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Las conceptualizaciones de la pobreza y sus
correlatos en materia de políticas
habitacionales/espaciales. S.C de Bariloche.
Introducción:
Las configuraciones espaciales que adquieren las ciudades y su relación dinámica con los distintos
actores sociales, colectivos e individuales, que recrean y habitan esos espacios, deben
problematizarse, siguiendo a Oslender (2002), como una expresión política y saturada de una
red compleja de relaciones de poder/saber que se expresan en paisajes materiales. Las
intervenciones en materia de política habitacional, por consiguiente, están atravesadas por las
representaciones que de esas relaciones tienen los sujetos que las definen. Tal como lo afirmara
Perez, consideramos que ¨toda representación, es indisociable de la intervención¨( Pérez, 2003,
pág 177 ).
En el siguiente trabajo, se apunta a analizar a través de dos estudios de caso concretos de
relocalización en San Carlos de Bariloche, cuáles fueron las conceptualizaciones que desde los
centros de poder se tuvieron respecto a la pobreza, a los sujetos, y al espacio en sí mismo y
cómo estas concepciones, se tradujeron en politicas concretas que generaron una espacialidad
determinada, y pudieron revertir o reproducir las situaciones de vulnerabilidad de los sujetos e
incluso aumentarlas. Además, me interesa indagar en cómo estas intervenciones afectaron la
cotidianeidad de los sujetos obligándolos a reconfigurar sus propias identidades construidas en
torno a los espacios que habitaban y habitan actualmente.
Palabras clave: Espacio, identidad, pobreza, vulnerabilidad, política pública, Estado, Dependencia,
Autogestión, Inclusion, cotidianeidad o vida cotidiana.
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1. Pensando ¨lo social¨
1.1 De lo Macro a lo Micro. Pobreza como carencia y vida cotidiana:
Procesos macro históricos tales como la globalización y la transnacionalización de la economía,
implicaron la aplicación de políticas neoliberales al interior de los Estados y el consiguiente retiro
de los mismos de su función de garantes de derechos básicos tales como la salud, la educación, la
justicia, el empleo y la posibilidad de ejercicio de una vida plena de derecho. Se visualizan así, una
serie de fenómenos que si bien no eran nuevos, si lo eran en extensión y abarcabilidad,
engrosándose las filas de desocupados y de personas en situación de extrema pobreza.
Múltiples autores han abordado en los últimos años la cuestión de la pobreza y la marginalidad en
America Latina. En todos ellos econtramos que el concepto, necesariamente está relacionado a
una situación efectiva de carencia. Al respecto, Perona y Rochi reflexionan acerca de la definición
de pobreza fuertemente sustentada por diversos autores como un ¨estado de carencia¨. Si bien se
comparte esta idea de estado de insuficiencia material, el cual puede tener diversos orígenes,
estructurales o coyunturales, tambien retoman que ese estado ¨...indica tanto una ausencia de
elementos esenciales para la subsistencia como una insuficiencia de herramientas para abandonar
aquella situación¨. ( Perona, Rochi, 2001 pág 1 ).
Esta redefinición propuesta por las autoras, nos conlleva a una doble interpretación de la pobreza,
a saber: Pensar en la pobreza sólo como carencia nos permitiría homogeneizar bajo un criterio
común a todos aquellos sujetos que se encontraran en similar situación. Ahora bien, al introducir
la noción de ¨insuficiencia de herramientas para abandonar aquella situación¨, se recupera un
sentido de acción de los sujetos que el manto de la carencia no nos deja ver.
Dentro de la homogeneidad que nos plantea la primera parte de la definición, encontramos que
los miembros que integran ese universo de pobrezas, tienen cada uno, como seres únicos e
irrepetibles, una trayectoria previa. ¨No se participa de la misma historia, y por lo tanto, serán
diversas las modalidades y posibilidades de enfrentarse a la situacion que los une¨.(Perona y Rochi
, 2001, pág 1). Desde esta consideración, es que el siguiente trabajo retoma la noción de ¨vida
cotidiana¨desarrollada por Graciela Castro,(2004) para dar cuenta de ese espacio de
atravesamiento donde el hombre desarrolla su actividad y crea y recrea su identidad en torno a
ella.
Por tanto, incorporar la vida cotidiana como categoría de análisis de lo social, deviene en
incorporar la perspectiva de los sujetos que frente a los procesos macro antes mencionados, y las
intervenciones en materia de política habitacional realizadas, se vieron obligados a reconfigurar
sus propias estrategias en los espacios microsociales que habitaban y habitan.
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1.2 Relación entre pobreza y configuración espacial:
Las configuraciones de las ciudades, están signadas por la interrelación de elementos tanto
territoriales, como político‐económicos, culturales y sociales. Retomando la tesis de Orslender
(2002) quien afirma que en los paisajes materiales se refleja una red compleja de relaciones de
poder/saber que atraviesan la sociedad, es que entendemos que la segregación social resultante
de relaciones desiguales de poder tiene un correlato claro en la espacialización de las ciudades,
que se manifiesta en la segregación espacial.
Como lo señala Perez, ¨la localización de los actores sociales, aparece asociada con la estructura
social del poder. Así, junto con la zonificación de las ciudades que se corresponde con las distintas
actividades económicas y sociales, coexiste una segregación urbana de los sectores sociales que
genera una distancia social muy evidente¨. (Pérez, 2003, pág 179).
El espacio como un bien escaso siempre ha sido fuente de conflicto, pero en un sistema que cada
vez genera más excluídos y menos posibilidades de acceso a la tierra por vías ¨legales¨( compra),
estos se acentúan y dejan ver la exclusión social claramente reflejada en la marginalidad espacial.
Un ejemplo concreto de estrategias de apropiación de territorio en tanto bien escaso, son las
llamadas ¨tomas¨ y el consiguiente levantamiento de asentamientos como formas habitacionales
propias de los sectores mas castigados.
San Carlos de Bariloche no es la excepción. Aquí, como lo señala Matossian (2010) los modos de
territorialización llevados a cabo por los sujetos, dieron como resultado un paisaje urbano
fragmentado, inmerso en un proceso de segregación intenso sobre el cual, se presentaba la
urgencia de la intervención estatal atendiendo a una multiplicidad de consideraciones, tanto
socioambientales, como político‐económicas y sociales.
2. Lugares, espacios y diseño urbano: El desafío de la intervención.
San Carlos de Bariloche presenta la característica de ser, desde sus inicios, proyectada hacia el
exterior como un centro de atracción turístico dada la belleza de su entorno natural. Entonces, se
presenta como una ciudad contradictoria entre lo que es realmente y lo que pretende ser
mostrado.
La expansión urbana hacia sectores periféricos de la ciudad se caracterizó por distintos procesos
en los cuales la presencia estatal tuvo distintos grados de intervención. Al respecto, Matossian
(2010) afirma que la misma, ¨se ha dado de manera acelerada, desordenada y compleja. El turismo
como actividad económica principal, una topografía accidentada, una casi nula acción
planificadora del municipio, un ejido urbano muy extendido y una composición social heterogénea,
acentuada por el sustantivo aporte migratorio interno y externo, junto a otros elementos, como el
alza en el valor de la tierra, han conformado un paisaje urbano con fuertes desigualdades
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socioespaciales¨.( Matossian, 2010, pág 2).
El ¨diseño urbano¨ históricamente ha tenido que lidiar con esta contradicción, y de acuerdo a las
conceptualizaciones que desde el poder se han tenido, tanto del fenómeno de la pobreza, como
de los pobres, como del espacio , las líneas de acción han sido bien diferentes y en algunos casos
han sido reproductoras lisas y llanas de las situaciones que se proponían o decían proponerse
erradicar, generando espacios pobres para los pobres.
Distintas modalidades de intervención, pueden visualizarse en diversos casos emblemáticos de
relocalización sucedidos en la ciudad de los cuales este trabajo retomará dos para su análisis; a
saber, el del Barrio 34 hectáreas, conformado en la década del `90, y el del Barrio ¨La Paloma¨,
conformado en la década del 2000.
Ambos barrios surgen de proyectos de relocalización de diversos asentamientos, entendiéndo los
mismos como ¨formas habitacionales de la pobreza¨ (Pérez, 2003, pág 179). La localización de los
mismos era principalmente cerca de la zona del Rio Ñireco, lo cual a su vez, representaba un factor
más de vulnerabilidad por tratarse de terrenos no aptos para la construcción por su exposición a
riadas, desmoronamientos y derrumbes debido a la proximidad al Rio y la inestabilidad de los
terrenos. A su vez, esta ubicación inicial era cercana al casco urbano, lo cuál hacía que la
pobreza, y sus expresiones habitacionales, fueran visibles, formando parte del ¨paisaje urbano ¨.
En torno a esta espacialidad, ilegítima pero elegida, los habitantes configuraron distintas
estrategias en los diversos ámbitos que según Castro (1998) hacen a la ¨vida cotidiana¨. Así, la
cercanía al centro facilitaba el acceso a la educación, a la salud pública, y a diferentes
herramientas para la búsqueda de empleo reduciéndose costos en transportes y tiempos en
traslados. Contemplar estas estrategias, siguiendo a Pérez (2003), implica problematizar el
espacio entonces como un lugar practicado, dinámico y construido a partir de las propias
dinámicas que le imprimen los sujetos que lo habitan, lo transitan, lo palpan, lo recorren, lo viven.
La urgencia de la situación de riesgo y la demanda de los vecinos para regularizar la situación de
tenencia de tierras, reclamaba la toma de medidas por parte del Estado quien tambien era
responsable de imprimir en el diseño de las políticas, una continuidad ( o no ) al trazado del
urbanización local que se venía desarrollando signado por el creciente desarrollo de la actividad
turística que comenzaba a instalarse y fomentarse como la actividad que guiaría el desarrollo
económica de la ciudad.
Cada proyecto de relocalización, sin embargo, respondió a una política de Diseño Urbano muy
distinta. A partir de la comparación de los dos procesos, intentaremos dilucidar cuáles fueron los
implícitos que estuvieron detrás de cada una, respecto a conceptos no sólo de naturaleza
espacio‐ambiental sino social.
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3. Los Proyectos:
3.1 Barrio 34 hectáreas. Unión:
Según el análisis de Matossian (2010), debemos encuadrar el origen del Barrio Unión, fruto de una
política de erradicación forzada sucedida en el período 1994.
Desde la óptica del Estado, se hacía inminente la necesidad de intervención. Pesaban diversas
presiones tanto de intereses inmobiliarios, como judiciales. La ley, claramente se inclinaba a favor
de la propiedad privada mientras a la vez, la cercanía al centro de los asentamientos cooptaba la
adhesión de un vasto sector empresarial dedicado a la rama turística, a la presión para la
erradicación de los asentamientos de manera inmediata.
Recuperando datos aportados por Matossian, ¨...la situación (de tomas) se prolongó durante los
años sesenta. En los setenta las distintas autoridades (dictaduras incluidas) "toleraron las diversas
organizaciones de los asentamientos... conscientes de su impotencia e incapacidad para resolver el
tema de fondo". Con el comienzo de la democracia la solución se restringió a intentar frenar las
presiones de los intereses inmobiliarios y judiciales y a demorar las órdenes de desalojo. En algunos
casos se llegó a regularizar la situación mediante un largo y engorroso proceso por el cual el estado
municipal declara estos sectores de interés social. Para lograr esto, en algunos casos el municipio
ha comprado los terrenos a privados...¨ (Matossian, 2010, pág 9)
Por último, la situación de ilegalidad y la posibilidad de desalojo inminente, llevó a los vecinos a
organizarse para presionar también al Gobierno Municipal para que interviniera en el asunto
garantizando un espacio en la ciudad legítimo. Así lo expresa uno de los testimonios de una vecina
de uno de los asentamientos recuperado por Pérez en su análisis: ‐¨Nos organizamos con los
vecinos para ver qué hacer con los terrenos, como no eran nuestros, empezamos a hablar y
conversar porque va a llegar un dia que nos van a sacar, y vamos a andar dando vueltas¨ (Pérez,
2003, pág 179).
En ese relato, se evidencia la tensión en la lucha por el espacio en tanto bien escaso, pero no sólo
ello sino que encontramos también, que esa lucha se dirime en función de relaciones de poder en
la cual el Estado está obligado a actuar como ¨mediador¨ garantizando tanto el cumplimiento de la
ley, como la solución al hábitat de una parte importante de su comunidad.
Así en la resolución nº 401 del Concejo Municipal del año 1990, se explicita la urgencia de la
adquisición de tierras aptas para solucionar la situación de las familias a relocalizar.
‐¨Que este Municipio se hace un deber ineludible en proporcionar una solución a dicho sector
carenciado, promoviendo la relocalización de por lo menos 300 familias en verdadero estado de
indigencia¨ y que _ ¨para ello, es menester adquirir tierras aptas, en el sector sudoeste de la
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ciudad¨ (Ordenanza nº 401, Concejo Municipal San Carlos de Bariloche, 25/07/1990).
Se desprende de ello, que la adquisición de tierras es, para ese Gobierno, la solución al estado de
indigencia de los habitantes de los asentamientos.
Se sanciona así, a fuerza de ordenanza, la compra de los lotes en el emplazamiento elegido, sito en
el sector Sur y Sudoeste de la ciudad, ¨considerada la oferta más conveniente¨(Pérez, 2003, pág
180). Sin embargo, tal como lo indicaba el código de planeamiento urbano, los terrenos que se
eligieron presentaban características claras de inhabitabilidad ya sea por su inestabilidad como por
su mayor exposición a los efectos climáticos negativos del invierno barilochense. Es una zona
que se encuentra tras el cerro Otto, camino al Bolsón, la cual por su altura y lejanía del lago y falta
de vegetación, es susceptible de sufrir mayores impactos frente a las condiciones climáticas de la
zona (inundaciones, nevadas impacto de los vientos, bajas temperaturas ).
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Un aspecto a destacar es la lógica meramente ¨territorial¨ que signó la ejecución de éste proyecto.
Por un lado se trataba de terrenos con escasa o nula inversión en infraestructura. Los mismos no
contaban con la instalación de servicios tales como el tendido eléctrico y la red de agua y gas por
lo que podemos inferir que el bajo costo inicial se traduciría en un mayor gasto a futuro al tener
que extender dichas redes de servicio.
Los terrenos adquiridos a su vez, se subdividieron en parcelas muy pequeñas, dejando lugar para
la instalación de una casilla al lado de otra, al margen de las particularidades de cada familia.
Como lo relata una operadora encargada de realizar los loteos iniciales del predio ¨ nosotros
teníamos un mapa que nos habían dado en tierras y viviendas y ahí nos decían la manzana y el
loteo de cada lote, y había lotes de 30 por 50 y lotes de 15 por 20¨. Frente a la pregunta de cómo o
bajo que criterios se realizó la adjudicación, la misma entrevistada responde: ¨‐y tocó lo que les
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tocó porque era como todo, como usurpación que se le llama ahora, y al que le tocaba le tocaba.
Algunas familias se enojaban y bueno, otras no lo tomaban re bien.¨*(1)
En esa subdivisión, y en la proyección general del Barrio, no se contemplaron tampoco
aspectos tales como accesibilidad, movilidad interurbana, espacios públicos, escuelas, salitas de
salud, etc. ‐¨No había nada, no. Solamente pasaba el aguatero dos veces a la semana a dejar el
agua a la gente y no había luz, había luz clandestina como le llaman y gas no nohabia¨, relata
nuestra entrevistada. También nos dice:‐¨el colectivo en ese tiempo llegaba hasta el frutillar
nomas despuéstenias que caminar...unas veinte cuadras ponele, media hora, una hora, depende
del lugar a dónde vivas¨. Claro está que esta situación iba a incidir directamente en la calidad de
vida de los vecinos que habitaran sus calles, así como en las estrategias de cotidianeidad posibles
de desarrollar. Por último, la no existencia de redes formales de contención social, como escuelas,
salitas de salud, plazas, y demáscoadyuvaron a acrecentar el escaso sentido de pertenencia al no
existir redes sociales formales que permitieran o facilitaran, la construcción identitaria colectiva.
‐¨Me da mucha bronca...A nosotros nos dejaron prácticamente como a un perro. Nos dejaron acá
tirados, prometieron que nos iban a dar madera, no nos dieron nada. Nos encargamos nosotros de
desarmar, de cargar, nos dejaron tirados como perros¨.(Pérez, 2003, pág 178).
Por otro lado, emerge una concepción escencialista de los sujetos en situación de pobreza como
un todo homogeneizable bajo el manto de carencia en éste caso de tierras, sin una
problematización de las implicancias que representa subjetiva y simbólicamente tal situación, y
desconociendo por lo tanto el impacto que la relocalización tendría en la vida cotidiana de los
vecinos significando en definitiva la reproducción y potenciación del estado de vulnerabilidad
vigente.
Aquí podemos observar entonces cómo las políticas públicas potencian la vulnerabilidad,
entendiendo la misma tal como lo señalaran Perona y Rochi ( 2001): ¨Vulnerabilidad, nos dicen, no
es lo mismo que pobreza si bien la incluye. Esta última hace referencia a una situación de carencia
efectiva y actual mientras que la vulnerabilidad trasciende esta condición proyectando a futuro la
posibilidad de padecerla a partir de ciertas necesidades que se constatan en el presente¨ (Perona,
Rochi, 2001, pág 2).
Según Pérez (2003) la lejanía de la ciudad interfirió crudamente en los trayectos cotidianos,
contribuyendo aún más a la desafiliación social tanto al exterior de la ciudad, como al interior,
debido a la fragmentación de las identidades colectivas que implicó el hecho de concebir el Barrio
como una sumatoria de individuos que se percibieron como indiferenciados. Esto implicó en suma,
una intervención estatal paternalista en la que los habitantes fueron concebidos como sujetos
tutelados, y no como sujetos de derecho. Así, no sólo no se logró revertir la problemática
habitacional, sino que se propició una re vulneración de las poblaciones relocalizadas.
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3.2 Barrio La paloma:
El proyecto denominado ¨22 familias¨ constituye un novedoso ejemplo de abordaje de la política
habitacional tanto desde el punto de vista social, cultural, político y técnico. Es un proyecto que si
bien buscaba resolver la problemática habitacional de personas en situación de vulnerabilidad,
también fue formulado desde sus inicios como un proyecto de desarrollo y promoción social,
orientado a , mediante la construcción cooperativa de viviendas, favorecer la inclusión social de las
familias participantes dentro de la comunidad local. Tal como se desprende del resumen
presentado del proyecto:
¨Ha sido el propósito de esta experiencia generar a través de un proceso de participación y
organización colectiva, la solución al hábitat, es decir, un diseño cooperativo de vivienda y del
barrio que las rodea, tomando en cuenta el conocimiento de cada participante, la transferencia de
instrumentos técnicos que favorecen la conceptualización del conocimiento aprendido y la
incorporación de otros para obtener un hábitat adecuado y apropiado a las necesidades de estas
familias, respetando el ambiente, natural y social, consolidando el tejido urbano y favoreciendo su
inclusión social en la comunidad local¨.(http://habitat.aq.upm.es/bpal/onu/bp1568.html, pág 1).
Como aspectos estrictamente referidos a la planificación, podemos aludir que la proyección del
Barrio se realizó desde una óptica que intentaba lograr una continuidad con el tejido urbano de la
ciudad. El emplazamiento del Barrio sería a continuación del Barrio San Francisco 4º,
relativamente cerca del centro y la ruta de circunvalación, respetando la extensión de la
urbanización tal como se venía desarrollando en la ciudad de S.C de Bariloche.
Retomando el concepto de segregación espacial propuesto por Pérez (2003), y entendiendo la
misma como la incapacidad e ilegitimidad de pertenecer a la ciudad y ser visto en ella, ésta
continuidad con el ejido urbano, puede pensarse entonces como una estrategia de promoción e
inclusión social. La noción de hábitat, en este caso, se planteó como un elemento central que
excedía lo meramente territorial y recuperaba sentidos identitarios, tanto individuales como
colectivos. Su significación coincide con la propuesta de Pérez (2003), quien entiende que ¨...el
hábitat, posee un significado cultural y en la configuración de la identidad urbana, se articulan la
ciudad, el Barrio y las viviendas...¨ (Perez, 2003, pág 178).
Otro de los aspectos más innovadores fue la interpelación permanente a las familias
participantes. Siguiendo a Nussbaun (1996), la calidad de vida que alcanza una persona depende
de la capacidad para elegir el modo de vida y esto está indisolublemente ligado a la libertad.
Frente a la urgencia que imponía la necesidad habitacional, se presentaron dos proyectos al grupo
de familias. Uno de relocalización, en el que el Estado se comprometía solo a lo referido a la
construcción y posterior traslado, y otro de consolidación del mismo proceso en forma
cooperativa, capacitando a los protagonistas por medio de talleres tanto de diseño y construcción
de viviendas, como de mecanismos de autogestión destinados a generar los fondos para su
ejecución. Ante la posibilidad de opción, los vecinos optaron por unanimidad por la segunda.
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La metodología de ¨taller participativo¨, a la vez que transmitía un conjunto de conocimientos
técnicos a los participantes, recuperaba prácticas, sentidos y necesidades percibidas por los
mismos y tendía en el mismo proceso a reforzar las relaciones de confianza entre los diferentes
actores sociales. Tal como lo afirmara Castro ( 1998) , la crisis social que se atravesaba a nivel
macro se reflejó en un resquebrajamiento de las relaciones de confianza hacia las instituciones:
¨la globalización enmarcada en una ideología neoliberal contribuye a reforzar la tendencia hacia la
desconfianza por cuanto privilegia el mercado por sobre las instituciones, incidiendo por
consiguiente en las relaciones de confianza que se podrían establecer entre los actores sociales¨(
Castro, 1998, pág. 4). Recuperar esa confianza, afirma Nussbaum, diseñadora del proyecto y
una de las entrevistadas, fue: ‐ ¨...prioritario para desde ahí, desarrollar acciones conjuntas que
lograran satisfacer, dar, una solución al hábitat¨.
A su vez, esta apertura generó la posibilidad de tejer un nuevo lazo entre la Sociedad Civil y el
Estado. En otras palabras, entendemos que el espacio se problematizó desde la relación que este
guarda con la posibilidad de ejercer una ciudadanía digna, plena de derechos. Partícipes del
equipo técnico afirman al respecto que: ¨las proyecciones e intervenciones hechas en materia
habitacional, concebidas desde los escritorios de los funcionarios, han sido reproductoras de
espacios suburbanos grises, y vacíos de contenidos para los seres que los habitan. De esta forma,
se ha observado históricamente que en la intervención clásica para la resolución de la
problemática habitacional, se ha producido una re‐vulneración de las poblaciones pobres,
manifestada explícitamente en la espacialidad que arbitrariamente les fue
asignada¨.(http://habitat.aq.upm.es/bpal/onu/bp1568.html, pág 6, 7).
Las viviendas, por lo tanto, y el diseño general del Barrio, debían contemplar esta consideración.
Para ello, se siguió un plan estratégico‐metodológico que constó de tres etapas previas a la
construcción, en las cuáles entendemos se horizontalizaron aquellas relaciones de poder/saber de
las que nos hablaba Oslender (2002). La transferencia de conocimientos, su democratización, y su
dialéctica permanente con los saberes populares, constituyó un eje primordial a lo largo del
proceso.
La primera de estas etapas fue de análisis físico y ambiental del terreno, la segunda relativa al
análisis funcional de las viviendas. Este aspecto, remarcan, requirió un trabajo intenso de
concientización de las propias necesidades del grupo ya que muchos de ellos al venir
reproduciendo desde la infancia situaciones de vulnerabilidad habitacional, poco podían
conceptualizar acerca de las ¨verdaderas necesidades de las familias en un hábitat saludable que
incluya no sólo la propia vivienda sino también el conjunto
urbanizado...(http://habitat.aq.upm.es/bpal/onu/bp1568.html, pág 2). Por último, se trabajó
conjuntamente en la elaboración de prototipos habitacionales de 1, 2, y 3 habitaciones en
respuesta a esas necesidades percibidas.
Otro de los datos llamativos que resulta interesante para analizar, es el incremento en el nivel de
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participación y en la heterogeneidad que fue tomando la misma. Se pasó de un grupo inicial
constituido por diez familias a uno final consolidado por veintidós, y al interior del mismo grupo se
observó un incremento en la participación de mujeres y niños. ¨Al principio sólo se escucharon las
voces de los hombres, lideres naturales de la comunidad, pero a lo largo del proceso se ha
observado que las intervenciones principales procedían de las mujeres, las que más tarde discutían
problemas y dudas¨ (http://habitat.aq.upm.es/bpal/onu/bp1568.html, pp 3). Este fue un aspecto
notable ya que inicialmente los hombres de las familias eran los que intervenían. Pero como lo
relata uno de los protagonistas de este proceso, muchos de ellos debían salir a trabajar
cotidianamente y entonces sucedió que las mujeres comenzaron a involucrarse, a participar y a
capacitarse, a nivel operativo y técnico.:‐ ¨Mi cuñada es la que más levanto la casa. Yo empecé a ir
a cubrir a mi hermano porque salía a changuear pero mi cuñada levanto los tirantes, hizo la platea,
todo mi cuñada¨.
En ese relato del hermano de unos de los vecinos del grupo, encontramos tanto la evidencia del
rol asumido por las mujeres, como de uno de los aspectos innovadores que refiere al proceso
cooperativo en la construcción de las viviendas. Una de las pautas que señalan los referentes del
proyecto como base de sostenibilidad del mismo se refiere al asentamiento de bases de trabajo
claras en donde cada uno de los agentes conociera y asumiera compromisos y responsabilidades.
En el relato, ¨cubrir¨ al hermano significaba cumplir los horarios establecidos por cada familia para
trabajar, asistir a las reuniones, etc. En este acto, se evidencia el sentido de apropiación del
proyecto por los integrantes no sólo respetando el propio rol dentro de la cooperativa sino
manifestando un respeto también hacia los pares con quienes se hallaban comprometidos en el
mismo proceso.
Los datos analizados y los resultados obtenidos, nos revelan entonces que en este proceso, el
Estado ha intervenido metodológicamente, siguiendo un lineamiento socio‐territorial en el que
fue fundamental la transferencia de saberes entre el equipo técnico y el grupo, junto con la
reflexión crítica de la realidad. Si bien se reconoce que frente a la urgencia que demandan las
situaciones de subsistencia, el camino cooperativo es lento y demanda mayor esfuerzo, son
precisamente estas dificultades que han atravesado, las bases que permitieron la verdadera
apropiación del proyecto por sus protagonistas y la generación del movimiento producido desde el
asistencialismo estatal a la promoción y la autogestión.
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4. Conclusión:
El presupuesto orientador que signó este trabajo, fue la consideración de que toda
representación, se halla indisolublemente ligada a una modalidad de intervención. Haciendo el
recorrido inverso, es decir, partiendo de dos casos de intervenciones concretas, hemos intentado
dilucidar aquellas representaciones epistemológicas, ontológicas e ideológicas, acerca de una
realidad social compleja y sus actores, que se definen siempre desde los sectores dominantes,
pero que inciden directamente tanto en la conformación de una espacialidad determinada como
en las cotidianeidades de los sujetos que crean y recrean sus vidas en torno a la misma.
Diversos interrogantes nos han llevado a la necesidad de indagar sobre diferentes ejes que
consideramos claves a la hora de pensar en una verdadera solución al hábitat.
Así, hemos encontrado que las distintas modalidades de intervención han impactado
diferencialmente tanto en la configuración urbana de la ciudad, como en la relación y las
posibilidades de interacción entre el Estado y la Sociedad Civil, como en los niveles microsociales
de interacción de los sujetos relocalizados, facilitando o dificultando el acceso y la generación de
estrategias de supervivencia frente a una realidad social desigual.
El contraste entre ambos ejemplos evidencia que lo territorial, no necesariamente determina lo
social. El análisis de la relocalización que dio origen al Barrio 34 hectáreas, demuestra que la mera
adjudicación de títulos de propiedad, no logró revertir la situación de vulnerabilidad de las
familias, sino que en vez esta se constituyó como un acto más de vulneración de los derechos de
los sujetos, que conllevó en su seno el germen de la reproducción de un sistema desigual de
reparto no solo de bienes materiales, sino simbólicos. La exclusión social, fue deliberadamente
emplazada en un entorno marginal.
Por otro lado, la percepción de los sujetos como un todo homogeneizable, llevó a considerar que
por el sólo hecho de compartir un espacio geográfico se conformaría un Barrio. Nuestra
perspectiva teórica sin embargo, coincidiendo con la línea propuesta por Matossian (2010) y
Castro (1998), advierte que el Barrio, no surge solo de un recorte histórico o administrativo, sino
también de las actividades cotidianas que realizan los ahí residentes y que se articulan con otros
espacios, generando un sentido de pertenencia e identidad, o como lo sugiriera Pérez (2003), un
¨relato¨ en común. La no existencia de éste relato común, devenido de la sumatoria de
individuos percibidos como indiferenciados, contribuyó a una doble exclusión para las familias
relocalizadas, tanto al exterior de la ciudad como al interior de las viviendas, aumentando la
fragmentación social.
En este sentido, el proyecto de diseño cooperativo del grupo de las 22 familias, implicó un desafío
al paradigma imperante. El mismo, fue concebido desde una perspectiva ¨socio‐territorial¨ cuyo
objetivo fundamental, sería dar respuesta a la problemática habitacional a la vez que se lograra
fortalecer la pertenencia y la identidad de los sujetos a su barrio. Esto solo podía ser posible
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democratizando y garantizando la participación colectiva a lo largo de todo el proceso.
Por esta razón, es que el ejemplo del proceso sucedido en la conformación del Barrio ¨22 familias¨,
nos ha permitido pensar y entender que quizás la clave para la reversión de la problemática
habitacional, se halle en enfrentar el desafío metodológico que implica recuperar el valor de los
sujetos como sujetos de derecho, y de favorecer las posibilidades efectivas para ejercerlos. En ese
movimiento de recuperación y visibilización del ¨otro¨, se produce a su vez un movimiento que
cuestiona las bases de una cultura arraigada en una relación históricamente paternalista entre el
Estado y la Sociedad Civil, en la cual, esta se mueve de una relación de dependencia hacia una de
autogestión.
Creemos, a la luz de ésta investigación, que para desarrollar una verdadera solución al ¨hábitat¨
deviene necesario incorporar una perspectiva geo crítica que problematice y desnaturalice el
fenómeno mismo de la pobreza, incorporando una óptica que no sólo enumere las características
que la definen, sino que contemple su contextualización dentro de un sistema que
estructuralmente la genera y reproduce, pero que también, a la luz de los ejemplos, puede
revertir.
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metodológica para el estudio de las condiciones de vida de los Hogares¨. Revista de temas sociales
nº 8 ISSN 1514‐9331, KAIROS ediciones.
ANEXOS:
*(1) ‐ Transcripción entrevista Liliana Silva, operadora Tierras y Viviendas 1997/98.
*(2) – Copia Diseño cooperativo de viviendas ¨Las 22 familias¨ San Carlos de Bariloche.