Download - Virgilio Ariel Rivera
A VIRGILIO
“El arte nunca puede llegar a ser totalmente libre, como pensaban los
surrealistas, o los románticos del siglo XIX” dice Arturo Orozco Torre en el
prólogo al libro La composición dramática de Virgilio Ariel Rivera. Texto ya
fundamental para la investigación, el análisis y la creación del arte dramático
contemporáneo. Si bien es verdad que todos los artistas son eternos
disconformes con las normas y tradiciones establecidas dentro de la época que
les tocó vivir, no por ello —hablando de creadores de primera línea por
supuesto— dejan de tener preceptos y reglas que encauzan el desorden y la
anarquía de su creación. A partir del siglo veinte, vivimos una época de gran
experimentación en el ámbito de las bellas artes. En el terreno del teatro,
encontramos diversas y numerosas propuestas tanto en lo que concierne a la
dramaturgia escrita como al fenómeno de la puesta en escena en si misma; en
este último caso, podemos apreciar incluso que determinadas tendencias han
logrado socavar el puesto del texto dramático como fundamento de cualquier
hecho teatral. No obstante, la necesidad— demasiado humana como diría
Friedrich Nietzsche— de lo apolíneo dentro del profundo y vasto universo de lo
dionisiaco, nos hace pensar como imposible la exclusión total de la dramaturgia
escrita del mundo del arte escénico; si bien es verdad que el teatro en su
origen fue actuación pura y es el actor el creador del género dramático como
tal, también es verdad que sin un cauce y una sistematización del histrionismo,
el teatro no se hubiera desarrollado de una manera tan prolífica y determinante
en la historia de la cultura de occidente. Y esta sistematización de lo
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representado, es precisamente la obra escrita. Finalmente, es también el
manuscrito teatral— y no la puesta en escena— lo que ha dado testimonio de
una época, una corriente y un estilo determinados. Actualmente son pocos los
investigadores, dramaturgos y eruditos en el campo dramático (entre ellos
podemos mencionar Kito, Blentley y Hernández), que se han preocupado por
dar una estructura que determine por géneros las diversas conductas del ser
humano, siendo estas, el principal motivo por el cual escribimos y
representamos obras teatrales. Sin embargo, ahora tenemos a Virgilio Ariel
Rivera que se embarca en la ardua pero importante tarea de mostrar un canon
que ayude, no sólo a los lectores interesados en comprender y analizar de
manera más profunda el desarrollo de los siete géneros dramáticos así como la
relación que estos tienen con las diferentes actitudes y necesidades
existenciales del ser humano, sino también al dramaturgo—tanto
experimentado como principiante— que desee conocer cuáles han sido los
posibles resortes (conscientes e inconscientes) que han motivado a los
escritores ha llevar a cabo un determinado proceso artístico en cada una de
sus creaciones. Virgilio Ariel nos dice: “El teatro depende de reflejos
ancestrales de conducta, constantes en el ser humano y, al no disponer de las
libertades creativas de la novela, la poesía y el ensayo, se impone más que
nunca la necesidad de un rigor en la estructura”. Esta estructura, sin lugar a
dudas, es el género dramático. Y este género debe establecerse como
precepto desde los primeros pasos en la labor del dramaturgo que nos quiera
contar de manera clara y equilibrada cualquier historia de ficción.
Cabe mencionar, por otro lado, que si bien en el pasado hubo
tendencias artísticas anárquicas que trataron de romper con toda regla o
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imperativo que tratara de subsumir— tanto su producto como su proceso
creativo—bajo una norma establecida, no por ello la seria, determinada y
apasionada entrega que exige cualquier “arte” para poderse llamar así, dejaba
de ser un principio en cualquiera de los representantes de dichos estilos y
corrientes. “El teatro impone una experiencia ética” nos vuelve a decir Virgilio
Ariel. Y porque nos muestra un mundo ético en cualquiera de sus distintas
manifestaciones, los creadores no podemos olvidar que estamos en deuda con
la espiritualidad de la cultura. El teatro es un representación festiva, pero para
lograrse de la mejor de la formas, necesita realizarse con esmero, dedicación y
disciplina. En otras palabras, se necesita la seriedad que se tenía cuando niño
al jugar.
Juan Cristóbal Castillo
Col. Roma. Ciudad de México. Noviembre 2008
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