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Ponemos en sus manos un nuevo número de Entramado, y esto siempre es tanto un privilegio como una responsa-bilidad. El privilegio de compartir con ustedes la reflexión que surge desde distintos rincones de nuestra América y el privilegio se seguir trabajando comprometidamente en este entramado con la justicia y la paz.

En el número anterior desde esta misma página hablábamos de los tiempos de crisis, palabras que bien podríamos volver a escribir en este número, aunque nos parece mejor dejar lugar a la reflexión propia a partir de lo que podrán leer.

Los artículos de este número de Entramado contribuyen tanto al análisis de la situación como a propuestas de trabajo ante la realidad que se vive:

El artículo central es una aguda reflexión sobre “Distribución de la riqueza” y su impacto en el presente y el futuro de la vida, teniendo un particular enfoque desde la realidad de la construcción de sociedades que sean justas y demo-cráticas.

Del Paraguay la experiencia de la economía campesina en un mundo globalizado; desde Brasil la realidad que signi-fica el trabajo de los recolectores de basura, como contribución a la economía y la lucha por la supervivencia. Y desde Argentina el tema de la hegemonía y la diversidad en los movimientos sociales, la diversidad cultural y la construcción de una nueva sociedad.

Los aliento para encontrar en este número de Entramado no solo una lectura desafiante, sino también a continuar en el camino de la construcción de alternativas de vida plena para todas y todos en y para un mundo mejor.

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La economía campesina y la comercialización de productos agropecuarios

El propósito del presente artículo es un ejercicio teórico-descriptivo centrado en configurar las diferentes formas en que la economía campesina está articulada al mercado y la perspectiva que tiene dicha forma de producción en un mundo globalizado, donde la competencia gana el predominio de ciertos productos en el mercado, inclusive sobre-pasando los limites de la racionalidad del uso de los recursos humanos y naturales.

La racionalidad de la economía campesina descansa básicamente en la combinación equilibrada entre los bienes generados para el mercado y los generados para el consumo de la familia, a partir del trabajo desarrollado en la propia finca y con predominio de la mano de obra familiar. Esta dualidad de comportamientos siempre ha constituido un conflicto dinámico dentro del sistema, generando muchas veces reacciones de tipo “pendular” que tienden por un lado a la autosuficiencia de la finca y en otras oportunidades la fuerte inclinación hacia modelos productivos adscripto totalmente al mercado.

Sin embargo, en los tiempos actuales gran parte de los actores de la sociedad están concientes de que la economía campesina no puede ser objeto de un análisis fuera del contexto en el que sobrevive y se desarrolla. Esta interde-

4pendencia dinámica existente entre oferentes y demandantes de bienes y servicios ha permitido la construcción de puentes que han permitido la inserción de productos campesinos en diferentes tipos de mercados, muchos de ellos más dinámicos y seguros, rompiendo así con visiones que más bien propugnan la construcción de trincheras para proteger o aislar a los pobres rurales de los efectos del mercado.

Es deseable que dicho acceso se de en condiciones más favorables, lo cual puede ser facilitado a través de una par-ticipación organizada para viabilizar la oportunidad y la calidad de la oferta de la producción campesina, apuntando básicamente a potenciar la producción diferenciada con miras a mercados también diferenciados, donde se pueda ganar y afianzar la competitividad dentro de un esquema de producción saludable.

Con la decadencia del cultivo de algodón, el principal rubro de exportación del Paraguay hasta la década del 80, y que había estado manejado por un mercado Oligopsonio de exportación de fibras en forma de materia prima; y ante esta situación, la producción campesina se vio en la obligación de desarrollar mercados alternativos fuera del ámbito de los “comodities”, empujado en cierta manera por la circunstancia del momento y ante la necesidad de encontrar nuevos mercados a los productos campesinos.

Tipologías de mercados desarrollados para productos campesinos

1. Mercado de productos ligados a firmas agro-exportadoras: sésamo, tabaco, esencia de petit-graín y el algodón.

Tal vez el rubro más importante y más recientemente incorporado en el sistema productivo campesino lo constituye el sésamo, el cual es comercializado íntegramente al mercado externo a través de firmas exportadoras en forma de granos, sin ningún valor agregado. La modalidad de comercialización se realiza entre 60 a 70 % de manera individual por los productores/as. En caso de los otros rubros mencionados, la comercialización es de menor relevancia por el volumen exportado, sin embargo son enviados al exterior en su mayor parte sin valor agregado alguno a través de firmas exportadoras.

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Las recientes iniciativas de la Coordinadora de Productores de Sésamo (COPROSE), integradas por pequeños productores de este cultivo, están enviando estos granos en forma directa al mercado externo y además está en proceso de instalación de una agro-industria procesadora de granos, de manera tal que se puedan enviar productos procesados al exterior. Esta es una iniciativa muy recomendable y que merece ser destacada y recibir el apoyo correspondiente como primera experiencia de pequeños productores en el procesamiento y exportación de rubros agrícolas en el exterior.

2. Mercados de productos campesinos articulados a agro-industrias: caña de azúcar, mandioca, yerba mate.

En los rubros de mandioca y yerba mate, estos son en su mayor parte cultivados por pequeños productores y son vendidos a las agroindustrias para su procesamiento y comercialización al mercado interno (caso de yerba mate) y externo (en el caso del almidón). La comercialización mayoritariamente es realizada de manera individual en la venta de los tres tipos de productos, existiendo incipientes organizaciones de productores que reivindican mejores condiciones de comercialización, caso de yerba mate y caña de azúcar.

En el rubro de la caña de azúcar, para la producción de azúcar y alcohol carburante, se está generando un nuevo escenario de conflicto con la incursión de la gran empresa productora de caña de azúcar con una tecnología de punta y totalmente

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mecanizada, desplazando de esta manera al pequeño productor y generando en consecuencia un nuevo problema en el campo: muchos minifundista cañeros han quedado con la producción de su cañaverales sin poder comercializarlo.

3. Mercado para productos perecederos de consumo masivo desarrollado en el Mercado Central de Abasto

La comercialización de hortalizas y frutas perecederos, producidas en el centro del país y consumidas mayoritariamente por los Asuncenos, son comercializadas en el Mercado Central de Abasto en Asunción. Una gran parte de los productores

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lo realiza en forma individual. Sin embargo, es importante destacar que a iniciativa del MAG, dirección de Comercialización, algunos grupos organizados ya están en proceso de comercialización a través de sus propios representantes en la Central Comercializadora de Productos Agrícola (CECOPROA), iniciativa muy valiosa mediante lo cual los productores están regulando la oferta de productos evitando así la caída de precios por debajo de sus costos en temporada alta y obteniendo así mayores beneficios. Algunos de estos grupos ya están ofertando sus productos en las cadenas de supermercados de la capital a través de convenios firmados por los productores con la cámara de supermercado con el aval y respaldo del MAG.

4. Mercado de productos perecederos desarrollados a nivel departamental y distrital comercializados a través de la feria

La feria de productos campesinos constituye otra salida importante a la producción campesina, en general considerando la aceptación y aprecio que tienen estos productos por parte de los consumidores y máxime cuando estos son encarados de manera agro-ecológica como lo están haciendo los productores del departamento de Alto Paraná con el apoyo técnico del CIPAE.

Importante cantidad de productos y productores/as semanalmente concurren a ofertar sus productos en el principal centro de venta en Ciudad del Este durante 3 días de la semana, vendiendo directamente al consumidor y así generando importantes ingresos económicos para las familias feriantes, que les permite autofinanciar la producción hor-tícola y frutícola para la compra de insumos técnicos, sin tener que recurrir a créditos oficiales o privados que son escasos, de difícil acceso y/o muy costoso para el pequeño productor.

En muchos distritos más pequeños también se realizan las ferias distritales, de menor magnitud por la cantidad de productos ofertados. Estas ferias se realizan durante medio día y ya para la tarde los puestos de ventas, que son desmontable son desarmados que-dando el espacio nuevamente libre a la concurrencia. Esta práctica se esta fortaleciendo

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gradualmente en numerosos distritos del país y puede constituir en el futuro -mediante alianzas- una importante alternativa abastecedora de alimentos a los pueblos del interior y de manera permanente. Existen ya en los distritos una conciencia ciudadana de la importancia de consumir productos frescos generados en fincas de los propios pro-ductores de la zona.

Esta conciencia que ayuda a la construcción del capital social se va construyendo gradualmente mediante el apoyo de los medios de comunicación, como radios comunitarias, gobiernos locales y las organizaciones campesinas.

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5. Desarrollo incipiente de mercados externos, principalmente Buenos Aires-Argentina para la colocación de algunas frutas y hortalizas tropicales durante cierta temporada del año, Ej.: banana, piña, calabacita.

Los productos de los pequeños agricultores están venciendo las barreras burocráticas y fitosanitarias impuesta por el exigente mercado Argentino. Toneladas de productos de buena calidad son enviados a dicho mercado permitiendo generar importante ingresos económicos, como también descomprimir la sobre-oferta en el mercado nacional, lo cual permite que los precios se mantengan aceptables y evitar así el deterioro de precios a nivel nacional.

La producción mejorada de estos rubros hoy en día esta avanzando aceleradamente mediante la buena tecnología utilizada y las inversiones facilitadas por los altos ingresos generados a través de la exportación. Este avance tecno-lógico logrado por los fruticultores está permitiendo competir en calidad y cantidad con las bananas y piñas que se exportan desde el Brasil y/o el Ecuador.

La comercialización de estos rubros es realizada mayoritariamente a través de las pequeñas cooperativas que funcio-nan en la propia zona de producción, quienes mediante el mercado conquistado a través de la venta de estos rubros están mejorando substancialmente sus condiciones y calidad de vida como pequeños productores.

Conclusión

A pesar de las dificultades y limitaciones propias del pequeño productor, la producción campesina está consiguiendo abrir mercados y nichos de mercado de mucha importancia para el sector y para el país en general. Si bien, a nivel oficial el sector campesino constituye la principal prioridad por el acelerado proceso de empobrecimiento, la mis-ma esta demostrando en muchos casos que puede constituir una alternativa viable y sostenible económica, social y ambientalmente por el modelo de producción desarrollado y el tipo de involucramiento de la familia en el proceso.

El desafío está instalado: encontrar rubros y mercados viables para la producción campesina, lo que complementado con estrategias de gestión organizativas, gerenciales y técnicas adecuadas a la economía campesina puede ayudar en medida importante a encontrar y hacer viable esta forma de producción, diferenciándose de aquellas que operan en una economía de escala con la cual nunca podrá competir.

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Diversidad, hegemonía y movimientos sociales en Argentina

En las últimas décadas, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación, de la transnacionalización de las empresas y de los movimientos migratorios que responden a las modalidades de producción económica, las sociedades han modificado no sólo su forma de vincularse sino también, la de representarse. La cultura se ha visto influenciada por prácticas sociales que le eran ajenas, transformando el modo de concebir el mundo y sus representaciones.

El proceso de globalización, que significaba una aparente participación e inclusión de aquellas sociedades excluidas del mercado mundial, demostró que esa concepción y modo de ser en el mundo, derivaba de los valores que sub-yacen en la globalización neoliberal conformado por un esquema de comportamiento, que es el “modo burgués de ser en el mundo”, como diría Max Weber.

La Argentina creció mirando al norte, sobre todo hacia Europa, le costó (y aún le cuesta) apropiarse de su pertenencia latina. Con textos como “Civilización o Barbarie” de Domingo F. Sarmiento, la generación del 80 intentó centrar la dicotomía entre lo europeo y lo gauchesco, cuestión que se modificó en el festejo del Centenario de 1910 donde el gaucho era lo genuinamente nacional, representado por el Martín Fierro, de José Hernández, frente a la invasión de inmigrantes europeos.

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Será por eso que la penetración cultural hegemónica, de la mano del mercado de consumo, no tuvo mayores obstácu-los para sentar sus bases aquí. En amplios sectores de la sociedad no se cuestionó esta nueva colonización, sino más bien se la valoró porque representaba la ilusión de formar parte de un supuesto “primer mundo”. Mientras tanto, se fueron conformando otros grupos, como los movimientos sociales, que no estaban de acuerdo con esa transformación del orden cultural y que comenzaron a revalorizar lo autóctono.

¿Qué es la diversidad cultural?

La Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural1 establece en su artículo 2º: “En nuestras socie-dades cada vez más diversificadas, resulta indispensable garantizar una interacción armoniosa y una voluntad de convivir de personas y grupos con identidades culturales a un tiempo plurales, variadas y dinámicas. Las políticas que favorecen la integración y la participación de todos los ciudadanos garantizan la cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz. Definido de esta manera, el pluralismo cultural constituye la respuesta política al hecho de la diversidad cultural. Inseparable de un contexto democrático, el pluralismo cultural es propicio para los intercambios culturales y el desarrollo de las capacidades creadoras que alimentan la vida pública.”

Según la socióloga Susana Velleggia “la diversidad implica la comprensión de la cultura del otro basada en el conoci-miento, así como la admisión del conflicto que ella encierra por constituir el producto de una desigualdad impuesta a determinados sujetos cuya participación será real y no ficticia, en tanto puedan intervenir de manera igualitaria en la toma de decisiones.” Esta definición permite pensar que existen sujetos sociales, personas o movimientos, que para aceptar al otro es necesario conocerlo y reconocer que pueda existir una desigualdad. Sin embargo, estos sujetos pue-den buscar la forma de cambiar la situación de esas desigualdades y, sobre todo, hacer valer la necesidad de participar en la vida ciudadana accediendo a la toma de decisiones a partir del pluralismo en la información y la comunicación. Intentar refutar el colonialismo cultural o la hegemonía de unas culturas sobre otras, excede lo estético y lo artístico, parte de una concepción simbólica de lo real y de la forma de constituir la propia identidad.

Diversidad, refiere a lo diferente entre unos y otros. El intercambio cultural, como menciona la Declaración, significa que coexisten partes que aceptan una interacción que, a sabiendas o no, puede modificar su modo de concebir el

1 Velleggia, Susana. (2007) “Las políticas culturales ante el desafío de la diversidad cultural”. Paper presentado en el II Congreso Argentino de Cultura, Mar del Plata.

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mundo. Allí es donde el desarrollo incesante de la comunicación y su “invasión” en todos y cada uno de los hogares ha comenzado a sobresalir. Porque lo que queda expuesto es que el intercambio es desigual frente a las posibilidades de reproducir bienes culturales.

De esta manera, las culturas que conforman un país se ven modificadas y reaccionan de acuerdo al modo en que con-cibe su propia realidad. Un ejemplo de esto es el surgimiento de movimientos sociales que buscan sentar sus prácticas y modos de asociarse a partir de objetivos compartidos. Así ha sido el caso en Argentina, donde a partir de la crisis del 2001, surgieron muchas organizaciones y movimientos de base que representaban a sectores que no encontraban espacios para sus reclamos. Fue un momento de ruptura social y cultural.

Un primer ejemplo fueron las Asambleas Barriales, que se congregaban según su pertenencia geográfica, con un tipo de organización horizontal, donde los temas principales que se trataban daban cuenta de la realidad diaria. Recor-demos que la crisis del 2001 tuvo una raigambre económica a partir del “corralito” financiero y donde los principales afectados fueron aquellos que operaban en el sistema bancario, ya sea a través de depósitos, cuentas corrientes o cobraban haberes.

Esto significó que la mayor parte de quienes reaccionaron frente a la crisis fueron las “clases medias”. Sin embargo, movimientos como el de los piqueteros eran el resultado de políticas económicas devastadoras para una parte “in-visibilizada” de la sociedad, la clase trabajadora empobrecida. Desde la década de los noventa se venía produciendo un vaciamiento de la industria, expulsando a miles de trabajadores y trabajadoras a las calles despojados de todo resguardo social, con un Estado ausente debido a las políticas neoliberales aplicadas en la región.

Por un lado, había un mundo globalizado que empujaba al consumo como modo de vincularse culturalmente y donde la diversidad era algo simpático y aparentaba una aceptación del otro distinto, por el otro lado un mundo fragmentado donde sólo aquellos que podían pagar accedían a ese nuevo mundo al alcance de pocos. El resto lo miraba por televisión.

Hegemonía cultural vs localismo social

Existen diversas cuestiones que quedaron expuestas en el proceso globalizador, por un lado, que las culturas nacen a partir de un mestizaje de distintas culturas que se van reproduciendo, mezclando y entrelazando en cada generación.

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Pero también, que este proceso es bastante más histórico que lo que se cree, ya que responde al sistema de producción de la economía capitalista que necesita buscar nuevos mercados donde colocar su producción. En esa búsqueda, la cultura de los países también representa un mercado más, donde el intercambio es a partir de representaciones simbólicas de lo real para darle significado al mundo y una coherencia con la globalización. De esta manera, queda claro cómo es que un producto hecho en los mercados asiáticos, se distribuye en el resto del mundo con una imagen universalista que supone representar a todas las personas que lo conforman, borrando las diferencias étnicas, raciales, lingüísticas, en definitiva, culturales.

La “macdonalización” del mundo responde a las necesidades del mercado de colocar su producción y homogeneizar, de ese modo, las diferentes culturas para su consumo cultural. La “aldea global made in USA” ha configurado a escala mundial un “modelo global de modernización”, y un esquema de valores y comportamientos que en lo cultural se expresa en la cultura light, caracterizada por la falta de compromiso y la necesidad de evasión y entretenimiento superficial. “Al igual que las actividades de las multinacionales en los demás campos ´nos dice Roa Bastos´, el poder cultural (barbarismo semántico que denota su filiación depredatoria) erige sus imperios, sobrepasando o atravesando como si fueran humo las fronteras y las barreras políticas y sirviéndose a menudo de ellas. En este sentido y en la similitud de sus fines ´conquista de mercados, lucro y dominio económico y político´ los modelos ya clásicos de la Coca Cola o de la venta de armamentos pueden dar aproximadamente una idea de la modalidad operativa de las multinacionales en tanto que poder cultural”. Sin embargo, este proceso que por un lado resulta homogeneizador, ha dado como resultado la revalorización de lo local. Tal es el caso del surgimiento en los últimos años, de las cuestiones indigenistas, la enseñanza de lenguas nativas en universidades nacionales, la apertura de espacios para prácticas sociales a partir de la música como los corsos o carnavales, la resignificación del 12 de octubre, la mayor asistencia a eventos gauchescos y bailes tradicionales argentinos, etc.

Movimientos sociales y nuevas configuraciones

En Argentina existen diferentes y muy variados grupos sociales que se fueron conformando a lo largo de estos 8 años de post-crisis. Muchos de ellos, como el movimiento Barrios de Pie o Libres del Sur se transformaron en espacios polí-ticos desde donde militar y representar a un sector de la sociedad que ya no encontraba representantes en los partidos tradicionales. Estos dos casos tienen hoy representantes políticos que luchan por espacios de poder en elecciones y funcionarios en algunas estructuras gubernamentales. Otros de origen cultural, como el Circo Social del Sur, trabaja

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con niños, niñas y jóvenes en situación de riesgo en la ciudad de Buenos Aires con el objetivo de sacarlos de las calles y otorgarles un lugar donde encontrarse a partir del respeto hacia uno mismo y los demás.

El Culebrón Timbal, ubicado en la localidad de Moreno, también es un movimiento surgido desde lo cultural, como se-ñala Ricardo Ezquivel, uno de sus integrantes: “desde aquí articulamos organizaciones sociales con músicos populares y bandas. Hicimos varios proyectos juntos, les pusimos nombre a una plaza, armamos una feria de economía social para los emprendedores del barrio Cuartel V”. Desde lo personal agrega: “mi deseo es transformar la calidad de vida de mi barrio, trabajar la cultura barrial, el mestizaje cultural”.

También existen grupos de género, como el de mujeres Tejedoras del Bajo Flores, quienes se conformaron a partir de la necesidad de generar una fuente genuina de trabajo y terminaron compartiendo un espacio social con mujeres de nacionalidades diversas que viven en el barrio. “El grupo es heterogéneo, en el primer momento había chilenas, paraguayas, peruanas, bolivianas, era tan diverso y viniendo de diferentes raíces, teníamos incorporados un montón de saberes que eran diferentes, entonces logramos armonizar, usando estrategias que nosotras teníamos incorporadas en Bolivia”, señala Frida, una boliviana integrante del grupo.

Es de esta forma como estos actores sociales son autónomos, constructores de historia y sociedad. El caso de los mo-vimientos cuyo objetivo es la defensa de los derechos humanos, en la Argentina, también han sido transformadores, como el caso de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que tras el paso de los años han encontrado nuevas modali-dades de lucha. Son estos espacios, también, donde lo cultural se manifiesta y se re-significan, espacios de discusión política, cultural e intelectual desde donde muchas veces se resiste.

La hegemonía del mercado y sus tendencias, dicen cómo vestirse, qué consumir, cómo hablar y comunicarse en una sociedad cada vez más mediatizada: internet, celulares y medios de comunicación masiva. La lucha de poder parece haber quedado en lo mediado, donde los sujetos sociales parecen ser sólo observadores de las transformaciones sociales. Sin embargo, esto no es verdad. Cada vez aparecen más grupos que se concentran a partir de un objetivo particular para reclamar desde sus derechos políticos y ciudadanos hasta los culturales.

En “Claves y movimientos sociales en América Latina: perspectivas y realidades”, Fernando Calderón y Elizabeth Jelin sostienen que: “los movimientos sociales pueden introducir, sobre la base de relaciones sociales que los recrean, culturas cotidianas de un nuevo orden que modifica la vida de los hombres: hábitos, costumbres, valores, etc.”

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Diversidad cultural, interculturalidad e inclusión social se interrelacionan. Por ello la definición de políticas culturales de Estado ha de estar presidida por la voluntad de derrumbar todas y cada una de las barreras interpuestas a la justicia social; es decir a la constitución de una sociedad más igualitaria y democrática. Este es el imprescindible punto de encuentro entre política y cultura.

Campos de desarrollo de los movimientos sociales:

- poseen una estructura participativa, como consecuencia de su propio objeto y experiencia de organización y lucha. Las formas, los niveles y los tipos de participación en un movimiento definen en gran medida la fortaleza de las metas de éste. Un aspecto central es que el carácter piramidal o restringido de la participación o alternativamente sus formas democráticas y abiertas, no resultan independientes de los contenidos mismos de las luchas de movimientos.

- tienen su propia temporalidad, definida por su acción frente al sistema de relaciones históricas. Los momen-tos de crisis y conflicto agudo son los que definen su cualidad.

- se desarrollan en forma multilateral y heterogénea en el espacio, en función del desarrollo desigual de la conciencia, la organización y la economía de una localidad o región determinada. Aunque ellos pueden plan-teárselos, los movimientos sociales no tienen fines predeterminados, los redefinen en el propio conflicto.

- existen efectos sociales específicos de estos movimientos sobre las relaciones sociales y sobre la sociedad, pero no solamente como el producto de la acción del sujeto, sino muy especialmente como producto de un campo de conflicto donde los actores involucrados en la acción se modifican a sí mismos por la interacción recíproca y compartida para obtener un fin, para lograr una meta.

En: Cuadernos para el debate Nº 10. Instituto de Desarrollo Económico y Social. Bs.As, Argentina. 2000

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Trabalho de catadores de materiais recicláveis recebe apoios do governo brasileiro

Há mais de 60 milhões de catadores de materiais recicláveis no mundo, segundo cálculos do Banco Mundial. Em termos econômicos, isso significa um impacto de centenas de milhões de dólares anuais. Com esse trabalho, eles lutam pela sobrevivência e, ao mesmo tempo, ajudam a suprir indústrias. Sua atividade pode reduzir as importações de matérias-primas, possibilitando economia aos países. Com freqüência, os materiais coletados são até exportados, gerando divisas. Na Argentina, por exemplo, o plástico utilizado no engarrafamento de refrigerantes é exportado para a China, onde é reciclado e transformado em novos produtos.

Para a indústria do papel, o catador vem desempenhando função importante em seu desenvolvimento durante mais de quatro séculos na América Latina. Em alguns países, como no México, fábricas costumam usar muito material re-cuperado pelos coletores de papelão para sobreviver no contexto de competição internacional surgido com a abertura econômica. Só a coleta e a reciclagem informal em cinco cidades mexicanas geram mais de US$21 milhões por ano

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e empregam mais de 3.000 pessoas, segundo Martín Me-dina, pesquisador da área e professor no Colégio de Fron-tera Norte, em Tijuana, México.

No Brasil, em 2005, 96,2% de todas as latas de alumínio consumidas no país foram recicladas, segundo a Associa-ção Brasileira de Alumínio (ABAL). Das 132,6 mil toneladas vendidas nesse ano, 127,6 mil toneladas foram reaprovei-tadas como matéria-prima, grande parte para novas em-balagens.

O crescimento das cidades faz com que a fabricação de produtos de consumo cresça e, consequentemente, o des-carte de materiais também. As indústrias precisam de mais matérias-primas e, dessa maneira, o aumento da atividade econômica e do comércio internacional também amplia a demanda dos materiais recuperados pelos catadores. Seu preço depende de oferta e demanda. Além disso, segundo Roberto Laureano, coordenador do Movimento Nacional dos Catadores de Materiais Recicláveis (MNCR) em São Paulo, os recicladores são responsáveis por impactos am-bientais positivos, economia dos recursos naturais, além de propiciar auxílio na limpeza pública, promover a edu-cação ambiental e destinação correta de descartáveis. Eles podem ser responsáveis pela economia dos municípios, tornando menor o valor pago para as empresas do serviço

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de limpeza e coleta, pois contribuem com a limpeza do espaço e a redução da quantidade dos resíduos. Pode ser um custo menor para as prefeituras, aumentando a vida útil dos aterros.

“Por todos esses motivos, a reciclagem informal tem po-tencial para ser uma forma de desenvolvimento sustentá-vel”, analisa Medina. “Faz-se necessário um compromisso dos governos no sentido de apoiar os catadores, garantin-do-lhes que não sejam explorados nem menosprezados e fornecendo-lhes os serviços sociais essenciais”, analisa.

Leis de Apoio aos Catadores no Brasil - Em diversos países já se percebem ações nessa direção, com apoio de movimentos dos próprios catadores, Igrejas, universidades, instituições públicas, privadas, Organiza-ções Não Governamentais, empresas e governo. No Brasil, país onde trabalham cerca de um milhão de catadores, se-gundo dados do Ministério do Trabalho e Emprego (MTE), a trajetória do MNCR vem sendo trilhada com o apoio da-quelas alianças, conseguindo importantes conquistas. As diretrizes desse Movimento passam pela Coleta Seletiva com inclusão social dos catadores de materiais recicláveis; erradicação dos lixões garantindo infraestrutura de apoio e implantação de coleta seletiva; parceria com o poder público e a sociedade civil com autogestão das organiza-ções de catadores de materiais recicláveis e organização dos catadores de forma auto gestionária nos princípios da Economia Solidária.

Uma das grandes vitórias do MNCR e suas alianças é a do reconhecimento da ocupação “Catadores de Materiais Re-

Filhos de catadores.© Cáritas Brasileira

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cicláveis” na Classificação Brasileira de Ocupações (CBO) do MTE, desde 2002. Esse documento reconhece, nomeia, codifica os títulos e descreve as características das ocupações do mercado de trabalho brasileiro, tendo importância na integração das políticas públicas daquele ministério, principalmente no que diz respeito aos programas de qualifi-cação profissional, intermediação da mão-de-obra e no controle de sua implementação. Dessa maneira, os catadores também passaram a figurar nas estatísticas oficiais do Brasil no que diz respeito a mercado de trabalho, saúde ocu-pacional, entre outros.

A constituição do Comitê Interministerial de Inclusão Social dos Catadores de Materiais Recicláveis é outro exemplo de formalização de políticas públicas que tem o desafio de contribuir para a inclusão social e econômica dos catadores. Criado por Decreto Federal em 11/09/2003, é coordenado pelo Ministério do Desenvolvimento Social e Combate à Fome (MDS) e pelo Ministério das Cidades. Além deles, em sua composição estão representantes da Casa Civil da Presidência da República; Ministérios da Educação; da Saúde; do Trabalho e Emprego; da Ciência e Tecnologia; do Meio Ambiente; do Desenvolvimento, Indústria e Comércio Exterior; Secretaria Especial dos Direitos Humanos; Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES) e Caixa Econômica Federal. O Comitê conta ainda com a participação de membros permanentes de organizações não-governamentais e entidades do setor da reciclagem, como o próprio Movimento dos Catadores de Material Reciclável.

Decreto 5.940/06: órgãos do Governo Federal repassam recicláveis para catadores

Outro grande momento na luta dos catadores foi a criação do Decreto nº 5.960/06, que institui a separação e a desti-nação dos resíduos recicláveis descartados pelos órgãos e entidades da administração pública federal direta e indireta para associações e cooperativas de catadores de materiais recicláveis.

Os servidores são orientados de maneira a procurar utilizar o papel branco em suas duas faces e, quando já tiver cumprido sua função, depositá-lo em caixas coletoras específicas. Depois, estes e outros materiais recicláveis são re-colhidos pelos servidores da limpeza e acondicionados em containeres nas garagens de cada prédio. As cooperativas, com o apoio da Central de Cooperativas do DF (Centcoop-DF), assinaram Termos de Compromisso com os respectivos órgãos para executarem a coleta. Os materiais são recolhidos por meio de caminhões e levados aos galpões ou área de triagem para as fases de seleção, prensa, enfardo e comercialização do material. “A participação dos órgãos tem sido crescente e o impacto dessa coleta tem gerado mudanças econômicas significativas para os catadores”, avalia Francis-

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co Nascimento, da Secretaria Executiva do Comitê Interministerial.“Todo o material gerado a partir do cumprimento do Decreto vem ajudando muito nossas cooperativas, ainda mais agora que a crise está brava e o preços dos recicláveis baixou demais”, confirma Alex Pereira, catador, e um dos diretores da Centcoop.

Em 2008, o Comitê promoveu seminários e oficinas para discutir e avaliar a implementação do Decreto. Foram prio-rizadas as 12 regiões metropolitanas brasileiras incluídas no Programa de Aceleração do Crescimento (PAC) Resíduos Sólidos e em 2009 a proposta é estender essas oficinas para as demais capitais e regiões metropolitanas.

O Fórum Lixo e Cidadania do Distrito Federal e Entorno, formado por grupos, movimentos, universidades, bancos, instituições de terceiro setor e governamentais, também participou ativamente desse processo. Executou o Projeto “Coleta Seletiva Solidária na Esplanada dos Ministérios”, sob a coordenação da Cáritas Brasileira, em convênio com o MDS, de 2005 a 2007. O objetivo foi capacitar servidores dos ministérios para a separação dos materiais recicláveis nos seus respectivos blocos e destiná-los às organizações de catadores, cumprindo o Decreto. O Fórum também executou a primeira fase do “Projeto de Apoio às Organizações de Catadores do DF e Formosa (GO)”, para formação, capacitação e fortalecimento de seu processo de organização, em 2008. No DF, os catadores estão organizados em 18 cooperativas e associações, agrupando cerca de 3.500 pessoas, o que, somado aos respectivos núcleos familiares, dá um total de 15.000 que vivem por meio dessas organizações.  Existem ainda cerca de 10.000 catadores isolados, com 35.000 pessoas, afirma Rute Melo, do Centro de Estudos e Assessoria (CEA), entidade integrante do Fórum Lixo e Cidadania do DF e Entorno.

Programa Vida Limpa, de Diadema (SP) - A Lei 11.107/2007 traz as diretrizes nacionais para a Política Federal de Saneamento Básico e contém dispositivos que apresentam as possibilidades de celebração de convênios com cooperativas de catadores e dispensa de licitação para contratação de suas associações ou cooperativas para o serviço de coleta seletiva. O Programa Vida Limpa, de Diadema (SP), é um dos projetos brasileiros que está cumprindo esta lei. Nele, há catadores remunerados duplamente: pela coleta estabelecida no termo de parceria e paga pela prefeitura e também pela comercialização dos resíduos processados. “Quando eu era catadora avulsa, meu filho catava comigo, hoje, ele só estuda. O Vida Limpa melhorou meu orçamento, minha auto-estima e me deu a oportunidade de exercer a cidadania”, destaca Mônica, que participa do programa há quatro anos.

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Diadema é o primeiro município brasileiro a estabelecer a remuneração aos catadores pelos serviços de coleta e limpeza urbana. Atualmente o Programa possui mais de 200 parceiros, divididos entre Públicos e Privados e cerca de 70 Cata-dores. O modelo de gestão de resíduos sólidos adotado lá se baseia na parceria entre o Poder Público e o conjunto de catadores em grupos associados, representados por uma OSCIP. Há seis postos de coleta, um em cada região da cidade, onde os trabalhadores separam e preparam os materiais coletados para a comercialização. Em 2007, o projeto coletou 1.348,7 toneladas de materiais recicláveis, ou seja, 56,3% a mais do que em 2006 (862,5 ton.). Os catadores realizam as coletas nas residências em dias pré-programado e diferenciado da coleta de lixo comum. As escolas, empresas e órgãos públicos também recebem a visita do programa.

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Em 2007, o governo federal encaminhou ao Congresso uma proposta de Política Nacional de Resíduos Sólidos. O Projeto de Lei 1991/07 estabelece diretrizes, instrumentos, responsabilidades e proibições para o gerenciamento dos resíduos sólidos no país, levando em conta parte das propostas debatidas ao longo dos anos em seminários regionais e nacionais com diversos segmentos da sociedade civil. Esse projeto aponta para a importância de se instituir uma Política Nacional de Resíduos Sólidos na qual se criem instrumentos e mecanismos para frear a irresponsabilidade de gestores públicos municipais e ao mesmo tempo responsabilizar fabricantes, importadores, revendedores, comer-ciantes e distribuidores. “O Projeto de Lei define os tipos de resíduos e a responsabilidade dos grandes geradores e dos consumidores comuns, define também o sistema de logística reversa, no qual o gerador é responsável pelo destino final de seu produto pós-consumo”, analisa Elisabeth Grimberg, coordenadora da área de ambiente urbano do Insti-tuto Pólis e do Fórum Lixo e Cidadania de São Paulo.

O Diagnóstico de Manejo de Resíduos Sólidos de 2006 do Ministério das Cidades abrange a amostra de 247 municí-pios, de todos os estados e o Distrito Federal. Segundo esse documento, as unidades de tratamento de resíduos sólidos cadastradas no Sistema Nacional de Informações sobre Saneamento (SNIS) totalizam 714, sendo 216 delas aterros sanitários (39,4%), aterros controlados (32,4%) ou lixões (28,2%). O destino final da massa coletada por 135 das 216 unidades de disposição em solo, que totaliza 11,7 milhões de toneladas, se dá em maior parte em aterros sanitários (61,4%), seguidos por aterros controlados (25%) e lixões (13,6%).

Há coleta seletiva em 55,9% dos municípios presentes na amostra, em geral sob a forma de coleta porta-a-porta. Já a coleta seletiva não formal – realizada por catadores – está presente em 83% dos municípios. Eles estão organizados em associações e cooperativas em 53% das cidades pesquisadas. A quantidade média de materiais recicláveis recu-perados é de 2,8 quilos por habitante urbano, a cada ano, sendo: 44,3%, papel ou papelão; 27,6%, plásticos e 15,3% metais. Vidros representam 9,8% e outros totalizam 2,9%.

Este ano, o Ministério do Trabalho e Emprego lançou edital, executado em parceria com a Fundação Banco do Brasil e Secretaria Nacional de Economia Solidária, na qual estão previstas a capacitação técnica e gerencial, a assessoria técnica para 30 redes de comercialização, insumos para o funcionamento de 115 cooperativas e associações de ca-

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tadores, o monitoramento e a avaliação dos resultados. Também constam do plano de trabalho a estruturação física de 30 redes de comercialização, a aquisição de equipamentos como caminhões, prensas e balanças e o investimento social em ações de mobilização dos catadores. O convênio soma um total de 16,8 milhões para formar 10.380 catadores de 346 organizações, além da organização de seminários estaduais e eventos nacionais. Ao longo de 2009, o Ministério do Trabalho participa com recursos da ordem de R$ 15 milhões. O investimento social da Fundação Banco do Brasil, no mesmo período, é de cerca R$ 1,8 milhões. “Esse aporte de recursos vem mostrar que quando a gente quer, a gente pode. A nossa responsabilidade é fazer valer centavo por centavo desse dinheiro, porque foi suado. Vamos mostrar que podem investir nos catadores que nós sabemos fazer valer”, afirma Severino Lima Júnior, representante do Movimento Nacional de Catadores de Material Reciclável.

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Uma linha de financiamento especial para investimentos em infra-estrutura e fortalecimento de cooperativas é a que o Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES) dispõe. Essa modalidade de crédito é formada por recursos não reembolsáveis do Fundo Social, constituído com parte de seus lucros anuais, para apoio de projetos de caráter social. Essa linha resulta de discussões e negociações do banco com os ministérios do Trabalho e Emprego, Cidades e Desenvolvimento Social. O objetivo é de fortalecer o segmento dos catadores e possibilitar a elevação da renda, a melhoria das condições de trabalho e a ampliação das oportunidades ocupacionais nas cooperativas. Outra instituição que também vem apoiando redes de organização dos catadores é a Petrobrás, com R$ 10 milhões (2007) e R$ 31 milhões (2008/2010), que iniciou em 2003 os projetos com eles, por meio de seleção pública.

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Distribución de riqueza

Abordar la cuestión distributiva en relación a la problemática del trabajo puede constituir una redundancia. Tan fuertemente asociadas están, que tratarlas así, repensando su vinculación, no hace mas que remitirnos con nueva fuerza al amplio y profundo proceso de fragmentación de nuestras sociedades y de sus modos de pensarse a si mismas que se desarrolló en los últimos 30 años.

El caso argentino es paradigmático al respecto, por dos motivos: porque, de entre los países de América Latina, sin duda es Argentina sino el que más, uno de los que más profunda y significativamente pudo constituirse como una “sociedad de trabajadores”. Por un lado esto, y por otro, de manera y con causas directamente vinculadas a lo anterior, porque la intensidad de la implantación del neoliberalismo- deberíamos decir sin metáforas, su ferocidad- sus impli-cancias sociales y políticas, materiales y simbólicas, tanto como el estrépito de su “caída” - aquí sí, quizás, debemos poner comillas y quizás itálicas… porque la contundencia y la literalidad de esta caída tiene ribetes paradójicos directamente proporcionales a la penetración ideológica, subjetiva y estructural del neoliberalismo y su destrucción de los elementos simbólicos y materiales de aquella “sociedad de trabajadores”- resultan también paradigmáticos y buen ejemplo para pensar los desafíos políticos, económicos y sociales que reponer estas cuestiones y su articulación implican .

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Si algo deja de manifiesto la experiencia argentina, si algo invi-ta a pensar, si algo desafía en la practica concreta de interven-ción – desde cualquier área que esta se realice, sea económica, cultural, religiosa, técnica, académica, organizativa, cotidiana o estructural- es la politicidad y la historicidad del tema. Su relación con las decisiones, su poder estructurante de nuestra realidad y de nuestro futuro, sus desafíos ético-prácticos y su no pertenencia a una “temática”, una “disciplina” o un “sector”. Histórico y político, densamente enhebrado en la historia, fuer-temente presente y estratégicamente ligado al futuro.

Para abordarlo, haremos un breve repaso por 4 afirmaciones sumamente elementales al respecto, y sobre cada una de ellas propondremos una breve reflexión problematizadora en esta dirección de su politicidad y su complejidad histórica1.

Se señalan en negrita las afirmaciones originales – que even-tualmente pueden parecer “obvias”. Justamente, los breves de-sarrollos posteriores intentan poner en claro la no-obviedad de tales afirmaciones, el desafío de reposicionarlas en el escenario actual.

1 Los cuatro puntos que se exponen fueron originalmente elaborados como una parte de 10 cuestiones de “entrada” a un material de reflexión sobre trabajo en el marco de una campaña formativa sobre Distribución de la Riqueza destinada a organi-zaciones sociales, promovida por el Programa MERCOSUR Social y Solidario, y llevada a cabo, en Argentina por un conjunto de organizaciones nucleadas en la Red Amuyen. Se puede encontrar en www.espacioamuyen.org.ar

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1 / El trabajo es una cuestión determinante para construir consistentemente una sociedad justa y democrática.

Si bien la afirmación pertenece al repertorio clásico de cierta reflexión política, académica y social, esto se enfrenta a varios obstáculos:

a. La sociedad contemporánea organiza las expectativas y “produce” los actores y sus subjetividades de una manera mucho mas vinculada al consumo que al trabajo. Y los actores – “consumidores”- no son solo su-jetos pasivos de una alineación, sino que construyen también este tipo de sociedad. Sus expectativas, sus maneras de ser sujetos, generacional-mente, están fuertemente ordenadas y tienen una parte significativa de sus horizontes en relación al consumo antes que respecto al trabajo, y muchas veces, por la situación social estructural, y por el repertorio de experiencias que han vivido, tanto como por sus realidades biográficas, fuera o lejos del mundo del trabajo.

b. En las democracias de consumidores – con su correspondiente “ciudada-nía”- la política, y en particular su actor central el estado, fue fuertemente disociada de su rol vinculado a la generación, cuidado y promoción del trabajo, y este aparece como un elemento ya sea del costo empresario, ya sea de las recetas técnicas (tecnocráticas) para hacer funcionar la macro economía.

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2/ Históricamente, la problemática del trabajo ha ocupado un lugar central para los sectores populares; ha sido el factor aglutinante de grandes luchas y construcciones.

a. En los últimos años, una gran porción de la energía de las luchas sociales, por diversos motivos, se desplazó a otros sectores y ámbitos. Este deslizamiento tiene elementos estructurales (de la fábrica, al barrio, donde fueron a “parar” los desocupados), ele-mentos funcionales e ideológicos ( la visibilidad de las luchas territoriales es al mismo tiempo visibilizada y legitimada/deslegitimada por los medios de comunicación, construyendo cierto imaginario sobre donde “suceden” las luchas populares, o por ejemplo en ciertas expresiones del mundo académico con el énfasis de los llamados, malamente muchas veces, nuevos movimientos sociales, o dejando los actores clási-cos para estudiar/ensalzar a las ONGs).

b. El desplazamiento de “la fábrica al barrio” (de las organizaciones de trabajadores a las organizaciones de desocupados, de la huelga al piquete, de la paritaria a la olla popular) que se dio en los 90, vuelve, con los cambios políticos y económicos sucedi-dos después de 2001-2003, vuelve, decíamos (en un movimiento quizás pendular) a tener elementos centrales en el mundo del trabajo, en los sindicatos, en las paritarias. Reconstruir una articulación y una identidad entre sectores sociales con inclusión di-ferencial en el mundo del trabajo, desde el desocupado a los trabajadores mejor posi-cionados en la estructura del mercado laboral es un desafío central, desde diferentes puntos: desde las política públicas que promueven la inclusión y el empleo, desde la articulación de dirigencias, organizaciones y militancias de organizaciones populares “repartidas” en estos diferentes ámbitos, que en muchos casos crecieron no solo de

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manera “aislada” sino controversialmente enfrentadas, hablando idiomas políticos diferentes, desconocién-dose o aún descalificándose –desde dentro y fuera-, desde la perspectiva de la creación de identidades, imaginarios e incidencias conjuntas para repensar la “construcción del pueblo”, que necesariamente im-plica nuevas síntesis de lo que la experiencia popular concreta ha encontrado, desarrollado, elaborado en estas diferentes etapas.

3/ En Argentina, tenemos la memoria y la experiencia del trabajo como mecanismo primordial para la distribución de la riqueza: se pudo distribuir cuando se creó trabajo.

a. Sin embargo, esta memoria aparece de diferentes maneras, y en algún punto quizás queda reflejado en la existencia problemática de esta memoria, el quiebre profundo que sufrimos históricamente como sociedad. Por primera vez en toda nuestra historia, tenemos hijos de desocupados, jóvenes que crecieron,

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que desarrollaron toda su vida en familias donde la experiencia del empleo más o menos estable estuvo ausente.

b. Aún así, la memoria de una sociedad integrada por el trabajo subsiste. ¿De qué manera? ¿A qué niveles? Cómo hacer para que esa memoria, ese pasado, esa experiencia, se vuelva una fuerza, un recurso, un com-ponente de las energías sociales que nos permitan SABER que es posible una sociedad donde los sectores populares tienen claramente su lugar, un lugar digno, una participación diferente en la distribución de la ri-queza y el poder, pero al mismo tiempo RECONOCER que la manera de volver a construir eso – en términos de estructura y de acción, en términos de políticas y de actores, en términos de ideas y de prácticas- no es “volver” a esa sociedad – porque cambió el contexto, porque la etapa de la historia del mundo y de la pro-ducción es otra, porque los condicionamientos son otros, porque la misma subjetividad, masiva o militante, es otra.

c. Articular distribución y reconocimiento, poner en valor político la experiencia histórica es una tarea, valga la reiteración, propiamente política, ideológica y organizativa.

d. Tarea cultural también, siempre y cuando sepamos ubicar la cuestión de “la cultura del trabajo” en un lugar que no sea ser funcional a las miradas meritocráticas, a los posicionamientos “morales” e higienistas a los que se suele asociar, a las miradas regresivas y anacrónicas, idealizantes de un sujeto-trabajador-honesto-integro que no reconoce ni la diversidad ni asume la fragmentación, que termina siendo funcional a la exclusión porque no puede ver que sin política sociales de asistencia – que muchos defensores de la cultura del trabajo suele tachar, muy rápidamente de asistencialistas, de clientelistas, de promotoras de la “vagancia” o la “de-pendencia”- no es posible recrear una sociedad integrada. Desgraciadamente, en muchos casos, la idea de la cultura del trabajo, la añoranza de una sociedad de trabajadores, resultar funcional a la ideología de que sólo aquellos a los que el mercado es capaz de incorporar al circuito del empleo formal merecen disfrutar de los bienes y el reconocimiento social. A quien debe o solo puede integrarse – necesariamente- a través de algún vinculo con la política social, o bien se lo estigmatiza (debiendo este cambiar su ciudadanía por la asistencia o, en todo caso, “devolviendo” con trabajo – la muy habitual discusión sobre la contraprestación de los planes de asistencia- lo que se supone recibe por derecho).

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4 / En los últimos 30 años, el neoliberalismo desarticuló al mundo del trabajo y buscó deshabilitar a los trabajadores como sujetos políticos, como actores con la capacidad de influir en los destinos de la sociedad.

a. La historia de la destrucción del trabajo es la historia del disciplinamiento social y, más significativamente, la historia del miedo como estructurador y garante de la continuidad de la desigualdad en el país. Lo sucesivos ajustes y “shocks” fueron, todos ellos, acompañados o constituidos directamente por ataques/amenazas a la vida de las mayorías de una sociedad auto concebida como sociedad de tra-bajadores/ciudadanos. La persecución, desaparición y muerte a las dirigencias sindicales y políticas (mucho más que “a los subversivos”) durante la dictadura, el ataque al valor del salario de la hiperinflación, la destrucción del empleo y las leyes laborales: todos estos eventos tienen componentes que los muestran como “frentes de miedo” activados sobre los sectores populares en tanto trabajadores.

b. Aún hoy, la amenaza, mús o menos velada, sobre la vida, sobre el salario, sobre la continuidad o el acceso al empleo, funcionan, para los actores económicos, culturales y políticos que representan los intereses de los sectores financieros y del capital concentrado, como “arma disciplinadora”, como ”caballito de batalla”. Y son el mecanismo sobre el que se monta la descalificación por inoportuna, inviable o inconveniente a cualquier política pública que tienda a garantizar la vida el salario o el empleo, o al menos a atemperar los intereses, ganancias o privilegios de quienes defienden los intereses centrados.

c. El desprestigio de los sindicatos – junto con el de los partidos políticos y el de las organizaciones de desocupados- es el complemento ideológico – exacerbado por los factores de poder económico pero además “hechos carne” en gran parte de la sociedad , e incluso de cierto activismo social asociado a las ONG’s, las orga-nizaciones filantrópicas, los movimientos “alternativos ”, las iglesias,…- de este

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disciplinamiento, que sigue actuando hoy como elemento a favor de la reproduc-ción de la exclusión y su legitimidad.

Distribución de la riqueza

De cara a estas cuestiones “de entrada” y su problematización, queremos plantear algunos puntos sobre la cuestión distributiva, centrándonos fundamentalmente en sus implicancias para una tarea política de construcción de condiciones, de actores y de discursos y conocimiento, para reposicionar el trabajo en el horizonte de acción política y social actual

Para abordar la distribución de la riqueza y lo que implica en términos concretos como desafío para el país y para las organizaciones sociales, consideramos tres aspectos fundamentales:

a. La distribución de las capacidades, medios y recursos para la producción. La ri-queza propiamente dicha, es decir, el activo social de una sociedad; aquello que le permite vivir y desarrollarse. La riqueza es lo producido, pero también son las capacidades, medios y recursos para producir. La tierra, el agua, las fábricas son formas de riqueza.

b. La distribución de los ingresos, que son el producto concreto de nuestro “acervo” de capacidades, medios y recursos. La relación de los ingresos apropiados por los trabajadores (salario) respecto a los ingresos apropiados por los empresarios (ganancias), marcan el parámetro central de la cuestión distributiva.

c. La distribución del poder. El poder en una sociedad también se concentra. Las relaciones de poder son siempre asimétricas y desiguales, pero también es cierto que el poder está siempre en disputa. Siempre en tensión. Distribuir poder es “tensionarlo” hacia el lado de la justicia y la igualdad: DEMOCRATIZAR la toma de decisiones.

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No es posible distribuir riquezas e ingresos, sin procesos de toma de decisiones, sin distribución de poder de decisión. Y no hay distribución económica efectiva y sostenible si no redunda en alguna forma de nueva distribución del poder en la socie-dad.

A modo de salida, retomamos también un conjunto de plan-teos encaminados “al umbral de la acción”, definiendo algunas implicancias que les caben de diferente manera a actores tam-bién diversos:

Ante la situación de pobreza y las condiciones de vida de la gran mayoría de los argentinos, la distribución es un desafío ético y político insoslayable en una sociedad que se dice y se espera democrática.

Amerita lecturas y aprendizajes de la memoria, coherencia res-pecto de las lecciones del pasado y una mirada certera que per-mita ver que a toda la sociedad le fue mejor cuando la distribu-ción fue mejor. A la vez es una oportunidad histórica abierta por la propia sociedad con su movilización y su esfuerzo recientes.

La recuperación de niveles de consumo por parte de los sec-tores medios, en Argentina, ha hecho que se tienda a olvidar las atrocidades y las penurias de las décadas neoliberales y sus consecuencias. Paradójicamente, en la recuperación de las cla-ses medias hace “nido” nuevamente el paradigma neoliberal, antiestatal, excluyente, muchas veces racista incluso, con sus dispositivos de descalificación política y sus “lugares comunes” sembrados y amplificados por los medios de comunicación.

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Generar otras ágoras y otros discursos que permitan recordar y ver, reconocerse a si mismos y junto con otros a dife-rentes sectores sociales es una tarea política fundamental para sostener los relativos procesos de recomposición social que se plasmaron después del 2001.

La posibilidad de una distribución creciente de la riqueza, tiene que ver con la viabilidad y el futuro de la sociedad como tal, que no puede convivir en paz, no podrá desarrollarse realmente ni podrá sostener su crecimiento con altos niveles de desigualdad.

La cuestión de la seguridad urbana también paradójicamente, aparece como un factor de criminalización de los po-bres y de la protesta, por un lado, y de impugnación de la política y de disputa por un estado defensor de la seguridad de unos pocos contra las “garantías” para los pobres. Es la continuidad de la relación de la historia del miedo- hermana y ariete de la concentración de la riqueza y la legitimación de la desigualdad.

Por la inversa, generar un discurso que articule desde la perspectiva de los intereses de los sectores populares la cuestión de los significados que para y desde ellos (¿nosotros?/¿todos?) tiene la “seguridad”, la importancia del tra-bajo y del empelo y del rol del estado al servicio de la vida y la felicidad populares, constituye un desafío de creación ideológica y de creación de sentido donde , para las organizaciones sociales y para otras instituciones que, como por ejemplo las Iglesias, o la escuela, tienen la función tanto de “distribuir los bienes simbólicos” como de administrar lo “tolerable” en la cultura de una sociedad, hay tareas tan de fondo como inmediatas.

La distribución de la riqueza es la cuestión que más directa y profundamente tiene que ver con las generaciones que vienen, con nuestros niños y jóvenes. Es lo que marca el presente e hipoteca el futuro de los niños y los jóvenes de Argentina.

Sugerentemente, entre actuar, ya en hora, en tiempo presente, con gestos concretos, con medidas especificas, con luchas estratégicas, con apoyos a acciones, con lecturas a la altura de las circunstancias, de la complejidad de los procesos y del valor de lo que esta en juego.

En lo que a la distribución de la riqueza implica, está la oportunidad de transformar el impulso inicial de “alivio” de la crisis que supuso la salida de la convertibilidad en una oportunidad para concretar un proyecto y un futuro, unas apuestas que valgan la pena como sociedad y como país. Al mismo tiempo es una condición impostergable si quere-

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mos tener una verdadera democracia, quizás mucho más que lo que exige el republi-canismo de manual escolar que esgrimen las derechas aquí en Argentina y en todo el continente. .

Finalmente…y otra vez, la cuestion del Estado y los sectores populares, su vida, sus intereses, sus participaciones y su mirada y accion politca…

La distribución de la riqueza es una cuestión fuertemente política ya que implica no sólo la calidad, sino el destino y las posibilidades concretas de vida de la mayoría de la población del país, lo cual debe orientar e interpelar la acción del estado y el gobierno democrático si quiere presentarse como tal.

Por eso mismo, implica romper las dicotomías impuestas por la ideología neolibe-ral -en sus versiones políticas, tecnocráticas, económicas-, que separan economía y política, que piensan la sociedad como “tres sectores”, o que oponen sesgadamente sociedad civil y estado.

La injusta distribución, la desigualdad económica y la marginación social que ésta supone, exige al Estado no sólo compensar y paliar la pobreza, sino ponerse al frente como herramienta de la transformación hacia una sociedad más justa. Y, como con-trapartida exige a la sociedad democrática hacerse cargo de la política que oriente pluralmente y con firmeza esa acción estatal.

Enfrentar la injusta distribución y proponer otra, es el punto clave para salir de la agen-da neoliberal que dio forma al Estado - a lo que hizo y a lo que se hizo de él-, en los últimos 30 años y especialmente en los ‘90. El Estado no estuvo “ausente” en esos años. Estuvo muy presente pero cambió de función: se puso al servicio del capital concentrado y trasnacional y de los sectores dominantes del país. Y estuvo presente en los sectores populares: como asistencia focalizada, y también -en cientos de ca-

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sos- como estado represivo y de control (represión, gatillo fácil, criminalización de la pobreza y judicialización de la protesta).

Por lo tanto, la distribución de la riqueza, exige y a la vez supone, la reapropiación del Estado por parte de la ciudadanía democratizando su funcionamiento, fortaleciendo su rol y capaci-dades y reorientando su función e intervención. Y a la vez supone una idea de democracia y de ciudadanía que incluye de manera plena a los sectores populares, a las mayorías empobrecidas y excluidas en una participación política que va más allá del voto. Los reconoce como parte y objetivo de las políticas públicas institucionalizando la participación.

Hoy día, aún con dificultades, idas y venidas, amenazas y límites , aparece como nuevamente posible en Argentina y América Latina ver al Estado como una herramienta, que al igual que en otras etapas históricas (pero con las características y exigencias propias de ésta) puede estar al servicio de los sectores mayoritarios de la sociedad.

Todo esto a pesar de la fuerte inercia que hace que amplios sectores de la sociedad, y a veces de las mismas organizaciones sociales e incluso de agentes estatales, sigan manifestando una fuerte desconfianza y deslegitimación del rol del Estado.

El Estado actúa de hecho, y además puede y debe hacerlo de derecho y con sentido político explícito, a través de diversas herramientas, en la cuestión de la distribución de la riqueza. (Lo hace siempre. Por acción u omisión, de manera manifiesta o solapadamente. Desde el ámbito económico, más directo, pero también a través de políticas que en la primera mirada parecen “ajenas” a la cuestión de la distribución).

El Estado actúa y es necesario involucrarse y saber como incidir, pero también como IMPLICARSE, cuando lo hace…

… a partir del proyecto político global que lleva adelante, que interviene en la relación de fuerzas y en los beneficios y límites de los diferentes actores y sectores sociales: usando sus recursos, sus capacidades y su poder.

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…a partir de la política económica general, el modelo productivo, la política monetaria y financiera, el tipo de inser-ción del país en el mundo.

…de manera particular, con la política tributaria (los impuestos).

…con la política específicamente laboral: generación de empleos, política de salarios, legislación y derechos labo-rales.

…con las políticas de seguridad y previsión social y las de transferencia de ingresos, hacia arriba (subsidios a empre-sas, promoción industrial, etc.) y hacia abajo (jubilaciones, pensiones, subsidios).

…a través de las políticas públicas que garantizan derechos y proveen servicios, distribuyen recursos materiales y simbólicos por medio de políticas de educación, de salud, de vivienda, de transporte, de cultura.

…y finalmente, a través de las políticas de lucha contra la pobreza, de asistencia y promoción, de no-discriminación, de inclusión social.

Cabe preguntarse que elementos de construcción de sentido, de organización de actores, de apoyo a las luchas y reivindicaciones concretas, de miradas críticas de construcción de liderazgos, de acompañamiento y de formación, de legitimación y visibilidad; cuantas de las acciones de organismos e instituciones, iglesias, comunidades, nos acercan a esta frontera y horizonte de lucha, de creación y de solidaridad, donde el trabajo y la distribución interrogan con rostro presente y horizonte urgente. Hay distancias que recorrer y mucho por hacer.

Paradójicamente, las energías sociales, la fuerza política y ética con la que promover la distribución, están distribuidas, quizás dispersas, en infinidad de actores, en estrategias, en intentos, en prioridades diferenciadas.

En la posibilidad de construir un relato y una articulación que la ponga en el centro de nuestros esfuerzos se juega quizás la significación de nuestras energías, y el cumplimiento de nuestra responsabilidad histórica. La parte que nos toca.