Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestiónD. Bernal Casasola y A. Ribera i Lacomba (eds. científicos)
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Editado con motivo del XXVI Congreso Internacional de la Asociación Rei Cretariae Romanae Fautores
Edita Colabora
PORTADA RCRF FINAL:Portada RCRF 26/8/08 13:10 Página 1
Introducción. “What are we looking for in our pots?” Reflexiones sobre ceramología hispanorromana ................ 15Darío Bernal Casasola y Albert Ribera i Lacomba
Prólogo. La cerámica hispanorromana en el siglo XXI .............................................................................................. 37Miguel Beltrán Lloris
BLOQUE I. ESTUDIOS PRELIMINARES
Los estudios de cerámica romana en las zonas litorales de la Península Ibérica:
un balance a inicios del siglo XXI .............................................................................................................................. 49Ramón Járrega Domínguez
Los estudios de cerámica romana en las zonas interiores de la Península Ibérica. Algunas reflexiones .................. 83Emilio Illarregui
De la arcilla a la cerámica. Aproximación a los ambientes funcionales de los talleres alfareros en Hispania ......... 93José Juan Díaz Rodríguez
Hornos romanos en España. Aspectos de morfología y tecnología .......................................................................... 113Jaume Coll Conesa
El Mediterráneo Occidental como espacio periférico de imitaciones..................................................................... 127Jordi Principal
BLOQUE II. ROMA EN LA FASE DE CONQUISTA (SIGLOS III-I A. C.)
Las cerámicas ibéricas. Estado de la cuestión........................................................................................................... 147Helena Bonet y Consuelo Mata
La cerámica celtibérica............................................................................................................................................. 171Francisco Burillo, Mª Ascensión Cano, Mª Esperanza Saiz
La cerámica de tradición púnica (siglos III-I a. C.) .................................................................................................... 189Andrés María Adroher Auroux
Cerámica turdetana .................................................................................................................................................. 201Eduardo Ferrer Albelda y Francisco José García Fernández
Cerámicas del mundo castrexo del NO Peninsular. Problemática y principales producciones ............................... 221Adolfo Fernández Fernández
Índice
HISPANORROMANASGARAMOND:CERAMICAS HISPANORROMANAS 25/8/08 21:00 Página 9
La cerámica “Tipo Kuass” ......................................................................................................................................... 245Ana Mª Niveau de Villedary y Mariñas
La cerámica de barniz negro .................................................................................................................................... 263José Pérez Ballester
Producciones cerámicas militares en Hispania....................................................................................................... 275Ángel Morillo
BLOQUE III. NUEVOS TIEMPOS, NUEVOS GUSTOS (AUGUSTO-SIGLO II D. C.)
Las cerámicas “Tipo Peñaflor” .................................................................................................................................. 297Macarena Bustamante Álvarez y Esperanza Huguet Enguita
Producciones de Terra Sigillata Hispánica.............................................................................................................. 307Mª Isabel Fernández García y Mercedes Roca Roumens
Terra sigillata hispánica brillante (TSHB) ............................................................................................................... 333Carmen Fernández Ochoa y Mar Zarzalejos Prieto
Las cerámicas de paredes finas en la fachada mediterránea de la Península Ibérica y las Islas Baleares ................. 343Alberto López Mullor
Paredes finas de Lusitania y del cuadrante noroccidental ...................................................................................... 385Esperanza Martín Hernández y Germán Rodríguez Martín
Lucernas hispanorromanas ...................................................................................................................................... 407Ángel Morillo y Germán Rodríguez Martín
Las cerámicas “Tipo Clunia” y otras producciones pintadas hispanorromanas....................................................... 429Juan Manuel Abascal
Las “cerámicas bracarenses” ..................................................................................................................................... 445Rui Morais
El mundo de las cerámicas comunes altoimperiales de Hispania........................................................................... 471Encarnación Serrano Ramos
La producción de cerámica vidriada ........................................................................................................................ 489Juan Ángel Paz Peralta
BLOQUE IV. CERÁMICAS HISPANORROMANAS EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA (SIGLOS III-VII D. C.)
Las producciones de terra sigillata hispánica intermedia y tardía.......................................................................... 497Juan Ángel Paz Peralta
La vajilla Terra Sigillata Hispánica Tardía Meridional .............................................................................................. 541Margarita Orfila Pons
Las imitaciones de cerámica africana en Hispania.................................................................................................. 553Xavier Aquilué
La cerámica ebusitana en la Antigüedad Tardía ........................................................................................................ 563Joan Ramon Torres
Las producciones de transición al Mundo Islámico: el problema de la cerámica paleoandalusí (siglos VIII y IX)........... 585Miguel Alba Calzado y Sonia Gutiérrez Lloret
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BLOQUE V. ALGO MÁS QUE CERÁMICA: LA SINGULARIDAD DE LAS ÁNFORAS
Las ánforas del mundo ibérico ................................................................................................................................. 617Albert Ribera i Lacomba y Evanthia Tsantini
La producción de ánforas en el área del Estrecho en época tardopúnica (siglos III-I a. C.) ...................................... 635Antonio M. Sáez Romero
Ánforas de la Bética .................................................................................................................................................. 661Enrique García Vargas y Darío Bernal Casasola
Las ánforas de la Tarraconense ................................................................................................................................. 689Alberto López Mullor y Albert Martín Menéndez
Las ánforas de Lusitania .......................................................................................................................................... 725Carlos Fabião
BLOQUE VI. OTRAS PRODUCCIONES ALFARERAS Y TENDENCIAS ACTUALES
El material constructivo latericio en Hispania. Estado de la cuestión..................................................................... 749Lourdes Roldán Gómez
Terracotas y elementos de coroplastia ..................................................................................................................... 775María Luisa Ramos
Aportaciones de la arqueometría al conocimiento de las cerámicas arqueológicas. Un ejemplo hispano.............. 787Josep M. Gurt i Esparraguera y Verònica Martínez Ferreras
El grupo CEIPAC y los estudios de epigrafía anfórica en España................................................................................ 807José Remesal Rodríguez
HISPANORROMANASGARAMOND:CERAMICAS HISPANORROMANAS 25/8/08 21:00 Página 11
En esa década, además, se dan a conocer los pro-
ductos cerámicos del alfar de Cartuja (Granada), exca-
vado por M. Sotomayor a mediados de la década anterior
(Sotomayor, 1966). Este centro alfarero estuvo en activi-
dad entre finales del siglo I d. C. y buena parte del siglo
II y tuvo una diversificada producción: TSH, materiales
de construcción, cerámica común y una variedad, que
por sus características técnicas, se puede situar entre la
común y la sigillata, que bautizamos como cerámica gra-
natensis (Serrano, 1976, 1978). En un primer momento
pensamos que estas piezas fueron los primeros intentos
por conseguir el barniz de la sigillata. Hoy no podemos
mantener esta tesis, dado que el número de piezas con-
tabilizadas con engobe y la variedad de la tipología es
muy elevado. Además, este fenómeno está presente en
otros muchos alfares, principalmente del valle del Ebro
y sobre todo en el territorio navarro-aragonés (Beltrán,
1990 y recientemente, Mínguez y Sáenz, 2007).
En 1972 M. Sotomayor empezó a excavar en los Villares
de Andújar, hasta hoy el centro de TSH más importante
de los conocidos en la Baetica (Sotomayor, 1972), con
una producción de lo más diverso (Sotomayor, Roca,
Pérez Casas, 1976, 1979). Destacamos junto a la elabora-
ción de sigillata una amplísima y variada fabricación de
cerámica común que sería objeto de una Memoria de Li-
cenciatura realizada por M. Sotomayor en 1982 que per-
manece inédita, si bien recientemente se ha vuelto a incidir
sobre el tema (Nogueras, 2000 y Peinado, 2004-2005).
Fruto de las excavaciones realizadas por el Dr. Puer-
tas Tricas en Lacipo, Casares (Málaga), durante los años
1975 y 1976, es una monografía donde el autor se cen-
tra preferentemente en estudiar las cerámicas comunes
aparecidas en estas excavaciones (Puertas, 1982).
A principio de los ochenta se presentó al Congreso An-
daluz de Estudios Clásicos, celebrado en Jaén, una co-
El mundo de las cerámicas comunes altoimperiales deHispania
Encarnación Serrano RamosUniversidad de Málaga
Introducción
Si son escasas las publicaciones que se centran en la ce-
rámica común romana, el número se reduce considera-
blemente cuando éstas se refieren a las de fabricación
local o regional.
Comenzaré este recorrido bibliográfico recordando al
profesor Nino Lamboglia y a su obra Gli scavi di Albinti-
milium e la cronoligia della ceramica romana, (Lambo-
glia, 1950), donde encontramos un intento por estructurar
algunos tipos. En la década siguiente, Mercedes Vegas da
a conocer una Clasificación tipológica preliminar de al-
gunas formas de la cerámica común romana, que, como
la autora nos dice, es un avance basado en el material de
las excavaciones realizadas en la Calle Porticada de Po-
llentia –Alcudia, Mallorca– (Vegas, 1964) y, unos años des-
pués, aparece su trabajo sobre la cerámica romana del
siglo I d. C. de Munigua (Vegas, 1971). No obstante, será
1973 el año en que se edita la obra de M. Vegas, Cerámica
común romana del Mediterráneo Occidental (Vegas,
1973), punto de partida para las investigaciones de las ce-
rámicas comunes peninsulares. En su tipología incorpora
tanto producciones locales como de difusión más amplia
y el criterio que sigue es el de estructurar las produccio-
nes según su función, lo que le lleva a establecer cuatro
grandes grupos: cerámica de cocina, de mesa, de alma-
cenamiento/transporte y de tocador, y propone, cuando
es posible, cronologías y áreas de elaboración.
En 1975 se publica el estudio de J. de Alarcão, Ce râ-
mi ca comun. Local e regional de Conimbriga (Alar cão,
1975), donde se define por primera vez la cerámi ca co -
mún local y regional de las producciones importadas, se
aplican métodos de análisis de las pastas y se tienen en
cuenta los contextos estratigráficos a la hora de estable-
cer cronologías.
HISPANORROMANASGARAMOND:CERAMICAS HISPANORROMANAS 25/8/08 21:18 Página 471
municación sobre las producciones comunes del alfar
malagueño de Torrox-Costa (Beltrán, y Mora, 1982) y re-
cientemente P. Rodríguez Oliva ha vuelto a ocuparse del
tema (Rodríguez, 1997).
No podemos dejar de mencionar la publicación de
J.U. Smit Nolen sobre Cerâmica comun de necrópolis do
Alto Alentejo (Smit, 1985). La cerámica que integra este
estudio proviene de necrópolis de la región de Elvas ex-
cavadas en los años cuarenta y cincuenta.
Llegamos a la siguiente década en la que nos encon-
tramos con la obra de M. Beltrán titulada Guía de la ce-
rámica romana, en la que se dedica un capítulo a la
común de mesa y otro a la de cocina y despensa (Beltrán,
1990). Ese mismo año aparece también la publicación: Ce-
rámiques comunes i de producció local d’época romana.
I. Materials Augustal i Alto-Imperials a les comarques
orientals de Girona (Casas, Castanyer, Nolla, Tremoleda,
1990), trabajo que se centra en yacimientos del NE. pe-
ninsular, no sólo en centros receptores, sino también en
los alfares localizados en la zona.
En 1992 M.A. Sánchez da a conocer un estudio preli-
minar sobre la cerámica común romana de Mérida (Sán-
chez, 1992). En él podemos observar la similitud que
existe entre las piezas halladas en necrópolis emeritenses
con las de las necrópolis portuguesas del Alto Alentejo.
En ese mismo año 1992, durante los días 14 al 16 de
marzo, se celebró en el Conjunto Monumental de Am-
purias, organizado por ese organismo y la cátedra de Ar-
queología, Epigrafía y Numismática de la Universidad de
Barcelona, una Mesa Redonda sobre la cerámica común
romana de época Alto-Imperial en la Península Ibérica (si-
glos I-III d. C.). Las distintas intervenciones y los deba-
tes correspondientes se publicaron en 1995 en el volumen
VIII de la serie Monografies Emporitanes, coordinados
por X. Aquilué y M. Roca con el título Cerámica comuna
romana d’época Alto-Imperial a la Península Ibérica.
Estat de la Questió. Como conclusión a los trabajos rea-
lizados en esos días se redactó un documento basado en
la intervención de Gómez Pallarés que puede considerarse
como un primer intento de unificar criterios en la deno-
minación de la cerámica romana atendiendo a su fun-
ción y a la terminología utilizada por los autores clásicos,
especialmente Apicio.
En esa misma década, E. Serrano se ocupa de la pro-
ducción de cerámica de los talleres de la Depresión de
Antequera (Málaga) conjunto de alfares cuyos materiales
presentan unas características muy particulares y unifor-
mes. Algunos de estos talleres, junto a la cerámica común
fabrican también sigillata hispánica (Serrano, 1997).
Dos nuevos trabajos hay que mencionar en esta dé-
cada: la Tesis Doctoral de Puerta López, La cerámica co-
muna romana a la costa catalana. Assaig estratigráfi co-
ana lític a la Laietánia litoral, en donde se estudia la ce-
rámica común de los yacimientos situados entre Baetulo
e Iluro (Puerta, 1996). El otro trabajo es el de M. Moreno,
La villa Altoimperial de Cercadilla (Córdoba), uno de
cuyos capítulos está dedicado a la cerámica común apa-
recida en esta villa donde se ha llega a identificar el lugar
de fabricación para algunas de las formas estudiadas (Mo-
reno, 1997).
En el año 2000 E. Serrano publica una monografía
sobre Cerámica común romana: siglos II a. C. al VII d.
C. Materiales importados y de producción local en el te-
rritorio malacitano. Obra en la que destacamos los si-
guientes capítulos por su relación con el tema que nos
ocupa: en el III se aborda la producción cerámica de los
talleres del litoral, en el IV la producción de los talleres
del interior de la provincia y en el V las comunes halla-
das en la villa romana de Los Castillones de Campillos
(Málaga). En este caso nos encontramos frente a un cen-
tro receptor donde, además de productos elaborados en
alfares cercanos, hay otros cuya procedencia descono-
cemos y que destacan por su gran calidad.
Con el nuevo milenio nos llega la publicación de R.A.
Luezas Pascual, Cerámica común romana de la Rioja,
en la que se pone de manifiesto cómo algunos alfares
de esta zona están fabricando conjuntamente sigillata
hispánica y cerámica común, al igual que había ocurrido
en los talleres del sur (Luezas, 2002).
Por último, haremos mención al encuentro interna-
cional celebrado en Cádiz en noviembre del 2003, bajo
el título Figlinae Baeticae. Talleres alfareros y produc-
ciones cerámicas en la Bética romana (siglos II a. C.-
VII d. C.). Las distintas intervenciones versaron sobre los
alfares y producciones cerámicas en la Baetica, Lusita-
nia y la Mauritania Occidental (Bernal y Lagóstena, 2004).
A continuación fijaremos nuestra atención en presen -
tar una visión general sobre las producciones locales de
la Baetica, Lusitania y Tarraconense. Somos conscientes
de la complejidad de esta tarea, por otro lado, la infor-
mación que disponemos no es la misma para todas las
provinciae, por lo que saldrá favorecida la presentación
que hagamos de los alfares béticos. No nos limitaremos
a los límites que la provincia Baetica tenía en época ro-
472 CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN
HISPANORROMANASGARAMOND:CERAMICAS HISPANORROMANAS 25/8/08 21:18 Página 472
mana, pues en la exposición que a continuación vamos
hacer nos referiremos a todo el territorio andaluz.
Producciones de la Baetica
Los productos elaborados en los talleres béticos solían
ser bastante variados. Mientras los alfares de la costa,
además de las ánforas de salazones elaboraban cerámica
común y materiales de construcción, los del valle del
Guadalquivir fabricaban, mayoritariamente, ánforas olea-
rias, y los hay que sólo realizaban materiales de cons-
trucción y común.
Las officinae de TSH localizadas, hasta ahora, en
zonas del interior de la Baetica que desarrollaron su ac-
tividad durante el Alto Imperio, fabricaron, junto a la va-
jilla de mesa, otros productos cerámicos como común,
materiales de construcción y, excepcionalmente, lucer-
nas, terracotas y cerámicas de paredes finas. Destacamos
el centro de Los Villares de Andújar, no sólo por la cali-
dad y variedad de sus productos, sino también por la in-
fluencia que ejerció en otros talleres béticos, Cartuja y el
Albaicín en Granada y El Castillón en Antequera, y, ade-
más, por la difusión que tuvieron sus mercancías, todo
el territorio andaluz y de forma más esporádica en Ba-
dajoz, sur de Portugal, Ciudad Real y Alicante, además de
la Mauritania Tingitana.
Por otro lado, algunos talleres béticos realizan también
productos que imitan formas itálicas y tipos africanos,
tanto formas relacionadas con la cerámica de cocina
como de mesa.
Faltan, por ahora, estudios monográficos sobre los
materiales de construcción, si bien cada vez es más fre-
cuente observar cómo hay autores que empiezan a preo-
cuparse de ellos.
Pero junto a los tipos cerámicos se conocen cada vez
mejor los alfares y, si en 1970 M. Sotomayor logró reunir
noticias sobre unos setenta hornos, hoy el número de
alfares en el territorio andaluz superan los cuatrocientos
y sobrepasan el centenar los ubicados en las provincias
de Sevilla y Cádiz y se acercan a los cien los identifica-
dos en Córdoba, dedicados especialmente a las produc-
ciones anfóricas (Lagóstena y Bernal, 2004), aunque el
número de los bien documentados se reduce conside-
rablemente. Con respecto al tipo de hornos, seguiremos
los grupos establecidos por M. Sotomayor según el cual
el horno que predomina en Andalucía es el 1.3, es decir,
el de planta circular con la parrilla sustentada por co-
lumna central y arcos radiales (Sotomayor, 1997).
En los alfares sevillanos el producto mayoritario son
las ánforas, en concreto la Dr. 20 que se fabrica en las
alfarerías del valle del Betis, entre época de Augusto y
finales del siglo III d. C, momento en que será sustituida
por la Dr. 23 y las Tejarillo I y III. Le siguen a distancia las
vinarias y los alfares más cercanos a la costa fabrican en
algunos casos ánforas de salazón (Chic y García, 2004).
Otros productos elaborados en alfares sevillanos fueron:
hispánica precoz en Celti (Amores y Keay, 1999), mate-
riales de construcción, lucernas, posiblemente TSH (Chic
y García, 2004, 323), además de cerámica común. Cita-
remos, entre otros lugares, el alfar detectado en el Cor-
tijo del Río en Marchena (Romero, 1987).
Los talleres gaditanos tuvieron una producción muy
variada: ánforas, cerámica común, lucernas y materiales de
construcción (Lagóstena y Bernal, 2004). La mayoría de
estos centros estuvieron funcionando en época altoimpe-
rial, otros continúan hasta finales del siglo III/principios del
IV y los menos prolongan su actividad hasta inicios del V.
Respecto a los talleres cordobeses (Remesal, 2004;
Moreno, 1997; Vargas y Moreno, 2004), a las produccio-
nes anfóricas hay que sumar la variedad de productos
cerámicos hallados en los vertederos de la ciudad gra-
cias a las excavaciones realizadas en los últimos años,
tales como imitaciones de barniz rojo pompeyano, his-
pánica precoz, paredes finas, lucernas, cerámica común
e imitaciones de productos africanos.
En el caso de Málaga, donde se han contabilizado
treinta alfares (Serrano, 2004), los ubicados en la costa fa-
brican principalmente ánforas salazoneras además de ce-
rámica común y materiales de construcción, aunque
excepcionalmente los hay que elaboran también ánforas
olearias (Dr. 20) y vinarias. Algunos de los centros pro-
ductores malagueños interrumpen su actividad en el Alto
Imperio, como son los ubicados junto al río Vélez y la
mayoría de los situados a ambas orillas del Guadalmedina;
otros prolongan su actividad hasta el siglo V d. C. –To-
rrox-Costa, Almansa-Cerrojo y Huerta del Rincón–, y tam-
bién los hay que comienzan a producir a partir del siglo
III, como es el caso de Los Molinillos en Benalmádena.
En cuanto a los talleres situados en las tierras del inte-
rior, fabrican preferentemente cerámica común y mate-
riales de construcción. Predominan en esta zona los
recipientes de cuerpo abultado, fondo estrecho que se en-
sancha hacia la mitad y vuelve a estrecharse para dar
EL MUNDO DE LAS CERÁMICAS COMUNES ALTOIMPERIALES DE HISPANIA 473
HISPANORROMANASGARAMOND:CERAMICAS HISPANORROMANAS 25/8/08 21:18 Página 473
lugar al cuello, con o sin asas, también tienen en común
la atmósfera oxidante-reductora y lo poco cuidado de su
acabado. Y en cuatro casos generan además vajilla de
mesa, es decir TSH. Esta producción debió estar asociada
en nuestra provincia con la existencia de ciudades, aun-
que sólo conocemos los nombres antiguos de dos de
ellas, Singilia Barba y Anticaria.
En las otras provincias andaluzas, el número de alfa-
res conocidos es mucho menor que los mencionados
hasta ahora: tres en Jaén (Fernández, 2004b), dieciséis
en Granada (Fernández, 2004a) y Huelva (Campos et
alii, 2004) y ocho en Almería (Fernández, 2004c). No
obstante, Los Villares de Andújar en Jaén, es con dife-
rencia el más importante de los centros productores lo-
calizados en la Bética. Su producción no sólo se limitó a
la vajilla de mesa –terra sigillata hispánica– también fa-
bricó lucernas, paredes finas, materiales de construcción
y cerámica común de una tipología variada y en parte
novedosa que continuó durante toda la vida del alfar (So-
tomayor, 1982). Si entre este taller y los dos de Granada,
el Albaicín y Cartuja, existió una vinculación en lo que se
refiere a la sigillata hispánica, también en la cerámica
común encontramos puntos comunes (Serrano 1995,
244). En el alfar de Cartuja en Granada, con doce hor-
nos, todos de planta rectangular menos uno oval, la pro-
ducción fue de lo más variado, junto a la cerámica de
mesa conocemos una importante producción de cerá-
mica común con una muy buena elaboración de sus pas-
tas y acabados y, en lo que concierne a la tipología, hay
que destacar lo novedoso de alguna de las formas (Se-
rrano, 1978). Otra variedad fabricada en este taller –gra-
natensis– presenta, en lugar de barniz, un engobe muy
característico que recubre ambas superficies, otras veces
sólo el exterior de la pieza y en el interior en torno al
borde y después gotea. Respecto a las formas, las hay
que imitan las de sigillatas, las de común e incluso las de
ciertos recipientes metálicos, y en lo referente a la de-
coración, en algunas aparece la ruedecilla y sólo en casos
muy particulares motivos impresos (Serrano, 1976). Por
último, tenemos que mencionar en la provincia granadina
al alfar de Los Matagallares (Bernal et alii, 1998, 2004),
donde las excavaciones realizadas por D. Bernal y su
equipo han puesto al descubierto un complejo alfarero
fechado en el siglo III d. C. con una producción de lo
más variado: ánforas de salazones, vinarias, olearias y
abundante cerámica común: cazuelas, morteros, ollas,
tazas, jarras, lebrillos, dolios, etc.
En Huelva se han localizado, por ahora, dieciséis alfares;
unos están situados en los alrededores de la ría de Huelva
y otros en la campiña de Niebla, por lo que se pueden re-
lacionar con los centros urbanos de Onoba e Ilipa. Men-
cionaremos el de Pinguele en Bonares, cerca de Niebla, que
tuvo una producción bastante variada: ánforas de dife-
rentes tipos, materiales de construcción y en lo referente
a la cerámica común, dolios, cazuelas, orzas, morteros, ta-
paderes, etc, y estuvo en actividad en época altoimperial.
También destacaremos la industria alfarera de la cuenca del
Andévalo en la que se conoce el nombre del alfarero Lu-
cius Iulius Reburrinus, que fabricó lucernas con la marca
L.I.R. La presencia de unas jarras y vasos que aparecen
formando parte de los ajuares funerarios de necrópolis de
esta zona, presentan gran similitud con las halladas en ne-
crópolis lusitanas y es probable que salieran también del
taller de este alfarero (Campos et alii, 2004).
Finalmente, en lo referente a los talleres béticos, men-
cionaremos los de la provincia de Almería donde sólo
se han localizado ocho y de los que desconocemos la
producción de la mayoría (Fernández, 2004c).
A tenor de lo que hemos mencionado en las líneas an-
teriores, los talleres ubicados en la región andaluza em-
pezarían su actividad a partir de la época de Augusto,
otros a mediados del siglo I y estarán en activo hasta
aproximadamente mediados del siglo II d. C., en unos
casos y hasta mediados del siglo V en otros; si bien es
cierto que encontramos talleres que se inician en el siglo
III y perduran hasta el V. Es imposible establecer una ti-
pología unitaria, pues el producto que en ellos se fabrica,
si bien en líneas generales es similar, presenta ciertas di-
ferencias de un taller a otro (Serrano 1995), demostrando
de esta forma su propia personalidad. Así, los situados en
la Depresión de Antequera realizan unas vasijas que,
tanto por la forma como por el tratamiento de la super-
ficie y atmósfera de cocción, son fáciles de reconocer.
Destacamos entre los tipos más característicos las orzas
de borde horizontal y acanalado, las de borde exvasado,
las ollas con una pequeña asa, los cuencos de fondo
plano y borde al interior y los jarros con pico vertedero,
todos relacionados con formas de cocina.
Otro taller malagueño, bien conocido, es el de To-
rrox-Costa en el que el comienzo de su producción pudo
tener lugar en la época de Augusto, a juzgar por los tipos
más antiguos de ánforas Beltrán I, y verá prolongarse su
actividad hasta el siglo V. A la época altoimperial corres -
ponden ollas, cazuelas, platos, jarros, embudos, morte-
474 CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN
HISPANORROMANASGARAMOND:CERAMICAS HISPANORROMANAS 25/8/08 21:18 Página 474
ros, lebrillos, tapaderas, dolios y ánforas tipos Beltrán I
y II (Beltrán y Mora, 1982), además de determinadas pie-
zas usadas como urnas u ofrendas –ollitas, vasos, boca-
les carenados, ungüentarios– en los enterramientos de
incineración (Giménez, 1946, 83). El que alguna de estas
piezas presente defectos de cocción nos induce a consi-
derarlas como elaboradas en este alfar.
En la provincia de Granada destacamos el complejo
alfarero de Cartuja, en él, la cerámica común presenta
una gran variedad tipológica (Serrano, 1978). Si nos ate-
nemos al tipo de pastas, se pueden observar dos varian-
tes, las vasijas con la arcilla depurada, superficie cuidada,
de poco grosor en la pared y a veces con un engobe que
cubría una o ambas superficies, y aquellas con las que la
arcilla estaba mal depurada, con la pared gruesa, la su-
perficie poco cuidada y por lo general sin engobe, ambos
tipos solían darse, en ocasiones, en la misma forma. En
cuanto a la fecha de fabricación de esta cerámica, en fun-
ción de la sigillata hispánica estudiada y la fecha que dio
Sotomayor al complejo alfarero, hay que situarla entre
la segunda mitad del siglo I y mediados del II.
Por último, haremos referencia al centro productor
de Andújar que nos ofrece una tipología variada y no-
vedosa sobre todo en lo referente a los platos (Sotoma-
yor, 1982). Destacamos los de fondo plano y grueso,
borde liso y pared oblicua, piezas que proceden de at-
mósfera reductora y de una elaboración no muy cuidada,
por lo que es posible que se utilizaran como sartenes.
Hasta ahora sólo sabemos de su fabricación en este alfar
en donde aparecen conviviendo con la TSH en los ver-
tederos (Sotomayor, 1982, 32).
Frente a los rasgos diferenciadores a los que hemos
aludido más arriba, hay una forma, los morteros, que está
presente en gran número de yacimientos andaluces y tam-
bién de la Lusitania (Alarcão, 1975, nº 537-538; Sánchez,
1992, fig. 5; Morais, 2004). Estos ejemplares se diferencian
de los morteros itálicos en que las partículas de roca dura
del interior son sustituidas por estrías que recorren toda o
parte de la superficie interna, en los bordes y también en
la ausencia de marcas. Como precedente del mortero que
empezó a difundirse en la Baetica a partir de mediados
del siglo I d. C., contamos con unos recipientes que pre-
sentan el borde engrosado, baquetón exterior y estrías en
el interior. Estos ejemplares han sido localizados en la villa
de Los Castillones de Campillos (Málaga) en niveles fe-
chados en época de Tiberio-Claudio (Sola, 1985, 200), tam-
bién en Munigua (Vegas, 1971, fig. 11, 239), Lacipo (Puertas,
1982, fig. 12), Italica (Bendala, 1982, fig. 12, 5), Sevilla
(Campos et alii, 1986, fig. 4), Conimbriga (Alarcão et alii,
1976, fig. XVII), en Bracara Avgvsta y en otros muchos ya-
cimientos lusitanos, para estos últimos hallazgos remiti-
mos al trabajo de Rui Morais (2004). Los hallazgos de un
número elevado de morteros aparecidos en excavaciones
realizadas en la ciudad de Braga han hecho pensar a este
autor que proceden de la zona gaditana, al igual que las án-
foras de salazones (Morais, 2004, 567; 2005). Hacia la se-
gunda mitad del siglo I d. C. parece que se produjo un
cambio en la forma y como nexo entre los tipos anteriores
y los nuevos puede ser el ejemplar de Andújar (Sotomayor,
1982, fig. 5, 1) –de borde engrosado, paredes oblicuas y
pie de sección triangular– y los de Mérida (Sánchez, 1992,
fig. 5, 11-13). Las características del nuevo grupo las resu-
mimos de la siguiente forma: cuencos no muy profundos,
fondo plano o con un pequeño pie, paredes gruesas y re-
corridas por estrías muy juntas o en grupos que forman la
superficie de frotación; el borde puede ser engrosado, ho-
rizontal con visera y pico vertedero. Aparecen con dife-
rentes tipos de pasta y, a veces, un engobe recorre ambas
superficies. La fecha de la segunda mitad del siglo I d. C.
que hemos fijado para los ejemplares procedentes de la
villa de Campillos en Málaga (Serrano, 2000, 111) coincide
con la de otros yacimientos como Munigua (Vegas, 1973,
34), Cercadilla (Moreno, 1997, 195) y Mérida (Alvarado y
Molano, 1995, 287). Sabemos de la fabricación de morte-
ros en Cartuja (Granada), Andújar (Jaén), El Castillón (An-
tequera), Teba, Torrox-Costa en Málaga (Serrano, 1995,
231) y Mérida (Alvarado y Molano, 1995, fig. 10).
Producciones lusitanas
El otro territorio al que me voy a referir es la provincia ro-
mana de la Lusitania (Fabião, 2004) donde me centraré
primero en la zona de la costa para pasar posteriormente
a las tierras del interior, a Emerita Augusta y zona del
entorno.
Los alfares ubicados en la zona del litoral fabricaron
preferentemente ánforas, si bien en algunos casos, al
igual que los de la Baetica, compaginaron esta produc-
ción con los materiales de construcción, cerámica común
y en ocasiones, también con lucernas. El más septen-
trional al que haremos referencia es el de Morraçal da
Ajuda en Peniche con una producción bastante diversi-
ficada a pesar de su breve existencia.
EL MUNDO DE LAS CERÁMICAS COMUNES ALTOIMPERIALES DE HISPANIA 475
HISPANORROMANASGARAMOND:CERAMICAS HISPANORROMANAS 25/8/08 21:18 Página 475
En torno a la desembocadura del Tajo tres centros pro-
duc tores han sido dados a conocer en fechas recientes: el
de Garrocheira (Benavente) que estuvo en actividad du-
ran te los siglos I y II d. C.; a finales del II empezaría a fun-
cio nar el de Quinta do Rouxinol en Seixal y se manten drá
has ta el siglo IV y en el que hay una mínima presencia de
án foras Dressel 14, mientras que las Almagro 50 y 51c es -
tán bien representadas y donde se fabricó además común,
materiales de construcción y lucernas. Por último, men-
cionaremos el de Porto dos Cacos (Alcochete) que inició
su actividad en el siglo I d. C. y perduró hasta el V.
La zona del Bajo Sado tuvo una importante concen-
tración de núcleos alfareros y se han llegado a contabi-
lizar hasta ocho. Algunos con una vida muy efímera,
como el del Lago da Misericordia en Setúbal, otros vie-
ron prolongarse su actividad hasta mediados del siglo V,
como el de Pinheiro en Alcácer do Sal para el que con-
tamos con la publicación de F. Mayet y C. Tavares da
Silva (Mayet y Tavares, 1998). Mencionaré sólo la pro-
ducción de los siglos I y II para los que se utilizaron dos
tipos de hornos, el de planta circular con pasillo central
y muros laterales, tipo 1.5 de Sotomayor y el de planta rec-
tangular, uno de éstos fabricó materiales de construc-
ción. La producción de este alfar, junto a las ánforas
Dressel 14 en sus varias versiones, fue la cerámica común
en la que destacamos los boles, tazas, platos, marmitas,
morteros, tapaderas, etc. Otro taller, también en Alcácer
do Sal fue el de Abul, donde se ha excavado una batería
de cinco hornos del tipo 1.5 de Sotomayor y tuvo una
producción muy diversificada: ánforas, tapaderas de án-
foras, común, paredes finas y pesas. Su actividad se ini-
cia en época de Claudio y hacia mediados del siglo III,
como consecuencia de la crecida del río Sado, el lugar se
abandona y surge en las proximidades Abul D que con-
tinuará en activo durante los siglos IV y V con la elabo-
ración de ánforas. Otros tres alfares se han identificado
en Alcácer do Sal, de ellos el de Barrosinha además de
ánforas fabricó cerámica común y materiales de cons-
trucción durante la época Alto Imperial.
La zona del Algarve presenta un panorama diferente
al de los valles del Tajo y Sado. Se cuenta con una lista
de yacimientos no siempre bien caracterizados y en la
mayoría de casos mal datados al proceder esta informa-
ción de excavaciones antiguas o de urgencias con escasa
información (Fabião, 2004).
Pasando a la zona del interior, en la provincia de Cá-
ceres y en concreto en Talavera la Vieja, el descenso de
las aguas del embalse de Valdecañas puso al descubierto
los restos de un horno que pudo fabricar materiales de
construcción y cerámicas comunes a juzgar por las pie-
zas defectuosas localizadas en el entorno (Alvarado y
Molano, 1995, 281).
No obstante, el hallazgo más significativo ha sido el
rea lizado en el casco urbano de Mérida en la década de los
años noventa del siglo pasado, que ha permitido cono cer
el vertedero de un alfar y restos de dos posibles hornos (Al-
varado y Molano, 1995). El vertedero apareció en el nº 14
de la Calle Constantino y cuyo contenido era de ce rámica
común, paredes finas, lucernas, terracotas y pe sas de telar.
La mayoría de las piezas presentaban defec tos de cocción
y la fecha de fabricación, en función de la cerámica de pa-
redes finas y de determinadas lu cernas, se ha fijado en la
segunda mitad del siglo I d. C. (Al varado y Molano, 1995,
283). Estaban representadas en el vertedero los barreños,
cazuelas, jarras de diferentes tipologías, cantimploras, ollas,
tapaderas, morteros, platos, cuencos, vasos con decoración
de ruedeci lla, pe beteros y objetos de tocador. Queremos
llamar la atención sobre los morteros aparecidos en la
Calle Constantino que presentan el borde engrosado en
ocasiones con pico vertedero, base plana y pie de galleta;
unas estrías recorren total o parcialmente la superficie in-
terna y suelen estar cubiertos por un engobe blanquecino.
Esta forma se ha localizado en diferentes yacimientos eme-
ritenses (Sánchez, 1992, 26) y en puntos cercanos (Cerri-
llo, 1982, 191 nº 11; Caballero y Arribas, 1970, 27 nº 96).
Igualmente en Conimbriga hay piezas muy parecidas a
las emeritenses (Alarcão et alii, 1976, XVIII, 47). La otra
forma sobre la que queremos incidir son los llamados
vasos negros con decoración de ruedecilla para los que au-
tores como Del Amo, Smit y Sánchez lo consideran como
una producción regional de la Lusitania que empezaría a
fabricarse en época de Claudio hasta el primer cuarto del
siglo II (Del Amo, 1974, 73; Smit, 1985, 115; Sánchez, 1992,
41). Su presencia en el vertedero de c/ Constantino con-
firma la tesis anterior.
Producciones de la Tarraconense
En la provincia romana de la Tarraconense nos centra-
remos en dos zonas, por un lado en el valle del Ebro y
por otro en la zona de la costa. Para la primera remitimos
al trabajo de C. Aguarod (1995), donde se hace una sín-
tesis de las publicaciones referidas al tema que nos ocupa.
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La autora, ante la escasez de alfares localizados en la
zona, se basa, a la hora de individualizar los talleres, en
la diversidad de pastas detectadas en el valle del Ebro y
de este modo señala el taller de las pastas Celsa 1, el de
Celsa 2 y el representado por las ollas “de borde trian-
gular”.
Con respecto al primer taller –el de las pastas Celsa
1–, sus desgrasantes lo componen rocas sedimentarias y
el repertorio tipológico lo integran formas típicas de co-
cina como ollas, cuencos trípodes, cuencos, tapaderas, le-
brillos, embudos y morteros (Aguarod, 1995, 139). Los
desgrasantes mayoritarios que aparecen en el de las pas-
tas Celsa 2 son cuarzo, mica, feldespato, potásico, etc., per-
miten que los recipientes puedan utilizarse en contacto
con el fuego por lo que las formas se circunscriben a
ollas, cuencos y tapaderas. El tercer taller, el de las ollas
de borde triangular, fabricadas con distintas pastas y rea-
lizadas a mano y en algunos casos a torno lento, tiene
una amplísima cronología a diferencia de los otros dos.
En cuanto a la vajilla de mesa, las formas más represen-
tadas son las botellas, jarras, cuencos de diferentes ta-
maños, copas, tapaderas, vasos, etc. Se han identificado
varios centros de producción en las provincias de Zara-
goza, Navarra y La Rioja que estarían en funcionamiento,
unos a partir de la época de Tiberio hasta los Flavios,
mientras que otros perduran en el siglo II. En la mayoría
de estos alfares se produce la denominada cerámica en-
gobada, cuyas superficies están cubiertas a base de en-
gobes de tonalidades entre el naranja y el marrón oscu ro
o negro. En cuanto a las formas, se copian del reper torio
de las sigillatas, paredes finas y cerámi cas co múnes (Agua-
rod, 1995).
En resumen, la producción principal de los alfares
del valle del Ebro será la elaboración de recipientes para
la mesa, almacén y cocina. En este último caso predo-
minan las formas para elaborar productos en frío, siendo
muy escasa la presencia de recipientes aptos para ser ex-
puestos directamente al fuego (Aguarod, 1995).
Deteniéndonos un poco más en los talleres de La
Rioja (Luezas, 2002), éstos fabrican conjuntamente sigi-
llata hispánica y cerámica común, como es el caso del de
La Puebla y el de La Cereceda en Arenzana de Arriba, si
bien la producción mayoritaria es la sigillata. En el de
La Cereceda se imitan los morteros Dramont D2 en los que
aparece la marca Valerius Karacter, también en el de La
Maja en Calahorra está documentado el nombre de Nor-
ban(us) sobre un mortero. Sobre los morteros R.A., Lue-
zas señala lo siguiente: “[…] de todos los fragmentos es-
tudiados en La Rioja, ninguno de ellos corresponde a las
producciones importadas itálicas, tratándose de imita-
ciones locales y regionales de los mismos” (Luezas, 2002,
77). En otros talleres riojanos se produce el mismo fe-
nómeno, citaremos el de Fuentecillas en Arenzana de
Abajo que tuvo una producción bastante variada y que
empezaría a producir en la primera mitad del siglo I d. C.,
y el de Tricio, donde se elaboró como producto mayori-
tario sigillata hispánica y en menor medida cerámica
común, tanto de cocina como de mesa.
En la Laietania litoral, durante el siglo I a. C. y parte
del I d. C., la inmensa mayoría de la cerámica común lo-
calizada en los yacimientos de la zona, principalmente
Baetulo e Iluro, está fabricada en talleres locales o re-
gionales, siguiendo la tradición de la época ibérica tardía.
Durante estos años la producción cerámica alcanza el
94’51% según C. Puerta (1996), la mayor parte son con-
tenedores y en una menor proporción cerámica de mesa
y de cocina. Las ánforas Laietana 1 y Pascual 1 son los en-
vases que se utilizaron para comercializar el vino de la
zona y transportarlo a la Galia e Italia (Miró, 1988). Ade-
más, se fabricaron pequeños contenedores y en un por-
centaje menor cerámica común. También se elaboró una
cerámica de pasta rosada, bien depurada y con la su-
perficie externa cubierta de engobe blanco, identificada
por Nolla en las comarcas del litoral de Gerona, a la que
ha denominado “producciones de engobe blanco” (Nolla,
1981) que parece dejar de fabricarse hacia el cambio de
siglo.
Durante la primera mitad del siglo I d. C., en lo que
respecta a la cerámica común desaparecen las formas
heredadas del mundo Ibérico. La común producida en los
talleres locales representa el 91’64% (Puerta, 1996) y están
representadas piezas de vajilla de mesa, contenedores y
cerámica de cocina. Las ánforas tardo-ibéricas desapa-
recen definitivamente a finales de Augusto o principios
de Tiberio y son reemplazadas por otros tipos. Son pre-
cisamente las ánforas vinarias y los pequeños contene-
dores la producción más importante de estos talleres y
continúan en estos años documentándose en la Galia e
Italia (Miró, 1988).
En el tercer cuarto del siglo I comienza a notarse una
leve disminución de la producción. Los productos ma-
yoritarios de estos alfares siguen siendo las ánforas y los
pequeños contenedores, y como material complementario
la cerámica de mesa y de cocina. Destacamos la fabrica-
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ción de morteros que continúan inspirándose en los tipos
itálicos de la forma Emporiae 36.2; también conviene se-
ñalar la presencia de ollas realizadas a torno lento a finales
del reinado de Claudio principios de Nerón. Además, la
producción de cerámica de mesa realizada en talleres lo-
cales era muy escasa desde finales del siglo I a. C. al ser
sustituida por productos extra peninsulares (Puerta, 1996,
372).
En el último cuarto del siglo I d. C., el 40% se debe a
la producción local o regional (Puerta, 1996), siguen las
ánforas vinarias y los pequeños contenedores, además de
algunas formas de cerámica de cocina y de mesa, mien-
tras que los productos norteafricanos suponen el 59’10%.
Esto no puede interpretarse como una ausencia total de
hornos cerámicos en el siglo II, sino como la desaparición
de los grandes centros productores que existían desde me-
diados del siglo I a. C.
Para la comarca de Gerona contamos con varios tra-
bajos (Casas et alii, 1990, 1995) en los que podemos ob-
servar cómo el número de centros productores localizados
en esta zona gira en torno a la veintena, unos están situa-
dos en el Alto Ampurdá, otros en el Bajo y los hay también
en las tierras del interior. La mayoría de los hornos cono-
cidos en esta región son de planta cuadrada o rectangu-
lar con pasillo central y muros laterales del tipo Sotomayor
2.1 (Tremoleda, 1995). La producción de estos talleres está
muy diversificada, mientras en los ubicados en la costa se
fabrican preferentemente ánforas para el comercio exte-
rior, en los del interior son los materiales de construcción
y la cerámica común el producto mayoritario. M. Tremo-
leda ha señalado que los alfares que fabrican ánforas y
materiales de construcción también fabrican cerámica
común, ya que estos productos van asociados (Tremoleda
1995, 92). El repertorio de la cerámica común es muy va-
riado: vajilla de mesa, de cocina y de almacenaje. Men-
cionaremos el horno de Cal Menut, Ermedas (Cornellá de
Terri, Pla de l’Estany) en el que además de cerámica común
y materiales de construcción fabricó sigillata hispánica,
como así lo confirman los fragmentos localizados de mol-
des y de pared de piezas decoradas, siendo el único caso
conocido hasta ahora en esta zona.
No obstante, es La Terrise de Llafranc (Palafrugel) en
el Bajo Ampurdá el más importante de la zona (Nolla,
Canes y Roca, 1982). En él se fabricaron ánforas, mate-
riales de construcción, cerámica común, ésta última de
gran variedad y además, imitaciones de cerámica afri-
cana de cocina. No obstante uno de los productos prin-
cipales desde su inicio –finales del siglo I a. C.– hasta el
fin de la producción –al menos la segunda mitad del siglo
III d. C.–, ha sido la fabricación de materiales de cons-
trucción en algunos casos con marcas.
Antes de finalizar este recorrido por las cerámicas co-
munes de fabricación local o regional, queremos incidir
nuevamente en que no sólo existen diferencias muy acen-
tuadas en la producción cerámica de las tres provincias
romanas, sino también dentro de una misma provincia en
función de su ubicación. Así, los talleres situados en la
costa compaginan, en la mayoría de los casos, la fabri-
cación de ánforas con la de cerámica común y materia-
les de construcción, mientras que los situados en zonas
del interior la producción se centra en la elaboración de
formas comunes y materiales de construcción y de forma
excepcional fabrican sigillata hispánica, principalmente
en la provincia Baetica.
Por último pensamos que es totalmente necesario
que se preste una mayor atención al estudio de este ma-
terial cerámico si queremos avanzar en el conocimiento
de estas producciones.
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Figura 1. Cerámicas del alfar de Los Villares de Andújar (Jaén).
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Figura 2. Cerámicas del alfar de Cartuja (Granada).
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Figura 3. Cerámicas del alfar de Cartuja (Granada).
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482 CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN
Figura 4. Cerámicas del alfar malagueño de Torrox.
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EL MUNDO DE LAS CERÁMICAS COMUNES ALTOIMPERIALES DE HISPANIA 483
Figura 5. Cerámicas fabricadas en talleres de la Depresión de Antequera (Málaga).
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484 CERÁMICAS HISPANORROMANAS. UN ESTADO DE LA CUESTIÓN
Figura 6. Morteros aparecidos en la villa de los Castillones de Campillos (Málaga).
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EL MUNDO DE LAS CERÁMICAS COMUNES ALTOIMPERIALES DE HISPANIA 485
Figura 7. Tumba: Orza fabricada en el alfar malagueño de Singilia Barba.
Figura 8. Tumba 2: Puchero fabricado en el alfar de Singilia Barba (Antequera, Málaga).
HISPANORROMANASGARAMOND:CERAMICAS HISPANORROMANAS 25/8/08 21:19 Página 485
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