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La Catalogación: ¿algo para sentirse satisfechos?
Robert L. Maxwell
3a. Conferencia Regional sobre Catalogación
Universidad Autónoma de San Luis Potosí
28 de marzo de 2011
Me gustaría empezar expresando mi gratitud a los organizadores de esta Conferencia y quienes
hicieron posible nuestra participación, especialmente a Julia Margarita Martínez Saldaña. Estamos
verdaderamente honrados estar aquí y esperamos que aprendan mucho de RDA durante los días que
estaremos juntos. Cuando Julia me invitó presentar, le expliqué que me sentía mal por no poder hablar
español. Entonces ella también invitó a mi colega, John Wright, para que el viniera ayudarme en calidad
de traductor. Estoy muy agradecido a John por su ayuda, incluyendo la traducción de esta ponencia.
Quiero presentar mi ponencia en español, así que esto es una especie de un experimento. Espero que
disculpen mi mala pronunciación. Ojalá que me puedan entender aunque hable un español con acento
francés. Podrán hacer preguntas al finalizar mi ponencia, pero tendré que contestarles en inglés [o con
la ayuda de John y de Julia Margarita].
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Me gustaría comenzar con una confesión. Soy un adicto a la catalogación. ¡Estoy muy
entusiasmado de ser un catalogador! Espero que se sientan igual. ¿La catalogación es una adicción,
verdad? Y quienes como nosotros que somos débiles frente las tentaciones de organizar la
información—también conocido como el hecho de catalogar—tenemos un vínculo común que nos une.
No importa en cual parte del mundo que nos encontremos. Nos gusta la catalogación, y no nos importa
quién lo sabe.
Pero, mientras que a algunos nos gusta catalogar, tenemos que reconocer la verdad, que
algunos de nuestros colegas bibliotecarios creen que la catalogación es un proceso muy aburrido. ¿Es
difícil imaginarlo, no?
Me acuerdo de un incidente que ocurrió cuando mi esposa y yo estábamos en Canadá
estudiando para obtener los grados de doctorado en la Universidad de Toronto hace 20 años. Un día,
algunos amigos que vivían en el mismo edificio, Tom y Lillian, estaban caminando con nosotros. Tenían
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un hijo, Nathan, de la misma edad de nuestra hija. Íbamos caminando, hablando de cualquiera cosa
cuando Lillian exclamó de repente, “No van a creer esto. ¡Esta mañana, yo estaba hablando con Nathan
y él me dijo que quiere ser biblioteCARio!”
Ahora bien, aunque yo ya había completado mis estudios de bibliotecología en la Universidad de
Arizona hace algunos años, estaba en un programa de doctorado en lenguas clásicas, la bibliotecología
no era todo en mi propia visión de futuro. Aún así, sentí la reacción por parte de mi amiga en cuanto a
lo que supone la elección de esta profesión de parte de su hijo de 6 años como algo bastante
sorprendente. Me di cuenta que la bibliotecología como profesión sufre de una imagen pública
problemática. Nunca olvidaré el tono de desdén en la voz de mi amiga al dejar perfectamente claro que
no creía que la bibliotecología fuera una profesión buena para un joven considerando el futuro, aunque
se tratara de un chico de seis años.
Bueno, ¿y qué de la carrera de la catalogación? ¿Qué diría mi amiga Lillian si Nathan hubiera
dicho que quería ser catalogador? No sé cuál es la opinión aquí en México, pero en los Estados Unidos,
nosotros—los catalogadores—recibimos muchas burlas de nuestros colegas bibliotecarios. Nos acusan
de ser gente demasiado exigente o quisquillosa, muy detallista, preocupada por hacer todo correcto. En
otras palabras, ¡nos consideran gente aburrida!
Por cierto, no estoy diciendo que no hay gente dentro de nuestra profesión que nos respeta y
aprecia, especialmente por lo que hacemos, pero hay muchos bibliotecarios que no entienden lo que
hacemos y no quieren entender. ¿Por qué sucede eso? Hace algunos años, la bibliotecología como
carrera ha tratado de recrear su imagen entre la opinión pública. No voy a comentar sobre el éxito
bueno o malo de esta recreación, pero tal vez sea necesario para nosotros—los catalogadores—dentro
de la carrera, recrear la imagen de los catalogadores y promovernos, así como promover las
contribuciones que hacemos a la profesión.
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Me doy cuenta de que un aspecto del estereotipo del catalogador debe ser verdadero por
algunos de nosotros. Muchos nos ven como personas reclusas, quienes escogieron este aspecto de la
bibliotecología porque no querer que nos pusieran en contacto con demasiada gente. Pero
seguramente, hay un poco de esto en cada uno de nosotros. Así que tenemos que evitar estas
tendencias. Tenemos que ponernos de pie y hablar con otros bibliotecarios acerca de nuestro trabajo y
como les ayudamos a hacer su trabajo.
Hace algunos años, estaba en una reunión de servicios públicos. El director de esa división
felicitaba a los bibliotecarios que trabajan en referencia porque habían recibido elogios de los usuarios
por su buen trabajo. Aquí encontré una buena oportunidad de enseñarles y lo hice. Hablé usando un
tono muy humilde y respetuoso y les dije que ellos tienen éxito en su trabajo a causa del buen trabajo
que hacemos los catalogadores. Ellos dependen de la manera consistente en que asignamos
encabezamientos, puntos de acceso, etc. Creamos herramientas útiles para ellos. Nadie se ofendió, y
de esta forma entendieron más las cosas que hacemos. No tenemos que hablar con voces lloronas, ni
belicosas. ¡Pero si tenemos que hablar!
Y tenemos muchas razones para sentirnos satisfecho con el trabajo que hacemos, porque lo
hacemos muy bien.
Los catalogadores han existido desde hace miles de años. Hemos encontrado inventarios
escritos en tablas de arcilla cuneiforme elaboradas en horno en las bibliotecas antiguas del Medio
Oriente que son representantes de la catalogación. Listas semejantes existen en otras partes del
mundo antiguo, cuyo uso continuó durante el período medieval.
Uno de los más famosos catálogos de épocas primitivas es el creado en África por la biblioteca
de Alejandría, elaborado por Calímaco, guardián de la biblioteca. Se estima que esta biblioteca contenía
desde quinientos hasta setecientos mil rollos, lo que la hacía candidato para el control bibliográfico.
Calímaco escribió un trabajo de ciento veinte tomos titulado Pinakes que fue una bibliografía de toda la
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literatura griega que se encontraba en la biblioteca de Alejandría. En otras palabras, era un catálogo.
No sobrevivió, pero estaba organizado por tema, con obras individuales identificadas por la primera
línea del rollo y también por el número de líneas contenidas en cada rollo.
Listas similares fueron creadas por otras bibliotecas en los siglos siguientes, pero la catalogación
que utilizamos hoy en día realmente empezó en el siglo diecinueve.
Durante la mitad de la década de los mil ochocientos treinta (1830s), El Museo Británico, la
biblioteca primera del mundo en esta época del mundo occidental, descubrió que su catálogo (que fue
editado en mil ochocientos diecinueve (1819) era tristemente anticuado. Este catálogo fue publicado en
forma monográfica de siete tomos, con entradas por cada libro. Desde mil ochocientos diecinueve
hasta mil ochocientos treinta (1819-1830), habían creado veinte volúmenes más de entradas. Podemos
imaginar la complejidad de usar los veintisiete tomos. ¡El Museo Británico alcanzó un punto de crisis!
Nadie podía encontrar los libros usando los tomos. Un italiano de buen talento, Antonio Panizzi, fue
asignado desde mil ochocientos treinta y siete (1837) como el conservador del departamento de libros
impresos, y tuvo la encomienda de crear un nuevo catálogo.
Sus jefes pensaban que lo iba crear usando un proceso de cortar e intercambiar todas las
entradas que se ha acumulado a través de los once años de su existencia, pegándolas en nuevas páginas
como copias para imprimir una nueva lista, usando la misma organización y reglas de catalogación de la
edición anterior. Pero, Panizzi no encontraba convenientes las reglas usadas para preparar el catalogo
del mil ochocientos diecinueve (1819). Entonces, él y algunos otros bibliotecarios desarrollaron nuevas
reglas con el objetivo de “estandarizar el formato de los registros bibliográficos con detalles suficientes
para diferenciar un registro de otro.” Estas nuevas reglas representan las famosas noventa y un reglas,
las cuales fueron editadas en mil ochocientos cuarenta y uno (1841) como el prólogo del primer tomo de
las reglas creadas por Panizzi. Dentro de este primer tomo—que incluyó solo la indización de entradas
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empezando con la letra “A,” Panizzi incluyó una nueva disposición del formato con nuevas reglas
descriptivas.
Lo irónico es que este primer tomo editado por Panizzi, también sería el último tomo de la
nueva edición del catálogo del Museo Británico. El primer tomo del nuevo catálogo por Panizzi causó un
gran revuelo, y Panizzi fue denunciado, cesó su trabajo, y en mil ochocientos cuarenta y siete (1846),
una comisión gubernamental fue asignado para “inquirir la Constitución y Gobierno del Museo
Británico.” Esta asignación fue denominada, “La Comisión Real.” En cuestión estaban las nuevas reglas
de catalogación que estableció Panizzi. Argumentos fuertes fueron hechos por un arreglo clasificado en
vez de la disposición alfabetizada por autor que hizo Panizzi. Algunos aun discutían por un arreglo por
título.
En su defensa, Panizzi explicó que su catálogo tenía un nuevo propósito. Que sería más que una
guía para encontrar títulos conocidos, por lo cual una lista de títulos sería, por cierto, suficiente.
Además de ser un catálogo, el nuevo propósito de Panizzi era guiar al lector no solo al título que quería,
pero también lo guiaría a otras ediciones o traducciones del mismo título; también, su nuevo propósito
suponía ayudar al lector descubrir los otros títulos escritos por el mismo autor que también se
encuentren en la biblioteca. Las listas clasificadas y las listas de títulos no funcionarían para estos tipos
de búsquedas. En otras palabras, Panizzi estaba estableciendo uno de los principios fundamentales de
la bibliotecología moderna, el principio de la autoría, y también mirando hacia el futuro, uno de los
principios del siglo veintiuno, “La conveniencia del usuario.” También estableció otro principio de la
catalogación moderna—la representación precisa. Sus reglas determinaron la información bibliográfica
copiada directamente del recurso, por ejemplo, el título de la portada—sin abreviar ni modificar
palabras. Sus reglas concebían los libros no como objetos individuales que necesitan ser registrados en
el inventario (como fue el pensamiento de las reglas anteriores), sino como manifestaciones de Obras
(usando el vocabulario de los FRBR). Panizzi preparó una defensa bien detallada para los comisarios de
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la Comisión Real, y ellos decidieron en su favor. Éste fue un evento crucial, que sentó las bases de la
catalogación para el siguiente siglo y medio. ¿Es este un logro profesional sobre que podemos
emocionarnos? ¡Sí, lo es!
Espero que no se ofendan si me centro en los Estados Unidos, pero el siguiente par de
desarrollos tuvo lugar allá y son muy interesantes.
En mil ochocientos sesenta (1860), poco después de las aventuras de Panizzi, Charles Ammi
Cutter, quien dio su nombre al concepto de “Cutter numbers” que es importante en el sistema de
clasificación de Dewey, llegó a ser asistente de Ezra Abbot, el bibliotecario de la Universidad de Harvard.
Abbot estaba preparando un nuevo catálogo impreso. Cutter le ayudó, aunque él prefería el concepto
de un catálogo de fichas (el fichero). En mil ochocientos sesenta y ocho (1868), Cutter fue nombrado el
bibliotecario del Ateneo de Boston (Boston Athenaeum), la biblioteca que tenía una colección de
setenta mil libros y era en esa época la colección (y la tercera biblioteca) más grande en el país. Esta
biblioteca, también necesitaba de un nuevo catálogo como todas las otras bibliotecas de que hemos
hablado necesitaban. (¡Parece que el trabajo de crear catálogos nuevos fue El Trabajo de mediados del
siglo diecinueve, en la misma manera que la conversión de catálogos impresos a catálogos electrónicos
fue El Trabajo del siglo veinte!). Toda esta experiencia al crear catálogos le permitió a Cutter editar en
mil ochocientos setenta y seis (1876) su libro Rules for a Printed Dictionary Catalog. Poco después,
Cutter eliminó del título la palabra “printed”, resultando en su libro Rules for a Dictionary Catalog,
porque Cutter realmente no fue un defensor del catálogo impreso. El apoyó el concepto de un catálogo
de fichas—o mejor dicho, un fichero—por razones obvias para nosotros, pero no obvias para sus
contemporáneos. En este trabajo, él estableció sus famosos objetivos del catálogo, los cuales debemos
repetir en este momento:
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Los objetivos del catálogo son:
1. Facilitarle a una persona encontrar un libro del cual es conocido:
a. El autor
b. El titulo, o
c. El tema
[Diríamos nosotros que este objetivo es la función de encontrar del catálogo]
2. Mostrar lo que tiene la biblioteca
a. Por cualquier autor
b. Por tema
c. Por tipo de literatura (es decir, por género)
[Diríamos nosotros que este objetivo es la función de ubicación del catálogo]
3. Ayudar en la selección del libro
a. Por su edición (bibliográficamente)
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b. Por su carácter (literario o de tema)
[Diríamos nosotros que este objetivo es la función de identificación del catálogo]
Las reglas de Cutter fueron influyentes, pero nunca tuvieron aceptación mundial. Sin embargo,
sus “objetivos del catalogo” llegaron a ser unos de los principios fundamentales de la teoría de la
catalogación. ¿Entonces, es la presencia de principios subyacentes de nuestro trabajo algo sobre que
podemos emocionarnos? ¡Si, lo es! No puedo pensar en ninguna otra área de la bibliotecología que
tenga tantos principios fundamentales tales como los que se establecen en el área de organización de la
información, o en otras palabras, el de la catalogación.
En las últimas décadas del siglo diecinueve, fueron formulados otros códigos de la catalogación.
Pero, como los de Cutter, no tuvieron aceptación mundial. Solo se dieron a la luz estos nuevos códigos
en las bibliotecas en que se originaron. ¿Y, por qué no? No importaba mucho si una biblioteca creaba
su catálogo de acuerdo a normas diferentes de otra biblioteca. Lo importante era establecer un
catálogo coherente consigo misma. Pero, un desarrollo a finales del siglo, cambió todo.
En mil novecientos uno (1901), la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, anunció que
haría disponible, a costo mínimo, reproducciones de las fichas impresas de su catálogo a cualquier
biblioteca que las quisiera. Estas fichas del catálogo llegaron a ser muy popular en los Estados Unidos
(no sé si hubo interés en comprar estas fichas de catálogo aquí en México) porque la compra barata de
una ficha con la catalogación del libro significaba que la biblioteca no tendría que pagar el costo caro de
la catalogación original del libro. Sin embargo, este desarrollo hizo esencial el concepto del acuerdo (o
de compatibilidad)—porque una biblioteca solo puede usar fichas producidas por otra biblioteca si estas
pueden ser integradas en su propio catálogo, y la integración solo puede ocurrir si la biblioteca está
siguiendo las mismas reglas de catalogación que se usan en la biblioteca que produce las fichas. Así que
rápidamente se estableció un comité para reconciliar las reglas que estaban usando la Asociación de
Bibliotecas Americanas (ALA), la Biblioteca del Congreso y las reglas británicas. El comité trató de
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publicar un código conjunto en el año mil novecientos y ocho (1908). Desafortunadamente, aunque
estaban de acuerdo con muchas partes de las reglas, los dos lados del Atlántico no podían estar de
acuerdo con todo, entonces ambos publicaron sus propias reglas—las británicas y las americanas. Me
interesaría saber cuáles reglas de catalogación estaban en uso en México durante esta época.
Inmediatamente después de la publicación, se suscitaron problemas en la catalogación que no
estaban cubiertos en las reglas, y así, especialmente en los Estados Unidos, se emitieron normas
complementarias, según era necesario, por la Biblioteca del Congreso que fueron bien recibidas y
seguidas. Debido a que estas reglas suplementarias fueron emitidas para resolver problemas prácticos y
no de principios, llegaron a ser aparatosas. La necesidad de hacer una revisión de las reglas se hizo
obvia en la década de los treinta (1930s), pero a causa de ciertos eventos en Europa, los ingleses no
podían participar completamente, y, de repente, la Asociación de Bibliotecas Americanas publicó solo,
ALA Catalog Rules for Author and Title Entries en mil novecientos cuarenta y nueve (1949). Estas reglas
fueron bien criticadas y no se adoptaron en Inglaterra. Existía de nuevo un sentimiento de crisis en el
mundo de la catalogación, y después de solo cinco años un comité de revisión fue nombrado con
Seymour Lubetzky como presidente. Este comité preparo un bosquejo de un nuevo código en mil
novecientos sesenta (1960).
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En mil novecientos sesenta y uno (1961), se convocó en París la Conferencia Internacional sobre
Principios de la Catalogación, la cual produjo una declaración conocida como Los Principios de París
sobre los cuales se han basado todos los códigos posteriores de la catalogación del mundo.1
Estos principios fueron presentados en la declaración de la función del catálogo:
2. Funciones del Catálogo
El catálogo debe ser un instrumento eficiente para averiguar si la biblioteca contiene un libro
particular especificado por:
a. Su autor o título, o
b. Si el autor no sea nombrado en el libro, solo su título, o
c. Si el autor y el título son inadecuados o insuficientes por la identificación, un substituto
adecuado por el título; y
1 International Conference on Cataloguing Principles (Paris : 1961). Report. – London : International Federation of
Library Associations, 1963, p. 91-96. Available in English at http://www.d-nb.de/standardisierung/pdf/paris_principles_1961.pdf.
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a. Cuales obras de un autor particular y
b. Cuales ediciones de una obra particular se encuentran en la biblioteca.
Muchos de los resultados de la Conferencia de París fueron basados en la obra de Lubetzky, y se
ejecutaron planes para nuevos códigos en todo el mundo. En los Estados Unidos e Inglaterra, estos
planes se desarrollaron como las Reglas Anglo-Americanas de la Catalogación (AACR) en la década de los
sesenta (1960s).
Ay! De repente, entraron los administradores americanos. La Asociación de Bibliotecas de
Investigación (ARL), y la Biblioteca del Congreso—las bibliotecas con colecciones mayores—se
preocuparon que el nuevo enfoque de principios resultara en cambios demasiado grandes que les fuera
a costar mucho dinero para revisar sus catálogos. (Temores similares existen hoy en las mentes de
algunos administradores al pensar en la adopción de RDA.) Los británicos rechazaron la discusión
americana de que sería carísimo implementar el nuevo código de RCAA, y entonces RCAA fue editado en
dos versiones en mil novecientos sesenta y siete (1966)—uno británico (que iba más de acuerdo con los
principios de Lubetzky), el otro americano (el cual quedó lleno de compromisos y derechos de caso).
Inevitablemente, eso no funcionó, y algunos empezaron a trabajar en un nuevo código—el
resultado era la versión de RCAA2 publicado en mil novecientos setenta y ocho (1978). Representa,
finalmente, un código basado en principios. Su editor, Michael Gorman, lamentó que llevara el nombre
de RCAA2 porque realmente no se trataba de una revisión sino de un nuevo código. En realidad, los
administradores todavía estaban haciendo esfuerzos en mil novecientos setenta y ocho (1978), y es
posible que si hubiera sido presentado como un nuevo código en vez de simplemente una revisión, tal
vez nunca hubiera sido aceptado.
El desarrollo de reglas y principios de la catalogación, no existía solamente en el mundo anglo-
americano. En el siglo dieciocho, la Real Biblioteca de Madrid produjo Reglas que se han de observar
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para hacer las cedulas para un índice general.2 No fueron publicadas, pero en mil ochocientos cincuenta
y siete (1857), Instrucción para formar los índices de impresos existentes en la Biblioteca Nacional fue
publicado3, seguido en mil ochocientos ochenta y dos (1882) por Instrucción para formar los índices
impresos de las bibliotecas administradas por el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios.
Índice de autores y de títulos.4 En mil novecientos y dos, un código español de catalogación basado en
las reglas prusianas fue publicado y titulado Instrucciones para la redacción de los catálogos en las
Bibliotecas Públicas del Estado.5 (Por casualidad, este fue el mismo año que apareció la edición del
primer código anglo-americano de la catalogación.) Después de la promulgación de los Principios de
París, una nueva edición de las Instrucciones, basada en parte en los Principios de París, fue editado en
mil novecientos sesenta y cuatro (1974). En mil novecientos ochenta y cinco (1985), la Dirección
General del Libro y Bibliotecas del Ministerio de Cultura publicó Reglas de catalogación basada en
International Standard Bibliographic Description así como las RCAA2.6
Las RCAA2 fueron traducidas al español en mil novecientos ochenta y uno (1981)7, y fue
adoptada en América Latina en vez de las reglas españolas.
Antes de continuar, quiero hacer una pausa y considerar la tecnología que nos permite organizar
la información y realizar el control bibliográfico. Ya he mencionado que el control bibliográfico fue
realizado por medio de listas organizadas en varias formas. El siguiente paso era publicar estas listas en
forma del libro. Esto tuvo la ventaja de ser permanente, y una ventaja más importante era la capacidad
de producir muchas copias de las listas para que pudieran ser consultadas en muchos lugares y no solo
en la propia biblioteca. Estoy convencido que esta innovación fue el comienzo de la idea de las
2 Information about the development of Spanish cataloging rules is derived from Ana Belén Rios Hilario, “Análisis
de la funcionalidad de la parte descriptive de las reglas de catalogación españolas mediante la aplicación del modelo entidad-relación (E-R),” Anales de documentación no. 10 (2007): 345-359. 3 (Madrid : Rivadeneyra, 1857)
4 Madrid : Imprenta del Colegio Nacional de Sordo-Mudos y de Ciegos, 1882.
5 Madrid : Tipografía de la Rev. de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1902.
6 Madrid : Ministerio de Cultura, Dirección General del Libro y Bibliotecas, 1985.
7 México : Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1981.
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bibliotecas modernos de compartir y prestarse recursos entre sí. Esto fue posible debido a que los
usuarios remotos podían conocer las colecciones bibliotecarias sin verlas. Pero, una desventaja mayor
de los catálogos publicados fue la realidad de que al ser publicados, ya han llegado a ser obsoletos.
Pero, este obstáculo fue vencido por una idea brillante—el fichero—que permitió la actualidad continua
del catálogo. Con la innovación de la Biblioteca del Congreso por vender fichas, comenzó la idea de
compartir en la obra de la catalogación, usando la copia bibliográfica de otras bibliotecas. Al contrario,
la desventaja más grande del fichero era usarlo en un solo lugar. No era portátil. Una solución fue la
reproducción del fichero en libros—o sea los catálogos nacionales de unión. La idea funcionó, pero era
muy costosa. Una mejor solución es algo con lo que tenemos experiencia, la invención del formato
MARC durante los años sesenta en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. El formato MARC
permitió compartir fácilmente un catálogo completo de cualquiera biblioteca con otras por medio de la
emisión electrónica de registros bibliográficos a la red. Permitió también recibir los registros
bibliográficos de bibliotecas por materiales en sus colecciones los cuales eran producidos por un
catalogador de cualquier parte del mundo; y no como el fichero, que si se necesitaba cambiar alguna
información de la ficha, solo tenemos que revisar el registro bibliográfico electrónico. El desarrollo de la
norma de codificación electrónica del formato MARC, nos permite crear catálogos electrónicos de
acceso público, y después los catálogos de red que conocemos hoy y que están disponibles a todo el
mundo.
He revisado la historia del desarrollo de la catalogación para demostrar que cada paso en la
evolución surgió a causa de un catalogador que estaba innovando, tratando de pensar en hacer su
trabajo de una mejor manera. ¿Es la presencia de gente como esa en nuestra profesión algo que nos
puede emocionar? Sí, lo es. ¿Es algo que nos puede motivar a pensar continuamente en hacer nuestro
trabajo de una mejor manera? Sí, debería.
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Entonces, ¿Dónde estamos ahora? Al ver la historia que hemos revisado, puedo decirles que
estamos por entrar en nueva era con la publicación del nuevo código de la catalogación—el tema de
esta Conferencia—RDA. Tal vez estamos por entrar en una nueva era de registrar y acceder a la
información en nuestras bases de datos como les voy a describir en pocos minutos.
RDA está basada en gran parte sobre el pensamiento que ha ocurrido desde la primera
publicación de las RCAA2. Dos documentos particulares han influenciado el desarrollo de RDA y
necesitamos entenderlos para comprender de donde viene RDA. Uno de estos es la Statement of
International Cataloging Principles.8 Yo sé que algunos de ustedes tienen conocimiento de estos
principios porque uno de las primeras reuniones mundiales para formularlos ocurrió en el año dos mil
cuatro (2004) en Buenos Aires para percibir la reacción de América Latina y el Caribe.
Me gustaría dar una ojeada a los principios generales que presenta el documento, porque
ilustran claramente la catalogación que queremos. Estos principios generales son:
8 http://www.ifla.org/files/cataloguing/icp/icp_2009-en.pdf ; Declaración de principios internacionales de
catalogación, http://www.ifla.org/files/cataloguing/icp/icp_2009-es.pdf.
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Conveniencia del usuario del catálogo: Las decisiones de la catalogación tiene que ser hechas
pensando del usuario. El documento dice que es el principio más importante. El “usuario”
incluye los usuarios de la biblioteca, pero además incluye los empleados (como los
catalogadores) de la biblioteca también.
Uso común: Los vocabularios normalizados deben reflejar el vocabulario que usa la mayoría de
los usuarios del catálogo. Es decir, los vocabularios normalizados mexicanos deben reflejar lo
que esperan los usuarios mexicanos. Y este vocabulario tal vez no será el mismo que esperarían
los usuarios americanos, franceses, o chinos. Este principio es importante en RDA y puede
causar algunos cambios en la manera en que trabajamos en los programas cooperativos como
NACO.
Representación: Descripciones y formas controladas de nombres deben representar las
descripciones y los nombres que usan las entidades mismas.
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Precisión: La descripción debe ser fiel a la entidad definida. Incluye la precisión en
transcripción cuando es necesaria y precisión en la descripción física.
Suficiencia y necesidad: Solo los elementos que son esenciales para identificar únicamente una
entidad deben ser incluidos. Como explicamos al enseñar sobre autoridades, el registro de
autoridad debe incluir la información necesaria de una persona y no ser una biografía
exhaustiva. Solo los elementos necesarios para cumplir con el propósito del registro son
incluidos.
Significación: Los elementos deben ser significativos bibliográficamente. Por ejemplo, una base
de datos bibliográfica, no necesita establecer las relaciones familiares entre personas, como “La
Persona X es el padre de la persona Y.” Se necesita esta información en una base de datos
genealógicos, pero no bibliográficos.
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Economía: Debemos lograr el control bibliográfico por un método simple y barato. Muchas
veces, este principio entra en conflicto con otros principios.
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Consistencia y Normalización: Las descripciones y puntos de entrada deben ser normalizados
tanto como sea posible en el interés de la consistencia y para compartir registros. Este principio
puede entrar en conflicto con el principio del uso común. NACO necesitará debatirse con este
problema mientras continúa su internacionalización.
Integración: La descripción y acceso a todo tipo de materiales—papel, recursos electrónicos,
materiales audiovisuales, seriadas, monografías—deben estar basados sobre reglas comunes
tanto como sea posible.
Las Reglas de la catalogación deben ser justificables y no arbitrarias, es decir que deben estar
basadas en principios.
Les recomiendo leer la disposición entera, accesible fácilmente en el Internet, usando el URL
que les he dado. Ya que RDA pretende estar basada en estos principios, podemos usar el nuevo
código por lo cual podemos juzgarlo.
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El segundo documento importante para que entendamos es Functional Requirements for
Bibliographic Records, o los FRBR9, y los documentos adjuntos, Functional Requirements for
Authority Data (FRAD)10 and Functional Requirements for Subject Authority Data (FRSAD).11 Los
presentaré brevemente.
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FRBR no es un código de catalogación, sino es un modelo conceptual del universo bibliográfico.
Está basado sobre el modelo entidad relación de las bases de datos. En este modelo, un universo
conocido de datos está dividido en tres entidades enlazadas por relaciones específicas. Escucharán
hablar mucho de las once entidades delimitadas por los FRBR durante los días de esta Conferencia:
9 FRBR is available at http://www.ifla.org/VII/s13/frbr/frbr.htm (HTML version) or
http://www.ifla.org/VII/s13/frbr/frbr_2008.pdf (PDF version). Spanish version: Requísitos Funcionales de los Registros Bibliográficos http://www.ifla.org/files/cataloguing/frbr/frbr-es.pdf. 10
Functional Requirements for Authority Data: A Conceptual Model (Munich: Saur, 2009) ISBN 978-3-598-24282-3. Not available online in English. Spanish version: Requísitos Funcionales de los Datos de Autoridad (FRAD), http://www.ifla.org/files/cataloguing/frad/frad_2009-es.pdf. 11
Functional Requirements for Subject Authority Data, http://www.ifla.org/files/classification-and-indexing/functional-requirements-for-subject-authority-data/frsad-final-report.pdr. See also http://www.ifla.org/en/node/1297.
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obra, expresión, manifestación, ítem, persona, entidad corporativa, concepto, objeto,
acontecimiento (o evento), y lugar.
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Los primeros cuatro son las entidades principales porque son objetos de la creación intelectual o
artística. Obra es “una creación intelectual o artística diferenciada” como una novela, una pintura, o
una composición musical.
Cuando una obra se expresa en una forma específica intelectual o artística llega a ser una
“expresión,” delimitada como “la realización intelectual o artística de una obra.” Realización quiere
decir “hecho real.” Esta relación puede ser en cualquiera forma—“alfanumérica, musical, notación
coreográfica, sonido, imagen, objeto, movimiento, etc., o cualquier combinación de dichas formas.”
Si cambia el contenido o la forma de la expresión—por ejemplo, un autor revisa un cuento, o el
cuento es traducido en otro idioma, o interpretada y grabada como un libro de audio—usualmente
resulta en una nueva expresión de la misma obra.
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“Manifestación” es “la materialización física de la expresión de una obra.” Usualmente significa
un evento editorial. Por ejemplo, en mil novecientos cincuenta y siete (1957), la publicación del
poema famoso de Octavio Paz “Piedra de sol” en la Ciudad de México por Tezontle es una
manifestación. La publicación de esta poema en mil novecientos setenta y nueve (1979) por la
Universidad Nacional Autónoma de México representa la segunda manifestación de esta misma
expresión de la misma obra.
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La publicación en mil novecientos sesenta y tres (1963) en Nueva York de “Sun Stone” es
también una manifestación, pero una manifestación de expresión diferente, una traducción en
inglés por Muriel Rukeyser.
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En mil novecientos noventa y uno (1991) fue publicada otra traducción en inglés por Eliot
Weinberger. Estas dos traducciones son expresiones separadas de la obra “Piedra de sol,” y cada
expresión existe en por lo menos una manifestación o publicación.
La cuarta entidad, Ítem, es un ejemplar determinada de una manifestación, o en otras palabras,
una copia.
Las otras entidades de los FRBR hablan por sí mismas y son, y se agrupan así:
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El grupo segundo son entidades que pueden crear obras, expresiones, manifestaciones, o ítems.
Son personas, entidades corporativas, y familias. Veremos cómo atender estas entidades de RDA
durante el Taller.
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El tercer grupo son las entidades que se utilizan como materias de las obras. Es evidente que
este grupo incluye todas las entidades del grupo primero y segundo (una obra puede ser la materia
de otra obra, por ejemplo, en una reseña), pero también incluye cuatro entidades (las últimas):
concepto, objeto, evento (o acontecimiento), y lugar. Estas entidades tienen relaciones entre sí.
Todas las entidades de los FRBR tienen relaciones entre sí. Es crítico, y en una base de datos
basada en los FRBR lo ideal sería que estas relaciones puedan ser claramente identificadas por el
usuario. Por ejemplo, ¿qué sería la relación entre persona y obra? Usualmente, sería una relación
creadora—decimos que la obra es “creada por” la persona. O, podría ser una relación de sujeto—
una persona puede ser objeto de una obra. Este es un tipo diferente de una relación. Una obra
puede ser objeto de otra obra.
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Por ejemplo, la obra Lecturas de Piedra de sol tiene una relación de sujeto con la obra “Piedra de
sol.” ¿Cual relación puede tener una entidad corporativa y una manifestación? Puede ser el editor
o el impresor. ¿Cual relación puede existir entre una persona y una expresión? Ella puede ser
traductora de una obra a otro idioma, o él puede ser el ilustrador de esa expresión particular.
Podemos imaginar relaciones interminables que podrían existir. RDA, siguiendo los FRBR, delimita y
distingue las relaciones entre las entidades, y las identifica cuando catalogamos.
Los FRBR también delimitan las tareas del usuario que son las principales razones para que la
gente haga uso de las bases de datos.
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Según los FRBR, hay cuatro tareas del usuario:
1. Los usuarios quieren encontrar materiales que corresponden a sus necesidades (los criterios
de búsqueda);
2. Después de encontrarlas por medio de sus búsquedas, los usuarios quieren identificarlas
para confirmar que son lo que necesitan;
3. Entonces, los usuarios quieren seleccionar de los resultados un recurso apropiado por su
necesidad; y
4. Los usuarios, después de hacer las tres tareas anteriores, quieren adquirir u obtener los
recursos seleccionados.
El enfoque de los FRBR en estas tareas del usuario está basado en el principio de la conveniencia
del usuario, uno de los principales principios de la Declaración de los Principios Internacionales de la
Catalogación que mencioné anteriormente. Si no estamos enfocando sobre las tareas del usuario al
organizar la información, tal vez debemos repensarlo.
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Ojalá que podamos pensar en estos dos documentos cuando continuemos con la conferencia
hoy y los días siguientes. Son críticos para nuestro entendimiento de RDA.
Cuando me he preparado para venir aquí para leer mi ponencia, he tratado de aprender sobre la
catalogación en México. Espero aprender mucho al estar aquí durante estos pocos días. He aprendido
hasta ahora que existe una bibliotecología bien desarrollada con una tradición impresionante,
incluyendo el control bibliográfico, con una larga historia. Sus pensadores y sabios han estado activos
en la teoría de la catalogación y su contribución. Ahora, ustedes son participantes activos en el
escenario mundial, contribuyendo registros de autoridad, estableciendo nombres autorizados a
LC/NACO y también registros bibliográficos en la base de datos cooperativa de OCLC. ¿Es esto algo de lo
que justamente pueden estar satisfechos? Sí, lo es. ¿Es esto algo de lo que pueden estar emocionados?
Sí, ¡lo es!
Yo sé que muchos de ustedes están preocupados por RDA y lo que traerá consigo. No hablo
aquí como un miembro del grupo con información privada. No soy miembro del Joint Steering
Committee—pero hablo como persona que posee cierta información. Fui miembro del Comité para la
Catalogación: Descripción y Acceso de la ALA, el cual aconseja al Joint Steering Committee sobre la
perspectiva de la ALA en las reglas de catalogación. Estoy familiarizado con el nuevo código. También,
hablo como una persona con experiencia experimental con las RDA. Estamos usando el código desde
hace seis meses en Brigham Young University.
Yo sé que están considerando implementar RDA—esa es una razón de su asistencia en esta
conferencia. Yo sé que la traducción española del código estará lista para distribución durante el dos mil
doce. Mientras tanto, hemos organizado el acceso al RDA Toolkit durante esta conferencia y espero que
pasen algún tiempo revisando el nuevo código.12
12
Username; potosi ; password: rda
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RDA traerá cambios consigo, sin duda. Pero creo que no serán tan desagradables como todos
estamos preocupados, al menos no al principio. El Joint Steering Committee deliberadamente no se
trasladó a todo vapor en las revisiones a reglas específicas de RCAA2, y mucho del lenguaje del código
anterior ha migrado al pie de la letra a RDA. De hecho, nos preocupa que podamos haber perdido una
oportunidad de reexaminar las normas a profundidad. El Joint Steering Committee nos aseguró que hay
muchos asuntos reservados para considerar durante los primeros años después de la publicación de
RDA. Podemos esperar probablemente revisiones anuales los primeros años después de su
publicación. Es tal vez un buen intento. Dará a la comunidad de catalogación la oportunidad de
examinar a fondo los cambios propuestos en un entorno donde haya menos presión—aunque el
proceso para la composición de RDA ya ha tomado muchos años, había mucha presión con un
calendario muy apretado sobre la revisión de RDA. Esto probablemente será menor durante el proceso
de revisión regular. Pero lo más importante, el enfoque adoptado por el JSC—no publicar en la primera
edición todas las revisiones que finalmente se llevará a cabo—nos permitirá aprender el código nuevo
mientras se mantiene mucho de lo que nos es familiar. Sí, habrá cambios en la práctica actual con la
primera edición del RDA, pero creo que no serán tan dolorosos como era de temerse.
Donde realmente RDA se diferencia, y donde tendremos que hacer un cambio, es en su
estructura. RDA está totalmente basada en los FRBR. Las reglas, muchas de las cuales fueron
importadas de RCAA2 como mencioné, han sido completamente reorganizadas, combinadas, y
presentadas con base en los FRBR. Esto significa que con el fin de entenderlas, ustedes tendrán que
estar muy familiarizados con los FRBR. Tendrán que entender las entidades principales de los FRBR:
obra, expresión, manifestación, ítem, además de las entidades adicionales: persona, entidad
corporativa, familia, concepto, objeto, evento y lugar. Esta conferencia está diseñada para hablar de
todo esto y todos debemos estar más ilustrados al final de la misma a medida que aprendemos unos de
otros.
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Una comprensión de los FRBR es necesaria para comprender la estructura de RDA, pero esa no
es la única razón para tratar de entender los FRBR lo más profundamente posible. RDA no está a la
espera de un negocio como de costumbre en el mundo de catalogación. Sí, RDA ha sido diseñado para
que podamos continuar la catalogación usando los registros de MARC (bibliográficos y de autoridades)
tal como hemos catalogado en el pasado. RDA también señala con firmeza hacia un futuro que va
mucho más allá, a los sistemas que pasan de los límites del formato MARC y ponen en práctica los
principios de los FRBR, sistemas basados en el modelo entidad-relación de las bases de datos.
Todavía no existen estos sistemas. Los principales proveedores de sistemas han sido muy lentos
en la captación de sistemas del futuro y sólo recientemente han comenzado a pensar en el diseño de
sistemas para la organización de información basados en el modelo entidad-relación de los FRBR. (Hay
un solo vendedor de sistemas que está tratando de implementar el modelo FRBR, VTLS, pero tiene una
presencia muy pequeña en México.)13 Hay otras organizaciones que tratan de establecer las
implementaciones de código abierto que algún día producirán algo que funcionará. Para mí, este
cambio de la estructura de base de datos del formato MARC a una estructura entidad-relación es el
verdadero lugar en el que habrá una sacudida a la profesión, algo a lo que tendremos que
acostumbrarnos.
Digo que será una sacudida, pero creo firmemente que será una sacudida buena, una sacudida
que mejorará nuestra capacidad para describir los materiales en nuestras bibliotecas y en otros lugares,
y una sacudida que mejorará en gran medida la experiencia de nuestros usuarios al interactuar con
nosotros. Espero que la conferencia de estos próximos tres días nos ayude a todos a echar un vistazo a
ese futuro y nos anime a trabajar para su realización.
Para volver al tema de mi ponencia, ¿es la catalogación algo con que podamos seguir
entusiasmados? Como hemos visto, tenemos una larga historia detrás de nosotros. Nuestra profesión
13
At Universidad Autónoma de Nuevo León.
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se basa en principios cuidadosamente elaborados. Tenemos herramientas notables que hacen nuestro
trabajo más fácil y eficiente. Sobre todo, nos tenemos uno al otro y una larga tradición en materia de
cooperación. Con la explosión de información que experimentamos en el siglo veintiuno (21st century),
el mundo tiene más necesidad de organización la información que nunca antes, y de las personas que
estén dispuestas a pensar en cómo se debe hacer. El hecho de que todos ustedes están presentes en
esta conferencia hace evidente que cada uno de ustedes es ése tipo de persona.
Ustedes pueden estar familiarizados con el tema de Campaña de nuestro Presidente Barak
Obama, “Si, ¡podemos!” Esto ha sido un mantra para muchos en los Estados Unidos y es una actitud
maravillosa. Si lo trasladamos al mundo de la catalogación para aceptar el cambio en nuestras reglas de
catalogación. Así que les pido: ¿Podemos pensar en nosotros mismos como el igual de cualquier otro
aspecto de la profesión bibliotecaria? Sí, ¡podemos! ¿Podemos estar orgullosos de los logros de la
profesión de catalogación y tener confianza en la dirección que estos logros nos señalan? Sí, ¡podemos!
¿Podemos seguir entusiasmados con la catalogación como un profesional activo? Sí, ¡podemos!
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