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3)- LA VISION “ORGANICISTA” DE LA INTEGRACION SOCIAL Y DE LA DIVISION DEL TRABAJO EN DURKHEIM (Lucchini-Siffredi-Labiaguerre) Emilio Durkheim nació en Francia en 1858, durante el apogeo del imperio bonapartista, aproximadamente un año después de la muerte de Comte, de quien representa una continuación -aunque crítica- de su legado teórico. Si Saint-Simon había interpretado las consecuencias socioeconómicas de un “industrialismo” aun incipiente en su país y los avatares políticos surgidos a partir de la Primera República, y Comte advirtió acerca de los riesgos de desestabilización paralelos al gradual crecimiento y organización de la clase obrera, presenciando la fugaz instauración de la Segunda República, Durkheim se encargó de analizar los efectos de un proceso de industrialización ya consolidado y avizoró la progresiva erosión de los lazos comunitarios, producto de la división del trabajo, ya en la Tercera República y en los confines del siglo XIX. La infancia de este autor transcurrió en pleno gobierno de Luis Bonaparte quien, mediante un golpe de Estado en 1851 es proclamado emperador, disolviendo la Asamblea Legislativa republicana. La gestión política de este sobrino de Napoleón se caracterizó -sobre todo durante su primera mitad- por un relativo equilibrio social en el ámbito nacional; gestado sobre la base del apoyo de los campesinos parcelarios, sector de considerable peso social, los cuales eran propietarios de una fracción reducida de tierra que explotaban en forma independiente; además fue un periodo signado por un considerable desarrollo industrial y comercial, así como también por la construcción de obras de infraestructura. El movimiento obrero, todavía no demasiado estructurado asociativamente y más reticente al gobierno de facto, obtuvo gradualmente algunas concesiones, como el reconocimiento al derecho de huelga que significó una importante conquista en términos de los intereses de la clase trabajadora. El “orden bonapartista” logró una relativa consolidación transitoria, que coadyuvó al despliegue de una política exterior más agresiva por parte de Francia, en el contexto de una competencia internacional signada por el neto predominio británico. Las acciones imperialistas fueron acrecentadas, hecho demostrado por la ocupación militar de Saigón -en Indochina- y la participación francesa, en la guerra intervencionista desarrollada en México, a favor de los sectores conservadores de dicho país, ambos eventos ocurridos entre 1859 y 1861. Mientras tanto, Inglaterra consolidaba su institucionalización político-estatal, iniciada hacia fines del siglo XVII mediante la “revolución gloriosa”, lograda a partir de una gestión de poder compartida -asentada en una convivencia tolerante- entre conservadores (expresión de la antigua nobleza terrateniente) y liberales, (quienes representaban los intereses de la pujante burguesía industrial). Esta coparticipación gubernamental se cristalizó bajo una forma monárquico-constitucional, que implicaba la actividad parlamentaria, y reflejaba la integración estructural de la aristocracia de raigambre feudataria al régimen de producción capitalista. De manera que la vieja oligarquía -emanada de un ordenamiento estamental basado en el linaje de sangre-, reconocía y aceptaba a la clase burguesa como “asociada”. A su vez, esta última no intentó eliminar drásticamente a la nobleza como se hizo en Francia, a veces en forma cruenta, tal como lo testimonia el uso de la guillotina durante el “gobierno del terror”, liderado por Robespierre en 1794. Ambos sectores sociales compatibilizaron sus

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Sociologia. Durkheim. intensivo de verano fce 2015

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3)- LA VISION “ORGANICISTA” DE LA INTEGRACION SOCIAL Y DE LADIVISION DEL TRABAJO EN DURKHEIM (Lucchini-Siffredi-Labiaguerre)

Emilio Durkheim nació en Francia en 1858, durante el apogeo del imperio bonapartista,aproximadamente un año después de la muerte de Comte, de quien representa unacontinuación -aunque crítica- de su legado teórico. Si Saint-Simon había interpretadolas consecuencias socioeconómicas de un “industrialismo” aun incipiente en su país ylos avatares políticos surgidos a partir de la Primera República, y Comte advirtió acercade los riesgos de desestabilización paralelos al gradual crecimiento y organización dela clase obrera, presenciando la fugaz instauración de la Segunda República, Durkheimse encargó de analizar los efectos de un proceso de industrialización ya consolidadoy avizoró la progresiva erosión de los lazos comunitarios, producto de la división deltrabajo, ya en la Tercera República y en los confines del siglo XIX.La infancia de este autor transcurrió en pleno gobierno de Luis Bonaparte quien,mediante un golpe de Estado en 1851 es proclamado emperador, disolviendo la AsambleaLegislativa republicana. La gestión política de este sobrino de Napoleón se caracterizó-sobre todo durante su primera mitad- por un relativo equilibrio social en el ámbitonacional; gestado sobre la base del apoyo de los campesinos parcelarios, sector deconsiderable peso social, los cuales eran propietarios de una fracción reducida de tierraque explotaban en forma independiente; además fue un periodo signado por unconsiderable desarrollo industrial y comercial, así como también por la construcciónde obras de infraestructura. El movimiento obrero, todavía no demasiado estructuradoasociativamente y más reticente al gobierno de facto, obtuvo gradualmente algunasconcesiones, como el reconocimiento al derecho de huelga que significó una importanteconquista en términos de los intereses de la clase trabajadora.El “orden bonapartista” logró una relativa consolidación transitoria, que coadyuvó aldespliegue de una política exterior más agresiva por parte de Francia, en el contexto deuna competencia internacional signada por el neto predominio británico. Las accionesimperialistas fueron acrecentadas, hecho demostrado por la ocupación militar de Saigón-en Indochina- y la participación francesa, en la guerra intervencionista desarrollada enMéxico, a favor de los sectores conservadores de dicho país, ambos eventos ocurridosentre 1859 y 1861.Mientras tanto, Inglaterra consolidaba su institucionalización político-estatal, iniciadahacia fines del siglo XVII mediante la “revolución gloriosa”, lograda a partir de unagestión de poder compartida -asentada en una convivencia tolerante- entreconservadores (expresión de la antigua nobleza terrateniente) y liberales, (quienesrepresentaban los intereses de la pujante burguesía industrial). Esta coparticipacióngubernamental se cristalizó bajo una forma monárquico-constitucional, que implicabala actividad parlamentaria, y reflejaba la integración estructural de la aristocracia deraigambre feudataria al régimen de producción capitalista. De manera que la viejaoligarquía -emanada de un ordenamiento estamental basado en el linaje de sangre-,reconocía y aceptaba a la clase burguesa como “asociada”. A su vez, esta última nointentó eliminar drásticamente a la nobleza como se hizo en Francia, a veces en formacruenta, tal como lo testimonia el uso de la guillotina durante el “gobierno del terror”,liderado por Robespierre en 1794. Ambos sectores sociales compatibilizaron sus

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apetencias de dominio, conjugándolas a través de una gestión “republicana a la inglesa”,es decir con fachada monárquica, que aun perdura transcurridos más de tres siglos.Dicha estabilidad político-social permitió que Gran Bretaña aventajase nítidamente aotras naciones europeas en lo que se refiere al desarrollo económico y comercial, -merceda los frutos recogidos del proceso de industrialización-, y se convirtiera en el siglo XIX,en la primera potencia imperial. El crecimiento productivo de este país, que benefició -aunque en distinta proporción- al conjunto de su población, indujo al apaciguamiento,lento pero progresivo, de los conflictos civiles interclasistas más virulentos. La citada“pacificación nacional” evolucionó en un marco interno delineado por el régimenexplotador de la fuerza de trabajo característico del modelo de acumulación capitalistay contando, además, con el aporte incalculable del producto del saqueo y la expoliacióncolonialistas. El hecho que constata la vigencia soliviantada de una “guerra de clases”en Inglaterra, desde alrededor de mediados del siglo XIX, fue la escasa repercusiónque registró en el imperio insular el extendido movimiento revolucionario de 1848, queabarcó a la mayoría de las naciones continentales incluida, -en primera fila- la Francia deLuis Felipe.El movimiento obrero sindicalizado británico comenzaba su paulatina transformaciónhacia una entidad corporativa, básicamente negociadora frente a los planteos delempresariado, amoldándose a los requisitos del capital y alejándose, en consecuencia, delas posiciones revolucionarias esgrimidas por el sindicalismo en otros países europeos.En claro contraste con este reacomodamiento social llevado a cabo en Inglaterra, lanobleza terrateniente francesa no se había adaptado al conjunto de condicionamientosmateriales y políticos demandado por el nuevo orden productivo capitalista, que requeríamodificaciones profundas en la esfera de las relaciones sociolaborales y en el campoinstitucional. La lucha entre antiguo régimen y sistema republicano reaparecíacíclicamente, manifestada en continuos vaivenes políticos, al tiempo que cobrabarelevancia el conflicto entre los intereses del capital y del trabajo, mantenido bajo sordinadurante el gobierno bonapartista.Durante las tres últimas décadas del siglo XIX Francia se constituyó en escenario deuna puja política, potenciada por grandes antagonismos ideológicos entre posicionesanarquistas, sindicalistas revolucionarias y socialistas por un lado, y ultranacionalistasy conservadoras por el otro. El anarquismo se vio expresado en el pensamiento deProudhon, entre otros, cuya obra “El principio federal” fue publicada en 1863. El autorsostiene que todo tipo de gobierno entre los hombres representa una forma de esclavitud,aunque fuera bajo la figura de un sistema republicano, por lo que rechaza la funciónreguladora del Estado considerándolo prescindible. Asimismo, señala que la propiedadprivada específicamente parasitaria -es decir la tenencia legal pero improductiva debienes-, como por ejemplo tierras, es equiparable a una acción de robo.Al promediar su periodo de gobierno, Bonaparte debió moderar alguno de los aspectosmás autoritarios de su régimen, debido a la presión de demandas sociales originadas enun estado de disconformidad en ciertos sectores populares ante su situación económica ypolítica. La caída del emperador -acelerada por la derrota de Francia en la guerra contraPrusia- dio pié a la proclamación de la Tercera República y a un renacimiento del ideariodemocrático, un despertar intelectual luego de un letargo de dos décadas. Reaparecióentonces el espíritu liberal “añejado”, sobre las ruinas del gobierno de la restauración

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napoleónica, casi un siglo después de la proclamación de los postulados libertarios dela gran revolución. Asimismo, en 1871 se produce la insurrección popular conocidacomo “la comuna de París” -rápidamente sofocada mediante una cruenta represión- lacual, más allá de sus incongruencias políticas e ideológicas debidas a la composiciónsumamente heterogénea de sus activistas, representó un llamado de alerta para lossectores dominantes de la sociedad francesa.Durkheim se interesó desde su juventud en el estudio de la religión y de los textosbíblicos. Este conocimiento le permitió en su madurez el análisis profundo no sólo delsignificado de la “vida religiosa” en sí misma, sino también para la interpretación delas reglas jurídicas, de los tipos de solidaridad y de la organización social en general,problemas referidos a las consecuencias anómicas de la división del trabajo en lassociedades “industriales”. Cabe señalar que el gobierno republicano promulgó leyes decontenido anticlerical y que durante su gestión se fundó el Partido Obrero Francés,inspirado en concepciones marxistas. Ambos hechos, aparentemente disociados entre sí,demuestran la presencia de un espíritu de la época escasamente comprometido con losvalores teológicos.Justamente durante dicho periodo de la historia política francesa Durkheim ingresa enla Escuela Normal Superior de París, entidad académica considerada una instituciónde prestigio intelectual y moral en el ámbito nacional, teniendo en cuenta que en ellahabían estudiado personalidades reconocidas mundialmente. Sin embargo, éste disentíacon el perfil demasiado literario que caracterizaba a la formación brindada allí, segúnsu criterio alejado del verdadero pensamiento científico, y tendiente a una actitud trivialo, en todo caso, mística. En su época de estudiante se interesó principalmente en lasobras de Kant, Rousseau, Montesquieu, Comte y Tönnies. Egresado en 1882, se dedicóal análisis de los fenómenos sociales, intentando encontrar un método que se aproximaraa la rigurosidad típica de la ciencia auténtica, criticando el estado rudimentario en quese encontraba dicha disciplina, propensa a la elaboración teórica de “generalidades”abstractas no comprobables mediante un procedimiento empírico, es decir basado en laaplicación de alguna técnica experimental.Su objetivo no consistía meramente en la obtención de un conocimiento puro de carácterespeculativo, sino que apuntaba a un saber pragmático utilizable en el camposociopolítico. Desde la perspectiva teórica durkheimiana, y en términos de sudiagnóstico acerca de las causas reales determinantes del conflicto en las sociedadesindustrializadas, debía contribuirse al “afianzamiento moral” de la Tercera República através del uso práctico de un conocimiento profundo y sistemático de la problemáticasocial. La meta final era la consolidación de las instituciones democráticas, logro querequería la unidad nacional asentada sobre principios laicos, debido a la necesidad desepultar cualquier vestigio del antiguo régimen, uno de cuyos pilares había sido laIglesia.Con respecto a las luchas gremiales, hacia fines del siglo XIX en Francia se habíangeneralizado las denominadas bolsas de trabajo, que constituían la base operativacorrespondiente al accionar político y social del sindicalismo revolucionario, basados enprincipios ideológicos claramente contestatarios frente al “orden burgués”. Uno de lospropulsores de esta corriente doctrinaria fue Sorel, cuyo escrito “Reflexiones sobre laviolencia” fuera publicado ya en nuestro siglo. Una seguidilla de atentados de origen

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anarquista marcó los años 1893 y 1894, siendo uno de los puntos culminantes elasesinato del presidente Sadi Carnot. Mientras tanto, acababa de publicarse una obrafundamental de Durkheim, bajo el título “De la división del trabajo social”.El “caso Dreyfus” tuvo una significación profunda y trascendente en la medida en que, unjuicio por presunto espionaje contra un capitán del ejército francés -de origen judío- pusode manifiesto la existencia latente de hondos prejuicios ultranacionalistas, xenófobosy antisemitas que anidaban en sectores considerables de la población. Este hechomostraba la presencia de una división tajante en el seno mismo del cuerpo social,denotando el peso de una posición extrema en el otro polo del arco ideológico, enfrentadaagresivamente a las expresiones “de la izquierda”. Esta situación de polarizaciónradicalizada e irreconciliable preocupaba sobremanera a Durkheim, quien por otro ladoda a conocer sobre fines del siglo un texto clásico de la epistemología en ciencias sociales,“Las reglas del método sociológico”, y otra obra fundacional respecto del tratamientoempírico de los fenómenos inherentes a los hechos colectivos, “El suicidio” [1].La creación de la Confederación General del Trabajo en 1895 y el control de la mismapor parte de dirigentes sindicalistas revolucionarios implicaba un posicionamiento dela central obrera reacio al ejercicio de una simple función negociadora con losrepresentantes de la patronal, sometiéndose dócilmente a los dictados del capital. Por elcontrario, dicha conducción del movimiento sindical significaba la adopción de actitudes“rebeldes” frente al empresariado y al Estado, en la medida en que éste legitimarajurídicamente la exclusiva protección de los intereses capitalistas. A todo esto, el PartidoSocialista Francés se divide en dos grupos, uno de ellos mantiene una postura firmede defensa de sus principios doctrinarios, mientras que un ala desprendida del troncocomún original participa del gobierno burgués en 1899.Como reacción ante el avance “socialista”, la consolidación del sindicalismorevolucionario y el terrorismo anarquista, emerge la “Acción Francesa”, movimientoarchinacionalista –liderado ideológicamente por Maurras- que expresaba unextremismo conservador rayano en un mesianismo xenofóbico.Durante el año 1912 son publicados dos trabajos de Durkheim de índole antropológica,“Las formas elementales de la vida religiosa” y “El sistema totémico en Australia”, quedemuestran la creciente obsesión de este autor por los efectos disgregadores del sistemaindustrial moderno y que lo llevan a indagar en las formas históricas tradicionales dela integración colectiva. Dichas obras fueron concebidas en la última etapa de su vida,mientras ejercía la actividad docente en las Facultades de Letras de París y Burdeos.En 1914 comienza la Primera Guerra Mundial y, durante 1917, triunfa la revoluciónbolchevique en Rusia. Este es el año de su fallecimiento.Desde el punto de vista del aporte de Durkheim a la elaboración del pensamientosociológico, puede decirse que los fundamentos de la solidaridad nacional, queconducirían a un proceso permanente de estabilidad y equilibrio social requerían unsistema laico de educación popular, el cual garantizara una organización políticaapoyada en principios seculares. La moralidad de la sociedad moderna debía conseguirsesobre la base de un conocimiento fundado científicamente, es decir, mediante laaplicación sistemática de la metodología experimental como paso previo a la formulaciónde leyes abstractas, sistema científico que había llevado a grandes logros en el campo delas disciplinas que estudiaban los fenómenos naturales. Al respecto, tanto Comte como

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Spencer (por otro lado, claramente distanciados entre sí en sus concepciones) cayeronbajo la crítica durkheimiana por haber rematado sus teorías, a pesar del reconocimientoformal de las premisas metodológicas auténticamente científicas, con la explicitación de“grandilocuentes abstracciones” no comprobables empíricamente [2].Durkheim, en este aspecto, coincide con las afirmaciones del positivismo ortodoxo --representado en las concepciones de Comte y Stuart Mill-, en cuanto a una aceptaciónexplícita del tipo de conocimiento que había obtenido grandes logros en el campo de lainvestigación aplicada, principalmente en el área de las ciencias naturales. De hecho, susanálisis del funcionamiento del organismo social remiten a los conocimientos médicosde la época al conceptualizar el comportamiento humano individual y colectivo entérminos morfológicos o anatómicos y fisiológicos o funcionales. No obstante -al margende este paralelismo parcial con las teorías positivistas “clásicas”- el enfoquedurkheimiano representa una visión más sistemáticamente elaborada, permitiendo unabordaje integral de la problemática social, avalado por una sólida fundamentación enel terreno histórico y antropológico, más allá de negarle toda objetividad teniendo encuenta la toma “valorativa” de partido inherente a las ciencias sociales.Desde el punto de vista metodológico, la propuesta de Durkheim se basa en la necesidadde fundamentar las concepciones teóricas en un sustento empírico; analizando ycomparando los datos observados en la realidad como paso previo a las generalizacionesabstractas. Tomando en cuenta dicha premisa, procede a delimitar el objeto de estudioespecífico de la sociología, “el hecho social”, considerado éste como un fenómenoindependiente, exterior y coercitivo con relación a la conciencia y conducta de laspersonas tomadas individualmente. El hecho producido en forma colectiva representauna realidad sui generis, espontánea y cualitativamente diferenciada de la acción y delpensamiento del individuo, de un género nuevo no equivalente a la sumatoria de lasconductas de los individuos considerados en forma aislada.Teniendo en cuenta el mencionado objeto de análisis, sugiere la aplicación de un métodoexperimental indirecto que consiste en un modelo comparativo de “tipos”, o “especiessociales”, como el único camino de investigación viable para la sociología; ya que loshechos sociales no presentan las características adecuadas para su tratamiento empíricomediante pruebas de laboratorio. Debido a la naturaleza inconstante de la conductahumana colectiva, la determinación experimental de la existencia de “leyes causales”debe surgir de la contrastación de resultados estadísticos acerca de comportamientossociales , indicadores de fenómenos circunscriptos y que presenten correlatividad encuanto a la variable a investigar.El diagnóstico de Durkheim sobre las causas de la crisis social moderna de las sociedadesindustrializadas de fines del siglo XIX, y la salida propuesta para remediarla, resultancoherentes con el método de conocimiento adoptado. Al privilegiar los factoresdisciplinarios de las relaciones sociales, por encima de la realidad estructuralmenteconflictiva, deja de lado el estudio de las raíces históricas profundas de los conflictosde clase derivados de la división capitalista del trabajo industrial. En este sentido, elrechazo de los “enunciados teóricos abstractos” implica descartar cualquier proyectoque pretenda transformar el orden establecido, y conlleva una actitud de resignaciónante la aplicación de medidas meramente paliativas que sólo actúan como “parches” oremiendos del tejido social desgarrado.

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El análisis morfológico, o estudio descriptivo de los elementos parciales que conformanuna realidad tal como ésta “viene dada”, se apoya en una tendencia empirista. Cuandodicha parte de la investigación es tomada como un fin en sí mismo, se agota en laobservación de un orden al que se lo considera natural; por lo tanto, de esta actitudepistemológica únicamente pueden esperarse proposiciones moderadas o“gatopardistas” respecto de la posibilidad de una transformación auténtica del statu-quo.El propósito manifiesto del autor consistía en la posibilidad de aplicar un conjuntoarticulado de conocimientos sociológicos en el proceso de reconstrucción social y moralde una Francia que salía de una derrota militar y que se debatía en agudosenfrentamientos políticos enmarcados por conflictos de clase. La posición ideológicade Durkheim puede ubicarse en un punto equidistante de los extremos anarquista yultranacionalista: su visión responde a una actitud mesurada, tal como deja traslucirsu enfoque teórico-metodológico. Al considerar los valores relativos a su época y lacoyuntura histórica atravesada por su país –e inclinado hacia las posturas del socialismo,tal como éste se expresaba en los partidos políticos europeos de tendenciasocialdemócrata, es decir alejada de las corrientes marxistas “radicalizadas”-, proponíala creación de instituciones que atenuaran los efectos sociales nocivos engendrados porla división industrial del trabajo, especialmente perjudiciales para los trabajadores.Dicha propuesta reformista no cuestionaba el origen ni las características de la divisióndel trabajo en la era industrial, que provenía de etapas preindustriales y que podíanrastrearse retrospectivamente al periodo comprendido entre los siglos XIV y XVIaproximadamente, momento histórico que marca la incubación de las condicioneselementales para el surgimiento de la formación económico social capitalista, como loseñalara Marx ya a mediados del siglo XIX [3]. Durkheim estimaba que el eje delconflicto en las sociedades industriales estaba centrado en la carencia de elementosprotectores de los sectores más débiles, los trabajadores, en el contexto de una “guerra”en la que corrían con todas las ventajas los empresarios, sobrevenida principalmente porel estado de atomización de los individuos, aislados totalmente en referencia a un Estadoque no tenía en cuenta sus necesidades e intereses.Sobre la base de este diagnóstico, la causa de la guerra de clases no residía en lamisma división del trabajo sino en la falta de una regulación adecuada de las ambicionesen pugna, es decir de un conjunto de reglamentaciones jurídicas, “coercitivas” aunquelegitimadas por la conciencia colectiva que emana de la sociedad, ente superior a lasparcialidades individuales. En consecuencia propiciaba la recreación de un marconormativo desmantelado en virtud del avance incontenible de las políticas liberales,las cuales llegaban a sostener que la imposición de cualquier tipo de reglas constituíaun avasallamiento de las libertades de los individuos. Dentro del campo específico delas relaciones laborales, recomendaba la reconstrucción de aquellas organizacionesintermedias, ubicadas entre el Estado y los particulares, que habían resultado eficaces enel pasado para la defensa de los intereses de los trabajadores.Los gremios y corporaciones, obsoletos debido a la extensión del mercado, debían cederel lugar a las nuevas instituciones de la sociedad industrial dotadas de funciones similaresa las que aquéllos habían desempeñado en la antigüedad y el Medioevo, es decir a los“sindicatos de patronos y obreros”. Si bien seguirían separados en cuanto a la defensa de

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sus respectivos intereses, los acuerdos logrados entre ambos -respecto de las condicionesgenerales de trabajo- contarían con el aval de un ente con autoridad suficiente como paraactuar de árbitro de las posiciones en pugna.Durkheim analiza el fenómeno comunitario característico de las sociedades primitivas, através de un estudio de índole antropológico acerca de los sistemas normativos vigentesen ellas. Su enfoque sociológico recorre la evolución histórica de las colectividadeshasta llegar a la era industrial, signada por los efectos disgregadores acarreados porla diferenciación funcional de individuos y grupos dentro del proceso productivo. Laausencia de reglas morales y jurídicas que contuvieran el “estado de guerra” continuo,latente o manifiesto, entre sectores sociales enfrentados irreconciliablemente por ladefensa a ultranza de sus propias conveniencias, había derivado en una situación dehecho donde los contratos de trabajo particulares reflejaban la situación desventajosaen que se encontraban los obreros en cuanto a su posición económica, por lo que eranderrotados de antemano.El eje de la problemática abordada por este autor está situado en los procesosintegradores específicos que actúan en las comunidades, caracterizadas por la existenciade lazos interpersonales “primarios”. Las variables analíticas utilizadas en sus estudiosremiten a los grados de autoridad, la función de la religión, el fenómeno de la anomia -que deriva de la falta de regulación normativa- [4], las pautas solidarias y la aceptacióncolectiva de la división jerárquica del trabajo, que conlleva una escala retributiva delmismo.La teoría durkheimiana se diferencia de las diversas doctrinas contractuales tradicionalesen lo referente a las bases de legitimación de la autoridad político-institucional, lascuales giraban alrededor de un supuesto pacto o convenio implícito entre los miembrosde una sociedad que avalaba una forma de gobierno reconocida, y respetada por elconjunto de los individuos a efectos de lograr una convivencia armónica. Las variantesdel contractualismo incluyen desde la propuesta absolutista de Hobbes hasta la versión“republicana” de Rousseau, pasando por la defensa de un Estado monárquico-constitucional, de acuerdo a la concepción política de Locke [5]. Desde la perspectivade Durkheim la aceptación colectiva de determinado ordenamiento socioestatal se lograsobre la base comunitaria de un agrupamiento humano, más que debido a un eventualacuerdo racional establecido entre los integrantes de la sociedad considerados en cuantoindividuos. Es decir que la garantía del sometimiento a la autoridad y el consiguienterespeto de las reglamentaciones jurídicas vigentes se sustenta en normas comunes yconvencionales “de hecho”, propias de una especie de Derecho consuetudinario noformalizado.En este contexto teórico la religión cumple una función social básica, consistente ensu rol normativo o formador de reglas compartidas, resultando un factor constante -alo largo de la historia- en la generación de orden y disciplina en los grupos humanos.El fenómeno religioso se encuentra referido tanto a las religiones “teológicas”, comoel cristianismo durante varios siglos, como así también a las creencias religiosas“seculares”, expresadas por caso en el dogmatismo liberal emanado del jacobinismo [6].Al respecto, en su obra “La educación moral: estudio de la teoría y aplicación de lasociología educacional”, Durkheim critica abiertamente el intento liberal en direccióna la destrucción de cualquier tipo de escala de valores arraigada tradicionalmente,

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señalando que, en lugar de pretender arrancar las raíces del conjunto de normas ycreencias anidadas en la sociedad, debería construirse un renovado marco normativoaunque asentado en las prácticas y costumbres comunitarias.La diferenciación de los procesos colectivos generadores de solidaridad determina queésta se manifieste bajo dos formas caracterizadas por modalidades de integración socialespecíficas; la solidaridad “mecánica” opera en las comunidades conformadas porindividuos relativamente indiferenciados, con escasa o nula división del trabajo, dondepriman lazos de unión interpersonal, de raigambre tradicional y religiosa, mientras que lasolidaridad “orgánica” responde a la gradual heterogeneidad de los particulares debida ala especialización de funciones que trae aparejada el desarrollo económico [7].La forma mecánica se presenta en aquellas colectividades que no evolucionaron en elorden industrial y, por lo tanto, el “cuerpo social” se encuadra dentro de un marcohomogéneo de individuos, en el que su nivel de uniformidad implica la composiciónindiferenciada del ente comunitario; dicha solidaridad por semejanzas remite al “gradode energía que puede adquirir una creencia o un sentimiento por el hecho de ser[experimentada] por una misma comunidad de hombres, en relación unos con otros;la emoción que sucesivamente ha ido ganando a las gentes empuja violentamente unoshacia otros a aquellos que se asemejan y los reúne en un mismo lugar; [la] concentraciónmaterial del agregado, haciendo más íntima la penetración mutua de los espíritus, haceasí más fáciles todos los movimientos del conjunto; los sentimientos son muy uniformes,vienen a perderse unos en otros, a confundirse en una resultante única que le sirve desustitutivo y que se ejerce, no por cada uno aisladamente, sino por el cuerpo social asíconstituido” [8].La causa de dicha cohesión social se encuentra, según Durkheim, en “cierta conformidadde todas las conciencias particulares hacia un tipo común” definido como tipo psíquicode la sociedad, el que determina que el conjunto de miembros del agrupamiento, entanto individuos, se hallen mutuamente atraídos en virtud de sus semejanzas, peroademás que estén “ligados a lo que constituye la condición de existencia de ese tipocolectivo, a la sociedad que forman por su reunión”. Al respecto, puede indicarse que“casi todas las formas premodernas de organización social dependen primariamente derelaciones directas interpersonales; el parentesco, la vida comunitaria y aun de formamás estable las relaciones recurrentes de intercambio económico tienen lugar dentro delconocimiento consciente de los individuos y usualmente en contextos de copresencia”[9]. Entonces, el tipo de solidaridad mecánica obedece a que determinados estados deconciencia resultan compartidos por el conjunto de integrantes de la comunidad y esmayor en proporción al área de la convivencia colectiva abarcada y reglamentada por laconciencia común; es decir que cuántas más relaciones interpersonales sientan el peso dela misma, aumentan los lazos que integran al individuo al grupo.En cambio, cuando la actividad económica adquiere creciente complejidad ante el avancedel proceso de industrialización, la solidaridad deviene orgánica en la medida en queen las sociedades modernas generan un ámbito funcional signado por lacomplementariedad de actividades progresivamente especializadas. En esta nuevainstancia, la diferenciación social engendrada por la división del trabajo industrialimpide la actuación de los procedimientos tradicionales formadores de cohesión entrelas personas; en reemplazo de los mismos debe acudirse a un necesario consenso, acerca

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de la inevitabilidad de la diversificación de funciones, por ende de posiciones, entrelos individuos, logrado en virtud de su fundamentación a través de un cuerpo teórico-científico socializado mediante la educación popular.Las sociedades en las que prevalece la solidaridad orgánica se encuentran constituidaspor un sistema complejo de “órganos heterogéneos”, cada uno de ellos cumpliendouna función especial y formados, ellos mismos, de partes diferenciadas. Existe unadependencia recíproca entre los mismos aunque en un sentido radicalmente alejado deltipo social referido a la presencia de vínculos mecánicos, debido a que “los individuosse agrupan no ya según sus relaciones de descendencia, sino con arreglo a la naturalezaparticular de la actividad social a la cual se consagran; su medio natural y necesariono es ya el medio natal sino el medio profesional; no es ya la consanguinidad, real oficticia, la que señala el lugar de cada uno, sino la función que desempeña”. En la sociedadorganizada industrialmente, “la armonía social deriva esencialmente de la división deltrabajo”, caracterizada esta última por la presencia de una cooperación realizada deuna manera prácticamente automática, “sólo por el hecho de perseguir cada uno suspropios intereses”; de esta forma alcanzaría que los distintos individuos se dediquen auna función especializada “para encontrarse, por la fuerza de las cosas, solidarizado conlos otros” .La ubicación en posiciones diferenciadas dentro de una escala jerárquica, impuesto porlas nuevas técnicas productivas –que conlleva a su vez una graduación en el nivel deingresos- debería entonces poder demostrarse racional y empíricamente: la aceptaciónconsensuada del “orden natural” inherente a la estratificación social evitaría las cíclicasconvulsiones y revueltas originadas en un estado de guerra crónico, manifiesto o latente,producto de enfrentamientos entre clases con ambiciones y necesidades económicasopuestas. La división del trabajo desempeña progresivamente el papel asignado a laconciencia colectiva en el pasado, al vincular de manera recíproca “a los individuos y alos agregados sociales de las sociedades diferenciadas”, de acuerdo a Beriain. En estecontexto, la cuestión referida a la problemática de la integración remite a cierto “ajustemutuo de las diversas partes para formar un todo unificado y armonioso”; sin embargodebería acentuarse el hecho de que la solidaridad orgánica no representa el equivalentefuncional integral requerido por la división del trabajo, teniendo en cuenta que Durkheimrechaza la idea de una supuesta integración absolutamente espontánea de los interesesparticulares obtenida mediante el funcionamiento del mecanismo “automático” delmercado, tal como sostenía Spencer [10].La creencia durkheimiana en la existencia de valores subyacentes compartidos, ajenos ala mera “prosecución racional maximizadora del propio interés”, en cuanto fuerza moralexterior al cálculo de las conveniencias individuales -reflejado, por ejemplo, medianteun convenio contractual- obedece a que “la solidaridad orgánica precisa estar ancladaen un consenso normativo básico”, restituyendo la moralidad social. El proceso demodernización capitalista conlleva la gradual erosión de los fundamentos normativostradicionales sin propiciar, en su reemplazo, la creación de otras bases eficaces deintegración del individuo en un sentido comunitario auténtico; la consecuencia de esteproceso lo constituye ineludiblemente el fenómeno encarnado en la anomia, en cuanto“problema de integración moral, [en la medida en que] al lado del mercado persiste lasolidaridad social irreductible funcionalmente” [11].

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La frágil solidaridad social de la Europa moderna respondía a una carencia de regulaciónmoral y jurídica que generaba un estado de anarquía en las relaciones que se establecíanen la actividad económica, tanto industrial como comercial. Esta situación se debía ala disolución de las corporaciones y otros grupos de nivel secundario, los cuales habíanactuado tradicionalmente como intermediarios entre el Estado y los individuos, quienesde algún modo eran contenidos por ese tipo de “asociaciones”. Al no sustituirse dichasentidades por otras que desarrollasen una función afín, expresando las inquietudes delos ciudadanos, éstos se encontraron atomizados en el marco de una sociedad gobernadapor un Estado “hipertrofiado” e ineficaz para resolver las complicaciones generadas porla proliferación de actividades especializadas.Basado en este diagnóstico crítico respecto de la aptitud del Estado para remediar lascitadas consecuencias disolventes de la sociedad moderna, Durkheim propone larecreación de un ámbito corporativo. No obstante, al reconocer el concepto negativomerecido por la actuación de las corporaciones medievales, al transformarse en obstáculodel progreso económico, sugiere que ese rol sea ocupado por los órganos representativosde los grupos profesionales modernos, institucionalizados a través de los sindicatosde trabajadores y asociaciones empresariales. Estas entidades intermedias negociaríanentre sí los temas en disputa, de acuerdo a la defensa de sus propios intereses, perolos términos acordados por ambas partes deberían ser garantizados, para su efectivocumplimiento, por un arbitraje situado por encima de las clases sociales, con autoridadotorgada mediante el poder moral afirmado en el consenso colectivo.En definitiva, el estado anómico de la sociedad “industrial” tiene como causa la rupturadel marco normativo convencionalmente construido a lo largo de varios siglos, asentadosobre pautas culturales transmitidas intergeneracionalmente. Los principioscomunitarios habían resultado funcionales al orden integrado medieval, apañando otrasinjusticias, tales como desigualdades sociales abismales y la explotación de la fuerza detrabajo bajo condiciones de sometimiento de la persona a condiciones de servidumbre.Durkheim critica las inequidades de toda índole inherentes a los “sistemas feudales”,aunque reconoce la eficacia de sus mecanismos integradores, gestores de una estabilidadperdurable e inexistentes en las sociedades avanzadas. El corporativismo democráticoesbozado teóricamente por este autor constituye una doctrina reformista -desde el puntode vista del estado de las relaciones sociales de su época-, que no cuestiona la divisiónen clases ni la propiedad privada de los medios de producción intrínsecos al ordencapitalista, en la forma como lo había realizado el materialismo histórico [12].Su propósito final, declarado explícitamente, consiste en contener el estado debeligerancia en que se encontraban dos “bandos” enfrentados: sectores empresarioseconómicamente poderosos frente a una desprotegida y dispersa clase trabajadora. Ésta,explotada por la patronal, siempre salía derrotada en esa lucha desigual representadaen la negociación contractual particular, por lo que Durkheim proponía ponerle límitesa la arbitrariedad del capital, para controlar la discrecionalidad abusiva sobre losdesposeídos, aunque mediante un proceso “orgánico”, es decir, que no afecte laestructura del régimen de producción y acumulación vigentes.

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[1] Durkheim considera que el fenómeno del suicidio responde a una causación social, teniendo en cuenta

que tanto el tipo altruista como el egoísta remiten a una excesiva presencia o ausencia, respectivamente,

de “lazos comunitarios”.

[2] Respecto de la relación entre teoría y empirismo y del significado de las teorías de alcance medio

en sociología, pueden consultarse las obras “Teoría y estructura sociales” de Robert Merton y “Sociedad y

sociología” de Ralf Dahrendorf (Madrid, Tecnos, 1966).

[3] MARX, Karl: “El capital”;

[4] En este sentido, el suicidio de tipo anómico es el característico de la compleja interrelación humana

surgida de la vida moderna, desprovista de un marco regulatorio que fije “límites consensuados” a las

ambiciones personales.

[5] Hobbes, Thomas: “Leviatán”; Rousseau, J.J.: “El contrato social”, ob. cit.,; Locke, John: “Ensayo sobre

el gobierno civil”,

[6] La doctrina liberal ultra-republicana puesta en práctica durante el periodo post-revolucionario en

Francia, a fines del siglo XIX, derivó en la divulgación de un “catecismo”, a tal punto considerado en

términos fundacionales de una nueva era que se oficializó la aplicación de un nuevo calendario

republicano; asimismo, los preceptos dogmáticos pretendían imponerse con una rigurosidad represiva,

mediante el uso de la guillotina como instrumento “disuasivo” que remite comparativamente a los métodos

de la Inquisición de la Iglesia medieval en orden al acatamiento incondicional a la ortodoxia cristiana.

[7] Tipologías con un enfoque relativamente análogo se encuentran en la dicotomía señalada entre

comunidad y asociación (Tönnies, Ferdinad: “Comunidad y sociedad”) y entre sociedades militares e

industriales (Spencer, Herbert: “Sociología”)

[8] Durkheim, Émile: “La división del trabajo social”; Madrid, Akal, 1995 (Págs. 116 y 121/124)

[9] Beriain, Josetxo: “La integración en las sociedades modernas”; Barcelona, Anthropos, 1996 (págs.

131-132).

[10] Beriain, J., ob. cit., págs- 20/22

[11] Habermas, Jürgen (1990-1992), citado por Beriain, J., ibídem, pág. 22

[12] Ambos enfoques, corporativista y “socialista científico” serán refutados por Max Weber en “Escritos

políticos”, sobre la base de su concepción racional-individualista de los fenómenos sociales,