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Seminario de Escritura Autobiográfica
Transcripción de la sesión del 30 de agosto de 2013
Expositora: Dra. Axel Hernández Díaz
Tema: ¨Actos literarios ¨, de Elizabeth Bruss
(Dra. Treviño): Yo creo que Axel no necesita presentación, ha sido maestra de muchos de
ustedes. Tengo el orgullo de decir que fue mi alumna y que traté de jalarla a la literatura
pero no se dejó, como muchas de sus compañeras de generación que se fueron a la
lingüística y qué bueno. Te agradezco muchísimo. Axel es una brillante doctora en
lingüística, me consta porque fui sinodal de la comisión dictaminadora y realmente fue
actos de habla el tema con el que participó para obtener la plaza de tiempo completo.
Adelante Axel.
(Dra. Díaz): Gracias también agradezco a la doctora Treviño la invitación, no sé bien a bien
todavía qué hago aquí pero espero que lo que yo trabajo contribuya un poco al trabajo
que ustedes hacen, con el asunto de las biografías y de las autobiografías. Entonces lo que
voy a hacer es trabajar con el texto que todos leímos. Voy a empezar por el final, por la
conclusión que tiene la autora en la última hoja del texto, que dice, esto es una cita
textual, dice: “[…]as elecciones que dan carácter y que proporcionan a cada autobiógrafo
‘cogido en el acto’, su propia y tenue personalidad son también universales.” Eso es, creo,
además ella lo dice claramente, que es el objetivo del texto que está trabajando, plantear
esta idea de que trabajamos con formas compartidas. Es decir, que son universales y que
nos tocan a todos como usuarios de un código lingüístico. Voy a estar hablando de
lingüística, evidentemente. Dice “las estructuras lingüísticas con las que cuenta el escritor
para crear su biografía son las que comparte con su comunidad de habla”, y creo que ese
es lo que justifica que un lingüista venga a hablar de estas cosa aquí con ustedes. Dice
“suponemos la existencia de un mismo código compartido, incluidas en él una serie de
estrategias discursivas y pragmáticas que el escritor debe manejar de manera consciente”,
o bueno el escritor si es que estamos escribiendo, o el crítico si es que estamos analizando
textos de este tipo, autobiográficos. Y la pertinencia entonces de la relación entre la
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lingüística aquí y la literatura justo está en el eje pragmático, en esta parte donde
nosotros no nos podemos olvidar de que un mensaje o que los textos son mensajes, y que
entonces también tienen un ámbito pragmático que hay que tener en cuenta. Sobre eso
es sobre lo que voy a centrar la exposición del texto, en este ámbito de estrategias
discursivas y de estrategias pragmáticas. Por ello, por lo anterior, es importante distinguir
entre los aspectos formales, materiales –las propiedades inmanentes del texto, dice Bruss-
y las funciones asignadas a ese texto. Creo que lo que está distinguiendo no es otra cosa
de lo que se discute en lingüística con respecto a la forma y de la función de los textos. Es
importante resaltar el hecho aquí, que la forma y la función no son isomórficas. Tendemos
a pensar que hay siempre sólo un valor para una forma, como si la relación entre forma y
función fuera unívoca, fuera solamente una. Sin embargo, lo que plantea el texto de esta
mujer es que no, que en realidad hay, como ocurre en la lengua, más de una forma para
una función o de una función para una forma. Por lo que una misma estructura puede
tener –y de hecho tiene- varias funciones, y la mayoría de las funciones pueden ser
llevadas a cabo a través de más de una forma. Entonces la conclusión de esto, y que creo
que es toda la discusión, es que no existe una relación uno a uno entre una forma y un
significado, eso creo que es el meollo del asunto.
No obstante, a pesar de las diferencias formales, somos capaces de reconocer
ejemplos de un mismo estilo o trama y también podemos reconocer una misma función
genérica. O sea, dentro de toda la diversidad tiene que haber algo que sí nos dé indicios, o
que sí nos dé pie para pensar que hay géneros y que hay estilos, dentro de esta variedad,
dentro de esta isomorfía de la que ella habla. ¿Sigo? Si alguien quiere que me detenga en
algún punto o quiere discutir algo, lo podemos ir haciendo.
Desde luego, las funciones en el texto están inseparablemente combinadas y sólo
podemos separarlas siguiendo reglas implícitas, que nos dicen cómo mirarlo y qué
criterios aplicar al analizarlo. Eso también lo dice el texto, habla de estas reglas de análisis
que dice, bueno, no están en ningún lado, es nuestra tarea descubrirlas y aplicarlas para
poder analizar lo que estamos leyendo. Esto sin duda pasa exactamente igual en los actos
lingüísticos, cuando podemos afirmar que, en un mismo acto, se advierte la presencia de
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varias funciones detrás de las formas lingüísticas, que elegimos para comunicarnos, y sólo
al hacer un análisis cuidadoso podemos separar la forma de la función y entender cómo se
relacionan estos dos ámbitos de la lengua. Creo que pasa lo mismo aquí, que para
entender el estilo de la autobiografía o esta idea de la construcción de un género, hay que
pensar en la relación que se teje entre la forma y la función. Eso es un poco lo que está
diciendo y lo mismo pasa siempre que hablamos, siempre que participamos de un acto
lingüístico. Aquí hay varias cosas que preguntar. ¿Por qué los intentos para definir la
autobiografía, según criterios composicionales o estilísticos fallan, a pesar de que hay una
obvia relación entre estilo y género? Y entonces más o menos lo que ella misma responde
es porque la literatura, al igual que el “lenguaje corriente” –yo lo pongo entre comillas-
tiene su dimensión elocucionaria. El lenguaje corriente, en realidad a lo que se está
refiriendo ella es a la lengua como tal. Supongo que utiliza el adjetivo corriente para
distinguir el ámbito literario, pero no está hablando de otra cosa más que de la lengua sin
adjetivo, creo yo. Porque la literatura, al igual que la lengua, tiene una dimensión
elocucionaria y aquí viene toda la discusión sobre qué es esto, y es donde creo que entra
el asunto de los actos de habla, de esta teoría pragmática de la lengua. Está citado ahí
John Austin, es muy pequeña letra para la distancia que tenemos pero espero que puedan
leer. Si no, de todas formas yo lo voy a ir diciendo, lo voy a leer. “John Austin en 1962 hace
una teoría sobre los actos de habla en donde manifiesta que los enunciados sólo reflejan
hechos, algunas veces, pero que en otras tienen valores distintos en el ámbito pragmático,
pues el emisor manifiesta su postura frente a lo dicho y frente al emisor”. Es decir, si sólo
pensamos que hablar sólo implica referirnos a hechos en el mundo pues a lo mejor
limitaríamos mucho el ámbito de la lengua porque la lengua sirve para muchas más cosas
que para dar cuenta de lo evidente, o de la descripción, o de decir “la puerta está
cerrada”, cosas que no se pueden poner a discusión. Entonces él dice, bueno no, hay que
pensar que la lengua sirve para otras cosas y que en este caso se activan valores
pragmáticos de la lengua, y que el autor o el emisor -el hablante- manifiesta lo que piensa
frente a lo que dice y frente a la actitud que tiene con su interlocutor, frente a su
interlocutor. A esta propuesta de Austin siguieron muchas reflexiones de diversos autores
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respecto a los tipos de actos de habla, a cómo se formulan, a sus funciones en el discurso
y en las relaciones interpersonales. Es decir, como también hay que pensar, no sólo en el
emisor, sino en el receptor y en la comunidad de habla, para hablar de las funciones
discursivas de los actos. Una vez que la discusión se centró en las formas lingüísticas que
empleamos para llevar a cabo diversos actos, el tema fue también, por supuesto de
interés para la lingüística, y por supuesto puede serlo también para la literatura.
Mucho tiempo se abordaron estos actos de habla desde un punto de vista
filosófico: el lenguaje, la referencia, el sentido, todo esto que ustedes ya han oído en
Frege y en otros lingüistas filósofos del lenguaje. Digamos que nosotros nos vamos a
quedar solamente con el ámbito lingüístico porque es el que yo puedo abordar, y también
desde luego, el ámbito literario que es el que ustedes están trabajando.
La lengua y la literatura –voy a retomar esto que dice Bruss- tiene una dimensión
elocucionaria. Entonces me voy a ir al DRAE como suelo hacer para detenernos en qué
significa esto de la elocución. El DRAE dice, “manera de hablar para expresar los
conceptos” (que eso creo que no sirve mucho), pero creo que sirve más quizá “modo de
elegir y distribuir los pensamientos y las palabras en el discurso”. Sobre todo esto de
“modo de elegir los pensamientos y las palabras en el discurso”, que tiene que ver todo
con lo que ustedes están trabajando y que tiene que ver todo con el texto de Bruss
también.
(Dra. Treviño): Axel, una brevísima… tú me ofreciste que de este maravilloso cuadro nos
puedes dar una copia.
(Dra. Díaz): Sí, yo te dejo el archivo si quieres y luego si se los puedes distribuir para que
no estén muy ocupados, a lo mejor, en tomar todas las notas, después yo le doy a la
doctora una copia y ella se los hace llegar.
Bueno entonces esto “modo de elegir y distribuir los pensamientos y las palabras
en el discurso”. Del concepto elocución, elección de las palabras en el discurso, se
desprende también en el ámbito lingüístico pragmático lo que se llama “modalidad”, que
no tiene que ver con lo que nosotros entendemos, a veces, con “modo verbal” , ese es un
concepto que tenemos en el gramática que es el modo verbal. Ahí nos limitamos al asunto
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de indicativo, subjuntivo, optativo… todas las modalidades gramaticales. Sino que aquí de
lo que están hablando ellos, vista la modalidad desde un ámbito pragmático, es la
manifestación lingüística de la aptitud del hablante, en relación con el contenido de los
mensajes. O sea es mucho más amplio el concepto, no está limitado a una forma, así
como a una palabra que tenga la modalidad, sino al conjunto de voces que nosotros
elegimos para manifestar nuestra actitud frente a lo dicho. A veces puede ser un adverbio,
a veces puede ser un verbo, a veces puede ser una idea completa pero vean cómo la
modalidad está en el discurso, en el ámbito pragmático y no en una forma particular. La
modalidad expresa la idea de que las informaciones lingüísticas se interpretan en
múltiples casos como acciones verbales que se atribuyen al que las emite, y también como
expresiones de sus puntos de vista, o de sus reacciones afectivas hacia el mensaje. Vean
como ahí en la modalidad, si nosotros averiguamos o reflexionamos un poco sobre cuál es
la modalidad del discurso empleado por hablante, vamos a llegar a tratar de entender sus
puntos de vista y sus reacciones afectivas. Sobre todo esto es muy importante, la parte
afectiva que finalmente tiene que ser un punto relevante para el caso de las
autobiografías.
(Estudiante): ¿Y tal vez podríamos decir que es como el tono?
(Dra. Díaz): Sí, puede ser parte de este tono, tono es algo mucho más abstracto porque a
lo mejor no lo podríamos asignar, o sea ¿qué da el tono de un texto? Bueno, un conjunto
de elementos, pero sin duda la modalidad si nos ayudaría a construir el tono de un texto.
Es decir, cómo se pone el autor frente a lo que está diciendo, cómo ve lo que está
diciendo, o cuál es su sensibilidad o su reacción emotiva frente a lo que está...
Bueno, entonces en la teoría de Austin que está citada ahí, después tienen también
la bibliografía por si alguien quiere seguir trabajando con esto. Al efectuar un acto de
habla mediante una oración gramaticalmente correcta y con sentido, implica además un
compromiso con el entorno porque al hablar se realizan distintos tipos de actos. Esto es lo
que decíamos, además de que puedo referirme a algo que es evidente y que no vamos a
poner a discusión. Cuando hablamos podemos pedir información, ofrecerla, nos podemos
disculpar, expresar indiferencia, agrado o desagrado, hacer invitaciones, amenazar a
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alguien, rogar, pedir, ordenar, comprometernos, etcétera. Es decir, vean como está aquí…
justo esta es la pertinencia de vincular la teoría de Austin con lo que está diciendo Bruss.
Al final de cuentas regresamos a la idea, que yo puse al inicio, que en realidad es su
conclusión, que manejamos un lenguaje universal. Es decir, esto es compartido por todos.
Siempre que hablamos, y de hecho hacemos todo eso a final de cuentas, y las estrategias
que empleamos para hacer esto las compartimos con nuestra comunidad de habla porque
si no, no tendría éxito que yo diga algo y obtenga lo que quiero, por ejemplo. Si de hecho
tiene éxito, es porque hay una relación compartida (ella dice universal), yo no sé si
universal es un término todavía muy amplio para lo que ella está tratando de decir, pero si
entendemos esto de compartir nuestra comunidad de habla, con una idea comunitaria.
Porque a lo mejor lo cierto es que ya también si yo me voy a otra cultura, a lo mejor estas
estrategias no se comparten pero dentro de mi comunidad de habla sí se tienen que
compartir. Yo sé las estrategias para disculparme, para expresar indiferencia, para
expresar agrado, para ofender también. No está ahí ofender pero también podría estar
ofender.
Seguimos entonces, el acto de habla –siguiendo a Austin- consta de tres ámbitos o niveles
y esto es muy importante también para nuestra reflexión de hoy. De un acto locutivo, o
sea es el primer nivel el más básico que es el contenido de la proposición en sí. Él dice
proposición pero nosotros casi podríamos decir del enunciado, o de lo dicho, de un acto
locutivo, que es el contenido de la enunciación como tal. De un segundo nivel que él llama
ilocutivo, que es lo que está llamando Bruss elocución, al final de cuentas. De un acto en la
locución, que tiene que ver con la intención concreta del emisor en el acto de habla. O sea
es primero lo dicho, luego con qué intención lo digo y luego un tercer nivel que Austin
llama perlocutivo, un acto perlocutivo, que constituye el efecto buscado o no, que el
enunciado produce en el receptor en determinada circunstancias, aunque sólo sean los
estados mentales que ocasionan las palabras en nuestros interlocutores.
(Dra. Treviño): ¿No necesariamente, en ese acto perlocutivo que emite el locutor, está
explícita la intención, o sí está…? Está implícita más bien.
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(Dra.Díaz): Está implícita, exactamente, está implícita. Cuando yo digo, por ejemplo,
“¿quieres abrir la puerta?”, es una pregunta formalmente, o sea en el nivel locutivo es una
pregunta, pero yo no te estoy preguntando nada. En la intención, o sea en el nivel
ilocutivo, lo que quiero es que la abras, lo que quiero es darte una orden y eso está
implícito en el contexto, y en que yo sé que ustedes conocen las estrategias para lograrlo.
Es decir, que hablamos de esta intención universal o de esto que se comparte. Y luego el
tres está el efecto. Yo no solamente quiero decirte o pedirte que lo hagas, sino que yo
implícitamente sé que busco el efecto en ti, yo lo que busco es que tú te muevas y abras la
puerta, y ese es el nivel perlocutivo. El acto que produce, más bien el efecto que produce
el acto, que en algunos casos puede no ser una acción. Por eso decíamos pueden ser sólo
estados mentales que ocasionan; a lo mejor lo que quise era hacerte enojar.
(Dra. Treviño): O darte una orden muy… más que darte una orden porque ya está dada. El
efecto que causa es que me habló muy fuerte o me demandó esto con cierta autoridad.
No sé…
(Dra. Díaz): Podría ser… es que depende de la estrategia pero si yo elijo decirte “¿quieres
abrir la puerta?” en realidad ahí no hay un mandato tan fuerte, lo que hay es más bien
una manera cortés de pedir al otro para que de veras ella se pare gentilmente y lo haga.
Eso es el nivel de lo que yo pienso como efecto. Sería diferente si yo te dijera “oye abre la
puerta”, no ni siquiera el “oye”, “abre la puerta”, y entonces tú vas a decir bueno ésta con
qué, ni me conoce, ni sé quién… por qué me va a hablar así como me está hablando.
Entonces lo ahí lo que puedo buscar como efecto con esa estrategia, más bien lo que
puedo obtener como efecto en esa estrategia es justo lo contrario.
(Estudiante): Pero es difícil pensar en una oración que no tenga un acto perlocutivo. Todas
tienen.
(Dra. Díaz): Todas tienen.
(Estudiante): Si yo digo ahorita “el cielo es azul”, lo estoy usando para ejemplificar y
cualquier cosa que tú anuncies buscas que tengas un efecto en el receptor.
(Dra. Díaz): Exactamente. Esa sería la apuesta de incorporar a la lingüística este nivel
pragmático, que todo lo que decimos tiene un efecto. Aparentemente no lo tiene pero
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siempre lo tiene. Al final de cuentas es regresarnos a las funciones básicas de las lenguas,
y si pensamos que todo tiene un significado, o sea que todo tiene semanticidad, ese rasgo
de significar algo, pues sí. Siempre que nosotros proferimos algo lo que logramos, o lo que
pensamos, es en un efecto buscado en nuestro entorno.
(Dra. Treviño): ¿Podemos concluir que entonces que los actos de habla no son inocentes,
porque el lenguaje tampoco lo es?
(Dra. Díaz): Pues sí, porque no es que sea el lenguaje sino más bien nosotros, es decir que
los emisores nunca decimos nada de manera gratuita, meditada. Este asunto de lo que
está implícito siempre está en nuestra conciencia. Quizá algunas veces más, quizá algunas
veces menos. También por supuesto tiene que ver con el contexto discursivo en el que
estamos, pero si estamos pensando en la escritura por ejemplo, pues tendríamos que
pensar que sí, que evidentemente hay toda la premeditación de usar un adjetivo, o de
usar una oración que tenga una carga muy clara por parte del que escribe. Entonces sí, en
ese sentido no habría actos discursivos sin pre-comprensión, o sin premeditación, no sé.
Lo de premeditación está un poco fuerte como palabra pero sin que haya una intención.
Todo comunicativo implica una intención que no necesariamente coincide con su
contenido formal, pero que sí produce un efecto buscado en el receptor, en las
circunstancias dadas. Justo que las circunstancias hacen que nosotros optemos por una
estrategia o por otra. Eso va a cambiar dependiendo del contexto. Aquí el contexto sí
tiene que ser otra vez la autobiografía, en el ámbito de la narración del yo en primera
persona, todo esto que ustedes han visto aquí yo supongo.
De la interacción de estos tres ámbitos, esto es importante, la locución, la ilocución
y la perlocución, o si quieren decir la proposición, la intención y el efecto en el receptor, se
originan estos casos. No todas las preguntas tienen la intención de preguntar, poníamos el
ejemplo de “¿abres la puerta?”, si en la aduana alguien me dice “¿me enseña su
pasaporte?”, yo no asumo nunca que le puedo decir “no”. “¿Me enseña su pasaporte?” -
“no”, sería impensable ¿por qué? por que lo que sé es que no me están preguntando
nada, que no me están preguntando, que en realidad es equivalente a que me diga
“pasaporte”, y que yo sé que, si quiero pasar, no me puedo negar. Si quiero, si no pues sí
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me puedo negar y ya me correrán y me regresarán en el avión de vuelta a donde venía,
pero esta es un poco la idea. Que la preguntas no siempre tienen la intención de
preguntar. O como otro ejemplo, que no todos los imperativos expresan órdenes. Si yo
pago el boleto en el cine o en donde ustedes quieren, y alguien, el cajero o lo que sea me
dice “diviértanse” no me está dando una orden en realidad, ¿o si? O sea es un imperativo,
es un verbo en imperativo sin duda alguna pero no me está ordenando nada, ni yo como
interlocutor lo acepto o lo interpreto así. Lo que yo hago es una lectura pragmática de lo
que me está diciendo y lo veo, en todo caso, como una cortesía, casi. Vean que casi es
impensable pensar (bueno “impensable pensar”…), es impensable que nosotros
asociemos el imperativo con cortesía, y sin embargo ahí lo es. Podemos tener muchos
otros casos cuando nos dicen “siéntate”, “tómate un café”, cuando alguien llega a nuestra
casa “oye tómate un café” no es un imperativo. Lo que yo tengo que leer ahí es una
invitación. Vean como todo esto no hay necesariamente una coincidencia entre lo dicho,
la intención y el efecto que produce esto. Por aquí va un poco la discusión. La misma
interacción se da en el ámbito literario, que creo que es ahí la pertinencia. Por esta razón,
el estilo o la estructura de la autobiografía no pueden, por sí solos, explicar qué hay en el
centro de su valor genérico, que es un poco lo que dice Bruss, pues habrá que pensar en
los papeles jugados por el autor, por el lector, y los usos a los que el texto está siendo
sometido, o a lo mejor también para qué está destinado. Habría que hacer una lectura no
tan inocente, sino pragmática, de los textos para entender en qué se centra su valor
genérico. Creo que eso es muy importante en el texto que estamos analizando ¿en qué se
centra el valor genérico de la autobiografía? Todavía no lo voy a decir pero lo vamos
apuntando, por ahí va, no sé a lo mejor me equivoco. Habrá que considerar también que
para que un discurso se considere un género literario los papeles y propósitos que lo
componen deben ser relativamente estables e identificables dentro de la comunidad
lectora. A lo mejor aquí si ya nos podemos anticipar a lo que yo creo. O sea ella dice que el
valor genérico no está en una estructura, no está en el estilo, sino en el compromiso, en
este compromiso social –pacto- comunidad que hacemos, para que eso se lea como una
autobiografía. Si no, pues no lo sería, sería una narración en primera persona, como
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cuando uno se sienta a platicar con las abuelas y nos cuentan “cuando yo era niña..” Pero
todo se quedaría al nivel, quizá, anecdótico si no le damos el peso de comunidad
lingüística, o de comunidad lectora como que eso constituye un tipo particular de acto
comunicativo, en el que lo que importa es que yo estoy narrando hechos de mi propia
vida, que me ocurrieron. Más o menos. ¿Vamos bien?
“El marco de los actos comunicativos” –sigo- es preciso es recordar más que la
autobiografía es un hecho institucional (o sea esto que decíamos). Su existencia depende,
o al menos está condicionada, por el ámbito social pues es la sociedad la que le atribuye
las características. Pueden estar ahí pero si yo no las reconozco y las legitimo, no voy a ver
eso como un texto autobiográfico. Lo mismo ocurre con la lengua, con los actos de habla.
Para que cumplan con sus funciones locutiva, ilocutiva y perlocutiva es preciso que existan
roles sociales entre los hablantes y que unos y otros los reconozcan. Que alguien en algún
contexto determinado, me reconozca como una autoridad, por ejemplo. Si nadie me
reconoce como una autoridad, ¿qué efecto ilocutivo o perlocutivo podrán tener mis
actos? Ninguno. Di lo que quieras a mí me da igual lo que estás diciendo. Si se cumplen
estos niveles es porque entre nosotros nos reconocemos y nos asignamos roles y los roles
pueden cambiar, evidentemente no están dados de manera permanente. En un contexto
puedo ser una autoridad pero puedo no serlo en otra, y al revés. Siempre es importante,
sin embargo, que para que funcione el acto haya un reconocimiento de esta parte social
del lenguaje. Creo que ese es el vínculo entre el texto que estamos viendo y la lingüística,
que tanto en uno como en otro ámbito importa mucho que se cumplan las funciones,
pero que las funciones se cumplen justo por los roles que se establecen, y que son
implícitos. Nadie nos dice “ah, yo soy el que va a escribir la autobiografía y tú la tienes que
leer como autobiografía” pero que están implícitos ahí, cuando yo me acerco a un texto o
cuando yo me acerco con un hablante, lo que sea. Fuera de las convenciones sociales y
literarias, la autobiografía no tienen características y tampoco los actos de habla cumplen
ninguna función. O sea, sin esta idea de comunidad y de contexto compartido, no tienen
intención ni efecto pero sería un poco absurdo pensar en un acto así. Siempre pensamos
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en intención y en efecto porque siempre hay un contexto, y porque siempre hay
convenciones sociales y literarias de inicio.
(Dra. Treviño): No sé si aquí sea pertinente traer como ejemplo lo que ella dice respecto a
la elaboración de la biografía de Nabokov. Él intenta revertir todo lo que una convención
social y literaria ha estableció en torno y sin embargo…
(Dra. Díaz): No lo logra. Dice es como querer ir en contra de una naturaleza que además
no la estamos dando nosotros, sino que hay una legitimación colectiva de eso. Es es como
si un hablante solito y su alma se empeñara en que no se cumplieran estos pactos sociales
que tenemos al comunicarnos. Por más que yo quisiera extrañarme y hacerme a un lado
de todo eso, quizá no lo lograría porque me sigue enviando, de alguna manera tengo un
lugar como hablante dentro de esa comunidad lingüística y sólo que yo me entendiera
sólo conmigo misma, y justo por eso no lo logra Nabokov.
(Dra. Treviño): Otro caso muy interesante, no sé si alguno seguramente Roberto u
Horacio, el caso de Barthes cuando Barthes…
(Mtro. Roberto García Bonilla): Sí lo que está haciendo es literatura de la vida, está
ficcionalizando, buscando un estilo depurado para dar más bien su carácter, que su vida.
(Dra. Treviño): Exactamente. Sin embargo, en el momento en que está construyendo a
través de la ficción una imagen de cómo se forma como intelectual, está hablando de su
vida, de una parte de su vida, considero yo.
(Dra. Díaz): Ahí lo que se puede modificar en todo caso es el nivel ilocutivo y perlocutivo,
pero al final de cuentas va a tener un efecto y lo vamos a acabar reconociendo como una…
(Dra. Treviño): Y pongo un ejemplo. No sé si conozcan la edición, yo afortunadamente
tengo la edición francesa, lo primero que uno ve cuando abre el libro es a Barthes, de niño
en brazos de su madre ¿Cómo leo esa marca extra-textual en un texto que no pretende
ser autobiográfico? Las marcas también se leen. ¿No sé si te acuerdas?
(Mtro. García Bonilla): Sí, sí me acuerdo. Bueno también la edición española tiene la foto.
Ahí de lo que está, en mi opinión, mostrando, es que el vínculo central fue la madre, que
bueno además su muerte parece que es una muerte predestinada, él muere muy poco
después, bueno pasó un año, y él nunca se recuperó de la muerte de la madre.
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(Dra. Treviño): Y luego el diario que es un texto desgarrador, desde mi punto de vista, que
edita Siglo XXI gracias a una recuperación que hace Adolfo Castañon el Diario del duelo. El
efecto que tuvo, que tiene en él la muerte de la madre.
(Mtro. Roberto García Bonilla): Claro, es impresionante. Además la figura central de la
madre, él la ve como la figura redentora, de un padre que los abandonó, en fin, es como el
héroe de sí mismo y el héroe de su madre.
(Dra. Treviño): Sí, es muy interesante. Pero bueno ahí está esta como dualidad. No quiero
hacer una autobiografía dentro de las convenciones.
(Mtro. García Bonilla): Para centrarme un poco en lo que está exponiendo, tiene que ver
también con el manejo muy global que tenía Barthes –Barthes era lingüista- entonces él
quería dar muchas líneas de lectura, y es muy revelador. Nada más que creo que a él
siempre lo fascinaba, lo obsesionaba, que era el estilo. Cómo decirlo, porque a los
lingüistas o a los teóricos casi no les importa pero...
(Dra. Treviño): Axel contesta, contesta, ¡es una provocación!
(Dra. Díaz): No puedo contestar porque en cierto sentido estoy de acuerdo.
(Dra. Treviño): Pero ahí está una gran excepción, en efecto, va a ser un lingüista pero muy
preocupado por el estilo.
(Dra. Díaz): Sí, la parte estilística, formal…Bien, “Del acto al texto”, me centro en esta
parte que además creo que tiene un subtítulo en la lectura. Dice “que la autobiografía es
un acto más que una forma puede explicarse a partir de lo que dijimos antes. Se legitima
como acto en tanto que forma parte de un contexto en el que cumple una función”, y yo
pongo social –ahí entre paréntesis- pero creo que es eso. Una función y tiene que ser
social porque si estamos hablando de una comunidad de habla pues no nos queda más
que pensar en que cumple una función social. De igual manera los actos comunicativos
están moldeados por la situaciones pragmáticas, en ellos hay elementos que responden al
contexto en el que son utilizados. De hecho, dice, ciertas distinciones lingüísticas parecen
subsistir principalmente porque ayudan a definir y a comunicar la naturaleza de una
acción, porque señalan –por así decirlo- el marco y la intención pragmática de los actos.
Aquí podemos pensar en muchas distinciones lingüísticas que parece que no tienen razón
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de ser en un texto, pero que a lo mejor lo que hace es sólo definir y comunicar la
naturaleza de lo que estoy diciendo. Aquí vamos a ver justo toda esta dimensión
pragmática de las formas y las funciones de estas formas. Entre estas distinciones
lingüísticas están, por ejemplo -ella menciona algunas y yo creo que voy a añadir otras- la
cortesía verbal, entendida como un principio que controla la comunicación humana para
conseguir equilibrio y el mantenimiento de la conversación. Hay mucha bibliografía al
respecto de cortesía verbal, por si les interesa. Pero bueno, más allá de ser corteses es
este principio de comunicación que hace que nosotros podamos tener una relación de
comunicación equilibrada con nuestro interlocutor, y que nos hace por ejemplo, que nos
quedemos en una conversación o que nos vayamos de esa conversación. Es decir, todo lo
que hacemos está mediado también por este principio de cortesía verbal, porque
normalmente lo que uno quiere es que el otro se quede y no que nos cierre la puerta y
nos ignore y se vaya. En ese sentido estamos entendiendo cortesía verbal. También, dice,
la elección de formas gramaticales particulares, en las que la relación entre forma y
significado no es transparente, por lo que el receptor debe analizarlos desde el ámbito
discursivo en el que se usan, pues en que cada acto deberá tenerse en cuenta el principio
“x” cuenta como “y” en este contexto. No sé si eso queda claro. Es decir que si yo elijo
ciertas formas gramaticales particulares probablemente, de entrada, la relación entre
forma y significado no es transparente. Por ejemplo, otra vez regresando al caso de la
pregunta, si te digo “¿quieres abrir la puerta?”, a lo mejor ahí no es transparente la
proposición que ahí yo lo que estoy dando es una orden. Pero ¿qué lo hace transparente?
Pues el contexto. Es decir que “x”, o sea yo interlocutor, tenga un papel en el contexto en
el que estoy diciendo las cosas. Y entonces a lo mejor solamente lo que estoy haciendo es
encontrar una estrategia discursiva cortés en este contexto para darte una orden, o un
mandato atenuado, porque tampoco es una orden es un mandato atenuado. Eso cuenta o
eso se puede establecer entre hablante y oyente porque en este contexto, por ejemplo
“x”, la pregunta, cuenta como orden en este contexto. ¿Mas ó menos? A lo mejor ahí
queda un poquito más claro. Eso nunca es transparente, por eso es que siempre estamos
bordeando entre lo literal y lo no literal, y de hecho siempre estamos quizá más cerca de
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lo no literal. ¿Cuántas veces realmente hay correspondencia entre un acto y su forma? Yo
creo que sólo cuando decimos, como decía la compañera, “el cielo es azul”. En esas
ocasiones donde realmente queremos hacer enunciados que están al nivel descriptivo
pero todo lo demás, todo lo demás está mediado por la interpretación y por la elección de
formas en función de lo que se quiere conseguir con un discurso. Siempre estamos
interpretando todo eso en función de ¿con quién estoy?, ¿quién me lo está diciendo?,
¿por qué me lo está diciendo?, ¿en qué contexto me lo está diciendo? Es este nivel donde
la forma gramatical, por lo general, no es transparente con el significado de eso que estoy
diciendo. ¿Sí, más o menos?
(Dra. Treviño): ¿Aquí qué sentido tendría, denotativo y connotativo?
(Dra. Díaz): Sí pues por supuesto que todo. Ahora, es muy curioso porque lo denotativo y
lo connotativo siempre casi lo asociamos más hacia palabras, como que el límite son
formas específicas. O sea yo digo la palabra “piedra”, piedra tiene un valor denotativo
claro, que es mineral, no sé, podemos hacer toda la definición de piedra. Y luego tiene
otros significados connotativos cuando digo que alguien es una piedra, por ejemplo
cuando digo que “Ana es una piedra” porque así se esté muriendo de hambre, no es capaz
de cocinarse algo, o no entendió nada de lo que leyó. “Ana es una piedra, no entiende
nada, no entendió nada de lo que leyó”. Sin embargo ahí, las nociones denotativo y
connotativo y las asociamos mucho con formas lingüísticas determinadas, en un contexto
determinado. Esto sería lo mismo, pero a nivel discursivo, vean cómo una oración
completa puede no corresponder con su significado denotativo, sino que puede tener una
segunda lectura, que no se dice aquí como denotativo. Digamos a nivel de discurso, ya lo
de connotativo y denotativo nos queda un poco corto porque aquí más bien se habla de
este otro ámbito pragmático de la lengua. De cómo hay una mediación entre forma –lo
literal- y este ámbito donde hay que tener en cuenta el uso, la construcción social, el
contexto de los significados, de las estrategias. Porque al final de cuenta son estrategias
discursivas, ya no es una palabra o un adjetivo o algo aislado, sino es toda la estrategia, y
si ustedes están pensando en textos completos, pues la estrategia está desde la primera
hoja hasta que se acaba el texto. Es todo el ámbito que está tejiendo el autor encima o
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por encima de las palabras que tienen un valor denotativo, inmediato, simple si queremos
decirlo así.
(Estudiante): Y eso en la autobiografía creo que se ve mucho en la parte donde hay la
expresión de los motivos por los que hacen su autobiografía que no quieren parece
ególatras. Estoy pensando por ejemplo en Gandhi, que aparte es un ícono de la moralidad,
etcétera. Escribe su autobiografía y al inicio dice “bueno, esas son mis experiencias, las
comparto, a ver a quién le sirve, pero no es para que me sigan. Yo no soy un ejemplo, yo
soy súper modesto, yo nunca quiero que se me siga totalmente, ciegamente”, pero a la
vez empiezas a leer la autobiografía y aunque trate todo el tiempo de construir la idea de
la modestia, sí todo el tiempo se está –con las anécdotas que cuenta, etcétera- se está
construyendo como una idea de moralidad suprema casi, casi, que tienes que seguir. No
sé si más o menos sea eso mismo.
(Dra. Díaz): Sí, sí.
(Estudiante): O sea como que él dice una cosa “no, no, no, yo sí soy súper modesto, hay
como unas humildes cositas ¿no?” pero ya después…
(Dra. Díaz): Sí, igual regresándonos a este asunto de ser cortés verbalmente, o tratando
de, por lo menos, disimular o ser cortés en algún sentido. Es lo mismo cuando alguien te
dice “oye ¿te ayudo?” y uno le dice “no, no te molestes”, pues simplemente es una
estrategia pero en realidad pues sí quieres la ayuda, o sí la necesitas. Solamente estamos
haciendo ¿qué? cumpliendo con este ámbito de principio que controla la comunicación
para seguir el equilibrio de la conversación, pero en realidad no es así “no, no te
preocupes, no te molestes”. Son formas que se usamos pero en realidad sí queremos a
veces que se moleste y que me ayude, pero yo sé que es un principio para mantener el
equilibrio de la conversación. A lo mejor ahí Gandhi lo está viendo ahí como una estrategia
para mantener el hilo de la conversación y la figura que él está tratando de conservar o de
transmitir.
(Estudiante): Claro porque aparte, si él se plantea a sí mismo “yo soy un ejemplo”, rompe
con la figura de unidad que es parte de su doctrina, entonces ahí justamente la idea de
vida se contrapone con los motivos por los cuales escribió la autobiografía.
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(Dra. Díaz): Y no tendría sentido, choca.
(Estudiante): Bueno, ese caso es muy interesante porque, a mí lo que me parece más
importante de los actos de habla es resaltar que los discursos, como acciones, son hechos
de socialidad. Gandhi si está enfrentado dentro de su propia cultura y de su ámbito de
socialidad no está tan bien visto escribir una autobiografía. De hecho él sí empieza a
diciendo “a mí la gente me ha preguntado por qué narro en este género occidental mis
propias experiencias” y tiene que justificar esta parte en la que no se corresponde muy
bien con su socialidad que y con la idea que él está tratando de hacer, escribir una
autobiografía.
(Dra. Díaz): Y en ese sentido todas estas estrategias forman parte de lo que él tiene que
hacer para que esto sea aceptado como algo válido, como algo que no sea mal recibido, y
al final de cuentas esa parte de “no pero es que miren, que no sé qué y no sé cuanto”,
está siendo parte del discurso y de esta función ilocutiva y perlocutiva de la que hablamos,
de la intención que tiene y del efecto. Si no fuera necesario tanto preámbulo, si él no lo
sintiera necesario no lo haría, pero si lo hace es porque sabe que, en algún nivel, es decir
en el nivel ilocutivo –en el efecto, o en el perlocutivo -en lo que voy a provocar en el otro-
sí es importante hacerlo, es necesario casi, por eso está. Tampoco podemos pensar que
nada está de gratis ahí, un poco eso. Como nada está de gratis en la conversación, por lo
general, en el habla.
Bueno. “Las relaciones lingüísticas¨ dice “incluyen grados de poder, solidaridad,
compromiso, proximidad, novedad, certeza, etc. Una de las estrategias para evidenciar
estas relaciones es el uso de la persona gramatical (muy relevante para la autobiografía).
Mediante el uso de las personas gramaticales o de otras estrategias vinculadas con el
rasgo personalidad o impersonalidad, el emisor evidencia su relación con las
circunstancias descritas”. Entonces es muy diferente decir yo que nosotros, es decir desde
narrar desde una primera singular o desde una primera plural. Cuando quiero que el lector
se sienta incluido en esto que estoy diciendo, que no es sólo mi autobiografía sino que a lo
mejor estoy narrando hechos de una comunidad a la que pertenezco, y que por eso son
relevantes para esa comunidad. Ahí pongo algunos ejemplos. Pongo “pensarán que –en el
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caso, por ejemplo, que citaban de Gandhi- si me dirijo al interlocutor pero incluyéndolo,
como sé que eres parte de esto al final de cuentas, logro un efecto diferente que si no los
incluyo. Es algo que sabemos de siempre y que nos dicen en nuestras propias redacciones,
si tengo que redactar en primera persona, o en el ámbito de la impersonalidad de “se
piensa”, “se dice”, ahí está la idea del uno, ese pronombre indefinido. “Uno no sabe
cuando hace estas cosas qué efecto vayan a tener”. Ese “uno” es un yo pero no es un yo,
es como un yo que puedo ser yo pero también puedes ser tú. Entonces cuando te digo
“uno nunca sabe”, es que en realidad me estoy acogiendo a una forma gramatical que me
da un cierto grado de impersonalización de lo dicho, y eso también tiene un efecto. Y lo
mismo cuando usamos este tú. “Tú no te imaginas esas cosas”. No sé, “cuando sales de tu
país tú no te imaginas esas cosas”, no es tú, evidentemente, sino es otra vez este ámbito
de la no persona o de la impersonalidad donde cabemos todos, o en donde cabe
cualquiera que esté en “x” o “y” situación. Eso también se convierte en una intención que
puede provocar poder, solidaridad, compromiso, proximidad, novedad, certeza… depende
de cómo lo estoy usando.
Lo mismo se advierte en los pronombres y los verbos empleados en el relato. Las
relaciones entre emisor y receptor son distintas y se usa la segunda persona del plural. Es
lo que decíamos, a lo mejor si digo “ustedes” o “nosotros”, eso puede cambiar la relación
entre lo que quiero lograr, entre el efecto que logro. Piensen en los presidentes, los
discurso políticos que siempre están muy conscientes de todo esto “hasta ahora hemos
logrado que México bla, bla, bla”, y esta idea de “hemos” de entrada se siente
comprometido con lo que está diciendo el discurso, se siente próximo, “ahora sí, vamos
por todo, México puede…” todo esto que está ahí. Bueno sí, claro, también uno puede
acabar haciendo caricaturas de esto. Evidentemente cuando se exagera o se va más allá
de lo que debería de ser, pues se vuelve una caricatura también. Pero en principio, si no
fuera esa la situación de caricatura, pues sí el efecto es lograr una solidaridad y un
compromiso y una proximidad. Ahora, nosotros podemos pensar bueno en nosotros no
tiene ese efecto, pero nosotros somos una élite al final de cuenta, nos guste o no,
universitarios, críticos. Pero la gente… los obreros, las amas de casa, las abuelas, no sé
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pueden de veras decir sí, ahora sí va en serio lo del compromiso y lo de la solidaridad. Es
muy relativo porque, otra vez, quién cuenta como qué en este discurso, y cómo yo estoy
legitimando a la autoridad frente a lo que me está diciendo, etc..
Voy a poner más ejemplos de las relaciones lingüísticas. Otro indicio de las
relaciones es el uso de títulos (eso lo pone la autora también). “Señor, profesor, doctor,
don”, todo esto también nos habla de la proximidad, de la lejanía, del compromiso que
asumimos con el otro frente a lo que estamos diciendo. Este tipo de marcas también nos
pueden ayudar a ver cómo está ese entramado o este ámbito pragmático del que
hablamos. Por supuesto, como es bien sabido, el empleo de los diminutivos también es
otra estrategia, tan productivos y polisémicos en el ámbito pragmático. Bueno, digo yo,
particularmente en el español mexicano porque no es un secreto que los diminutivos
tienen un efecto que nunca es denotativo. No es simplemente lo que estoy diciendo, sino
que cuando yo digo…
(Dra. Treviño): Si digo “el cieguito” hay un poco de piedad…
(Dra. Díaz): Exacto. Nunca es un ciego pequeño, nunca me refiero al ciego pequeño,
siempre es el “cieguito”, pero eso tiene detrás una intención ¿ven?, un nivel ilocutivo. Más
allá de que sea un diminutivo, hay un nivel ilocutivo y un nivel perlocutivo porque quiero
que el otro, a lo mejor, piense que soy piadoso, o que soy buena persona al decirle a
alguien “el cieguito” y no “el ciego”. “La virgencita”… bueno pongo algunos ejemplos,
seguro ustedes pensarán en otros; “una señorita”, que puede tener a los cinco hijos atrás
de ella pero va a ser “la señorita” si le quiero vender algo. En algún contexto discursivo
puede ser una estrategia. “El muertito”, lo mismo. Cuando es “el muertito” nunca es que
se haya disminuido en el tamaño o que pese meno que cuando estaba vivo, sin embargo
siempre usamos estas estrategias para establece compromiso con el otro.
(Mtro. García Bonilla): Pero muchas veces tienen efectos contrarios, dobles a la vez. Por
ejemplo si se dice “el negrito” o “el chaparrito”, hay un sentido incluso de discriminación
pero al mismo tiempo un paternalismo bastante dominante, de control.
(Dra. Díaz): Sí, las estrategias pueden ser muchas pero al final de cuentas siempre están
compartidas. Si es piedad o si es discriminación, o si es a lo mejor incluso una cuestión
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eufemística, pero se comparte. Al final de cuentas es que yo sé cómo voy a interpretar
eso. Sé de entrada el riesgo que implica decir “negrito” o decir “chaparrito”, o lo que sea.
Ya yo sé hasta donde puedo usar estas formas para asumir un compromiso para lograr la
empatía del otro o lo contrario. A lo mejor el rechazo incluso, todo esto. Lo único que
estamos pensando es como marcas en el texto que nos ayudan a lograr efectos
pragmáticos.
(Estudiante): Me gusta el ejemplo de decir “negrito” para expresar la relación con otro a
partir de un diminutivo porque que es a partir dentro del texto que está la sensación, de
que no solamente es importante el emisor en tanto que está enunciando a sí mismo desde
el yo, como el otro porque aunque puedes incluir la recepción que tenga tu texto, o la
intencionalidad con la que creas algo, la presencia del otro frente a ti reflejado en ese
texto está condicionada por todas estas convenciones del texto pragmático, o sea de la
relevancia de la relación. Pero también está atravesado por el hecho de que las palabras
son muchísimo menos inofensivas de lo que creemos, sobre todo con esa intencionalidad
marcada. Puede salir que le digas al otro “mi pequeño cieguito” y tu lo leas como muy
misericordioso con respecto a ti mismo, pero puede ser que en un contexto determinado
puede ser de lo más violento y que eso se escape a ti mismo por el matiz pragmático que
tenga, es lo mismo en el nivel de construcción del texto. Puedes estar creando la
autobiografía –pensando en un ejemplo como lo de Gandhi- de toda maneras está la
parte mágica, que es una forma metafórica de decir que la recepción es tan amplia, que
de todas formas no alcanza la totalidad de la reacción. Es el mecanismo literario en
general, puedes crear algo como literatura infantil y a lo mejor no funciona. Me gusta
como estás manejando el hecho de que no es inofensivo, de que la palabra tiene mucho
más peso redondo del que parece.
(Dra. Díaz): Sí porque al final de cuentas no está dicho en la nada, sino que está inserta en
una comunidad lingüística. Otra cosa que es importante de lo que estás diciendo es que
las comunidades son cambiantes también. Uno parte del hecho de que esto es así y de
que en principio se va leer de esta manera pero luego resulta que no es así. A lo mejor ya
hay una distancia, también contextual, entre el emisor y el receptor, cómo leemos un
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texto del XIX, eso también puede tener cambios que a lo mejor ya no estamos midiendo
desde el ámbito de la comunicación, va más allá. Claro, cuando nosotros pensamos en
actos lingüísticos damos por hecho que el otro está ahí para decirnos o para
interpretarnos, pero cuando estamos hablando de textos estas dimensiones van
cambiando y lo que puede no haber sido ofensivo en un contexto, puede volverse en otro
y viceversa. A lo mejor ahorita ya nadie va a usar “viejito” sino “adulto mayor”, “la tercera
edad”…Toda esta reconstrucción del ámbito pragmático también porque ya no tiene un
efecto utilizar una palabra en este contexto.
Dice “incluso los títulos de los apartados –esto lo dice Bruss también- de un texto
reflejan la situación enunciada, su propósito y también a quién están dirigidos o para qué
publico se ha escrito”. Ella pone un ejemplo que ya no retomé pero que, incluso desde
esa parte donde yo enuncio lo que voy a presentar en un apartado de un texto, ya está
condicionando el público al que está dirigido y también el propósito que quiero que tenga
esto. Si digo “De cómo sobreviví al peligro más insólito en la vida”, algo así, ya desde ahí
estoy enunciando que va a ser un acto glorioso, que yo soy el héroe de la historia. Esta
parte que decías, que aunque Gandhi no quiera, se le va a salir porque incluso desde la
elección de los títulos ya estamos diciendo cómo hay que leer esto que estoy planteando.
“Las relaciones lingüísticas” –y seguimos- “además existen otras categorías
gramaticales que sirven particularmente para evidenciar las funciones discursivas. Sin
duda –bueno ella se centra en esto y estoy de acuerdo- los adverbios y los verbos, ambos
con naturaleza deíctica, reflejan en el ámbito pragmático o discursivo de los textos”.
Entonces aquí a lo mejor se mete con un concepto quizá no muy conocido para nosotros
que es la deixis. ¿Qué son la deixis y los elementos deícticos? Y pues otra vez el DRAE,
“son señalamientos en el texto mediante ciertos elementos lingüísticos, que muestran –
como éste, ése, aquél, (por eso se llaman demostrativos)- que indican una persona como
yo, vosotros etc., o un lugar, o un tiempo.” Sobre todo son formas que señalan en el
discurso. Pueden referirse a otros elementos del discurso o a cosas que solamente estén
presentes en nuestra memoria, que no estén en el contexto como tal. Otra forma de
definirlos, porque a lo mejor el DRAE no nos ayuda mucho, es diciendo “que no tienen un
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significado semántico por sí mimos, sino que lo adquieren en el discurso, puesto que su
valor y su sentido está en el uso que hacemos de ellos.” En ese sentido, todos lo
adverbios y todos los verbos tienen un valor pragmático deíctico muy claro. Qué es antes,
qué es ahora, qué es ayer, qué es mañana, depende de dónde estoy parado y donde estoy
enunciando eso. Y lo mismo los verbos; a los verbos, curiosamente, no les asignamos
tanta naturaleza deíctica de manera muy intuitiva, pero tienen mucho de deixis, sobre
todo los tiempos verbales. ¿Cómo están construidos, qué valore es? No sé, lo tengo que
glosar y llamar de alguna manera: presente de subjuntivo o lo que sea pero eso no dice
nada de su valor ilocutivo. El valor ilocutivo es que, en el momento en que yo lo uso, se
activa el significado deíctico de ese tiempo verbal y me remite a un ayer, antes de ahora.
Como al momento de la enunciación es el eje para que yo me pueda desplazar, en
términos, digamos, conceptuales (porque ya no temporales, pero conceptuales), y que yo
ubique el pasado antes de este momento o el futuro, o lo que sea. Entonces los verbos
también tienen una parte deíctica amplia que no, a lo mejor no hemos sido muy
conscientes hasta ahora.
(Dra. Treviño): ¿ Y aquí qué importancia tendrían, ahora sí, los modos?
(Dra. Díaz): También mucha porque decíamos que la modalidad no hay que confundirla
con los modos pero los modos también tienen que ver con el ámbito pragmático.
Nosotros, por lo general, siempre pensamos en indicativo y en subjuntivo porque el
imperativo nos cuesta trabajo verlo como un modo. Hay discusiones si eso es un modo o
no es un modo. Pero quedémonos con indicativo y subjuntivo. Desde siempre
aprendamos que el indicativo es para hablar de lo que realmente ocurre y que el
subjuntivo es el ámbito de lo posible, de lo hipotético, de lo subjetivo. Y claro, si yo como
autor quiero darle ese matiz a mi texto, esa modalidad pragmática de algo que no ha
pasado, pues probablemente me pueda apoyar en esas formas, o las voy a explotar para
hablar de esto. “Hubiera pensado que…”, lo hacemos todo el tiempo. Creo que si ustedes
están analizando o pensando en escribir’ … es que no sé bien qué hacen acá, porque lo
que hacen es analizar las autobiografías.
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(Dra. Treviño): Ahorita estamos en el terreno de la teoría, viendo desde distintas
disciplinas cómo se ha abordado la autobiografía y la escritura autobiográfica.
(Dra. Díaz): Entonces tendríamos que ver que ésa podría ser otra estrategia para ver cómo
se ha abordado la escritura de las autobiografías. De pensar bueno a ver qué tiempos
verbales… porque eso también me puede dar una idea, y qué modo verbal. Porque es
diferente plantear algo como que ya ocurrió, o como que yo hubiera pensado o como que
sólo lo pongo como una suposición, o como una hipótesis. Todo eso por supuesto que
construye la modalidad también.
(Dra. Treviño): También parto de que alguna forma todos los que están, de alguna
manera, en algún momento, por las relaciones que uno tiene con una querencia de un
autor, una obra, te vas a la biografía, a un diario, a un epistolario. Yo creo que todos los
que estamos aquí hemos leído por lo menos una de las formas de la escritura
autobiográfica. Cuando alguien te apasiona…voy a conocer su vida, o su relación epistolar,
sus diarios, para apropiarte, de alguna manera, como decía Bioy –lo dice de una manera
muy hermosa- bueno, ya me acordaré…uno se vuelve… No sé si tú recuerdas ese texto de
Bioy, donde habla precisamente de las formas subsidiarias de la literatura. Es un texto
precioso, brevísimo, ya se los diré porque ahorita no.
(Dra. Díaz): ¿Si? ¿vamos bien? Bueno un poco ¿por qué los adverbios? Por que el tiempo y
la locación se conciben, o se ubican metafóricamente, en función del contexto. ¿Por qué
digo metafóricamente? Pues porque no es una ubicación real. Cuando decimos “ayer” es
una ubicación metafórica porque no hay un plano de la realidad donde yo me puedo
situar en “ayer”. Sólo está aquí adentro, en mi cabeza, porque tengo memoria y recuerdo
lo que pasó ayer, pero es totalmente abstracto el asunto. Así los adverbios temporales
significan diferentes cosas según el lugar y el momento que se usen. Piensen en aquí,
antes, lejos… “Aquí todos piensan que como país estamos mal”, cuando digo “aquí todos
piensan que como país estamos mal” evidentemente no está dicho que estoy pensando
en México, pero sí está dicho que estoy pensando en México, porque hay un aquí desde
donde se dice lo que se dice, y porque además digo “estamos mal”. “ Aquí todos piensan
que como país estamos…” pues nos incluyo. Sé, de entrada, que en el contexto
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compartimos el mismo país y eso ya no les da la posibilidad a ustedes de que piensen en
Marruecos, Holanda o qué se yo.
“Antes no se usaban computadoras más que en las fábricas”, pues igual ese “antes” me
está remitiendo no a ayer, ni al año pasado, sino me está remitiendo a veinte años o diez
o no sé cuántos, no más. Igual si yo digo “el centro está muy lejos más vale no irnos
caminando”, igual “el centro” y “lejos”, estoy partiendo del espacio estoy pensando en un
centro que sería el de la ciudad de México. Tampoco pensaríamos en otro centro ¿o si?
(Dra. Treviño): O el contexto, si estás en otra ciudad y medio que la conoce.
(Dra. Díaz): Sí claro, el centro está muy lejos pero justo depende de dónde estoy. O sea,
otra vez lo contextual y lo deíctico. Claro, si estoy en Toluca nadie va a pensar en el Zócalo.
“El centro está muy lejos más vale no irnos caminando”, está hablando de Toluca, del
centro de Toluca.
(Dra. Treviño): Ya me acordé. Se llama Parafernalia y Bioy dice que cuando uno se acerca
a este tipo de textos, “quiere conseguir vicariamente la amistad de un escritor”, es
hermosísimo, o sea ya no lo conocí en persona pero me vinculo, creo una amistad a través
de leer su autobiografía, su epistolario, etcétera.
(Dra. Díaz): Y uno siente que lo logra además.
(Dra. Treviño): Sí, evidentemente, te metes en su intimidad y sientes que sostuviste una
conversación aunque sea más allá de la muerte.
(Dra. Díaz): Sí porque además ese efecto se logra también, creo, por el uso de la primera
persona, porque hay una idea muy clara de que es como si me estuviera hablando a mí.
Sólo usamos la primera persona cuando sabemos que tenemos un interlocutor en frente si
no, no, no tiene sentido. Quizá es esa parte del éxito de la estrategia discursiva de la
primera persona, porque hay un grado de cercanía.
(Mtro. García Bonilla): Curiosamente la academia se ha preocupado por desterrar este
vínculo con lo biográfico para explicar las obras. Ese es un punto muy importante, que yo
creo que se llevó al extremo. Tanto así que, cualquier texto que aluda a la biografía,
parece sospechoso, superficial, banal. Yo creo que también depende de toda la influencia
del estructuralismo. Pensar en esos textos clásicos, La muerte del autor, un poco está
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hablando precisamente un autor es imagen. Aunque paradójicamente, él mismo fue
creando su propio mito, y hay que verlo en un texto como Fragmentos de un discurso
amoroso. Ese texto es una belleza y está hablando a todos pero está empezando por sí
mismo, las palabras claves.
(Dra. Díaz): Seguimos con los verbos. ¿Por qué los verbos? Por que ocurre lo mismo que
con los tiempos verbales, como les decía, su valor semántico está dado a partir de otra
referencia, que bien puede ser el presente, o sea el momento de la enunciación, el pasado
o el futuro. Lo importante es que el punto de referencia siempre es el emisor. Algunos
ejemplos son que si yo digo “el tren salió puntualmente” o “el tren saldrá puntualmente”,
no informa del momento preciso de la salida pero sí que es anterior o posterior al
momento en que se emite el enunciado. Vean cómo la temporalidad, o sea entender el
tiempo verbal está en japonés a veces, pero tiene que ver con esto porque es muy difícil
tener en cuenta que siempre estamos pensando en un momento de la enunciación, y que
todo el entramado se teje alrededor de eso. Además, tenemos tiempos donde no me sitúo
necesariamente en el presente de la enunciación, sino que hay pasados del pasado,
futuros del pasado, entonces eso ya se complica al grado tal que tenemos un paradigma
amplísimo en español.
Las intenciones y las relaciones interpersonales entre emisor y receptor son el
entramado de lo que se llama modalidad discursiva o enunciativa (lo que decíamos). Las
capacidades, intenciones y obligaciones del emisor, y de los receptores, pueden ser
distintas en cada contexto, y es el autor el que las define con las formas lingüísticas que
elige. Basta pensar en los usos modales de verbos como poder o deber. Si yo digo “puedes
o debes” ya estoy dando ahí una capacidad, una intención y una obligación en el otro, el
ámbito subjetivo, irreal o potencial del subjuntivo (de lo que hablábamos), o el empleo de
distintos tiempos verbales bajo criterios pragmáticos. A lo mejor parecen ejemplos
trillados pero es así siempre: quería por quiero, pensaba por pienso, quedaría por quedó.
Otra vez lo que estoy poniendo a discusión es esta idea de que incluso aquello que parece
tan claro, tan unívoco, tan que no puede tener otra lectura, resulta que yo puedo hacer un
tratado de modos discursivos o valores discursivos de los tiempos verbales. Moreno de
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Alba tiene un libro –ya no sé si se llama así- pero se llama como “valores de los tiempos
verbales en el español”. Uno diría cómo, ¿por qué hacemos un libro de eso, si no el valor
es el del tiempo ya? Y uno diría pues no porque a ese valor se superponen otra vez
criterios pragmáticos, que yo tejo en el momento en que uso tiempo. Aquí tengo algunos
ejemplos de esto. “Puedes venir cuando quieras” versus “debes venir ese día”. Poder venir
y deber venir tienen implicaciones distintas. “No creí que viniera Juan a la fiesta de
anoche”, fíjense, uso un “viniera” o sea un subjuntivo, que lo que hace es una situación
irreal o supuesta en el pasado. En este caso es eso, es una suposición que yo hice en el
pasado. Eso ocurrió pero ocurrió en mi cabeza, pero no tiene una realidad pragmática
como tal. O este ejemplo, ¿es el mismo tiempo “haya estado” y “haya terminado”? Que
es qué, a ver, ¿alguien se acuerda? ¿qué tiempo? Antepretérito de subjuntivo o ¿qué
ustedes habían dicho?
(Dra. Treviño): Pero no antepretérito es “hubiera/hubiese”?
(Dra. Díaz): Sí, sí es cierto. Lo que sí identificamos es que es un subjuntivo. ¿Y qué es un
subjuntivo? Yo utilizo más el pretérito de subjuntivo y ya está, la otra clasificación es la de
Bello, la que estabas dando. “No creo que haya estado bien lo que hizo” versus “espero
que no se haya terminado todavía la comida”. Vean cómo el mismo tiempo tiene un valor
retrospectivo en un caso, y prospectivo en otro. ¿Si entendemos lo de retrospectivo y
prospectivo? Con respecto al momento de la enunciación yo lo ubico en un pasado o en
futuro. Lo importante o lo que me da aquí el valor es que yo tengo, además, un adverbio:
“todavía”. “No creo que haya estado bien lo que hizo”, el “hizo” me hace que yo
condicione el “haya estado” a un valor retrospectivo. Y que en el segundo ejemplo, el
hecho de que yo diga “espero” en presente, y que use el adverbio “todavía” es que me da
el valor prospectivo de la oración. Pero vean como eso no está en la forma verbal misma,
sino en el empleo y el contexto que enmarca esa forma. Y lo mismo un cuarto. “Quería
saber si puedes acompañarme mañana”, ese “quería” realmente es una forma también,
otra vez… ¿es un “quería o es un “quiero”? Es un “quiero” más bien. Este es uso otra vez
del copretérito o del pretérito imperfecto, para usarlo cortésmente. “Pensaba que es
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buena idea”… ¿si está bien eso? Ahora me suena raro… “Pensaba que es buena idea ir al
festival juntos el sábado”. Sí, sí decimos eso…es que ahora me sonó raro el ejemplo.
(Dra. Treviño): “…que sería buena idea..”
(Dra. Díaz): Sí también “sería”. Pero nunca es un pretérito real, es que lo pienso ahora y lo
quiero ahora. Y otra vez: eso me lo da el valor de “mañana” o del “sábado”.
(Estudiante): También es una cortesía, porque si usas “pienso” como que ya te estoy
obligando a.
(Dra. Díaz): Exactamente. Cuando usamos eso le doy al otro la posibilidad al otro la
posibilidad de que me diga “no”. De hecho por eso usamos esa estrategia, porque si le
digo “quiero” ya me veo comprometido. O así, “pienso que es buena idea…”, no le voy a
poder decir que no. En cambio si uso esto, como que está más abierta la posibilidad de
que él participe en el acto comunicativo y diga “pues no, es que no me va a dar tiempo” o
lo que sea. Es este valor cortés de estos tiempos.
Bueno, el último. Es muy curioso, es muy común utilizarlo y es muy ambiguo también. “Ya
terminamos el proyecto. Sólo quedaría pendiente corroborar unos datos bibliográficos”.
(Dra. Treviño): Creo que eso lo podemos asumir como una especie de ¿cómo se llama?, no
de epígrafe, para nuestro proyecto, cuando se ponen los letreros en las tumbas… epitafio.
Nuestro epitafio para el proyecto. “Ya terminamos el proyecto pero todavía nos falta
corroborar…”
(Dra. Díaz): Ajá…y fíjense como ese “sólo quedaría pendiente” ¿por qué usamos otra vez
“quedaría”, o sea otra vez un copretérito o un pretérito imperfecto? ¿por qué, cuál será
ahí el efecto pragmático? Pues que en realidad es una forma de atenuar que no hemos
terminado. Que en realidad digo “ya terminamos el proyecto, sólo ‘quedó’ pendiente
corroborar unos datos”, ahí es lo que estoy diciendo.
(Mtro. García Bonilla): O ¿“sólo queda”?
(Dra. Díaz): O “sólo queda”, “sólo queda pendiente”, pero entonces ese “queda
pendiente” se contradice con “terminar”, entonces no terminaron. Pero si yo le digo
“quedaría”, atenúo…
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(Estudiante): (inaudible) estaría funcionando como… porque no necesariamente lo usas,
puede decir “no terminamos el proyecto, queda pendiente”, o “no lo hemos terminado”,
pero ahí es como “sólo queda pendiente…”.
(Dra. Díaz): Exacto, atenúa un poco, con un adverbio modal, es poquitito lo que nos falta,
y además “quedaría, pero ya lo vamos hacer”. Está abierta.
(Dra. Treviño): Ya saben, esta oración, epígrafe y epitafio.
(Dra. Díaz): Por supuesto que esto nos lleva a que ustedes puedan trabajar, justo, con el
análisis de todas estas marcas en el texto, supongo que va un poco por ahí la reflexión.
Otros ejemplos de los niveles locutivo, ilocutivo y perlocutivo están, pues como ya dijimos,
en la expresión de mandatos. Cosas como “¿terminas el trabajo y me envías el reporte?”
Si eso me lo dice mi jefe no le puedo decir “ay no, ya estoy muy cansada; ya estoy harta de
ese reporte”, en realidad sé que con esa pregunta me está diciendo “hazlo” y que yo
reconozco otra vez –legitimo su autoridad- como mi jefe y no es una pregunta lo que me
está haciendo. Yo lo sé porque sé porque sé cuáles son las relaciones interpersonales que
se establecen o que existen, entre mi jefe y yo y digo “sí, aunque no duerma tres días o lo
que sea”. Además, me dice “me lo envías ahorita, ya”. Uno no lo interpreta como una
pregunta. Igual si una madre le dice a su hijo “¿me puedes ayudar?”, no sabemos la
respuesta del otro.
(Dra. Treviño): No más bien ya se volvió que no es pregunta, los hijos nos mandan a volar.
(Dra. Díaz): O los hijos hacen las preguntas también. Si eso no se cumple, es porque ahí lo
que está fallando no es la estrategia discursiva. Eso a lo mejor lo deberían de considerar
los psicólogos, no es una estrategia discursiva la que falla, es otra cosa. La estrategia
tendía que funcionar.
(Estudiante): El otro día estaba platicando con mi tía que es súper ama de cas y hace esta
reflexión y no tiene ni idea. Me dijo es que es como cuando tu tío me pregunta si hay cinta
de aislar, en vez de que vaya a buscar a la caja de herramientas y saque la cinta de aislar,
me lo pregunta y si no le hago caso y me paro y voy por la cinta de aislar, él va y tira todo y
entonces mejor yo ya me paro automáticamente. Pero la pregunta ni siquiera es “¿me
podrías pasar?”
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(Dra. Díaz): No, ya no es ni eso, es “ahí” y yo ya sé que el compromiso asumido es que
vayas y me la traigas.
(Dra. Treviño): Eso es típico de los maridos.
(Dra. Díaz): Sí de los maridos o de los padres también. Mi papá siempre dice “necesitas
ayudarme”. Cuando está haciendo algo y quiere ayuda dice “necesitas ayudarme.
Entonces uno dice “¿yo necesito ayudarte a ti?” Pero claro, detrás de ese “necesitas
ayudarme” hay otra estrategia discursiva que yo tengo que analizar. Ni siquiera es
“necesito que me ayudes”, sino que es “necesitas tú ayudarme a mí”.
(Mtro. García Bonilla): Para el psicoanálisis esa frase es totalmente (ininteligible).
(Dra. Díaz): Totalmente. Les digo que aquí no hay de otra. Los actos son así y luego ya
podemos hacer toda la interpretación, en otros niveles que queramos.
Los imperativos igual. A lo mejor, en un nivel que no fuera pragmático, pensaríamos que
siempre son órdenes. Pero cuando alguien me dice “oye, ten confianza, todo va a salir
bien”, en realidad lo que me está diciendo no es una orden. Para empezar porque tener
confianza no es un acto voluntario, no es así como de yo quiero tener y la tengo. Más bien
uno está en una situación y ya, pero uno no es agente de tener confianza nunca. Pero el
hecho de que alguien me diga “ten confianza” o “ten paciencia” es en realidad una cosa
de cortesía, de animarme, de solidarizarse conmigo. De entrada yo no puedo pensar que
eso es un mandato porque tener confianza o tener fe no es algo que yo controle, así de
manera de voluntaria, “ay, sí, ya voy a confiar”. Son cosas que más bien nos pasan a
nosotros, como que las experimentamos pero no son parte de una naturaleza volitiva del
acto. Lo mismo cuando alguien nos dice “pásate” o “pásale” –muy mexicano ese “le”- no
nos están dando una orden, por supuesto que no. Es una cortesía y es un uso del
imperativo que no hay que leer como una orden.
Bueno, todo supongo –espero- que les pueda servir para sus análisis. Ya vamos
terminando. “El compromiso con lo dicho”, y esta es la cita de Miller que hace Bruss, otra
vez regresándonos un poquito al texto (para que digan que sí hablo del texto), dice: “Todo
el mundo piensa que tiene que saber lo que hago, cómo es mi vida o proyectos futuros. En
cierto modo, estoy completamente disgustado, refundiendo todos los datos sobre mi
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propia vida o proyectos futuros. De cierta forma, a veces me siento víctima de mi propia
creación”. Esa es una cita que tiene el texto y entonces ahí dice “a diferencia de otros –
dice Bruss- Miller no se siente glorificado sino víctima de la fama”. Eso se nota a partir de
las formas que usa en su discurso. Desde el principio yo empiezo “como todo el mundo
piensa”, ya ahí estoy rompiendo, de entrada, con lo que qué me va a decir. Suena más a
reclamo ¿si o no? que a invitación a que “miren, léanme, esto está bonito, esta ‘padre’”.
Sino que “todo el mundo piensa” de veras se aleja del otro de inmediato de a ver qué me
va decir, ahí viene un reclamo. “Todo el mundo piensa entonces yo aquí tengo que hacer
las cosas”, ya sé por dónde va el asunto. Si yo veo que la biografía empieza así,
evidentemente que estoy ante un discurso que hay que leer de cierta forma. A lo mejor
también es un engaño, como decíamos hace rato. A lo mejor es la estrategia para que “no
vayan a pensar que yo de veras quería escribir esto y que todo el mundo me recordara…”
A lo mejor sí es eso pero como también me estoy haciendo una figura, tengo que ser
congruente con esa figura, que puede ser también por acá. “Tiene que saber”, uso un
“tiene que”, un verbo de obligación o una perífrasis de obligación. “Estoy completamente
disgustado”, ahí más claro que el agua no puede ser. Eso también puede ser.
La voz activa y la voz pasiva lo mismo. Sabemos que es una estrategia para centrar la
atención en la responsabilidad individual de los actos, la voz activa, y la voz pasiva para
centrar la atención en el proceso del acto en sí mismo. Es una manera también de
alejarme o de comprometerme con lo dicho.
Lo mismo con el uso del “se”, que además seguro en sus de clases de gramática ya están
hartos de, puede enfatizar su papel experimentante y su poca o nula participación en la
actividad que es descrita. Lo que decimos, cosas como “se me perdió”, “se me cayó”, “se
dice que”, “se ha dicho que”, “se piensa que”, “se maneja que”, es diferente el
compromiso.
Y el discurso directo e indirecto, que también lo menciona el artículo, que permite igual
mantener un discurso original sin interferencias, el discurso directo, y un discurso
indirecto que permite, o que de alguna manera supone, la distorsión del material de lo
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que se está contando. Cuando el autor puede meter su punto de vista frente a lo narrado
o cuando no puede hacerlo en el discurso directo.
Todas estas estrategias nos pueden dar cuenta de las intenciones. A manera de
conclusión lo que creo es que el análisis de la forma es importante, pero siempre en
relación con el nivel pragmático y discursivo de los textos porque este ámbito envuelve a
la comunicación, incluidos los actos literarios. Eso es con lo que me quedo del artículo, y
también que es sumamente importante, no perder de vista que los actos tienen un nivel
locutivo, ilocutivo y perlocutivo, incluso los que ocurren desde la literatura. Porque de
pronto pensemos que eso sólo está en el lenguaje corriente, como dice Bruss, no eso
también tiene que estar en la literatura. Desde luego, esto también se aplica a la literatura
que es el punto que ustedes trabajan. Bueno eso es todo lo que tengo que decir.
(Dra. Treviño): No sé si quieran preguntar antes de darle un súper aplauso a Axel. Quedan
siete minutos, si alguien quiere hacer una pregunta.
(Dra. Díaz): Ahí tienen la bibliografía por si alguien quiere trabajar más cosas, pero de
todas formas –insisto- le paso a Blanca la presentación por si alguien quiere tenerla.
(Estudiante): Yo creo que lo interesante del artículo es ese planteamiento de que, siempre
que se habla de autobiografía, el elemento de introspección, interior, de que es una
cuestión mía. En ese sentido Bruss dice “no, momento, este es un acto social, si alguien va
hablar de su vida es que la va a compartir con los demás”, yo creo que en ese sentido
funciona muy bien la palabra de “acto” . Es una cuestión social con convenciones en una
comunidad, toda esta parte más pública. Quería compartir un título de una autora inglesa
que se llama Jean Rhys, ella puso en su título de autobiografía, “Por favor, sonríe”. Cuando
lo lees se da uno cuenta que es un episodio en el que un fotógrafo le está diciendo a ella
“por favor, sonríe”, ese título juega muy bien con esta cuestión de lo autobiográfico hacia
los demás. Porque entonces el propio autor, cuando escribe, es una forma de pose que
está tomando hacia los demás. Qué tanto es introspectivo, qué tanto es esa cuestión
interna y qué tanto es esta cuestión más bien pública y que se proyecta a los demás. Creo
que es lo que Bruss está enfatizando.
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(Dra. Treviño): Muy útil, es otra dimensión, en que la dimensión pragmática de la lengua
generalmente la asociamos con la comunicación oral, cuando también el que yo empiece
una autobiografía diciendo “nací aquí” o “soy judía”.
(Mtro. García Bonilla): Respecto de eso me gustaría hacerte una pregunta, al principio te
referiste, cuando hablabas de las formas genéricas y el lenguaje. Yo pensaría, tomando en
cuenta lo que acabas de decir, precisamente, es que hay que distinguir y también ver el
cruce que hay entre habla y lenguaje. Precisamente la autobiografía hace un cruce muy
fuerte entre la lengua y la adaptación, la adopción de una tradición frente al habla. Todas
las formas, a las que te referiste hace un momento, de comunicación, digamos cotidiana o
diríamos también, coloquial. Mi pregunta es ¿es válido decir, cuando estás hablando de lo
elocutivo, a decir del habla mucho más que el lenguaje?
(Dra. Díaz): Sí porque ahí lo que estás haciendo justo es una distinción entre los actos
comunicativos, que estarían en el nivel del habla, y luego cómo esos actos pueden crear
un lenguaje que eso ya sería otra dimensión. Sí, claro, es siempre interesante la relación, y
se pueden manejar como un discurso que se construye a partir del habla y que puede
llegar a convertirse en un lenguaje, para –otra vez- lograr un efecto determinado en un
contexto determinado y en un género determinado.
(Dra. Treviño): No sé si alguien más quiere decir algo.
(Estudiante): Hay una parte que comenta la misma Bruss en el sentido de la definición
preceptiva y la definición ingenua. ¿Tú crees que realmente ella resuelve ya al final del
artículo esta problemática, de no quedarse en la cuestión ingenua de definir las
características de la autobiografía?
(Dra. Díaz): No sé si la resuelve, yo creo que la puntualiza por lo menos. A lo mejor
podríamos decir en alguna medida que la resuelve, puesto que dice hay que atender esto,
hay que atender esto y sólo en el sentido en que lo hagamos, probablemente estaremos
llegando a entender el género, o a ver cómo se construye, o a ver de qué depende que
diga yo que esto es una autobiografía o no es una autobiografía. Creo que nos deja más la
tarea a nosotros, creo que es un poco así. Más bien como apuntando cosas como “habría
que hacer esto y habría que hacer esto” porque de hecho ella no entra, como tal, a un
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análisis exhaustivo. Lo que hace es poner ejemplos y “miren aquí Miller ,y miren aquí
Nabokov la otra cosa, y aquí tal…”
(Dra. Treviño): Tal vez esto se pueda ver en la parte que ella dice “me voy a ocupar de
tales autores y de tales textos”, que es lo que comentaba yo que hace Pozuelo Yvancos, la
primera parte de su libro es todo un planteamiento teórico a partir de muchas lecturas
que él tiene, y luego se va a cuatro modalidades de autobiografías, que de verdad lo que
Bruss dice y lo que ya vimos en Olney, hay tantas maneras de hacer autobiografías como
autores que la quieran hacer existen. O sea no es un formulario o una receta “si yo hago
esto, es tal”, no. Sí hay ciertas, no reglas, principios diría yo (a lo mejor estoy siendo muy
tajante), pero definitivamente cada quien construye una autobiografía a partir de su
propia selección y elección.
(Mtro. García Bonilla): ¿Podrías repetir el nombre del texto de Bioy Casares?
(Dra. Treviño): Parafernalia se llama. Está en dos textos. Hay una edición de estos libros
maravillosos que hacía Victoria Ocampo ¿cómo se llama la revista, “Sur”? Una edición de
“Sur” pero luego ese mismo texto aparece en una compilación que hizo el Fondo de
textos, tanto de ficción, como de reflexión. Creo que se llama “ficciones y reflexiones, es
antología del Fondo que no sé si todavía esté por ahí. Ahora que ayer fue la barata del
Fondo no sé si alguno de ustedes fue. Qué maravilla.
Bueno Axel pues mil gracias, muy, muy… de verdad, mis respetos eres una gran profesora.
Clarísimo, esclarecedor y creo que este texto nos va a llevar a mirar los textos
autobiográficos desde otra perspectiva. Muchísimas gracias y te damos un fuerte aplauso.
(Dra. Díaz): Gracias, gracias por la invitación y por estas sesiones que intentan acercar dos
ámbitos que yo no sé por qué insistimos en separar siempre. Tendríamos que tener cursos
en donde viéramos la implicación pragmática desde la lingüística y desde la literatura. Eso
es algo que yo quiero continuar.
(Dra. Treviño): Oye Axel y por qué no les propones una optativa.
(Dra. Díaz): Sí de hecho hemos estado platicando de eso con Israel y con Mónica Quijano.
Algo que habría que hacer.
(Dra. Treviño): Sí, a lo mejor breves lecturas. No se trata de leer una novela.
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(Dra. Díaz): No sé, tendría que ser un experimento también. Pero sí. Esperemos que sí
porque creo que es muy útil para ambas…
(Dra. Treviño): En el caso, por ejemplo, de la poesía yo pienso que a veces uno no le entra
porque tiene todo un desconocimiento de la lingüística.
(Dra. Díaz): En eso andaremos pronto. Muchas gracias.
(Fin de la sesión).