicaba a la mujer a las tareas domésticasy maternales, su formación era más bien de tipo doctrinal y práctica. Ellano votaba.

Había casi una total indiferencia pública por educarse, producto de lafalta de conciencia de los padres. Muchos ocupaban a sus hijos en tareasagrícolas ganaderas, especialmente de la caña de azúcar. Por lo tanto, erauna constante la inasistencia de los alumnos a clase.

Todos estos problemas fomentaron un alto analfabetismo y presentabanuna realidad adversa al plan liberal de «educar al soberano». Es así quelos gobiernos de este signo se abocaron a presentarles batalla, no siemprecon éxito.

La búsqueda de soluciones empezó ni bien dictada la constitución de1853. Se trató de enfrentar los inconvenientes uno a uno.

Durante la presidencia de Sarmiento y, uno o dos años después, se notóuna mejora y un crecimiento en el número de escuelas, que decayó mo-mentáneamente, después. Del 80 en adelante, hay un nuevo impulso en elque se tratará de organizar la educación primaria con las leyes de Educa-ción Común, provincial y nacional, basadas en las experiencias de legisla-ciones anteriores, censos escolares y el Congreso Pedagógico de 1882.

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Dijimos que los problemas se fueron enfrentando uno a uno a partir deldictado de la Constitución que ponía en práctica el plan liberal educativo.

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Creación de escuelas.— Hacia 1855, no existía en la provincia, unasola escuela de primeras letras para la enseñanza gratuita, como lo exigíala Constitución Nacional. Es así, que el gobernador José María del Campoconsiderando que era uno de los principales deberes del Gobierno «ponerlos medios de corregir el atraso de los niños pobres para sacarlos de lahumilde condición que los coloca la falta de educación primaria», decretóestablecer en el edificio del convento de La Merced, bajo la denominaciónde «Escuela de la Patria», una escuela de primeras letras gratuita, para laenseñanza de 80 niños pobres. En ella, se enseñaría: lectura, escritura,cálculo y doctrina cristiana.8 En esta creación, está presente el ideal socialdel plan liberal.

Del mensaje anual del gobernador Agustín Justo de la Vega, a la Salade Representantes, en 1857, se desprende que la instrucción pública seencontraba todavía atrasada en la provincia, o más bien, podía decirse queno existía. Solo había tres escuelas de primeras letras costeadas por eltesoro público: una en la ciudad, otra en Monteros y la tercera, de recien-te creación, en Medinas. Existían además, en la ciudad, una escuela gra-tuita a cargo del Convento de San Francisco (proyectada a fines del go-bierno de Gutiérrez y puesta en marcha durante el de Espinosa), y dosestablecimientos particulares. Otras instituciones de este tipo, aunque muypocas, se desempeñaban en la campaña. En todas estas escuelas, se educa-ban alrededor de 250 niños.

Estos datos, al decir del gobernador, evidenciaban la urgencia que ha-bía de dictar las medidas necesarias para dotar a la provincia de escuelasque difundieran la instrucción primaria, «base de todo progreso, y querealicen el precepto constitucional que manda establecer la educación pri-maria gratuita». Agregaba que en cada Departamento, eran necesarias dosescuelas cuando menos, pero que para hacerlo convenientemente, eranmenester cinco o seis mil pesos anuales, cuyo gasto no podía soportar enesos momentos el tesoro.9

Las escuelas particulares, cumplieron una encomiable labor, atendiendoen sus aulas no sólo a alumnos que pagaban por su instrucción sino anumerosos niños pobres, que asistían en forma gratuita. Los medios eranescasos, no obstante contar con el aporte de los padres que pagaban la

8 R. Cordeiro y C. Viale: Compilación Ordenada de Leyes, Decretos y Mensajes delperíodo Constitucional de la Provincia de Tucumán que comienza en el año 1852, reco-pilados y ordenados por… Vol. 1 1852-1856 p. 288-289.

9 R. Cordeiro y C. Viale op. cit. Vol. I p. 7-8.

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instrucción de sus hijos y los preceptores se vieron obligados a recurrir algobierno en busca de apoyo pecuniario y en algunos casos, recibieron apo-yo estatal. Es destacable el esfuerzo de la Sociedad de Beneficencia que, en1859, estableció dos escuelas para niños una gratuita y otra pagada.

La Constitución provincial de 1856, creó escuelas municipales de ins-trucción primaria, las que sufrieron los mismos inconvenientes que las pro-vinciales.

Las cosas parecían haber mejorado hacia 1860, en su mensaje a la Le-gislatura, el gobernador Marcos Paz afirmaba que: «las escuelas de prime-ras letras se han aumentado considerablemente en toda la Provincia, nohay ya un solo Curato, que no tenga una escuela gratuita costeada por elEstado».10

Todas ellas estaban destinadas a varones, aunque el Gobierno se habíahecho ya el propósito de acabar con la discriminación que afectaba al sexofemenino. Así lo demostró, al apoyar el proyecto de la Sociedad de Bene-ficencia de crear escuelas para niñas. Esta idea de la revalorización de lamujer en la sociedad, se manifestó desde un primer momento. El goberna-dor Espinosa, en 1852, había dicho en la Sala de Representantes que elPoder Ejecutivo también quería que «el hermoso sexo que hace las deliciasdel hombre, y el principio fecundo de las buenas impresiones en los hijos,sea igualmente educado y enseñado y —agregaba— es universalmente reco-nocida su poderosa influencia, luego el Gobierno debe prepararla para queella sea buena».11

En adelante, a pesar de las marchas y contramarchas que sufrió la edu-cación, como consecuencia de los vaivenes políticos, su evolución fu favo-rable.

En 1871, las escuelas de la provincia habían ascendido a 96: 49 delGobierno, 19 de la Municipalidad de la Capital, 5 de la de Monteros y 23particulares, a las que concurrían 5.865 niños.12

Ya en 1875, las escuelas costeadas por la Provincia eran 64, con unaasistencia de 4.582 alumnos.13 Este año, coincidente con la presidencia deSarmiento, puede decirse que fue el más floreciente para la escuela prima-ria provincial, en esta primera etapa liberal.

10 R. Cordeiro y C. Viale: op cit. Vol. II 1857-1861 p. 300-301.11 R. Cordeiro y C. Viale op. cit. Vol. I p. 93-94.12 Arsenio Granillo: Provincia de Tucumán p. 266.13 R. Cordeiro y C. Viale: op. cit. Vol. VI , 1875-1879 p. 163.

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En los años posteriores y hasta 1880, declinó su impulso, quizás por laidea de que la instrucción era una gracia, otorgada por los gobiernos y noun derecho y la base fundamental de nuestro sistema de gobierno. Un 30%de los niños no concurría a la escuela y el número de ellas era la terceraparte que en 1875.14

Presupuestos y Subvenciones.— Los gobernantes de la era constitucional,comprendieron que la provincia marcharía progresivamente hacia su mejo-ra natural y moral, sólo a través de la educación y, para su desarrollo,pidieron subvenciones, crearon impuestos exclusivamente destinados a talfin y, hasta vendieron la tierra pública, para lograr los fondos necesarios.Se buscaba difundir en toda la provincia, escuelas gratuitas que beneficia-ran a los pobres. El esfuerzo y los sacrificios realizados fueron desmedidosy se canalizaron poco a poco. En la década del setenta, los presupuestosincorporaron a la educación pública en sus detalles anuales y con el tiem-po, los presupuestos se incrementaron con subvenciones nacionales. Estasno solo favorecieron a las escuelas provinciales sino también a las munici-pales, nocturnas para adultos, y algunas privadas. Las subvenciones nacio-nales, alcanzaron también a las bibliotecas populares, que constituyeron unvalioso auxiliar y complemento de la cultura del pueblo. Más adelante, seestablecieron en las provincias interesadas, escuelas costeadas íntegramentepor el Gobierno Central.

En el año 1869, durante la administración del doctor Uladislao Frías,puede decirse que recién se empezó a organizar la instrucción popular.Desde entonces, los presupuestos provinciales designaron recursos con esteobjeto, que aumentaron rápidamente. Llegaron en 1871, a una cantidadque no se podía exceder, sin desatender las demás necesidades indispensa-bles de la administración.15

Es preciso aclarar que antes de esos años, la Provincia carecía realmen-te de recursos suficientes en todos los rubros, no sólo para educación.

Los presupuestos y subvenciones contemplaron, también, otro aspectode la promoción social y cultural de la población, las becas para aquellosque no podían acceder a la educación pos sus propios medios. Fueronbastantes numerosas y frecuentes.

El hecho de que 1875, marcara un jalón en la instrucción pública tucu-mana, es indudablemente un producto de la apoyatura económica recibida,

14 AHT SA. 1880 Tº 2 Vol. 143. f. 497-508.15 R. Cordeiro y C. Viale op. cit. Vol. V 1873-1874 p. 18.

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especialmente durante la presidencia de Sarmiento. Prueba de ello es elmensaje del Ejecutivo a la Legislatura de 1876, que decía:

El constante esfuerzo del Gobierno tiende a dotar a las escuelas, de maestrosmás morales e instruidos, de edificios más adecuados, de materiales escolares másperfectos y abundantes y, sobre todo, de un sistema educacional consagrado por laciencia y por la práctica de las naciones de más avanzada cultura. Es por eso, quenotareis que casi sin aumentar el número de establecimientos de educación, creceanualmente la suma destinada a su fomento. La mejora en el personal docente y enlos elementos escolares, demanda como es natural, mayor erogación.16

Durante la década de los 70, los pobladores organizados en Juntas ve-cinales, lograron apoyo económico particular. Al terminar la misma, elapogeo educativo decayó junto con el erario.

Formación y capacitación docente.— El desarrollo que se intentaba dara la escuela primaria no podía lograrse, sin maestros capaces de poner enpráctica las ideas pedagógicas sustentadas por la política liberal. Quizáséste fue el aspecto más difícil de solucionar. Los maestros y preceptoreseducaban sin ninguna preparación pedagógica, escasamente sabían pocomás que sus educandos a quienes impartían nociones de cálculos, lectura yescritura. Se apoyaban más en un gran amor a la docencia que en sólidosconocimientos. Esto se daba, no por falta de empeño sino porque en todoel país no existían establecimientos destinados a su formación profesional.Solamente un grupo de maestros extranjeros radicados en la provincia eranlos únicos con mayor preparación. Pero su labor se vio dificultada porbarreras idiomáticas y de idiosincrasia y los pobres sueldos que percibían.

La creación de las Escuelas Normales, de las cuales, una, se establecióen Tucumán en 1875, marcó un gran paso en el progreso de la educacióncomún. Los preceptores en ejercicio, podían graduarse en ella.

El Gobierno consideraba que todos los encargados de impartir instruc-ción debían tener preparación profesional y dictó un decreto el 15 de juniode 1875, reglamentando el año escolar para permitirles esa capacitación,Obligaba a maestros y auxiliares a concurrir, en turnos trimestrales, arecibir instrucción pedagógica.

Se organizaron, también, otros eventos tendientes a ampliar la capaci-tación docente.

16 R. Cordeiro y C. Viale op. cit.Vol. VI p. 1875-1879 p. 159-171.

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Obligatoriedad y gratuidad.— Para cumplir con el objetivo de que lamayor cantidad de niños en edad escolar recibieran instrucción, se procuródarle el marco legal correspondiente. En 1852, la Sala de Representantespresentó un proyecto de ley «sobre el establecimiento de la enseñanza pri-maria, con la condición de que ella sea gratis» y destinada a niños pobres,a quienes además se les proveería de papel, tinta y libros.17 Aunque no sellegó a sancionar, se puede advertir que la instrucción pública destinada aniños de «segunda clase», tenía como uno de sus postulados principales, elser gratuita. Esta gratuidad, no sólo beneficiaría a alumnos pobres sino atodos los niños en edad escolar.

Por su parte, la obligatoriedad fue contemplada desde muy temprano, sereglamentó en 1861 y, de allí en más, su modo de aplicación. Presentónumerosos escollos y la tarea de hacerla cumplir fue ardua, por el egoísmoy negligencia reprensible de algunos padres. El ausentismo escolar que seregistraba, llevó a la casi extinción de algunas escuelas El control en unprimer momento, estuvo a cargo de los comisarios, los preceptores ymiembros de las Juntas Inspectoras de escuelas. Más adelante, fue necesa-rio crear funcionarios pagados que actuaran sobre estos padres desidiosos,que fueron pasibles de multas y prisión ante el incumplimiento de su obli-gación.

No solamente la indiferencia paterna era la causa de ausencia de losniños a clase. En la campaña, especialmente, había que tener en cuentaotros factores como: las grandes distancias, las inclemencias del tiempo, suafectación a tareas agrícolas, etc., que se pusieron de manifiesto en losresultados del Censo Escolar de 1869. Este recomendaba, como parte desolución a todos estos problemas, la unificación del horario escolar en unsolo turno de cinco horas corridas.

Si bien la tarea de retener al alumno en las aulas fue dificultosa, elGobierno logró resultados satisfactorios, como lo demostró el Mensaje a laLegislatura de 1874, que informaba que con la obligatoriedad, se habíaconseguido aumentar en un 60% el número de alumnos asistentes a clase.No obstante este incremento decayó al final de la década del setenta, re-virtiéndose a la situación anterior.

Diferencias del acceso escolar según el sexo.— El afán de llevar ins-trucción escolar a todos los niños en edad escolar y la permanencia deellos en las aulas, tenía que vencer la discriminación que sufrían las niñaspara acceder a una educación formal. Una de las causas de ésta, eran losinadecuados edificios, ya que si se contaba de una sola habitación, gene-

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ralmente estrecha para albergar a un número considerables de niños, seprefería dar cabida a los varones; quedando las mujeres apartadas de laeducación.

El Gobierno constitucional se propuso desde un primer momento, reva-lorizar a la mujer en la sociedad, reconocieron el valor de su labor comomadre y educadora «del soberano» en el hogar y, para ello, debía brindár-sele una educación adecuada.

Si bien, la instalación de la Escuela Normal en nuestro medio, ayudó asacar a la mujer del estado de ignorancia en que se encontraba, feminizóla enseñanza y le brindó la oportunidad de una salida laboral de la quecarecía, no fue sino hasta bastante entrado el siglo XX, que las niñas seasimilaron a los varones en su acceso a la instrucción sistematizada.

Reglamentos, leyes y planes educativos.— El impulso educativo no sepodía realizar favorablemente, sin un continente legal. Así, como hubo pre-ocupación por legislar para solucionar los distintos problemas que presen-taba la realidad tucumana frente a los ideales educativos liberales, tam-bién la hubo por dictar leyes y reglamentos destinados a darle el marcolegal necesario.

En 1852 se creó la Junta Inspectora de Escuelas, encargada de sistema-tizar un proyecto general de enseñanza primaria que tuviera en cuenta: lasnecesidades del país y sus circunstancias; formar el presupuesto; inspeccio-nar el funcionamiento escolar y de enseñanza. El Gobierno, en 1857, dictóuna ley que autorizaba la creación de escuelas públicas y reglamentaba sufuncionamiento. Bautizaba como Escuela Central, a la establecida en laCapital y Escuelas Departamentales a las ubicadas en la campaña. Estable-cía el tipo de enseñanza a impartirse en una y en otra, los locales escola-res, el sueldo de los maestros y los útiles necesarios que serían costeadospor el Estado. Nombraba una Junta Inspectora de Escuelas en la Capital yotras, para las escuelas departamentales, con iguales atribuciones que laanterior.

El 3 de septiembre de 1870 y el 21 de abril de 1871, se emitió regla-mentos para las escuelas estatales, que regulaban la enseñanza en todossus aspectos, como también, sus organismos de inspección. El último, esta-blecía la Inspección de Escuelas y el Consejo de Instrucción Pública quedebían mejorar y controlar la educación y a sus miembros, etc.

Consideramos que el más importante de los reglamentos dictados en losaños setenta, fue el de julio de 1872, seguramente surgido de los resultadosdel Censo de 1869, decretado por Sarmiento. Entre sus puntos sobresalientes

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se destacan: sistema mixto para todas las escuelas del estado; (varones de7 a 15 año y mujeres de 7 a 11 años); división de las escuelas primariasprovinciales en de primeras letras y de gramática. Según un decreto deoctubre de 1875, las escuelas particulares también quedaban sujetas a estareglamentación y su control estaría a cargo de las Municipalidades y, don-de no las hubiese, en manos de las autoridades que designase el Ejecutivo.Derogaba el reglamento anterior y disposiciones contrarias.18

UN NUEVO IMPULSO A PARTIR DR 1880

Dijimos que a fines de los setenta el impulso educativo decayó, los pro-blemas educativos mencionados, volvieron a aparecer. El panorama no eranada alentador y para solucionarlo era preciso dictar una reglamentaciónadecuada.

A partir de 1880, se inició un período de grandes realizaciones en elaspecto educativo como: creación del Consejo Nacional de Educación en1881, la reunión del congreso Pedagógico en 1882, el Censo Escolar de1883, que culminaron con la promulgación de las leyes de Educación Co-mún Provincial y Nacional en 1883 y 1884, respectivamente.

El impulso educativo fue retomado por los gobiernos tucumanos bajo laadministración de Julio Argentino Roca, a nivel nacional. Reconocido liberalque resumirá su plan de gobierno en las palabras: «Paz y Administración».Las provincias se manejaron con gobernadores adictos a su programa.

La gestación de la Ley de Educación Común, se originó en un decretoque suscribió el presidente el 28 de enero de 1881, por el que se creabaun Consejo Nacional de Educación, para las escuelas de la recién federali-zada Buenos Aires, en reemplazo de la Dirección de Escuelas de la Provin-cia. Fue presidido por Sarmiento como superintendente general, éste noduró mucho en el cargo por los continuos choques que tenían con los vo-cales.19

En 1882, entre marzo y abril, se reunió en Buenos Aires el Congreso Pe-dagógico argentino, que se concretó durante la gestión de Eduardo Wilde.

17 Cordeiro R. y C. Viale op. cit. Vol VI 1875-1879 p. 97.18 Cordeiro R. y C. Viale op. cit. Vol. IV 1868-1872 p. 372-386.19 Congreso de la Nación: Diario de Sesiones del Senado 1881 Tº 1º p. 482-483.

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CONGRESO PEDAGÓGICO

El 25 de diciembre de 1881, se invitó al gobernador de Tucumán paraque designara un representante a esta reunión. Con la invitación se busca-ba «interesarle a prestar su cooperación más eficaz a la realización de unpropósito eminentemente civilizador y patriótico de que nos han dejadoejemplo, en los últimos años, las naciones más adelantadas de uno y otrocontinente» y agregaba que «la importancia del acto, por su significaciónsocial y por sus resultados para la enseñanza y educación popular quedanfuera de toda discusión».20

Tucumán respondió pronta a la invitación y envió como su representan-te al inspector General de Escuelas, profesor Delfín Jijena.

El Congreso tuvo como presidente honorario a Sarmiento. Se perfilaronya en él, las tendencias de liberales y católicos que sostendrían intensasluchas legislativas y periodísticas en los tiempos de la promulgación de laLey 1.420. Con esta reunión, se buscaba estructurar un cuerpo de doctrinaque fuese la base para elaborar la ley de educación común. Entre sus con-clusiones figuran: la obligatoriedad de la instrucción primaria para niñosde 6 a 14 años, construcción de escuelas rurales, establecimiento de escue-las de adultos en los cuarteles, buques, cárceles y fábricas, etc. Las escue-las gozarían de rentas propias y estarían dirigidas y administradas poruna dirección colegiada o unipersonal capacitada. Se prepararía al perso-nal docente acordándosele una remuneración equitativa. En lo que respectaal método, el maestro debía dirigir el modo de ejercitar las facultades quecorrespondiesen a la enseñanza que se quisiera implantar. La educacióndebería responder a normas de organización e higiene escolar adaptadas aun principio nacional, en armonía con las instituciones del país. Todasestas medidas, se reflejaron en las leyes de educación común provincial ynacional.

Era necesario conocer fehacientemente el estado de la instrucción públi-ca en todo el país para partir sobre bases firmes en su organización. Poriniciativa del senador tucumano, Eudoro Avellaneda, se realizó un censo.

20 Sánchez Loria H. y M del Moral: Compilación Ordenanda de Leyes.. op. cit. VolVIII 1881-1882 p. 247.

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CENSO ESCOLAR DE 1883

Su relevamiento, fue ordenado por una ley del Congreso de junio de1883. Se buscaba conocer: el número de niños en edad escolar (5 a 14años), existentes en el país; subvenciones recibidas; estado y número de loslocales escolares y útiles y material pedagógico existente en el medio. Conrespecto al grado de alfabetismo, se debía especificar cuántos sabían leery escribir, dónde aprendieron; cuántos leían o escribían solamente; el nú-mero de analfabetos, nombre, nacionalidad y domicilio de los padres, tu-tores o encargados.21 Tucumán, colaboró eficazmente en su realización. Seplaneaba realizarlo cada dos años.

Si nos referimos a la calidad de la enseñanza brindada por esos años,ya había personal regularmente preparado y dirigido que educaba másniños de los que la Comisión de Educación aconsejaba. En cuanto a losedificios escolares, mostraban una situación precaria. La educación tampo-co contaba con lo elementos necesarios.

Toda política educativa debía encuadrarse en el marco jurídico de laConstitución del 53 y su posterior reforma de 1860, que dejaban en manosde las provincias el cuidado de la escuela primaria. El gobierno tucumanose abocó, a partir de 1880, a tratar de organizar la enseñanza primariaen su territorio, partiendo de las tradiciones. Para lograrlo, debió salvarel escollo de los diversos problemas ya analizados en los años setenta, quehabían vuelta a aflorar.

LA LEY DE EDUCACIÓN COMÚN TUCUMANA

Con los postulados del Congreso Pedagógico y los resultados del CensoEscolar, la provincia buscó darle a la educación primaria: nacional, provin-cial, municipal y privada, una ley que la rigiera. Así lo hizo el 12 deagosto de 1883, con el número 492, un año antes que la nacional. Esta-blecía: una enseñanza gratuita y obligatoria que abarcaría ocho años paralos varones y seis para las mujeres, empezando a la edad de seis años.

Sobre el aspecto religioso, que tanto problema acarrearía al estudiarse laley nacional, lo dejaba de lado. Solo decía que los padres estaban obligadosa dar el mínimo de instrucción fijados para las escuelas comunes, teniendoen vista la necesidad esencial de formar el carácter de los hombres por la

21 AHT. SA. 1883 Tº 2 Vol. 158 f. 365.

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enseñanza religiosa y de las instituciones republicanas; respetar las creenciasde los padres de familia, ajenos a la religión católica. Nuestra provincia yahabía empezado a sentir los efectos de la política inmigratoria.

Aceptaba que la instrucción primaria pudiera ser recibida en casa delos padres o tutores, en las escuelas comunes o en establecimientos parti-culares. Si los padres o tutores no cumplieran con lo establecido por laLey, serían obligados por la fuerza pública, multados o enviados a prisión.

La dirección y administración de las escuelas, estaría a cargo de unaComisión Central de Educación, que reglamentaría la educación provincial.También reglamentaba la realización anual de un censo escolar en cadajurisdicción.22

Cuando en 1884 se dicta la Ley Nacional 1420, el gobierno provincialdebió tratar de adecuar la suya a ésta, mediante un reglamento que segúnel vespertino El Orden del 8 de agosto de ese año, más que un Reglamento«es un plan de estudios, adoptado por las escuelas comunes». Agregaba quecon él, podía decirse que recién había «quedado definitivamente organizaday de un modo uniforme la enseñanza primaria en toda la Provincia deacuerdo con las bases establecidas al respecto por el Ministerio Nacionaldel ramo». A continuación, aludía a la nueva Ley nacional, que establecíala instrucción dividida gradualmente, conforme este primer período de edu-cación común, permitiendo a los padres, posteriormente, enviar sin proble-mas a sus hijos al Colegio Nacional, si así lo deseaban. Indicaba, queposiblemente fuera Tucumán, la primera provincia en ajustar su plan gene-ral de enseñanza primaria a las bases establecidas por la Ley 1420 y en-trar de lleno, en el camino de los propósitos nacionales a favor de la edu-cación.23

La Constitución provincial del 16 de septiembre de 1884 en su artículo172, decía sobre la educación común, que la leyes que organicen la educa-ción deberían ajustarse a las siguientes reglas:

La educación común es gratuita y obligatoria, La dirección y la administraciónde las escuelas comunes serían confiadas a un Consejo de Educación, La administra-ción local y el gobierno inmediato de las escuelas comunes, estarían a cargo de susrespectivas Municipalidades, Se establecerían contribuciones y rentas propias de laEducación Común, que aseguraran su sostén, difusión y mejoramiento.24

22 AHT. Secc Adm. 1883. Tº3 Vol. 159 f. 196-210.23 El Orden, diario de Tucumán, 1884.24 Boletín Oficial 1884 nº 9-nº 280 p.208; AHT. Secc. Adm. 1884 Tº3 Vol. 163 f. 382

v.; AHT Sec. Archivo de la Legislatura 1889 Leg. 39–As. 62, nº gral. 2676 f. 44-45.

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LEY NACIONAL DE EDUCACIÓN COMÚN Nº 1420

Con su promulgación, se buscó dar arraigo a la escuela primaria nacio-nal. A pesar de que se dictó el 8 de julio de 1884 para la Capital Federaly los territorios y colonias nacionales, fue ampliando su radio de acción yse convirtió en uno de los factores que centralizaron y nacionalizaron laescuela primaria. Sus principios generales fueron: la escuela primaria tienepor objeto favorecer y dirigir simultáneamente el desarrollo moral, intelec-tual y físico de todo niño de 6 a 14 años de edad; La educación debía serobligatoria, gratuita y gradual, adaptada a las necesidades del país. Comoen la ley tucumana, la instrucción podía ser recibida en las escuelas públi-cas, particulares o en el hogar. De este modo, reconocía a las escuelasparticulares, el derecho de impartir enseñanza. En el artº. 8 decía, conrespecto a la enseñanza religiosa, que sólo podría ser dada en las escuelaspúblicas por los ministros autorizados de los diferentes cultos y fuera delas horas de clase.25

El primer problema que planteó esta Ley, fue el ámbito de su aplica-ción. Se impuso el criterio de que si se extendía a toda la República, rom-pería el federalismo pues se desconocerían los principios constitucionalesque aseguraban el deber y el derecho que tenían las provincias para orga-nizar y legislar su enseñanza primaria.

Otro problema que planteó fue el de la libertad de enseñanza en dosfacetas importantes: la inspiración de la misma en la escuela pública y elcontrol del Estado a las escuelas particulares.

El aspecto de la Ley que mayores disputas planteó en la Legislaturanacional, fue el de la laicización de la enseñanza. Surgió así, la llamadacuestión religiosa. Durante dos años se debatió la Ley, especialmente, sidebía incluirse en la instrucción obligatoria, la enseñanza religiosa. Losliberales o anticlericales, denominados así en contraposición a los católicoso clericales, afirmaban que de enseñarse religión católica en las escuelas,se estaría poniendo una traba a los hijos de inmigrantes que no profesabanesa creencia. Los católicos, por su parte, opinaban que de sacarse la ense-ñanza obligatoria de la religión en las escuelas, se atentaría contra laformación moral de los futuros hombres de la Patria y se iría contra laConstitución Nacional, que la había instituido como oficial.

25 Revista Documentos de Polémica nº 21 Ley 1420 p. 159-160 y Diario de sesionesde la Cámara de Diputados de la Nación, 1884 Tº III p. 793.

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Lo cierto era, que no se rechazaba la enseñanza de la religión en loslocales escolares, sino que se la debía impartir fuera de las horas de clase.Por lo tanto, no se daba una «escuela sin Dios», como afirmaban los cató-licos, ni plantearía problemas de conciencia a los hijos de inmigrantes,como decían los liberales.

Por estos años, concurrían a la escuela pública niños de ascendencia:sobre todo criolla, española, italiana, francesa e irlandesa, todos ellos, deorigen católico y, los que no lo eran, como ser los ingleses y alemanes,era menor en número y muchas veces tenían sus escuelas particulares.

La consecuencia inmediata de la laicización de la enseñanza, fueron losserios conflictos que surgieron entre los poderes político y eclesiástico, quealcanzaron nivel internacional, al suspenderse las relaciones diplomáticascon la Santa Sede por varios años, siendo reanudadas por el mismo Rocaen su segunda presidencia.

En nuestra provincia este problema no tuvo mayor repercusión. El dia-rio El Orden, en su edición del miércoles 2 de julio de 1884, decía que elpresidente se quejaba de los espíritus prevenidos y mal intencionados que,a toda costa y con propósitos puramente políticos, querían llevar el país auna lucha religiosa.

Entre tanto, y casi al mismo tiempo, el doctor Benjamín Paz, presentóun proyecto de ley a la Legislatura provincial sobre Educación Común, enel que se establecía la instrucción religiosa. A pesar de ello, Roca siguióreconociendo como sus amigos políticos, a los que siempre lo fueron enTucumán.26

Con fecha 16 de julio, la redacción del vespertino, afirmaba que nohabía situación religiosa en las escuelas «una vez que en la Ley de Educa-ción para la Provincia, está establecida la instrucción religiosa en las es-cuelas costeadas por el erario público».27

El 30 de octubre, la redacción del vespertino reflexionaba que «no ha-brá otra cosa de por medio que cábalas y propósitos políticos, que se pro-curaba encubrir con el sagrado manto de la religión católica, acaso parahacerlos más simpáticos» y por ello, no se habían producido rupturas entreel gobierno nacional y provincias, que como Tucumán, habían implantadola religión católica en sus leyes.28

26 El Orden, diario de Tucumán, 1884.27 El Orden, diario de Tucumán, 1884.28 El Orden, diario de Tucumán, 1884.

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La aplicación de la Ley las autoridades debieron vencer otra vez lasmismas dificultades que volvieron aparecer.

Obligatoriedad escolar.— Para ponerla en práctica, nuevamente se chocócon la indiferencia de los padres y autoridades de campaña. Por suerte, lasautoridades pertinentes tomaron rápida carta en el asunto y el 2 de sep-tiembre de 1880, el ministro de Gobierno expresaba:

El Gobierno interesado en que la educación se propague en el pueblo, paramejorar su condición y en el empeño de formar ciudadanos útiles para la vidapública, está dispuesto a hacer cumplir con todo rigor la Ley que declara obligato-ria la educación popular, propendiendo así a que los ingentes gastos que hace elTesoro público en el sostén de esas escuelas, tenga un resultado positivo.29

A treinta años de la puesta en marcha del plan educativo liberal, vuel-ve a surgir la idea de la educación como agente de formación social ypolítico. Los gobernantes seguían empeñados en vencer a la ignorancia y enpoder llegar, por medio de la educación, a un voto conciente.

Pero, a pesar de que las cosas parecían haber mejorado, aún permane-cían en la provincia, en esos momentos, miles de niños sin instrucción.Pero los gobernantes seguían empeñados en vencer el analfabetismo, porquepara llegar al ideal del voto popular conciente, de una manera permanen-te, era necesario educarse.

Lo expuesto, denota un esquema político en la educación: la escuela,habilitaba para un ejerció responsable de los derechos civiles y sociales.Por lo tanto, era necesario crear una política nacional de educación comúny pública que encuadrara en el marco constitucional.

Régimen de subvenciones.— de nuevo en los 80: los presupuestos paraeducación eran exiguos, se carecía de recursos, los sueldos de los maestroseran pobres y los locales escolares, a pesar de los esfuerzos que se hacíanpor mejorarlos, seguían siendo insuficientes e inadecuados. El mensaje delgobernador en 1880, clamaba:

Tenéis hoy 40.000 niños de quienes pudisteis, a pesar de los esfuerzos que sehacían por mejorarlos, hacer 40.000 ciudadanos, 40.000 obreros del progreso, peroya el número os ha abrumado, porque necesitareis establecer 800 escuelas paradarles instrucción y reparar el daño causado (…) haced entonces lo que podáis,

29 AHT. SA. 1880 Tº 2 Vol 143 f. 351.

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pero haced algo en este sentido señores diputados, os lo pido en nombre de la hu-manidad.30

Empezó nuevamente la lucha por mejorar los ingresos con la ayuda departiculares, tal es el caso de las Sociedades extranjeras.

Años más tarde, el 2 de mayo de 1882, Sarmiento escribió al gobiernoprovincial sobre la ley de subvenciones, indicando que ésta

tenía por objeto ayudar a la mayor difusión de la enseñanza primaria, teniendoen cuenta que la distribución de la riqueza no sigue las mismas reglas que las dela población que está acumulada en lugares donde la propiedad es de poco valor.Cuando menos recursos, ofreciera una provincia, mayor sería el auxilio que le esta-ba destinado.31

Sin embargo, si bien las subvenciones contrarrestaron en parte, las ne-cesidades educativas, no dieron todos los resultados esperados porque secometieron abusos y no lograron coordinar un accionar simultáneo de laNación con las provincias.

Preparación Docente.— El desarrollo que se intentaba dar a la escuelaprimaria no podría lograrse sin maestros capaces de poner en práctica lasideas pedagógicas que orientaron la política liberal. La capacitación gene-ral de los maestros, estaba muy lejos de ser eficiente. Carecían en la ma-yoría de los casos, de título y método, es decir de profesionalidad y elpago irregular de los sueldos y su exigüidad, hacían poco atractiva laenseñanza.

Se buscó solucionar el problema con la realización de conferencias pe-dagógicas que unificarían los métodos de enseñanza en todas las escuelas.

A causa de todos los inconvenientes que dificultaban la buena marchade la instrucción pública, El Orden, con fecha 6 de diciembre de 1884,decía: que la educación podía librarse a las arcas humildes de una peque-ña provincia ya que en las naciones más adelantadas del Orbe, esta pro-tección se hace sentir más eficazmente, «pues la educación, como es noto-rio, es la que ha formado pueblo cultos, ciudadanos honrados, respetablesmatronas y sociedades modelos».32

30 Sánchez Loria H. y M del Moral op. cit. Vol VII 1880 p. 356-386.31 Sanchez Loria H, y M. del Moral op. cit. Vol. VIII 1881. 1882 p. 390-391.32 El Orden, diario de Tucumán, 1884.

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Las reflexiones del periodismo, pronto tuvieron eco en la sociedad tucu-mana. Se formaron sociedades particulares encargadas de fomentar la edu-cación y la cultura. Una de ellas, es la «Sociedad Sarmiento», que fundóuna biblioteca, una escuela nocturna para favorecer al desheredado de lafortuna, al pobre que le queda sólo la noche, para recibir la saludableenseñanza de la instrucción».33

La Sarmiento, era la sociedad que daría grandes logros culturales a laprovincia, entre ellos, el haber sido el germen de la universidad. En susintegrantes ya se percibe la idea de llevar educación a todos los niveles dela sociedad, había que «educar al soberano».

Hacia fines de los años ochenta, la prensa decía que

la educación común es, hoy en día, una especie de preocupación en toda laRepública. Las autoridades preocúpanse con tesón de darle vigoroso impulso, me-diante leyes y reglamentos que garantizan su eficacia. No es seguramente, Tucumán,de las provincias que más atrás ha quedado en esta materia. La Ley de EducaciónComún y el Reglamento General para las escuelas pueden, en verdad, servir demodelos y es halagador, constatar los esfuerzos que desde algún tiempo a estaparte, vienen haciendo las autoridades por el perfeccionamiento de las escuelas dela provincia y la reorganización de su marcha.34

El 25 de febrero de 1886, El Orden, al referirse a la educación intelec-tual de la provincia decía:

Cuando un pueblo joven y con fuerza creadora suficiente desarrolla, al par quesus productos materiales, la cultura de sus habitantes con su vitalidad orgánica, sedesenvuelve y desarrolla un proceso laborioso de instrucción moral y educación sanaen las clases diversas de la sociedad, entonces puede abrigar, con fundada razón,grandes esperanzas sobre el porvenir de ese país, de ese centro de sociedad, ya seagrande o pequeño. Entonces se puede afirmar que hay progreso en su sentido legí-timo.35

La educación «del soberano», estaba logrando el progreso que se propo-nía el plan liberal.

Pro su parte, el general Roca al inaugurar 45 edificios escolares, el 11de octubre de 1886, refriéndose a la educación, decía:

33 El Orden, diario de Tucumán,1884.34 El Orden, diario de Tucumán, 1985.35 El Orden, diario de Tucumán, 1886.

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La educación del pueblo no se discute ya. Es una necesidad social, un medioindispensable de progreso, una condición de éxito como Nación y el único caminoque conduce a la urna libre, exenta de violencias y fraudes. Felizmente, señores, laRepública Argentina ha dado grandes pasos en ese sentido, y sus progresos materia-les y morales, pueden medirse por el grado y extensión de su enseñanza. En mate-ria de educación popular ocupamos el segundo rango en el continente americano,después de los Estados Unidos del Norte y no somos inferiores al de muchas nacio-nes importantes de Europa.

Aseguraba, que faltaba aún mucho para alcanzar el punto óptimo yafirmaba que «levantar por medio de la escuela el nivel intelectual de estamasa, peligro y rémora de todo perfeccionamiento, debe ser la preocupa-ción constante del patriotismo en el porvenir». Terminó pidiendo a lasautoridades que le sucederían, al día siguiente, que se preocuparan por laeducación como se había preocupado él en su administración porque, sóloasí, «se llegaría a ser en un porvenir cercano, una Nación homogénea, ricay poderosa».36

Lamentablemente, los mandatarios tucumanos que se sucedieron en losperíodos siguientes, no siempre pudieron cumplir con esta promesa, porquelos tiempos políticos se tornaron muy tumultuosos y el erario público tam-poco estuvo en las mejores condiciones.

La lucha de poder, de las distintas facciones de tendencia liberal, llegóal enfrentamiento armado y al abuso del recurso de las intervenciones fe-derales. Este es el clima que imperó en el país y en Tucumán, hasta fina-les del siglo XIX y principios del XX. No obstante, algunos gobernadores,pudieron hacer algo en materia educativa.

GOBIERNOS CONSERVADORES A COMIENZOS DEL SIGLO XX

Durante sus administraciones, se impulsaron obras de importancia. Lasrelaciones entre la provincia y el gobierno nacional, siguieron siendo lasmismas que en los años 80, pues Roca seguía dirigiendo el país. Hay undespertar y un crecimiento del pueblo y se empezaba a darle una orienta-ción práctica a la educación.

En la primera década del siglo XX, se fundarán importantes estableci-mientos que delinearon una estructura moderna de enseñanza en Tucumán.

36 El Orden, diario de Tucumán, 1886.

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El último gobernador conservador en nuestra provincia, fue el doctorErnesto Padilla. Asumió el 2 de abril de 1912, después de imponerse enlas primeras elecciones llevadas a cabo con la ley Sáenz Peña. Adhirió alideal de «educar al soberano», como lo manifestó en un discurso pronun-ciado en la localidad de Monteagudo, dijo: «la democracia necesita escue-las, mejor dicho talleres o laboratorios en que se la estudie o defina». Paraél no era una palabra vana, sino un hecho social, su Partido buscaba edu-car la aptitud y suscitar el deber cívico para llegar al fin de la democra-cia. Pensaba que este fin, era realizar la justicia social entre los hom-bres.37

Sus reflexiones de muchos años en materia educativa, lo llevaron a tra-tar de reparar durante su gobierno, los errores ya puntualizados. Debióafrontar una terrible crisis económica producida por los coletazos de laPrimera Guerra Mundial. A pesar de ello, su gobierno fue histórico por lasrealizaciones y brindó especial atención a la educación y la cultura. Reglóla enseñanza de los oficios para darle al alumno, sobre todo al de lacampaña, una salida laboral. Buscó concretar este propósito para conseguiruna verdadera expansión social. Estaba convencido de que los métodos deenseñanza, que no tuvieran como objetivo fundamental llevar sus beneficiosa los hogares, carecían de sentido.

La idea era, que con la intervención mancomunada del pueblo y lasautoridades, se cuidaran y fomentaran aptitudes de gobierno democrático,en el campo de la educación. Estaba convencido, de que era la causa edu-cacional, la que ganaba con la mayor garantía de justicia popular paracon el magisterio.

La calidad de gratuita de la educación, comprendía más que una nece-sidad social, una conciencia política, como lo era la de elevar la culturaintelectual de los pueblos para conquistar el lugar que cada Estado ambi-cionaba.38 Nuevamente aparece aquí, la importancia de «educar al sobera-no», premisa del plan educativo liberal.

Padilla y sus colaboradores, adherían a esta política y emprendieroncambios para solucionar los problemas que la frenaban. Se implementó unsistema de becas y de ayuda a los hogares de los niños cadenciados. Fun-dó nuevas escuelas y redistribuyó otras. Con la enseñanza de oficios, buscó

37 Guillermo Furlong: Ernesto Padilla. Su Vida. Su Obra, 1ª Parte UNT, Tucumán,mayo 1959, p. 263.

38 Publicación Oficial: 1er Censo Escolar de la Provincia de Tucumán (levantado el15,15 y 17-IV-1915) Tucumán, 1916 p. VII-IX.

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ayudar a las economías familiares, etc. De esta manera, logró hacer tre-par la matrícula escolar hasta niveles «más que significativos», así lo indi-ca, el diario La Gaceta del 4 de agosto de 1987, al realizar una valora-ción de su gobierno.39

VALORACIONES FINALES

La implementación del plan educativo liberal, a nivel nacional comoprovincial, presentó muchas dificultades. La Constitución había puesto lainstrucción primaria bajo los auspicios mancomunados del gobierno federalen colaboración con las provincias. Tanto uno como otras, trataron de irsolucionándolos.

Algunos de los frutos obtenidos fueron: el dictado de las leyes de Edu-cación Común: provincial en 1883 y nacional en 1884, basadas en regla-mentaciones anteriores, en los censos escolares de 1869 y 1883 y en elCongreso Pedagógico de 1882.

El momento más importante para la educación primaria tucumana en elsiglo XIX, fue el año 1875, en el que el estado llegó a costear 64 escuelasy se logró una asistencia de 4.552 alumnos, durante la presidencia deSarmiento, principal impulsor del plan de «educar al soberano», luegodecayó.

La denominada Generación del 80, retomó la iniciativa y, es así, que sellegó a finales del siglo, con una población bastante más conciente de laimportancia de instruirse y con condiciones educativas, más adecuadas alplan gubernamental. Es así que el diario El Orden, en su edición del 25de febrero de 1886, al referirse a la educación intelectual de la Provinciadecía:

Cuando un pueblo joven y con fuerza creadora suficiente, desarrolla al par quesus productos materiales, la cultura de sus habitantes con su vitalidad orgánica, sedesenvuelve y desarrolla un proceso laborioso de instrucción moral y educación sanaen las clases diversas de la sociedad, entonces puede abrigar con fundada razón,grandes esperanzas sobre el porvenir de ese país. Entonces se puede afirmar quehay progreso legítimo.40

39 La Gaceta, diario de Tucumán: «1912-1917: Bajo la Ley Sáenz Peña. Padilla enel Gobierno». 4-VIII-1987.

40 El Orden, diario de Tucumán, 1886.

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Por su parte, el 11 de octubre del mismo año, el presidente de la Repú-blica, el general Roca decía refiriéndose a la educación, que era un temasin discusión, «una necesidad social, un medio indispensable de progreso,una condición de éxito como Nación y el único camino que conduce a laurna libre, exenta de violaciones y fraudes. Felizmente señores, la Repúbli-ca Argentina ha dado grandes pasos en este sentido, y sus progresos mate-riales y morales, pueden medirse por el grado de extensión de su enseñan-za». Aseguraba, que faltaba mucho por hacer, por ello, «levantar por me-dio de la escuela, el nivel intelectual de esta masa, peligro y rémora detodo perfeccionamiento, debe ser la preocupación constante del patriotismoen el porvenir».41

En el siglo XX, dentro de sus posibilidades, los gobiernos continuaronaplicando el plan educativo liberal. Los primeros años fueron políticamen-te conflictivos, se vivieron muchas interrupciones institucionales, que hicie-ron bajar el impulso de los ochenta y en los noventa, la política educativaempezó a frenarse, por estos motivos. En la década del diez y bajo elimperio de la Ley Sáenz Peña, Ernesto Padilla, último gobernador conserva-dor en aplicar la política liberal educativa, impulsó la educación primariaen la provincia, solucionando los problemas que presentaba y preocupándo-se en la dignificación y preparación de los maestros; la construcción delocales escolares específicos para su función, el uso de programas adecua-dos, etc.

En el período correspondiente al siglo XIX, la política educativa liberalse preocupó fundamentalmente de acercar la instrucción primaria a lamayor cantidad de niños posible, de preparar a sus educadores y dictar lalegislación adecuada. En el siglo XX, se dio un paso más adelante con lapreocupación por brindar a las escuelas, edificios pensados para su finespecífico y en la confección de programas de estudio, que contemplaranalgo más que los rudimentos de aritmética, lengua y formación cívica. Sepensó, también, en brindarle a los alumnos, especialmente los de las zonasrurales, nociones artesanales y de cultivos adecuados a la zona en que seubicaba su escuela.

Al finalizar nuestro estudio, podemos afirmar que los ideales de lograrun cambio social y en la educación política del pueblo por vía de la edu-cación primaria, nacieron con la Revolución de Mayo, crecieron con laGeneración del 37, se aplicaron en el período constitucional, constituyeronuna bandera de la Generación del 80 y se perfeccionaron, en nuestra pro-

41 El Orden, diario de Tucumán, 1886.

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vincia, con un miembro de la llamada Generación del Centenario, el doc-tor Padilla. Sobre su obra educativa, dijo la directora de la Escuela Supe-rior Belgrano nº 1, en 1937:

Al inolvidable continuador de la obra del gran Sarmiento en el orden provincialya que, compenetrado del más alto y puro concepto de Patria, y verdadero nacio-nalismo, pobló de escuelas el suelo de nuestra histórica y benemérita Tucumán.

Agregaba que, como fiel intérprete del genial cuyano, fundó la escuelabajo su dirección, porque sabía que

con una institución de esta índole, se plantaba una baluarte contra la ignorancia yque, lógica flor de esa acción cultural, era la íntima y perdurable gratitud de cen-tenares de padres de niños que recibían los beneficios del saber, siendo útiles a laPatria, a la sociedad y a sí mismos.42

Como última reflexión diremos que cuando existe un plan, que es sos-tenido por distintos gobernantes, pueden conseguirse grandes logros a pesarde las dificultades.

42 AHT. Archivo Ernesto Padilla, Carpeta nº 39, f. 416.

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Sarmiento y la cuestión de la capitalde la República

porAlberto Nicolini

ara Carlos III en 1776 y para Nicolás Avellaneda en 1880 la cues-tión que nos ocupa no ofrecía dudas: Buenos Aires debía ser la sededel Gobierno que rigiera los territorios «platenses», entendiendo con

ello «el Paraguay», la cuenca del Plata, el «cono sur», la Confederación ola República Argentina.

En agosto de 1776, el rey nombró a Pedro de Cevallos Virrey y CapitánGeneral de Buenos Ayres, Paraguay y Tucumán, Potosí, Santa Cruz de laÇierra, Charcas… y, además, los territorios que eran jurisdicción de lasciudades de Mendoza y San Juan, hasta entonces dependientes de Chile.Cevallos ya había sido Gobernador de Buenos Aires entre 1757 y 1766 y,durante ambas gestiones, había desalojado a los portugueses de la Coloniadel Sacramento. Un año después, en octubre de 1777, el rey nombró unnuevo virrey Juan José de Vértiz y Salcedo quien llegó a Buenos Aires en1778 y ocupó esas funciones hasta 1784.

Como sabemos, el reemplazo de la autoridad virreinal por una Juntade vecinos de Buenos Aires se produjo el 25 de mayo de 1810 y, de ahí enadelante, los llamados «gobiernos patrios» residieron en esa ciudad. Entrediciembre de 1810 y septiembre de 1811 funcionó en Buenos Aires la Jun-ta Grande que reunió a diputados designados por los Cabildos de las pro-vincias que habían integrado el Virreinato. El experimento concluyó con elgolpe que instituyó el triunvirato como forma expeditiva de gobierno. El

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segundo triunvirato convocó a la Asamblea General Constituyente del año1813 de las Provincias Unidas del Río de la Plata que si bien no llegó adeclarar la independencia, creó tres símbolos fundamentales: escudo, himnoy moneda y estableció el nuevo sistema unipersonal de gobierno, el Direc-torio. Con sede en Buenos Aires, se sucedieron seis Directores hasta quebajo el gobierno de Ignacio Álvarez Thomas, se reunió el Congreso deTucumán que declaró la independencia y, a su vez, designó a Juan Martínde Pueyrredón como Director Supremo.

En 1820 el ejército de Francisco Ramírez derrotó al Director Rondeau y,a partir de esa fecha, dejó de existir la «capitalidad» de la ciudad deBuenos Aires, residiendo en ella sólo el Gobernador de la Provincia MartínRodríguez quien, a fines de 1824 ante la amenaza de guerra con el Impe-rio del Brasil, convocó a un Congreso general del que derivó la creaciónde un Poder Ejecutivo Nacional Permanente, con el título de «Presidente delas Provincias Unidas del Río de la Plata» designado por el Congreso. Confuerte representación de unitarios y escasa de federales, en febrero de 1826ya en guerra con Brasil, fue designado Bernardino Rivadavia, quien presen-tó al Congreso un proyecto de capitalización de Buenos Aires: la ciudad ygran parte de la campaña circundante se proclamaba capital del Estado; elterritorio de la capital se separaba de la provincia y se nacionalizabansus recursos, es decir que las ganancias del puerto y la aduana, entre otrascosas, pasarían a ser de la Nación, no de la provincia de Buenos Aires.«Todo lo que forma la Capital ha de ser exclusivamente nacional», decíaRivadavia. Como era de suponer, esto generó la fuerte oposición delos federales porteños y si bien el debate, que duró desde el 22 de febrerohasta el 4 de marzo, resolvió favorablemente la propuesta del presidentepor 25 a 14 votos, éste perdió poder real así como prestigio ante el desfa-vorable tratado de paz con Brasil; en 1827 renunció y, nuevamente, elpoder retornó a las provincias.

Desde 1829, Juan Manuel de Rosas dominó la escena de Buenos Aires ydesde 1835, cuando asumió la suma del poder público (completo controljudicial, político y legislativo), ni siquiera gobernó desde la ciudad sino desu casa de campo en Palermo.

Desde 1841, Domingo Faustino Sarmiento formó parte del grupo deexiliados en Chile, desarrollando una activa labor periodística y cultural,llegando a hacerse cargo de la Escuela Normal de Santiago. En octubre de1845, durante la presidencia de Bulnes, su ministro de instrucción públicaManuel Montt lo comisionó para informarse sobre el estado de la educa-ción pública en Europa. Fue al encuentro de la «civilización» y, en dos

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años, pasó por Montevideo, Río de Janeiro, en ferrocarril a París, España,Argel, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Cuba.

Llegado al medio siglo, a sus 39 años, Sarmiento escribió Argirópolis,es decir ciudad de la plata. Editó 2000 ejemplares en forma anónima en1850, la publicó ese mismo año en francés revelando la autoría y al si-guiente, en París, se editó otra versión corregida.1 La coyuntura en la cualescribía era la del final del gobierno de Rosas antes de Caseros, pocoantes del explícito «pronunciamiento» de Urquiza, de mayo de 1851, perocuando ya se perfilaba el gobernador entrerriano como la cabeza de laoposición que lo derrocaría.

La descripción con la que Sarmiento trazaba un panorama de los últi-mos treinta años de su país natal es tremebunda:

Sin duda que tenemos el derecho de emplear nuestra independencia en degollar-nos los unos a los otros, en proclamar un partido el exterminio del otro, en hacerpasear la guerra civil de un extremo a otro de la República, en confiscar las pro-piedades y no reconocer otra ley de gobierno, otro principio de orden ni otra cons-titución que la voluntad del que manda, revestida del pomposo nombre de faculta-des extraordinarias, de suma del poder público. ¿Quién niega a Buenos Aires elderecho de sitiar a Montevideo, restablecer autoridades destituidas, asolar las cam-pañas por ocho años, prolongando una guerra de exterminio? Nadie puede impedir-nos que en asunto tan grave como el que se propone la Confederación con la lu-cha oriental se inviertan sesenta millones de pesos fuertes en ocho años por loscontendientes, que arruinen cien millones en las devastaciones inevitables de la gue-rra y dejen de crearse mayor suma de valores por el progreso de la riqueza, dete-nido por la interrupción de los trabajos y el malestar general. Que en lugar decanales, caminos, muelles, vapores, telégrafos, tengamos en actividad cañones, mi-nas, contraminas, ejércitos y flotas; nada más legítimo. Pero al menos reconozcamosque la población extranjera que viene buscando la paz y la libertad necesariaspara hacer progresar su industria no debe mirar con ojo indiferente el que un ejér-cito venga a sitiar la ciudad que habita, paralizar el comercio, dispersar la pobla-ción y destruir en un día el trabajo de años de actividad y esfuerzos.2

El título completo de la obra es Argirópolis o la Capital de los EstadosConfederados del Río de la Plata y debajo, a manera de subtítulo, insertóel contenido de la obra, sintético pero completo:

1 «La traducción al francés la hace el cuñado de Sarmiento, Jean Michel BenjamínLenoir, marido de su hermana Procesa. Porque no resulta muy buena es que se realizauna segunda edición, revisada por Ange de Champgobert, a quien el escritor habíaconocido en su viaje a Europa» En Adriana Amante, «El letrado y el poder», prólogo aDomingo Faustino Sarmiento, Argirópolis. Losada, Buenos Aires, 2007.

2 Domingo F. Sarmiento, Argirópolis. Losada, Buenos Aires, 2007; pp. 142-143.

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Solución de las dificultades que embarazan la pacificación permanente del Ríode la Plata, por medio de la convocación de un congreso y la creación de unacapital en la isla de Martín García, de cuya posesión (hoy en poder de la Francia)dependen la libre navegación de los ríos y la independencia, desarrollo y libertaddel Paraguay, el Uruguay y las provincias argentinas del litoral.

Dirigió el escrito a los «Gobiernos confederados de las Provincias argen-tinas», al jefe de las fuerzas que sitiaban a Montevideo, al agente de laFrancia que sostenía la defensa de dicha plaza, al gobierno de CarlosAntonio López del Paraguay, todos ellos protagonistas de la realidad geo-gráfica de la cuenca del Río de la Plata. Pero en el primer capítulo delescrito ya precisaba el destinatario político principal: el gobernador deEntre Ríos, «su nombre es la gloria más alta de la Confederación… es elsegundo jefe expectable de la Confederación Argentina… y como goberna-dor de Entre Ríos, le interesa vivamente la cuestión de la que vamos aocuparnos».

«El actor más conspicuo de la larga y ruidosa cuestión del Plata es elencargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina» (enel texto nunca citó a Rosas por su nombre sino por la responsabilidad porla cual quería atacarlo), cargo que surgió, luego de la renuncia de Riva-davia a la presidencia y la disolución del Congreso, cuando el gobernadorde Buenos Aires, el coronel Manuel Dorrego lo obtuvo concedido por losgobiernos de las otras provincias hasta tanto se reuniese un cuerpo delibe-rante o congreso para organizar o constituir la República. En 1831 sehabía celebrado el tratado entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos com-prometiéndose a invitar a todas las demás provincias argentinas a que, pormedio de un Congreso general federativo, se arreglase la administracióngeneral del país bajo el sistema federal. Describe Sarmiento cómo la gue-rra civil que tuvo lugar entre 1829 y 1842 impidió la realización de esaconvocatoria. Y cómo, llegados a 1850,

la palabra congreso parece haber sido abolida de nuestro lenguaje político… y sihay un gobierno a quien el decoro y la dignidad de su posición le imponen eldeber de no oponer resistencias a este antiguo y postergado voto de la nación, esel de Buenos Aires, por temor a que la historia lo culpe de querer confiscar enprovecho del simple gobernador de una provincia las facultades que sólo puede ejer-cer la nación.3

3 Id. Id., p. 55.

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Desde 1827, cuando se hizo la autorización provisoria habían transcurri-do 23 años sin que la convocación al congreso hubiera tenido lugar «ycomo en 1850 no se habla ni por incidente de la intención de convocarlo,la razón induce a creer que en 1860 aún no se hablará de tal institu-ción».4

«¿Cuál es la situación actual de la República?», se preguntaba Sarmien-to y se contestaba, esta vez en forma más sintética:

Nuestras armas sitian a Montevideo hace ocho años… Nuestro encargado provi-sorio de las Relaciones exteriores —sigue sin mencionar a Rosas por su nombre—ha creído comprometida la dignidad nacional en restablecer de viva fuerza en laautoridad legal de una nación extraña al general Oribe. Ocho años ha corrido lasangre argentina en una guerra exterior; ocho años hace que Francia y la Inglate-rra han tomado parte en estas disidencias; ocho años hace que la Francia tiene ensu poder un punto importante de nuestro territorio y ocho años hace que las rentasde la nación, sus fuerzas, su energía se agotan y aniquilan en prosecución de aque-lla empresa.5

Pero no es «sólo una cuestión de la Confederación Argentina la que sedebate, sino de la de las antiguas Provincias Unidas del Río de la Plata».El Paraguay, «aquella remota porción del antiguo virreinato de Buenos Ai-res, para declararse independiente, en 1811, tuvo que sacrificar su comer-cio, su civilización y entregarse a un tirano sombrío que redujo a la escla-vitud a sus conciudadanos y aisló totalmente el país». Desaparecido el dic-tador Francia en 1840, la llegada del nuevo gobierno de Carlos AntonioLópez permitía suponer una apertura internacional del país a través de lascuatrocientas leguas de ríos navegables. El Uruguay, tuvo asegurada suindependencia en la convención de paz que firmaron Argentina y Brasil en1828. Pero, piensa Sarmiento, que ambas naciones pueden asociarse con lasprovincias argentinas «formando parte de un grande estado… una federa-ción con el nombre de Estados Unidos de América del Sur u otro que bo-rre todo asomo de desigualdad».6

El lugar para la reunión del congreso general que convocara a represen-tantes de todas las provincias de la Confederación, del Uruguay y del Pa-raguay debía estar de tal manera situado, resguardado con tales garantías,que todas las opiniones se hallasen en completa libertad.

4 Id. Id., p. 56.5 Id. Id., p. 57.6 Id. Id., p. 71.

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Si no existiera este lugar privilegiado en el Río de la Plata debiera inventarse.Afortunadamente el local existe… Hablamos de la isla de Martín García, situada enla confluencia de los grandes ríos y cuya posesión interesa igualmente a BuenosAires, a Montevideo, al Paraguay, a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. Martín Gar-cía llenaría aún mejor que Washington entre nosotros el importante rol de servir decentro administrativo a la Unión. Por su condición insular está independiente deambas márgenes del río; por su posición geográfica es la aduana común a todoslos pueblos riberanos, entrando desde ahora en mancomunidad de intereses comer-ciales y políticos el Paraguay, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y la República delUruguay; por su situación estratégica es el baluarte que guarda la entrada de losríos; y puesta bajo la jurisdicción del gobierno general de la Unión será una barre-ra insuperable contra todo amago de invasión.

Y no deja de ser una ventaja

el incidente que ha deparado la Providencia, haciendo que la isla de Martín Gar-cía, llave del comercio interior, esté hoy fuera del dominio del gobierno de BuenosAires, y pueda entrar en el dominio del congreso general.7

Las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, regidas por unas mismas leyes co-merciales, quedan en ambas riberas de la boca del Plata, gozando como no hanpodido gozar hasta aquí, de las ventajas de su contacto con el comercio europeo.8

La más ligera inspección de la carta geográfica muestra que el Paraguay, Co-rrientes, Entre Ríos y Santa Fe tienen en los ríos que atraviesan su territorio, me-dios fáciles de exportación y de contacto con el comercio europeo.9

Y a continuación enumeraba las restantes posibilidades de las vías flu-viales, citando el trabajo de 1813 del ingeniero español Andrés García: elBermejo para Tucumán, Salta y Jujuy, el Tercero para Cuyo y Córdoba e,incluso para exportar desde Santiago del Estero y Catamarca y Tarija y lasotras provincias de la Sierra a través del Pilcomayo.

En el capítulo IV, Sarmiento reiteraba los objetivos «aún vigentes hoy»del Tratado del Cuadrilátero:

Que por medio de un congreso general federativo, se arregle la administracióngeneral del país, bajo el sistema federal, su comercio exterior e interior, su navega-ción, el cobro y distribución de las rentas generales y el pago de las deudas de laRepública, su crédito interior y exterior y la soberanía, libertad e independencia decada una de las provincias.10

7 Id. Id., p. 93.8 Id. Id., p. 80-82.9 Id. Id., p. 87.10 Id. Id., p. 97.

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A continuación, redactó una notable y erudita crónica de la decadencialamentable del comercio exterior e interior y de la navegación en SantaFe, Corrientes, Entre Ríos, Paraguay, mientras crecían Buenos Aires y Mon-tevideo, ésta, al menos hasta el comienzo de la Guerra Grande. Su conoci-miento del tema le permitía ejemplificar con los 21 buques que el 17 deabril de 1850 partieron de Buenos Aires por el Paraná río arriba: sólo ochollevan algunas mercaderías en cambio de los productos que importaron; losrestantes, sólo lastre: «La ruina de Santa Fe está patente en esta lista, queparece una procesión mortuoria».11

Es evidente que su planteo territorial y hasta la misma propuesta deMartín García como sede de la capital se basaba en la importancia, que élcreía decisiva, de las vías de comunicación fluviales. A pesar de haberutilizado el ferrocarril en su viaje europeo, Sarmiento no preveía el futurocasi inmediato del desarrollo del transporte ferroviario. Vale la pena hacernotar que cuatro años después —en 1854— se comenzaría a instalar lasvías que permitirían, en 1857, el primer viaje de 9 kilómetros y duraciónde 30 minutos de la locomotora La Porteña entre plaza Lavalle y la esta-ción «Floresta». En 1880 se habían completado 2.400 kilómetros de víasférreas, 16.600 en 1900 y 33.500 en 1914, de los cuales dos tercios esta-ban en la región pampeana.

Finalmente, el capítulo V, «Argirópolis», le permitía desembarcar enMartín García, afirmando que creía haber llegado a «establecer la conve-niencia, la necesidad y la justicia de crear una capital en el punto céntricodel Río de la Plata, que poniendo por su posición geográfica en armoníatodos los intereses… termine a satisfacción de todos los partidos, de todoslos Estados del Plata».12 Y construye una especie de decálogo de justifica-ciones: el ejemplo de Washington en los Estados Unidos de Norte América,la característica insular que la desliga de toda influencia de las provin-cias, cosa en la que debieran estar interesadas especialmente las provinciasriberanas, el Paraguay y el Uruguay, la condición de baluarte de defensa yde aduana general, la libertad comercial que les asegura su situación aBuenos Aires y a Montevideo, el rápido crecimiento comercial de una nue-va ciudad, la rápida devolución de la isla que puede preverse por parte deFrancia al Congreso que ha de reunirse, la eliminación del antiguo proble-ma del encargue de las relaciones exteriores. Pero el énfasis se pone afavor de la fusión de los tres Estados del Plata en un solo cuerpo, a tono

11 Id. Id., p. 110.12 Id. Id., p. 115.

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con ‘el espíritu de la época’ y las necesidades de las naciones modernas ymenciona los casos de Italia y Alemania, criticando, al mismo tiempo loocurrido en Centro América, «que ha hecho un estado soberano de cadaaldea». Afirma que los Estados del Plata podrán salvar la inferioridad defuerzas de cada uno frente al Brasil y los hará rivalizar con los EstadosUnidos del Norte.13

Se anticipó a las posibles objeciones acerca de la escasa superficie dela isla para contener una ciudad, describiendo el modo de estar instaladaGénova en el declive rápido de una montaña, la fundación de Venecia so-bre estacas en el seno de las lagunas y hasta Valparaíso que sólo conteníauna calle hace veinte años y hoy la pueblan cincuenta mil habitantes. Unacomparación nos ayuda a entenderlo en su época: la máxima dimensiónde la isla Martín García es de 3,35 kilómetros, algo mayor que los 3,22kilómetros, que es la distancia entre al Capitolio y el monumento a Linco-ln en el extremo del gran eje de Washington.

A la justificación dimensional sumaba una crítica a las ciudades de laAmérica española «por la superficie desmesurada que ocupan sus ciudadesapenas pobladas; y el hábito de ver diseminarse los edificios de un solopiso en las llanuras nos predispone a hallar estrecho el espacio en que enEuropa están reunidos doscientos mil habitantes. De este despilfarro deterreno viene que ninguna ciudad española de América pueda ser ilumina-da por el gas ni servida de agua», crítica que anticipa, en los mismostérminos, la que ochenta años después hará el arquitecto moderno Le Cor-busier enfrentado, por primera vez con «le damier maniatique» de BuenosAires, infinitamente extendido en el «desierto» del Sarmiento del Facundo.14

La infraestructura geológica de Martín García era favorable; «la calidadmontañosa del terreno hace de esta circunstancia una ventaja. Los accidentesdel terreno rompen la monotonía del paisaje; los puntos elevados prestan suapoyo a las fortificaciones. Una plataforma culminante servirá de apoyo alcapitolio argentino donde habrá de reunirse el congreso de la Unión». Sar-miento visualizaba los edificios públicos: «el congreso, el presidente de laUnión, el tribunal supremo de justicia, una sede arzobispal, el DepartamentoTopográfico, la administración de los vapores, la escuela náutica, la univer-sidad, una escuela politécnica, otra de artes y oficios y otra normal paramaestros de escuela, el arsenal de marina, los astilleros y mil otros».15

13 Id. Id. 115-119.14 Id. Id. 120-121.15 Id. Id., p. 123.

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Y respecto de la provincia de quién sería el presidente de la Confedera-ción hasta diez años después de redactado este proyecto:

Nunca hemos podido echar una mirada distraída sobre la carta del Río de laPlata, sin que los ojos se sientan atraídos irresistiblemente por la sorprendente dis-posición de Entre Ríos para convertirse en el país más rico del universo. La natura-leza no ha creado pedazo de tierra más privilegiado. Entre Ríos, el día que hayaleyes inteligentes de navegación, será el paraíso terrenal, el centro del poder y dela riqueza. Entre Ríos es un pedazo de tierra regado por la naturaleza con el esme-ro de un jardín; ¡pero en este jardín pacen hoy rebaños de vacas!16

En los dos últimos capítulos, Sarmiento examinaba la cuestión de lapoblación y las ventajas de la inmigración, la necesidad de colonizar mi-litarmente el Norte y el Sur encerrando un país entre los 23º y 40º delatitud a fin de que, luego, la colonización pacífica se extendiera a susanchas y poblase tan vasto territorio. Para ello, «una de las más bellasinstituciones de otros tiempos aunque hoy no se haga sentir, el Departa-mento Topográfico debiera ser el foco todos los trabajos» para aprovechar«nuestro principal elemento de prosperidad, los terrenos baldíos, improduc-tivos hoy».17 Nuevamente, aparecen las experiencias provechosas extranjerasque ha observado: «El gobierno de Washington pone en venta todos losaños una porción de tierras federales. De este modo entran por año en cajadoscientos mil pesos y se echan los cimientos a nuevas poblaciones y Esta-dos». Pero para ello deberá conocerse mejor el país: «Entre nosotros todoestá por hacerse en materia de conocer el país en que vivimos y la natu-raleza que nos rodea» e imaginaba las riquezas de la sierra de Córdoba,la mejora de las razas de ganado, en la campaña habitada de la provin-cia de Buenos Aires. El conocimiento previo por la experiencia del viaje lepermiten ejemplificar permanentemente acerca de los adelantos políticos,comerciales, técnicos y culturales de Europa y América del Norte; hasta laexperiencia argelina le permite pensar en lo práctico que sería utilizarcamellos en los desiertos de La Rioja...

El penúltimo párrafo es una invocación:

Infundid a los pueblos del Río de la Plata que están destinados a ser una gran-de nación, que es argentino el hombre que llega a sus playas, que su patria es detodos los hombres de la tierra, que un porvenir próximo va a cambiar su suerte

16 Id. Id., p. 127.17 Id. Id., p. 159.

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actual, y a merced de estas ideas, esos pueblos marcharán gustosos por la vía quese les señale, y doscientos mil emigrantes introducidos en el país y algunos trabajospreparatorios darán asidero en pocos años a tan risueñas esperanzas.18

La utopía, muy apropiada a la coyuntura, no pudo ser: la Confedera-ción, el Uruguay y el Paraguay no constituyeron los Estados Unidos del Sur,o del Plata, Argirópolis nunca se fundó. Sin embargo, el Congreso se con-vocó y, en 1853, una Constitución definió el futuro de la nación que sellamaría República Argentina desde la presidencia de Derqui.

Es que también desde Chile, Juan Bautista Alberdi había aportado otraobra fundamental para construir el país moderno de la segunda mitad delsiglo XIX: las Bases y puntos de partida para la organización política de laRepública Argentina, en la que argumentaba que la ciudad de Buenos Ai-res debía ser la capital nacional; decía que «las capitales son la obra delas cosas, no se decretan» Y, junto con el proyecto de Ley Suprema presen-tado el 18 de abril de 1853, se elevó al Congreso un informe explicativoargumentando la conveniencia de fijar el Gobierno General en la ciudad deBuenos Aires, no obstante la transitoria disidencia de esta provincia. Elinforme decía:

La residencia de las autoridades nacionales debe ser aquella en donde con ma-yor decoro y respetabilidad se presenten ante el extranjero; allí donde estén más encontacto con las potencias amigas; en donde sea más fácil compulsar los archivosy antecedentes diplomáticos, ilustrar la opinión gubernativa y disponer de los ele-mentos que la calidad de Capital de hecho de la República ha dado a Buenos Airesdesde la época más remota del régimen colonial.19

Mucho después, a Sarmiento, ya presidente, (1868-1874), le tocó vetaren 1869 una ley declarando a Rosario la ciudad capital de la República.El presidente argumentaba que ningún embarazo sentía el Gobierno Nacio-nal al continuar residiendo en la ciudad de Buenos Aires y que la ley era«un ensayo que ningún motivo urgente aconseja». El 16 de septiembre de1873, nuevamente se sancionó una ley convirtiendo a Rosario sede el Go-bierno Nacional, ley que, nuevamente Sarmiento vetó. Además, en septiem-bre de 1871, se sancionó una ley por la que la Capital sería establecidasobre una u otra margen del Río Tercero en la Provincia de Córdoba, y en

18 Id. Id., p. 168.19 Ruiz Moreno, Isidoro J., «La federalización de Buenos Aires» Emecé, Buenos Ai-

res, 1980, p. 19.

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las inmediaciones de Villa Nueva o Villa María. Igualmente el presidenteSarmiento se opuso a promulgarla y la devolvió al Congreso con la reco-mendación de reconsiderarla sosteniendo que el lugar era inadecuado; elCongreso no obtuvo los votos suficientes para insistir.20 En este caso, elpresidente tuvo el apoyo explícito de Alberdi:

El proyecto de instalar la capital en una estación de ferrocarril de Córdoba… acincuenta leguas de la costa del Paraná… en el desierto asequible a los salvajes,parecía una nueva treta de los porteños para conservar Buenos Aires, junto con lasrentas de la Aduana.21

Buenos Aires terminó siendo la «capital federal» de la República porobra de tres tucumanos: de Juan Bautista Alberdi que la justificó, NicolásAvellaneda que la determinó con fuerza de ley en 1880 y de Julio Argen-tino Roca que la edificó entre 1880 y 1904.

Pero no estaba todo dicho, en la noche del 15 de abril de 1986, elpresidente Ricardo Alfonsín, por Decreto, resolvió mudar la capital a unlugar prefijado arbitrariamente… Viedma-Carmen de Patagones. La ley del27 de mayo de 1987 en la que se declaraba como Capital de la Repúblicaa los núcleos urbanos erigidos y por erigirse, en un futuro, en el área delas ciudades de Viedma, Carmen de Patagones y Guardia Mitre lleva el No23.512 y nunca fue derogada...

20 Id. Id., pp 42-45.21 Mayer, Jorge, «Alberdi y su tiempo». Tomo II. Abeledo-Perrot. Buenos aires, p.

974.

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Los Viajes de Sarmiento. Su escrituray la visión del mundo decimonónico

porElena M. Rojas Mayer

1. INTRODUCCIÓN

ucho se ha dicho acerca de Domingo Faustino Sarmiento en dis-tintos rincones de la Argentina y en el extranjero, a lo largo de2011, año de su Bicentenario. Pero ahora debemos agradecer a

la Presidente de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán —Teresa Pio-ssek Prebisch— quien organizó este Homenaje, por su invitación a partici-par en éste. Asimismo doy las gracias al Centro Cultural Alberto Rougés ya sus autoridades, por su voluntad de acogernos en su recinto para recor-dar al «maestro» por excelencia, a uno de los principales educadores en elmundo, a través de las conferencias que se desarrollan en este curso acer-tadamente llamado Educar al soberano.

Hablar sobre Sarmiento puede resultar interminable por su rica perso-nalidad, la densidad de su pensamiento y la intensa actividad que desarro-lló a lo largo de su vida. Sin embargo estos aspectos son convocantes paraun gran público lector distante de su época, por lo cual no cansa el revi-sar, leer su producción escrita y hablar sobre ella reiteradas veces.

La obra a la cual me referiré hoy es una de las más importantes deSarmiento. Se trata de Viajes por Europa, Africa i América. Está incluidaen el tomo V de las Obras de D. F. Sarmiento, publicadas bajo los auspi-cios del gobierno argentino por Félix Lajouane ed., Buenos Aires, 1886. Se

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trata de la tercera edición como libro, luego de las publicaciones de 1849-1851 en Santiago de Chile, por Julio Belín y de 1854 en Buenos Aires, sibien debemos tener en cuenta que las cartas «las reprodujeron en sus folle-tines muchos diarios contemporáneos de Chile i de Montevideo», segúnconsta en la 3ra. edición, ya que por su estilo conversacional, próximo alde algunos artículos periodísticos, a ellas podría atribuírseles también estecarácter. A propósito de ello quizá podamos estar de acuerdo con lo quedice Marcel Bataillon (1988-40) en cuanto a que: «su estilo es el de unmilagroso periodista penetrado de la grandeza del rol que tiene la prensa».

Ciertamente, cuando uno advierte la cantidad de escritos que produjoSarmiento, es difícil expresar algo que sea nuevo. Sin embargo, creo queconviene insistir en relación a varios puntos, porque a medida que vancerrándose algunas puertas en relación a la figura humana e intelectual deSarmiento, van abriéndose otras que nos permitirán ver mejor en el interiordel vasto pensamiento de este hombre que iluminó con su mente oscurosmomentos de nuestra historia y que dejó un inmenso legado a la educa-ción, a la cultura y a la política, por lo que las entradas para llegar a ély a su mundo estarán abiertas para siempre.

Trataremos de mostrar algunas de las ideas y actitudes sarmientinasgrabadas en la escritura de Los viajes, las que nos permiten conocer nuevosaspectos de la personalidad de este gran argentino, gracias a la riqueza desu subyugante lenguaje en una de sus producciones más trascendentes.

La espontaneidad de su modo de escribir y el estímulo que le produjoal maestro el conocer una parte importante de un mundo lleno de contra-dicciones nos permiten también apreciar con mayor profundidad algunos delos rasgos multifacéticos que se descubren en la obra. Sarmiento queríareconocer –en su periplo— mucho de lo que ya había conocido previamen-te a través de lecturas o por el contacto con otra gente, por lo cual ali-menta de este modo su ilusión de que al viajar y ver todo con sus ojos —si prestaba atención a los opuestos que encontrara— podría lograr solucio-nes para los problemas de su patria.

2. LA ESTRUCTURA DE LA OBRA. LUGARES Y PERSONAJES

El texto de Los Viajes se organiza en macroestructuras que se identificancon las cartas desde los distintos lugares que visita Sarmiento, las queocupan los capítulos de la obra, cada uno con un encabezamiento en elque se menciona el lugar y la fecha en que fue escrita la carta.

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Así, según el orden de llegada a cada ciudad, tenemos: I) «Más-a-fue-ra», Montevideo, diciembre 14 de 1845; II) «Montevideo», Montevideo, ene-ro 25 de 1846; III) «Río de Janeiro», Río de Janeiro, febrero 20 de 1846;IV) «Ruán», mayo 9 de 1846; V) «París», París, setiembre 4 de 1846; VI,«Madrid», noviembre 15 de 1846; VII) «Africa», Oran, enero 2 de 1847;VIII) «Roma», Roma, abril 6 de 1847, X) «Suiza», Munich, Berlin. Gotinga,junio 5 de 1847; XI) «Estados Unidos», noviembre 12 de 1847.

Dos de las once cartas corresponden a otras macroestructuras menores,como la VI: La Mancha, Córdova, Barcelona y la XI, titulada: «Avaricia ymala fe, Jeografía moral y Elecciones».

Después de este encabezamiento, cada una lleva un destinatario expreso(un amigo, un pariente), que el autor enuncia con: <<Señor don DemetrioPeña>>, <<Señor don Vicente F. Lopez>>, <<Señor don Miguel Piñe-ro>>, <<Señor don Carlos Tejedor>>, <<Señor don Antonio Aberas-tain>>, <<Señor don Juan Thompson>>, <<Illmo Señor Obispo deCuyo>>, <<Señor don J. M. Gutiérrez>>, <<Señor don ManuelMontt<<, <<Señor Valentin Alsina>. Luego se les suma una última ma-croestructura que no tiene forma de carta, sino que seguramente se tratade un conjunto de apuntes que hiciera Sarmiento durante su travesía, queno llegó a enviarlos a ningún destinatario. Se denomina; «Incidentes deviaje», con las siguientes macroestructuras menores: «Nueva York», «Cana-dá», «Boston», «Baltimore», «Filadelfia», «Washington», «El arte america-no», «Cincinatti».

En el caso de las que llevan destinatario expreso, la fórmula de trata-miento más repetida es la de «querido amigo», si bien a veces se muestramás efusivo y dice: «mi caro amigo», o «mi querido i buen amigo» y enalgunas ocasiones se muestra más frío y dice sin calificativos: «¡Oh, ami-go! u «oh Latarria», o simplemente «Ud»», como cuando se dirige a Montt,de quien, de todos modos, se despide con un «mi noble amigo». Tambiénse manifiestan algunas variantes como «mi viejo amigo de ayer», dirigidoa Thompson, «mi estimado amigo» a Alsina, todas formas de tratamientosimétrico solidario y un único caso de relación asimétrica formal-familiar,de inferior a superior, cuando se dirige a Fray Justo Santa María de Orocon la respetuosa construcción «su Señoría Ilustrísima, mi digno tío».

A continuación se desarrollan las distintas secuencias alternando re-flexiones del autor, narraciones y descripciones, las que van surgiendo deacuerdo a la mayor o menor vivacidad con que los acontecimientos o in-tereses penetraron oportunamente en la mente sarmientina, para ser luegograbados sobre el papel por su pluma. De aquí que las estructuras textua-

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les resulten ágiles, pues el autor no solo pasa de la narración a la descrip-ción, sino que incorpora a veces relatos y composiciones poéticas brevespertenecientes a otros autores, que engarza sin esfuerzo a la principal ymatiza todo el texto con reiteradas exclamaciones e interrogaciones, asícomo numerosos casos de discurso directo, los que aportan dinamismo ala acción general.

Al comenzar cada párrafo es corriente que Sarmiento rememore expe-riencias vinculadas a su destinatario, algunas de las cuales él comparte. Porejemplo cuando se dirige a Peña en el capítulo Más-a-fuera, Montevideo 14de diciembre de 1845, le dice: «Fue Ud... el último que abandonó la cu-bierta, al dejar la Enriqueta el puerto de Valparaíso i por tanto el primeroen mis recuerdos» (p. 9).

Ante Carlos Tejedor, al llegar a Ruan (mayo 9 de 1846) reflexiona con«Cúponos a ambos suerte mejor, criándonos al aire libre de nuestro siglo,espuestas nuestras juveniles cabezas desnudas al rayo del sol, a la lluvia ia la tempestad» ( p. 75), y al llegar a París, el 4 de setiembre de 1886le dice a Aberastain: «¡Cómo he saltado de gusto al leer su carta datadade Copiapó! Recibir por primera vez una carta de América en París, es unacontecimiento, una dicha que se saborea dos horas…» (p. 98) O haceuna breve alusión, al decirle a Juan Thompson, desde Orán (Africa), enenero de 1847: «El Mediterráneo, mi viejo amigo de ayer» (p. 169), y a J.M. Gutiérrez, en mayo de 1847, desde Milán, «Me interné, por fin, miquerido amigo, en esta bella Italia que Ud. conoce ya» (p. 253).

3. ACERCA DEL LENGUAJE DESDE LA PERSPECTIVA SARMIENTINA

Al iniciar la lectura de Los Viajes, por momentos tenemos la impresiónde que Sarmiento posee cierto poder mágico que le permite exponer todocomo lo hace: natural y artísticamente, con pensamientos profundos y conun vasto conocimiento del género humano. Pero cuando avanzamos, llega-mos a admirarlo en su esencia, como un hombre con defectos y virtudes,con anhelos y decepciones como las de muchos otros, pero capaz de hacery deshacer el mundo, movido por su fortaleza de espíritu y sus anhelos deun futuro mejor.

Sarmiento nos previene en el «Prólogo» de la obra que no ha intentadoescribir impresiones de viaje, por las razones que expone y, posiblemente,se sintió satisfecho de que su obra no tuviera una ubicación corrientecomo otras obras de la época. Sin duda, es difícil darle un lugar preciso

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a esta forma entre los géneros discursivos, ya que como «viaje» se trataríade un tipo de relato, y si bien como «carta», podríamos decir que estádentro del género epistolar, aunque respondería más bien a la modalidaddel ensayo, si tenemos en cuenta el propósito del autor de expresar inte-rrogantes y respuestas que ayuden a caracterizar a su modo la realidad delos lugares visitados.

Para poder comprender plenamente lo que se dice a través de la escri-tura, debemos considerar que en esta obra se nos presenta el problema dela interpretación de la modalidad discursiva empleada por Sarmiento paraexpresar los pensamientos y sentimientos que nos interesan en esta oportu-nidad. Me refiero al relato de sus viajes a través de las cartas.

El camino que elige es acertado y conveniente para poder disponer dedos posibilidades para contar sus experiencias acerca de lo que ve y siente.Una es la de escribir una carta a un amigo, lo que le permite recurrir ala intimidad de sus sentimientos, con uso de la espontaneidad y de ciertosrasgos del lenguaje coloquial. La otra vía que se le abre es la de elaborarel relato de una experiencia vivida por él mismo, con la libertad de expre-sión hasta los límites a los que tiene derecho.

Sin duda, el gran maestro conocía o intuía que lo adecuado era darforma de cartas a la rica acumulación de experiencias que tuvo a travésde estos viajes, por lo que entendía la modalidad epistolar «de suyo jéneroliterario tan dúctil i elástico, que se presta a todas las formas i admitetodos los asuntos».

Como opina Javier Fernández (1950):

Todo Sarmiento está en estos Viajes: el creador de civilización, el educador, elescritor de estilo enérgico, colorido, el argentino que pide soluciones a Europa, y elamericano que le pide cuentas a España, el apasionado de justicia y cultura, con-tradictorio y profético a la vez, enteramente genial siempre.

Conocemos sobre la importancia de las palabras en toda comunicaciónsocial, lo que representa el lenguaje como transmisor de ideas y construc-tor de mundos nuevos. Somos conscientes del sortilegio que encierra cadasigno y de lo que dice cada enunciado más allá de lo que su emisor qui-so decir. Sin embargo Sarmiento afirma que no sabe a ciencia cierta dequé manera escribió, al decir:

He escrito, pues, lo que he escrito, porque no sabría como clasificarlo de otromodo, obedeciendo a instintos i a impulsos que vienen de adentro, i que a veces larazon misma no es parte a refrenar.

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Por cierto, en cualquier tipo de creación literaria el sistema lingüísticoes la base fundamental sobre la que se construye el texto. Pero en el casode la obra sarmientina resulta sumamente importante detenerse a conside-rar algunos aspectos concernientes a la lengua, en especial por la maneraparticular en que nuestro autor la valora y la utiliza.

Al respecto afirma Ricardo Rojas (1945: 706) que «el castellano fuepara Sarmiento, no un instrumento de arte sino su más activo órgano vi-tal». Efectivamente ello es comprobable por la cantidad de escritos de tipoliterario, didáctico, político, periodístico, etc. que conocemos y el cuidadoque ha puesto sobre el estilo de cada uno.

El contexto histórico-político en el que le tocó vivir tuvo mucha influenciaen su concepción lingüística, de acuerdo a lo que nos permite apreciar lalectura de su obra. Sin duda, la libertad que los de la generación del 37habían pregonado alcanzó también a las ideas sarmientinas en este aspecto.La lengua debía respetar la voluntad popular, por lo cual era necesario quese renovara de acuerdo a lo que imponía la nueva sociedad americana. Estose observa hasta en la intención de Sarmiento de adaptar la ortografía elespañol a la pronunciación de los hablantes de la Argentina.

Pero Sarmiento nunca se preocupó por estudiar sistemáticamente la len-gua, aunque insistía en que debía ocupar un lugar muy importante en laeducación del hombre americano y su interés por varias cuestiones lingüís-ticas se revelaba en las páginas de los periódicos de la época, especial-mente en El Mercurio, del cual era redactor.

Igualmente, en diversas oportunidades aparece esta preocupación comouna constante en Los Viajes. Por ejemplo cuando escribe desde Madrid,explicita los objetivos que tenía para visitar España, entre los cuales señalael de «estudiar los métodos de lectura, la ortografía, pronunciación i cuan-to a la lengua hace relacion».

La actitud principal del maestro en cuanto a la lengua se relacionacon su preocupación por la educación de los hablantes de todos los nivelesy por el desarrollo del pensamiento americano.

Al hablar de cómo se manifiestan lingüísticamente el pensamiento ysentimiento sarmientinos, debemos advertir que el maestro valora la lenguaespañola como base de la literatura, pero sin recursos absurdos y cursis.Por ello tiene en cuenta los que se ponen en juego en la creación de unaobra literaria, en cuya creación no solo rechaza el empleo de algunas for-mas poéticas en ciertas obras teatrales, sino que advierte cómo deben serlas frases a utilizar en un texto dramático para que éste parezca natural.Dice al respecto:

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Esta comedia o este drama no puede ser en verso; porque el verso nunca puedeespresar las pasiones con su verdadero lenguaje, sin estudio, sin aliños visibles,como son los asonantes i consonantes;: i contra las reglas conocidas, las comediaso el drama moderno es una accion, un suceso en prosa.

Y más adelante insiste sobre el mismo tema:

Qué decir de una poesía de ocho sílabas, que mas lijero que una péndula, estámartillando al oido su eterno alumbra, encumbra, deslumbra, herrumbra i todos losconsonantes que puede tener un idioma?

Es de observar, también, que el maestro depositó su interés en los paí-ses que exhibían cierto cosmopolitismo, como Francia, Inglaterra, EstadosUnidos y se entusiasma con sus idiomas, lo que se pone en evidencia porcomentarios como los siguientes, al recordar su paso por las islas de Más-a-fuera, p. 13, dice:

En seguida el piloto, no obstante no hablar el castellano, dirijió la palabra eninglés a alguno que se acercaba; porque un inglés en el mar no conoce la compe-tencia de otro idioma, cual si el suyo fuese el del gobierno de las aguas como enotro tiempo fuélo el latín el del la tierra conocida; i para que esta pretensionquedase aun alli justificada, en inglés contestaron desde la ribera.

En otra oportunidad, al hablar de Montevideo dice:

Los canarios, en fin, siguiendo la costa, se han estendido en torno de Montevi-deo en una franja de muchas leguas… Todos los idiomas viven, todos los trajes seperpetúan… escuchando los chicuelos que juegan en las calles, se oyen idiomas es-traños, a veces el vascuense que es el antiguo fenicio, a veces el dialecto jenovesque no es el italiano.

También le gusta caracterizar a los nativos de un país o de otro me-diante rápidas pinceladas muy elocuentes, en las que siempre está presentealguna referencia lingüística, muchas veces humorística. Por ejemplo, du-rante su viaje por Italia comenta sobre un joven francés con el que hizoamistad:

El joven Emilio E… lo era en estremo, hijo de un banquero, lo que le daba sinduda tal fisonomía inglesa, que los viajeros de esta nación le dirijian palabras dereconocimiento en inglés, las cuales caian en su oido sin hacerle mella, pues noentendia jota de aquel idioma. Esta insensibilidad desdeñosa lo hacia parecer masinglés aun, deduciendo sus pretendidos nacionales que debía ser un lord del parla-mento por lo descortes.

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Su interés lingüístico lo llevaba no solo a inducir comentarios acerca dealgunas lenguas o de sus hablantes, sino que con frecuencia hablaba deluso de voces o frases de varios idiomas modernos, así como el latín. Noobstante, Sarmiento prefería el francés, más conocido por él, por lo que enla carta Montevideo, por ejemplo, aparecen hasta tres ejemplos en francéspor página. Pero el número de citas es mayor aún en las cartas correspon-dientes a Francia, Canadá, Argelia, si bien no están ausentes en ningunade las restantes.

Durante el tiempo que reside en Canadá, en sus comentarios sobreMontreal parangona las lenguas inglesa y francesa y dice:

Viviendo bajo la dominacion inglesa de un siglo a esta parte, las madres noenseñan a sus hijas el inglés…; cuando en las calles se pregona a los pasantesalgo en inglés puede desfilar toda la población por delante, sin que haya una per-sona que de oríjen frances se dé por entendida, de lo que se le pregunta; habladen frances i entonces las miradas se vuelven de todas partes, los semblantes sonrien,i la buena voluntad i el deseo d´ètre agréable vése pintado en la blanda ondulaciónde cada músculo.

4. EL PERIPLO DE SARMIENTO

En cuanto a los Viajes en sí, a los que se refiere Sarmiento en su peri-plo iniciado en 1845, luego de su estancia en Montevideo y en Río deJaneiro, llega a Francia por el puerto de El Havre y se instala en París,donde siente al principio que allí «no hay otro título para el mundo inte-ligente que ser autor o rei». Pero nuestro gran argentino llevaba consigodos llaves importantes para poder entrar en los lugares de su interés: «larecomendación oficial del gobierno de Chile y el Facundo», con lo cualconfiaba poder abrir puertas.

Visita así a algunas personalidades como Gizot y Thiers, y le sorprendeencontrar a Francia en una época de cambio en cuanto a teorías y princi-pios políticos y se informa de la situación en una larga entrevista con SanMartín, «el primero i el mas noble de los emigrados que han abandonadosu patria», según Sarmiento. Da una conferencia sobre San Martín y Bolí-var en el Instituto Histórico de Francia y la publicación de un elogiosocomentario acerca de su Facundo en la Revue des Deux Mondes le abre laspuertas del ambiente cultural y político francés, donde realizó las observa-ciones previstas sobre la vida política y social francesa.

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Sin embargo, estaba ya pisando suelo europeo cuando, escéptico, escri-bió que consideraba a Europa una

triste mezcla de grandeza y de abyección, de saber y de embrutecimiento a la vez,sublime y sucio receptáculo de todo lo que al hombre eleva o lo tiene degradado,reyes y lacayos, monumentos y lazaretos, opulencia y vida salvaje (p. 125).

De todos modos, la impronta del romanticismo social y del humanitaris-mo persistían en las ideas de Sarmiento y afloraba su permanente preocu-pación por los valores de la libertad y el progreso, con una necesaria dis-tribución equitativa de los beneficios del bienestar entre los sectores máspobres. Por ello rescata, después de haber evaluado todo críticamente, losvalores que aporta la cultura europea junto al fortalecimiento de la liber-tad y la preocupación por la modernización de la sociedad, aunque no laconsidera estable.

Es indudable que Sarmiento estaba en todo momento pensando en supatria, por lo que analizaba sus ancestros, los criticaba, los despreciaba ytrataba de encontrar aspectos amables de los españoles. Así, al salir deEspaña, la sintetizó en algunos «raros aforismos» que tituló: «Tiempos pri-mitivos», «Tiempos romanos», «Tiempos árabes», «Tiempos inquisitoriales»y «Tiempos modernos» y hace una reflexión burlona diciendo: «Opino quese colonice la España: y ya lo han propuesto compañías belgas» (pp. 164-166).

Hablando del hombre español, hace referencia a los «tiempos árabes»de España y dice:

El español de hoy es el árabe de ayer, frugal, desenvuelto, gracioso en Andalu-cía, poeta i ocioso por todas partes; goza del sol, se emborracha poco, i pasa sutiempo en las esquinas, figones y plazas (p. 171).

4.1. EL VIAJE A ESPAÑA

Si bien es muy importante lo que Sarmiento transmite de sus experien-cias en cada uno de los países, tendremos en cuenta –en primer lugar— eldiscurso puesto de manifiesto especialmente en el viaje a España, a modode ejemplificación del estilo sarmientino en relación a la interacción autor-lector.

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Nuestra visión del discurso en los Viajes de Sarmiento, se detendrá es-pecialmente en su visita a Madrid, donde observaremos el diálogo entre lospersonajes, el intradiálogo manifiesto en las reflexiones sarmientinas yotras características de la interacción.

Me arriesgo a ubicar todo el texto de los Viajes sarmientinos, como«lenguaje monológico escrito», según la clasificación de A. R. Luria acercadel «lenguaje sin interlocutor o con ausencia de éste, a veces con un inter-locutor imaginario», el cual «ha de basarse en cierta motivación y teneruna idea bastante precisa», puesto que Sarmiento tendría en este caso uninterlocutor ausente, a pesar de que éste existiera.

Sin embargo, en relación al viaje a España, cuando le escribe a Lasta-rria, escritor y jurista chileno de ideas liberales, con quien Sarmiento ha-bría tenido una estrecha amistad, el uso de la segunda persona nos lleva aimaginar que el participante de la interacción que propone el autor estápresente y demuestra conocer algunas inclinaciones de éste, con las cualescoincide,. al decirle «vos que fuisteis el escritor rayano en las ideas entreespañol y francés…» y mediante el recurso del interdiálogo presupone lasideas que pueden surgir en su interlocutor ante lo que él comenta, y seadelanta a modo de reiterar la confianza que aquél puede tener en suspalabras y le advierte: «Poned, pues, entera fe en la severidad e imparcia-lidad de mis juicios, que nada tienen de prevenidos» (p. 147).

Esta es una de las pocas oportunidades en que Sarmiento emplea elpronombre vos en el trato con amigos. Por ello es difícil interpretar estaelección para el tratamiento a Lastarria en esta carta: si como signo derespeto o de confianza, debido a la nota del autor que califica esta actitudde «manía».

Pero lo importante, de todos modos, es el uso de las primera y segundapersona, que primordialmente definen un diálogo entre el emisor (Sarmien-to) y su receptor (Lastarria); si bien este discurso podría perseguir, en rea-lidad, igual intención que las «cartas al director» de la prensa, en que elreceptor es un receptor transitorio, y el verdadero destinatario es el públicolector.

Por cierto, el discurso de los Viajes no se trata de un monólogo, sinoque el autor ubica como interlocutor a un receptor americano como él.

Evidentemente, Sarmiento, en su papel de autor, lo previó todo, no obs-tante la espontaneidad que predica. Desde el tono conversacional con elque maneja mejor la trama en la que vuelca —de acuerdo a sus pala-bras— no descripciones de «la fisonomía esterior de las naciones, ni elaspecto físico de los países». sino aquello que le es más propio a cada

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país en lo vinculado con su espíritu con lo trascendental desde distintospuntos de vista, más allá de su contexto geográfico y sociocultural. Alrespecto Henríquez Ureña (1980, 243-244), hace una excelente síntesis desu trayectoria literaria. Dice:

A su propio período inicial pertenecen sus tres mejores libros: Facundo, Recuer-dos de Provincia, Viajes. Están sólidamente construidos; los escribió de prisa, peroconcibió su estructura íntegra y armoniosa desde el principio. Hechos y teorías, enellos, marchan de la mano. Todo hecho que observa —y observa mucho— estásiempre implícito o explícitamente, en relación con un amplio y coherente sistemade ideas. Todo lo que atrae su atención lo espolea a pensar. Pero su mirada nosólo es intelectual; es también imaginativa.

No cabe duda alguna de que en cualquier obra es muy difícil separarel texto de una obra de su contexto, para poder observarlo a éste en pro-fundidad, aunque en el caso de los Viajes es más, debido a que los refe-rentes que componen la realidad están estrechamente ligados a la urdim-bre textual como signos lingüísticos, porque el autor interpreta el textocasi como una continuidad del contexto.

Pero si bien el contexto histórico se deja ver de uno u otro modo enlas páginas de Los Viajes, deben destacarse sus visitas a una importanteporción del mundo, que Sarmiento conocía sólo por referencia antes de susViajes, porque son el factor determinante del espíritu festivo que deja tras-lucir con frecuencia en su narración.

En relación al espíritu obsesivo de Sarmiento por conocerlo todo, poresclarecer cada situación de la que tomaba conocimiento, Roy Bartholo-mew (1950) observa: «Cómo no iba a escribir, describir, contar, discutir,encarecer, comunicar esta experiencia poderosa de su viaje por el mundo»y Paul Verdevoye (1988: 403) dice que Sarmiento «tiene la sonrisa en loslabios. Este viaje es una fiesta para él. Todo le interesa, le divierte, leapasiona». Sin duda, a su visión dolorida de América Sarmiento le opon-drá una sucesión de nuevas y variadas experiencias, alternando su optimis-mo predominante con la cara negativa de algunas de ellas.

Javier Fernández, Op.cit. advierte:

Los Viajes confirman que Sarmiento supo ver los problemas concretos de sutiempo y son a la vez un cuadro vivísimo de tipos, costumbres y naturaleza, salpi-cado de reflexiones íntimas, que hacen de este libro una verdadera autobiografíade un hombre, una época y una parte del mundo.

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No obstante no debemos dejar de lado que es el carácter dialógico dela obra en su conjunto lo que principalmente le permite a Sarmiento im-primir más fuerza y ductilidad a lo que quiere comunicar. Es ese juegointeractivo del «yo/tú» que sirve de soporte al texto, lo que faculta al au-tor para hacer uso de numerosos recursos de los que se vale para expresarlo que quiera y como quiera en cada circunstancia.

Es evidente que, por esa época, Sarmiento tenía un profundo sentimien-to de dolor acerca del modelo que representaba España ante los ojos delos americanos, y no perdía oportunidad para demostrarlo.

Así es como todo su lenguaje está teñido de negatividad hacia la Penín-sula en este relato. Modalidad esta que se aprecia desde la forma burlonade pronunciar su nombre, como por la imputación de propinadora de «ma-los ratos», que le hace. Porque, desde las primeras líneas —imitando lapronunciación popular castellana de la e abierta antes de sibilante— sequeja de lo que lo ha hecho sufrir: «Esta Aspaña que tantos malos ratosme ha dado» (p. 147).

Con seguridad, Sarmiento está influido por la situación argentina deesos momentos, cuando, como los otros países americanos, su patria trata-ba de establecer su propia idiosincracia; pero, de acuerdo a su criterio, sesentía aún fuertemente la presión cultural española.

En primer término, debemos decir que mediante marcas segmentales osuprasegmentales que pueden orientarnos axiológicamente, vamos perci-biendo tanto el significado de las palabras en sí mismas, como la inten-ción del autor a través del texto.

Además de las marcas suprasegmentales de la pronunciación (de la queya vimos un caso) se encuentran otras como la de la interrogación, de laexclamación, que, respaldados por la presuposición que pone en juego elreceptor, llevan a esa interpretación.

Pero lo más evidente desde un punto de vista pragmático en el discursosarmientino son las actitudes negativas como la de anticipar «el juicio»que previó hacerle a España, sobre el cual expresa Sarmiento:

He venido a España con el santo propósito de levantarla el proceso verbal,para fundar una acusación, que, como fiscal reconocido ya, tengo de hacerla anteel tribunal de la opinión en América; a bien que no son jueces tachables por pa-rentesco ni complicidad los que han de oir mi alegato (p. 147).

Hace al respecto una acusación por la que se autono-mina «fiscal» anteel figurado «tribunal de la opinión en América». Es decir que su objetivo

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primordial, de acuerdo a lo que dice, habría sido el de fundamentar, in-merso en la realidad española, una acusación pergeñada con anterioridada su viaje a la Península.

Es curiosa también la apreciación de los resultados de la actividad rea-lizada en vinculación a su segundo objetivo, el de «estudiar los métodos delectura, la ortografía, pronunciación y cuanto a la lengua dice relación» (p.147), que matiza frecuentemente de expresiones negativas.

De lo que logró por su «estudio de los métodos de lectura», dice quehizo «una pobre cosecha»; y «del resto», advierte: «el francés los invade;no sabe lo que se dice este académico, ignoran el griego; traducen, i tra-ducen mal lo malo» (p. 147).

En su discurso encontramos el empleo de varios recursos para expresarsu sentimiento negativo: el primero, mediante un calificativo minimizante(«pobre»); el segundo, por acción de un factor que actúa en contra («losinvade»); el tercero, con el uso de una declarativa negativa, muy dura alponer como sujeto a «académico», para el cual la relación lógica sería«sabe lo que se dice», no la forma negativa que aquí se emplea. El cuarto,por el que se vale de un verbo de pensa-miento también negativo («igno-rar»), para rematar con una afirmación donde la negatividad propia deladjetivo «malo», que aparece sustantivado, se refuerza mediante el adverbio«mal» que acompaña al verbo que lo toma por objeto.

Esta negatividad se dinamiza en figuras del mismo tono pero matizadaspor la ironía, cuando dice, a continuación de lo anterior, cuando comentaacerca de una discusión sobre ortografía, mantenida con varios españoles:«i la sonrisa del desdén andaba de boca en boca rizando las extremidadesde los labios».

Seguidamente, como implicatura de esa actitud peyorativa, lee Sarmien-to su pensamiento e intuye que esos españoles mentalmente habrían expre-sado: «Pobres diablos de criollos, parecían disimular, quién los mete a ellosen cosas tan académicas!» (p. 147).

Luego cuenta su réplica a la opinión vertida por los españoles, contrariaa sus ideas, y emplea en ella una serie de formas negativas.

La primera, con intervención del adverbio «no», destruye la negatividaddel adjetivo «grave» y del predicativo al que califica, «inconveniente»: «Esteno es un grave inconveniente», aseveración que refuerza con una acciónpersonal positiva al decir: «repuse yo con la mayor compostura i suavi-dad» (p. 148).

Pero ello resulta solo un preámbulo del discurso negativo y algo irónicoque desarrolla a continuación:

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Como allí no leemos libros españoles; como Uds. no tienen autores, ni escritores,ni sabios, ni economistas, ni políticos, ni historiadores, ni cosa que lo valga; comoUds. aquí i nosotros allí traducimos, nos es absolutamente indiferente que Uds. es-criban de un modo lo traducido i nosotros de otro. No hemos visto allá más libroespañol que uno que no es libro, los artículos de periódico de Larra; o no sé siUds. pretenden que los escritos de Martinez de la Rosa son tambien libros! Allápasan solo por compilaciones, por estractos, pudiendo citarse la pájina de Blair,Boileau, Guizot, i veinte mas, de donde ha sacado tal concepto, o la idea madreque le ha sujerido otro desenvolvimiento (p. 148).

Sin duda este texto que reprodujimos es uno de los que nos permitenpalpar mejor el sentimiento y pensamiento americano de Sarmiento. Deacuerdo a ello destacamos:

a) en América no se hacía nada original en materia de cultura;b) no se podía tomar de modelo a los españoles porque tampoco lo

hacían;c) especialmente en literatura de la época solo habrían trascendido los

artículos periodísticos de Larra;d) lo que nutría a los españoles era de origen francés; lo mismo que

nutría a los americanos;e) como no tenían nada en común, Sarmiento no consideraba impor-

tante que los españoles escribieran de un modo y ellos de otro.Un aspecto que, sin embargo rescata, aunque frustra sus esperanzas de

poder combatir a través de ella, es el de la prensa española. Comenta alrespecto: «por desgracia, la prensa mostró esta vez mas sentido comun queel que yo le hubiera concedido, i me he quedado con todos mis coheteschingados» (p. 148).

Otras maneras de demostrar su sentimiento de frustración, de dolor ode burla, ante ese mundo español del que no se sentía orgulloso comoheredero, se advierten en sus numerosas descripciones de costumbres.

Una de ellas se define en las repetidas comparaciones con lo que ocu-rre en algunos países adelantados y que en España es distinto. Dice: «Porejemplo, el arnés de las bestias de tiro en Inglaterra, Francia, Alemania oEstados Unidos, es una de esas cosas invariables...»; mientras que «salís deBayona hácia Irun o Vitoria, i el frances, el europeo caen, al pasar unacolina, en un mundo nuevo (p. 149).

Similar es su sentimiento de vergüenza y de desprecio en cuanto a laexperiencia de escuchar a gente del pueblo expresándose en forma vulgarcon:

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Retahila de blasfemias a hacer reventar en sangre otros oido que los españoles;con aquello de arre p.... marche la Zumalacarregui, anda.... de la Vírjen, ahí estáel carlista.... p... Cristina janda, jandaaa! i Dios, los santos del cielo i las potesta-des del infierno entran péle-mele en aquella tormenta de zurriagazos, pedradas,gritos i obsenidades horribles.

Y comenta al respecto:

El extranjero que no entiende aquella granizada de palabras incoherentes, secree en un país encantado, abobado con tanta borlita i zarandaja, tanta bulla itanto campanilleo, i declara a la España el pais mas romanesco, mas sideral, masextra-mundanal que pudo soñarse jamás (p. 150).

Pocas cosas parecen aceptables a Sarmiento. Así, cuando describe elpaisaje, lo desvaloriza de varias maneras: una, al compararlo con el Africay «las planicies asiáticas»; por ejemplo, cuando dice con pesadumbre:

La aldea miserable que el ojo del viajero encuentra, se muestra a lo lejos te-rrosa i triste; árbol alguno abriga bajo su sombra aquellas murallas medio destrui-das, i en torno de las habitaciones, la flor mas indiferente no alza su tallo, paraamenizar con sus colores escojidos la vista desapacible que ofrecen llanuras desco-loridas, arbustillos espinosos, encinas enanas, i en lontananza montañas descarnadasi perfiles adustos (pp. 150-151).

Con ironía habla de «lo pintoresco i poesía» de España, al acotar que«por desgracia cada día va perdiendo algo de su orijinalidad primitiva» yrecordar el caso de dos artistas franceses que recorrieron gran parte de laPenínsula, «sin haber tenido la felicidad de ser atacados por los bandidoscomo se lo habían prometido, a fin de descargar las carabinas de que sehabían provisto...» (p. 151).

Dice, en otra parte que el destino de España «no consiste en andar aremolque de las otras naciones, sino a destiempo, dando las doce cuandotodos los relojes marcan las cinco, i viceversa» (p. 152).

El relato acerca de lo que acontece en los lugares que ha recorridosobre el suelo español y la descripción de éstos y de su pueblo, del que dalas características raciales y de su vestimenta, no están exentos de las pin-celadas negativas de Sarmiento, de las cuales, entre las más suaves estánlas que expresa respecto del paisano español.

Opina, entre otras cosas, que éste «posee, ademas, todas las cualidadesnecesarias para ejercitar con éxito la profesión de mendigo» (p. 156). O,en este tren, pese a la bella imagen que ofrece de la catedral de Burgos,anticipa que:

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Por un acaso, feliz sin duda, la dilijencia no llega a la ciudad, sino a unahora avanzada de la noche que oculta al viajero el desaseo de la poblacion. Bur-gos con su catedral gótica, se levanta cual sombra de los tiempos heróicos, comoel alma en pena de la caballería española (p. 153).

Y termina diciendo en relación a ella, después de reconocer lo impor-tante que fue dicha ciudad, que tiene «la catedral gótica más bella que seconoce», pero que

de dia es un pobre monton de ruinas vivas i habitadas por un pueblo cuyo aspectoes todo lo que se quiera, ménos poético, ni culto, dos modos de ser que se suplenuno a otro (p. 155).

Incontables veces recurre a la ironía, como ya advertimos y ahora rei-teramos al citar la siguiente observación, referida al español: «es sobrio, ilo prueba la capa que lleva sobre sus hombros, pues que un hombre bo-rracho no podria tenerse parado llevando capa» (p. 161).

O cuando dice con sarcasmo:

Al paso que van las cosas en España, toda poesía y todo pintoresco habrá des-aparecido bien pronto. Ya no se ven aquellos monjes blancos, pardos, chocolates,negros, overos, calzados y descalzos, que hicieron la gloria del paisaje español hasta1830 (p. 155).

Sin embargo por momentos parece despojarse de su ironía procaz, paradar paso a lucidas y generosas descripciones como la de la calle de Alcalá,«una de las más bellas y espaciosas de Europa» (p. 158) o de la ilumina-ción de paseos y calles o sobre la Plaza Mayor.

De todos modos, quizá el pasaje que más llama la atención por el co-lorido y el realismo de la pintura que hace Sarmiento, es el relativo a laplaza de toros. Gran vivacidad y dinamismo se percibe en todo el cuadro,si bien resultan escalofriantes sus puntualizaciones realistas que utilizapara describir:

Cuando la arena está cubierta de caballos destripados, cuando la sangre hacefango sobre el suelo, entonces el pueblo no puede contener su entusiasmo, se ponede pie para aplaudir a los vencedores, ya sean toros u hombres, para ver hundirsela espada del matador en el corazon del toro furioso, para sorprender el últimojemido de la víctima i deleitarse con su agonía (p. 162).

Ante ello manifiesta su parecer diciendo:

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Es horrible, ciertamente, ver a estos hombres afectar alegría i placer cuando seles ha visto caer bajo el caballo repetidas ocasiones, vomitar sangre, desmayarse irevivir con dificultad (p. 164).

No obstante, afirma también:

He visto los toros, i sentido todo su sublime atractivo. Espectáculo bárbaro,terrible, sanguinario, i sin embargo, lleno de seducción i de estímulo (p. 169).

Más adelante comenta impresionado:

Yo he visto en una tarde morir dieziocho caballos i siete toros, i dejo a cual-quiera que calcule la cantidad de sangre que a chorros ha debido salir de veinticin-co cuadrúpedos (p. 170).

Finalmente discierne acerca de esa realidad, que de algún modo secompara con el derramamiento de sangre en las luchas fratricidas entreunitarios y federales en la Argentina, y dice:

Este pueblo así educado, es el mismo que se ha abandonado a las espantosascrueldades de la guerra de cristianos i carlistas en España, el mismo que a orillasdel Plata, se ha degollado entre sí con una barbaridad, con un placer, diré masbien, que sobrevive hoi en la raza española; porque no ha de conservarse un es-pectáculo bárbaro, sin que todas las ideas bárbaras de las bárbaras épocas en quetuvieron oríjen vivan en el ánimo del pueblo (p. 171).

Con curiosidad por conocerlo todo, Sarmiento concurre varias veces alteatro y se informa de lo que está en cartelera en otros lugares de espec-táculos. Al respecto emite su crítica, y con el pretexto de que necesitaba«establecer algunos antecedentes para esplicar las sensaciones que el teatroespañol le había producido», una vez más recurre a la negatividad, al afir-mar que España

es la nacion que ménos puede pretender a nada suyo propio en materia de trabajosde la intelijencia; porque el atraso no es una civi-lizacion, ni produce una literatu-ra» (p. 172).

Y en contraposición alaba el teatro francés y dice que «el teatro españolviene arrastrándose todavía, veinte o treinta años atras del arte actual» (p.173).

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4.2. ESPAÑA Y AMÉRICA

Hemos visto hasta ahora que las referencias a España son en su mayo-ría negativas. No se ha entablado el diálogo. En casi todas las ocasiones,si Sarmiento destaca favorablemente algo, disminuye su valor con unaaserción a veces despreciativa: «Madrid, aunque real i mui noble, es siem-pre la villa de Madrid» (p. 174).

El análisis de la situación española que Sarmiento realiza «in situ», serelaciona frecuentemente con América. De aquí el dolor que pone de ma-nifiesto cuando dice:

Esta estrechez del círculo en que el autor vive, aquella simplicidad de los ele-mentos que componen la sociedad, estorba la aparición de la novela en España, lomismo que en América, porque la imajinación no tiene para coordinar, exajerar iembellecer (p. 174).

A veces el pensamiento de Sarmiento, puesto en América, lo lleva aubicar el paisaje de su tierra en la península, al decir:

Esta escena de desolacion, aquella pampa salvaje intermediaria entre una capitali un monumento, preparan el espíritu, deprimiéndolo i entristeciéndolo, para acercar-se al panteon de Felipe II (p. 179).

Palcos justifica el sentimiento de Sarmiento mediante la observación deque «emite aquellos severos juicios sobre la Madre Patria en un período demucho marasmo y postración peninsular» (5).

Sin embargo, antes de dejar Madrid, relaciona a españoles y america-nos de manera amable, al decir:

Los americanos y franceses que han penetrado en la sociedad (española)... ala-ban la cordialidad i la franqueza de las costumbres, i cierto aire de la hospitali-dad americana que hace del estranjero a la tercera visita el miembro de la familia.

Poco más adelante deja claro su dolido sentimiento de recriminaciónhacia España, al afirmar:

En los círculos de literatos que he frecuentado, he encontrado el mismo espíritu,la misma llaneza, que haria amar al español por aquellos mismos que, como yo,detestan todos sus antecedentes históricos i simbolizan en España la tradicion delenvejecido mal de América (p. 184).

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La vinculación con su medio está también presente. Por ejemplo, criticaal pueblo diciendo:

Lleva sombrero de lana ordinario, como los mendocinos; i manta al hombro deotro tejido que se fabrica en Córdova arjentina, i lleva exactamente como llevan elponcho los cuyanos. Os creeríais en Cuyo al ver a los paisanos de Minvielle, quenos queria hacer pasar a los españoles por jente... No le creais una palabra, soncomo... como nosotros atrasados, sin ciencia i sin artes (p. 188).

Se observa mayor benevolencia de Sarmiento hacia otras provincias es-pañolas: La Mancha, Córdoba («Que imajinacion, qué riquezas de espíritu!Qué feliz es la alegre Andalucía!») pero especialmente Barcelona: «Así sontodos los catalanes; otra sangre, otra estirpe, otro idioma (p. 192), encomparación a lo que dice de Madrid.

El desdén de Sarmiento hacia España no es más que una forma de re-negar contra el propio destino americano, de ser herederos de la culturaespañola.

La manera en que lo hace es a través de distintas posibilidades de lanegación, que a veces no tiene que ver especialmente con las partículasque la indican, ni siquiera con los adjetivos negativos, sino con el ángulodesde donde enfoca su objetivo: la incultura y la chatura de la Penínsulapor esa época.

De este modo logra que el desprecio, la ironía, la recriminación parez-can teñir la parte principal del discurso, el que, por su ubicación dentrodel género epistolar, permite valorar el pensamiento y sentimiento america-no de Sarmiento como más espontáneo y auténtico.

En relación al viaje sarmientino a Argelia, Olga Fernández Latour deBotas observa muy bien el peso que tenía en Sarmiento el interés por laraza árabe y la identificación con su sangre por la línea materna (p.1058), lo cual lo expresa convenientemente Slimane Zeghidour en su artí-culo «Sarmiento y su viaje a Argel» (La Gaceta, Tucumán, 1983):

Doblemente gaucho-árabe (por su madre y por su tierra), la lucha entre elbárbaro y el civilizado se volvía, en él, desgarramiento íntimo y ruptura. Ese plura-lismo de su identidad lo impulsó hacia los centros de interés múltiples: educación,emancipación de la mujer, estado de los caminos, higiene de los mataderos, etc.entre la síntesis (el civilizado) y la antítesis (el bárbaro), asumió la síntesis, ilus-trada por una vida movida, mezclando acción y literatura.

Opina Olga Fernández Latour de Botas (1960: 346-347) a propósito dela visita de Sarmiento a Argel:

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que Sarmiento fue al África para tratar de conocer mejor las causas delos problemas sudamericanos que encarnaba en su propia circunstancia y enlas de sus opuestos complementarios (gauchos-Quiroga-Rosas) y que al cons-truir su relato lo hizo, como otras veces —como todas las veces, más quenunca quizás— bajo la forma de una comparación magistral y profética.

De acuerdo a la carta que envía desde Roma, se observa que en estavisita al tercer país latino (antes había estado en Francia y en España)desarrolla un plan en torno a tres ejes principales: 1) el Papa y la Iglesia,2) el arte y su contexto histórico y 3) las costumbres del lugar, como porejemplo el carnaval. Uno de los aspectos más importantes fue que el PapaGiovanni María Mastai Ferretti (Pío IX), solo seis meses después de suentronización en San Pedro, lo recibiera con gran deferencia. Así lo desta-ca Sarmiento en la carta que le envía al obispo de Cuyo, a quien le co-menta que el Supremo Pontífice había realizado un viaje por América entre1823-1825), durante el cual había visitado Buenos Aires, Montevideo, San-tiago de Chile, y Valparaíso y que recordaba todo con gran simpatía. Perofuera de este encuentro precioso y de la contemplación de las magníficasobras de arte, observando la vida cotidiana de Roma, Sarmiento expresa:«¡Qué miseria y qué abandono! ¿Por qué no trabaja este pueblo?». Y co-menta que Roma y Nápoles le habían dejado un sabor amargo. Pero con-trariamente, al conocer Florencia, todo le parece hermoso y hace la si-guiente comparación:

Cómo respira uno en esta bella Florencia, cual si después de la larga tempestadganase el deseado puerto, porque Roma admira y aflige, y su campaña emponzoñay oprime. Llegado a Florencia, créese salir de la mansión de los muertos a un ricooasis de verdura.

Al recordar su viaje a Nápoles, el maestro, además de sus críticas sobrela ciudad menciona a un joven francés de la Vendée, y en la descripción desus posesiones a un manoir, pocas líneas más adelante; o en la carta sobreEstados Unidos habla de la toilette de baile de las señoras o del sonreircandoroso i hebeté de una paisana.

Otra lengua que utiliza mucho el autor de Los Viajes es el latín, casisiempre en frases hechas, incorporadas en forma natural en diversos pasa-jes del texto: «i va usted a creerme sorprendido in fraganti delicto, de estarforjando cuentos de duendes». También: «Sic vos non vobis inventais telé-grafos eléctricos para que la union active las comunicaciones; sic vos nonvobis creásteis los rieles para que rodasen las producciones» o «Para darle

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la noticia del progreso asombroso del estado de Ohio, debo principiar porel sicut erat in principio, es decir el aspecto de ayer del pais no mas».

Después de visitar Italia, Sarmiento se dirige a Alemania, apoyado —como en las visitas anteriores—, por la beca que le había concedido Dn.Manuel Montt, Ministro de Instrucción Pública en Chile para estudiar lascondiciones de la enseñanza pública y las posibilidades de una emigracióna Chile. A éste le escribe en junio de 1847, pero se advierte que un añoantes había iniciado una serie de encuentros con alemanes importantes,influyentes en su país y el 20 de julio de 1846 compra una gramática ale-mana y apunta en su «Diario de Gastos»: «Comienzo del estudio de ale-mán». Además en ese mismo año compra obras de Schiller en alemán yun pequeño diccionario de esta lengua. Por esa época envía una carta conmanuscritos a un señor Wappäus de Göttingen, quien conocía el Rio de laPlata y era especialista en emigración, al que le ofrece escribir una me-moria sobre la Argentina que fomente la emigración alemana al Río de laPlata. Opina Leo Pollmann que Sarmiento

no entra en Alemania con una admiración ciega…, sino con una mezcla de admira-ción y reserva ante un mundo que, evidentemente, no es el suyo, un mundo que, sinduda alguna, no puede tal cual servirle de modelo para su América, pero que merecemucho la atención. Anota sus reflexiones preliminares ya en vistas al encuentro consabios de Gotinga en el que su viaje iba a alcanzar su máxima densidad.

Después de visitar la Baviera y Munich, comenta que los bávaros sonpacíficos y le agradan sus costumbres y su vida en contacto con la natura-leza, pero es en Berlín donde esperaba hablar de los grandes temas que lepreocupaban: «la educación en Prusia y la emigración alemana a Chile yal Río de la Plata, pero se siente muy lejos de su realidad. Pero, intuitiva-mente se arriesga a opinar:

La Prusia, gracias a su inteligente sistema de educación, está mas preparadaque la Francia misma para la vida política, i el voto universal no seria una exa-geración donde todas las clases de la sociedad tienen uso de la razon, porque latienen cultivada

En su libro Educación popular proporciona más datos y razones paraproponerla en Chile y en el Río de la Plata, consciente de la importancia quetiene la educación para el todo pueblo y propaga el principio de la enseñan-za obligatoria y gratuita, con financiación garantizada por el estado.

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En relación a su otro objetivo de visitar Alemania, el de la emigracióna Chile y el Río de la Plata, los informes son confusos y hasta Sarmiento,quien había ido especialmente a Göttingen con misiones concretas, confun-de fechas, posiblemente porque quería conocer otros lugares de Alemaniaque no estaban previstos para su visita. El 5 de mayo de 1847 Sarmientodice:

Aquí termina mi viaje en Alemania. Partiré luego por el Rin, Holanda i Bélgicaa Paris, desde donde mui en breve confiaré a los mares mi destino humilde asaz,para que las olas quieran turbarlo (p. 289).

Así finaliza su viaje por Europa y con graves preocupaciones económicase dirige al Nuevo Continente. Solo al llegar a los Estados Unidos pareceque Sarmiento comienza a relajarse de sus tensiones, a pesar de que en sucarta a Valentín Alsina le comenta:

Los Estados Unidos son una cosa sin modelo anterior, una especie de disparateque choca a la primera vista, y frustra la expectación contra las ideas recibidas...(p. 297).

Y luego continúa:

I no obstante este disparate inconcebible es grande i noble, sublime a veces,regular siempre… No es aquel cuerpo social un ser deforme, monstruo de las espe-cies conocidas, sino como un animal nuevo producido por la creación política, es-traño como aquellos megaterios cuyos huesos se presentan aún sobre la superficiede la tierra. De modo que para aprender a contemplar es necesario ántes educar eljuicio propio, disimulando sus aparentes faltas orgánicas, a fin de apreciarlo en supropia índole, no sin riesgo de vencida la primera extrañeza, hallarlo bello, i pro-clamar un nuevo criterio de las cosas humanas (294).

Sin embargo, el entusiasmo sarmientino no surgió solo al concretar lavisita que hizo a Estados Unidos, sino que Sarmiento había tenido comosegundo libro de lectura en su infancia, la Vida de Franklin, lo había toma-do de modelo desde su adolescencia y junto con él el modelo social norte-americano para el «hombre nuevo» que soñaba Sarmiento. Así pudo encami-nar su entusiasmo político hacia una meta de la república democrática.

También en Estados Unidos reniega de su idioma español por conside-rarlo sin trascendencia en el mundo y dice pensando en la posibilidad dequedarse allí y de ganarse la vida: «¿Enseñar o escribir qué? ¡con este idio-ma que nadie necesita saber!».

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Su visita a este país fue breve por escasez de fondos, otro factor impor-tante fue su desconocimiento del inglés y no tenía mayor conocimientoprevio sobre Estados Unidos, excepto lo que había leído del sabio viajerofrancés Alexis de Tocqueville: Democracia en América, en dos tomos de1835 y 1840.

CONCLUSIONES

Aunque la actitud de Sarmiento limita la posibilidad de diálogo entrela culturas, éste se manifiesta a través del discurso epistolar y al insertarseen una obra que llega a miles de lectores, podemos concluir diciendo queel diálogo está siempre presente.

Además debemos decir que leyendo Los Viajes se siente la proximidaddel autor que piensa, narra, describe, pone en juego sus sentimientos dedolor, de rabia, de alegría. Palpamos constantemente sus deseos, sus frus-traciones, sus pasiones, sus arrebatos, su ironía.

Nos da la oportunidad de apreciar sus viajes, mezcla de realidad y deilusiones, pero por sobre todo de apreciar a ese hombre crítico consigomismo y con lo que lo rodea. Dolorido porque su patria no funcionacomo él anhela y por la que recoge un cúmulo de experiencias en cadalugar que visita con el anhelo permanente de poder vencer la barbariepara mejorar la sociedad argentina.

Y así se muestra como un hombre real, que tiene sus necesidades dia-rias registradas en una parte del libro a la que la tituló «Libro de gastos»,pero que fascina con su rica escritura, que sorprende con sus sentimientoscontrapuestos volcados en cada pasaje, pero también con su sensibilidadante la naturaleza, la cultura, sus amigos, lo que nos permite acompañar-lo en sus frustraciones y admirarlo en sus buenas acciones. Todo ello lohace tomar el primer sitial en sus textos, por lo que me arriesgo a decirque al leer esta obra, estamos ante él, Sarmiento y sus viajes y no Losviajes de Sarmiento, porque el centro es él en toda cicunstancia.

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Las fiestas patrias en el ideariode Domingo Faustino Sarmiento

porElba Estela Romero

omingo Faustino Sarmiento fue una de las personalidades más im-portantes de nuestra historia. Su figura despertó admiración, resis-tencia y oposición en las más diversas posiciones políticas de su

época e incluso posteriormente. Fue docente, periodista, militar, estadista,promotor de avances científicos, político y escritor. Como hombre de ac-ción, soñó un rol protagónico para nuestro país en el grupo de las gran-des naciones del mundo. Una de las facetas que revelan la claridad de supensamiento, opiniones y conceptos, es su oficio de periodista, que lo de-sarrolló ampliamente durante su exilio voluntario en Chile y también ennuestro país.

El presente trabajo tiene como objetivo analizar los artículos que escri-be en el diario El Nacional entre años 1856-1883, referidos a los díaspatrios del 25 de Mayo y del 9 de Julio comparándolos con la gesta de laindependencia de los Estados Unidos del 4 de julio. Se ha utilizado comofuente documental las páginas literarias contenidas en las Obras de Domin-go F. Sarmiento.

En nuestro país, una de las publicaciones más importantes de los pri-meros años de este período, fue El Nacional. Este periódico publica su pri-mer número el 1 de mayo de 1852 y se mantuvo hasta 1893, con dos edi-ciones diarias: al mediodía y a la siesta. La publicación declaradamenteantirosista, y en contra los resabios de la vida hispánica, tuvo a DalmacioVélez Sársfield como su inspirador y como editor a Martín Piñero, unidos

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ambos en el propósito de poner una barrera a la reconstrucción del pasa-do y afianzar un nuevo sentimiento que surgía en la mente de los hom-bres, el sentimiento nacional tal como lo concebía este sector de la intelec-tualidad argentina. Tres meses después de la batalla de Caseros, con lapalabra «nacional», se lanza la idea.

Al respecto Sarmiento escribió:

Tan noble extirpe fue El Nacional, tan nacional para Buenos Aires como parael resto de las Provincias, asociando a la idea de nación, la conciencia del derecho,el anhelo por la libertad.

Consideraba que si bien todos los diarios de la época habían tenido suparte en la significativa construcción de una» idea de Nación», superandolas divisiones y anarquías provinciales, fue sin embargo, El Nacional, quienen las cuestiones orgánicas fue determinante, por ejemplo: en la prédicapor una de ley de elecciones que asegurase la verdad por el voto, comobase del gobierno representativo; o una ley de libertad de opinión. Tambiénacerca de doctrinas modernas (para entonces) sobre colonización y agricul-tura; y abogó por una ley de educación primaria. En síntesis, El Nacional,constituía la tribuna permanente para difundir las ideas liberales en Amé-rica, albergando en sus páginas no sólo los escritos de Sarmiento —quienllegó a ser Director del Diario— sino también a otros pensadores comoJuan Bautista Alberdi, Bartolomé Mitre y Miguel Cané.

Los años que median entre 1856 y 1865 son importantes en la vida deSarmiento. Episodios fundamentales de la historia argentina encuentran aeste pensador y hombre de acción, en un lugar de primera fila.

La batalla de Caseros, la disgregación de la naciente Nación en laConfederación Argentina y el Estado de Buenos Aires, lo llevan en estaetapa a una prédica y lucha que le abrirá la participación activa en lavida política de su patria; participación jalonada con diversos cargos públi-cos, nuevos libros, nuevas polémicas. Todavía reparte en un comienzo susenergías entre Chile y la Argentina, hasta que, a partir de 1855, se entre-ga totalmente a nuestro país.1

Sarmiento consideró al gobierno de Juan Manuel de Rosas y al caudi-llismo, no sólo como un retroceso sino un período de indefiniciones respec-to a la proclama del 9 de julio.

1 Emilio Carilla. El embajador Sarmiento (Sarmiento y los Estados Unidos). Tucu-mán, Facultad de Filosofía y Letras, 1961, p. 16.

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De los artículos que publica en estos años se desprenden su admiraciónpor los Estados Unidos como una expresión cabal de república y de demo-cracia en cuanto a la similitud del proceso de independencia. Tambiénreflexiona sobre la necesidad de concientizar y consolidar el movimientoemancipatorio de mayo; y el significado profundo del Congreso de Tucu-mán, superador del 25 de mayo.

LOS DÍAS DE LA PATRIA: FIESTAS MAYAS, 9 DE JULIO Y 4 DE JULIO.LA RELACIÓN CON ESTADO UNIDOS

El primer contacto personal de Sarmiento con los Estados Unidos ocu-rrió a fines de 1847, ofreciéndole mucho de revelación y descubrimiento.Para Sarmiento —como para tantos jóvenes hispanoamericanos de su gene-ración— Francia era el modelo. Sin embargo, en sus viajes a Europa apartir de 1840 encuentra que Francia está lejos de corresponder a la ideaestabilidad política y mejora de la situación social. Era la Francia de LuisFelipe, de 1846. Los otros países de Europa no le dejaban mejor impresión.

Otra sería la lectura de Estados Unidos.

Leiv motiv de las muchas páginas sobre los Estados Unidos, es el reconocimientode la grandeza del país, fruto de la pujanza y el espíritu de la empresa del hom-bre norteamericano, que, en poco más de medio siglo de vida independiente habíaconstruido una nación que ya asomaba entre las primeras del mundo. En los Esta-dos Unidos ve Sarmiento la encarnación de la libertad y la democracia.2

Era un hombre del siglo XIX influido por ideas liberales y positivistas,expresadas claramente en el país del Norte que se encontraba en los albo-res de su progreso. No fue testigo del justificado recelo, hostilidad y opo-sición que las posteriores generaciones tendrían sobre el imperialismo esta-dounidense, que tomo cuerpo luego de la Primera Guerra Mundial.

Sarmiento es el protagonista y testigo de esa primera hora, cuandovuelve a ese país como diplomático poco después que terminara la guerracivil con el triunfo de los unionistas del norte, que traía aparejado unmodelo industrial y la emancipación de los esclavos en detrimento de unsur esclavista y agrícola. En ese país, encontró una sociedad donde se res-petaba la igualdad ante la ley y la libertad de expresión. Sus productos

2 Ibidem, p. 22.

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industriales se basaban en pocos modelos que se hacían cada vez mejores.Existía un fuerte mercado interno que consumía los artículos que se cono-cían por los avisos publicados en los periódicos. Allí también conoció aHorace Mann, que difundió la enseñanza popular. En adelante, para Sar-miento, la educación popular no será sólo la «educación del soberano» (elpueblo), sino también, un instrumento de unión entre las clases sociales.Las colaboraciones periodísticas que Sarmiento realizó entre 1841 y 1842se referían a Franklin, a las bibliotecas populares, costumbres, educación,entre otras cosas.

LOS DÍAS DE LA PATRIA EN EL NACIONAL

Con este pensamiento innovador y revolucionario acorde a las ideolo-gías de ese momento y respondiendo a los objetivos del diario El Nacional,Sarmiento bajo el título «Los días de la Patria», comenzó a publicar susartículos tomando la gesta revolucionaria de Norteamérica, del 4 de juliode 1776 y la comparación con nuestra Revolución de Mayo. El primer ar-tículo lo escribe el 4 de julio de 1856 y es acerca de la conmemoracióndel 4 de Julio. Sarmiento consideraba esa fecha patria, el gran día, con-sanguíneo del 9 de Julio, cuando los congresales proclamaron la Indepen-dencia de España, tomando conciencia de los grandes principios america-nos y la pertenencia a la familia de repúblicas, diciendo al respecto:

La libertad es un bien que conquistan los pueblos por su propio esfuerzo y quenadie puede arrebatarles, cuando tienen en la conciencia como dogma la fe social,los principios proclamados el 4 de Julio en Estados Unidos, el 9 de Julio en lasProvincias Unidas del Río de la Plata.3

Siguiendo el pensamiento de San Martín, Sarmiento consideraba que sino se establecían las libertades americanas en todo el Continente del Surcorría peligro la libertad conseguida en 1816. En esto, le cupo a los ar-gentinos haber sido los primeros en seguir las huellas de los Estados Uni-dos. Por accidente histórico, al momento de la revolución —considerabaSarmiento— era el virreynato del Río de la Plata, el gobierno más recien-te que había instituido España, compuesto por fragmentos de otras colo-

3 D. F. Sarmiento. «Páginas literarias», en: Obras de... Buenos Aires, 1900. TomoXLVI, p. 6.

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nias. La revolución de Mayo lo encontró descentralizado, situación muyconveniente para que pudiera prosperar este movimiento.

El movimiento nació entonces con la clara impronta del 4 de julio,manifestaba Sarmiento y las Provincias unidas del Río de la Plata mostra-ron su intento de ser fieles a los principios que sostenían los Estados Uni-dos de América». Los principios del pacto de confederación y unión perpe-tua celebrado en los Estados Unidos, se reafirma con el Tratado del Cua-drilátero firmado en 1822 entre Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y EntreRíos.

En otro artículo publicado en 1856 acerca del 9 de Julio, reseña el es-tado de nuestra patria al comienzo de la revolución, cuando el Alto Perúera parte nuestra también, al igual que Paraguay y Uruguay, donde se lu-chaba sin tener en muchos casos una idea clara de porqué lo hacían. Eneste escenario, los ejércitos españoles ocupaban Charcas, La Plata y Chin-chas; y Manuel Belgrano pedía en vano socorros y refuerzos a un país singobierno y sin rentas. Por otra parte, San Martín disciplinaba en Cuyo unejército para repeler a los españoles de Chile, mientras una expedición por-tuguesa amenazaba ocupar la Banda Oriental. El doctor Francia, se habíaapoderado del Paraguay segregándola de la comunidad argentina. Artigasdominaba Corriente y Entre Ríos había pasado a la banda del Paraná. Güe-mes en Salta, resistía a Rondeau, por desconocer en él toda autoridad queno emanase de sí mismo. El cuadro era de desorden y a la vez de vitali-dad. La monarquía española se había disuelto en fracciones y en nuestroterritorio, las ciudades comenzaban a llamarse provincias que reclamarony conservaron la soberanía territorial. Al igual que en la Península con sumovimiento juntista, toda América se descompuso en Cabildos, único poderque no era emanado del rey. El 9 de Julio declararon el derecho revolucio-nario.

En estas condiciones se reunía el Congreso de Tucumán. Sarmiento des-cribe magistralmente esa epopeya cuando dice:

Del seno de este caos, un Congreso reunido de prisa, por ver si se ponía térmi-no a este desquicio, sin recursos para pagar un correo, sin autoridad para imponercontribuciones, impotente para contener el derrumbe de una sociedad que se des-bandaba, anunció una mañana que estas colonias habían dejado de ser patrimoniode un rey, y con el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata asumían supuesto entre las naciones del mundo.4

4 Ibidem, pág. 9.

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Quedaba como imperecedero de aquel Congreso, y de una casa de Tucu-mán, nuestra Acta de la Independencia, y un orden que España tuvo queacatar virtualmente y que todas las naciones del mundo luego reconocieron.

Haciendo referencia a la política y políticos de ese momento (1856)Sarmiento consideraba que esta Acta había sido una lección sublime paralos políticos «remendones» —como él le llamaba— de ese momento, que sequedaron en la historia, al ir poniendo a los hechos parciales muletaspara que marchen, en lugar de establecer principios republicanos que sehabían consagrado el 9 de Julio, principios que debían guiar el procesorevolucionario para que se completase. Recordaba que el Congreso de Tu-cumán, en lugar de detenerse en curar dolencias individuales, insurreccio-nes parciales, declaró la Independencia de España y elevó la lucha a unterreno más grande, hacia toda América del Sur.

En 1857 las Provincias Unidas del Río Plata se encontraban divididas,el Estado de Buenos Aires por un lado y la Confederación por otro. Sar-miento, testigo presencial de este hecho y con el estilo que lo caracteriza-ba en ese momento les recuerda a los lectores que, San Martín y Bolívarhabían paseado por todo el Continente cortando hilos y amarras. Y dice:«Entonces éramos la América. Ahora somos una ciudad, el timón de lanave que no agita los mares, porque el casco hizo agua y se abrió endos».5 Debía volverse a la guía del 9 de Julio, como único acontecimientoen la historia de Sudamérica que en su declaración de los derechos delhombre y en el Acta de la independencia manifestaba el anhelo de serAmérica.

Sin aludir al nombre de Rosas directamente hace referencia a ésa épocade la cual dice: «el vandalaje desencadenado desde la revolución de 1810»,y con gran consternación recordaba que el lugar donde el Congreso Argen-tino había declarado nuestra Independencia, estaba hoy fuera de la patriaoficial, como la cuna del cristianismo que en su momento quedó en terri-torio infiel. Por lo tanto, exhortaba a la unidad y decía que mientras nose haya reintegrado la República Argentina, y formado una festejo del 9de Julio en ese momento era para él, un día nefasto, y sólo saldría de eseestado si las clases dirigentes lograban conformar una nación. Por lo tantola conmemoración del 9 de Julio en 1858 resultaba nefasta, y muestra aun Sarmiento sarcástico, al decir que era cosa extraña lo que sucedía porentonces. Casi como un cuento hace alusión a una nación en el mundo

5 Ibidem, pág. 16.

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que cambiaba de asiento, y la comparaba con lagos y ríos que buscanotros cauces. Y decía:

A veces está más al interior de la América, a veces es más larga que ancha; yasí como cambia de forma en el mapa geográfico, así cambia de nombre en lahistoria. Se llama Provincias Unidas a veces, República y Confederación Argentinaotras, aunque no tenga de plata un adarme.6

La Confederación para Sarmiento constituía una agregación de piezasque nunca anduvieron juntas, a pesar de los esfuerzos realizados para unir-las y sólo saldría de ese estado si las clases dirigentes lograban superarsus ambiciones personales. Se separaba de la tradición colonial y católicade España y renegaba de los hábitos que hacían de los habitantes simplespaisanos del campo, dóciles para gobernar. En cambio, la declaración dela independencia significa formar hombres independientes y elementos ac-tivos de riqueza y prosperidad.

Esto era el desorden en la mirada de Sarmiento, sin embargo tambiénlogra ver la vitalidad superando las antinomias políticas y escribe sobreesto. Manifestaba hacia 1856 que ya habían pasado cuarenta años, condiversas vicisitudes, sin embargo se había marchado a pasos agigantados,por más que en ocasiones no se lo veía muy claro. No olvidaba que eraun país muy vasto con una pequeña población —un millón de habitantes—que sin embargo logró grandes hechos históricos comparadas con las quealcanzaba cuando era colonia y eso solamente, colocaba a nuestra patriaa la vanguardia de los Estados Sud-americanos.

Rescata el proceso de las guerras civiles y de los movimientos campesi-nos, que nunca tuvieron por móvil el robo y el saqueo —dice— «eran ma-nifestaciones groseras pero saludables, de la inoculación de la vida públicaque ya alcanzaba a penetrar hasta las chozas de la campaña. Por algo sepeleaba y ese algo, tan confuso, tan rudo, ha quedado al fin en las insti-tuciones y ha triunfado definitivamente en le país».

Reivindicaba a Artigas que sentía, como pensaba Jefferson, que debíanconstituirse las colonias y reconocía que tuvo razón sobre Rivadavia y suscorreligionarios. Con respecto a Quiroga, «el bandido Quiroga», como lollamaba, decía que si se levantaba de su tumba, podría repetir en BuenosAires hoy, lo que gritaban sus hordas al pie de los Andes: Federación omuerte.

6 Ibidem, pág. 19.

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Sarmiento se preguntaba: ¿qué era la federación en el espíritu de esoshombres? Era algo que ni ellos mismo lo sabían, pero pelearon, derrama-ron la suya y la sangre ajena por un instinto, por un sentimiento. Y con-cluía diciendo, el decreto del Congreso de Tucumán está consumado hoy;somos independientes. Su trabajo de pacificación está terminado también,bajo la forma federal que él indicó. Hoy sabemos lo que es federación ymarchemos a completarla.7

En ocasión del aniversario del 9 de Julio en 1883, Sarmiento analiza elpreámbulo de la Constitución de 1853 y se detiene en el culto católicoadoptado como religión oficial. Convencido anticlerical, escribe indignado,los acusa de traidores, perjuros y engañadores al pretender, dice: «cubrircon el manto, por todas partes agujereado de un culto único a todos loshombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino». Adoptar lareligión católica como oficial constituía un retroceso a las formas arcaicasde colonia, a la época de antiguos tiranos y de las antiguas misiones gua-raníes. La cuestión religiosa significaba de ese modo renegar de la inde-pendencia conseguida el 9 de Julio.

Asimismo realza y reafirma el valor de la Independencia del Río de laPlata. La entiende como la más bella y grandiosa odisea de los tiemposmodernos, una lucha que abrazaba dos continentes, dos mares, toda lalínea de los Andes por ambos márgenes, con ríos como el Plata y el Ama-zonas, con guerreros como Bolívar y San Martín; con batallas como las deMaipo y Ayacucho, con resultados como la emancipación de un mundoentero y tres razas humanas. Recuerda que el éxito había sido general,dejando la tierra libre de dominadores extraños a su suelo. Luego vendríaotra responsabilidad, adoptar una forma de gobierno.

Se proyecta también hacia un modelo de desarrollo económico y educa-tivo, cuando explica que nuestras culturas debían ser las más refinadas:del azúcar, la viña, el café y los cereales, productos que en ese momentoreclamaba el comercio mundial. Las ciencias tenían que alejarse de la teo-logía, la heráldica y comenzar los estudios de geología americana, paleon-tología pampeana y rescata las figuras de Burmeister, Moreno, Ameghino,como los grandes maestros de esta teología argentina.

7 Ibidem, págs. 10-11.

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CONCLUSIÓN

Domingo Faustino Sarmiento fue sin lugar a dudas una figura polémicaen su tiempo y aún hoy a doscientos años de su muerte continúa esta di-cotomía en la historiografía. Ambos extremos de su personalidad son abor-dados con pasión por uno u otro posicionamiento. El protagonismo quetuvo en la historia —su presidencia se ubica entre en las denominadas«históricas» por José Luis Romero— no deja dudas de su gran capacidadintelectual. Su condición de contemporáneo de Juan Manuel de Rosas y delcaudillismo, la montonera, y la persecución política que experimentó per-sonalmente. Sarmiento fue al mismo tiempo unos de los máximos represen-tantes de una generación que se ubicaba en el polo opuesto al pensamientodel hacendado porteño. Apasionado, enérgico, quizás extremista al analizarsu realidad, sus conceptos sobre modernidad, nación, tradición, clases po-líticas e intelectuales, rol de la religión en un Estado, progreso, civiliza-ción y barbarie, entre otros se encuentran en forma abundante en sus escri-tos periodísticos, libros, ensayos. No se cuidó en dejar un abundante testi-monio de sus polémicos y lúcidos pensamientos para que las generacionesvenideras no lo olvidaran y que hoy nos posibilitan seguir estudiando aDomingo Faustino Sarmiento.

Para concluir, me pareció revelador incluir textualmente las ideas deSarmiento sobre nuestra Independencia:

Nuestra alma en el Congreso de Tucumán, exclama a este extremo del continen-te americano. Presentes y futuros!, somos independientes! Y ah! Aprenderemos a serlibres, a través de medio siglo de batallas, de errores y de desencantos. Luchandocontra el pasado, contra nuestra propia ignorancia y contra los falsos profetas!

Por ahí vamos!Para que extendernos más? Salud también al 9 de Julio, que ha viajado sin la

rapidez de la luz o de la electricidad, con la triste lentitud de la historia quemarcha guiada por la Providencia, cayendo y levantando por entre los obstáculos,escollos y resistencia; pero que vá, avanza y llegará a su destino, que es amansara los pueblos, regularizar la marcha de los gobiernos, contener los apetitos de losfuertes y dominar el sofisma y el error, que extravían a los débiles!

Pero ahí vamos!Pero no debemos desesperar, ni aun de nosotros mismos como raza, como pue-

blo, como nación! No veís que por más errores que cometamos, el Río de la Platacorrerá siempre tranquilo, majestuosos, ofreciendo su ancha espalada para llevar alOceáno, y por su intermedio al mundo, el producto del trabajo del hombre; y queel trabajo, para ser productivo y no interrumpido, necesita leyes sabias que lo pro-tegan, gobierno fuerte que lo asegure, conservando tranquila la sociedad.

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Suframos, pues, trabajemos y esperemos. Ese gorro de la Libertad que sostienendos manos unidas, para representar la fuerza, es el emblema de nuestro gobiernolibre y fuerte: libertad y gobierno, ambos registrados por leyes, ambos dándose lamano, en conjunto simbólico, indestructible e inseparable.8

BIBLIOGRAFÍA

Carilla, Emilio. El embajador Sarmiento (Sarmiento y los Estados Unidos). Tucumán,Facultad de Filosofía y Letras, 1961.

Sarmiento, Domingo Faustino. «Páginas literarias», en: Obras de Sarmiento. BuenosAires, 1900. Tomo XLVI.

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