Download - Para hacer la Cimarra y otros cortos
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PARA HACER LA CIMARRA
y otros cortos
C. “Dostoi” Castro
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Saludos a Ale, a la Fran, la
profe Alejandra B., Paola M. y
todos los que siguen el blog.
Dostoi
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Para hacer la Cimarra y otros
cortos
C. “Dostoi” Castro
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Prologo.
Sin duda más de alguno ha logrado escapar de aquella
monotonía, esa realidad cotidiana y rutinaria que la
televisión y las masas se encargan de hacer más difícil el
escape, más de alguno ha hecho siguiendo la misma
lógica la cimarra en aquel mundo, alejándose de la
multitud y el aburrimiento, rehuyendo de aquellas cosas
que a simple vista nos parecen obvias, pero que
desentrañan docenas de voces e historias de una ciudad
que cada vez está más distante. Todos deberíamos
escapar, viajar por el Metro sólo por alejarse de un
punto, caminar y seguir caminando esperando
encontrar en el ya asfixiante aire de Santiago una salida,
un vacío legal, una excusa, una suspensión de clases
(¿por qué no?, un perro (¿qué se yo?) y todas aquellas
cosas, sombras y luces que dejamos pasar viviendo
como estamos, viendo como vemos, estando como
vivimos. Espero no haberlos confundido demasiado y
espero que la rutina no los encierre como me han
encerrado a mí y que reprimo a través de las palabras,
encuentros y amigos.
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Diálogos de un encuentro en que la lluvia
inundó las palabras y recuerdos de una
vida a medio sentir.
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-Nos quedaremos aquí hasta que nos pongamos de
acuerdo-dijo ella, dicho eso fuimos de a poco
quedando en silencio, las personas pasaban a
nuestro alrededor quedaba poco para la hora punta,
si no hubiera insistido estos últimos meses este
encuentro, si no hubiese hecho más que rogar no
estaríamos aquí, realmente necesitaba verla de
nuevo, más yo que ella.
-Ya... ¿caminemos?-sugirió ella, salimos de la
Estación y caminamos hacia donde vivía, éramos dos
paraguas negros moviéndose, desde el cielo en un
plano cinematográfico, caminando ante la ligera lluvia
que tanto esperaba esa nube gris llamada Santiago.
-Y ¿Qué vas a estudiar?-preguntó-No lo sé aún-
respondí. Aún me quedan cuatro meses, aún no lo he
pensado bien, ella estando en tercero ya tiene toda
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su vida mentalizada.
-¿Y tú?-pregunte.-Voy a estudiar arte, para morirme de
hambre-dijo. Llegábamos y luego de ser hábilmente
persuadido por sus ojos, paramos a comprar
arrollados de primavera en lo que parecía ser un
restaurante y nos los fuimos comiendo en el camino,
hablamos de todo, menos de nosotros mismos, de los
amigos, los profes, las drogas, ella las conoció antes
que yo, y yo la conocí a ella antes que eso.
-Y ¿Qué es de tu vida?-preguntó.-No mucho
realmente-dije-saldré de cuarto y no he hecho nada
con mi vida-no quise pensar en voz alta, pero suele
suceder, para mi suerte no lo escucho aunque creo
que ella lo sabe, lo supo antes que yo. Nos sentamos
frente a los departamentos, mientras la lluvia seguía
cayendo.
-Tu vida no puede ser tan aburrida-lanzó
certeramente, pero es la verdad. En el colegio me
juntaba con pocas personas, el Toro nunca vino, el
Rodrigo era un apostador enviciado, el Fernando era
el más influenciable de los cuatro, bastaba que uno
se fuera para que los otros tres lo siguieran, de un
momento a otro deje de juntarme con ellos.
-Y tú, ¿Qué has hecho?-pregunté. Al contrario de mí,
ella si tenía mucho que contar, sus padres vivían
separados, su colegio era menos decadente que le
mío, conocía a miles de personas, siempre está
ocupada ya sea en taller de teatro, centro de alumnos
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o fotografía. Recordamos cosas que ocurrieron hace
mucho tiempo, de la extraña forma en que nos
conocimos, de nuestra rara amistad, de cómo un día
con un amigo (con quien ella estuvo) fuimos a pie en
medio de la noche hasta su casa y casi no volvemos.
Hablamos de cosas de la vida, de la lluvia y del amor.
-¿Alguna vez has pololeado?-me preguntó.-...mm hubo
una vez, pero de todas formas. No-dije.-En serio...-dijo
sin sorprenderse demasiado. Poco a poco las
palabras se hicieron innecesarias, y el profundo
silencio atravesado por la torrencial lluvia alejaba o
acercaba según la perspectiva nuestras almas
húmedas ya. Desde un reproductor de música
escuchábamos canciones viejas cuando Bittersweet
Symphony de The Verve empezó a sonar ya hacía frío,
y ella había apoyado su cabeza en mi hombro, se
quedo en silencio, cada uno mirando el vacío de
edificios y nubes, su propio vacío, ausentes.
-¿Estás aburrida?-pregunte sin modificar aquella
posición fotográfica.-No...y tú?-dijo.-Tampoco. Quisiera
que este día no terminara, ¿qué hora es?-dijo ella.-
Diez para las seis, ¿tienes que irte?-pregunté.-No,
ósea...tenía que ir a ver a una amiga, como a las seis
y media. Sabes...lo he pasado bien-dijo.- Yo también.
¿Hace cuánto que no nos veíamos?-dije-Mmm, no sé.
La verdad es que mucho tiempo había pasado desde
la última vez, mi obsesión a pesar de haber sido en
parte realizada, me deja un agridulce vacío, una
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suave insatisfacción, no, no era eso ni nada de lo
anterior, ¿qué es eso que siento? que ahora pone una
tenue sonrisa en mi rostro, creo que he pasado
demasiado tiempo esperando aquel momento, y
llegado aquel, no sé qué decir ni sentir, nunca he sido
una persona de muchas palabras un buen oyente,
difícil era ya sacarme una sonrisa, ella era una de las
pocas personas con las que realmente se podía
conversar. Pero el tiempo era un gran enemigo,
indetenible e inconstante. Ya eran casi las seis y
media, y empezamos a pararnos y empezar el camino
de regreso, caminamos por Vicuña para llegar a
Trinidad, era tomaría el Metro, conversamos durante
el camino, esperando a que se volviera a repetir días
como este, las posas reflejaban las pocas luces que
habían, los autos arremetían aquella atmósfera
perturbada de palabras entrecortadas y de frases, de
colores que nunca existieron y que sólo se ven los
días lluviosos, llegaba el momento de la despedida,
nos miramos un rato esperando el semáforo, ya casi
llegando a las escaleras de la entrada no hacía falta
muchas palabras, en fondo ambos sabíamos que
pasarán meses antes de nuestro próximo encuentro.
-Adiós, cuídate-me dijo-Adiós también, cuídate.
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Ella.
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Siempre llega temprano y se sienta en el mismo lugar,
se dispone a escuchar su música mientras el alba
ilumina lentamente el pasillo, quizás este leyendo el
librito de Santiago en cien palabras o estudiando para
alguna prueba pendiente, esperando que algún
extraño se siente a su lado y la salude.
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A Weird Rain (Una lluvia extraña)
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Mi cuerpo fue encontrado tirado allí, tengo recuerdos
vívidos de aquella noche, si los autos no hubieran
hecho tanto ruido, te hubiera dicho algo más que un
adiós y un abrazo, la lluvia y la necesidad de comprar
un cigarro a esas horas hicieron una cadena de
eventos que llevó a lo que estoy ahora, muerto, que
desperdicio de vida fue sin duda, de una juventud
quebrantada por las historias de amor tristes, el rock
pesado y las pastillas, de una temprana demencia y
un trastorno bipolar (de ahí las pastillas) y noches de
insomnio, la noche comenzó como todas hacía frío y
la lluvia caía inquebrantable sobre Santiago, la tienda
estaba cerrada, las ambulancias tardaron en recoger
mi cuerpo, debí haber tomado el troncal pero los
recorridos son tales laberintos de los que ni Escher
podría haber salido, Santiago no es una ciudad para
caminar de noche, ya los últimos vagones de metro
pasaban, me dirigí a la estación, parecía haber
ocurrido un accidente (tal vez fue un indicio) en la
esquina, así que cruce al frente, nunca en esta vida
me he desviado para/con el resto, cuarto medio fue el
mejor año de mi vida, el resto fue demasiado largo y
lento como para disfrutarlo como el resto, podría decir
que me pilló desprevenido, muchos rostros, cada uno
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tan cambiante a su propio modo y velocidad (tal vez
avance demasiado lento, demasiado tarde) desviando
sus cursos, sus vidas, llegaba casi a la Estación de
Metro, hubiera querido que la despedida hubiera sido
más larga, un auto a toda velocidad quiso evitar el
accidente y se salió de la pista me pilló desprevenido
(otra vez), caí sobre la vereda, inerte y en silencio, no
hubo accidente más que el mío, hubiera querido que
la despedida hubiera sido más larga.
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Cimarra en el Café Mosqueto.
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-¡Apúrate hueón!-me decía mientras cruzaba aquel
umbral, yo sólo atine a seguir corriendo haciendo
caso omiso a los gritos y sorteando cualquier
obstáculo que se me enfrentaba. Nunca había estado
más vacío el hall central (y nunca lo estaría jamás), la
probabilidad de escape estaba a nuestro favor y la
verdad es que nunca había hecho algo así antes.
-Lo logramos-dijo el Pancho, con voz victoriosa.
-...sigan corriendo no más, parece que nos cacharon.-
Salíamos para Vicuña, cada uno con sus rostros ya
descubiertos,
-¿Y ahora qué?-pregunté. Como nunca antes la había
hecho ni me había preguntado luego que ellos la
hacían, no pude ocultar mi posición de primerizo.
-...cada uno pa' su casa, supongo-Entrabamos a la
estación de Vicente Valdés.
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-qué más querías, Morgado-(En el curso me llaman
por mi apellido), las risas no se hicieron esperar y
poco a poco se iba llenando el andén de Metro.
-Son unos pajeros-dije, en el mismo instante en que
una voz atrás de nosotros nos gritaba "¡Jóvenes,
jóvenes!" repetidamente. No contábamos con que
uno de los inspectores haya pedido "refuerzos".
-¡Mierda, se los dije!-grito el Seba. La puerta del vagón
estaba a punto de cerrarse.
-¡Jóvenes, jóvenes!
-corran-dijo el Pancho.
-...vamos, corre hueón...-Corrí hacia aquel portal
salvador y al entrar choqué con un grupo de "recién
llegados", la frenética luz roja dejaba de parpadear, la
señal sonora de aquella puerta acababa y los rostros
de los rostros de mis compañeros de escape se
distorsionaban frente a mis ojos, atrapado por la larga
mano de la justicia (si es que se podía llamar a eso
justicia). Di un respiro de relajo ante la atenta mirada
de los pasajeros que recién se integraban a tal
hazaña. Cómo de un momento a otro pase de estar
en el colegio a estar en un vagón (directo a Tobalaba)
lleno de personas dirigiéndose a sus trabajos,
mujeres embarazadas, universitarios con sus
palestinas y hombres leyendo libros de auto-ayuda,
todos ellos ajenos a la realidad, y en eso estoy yo,
como un intruso en su mundo, lejos de aquel mundo
de libros y rutinas, recreos de quince minutos,
ejercicios de álgebra y pruebas de lenguaje, lejos de
Sócrates y Aristóteles, pero un libro de Fughet en mi
mochila y un cd completo de Keane en mi pendrive. El
aire enrarecido por el silencioso viaje, sólo era
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interrumpido por más de algún "Señores pasajeros
deje bajar, antes de subir", me produjo un
sentimiento parecido a la culpa, mi conciencia estaba
hecha añicos. Las miradas recriminadoras de los
pasajeros ya se habían esfumado de sus rostros,
después de todo Santiago seguía siendo el mismo, a
nadie le importa nadie, todos son indiferentes con
todos. Me senté en el suelo del vagón escuchando
música, me quité el polerón de cuarto desde este
momento ya no soy el Morgado, sólo soy uno más,
mejor que cualquier grupo fielmente representado,
era uno entre muchos, luego de cinco canciones y
siete estaciones mi conciencia ya no me molestó
más.
Ya estábamos en Tobalaba, y la verdad es que me dio
lata salir, así que hice combinación a Línea 1
mientras escuchaba el resto del cd y leía Mala Onda,
me di cuenta que no era el único en hacerla un grupo
de jóvenes (por no decir "minas"), estaba se habían
subido al vagón, por sus uniformes deben ser de
algún Liceo del gran Santiago, se veían "pasables", en
todo caso eran como las una de la tarde y las
tomaderas de las plazas son generalmente o
temprano o en la tarde luego de salir, por alguna
razón a pesar de haberla hecho, no me sentía como
ellas, de que estaba libre lo estaba, pero algo en mí
me hacía pensar que era distinto. La mayoría de la
veces en el colegio me junto con un grupo de amigas
de casi de la misma edad que yo, del mismo curso y
con otros compañeros a con los que "leseamos" un
rato, pero siempre se cae en la rutina, y pensándolo
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bien, no tengo idea de qué motivo este escape. Me
cansé de Matías Vicuña y del gobierno militar, así que
guarde el libro, llegábamos a Baquedano, pensaba ir
al Crowne Plaza a ver las guitarras, salí y me sentí que
alguien me seguía, no podía ser alguien del colegio,
que yo sepa yo fui el único que logró escapar, así que
preferí cambiarme a la Línea 5, no es que me sintiera
perseguido (aunque así pareciera), sólo es que
tampoco era demasiado interesante Plaza Italia,
supongo que no soy como los demás. Me quede
mirando un cuento de Santiago en 100 palabras,
cuando mis temores se hicieron presentes, alguien
estaba detrás mío.
-¿Tú no eres como ellos cierto?-escuche a mis
espaladas, haciendo referencia a otro grupo de
cimarreros al lado mío.-Vamos ven. Entonces me
tomó del brazo y me sacó del vagón, estábamos en la
estación Bellas Artes.
-Eh... ¿quién eres?-dije.
-Tú no eres como los demás, no es así-dijo aquella
voz.
-¿No soy como quien?-pregunté, y me percaté que era
un joven, más o menos baja, con cabello teñido rojo y
ojos café, debe tener como unos veinte.
-Me dicen Coté.-dijo ella. Estábamos en medio del
andén, el resto de la gente avanzaba y nosotros nos
encontrábamos en medio de aquel tumulto, a medida
que el torrente humano salía, el andén se vaciaba
poco a poco.
-Y...-dije-que se supone que haces
-Emm...no se-dijo con una cara de duda-te he estado
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observando.
-Si me di cuenta.
-Y entonces...no eres como ellos.
-¿Cómo quienes?-pregunte.
-¿Eres un cimarrero no?-dijo ella.
-Si...
-Vamos, sígueme-Salíamos de la Estación, pocas
veces había estado en esa estación, si no mal
recuerdo un día tuve que ir al MAC a ver una
exposición para arte, más que eso nunca había
estado por los alrededores, habían varios edificios y
calles estrechas, como todos los lugares del centro.
-¿Mosqueto?-pregunté.
-Sip.-Yo sólo la seguía, parece buena persona, y por
alguna razón sin motivación (que claramente
desconozco) parecida a la de mi escape.
Caminamos un poco y llegamos a un café, Café
Mosqueto
-¿Te gusta leer?
-Emm...si-dije.
-¿Y el café?
-Si, ¿Por qué?-pregunté.
-Entremos-dijo. Por alguna razón ella estaba segura
de todo lo que hacía, parecía tenerlo todo planeado,
ella inmediatamente compró dos cafés y nos
dirigimos a la mesa. En aquel lugar había varias
personas, la mayoría solas leyendo algún libro, es
más había una especie de librería donde la gente
sacaba libros para acompañar su café, en las paredes
habían fotos de escritores, por algún motivo me
pareció un buen lugar, un buen ambiente, nunca
había entrado a un lugar así, la mayoría de las veces
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que he salido, era a tomar helados en el 14, con una
que otra amiga o a conversar por allí. La llegada de
aquella extraña pareció cambiar el rumbo de aquel
escape, mi conciencia estaba libre, total, no estaba
haciendo nada malo, no salí a tomar por allí, ni a
fumar, no estaba echado como algunos, en qué
estarán mis compañeros, lo más probable es que los
hayan suspendido, ¿qué será de mi?, obviamente
debieron haber notado mi "no presencia", prefiero no
pensarlo, todo esto del café parece entretenido. Ahí
viene ella con los cafés.
-Y, ¿te gusta el lugar?-preguntó ella.
-Si...emm, ¿por qué haces todo esto?
-No se, te veías un poco solo allí leyendo.
-Ah, me espiabas-dije-haces mucho eso.
-Mnn-asintió con la cabeza, mientras tomaba un
sorbo de café.
-La verdad, es que eres raro.
-Dirás, diferente.-dije, y luego di un sorbo.
-No, raro...
-Qué clase de cimarrero eres tú-lanzó-la pasas solo,
lees libros, y sigues a una extraña a un café.
-Si...bueno, en eso tienes razón.
-¿Y qué leías?
-Mala Onda-Sorbo-Alberto Fughet.
-Oh, yo leí ese libro en primero.
-Disculpa, ¿cuántos años tienes?
-Ah, sorry, tengo diecinueve-Sorbo-estoy estudiando
arte.
-En serio.
-Y tú qué piensas hacer-pregunto.
-Como sabes que estoy en cuarto.
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-Para ser un solitario, que lee en el Metro,
aparentemente sin polola...
-...oye!
-...tu primera en cimarra en cuarto no está mal.
-Pensaba estudiar cine...
-... ¡Oh, me encanta el cine!
-...pero mi padre nunca lo aceptaría.
-Que mal.
-Sabes, me caes bien.
-Ya lo sabía-dijo ella.
-O si no, no me hubieras seguido.
-Tú también me caes bien-dijo ella con una sonrisa en
su rostro-eres la primera persona que sigo que me
dice eso.
-¿La primera?-Sorbo-olvídalo, esto ha sido como
extraño.
-Cierto-dijo ella.
-Nunca había pasado tanto tiem...
-Me gustas-dijo. Casi derramando el café que había
tomado recién.
-¿Qué?-pregunté.
-La verdad es que yo también soy como tú, si no
estuviera en la U, estaría echada por allí. Vivo sola
con mi madre...uh lo siento, pensarás que soy una
loca, verdad.
-No, no...es más, eres agradable, cuando te vi...
-¡te gusto!
-¡Espera, espera!, esto es demasiado rápido. Hace
algunas horas no era más que el Morgado, el callado
del curso y ahora...
-Mmm...¿Quieres otro café?-me pregunto ella.
-¡Si, por favor!-dije.
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Café tras café, la conversación continuaba, eran
como las cinco y cuarto, y después de aquella catarsis
emocional, el resto de las "confesiones" fueron más
fluidas y ambos parecíamos estar de acuerdo en todo,
algún sentimiento (que desconozco) rellenaba el resto
de los otros. Aquel vacío interior de los últimos años,
de no haber hecho nada "importante", nunca hice
nada más que haber ganado un concurso de cuentos
en el colegio o una que otra aparición como
exponente de buenas notas, nunca había pololeado,
ni tomado, ni nada, nadé siempre contra la corriente y
de un momento a otro, había hecho la cimarra y había
conocido a la chica más raramente interesante y
bonita (¿por qué no?)
-Lo he pasado bien sabes-dije
-Sip...y entonces.
-entonces...
-Sip
-Creo que sí.
-¡En serio!-dijo ella. Entonces se abalanzó sobre mí y
me besó.
-MMM....espera!
-¿Qué?...no te gusta.
-Si es que...
-Gracias por todo esto.
-Yo te pago los cafés.-dije.
-OK.-dijo ella.
-Si es que no estoy suspendido o algo así, hago la
cimarra y nos tomamos otro café.
-Debo ser una mala influencia, no lo hagas.
-Debo mejorar mi tono de sarcasmo.
-No te preocupes, yo arreglaré eso.-dijo, jugando con
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las palabras y con un rostro un poco menos
perturbador.
-Jaja.
-Lo he pasado bien.
-Igual yo.-dijo. Eran como las seis, tenía que irme y
creo que ella también. Ella nunca pensó que tal
persecución, lograría su cometido y que gastaría tanto
tiempo en ello. Por mi parte estoy dudando de que mi
salud "psíquica" este estable luego de esto, ya no
necesitaba pensar en Freud ni Sócrates, ni a los
malditos compañeros y el profe de álgebra, ni los
hombres leyendo libros de autoayuda, en un día me
hice adicto a la cafeína y los buenos libros, hice en un
día lo que no hice en cuatro años y definitivamente
estudiare cine o literatura sin importar lo que diga mi
padre.
-Ya tengo que irme-dije.
-Yo igual
-Gracias por el café.
-Entonces creo que...
-Y... ¿a qué hora sales del colegio?
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Personalidad / Copy Paste
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Sentado en aquel andén de Metro se disponía a ver el
constante reciclaje de personas que iban y venían,
tomando nota en su cabeza psicoanlizantemente
cada nuevo espécimen salido de cada vagón, fijando
su pérdida mirada en los ojos, las manos, los libros de
autoayuda, en fin, calculando cada movimiento,
prediciendo casi perfectamente cada movimiento sin
errar, mientras el torrente humano en hora punta
avanzaba y la visión distorsionada ya por la multitud,
las peleas y los continuos e ineficientes intentos del
personal por alejar aquella masa de la fútil línea
amarilla, conforme con su trabajo, se dispone a sacar
una pequeña libreta azul y anotar lo relevante del día:
"pareja tomada de la mano despidiéndose, trabajador
asteado, estudiante en cimarra solo leyendo un libro
(subrayado)...". Su cara no decía nada, su historial
tampoco sólo una especie de diario personal lleno de
anotaciones y títulos: diciembre 2007, marzo 2008,
julio 2008, septiembre 2006, abril 2009, uno que
otro libro, una bolsita de chocolates hechos por una
amiga, ya llegando de aquel viaje, entra a su
habitación, saca unos clips de un cajón y del fondo
del mismo, el diario, la bolsita y un cd sin nombre que
pone en una pequeña radio, saca de su chaqueta la
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libreta saca una hoja y la anexa a al diario, a pesar de
la aparente facilidad del trabajo, ya con cara de
cansancio, se dirige al baño, mira su reloj, son las
ocho cuarenta y uno y se lava la cara, se mira al
espejo, y con su cara seria (común en él), se dijo:
"pronto llenaré espacios vacíos que me faltan".
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O lo que sea que sea ahora
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Hoy desperté y me di cuenta que era de noche,
¡rayos!, ¿Cuánto he dormido?, me dije a mi mismo,
mire el reloj eran las 23.00, era imposible, si me
había acostado a las 2.30 anoche, cómo podría haber
dormido tanto, perdí un día entero, con una tremenda
desesperación empiezo a rememorar lo que había
hecho ayer, o lo que sea que es ahora, salí a
encontrarme con alguien y por cosas del tiempo
llegué tarde, tomé la micro y por tener el pasatiempo
de tener las manos en los bolsillos, se me fue, llegué
a mi casa y... (creo que por ahí no va la cosa), me
pondré en el hecho de que me haya dormido todo un
día, mañana, o lo que sea que es ahora, me juntare
con otra amiga, ¡maldición! la habré dejado botada,
realmente necesitaba verla, hace mucho que no nos
vemos, rayos. Sin más remedio, y sin poder dormir
otra vez, vuelvo a ver el maldito reloj, y son las 22.46!,
que demonios está pasando. Acostado mirando el
techo, escuchando música al revés, espero el
amanecer, o atardecer, o lo que sea que es ahora, en
fin, esta vez sí tome la micro, y si me encontré con
ese alguien, pero en reversa, no había mucho que
hablar, a si que estuve de oyente ante todas las
incoherencias que escuchaba, con el tiempo me
acostumbre a dormir a las 10 de la mañana, repetir el
día anterior, nada nuevo realmente a como era antes,
una rutina, o siempre fue así.
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Posas / Wet memories
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“Si pudiera caer
como se cae del cielo este fluir,
esta temeridad de lo perpetuo…
(…)
me hechizaría anónimo en su caída
para ocultar mi llanto agradecido
y esperaría absorto
(como se espera el sueño sin memoria)
para mojar mi rostro en su latido,
para sentir su ciclo permanente,
para borrar mi huella y mi conciencia
bajo su llanto puro y fugitivo.”
Julián Borao
Ella sólo quería estar sola, caminó hasta aquella
esquina, y se encontró con él, observaba la lluvia
detenidamente. Sin haberse conocido, ella le dijo
- hola… ¿qué observas?-él demorando en contestar
dijo
-viejos recuerdos-. Ella no miro nada en ellas, para
ella sólo era agua.
-Quienes necesiten volver, los verán-dijo él.
-La micro se acerca, tienes que partir
-dijo tímidamente. Ella subió, observo todo su viaje la
lluvia, el timbre parecía no funcionar, no importaba
nada. Ella nunca lo volvió a ver, cada vez que llueve
ella ve su cara en las grises posas de agua
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Retrato de un hombre que mira a través de la ventana.
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De las muchas cosas que se podrían decir de mí,
prefiero ser olvidado y recordado por las historias que
nunca se escribieron, los rumores sepia, los chismes
secos, los restos de una vida que nunca fue, será ni
en todas sus conjugaciones verbales, miro a través de
ese inocuo cristal esperando ver pasar las gracias,
perdones y disculpas, oyendo por los rincones
imperfectos de aquellas calles llenas palomas y
descuidados transeúntes, trastornados, y de
Transantiago que nunca llegó, llegará y todas sus
formas verbales. Viendo a través del cristal las
delicadas formas de una ciudad construida en medio
de un agujero frío y negligente, donde es fácil
perderse y encontrarse, dormirse y despertar, vivir y
vivir de nuevo porque sólo los cobardes se suicidan y
sólo los muertos son cobardes, muertos vivientes
dentro un cuerpo, almas encerradas en la
trascendencia platónica y el mito de la caverna,
estudiando cada pasó y detalle de tan triste lamento.
Y en eso estoy, informando y relatando lo que veo,
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escucho e ignoro, sin decir más detalles de mi
persona, sin querer profanar es resquebrado orden de
mis formas, de las muchas cosas que se podrían
decir de mí, quiero que digan que además de lento,
soy observador y lento, que olviden por un momento
lo que soy y que dentro de los rumores sepia, los
chismes secos y las formas verbales complejas e
imperfectas, e inventen alguna historia sobre mí, que
soy mafioso, mujer, escritor frustrado, vampiro,
sonámbulo, mal bailarín, descuidado transeúnte, en
fin, viendo a través de la ventana a mi lado, sentado y
despierto, más vivo que dormido, más parado que
muerto, jugando con las pequeñas cabezas que veo
desde aquí entrelazándolas de palabras adornadas y
frases bien hechas, cielos nublados, frases bien
hechas, palabras rebuscadas y manzanas a medio
comer, viendo la confusión de los objetos y de la
construcción del frente, la construcción del sin
sentido y del sentido perdido y confundido por los
objetos y manzanas a medio comer, creyendo saber y
no saber, riéndome de Sócrates, desafiando la
psicología inversa, jugando con las pequeñas cabezas
que veo desde aquí, esperando que alguna vez las
historias que nunca se escribieron sean tan firmes y
reales como el vidrio que me impide seguir pensando
en otra cosa.
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39
Índice
-Prologo…………………………………………………………………5
-Diálogos de un encuentro en que la lluvia inundó
las palabras y recuerdos de una vida a medio
sentir...........................................................................7
-Ella…………………………………………………………………..….12
-A Weird Rain (Una lluvia
extraña)……………………………………………………….……...15
-Cimarra en el Café
Mosqueto…………………………………………………………...18
-Personalidad / Copy
Paste…………………………………………………………….…….28
-O lo que sea que sea
ahora……………………………………………………………..…..31
-Posas / Wet
Memories…………………………………………………..………33
-Retrato de un hombre que mira a través de la
ventana....................................................................35
40
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2009
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