edita: produeix · 2014. 7. 7. · lluis serra i giribert (1903.1939) ..... 219 salvador torres i...

240

Upload: others

Post on 25-Jan-2021

1 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • Edita:

    Produeix:

    D.L.: B-XXXXX-XXXX

    Amb la col·laboració de:

  • “Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos, que la de las personas célebres.

    La construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen nombre”

    Walter Benjamin

  • PEATONES DE LA HISTORIA DEL BAIX LLOBREGAT

    (Testimonios y biografías)

    Volumen 2

  • 7

    SUMARIO

    PRESENTACIÓN ............................................................................................... 9

    INTRODUCCIÓN ............................................................................................ 13

    PRÓLOGO ................................................................................................... 17

    TESTIMONIOS Y BIOGRAFÍAS

    Montserrat Avilés Vila ............................................................................. 21 Antonio Balmón Arevalo .......................................................................... 25 José Barajas Galiano .............................................................................. 33 José Bernete Aguayo (1912-1937) ............................................................... 41 Octavio Cabello Buendía ......................................................................... 47 Pere Caldas i Ibáñez ............................................................................... 55 Juan José Casado Peña ........................................................................... 75 Francisco Español Fernández .................................................................... 79 Joan Estrada Masip ................................................................................ 83 Pedro Evole Macias (1900-1996) ................................................................. 91 Ignasi Fina Sanglas (1944-2007) ................................................................. 97

    Emilio García López ............................................................................... 99 Juan González León (1903-1942) ............................................................... 117

    Manuel González León (1908-1941) ............................................................ 123 Jesús Gracia Pérez ............................................................................... 131

    Jordi Izquierdo Moreno .......................................................................... 135 Julio Jiménez Castillo ............................................................................ 145 José Lorite Galindo ............................................................................... 149 Tomás Marín Martinez ............................................................................ 159 Carles Navales Turmos ........................................................................... 165 Manuel Nogales Moya ............................................................................ 185 José Noguera Castel .............................................................................. 189

  • 8

    José Ortiz Pérez .................................................................................. 195 Jacinto Pérez Delgado ........................................................................... 197 Helena Ricart i Cebrian (1913-1999) ........................................................... 201 Ramón Rulo i Bargalló ............................................................................ 205 Ángel Rulo i Cortes (1909-1992) ................................................................ 213 Lluis Serra i Giribert (1903.1939) .............................................................. 219 Salvador Torres i Romeo ......................................................................... 223 Carles Vallejo Calderón .......................................................................... 227 Jesús Vázquez Gordón (1924-2006) ............................................................ 233

  • 9

    Deseo iniciar esta presentación con unos pá-rrafos del libro El miedo, de Francesc Torres, que defi ne con claridad la situación actual sobre la recuperación de la memoria histó-rica, en especial sobre lo que popularmente se ha bautizado como “Ley de la Memoria”, porque el miedo del Gobierno la denominó “Proyecto de Ley por el que se reconocen y amplían medidas en favor de quienes pa-decieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”. Un enunciado demasiado ambiguo para los que han espera-do tanto tiempo.

    (...) Los pactos de la Moncloa, el contenido específi co de los cuales todavía es un mis-terio para casi todos nosotros, fueron unos acuerdos forjados entre políticos que necesi-taban continuar siéndolo en el futuro demo-crático que nacía en España:

    No me recuerdes Paracuellos del Jarama y yo no te recordaré la Plaza de Toros de Bada-joz”. De acuerdo.

    El precio que se pagó por esta supuesta ga-rantía de estabilidad, al mismo tiempo, fue que la ciudadanía de este país perdió el de-recho a poseer su historia.

    PRESENTACIÓN

    El resultado de este desastre fue que el acontecimiento más importante y condicio-nado de nuestra historia reciente, la Guerra Civil, aún es un trauma emocional sin curar ni digerir de una manera intelectualmente adecuada y decente. Con un paternalismo insultante se optó, como si fuesen niños, por no hablar de aquello que podía dar miedo, pero ¿quién tenía miedo?

    Los protagonistas de este libro no tenían mie-do. Las biografías y testimonios que contiene este trabajo no pueden dar una visión com-pleta de los acontecimientos históricos en los que se enmarcan, son pequeñas historias que retroalimentan la historia con mayúscula. Prueba de ello es el valor concedido a estos testimonios por una gran parte de los histo-riadores, que los consideran un instrumento valioso para sus trabajos de investigación. Las narraciones que aparecen en este segun-do volumen del libro Peatones de la Historia del Baix Llobregat constituyen una respuesta al silencio forzoso impuesto desde la Transi-ción. Es un requerimiento de principios y una obligación moral, cuyo objetivo es dar a co-nocer lo que es –y digo es, porque hay quien todavía lo vive en presente– el miedo, el do-lor, el sufrimiento personal o familiar, el ho-

  • 10

    rror de la Guerra Civil y el terror que implan-tó la dictadura de Franco durante cuarenta años de privación de libertades. Muchos se fueron sin ver como la muerte del dictador no trajo la República robada. Muchos otros no pudieron aportar su testimonio. Este libro pretende dar voz a todos ellos, porque en es-tas historias personales pueden verse refl eja-das muchas vidas.

    Los políticos que pactaron la transición de la dictadura a la democracia olvidaron a los que dieron su vida por defender la legalidad de la II República, olvidaron a todos los que pa-decieron la represión franquista, a los hom-bres y mujeres que lucharon en condiciones muy adversas por derribar al dictador, olvi-daron a las decenas de miles de desapareci-dos enterrados en fosas comunes, olvidaron a todos los exiliados y a todos los que fueron asesinados en los campos de concentración franceses y alemanes, porque el hambre y la enfermedad consentida también es asesina-to. Es más, la Ley de Amnistía de 1977 repre-sentó que los vencedores de la Guerra Civil –es decir, los que se sublevaron con las armas contra la legalidad existente– perdonaban a los perdedores y a sus descendientes, garan-tizando con ello la impunidad de todos los criminales del bando fascista. Es lo que al-gunos historiadores denominan la justicia al revés. Yo lo denomino ignominia.

    En la actualidad resulta grotesco y una burla que algunos grupos parlamentarios defrau-

    den con su inmadurez política y con sus cam-bios de opinión a todos los que padecieron la terrible represión de la dictadura franquis-ta, a sus familiares y a las propias entidades memorialistas, pactando una Ley de la Me-moria que más bien se podría califi car como Ley de Punto Final. Unos pactos en los que se abandonan todos los principios y valores, predominando más los intereses partidistas, realizados en clave electoral. Una ley que no contempla la anulación de todos los jui-cios sumarísimos de los consejos de guerra y de los Tribunales de Orden Público. Una Ley que abandona a los familiares de las victi-mas, obligándolas a recorrer un camino de vía crucis de instancia judicial en instancia judicial durante años, con el consiguiente coste económico. Todo ello con un fi nal pre-visible y desalentador como en los casos de Peiró, de Grimau, el diputado socialista Luis Dorado Luque y el más reciente de Puig An-tich. La llamada seguridad jurídica no puede imponerse sobre la verdad y la justicia. Una justicia a la que todavía no le ha llegado ple-namente la regeneración democrática.

    No podemos, por menos, que sentir vergüen-za ajena cuando vemos que países como Ale-mania e Italia han pedido perdón y han resar-cido moral y económicamente a las víctimas de aquellas dictaduras fascistas, anulando las sentencias que fueron dictadas por aque-llos regímenes opresores. El Papa de Roma pidió perdón al mundo por la colaboración que había tenido la Santa Sede con el fascis-

  • 11

    mo alemán e italiano, pero la Iglesia españo-la se niega a pedir perdón y no quiere reco-nocer que fue la principal colaboradora de Franco y de sus crímenes y en la actualidad el Arzobispo de Valencia, Agustín García-Gas-co, promueve la construcción de un templo en honor de los muertos del bando fascista. Francia actualmente esta indemnizando a los familiares de los españoles deportados a campos de concentración nazis, republicanos que perdieron la vida en esos campos de ex-terminio. También el gobierno argentino ha anulado la Ley de Amnistía que daba impu-nidad a los militares golpistas y han podido ser encarcelados de nuevo. En España somos diferentes, aquí, con la Constitución en la mano, podemos enjuiciar a dictadores crimi-nales como Pinochet, pero se tiene pánico a dignifi car a las victimas del franquismo debi-do a las lastras de acuerdos de la Transición, acuerdos que la derecha no respeta aireando constantemente los desmanes cometidos por los republicanos, entre ellos los de Paracue-llos del Jarama. Si unos asumimos esas muer-tes no se entiende por qué otros no pueden hacer lo mismo, aunque a lo mejor es debido a que para sus conciencias sea un peso dema-siado grande tantos inocentes muertos y tor-turados después de haber ganado la guerra. El señor Aznar pone la guinda recordando la Guerra Civil como si estuviéramos viviendo una situación similar a la de 1936. Quizás él y su partido si la están viviendo. Pero la pregunta que debemos hacernos después de 68 años de terminada la guerra civil y de 32

    años de la muerte del dictador Franco es la siguiente: ¿realmente quién tiene miedo a la verdad, la propia democracia?

    Consideramos que es inaplazable el derecho a romper esos pactos de la Transición en aras de la restitución del honor y la dignidad de tantas víctimas. Existe la obligación de tes-timoniar todo cuanto pasó, de saber todos los porqués de lo acontecido. De denunciar los crímenes y los genocidios que trajo la sublevación fascista y de contar la feroz re-presión de la larga dictadura. De dar la pa-labra a todos los que sufrieron la represión franquista directa o indirectamente. Cada día son menos los protagonistas que pueden dar su testimonio, y sus hijos también nos van abandonando. La verdad histórica no se puede esconder, la herida abierta desde hace siete décadas está sin cicatrizar, tarde o temprano habrá quien quiera curarla, me refi ero a los nietos, que ahora empiezan a pedir verdad, justicia y reparación para sus familiares. Ellos son los destinatarios últimos de este libro, pues serán ellos los que ten-drán que recoger el testigo de los que pronto quizás no podamos alzar nuestra voz.

    El principal objetivo de los libros Peatones de la Historia del Baix Llobregat es colocar estas refl exiones y estas experiencias per-sonales al servicio de la consecución de una Ley de la Memoria justa y reparadora, es nuestra pequeña aportación desde esta co-marca. Porque tenemos derecho a conocer

  • 12

    la verdad y a denunciar tanto crimen impu-ne. Porque tenemos derecho a conocer los nombres de los desaparecidos, de los fusila-dos, de los tirados en las cunetas y de los arrojados a fosas comunes para darles una sepultura digna. Porque tenemos derecho no solo a conocer los crímenes sino también los nombres de los verdugos que los ejecutaron. No tenemos ánimos de revancha, sólo quere-mos conocer esta parte de nuestra historia reciente, de una historia que por desgracia no se explica en las aulas. Porque tenemos derecho a que este libro llegue a escuelas, institutos, bibliotecas y archivos históricos, para que las nuevas generaciones sepan de la entrega, el sacrifi cio, las penalidades, el hambre y el calvario que supuso para mu-chas personas la emigración, para que sepan de las detenciones y los encarcelamientos a los que fueron sometidos sus abuelos en su lucha sindical y vecinal. En resumen, para

    que sepan que la democracia y el bienestar alcanzado nadie nos los ha regalado. Es un patrimonio que habéis recibido en herencia y que debéis cuidar afi anzando y consolidan-do la democracia actual para que la historia no se repita. Por todo ello nuestra Asociación rinde a estas generaciones de luchadores un sincero y merecido homenaje.

    Finalmente, en nombre de la Junta Directi-va de nuestra asociación, deseo agradecer la colaboración de todos los que han hecho posible la publicación de este libro. Agra-decimiento que hago extensivo al Depar-tament de Relacions Institucionals i Parti-cipació de la Generalitat de Catalunya por la subvención recibida, cuya cuantía ha sido totalmente insufi ciente, para la realización y presentación de dos libros, del proyecto “BAIX LLOBREGAT” (Lluita i resistencia an-tifranquista).

    Francisco Ruiz AcevedoPresidente de la AMHDBLL

    Cornellá a 7 de octubre de 2007

  • 13

    INTRODUCCIÓ

    ES MEREIXEN QUE ELS ESCOLTEM L’alegre Elena, vint-i-pocs anyets, em va con-fessar haver plorat mirant la pel·lícula “Salva-dor”, en què es recreen els darrers dies de la vida de Puig Antich. Ella, que no en sabia gai-rebé res de tot allò, s’astorava pensant “com pot ser que això hagués passat aquí... i fa tant pocs anys...?”.

    Alhora, jo m’astorava pensant “com pot ser que aquesta societat, i no dic només l’escola, no faci més perquè joves com l’Elena no sabessin “gai-rebé res de tot allò”...?” Jo li vaig respondre que era afortunada, perquè segurament era de les poques noies de la seva generació que havia obert els ulls al nostre passat més recent i que havia pres una certa consciència d’on venim.

    I com que confessió amb confessió es paga, li’n vaig fer la meva: “Elena, jo no penso veure “Salvador”. Fa un temps que no puc sofrir les pel·lícules i els llibres sobre la Guerra Civil ni sobre la conseqüent dictadura. N’havia llegit i mirat força. Però se m’han passat les ganes. Almenys de moment”. “Per què”, em va pre-guntar ella. “Perquè m’emprenyo massa, i ja no tinc edat per emprenyar-me”, li vaig fer. Reco-nec que és una resposta un xic impostada (sobre

    tot pel tema de l’edat...), però no pas per això falsa. Aquella confessió que li vaig fer a l’Elena la faig, ara i aquí, pública.

    M’emprenyo, i molt, i m’entristeixo, quan lle-geixo, miro o escolto històries d’aquell passat nostre tan roí, tan gris i tan indigne. Una de les coses que més em torben és la capacitat de transformació de les persones en moments de pressió, de caos, de misèria, d’abús de poder. I no puc deixar de pensar com hagués actuat jo en situacions com aquelles. Hagués estat llop o xai? Víctima o botxí? Revoltat o repressor? O simplement persona anònima que passa els dies per empènyer els anys? El que tinc clar és que, fos el que hagués estat, no seria la mateixa per-sona que soc ara, educada i crescuda en temps de pau i en democràcia (relativa, si voleu). Per això, des de fa uns anys no miro ni llegeixo res relacionat amb la guerra i el franquisme. Crec que, en essència, ja sé tot el que havia de saber... Bé, de fet, hauria de dir creia, en pas-sat, perquè fa uns mesos vaig trencar aquesta regla (i us asseguro que em vaig tornar a em-prenyar i a entristir. Ho sabia...). Va ser llegint, per “imperatiu professional”, els esgarrifosos testimonis del llibre “Les dones del Prat i la repressió franquista”, de la Col·lecció de Tex-

  • 14

    tos Locals que edita l’Ajuntament del Prat (any 2006), escrit i coordinat per la historiadora Mar-ga Gómez. La majoria d’aquestes dones que ara ronden la vuitantena eren criatures de pocs anys quan se’n van endur els seus pares o germans grans per, molt sovint, no tornar-los a veure mai més. Però en la seva memòria infantil van quedar gravades aquelles escenes per sempre més. Jo no volia es-coltar-les, no volia sentir-les, perquè sabia que em farien mal. Però vaig haver de parar l’orella. Sí, el que explicaven em va fer mal. “M’ho po-dia haver estalviat”, vaig arribar a pensar. Però després de pensar-hi una mica, vaig arribar a una conclusió que ha revifat el meu interès per aquests períodes foscos del nostre passat, una conclusió ben senzilla i netament moral: elles es mereixen que les escoltem. Tot el que van patir, tot el que van lluitar, tot el que van defensar, ho van fer per ells i elles, però també per nosaltres. I està bé que tot allò ens ho expliquin els historiadors, els documentalis-tes, els periodistes o els cineastes.... però amb tots aquests no tenim cap deute. Amb els pro-tagonistes, en canvi, crec que sí que en tenim un. I cal saldar-lo ara, quan encara poden expli-car-nos-ho de viva veu, o bé per boca (o lletres) d’un tercer. Cal, doncs, que els escoltem. S’ho mereixen. Mireu, sinó, algunes pinzellades del que expli-quen aquestes dones del llibre del qual us he parlat abans.

    “L’any 39, quan ja ha havien matat el pare, hi va haver una manifestació franquista al Prat. Com que jo no hi volia participar, i molt menys aixecar el braç, em vaig amagar en un portal, però em van veure, va venir un guàrdia civil, em va estirar i al mig de carrer em va fúmer una bufetada que quasi vaig anar a parar al te-rra” (Montserrat Reixach, fi lla de Joan Reixach, el primer afusellat del Prat al Camp de la Bota. Era regidor de l’Ajuntament per ERC). “A la mare l’obligaven a treballar netejant ca-ses, sense cobrar res, i no la deixaven sortir del Prat. Així que era jo qui anava a la presó Model a veure el pare i a portar-li el farcellet amb la roba neta que em preparava la mare. Jo tenia 13 anys. Un dia, després de fer la cua per veure’l, ell no era al seu lloc, així que vaig preguntar on era. Em van dir que mirés unes llistes, i que si estava allà era que havia “desaparegut”. Certa-ment estava allà i així vaig saber que l’havien matat. Una frase m’ha acompanyat tota la vida. El meu pare em va dir, “tant si surto d’aquí com si no, no te n’avergonyeixis mai, que el teu pare no ha fet res”. Mai me n’he avergonyit, però no he pogut parlar del tema, fi ns ara”. (Josefi na Fortuny, fi lla d’Ignasi Fortuny, afusellat al Camp de la Bota). “Jo tenia quatre anyets, i estava enamorada d’un vestit rosa. Un dia vaig veure que la mare feia bullir aigua fosca en una olla, i va col·locar el meu vestit a dintre. La meva feina era mirar dintre, a veure què havia passat. I el que vaig descobrir va ser que el meu vestit rosa era ne-

  • 15

    gre. Vaig anar durant dos anys vestida de negre com un escarbató, fi ns i tot els mocadors de bu-txaca eren blancs i negres. Era difícil d’entendre en una nena tant petita, però la mare sempre em deia que “de pare només n’hi ha un”. I real-ment era cert.” (Assumpció Nadal, fi lla de Joan Nadal, afusellat al Camp de la Bota). El llibre que teniu a les mans és com una immensa llar de foc envoltada de persones que ens expli-quen les seves particulars històries. Segurament moltes d’elles no són tan esgarrifoses ni cruels com les que es donaven en plena postguerra, perquè parlen de vagues, de manifestacions, de lluites obreres... però aquestes darreres són so-vint igualment colpidores i, almenys a mi, algu-nes històries m’han tornat a emprenyar (d’això no m’escapo). A més, en ser més recents, ens serveixen per entendre millor per què el pre-sent és així i no d’una altra manera, per què les nostres ciutats, les nostres associacions, els nostres partits polítics... en defi nitiva, per què nosaltres som així i no d’una altra manera. Així ho explica, en aquest mateix llibre, Octavio Cabello: “La represión de la dictadura no solo afectó a los que fueron fusilados, los encarcela-dos, los exiliados, los que cumplieron condenas en los campos de concentración o batallones disciplinarios de trabajadores. Durante un largo periodo de tiempo, una vez terminada la guerra civil, afectó a millones de familias en donde el

    papel de la mujer fue meritorio para sacar ade-lante a sus hijos y en donde sufrieron todo tipo de represalias y vejaciones”. Sí. Les dones han estat potser les grans oblida-des, en aquest i en molts altres escenaris del nostre passat (ep!, i del present). En aquestes mateixes pàgines ens ho explica Empar Fernán-dez: “Moltes de les històries de les dones que van viure la guerra civil i la dolorosa postguerra a Catalunya són històries tristes, commovedo-res, històries que ens parlen de lluita constant, de resistència, de misèria, de soledat o de pèr-dua. Una d’aquestes històries tràgiques, potser la més tràgica de totes les que he sentit ex-plicar, és la de l’Helena Ricart, cornellanenca d’adopció i supervivent per voluntat i coratge”. Passeu les pàgines i trobareu la història d’Helena Ricart, i de moltes altres dones i homes, via-nants de la història del Baix Llobregat, com aquí se’ls anomena. Al voltant d’aquesta immensa llar de foc que és aquest llibre ens hi podem acostar, triar al cos-tat de qui volem seure, i parar bé l’orella. Enca-ra que el que ens expliquin sigui dur i remogui la nostra adormida o ignorant consciència, que ens emprenyi o ens entristeixi. Si no trobeu cap raó pràctica per a fer-ho (i us asseguro que n’hi ha moltes) feu-ho només per aquesta raó: perquè s’ho mereixen.

    David MiquelPeriodista

  • 17

    PRÒLEG

    Em satisfà enormement poder escriure el pròleg d’aquest llibre, que m’han demanat els amics de l’Associació per a la Memòria Històrica i Democràtica del Baix Llobregat, aIs quals ho agraeixo sincerament.

    La història més recent de la comarca del Baix Llobregat és representativa a de la lluita per la democràcia i les llibertats de tot el país, però tanmateix és la història pròpia d’un te-rritori singular. Ha estat una de les zones més combatives, més lluitadores per la democrà-cia, els drets civils i laborals i l’autonomia, quan tot anava molt relacionat, i com ho re-corda el president Francisco Ruiz Acevedo en la carta que m’ha fet arribar. La presència d’un gran nombre d’indústries a la comarca i una classe obrera molt sensibilit-zada van convertir-la en un dels territoris que estaven a la punta de llança, l’avantguarda dels canvis que la societat catalana anhelava -que en els últim anys del franquisme i du-rant la transició van fer eclosió-, i de l’avenç cap a una societat comparable a la dels paï-sos del nostre entorn.

    Els partits polítics i els sindicats clandestins, les entitats veïnals i socials van tenir una in-

    tervenció destacada. Tot això ho recuII el lli-bre que tenen a les seves mans i que el farà un document imprescindible per conèixer el nostre passat més immediat. Amb el record d’aquells anys d’aquell combat, vull expres-sar el meu reconeixement a totes les perso-nes que el van protagonitzar en favor d’una societat i d’un país molt millors.

    En aquell marc predemocràtic va sorgir una iniciativa que voldria recordar i que a ser úni-ca a tot Espanya: el gran moviment popular de l’Assemblea de Catalunya. L’Assemblea de Catalunya va incorporar a la lluita políti-ca contra la dictadura la majoria d’entitats, grups i col·lectius que defensaven planteja-ments democràtics i progressistes, però que fi ns llavors es movien únicament en el seu àmbit més propi.

    En aquest llarg camí cap a la democràcia i l’autogovern, avui disposem d’un nou instru-ment: l’Estatut de 2006. El nou Estatut és un gran pas endavant, que ens reconeix més com a poble per part de les institucions de l’Estat, que ens atorga més competències i que ens ha de proporcionar els recursos ne-cessaris per a poder-Ies desenvolupar. En aquest recorregut moltes persones han con-

  • 18

    tribuït a la Catalunya d’avui dia, recollint les aportacions de tots els que ja hi vivien junt amb la dels que van arribar-hi procedents d’altres indrets, i que ara s’ha de completar amb els nous ciutadans per tal de fer -entre tots- la Catalunya del futur.

    El Govern de la Generalitat de Catalun-ya, i jo mateix com a President, volem ser

    al davant del procés de desplegament de l’Estatut i liderar la constant modernització del país amb la col·laboració de la societat catalana en I seu conjunt. Tot plegat ens ha de conduir a enfortir les nostres institucio-ns amb plena confi ança en les nostres pos-sibilitats i capacitats per tal d’acomplir els objectius socials i nacionals que ens hem proposat.

    José MontillaMolt Honorable President de la Generalitat de Catalunya

    Barcelona, 4 de setembre de 2007

  • TESTIMONIOS Y BIOGRAFÍAS

  • 21

    MONTSERRAT AVILÉS VILA

    El germà de l’Albert, l’Ignasi Fina, ha escrit ja una biografi a de l’Albert en el volum I d’aquest mateix llibre i així m’ha estalviat una gran part de la feina, cosa que sincera-ment li agraeixo. Aquestes ratlles volen ser un complement de les seves. Quan m’he posat a escriure sobre el meu testimoni, he topat amb el primer problema: també a mi em resulta impossible separar la meva vida professional i política de la vida de l’Albert, ja que des de l’any 1960 fi ns a la seva mort el 1997 les vam viure junts sempre i amb una activitat totalment indistinta. La nostra intervenció en un o en altre cas, es devia a un simple repartiment de la feina. És per aquest motiu que m’he decidit a escriure un sol capítol per a tots dos. La nostra relació amb els treballadors del Baix Llobregat s’inicia a través de les visites

    al nostre despatx de Barcelona de treballa-dors i dirigents obrers de l’empresa Pirelli de Cornellà, Joan Estrada, José Fuentes (mort), Prieto, etc. A partir d’aquí coneixem més la vida obrera del Baix Llobregat i acabem obrint despatx a Cornellà -a la plaça Cam-pfasso- l’any 1965 o 1966. En aquelles dates, teníem despatx a Barcelona i a Mataró, i el de Cornellà fou l’últim que obrirem, si bé uns anys després vam traslladar-nos de local.

    A Cornellà vam atendre molts treballadors de la comarca i vam tenir relació amb els dirigents de les lluites obreres que s’anaren succeint. Vam assessorar els treballadors de

    Montserrat Avilés i Albert Fina

  • 22

    l’empresa ROCKWELL CERDANS, quan aques-ta decidí tancar les portes i deixar així sense feina prop de 600 treballadors. El confl icte dura cap a dos anys (1967 i 1968) i obté un ressò important en tot el Baix Llobregat. No puc oblidar les persones que dirigiren aquest confl icte, amb els quals vam fer-nos amics i entre els quals recordo ara Fco. Ruiz Aceve-do, Ferran Salvo (mort), Pedro Salinas, Cues-ta (mort) i tants altres.

    Després del confl icte i de la lluita de la Cer-dans, vam continuar assessorant molts tre-balladors de la comarca al nostre despatx de Cornellà i no puc deixar de recordar, ja als anys 1974 i 1975, les vagues de l’empresa ELSA i de l’empresa LAFORSA, així com la vaga general que esclatà a la comarca en aquest període. A l’empresa ELSA la lluita va ser llarga i la pa-tronal va arribar a acomiadar gran part de la

    plantilla. Els treballadors ens encomanaren la seva defensa legal i vam presentar les de-mandes oportunes contra els acomiadaments. Com sempre fèiem, els vam advertir que fi ns i tot si guanyéssim el judici, l’empresa po-dria acomiadar-los aplicant la llei llavors vi-gent que en últim termini sempre atorgava a l’empresa el dret d’opció entre la readmissió i la indemnització. Aquest és el primer cas que conec que els treballadors van decidir desistir totes les demandes presentades contra els acomiada-ments a la Magistratura del Treball i van de-cidir continuar les lluites per tal d’aconseguir les readmissions. Havien refl exionat sobre el futur de les reclamacions legals i havien decidit confi ar només en la seva lluita. El cas va fi nalitzar amb la readmissió de tots els treballadors, amb dues excepcions: Pepe Martínez i Carles Navales. No puc deixar de recordar la nostra actuació com advocats en el cas, o millor dit en el moment de portar a terme els desistiments. Vam redactar un escrit de desistiment, en el qual explicàvem els motius de la decisió i vaig anar a parlar amb el llavors degà dels Magistrats de Barcelona. La veritat és que no li va agradar gaire tot plegat. Els darrers dies de l’any 1974, vam tenir co-neixement de la detenció de 24 destacats lí-ders del Baix Llobregat, amb l’acusació de preparar una mobilització generalitzada de la

    1968. Assemblea de treballadors i familiars de Rockwell-Cerdans, en el Montseny.

  • 23

    comarca per la carestia de la vida. Entre els detinguts, recordo Fco. Ruiz Acevedo, José Cano, Jesús Garrido i José Fuentes (mort). Les detencions no van fer res més que avivar la protesta i el 5 de desembre va haver-hi vaga generalitzada al Baix Llobregat. El confl icte de l’empresa LAFORSA esclatà el 1975. El fet proper que va provocar la resposta obrera es produí a fi nals d’octubre quan un nou cap de laminació acomiadà un obrer que portava deu anys a l’empresa, tot acusant-lo d’una falta de respecte. Va intervenir el jurat d’empresa i va arribar a un acord amb representants de l’empresa d’aplicar una sanció de quatre dies de sus-pensió d’ocupació i de sou per comptes de l’acomiadament. Malgrat l’acord, dues ho-res després al treballador li van donar una carta d’acomiadament. La reacció dels tre-balladors de LAFORSA i la dels treballadors de tot el Baix Llobregat va ser unànime, i van arribar a mobilitzar-se més de 70.000 obrers.

    1967. Grups de tècnics de Rockwell-Cerdans. Drets, de es-querra a dreta; 3º Fco. Ruiz Acevedo. Agajuts, de esquerra a dretra. 4º Pedro Salinas, 5º Ferran Salvo (mort).

    M’he limitat a fer referència a la nostra in-tervenció en els grans confl ictes col·lectius de la comarca, però és notori que se’n pro-duïren molts més, en els quals els advocats no érem nosaltres, per exemple a l’empresa SIEMENS, que cito expressament per recor-dar el dirigent obrer Antonio García, amb el qual vam fer una bona amistat.

  • 25

    ANTONIO BALMÓN AREVALOJordi Izquierdo Moreno

    La entrevista que sirve de base para esta biografía, tiene lugar en el despacho de la Alcaldía del Ayuntamiento de Cornellà de Llobregat, poco antes de las elecciones mu-nicipales. Este peatón de la historia fue ele-gido alcalde de su ciudad en abril del 2004, de la que ha sido concejal desde 1987. Alto, con barba muy corta y gafas; con cha-queta y sin corbata; de sonrisa fácil y mira-da que le dan un aire afable; me habla de él de un tirón, ordenadamente, sin grandes elocuencias, sintéticamente. A uno, que lo conoce directamente de la gestión municipal desde hace mucho tiempo, le da la impre-sión de que habla sin el entusiasmo que le he visto otras veces, cuando se trata de su ciudad, de sus proyectos de futuro. Es nor-mal. Es el protagonista de la entrevista pero no le gusta explicarlo. Lo hace por que se lo han pedido.

    Antonio Balmón nació en Barcelona, el 3 de Enero de 1960. Sus padres Antonio y Sabina vinieron desde la provincia de Córdoba (An-dalucía) a Catalunya en el año 1957. Se co-nocieron en la empresa Aguas de Barcelona donde trabajaban, él de peón y ella de sir-vienta. Se fueron a vivir a la casa que habían construido en Sant Boi. Allí vivieron hasta que Antonio tuvo dos años. Su precaria salud hizo que sus progenitores buscaran un clima me-nos húmedo, y fue así como se trasladaron al barrio de Sant Ildefons. Allí nació su hermano Ángel cuando él tenía cuatro años. Inició su aprendizaje escolar, a falta de un colegio público en el barrio, en el Liceo Orte-ga, al lado del cine Pisa. Después, cuando se construyó la Escuela Nacional San Ildefonso, pasó a continuar sus estudios básicos en ella. Recuerdos escolares de la toma de leche para crecer; de los castigos; de tener que cantar los sábados el “cara al sol”; del regalo de un profesor, Horacio Antón, que hizo un libro de poesías - la lectura le ha acompañado hasta hoy y ahora pretende hacer de Cornella una “Ciutat de la lectura”- Recuerdos también de la infancia en su barrio, de los algarrobe-ros que lo rodeaban: “Sant Ildefons era un barrio aislado. Teníamos pocas cosas. La calle

  • 26

    Mossén Andreu era una riera. Nos embarrába-mos. Sólo utilizábamos las calles para poder jugar en verano, con el buen tiempo.” El proceso que desencadenó la Ley General de Educación de 1970 –ley Villar Palasí – es el punto de partida de sus motivaciones. La ley fue rechazada por los estudiantes duran-te los años siguientes a su aprobación ya que no sólo se había realizado sin su participa-ción, si no que pretendía imponer un sistema de selectividad – la primera prueba fue en el 1975 - que perjudicaba aún más a la minoría de los hijos de los trabajadores que accedían a la Universidad. No recuerda bien-bien el cómo, pero sabe que aquellas refl exiones y motivaciones fueron su primer punto de conexión con alguna gente. “Bueno, fui de-tectando toda una serie de cosas: observa-ba como en la calle se manifestaba la gente

    contra la guerra de Vietnam, cuando venia el 1º de mayo... Y todo eso a mí me producía una serie de preguntas, de inquietudes, de percepciones y, poco a poco, en el instituto fue donde encontré la gente que me ayuda-ron un poco a canalizarlo”.

    En 1971 pasó a cursar el bachillerato ele-mental al colegio Sant Miquel que era una extensión del Instituto Jaime Balmes de Barcelona. Al inicio del curso, el 20 de sep-tiembre, tuvieron lugar las inundaciones del río Llobregat a causa de las lluvias caídas en las comarcas del Bages y en la zona norte del Baix Llobregat y que afectaron a más de 20.000 personas y 6.300 viviendas. Fue-ron muchas horas de angustia, pero también de solidaridad vivida en primera persona. “Recuerdo como llevábamos los colchones al colegio Sant Ildefons... de ver como una ciudad se unía en la desgracia, se ayudaba. Mi padre fue afectado en el centro de tra-bajo. No sabíamos nada de él, en aquélla época no teníamos teléfono. Hasta que no le vimos no supimos que había pasado. Son momentos que quedan para siempre en tu mente”. A mitad de curso, en febrero de 1972 para ser más exactos, la ciudad estaba convulsio-nada por las huelgas de Elsa, Laforsa, Pirelli i Siemens y ocupada por la policía. “Hubo en el colegio Sant Miquel un tema que era el movimiento obrero. Me puse en la mesa del profesor para acabar de preparar el tema y

    Manifestación en Esplugues del Llobregat, fi nales de los años 70, contra las medidas del gobierno de U.C.D.

  • 27

    empecé a hablar sobre la importancia de la lucha obrera, fue mi primera conferencia”. La relación y simpatía con algunos profe-sores, hablando y comentando los temas y, fundamentalmente, el entorno escolar, hizo que empezaran a crecer sus inquietudes y a compartirlas con más gente. Junto a otros compañeros creó y dirigió la revista del cole-gio. Conoció personas de los cursos avanza-dos vinculadas a los movimientos cristianos, relacionadas con los compromisos sociales en aquel momento de lucha y con la Asam-blea de Catalunya. “Me fui implicando poco a poco, a pesar que en mi familia no había nadie que estuviera tan comprometida como las personas con las que me relacionaba”. En 1974 empieza a militar en la Joven Guar-dia Roja; en julio tiene lugar la primera huel-ga general en solidaridad con Elsa y Solvay; en septiembre entra en el Intitut Francesc Macià; y en diciembre se lleva a cabo la se-gunda huelga general contra la carestía de la vida. ”El primer día en el Instituto es el recuerdo de chavales que llegamos a una cla-se y, que de esa clase éramos cuatro los que teníamos muchas, muchas inquietudes. Al fi -nal del curso, conseguimos un poco aunar a todo el mundo en la necesidad de cambiar las cosas. Fue un curso que empezó de for-ma torcida, pero que acabó muy bien: hacía-mos cursillos, movilizaciones, días de huelga y agrupamos a unos 150 alumnos todos muy unidos y combativos”.

    A partir de ahí comienza a entrar, también, en contacto con mucha gente, con jóvenes de Comisiones Obreras, de organizaciones ju-veniles y sobre todo jóvenes del entorno del Casino Cultural de Sant Ildefons. “Fue una época muy intensa, muy maja, porque éra-mos pocos militantes, pero cada labor que ibas haciendo, poco a poco, nos permitía ir avanzando”. En el Institut Francesc Macià es donde conoce, también, y establece amistad con José Montilla, que después fue alcalde de Cornellà i actualmente President de la Generalitat de Catalunya,El Casino Cultural de Sant Ildefons es sin duda uno de sus puntos de referencia más impor-tantes. La entidad había sido creada por un grupo de vecinos al edifi carse el barrio. Prác-ticamente permaneció arrinconada y olvida-da hasta que, por unos cambios de sus esta-tutos, se inicia un proceso que permitió la entrada de jóvenes ya comprometidos y que en 1974 pasan a dirigir la entidad. Se realizan actividades para los jóvenes de tipo cultural, social, recreativo y, al mismo tiempo, otras de carácter cívico y relacionadas con la de-nuncia de la falta de infraestructuras y ser-vicios que tiene el barrio, convirtiéndose, al igual que antes lo había hecho el Centro So-cial Almeda, en una escuela de democracia, en referente para la juventud movilizada. “El Casino es el descubrimiento no tan solo de la vida de entidad sino, un poco también, del poder compartir sentimientos. Me per-mite conocer más Catalunya, viajar, hacer excursiones, ver otros valores; tener oportu-

  • 28

    nidades de poder hacer una serie de cosas, cine, libros...pero también de conocer gen-te - Faelo, Concha, Esther que ya murió, el Chico, Putillas...- de intentar construir algo nuevo y diferente. Yo creo que el Casino es una de las cosas que más me permitieron dar intensidad, diríamos, a todas aquellas sensi-bilidades e inquietudes que yo tenía”. A fi nales de 1975, recién muerto el dictador, participa en una escisión en el Partido Comu-nista de España (Internacional) y al cabo de poco tiempo ingresa en las Joventuts Comu-nistes de Catalunya (JCC) i el Partit Socialista Unifi cat de Catalunya (PSUC). “Yo milito con la gente de mi barrio, de Sant Ildefons, en una célula, en un comité de barrio y enton-ces yo me instalo más a hacer política don-de tengo el centro de trabajo y empezamos a montar el PSUC, con mucha más gente en Sant Boi”. A primeros de 1976 se había in-corpora al mundo del trabajo en una peque-ña empresa de laboratorios, de Sant Boi de Llobregat. Esta incorporación es fruto más del compromiso que de las necesidades eco-nómicas de su familia. “Es cuando descubro que necesitamos autonomía económica para poder atender algunos proyectos personales con más libertad, para tener, digamos, me-nos hipotecas de movimiento en esta vida, y me doy cuenta de que esa libertad que yo tengo no la tiene todo el mundo”. La actividad política clandestina del momen-to es muy intensa. Es tiempo de reuniones en

    despachos de abogados, en las células, para ir analizando la transición que se abre hacia la democracia y analizar el papel de todos en este nuevo contexto político; de traba-jar en la creación de nuevas células y grupos de apoyo; de participar en la vida política asociativa y en la lucha de Cornellà - en la campaña por la canalización del rio, en la huelga general por Laforsa, en la manifes-tación pel Drets dels joves i l’Amnistia - en las actividades en torno a la Asamblea de Catalunya de Cornellà, en la concentración del 11 de setembre a Sant Boi; de vivir “mo-mentos dulces” con la legalización del Par-tido Comunista de España (PCE) y del PSUC, los primeros mítines.. y momentos no tan dulces como los asesinatos de los abogados laboralistas de Atocha (Madrid).”Yo participé en los movimientos social y estudiantil, con mucha gente de diferentes orientaciones en la izquierda pero nunca destaqué, no era mi intención. Quiero decir que todos participá-

    A la izquierda Antonio Balmón en la fi esta de la Unidad del P.C.I. en Bolonia (Italia) a principios de los años 90.

  • 29

    bamos, todos hacíamos. Evidentemente en muchos momentos yo he tomado unas res-ponsabilidades dentro de los movimientos or-ganizativos y políticos de la localidad y tam-bién de la comarca, pero creo que a mí lo que más me aportó fue compartir con muchos jó-venes de aquella época como canalizábamos nuestras energías, nuestras reivindicaciones y nuestra rebeldía, de cara a conseguir una sociedad más justa”. Una transición que cul-mina participando en las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977, apoyando la candidatura del PSUC. Una de sus preocupaciones, sobre la que in-siste reiteradamente, es el hecho de acom-pasar sus posturas y planteamientos – lo que él llama el ritmo de la velocidad - a los de la gente que le rodea, a sus compañeros, a su familia. Por él hubiera sido más radical, pero intentaba siempre aproximar posturas, conciliar posiciones. Por eso lo llamaban “el bisagra”. “Aunque tengo un carácter vehe-mente, es cierto que independientemente de mis propias posiciones después busco el cómo hacer que la gente encuentre el espacio de relación, de comodidad, de acuerdo”. Esta actitud le permite contactar con personas de diferentes ambientes políticos y estar siem-pre abierto a relacionarse con mucha gente y, más adelante le es de gran ayuda, cuando llega la democracia y se produce un cierto desencanto “A mí – este adecuar mi veloci-dad aunque parecía conservador - me ayudó un poco a serenar mi refl exión y a situarla

    en una realidad que no era tan frustrante. Nos pensábamos que íbamos a cambiar todo muy deprisa y la sociedad no tiene la misma velocidad que nuestras ideas. Eso era algo que siempre había pensado y que me ayudó a temperar mi compromiso”.

    Destaca a lo largo de esta entrevista, muy es-pecialmente, el trabajo y el modo de hacer política en la comarca (Baix Llobregat) y que desde fuera no se comprendía; la importan-cia del movimiento intersindical, con Carlos Navales y Miguel López entre otros muchos, en el que participó como delegado de Comi-sions Obreres desde las primeras elecciones sindicales celebradas a primeros de febrero de 1978; o la clara apuesta de la “gente del Baix”, en el I Congrés de la Joventut Catala-na celebrado en 1977 en el paraninfo de la Universidad de Barcelona - en el marco del Congrés de Cultura Catalana - de crear un gran movimiento juvenil democrático, plural e independiente y los líos que todo esto pro-vocaba en las juventudes comunistas. “Éra-mos gente siempre inquieta, que no tan sólo se fi jaba y paraba en lo que tenia, sino en ver diferentes posibilidades y en abrir dife-rentes puertas, sin cerrar precipitadamente, muchas veces, ninguna”. En enero de 1978, como consecuencia del enfrentamiento de los sectores pro-soviéti-cos y eurocomunistas, abandona el PSUC. Se abre un período de poco más dos años en el que deja la militancia directa en la comar-

  • 30

    ca y en Cornellà, aunque sigue participando en las movilizaciones – por ejemplo la mani-festación en septiembre en denuncia de los défi cit de la enseñanza en la ciudad - y se mueve, sobre todo, en ambientes y grupos de Barcelona. “Hago otro tipo de vida per-sonal, ligada a la ciudad pero, sobre todo, distanciada en aquel momento de la situa-ción crítica que aquí se vivía y que a mí me aportaba bien poco”. Es un tiempo de mucha participación y con-sultas democráticas: la aprobación de la Constitución en diciembre de 1978; las elec-ciones generales en marzo y las municipales en abril de 1979 y la aprobación -por un 88% de los catalanes- del Estatut de Catalunya en octubre del mismo año; y las primera elec-ciones al Parlament de Catalunya, en marzo de 1980. Es también para él un tiempo de desorientación profesional y de formación. Deja el Institut Francesc Macià y se incor-pora después a estudiar sociología en el Ins-titut Católic d’Estudis Socials de Barcelona (ICESB). Este centro es promocionado por el obispado de Barcelona y en él daba clases Joan N. Garcia-Nieto, sacerdote jesuita vin-culado a la ciudad de Cornellà y a la comar-ca, creador de la Escuela de Formación Social del Baix Llobregat, que por sus pensamientos y compromiso personal ha sido un claro pun-to de referencia e infl uencia para una gran mayoría de los jóvenes concienciados de la comarca.

    En el ICESB, junto a una nutrida represen-tación de estos jóvenes comprometidos, ad-quiere la formación necesaria para afi anzar sus convicciones, el marco ideológico y doc-trinal sobre lo que consideraba que había que hacer, el reforzamiento teórico de aquello que se defi ende en la práctica. “Es el lugar donde puedo traducir todas esas inquietudes, todas esas refl exiones, en un tiempo mucho más tranquilo, más sosegado. Donde apren-der, formarte y profundizar, desde el punto de vista más teórico, en que signifi ca la polí-tica como convivencia social, el por qué nos lleva a defender toda una serie de cosas”. El 23 de febrero de 1981 tiene lugar el inten-to de golpe de estado con el secuestro del Parlamento Español por un grupo de guardias civiles. Recuerda con orgullo la postura y ac-tuación que mantuvieron aquella noche y la concentración al día siguiente en Comisions Obreres del Baix Llobregat. El 23 de abril del mismo año vuelve a tener militancia concre-ta cuando se incorpora a la Agrupación del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) de Cornellà, de la que es escogido primer secre-tario en 1982. La entrevista ha llegado a su fi n. Ya de pie, antes de despedirnos, le pregunto por su mujer Gemma y su hija Helena. Noto que su voz se modula cuando me habla de ellas, se vuelve más cálida, más emotiva. Creo ver, a través de las gafas, un brillo diferente en los ojos de este joven peatón de la historia.

  • 31

    N.B Antonio Balmón es en la actualidad Al-calde de Cornellà de Llobregat, conseller del Consell Comarcal del Baix Llobregat y forma parte de la junta de govern de la Mancomu-nitat de Municipis de l’Àrea Metropolitana de Barcelona.

    En el despacho del Ayuntamiento de Cornellá de Llobregat, a principios de los años 90.

  • 33

    JOSÉ BARAJAS GALIANODavid Lora Barajas y David Lora Barajas y Carmen López Álvarez Carmen López Álvarez

    José Barajas Galiano, nacido el día once de abril de 1916 en Huelma (Jaén). Esclavo del franquismo en los batallones disciplinarios de soldados trabajadores (BDST). Luchador en la defensa de la democracia y sargento del ejér-cito Republicano.

    Huérfano de madre, creció con los cuidados de su abuela materna que fallece cuando el cuen-ta con siete años. Su padre se casa con una señora que es la que lo acaba de criar. Crece sin hermanos y sin cariño de madre y su mayor aspiración es llegar a tener una gran familia, lo que él no tuvo.

    Su familia era de clase media, económicamente bien situada. Contaban con ahorros que perdie-ron totalmente cuando instaurado el franquis-mo, se anuló la moneda republicana sumiendo en la miseria a mucha gente que disponía de un dinero fruto del trabajo de muchos años.

    Afortunadamente su familia contaba con tie-rras que les ayudaron a salir adelante.

    Estudia en la escuela privada del pueblo de Don Dionisio con el objetivo de hacer una ca-rrera, pero su tío mayor, patriarca de la fa-milia dispone que salga del colegio antes de hacer el bachiller porque considera que con la herencia que tiene no necesita estudios. José se lamenta de este hecho porque si su madre hubiese vivido, el habría estudiado, que era lo que ella quería.

    Sus ideas políticas las hereda de su padre, hombre de izquierdas que en su juventud acompañaba a Pablo Iglesias a dar mítines por la provincia de Jaén.

    Militante de las Juventudes Socialistas Unifi -cadas de Huelma, estuvo preso por repartir pasquines del partido socialista en la lucha que se llevaba a cabo para conseguir la jor-nada laboral de ocho horas.

    Se reunía junto con otros compañeros en “La casa del pueblo” donde hacían asambleas para pedir mejoras sociales y luego enviarlas al gobernador. Recuerda el nombre de algunos compañeros como Amable Donoso García, Vir-

  • 34

    gilio Guzmán, (de la familia apodada “los Guz-manes”), Manuel Díaz Aguilar tío de su mujer, Anselmo Valle muerto en la guerra, etc.

    Recuerda también la anécdota del simulacro de entierro que hizo toda la juventud del pueblo a Gil Robles, con un ataúd de verdad lleno de piedras al cual dieron sepultura con solemnidad.

    Cuenta con diecisiete años cuando conoce a su actual esposa, Elena que tenía catorce, y comienza una bonita historia personal.

    Se inicia el golpe de estado franquista e in-tenta entrar en lo que le llamaban “los niños de la noche”, pero fi nalmente se alista como voluntario para luchar en defensa del socia-lismo y del gobierno de la II República.

    En un principio quería ingresar en las fuer-zas aéreas pero al no disponer del bachiller,

    entra en transmisiones llegando al cargo de teniente, cargo que no llegó a refl ejarse en documento debido al fi n de la guerra, con lo cual consta como sargento.

    Participa en batallas como la del pueblo de Seseña o la del Jarama entre otras. Explica como fueron víctimas de lo que años mas tarde se supo que eran armas químicas que Hitler le proporcionaba a Franco para expe-rimentar con ellos.

    Nos relata como fue la guerra y sus horro-res, como se enfrentan al fascismo sin for-mación, con un ejército desarmado e inex-perto, pero con una voluntad y unas ganas de luchar impresionantes. Se lamenta de las consecuencias de un golpe de estado que cambió un prometedor sistema de liberta-des, exento del control de la iglesia y con múltiples proyectos para el campo y el mun-do obrero.

    Cuenta que empezaron a organizarse gracias a la inestimable ayuda de los internaciona-les. Hasta entonces la situación era caótica. Todos querían luchar, pero desorganizados por completo, sin armas en condiciones ni disciplina a diferencia del ejército franquis-ta que estaba integrado por mercenarios a sueldo venidos de Marruecos ,ayudado Hit-ler y Mussolini con sus tropas y el moderno armamento del que disponían, una férrea disciplina y dispuestos a acatar cualquier orden que se les diese y con Portugal teóri-

    Franco con Hitler en Hendaya

  • 35

    camente neutral, pero entregando a los fas-cistas a todos los que interceptaban en sus fronteras intentando escapar, sospechosos de ser simpatizantes de la República.

    Destaca el salvajismo con el que actuaban los mercenarios que tenían carta blanca de franco para violar, torturar y asesinar a la población.

    Llegado el fi n de la guerra, relata la pro-funda tristeza que siente en su puesto de transmisiones de la siguiente manera:

    “Al acabar la guerra, al estar en transmi-siones, escuché las conversaciones de los mandos. Era muy triste oírlos llorar y decir: ¿Qué va a ser de mí ahora? ¿Qué va a ser de mi familia? ¿A dónde voy ahora? ¡A mi pueblo no puedo volver y tengo a mis hijos y a mi familia! ¡Que va a ser de mis niños!, Esta gente no es buena y nos matarán. Así era, todos lamentándose. Lo malo era que yo, también pensaba lo mismo….

    Yo tengo que decir con la mano en el cora-zón, que he llorado dos veces en mi vida. Una cuando murió mi padre, y otra cuando acabó la guerra. (José Barajas llora al re-cordarlo).

    Cuando llegó la hora de cerrar para siem-pre la central de transmisiones dije: “Se-ñores, corto y sálvese quién pueda, esto…. se acabó”.

    El personal salió por las trincheras y cada uno huyó por donde pudo, así de simple y así de triste, sin saber que sería de nosotros….”

    Al fi nalizar la guerra regresa junto con otros compañeros, a su pueblo, y una sección de “niñatos de la falange”-palabras textuales de José- lo detiene, y lo tienen preso una semana en el hueco de una escalera.

    Lo califi can de “Desafecto”,y lo envían junto con otros siete al BDST ó batallón discipli-nario de soldados trabajadores nº 6 de Igal” en Navarra. Esto por no explicar las tortu-ras, encarcelamientos ilegales y condenas a muerte del resto de compañeros, sin ninguna acusación, ni juicio, ni pruebas, ni nada que justifi case tales actuaciones.

    Los BDST eran batallones de presos políti-cos que realizaban trabajos forzados. Estos esclavos, eran utilizados para construir las carreteras e infraestructuras a las que el go-bierno fascista dio tanta publicidad, pero sin explicar en que condiciones se hacían.

    La misión tanto de los BDST así como de los campos de concentración distribuidos por toda España, era principalmente sacar un pro-vecho económico de los presos políticos, y so-bre todo “reparar” los destrozos causados por los llamados “rojos”, pero la principal función era la de doblegar y aterrorizar tanto al pri-sionero como a sus familias y anular cualquier atisbo de pensamiento progresista.

  • 36

    En el caso de las mujeres fue doblemente dramático al añadirse la condición de ser mujer. Las madres, hermanas, hijas, esposas de republicanos, eran rapadas y sometidas a la “purga de ricino”, además del escarnio pú-blico y la tortura.

    Aquellas que además resultaban encarce-ladas sin juicio ni cargos, solo por ser de izquierdas o familiares de republicanos o simpatizantes, se llevaron la peor parte. Hambre torturas violaciones, ejecuciones, adopciones irregulares de sus hijos, etc. Fernando Hernández Holgado hace un es-tupendo trabajo de investigación sobre el tema de las mujeres en su libro “mujeres encarceladas”, o la trilogía de Tomasa Cue-vas “Cárcel de mujeres I y II y Mujeres de la resistencia y también la obra de Giuliana di Febo o la Pasionaria entre otros muchos trabajos memorialisticos.

    En lo que atañe a los BDST, el libro “escla-vos del Franquismo en el Pirineo” de Edurne Beaumont y Fernando Mendiola, nos propor-ciona una información de vital importancia sobre lo que eran estos Batallones y nos aporta los testimonios de algunos supervi-vientes.

    Con este tipo de actuaciones, conseguían paralizar a la población, tanto a los presos como a sus familias.

    “Nos mataban de hambre. Nos mataban de frío. Nos molían palos”.

    “Nos pegaban mucho, por cualquier cosa. Nos daban unas patadas tremendas con aquellas botas, nos pegaban con palos, pero a muerte, un día un escolta que no era malo, nos dijo: tened cuidado con ese que, le ha pegado semejante patada en los testículos a uno de vosotros que lo ha matado”.

    “El cura era una mala persona, solo se de-dicaba a vigilar a la gente del pueblo que faltaba a la misa para multarles”.

    “Hacía la misa y como no cabíamos, la oíamos fuera, y muchos caíamos desma-yados del hambre y el muy desgraciado ni se asomaba a ver que era lo que pasaba, ni se preocupaba de nosotros, solo se pre-ocupaba de que los del pueblo le alimen-taran al cerdo, que era el único que comía bien.Pablo Iglesias en un mitin

  • 37

    “Estábamos en el Pirineo y hacía mucho frío. Los barracones no cerraban bien y el techo era de Uralita”.

    “Las camas eran de dos pisos y el de arriba toca-ba con el techo, y se helaba. A mí me tocó abajo y le daba toda la ropa que podía al de arriba porque sino se moría”.

    “La puerta era muy pequeña, de medio metro más o menos. Cuando nos llamaban para formar, nos daban muy poco tiempo, y no podíamos salir todos a la vez. El cabo daba el alto cuando le parecía, y a los que no nos había dado tiempo de salir nos arrestaban en la nieve, unos descalzos y otros con trapos en los pies, porque ya se nos habían roto los zapatos que nos habían dado al entrar”.

    “Los cabos y los sargentos hacían estraperlo con nuestra comida, y a nosotros no nos quedaba que comer.”

    “El menú consistía en un caldo compuesto de agua con un ajo, en la que echaban unos cuantos garbanzos, como mucho siete. Los contábamos y si a alguno le tocaban más, los repartíamos. Así hasta el día siguiente”

    “Pasábamos por unos campos de remolachas para ir al trabajo, y el que podía coger una hojas, las repartía y las comíamos, si era la remolacha en-tera, mejor. Comíamos hierbas, las hojas de los espinos, lo que fuera, y el que no lo hacía se iba consumiendo poco a poco hasta morir”.

    “Llegamos a distinguir cua-les eran las hierbas comes-tibles de las que no lo eran y las que eran mas dulces y de buen sabor de las que eran amargas.”

    “Si podíamos nos escapába-mos a pedir

    pan a las casas, y a un compañero que lo pi-llaron, lo apalearon y le colgaron varios días una piedra de lo menos diez kilos a la espal-da, cogida con alambres a los hombros. Hubo más casos como ese.”

    “Para lavarnos, nos hacían romper el hielo en el río, y meternos en el agua. Muchos morían así”.

    “Allí entraban chavales fuertes y robustos que al cabo de un año eran esqueletos, como en los campos nazis”.

    “Había un amigo que le llamábamos el chu-rrero que era grande y fuerte, y se fue consu-miendo poco a poco, poco a poco hasta que se quedó sin vida. Sus hermanas sabiendo que se moría, vinieron a verlo y no les dejaron. Se marcharon llorando”.

    Elena Díaz y José Barajas

  • 38

    De Igal, lo trasladan a Lesaka, donde las con-diciones eran un poco mejores.

    “Seguíamos con mucha hambre. Muchos mo-rían y otros no resistían y se tiraban por el monte abajo. A mí un sargento ingeniero, me cogió para llevarle el material y me enseñó a trazar la carretera y las curvas, para no tener que venir él. Yo hacía su trabajo y así, el no venía.”

    “En Lesaka, había un cura, que era un buen hombre. Medió para que pudiésemos salir los domingos al pueblo con la excusa de confe-sarnos allí. La mayoría no se confesaba, y él, callaba. Aquel hombre no quería a Franco.”

    De Lesaka lo envían a Punta Paloma, a Tarifa, a hacer fortines y carreteras.

    Tuvo amigos vascos que los habían mandado allí a “redimir penas”, que le contaron las torturas a las que habían sido sometidos.

    Sobre todo recuerda con cariño a un tal Ramón Urraca, del que se hizo muy buen amigo:

    “Urraca era tres años mayor que yo y era un jefe Republicano. Le faltaban todos los dien-tes y todas las muelas de las palizas que le habían dado. Lo torturaron mucho. Lo habían metido en un aljibe de agua que le llegaba hasta el labio inferior, de pié, así que si se cansaba y bajaba un poco se ahogaba. Pobre Urraca”

    También estuvo en los batallones de Conil de la Frontera y en Facinas.

    Franco desmantela los campos de concen-tración para dar una buena imagen ante los americanos, y envían a José al ejército, al segundo sector del campo de Gibraltar, dado que el teniente José Mª Picatoste Vega necesitaba a alguien que supiera de trans-misiones para atender el teléfono.

    “Este hombre se portó bien con nosotros. Comíamos con él y nos respetaba.”

    “Me dio un permiso para conocer a mi hija, que nació durante mi estancia en los cam-pos, y a la que conocí con dos años y me-dio.”

    Cuando lo licencian, llega a su casa, y a su padre lo habían metido en la cárcel tres

    Una parte de la gran família de José Barajas y Elena Díaz

  • 39

    años por ideas “dudosas”.Lo soltaron por-que a consecuencia de lo que le hicieron, quedó mal de la cabeza. Había que darle de comer como a un bebé.

    Para poder mantener a su familia cambió unas tierras por una tienda, que tuvo que cerrar porque la gente le compraba fi ado, y había tanta hambre que no le podían pagar.

    “Pepe, dame un kilo de garbanzos que sino esta noche mis hijos no comen…Así me ve-nía la gente con sus hijos muertecitos de hambre, y yo no podía negarme, no podía dormir pensando en esas criaturas que no tenían que llevarse a la boca”.

    “Una noche llega la Damiana a pedirme tres albarcas para sus tres hijos pequeños. Yo le dije que no se las podía dar, que tenía ya todo embargado, y se fue .Yo me asomé y vi aque-llas tres criaturas descalcitas en la nieve con los pies envueltos en trapos. La llamé y le di las albarcas”

    Así, al fi nal cerró la tienda, y se dedicó a llevar aceite a Madrid, y con lo que le pagaban com-praba en Jaén y lo cambiaba en Almería por fruta u otros artículos de primera necesidad.

    Cuenta como incluso se puso el traje de militar de un amigo para poder transportar el aceite en el tren hacia Madrid en maletas, para no levantar sospechas. De esta manera conseguía comida y medicinas para sus hijos.

    Arriesgó mucho, para que sus hijos no pasaran hambre.

    José, se casó cuando ya tenía cuatro de los ocho hijos que tuvo. Lo hizo por imposición le-gal. Ellos querían vivir su amor libremente, sin necesidad de papeles.

    Con su compañera Elena tuvo la gran familia que tanto había deseado.

    Tuvieron una bonita historia de amor, que dura hasta el día de hoy. El tiene noventa y un años y ella ochenta y siete, Todavía conserva la foto de ella que llevó en el bolsillo durante toda la guerra y el tiempo que estuvo preso.

    Han callado, tanto él como su mujer, Elena, durante toda su vida. Cuando José regresó de los batallones, había tanto miedo en sus vidas que decidieron echar tierra sobre el asunto y callar, olvidar y que sus hijos no supieran nada de lo que habían sufrido, puesto que Elena vivió el terror también en su familia.

    A sus tíos los condenaron a muerte, a uno por ser el alcalde, a otro, por ser carabinero y al tercero por ser guardia de asalto.

    Consiguieron que les conmutasen la pena de muerte por cárcel, y al que era el alcalde, lo metieron veinte años en la cárcel y cin-co de destierro. No le dejaron siquiera ir al entierro de una de sus hijas. Su mujer acabó trastornada.

  • 40

    El padre de Elena murió de puro pánico, de ver lo que les hicieron a sus hermanos, y dejó a la madre de Elena viuda con siete hijos, uno de ellos discapacitado.

    A una prima de Elena la torturaron terrible-mente para que confesase donde se escondía su compañero. No consiguieron que ella di-jese nada, pero al fi nal lo encontraron y lo metieron en la cárcel. Este pobre salió tras-tornado por las vejaciones a las que fue so-metido, más aún al saber lo que le hicieron a su mujer por protegerlo. No lo pudo superar y acabó colgándose dejando a su mujer viuda y con tres hijos.

    Estas son algunas historias entre muchas otras, en Jaén o en cualquier otra parte de España, daba igual el sitio.

    Hoy a sus noventa y un años ha perdido el miedo y quiere hablar. Quiere que se sepa todo lo que pasó.

    “Hemos pasado mucho ¡mucho!. Franco man-dó a la peor gente que tenía a los batallones para matarnos, no querían otra cosa que ma-tarnos”.

    Sus vivencias sirven de testimonio para quién dude de si en el franquismo hubo campos de concentración y batallones de esclavos. Otros muchos no lo pueden contar.

  • 41

    JOSÉ BERNETE AGUAYO (1912-1937)Mª José Bernete NavarroMª José Bernete Navarro

    Hablar de uno mismo da un cierto pudor, pero si lo haces pensando en que eres la suma de los valores que te han aportado la gente a la que has querido y a la que has respetado, es fácil hacerlo.

    Yo he vivido casi toda mi vida en el Baix Llo-bregat. He visto como hemos ido mejorando en infraestructuras, en servicios, en supues-ta calidad de vida pero como hemos ido em-peorando en el aspecto que ha sido signo de identidad de esta comarca, la movilización ciudadana, la reivindicación de los derechos de los trabajadores y el movimiento asocia-cionista y vecinal. Detrás de toda esta lucha para conseguir y consolidar la democracia hay muchas historias de personas venidas de fuera del Baix Llobregat. Emigración econó-mica, que una vez analizada más a fondo, no deja de ser una emigración política. Los que van llegando son los desheredados por la

    fuerza, los que después de la guerra no fue-ron capaces de salir de la miseria impuesta por la dictadura en sus pueblos. Ellos vinie-ron aquí a trabajar muy duro y a construir un espacio de protesta y libertad de la que todos nos acabamos benefi ciando. Algunos olvida-ron la guerra y la posguerra, ocultaron a sus hijos lo sufrido e intentaron mirar sólo hacia adelante. No se trata de mi caso, yo tuve una abuela que me contó muchas cosas sobre la guerra y la represión que vino después, unos padres que en casa criticaban la dictadura de Franco y unos hermanos que hablaban de política libremente. Crecer en ese ambiente es lo que me ha hecho así.

    Desde que era muy pequeña siempre oí ha-blar del Capitán Chimeno, primo hermano de mi padre, al que siempre sentí como mi tío. Para mi era como el Che Guevara, un revo-lucionario, un idealista, un ser humano que se compadecía de las miserias ajenas, que luchaba por un mundo más justo, era mi hé-roe. José Bernete Aguayo, Capitán Chimeno, marcó la vida de toda mi familia y la de mu-chas otras de la Colonia de Fuente Palme-ra en la provincia de Córdoba. Hijo de una familia muy humilde, nació en la aldea de Silillos, Córdoba, en 1912, cuando no había

  • 42

    llegado a la adolescencia perdió a su madre y más tarde a dos de sus hermanos pequeños. Trabajaba en un cortijo, vivía en un chozo, era un gran tirador y montaba muy bien a caballo, tenía una mente inquieta y aunque nunca fue al colegio aprendió a leer. Cada vez que caía un periódico en sus manos se daba cuenta de que había otras maneras de vivir, eso y la situación de miseria e injusti-cia que se vivía a su alrededor le llevaron a intentar cambiar las cosas. En 1933 se tiró al monte con un compañero, con el espíritu romántico de un bandolero, para robar a los ricos y dárselo a los pobres, pero el primer terrateniente que se encontró en el camino le costó la entrada en el reformatorio de Al-calá de Henares, Madrid. Allí estuvo hasta 1936 cuando salió en libertad tras la amnistía que decretó el gobierno del Frente Popular, ganador de las elecciones de febrero. En la prisión conoció a muchos presos anarquistas que fueron encarcelados a raíz de la revolu-ción de octubre de 1934, ellos le enseñaron la doctrina libertaria, y durante ese tiempo aprendió a leer mejor y a escribir. Política y educación, sólo le faltaba erradicar el ham-bre y la injusticia.

    Cuando salió de la cárcel volvió a la aldea de Silillos, lo primero que hizo fue liberar a todos los pájaros que se encontraban enjau-lados. No tardó en movilizar a los trabajado-res enseñándoles todo lo aprendido durante su reclusión. Los jornaleros vieron en él un líder nato al que seguir, era el revulsivo que

    necesitaba ese caldo de cultivo de miseria para luchar por mejorar su situación. Cuando el fascismo de mano del General Franco per-petró el golpe de estado contra el gobierno elegido democráticamente en las urnas, casi toda la Colonia, exceptuando caciques, se-ñoritos y los serviles, se volcó en defender la República. Había que defender la esperan-za de que los cambios, que habían traído la democracia y el gobierno del Frente Popu-lar, iban a continuar produciéndose, era de justicia que así fuera. José, conocido con el sobrenombre de Chimeno, organizó una ca-ballería y con un grupo numeroso de hombres tomó el cuartel de Fuente Palmera evitando que el golpe de estado triunfara en su ayun-tamiento. Con esa misma caballería, a la que cada vez se unían más personas, ayudó a gru-pos de las poblaciones cercanas a defender los consistorios republicanos. Con sus hom-bres pudo repeler los primeros ataques lan-zados desde Sevilla sobre la Colonia, en uno de ellos, él, montado sobre su caballo y con su pistola del 9 largo, repelió a un camión blindado obligando a parte de la guarnición de Écija a replegarse. El ejército rebelde vol-vió a intentarlo y lo logró, si no hubiera sido por Chimeno, que avisó a todas las aldeas de la llegada de los fascistas, los muertos y re-presaliados hubieran sido muchos más de los que fueron. José y sus hombres custodiaron a un grupo de cientos de personas que tuvieron que huir camino de la sierra, un éxodo huma-no por una carretera de curvas y precipicios que parecía no tener fi n. Chimeno se encargó

  • 43

    de alimentarlos y de llevarlos a salvo a Zona Roja. Una vez allí siguió su lucha por la sierra cordobesa hasta que decidió unirse a las mili-cias, integrándose al ejército de la República. Enseguida lo nombraron capitán, teniendo a su mando una de las compañías del Batallón Bautista Garcés, batallón comunista, aunque él era de la CNT. Era un hombre valiente que, guiado por su afán de justicia, no temía a nada en la batalla, sus hombres lo adoraban y lo seguían, él siempre iba en cabeza. Dos de sus hermanos pequeños también estaban con él, Antonio, teniente, y Francisco.

    Un día de septiembre de 1937, cuando con-taba con 25 años de edad, al atardecer, un hombre venido de fuera apareció en el frente y preguntó por ese tan valiente al que llaman Chimeno, José se identifi có y le preguntó que qué quería, a lo que el otro le respondió que quería saber si era capaz de tomar un cerro próximo, el Mulva. José no se lo pensó dos veces, y junto a su comisario salió con dos tanques, tras los que avanzaron parapeta-dos, a cumplir su misión. Al llegar a los nidos de ametralladoras fascistas, el tanque que protegía a mi tío se hizo a un lado dejándolo al descubierto, el fuego enemigo lo arrasó. Su comisario al verlo en el suelo fue a res-catarlo, se lo cargó al hombro pero las ame-tralladoras pudieron también con él. Toda la compañía tuvo que atacar para recuperar sus cuerpos, no podían permitir que los golpistas se hicieran con el cadáver del Chimeno, al que el mismo Queipo de Llano había pues-

    to precio a su cabeza. Todos dijeron siem-pre que Chimeno fue traicionado y vendido. Un capitán tan joven, un líder sindicalista, una persona tan responsable, seria y madura para su edad, que dejó su vida luchando por un sistema más justo y por un marco de liber-tades donde la educación fuera un bien para todos y el hambre una lacra desterrada. Un “Héroe del Sur” como lo catalogó el poeta de la Generación del 27, Pedro Garfías, quien le dedicó un bonito poema.

    Su entierro fue todo un acto multitudinario en Villanueva de Córdoba, el General Pérez Salas lo nombró comandante a título pós-tumo. Las enfermeras llevaban coronas de fl ores, la banda de música interpretó la In-ternacional y su viuda embarazada, a pocos

    El Capitán Chimeno y su esposa

  • 44

    meses de dar a luz, lloraba tras su féretro. Mi madre este año me ha explicado que cuando lo mataron llevaba en la guerrera un gorri-to rosa que era para cuando naciera su niña, deseaba que fuera niña y que se llamara Do-lores en recuerdo a su madre, pero se llamó Josefa en honor a su padre. Al acabar la gue-rra algunos falangistas resentidos intentaron profanar su tumba pero la persona respon-sable del cementerio lo impidió diciéndoles que había que respetar a los muertos, en un tiempo donde nada se respetó.

    De vuelta al pueblo, mi familia se encontró con el expolio, les habían robado todo lo que dejaron allí, sólo estaban las paredes de la casa. Luego vino el encarcelamiento de los hombres. Mi bisabuelo materno porque un cacique lo vio votar en blanco, mi tío abue-lo materno porque era tío del Chimeno, mi abuelo paterno por eso y por haber sido el presidente del comité de guerra de los Sili-llos, mi tío abuelo por ser el padre de Chi-meno. Éste fue el que más tiempo estuvo en prisión, en Sevilla, y el que sufrió las peores palizas y vejaciones, por un montón de men-tiras que pude leer en su consejo de guerra, al que he tenido acceso recientemente. To-dos sufrieron golpes y humillaciones, los que se quedaron en Córdoba se libraron del ham-bre porque en casa las mujeres de la familia la pasaron para que ellos comieran. Mi madre con 9 años andaba 30 kilómetros diarios en-tre idas y vueltas, se sentaba en los escalo-nes de la prisión y no le daba la comida a los

    guardias hasta que no la dejaban pasar, para comprobar con sus propios ojos que eran sus familiares los destinatarios de su esfuerzo. Qué miedo pasaba cuando volvía de noche a casa campo a través. Mi madre, una mujer que ha luchado toda la vida, que ha trabaja-do sin descanso para que sus hijos no vivie-ran experiencias tan amargas como la suya, fue una niña que pasó una guerra. En Pozo-blanco, donde estaba refugiada, bombar-deaban cada día, la gente la bautizó como Pozonegro. Ella sabe lo que es ver un avión volando bajo, lanzando bombas y tener que tirarse a una cuneta para no ser alcanzada, lo que es ver pasar una lluvia de proyectiles por delante de su cara, lo que es el hambre, el miedo, lo que es ver montañas de muer-tos, de cuerpos sin vida quemados. Ahora sus recuerdos de infancia vienen a visitarla con más asiduidad y cada día me sorprende con una historia nueva. Hace poco me explicó que al acabar la guerra, de vuelta a su casa, Ana, una mujer de su pueblo, se paraba ante cada muerto que se encontraba en la cuneta y le daba la vuelta para ver si se trataba de su marido desaparecido en el frente. Cuando comprobaba que no era él, no sentía alivio, ella sabía que estaba muerto y lo único que quería era su cuerpo para llorarle y no tener que añorarlo toda la vida.

    Luego más tarde, en los años 60, cuando el partido comunista se estaba rehaciendo en aquella zona, un delator informó sobre una de las células y la gente empezó a caer, dos

  • 45

    tíos paternos míos cayeron en aquella reda-da. Hace poco mi prima me enseñó una foto con su padre el día de la Merced en la pri-sión de Córdoba y me habló del dolor que le causó todo aquello. Mis tíos recibieron una indemnización por su estancia en la cárcel, mi abuelo Manuel, mi bisabuelo José, mi tío abuelo Pedro, murieron antes de recibir ni una peseta, ni reconocimiento alguno por el sufrimiento pasado. El Capitán Chimeno tiene una placa en un parque que lleva su nombre y que hicieron los trabajadores de su pueblo

    a principios de los años 80, entonces aún es-taba la memoria viva y todos lo recordaban con cariño y orgullo, algunos con desprecio pues la placa en su memoria la rompieron va-rias veces.

    Me siento en la obligación moral de honrar a estas personas, me siento heredera de su lucha, por eso me dedico a investigar y a trabajar en la Recuperación de la Memoria de la II República, se lo debo a todos ellos. Hasta que la nulidad de los juicios sumarísi-mos no se haga plena, hasta que no se abran los archivos a todos los ciudadanos, hasta que no quede un muerto en ninguna fosa sin identifi car, hasta que no haya un familiar que no sepa donde buscar a sus seres queridos, hasta que no se puedan conocer y publicar los nombres de los asesinos tal como se sa-ben los nombres de sus víctimas, hasta que no se haga una condena expresa del fran-quismo, hasta que verdaderamente seamos un país democrático, hasta que volvamos a ser una República, seguiré trabajando. No se trata de venganza, como dicen algunos, sim-plemente de justicia.

    Pedro Aguayo Delgado

  • 47

    OCTAVIO CABELLO BUENDIA

    He cumplido 75 años, y por los antecedentes políticos de mi padre, la dictadura franquista me sometió a una estrecha vigilancia policial allí donde estuviere. Nací en Marchena (Se-villa) el 14 de abril de 1932, concretamente en el I aniversario de la proclamación de la II República. El calendario católico fi ja el día de mi santo, que nunca celebro, el 20 de noviem-bre, día que murió el dictador Franco. A veces el destino ofrece estas casualidades.

    Mi padre, José Cabello García, era el secreta-rio del partido socialista, republicano y Jefe de Orden Público de Marchena, pueblo agrí-cola dominado históricamente por los gran-des latifundistas. Los grandes propietarios de tierras, abandonadas sin cultivar, como medidas de presión contra los braceros, los cuales esgrimían sus tablas de reivindicacio-nes, establecidas por el gobierno de la Repú-blica, como la jornada de ocho horas, cuando

    Largo Caballero fue Ministro de Trabajo. Los jornaleros campesinos se concentraban en “los cuatro cantillos”, cruce de las dos calles más importantes de Marchena a la espera de ser contratados. José Cabello García, mi pa-dre, tenía instrucciones del Gobernador Civil para reducir el paro en lo posible, exigiendo el cultivo de las tierras que, desde sus an-cestros, eran el medio de ganarse el pan los jornaleros.

    Durante siglos la dependencia de los campe-sinos a la minoría terrateniente era total, lo cual no es difícil imaginar cual era la situa-ción de precariedad de la gran mayoría de los campesinos del Sur, antes de la proclamación de la II República. La contratación del peona-je agrícola se hacía por los encargados de los propietarios (manijeros), en las plazas de los pueblos donde se concentraban los trabaja-dores y eran escogidos para trabajar, lo que daba lugar a toda clase de discriminaciones y venganzas personales. El trabajo era de sol a sol sin ningún tipo de subsidio ni seguro para las temporadas en que por razones de reco-lección o climatológicas no había trabajo. Mi padre, casi no podía descansar, pues debía recorrer los campos tomando nota de los te-

  • 48

    rrenos sin cultivar, para ir a “los cuatro canti-llos” y distribuir trabajos, indicando quienes y cuantos debían hacerlo. Después, había de comprobarlos y pasar la factura a los terrate-nientes, quienes se negaban a pagarla por no haberlo contratados ellos. La cuestión aca-baba en juicios en los que se dictaminaba que era justo abonar el cultivo realizado ya que:

    • La tierra daría sus frutos para benefi cio de los propietarios.

    • Los braceros, no tenían más medio de vida que aquellos trabajos temporales que se le negaban ahora en la República.

    Los latifundistas odiaban a mi padre al ejer-cer las funciones de contratación de los jor-naleros. En el llamado bienio negro, donde gobernó la derecha a través de la CEDA, fue destituido de su cargo y desterrado a más de cien kilómetros de Marchena. Durante dos años mi familia vivió en Huelva en una situa-ción de extrema precariedad, lo cual apro-vechó mi padre para operarse de una úlcera estomacal.

    Con el triunfo del Frente Popular en las elec-ciones de febrero de 1936, de nuevo nos trasladamos a Marchena, donde mi padre no fue restituido en el cargo de Jefe de Or-den Público. Mi padre desmanteló una de las múltiples provocaciones de los grandes terra-tenientes. Ayudado por un perro policía que

    tenía, descubre, en un conato de incendio de una iglesia, al autor, que era el sacristán, quien confi esa que ha sido pagado por otros, al objeto de cargar las culpas a las izquier-das. En poco tiempo, descubre otros incen-dios en el campo, que quieren cargárselos a él mismo.

    El 16 de julio de 1936, el presidente del partido socialista de Marchena, el abogado Mariano Moreno “El Menuo” le indica a mi padre que deben marchar a Portugal para, desde allí tomar un avión rumbo a Méjico, porque era inminente el golpe militar contra la República, y ellos dos estaban en el punto de mira de los sediciosos. Mi padre, decide quedarse y hacer frente al levantamiento, ya que lo considera su obligación.

    El 18 de Julio de 1936, la sublevación mili-tar tiene una fuerte resistencia en Marche-

    José Cabello García (1896-1936)

  • 49

    na y es contenida en principio. Los terra-tenientes, sabiendo que el Ejército se ha pronunciado a favor del general Queipo de Llano, piden ayuda a la Remonta de Ecija, cuerpo de Caballería situado a unos 36 km. Un destacamento al mando de un capitán, con familiares fascistas en el pueblo, en un par de días se hace con el control de Mar-chena, sometiendo y encarcelando a los 22 últimos resistentes republicanos, entre ellos a mi padre.

    El 24 de julio de 1936, fallece un sobrino del capitán, como consecuencia de las he-ridas por balas en los enfrentamientos. Los fascistas deciden vengarse ordenando matar a todos los encarcelados al día siguiente. El trabajo sucio lo hicieron varios falangistas, entre ellos una tal Calderón, quienes con-centran a los 22 prisioneros en lo que fue patio de armas de un castillo, y tomando los “naranjeros” de la Guardia Civil, asesinan a

    todos acribillándolos. Mas adelante, algunos serian premiados ocupando el tal Calderón durante años el cargo de Alcalde y otro de Juez de Marchena.

    Los terratenientes no contentos con la ma-sacre acosan a mi familia bajo la consigna de “no ayudarlos, a ver si desaparece toda la casta”. Poco después un falangista intenta matar a José “Bandera”, padre de mi madre, pero lo impiden otros de su bando que apre-ciaban a mi abuelo. Un día estando solos mí madre y yo, con cuatro años, se presentan en nuestra casa, un falangista y un barbero y amenazándola con una pistola la atan a una silla. El barbero la somete a un rapado de la cabeza y, seguidamente, le dan a beber un pote de aceite de ricino, que mi madre traga mezclado con sus propias lágrimas.

    Dos días después, la pasean, junto con otras viudas rapadas, por todo el pueblo, como cas-tigo ejemplar y de sembrar el terror entre la población civil. Mi madre, analfabeta, con cuatro hijos entre los doce y cuatro años, y otro en el vientre, no tiene dinero ni propie-dades, solo un perro policía que perteneció a mi padre. Una hermana suya, simula la com-pra del perro por quinientas pesetas, y con ese capital, nos subimos en el tren rumbo a Sevilla. Allá, como no puede hacer otra cosa, nos mete a los cuatro en el hospicio y, ella, se va a la Casa Cuna a trabajar hasta que nazca el hijo póstumo que tiene en gesta-ción. Purifi cación Buendía se ha convertido,

    De izq. A der,: Purifi cación Buendía, Rocío Cabello, José Luís Cabello y Octavio Cabello

  • 50

    en una más de las muchas mártires, que pro-vocó la feroz represión franquista y por obra y gracia de los asesinos de mi padre. Hasta su muerte arrastraría una vida de sufrimientos y calamidades, de las cuales no la salvaría ni su fe religiosa..

    Tiene su hijo en la Casa Cuna de Sevilla, pero fallece antes de cumplir las dos semanas de vida. Logra encontrar un empleo en un hotel de la Plaza Nueva, en donde trabaja de sol a sol sin contrato alguno de trabajo durante nueve años. Dos de mis hermanos son ingre-sados en el Manicomio Provincial de Sevilla “Mirafl ores”; uno, el tercero, afectado de Oligofrenia morirá con 42 años; el mayor, con 18 años, con esquizofrenia, cuando había aprendido el ofi cio de impresor que tendrá que dejar, para trabajar siempre como peón cuando se lo permitía su enfer-medad. Durante los 67 años que vivió, fue internado más de veinte veces en distintos manicomios. Mi madre, Purifi cación, sufrió lo indecible con la mala suerte de su hijo mayor, de quien esperaba una ayuda, para criar a los otros, sacándolos del hospicio. El médico que lo trató, explicó que, como te-nía doce años cuando asesinaron a su padre, a quien adoraba, y en la peligrosa edad de la pubertad, sufrió la impotencia de no po-derse convertir en el apoyo de su familia, lo que volvió inestable su mente. Yo tuve que hacerme cargo de él, pues cada salida del manicomio, representaba una vuelta a empezar.

    Fui el más pequeño de los hermanos, estuve diez años y cinco meses en el hospicio –como una condena-, y sufrí la falta de mis padres, pasé hambre, soporté golpes y castigos, pues, regentado por monjas, estas se descansaban en unos celadores cuyos procedimientos eran las palizas, si no estaban las monjas delante pero, si estaban, daban patadas en la tibia como forma de disimulo. Tengo escrito un li-bro autobiográfi co, al que titulo “El penal de los huérfanos”, sin publicar por falta de edi-tor, en el que relato mi vida en el hospicio. Varios hijos de “rojos” les obligaron a entrar en el Seminario para iniciar los estudios para sacerdote. Yo me negué.

    [maria] La represión de la dictadura no solo afectó a los que fueron fusilados, los encar-celados, los exiliados, los que cumplieron condenas en los campos de concentración o batallones disciplinarios de trabajadores. Durante un largo periodo de tiempo, una vez terminada la guerra civil, afectó a millones de familias en donde el papel de la mujer fue meritorio para sacar adelante a sus hijos y en donde sufrieron todo tipo de represalias y vejaciones. Franco sumió a nuestro país en la más absoluta miseria económica y cultural en donde, durante casi dos generaciones, los hijos de los que defendieron la legalidad de la República pasamos todo tipo de privacio-nes y de discriminación. Aún conservo en mi memoria el hambre que pasamos durante la década de los años cuarenta y las largas colas para obtener un plato de sopa caliente en el

  • 51

    Auxilio Social de Falange. Fue un autentico exterminio en donde el Caudillo, comenzó y terminó asesinando hasta pocos meses antes de su muerte, el 20 de noviembre de 1975.

    Ingresé, el día 8 de enero de 1945, como pre- aprendiz en la Escuela de la Hispano Aviación de Sevilla, en donde la mayoría de profesores eran falangistas y habían par-ticipado en la guerra civil en el bando de Franco. Por medio del practicante Martín de la Puebla de Cazalla, próximo a Marchena, supieron de los antecedentes políticos de mi padre con lo cual, a la más mínima, era objeto de represalias y aún más porque me negué a pertenecer al Frente de Juventudes e ir a los campamentos juveniles, controla-dos por la Falange Española.

    En 1947 entre en la escuela de la Maestran-za de Artillería en donde se cometían toda clase de discriminaciones al darles las mejo-res califi caciones a los hijos de los adeptos al régimen. Mi espíritu rebelde y contestatario me ocasionó más de un castigo. Finalmente, después de los cuatro cursos, aprobé por los pelos. Me dieron el peor de los destinos, el polvorín, en donde se desmontaban, para su desguace, proyectiles sin explotar de la gue-rra civil que estaban en muy malas condicio-nes y te exigían una producción imposible de realizar, con el consiguiente peligro de que explotaran. Ello ocasionó la protesta de los trabajadores a los cuales representé ante el capitán consiguiendo reducir el número de

    proyectiles a desguazar. A partir de ahí me dieron los peores trabajos.

    Vivíamos en la calle Recaredo de Sevilla en una habitación de 3 x 3 metros en la azotea para cuatro personas (mi madre