e s p a c i o a b i e r t o aventuras y misterio · pdf fileba más sola que la una....

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  • 1514

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    Luca convence a su novio, Miguel, un apasionado del alpinismo, para que la acompae en el arriesgado ascenso a El Collado. Segn las viejas historias de su abuelo, en la cima de la mticamontaa, en el interior de una cueva, se esconde algo oscuro. La joven quieredesentraar el misterio de aquel lugar a toda costa, desoye las advertencias de Miguel y decide volver a escalar la montaa, pero esta vez... sola.

    I S B N 978-84-667-7670-7

    9 7 8 8 4 6 6 7 7 6 7 0 7

    E S P A C I O A B I E R T O

    A V E N T U R A S Y M I S T E R I O

    IJ002516_c_EA_collado 29/4/08 10:34 Pgina 1

  • 1. edicin: marzo 2008

    Ramn Acn, 2008 Grupo Anaya, S. A., Madrid, 2008

    Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madridwww.anayainfantilyjuvenil.com

    e-mail: [email protected]

    ISBN: 978-84-667-7670-7Depsito legal: M.2070/2008

    Impreso en Anzos, S. A.La Zarzuela, 6

    Polgono Industrial Cordel de la CarreraFuenlabrada (Madrid)

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Las normas ortogrficas seguidas en este libro son las establecidaspor la Real Academia Espaola en su ltima edicin de la Ortografa,

    del ao 1999.

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    medio, sin la preceptiva autorizacin.

  • E S P A C I O A B I E R T O

    Ramn Acn

    Misterioen El Collado

  • Para Carmen, Ral y Natalia, como siempre, primeros lectores.

  • PRIMERA PARTE

  • 1

    El tedio produce monstruos

    La duda la asalt mientras observaba cmo la san-guina luz del atardecer luchaba a brazo partidocon la veladura de las nubes. El combate, tan si-lencioso, se le antoj predestinado al fracaso.

    En ocasiones hasta la belleza de un ocaso se car-ga de malaventura, medit Luca mecida en el abu-rrimiento.

    Intentaba evitar el tropel de ideas que trajinabanpor su cabeza. Quera escapar de lo que de verdad leestaba haciendo dao, de todo aquello que escarbabaen su nimo sembrndole incertidumbre.

    Al final, dej de lidiar con su angustia y la pregun-ta emergi veloz, con la fiereza del rayo y con el ham-bre insaciable del carroero: Y si resulta que lo queyo creo que es amor acaba convertido en una estpi-da querencia, en la vulgaridad de una amistad?.

    Mirar por el ventanal, ajena a todo cuanto sucedaen el interior de la sala de reuniones, le ayudaba. Deesa manera mataba el tiempo de sus asfixiantes es-peras.

    Como era habitual en ella, otra vez se haba rendi-do a la evidencia: saba de sobra que no arrancara a

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  • Miguel de las garras de sus amigos. La rutina de tan-ta repeticin, atardecer tras atardecer, la haba habi-tuado. Solo por eso soportaba el torpe comportamien-to de Miguel.

    Eran novios, pero ni siquiera lo parecan.Si las nubes pueden deslucir prematuramente el

    esplendor de una tarde como esta, a m tambin medesangran las reuniones de Miguel en este malditoclub, rumi observando el horizonte a travs del ven-tanal sin conseguir aminorar su irritacin. De seguiras, estallara.

    Luca acab por admitir que en situaciones as odia-ba a Miguel. O, al menos, la inundaba un resquemorprofundo, doloroso, que tal vez Miguel s mereciera.Pues mientras l disfrutaba, ella padeca con su con-dicin de intrusa. Porque eso es lo que era en el club:la intrusa. Estaba ms que convencida, aunque hastaentonces nadie le hubiese espetado a la cara tal cosa.

    Eso, solo eso piensa todo el mundo de m. Aunque Miguel no fuera consciente, se encontra-

    ba ms sola que la una. Crea, incluso, parecer otroempolvado mueble ms de la sala. Era un trasto msdel club. Varada como ellos. Sin embargo, lo ms do-loroso era el sentimiento de culpabilidad de aqueldesatino. A nadie deba pedir cuentas

    Eso soy. Otro cachivache. Como las fotografasde escaladores que cuelgan de la pared. No obstante,ellas, al menos, certifican, no como yo, que en su daalguien hizo historia, pens.

    Senta el vaco. El mismo vaco impreso en los ale-gres rostros de las fotografas, totalmente desprovis-tas de significado, aunque, sin duda, en un pasadoreciente haban rebosado de xito. El tiempo habapodrido y sepultado la reputacin de antao. Comoella, a pesar de tanta sonrisa, no eran nada.

    12

  • 2

    Ultimtum de Luca

    Luca vino ese da dispuesta a todo. O Miguel lehaca caso o all se acababa su noviazgo. Sin em-bargo, tan pronto como entr en el club, todossus propsitos se deshicieron. Como azucarillos en laleche.

    Desde la primera vez que ella lleg al club, el gri-tero siempre haba precedido cualquier reunin. Aquelda no deba ser diferente y, sin embargo, lo fue. El si-lencio, contra la costumbre, lo cubra todo.

    Luca no supo qu enrareca el ambiente. En cam-bio, advirti que algo estaba a punto de soltar unatremenda descarga. Rog para que esta no la alcanza-se. Y, pese al resentimiento hacia Miguel, hizo otrotanto por l.

    Se acababa de conocer un proyecto de escalada anivel internacional. Y, gracias a este, alguien del clubparticipara en la expedicin a los Andes y entraraen la lite del alpinismo. Desde ese da, el elegido seconvertira en dios, y todos en el club le rendiranpleitesa. Al menos, por un tiempo.

    Tal vez, eso cause nerviosismo, pens Luca parano admitir que el problema anidaba en ella.

    13

  • Como otros das, ante la tensin reinante, opt pormecerse entre las llamaradas del tedio. Miguel, al ob-servar el silencio y el estado ausente de su novia, sin-ti de nuevo el alfilerazo de la preocupacin perfo-rndole su cuerpo.

    La imagen de una Luca absorta y lejana le inyec-taba, cuando menos, incomodidad. No por lo quepudieran decir los dems. Eso le importaba un pito.Tena la sensacin de que algo peligroso se estaba in-terponiendo en sus vidas. Algo no deseado, ms alldel simple tropiezo de dos personas que discuten. Eltemor aneg su cuerpo, socavndole cualquier atisbode alegra. El huevo de la serpiente.

    ltimamente, las cosas no iban bien entre ellos. Mi-guel estaba hecho un lo. Le dola que Luca, a la m-nima, le apremiase, llenando la conversacin de que-jas. Pidindole, por ejemplo, que abandonase el club.Para siempre. Pero, para Miguel, darse de baja eracomo robarle el aire. Luca insista un da tras otro. Lerogaba estar a solas Como corresponde a unos no-vios, sola espetarle melosa y, sobre todo, no ceja-ba en su fantasa de un ascenso comn a El Collado.

    Miguel se agarraba al clavo ardiendo del alpinis-mo. Era mejor hablar y discutir de la montaaque de lo cotidiano de su relacin. Por eso, llevaba elagua a su molino. Dando una de cal y otra de arena.Por un lado, le juraba amor eterno. Por otro, como al-pinista, no vea con buenos ojos aquel ascenso a ElCollado.

    Ir solos es una temeridad. No quiero exponerteal peligro. La montaa tiene sus leyes y exige esfuer-zos de grupo se justificaba.

    Para Luca todo eso eran gaitas. Cosas de alpinis-tas tarados que se creen nicos a la hora de disfrutarde lo benfico de la montaa. A ella eso y las proezas

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  • del club la traan al pairo. Es ms, odiaba que en lasreuniones previas al fin de semana Miguel y sus ami-gos se enzarzasen una y otra vez recordando hazaashasta muy entrado el anochecer. Sin hacer ni decidirnada de nada.

    As eran sus tardes en el club. Ese era su noviazgo. La espera siempre. Hasta que, entrada la noche,

    aburrida como una ostra, arrastraba a un Miguel ago-tado para reprocharle tanta prdida de tiempo. Noentenda el jbilo de Miguel comentando proezas consus amigos. Para ella, aquel repetido acmulo de hom-bradas eran solo ancdotas gastadas y sin gracia. Bur-das bravatas para engordar el ego del relatador deturno.

    Eso de plantar la banderita del club, de tu re-gin y de tu pas en un dos mil o en un tres mil es unachorradita. Y se tiene que acabar. Al menos, si es ver-dad que me quieres atacaba Luca.

    A ella le interesaban otras cosas ms jugosas.Abominaba la escalada, la pasin de Miguel. Algnda tendra que decirle la verdad, aunque doliese.En ello les iba su amor. Adems, Miguel saba muybien que ella se hizo del club solo porque ambospensaron que esa era, precisamente, la mejor mane-ra de estar juntos. Y, sobre todo, porque, aunque Mi-guel dijera no acordarse, un anochecer de confiden-cias y caricias le prometi que, cuando ella se lopidiese, ascenderan juntos a El Collado para com-probar las viejas historias del abuelo.

    Miguel, cmo quieres que te lo diga? Habloclaramente o no? le increpaba antes de hundirse enun hiriente mutismo.

    Tambin ella, cmo no, disfrutaba de la naturalezay del aire puro, adems de romper la monotona dela semana huyendo de la ciudad. Tambin le agrada-

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  • ba alejarse de esta para olvidar la vigilancia de los pa-dres, como apuntaba Miguel contraatacando. Pero deah a trepar cada fin de semana como una cabra sobreprecipicios y angosturas iba un trecho.

    Esta ta tuya va a su bola. Deberas atarla cortasolan comentar, molestos, los amigos de Miguel.

    Este se debata entre dos fuegos: la camaradera oel amor.

    Haba intentado unir ambos cabos, pero nuncaconsigui que Luca se moviese ms all del campa-mento base. Sobre todo si este estaba cerca de algnpueblo.

    Qu quieres que te diga. Disfruto mucho mssola, recorriendo calles y fotografiando rincones, quea tu lado, rodeada de esos amigotes y llenndome desudor como un gordo en una sauna se defenda Lu-ca ante un Miguel meloso y malhumorado al mismotiempo.

    Pero, Luca, as podemos estar