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Traductoras:
Karencita Roth
Nissie
Azul_Rubi
Marlene Roth
Rihano
Este libro fue traducido sin ánimo de lucro, fue solo para aquellas
fans que no conseguimos este libro en nuestro país. Por eso
cuando este LIBRO llegue a nuestros respectivos países
COMPRALO y apoya a esta grandiosa autora.
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Rastro
Maggie Stiefvater
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Para Tess, en parte por
los consejos
inteligentes, pero
sobre todo por los
ratos entre consejo y
consejo.
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Índice
Prologo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
6
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
7
Capítulo 53
Capítulo 54
Agradecimientos
Tercera y última parte
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Prologo
Traducción: Nissie
• GRACE •
Esta la historia de un chico que solía ser un lobo y la de una chica que se
estaba convirtiendo en uno de ellos.
Tan solo unos meses atrás, la criatura mítica era Sam. Suya era la enfermedad
incurable. Suyo era el adiós que más importaba. El tenía el cuerpo que era un
misterio, demasiado extraño, maravilloso y aterrador como para comprender.
Pero ahora es primavera y con el calor, los lobos que restan poco a poco
perderán su pelaje y regresarán a sus cuerpos de humano. Sam seguirá siendo
Sam y Cole seguirá siendo Cole y solo soy yo quien no me mantendré firme en
mi propia piel.
El año pasado, esto era lo que yo quería. Tenía muchas razones para querer
formar parte del grupo de lobos que vive en el bosque detrás de mi casa. Pero
ahora en lugar de ver a los lobos y esperar a que uno de ellos se acerque a mí,
ellos son los que me miran, esperando a que yo vaya a ellos. Sus ojos, ojos
humanos con rasgos de lobo, me recuerdan al agua. El azul claro del agua que
refleja el cielo de primavera, el café de una rama meciéndose con la lluvia, el
verde del lago en verano, cuando las algas comienzan a poblarlo.
Solían ser solo los ojos color amarillo de Sam, los que me veían detrás de los
arbustos, pero ahora sentía el peso completo de todas las miradas de la
manada. Esa mirada que me dice que lo saben, cosas que aún no se han
dicho. Los lobos en el bosque son extraños ahora que yo se los secretos de la
manada, hermosos, deslumbrantes, pero extraños aún. Un desconocido
pasado humano se esconde detrás de cada par de ojos. Sam es el único a
quién he conocido y ahora lo tengo a mi lado. Yo quiero esto, mi mano
entrelazada con la de Sam y su mejilla descansando en mi cuello. Pero mi
cuerpo me traiciona, ahora yo soy la desconocida. Esta es una historia de
amor.
Yo nunca supe que existían tantas formas diferentes de amor, ó que el amor
podía hacer que las personas hicieran tantas cosas diferentes.
Nunca supe que había tantas formas diferentes de decir adiós.
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Capítulo 1
• SAM •
Mercy Falls, Minnesota luce diferente cuando sabes que seguirás siendo
humano por el resto de tu vida. Antes, había sido un lugar que existía solo bajo
el calor del verano, en las aceras de concreto y en las hojas curveadas hacia el
sol. Ahora, cuando las ramas de la primavera se mostraban con un leve color
rosa, allí era donde yo pertenecía.
Durante los meses después de la perdida de mi piel de lobo, había tratado de
aprender cómo ser nuevamente un chico. Había conseguido mi viejo trabajo en
la librería, rodeado de nuevas palabras y el sonido de las hojas al pasarse.
También había cambiado mi camioneta, impregnada del olor a Beck y de mi
vida con los lobos, por un VW golf con el espacio suficiente para mí y para
Grace y mi guitarra. Trataba de no sacudirme al sentir el repentino frío
proveniente de una puerta abierta, trataba de recordar que yo ya no estaba
solo.
Por la noche Grace y yo nos refugiábamos en su cuarto y yo me acorrucaba
contra su cuerpo, respirando el aroma de mi nueva vida y coordinando el latir
de mi corazón con el de ella. Si mi pecho se sacudía al escuchar el aullar de
los lobos en el viento, al menos tenía el sentir de mi ordinaria vida para
consolarme. Podía imaginarme los años por venir, llenos de navidades con
esta chica entre mis brazos, el privilegio de envejecer con esta piel que me era
tan extraña. Yo lo sabía, lo tenía todo. Un regalo, que era el tiempo y el futuro
que de pronto se revelaba.
Había comenzado a traer mi guitarra a la librería, el negocio estaba lento así
que podían pasar horas sin que alguien me escuchara cantarle a las paredes.
La pequeña libreta de notas que Grace me había comprado comenzaba a
llenarse con letras y cada nueva fecha que podía escribir a lo alto de una
página era una victoria más contra el desaparecido invierno.
El día de hoy era un día como cualquiera, con mañanas donde las calles aún
estaban mojadas. No había pasado mucho tiempo desde que abrí la tienda, así
que me sorprendió escuchar los pasos de alguien que se acercaba. Descanse
mi guitarra contra la pared detrás de mi mostrador y levanté mi mirada.
―Hola Sam‖, dijo Isabel. Me resultaba extraño verla sola, sin el contexto como
Grace y era aún más extraño verla aquí en la librería, rodeada de mis caóticos
libros con pastas suaves. La pérdida de su hermano durante el invierno pasado
había hecho que su voz fuera un poco más dura y sus ojos más afilados,
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comparados con la primera vez que la había visto. Ella me miró, una mirada
que me hizo sentir extraño.
―¿Qué hay?‖ me preguntó, sentada junto a mí, cruzada de piernas. Grace
hubiera escondido sus piernas debajo del mostrador. Isabel vio mi té y tomo un
poco y después dio un largo suspiro. Yo miré hacía mi ahora violado té.
―No mucho, ¿nuevo corte de pelo?‖ Su largo cabello rubio ya no existía y fue
remplazado con un nuevo corte que la hacía ver hermosa y… dañada.
Isabel alzó una ceja.‖Yo nunca te tomé por un fan de lo obvio Sam‖, dijo ella.
―No lo soy‖, le contesté, y empujé el té para que se lo terminará. No tenía caso
que lo probará después de que ella bebió de él, y añadí. ―Si lo fuera, te hubiera
dicho, ¡Hey! ¿No se supone que debes de estar en la escuela?‖
―Touché‖, dijo Isabel tomando mi bebida como si hubiera sido de ella desde un
principio. Lo bebía muy elegantemente ahí en su asiento y yo estaba incomodo
en el mío.
El reloj de pared marcaba los segundos. Afuera, las pesadas nubes que aún
parecían de inverno se paseaban por la calle muy por debajo de su nivel. Y vi
como unas gotas de lluvia caían de la ventana solo para ser congeladas en la
acera. Mi mente viajaba entre mi guitarra y la copia de mi libro favorito que
descansaba sobre el mostrador. ¿Qué debía hacer con este cuerpo que me
había sido otorgado? Era mío, demasiado íntimo.
Finalmente presione el botón de play del sistema de sonido, justo debajo del
mostrador y la música volvió a sonar.
―He visto algunos lobos cerca de mi casa‖ dijo Isabel mientras agitaba el resto
del té que quedaba en la taza.
―Esto sabe raro―
―Es bueno para la salud‖ le dije, y yo realmente deseaba que ella no se lo
hubiera tomado, el líquido caliente era como un salvavidas para este clima frío.
Aunque ya no lo necesitaba para seguir siendo humano, me sentía más seguro
si lo tenía en mi mano.
―¿Qué tan cerca de tu casa?‖
Ella sacudió los hombros. ―Puedo verlos en el bosque desde el tercer piso de
mi casa. Claramente ellos no tienen ningún instinto de supervivencia, de lo
contrario evitarían encontrarse con mi padre, quién no es un fan de los lobos.‖
Sus ojos encontraron la cicatriz irregular en mi cuello.
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―Sí, lo recuerdo‖, le dije.
Isabel tampoco tenía motivos para ser una fan de ellos.
―Si te encuentras con alguno de ellos en su forma humana, me lo harás saber
¿verdad? Antes de que tu padre los disequé y los ponga en su foyer” (nissie:
palabra en francés para un lobby muy espacioso)
Me gustó la entonación medio francesa que le di a la palabra… foyer. La
mirada que me dio Isabel pudo haber convertido a un hombre en piedra.
―Ya que hablas de foyer, ¿Ahora vives solo en esa gran casa?‖
Pero yo no vivía allí. Una parte de mí sabía que debía de estar en la casa de
Beck, recibiendo a los miembros de la manada que salían de su invierno hacia
sus formas humanas. Cuidando de los nuevos lobos que se disponían a
cambiar, pero otra parte de mí odiaba la idea de estar en esa casa sin la
esperanza de volver a ver a Beck. De todas formas ese no era mi hogar. Mi
hogar estaba junto a Grace.
―Sí‖ le contesté a Isabel.
―¡Mentiroso!‖ dijo ella esbozando una sonrisa. ―Grace es mejor mentirosa que
tú. Dime donde puedo encontrar los libros médicos.‖
―Pero no pongas esa cara de sorprendido, vengo aquí por una razón‖
―Yo nunca dude que tuvieras una razón para estar aquí‖, le dije mientras que
señalaba a la esquina. ―Solo me preguntaba cual era esa razón.‖
Isabel se levantó de su asiento y fue hacia donde le señalaba.
―Estoy aquí porque en ocasiones Wikipedia no lo resuelve todo‖
―Se puede escribir un libro de las cosas que no puedes encontrar en línea‖, le
dije. Finalmente podía respirar con tranquilidad ahora que ella se había
levantado. Yo había comenzado a doblar un papel para formar un pájaro.
―Claro, tú lo debes de saber ya que solías ser una criatura imaginaria.‖
Le puse una cara y seguí doblando mi pájaro de papel, una de sus alas tenía
un código de barras lo que hacía lucir grande a la otra ala. Tomé una pluma
para dibujar en la ala y hacerla perfecta, pero cambie de opinión en el último
momento.
―¿Qué es lo que estas buscando? No tenemos muchos libros de medicina. Casi
todos son de autoayuda y esas cosas‖
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Isabel caminó hacía los estantes mientras decía ―no lo sé, lo sabré cuando lo
vea. ¿Cómo se llama ese libro? ¿Ese que es muy grueso y con tapa dura? ¿El
que cubre todo lo que puede ir mal con una persona?‖
―¿El manual Merck?‖
―¡Sí, ese es!‖
―No lo tenemos, lo puedo ordenar si quieres‖, le dije sin necesidad de revisar el
inventario para saber que estaba en lo correcto. ―Uno nuevo es algo caro, pero
puede que te pueda conseguir uno de segunda mano, al fin y al cabo las
enfermedades no cambian mucho‖ Le pegue un hilo a mi grulla de papel y
busque donde colgarlo.
―Cómo que no es tu tipo de lectura ¿o sí? A menos de que estés planeando en
convertirte en médico‖.
―Lo estoy considerando‖, dijo Isabel con una voz tan fría, que no me di cuenta
de que me estaba confiando con un secreto hasta que la puerta hizo un ding,
nuevamente y un nuevo cliente cruzaba por la puerta.
―Regresó contigo en un segundo‖ le dije, mientras me alzaba de puntitas sobre
el mostrador para asegurar la cuerda sobre la estructura arriba de mí. ―Hazme
saber si necesitas algo.‖
Y aunque sólo fue por un segundo, pero me di cuenta de que Isabel se calló,
formando un silencio que a la vez me gritaba ¡silencio! Bajé la mirada, dudando
de lo que podría ver.
―No te detengas por mí‖, dijo el nuevo cliente, su voz era demasiado
profesional. ―Yo puedo esperar‖
Algo en su voz me hizo perder mi concentración, así que me la vuelta y me
encontré con un oficial de policía de pie, frente al mostrador, mirándome.
Desde mi puesto pude ver perfectamente lo que llevaba, su pistola, radio, gas
pimienta, esposas, celular. Cuando tienes secretos, incluso si no son ilegales,
el ver a un oficial de policía en tu trabajo tiene un terrible efecto en ti.
Lentamente me incorpore a mi puesto detrás del mostrador y miré a mi
improvisada jaula, de hecho no lucía muy bien.
―¿Le puedo ayudar en algo?‖
Dudé en como elaborar mis preguntas, ya que sabía perfectamente que él no
estaba aquí para hablar de libros. Sentí mi pulso acelerarse en mi cuello. Isabel
había desaparecido y por si fuera poco la tienda lucía vacía.
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―De hecho si no estás muy ocupado, me gustaría hablar contigo por un
momento‖, dijo amablemente el oficial.
―¿Eres Samuel Roth, no es así?‖
Asentí con la cabeza.
―Soy el oficial Koenig‖ dijo. ―Estoy trabajando en el caso de Olivia Marx.‖
Olivia, my estómago me dolió. Olivia, una de las amigas más cercanas de
Grace, quien había sido mordida el año pasado, había pasado estos últimos
meses siendo un lobo en el bosque. Su familia pensaba que ella había huido
de casa.
Grace debería de estar aquí. Si el decir mentiras fuera un deporte olímpico,
Grace sería campeona del mundo. Para alguien quien odiaba escribir, ella
inventaba historias increíbles.
―Oh…‖ dije, ―Olivia‖
Estaba nervioso por la presencia de este policía haciendo preguntas, pero
estaba aun más nervioso debido a que Isabel, quien ya sabía la verdad, estaba
escuchando.
La podía imaginar, pegada contra un estante, levantando una ceja en el
momento en que mis novatos labios pronunciaban mentiras.
―Tú la conocías ¿correcto?‖
El oficial tenía una sonrisa amigable, pero siendo honestos, que ta amigable
puede ser una persona cuando termina sus frases con ―¿correcto?‖
―Un poco,‖ le dije. ―Me la encontré algunas veces por el pueblo, pero yo no voy
a la misma escuela.‖
―¿A qué escuela asistes entonces?‖
La voz de Koenig seguía siendo amable y muy amigable. Traté de
convencerme a mi mismo de que sus preguntas sonaban sospechosas, solo
porque tenía algo que esconder.
―Estudio en casa‖
―Mi hermana también‖, dijo Koenig. ―Vuelve loca a mi madre.‖
―Entonces, conoces a Grace Brisbane ¿correcto?‖
Seguía utilizando el ―correcto‖. Me preguntaba si el comenzaba con las
preguntas para las que ya tenía respuesta. También estaba consciente de que
Isabel estaba escuchando en silencio.
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―Si, ella es mi novia‖ Era un pedazo de información que tal vez no tenía y que
probablemente no necesitaba, pero por alguna razón era algo que yo quería
que Isabel escuchara.
Y me sorprendió ver sonreír a Koenig, ―Oh, lo puedo ver.‖
Y aunque su sonrisa parecía sincera, me hizo preguntarme si me estaba
tendiendo una trampa.
―Grace y Olivia eran buenas amigas, ¿puedes decirme cuando fue la última vez
que viste a Olivia?‖
―No necesito una fecha exacta, pero la más cercana posible sería de mucha
ayuda.‖ Ahora ya tenía una pequeña libreta azul y una pluma.
―Mmmm,‖ lo pensé un poco, yo había visto la nariz blanca de Oliva hace unos
días, pero pensé que esa no era la mejor respuesta que debía darle a Koenig.
―La vi en el centro de la ciudad, de hecho fue aquí, frente a la tienda. Grace y
yo estábamos matando el tiempo y Olivia estaba con su hermano, pero eso fue
hace unos meses, ¿Noviembre, Octubre? Justo antes de que desapareciera.‖
―¿Tú crees que Grace la ha visto recientemente?‖
Traté de mantener su mirada. ―Estoy casi seguro que esa también fue la última
vez que Grace la vio.‖
―Es muy difícil que una adolescente pueda vivir por su cuenta‖, dijo Koenig y
esta vez estaba seguro de que él sabía todo sobre mí y que sus palabras
estaban dirigidas a mí, sobre mi vida sin Beck.
―Muy difícil para alguien que huye de casa, hay muchas razones por las que los
chicos huyen de su casa y por lo que su familia y sus maestros me han dicho,
algo de depresión tuvo que ver. Muchas veces estos chicos huyen porque
necesitan salir de sus casas, pero no saben cómo sobrevivir fuera de este
mundo, así que a veces huyen a la casa de enfrente, algunas veces…‖
Lo interrumpí antes de que pudiera llegar más lejos.
―Oficial Koenig, yo sé lo que está tratando de decir, pero Olivia no está en la
casa de Grace. Grace no le ha dado de comer o algo así. Desearía por el bien
de Olivia que la respuesta fuera así de fácil, lo desearía por el bien de Grace.
Me encantaría poder decirle donde esta Olivia, pero nosotros nos preguntamos
cuándo regresará, tanto como usted se lo pregunta.‖
Me preguntaba si era así como Grace disparaba todas sus mentiras,
manipulando algo en lo que ella creía.
―Entiendes que lo tenía que preguntar‖, dijo él.
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―Lo sé‖
―Bueno, gracias por tu tiempo y por favor hazme saber si escuchas algo‖.
Koenig comenzó a darse la vuelta, pero se detuvo.
―¿Qué sabes acerca del bosque?‖
Yo estaba congelado, escondido entre los árboles, rogando porque no me
vieran.
―¿Disculpe?‖ dije en voz baja.
―La familia de Olivia dijo que ella tomó muchas fotos de los lobos en el bosque
y que Grace también está interesada en ellos, ¿tú compartes ese interés?‖
Yo solo podía asentir vagamente.
―¿Crees que ella trataría de ir allá ella sola, en lugar de ir a otra ciudad?‖
El pánico me dominaba, mientras que imaginaba como toda la policía y familia
de Olivia peinaban acres y acres de bosque, buscando por alguna evidencia de
vida humana y posiblemente encontrándola. Trate de mantener firme mi voz.
―Nunca pensé en Olivia como amante de la naturaleza, realmente lo dudo‖
Koenig asintió para el mismo. ―Bueno, gracias de todas maneras.‖
―No hay problema‖, le dije. ―Buena suerte‖
La puerta se cerró detrás de él y en cuanto vi que su coche desaparecía en la
curva, descanse mis codos en el mostrador y llevé mi cara a mis manos,
―¡Dios!‖
―¡Muy bien, chico maravilla!‖ dijo Isabel saliendo desde la sección de no ficción
y raspando la alfombra. ―Casi ni sonaste como un psicótico.‖
No pude responder, todas las cosas que el policía pudo haberme preguntado
rondaban mi cabeza, poniéndome más nervioso que cuando él había estado
aquí. El pudo haberme preguntado donde estaba Beck, o si había escuchado
de tres chicos perdidos de Canadá, o sí sabía algo de la muerte del hermano
de Isabel Culpeper.
―¿Cuál es tu problema?‖ pregunto Isabel, acercándose al mostrador donde
deposito una pila de libros y su tarjeta de crédito encima de estos.
―Lo manejaste muy bien, el solo está haciendo las preguntas de rutina, de
hecho ni siquiera sospecha. ¡Dios, tus manos esta temblando!‖
―Soy un criminal terrible‖ contesté, pero esa no era la razón por las que mis
manos temblaban. Si Grace hubiera estado aquí, le hubiera dicho la verdad,
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que no había hablado con un policía desde que mis padres fueron llevados a
prisión por cortarme las muñecas. El ver al oficia Koenig había despertado
pensamientos que no había tenido en muchos años.
La voz de Isabel resonó ―Eso es bueno, porque no has hecho nada ilegal. Deja
de enloquecer y haz tu trabajo, necesito el recibo. Cobré y guarde los libros en
una bolsa, de vez en cuando con mi mirada hacia la calle, mi cabeza era una
maraña de policías, lobos en el bosque y voces que no había escuchado en
una década. Mientras le daba la bolsa, las cicatrices en mis muñecas saltaban
con recuerdos.
Por un momento parecía que Isabel iba a decir algo y más, y en vez de eso
solo sacudió su cabeza y dijo. ―Algunas personas no están hechas para el
engaño, nos vemos después Sam.‖
Capítulo 2
• COLE •
No tenía otro pensamiento más que este: mantenerme vivo, pero tener solo ese
pensamiento todos los días era el paraíso. Nosotros, los lobos corríamos entre
los pinos con paso ligero al recordar la nieve que cubría el suelo, nos
manteníamos muy juntos, nuestros hombros tropezando el uno con el otro,
nuestras mandíbulas se cerraban jugueteando, nuestros cuerpos saltando
como pescados en un río, era imposible descifrar donde terminaba un lobo y
comenzaba otro.
Nuestras marcas en los árboles nos guiaban a través del bosque, podía percibir
el creciente olor del lago incluso antes de poder verlo. Uno de los otros lobos
nos mando una imagen, había patos flotando despreocupadamente sobre la
superficie del lago. Un segundo lobo observó a un venado y a su cría
caminando con piernas débiles acercándose a tomar un poco de agua. Para mí
no había nada más allá que este momento, estas imágenes compartidas y este
silencioso y poderoso lazo.
Y entonces, por primera vez en meses, de pronto recordé que una vez había
tenido dedos. Me tropecé separándome de la manada, mis hombros
comenzaron a retorcerse. Los lobos me miraban, algunos bajando su paso,
como dándome ánimos para poder alcanzarlos, pero no los pude seguir, caí al
suelo retorciéndome, el calor del día latía en mi olfato. Mis dedos se movían en
el lodo fresco, peleando con uñas que de repente parecían tan cortas para
poder defenderme. Mis ojos ahora veían en un color brillante. Yo era de nuevo
Cole, y la primavera había llegado demasiado pronto.
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Capítulo 3
• ISABEL •
El día en que ese policía entró en la librería fue el primer día que escuche a
Grace quejarse de un dolor de cabeza. Probablemente no suene tan
importante, pero desde que conocí a Grace, ella nunca había mencionado algo
más allá de un nariz roja, además yo era una especie de experta en dolores de
cabeza, eran mi hobby.
Después de observar a Sam actuar torpemente delante del policía, me dirigí de
vuelta a la escuela, que en esta etapa de mi vida se había convertido en algo
redundante.
Mis maestros no sabían que hacer conmigo, estaban atrapados entre mis
buenas notas y mi terrible registro de asistencia, así que frecuentemente me
salía con la mía. Nuestro acuerdo básicamente se reducía a: yo asistiendo a
clase y ellos prácticamente me dejaban hacer lo que yo quisiera, siempre y
cuando no corrompiera a los otros estudiantes. Así que lo primero que hice
cuando llegué a mi clase de Diseño por Computadora, fue ir directamente a mi
estación y sacar los libros que había comprado esa mañana. Uno de ellos era
una enciclopedia ilustrada de enfermedades, una copia grasosa, llena de polvo
y con fecha de impresión del año 1986. Esa cosa era probablemente uno de los
primeros libros que se almacenó en la librería.
Mientras que el Sr. Grant se entretenía en lo que se supone que debía estar
haciendo, yo le daba un vistazo a las páginas en busca de las imágenes más
espantosas. Había una fotografía de una persona con porfiria, otra de alguien
más con dermatitis seborreica y una imagen de lombrices en acción, que hizo
que mi estómago se revolviera, sorprendiéndome.
Luego pasé a la sección de las M. Mis dedos corrían por la página de
meningitis bacteriana. La parte posterior de mi nariz me picaba mientras leía
toda la sección. Causas, síntomas, diagnóstico, tratamiento, pronóstico, tasa de
mortalidad de la meningitis bacteriana no tratada: 100 por ciento. Tasa de
mortalidad de la meningitis bacteriana tratada: 10 a 30 por ciento.
Yo no tenía necesidad de buscar más, yo ya sabía las estadísticas. Podría
haber recitado todo el texto. Yo sabía más que esta vieja enciclopedia de
enfermedades también lo hizo, porque había leído todas las revistas en línea
que hablaban de los nuevos tratamientos y casos raros.
El asiento de al lado crujió cuando alguien se sentó, yo no me tomé la molestia
de cerrar el libro cuando ella se dio la vuelta en su silla. Grace siempre usaba
el mismo perfume, ó conociendo a Grace usaba el mismo champú. "Isabel",
dijo Grace, con una voz relativamente baja, el resto de los estudiantes hablaba
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poco, ahora como que el proyecto estaba en marcha. "Eso es demasiado
morboso, incluso para ti."
"Muérdeme", le contesté.
"Necesitas terapia." Dijo ella a la ligera.
"Ya la estoy recibiendo." La miré. "Sólo estoy tratando de entender cómo
trabaja la meningitis. No creo que eso sea morboso. ¿No quieres saber cómo
funcionaba el pequeño problema de Sam?"
Grace se encogió de hombros y comenzó a mecerse hacia atrás y adelante en
su silla, su cabello rubio oscuro cayendo sobre sus sonrojadas mejillas
mientras dejaba caer su mirada al suelo. Se veía incómoda.
"Ya terminó."
"Claro", le dije.
"Si vas a estar de mal humor, no voy a sentarme tu lado", me advirtió Grace.
"No me siento bien. De hecho preferiría estar en casa."
"Solo dije 'seguro' ", contesté. "Eso no tiene nada de malo Grace. Créeme, si
realmente quieres verme de mal humor, solo déjame despertar a -"
"Señoritas" El Sr. Grant apreció sobre mi hombro y le dio un vistazo a mi
pantalla en blanco y a la de Grace que era de color negro.
"Hasta donde tengo entendido, esta es una clase Arte y no la hora social".
Grace lo miró seriamente. "¿Puedo ir a la enfermería? Me duele mi cabeza,
creo que me voy a enfermar."
El Sr. Grant miró sus sonrojadas mejillas y pensó su respuesta, después de un
momento asintió con la autorización. "Quiero una nota la oficina cuando
vuelvas", le dijo, así que Grace le dio las gracias y se levantó.
Ella no me dijo nada antes de irse, solo dio unos golpes al respaldo de mi silla
con sus nudillos.
"Y usted" me dijo el Sr. Grant, pero luego bajó la mirada hacia la enciclopedia,
hacia su página aún abierta y no pudo terminó su frase, se limitó a asentir,
como para sí mismo y se alejó.
Yo volví a mi estudio extracurricular sobre la muerte y enfermedad.
Porque no importaba lo que Grace pensara, yo sabía perfectamente que en
Mercy Falls, esto nunca terminaba.
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Capítulo 4
• GRACE •
Para cuando Sam salió de la librería y llego a casa, yo estaba en la mesa de la
cocina escribiendo mis propósitos de año nuevo. Yo los había escrito desde
que tenía 9 años.
Todos las navidades, me sentaba en la cocina de mi casa, entre la luz amarilla
que entraba por la puerta de cristal mientras subrayaba mis metas del año en
una libreta que había comprado solo para eso. Y todos los años nuevos, me
sentaba en ese mismo lugar y abría una nueva página de esa misma libreta y
escribía la propósitos que había realizado durante esos 12 meses. Cada año
esas dos listas eran idénticas. Pero durante la pasada navidad no había escrito
ningún propósito. Había pasado ese mes tratando de no ver al bosque desde la
ventana, tratando de no pensar en los lobos, en Sam. El sentarme en la mesa
de la cocina y pensar sobre el futuro me parecía algo pretencioso, pero ahora
que tenía a Sam y un nuevo año, esa libreta negra que yacía junto a mis libros
y folletos de carreras universitarias, me perseguía.
Tenía sueños donde me sentaba en la mesa de la cocina y lo único que hacía
era escribir una y otra vez mis propósitos de año nuevo y nunca llenar esa
página.
Así que hoy, mientras esperaba a que Sam llegara a casa no me pude resistir
más, tomé mi libreta del estante y me dirigí a la cocina. Antes de que me
sentara, tomé dos ibuprofenos, los otros dos que me había dado la enfermera
de la escuela habían surtido su efecto, pero yo quería asegurarme de que el
dolor no reapareciera. Acabada de abrir mi libreta y sacar mi lápiz cuando el
teléfono sonó, me estiré para alcanzarlo.
―¿Hola?‖
―Hola Grace‖ Me tomó un momento el reconocer la voz de mi padre. Me
resultaba inusual el escucharlo tan formal.
―¿Pasa algo?‖, pregunté.
―No, no pasa nada. Solo te llamaba para decirte que tu mamá y yo llegaremos
a casa alrededor de las nueve de la noche‖
―Okaaay‖ le dije. Yo ya sabía esto, mamá me lo había contado esta mañana
antes de despedirnos, yo de salida a la escuela y ella a su estudio.
Hizo una pausa. ―Estas… ¿estás sola?‖
Así que de eso se trataba esta llamada, por alguna razón su pregunta hizo que
mi garganta se apretara.
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―No‖, respondí. ―Elvis esta aquí, ¿quieres hablar con él?‖
Mi papá ignoró mi respuesta. ―¿Estas con Sam?‖
Y en ese momento pensé en decirle que sí, solo para escuchar lo que diría,
pero en su lugar le dije la verdad, aunque mi voz sonaba a la defensiva.
―No, solo estoy haciendo la tarea‖. Aunque mamá y papá sabían que Sam era
mi novio, (ya que no lo habíamos mantenido en secreto) ellos realmente no
sabían lo pasaba. Todas las noches mientras que Sam se quedaba en mi
cuarto, ellos pensaban que dormía sola. Ellos no tenían idea de mis
esperanzas para nuestro futuro. Pensaban que lo nuestro era solo una relación
de adolescente destinada a terminar. Y no era como si yo quisiera mantener en
secreto lo que realmente sentía, pero su ignorancia tenía sus ventajas… por
ahora.
―Está bien,‖ dijo papá. Había un alivió en su respuesta, una aprobación en su
voz, aliviado de que estuviera en casa y como si dijera ‗esto es lo que Grace
hace por las noches y que Dios no quiera me desvié del buen camino‘.
―¿Planeas tener una noche tranquila?‖
Escuché como se abría la puerta principal mientras que Sam entraba por ella.
―Sí‖, respondí mientras él entraba al cuarto, con su guitarra en mano.
―Muy bien, entonces te veo más tarde‖, dijo papá. ―Estudia mucho.‖
Los dos colgamos al mismo tiempo y ví como Sam se quitaba el abrigo e iba
directamente al estudio.
―Hola guapo‖, le dije mientras recargaba el estuche de su guitarra, él me sonrió
pero sus ojos se veían extraños.
―Pareces tenso‖, se tiró en el sofá, paso sus dedos sobre las cuerdas de la
guitarra y un acorde descoordinado sonó.
―Isabel vino hoy a la tienda‖ dijo.
―¿En serio? ¿Qué quería?‖
―Solo unos libros, y… decirme que había visto lobos cerca de su casa‖
En mi mente inmediatamente apareció su padre y la caza de lobos que había
convocado detrás de mi casa. Por la expresión de Sam, supe que sus
pensamientos eran iguales a los míos.
―Eso no está bien‖
―No‖, dijo él.
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Sus dedos se movían insistentes sobre las cuerdas de la guitarra, y esta vez
hizo sonar un desconocido pero bello acorde.
―Tampoco estuvo bien que un policía me viniera a ver‖
Deje mi lápiz y atravesé el cuarto hacia él.
―¿Qué? ¿Qué es lo que quería ese policía?‖
El dudó… ―Olivia. Quería preguntarme si yo pensaba si era posible que ella
viviera en el bosque.‖
―¿Qué?‖, pregunte nuevamente, mientras me recorría un frío. No había manera
de que alguien pudiera saberlo. Ninguna posibilidad.
―¿Cómo puede saberlo?‖
―Obviamente no piensa que ella es un lobo, pero creo que tenía la esperanza
de que nosotros la estuviéramos escondiendo, o de que vivera cerca y de que
nosotros la estuviéramos ayudando. Yo le dije que no creía que ella fuera del
tipo de excursiones al aire libre, así que me dio las gracias y se fue.‖
―Wow‖… dio un largo respiro mientras pensaba. Me parecía extraño que no
hubieran cuestionado a Sam antes. Ellos habían hablado conmigo justo
después de que Olivia desapareciera, aunque probablemente ellos acababan
de hacer la conexión entre Sam y yo.
Me encogí de hombros. ―Solo están investigando, no creo que tengamos de
que preocuparnos, me refiero a que ella reaparecerá cuando tenga que hacerlo
¿cierto? ¿Cuándo crees que los nuevos lobos comenzaran a cambiar a
humanos?‖
Sam no respondió inmediatamente. ―Ellos no se mantendrán humanos a la
primera, serán muy inestables dependerá de la temperatura del día, varía en
cada persona, es como cuando algunas personas usan sweater y otros solo
playeras y se sienten cómodos, diferentes reacciones frente a una misma
temperatura pero creo que es posible que algunos de ellos hayan cambiado al
menos una vez en este año.‖
Me imagine a Olivia vagando por el bosque en su nuevo cuerpo de lobo antes
de que mi mente regresara a lo que Sam estaba diciendo.
―¿En serio? ¿Tan pronto? Tal vez alguien ya la vio.‖
Sam sacudió la cabeza. ―En este clima, ella solo tendría unos pocos minutos
como humana, realmente dudo que alguien la hubiera visto, es solo un tipo de
ensayo para lo que viene después.‖
22
Y de pronto se perdió, sus ojos estaban en lugar lejano, tal vez recordando
cómo se sentía cuando él fue un lobo nuevo. Y entonces me estremecí, igual
que todas las veces en que pensaba en Sam y sus padres, un frío recorrió my
estómago hasta que Sam tocó de nuevo su guitarra. Por largos minutos lo
único que hizo fue pasar sus dedos sobre las cuerdas, arriba y abajo y cuando
quedó claro que él había terminado de hablar, volví mi mirada de vuelta a mis
propósitos aunque mi mente no estaba del todo en ellos sino rodeando la
imagen de Sam cambiando una y otra vez mientras que sus padres lo veían
horrorizados.
Dibujé un rectángulo en la esquina de la página, hasta que Sam finalmente dijo:
―¿Qué estás haciendo? Parece algo sospechosamente creativo‖
―No es para nada creativo‖, le dije. Lo miré, con una ceja alzada hasta que el
sonrió y entonces alargando un acorde cantó:
¿Acaso Grace ha renunciado a lo los números/y se ha regado ella misma
palabras?
―¡Eso ni siquiera rima!‖
¿Abandonado sus libros de álgebra/ y a tomado lindos verbos?
Finalizó Sam y yo le hice una cara.
―Palabras y verbos no riman.‖
―Estoy escribiendo mis propósitos de año nuevo.‖
―¡Claro que riman!‖ insistió.
Se levantó tomando su guitarra y se sentó frente a mí. La guitarra hizo un
sonido musical cuando ligeramente tocó la mesa. Sam añadió, ―voy a
observarte, yo nunca he escrito mis propósitos y quiero ver qué clase de
organización se requiere.‖
Acercó mi libreta hacia él, sus pestañas escondían sus ojos.
―¿Qué es esto?‖, preguntó. ―Propósito número 3: escoger una universidad. ¿Ya
elegiste una?‖
Deslice mi libreta de regreso a mi lado y rápidamente cambié a una página a
nueva.
―No lo he hecho, me distrajo cierto chico guapo que se convertía en un lobo, de
hecho este es el primer año en que no he hecho mis propósitos y todo es tu
culpa, necesito regresar al buen camino.‖
23
Su sonrisa desvaneció un poco y Sam retrocedió ligeramente su silla hasta que
su guitarra descansaba en la pared y alcanzó a tomar un lápiz del mueble de la
cocina.
―Okay, entonces haremos unos nuevos.‖
Yo escribí: Conseguir un trabajo.
El escribió: Seguir amando mi trabajo.
Yo escribí: Seguir locamente enamorada.
El escribió: Seguir siendo humano.
―Porque yo siempre estaré locamente enamorado‖, me dijo mirando a su
pedazo de hoja en vez de mi rostro. Seguí mirándolo, sus ojos se mantenían
escondidos detrás de sus pestañas hasta que el las levantó para mirarme.
―Entonces… ¿vas a volver a escribir ‗escoger una universidad‘?‖, preguntó.
―¿Tú lo harás?‖, le devolví la pregunta tratando de mantener mi tono de voz. La
pregunta se sentía pesada, estábamos adentrándonos en nuestra primera
conversación sobre cómo sería nuestra vida más allá del inverno, ahora que
Sam podía vivir una vida real. La universidad más cercana a Mercy Falls
estaba en Duluth a una hora de camino y todas mis otras opciones pre-Sam
estaban más lejos.
―Yo pregunté primero.‖
―Claro,‖ le dije, sonando nerviosa en vez de despreocupada. Comencé a
escribir:
Elegir una Universidad
Con una letra que era totalmente diferente al resto de mi lista.
―Ahora, ¿lo harás tú?‖
Mi mano comenzó a temblar inesperadamente. Estaba en pánico, pero en lugar
de responder Sam se levantó y fue hacia la cocina, lo observé preparase un té
y tomar dos tazas del gabinete. Por alguna la razón la familiaridad de estos
simples movimientos me llenaba con afecto, me contuve las ganas de correr
hacia él y rodear su cuerpo con mis brazos.
―Beck quería que yo fuera a la escuela de Leyes‖, dijo Sam sosteniendo mi taza
favorita.
―Él nunca me lo dijo pero yo escuche decírselo a Ulrik.‖
24
―Me cuesta imaginarte como abogado‖, le dije.
Sam me sonrió y sacudió la cabeza. ―Yo tampoco me puedo imaginar como
abogado, siendo honesto aún no puedo imaginarme como nada. Yo sé que eso
suena terrible, como si no tuviera ambiciones‖ y nuevamente sus cejas se
juntaron, estaba pensativo.
―Pero esta idea de un futuro es nueva para mí, hasta este mes nunca pensé
que podía ir a la Universidad. No quiero apresurarme a nada.
Debía haberlo mirado por mucho tiempo porque él añadió rápidamente: ―Pero
yo no quiero que me esperes, no quiero interponerme a que tu avances en tu
vida porque yo aún no me he decidido‖.
Sintiéndome como una niña le dije, ―podemos ir algún lugar juntos.‖
La tetera silbó y Sam la quitó de la estufa mientras decía:
―Yo dudo que una misma Universidad sea ideal para una genio de las
matemáticas y un chico enamorado de la poesía, aunque supongo que puede
ser posible.‖
El miró fijamente a través de la ventana, hacía el bosque congelado.
―Pero realmente no sé si pueda irme. ¿Quién se hará cargo de la manada?‖
―Yo creía que para eso se habían creado a los nuevos lobos‖, dije.
Las palabras sonaban extraño en mi boca, como si la manda se tratara de algo
con inteligencia artificial, lo cual no tenía nada de cierto. Nadie sabía cómo
lucían los nuevos lobos, nadie excepto Beck, pero él no iba hablar.
Sam se frotó la frente, presionando su palma sobre sus ojos. Lo hacía
constantemente desde que había regresado.
―Sí… lo sé‖, dijo él.
―Sé que para eso son.‖
―El hubiera querido que tú fueras a la Universidad‖, le dije.
―Y aún creo que podríamos encontrar una escuela juntos.‖
Sam me miró, sus dedos aún presionaban su sien, como sí se hubiera olvidado
de que estaban allí.
―Eso me gustaría‖, hizo una pausa. ―Realmente me gustaría… me gustaría
conocer a los nuevos lobos y conocer qué clase de personas son. Eso me
haría sentir mejor, tal vez podría irme después de eso, después de asegurarme
de que todo esté bien aquí.‖
25
Taché las palabras ‗Elegir una Universidad.‘
Le dije. ―Esperare por ti.‖
―Pero no para siempre‖ dijo Sam.
―No. Si resultas ser un inútil, entonces me iré sin ti‖, le dije mientras mordía mi
lápiz.
―Creo que mañana deberíamos buscar pistas de los nuevos lobos y de Olivia.
Le llamaré a Isabel para preguntarle acerca de los lobos que ella vio en el
bosque.‖
―Es un plan… ―dijo Sam.
Regresó a su lista sobre la mesa y añadió algo en ella para después sonreírme
y voltear la hoja para que yo la pudiera leer. Esta decía:
Hacerle caso a Grace.
• SAM •
Por un momento pensé en otras cosas que pudiera añadir a esta lista de
propósitos, cosas que yo había deseado antes de darme cuenta lo mucho que
afectaba ser lobo en mi futuro. Cosas como escribir una novela, ó formar mi
propio grupo, obtener una licenciatura en poetría oscura y traducción, ó tal vez
viajar por todo el mundo. Supongo que sonaba razonable él que ahora yo
considerara todas esas cosas, sobre todo después de mucho tiempo de
recordarme a mi mismo que eran imposibles. Así que trate de imaginarme a mi
mismo, llenando una solicitud de Universidad, escribiendo una sinopsis, o tal
vez pegando un anuncio que dijera „se solicita baterista‟. Las palabras bailaban
en mi cabeza, deslumbrándome, quería anexarlas en mi hoja de metas pero
por alguna razón no pude hacerlo. Esa noche mientras que Grace tomaba una
ducha, saque mi hoja, la volví a mirar y escribí:
Creer en mi cura.
Capítulo 5
• COLE •
Yo era humano…
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Estaba sucio, agotado y confundido. No sabía dónde estaba, aunque sabía que
había pasado tiempo desde que había despertado, debí haber cambiado
nuevamente a lobo. Quejándome, me rodé sobre mi espalda, abriendo y
cerrando mis puños, probando mi fuerza.
Las mañanas en el bosque eran sumamente frías, congelaban. La neblina se
paseaba en el aire haciendo que todo se volviera de color dorado. Cerca de mí
los troncos de los pinos aparecían de entre la niebla, negros y severos y a solo
unos pies de distancia se volvían de color azul para después desaparecer
completamente dentro de la blanca niebla.
Estaba tendido en medio del lodo, podía sentir como mis hombros se
revolcaban en él. Cuando levante mi mano para limpiar mi piel, mis dedos
estaban pegados, era una pegajosa masa que parecía popo de bebe. Mi mano
olía como el lago y no me tomo mucho descubrir que este estaba hacia mi lado
izquierdo. Al estirarme, mi otra mano capturó más lodo, pero además de este
había agua entre mis dedos. ¿Cómo llegue aquí?
Recordaba haber estado corriendo con la manada, después cambie pero no
recordaba haber alcanzado la orilla. Debí haber cambiado nuevamente a lobo y
después otra vez a humano. La lógica en esto o más bien la falta de lógica era
algo enloquecedor. Beck me había dicho que eventualmente tendría más
control sobre los cambios, así que… ¿dónde estaba ese control?
Me quede allí, mis músculos comenzaban a sacudirse mientras que el frío
picaba en mi piel y yo supe que pronto volvería cambiar a lobo. ¡Dios!… estaba
tan cansado.
Estirándome, puse mis manos temblorosas sobre mi cabeza y observé
admirado la piel en mis brazos, la mayoría de las cicatrices de mi antigua vida
habían desaparecido, había renacido y sólo tomo cinco minutos.
Escuche movimiento en los árboles cerca de mí y me di la vuelta estrechando
mi mejilla contra el piso para ver si la fuente de ese ruido era alguna amenaza.
Muy cerca… una loba blanca me miraba. Se escondía detrás de un árbol, su
pelaje destellaba franjas rojas y rosas debido al nuevo sol. Sus ojos verdes
encontraron los míos por un largo momento… eran pensativos. Había algo en
la manera en la que me miraba que me hizo sentir algo extraño. Eran ojos
humanos, sin celos, prejuicios, pena u odio, sólo… con un silencioso
entendimiento. No sabía porque me sentía yo así.
―¿Qué estas mirando?‖ le grité.
Sin emitir algún sonido, se desvaneció entre la niebla.
Mi cuerpo se sacudió y mi piel se torció preparándose para otra forma.
27
No sabía cuánto tiempo había pasado como lobo esta vez. ¿Fueron minutos?,
¿horas?, ¿días? Era muy temprano por la mañana, no me sentía humano pero
tampoco era lobo. Estaba en un lugar en medio de dos fases y mi mente volaba
entre el pasado y el presente, para volver nuevamente a mis recuerdos y al
presente, igualmente lúcido.
Por alguna razón mi mente viajo de mi cumpleaños número 17 a la noche en
que mi corazón dejo de latir en el Club Josephine y ahí es donde se quedo, una
noche que no hubiera querido revivir.
Este era yo antes de convertirme en lobo… Mi nombre es Cole St. Clair y yo
era NARKOTIKA.
Afuera, la noche era muy fría como para congelar las aceras y asfixiarte con tu
propio aliento. Pero adentro, en la bodega que albergaba el Club Josephine
estaba tan caliente como el infierno y estaba aún más caliente en el piso de
arriba donde estaba el público y… sí que había público.
Si… se trataba de una importante presentación, pero era un concierto que yo
no quería dar. Últimamente no había ninguna diferencia, todo era lo mismo
hasta el punto en que lo único que podía recordar eran conciertos en los que
estaba drogado y otros en donde no lo estaba o en algunos en donde tenía que
orinar todo el tiempo. Incluso cuando estaba en el escenario tocando me
seguía faltando algo, una idea de vida y fama que había imaginado para mi
mismo cuando tenía 16 años, pero la realidad era que estaba perdiendo interés
en encontrarla.
Estaba cargando mi teclado, cuando una chica que se hacía llamar Jackie nos
dio unas pastillas que nunca antes había visto.
―Cole‖, suspiró en mi oído. Como si verdaderamente me conociera en vez de
saber solo mi nombre.
―¡Cole! Esto te llevara a lugares donde nunca antes has estado‖.
―Baby…‖ le dije. Tirando mi mochila en el suelo cuidadoso de no ponerla sobre
los hoyos que habían hecho las ratas debajo del escenario.‖ Eso es difícil de
lograr.‖
Me dio una sonrisa, sus dientes eran amarillos bajo la luz de las lámparas,
como si supiera un secreto, olía a lima.
―No te preocupes, yo sé lo que necesitas.‖
Yo casi me suelto a reír, pero en vez de eso di media vuelta hacia la salida.
Miré sobre la cabeza de Jackie y grité. ―¡Vic!, vamos.‖ Volví mi mirada hacia
ella. ―¿Tu ya las tomaste?‖
28
Jackie pasó su dedo sobre mi brazo, tocando la costura de mi playera.
―Si las hubiera tomado, estaría haciendo más que solo hablar contigo‖
Me estiré y toque su mano, dando le golpecitos hasta que ella entendió lo que
le quería decir y abrió la palma de su mano. Estaba vacía, pero entonces metió
la mano en el bolsillo de sus jeans para tomar una bolsa de plástico. Dentro de
ella había una colección de pastillas color verde, Dios sabe lo que esas cosas
eran.
Mi teléfono vibro en la bolsa de mi pantalón, normalmente dejaba que entrara el
correo de voz, pero Jackie quien se encontraba a solo centímetros de mi
respirando mi aire me dio una señal que interrumpió mi conversación. Así que
saque el teléfono y lo puse contra mi oído. ―¿Aja?‖
―¡Cole!, que bueno que te encuentro.‖ Era Berlin, mi agente, su voz era amable
como siempre.
―Escucha esto: ‗NARKOTICA toma de nuevo el escenario con su nuevo álbum.
Brillante y frenético Cole St. Clair, (quien para muchos perdió su encanto)‘. Lo
siento amigo pero solo estoy leyendo lo que dice. ‗Regresa más fuerte que
nunca con este nuevo material, probando que ese éxito que tuvo a los 16 años
no fue solo cosa de suerte. Los tres‘… ¿me estas escuchado Cole?‖
―No‖, le dije.
―Bueno deberías hacerlo. Esto lo dijo Elliot Fray,‖ dijo Berlin.
Cuando yo no respondí entonces dijo. ―¿Lo recuerdas? Fue aquél quien dijo
que eras exagerado con tu teclado. ¡El mismo! Pero ahora ustedes han
regresado y son una mina de oro, ¡has revivido!‖
―Brillante‖, le dije y termine la llamada.
Volví hacia Jackie. ―Me llevaré toda la bolsa, arréglate con Víctor el tiene mi
dinero.‖ Y así Víctor pago por mi droga, pero era solo para mí así que después
de todo era mi culpa, ó tal vez la culpa es de Jackie por no decirnos lo que
esas pastillas eran, pero así era el Club Josephine, el lugar de moda para
drogarte tan alto hasta que alguien se diera cuenta de cuan alto te había
llevado. Unas pastillas sin etiqueta, nueva clase de polvos, misteriosas jeringas
y después de todo Víctor y yo habíamos hecho cosas peores.
Antes de salir al escenario vi como Víctor se tomaba unas de las pastillas
verdes junto con una cerveza, mientras que Jeremy-mi-cuerpo-es-un-templo-
sagrado- lo observaba bebiendo su té verde. Yo tomé algunas combinándolas
con pepsi, no recuerdo cuantas fueron. Me estaba sintiendo un poco amargado
para cuando entramos en el escenario. La mercancía de Jackie me estaba
decepcionando, no estaba sintiendo nada.
29
Comenzamos con nuestro repertorio y el público estaba enloquecido,
presionándose contra el escenario con sus brazos extendidos, gritando nuestro
nombre. Detrás de la batería Víctor les devolvía sus gritos, la droga lo tenía
perdido, así que lo que sea que Jackie nos vendió le estaba funcionando, pero
bueno después de todo no se necesitaba mucho para poner así a Víctor.
Podía observar piezas de los fans, unos labios por aquí, un cuello por allá,
caderas bailando. Mi cabeza retumbaba con el ritmo de la música y hacia que
me doliera. Mi mano froto mi frente y oídos, mi piel estaba muy caliente.
Entre el público las chicas comenzaban a gritar mi nombre. Había una chica de
la cual no podía apartar mi mirada. Su piel era muy blanca comparada con su
blusa rosa, gritaba mi nombre como si este le produjera dolor, sus pupilas
estaban tan dilatadas que se veían como puntos negros, no sé porque pero me
recordaba a la hermana de Víctor. Había algo en su nariz ó en la manera en
que sus Jeans colgaban, atados con nada más que la sugerencia de existencia
de caderas, pero yo sabía que de ninguna manera ella podría estar en un club
como este y de repente ya no me sentí allí, ya no escuchaba a la gente gritar
mi nombre y la música ya no tocaba tan alto como el latido de mi corazón, así
que ya no parecía tan importante. Aquí es donde se supone que entraba,
tomando el solo acerca de una luna acompañado al ritmo de Víctor, pero yo ya
no quería hacerlo y Víctor estaba muy mal para notarlo. El estaba bailando,
tocando el piso solo porque sus baquetas seguían tocando.
Frente a mí, en medio de chicas medio vestidas, brazos extendidos y un olor a
sudor, un chico se encontraba de pie, sin moverse. Iluminado esporádicamente
por las luces del escenario. Estaba fascinado por su habilidad de mantenerse
quieto a pesar de los cuerpos presionando contra él. Sostuvo su mirada hacía
mi, sus pestañas caían sobre sus ojos. Cuando le devolví la mirada, de pronto
recordé ese sentimiento a casa, a mi ciudad natal Toronto. Me preguntaba si él
era real, me preguntaba si algo en este lugar era real.
Se cruzó de brazos, mirándome fijamente mientras mi corazón trataba de
escaparse. Debí haberlo cuidado más, mi pulso se elevaba mientras mí
corazón se liberaba con una explosión de calor. Y entonces mi rostro chocó
contra el teclado e hizo que saliera un sonido desigual, yo grité y me arrastré
con unas manos que ya no me pertenecían. Mientras está tirado en el
escenario, mis mejillas estaban quemándose y vi como Víctor me miraba
preocupado, como si finalmente hubiera notado que algo andaba mal. Así que
cerré mis ojos en el escenario del Club Josephine.
Estaba arto de ser NARKOTIKA. Estaba arto de ser Cole St. Clair.
30
Capítulo 6
• GRACE •
―¿Sabes?…‖ dijo Isabel.
―Cuando te dije que me llamaras en fin de semana, no me refería a que me
llamaras para que te acompañara a vagar el bosque y entre los árboles con un
clima que congela‖.
Ella me miró fijamente, luciendo pálida y extraña para este bosque. Llevaba
puesto un abrigo blanco con una gorra que escondía un poco su rostro y sus
ojos, le daba un aire a una princesa nórdica.
―No hace tanto frío‖, le dije tratando de quitar una bola de hielo de la suela de
mis botas.
―Considerando que pude ser peor. Además tú eres la que querías salir de tu
casa ¿no es así?‖
Y en realidad el día no estaba tan mal. El sol calentaba lo suficiente como para
derretir la nieve de la calle y la que quedaba estaba aquí, debajo de los árboles
en el bosque. Los grados extras de temperatura eran generosos con nosotros,
iluminando los usuales días grises de invierno con un poco de color. Pero aún
sentía el frío en la punta de mi nariz y mis dedos se apretaban unos con otros
dentro de mis guantes.
―De hecho, tu deberías estar guiándonos‖, le dije. ―Tú eres la que los ha visto
por aquí.‖
El bosque que se extendía detrás de la casa de Isabel me era desconocido.
Había muchos pinos y otra clase de árboles que yo no conocía, estaba segura
que Sam podría identificarlos.
―Bueno, no es como sí acostumbrara saltar por el bosque‖, respondió Isabel.
Pero acelero su paso hasta estar caminando a mi lado, aunque separadas por
unos metros pisando sobre hojas y lodo fresco.
―Lo único que sé es que aparecen por allá atrás y los he escuchado aullar en
dirección al lago.‖
―¿El lago?‖, le pregunte. ―¿Qué eso no está lejos de aquí?‖
―A pie está lejos‖, se quejó Isabel.
―Entonces, ¿qué estamos haciendo aquí?, ¿tratando de asustar a los lobos?,
¿buscando a Olivia? Si hubiera sabido que Sam se iba a asustar como una
niña pequeña yo no habría dicho nada.‖
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―Todo lo anterior‖, le dije. ―Excepto por lo de asustarse. Sam solo se preocupa,
no creo que eso sea extraño.‖
―Está bien… como sea. ¿Crees que exista alguna posibilidad de que Olivia ya
haya cambiado? Porque si no es así, entonces tal vez podríamos regresar a mi
auto e ir por un café.‖
Aplasté una rama al caminar y desvié mi mirada, creí poder ver el brillo de agua
entre los árboles.
―Sam dijo que no es muy pronto para que un lobo cambie, ó al menos por un
momento, sobre todo si hace un poco de calor como hoy.‖
―Está bien, pero que quede claro que iremos por un café después de que no la
encontremos.‖ Recalcó Isabel.
―Mira, el lago esta por allá, ¿feliz?‖
―Aja…‖ Miré fijamente hacia donde me señalaba. Pude notar que los árboles
eran diferentes a los de antes. Incluso más espaciados y lejos el uno del otro y
musgo relativamente nuevo. Me detuve al ver que debajo de nuestros pies
había destellos de color, flores silvestres con una franja de color amarillo, unos
metros más allá pude ver más de ellas debajo de unas hojas, señales de
primavera y algo más… señales de humanos habitando esta zona, señales en
medio del bosque. Me dieron ganas de arrodillarme para poder tocar los
pétalos de las flores para confirmar que eran reales, pero los ojos vigilantes de
Isabel me mantuvieron de pie.
―¿Qué es este lugar?‖
Isabel se paró sobre una rama junto a mí para poder observar las flores.
―Ah… eso.‖ Antes, me refiero a los días gloriosos de nuestra casa, cuando aún
no vivíamos en ella los dueños tenían un paseo hacia el lago y un pequeño
jardín aquí, de hecho hay bancas cerca del agua y una estatua.
―¿Podemos verla?‖, pregunte fascinada con la idea de un mundo enterrado.
―Estamos aquí, ahí está una de las bancas.‖
Isabel me guió a un lado del puente hacia una banca de cemento. Estaba
cubierta de musgo verde y el ocasional liquen naranja y tal vez nunca lo
hubiera notado sin la ayuda de Isabel. Pero una vez que supe hacia dónde
mirar era fácil descifrar donde estaban los asientos. Había otra banca unos
metros más allá y una pequeña estatua de una mujer con sus manos cubriendo
su boca simulando una expresión de asombro, su rostro estaba dirigido hacia el
lago, hay también había flores silvestres que rodeaban la base de la estatua.
Junto a mí, Isabel sacudió sus botas en las hojas.
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―Mira hacia aquí, es piedra, como un patio o algo así. Lo encontré el año
pasado.‖
Retiré unas hojas tal como ella lo había hecho y era verdad, mis botas pisaban
concreto. Habíamos olvidado por un momento nuestras verdaderas
intenciones, yo movía las hojas para revelar el patio de cemento, cubierto de
musgo.
―Isabel, ¡esto no es solamente piedra! Es un… ah… ah…‖ Y de pronto no
recordaba cómo se llamaba este patrón especial de piedra.
―Mosaico‖, dijo Isabel, mirando hacia abajo donde yacía el complicado diseño.
Me arrodille y tallé un pedazo de esta piedra con una rama. Eran de colores
con unos destellos de azul y rojo. Así que continué descubriendo más del
mosaico, revelando un asombroso patrón, con un arcaico y sonriente sol en
medio del él. Me hizo sentir extraña, este rostro brillante escondido entre hojas.
―A Sam le encantaría esto‖, le dije.
―¿Dónde está?‖, pregunto Isabel.
―Revisando la parte del bosque que está detrás de la casa de Beck.‖
―Debió haber venido con nosotras‖, podría imaginarle la curva de sus cejas al
momento en que descubriera los mosaicos. Estas eran la clase de cosas para
las cuales Sam vivía.
Un objeto junto a la banca de concreto capto mi atención y me devolvió al
mundo real, se trataba de un hueso, lo levanté para mirarlo y note marcas de
dientes en el. Al hacerlo me di cuenta de que había más de ellos, junto a la
banca y entre las hojas. Justo debajo de la banca se encontraba una cacerola,
algo vieja pero era obvio que no era ninguna antigüedad y me tomó solo un
momento el darme cuenta de lo que se trataba.
Me levanté para encarar a Isabel. ―¿Los has estado alimentando, no es así?‖
Isabel me miró, pareciendo petulante y sin responderme.
Tomé la cacerola y le quite las hojas que yacían en el fondo de ella, ―¿qué les
has estado dando?‖
―Bebes‖, dijo Isabel.
Y yo le di una mirada.
―Les he dado carne, no soy estúpida. Y solo fue cuando hacía demasiado frío.
Y yo que sé, tal vez los mapaches se la han estado comiendo.‖
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Ella sonaba desafiante y enojada. Pensé en citar su infinita compasión, pero el
tono de su voz me hizo pensarlo dos veces antes decir algo. Así que solo dije:
―O tal vez un venado carnívoro, tratando de añadir algo de proteínas a su
dieta‖, dije.
Isabel dibujó una pequeña sonrisa. ―Yo creo que fue Pie Grande.‖
Pero ambas saltamos al escuchar un sonido parecido a un grito que provenía
del lago y que fue seguido por un splash en el agua.
―¡Dios!‖ dijo Isabel, con una mano en el estómago.
Yo respire muy profundo.
―Fue solo un mapache, creo que lo asustamos. La vida salvaje esta
sobrevaluada. Como sea yo no creo que Olivia este aquí. Un lobo cambiando a
chica sería más ruidoso que nosotras‖.
Tuve que admitir que su teoría tenía lógica, aunque la verdad era que yo no
tenía idea de cómo íbamos a manejar el misterioso regreso de Olivia a Mercy
Falls, así que una pequeña parte de mí se sentía aliviada.
―¿Ya podemos ir por algo de café?‖
―Sí‖, le respondí.
Pero me moví a través del patio y hacia el lago. Una vez que estabas parado
allí, se te olvidaba lo inestable que el piso era, la verdadera naturaleza. Fui a
ponerme junto a la estatua de la mujer y presione mis dedos en mis labios
admirando la vista. Por un momento no me di cuenta de que estaba imitando la
posición exacta de la estatua.
―¿Ya viste esto?‖
Isabel me alcanzó. ―Naturaleza…‖ dijo sin entusiasmo.
―Compra la postal y vámonos de aquí.‖
Pero mi mirada se había dirigido al suelo. Mi corazón se aceleró.
―¡Isabel!‖ suspire. Me congelé… del otro lado de la estatua, un lobo estaba
tirado encima de unas hojas, estaba muy pálido, apenas y podía ver su nariz y
algo de su oído derecho que sobresalía de las hojas.
―Está muerto‖, dijo Isabel.
"Mira, hay una hojas cubriéndolo. Parece que ya lleva ahí un rato."
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Mi corazón latía muy acelerado, tuve que recordarme a mí misma que Olivia se
había convertido en un lobo blanco, no gris. Y que Sam era un chico, seguro
dentro su humano cuerpo.
Este lobo no podría ser alguno de ellos, pero podría ser Beck. Olivia y Sam
eran los únicos que importaban para mí, pero Beck significaba mucho para
Sam. El era un lobo gris.
Por favor que no sea Beck. Pasando saliva me arrodillé junto a él mientras
Isabel se colocaba a mi lado arrastrando los pies en las hojas, quitaba las hojas
que cubrían parte del rostro del lobo, podía sentir la gruesa piel de lobo al lado
de mi mano, incluso a través de mis guantes. Vi la franja de pelos color gris y
negro moverse por un segundo después de levantar la palma de mi mano.
Y entonces abrí uno de sus ojos, el que estaba más cercano a mí, era de color
gris, no parecía de lobo. Este parecía mirar hacia algún lugar más allá de mí.
No era de Beck.
Aliviada, me detuve con mis talones para mirara a Isabel, al mismo tiempo que
dije "Me pregunto quién era."
Isabel dijo "Me pregunto qué fue lo que lo mato."
Pasé mis manos a través de su cuerpo, el lobo yacía de costado, con las patas
traseras cruzadas y la cola desparramada hacia fuera como una bandera a
media asta.
Me mordí el labio y luego dije " Yo no veo rastros de sangre."
"Dale la vuelta", sugirió Isabel.
Suavemente, tomé las patas del lobo y las rodé hacia su otro lado, el cuerpo
solo estaba un poco duro y a pesar de la hoja que había caído sobre su cara, el
lobo no había estado muerto por mucho tiempo.
Hice una mueca como anticipación a un espantoso descubrimiento, pero del
otro lado de su cuerpo tampoco había alguna lesión visible.
"Tal vez murió de vejez", le dije.
Mi amiga Rachel había tenido un perro cuando nos conocimos, un viejo y
canoso retriever que usaba un hocico pintado de blanco por la edad.
"El lobo no se ve tan viejo", dijo Isabel.
"Sam dijo que los lobos mueren después de unos quince años de no cambiar
de forma", le dije. "Tal vez eso es lo que le pasó."
Levanté la boca del lobo para ver si podía detectar alguna cana blanca o gris.
35
Pude escuchar el ruido de asco de Isabel, mucho antes de ver la causa de su
reacción.
Algo de sangre seca salía de la boca del lobo. Lo primero que pensé es que
podría ser de su última cacería hasta que me di cuenta de que el tamaño de la
mandíbula del lobo que se había apoyado en el suelo también estaba cubierta
de sangre. La sangre era del lobo.
Nuevamente tragué saliva, sintiéndome un poco enferma. No quería que Isabel
pensara que la sangre me había mareado y entonces le dije:
"Tal vez lo atropelló un auto y le se arrastró hasta aquí"
Isabel hizo un ruido con su garganta aunque no sé si fue por asco o desprecio.
"No... Mira su nariz."
Ella tenía razón, había rastros de sangre en las fosas nasales del lobo, estas
corrían hacia abajo hasta juntarse con sus labios.
No podía dejar de mirarlo. Si Isabel no hubiera estado allí, no sé por cuánto
tiempo hubiera permanecido agachada allí, con su hocico entre mis manos
contemplando a este lobo, a esta persona que había muerto con el rostro
cubierto con propia sangre.
Pero Isabel estaba allí. Así que cuidadosamente puse la boca del lobo de
nuevo en el suelo. Con un dedo enguantado y acaricié el pelo liso de la cara
del lobo.
Un poco mórbida pero yo en realidad quería ver nuevamente el otro lado, el
sangriento.
"¿Crees que había algo malo con él?", le pregunté.
"¿Te parece?", respondió Isabel. Luego se encogió de hombros.
"Podría ser simplemente una hemorragia nasal. ¿A los lobos les sangra la
nariz? Eso sería muy asqueroso."
Mi estómago se revolvió con recelo.
"Vamos Grace. Un traumatismo craneal también pudo hacerle eso, ó animales
tirando de el después de su muerte y muchas otras cosas repugnantes. El
punto es que está muerto. Fin".
Miré a esos ojos grises sin vida.
―Tal vez deberíamos enterrarlo."
"Tal vez deberías tomar un café primero," dijo Isabel.
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Me puse en pie, sacudiéndome el polvo de mis rodillas y tuve esa sensación
insistente, como cuando dejas algo inconcluso sin hacer, una punzante
angustia.
Tal vez Sam sabría más. Mantuve una voz casual y dije: "Está bien. Vamos a
entrar en calor y a llamar a Sam. Él puede venir después a dar un vistazo"
―Espera‖, dijo Isabel.
Sacó su teléfono celular, apuntó al lobo con el y saco una foto. ―Usemos el
cerebro y dale la bienvenida a la tecnología Grace."
Miré a la pantalla de su teléfono. La cara del lobo que en la vida real estaba
ensangrentada, parecía ordinaria y sin heridas a través del teléfono celular. Si
yo no hubiera visto al lobo en carne y hueso, nunca hubiera sabido que había
algo malo en el.
Capítulo 7
• SAM •
Había estado sentado en Kenny‘s desde hace unos quince minutos, mirando a
la camarera atender a los clientes en las otras cabinas, ella parecía una abeja
visitando las flores una y otra a la vez. Fue entonces cuando Grace tocó el
vidrio de la ventana de mi lado, ella era una silueta iluminada contra el brillante
cielo azul y yo solo podía ver el color blanco de su sonrisa, la vi lanzarme un
beso en el aire, antes de que Isabel se dirigiera hacia el frente del restaurante.
Un momento después, Grace con su nariz y mejillas de color rosa debido al
frío, se deslizó dentro del asiento junto a mí, sus jeas rechinaron contra la
siempre grasosa superficie. Estuvo a punto de tocarme la cara antes de
besarme, pero retrocedí.
"¿Qué? ¿Huelo mal?"
Me preguntó, aunque no sonaba molesta. Dejó su teléfono celular y las llaves
de su coche en la mesa delante de ella y se inclinó sobre mí para alcanzar los
menús que estaban en la pared.
Cuando se retiraba yo señalé hacia sus guantes. "De hecho si hueles mal, tus
guantes tienen el olor de ese lobo y no es muy agradable".
"Gracias por el apoyo, el hombre-lobo", dijo Isabel.
Cuando Grace le ofreció un menú, ella negó con la cabeza y agregó: "Todo el
coche olía a perro mojado".
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Yo no estaba seguro acerca de lo mojado, pero sí, yo podía percibir el olor
normal del lobo, a almizcle que provenía de los guantes de Grace, aunque
había algo más, un desagradable sentimiento que molestaba mi sentido del
olfato.
Grace dijo "Sheesh. Los pondré en el coche. No hay necesidad de darme esa
mirada. Si la camarera viene ordéname un café y algo que tenga tocino, ¿de
acuerdo?‖
Cuando ella se fue, Isabel y yo nos sentamos en un incómodo silencio que fue
ocupado por una canción de Motown jugando y el sonido de platos en la
cocina. Estudié la forma de la sombra deformada del salero y el contenedor de
azúcar mientras que Isabel examinó la manga de su suéter y la manera en
como descansaba sobre la mesa. Finalmente ella me dijo, "Hiciste otro pájaro."
Tomé la servilleta que había doblado mientras esperaba. Era abultada e
imperfecta debido a que la servilleta no había sido lo suficientemente cuadrada.
"Sí"… "
―¿Por qué?"
Me froté la nariz, tratando de deshacerme del olor del lobo.
―No lo sé. Hay una leyenda japonesa que dice que si doblas mil gruñas de
papel se te concederá un deseo."
Isabel alzó una ceja y reveló una sonrisa involuntaria. "¿Tienes un deseo?"
―No‖…le dije, mientras Grace se volvía a sentar a mi lado.
"Todos mis deseos ya han sido concedidos."
"¿Qué habías deseado?" Interrumpió Grace.
―Besarte", le dije.
Se inclinó hacia mí, ofreciéndome su cuello y yo la besé justo detrás de la
oreja, fingiendo que ya no podía percibir el aroma a almendras del lobo en su
piel. Los ojos de Isabel se alargaron, aunque sus labios se curvearon y yo supe
que de alguna manera ella había visto mi reacción.
Aparté la vista cuando la camarera se acercó y tomó nuestra orden. Grace
pidió un café y un sándwich, yo pedí la sopa del día y un té. Isabel acababa de
pedir café y sacó una bolsa de granola de su bolso de cuero después de que la
camarera se había marchado.
"¿Tienes alergia a la comida?" Le pregunté.
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"Alergia a la grasa", dijo Isabel. Donde antes yo vivía, teníamos verdaderas
cafeterías. Cuando aquí digo panini, todo el mundo dice salud como si hubiera
estornudado."
Grace se rió y tomó mi servilleta, hizo batir las alas del pájaro.
"Algún día iremos en excursión de Panini a Duluth, pero hasta entonces, el
tocino tiene que ser bueno‖.
Isabel hizo una mueca como si no estuviera de acuerdo con Grace.
"Si por bueno quieres decir bueno para la celulitis y acné, entonces estoy de
acuerdo contigo. Como sea, Sam, ¿Qué hay con lo del cadáver? Grace dijo
que le comentaste algo al respecto de que los lobos solo tienen quince años de
vida después de que dejan de cambiar."
"Que sutil eres Isabel," murmuró Grace, mirándome de reojo para ver cuál era
mi expresión a la mención de la palabra cadáver. Pero ella ya me había dicho
por teléfono que el lobo no era Beck, Paul o Ulrik, así que yo no reaccioné.
Isabel se encogió de hombros, sin pedir disculpas mientras que abría su
teléfono. Lo empujó sobre la mesa hacia mí.
"Evidencia visual número uno".
El teléfono raspó con migajas invisibles sobre la mesa mientras yo lo giraba
hacia arriba. Mi estómago me golpeó como un puño cuando vi al lobo en la
pantalla, claramente muerto, pero mi dolor carecía de fuerza. Yo nunca había
conocido a este lobo en forma humana.
"Creo que tienes razón,‖ le dije. Porque yo sólo había conocido a este lobo
como un lobo.
―Debió de haber muerto por vejez."
"No creo que esto sea por muerte natural", dijo Grace. ―No había canas blancas
en su pelaje.‖
Me encogí de hombros.
"Yo sólo sé lo que Beck me dijo. Que a nosotros... Que a ellos.‖ Tuve
problemas con el tiempo en el enunciado, ya que yo ya no era uno de ellos.
"Diez o quince años después de que paramos de cambiar, solo nos queda la
de vida natural de un lobo".
"Había sangre saliendo de la nariz del lobo," dijo Grace casi sonando enojada,
como si le molestara decirlo.
Incliné la pantalla hacia adelante y atrás, mirando cuidadosamente el cuerpo.
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En la pantalla borrosa no observé nada que sugiriera una muerte violenta.
"No era mucha sangre", dijo Grace, en respuesta a mi ceño fruncido.
"¿Alguno de los otros lobos que han muerto ha tenido alguna vez sangre en la
cara?"
Tenía problemas para recordar a los pocos lobos que habían muerto mientras
yo vivía en casa de Beck. Eran una neblina de recuerdos borroso, Beck y Paul
con palas y lonas. Ulrik cantando a todo pulmón „Porque es un buen
compañero…‟
"No recuerdo claramente a ninguno de ellos. Tal vez este lobo se golpeó en la
cabeza."
Deliberadamente omití pensar en esa persona detrás de la piel de lobo.
Grace ya no dijo nada más cuando la camarera llegó con nuestras bebidas y
alimentos. Durante un buen rato solo hubo silencio, mientras yo tomaba mi té y
lo adulteraba con azúcar e Isabel hacía lo mismo con su café.
Grace estudió su sándwich, pensativa y finalmente Isabel dijo: "Para un
comedor, realmente tienen buen café." Una parte de mí valoró el hecho de que
ella ni siquiera se volteó para mirar si la camarera estaba lo suficientemente
lejos como para escucharla antes de que lo dijera. Esa falta de sensibilidad, era
de alguna manera gratificante de ver. Pero la mayor parte de mí estaba
agradecido por estar sentado al lado de Grace, quien le disparó una mirada a
Isabel, una mirada que decía ‗A veces no sé por qué salgo contigo.‘
"Uh-oh", dije mirando la puerta de entrada.
"Problemas".
Era John Marx, el hermano mayor de Olivia. Yo no estaba ansioso por hablar
con él y al principio parecía que no tendría que hacerlo porque John no parecía
habernos visto. Se dirigió directamente al mostrador y sacó un banco,
encorvando su gran cuerpo mientras se apoyaba en los codos e incluso antes
de que ordenara, la camarera le trajo un café.
"John es muy guapo", observó Isabel, con una voz que indicaba que
posiblemente era un inconveniente.
"Isabel", susurró Grace. "Tal vez deberías bajar un poco tu nivel de
insensibilidad."
Isabel frunció los labios. "¿Por qué? No es como si Olivia estuviera muerta."
"Voy a ir a pedirle que se acerque y se siente con nosotros," dijo Grace.
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"Oh, no, por favor, no", le dije. "Eso implica mentir y sabes que yo no soy bueno
en eso".
"Pero yo si lo soy", dijo Grace. "Míralo…luce muy triste. Vengo enseguida."
Y así ella regresó un minuto después con John y regresó a sentarse junto a mí.
John se sentó al final de la mesa, se miraba un poco incómodo como si Isabel
hubiera esperado demasiado tiempo para hacerle espacio en su lado del
asiento.
"Entonces, ¿cómo has estado?", Preguntó Grace con simpatía, apoyando sus
codos sobre la mesa. Podría haber estado imaginando ese tono de persuasión
en su voz, pero no lo creí. Yo ya había escuchado antes ese sonido, lo usaba
cuando ella preguntaba algo para la cual ya conocía la respuesta y además
una respuesta que le agradaba.
John miró a Isabel, quien estaba manteniendo su distancia de él, de una
manera muy obvia, con su brazo contra la ventana. Luego se inclinó hacia mí y
Grace.
"Recibí un e-mail de Olivia.‖
"¿Un e-mail?" Grace repitió. Su voz transmitía la perfecta combinación de
esperanza, incredulidad, y frialdad.
Justo lo que esperarías de una chica en duelo y quien esperaba que su mejor
amiga estuviera aún con vida. Sólo que Grace sí sabía que Olivia estaba viva.
Le lancé una mirada y Grace me ignoro, poniendo una mirada intensa e
inocente.
"¿Qué decía?"
"Que estaba en Duluth. ¡Que pronto vendría a casa!"
John puso sus manos en alto. "Yo no sabía si alegrarme o gritarle a la
computadora. ¿Cómo pudo hacerle esto a mamá y papá? Y luego sólo dice
algo como 'Así que…voy a regresar pronto. Como si hubiera ido a visitar a unos
amigos y ahora ya estuviera aburrida. Quiero decir, estoy muy feliz pero
Grace… estoy tan enojado con ella".
Se recostó en su asiento, mirándose un poco sorprendido por haber confesado
tanto.
Crucé mis brazos y me incliné sobre la mesa, tratando de borrar el hormigueo
de celos que inesperadamente había surgido cuando John había dicho el
nombre de Grace con un gran sentimiento de conexión. Es extraño lo que el
amor te enseña acerca de tus defectos.
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"Pero… ¿Cuándo?" Presionó Grace. "¿Cuando dijo que regresaría?"
John se encogió de hombros. "Ella no dijo nada más que 'pronto' ".
Los ojos de Grace brillaban. "¡Pero ella está viva!"
"Sí," dijo John, y ahora vi como sus ojos brillaban también.
"La policía nos dijo que no debíamos de hacernos muchas ilusiones. Eso fue lo
peor, no saber si estaba viva."
―Hablando de la policía ", dijo Isabel. "¿Les mostraste el e-mail?"
Grace le dio a Isabel una mirada menos agradable, pero para cuando John la
miro esta se había derretido hacia una cara de suave interés.
El se veía culpable. "No quería escuchar que me dijeran que tal vez el email ni
quiera era real. Supongo que…supongo que lo haré. Porque pueden rastrearlo,
¿no es así?"
―Sí,‖ dijo Isabel, mirando a Grace en lugar de John.
"He oído que los policías pueden rastrear las direcciones IP o como se llamen y
así poder averiguar el área general de su procedencia, como por ejemplo aquí
mismo en Mercy Falls".
Grace respondió con voz dura: "Pero si fuera de un café Internet, en una ciudad
bastante grande como Duluth o Minneapolis, no sería realmente útil."
John la interrumpió "No sé si realmente quiero que traigan a Olivia aquí
gritando y pateando. Quiero decir, ella ya casi tiene dieciocho años y no es
estúpida. La extraño pero tuvo que haber alguna razón para que ella se fuera."
Todos nosotros lo miramos fijamente, creo que por diferentes razones. Yo
estaba pensando que lo que había dicho era algo muy perceptivo y
desinteresado, aunque un poco desinformado.
La mirada de Isabel parecía más una que decía ‗¿acaso eres idiota?‘. Mientras
que la Grace era de admiración.
―Eres un buen hermano", dijo Grace.
John miró a su taza de café.
―Sí, bueno, no sé nada de eso. Como sea, será mejor que me vaya. Estoy de
camino a clase."
"¿Clases en sábado?"
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"Es más como un taller", dijo John. "Me da créditos extra y además me saca de
la casa."
Salió de la cabina, sacando unos pocos dólares de su bolsillo para el café.
"¿Se lo puedes dar a la camarera?"
―Sí,‖ dijo Grace. "¿Nos vemos después?"
John asintió y se retiró.
Sólo había pasado un momento desde su partida cuando Isabel se deslizó de
nuevo al centro del asiento para enfrentar a Grace.
"Wow, Grace, nunca me dijiste que naciste sin cerebro ", dijo Isabel. "Porque
esa es la única manera por la cual me puedo imaginar que hayas hecho algo
tan increíblemente estúpido".
Yo no lo habría expresado en esos términos, pero era exactamente lo que yo
estaba pensando.
Grace movió sus brazos. "Psh… Lo envié la última vez que estuve en Duluth.
Quería darles algo de esperanza. Y en realidad pensé que podría hacer que los
policías dejaran de buscarla tanto, si ellos pensaban que era un caso de una
adolescente huyendo de casa en lugar de un posible secuestro. Como puedes
ver… sí estaba usando mi cerebro."
Isabel se sacudió un poco de granola de la palma de su mano. "Bueno yo
pienso deberías mantenerte al margen. Sam, dile que lo debería hacer."
La idea de hacerlo me hacía sentir incómodo, pero dije: "Grace es muy sabia."
"Grace es muy sabia," Le repitió Grace a Isabel.
"La mayoría de las veces", añadí.
―Tal vez deberíamos decírselo ", dijo Grace.
Isabel y yo la miramos con incredulidad.
"¿Qué? Él es su hermano, la ama y quiere que sea feliz. Además, no entiendo
porque tanto secreto si es algo puramente científico. Sí, el resto del mundo
definitivamente podría mal interpretarlo, ¿pero los miembros de la familia? Uno
pensaría que la lógica le ganaría a lo monstruoso."
Realmente no tenía palabras para el horror que esa idea me inspiraba. Ni
siquiera estaba seguro de por qué suscitaba una reacción tan fuerte en mí.
"Sam", dijo Isabel, y me di cuenta de que estaba sentado allí, recorriendo con
un dedo una de mis cicatrices en la muñeca.
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Isabel miró a Grace. "Grace. Esa es la idea más tonta que he escuchado, a
menos que tu meta sea hacer que Olivia corra al microscopio más cercano.
Además, claramente John está demasiado alterado como para manejar el
concepto."
Al menos esto tenía sentido para mí. Asentí con la cabeza. "Yo no creo que él
sea un buen candidato para ese tipo de conocimiento, Grace."
"¡Pero se lo dijimos a Isabel!"
"Tuvimos que hacerlo," le dije, antes de que Isabel pudiera tomar un aire de
superioridad.
"Ella ya casi lo sabía todo. Yo creo que deberíamos operar con una base de
‗solo si es estrictamente necesario‘."
Grace comenzaba a poner esa cara que significaba que estaba molesta, así
que dije: "Pero yo aún pienso que eres muy sabia… Por lo general".
"En general‖, repitió Isabel. ―Y ahora ya me voy, me estoy pegando al asiento."
"Isabel", le dije cuando ella se levantó y se detuvo en la orilla de la mesa,
dándome esa extraña mirada, como si nunca antes la hubiera llamado por su
nombre.
―Voy a enterrarlo, el lobo. Tal vez hoy si es que el suelo no está congelado."
―No hay prisa", dijo Isabel "No se va ir a ninguna parte."
Cuando Grace se inclinó hacia mí, yo recogí otro pedazo de ese olor podrido.
Deseaba poder ver más cerca la fotografía en el teléfono de Isabel y que la
naturaleza de la muerte del lobo fuera más sencilla. Yo, ya tenía suficientes
misterios como para una vida entera.
Capítulo 8
• SAM •
Yo era humano. El día después de que enterré al lobo era frígido. El clima de
Minnesota en marzo era muy volátil, un día se elevaba hasta los treinta grados,
y al otro podía tener apenas doce o trece.
Era increíble tener una temperatura de treinta y dos, después de meses donde
el termómetro alcanzaba un solo dígito. Yo nunca antes había tenido que
soportar tanto frío dentro de mi piel humana.
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Pero el día de hoy era uno de los días más fríos, tan lejos de la primavera
como alguien puede estar, con excepción de las moras que crecía a los lados
de los árboles, no había otro color en el mundo. Mi aliento se congelo frente a
mí y mis ojos se secaron por el frío. El aire olía como si yo fuera un lobo y sin
embargo no lo era. Ese conocimiento me emocionaba y me lastimaba al mismo
tiempo.
En todo el día no había tenido más que sólo dos clientes en la librería. Estaba
considerando lo que haría después de mi turno, la mayoría de las veces que mi
turno terminaba antes de que Grace saliera de la escuela, yo me quedaba en el
desván de la tienda leyendo un libro en lugar de ir a la casa vacía de los
Brisbane.
Sin Grace allí, ese sólo era un lugar para esperarla y un dolor sordo surgía en
mi interior. Hoy… ese dolor me había seguido hasta el trabajo. Incluso había
escrito una canción, sólo un trozo de canción.
Sigue siendo un secreto que a nadie le importa
Si incluso al saberlo no te preocupa
Vives y sientes y respiras de la misma manera
Aún sabiendo todas esas cosas que sólo tú sabes sobre mí
Era la esperanza de una canción más que otra cosa. Y ahora estaba sentado
detrás del mostrador leyendo uno de los libros de Roethke, mi turno estaba
punto de terminar y la tutoría de Grace terminaba más tarde. Mis ojos
contemplaban los copos de nieve en vez de las palabras de Roethke.
Oscura… mi oscura luz, pero es aún más oscuro mi deseo. Mi alma, como una mosca enloquecida por el calor de verano
No para de zumbar en techo. ¿Qué yo soy yo?
Miré hacia abajo a mis dedos en las páginas de mi libro, esas cosas
maravillosas y preciosas, y me se sentí culpable por las cosas anónimas que
me atormentaba.
El reloj daba las cinco, por lo general a esta hora yo solía cerrar la puerta de
entrada, colgaba el letrero de CERRADO Vuelva pronto y salía por la puerta
trasera hacía mi Volkswagen.
Pero esta vez no lo hice. Esta vez, cerré la puerta trasera, cogí el estuche de
mi guitarra y salí por el frente, deslizándome un poco con la capa de hielo que
cubría la entrada. Me puse la gorra de cráneo, una que Grace me había
comprado en un intento fallido intento de hacerme ver sexy y mantener mi
cabeza caliente al mismo tiempo.
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Al caminar en medio de la acera, observé como diminutas copas de nieve
flotaban en la calle. Hasta donde yo podía ver, había bancos de nieve
formando toda clase de esculturas de colores. Las estalactitas de hielo
formaban caras raras.
Mis ojos me ardían debido al frío. Sostuve mi mano libre con la palma hacia
arriba y observé como la nieve se disolvía mi piel. Esto no era la vida real, sino
vida a través de una ventana. No podía recordar cuando no me había ocultado
en ella. Yo Tenía frío, tenía un puñado de nieve y era… humano.
El futuro se extendía ante mí, infinito, creciente y muy mío de una manera como
nunca lo había estado, una repentina euforia se precipitó a través de mí y una
sonrisa se formo en mi rostro, era una cara de lotería cósmica que por algún
motivo había ganado.
Había arriesgado todo y lo había ganado todo, y aquí estaba yo, viviendo el
mundo. Me reí en voz alta aunque no había nadie que me escuchara expecto la
audiencia de copos de nieve. Así que salte de la acera hacia el banco de nieve.
Me sentía borracho de mi realidad de cuerpo humano, toda una vida de
inviernos, de abrigos contra el frío, de narices rojas, de quedarse hasta tarde
en Año Nuevo.
Siguiendo las huellas de los neumáticos en la carretera, comencé a bailar en
medio de la calle, balanceando mi guitarra y la nieve caía a mi alrededor, hasta
que un coche tocó su claxon. Yo saludé con la mano al conductor y salté a la
acera de enfrente, tocando la nieve crujiente de cada parquímetro. Mis
pantalones se congelaban y en mis zapatos, mis dedos se entumecían, mi
nariz era roja y aún… seguía siendo yo mismo, siempre yo.
Le di vuelta a la manzana hasta que el frío había perdido su novedad y luego
regresé a mi coche para ver mi reloj. Grace aún estaría ocupada con su tutoría
y yo no me sentía dispuesto a correr el riesgo de llegar a su casa y encontrar a
uno de sus padres, la palabra ―incómodo‖ no era suficiente como para describir
esas conversaciones, entre más obvios Grace y yo éramos acerca de nuestra
relación, más obstáculos encontraban sus padres para tratar de separarnos y
viceversa. Así que en lugar de ir, me dirigí hacia la casa de Beck. A pesar de
que no tenía la esperanza de que cualquiera de los otros lobos que hubiera
cambiado, podría recoger algunos de mis libros. Yo no era un fan de los
misterios que llenaban los libreros de Grace, así que seguí la carretera en
medio de esa luz gris que indicaba que el día llegaba a su final. Ahí estaba, el
bosque, presionando contra la orilla de la carretera para por fin encontrarme en
la calle abandonada que conducía a la casa de Beck.
Después de estacionarme en la entrada salí del coche y respire hondo. El
bosque olía diferente al bosque detrás de Grace, por aquí el aire estaba lleno
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con el agudo aroma de los abedules y el olor a tierra mojada debido al lago
cercano. Incluso podía distinguir el olor de la manada, con aroma almizcle y
picante.
El hábito me llevó a la puerta de atrás donde la nieve fresca hacía rechinar mis
botas. Pasé mis dedos por la nieve por encima de los arbustos que crecían
sobre las paredes de la casa mientras que la rodeaba, esperando por esa
nausea que significaba que iba a cambiar, pero nunca vino.
Al lado de la puerta trasera, dudé, mirando hacia el patio cubierto de nieve.
Tenía mil recuerdos en ese lugar, extendiéndose desde la puerta y hacia el
bosque.
Volviéndome hacia la puerta, me di cuenta que esta entreabierta, apenas y lo
suficientemente cerrada como para impedir que el viento la abriera. Miré la
perilla y fue entonces cuando note una mancha roja, era de uno de los otros
lobos, había cambiado aunque muy, muy temprano. Sólo uno de los nuevos
podría haberse convertido en humano tan temprano, e incluso uno de ellos no
podía aspirar a mantener esa forma mientras la nieve seguía recubriendo el
suelo.
Empujando la puerta, llamé a ella
"¿Hola?" Y hubo un ruido en la cocina. Había algo en la manera en que sonó y
me hacía sentir incómodo. Traté de pensar en algo que decir que sonara
tranquilizador para un lobo y al mismo tiempo que no sonara demente para un
humano.
"Sea quien sea, yo vivo aquí."
Doblé la esquina hacia la oscura cocina, pero me detuvé de pronto en la orilla
de la isla central cuando olí el aroma a tierra mojada del lago y cuando pude
alcanzar la barra pregunté:
"¿Quién está ahí?"
Pude ver un pie, un pie humano, desnudo, sucio que sobresalía detrás de la
isla, y cuando este estiró alejó, yo también lo hice. Viniendo por detrás vi a un
hombre acurrucado sobre sí, sacudiéndose fuertemente. Su pelo era de color
café oscuro y estaba lleno de barro seco, además en sus brazos extendidos,
pude ver una docena de pequeñas heridas, evidencia de un paseo por el
bosque sin protección. Y olía a lobo.
Lógicamente, yo sabía que tenía que ser uno de los nuevos lobos de Beck,
pero al pensar en la decisión de Beck sentí un extraño cosquilleo, yo sabía que
era porque él era el primer nuevo miembro de la manda en mucho tiempo.
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El volvió su rostro hacia mí y aunque debió estar sufriendo demasiado con el
dolor – yo recordaba aquel dolor- su expresión era integra. Y familiar.
Algo sobre la esa línea dura de sus pómulos hasta la mandíbula y la forma
estrecha de su brillantes ojos verdes me irritantemente familia y con un nombre
atado al límite de mi conciencia. Tuve la sensación de conocer su nombre, pero
en ese momento solo flotaba en algún lugar de mi cabeza. "¿Voy a volver a
cambiar, no es así?", Dijo él. Y su voz me tomó por sorpresa, no sólo por el
timbre, el cual era algo áspero y mayor de lo que yo esperaba, sino también por
su tono. Completamente fijo, a pesar de la sacudida de sus hombros y el
oscurecimiento de sus uñas.
Me arrodillé a su lado, tratando de que las palabras salieran de mi boca,
sintiendo como un niño con la ropa de su padre. Cualquier otro año hubiera
sido Beck el que le explicara esto al lobo nuevo, no yo.
―Sí, lo harás. Aún hace demasiado frío. Mira, la próxima vez que cambies, trata
de encontrar la bodega en el bosque."
"La vi", dijo con una voz más allá de un gruñido.
"Tiene un calentador, algo de comida y ropa. Puedes abrir la caja que dice Sam
o la que dice Ulrik, algo allí debe de quedarte. "
Pero para ser honesto yo no sabía si le quedarían o no. El chico tenía hombros
anchos y los músculos de un gladiador.
"No es igual como estar aquí, pero te evitara estos temblores."
Subió su mirada hacia mi rostro, con esos brillantes ojos brillantes y su mirada
sardónica hizo que me diera cuenta que nunca me había dado alguna razón
para creer esas heridas y los temblores lo molestaban.
"Gracias por el consejo", me dijo, y las palabras que cortó se sentían amargas
mi boca.
Beck me había dicho que los tres nuevos lobos que había creado habían sido
reclutados y que ellos sabían en lo que se estaban metiendo. Hasta ahora yo
no había considerado que clase de persona sería aquella que eligiera esta
vida, alguien quien por decisión propia se perdería y alejaría de él mismo cada
vez más hasta que finalmente se despidiera de todo.
Era casi como un suicidio y cuando lo pensaba algo me hizo mirar al chico de
una forma totalmente diferente.
Mientras que el cuerpo del novato se retorcía en el suelo con expresión
expectante, controlada, apenas tuve tiempo de ver sus marcas en la piel antes
de que este se retorciera para volver a ser lobo.
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Me apresuré a abrir la puerta trasera para que el lobo que bajo la penumbra era
color café oscuro, pudiera escapar hacia la nieve y lejos del muy humana
medio ambiente de la cocina. Pero este lobo no se dirigió hacia la puerta como
cualquier lobo hubiera hecho, como yo lo hubiera hecho. En cambio el me
acechaba lentamente, con su cabeza hacia abajo, haciendo pausas para
mirarme directamente con sus ojos verdes. Yo no desvié la mirada y finalmente
el se deslizó por la puerta trasera, deteniéndose una vez más en el patio
trasero para mirarme fijamente.
Pero incluso un rato después de que el lobo se había ido nuevo, su imagen me
perseguía: sus heridas de punción en las curvas de los codos, la arrogancia de
sus ojos, la familiaridad de su rostro.
Cuando por fin pude regresar a la cocina para limpiar el la sangre y la suciedad
del mosaico, vi la llave de repuesto tirada en el suelo y la regresé a su
escondite, en la parte posterior de la puerta. Pero mientras lo hacía, me sentía
observado así que me di la vuelta, esperando ver al lobo nuevo hacia la orilla
del bosque, pero en su lugar se encontraba un era un lobo grande, gris, con los
ojos fijos en mí y me era familiar en una forma totalmente diferente.
"Beck", susurré. El no se movió, pero sus fosas nasales si trabajaban, oliendo
lo mismo que yo: al nuevo lobo.
―Beck, ¿qué nos has traído?‖
Capítulo 9
• ISABEL •
Me quedé tarde después de clase para una reunión del consejo estudiantil. La
reunión estaban tan aburrida como el infierno y a mí me importaba una mierda
la organización de la preparatoria de Mercy Falls, pero esta me ayudaba a
mantenerme lejos de casa y además me dejaba sentarme en el fondo, con mi
sonrisa silenciosa, mis ojos pintados de negro, inalcanzable. Tenía mi grupo
habitual de chicas que se sentaban a mi alrededor, ojos pintados como los
míos, luciendo inalcanzables, que no era lo mismo que ser inalcanzable.
Ser popular en una ciudad del tamaño de Mercy Falls era ridículamente fácil.
Tan solo bastaba con que creyeras ser la moda y ya lo eras. No era como San
Diego, donde ser popular era como una carrera de tiempo completo. Los
efectos de asistir a la asamblea que duraba una hora de la vida de Isabel
Culpeper, durarían toda una semana.
Pero, después de todo finalmente tenía que regresar a casa. Para mi suerte,
ambos autos de mis padres estaban estacionados en la entrada. No daba
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crédito a mí alegría, así que me senté en mi camioneta a un lado de la entrada,
abrí el libro de Shakespeare que se suponía debía de estar leyendo y subí el
volumen de la música, lo suficiente como para ver vibrar el espejo retrovisor.
Después de unos diez minutos por fin pude ver la silueta de mi madre
apareciendo a través de una de las ventanas haciendo unos movimientos
exagerados que me decían que debía entrar a la casa.
Y así la noche comenzaba.
Dentro de nuestra vasta cocina de acero inoxidable se encontraba el show
perfecto que eran los Culpeper.
Mamá: "Estoy segura que a los vecinos les encanta tu basura de música
blanca. Gracias por ponerla lo suficientemente fuerte para que la puedan
escuchar. "
Papá: "Y a todo esto, ¿En dónde estabas?"
Mamá: "Tuvo junta de consejo estudiantil."
Papá: ―No te pregunté a ti. Le pregunté a nuestra hija. "
Mamá: "Honestamente Thomas, ¿realmente importa quién conteste?"
Papá: "Siento como si tuviera que apuntarle con una pistola en la cabeza para
conseguir que hable conmigo. "
Yo: "¿Tengo esa opción?"
Y ahora sí que ambos me estaban mirando. Yo realmente no tenía necesidad
de añadir líneas para el show de los Culpeper, era auto sostenible sin mí y
tenía repeticiones todas las noches.‖
―Te dije que ella no debía ir a una escuela pública " mi padre le dijo a mi madre.
Y yo sabía que la siguiente línea de mamá sería: "Y yo te dije que no debíamos
de haber venido a Mercy Falls " y luego papá comenzaría a tirar cosas y
finalmente acabarían en habitaciones separadas, disfrutando de diferentes
marcas de bebidas alcohólicas.
"Tengo tarea", los interrumpí. "Voy al piso de arriba. Nos vemos la próxima
semana. "
Cuando me dirigía a salir de la habitación papá dijo: "Isabel, espera."
Esperé.
"Jerry me dijo que sales con la hija de Lewis Brisbane. ¿Eso es cierto?"
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Y me volví para ver cuál era su expresión. Su brazos estaban cruzados
mientras se apoyaban en la barra de la cocina, con su camisa y corbata
perfectas, sin arrugas y lucía una ceja levantada. Así que levanté la mía para
igualarlo.
"¿Qué hay con eso?"
"No me hables en ese tono", dijo papá. ―Te hice una pregunta.‖
―Entonces tu respuesta es sí. Sí. Salgo con Grace."
Pude ver como una vena se le notaba más en uno de sus brazos mientras el
cerraba sus puños y los abría de nuevo, una y otra vez.
―He escuchado que a ella le agradan mucho los lobos. "
Hice un pequeño gesto en el aire como diciendo ¿De qué estás hablando?
"Hay rumores de que ella les da de comer, los he estado viendo mucho por
aquí", dijo. "Y parecen estar muy bien cuidados. Estoy pensando en que es
hora de hacer algunos recortes‖.
Por un largo momento solo nos vimos el uno al otro. Yo, tratando de decidir si
él sabía que yo los había estado alimentando y si él estaba haciendo su cosa
pasiva-agresiva para que yo dijera algo, mientras me trataba de intimidar.
―Sí papá‖, finalmente le dije. "Deberías ir a dispararle algunos animales. Eso va
a traer de vuelta a Jack. Buena idea. ¿Debería decirle a Grace que los atraiga
más cerca de la casa? "
Mi madre me miraba fijamente, como una pieza de arte congelada: Retrato de
una mujer con Chardonnay. Y mi padre parecía que quería pegarme.
"¿Ya terminamos?", le pregunté.
"Oh, sí que estoy muy cerca de terminar", dijo mi padre. Y se volvió y para
darle una mirada a mi madre, la cual no vio porque estaba demasiado ocupada
llenado sus ojos con lágrimas que aún no caían.
Como pensé que mi participación en este episodio en particular había
definitivamente terminado, así que los dejé en la cocina. Pude escuchar a mi
padre decir: "Voy a matarlos a todos." Y mi madre dijo, con la voz llena de
lágrimas, "Lo que sea, Tom."
El final. Probablemente debería de dejar de alimentar a los lobos.
Entre más se acercaran, más peligroso sería para todos nosotros.
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Capitulo 10
Traducido por Karencita Roth.
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• GRACE •
Para el tiempo en que Sam llego a casa, Rachel y yo habíamos tratado de
hacer pollo a la parmesana durante una media hora. Rachel carecía de
concentración en hacer trozos los pedazos de pollo, así que la había puesto a
revolver la salsa de tomate mientras yo le untaba a un sinfín de presas de pollo
huevos y queso rallado. Yo pretendía estar molesta, pero en realidad la acción
repetitiva tuvo una clase de efecto relajante en mi, y había un placer sutil en los
elementos táctiles: el remolino viscoso de color amarillo brillante del huevo
sobre el pollo, luego el suave roce de las migas de pan entre sí al moverse
fuera del camino del pollo.
Si solo no tuviera este dolor de cabeza persistente. Sin embargo el proceso de
hacer la cena y tener a Rachel aquí, eso estaba haciendo un buen trabajo en
hacerme olvidar dos cosas: el dolor de cabeza y el hecho de que afuera había
alcanzado un oscuro invierno, el frio presionando en la ventana del fregadero y
Sam aun no estaba aquí. Yo repetía en mi cabeza lo mismo una y otra vez: El
no va a cambiar. El está curado. Se ha acabado.
Rachel golpeo su cadera contra la mía, y me di cuenta de repente que ella
había subido la música a un tono increíblemente alto. Ella golpeo nuevamente
su cadera contra la mía al compas de la canción, y luego giro al centro de la
cocina moviendo los brazos encima de su cabeza en una especie de danza
demencial de Snoppy. Su vestimenta, un vestido negro sobre unas leggins de
rayas, a la par con su cola de caballo doble, así que la imagen
resultaba…chocante. ―Rachel‖ le dije, ella me miro pero siguió bailando. ―Por
esto es por lo que estas soltera‖
―Ningún hombre puede manejar esto‖. Me aseguro Rachel señalándose así
misma con la barbilla. Ella se giro y se encontró cara a cara con Sam de pie en
la puerta de la sala. Los golpeteos del bajo tuvieron que haber ahogado el
sonido de la puerta principal. A la vista de él mi estomago se deslizo a mi pies,
una extraña sensación de alivio, nervios y anticipación TODO en uno, un
sentimiento que parece nunca irse.
Todavía encontrándose cara a cara, Rachel hizo un movimiento de danza
extraña con sus dedos índices extendidos, parecía que posiblemente había
sido inventado en los 50 cuando las personas no estaban permitidos a tocarse.
―Hola, El chico‖ Rachel grito por encima de la música. ―Estamos haciendo
comida italiana‖. Si soltar un pedazo de pollo me volví e hice un alto sonido de
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protesta. Rachel dijo: ―Mi colega me informa que he hablado con demasiada
fuerza. Estoy viendo a Grace hacer comida italiana‖.
Sam me sonrió, su siempre sonrisa de aspecto triste tal vez un poco más
apretada que de costumbre y dijo ―…..‖.
Yo estaba luchando para bajar el volumen a la radio con la mano que no
estaba cubierta con pan rallado. ―¿Qué?
―Dije, ¿Que estás haciendo?‖. Sam repitió. ―Y luego ‗Hola Rachel‘ y ¿Puedo
entrar a la cocina Rachel?‖. Rachel salió de su camino y Sam llego a apoyarse
en el mostrador, junto a mí. Sus ojos amarillos de lobo se redujeron y al
parecer se había olvidado que todavía llevaba puesto el abrigo. ―Pollo a la
parmesana‖ Yo dije. El parpadeo. ―¿Qué?‖.
―Es lo que estoy haciendo. ¿Qué estabas haciendo tu?‖. Sam tropezando dijo.
―Yo—estaba—en la tienda. Leyendo‖. Con una mirada rápida a Rachel, se
chupo sus labios y dijo. ―No puedo hablar. Mis labios aun están fríos por venir
de afuera. ¿Cuándo será la primavera?‖. ―Olvídense de la primavera‖, dijo
Rachel, ―¿Cuando cenaremos?‖.
Yo agite el pollo sin pan así ella, y Sam miro a su alrededor en el mostrador
detrás de él. ―¿Puedo ayudar?‖, el pregunto. ―Sobre todo lo que necesito es
terminar de empanar estas ocho millones pechugas de pollo‖, yo dije. Mi
cabeza estaba empezando a latir con fuerza, y realmente estaba empezando a
odiar el mero hecho de ver el pollo sin cocinar. ―Nunca me di cuenta de lo que
ocurre cuando dos libras de pollo se filetean…..es pesado‖.
Sam gentilmente toco su hombros junto a mi cuando paso a lavarse las manos,
apoyo su mejilla en la mía cuando llego detrás de mí para recoger un paño y
secarse las manos.―Voy con el pan, mientras tú fríes lo demás. ¿Funcionara?‖.
―Voy a cocinar el agua para la pasta‖, se ofreció Rachel, ―Soy excelente en
cosas de ebullición‖. ―La gran olla está en la despensa‖. Le dije. Cuando Rachel
desapareció en la pequeña despensa comenzó a estrellarse a través de las
ollas y tapas, Sam se inclino hacia mi para que sus labios quedaran contra mi
oreja. El susurro, ―Vi a uno de los nuevos lobos de Beck hoy. Cambiando de
forma‖. Tomo un momento para que mi cerebro entendiera las palabras que él
había dicho: nuevos lobos. ¿Era Olivia humano? ¿Sam trato de buscar a los
otros lobos? ¿Qué pasara ahora? Me volví bruscamente hacia él. El estaba
todavía suficientemente cerca de mí, tanto que nos tocábamos nuestras
narices; todavía estaba fría porque había venido de afuera. Vi la preocupación
en sus ojos. ―Hey nada de eso mientras yo esté aquí‖, dijo Rachel, ―Me gusta el
chico, pero no quiero verte besarlo. Besarse en frente de alguien que no tiene
amor es un acto de crueldad. ¿No se supone que algo se fríe?‖.
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Así que acabamos de hacer la cena. Parece que tomo un tiempo largo y
agónico, sabiendo que Sam tenía algo que decir y sabiendo que no lo diría en
frente de Rachel. Y ahí estaba la culpabilidad mezclada, haciendo que el
tiempo se arrastre. Olivia también era amiga de Rachel. Y si ella sabía que
Olivia podría regresar pronto, ella estaría en la luna y llena de muchas
preguntas. Trate de evitar mirar el reloj; la mama de Rachel iba a recogerla a
las 8.
-Oh, Rachel hola, mmm, comida." Mi madre corría por la cocina, dejando caer
su abrigo sobre una de las sillas de la pared. ―¡Mamá!" le dije, sin molestarme
en ocultar la sorpresa en mi voz. "¿Qué haces en casa tan temprano?"
"¿Hay suficiente para mí? Comí en el estudio, pero no me he llenado", dijo
mamá. No me cabía duda. Mamá era una excelente quemadora de calorías,
hizo un movimiento incesante en el departamento de calorías-destrucción. Se
volvió, y vio a Sam, su voz cambió a algo que sabia y no era agradable. "Oh.
Hola, Sam. ¿Otra vez aquí?" Sam tenía las mejillas enrojecidas.
"Prácticamente vives aquí," Mamá continuó. Ella se volvió y me miró.
Es evidente que se suponía que transmitía algún significado con su mirada,
pero conmigo se perdió. Sam, sin embargo, volvió su cara lejos de las dos
como si para él fuera lo suficientemente claro.
Hace un tiempo, a mamá realmente le había gustado Sam. Ella había
coqueteado con él incluso a su manera de mamá y le preguntó que si podía
cantar y posar para un retrato. Pero eso fue cuando él era apenas un
muchacho con el que me estaba viendo. Ahora que estaba claro que Sam
había llegado para quedarse, la amistad de mamá se había evaporado y ella y
yo nos comunicábamos en el idioma del silencio. La duración de las pausas
entre las frases transmite más información que las palabras dentro de ellas. Mi
mandíbula estaba apretada cuando dije. ―Toma un poco de pasta, mamá.
¿Esta noche trabajaras más? "
"¿Quieres que salga de tu camino?" Ella preguntó. "Puedo ir arriba." Ella me
tocó la cabeza con el tenedor. "No hay necesidad de pegarme un tiro con ojos
daga, Grace. Ya entendí. Nos vemos más tarde, Rachel."
"Yo no tenía ojos de daga", dije después de que ella se fue, acercándose a
colgar su abrigo. Algo sobre el intercambio de todo había dejado un sabor
amargo en mi boca. ―No lo hiciste‖, convino Sam, su voz un poco lúgubre.
"Ella tiene una conciencia culpable." Su rostro estaba pensativo, hundió los
hombros, como si estuviera cargando un peso que no había estado llevando
esa mañana. De repente me pregunte si alguna vez el dudó de que había
hecho una buena decisión -si había valido la pena el riesgo. Yo quería que el
supiera que yo creía que era así. Yo quería que el supiera que podía gritarlo a
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los cuatro vientos. Fue entonces cuando decidí confiar en Rachel. "Será mejor
que vayas a mover el carro‖, le dije a Sam. Echó una mirada inquieta hacia el
techo, como si mamá pudiera leer sus pensamientos a través del piso de su de
su estudio. Luego miro hacia Rachel. Y luego hacia mí, su pregunta sin
respuesta estaba clara en su expresión: ¿Realmente se lo vas a decir? Me
encogí de hombros. Rachel me miró con curiosidad. Hice un gesto como,
‗espera y te explicaré‘, y Sam se fue a llamar a la escaleras, "Hasta luego,
señora Brisbane!"
Hubo una larga pausa. Entonces mamá dijo, no en una forma agradable,
"Adiós". Sam regresó a la cocina. No dijo que se sentía culpable, pero no tenía
que hacerlo. Lo tenía escrito en toda su cara. Él dijo, un poco vacilante, "Si yo
no estoy de vuelta para cuando te vayas, Rachel, hasta luego."
"¡De vuelta!", Dijo Rachel con sorpresa cuando Sam salió por la puerta
principal, haciendo sonar las llaves del carro. "¿Qué quiere decir el con "De
vuelta"? ¿Qué está haciendo con su carro? ¡Espera! ¿El Chico ha estado
durmiendo aquí?"
"¡Shhh!" Le dije a toda prisa, con una mirada hacia el pasillo. Tomando a
Rachel por el codo, la empuje más hacia la esquina de la cocina y lance una
rápida mirada a mis dedos. "Whoa, Rachel, tu piel esta fría. " "No, tú estás
caliente", corrigió ella. "Entonces, ¿qué está pasando aquí? Ustedes
están…..¿durmiendo juntos? "
Sentí rubor en mis mejillas muy mi pesar. "No es así. Es como... "Rachel no
espero para saber cómo terminaba mi pensamiento. "Oh Dios mi Santo... no
puedo siquiera pensar en qué decir a esto, Grace! ¿Qué puedo decir? ¿Qué es
lo que ustedes hacen? No, espera, ¡no me lo digas!"
"Shhh", le dije de nuevo, incluso sabiendo que ella no lo había dicho tan alto.
"Sólo dormimos. Eso es todo. Sí, lo sé suena raro, pero, es que..." Me esforcé
para buscar las palabras para explicarlo. No se trataba solo de casi perder a
Sam y querer tenerlo cerca. No se trataba solo de lujuria. Se trataba de
quedarse dormida con el pecho de Sam presionando mi espalda entonces yo
podía sentir su corazón lento y este coincidía con el mío. Se trataba de crecer y
darme cuenta de sentir sus brazos alrededor de mí, el olor de él cuando
dormía, el sonido de su respiración-eso era casa, era todo lo que quería al final
del día. No era lo mismo que estar con él cuando estábamos despiertos. Pero
no sabía cómo decirle eso a Rachel. Me pregunté por qué yo quería decírselo.
"No sé si pueda explicarlo. "Dormir se siente diferente cuando él está allí. "
"Claro, apuesto a que sí", dijo Rachel, con los ojos muy abiertos. "Rachel", le
dije.
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"Lo siento, lo siento. Estoy tratando de ser razonable aquí, pero mi mejor amiga
me acaba de decir que ella ha estado pasando cada noche con su novio sin
que sus padres lo sepan. Así que ¿el chico entra furtivamente a la casa? Has
corrompido al chico!"
"¿Crees que estoy haciendo las cosas mal?" le pregunte; haciendo una mueca
un poco, porque pensé que tal vez había corrompido a Sam. Rachel lo
considerado. "Creo que es muy romántico".
Yo me reí, un poco temblorosa, con algo de mareo y alivio. "Rachel, estoy tan
enamorada de él". Pero no sonó real cuando lo dije, sonó cursi como un
comercial, porque no podía invertir mi voz con la verdad y la profundidad de
cómo me sentía. "¿Juras no decirlo?"
"Tu secreto está a salvo conmigo. Está lejos de mi terminar con los jóvenes
amantes. Dios! No puedo que creer realmente sean jóvenes amantes".
Mi corazón latía por la confesión, pero me sentía bien también-un secreto
menos que mantener con Rachel. Para el momento que su madre llego unos
minutos más tarde, las dos estábamos bastantes vertiginosas. Tal vez era el
momento de decirle algunos de los otros secretos también.
• SAM •
Era 18 grados afuera. En la brillante luz de la luna, un disco plano, pálido
detrás de una maraña de ramas sin hojas, cruce los brazos desnudos
fuertemente sobre mi pecho y mire a mis calcetines, esperando a que la madre
de Grace desalojara la cocina. Maldije en voz baja las primaveras heladas de
Minnesota, pero las palabras se arremolinaban lejos en bocadas blancas en la
oscuridad. Era extraño que estuviese allí con frio, temblando, incapaz de sentir
mis dedos, mis ojos quemándose, no estando cerca de ser un lobo de lo que lo
había estado antes. A través de la puerta deslizante de vidrio de la cubierta, la
voz de Grace era apenas audible, ella estaba hablando con su madre acerca
de mí. Su madre pregunto suavemente si yo iba a ir mañana por la noche
también, Grace reflexiono vagamente que estaría de vuelta, ya que eso es lo
que los novios hacen. Su madre comento, nadie en particular, que algunas
personas podrían pensar que nos estábamos moviendo muy rápido. Grace le
pregunto a su madre si quería más pollo a la parmesana antes de que ella lo
pusiera en la nevera. Podía oír la impaciencia en su voz, pero su madre
parecía ajena a eso, que me tenía preso afuera por la presencia de ella en la
cocina. De pie sobre la madera helada de la cubierta con mis jeans y mi
camiseta de los Beatles, yo contemple la sabia posibilidad de casarme con
Grace y vivir una joven vida hippie en el asiento trasero de mi Volkswagen, sin
limitaciones de padres. Nunca la había visto como una buena idea hasta ahora,
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mis dientes comenzaron a castañetear y mis dedos de los pies y las orejas se
estaban entumeciendo.
Oí a Grace decir, "¿Me podrías mostrar lo que estás trabajando en el piso de
arriba?" Su madre sonaba vagamente sospechoso cuando ella dijo, "Está bien".
"Solo déjame coger mi suéter", dijo Grace. Ella se acerco a la puerta de cristal
de la cubierta, silenciosamente desbloqueo cuando cogió su suéter de la parte
de atrás de la mesa de la cocina con la otra mano. Vi su boca decir un "Lo
siento" así mi. Un poco alto ella dijo, "Hace frio aquí". Conté hasta veinte
después de que salieron de la cocina, y salí de ahí. Estaba temblando
incontrolablemente con el frio, pero todavía era Sam. Tenía todas las
evidencias que necesitaba, que mi cura era REAL, pero todavía estaba
esperando el golpe.
• GRACE •
Sam todavía temblaba tan mal para el momento en que me encontré con él en
mi cuarto que completamente me olvide de mi persistente dolor de cabeza.
Cerré la puerta de mi habitación, sin necesidad de encender la luz solo seguí el
sonido de su voz hasta la cama. "Tatatatal vez tenemos que replantearnos
nuestras opciones de estilo de vida", me susurro, castañeteando los dientes,
mientras me metía en la cama y envolvía mis brazos alrededor del.
Mis dedos rozaron la piel de gallina que le cubría los brazos, yo podía sentirla
incluso a través de la tela de su camisa. Tire de la manta para cubrirnos la
cabeza de los dos y apreté mi cara contra la piel fría de su cuello. Se sentía
egoísta decirlo en voz alta. "No quiero dormir sin ti". Se acurruco en una
pequeña bola—sus pies, incluso a través de sus calcetines, estaban helados
contra mis piernas desnudas—murmuro, "Yo tampoco, ppero tenemos toda
nuestra—" Sus palabras se quedaron amontonadas unas contra otras, tenía
que parar y frotar sus manos sobre sus labios para entrar en calor antes de
continuar. "Nuestra vida entera por delante. Para estar juntos."
"Toda nuestra vida, a partir de ahora," dije. Fuera de la puerta de mi habitación,
oí la voz de mi padre—debió de haber llegado a casa justo cuando entre en mi
cuarto—escuche las voces de mis padres mientras subían las escaleras hacia
su habitación, ruidosos y empujándose unos a otros. Por un breve momento, yo
envidie su libertad de ir y venir a su antojo, sin escuela, sin padres, sin reglas.
"Quiero decir, tú no tienes que quedarte aquí, si te hace sentir incomodo. Si no
quieres". Hice una pausa. "No era mi intención que sonara tan duro." Sam se
dio la vuelta para mirarme. No podía ver nada solo el brillo de sus ojos en la
oscuridad. "Nunca me cansare de esto. Yo simplemente no quiero meterte en
problemas. Yo simplemente no quiero que te sientas como si me lo tuvieras
que preguntar para irme. Si se vuelve muy difícil."
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Toque su mejilla fría con mi mano, se sentía bien sobre mi piel. "Puedes ser
bastante estúpido a veces, para ser un chico inteligente." Sentí la curva de una
sonrisa sobre la palma de mi mano mientras el empujaba su cuerpo más cerca
del mío. "O estas realmente caliente", dijo Sam, "O estoy muy frio."
"Duh, soy caliente", le susurre. Taaaan caliente." Sam se echo a reír sin sonido
alguno—un poco tembloroso con un sonido de exhalación. Yo alcance abajo,
para agarrar sus dedos con los míos, nos mantuvimos así, aplastados entre
nuestros cuerpos en un nudo, hasta que sus dedos dejaron de sentirse
helados. "Dime acerca del nuevo lobo," le dije. Sam se quedo inmóvil a mi lado.
"Hay algo mal con él. No tuvo miedo de mi".
"Eso es raro".
"Eso me hizo preguntarme qué clase de persona elige ser un lobo. Todos ellos
deben de estar loco, Grace, cada uno de los nuevos lobos de Beck. ¿Quien
elegiría eso?
Ahora era mi turno de ir aun más. Me pregunte si Sam recordaba, acostado a
lado mío el año pasado, al igual que este año, confesándole que deseaba
cambiar de forma. Para también poder ir con él. No, no solo era para ir con él.
Para sentir como era ser un lobo, tan simple, mágico y elemental. Pensé en
Olivia de nuevo, ahora una loba blanca pasando como dardo entre los arboles
con el resto de la manada, algo en mi interior me hizo sentir un poco cruda.
―Quizás ellos solo aman los lobos‖, dijo finalmente. ―Y sus vidas no fueron tan
grandiosas‖. El cuerpo de Sam estaba a mi lado, pero su agarre en mi mano
estaba flojo y vi que sus ojos estaban cerrados. Sus pensamientos estaban
lejos, muy lejos de mí, intocables. Por último dijo, ―Yo no confió en el, Grace.
Siento que nada bueno vendrá de esos nuevos lobos. Yo solo
quiero……desearía que Beck no lo hubiera hecho. Me gustaría que hubiera
esperado.‖ ―Vete a dormir‖, le dije, aunque sabía que no lo iba a hacer. ―No te
preocupes por lo que pueda pasar‖. Pero yo sabía que él no haría eso
tampoco.
Capitulo 11
• GRACE •
―¿De nuevo aquí Grace?‖
La enfermera me miro cuando entre a su oficina. Las tres sillas que estaban en
el lado opuesto a su escritorio estaban llenas—uno de los estudiantes tenía la
cabeza hacia atrás en una posición de dormir muy embarazosa para ser real, y
los otros dos estudiantes estaban leyendo. La Señora Sanders era bastante
famosa por dejar a los chicos, quienes son abrumados con la vida, pasar un
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rato fuera de clases en su oficina, y eso está muy bien, hasta que entra alguien
con dolor de cabeza y solo quiere sentarse y encuentra todos los asientos
llenos.
Me acerque al frente de su escritorio y cruce mis brazos sobre mi pecho. Me
sentí como si estuviera tarareando el latido del dolor en mi cabeza. Frotando mi
mano sobre mi cara-un gesto que de repente y fieramente me recordó a Sam-
dije, ―Lo siento por molestarla por algo tonto de nuevo, pero mi cabeza me está
matando‖. ―Bueno te ves bastante mal‖, coincidió la Señora Sanders. Se
levanto e hizo un gesto hacia la silla de ruedas detrás de su escritorio. Porque
no te sientas mientras traigo un termómetro? Estas un poco enrojecida
también.
―Gracias‖, dije con gratitud y tome su lugar mientras se dirigía a la otra
habitación. Se sentía extraño estar aquí. No solo en su silla, con su juego de
solitario todavía en su computadora y con las fotos de sus hijos mirándome
desde el escritorio, pero la oficina de la enferma era en absoluto. Esta era la
segunda vez que estaba aquí, y a solo unos pocos días desde mi última visita.
Había espera afuera de la puerta por Olivia unas cuantas veces, pero en
realidad nunca había estado adentro como paciente, parpadeando bajo la luz
fluorescente y preguntando si estaba enferma.
Sin la Señora Sanders allí, yo no sentía la necesidad de parecer estoica (ntd:
persona que muestra fortaleza y dominio sobre sí mismo, especialmente ante
las desgracias y dificultades), piche la parte superior de la nariz, tratando de
poner presión en el centro del dolor de cabeza. Era el mismo dolor de cabeza
que había tenido últimamente, un dolor sordo, que irradiaba dolor que quemaba
a lo largo de mis pómulos. Eran dolores de cabeza que parecían ser más que
eso: me quede esperando una nariz que moquea o tos o algo.
La Señora Sanders volvió a aparecer con un termómetro y me apresure a
sacarme la mano de la cara. ―Abre querida‖, ella me instruyo, algo que hubiera
encontrado divertido en otro momento porque la Señora Sanders no me
pareció ese tipo de persona que te llama ―querida‖. ―Tengo la sensación de que
vienes con algo más‖.
Acepte el termómetro y lo puso debajo de mi lengua; la funda de plástico del
termómetro se sentía afilada y viscosa en mi boca. Iba a observar que rara vez
me enfermo pero no podía abrir mi boca. La Señora Sanders converso acerca
de las clases con los dos chicos despiertos que estaban en las sillas, 3 minutos
pasaron luego ella regreso y saco el termómetro.
―Pensé que habían hecho los termómetros de alta velocidad ahora,‖ le dije.
―Para pediatría. Ellos se figuran que en tu escuela tienen la suficiente paciencia
para utilizar los baratos.‖ Ella leyó el termómetro. ―Tienes un poco de fiebre. Un
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poquito. Probablemente tengas un virus. Hay muchos de ellos alrededor, con
las temperaturas que suben y bajan. ¿Quieres que llame a alguien para que te
recoja?‖.
Por un momento pensé en la alegría de escapar de la escuela y acurrucarme
en los brazos de Sam por el resto de la tarde. Pero el estaba trabajando y yo
tenía una prueba de Química, así que suspire y admití la verdad: Yo no estaba
lo suficientemente enferma como para justificarme la salida. ―Ya no queda
mucho del día escolar, y tengo una prueba.‖
Ella hizo una cara. ―Una estoica. Estoy de acuerdo. Bueno…. no estoy
realmente supuesta a hacer estoy sin el permiso de tus padres pero—Se puso
de pie a mi lado y abrió uno de los cajones de su escritorio. Había un montón
de monedas, las llaves de su carro y una botella de paracetamol. Sacudió dos
pastillas en mi palma y dijo, ―Esto te quitara la temperatura y probablemente te
cuidara de tu dolor de cabeza‖.
―Gracias‖, le dije. ―No se ofenda, pero espero no volver aquí esta semana‖.
―Esta oficina es un punto cultural y social caliente‖ dijo la Señora Sanders
fingiendo un choque. ―Cuídate‖.
Me trague el paracetamol y lo persiguió un poco de agua que saque del
dispensador junto a la puerta, me dirigí de nuevo a clases. Casi no podía sentir
mi dolor de cabeza.
Al final del último periodo, el paracetamol había hecho el truco. La Señora
Sanders probablemente tenía razón. Esta sensación molesta de algo mas era
solo el virus. Trate de decirme a mi misma que eso era todo.
Capítulo 12
Traducción: Nissie
• COLE •
No se suponía que sería humano en este momento.
El aguanieve cortaba sobre mi desnuda piel, tan fría que quemaba. Mis dedos
eran como cubos de hielo, no los podía sentir. No sabía cuánto tiempo había
estado tirado en el helado suelo, pero fue suficiente para que el aguanieve se
derritiera en mi espalda.
Estaba temblando demasiado como para ponerme de pie, me sentía débil en
mis piernas mientras trataba de averiguar por qué había regresado a esta
forma. Antes de este momento, mis períodos como ser humano habían sido
durante los días más calurosos y habían sido misericordiosamente breves. En
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cambio, esta era una fría tarde, alrededor de las seis o siete de la noche a
juzgar por el sol color naranja que brillaba a través de la línea de árboles.
Pero no tenía tiempo para preguntarme por la inestabilidad de mi condición,
estaba temblando de frío, y ni siquiera podía sentir una pizca de náuseas en mi
estómago o el giro de mi piel que me decía que estaba a punto de cambiar a
lobo. Yo sabía que estaba atascado en este cuerpo al menos por el momento,
lo que significaba que tenía que encontrar un refugio. Estaba completamente
desnudo y además no estaba dispuesto a esperar y arriesgarme a que mis
extremidades se congelaran.
Envolviéndome en mis propios brazos dí un vistazo a mí alrededor. Detrás de
mí el lago reflejaba unas luces brillantes. Miré de re ojo al oscuro bosque que
yacía delante de mí y pude ver la estatua que daba hacia el lago y más allá de
la estatua había unas bancas de concreto, eso significaba que estaba a poca
distancia de la enorme casa que había visto anteriormente.
Así que ahora tenía un destino y con algo de suerte nadie estaría en casa. Al
pasar por la entrada no vi ningún coche en así que pensé que la suerte estaba
de mi lado.
"Maldición, maldición, maldición,‖ me dije a mi mismo en voz baja mientras
atravesaba el patio hacia la puerta trasera. Había suficientes terminaciones
nerviosas trabajando en mis pies descalzos como para mí sentir las piedras
que cortaban mi fría piel.
Ahora sanaba más rápido que antes, cuando sólo era Cole pero eso no
significaba que las piedras enterradas en mi piel dolieran menos.
Probé con la puerta trasera y estaba sin seguro, realmente el destino me
estaba sonriendo. Hice una nota mental para enviarle una tarjeta de
agradecimiento.
Empujando la puerta entré a una desordenada estancia que olía a barbecue y
por un momento me quedé allí, temblando, brevemente paralizado por mis
recuerdos del sabor de la salsa barbecue. Mi estómago que era un poco más
plano de lo que había sido la última vez que fui humano gruñó y por un breve
momento pensé en encontrar la cocina y robar un poco de comida.
La idea de desear algo con tantas ganas formó una sonrisa en mis labios, pero
mis pies me recordaron dolorosamente el por qué estaba aquí. Ropa primero,
después habría tiempo para la comida, así que salí de la estancia hacia un
oscuro pasillo.
La casa era tan descomunal como me pareció desde el exterior y lucía como
una réplica de lo que se veía en Better Homes and Gardens. Todo lo que
colgaba las paredes colgaban apenas así pues, de tres en tres y cinco años
61
perfecta, estaba tan perfectamente combinado y simétrico. Una alfombra muy
limpia de un color que probablemente se llamaba "malva" me llevó en silencio
por el pasillo.
Echando un vistazo detrás de mí para asegurarme de que la costa aún estaba
todavía limpia, casi me tropiezo con una costosa vasija que contenía un
montón de ramas muertas ingeniosamente alineadas. Me preguntaba si esta
casa estaba habitada por gente real, para ser más precisos me preguntaba si
alguien de mi misma talla vivía aquí.
Al abrir la puerta de la sala dudé un poco. A mi izquierda se extendía un pasillo
oscuro y hacia mi derecha había una oscura y enorme escalera que parecí
salida de una escena de película de horror. Luché brevemente con la lógica y
decidí ir al piso de arriba. Si yo fuera un hombre rico de Minnesota mi
dormitorio estaría en el segundo piso, porque el calor sube.
Las escaleras me llevaron a un pasillo que estaba descubierto de uno de sus
lados y exponía la misma escalera. Mis dedos se quemaban contra la verde
alfombra de terciopelo mientras que la sensibilidad lentamente volvía a ellos. El
dolor era algo bueno, significaba que aún tenían buena circulación.
―No te muevas."
Una voz femenina me detuvo. No sonaba asustada, a pesar de que un hombre
desnudo estaba de pie en medio de su casa, así que pensé que probablemente
al darme la vuelta me encontraría con un rifle apuntándome. Estaba muy
consciente del pulso normal de mi corazón latiendo en mi pecho. Dios, sí que
extrañaba la adrenalina.
Me di la vuelta.
Era una chica. Ella era muy hermosa, en una pose que decía que era capaz de
arrancarte la cabeza, pero hermosa. Tenía unos grandes ojos azules, que
estaban parcialmente escondidos detrás de una franja irregular de cabello
rubio. Y había una inclinación en sus hombros que decía que ella conocía su
apariencia. Cuándo me recorrió mi cuerpo con su mirada de arriba abajo, me
sentí como si hubiera sido juzgado y hallado culpable.
Intenté una sonrisa. "Hola. Lo siento. Estoy desnudo."
"Encantada de conocerte. Soy Isabel", dijo ella. "¿Qué haces en mi casa? No
tenía realmente una respuesta para esa pregunta. Debajo de nosotros se
escuchó el ruido de una puerta que se cerraba e Isabel y yo brincamos
bruscamente para mirar de donde provenía el ruido. Por un breve instante, mi
corazón se sacudió en mi aullaron pecho y me sorprendió el sentir terror, el
sentir algo después de un largo tiempo sin ninguna sensación.
62
No pude moverme.
"¡Oh, Dios mío!" Una mujer apareció en la base las escaleras, mirando
directamente hacia mí a través del barandal del balcón. Sus ojos se giraron a
Isabel. "¡Oh Dios mío! ¿Qué es-?
Yo iba a ser asesinado por dos generaciones de mujeres hermosas y todo
mientras estaba desnudo.
―Mamá‖, respondió Isabel, interrumpiéndola. "¿Podrías dejar de mirarlo? Es
completamente pervertido".
Ambos, tanto su madre como yo la miramos.
Isabel se acercó a mí y se inclinó sobre el barandal y hacia su madre. "¿Te
molestaría darnos u poco de privacidad?" dijo ella alzando la voz.
Esto trajo su madre de vuelta a la vida y le gritó en respuesta, con una voz que
crecía cada vez, "Isabel Rosemary Culpeper, ¿no me vas a explicar que está
haciendo un chico desnudo en esta casa?"
"¿Qué crees tú?", respondió Isabel. "¿qué crees que estoy haciendo con un
chico desnudo en esta casa? ¿Acaso no fue el Dr. Narizotas quien te advirtió
que yo podría salirme de control si me seguías ignorando? Bueno, ¡aquí está
mamá! ¡Esta soy yo saliéndome de control! Eso es, ¡continua mirando! ¡Espero
que lo estés disfrutando! No sé por qué nos haces ir a la terapia si ni siquiera
escuchas lo que se te dice. Vamos, ¡castígame por tus errores!―
"Nena", dijo su madre, con una voz mucho más tranquila. "Pero esto-"
"¡Por lo menos no estoy parada en una esquina vendiéndome! " gritó Isabel y
se volvió hacia mí, su rostro se suavizó al instante. Con una voz un millón de
veces más suave me dijo, "Gatito, no quiero que me veas así, ¿por qué no
vuelves a la habitación?"
Yo era un actor en mi propia vida.
Abajo, su madre se pasó una mano por su frente y trató de no mirar en mi
dirección. "Por favor, sólo dile que se vista antes de que tu padre llegue a casa.
Mientras tanto, yo me tomaré una copa. No quiero verlo otra vez."
Cuando su madre se dio la vuelta, Isabel me tomó del brazo, de alguna manera
me sentí raro en el momento en que sus manos tocaron mi piel y me tiraron por
el pasillo y a través de una de las puertas. Resultó ser un baño, todo decorado
en blanco y negro, tenía una tina de baño gigante que ocupaba la mayor parte
del espacio.
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Isabel me metió en la habitación tan fuerte que estuve a punto de caer en la
bañera, para luego cerrar la puerta detrás de nosotros.
"¿Qué demonios haces como humano tan pronto?" me preguntó con exigencia.
"¿Sabes lo que soy yo?", le pregunté. Estúpida pregunta.
―Por favor‖ dijo ella y su voz tenía tono de desprecio, pero de una manera que
me resultaba sensual. Nadie, nadie nunca antes me habló de esa manera.
"O eres uno de los de Sam ó un pervertido que huele a perro.‖
"¿Sam? De Beck," le dije.
"No de Beck. Ahora eres de Sam‖ me corrigió Isabel. "Realmente no importa, lo
que si importa es que estás desnudo en mi casa y en este momento deberías
ser un lobo. ¿Por qué demonios no eres un lobo? ¿Cómo te llamas?"
Y por un momento, casi se lo dije.
• ISABEL •
Por un momento su rostro parpadeó como si estuviera en otro lugar, un lugar
incierto, era la primera expresión real que había tenido en su rostro después de
haberlo encontrado prácticamente posando junto al balcón. Pero se había ido y
su casi sonrisa estaba de vuelta en su rostro. Y fue entonces cuando dijo,
―Cole‖.
Como si se tratara de un regalo.
Así que se lo devolví. ―Bueno, entonces ¿por qué no eres un lobo, Cole?‖
"¿Porque de otra manera no te habría conocido?" sugirió.
"Buen intento", le dije, mientras sentía como una dura sonrisa se retorcía en mi
rostro. Sabía lo suficiente acerca del coqueteo, lo reconocía por costumbre.
Aún así era el más descarado: sin avergonzarse lo más mínimo por estar
desnudo, se estiro para agarrar la barra de la cortina con las manos y se
desperezo mientras me estudiaba. El panorama resultaba francamente
interesante.
―¿Por qué le mentiste a tu mamá?‖, preguntó Cole. "¿Lo habrías hecho si
hubiera sido un corredor de bienes raíces barrigón y quien además se
convirtiera en lobo?"
―Lo dudo. La bondad no es realmente lo mío.‖
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Lo que si era lo mío, era contemplar la manera en que el estiraba los brazos
sobre su cabeza, lo que resaltaba sus músculos del hombro y pecho. Traté de
mantener mi mirada en la arrogante curva de sus labios. "Dicho esto, tenemos
que conseguirte algo de ropa."
Sus labios se curvearon aún más. "¿Más tarde?"
Y le sonreí sarcásticamente. ―Sí, vamos a cubrir ese pequeño show".
Formó la palabra Whoo en sus labios. "Eso fue duro".
Me encogí de hombros. "Quédate aquí y no te hagas daño. Ya vuelvo".
Cerrando la puerta del baño, me dirigí por el pasillo hacia el dormitorio de mi
hermano. Dudé por un momento afuera de la puerta y luego la abrí.
Había pasado ya tiempo desde que él había muerto, así que el estar en su
habitación ya no me hacía sentir como una intrusa. Además, en realidad ya no
parecía su habitación. Mi madre había empacado un montón de sus cosas en
cajas siguiendo el consejo de su último terapeuta, para después dejar estas
cajas en su habitación como consejo de su actual terapeuta. Todas sus cosas
de deportes habían sido empacadas, así como su sistema de audio. Una vez
que quitabas esas dos cosas, no había nada más que dijera Jack.
Entrando en el oscuro cuarto me pegué en la espinilla con una esquina de una
de las cajas que estaba en mi camino hacia la lámpara. Maldije en voz baja,
encendí la luz, y por primera vez pude contemplar lo que estaba haciendo:
revolviendo entre las cosas de mi hermano muerto para encontrar ropa para un
bastardo pero sexy hombre lobo que estaba de pie en mí baño, todo esto
después de haberle dicho a mi mamá que me estaba acostando con el.
Tal vez ella tenía razón y yo realmente necesitaba terapia.
Me hice camino a través de las cajas y abrí el armario. Una oleada de olor a
Jack salió de él, era algo asqueroso. Era una mezcla de olor a jerseys lavado,
champú de hombre y zapatos viejos. Pero por un segundo y sólo por un
segundo, me paralizó y me quede mirando a la oscuridad, a las formas de la
ropa que colgaba. Entonces fue cuando oí a mi madre, a lo lejos en la planta
baja, se le había caído algo, fue entonces cuando recordó que tenía que
conseguirle Cole algo de vestir para después sacarlo de aquí antes de que mi
padre llegara a casa. Mamá no le diría nada, ella era así. A ella tampoco le
gustaba ver como las cosas se caían a pedazos.
Encontré una sudadera algo vieja, una camiseta y unos jeans decentes.
Satisfecho, me di la vuelta y choqué con…Cole.
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Me mordió con otra palabrota, mi corazón latía con fuerza y tuve que estirar la
cabeza un poco hacia atrás para verle la cara, era muy alto. La lámpara emitía
una tenue luz que le daba un relieve a su rostro, como un cuadro de
Rembrandt.
―Estabas tardando mucho tiempo", dijo Cole dando un paso hacia atrás en
señal de cortesía. "Vine a ver si habías ido a buscar un arma."
Le arrojé la ropa. "Tendrás que arreglártelas sin ropa interior".
"¿Tengo otra opción?" Arrojó la camisa y el pantalón sobre la cama y se dio
media vuelta para ponerse los pantalones. Le colgaban un poco, podía ver las
líneas de sus huesos de la cadera proyectando sombras a medida que
desaparecían en su cintura.
Aparté la vista rápidamente cuando él se dio la vuelta alrededor pero yo sabía
que me había visto mirarlo. Quería borrar esa engreída pose de sus cejas en
su rostro. Alcanzó la camiseta, y mientras la desdoblaba en sus manos, me di
cuenta de que era la favorita de Jack, el borde inferior derecho estaba pintado
de blanco de cuando él había pintado el garaje el año pasado. Solía usar esa
camiseta por varios días hasta que finalmente incluso el admitía que olía mal.
Yo la odiaba.
Cole extendió su brazo por encima de su cabeza para ponérsela y de repente
todo en lo que pude pensar era que yo no podía soportar que alguien más que
mi hermano la usara.
Sin pensarlo, Irreflexiva, tomé un pedazo de la tela y Cole se quedó inmóvil,
mirándome fijamente, su expresión en blanco. Tal vez estaba un poco
sorprendido.
Tiré de ella indicándole lo que yo quería, y él todavía con una expresión
vagamente curiosa liberó su puño, dejándome quitársela de sus manos. Una
vez que tuve la camisa, no quise explicarle por qué la había querido de vuelta,
así que en su lugar lo besé. Besarlo era más fácil, presionar su espalda contra
la pared, probando la forma de su sonrisa en mis labios y eso me hizo olvidar lo
que había sentido al ver la camisa de Jack en manos de otra persona.
Y él sí que besaba bien. Sentí su plano vientre y costillas deslizarse contra los
míos, e incluso cuando sus manos nunca se alzaron para tocarme. Estando tan
cerca el olía como Sam el día que lo conocí, a lobo y pino. Había una cierta
sensación de hambre en la manera en que Cole presionaba su boca contra la
mía que me hacía pensar que había más verdad en él aquí, besándome, que
cuando él hablaba.
Cuando retrocedí Cole se quedó donde estaba, recostado contra la pared y con
sus dedos enganchados en los bolsillos de sus pantalones, su cabeza se
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inclinaba hacia un lado, estudiándome. Mi corazón y mi pecho y mis manos
temblaban con el esfuerzo de no besarlo otra vez, pero a el no parecía
importarle. Podía ver lo lento y suave que su pulso latía a través de la piel de
su abdomen.
El hecho de que el no estuviera tan agitado como yo me enfureció de inmediato
y di un paso hacia atrás, lanzándole la sudadera de Jack. Él dejo que le
rebotara en el pecho y luego extendió el brazo para recogerla.
"¿Estuvo tan mal?", preguntó.
―Sí‖, le dije, cruzando mis brazos para mantenerlos quietos. "Fue como si
estuvieras tratando de comer una manzana".
Alzó las cejas, como si supiera que estaba mintiendo.
"¿Lo intentamos de nuevo?"
―No lo creo‖, le dije y pasé un dedo por mis cejas. "Creo que es hora de que te
vayas."
Tenía miedo de que me preguntara a dónde se suponía que el iría, pero él solo
tiró de la camiseta y se abrochó los pantalones con un aire de determinación.
"Tienes razón."
A pesar de que vi que las plantas de sus pies tenían cortadas, él no me pidió
zapatos y yo no sé los ofrecí. El peso de no poder explicarle el porque estaba
ahogando las palabras en mí, así que sólo lo dirigí a la planta baja y de regreso
a la puerta por donde había llegado.
Lo vi dudar un momento, mientras pasábamos por la puerta de la cocina y
entonces recordé como se había sentido el tener sus costillas presionadas
contra las mías. Una parte de mí sabía que debía ofrecerle algo de comer, pero
la mayor parte de mí sólo quería que se fuera lo más rápido posible. ¿Por qué
era más fácil solamente dejar un plato afuera para los lobos?
Probablemente porque los lobos no tenían sonrisas arrogantes.
Al llegar a la estancia me detuve en la puerta y me crucé nuevamente de
brazos. "Mi papá le caza lobos", le dije. "Te lo digo como advertencia. Así que
será mejor que te mantengas alejado del bosque detrás de la casa.‖
―Lo tendré en mente cuando este en el cuerpo de un animales que no piensa",
dijo Cole. "Gracias por el tip."
"Vivo para complacer a los demás‖ le dije cuando abrí la puerta y entonces un
poco de aguanieve que venía de la oscura noche, mojó mi brazo.
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Yo esperaba una expresión de perro regañado o algo que significara que había
despertado su simpatía, pero Cole solo me miró, con una extraña y firme
sonrisa en su rostro, para luego caminar directo a la nieve, tirando la puerta de
mis manos para cerrarla detrás de él.
Después de que la puerta se cerró, me quedé allí por un largo momento
maldiciendo en voz baja, sin saber por qué estaba dejando que eso me
molestara. Un momento más tarde, me dirigí hacia la cocina y tomé la primera
cosa que vi, que era una bolsa de pany y regresé a la puerta trasera.
Planeaba en mi cabeza lo que le diría, algo como‖ No esperes nada más‖, pero
cuando abrí la puerta, él ya se había ido.
La luz me deslumbró, esa luz amarilla que se extendía a través del congelado
patio, extraños figuras se reflejaban a lo largo de la fina capa de nieve. A unos
cuantos metros de la puerta, vi los pantalones y la estrecha sudadera que
yacían apilados en el suelo.
El frío quemaba mis oídos y nariz, pero aún así me acerqué lentamente a la
ropa, deteniéndome para estudiar la forma de esta. Una de las mangas de la
sudadera estaba hacia afuera, como si apuntara a los distantes pinos. Alcé mí
mirada y efectivamente, allí estaba él. Un lobo de color gris-marrón, que estaba
de pie a solo unos cuantos metros de mí y me miraba, con esos verdes ojos de
Cole.
"Mi hermano murió", le dije.
El lobo ni siquiera alzó un oído mientras la nieve caía y se aferraba a su piel.
"No soy una buena persona", le dije.
Aún inmóvil. Mi mente se inclinó, sólo un poco, tratando de unir a los ojos de
Cole con esa cara de lobo.
Después, desenvolví el pan y abrí la bolsa de manera que las rebanadas se
desplomaran en el suelo junto a mis pies. Él nunca se movió, solo me miraba,
eran unos penetrantes ojos de humano dentro de un rostro animal. "Pero yo no
debí haberte dicho tu beso fue malo", añadí, temblando por el frío. Pero
después, ya no supe que más decir sobre el beso así que cerré la boca.
Me volví hacia la puerta, pero antes de entrar, doblé la ropa y puse sobre ella
una maceta vacía que estaba junto a la puerta, para protegerla. Y luego lo dejé
afuera, en la solitaria noche.
Aún podía recordar sus humanos ojos en ese rostro de lobo, lucían tan igual de
vacíos que yo.
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Capítulo 13
• SAM •
Yo extrañaba a mi madre.
No podía decírselo a Grace, porque sabía que todo lo que ella veía cuando
pensaba en mi madre, eran las salvajes cicatrices que mis padres habían
dejado en mis muñecas.
Y era verdad, los recuerdos de cuando ellos trataban de matar al pequeño
monstruo en quien me había convertido estaban metidos en mi cabeza, tan
dentro que a veces sentía que partían mi cráneo, las viejas heridas eran tan
profundas que aún podía sentir las navajas de afeitar, cada vez que entraba a
una bañera.
Pero también tenía otros recuerdos de mi madre, que se colaban entre las
grietas de mi memoria cuando menos lo esperaba. Como ahora, cuando estaba
recargado sobre el mostrador de la librería, mis libros se estaban a centímetros
de distancia de mis vacías manos, mis ojos miraban a través de las ventanas
hacia la noche color marrón. Las últimas palabras que había leído aún
colgaban en mis labios ―Mandelstam‖, quien escribió acerca de mí, sin ni
siquiera haberme conocido: Pero de sangre, lobo no soy.
Afuera, el último trozo de sol se reflejaba en las esquinas de los coches
aparcados, llenando la calle con un cegador color oro. En el interior, la tienda
ya estaba dando por terminado su día, medio dormida y vacía.
Faltaban veinte minutos para que cerrara.
Era mi cumpleaños.
Recuerdo que mi madre solía hornearme panqués en mi cumpleaños. Nunca
un pastel, ya que sólo éramos mis padres y yo, además de que yo tenía el
apetito de un pájaro, seleccionar mis batallas culinarias muy cuidadosamente.
Un pastel se habría echado a perder antes de que me lo terminara.
Así que mi madre hacía panqués. Recuerdo el aroma a vainilla, lo untaba
rápidamente con un cuchillo para mantequilla Por sí solo, hubiera sido
ordinaria, pero esto particular panqué tenía una vela sobre él. Una pequeña
flama se extendía sobre, una gota de cera derretida temblaba debajo de él y
entonces ese panqué se transformó en algo brillante, hermoso y especial.
Yo aún podía oler el aroma a iglesia que tenías las velas, aún veía el reflejo de
la llama en los ojos de mi madre, sentía el suave cojín de las sillas de la cocina
bajo mi flacas piernas dobladas. Oía a mi madre decir que pusiera mis manos
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sobre mi regazo y la veía colocar el panqué frente a mí, ella no me dejaba
sostener el plato en caso de qué yo tocara la vela.
Mis padres siempre habían sido muy cuidadosos conmigo, hasta el día en que
decidieron que yo debía de morir.
De vuelta en la tienda, puse mi frente en mis manos y miré fijamente hacia la
enroscada esquina de la portada del libro que yacía debajo de mis codos. Pude
ver cómo la cubierta no era una simple hoja de papel, sino una verdadera pieza
impresa, con una capa protectora sobre ella y vi la forma en cómo la capa
superior se había desprendido y había permitido que una esquina de la
verdadera cubierta se tornará color amarillo.
Me preguntaba si realmente recordaba a mi madre cocinando panquesitos, o si
tal vez fue algo que mi cerebro se había robado de uno de los miles de libros
que había leído. La madre de alguien más, pegada al recuerdo de la mía,
escabulléndose para llenar ese vacío.
Sin levantar la cabeza, alcé mi mirada, poniendo las cicatrices en mis muñecas
directamente al nivel de mis ojos. En la luz de la tarde mis venas eran visibles,
por debajo de la piel translúcida de mis brazos, pero el color azul claro
desaparecía debajo del tejido de la cicatrices. En mi cabeza, me estiré para
tomar el panqué del plato, mis brazos eran suaves y no tenían marcas, aún
contaba con el amor de mis padres. Mi madre me sonrió.
Feliz cumpleaños.
Cerré los ojos.
No sabía exactamente por cuánto tiempo permanecí con los ojos cerrados,
cuando la campanilla de la puerta me hizo saltar. Estaba a punto de decirle al
cliente recién llegado que ya no estábamos en servicio, pero entonces Grace
se dio la vuelta, cerrando la puerta detrás de ella con su hombro. Tenía una
bebida en una mano y una bolsa de subway en la otra. Fue como si otra luz se
hubiera encendido la tienda, todo el lugar parecía más brillante.
Estaba demasiado aturdido como para saltar en su ayuda y para cuando se me
ocurrió, ella ya había depositado su botín en el mostrador. Viniendo por detrás
del mostrador, Grace lanzó sus brazos alrededor de mis hombros y me susurró
al oído: "Feliz cumpleaños".
Logré librarme de su abrazo para envolver su cintura. La abracé con fuerza y la
presioné sobre su cuello, intentando ocultar mi sorpresa. "¿Cómo lo supiste?
"Beck me lo dijo, antes de que cambiara", dijo Grace.
"Debiste haberlo mencionado." Me dijo y se apartó para mirarme a la cara.
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"¿En qué estabas pensando cuando entre?
"En lo que es ser Sam‖, le dije.
"¡Qué cosa tan más maravillosa!", dijo Grace y luego me sonrió, su sonrisa era
cada vez más grande que inmediatamente sentí como mi expresión era el
reflejo de la de ella, nuestras narices se tocaban. Finalmente, Grace se apartó
y señaló el mostrador. Este estaba envuelto en mi pila de libros.
"Lamento que esto no sea más formal, realmente no hay lugares románticos en
Mercy Falls, e incluso si los hubiera, estoy un poco pobre en este momento
¿Ya puedes comer?"
Me deslicé fuera de su alcance y me dirigí hacia la puerta de entrada, la cerré y
le di vuelta al letrero de ―abierto‖. "Bueno, ya es casi la hora de cerrar.
¿Quieres ir a casa? ¿O arriba?"
Grace miró a la escalera que conducía al desván y entonces supe que había
tomado una decisión. "Tu carga las bebidas con esos grandes músculos," dijo
ella, con algo de ironía. "Y voy tomaré los sándwiches, ya que estos no son
fáciles de romper."
Después de apagar las luces de la planta de abajo, la seguí por las escaleras,
con el cartón de las bebidas en mi mano. Nuestros pies rechinaban sobre la
gruesa alfombra, mientras subíamos al oscuro desván de techos inclinados.
Con cada paso que daba, sentía como si estuviera subiendo más y más por
encima de un simple cumpleaños hacia algo infinitamente real.
"¿Qué me vas a regalar?" Le pregunté.
"No es obvio… Un sándwich de cumpleaños", respondió Grace.
Encendí la lámpara de que se estaba cerca de las estanterías y ocho pequeños
bulbos emitieron una luz de color de rosa sobre nosotros mientras me unía a
Grace en el maltratado sofá.
Mi sándwich de cumpleaños resultó ser de carne asada con mayonesa, justo
como el de Grace. Nosotros hacia fuera. Nos dividimos las servilletas mientras
Grace tarareaba "Feliz Cumpleaños‖, aunque muy desentonada.
"Y muchos más", añadió en una tono totalmente nuevo.
"Muchas gracias‖, le dije tocándole la barbilla y ella me sonrió.
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Después de terminar nuestro sándwiches, bueno yo casi me termino el mío y
Grace se había comido solo el pan. Ella hizo un gesto hacia la envoltura del
sándwich y dijo: "Deberías tirar esos papeles mientras voy por tu regalo.‖
La miré sorprendido, mientras ella alcanzaba su mochila y la ponía sobre su
regazo. "No debiste haberte molestado,‖ le dije. "Me siento tonto aceptando un
regalo."
"Yo quise hacerlo ok", dijo Grace. "No la arruines con tu timidez. ¡Dije que te
deshicieras de esos papeles!
Me incliné y comencé a recogerlos.
"Tú y esas grullas de papel," Ella se echó a reír al ver que estaba doblando las
envolturas de los sándwich y haciendo un pájaro grande con ellas.
"¿Qué es lo que traes con ellos?"
"Solía hacerlos en los buenos tiempos, para recordar el momento. "Le mostré
el pájaro ya terminado, tenía alas arrugada "Nunca olvidaras de donde vino.‖
Grace la estudió. "Creo que estas muy seguro de eso."
"Misión cumplida", le dije en voz baja, y apoyé la figura en el suelo junto al sofá.
Yo sabía que solo estaba retrasando el momento antes de que ella me diera mi
regalo. El pensar que ella me había comprado algo, me hacía un nudo en el
estómago, pero nada detenía a Grace.
"Ahora, cierra los ojos", dijo ella. Su voz tenía un tono diferente, un poco de
anticipación y esperanza. Y dije una oración en silencio: Por favor, haz que me
guste, lo que sea que ella me haya comprado. En mi cabeza, traté de
imaginarme la cara perfecta que debía darle y así, tenerla lista sin importar lo
que me obsequiara.
La escuché abrir su mochila y sentí los cojines mecerse cuando ella se
reincorporo en el sofá.
"¿Recuerdas la primera vez que venimos aquí?‖ me preguntó, mientras me
sentaba allí, medio solo en la oscuridad de mis ojos cerrados.
No era una pregunta destinada a ser contestada, por lo que me limité a sonreír.
"¿Recuerdas cómo me hiciste cerrar los ojos y me leíste ese poema de Rilke?‖
la voz de Grace estaba más cerca, sentí como mí rodilla tocaba la de ella. "Te
amé tanto en ese momento, Sam Roth."
Mi piel respondió con un escalofrío, y pasé saliva. Yo sabía que ella me amaba,
pero casi nunca me lo decía. Esas únicas palabras, bien podrían haber sido su
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regalo de cumpleaños para mí. Mis manos estaban abiertas sobre mi regazo y
la sentía presionar algo contra ellas.
Cerró una de mis manos sobre la otra y toqué… papel.
"Nunca creí ser capaz de ser tan romántica como tú", dijo ella. ―Sabes bien que
no soy buena en esas cosas, pero bueno-"
Y escuché una risita divertida, eran tan sexy que casi olvidé todo y estuve a
punto de abrir los ojos para poder mirarla.
―Bueno, ya no puedo esperar más. Abre los ojos.‖
Los abrí y había una hoja plegada, escrita a computadora. Pude ver que decía
algo aunque no sabía qué.
Grace apenas y podía estarse quieta. Toda esa expectación era difícil de
soportar, porque no estaba seguro de vivir a su altura. "¡Ábrelo ya!"
Traté de recordar la cara de felicidad. La inclinación de mis cejas, la sonrisa
abierta, los ojos de emoción.
Y entonces abrí el papel y me olvidé por completo de cómo se suponía que
debía de lucir mi cara. Sólo me quedé allí sentado, mirando fijamente a las
palabras en el papel, sin poder creerlo. No era el regalo más grande de la
historia, aunque para Grace, debió de ser muy difícil de conseguir. Lo que era
increíble era que esto era yo, una resolución a la cual no había tenido el valor
de admitir. Era algo que decía lo mucho que me conocía.
Algo que hacía de los te amos algo real.
Se trataba de una factura, que compraba cinco horas de tiempo en un estudio
de grabación.
Miré a Grace y vi que su emoción se había disuelto en algo totalmente
diferente. A Petulancia, completa y totalmente seguridad en ella misma, así que
estaba seguro de que mi rostro se las había arreglado para echarme de
cabeza.
"Grace" le dije, aunque mi voz sonaba más suave de lo que había planeado. Su
petulante sonrisa amenazaba con convertirse en una aún más grande. Y ella
me preguntó, sin ninguna necesidad de hacerlo. "¿Te gusta?"
"Yo..."
Y me salvó de tener que componer un enunciado completo. "Está en Duluth. Lo
reservé para uno de nuestros días libres. Me imaginé que podrías tocar
algunas de tus canciones y... no sé. Hacer lo que tú quieras con ellas."
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"Un demo", le dije en voz baja. El regalo era más de lo que ella se imaginaba, o
tal vez ella siempre lo supo. Era el reconocimiento de que tenía que seguir
adelante. Que iba haber una próxima semana y un próximo mes e incluso un
próximo año para mí. El tiempo en el estudio de grabación, era acerca de hacer
planes para un nuevo futuro. Significaba que si le daba a alguien mi demo y
ellos decían: "Te llamaré en un mes", yo aún sería humano por para cuando
ellos lo hicieran.
"Dios, Te amo Grace,‖ le dije sin soltar el papel. La abracé muy fuerte por el
cuello, presioné mis labios a un costado de su cabeza y la volví abrazar,
dejando el documento junto a la grulla de papel.
"¿También lo vas a convertir en una grulla?" preguntó, para después cerrar los
ojos y así yo pudiera besarla de nuevo. Pero no lo hice, yo sólo acaricié el
cabello que cubría su rostro y así poderla ver con sus ojos cerrados. Me hacía
pensar en los ángeles que yacían en la cima de las tumbas, con ojos cerrados,
la cabeza levantada y los brazos cruzados.
"Te sientes caliente de nuevo", le dije. ¿Te encuentras bien?"
Grace no abrió los ojos, solo me dejó continuar acariciando el borde de su car
como si aún estuviera apartando el pelo de su piel. Mis dedos se sentían fríos
contra su caliente piel. Y ella dijo: "Mmm hmm."
Así que seguí recorriendo su piel con los dedos. Pensé en decirle lo que estaba
pensando, como: eres hermosa ó tú eres mi ángel, pero lo mejor de Grace,
era que esas palabras significaban más para mí que para ella.
Para ella, sólo eran frases, cosas que la hacían sonreír por un segundo, pero
después de él ya se habían perdido, demasiado cursis para ser real. Para
Grace, estas eran las cosas que importaban: mis manos en sus mejillas, mis
labios en su boca. Los fugaces toques que significaban cuanto yo la amaba.
Cuando me incliné para besarla, pude captar ese mínimo rastro de olor dulce,
un olor al lobo que ella había encontrado, tan débil bien podría haberlo
imaginado. Pero el sólo pensarlo, fue suficiente arruinarme el momento.
"Vamos a casa‖, le dije.
"Esta es tu casa", dijo Grace con una sonrisa juguetona. "No me puedes
engañar."
Pero me puse de pie de todos modos, tirando de ambas manos para levantarla.
"Quiero llegar a casa antes que tus padres," le dije.
"Han estado llegando a casa muy temprano."
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"Vamos a fugarnos", dijo Grace a la ligera, inclinándose para recoger los restos
de nuestros bocadillos y bebida, le pasé la bolsa para que pudiera tirar todo
dentro de ella y la observé mientras recuperaba el pájaro de papel, antes de
dirigirnos hacia las escaleras.
De la mano, nos retiramos a través de la ahora oscura tienda y hacia la parte
trasera, donde el Mazda blanco de Grace estaba estacionado. Cuando ella se
sentó en el asiento del conductor, yo levanté mi palma a mi nariz, tratando de
atrapar un poco del olor que había percibido momentos antes. No lo pude oler,
pero el lobo dentro de mí no podía ignorar la memoria de este en ese beso.
Era como si una voz me susurrara en una lengua extranjera, soplándome un
secreto que no podía entender.
Capitulo 14
Traducido por Karencita Roth
www.thewolvesofmercyfalls-latinoamerica.blogspot.com
• SAM •
Algo me despertó.
Rodeado por la familiar oscuridad del cuarto de Grace, no estaba seguro de lo
que fue. No había sonido afuera, y el resto de la casa dormía en medio del
silencio de la noche. Grace también estaba tranquila, apartada de mí. Envolví
mis brazos alrededor de ella, presionando mi nariz en la parte posterior de su
perfumado cuello. Los pequeños cabellos rubios me hicieron cosquillas en la
nariz. Tire mi cara lejos de ellos y Grace suspiro en sueños, curvando su
espalda con más fuerza a la forma de mi cuerpo cuando suspiro. Yo debería
estar dormido también—tenía inventario en la tienda al día siguiente
temprano—pero algo en mi subconsciente tarareaba con una vigilancia
inquieta. Así que me quede contra ella, como dos cucharas en un cajón, hasta
que su piel estaba demasiado caliente para ser confortable.
Me deslice unos centímetros de distancia, manteniendo una mano en su lado.
Normalmente el suave sube y baja de la palma de mi mano en sus costillas me
hacia dormir cuando nada mas lo hacía. Pero no esta noche.
Esta noche, no podía dejar de recordar lo que había sentido, como cuando
había estaba a punto de cambiar. La forma en que el frio se había arrastrado a
lo largo de mi piel, debajo de mi piel de gallina. La vueltas, vueltas, vueltas de
mi estomago con un desplegado dolor de nauseas. El resplandor lento de mi
dolor que subía mi columna vertebral, ya que se extendía a los recuerdos de mi
anterior forma. Mis pensamientos se escapaban de mí, aplastándose y
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reformándose a mi cráneo de invierno. El sueño me eludió, justo fuera de mi
alcance. Mis instintos picaban sin descanso implacables, urgiéndome a estar
alerta. La oscuridad presionaba contra mis ojos, mientras el lobo dentro de mi
cantaba algo no está bien.
Fuera los lobos empezaron a aullar.
• GRACE •
Yo estaba demasiado caliente. Las sabanas pegadas a mis pantorrillas
húmedas; probé el sudor en las esquina de mis labios. Como los lobos
aullaban, mi piel se hormigueaba con el calor, un centenar de pequeños
piquetes de aguja en toda mi cara y mis manos. Todo se sentía doloroso, el
peso incomodo de la manta sobre mí, la fría mano de Sam en mi cadera, los
gemidos, los gritos altos de los lobos afuera, la memoria de los dedos de Sam
presionando en sus sienes, la forma de piel en mi cuerpo.
Yo estaba dormida, estaba soñando. O estaba despierta saliendo de un sueño.
No podía decidir. En mi mente, vi a todas las personas que había visto cambiar
en lobos: Sam triste y agonizante, Beck fuerte y controlado, Jack salvaje y
doloroso, Olivia rápida y fácil. Todos ellos me observaban desde el bosque,
docenas de ojos mirándome: la forastera, la extraña la que no había cambiado.
Mi lengua pegada al paladar papel de lija de mi boca. Yo quería levantar mi
cara de la almohada húmeda, pero sentía que sería mucho esfuerzo. Espere
sin descanso para dormir, pero mis ojos dolían mucho para cerrarlos.
Si no hubiera sido curada, me pregunte ¿Cómo sería mi cambio? ¿Qué clase
de lobo tenía que ser? Mirando a mis manos, me las imaginaba gris oscura,
con bandas blancas y negras. Sentí un peso colgando en mi hombro, sentí las
nauseas patear mi intestino.
Por un momento único, brillante, no sentí nada, solo el aire frio de mi habitación
en mi piel y no escuchaba nada, solo la respiración de Sam a mi lado. Pero
entonces los lobos comenzaron a aullar de nuevo, y mi cuerpo se estremeció
con una sensación que era nueva y algo familiar a la vez.
Yo iba a cambiar.
Me ahogue con el lobo que se levantaba dentro de mí, presionándome contra
la pared de mi estomago, arañándome dentro de mi piel, tratando de sacar mi
pelaje.
Yo lo quería…..y mis músculos quemaban y se quejaban.
El dolor me dividía.
76
No tenía voz.
Estaba en llamas.
Salte de la cama, con mi piel temblando…….
• SAM •
Me levante alborotado, por el grito de Grace. Ella estaba a 100 millones de
grados, lo suficiente cerca como para quemarme, pero demasiado lejos para
que alcanzarme.
―¡Grace!‖ Yo susurre. ―¿Estas despierta?‖.
Las sabanas se escurrieron de mi cuerpo mientras ella se desenrollaba
alejándose de mi, gritando otra vez. En la penumbra solo pude ver su hombro y
lo alcance sujetándole el brazo con mi mano. Ella estaba empapada de sudor,
y su piel temblaba debajo de mi mano, un latido agitado inestable y no familiar.
―Grace, despierta! ¿Estás bien?‖. Mi corazón estaba latiendo tan alto que sentí
que no la escucharía incluso si ella me contestaría.
Ella se azoto bajo mi caricia y se volteo erguida, ojos salvajes, cuerpo volátil y
temblando. Yo no la conocía.
―Grace, háblame,‖ yo susurre, aunque susurrando parecía inútil a la luz de su
grito anterior.
Grace se quedo mirando a sus manos con una clase de asombro. Puse la parte
de atrás de mi mano en su frente; ella estaba terriblemente caliente, más
caliente de lo que pensaba que alguien podía estar.
Puse mis palmas de mis manos en ambos lados de su cuello y ella se
estremeció como si fueran de hielo.
―Creo que estas enferma,‖ le dije, mi propio estomago, dando vueltas. ―Tienes
fiebre‖.
Ella extendió (abrió) sus dedos a lo ancho y estudio sus temblorosas manos.
―Yo soñé—yo soñé que cambiaba—Creí que yo— ‖
De pronto ella dejo escapar un grito terrible y se acurruco lejos de mí,
apretando sus brazos alrededor de su estomago.
Yo no sabía qué hacer.
―¿Qué es lo que va mal?‖ pregunte, no esperando una respuesta y no
recibiendo una. ―Te voy a conseguir alguna Tylenol o algo. ¿En el baño?‖.
77
Ella solo gemía. Fue aterrador.
Me incliné hacia delante para verle la cara y ahí fue cuando lo olí.
Ella apestaba a lobo.
Lobo, lobo, lobo.
De Grace.
La esencia del lobo.
¡No era posible!
¡Tenía que ser yo!
¡Rogaba que fuera yo!
Volví mi cara en mi propio hombro, inhalando.
Levante mi mano así mi nariz, la que acababa de tocar la frente de Grace.
Lobo.
Mi corazón se detuvo.
Y entonces la puerta se abrió y la luz inundó desde el vestíbulo
―¿Grace?‖, la voz de su padre. Las luces de la habitación se encendieron, y sus
ojos me encontraron sentado a lado de ella. “¿Sam?”.
Capitulo 15
• GRACE •
Ni siquiera me di cuenta cuando papá entro en la habitación. El primer
momento que me di cuenta que el estaba ahí fue cuando oí su voz, muy lejos,
como sonido a través del agua.
―¿Qué está pasando aquí?‖
La voz de Sam era un tono murmurado del dolor que quemaba a través de mí,
abrace mi almohada y me quede mirando a la pared. Yo podía ver la difusa
sombra que Sam hizo y la más aguda de mi padre más cerca a las luces del
pasillo. Yo las vi moverse atrás y adelante, haciendo una gran figura y luego
dos otra vez.
―Grace. Grace BRISBANE.” La voz de mi padre se hizo fuerte otra vez. ―No
finjas que no estoy aquí‖.
78
―Señor Brisbane—‖ Sam comenzó.
―No—no—‗Señor Brisbane soy yo,‘ replicó papá. ―No puedo creer que puedas
mirarme a la cara, cuando detrás de nuestras espaldas—‖
Yo no quería moverme porque cada movimiento hacia que el fuego dentro de
mi me quemara más rápido, pero no podía dejar que el dijera eso. Me di la
vuelta hacia ellos haciendo una mueca de dolor cuando las agujas me picaban
a través del estomago cuando lo hice.
―Papá. No. No le digas eso a Sam. Tú no sabes.‖
―¡No creas que no estoy furioso contigo también!‖ dijo papá. ―Tú has
completamente y absolutamente traicionado nuestra confianza en ti‖.
―Por favor,‖ dijo Sam, y ahora vi que él estaba parado al lado de la cama en sus
pantalones de chándal (calentador) y camiseta, con los dedos haciendo marcas
blancas en sus propios brazos. ―Sé que está enojado conmigo, y usted puede
seguir enojado conmigo y no lo culpo, pero hay algo malo con Grace‖.
―¿Qué está pasando aquí?‖ ahora lo voz de mamá. Y entonces en un extraño y
decepcionado tono que sabía que mataría a Sam, ―¿Sam? No lo puedo creer.‖
―Por favor, Señora Brisbane‖, dijo Sam aunque mamá le había dicho antes que
la llamara Amy, y el normalmente lo hacía, ―Grace está muy, muy caliente.
Ella—‖
―Solo aléjate de la cama. ¿Dónde está tu carro?‖
La voz de papá cayó en el fondo otra vez, y me quede observando a la forma
del ventilador del techo encima de mí, imaginándolo viniendo y secando el
sudor en mi frente.
La cara de mamá apareció en frente de mí, y sentí que inclino su mano en mi
frente. ―Cariño te ves con fiebre. Te oímos gritar.‖
―My estomago,‖ yo murmuré, cuidadosamente de no abrir mi boca muy ancho,
en caso de que lo que estaba adentro de mi se saliera.
―Voy a tratar de encontrar el termómetro.‖ Ella desapareció de mi vista.
Escuche la voz de papá y la de Sam ir más, más y más. Yo no sabía lo que
ellos podrían posiblemente estar hablando. ―Trata de sentarte, Grace.‖
Grite como mas pude, garras raspando mi piel por dentro. Mama me dio un
vaso de agua mientras ella miraba al termómetro.
Sam de pie junto a la puerta de la habitación, se dio la vuelta cuando el vaso de
agua se deslizo de mi mano sin protestar y aterrizo en el suelo con un ruido
sordo y lejano. Mamá se quedo mirando el vaso y luego a mí.
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Mis dedos todavía formando un circulo, teniendo un vaso invisible, yo susurre,
―Mamá creo que estoy muy enferma.‖
―¡Eso es todo!‖ papá dijo. ―Sam coge tu abrigo. Te voy a llevar a tu carro. Amy
tómale la temperatura. Vuelvo en unos minutos. Voy a tener mi teléfono.‖
Volví mi vista hacia Sam, y su expresión me traspaso. El dijo, ―Por favor no me
pida que la deje así.‖ Mi respiración se hizo más rápida.
―No te estoy pidiendo,‖ dijo mi padre. ―Yo estoy diciendo. Si alguna vez quiere
que se te permita ver a mi hija otra vez, tu vas a salir de mi casa ahora mismo,
porque te lo estoy diciendo.‖
Sam se froto las manos en su pelo y luego las condujo detrás de su cabeza,
ojos cerrados. Por un momento, fue como si todos contuvimos nuestra
respiración, esperando a ver qué es lo que él iba a hacer. La tensión en su
cuerpo estaba escrita con tanta claridad que una explosión parecía inminente.
Abrió sus ojos, y cuando hablo casi no reconocí su voz. ―No—no digas eso. No
me amenace con eso. Me iré. Pero no—‖. Y no pudo decir nada más. Lo vi
tragar, y creo que dije su nombre, pero el ya estaba bajando por el pasillo con
mi padre siguiéndolo.
Un momento después, me pareció oír el motor del carro de papá, pero era el
carro de mamá, y yo estaba en el, y sentí como si mi fiebre me estuviera
comiendo viva. Afuera en la venta del carro, las estrellas nadaban en el cielo
frio de la noche por encima de mí mientras pasábamos, y me sentí pequeña y
sola y con dolor. Sam Sam Sam ¿donde estas?
―Cariño,‖ dijo mamá desde el asiento del conductor.
―Sam no está aquí.‖
Me trague las lagrimas y mire las estrellas rodarse fuera de mi vista.
Capitulo 16
Traducido por Karencita Roth
www.thewolvesofmercyfalls-latinoamerica.blogspot.com
• SAM •
La noche que Grace se fue al hospital sin mí, fue la noche que finalmente volví
mis ojos hacia los lobos.
Fue una noche llena de diminutas coincidencias que colisiono en algo mas
grande. Si Grace no hubiera estado enferma esa noche, si sus padres hubieran
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llegado tarde como generalmente lo hacían, si no nos hubieran descubierto, si
no hubiera vuelto a casa de Beck, si Isabel no hubiera oído a Cole en la parte
de atrás de su puerta, si ella no me hubiera entregado a Cole, si Cole no
hubiese sido un drogadicto, pendejo y genio en partes iguales— ¿Cómo se
habría desarrollado la vida?
Rilke dice: “Verweilung, auch am Verstraustesten nicht, ist uns gegeben” — “No
estamos permitidos a quedarnos (Linger), incluso con lo mas intimo”
Mi mano ya perdió el peso de Grace.
Nada fue igual después de esa noche. NADA.
Después me metí al carro con el papá de Grace, me llevo al desordenado
callejón, atrás de la librería, donde estaba estacionado mi Volkswagen,
navegando con mucho cuidado para que el no frotara sus espejos con los
cubos de basura en los lados. El hizo la parada justo detrás de mi carro, su
silenciosa cara iluminada por una farola parpadeante que colgaba desde el
segundo piso de la tienda. Yo estaba en silencio también, mi boca sellada con
una pasta toxica de ira y culpa. Nos sentamos juntos, y el limpiaparabrisas
raspaba de repente a través del parabrisas, haciendo de ambos cobardes. El
accidentalmente se volvió hacia el intermitente, cuando el señalo para que
entrara al callejón. El dejo que se limpiara una vez más el parabrisas ya limpio
antes de que el parecía recordar apagarlo.
Finalmente sin mirar, dijo, ―Grace siempre ha sido perfecta. En 17 años ella
nunca ha estado metida en problemas en la escuela. Ella nunca ha estado en
drogas o alcohol. Ella es una estudiante A. Ella siempre ha sido absolutamente
perfecta.
Yo no dije nada.
El continúo. ―Hasta ahora. No necesitamos que alguien venga y la corrompa.
No te conozco Samuel, pero conozco a mi hija. Y sé que esto es todo tu. No
estoy tratando de ser amenazarte aquí, pero no voy a tenerte arruinando a mi
hija. Yo pienso que tu seriamente necesitas reconsiderar tus prioridades antes
de verla de nuevo.‖
Por un breve momento, trate de poner palabras en mi cabeza, pero todo lo que
pensé era demasiado mordaz u honesto para imaginarme decir. Entonces me
salí a la helada noche, con todo apagado dentro de mí.
Después de que él se había ido, esperando el tiempo suficiente para
asegurarse de que pusiera mi carro en marcha antes de que él se retirara a la
calle vacía, me senté en el Volkswagen con mis manos cruzadas en mi regazo
y me quede mirando la puerta trasera de la librería. Parecía que hacía días que
Grace y yo habíamos caminado a través de ella, yo todavía elevado con la
81
memoria de la factura del estudio y ella todavía elevada con mi reacción y el
placer de saber exactamente cómo conseguirme. Sin embargo no podía
imaginar su cara de satisfacción ahora. La única imagen que mi mente era
capaz de ver era la de ella retorciéndose del dolor entre las sabanas, cara
enrojecida, apestando a lobo.
Solo es fiebre.
Eso es lo que me decía mientras conducía a casa de Beck, mis faros la única
iluminación en el campo-negro de la noche, doblaban y parpadeaban frente al
tronco de árboles negros a ambos lados de la carretera. Una y otra vez me lo
decía, incluso mi tripa me decía que no y mis manos dolían para mover la
rueda y conducir de regreso a casa de los Brisbane.
A mitad de camino hacia la casa de Beck, saque mi celular y marque el numero
de Grace, sabía que era una mala idea, pero no pude evitarlo.
Hubo una pausa, entonces oí la voz del padre de Grace en vez de la de ella.
―Solo estoy contestando para decirte que no llames,‖ el dijo. ―En serio Samuel,
si sabes lo que es mejor para ti, dejarías esto solo por esta noche. No quiero
hablar contigo esta noche. No quiero a Grace hablando contigo. Solo—‖
―Quiero saber cómo esta ella.‖ Pensé en añadir ―por favor‖ pero no me atreví.
Hubo una pausa, como si él estuviera escuchando a otra persona. Luego dijo,
―Solo es fiebre. No vuelvas a llamar. Estoy realmente tratando de no decirte
algo de lo que después me arrepienta.‖ Esta vez oí la voz de alguien en el
fondo —Grace o su madre —y luego el teléfono murió.
Yo era un barco de papel, a la deriva en una noche de océano.
Yo no quería ir donde Beck, pero no tenía otro sitio a donde ir. Yo no tenía a
nadie más a quien acudir. Yo era humano, y sin Grace no tenía nada, solo este
carro y una librería y una casa llena de innumerables habitaciones vacías.
Maneje a casa de Beck—tenía que dejar de pensar en el cómo Beck—y
estacione mi carro en el camino de entrada vacío. Erase una vez, yo había
trabajado en la librería durante los veranos, cuando Beck todavía era humano,
y yo todavía seguía perdiendo mis inviernos de ser un lobo. Yo me tiraba por
las noches de verano, cuando todavía era de día porque durante el verano
nunca es de noche, y salía del carro de Beck hacia los sonidos de la gente
riéndose y al olor de la parrillada del patio trasero. Se sentía extraño estar
saliendo a la noche todavía ahora, el frio cosquilleo en mi piel, y sabiendo que
todas esas voces de mi pasado quedaron atrapadas en el bosque.
Todos menos yo.
82
Grace.
Dentro de la casa, prendí la luz de la cocina, revelando las fotografías pegadas
en todos los gabinetes, y luego encendí la luz del vestíbulo. En mi cabeza
escuche a Beck decir a un Sam de nueve añitos de edad, ―¿Por qué
necesitamos todas las luces de la casa encendidas? ¿Estás enviando señales
a los aliens?‖
Por eso cuando pase a través de la casa esta noche, encendí todas las luces,
revelando un recuerdo en cada habitación. El baño donde estuve tan cerca de
convertirme en lobo después de mi encuentro con Grace. La sala de estar
donde Paul y yo estuvimos atascados con nuestras guitarras—su vieja Fender
seguía apoyada en el manto. La habitación de abajo, donde Derek se quedaba
con una novia de la cuidad antes de que Beck lo reprendiera por ello. Encendí
las luces de las escaleras del sótano y las luces de la biblioteca ahí abajo, y
luego volví a subir para encender las luces de la oficina de Beck que había
pasado por alto. En la sala de estar me detuve el tiempo suficiente para poner
encima el costoso estéreo que Ulrik había comprado cuando tenía 10 años
para que yo pudiera ―escuchar Jethro Tull la forma en que estaba destinado a
ser escuchado.‖
Arriba, di la vuelta a la perilla de la lámpara de pie de la habitación de Beck,
donde el casi nunca había dormido, prefiriendo almacenar libros y papeles en
su cama y dormir en una silla en el sótano, con algunos libros boca abajo en su
pecho. La habitación de Shelby vino a la vida bajo la tenue luz amarilla del
techo, prístina (ndt: prístino: Primitivo o antiguo) y sin vida era su habitación, no
posesiones personales excepto por su vieja computadora. Estuve tentado por
un breve momento a romper su monitor, simplemente porque quería golpear
algo, y si alguien se lo merecía, esa era Shelby, pero no parecía haber ninguna
satisfacción en romperle el monitor sin ella aquí viéndome hacerlo finalmente.
La habitación de Ulrik parecía que había sido congelado en el tiempo. Una de
sus chaquetas todavía estaba lanzada en la cama junto a un par de pantalones
y había una taza vacía en su mesita de noche. La habitación de Paul fue la
siguiente, donde había un frasco de conservas en el tocador con dos dientes
en el—uno pertenece a el, y el otro pertenece a su perro blanco.
Salve mi propio dormitorio para el final. Los recuerdos flotaban en cuerdas
desde el techo. Libros alineados en las paredes, apilados y pendientes contra
el escritorio. La habitación olía a rancio y a no usada; el niño que había crecido
en ella no se había quedado aquí por mucho tiempo.
Y ahora me quedare en ella. Una persona rondando en esta casa, esperando y
deseando la reaparición del resto de su familia.
Pero justo antes de llegar dentro del cuarto oscuro para encender el interruptor
de luz en la pared, escuche el sonido de un motor afuera.
83
Yo ya no estaba solo.
―¿Estas tratando te aterrizar aviones?‖, me pregunto Isabel. Ella no parecía
real, parada en medio de la sala con pantalones de pijamas sedosos y una
chaqueta acolchonada blanca con cuello de piel. Nunca la había visto sin
maquillaje, ella se veía mucho más joven. ―Podía ver la casa desde una milla
de distancia. Debes de tener todas las luces encendidas.‖
No le respondí. Yo todavía estaba tratando de averiguar cómo Isabel había
terminado aquí a las 4 de la mañana con el chico que había visto la ultima vez
transformarse en lobo en medio del piso de la cocina.
Se quedo allí con una sudadera y pantalones maltratados, se cernían sobre él
como si pertenecieran a otra persona, sus pies desnudos una sombra moteada
alarmante, y sus dedos enganchados a sus bolsillos como si su terrible
hinchazón y descoloración no le molestara.
La forma en que el estaba mirando a Isabel y la forma en que ella salía de su
camino para no mirarlo, que parecía imposible, es como si tuvieran una clase
de historia.
―Estas congelado‖, le dije al chico, ya que fue algo que decir que no requirió de
mucho pensar. ―Necesitas calentar esos dedos o vas a ser muy infeliz después.
Isabel, tu tenias que saber esto.‖
―No soy idiota,‖ dijo Isabel. ―Pero si mis padres lo ven en mi casa, el estaría
muerto, y eso lo haría más infeliz. Por eso decidí la remota posibilidad que se
den cuenta de que falta mi carro en mitad de la noche era una opción más
feliz.‖ Si Isabel me vio tragar, no se detuvo. ―Por cierto, el es Sam. El Sam.‖
Me tomo un momento darme cuenta que ella ahora estaba hablando con el
petulante chico congelado.
El Sam. Me pregunto qué es lo que ella le ha dicho a él acerca de mí. Lo mire.
De nuevo, la familiaridad de su cara me pico. No era una familiaridad
realmente, como alguien que había conocido en persona, era más bien como la
familiaridad de encontrarse con una persona, que se parece a un actor cuyo
nombre no puedes recordar.
―Así que, ¿Tu eres el encargado ahora?‖ el dijo, con una risa que me pareció
sardónica (Ntd: irónico o burlón). ―Soy Cole.‖
El encargado ahora. Esa es la manera en que era ¿no?
―¿Has visto a algunos de los otros lobos cambiar?‖, Le pregunte.
El se encogió de hombros. ―Pensé que era demasiado frio para mí estar
cambiado.‖
84
El grotesco color de sus dedos me estaba molestando tanto que me aleje de él
y de Isabel, hacia la cocina, donde encontré una botella de ibuprofeno. Lo tire
hacia Isabel, quien me sorprendió atrapándolo. ―Es porque has sido mordido.
Quiero decir, el año pasado. La temperatura no tiene mucho que ver con tu
cambio aun. Solo va hacer…..impredecible.‖
―Impredecible‖, Cole hizo eco.
Sam, no, por favor, no otra vez, para—Parpadeé, y la voz de mi madre se
había ido, de nuevo al pasado donde pertenece.
―¿Para qué son? ¿Para él?‖ Isabel sostuvo la botella de pastillas y tiro de ella
hacia la barbilla de Cole. De nuevo tuve ese flash de una historia entre ellos.
―Si, va a doler como el infierno cuando se caliente sus dedos,‖ le dije. ―Eso lo
mantendrá soportable. El baño por ese camino.‖
• ISABEL •
Cole tomo el ibuprofeno de mí, pero puedo decir que no iba a utilizarlo. Ya sea
porque él pensaba que era un tipo machista, duro o por razones religiosas o
que se yo, yo no sabía. Pero cuando él fue al baño de abajo, le oí golpear el
interruptor de luz y dejar el frasco de pastillas sin abrirlo. Luego oí el agua
empezar a correr en la bañera. Sam se dio la vuelta con esa extraña y
asqueada expresión, y supe que a él no le gustaba Cole.
―Entonces, Rómulo,‖ Dije, y Sam se dio la vuelta, sus ojos amarillos abiertos.
―¿Por qué estás aquí, solo? Pensé que Grace tendría que ser removida
quirúrgicamente de tu lado.‖ Después de pasar la última hora con Cole, cuyo
rostro revela solo las emociones que él quería que yo viera, fue extraño ver sin
disimular dolor en el rostro de Sam. Sus gruesas cejas oscuras mostraron la
miseria por si solas. Se me ocurrió que él y Grace podrían haber tenido una
pelea.
―Sus padres me echaron,‖ dijo Sam, sonrió por un segundo, como cuando las
personas hacen algo que no es realmente gracioso, pero no saben que decirte,
y no saben que mas hacer. ―Grace, eh, se enfermo, y ellos, uh nos encontraron
juntos, y luego me echaron.‖
“¿Esta noche?”.
El asintió, muy roto y honesto, y yo no podía mirarlo. ―Si, llegue a aquí, un poco
antes que tu.‖
El brillo feroz de todas las luces pareció de pronto más significativo. No estaba
segura de si lo admiraba por sentir todo con tanta fuerza y fiereza o si yo lo
85
despreciaba a él, por tener tantas emociones que tenía que derramarlas por las
ventanas de toda la casa. No sabía cómo me sentía.
―Pero um…‖ dijo Sam, y en esas dos palabras, lo oí decirse así mismo que iban
a volver a estar juntos, ―Bueno. Háblame de Cole. ¿Cómo terminaste con él?‖
Lo mire con dureza hasta que me di cuenta que quería decir ¿Como terminaste
aquí con él? ―Es una larga historia, chico lobo,‖ dije, y se estrello en el sofá.
―No podía dormir, y lo oí afuera de la casa. Era bastante obvio lo que él era, y
muy obvio que él no iba a cambiar de nuevo. No quería que mis padres lo
encontraran y enloquecieran, así que, fin.‖
La boca de Sam dijo algo ilegible. ―Eso es muy amable de tu parte.‖
Yo esboce una sonrisa. ―Sucede.‖
―¿Enserio?‖ pregunto Sam. ―Yo creo que la mayoría de las personas hubieran
dejado a un extraño desnudo afuera.‖
―Yo no quería una pila de dedos en mi camino hacia mi carro‖ dije. Sentí como
si Sam me estaba investigando para que dijera algo más, como si hubiera
adivinado que era la segunda vez que nos encontrábamos y la primera vez que
participa mi lengua presentándole a Cole y viceversa. Use el tema de los dedos
de Cole para redirigir la conversación. ―Hablando de eso. Me pregunto cómo le
estará yendo allí.‖ Mire por el pasillo así el baño.
Sam titubeo. Por alguna razón me acorde de que la luz del baño había sido la
única luz que no estaba encendida. Finalmente Sam dijo, ―¿Por qué no vas a
tocar la puerta y lo averiguas? Yo voy a subir a conseguirle una habitación lista
para él. Yo solo—necesito un minuto para pensar.‖
―Ok, lo que sea,‖ dije.
El asintió, y cuando él se volvió para subir las escaleras vislumbre algo de
emoción privada en su cara que me hizo pensar que él no era un libro abierto
como yo pensaba. Me hizo querer detenerlo y preguntarle para llenar los
espacios en blanco de nuestra conversación—como Grace estaba enferma,
porque la luz del baño no estaba encendida, que es lo que iba a hacer el
ahora—pero era demasiado tarde, y de todos modos no era esa chica aun.
• COLE •
Lo peor del dolor ya había terminado, yo solo estaba acostado en el agua,
flotando mis manos en la superficie del agua e imaginando dormir ahí, cuando
oí un golpe en la puerta del baño.
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La voz de Isabel le siguió al golpe, la fuerza con que se abrió la puerta fue de
una pulgada. ―¿Te has ahogado?‖.
―Si,‖ le dije.
―¿Te importa si entro?‖ Pero ella no espero mi respuesta; ella solo entro,
sentándose en el inodoro junto a la bañera. Su chaqueta estaba forrada de piel,
le daba el aspecto de tener una joroba. Su cabello era irregular en su mejilla.
Ella parecía un anuncio de algo. Para inodoros. Para chaquetas. Para
antidepresivos. Fuese para lo que fuera, lo compre. Ella me miró.
―Estoy desnudo,‖ le dije.
―Yo también,‖ Isabel respondió. ―Bajo mi ropa.‖
Abrí una sonrisa. Tenía que dar crédito, donde el crédito se debía.
―¿Tus pies se van a caer?‖, ella pregunto.
Debido al tamaño de la bañera, tenía que levantar y estirar mi pierna para mirar
mis dedos. Estaban un poco rojos, pero los podía mover y sentir a todos ellos a
excepción de mi dedo meñique del pie, que en su mayoría todavía estaba
entumecido. ―Hoy no, no creo‖
―¿Te vas a quedar ahí para siempre?‖
―Probablemente.‖ Hundí mis hombros más en el agua para mostrar mi
compromiso con el plan. Mire hacia ella. ―¿Te importaría unirte a mi?‖
Ella levanto una ceja. ―Parece un poco pequeño ahí.‖
Cerré mis ojos con otra sonrisa. ―Zing.‖ Con mis ojos cerrados, me sentí
caliente y vaporoso e invisible. Deberían inventar una droga que te haga sentir
así. ―Extraño mi Mustang,‖ le dije, sobretodo porque era el tipo de declaración
que la haría reaccionar.
―¿Acostado desnudo en una bañera te hace pensar en tu carro?‖
―Tenía un calentador rockin. De verdad podías cocinar el infierno ahí mismo,‖ le
dije. Era mucho más fácil hablar con ella con mis ojos cerrados. No tan fácil
como un concurso de meadas. ―Me hubiera gustado tenerlo esta noche.‖
―¿Dónde está?‖.
―En casa.‖
La escuche quitarse el abrigo, y dejarlo en el mostrador del baño. El retrete
crujió cuando ella se sentó de nuevo. ―¿Dónde está tu casa?‖
―Nueva York.‖
87
―¿La ciudad?‖.
―Estado.‖ Pensé en el Mustang. Negro, brilloso, estacionado en el garaje de mis
padres porque nunca estaba en casa para conducirlo. Había sido la primera
cosa que me había comprado cuando mi primer gran cheque me llego, y, la
ironía del siglo, había estado de gira demasiado tiempo para alguna vez
conducirlo.
―Pensaba que venias de Canadá.‖
―Estaba de—me detuve justo antes de decir ―de gira‖. Me estaba gustando
mucho mi anonimato—―vacaciones.‖ Abrí mis ojos, y vi en su dura expresión
que había oído la mentira. Estaba empezando a darme cuenta de que ella no
se perdía de nada.
―Algunas vacaciones.‖ Respondió ella. ―Debía de haber apestado para ti, para
que escogieras esto.‖ Ahora ella estaba mirando las cicatrices de mis brazos,
pero no de la manera que yo espera. No como juzgándome. Era más como con
hambre. Entre eso y el hecho de que ella solo llevaba puesto una camisola,
estaba teniendo un tiempo difícil para enfocarme.
―Si.‖ Asentí. ―¿Qué hay de ti? ¿Cómo sabes tú de los lobos?‖
Los ojos de Isabel traicionaron algo pero solo por un segundo, tan rápido que
no puedo decir lo que era. Entre eso y su cara sin maquillaje, joven y de
aspecto suave, me sentí mal por preguntar.
Entonces me pregunte porque me moleste en sentir mal por esta chica que
apenas conocía.
―Soy amiga de la novia de Sam,‖ dijo Isabel. Yo había hecho suficientes
mentiras, o por lo menos había contado medias verdades. Para saber cómo
sonaban. Pero como ella no me había dicho nada por mi propia verdad a
medias, le devolví el favor.
―Correcto, Sam,‖ hice eco. ―Dime más acerca de él.‖
―Ya te dije que es como el hijo de Beck y básicamente el está tomando su
lugar. ¿Qué más quieres saber? No es como si yo fuera su novia.‖ Pero su voz
era de admiración; a ella le gustaba. Yo no sabía lo que pensar de el todavía.
Dije lo que me había esta molestado desde que lo había conocí. ―Hace frio. Es
humano.‖
―Si, ¿y?‖
―Bueno, Beck me llevo a creer que es una cosa bastante difícil de lograr, si no
es imposible.‖ Isabel parecía estar pensando en algo—vi una pequeña batalla
silenciosa llevarse a cabo en sus ojos—finalmente se encogió de hombros y
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dijo, ―El está curado. Se entrego a una fiebre alta y lo curó.‖ Esta era una pista
de algún tipo, para Isabel. Algo en su voz no creía de verdad en eso cuando lo
dijo, pero no estaba seguro de cómo encajar esto al cuadro general.
―Pensé que Beck nos quería—a los nuevos lobos—para cuidar a la manada
porque hay muchos que ya no se transforman en humanos por tiempo
suficiente,‖ le dije. A decir verdad, me sentía aliviado, no quería
responsabilidades; yo quería deslizarme en la oscuridad de la piel de un lobo el
mayor tiempo posible. ―¿Por qué simplemente no curo a todo los demás?‖
―El no sabe que Sam se curó. Si lo hubiera sabido, el nunca habría hecho más
lobos. Y la cura no funciona para todos.‖ Ahora la voz de Isabel era dura, y
sentí como si de alguna manera ya no formaba parte de la conversación que
había empezado.
―Menos mal, no quiero ser curado.‖ Dije a la ligera.
Ella me miro, y su voz fue despectiva. ―Menos mal.‖
De repente sentí una especie de conclusión. Como si al final, ella iba a ver la
verdad acerca de mí sin importar lo que yo dijera, porque eso fue lo que ella
hizo. Ella iba a ver eso, que cuando sacas a NARKOTIKA, estaba Cole St.
Clair, y dentro de mi no había absolutamente nada.
Sentí el familiar hueco de hambre por dentro, como si mi alma se estuviera
pudriendo.
Yo quería una solución. Necesitaba encontrar una aguja para que se deslizara
por debajo de mi piel o una pastilla para disolverla debajo de mi lengua.
No. Lo que necesitaba era ser un lobo de nuevo.
―¿No tienes miedo?‖ pregunto Isabel, de repente, y yo abrí mis ojos. No me
había dado cuenta que los había cerrado. Su mirada era intensa.
―¿De qué?‖
―¿De perder a ti mismo?‖
Le dije la verdad; ―Eso es lo que estoy esperando.‖
• ISABEL •
Yo no tenía nada que decir a eso. Tampoco esperaba que el fuera honesto
conmigo. No estaba segura de cómo íbamos a ir a partir de aquí, porque no
estaba preparada para devolver el favor.
89
Del agua levanto una mano goteando, sus yemas de los dedos un poco
arrugadas.
―¿Quieres ver si mis dedos ya están?‖ él pregunto.
Algo en mi estomago se revolvió cuando tome su mano húmeda, corrí mis
dedos por su palma hasta llegar a sus yemas de los dedos. Tenía los ojos
medio cerrados, y cuando yo estaba terminando, el tomo su mano y se sentó
haciendo que el agua chapoteara a su alrededor. Se apoyo con sus manos al
borde de la bañera, poniendo su cara al nivel de mis ojos. Sabía que nos
íbamos a besar de nuevo, y sabía que no deberíamos hacerlo, porque él
estaba al fondo y yo iba por el mismo camino también, pero no pude evitarlo.
Me estaba muriendo de hambre por él.
Su boca sabia a lobo y a sal y cuando puso su mano en la base de mi cuello
para ponerme cerca, agua tibia cayó en mi clavícula y se deslizo en mi camisa
entre mis pechos.
―Ay,‖ el dijo en mi boca, y me tire hacia atrás. Pero el no parecía especialmente
preocupado cuando miro hacia su hombro, donde mis uñas habían roto su piel.
Yo todavía estaba con deseo por besarlo a él, y esta vez, al menos, el parecía
sentirlo también, porque cuando el arrastro su ligera mano todavía húmeda, de
mi cuello a mi esternón, deteniendo justo antes de abordar la línea de mi
camisola, sentí el deseo en la presión de sus dedos.
―¿Qué hacemos ahora?‖ le pregunte.
―Encontrar una cama,‖ el dijo.
―Yo no estoy acostándome contigo.‖ Lo alto del beso comenzaba a
desaparecer, y fue como la primera vez que lo conocí. ¿Por qué lo deje ir hacia
mí? ¿Qué es lo que está mal en mí?
Me puse de pie, cogí mi abrigo del mostrador, y me lo puse de nuevo. De
repente tuve un miedo horrible de que Sam supiera que nos habíamos besado.
―De nuevo me quedo con la sensación de que soy un mal besador,‖ dijo Cole.
―Necesito ir a casa,‖ le dije. Tengo escuela mañana—hoy. Tengo que estar en
casa antes de que mi papá salga para el trabajo.‖
―Un muy mal besador,‖ dijo Cole
―Solo di gracias por los dedos de tus manos y tus pies.‖ Tenía la mano en la
perilla. ―Y vamos a dejarlo en eso.‖
90
Cole debería haberme mirado como si estuviera loca, pero el solo estaba
mirándome. Como si él no parecía darse cuenta de que se trataba de un
rechazo.
―Gracias por mis dedos de las manos y pies,‖ el dijo.
Cerré la puerta del baño detrás de mí, salí de la casa sin encontrarme con
Sam.
No fue sino hasta que estaba a medio camino de casa que me acorde de cómo
Cole me había dicho que esperaba perderse así mismo. Eso me hizo sentir
mejor pensar que el estaba roto.
Capitulo 17
Traducción por Karencita Roth
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• COLE •
Me desperté como humano, aunque las sabanas estaban retorcidas y olían a
lobo.
Después de que Isabel se fuera la noche anterior, Sam me había llevado más
allá de un montón de ropa de cama, que claramente acababa de ser arrancada
de otra cama y me puso en un cuarto de abajo. La habitación entera estaba tan
amarilla que parecía que el sol se había arrojado a las paredes y después
había limpiado su boca en la cómoda y las cortinas. Pero había una cama
recién hecha en el centro de la habitación y eso era lo único que importaba.
―Buenas noches,‖ dijo Sam, en una voz fresca pero no hostil.
No le respondí. Yo ya estaba bajo las sabanas, muerto para el mundo, soñando
nada. Ahora, parpadeando bajo el sol de la mañana, salí de la cama sin
tenderla y fui a la sala, que parecía diferente a la luz del día. Todos los tartanes
se hicieron brillosos por el sol que se vertía en la pared de ventanas atrás de
mí. Se veía cómodo. Nada que ver con la rígida perfección gótica de la casa de
Isabel.
En la cocina, las fotos estaban pegadas en los armarios en todas las
direcciones, un desastre de cintas y caras sonrientes. Inmediatamente encontré
a Beck en docena de ellas, y a Sam también, parecía como un video en stop-
motion se veía como envejecían en cada una. Ninguna de Isabel.
Las caras, en su mayor parte estaban todas felices, sonrientes y confortables,
como si estuvieran haciendo lo mejor en una vida extraña. Había fotos de ellos
91
asando en una parrilla, en canoas y tocando guitarras juntos, pero era muy
obvio que todo esto se llevo a cabo ya sea en esta casa o en toda la vecindad
de Mercy Falls. Era como si había dos mensajes en los armarios de fotos:
Somos una familia y Tú eres un prisionero.
Tú escogiste esto, me recordé. La verdad era, que yo no había pensado mucho
en los tiempos entre ser un lobo. No había dado realmente atención a nada.
―¿Cómo van tus dedos?‖
Mis músculos se tensaron por un segundo antes de que reconociera la voz de
Sam. Me volví hacia él y lo encontré de pie en la puerta de la cocina, con una
taza de té en la mano la luz atrás de él alumbraba sus hombros. Sus ojos
tenían una mirada ensombrecida que era en partes iguales por la privación de
sueño y por la incertidumbre acerca de mí.
Fue una extraña y sorprendente sensación de liberación, tener a alguien que
no te tome enserio.
Para responder su pregunta, levante mis manos a lado de mi cabeza y moví
mis dedos, un gesto con caballerosidad que no había pensado inicialmente.
Los desconcertantes ojos amarillos de Sam—nuca me acostumbrare a ellos—
me miraban, me miraban librando una batalla consigo mismo. Finalmente, el
dijo en una voz monótona, ―Hay cereal, huevos y leche.‖
Levante una ceja.
Los hombros de Sam ya se habían agachado ya que empezó a retirarse hacia
la sala, pero mi ceja levantada lo detuvo. Cerro sus ojos por un momento, luego
volvió a abrirlos. ―Ok, esto.‖ El puso su tasa en la isla de la cocina entre
nosotros, cruzo sus brazos. ―Esto: ¿Por qué estás aquí?‖
El tono pugilístico hizo que me gustara un poco mejor. Eso compensaba su
estúpido pelo flexible y sus tristes ojos falsos. (ntd: Cole se refiere a el color de
ojos de Sam, el piensa q son lentes de contacto). La evidencia de una espina
era algo bueno.
―Para ser un lobo,‖ dije frívolo. ―Lo cual, coincidentemente, no es la razón por la
que estás aquí, si los rumores son ciertos.‖
Los ojos de Sam dieron una ojeada rápida a las fotos detrás de mí, muchas de
ellas lo incluyen a él, y luego volvió a mi cara. ―No importa porque estoy aquí.
Esta es mi casa.‖
―Puedo ver eso,‖ le respondí. Podría haberlo ayudado a irse, pero no vi el
punto.
92
Sam lo considero por un momento. De hecho lo veía revisar mentalmente
cuanto esfuerzo ponía en la conversación. ―Mira, normalmente no soy un
idiota. Pero estoy teniendo un momento difícil tratando de entender porque
alguien escogería esta vida. Si pudieras explicarme eso, estaríamos mucho
más cerca de llevarnos bien.‖
Le tendí la mano como si le estuviera presentando algo. Cuando hacia eso en
los show, la audiencia se ponía loca, porque significaba que iba a cantar algo
nuevo. Víctor se habría dado cuenta de la referencia y se hubiera reído. Sam
no tenía el contexto, por lo que solo miraba mis manos hasta que dije, ―Para
hacer un nuevo comienzo, Ringo. La misma razón por la que tu hombre Beck lo
hizo.‖ La expresión de Sam fue totalmente plana. ―Pero tu elegiste esto. A
propósito.‖
Era evidente que Beck le había dado a Sam una diferente historia de su origen,
de la que me había dado a mí; me pregunte cual sería la real. No estaba a
punto de entrar en una discusión con Sam, sin embargo el me miraba como si
fuera a desacreditar al próximo Papa Noel. ―Si, lo hice. Hacer lo que quiero
hacer. Ahora ¿puedo conseguir algo de desayuno o qué?‖
Sam sacudió su cabeza—no como si estuviera enojado, más bien como si él
estuviera espantando mosquitos lejos de sus pensamientos. Miro a su reloj. ―Si.
Lo que sea. Tengo que ir a trabajar.‖ Dio unos pasos lejos de mí, sin mirarme a
los ojos y luego se detuvo. Regreso a la cocina y anote algo en un blog de
notas que luego pego en la puerta de la nevera. ―Ese es mi numero de celular y
mi trabajo. Llámame si me necesitas.‖
Estaba claro que ser agradable conmigo lo estaba matando, pero aun así, era
él. Un agradable sentido de la ¿cortesía? ¿Deber? ¿Qué era? Yo no era un fan
de la gente buena.
Sam continúo de nuevo, pero se detuvo de nuevo, en la puerta haciendo sonar
las llaves de su carro. ―Probablemente vas a cambiar pronto. Cuando el sol se
vaya, de todos modos o si estas afuera mucho tiempo. Así que trata de
quedarte aquí, ¿ok? ¿Para que nadie te vea cambiar?
Esboce una sonrisa para él. ―Por supuesto.‖
Parecía que Sam iba a decir algo más, pero solo presiono dos dedos en sus
sienes e hizo una mueca. El gesto decía todas las cosas que Sam no tenía:
tenía un montón de problemas, y yo era uno más de ellos.
Estaba disfrutando siendo no-famoso, más de lo que esperaba….
93
• ISABEL •
Cuando Grace no estaba en la escuela el lunes, me metí en el baño de mujeres
y la llame durante el almuerzo. Contesto su mama. Al menos estaba bastante
segura de que era su madre.
―¿Hola?‖ La voz que contesto no era obviamente de Grace.
―Uh, ¿hola?‖ trate de no sonar muy sarcástica, en caso de que realmente sea
su madre. ―Estaba llamando a Grace.‖ Ok, no pude quitar toda la actitud en mi
voz. Pero enserio.
La otra voz fue amigable. ―¿Quién es?‖
“¿Quién es?”
Finalmente oí la voz de Grace. ―Mama. ¡Dame eso!‖ Se oyó un ruido de pies
arrastrándose y luego Grace dijo, ―Perdón por eso. Estoy castigada, y
aparentemente eso significa que las personas puedan coger mis llamadas sin
preguntarme.‖
Oh-por-Dios. ¿La santa Grace castigada?
―¿Qué hiciste?‖
Oí una puerta cerrarse del lado de su teléfono. No como un golpe, pero más
desafiante de lo que yo hubiera esperado de Grace. Ella dijo, ―Me atraparon
durmiendo con Sam.‖
Mi cara en el espejo del baño frente a mi parecía sorprendida, cejas levantas
hasta la línea de el cabello, el delineador negro alrededor de mis ojos haciendo
que ellos luzcan incluso más grandes y redondos de lo que realmente eran.
―Estas son cosas buenas. ¿Ustedes estaban teniendo sexo?‖
―No, no. No era más que dormir en mi cama. Ellos están completamente
exagerando.‖
―Por supuesto que sí‖ le dije. ―Todos los padres están bien con sus hijas
compartiendo cama con sus novios. Sé que a mis padres les encantaría.
Entonces que, ¿Te impiden ir a la escuela? Eso parece….‖
―No, eso es porque yo estaba en el hospital‖, dijo Grace. ―Tuve fiebre y otra vez
ellos exageraron y me llevaron al hospital en vez de darme Tylenol. Yo creo
que ellos solo querían una buena razón para llevarme a la dirección opuesta de
Sam. De todos modos, tomo un buen tiempo, por supuesto como siempre pasa
en un hospital, y no llegue a casa hasta tarde. Así que me acabo de despertar
básicamente.‖
94
Por alguna razón mis pensamientos corrieron a Grace mirando al Sr Grant y
pidiendo permiso por su dolor de cabeza. ―¿Qué pasa contigo? ¿Qué dijeron
los doctores?‖
―Virus o algo. Era solo una fiebre,‖ dijo Grace, tan rápido que apenas tuve
tiempo de sacar mis preguntas. No sonaba como si ella lo creyese.
La puerta del baño se abrió ligeramente detrás de mí y escuche ―Isabel se que
estas ahí.‖ La Sra. McKay, mi profesora de Ingles. ―Si tú sigues saltando el
almuerzo, voy a tener que decirle a tus padres. Solo lo digo. La clase es en 10
minutos.‖
La puerta se cerró una vez más.
Grace dijo, ―¿No estás comiendo otra vez?‖
Le dije, ―¿No deberías estar más preocupada de tus problemas en este
momento?‖
• COLE •
Después de que Sam había desaparecido a ―trabajar‖ lo que sea que era eso,
me serví un vaso de leche y vagabundee de regreso a la sala para mirar a
través de algunos cajones. En mi experiencia, los cajones y las mochilas eran
grandes maneras de conocer a una persona. Las mesas finales de la sala solo
ofrecían controles remotos y controles de PlayStation, así que me dirigí a la
oficina que había pasado por el camino de mi habitación.
Fue mejor que la lotería. El escritorio estaba lleno de papeles, y la computadora
no estaba protegida con contraseña. La habitación fue prácticamente hecha
para saqueo, situada en la esquina de la casa con ventanas en las dos
paredes, un par de ellas daban a la calle, por lo que tendría un montón de
advertencia si Sam regresaba.
Deje mi vaso de leche a lado del protector del mouse (alguien había dibujado
garabatos en todo el protector con Sharpie, incluyendo un dibujo de una chica
con pechos muy grandes en ropa colegiala) y me puse cómodo en la silla. La
ofician era como el resto de la casa—hogareña, masculina y confortable.
En la parte de superior del escritorio, había algunas cuentas, todas con la
dirección de Beck y todas marcaban pagadas por un retiro automático. Las
cuentas no eran interesantes. Una agenda de cuero café, sentada al lado del
teclado. Las agendas no son interesantes, tampoco. Abrí un cajón en su lugar.
Había un manojo de programas de software, principalmente cosas de utilidad,
pero muchos juegos también. Asimismo no interesantes. Cuando fui por el
cajón de abajo, fui recompensado con un remolino de polvo, que es lo que la
95
gente usa para cubrir sus mejores secretos. A continuación había un sobre
marrón etiquetado Sam. Ahora estábamos llegando a algún lugar. Saque la
primera hoja. Papeles de Adopción.
Aquí vamos.
Sacudí el contenido del sobre en el escritorio, llegando a sacar algunas de las
pequeñas hojas que se quedaban adentro. Certificado de nacimiento: Samuel
Kerr Roth, demostrando que él era un año más joven que yo. Una fotografía de
Sam, nudoso y pequeño, pero aun teniendo ese mismo pelo flexible oscuro y
los ojos de pesados parpados que había notado la noche anterior. Su
expresión era complicada. Anoche lo monstruoso amarillos ojos lobo habían
capturado mi atención; cuando puse la foto cerca, vi que el bebe Sam tenía el
mismo color amarillo en el iris. Así que no eran lentes de contacto. De alguna
manera eso me hizo sentir un poco más amigable hacia él. Baje la foto. Debajo
había un fajo de recortes de periódico dorados. Mis ojos recorrieron las
historias.
Gregory y Annette Roth, una pareja
de Duluth, fueron acusados el lunes
por intento de asesinato a su hijo de
7 años de edad. Las autoridades han
puesto a el niño (sin nombre para
proteger su identidad) en custodia
del estado. Su destino se decidirá
luego del juicio de los Roth. Los Roth
alegaron poner a su hijo en una
bañera y cortar sus muñecas con una
navaja. Poco después del acto,
Annette confesó a su vecino de al
lado, diciendo que su hijo estaba
demorando mucho para morir. Tanto
ella como Gregory Roth dijeron a la
policía que su hijo estaba poseído
por el diablo.
Sentí un pegote de espesor, asqueroso en el fondo de mi garganta que no
desaparecía cuando lo ingerí. Estaba teniendo un momento difícil en no pensar
en el pequeño hermano de Víctor, quien tiene 8 años ahora. Pase de nuevo a
la foto de Sam sosteniendo la mano de Beck y mire una vez más a Sam, sus
ojos de pesados parpados mirando en algún punto más allá de la cámara,
96
vacio. La posición de su pequeña mano en la de Beck volteando su muñeca
hacia la cámara, claramente mostrando la reciente roja-café cuchillada a través
de ella.
Una pequeña voz en mi cabeza dijo Y tú sientes pena por ti mismo.
Empuje los recortes de periódico y las fotografías de regreso al sobre para que
no tuviera que mirarlos, en vez de eso mire el fajo de papeles de abajo. Eran
papeles de confianza, nombrando a Sam como beneficiario del fideicomiso—lo
cual incluye la casa—y el contenido de una cuenta de cheques, y una cuenta
de ahorro, teniendo tanto los nombres de Beck y Sam.
Bastante cosas pesadas. Me pregunte si Sam sabía que básicamente era el
dueño de este lugar. Por debajo de la documentación había otra agenda negra.
Moviendo de un tirón, vi las entradas de diario con la eficaz escritura inclinada
hacia atrás o de un zurdo. Me volví hacia la primera página: Si estás leyendo
esto, soy un lobo para bien, o si eres Ulrik deberías salir de mis cosas.
Di un salto cuando el teléfono sonó.
Lo vi sonar dos veces, y luego lo cogí. Conteste, ―Da.‖
―¿Es Cole?‖
Mi ánimo se levanto inexplicablemente. ―Depende. ¿Es mi madre?‖
La voz de Isabel era aguda por el teléfono. ―Yo no era consciente de que tenias
una. ¿Sabe Sam que estas contestando el teléfono ahora?‖
―¿Estas llamando por él?‖
Una pausa.
―¿Es ese tu numero, el que sale en el identificador de llamadas?‖
―Si,‖ dijo Isabel. ―No llames. ¿Qué estás haciendo? ¿Todavía sigues siendo
tú?‖
―Por el momento. Estoy mirando a través de las cosas de Beck,‖ le dije.
Empujando el sobre de SAM y su contenido de vuelta al cajón.
―¿Estas bromeando? Pregunto Isabel. Ella contesto su propia pregunta. ―No, no
lo estas.‖ Otra pausa. ―¿Qué encontraste?‖
―Ven y mira.‖
―Estoy en la escuela.‖
―¿Hablando por teléfono?‖
97
Isabel lo considero. ―Estoy en el baño tratando de trabajar en mi entusiasmo
para mi siguiente clase. Dime lo que encontraste. Algunos conocimientos mal
adquiridos que me levanten el ánimo.‖
―Los papeles de adopción de Sam. Y algunos recortes de periódico sobre cómo
sus padres trataron de matarlo. Además, encontré un dibujo muy feo de una
mujer luciendo un traje de colegiala. Este definitivamente vale la pena verlo.‖
―¿Por qué me estás hablando?‖
Pensé que sabía lo que ella quería decir, pero le dije, ―Porque tú me has
llamado.‖
¿Es porque tu solo quieres acostarte conmigo? Porque no me estoy acostando
contigo. Nada personal. Pero solo que no. Me estoy reservando a mi misma y
todo eso para cuando me enamoré. Así que si es por eso por lo que estás
hablando conmigo, puedes colgar ahora.‖
No colgué. No estaba seguro si eso contestaba su pregunta.
―¿Sigues ahí?‖
―Estoy aquí.‖
―Bueno, ¿Vas a responder a mi pregunta?‖
Empuje mi vaso de leche vacio atrás y hacia delante.
―Yo solo quiero a alguien con quien hablar,‖ le dije. ―Me gusta hablar contigo.
No tengo una mejor respuesta que esa.‖
―Hablar no es lo que realmente estábamos haciendo la vez que nos vimos,‖ ella
dijo.
―Hablamos,‖ insistí. ―Te dije sobre mi Mustang. Eso fue una muy profunda y
personal conversación, sobre algo muy cercano a mi corazón.‖
―Tu carro.‖ Isabel sonaba no convencida. Hizo una pausa, y finalmente dijo,
―¿Quieres hablar? Bien. Habla. Dime algo que tu nunca le hayas dicho a nadie
antes.‖
Pensé por un momento. ―Las tortugas tiene el segundo cerebro más largo que
cualquier animal del planeta.‖
Le tomo a Isabel solo un segundo procesar esto. ―No, ellas no son.‖
―Lo sé. Es por eso que nunca se lo he dicho a nadie antes.‖
Oí un ruido en el otro lado como si ella estuviera tratando de no reírse o
teniendo un ataque de asma.
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―Dime algo sobre ti que nunca la hayas dicho a nadie.‖
―Si lo hago, ¿Tu harías lo mismo?‖
Ella sonó escéptica. ―Si.‖
Seguí el contorno de la colegiala Sharpie en el protector del mouse, pensando.
Hablar por teléfono era como hablar con los ojos cerrados. Te hace valiente y
más honesto, porque era como hablar contigo mismo. Era por eso que siempre
cantaba mis canciones nuevas con los ojos cerrados. No quería ver lo que el
público pensaba de ellas hasta que lo había hecho. Finalmente, dije, ―He
estado tratando de no ser mi padre toda mi vida. No porque él sea horrible, es
porque él es tan impresionante. Cualquier cosa—cualquier cosa que haga no
es posible compararla.‖
Isabel se quedo en silencio. Tal vez esperando a ver si iba a decir más. ―¿Qué
es lo que tu padre hace?‖
―Quiero escuchar lo que nunca le has dicho a nadie.‖
―No, tú tienes que hablar primero. Tú querías hablar. Significas que tú dices
algo, y yo respondo, y tú hablas de nuevo. Es unos de los logros más brillantes
del la raza humana. Se llama conversación.‖
Yo estaba empezando a arrepentirme de esta particularmente. ―El es un
científico.‖
―¿Un científico de cohetes?‖
―Un científico loco,‖ dije. ―Uno muy bueno. Pero realmente yo no quiero tener
nada más de esta conversación hasta una fecha muy posterior. Posiblemente
después de mi muerte. Ahora ¿Puedo oír lo tuyo?‖
Isabel tomo aire, lo suficientemente alto, porque lo escuche por el teléfono. ―Mi
hermano murió.‖ Las palabras tenían una familiaridad. Como si ya las hubiera
escuchado antes, en su voz, aunque no podía imaginar cuando. Después de
que termine de pensar en eso, le dije, ―Tu le has dicho eso a alguien antes.‖
―Nunca le he dicho a nadie antes que fue mi culpa, porque todos ya pensaban
que estaba muerto para el momento en que en realidad murió,‖ dijo Isabel.
―Eso no tiene ningún sentido.‖
―Nada tiene sentido nunca más. Como ¿Por qué estoy hablando contigo? ¿Por
qué te estoy diciendo esto cuando ni siquiera te importa?‖
Esta pregunta, al menos, sabia la respuesta. ―Pero es por eso que me lo estás
diciendo.‖ Sabía que era cierto. Si hubiéramos tenido la oportunidad de
entregar nuestras confesiones a cualquier persona que realmente se
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preocupara por su contenido, no había manera de que uno de nosotros hubiera
abierto la boca.
Compartir revelaciones es más fácil cuando no importan.
Ella estaba en silencio. Escuche la voz de otras chicas en el fondo, altas,
palabras corrientes en las conversaciones, seguido por el silbido de agua, y
luego silencio de nuevo. ―Ok,‖ ella dijo.
―Ok, ¿Qué?‖ yo pregunte.
―Ok, tal vez puedes llamarme. En algún momento. Ahora tienes mi numero.‖
Ni si quiera tuve tiempo de decir adiós antes de que ella colgara.
Capitulo 18
Traducción por Karencita Roth
www.thewolvesofmercyfalls-latinoamerica.blosgpot.com
• SAM •
Yo no sabía dónde estaba mi novia, la batería de mi teléfono había muerto,
estaba viviendo en una casa con un nuevo lobo posiblemente loco, yo estaba
sospechando que era una especie de suicida y homicida. Y yo estaba a
kilómetros de distancia lejos de todo eso, contando los libros. En algún lugar,
mi mundo estaba girando lentamente fuera de su órbita, y aquí estaba yo en
una bonita y ordinaria luz del sol, escribiendo ―LA VIDA SECRETA DE LAS
ABEJAS‖ (3/PB) en un bloc etiquetado INVENTARIO.
―Deberíamos conseguir golosinas hoy.‖ Karyn, la dueña de la tienda vino de la
parte de atrás, su voz procediendo de allí. ―Cuando el hombre de UPS viene.
Toma.‖
Me volví y encontré que ella estaba sosteniendo un vaso de plástico para mí.
―¿Para qué es esto?‖ le pregunte.
―Buena conducta. Es te verde. ¿Estoy en lo cierto?‖
Asentí con aprecio. Siempre me había gustado Karyn, desde el momento que
la conocí. Ella estaba en los 50, con pelo corto que se había convertido del
todo blanco, pero su cara—especialmente sus ojos—era juveniles debajo de su
aun cejas oscuras. Ella escondía un núcleo de hierro detrás de una amigable y
eficiente sonrisa, y pude ver como la mejor parte de lo que estaba dentro de
100
ella eran escritas en su exterior. Me gustaba pensar que ella me contrato
porque yo era de la misma manera.
―Gracias,‖ le dije, tomando un sorbo. La forma en que sentí el liquido caliente
viajar todo el camino por mi garganta y llegar a mi estomago, me recordó que
aun no había comido.
Había llegado a acostumbrarme a mis mañanas de cereal con Grace. Le incline
el bloc de notas hacia Karyn para que ella pudiera ver el progreso que había
hecho.
―Bien. ¿Encontraste algo bueno?‖
Apunte a la pila de libros que estaban sentados en el suelo detrás de mí.
―Eso es maravilloso.‖ Sacando la tapa de su taza de café, hizo una mueca y
luego estallo el líquido en la parte de superior. Ella me miro. ―¿Estas
emocionado por el Domingo?‖
Yo no tenía ni idea, y estaba seguro que mi cara lo reflejaba.
―¿Estudio?,‖ ella dijo. ―¿Con Grace?‖
―¿Usted sabia de esto?‖, le dije.
Sin poner su café abajo, Karyn recogió torpemente la mitad de la pila de libros
y dijo, ―Grace me llamo para asegurarse de que no era un día en el que
estuvieras trabajando.‖
Por supuesto que lo había hecho. Grace no hubiera programado una cita para
mí sin primero haberse asegurado de que todo estaba arreglado de antemano.
Sentí una punzada en algún lugar de mi estomago, el giro miserable de
perderla. ―No sé si todavía estamos para eso.‖ Dude cuando Karyn alzo una
ceja, esperando que yo dijera algo más. Y entonces le dije los detalles que no
le había dicho a Isabel la noche anterior—porque a Karyn le importaría, pero a
Isabel no. ―Sus padres me encontraron en su habitación después del toque de
queda.‖ Sentí mis mejillas calientes. ―Ella estaba enferma y gritaba, por lo cual
vinieron a ver que le pasaba, y luego me hicieron salir. Yo no sé como esta. Yo
ni siquiera sé si ellos me van a dejar verla de nuevo.‖
Karyn no contesto de inmediato, esa era una de las cosas que me gustaban de
ella. Ella nunca escupía automáticamente el ―Todo irá bien‖ hasta que ella no
estuviera segura de que esa era la respuesta correcta. ―Sam, ¿Por qué no me
dijiste que no podías venir a trabajar hoy? Te hubiera dado el día libre.‖
Dije con impotencia, ―Inventario.‖
―El inventario podría haber esperado. Estamos haciendo inventario porque es
Marzo y hace mucho frio, nadie va a venir.‖ dijo Karyn. Ella lo considero
101
durante unos minutos más, sorbiendo su café y arrugando su nariz cuando
sorbió. ―En primer lugar, ellos no van a impedir que la vuelvas a ver de nuevo.
Ustedes son prácticamente adultos y de todos modos ellos tiene que saber que
Grace lo podría hacer mejor que tu. En segundo lugar, ella probablemente solo
tenía gripe. ¿Qué pasaba con ella?‖
―Fiebre,‖ le dije, y me sorprendió lo tranquila que salió mi voz.
Karyn me observaba de cerca. ―Sé que estas preocupado, pero a mucha gente
le da fiebre, Sam.‖
Dije en voz baja, ―Tuve meningitis. Meningitis bacteriana.‖
No lo había dicho en voz alta antes hasta ahora, y ahora que lo había hecho,
fue casi como catártico (ntd: catártica: purificarse) como si reconocer mis
temores de que la fiebre de Grace podría ser algo más peligroso que un simple
resfriado lo hizo más manejable.
―¿Hace cuanto tiempo?‖
Redondee cerca de las vacaciones. ―Navidad.‖
―Oh, no sería contagioso desde entonces,‖ ella dijo. ―No creo que la meningitis
sea de esas enfermedades que puedes coger meses después. ¿Cómo se
siente ella hoy?‖
―Su teléfono me mando al buzón de voz esta mañana,‖ dije, tratando de no
sonar muy apenado conmigo mismo. ―Ellos estaban realmente enojados
anoche. Creo que ellos probablemente le han tomado su teléfono.‖
Karyn hizo una mueca. ―Ellos lo superaran. Trata de verlo desde su punto de
vista.‖
Ella todavía se balanceaba hacia atrás y hacia delante con los libros para evitar
que se le cayeran, así que deje mi te verde y los tome de ella. ―Puedo verlo
desde su punto de vista. Ese es el problema.‖ Me acerque a la sección de
biografía y deje la biografía de la Princesa Diana que estaba fuera de lugar. ―Si
fuera ellos, estaría furioso. Ellos piensan que soy un chico bastardo que ha
trabajando su camino con éxito dentro de los pantalones de su hija y que
dentro de poco el saldrá de su vida.‖
Ella se echo a reír. ―Lo siento. Sé que no es divertido para ti.‖
Le dije, sonando más bien sombrío de lo que pretendía, ―Seria divertido para
mi, un día, cuando estemos casados y solo tengamos que verlos en navidad.‖
―Tú sabes que la mayoría de los chicos no hablan así,‖ dijo Karyn. Tomando la
lista del inventario, se dirigió detrás del mostrador, poniendo su taza de café a
lado de la caja registradora. ―¿Sabes cómo conseguí que Drew me lo
102
propusiera?‖, dijo Karyn. ―Una pistola eléctrica, un poco de alcohol y en Home
Shopping Network.‖ Ella me miro hasta que sonríe a su línea.
―¿Qué es lo que Geoffrey piensa de todo esto?‖
Me tomo mucho tiempo darme cuenta de que ella estaba hablando de Beck; no
podía recordar la última vez que había oído su primer nombre decirlo en voz
alta. Y la compresión de que iba a tener que mentir, me golpeó enseguida. ―El
no lo sabe aun. Esta fuera de la ciudad.‖ Mis palabras cayeron demasiado
rápido, conmigo en una prisa por llegar a la mentira de una vez. Me volví hacia
el estante para que no viera la forma en que mi cara se veía ahora.
―Oh, es cierto. Me olvide de sus clientes de Florida,‖ dijo Karyn, parpadee al
estante enfrente de mí, sorprendido de la astucia de Beck. ―Sam, voy a abrir
una librería en Florida para el invierno. Creo que Geoffrey tenía la idea
correcta. Minnesota en marzo no es una buena idea.‖
No tenía idea de que historia le había contado alguna vez Beck a Karyn para
convencerla de que él estaba en Florida para los inviernos, pero estaba
bastante impresionado, Karyn no me parecía que fuera incrédula. Pero, por
supuesto el debe de haberle dicho algo—él había pasado suficiente tiempo
aquí tanto como cliente y más tarde cuando conseguí mi primer trabajo aquí y
antes de recibir mi licencia como chofer. Karyn tenía que haber notado su
ausencia en el invierno. Yo estaba aun más impresionado por la forma fácil que
ella dijo su primer nombre. Ella lo había conocido lo suficiente para que
Geoffrey cayera natural de sus labios, pero no lo suficiente para saber que
todos los que lo amaban lo llamaban por su segundo nombre.
Me di cuenta de que había habido una larga pausa, y que Karyn seguía
mirándome.
―¿El ha venido aquí a menudo?‖ pregunte. ―¿Sin mi?‖ detrás del mostrador, ella
asintió. ―Con suficiente frecuencia. Compro un montón de biografías.‖ Hizo una
pausa, contemplando esto. Ella me dijo una vez que tú puedes completamente
psicoanalizar a alguien basándose en los tipos de libros que lee. Me pregunte
que decía el amor de Beck hacia las biografías—las había vistos en los
anaqueles y estantes de la casa—sobre él. Karyn continuo, ―Lo que sí recuerdo
es la última cosa que compro, porque no era una biografía, estaba sorprendida.
Fue un planificador diario.‖
Fruncí el ceño. No recuerdo haberlo visto.
―Uno de esos que tiene espacios para escribir comentarios y entradas diarias
en cada día.‖ Karyn se detuvo. ―Dijo que iba a escribir sus pensamientos ahí,
para cuando el no pudiera recordarlos.‖
103
Tuve que voltearme a la estantería de nuevo, por las repentinas lagrimas que
quemaban en mis ojos. Trate de concentrarme en los títulos que tenía en frente
de mí parar devolver mis emociones al margen. Toque una columna con uno
de mis dedos, mientras que las palabras en mis ojos se veían borrosas y
claras, claras y borrosas.
―¿Hay algo malo con él, Sam?‖ pregunto Karyn.
Mire hacia el piso, a la forma de las viejas tablas del piso curvarse un poco
donde se reunían las bases de los estantes. Me sentí peligrosamente fuera de
control, como si mis palabras estaban brotando, lista para derramarse. Así que
no dije nada en absoluto. Yo no pensaba en el vacío, haciéndose eco en las
habitaciones de la casa de Beck. Yo no pensaba como era yo ahora, que había
comprado leche y los alimentos enlatados para reaprovisionar el cobertizo. Yo
no pensaba en Beck, atrapado en el cuerpo de un lobo, mirándome desde los
arboles, no mas recuerdos, no mas pensando pensamientos humanos. No
pensaba en el verano, no había nada—nadie—que esperar.
Me quede mirando un nudo negro pequeño en las tablas del suelo por mis pies.
Era una negra y solitaria forma en el medio de la madera dorada.
Yo quería a Grace.
―Lo siento,‖ dijo Karyn. ―No fue mi intención—No quise ser entrometida.‖
Me sentí mal por hacerla sentir incomoda.
―Sé que usted no quiso. Y que usted no lo es. Es solo—presione mis dedos en
mi frente, en el epicentro de mi fantasmal dolor de cabeza. ―El está enfermo.
Es—terminal.‖ Las palabras salieron despacio, una dolorosa combinación de
verdad y mentira.
―Oh, Sam, lo siento. ¿El está en la casa?‖
Sin voltearme, sacudí mi cabeza.
―¿Esto es por lo que la fiebre de Grace te molestan tanto?‖ adivino Karyn.
Cerré mis ojos; en la oscuridad, me sentí mareado, como si no yo no supiera
donde estaba el suelo. Estaba rasgado entre el deseo de hablar y el deseo de
guardar mis miedos, manteniendo el control de ellos y mintiéndolos privados.
Las palabras salieron antes de que pudiera estudiarlas. ―No puedo perderlos a
los dos. Se…se que tan fuerte soy, y no….soy tan fuerte.‖
Karyn suspiro. ―Date la vuelta, Sam.‖
Sin ganas, me di la vuelta y la vi a ella sosteniendo el bloc de notas con el
inventario sobre ella. Ella señalo con una pluma a las letras SR escrito en su
104
letra en el fondo de mis adiciones. ―¿Ves tus iníciales aquí? Esto es por lo que
te digo que te vayas a casa, o a algún lugar. Anda a aclarar tu cabeza.‖
Mi voz salió pequeña. ―Gracias.‖
Ella despeino mi pelo cuando pase a recoger mi guitarra y mi libro del
mostrador. ―Sam,‖ ella dijo, cuando me dirigía por delante de ella, ―Yo creo que
estás hecho de materia fuerte más de lo que tú piensas.‖
Hice una sonrisa en mi cara, que no duro hasta la puerta de atrás.
Abriendo la puerta di un paso directamente hacia Rachel. Por un enorme golpe
de suerte o destreza personal, impedí derramar mi te verde por toda su
bufanda de rayas. Ella me lo arrebato después de que el peligro de líquidos
calientes había pasado, dándome una mirada de advertencia.
―Chico deberías mirar por dónde vas,‖ ella me dijo.
―Rachel no deberías presentarte en las entradas,‖ le respondí.
―¡Grace me dijo que viniera por este camino!‖ protesto Rachel. En mi mirada
perpleja ella me explico, ―Mis talentos naturales no se extienden a
aparcamientos paralelos así que Grace me dijo que si me estacionaba atrás de
la librería, yo podría ponerlo ahí y a nadie le importaría si yo caminaría en la
puerta de atrás. Al parecer ella se equivoco porque tu trataste te rechazarme
con aceites calientes y—―
―¿Rachel?,‖ le interrumpí. ―¿Cuándo hablaste con Grace?‖
―Como ¿ahora ultimo? Hace dos segundos.‖ Rachel dio un paso atrás para
dejarme espacio suficiente para salir y cerrar la puerta tras de mí. El alivio cayó
en mi tan rápido que casi me reí. De repente podía respirar el aire frio con
tintes de escape y vi la cansada pintura verde en los contenedores de basura y
sentí el viento helado llegando a mi cuello de la camisa.
No esperaba volver a verla de nuevo.
Sonaba melodramático ahora que sabía que Grace estaba lo suficientemente
bien como para hablar con Rachel, no sabía porque había saltado a esa
conclusión, pero no por ello eso era menos cierto.
―Hace mucho frio aquí afuera,‖ dije gesticulando al Volkswagen. ―¿Te
importaría?‖
―Oh, vamos,‖ dijo Rachel, y espero hasta que yo abriera las puertas para entrar.
Encendí el motor puse la calefacción y presione mis manos en los conductos
de ventilación hasta que me sentí menos ansioso por el frio que no me hacía
daño.
105
Rachel estaba trabajando para llenar todo el carro con algún olor muy dulce y
sumamente artificial que probablemente era fresa. Ella tuvo que doblar las
piernas cubiertas de medias en el asiento con el fin de hacer sitio para su
desbordante bolsa.
―Ok. Ahora habla,‖ le dije. ―Háblame de Grace. ¿Ella está bien?‖
―Si. Ella fue al hospital anoche, pero ella está de vuelta. Ni si quiera paso la
noche allá. Ella estaba con fiebre, así que ellos le dieron Tylenol y se le quito la
fiebre. Ella dijo que se siente bien.‖
Rachel se encogió de hombros. ―Se supone que tengo que conseguir su tarea.
Que es por lo cual‖—ella le dio una patada a su mochila—también estoy
supuesta a darte esto.‖ Ella me tendió un teléfono rosado con un sticker de una
carita feliz ciclope en la parte de atrás.
―¿Este es tu teléfono?‖ le pregunte.
―Lo es. Ella me dijo que su teléfono va directo al buzón de voz.‖
Esta vez realmente me reí, un alivio sin sonido.
―¿Qué pasa con el de ella?‖
―Su papá se lo quito. ¡No puedo creer que a los dos los hayan encontrado!
¡Que estaban pensando! ¡Podrían haber muerto por humillación!‖
Solamente le di una mirada que fue invertida con tanto dolor físicamente
posible. Ahora que escuche que Grace estaba bien y viva podía permitirme un
poco de humor melancólico por mi propia cuenta.
―Pobre chico,‖ dijo Rachel acariciando mi hombro.
―No te preocupes. Ellos no van a estar enojados contigo por siempre. Dale
unos días y ellos volverán a olvidar que tienen una hija. Aquí. El teléfono. Ella
está permitida a recibir llamadas de nuevo ahora.‖
Lo acepte con gratitud, iba a poner su número—―Numero dos en la marcación
rápida,‖ dijo Rachel— y un momento después escuche, ―Hey, Rach.‖
―Soy yo,‖ dije.
• GRACE •
No sabía que emociones me inundaron cuando oí la voz de Sam en lugar de la
de Rachel. Solo sabía que eran tan fuertes que hizo que dos de mis
respiraciones se juntaran en un largo estremecimiento de exhalación. Estaba
arrollada por el sentimiento no identificado. ―Sam.‖
106
Lo oí suspirar, lo que desesperadamente me hizo quererle ver su cara. Le dije,
―¿Rachel te dijo? Estoy bien. Era solo fiebre. Estoy en casa ahora.‖
―¿Puedo ir?‖ la voz de Sam era extraña.
Tire de mi edredón mas lejos de mi regazo, tirándolo bruscamente cuando este
no se enderezo de la forma en que quería, tratando de no convocar de nuevo la
furia que había sentido temprano cuando hable con papá. ―Estoy castigada. No
tengo permitido ir al estudio este Domingo.‖ Hubo un silencio de muerte al otro
lado de la línea; pensé que podía imaginar la cara de Sam de una forma que
me dolía, una manera insensible que venía de estar molesta tanto tiempo que
no podía sostener. ―¿Sigues ahí?‖
La voz de Sam sonó valiente, que dolió más que su silencio. ―Puedo
reprogramarlo.‖
―Oh, no,‖ dije enfáticamente. Y de pronto la furia se abrió paso. Trate de hablar
a pesar de eso. ―Lo estoy haciendo por el estudio el Domingo. No me importa si
tengo que rogarles. No me importa si tengo que escaparme. Sam estoy tan
molesta, no sé qué hacer. Quiero salir corriendo ahora mismo. No quiero estar
en casa con ellos. Enserio, háblame. Dime que no quieres que vaya y que viva
contigo. Dime que no me quieres allí.‖
―Sabes que no te diría eso,‖ dijo Sam suavemente. ―Sabes que no te detendré.‖
Fulmine con la mirada la puerta cerrada de mi habitación. Mi madre—mi
carcelera—estaba en algún lugar al otro lado. Dentro de mí, mi estomago
todavía se sentía enfermo de fiebre; Yo no quería estar aquí. ―Entonces ¿Por
qué no?‖ mi voz sonó agresiva.
Sam se quedo en silencio por un buen rato. Finalmente, el dijo en voz baja,
―Porque tú sabes que no es así como quieres que termine. Tú sabes que amo
tenerte conmigo, y será así, un día. Pero esta no es la forma en que debe
suceder.‖
Por alguna razón eso hizo que mis ojos pincharan con lágrimas. Sorprendida,
las fregué con un puño. No sabía que decir. Estaba acostumbrada a ser yo la
práctica y Sam el emocional. Me sentí sola en mi furia.
―Estaba preocupado por ti,‖ dijo Sam.
Yo también estaba preocupada por mi pensé, pero en lugar de eso dije, ―Estoy
bien. De verdad quiero ir a la ciudad contigo. Desearía que ya fuera Domingo.‖
107
• SAM •
Fue extraño oír a Grace de esa manera. Era extraño estar aquí, sentado en mi
coche con su mejor amiga cuando Grace estaba en casa, necesitándome por
una vez. Era extraño querer decirle que no teníamos que ir al estudio hasta que
las cosas se calmaran. Pero no podía decirle que no, físicamente no podía
decirle. Oírla así a ella…. era algo diferente de lo que la había visto alguna vez,
y sentí un peligroso y encantador futuro susurrándome secretos en mi oído. Le
dije, ―Desearía que fuera Domingo también.‖
―No quiero estar sola esta noche,‖ Grace dijo.
Algo en mi corazón dolió. Cerré mis ojos por un momento y los volví a abrir.
Pensé en ir furtivamente yo mismo; pensé en decirle a ella que se escapara.
Me la imagine acostada en mi habitación debajo de mis grullas de papel, con
su cálida forma escondida en mí, no teniendo que preocuparnos por
escondernos en la mañana, solo tenerla conmigo en nuestros términos y dolía
y dolía aun mas con la fuerza de quererlo así. Hice eco, ―También te extraño.‖
―Tengo el cargador de tu teléfono aquí,‖ Grace susurro. ―Llámame de donde
Beck esta noche, ¿ok?‖
―Ok,‖ le dije.
Después de que ella había colgado, le devolví el teléfono a Rachel. No estaba
seguro de que está mal en mí. Solo eran 48 horas hasta verla otra vez. No era
mucho tiempo. Una gota en el océano de tiempo que era nuestra vida juntos.
Teníamos el por siempre ahora. Tenía que empezar a creer eso.
―¿Sam?‖ pregunto Rachel. ―¿Sabes que tienes la cara más triste que nunca?‖
Capitulo 19
Traducido por Azul_Rubi
Corregido por Karencita Roth
• SAM •
Luego de separarnos con Rachel, me dirigí nuevamente a la casa de Beck. El
día se había vuelto soleado aunque no tan caluroso como la promesa del calor
del verano. Yo no podía recordar un clima como éste. Habían pasado tantos
años desde que está casi primavera me había encerrado en mi forma de lobo.
Fue difícil convencerme a mí mismo que no había necesidad de pegarme al
refugio de mi cálido coche.
108
No tendría miedo. Cree en tu cura.
Cerré la puerta del coche, pero no entré en la casa; si Cole todavía estaba allí
dentro, yo no estaba listo para enfrentarlo. En cambio, me dirigí alrededor de la
casa, a través del fangoso y muerto césped del año anterior hasta el bosque.
Tenía el presentimiento de que debía comprobar el cobertizo para ver si había
algún lobo dentro. El edificio, adentrado unas cuantas yardas en el bosque
detrás de la casa de Beck, era un asilo para nuevos lobos durante sus
constantes cambios. Había sido abastecido con ropa, alimento enlatado y
linternas. Incluso un pequeño combo de TV / VIDEO y un radiador que podía
encenderse sin baterías. Todo lo que un volátil nuevo lobo podría necesitar
para estar cómodo mientras aguardaba a que su forma humana se le quedara.
A veces, sin embargo, un nuevo miembro de la manada cambiaba a lobo
dentro del cobertizo demasiado rápido como para abrir la puerta, y entonces
había un animal salvaje, esclavo a su instinto, atrapado entre las paredes que
apestaban a humano, cambios e incertidumbre.
Recordé una primavera, cuando tenía nueve años y todavía estaba
relativamente desconcertado en mi piel de lobo. El cálido día me había quitado
el pelaje y me había dejado desnudo y avergonzado, aovillado en el bosque
como un blanco pálido y nuevo. Una vez que estuve seguro de estar solo, hice
mi camino hacia el cobertizo como Beck me había dicho que hiciera. Mi
estómago seguía doliéndome como lo hacía entre cambios, lo suficiente como
para doblarme y obligarme a agacharme presionando mis costillas contra mis
piernas mientras me mordía el dedo, hasta que el espasmo pasó y me permitió
enderezarme y abrir la puerta del cobertizo.
Me asusté como un potro al sonido de una voz cuando atravesé la puerta.
Luego de un minuto, mi corazón se calmó lo suficiente como para darme
cuenta que la voz estaba cantando: quien quiera que hubiera sido el último, se
había marchado dejado el equipo de música encendido. Elvis preguntaba si yo
estaba solo esta noche mientras hurgaba en el cajón de ropa etiquetado Sam.
Me puse mis vaqueros pero no me molesté en encontrar una camisa antes ir al
cajón de comida. Abrí rasgando una bolsa de papitas y mi estómago gruñó sólo
al estar seguro de que iba a alimentarlo. Sentado allí en el cajón, con las
rodillas flacuchas empujando mi barbilla, me quedé escuchando a Elvis
canturrear, pensando en cómo las letras de las canciones eran sólo otro tipo de
poesía. El verano anterior, Ulrik había estado haciéndome memorizar poemas
famosos –todavía podía recordar la primera mitad de ―Detenido por Bosques
en una Tarde Nevosa. Intenté recordar la segunda mitad mientras hacía crujir
la bolsa completa de papitas fritas de maíz, esperando deshacerme de mi dolor
de estómago.
109
En el tiempo que me llevó darme cuenta que la mano que sostenía el paquete
estaba temblando, el dolor en mi abdomen se convirtió en un retorcijón de
cambio. No tuve tiempo de alcanzar la puerta antes de que mis dedos fueran
inútiles y toscos y mis uñas inservibles contra la madera. Mi último
pensamiento humano fue un recuerdo: mis padres cerrando de un golpe la
puerta de mi dormitorio, el cerrojo repicando como el lobo burbujeando fuera de
mí.
Mis memorias de lobo son difíciles de recordar, pero sí recordé esto: me tomó
horas dejar de intentar salir de allí aquél día.
Fue Ulrik quien me encontró.
―Ah, chico,‖ dijo con voz triste, pasando una mano por sobre su cabeza afeitada
mientras echaba un vistazo alrededor. Yo pestañé con la mirada vacía, de
alguna forma sorprendido de que él no fuera mi madre o mi padre. ¿Cuánto
tiempo has estado aquí?‖
Yo estaba aovillado en la esquina del cobertizo, mirando fijamente mis dedos
ensangrentados, mi cerebro saliendo lentamente de mis pensamientos de lobo
y dirigiéndose hacia fragmentados de pensamientos humanos.
Los cestos y sus tapas estaba dispersas a través del cobertizo, y el equipo de
música yacía tirado en el medio del piso, y el cable jalado de la pared. Había
sangre seca manchada en el piso, con huellas tanto de lobo como de humano.
Las papitas fritas y el aserrín de la puerta hacían un confeti violento, rodeado
por las bolsas rasgadas de las papas y los pretzels, su contenido abandonado,
arruinado y no comido.
Ulrik cruzó el piso, sus botas crujiendo suavemente a través de la fina arena de
patatas fritas, y se detuvo a mitad de camino hacia mí cuando retrocedí. Mi
visión bailó, mostrándome por turnos el cobertizo arruinado y mi viejo
dormitorio, desordenado por mis sábanas y libros despedazados.
Él me tendió una mano. ―Vamos, levántate. Vamos a llevarte dentro‖.
Pero yo no me moví. Miré otra vez mis uñas mochas, ensangrentadas astillas
ensartadas por debajo. Yo estaba perdido en el pequeño mundo de las yemas
de mis dedos, perfiladas en rojo, un único puñado de pelo de lobo atrapado en
mi sangre. Mi mirada deslizándose a las nuevas abultadas cicatrices en mis
muñecas, manchadas con carmesí.
―Sam‖, dijo Ulrik.
No deslicé mis ojos hacia él. Yo había usado todas mis palabras y toda mi
fuerza intentando salir, y ahora no conseguía querer pararme.
110
―No soy Beck,‖ el dijo con voz impotente. ―No sé lo que él hace para sacarte de
esto, ¿ok? No sé cómo hablar tu idioma, chico. ¿Qué estás pensando? Sólo
mírame.‖
Él tenía razón. Beck tenía una forma de traerme a la realidad, pero Beck no
estaba ahí. Ulrik finalmente me levantó, mi cuerpo yaciendo como un cadáver
en sus brazos, y me cargó todo el camino de vuelta a casa. Yo no hablé, ni
comí, ni me moví hasta que Beck se transformó y entro a la casa — incluso
ahora no sé si pasaron horas o días.
Beck no vino directo hacia mí. En lugar de eso, él fue hasta la cocina e hizo
sonar algunas ollas. Cuando él regresó a la sala de estar—donde me escondía
en la esquina del sofá— él traía un plato con huevos.
―Te hice la comida‖, dijo.
Los huevos estaban hechos exactamente como a mí me gustaban. Los
observé en lugar de mirar el rostro de Beck y susurre, ―Lo siento.‖
―No hay nada que disculpar,‖ dijo Beck. ―Tú no pudiste hacerlo mejor. Y Ulrik
era al único a que le gustaban esos malditos Doritos. Nos has hecho a todos un
favor.‖
Él dejó el plato sobre el sofá al lado mío y bajó por el pasillo a su estudio.
Después de un minuto, tomé los huevos y me deslicé silenciosamente tras él.
Sentándome fuera de la puerta abierta del estudio, escuchando el repiqueteo
errático de los dedos de Beck sobre su teclado mientras yo comía.
Eso fue cuando yo todavía estaba roto. Eso fue cuando pensaba que tendría a
Beck para siempre.
―Hola, Ringo.‖
La voz de Cole me trajo de vuelta al aquí y ahora, años más tarde, ya sin los
nueve años guiado por benevolentes guardianes. Se puso de pie a mi lado
mientras enfrentaba la puerta del cobertizo.
―Veo que aún eres humano‖ dije, más sorprendido de lo que mi voz dejó ver.
¿Qué estás haciendo aquí fuera?‖
―Intentando convertirme en lobo.‖
Un repugnante escalofrío recorrió mi piel recordando al lobo luchando adentro.
Recordando la vuelta en mi estómago antes del cambio. El sentimiento
enfermo justo antes de perderme a mí mismo.
No contesté. En cambio, abrí de un empujón la puerta del cobertizo, tanteando
por la luz. El espacio olió mohoso, no usado; memorias y motas de polvo
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suspendidas en el aire viciado. Detrás de mí, un cardenal hizo su sonido de
chirridos una y otra vez, pero aparte de ese, no había otro sonido.
―Ahora, éste es un buen momento como cualquier otro para familiarizarte con
este espacio,‖ le dije.
Entre en el cobertizo, mis zapatos haciendo ruido cuando arrastre los pies, mis
zapatos levantando el polvo del piso de madera desgastada. Todo estaba en
su lugar, por lo que pude ver - mantas muy bien dobladas al lado de la
televisión inactiva, el refrigerador lleno hasta arriba y jarros alineados
obedientemente detrás de él, esperando por el retorno. Todo estaba esperando
a lobos que se convertirían en humanos.
Cole entró detrás de mí, mirando alrededor de los cajones y las provisiones con
un vago interés. Todo en él irradiaba desdén y energía agitada. Yo quería
preguntarle ¿Qué es lo que Beck vio en ti? En cambio, pregunté:
―¿Es lo que tu esperabas?‖
Cole tenía uno de los cajones abierto unas pocas pulgadas de mi, mientras
inspeccionaba su interior. Él no corrió su vista cuando contestó
―¿Qué?‖
―Ser un lobo‖
―Esperaba que fuera peor‖ dijo, ahora mirándome con una sonrisa astuta en su
cara, como si supiera lo que yo había pasado para no ser un lobo. ―Beck me
dijo que el dolor era insoportable.‖
Levanté una hoja seca que habíamos arrastrado dentro del cobertizo. ―Sí,
bueno, el dolor no es la parte difícil
―Ah, ¿sí?‖ La voz de Cole era de saber. Era como si él quisiese que yo lo
odiara. ―¿Cuál es la parte difícil entonces?‖
Me di la vuelta y me alejé de él. Realmente no quería responder porque no
creía que a él le importara saber sobre la parte difícil.
Beck lo había escogido. No lo odiaría. No lo haría. Tenía que haber algo ahí
que Beck había visto. Finalmente dije: ―Un año, uno de los lobos –Ulrik- decidió
que sería una gran idea comenzar a germinar hierbas italianas de semillas en
tarros. Ulrik siempre estaba haciendo alguna locura sin sentido como esa.‖ Lo
recordé cavando hoyos en el suelo, dejando caer en ellos semillas, pequeñas
cosas con apariencia muerta desapareciendo en la profunda tierra negra.
―¡Demonios! Más vale que funcione,‖ me había dicho amablemente. Yo había
estado parado a su lado todo el tiempo, metiéndome en su camino mientras
observaba, moviéndome solo cuando accidentalmente su codo pinchaba mi
112
pecho. ―¿Crees que puedes pararte más cerca, Sam?‖ el me preguntó. Ahora
para Cole, agregué: ―Beck pensaba que Ulrik estaba loco. Le dijo que el
puñado de albahaca sólo costaba dos dólares en la tienda‖. Cole me levantó
una de sus cejas, su expresión indicando claramente que él estaba siendo
indulgente conmigo. Yo ignoré su expresión y dije: ―Yo vigilaba las semillas de
Ulrik cada día durante semanas, esperando por un poco de verde en esa tierra
baldía, cualquier cosa que me indicara que había vida esperando por suceder.
Y eso es todo. Esa es la parte difícil,‖ le dije a Cole. ―Estoy parado aquí en el
cobertizo y esperando ver si mis semillas van a salir de la tierra. No sé si
todavía es muy pronto para ver signos de vida o si, esta vez, el invierno ha
reclamado a mi familia por bien.‖
Cole me miró fijamente. El desprecio había desaparecido de su expresión, pero
no dijo nada. Su rostro reflejaba algo vacío, algo a lo que no supe cómo
reaccionar, así que tampoco yo dije nada.
No tenía sentido seguir quedándome. Di mi último paso mientras Cole quedaba
atrás, chequeando los contenedores de comida para asegurarse que ningún
insecto hubiera entrado en ellos. Dejé mis dedos colgando del borde del
recipiente plástico por un momento mientras escuchaba. No sabía qué era lo
que estaba intentando escuchar, solo había silencio y más silencio y de nuevo
silencio. Incluso el cardenal afuera de la puerta todavía abierta se había
callado.
Haciendo como si Cole no estuviese allí, tensé mis orejas como solía hacer
cuando era un lobo, intentando crear un mapa de todas las criaturas de los
bosques vecinos y de los sonidos que producían. Sin embargo no escuché
nada. En algún lugar, había lobos en estos bosques, pero eran invisibles para
mí.
Capítulo 20
Traducido de Azul_Rubi
Corregido por Karencita Roth
• COLE •
Estaba perdiendo el control sobre mi cuerpo humano, y estaba encantado.
Sam me hacía sentir incomodo. Yo había tenido algunos diferentes consejeros
que trabajaban con prácticamente todos los que alguna vez había conocido,
pero ninguno de ellos parecía adecuado para Sam. El era doloroso y
seriamente molesto y ¿Cómo se supone que tengo que responder a eso?
113
Así que me sentí aliviado cuando regresamos del cobertizo y él anuncio que iba
a dar un paseo.
―Me gustaría preguntarte si quieres venir,‖ dijo Sam, ―pero vas a cambiar
pronto.‖
El no dijo cómo llego a esa conclusión, pero tenía su nariz un poco apretada
como si pudiera olerme. Unos momentos más tarde el motor de Diesel de su
Volkswagen comenzó a vibrar ruidosamente cuando lo saco hacia la carretera,
dejándome solo en una casa que cambia de estados de ánimo con las horas
del día. La tarde fue nublada y fría, y de repente la casa ya no era confortable,
era un laberinto presagioso de habitaciones, algo salido de un sueño febril. Del
mismo modo mi cuerpo no estaba firmemente humano—pero tampoco era
lobo—era más bien un cuerpo extraño, medio territorio —cuerpo humano,
cerebro de lobo.
Recuerdos humanos vistos a través de ojos de lobo. Al principio me paseaba
por los pasillos, las paredes presionándose, y sin creer realmente en el
diagnostico de Sam. Cuando por fin sentí una insinuación del cambio
arrastrarse en mis nervios, me paré en la puerta abierta de atrás y espere a
que el frio me llevara. Pero no estaba todavía. Así que cerré la puerta y me
acosté en mi cama prestada, sintiendo el roer de las nauseas y el arrastrarse
de mi piel.
A través del malestar, me sentía inmensamente aliviado.
Estaba empezando a pensar que no iba a cambiar a lobo de nuevo.
Pero en esta miserable espera —me levante, me fui a la puerta de atrás de
nuevo y me paré en el viento helado. Me di por vencido después de unos diez
minutos y me retire de nuevo al sofá aovillándome alrededor del torbellino de
mi estomago. Mi mente corrió por los pasillos grises, aunque mi cuerpo se
quedó quieto. En mi cabeza, camine por el pasillo a través de cuartos
desconocidos en tonos blancos y negros. Sentí la clavícula de Isabel debajo de
mi mano, vi piel perdiendo su color cuando me convertía en lobo, sentí el
micrófono en mí, oí la voz de mi padre, lo vi enfrente de mi a través de la mesa
del comedor.
No. Cualquier lugar pero no mi casa. Yo dejaría que mis recuerdos me llevaran
a cualquier lugar pero no ahí.
Ahora, estaba en el estudio fotográfico con el resto de NARKOTIKA. Era
nuestra primera revista de gran difusión.
Bueno en realidad era por mí. El tema era ―Sub-18 Historias de Éxito‖ y yo era
el niño de la portada. El resto de NARKOTIKA estaba ahí como un apoyo. No
nos estaban fotografiando en el estudio propiamente dicho: sino que el
114
fotógrafo y su asistente nos habían llevado a las escaleras de un viejo edificio,
tratando de capturar el humor de nuestra música, tapándonos con rieles y
haciéndonos parar en diferentes peldaños.
El hueco de la escalera olía al almuerzo de alguien —bocados de cerdo falso
con una ensalada que jamás debiera ser ordenada, más un misterioso
condimento que tal vez hubiera sido un pie viejo.
Yo estaba bajando de un subidón. Este no era mi primer vuelo, pero estuvo
bastante cerca de serlo. Estas nuevas alturas me empujaban a un vuelo que
zumbaba de euforia, dejándome después con un pequeño sentimiento de
culpa.
Yo acababa de escribir una de mis mejores canciones –―Rompe Mi Cara (y
Vende los Pedazos)‖, destinado a ser mi sencillo mejor vendido – y estaba de
muy buen humor. Hubiera estado incluso mejor humor si no me hubiera
encontrado aquí, porque quería estar afuera, oliendo el aire exterior poblado de
los gases de los caños de escape y olores de restaurantes y cada emocionante
olor de la ciudad que me dijera que yo era alguien.
―Cole. Cole. ¡Hey, habilidoso!, ¿podrías quedarte quieto para mí? Quédate al
lado de Jeremy durante un segundo y mírame aquí abajo. Jeremy, tú míralo a
él‖, dijo el fotógrafo.
Él era un tipo panzón de mediana edad, con un corta dispareja barbita de chivo
que iba a estar molestándome todo el día. Su ayudante era una pelirroja de
veintitantos que ya me había confesado su amor, motivo por el cual ya había
dejado de ser interesante. A los diecisiete años yo no había descubierto aún
que una sonrisa sardónica podía lograr que las chicas se quitaran las camisas.
―Yo no me he movido", dijo Jeremy, sonando medio dormido. Él siempre
sonaba medio dormido. Víctor, al contrario de Jeremy, estaba sonriendo abajo
hacia el suelo, justo como el fotógrafo le había dicho que hiciera.
Yo no estaba sintiendo la foto. ¿De qué forma el fotografiarnos mirando por un
balcón como un maldito álbum de covers de los Beatles iba a encajar con el
sonido de NARKOTIKA? Así que sacudí mi cabeza y escupí al balcón y el flash
del fotógrafo se fue y él y su asistente se quedaron parados mirando por el
visor de la cámara, luciendo enojados. Otro flash. Otro aspecto enojado. El
fotógrafo se acercó al rellano y se ubicó seis escaleras por debajo de nosotros.
Su voz fue zalamera.
―Bien Cole, ¿qué tal algo con un poco de vida? Tú sabes, dame una sonrisa.
Imagina tu mejor recuerdo. Dame una sonrisa como la que le darías a tu
mamá‖. Levanté una ceja y me pregunté si el tipo hablaba en serio. El
fotógrafo pareció tener un flash de perspicacia, pues su voz se elevó al decir,
―Imagina que estás en el escenario…‖
115
―¿Tú quieres vida?‖, le pregunté. ―Porque esto no lo es. La vida es
impredecible. La vida se trata de riesgos. Eso es lo que NARKOTIKA es, no
una maldita fotografía familiar de Boy Scout. Es…—‖
Y salté sobre él. Volé fuera de las escaleras, con mis brazos extendidos a
ambos lados, y vi pánico atravesando su rostro justo cuando su asistente
sacudió su cámara hacia arriba y me cegó con un flash.
Caí sobre un pié y rodé contra la pared de ladrillos de la escalera, muriéndome
de risa. Nadie preguntó si yo estaba bien. Jeremy bostezaba. Víctor me daba el
dedo, y el fotógrafo y su asistente estaban exclamando por encima del visor de
la cámara.
―Tengan un poco de inspiración‖, les dije, y me paré. ―De nada‖. Ni siquiera
estaba sintiendo dolor.
Luego de aquello, me dejaron hacer lo que quise para la sesión fotográfica.
Tarareando y cantando mi nuevo tema, los conduje arriba y abajo por las
escaleras, presionando mis dedos contra la pared como si estuviera a punto de
derribarla; abajo en el vestíbulo, me paré en una maceta; y finalmente en un
callejón detrás del estudio, en donde salté sobre el techo del automóvil que nos
había traído desde el hotel, dejando marcas en él, así el coche me recordaría.
Cuando el fotógrafo anunció el fin de la jornada, su asistente vino a mí y me
preguntó por mi mano, Le ofrecí mi palma, y ella le dio la vuelta girándola hacia
el cielo. Luego escribió su nombre y su número en ella mientras Víctor miraba
justo detrás de ella.
Víctor sacudió mi hombro tan pronto la chica regreso adentro. ―¿Qué hay de
Angie?‖, demandó saber, con una media sonrisa en su rostro, como si supiera
que iba a darle una respuesta que le gustara.
―¿Qué hay con ella?‖, pregunté.
La sonrisa en su rostro desapareció y agarró la mano con el número anotado:
―No creo que a ella realmente le alegre esto‖.
―Vic, amigo, no es asunto tuyo‖
―Ella es mi hermana. Es asunto mío‖
La conversación definitivamente estaba arruinando mi buen humor. ―Bien,
entonces aquí va: Angie y yo terminamos. Terminamos hace tanto tiempo que
lo están enseñando en la clase de historia. Y sigue sin ser asunto tuyo.‖
―Bastardo‖, dijo. ―¿Vas a dejarla así? ¿Arruinas su vida y simplemente te
marchas?‖
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Esto realmente estaba arruinando mi buen humor. Estaba empezando a sentir
que era momento de una aguja, una cerveza o una rasuradora. "Hey, yo le
pregunté. Ella dijo que prefería estar sola".
―¿Y tú le creíste? Sabes, te crees tan bueno. Tú y tu maldito genio. ¿Te crees
que vas a vivir por siempre así? Nadie va a recordar tu rostro cuando tengas 20
años. Nadie te va a recordar‖.
Él se estaba desalentando, pensé. Él casi había terminado. Si yo hubiera dicho
que lo lamentaba o incluso me hubiera quedado callado, él probablemente se
hubiera dado la vuelta y regresado al hotel.
Esperé un momento y luego dije: ―Al menos las chicas me llaman por mi
nombre, amigo‖. Miré su cara, una sonrisa en la mía. ―Al menos no soy siempre
el baterista de NARKOTIKA‖
Víctor me dio un puñetazo. Fue un buen golpe, pero no todo lo que tenía. En
cualquier caso, yo todavía estaba en pie, pensando en que creía que me había
partido el labio. Todavía podía sentir mi cara y todavía podía recordar lo que
habíamos estado hablando. Lo miré.
Jeremy apareció por el codo de Víctor, probablemente dándose cuenta por el
sonido del puño de Víctor golpeando mi cara que ésta no era una de nuestras
discusiones habituales.
―No te quedes ahí parado‖, gritó Vítor, y me golpeó otra vez, justo en la
mandíbula, y esta vez tuve que tambalearme para mantenerme en pie.
―Golpéame pedazo de basura. Golpéame‖.
Chicos‖, dijo Jeremy, pero no se movió.
Víctor golpeó con su hombro mi pecho, ciento ochenta libras de ira reprimida, y
esta vez me estrellé contra el suelo, un pedazo de asfalto moliendo mi espalda.
―Eres un gran desperdicio de espacio. La vida es un viaje de gran ego para ti,
privilegiado hijo de puta‖. Él estaba pateándome ahora y Jeremy miraba con los
brazos cruzados.
Es suficiente‖, dijo Jeremy.
―Quiero—aplastar—esa—sonrisa—fuera—de—tu—cara‖, dijo Víctor entre
patadas. Él estaba sin aliento ahora y, finalmente, una de sus patadas le quitó
el equilibrio y cayó pesadamente al suelo junto a mí.
Miré hacia arriba, al rectángulo del cielo gris-blanco sobre nosotros, enmarcado
por los oscuros edificios, y sentí sangre goteando de mi nariz. Pensé en Angie
devuelta en casa y la forma en que ella se veía cuando me dijo que prefería
estar sola, y deseé que pudiera haber visto a Víctor patear la basura fuera de
mí. Encima de mí Jeremy extendió su teléfono con cámara y tomó una foto de
117
los dos tendidos en el asfalto de una ciudad de la que ni siquiera podía
recordar el nombre.
Tres semanas después, esa foto de mí volando fuera de las escaleras, Jeremy
y Víctor mirándome, golpeó los puestos de revistas y la portada de la revista.
Mi rostro estaba en todas partes. Nadie me olvidaría en un tiempo cercano. Yo
estaba en todas partes.
Luego por la tarde, tirado en el piso de la casa de Beck, el cambio se hizo
urgente dentro mío, tan insistente que me di cuenta de que mi nausea anterior
sólo había sido fingida, nada como la cosa real, que golpeó y desgarró y
arrancó mis entrañas. Volví a hacer mi camino hacia la puerta trasera y la abrí,
quedándome parado y mirando hacia fuera al césped. Estaba
sorprendentemente cálido afuera, el cielo nublado se había ido, pero una fuerte
brisa ocasional me recordó que estaba en marzo. Esta vez, cuando una fría
ráfaga de viento sopló, cortó justo a través de mi cuerpo humano hacia el lobo
interior. Un escalofrío recorrió mi piel. Di un paso dentro del concreto y vacilé,
preguntándome si debía ir al cobertizo y dejar mi ropa allí para que fuera más
fácil recuperarla luego. Pero la siguiente ráfaga me dio dobles
estremecimientos. Yo no iba a llegar al cobertizo.
Mi estómago se quejó y pellizcó; yo me agaché y esperé.
Pero el cambio no fue inmediato, como había sido antes. Habiendo sido
humano por casi un día ahora, mi cuerpo estaba más seguro de su forma y no
parecía querer renunciar a ella fácilmente.
Vamos, Cambia, pensé, mientras el viento me sacaba otro atormentador
estremecimiento. Mi estómago se revolvió. Intenté recordar que sólo era una
reacción al proceso de cambio; realmente no necesitaba vomitar. Si tan sólo
resistía el impulso, estaría bien.
Aferré mis dedos al cemento frío, deseando que el viento me empujara a
convertirme en lobo. De pronto, recordé el número de Angie y sentí un
irracional deseo de entrar y marcarlo, sólo para oírle decir hola antes de colgar.
Me pregunté que estaría pensando Víctor ahora, después de todo esto.
Mi pecho dolió.
Sácame fuera de este cuerpo. Sácame fuera de Cole, pensé.
Pero eso era sólo una cosa más que estaba fuera de mi control.
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Capitulo 21
Traducido por Karencita Roth.
www.thewolvesofmercyfalls-latinoamerica.blogspot.com
• GRACE •
Esa noche no había nada diferente en mi cama sin Sam aquí. No había nada
desconocido sobre la forma del colchón. Las sabanas no eran más grandes sin
él. No estaba cansada, sin el constante sonido de su respiración, y en la
oscuridad no podía ver la ausencia de su hombro cuadrado a mi lado. La
almohada todavía olía a él, como si se hubiera levantado a ver su libro y se
hubiera olvidado de regresar.
Pero hacia toda la diferencia en el mundo.
Mi estomago estaba adolorido, un eco del dolor de la noche anterior. Presione
mi cara en la almohada y trate de no recordar esas noches cuando había
pensado que se había ido para siempre. Imaginándolo a él en la casa de Beck
ahora, me di la vuelta y tome mi celular. Pero no marque su número porque
estúpidamente todo en lo que podía pensar era cuando estamos acostados
juntos y Sam estaba temblando y dijo: Tal vez deberíamos reconsiderar nuestro
estilo de vida y luego pensé en el diciéndome que me quedara, en no ir donde
estaba y no quedarme con él.
Tal vez el estaba contento de quedarse allá, para tener la excusa de estar solo.
Tal vez no lo estaba. No lo sabía. Me sentí enferma, enferma, enferma en una
nueva y terrible manera que no podía describir. Quería llorar y me sentí
estúpida por eso. Puse mi teléfono de nuevo en la mesita de noche y rodee de
nuevo a su almohada y finalmente me fui a dormir.
• SAM •
Yo era una herida abierta.
Inquieto, recorría los pasillos de la casa, queriendo llamarla de nuevo, con
miedo a meterla en problemas, con miedo a algo enorme y sin nombre. Camine
hasta que estuve muy cansado para estar de pie y luego me dirigí a las
escaleras para subir a mi cuarto. Sin encender la luz, me fui a mi cama y me
acosté, arroje mi brazo en el colchón y mi mano dolía porque Grace no estaba
debajo de ella.
Mis pensamientos se deterioraban dentro de mí. No podía dormir.
119
Mi mente se deslizo fuera de la realidad de la cama vacía junto a mí, curvando
mis pensamientos en canciones, mis dedos imaginándose los trastes que
presionarían para encontrar la melodía.
Soy una ecuación, que solo ella resuelve/ estas „Xs‟ y „Ys‟ llamadas por otros
nombres/Mi forma de dividir es desesperadamente defectuosa/ Como multiplico
los días sin ella.
A medida que la noche sin fin se arrastraba lentamente por innumerables
minutos apilándose uno sobre otro, sin llegar a ninguna parte, los lobos
empezaron a aullar y mi cabeza comenzó a latir con fuerza, ese era uno de los
lentos y aburridos dolores que la meningitis me había dejado como legado. Me
quede en la vacía casa escuchando a la manada con sus lentos quejidos que
subían y bajaban con la presión dentro de mi cráneo.
Había arriesgado todo y no tenía nada que mostrar, solo mi mano abierta,
acostada, vacía, con la palma hacia el techo.
Capitulo 22
• GRACE •
―Voy a dar un paseo,‖ le dije a mama.
Ningún día había pasado tan lento como este sábado. Había una vez, cuando
estaba más pequeña, me hubiera puesto loca de emoción de tener un día
entero con mi madre en la casa; ahora, me sentía inquieta como si tuviera un
huésped. Realmente ella no me impedía hacer nada pero tampoco me sentía
con ganas de comenzar algo mientras ella estuviera alrededor.
En ese momento, mama estaba delicadamente sentada en el extremo del sofá,
leyendo un de los libros que Sam había dejado atrás. Cuando escucho mi voz
su cabeza se giro y su cuerpo entero se puso tenso. ―¿Tu qué?‖
―Voy a dar un paseo,‖ le dije. Con la tentación de sacar de sus manos el libro
de Sam. ―Estoy aburrida y quiero hablar con Sam, pero ustedes no me dejan.
Tengo que hacer algo o voy a empezar a tirar cosas alrededor de mi cuarto
como un chimpancé enojado.‖
La verdad era esta: que sin la escuela o Sam necesitaba estar fuera. Eso es lo
que siempre hacia en los veranos antes de conocer a Sam—huir al columpio
del patio trasero, libro en mano, necesitando el sonido del bosque llenando el
espacio vacío e inquieto dentro de mí.
―Si te vas a volver un chimpancé, no limpiare tu cuarto,‖ mamá advirtió. ―No
puedes salir. Acabas de estar en el hospital hace dos noches.‖
120
―Por una fiebre que ahora ya no está,‖ señale. Más allá de ella, pude ver el
cielo azul profundo y cálido, y debajo de el, de alguna manera las ramas con la
apariencia de embarazadas estaban buscando a los arboles que alcanzaban el
azul. Todo en mi moría de ganas por estar afuera. Oliendo como la primavera
se aproximaba. ―Además la vitamina D es ideal para personas enfermas como
yo. Igual no me quedare mucho tiempo afuera.‖
Cuando ella no dijo nada, encontré mis zuecos donde los había dejado en el
pasillo y me deslice sobre ellos. Mientras lo hacía, un silencio se quedo colgado
entre nosotras, hablando más fuerte de lo que había sido esa noche, de
nuestro pequeño intercambio de palabras.
Mamá lucia profundamente incomoda. ―Grace, creo que deberíamos hablar.
Sobre—ella hizo una pausa—tu y Sam.‖
―Oh, mejor no.‖ Mi voz transmitió el entusiasmo exacto que sentía por la
sugerencia.
―Yo tampoco quiero hacerlo,‖ ella dijo, cerrando el libro sin chequear el numero
de pagina lo que me recordó de nuevo a Sam, quien siempre miraba el numero
de la pagina o cerraba el libro alrededor de un dedo suyo antes de hablar.
Mamá continuo, ―Pero tengo que hablar contigo sobre esto. Si hablas conmigo,
le diré a tu padre que lo hiciste y entonces ya no tendrás que hablar con él.‖
Yo no veía porque tenía que hablar con cualquiera de ellos. Hasta ahora a ellos
no les importaba lo que hacía conmigo misma o donde estaba cuando ellos
salían y en un año estaría en la universidad o por lo menos fuera de su techo.
Pensé en escaparme a toda velocidad pero en lugar de eso me cruce de
brazos y la mire, esperando.
Mamá fue directa. Ella pregunto, ―¿Estabas usando protección?‖
Mis mejillas quemaban. ―¡Mamá!‖
Pero ella no se echo para atrás. ―Dime, ¿estabas protegiéndote?‖
―Si, pero no es así como es‖
Mamá levanto una ceja. ―Oh, no es así. ¿Entonces como es?‖
―Quiero decir que no es solo así. Es—Estaba luchando por encontrar las
palabras para explicárselo, para transmitir porque sus preguntas y su tono me
hacían al instante erizarme. ―Quiero decir, el no es solo un chico mamá.
Estamos—‖
Pero no sabía cómo terminar mi pensamiento con ella mirándome con su ceja
ya levantada mostrando incredulidad. No sabía cómo se suponía que iba a
decirle cosas como amor y por siempre y de golpe en ese momento me di
121
cuenta de que yo no quería decírselo. Este tipo de verdad era algo que tenías
que ganar.
―¿Tu qué? ¿Qué estas enamorada?‖ la forma en que lo dijo mamá fue barata.
―Tienes 17 años Grace. ¿Cuántos años tiene él? ¿Dieciocho? ¿Cuánto tiempo
lo conoces? MESES. Mira nunca has tenido un novio antes. Tus estas con
lujuria más que cualquier otra cosa. Dormir juntos no significa que estas
enamorada. Significa que estas en lujuria.‖
―Tu duermes con papá. ¿No están enamorados?‖
Mamá rodo sus ojos hacia el techo. ―Estamos casados.‖
¿Por qué me estaba molestando en decírselo? ―Esta entera conversación
sonaría bastante estúpida cuando Sam y yo los estemos visitando en el asilo
de ancianos,‖ le dije con frialdad.
―Bueno, sinceramente espero que sí,‖ respondió mamá. Y luego sonrió
ligeramente, como si la conversación solo fuera una charla informal. Como si
acabáramos de hacer arreglos de madre e hija para ir al baile. ―Pero dudo que
incluso lo recuerde. Probablemente Sam sea nada más que una foto de
graduación. Recuerdo como era yo a los 17 años, y créeme no era amor lo que
estaba en el aire. Para mi suerte, tenía algo de sentido común. De lo contrario
podrías haber tenido más hermanos. Recuerdo cuando yo tenía tu edad—‖
―¡Mamá!‖ estalle, con toda mi cara caliente. “No soy tu. No me parezco en nada
a ti. No tienes ni idea de lo que pasa en mi cabeza o como funciona mi cerebro
o si estoy o no enamorada de Sam o viceversa. Así que ni siquiera trates de
tener esta conversación conmigo. Ni siquiera—Ugh! ¿Sabes qué? ¡Termine!‖
Cogí mi prohibido teléfono de donde estaba en el mostrador de la cocina,
agarre mi abrigo y me precipité hacia afuera. Me deslice por la puerta trasera y
la cerré detrás de mí y me aleje de la cubierta sin mirar atrás. Estallar con
mamá debería haberme hecho sentir culpable, pero no podía sentir ni una onza
de arrepentimiento.
Echaba de menos tanto a Sam que dolía.
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Capítulo 23
Traducido por Marlene Roth.
Corregido por Karencita Roth.
•SAM•
Para el momento en que había terminado mi trabajo en la tienda, el día había
estado monstruosamente cálido incluso más caliente que el día anterior. El sol
quemaba mis mejillas cuando regresé a casa de Beck y abrí la puerta del
coche. Salí de el, estire mi manos tan lejos como ellas podían, cerrando mis
ojos hasta que sentí como si me estuviera cayendo. En medio de las ráfagas
de viento, el aire alrededor de mí pareció tener la misma temperatura que mi
cuerpo, y esto hizo parecer que yo no tenía ninguna piel en absoluto, como si
estuviese suspendido, como un espíritu.
Los pájaros, convencieron lo que esta tarde quiso decir: la primavera voluble
finalmente había vuelto para bien, chillaban emocionadas, canciones de amor
los unos a los otros en los arbustos alrededor de la casa. Una canción broto en
mi, también, las silenciosas letras tratando de salir de mi boca.
Ando por las estaciones y siempre los pájaros
están cantando y gritando lamentándose por el amor.
Cuando estás conmigo parece tan absurdo
que yo esté celoso del arrendajo y del palomo.
Esto me recordó a los días calientes de primavera cuando solía desplegarme
de mi forma de lobo, días en los que yo era tan feliz de tener mis dedos de
vuelta.
Parecía tan mal estar solo en este momento.
Me gustaría comprobar el cobertizo otra vez. Aun no había visto a Cole el día
de hoy, pero sabía que él tenía que estar humano en alguna parte con esta
clase de clima. Y era lo bastante caliente para que al menos uno de los otros
nuevos lobos pudiera haber cambiado también. Y era algo práctico para hacer
en vez de andar con apatía vagabundeando dentro de la casa, esperando el
día de mañana y preguntándome si yo realmente iría al estudio, y si Grace
realmente vendría conmigo.
Además, Grace hubiera querido que yo cuidara a Olivia.
Yo sabía que alguien estaba dentro del cobertizo en cuanto conseguí estar
unos pies de él; la puerta estaba entreabierta, y escuché un sonido de
movimiento desde el interior. Mi sentido del olfato no estaba nada cerca de lo
que había sido cuando yo era lobo, pero mi nariz todavía me decía que
quienquiera que estuviese dentro era uno de nosotros; el olor de almizcle de la
123
manada fue sólo parcialmente oscurecido por el olor de sudor humano. Como
un lobo, yo habría sido capaz de decir exactamente cual miembro de la
manada era. Ahora, como un humano, yo estaba totalmente ciego.
Entonces caminé a la puerta y golpeé con mis nudillos sobre ella tres veces.
"¿Cole? ¿Está todo bien allí? ", pregunté.
"¿Sam?" La voz de Cole sonaba - aliviada? Eso sonó extraño en él. Oí un
escarbar de garras, luego un gemido. Sentí el vello de la parte de atrás de mi
cuello hormigueando por la atención.
"¿Está todo bien?" Pregunté, empujé cautelosamente la puerta abierta. En el
interior del cobertizo, absolutamente todo apestó a lobo, como si las paredes
sangraran con el olor. Primero vi a Cole, vestido, apoyándose en una caja, uno
de sus nudillos estaba presionado contra su labio en un gesto de incertidumbre.
Entonces seguí sus ojos a la esquina del cobertizo y ví a un hombre arrugado
allí, medio cubierto a la mitad por una manta polar color azul brillante.
"¿Quién es él?" Susurré.
Cole quitó su nudillo y aparto la mirada de los dos, de mi y de la figura de la
esquina.
"Víctor" dijo él rotundamente.
Al oír su nombre, el tipo giró su cara para mirarnos. Pelo castaño claro,
anudado y rizado alrededor de sus pómulos. Tal vez un par de años mayor que
yo. Mi mente, fue instantáneamente a la última vez que yo lo había visto.
Sentado detrás de la Tahoe de Beck, atado de las muñecas, mirándome. Sus
labios silenciosamente formaron la palabra ayuda.
"¿Se conocen?", pregunté.
Víctor cerró sus ojos, sus hombros se estremecieron, y luego él dijo, "Yo
espera—".
Mientras parpadeé, su piel tembló y se convirtió en un lobo gris pálido, con
marcas faciales oscuras, tan rápido, como nunca había visto cambiar a
cualquiera de nosotros. No fue muy fácil, pero funciono natural, como una
serpiente desprendiéndose de su piel o una cigarra saliendo de su frágil
cascara que la formo. No nauseas. No dolor. Ninguna de las agonías que
alguna vez atestigüé o experimenté. El lobo se sacudió, mirando siniestramente
encima de mí, con los ojos cafés de Víctor. Comencé a alejarme de la puerta,
para darle una salida fácil, pero Cole dijo, con voz extraña, " No te molestes."
Y luego, como si hubiese sido una señal, el lobo se sentó sobre sus ancas con
fuerza, sus orejas temblaron. Él bostezó, y lloriqueando cuando lo hizo, y luego
su cuerpo entero se sacudió violentamente.
124
Cole y yo giramos nuestras caras lejos al mismo tiempo, en cuanto Víctor jadeó
de forma audible, cambiando otra vez a su forma humana. Solo así. Dentro y
fuera. Mi mente no podía entenderlo. Con la esquina de mi ojo, lo vi tirarse
encima la manta. Más por el calor que por la intimidad, supuse.
Víctor dijo, suavemente, "Maldita sea". Miré a Cole, su cara tenía la expresión
completamente en blanco, yo leía la expresión sobre su cara, yo leía algo que
importaba.
"¿Víctor?" dije. "Soy Sam, ¿Me recuerdas?‖. Él estaba acuclillado en el suelo
ahora, meciéndose hacia atrás y adelante sobre sus talones como si él no
estuviese seguro si debía sentarse o arrodillarse. Esto y la forma de su boca
me dijeron que él sentía dolor. Él dijo, "No sé. No lo creo. Tal vez." Él dio una
mirada a Cole, y Cole se estremeció ligeramente.
"Bien, soy el hijo de Beck" dije. Bastante cerca de la verdad y más rápido de
escupir. "Te ayudaré, si puedo."
•COLE•
Sam estaba manejando a Víctor mucho mejor que como yo. Yo sólo me levanté
y mire fijamente por la puerta, esperando para soltarlo si él lograba quedarse
como lobo.
"¿Eso fue… ¿Cómo cambias tan rápido?".Sam le preguntó.
Víctor entrecerró sus ojos, mirando de Sam a mí y de nuevo a Sam. Yo podría
decir que esto le estaba tomando un gran esfuerzo por su parte para poder
hablar con una voz más estable.
"Es peor cuando cambio de lobo a humano. De humano a lobo es fácil.
Demasiado fácil, hermano. Yo sigo cambiando, incluso cuando está templado,
¿eso es lo que pasa, no?"
"Este es el día más caliente que hemos tenido hasta ahora". Sam contestó. "No
se supone que debería estar igual de templado por el resto de la semana".
"Dios" Víctor dijo, "no pensé como sería esto".
Sam me miró como si yo tuviese que ver algo con esto. Él dio un paso
alrededor de mí para conseguir una silla plegable, entonces se sentó a través
de Víctor y de mí. De repente me recordó a Beck. Todo sobre él decía interés y
preocupación y sinceridad, desde la curva de sus hombros a la bajada de sus
cejas sobre sus pesados párpados. Yo no podía recordar si fue así como Sam
me vio la primera vez. No podía recordar la primera cosa que le dije.
125
"¿Ésta es la primera vez que has cambiado de lobo a humano?" Le preguntó a
Víctor. Víctor asintió. "Que yo pueda recordar, de todos modos." Él me miró
fijamente y yo era muy consciente de mi cuerpo humano. En como yo
solamente estaba de pie allí, sin dolor, sin ser un lobo, solamente estando de
pie allí.
Sam continuó, como si todo esto solo fuese un paseo en el parque,
absolutamente normal. "¿Tienes hambre?".
"Yo—" Víctor comenzó. "Espera yo—" Y se convirtió de nuevo en lobo. Yo
podría decir por el shock en la cara de Sam y por la manera en que él presionó
un dedo a una de sus cejas que esto no era normal, lo cual me hizo sentir un
poco mejor sobre la situación en la cual me había involucrado. El lobo Víctor se
quedo allí, mirando a la entrada, a Sam y después a mí, sus orejas estaban
paradas y su postura tiesa.
Miré fijamente a Víctor, recordando cuando estaba sentado en el cuarto de un
hotel después de conocer a Beck, diciendo: ¿Estás listo para el siguiente gran
paso, Vic?
"Cole" Dijo Sam, no mirando lejos de él. "¿Cuántas veces?, ¿cuándo tiempo
tienes aquí?".
Me encogí, tratando de parecer normal y casual sobre esto. "Media hora. Él ha
estado yéndose y volviendo todo el tiempo. ¿Es eso normal?"
"No". Dijo Sam enérgicamente, aún mirando al lobo, que se había agachado
cerca del piso, mirando detrás de él. "No, esto no es normal. Si es bastante
caliente para que él pueda mantenerse humano, él debería ser capaz de
quedarse humano por más tiempo. No esto—quiero decir…".
Se quedo callado cuando el lobo se levantó del suelo. Sam movió sus rodillas
lejos de Víctor en caso de que quisiera salir, pero de repente las orejas de
Víctor se pararon y comenzó a temblar otra vez. Volteamos nuestras caras
lejos hasta que él hubiese cambiado a humano y tuviera tiempo para jalar la
manta otra vez hacia sí mismo. Víctor gimió, ligeramente y presionó su frente
en sus manos.
Sam se volteó. "¿Te duele?". "Ugh… no mucho". Tomó una pausa, encogió sus
hombros encima de sus oídos y las conservó así. "Dios, he estado haciendo
esto el día entero. Sólo quiero saber cuándo se detendrá". Él no quería
mirarme; su veracidad era para Sam.
Sam dijo, "Desearía tener una respuesta para ti, Víctor. Algo está deteniéndote
en mantenerte en una forma, y no sé que es".
126
Víctor preguntó, "¿Es esto lo mejor que se consigue? quiero decir, estoy
atrapado, verdad? Esto es lo que consigo por escucharte, Cole. Debí haber
averiguado esto hace tiempo de que esto siempre sería así".
Pero él seguía sin mirarme.
Recordé el día que estábamos en el hotel. Víctor se estrellaba mal de uno de
sus voladas. Estos nuevos mugidos de él eran tan bajos que aún yo, en mi
estudiado desinterés, podía ver que algún día él no sería capaz de trepar fuera
de ellos. Había estado tratando de ayudarlo cuando lo convencí de convertirse
en un lobo conmigo. No fue completamente egoísta. No fue solo porque no
quería probarlo solo. Si Sam no hubiese estado cerca, yo le hubiera dicho eso
a Víctor.
Sam golpeó el hombro de Víctor con un puño. "¡Hey!. Esto es diferente cuando
eres nuevo. Cada uno comienza de manera inestable, y luego se iguala. Sí, es
una mierda ahora, y estás tomando una mierda a un nivel completamente
nuevo, pero cuando esto se torna realmente caliente, dejarás esto atrás".
Víctor miró tristemente a Sam, una cara que yo había visto un millón de veces
antes, porque yo lo había creado. Finalmente, él me miró. "Este deberías de
ser tú, bastardo". Él dijo y luego se convirtió en un lobo otra vez.
Sam lanzó sus manos, sus palmas abiertas como un ruego, y dijo,
completamente frustrado. "Como—como—como..." Me di cuenta de cuan
cuidadoso él había sido para mantener el control en sus rasgos y su voz. Esto
hizo que mi mente se retorciera, casi tanto como haber visto el cambio de
Víctor, oír a Sam de estar en una rezuma calma a estar en un lío caliente. Esto
significaba que Sam había sido perfectamente capaz de presentar una
máscara de benevolencia conmigo todo el tiempo, pero él había escogido no
hacerlo. De alguna manera esto hizo que cambiara la manera en que había
pensado sobre él.
Tal vez esto hizo que yo hablara. "Algo anula la temperatura" Dije. "Eso es lo
que creo. El calor está haciendo que se convierta en humano, pero algo más le
está diciendo a su cuerpo que se cambie a lobo". Sam me miró. No
desmintiéndome, pero tampoco creyéndome. "¿Qué más pudo haber hecho
eso?" Él preguntó.
Miré a Víctor, despreciándolo por hacer esto tan complicado. ¿Qué tan difícil
había sido seguirme a esto de ser lobo, y retroceder, como él había dicho
supuestamente? Deseé nunca haber venido a este maldito cobertizo.
"¿Algo en su química cerebral?" dije. "Víctor tenía un problema de glándula
pituitaria. Tal vez la manera en que se desequilibran sus niveles está
interfiriendo en cómo se transforma".
127
Sam me dio una mirada extraña entonces, pero antes de que pudiera decir
algo, las patas del pálido lobo comenzaron a temblar. Yo miré lejos y después
Víctor era un humano otra vez. Así como así.
•SAM•
Sentí como si estuviese viendo la transformación de 2 personas: de Víctor a
lobo, y Cole a alguien más. Yo era el único que estaba de pie aquí, siendo el
mismo.
No podía irme y dejar a Víctor de esta manera, así que me quedé, y también
Cole, los minutos se convertían en horas mientras nosotros esperábamos a
que se estabilizara.
"No hay manera de revertirlo", Víctor dijo rotundamente cuando el día comenzó
a caer, no era realmente una pregunta.
Traté de no ponerme rígido cuando mi mente me llevó hacia atrás, al invierno
después de haber disfrutado con Grace. Tendido en el piso forestal, dedos
cavados en el suelo, cabeza abriéndose. Tobillo enterrado profundamente en la
nieve, lanzando hasta que no podía estar de pie. Convulsionando con fiebre,
ojos cerrados contra la agonía de la luz, orando por morir.
"No", yo dije.
Los ojos de Cole fueron afilados en mí, escuchando mi mentira. Yo quería
preguntarle, ¿Si este es tu amigo, porque soy yo el que está sentado al lado de
él, en lugar tuyo?
Mientras nos sentamos allí esperando la próxima transformación de Víctor, aire
frío y poca luz fue robada por la puerta abierta, eran pruebas de que la
temperatura había bajado en cuanto el sol se había ido.
"Víctor, no sé cómo hacer que permanezcas humano ahora mismo", yo dije.
"Pero creo que es probable que allá afuera esté suficientemente frío, que si te
saco, probablemente te quedarías como lobo. ¿Quieres eso? ¿Quieres un
descanso de la transformación, incluso si no sería con tu forma humana?"
Víctor dijo, "Oh mi Dios, sí", con tal sentimiento que picó.
"Y quien sabe", Agregué. "Tal vez, una vez que te vuelvas más estable, tú—."
Pero no había una razón para terminar la frase porque Victor se había
convertido en lobo de nuevo, luchando por su proximidad conmigo. "¡Cole!" le
dije a toda prisa, saltando. Cole volvió a la vida, abriendo la puerta. Fui
recompensado por un chorro de aire frío que me hizo hacer una mueca de
128
dolor, y el lobo se lanzó directo hacia el bosque, la cola baja y orejas
aplastadas contra la cabeza.
Me uní a Cole en la puerta, mirando a Víctor como dardo a través de los
árboles antes de detenerse a una distancia lejana para lanzarnos una mirada a
nosotros. Las desnudas ramas encima de su cabeza temblaban con la brisa
irregular, tocando las puntas de sus orejas, pero no apartó la mirada de
nosotros. Nos miramos por largos minutos.
Se quedó como lobo. Pensé que este sentimiento dentro de mí fue un alivio por
él, pero pellizcaba. Yo ya estaba pensando sobre el siguiente día caliente y lo
que sucedería.
Me di cuenta que Cole todavía estaba a mi costado, con la cabeza inclinada
hacia un lado, sus ojos puestos en Víctor.
Sin pensarlo, dije, "Si así es como tratas a tus amigos cuando te necesitan,
odio ver como tratas a las demás personas".
Cole no sonrió exactamente, pero los bordes de su boca se convirtieron en una
vaga expresión que vivía en algún lugar entre el desprecio y el desinterés. Él
no apartó su mirada de Víctor, pero no hubo compasión en sus ojos.
Luché contra el deseo de decir algo, cualquier cosa más para conseguir una
respuesta. Yo quería herirlo por hacerle esto a Víctor.
"Él tenía razón", Cole dijo a mi lado, sus ojos todavía en Víctor. "Ese debería
ser yo".
No podía creer lo que había escuchado. Lo subestimé.
Pero luego Cole agregó, "Yo soy el único que quería sacar el infierno de este
cuerpo".
De alguna manera, Cole nunca dejaba de sorprenderme.
Yo lo miraba y dije con frialdad, "Y decir que creí por dos segundos que te
importaba Víctor. Es todo por tus problemas, que te convertiste en lobo. ¿Tú
solamente no podías esperar para sacarlo de tu cabeza, verdad?"
"Si tú te estuvieras en mi lugar, probablemente quisieras lo mismo también",
Cole dijo, y ahora él sonrió, algo cruel, desigual, que se arrastró más arriba de
un lado que del otro. "Yo no puedo ser el único que quiere al lobo".
No lo era.
Shelby también lo había preferido. Shelby la rota, apenas humana, aun cuando
ella trajo puesta la cara de una chica.
129
"Tú lo eres", dije.
La sonrisa de Cole se rompió en una risa silenciosa. "Tú eres tan ingenuo,
Ringo. ¿Qué tan bien conociste a Beck?"
Lo miré, y a su mirada condescendiente, yo solo quería que se fuera. Hubiese
deseado que Beck nunca lo hubiera traído. Debió haber dejado a Cole y Víctor
en Canadá o de donde sea que ellos habían venido.
"Lo suficiente para saber que él era un mejor humano del que tú nunca podrás
ser", le dije. La expresión de Cole no cambió; eran como malas palabras que
nunca hubiesen llegado a sus oídos. Apreté y aflojé mis dientes, enojado, que
dejé que viniera a mí.
"Esperar por ser un lobo no te convierte automáticamente en una mala
persona", Cole dijo con voz suave. "Y esperar a ser humano no te hace una
buena persona".
Yo tenía quince de nuevo, sentado en mi cuarto en la casa de Beck, los brazos
enredados alrededor de mis piernas, escondiéndome del lobo en mi interior. El
invierno había robado a Beck la semana pasada, y Ulrik se iría pronto también.
Luego, mis libros, mi guitarra y yo estaríamos intactos hasta la primavera, tal
como los libros de Beck, ahora abandonados. Olvidado en el auto-olvido que
era ser un lobo.
Yo no quería tener esta conversación con Cole. Dije, "¿Te transformarás
pronto?".
"Ni por casualidad", dijo Cole.
"Entonces vuelve a casa por favor. Estoy limpiando este lugar". Hice una
pausa. Y después, como para convencerme a mí tanto como a él, "Y lo que le
hiciste a Víctor, eso hace que te conviertas en una mala persona. Sin esperar
ser un lobo".
Cole me miró, la misma expresión en blanco en su cara, y luego se dirigió hacia
la casa. Yo caminé lejos de él y fui hacia el cobertizo.
Al igual que Beck había hecho antes, doblé la manta que Víctor había dejado,
barrí el polvo y el pelo que estaba en el suelo, y luego revisé el refrigerador de
agua y fui a los contenedores de alimentos e hice nota de lo que se necesitaba
para añadirle. Fui por el bloc de notas que mantenemos en la batería del
bote—una lista de nombres garabateados, a veces con la fecha a su lado, a
veces con una descripción de árboles, debido a que ellos decían el tiempo
cuando nosotros no podíamos. La manera de Beck de mantener un
seguimiento de quién era humano y cuando.
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La página abierta aún tenía los nombres del año pasado, terminando con Beck,
una lista mucho más corta que la del año anterior, que a su vez era una lista
más corta a la del año anterior a ella. Tragué y pase la hoja rápidamente a la
siguiente. Escribí el año en la parte superior y agregué el nombre de Víctor y la
fecha a su lado. El nombre de Cole realmente debería haber estado allí
también, pero yo dudaba que Beck le hubiera explicado cómo nos registramos
nosotros allí. No quería agregar el nombre de Cole. Estaría admitiéndolo
oficialmente a la manada, a mi familia, y yo no quiero.
Por un largo momento me quedé observando la página en blanco con
solamente el nombre de Víctor ahí, y después agregué el mío. Sabía que ya no
pertenecía allí, no realmente, pero era una lista para quien era humano,
¿verdad?
¿Y quién era más humano que yo?
Capítulo 24
Traducido por Rihano.
Corregido por Karencita Roth.
• GRACE •
Me dirigí hacia los árboles.
Los bosques seguían latentes y sin hojas, pero el aire caliente despertó una
cacofonía de olores de primavera húmeda que habían sido enmascarados por
el frío. Los pájaros se trinaban los unos a los otros por encima, brincando
desde la maleza a las ramas más altas, dejando a las ramas sacudiéndose a
su paso.
Lo sentí en mis huesos: Estaba en casa.
Sólo a unos pocos metros dentro del bosque, oí crujir la maleza detrás de mí.
Mi corazón se aceleró mientras me detenía, interrumpiendo el chapoteo y los
crujidos del piso del bosque bajo mis pies. Una vez más, escuché el susurro de
nuevo, no cerca, pero lejos, tampoco. No me volví, pero sabía que tenía que
ser un lobo. No sentí miedo—sólo compañerismo.
Escuché el ocasional agitar de las hojas mientras el lobo se movía para
seguirme. Todavía no muy cerca—solo observándome desde una distancia
cuidadosa. Una parte de mí quería ver cual lobo era, pero la otra parte estaba
muy emocionada por la presencia de un lobo que no quería arriesgarse a
asustarlo. Así que simplemente caminamos juntos, yo con un progreso
131
constante y el lobo con ráfagas intermitentes de movimiento para mantenerse
conmigo.
El sol que disparó a través de las ramas todavía desnudas por encima estaba
caliente en mis hombros, y yo extendí mis manos a cada lado de mí mientras
caminaba, empapándome en lo que pude, tratando de borrar la sensación de la
fiebre de la noche pasada. Sentía como si mas llegaba mi ira, más podría sentir
que algo no estaba bien dentro de mí.
Dando un paso por la maleza, me acordé de Sam llevándome al claro dorado
en el bosque y deseaba que estuviera aquí conmigo ahora, escuchando al
desconocido correr de mi corazón. No era así como pasábamos todo nuestro
tiempo junto o como si yo no supiera cómo ocuparme de mi misma sin él—él
tenía su trabajo en la librería y yo tenía la escuela y las clases particulares—
pero en este momento, me sentí incómoda.
Sí, la fiebre se había ido, pero no sentía como si se hubiera ido para bien. Me
sentía como si todavía pudiera sentirla cantando sin descanso en mi sangre,
esperando para volver a reaparecer la próxima vez que los lobos llamaran.
Seguí caminando. Aquí los árboles eran más escasos, arbolitos nuevos
desalentados por la presencia de los árboles de pino macizos. El olor del lago
era más fuerte, y vi una huella de lobo en la tierra blanda y sucia del suelo del
bosque.
Por debajo del aburrido verde de los pinos, envolví mis brazos alrededor de mí,
fría, sin el sol sobre mí.
A mi izquierda, vi un destello de movimiento: un abrigo de color marrón-gris, del
mismo color que los troncos de los pinos. Finalmente, vi al lobo que me había
estado acompañando, él se detuvo el tiempo suficiente para que yo consiguiera
una buena mirada de él. No se inmutó cuando miré en sus brillantemente
humanos ojos verdes y a la inclinación curiosa de sus orejas. Más allá de él, vi
el brillo del lago entre los árboles.
¿Eres uno de los nuevos lobos? me pregunté en mi cabeza, pero no lo dije en
voz alta, en el caso de que mi voz lo sobresaltara. El inclino la cara hacia
arriba, y vi su nariz oliendo en mi dirección. Sentí que sabía lo que él quería:
despacio levanté una mano hacia él, ofreciendo la palma de mi mano.
Él retrocedió, por la esencia, más no por el movimiento, porque después de
que él retrocedió, su nariz seguía trabajando.
No tenía que llevar la palma de mi mano a mi propia nariz para saber lo que él
estaba oliendo, porque todavía podía olerlo por mi mí misma. El olor dulce y
podrido de almendras, atrapado entre mis dedos y debajo de mis uñas. Parecía
132
más ominoso que la fiebre en sí misma. Parecía decir, Esto es más que una
simple fiebre.
Mi corazón golpeaba en mi pecho, aunque yo todavía no tenía miedo del lobo
recubierto de marrón. Me acuclille en el suelo del bosque y aferré mis brazos
alrededor de mis rodillas, mis miembros repentinamente inestables, ya sea con
el conocimiento o por la fiebre.
Oí una explosión de sonido mientras varios pájaros irrumpían de la maleza;
tanto el lobo marrón y yo nos sobresaltamos. Un lobo gris, la causa de la
sorpresa de las aves, se escabulló más cerca. Él era más grande que el lobo
marrón, pero no tan valiente, sus ojos tenían interés, pero el conjunto de
ambos, las orejas y el rabo eran cautelosos cuando se acercó más. Su nariz,
también, oprimiéndose, olfateando el aire mientras se acercaba.
Inmóvil, vi como un lobo negro—lo reconocí como Paul—apareció detrás del
gris, seguido por otro lobo que no conocía. Se movían como un banco de
peces, en constante contacto, tocándose, comunicándose sin palabras. Pronto
había seis lobos, todos manteniendo su distancia, todos mirándome, todos
olfateaban el aire.
Dentro de mí, ese algo sin palabras que me había dado mi fiebre y penetrado
mi piel con este olor zumbaba. Sin dolor, por el momento, pero no correcto,
tampoco. Y sabía por qué quería a Sam tan desesperadamente ahora.
Tenía miedo.
Los lobos me rodearon, cautelosos de mi forma humana pero curiosos del olor.
Tal vez ellos estaban esperando a que cambiara.
Pero yo no podía cambiar. Este era mi cuerpo, para bien o para mal, no
importaba lo fuerte que ese algo dentro de mí se quejara, quemara y rogara
para ser liberado.
La última vez que había estado en estos bosques, rodeada de lobos, había
estado presa. Había estado indefensa, clavada al suelo por el peso de mi
propia sangre, mirando al cielo de invierno. Ellos habían sido animales y yo
había sido humana. Ahora la línea no era tan distinta. No había amenaza de un
ataque por parte de ellos. Sólo preocupada curiosidad.
Me moví, con cautela, para estirar los brazos rígidos, y uno de los lobos lloró,
alto y ansioso, como una madre a su cachorro.
Sentí como si la fiebre estuviera despertando dentro de mí.
Isabel me había dicho que su madre—una doctora—dijo una vez que los
enfermos terminales a menudo parecen tener un sentido misterioso de su
133
condición, incluso antes de ser diagnosticado. En ese momento, me burlé, pero
ahora sabía lo que quería decir, porque lo sentí.
Había algo muy malo en mí, algo que no creía que los médicos supieran cómo
arreglar, y estos lobos lo sabían.
Me acuclille debajo de los árboles, mis brazos alrededor de mis piernas otra
vez y vio a los lobos observándome. Después de varios largos momentos, el
gran lobo gris, sin apartar los ojos de los míos, se sentó sobre sus ancas,
lentamente, como si fuera a cambiar de opinión en cualquier momento. Fue
completamente antinatural. Absolutamente algo no de lobo.
Yo contuve la respiración.
Entonces el lobo negro miró al lobo gris y hacia mí antes de acostarse,
también, descansando su cabeza sobre sus patas. Él puso los ojos hacia mí,
las orejas todavía inclinadas vigilantes. Uno por uno, todos los lobos se
acostaron, formando un círculo flojo a mí alrededor. El bosque estaba todavía
quieto mientras los lobos permanecieron, protectores y pacientes. Esperando
conmigo por algo para lo que ninguno de nosotros tenía palabras.
A lo lejos, un somorgujo* llamaba, misterioso y lento. Ellas siempre sonaban
lastimeras para mí. Como si estuvieran llamando a alguien de la que no
esperaban respuesta.
El lobo negro—Paul—estiro la nariz hacia mí, moviendo un poco sus fosas, y
se quejo. El sonido era suave y entrecortado, haciendo eco del somorgujo,
ansioso e incierto.
Justo debajo de mi piel, algo estiraba y tensaba. Mi cuerpo se sentía como un
campo de batalla de una guerra invisible.
Rodeada por los lobos, me senté en el suelo del bosque mientras el sol se
hundía en el cielo y las sombras de los pinos crecían, y me pregunté cuánto
tiempo tenía.
Capitulo 25
Traducido por Karencita Roth.
www.thewolvesofmercyfalls-latinoamerica.blogspot.com
• GRACE •
Eventualmente los lobos me dejaron.
134
Me senté ahí, sola, tratando de sentir cada célula de mi cuerpo, tratando de
entender que era lo que pasaba en mi interior. Mi teléfono sonó.
Isabel.
Le conteste. Tuve que volver al mundo real, incluso si no era tan real como yo
quería que fuera.
―Rachel estaba muy feliz de señalar que tu le habías pedido a ella, no a mi, a
recoger tus tareas y notas para ti,‖ dijo Isabel después de que le dijera hola.
―Ella es mas—‖
―Ahórratelo. No me importa. No quería trabajo extra por recoger de todos
modos. Estaba más divertida con la idea de que Rachel pensaba que era un
símbolo de estatus.‖ Isabel dijo sonando divertida. Me sentí un poco mal por
Rachel.
―De todos modos, te estaba llamando para saber que tan contagiosa estas.‖
¿Cómo podía explicar cómo me sentía? ¿Y todavía a Isabel?
No podía.
Le conteste con sinceridad haciendo una escasa verdad.
―No creo que este infecciosa,‖ dije.
―¿Por qué? Quiero ir a algún lugar contigo, pero no quiero contraer la peste
bubónica si lo hago.‖
―Ven al patio,‖ le dije. ―Estoy en el bosque.‖
La voz de Isabel logro transmitir en partes iguales disgusto e incredulidad. ―El
bosque. Debí haberlo sabido, es donde las personas enfermas siempre van.
Personalmente prefiero ir a algún lugar y dejar un poco de vapor con alguna
buena terapia no productiva, pero adivino que el bosque sería una recompensa
y una alternativa socialmente aceptable. Todos los chicos lo están haciendo
ahora. ¿Debería llevar unos esquís? ¿Una tienda de campaña?‖
―Solo tú,‖ le dije.
―¿Quiero saber que estabas haciendo en los bosques?‖, ella pregunto.
―Estaba caminando,‖ le dije. La verdad, pero no toda.
No sabía cómo decirle el resto.
*****
135
Más tarde, Isabel tuvo que gritar para mí a lado de los arboles, unas cuentas
veces y esperarme unos cuentos minutos para que saliera de la oscuridad del
bosque, pero no me sentí culpable por ello—todavía estaba demasiado
perdida en la revelación que había tenido mientras había estado rodeado por
los lobos.
―¿No se supone que deberías estarte muriendo o algo?‖ demando Isabel tan
pronto como me vio devolver mi camino en dirección a mi casa. Ya había
hecho el punto con mi madre; ahora era tiempo de volver, y me imagine que
ella no trataría de iniciar una seria conversación si había alguien más en casa.
Isabel estaba junto al alimentador de aves, metió las manos en sus bolsillos, la
capucha forrada de piel alrededor de sus hombros, estaba encorvada alrededor
de sus orejas. Mientras me acercaba, sus ojos golpeaban entre mi persona y
una mancha blanca marchita de caca de pájaro que estaba en el borde del
alimentador. Estaba claro que eso la estaba molestando. Ella estaba en su
totalidad al estilo Isabel—corte de pelo pequeño, brutal y hermoso alrededor de
su rostro y sus ojos dramáticos y machandos de tinta. Ella realmente había
planeado en ir a algún lugar conmigo; sentí un poco de culpa, entonces, como
si la hubiera rechazado por razones frívolas. Su voz era unos grados más fríos
que el aire. ―¿Que parte de tu tratamiento involucra salir al bosque cuando está
a 37 grados afuera?‖
Se estaba poniendo bastante frio; los extremos de mis dedos eran de color
rosa brillante. ―¿Esta a 37 grados? Cuando salí no estaba así.‖
―Bueno, ahora sí,‖ dijo Isabel. ―Vi a tu madre, cuando estaba caminando para
acá, y trate de convencerla para que te dejara ir por panini en Duluth está
noche. Pero dijo que no. Estoy tratando de no tomarlo como personal.‖ Ella
arrugo su nariz cuando llegue a lado de ella, y juntas nos dirigimos a la casa.
―Sí, estoy tratando de ignorar cuan enojada estoy con ella, ahora mismo,‖
confesé. Isabel espero a que yo le abriera la puerta de atrás. Ella no comento
sobre mi ira, y yo tampoco lo esperaba; Isabel siempre estaba enojada con sus
padres, así que dudaba incluso de que estuvieran en su radar como algo
inusual. ―Puedo hacer paninis falsos aquí, más o menos. No tengo realmente
un buen pan para hacerlo.‖ Sin embargo yo realmente no quería hacerlo.
―Prefiero esperar por la cosa real,‖ dijo Isabel. ―Ordenemos pizza.‖
―Ordenar pizza‖ en Mercy Falls, significaba llamar a la pizzería local Mario‘s y
pagar 6 dólares por la entrega a domicilio. Un precio muy caro después de la
visita al estudio para Sam.
―Estoy en banca rota,‖ dije con pesar.
―Yo no,‖ Isabel respondió.
136
Ella dijo esto justo cuando entramos y mamá todavía estaba en el sofá con el
libro de Sam, mirando bruscamente. Bien. Espera que pensara que estábamos
hablando de ella.
Mire a Isabel. ―¿Por qué no vamos a mi habitación?‖
―¿Estamos—?‖
Isabel me hizo un gesto con la mano para que me callara, ella ya estaba en el
teléfono con Mario‘s ordenando una pizza grande con queso y champiñones.
Se quito las botas en el tapete de la puerta de atrás y me siguió a mi
habitación, coqueteando sin esfuerzo con quien sea que estaba en el otro lado
de la línea.
En mi habitación parecía terriblemente caliente en comparación con el exterior.
Comencé a quitarme mi suéter e Isabel hizo clic en su teléfono y se tiro de
costado en la cama. Ella dijo, ―Estamos recibiendo ingrediente gratis. Apuesto a
que estamos recibiendo ingrediente gratis.‖
―No tengo necesidad de apostar,‖ le dije. ―Eso fue prácticamente sexo por
teléfono sobre una corteza ultra fina.
―Eso es lo que hago,‖ dijo Isabel. ―Así que mira. No traje mi tarea. Básicamente
la hice en mi tiempo libre en la escuela.‖
La mire. ―Si tu mierda sales de la escuela ahora, no vas a entrar a una buena
universidad, y luego vas a quedarte estancada aquí en Mercy Falls, por
siempre.‖ A diferencia de Rachel e Isabel, no estaba horrorizada con la idea.
Pero sabía que ninguno de ellos podía imaginarse cosas peores.
Isabel hizo una cara.
―Gracias mamá. Voy a tener eso en mente.‖
Me encogí de hombros y saque el libro que Rachel me había traído temprano.
―Bueno, yo si tengo que hacer tarea y quiero entrar a la universidad. Por lo
menos tengo que hacer mi lectura de historia esta noche. ¿Está bien?‖
Isabel, poso mi mejilla para mi alivio y cerro sus ojos. ―No tienes que
entretenerme. Es suficiente con salir de esa casa.‖
Me senté en la cabecera de la cama; el movimiento empujo a Isabel pero ella
seguía con sus ojos cerrados. Si Sam estuviera aquí, y si estuviera aquí
conmigo, le habría preguntado a Isabel como iban las cosas y si estaba bien. A
mí no se me hubiera ocurrido hacerle una pregunta antes de que lo conociera a
él, pero le había oído a él preguntar cosas como esas con demasiada
frecuencia que ahora sabia como hacerlo.
137
―¿Como van las cosas?‖ le pregunte. Se sintió raro en mi boca, como si no
sonara tan sincero como cuando Sam preguntaba.
Isabel hizo un ruido alto y aburrido cuando abrió sus ojos. ―Eso es lo que el
terapeuta de mi madre pregunta.‖ Ella se extendía de una manera que decía
lánguida y dijo, ―Voy a buscar algo para tomar ¿Ustedes tienen soda?‖
Estaba un poco aliviada de dejar esto así de fácil y preguntándome si se
suponía que tenía que preguntar de nuevo. Sam lo hubiera hecho. No podía
pensar como el por tanto tiempo, así que dije, ―Hay un poco en la puerta de la
refrigeradora, y en algunos cajones a la derecha.‖
―¿Quieres algo?‖ pregunto Isabel, deslizándose de la cama. Uno de mis
marcadores de paginas cayó al suelo y se adhirió a su pie desnudo, ella hizo
un triangulo con su pierna mientras lo saco.
Lo considere. Mi estomago se sintió un poco retorcido. ―**Ginger ale, si queda
algo.‖
Isabel salió de la habitación y regreso con una lata de soda regular y con una
lata de Ginger ale, la cual me la dio a mí. Ella hizo un clic en el radio reloj junto
a la cama; comenzó a zumbar la estación favorita de Sam, un poco confusa
porque era de algún lugar al sur de Duluth. Suspire; no era mi música favorita,
pero me recordaba a él, incluso más que su libro posado a los pies de la cama
o su olvidada mochila en el piso a lado de mis estantes. Extrañarlo a él parecía
más grande ahora que el sol estaba casi oculto.
―Siento que estoy en una noche de micrófono abierto,‖ dijo Isabel y cambio a
una estación de Duluth con música pop más ruidosa. Ella estaba tendida en su
estomago a lado mío donde Sam hubiera estado normalmente e hizo estallar la
parte superior de la soda. ―¿Qué estás mirando? Lee. Solo me estoy
relajándome.‖
Ella parecía que lo decía enserio, así que no había razón para no abrir mi libro
de historia. Sin embargo yo no quería leer. Solo quería encoger mis brazos
alrededor mío y acostarme en mi cama y extrañar a Sam.
• ISABEL •
Fue muy agradable al principio, solo acostada en la cama haciendo nada, sin
padres o recuerdos entrometiéndose. La radio sonaba en silencio a lado mío, y
Grace fruncía el ceño a su libro, cambiando las páginas hacia delante y de vez
en cuando regresaba para fruncir el ceño más duro a algo. Su madre estaba
alrededor, en el resto de la casa, el olor a tostada quemada llegaba flotaba
debajo de la puerta. Era reconfortante la vida de alguien más. Y era agradable
138
estar con un amigo, pero sin tener que hablar. Casi podía ignorar el hecho de la
enfermedad de Grace.
Después de un rato, encontré a través de la mesita de noche donde estaba un
libro con los bordes andrajoso descansando junto a la radio reloj. No podía
imaginar a alguien alguna vez leyendo un libro lo suficiente como para que
luciera así. Parecía como si un autobús lo hubiera atropellado después de que
alguien había tomado un baño con él. La portada decía que era poesía de
Rainer Maria Rilke, con traducciones del alemán. No sonada fascinante, y yo
generalmente la poesía la había relegado a uno de los círculos inferiores del
infierno, pero no tenía nada más que hacer así que lo cogí y lo abrí.
Se abrió involuntariamente en una página doblada marcada con tinta azul y
escritura a mano en los márgenes, y unas pocas líneas subrayadas: ―Ah, ¿a
quién nos separaremos? No a ángeles, ni a los hombres, e incluso el más
inteligente de los animales puede ver que no estamos seguros en casas, en
nuestro interpretado mundo,” y junto a eso estaba escrito a mano, la cual no
reconocí, findigen=saber, gedeuteten= interpretó? Y otras notas aleatorias
escritas en alemán. Levante la pagina más cerca de mí para mirar una
pequeña anotación en la esquina y me di cuenta de que este libro tiene que
haber sido de Sam, porque olía como la casa de Beck. Ese olor trajo una
oleada de recuerdos: Jack acostado en la cama, verlo convirtiéndose en lobo
en frente de mis ojos, viéndolo morir.
Mis ojos volvieron a bajar a la página. “Oh, y noche, esa noche, cuando un
viento lleno de espacio infinito nos mordió la cara.”
No creía que me gustaba la poesía más que antes, así que cogí el libro. Lo
deje de nuevo en la mesita de noche y puse mi mejilla sobre la colcha que se
extendía sobre la almohada. Este debía de ser el lugar donde Sam dormía
cuando se colaba aquí, porque reconocí su olor. Con que cojones había venido
aquí, noche tras noche, solo para estar con Grace. Me lo imagine tendido aquí,
Grace a lado suyo. Los había visto besarse antes—la forma en que la mano de
Sam presionaba la espalda de Grace cuando él pensaba que nadie lo estaba
viendo y la forma en que la dureza de la cara de Grace desaparecía por
completo cuando él lo hacía. Fue fácil describirlos, tendidos juntos aquí,
besándose, enredándose. Compartiendo respiraciones, labios presionados con
urgencia contra cuellos, hombros y yemas de los dedos. De repente sentí
hambre, por algo que no tenía y no podía nombrar. Me hizo pensar en la mano
de Cole en mi clavícula y en como su respiración había estado tan caliente en
mi boca, y de repente estaba segura de que iba a llamarlo o a encontrarlo
mañana si tal cosa era posible.
Me empuje arriba encima de mis codos, tratando de tirar mi cerebro de
pensamientos nublados con las manos en las caderas y el olor de Sam en la
almohada dije, ―Me pregunto qué es lo que está haciendo Sam ahora mismo.‖
139
Grace tenía una página atrapada entre dos dedos; ella no estaba ya con el
ceño fruncido—mis palabras habían borrado su ceño fruncido de su cara y lo
había reemplazado algo más incierto. Me recrimine por haber dicho lo que
había pensado.
Grace suavemente coloco la página y la aliso. Luego ella presiono sus dedos
en una de sus ruborizadas mejillas y se aliso la piel hasta la barbilla con el
mismo gesto. Finalmente ella dijo, ―Me dijo que iba a tratar de llamarme esta
noche.‖
Ella seguía mirándome, en esa insegura blanca forma, así que añadí, ―Solo me
estaba preguntando si alguno de los lobos son humanos en este momento,
además de él. Conocí a uno de ellos.‖ Fue una línea suficientemente cerca de
la verdad porque no había rubor en mi cara mientras lo decía.
La cara de Grace se despejo. ―Lo sé. El me hablo de uno de ellos. ¿De verdad
lo conociste?‖
Qué diablos.
Le dije, ―Lo lleve a la casa de Beck la noche que fuiste al hospital.‖
Sus ojos se abrieron, pero antes de que ella tuviera tiempo de preguntarme
más, el timbre sonó—una fuerte y desagradable campana que aumentaba y
aumentaba en múltiples tonos.
―Pizza,‖ su madre grito, su voz demasiado brillante, cualquier cosa que Grace y
yo podíamos haber dicho se perdió.
• GRACE •
La pizza llego e Isabel le dio un pedazo a mi mamá, lo cual yo no lo habría
hecho, luego se retiro a su estudio para que pudiéramos tener la sala de estar.
Ahora el cielo estaba negro afuera de la puerta de cristal de la cubierta, y fue
imposible decir si eran las 7 p.m o medianoche. Me senté en un extremo del
sofá con un plato en mis piernas y un pedazo de pizza mirando hacia mi e
Isabel se sentó en el otro extremo del sofá con dos pedazos en su plato. Ella
tomo sus pedazos delicadamente con una toalla de papel, con cuidado de no
estropear los champiñones. En el fondo estaba Pretty Woman y el personaje de
Julia Roberts estaba de compras en tiendas que Isabel las vería como casa. La
pizza estaba en su caja en la mesa de centro entre nosotros y la televisión.
Había una montaña de ingredientes.
―Come, Grace,‖ dijo Isabel. Me ofreció el rollo de toallas de papel.
140
Mira a la pizza y trate de imaginármela como comida. Era increíble como una
simple rebanada de pizza con queso y champiñones descansando en mi plato,
con supuración de cadenas de grasa de mozzarella a través de ella, podían
hacer lo que un paseo en el bosque no había hecho: haciéndome sentir
totalmente enferma. Mirando a la comida, mi estomago estaba rodando dentro
de mí, pero era algo más que nauseas. Era lo que sea que me había
consumido antes: la fiebre no era fiebre. La enfermedad era algo más que un
simple dolor de cabeza, más que un simple dolor de estomago. La enfermedad
era yo, de alguna manera.
Isabel estaba mirándome, y sabía que una pregunta venia. Pero yo realmente
no quería abrir mi boca. El algo vago que había sentido en el bosque, estaba
masticando mi vientre ahora, y tenía miedo de lo que podría decir si hablaba.
La pizza se sentó enfrente de mí, luciendo como algo que nunca me imagine
ingerir.
Me sentí mucho más vulnerable de lo que había sentido en el bosque con los
lobos alrededor de mí. No quería a Isabel conmigo ahora. Tampoco a mamá.
Quería a Sam.
• ISABEL •
Grace parecía gris. Ella miraba a su pizza, como si esperaba a ser mordida por
ella, finalmente ella dijo, con su mano en su estomago, ―Ya regreso.‖
Se empujo fuera del sofá, un poco ***letárgica y se dirigió a la cocina. Cuando
regreso, sosteniendo otra Ginger Ale y una mano llena de pastillas, le pregunte,
―¿Te estás sintiendo enferma otra vez?‖ le baje el volumen a la televisión un
poco, a pesar de que era mi parte favorita de la película.
Grace metió todas esas pastillas a su boca, y se las trago con un rápido y
eficaz sorbo de Ginger ale. ―Un poco. Las personas se sienten enfermas en las
noches ¿verdad? Eso fue lo que leí.‖
La mire. Pensé que ella probablemente lo sabía. Pensé que ella probablemente
ya estaba pensando lo que yo ya estaba pensando, pero yo no quería decirlo.
En vez de eso dije, ―¿Qué te dijeron en el hospital?‖
―Que solo fue una fiebre. Solo una gripe,‖ ella dijo, pero en la forma que lo dijo
supe que ella estaba recordando, diciéndome acerca de su primera mordida.
Como ella había pensado que tenia la gripe. Como sabíamos las dos que no
había sido la gripe, entonces.
141
Así que, finalmente dije la cosa que me había estado molestando desde que
llegue a la casa de ella. ―Grace, tu hueles, como el lobo que encontramos. Tu
sabes que estoy tiene que ver con los lobos.‖
Ella froto un dedo adelante y hacia atrás en el borde de su plato donde estaba
el remolino decorativo, como si ella lo frotara directamente. ―Lo sé.‖
El teléfono sonó, en ese momento, y las dos sabíamos quién era. Grace me
miro y sus dedos estaban completamente inmóviles.
―No le digas a Sam,‖ ella dijo.
*somorgujo: Ave del orden podicipitiformes (gén. Podiceps), de pico puntiagudo, cuello largo y
dedos lobulados. Son excelentes nadadores y buceadores.
**El Ginger Ale (o Refresco de Jengibre) es una bebida refrescante, sin alcohol, de origen
inglés fabricada con Jengibre, limón, agua y azúcar.
***Que padece letargo. Relativo a esta enfermedad.
Capítulo 26
Traducido por Marlene.
Corregido por Karencita Roth.
•SAM•
Esa noche, debido a que no podía dormir, hice pan.
La mayor parte de mi insomnio se debía a Grace; la idea de ir a la cama y
recostarme solo; esperando por dormir de nuevo, era completamente
intolerable. Pero parte de eso era porque Cole todavía seguía en la casa. Él
estaba tan lleno de energía—caminando, probando el estéreo, sentado en el
sofá, viendo televisión, y luego saltando—eso era yo, también. Era como estar
en la presencia de una estrella en explosión.
Y después, estaba haciendo pan. Era algo que había aprendido de Ulrik, quien
era un panadero tremendamente anticuado. Se negaba a comer pan comprado
de la tienda, y combinado con el hecho de que yo tenía 10 años, yo me
rehusaba a comer cualquier cosa excepto pan, se hizo una gran cantidad de
pan ese año. Beck pensaba que éramos imposibles, y no quería nada que ver
con nuestra neurosis. Así que eso significaba que todas las mañanas
pasábamos la mayoría del tiempo juntos, yo leyendo en el suelo recargado en
los gabinetes de la cocina, acurrucado alrededor de la guitarra que Paul me
había obsequiado, y Ulrik golpeando alguna masa en sumisión y maldiciendo
amablemente porque yo estaba presente.
142
Un día, Ulrik me jaló para que con los pies hiciera la masa; era el mismo día en
que Beck se había enterado de la cita de Ulrik con el médico, un recuerdo que
había estado considerando desde que vi a Víctor luchando por quedarse
humano. Beck llegó a la cocina, claramente furioso, con Paul a sus espaldas,
cerniéndose en la puerta, viéndose menos preocupado y más como si esperara
un interesante choque.
"Dime que Paul es un mentiroso", Beck anunció, mientras Ulrik me entregaba
una lata de levadura. "Dime que no fuiste al doctor".
Paul se veía como si estuviera a punto de romperse a risas, y Ulrik se veía muy
cerca de eso también.
Beck levantó sus manos como si quisiera estrangular a Ulrik. "Lo hiciste.
Realmente fuiste. Maldito loco. Te dije que no serviría de nada".
Paul finalmente comenzó a reírse mientras Ulrik sonrió. Paul dijo, "Dile lo que te
dijo, Ulrik. Dile que te receto".
Pero Ulrik pareció darse cuenta de que Beck no llegaría a reírse del chiste, así
que, todavía sonriendo, solamente apuntó hacia la nevera y dijo, "Leche, Sam".
"Aldol", dijo Paul. "Él fue por licantropísmo, y salió con un manuscrito para anti
psicóticos".
"¿Crees que es gracioso?" Beck demandó.
Ulrik finalmente miró a Beck e hizo un gesto de ¿Y qué? con una mano.
"Vamos Beck. Él pensó que yo estaba loco. Le dije todo lo que estaba
sucediendo—que me convertía en lobo en el invierno, y—el— qué es?—
nauseas? nausea?—y la fecha en que me convertí en humano este año. Todos
los síntomas. Le dije la honesta verdad de Dios, y él escuchaba y asentía y
después me escribió una receta para una loca droga".
"¿A dónde fuiste?" Beck preguntó. "¿A qué hospital?"
"San Paul". Él y Paul abuchearon la expresión de Beck. "¿Qué? ¿Tú creíste
que yo había ido al hospital general de Mercy Falls y les dije que era un
hombre-lobo?"
A Beck no le hizo gracia. "Así que— sólo así? ¿Él no te creyó? ¿No te extrajo
sangre? O ¿Cualquier cosa?".
Ulrik resopló y olvidando que se suponía que yo estaba haciendo la masa,
comenzó a agregar harina. "No me podía haber sacado de la puerta más
rápido. Como un loco contagioso".
Paul dijo, "Desearía haber estado allí".
143
Beck negó con la cabeza. "Ustedes dos son unos idiotas". Pero su voz ahora
sonaba afectuosa cuando aventó a Paul fuera de la cocina. "Cuantas veces
tengo que decirte, que si quieres que un doctor te crea, tendrás que morderlo".
Paul y Ulrik intercambiaron miradas. "¿Habla en serio?". Paul le preguntó a
Ulrik.
"No lo creo", Ulrik dijo.
La conversación se fue a la deriva a algo más cuando Ulrik terminó la masa y la
puso en aumento, pero nunca olvidé la lección del día: Los médicos no eran
ninguna ayuda en está particular batalla nuestra.
Mi mente regresó a Víctor. No podía quitarme la imagen de él cambiando sin
esfuerzo de humano a lobo y viceversa.
Al parecer, Cole no podía, tampoco, porque entro a la cocina y se subió a sí
mismo en el centro de la isla con una expresión molesta. Arrugó su nariz por el
aroma de la pesada levadura en la cocina y dijo, "Debería estar sorprendido de
que tú estés horneando, pero no lo estoy. Así que, de nuevo estoy golpeado
con la injusticia de que Víctor no pueda permanecer humano y que yo no
puedo permanecer como lobo. Debería ser al revés".
Traté de mantener la irritación fuera de mi voz cuando conteste, "Sí. Lo
entiendo. Tú quieres ser un lobo. No quieres se Cole. Quieres ser un lobo. Me
lo dejaste muy claro. Bueno, no tengo una fórmula mágica para hacer que
permanezcas como lobo. Lo siento". Noté que tenía una botella de whiskey a
lado de él. "¿De dónde salió eso?".
"Gabinete", dijo Cole. Su voz fue agradable.
"¿Porqué te molesta tanto?"
"No estoy realmente emocionado acerca de que te emborraches".
"No estoy realmente emocionado por estar sobrio", Cole contestó. "Quiero
decir, nunca dijiste realmente cuál es tu gran problema conmigo porque yo
quiera ser un lobo". Me di vuelta lejos de él y me acerqué al fregadero para
fregar la harina de mis manos; se hizo pegajosa entre mis dedos cuando el
agua la tocó. Consideré lo que quería decir, mientras poco a poco fregué
ambas manos limpias. "Pasé por muchos problemas para permanecer humano.
Conozco a alguien que murió tratando. Daría cualquier cosa por tener de vuelta
al resto de mi familia ahora mismo, pero ellos tienen que pasar el invierno en
esos bosques, ni siquiera recordando quiénes son. Ser humano es un..."
Iba a decir extraordinario privilegio pero pensé que sonaría muy grandioso.
"No hay sentido de vida como un lobo. Si tú no tienes recuerdos, es como si
nunca hubieses existido. No puedes dejar nada detrás. Quiero decir— ¿cómo
144
puedo defender la humanidad? Es todo lo que importa. ¿Porqué querrías
desperdiciarlo?".
No mencioné a Shelby. Shelby, la única otra persona que había conocido que
quiso ser un lobo. Sabía porque había abandonado su vida humana. Pero no
significaba que estuviese de acuerdo con eso. Tenía la esperanza de que ella
había conseguido su deseo y que era un lobo para bien ahora.
Cole tomó un sorbo de whiskey y se estremeció mientras lo tragaba. "Ya
contestaste la pregunta. El no recordar. La evasión es una maravillosa terapia".
Di la vuelta para afrontarlo. Parecía irreal en esta cocina. La mayoría de la
gente había adquirido un tipo de belleza— ellos se volvían de un mejor aspecto
después de un tiempo que los conocías y en mejor después que los amabas.
Pero Cole había brincado injustamente al final del juego, todo guapo y con su
aspecto de Hollywood, sin necesitar amor para llegar a allí.
"No lo creo", dije. "No creo que sea una buena razón".
"¿No lo crees?". Preguntó Cole curiosamente. Estaba sorprendido de ver que
no había malicia en su expresión, solo un vago interés. "¿Entonces porqué
orinas en el baño de arriba?".
Lo miré.
"Oh, ¿creíste que no lo había notado? Sí. Siempre vas a orinar arriba. Quiero
decir, supongo que puede ser porque el baño de abajo es asqueroso, pero me
parece bien a mí". Cole bajó del mostrador, un poco inestable cuando aterrizó.
"Así que me parece a mí que estás evitando la bañera, ¿estoy en lo cierto?".
No podía ver como él podría saber mi historia, pero supuse que no era un
secreto. Tal vez Beck incluso le había dicho, aunque me hizo sentir un poco
raro pensar que él lo había hecho. "Eso es bastante menor", dije. "Evitando una
bañera porque tus padres trataron de matarte en una no es lo mismo como
evitar toda tu vida al convertirte en un lobo".
Cole me sonrió ampliamente. El alcohol estaba haciendo de él un muy jovial
Cole. "Te haré un trato, Ringo. Dejas de evitar esa bañera y yo dejo de evitar
mi vida".
"Sí, claro". La única vez que había estado en una bañera desde lo de mis
padres, fue cuando Grace me puso en una, para que pudiera calentarme en el
invierno pasado. Pero en ese momento, estaba a la mitad de camino de ser un
lobo. Yo apenas si sabía dónde estaba. Y fue Grace, en quien confié. No en
Cole.
"No, en serio. Soy una persona muy orientada hacia los objetivos", Dijo Cole.
"Felicidad, creo, que viene de lograr objetivos, ¿verdad? Dios, esta cosa es
145
buena". Puso el whiskey en el mostrador. "Me siento súper cálido y confuso.
Entonces, ¿qué dices? Tú brincas en esa bañera y yo me dedico a
mantenerme humano y también a Víctor Quiero decir, ¿lo de la bañera es una
cosa pequeña?".
Sonreí con tristeza. Él había sabido que no había peligro de que me acercara al
baño. "Touché"*, dije, al azar, recordando la última vez que escuché esa
expresión: Isabel de pie en la librería, bebiendo mi té verde. Parecía como si
hubiese sido años atrás.
*Touché: francés, quiere decir "TOCADO" y se refiere a una expresión como "le diste al punto"
o "Le atinaste al punto".
• COLE •
Le sonreí ampliamente. Yo estaba infundido con el lento calor agradable, que
sólo podría lograrse a través del consumo de licor fuerte. Le dije, "Ves, ambos
estamos en muy mal estado, Ringo. Cuestiones de la locura".
Sam solo me miró. En realidad no se parecía a Ringo; más como un John
Lennon de ojos amarillos y soñolientos, si fuéramos más específicos, pero
"John" no era un nombre contagioso para llamarlo. Sentí una oleada repentina
de compasión hacia él. Pobre niño que ni siquiera podía orinar en el baño de
abajo porque sus padres habían tratado de asesinarlo. Parecía bastante duro.
"¿Te animas a una intervención?" Le pregunté. "Creo que esta noche se siente
como una buena noche para una intervención, hermano. "
"Gracias, yo me ocupo de mis problemas por mí mismo," Sam dijo.
"Vamos." Le ofrecí la botella de whiskey, pero negó con la cabeza. "Va a hacer
que te relajes", le informé. "Suficiente de esto y estarás remando en esa bañera
a China".
La voz de Sam era un poco menos agradable. "Esta noche no".
"Amigo", dije, "Estoy tratando de encajar aquí. Estoy tratando de ayudarte.
Estoy tratando de ayudarme". Tomé su brazo en una forma de camaradería.
Sam tiró de mi agarradera, pero no de la manera en que él pretendía. Tiré de él
hacia la puerta de la cocina.
"Cole", Sam dijo, "Estás totalmente destrozado. Vamos".
"Y te estoy diciendo que todo este proceso sería más fácil si tú lo estuvieras
también. ¿Estás reconsiderando la opción del whiskey?". Estábamos en la sala
ahora. Sam tiró otra vez.
146
"No, Cole. Vamos, ¿Hablas en serio?" Él tiró de mis manos otra vez.
Estábamos a unos pocos metros de la puerta del baño ahora. Sam se resistió,
y tuve que usar mis dos brazos para mantenerlo en movimiento hacia adelante.
Él fue sorprendentemente fuerte, no había pensado que alguien con tantos
males como el podría hacer una buena pelea.
"Yo te ayudo, tú me ayudas. Solo piensa en cuan mucho mejor te vas a sentir
cuando hayas enfrentado a tus demonios ", dije. No estaba seguro de si eso
era cierto, pero sonaba bien. Tuve que admitir, también, que una gran parte de
mí tenía curiosidad como el infierno de ver que haría Sam cuando se enfrentara
a la poderosa bañera.
Empujé de nosotros a la puerta y usé mi codo para prender el interruptor de la
luz.
"Cole", Sam dijo, su voz de repente más tranquila.
Era sólo una bañera. Sólo una bañera vacía, mayormente de la ordinaria
variedad: baldosa de color marfil que la rodeaba, la cortina blanca detenida a
un lado. Una araña muerta junto al drenaje. A la vista, Sam de repente forcejeó
en mis brazos, lo suficiente que tomo de todas mis fuerzas para sostenerlo.
Sentí sus músculos anudados bajo mis dedos, esfuerzo en mi contra.
"Por favor", dijo.
"Es sólo una bañera", le dije, apoyando mis brazos alrededor de él. Pero no
necesité hacerlo. El se había ido completamente en mis brazos.
•SAM•
Por un solo momento, la vi como debía de ser, la manera en que debía de
haberla visto en mis primeros siete años de vida: Solamente como un ordinario
baño, descolorido y utilitario. Pero entonces mis ojos encontraron la bañera y
no lo pude soportar. Estaba sentado en mi mesa del comedor. Mi padre
sentado al lado mío; mi madre no se había sentado a mi lado en semanas.
Mi madre dijo: No creo poder amarlo nunca más. Ese no es Sam. Eso es una
cosa que luce como él, a veces.
Había guisantes en mi plato. Yo no comía guisantes. Me sorprendió verlos allí,
porque mi madre lo sabía. No podía dejar de verlos.
Mi padre dijo: Lo sé.
Ahora estaba siendo sacudido por Cole. "No estás muriendo", él dijo. "Sólo se
siente así".
147
Y luego mis padres estaban sosteniendo mis delgados brazos. Estaba frente a
la bañera, aunque no era de noche, ni estaba desnudo. Mis padres me pedían
que entrara, y yo no quería, y pensé que estaban contentos, porque mi
negativa hizo más fácil para ellos confiar en el cumplimiento. Mi padre me
levanto y me dejo en el agua.
"Sam", Cole dijo.
Estaba sentado en la bañera con mi ropa todavía puesta, el agua convertía mis
pantalones oscuros a negro, sintiendo el agua hasta la mecha a través de mi
camiseta favorita azul con rayas blancas, sintiendo la tela adherirse a mis
costillas, y pensé, por un minuto, por un, momento misericordioso, que era un
juego.
"Sam", repitió Cole.
Yo no lo entendía, pero después, lo hice.
No fue cuando mi madre no quería mirarme, sólo mirando al borde de la bañera
y engullía, una y otra vez. O cuando mi padre llegó detrás de ella y dijo el
nombre de mi madre para que ella lo mirara. O incluso cuando ella tomó una de
las hojas de afeitar de su mano tendida, con dedos cuidadosos, como si fuera a
seleccionar una galleta frágil de un plato de exquisiteces.
Fue cuando finalmente me miró.
A mis ojos. Mis ojos de lobo.
Vi la decisión en su rostro. El dejarme ir. Y ahí fue cuando me tuvieron que
sujetar.
•COLE•
Sam estaba en otra parte. Esa fue la única manera de ponerlo. Sus ojos
estaban simplemente—vacíos. Lo saqué a la sala de estar y lo sacudí. "Sal de
ella. ¡Estamos fuera! Mira a tu alrededor, Sam. Estamos fuera. "
Cuando lo solté de mis brazos, Sam cayó al piso, la espalda contra la pared,
poniendo la cabeza en sus manos. Él fue de repente, todo, codos y rodillas y
articulaciones dobladas unas contra otras, haciéndolo quedar sin rostro.
No sabía cómo me sentía, al verlo allí. Sabiendo que lo había hecho, lo que
sea que era. Me estaba haciendo odiarlo.
"¿Sam?" Dije.
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Después de un largo momento, dijo, sin levantar la cabeza, su voz extraña y
baja y delgada, "Sólo déjame solo. Déjame solo. ¿Qué te he hecho yo a ti?".
Sus respiraciones eran desiguales, las oí capturándose en su pecho. No como
sollozos. Más como asfixia.
Bajé la vista hacia él, y de pronto la cólera hervía a través de mí. No debería
haberle afectado esto tan mal. Era sólo un maldito baño. Fue él quien me hizo
tan cruel—no le había hecho nada excepto mostrarle una maldita bañera. No
era esa persona que él pensaba que era.
"Beck escogió esto también", le dije, porque él ahora no podría decirme nada
para contradecirme. "Eso fue lo que me dijo. Él dijo que consiguió todo lo que
quería en su vida después de la escuela de leyes, y que era él miserable. Él me
dijo que se iba a suicidar, pero un chico llamado Paul lo convenció de que
había otra salida".
Sam estaba en silencio excepto por sus irregulares inhalaciones.
"Esa es la misma cosa que él me ofreció", dije. "Sólo que no puedo quedarme
como lobo. No me digas que no quieres oírlo. Eres tan malo como yo. Mírate.
No me hables de daños."
Él no se movió, así que lo hice yo. Fui a la puerta de atrás y la abrí. La noche
se había vuelto salvaje y fría, mientras yo estaba bebiendo, y fui recompensado
con un giro desgarrador en mis entrañas.
Escapé.
Capítulo 27
Traducido por Rihano.
Corregido por Karencita Roth.
• SAM •
Continué con la acción de golpear la masa y darle forma al pan y meterlo en el
horno.
La cabeza me zumbaba con palabras que eran demasiado rígidas y sin
relación para mí parar formar letras de canciones. Yo estaba a mitad de camino
aquí, a medio camino en otro lugar, de pie en la misma vieja cocina de Beck en
una noche que podría haber sido de ahora o de diez años atrás.
Los rostros en las fotos del gabinete me daban una sonrisa, decenas de
combinaciones diferentes de Beck y yo, Ulrik y Beck, Paul y Derek, Ulrik y yo.
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Caras a la espera de ser nuevamente habitadas. Las fotos parecían
descoloridas y viejas en la noche aburrida de la cocina. Me acordé de Beck
pegándolas, cuando eran nuevas, una prueba concreta de nuestros vínculos.
Pensé en cómo mis padres decidieron tanta fácilmente, ya no amarme, sólo
porque ya no podía mantener mi piel. Y en cómo había sido tan rápido en huir
de Beck, cuando pensé que él había infectado a los tres nuevos lobos contra
su voluntad. Era como si pudiera sentir el amor imperfecto de mis padres
corriendo por mis venas. Tan rápido para juzgar.
Cuando finalmente me di cuenta de que Cole se había ido, abrí la puerta de
atrás y saqué su ropa del patio. Me paré allí, sosteniendo el paquete frío en mis
manos, y dejé que el aire nocturno penetrar dentro de mí, más allá de las capas
de todo lo que me hacía Sam y humano, al lobo animal que imaginaba todavía
estaba al acecho dentro de mí. Reproduje el diálogo de Cole en mi cabeza.
¿Estaba él realmente pidiendo mi ayuda?
Salté cuando sonó el teléfono. El teléfono no se encontraba en la base de la
cocina, así que fui a la sala y me senté en el brazo del sofá, mientras levanté el
auricular allí. Grace, esperaba con fiereza.
Grace
"¿Hola?" Se me ocurrió, demasiado tarde, que si Grace estaba llamando a
estas alturas, había algo mal.
Pero no era la voz de Grace la que respondió, a pesar de que era una mujer.
"¿Quién eres?"
"¿Perdón?" Le dije.
"Alguien llamó a mi celular desde este número. Dos veces."
"¿Quién es?" Le pregunté.
"Angie Baranova.‖
"¿Cuándo llamaron?"
"Ayer. Temprano. Ningún mensaje."
Cole. Tenía que ser. Bastardo descuidado. "Debe haber sido un número
equivocado," le dije.
"Debe haber sido," se hizo eco ella. "Porque solo, como, cuatro personas tiene
este número."
Modifiqué mi opinión de Cole. Estúpido bastardo.
150
"Como dije," insistí, "un número equivocado."
"O Cole," dijo Angie.
"¿Perdón?"
Ella dio una sin gracia, fea pequeña risa. "Quienquiera que seas, sé que no
dirías nada, incluso si él estaba parado justo al lado tuyo. Porque Cole es
realmente bueno en eso, ¿no? ¿Consiguiendo que hagas lo que él quiere?
Bueno, si él está ahí y era él llamando a mi número, dile que tengo un nuevo
celular. Es uno 917-sal-de-mi-vida. Gracias."
Y ella colgó.
Presioné hablar de nuevo para colgar el teléfono y me incliné para devolverlo a
su base. Miré a la pila de libros de Beck en la mesa del fondo. Junto a ellos
estaba un marco con una foto que Ulrik había tomado de Beck justo después
de que Paul lo había rociado de mostaza, mientras asábamos hamburguesas.
Beck me miraba, manchas de un amarillo irreal atrapadas en sus cejas y
mostaza en sus pestañas.
"Suena como si escogiste a un verdadero ganador," le dije a la foto de Beck.
• GRACE •
Esa noche, me acosté en mi cama, tratando de olvidar la manera en que los
lobos me habían mirado y tratado de fingir que Sam estaba conmigo.
Parpadeando en la oscuridad, tiré de la almohada de Sam más cerca de mí,
pero yo había agotado todo su aroma, y era sólo una almohada de nuevo. La
empuje de regreso a su lado de la cama y levanté la mano hacia mi nariz en su
lugar, tratando de saber si todavía olía como los lobos del bosque. Me
imaginaba la cara de Isabel cuando dijo, tú sabes que esto tiene que ver con
los lobos, y traté de interpretar lo que su expresión había querido decir.
¿Repugnancia? ¿Cómo si fuera contagiosa? ¿O era lástima?
Si Sam estuviera aquí, le habría susurrado, ¿Crees que la gente que está
muriendo sabe que está muriendo?
Me hice una mueca a mi misma en la oscuridad. Sabía que estaba siendo
melodramática.
Yo quería creer que estaba siendo solo melodramática.
Puse una mano sobre mi barriga, pensé en el dolor punzante que vivía a unos
cuantos centímetros por debajo de mis dedos.
151
En este momento, el dolor parecía aburrido, adormecido.
Presione los dedos en mi piel.
Sé que estás ahí.
Parecía triste estar sentada en la cama despierta, contemplando mi mortalidad
sola, mientras que Sam estaba a poca distancia en coche. Lancé una mirada
inútil arriba hacia la habitación de mis padres, irritada de que me habían
privado de su compañía cuando más lo necesitaba.
Si muriera ahora, nunca iría a la universidad. Nunca viviría por mi cuenta.
Nunca me compraría mi propia cafetera (quería una roja). Nunca me casaría
con Sam. Nunca llegaría a ser Grace de la manera en que Grace debía ser.
Yo había sido tan cuidadosa, toda mi vida.
Consideré mi propio funeral. No había manera de que mamá tuviera el
suficiente sentido común para planearlo. Papá lo haría entre las llamadas a los
inversores y miembros de la junta de la Asociación de Propietarios. O la
abuela. Ella tal vez podría darse un paseo hasta la placa una vez que supiera
el trabajo de mierda que había hecho su hijo criando a su nieta. Rachel
vendría, y probablemente algunos de mis maestros. Definitivamente la señora
Erskine, quien quería que fuera arquitecta. Isabel, también, a pesar de que
probablemente no iba a llorar. Recordé el funeral del hermano de Isabel—todo
el pueblo se había volcado, debido a su edad. Así que tal vez tendría una gran
cantidad de gente, incluso si no hubiera sido una leyenda en Mercy Falls,
simplemente por la virtud de haber muerto demasiado joven para haber vivido
realmente. ¿La gente trae regalos a los funerales como lo hacen para las
bodas y los baby showers?
Oí un crujido detrás de mi puerta. Un repentino estallido, un pie sobre una tabla
del suelo, y luego la puerta arrastrándose suavemente para abrirse. Por un
solo, pequeño momento pensé que podría ser Sam, de alguna manera,
entrando milagrosamente a hurtadillas. Pero luego desde mi nido en mis
mantas, vi la forma de los hombros de mi padre y la cabeza mientras se
inclinaba hacia mi habitación. Hice lo que pude para parecer dormida mientras
mantenía mis ojos entrecerrados. Mi padre se acercó un poco, vacilantes
pasos, y pensé, con sorpresa, Él está comprobando si estoy bien.
Pero entonces él levantó la barbilla un poco, para mirar a un lugar más allá de
mi, y me di cuenta que no estaba aquí para asegurarse de que estaba bien.
Sólo estaba aquí para asegurarse de que Sam no estaba conmigo.
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Capítulo 28
Traducido por Karencita Roth.
www.thewolvesofmercyfalls-latinoamerica.blogspot.com
• COLE •
Encorvado en el frío piso del bosque, las hojas de pino presionando en mis palmas, manchas de sangre embarrada sobre mis rodillas desnudas, no podía recordar cuánto tiempo había estado humano. Estaba suspendido en una mañana de azul claro, la niebla tiñendo todo en colores pasteles mientras se movió lentamente a mi alrededor. El aire olía a sangre, heces, y agua salobre. Sólo tomo un vistazo a mis manos para ver de dónde venía el olor. El lago estaba a algunos metros de mí, y entre mí y el agua yacía un ciervo muerto, acostado de un lado. Un alerón de piel se desplegaba de sus costillas, presentando sus entrañas como un regalo horrible. Era la sangre de ella la que se untaba en mis rodillas y, vi ahora, que mis manos también. En las ramas de arriba, invisibles en la niebla, los cuervos llamaron de ida y vuelta unos a otros, ávidos en que pierda interés en mi matanza. Lance una mirada a mí alrededor, en busca de los otros lobos que deben de haberme ayudado a acabar con la hembra, pero me habían dejado solo. O, más verdaderamente, los había dejado yo, cambiando a un humano renuente. Un ligero movimiento atrapó mi ojo; Lancé una mirada hacia ella. Me tomó un momento darme cuenta que era lo que se había movido—la hembra. Su ojo. Ella parpadeo, y cuando lo hizo, vi que ella me miraba directamente. No muerta—muriendo. Es chistoso cómo dos cosas pueden ser tan similares y todavía ser tan alejadas. Algo en la expresión de su ojo morado líquido hizo que mi pecho doliera. Fue como—paciencia. O perdón. Ella se había resignado al destino de ser comida viva. ―Jesús,‖ susurre, poniéndome lentamente de pie, tratando de no alarmarla aún más. Ella ni siquiera se sobresaltó. Simplemente esto: parpadeo. Quise echar marcha atrás, darle su espacio, dejarla escapar, pero los huesos expuestos y sus entrañas derramadas me dijeron que volar era imposible para ella. Ya había arruinado su cuerpo. Sentí una amargada sonrisa tocar mis labios. Aquí estaba, mi brillante plan para dejar de ser Cole y caer en el olvido. Aquí estaba. De pie, desnudo y pintado con muerte, mi estómago vacío torciéndose con hambre mientras me enfrentaba a una comida, de algo que ya no era. La hembra parpadeó otra vez, la cara extraordinariamente suave, y mi estómago se sacudió.
153
No podía dejarla así. Esa era la cosa. Supe que no podría. Confirmé mi ubicación con una mirada rápida alrededor—a veinte minutos para llegar al cobertizo a pie, tal vez. Otro diez para la casa, si no había nada con que matarla en el cobertizo. Cuarenta minutos a una hora de estar acostada ahí con sus entrañas expuestas. Podía simplemente caminar lejos. Ella se estaba muriendo, después de todo. Era inevitable, ¿y cuánto contaba el sufrimiento de un ciervo? Su ojo parpadeó otra vez, silencioso y tolerante. Mucho—eso era lo que tanto contaba. Mire alrededor intentando dar con cualquier cosa que podría servir de un arma. Ninguna de las piedras del lago eran lo suficientemente grandes para ser útiles, y no podría imaginarme golpeándola hasta la muerte, de todos modos. Corrí a través de todo lo que sabía de anatomía y de accidentes automovilísticos mortales y catástrofes. Y luego volví a mirar hacia sus costillas expuestas. Tragué. Sólo me tomó un momento encontrar una rama con un una fuerza suficiente al final. Su ojo rodó hacia mí, negro y sin fondo, y una de sus patas delanteras tembló con una memoria de escape. Había algo terrible acerca del terror atrapado detrás del silencio. Acerca de emociones latentes que no podrían ser manifestadas en acciones. ―Lo siento,‖ le dije a ella. ―No quiero ser cruel.‖ Apuñalé el palo a través de sus costillas.
Una vez.
Dos veces.
Ella grito, este grito alto que no era humano ni animal, sino algo terrible en
entre de los dos, el tipo de sonido que tú nunca olvidas no importa cuántas
cosas hermosas hayas escuchado después. Luego, ella estaba en silencio
porque sus pulmones perforados estaban vacios.
Ella estaba muerta, y yo lo quería estar. Iba a encontrar la manera de
permanecer como lobo. O simplemente no podía seguir con esto más.
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Capítulo 29 Traducido por Marlene. Corregido por Karencita Roth.
• GRACE •
No pensé que me había dormido, pero un golpe en la puerta de mi dormitorio me despertó, así que lo debí haber estado. Abrí los ojos, todavía estaba a oscuras en mi cuarto. El reloj decía que era de mañana, pero sólo a duras penas. Los números brillaban 5:30. "Grace". Dijo la voz de mi madre, demasiado alta para las 5:30. "Necesitamos hablar contigo antes de irnos". "¿Ir a dónde?"Mi voz era un graznido, todavía medio dormida. "St. Paul", dijo mamá, y ahora sonaba impaciente, como yo debería suponer. "¿Estás decente?"
"¿Cómo puedo estar decente a las cinco?" Murmuré, pero le hice un gesto con
la mano, ya que dormía en una camisola y pantalones de pijama. Mamá
encendió el interruptor de la luz, y me estremecí ante el repentino brillo. Apenas
tuve tiempo de ver que mamá estaba en su camiseta común y corriente,
cuando papá apareció detrás de ella. Los dos arrastrando los pies en mi
habitación. Los labios de mamá se presionaron en una sonrisa forzada, seria, y
la cara de papá lucia como si estuviera esculpida en cera. No podía recordar
algún momento en que los había visto tan incómodos.
Ambos se miraron, casi podía ver las burbujas de diálogo invisibles sobre sus
cabezas. Tú comienza. No, tú comienza.
Así que yo comencé. Dije, "¿Cómo te sientes hoy, Grace?".
Mamá hizo un gesto con la mano hacia mí, como si fuera obvio que yo estaba
en lo correcto, especialmente si yo estaba lo suficientemente bien para ser
sarcástica. "Hoy es: Artistas de serie limitada".
Hizo una pausa para ver si tenía que aclarar. No lo hizo. Mamá iba cada año—
se iba antes del amanecer con un vehículo lleno de arte y no volvía a casa
hasta después de la medianoche, agotada y con el vehículo mucho más vacío.
Papá siempre iba con ella si no tenía trabajo. Yo había ido un año. Era un
edificio enorme lleno de mamás y de personas que compraban cuadros como
los de mamá. No volví a ir.
"De acuerdo" dije. "¿Y?"
155
Mamá miró a papá.
"Así que, todavía sigues castigada", Papá dijo. "Incluso aunque no estemos
aquí".
Me senté un poco más alto, con la cabeza en señal de protesta mientras me
sentaba.
"Así que podemos confiar en ti, ¿verdad?" Mamá agregó. "¿Para no
hacer algo estúpido?‖.
Mis palabras salieron lentas y distintas con el esfuerzo de que no gritarles.
"Ustedes están... ¿están tratando de ser vengativos? Porque yo—" iba a decir
ahórrenselo para siempre por conseguir esto por Sam, pero por alguna razón,
la idea de terminar la frase cerró mi garganta. Cerré los ojos y los abrí de
nuevo.
"No", dijo papá. "Estás siendo castigada. Dijimos que estarías castigada hasta
el lunes, y eso es lo que sucederá. Es lamentable que la cita de Samuel pasé
durante ese período de tiempo. Tal vez otro día". Él no parecía que lo
encontrara lamentable.
"Están reservadas con meses de anticipación, papá", le dije.
No pensé que había visto la línea de la boca de papá verse tan fea.
Él respondió: "Bueno, tal vez deberías considerar tus acciones un poco más,
entonces".
Podía sentir un dolor de cabeza palpitante justo entre mis cejas. Empujé un
puño en mi piel y luego miré hacia arriba. "Papá, era para su cumpleaños. Esta
es la única cosa que él obtuvo por su cumpleaños. De alguien. Es una cosa
realmente importante para él". Mi voz solo— se detuvo. Tuve que tragar antes
de continuar. "Por favor, sólo déjame ir. Castíguenme el lunes. Dime que haga
servicio comunitario. Hazme fregar los retretes con mi cepillo de dientes. Solo
déjame ir".
Mamá y papá se miraron entre sí, y por un solo, estúpido momento, pensé que
lo estaban considerando.
Luego mamá dijo, "No queremos que estés a solas con él durante mucho
tiempo. Ya no confiamos en él más".
Ó en mí. Sólo dilo.
Pero no lo hicieron.
"La respuesta es no, Grace", dijo papá. "Puedes verlo mañana, y alégrate de
que incluso estemos permitiendo eso".
156
"¿Permitiendo eso?" Exigí. Mis manos se convirtieron en puños a mis lados. La
ira estaba creciendo en mí—Sentí mis mejillas, calientes como el verano, y de
repente, ya no podía soportarlo. "Has estado gobernando esta particular parte
del mundo a través de boletas de ausencias para la mayoría de mis años de
adolescencia, y ahora sólo te montas aquí y dices: Lo siento, Grace, no, este
pequeño pedacito de vida que has logrado hacer de ti misma, esta persona que
has elegido, debes estar feliz de que no estamos tomando eso, también. "
Mamá levanto sus manos. "Oh, Grace, de verdad. Deja de estar sobreactuar.
Como si necesitáramos más pruebas de que no eres lo suficientemente
madura como para estar con él. Tienes diecisiete años. Tienes el resto de tu
vida por delante. Este no es el fin del mundo. En cinco años—"
"No—" Dije.
Para mi sorpresa, no lo hizo.
"No me digas que olvidaré su nombre en cinco años o lo que sea que estabas a
punto de decir. Deja de hablarme". Me puse de pie, lanzando mi cubrecama
hasta el final de la cama mientras me paraba. "Ustedes dos se han ido
demasiado tiempo para pretender que saben lo que está en mi cabeza. ¿Por
qué no vas a alguna cena de fiesta o a una inauguración de galería o a una
exposición de casa nocturna o a una exhibición de arte todo el día y esperas
que esté bien cuando regresen? Oh, eso es. Tú ya lo eres. Elijan una, chicos.
¿Padres o compañeros de cuarto? No pueden ser unos y de repente ser los
otros. "
Hubo una larga pausa. Mamá tenía la mirada perdida en la esquina de mi
cuarto como si hubiera una fantástica canción tocando en su cabeza. Papá me
fruncía el ceño. Por último, negó con la cabeza. "Vamos a tener una
conversación seria, cuando lleguemos a casa, Grace. No creo que fue justo de
tu parte empezar esto cuando sabías que no podríamos quedarnos aquí para
terminarlo. "
Crucé los brazos sobre mi pecho, mis manos en puños. Él no me haría sentir
vergüenza por lo que había dicho. Él no lo haría. Había esperado demasiado
tiempo para decirlo.
Mamá miró su reloj, y el hechizo se rompió.
Papá ya estaba de partida en la puerta cuando dijo, "Hablaremos de esto más
tarde. Tenemos que irnos. "
Mamá agregó, sonando como si estuviera imitando algo que papá le había
dicho: "Estamos confiando en que respetarás nuestra autoridad".
157
Pero no estaban realmente confiando en mí con nada, porque después de que
se fueron, entré en la cocina y encontré que se habían llevado las llaves de mi
coche.
No me importaba. Tenía otro juego de llaves que ellos no sabían en mi mochila.
Había algo invisible y peligroso acechando dentro de mí, y yo había acabado
de ser buena.
*****
Llegué a casa de Beck justo después del amanecer.
"¿Sam?". Grité, pero no obtuve respuesta. La planta baja estaba claramente
vacía, así que me dirigí al segundo piso. En poco tiempo había encontrado el
dormitorio de Sam. El sol todavía estaba por debajo de los árboles y sólo una
luz gris anémica entró por la ventana del cuarto, pero fue suficiente para que
pudiera ver la evidencia de vida: las sábanas echadas a un lado de la cama y
un par de pantalones vaqueros arrugados en el suelo junto a un par de
calcetines oscuros y una camisa.
Durante un largo momento, me quedé junto a la cama, mirando las sábanas
enmarañadas, y luego me subí. La almohada olía como el pelo de Sam, y
después de noches de mal sueño sin él, la cama se sentía como el cielo. No
sabía dónde estaba, pero yo sabía que él estaría de vuelta. Ya sentía como si
estuviera con él de nuevo. Mis párpados me dolían con una repentina pesadez.
Detrás de mis ojos cerrados sentí un apretón enredado de emociones y
sensaciones y sentimientos. El dolor siempre en mi estómago. La punzada de
envidia cuando pensaba en Olivia como un lobo. La crudeza de la ira contra
mis padres. La ferocidad agobiante por la falta de Sam. El toque de sus labios
en mi frente.
Antes de que yo lo supiera, había caído dormida—ó más bien, me había
despertado. No parecía como si tiempo alguno hubiera pasado, pero cuando
abrí los ojos, estaba frente a la pared y la colcha estaba alrededor de mis
hombros.
Por lo general, cuando me despertaba en algún otro lugar que no fuera mi
cama— en la de mi abuela, o las pocas veces que había estado en un hotel
cuando era más pequeña— había un momento de confusión en cuanto mi
cuerpo descubría por qué la luz era diferente o la almohada no era la mía. Pero
abrir mis ojos en la habitación de Sam, era sólo... abrir mis ojos. Era como si mi
cuerpo hubiera sido incapaz de olvidar dónde estaba incluso mientras estaba
durmiendo.
158
Así que cuando rodeé para mirar hacia el resto de la habitación y vi las aves
bailando entre mí y el techo, no hubo sorpresa. Sólo asombro. Docenas de
grullas de papel de cada forma, tamaño y color bailaron lentamente en el aire
por las rejillas de la calefacción, la vida en cámara lenta. La luz brillante ahora,
a través de la alta ventana
emitía el movimiento de las sombras de la formas de las aves por toda la
habitación: en el techo, en las paredes, sobre la parte superior de las pilas y
estantes de libros, a través de la colcha, a través de mi cara. Era hermoso.
Me preguntaba cuanto tiempo había dormido. También, me preguntaba dónde
estaba Sam. Estiré los brazos por encima de mi cabeza, me di cuenta de que
podía oír el rugido sordo de la ducha a través de la puerta abierta. Vagamente,
oí la voz de Sam por encima del sonido de la ducha:
Todos estos días perfectos, hechos de cristal
Puestos en el estante donde se pueden lanzar
sombras perfectas que se extienden y crecen
durante los días imperfectos abajo.
Cantó la línea otra vez, dos veces, cambiando el extremo y crecer a cambiar y
resplandor y luego cambiar y crecer. Su voz sonaba húmeda y con eco.
Sonreí, aunque no había nadie para verlo. La lucha con mis padres parecía
como algo que había sucedido hace mucho tiempo atrás. Pateando las mantas,
me levanté, mi cabeza enviando a una de las aves en una loca órbita. Llegué
hasta ella y luego me trasladé entre las aves, mirando de lo que estaban
hechas.
La que había chocado en contra de mi cabeza estaba doblada de papel de
periódico. Aquí estaba una doblada de una portada brillante de una revista.
Otra de un papel maravilloso e intrincadamente, impreso con flores y hojas.
Una que parecía que había sido una vez una hoja de cálculo de impuestos.
Otra, deforme y pequeña, hecha de dos billetes de un dólar pegados juntos.
Una tarjeta de informe escolar de una escuela por correspondencia de
Maryland. Muchas historias y recuerdos doblados para ser guardados; cómo
Sam los colgaba a todos ellos por encima de él mientras dormía.
Toqué la que colgaba directamente debajo de su almohada.
Un trozo arrugado de papel cubierto con la escritura de Sam, haciéndose eco
de la voz que ahora se escuchaba en el fondo. Una de las líneas garabateadas
era niña acostada en la nieve.
Suspiré. Tuve una sensación extraña, un sentimiento vacío dentro de mí. No un
mal tipo de vacío. Era una especie de falta de sensación, como estar en dolor
159
durante tanto tiempo y, luego de repente darme cuenta de que ya no lo estoy.
Era la sensación de haber arriesgado todo para estar aquí con un chico y luego
darme cuenta de que él era exactamente lo que yo quería. Ser una imagen y
luego saber que en realidad yo era una pieza de un rompecabezas, una vez
que encontré la pieza que estaba supuesta a encajar a mi lado.
Sonreí de nuevo, y las delicadas aves bailaron a mí alrededor.
"Hola", dijo Sam desde la puerta. Su voz era cuidadosa, sin saber donde
estábamos esta mañana, después de nuestros días de estar separados. Tenía
el pelo todo despeinado y loco por su ducha, y vestía una camisa de cuello que
lo hacía parecer extrañamente formal, a pesar de su arrugada y remetida
apariencia y sus jeans. Mi mente estaba gritando: Sam, Sam, finalmente Sam.
"Hola", le dije, y yo no podía dejar de sonreír. Me mordí el labio, pero mi sonrisa
todavía estaba allí, y sólo se hizo más grande cuando la cara de Sam la reflejó
de nuevo hacia mi. Me quedé entre sus aves, con la forma de mi cuerpo
todavía impresionado sobre la cama, las sabanas a lado mío, el sol se esparcía
sobre él y yo, y mis preocupaciones de la última noche parecían
imposiblemente pequeñas en comparación con el gran resplandor de esta
mañana.
Estaba repentinamente abrumada por la increíble persona que era este chico,
parado en frente de mí, y por el hecho de que él era mío y yo era suya.
"En este momento", dijo Sam—y vi que él sostenía la factura del estudio de
grabación para hoy en su mano, doblada en un pájaro con las alas lavadas por
el sol—"es difícil imaginar que está lloviendo en cualquier parte del mundo. "
Capítulo 30
Transcritos por Karencita Roth.
• COLE •
No conseguía librarme del olor a sangre.
Cuando llegue a la casa, Sam se había marchado. El camino de entrada
estaba vacío; las habitaciones desiertas y llenas de ecos. Me metí en la bañera
de abajo-la alfombrilla de baño seguía arrugada de la noche anterior- y abrí a
tope el agua caliente. Después me metí bajo la ducha y me quede mirando
como la sangre teñía el agua que se colaba por el desagüe. A la luz apagada
del baño, la sangre parecía casi negra. Me frote las manos y los brazos para
eliminar el olor de la cierva, pero no lograba arrancármelo de la piel por mas
que me esforzaba. Y cada vez que me llegaba una vaharada, la veía abierta en
canal, mirándome con aquel ojo oscuro y resignada.
160
Recordé a Víctor observándome con rencor desde el suelo de la cabaña.
Víctor, atrapado entre lobo y humano por mi culpa.
En aquel momento me di cuenta de que yo era el reverso de mi padre: el
creaba cosas. A mí se me daba extremadamente bien destruirlas.
Moví el mando del agua para que saliera agua fría. Durante un breve instante
el chorro estuvo a la misma temperatura que mi cuerpo, y eso me hizo sentir
extrañamente invisible. Luego empezó a enfriarse hasta salir helado, y necesite
toda mi fuerza de voluntad para no saltar fuera de la bañera.
Una descarga de escalofríos me recorrió el cuerpo, y la piel se me puso
instantáneamente de gallina. Eche la cabeza hacia atrás y deje que el agua
helada me corriera por el cuello.
Cambia. Cambia de una vez.
Pero el agua no bastaba para transformarme; lo único que hizo fue revolverme
las tripas y provocarme una arcada. Cerré el grifo con el pie.
¿Por qué seguía siendo humano?
No tenía sentido. Si nuestras transformaciones eran algo científico en vez de
mágico, tenían que regirse por unas normas estables. Y sin embargo, los
nuevos lobos cambiaban inesperadamente a temperaturas diferentes… No, no
tenía sentido. Mi cabeza empezó a dar vueltas: la imagen de Víctor
transformándose sin parar; la loba blanca que me había observado en silencio,
segura en su cuerpo lobuno; yo mismo, dando vueltas por la casa sin acabar
de transformarme. Me seque con la toalla de mano y luego registre los
armarios del piso de abajo en busca de ropa. Encontré una sudadera de color
azul oscuro con el símbolo de la marina y unos vaqueros que me quedaban un
poco sueltos. Y mientras buscaba, mi mente zumbaba tratando de encontrar
una secuencia lógica para las transformaciones.
Quizás Beck estuviera equivocado, y no fueran los cambios de temperatura la
causa de las transformaciones. Tal vez la temperatura fuera un simple
catalizador. En ese caso, podrían encontrarse otras formas de desencadenar la
metamorfosis.
Necesitaba algo de papel; era incapaz de pensar sin ir anotando mis ideas.
Cogí unos folios del despacho de Beck y también su agenda. Me senté en la
mesa del salón con un bolígrafo en mano, arropado por el aire cálido que salía
de los conductos de la calefacción, y me vino instantáneamente a la cabeza la
mesa del comedor de mis padres. Todas las mañanas me sentaba allí con mi
cuaderno de ideas-regalo de mi padre-para hacer los deberes, escribir alguna
161
canción o anotar algo que hubiera visto en las noticias. Aquella era la época en
la que aun pensaba que iba a cambiar el mundo.
Recordé la cara de Víctor cada vez que experimentaba con alguna droga
nueva. La expresión de mi madre cuando le dije que, por mi, podía irse a la
mierda de la mano de mi padre. Las docenas de chicas que se habían
despertado por la mañana al descubrir que se habían acostado con un
fantasma, porque yo me había marchado o había viajado lejos de allí a lomos
de una botella o una jeringuilla. La mano de Angie apoyada contra su pecho
cuando le dije que la había engañado.
Si, había cambiado mi trozo de mundo. Lo había jodido.
Abrí la agenda y empecé a hojearle en busca de alguna pista. Había
fragmentos que quizás pudieran ser interesantes, pero que carecían de sentido
por si solos: Hoy he encontré una loba muerta. Le mire los ojos pero no la
reconocí. Paul dijo que había dejado de transformarse hacia catorce años.
Tenía sangre en la boca y apestaba. Y otro: Derek se ha convertido en lobo
durante dos horas esta tarde, y eso que estamos en mitad del verano. Ulrik y
yo llevamos toda la tarde devanándonos los sesos. Y otro: ¿Cuál es la razón de
que Sam tenga mucho menos años que el resto de nosotros? El es el mejor de
todos. ¿Por qué la vida es tan injusta?
Baje la mirada y me di cuenta de que me quedaba un resto de sangre bajo la
uña del pulgar. No creía que una mancha así pudiera sobrevivir a la
transformación; aquella sangre tenía que haber llegado allí cuando yo era
humano, en ese tiempo indeterminado en el que mi cuerpo de persona aun no
estaba habitado por mí.
Apoye la cabeza en la mesa y sentí el tacto helado de la madera sobre mi piel.
Descifrar la lógica de la licantropía iba a costarme mucho trabajo. Y aunque lo
lograra, aunque llegara a descubrir que era lo que nos hacia cambiar y adonde
se iban nuestras mentes cuando abandonaban el cuerpo, ¿para qué serviría?
¿Para convertirme en lobo para siempre? Tanto esfuerzo, ¿solo para conservar
una vida que no recordaría? ¿Una vida que no valía la pena conservar?
Sabía que por experiencia que había formas más sencillas de borrar los
pensamientos conscientes. Y había una que era definitiva, aunque hasta el
momento había sido demasiado cobarde para intentarla.
Le había hablado de ello a Angie en una ocasión. Fue antes de que empezara
a odiarme, creo. Estaba con ella en el garaje tocando el teclado, de vuelta de
mi primera gira, cuando el mundo entero aun se desplegaba ante mí, lleno de
posibilidades. Angie no sabía todavía que la había engañado durante la gira. O
puede que sí. Cuando pare de tocar, le dije sin apartar los dedos de las teclas:
―He estado pensando en suicidarme.‖
162
Angie llevaba un rato acurrucada en una vieja butaca, y ni siquiera levanto la
mirada para contestarme.
―Si, me imaginaba. ¿Y cómo lo ves?‖
―Tienes sus ventajas,‖ respondí. ―Solo se me ocurre un inconveniente.‖
Ella se quedo callada un buen rato.
―¿Y por qué me vienes con esas?‖ dijo finalmente. ―¿Quieres que te quite la
idea de la cabeza? La única persona que puede convencerte de que no lo
hagas eres tú. Pero se supone que eres superdotado ¿no? De modo que no
estoy diciendo nada que tu no sepas. Solo lo dices para llamar la atención.‖
―En absoluto,‖ respondí. ―Te lo decía porque de verdad me interesaba saber lo
que piensas. Olvídalo ¿quieres?‖
―¿Y qué crees que te voy a decir? Eres mi novio, si, suicídate. Es una salida
estupenda a todos tus problemas. ¿Qué quieres que te diga, Cole?‖
Ya la escuchaba, pero tenía la mente en otra parte: en una habitación de hotel,
dejando que una chica llamada Rochelle me bajara los pantalones. No es que
me apeteciera mucho enrollarme con ella; en realidad, lo hice simplemente
porque podía. Cerré los ojos y me deje llevar por el canto de sirena del auto
desprecio.
―No lo sé, Angie. No lo sé. No lo he dicho por nada en especial. Se me ha
pasado por la cabeza y te lo he soltado, ¿ok?‖
Angie se mordió un nudillo y miro al suelo.
―De acuerdo. Pues entonces ¿Qué te parece esto? El suicidio significa acabar
con las segundas oportunidades. Es el mayor inconveniente que se me ocurre.
Si te matas, se acabo: siempre te recordaran así. Bueno, y también esta lo de ir
al infierno. ¿Sigues creyendo en esas cosas?‖
Hasta hacia poco había llevado una cruz al cuello, pero se me había perdido
durante la gira. La cadena se había roto; ahora debía de estar en el lavabo de
alguna gasolinera o enredada entre sabanas de una cama de hotel o guardada
como recuerdo por alguien a quien yo nunca se la habría regalado.
―Si,‖ conteste, porque era verdad: aún creía en el infierno. Era el cielo lo que
me suscitaba dudas.
No volví a mencionar el tema. Angie tenía razón: la única persona que podía
convencerme de que no lo hiciera era yo.
163
Capítulo 31
• GRACE •
Cada minuto que pasaba nos alejaba más de Mercy Falls.
Habíamos decidido ir en el coche de Sam porque era a diesel y gastaba
menos, pero Sam me dejo conducir porque sabía que me gustaba. Cuando
encendí la radio salto un CD de Mozart que había puesto yo hacía unos días,
pero preferí poner la emisora de música indie que le gustaba a Sam, aunque
sonaba bastante borrosa. Sam me miro sorprendido, y yo trate de reprimir la
sonrisita de satisfacción que me asomaba en los labios. Estaba aprendiendo a
hablar su idioma. Si, más despacio de lo que él había aprendido a hablar el
mío, pero aun así me sentía orgullosa de mi misma.
Hacia un día precioso. Mire la carretera: en los tramos más bajos se había
acumulado una capa de bruma que comenzó a desvanecerse en cuanto el sol
asomo sobre los arboles. Por la radio empezó a sonar un músico de voz
persuasiva y guitarra suave que me recordó a Sam. El Sam de verdad apoyo el
brazo en el respaldo de mi asiento y me pellizco la vertebra que sobresalía bajo
mi nuca, tarareando la canción de la radio con aire distraído. Aunque tenía todo
el cuerpo ligeramente dolorido, me sentí en armonía con el mundo.
―¿Ya sabes lo que vas a cantar?‖, le pregunte.
Sam apoyo la mejilla sobre el brazo que tenia estirado y empezó a trazar lentos
círculos en mi nuca.
―No lo sé. Al principio me cogiste por sorpresa, y estos últimos días he estado
un poco preocupado por lo de tus padres. Supongo que cantare-algo. Tal vez
apeste.‖
―No creo. ¿Qué estabas cantando en la ducha?‖
Sam parecía haberse olvidado por unos instantes de sí mismo, y me encanto
verlo así. Empezaba a darme cuenta de que la música era la única piel en la
que se sentía cómodo de verdad.
―Una canción nueva. Tal vez algo nuevo. Bueno tal vez…. algo.‖
Entre en la carretera interestatal, que a esas horas estaba casi vacía.
―¿Una canción recién nacida?‖
―Más bien un embrión de canción. Creo que ni siquiera tiene piernas aun.
Espera… me parece que estoy confundiendo a los embriones con los
renacuajos.‖
164
Trate de recordar cómo se desarrollaban los embriones, pero como no caía en
ello y tenía que contestar algo dije,
―¿Es una canción sobre mi?‖
―Todas tratan de ti.‖
―Que presión.‖
―Si, pero no para ti. Lo único que tienes que hacer tu es seguir siendo Grace
tranquilamente; soy yo el que tiene que esforzarse para que mis composiciones
reflejen la forma en que vas cambiando. No es fácil seguirte ¿sabes?‖
Fruncí el ceño: siempre me había tenido por una persona desesperadamente
estable.
―Si, ya sé lo que estas pensando. Pero mira donde te encuentras en este
momento,‖ explico Sam señalando mi asiento con la mano que tenia libre. ―Has
peleado por venir conmigo en vez de resignarte a pasar una semana castigada.
Estas cosas pueden servir de inspiración para disco enteros.‖
Sam no tenía ni idea de lo que había pasado. Me invadió una emoción
ambigua, mezcla de mala conciencia, compasión por mí misma, incertidumbre
y nervios. No sabía que era peor: si ocultarle que aun seguía castigada y que
algo iba muy mal dentro de mí, o contarle las dos cosas. Lo único que sabía
era que, una vez se las dijera, no podría retirarlas. Y no quería echar a perder
su regalo de cumpleaños; aquel tenía que ser un día perfecto. Quizás se lo
dijera por la noche. O al día siguiente.
Empezaba a darme cuenta de que yo era una persona mas complicada de lo
que había creído siempre. Y aunque no me parecía que ir al estudio con el
diera para inspirar un disco entero, me gustaba la idea de haber hecho algo
que sorprendiera a Sam.
―¿Qué titulo le pondrás al disco?‖ pregunte para cambiar de tema.
―Bueno, en realidad no estoy haciendo un álbum hoy. Voy a hacer un demo.‖
―Ok. Pero cuando grabes un disco, ¿Cómo se llamaras?‖
―Auto-titulado,‖ dijo Sam.
―Odio esos.‖
―Juguetes Rotos.”
Negué con la cabeza. ―Eso suenas mas como el nombre de una banda.‖
Me pego un pellizco suave y yo solté un gritito.
165
―Siguiendo a Grace.”
―Nada con mi nombre allí,‖ dije con severidad.
―Vaya, me lo estas poniendo difícil. ¿Qué tal Recuerdos de Papel?‖
Me quede pensativa.
―¿Por qué? Ah, las grullas. ¿Cómo es que nunca me habías hablado de las que
tienes colgadas en tu habitación?‖
―Porque no he colgado ninguna desde que te conocí. La ultima es de hace dos
veranos. Todas las nuevas que he hecho están en la tienda o en tu habitación;
mi cuarto es como un museo.‖
―Ya no,‖ dije mirándole de soslayo.
A la luz de la mañana Sam parecía pálido, como si tuviera frio. Cambie de carril
por hacer algo.
―Cierto,‖ admitió.
Se recostó en su asiento, retiro su mano de mi cuello y la poso en la rejilla de
plástico de la calefacción. Lance una mirada a sus dedos, pensado en lo
mucho que los había echado de menos.
―¿Qué clase de chico piensas que tus padres esperan que te cases?‖ Dijo sin
mirarme, ―¿Alguien mejor que yo?‖
―Me da exactamente igual lo que esperan,‖ bufe.
De pronto me di cuenta de lo que implicaba el comentario de Sam y me quede
sin palabras. No sabía si lo habría dicho enserio; al fin y al cabo, no me había
pedido directamente que me casara con él. Tampoco hubiera sabido que
contestar.
Sam trago saliva y empezó a juguetear con la rejilla del aire.
―Me pregunto qué habría pasado si no me hubieras conocido. O que ocurriría si
pidieras una beca para ir a una de esas universidades en las que estudian los
genios de las matemáticas, y conocieras ahí a algún chico listísimo y
encantador de los que triunfan en la vida.‖
De todas las cosas que me desconcertaban de Sam, la que mas perpleja me
dejaba eran aquellos arrebatos de pesimismo que le daban de repente. Sin
embargo, no eran tan diferentes de los bajones que sufría de vez en cuando mi
madre, y había oído mas de una vez a mi padre hablar con ella hasta sacarle
del bache. ¿Les pasarían aquellas cosas a todas las personas creativas?
166
―No seas tonto,‖ le dije. Yo no voy por ahí preguntándome que habría pasado si
hubieras rescatado a otra chica de la nieve y los lobos.‖
―¿Ah, no? Pues es un alivio,‖ respondió Sam mientras subía la calefacción.
Se inclino hacia delante y apoyo las muñecas en las rejillas. El sol que entraba
por el parabrisas nos estaba achicharrando, pero Sam era como un gato:
nunca tenía suficiente calor.
―Me resulta difícil hacerme la idea de que voy a hacer humano para siempre, de
que voy a poder madurar. Y eso me hace pensar que tal vez debería buscar
otro trabajo.‖
―¿Otro? ¿Y marcharte de la librería?‖
―No sé exactamente cómo funcionan las finanzas de Beck. Sé que hay algo de
dinero en el banco y que da intereses, y de vez en cuando llegan pagos de no
que depósito a plazo fijo. Y casi todas las facturas están domiciliadas. Pero no
se conozco los detalles y preferiría no gastar todo ese dinero, así que….‖
―¿Por qué no hablas con alguien del banco? Seguro que pueden sentarse
contigo y ayudarte a averiguar cómo están las cuentas.‖
―Porque prefiero no hablar de estar cosas hasta estar seguro de que B...‖-Sam
se interrumpió y se puso a mirar por la ventanilla. Aquello no era una pausa,
sino un punto y aparte en toda regla.
Me llevo un momento darme cuenta de lo que había estado a punto de decir:
no quería hablar de aquellas cosas hasta tener la certeza de que Beck no
volvería. Sam agacho la cabeza y apretó la rejilla con tanta fuerza que las
yemas de los dedos se le pusieron blancas.
―Sam,‖ dije mirándole de reojo sin perder de vista la carretera. ―¿Estas bien?‖
El apretó los puños y se los llevo al regazo.
―¿Por qué tuvo que crear esos nuevos lobos, Grace?‖, pregunto finalmente. ―No
hizo más que complicar las cosas. Estábamos bien como estábamos.‖
―Beck no sabía que tú te ibas a curar.‖
Volví para mirarle con el rabillo del ojo: ahora se pasaba el dedo lentamente
por el puente de la nariz. Busque algo que decir para salir del paso.
―Él creía que-‖
Ahora fui yo la que no pudo terminar la frase como habría querido: que aquel
era tu último año.
167
―Pero Cole…. No sé qué hacer con él,‖ confeso Sam. ―Tengo la sensación de
que hay algo en el que se me escapa. Y si vieras sus ojos Grace, oh Dios si
vieras sus ojos te darías cuenta de que hay algo raro en el. Ahí algo roto ahí
dentro. Y luego están los otros dos, y Olivia, y tú tienes que ir a la universidad,
y yo, o alguien tiene que ocuparse de…Grace, no se que se supone que tengo
que hacer, pero creo que es demasiado para mí. No sé hasta qué punto me
siento obligado por las expectativas que Beck puso en mi y hasta qué punto
son mis propias expectativas, pero…‖
No supe como consolarle. Nos quedamos un rato callados. Yo contemplaba la
sucesión interminable de rayas blancas que se extendían por la carretera,
mientras escuchaba un veloz punteo de guitarra por la radio. Sam se apretaba
el labio superior con los dedos como si su confesión le hubiera asombrado a el
mismo.
―Me despierto todavía,” dije.
Sam me miro.
―El titulo para tu disco. Me despierto todavía,” explique.
Siguió mirándome con expresión intensa, tal vez sorprendido de que hubiera
dado en el clavo.
―Eso es. Es exactamente como me siento, Grace. Una mañana de estas, abriré
los ojos y no tendré que convencerme a mí mismo de que voy a seguir siendo
humano hasta el final del día, hasta el final de mis días. Mientras llega ese
momento, voy dando tumbos.‖
―Eso le pasa a todo el mundo, Sam,‖ respondí mirándole a los ojos durante un
instante. ―Todos nos damos cuenta un día de que no vamos a ser niños para
siempre, de que tenemos que crecer. Lo que pasa es que a ti te ha llegado ese
momento un poco más tarde que a la mayoría de la gente. Pero lo superaras,
seguro.‖
Los labios de Sam dibujaron una sonrisa triste.
―Sabes, a Beck y a ti los hicieron con el mismo molde.‖
―Por eso nos quieres tanto a los dos,‖ conteste.
Sam coloco los dedos en su cinturón como si quisiera formar un acorde de
guitarra y asintió.
―Me despierto todavía,” añadió poco después, pensativo. ―Algún día Grace,
escribiré una canción para ti que se titule así. Y será la que dé nombre a mi
disco.‖
―Porque soy sabia,‖ le dije.
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―Si,‖ dijo Sam, volviéndose a mirar por la ventanilla.
Fue un alivio que lo hiciera, porque así pude sacar un pañuelo del bolsillo sin
que me viera. Había empezado a sangrar por la nariz.
Capítulo 32
• ISABEL •
Cada tres zancadas soltaba el aire de golpe: zancada uno, inhalaba una
bocanada de aire frio; zancada dos, dejarla salir; zancada tres, no respirar.
Hacía mucho tiempo que no salía a correr, y mas tiempo aún que no me atrevía
con una distancia tan larga. Siempre me había gustado correr, porque era una
forma de pensar tranquilamente lejos de mi casa y de mis padres. Pero tras la
muerte de Jack, lo último que quería era pensar.
Ahora las cosas estaban cambiando.
Y por eso había salido, aunque hacia demasiado frio y yo no estaba
precisamente en forma. A pesar de mis zapatillas recién compradas, las
piernas me estaban matando.
Estaba corriendo hacia Cole.
Entre mi casa y la de Beck había tanta distancia que hacerla corriendo habría
sido una locura, así que aparque el coche a cuatro kilómetros, hice algunos
ejercicios de calentamiento entre la niebla y empecé a correr.
Había tenido tiempo de sobra para cambiar de idea, pero la casa de Beck ya
estaba a la vista y yo no me había dado la vuelta. Debía tener una pinta
espantosa, ¿pero que importaba? Al fin y al cabo, solo había venido para
hablar con Cole.
El camino de entrada estaba vacío; Sam ya se había ido. No supe si sentirme
aliviada o decepcionada. Al menos, eso me daba muchas posibilidades de
encontrar la casa desierta, porque lo más probables es que Cole ya se hubiera
convertido en lobo.
Tampoco sabía si eso me hacía sentir alivio o decepción.
Cuanto estaba a unos doscientos metros de la casa, deje de correr e hice
andando el resto del camino, apretándome un costado para calmar el flato. Al
llegar a la puerta trasera casi había recuperado el aliento. Probé a girar el
picaporte por si había suerte, y la puerta se abrió.
169
Entre y titubee unos segundos en el umbral. Estaba a punto de gritar un saludo
cuando me di cuenta de que tal vez Cole no fuera el único que se había vuelto
humano a aquellas alturas. Me quede en la penumbra y atisbe la zona
iluminada de la cocina, recordando los días que había pasado con Jack en
aquella casa.
Para Grace era fácil decir que no había sido culpa mía. Era la típica frase que
no significaba nada.
De pronto sonó un estruendo en alguna habitación. Aguce el oído,
completamente inmóvil, y tras una larga pausa oí mas golpes. Era como si
alguien estuviera peleando sin gritar ni decir nada. Por un momento estuve
tentada de escabullirme y correr de vuelta al coche.
Entonces me cruzo la mente un pensamiento: No sería la primera vez que te
quedas de brazos cruzados ante un problema en esta casa.
Eche a andar y entre a la cocina. Al llegar al vestíbulo me detuve ante la puerta
del salón, sin comprender lo que tenia ante los ojos. Agua. Rastros de agua
que cruzaban el suelo de madera, formando dibujos irregulares que casi
parecían hechos de hielo.
Levante la mirada para inspeccionar el resto del salón. Estaba todo patas
arriba. Había una lámpara rota sobre el sofá y marcos de fotos desperdigados
por el suelo. La alfombra de la cocina estaba tirada sobre una mesita,
empapada de agua, y una de las sillas estaba volcada como si se hubiera
desmayado. Entre lentamente, atenta por si oía algo más, pero la casa estaba
en silencio.
El desastre era tan completo que tenía que ser intencionado: libros con pagina
arrancadas tirados sobre charcos de agua; latas de comida abolladas que
habían rodado hasta chocar con la pared; una botella de vino vacía incrustada
en la tierra de una maceta; arañazos en las paredes….
Los ruidos empezaron a sonar de nuevo, como si alguien arañara el suelo y
golpeara las paredes, y antes de que me diera tiempo a reaccionar vi que un
lobo se acercaba tambaleante por el pasillo de la izquierda. Acaba de descubrir
al culpable.
―Mierda,‖ masculle, reculando hacia la cocina. Pero el lobo no parecía
interesado en atacarme. Avanzo sin hacerme caso, dejando una estela de agua
que caía de sus flancos empapados. Parecía sorprendentemente pequeño en
aquel contexto; con su pelaje pardo pegado al cuerpo, no da más miedo que un
perro. Se acerco un poco más y sus ojos verdes me lanzaron una mirada
insolente.
―Cole,‖ susurre mientras mi corazón daba un vuelco. ―Bastardo loco.‖
170
Para mi sorpresa, se estremeció al oír mi voz, y eso me hizo recordar que no
era más que un lobo. Todos sus instintos tenían que estar gritando de alarma al
encontrar a una humana interpuesta entre él y la salida.
Empecé a retroceder, pero antes de que pudiera decidir si encerrarme en una
habitación o abrirle la puerta trasera, el Cole lobo empezó a temblar. Al cabo de
un momento, cayó al suelo convulsionándose. Retrocedí un poco para que no
me vomitara encima de las zapatillas, cruce los brazos y me quede mirando
cómo se transformaba.
Cole dio unos cuantos zarpazos más en la pared, y pensé que a Sam le iba a
encantar cuando los viera. Entonces, su cuerpo se retorció en un espasmo e
hizo magia: su piel pareció burbujear y estirarse, y su largo hocico de lobo se
abrió de par en par en un gesto de dolor. Y casi sin transición, el Cole humano
rodo hasta quedar de espaldas, jadeante.
Se quedo tumbado como una ballena varada en la orilla. En sus brazos podían
verse marcas de color rosa pálido, restos de heridas. Abrió los ojos y me miro.
El corazón se me subió a la garganta: la cara de Cole aun estaba habitada por
una mirada animal, el reflejo de la mente de un lobo. Finalmente parpadeo y
supe que ahora sí que me veía realmente.
―Buen truco ¿eh?,‖ dijo con voz espesa.
―Los he visto mejores,‖ respondí sin inmutarme. ―¿Se puede saber que estas
haciendo?‖
Cole abrió los puños y estiro los dedos.
―Experimentos científicos conmigo mismo. Llevo años haciéndolo.‖
―¿Estas borracho?‖
―No me extrañaría,‖ admitió Cole con una sonrisa displicente. ―Puede que la
transformación metabolice parte del alcohol que tengo en la sangre. En
cualquier caso, no me siento demasiado mal. ¿A qué has venido?‖
Apreté los labios.
―A nada. Ya me iba.‖
―No lo hagas,‖ me pidió Cole estirando un brazo.
―¿Por qué? ¿Crees que voy a pasármelo bien si me quedo?‖
―Porque tienes que ayudarme. Ayúdame a descubrir cómo convertirme en lobo
para siempre.‖
171
De pronto volví a verme sentada a los pies de la cama de mi hermano. Mi
hermano, que lo había arriesgado todo por ser humano. Recordé como había
perdido la sensibilidad en los dedos, como había gimoteado de dolor mientras
el cerebro se le cocía a fuego lento; aunque lo hubiera intentado, no habría
encontrado palabras para describir el desprecio que sentí hacia Cole en ese
momento.
―Descúbrelo tu solo.‖
―No puedo,‖ confeso Cole, aun tumbando boca arriba. ―He conseguido forzar la
transformación, pero no dura mucho rato. Está claro que el frio puede
desencadenarla, y creo que la adrenalina también. Hace un rato llene la bañera
con agua fría y cubitos de hielo y me metí; sin embargo, no funciono hasta que
me hice unos cortos para subir la adrenalina. Luego volví enseguida a la forma
humana. No hay manera de estabilizarlo.‖
―Pobrecito,‖ le dije con sarcasmo. ―Sam se va a agarrar un buen cabreo cuando
vea lo que le has hecho a su casa.‖
Me di la vuelta y eche a andar hacia la puerta.
―Isabel, por favor. Si no puedo convertirme en lobo, creo que me matare.‖
Me detuve.
―No lo digo para manipularte. Es verdad,‖ hizo una pausa. ―Necesito escapar, y
si no puedo hacerlo de una manera, tendrá que ser de la otra. No soy capaz
de-Tengo que averiguar cómo hacerlo, Isabel. Tú sabes mas cosas que yo
sobre los lobos. Por favor, ayúdame.‖
Gire sobre mis talones: Cole seguía tirado en el suelo, con una mano apoyada
en el pecho y la otra extendida hacia mí.
―Me estas pidiendo que te ayude a matarte,‖ dije. ―No finjas que es otra cosa.
―¿Qué piensas que es convertirte en lobo para siempre, si no?‖
Cole cerró los ojos.
―Entonces ayúdame a hacer lo otro.‖
Empecé a reírme; me sorprendió lo cruel que sonaba mi risa, pero no hice nada
por suavizarla.
―Deja que te diga algo, Cole. Me quede sentada en esta misma casa, en
aquella habitación de allí, mientras veía morir a mi hermano. No hice nada para
evitarlo. ¿Sabes cómo murió? Le mordieron, pero él no quería ser lobo. Así que
me las arregle para contagiarle una meningitis bacteriana que le produjo una
fiebre altísima, le derritió el cerebro, le destruyo los dedos de los pies y de las
172
manos, y finalmente lo mato. No lo lleve al hospital porque sabía que prefería
morir a vivir como un lobo. Y al final lo consiguió.‖
Cole se quedo mirándome con la misma expresión plana que ya le había visto
otras veces. Pensé que reaccionaria de alguna manera, pero no lo hizo. Su
mirada estaba apagada. Hueca.
―Solo te cuento estoy para que entiendas que he querido escapar miles de
veces desde entonces. He pensando en la bebida; al fin y al cabo, a mi madre
le funciona. He pensado en coger una de las mil pistolas de mi padre,
apuntarme a la cabeza y reventarme los sesos. ¿Y sabes que es lo mas triste?
Que no es porque eche de menos a Jack. No me malinterpretes, claro que le
echo de menos, pero esa no es la razón por la que quiero hacerlo. La razón es
que me siento culpable por la forma en que lo maté. Porque yo lo maté, y hay
días en los que no puedo vivir sabiéndolo. Pero sigo adelante porque así es la
vida, Cole. La vida duele. Y hay que aprender a soportarla, lo mejor que
puedas,‖
―Es que no quiero,‖ dijo simplemente Cole.
Parecía que a aquel chico le gustaba darme duchas de sinceridad cuando
menos me lo esperaba, y eso hacía que empezara a identificarme con él. No
me gustaba nada sentirme así, pero no podía evitarlo, del mismo modo en que
no había podido evitar besarle. Volví a cruzar los brazos, me daba la impresión
de que Cole esperaba que yo le confesara algo mío para corresponder, pero no
sabía si me quedaba algo más que confesar.
• COLE •
Estaba tirado en el suelo, deshecho. Llevaba todo el día convencido de que al
fin iba a ser capaz de acabar con todo.
Pero no fue así. Porque al ver la cara de Isabel mientras me contaba lo de su
hermano, deje de sentir aquella urgencia; llevaba horas sintiéndome como un
globo que se hinchaba cada vez más, y de pronto Isabel apareció y exploto
primero. Y por alguna extraña razón, eso nos libero a los dos.
Me di cuenta de que todos los que rondábamos por aquella casa teníamos
alguna razón para querer escapar, pero yo era el único que trataba de hacerlo.
Estaba agotado.
―Hasta ahora no me había dado cuenta de que eras humana,‖ dije. ―Me refiero
a que tienes emociones, y esas cosas.‖
―Si, por desgracia.‖
173
Me quede mirando el techo. No sabía cómo continuar.
―¿Sabes qué?‖, dijo entonces Isabel. ―Estoy harta de verte ahí tirado en
pelotas.‖
Dirigí la mirada hacia ella.
―Parece como si nunca llevaras ropa,‖ continuo. ―Siempre que te veo, estas
desnudo. ¿Crees que conservaras la forma humana durante un buen rato?‖
Asentí, notando que el sonido que producía mi cráneo al rozar contra el suelo.
―Bien, pues entonces no creo que hagas nada especialmente cantoso mientras
estemos fuera. Ponte algo, nos vamos a tomar un café.‖
Estuve a punto de decirle: Estupendo, es justo lo que necesito. Pero preferí
lanzarle una mirada sarcástica. Ella respondió con su típica sonrisa cruel.
―Tranquilo, si después de un poco de cafeína sigues queriendo suicidarte,
tienes toda la tarde por delante para hacerlo.‖
Solté un gruñido mientras me levantaba, desconcertado por volver a ver el
mundo desde una posición en la que no pensaba regresar. El salón estaba
hecho un desastre. La columna vertebral me dolía horrores: había cambiado de
forma demasiadas veces en poco tiempo.
―Es mejor que ese café sea bastante sorprendente.‖
―No mucho,‖ admitió Isabel, ahora que me había puesto en pie, su expresión
había cambiado y mostraba algo parecido al alivio. ―Pero para estar en un
pueblo de mala muerte, es bastante mejor de lo que se podría esperar. Ponte
ropa cómoda, tenemos unas buena caminata hasta mi coche.‖
Capítulo 33
• SAM •
Desde fuera, el estudio no parecía gran cosa. Era una nave achaparrada y
anodina, con furgoneta azul igual de achaparrada y anodina aparcada en el
camino de entrada. A su lado había un perro labrador tumbado a lo ancho, así
que Grace aparco en la calle, que bajaba en una pendiente bastante
pronunciada. Antes de apagar el motor, observo la cuesta y giro las ruedas
hasta apoyarlas al bordillo.
―¿Estará muerto ese perro?‖, pregunto. ―¿Nos habremos confundido de sitio?‖
Señale las pegatinas que había en el parachoques de la furgoneta, todas de
grupos indies de Duluth: Finding the Monkey, The Wentz, Aliens LifeForms. No
174
había oído casi nada de ellos porque no eran lo bastante famosos para salir en
la radio, pero había visto muchos carteles de conciertos en los que aparecían.
―No parece.‖
―Si nos secuestra una panda hippies locos, será culpa tuya,‖ dijo Grace
mientras abría la puerta.
Una vaharada de aire de ciudad inundó el coche de olor a humo, a asfalto y al
indefinible aroma de la gente apiñada.
―El sitio lo escogiste tu,‖ dije.
Grace me saco la lengua y salió. Por un momento me pareció que se
tambaleaba un poco, pero enseguida se rehízo como si no quisiera que yo me
diera cuenta.
―¿Estás bien?‖
―Estoy bien,‖ respondió mientras abría el maletero.
Cuando me agache para recoger la guitarra sentí una punzada de inquietud en
el estomago, y me sorprendí de que los nervios hubieran tardado tanto en
aparecer. Agarre la funda por el asa, repasando mentalmente los acordes de
mis canciones.
Echamos a andar hacia la puerta de la nave sin que el perro se dignara
levantar la cabeza.
―Para mí que está muerto,‖ dijo Grace.
―Yo creo que es un adorno para esconder las llaves debajo.‖
Grace soltó una risita y metió los dedos en el bolsillo de atrás de mi pantalón.
Cuando estaba a punto de llamar a la puerta vi una tablilla en la que habían
escrito con rotulador: Entrada al estudio por detrás.
Así que nos dirigimos a la parte trasera de la nave, donde unas agrietadas
escaleras de hormigón nos condujeron a la entrada del sótano. En la puerta
había un letrero escrito a mano que decía: ANARCHY RECORDING. S.A
ENTRADA POR AQUÍ. Debajo había una maceta con unas hojas mustias por
las heladas tardías.
Me volví hacia Grace.
―Anarquía, Sociedad Anónima. Eso es irónico.‖
Grace me chisto para que me callara y llamo a la puerta. Me seque las palmas
de las manos en el pantalón.
175
La puerta se abrió y apareció otro perro labrador, este inconfundiblemente vivo,
y una chica de veintitantos años con una banda roja sobre la cabeza.
Tenía una cara tan original que ni siquiera resultaba fea, sino enormemente
interesante: nariz enorme y aguileña, ojos castaños soñolientos y pómulos muy
marcados. Su melena negra estaba recogida en media docena de trenzas que
se contaban en lo alto de la cabeza, como una especie de princesa Leía
mediterránea.
―Sam y Grace, ¿verdad? Pasen.
Su voz era esplendida y llena de matices roncos; pensé que tal vez fuera
fumadora, aunque el interior del local no olía a tabaco sino a café. Grace
motivada de repente, entro en el estudio siguiendo el rastro del olor cual rata
tras el flautista de Hamelin.
Cuando la puerta se cerró a nuestras espaldas, aquel lugar dejo de ser el
sótano de una nave vieja para convertirse en una capsula de alta tecnología
salida de otro universo. En el lado opuesto había un muro de mesas de
mezclas y pantallas de ordenador; tres de las paredes estaban insonorizadas y
pintadas de negro, varios halógenos empotrados iluminaban los aparatos y
unos sillones de lo más moderno. La cuarta pared era de cristal, y daba a otra
estancia insonorizada que contenía un piano vertical y varias docenas de
micrófonos.
―Me llamo Dmitra,‖ dijo la chica de las trenzas tendiéndonos la mano.
Me observo impertérrita mientras mis ojos iban de su nariz a sus ojos, y de esa
forma firmamos un pacto tácito: ella no se fijaría en mis ojos amarillos si yo no
me fijaba en su nariz.
―¿Eres Sam o Grace?‖
Sonreí ante la broma, y le estreche la mano.
―Sam Roth. Encantado de conocerte.‖
Dmitra se dio la vuelta para presentarse a Grace, que estaba haciendo buenas
migas con el perro labrador, y dijo:
―¿Qué vamos a hacer hoy, chicos?‖
Grace me miro.
―Un demo, supongo,‖ respondí.
―¿Supones? ¿De qué tipo de instrumento estamos hablando?‖
Levante la funda de la guitarra.
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―Ok,‖ repuso Dmitra. ―¿Has grabado alguna vez antes?‖
―No.‖
―Un virgen. A veces viene bien trabajar con alguien sin pervertir.‖
Dmitra estaba empezando a recordarme a Beck: aunque no dejaba de sonreír y
hacer bromas, se notaba que al mismo tiempo nos estaba analizando. Beck
hacia lo mismo: se mostraba cálido y cercano mientras decidía si valías la pena
o no.
―Bueno, pues tienes que meterte allí,‖ prosiguió Dmitra señalando la pared de
cristal. ―¿Quieren un café antes de empezar? En la cocina hay recién hecho.‖
Grace fue directa a servirse uno. Dmitra se volvió hacia mí.
―¿Qué sueles escuchar?‖
Deje la funda encima del sofá y saque la guitarra.
―Mucha música indie,‖ conteste, tratando de no sonar presuntuoso. ―The Shins,
Elliot Smith, José Gonzalez, Damien Rice, Gutter Twins, cosas así.‖
―Ah, Elliot Smith,‖ repitió Dmitra como si no hubiera dicho nada más. ―Ok, me
hago una idea.‖
Grace regreso con una taza feísima que tenía un ciervo pintado, y Dmitra se
puso a trastear con un ordenador poniendo cara de que lo que hacía era
importante. Al cabo de unos minutos, se levanto nos indico que entráramos tras
ella en la otra sala. Me coloco delante de una audiencia compuesta por dos
micrófonos, uno para la voz y otro para la guitarra, y me dio unos audífonos.
―Así podrás oír lo que decimos nosotras,‖ explico mientras desaparecía en la
primera habitación.
Grace se quedo un poco más, con la mano apoyada en la cabeza del labrador.
Me notaba los dedos pegajosos y agarrotados, y los audífonos olían a cabezas
ajenas. Me removí en el taburete en que estaba sentado y mire a Grace con
expresión lastimera. La luz de los halógenos le daba una especia de belleza
arisca, como la de una modelo. Me di cuenta de que aquella mañana ni
siquiera le había preguntado qué tal se sentía. ¿Seguiría sintiéndose enferma?
Recordé la forma en la que se había tambaleado al salir del coche, y como
había tratado de disimularlo. Trague saliva para aflojar el nudo que tenía en la
garganta, y opte por decir una tontería.
―Cuando vivamos juntos, ¿podemos tener un perro?‖
177
―Ok,‖ respondí siguiéndome la corriente, ―Pero por las mañanas no lo sacare de
paseo porque estaré durmiendo.‖
―Tranquila, déjalo en mis manos, yo no duermo.‖
La voz de Dmitra salió por los auriculares haciéndome dar un respingo.
―¿Por qué no cantas y tocas un poco para que puedas ir ecualizando?‖
Grace se agacho y me dio un beso en la frente, teniendo cuidado de no
derramar café.
―Buena suerte.‖
Me hubiera gustado que se quedara conmigo mientras cantaba, para
recordarme porque estaba allí; pero, al mismo tiempo, habría sido absurdo
cantar canciones sobre mi añoranza por ella teniéndola delante, así que deje
que se fuera.
• GRACE •
Me senté en el sofá tratando de disimular lo mucho que me impresionaba
Dmitra. Ella siguió toqueteando botones en la mesa de mezclas sin decir nada,
así que preferí quedarme callada por si acaso.
La verdad es que me aliviaba poder estar un rato en silencio. Volvía a sentir en
la cabeza el latido sordo de los últimos días, y estaba extrañamente acalorada.
Cada vez que hablaba, el dolor parecía desplazarse de la frente a los dientes, y
aun estando callada empecé a sentir un hormigueo en la garganta y la nariz.
Me sonó disimuladamente con un pañuelo y lo examine en busca de sangre,
pero no vi nada.
Aguanta un poco Grace me dije. Hoy no puedes ponerte enferma.”
No pensaba estropear aquel día. Así que me quede sentada en el sofá,
haciendo todo lo posible por ignorar lo que sentía, y me concentre en Sam, que
afinaba la guitarra de espaldas a nosotras.
―Canta un poco,‖ le pidió Dmitra, y Sam giro la cabeza al oír su nombre por los
audífonos.
Empezó a tocar un punteo rápido que yo no conocía y se puso a cantar. Al
entonar la primera silaba su voz sonó temblorosa por los nervios, pero
enseguida adopto el tono sincero y grave de siempre. Estaba cantando una
canción muy triste sobre pérdidas y despedidas; al principio pensé que hablaba
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de Beck o incluso de mí, pero después me di cuenta de que en realidad Sam
hablaba de sí mismo:
Mil maneras de decir adiós,
mil maneras de llorar.
Mil maneras de colgar el sombrero,
al salir al exterior.
Digo adiós, adiós, adiós,
no lo dejo de gritar.
No sé si me acordare
cuando vuelva a oír mi voz.
A través de los altavoces Sam sonaba completamente diferente, como si fuera
la primera vez que lo oía. Mi boca se ensancho en una sonrisa boba que no fui
capaz de borrar; era absurdo sentirme orgullosa de algo en lo que no
participaba directamente, pero no podía evitarlo. Dmitra se había quedado
inmóvil ante la mesa de mezclas, escuchando atentamente con la cabeza
ladeada.
―La cosa promete. Quizás salgamos con algo bueno el día de hoy,‖ dijo de
pronto, sin girar la cabeza para mirarme.
Yo seguí sonriendo: no lo había dudado en ningún momento.
Capítulo 34
• ISABEL •
Eran las tres de la tarde, y Kenny‘s estaba prácticamente vacío. En el aire
flotaba un olorcillo a tocino barato, cebolla refrita y humo a tabaco, aunque no
lo había zona de fumadores.
Cole se acomodo en el banco tapizado de plástico y estiro las piernas hasta
sacarlas por mi lado de la mesa. El estilo paleto de aquella cafetería le pegaba
tan poco como a mí. Volví a mirarlo: parecía el modelo de un diseñador
macarra pero con buen gusto. Sus facciones, marcadas hasta resultar casi
brutales, tenían tantos ángulos que me daba la impresión de que podían
córtame si las tocaba; la decoración del bar resulto cómica en comparación,
como si algún fotógrafo le hubiera colocado allí para hacerle una sesión de
fotos en plan kitsch irónico. Los ojos se me quedaron enganchados en sus
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manos, enormes recorridas de venas azules. Me fascinaba la destreza con la
que movía los dedos para hacer cosas tan sencillas como echar azúcar al café.
―¿Eres músico?,‖ le pregunte.
Me miro con el ceño fruncido; supuse que la pregunta le había molestado por
alguna razón, pero se le daba demasiado bien esconder sus facciones.
―Si,‖ respondió.
―¿Qué tocas?‖
―Un poco de todo,‖ repuso con desgana, como si estuviera aburrido de que le
preguntaran lo mismo. ―El teclado, principalmente,‖ añadió casi a
regañadientes.
―Nosotros tenemos un piano en casa.‖
Cole se miro las manos.
―La verdad es que ya no toco.‖
Se hizo un silencio envolvente y toxico que no supe cómo romper.
Hice una mueca que Cole no vio porque seguía con la mirada clavada en la
mesa. Nunca había tenido ni ganas ni facilidad para reavivar conversaciones
mortecinas; pensé en llamar a Grace para preguntarle como podía animar a un
licántropo deprimido y con tendencias suicidas, pero no tenía el celular a mano.
Supuse que lo habría dejado en el coche.
―¿Qué miras?,‖ pregunte finalmente, sin esperar respuesta.
Para mi sorpresa, Cole estiro una mano hacia mí, con el pulgar por delante, y la
examino con una mezcla de asombro y repulsión.
―Esta mañana temprano, cuando volví a ser yo, tenía una cierva muerta
delante,‖ dijo, con una voz que era el reflejo de su cara. ―En realidad, no estaba
muerta del todo. Me miraba, pero no podía levantarse porque antes de
transformarme debí de desgarrarle el vientre,‖ Cole levanto la mirada para
comprobar mi reacción. ―Supongo que….que había empezado a devorarla viva.
Y debí de seguir un poco después de la transformación, porque tenía las
manos llenas de….entrañas. De sangre.
Volvió a mirarse el pulgar, y esta vez me di cuenta de que bajo la uña había
una raya de color marrón. La punta del dedo le tembló, tan ligeramente que
apenas tuve tiempo de percibirlo.
―No consigo limpiarlo del todo,‖ musito.
180
Apoye mi mano encima de la mesa, con la palma hacia arriba, y al ver que Cole
no comprendía lo que me proponía hacer, estire el brazo y le agarre los dedos.
Con la otra mano saque mi lima del bolso y la deslice bajo la uña hasta dejarla
limpia.
Sople sobre la mesa para que volara la suciedad, volví a guardar la lima y le
solté la mano.
Cole la dejo donde había caído, con la palma hacia abajo y los dedos extendido
sobre la superficie de la mesa, como un pájaro listo para emprender el vuelo.
―Lo que le paso a tu hermano no fue culpa tuya ¿sabes?,‖ dijo.
Resople.
―Gracias Grace.‖
―¿Cómo?‖
―Grace. La novia de Sam. Siempre me dice lo mismo, pero ella no estuvo allí
todo el tiempo. Además, el chico al que ella intento salvar con el mismo método
no se murió; puede permitirse ser generosa conmigo. ¿Por qué estamos
hablando de esto?‖
―Porque me has hecho andar cuatro kilómetros para tomar una taza de café
recalentado. Dime, ¿Por qué meningitis?‖
―Porque la meningitis produce fiebre.‖
Cole me miro con desconcierto y me di cuenta de que había empezado la
historia por la mitad. Volví a intentarlo:
―A Grace la mordieron cuando era pequeña. Pero no llego a transformase,
porque el idiota de su padre la dejo encerrada en el coche un dia de mucho
calor y estuvo a punto de freírse viva. Pensamos que tal vez podríamos
conseguir el mismo efecto provocando un acceso de fiebre que elevara la
temperatura del cuerpo, y no se nos ocurrió nada mejor que la meningitis.‖
―Que tiene una tasa de mortalidad del 35%,‖ apunto Cole.
―Del 10 al 30, si se trata,‖ le corregí. ―Si no, del 100%. De todas formas, ya te lo
he dicho: a Sam lo curo. Y a Jack lo mató.‖
―¿Jack es tu hermano?‖
―Lo era, si.‖
―¿Y tú le inyectaste a él?‖
―No, lo hizo Grace. Pero yo conseguí la sangre infectada que ella le inyecto.‖
181
Cole me miro con impaciencia.
―Entonces, no haría falta que te diga que tus sentimientos de culpa no es mas
que una forma de compadecerte de ti misma.‖
Enarque una ceja sin proponérmelo.
―Yo no…‖
―Shhh, estoy pensando.‖
Alargo la mano hacia su taza de café, y se quedo mirando el salero.
―Entonces, ¿Sam ya no se transforma?,‖ pregunto al cabo de unos segundos.
―No. Supongo que la fiebre coció al lobo que tenia por dentro, o algo así.‖
Cole negó con la cabeza sin levantar la mirada.
―Eso no tiene sentido. No debería haber funcionado. Es como decir que si
tiemblas cuando tienes frio y sudas cuando tienes calor, el mejor sistema para
que dejes de temblar definitivamente es meterse en un horno para pizzas.‖
―Bueno, no sé qué decirte. Este debería haber sido el último año de Sam como
humano, y ahí lo tienes. La fiebre funciono.‖
Cole levanto la mirada y frunció el ceño.
―No creo que se pueda afirmar eso. Podemos afirmar que algo relacionado con
la meningitis hizo que Sam dejara de transformarse. Y también podemos decir
que el golpe de calor que sufrió Grace freno sus transformaciones. Esos son
hechos probados. Sin embargo, no tenemos ninguna prueba de que la fiebre
fuera la causa directa.‖
―Vaya, el chico nos ha salido científico.‖
―Mi padre…‖
―….el científico loco,‖ complete.
―Si, el científico loco. Bueno pues había un chiste que mi padre repetía una y
otra vez a sus alumnos. Era sobre una rana… no espera, tal vez fuera un
saltamontes. Pero bueno, dejémoslo que era una rana. El caso es que un
científico coge una rana y le dice: Salta rana. Y la rana pega un salto de tres
metros. Entonces el científico anota: La rana salta tres metros. Después, el
científico le corta una pata y dice: Salta, rana. Y la rana salta un metro y medio.
El científico escribe: Con una pata menos, la rana salta un metro y medio.
Después le corta otra pata, y le manda que salte, y cuando la rana salta medio
metro, el científico anota: Con dos patas menos, la rana salta medio metro. Y al
final le corta las cuatro patas, y cuando le manda saltar, la rana se queda
182
quieta. Entonces, el científico escribe la conclusión del experimento: Si le
cortamos las cuatro patas a una rana, se queda sorda,” Cole me miro. ―¿La
cogiste?‖
Me puse furiosa.
―No soy una idiota del todo, ¿sabes, Coles? Si, ok, tú crees que llegamos a una
conclusión equivocada. Pero el caso es que funciono, ¿no? ¿Qué más da que
nos equivocáramos?‖
―Para Sam no tiene ninguna importancia, siempre que siga funcionando,‖
afirmo Cole. ―Pero creo que Beck no entendía bien el mecanismo. El me dijo
que el frio nos convertía en lobos y el calor en humanos; pero si eso fuera
cierto, los lobos nuevos como yo no tendríamos porque ser tan inestables. No
puedes decir que algo funciona según unas reglas fijas, y luego decir que al
principio no se cumplen porque el cuerpo aun no está acostumbrado a ellas. La
ciencia no funciona así.‖
―Entonces, crees que esto es como la lógica de la rana, ¿no?‖
―No lo sé. Llevaba un rato pensando en ello cuando llegaste a casa de Beck.
Estaba tratando de provocar la transformación con algo que no fuera el frio.‖
―Si, con adrenalina y con estupidez.‖
―Efectivamente. Mira, puede que esté equivocado, pero por ahora mi teoría es
esta: en realidad no es el frio lo que nos hace cambiar, sino la manera en que
nuestro cerebro reacciona ante el frio. Las dos cosas se parecen, pero en el
fondo son totalmente distintas. Una depende de la temperatura real; la otra
depende de la temperatura que percibe el cerebro,‖ Cole hizo un ademan de
agarrar se servilleta, pero se detuvo a medio camino. ―Siento que se me da
mejor pensar con papel y bolígrafo.‖
―No tengo papel, pero…‖ saque un bolígrafo del bolso y se lo ofrecí.
La mirada de Cole se centro de repente. Se inclino sobre la servilleta y dibujo
un esquema de cuadros conectados por flechas.
―Mira: el frio baja la temperatura corporal e indica al hipotálamo que mantenga
el cuerpo caliente. Esa es la razón de que temblamos al enfriarnos. El
hipotálamo también hace un montón de cosas curiosas, como decidir si eres
una persona diurna o nocturna, hacer que tu cuerpo produzca adrenalina,
determinar tu peso y…‖
―No lo creo,‖ le interrumpí. ―Te lo estas inventado‖
―Para nada,‖ respondió Cole muy serio. ―En mi casa se hablaba de estas cosas
normalmente a la hora de cenar.‖
183
Añadió otro cuadrado al esquema de la servilleta.
―Ok, aquí vamos a anotar las cosas que ordena hacer el hipotálamo al cuerpo
cuando se siente frio.‖
Escribió dentro Convertirse en lobo, rasgando un poco el papel con la punta del
bolígrafo.
Di la vuelta a la servilleta para examinar lo que había garabateado.
―¿Y cómo encaja la meningitis en todo esto?‖
Cole negó con la cabeza.
―No lo sé. Pero este enfoque podría explicar porque soy humano en este
momento.‖
Se inclino sobre la servilleta y, sin molestarse en girarla, escribió una palabra
en mayúscula sobre el recuadro del hipotálamo: METANFITAMINA.
Le mire.
Cole no aparto la mirada. A la luz de la tarde, sus ojos eran más verdes que
nunca.
―¿Nunca has oído decir que las drogas te machacan el cerebro? Bueno, pues
creo que es verdad.
Seguí mirándole, y me di cuenta de que esperaba que hiciera algún comentario
sobre su adicción.
Pero en lugar de hacerlo, dije:
―Háblame de tu padre.‖
• COLE •
No sé porque accedí a hablarle de mi padre; Isabel no era precisamente la
interlocutora mas empática del mundo. Aunque tal vez fuera justo por eso.
Eso sí, no le conté la primera parte de la historia, que era esta: antes de ser un
licántropo nuevo atado en la parte de atrás de la Tahoe de Beck, antes del Club
Josephine y de NARKOTIKA, había existido un chico llamado Cole St Clair y
era capaz de hacer cualquier cosa. Y el peso de esa capacidad era tan
insoportable que el mismo se destruyo antes de que la presión lo hiciera por él.
Pero no mencione nada de eso. Lo que dije fue:
184
―Erase una vez un chico cuyo padre era un científico, una leyenda. El padre
había sido un niño prodigio, después de una adolescencia genial y más tarde
un semidiós de la ciencia. Era genetista: trabajaba haciendo que los bebes de
la gente que le pagara fueran más guapos.‖
Isabel se limito a fruncir el ceño.
―Al chico le gustaba bastante su vida,‖ añadí.
Y no mentía. Recordé aquellas fotografías en las que mi padre posaba a la
orilla del mar cargándome a hombros. Recordé los juegos de palabras que
inventábamos para pasar el rato mientras viajábamos en coche. Recordé las
partidas de ajedrez, los peones apilados al lado del tablero. ―Mi padre pasaba
mucho tiempo fuera de casa; pero no me importaba, porque cuando estaba era
genial. Mi hermano y yo tuvimos una infancia bastante feliz. Sí, todo fue
estupendo….hasta que empezamos a crecer.‖
No recordaba bien la primera vez que mi madre había dicho aquella frase, pero
estaba seguro de que aquel había sido el momento en que todo empezó a
derrumbarse.
―Me tienes en suspenso,‖ dijo Isabel con sarcasmo. ―¿Qué te hizo?‖
―El no me hizo nada,‖ conteste. ―Fui yo.‖
¿Y que había hecho yo para que mi madre me lo dijera? Tal vez comentar algo
inteligente sobre alguna noticia del periódico, o tener un expediente tan brillante
como para que me adelantaran un curso, o resolver algún problema de ingenio
para niños mayores que yo. El caso es que un día mi madre me miro con
media sonrisa en su rostro eternamente cansado-no era fácil haberse casado
con un genio- y dijo:
―Adivinen a quien salió este niño.‖
Fue el principio del fin.
Mire a Isabel y me encogí de hombros.
―Adelante a mi hermano en el instituto. Mi padre empezó a empeñarse en que
fuera al laboratorio con él, en que entrara en la universidad antes de tiempo. En
realidad, quería convertirme en una réplica de él.‖
Me detuve a pensar en todas las veces que le había decepcionado. Su silencio
dolía mucho más que si me hubiera gritado.
―Pero yo no era él,‖ complete. ―El era el genio. Yo no.‖
―No me parece un problema tan terrible.‖
185
―A mí tampoco. Pero a él sí que se lo parecía; no entendía porque yo ni
siquiera lo intentaba, porque me iba por otro lado.‖
―¿Y cuál era ese otro lado?,‖ pregunto Isabel.
La observe en silencio.
―No me mires así,‖ protesto ella. ―No estoy intentando descubrir quién eres; me
da igual quien seas. Lo que quiero saber es quien te hizo como eres.‖
En ese momento la mesa se sacudió y, al levantar la vista, me encontré con
las caras emocionadas y llenas de acné de tres chicas preadolescentes. Me
escrutaban con los ojos abiertos de par en par y una expresión de entusiasmo
multiplicada por tres. Sus rostros no me sonaban de nada, pero conocía de
sobre aquella actitud: sabía con dolorosa certeza lo que me iban a decir.
Isabel las miro y dijo:
―Uh, hola, si venían a vendernos galletas de las niñas exploradoras, ya se
pueden largar. Mejor dicho, lárguense directamente vengan a lo que vengan.‖
La cabecilla del grupo, que llevaba unos pendientes de aro gigantesco-
tobilleras, los llamaba Víctor-, me tendió un cuaderno rosa.
―¡No puedo creerlo! ¡Sabía que no estabas muerto, lo sabía! ¿Me firmas un
autógrafo?‖
Las otras dos dijeron oh dios mío suave.
Hubiera debido sentirme aterrorizado por el peligro de que me reconocieran.
Pero lo único en lo que podía pensar mientras las miraba era en la agonía que
me había supuesto crear canciones cada vez más brutales y complejas, y todo
para conseguir una base de fans encabezada por tres niñatas chillonas con
camisetas de High School Musical. NARKOTIKA para mocosas.
―¿Cómo dices?,‖ respondí.
Su expresión de entusiasmo se descafeinó un poco, pero no aparto el
cuaderno.
―Por fa, por fa, por fa,‖ insistió. ―¿Me firmas un autógrafo? Te prometo que
después te dejaremos en paz. La primera vez que oí Break my Face morí. La
tengo de tono en mi celular, me vuelve loca. Es la mejor canción del mundo.
Cuando desapareciste me eche a llorar ¿sabes? Me tire días sin comer, y
hasta firme la petición para que no te dieran por muerto. Oh, Dios mío ¡No
puedo creerlo! ¡Estás vivo!‖
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Una de sus amigas se había puesto a llorar, abrumada por la increíble fortuna
de haber encontrado mi corazón todavía latiendo. Decidí echar mano de mi
capacidad para mentir descaradamente.
―Oh. Han penado que yo soy… Sí, me pasa a menudo. Lo siento mucho no soy
yo.‖
No hacía falta volverme hacia Isabel para saber que me estaba mirando.
―¿Qué?,‖ exclamo la chica de los aros, perdiendo al fin la cara de entusiasmo.
―Pues eres igualito a él. Realmente guapo,‖ añadió, poniéndose tan colorada
que sus órganos internos debieron de quedar sin sangre.
―Gracias,‖ conteste. Por favor solo váyanse.
―¿De verdad no eres él?,‖ insistió la chica.
―De verdad. No te imaginas cuantas veces me han confundido con él desde
que lo sacaron en las noticias,‖ me encogí de hombros en un gesto de disculpa.
―¿Puedo hacerte tomarte una foto con mi celular, al menos? Así podre
contárselo a mis amigas.‖
―No creo que sea una buena idea,‖ respondí, incomodo.
―Eso significa lárguense de aquí,” dijo Isabel. ―AHORA.‖
Las chicas lanzaron una mirada venenosa a Isabel y se dieron la vuelta para
conversar entre ellas. Se oía perfectamente lo que decían.
―Es igualito a él,‖ suspiro una de ellas.
―Yo creo que es él,‖ afirmo la chica de los aros. ―Lo que pasa es que no quiere
que lo molesten. Se fugo para huir de los periodistas.‖
Los ojos de Isabel quemaban en mí, esperando por una respuesta.
―Se han equivocado,‖ le asegure.
Las chicas habían vuelto a su mesa. La de los aros se dio la vuelta para
mirarme una vez más y grito:
―¡Te quiero de todos modos, Cole!‖
Las otras dos soltaron unos grititos ahogados.
―¿Cole?,‖ dijo Isabel.
Cole. Había vuelto al punto de partida. Cole St Clair.
Cuando salimos de la cafetería, las chicas me tomaron fotos con sus celulares.
187
Principio. Del. Fin.
Capítulo 35
• SAM •
Nunca había trabajado tanto en mi música como durante las dos primeras
horas que pasamos en el estudio. Una vez que Dmitra se convenció de que yo
no era un simple imitador de Elliot Smith, empezó a trabajar a toda máquina.
Repasamos las estrofas una y otra vez, a veces probando un arreglo diferente
otras veces grabando una guitarra rítmica adicional sobre los punteos o
añadiendo efectos de percusión. En algunas pistas grabe segundas y terceras
voces, hasta conseguir un coro de Sams que cantaban a la vez en pleno
esplendor polifónico.
Era genial, irreal, agotador. Estaba empezando a acusar lo poco que había
dormido la noche anterior.
―¿Por qué no te tomas cinco minutos de descanso?,‖ sugirió Dmitra al cabo de
unas horas. ―Aprovecha para estirar las piernas, ir al baño o tomar café
mientras yo mezclo lo que hemos grabado hasta ahora. Estas empezando a
perder un poco de frescura, y tu novia tiene pinta de echarte de menos.‖
―¡Pero si solo estoy aquí sentada!,‖ protesto Grace.
Sonreí, deje los auriculares junto a la guitarra y entre en la sala principal. Grace
estaba arrellanada en el sofá, con el perro a los pies y cara de estar tan
cansada como yo. Me quede a su lado mientras Dmitra me mostraba la onda
de mi voz en la pantalla del ordenador. Grace me abrazo las caderas y apoyo
la mejilla en mi pierna.
―Sonabas estupendamente.‖
Dmitra pulso un botón y min voz empezó a sonar por los altavoces comprimida,
ecualizada y mejorada. No parecía yo. O tal vez sí; sonaba como yo, pero oído
por la radio. Como yo, oído desde fuera de mí. Cruce los brazos y me encaje
las manos bajo las axilas mientras escuchaba. Si era tan fácil conseguir que
cualquiera sonara como un profesional, no sabía porque no se lanzaban todo el
mundo a grabar en un estudio.
―Es brillante,‖ dije. ―No sé qué has hecho, pero ha quedado muy bien.‖
Dmitra siguió pulsando botones y controles sin darse la vuelta.
―Todo el merito es tuyo, baby. Yo todavía no he hecho gran cosa.‖
No le creí. ―Sí, claro. Hey, ¿Dónde está el baño?‖
188
Grace señalo el pasillo con la barbilla.
―Gira a la izquierda en la cocina.‖
Acaricie la cabeza de Grace, y al llegar a la oreja le hice cosquillas hasta que
me soltó la pierna. Luego me interne en el laberinto de pasillos, donde sí que
olía inconfundiblemente a tabaco. Las paredes estaban cubiertas de fotos y
fundas de discos enmarcadas y firmadas, y cuando salí del baño me entretuve
un rato examinándolas. Tal vez Karyn tuviera razón al decir que podían
averiguarse muchas cosas sobre una persona estudiando los libros que leía;
pero lo que yo sabía era que se podía descubrir aun mas analizando la música
que escuchaba. A juzgar por lo que se veía en las paredes, los gusto de Dmitra
se movían en torno al dance y la música electrónica; tenía una colección
impresionante de caratulas, que admire aunque aquellos grupos no me
gustaban especialmente. También me sorprendió ver decenas de discos
suecos, y decidí tomarle el pelo a Dmitra cuando volviera al estudio.
En ocasiones los ojos ven cosas que el cerebro no registra. Pasa a veces,
cuando coges un periódico y te aparece en la cabeza una frase que aun no has
leído conscientemente. O cuando entras en una habitación y adviertes que hay
algo fuera de lugar antes de que te dé tiempo a examinarla.
Eso fue lo que me ocurrió entonces: de pronto me dio la impresión de que
había visto la cara de Cole, aunque no sabía de dónde. Volví a fijarme en la
pared y recorrí con la mirada las portadas de los discos, más detenidamente
que antes. Me fije en los diseños, los títulos y los nombres de los grupos, en
busca de lo que me había llamado la atención.
Hasta que lo encontré. Era una foto más grande que las demás, porque no era
una funda de un disco sino una portada de revista. Mostraba a un chico
saltando hacia el espectador mientras los otros dos miembros de su grupo lo
observaban. Era una foto muy conocida, y recordaba haberla visto antes. La
primera vez me había sorprendido la forma en que el chico saltaba hacia la
cámara con los brazos desplegados a los lados, como si lo único que le
importara fuera aquel vuelo y no le preocupara nada lo que podría ocurrir
cuando aterrizase. También me sonaba el titular de la revista, escrito con el
mismo tipo de letra que había usado el grupo en la caratula de su primer disco:
Explosión: El líder de NARKOTIKA habla del éxito antes de los 18 años.
Si, la conocía. Pero no me había dado cuenta hasta ese momento de que aquel
chico tenía la cara de Cole.
Cerré los ojos un instante. Por favor pensé. Por favor, que no se mas que una
coincidencia. Por favor, que Beck no fuera tan inconsciente como para
contagiar a un músico famoso.
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Abrí los ojos: Cole seguía allí. Y detrás de él, desenfocado porque a la cámara
solo le importaba Cole, estaba Víctor.
Volví lentamente a la sala de grabación; Dmitra y Grace estaban escuchando
otra de mis canciones, que sonaba aun mejor que la anterior. Pero de repente,
todo aquello me parecía desconectado de mi vida. De mi vida real, la que se
regía por los cambios de temperatura incluso ahora que mi piel era firmemente
humana.
―Dmitra,‖ dije, y ella se giro.
Grace también me miro con el ceño fruncido; debía de haber oído algo extraño
en mi voz.
―Dmitra, ¿Cómo se llama el cantante de NARKOTIKA?,‖ pregunté.
Ya tenía todas las pruebas que me hacían falta, pero necesitaba oírselo decir a
alguien en voz alta para creerlo del todo.
La cara de Dmitra se abrió en una sonrisa que la hizo parecer mucho más
cálida y cercana.
―Oh, hombre ese fue un concierto increíble,‖ dijo con voz suave. ―El tipo estaba
como un zorro, pero la banda fue….,‖ sacudió la cabeza como si recordara de
repente que le había hecho una pregunta. ―Se llama Cole St Clair. Lleva unos
meses desaparecido.‖
Cole.
Cole era Cole St Clair.
Y yo que pensaba que, con mis ojos amarillos, era difícil pasar desapercibido.
Había miles de ojos buscando a Cole por todas partes, ansiosos por
reconocerle.
Y cuando lo encontraran, nos encontrarían a todos.
Capítulo 36
• ISABEL •
―¿Dónde quieres que te deje? ¿En casa de Beck?‖
Estábamos sentados en mi todoterreno, que había dejado parqueado en la
esquina más alejada del aparcamiento de Kenny‘s para que ninguna bestia lo
abollara al abrir la puerta de su coche. Tuve que hacer un esfuerzo para no
190
mirar a Cole, que parecía enorme en el asiento delantero; era como si su
presencia resultara aun más imponente que su cuerpo.
―No hagas eso,‖ dijo Cole.
Lo mire de reojo.
―¿Hacer qué?‖
―Fingir que no ha pasado nada. Pregúntame.‖
La tarde estaba cayendo rápidamente, y en el horizonte se veía una nube larga
y oscura que parecía cortar el cielo. No amenazaba lluvia; solo era el mal
tiempo de camino hacia otra parte.
Suspire. No estaba segura de querer saberlo. Me daba la impresión de que las
cosas se complicarían aun más si me enteraba de todo. Pero no podíamos
volver a meter al genio en la lámpara, ahora que había salido.
―¿De verdad importa?‖
―Quiero que lo sepas,‖ respondió Cole.
Ahora sí que me di la vuelta para mirarle. Observe su rostro peligrosamente
bello, que aun ahora parecía susurrarme una canción hipnótica: ―Isabel,
bésame, piérdete en mi.” Era una cara triste una vez que aprendías a
interpretarla.
―¿Enserio?‖
―Necesito averiguar si alguien más sabe quién soy, además de esa panda de
niñas,‖ repuso Cole. ―Porque si no, tendré que matarme de verdad.‖
Lo fulmine con la mirada.
―En fin. Déjame adivinarlo.‖
Recordé lo que me había dicho antes y lo sume a lo guapo que era.
―Eres teclista de uno de esos grupos de chicos que vuelven locas a los
adolescentes,‖ dije.
―Compositor y cantante de NARKOTIKA.‖
Me quede esperando a que me dijera que estaba bromeando.
Pero no lo hizo.
191
• COLE •
Isabel se quedo impertérrita. Así que mi público objetivo sí que son las
preadolescentes, pensé.
Me estaba dando un bajón tremendo.
―¡No me mires así!,‖ protesto Isabel. ―Ok, no reconocí tu cara, pero he oído mil
veces tus canciones. Se las sabe todo el mundo y parte del extranjero.‖
Guarde silencio; no quedaba nada por decir. Toda aquella conversación me
parecía un déjà vu, como si supiera de antema que Isabel y yo íbamos a hablar
de aquello en su coche mientras el cielo de la tarde se oscurecía por las
nueves.
―¿Se puede saber qué te pasa, Cole?‖ pregunto Isabel, inclinándose para
mirarme directamente a la cara. ―¿Crees que me da miedo que seas un músico
de rock?‖
―No es por la música.‖
Isabel me agarro el antebrazo y apretó los dedos sobre las cicatrices de
pinchazos que recorrían la parte interna.
―Déjame adivinar: te drogabas, te acostabas con cientos de chicas, decías
palabrotas. ¿Hay algo que no me hayas contado ya? Esta mañana estabas
tirado en el suelo, desnudo, diciéndome que querías suicidarte. Después de
eso, ¿crees que enterarme de que eres el cantante superguay de NARKOTIKA
va a cambiar algo?‖
―Si. No. No sé.‖
No sabía lo que estaba sintiendo. ¿Alivio? ¿Decepción? ¿Me hubiera gustado
en el fondo que las cosas cambiaran entre Isabel y yo?
―¿Qué quieres que te diga?‖ pregunto Isabel. ―¿Qué salgas ahora mismo de mi
coche, porque podrías pervertirme? Demasiado tarde, Cole. Yo ya estoy mas
allá de tu influencia.‖
Me eche a reír sin poder evitarlo, aunque sabía que Isabel se lo tomaría como
un insulto. Y no lo era.
―Créeme, no lo estas,‖ dije. ―Se dé madrigueras sórdidas y diminutas en las que
nunca has estado, Isabel. A veces me he metido en ellas con otras personas, y
muchas no han vuelto a salir.‖
Yo estaba en lo cierto. Ella estaba ofendida. Debía de pensar que la tomaba
por ingenua.
192
―No te pongas brava, solo es una advertencia. Soy mucho más famoso por eso
que por mi música,‖ su cara era un tempano, aunque tuve la impresión de que
estaba empezando a comprender lo que le decía. ―Con el tiempo he llegado a
darme cuenta que soy incapaz de tomar ninguna decisión que no sea total y
brutalmente egocéntrica.‖
Ahora fue Isabel quien soltó una carcajada alta y cruel, tan segura de sí misma
que me resulto casi excitante.
―Sigo esperando a que me cuentes algo que no sepa,‖ sentenció mientras
metía la marcha atrás.
• ISABEL •
Lleve a Cole a casa, aunque sabía de sobra que no era una buena idea. De
hecho, puede que fuera esa fuera la razón por la que lo hice. Cuando llegamos
hacia una tarde resplandeciente, tan bonita que casi resultaba hortera. El cielo
mostraba un rosa brillante que yo solo había visto allí, en el norte de
Minnesota.
Estábamos de vuelta en el lugar que nos habíamos conocido, solo que ahora
ya sabíamos nuestros nombres. Junto a la entrada había un coche aparcado: el
BMW azul oscuro de mi padre.
―No te preocupes,‖ le tranquilice mientras aparcaba al otro lado de la rotonda
de la entrada. ―Es de mi padre. Hoy es domingo, así que estará el sótano
disfrutando de la compañía de alguna botella. No si quiera se dará cuenta
cuando entremos.‖
Cole se limito a salir del coche sin decir nada. Avanzo un paso, luego se froto
los brazos y me miro con ojos inexpresivos.
―Deprisa,‖ dijo.
Al sentir el roce cortante del viento entendí a que se refería. No tenía ninguna
gana de que se convirtiera en lobo justo en aquel momento, así que le agarre
del brazo y lo lleve hasta una puerta lateral que daba a la escalera de servicio.
―Por aquí.‖
Cole temblaba cuando cerré la puerta a nuestras espaldas, encerrándonos en
un descansillo del tamaño de un armario. Se agacho y estuvo unos segundos
en cuclillas, apoyado en la pared; yo deje una mano en el picaporte por si
terminaba convirtiéndose en lobo y tenía que dejarle salir.
Finalmente se levanto. Aunque olía un poco a lobo, seguía siendo Cole.
193
―Esta es la primera vez que me he esforzado por no transformarme,‖ dijo.
Se dio la vuelta y empezó a subir sin esperar a que le indicara el camino.
Lo seguí por las estrechas escaleras; lo único que distinguía de él en la
penumbra era el destello ocasional de su mano en la barandilla. Por la cabeza
me rondaba la extraña idea de que los dos íbamos en un coche que se
abalanzaba directamente contra un muro de piedra, y en vez de pisar el freno
acelerábamos cada vez más.
Cuando llegamos a la parte superior de las escaleras, Cole titubeo, pero yo no.
Le cogí la mano y le guie por el pasillo hasta el tramo de escaleras que llevaba
a mi cuarto en el ático. Al entrar en el, Cole se agacho para no golpearse la
cabeza contra el techo abuhardillado, y yo me di la vuelta y le agarre la nuca
antes de que le diera tiempo a incorporarse.
Olía increíblemente a lobo, algo que mi cerebro interpreto como una extraña
mezcla de Sam, Jack, Grace y la casa de Beck. Pero no me importo, porque su
boca era como una droga: al besarla, solo podía pensar en lo mucho que
quería sentir su labio inferior entre mis dientes y sus manos sobre mi cuerpo.
Toda en mi hormigueaba, vivo. En mi cabeza solo había sitio para el hambre
con la que Cole me devolvía los besos.
Lejos, en el piso de abajo, empezaron a sonar los golpes. Mis padre, como no.
Me dio igual: Cole y yo estábamos en otro planeta. Si la boca de Cole podía
llevarme tan lejos, ¿hasta dónde me llevaría el resto de su cuerpo? Pose una
mano en su cintura, recorrí el borde del vaquero con los dedos y desabroche el
botón. Cole se estremeció y cerró los ojos.
Yo retrocedí hasta tumbarme en la cama. El corazón me latía a un millón de
kilómetros por hora mientras lo observaba, imaginando ya la presión de su
cuerpo sobre el mío en el colchón.
Pero Cole no me siguió.
―Isabel,‖ dijo, con los brazos caídos en un gesto indeciso.
―¿Qué pasa?‖
Una vez más, yo estaba jadeante mientras él ni siquiera parecía respirar.
Después de la carrera de aquella mañana, no había tenido tiempo para
ducharme, repasarme el maquillaje o peinarme. ¿Sería por eso? Me apoye
sobre los codos, temblorosa. Dentro de mí se agitaba algo que no sabía
identificar.
―¿Qué, Cole? Suéltalo.‖
194
Cole siguió mirándome sin moverse, con el pantalón desabrochado y los puños
a medio cerrar.
―No puedo hacer esto.‖
Solté un resoplido burlón mientras dejaba resbalar la mirada.
―No lo parece.‖
―Me refiero a que no puedo seguir con esto.‖
Se abrocho los vaqueros sin dejar de mirarme.
Aparte la cara para no ver su expresión, deseando que dejara de observarme.
No creía que me estuviera mirando con lastima, pero no podía sacudirme esa
sensación. Me pregunte si pensaría explicarme porque estaba haciendo
aquello; dijera lo que dijera, sabía que me haría sentir mal.
―Isabel,‖ murmuro Cole. ―No te enfades. No creas que no quiero hacerlo. Estoy
muerto de ganas. Enserio.‖
No dije nada. Examine una pluma que se había salido de la almohada y se
había quedado hincada en el edredón de color lavanda.
―Por Dios, Isabel, no me lo pongas mas difícil, ¿quieres? Mira, estoy tratando
de recordar cómo ser una persona decente. Estoy tratando de volver a ser la
persona que era antes de empezar a odiarme a mí mismo.‖
―Y que pasa, ¿es que en aquella época no te enrollabas con nadie?‖, gruñí,
notando como una lagrima rodaba por mi mejilla.
Cuando levante la cabeza, vi que Cole se había dado la vuelta. Ahora miraba
por la ventana, con los brazos cruzados.
―¿No me dijiste que te estabas reservando para cuando te enamoraras?,‖
pregunto.
―¿Y a ti que te importa?‖
―Isabel, créeme es mejor que no te acueste conmigo. Estoy desquiciado; no
creo que sea la persona adecuada para hacer el amor contigo por primera vez
o con la que pierdas tu virginidad. Si te acuestas conmigo ahora, te arrepentirás
por el resto de tu vida. Es lo que tiene el sexo, ¿sabes? Sienta bien pero
también puede joderte la vida,‖ y añadió con amargura. ―Quieres hacerlo
porque ahora mismo necesitas no pensar en nada, y durante una o dos horas
funcionara. Pero luego todo volverá y será aún peor. Créeme.‖
―Bueno, tu eres el experto en la materia.‖
195
Se me escapo otra lagrima, lo que era extraño porque no había llorado desde
la semana en que Jack había muerto. Desee quedarme sola, no me gusta
especialmente desmoronarme delante de nadie, y menos aun de su majestad
Cole St Clair, el rey del mundo.
Cole apoyo las manos en el alfeizar, con la cara apenas iluminada por los
últimos rayos de sol que se colaban entre las nubes.
―Durante mi primara gira, engañe a mi primera novia, muchísimas veces,‖ dijo
sin mirarme. ―Cuando volví, discutimos por una tontería y acabe contándole
que la había engañado con tantas chicas que ni siquiera recordaba sus
nombres. Le dije que había visto lo suficiente para saber que ella no tenía nada
de especial. Cortamos; supongo que en realidad fui yo quien corto con ella. Era
la hermana de mi mejor amigo, así que los obligue a los dos a elegir entre ellos
o yo.‖
Se interrumpió para soltar una risita seca.
―Y ahora Víctor está ahí afuera, en alguna parte del bosque, encerrado en el
cuerpo de un lobo. Atrapado en un cuerpo que no es capaz de decidirse. Soy
un amigo estupendo, ¿no crees?‖
No dije nada: su crisis ética me daba exactamente igual.
―Ella también era virgen, Isabel,‖ dijo Cole volviendo a mirarme. ―Y ahora ella
me odia. Y se odia a sí misma. No quiero hacerte lo mismo a ti.‖
Le sostuve la mirada.
―No recuerdo haberte pedido ayuda,‖ replique. ―¿A ti te parece que te he
escondido en mi casa para que me hagas un tratamiento psicológico? Mira,
Cole, no necesito que me salves de mi misma. Ni de ti, ¿tan débil te crees que
soy?‖
Por un breve momento, no pensé que lo fuera a decir. Pero lo dije:
―Debí haber dejado que te mataras.‖
Su cara adopto aquella expresión vacía que estaba empezando a conocer
también. Habría debido mirarme con dolor o enfado, pero su mirada
era…inerte.
Las lágrimas me escocían los ojos en las mejillas y en la barbilla. No si quiera
sabia porque lloraba.
―Tú no eres esa clase de chica,‖ dijo Cole sonando cansado. ―Créeme, he visto
muchas de esas chicas y las conozco. Mira. No llores, tampoco eres de esa
clase de chica.‖
196
―¿Enserio? Entonces, ¿Qué clase de chica soy?‖
―Te lo diré cuando lo averigüe. Solo no llores.‖
De pronto me resulto insoportable que me viera así. Cerré los ojos.
―Vete. Sal de mi habitación.‖
Cuando volví a abrir los ojos, Cole se había ido.
• COLE •
Mientras bajaba al segundo piso, sentí la sensación de salir a la calle para
comprobar si la arcada que me había retorcido las tripas antes al llegar
significaba lo que yo creía. Sin embargo, enseguida decidí quedarme en el
calor de la casa. Me parecía haber aprendido algo sobre mí mismo, algo tan
nuevo e inesperado que lo perdería para siempre si me convertía en lobo
ahora.
Empecé a bajar por la escalera principal, consciente de que el padre de Isabel
estaba en alguna parte de la casa mientras ella se encerraba en su torre.
Me pregunte como seria crecer en una casa como aquella; casi me daba miedo
respirar demasiado fuerte por si descolocaba algún adorno o hacia caer los
pétalos de las flores de diseño que había sobre la superficies horizontales. No
es que mi familia fuera pobre, precisamente; para ser científico loco, mi padre
se las arreglaba sorprendentemente bien en la vida. Pero nuestra casa no
llegaba ni a los talones de aquella. La nuestra era una casa con….vida.
Al tratar de dirigirme a la cocina, me confundí y aparecí en el museo de historia
natural de Minnesota: una enorme habitación de techos altos, poblada por un
ejército de animales disecados. Había tantos que los habría tomado por falsos
si no hubiera sido por el olor a establo rancio que impregnaba la habitación,
¿No habría leyes de protección de animales en Minnesota? Algunos de
aquellos bichos tenían todo la pinta de estar en peligro de extinción; desde
luego yo nunca los había visto tan al norte. Me quede mirando una especie de
gato montés con un estampado exótico en el pelaje, y él me devolvió la mirada.
Recordé la primera conversación que había mantenido con Isabel, y como ella
había mencionado la afición de su padre a pegar tiros.
Evidentemente, había un lobo en postura acechante junto a una de las
paredes, con unos ojos de cristal que resplandecían a pesar de la penumbra.
Se me debía de haber pegado algo de Sam, porque de pronto me pareció que
una horrible manera de morir: alejado de tu verdadero cuerpo, como un
astronauta que muriera flotando en el espacio.
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Eche un último vistazo a los demás animales-me sentía casi parte de ellos- y
abrí una puerta que había al otro lado de la habitación, con la esperanza de
que diera a la cocina.
Me había equivocado de nuevo: al otro lado había una sala redonda, iluminada
por los rayos del sol poniente que entraban por un enorme ventanal curvado.
En el centro había un piano de media cola. Solo eso: el piano y las paredes
curvas de color burdeos. Una habitación dedicada exclusivamente a la música.
Me di cuenta de que ni siquiera me acordaba de la última vez que había
cantando.
No recordaba haberlo echado de menos.
Toque el borde del piano: el barniz sedoso estaba fresco bajo mis dedos. Y en
aquel momento, mientras sentía como el frio del atardecer presionaba contra el
ventanal y como mi piel se preparaba para cambiar, me sentí más humano de
lo que había sido en mucho tiempo.
• ISABEL •
Me quede rumiando mi enfado un rato más, y luego me obligue a levantarme y
fui al baño. Después de lavarme la cara y repasarme el maquillaje, me acerque
a la ventana por la que había mirado Cole y me pregunte a cuantos kilómetros
de distancia estaría. Para mi sorpresa, vi una luz zigzagueante entre los
árboles en dirección al claro del mosaico. ¿Cole? No. Era imposible que
guardara la forma humana con aquel frio; ya antes de entrar en casa había
estado a punto de transformarse. ¿Sería mi padre?
Fruncí el ceño: tenía la impresión de que aquella luz no traía nada bueno.
Y entonces oí el piano. No podía ser mi padre, que ni siquiera escuchaba
música. En cuanto a mi madre, no tocaba desde hacía meses, y además
aquella no era su forma precisa y delicada de teclear. Era una melodía
inquietante y aguda que se repetía una y otra vez, como si esperase a que
otros instrumentos se unieran en cualquier momento.
No era capaz de imaginarme a Cole haciendo música, y no pude aguantar las
ganas de verlo. Baje las escaleras sin hacer ruido y me dirigí hacia la sala del
piano. Al llegar a la puerta, me asome lo justo para observar sin ser vista.
Y ahí estaba el. En vez de sentarse en la banco, había apoyado una rodilla en
el como si no hubiera previsto quedarse tanto tiempo. Desde aquella
perspectiva no podía distinguir sus dedos de músico, pero no me hacía falta:
me basta con verle la cara. Aquel chico iluminado por el sol del atardecer, que
tocaba absorto un ritmo repetitivo sin saber que alguien lo estaba mirando, no
198
era el Cole que yo conocía. No era el chico agresivamente guapo y demasiado
engreído que había encontrado unos días atrás: era un chico normal y corriente
inventado una melodía. Se veía joven, inseguro y tierno, no pude evitar sentir
celos, porque él estaba reencontrándose mientras yo era incapaz de hacerlo.
Era como si aquello fuera otra muestra de sinceridad, un secreto más que Cole
compartía inconscientemente conmigo. Por una vez, pude distinguir algo en
sus ojos: vi que volvía a sentir, y que hacerlo le dolía.
Yo no estaba preparada para sentir aquel dolor.
Capítulo 37
• SAM •
El camino de vuelta a casa fue un collage de faros de coches, señales de
autopista que aparecían en la oscuridad y desaparecían como un destello, mi
voz saliendo al mismo tiempo de los altavoces y de mi boca, el rostro de Grace
iluminado por luces intermitentes.
Grace tenía los ojos entrecerrados por el sueño, pero yo me sentía más
despejado que nunca; era como si aquel fuera el último día del mundo y tuviera
que mantenerme despierto para verlo. Ya le había contado a Grace quien era
Cole en realidad, pero me parecía que aún quedaba cosas que decir. Debía de
estar aburriendo a Grace, pero ella seguía escuchando con magnanimidad.
―Ya sabía que su cara me sonaba de algo,‖ pensé en voz alta. ―Lo que no me
explico es porque lo habrá convertido Beck.‖
Grace se tapo las manos con las mangas y cerro las aberturas con los dedos.
Al resplandor del equipo de música, su piel parecía azulada.
―Puede que Beck no supiera quién era. Yo apenas conocía a los de
NARKOTIKA; solo me suena una de sus canciones, una que habla de romper
caras o algo así.‖
―Grace, es imposible que no sospechara nada. Lo encontró en Canadá,
mientras Cole estaba de gira. ¡De gira! ¿Cuánto tiempo puede pasar antes de
que alguien en Mercy Falls lo reconozca? ¿Y si su familia viene a buscarlo y se
convierte en lobo en su casa? ¡Encima le quedan catorce o quince veranos
como humano! ¿Qué va a hacer, encerrarse en casa de Beck para que nadie lo
reconozca?‖
―Tal vez,‖ repuso Grace, frotándose la nariz con un pañuelo que se guardo en
el bolsillo de la chaqueta. ―Tal vez no quiera que nadie lo encuentre; en ese
199
caso, no habría problemas. Deberías preguntárselo. O puedo hacerlo yo, ya
que a ti no te cae bien.‖
―No es que me caiga mal. Lo que pasa es que no confió en el.‖
Empecé a recorrer el volante con los dedos mientras miraba a Grace de reojo.
Ella apoyo la cabeza en la ventanilla y suspiró. Parecía extrañamente fatigada.
Me inundo una oleada de culpabilidad: Grace se había esforzado muchísimo
para que aquel día fuera perfecto, y yo lo estaba echando a perder.
―Perdóname, estoy siendo un desagradecido. Voy a dejar de pensar en ello por
hoy, ¿ok? Mañana será otro día.‖
―Mentiroso.‖
―No te enfades.‖
―No estoy enfadada, estoy muerta de sueño. Solo quiero que seas feliz, Sam.‖
Aparte una mano del volante para tocar la suya. Tenía la piel muy caliente.
―Soy feliz,‖ dije, aunque ahora en realidad me sentía mucho peor que antes:
estaba dividido entre el deseo de llevarme su mano mi nariz para comprobar si
olía a lobo, y el de dejarla donde estaba y hacer como que no pasaba nada
raro.
―Esta es mi favorita,‖ dijo Grace suavemente.
Solo descubrí a que se refería cuando puso de nuevo la canción que acaba de
terminar. En el CD, el otro Sam- el Sam inmutable que seguiría siendo joven
para siempre-cantaba: Chica de verano, me enamore de una chica de verano,
mientras otro Sam inmutable hacia la segunda voz.
El corazón empezó a retumbarme en el pecho. Los faros que venían de frente
rompían la oscuridad y se deslizaban dentro del coche, iluminándonos durante
un segundo. No podía dejar de pensar en la última vez que había cantado esa
canción; no ese día en el estudio, si no la vez anterior. Estaba sentado dentro
de un coche en una noche tan oscura como aquella, con la mano enredada en
el cabello de Grace mientras ella conducía justo antes de que el parabrisas
explotara y convirtiera la noche en un adiós.
Se suponía que era una canción alegre. Me pareció terriblemente injusto que
hubiera quedado envenenada por aquel recuerdo, a pesar de que las cosas se
hubieran arreglado después.
Grace giro la cara para apoyar la mejilla en el asiento. Parecía exhausta y
lejana.
200
―¿Te quedaras dormido si no te doy conversación?,‖ me pregunto con una
sonrisa desvaída.
―No te preocupes.‖
Ella me sonrió, se arropo son su chaqueta y me lanzo un beso. Después cerró
los ojos mientras mi voz cantaba en el fondo: Estaría feliz con este verano si se
trata de todos los que hemos tenido
Capítulo 38
• SAM •
La casa está hecha un desastre. Cuando entre en el salón, lo primero que vi
fue a Cole con una escoba y un recogedor, una visión aun más absurda. Que la
de su cuerpo convirtiéndose en el de lobo. Solo después me di cuenta de los
cristales rotos y los muebles tirados que había a su alrededor.
―Ah…..,‖ jadeo Grace a mi espalda.
Cole se dio la vuelta al oírla; me alivio ver que al menos parecía sorprendido,
aunque no arrepentido.
Me quede sin palabras. Cada vez que trataba de acercarme a Cole, el añadía
más leña al fuego. ¿Estaría el resto de la casa igual, o se habría limitado a
destrozar el salón?
Grace, sin embargo, se limito a mirarlo con la cabeza inclinada.
―¿Problemas?‖ pregunto, con la sombra de una sonrisa en voz.
Para mi enorme sorpresa, Cole le respondió con una mueca compungida e
inconfundiblemente arrepentida.
―Se han entrado unos gatos salvajes,‖ dijo con una sonrisa. ―Tranquilo, Sam,
estoy en ello.‖
Grace me frunció el ceño, y supe que me estaba pidiendo sin palabras que
fuera más amable con Cole. Intente recordar si alguna vez había estado
simpático con él. Estaba seguro que si, al menos al principio.
Le devolví la mirada a Grace. A la luz del salón parecía gris y cansada, como si
su piel transparentara las sombras debajo. Pensé que tendría que estar en
cama, en su casa. Me pregunte donde estarían sus padres y a qué hora
volverían.
―Voy a buscar la aspiradora,‖ le dije, alzando el tono al final como si fuera una
pregunta.
201
En realidad lo que quería decir era: ¿Estarás bien si te dejo a solas con él?
Grace asintió.
―Buena idea.‖
• GRACE •
Así que aquel era Cole St Clair. Era el primer músico famoso que veía en carne
y hueso, y la verdad es que no me decepcionó. A pesar de la escoba y el
recogedor, tenía toda la pinta de ser una estrella de rock: irreal, tenso,
peligroso. Pero creo que Sam se equivocaba al decir que su mirada estaba
vacía. Para mi sus ojos me parecían llenos de cosas, aunque tampoco es que
se me diera muy bien juzgar a la gente a simple vista.
―Así que tu eres Cole,‖ dije
―Y tú, Grace,‖ el dijo. Me sorprendió que el supiera mi nombre.
―Si,‖ conteste, abriéndome camino entre los trastos hasta llegar a una silla.
Me deje caer en ella: estaba empezando a sentirme como si alguien me
apedreara por dentro. Volví a mirara a Cole, pensando que si Beck lo había
escogido para reemplazar a Sam, tal vez hubiera que concederle el beneficio
de la duda. Eche un vistazo hacia las escaleras para asegurarse de que Sam
no estaba de vuelta, y dije:
―Bueno, ¿Es lo que esperabas?‖
• COLE •
Me gusto la novia de Sam antes de que abriera la boca, y cuando empezó a
hablar me gusto todavía más. No era el tipo de chica que me habría imaginado
para Sam. Resultaba guapa sin ser espectacular, y tenía una voz estupenda:
serena, decidida, personal.
Al principio no entendí su pregunta. Al ver que yo no respondí, se explico:
―Me refiero a lo de ser un lobo.‖
Me encanto que lo dijera así, sin más.
―Es mejor aún,‖ dije, admitiendo la verdad antes de darme tiempo para
censurarla.
202
Grace no se veía enfadada como se había mostrado Isabel, y fue por eso que
me anime a contarle el resto de la verdad.
―Quise convertirme en lobo para olvidarme de mi mismo, y eso es justamente lo
que conseguí. Cuando soy lobo, solo pienso en estar con la manada. No
pienso en el futuro, ni en el pasado, ni en quien soy, no importa nada de eso.
Solo existe el momento, estar con los demás lobos, percibir lo que me rodea
con los cincos sentidos. Sin limitaciones. Sin expectativas. Es increíble. Es la
mejor droga que existe.‖
Grace me sonrió como si le hubiera hecho un regalo. Fue una gran sonrisa
agradable, cómplice y sincera, y al verla se me paso por la cabeza que haría
cualquier cosa para ser su amigo y volver a ganarme esa sonrisa. Recordé lo
que Isabel me había contado de Grace: que la habían mordido, pero nunca
había llegado a transformarse. Me pregunte si se alegraría o se sentiría
decepcionada.
Así que se lo pregunte.
―¿Te fastidia no haberte transformado?‖
Ella se observo la mano, que tenia posada en el estomago, y luego echó un
vistazo furtivo al pasillo.
―Siempre me he preguntado cómo sería,‖ dijo al fin. ―Siempre me he sentido
fuera de lugar, como si estuviera en medio. Siempre he querido….no sé,‖ se
detuvo. ―¿Te llevaste de paseo la aspiradora, Sam?‖
Mire a la puerta: Sam estaba de vuelta, cargando con una aspiradora de
tamaño industrial. Aunque solo había estado fuera unos minutos, la habitación
parecía más brillante ahora que Grace y el estaban juntos de nuevo, como si su
simple proximidad produjera luz. Grace observo el avance tambaleante de Sam
con una sonrisa que parecía reservada exclusivamente para él, y él le
respondió con una mirada cómicamente furiosa que solo se conseguía de
noches y noches de conversaciones en la oscuridad.
Aquello me hizo pensar en lo que había pasado en casa de Isabel. Nosotros no
llegábamos a lo que tenia Sam y Grace, ni siquiera nos acercábamos. Pensé
en lo nuestro, y decidí que ni pasando mil años juntos podríamos alcanzar
aquel nivel de proximidad.
De repente me alegre de haberme marchado dejando a Isabel sola en su
habitación. Normalmente evitaba recordar mi costumbre de envenenar todo lo
que pasa por mis manos, pero por una vez me permití pensar en ello para
convencerme de que había hecho lo correcto. Tal vez no podía evitar explotar,
pero al menos podía procurar que la onda expansiva no alcanzara a nadie más
que a mí.
203
• GRACE •
Me sentía mal por quedarme sentada en la silla mirando como Sam y Cole
limpiaban. Cualquier otro día, me habría levantado de un salto para ayudarlos.
No me importaba nada hacer trabajos como aquel; de hecho, me gustaba.
Recoger una habitación tan desastrosa como aquella era satisfactorio, porque
al acabar daba la impresión de que se había conseguido algo.
Sin embargo, aquella noche no fui capaz de levantarme; bastante tenía con
mantener los ojos abiertos. Me sentía como si llevara todo el día luchando
contra algo invisible y estuviera empezando a perder la batalla. Tenía la
impresión de que mi estomago estaba lleno de algo viscoso y caliente, y me
imagine la sangre chapoteando en su interior. Mi piel ardía, ardía, ardía.
Sam y Cole colaboraban en silencio: mientras Cole se agachaba para barrer
fragmentos más pequeños, Sam recogía los grandes con el aspirador. Me
alegro verlos trabajar juntos, porque seguía pensando que Beck tenía que
haber visto algo en Cole. No podía ser una coincidencia de que hubiera traído a
otro músico; no habría hecho algo tan arriesgado como contagiar a un tipo
famoso si no hubiera tenido otra buena razón. Tal vez pensara que si Sam
conseguía seguir siendo humano, Cole y él podrían ser amigos.
De hecho, a Sam le vendría bien tener un amigo si yo…
Recordé la cara de Cole al preguntarme si me fastidiaba no haberme
transformado.
En el pasado me había imaginado muchas veces que era una loba. Que me
escapa con el Sam lobo al bosque dorado, lejos de la indiferencia de mis
padres y del estruendo de los humanos. Y luego, cuando había creído que el
bosque iba a arrebatarme a Sam, volví a soñar que me transformaba y me iba
con él.
A Sam le aterrorizaba volver a ser lobo. Pero ahora, finalmente, Cole me había
mostrado la otra cara de la moneda: Solo existe el momento, estar con los
demás lobos, percibir lo que me rodea con los cinco sentidos.
Si.
Tal vez no estuviera tan mal: tenía sus compensaciones. Notar el suelo del
bosque bajo mis patas, ver y olor todo con sentidos completamente nuevos.
Formar parte de la manada, de la naturaleza. Tal vez no fuera tan terrible
perder aquella batalla. Vivir en aquellos bosques que amaba no parecía un
sacrificio tan grande.
Pero entonces pensé en la pila de libros a medio leer que tenía en la estantería
de mi cuarto. Me imagine recostada en la cama, mis piernas entrazadas con las
204
de Sam, el leyendo una novela y yo estudiando. Sentada con él en su coche,
dando una vuelta con las ventanillas bajadas. Paseando con él de la mano por
el campus de una universidad. Viviendo en un apartamento lleno de cosas
nuestras, mirando un anillo en la palma de su mano, existiendo después del
instituto, existiendo como Grace.
Cerré los ojos.
Todo me dolía. Todo, y no podía hacer nada para remediarlo. La promesa del
bosque parecía distinta cuando no había otra opción.
• SAM •
Pensé que estaba cansada, al fin y al cabo, había sido un día muy largo. No
dije nada hasta que Cole se dio cuenta.
―¿Se ha quedado frita mientras pasábamos la aspiradora?,‖ pregunto con un
brillo divertido en los ojos, como si Grace fuera una niña pequeña que tuviera
por costumbre dormirse en los lugares más insospechados.
Observe sus ojos cerrados, y su respiración lenta, y sus mejillas enrojecidas y
sentí una punzada de ansiedad. Pero entonces Grace se movió y mi corazón
volvió a latir.
Mire el reloj: sus padres no tardarían en llegar a casa. No podía dejarla
dormirse otra vez.
―Grace.‖
―¿Mmm?,‖ murmuro ella, sin levantar la cabeza del brazo del sillón.
―¿A qué hora te dijeron tus padres que volvieras?‖
Grace se despabilo de repente y me miro. Me di cuenta de que no había sido
sincera conmigo.
―¿Saben que has salido?,‖ pregunte, con una sensación creciente de ahogo.
Grace aparto la mirada, con las mejillas coloradas y peor cara que antes.
Nunca la había visto tan avergonzada.
―Debería llegar a casa antes que ellos. Y volverán más o menos a
medianoche.‖
―Es decir, ya,‖ apunto Cole.
Durante un instante indefenso y sin palabras supe que Grace y yo estábamos
pensando lo mismo: no queríamos que ese día terminase. No queríamos
205
separarnos y meternos en dos camas frías, lejos el uno del otro. Pero hubiera
servido de nada reconocerlo en voz alta.
―Pareces muy cansada,‖ afirme. ―Te vendría bien dormir un poco.‖
No era eso lo que quería decir. En mi interior estaba rabiando por agarrarle la
mano, guiarla hasta llegar a mi habitación y susurrarle: Quédate, quédate.
Pero eso me habría convertido en la clase de persona que su padre creía que
era.
―No quiero irme,‖ suspiro Sam.
Me agache junto a ella para ponerme a la altura de su cara, que aun tenía
apoyada en el brazo de la butaca. Parecía una niña; solo al ver su expresión
indefensa me di cuenta de la intensidad que Grace emanaba normalmente.
―Yo tampoco quiero que te vayas,‖ murmure. ―Pero es mejor que no te metas
en mas líos con tus padres. ¿Te ves con fuerza para conducir?‖
―Más me vale, porque mañana necesito el coche. Ah, bueno no. Mañana hay
reuniones de evaluación y se suspenden las clases. Pero lo necesitare pasado
mañana.‖
Se levanto con pesadez. Cole y yo nos quedamos mirándola mientras sacaba
las llaves del coche y las sostenía en la palma de la mano como si no supiera
qué hacer con ellas.
No quería que se fuera. Pero sobre todo no quería que condujera.
―Puedo llevar yo el coche de Grace,‖ propuso Cole.
Lo mire desconcertado y él se encogió de hombros.
―Yo llevo su coche mientras tu llevas a Grace en el tuyo. Después me traes de
vuelta a no ser que…‖ volvió a encogerse de hombros.
Grace me miro con cara de estar deseando que yo accediera, asi que accedí.
―De acuerdo,‖ asentí.
―Grace,‖ le dijo Grace a Cole.
―De nada.‖
Me costaba creer que Cole se hubiera transformando de repente en un tipo
amable, y desee que no se hiciera el loco con el coche. Pero no era capaz de
renunciar a la oportunidad de pasar un rato mas con Grace, y especialmente de
saber que llegaba a su casa sana y salva.
206
Así que los tres emprendimos la marcha: Cole solo detrás de nosotros,
conduciendo el coche de Grace, y nosotros dos en mi coche. No solté la mano
de Grace en todo el camino. Cuando llegamos a la casa, Cole aparco en la
entrada mientras Grace se inclinó y me beso, empezó como un casto beso y
luego mi boca estaba en los dedos de Grace que me aferraban la camiseta, y
quería quedarme, oh Dios, me quería quedar…..
…. y entonces Cole dio unos golpecitos en la ventanilla. Lo mire: temblaba de
frío. Baje el cristal.
―El padre de Grace está mirando por la ventana, así que tal vez prefieras dejar
de meterle la lengua en la boca de su hija. Y tu deberías darte prisa,‖ dijo
dirigiéndose a Grace. ―Porque voy a necesitar que Sam recoja mi ropa del
suelo en unos cinco segundos y preferiría ahorrarle a tu padre el espectáculo.‖
Grace abrió los ojos de par en par.
―¿Están en casa?‖
Cole señalo con la barbilla el coche que había aparcado detrás del de Grace y
ella se quedo mirándolo sin decir nada. Así que era verdad: había salido sin
permiso.
―Dijeron que llegarían tarde. Siempre vuelven de madrugada cuando van a
esos encuentros.‖
―Voy contigo,‖ dije, aunque era como ahorcarme. Cole me miraba como si
leyera mis pensamientos, y Grace negó con la cabeza.
―No. Será más fácil para mí si no estás. No quiero que empiecen a gritarte.‖
―Grace…‖
―No. No voy a cambiar de idea. No te preocupes, me las arreglaré. Esto tenía
que ocurrir tarde o temprano.‖
Y esa era mi vida en pocas palabras: Besando a Grace en forma de despedida,
deseándole suerte, dejándola ir, y luego abriendo la puerta de mi coche para
que los vecinos no vieran como Cole se transformaba. Un resumen perfecto de
la vida de Sam Roth en menos de dos minutos.
Cole se acuclillo estremecido sobre el asfalto.
―¿Por qué esta castigada?,‖ pregunto levantando la mirada hacía mi.
―Porque sus padres, que llevan años haciendo su vida sin preocuparse por
Grace en absoluto, decidieron que yo les caía mal. Supongo que el hecho de
que nos encontraran durmiendo en la misma cama tendría algo que ver.‖
207
Cole enarco las cejas sin hacer ningún comentario, y luego agacho la cabeza
para aguantar una convulsión.
―¿Es cierto que la dejaron en el coche y estuvo a punto de cocinarse?‖
―Si. Ese momento es una metáfora de toda su relación.‖
―Muy bonito,‖ opino Cole. Tras una breve pausa, añadió. ―¿Por qué esta
tomando mucho tiempo? Pensé que esta vez si que me iba a convertir.‖
Ya olía a lobo. Asentí con la cabeza.
―Es que estas hablando conmigo al mismo tiempo. Déjate ir.‖
Ahora Cole estaba agachado, con las manos apoyadas en el asfalto y una
rodilla doblada. Parecía un corredor esperando el pistolazo de salida.
―La otra noche no pensé que….‖
Le interrumpí; ya era hora de que le dijera lo que hubiera debido decirle desde
el principio.
―Cuando me recogió Beck yo no era nadie, Cole. Estaba tan dañado que
apenas podía funcionar. Apenas comía, y me ponía a gritar cada vez que oía
un grifo abierto. Esto me lo han contando, porque yo ni siquiera me acuerdo.
Tengo lagunas enormes en mi memoria. Todavía estoy dañado pero ya no
tanto como al principio. ¿Quién soy yo para cuestiona que Beck te escogiera?
No soy nadie, Cole.‖
Cole me miro con una expresión extraña y después vomito sobre la carretera.
Sin parar de temblar y de sacudirse, retrocedió abandonando su cuerpo
humano y se debatió hasta desgarrar la camiseta. El Cole lobo se quedo
temblando en la acera un buen rato, hasta que conseguí convencerle de que
entrara en el bosque detrás de la casa de Grace.
Luego me quede unos minutos junto al coche contemplando la casa de Grace,
esperando a que se encendiera la luz de su habitación e imaginándome allí con
ella. Echaba de menos el susurro de Grace al pasar las páginas de sus libros
de texto mientras yo escuchaba música en su cuarto. Echaba de menos el
tacto helado de sus pies en mis piernas cuando se metía en la cama junto a mí.
Echaba de menos su sombra cuando se asomaba para ver la página del libro
que yo estaba leyendo. Echaba de menos el olor de su cabello, y el sonido de
su respiración, y mi ejemplar de Rilke sobre su mesilla, y su toalla mojada
extendida en el respaldo de la silla del escritorio. Había pasado el día entero
con ella, así que hubiera debido estar satisfecho. Pero lo único que había
conseguido era extrañarla todavía más.
208
Capítulo 39
• GRACE •
La certeza de que me había metido en un lio me resulto curiosamente
liberadora. Me di cuenta de que llevaba todo el día preguntándome si me
pillarían, o si descubrirían algunos días más tarde que les había desobedecido.
Ahora no tenía porque seguir preguntármelo.
Conocía la respuesta.
Abrí la puerta, entre en el recibidor y vi a mi padre de pie en el fondo, con los
brazos cruzados. Mi madre estaba a un par de metros de él, medio oculta por
la puerta de la cocina, con los brazos cruzados también. Los tres nos
quedamos callados.
Quería que me gritaran; yo estaba lista para gritar. Mi cuerpo entero estaba
estremecido por dentro.
―¿Y bien?,‖ me pregunto mi padre cuando llegue a la altura de la cocina.
Así, sin más. Ni un solo grito. Solo esa pregunta, como si esperase que yo
recitara todas las faltas que había cometido.
―¿Qué tal el show?,‖ pregunte.
Mi padre me fulmino con la mirada, pero fue mi madre la primera en abrir
fuego.
―¡No actúes como si nada hubiera pasado, Grace!‖
―No estoy actuando. Si quieren lo digo claramente: ustedes me dijeron que no
saliera y yo he salido.‖
Mi madre cerró los puños con tanta fuerza que se le pusieron blancos los
nudillos.
―Estas actuando como si no hubieras hecho nada malo.‖
Me sentía absolutamente tranquila por dentro, impasible. Había hecho bien en
decirle a Sam que no entrara, con él allí, no podría haber estado tan serena.
―Y no lo he hecho. He ido a un estudio de grabación con mi novio, he cenado y
he vuelto a casa antes de las doce.‖
―Pero nosotros te lo habíamos prohibido,‖ replico mi padre. ―Por eso está mal
que lo hicieras. Estabas castigada, y aún así te fuiste. No puedo creer que
hayas traicionado la confianza que teníamos en ti.‖
―¡Están sacándolo todo de quicio!,‖ exclamé.
209
Hubiera querido replicar a mi padre en voz más alta de la que él había usado,
pero no lo logre; las fuerzas que había recobrado mientras volvía a casa en el
coche de Sam estaban desvaneciéndose rápidamente. El pulso me retumbaba
en la garganta y el estomago, y me sentía febril y revuelta. Aún así, hice un
esfuerzo por hablar con voz firme.
―No consumo drogas, saco buenas notas, nunca me he hecho un piercing o un
tatuaje en algún rincón sospechoso.‖
―¿Y qué me dices de..?,‖ mi padre se interrumpió, incapaz de terminar la frase.
….‖¿de acostarte con tu novio?,‖ remato mi madre. ―En nuestra propia casa.
Nos has faltado el respeto, Grace. Te hemos dejado espacio para que pudieras
crecer, y tu...‖
Oír aquello me devolvió las fuerzas de repente.
―¿Espacio para que pudiera crecer? ¡Si me han dejado un planeta entero para
mi sola! Me he pasado cientos de noches sola en casa, esperando en que se
dignaran en volver. He cogido el teléfono un millón de veces para oírlos decir:
Llegaremos tarde, corazón. He arreglado mi propio camino a casa desde la
escuela una y mil veces. ¿A eso lo llamas dejarme espacio para crecer? Y
ahora que al fin tengo a alguien a quien he escogido yo misma, no lo pueden
soportar. Son….‖
―Solo eres una adolecente,‖ dijo mi padre como si no me hubiera oído.
Estaba tan tranquilo que por un momento dudé de haber gritado, aunque los
latidos casi dolorosos de la sangre en mis oídos me confirmaban que lo había
hecho.
―Mira, Grace no tienes ni idea de lo que es una relación seria,‖ continuo mi
padre. ―Este es tu primer novio. Si quieres que te consideremos como una
chica responsable, debes probar que lo eres. Y la verdad que acostarte con tu
novio y desobedecer abiertamente nuestras ordenes no es la mejor forma de
demostrarlo.‖
―Volvería hacerlo. No me arrepiento.‖
A mi padre se le subieron los colores, como una marea que surgía del cuello de
su camisa y avanzaba hasta la raíz del pelo. A la luz de la cocina, su cara
parecía morena.
―¿Qué te parece esto entonces, Grace? Te prohíbo que vuelvas a verlo. ¿Es
suficiente para que te arrepientas?‖
―Lo que tu digas,‖ dije.
210
Aquella discusión me parecía cada vez más lejana e insignificante. Necesitaba
sentarme. O tumbarme. O dormir.
Las palabras de mi padre eran como clavos hincándose en mis sienes.
―¡No estoy bromeando!,‖ exclamo. ―No me gusta la persona con la que estás.
Es evidente que no nos respeta ni a tu madre ni a mí. No voy a permitir que
arruines tu vida con él.‖
―No puedes hacer eso. No puedes impedir que lo vea.‖
―Claro que puedo. Tienes diecisiete años y vives en mi casa, y mientras las
cosas sigan así, puedo prohibirte lo que me parezca. Cuando cumplas los
dieciocho y hayas terminado el instituto, ya no podré decirte lo que debes
hacer. Pero por ahora, las leyes del estado de Minnesota están de mi parte.‖
Sentí algo extraño en el estomago, como una punzada de nervios, y al mismo
tiempo la frente me comenzó a hormiguear. Me rocé la nariz con el dedo y al
apartarlo vi que tenía una mancha roja. Cogí un pañuelo de la mesa y me lo
apreté contra la nariz; si se daban cuenta mis padres, las cosas podían
ponerse aun peor.
―Sam es mucho más que…‖dije.
Mi madre se dio la vuelta haciendo un gesto.
―Sí, claro. Y qué más.‖
Nunca la había odiado tanto como en aquel momento.
―Bueno, pues durante los próximos cuatro meses no va a ser nada,‖ sentenció
mi padre. ―No vas a volver a verlo mientras yo pueda evitarlo. No quiero más
noches como está. Se acabo la conversación.‖
No podía soportar estar en la misma habitación que ellos ni un segundo más.
No podía soportar la forma en que mi madre me miraba por encima del hombro
con una ceja alzada, como si estuviera esperando mi próximo movimiento. Y no
podía soportar más el dolor.
Me fui corriendo a mi cuarto y di un portazo tan fuerte que toda mi vida pareció
temblar.
Capítulo 40
• GRACE •
Morir es una noche salvaje y un nuevo comienzo.
211
Era incapaz de sacarme aquel verso de la cabeza, como si fuera un estribillo
pegadizo. No recordaba quien lo había escrito; solo que le había escuchado a
Sam leerlo en voz alta varias veces como si quisiera probar su sonido. Me
acordaba del momento exacto: estaba sentada en el despacho de mi padre,
repasando el esquema de una presentación oral que tenía que hacer al día
siguiente. Sam leía a mi lado, acurrucado en una butaca. En la atmosfera
cálida del despacho, mientras las gotas de lluvia se deslizaban por los cristales,
aquel verso leído con la voz suave de Sam me había parecido inocente.
Inteligente, incluso.
Ahora, envuelta en la oscuridad y el silencio de mi habitación, las palabras se
repetían febrilmente en mi cabeza una y otra vez. Y me parecían aterradoras.
La enfermedad que me comía por dentro nunca me había parecido tan real.
Espere mucho rato a que la nariz me dejara de sangrar, usando papel higiénico
para restañar la hemorragia cuando se me acabaron los pañuelos. Por
momentos tenía la impresión de que no iba a parar nunca. Me sentía rara,
como si tuviera las tripas anudadas, y la piel me hervía.
Solo quería saber que me estaba pasando por dentro. Cuanto tiempo duraría.
Que me haría al final. Si hubiera sabido todas esas cosas, si hubiera tenido
algo concreto a lo que aferrarme para ignorar el dolor, habría podido aceptarlo.
Pero no tenía ninguna respuesta.
Así que no podía dormir. No podía moverme.
Me quede tumbada en la cama, con los ojos cerrados. El espacio vacio en el
que hubiera debido de estar Sam me parecía inmenso. Antes de que ocurriera
todo aquello, cuando aún lo tenía a mi lado, habría rodado sobre la cama para
pegar mi cara a su espalda. Habría dejado que su respiración me acunara
hasta dormirme. Pero Sam no estaba aquí, y dormir parecía algo muy remoto
frente al calor que reptaba dentro de mí.
Recordé la voz de mi padre prohibiéndome volver a verlo y no pude reprimir un
jadeo. Tenía que cambiar de idea, no podía haberlo dicho en serio. Me obligue
a pensar en otra cosa. Mi cafetera roja. No sabía si existirían cafeteras así,
pero si existían, una de ellas era para mí. La compraría en cuanto la viera. Si,
tenía que ponerme un objetivo: ganar algo de dinero, comprar una cafetera
roja, marcharme de casa. Encontrar un lugar nuevo donde enchufarla.
Me coloque boca arriba y me palpe el vientre para comprobar si el estomago
me estaba dando vuelcos de verdad. Volvía a tener mucho calor, y la cabeza
me flotaba como si estuviera desconectada del cuerpo.
Notaba un gusto metálico en la boca. Por más que tragaba saliva, no
conseguía hacerlo desaparecer.
212
Algo iba mal dentro de mí. Lo sabía.
¿Pero que me pasaba?
No podía preguntárselo a nadie, así que trate de unir todas las pistas por mi
cuenta. El dolor del estómago. La fiebre. La sangre. El cansancio. El olor a lobo
muerto. La forma en que los lobos me habían mirado; la forma en que me
había mirado Isabel. La mano de Sam en mi brazo cuando me di la vuelta para
marcharme, reteniéndome para darme un último abrazo.
Demasiadas despedidas en tan poco tiempo.
De acuerdo, tal vez no fuera más que un simple virus. De acuerdo, podía ser
algo serio pero no incurable. Y de acuerdo, no tenía forma de saberlo…..
Pero lo sabía.
El dolor que estaba sintiendo era mi futuro. Era un cambio que escapaba de mi
control. Podía soñar con todas las cafeteras rojas del mundo, pero mi cuerpo
tenía la última palabra.
Me incorpore en la oscuridad tratando de contener a la loba que había en mi
interior y arrebuje el edredón en mi regazo. Quería estar con Sam. El aire frío
me mordisqueo las mejillas y los hombros desnudos. Desee no haberme
marchado de casa de Beck, estar en la cama de Sam, bajo los pájaros de su
cielo particular. Trague saliva para empujar el dolor hacia abajo. Sam me
habría abrazado y me habría dicho que todo iba a salir bien; y así habría sido,
al menos durante aquella noche. Pero Sam no estaba.
Imagine que me levantaba, me montaba en mi coche y volvía a casa de Sam.
Traté de figurarme la cara que pondría.
Me frote la planta de un pie con el otro. Era una locura. Tenía mil razones para
no hacerlo, pero…
Traté de ignorar el zumbido sucio que me llenaba la cabeza y me concentre en
hacer una lista mental de lo que necesitaba. Cogería unos vaqueros limpios de
la cómoda y me pondría un jersey y unos calcetines. Mis padres no tenían
porque enterarse de nada; el suelo no crujía demasiado. No era imposible.
Hacia un buen rato que el piso de arriba estaba en silencio. Si no encendía los
faros del coche, tal vez no se dieran cuenta de mi marcha.
Mi corazón empezó a latir con fuerza ante la idea de escapar.
Sabía que no era aconsejable buscarme más problemas con mis padres;
bastante enfadados estaban ya. Sabía que no sería fácil conducir con la sangre
bulléndome en la cabeza y la fiebre arrastrándose por mi piel.
213
Pero, en realidad, no creía que pudiera meterme en más problemas. Mis
padres ya me habían prohibido ver a Sam. No podían hacerme nada peor.
Además, no sabía cuántas noches me quedaban.
Pensé en mi madre, en como se había burlado aquel día de la diferencia entre
el amor y la lujuria, y en el paseo que di más tarde por el bosque tratando de
sentirme culpable por haberle gritado.
Recordé la forma en que mi padre se había asomado a mi cuarto para ver si
estaba con Sam. Calcule los años que llevaban sin preguntarme donde había
estado, que tal me iba, si necesitaba algo de ellos.
Había visto a mis padres juntos: eran una familia. Cada uno seguía
interesándose por los pequeños detalles de la vida del otro. También había
visto como Beck se preocupaba por Sam, como demostraba que lo quería. Y el
mismo Sam seguía girando alrededor del recuerdo de Beck como un satélite
perdido. Eso era una familia. Pero mis padres y yo…. mis padres y yo nos
limitábamos a vivir juntos. Y no mucho.
Me pregunte si una hija podía madurar más que sus propios padres.
Recordé la forma en que los lobos me habían mirado y me pregunte cuanto
tiempo me quedaría de vida. Cuantas noches podría pasar con Sam. Cuantas
noches tendría que desperdiciar sola en mi cuarto.
Aún sentía el regusto metálico en la garganta. Lo que había en mi interior no se
enfriaba, seguía ardiendo con furia, pero por ahora yo era más fuerte.
Conservaba el control sobre algunas cosas.
Me levanté.
Recorrí mi habitación y fui amontonando ropa en la cama: unos vaqueros,
camisetas, ropa interior, dos pares extra de calcetines. Me invadía una calma
extraña, como si estuviera en el ojo de un huracán. Guarde la ropa en mi
mochila junto a los libros de texto y el ejemplar de Rilke que Sam se había
dejado en la mesilla. Acaricie el borde de mi armario, enderece mi almohada y
luego me acerque a la ventana desde la que me había enfrentado hacía tiempo
a la mirada de una loba blanca. El corazón me retumbaba en el pecho,
esperando que de un momento a otro mis padres abrieran la puerta y me
sorprendieran. Lo que estaba haciendo me parecía tan serio que no podía
creer que nadie lo sintiera de algún modo.
Pero no ocurrió nada. De camino hacia la puerta, entre en el cuarto de baño y
cogí mis cepillos, el del cabello y el de los dientes. La casa seguía en silencio.
Me quede titubeando junto a la puerta principal, con las botas en las manos y
escuche.
214
Nada.
¿De verdad iba a hacerlo?
―Adiós,‖ susurre. Me temblaban las manos.
La puerta siseo al pasar sobre el felpudo y se cerró con un chasquido leve.
No sabía cuándo volvería.
Capítulo 41
• SAM •
Cuando no estaba Grace, me convertía en un animal nocturno. Estuve un rato
cazando hormigas a la luz mortecina de la cocina, y cuando tuve casi veinte
metidas en un vaso, las libere en el patio. Cogí la polvorienta guitarra de Paul
de la repisa de la chimenea y la afine: primero de forma normal, después
bajando la sexta a Re, después en una afinación folk llamada DADGAD, luego
otra vez normal. Baje al sótano, rebusque entre los libros de ensayo hasta
encontrar uno sobre impuestos, otro sobre estrategias para hacer amigos y otro
sobre meditación, y los coloque en la pila de libros que no pensaba leer nunca.
Luego subí al piso de arriba, fui al cuarto de baño, me senté en el suelo y
empecé a experimentar distintas tácticas para cortarme las uñas de los pies. Si
trataba de atrapar con la mano libre los trozos de uña que salían volando, solo
atinaba la mitad de las veces; si dejaba que aterrizaran donde quisieran para
recogerlos luego, solo encontraba la mitad. Así que era una batalla perdida:
tenía un cincuenta por ciento de bajas hiciera lo que hiciera.
Cuando estaba en mitad del experimento, empecé a oir los aullidos de los
lobos. Parecían estar debajo de la ventana del dormitorio de Beck. Sus
canciones me sonaban distintas dependiendo del estado de mi estado de
ánimo: podían ser resonantes y hermosas, como si la manada fuera un coro
envuelto en gruesos pelajes y olor a bosque. Otras veces eran sinfonías
solitarias y fantasmales, notas que caían en cascada para sumergirse en la
oscuridad de la noche. Otras eran himnos alegres que cantaban con gozo a la
luna.
Aquella noche solo se oía una cacofonía de aullidos que competían por llamar
la atención, con ladridos intercalados. Una manada discordante. Una manada
dispersa. Normalmente, los lobos solo aullaban así en las noches en que Beck
o Paul eran humanos. Pero aquella noche tenían a sus dos líderes. El único
que faltaba era yo.
Me levante y me dirigí a la habitación de Beck, sintiendo el tacto frío de las
baldosas en las plantas de los pies. Tras dudar unos instantes, descorrí el
215
pestillo de la ventana y la abrí. La ráfaga de aire helado no me produjo ningún
efecto. Ahora era simplemente humano, ahora solo era Sam.
Los aullidos de los lobos me rodearon.
―¿Me echan de menos?‖ pensé.
Los lamentos de los lobos continuaron, más protesta que un canto.
―Yo si los extraño.‖
Y entonces, con una vaga sensación de sorpresa, me di cuenta de que eso era
todo. Añoraba su compañía, pero no ser un lobo. Aquel chico que se apoyaba
en el marco de la ventana, colmado de recuerdos humanos, de miedos y
esperanzas, aquel chico que se haría viejo, era yo. Y no quería perderlo. No
echaba de menos estar aullando entre ellos; aquella sensación no podía
compararse con la de rasguear mi guitarra. Sus canciones eran
estremecedoras, pero nunca serían tan triunfantes como el sonido de mi voz el
pronunciar el nombre de Grace.
―¡Aquí hay gente que está intentando dormir!,‖ grite hacia la oscuridad, que
engullo mi mentira.
La noche pareció congelarse en un silencio oscuro. No se oían pájaros ni
crujidos de hojas. Solo el distante siseo de un coche rodando por una carretera
lejana.
―¡Aúuuuuuuuuu!,‖ canté desde la ventana para invocar a mi manada,
sintiéndome un poco ridículo.
Una pausa. Lo suficientemente larga para darme cuenta de lo mucho que
deseaba que me necesitaran.
Y entonces volvieron los aullidos, tan potentes como antes. Pero ahora las
voces se superponían y se combinaban en una armonía nueva, un propósito en
común.
Sonreí.
Una voz conocida sonó detrás de mí y me sobresalto; a punto estuve de
agujerear la mosquitera con la mano.
―Pensaba que tenías los sentidos de un lobo. ¿Tú no eras capaz de oír un
alfiler cayendo al suelo a un kilometro de distancia?‖
Era Grace. La voz de Grace.
Volví la cabeza y la vi en el umbral, con una mochila colgada al hombro. Su
sonrisa era…..tímida.
216
―Y resulta que te he encontrado desprevenido mientras estabas….¿qué
estabas haciendo exactamente?,‖ bromeó.
Cerré la ventana y giré sobre mis talones, desconcertado. Grace estaba allí, en
la puerta del dormitorio de Beck. Grace, que en aquel momento tendría que
estar en su cama, en su casa. Grace que se apoderaba de mis pensamientos
cuando no podía soñar. Pero en el fondo, no estaba sorprendido. ¿Acaso no
sabía desde el principio que acabaría apareciendo allí? ¿Acaso no había
estado esperando encontrarla en mi cuarto?
Finalmente, recupere el control de mi cuerpo y me acerque a ella. Hubiera
podido besarla, pero en vez de hacerlo alargue la mano hacia la correa de su
mochila y recorrí su superficie rugosa con el pulgar. La presencia de aquella
mochila respondía una de las preguntas que tenía en la cabeza. El rastro del
lobo muerto que se adivinaba en su aliento respondía otra de aquellas
preguntas. Aún quedaban muchas más. Por ejemplo: ¿Sabes lo que pasará
cuando tus padres se enteren? O ¿Sabes que esto va a cambiarlo todo? O
¿¿Te da igual lo que tus padres piensen de ti, lo que piensen de mí? Pero la
presencia de Grace las respondía a todas afirmativamente. Grace no habría
puesto un pie fuera de su dormitorio sin pensar en todo aquello.
De modo que solo me quedaba una pregunta por hacerle:
―¿Estás segura?‖
Ella asintió.
Y con algo tan simple como eso, todo cambio.
Tire suavemente de la correa de la mochila y suspire.
―Oh, Grace.‖
―¿Estas enfadado?‖
Le agarre las manos y empecé a balancearlas, como si bailáramos sin mover
los pies. Mi mente era un revoltijo de citas de Rilke: (Tú que nunca llegaste
hasta mis brazos, amada que perdí desde el principio…), de la voz de su padre
(Te aseguro que me estoy conteniendo para no decir algo de lo que pudiera
arrepentirme) y de aquella figura hecha de añoranza solidificada, aquella
presencia que por fin tenía entre las manos.
―Estoy asustado,‖ repuse.
Pero al mismo tiempo, pude sentir como una sonrisa se abría paso en mi
rostro. Y cuando Grace la vio, de su cara desapareció una nube de ansiedad
que yo ni siquiera había percibido antes, dejando un cielo despejado, y
finalmente, el sol.
217
―Hola,‖ le dije, y la abrace.
Ahora que la tenía entre los brazos, la añoraba casi más que cuando estaba
lejos de mí.
• GRACE •
Me sentía lenta y adormilada, como si todo aquello fuera un sueño.
Me daba la impresión de que había entrado en la vida de otra persona, de una
chica que se escapaba a la casa de su novio. Aquella no era Grace, la
jovencita responsable que siempre entregaba a plazo los trabajos, que no salía
de fiesta, que jamás traspasaba los limites. Y sin embargo allí estaba yo,
metida en el cuerpo de aquella chica rebelde, colocando cuidadosamente mi
cepillo de dientes junto al cepillo rojo de Sam como si aquel fuera mi hogar.
Como si fuera a quedarme allí una temporada. Me escocían los ojos de
cansancio, pero mi cerebro seguía runruneando, completamente despierto.
El dolor se había calmado. Sabía que solo estaba escondido, apaciguado
temporalmente por la cercanía de Sam, pero agradecí ese respiro.
Sobre el suelo del baño, junto al váter, había un recorte de uña. Aquella visión,
en apariencia tan vulgar, me acabo de convencer de que estaba en el cuarto de
baño de Sam, en su casa, de que iba a pasar la noche con él en su habitación.
Mis padres iban a matarme. ¿Qué harían por la mañana cuando se dieran
cuenta? ¿Llamar a mi móvil? ¿Escucharlo sonar desde el cajón cerrado con la
llave donde debían de habérmelo metido? Podían incluso llamar a la policía:
como había dicho mi padre, yo aún era menor de edad.
Cerré los ojos y me imagine al oficial Koenig llamando a la puerta, escoltado
por mis padres. El estómago volvió a darme un vuelco.
Sam llamo suavemente a la puerta del baño, aunque no estaba cerrada.
―¿Te encuentras bien?‖
Abrí mis ojos y lo vi de pie en el umbral. Se había puesto un pantalón de
chándal y una camiseta con un dibujo de un pulpo, y de pronto me pareció que
marcharme de casa había sido una magnífica idea.
―Perfectamente.‖
―Estas preciosa con esa pijama,‖ susurro, titubeando un poco como si se le
hubiera escapado algo que no tenía intención de decir.
218
Alargue una mano y se la posé en el pecho para sentir como se movía al ritmo
de su corazón.
―Tú también estás muy guapo.‖
Sam frunció los labios en un gesto melancólico, me agarro la mano que tenía
apoyada en su pecho y tiró de mí hasta salir del baño. Se detuvo un momento
para apagar la luz y luego me condujo por el pasillo, posando suavemente sus
pies descalzos sobre el suelo de madera.
La habitación solo estaba iluminada por la luz del pasillo y por el resplandor de
la lámpara del porche. Apenas podía distinguir el brillo blanco del edredón
pulcramente extendido sobre la cama. Sam me soltó la mano.
―En cuanto te metas en la cama, apago la luz del pasillo,‖ dijo. ―Así no te
chocaras con nada.‖
Agacho la cabeza con un gesto tímido, y en ese momento supe que se sentía
exactamente igual que yo; era como si acabáramos de conocernos otra vez,
como si nunca nos hubiéramos besado ni hubiéramos pasado la noche juntos.
Todo parecía nuevo, brillante, aterrador.
Me metí en la cama y sentí el tacto fresco de las sabanas mientras me
deslizaba hacia el lado de la pared. La luz del pasillo se apago; oí un suspiro
profundo y entrecortado y luego el crujido de la tarima bajo los pasos de Sam.
El resplandor tenue que entraba por la ventana me permitió distinguir el
contorno de sus hombros mientras se metía en la cama junto a mí.
Por un momento nos quedamos quietos, sin tocarnos, como dos desconocidos,
hasta que Sam se dio la vuelta y apoyo su cabeza en mi almohada.
Cuando me besó con labios suaves y cuidadosos, fue como si la emoción de
nuestro primer beso se sumara a la familiaridad de todos nuestros besos
acumulados. Sentí los latidos de su corazón a través de la camisera, un ritmo
rápido que se acelero aún más cuando entrelacé mis piernas con las suyas.
―No sé qué va a pasar,‖ dijo en voz suave, tan cerca de mi cuello que su aliento
hizo cosquillear mi piel.
―Yo tampoco,‖ respondí, sintiendo una punzada en el estómago que tal vez se
debería a los nervios.
Los lobos seguían con su canto intermitente, aullidos cada vez más lejanos
crecían y luego se apagaban. A mi lado, Sam estaba muy quieto.
―¿Lo echas de menos?‖ le pregunte.
―No,‖ respondió sin ninguna vacilación.
219
Hizo una larga pausa antes de explicar su respuesta.
―Esto es lo que quiero,‖ dijo, ahora en un tono mucho más dubitativo. ―Quiero
ser yo mismo. Quiero saber lo que hago. Quiero recordar. Quiero formar parte
del mundo.‖
Pero estaba equivocado: siempre había formado parte de mi mundo, incluso
cuando era un lobo que vivía en el bosque de detrás de mi casa.
Me di la vuelta rápidamente para limpiarme la nariz con un poco de papel que
había cogido en el baño. No me hizo falta mirarlo para saber que estaría teñido
de rojo.
Sam soltó aliento vacilante y me abrazo. Luego enterró la cabeza en el hueco
de mi hombro y me agarro con fuerza del pijama mientras respiraba mi aroma.
―Quédate conmigo, Grace,‖ susurro. ―Por favor, quédate conmigo.‖
Apoye mis puños temblorosos en su pecho. Podía percibir el olor de mi propia
piel, el aroma amargo que salía de mí, y supe que Sam también lo notaba.
Cuando decía que me quedara con él, no se refería solo a aquella noche.
• SAM •
Acurrucada entre mis brazos,
vas de mariposa a crisálida,
perdiendo tus alas, heredando mi mal.
Te estás marchando
de mí.
Te estás marchando.
Capítulo 42
• SAM •
El principio y el final del día más largo de mi vida: la imagen de Grace con los
ojos cerrados.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, Grace no estaba entre mis brazos
sino estirada a todo lo ancho de la cama. Apenas me dejaba moverme. Levante
la cabeza y mire a mi alrededor: estábamos bañados en luz, enmarcados
perfectamente por los rayos de sol que entraban por la ventana. El día había
220
avanzado mientras dormíamos. Hacía una eternidad que no dormía tan bien,
desconectado del mundo y ajeno a la luz del sol.
Me apoye sobre un codo para incorporarme un poco y mire a Grace con una
sensación extraña, como si el peso de miles de días por vivir se acumulara
sobre mí. Ella murmuro algo, empezando a despertarse. Cuando giro la cabeza
hacía mí, vi una sombra roja en su cara; antes de que pudiera examinarla,
Grace se limpio con el antebrazo.
―Vaya,‖ dijo, abriendo la muñeca para mirarse la muñeca.
―¿Necesitas un pañuelo?‖
Grace gruño.
―Ya lo cojo yo.‖
―No me cuesta nada,‖ dije. ―Ya estoy levantado.‖
―No lo estás.‖
―Que sí. Mira, estoy apoyado en un codo. Eso quiere decir que estoy miles de
veces más levantado que tú.‖
Normalmente, llegados a este punto me habría inclinado para darle un beso,
hacerle cosquillas, pasarle la mano por el muslo o apoyar la cabeza en su
barriga, pero hoy día tenía miedo de romperla.
Grace me miro como si aquella falta de contacto le pareciera sospechosa.
―También puedo limpiarme la nariz en tu camisa.‖
―¡Voy!,‖ exclame levantándome de un salto.
Cuando volví, Grace tenía el cabello caído en la cara y no pude distinguir su
expresión.
Sin decir nada, se limpio el brazo con el pañuelo de papel y lo estrujo
rápidamente; aún así, me di cuenta de que estaba manchado de sangre.
Me quede sin aire.
―Creo que deberías ir al hospital,‖ dije, ofreciéndole dos o tres pañuelos más.
―Los médicos no sirven para nada.‖
Se pasó un pañuelo por la nariz, pero ya no sangraba.
―De todas formas, me gustaría ir,‖ dije, necesitaba algo que aliviara la presión
de mi pecho.
221
―Odio a los médicos.‖
―Lo sé.‖
Era cierto: se lo había oído decir muchas veces. En realidad, siempre me había
dado la impresión de que Grace no odiaba realmente a los médicos, si no que
le parecían una pérdida de tiempo. Era como si tuviera fobia a las salas de
urgencia.
―¿Por qué no vamos al ambulatorio?,‖ propuse. ―Allí atienden rápido.‖
Grace puso mala cara, pero se encogió de hombros.
―Está bien.‖
―Gracias,‖ conteste aliviado.
Grace se derrumbo de nuevo sobre la almohada y cerró los ojos.
―No creo que me digan nada útil.‖
Pensé que probablemente tenía razón. ¿Pero qué otra cosa podíamos hacer?
• GRACE •
Una parte de mi quería ir al médico por si servía de algo. Pero la mayor parte
de mi tenía miedo de ir por si no servía de nada. Si los médicos fallaban, ¿a
quién podría acudir?
La sensación de irrealidad que tenía desde que me había despertado aumento
al llegar al ambulatorio. Era la primera vez que entraba allí, pero Sam parecía
conocer bastante bien el lugar. Las paredes eran de un color verdoso como el
del agua estancada, y la sala de reconocimiento tenía un mural en el que
aparecían cuatro orcas deformes retozando entre las verdes olas del mar. El
médico y la enfermera me hicieron decenas de preguntas, mientras Sam metía
y sacaba las manos de los bolsillos una y otra vez. Cuando le mire con ojos
asesinos, dejo de hacerlo un rato y luego empezó a chasquear los nudillos.
Le conté al médico que sentía como si me flotara la cabeza, y mi nariz tuvo el
detalle de mostrarle a la enfermera como sangraba. Los dos pusieron una cara
un poco rara cuando describí mis dolores de estómago, y se quedaron
perplejos cuando les pedí que me olfatearan la piel (el médico lo hizo, a pesar
de todo).
Noventa y cinco minutos después de nuestra llegada, salí con una receta de
antihistamínicos, la indicación de que me compara un suplemento de hierro y
un vaporizador salino para la nariz, y un sermón sobre los efectos de la falta de
222
sueño en los adolescentes. Ah, y Sam salió con sesenta dólares menos del
bolsillo.
―¿Estás más tranquilo?,‖ le pregunte mientras me abría la puerta del
Volkswagen.
Parecía un pájaro encorvado para protegerse de los últimos coletazos del frío,
una silueta negra y flaca sobre el fondo de nubes grises. El cielo estaba tan
encapotado que no se sabía si el día estaba empezando o terminando.
―Si,‖ dijo, seguía dándosele mal mentir.
―Genial,‖ concluí.
Yo seguía mintiendo con facilidad.
Y lo que me crecía por dentro seguía gruñendo, retorciéndose, doliendo.
Sam propuso ir a Kenny‘s para tomar algo. Mientras yo removía mi café sin
decidirme a beberlo, el celular de Sam sonó, y él le echo un vistazo y lo giro
para mostrarme la pantalla; era el numero de Rachel. Sam se reclino para
pasármelo; me había rodeado el cuello con un brazo, en una postura muy
cariñosa pero bastante incómoda, y apenas podía moverme. Abrí el teléfono.
―Hola.‖
―Grace, oh Dios, ¿te has vuelto loca?‖
El estómago me dio un salto.
―Has hablado con mis padres, ¿no?‖
―Llamaron a mi casa y no se a cuanta gente mas, han debido de llamar hasta a
la reina de la tundra. Querían saber si estabas conmigo, porque parece ser que
no has pasado la noche en casa y encima no coges el celular y estaban
empezando a preocuparse un poco y, la verdad, que quieres que diga, ¡todo
esto me pone ligeramente nerviosa!‖
Me presione con una mano la frente y apoye el codo en la mesa. Sam miraba
educadamente hacía otro lado como si no se enterara de nada, aunque tenía
que estar oyendo perfectamente la voz de Rachel.
―Lo siento mucho. ¿Qué le has dicho?‖
―¡Ya sabes que no se me da bien mentir, Grace! ¡No podía decirles que
estabas en mi casa!‖
―Si, lo sé.‖
―Así que les dije que estabas en la casa de Isabel.‖
223
―¿Cómo?‖
―¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Decirles que estabas en casa del chico y
conseguir que los mataran a los dos?‖
―Acabaron por descubrirlo tarde o temprano,‖ replique, en un tono más
beligerante de lo que me proponía.
―¿Cómo dices? ¿Es que..? Grace Brisbane, no me digas que no piensas volver
a casa. Dime que te has escapado solo porque estabas enfadada con ellos por
castigarte. O incluso que lo has hecho porque no podías pasar ni una noche
más sin los portentosos encantos del chico. ¡Pero no me digas que te has
marchado para siempre!‖
Sam hizo una mueca involuntaria al oír lo de sus portentosos encantos.
―No sé qué voy a hacer, Rachel,‖ conteste. ―Aún no lo he decidido. Pero no, la
verdad es que no tengo ganas de volver por ahora. Mi madre tuvo la
amabilidad de comunicarme que lo mío con Sam no es más que un romance
adolescente, y que tengo que aprender la diferencia entre el amor y la lujuria. Y
ayer por la noche, mi padre me prohibió volver a verle hasta que sea mayor de
edad.‖
Sam dio un respingo: no le había contado aquella parte.
―Wow,‖ dijo Rachel. ―Nunca dejare de sorprenderme lo cortos que pueden
llegar a ser algunos padres. Especialmente porque el chico es… bueno, el
chico es increíble, como podría ver cualquiera con ojos en la cara. En fin, ¿qué
quieres que haga? ¿Vas a quedarte…? Mmm ¿qué va a pasar, Grace?‖
―Pues que al final me cansaré de tener solo dos camisetas y tendré que ir a
casa para buscar más, y entonces hablaré con ellos. Pero hasta ahora, no… no
quiero dirigirles la palabra.‖
Me sentí un poco rara al decir eso. Si, estaba furiosa con mis padres por lo que
me habían dicho, pero me daba cuenta de que aquello, por sí solo, no era
suficiente para justificar que me marchara de casa. Más bien había sido la gota
que derramo el vaso. Mi huida era una forma de hacer oficial la distancia
emocional que había entre ellos y yo: desde que tenía diez años, había pasado
muchos días sola en casa desde la mañana hasta la noche.
―Wow,‖ repitió Rachel, era su palabra favorita cuando no sabía que decir.
―Estoy harta, ¿sabes?‖
Me sorprendió descubrir que me temblaba un poco la voz, y deseé que Sam no
se hubiera dado cuenta. Trate de recomponerme antes de añadir.
224
―No pienso seguir fingiendo que somos una familia feliz. Voy a empezar a
pensar en mí por primera vez en mi vida.‖
Por alguna razón, al decir aquello me invadió una sensación de solemnidad,
como si estuviera en un momento crucial de mi existencia. Sentada en uno de
los asientos desgatados de Kenny‘s, mirando el reflejo deformado de Sam y yo
en el servilletero, me sentí como una isla flotante que se alejara poco a poco de
la orilla. Me di cuenta de que mi cerebro estaba almacenando minuciosamente
todos los detalles de aquella escena: la iluminación desvaída, el borde
desconchado de los platos, la taza de café que tenía ante mí, los colores
neutros de las camisetas que llevaba Sam sobrepuestas.
―Wow,‖ dijo Rachel otra vez, luego hizo una larga pausa. ―Grace, si de verdad
vas enserio con esto….ten cuidado, ¿ok? Quiero decir que no…no le hagas
daño al chico. Me da la impresión de que esto va a ser una de esas guerras
que dejan un montón de muertos y devastan ciudades enteras.
―Créeme, si hay algo que estoy decidida a conservar en todo a este asunto, es
al chico.‖
Rachel soltó un suspiro exagerado.
―Ok. Bueno, ya sabes estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por ti. Pero por
ahora, tal vez tengas que darle un toque a Isabel-la-de-las-afiladas-punteras
para que sepa lo que está pasando.‖
―Gracias,‖ conteste, y Sam apoyo su cabeza en mi hombro como si de repente
se sintiera tan agotado como yo. ―Mañana nos vemos, ¿de acuerdo?‖
―De acuerdo.‖
Rachel colgó, y yo volví a guardar el teléfono en el bolsillo de Sam antes de
pegar mi cabeza a la suya. Cerré los ojos y por un momento me permití respirar
el aroma de su pelo y fingir que ya estábamos de vuelta en casa de Beck. Lo
único que quería era acurrucarme junto a él y dormir sin tener que
preocuparme por mis padres, ni por Cole, ni por el hedor dulzón agrio que
estaba empezando a florecer en mi piel otra vez.
―Despierta, Grace,‖ murmuro Sam.
―No estoy dormida.‖
Sam levanto la cabeza, me observo y luego desvió la mirada hacía mi café.
―Ni si quiera has tocado tu dosis de energía líquida.‖
Sin esperar a mi respuesta, saco un par de billetes de la billetera y los deslizo
debajo de su taza vacía. Estaba pálido y ojeroso, y de repente sentí una oleada
de culpabilidad. Estaba complicándole mucho las cosas.
225
Un hormigueo me recorrió la piel, y el sabor metálico volvió a inundarme la
boca.
―¿Nos vamos a casa?‖
Sam no me pregunto a que casa me refería: en aquel momento, esa palabra
solo podía referirse a un lugar.
Capítulo 43
• SAM •
Debería haber sabido que aquello acabaría por pasar. Y en cierto modo, creo
que lo presentía, porque apenas me sorprendió ver aquel todoterreno azul
aparcado frente a la casa de Beck.
Era uno de esos coches relucientes del tamaño de un supermercado pequeño.
En la matricula ponía CULPEPER y, cómo no, el mismísimo Tom Culpeper se
encontraba junto a él. Estaba hablando con Cole; aunque gesticulaba
violentamente, Cole no parecía nada amilanado.
No tenía ninguna razón para odiar a Tom Culpeper, exceptuando el hecho de
que había organizado una cacería de lobos y me había pegado un tiro en el
cuello.
Así que, cuando lo vi en la entrada de mi casa, el estómago se me encogió.
―¿Es es Tom Culpeper?,‖ pregunto Grace, y por su voz supe que se alegraba
tanto de verlo como yo. ―¿Crees que habrá venido para preguntar por Isabel?‖
Un cosquilleo de inquietud me recorrió la piel.
―No,‖ respondí. ―No lo creo.‖
• COLE •
Tom Culpeper era un tonto subnormal.
Teniendo en cuenta que yo también lo era, tenía todo el derecho del mundo a
colocarle la etiqueta.
Llevaba un buen rato intentado sonsacarme donde estaba Beck cuando el
pequeño Volkswagen gris de Sam aparcó junto al bordillo. Sam salió por la
puerta del conductor con cara de preocupación; estaba claro que ya había
tenido un encontronazo con aquel tarugo.
226
―¿Puedo ayudarle en algo?,‖ pregunto Sam al llegar junto a nosotros.
Culpeper metió los pulgares en los bolsillos de sus pantalones y le observo. De
repente parecía jovial, seguro de sí mismo.
―Tú eres el chico de Geoffrey Beck, ¿verdad? El adoptado.‖
―Si,‖ respondió Sam con una sonrisa tensa.
―¿Sabes si anda por aquí?‖
―Me temo que no.‖
Grace se coloco entre Sam y yo. Tenía el ceño ligeramente fruncido, como si
estuviera escuchando alguna canción que los demás no percibíamos y no l
estuviera gustando. La sonrisa irónica de Culpeper se ensancho al verla.
―Cuando lo vea, le diré que ha venido a buscarlo,‖ añadió Sam.
―¿Es que no va a volver hoy?‖
―No, señor,‖ contesto Sam, consiguiendo sonar educado e insolente al mismo
tiempo. Pensé que tal vez le hubiera salido así sin querer.
―Es una lástima, porque me gustaría mucho darle una cosa en persona.
Aunque supongo que pueden entregársela ustedes,‖ dijo Culpeper señalando
el maletero de su coche con la barbilla.
Sam fue tras él, con el rostro tan sombrío como el cielo, y yo le seguí de cerca.
Grace se quedo atrás.
―¿Crees que esto podría interesarle a tu padre?,‖ pregunto Culpeper mientras
abría la puerta del maletero.
Hay momentos que te cambian para siempre. Para mí, aquel fue uno de ellos.
En el maletero, entre un montón de bolsas de plástico y latas de aceite, había
un lobo muerto. Yacía de lado, con las patas encogidas. Tenía manchas de
sangre en el pelaje del cuello y el vientre. Su mandíbula estaba ligeramente
abierta, y la lengua asomaba lacia entre los caninos.
Era Víctor.
Sam se llevo el dorso de la mano a la boca, muy lentamente. Yo me quede
mirando la cara gris y negra del lobo, los ojos castaños de Víctor que miraban
sin ver la superficie enmoquetada del maletero.
Crucé los brazos para ocultar el temblor de mis manos. El corazón se me
sacudía como si estuviera cogiendo carrerilla para escapar. Hubiera querido
darme la vuelta para no verlo más, pero no era capaz.
227
―¿Qué es esto?,‖ pregunto Sam con frialdad.
Culpeper agarro al lobo por una de las patas traseras y le dio un tirón. El
cuerpo aterrizo en el suelo con un golpe sordo. Grace soltó un grito; en su voz
sonaba el mismo horror que estaba empezando a crecer dentro de mí.
Aparte la mirada: me sentía como si las tripas se me estuviera desenrollando.
―Díselo a Beck,‖ gruño Culpeper. ―Dile que deje de alimentar a estas alimañas.
Si vuelvo a ver alguna rondando por mi propiedad, le pegaré un tiro igual que
está. Pienso matar hasta el último lobo que se crucé en mi camino. Esto es
Mercy Falls, no el National Geographic,‖ miro a Grace, que parecía tan
descompuesta como yo, y se dirigió directamente a ella. ―Y tu…. Pensaba que
sabrías buscarte amigos más adecuados, teniendo en cuenta quien es tu
padre.‖
―¿Más adecuados que Isabel?,‖ consiguió replicar Grace.
Culpeper le dedicó una sonrisa, casi una mueca.
―Señor Culpeper, estoy seguro de que sabe usted a que se dedica mi padre
adoptivo,‖ intervino Sam, reaccionando al oír la voz de Grace.
―Evidentemente. Es una de las poquísimas cosas que tenemos en común.‖
―Y también estoy seguro de que no es especialmente legal arrojar un animal
muerto en una propiedad privada,‖ repuso Sam en tono inquietantemente
monótono. ―Estamos en época de veda para la mayor parte de los animales, y
desde luego para los lobos. Si esto puede ser objeto de alguna acción legal, mi
padre es la persona adecuada para emprenderla.‖
Culpeper sacudió la cabeza y se dirigió hacia la puerta del conductor.
―Muy bien, pues le deseo suerte. Pero hace falta pasar algo más que la mitad
del año en Mercy Falls si quieres que el juez se ponga de tu lado y no del mío.‖
Apenas podía aguantar las ganas de tirarme a su cuello: necesitaba borrarle
esa sonrisa engreída y untuosa de la cara. Cerré los puños.
Y entonces algo me rozo el brazo. Baje la mirada y vi que Grace acaba de
rodearme la muñeca con los dedos. Me miro mordiéndose el labio; por la
expresión de sus hombros, me di cuenta de que tenía tantas ganas como yo de
sacudirle a aquel cretino. Y eso fue lo que me detuvo.
―Será mejor que quiten esa cosa de ahí si no quieren que le pase por encima
con el coche,‖ dijo Culpeper mientras cerraba la puerta del conductor.
Los tres nos abalanzamos hacía el cuerpo de Víctor, y logramos apartarlo justo
antes de que el todoterreno empezara a dar marcha atrás.
228
Hacía una eternidad que no me sentía tan pequeño, tan impotente frente a un
adulto.
―Se ha ido. El bastardo…,‖ mascullo Grace cuando el coche azul se perdió de
vista.
Me deje caer de rodillas al lado del lobo y le levante el hocico. Los ojos de
Víctor me devolvieron la mirada, apagados e inertes, tragados por la muerte.
Y le dije lo que debería haberle dicho hacía mucho tiempo:
―Lo siento, Víctor. Lo siento tanto….‖
Era la última persona a la que pensaba destruir en mi vida.
Capítulo 44
• SAM •
Era la segunda tumba que cavaba aquel año, y tenía la sensación de que ya
eran demasiadas.
Saqué la pala del garaje y me turne con Cole para abrir un agujero en la tierra
medio congelada. No sabía que decirle. Tenía la boca tan llena de las palabras
que debería haberle dicho a Tom Culpeper, que cuando intente encontrar
alguna para Cole vi que no me quedaba ninguna.
Le había pedido a Grace que nos esperase dentro, pero ella insistió en
acompañarnos y se quedo mirándonos desde los arboles, con los brazos
firmemente cruzados y los ojos enrojecidos.
Había escogido aquel claro del bosque por lo bonito que se ponía en verano:
siempre que soplaba el viento, las hojas de los arboles de alrededor se
volteaban para revelar su dorso blanco. Pero al llegar allí me di cuenta de que
en aquella época del año estaba igualmente espectacular; era yo el que no
había podido apreciarlo hasta entonces. Mientras cavábamos, la tarde
transformo el bosque, proyectando cintas de luz cálida en la hierba y tiñendo
nuestros cuerpos de sombras azuladas. Todo eran masas de color amarillo y
añil: un cuadro impresionista de tres adolescentes cavando una tumba al
atardecer.
Cole ya no era el mismo. Cuando le pase la pala, nuestros ojos se encontraron
y por primera vez no vi vacio en ellos. Estaban llenos de dolor, de culpa…y de
algo más. De una persona. De Cole.
Finalmente, Cole.
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El cuerpo de Víctor yacía envuelto en una sabana a unos metros de nosotros.
Mientras cavaba, una canción empezó a formarse en mi mente para él.
Zarpaste hacia una isla desconocida,
al no encontrar tu camino a casa.
Ahora vagas por aguas profundas,
lejos, muy lejos de aquí.
Grace me miro como si supiera lo que estaba pensando. Al verla me di cuenta
de que aquellos versos también podrían referirse a ella, así que los aparte de
mí mente. Cavar, esperar mi turno para volver a hacerlo mientras caía la tarde:
solo quería pensar en eso.
Cuando la tumba ya era bastante profunda, Cole y yo nos miramos vacilantes.
Con el rabillo del ojo podía ver el vientre desgarrado de Víctor, el disparo que lo
había matado. Al final, había muerto en un cuerpo que no era el suyo.
Culpeper podría haber sacado perfectamente a Beck o a Paul del maletero de
su coche. El invierno anterior, podría haber sacudo mi cuerpo. De hecho, había
estado a punto de hacerlo.
• GRACE •
Cole no era capaz.
Estaba junto a Sam, observando el cuerpo que yacía junto a la tumba, y
claramente no era capaz de aceptarlo. Aparentaba estar tranquilo, pero su
respiración era tan agitada que se tambaleaba cada vez que soltaba el aire.
Conocía bien la sensación.
―Cole,‖ dije.
Tanto Sam como el giraron la cabeza hacia mí. Tuvieron que bajar la mirada,
porque estaba tan cansada que había acabado por sentarme en sobre la fría
hojarasca.
―¿Por qué no dices algo?,‖ sugerí señalando a Víctor.
Sam se quedo mirándome fijamente, sorprendido. Quizás hubiera olvidado que
yo también había tenido que decirle adiós a él. Sabía lo que se sentía.
Cole miro al vacio. Se llevo los nudillos a la frente y trago saliva.
230
―No puedo. Yo…,‖ se detuvo porque le temblaba la voz, y su garganta se movió
al dejar pasar la saliva.
Se lo estábamos poniendo aún más difícil. Le estábamos forzando a luchar
contra la pena y las lagrimas.
―Podemos irnos, si quieres un poco de privacidad,‖ dijo Sam dándose cuenta.
―No lo hagan. Por favor.‖
Su rostro seguía seco. Por el mío, sin embargo, se deslizo una lágrima, fría al
contacto con mi piel caliente.
Sam espero un rato a que Cole dijera algo, y al ver que no lo hacía recitó un
poema con voz baja y solemne; <<A lo sonoro llega la muerte, como un zapato
sin pie, como un traje sin hombre…>> Cole se quedo completamente inmóvil
mientras Sam hablaba. Ni siquiera parecía respirar.
Al acabar, Sam se acerco a él y le poso una mano en el hombro.
―Esto no es Víctor: solo es algo que Víctor habito durante un tiempo. Ya no.‖
Los dos se quedaron mirando el cuerpo de lobo, rígido, pequeño y vencido por
la muerte.
Cole se dejo caer de rodillas.
• COLE •
Tenía que mirarle a los ojos.
Retire la sabana que lo cubría para que nada se interpusiera entre sus ojos y
los míos. Los suyos estaban vacios y distantes: no eran más que un recuerdo
de lo que habían sido.
El frío sacudió mis hombros como si me amenazara con lo que podía hacerme
cuando se le antojara, pero aparte aquel pensamiento de mi cabeza. Mire a los
ojos de Víctor y trate de olvidarme del rostro de lobo que los rodeaba.
Recordé el día en que le había preguntado si quería montar un grupo conmigo.
Estábamos en su habitación, ocupada por una cama normal y una batería
monumental, y Víctor tocaba solo. Las paredes retumbaban tanto que daba la
impresión de que estaban sonando tres baterías a la vez. Las chinchetas de los
posters se estremecían, el despertador avanzaba a saltitos hacia el borde de la
mesilla de noche. Los ojos de Víctor tenían un brillo maníaco, y cada vez que
golpeaba el bombo me hacía una mueca de loco.
Apenas pude oír el grito de Angie desde la habitación contigua:
231
―¡Vic, me estas perforando los tímpanos! ¡Cole, cierra la puerta de una vez!‖
―Suena bien,‖ le dije a Víctor mientras hacia lo que su hermana me había
pedido.
Víctor me lanzo una de sus baquetas, y tuve que estirarme para cogerla.
Después me puse a golpear el platillo.
―¡Víctooooor!,‖ chillo Angie.
―¡Mis manos son mágicas!,‖ grito él por toda respuesta.
―¡Algún día, la gente pagara por verlo en acción!,‖ añadí yo.
Víctor me sonrió y empezó a tocar un ritmo rápido con una sola baqueta y el
bombo.
Yo volví a golpear el platillo para fastidiar a Angie y luego mire a Víctor
fijamente.
―¿Qué?,‖ pregunto él sin dejar de tocar, golpeando de vez en cuando la
baqueta que sostenía yo en la mano.
―¿Estás listo o no?‖
Víctor se quedo inmóvil, con los ojos fijos en mí.
―¿Para qué?,‖ pregunto.
―Para NARKOTIKA.‖
Ahora, bajo aquel viento helado, con el sol a punto de ponerse, alargue una
mano para tocar el pelaje de su lomo y dije con voz solemne y temblorosa:
―Vine aquí para escaparme. Vine aquí para olvidarme de todo. Pensé…. pensé
que no tenía nada que perder.‖
El lobo siguió inerte, empequeñecido, oscuro a la luz vacilante del ocaso.
Muerto. No podía dejar de mirarle a los ojos; no podía olvidar que aquello era
algo más que un lobo. Era Víctor.
―Y funciono, Víctor,‖ continué, sacudiendo la cabeza. ―Tú también te diste
cuenta, ¿verdad? Cuando eres lobo, todo desaparece. Eso es lo que yo quería.
Es increíble; es la nada absoluta. Si ahora me convirtiera en lobo para siempre,
olvidaría todo lo que ha ocurrido. Sería como si nunca hubiera pasado. Tú
muerte dejaría de importarme, porque ni siquiera recordaría quien eras.‖
Vi de soslayo como Sam apartaba la mirada. Cerré los ojos.
―Todo este….dolor. Esta….‖
232
La voz volvía a fallarme peligrosamente, pero no pensaba para hasta haber
dicho lo que tenía que decir.
―Esta culpa que siento., Víctor. Por lo que te he hecho, por lo que te llevo
haciendo desde hace muchos años. Este dolor…..este dolor desaparecería,‖
me interrumpí para pasarme la mano por la cara; mi voz era un susurro casi
inaudible. ―Pero eso es lo que hago siempre, ¿verdad, Vic? Joderlo todo y
luego desaparecer.‖
Alargue una mano para tocar la zarpa del lobo. Estaba áspera y fría.
―Eras el mejor, Vic,‖ dije, sin poder evitar que se me quebrara la voz. ―Tus
manos eran mágicas.‖
Ya no volvería a tener manos nunca más.
La siguiente parte no la dije en voz alta:
Se acabo, Víctor. Estoy harto de huir. Siento que tuviera que ocurrir esto para
darme cuenta.
Y entonces vi algo por el rabillo del ojo, unas sombras en la oscuridad.
Lobos.
Como humano, nunca había visto tantos: asomaban por todos los huecos que
se abrían entre los árboles. ¿Habría diez? ¿Doce? Estaban tan cerca que por
un momento creí que eran alucinaciones.
Pero Grace también los estaba mirando.
―Sam,‖ susurro. ―Es Beck.‖
―Lo sé,‖ el dijo.
Los tres nos quedamos inmóviles, esperando a que los lobos se acercaran
más. Acuclillado junto a Víctor, me di cuenta de que sus miradas significaban
algo distinto para cada uno de nosotros. Para Sam eran el pasado. Para mí, el
presente. Para Grace, el futuro.
―¿Habrán venido por Víctor?,‖ pregunto Sam en un susurro.
Nadie le respondió.
Me di cuenta de que todos estábamos velando el cadáver de Víctor, aunque yo
era el único que había conocido al Víctor de verdad.
Los lobos se quedaron donde estaban, espectros en la noche incipiente.
Finalmente, Sam se volvió hacía mí.
233
―¿Estás preparado?‖
No lo estaba, pero cubrí el rostro de Víctor con la sabana. Sam y yo lo
levantamos a pulso-parecía tan ligero como una pluma- y lo metimos con
cuidado en la fosa, bajo la atenta mirada de Grace y del resto de la manada.
El bosque estaba sumido en un silencio absoluto.
Grace se levanto tambaleándose un poco y se llevo una mano al estómago.
Y entonces, uno de los lobos empezó a aullar. Era un sonido aterciopelado,
triste, más humano de lo que habría creído posible.
Uno a uno, los demás lobos sumaron sus voces a la primera. Mientras la noche
se hacía cada vez más oscura, el canto se expandió hasta inundar todos los
recodos y las grietas del bosque. En el fondo de mi mente despertó un
recuerdo de lobo: yo, alzando la cabeza hacia el cielo para llamar a la
primavera.
Aquella canción desolada hizo que la realidad de Víctor en el fondo de la tumba
me golpeara al fin con todo su peso. Cuando oculte la cara entre las manos,
me di cuenta de que tenía las mejillas húmedas.
Al apartarlas vi que Sam se aproximaba a Grace y la agarraba para que no se
cayera.
La estrecho con fuerza, como si quisiera negar la certeza de que al final todos
tendríamos que marcharnos.
Capítulo 45
• SAM •
Cuando volvimos a entrar en casa, no se sabía quién tenía pero aspecto: si
Cole, destrozado por la pena, o Grace, tan demacrada y pálida que los ojos
parecían comerle la cara. Me dolía mirar a cualquiera de los dos.
Cole se desplomo sobre una silla del comedor. Yo lleve a Grace hasta el sofá y
me senté a su lado; hubiera querido encender la radio, hablar con ella, hacer
algo, pero estaba derrotado. Así que los tres nos quedamos en silencio,
perdidos en nuestros pensamientos.
Como una hora después, la puerta trasera se abrió haciéndonos dar un
respingo. Nos relajamos un poco al ver aparecer a Isabel, con su abrigo blanco
forrado de piel y sus tacones de costumbre. Al entrar en el salón, se detuvo y
nos recorrió con la mirada: sus ojos se posaron en Cole, que estaba recostado
234
en la mesa con la cabeza apoyada en los brazos, después en mí y finalmente
en Grace, que reposaba sobre mi pecho.
―Tu padre ha estado aquí.‖
A esas alturas no tenía mucho sentido decirlo, pero fue lo único que se me
ocurrió. Isabel se quedo rígida, con los brazos pegados a los costados.
―Si, ya lo sé. No pude hacer nada: vi al lobo cuando ya era demasiado tarde.
Tendrían que haber oído como se pavoneaba mi padre. No me ha dejado salir
hasta después de la cena; le he dicho que iba a la biblioteca, porque si hay
algo que ese hombre no sepa, es el horario de las bibliotecas,‖ hizo una pausa
para escrutar a Cole, que seguía inmóvil, y después volvió a mirarme. ―¿Quién
era el lobo?‖
Mire hacia la mesa. Sabía que Cole nos estaba escuchando.
―Víctor. Un amigo de Cole.‖
Isabel se volvió de nuevo hacia él.
―No sabía que tuvieras amigos,‖ dijo, dándose cuenta demasiado tarde de lo
cruel que resultaba la frase. ―Aquí, quiero decir,‖ añadió rápidamente.
―Ya ves,‖ murmure para zanjar el asunto.
Isabel se quedo indecisa, mirando alternativamente a Cole y a nosotros dos.
―He venido a ver qué planes tienes,‖ dijo finalmente.
―¿Planes?,‖ pregunte. ―¿Para qué?‖
Isabel volvió a examinar a Cole, clavo la mirada un rato largo en Grace y
después me señalo con el dedo.
―¿Puedo hablar un momento contigo en la cocina?,‖ pregunto esbozando una
sonrisa forzada.
Grace levanto ligeramente la cabeza y la miro con el ceño fruncido, pero se
aparto para dejar que me levantara.
―Te dije que los lobos rondaban cada vez más cerca de nuestra casa y que mi
padre no le hacía ninguna gracia. ¿Qué estabas esperando?,‖ me espeto
Isabel en cuanto crucé el umbral con ella.
Alce las cejas.
―¿Qué? ¿Te refieres a lo que ha hecho tu padre hoy? ¿Cómo querías que lo
evitara yo?‖
235
―Tú sabrás; para eso estas al mando. Ahora son tus lobos. No puedes quedarte
aquí de brazos cruzados sin más.‖
―No pensé que tu padre fue verdaderamente capaz de…‖
―Todo el mundo sabe que a mi padre le encanta pegar tiros a cualquier cosa
que no pueda devolverle el disparo. ¡Pensé que haría algo!‖
―¿Cómo quieres que aleje a los lobos de tu finca? El lago los atrae porque allí
hay mucha caza. No creía que el chalado de tu padre fuera a saltarse todas las
normativas de caza para cumplir sus amenazas,‖ dije en tono acusador,
aunque sabía que era injusto por mi parte.
Isabel soltó una risa seca que sonó como ladrido.
―Por favor, Sam, tu deberías saber mejor que nadie lo que es capaz de hacer
mi padre. Y por cierto, ¿cuánto tiempo piensas seguir fingiendo que a Grace no
le pasa nada?‖
Me quede mirándola, perplejo.
―No pongas esos ojos de cordero, Sam. Llevas todo el día con ella, ¿y no te
das cuenta de que parece una enferma terminal? Tiene una cara horrible, y
huele exactamente igual que aquel lobo que encontramos muerto. ¿Qué está
pasando aquí?‖
Me estremecí.
―No lo sé, Isabel,‖ dije, dándome cuenta de lo cansada que sonaba mi voz.
―Hoy hemos ido al ambulatorio, pero no hemos sacado nada.‖
―Bueno, pues entonces llévala al hospital.‖
―¿Y qué crees que harán ahí? Aunque consiguiéramos que le hicieran algún
análisis de sangre, ¿qué crees que encontrarían? Tengo entendido que la
licantropía no aparece en los resultados de los análisis, y no hay ningún
diagnostico que cuadre con el síntoma <<la paciente huele a lobo enfermo>>‖
No tenía la intención de sonar enfadado. De hecho, no estaba enfadado con
Isabel, sino conmigo mismo.
―Entonces, ¿qué? ¿Vas a quedarte parado esperando a que pase algo malo?‖
―¿Y qué quieres que haga? ¿Llevarla al hospital y exigir que la curen de una
enfermedad que ni siquiera ha empezado de verdad, y que no aparece en los
manuales médicos? ¿Piensas que no llevo preocupado por esto todo el día,
toda la semana? Créeme, Isabel, me está matando no saber lo que le pasa.
Pero no tengo forma de describirlo. No hay ninguna pista, ningún antecedente;
236
no sé a nadie a quien le haya ocurrido lo mismo que a Grace. ¡Estoy dando
palos ciegos, Isabel!‖
Isabel me miro a los ojos. Los suyos estaban enrojecidos tras la capa de
maquillaje.
―Pues piensa. Anticípate a las cosas en lugar de reaccionar a ellas. Deberías ir
averiguando que mato a aquel lobo, en lugar de quedarte pasmado mirando a
Grace. ¿Y en que estabas pensado al decirle que podía quedar aquí contigo?
Sus padres me han dejado el buzón de voz lleno de mensajes, algunos tan
furiosos que queman las orejas. ¿Y si descubren donde vives y aparecen aquí
justo cuando Cole se esté transformando? Sería una forma estupenda de
empezar la conversación, ¿no crees? Y hablando de Cole… ¿no sabes quién
es? ¿Qué demonios estás haciendo, Sam? ¿Qué demonios estas esperando?‖
Me di la vuelta y entrelace las manos a la altura de la nuca.
―Dios, Isabel, ¿qué quieres de mi? ¿Qué quieres?‖
―Quiero que crezcas de una vez,‖ repuso con brusquedad. ―¿Pensabas que
podrías trabajar toda la vida en esa librería y vivir con Grace en una burbuja?
Beck se ha ido; ahora Beck eres tú. Empieza a actuar como un adulto o
acabaras perdiéndolo todo. ¿De verdad crees que mi padre va a parar con este
lobo? Porque si lo crees, te puedo asegurar que no es así, ni mucho menos. ¿Y
qué crees que pasará cuando la gente averigüe donde esta Cole? ¿Y cuando
lo que mato a aquel lobo empiece a ocurrirle de verdad a Grace? Mira, tengo
entendido que ayer te fuiste tranquilamente a un estudio de grabación y, la
verdad, no me lo puedo creer.‖
Me di la vuelta para mirarla: tenía los brazos cruzados y la mandíbula apretada.
Me dieron ganas de preguntarle si estaba diciéndome todo aquello porque no
podía soportar que le ocurriera persona lo mismo que le había pasado a su
hermano Jack en aquella misma casa. O si lo hacía porque yo había
sobrevivido y Jack no. Aunque tal vez lo hiciera porque se había convertido en
una más de nosotros, porque su vida se había unido inextricablemente a las
nuestras.
En última instancia, no importaba: sabía que tenía razón.
• COLE •
Levante la cabeza al oír las voces elevarse de tono en la cocina. Grace y yo
intercambiamos una mirada. Ella se levanto y vino a sentarse junto a mí, con
un vaso de agua y unas cuantas pastillas en la mano. Se trago las pastillas y
dejo el vaso sobre la mesa; todo parecía costarle un gran esfuerzo, pero no dije
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nada porque no me pareció que le apeteciera hablar. Tenía las orejas violáceas
y las mejillas enrojecidas por la fiebre. Parecía agotada.
En la otra habitación, las voces de Sam e Isabel estaban elevadas. La tensión
empezaba a extenderse por el ambiente como alambre de espino.
―No puedo creer todo esto,‖ dije.
―Cole, ¿qué crees que pasará cuando la gente descubra que estás aquí? ¿Te
importa que te lo pregunte?‖
Su tono era tranquilo y sincero, sin sombra de reproche ni condena.
―No lo sé,‖ respondí negando con la cabeza. ―Supongo que a mi familia le dará
igual: me dieron por perdido hace mucho. Pero a los periodista sí que les
interesará.‖
Me vinieron a la cabeza las niñas que me habían hecho fotos con sus
celulares.
―Si, a los medios les entusiasmara,‖ concluí. ―Atraerá mucha atención sobre
Mercy Falls.‖
Grace suspiro y se apoyo una mano en el estómago, con tanto cuidado como si
temiera rasgarse la piel. Parecía empeorar por momentos.
―Y tú, ¿quieres que te encuentren?,‖ pregunto.
La mire con una ceja alzada.
―Ah,‖ dijo con aire pensativo. ―Supongo que Beck pensó que pasaría más
tiempo en forma de lobo.‖
―Beck solo pensó que me iba a suicidar,‖ repuse. ―No creo que tuviera nada
más en cuenta. Estaba intentando salvarme.‖
En la otra habitación, Sam dijo algo que no pude entender. Sin embargo, la
respuesta de Isabel se oyó perfectamente.
―Grace y tu se cuentan todo, ¿no? ¿Por qué no han hablado de esto?‖
Por la forma en que lo dijo, me dio la impresión de que le atraía Sam, y me
sorprendió una sensación extraña que sentí al pensarlo.
Grace se limito a mirarme. Aunque tenía que haberlo oído, se guardo su
reacción.
Isabel y Sam entraron en el cuarto de estar, Sam con las orejas gachas e
Isabel con aspecto de frustración. Sam se acerco a la silla donde estaba Grace
y le coloco la mano en el cuello; era un gesto sencillo que no transmitía
238
posesión, sino conexión. Isabel se quedo mirando fijamente aquella mano, y
creo que yo también.
Parpadee, y en el instante que pase con los ojos cerrados vi a Víctor. Ya no
aguantaba más.
―Me voy a la cama,‖ anuncie.
Isabel y Sam volvieron a mirarse, como si siguieran discutiendo sin palabras, y
después Isabel dijo:
―Me marcho. Grace, creo que Rachel les conto a tus padres que estabas en mi
casa. Yo se los confirme, pero sé que no me creyeron. ¿De verdad vas a
quedarte aquí esta noche?‖
Grace alargo una mano para agarrar la muñeca de Sam.
―Ya veo que soy la única persona responsable de esta casa,‖ dijo Isabel con
rabia. ―Que irónico: me he convertido en la voz de la razón a la que nadie
escucha.‖
Se dio la vuelta y salió con un portazo. Al cabo de un segundo, eche a andar
tras ella y la alcance junto a la puerta de su todoterreno blanco. El frío de la
noche me quemaba en la garganta.
―¿Qué?,‖ exclamo al verme. ―¿Qué quieres ahora Cole?‖
Aun me duraba la sensación punzante que me había invadido al oírla hablar
con Sam.
―¿Por qué le estás haciendo esto?‖
―¿A Sam? Porque lo necesita. Parece que soy la única dispuesta a ponerle las
cosas claras.‖
Se quedo inmóvil, con aire furioso; ahora que la había visto llorar en su
habitación, me resulto fácil ver las mismas emociones burbujeando en su
interior. Pero Isabel casi nunca las dejaba salir.
―¿Y quién te pone las cosas claras a ti, Isabel?‖
Ella me miro fijamente.
―Créeme, no paro de hacerlo yo misma.‖
―Te creo.‖
Por un segundo creía que iba a echarse a llorar otra vez, pero en vez de
hacerlo se sentó en el asiento del conductor, cerró de golpe y metió la marcha
239
atrás sin mirarme en ningún momento. Me quede observando cómo se alejaba
en el coche.
El viento parecía tironearme de la piel, pero no tenía fuerza suficiente para
despojarme de ella.
Todo se había torcido, todo iba mal, y ser incapaz de transformarme hubiera
debido ser el fin del mundo. Pero por una vez, me alegre de no desaparecer.
Capítulo 46
• SAM •
Grace y yo. Siempre despidiéndonos.
Grace estaba tumbada en mi cama boca arriba, con las rodillas dobladas. La
camiseta se le había levantado un poco, descubriendo la pálida piel de su
vientre, y su melena rubia se extendía hacía un lado como si volara o flotara en
el agua. Me quede de pie junto al interruptor de la luz, contemplándola con
anhelo extraño.
―No apagues todavía,‖ dijo Grace con voz débil. ―Ven a sentarte un rato
conmigo. No quiero dormirme aún.‖
Apague la luz sin hacer caso de la exclamación de protesta de Grace y me
agache para enchufar un cable que serpenteaba a mis pies. La guirnalda
navideña que había grapado al techo se encendió; sus luces de colores
centellearon como llamas entre las siluetas deformes de los pájaros, arrojando
sombras móviles sobre la cara de Grace. Su expresión de enfado se convirtió
en otra de asombro.
―Es como…,‖ empezó a decir.
Me senté junto a ella en la cama y crucé las piernas.
―¿Cómo qué?,‖ pregunte mientras pasaba los dedos por su estómago.
―Mmmm,‖ murmuro Grace con los ojos entrecerrados.
―¿Cómo qué?,‖ volví a preguntar.
―Como mirar las estrellas. Con una enorme bandada de pájaros volando sobre
ti.‖
Suspire.
―Sam, si existen las cafeteras rojas, quiero una.‖
240
―Yo te la encontrare,‖ repuse, y apoye la palma de mi mano en su vientre.
Volvía a estar ardiendo. Isabel me había dicho que le preguntara a Grace como
se sentía; que no esperase a que ella me lo dijera, porque no quería hacerme
daño y no me contaría nada hasta que fuera demasiado tarde.
―¿Grace?,‖ dije apartando la mano. Estaba asustado.
Sus ojos abandonaron los balanceos de los pájaros y se posaron en mi cara.
Me agarró la mano y curvo sus dedos alrededor de los míos, de forma que
cada uno rozaba con las yemas la palma del otro.
―¿Qué?‖
Su aliento tenía un olor metálico y medicinal: sangre y paracetamol.
Sabía que debía preguntarle que le estaba pasando. Pero necesitaba un
minuto más de paz, un respiro antes de enfrentarme a la verdad. Así que hice
le hice una pregunta que ya no tenía respuesta; una pregunta que correspondía
a otra pareja, con un futuro diferente.
―Cuando nos casemos, ¿podemos ir al mar? Nunca lo he visto.‖
―Cuando nos casemos,‖ dijo, y no pareció que mintiera, aunque su voz era débil
y triste. ―Iremos a todos los mares del mundo. Solo para decir que lo hemos
hecho.‖
Me tumbe junto a ella con cuidado de no soltar su mano, y contemple la
bandada de recuerdos felices que flotaban sobre nuestras cabezas. Las luces
de las guirnaldas parpadeaban; cada vez que las alas de las grullas las
tapaban en sus balanceos, me sentía como si nos estuviéramos meciendo en
una barca gigante, contemplando un cielo plagado de constelaciones
desconocidas.
Era el momento.
Cerré los ojos.
―¿Qué te está pasando?‖
Grace se quedo callada tanto tiempo que empecé a dudar de haber hecho la
pregunta en voz alta.
―No quiero dormirme, Sam,‖ dijo finalmente. ―Me da miedo.‖
Mi corazón pareció frenar hasta detenerse.
―¿Qué sientes?‖
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―Me duele incluso hablar,‖ musito. ―Y el estómago me….,‖ coloco mi mano
sobre su vientre y después puso la suya encima. ―Sam, tengo miedo.‖
No podía decir nada, a mí también me dolía.
―¿Piensas que te lo ha podido pegar el lobo que encontraron?,‖ conseguí
susurrar al fin.
―No sé, pero creo que tiene algo que ver con los lobos,‖ repuso Grace. ―Con la
loba que nunca fui. Siento como si estuviera constantemente a punto de
transformarme, pero nunca llego a hacerlo.‖
Repase mentalmente todo lo que sabía sobre los lobos y sobre nuestra rara
enfermedad, pero nunca había oído nada semejante. Grace era el único caso
que conocía.
―Sam, ¿tú sigues sintiendo al lobo que hay en tu interior? ¿O ya se ha
marchado?‖
Suspire y me agache para apoyar la frente sobre su mejilla. Claro que seguía
allí. Por supuesto que sí.
―Grace, voy a llevarte al hospital. Tienen que averiguar qué te pasa. No me
importa lo que tengamos que contarles para que nos crean.‖
―No quiero morir en un hospital.‖
―Es que no te vas a morir,‖ le dije, levantando la cabeza para mirarla. ―Aún me
quedan muchas canciones por dedicarte.‖
Ella esbozo una sonrisa y después tiro de mí hacia abajo para apoyar la
cabeza en mi pecho mientras cerraba los ojos.
Yo no cerré los míos: me quede contemplando las sombras de los pájaros que
revoloteaban sobre su rostro. Quería, anhelaba…..anhelaba tener más
recuerdos felices con aquella chica como para llenar el techo, el pasillo, la casa
entera.
Una hora más tarde, Grace empezó a vomitar sangre.
No podía llamar a urgencias y ayudarla al mismo tiempo, así que la deje
acurrucada contra la pared junto a un reguero rojo que mostraba el rastro de
nuestros pasos. Mientras hablaba por teléfono, no la perdí de vista en ningún
momento.
Cole-a quien no recuerdo haber llamado-apareció en el pasillo con muchas
toallas.
―Sam,‖ dijo Grace con un hilo de voz, ―mi pelo está….‖
242
Era la mayor tontería del mundo: unas gotas de sangre en las puntas de su
melena. Y también la cosa más terrible del mundo: Grace perdiendo el control.
Mientras Cole la ayudaba a enjuagarse la nariz y la boca con una toalla, yo le
recogí torpemente el pelo en una coleta para apartárselo de la cara. Al oír el
motor de la ambulancia, ayudamos a Grace a ponerse en pie e intentamos
bajarla al recibidor antes de que volviera a vomitar. Los pájaros revoloteaban y
se balanceaban a nuestro alrededor mientras avanzábamos a toda prisa, como
si quisieran venir con nosotros pero sus cuerdas no se lo permitieran.
Capítulo 47
• GRACE •
Erase una vez una chica llamada Grace Brisbane. No había nada especial en
ella, salvo que se le daban bien los números y contar mentiras, y que había
construido su hogar entre las páginas de sus libros preferidos. Le gustaban los
lobos que había detrás de su casa, pero amaba a uno de ellos por encima de
todo.
Y él la correspondía. La amaba tanto que incluso los detalles de ella que no
eran especiales empezaron a serlo: la forma en que se golpeaba los dientes
con el lápiz, la manera en que desafinaba al cantar en la ducha, el sabor de sus
besos, porque el lobo sabía que eran para siempre.
Su memoria estaba hecha de escenas sueltas. Lobos arrastrándola sobre la
nieve. Un beso -el primero- con sabor a naranja. Un adiós dicho a través de un
parabrisas roto.
Su vida era una enorme promesa de todo lo que podría ocurrir: las
posibilidades contenidas en un montón de solicitudes de ingreso en
universidades, la emoción de dormir bajo un techo nuevo, el porvenir contenido
en la sonrisa de Sam.
Era una vida que no quería dejar atrás.
Era una vida que no quería olvidar.
No estaba dispuesta a abandonarla todavía: me quedaban muchas cosas que
decir.
243
Capítulo 48
• SAM •
Luces parpadeantes,
puertas anónimas.
Mi corazón escapa gota a gota.
Me despierto todavía
mientras ella no deja de dormir.
No es un hospital.
Es un hotel de la muerte.
244
Capítulo 49
• COLE •
No sé porque fui con Sam al hospital. Sabía que podían reconocerme, aunque
con aquella barba de vario días y aquellas ojeras, lo dudaba bastante. También
sabía que podía transformarme si mi cuerpo decidía rendirse a los caprichos
del frío.
Pero cuando Sam quiso abrir su coche para seguir a la ambulancia, se quedo
inmóvil varios segundos mirando su mano cubierta de sangre y luego necesito
un par de intentos para meter la llave en la cerradura. Yo me había quedado
atrás, preparado para desaparecer si el viento helado de la madrugada
amenazaba con convertirme en lobo, y al ver a Sam así me adelante para
cogerle la llave.
―Entra,‖ dije señalando con la cabeza el asiento del conductor.
Sam me hizo caso.
Así que allí estaba, en una habitación de hospital con una chica a la que
apenas conocía y un chico al que solo conocía un poco más, preguntándome
porque narices me importaba tanto que les pasaba. La habitación estaba llena
de gente: dos médicos, un tipo con pinta de cirujano y un autentico batallón de
enfermeras. No hacían más que hablar en susurros unos con otros, usando
palabras tan técnicas que dolían al entrar por los oídos, pero capte
perfectamente las dos cuestiones de fondo: por un lado, no tenían ni idea de lo
que estaba pasando. Por otro, Grace se estaba muriendo.
No habían permitido a Sam quedarse al lado de la cama, y había acabado por
sentarse en una silla que había en un rincón. Tenía los codos apoyados en las
rodillas y la cara entre las manos.
Yo tampoco sabía qué hacer, así que me coloque a su lado preguntándome si
antes de que me mordieran habría sido incapaz de percibir el olor a muerte que
flotaba en la unidad de cuidados intensivos.
Junto a mis piernas empezó a sonar el tono sombrío y penetrante de un celular,
y me di cuenta de que era el de Sam. Se lo saco a cámara lenta del bolsillo y
miro la pantalla.
―Es Isabel,‖ dijo con voz ronca. ―No puedo hablar con ella.‖
Cogí el celular y me lo lleve a la oreja.
―Isabel.‖
―¿Cole? ¿Eres Cole?‖
245
―Si.‖
Y entonces, Isabel pronuncio las palabras más sinceras que le había oído decir
hasta entonces:
―Oh, no.‖
Me quede callado, pero el ruido de fondo hablaba por mí.
―¿Están en el hospital?‖
―Si.‖
―¿Y que han dicho?‖
―Lo que tu suponías. Qué no tienen ni idea.‖
Isabel soltó una palabrota.
―¿Cómo está Grace? ¿Puedes decírmelo?‖
―Sam esta a mi lado.‖
―Maldición,‖ mascullo Isabel.
De repente una de las enfermeras dijo: ―¡Cuidado…!‖
Grace se había incorporado y acababa de soltar una bocanada de sangre en la
bata de una enfermera, que retrocedió unos pasos para limpiarse mientras otra
compañera ocupaba su lugar. Grace se volvió a desplomarse sobre la cama
susurrando algo que nadie entendió.
―¿Qué dice, cielo?,‖ le pregunto una enfermera.
―Sam…..,‖ gimió Grace en un sonido horrible, medio humano y medio animal,
que me recordó espantosamente al grito de la cierva.
Sam se puso de pie como movido por un resorte, justo en el momento en que
una pareja se abría camino para entrar en la habitación abarrotada.
Una de las enfermeras abrió la boca para protestar, pero no le dio tiempo. El
hombre se dirigió directamente hacia Sam gritando:
―¡Hijo de puta!‖
Y le pego un puñetazo en la boca.
246
Capítulo 50
• SAM •
El puñetazo de Lewis Brisbane tardó un rato en empezar a dolerme, como si mi
cuerpo no pudiera creer lo que acababa de ocurrirle. Cuando finalmente el
dolor apareció, sentí un zumbido en la oreja izquierda y tuve que apoyarme en
la pared para no desplomarme en la silla. La nausea que había sentido al oír el
gemido de Grace se negaba a desaparecer.
Me quede mirando durante un brevísimo instante a la madre de Grace, tenía el
rostro en blanco, como si esperara a que aterrizara en el una expresión.
Entonces, el padre de Grace volvió a abalanzarse sobre mí.
―¡Te voy a matar!‖
Me quede inmóvil contemplando su puño, con los oídos aún zumbando por el
primer golpe. La mayor parte de mi mente seguía junto a Grace, y lo poco que
me quedaba para dedicarlo a Lewis Brisbane no podía creerse que fuera a
pegarme de nuevo. Ni siquiera me estremecí.
Antes de que su puño chocara contra mi cara, el padre de Grace se tambaleo
como si luchara por mantenerse en pie. En aquel momento volví a verlo y oírlo
todo de golpe, y me di cuenta de que Cole lo estaba arrastrando hacia la puerta
como si fuera un saco de patatas.
―Tranquilo, valiente,‖ dijo Cole, después miro a la enfermera y añadió. ―¿Qué
están mirando? ¿No van a ayudar al chico? Por si no se han dado cuenta,
acaban de darle un puñetazo.‖
Negué con la cabeza cuando las enfermeras me ofrecieron una bolsa de hielo,
pero acepte una toalla para enjuagarme la sangre. Mientras lo hacía, oía como
Cole le decía al padre de Grace:
―Voy a soltarte. Preferiría que no nos echaran a los dos del hospital.‖
Me quede observando cómo los padres de Grace se abrían paso hasta la
cama, sin saber qué hacer. Todo lo que había solido en mi vida se estaba
fracturando, y no se me ocurría ningún lugar seguro en el que refugiarme.
Caí en la cuenta de que Cole me observaba, y su mirada me recordó la toalla
que tenía en la mano y el cosquilleo de la sangre al correr por mi barbilla. Me
lleve la toalla a la cara, y al levantar el brazo, en los bordes de mi campo visual
empezaron a bailar puntitos de colores.
―Perdona… ¿Sam?,‖ susurro una enfermera colocándose a mi lado. ―Lo siento
mucho, pero dado que no eres un familiar directo del paciente, no tienes
247
derecho a quedarte en la habitación. Sus padres nos han pedido que te
hagamos salir.‖
Me quede mirándola, completamente vacío por dentro. No sabía que podía
decirle. Mi vida está en esa cama. Por favor, deje quedarme.
La enfermera me miró con lastima.
―Lo siento mucho, de verdad,‖ miro de soslayo a los padres de Grace y
después se enfoco de nuevo. ―Has hecho bien en traerla al hospital.‖
Cerré los ojos, y al hacerlo volví a ver aquel remolino de colores. Si no me
sentaba pronto, terminaría por desmayarme.
―¿Puedo hablar con ella para despedirme?‖
―No creo que sea una buena idea,‖ dijo otra enfermera que pasaba a nuestro
lado a toda prisa. ―Es mejor que crea que sigues aquí. Puedes volver si….,‖ se
detuvo, antes de añadir. ―No te alejes demasiado, ¿quieres?‖
Por un pequeño momento me olvide como respirar.
―Vamos,‖ dijo Cole girando la cabeza para mirar al padre de Grace, que nos
estaba fulminando con la mirada.
Cole lo señalo y dijo:
―Tú sí que eres un hijo de puta. Sam tiene mucho más derecho de estar aquí
que tú.‖
Pero el amor no consta en ningún registro oficial, así que tuve que irme
dejando a Grace atrás.
• COLE •
Cuando Isabel llego al hospital, por las ventanas de la cafetería empezaba a
colarse el amanecer.
Grace se estaba muriendo; eso era lo único que había podido sonsacar a las
enfermeras antes de salir. Los vómitos la estaban desangrando, y aunque no
hacían más que administrarle vitamina K y transfusiones para frenar el proceso,
si seguía así acabaría por morirse.
No se lo había contado aún a Sam, pero me daba la impresión de que lo sabía
perfectamente.
Isabel dio una palmada en la mesa, y cuando levanto la mano vi que acababa
de dejar una servilleta arrugada junto a la toalla manchada de sangre de Sam.
248
Me llevo unos segundos darme cuenta de que era la misma servilleta en la que
le había dibujado un diagrama hacía dos días. La recorrí con los ojos y vi la
palabra METANFETAMINA escrita con mi letra, y eso me recordó lo mucho que
le había confesado a Isabel.
Ella se dejo caer en la silla de plástico que había frente a la mía; todo en su
aspecto anunciaba a gritos lo furiosa que estaba. No llevaba maquillaje, a
excepción de unas líneas de rímel borrosas alrededor de los ojos. Parecían
llevar allí mucho tiempo.
―¿Dónde está Sam?‖
Señale a las ventanas de la cafetería: Sam era un borrón negro sobre el cielo
todavía grisáceo. Tenía las manos detrás de la cabeza y miraba a la nada.
Todo lo que había a su alrededor se había ido moviendo a lo largo de las
horas: las franjas de luz que el sol del amanecer proyectaba en las paredes de
un naranja rabioso; las sillas que se separaban y aproximaban a las mesas a
medida que los distintos turnos de personal acudían a desayunar; el celador
que había aparecido con una mopa y un letrero de que <<Precaución: suelo
mojado>>. Sam era el eje inmóvil en torno al que giraba todo aquello.
Isabel me disparo otra pregunta.
―¿Por qué estás tú aquí?‖
Seguía sin saberlo, así que me encogí de hombros.
―Para ayudar.‖
―Pues ayuda,‖ me espeto ella acercándome la servilleta un poco más. ―¡Sam
ven aquí!‖
Sam bajo las manos, pero no se dio la vuelta sinceramente, me sorprendió que
llegara a moverse.
―¡Sam!,‖ repitió Isabel.
Y esta vez, Sam se volvió hacia nosotros. Isabel señalo la barra que había en
el otro extremo de la cafetería.
―Tráenos café, ¿quieres?‖
No sé qué fu más sorprendente: que Isabel le mandara por café, o que él la
obedeciera como un sonámbulo.
―Wow, y yo que pensaba que no podías ser más fría….,‖ dije, volviéndome de
nuevo hacia ella.
249
―Estoy procurando ser amable. ¿De qué sirve que se quede mirando a las
musarañas?‖
―No sé. Tal vez recordando todos los grandiosos momentos que él y su novia
tuvieron, antes de que ella muera.‖
Isabel me miro a los ojos.
―¿Crees que eso te ayudaría a ti con Víctor? Porque a mí nunca me ha servido
de nada con lo de Jack. A ver, háblame de esto,‖ exigió, dando golpecitos con
el índice en la servilleta.
―No veo que tiene que ver esto con Grace.‖
Sam dejo dos tazas de café sobre la mesa, una para Isabel y otra para mí. No
había traído nada para sí mismo.
―Lo que le pasa a Grace es lo mismo que mato al lobo que encontraron Isabel y
ella,‖ dijo Sam con voz rasgada, como si llevara mucho tiempo sin usarla. ―El
olor es inconfundible. Es la misma enfermedad.‖
Se quedo de pie junto a la mesa, como si sentarse significaba aceptar lo que
acaba de decir.
Mire a Isabel.
―¿Por qué piensas que yo puedo hacer algo que los médicos no pueden?‖
―Porque eres extremadamente inteligente.‖
―Ellos también lo son.‖
Sam intervino:
―Si, pero tú sabes cosas que ellos no saben.‖
Isabel volvió a empujar la servilleta hacia mí, y de pronto sentí que estaba una
vez más sentado en la mesa del comedor con mi padre, tratando de resolver
algún acertijo lógico. O mostrándole una hoja de ejercicios tras haber asistido a
una de sus clases de universidad, para que el leyera mis comentarios en busca
de indicios de genialidad. O en una entrega de premios, oyéndole decir a un
coro de tipos con camisas planchadas y corbatas pasadas de moda que yo iba
a llegar muy lejos.
Pensé en el sencillo gesto que había visto hacia unas horas: Sam con la mano
apoyada en la nuca de Grace.
Pensé en Víctor.
Y cogí la servilleta.
250
―Voy a necesitar más papel,‖ dije.
Capítulo 51
• SAM •
Nunca había vivido una noche tan larga como aquella. Cole y yo repasamos en
la cafetería todo lo que yo sabía sobre los lobos, hasta que el decidió que ya
tenía suficiente información y nos pidió a Isabel y a mí que lo dejáramos solo.
Se quedo con la cabeza entre las manos y la mirada fija en aquel trozo de
papel que debía contener la respuesta. No podía creer que todos mis deseos,
mi vida y mi futuro reposaran en los hombros de Cole St Clair, sentado ante
una mesa de plástico con servilletas garabateadas entre las manos. ¿Pero qué
otra opción me quedaba?
Me senté junto a la puerta de la habitación de Grace, con la espalda apoyada
en la pared y la cabeza entre las manos. Me daba cuenta de que, muy a mi
pesar, mi memoria estaba almacenando nítidamente toda aquella noche: las
paredes, el lugar, esta noche.
No tenía esperanza de que me dejaran entrar a verla.
Así que solo podía desear con todas mis fuerzas que no saliera nadie por
aquella puerta para decirme que se había ido. Recé para aquella puerta no se
abriera. Aguanta, Grace. Aguanta.
Capítulo 52
• SAM •
Isabel vino a buscarme y guiarme por los pasillos, cada vez más llenos de
gente, hasta llegar a una escalera desierta en la que me esperaba Cole.
Parecía lleno de energía, y no dejaba de golpear un puño contra el otro en la
parte superior de ellos.
―Mira no puedo prometerte nada,‖ dijo. ―Son todo suposiciones, pero…tengo
una teoría. Evidentemente no puedo probarla de antemano; me temo que va a
ser cuestión de ensayo y error.‖
Al ver que yo no decía nada, añadió:
―¿Cuál es lo principal que tiene Grace y el lobo en común?‖
Hizo una pausa y supuse que debía de contestar.
―El olor.‖
251
―Si, eso dije yo también,‖ intervino Isabel. ―Pero la respuesta correcta es
bastante obvia, una vez que la conoces.‖
―La falta de transformaciones,‖ aclaro Cole. ―Tanto Grace como ese lobo han
pasado mucho tiempo sin transformase: una década, incluso más. Ese es el
tiempo aproximado que viven los licántropos una vez se estabiliza
completamente su forma de lobo, ¿verdad? Tú me dijiste que se debía a que
esa es la vida de los lobos normales, pero yo no creo que sea por eso: creo
que mueren de alguna enfermedad, no de viejos. Empezando por el lobo que
encontraron en la finca de Isabel. Y creo que eso mismo es lo que está
matando a Grace.‖
―La está matando la loba que nunca fue,‖ dije, recordando de repente algo que
había dicho Grace la noche anterior.
―Exacto. Imagínate que los lobos mueren precisamente porque han dejado de
transformarse. No creo que transformarse sea la maldición: creo que lo
verdaderamente mortífero es lo que nos obliga a transformarnos.‖
Pestañe, perplejo.
―Son dos cosas diferentes,‖ explico Cole. ―Una cosa es que la propia
transformación sea la enfermedad. Y otra muy distinta, que la enfermedad sea
algo a lo que reaccionamos transformándonos. Está en mi teoría, aunque no
hace falta que te diga que esto no es ciencia ni nada. O más bien, es ciencia
sin microscopios, análisis de sangre ni ensayos clínicos. Pero bueno, ahí va: a
Grace la mordieron, y al hacerlo le introdujeron al cuerpo una especie de toxina
de lobo, por llamarlo de alguna manera. Se trata de una toxina verdaderamente
peligrosa para el ser humano. Según este razonamiento, transformarse sería
algo bueno, una reacción defensiva del cuerpo para purgarse de la toxina.
Cada vez que nos transformamos, contenemos el avance de la enfermedad; y
por alguna razón que no he logrado a adivinar, las transformaciones dependen
de la temperatura ambiente. Así la vamos eliminando, a menos que…‖
―Se detengan las transformaciones,‖ completo Isabel.
―Exacto,‖ dijo Cole mirando en la dirección en la que estaba la habitación de
Grace. ―Si anulas de alguna manera la capacidad de tu cuerpo para usar el frío
y el calor como detonantes de las transformaciones, parece que te has curado,
pero no es así. En realidad, la toxina queda….latente.‖
Estaba agotado, y los razonamientos científicos nunca habían sido mi fuerte; si
en aquel momento Cole hubiera afirmado que la toxina de lobo podría hacer
que pusieras huevos, me hubiera sonado razonable.
―Ok. Parece lógico, aunque un poco difícil,‖ dije. ―¿Pero qué significa todo esto?
¿A dónde quieres ir a parar?‖
252
―Creo que Grace necesita transformarse.‖
Me tomo un buen rato darme cuenta de lo que estaba diciendo.
―¿Convertirse en loba?‖
―Si. Siempre que mi teoría sea cierta, claro,‖ contesto Cole encogiéndose de
hombros.
―¿Y lo es?‖
―No lo sé.‖
Cerré los ojos, sin abrirlos pregunte:
―Pero seguro que has pensado en alguna forma de conseguir que se
transforme.‖
Oh, Dios Grace. No podía creer lo que estaba diciendo.
―Si. Y creo que las mejores soluciones son siempre las más sencillas.‖
De repente me llego la imagen de los ojos marrones de Grace mirándome
desde un rostro de loba. Me abrace y apreté fuerte.
―Hay que morderla de nuevo,‖ añadió Cole.
Me quede mirándolo con los ojos como platos.
―¿Morderla?‖
―Bueno, es una conjetura bastante factible. El golpe de calor debió anular el
mecanismo de que dependían las transformaciones; si reintroducimos el
detonante original, es posible que vuelva al punto de partida. Solo tenemos que
acordarnos de no dejar que se cocine en un coche cerrado, y ya está.‖
Solo pensar en aquello me resultaba insoportable. Porque hacer lo que Cole
proponía significaba perder a Grace, perder lo que le hacía ser Grace. Porque
tendríamos que contagiarla de mala manera, mientras estaba moribunda.
Porque el tiempo corría en contra, obligándonos a tomar una decisión crucial a
toda prisa.
―Pero después de morderla, pueden pasar semanas hasta la primera
transformación. Incluso meses,‖ dije.
―Sí, creo que ese es el periodo de incubación inicial de la toxina,‖ respondió
Cole. ―Sin embargo, en este caso es obvio que ya está ahí. Si mi teoría es
cierta, se transformara inmediatamente.‖
253
Entrelace las manos en la nuca, les di la espalda a Cole y a Isabel y me quede
mirando la pared de hormigón azulado.
―¿Y si te equivocas?‖
―Si me equivoco…. Bueno, para introducir la toxina de lobo habrá que hacer
una incisión en la piel de Grace,‖ Cole hizo una pausa. ―Es muy probable que
muera desangrada, porque parece que la toxina no deja que su sangre
coagule.‖
Empecé a pasear en círculos. Al cabo de un rato, Isabel dijo con voz grave:
―Si tienes razón, Sam también va a morir.‖
―Efectivamente,‖ contesto Cole; era evidente que ya había pensado en ello. ―Si
tengo razón, dentro de diez o quince años le pasara lo mismo que a Grace.‖
Era delirante. ¿Por qué iba a fiarme de una teoría científica desarrolladas en la
cafetería de un hospital, entre tazas de café tibio y servilletas arrugadas?
Porque era todo lo que tenía.
Finalmente, me di la vuelta y mire a Isabel. Con el maquillaje corrido, el pelo
alborotado y los hombros encorvados por la incertidumbre, parecía una chica
completamente distinta disfrazada de Isabel.
―Ok. ¿Cómo entramos en la habitación?,‖ pregunte.
Capítulo 53
• ISABEL •
Evidentemente, la papeleta de sacar a los padres de Grace de la habitación me
toco a mí. Sam estaba descartado por razones obvias; en cuanto a Cole lo
necesitábamos para otra parte del plan.
Mientras atravesaba el pasillo en dirección a la habitación de Grace, trate de
concentrarme en el repiqueteo de mis tacones para no pensar que, en realidad,
los tres contábamos con que la solución de Cole no funcionara. Porque si lo
hacía, nos íbamos a meter en un gran lio.
Espere a que la enfermera saliera de la habitación y después entreabrí la
puerta. Había tenido suerte: solo estaba su madre, sentada junto a la cama de
Grace con la cara vuelta hacia la ventana. Intente no mirar a Grace, que yacía
pálida y silenciosa, la cabeza caída de un lado.
―¿Señora Brisbane?,‖ pregunte con mi mejor voz colegiala.
254
Cuando levanto la mirada, vi que tenía los ojos enrojecidos. Me alegre por
Grace, la verdad.
―¿Isabel?‖
―He venido en cuanto me he enterado,‖ mentí. ―Quería…..quería hablarle de
algo que me preocupa. ¿Puedo?‖
Se quedo mirándome unos instantes hasta procesar lo que acaba de decirle.
―Si, como no. Dime.‖
Me quede vacilante junto a la puerta. Vamos, Isabel.
―Yo preferiría no estar al lado de Grace. Es mejor que no….,‖ susurre
señalándole la oreja.
―Oh, de acuerdo.‖
Supongo que sentía curiosidad por saber lo que iba decirle, sinceramente, yo
también. Las manos empezaron a sudarme.
Palmeo suavemente la pierna de Grace y se levanto. Cuando salimos al pasillo,
señale discretamente a Sam, que estaba apostado a unos metros de la puerta.
Parecía a punto de vomitar, y yo me sentía prácticamente igual.
―Tampoco cerca de él,‖ susurre.
De repente me recordé a mí misma diciéndole a Sam que no valía para mentir
por mucho que se empeñara. Mientras buscaba frenéticamente algo que
contarle a la madre de Grace, aún tuve tiempo de pensar: Donde las dan, las
toman.
• COLE •
Cuando Isabel salió con la madre de Grace de la habitación, llego mi turno. Me
inquietaba la idea de que hubiera alguien más dentro, pero enseguida decidí
que solo había una forma de averiguarlo.
Mientras Sam vigilaba por si aparecía alguna enfermera, me colé en la
habitación; apestaba a sangre, a podrido y a mi miedo, y todos mis instintos
lobunos me empezaron a susurrar frenéticamente que saliera disparado de allí.
Los ignore y me dirigí hacía Grace. Parecía hecha de partes independientes
que alguien hubiera ensamblado apresuradamente sobre la cama; era evidente
que no nos quedaba mucho tiempo.
255
Cuando me arrodille a su lado, me sorprendió ver que tenía los ojos un poco
abiertos.
―Cole,‖ dijo, con la voz espesa y mortecina de un niña pequeña a punto de caer
dormida. ―¿Dónde está Sam?‖
―Aquí,‖ mentí. ―Pero no trates de mirar.‖
―Me estoy muriendo, ¿verdad?‖
―No tengas miedo,‖ dije, sin querer contestar a su pregunta.
Empecé a abrir los cajones carrito que estaba junto a la cama hasta que
encontré lo que buscaba: un surtido de instrumentos metálicos y afilados.
Escogí uno que parecía razonable y agarre la mano de Grace.
―¿Qué haces?,‖ dijo ella, aunque estaba claro que le importaba más bien poco.
―Convertirte en loba,‖ respondí.
Ella no se estremeció, ni si quiera pareció extraña. Tome aire, le estire la piel
del dorso y le hice un pequeño corte. Grace no se inmuto, pero la herida
empezó a sangrar como un grifo.
―Lo siento, pero voy a ser una cosa bastante asquerosa,‖ susurre. ―Por
desgracia, soy el único que puede hacerla.‖
Grace abrió un poco más lo ojos mientras yo empezaba a acumular saliva en la
boca. Ni siquiera sabía qué cantidad haría falta para volver a infectarla; Beck lo
había hecho de forma absolutamente profesional conmigo. Incluso tenía una
jeringuilla que conservaba en una nevera portátil.
<<Créeme, deja menos cicatrices>>, me había dicho.
La boca se me empezó a sacar mientras pensaba en lo que podría pasar si la
madre de Grace se le escapaba a Isabel antes de tiempo.
La sangre salía a borbotones d aquel pequeño corte, casi como si le hubiera
desgarrado una arteria.
A Grace se le cerraban los ojos, aunque era evidente que estaba haciendo un
gran esfuerzo para mantenerlos abiertos. En el suelo, bajo su mano, había un
charco de sangre que crecía rápidamente. Si mis cálculos eran erróneos,
acababa de matarla.
256
• SAM •
Cole se asomo por la puerta, me agarro del codo y tiro de mí. Luego corrió el
pestillo y coloco un carrito delante de la puerta, como si fuera a servir de algo
poner una barricada.
―Bueno, llego el momento de la verdad,‖ dijo con voz temblorosa. ―Si esto no
funciona, se acabo, pero al menos puedes tener esto momento con ella. Y si
funciona, vamos a tener que sacarla de aquí de prisa. Bueno. Ármate de valor,
Sam, porque….‖
Le esquive para acercarme a Grace, y al mirarla se me nublo la vista. No era la
primera vez que veía sangre: en las cacerías de lobos, la sangre de las
prensas podían teñir la nieve de escarlata en metros a la redonda. Ni siquiera
era la primera vez que veía a Grace sangrar tanto: la había visto hacía muchos
años, cuando yo no era más que un lobo y ella una niña que se estaba
muriendo. Pero la verdad es que no estaba preparado para verla así de nuevo.
―Grace,” trate de decir, aunque solo fui capaz de mover los labios. Estaba a su
lado, pero a la vez estaba a miles de kilómetros de allí.
Grace temblaba y tosía, con las manos aferradas a las barras de la cama.
Cole se volvió rápidamente hacía la puerta: alguien trataba de abrirla desde
afuera.
―La ventana,‖ dijo.
Fruncí el ceño, incapaz de reaccionar.
―Sam, no se está muriendo,‖ explico Cole, con los ojos muy abiertos. ―Se está
transformando.‖
Volví a mirar a aquella chica que se estremecía sobre la cama, y ella me
devolvió la mirada.
―Sam,‖ gimió mientras empezaba a convulsionarse con los hombros
encorvados.
Aparte la vista: no podía soportarlo. Grace pasando por la agonía de la
transformación. Grace convirtiéndose en loba. Grace desapareciendo en el
bosque como Beck, Ulrik y todos los demás lobos que había conocido antes
que ella.
La estaba perdiendo.
Cole corrió hacia la venta y abrió el pestillo de un manotazo.
―Lo siento, ventana,‖ dijo mientras la derribaba de una patada.
257
Yo seguía inmóvil.
―Sam, ¿quieres que la encuentren así?,‖ exclamo Cole, acercándose a toda
prisa a la cama.
Entre los dos incorporamos a Grace, sin hacer caso a los golpes y las voces
que sonaban cada vez más fuertes al otro lado de la puerta.
La ventana del hospital estaba a metro y medio de altura. Hacía una mañana
soleada, perfectamente normal salvo por el hecho de que no lo era.
Cole saltó primero y soltó un toco al aterrizar sobre un seto bajo y lleno de
espinos. Mientras, yo intentaba mantener a Grace en pie junto al alfeizar,
sintiendo como se alejaba cada vez más de la chica que yo conocía.
Cuando Cole la bajó a pulso hasta el suelo, Grace se acurrucó sobre la hierba
y empezó a sacudirse por las arcadas.
―Grace,‖ dije, con los oídos pintándome por la visión de su sangre en mis
muñecas. ―Grace, ¿puedes oírme?‖
Ella asintió y se puso de rodillas. Yo salté y me agache a su lado, sintiendo que
el corazón me estallaba al ver sus ojos desorbitados por el miedo.
―Te encontraré, Grace. Te prometo que te encontraré. No me olvides. No….no
olvides quien eres.‖
Grace extendió la mano hacía mí, pero a medio camino tuvo que apoyarla en el
suelo para no desplomarse.
Y luego soltó un único grito, y la chica a la que yo conocía desapareció
engullida por una loba de ojos marrones.
No tenía fuerzas para ponerme en pie. Me quede de rodillas, desamparado,
mientras aquella loba de color gris oscuro reculaba lentamente para alejarse de
Cole y de mí. De nuestra humanidad.
Apenas podía respirar.
Grace.
―Sam, Sam,‖ susurro Cole. ―Puedo mandarte con ella. Puedo hacer que te
transformes.‖
Por un instante, lo vi. Me vi transformándome en lobo, escondiéndome en
primavera de las corrientes de aire, soltando el gemido que se me escapaba
cuando dejaba de ser yo. Recordé el momento en que me había convencido de
que aquel era mi último año, de que pasaría el resto de mi vida atrapado en un
cuerpo que no era el mío.
258
Me recordé parado frente a la librería, colmado por la certeza de que también
habría futuro para mí. Volví a verme escuchando los aullidos de los lobos en la
habitación de Beck, alegrándome de ser humano.
No podía volver a ser lobo. No podía. Grace tenía que entenderlo.
―Cole,‖ susurre, ―márchate ya. Lo único que nos falta es que te reconozcan. Por
favor llévala…‖
―Si. La llevare al bosque, Sam.‖
Me puse en pie lentamente y eche a andar. Las puertas de cristal de la sección
de urgencias se abrieron con un siseo ante mí. Y allí, cubierto por la sangre de
mi novia, mentí a la perfección por primera vez en mi vida.
―Trate de detenerla, pero no pude.‖
Capítulo 54
• SAM •
No había solución: iba a perderla de cualquiera de las dos formas.
Si Cole no la hubiera vuelto a infectar, la habría perdido en la cama del
hospital.
Y ahora, con la toxina de lobo corriendo por sus venas, la he perdido en el
bosque. Como a todas las demás personas a las que quiero.
Así que este soy yo: un chico vigilado por los ojos recelosos de los padres de
Grace, que no pueden probar que yo haya secuestrado a su hija aunque están
convencidos de ello. Un chico vigilante, porque el rencor de Tom Culpeper es
cada vez más palpable en el pueblo, y no, no pienso enterrar el cuerpo de
Grace. Un chico que espera, porque lo único que me hace seguir es la
perspectiva de que llegue el calor del verano y alguien salga de ese bosque a
mi encuentro. Soy un chico que espera a su chica de verano.
El destino tiene que estarse riendo a carcajadas, porque ahora soy yo el
humano condenado a despedirse de su amor una y otra vez, immer wieder,
siempre de la misma forma, cada invierno, perdiéndola un poco más cada año
a menos que encuentre una cura. Una cura de verdad, no otro truco barato.
Por supuesto, no solo se trata de una cura para Grace; dentro de diez o quince
años me hará falta a mí, y a Cole, y a Olivia. Y en cuanto a Beck… ¿seguirá se
mente dormida bajo su pelaje de lobo?
259
Así que sigo observándola como siempre lo he hecho, y ella me contempla a
mí con sus ojos marrones encerrados en el rostro de una loba.
Esta es la historia de un chico que dejó de ser un lobo y de una chica que
empezó a serlo.
Pero no voy a permitir que esto sea un adiós. He plegado mil recuerdos de
papel que nos contienen a Grace y a mí, y ya he pedido mí deseo.
Encontrare una cura. Y luego encontrare a Grace.
FIN DEL LIBRO DOS.
260
Agradecimientos
Una vez más me siento abrumada por la tarea de dar las gracias a todas las
personas que han participado en la creación de este libro. Hay tanta gente que
ha aportado su granito de arena a Temblor y a Rastro, que temo dejar a alguien
afuera,
En primer lugar he de dar las gracias a mi maravilloso editor, David Levithan,
sin el cual habría sido incapaz de transformar Rastro desde el gato domestico
que empezó siendo hasta el tigre que es: David he aprendido mucho
escribiendo este libro contigo. También debo agradecer al equipo de Scholastic
el apoyo incansable que me han prestado a mí y a mis libros, mencionando
especialmente a Tracy van Straaten (siempre nos quedará Chicago), Samantha
Wolfert, Janelle DeLuise y Rachel Horowitz (que pasea por Europa como Pedro
por su casa), Sthepanie Anderson (mi intrépida editora de producción,
incansable en su trabajo con los libros) Rachel Coun (fundadora del club de
fans Temblor). Me gustaría incluir a todas las personas de Scholastic que me
hicieron reír o me ayudaron a culminar los libros con éxito, pero me llevaría un
día entero. Así que me conformo con decir que los quiero a todos.
Mi agente, Laura Rennert, y su perrita, Lola, han sido mis compañeras y
oyentes incansables. Sin ella yo no sería más que una masa informe, y tengo
entendido que las masas informes no son buenas escritoras.
También quiero dar las gracias a otras personas como, por ejemplo. Jennifer
Laughran, por NARKOTICA. O Marian, por su té con extracto de almendras. O
Beau Carr, por gritar desde los tejados. O Vera, por soplarme cuanto
paracetamol podía tomar mis personajes. O algunos alemanes muertos, por
escribir poemas tan magníficos.
No podría haber escrito esto sin la ayuda de mis compañeras críticas Tessa
Gratton y Brenna Yovanoff. Sé que están en todas las páginas de
agradecimientos que escribo, pero es que se lo merecen. En vez de soltar risita
maligna cada vez que pido salvavidas, están siempre ahí para salvarme.
Y ahora, agradecimientos para mi familia: para Kate, que sabe bien que es mi
primera lectora y mi mejor amiga. Para mi padre, que hizo posible la lógica de
la licantropía. Para mi madre, que siempre sabe cómo ayudar cuando estoy al
límite. Para Andrew, por ayudarme a descubrir cómo funcionaba Cole. Para
Jack, por los incontables viajes en furgoneta. Para mi suegra Karen, por
apañárselas con Cosita numero 1 y Cosita numero 2 mientras yo me iba de
juerga a New York. Gracias.
Y finalmente, Ed, siempre Ed. Todo terminado contigo.
261
Tercera y última parte:
FOREVER
Pre-sinopsis:
En Shiver, Grace y Sam se encuentran el uno al otro. En Linger, ellos luchan
para estar juntos. Ahora, en Forever, los riesgos son aún mayores que antes.
Los lobos están siendo perseguidos. La vida está siendo amenazada. Y el
amor es más difícil de sostener cuando la muerte viene cerca.
262
VISITA:
Los Lobos de Mercy Falls Latinoamérica:
www.thewolvesofmercyfalls-latinoamerica.blogspot.com