Daño al Proyecto de Vida y Reclutamiento Forzado 1
REPARACIÓN AL DAÑO AL PROYECTO DE VIDA EN VÍCTIMAS DE RECLUTAMIENTO FORZOSO PERPETRADO POR ORGANIZACIONES
PARAMILITARES.
PAOLA ANDREA DÍAZ BONILLA
CÓDIGO: 868135
TRABAJO DE GRADO PRESENTADO PARA OPTAR AL TITULO DE ESPECIALISTA EN ACCIÓN SIN DAÑO Y POLÍTICAS DE PAZ.
COORDINACIÓN DE LA ESPECIALIZACIÓN:
MARTHA NUBIA BELLO ALBARRACÍN
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
FACULTAD DE HUMANIDADES DEPARTAMENTO DE TRABAJO SOCIAL
BOGOTÁ, 2010.
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Foto Jesús Abad Colorado
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RESUMEN
El panorama actual del fenómeno de reclutamiento forzado en Colombia resulta
preocupante, ya que este delito de lesa humanidad persiste cómo práctica de guerra, lo que ocasiona un daño al proyecto de vida de niños, niñas, adolescentes y jóvenes víctimas de esta violación a los DDHH. Los resultados de esta
investigación describen los daños antes y después de la vinculación que desestructuran y desdibujan la posibilidad de pensar en un proyecto de vida bajo
principios de dignidad, autonomía y libertad. El enfoque de acción sin daño permite desde la perspectiva psicosocial hacer un análisis de los daños y vislumbrar una intervención que atienda a una optima reparación.
Palabras Claves: daño, proyecto de vida, violencia, paramilitarismo, jóvenes,
Acción Sin Daño.
ABSTRACT
The current of the phenomenon of forced recruitment in Colombia is worrisome,
because this crime against humanity continues as the practice of war, causing damage to the project of life of children, adolescent and young victims of this violation of Human Rights. The results of this research describes the damage
before and after the link and blur destructure can think of a way of life based on principles of dignity, autonomy and freedom. The focus of action without damage
allows psychosocial perspective to analyze the damage and glimpse an intervention that addresses an optimal repair.
Keywords: damage, life plan, violence, paramilitary groups, youth, Do No Harm.
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TABLA DE CONTENIDO
1. Introducción 5
2. Justificación 6 3. Objetivos 8 3.1 Objetivo General 8
3.2 Objetivos Específicos 8 4. Metodología 8
5. Participantes 8 6. Resultados 9 6.1 Como empezó la vida 9
6.2 La vida de allá 12 6.3 Los daños 17
6.4 El pasado, es pasado 22 7. Reflexiones a la luz de la Acción Sin Daño 25 8. Referencias Bibliográficas 29
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1. INTRODUCCIÓN.
La presente investigación radica su estudio en la comprensión de la
reparación al daño al proyecto de vida en jóvenes reclutados de manera forzosa por agrupaciones paramilitares en medio del conflicto armando colombiano, cuya práctica de este delito de lesa humanidad resulta sistemática y fuertemente
invisibilizada por parte de esta organizaciones armada.
Esta indagación se desarrollo a partir de la realización de cuatro relatos de vida con jóvenes mujeres y hombres que hicieron parte de dos bloques paramilitares, el Central Bolívar y la Autodefensas Campesinas del Casanare,
durante su adolescencia. Del estudio se destacan las voces de sus protagonistas que dan cuenta de las condiciones de vida que antecedieron la vinculación o
reclutamiento, lo cotidianidad vivida por ellos y ellas al interior de estas estructuras armadas ilegales, los daños al proyecto de vida que sufrieron como consecuencia de asumirse como combatientes y actores de la guerra, y por último, el proceso de
reparación que han vivido en su reintegración a la vida civil en condición de desvinculados y desvinculadas.
Los resultados permiten visibilizar las carencias materiales, afectivas y
estructurales que marcaron la infancia de estos jóvenes, y que resultaron ser
factores determinantes de su alistamiento en las filas paramilitares, contándose como daños previos al reclutamiento que desestructuran y desdibujan la
posibilidad de pensar en un proyecto de vida bajo principios de dignidad, autonomía y libertad. Las descripciones que realizan estos jóvenes son una muestra de la profundización de este daño al proyecto de vida bajo la construcción
de unas identidades militarizadas que van demarcando sus subjetividades y la relación que establecen con el medio que los circunda. Por último se establecen
los derroteros que a consideración de ellos y ellas, sustentan el proceso de reparación que han vivido después de la desvinculación del grupo armado, fundamentado en el fortalecimiento de redes vinculares profundas, la formación
académica y la concepción de futuro.
Por último, se hace un análisis a la luz del enfoque de acción sin daño, en el que se formula la importancia de este tipo de estudios dentro del análisis de contexto a las posibles intervenciones con esta población, y en esa vía, prever los
daños que el desconocimiento del fenómeno en cuestión puede ocasionar en el desarrollo de la misma.
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2. JUSTIFICACIÓN
En el marco de los derechos humanos, las diferentes organizaciones
protectoras de los derechos de la niñez en el mundo como la UNICEF, declararon “Los principios de la Ciudad del Cabo” en 1997, consti tuyéndose en una guía que brindaba a los gobiernos una serie de prácticas de prevención del reclutamiento y
ampliaba la definición sobre el o la niña en condición de menor combatiente, siendo: “todo menor de 18 años que forma parte de cualquier fuerza armada de
tipo regular o irregular o grupo armado en cualquier capacidad, como por ejemplo, aunque no solamente: cocineros, porteadores, mensajeros, y cualquiera que acompaña a estos grupos que no sean miembros de la familia. Incluye niños y
niñas para practicar actividades sexuales y/o contraer matrimonio obligatorio. La definición, por tanto, no solamente se refiere a un niño o una niña que porta, o ha
portado armas” (Unicef, 1997). El panorama actual del fenómeno de reclutamiento forzado en Colombia por los grupos armados ilegales resulta preocupante, ya que este delito de lesa
humanidad persiste cómo práctica de guerra, donde Colombia ocupa el cuarto lugar en el mundo con más menores de edad al interior del conflicto armado.
Organizaciones como Human Rights Watch (2003), calculan que el número de niños y niñas combatientes en el país se encuentran entre los 11.000 y 14.000, cifra que tiende a incrementarse y es lejana de la realidad por el subregistro que
se presenta en relación a esta problemática social. Pese a que Colombia hace parte del Protocolo facultativo de la convención
sobre los derechos del niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados, adoptado en Nueva York el 25 de mayo de 2000, y que fuera aprobado por el Congreso nacional mediante la Ley 833 del 10 julio de 2003, estas políticas
gubernamentales no están incidiendo en su disminución. Situación que se debe en gran parte al alto grado de impunidad, en especial de los grupos paramilitares
quienes no han hecho público ningún dato sobre el número de niños y niñas en sus filas, ocultando la magnitud de esta práctica por parte de esta organización.
Según datos de entes como la Fiscalía General de la Nación (informe de
2008), más de 653 niños y niñas fueron víctimas de reclutamiento forzado por el desmovilizado grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC); sin
embargo, estas cifras resultan mínimas respecto a la ocurrencia del fenómeno, ya que organizaciones de DDHH afirman que cientos de menores de edad que pertenecieron a las filas de esta organización fueron devueltos a sus hogares
semanas antes del acto público de desmovilización. En ese sentido, al no ser entregados de manera formal a la Oficina del Alto Comisionado para la Paz en
calidad de desvinculados y desvinculadas, los y las menores no recibieron ningún tipo de apoyo para su reintegración social y familiar ni tampoco orientación psicológica que les permitiera reparar el daño causado durante su vinculación a
las AUC. Esta condición de los y las menores vinculados de manera forzosa o
“voluntaria” los sitúa en posición tanto de víctimas como de victimarios, necesitando de un amplio apoyo psicosocial por parte del Estado. El grado de vulnerabilidad familiar, económica y social que presenta esta población afecta el
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legítimo ejercicio de sus derechos antes y durante su vinculación al grupo armado.
El daño ocasionado a la construcción de sus identidades ocasiona una ruptura en el establecimiento de expectativas y metas en relación a la constitución de un
proyecto de vida basado en la autonomía y dignidad humana. El daño es de tal magnitud que llega a truncar, de forma abrupta y dolorosa, la realización de la vocación de la persona humana (Fernández, 2001).
Partiendo de las anteriores consideraciones sobre el fenómeno de reclutamiento forzado, este en primera instancia anula los mínimos principios
éticos de dignidad humana, libertad y autonomía de niños y niñas, pues a partir del ejercicio de esta práctica se ven vulneradas cada una de las garantías que aluden al respeto de los derechos humanos. Para el caso, estos niños y niñas son
víctimas de la separación de su núcleo familiar, expuestos a todo tipo de tratos crueles y múltiples denigraciones como actores de la guerra, siendo más
vulnerables las niñas quienes se ven sometidas a la violencia y esclavitud sexual. Por lo tanto, la reparación del daño requiere de procesos integrales que
impliquen o atiendan aspectos tan destacados en el ciclo vital de los sujetos como
es el proyecto de vida. De ahí que sea tan importante generar acciones frente al daño que sufren muchas personas como resultado del conflicto que vive
actualmente Colombia; donde las categorías de víctima y victimario se entrecruzan y se pierden los límites entre uno y otro por el recrudecimiento en las dinámicas que conlleva la guerra. La realización o concreción en la realidad del “proyecto de
vida” del ser humano está condicionada ya sea por las posibilidades, oportunidades u opciones que le ofrece su particular situación como por las
resistencias que le ofrecen tanto su mundo interior, su propia unidad psicosomática, como por aquéllas del mundo exterior (Fernández, 2001).
Teniendo en cuenta la trascendencia que tiene para el ser humano la
configuración de su proyecto de vida, cuando este se ve fracturado como consecuencia de circunstancias externas que quebrantan el libre ejercicio de sus
derechos, es que se genera el daño. El deterioro en cualquiera de sus expresiones desencadena carencias y vacíos que se deben restituir con el fin de que las personas afectadas puedan hallar recursos personales de afrontamiento ante el
dolor y las pérdidas de las que han sido objeto. La frustración del proyecto de vida puede generar consecuencias devastadoras en tanto incide en el sentido mismo
de la vida del ser humano, en aquello que lo hace vivir a plenitud, que colma sus sueños, sus aspiraciones, que es el correlato de ese llamado interior en que consiste la vocación personal. Cada ser humano vive "según" y "para" su proyecto
existencial. Trata de realizarse, de concretarlo, de convertirlo en una "manera de vivir", en su cardinal modo de existir.
En el caso de las víctimas de reclutamiento forzado, el daño del que han sido objeto es de una profunda complejidad pues con la incursión en los grupos armados se les ¨roba¨ la posibilidad de alcanzar un proyecto de vida que los
dignifique como sujetos y sujeras de derecho. En ese sentido el daño al proyecto de vida trunca las posibilidades de realización de la persona afectada,
considerando su vocación, aptitudes, circunstancias, potencialidades y aspiraciones, que le permitan fijarse razonablemente expectativas determinadas y acceder a ellas (Calderón G, 2002).
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3. OBJETIVOS
3.1 OBJETIVO GENERAL
Comprender el proceso de reparación al daño al proyecto de vida en víctimas de reclutamiento forzado que se encuentran actualmente en proceso de inclusión
social.
3.2 OBJETIVOS ESPECÍFICOS 1. Identificar el impacto del daño al proyecto de vida en víctimas de reclutamiento forzado.
2. Indagar por las significaciones que los y las participantes le confieren a su experiencia como excombatientes reclutados de manera forzada.
3. Describir cómo los procesos de inclusión social se encaminan a la reparación del daño al proyecto de vida en víctimas de reclutamiento forzado. 4. Analizar la relación entre la reparación al daño al proyecto de vida y los
procesos de inclusión social a la luz del enfoque de acción sin daño.
4. METODOLOGÍA. El enfoque metodológico que rige la presente investigación es cualitativo ya
que esta intenta hacer una aproximación global de las situaciones sociales para
explorarlas, describirlas y comprenderlas de manera inductiva. Es decir, a partir de los conocimientos que tienen las diferentes personas involucradas en ellas. Esto
supone que los individuos interactúan con los otros miembros de su contexto social, compartiendo el significado y conocimiento que tienen de sí y de su realidad (Bonilla, 1989).
La técnica que se utilizará son los relatos de vida de cada uno de los y las participantes. Este instrumento está concebido como una herramienta de gran
valor para el desarrollo de la historia social de carácter crítico (Bertaux, 1993). Mediante esta técnica se busca un acercamiento a la realidad social que los personajes representan y de la cual, sin duda, son síntesis.
En la fase de análisis de la información, se desglosarán cada uno de los protocolos de transcripción de los relatos, en unidades de análisis que facilitará la
categorización y subcategorización de todo el contenido verbal trascrito.
5. PARTICIPANTES
La presente investigación fue realizada con la participación de cuatro jóvenes, 2
mujeres y dos hombres, los cuales fueron reclutados y vinculados durante su infancia y adolescencia a los bloques paramilitares Central Bolívar y las Autodefensas Campesinas del Casanare. Estos jóvenes cuentan con el estatus de
desvinculados y desvinculadas del conflicto armado y actualmente se encuentran en proceso de reintegración social y económica.
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6. RESULTADOS
A continuación se exponen los resultados obtenidos en la investigación,
agrupados en cuatro categorías resultantes del análisis de discurso realizado a los relatos obtenidos por los y las participantes. La primera categoría, Como empezó la vida, hace alusión a las condiciones de vida que antecedieron la vinculación o
reclutamiento de estos jóvenes y las razones que desde su perspectiva motivaron su inclusión en los grupos paramilitares a los que pertenecieron. La segunda
categoría, Las reglas de allá, describe los lemas, prácticas y cotidianidad vividos durante el tiempo de permanencia en los bloques de los que hicieron parte , que son los que en últimas generan el daño al proyecto de vida de estos hombres y
mujeres. Los daños al proyecto de vida, como tercera categoría, engloba los diferentes perjuicios o vulneraciones que sufrieron estos participantes en su
condición de combatientes, así como los daños que vislumbran en su entorno familiar y vida afectiva. La última categoría, El pasado, es pasado, indaga por los procesos de reparación de los daños causados al proyecto de vida de estos
jóvenes y las perspectivas de futuro que han construido a lo largo del proceso de reintegración social a la vida civil del que son partícipes.
Cada uno de los nombres de las categorías fueron extraídos de los conceptos in vivo de los y las participantes de esta investigación, siendo sus voces las directrices que guiaran el discurso construido en este escrito.
6.1 COMO EMPEZÓ LA VIDA.
Los relatos permiten encontrar una serie de coincidencias frente a los múltiples factores que incidieron directamente en la vinculación o reclutamiento de estos jóvenes, donde la insatisfacción total o parcial de sus necesidades básicas
para vivir de una manera digna y desarrollarse en un medio que les facilitara potenciar sus recursos, era la constante al interior de sus núcleos familiares. La
pobreza en la que crecieron estos niños y niñas, al igual que sus familias desembocó en que precozmente se vieran en la obligación de asumir tareas u oficios que no correspondían a su edad cronológica y mental. Por esta razón
desde las edades de diez u once años empezaron a ejercer el trabajo infantil, teniendo que abandonar sus hogares para buscar en municipios aledaños a donde
vivían mejores oportunidades de trabajo y como resultado de eso, verse en la necesidad de desertar del sistema escolar para cubrir sus necesidades personales y ser apoyo en el sustento económico de sus familias.
Para estos niños y niñas tener que asumir desde muy temprana edad roles no correspondientes a su periodo de infancia como convertirse en proveedores
parciales o totales de sus núcleos familiares, constituyó en gran medida la necesidad de enfrentar la vida desde una mirada de adulto, crecer de manera acelerada truncando los deseos, sueños y expectativas que se tenían con
respecto a sí mismos y a las opciones que el contexto les pudiera ofrecer para desarrollarse plenamente. Este espacio se encontraba marcado por la carencia de
recursos, la ausencia de reconocimiento hacia la población juvenil y el maltrato del que eran víctimas en los diferentes escenarios de socialización como la familia, la escuela o el comunitario. Todos estos factores dejaron en estos jóvenes profundos
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sentimientos de frustración y desesperanza frente a sus vidas, situación que
favoreció la opción de hacer parte de la guerra. Los tres fragmentos citados a continuación, describen ampliamente las condiciones materiales que antecedieron
su vinculación a los grupos paramilitares que operaron en las zonas que habitaban en ese entonces:
“más que todo de vivir estos tiempos, fue vivir las necesidades, eso me obligaba a, muchas veces a asumir cosas que en mi edad no debían ser, las cuestiones de vivir eso tuvo que ver más que todo con responsabilidades que no debía asumirlas en ese tiempo, entonces no sé, la misma vida se encargaba de ponerlo a uno en esas cosas, a afrontarlas… eso era algo duro porque cuando en la casa se tenía para el desayuno no teníamos la comida, o a veces no teníamos nada, nos tocaba pasarla o salir a rebuscarnos por ahí, entonces complicado, por lo menos usted siendo un niño, pues claro que muchos lo pueden hacer, pero pues mi pensado era entrar, porque a mí también me dijeron que me iban a dar un sueldo y eso, pues yo dije trabajar, hago lo que quiero hacer, y pues lo que me paguen le mando a mi viejita, pero no fue así” (participante 2). “yo maldecía que porque me toco a mí esto, que por ejemplo yo veía peladitos estudiando, entonces yo deseaba, a pesar de que mi papá, él me daba el estudio pero entonces yo viendo la situación en la casa que eran bastantes hermanitos, y que a veces mis papás se veían alcanzados entonces yo prefería trabajar, poco o mucho yo les colaboraba aunque sea pa´ yo mantenerme así no les diera plata, entonces yo me compraba mi ropita, me compraba mis cositas, y por ay que llevábamos algo para la casa porque ellos no me pedían plata” (participante 3). “no pude estudiar todo lo que tenía que estudiar, eh, estudie hasta tercero de primaria, ahí me humillaban porque me tocaba ir descalza a la escuela, de ahí empecé a trabajar en cultivos de tomate, cohombro, cultivaba todo eso y así me ganaba el jornal, ocho mil o diez mil pesos, con eso compraba el jabón para lavar mi ropa. Mi mami siempre me humillaba, me echaba en cara la comida que me daba, después empecé a trabajar en casas de familia, también me humillaban” (participante 4).
A las condiciones de pobreza y exclusión a las que se veían sometidos estos jóvenes se sumaba la carencia afectiva y la presencia de violencia intrafamiliar al interior de sus hogares; esta desestructuración familiar en la que
prevalecía un régimen autoritario con un rotundo desequilibrio en las relaciones de poder entre sus miembros agudizaba el panorama vivido por estos participantes,
quienes cada vez se encontraban más atraídos por incursionar en los grupos armados como una forma quizá de escapar a cada una de estas vulne raciones de las que eran objeto, mediada además por la debilidad en los lazos familiares que
se habían construido en estas relaciones filiales. En ese sentido, el grupo armado se convertía en un espacio donde estos jóvenes tenían la posibilidad de tener un
lugar, lograr el reconocimiento que en otros ámbitos les había sido negado sistemáticamente. “El maltrato infantil y la violencia intrafamiliar es una de las principales causas por la que muchos menores huyen de sus hogares buscando
un «mejor futuro» en algunos de esos grupos” (PGN e ICBF, 2004).
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“el impulso tal vez fue el cariño que nunca tuve de mi mamá, cuando yo era muy niño ella me pegaba por todo, una vez me cogió con un lazo, me dejo todo morado; no me podía ver hablando así con otros niños porque me entraba... Tal vez fue eso, eso lo que me hizo contar con un rencor cuando niño, yo ahorita ya sé como son las cosas, yo digo mi mamá no tiene la culpa en ese sentido, ahorita está en tratamiento. Ya pues en mí modo de pensar en ese tiempo, yo le cogí rabia a mi mamá, porque cuando estábamos estudiando, creo que íbamos a salir de quinto de primaria, se hizo un paseo, entonces yo le rogué a mi mamá pa´ que me dejara ir, que me dejara ir, le llore, de todo hice y no, que no y que no, desde ese momento le cogí (silencio) rencor, ya después fue cuando empezamos los problemas, ya peleaba mucho con ella, ya no me dejaba mandar, no me dejaba pegar, pues yo creo que todo eso fue, porque me hizo falta el cariño de mi mamá, o cómo yo quería que ella me lo diera” (participante 2)
Estas condiciones de un contexto privativo de las mínimas garantías para el establecimiento de una vida digna, son en últimas el caldo de cultivo más propicio para que los grupos armados ejerzan su acción de control territorial a través del
uso de la violencia directa en amplias zonas rurales del país. El ejercicio de la violencia se empieza a naturalizar como una forma eficaz para lograr acceder al
poder, el dinero, el respeto y reconocimiento que se desea, convirtiéndose en una lógica de vida a la que muchos niños, niñas y adolescentes se van adhiriendo, producto de las deformaciones de sus subjetividades, al configurarse en ellos y
ellas una identidades militarizadas. La construcción social de un niño o joven se hace a través de la relación que tienen con el otro, con su familia, con sus vecinos,
con sus pares y con los valores que son socialmente construidos por las costumbres y la cultura; todos estos aspectos, y muchos más, son modificados, influidos, trastocados y tergiversados por el conflicto armado. Cuando hay actores
armados en un territorio todo cambia, las relaciones están permeadas por el miedo y la desconfianza, que se constituyen a su vez en los elementos más importantes
en la ruptura de redes sociales (Ruiz, 2002:28). La necesidad en todas sus expresiones, estructural, afectiva o material,
marca el derrotero que legitima la vinculación de estos jóvenes a estos grupos,
pues el hacerse parte de estos les garantiza el uso del poder que brindan las armas y el acceso a los recursos de los que antes se carecía. Como lo señala
este participante, en las autodefensas el método de alistamiento a sus filas fue principalmente a través de la vinculación por medio de la coacción, la manipulación y el juego establecido en la relación necesidades versus escasas o
nulas expectativas de vida diferentes a convertirse en un actor del conflicto armado. La cotidianidad de la guerra en algunas regiones del país hace que los niños y los adolescentes construyan imaginarios y formas de relación mediados
por los valores y símbolos propios de la guerra. Formar parte de un grupo armado se convierte en una expectativa de vida (Picón y Chávez, 2008).
Esa naturalización de la violencia permea la construcción de identidades, siendo el arma como símbolo de poder y estatus, el que adquiere tal fuerza como opción de vida para muchos jóvenes. En qué momento la palabra, la caricia o la
sensibilidad, perdieron la vigencia como medios legítimos para ser reconocidos
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como seres humanos, para ser remplazados por el establecimiento del miedo, la
intimidación y la muerte en las relaciones con el otro.
“en parte hay reclutamiento forzado y en parte hay reclutamiento en el sentido de manipulación o de comprar, la verdad es que llegaba uno a un pueblo cuando necesitaba así gente, y miraba así gente que eran como más fáciles de acceder para que pudieran ingresar eh, más que todo se le llegaba a la gente necesitada, entones ahí es donde uno aprovecha y llega al punto de ofrecerles cosas, ofrecerles plata, en que van a tener una vida relajada, que van a tener lo que quieren, más que todo lo de las viejas; si son viejas se les dice que van a tener su sueldo. En muchas partes llegaban y se los llevaban sin saber porqué y a trabajar para la organización. Entonces esa es la clase o la parte más fácil de ingresar personal a la organización, no se ve tanto en las autodefensas de que hagan reclutamiento forzado, entonces más bien se hacía eso, esa era la estrategia, para que no hubiera ese conflicto en las noticias, para que no se viera esa mala fama de las autodefensas” (participante 2). “a mí siempre me gustaron las armas, sí, yo desde pequeño, no sé, yo era uno de los que jugaba con mis amiguitos que a los soldados, sí, todo eso, mi sueño era ser un soldado, yo decía que cuando fuera más grande quer ía ser un soldado, y pues, ahí empezaron a pintarme todo eso y pues yo los veía a ellos por ejemplo que la pasaban bien ahí en el pueblo, con esos carros vacanos, con esas mujeres tan lindas, entonces yo dije pero porque no puedo tener todo eso sí ellos son personas como yo, y pues allá la gente me tenía respeto sí, a pesar de que yo era pelado, yo me sentía orgulloso porque yo cargaba un arma, porque en ese pueblo nosotros éramos la ley” (participante 3).
A partir de lo anteriormente expuesto y reflejado en las voces de estos jóvenes excombatientes surge la reflexión sobre el daño al proyecto de vida a partir de su vinculación y reclutamiento forzado. En ese punto efectivamente los
daños generados al proyecto de vida como resultado de su participación en la guerra alcanzan muchas dimensiones de la personalidad de estos jóvenes q ue
coartan la posibilidad de “Ser” bajo unos mínimos éticos de dignidad humana, libertad y autonomía que deberían ser inalienables. Sin embargo, esta contextualización de las condiciones que anteceden al ejercicio de la violencia por
parte de estos participantes, obliga a preguntarse a partir de qué momento es que se genera el daño a ese proyecto de vida, sí desde que hacen parte de un bloque
paramilitar o ese daño ya está presente y se profundiza aún más con su participación activa en la guerra. Sería pertinente descubrir si antes de la vinculación estos niños, niñas y adolescentes tuvieron la posibilidad de plantearse
un proyecto de vida, o si simplemente, quedaron sometidos a los avatares de la vida que les toco asumir en medio de todo tipo de vulneraciones y negaciones a las garantías mínimas, como parte de ese espiral de violencia estructural y cultural
que históricamente ha marcado a la sociedad colombiana, cuyas víctimas más significativas han sido la niñez y la juventud de este país.
6.2 LAS REGLAS DE ALLÁ
Esta categoría de análisis da cuenta de la vivencia y significación que estos jóvenes le otorgan a su experiencia como combatientes de los dos bloques
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paramilitares de los que hicieron parte: el Central Bolívar (BCB) y la Autodefensas
Campesinas del Casanare (ACC); dos agrupaciones con un alto nivel de violencia dirigida hacia la población de muchas zonas del país, pero asentadas
principalmente en Los Montes de María y sur de Bolívar, así como en Casanare y límites de Boyacá con ese departamento. El BCB se caracterizo por su fuerte control territorial y poblacional a través del uso indiscriminado de la violencia, cuya
forma de alistamiento de sus fi las fue la coacción en las poblaciones donde operó. En contraposición, las ACC tuvo como práctica sistemática el reclutamiento
forzado con un régimen militar absolutamente vertical en el que cualquier transgresión a sus normas por parte de los y las combatientes implicaba la muerte, situación que ocasiono la deserción de muchos de estos; es importante mencionar
que este grupo paramilitar al mando de Martín Llanos fue el único que no quiso hacer parte del proceso de desmovilización en el país, encontrándose en la
actualidad operando en los departamentos de Casanare y Meta. Esta categoría describe a través de las voces de sus protagonistas los lemas, ideología y la instrumentalización de la violencia ejercidos al interior de las agrupaciones de las
que formaron parte, y cómo mediante estas prácticas se fue profundizando el daño sufrido por estos jóvenes.
Los relatos de estos jóvenes describen ampliamente los lemas que debían seguirse en la cotidianidad como reglas que garantizaban la supervivencia en medio de la hostilidad y peligros de los que fácilmente podían ser víctimas por
parte de sus propios compañeros o mandos. Uno de ellos se refiere al proceso de adaptación a las prácticas que ejercían, donde las acciones que realizaban se
empezaban a desempeñar de manera automática y casi mecánica, sin un criterio o juicios de valor, más que el de la obediencia y cumplimiento de las órdenes dadas. Alrededor del poder de las armas se construye una ética organizadora de
la vida, donde prima el orden de la imposición y la verticalidad de las relaciones. En los grupos armados, se obedece o se muere (Picón y Chavez, 2008).
“empezamos a los castigos, las vacunas, los combates, cuando se mataba a las personas, lo más difícil de estar allá es cuando le dan la orden a usted de que tiene que matar a alguien, pero ya después con el tiempo se adapta al trabajo” (participante 2).
“a mí lo que me daba moral también eran mis compañeros porque decían obedezca, no más obedezca y verá que se le respeta su vida, y cumpla lo que tiene que hacer. Uno se gana la vida es obedeciendo, que si lo mandan a uno, así le toque hacer lo que sea” (participante 1).
El traumático proceso de adaptación a la vida militar y de grupo, va ocasionando que los jóvenes rápidamente vayan interiorizando una serie de reglas que posibilitan la identificación con los valores y prácticas del grupo,
desembocando en que prontamente los sentimientos de culpa o la solidaridad sean reemplazados por la obediencia ciega a las mismas dinámicas que ofrece la
guerra en el ejercicio de la sevicia y la crueldad. De esta forma, se establecen una serie de mecanismos de defensa que insensibilizan a las personas dotándolas de
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una coraza que les protege de la culpa, el miedo a la muerte o el dolo r por la
pérdida de sus compañeros, e incluso de ellos mismos. Para poder desarrollar adecuadamente los planteamientos político-militares del grupo al cual pertenecen,
los niños y las niñas deben pasar por encima de sus propias emociones y adherir al sentir del colectivo, lo cual va generando en el transcurrir del tiempo, una dependencia del otro, baja autoestima y una pobre capacidad para resolver
dificultades y autodeterminarse (Arias, F. 2000). Estas prácticas propias del entrenamiento militar que reciben, involucran un
adoctrinamiento rotundo a nivel corporal y psicológico, que garantice el cumplimiento cabal de las órdenes que reciben los y las combatientes sin objeción alguna. Para hacerse parte del grupo es necesario aprehender los gestos,
miradas, posturas, lenguajes, actitudes y comportamientos que identifica n al colectivo despojándose así de su individualidad, condición que garantizaría la
adopción de los postulados y valores que caracterizan a un o una combatiente. De acuerdo con Álvarez y Aguirre (2002:45), se ha tomado en consideración el impacto que tiene sobre los menores el hecho de matar, herir, torturar y cometer
actos violentos contra personas desconocidas o de la misma familia. En la mayoría de los casos se observa insensibilidad emocional, probablemente debido
a las frecuentes escenas de muerte que deben presenciar en su quehacer cotidiano, razón por la cual no todos los desvinculados manifiestan sentimientos de culpa.
“son las reglas de allá, allá uno no puede sentir compasión por nadie, ni siquiera por los compañeros de uno que van a matar, porque le dicen a uno que sí siente mucho dolor se va con él, así entonces le toca a uno hacerse el duro así le duela, así a uno le duela por la muerte de otras personas le toca a uno hacerse el que no” (participante 4).
“yo estaba traumatizado sí, yo nunca había hecho eso con una persona, pues ahí, tocaba, porque de todas formas uno era de ahí, y en sí había una consigna que él que no hiciera lo mismo entonces era en contra o algo sospechoso, y entonces lo cogían a uno entre ojos, yo hacía lo mismo, y en sí uno tenía una psicología, porque allá lo trabajan psicológicamente, para matar, para perder el miedo, o sea para tener la sangre fría como se dice” (participante 3). “el man me decía que pensará que había sido eso, o sea que pensará que ese man era un perro, y así trabájeme todos los días que ese man era un perro, que ese man era un perro, que el man era un animal, y que no tenía porque sentirme mal y que no tenía porque sentirme culpable, porque había gente que allá se volvía loca, había una vez un pelado, mato a una persona también y el man se volvió loco, se volvió todo nervioso, el man lo asustaban, mejor dicho el man veía cosas que no eran” (participante 2).
Uno de los lemas que restringe en gran manera la posibilidad de estos jóvenes para pensarse el establecimiento de un proyecto de vida en el tiempo y
que vincule la categoría futuro en su ciclo vital, es el lema que permanentemente se prodiga al interior de estas organizaciones armadas donde el único tiempo con
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el que se cuenta es el presente; razón por la cual para estos hombres y mujeres,
que se han desarrollado en estos contextos tan hosti les donde la muerte es una constante, una compañera con la que se vive a diario y a la que ya no se teme,
pensar en el futuro, en construir lazos o generar vínculos con algo que no sea la organización en sí misma, es un proceso que representa un costo personal muy alto y que muy lentamente puede ser superado en el proceso de reintegración a la
vida civil.
“un lema hoy estamos vivos mañana quien sabe, y uno se come ese cuento, o sea uno siempre lo decía, yo me acuerdo y era consciente que hoy podía estar hoy vivo y mañana no, yo era consciente de eso” (participante 3).
En ese camino de daños generados a consecuencia de su participación en la guerra, los conflictos por mínimos que sean fácilmente se transforman en actos violentos que solo pueden ser resueltos a través del aniquilar al oponente; cuando
se enfrentan a otros contextos diferentes al de la guerra estos jóvenes suelen asumir reiterativamente conductas de evitación como única forma de reprimir la
impulsividad y capacidad de respuesta violenta potencializada en los grupos armados de los que hicieron parte. Estas voces describen lo enunciado anteriormente:
“por eso es que trato de evitar los problemas, porque cuando estoy muy de mal genio no me importa que hacerle a la persona, eso es lo malo que uno aprende de allá porqué sí usted es así allá lo enseñan a que tiene que responder, entonces eso es lo malo que a cualquier problemita ya se va usted a hacer matar por una pendejada, por nada, mata uno a la otra persona o lo matan a uno” (participante 2).
Un elemento que se identifica y reluce en los relatos realizados con estos participantes es la presencia de la muerte como un hecho cotidiano, situación que
va naturalizando su ejercicio tanto fuera como al interior de la organización armada y que se convertía en parte de la diario vivir por estos jóvenes. De ese mismo modo la denigración del ser humano a través de la utilización de prácticas
que conllevaban una violencia extrema como los castigos ejemplarizantes, los mecanismos para probar la fidelidad a la organización o comprobar si estos
hombres o mujeres eran capaces de demostrar su capacidad como combatientes, sin ninguna clase de escrúpulos o asomo de compasión ante el dolor y la crueldad. Estas vivencias traumáticas se constituyen en un daño que difícilmente
puede ser superado, mucho más cuando han sido obligados a realizar estas prácticas y no solamente como espectadores de las formas de entrenamiento a la
que son sometidos.
“La verdad, no le he tenido miedo a la muerte, antes la he deseado, pero en el transcurso de los años pues también hay que aprender a valorar la vida, lo poco o mucho que se pasa es gracias a mi Diosito, pues la verdad es importante disfrutar un poquito el estar vivo pero con respecto a eso nunca, nunca lo pensé, iba dispuesto a morir, pues si me tocaba, listo y si no pues seguir” (participante 2).
Daño al Proyecto de Vida y Reclutamiento Forzado 16
“nosotros pensábamos llevar al muchacho para el río, y allá queríamos descuartizarlo, primero torturarlo y ahí sí matarlo, pero entonces lo pensamos bien y decidimos dejarle todo a Dios, quedarnos quietos mas bien, porque si se daban cuenta nos quitaban los beneficios y más que todo la libertad, sí no hubiera sido por eso sí lo hubiéramos hecho, porque es que como de allá uno viene como con esa mente, o sea allá es normal ver una mano por ahí o ver un charco de sangre entonces uno eso le parece normal” (participante 1). “entre el curso murió un muchacho por el calor, le dolió mucho la cabeza y le dio un derrame cerebral, esa fue la supuesta prueba para nosotras las mujeres del curso, éramos diecisiete mujeres, y al otro día cuando nos formaron nos dijeron que teníamos que ir a una prueba, que sí éramos echadas pa´ lante o no, cuando fuimos lo tenían allá, nos hicieron cortarlo en pedacitos todo, todo y enterrarlo, fue muy duro, muy duro porque él iba conmigo desde Ch, él estaba ahí cuando yo fui recién reclutada, ver que una persona que ya distinguía de hacía meses conmigo pues que tuviera uno que, que picarla en pedacitos, eso es duro, muy duro para uno, es terrible, pues yo me aguante las ganas de llorar, pero después pues ya cuando nos fuimos de ahí, llore porque no es fácil para uno ver como los compañeros de uno, uno mismo tiene que volverlos así, eso es terrible” (participante 4).
“el comandante antes le dio con una pica chiquita en la cabeza, le toco primero golpearla y ahí si echarla a la candela, y le pego, después de eso fue cuando dijo traigan la carne, ella venía con un poco de alambre enrollada y ya cuando la echaron ella empezó a pujar, a moverse, entonces yo le que pensé fue sí a uno le duele un quemonazo con un cigarrillo como será con el fuego cayéndole en la piel y uno vivo sin poderse safar ni gritar, entonces yo me aguante y trate como de no ver sino hacer de cuenta que estaba viendo pero con la mente ida” (participante 1).
Los testimonios recopilados a través de los relatos de vida con estos jóvenes permiten aproximarse al daño generado a sus subjetividades y consecuentes proyectos de vida, que impiden de sobremanera construir formas
alternas de relacionamiento diferentes a la uti lización de la violencia. A su vez, las prácticas crueles desarrolladas como parte del entrenamiento recibido y de la
medición de sus aptitudes para el ejercicio de la guerra, ocasionan una serie de impactos psicológicos a nivel de su salud mental, que interfieren directamente en el establecimiento de relaciones afectivas profundas por la incapacidad para
establecer vínculos, expresar abiertamente sus sentimientos y dar a conocer sus necesidades a los demás. El inventario de daños puede llegar a hacerse
interminable por lo traumático de la experiencia vivida y de su duración en el tiempo, situación que demanda de un acompañamiento psicosocial permanente que brinde espacios reflexivos donde afloren las significaciones otorgadas a la
vivencia para así valorar los impactos generados y sus maneras de reparación del daño. Al respecto, Castaño afirma:
“Cuando hablábamos del impacto de la guerra en los niños, nos referimos a su adaptación (insensibilidad) a ella, a su disposición a participar en ella, a las naturales manifestaciones de dolor, rabia,
tristeza, inmovilidad de estos infantes, a la alteración o cambio en su cotidianidad, en su familia y en su entorno y a las desviaciones
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en el desarrollo psicosocial de los mismos. Como ya anotamos, la
mayoría de los niños se adaptan a la situación de guerra y desde el punto de vista psicológico y psiquiátrico no presentan trastorno
en su salud mental, es decir no sienten molestia emocional frente a su propias actitudes violentas. Como individuos actuarán, pensarán y sentirán como el medio en que les ha tocado
socializarse” (1998:49). 6.3 LOS DAÑOS AL PROYECTO DE VIDA
Partiendo de una conceptualización del daño, Jorge Calderón (2002) considera que “el daño al proyecto de vida atiende a la realización de la persona
afectada, considerando su vocación, aptitudes, circunstancias, potencialidades y aspiraciones, que le permiten fijarse razonablemente expectativas determinadas y
acceder a ellas”. El daño al proyecto de vida se considera como uno de los perjuicios que mayor gravedad tiene en desarrollo del ser humano, pues transgrede los principios que sustentan la dignidad humana como lo son la libertad
y la autonomía de ser y poder decidir sobre sí. Es de tal magnitud este daño que impide el desarrollo y la consecución de las expectativas que se tenían frente al
futuro sobre lo realizado en el pasado, pues los hechos de violencia que se viven en el presente generan rupturas entre lo que se era y lo que puede ser a partir de los hechos traumáticos vividos. Estas fracturas conducen a una constante
sensación de pérdida e impotencia frente a lo que se pudo haber sido y no fue, que inmovilizan a las personas en su desarrollo para una reconstrucción de sus
vidas en las diferentes áreas. En el caso de estos jóvenes, ellos y ellas perciben una seria dificultad para reparar el daño que han sufrido en su condición de excombatientes, pues prevalece esa constante sensación de pérdida, donde se
hace difícil establecer prioridades o retomar proyectos como el proceso educativo, que van íntimamente ligados al sentir que se están superando o proyectándose
hacia un futuro diferente al que tenían en el grupo armado.
“yo digo que una juventud, eh mi colegio, porque, o sea mi sueño era otro, seguir estudiando y hacer una carrera de médico forense, y todo eso se perdió allá, pues porque para ser médico forense se gastan muchos años, y pues ahora ya aunque sea ser enfermera, eso quisiera (silencio)” (participante 1). “El daño nunca se repara, la verdad nunca se repara, que se hace el deber sí se hace, pero siempre queda esa secuela, de que siempre lo va a tener ahí” (participante 3). “ya ahorita en la etapa que estoy pues, la verdad he perdido mucho tiempo, he perdido muchas oportunidades, y el haber estado allá es una experiencia, es algo que vale la pena pero a la vez no la vale, porque he dejado de superarme, de crecer como persona, de tener al menos un titulo, o al menos un estudio” (participante 3).
Los daños ocasionados a estos jóvenes, se evidencian gradualmente a partir del momento en que se desvinculan del grupo armado al que pertenecían,
Afuera del grupo la muerte adquiere otra connotación diferente a la de ser
Daño al Proyecto de Vida y Reclutamiento Forzado 18
concebida como un hecho normal que hacía parte del día a día. Cuando se pierde
la “protección” personal que se tenía al interior de la organización se activa el miedo a ser víctima de los peligros que se desencadenan por la condición de
desvinculados del conflicto armado, colocándolos en una posición constante de alarma y zozobra frente a lo vulnerables que pueden ser frente al peligro del señalamiento social. Otro aspecto que cobra relevancia es la falta de seguridad y
confianza en sí mismos para desenvolverse socialmente de manera óptima; el daño se refleja en la incapacidad para establecer vínculos con otras personas
ajenas al núcleo familiar e interrelacionarse en condiciones de horizontalidad con las demás personas, por miedo a la estigmatización o el señalamiento del que puedan llegar a ser víctimas. Tanto mujeres como hombres prefieren aislarse, lo
que los diferencia son los motivos de esa evitación, para ellas es una manera impedir el rechazo o la culpabilización, mientras que los hombres asumen
posturas de distancia para evitar que el conflicto trascienda a hechos violentos. En relación a ocasionar la muerte a otra persona, el impacto psicológico que este hecho deja en los niños, las niñas, adolescentes y jóvenes, es de unas
magnitudes tales que se mantienen el tiempo y se evidencian con más fuerza cuando se encuentran en la etapa de desvinculación. En los relatos que los y las
participantes realizaron, describen como en los meses siguientes al primer asesinato, la imagen de lo acontecido queda fija en la memoria, lo que ocasiona trastornos del sueño y la alimentación, pesadillas, paranoia, entro otros síntomas
que de no manejarse pueden conducir a conductas patológicas como el “gusto por ver sangre” o la locura. Sin embargo, este suele suceder solo con el primer
asesinato ya que después hablan de una adaptación a este tipo de acciones que pasan a ser concebidas como “normales” en la lógica de la guerra.
“ya uno es, le coge miedo a todo porque uno piensa que en cualquier momento van a matar a alguien o hasta pueden venir por uno sacando cualquier excusa. Antes yo era la persona que donde quiera que llegaba pues hacía amistades, amigos, no me daba pena de nada, ni siquiera de hablar, nada, pero ya eso lo cambió todo, me da como, como cosa hablarle a la demás gente, como con frescura o algo, sí, me agobio por eso. Antes podía caminar bien por estas calles pero ahora yo no camino muy segura, sino yo veo alguna moto y ya pienso que es que mandaron matar, o en cualquier momento me van a disparar” (participante 1). “yo temblaba, ahí se quedo el man, yo quede todo nervioso, como salido entre sí porque pues yo nunca pensé hacer eso, o sea lo decía sí pero como por facharme, sí, que yo quiero matar, pero cuando a uno le toca es cuando se da uno de cuenta como son las cosas, y yo creo que dure como unos dos meses que yo no podía dormir, sentía el olor a sangre, veía ese man, en las noches sentía que ese man me cogía, y ahí fue donde me empezaron a trabajar psicológicamente respecto a eso” (participante 3).
De acuerdo con Álvarez y Aguirre (2002:45), se ha tomado en consideración el impacto que tiene sobre los menores el hecho de matar, herir,
torturar y cometer actos violentos contra personas desconocidas o de la misma familia. En la mayoría de los casos se observa insensibilidad emocional,
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probablemente debido a las frecuentes escenas de muerte que deben presenciar
en su quehacer cotidiano, razón por la cual no todos los desvinculados manifiestan sentimientos de culpa. Sin embargo, el proceso de reintegración a la vida civi l les
permite a algunos jóvenes hacer la reflexión sobre las lógicas que motivaban sus comportamientos de frialdad e insensibilidad para de esta manera poder ser resignificados y dimensionarlos en ese contexto violento al que estuvieron
expuestos durante la permanencia en las organizaciones paramilitares de las que hicieron parte activa. En ese sentido, el daño se refleja en la incapacidad para ir
deconstruyendo esas armaduras corporales que anulan cualquier expresión de sentimientos, por la asociación que suelen hacer entre afectividad y vulnerabilidad, y que conduce a que en sus vidas de pareja o a nivel del establecimiento de
relaciones sociales impongan barreras que impiden fortalecer vínculos o crear lazos más fuertes:
“yo ahorita me acuerdo de eso y se me eriza la piel, o sea me da, me da como vaina, y, nosotros éramos cagados de la risa, y así sucedía algo, que cualquier otra cosa, que mataban a alguien, y nosotros éramos riéndonos, eh, que a usted lo van a matar, que lo van a mandar pa´ donde Pedro a que vaya a sembrar caña, asustando la gente, o sea trata que lo iban a matar o lo íbamos a matar entonces nosotros éramos riéndonos, éramos felices causando dolor en la persona, sí, y ahí es donde yo digo que éramos desalmados, porque una persona que de verdad sea consciente de lo que hace no hace eso” (participante 3). “en sí uno no podía expresar los sentimientos, entonces a uno le tocaba así sintiera tristeza, dolor, de todo, tocaba uno comérselo y allá es donde uno aprende a no poder expresar los sentimientos, se vuelve uno frío, sí, pero del resto no. Ahora pues sí, me queda un poquito complicado, soy muy duro, sí he tratado de cambiarlo pero la verdad es muy difícil, no vuelve uno a ser la persona que era antes, ya los sentimientos poco a poco van llegando pero es muy duro, a mi muchas veces me han dicho que yo no tengo corazón” (participante 2).
El análisis del daño desde un enfoque diferencial permite vislumbrar los menoscabos que se vivieron por parte de mujeres y hombres, que afectaron sus
subjetividades y la construcción de identidades de género, las cuales se vieron seriamente afectadas por la práctica sistemática de la violencia sexual al interior de estos bloques paramilitares, que involucraban una serie de vulneraciones entre
las que se destacan las violaciones individuales y grupales por parte de los compañeros a las mujeres que ingresaban, la imposición de relaciones con connotaciones de servidumbre sexual ejercidas por los comandantes, la pena de
muerte a causa de romper la regla que prohíbe el embarazo o como consecuencia de resultar infectada con una enfermedad de transmisión sexual, la imposibilidad
de utilizar métodos anticonceptivos, la utilización de la intimidación, la amenaza e incluso la muerte cuando las mujeres se niegan a sostener relaciones sexuales o de pareja con sus superiores, entre muchas otras denigraciones que atentan
directamente a las mujeres al ser consideradas también como objetos sexuales y botín de guerra. Es importante mencionar que este flagelo afecta en su gran
mayoría a las mujeres como parte de la configuración de la estructura militar bajo
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unos parámetros patriarcales que establecen unas marcadas relaciones de poder
de sumisión-subordinación entre hombres y mujeres, y que en menor grado también afectan a los hombres, quienes pueden llegar a ser víctimas de abuso
sexual o tener que demostrar su virilidad sosteniendo prácticas sexuales en público para de esta manera ganarse “el respeto” ante los compañeros y comandantes. A continuación se exponen una serie de relatos que evidencian las
denigraciones que las y los participantes tuvieron que enfrentar en el transcurso de su vida como combatientes:
“ya después fue cuando abusaron de mí varios de mis compañeros, me toco porque me dijeron que si no les soltaba pues me mataban” (participante 1). “allá cuando estuve y había un man que le gustaban los chinos y el man se enamoro de mí, y quería que yo me volviera marica, (silencio) como él, pues él, a él lo mataron porque él se paso conmigo, se paso y yo me queje, sí, el man abuso de mí, o sea para mí eso fue duro sí, porque uno entrar a una organización y que le hagan eso a uno, entonces yo me queje, y pues en sí lo que más me afecto a mí al haber entrado a ese grupo fue eso y las muertes” (participante 3). “ahí fue cuando yo quede embarazada, quedo embarazada otra muchacha, cuando nos pusieron al radio nos dijeron que, el comandante HK nos dijo que nosotros sabíamos las reglas que habían dictado ellos, eh que nos iban a matar, pues que nos tenían que dar de baja por no haber cumplido el reglamento y que a las parejas también, pues ahí nosotros nos quejamos, nosotros no sabíamos que la esposa del otro comandante también estaba embarazada pero allá hay, hay una vaina y es que es una injusticia muy grande, que a las mujeres de los comandantes quedan embarazadas y a ellas no les hacen nada, y las mujeres de los patrulleros sí, entonces a ellas sí las matan” (participante 4). “a ella más que todo la mataron porque cuando llego no le quiso dar nada al comandante y le dijo al comandante que qué asco, que era un viejo, que no era capaz de estar con él que porque era muy feo y porque tenía una operación muy horrible, él tenía operado el estomago desde abajo hasta el pecho, por eso le decían cremallera, y entonces ella decía que no era capaz de acostarse con él, y él le fue cogiendo así como rabia y rencor y ya cuando ella le dio ese papayaso fue que él aprovecho” (participante 1).
Uno de los daños más significativos al proyecto de vida que se evidencia en estos jóvenes se expresa en la conformación y establecimiento de su vida en pareja. En los cuatro relatos obtenidos se encuentran una serie de coincidencias
interesantes que ameritan su estudio a profundidad, destacándose en primera instancia que los vínculos están mediados por expresiones de agresión y en
algunos casos por violencia de pareja. Otro rasgo llamativo es que las mujeres tienden a establecer relaciones de pareja con hombres menores que ellas y los hombres a su vez se involucran con mujeres mayores que ellos, lo que ocasiona
más desequilibrios y conflictos al interior de las mismas. Estas relaciones de pareja se identifican por el desequilibrio en las
relaciones de poder, la dependencia afectiva que estas mujeres jóvenes sostienen
Daño al Proyecto de Vida y Reclutamiento Forzado 21
hacia sus parejas y la dominación y sentido de propiedad que asumen los
hombres frente a la relación, generan constantes conflictos que se resuelven por medio de la evasión o la violencia. Es así como estas mujeres siguen manteniendo
la cadena de maltratos y agresiones que han marcado sus vidas en los diferentes escenarios: su familia de origen, el grupo armado y en la actualidad la familia que han conformado. Por su parte los hombres replican la violencia ejercida en la
organización armada a menor escala en el ámbito privado del hogar, reforzando esas masculinidades militarizadas construidas bajo la lógica de la guerra. El
proceso de desaprender las formas de relación mediadas por la lógica del grupo al que perteneció tiende a ser más lento y se observa la tendencia a reproducir esquemas de corte autoritario, así como mayor dificultad para adquirir destrezas
diferentes a las del uso de las armas. (Picón y Chavez, 2008).
“me provocaba cada ratico pegarle, es que yo a veces soy la que inicio, inicio primero botándole cosas, rasguñándolo o insultándolo, diciéndole un poco de cosas, y pues ya cuando él, o sea, yo empiezo dándole cachetadas y ya él empieza a responder porque a quien le va a gustar que le peguen, igual él a veces para que yo no siga así de alterada me coge de las manos y me dice ya se calmo, y me tiene de ahí y ya cuando logra salir corriendo sale y se va hasta que a mí me pase el malgenio y ya” (participante 1). “yo allá tenía una pareja pero pues yo la quería y todo pero no es igual como yo quiero a la pareja que tengo ahorita, yo a ella la tenía como un juguete, yo iba y hacía con ella lo que quería hacer y me iba y tenía otras viejas y normal, o sea para mí eso era normal, era algo sin importancia” (participante 3). “por lo menos yo tengo rabia, prefiero estar solo porque mis reacciones no son muy buenas que digamos, mi expresión cambia mucho, si cuando estoy de mal genio cambia mucho, no hablo, me quedo callado o si hablo, hablo como agrediendo si, entonces para manejarlo prefiero hacerlo yo solito sí, y con la pareja si ha pasado pero entonces después de que se me va la rabia me tranquilizo, respiro y hablo pero cuando tengo rabia no, no me dejo hablar mejor dicho” (participante 2).
En definitiva cualquier daño que se ocasione a un sujeto, lo implica todo. Se
hace muy difícil identificar y caracterizar cual es el daño que ha recibido una persona, puesto que se está afectando su desarrollo integral, que abarca todo, su
corporalidad, su salud mental y psíquica, su autonomía y libertad, y por consiguiente la posibilidad de proyectarse en el futuro:
“Siendo el ser humano una inescindible unidad psicosomática,
todo lo que agravia al soma o cuerpo repercute, en alguna manera y medida, en la psique y, a su vez, todo lo que lesiona la psique se
refleja, también de alguna manera y en cierta medida, en el soma o cuerpo… un daño psicosomático puede afectar, en cierta medida, la plena ejecución del proyecto de vida. La persona puede
verse impedida de realizar a plenitud lo que, por ser libre, “decidió ser” o tan sólo ver menoscabada tal realización. La persona, en un
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caso límite, como derivación de un daño al proyecto de vida puede
ver frustrada su propia realización existencial” (Fernández, 2002). EL PASADO, ES PASADO
El proceso de reparación del daño se inicia con la desvinculación de estos jóvenes de los grupos paramilitares de los que hicieron parte y que como menores
de edad les brinda el estatus de víctimas del conflicto armado colombiano, pese a ser también victimarios en el mismo. Esta doble condición de víctima y victimario
complejiza aún más el proceso de reparación del daño al proyecto de vida pues implica por un lado restablecer los derechos que han sido negados a consecuencia de la vinculación a los grupos armados, pero también generar en el
proceso de acompañamiento psicosocial la reflexión sobre la responsabilidad que tienen para con las víctimas que dejaron a lo largo de su accionar como
combatientes de estos grupos paramilitares. Si bien la Corte Constitucional colombiana en la sentencia C- 203-05, considera víctimas del conflicto armado a los menores desvinculados de éste, dicha condición no los exime de
responsabilidades penales. En consecuencia, el proceso de restablecimiento de sus derechos, como correlato de la restauración de su dignidad e integridad como
sujetos y de la capacidad para hacer un ejercicio efectivo de los derechos que le han sido vulnerados, tal como se lee en el artículo 50 de la Ley 1098 de 2006 (por la cual se expide el Código de la infancia y la adolescencia), se torna como un
proceso difícil de acoplar con aquel otro en el que se busca una adecuada atención psicosocial (Picón y Chavez, 2008).
El proceso de reintegración y de reparación al daño se hace complejo porque implica pasar por la fase inicial de readaptación a las nuevas condiciones que el medio familiar, social y comunitario les plantea a estos jóvenes como el
rompimiento de los vínculos, la estigmatización o el asumir responsabilidades de proveedores; quienes se ven en la obligación de ir lentamente desaprendiendo los
patrones autoritarios y violentos que interiorizaron en las organizaciones de las que hacía parte. Como ellos lo enuncian en sus relatos el proceso de cambio y de reparación es difíci l de lograrlo pero posible de alcanzar sí se cuenta con un
acompañamiento psicosocial, el restablecimiento de redes vinculares en la familia que sirvan de sostén y apoyo en los momentos de crisis, as í como la visibilización
de sus necesidades en relación a las realidades que presenta esta población. El nombre que designa esta categoría, tiene que ver con la idea reiterativa de los cuatro jóvenes participantes en la investigación de dejar en el pasado cada
una de las experiencias vividas en la guerra, como una forma de reconstruir sus vidas y desde esa mirada tener la posibilidad de vislumbrar un futuro diferente con un proyecto distante de las dinámicas violentas que asumieron como actores de la
guerra. Prevalece en ellos y ellas la negación a recordar para reconfigurar ese pasado que en la mayoría de los casos remueve fibras que causan malestar
emocional, culpa, tristeza e impotencia por las decisiones tomadas, las acciones cometidas y los daños ocasionados a personas y comunidades víctimizadas por el paramilitarismo. En ese juego de sopesar daños recibidos y ocasionados, la mejor
estrategia que encuentran es dejar todo lo acontecido bajo la sombra del pasado, para así reanudar sus vidas y mirar hacia un futuro más prometedor para ellos y
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ellas, pero que genera la discusión sobre el derecho a la verdad que tienen las
víctimas del conflicto, a su reparación integral, con miras a una posible reconciliación.
“una vez aquí es distinto, aquí a uno le toca saber andar, saberse adaptar a las cosas, y así pues es bueno tener un cambio, por eso yo creo que el alma si la recupera uno, ya como que vuelve uno a recuperarse, ya como que uno no, no se la pasa como con ese miedo, con esas ansias, porque allá uno se la pasaba ansioso, sí, como con esa rabia, no se algo todo extraño, prácticamente como endemoniado, digámoslo así en términos religiosos, y la gente veía como eso en uno y no se le acercaba casi y la gente que se le acercaba era como por tenerlo ahí en la mano como porque no les hiciera daño, sí, para que no se metiera uno con ellos” (participante 3) “Pues en sí uno a veces le toca ser frío con uno mismo, o sea pues el psicólogo le ayuda a uno mucho, eso sí para qué, pero a uno a veces le toca sentar cabeza y decir bueno, sí, lo pasado, pasado, ya, ser rudo a veces con uno mismo, porque por ejemplo como le digo sí uno se mete como en esa vaina de yo hice esto, yo hice esto, pues uno puede terminar loco cierto, y aunque se escuche mal y aunque mucha gente diga pero es que, pero es que le toca a uno, le toca a uno ser así porque por mi parte yo lo digo, a mi me toca ser así, pues a mí me duele lo que paso y todo, y por ejemplo lo que me paso a mí, que eso es algo que nunca lo voy a olvidar, y a veces me da rabia conmigo mismo sí, fue por mi culpa también, porque me deje creer y porque me fui para allá, porque sí uno se pone como, como a ser victimario, que ay que me pasa esto, y que, como a quejarse de lo que paso, créame que termina loco, o nunca uno va a salir adelante” (participante 2)
Los cambios percibidos a lo largo del proceso de reintegración a la vida civil por parte de los y las jóvenes participantes aluden a las modificaciones graduales
respecto al lenguaje corporal que expresan en sus gestos, miradas y comportamientos desmilitarizándolos y a su vez reincorporando otros simbolismos
que potencien la configuración de redes vinculares más próximas. Otro aspecto que permite reparar ese proyecto de vida truncado por la violencia es resignificar el valor de la vida por encima de la muerte como un bien preciado que es
necesario respetar y dignificar, no solo en la propia vida sino en íntima relación a la de las demás personas. Por último, las mujeres reconocen como una fuente de
reparación los vínculos que logran establecer con sus hijos e hijas en su rol de madres, resignificando su existencia y la necesidad de superar lo vivido para brindar lo mejor a su descendencia:
“yo siento que he cambiado mucho, que soy una nueva persona, eh, cómo le digo yo a mi novia, yo soy una nueva persona, poco mucho, el apoyo de mi familia, el programa me ha servido mucho, las ayudas psicológicas me han ayudado mucho, para que, porque yo recién que llegue de allá, yo llegue mirando feo, de que no me mire porque si no lo mato, uno llega como con eso sí, como que se siente Dios ” (participante 3)
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“Que la vida vale muchísimo, uno cuando llega allá lo que uno piensa es ay, yo lo que quiero es morirme, y ya cuando uno mira la muerte más de cerquita, que le quiere decir deme otra oportunidad, y ya uno empieza a valorar la vida, que uno quisiera vivir eternamente joven, que no le pasaran los tiempos sino vivir eternamente” (participante 4) “yo creo que lo que reparo todas esas cosas fueron mis hijas, porque ya con ellas uno se siente como con mas deseos de vivir, por quien luchar, y por quien tener más responsabilidades” (participante 2)
En relación a las expectativas que estos jóvenes tienen frente a su futuro se encuentran seguir avanzando en su proceso de formación académica en la que
puedan obtener las herramientas necesarias para alcanzar una calidad de vida sustentada en condiciones de dignidad para ellos y sus familias. En la misma vía
se encuentra la necesidad de pensar en la construcción de un proyecto de vida a largo plazo en el que se aprovechen las oportunidades que el medio social les vaya brindando a los y las participantes y de esta manera poder concretar las
expectativas que se han planteado en la vida: “yo quiero estudiar una ingeniería agropecuaria y mi sueño es tener una granja que produzca, o sea que así no me de mucha plata pero que me deje aunque sea para comer y que yo viva bien, pero que yo sea feliz ahí con mi granjita y, y esto, y con mi familia” (participante 3)
“la verdad frente a lo que yo era antes y a lo que soy ahorita pues sí he cambiado mucho porque mientras estaba allá yo lo único que pensaba era en vivir el momento y ya, porque algo claro que s í tiene que tener usted allá es que en cualquier momento se muere, no, pues en cualquier momento le llega la muerte y hasta ahí llego, y ahorita pues siempre porque tengo muchas cosas que quiero hacer, tengo que proyectar a mi familia, a mi cuchita, ya no es como antes, ya pretendo tener una familia, tener unos hijos, si Dios quiere brindarles lo mejor, hay muchas expectativas frente a lo que es la vida, vivir cada momento y disfrutar cada momento, y aprovechar porque verdad que unas veces uno desaprovecha muchas oportunidades, allá uno desperdiciándose matando a otra persona, o por allá en los combates uno arriesgando su vida, muchas cosas, pero ahora pues ay muchas expectativas con respecto a la vida, también es entender que el pasado es pasado” (participante 2)
Finalmente estos procesos de reparación del daño al proyecto de vida tienen sus raíces en lo efectivos que resulten ser los procesos de reintegración social a la vida civil, desde la etapa de restitución de derechos vulnerados, el
fortalecimiento de sus redes vinculares con el grupo familiar, la vinculación al sistema educativo, laboral o productivo, la sensibilización social frente a esta
problemática que mitigue los efectos de la estigmatización social que revíctimizan esta población. Por otro lado, instar al estado a que asuma su responsabilidad política al no servir como garante de los derechos humanos de la niñez y juventud
colombiana, quien por esa misma vulneración se ve abocada a elegir el uso de la violencia como opción de vida, producto de los desequilibrios estructurales de la
sociedad colombiana.
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7. Reflexiones a la luz de la Acción Sin Daño.
Los resultados obtenidos en esta investigación al ser analizados a la luz del enfoque de acción sin daño brindan la posibilidad de clarificar las estrategias que
desde el acompañamiento psicosocial se pueden desarrollar para generar procesos encaminados a la reparación al daño al proyecto de vida de estos jóvenes desvinculados. Desde esta perspectiva conceptual y metodológica se
entiende la importancia de comprender el daño del que han sido víctimas las personas, en este caso los daños que han sufrido los niños, niñas, adolescentes y
jóvenes en relación al establecimiento de su proyecto de vida en el marco de los derechos humanos que garanticen el disfrute de la libertad, la autonomía y la dignidad. Este concepto va mucho más allá de “comprender al ser humano como
unidad psicosomática para concebirlo como ser en libertad, capaz de proyectar su vida personal y colectiva, según sus inclinaciones y propia vocación, y la
posibilidad de trazar su proyecto de vida sin dañar ni ser dañado por los otros. En este sentido, se considera que la frustración o menoscabo al proyecto de vida es el mayor daño ocasionado a una persona” (Rodríguez A, 2009).
Este daño ocasionado, implica retomar los postulados que la acción sin daño ofrece a la perspectiva psicosocial, entendiendo la importancia de
comprender el contexto de ocurrencia a través del análisis de todas las variables que inciden directa e indirectamente en el conflicto, identificar los conectores y divisores presentes en la comunidad y la relación intima que existe entre el sujeto
y su historia con el contexto del que hace parte. Esto hace necesario percibir al ser humano desde una perspectiva en que “pensar a un sujeto humano en relación
señala entonces la manera como el enfoque psicosocial interpreta la producción del daño, el cual se relaciona con la forma – o formas – como el sujeto es desprovisto de sus referentes, sus vínculos y sus afectos, porque su entorno
cotidiano fue alterado de manera abrupta y aumentó la vulnerabilidad de la dignidad humana de quienes hacían parte de él, lo cual redunda en la vulneración
de la propia dignidad” (Chaparro R, 2009). Frente a esa relación existente entre la construcción de los procesos
sociales que son paralelos a las maneras cómo se conforman los de nivel
subjetivo en un contexto violento y/o de vulnerabilidad es vital comprender que “hay un aspecto de la guerra de gran importancia… su carácter definidor del todo
social. Por su propia dinámica, una guerra tiende a convertirse en el fenómeno más englobante de la realidad de un país, el proceso dominante al que tienen que supeditarse los demás procesos sociales, económicos, políticos y culturales, y
que, de manera directa o indirecta, afecta a todos los miembros de una sociedad” (Martín-Baro, 1990). Esta realidad social va configurando en cada persona una
serie de identidades marcadas por la hostilidad como forma de comunicación, la desconfianza y el miedo, desencadenando una deshumanización al interior de las relaciones establecidas con los otros y las otras.
De acuerdo a esa condición, se hace necesario prever en la intervención los daños previos al reclutamiento o la vinculación de estos jóvenes, ocasionados en
gran medida por la desprotección familiar, social, institucional y estatal a la que fueron sometidos, negando así la posibilidad de desarrollarse íntegramente como sujetos y sujetas de derechos; entendiendo que estas condiciones que aluden a la
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dignidad, la libertad y la autonomía no son excluyentes o producto del azar, sino
que por el contrario hacen parte de una responsabilidad política de los estados por respetar y garantizar estos principios inalienables, y de una necesidad de
exigibilidad social cuando estos son vulnerados o no reconocidos como legítimos. En esa medida, la importancia de comprender y dimensionar el daño desde
una perspectiva psicosocial logrará que las intervenciones realizadas tengan en
cuenta las condiciones propias y particulares del contexto para no profundizar dichos o generar otros como producto de la interacción con la población a la que
se desea impactar positivamente. Esto se logra cuando se tiene en cuenta la integralidad del ser humano y su condición histórica; cualquier situación que pueda llegar a vulnerarlo de alguna manera repercutirá directa o indirectamente en todas
las dimensiones que lo conforman y sustentan. En ese sentido este enfoque se plantea la importancia de visibilizar los componentes emocionales, espirituales y
psicosomáticos que inmediatamente sucedidos los eventos traumáticos, pueden no llegar a evidenciarse en lo individual, familiar o comunitario, lo que no implica que estas esferas no sean afectadas en distintos grados o magnitudes. “Con el
desconocimiento de este tipo de situaciones, los agentes humanitarios al determinar la prioridad de sus intervenciones pueden incurrir de un lado, en
soslayar y subestimar aquellas situaciones que por razones de orden psicológico o relaciones de poder no son expresadas ni visibilizadas por quienes las padecen; o de otro, contribuir a profundizar los daños” (Bello M y Chaparro R, 2009).
Esta invisibilización del daño psicosocial puede ocasionar que la población desvinculada no cuente con la posibilidad de reparar sus propios daños, de iniciar
un proceso que les permita confrontarse con su propia historia de vida resignificando los hechos que la han marcado, percibiéndose como sujetos y sujetas históricos en constante interacción con el contexto en el que se han
desenvuelto y que en parte ha construido sus identidades. Esto ocasiona que no solo tengan que cargar con el estigma o la etiqueta que socialmente les ha sido
asignada sino que ellos y ellas mismos solo se perciban desde la noción de combatiente. Todas las resistencias que afloran en el proceso se refuerzan con las acciones desarrolladas en la intervención lo que obstaculiza que estas personas
se vean como sujetos activos en el contexto de la guerra y por lo tanto lleguen a responsabilizarse de sus acciones en contra de la población.
Desde la postura del enfoque psicosocial y el aporte del enfoque diferencial de género que hace a los procesos de reparación del daño, deben considerarse como líneas transversales de los programas de intervención para que puedan
encargarse en primera instancia de deconstruir los diferentes estereotipos hegemónicos construidos en los y las combatientes durante su permanencia en
los grupos armados a los que pertenecieron para que tengan la posibilidad de ser autónomos al asumir sus identidades de género desde una equidad y un reconocimiento de sí mismos y los demás; en segunda instancia que den cuenta
de los cambios en los roles y estereotipos que cada uno de los y las participantes deben asumir en su paso a la vida civil, para iniciar el proceso de percibirse más
allá del estatus de combatiente. “Tras la guerra, la identidad del guerrero se vacía de todo sentido porque el individuo deja de formar parte de la institución que alimentaba y protegía dicha identidad. En la vida civil, se dirige una nueva mirada
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hacia eventos que parecían normales durante la guerra, que incluso se
consideraban como el cumplimiento de su deber. Esta nueva confrontación adopta, en el mejor de los casos, la forma de un proceso de aprendizaje complejo,
pero también corre el peligro de desembocar en graves crisis de identidad” (COSUDE, 2006.)
Estas condiciones trabajar de manera paralela tanto las masculinidades
como las feminidades, partiendo de cómo los estereotipos van moldeando las identidades de género de hombres y mujeres, y la incidencia que estas
representaciones tienen en las relaciones de poder que se construyen entre los géneros, siendo en muchos casos de una subordinación-dominación muy marcada, debido a la hegemonía de ciertos tipos de masculinidades, cuyo estatus
se basa en el uso de la fuerza, la intimidación que se logra no solo a través de las armas y el poder sino también de la manera cómo se utiliza el cuerpo dentro de
esa militarización de las identidades que construyen los hombres en un contexto de guerra. El lenguaje corporal interiorizado a través de procesos de coacción y alienación tiene tal impacto en sus subjetividades que la agresividad se convierte
en una constante al interior de las relaciones que asumen con las demás personas que les rodean. En el trabajo asumido con la población desvinculada resulta
relevante incluir el tema del cuerpo, ya que ellos y ellas han construido una armadura corporal dirigida a intimidar, producir distancia con los demás agrediendo de forma pasiva en las interacciones que establecen. Este manejo
corporal se convierte en un reto pues implica generar un trabajo que deconstruya el lenguaje violento que estas personas llevan en la piel, dibujan en sus miradas y
exponen en la hostilidad de sus gestos y acciones. “De esta manera, un componente importante del proceso de reincorporación debe incluir la reeducación corporal y sentimental. A corto plazo, esto podría consistir en ayudarlos a aprender
nuevas formas de comunicarse, tanto verbal como con sus cuerpos” (Theidon K, 2009).
La trasformación de dichas representaciones y prácticas de los hombres excombatientes debe ser un proceso que trascienda de las esferas públicas donde se ejercía la violencia a los ámbitos privados donde esta se expresa con mucha
frecuencia en el incremento de la violencia intrafamiliar con sus parejas e hijos. Ahí es importante comprender cuál es la imagen que estos hombres guardan
respecto de la mujer, pues al no ser identificadas es difícil que se generen procesos de reflexión frente al papel que juegan los desequilibrios en las relaciones de poder y las desigualdades a su interior, estos comportamientos van
a seguir manteniéndose cómo parte de un lenguaje violento interiorizado en los diferentes procesos de socialización y reforzados durante la permanencia en los
grupos armados de los que hicieron parte. De ahí que “la contribución de los estudios de hombres y la aplicación de la teoría y la metodología de género por parte de los hombres va siendo pertinente ante la urgencia de deconstruir
concepciones y actitudes masculinas patriarcales, tanto en la vida pública como en la intimidad de la privada, que prevalecen como si fueran naturales e
incuestionables” (Cazés, 1998). En relación a la intervención con mujeres excombatientes, es necesario
partir del hecho que los conflictos armados profundizan las diferencias de género y
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hacen más evidentes las formas de vulneración de estas, quienes al interior de los
diferentes grupos armados llegan a legitimar este tipo de masculinidades hegemónicas por prestigio y estatus cuando logran vincularse afectivamente con
un comandante por ejemplo o por la protección ante el maltrato o la violencia sexual de la que pueden ser víctimas por parte de sus compañeros. En ese sentido también las identidades femeninas se ale jan de patrones tradicionales,
asumiendo muchas veces esas posturas hegemónicas a través del uso de la violencia, la intimidación y manipulación como formas de acceder al poder,
generando diferencias entre el mismo género femenino que excluyen y aumentan la constante vulnerabilidad a la que se ven sometidas las mujeres en un contexto de guerra.
Todo lo expuesto anteriormente justifica plenamente la realización de una serie de acciones por parte del estado, la sociedad civil y las organizaciones de
derechos humanos, encaminadas a la reparación integral de estas víctimas, en los siguientes aspectos: I) restituir los derechos vulnerados en todos los órdenes (políticos y civiles, DESC, sexuales y reproductivos) que garanticen un desarrollo
personal y el goce de una calidad de vida en condiciones de dignidad. II) Brindar el respectivo acompañamiento psicosocial que permita que estos niños, niñas,
adolescentes y jóvenes puedan en compañía de su familia reparar los daños ocasionados como resultado de su permanencia en los grupos armados a los que pertenecieron, para que de esta manera el proceso de reintegración a la vida civil
sea efectivo y aleje el riesgo de reincidencia o rearme. III) generar que los procesos de DDR estén guiados bajo un enfoque de derechos que tenga en
cuenta aspectos vitales como el género, la etnia, las edades de vinculación, tiempo de permanencia, como parte de un real análisis de contexto de la realidad vivida por estos niños, niñas y jóvenes en la guerra.
Finalmente el enfoque de acción sin daño se encarga de posicionar los lineamientos que rigen al estado social de derecho, como marco que garantice los
mínimos éticos de mujeres y hombres viabilizando relaciones de equidad e inclusión al interior de una democracia participativa, minimizando los efectos de la violencia estructural, directa y cultural vividos a lo largo de la historia de Colombia,
y donde los derechos humanos sean el estandarte que guíe las luchas por una sociedad con equidad para todos y todas. De ahí, que “desde un enfoque de ASD,
la revictimización de las víctimas del conflicto se mantiene como uno de los más importantes desafíos en todas las intervenciones de construcción de paz, y no solo en los escenarios de exigibilidad jurídica. Enfrentar este desafío incluye mantener
los procesos de exigibilidad orientados al cumplimiento de las obligaciones de derechos humanos en cabeza del Estado, particularmente en relación con los
derechos de las víctimas” (Montenegro D, 2010). Cada una de estas acciones propiciará el desarrollo integral de esta población directamente afectada por la violencia, como un aporte a la construcción de paz en el país con miras a la no
reincidencia en conductas violentas y delictivas por parte de estos jóvenes conducentes a la no repetición de los hechos.
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