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SAN MARTÍN Y BOLÍVAR: SU POLÍTICA RELIGIOSA

Enrique Díaz Araujo

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Desde que en 1810 se proclamó la Autonomía, en toda la América Española se fue abriendo paso la posibilidad de la Independencia de los antiguos virreinatos y capitanías generales que componían el Reino de las Indias Occidentales- 1-. Además de otros condicionamientos, la principal causa que promovió la Independencia fue la conducta irrazonable del Rey Fernando VII. En principio, las Autonomías proclamadas en 1810 se habían hecho para preservar los soberanos derechos reales mientras Fernando estaba cautivo en Valencay. Se había reiterado el juramento de vasallaje, como prueba del fidelismo que animaba las empresas autonomistas- 2-. Empero, al convalidar Fernando el ataque bélico promovido por las Regencias gaditanas- 3-, no dejó a los americanos otra salida que la dispensa del juramento de vasallaje leal- 4-, y, por 1.- Dependiente de la Corona de Castilla; no del Reino de Castilla, ni de España, ni, menos, de los españoles peninsulares. En adelante, todos los subrayados serán nuestros.2.- “Vuestra lealtad era lealtad fina a vuestros reyes, que habéis manifestado tantas veces...fue una nueva prueba de vuestra fidelidad, honor y amor al rey...los más fieles y amantes de vuestros vasallos”: Sermón del canónigo Dr. Diego Estanislao Zabaleta, en el solemne Tedeum celebrado por la Primera Junta, en Buenos Aires, el 30 de mayo de 1810: Furlong, Guillermo, La Revolución de Mayo. Los sucesos, los hombres, las ideas, Bs. As., Club de Lectores, 1960, p. 130. 3.- “Las operaciones de la guerra entre España y los dominios americanos de la Corona de Castilla, comienzan en 1810 por la declaración que hace la Regencia del bloqueo de las costas venezolanas” (1.8.1810): André, Marius, El fin del imperio español en América, (Santander), Cultura Española, 1939, p. 110. 4.- “Con aquellos supuestos queda resuelto el problema de la fidelidad al juramento hecho a Fernando VII, pues se ha violado el “pacto social”. Al abandonarnos Fernando ha quebrantado el contrato y se acabó el juramento...la fidelidad no es un derecho abstracto...es una obligación recíproca”: Fr. Pantaleón García, Rector de la Universidad de Córdoba, en su “Proclama Sagrada”, del 25 de mayo de 1814: Caturelli, Alberto, Historia de la Filosofía en Córdoba 1610-1983, t° II, Siglo XIX, Cba., CONICET, 1993, p. 96. “Diremos que, si mal aconsejado Fernando no quiere unirse con sus leales vasallos, él mismo es el que, cual otro Roboam, se ha dado a sí mismo la sentencia”: Fr. Francisco de Paula Castañeda; sermón del 25

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consiguiente, la procuración de la Independencia. Hasta ahí, todos eran realistas, unos regencistas, otros autonomistas; en adelante hubo realistas y patriotas, mediando guerra entre ambos.

En dicho análisis, de entrada hay que mostrar el problema político creado por la ruptura con el Rey. En ese sentido, lo primero a recordar es que América (Reino de Indias, incorporado a la Corona de Castilla) era un Peculiar Estado Patriarcal, Patrimonial y Confesional, parte del Imperio Español. El Imperio Español, según Agustín de Iturbide, “asemejó al padre de familia”- 5-. Luego, bien dice el estudioso norteamericano Thimoty Anna que el “imperio español estaba formado por numerosas familias de pueblos sujetos a la autoridad del padre y señor, el rey...una sola familia bajo el Rey Padre”. Concepto que completa el historiador francés Francois-Xavier Guerra, al enunciar que la Monarquía: “se piensa como una familia, formada por varios hijos- los pueblos o los individuos-, a la cabeza de la cual se encuentra el rey como padre: “el Rey es antes Padre que juez”, es el “padre universal de nuestra nación”. Su desaparición deja huérfana a la nación con todos los peligros que esto lleva consigo”- 6-.

De esa suerte, Paternidad y Orfandad, serán los temas centrales de la época. Abundando al respecto, otro estudioso estadounidense, Marvin Goldwert, subraya que entre 1808 a 1824, los criollos “iniciaron el camino hacia el derrocamiento de la figura del Rey Padre. Ese fue el acontecimiento central más “traumático” en toda la historia de la América española...Una gran parte de la rebeldía en la historia moderna de la América española representa la búsqueda de un sustituto paterno de los reyes de España”-7 - Eso era lo que temía Simón Bolívar, cuando en su “Carta de Jamaica” (6 de setiembre de 1815) anotaba que las “águilas francesas ( las fuerzas napoleónicas) sólo respetaron los muros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad”. De lo cual resultó la anarquía, “por falta de un gobierno legítimo”, y “nos precipitamos en el caos de la revolución”- 8-. Anarquía y caos, porque de la noción de la Corona Real ( o la sublimación de la Realeza) había emanado “la costumbre de obedecer”- 9-. La orfandad nos precipitaría en la anarquía. Tal la grave preocupación de los Libertadores. ¿ Cómo evitar ese desamparo...?

Resulta que el Padre Rey ejercía, por concesión papal, el Patronato sobre la Madre Iglesia ( Bula “Universalis Ecclessia”, del Papa Julio II, del 28 de julio de 1508). Debe tenerse presente que las Indias eran “un Estado confesional”, donde hubo una de mayo de 1815: Furlong, Guillermo, op. cit., p. 127. “Faltando el soberano a estas precisas e indispensables condiciones ( del Pacto de Vasallaje con la Corona de Castilla, del 9 de julio de 1520), el juramento pierde todo su vigor, se rescinde por el hecho mismo, y queda enteramente nulo”: Fr. Juan Esteban de Soto, sermón del 25 de mayo de 1816: Tanzi, Héctor José, El poder político y la independencia argentina, Bs. As., Cervantes, 1975, p. 276. 5.- Dabdoud, Claudio, México. Estudio socio-económico 1521-1976, México, Tradición, 1977 p. 227. 6 .- Anna, Thimoty, España y la Independencia de América, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1986, pp. 29, 30; Guerra, Francois-Javier, Modernidad e Independencia. Ensayo sobre las revoluciones hispánicas, México D.F., MAPFRE- Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 150. 7.- Goldwert, Marvin, “The Search for the Lost Father- Figure in Spanish American History: A Freudian View”, in: The Americas, n° 34, april 1978, pp. 535-536. 8.- Bolívar, Simón, Discursos, proclamas y epistolario político, Madrid, Editora Nacional, 1975, pp. 159-160. 9.- “El hábito de obedecer, la comunidad de intereses, de cultura, de religión, una recíproca benevolencia, una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres, en fin, todo lo que constituía nuestro porvenir, nos venía de España”: André, Marius, Bolívar y la Democracia, Barcelona, Araluce, 1924, p. 111.

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“verdadera identificación de intereses y tendencias entre la Iglesia y el Estado...un régimen que colocó el fin último del hombre en la cúspide sus objetivos políticos”- 10-.

Ahora- después de su liberación en 1814- el Rey obligaba con su conducta absurda a romper con él. Tal ruptura nos dejaba- como queda dicho- en la orfandad, y ésta, eventualmente, nos podía precipitar en el caos. Un modo de eludirlo consistía en reforzar los lazos que nos unían con la Madre Iglesia- 11-. Con la Madre Iglesia, en general, y más específica, devocional e íntimamente, con la Madre Virgen María- 12- Ese era un recurso que un estadista con sentido común ( y que, además, estuviera dotado de una visión sobrenatural de las cosas) advertiría enseguida. Los Libertadores, a fin de eludir la anarquía que se generaría ante la supresión del Padre Rey, deberían redoblar su condición de católicos y marianos. Esa es nuestra tesis.

Reemplazarían al Padre, fortaleciendo a la Madre. Tal lo que hicieron San Martín y Bolívar; más pronto el primero que el segundo, e independientemente de sus íntimas convicciones religiosas- 13-.

10.- Zorraquín Becú, Ricardo, La organización política argentina en el período hispánico, 2ª. ed., Bs. As., Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene, Perrot, 1962, pp. 41, 42. 11.- La “Proclama de la Junta Provisoria Gubernativa”, de Buenos Aires, del 25 de mayo de 1810, la mostraba dispuesta a promover “por todos los medios posibles, la conservación de nuestra religión santa” y el “sostén de estas posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestro muy amado rey, el Sr. D. Fernando VII”: Registro Oficial de la República Argentina, t° I 1810-1821, Bs. As., La República, 1879, p. 23. El art. 8° de la “Declaración de la Independencia de la Confederación Americana de Venezuela”, disponía: “conservar y mantener pura e ilesa la santa Religión católica, apostólica romana, única y exclusiva en estos países, y defender el misterio de la Concepción Inmaculada de la Virgen María nuestra Señora”. Salvador de Madariaga, historiador liberal, se pregunta qué tenía que ver el Misterio de la Inmaculada Concepción con la Independencia, y se responde: “Los caudillos separatista se cubrieron al principio con el estandarte de “los derechos de Fernando VII”; pero llegó un tiempo que ya no servía, puesto que les impedía declarar la independencia deseada. Hubo entonces que renunciar al “misterio de Fernando VII”; y por lo tanto hubo que acudir a otro misterio para mistificar a la multitud. De aquí la Inmaculada Concepción”: Bolívar, Bs. As., Sudamericana, 1959, t° I, pp. 315-316. Esa es la interpretación de un españolista agnóstico; pero que con sus errores conceptuales o verbales, apunta al hecho cierto del reemplazo del Padre Rey por la Madre Iglesia. Por su parte, la Junta Autonómica de Santa Fe de Bogotá, al establecerse el 18 de setiembre de 1810, proclamó: “La transformación política de Santa Fe reconoce como la de Caracas los sagrados principios de conservación de los derechos propios, y los de Fernando VII: odio eterno a Francia..., tranquilidad y orden público, inviolabilidad y respeto de la Religión”: Ramos, Demetrio, España en la Independencia de América, Madrid, MAPFRE, 1996, p. 304.12.- Por eso, anota el mexicano Alfonso Junco: “Alma de la independencia mejicana fue la Virgen de Guadalupe. Todos los campeones de aquella heroica empresa que, sin exceptuar uno solo, ponían la religión como esencial cimiento de unidad y grandeza de la patria, tomaron por patrona a la Guadalupana, la irguieron como símbolo y bandera y la amaron con encendida devoción...La Virgen de Guadalupe fue, históricamente, el alma de nuestra independencia”: Un siglo de Méjico. De Hidalgo a Carranza, 4ª.e., Madrid, Cultura Hispánica, 1956, pp. 43, 45. 13.- El General Manuel Belgrano, desde Santiago del Estero, el 6 de abril de 1814, en carta a San Martín, le recordaba que “usted es un general cristiano, apostólico romano”, y que, por eso, debía afianzarse “siempre en las virtudes morales, cristianas y religiosas...Acaso se reirá alguno de mi pensamiento; pero Ud. no debe dejarse llevar de opiniones exóticas, ni de hombres que no conocen el país que pisan... el ejército se compone de hombres educados en la religión católica que profesamos...No deje de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra generala, y no se olvide los escapularios de la tropa. Deje Ud. que se rían; los efectos lo resarcirán a Ud. de la risa de los mentecatos que ven las cosas por encima. Acuérdese Ud. que es un general cristiano, apostólico, romano; cele Ud. que en nada, ni aun en las conversaciones más triviales, se falte el respeto a cuanto diga a nuestra Santa Religión”: Ministerio de Educación, Instituto Nacional Sanmartiniano y Museo Histórico Nacional, Documentos para la historia del Libertador general San Martín, Bs. As., 1953, t° II, pp. 123-124. Veneró dicha

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No es de la individual religiosidad de los Libertadores, de lo que trataremos. Ese es un tema que, en última instancia, está vedado al historiador profano; queda recluido en el arcano de la intimidad de la conciencia, y, por tanto, es de la sola competencia de Dios y los confesores. No es la religiosidad o práctica religiosa de San Martín y Bolívar la materia de esta ponencia, sino su política religiosa; sus actos como gobernantes en orden a la Religión, que esos sí son de nuestra incumbencia. Nuestra presente indagación no apunta a incoar un proceso de beatificación de ninguno de aquellos próceres. Por eso, pensamos que quienes se afincan en el análisis de sus creencias individuales, no toman el camino acertado. Sin perjuicio de fijar eventual y accesoriamente la conducta personal, dado que la cuestión principal es objetiva, de política general, es por ahí por donde comenzaremos.

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Ahora anotemos este otro punto.

Bolívar quería fundar un Imperio en reemplazo de los Borbones (su Imperio de los Andes- 14-). San Martín, siguiendo el modelo establecido por los Braganzas en Brasil, deseaba un Borbón hispano que gobernara en América con independencia de

advocación de la Virgen María, en el Ejército del Norte, en Tucumán. En cartas a su amigo y pariente Tomás Guido, al encomendarle tareas, concluía: “Dios y Nuestra Madre y Señora de Mercedes se lo recompensarán”. Además, desde que triunfó en San Lorenzo hasta que terminó su campaña libertadora San Martín llevó consigo un relicario con la imagen de Nuestra Señora de Luján”: Martínez, Pedro Santos, Estudios sobre Historia de la Iglesia, Bs. As., Gladius, 2009, p.282. Más sabido es el hecho de que San Martín, en Mendoza, procedió a proclamar como Patrona y Generala del Ejército de los Andes a la Virgen del Carmen de Cuyo. Condición que reiteró el 12 de agosto de 1818, al escribirle al Padre Guardián de la Orden Franciscana en Mendoza, reconociendo: “ La decidida protección que ha prestado al Ejército de los Andes su patrona y generala Nuestra Madre y Señora del Carmen son demasiado visibles. Un cristiano reconocimiento me estimula a presentar a dicha Señora, que se venera en el convento que rige V.P., el adjunto bastón como propiedad suya y como distintivo del mando supremo que tiene sobre dicho ejército”. A las tres advocaciones: de las Mercedes, del Carmen y de Luján, rindió tributo el General. Ver: Piccinali, Héctor Juan, “Testimonios Católicos del General San Martín”, en: Mikael, Paraná, n° 16, 1978; “ La Virgen María, Patrona del Ejército Argentino”, en: Gladius, n° 9, pp.23-40. Referente a Simón Bolívar, hay suficientes constancias de su devoción a la Virgen de Belén, ya en 1814, imagen a la que sacó en alto para llevarla al combate, y el nombramiento de la Virgen de Chinquiricá, como Patrona de Colombia, en junio de 1828: Nectario M., H., Ideas y sentimientos religiosos del Libertador Simón Bolívar, 2ª. Ed., Madrid, 1978, pp. 34-35.14.- Villanueva, Carlos A., La monarquía en América. El Imperio de los Andes, París, Librería Paul Ollendorff, 1913.

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España- 15-. Lo discutieron en Guayaquil- 16-. Ambos sabían que el modelo norteamericano de la república democrática no era aplicable a la América española. Porque, según ellos, conducía a la anarquía- 17-. En el fondo, las diferencias no eran substanciales- 18-. Conforme al venezolano José Gil Fortoul, San Martín “abogaba por el establecimientos de monarquías”, mientras que Bolívar, “sin rechazar en principio la idea, opinaba por un presidente vitalicio que tuviese las prerrogativas de un monarca inglés”- 19-. Un historiador español- que poco simpatiza con los Libertadores- expresa al respecto:

“Como lo prueban sus propias palabras, la ambición de Bolívar era idéntica a la de San Martín: hacerse emperador de la América española con el título de “Libertador”. Si se oponía a trasplantar príncipes europeos al Nuevo Mundo no era porque le disgustara el sustantivo “príncipe”, sino el adjetivo, “europeo” 20.

Y más adelante, comparando las concepciones estatales de los tres Libertadores Americanos, al estudiar el Plan de Iguala, de Iturbide, expone:

“Es evidente la analogía del diseño (mexicano) con los de Colombia y Perú. En los tres casos, el caudillo tiene que enfrentarse con una constitución liberal española. En los tres, rechaza la constitución: en Perú y en Colombia, porque las exigencias de la independencia son más fuertes que las del liberalismo; en México porque el partido negro desea refugiarse en la independencia contra las ideas liberales que vienen de España. Pero mientras Bolívar no quiere oír hablar de un rey español, San Martín..., lo acepta como solución posible; e Iturbide

15.- “El creía de buena fe, que la mejor manera de obtener la independencia en Sud-América era constituyendo un gobierno monárquico, tal como había ocurrido en Brasil y en México”: Bulnes, Gonzalo, Historia de la Expedición Libertadora al Perú (1817-1822), Santiago de Chile, R. Jover, 1888, t° II, p. 376. 16.- Memoria del Coronel José Gabriel Pérez, Secretario de Bolívar, pasada a la Cancillería Colombiana el 29.7.1822, en: Lecuna, Vicente, Cartas del Libertador, Caracas, 1929, t° II, pp. 60-63. En el mismo sentido el testimonio de Tomás Cipriano de Mosquera, en: Villanueva, Carlos A., La monarquía en América. Bolívar y el general San Martín, París, Librería Paul Ollendorff, 1911, pp. 243-247. El propio Bolívar, en carta a Francisco de Paula Santander, del 29.7.1822, anotaba sobre San Martín: “ Dice no que no quiere ser Rey, pero tampoco quiere la democracia y sí el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú”: Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la Emancipación americana, Bs. As., “La Nación”, 1888, t° III, p. 616; cfr. Lecuna, Vicente, op. cit., t° III, p. 58. Por lo cual, algún autor llega hasta hablar de la “monarcomanía” de San Martín: Leguía y Martínez, Germán, Historia de la emancipación del Perú. El Protectorado, Lima, 1972, vol. V, p. 2. 17.- “Yo pienso que mejor sería para la América adoptar el Corán que el gobierno de los Estados Unidos”. Simón Bolívar, carta a Daniel Florencio O´Leary, en: Belaúnde, Víctor Andrés, Bolívar y el pensamiento político de la revolución hispanoamericana, Madrid, Cultura Hispánica, 1959, p. 384. “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar a la América Española de miserias a nombre de la Libertad”, carta al coronel Patrick Campbell. 18.- “San Martín era un monárquico; ése era uno de los principios que le definían”. “Otra comparación que también se realiza con frecuencia opone el monarquismo de San Martín al republicanismo de Bolívar. Esto es algo que también se presta para exageraciones. Aunque el pensamiento político de los dos libertadores se expresó en términos diferentes, sus ideas básicas poseían una similitud sorprendente”: Lynch, John San Martín. Soldado argentino, héroe americano, Barcelona-Bs. As., Crítica, 2009, pp. 225, 322. 19.- Gil Fortoul, José, Historia Constitucional de Venezuela, Berlín, Heyman, 1907, t° I, p. 339. 20.- Madariaga, Salvador de, op. cit. , t° II, p. 197. Y agrega: “Así lo prueba su argumento sobre Iturbide, que prefería verlo coronarse con tal que no trajese dinastías europeas cualquiera al continente americano. Lo que Bolívar temía no era la monarquía, como republicano, sino el monarca europeo, como monarca nato americano”. Después, el hijo de Iturbide fue edecán de Bolívar.

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también. En conjunto, pues, la propuesta de San Martín parece un sincero esfuerzo para estabilizar un Perú realista, cortesano y tradicional, cuando su propio país sucumbía en la anarquía en vano esfuerzo por implantar instituciones republicanas” 21.

Algo disentían sobre la configuración de la autoridad política futura; nada acerca de la autoridad religiosa heredada.

Aunque acá también cabe una neta distinción: San Martín siempre mostró completa adhesión al principio de otorgar un rol protagónico a la Iglesia Católica; Bolívar sólo en la etapa final de su gobierno. Y, precisamente, de esas conductas pasamos a ocuparnos.

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San Martín

Existen numerosos y serios estudios que analizan la posición religiosa de San Martín (para mencionar sólo algunos: José Luis Trenti Rocamora, Guillermo Furlong, Héctor Juan Piccinali, Ricardo Piccirilli, Horacio Juan Cuccorese, Vicente Sierra, Armando Tonelli, Cayetano Bruno, etc.). Por eso, no es del caso, ponernos acá a repetirlos. Quizás con la trascripción de una página de un autor que no es especialmente considerado como católico, baste para esclarecer el punto. En ese sentido, dice al respecto Rodolfo Terragno:

“Credenciales católicas:

Los antecedentes demuestran que San Martín no tiene un rapto de fe utilitaria: Conoció a su futura esposa durante una misa de Gloria, en el templo San Miguel

Arcángel. Al contraer nupcias, comulgó durante la misa de Velación. Tras el combate de San Lorenzo, ordenó celebrar un oficio y colocó cruces en

las tumbas de los muertos.

21.- Madariaga, Salvador de, op. cit., t° II, p. 147. Madariaga, con lo de “partido negro” alude a los conservadores católicos.

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Como Gobernador de Cuyo, fundó el Colegio de la Santísima Trinidad, y mandó que junto a las “ciencias profanas” se enseñaran allí “los deberes del católico”.

El “Código de Deberes Militares” que redactó para el Ejército de los Andes dice en su primer artículo: “Todo el que blasfemare el santo nombre de Dios o de su adorable madre e insultare la religión por primera vez sufrirá cuatro horas de mordaza por el término de ocho días; y por segunda vez será atravesada su lengua por un hierro candente y arrojado del cuerpo de Granaderos”.

Ese ejército fue puesto por él bajo la advocación de la Virgen del Carmen. Celebró los aniversarios de sus batallas con función de Iglesia. Juró por Dios y la Patria la Independencia nacional, hace cuatro años. Donó al convento franciscano su bastón de General. Sus tropas usaban el Santo Rosario al cuello y lo rezaban a orden del sargento de

semana. El Estatuto que hizo sancionar en Perú dice, en su Sección Primera, que “la

Religión Católica, Apostólica y Romana es la religión del Estado; el gobierno reconoce como uno de sus deberes el mantenerla y conservarla, por todos los medios que estén al alcance de la prudencia humana”.

El Estatuto reserva los puestos públicos a quienes profesen la Religión del Estado y reserva “severos castigos” para quienes ataquen “en público o privadamente”, “sus dogmas y principios”. La libertad de cultos es “únicamente para las confesiones cristianas, previa consulta al Consejo de Estado”- 22-.

También la sociedad político-militar secreta (que algunos denominan “Logia Lautaro”, o también “Caballeros Racionales”) de la que San Martín participaba, compartía esa actitud ante la Religión. En la Circular del 21 de diciembre de 1816, le ordenaba al Jefe del Ejército de los Andes:

22.- Terragno, Rodolfo, Diario íntimo de San Martín: Londres, 1824. Una misión secreta, 6ª. ed., Bs. As., Sudamericana, 2009, pp. 67-68. Dicha enumeración la coloca Terragno tras narrar el encuentro en Buenos Aires en enero de 1824, entre San Martín y el Visitador Apostólico Juan Muzi (acompañado por el canónigo Juan María Mastai Ferretti, futuro Pío IX, y el abate José Sallusti), en oposición a los desaires de Bernardino Rivadavia. Y agrega que: “Antes de ir al Perú, San Martín se detuvo en la Villa de Nuestra Señora de Luján, para hincarse ante ella y rogar su protección.- A lo largo de su aventura continental, el General llevó siempre a la Virgen sobre el pecho. La tenía hecha de plata, y guardada en un relicario, obsequio de Remedios.- El mes pasado (NA: diciembre de 1823), cuando venía para Buenos Aires, paró otra vez en la Villa y ofrendó una espada a la María del manto celeste y blanco”: op. cit., p. 66. Por cierto que la enumeración de Terragno es incompleta. A modo de ejemplo, cabría añadir que en el mismo artículo primero del Código Militar del Plumerillo, tras las graves sanciones por blasfemia, adicionaba: “El que insultare de obra a las sagradas imágenes o asaltare un lugar consagrado, escalando iglesias, monasterios u otros, será ahorcado.- El que insultare de palabra a sacerdotes sufrirá cien palos; y si hiriere levemente perderá la mano derecha; si les cortare algún miembro o le matare, será ahorcado.- Las penas aquí establecidas...serán aplicadas irremisiblemente”. Asimismo: “b) La instrucción a Tomás Godoy Cruz, del 26 de enero de 1816, acerca de la forma de gobierno que debería adoptar el Congreso de Tucumán: “sólo me preocupa que el sistema adoptado no manifieste tendencia a destruir Nuestra Religión”.- c) El Título II° del “Código Constitucional” de Chile, de agosto de 1818, dictado por Bernardo O´Higgins, bajo el influjo de San Martín, decía: “La religión Católica, Apostólica, Romana es la única y exclusiva del Estado de Chile. Su protección, conservación, pureza e inviolabilidad, será uno de los primeros deberes de los jefes de la sociedad, que no permitirán jamás otro culto público ni doctrina contraria a la de Jesucristo”: Díaz Araujo, Enrique, Don José y los chatarreros, Mdza., Dike, 2001, pp. 73-74. En un orden más íntimo deben apuntarse “las referencias de Manuel de Olazábal sobre el uso del rosario (Memorias del Coronel, Bs. As., Instituto Sanmartiniano, 1947), o de Plácido Abad sobre la asistencia a misa en Montevideo (El general San Martín en Montevideo, Montevideo, Peña Hnos., 1923)”: op. cit., p. 73.

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“No atacar ni directa ni indirectamente los usos, costumbres y religión. La religión dominante será un sagrado de que no se permitirá hablar sino en su elogio, y cualquier infractor de este precepto será castigado como promotor de la discordia en un país religioso”.

Otro dato que abona nuestra tesis es el siguiente, consignado por el historiador Otto Carlos Stoetzer, y que reza de esta suerte:

“En el Perú, el pueblo abrió las puertas de Lima a San Martín ( 6 de agosto de 1821) debido principalmente a la influencia que la Iglesia (en su mayoría franciscanos) ejerció a favor de la ruptura con la España liberal. Los miembros de las órdenes mendicantes temían, según noticias que circulaban, que el gobierno español confiscara la mayoría de sus monasterios. Al respecto hay que tomar en consideración que San Martín, como Bolívar, Iturbide y otros jefes patriotas, capitalizó sobre la persecución de las Iglesia por los liberales españoles durante el período 1820-1823, con el objeto de conseguir el apoyo de los profundamente religiosos españoles americanos” 23.

El historiador liberal inglés John Lynch corrobora y valora esa posición en un capítulo que titula “Un general cristiano”, donde afirma que:

“el historial del Protectorado era por completo ortodoxo, y el periódico patriótico “El Consolador” se hizo eco de las propias palabras de San Martín al ensalzar el carácter providencial de la independencia: “Soy un instrumento de que se ha valido el Dios de los Ejércitos para llevar a cabo los altos planes de su adorable providencia”. El Estatuto provisional del 8 de octubre de 1821...,no permitía duda alguna de que la religión oficial era exclusiva y ortodoxa...El compromiso de San Martín con la religión establecida del Protectorado se prolongó durante toda su administración. En las semanas que precedieron a su partida del país en agosto de 1822, estipuló la celebración de misas y ceremonias públicas en honor de santa Rosa de Lima y el aniversario de la independencia chilena, así como una misa del Espíritu Santo para señalar la inauguración del Congreso...San Martín respetaba a la Iglesia y su función social, y en el Perú fomentó la observancia religiosa en su ejército, participando en la liturgia en ocasiones militares como era de esperar en un oficial de su rango...Las victorias de San Martín en Chile y Perú abrieron una nueva oportunidad para la Iglesia...En el Perú liberado, había dejado a la Iglesia independiente, libre de predicar su fe y moral tradicionales” 24.

Conducta que se prolongó efectivamente hasta su último acto gubernamental, en setiembre de 1822. En ese momento, reunido el Congreso Constituyente, bajo su obvio influjo, maguer la oposición de algunos liberales, se estableció un “estado confesional”. Por eso, la redacción de la Constitución:

23.- Stoetzer, Otto Carlos, El pensamiento político en la América Española durante el período de la emancipación (1789- 1825). Las bases hispánicas y las corrientes europeas, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1966, t° I, pp.158-159. A lo que añade: “Los ejércitos españoles liberales (Canterac y La Serna) fueron vencidos aun antes de poder encontrarse con el enemigo en el campo de batalla”: ibidem. 24.- Lynch, John, op. cit., pp. 255, 256, 260, 261.

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“no dejó lugar a dudas: “En el Perú la Religión es la Católica, apostólica romana, con exclusión de cualquier otra” 25.

En el Perú fue donde San Martín pudo desplegar sus dotes de estadista. Y fue allí, precisamente, donde su política religiosa fue más intransigentemente católica, hasta el punto de exigir la profesión de esa creencia para ser funcionario público- 26-.

Ahí queda eso aclarado.

-IV-

Bolívar

En los cortos años de su vida, Bolívar dio un giro ideológico completo, merced a su poderosa inteligencia.

Sabido es que en su infancia, adolescencia y juventud padeció el influjo nefasto de su preceptor Simón Rodríguez (1771-1854). Por lo tanto, de inicio, cabe esclarecer algo la personalidad de este sujeto extravagante, tan ponderado por la historiografía al uso.

Rodríguez (que se llamaba Carreño, y solía firmar Samuel Robinson), en la apreciación de Salvador de Madariaga, “vagó por dos mundos, viviendo del oficio de Rousseau sin contrato”, y vivió exaltando: “a la rebeldía contra la autoridad, a la

25.- Lynch, John, op. cit., p. 259. Indica, asimismo, que sus adversarios señalaban su celo religioso y “veneración excesiva” por Santa Rosa de Lima: op. cit., p. 260. Cfr. Martínez Riaza, Ascensión, La prensa doctrinal en la independencia del Perú 1811-1824, Madrid, 1985, pp. 212-213. 26.- No nos extenderemos más en este punto, que ha sido perfectamente subrayado en trabajos fundamentales, como los de: Piccinali, Héctor Juan, “San Martín y el Liberalismo. Segunda Parte. San Martín contra el Liberalismo”, en: Gladius, Bs. As., n° 11, pp. 65-82; “San Martín en el Perú y el mejor régimen político”, en: Gladius, Bs. As., n° 14, pp. 95-116; y Steffens Soler, Carlos, San Martín en su conflicto con los liberales, Bs. As., Librería Huemul, 1983.

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anarquía contra el orden, al racionalismo contra la religión, al pensamiento abstracto contra la tradición orgánica”- 27-.

Según Marius André, este ayo singular, al modo de Rousseau, creyó encontrar en Bolívar a su “Emilio”. Rodríguez, dice, era “un Rousseau tropical...un verdadero vagabundo...mitad cínico, mitad loco...como al ginebrino lo atormentaba la manía persecutoria”. Un farsante, que cree que él “es el genio más grande de América y así lo consigna en su Apología”. Conforme a la pedagogía de “El Emilio”, Rodríguez no enseñó ningún saber positivo a su discípulo, al punto que cuando el joven mantuano viajó a España en 1799, ignoraba- entre otras tantas otras cosas- las reglas ortográficas- 28-.

Una anécdota que pinta a Rodríguez de cuerpo entero ocurrió en Bolivia, cuando esta república fue presidida por el Mariscal Antonio José de Sucre. Rodríguez allí (haciéndose llamar Samuel Robinson) se instaló en un centro educativo en Chuquisaca. Procedió a enseñar anatomía desnudo, propaló “ideas extravagantes”, y aseguró que: “antes de seis meses no queda en Bolivia restos de la religión de Jesucristo”. Sucre, por supuesto, lo echó. Entonces: “el caraqueño anduvo vagando...Tuvo amantes indígenas, en quienes dejó hijos”. Los abandonó para irse a Chile primero, y, después al Perú, donde se transformó en indigenista- 29-. En suma, cual lo apunta Marius André, don “Samuel”: “como todos los demagogos que disfrutan de una partecita de autoridad pública, se hace insoportable, duro, tiránico con sus subordinados...Sucre da el nombre de “francesadas” a las extravagancias pedagógicas, financieras y sociales de Rodríguez”- 30-.

Pues, merced a tan exótico pedagogo, el joven Simón Bolívar se convirtió en un liberal completo. Rodríguez, después, le hizo leer a Voltaire, Montesquieu y Rousseau. Sobre todo a este último; así, en “las obras filosóficas del “ciudadano de Ginebra” vio de nuevo las teorías preferidas de su maestro”. Juan Jacobo se convirtió, de esa forma, en su “lectura favorita”. De ahí que un biógrafo liberal de Bolívar, el francés Jules Mancini, acote:

“el influjo de Rousseau sobre la juventud que llevó a cabo la influencia sudamericana fue tan efectivo y duradero como el que ejerció sobre los hombres de la Revolución francesa...Nunca se dirá lo bastante hasta qué punto ha tenido consecuencias sobre la formación del mundo moderno el “fenómeno histórico” que fue Rousseau” 31.

En esa órbita de ideas se explica en el joven Bolívar el muy citado “juramento del Monte Sacro” de Roma, su liberalismo exaltado y su afiliación a la Masonería.

Pero pronto, la lección de la experiencia revolucionaria en Venezuela y Colombia, irá despegando a Bolívar de semejante formación juvenil.

27.- Madariaga, Salvador de, op. cit., t° I, pp. 97-98. 28.- André, Marius, op. cit., pp. 19, 20, 21, 30. Cfr. Descola, Jean, Los Libertadores, Barcelona, Juventud, 1978, p. 219: “Hasta que fue a España no sabía nada de gramática ni de ortografía”.29.- Rumazo González, Alfonso, Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho (Biografía), Madrid, Aguilar, 1963, pp. 257, 258, 259, 260 y notas. 30.- André, Marius, op. cit., pp. 227, 228, 229. 31.- Mancini, Jules, Bolívar y la emancipación de las colonias españolas desde los orígenes hasta 1815, París-México, Librería de la viuda de C. Bouret, 1914, pp. 130, 151, 116, 117.

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Ya el 13 de junio 1821, dirigiéndose a Santander, consignará su opinión contraria a los doctrinarios liberales- 32-. En otra misiva, remitida al mismo destinatario, en 1822, se apartará de los principios igualitarios franceses- 33-. Ya no cree en la retórica revolucionaria. “El único modo de gobernar América- le manifiesta a Buchet Martigny- es la influencia personal”. A Santander (quien se inclina al liberalismo), el 14 de octubre de 1826, le expresará: “Jamás la división del poder ha establecido ni conservado un Gobierno; sólo su concentración puede hacer respetable a una nación”. Para rematar ese desapego a las teorías de Montesquieu, el 4 de julio de 1826: “Digo más- le indica a Santander- estamos ya hartos de leyes”. Evolución antiliberal que resumirá el 28 de agosto de 1828 con las siguientes fórmulas realistas:

“Yo creo que el nuevo Gobierno que se dé la República debe estar fundado sobre nuestras costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia” 34.

Edmund Burke, en sus “Reflexiones sobre la Revolución Francesa”, no lo podría haber dicho mejor.

Empero, en 1828, ya estamos entrando en el momento del gran cambio ideológico que marcará los últimos años de Bolívar.

Es que, cual lo apuntara el gran ensayista peruano Víctor Andrés Belaúnde, “hay dos Bolívares, no sólo distintos, sino a veces opuestos”- 35-.

Se trata de la etapa que va de 1828 a 1830, que denominara “La Dictadura”, que se gesta a partir de la sanción de la Constitución con Presidente Vitalicio, de Bolivia, y con el Congreso de Ocaña. Es el gran período bolivariano. Marius André lo pinta así:

“Nos hallamos en el período más noble y más patético de su existencia, el que más ha merecido la admiración y el reconocimiento del mundo civilizado, particularmente en América. Sin embargo, es precisamente cuando la mayor parte de sus panegiristas americanos hablan sin entusiasmos, si es que no lo escamotean. Tienden un velo vergonzoso sobre este Bolívar de 1828” 36.

Esta es la época en que el ex-romántico viene a coincidir con el clásico San Martín, desaparecen aquellas diferencias del tiempo de Guayaquil, y aún sobrepasa al otro Libertador en osadía política tradicionalista.

32.- “Por fin han de hacer tanto los letrados, que se proscriban de la república de Colombia, como hizo Platón con los poetas en la suya. Estos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército”. 33.- “Yo creo que la primera cualidad de las cosas es la existencia, y que las demás son secundarias. Existamos, pues, aunque sea con nuestros defectos y desigualdades”. 34.- Todas las citas en: Fraga Iribarne, Manuel, Sociedad, Política y Gobierno en Hispanoamérica, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1962, pp. 7, 4. 35.- Belaúnde, Víctor Andrés, Bolívar y el pensamiento político de la revolución hispanoamericana, Madrid, Cultura Hispánica, 1959, p. 139. 36.- André, Marius, op. cit., p, 258. Y reitera el concepto en otro libro. “Los escritores americanos- expone- entusiastas de Bolívar, tienden un púdico velo sobre este período”. “¡ Suprimen, entre otras cosas, la parte del testamento de Bolívar, que es una profesión de fe católica”: André, Marius, El fin del Imperio Español en América, cit., p. 159.

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De 1828 en adelante Bolívar, en cartas y discursos no se cansará de condenar el democratismo liberal-37-. Él ya sabe, asevera Víctor Andrés Belaúnde, que como diría Maritain, “el democratismo hace imposible toda obra de continuidad”. De ahí que Marius André pueda, con toda razón asentar estas conclusiones:

“La evolución está acabada, completa, perfecta. Bolívar abre desmesuradamente los ojos ante la terrible lección de los hechos; maldice los principios y los sofismas que arruinan los pueblos, hacen correr mares de sangre y harán que sigan corriendo. Empuñada de nuevo la dictadura, en un momento de energía, el Libertador va a tratar de salvar la República colombiana; pero aplicando los principios de una implacable reacción” 38.

La experiencia de los hechos políticos lo había curado totalmente de la funesta educación que le propinara Simón Rodríguez. Por eso, en el último mensaje al Congreso colombiano, el 24 de enero de 1830, consignará:

37.- “No hay buena fe en América, ni entre los hombres ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las constituciones, libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía, y la vida un tormento” ( Simón Bolívar, “Mirada a la América”, 1829). “Es imposible poder soportar los desdenes injuriosos de tantos liberales del mundo que prefieren los crímenes que trae consigo la anarquía al bienestar y el reposo” (Simón Bolívar, carta al Dr. Castillo, 1 de junio de 1829). “El Libertador está de acuerdo con estas ideas (monárquicas). Dice que el espectáculo de la América española debe haber convencido al mundo entero que la República no era más que anarquía” (Bresson, delegado francés, 6 de junio de 1829). Juan García del Río, ministro de Bolívar, “ya desde sus tiempos peruanos había sido preconizador máximo de la monarquía al lado de San Martín como luego al de Bolívar, y era el autor de las famosas “Meditaciones”, que tanto gustaban a Bolívar, y que no eran sino folletos monárquicos”. Bolívar: “Los jóvenes demagogos van a imitar la conducta sanguinaria de los godos o de los jacobinos para hacerse temer y seguir por la canalla...Esto es único en los anales de los crímenes, y lo que es peor, irremediable”. “Los códigos fabricados por dulces visionarios que, imaginando repúblicas etéreas, han querido elevarse a la perfección política presuponiendo la perfectibilidad del género humano”. “La libertad indefinida y la democracia absoluta son escollos contra los que se han estrellado todas las Repúblicas”. “Nunca ha de olvidarse que la excelencia de un gobierno no consiste en su teoría sino en que sea apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para la cual está instituido”. “No hay que dejar todo al azar y a la ventura de las elecciones: el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por la educación”. “Los gritos del género humano en los campos de batalla y en las asambleas tumultuosas, son testimonios elevados al cielo contra los legisladores desconsiderados que se figuran que puede hacerse impunemente ensayos de constituciones quiméricas”. “El gobierno democrático absoluto es tan tiránico como el despotismo”. “La nación más instruida del universo antiguo y moderno (Francia) no ha podido resistir a la violencia de las tempestades inherentes a las teorías puras. Si la Francia europea, siempre soberana e independiente, no ha podido soportar el peso de una libertad ilimitada, ¿ cómo sería dado a Colombia realizar el delirio de Robespierre y Marat? ¿ Se puede siquiera soñar semejante sonambulismo político? Legisladores: ¡ guardaos mucho de ser comparados por el juicio inexorable de la posteridad a los monstruos de Francia!”. “Los demagogos no quieren monarquías ni vitalicios, menos aun aristocracia; ¿ por qué no se ahogan de una vez en el estrepitoso y alegre océano de la anarquía? Esto es bien popular, y por lo mismo debe ser lo mejor, porque según mi máxima, el soberano debe ser infalible”. Carta a Vallarino: “Los pueblos- me dijo- están cansados, no quieren más que paz y orden, porque amigo mío, pensar que las ideas liberales están generalizadas es un error. Hay muchos hombres de juicio que no están por el sistema representativo, porque están persuadidos de que es inadaptable a estos países...aquí los hombres están acostumbrados al sistema español (monárquico), y no hay poder bastante fuerte para contrariar unos hábitos que están arraigados en el corazón”. Al Dr. Vergara, 31.8. 1829: “¡ Ay, amigo mío!, estoy desilusionado con tantas Constituciones: es cosa que está hoy de moda, pero su fracaso se acentúa de día en día”. Textos en: André, Marius, Bolívar y la democracia, cit., pp. 278, 279; Belaúnde, Víctor Andrés, op. cit., p. 384; Madariaga, Salvador de, op. cit., t° II, pp. 456, 516, 448, 522, t° I, p. 519; Bainville, Jacques, Los Dictadores. Síntesis histórica y biográfica, Bs. As., Juventud Argentina, 1938, pp. 127-128; Villanueva, Carlos A., op. cit., pp. 165-226. 38.- Belaúnde, Víctor Andrés, op. cit., p. 23; André, Marius, Bolívar y la democracia, cit., p. 255.

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“Permitiréis que mi último acto sea encomendaros que protejáis la religión santa que profesamos, fuente profusa de las bendiciones del Cielo”.

Con cierto cinismo Salvador de Madariaga lo apostilla de esta forma:

“El Bolívar de antaño iluminaba sus saturninas ambiciones con la luz abstracta de los cielos de Rousseau...preconizaba en 1830 “la religión santa que profesamos” como la salvación de Colombia. Esta evolución...se debe en parte a la experiencia, pero en parte también a que el republicanismo y la irreligión de sus primeros días no eran del todo sinceros. No pasaba todo ello de ser una vestimenta retórica que Simón Bolívar había adoptado de Simón Rodríguez...Con la experiencia, se le había ido aflojando toda esa estructura. En suma, Bolívar abrigaba dudas sobre la utilidad del aparato republicano liberal...A medida que los cielos abstractos de su intelecto se le iban oscureciendo con el atardecer de la vida, la tierra ancestral lo iba atrayendo hacia su pasado. Sus cartas (bien leídas, la verdadera historia de su espíritu) revelan cómo iba aprendiendo gradualmente la sabiduría que celaban muchas instituciones y tradiciones del régimen español” 39.

Los cierto es que Bolívar ya era antiliberal por completo; como cinco años antes lo había sido San Martín- 40-.

39.- Madariaga, Salvador de, op. cit., t° II, pp. 481, 482. 40.- “Yo creo que estamos en una verdadera Anarquía, o por lo menos en una cosa muy parecida. ¡ Carajo con nuestros paisanitos! Toma liberalidad y con ella nos vamos al sepulcro...Un susto me da cada vez que veo estas teorías de libertad, seguridad individual, idem de propiedad, libertad de imprenta, etc., etc.” ( carta a Tomás Guido, 28. 1.1816). “Desorganización y Anarquía...la única provincia y tropa que mantienen el orden y se han liberado del contagio general son éstas (de Cuyo), pero crea Ud. que me ha costado esfuerzos sobrenaturales para conseguirlo, ya empleando un rigor extraordinario ( que mis Paisanos llaman crueldad y despotismo)” ( carta al Comodoro William Bowles, 7. 9. 1816). “Las nociones democráticas han perdido el noventa por ciento del apoyo de los hombres dirigentes” (carta a Lord Macduff, 9. 11. 1817). “Los enemigos que nos van a atacar no se contienen con libertad de imprenta, seguridad individual, idem de propiedad, Estatutos, Reglamentos, Constituciones. Las bayonetas y los sables son los que tienen que rechazarlos” (carta al Director Supremo Grl. José Rondeau, 27.8.1819). “Las agitaciones...hacen clamar a lo general de los hombres...por un gobierno riguroso, en una palabra militar, porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra...unos cuantos demagogos, que con sus locas teorías lo han precipitado en los males que lo afligen” (carta a Bernardo O´Higgins, 5.4.1829). En la ciudad de Buenos Aires “se encuentra la crema de la anarquía, de hombres inquietos y viciosos, de los que no viven más que de trastornos, porque no teniendo nada que perder todo lo esperan ganar en el desorden; porque el lujo excesivo multiplicando las necesidades se procura satisfacer sin reparar en los medios...el título de un gobierno no está signado a la más o menos liberalidad de sus principios, pero sí a la influencia que tiene en el bienestar de los que obedecen. Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos. ¿ Qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad, si por el contrario se me oprime? ¡ Libertad! Désela Ud. a un niño de dos años para que se entretenga por vía de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y Ud. me contará los resultados. ¡ Libertad! Para que un hombre de honor sea atacado por una prensa licenciosa, sin que haya leyes que lo protejan, y si existen se hagan ilusorias...¡ Libertad! Maldita sea tal libertad, no será el hijo de mi madre el que venga a gozar de los beneficios que ella proporciona. Hasta que no vea establecido un gobierno que los demagogos llamen tirano, y me proteja contra los males que brinda la actual libertad...El hombre que establezca el orden en nuestra patria, sea cuales sean los medios que para ello emplee, es el solo que merecerá el noble título de su libertador” ( carta a Tomás Guido, 1.2.1834). “El establecimiento de un gobierno fuerte; o más claro, Absoluto, que enseñase a nuestros compatriotas a obedecer...yo miro como bueno y legal todo gobierno que establezca el orden de un modo sólido y estable” ( carta a Tomás

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Pues, esa evolución política general fue acompañada de una política religiosa adecuada.

En breve síntesis, vamos a enumerar algunas de las medidas adoptadas en esta materia por don Simón Bolívar.

1. “Bolívar defensor de la Iglesia- “el Gobierno no omitirá medio alguno de los que sean conformes con las máximas evangélicas, para proteger el esplendor de la Iglesia y evitar que sean escarnecidas sus instituciones y vejada la dignidad del Augusto depositario de sus llaves” (carta al Ilmo. Juan Muzi, de orden de Bolívar, escrita por el Ministerio del Perú).

2. A la señora María Antonia Bolívar, su pariente, escribe desde Potosí, 27 de octubre de 1825:“Me alegra mucho de que los clérigos me esperen con impaciencia como tú dices. Puedes asegurarles que protegeré la religión hasta que muera” (Cartas del Libertador, Volumen V, página 147).

3. Bolívar y la Religión- “La Religión es el gran entusiasmo que yo quiero reanimar para utilizarlo contra todas las pasiones de la demagogia ( Carta a Rafael Arboleda, 28 de junio de 1828).

3. Al General Páez, escribe el 30 de junio de 1828, desde Bogotá:

“Mi plan es apoyar mis reformas sobre la sólida base de la religión y acercarme en cuanto sea compatible con nuestras circunstancias a las leyes antiguas menos complicadas y más seguras y eficaces” (CL, volumen VII, p. 338).

4. Y el 29 de agosto: “Han sido muy bien recibidos (los nuevos decretos) particularmente aquellos que tienen por objeto aumentar nuestras rentas y sostener la religión, como una de las fuertes barreras que puede oponerse al torrente de las pasiones anárquicas y esta persuasión me induce a recomendar a usted la mejor amistad y armonía con el señor Arzobispo” (Otro tanto dice a Cristóbal Mendoza, en carta fechada en Bogotá, el 28 de agosto de 1828).

5. Mensaje al Congreso Constituyente de la República de Colombia de 1828:“Conciudadanos: Séame permitido felicitaros por la reunión del Congreso, que a nombre de la nación va a desempeñar los sublimes deberes de Legislador.Permitiréis que mi último acto sea recomendaros que protejáis la religión santa que profesamos, fuente profusa de bendiciones del Cielo” (“Gaceta de Colombia”, núm. 370, 31 de agosto de 1828).

Guido, 17. 12. 1835). “Desengañémonos, nuestros países no pueden ( a lo menos por muchos años) regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos, más claro, despóticos...No hay otro arbitrio para salvar un Estado que tiene (como el Perú) muchos Doctores...que un gobierno absoluto”( carta a Tomás Guido, 26. 10. 1836). “Los revolucionarios de profesión... una minoría imperceptible y despreciada por sus máximas subversivas de todo orden...Las máximas de odio infiltradas por los demagogos...acompañada de la propaganda revolucionaria, medio funesto” (carta a Ramón Castilla, 11 setiembre de 1848). San Martín fue siempre monarquista, hasta 1846, cuando en carta al Grl. chileno Francisco Antonio Pinto, del 26.9.1846, ante la experiencia única del portalismo, le expresa: “Tiene usted razón; su afortunada patria ha resuelto el problema (confieso mi error: yo no lo creí) de que se pueda ser republicano hablando la lengua española”: textos en: Díaz Araujo, Enrique, Don José y los chatarreros, cit., pp. 202, 207-217. Republicano, pero antiliberal.

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6. Proclama del 27 de agosto de 1828:

“Simón Bolívar, Libertador, Presidente de Colombia:

¡Colombianos! Me obligo a obedecer estrictamente vuestros legítimos deseos; protegeré vuestra sagrada religión como la fe de todos los colombianos y el código de los buenos”.

7. Su espíritu de caridad.- Cuartel General de Leiva, a 25 de setiembre de 1819:

“Al excelentísimo señor Vicepresidente de las provincias libres de Nueva Granada:He visitado, en mi tránsito por esta villa, el Convento de Nuestra Señora del Carmen, que era de Carmelitas descalzas, y me he informado de la escasez y miseria a que están reducidas estas pobres religiosas por faltas de fondos; para aliviarlas he dispuesto que de la renta de aguardiente de esta villa se les contribuya mensualmente cien pesos, entre tanto restablecen sus rentas a un pie que les pueda proveer la subsistencia. Y lo participo a V. E. para su inteligencia y cumplimiento.- Dios guarde a V. E. muchos años- Bolívar”.

8. Bolívar establece relaciones con la Santa Sede y restaura la jerarquía eclesiástica.

“La obra religiosa más importante llevada a cabo por el Libertador Simón Bolívar...es sin duda alguna, la que realizó para crear las relaciones de la Gran Colombia y del Perú con la Santa Sede y restaurar la jerarquía eclesiástica en las cinco repúblicas que fundara...En 1819, el Congreso de Angostura, a influencias de Bolívar, designó a Fernando Peñalver y a José M. Vargas como agentes diplomáticos ante la Santa Sede y se les dieron instrucciones para tratar de un concordato...En el consistorio del 21 de mayo de 1827, el Papa hacía el nombramiento de siete prelados para la Gran Colombia...El promotor y animador de todos esos nombramientos había sido Simón Bolívar...comunicación que entonces dirigió al Sumo Pontífice León XII, agradeciéndole el nombramiento de Arzobispos y Obispos:“...Ha cesado esta orfandad en que yacíamos en lo espiritual innumerables personas, y lo deben al Vicario de Jesucristo. Reciba, pues, V. S. la expresión de nuestra gratitud y del pueblo de esta República las más sinceras protestas de su adhesión a la Silla Apostólica y a la Cabeza visible de la Iglesia militante...La Religión se conserva pura y como la recibimos de nuestros padres, por el cuidado, por la vigilancia y protección del Gobierno. Vuestra Santidad debe siempre contar con ella y con nuestra decidida voluntad de sostener el catolicismo en esta República.- Bolívar”.

9. Bolívar y el Obispo de Popayán.- Extraordinaria fue la conducta del Libertador con el Obispo de Popayán, Salvador Jiménez de Enciso. Con todos los medios a su alcance había sostenido la causa de la monarquía y era furibundo adversario de la Independencia; pero Bolívar actuó con él con tanta habilidad, demostrándole su voluntad y firme decisión de proteger la religión, que lo ganó a su causa y vino a ser uno de sus mejores amigos y entusiasta defensor”.

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10. Bolívar y la educación religiosa.-...”Tomo el mayor interés por el restablecimiento de la religión y de las órdenes monásticas que tanto contribuyen a la civilización de este país y, lo que es más, que trabajan incesantemente en impedir la propagación de los principios que nos están destruyendo y que al fin logran no sólo destruir la religión, sino los vivientes, como sucedió en la revolución de Francia.., sin la conciencia de la religión, la moral carece de base” (Cartas, Vol. VIII, p. 75. Carta de Bolívar al cura Justiniano Gutiérrez, Bogota octubre 1828).“Los padres de familia no pueden descuidar el deber religioso hacia sus hijos. Los pastores espirituales están obligados a enseñar la ciencia del cielo” (Discurso y Proyecto Constitucional de Bolivia, Bogotá, 23 de enero de 1815).“Señores del Consejo de Estado: La religión de Jesús que el Congreso de Venezuela decretó como la exclusiva y dominante del Estado...” (Discurso del Libertador Simón Bolívar en la instalación del Consejo de Estado en Angostura, 1 de noviembre de 1817).“En el espíritu del Libertador la religión debía ir a la base de la enseñanza moral y las obras que pugnaban contra ella debían ser eliminadas. Nos lo demuestra a las claras su decreto del 12 de marzo de 1828, prohibiendo en las universidades de Colombia los tratados de Bentham. Las razones nos la da en su decreto del 20 de octubre del mismo año, cuando su secretario José Manuel Restrepo dice: “S. E. (el Libertador) meditando filosóficamente el plan de estudios, ha creído hallar el origen del mal en las ciencias políticas que se han enseñado a los estudiantes, al principiar su carrera de facultad mayor...también ha crecido sobremanera por los autores que se escogían para el estudio de los principios de legislación como Bentham y otros, que al lado de máximas luminosas contienen muchas opuestas a la religión...1° Que se ponga el mayor cuidado en el estudio y restablecimiento del latín, que es tan necesario para el conocimiento de la religión y para la bella literatura...2° Que se cuide que los estudiantes de filosofía llenen la mayor parte del segundo año con el estudio de la moral y del derecho natural...5° Que desde el primer año se obligue a los jóvenes a asistir a una cátedra de fundamentos y apología de la religión católica romana, de su historia y de la eclesiástica, lo que formará parte esencial de sus cursos en facultad mayor, y durará esta enseñanza uno o dos años...procurando que sea el tiempo bastante para que los cursantes se radiquen en los principios de nuestra santa religión, y puedan así rebatir, por una parte, los sofismas de los impíos, y, por otra, resistir a los estímulos de sus pasiones...y se cuidará mucho de escoger la persona más apta para regentearla, así por sus luces como por su piedad”.

11. Bolívar y las misiones.- “El Libertador al darse cuenta cabal de la necesidad de restablecer las misiones de indios, que las guerras habían destruido, dictó el decreto (del 11 de julio de 1828)...que evidencia su grande interés para que la religión fuese enseñada a los aborígenes” 41.

También castigó públicamente la blasfemia. Como fue el caso de un ex religioso, que en una comida en la localidad de Cipaquirá llegó a blasfemar de la Santísima Virgen María. Luego:

“Oír esto Bolívar, levantarse de su asiento como un rayo, acercarse al ex religioso, dar un golpe terrible en la mesa y decirle:

41.- Nectario M., H., op. cit., pp. 8-27.

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- Calle el insolente- fue un solo punto.- ¿ Cómo se atreve usted a proferir semejante blasfemia?- agregó del alma y del

infierno, pero ya no lo puedo tolerar. Ni a mi mismo padre sufriría que blasfemase de Nuestra Señora.

- Señor Barriga- agregó dirigiéndose al jefe militar de la plaza- vea usted, cuatro lanceros y que lleven a este insolente y mal educado a Bogotá, y lo entreguen allí al Padre Provincial para que le enseñe la doctrina y algunos elementos de urbanidad” 42.

He aquí algunos actos que acreditan la política religiosa de Simón Bolívar.

La conclusión adecuada a dichas normas y conductas la colocó el gran historiador peruano Don Víctor Andrés Belaúnde, al señalar:

“Bolívar busca el apoyo del clero y de la masa de la población en que se conservan vivos los sentimientos católicos. Su política es francamente favorable a la Iglesia. Promete proteger la religión del Estado; da un puesto en el Consejo al arzobispo de Bogotá y expide diversos decretos a favor del reclutamiento religioso en atención de revivir las misiones decaídas. Una doble razón llevaba a Bolívar a seguir una nueva política religiosa. Es evidente que la experiencia de tantos años lo debió llevar al convencimiento de que la religión constituía la base más sólida, no sólo de la moral social, sino del orden y de la estabilidad política. Al final de su vida debió convencerse de la inhabilidad del Estado para mantener una alta y viva moralidad, sin la cual la vida política es imposible” 43.

En orden a sus convicciones personales, lo más importante es su Testamento, que en la parte pertinente reza de este modo:

“En el nombre de Dios Todopoderoso. Yo, Simón Bolívar...hallándome gravemente enfermo, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento natural, creyendo y confesando como firmemente creo y confieso el alto y soberano misterio de la Beatísima y Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios que cree, predica y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana, bajo cuya creencia he vivido y protesto vivir hasta la muerte como católico fiel cristiano...bajo invocación divina, hago, otorgo y ordeno mi testamento en la forma siguiente:Primeramente, encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor, que de la nada creó y el cuerpo a la tierra de que fue formado, dejando a disposición de mis albaceas el funeral y entierro y el pago de las mandas que sean necesarias para obras pías” 44.

Con esto, creemos, queda bien cerrado el caso de Simón Bolívar.

42.- Nectario M., H., op. cit., p. 36. 43.- Belaúnde, Víctor Andrés, op. cit.,pp. 374-375. Gabriel García Márquez, destaca que lo “acusaban de ser veleidoso...de que había sido masón y leía a Voltaire en misa, pero era el paladín de la Iglesia”: El general en su laberinto, Bs. As., Sudamericana, 2007, p. 192. 44.- Nectario M, H., op. cit., pp. 41-42. Esta parte, que es “una profesión de fe católica”, fue suprimida por los historiadores liberales: André, Marius, El fin del imperio español en América, cit., p. 159, nota 1.

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Ahora, pasaremos a revistar brevemente las impugnaciones a las citadas políticas religiosas, fundadas en las hipótesis masónicas sobre los Libertadores.

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¿ San Martín masón?

Curiosamente, a pesar de que dos de los primeros historiadores de San Martín y connotados masones, como lo eran Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre, negaron que el Libertador perteneciera a esa Orden, pronto, otros ensayistas inscriptos en las logias se dieron en afirmar tal afiliación. He aquí un primer hecho de esta manida cuestión:

“La leyenda masónica sanmartiniana nace como concepción mental en 1876. Es decir, veintiséis años después de la muerte de San Martín y diecinueve con posterioridad a la organización de la masonería argentina en Buenos Aires...El nacimiento real de la leyenda masónica sanmartiniana es de mayo de 1880...una tarea de titanes que no consiguen su objetivo...(Por lo tanto) resultará siempre una quimera presentar al libertador como masón” 45.

Se trata, pues, de un anacronismo, nacido, cual lo apunta el gran historiador hispano Vicente Rodríguez Casado. de una motivación utilitaria:

“Sobre la intervención de la masonería hay que tener en cuenta diversos hechos importantes. En primer término, el interés de los masones actuales de tener el mayor posible enlace con las grandes personalidades del pasado” 46.

45.- Cuccorese, Horacio Juan, San Martín. Catolicismo y Masonería. Precisiones históricas a la luz de documentos y testimonios analizados con espíritu crítico, Bs. As., Instituto Nacional Sanmartiniano, Fundación Mater Dei, 1993, p. 144. 46.- Rodríguez Casado, Vicente, Conversaciones de Historia de España, Barcelona, Planeta, 1965, t° II, p. 149, nota 4. Y agrega: “Del mismo(que en el caso del Conde Aranda) sucede, por ejemplo, con el general San Martín. Después de los estudios de monseñor Navarro demostrando que “la Gran Reunión Americana no fue propiamente una logia” y los escritos de Pueyrredón y Bulnes en los que determinan el que la logia americana tampoco puede incluirse en la organización masónica, difícilmente puede

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En ese tipo de ensayos, como diría Ricardo Piccirilli, abundaban los argumentos y faltaban las pruebas. Arquetípico, en ese sentido, ha sido Alcibíades Lappas, al enunciar- sin prueba alguna, desde luego- el ingreso del Libertador a la Logia Integridad número 7 de Cádiz, en 1808- 47-.

Empero, al presente ya suficientemente conocida la trayectoria política del Libertador, y las disposiciones religiosas anotadas “ut supra”, el debate se ha reducido considerablemente.

Veremos, pues, los dos o tres puntos pendientes, donde se afincan los alegatos masónicos.

El primer tema corresponde a la logia de los “Caballeros Racionales” de Cádiz (más adelante conocida como “Lautaro”), acerca de lo cual decimos en resumen:

“De esta logia, el propio Mitre, al recoger el testimonio de Matías Zapiola, sostuvo que la Lautaro no fue masónica (sí, la logia de Julián Álvarez). De otras probanzas, la principal resultó la memoria de fray Servando Teresa de Mier, quien trató expresa y largamente la cuestión, y que sostuvo que fuera de Alvear y algún otro, ni la Lautaro ni sus miembros eran masones” 48.

afirmarse el carácter masónico de San Martín, el general, que, por otra parte, castigaba en su ejército con pena de muerte la blasfemia”.47 .- Lappas, Alcibíades, San Martín y su ideario liberal, Bs. As., 1982. Posteriormente: Pasquali, Patricia, San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, Bs. As., Planeta, 1999, pp. 73, 74, 92. También: Pasquali, Patricia, “Bolívar, San Martín y la masonería en la Independencia”, en: Todo es Historia, Bs. As., n° 405, abril 2001. El principal argumento que esgrime es una carta de Carlos de Alvear a Rafael de Mérida, en Caracas, en la que le da cuenta de la creación de los “Caballero Racionales”, en Londres, y los grados que en ella cada uno ocupaba. De todas formas, allí en ningún lado se habla de masonería. .48.- Díaz Araujo, Enrique, y Alonso Camacho, Omar, De golpe en golpe y otros ensayos, Mza., El Testigo, 2007, p. 131. Referente a ese testimonio, añadíamos que de Mier era “un fraile liberal y trotamundo, quien en sus Memorias narra que estando en Cádiz fue invitado a integrarse en esa Logia de americanos. Por su condición sacerdotal, preguntó si la logia era masónica, en la que él no podía ingresar dadas las prohibiciones eclesiásticas. Se le aclaró ( por el Padre Ramóm Anchoris) que no eran masones. El único masón era Carlos de Alvear. Cuando le tocó exponer en las tenidas de la Logia, Mier aprovechó la ocasión para atacar a la Masonería. Entonces, Alvear, a la oreja, le preguntó “ por qué insistía tanto en que no eran masones...respondió que insistía porque en realidad no lo era, y porque él no quería serlo, pues además de tenerlo prohibido Su Santidad, su razón lo convencía...” (Villegas, Alfredo G., San Martín en España, Bs. As., Academia Nacional de la Historia, 1976, pp. 73-74). Exprofeso hemos insertado primero el texto de las “Memorias”, porque el que sigue, ha sido discutido por los masones. Se trata de la declaración que tuvo que prestar Mier ante el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México, el 18 de noviembre de 1817. Ahí mencionó las diversas sociedades de auto-socorro que en Cádiz se formaron, y “naturalmente estaba faltando una de americanos, que estaban allí mismo perseguidos”. Se enteró de la de los “Caballeros Racionales”, quiso ingresar, preguntó al P. Ramón Eduardo Anchoris si aquella era “conforme a la Religión y la Moral”, y con la respuesta positiva, entró. “Tampoco era de masones la sociedad- añade- aunque puede ser que como Alvear era masón imitase algunas fórmulas”. Él arengó a sus socios, advirtiendo por tres veces: “que no será Sociedad de Masones sino de Patriotismo y Beneficencia”. También dijo que conoció al chileno José Pinto que “aunque era Masón, no era Caballero Racional” ( Memorias de Fray Servando Teresa de Mier, Madrid, América, sf, pp. 337-338 y ss. O´Gorman, Edmundo, Prólogo, a: Fray Servando Teresa de Mier, Ideario Político, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, t° I, pp. IX-XXXIV; cfr. Fernández del Castillo, Antonio, “ El eslabón de Londres. José de San Martín, Fray Servando Teresa de Mier y Francisco Javier Mina”, en: Comisión Nacional Ejecutiva de Homenaje al Bicentenario del Nacimiento del General José de San Martín, Primer Congreso

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“Eso es cuanto se sabe de la Sociedad, desde adentro.

En cambio, desde afuera hay variadas noticias.

Las más destacadas nos parecen las dos siguientes:

Una, la circular de la Logia, del 21 de diciembre de 1816 (ya citada ut supra).

Dos, la nota secreta de la Secretaría del Rey Fernando VII al Gobernador de Cádiz, Villavicencio, del 22 de agosto de 1816, en la que se decía:

“Muy reservado. El Rey ha sabido por conducto seguro que existe una sociedad muy oculta, cuyos ritos son análogos a los de la masonería, pero que su único objeto es la independencia de América”49.

Este informe es coincidente con lo expresado por el Grl. Enrique Martínez a Andrés Lamas, en su carta del 4 de octubre de 1853, en la que aludiendo a la Lautaro, anotaba: “Esta sociedad tenía el solo objeto de proponer la independencia de todas las secciones de la América española y unirse de un modo fuerte para repeler la Europa en caso de ataque...”50.

El segundo punto se refiere a la misma Logia, pero en Londres, cuando San Martín y sus 17 compañeros salen de Cádiz, con intención de pasar a América; navegación que únicamente pueden realizar desde Inglaterra. Allí, dicen los masones, se instalan en la denominada “Casa de Miranda” ( en Grafton Street n° 27) y se integran en la logia masónica mirandista “Gran Reunión Americana”.

Al respecto, por lo pronto cabe aclarar que Francisco de Miranda- a quien le atribuyen falsamente haber participado en Cádiz en la fundación de los “Caballeros Racionales”- hacía alrededor de un año que no estaba en Londres; que no hay pruebas de que fuera masón, y menos pruebas de la existencia de la supuesta “Gran Reunión Americana” ( con Pablo de Olavide y el abate Vizcardo)- 51-. “Contrario sensu”, los

Internacional Sanmartiniano, Bs. As., 1979, t° I, pp. 201-217; Miquel Verges, J. M., “Aspectos inéditos de la vida de Fray Servando en Filadelfia”, en: Cuadernos Americanos, México, 1 de noviembre de 1946, vol. XXX, n° 6, pp. 187- 205; Conte de Fornés, Beatriz, “Los fundamentos políticos de la independencia en el pensamiento político de Fray Servando Teresa de Mier”, en: Revista de Historia Americana y Argentina, Mza., Instituto de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, año XVIII, n° 35, 1995-1996). Decíamos que los autores masónicos han impugnado esta última declaración, aduciendo que fue puramente defensiva. No obstante, como se aprecia, entre ambas exposiciones (la primera en absoluta libertad), no hay más diferencia que la de la extensión y detalle. O sea, que corrobora la anterior”: Díaz Araujo, Enrique, Don José y los chatarreros, cit., pp. 69-70, y nota 8. 49.- Eyzaguirre, Jaime, La Logia Lautarina, Santiago de Chile, Ed. Francisco de Aguirre, 1973, p. 8. 50.- Chindemi, Norberto, Historia y Política. Función política de la historia. San Martín, pensamiento y acción. Las Logias. Documentos III, Bs. As., Ed. Los Nacionales, 1996. 51.- Acevedo, Edberto Oscar, “San Martín, la masonería y las logias”, en: Boletín de Ciencias Políticas y Sociales, Mza., Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo, n° 23, 1978, p. 130. Robertson, William Spence, “La vida de Miranda”, en: Academia Nacional de la Historia, II Congreso Internacional de Historia de América, Bs. As., 1938, t° VI, p. 178. Batllori, Miguel, S. J., El abate Vizcardo: historia y mito de la intervención de los jesuitas en la Independencia de Hispanoamérica, Madrid, MAPFRE, 1995. Deforneaux, Marcelin, “Pablo de Olavide, un afrancesado en el siglo de las luces”, en: Estudios Americanos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, n°

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verdaderos dueños de esa casa londinense, los venezolanos Andrés Bello y Luis López Méndez, no eran masones y sí católicos prácticos- 52-. En cualquier caso, este es un punto absolutamente aclarado. Tanto a las logias inglesas, como a las escocesas, se les ha interrogado acerca de las eventuales constancias del masonismo de San Martín, Miranda, y la Logia Lautaro. Las respuestas oficiales siempre han sido negativas- 53-. Más decisivas y contundentes han resultados las investigaciones recientes de tres historiadores masones, dos británicos (F. W.Seal-Coon y León Zeldis, en la revista masónica “Ars Quatuor Coronatorum”, de Londres) y uno norteamericano (George H. T. French), que terminan de negar toda relación de la “Lautaro” y de San Martín con la Masonería- 54.

100, enero 1960, 43. 52.- Luis López Méndez, Delegado de la Junta Autonómica de Caracas, le escribía a su esposa, el 28 de octubre de 1811: “Quisiera al mismo tiempo que tú y todos nuestros hijos jamás se aparten de las sendas del Señor, ni aún se disgusten de andar por ellas, sino con espíritu y buen ánimo caminen sin pasarse hasta llegar al término de nuestra felicidad eterna. Así lo pido con muchas lágrimas al Señor, interponiendo los ruegos de la Virgen María, del Señor San José, y de todos los ángeles, Apóstoles y demás santos. También le pido que se conserve pura la religión en toda pureza en nuestro país, creyendo, confesando y practicando, lo que la Santa Iglesia Católica, la única verdadera esposa de Jesucristo cree, confiesa y practica, sin admitir jamás entre nosotros la profesión de ninguna secta de herejes...en fin, confío en Dios, que nuestra Patria no tenga otra religión pública ni más templos que los católicos”: Guillén, Julio, “Correo insurgente de Londres capturado por un corsario puertorriqueño, 1811”, en: Boletín de la Academia Chilena de Historia, Santiago de Chile, segundo semestre de 1960, n° 63, pp. 130-131. Con lucidez, lo comenta Sergio Fernández Larraín: “Un hombre de la clara conciencia religiosa y de la firmeza de principios, como era Luis López Méndez, no hubiese jamás consentido figurar en organización masónica alguna”: “Luis López Méndez y Andrés Bello”, en: Boletín de la Academia Chilena de Historia, Santiago de Chile, segundo semestre de 1966, n° 75, p. 98. En cuanto al otro Delegado, anfitrión de San Martín, cabe decir: “Nada se sabe de la suerte de Bello como integrante de la Logia n° 7 de Caballeros Racionales. Puede afirmarse sí, que el hecho de pertenecer a esta asociación no afectó en nada sus sentimientos religiosos, pues las finalidades de las logias fueron exclusivamente políticas y revolucionarias”: Salvat Monguillot, Manuel, Vida de Bello, en: Ávila Martel, Alamiro y otros, Vida y obra de Andrés Bello, Santiago de Chile, Ediciones de la Universidad de Chile, 1973, p. 27. 53.- Blanco Fombona de Hood, Mirian, y Pérez, Carlos Andrés, Cómo Venezuela adquirió la Casa de Miranda, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, Instituto de Investigaciones Históricas, 1993, p. 40 ( consulta con el archivero de la Gran logia de Inglaterra, Mr. John Heron Lepper). Maguire, Patricio J., en correspondencia con los Venerables Maestros de la Masonería de Inglaterra, Irlanda y Escocia, en 1979, obtuvo las respuestas de que la “Lautaro” “no tenía relación alguna con la Francmasonería regular”, y que en sus archivos no obra ningún documento que acredite que San Martín fuera masón: Chindemi, Norberto, op. cit., pp. 160-172. También Rodolfo Terragno se carteó con el Bibliotecario y Curador de la Gran Logia Unida de Inglaterra, quien no encontró “ninguna conexión” entre la masonería y la Logia Lautaro. Por lo que el autor infiere que: “San Martín no perteneció a la masonería en Inglaterra”: Maitland y San Martín, Bs. As., Universidad Nacional de Quilmes, 1998, pp. 181-182. Ver, también: Giorgio, Dante Aníbal, “San Martín, la masonería y el Imperio británico”, en: Todo es Historia, Bs. As., n° 433, agosto 2003. 54.- “El historiador británico masón Seal-Coon publicó en 1978 y 1982 dos importantes estudios en la prestigiosa publicación masónica inglesa “Ars Quatuor Coronatorum” sobre “Simón Bolívar” ( AQC, vol.90, 1978, pp. 231-248) y las “Logias revolucionarias hispanoamericanas” ( AQC, vol. 94, 1982, pp.83-106) en los que destacaba que esas logias constituidas originalmente en Europa por los que serían luego los adalides de la independencia sudamericana, no eran de ninguna manera masónicas...León Zeldis rechaza también, al igual que Seal-Coon, la afirmación de Alcibíades Lappas de que San Martín hubiera sido iniciado masón en la Logia Integridad n° 7 de Cádiz, en 1808, porque “infortunately” no existen constancias de esa logia (AQC, vol.111, pp. 79-93)...George H. T. French, historiador masón estadounidense se refiere igualmente a las logias de “Caballeros Racionales” como “pseudo masonic revolutionary lodge” (“General San Martín, liberator and mason”, en: The Philalethes, junio 1990, Ed, Des Moines, IA, EE.UU., p. 8 y 11)”: Jacovella, Guillermo, “San Martín y los ideales masónicos”, en: Todo es Historia, Bs. As., n° 505, agosto 2009, p. 20.

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El tercer punto es realmente insignificante. Alude a la acuñación de una medalla por una logia de Bruselas en homenaje a San Martín. Ya en 1990, Horacio Juan Cuccorese se interrogaba al respecto:

“¿ Existe alguna prueba documental o testimonial reveladora de que San Martín haya aceptado una medalla masónica? ¿Existe constancia de la recepción solemne sobre la entrega de la medalla, discurso del Gran Maestre de la logia y palabras de agradecimiento de San Martín? Nada. ¿ Habrá tenido conocimiento San Martín de que se acuñó una medalla masónica en su honor? En la correspondencia sanmartiniana tampoco se encuentra nada” 55.

Pues, dichas preguntas han sido con posterioridad puntualmente contestadas. De los archivos de la Logia “Perfaite Amitié”, que no estaba en Bruselas- como cree Patricia Pasquali-, sino en Amberes, y conforme a los exhaustivos exámenes de los masones Frank Langenauken, Jacques Levine y León Zeldis, cabe concluir de que:

“no existe ninguna prueba de la condición de masón del general San Martín” 56 .

Y eso es todo. Ya no queda nada de las alegaciones que en otras épocas esgrimían escritores masones como Fabián Onzari, Antonio Rodríguez Zúñiga, Boleslao Lewin, Enrique de Gandía o Alcibíades Lappas.

Por lo que se sabe, la Lautaro fue nada más que una asociación secreta política de autodefensa, sin ningún tipo de iniciación masónica ( aunque usara alguno de sus rituales). Ergo, si la sociedad no lo era, tampoco cabe predicarlo de sus miembros (excepto de Carlos de Alvear, el enemigo jurado de San Martín).

Empero, aún para aquellos que se apegan a la hipótesis contraria, valen la siguientes palabras de Roque Raúl Aragón:

“De cualquier manera, para el caso huelgan las indagaciones en su conciencia. No se trata del proceso de su canonización, sino del sentido de su política. Los testimonios de los que disponemos concuerdan en esto: se pronunció como general y gobernante católico y notoriamente mariano; tuvo todo el clero de su parte, proveyó a sus tropas de capellanes y las hizo participar en actos de culto, entre ellos el rezo diario del Rosario; reprimió la blasfemia y toda práctica que se opusiera a los principios de la Iglesia; invocó a Dios y a su madre en los momentos decisivos de su carrera: reconoció la preeminencia de la religión en la vida pública, reservó a los católicos el derecho de ocupar cargos en el Estado; dio estado institucional a la fe de la Iglesia, su moral y su jerarquía; usaba objetos piadosos. Esto es historia contante y sonante, que nadie puede negar. Si lo hizo sinceramente o por cálculo, sólo Dios lo sabe. Los hombres juzgamos “ex opere operato”. Y su obra, desde el comienzo, contradice a la Masonería en el

55.- Cuccorese, Horacio Juan, “Historia de las ideas. La “cuestión religiosa”. La religiosidad de Belgrano y de San Martín. Controversia entre católicos, masones y liberales”, en: Ensayos, n° 40, enero-diciembre 1990, p. 134. 56.- Jacovella, Guillermo, op. cit., p. 23. No hay mención alguna a San Martín, ni su nombre obra entre los asistentes al acto de la logia, ni en la medalla se le da el trato de “hermano” (que de serlo, le hubiera correspondido). Tal vez, porque como indica el masón Martín V. Lazcano, la Masonería no reserva sus homenajes para sus propios miembros: Las sociedades secretas, políticas y masónicas en Buenos Aires, Bs. As., 1927, t° I, pp. 55, 64, 252.

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espíritu y en la letra...hizo lo contrario de lo que la Masonería procuraba y fue hostigado por ésta” 57.

La función principal de la Orden Masónica, por entonces, era propagar el liberalismo anticristiano, cuyos principios habían triunfado en la Revolución Francesa (que había hecho suyo el lema masónico “Libertad, Igualdad, Fraternidad”). San Martín, como sabemos, se proclamaba permanentemente antiliberal en el orden político, lo que fue asociado a su política religiosa cristiana. Oposición completa. Eso es, precisamente, lo que documentó el mismo General en una carta al Sr. Arzobispo de Lima, D. Bartolomé de Las Heras, en la que le expresó:

“Sería para mí una de las mayores satisfacciones el ofrecer personalmente mis respetos al prelado más antiguo y venerable del Perú; y que si a esto se añadiese el placer de ver consolidado un gobierno que garantizase el orden y la prosperidad sobre principios opuestos a las ideas exaltadas que por desgracia se han difundido en el mundo desde la célebre revolución del año 92 (la Revolución Francesa), yo me retiraré de la escena pública, a gozar de la mis semejantes y a bendecir la Providencia por los beneficios dispensados al país que pertenezco” 58.

Luego, la conclusión obligada es que San Martín no sólo no fue masón, sino que gobernó con “principios opuestos” a los de la Masonería.

-VI-

¿ Bolívar masón?

La objeción acá, si es que existe, es mínima. Porque si con San Martín los escritores masones tuvieron una laboriosa bien que inconducente actividad, con Bolívar

57.- Aragón, Roque Raúl, La política de San Martín, Cdba., Universidad Nacional de Entre Ríos, Departamento de Extensión Universitaria, 1982, p. 21. Este opúsculo es lo más brillante que se ha escrito sobre San Martín. 58.- Otero, José Pacífico, Historia del Libertador don José de San Martín, Bs. As., 1932, t° III, p. 166.

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el asunto se reduce a dos puntos cronológicos: 1°) Bolívar sí fue masón; 2°) Bolívar dejó de ser masón y condenó a la Masonería.

Veamos, pues, estas dos etapas, rápidamente.

Primero, se supone que el 27 de diciembre de 1805, Bolívar fue iniciado en una rama francesa de la logia escocesa St. Andrew, y que fue Maestro en esa orden en el año en que vivió en París- 59-. Esa es una precisión acerca de un dato genéricamente conocido de antiguo. Según afirma el testigo francés Peru de Lacroix, en sus “Diarios de Bucaramanga”, Bolívar en su juventud se había aproximado a las logias; pero, añade, ese conocimiento “le había bastado para juzgar lo ridículo de aquella asociación”. Aclarando que en las logias había encontrado “bastantes fanáticos, muchos embusteros y tontos burlados”. Concluyendo que los políticos “y los intrigantes suelen sacar partido de aquella Sociedad secreta”-

Esos juicios despectivos fueron nada en relación con sus actos políticos posteriores.

Dado que suponía que la tentativa de asesinato del 25 de setiembre de 1828, había sido orquestada por los masones que seguían a Santander, con fecha 8 de noviembre de 1828, dio en Bogotá el siguiente Decreto:

“Habiendo acreditado la experiencia, tanto en Colombia como en otras naciones, que las sociedades secretas sirven especialmente para preparar los trastornos públicos, turbando La tranquilidad pública y el orden establecido; que ocultando ellas todas sus operaciones que el velo del misterio hace presumir fundadamente que no son buenas, ni útiles a la sociedad, y por lo mismo excitan sospechas y alarman a todos aquellos que ignoran los objetos de que se ocupan; oído el dictamen del Consejo de Ministros,

DECRETO

Artículo 1°. Se prohíben en Colombia todas las sociedades, o confraternidades secretas, sea cual fuere la denominación de cada una.Artículo 2°. Los Gobernadores de las provincias, por sí o por medio de los Jefes de Policía de los Cantones, disolverán e impedirán las reuniones de las sociedades secretas, averiguando cuidadosamente si existen algunas en sus respectivas provincias.Artículo 3°. Cualquiera que diere o arrendare su casa o local para una sociedad secreta incurrirá en la multa de 200 pesos y cada uno de los que concurran, en la de 100 pesos por la primera y segunda vez; por la tercera y demás será doble la multa; los que no pudieren satisfacer la multa sufrirán por la primera y segunda vez dos meses de prisión, y por la tercera y demás será el doble de pena.Artículo 4°. Los Gobernadores y Jefes de Policía aplicarán la pena a los contraventores haciéndolo breve y sumariamente, sin que ninguno pueda alegar fuero en contrario...

59.- Blanco-Fombona, Mirian, de Hood, La masonería y nuestra independencia, p. 66; cfr. Terragno, Rodolfo, Maitland y San Martín, cit., p. 174.

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Simón Bolívar” 60.

Caso único, que sepamos, en América por los años de la Independencia, de condena explícita a la Masonería. La pertenencia a la Logias fue un delito. “Bajo su mando- acota Marius André-, la francmasonería no desempeñó ningún papel en Colombia, ni en Venezuela”- 61-. En cuanto al pensamiento privado de Bolívar al respecto, lo había expuesto en una carta del 21 de octubre de 1825, en la que exclamaba:

“Malditos sean los masones y los tales filósofos charlatanes...serán tratados como es justo” 62.

Señalemos que la Masonería se vengó duramente de la condena recibida. El 4 de junio de 1830, en la localidad de Berruecos, en Ecuador, instigó el asesinato que se cometió en la persona del Mariscal Antonio José de Sucre, el delfín preconizado por Bolívar.

Pues, hasta aquí llegamos con la supuesta impugnación a la religiosidad de Simón Bolívar.

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Colofón

La Autonomía respecto del Consejo de Regencia gaditano, proclamada en varias secciones de América en 1810, fue un acto de fidelismo, tributado al Rey cautivo. No obstante, Fernando VII, al ser restituido al trono a la caída de Napoleón, en 1814, no lo interpretó así, y prosiguió, intensificando la guerra que las Regencia habían iniciado contra América. Tamaña ingratitud real- 63- movió necesariamente a la 60.- Nectario M., H., op. cit., pp. 30-31. 61.- André, Marius, Bolívar, cit., p. 269. 62.- Nectario M., H., op.cit., p. 30. La carta está dirigida a Santander, quien luego encabezará la oposición liberal-masónica. 63.- Esas eran las mismas palabras que Juan Manuel de Rosas, Encargado de la Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, empleó en su arenga del 25 de mayo de 1836, luego de alabar el

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Independencia respecto de la Corona de Castilla, y a sostenerla mediante un esfuerzo bélico. En esa tarea se significaron tres caudillos, Iturbide en México, Bolívar, en la Gran Colombia, y San Martín en Sur América. Los tres buscaban, ante todo y por sobre todo, la Independencia de sus respectivas regiones, las cuales, eventualmente, se coaligarían, formando, como decía Bolívar, “la más grande nación del mundo”. También sabían que para consolidar dicha Independencia debían instalar gobiernos firmes y respetados, y evitar, a toda costa, la Anarquía. Esta sobrevendría si una vez cortado los lazos que nos unían al Padre Rey, se fracturaba aquella “costumbre de obedecer” que había caracterizado a América, conforme a la descripción de Bolívar, en su famosa “Carta de Jamaica”.

También hemos afirmado que al Rey se lo acataba, como a toda buena autoridad, porque su principal imagen era la de Padre, un buen patriarca antes que un señor y un monarca- 64-. De un Padre que protegía a una Madre, la Madre Iglesia, sostenida por el Patronato Real. Luego, para evitar el hiato gubernamental los patriotas tenían que arbitrar un sucedáneo de la autoridad real.

Los tres Libertadores coincidían en un punto: había que fortalecer el respeto por la Madre Iglesia, venerando a la Madre Virgen. Simón Bolívar, que de los tres era el que poseía dotes literarias, y al cual le placía oralizar esos pensamientos, a los que sabía expresar con precisión y elegancia, en 1827, en una reunión de obispos, diría:

“La causa más grande que nos congrega hoy: el bien de la Iglesia y el bien de Colombia. Una cadena más fuerte, y más brillante que los astros del firmamento, nos une de nuevo a la Iglesia de Roma que es fuente celestial. Los descendientes del trono de San Pedro han sido siempre nuestros padres; pero la guerra nos había dejado huérfanos , como corderos que balan en busca de la madre que han perdido. La madre tierna los ha encontrado y los conduce al redil... La unión del incensario con la espada de la ley es el arca verdadera de la alianza” 65.

Para huir de la orfandad, la receta consistía en reafirmar los lazos de unión con la Madre Iglesia. A ese efecto, les vino de perlas el predominio de los constitucionalistas liberales y anticlericales peninsulares, cuyo símbolo fue la Constitución sancionada por las Cortes en 1812. Debe recordarse que si el Renacimiento había supuesto en España una “Edad Media tardía”, en la frase de don Ramón Menéndez Pidal, ya instalada la Modernidad en la Metrópolis (desde el reinado de Carlos III; pero, sobre todo, con los gobiernos de la Junta Central, la Regencias y las Cortes), en América subsistía la tradición religiosa de la Cristiandad. Había, dijo Álvaro Gómez Hurtado, una

pronunciamiento de 1810, por ser un “acto de generosidad y patriotismo, no menos que de lealtad y fidelidad”, fue mal pagado por el Rey, con “tamaña ingratitud”: Irazusta, Julio, Tomás de Anchorena. Prócer de la Revolución, la Independencia y la Federación, Bs. As., La Voz del Plata, 1950,pp. 29-30. 64.- En el orden legislativo, existía el principio del “acato, pero no cumplo”, ante una ley manifiestamente arbitraria, que autorizaba la desobediencia. En el orden judicial, se reglaba el recurso de segunda suplicación, que permitía que una vez cerrada la vía judicial, se pudiera todavía acudir directamente al soberano, peticionando que aplicara al caso, no la justicia legal, sino la equidad. Dos pruebas de que operaba un orden patriarcal, al que ha sido ajeno el positivismo legalista moderno. Como la función local de establecer el “justo precio”, también diverso de la pura ley de la oferta y la demanda liberal. De ahí nacía el paternalismo que, según Thimothy Anna “permitía España gobernar un imperio gigantesco...sin tener que hacer uso de la fuerza”: op. cit., pp. 32, 33, 34. Era la “auctoritas patris”, del paternalismo monárquico, como proyección sociopolítica de la familia: Calderón Bouchet, Rubén, Sobre las causas del orden político, Bs. As., Nuevo Orden, 1976, p. 154. 65.- André, Marius, Bolívar, cit., p. 271.

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“asincronía” que inclinaba a remozar en América la Cristiandad, con la doctrina de la Ciudad de Dios- 66-. De esa suerte, aquel liberalismo peninsular chocó con el tradicionalismo americano, y de ello sacaron muy buen partido los Libertadores. En ese sentido, Don Demetrio Ramos Pérez comienza por apuntar que:

“El revolucionarismo liberal español llegó a creer, vanidosamente, que sólo en sus cenáculos estaba el patrimonio de una lúcida regeneración. De sus mentores nacía la doctrina y América sólo tenía, para ellos, el papel de educanda. Hacia América fueron sus ideas y sus manifiestos; de América habían de venir sus discípulos”.

Sin embargo, el sentido de los hechos fue el inverso al imaginado. Entonces, el constitucionalista liberal:

“Álvaro Flores Estrada acusó a la Juntas americanas que “venían a continuar el “Antiguo Régimen” del despotismo, contra el auténtico sentido liberal que encarnaba en las Cortes de Cádiz”.

Por consiguiente, resultó que:

“La Constitución fue más bien un factor contrario a los fines que se proponían sus creadores” 67

En efecto, en su “Proclama de Pisco” ( del 8.9.1820), San Martín condenó la Constitución de Cádiz, elaborada “bajo el influjo del espíritu de partido” y que “no tiene la menor analogía con nuestros intereses”. Procediendo a derogarla al entrar en Lima. Mientras que Bolívar, en carta a Olañeta (del 28 de enero de 1824), dijo que esa Constitución era un “monstruo”. De esa forma, “la Pepa” (apodo popular de la constitución liberal española) prestó un servicio inesperado a la causa de la Independencia, facilitando que el Clero y los Patriotas se asociaran para repudiarla.

Así se consolidó el proyecto sobre la Madre Iglesia ( no obstante, la falsas imputaciones de masonismo que quisieron atribuirles a los Libertadores).

Empero, subsistía la cuestión central del modo de reemplazo del Padre Rey.

Iturbide y San Martín pensaban- más allá de sus íntimas preferencias- que esa condición se cumpliría si un miembro de la dinastía borbónica se constituía en monarca americano, a partir del respeto por la Independencia. Existían, al respecto, los precedentes de la propia familia Borbón, instalada por la Guerra de Sucesión, que había gobernado España independiente de su Francia originaria, y el más reciente de los Braganza lusitanos, al dejar un heredero, con el carácter de Emperador en Brasil, sin dependencia de Portugal. Casos resueltos sin traumas anárquicos. Bolívar no compartía, en 1822, ese proyecto, dado que deseaba que el futuro Emperador fuera un americano y no un Borbón. En gran medida la solución estuvo en manos de Fernando VII, cuando recibió los tratados de Córdoba y Punchauca, suscritos por Iturbide y San Martín, respectivamente, con los virreyes O´Donojú y La Serna. Pues, el Rey una vez más se 66.- Gómez Hurtado, Álvaro, La Revolución en América, Barcelona, Editorial AHR, 1958, pp. 74, 75, 78, 81. 67.- Ramos Pérez, Demetrio, “Las Cortes de Cádiz y América”, en: Revista de Estudios Políticos, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, n° 126, noviembre-diciembre 1962, pp. 452-453, 463 nota 83, 499, 550.

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volvió a equivocar y rechazó la solución realista y prudente que se le ofrecía para conseguir la paz en América. Fracasado su proyecto, y carente de fuerzas suficientes para continuar la guerra en el Perú, San Martín se apartó de la escena, y, luego sus enemigos liberales rioplatenses, lo obligaron a exiliarse en Europa. Iturbide recurrió al expediente de proclamarse él Emperador, lo que de inmediato suscitó las envidias y celos previsibles, que concluyeron con su fusilamiento. Bolívar, tras la batalla de Ayacucho que en 1824 puso fin a la guerra de la Independencia, intentó instalarse como Emperador de los Andes, de un modo vitalicio, como lo consignó en la Constitución de Bolivia. Las fuerzas centrífugas liberales, encabezadas por Santander le impidieron consolidar ese modelo. Tras su experiencia de la Dictadura de 1828 a 1830, y el asesinato de Sucre, su eventual sucesor, Bolívar se retiró a morir, completamente desengañado de la suerte americana.

Los que hemos trabajado por la independencia americana “hemos arado en el mar”, dirá al final Bolívar. El Plan inicial de la Independencia, de las tres regiones autónomas que se iban a confederar en una “anfictionía” del istmo de Panamá, se estrelló. Iberoamérica, como deseaban los ingleses y sus logias, se balcanizó. Predominaron los gobiernos liberales francófilos y anglófilos. Surgió, entonces, afirma el nicaragüense Julio Ycaza Tigerino, “para nuestra desgracia, la casta de los ideólogos”. Desde el momento en que:

“los liberales liquidan a los Libertadores; desde que Bolívar es arrojado del poder y muere miserablemente, Sucre es asesinado, San Martín y O´Higgins expatriados, Iturbide derribado del trono y fusilado luego como un vulgar rebelde...desde el momento en que la obra y el espíritu mismo de la Independencia se falsean por los ideólogos convirtiéndolos en una orgía suicida de libertinaje” 68.

Desde ese momento, se instala la Anarquía tan temida en Iberoamérica (con la sola excepción del Chile Portaliano) y ésta se torna ingobernable. Cual diría hacia 1850 el gran canciller conservador de México, Don Lucas Alamán, al introducir las teorías liberales:

“se ha dado lugar a todas las desgracias que han caído de golpe sobre los países hispanoamericanos, las cuales han frustrado las ventajas que la Independencia debía haberles procurado” 69.

Los frutos de la Independencia no resultaron agraces por la Anarquía, que a nombre de la Libertad, introdujeron los ideólogos liberales en América.

De todas maneras, maguer su intento fallido, los Libertadores dejaron dos herencias perdurables. La primera, la propia Independencia. Simón Bolívar, en el último mensaje al Congreso, el 24 de enero de 1830, concluía:

“¡ Conciudadanos!...Me ruborizo al decirlo: la Independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de todos los demás” 70.

68.- Ycaza Tigerino, Julio, Sociología de la Política Hispanoamericana, Madrid, Seminario de Problemas Hispanoamericanos, Cuadernos de Monografías n° 12, 1950, pp. 74, 155.69.- cit. por: Romero, José Luis, El pensamiento político de la derecha latinoamericana, Bs. As., Paidós, 1970, pp. 83-84. 70.- Madariaga, Salvador de, op. cit., t° II, p. 482.

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Glosándolo, el poeta argentino Leopoldo Lugones, en 1924, al festejar en Perú el centenario de la Batalla de Ayacucho, dirá: “La Independencia es lo único bien logrado que tenemos”.

Así es. Pero aun resta todavía la otra herencia que legaron los Libertadores. En el periódico “El Despertador Americano”, de la Ciudad de México, del 20 de diciembre de 1810, se afirmaba que como la Virgen de Guadalupe no había venido a fracasar, América continuaría siendo:

“ el último refugio para la religión de Jesucristo”.

Así fue. Y, ya no como meros historiadores, sino como cristianos, por nuestra parte añadimos: que así continúe siendo.

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Presentación Resumida

América, es decir, el Reino de las Indias Occidentales incorporado a la Corona de Castilla (Ley XIII, título II, libro II de Recopilación de las Leyes de Indias de 1680), se regía por el Principio de Intangibilidad o Inalienabilidad del Privilegio Americano ( Pragmática Sanción, del 9 de julio de 1520, del Rey- Emperador Carlos V), y sucesivos Pactos de Vasallaje. Se trataba de un dominio patrimonial de los herederos de los Reyes Católicos, a quienes por la Bula “Inter Caetera” Primera (de 4 de mayo de 1493, del Papa Alejandro VI), se les había donado América. Era un dominio patrimonial directo, exento de toda otra jurisdicción hispana. Los gobernantes y la población de América juraban fidelidad a dichos soberanos, quienes, además, revestían la condición de señores y padres de sus habitantes. Por las Leyes de la Siete Partidas ( texto n° 15, Ley 3ª., Partida 2ª., Título 19), se preveía que en caso de muerte o ausencia del Rey, sin haber dejado mandamiento de Regencia, se procedería a la “reasunción de la soberanía por el pueblo”, hasta que cesara la vacancia real. Esa era la situación dada en 1808, con las abdicaciones forzadas de Bayona. En tal caso, como lo expresarían las Juntas que se constituyeron en la Península, al haber quedado el “reino en orfandad, y, por

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consiguiente, recaído la soberanía en el pueblo, representado por los cuerpos municipales que lo son los ayuntamientos” ( Artola, Miguel, Los Orígenes de la España Contemporánea, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1959, p. 145), se instalaban Gobiernos Provisionales, a nombre del Rey jurado Fernando VII. Empero, sucedió que dichas Juntas de la Metrópoli, se reunieron en una Central, y luego en un Consejo de Regencia, que convocó a unas Cortes Constituyentes, las que dictaron una liberal y unitaria Constitución en 1812. Todo esto, respecto de América, se hizo en usurpación de su privilegio de intangibilidad. Esas normas, como escribió el mexicano Fray Servando Teresa de Mier, “intentan abolir el pacto social que los americanos celebraron con los reyes de España y sustituirle por otro a su pesar que los ponga en absoluta dependencia de ellos...en nuestro pacto invariable no hay otro soberano que el rey. Si falta, la soberanía revierte al pueblo americano”. Por ello, lo actuado en Cádiz, dirá el venezolano Juan Germán Roscio, es una usurpación, “la Regencia no tiene ningún derecho a reinar entre nosotros, ni a forzarnos a renunciar o relajar aquellas leyes sagradas a las cuales hemos jurado obediencia y las cuales nos prohíben la sumisión a cualquier otro soberano que no sea Fernando VII” . Por lo mismo, reiterará el rioplatense Juan José Castelli, dado que “la América incorporada a la Corona de Castilla, es inherente a ella por la Constitución, sin pacto de sumisión...no precisa que unos reinos se sometan a otros” (textos, en: Día Araujo, Enrique, Mayo Revisado, Bs. As., Santiago Apóstol, 2005, pp. 74-83). Luego, cada región se declaró Autónoma y la Regencia inició guerra injusta a América.

Así las cosas, al caer el Imperio de Napoleón, el Rey Fernando VII, que había estado cautivo en Valencay, fue restituido al trono español en 1814. Los entes autónomos americanos procuraron su reconocimiento, reafirmando el vasallaje. El Rey los rechazó ( en mayo de 1816 expulsó a Don Bernardino Rivadavia quien como plenipotenciario había ido a rendir pleito homenaje). Así se provocó la dispensa del juramento de fidelidad, se rompió pacto sinalagmático de vasallaje, y se declaró la Independencia ( las de las Provincias Unidas en Sud-América, el 9 de julio de 1816, en Tucumán). El Rey no la aceptó e intensificó la guerra. Tal situación, que implicaba la ruptura con el Padre-Rey, y que dejaba a América en condición de “orfandad” (Carta de Jamaica, de Simón Bolívar).

En las tres regiones principales de Iberoamérica que se independizaron, se plantearon dos problemas básicos: cómo sustituir al Rey, y mientras tanto cómo suplirlo. En el Norte, Agustín Iturbide, con su Plan de Iguala, y el Sur, José de San Martín, con el Protectorado del Perú, pensaron en una solución monárquica independiente, borbónica eventualmente, al modo de la obtenida entre Brasil y Portugal, para sustituir a Fernando VII. Creían que era la única forma posible en que las poblaciones se avinieran a reconocer en el nuevo Rey al Padre tradicional, y mantuvieran “la costumbre de obedecer” (Carta de Jamaica). Simón Bolívar en el Centro, rehusó esa alternativa y propuso un Imperio americano. La primera opción fue desbarata por el propio Fernando VII, quien desoyó a sus virreyes ( O´Donojú y La Serna, tratados de Córdoba y Punchauca). Entonces, San Martín, quien sin la completa ayuda militar de Bolívar no podía vencer a los realistas en el Perú, se retiró, dejando en manos del venezolano la conclusión de la lucha. Luego fue expulsados de América por sus enemigos liberales rioplatenses. Iturbide intentó intervertir su título y se proclamó Emperador. No fue acatado, y, más adelante fue fusilado. Bolívar, sin declarar públicamente su carácter imperial, gobernó de esa manera gran parte de América. No consiguió refrenar la anarquía, a pesar de la Dictadura que estableció entre 18828 y

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1830. Se retiró vencido, y murió renegando de su obra. Esto es, que los ensayos políticos de reemplazo del Rey, fracasaron. Sólo quedó en firme la Independencia, consolidada en Ayacucho en 1824.

Sin embargo, en el punto de cómo suplir la autoridad moral (“auctoritas”) del monarca, coincidieron en lo esencial. Pensaron que dada la ausencia del Padre Rey, había que reforzar la presencia de la Madre Iglesia (asociada desde 1508 por el Patronato Real concedido por la Santa Sede), para mitigar la “orfandad”, generadora de la Anarquía. Conocedores de los pueblos que gobernaban, hicieron más tangible ese propósito resaltando la veneración por la Madre Virgen María, en sus diversas advocaciones regionales. De ahí nació la política religiosa de los Libertadores. Ejemplo de la cual fue la Trigarantía mexicana, la condición de profesión de la fe católica para acceder a la función pública en el Estatuto de 1821 del Perú, y los decretos de enseñanza religiosa en las universidades de la Gran Colombia, de 1828. Innúmeros actos documentan dicha política religiosa, católica y mariana. Por lo cual carecen de interés- amén de ser inexactas- las alegaciones sobre el supuesto masonismo de los Libertadores. “La guerra- dijo Bolívar, en un simposio de Obispos en 1827- nos había dejado huérfanos como corderos que balan en busca de la madre. La madre tierna los ha encontrado y los conduce al redil...La unión del incensario con la espada de la ley es el arca verdadera de la alianza”. Alianza nacida de una política religiosa, según se lo manifestaba San Martín al Arzobispo de Lima Bartolomé de Las Heras, la cual se fundaba “sobre principios opuestos a las ideas exaltadas que por desgracia se han difundido por el mundo desde la célebre revolución” francesa.

Por lo expuesto, resulta que la Independencia, que es lo “único bien logrado que tenemos” (Leopoldo Lugones), y la esperanza de que América continuara siendo “el último refugio para la fe de Jesucristo” (“El Despertador Americano”. México, 20 de diciembre de 1810), parecen ser las dos principales conquistas y herencias dejadas por los infortunados Libertadores.

En la lucha que se entabló se distinguieron tres adalides, en cada una de las porciones de Iberoamérica. Agustín de Iturbide en el Norte (Virreinato de Nueva España y Capitanía General de Guatemala); Simón Bolívar, en el Centro (Virreinato de Nueva Granada y Capitanías Generales de Venezuela y Quito), y José de San Martín en el Sur( Virreinatos del Perú y del Río de la Plata y Capitanía General de Chile). Ellos contaron con lugartenientes ilustres (O´Higgins, Sucre, Pueyrredón, Santander, Guerrero, Páez, etc.); pero el comando de las tres regiones estuvo a cargo de los citados Libertadores. Por lo tanto, cuando de investigar la política religiosa de ese período hispanoamericano se trate, el punto tiene que estar referido a la posición de aquellos tres jefes. Mejor dicho, dado que la actitud católica de Iturbide está fuera de discusión, por la existencia del Plan de Iguala, ratificado por el Tratado de Córdoba y el Congreso Constituyente (24 de abril y 24 de agosto de 1821, y 24 de febrero de 1822, respectivamente), donde se asienta la Trigarantía (Religión, Unión e Independencia)- 71-, sólo cabe el examen de la política religiosa de San Martín y Bolívar.

71.- Bravo Ugarte, José, Compendio de Historia de México, hasta 1964, 10 ed., México, Jus, 1968, p. 151: “Religión, contra las tendencias irreligiosas de la Revolución, que eran generalmente reprobadas”. Asimismo, el “sentimiento de fidelidad a la monarquía”, permanecía “arraigado en el ánimo de la mayoría”: op. cit., p. 144.

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