Por ]ulián Meza
fenin y SU herenciaabsoluto -en cuanto capacidad de amary de vivir-, pero también como realidad como posibilidad de que, en unmo~ento idealmente apetecido, se cumpla en su· más auténtica y permanenteidentidad. -
Encuentro de sí mismo, en definitiva,la novela propone un personaje femenino que busca su identidad, su derechoa ser por sí misma. "Es muy raro", ledice ella a Eduardo, "siento que hapasado muchísimo tiempo y que yo nosoy nada. Nunca me había dado cuenta que uno puede perderse así. e!1 ~as
cosas. Sólo tú eres real; pero m slqUlera puedo acercárteme".
El hombre, pues, resulta inasible paraella, a partir de su pr<:>pia. }nasibilidad,de su ausencia de reahzacIOn. Por eso,el amor de él la empuja a diferent~s
consumaciones, a su amor, a un novIOal que Marcela podía' darle -en la medida de su propio encuentro y en buscade un mayor crecimiento-- lo queEduardo le daba --quitándoselo-- aella.
El "telonazo" final es, qUlzas, el mayor acierto de García Ponce, que dejaal lector una sensación entre dulce yamarga, pero absolutamente real. Ell.adice: " ... dentro de todo este mOVImiento en el que apenas nos sentimos,hay quizás un centro único, inconmovible, y si uno se deja ser ignorándolo, aveces es posible entreverlo, casi tocarlo,dentro y fuera de uno al mismo tiempo,como una totalidad inconmensurable ycomo un vacío. Pero el centro está y loscaminos hacia él son la única moral.Tú trataste de enseñarme eso y ahoralo sé contigo".
y él: "-... encontró entre las cerradashileras de libros conocidos el agujero quecreaba entre ellos el que ahora era deMarcela y ese agujero, en el que sólose hallaba un vacío, estaba lleno de lapresencia de ella y se la entregaba".
Allí, pues, en la ausencia, tenían queidentificarse, como dos vidas que nopodían coincidir, pero que necesariamente tendrían que encontrar sus respectivas coincidencias, o seguir los caminoshacia esa totalidad inconmensurable,hacia ese centro de cuya existencia tenían, sólo a partir de ellos, conciencia,aun con el riesgo de no hallarlo.
La utopía (en el sentido que Marcuseda a este concepto) sólo tiene dos caminos para objetivarse: plasmarse fragmentariamente en la realidad social oconvertirse absoluta o casi absolutamente en práctica social dominante.Hasta ahora, nunca ha ocurrido estoúltimo, y las grandes utopías, decantadas por los mismos hombres que hantratado de llevarlas a la práctica, sólose han realizado parcialmente. Y estoes precisamente lo que ocurrió a losgrandes proyectos y ambiciones políticas de Lenin, elaborados en el curso delo que Moshé Lewin llama su últimocombate.*
¿Quiso o no Lenin hacer de la URSSlo que ésta fue a raíz de su muerte yes actualmente? Esta gran interrogante,que se alza por encima de toda justificación mediocre o apasionada, ha permanecido durante mucho tiempo en espera de una respuesta satisfactoria. Loshistoriadores rusos, atenidos a la conveniencia política del Kremlin, están fuera de esta polémica: sólo tienen a sualcance justificaciones mediocres. Por elcontrario, apasionadamente (y la pasiónestá por encima de todo mediocridad),primero Trotsky y más tarde Deutscherrespondieron ampliamente a la interrogante. Finalmente, Rudi Dutschke yMoshé Lewin responden también, peroya no desde la óptica roma que generael maniqueísmo político al atender tansólo al binomio Stalin-Trotsky. Trotskyse situó en el terreno de la discusióncomo participante, como concienciamoral a quien se infligió una derrota,sumamente dolorosa por otra parte.Deutscher habla, más que nada, en defensa de Trotsky. Y Dutschke toma parte en la discusión analizando el problema en función de acontecimientospolíticos actuales, trasciende las limitaciones propias del maniqueésmo políticoy la estupidez de quienes creen en lareversibilidad de sucesos pollticos pasados.
Moshé Lewin, destacado historiadorde origen polaco, autor de La Paysannerie et le pouvoir soviétique y Le granddébat, analiza minuciosamente los combates políticos librados por Lenin en susúltimos años de vida: la implantaciónde la Nueva Política Económica (Nep) ,el problema de las nacionalidades (oasunto de los georgianos), las dificultades y disputas habidas en tomo al problema del monopolio del comercio ex-
* Moshé Lewin: El último combate de Lenin. Editorial Lumen, Barcelona, 1970, 212pp.
terior, y lo que ha dado en llamarseel "testamento" político de Lenin. Ensu opinión, aunque no lo diga explícitamente, todos estos combates los perdióLenin: sus proyectos fueron sistemáticamente burocratizados y prácticamenteanulados por Stalin.
En primer lugar está la Nep, verdadera intrusa en el contexto de los planes (¿ o acaso sólo hubo siempre nadamás que improvisaciones?) de los bolcheviques hasta el momento en que toman el poder, encaminada a sacar a laagricultura y -en términos generalesal país del marasmo en que estaban sumergidos. Pero la Nep, al mismo tiempo que estaba orientada hacia esto,también estaba destinada a hacer concesiones a los capitalistas, locales yextranjeros (para Lenin, en este momento, la amenaza de la contrarrevolución ya no proviene de la burguesía; elpeligro real lo constituye la pequeñaburguesía, el campesinado), con lo cualse produjo un notorio desconcierto enlas filas de los bolcheviques, en el Partido e incluso en el propio Lenin, queasí lo confiesa. En función de esta política Se produjo un conflicto de proporciones también considerables en torno al problema suscitado por el monopolio del comercio exterior, respecto delcual discreparán Lenin y Stalin: los resultados de este enfrentamiento fueronsimilares a los producidos por sus diferencias en torno al problema de las nacionalidades.
Esta situación trajo como consecuencia la introducción del término "capitalismo de Estado", que ya en ese momento y principalmente en lo sucesivohabría de provocar un sinnúmero demalentendidos y tergiversaciones no sóloen la URSS sino en las "democraciaspopulares" surgidas a raíz de la Segunda Guerra y, con mayor amplitud, enlos lineamientos políticos de la inmensamayoría de los partidos comunistas delEste y del Oeste. Sin embargo, en unterreno más inmediato, lo significativoradica en el hecho de que el principalobjetivo de la Nep fUe el de concedera los campesinos "una fuerte dosis decapitalismo a cambio de 'lo demás', asaber, el poder político en manos de losbolcheviques" : operación, como señalael mismo Lewin, hasta cierto punto ventajosa, pero llena de peligros, pues estocontribuiría a la burocratización del poder.
En segundo lugar está el llamadoasunto de los georgianos, en relación al
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A nuestro juicio, el principal valor dellibro radica en contribuir, desde un ángulo visual relativamente nuevo, al esclarecimiento de un hecho político determinante para el desarrollo de la revolución comunista a escala mundial: laposición política y personal de Leninconsignada en su "testamento" político,al cual se suma ahora el análisis de lostextos proporcionados por las secretarias que lo auxiliaron en sus últimosdictados. La conclusión a que llega Lewin es evidente: Stalin no era más queun déspota, un Robespierre (Deutscher)de la Revolución, a quien, según deseos expresos de Lenin, había que deponer del cargo de secretario general,en tanto que Trotsky sucumbió "a unafetichización del Partido, a un legalismoy a unos escrúpulos que le paralizabany le impedían responder sin vacilaciones a lo que sus enemigos hacían contra él, como Lenin lo hubiera hecho".Frustradas las intenciones de Lenin (descentralizar el poder político), primeropor su enfermedad y más tarde por sumuerte, y vistas las cualidades de quecarecía Trotsky (falta de: "flexibilidadcon los hombres, afición a la táctica,capacidad de maniobra, habilidad paranavegar en la 'cocina' política de ladictadura sin inhibiciones ni excesivosescrúpulos) para enfrentarse a sus enemigos, Stalin tenía allanado e! camino.Así, llegamos a una conclusión quizáirritante pero inevitable: ni el testamento de Lenin es testamento, ni Stalin niTrotsky son los testados, y lo único quepodía haber contribuido determinantemente a salvar la revolución hubierasido la oportuna descentralización delpoder soviético.
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Sin que en ningún momento lo digaexplícitamente, Lewin deja entrever queStalin logró concentrar en sus manos elpoder original de los soviets por erroresatribuibles en parte a Lenin (que setomaron irreversibles debido a su postración final y a la incomunicación y vigilancia a que lo sometió el mismo StaIin), y en parte a Trotsky, sobre cuyacapacidad política Lenin tenía, con razón, serias dudas.
Por primera vez nos encontramos frente a un libro en el cual se aúnan lasencillez estilística y la exposición críticaexenta de pedantería, con una visiónobjetiva del conjunto de la problemática del poder soviético durante losúltimos años de la vida de Lenin, enespecial, y a partir de la muerte deéste. No se trata, por otra parte, de unlibro desapasionado y frío, "objetivo" ene! mal sentido del término, sino de unlibro despojado de prejuicios y sectarismo, que no carga emocionalmente sobre uno u otro de los participantes oespectadores en la última batalla política librada por Lenin. Quizá en estepunto sólo sería imputable una ingenuidad a Lewin: creer que la sociedadsoviética contemporánea ha superado lastaras y desviaciones heredadas del periodo staliniano; el autor considera quemuchos "de los objetivos asignados alrégimen en lo que se refiere al desarrollo económico y cultural de! país hansido hoy alcanzados" y que, actualmente, la URSS ha "entrado en un periodo de evolución interior en que losmétodos económicos y pedagógicos sustituyen progresivamente a la coacciónadministrativa, como deseaba Lenin".
cual por vez primera quizá, se dejóver ~Iaramente la oposición de Lenin alburocratismo (no así al autoritarismo)de Stalin. tste empezó a mostrar suamplia capacidad de maniobra C?;n0politiquero y demagogo, y ~e s~m~tlO aLenin sólo cuando lo consIdero provechoso en beneficio propio, es decir,cuando propiciaba la centralización delpoder en su persona.
Conjuntamente, todas estas cuestionesdesembocan, por diferentes caminos, enun punto fundamental para entendercómo fueron barridas una a una lasperspectivas del desarrollo ~conómico ypolítico consecuente. al pnme: Estadoobrero del mundo. Tanto la Implantación de la Nep como las resolucionestomadas por Stalin en tomo al problema de las nacionalidades trajeron comoconsecuencia (lógica, si se toman enconsideración las condiciones de atrasoeconómico de Rusia) la centralizaciónde poder (cuyo ejercicio habían perdido los soviets hacia 1919), primero enel Partido, después en el Comité Central, y fmalmente, en una sola persona,el gensek, es decir, Stalin. Así, la dictadura del proletariado se convirtió endictadura del Partido y, más tarde, enla de un solo hombre.
La conclusión que se impone es sencilla: la Revolución de Octubre dio alos bolcheviques el poder político, masno así una fuerza social ni la posibilidad de conquistar, mediante la propiarevolución, el poder económico.
El último aspecto central del trabajode Lewin es quizá el más importante:'cómo fue posible que la máquina polltica construida por Lenin y Trotsky sevolviera contra ellos?, porque, en definitiva, esto fue lo que ocurrió.
En este punto es fácil entender queel poder conferido al Partido por el mismo Lenin ("el Partido es la más sólidaraíz de la dictadura"). llena el "doblevacío" patente en la falta de un proletariado y la carencia de una infraestructura económica; no por esto puedededucirse, como asegura Lewin, que"toda la responsabilidad de ciertos fenómenos, como la contracción progresiva del poder político descrita anteriormente" sea producto de! error de Lenin al conferirle un puesto central alPartido en su estrategia. "Lenin -añade el autor- sabía que, en la situaciónen que se encontraba su régimen, lopolítico se anteponía a lo económic?,pero la idea de que tal preponderanCIapudiera prolongarse en forma durablele intranquilibaza." De esto se encargaría Stalin mediante el uso desenfrenadodel aparato burocrático y el ejercicio. delautoritarismo: "órdenes, nombramIentos, desplazamiento~ de. oficio", que, noprevistos en la teona nI en las leyes, enla práctica pasarían a ser la realidad delPartido.
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