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M E T

La comunicación y el Principio de Cooperación

Intereducación y comunicación

La relación educativa

Cualidades cooperativas del educador

Cualidades cooperativas del educando

Escucha activa

¿Qué es la escucha?

¿Cuáles son los obstáculos‐barreras para la escucha activa?

Elementos fundamentales de la escucha activa Técnicas eficaces en la escucha activa

Reformulación

Tipos de reformulación

Personalización

Tipos de personalización

Normalización

Confrontación

Invitar a la acción

Beneficios de la escucha

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Introducción:

En este tema estudiamos las características de la comunicación y de la relación

educativa. Analizamos las cualidades que se requieren, tanto en el educador como en

el educando, para que la cooperación entre ellos sea fructífera.

De igual modo, profundizaremos en una cualidad básica que debe desarrollar un buen

coach educativo: la escucha activa.

La comunicación y el Principio de Cooperación

Intereducación y comunicación

Así como el Principio de Crecimiento Personal se formula desde el concepto de

autoeducación y el Principio de Intervención atiende a la perspectiva de la

heteroeducación, el Principio de Cooperación se refiere a la educación entendida

como intereducación. En este apartado del tema definimos y analizamos su

fundamento: la comunicación entre educando y educador.

La educación no solo es una forma de comunicación, cuya especificidad consiste en la

intencionalidad formativa, sino que la comunicación es la esencia misma de la

educación.

Educar es un proceso que solo se da cuando dos personas asumen la tarea de formar y

formarse y cooperan para ese fin, participando, por lo tanto, del mismo objetivo y de los

mismos medios. De ahí que propongamos el término “intereducación” como el más

adecuado para significar la esencia de la actividad educativa como acción

recíproca y tarea conjunta de sus dos protagonistas.

La comunicación es una acción humana, una

interacción entre personas que consiste en “poner

algo en común” y en “tomar parte (participar) en ese

algo”. Lo peculiar de la comunicación educativa es

que está dirigida a la mejora del otro. Por otra parte,

la comunicación verdaderamente educativa es

relación interpersonal, sincera y auténtica. Tiene que

tener unos objetivos claros y cierto carácter

sistemático. El educador debe mostrar una

actitud abierta, que inspire confianza; de modo

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que el educando (hijo, alumno) debe tener la conciencia de que se le ofrece un ámbito

de acogida donde puede encontrar la ayuda que precise en cada momento.

La relación educativa

La relación educativa concuerda con la relación de amistad en la dimensión de

benevolencia. Ahora bien, la amistad implica unión, comunión, común-unión entre

los amigos. Este rasgo unitivo de la amistad implica reciprocidad y la reciprocidad exige la

comunicación entre los amigos.

No puede haber unión entre personas sin diálogo, lo que supone que confían la una en

la otra. En esto coincide la relación educativa con la de amistad; porque es

característico de una relación de ayuda el diálogo que surge en el encuentro personal

del educador con el educando. Sin embargo, la común-unión propia de la amistad supone

una igualdad que no es aplicable a la relación educativa. Asimismo esa unión de los amigos

procura la persistencia de la relación en el tiempo, lo cual tampoco es propio de la relación

educativa.

No obstante, la igualdad debe ser una meta de la educación, pues el educador

debe ayudar al crecimiento del educando, de manera que la diferencia entre uno y otro

vaya desapareciendo a medida que el educando va madurando.

Es propio del buen educador desear y poner todos los medios para que el

educando llegue incluso a superarle. Además procura que el educando llegue a ser

autónomo, de modo que él mismo acabe por resultar innecesario. En esto también se

distingue la relación educativa de la amistad.

Hay, por último, otro rasgo de la amistad que no es aplicable a la relación educativa. La

amistad se entiende como una forma selectiva del amor. Al amigo se le elige,

se le acepta a él en concreto y no a otro. Y el elegido, a su vez, debe responder a esa

elección con su personal aceptación de quien le ofrece su amistad. Lo que debe

caracterizar al educador, por el contrario, es la acogida abierta de todos los educandos,

evitando que los sentimientos espontáneos de simpatía o antipatía interfieran

negativamente en la intervención educativa.

Cualidades cooperativas del educador

La educación es tarea conjunta que requiere, de un lado, unas actitudes o

disposiciones adecuadas ante la tarea de prestar ayuda y ante la tarea de aceptar esa

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ayuda; y de otro lado, unas aptitudes o capacidades cooperativas En este apartado

reflexionamos sobre las cualidades cooperativas que debe tener el educador para

realizar una intervención educativa eficaz.

La coherencia es condición de eficacia de cualquier institución educativa, desde la

familia al centro escolar. Asimismo, es una actitud básica también en el plano personal,

que está en la raíz de todas las demás cualidades cooperativas del educador.

La actitud de servicio por parte del educador se concreta en la disponibilidad para

dedicar tiempo a la tarea conjunta, en poner imaginación en ella, con verdadero

interés; en trabajar con ilusión.

Siendo la comunicación el fundamento del Principio de Cooperación, es evidente que el

educador debe tener capacidad de comunicación interpersonal. Quien se propone

ayudar a otro debe aprender antes que nada a traducir su lenguaje correctamente.

El educador debe poseer capacidad empática. Se trata de tomar conciencia de lo que

el otro siente “como si yo fuera el otro”, en su mismo contexto emocional.

La actitud de acogida abierta, entendida como aceptación positiva incondicional

del otro, es totalmente necesaria para que se produzca el encuentro entre el educador y

el educando. Lleva consigo la actitud de escucha, excluyendo toda clase de prejuicio.

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La comunicación educativa exige respeto a la personalidad irrepetible del educando, a

sus circunstancias vitales y, sobre todo, a su libertad. Es una muestra de respeto

escuchar para comprender. Y es una falta de respeto no exigir lo que se puede y se debe

exigir.

El educador, cuando confía, sin faltar a la objetividad, en la capacidad y en la voluntad

de mejorar del educando genera en él una actitud de optimismo.

El optimismo consiste en ver y juzgar las cosas y las personas en sus aspectos más

favorables. Es una actitud que conduce a centrarse en los logros, por pequeños que

sean, y no en los fracasos. El optimismo, no obstante, debe ir acompañado de realismo

y de capacidad crítica para no resultar imprudente.

El educador debe ser persona de criterios firmes, pero con capacidad para distinguir lo

esencial y para adaptarse en lo que es accesorio u opinable. Ser flexible, para un

educador, no es, por tanto, renunciar a las propias ideas o convicciones, pues no se puede

ser flexible sin una constitución sólida.

El educador no puede estar instalado en la rutina si quiere influir positivamente en el

educando, sino que debe mantener un talante renovador, una actitud de curiosidad

y de apertura a la innovación.

Cualidades cooperativas del educando

En este apartado estudiamos las cualidades cooperativas (actitudes y aptitudes) que debe

desarrollar el educando para que se realice eficazmente la tarea conjunta de la educación.

Unas cualidades son esenciales a toda acción educativa (tanto en la familia como

en el centro escolar), mientras que otras son propias de la enseñanza académica.

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La aceptación de sí mismo está en la base de todas las actitudes de cooperación del

educando. En ningún caso debe interpretarse como conformismo o aceptación

pesimista de defectos e incapacidades, sino como aceptación objetiva de la realidad, de

la que nace una esperanza de mejora.

El educando debe prestar su libre adhesión a la tarea de educarse y comprometerse

en la realización de esa tarea. Eso es la obediencia voluntaria y activa.

Si docente es el que enseña y dócil el que es enseñado, docilidad es la actitud propia

de quien se deja enseñar y observa por tanto las normas de comportamiento necesarias

para que unos puedan enseñar y otros aprender: la disciplina no es otra cosa.

La relación de ayuda es la única que trabaja por su propia extinción. El educador aspira

a resultar innecesario, situación que se produce cuando el educando llega a ser capaz de

autorregular su propio proceso formativo.

En la medida en que uno se implica en el aprendizaje concibiéndolo como la tarea de

descubrir algo, será premiado por el mismo descubrimiento y reforzará la tendencia a

trabajar con autonomía. Este es valor de la curiosidad.

El éxito de cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje radica en la asimilación, y la

asimilación culmina en un saber integrado. Esa integración se consigue cuando

forman un todo coherente los dos componentes de todo aprendizaje completo: la

comprensión de la información (que requiere capacidad de análisis) y la elaboración

inteligente de esa información (la síntesis).

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Hay que señalar, finalmente, que, si observamos las cualidades cooperativas que

debe reunir el educando, veremos que son un eco de las que se deben exigir al

educador. Esta correspondencia era de esperar desde una concepción de la educación

como acción recíproca. En efecto, la tarea de educarse no es posible sin ayuda, y la

intervención educativa es estéril sin la cooperación de los dos protagonistas de la

acción educativa, que por eso mismo es intereducación

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Escucha activa

¿Qué es la escucha?

Saber escuchar no es solo una actitud, es también una aptitud, una habilidad.

Tener una actitud de escucha es tener en cuenta al otro. Piensa en ti mismo, cuando

hablas, cuando te comunicas, necesitas sentirte escuchado. Escuchar significa poner

atención para oir, querer comprender, centrarse en el otro.

Cuando adoptamos una actitud de escucha, nos predisponemos a entrenar y desarrollar la

aptitud, la competencia. Se trata de poner nuestro a comprender, de la manera más neutra

posible, la realidad de la otra persona.

La auténtica escucha nos lleva más allá de las palabras, abre todos nuestros sentidos para

recibir la información suficiente que nos ayude a esa comprensión.

No sólo se escucha con los oídos, se escucha con la mirada, con el cuerpo, con la

respiración. Oir y escuchar no es lo mismo. Oír es una capacidad fisiológica que, sino

muestra defectos, nos permite predisponernos a la escucha.

Escuchar lleva consigo comprender el lenguaje, los gestos, los movimientos corporales,

las posturas, el tono de voz. Requiere de un esfuerzo de atención que transmita al otro

nuestro interés por lo que está contando. Saber escuchar ayuda a la persona que se está

escuchando a sentirse respetado, acogido. Mientras escuchamos estamos creando un

espacio de inter relación, un puente emocional de conexión.

En el libro de Natividad Alcalde y Javier Tejerina – Asertividad para torpes2 se

recoge información de estudios que dice que recibimos la información de la siguiente

forma:

• 1% a través de la boca

• 1,5% a través de las manos

• 3,5% a través del olfato

• 11% a través del oído

• 83% a través del ojo

Aunque en este apartado vamos a concentrarnos en la escucha, es importante tener en

cuenta, como ya hemos dicho, que es todo nuestro cuerpo el que está escuchando.

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Una buena escucha ofrece la posibilidad a la persona escuchada de comunicar y expresar

sus pensamientos, sus emociones, sus sentimientos.

Adoptar una actitud de escucha es apartar nuestros pensamientos y concentrarnos en las

expresiones del otro. Necesita de toda nuestra energía en el momento presente, toda la

energía concentrada en las necesidades de la persona que le hagan sentir reconocid@ y

estimad@.

A la satisfacción de esa necesidad, de acuerdo con el Análisis Transacional, se le denomina

“caricia” en línea con el significado de los refuerzos positivos.

¿Cuáles son los obstáculos‐barreras para la escucha activa?

Si se trata de una actitud que nos capacita ¿por qué no escuchamos activamente? Ahora

veremos algunos impedimentos concretos pero existe una natural y automática barrera que

tiene que ver con defendernos psicológicamente de situaciones que no podemos o no

queremos afrontar o que nos pueden alterar.

Veamos ahora que otros obstáculos entorpecen la escucha activa. En grandes áreas,

distinguimos:

• Físicos y ambientales

- Ruidos, temperatura, comodidad, luz, cansancio

• Área emocional

- Sentimientos del que escucha , contagios emocionales

• Área cognitiva o mental

- Creencias, omisiones, distorsiones, foco de pensamiento

Si no tenemos en cuenta alguna de estas áreas, es posible que se genere en nosotros una

falta de atención que provocará que nuestra escucha no sea activa y que por tanto,

nuestro escuchado no se sienta acogido.

Escuchar de forma activa no es fácil y si tenemos en cuenta otro tipo de barreras,

entendemos que se trata de un entrenamiento en la observación de nuestra

predisposición:

1. Barrera de la ansiedad: Se pone en marcha cuanto tenemos el foco puesto

en nosotros, por qué es lo que tenemos que mostrar, por cómo nos van a recibir

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y que será lo que contestará. Comienza un diálogo interno que es el que

escuchamos en realidad

2. Barrera de los juicios: Cuando dirigimos nuestro pensamiento a patrones

personales, normas, creencias, en lugar de estar atento a lo que el otro nos

cuenta.

3. Barrera de la prisa: No dejamos que el otro termine sus planteamientos,

queremos que corra más o tarde menos.

4. Barrera de la apatía: Damos la razón con gestos e incluso con monosílabos sin

prestar atención al mensaje.

5. Barrera de los consejos: Cuando decidimos solucionar la vida de los demás desde

nuestro “mapa”, asumiendo que nuestra perspectiva de la realidad es la

única realidad.

6. Barrera de la trivialidad: Usamos generalizaciones, y tendemos a escapar de los

temas comprometidos normalizando el mensaje.

Saber escuchar no es fácil, pero si puede entrenarse como competencia emocional.

Observar los obstáculos que nos impiden escuchar de forma activa, será un primer paso

para mejorar esta habilidad interpersonal.

Elementos fundamentales de la escucha activa

Debemos tener en cuenta una serie de elementos fundamentales que contribuirán a que

nuestra escucha se convierta en una habilidad:

1. Cuidar el entorno físico: ya hemos visto antes como puede interrumpir la escucha.

2. Liberar nuestra mente: Vaciar nuestros pensamientos de nuestras preocupaciones y

de nuestros juicios. Adoptar una actitud de aceptación del otro.

3. La atención: foco puesto en la persona y sus palabras, no en nosotros

4. El silencio: Es un poderoso recurso que ofrece un espacio a la persona que habla para

reconstruir su historia y al que escucha para interpretar y comprender el mensaje.

5. La mirada: Conectando con la mirada del otro. Mirar a los ojos establecerá un vínculo

emocional con la persona aunque debemos ser cuidadosos en no invadir con ella,

puede resultar agresiva.

6. Observar más allá de las palabras: gestos, lenguaje no verbal, tono de voz, respiración.

7. El rapport: Una “danza” con la otra persona. Adoptar sutilmente sus posturas

corporales y acompañarle en sus gestos ayuda a comprender su estado y proporciona

al escuchado una acogida integral. En algunos momentos, el rapport puede resultar un

espejo útil para que la persona vea reflejada su actitud ante el mensaje que transmite.

8. La empatía: Esa actitud que nos permite captar el mundo de referencia de la otra

persona “ponerse en sus zapatos” participando de su experiencia como si fuese la

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nuestra propia y transmitiendo que ha sido comprendido. Para eso tenemos que poner

“nuestra pantalla en blanco”, sin juicios, sin filtros mentales.

9. Uso eficaz del lenguaje: Técnicas como la reformulación , la normalización, la

personalización que veremos ahora con más detalle, así como usar preguntas

poderosas que estimulen a la persona a buscar recursos contribuirán a hacer de

nuestra escucha, una competencia eficaz.

10. Confianza en la persona: Considerar que todas las personas tenemos los recursos

suficientes para afrontar nuestras vidas aunque, en algunos momentos parezcan

secuestrados.

Técnicas eficaces en la escucha activa

Si quieres desarrollar tu competencia de escuchar, necesitas tomar conciencia de que se

trata de un acto de apoyo a los demás. Como entrenamiento, te proponemos una serie de

técnicas para dar respuestas útiles en el acto de escuchar. La retroalimentación es un paso

esencial para que la escucha sea eficiente:

Reformulación

Se trata de una destreza que consiste en devolver lo que el otro expresa, tanto de forma

verbal como no verbal. Ofrece a la persona la certeza de ser comprendido más a fondo. Le

invita a seguir expresando estados de ánimo poco claros y así poder profundizar.

Proporciona seguridad y fomenta la responsabilidad y el compromiso de la persona.

No importa lo que nosotros pensemos, importa lo que el@ cree de si mism@. No importa

lo que nosotros creamos, importa cómo se siente el@.

Tipos de reformulación

• Reiteración: Devolver las últimas palabras o palabras clave de lo que comunica

• Dilucidación: poner en orden lo recibido y devolverlo con mayor claridad

• Devolución del fondo emotivo: poner nombre al fondo emotivo de lo que se ha recibido

Personalización

La técnica de la personalización permite a la persona evitar la generalización y la

abstracción. He que la persona se haga cargo de su responsabilidad en el problema. Se

trata de centrarse en la persona que está delante, en sus recursos reales y en el grado de

capacidad que tiene o que desea, para superar sus dificultades. Tiene como objetivo

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focalizar a la persona en una comprensión auténtica de su problema evitando que pueda

acomodarse culpando a las circunstancias externas.

Tipos de personalización

Personalizar el significado

- ¿Qué significa para ti lo que estás viviendo?

Personalizar el problema

- ¿Qué haces tú para que tu problema deje de serlo?

Personalizar el sentimiento

- ¿Cómo te sientes al tomar conciencia de que el problema es tuyo y de lo que

significa para ti?

Normalización

La normalización disminuye el grado de malestar o angustia. Encuadra la dificultad dentro

de su contexto. Concebir la dificultad como algo no extraño o patológico, sino como algo

solucionable o tratable.

Afirmaciones que hagan ver a la persona que su problema es algo normal:

“siento mucho miedo de no poder ser un buen médico”

“Ser un buen médico es difícil, lleva muchos años de preparación. Es natural que sientas

miedo, estás empezando”

Hay un riesgo en la normalización y es que la persona puede no sentirse acogida en su

problema, que no estamos comprendiendo su malestar. Es importante “hospedar

emocionalmente” a la persona, haciéndole sentir que hemos comprendido su malestar

antes de usar esta técnica.

Confrontación

La confrontación es una de las técnicas más poderosas aunque, hay que buscar el momento

adecuado para utilizarla. Confrontar a una persona es hacerle tomar conciencia de las

divergencias que existen entre sus pensamientos, sentimientos y conductas:

Contradicciones entre ser y querer ser

En la autopercepción

Con las cualidades

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Con las debilidades

Para utilizar esta técnica, hay que crear un clima de confianza en el que nuestras palabras

sean específicas, concretas, directas y respetuosas. Se trata de una propuesta, no de una

imposición y tiene que llevar implícita una voluntad de ayuda y de respeto a la libertad y

responsabilidad de la persona.

Invitar a la acción

Se trata de resumir las alternativas con las que se cuenta, identificar las oportunidades y

buscar más alternativas de las que aparecen en un primer momento.

El uso de preguntas poderosas como ¿Qué más necesitarías? ¿Qué pasaría si tuvieses….?

¿Cuándo quieres empezar a cambiar esto o aquello? Invitará a la persona a tener una

actitud proactiva.

Beneficios de la escucha

“La escucha es un acto espiritual que está impregnado de competencia interior”

Como competencia inter personal, la escucha activa aporta muchos beneficios en nuestras

relaciones con los demás y con nosotros mismos:

Hace que se genere una comunicación positiva en un clima adecuado

Permite captar el sentido real del mensaje que estamos oyendo lo que evita malas

interpretaciones

Nos permite conocer mejor a los demás

Hace que busquemos recursos dentro de nosotros que no utilizamos de forma

consciente

Enriquece nuestro mapa

Es un acto de dar

Genera relaciones confiables

Escuchar desde el corazón y con el corazón se convierte en un instrumento de curación.

Ayuda a reinventarse y ofrece un “hospedaje emocional” que hace que el estado de malestar,

de angustia se reduzca.

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Bibliografía

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