TEMA 21: CARLOS MARX Prof. Dr. Eduardo Escartín González
HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
TEMA 21
CARLOS MARX
TEMA 21: CARLOS MARX Prof. Dr. Eduardo Escartín González
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1.- GENERALIDADES SOBRE EL PENSA-
MIENTO DE MARX
Marx no siguió ninguna de las corrientes del
pensamiento socialista que se iban formando. Creó una
nueva corriente a la vez que criticaba a todas las demás.
Las calificó de la siguiente forma en el Manifiesto
comunista (1848, pp. 66 a 76):
Al socialismo feudal (el propuesto por los
aristócratas ingleses y franceses) de quejumbroso,
porque era un lamento, mezcla de un eco del pasado y
de un rumor sordo del porvenir.
Al socialismo cristiano de hisopazo con que los
clérigos bendicen el despecho de los aristócratas, porque
los curas van siempre del brazo de los señores feudales.
Al socialismo pequeño burgués de cobarde sueño
reaccionario, por añorar y promover instituciones del
pasado (como los gremios y el patriarcado).
Al socialismo francés de ociosa especulación, por
no tener en cuenta las verdaderas condiciones y
relaciones sociales de producción imperantes en su país.
Al socialismo alemán de pedante y solemne
trompeteo, por incorporar su absurda filosofía a las
doctrinas socialistas extranjeras.
Al socialismo burgués de retórico, por esforzarse
en convencer a la clase obrera de que lo que en realidad
le conviene es dejarse de revoluciones y procurarse
mejoras en su condición de vida mediante reformas
administrativas.
Al socialismo crítico de utópico y visionario de
fantásticas sociedades del mañana en las que reina la
armonía de intereses y no existe la lucha de clases.
Marx opinaba que estos socialismos eran producto
de la fantasía de sus autores y que ellos no se apoyaban
en los hechos reales ni en las tendencias observables de
las fuerzas económicas y sociales que hicieran prever el
advenimiento de un determinado futuro socialista. Por
estos motivos, a todos esos socialismos los consideró
reaccionarios y en realidad utópicos, en contraposición
al análisis empírico que Marx efectuaba de las fuerzas
económicas y sociales que causan los cambios en la
sociedad. Por tanto, su socialismo era científico por estar
basado en los hechos reales constatados que anunciaban
cambios sociales.
En esencia, la clave para comprender la evolución
de las sociedades era su concepción materialista de la
historia; según la cual, los factores económicos son los
determinantes en última instancia de la historia de las
sociedades, que se había caracterizado por la lucha de
clases. Al final, concluía de sus estudios, el proletariado
se impondría a las clases opresoras mediante una
revolución que establecería una sociedad sin clases y sin
estado. Éste sería abolido ya que era la institución
creada por las clases propietarias para ejercer el dominio
sobre todas las demás.
2.- RESEÑAS BIOGRÁFICAS DE MARX Y
ENGELS
Karl Marx (1813-1883) nació en Tréveris
(Renania) en el seno de una familia judía, cuyo cabeza
de familia era un abogado ilustrado, tirando a liberal.
Inició los estudios en su ciudad natal y en 1835 empezó
la carrera de derecho en la Universidad de Bonn. Al año
siguiente se trasladó a la de Berlín, donde se aficionó a
la filosofía y a la historia y frecuentó grupos juveniles
revolucionarios de la izquierda hegeliana. En 1841 se
doctoró en la Universidad de Jena; su tesis versó sobre
la filosofía de Demócrito y Epicuro. Demócrito fue el
fundador de la primera filosofía materialista, en la
cultura occidental, con su concepción atomista, en el
sentido de partículas indivisibles e invisibles que entran
en la configuración de todos los objetos, incluso de la
mente humana, de forma que el conocimiento resulta del
choque de los átomos de las representaciones de los
objetos con los átomos mentales.
El control ejercido por la política universitaria
prusiana (represión contra la izquierda hegeliana) le
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obligó a desistir de sus iniciales preferencias hacia la
enseñanza universitaria. Se ocupó en la escritura de
artículos periodísticos para la Rheinische Zeitung, de la
que llegó a ser director en 1842. En 1843, por presiones
de la censura, tuvo que dimitir de ese cargo y emigró a
París, donde conoció a su compatriota Engels que se
convirtió en su amigo y mecenas durante toda la vida.
Engels le convenció para que estudiara la economía a
fondo. En 1844 colaboró en la preparación y publicación
del primer y único volumen de los Anales Franco-
Alemanes; por cuyo contenido el gobierno prusiano
decretó su encarcelamiento y ante las presiones que
ejerció sobre el gobierno francés fue expulsado de
Francia, trasladándose a Bruselas en 1845. Marx, que
siempre estuvo en contacto con los grupos secretos y
revolucionarios, ingresó en la «Liga de los Justos», que
cambiaría el nombre por el de «Liga Comunista». Se
encargó de redactar El manifiesto comunista (1848), que
se publicó en Londres el año en que fue expulsado de
Bruselas e invitado por el gobierno revolucionario
francés a trasladarse a París. En el mismo año de 1848
fue a Colonia donde se ocupó de la redacción de la Neue
Rheinische Zeitung y dirigió la «Asociación obrera» de
Colonia que protagonizó grandes disturbios callejeros.
Al año siguiente, por esos disturbios, fue procesado y
absuelto. La quiebra económica del periódico Neue
Rheinische Zeitung arruinó a Marx, que se va a Francia,
pero el nuevo gobierno burgués le prohibió residir en
París. Gracias a una colecta organizada por Lassalle en
Alemania, consiguió fondos para trasladarse con su
familia a Londres, donde fijaría su residencia hasta su
muerte en 1883. En Londres no le abandonaron las
penalidades económicas, que le persiguieron durante
toda su vida (incluso tuvo un proceso de desahucio), y
consiguió sobrevivir con los ingresos de sus artículos y
libros y la ayuda económica de su amigo Engels. De
Marx dijo Schumpeter (1954, p. 441n) que, en realidad,
se había trasladado a la Biblioteca del Museo Británico,
donde pasó gran parte de su vida restante.
Sus obras más importantes son La miseria de la
filosofía (1847), el citado Manifiesto comunista (1848),
Contribución a la crítica de la economía política
(1859), Crítica del programa de Gotha (1875) y El
Capital (3 volúmenes; Marx publicó el primero en 1867
y Engels los otros en 1885 y 1894). También se editaron
muy posteriormente Teorías sobre la plusvalía (1905-
1910 en 3 volúmenes publicados por Kautsky).
Friederich Engels (1820-1895), hijo de un rico
industrial, estudió en la Universidad de Berlín donde se
relacionó con los jóvenes izquierdistas hegelianos. Se
trasladó a Manchester (Inglaterra) donde la sociedad de
su padre tenía una manufactura textil. En 1844 Marx le
publicó en los Anales Franco-Alemanes un artículo de
crítica a la economía política. Desde entonces data la
gran amistad entre ambos y la colaboración en la
redacción de varias obras, como La Sagrada Familia
(1845), La ideología Alemana, escrita entre 1845 y 1846
(pero que no publicaron debido a no encontrar editor
dispuesto a ello; se editó por primera vez en la URSS en
1932). Esta obra es una crítica a la filosofía alemana
desde un punto de vista antagónico: el del materialismo
histórico. También publicaron juntos El manifiesto
comunista (1848).Otras obras de Engels son: Anti-
Dühring, (1878); El origen de la familia, de la
propiedad privada y del estado (1884); y una serie de
artículos publicados entre 1845 y 1895, algunos de los
cuales fueron recopilados en Temas militares (según una
edición en español de 1966).
Engels siempre prestó ayuda económica a Marx
(hasta el punto de que acabó por asignarle una renta fija)
y le proporcionó apoyo moral para seguir estudiando y
escribiendo.
3.- EL OBJETIVO DE MARX
El objetivo de Marx fue crear un programa de
investigación social: el materialismo histórico. Pero,
como no es un autor fácil de leer, no es tarea sencilla
averiguar los pormenores de en qué consiste ese
programa de investigación social. En realidad, ni sus
exegetas, quienes a su vez no están enteramente de
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acuerdo entre sí, logran interpretarlo con claridad. No
obstante, para captar la idea de este programa se puede
acudir al resumen que de él hizo su amigo y colaborador
Federico Engels en Anti-Düring (1878, p. 291):
"La concepción materialista de la historia parte
del pensamiento según el cual la producción, y con ella
el intercambio de sus productos, son la base de toda
ordenación social; y en toda sociedad que se presenta
en la historia, la distribución de los productos, y con
ella la división de esa sociedad en clases o capas se
configura a tenor del modo cómo se produce y del modo
cómo se intercambia lo que se produce. Por
consiguiente, las causas últimas de todo cambio social y
de toda revolución política tienen que buscarse no en la
cabeza de los hombres, en su creciente conocimiento de
la verdad y la justicia eternas, sino en las
transformaciones de los modos de producción y de
intercambio; no deben buscarse en la Filosofía, sino en
la Economía de la época que se considere".
El complemento de este objetivo de Marx fue
analizar la sociedad capitalista, en su funcionamiento y
en su destino. Las leyes de la teoría marxista sólo son
válidas para el modo de producción capitalista. Marx
quiso desvelar las contradicciones y las falacias de la
economía burguesa analizando su funcionamiento. Lo
que no pudo hacer Marx fue estudiar el socialismo por
carecer de existencia; es decir, respecto a éste fue tan
utópico como los otros socialistas a los que criticaba.
4.- EL MATERIALISMO HISTÓRICO
Es la interpretación que Marx hizo de la evolución
histórica de las sociedades. El fundamento de tal
evolución se encuentra en las condiciones económicas
en las que los pueblos desarrollan su existencia. Se trata
de una teoría que explica por qué evolucionan las
sociedades en su devenir histórico. Éstas acaban
cambiando cuando varía sustancialmente el sistema de
producción de los bienes económicos y con ello cambian
también las formas de relacionarse las personas, tanto en
sus relaciones de producción como en sus relaciones de
intercambio y también en sus relaciones de distribución
de las rentas generadas. Con las transformaciones de la
estructura económica, también cambia la mentalidad de
la gente; así que a cada tipo de estructura económica
debe corresponderle una mentalidad que le sea
compatible. Pero esto no significa que sea única, es
suficiente con que sea compatible. La incompatibilidad
entre ambas ya es causa suficiente para que a la larga se
origine la evolución de la sociedad. Esta interpretación
queda muy bien resumida en las propias palabras de
Marx, expresadas en su libro Contribución a la crítica
de la economía política (1859) que, según transcribe
Marta Harnecker (1969, p. 295), es la siguiente:
"El resultado general a que llegué (por el estudio
de la economía política) puede resumirse así: En la
producción social [de los medios] de su vida, los
hombres contraen determinadas relaciones, necesarias,
independientes de su voluntad, relaciones de
producción que corresponden a un grado determinado
del desarrollo de las fuerzas productivas materiales. El
conjunto de esas relaciones de producción constituye la
estructura económica de la sociedad, la base concreta
sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y
política, y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social. El modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de la vida social,
política e intelectual en general. No es la conciencia de
los hombres lo que determina su ser, es inversamente su
ser social el que determina su conciencia”. En esquema
se ilustra esta concepción en la página siguiente.
Marx se inspiró en el método dialéctico de Hegel
(al que había estudiado y de quien se consideraba
discípulo) para efectuar el estudio de la evolución de las
formaciones sociales, pero invirtió los términos. Para
Hegel, el individuo aislado es una abstracción y como
sujeto sólo cobra sentido en el seno de un organismo
social, cuya conciencia o «alma del pueblo» determina
su forma de pensar, su necesidad de conocimientos y,
también, todas sus creaciones sociales, jurídicas, éticas,
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materiales o económicas. Así pues, todas esas creaciones
son manifestaciones históricamente concretas, propias
de cada época, de la conciencia social o espíritu de los
pueblos, que evolucionan dialécticamente, en una
sucesión de acciones, contraposiciones o reacciones,
cuyo resultado es una nueva acción y así sucesivamente.
Esquema del Materialismo Histórico
Para Marx son las condiciones materiales de
producción, necesarias para la subsistencia de los
pueblos y en las que se desenvuelven las relaciones
sociales, las que constituyen el determinante último de la
conciencia social en cada época. Así, en cualquier modo
de producción históricamente concreto, que constituye la
tesis, se generan unas tensiones, o contradicciones, que
son la antítesis, de cuya pugna con el anterior,
manifestada por la lucha de clases, surgen unas nuevas
condiciones o modo de producción, que es la síntesis
(por ejemplo, en el caso del modo de producción
capitalista, la lucha de clases originará el advenimiento
del modo de producción socialista).
Según Marx, a cada modo dominante de
producción en una sociedad concreta, en cuyo seno
coexisten otros modos de producción que generan
tensiones sociales, le corresponde un tipo concreto y
compatible de sistema político y jurídico. Por ejemplo,
al modo de producción representado por el molino a
mano, correspondiente a un primitivo estado de
desarrollo de las fuerzas productivas, le corresponde el
régimen esclavista; al representado por el molino de
agua le corresponde el régimen feudal; y al representado
por el molino a vapor le corresponde el régimen
capitalista (James, 1959, p. 170).
Esta interpretación de la evolución histórica de las
sociedades recibió críticas desde el primer momento de
su aparición, por lo que Marx (1867, b, Tomo I, p. 46,
nota 36) se vio obligado a aclarar su concepción:
“Aprovecharé la ocasión para contestar brevemente a
una objeción que se me hizo por un periódico alemán de
Estados Unidos al publicarse, en 1859, mi obra
Contribución a la crítica de la economía política. Este
periódico decía que mi tesis según la cual el régimen de
producción vigente en una época dada y las relaciones
de producción propias de ese régimen, en una palabra,
«la estructura económica de la sociedad, es la base real
sobre la que se alza la superestructura jurídica y
política y a la que corresponden determinadas formas
de conciencia social» y que «el régimen de producción
de la vida material condiciona todo el proceso de la
vida social, política y espiritual», era indudablemente
exacta respecto al mundo moderno, en que predominan
los intereses materiales, pero no podía ser aplicada a la
Edad Media, en que reinaba el catolicismo, ni a Atenas
y Roma, donde imperaba la política. En primer lugar,
resulta peregrino que haya todavía quien piense que
todos estos tópicos vulgarísimos que corren por ahí
acerca de la Edad Media y del mundo antiguo son
ignorados de nadie. Es indudable que ni la Edad Media
Hombres (patronos, obreros)
Máquinas, herramientas
RELACIONES DE
PRODUCCIÓN
FUERZAS PRODUCTIVAS
ESTRUCTURA
Cultura, Arte, Ciencia
Religión, Leyes y Política
SUPERESTRUCTURA
Naturaleza, Demografía
Obras Públicas sobre el Hábitat
INFRAESTRUCTURA
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pudo vivir del catolicismo ni el mundo antiguo de la
política. Lejos de ello, lo que explica por qué en una era
fundamental la política y en la otra el catolicismo es
precisamente el modo como una y otra se ganaban la
vida. Por lo demás no hace falta ser muy versado en la
historia de la república romana para saber que su
historia secreta la forma la historia de la propiedad
territorial. Ya Don Quijote pagó caro el error de creer
que la caballería andante era una institución
compatible con todas las formas económicas de la
sociedad.”
Una interpretación posterior de la concepción
materialista de la historia de Marx es la que enfatiza los
términos dialécticos, en base a que fue el método
empleado por Marx. El desarrollo de esta interpretación
se denomina el materialismo dialéctico.
A continuación se transcriben de una forma
inusitadamente extensa los principios fundamentales del
materialismo histórico de Marx porque constituyen un
método de investigación empleado por historiadores y
antropólogos para investigar y comprender las
sociedades reales (las que existen en la actualidad o han
existido hasta hace muy poco en una gran variedad de
formas). Algunos antropólogos se declaran marxistas
(como Maurice Godelier) y emplean directamente este
método del materialismo histórico; otros antropólogos se
incluyen en diversas escuelas no marxistas (como
Marvin Harris, que pertenece a la escuela denominada
materialismo cultural) pero directa o indirectamente
también usan de alguna forma ciertos elementos
metodológicos del materialismo histórico. Se ha creído
oportuno dar de él una versión algo más amplia de lo
que ha venido a ser lo usual en nuestra formación
económica (que no conviene olvidar que es una ciencia
social, y, por tanto, de los hombres en general), con el
ánimo de intentar tener de este método de investigación
una idea aproximada y de tener diversos puntos de vista
con que juzgar lo que leemos sobre estas cuestiones
humanas.
Marx ya había llegado tempranamente a esta concepción
materialista de la historia hacia 1844, en el sentido de considerar que no
es el Estado el que condiciona en realidad a la sociedad y a los
hombres, sino que es al revés, son los hombres con su forma cotidiana
de ganarse la vida los que condicionan al Estado. Según este nuevo
punto de vista, la política y la historia tienen que interpretarse en
función de las relaciones económicas que establecen los hombres para
desarrollar su existencia.
La coincidencia entre los pensamientos de Marx y Engels a este
respecto se puso de manifiesto en la entrevista que ambos tuvieron en
París en el verano de 1844. Marx fue madurando la idea y ya tenía sus
líneas argumentales pergeñadas cuando más tarde, en la primavera de
1845, se volvieron a reunir en Bruselas y decidieron escribir sus
opiniones sobre la concepción materialista de la historia y otras
cuestiones. Fruto de esta colaboración fue la obra La ideología
alemana, pero que no llegó a publicarse por no encontrar editor
dispuesto a ello, hasta 1932 en que apareció en la URSS su texto
íntegro en un compendio de las obras completas de Marx y Engels.
Como dice Marx (en la nota de la edición de La ideología alemana, p.
8): “Confiamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones, de
tanto mejor grado cuanto que habíamos conseguido ya nuestro
propósito fundamental, el cual no era otro que esclarecer las cosas
ante nosotros mismos”.
El materialismo histórico es un programa y una metodología de
investigación sobre las sociedades reales, las que existen, con
independencia de su estado de evolución. Los elementos básicos del
materialismo histórico son (según la explicación de Marx y Engels en
La ideología alemana, pp. 19 a 27) los siguientes:
“Las premisas de que partimos no tienen nada de arbitrario, no
son ninguna clase de dogmas, sino premisas reales, [...]. Son los
individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto
aquéllas con que se han encontrado como las engendradas por su
propia acción. Estas premisas pueden comprobarse,
consiguientemente, por la vía puramente empírica.
La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente,
la existencia de individuos humanos vivientes [...y] las condiciones
naturales con que los hombres se encuentran: las geográficas, las oro-
hidrográficas, las climáticas y las de otro tipo. Toda historiografía
tiene necesariamente que partir de estos fundamentos naturales y de la
modificación que experimentan en el curso de la historia por la acción
del hombre.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la
conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre
mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que
comienza a “producir” 1 sus medios de vida, paso éste que se halla
condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de
vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida
depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con
1 Todas las palabras o frases recalcadas en esta transcripción son de Marx y Engels.
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que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de
producción [...] es ya, más bien, un determinado modo de la actividad
de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un
determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos
manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente,
con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo
producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las
condiciones materiales de su producción.
Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y
presupone, a su vez, un intercambio entre los individuos.”
Así, éstos tienen que relacionarse entre sí, bien sea para
cooperar varios hombres en el trabajo, o bien para distribuirse entre
ellos los productos obtenidos. Debido a esto, también aparecen la
división del trabajo y la división de la propiedad: “la separación del
trabajo industrial y comercial con respecto al trabajo agrícola y, con
ello, la separación de la ciudad y el campo [...]. La posición que
ocupan entre sí estos diferentes sectores se halla condicionada por el
modo de explotar el trabajo agrícola, industrial y comercial
(patriarcalismo, esclavitud, estamentos, clases). Y las mismas
relaciones se muestran, al desarrollarse el comercio, en las relaciones
entre diferentes naciones.
Las diferentes fases de desarrollo de la división del trabajo son
otras tantas formas distintas de la propiedad; o, dicho en otros
términos, cada etapa de la división del trabajo determina también las
relaciones de los individuos entre sí, en lo tocante al material, el
instrumento y el producto del trabajo [...].
[...]. Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados
individuos, que, como productores, actúan de un determinado modo,
contraen entre sí estas relaciones sociales y políticas determinadas. La
observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en
cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de
falsificación, la trabazón existente entre la organización social,
política y la producción. La organización social y el Estado brotan
constantemente del proceso de vida de determinados individuos; pero
de estos individuos, no como puedan presentarse a la imaginación
propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como
actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como
desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y
condiciones materiales, independientes de su voluntad.
La producción de las ideas y representaciones, de la
conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la
actividad material y el comercio material de los hombres, como el
lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el
comercio espiritual de los hombres se presentan todavía, aquí, como
emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre
con [...] la política, las leyes, la moral, la religión, la metafísica, etc.
de un pueblo. Los hombres son los productos de sus representaciones,
de sus ideas, etc., pero los hombres reales y actuantes, tal y como se
hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas
productivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a
sus formaciones más amplias. La conciencia no puede ser nunca otra
cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres en su proceso de
vida real [...].
[...] se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de
su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos
ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las
formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres
son sublimaciones necesarias de un proceso material de vida, proceso
empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral,
la religión, la metafísica, y cualquier otra ideología y las formas de
conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su
propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio
desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción
material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta
realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la
conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la
conciencia.”
Para detallar y hacer un poco más comprensibles sus
razonamientos anteriores, Marx y Engels prosiguen con la explicación
del materialismo histórico de la siguiente forma (ibídem, pp. 28 a 34):
“[...] la primera premisa de toda existencia humana y también,
por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para “hacer
historia”, en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace
falta comer, beber, alojarse bajo techo, vestirse y algunas cosas más.
El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los
medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es
decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que
es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia,
que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los
días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los
hombres. Y aun cuando la vida de los sentidos se realiza al mínimo, a
lo más elemental, como San Bruno, este mínimo presupondrá siempre,
necesariamente, la actividad de la producción.2 Por consiguiente, lo
primero, en toda concepción histórica, es observar este hecho
fundamental en toda su significación y en todo su alcance y colocarlo
en el lugar que le corresponde [...].
Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la
acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para
ello conduce a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades
nuevas constituye el primer hecho histórico 3 [...].
El tercer factor [...] es el de que los hombres que renuevan
diariamente su propia vida comienzan al mismo tiempo a crear otros
hombres, a procrear: es la relación entre hombre y mujer, entre
padres e hijos, la familia. Esta familia, que al principio constituye la
única relación social, más tarde, cuando las necesidades, al
multiplicarse, crean nuevas relaciones sociales y, a su vez, al aumentar
el censo humano, brotan nuevas necesidades, pasa a ser una relación
secundaria y tiene, por tanto, que tratarse y desarrollarse con arreglo
a los datos empíricos existentes, y no ajustándose al “concepto de
familia” misma, como se suele hacer en Alemania.
Por lo demás, estos tres aspectos de la actividad social no
deben considerarse como tres fases distintas, sino sencillamente como
eso, como tres aspectos o, para decirlo a la manera alemana, como
2 Podríamos decir que una condición básica de la existencia del hombre es cómo se gana la vida, aunque sea mediante la oración y las limosnas recibidas de los fieles.
3 Es preciso resaltar, que más bien debería ser el segundo hecho
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tres “momentos” que han existido desde el principio de la historia y
desde el primer hombre y que todavía hoy siguen rigiendo en la
historia.
La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como
de la ajena en la procreación,4 se manifiesta inmediatamente como una
doble relación -de una parte, como una relación natural, y de otra
como una relación social-; social, en el sentido de que por ella se
entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean
sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se
desprende que un determinado modo de producción o una determinada
fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de
cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que
es, a su vez, una “fuerza productiva”; que la suma de las fuerzas
productivas accesibles al hombre condicionan el estado social y que,
por tanto, la “historia de la humanidad” debe estudiarse y elaborarse
siempre en conexión con la historia de la industria y el
intercambio.[...] Se manifiesta, por tanto, ya de antemano, una
conexión materialista de los hombres entre sí, condicionada por las
necesidades y el modo de producción y que es tan vieja como los
hombres mismos; conexión que adopta constantemente nuevas formas
y que ofrece, por consiguiente, una “historia”, aun sin que exista
cualquier absurdo político o religioso que también mantenga unidos a
los hombres.
Solamente ahora, después de haber considerado ya cuatro
momentos, cuatro aspectos de las relaciones históricas originarias,
caemos en la cuenta de que el hombre tiene también “conciencia”.5
Pero, tampoco ésta es de antemano una conciencia “pura”. El
“espíritu” nace ya tarado con la maldición de estar “preñado” de
materia, que aquí se manifiesta bajo la forma de capas de aire en
movimiento, de sonidos, en una palabra, bajo la forma del lenguaje. El
lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia
práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres
y que, por tanto, comienza a existir también para mí mismo; y el
lenguaje nace, como la conciencia, de la necesidad, de los apremios
del intercambio con los demás hombres [...]. La conciencia, por tanto,
es ya de antemano un producto social, y lo seguirá siendo mientras
existan seres humanos. La conciencia es, ante todo, naturalmente,
conciencia del mundo inmediato y sensible que nos rodea y conciencia
de los nexos limitados con otras personas y cosas, fuera del individuo
consciente de sí mismo; y es, al mismo tiempo, conciencia de la
naturaleza, que al principio se enfrenta al hombre como un poder
absolutamente extraño, omnipotente e inexpugnable, ante el que los
hombres se comportan de un modo puramente animal y que los
amedrenta como al ganado; es, por tanto, una conciencia puramente
animal de la naturaleza (religión natural).
histórico, porque el primero ya lo han mencionado antes los autores.
4 A este respecto, conviene recordar que en el Antiguo Testamento, poco después de comenzar el Génesis, Dios dice a Adán al expulsarle del paraíso: “Con el trabajo comerás de ella [de la tierra] todo el tiempo de tu vida” (Gen. 3,17). Y un poco más adelante: “Procread y multiplicaros” (Gen. 9,1).
5 El propio Marx hace aquí una glosa marginal: “Los hombres tienen historia porque se ven obligados a producir su vida y deben, además,
producirla de un determinado modo: esta necesidad está impuesta por
su organización física, y otro tanto ocurre con su conciencia”.
Inmediatamente, vemos aquí que esta religión natural o este
determinado comportamiento hacia la naturaleza se hallan
determinados por la forma social, y a la inversa. En este caso, como en
todos, la identidad entre la naturaleza y el hombre se manifiesta
también de tal modo que el comportamiento limitado de los hombres
hacia la naturaleza condiciona el limitado comportamiento de unos
hombres para con otros, y éste, a su vez, su comportamiento limitado
hacia la naturaleza, precisamente porque la naturaleza apenas ha
sufrido aún ninguna modificación histórica. Y, de otra parte, la
conciencia de la necesidad de entablar relaciones con los individuos
circundantes es el comienzo de la conciencia de que el hombre vive, en
general, dentro de una sociedad [...]. Esta conciencia gregaria o
tribual se desarrolla y perfecciona después, al aumentar la
producción, al acrecentarse las necesidades y multiplicarse la
población, que es el factor sobre el que descansan los dos anteriores.
De este modo, se desarrolla la división del trabajo , que
originariamente no pasaba de la división del trabajo en el acto sexual
y, más tarde, de una división del trabajo introducida de un modo
“natural” en atención a las dotes físicas (por ejemplo, la fuerza
corporal), a las necesidades, las coincidencias fortuitas, etc., etc. La
división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del
momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este
instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más
y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que
representa realmente algo sin representar algo real; desde este
instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del
mundo y entregarse a la creación de la teoría “pura”, de la teología
“pura”, la filosofía y la moral “puras”, etc. [...] la fuerza productora,
el estado social y la conciencia, pueden y deben necesariamente entrar
en contradicción entre sí, ya que, con la división del trabajo se da la
posibilidad, más aun, la realidad de que las actividades espirituales y
materiales, el disfrute y el trabajo, la producción y el consumo, se
asignen a diferentes individuos, y la posibilidad de que no caigan en
contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la
división del trabajo [...].
Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas esas
contradicciones y que descansa, a su vez, sobre la división natural del
trabajo en el seno de la familia y en la división de la sociedad en
diversas familias contrapuestas, se da, al mismo tiempo, la
distribución y, concretamente, la distribución desigual, tanto
cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es
decir, la propiedad, cuyo primer germen, cuya forma inicial se
contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son esclavos del
marido. La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, latente
en la familia, es la primera forma de propiedad, que, por lo demás, ya
aquí corresponde perfectamente a la definición de los modernos
economistas, según la cual es el derecho a disponer de la fuerza de
trabajo de otros. Por lo demás, división de trabajo y propiedad
privada son términos idénticos: uno de ellos, dice, referido a la
esclavitud, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta.
La división del trabajo lleva aparejada, además, la
contradicción entre el interés del individuo concreto o de una
determinada familia y el interés común de todos los individuos
relacionados entre sí, interés que no existe, ciertamente, tan sólo en la
idea, como algo “general”, sino que se presenta en la realidad, ante
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todo, como una relación de mutua dependencia de los individuos entre
quienes aparece dividido el trabajo [...] a partir del momento en que
empieza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado
círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede
salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico, y no tiene
más remedio que seguirlo siendo si no quiere verse privado de los
medios de vida”.
5.- EL MANIFIESTO COMUNISTA Y LAS
INTERNACIONALES
El manifiesto comunista, firmado por Marx y
Engels, aunque redactado prácticamente por Marx, es
uno de los escritos más trascendentales de la humanidad,
puesto que ha influido en las condiciones de vida de
miles de millones de personas, de una u otra forma,
directa o indirectamente, aun en contra de la voluntad de
muchas de ellas. Durante más de un siglo la humanidad
ha vivido polarizada entre dos concepciones radicales, la
del marxismo y la del antimarxismo. Y todavía hoy
perdura, aunque con concepciones menos extremistas.
En el manifiesto también se encuentran presentes
algunas tesis marxistas del materialismo histórico. Una
de ellas queda reflejada en su primera frase: "Toda la
historia de la sociedad humana, hasta el día, es una
historia de lucha de clases" (p. 42). Pero hay que tener
en cuenta que la lucha de clases no es en sí misma el
materialismo histórico. En el prólogo de la edición
alemana de 1883, Engels matiza que esa historia de la
lucha de clases es desde que fue "disuelto el primitivo
régimen de comunidad del suelo" (p. 42) y además
insiste en que la idea central que inspira todo El
Manifiesto es que “el régimen económico de la
producción y la estructuración social que de él se
deriva necesariamente en cada época histórica
constituye la base sobre la que se asienta la historia
política e intelectual de esa época” (p. 25). Ésta es la
principal tesis del materialismo histórico.
En este manifiesto se exponen los grandes logros
de la revolución burguesa: "La burguesía ha producido
maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto,
los acueductos romanos y las catedrales góticas" (p. 45)
[...].“En el siglo corto que lleva de existencia como
clase soberana, la burguesía ha creado energías
productivas mucho más grandiosas y colosales que las
logradas por todas las pasadas generaciones juntas.
Basta pensar en el sojuzgamiento de las fuerzas
naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en
la aplicación de la química a la industria y la
agricultura, en la navegación de vapor, en los
ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación
de continentes enteros, en los ríos abiertos a la
navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la
tierra como por ensalmo [...]. ¿Quién, en los pasados
años, hubiera podido siquiera sospechar que existieran
tales fuerzas productivas soterradas en el seno de la
sociedad fecundada por el trabajo del hombre?" (p. 47).
Pese a ello, el proceso de cambio sigue su curso
histórico: "Desde hace varias décadas la historia de la
industria y del comercio no es más que la historia de las
modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el
régimen vigente de producción, contra el régimen de
propiedad, que es donde residen las condiciones de vida
y del predominio político de la burguesía" (p. 48).
“En la misma proporción en que se desarrolla la
burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el
proletariado, esa clase obrera moderna que sólo puede
vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo
en la medida que éste alimenta e incrementa el capital.
El obrero, obligado a venderse a trozos, es una
mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a
todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a
todas las fluctuaciones del mercado [...]. El trabajador
se convierte en un simple resorte de la máquina, del que
sólo se exige una operación mecánica, monótona, de
fácil aprendizaje. Por eso los gastos que supone un
obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo
de lo que necesita para vivir y perpetuar su raza” (p.
49) [...]. “Y cuando ya la explotación del obrero por el
fabricante ha dado su fruto y aquél recibe el salario,
caen sobre él otros representantes de la burguesía: el
casero, el tendero, el prestamista, etc.”(p. 50).
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[...]. "No hace falta ser un lince para ver que, al
cambiar las condiciones de vida, las relaciones
sociales, la existencia social del hombre, cambian
también sus ideas, sus opiniones y sus conceptos, su
conciencia, en una palabra" (p. 62) [...]. "Las ideas
imperantes en una época han sido siempre las ideas
propias de la clase imperante" (p. 62).
Marx describe cómo las fuerzas productivas minan
al propio capitalismo que las creó, sin que "tan
fabulosos medios de producción" (p. 50) pueda ya
controlarlas y, así, se queda expuesto a la periódica
amenaza de "la epidemia de la superproducción" (p. 48)
y de "las crisis comerciales" (p. 48). Las filas del
proletariado se van engrosando con los "pequeños
industriales, comerciantes, artesanos, labriegos" (p. 50)
y otros individuos arruinados y desarraigados de sus
medios de producción y subsistencia. "Al principio, los
obreros aisladamente [...] se enfrentan [...] con el
burgués que personalmente los explota" (p. 50) [...]
“van también contra los propios instrumentos de la
producción; los obreros, sublevados, destruyen las
mercancías ajenas que les hacen la competencia,
destrozan las máquinas, pegan fuego a las fábricas,
pugnan por volver a la situación, ya enterrada, del
obrero medieval” (p. 51), y luego, "los obreros
comienzan a coaligarse contra los burgueses, se
asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean
organizaciones permanentes para pertrecharse en
previsión de posibles batallas" (p. 51). Así, se llega a la
revolución proletaria que hace "saltar, hecho añicos
desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio
que forma la sociedad oficial" (p. 54), la burguesa.
Más adelante se relacionan las principales medidas
del programa comunista (pp. 64 y 65): 1ª. "Expropiación
de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del
suelo a los gastos públicos. 2ª. Fuerte impuesto
progresivo. 3ª. Abolición del derecho de herencia. 4ª.
Confiscación de la fortuna de los emigrados y rebeldes.
5ª Centralización del crédito en el Estado por medio de
un Banco nacional. 6ª. Nacionalización de los
transportes. 7ª. Multiplicación de las fábricas
nacionales y de los medios de producción, roturación y
mejora de terrenos con arreglo a un plan colectivo. 8ª.
Proclamación del deber de trabajar; creación de
ejércitos industriales, principalmente en el campo. 9ª.
Articulación de las explotaciones agrícolas e
industriales; tendencia a ir borrando gradualmente las
diferencias entre el campo y la ciudad. 10ª. Educación
pública y gratuita de todos los niños. Prohibición del
trabajo infantil en las fábricas bajo su forma actual.
Régimen combinado de la educación con la producción
material, etc."
Por último, llama a "la unión" de los trabajadores
y de los partidos democráticos de todo el mundo. Y
proclama que “los comunistas no tienen por qué
guardar encubiertas sus ideas e intenciones.
Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden
alcanzarse derrocando por la violencia todo orden
social existente" (p. 78), porque "los proletarios no
tienen nada que perder, como no sea sus cadenas.
Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar" (p. 78).
El Manifiesto concluye: "¡Proletarios de todos los
países, uníos!" (p. 78).
Dieciséis años después del Manifiesto comunista
se fundó en Londres la I Internacional (1864-1876) o
«Asociación Internacional de Trabajadores»; Marx,
representante por Alemania, fue elegido miembro del
Comité y redactó los estatutos y el discurso inaugural.
Las desavenencias entre Marx y Bakunin, desde la
afiliación de éste último a la Internacional en el
congreso de Lausana de 1867, acabaron por forzar la
expulsión en 1872 (congreso de La Haya) de los
anarquistas, entre ellos los españoles. Los anarquistas
fundaron la Internacional Anarquista. Ese mismo año, la
I Internacional trasladó su sede a Nueva York y en el
congreso de Filadelfia de 1876 se disolvió.
La II Internacional (1889-1914) fue la
reconstrucción de la asociación socialista en el congreso
de París de 1889. La institución más destacada que
promovió esta Internacional fue la manifestación anual
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del Primero de Mayo (que todavía perdura como el Día
de los Trabajadores) para reivindicar la jornada laboral
de 8 horas; también recomendó la formación de partidos
socialistas en todos los estados, que, en efecto se fueron
fundando. Se desintegró con el estallido de la I Guerra
Mundial ya que los dirigentes en cada estado mostraron
más sentimiento nacionalista que de clase.
La III Internacional (1919-1943) fue fundada por
Lenin y Trotski, con la base del Partido bolchevique
ruso, después de hacerse con el poder en Rusia como
consecuencia del éxito de la revolución de 1917 dirigida
por Lenin, quien ya encabezaba el ala revolucionaria en
el seno de la II Internacional. La pretensión de esta
Internacional fue promover la revolución comunista a
escala mundial, procurando su triunfo país por país.
Stalin la disolvió oficialmente (aunque no sus fines)
como gesto de buena voluntad hacia sus aliados en la II
Guerra Mundial.
La IV Internacional fue creada por Trotski en
1938, años después de ser expulsado de la URSS, con el
objeto de lograr la revolución permanente. Su influencia
se extendió por Iberoamérica y el Extremo Oriente.
Después de la Segunda Guerra Mundial también se
difundieron sus ideas entre los medios universitarios y
obreros de Europa occidental.
Los socialdemócratas europeos reconstruyeron en
1951 una Internacional Socialista en el congreso de
Frankfurt que todavía perdura.
Se ha visto que en El manifiesto comunista, Marx
intentó unir a los trabajadores de todo el mundo para
instaurar el comunismo; mas éste sólo arraigó en países
subdesarrollados. En los desarrollados, la burguesía,
ante la lucha de la clase obrera, supo retener el poder
adaptándose a las circunstancias mediante reformas y
concesiones económicas y políticas. La mejora del nivel
de vida de los trabajadores y la representación popular
en los regímenes democráticos resultaron ser el mejor
antídoto contra la revolución proletaria.
6.- LA LUCHA DE CLASES Y LA FUTURA
SOCIEDAD
Ya se ha mencionado que Marx se consideraba
discípulo de Hegel y de joven universitario era un
revolucionario hegeliano de izquierdas; de Hegel tomó
su concepción histórica y su método dialéctico, pero con
sustanciales modificaciones. También se ha mencionado
la opinión de Hegel respecto al estado prusiano y la
necesidad de la guerra para mantener vivo y ensalzar el
espíritu nacional, según cada época, precaviéndose así
de la decadencia moral.
Para Marx la moral vigente no era más que un
prejuicio burgués y la religión un opio para el pueblo
que lo adormece y mantiene en la sumisión. Y el papel
de la guerra debía desempeñarlo la lucha de clases; ésta
había que mantenerla viva hasta que hubiera el número
suficiente de trabajadores, convencidos de pertenecer a
una clase oprimida, para constituir una fuerza que
pudiera derribar al poder burgués. Lo fundamental para
promover la lucha de clases era la toma de conciencia de
clase oprimida en cada situación histórica.
Marx, además de analista teórico de la sociedad
capitalista, fue un práctico de la revolución; como él
dice en Tesis sobre Feuerbach: "los filósofos se han
limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de
lo que se trata es de transformarlo" (Marx-Engels,
1846, p. 668). Así, pretendió acelerar el cambio, que de
todas formas, tarde o temprano, sería inexorable. La
justificación se hallaba en la dialéctica de la evolución
histórica; la lucha entre elementos contrapuestos era la
fuerza motriz del cambio progresivo y del desarrollo
evolutivo de las sociedades. Según Marx, el sistema
capitalista engendraba numerosas disfunciones que ya
estaban puestas de manifiesto y provocaban crisis
económicas y lucha de clases. Entre estas disfunciones,
o trabas al desarrollo del sistema capitalista, estaban la
propiedad privada usurpadora del fruto del trabajo de los
demás; la abundancia de unos y la miseria de otros; las
crisis de superproducción y la destrucción de la propia
producción; el paro creciente y la formación de un
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"ejército industrial de reserva” de mano de obra (Marx,
1867, p. 786); la concentración creciente del capital y la
eliminación de la competencia.
Aprovechando estas circunstancias generadoras de
crisis económicas y el descontento que se origina en las
clases oprimidas y explotadas, las que quedan sumidas
en tal situación de miseria que ya "no tienen nada que
perder, como no sea sus cadenas", Marx exhorta a los
proletarios a realizar un sencillo programa de acción
para derribar al capitalismo: mantener viva la revolución
mediante la continuada lucha de clases e “ir extendiendo
y consolidando la unión obrera” (Marx -Engels, 1848,
p. 51) en espera del momento oportuno, durante una
profunda crisis económica, en el que, tras haber
adquirido la fuerza suficiente, el proletariado fuera
capaz de asumir el poder, de llegar a "la conquista de la
democracia" (ibídem, p. 64). Así, el régimen político
capitalista sería sustituido por el socialista.
Sin embargo, Marx no explicó cómo sería la nueva
sociedad que sobrevendría a la desaparición de la
sociedad burguesa. Sólo menciona sus rasgos esenciales
por contraposición a las instituciones capitalistas
generadoras de la explotación y de la lucha de clases.
Así, frente al régimen de propiedad privada existirá la
propiedad pública de los medios de producción; una
planificación de la economía versus al anárquico laissez
faire; la educación pública gratuita a cambio de la
privada elitista; la centralización del crédito en la banca
nacional respecto a la banca privada, etc. La nueva
sociedad no tendría clases y el sistema de distribución
debería realizarse según el principio comunista de «a
cada cual según sus necesidades», cuando se consiguiera
que el desarrollo de la producción hiciera desaparecer la
escasez. Marx creyó que la construcción de la futura
sociedad se facilitaría porque también el hombre sería
nuevo; de acuerdo con su concepción dialéctica de la
historia, al cambiar el medio ambiente y las relaciones
de producción cambiaría la naturaleza del hombre, su
mentalidad, su conciencia y la conciencia social.
El problema de la transición a la nueva sociedad
también lo dejó abierto. Supuso que con la abolición de
la propiedad privada de los medios de producción, la
desaparición de las clases sociales y la aparición de un
nuevo hombre no debería existir ninguna dificultad en la
futura sociedad democrática por él prevista. Pese a ello,
expuso un inicio para construir la sociedad sin clases:
Después de conquistar el poder, el proletariado se
serviría de él y ejercería la dictadura del proletariado, o
sea, "una acción despótica sobre la propiedad y el
régimen burgués de producción" (Marx-Engels, 1848, p.
64) para hacer desaparecer "las condiciones que
determinan el antagonismo de clases, las clases mismas
y, por tanto, su propia soberanía como tal clase" (ib., p.
65). Es decir, desaparecería el carácter político del
Estado, siendo sustituido por "una asociación en que el
libre desarrollo de cada uno condicione el libre
desarrollo de todos" (ib., p.65). "El poder político no es,
en rigor, más que el poder organizado de una clase
para ejercer la opresión sobre otras" (ib., p. 65).
Ahora bien, dejando aparte la dificultad práctica de
pasar de un estado en el que rige la despótica dictadura
del proletariado a una sociedad sin estado, si para Marx
su socialismo era científico, es razonable preguntarse si
verdaderamente las fuerzas económicas y sociales de su
tiempo apuntaban en el sentido que Marx imaginaba.
7.- EL CAPITAL
Es el título de la monumental obra de Marx (tres
volúmenes de los que únicamente el primero fue
publicado en vida del autor en 1867 en Hamburgo). En
ella analiza críticamente la economía del sistema
capitalista. Para afrontar este estudio, Marx, ávido
lector, se inspiró en múltiples autores, pero extrajo todo
el aparato conceptual de David Ricardo; por eso a Marx,
como economista, se le considera un clásico. Aunque
llegó a sus propias conclusiones, de Ricardo tomó la
teoría del valor-trabajo y de ella dedujo la teoría de la
explotación y la plusvalía. También adoptó la teoría de
la distribución con la tríada de rentas y la teoría
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cuantitativa del dinero. Sin embargo, su formación
historicista le hizo ver claramente, a diferencia de los
autores clásicos, que todos esos conceptos no eran más
que categorías históricas exclusivas del capitalismo.
El método de Marx es una combinación de
dialéctica con deducción y empirismo; para ello efectúa
numerosas citas con gran variedad de detalles históricos.
Intentó realizar su estudio de la economía política sin
separarse del método científico, ya que había apreciado
que los economistas habían dejado de buscar la verdad
(abandonando el carácter científico de la economía
política) para convertirse en apologistas de los intereses
de la burguesía y en disimuladores de los graves daños
que esa clase infringía a las clases proletarias.
A) LA TEORÍA DE LA EXPLOTACIÓN Y DE LA PLUSVALÍA
Marx distinguió entre valor de uso y el de cambio;
pero se centró en el segundo que es la proporción por la
que se cambian los diferentes valores de uso. El valor de
cambio depende de la cantidad de trabajo humano
incorporado a las mercancías en su producción.
Puesto que hay diversos tipos de trabajo, se
requiere homogeneizar el trabajo mediante una medida
abstracta: "el trabajo socialmente necesario" (Marx,
1867, pp. 237-240). Así, el trabajo especializado se
multiplicaría por un coeficiente, según el tipo de
especialidad y el trabajo de la misma especialidad pero
más o menos eficiente se evaluaría según la desviación
respecto a su media. Pongamos un ejemplo didáctico:
una persona puede elaborar un pico (o cualquier otro
bien) en 8 horas de trabajo; otra persona en 10 horas;
otra en 11 horas, y aun otra en 12 horas, según sea la
eficiencia de cada trabajador. La pregunta es ¿cuál será
el valor del pico? Pues bien, la fijación de su valor sería
una decisión social, a través de cualquier procedimiento
(por ejemplo, el del mercado), de modo que si se
estableciera en el equivalente en dinero a 10 horas de
trabajo, esto querría decir que la sociedad ha valorado
como adecuadas para la obtención de un pico esas 10
horas de trabajo. Éste sería, por tanto, el «trabajo
socialmente necesario» para elaborar un pico. Los
trabajadores que emplearan más tiempo serían poco
eficientes a los ojos de la sociedad (o sea, para los
compradores del pico) y no verían retribuidas todas sus
horas de trabajo; únicamente resultan retribuidas las
horas socialmente útiles. Por el contrario, quienes
elaboraran el pico en menos tiempo serían más eficientes
y resultarían recompensados por ello. Como en la
elaboración de un bien también interviene el capital fijo
y los bienes intermedios, además del trabajo, para sumar
todos estos elementos heterogéneos es preciso hallar el
equivalente de todos esos elementos en valor-trabajo,
según el criterio del trabajo socialmente necesario. Para
poder efectuar esta operación, Marx estableció una serie
de definiciones, distinguiendo diferentes modalidades en
las que interviene el trabajo. Con esta finalidad, Marx
tiene en cuenta, por un lado, el "trabajo vivo", o trabajo
de la mano de obra incorporado directamente al elaborar
el bien, y por otro, el "trabajo almacenado", o el que se
incorpora de forma indirecta a través de un medio de
producción, ya sea un bien de capital, ya sea un bien
intermedio (según Backhouse, 1985, p. 147). El trabajo
incorporado en un bien de capital se recupera
periódicamente por la amortización y el incorporado en
los bienes intermedios, que se desembolsan durante el
periodo de producción, se recupera de una sola vez.
Otra clasificación que efectúa es la de "trabajo
humano" y "fuerza de trabajo" (Dobb, 1973, p. 168). El
trabajo humano es la cantidad de horas realmente
empleadas por el trabajador (esto es, el trabajo vivo) y,
como se ha dicho, es el fundamento del valor de cambio
de las cosas. La fuerza de trabajo es el número de
horas de trabajo necesario para proporcionar la energía
consumida por el trabajador, equivalente a la materia
nutriente que se necesita para reponer la energía
utilizada por el trabajo humano, que, en el sistema
capitalista, se vende en el mercado dando origen al
salario fijado en el mínimo de subsistencia. Ello es así
porque en el sistema capitalista (que se encarga de
mantener un ejército de reserva de mano de obra) la
competencia por un puesto laboral reduce el precio (en
este caso el salario), como si se tratara de cualquier otra
TEMA 21: CARLOS MARX Prof. Dr. Eduardo Escartín González
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mercancía que se compra o se vende, hasta el mínimo en
que se recuperan, si es posible, los costes de producción;
éstos, tratándose del obrero, se limitan, "sobre poco más
o menos, al mínimo que necesita para vivir y para
perpetuar su raza" (según la crítica que del sistema
capitalista hacen Marx-Engels, 1848, p. 49).
Esta fuerza de trabajo (o su equivalente en energía
nutriente) para reponer la fuerza o energía gastada por el
trabajador en el proceso laboral también se convierte en
número de horas de «trabajo socialmente necesario». En
consecuencia, la fuerza de trabajo es el equivalente al
número de horas de trabajo con que se retribuye al
trabajador asalariado para que subsista. En resumen, de
todo el trabajo humano empleado en la producción se
hacen dos partes: una que va a retribuir al trabajador y
otra que se la apropia el empresario. Es evidente, que en
el sistema capitalista (debido a su misma esencia) la
retribución del asalariado (medida en horas de trabajo)
es inferior a todas las horas realmente trabajadas por él.
Obviamente, tanto el trabajo como la fuerza de
trabajo y todos los demás elementos que intervienen en
la producción se miden con la misma unidad, «el trabajo
socialmente necesario».
La plusvalía que Marx (1867, p. 255) designa por
p, es la diferencia entre el valor del trabajo humano
incorporado en la producción de una mercancía y el
valor de la fuerza del trabajo pagada por esa misma
producción. Es decir, es la parte del valor del trabajo
humano que no ha sido remunerada al trabajador.
Por ejemplo, el empresario compra en el mercado la
fuerza de trabajo de un obrero, equivalente a 2 ó 4 horas
de trabajo (según la especialidad), y por ella paga el
salario al obrero; sin embargo, legalmente adquiere el
derecho a emplearlo durante toda la jornada laboral, que
son 10, 12 o más horas al día (según sean las
circunstancias). El valor del producto incorpora el valor
del trabajo humano efectuado durante toda la jornada
laboral; pero el salario pagado al trabajador representa
sólo el valor de una parte de esa jornada, el que permite
subsistir al obrero. La diferencia entre ambos, que se la
apropia el empresario, es la plusvalía. Por estos motivos
el sistema capitalista realiza necesariamente una
explotación del trabajador asalariado.
El capital variable, v, es el capital invertido en el
pago de la mano de obra. El valor de este capital, que
remunera la fuerza de trabajo, al finalizar el proceso
productivo se convierte en todo el valor del trabajo
humano efectivamente realizado en la producción; por
eso es variable (Marx, 1867, p. 252). Como se observa,
según estas apreciaciones de Marx, el trabajo vivo es el
único factor de la producción que tiene la propiedad de
reproducir más valor que el requerido para su propia
conservación.
Según lo dicho hasta ahora, v equivale a la fuerza
de trabajo y p + v al trabajo humano incorporado al bien
producido.
El capital constante, c, es la suma del capital fijo
consumido más los bienes intermedios que intervienen
en la producción y cuyo valor se reproduce íntegro en el
proceso productivo; por eso, es constante, porque ese
valor no varía a lo largo del periodo de producción
(Marx, 1867, p. 252). Es preciso aclarar que, en lo
concerniente al capital fijo, en c están incluidas las
reparaciones de la maquinaria y la amortización del
capital imputable a dicho periodo y que, en realidad,
también se trata de un valor-trabajo, aunque es un
trabajo almacenado y no un trabajo vivo como el
representado por v (Marx, ibídem, pp. 246-247 y 256).
El valor-trabajo, Vt, de una mercancía, según
Marx (ib., p. 255), es la suma de estos tres componentes:
Vt = c + v + p
De estos componentes c y v son las retribuciones
correspondientes a los costes de producción y p es la
plusvalía originada por el trabajo, que al apoderarse de
ella el empresario constituye la explotación del obrero.
Ésta es posible debido a la propiedad de los medios de
producción, al monopolio ejercido sobre ellos y a las
especiales características del mercado laboral, que el
propio sistema capitalista se encarga de configurar.
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La tasa de explotación, e, es definida por Marx
(ib., p. 260) como la relación entre la plusvalía y el
capital variable:
e = p / v
Esta relación equivale al beneficio por hora de
trabajo retribuida (o, en otros términos, al beneficio por
hombre, ya que un número determinado de horas de
trabajo constituye el salario de un hombre al día).
La tasa de beneficio, r, (o tasa de ganancia, según
Marx, ib., pp. 262-263) es el cociente entre la plusvalía
y la totalidad del capital consumido en la producción:
r = p / (c + v)
La composición orgánica del capital (c.o.c.), k,
es un concepto útil introducido por Marx (ib., pp 331 y
771) para designar la relación en que se encuentra el
capital constante con respecto al variable. Así es que:
k = c / v
B) EL PROBLEMA DE LA TRANSFORMACIÓN
Se trata del problema de transformar el valor-
trabajo de Marx en precios de mercado, sin alterar la
suma (en términos agregados) de la plusvalía (véase
Backhouse, 1985, pp. 148 a 150; Spiegel, p. 550; y
Schumpeter, 1954, p. 964).
El planteamiento del problema es el siguiente:
supongamos el conjunto de las empresas que elaboran
un bien homogéneo para el que el mercado establece un
precio. Éste, en el conjunto de todas las empresas,
genera un beneficio total al sector de bT. Ahora bien,
como la fuente del beneficio empresarial, en el sistema
capitalista, es la explotación del obrero, este beneficio
total del sector (bT) tiene que ser igual a la plusvalía
total (pT) que, una con otra empresa, el sector en su
conjunto habría conseguido extraer de sus obreros. El
problema consiste en ver qué relación hay entre estos
valores-precio de mercado (Vp) y los valores-trabajo
teóricos (Vt) y, luego, extraer las consecuencias que de
ello se derivan.
David Ricardo ya se había enfrentado a un
problema similar, aunque por diferentes razones. En su
concepción, el problema consistía en que los precios
relativos de mercado no eran iguales a los valores
relativos del trabajo; pero esto no era un obstáculo para
que las empresas de un sector, a la larga, tuvieran una
tasa de beneficios igual, pese a tener cada empresa su
propia estructura de capital, más o menos fijo y más o
menos durable. Marx llamaba con sorna a la igualación
de la tasa de beneficio “el comunismo inconsciente del
capitalismo” (Dobb, 1973, p. 174).
En la versión y terminología de Marx, el problema
consistía en que los valores-trabajo tampoco eran los
mismos que los valores establecidos en el mercado, pero
con los precios del mercado y con composiciones
orgánicas del capital distintas en cada empresa, no sería
posible que hubiera una tasa de beneficios uniforme en
todas las empresas del sector, si se pretendía tener a la
vez en todas ellas una misma tasa de explotación. O sea,
para llegar a una tasa uniforme de beneficios en todas las
empresas se requería tener en cada una de ellas una tasa
de explotación desigual. Con composiciones orgánicas
del capital distintas en cada empresa, la igualdad de
ambas tasas era incompatible: si una era común a todas
las empresas, la otra tendría que ser necesariamente
diferente.
Antes de afrontar el estudio de este problema,
conviene considerar otras cuestiones previas de la teoría
marxista del valor y de los beneficios (aunque se
aprovechará la oportunidad, un poco más adelante, para
introducir alguna reflexión personal).
La ecuación de la tasa de beneficio se puede
modificar sustituyendo el numerador por su valor
equivalente deducido de la fórmula de la tasa de
explotación:
r = p / (c + v) = e ⋅ v / (c + v) (1)
También se puede transformar esta expresión en función
de la composición orgánica del capital, k:
r = e ⋅ v / (c + v) = e / [(c/v) + 1] = e / (1 + k) (2)
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Mediante estas nuevas fórmulas se comprueba en
la expresión (1) que si las tasas de explotación, e, son
uniformes la tasa de beneficios, r, será alta, caeteris
paribus (o sea, si el capital total –c+v– es constante) en
las industrias con elevada participación relativa del
trabajo (v) respecto al capital constante (c). Mientras
que, según la expresión (2), ante esa misma constancia
de las tasas de explotación y permaneciendo invariables
las demás circunstancias (especialmente las referentes a
la tecnología incorporada en el capital) cuanto más alta
sea la composición orgánica del capital, tanto más baja
será la tasa de beneficios. Por tanto, aumentar el capital,
relativamente al trabajo, caeteris paribus no es la causa
del aumento de la tasa de beneficios. (Con nuestros
conocimientos modernos de teoría económica, diríamos
que, si contemplamos al capital como factor variable y al
trabajo como factor fijo, con los sucesivos aumentos de
capital de la misma tecnología se entra en la zona de los
rendimientos decrecientes del capital). Para que la tasa
de beneficio suba se requiere un incremento de la tasa de
explotación (e), según indican esas mismas fórmulas.
Por otra parte, como ya se ha dicho, Marx apreció
que las fluctuaciones de los precios en el mercado
generaban unos valores-precio distintos de los valores-
trabajo de las mercancías. Partiendo de los costes de la
producción (c + v, donde c es la amortización del capital
constante correspondiente al periodo de producción más
el valor de los bienes intermedios),
el valor-trabajo es: Vt = c + v + p
el valor-precio es: Vp = c + v + b
Siendo b el beneficio real, cuya tasa real de beneficio
(rb) depende del precio de mercado del producto; c y v
son comunes en ambos valores porque se refieren al
capital y la mano de obra realmente utilizados.
Tendremos que: rb = b / (c + v).
Para Marx el valor de las cosas seguía siendo Vt,
aunque la competencia en los mercados originase unos
valores Vp, que evidentemente no eran iguales, ni
proporcionales a dichos valores-trabajo.
Marx elaboró un modelo para establecer la
correspondencia entre los valores-trabajo y los valores-
precio partiendo de unas hipótesis razonables: la tasa de
explotación era constante y conocida y, en términos
agregados de todas las empresas, la plusvalía total (pT)
generada era igual a los beneficios totales obtenidos en
el mercado (bT). Si a esto se le añade que el valor total
del capital constante (cT) utilizado es conocido
empíricamente, al igual que el monto total de los salarios
de la mano de obra empleada (vT), se podrá calcular la
tasa media de beneficios (rm) del sector y el promedio de
la composición orgánica del capital (km) del conjunto de
las empresas de ese sector; pero ahora emplea Marx una
nueva definición de la c.o.c., a saber: la relación entre el
capital constante y el capital total (el constante más el
variable): es decir: k = c / (c+v):
pT = bT
rm = pT : (cT + vT )
km = cT : (cT + vT)
En función de estos cálculos, Marx compara un
sistema de formación de valores-trabajo bajo las
hipótesis de una tasa de explotación constante en todas
las empresas de un producto y empresas que tienen
diferente composiciones orgánicas del capital, aunque
con una misma inversión total de capital (c + v), con
otro sistema de formación de valores-precio bajo las
hipótesis (deducidas del supuesto de competencia) de la
igualdad tanto del precio de mercado como de la tasa de
beneficio (en un término medio) para todas las empresas
manufactureras de un producto, que invierten en capital
(suma del constante y del variable) la misma cantidad
que las empresas del anterior sistema.
La composición de estos dos sistemas figura en el
Cuadro 1, en el que se supone una tasa de explotación
constante del 100% (por lo que p = v) en el 1er sistema.
En el primer sistema, se ve que la empresa I ha
efectuado una inversión de capital (c+v) igual a 100; de
este capital invertido, los salarios importan v=5. Por
tanto, si la tasa de explotación es del 100%, entonces
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p = v; en consecuencia, el valor-trabajo será Vt = 105.
En el segundo sistema, el valor-precio de mercado
es el mismo para todas las empresas, Vp = 115; como
todas las empresas han invertido en capital la misma
cantidad (c + v = 100), obtendrán la misma tasa de
beneficio, ya que b = Vp - (c + v) = 15, siendo rb =
b/(c + v) = 0,15 equivalente a la media de las tasas de
beneficio del primer sistema. El tratamiento de las
restantes empresas es similar al descrito para la primera.
Y los resultados pueden verse en el Cuadro 1.
La conclusión a la que llegó Marx podríamos
denominarla «el efecto Marx» porque hoy en día es
plenamente asumido: si en su conjunto los beneficios
totales son iguales a la plusvalía total extraída, el valor
de la producción al precio de mercado será mayor que su
valor-trabajo en aquellas industrias cuya composición
orgánica del capital esté por encima del promedio (km)
y, obviamente, obtendrán un beneficio mayor que el
correspondiente a su plusvalía, a igualdad del valor total
del capital invertido (c + v). E inversamente, el precio de
mercado proporcionará un valor de la producción menor
que el del valor-trabajo en las industrias que tengan una
composición orgánica del capital inferior al promedio y,
a igualdad del valor total del capital invertido, su
beneficio será menor que el correspondiente a la
plusvalía que debería haberse generado a una tasa
constante de explotación.
PRIMER SISTEMA
SEGUNDO SISTEMA
FORMACIÓN VALOR – TRABAJO
FORMACIÓN VALOR - PRECIO MERCADO
SUPUESTOS:
a.- Tasa de explotación constante (e = 100%)
b.- Inversión en capital constante
SUPUESTOS:
a.- Tasa media de beneficios constante (rm = 15%)
b.- Beneficios constantes
c.- Precio de venta constante (precio de competencia) EMPRESA
CAPITAL
(c + v)
c.o.c.
(k)
PLUSVALÍA
(p = v)
VALOR-
TRABAJO
(Vt)
CAPITAL
(c + v)
BENEFICIO
(b)
PRECIO-
VENTA (Vp)
DIFERENCIA
(Vp - Vt)
I
II
III
IV
V
95+ 5= 100
90+10=100
85+15=100
80+20=100
75+25=100
0,95
0,90
0,85
0,80
0,75
5
10
15
20
25
105
110
115
120
125
100
100
100
100
100
15
15
15
15
15
115
115
115
115
115
10
5
0
- 5
- 10 TOTALES
cT+vT=500
km=0,85
pT= 75
575
500
bT = 75
575
0
rm = 75 / 500 = 0,15
km = 425 / 500 = 0,85
CUADRO 1. - Formación de valores-trabajo y precios de mercado
Como se comprueba en el Cuadro 1, cuando se
tienen en cuenta los precios de mercado, cada empresa
tiene una tasa de explotación distinta a las de las demás,
siendo la tasa de beneficio uniforme. Por el contrario, en
la parte del Cuadro 1 correspondiente a la formación
Valor-Trabajo, se observa que las tasas de explotación
son iguales para todas las empresas, pero cada una de
ellas tiene una tasa de beneficio diferente (tanto mayor
cuanto menor es la c.o.c.).
La conclusión de lo que hemos llamado el «efecto
Marx» (bastante parecido al efecto Ricardo, que viene a
decir, sucintamente, que un aumento salarial perjudica
menos a las empresas proporcionalmente más intensivas
en capital y viceversa) tiene un sentido casi intuitivo,
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puesto que en pura lógica (y suponiendo que toda la
producción se vende a unos precios de mercado
invariables) los beneficios por hombre aumentan con la
cantidad de producto obtenido por hombre. Por otra
parte, la cantidad de producto por hombre aumenta con
los adelantos tecnológicos que se introducen mediante
una mayor composición orgánica del capital. Esta
circunstancia es distinta a la anterior consideración, en la
que se suponía invariable la tecnología incorporada en
los aumentos de la composición orgánica del capital y
que conducía a una disminución de la tasa de beneficio.
Ahora, al considerar los avances tecnológicos, se
posibilita que la tasa de beneficio no disminuya, porque
en términos relativos esto equivale a una disminución del
trabajo remunerado, o sea, un aumento de la plusvalía
relativa, ya que con menos horas laborales el empresario
consigue el producto necesario con cuyo valor paga al
trabajador6. Es decir, equivale a un aumento de la tasa de
explotación y por eso los empresarios intuitivamente se
resisten a reducir la jornada laboral pese al incremento
de la productividad obtenido con la mayor composición
orgánica del capital. Al aumento de la plusvalía relativa
debido a los avances tecnológicos Marx lo calificó de
causa neutralizante de la tendencia a la baja de la tasa de
beneficio (véase Schumpeter, 1954, pp. 720 y ss; Dobb,
1973, pp. 175 y ss). Para Marx (1867, pp. 383 y 617) la
plusvalía absoluta depende de la duración de la jornada
laboral; mientras que la plusvalía relativa depende de la
productividad del trabajo (que reduce el tiempo para
producir el equivalente del salario).
C) LA TENDENCIA DE LA TASA DE BENEFICIO
Según la expresión (2), antes deducida, Marx creyó
que, con la industrialización y la predisposición del
empresario a aumentar la composición orgánica del
capital, la tasa de beneficio iría disminuyendo, a menos
que paralela y simultáneamente aumentara la tasa de
explotación. Analizó los elementos que influyen en esta
6 A este respecto, el del incremento de la plusvalía relativa, véase en Marta Harnecker, 1969, pp. 270 a 274; y Maurice Dobb, 1973, p. 176.
última tasa, p y v, y dedujo que sus posibles variaciones
no serían tan significativas como para elevarla de modo
apreciable; al contrario, la tendencia sería que bajaría la
tasa de explotación. Por tanto, mantuvo la tesis de la
tendencia decreciente de la tasa de beneficio.
A este respecto, en los razonamientos de Marx
debieron pesar más la reducción legal de la jornada
laboral a 10 horas (instituida en Inglaterra en 1837 por
la Factory Act) y las reivindicaciones socialistas por la
jornada de 8 horas (que disminuye p) y por el aumento
salarial (que aumenta v) que otras posibles influencias.
Éstas actúan de forma indirecta en la determinación de
la tasa de explotación; la influencia más importante es la
debida a la mayor productividad del trabajo que se
obtiene como consecuencia de los avances tecnológicos
incorporados en el capital de composición orgánica más
alta. La mayor productividad del trabajo se traduce en
un aumento de la plusvalía relativa, ya que, sin variar las
demás circunstancias, reduce el número de horas de
trabajo necesarias para obtener el valor del salario del
trabajador. Conviene tener en cuenta que precisamente
esto último es lo que ocurre al aumentar la composición
orgánica del capital, pues, con los avances tecnológicos
que incorpora, se origina un gran incremento de la
productividad por trabajador empleado y el empresario
puede obtener el importe del pago de los salarios con
menos horas de trabajo del obrero. Es decir, valorándolo
en horas, el trabajo remunerado (v) disminuye, y, por lo
tanto, para una duración dada de la jornada laboral,
aumenta el trabajo no remunerado (o plusvalía p, que en
este caso es relativa, porque las demás condiciones del
trabajador y de la producción no tienen por qué haber
variado). Por consiguiente, la tasa de explotación crece
apreciablemente por ese doble motivo, y, así, no sería
necesariamente inevitable que la tasa de beneficio
tuviera que disminuir.
Puesto que esto no quiso valorarlo Marx con su
novedoso estudio (pese a enunciar lo que se ha llamado
el «efecto Marx» y considerar la plusvalía relativa),
acabó dando, por motivos distintos, la razón a Ricardo
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(quien atribuía la disminución de la tasa de beneficio al
incremento del precio de las subsistencias, que haría
subir el salario nominal) y a Smith (que la atribuía a la
competencia entre empresarios).
D) LA CONCENTRACIÓN DEL CAPITAL
La apropiación de la plusvalía permite acumular
grandes capitales financieros, con cuya inversión en
capital productivo, y con el progreso técnico, se facilita
la producción a gran escala con rendimientos crecientes.
La competencia por conseguir mercados a menor precio
se materializa en la formación de grandes complejos
fabriles capaces de reducir costes; "cada capitalista
liquida a otros muchos " (Marx, 1867, p. 953) que al no
poder resistir la competencia se ven obligados a cerrar y
sus dueños y los trabajadores pasan a engrosar las filas
del paro, formando así el ejército de reserva de mano de
obra. El sistema crediticio favorece a las grandes
empresas, ya que, con su alta capacidad para generar
beneficios y devolver los préstamos, gozan de gran
solvencia y posibilidad de acaparar préstamos. Así es
que las empresas supervivientes son cada vez menos y
con mayor capacidad productiva; y el régimen de
competencia va siendo sustituido por el monopolio, que
"se convierte en una traba del modo de producción"
(Marx, ibídem, p. 953)).
E) LA MISERIA DEL PROLETARIADO
El salario de subsistencia del sistema capitalista se
debe principalmente, según Marx (cuya opinión difiere a
la de Malthus, Ricardo y Lassalle), a la escasa demanda
de trabajo y no tanto al exceso de población que origina
una gran oferta de mano de obra.
La creciente composición orgánica del capital
expulsa mano de obra, descendiendo su demanda, y esto
beneficia a los patronos, porque el exceso de oferta de
trabajo hace bajar los salarios y con ello aumenta la
plusvalía, los beneficios y la tasa de explotación.
Marx (1867, p. 533 y ss.) no creía en la "teoría de
la compensación", por la cual Ricardo y otros clásicos
pensaban que los sacrificios iniciales de la clase obrera
debidos a la introducción de la maquinaria, que sustituía
a la mano de obra, se verían compensados por los
beneficios posteriores al irse reabsorbiendo el paro y
permitirse un alza del nivel de vida con el abaratamiento
de las mercancías. Por el contrario, sostenía que es
intrínseca al sistema capitalista la tendencia a mantener
los salarios cada vez más bajos. Si la población
disminuyera hasta el punto de hacer subir los salarios,
los empresarios rápidamente sustituirían la mano de
obra por más maquinaria expulsando obreros al paro,
para engrosar el ejército de reserva de la mano de obra.
Así, éste era consustancial al capitalismo por su
necesidad de lograr los salarios más baratos posibles.
Esto constituía una de las muchas contradicciones
del sistema capitalista, ya que "el obrero se depaupera
[...] en proporciones mucho mayores que la población y
la riqueza. [La burguesía] es incapaz de garantizar a
sus esclavos la existencia ni aun dentro de la esclavitud
porque se ve forzada a dejarlos llegar a una situación
de desamparo" (Marx-Engels, 1848, p. 54); esta
situación crea tensiones sociales y la lucha de clases,
que, en realidad, es provocada por la propia burguesía
que a la par que medra "cava su propia fosa y cría a sus
propios sepultureros" (Marx-Engels, 1848, p. 55).
F) EL COMERCIO EXTERIOR
Marx opinaba que con el comercio internacional
se podía aumentar la tasa de beneficios por un doble
motivo; en primer lugar, porque permitía la importación
más barata de las subsistencias con lo que se facilitaba
el descenso salarial y, en segundo lugar, porque permitía
vender en el exterior más mercancías, al ampliarse los
mercados.
Sin embargo, la ampliación del mercado exigiría
una mayor escala de la producción que sólo se lograría,
mediante el aumento de la composición orgánica del
capital, a costa de la disminución de la tasa de beneficio.
El intento de recuperar la tasa de beneficios perdida
induciría a los empresarios a buscar un incremento de la
tasa de explotación en los países subdesarrollados, cuya
mano de obra se presta más fácilmente a ser explotada.
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De esta consideración, marxistas posteriores
desarrollarían las teorías de la expansión imperialista.
G) LAS CRISIS ECONÓMICAS
La concepción dialéctica y dinámica de los
sistemas económicos llevó a Marx al estudio de cuantas
contradicciones internas encontraba en el capitalismo.
Con la intención de sacar a la luz los fallos propios del
capitalismo, expuso ideas que más tarde experimentarían
desarrollos teóricos, como, por ejemplo, el subconsumo,
la superproducción, los ciclos cortos y los medios, la
fluctuación de la inversión y de los beneficios, así como
la ineptitud de una estructura económica no planificada.
Asimismo, analizó las crisis mercantiles causadas por la
disminución de la tasa de beneficio, las cuales conducían
a un estado estacionario (por falta de estímulo a la
inversión) y a una situación de subconsumo crónico
(debido al empobrecimiento de las masas proletarias).
Sin embargo, aunque mencionó las crisis
económicas, no hizo nada por concebir una teoría sobre
el ciclo económico; todo su esfuerzo lo dedicó a mostrar
las crisis del capitalismo como resultado de las tensiones
económicas y sociales con vistas, no a corregirlas, sino a
destacar las causas que provocarían el derrumbe del
sistema capitalista y su sustitución por otro.
La constante sustitución de trabajo por capital
llevada a cabo por los capitalistas era la causa del paro
creciente, de la "pobreza y del restringido consumo de
las masas", lo cual era "siempre la causa última de
todas las crisis reales" (citas según Spiegel, p. 553).
Estas crisis irían siendo cada vez más profundas, hasta
que los proletarios, una vez tomada conciencia de su
condición, se unirían y aprovechando una crisis de
especial gravedad acabarían conquistando el poder y
destruyendo al capitalismo.
Antes, en el apartado C) LA TENDENCIA DE LA
TASA DE BENEFICIO, se dijo que Marx no quiso valorar
la teoría implícita en los conceptos de plusvalía absoluta
y plusvalía relativa, y esta suposición personal se debe a
que de la propia teoría de Marx se puede llegar a deducir
que el capitalismo sobreviviría mucho más allá de la
inmediatez de su derrumbamiento vaticinada por Marx.
Y eso es así porque el sistema capitalista (y a ello aludió
Marx –1867, p. 635–) permite el aumento de la tasa de
explotación (a través de la plusvalía relativa), el
aumento de la tasa de beneficio (o al menos, su
mantenimiento indefinido) y el aumento del nivel de
vida de los trabajadores. En efecto, la innovación
tecnológica, incorporada en una mayor composición
orgánica del capital, permite simultáneamente aumentar
la plusvalía relativa y contrarrestar con creces los
efectos de una disminución de la plusvalía absoluta
debidos a la reducción de la jornada laboral y al alza de
los salarios reales. No habiendo incompatibilidad en
esto, el sistema capitalista todavía tendría que resolver
los problemas de la reticencia empresarial y del paro
creciente (salvo que la teoría de la compensación y del
poder compensador fueran ciertos, y con ellos se
acelerarían las soluciones a esos dos problemas).
H) LOS ESQUEMAS DE REPRODUCCIÓN
Marx se percató de la gran importancia que para la
investigación económica de la renta nacional tenían los
Tableaux économiques de Quesnay y pretendió
proseguir ese camino bajo otras perspectivas. Intentó
establecer un modelo mediante ecuaciones algebraicas;
la técnica que utilizó, muy elemental, no le permitió
grandes logros. No obstante, sentó un precedente,
posteriormente seguido, en el análisis de la renta
nacional y el crecimiento económico.
Desarrolló un modelo simple, de dos sectores, bajo
dos aspectos: a uno lo llamó "esquema de reproducción
simple", en el que estudia un sistema económico que se
reproduce constantemente a sí mismo, permaneciendo
siempre en estado estacionario; y al otro lo llamó
"esquema de reproducción ampliado", en el que analiza
un sistema económico que crece constantemente, de
periodo en periodo, a una tasa fija. Este último es un
claro exponente de modelo dinámico en permanente
crecimiento; en el siglo XX los economistas Harrod y
Domar proseguirían esa línea de investigación
TEMA 21: CARLOS MARX Prof. Dr. Eduardo Escartín González
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construyendo modelos de crecimiento económico.
El esquema de reproducción simple (en cuya
exposición se seguirá fundamentalmente a Backhouse,
1985, pp. 152 y 153) analiza una economía de dos
sectores: el sector I elabora bienes de producción y el
sector II elabora bienes de consumo; cada sector tiene su
propia composición orgánica del capital y su tasa de
explotación que se suponen fijas y conocidas.
k1 = c1 : (c1 + v1 ) (1)
k2 = c2 : (c2 + v2 ) (2)
e1 = p1 : v1 (3)
e2 = p2 : v2 (4)
También se supone que la depreciación del capital
es del 100%; o sea, todo el capital se consume en el
periodo y hay que reponerlo.
El valor-trabajo de lo producido por el sector I
(esto es, su oferta, O1), bajo estos supuestos, será:
Vt/1 = c1 + v1 + p1 = O1
Y el del sector II:
Vt/2 = c2 + v2 + p2 = O2
Como hay que reponer todo el capital productivo,
la demanda de capital, Dk = c1 + c2, tiene que ser igual a
su oferta, o producción del sector I, O1. Luego O1 = Dk;
sustituyendo:
c1 + v1 + p1 = c1+c2, y simplificando, queda:
c2 = v1 + p1 (5)
Suponiendo que todas las rentas se gastan en
bienes de consumo, su demanda, DB.C. tiene que ser igual
a la oferta producida por el sector II; además la demanda
de bienes de consumo es el valor de todas las rentas, o
sea beneficios (p1 + p2) más salarios (v1 + v2): O2 = DB.C.;
sustituyendo:
c2 + v2 + p2 = p1 + p2 + v1 + v2, y simplificando queda:
c2 =v1 + p1 (6)
Como se ve, (5) = (6). Es decir, la condición para
que la economía se reproduzca exactamente es que la
demanda de bienes de capital del sector II (el productor
de bienes de consumo), c2, debe ser igual al producto
neto del sector I (el productor de bienes de capital).
Llamando Pn,I, a este producto neto se tiene que Pn,I =
v1+p1; se trata de un producto neto porque es el valor de
la producción bruta del sector I (c1 + v1 + p1) menos la
suma (c1) de la amortización de su capital y del consumo
intermedio.
Puesto que el sistema tiene cinco ecuaciones
independientes y seis incógnitas (c1, v1, p1, c2, v2 y p2),
tan sólo se requiere conocer una de ellas para determinar
las demás (teniendo en cuenta que son conocidas las
respectivas composiciones orgánicas del capital y las
tasas de explotación).
Por ejemplo, conociendo c1, de la (1) se deduce
que: v1 = c1(1- k1) : k
de la (3) p1 = e1 ⋅ v1;
de la (5) c2 = v1 + p1
de la (2) v2 = c2(1- k2) : k2;
de la (4) p2 = e2 ⋅ v2
En este esquema no hay inversión neta, pues toda
la inversión bruta se dedica a la reposición del capital.
Si el producto neto de sector I fuera tal que Pn,I =
v1 + p1 > c2, significaría que la producción neta de
bienes de capital sería superior a las necesidades de
reposición en el sector II (c2) y, por tanto, habría
inversión neta y una expansión de la economía. En
cambio, si v1 + p1 < c2, al ser la producción neta de los
bienes de capital menor que la necesidad de reposición
del capital del otro sector, se daría lugar a una
contracción económica.
El esquema de reproducción ampliado es similar al
anterior, pero reservando parte de la plusvalía de cada
sector para una inversión neta positiva. Por resultar algo
más compleja su explicación no se afronta su estudio en
estos apuntes (véase a este efecto Backhouse, 1985, pp.
154 y 155).
TEMA 21: CARLOS MARX Prof. Dr. Eduardo Escartín González
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