Organiza Federación Psicoanalítica de América Latina
Septiembre 23 AL 25 de 2010 Bogotá - Colombia
TITULO DEL TRABAJO: Conceptualización de la transferencia del vínculo terapéutico y las
estrategias en clínica psicoanalítica.
EJE TEMÁTICO: Estudios en andamiento sobre temas específicos, tanto individuales como
grupales
NOMBRE DEL AUTOR: Benzion Winograd
E-MAIL: [email protected]
SOCIEDAD A QUE PERTENECE: Sociedad Argentina de Psicoanalisis (SAP)
En esta comunicación me he propuesto reflexionar sobre cuestiones muy vinculadas a las
complejidades del campo clínico en nuestra disciplina y la posibilidad de intercambiar
nuestras experiencias prácticas y teóricas para un intento de una mayor discriminación y
también polemizando con distintas discusiones que en nuestra contemporaneidad se
plantean el valor del psicoanálisis como disciplina e incluso en algún momento
diagnostican su terminación o muerte, como ha ocurrido en Buenos Aires en algunos
debates mediáticos allá por el 2005.
Una cuestión que complejiza los campos clínicos y que en mi opinión muestra bastante
consenso en posiciones de colegas de diferentes escuelas o esquemas referenciales y
alude a la extensión de campos problemáticos de los cuales se ocupan los psicoanalistas y
psicoterapeutas que tienen al psicoanálisis como referente y que de algún modo se
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presentan tanto en su práctica institucional como privada. Y me estoy refiriendo a la
extensión psicopatológica y nosográfica o las variantes diferentes del modelo básico
“neurosis” en cuanto a las múltiples perspectivas clínico psicopatológicas que hallamos en
el campo de nuestras áreas prácticas. En este contexto creo que se pueden encontrar
acuerdos en autores de líneas muy diferentes que podrían ejemplificarse con André
Green quien lo sostiene taxativamente, lo mismo que en autores anglosajones y
latinoamericanos que señalan que la aparición de problemáticas clínicas mucho más
complejas que las que de algún modo eran delimitadas por el modelo de la “neurosis” (y
que era un paradigma de la base de la técnica freudiana) actualmente se muestra tal
extensión que justamente puede llevarnos a replantear y reconsiderar cuáles son las
mencionadas bases de la teoría de la técnica que se mantienen y cuándo creemos que
necesitan introducirse variantes de cierta relevancia en la medida que pensemos que las
variantes psicopatológicas necesitan presentar correspondencias congruentes en el
campo de las teorías del abordaje, posición naturalmente polémica y sujeta a la discusión
crítica que de algún modo es uno de los objetivos de esta comunicación. Como
mencionaba antes, esta hipótesis de que una de las razones que presentan una extensa
complejización y variación en el campo de la tarea clínica está vinculada a que los
psicoanalistas nos ocupamos de problemáticas diferentes a lo que sería el modelo
“neurosis”, (base de la teoría de la técnica freudiana) y que incluye desde situaciones
llamadas fronterizas que para Green caracterizarían básicamente la complejización de
nuestro campo clínico contemporáneo a lo que pueda llamarse “narcisismo patológico”,
“psicosomáticas” o “impulsivas”, o problemas de angustia y “pánico” o las distintas
variantes de los trastornos de la alimentación y otros tan presentes en nuestras consultas
actuales.
A. Green: Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo
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Para los objetivos de mi comunicación, intentaré privilegiar la conceptualización y
articulación entre sí y con el espacio clínico psicoanalítico de tres nociones:
Una visión del concepto “transferencia”; versiones del de “vínculo terapéutico” y la
formulación del término y del concepto “estrategia” como modos de construir los
abordajes clínicos.
I) Para modelizar lo que considero “transferencia”, tiene que quedar claro que dicho
término y concepto resulta crucial y determinante en la concepción de las teorías
sobre la cura psicoanalítica, sea cual fuese la escuela o grupo de pertenencia del
colega que la considere o formule. Pero caben algunas dudas: ¿registramos la
singularización del concepto (“la”) como expresión de un acuerdo unívoco acerca de
sus contenidos y la delimitación de las zonas experienciales que abarca? En efecto, no
parece muy audaz sostener que a través del desarrollo histórico del psicoanálisis, las
variantes problemáticas que fue abordando (como señalaba, diferentes al clásico
modelo de las neurosis) y los distintos léxicos producto de autores, grupos y escuelas
variadas y diferentes, afectaron la conceptualización del fenómeno llamado
“transferencia”. Lo que se mantuvo en forma casi unánime, fue el valor esencial
otorgado al fenómeno en las teorías sobre la productividad de la cura psicoanalítica.
Quiero apresurarme a poner en claro, que al cuestionar la verosimilitud de la
unificación singularizadora, pretendo sostener que las distintas versiones no se
contradicen y tampoco que algunas resultan más “verdaderas” que otras.
Pienso que se trata de diferentes recortes de los fenómenos psíquicos y
relacionales, formulados por cada grupo o autor de escuela y que se articulan con el
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cuerpo teórico clínico de las propuestas de dicha versión. Cabe entonces conjeturar
que las distintas versiones poseen un núcleo conceptual común y contenidos o
matices diferentes. Si queremos ejemplificar, la versión de Freud sostiene que se
transfieren contenidos vinculados a la libido objetal conectados con la sexualidad
infantil o los conflictos edípicos, si abarcamos la segunda tópica.
En “orígenes de la transferencia” de Melanie Klein1, lo que se transfiere son relaciones
objetales, fantasías y defensas tempranas.
En los aportes de Kohut2 se incluyen las problemáticas narcisísticas (recordemos que
Freud dividía la neurosis en transferenciales y narcisísticas).
En una visión muy esquemática del interesante análisis de Miller3, los núcleos
fundamentales de la transferencia en Lacan incluyen lo que llama “nivel imaginario” y
“nivel simbólico”, alternativas desarrolladas y analizadas efectivamente, lo cual está
marcadamente fuera de los objetivos de mi comunicación. Pero conjeturo que las
diferentes versiones (y otras no citadas) permiten inferir núcleos compartidos:
1) Se trata de la “dramatización” presente en la relación paciente analista de sectores
conflictivos del paciente.
2) Estos sectores están fuera de la conciencia del paciente.
3) La tal dramatización resulta paradigmática para la experiencia terapéutica
psicoanalítica, pues al actualizar (relacionalmente) el conflicto, genera un
fenómeno “bifronte” (expresión muy elocuente de Alain Miller): por un lado puede
1 M. Klein: Los orígenes de la transferencia
2 H. Kohut: “Análisis del self” Edic. Amorrortu
3 Alain Miller: “conferencias caraqueñas”
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generar obstáculos “resistenciales”, por otro genera y potencia alternativas
transformacionales.
4) Por los argumentos precedentes, el fenómeno llamado “transferencia” resulta
central para la tarea clínico terapéutica del psicoanálisis.
En mi opinión, estos cuatro atributos del concepto podrían resultar consensuados por
cualquier colega sea cual fuere su pertenencia grupal referencial.
Pero a partir de tales identidades conceptuales, los contenidos (como los señalados
anteriormente al mencionar distintas líneas) o los dinamismos de la actualización
dramática, podrán variar tanto que cabe cuestionar la unificación singularizadora,
sobre todo en la comunicación intra disciplinaria y las discusiones clínicas.
Es por ello que creo necesario explicitar con qué concepción se operará en esta
comunicación, postura que resulta básica para su articulación con la manera de
concebir el “vínculo terapéutico” y las “estrategias” clínicas.
Resulta así, que fuera del consenso descrito anteriormente, algunas posturas
consideran lo “transferido” como producto del paciente, resultando el analista un
receptor pasivo del mismo; otras lo postulan como fenómeno coparticipativo en el
sentido de que lo que se dramatiza será codeterminado por un ofrecimiento (no
consciente) del analista. Es en esta perspectiva (se trata de una elección descartando
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que las otras modalidades sean “erróneas”) que ubico mi propuesta que considero
congruente con los otros dos núcleos temáticos abordados.
En relación al “vínculo terapéutico” y con propuestas nada más que definicionales
desde el punto de partida, tomaré la noción de Pichon Rivière que me parece bastante
representativa e ilustrativa en una visión general cuando señala que “un sujeto se
relaciona con los otros creando una estructura que es particular para cada caso y para
cada momento y que llamamos vínculo”. Señala también Pichon que podemos definir
el “vínculo “como “una relación particular con un objeto y que de esta relación
particular resulta una conducta más o menos fija con ese objeto lo cual forma un
pattern, una pauta de conducta que tiende a repetirse automáticamente, tanto en la
relación interna como en la relación externa del objeto”. Entiendo que estas
definiciones muy globales pueden servirnos como punto de partida para entrar a
examinar aspectos más puntuales y más diferenciados en lo que podría ser una
consideración contemporánea del vinculo terapéutico y su incidencia en las
posibilidades, alternativas y desarrollos de la práctica clínica en psicoterapia
psicoanalítica.
II) En relación a la problemática del “vínculo terapéutico” cabe señalar que si pasáramos
a examinar esta estructura relacional tenemos que puntualizar la necesidad de
discriminar distintos matices y distintos aspectos en el mismo. Resulta bastante obvio
que la importancia de la relación terapéutica o del vínculo terapéutico es inherente al
desarrollo de esta disciplina y que enfatizar o jerarquizar su valor resulta una
formulación casi de Perogrullo. De lo que se trata es de sostener que si bien en un
aspecto muy global la relación o el “vínculo terapéutico” han sido examinados y
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enfatizada su importancia a lo largo de todo el desarrollo de la disciplina
“psicoanálisis” tanto en la obra de Freud como en múltiples autores posfreudianos,
(pensemos en el valor de la teoría de la transferencia como instrumento eje en el
campo del método) y del abordaje tanto en el psicoanálisis “cura típica” como en las
distintas psicoterapias psicoanalíticas. Es decir que ya en los primeros trabajos era
señalada por Freud la importancia de la persona, del terapeuta o del analista y cómo
esa persona y esa relación poseían propiedades tanto en lo que decíamos como
posibilidad de accesibilidad al conflicto como a la posibilidad de transformar
funcionamientos históricamente conflictivos, dolorosos o generadores de sufrimiento.
Pero si se tratara solamente de tal perspectiva no resultaría demasiado original o
novedoso incluir como un eje importante en los exámenes de las problemáticas
clínicas contemporáneas pues ya estaría casi por definición incluida. Lo que estoy
tratando de postular es que el concepto “vínculo terapéutico” además de ese aspecto
global, genérico, de importancia absolutamente consensuada, puede en alguno de los
desarrollos tanto de lo que llamo psicoanálisis rioplatense a través de algunos de los
pioneros en este campo, como en algunas perspectivas más actuales en la literatura
latinoamericana y anglosajona y ciertos matices de autores franceses más inferibles y
explícitos, la noción del “vínculo terapéutico” tendría una jerarquía explicativa como
modelo de una trascendencia productiva en el campo de las problemáticas clínicas
contemporáneas extenso y más específico que la cuestión global mencionada. O sea
que habría distintos ingredientes conceptuales dentro de la noción del “vínculo
terapéutico” que tendrían un poder explicativo y de especificidad de una jerarquía tal
que justifiquen su inclusión como factor de posibilidad de cambio que exceda las
nociones clásicas o globales genéricas tan aceptadas en múltiples perspectivas de la
disciplina. Había mencionado por un lado las perspectivas de lo que llamé psicoanálisis
rioplatense y también a lo que algunos autores4 sostienen que en la segunda mitad del
siglo XX y comienzo del XXI la estructura ínter subjetiva en el campo del psicoanálisis
4 Jorge Canestri: “Transformations”
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ha cobrado un valor explicativo, descriptivo y posibilitador transformacional mucho
más extenso que en la primera mitad, donde el modelo más característico en el campo
psicopatológico y problemático del psicoanálisis lo llamaban el modelo del “quiste” o
de la histeria como una zona más delimitada de los sufrimientos del sujeto, mientras
que la introducción de la perspectiva del “narcisismo” y las múltiples variantes
nosográficas y también alguna de las teorías de más alto nivel ponen el énfasis mucho
más acentuado en el vínculo ínter subjetivo como estructura central del desarrollo por
un lado, y del proceso terapéutico por el otro.
En este contexto diferenciaré por un lado los aportes que adjudicaba a lo que llamo
psicoanálisis rioplatense según el cual las experiencias clínicas podrían ubicarse en
distintas perspectivas, entre ellas en el campo discursivo relacional propio de tales
experiencias. Es en este espacio el vincular relacional ínter subjetivo que autores del
grupo que he llamado psicoanalítico rioplatense han examinado los matices
comunicativos de tal intercambio, particularmente Pichon Rivière con su concepción
de la sesión psicoanalítica como unidad del proceso ya mencionada y con la propuesta
de una estructura mínima de tal sesión compuesta por el material del paciente, la
interpretación y sus emergentes. También el extenso estudio que David Liberman
efectuara de los múltiples matices del proceso comunicativo y de la importancia
adjudicada al lenguaje tanto a los elementos verbales y lingüísticos como a los para
verbales vinculados con los tonos, los acentos y los extra verbales en relación a la
mímica y los movimientos corporales. Si a tales aportes y perspectivas les agregamos
los desarrollos y estudios de los Baranger y Mom sobre la noción de “campo” y
“proceso” implicando ambas examinar las vicisitudes de la estructura relacional de lo
que podemos llamar la “pareja terapéutica” y el plantear que tal estructura tiene
características propias que no pueden postularse consideradas como una sumatoria
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de ambos integrantes, nuevamente se agrega a la noción de vínculo, sus vicisitudes y
transformaciones dentro de lo que se llama “campo”, que de algún modo jerarquiza
conceptualmente tal situación relacional en una dimensión espacial y “proceso” en
otra temporal como una experiencia con un desarrollo que es claramente diferente a
posturas que plantean un desarrollo lineal. Aquí se trata de un desarrollo en espiral,
irregular, con múltiples matices de progresiones y regresiones y distintos niveles de
temporalidad, tal perspectiva implicaría llevar a la noción de “vínculo” a un papel
atributivo de una relevancia central en los destinos del proceso “terapéutico” y en las
múltiples variantes del campo de la clínica contemporánea.
Pero señalaba que así como estas concepciones le dan a la estructura relacional
llamada “vínculo” un papel relevante tanto en el desarrollo del campo clínico (incluida
las diferentes variantes psicopatológicas y nosográficas) como a las modalidades de
abordaje, a los indicadores de cambio y detenimiento (que están muy presentes en los
trabajos de los Baranger y Mom), podemos señalar que perspectivas más cercanas a la
contemporaneidad de autores anglosajones y latinoamericanos agregan nuevos
matices y nuevos ingredientes a esta noción de “vínculo” que de algún modo no creo
que presenten aspectos contradictorios con los anteriores, sino más bien son
complementarios aunque provienen de estudios y exámenes y contextos conceptuales
diferentes. O sea que mientras en la obra de Liberman se plantea la posibilidad de
contar con sistemas conceptuales provenientes del campo comunicacional, semiótico
y lingüístico para examinar aspectos del vínculo terapéutico y sus vicisitudes y la de los
Baranger y Mom extraen sus conclusiones de aspectos intrínsecos del propio campo
(aunque la noción de “campo” pueda provenir de algunos otros desarrollos como Kurt
Lewin), en ese caso que menciono de los autores anglosajones y latinoamericanos
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(como Juan Pablo Jiménez5) los aportes a una comprensión del vínculo provienen de
posibilidades de articular estos exámenes psicoanalíticos con las nuevas concepciones
sobre memoria provenientes del campo neuro cognitivo y también a la observación
del examen de las investigaciones empíricas sobre procesos y resultados así como la
observación de bebes que son tres campos que según el colega chileno Juan Pablo
Jiménez pueden ofrecer aportes a una conceptualización del vínculo con micro
elementos que agreguen nuevas perspectivas de comprensión y abordaje. En este
contexto entiendo que algunas citas de los aportes de Jiménez en su trabajo sobre el
vínculo terapéutico pueden resultar significativas e ilustrativas de lo que estoy
planteando. Por supuesto que las nociones extraídas lo son de una manera
extremadamente sintética y solamente a modo de ilustración. Señala por ejemplo
Jiménez que “la investigación ha mostrado que tanto desde la perspectiva del proceso
del paciente como la del terapeuta los mejores resultados se dan en un tratamiento en
que el paciente participe colaborativamente, mientras que los peores resultados se
dan cuando se desarrollan apegos dependientes u oposicionistas con el terapeuta”. En
otro párrafo agrega “diversos estudios han mostrado que la conducta facial afectiva
del paciente y terapeuta en sus aspectos interactivos son indicadores del vínculo
afectivo y predictores significativos del resultado terapéutico”. En otro párrafo, “en la
relación analítica se dan momentos de encuentro ínter subjetivo entre paciente y
terapeuta capaces de crear organizaciones nuevas en esa relación y así de reorganizar
el conocimiento implícito del paciente sobre la manera cómo se relaciona con los
demás. Este conocimiento no es consciente, está inscripto en la memoria procesal de
largo plazo incluye los modelos de apego”.
5 J.P. Jiménez: El vínculo, las intervenciones técnicas y el cambio terapéutico en terapia
psicoanalítica.
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Termino aquí la cita de Jiménez de la cual quiero enfatizar esa noción de conocimiento
implícito y ciertas influencias que las teorías de las memorias implícitas estudiadas en
el campo neuro cognitivo están de algún modo realimentando lo que grupos de
colegas consideran como recursos articulables con la noción de los abordajes y
conceptualizaciones en el campo del psicoanálisis y de la psicoterapia psicoanalítica.
Cabe señalar y reiterar explícitamente que estos distintos ingredientes agregados al
concepto del “vínculo terapéutico” como modelo de una jerarquización causal extensa
en el campo de la clínica no supone de ninguna manera intentar lo que tantas veces se
ha propuesto en el psicoanálisis, (recordemos los trabajos de George Klein6 en una
época o las posiciones del grupo de Palo Alto ya salido del campo analítico) que
planteaban la necesidad de establecer teorías de mas bajo nivel que reemplazaran las
teorías más abarcativas del psicoanálisis como podrían ser las meta psicológicas, las
del desarrollo psíquico, las de las múltiples variantes del inconsciente y otras. Aquí lo
único que se pretende es que ciertos modelos explicativos, como lo dijimos en relación
a la teoría del “campo y proceso” y en este caso mucho mas explícitamente como la
del “vínculo terapéutico”, pueden funcionar como articuladores de las teorías
generales del psicoanálisis y conectarse más directamente con la experiencia de
intercambio discursivo, emocional y afectivo que forman como la matriz del proceso
terapéutico.
Aclarados los puntos anteriores quisiera agregar en estas nuevas perspectivas a la
constitución del vínculo, algunas propuestas de autores anglosajones que también las
considero sumamente significativas si queremos diseñar aportes contemporáneos que
puedan presentar un grado de consenso conjeturable, no absoluto y sujeto
6 George Klein: Dos teorías o una
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naturalmente a la discusión crítica que es un poco la finalidad de esta comunicación y
de estas jornadas.
En un trabajo de los colegas estadounidenses, Glen Gabbard y Drew Westen7 se
señalan algunas cuestiones muy vinculadas al vinculo terapéutico y sus propiedades en
el campo clínico. Señalan estos autores.
“El psicoanálisis contemporáneo esta marcado por un pluralismo desconocido en
épocas anteriores que se extiende a las teorías de la acción terapéutica. Desde un
punto de vista contemporáneo un aspecto importante del rol del analista es ayudar al
paciente a darse cuenta de los patrones inconscientes expresados en su conducta no
verbal de modo que pueda lograr un sentido de control y comprensión de lo que está
siendo repetido en una relación tras otra” Señalan estos mismos autores que según
Lyons Ruth y sus colegas, los “cambios en el conocimiento relacional implícito pueden
producirse en momentos de encuentro entre analista y paciente que no son
representados ni simbólica, ni verbal, ni conscientemente, ni dinámicamente
inconscientes en el sentido ordinario, sin embargo estos momentos de encuentro
pueden ser importantes para reorganizar la experiencia procedimental y afectiva en
un contexto relacional”.
Aquí termina mi cita de estos aportes que entiendo no resultan ni excluyentes ni
exclusivos como pueden aparecer en algunos grupos o escuelas (algunas de las
tendencias ínter subjetivistas por ejemplo), pues entiendo que permiten cierta
7 D: Westen y F. Gabbard: “Repensando la acción terapéutica”
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modelización de lo que es la relación ínter subjetiva y extender uno de sus
ingredientes explicativos para que las distintas estrategias que luego pasaré a
examinar, tengan algún tipo de congruencia entre explicaciones más globales que
incluyen problemas de la historia del sujeto, de sus procesos identificatorios,
problemas de sus múltiples vicisitudes inconscientes, el problema de las motivaciones
que había señalado Bleichmar8 con las problemáticas de permanente intercambio en
el campo clínico terapéutico.
III) El otro término y concepto integrante del título es el de “estrategias” que creo que
resulta bastante obvio que está absolutamente conectado con la complejización
clínica cuyos fundamentos y contenidos estaba intentando fundamentar en mi
introducción global. Es decir, “estrategia” es definida en general como un “proceso
regulable, un conjunto de reglas que asegura una decisión optima de cada momento”.
Si queremos ubicarla en el campo psicoanalítico, cabe señalar ya desde el punto de
partida no puede equivaler ni a manipulación ni a prácticas conductistas. Es decir que
el término “estrategia” está apareciendo en muchos trabajos psicoanalíticos y que en
mi opinión es muy adecuado y coherente con los momentos y los tiempos que
estamos atravesando en esta disciplina y con las complejidades y variantes del campo
clínico en función de todos los factores que citaba anteriormente. En algún diccionario
muy elemental se define estrategia como arte o traza para dirigir un asunto, negocio,
operación en el sentido figurado de la definición primitiva en el campo militar.
También una definición más especifica lo señala como un proceso regulable, conjunto
de reglas que aseguran una decisión optima en cada momento. El interrogante
consecuente es cómo podríamos conectar alguna de estas nociones con nuestros
intereses en el campo de la psicoterapia psicoanalítica en el ámbito clínico y su
8 Hugo Bleichmar: “Avances en psicoterapia psicoanalítica” Ed. Paidos
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articulación con los planos de conceptualización más general. En mi opinión habría
que plantear algunas mínimas estipulaciones: cuando hablamos de estrategias nos
referimos a un proceso no necesariamente claro, regular y coherente sino un proceso
reflexivo que intente articular aspectos de los múltiples planos explicativos del
psicoanálisis con su práctica clínica. En este sentido me parece útil delimitar este
concepto usando una propuesta de Liberman de dos contextos del proceso analítico.
Por un lado un contexto “intra clínico” en el cual el eje del abordaje pasaba por la
espontaneidad, por el contacto emocional, por el sumergirse el terapeuta en su propia
interioridad e ir decodificando a través de las distintas variantes discursivas del
paciente en el contexto de la llamada asociación no convencional y en su propia
postura de libertad reflexiva llamada “atención flotante”, los distintos impactos que le
provocaban la producción mencionada discursiva del paciente. En la versión de
Liberman existe un contexto “extra o ínter clínico” en el cual sí cabe para el operador
psicoterapeuta psicoanalista reflexionar sobre teorías adecuadas para tal material,
tratar de estudiar protocolos y jugar sí con las distintas alternativas que entrarían ya
en el término “estrategias” o sea alternativas que implicarían en una versión de varios
autores contemporáneos diseñar modalidades diferentes según predominios
nosográficos psicopatológicos o de cada sujeto y adecuar los distintos parámetros del
abordaje a tales combinatorias psicopatológicas. O sea que ese mismo trabajo de
adecuación y de búsqueda en los contextos ínter clínicos que se supone se
internalizará en espacios internos del operador terapeuta es el que puede
paradigmáticamente ser expresado con la noción de “estrategia”. Si introducimos ya
estas variantes, surgen algunas cuestiones, una de las primeras es el problema del
diagnóstico del psicoanálisis y en psicoterapia psicoanalítica el valor y la modalidad del
diagnóstico.
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La cuestión del diagnóstico clínico en psicoanálisis implica un tema sumamente
complejo y que presentó diversas discusiones y polémicas a lo largo de la historia de
nuestra disciplina. Esta perspectiva encuentra, en un sector del psicoanálisis
latinoamericano, posturas como las de Bleger y Liberman por ejemplo que cuestionan
marcadamente el modelo médico psiquiátrico en el diagnóstico en psicoanálisis o una
psicoterapia psicoanalítica. Estos autores proponen sistemas diagnósticos que llaman
estructurales o procesales y que privilegian en la detección de problemáticas las
vinculadas a funcionamientos, historias, aspectos relacionales del sujeto, etc. Creo que
queda claramente inferible que estamos planteando sistemas conceptuales muy
diferentes al del DSM4, pues este último examina entidades con sub estructuras,
algunas variantes y su proporción determinando grado de gravedad o levedad y se
refieren a contenido con cierto grado de fijeza (tipo de síntoma, frecuencia,
alteraciones asociadas, remisiones o incremento en las mismas). En cambio el modelo
psicoanalítico que estamos mencionando examina estructuras, sus combinatorias o
indicios conectados con vínculos y espacios relacionales y un grado de movilidad
manifiesta. Pone el énfasis en las combinatorias en movimiento y las posibilidades y
dificultades del sujeto en diferentes campos vinculares.
Lo que algunos colegas han llamado modelos “de medida” y no “de confección”
en mi opinión implica un interesante aporte de las perspectivas actuales clínicas para
un desarrollo productivo y transformacional y que en la necesidad de la singularidad
clínica puede haber un consenso entre practicantes de grupos referenciales diferentes.
DESCRIPTORES
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Transferencia (discriminación conceptual)
Vinculo terapéutico (versión actualizada)
Estrategias (conexión – diagnostico – abordaje)
RESUMEN
Se intentan articular tres conceptos considerados relevantes en el examen del campo y
proceso terapéutico psicoanalítico.
1) El de transferencia, mencionando un núcleo conceptual compartido por diferentes
escuelas o grupos pero con matices o contenidos diferentes (no necesariamente
contradictorios), según esquemas referenciales o alternativas psicopatológico –
clínicas.
Se privilegia la noción de transferencia como dramatización, en la que interviene
la relación analizando-analista en cada segmento del proceso terapéutico.
2) El de “vínculo terapéutico” mencionándose su complejización a través de aportes
de autores contemporáneos.
3) El de “estrategia”implicando variadas maneras de articular los diagnósticos de
problemáticas con las intervenciones en el espacio del proceso terapéutico
psicoanalítico.
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