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Comité ejecutivo para la visita del Papa
DEMOS EL PRIMER PASO
Guías para preparar
la visita apostólica del papa Francisco a Colombia
2017
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Conferencia Episcopal de Colombia
Carrera 58 Nº 80-87 – PBX: (57-1) 4375540
Bogotá D.C. – Colombia
ISBN:
Equipo redactor:
Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro
P. Juan Álvaro Zapata Torres
P. Jorge Bustamante Mora
P. Javier Mauricio Garzón López
María Oliva Gutiérrez Mejía
Andrea Margarita Pulido León
Ismael José González Guzmán
Impreso por:
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PRESENTACIÓN
El papa Francisco, como sucesor de San Pedro, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia
universal, visita a Colombia para animarnos y confirmarnos en la fe (cf. Lucas 22, 32),
guiarnos como el pastor orienta a sus ovejas hacia los mejores pastos (cf. Salmo 23), y
ayudarnos en las necesidades y dificultades que tiene nuestro país, por medio de su
magisterio y discernimiento. Por tanto, el Santo Padre viene a darnos una palabra en el
Espíritu, que sin duda será aliento de vida para afrontar, con fe, esperanza y caridad, los
muchos desafíos que tenemos. Por esta razón, consideramos que esta visita apostólica será
un momento de bendición, alegría y esperanza para todo el país.
En consecuencia, esta visita del papa Francisco a Colombia, en el mes de septiembre, no
será entendida y vivida como un evento sino como una oportunidad, para todos los
colombianos, de reflexionar sobre nuestra realidad y comprometernos a dar el primer paso,
para que, con Cristo, podamos hacer realidad la transformación que todos anhelamos para
el bien común.
Con este propósito en mente, nos estamos preparando de diversas maneras para que,
después del paso del Santo Padre por nuestra nación, podamos cosechar frutos y seguir
cultivando otros a largo plazo. En este sentido, una de las preparaciones que consideramos
fundamentales en este proceso es la disposición personal, tanto de mente como de corazón.
El material que tiene en sus manos es una herramienta para disponernos, espiritual y
actitudinalmente, a esta visita apostólica. Cada uno de los temas y de los momentos que
están planteados en los siguientes diez encuentros, para ser realizados en los meses de junio
y agosto, se ha pensado con la intención de que los católicos (ministros ordenados,
religiosos y fieles cristianos) que peregrinamos en Colombia avivemos la experiencia de fe
como bautizados, y fortalezcamos el hecho de ser discípulos misioneros de Jesús, para que
podamos avanzar en el cambio integral de esta nación.
También haremos llegar estos materiales por medio de programas radiales y de televisión
semanales, que serán transmitidos por las emisoras diocesanas o comunales y por los
canales de televisión católicos. A través de estos medios esperamos llegar a personas que,
por distancia, edad o enfermedad, no pueden acercarse a los templos parroquiales o centros
de formación para recibir dicha capacitación.
Por otra parte, daremos a conocer los encuentros a través de los periódicos diocesanos, para
que también desde los hogares puedan trabajarlos en el ámbito familiar. De igual forma,
estarán publicados en las páginas web, tanto de la Conferencia Episcopal de Colombia
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como la de la visita del Papa al país. Así mismo, transmitiremos los valores que trabajamos
en estos encuentros a los niños y jóvenes, por medio de subsidios especialmente creados
para ellos, elaborados con pedagogía acorde a sus edades. De igual forma, buscaremos la
manera de promover la divulgación de estos valores cristianos a todos los colombianos que
no creen o no se acercan a los templos parroquiales, por medio de estrategias
comunicacionales y de publicidad.
A medida que avancen los días hacia el mes de septiembre, estaremos publicando unas
Horas Santas para ser celebradas con la comunidad parroquial, en especial durante la
solemnidad de Pentecostés. Pero habrá una para la solemnidad de los apóstoles Pedro y
Pablo y, finalmente, otra para los días previos a la llegada del Papa al país.
Estamos seguros de que estos materiales trabajados en las distintas comunidades eclesiales
dispondrán los corazones de los bautizados, para que asuman esta visita como un momento
de gracia y una oportunidad para el bien de todos los que vivimos en Colombia.
De antemano le agradecemos el tiempo y la dedicación que invertirá para que estas
reflexiones lleguen a la mayor cantidad de personas, lo que hará posible que otros también
se animen a dar el primer paso.
P. Juan Álvaro Zapata Torres
Secretario adjunto de la Conferencia
Director Comisión Teológica-Pastoral
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METODOLOGÍA
Con miras a cumplir el objetivo, las metas y los procesos que están planteados en estos
materiales, lo invitamos a detenerse un momento para que conozca la estructura de los
encuentros y la metodología que manejan.
1. Lema de la visita
Demos el primer paso para comenzar, con Cristo, algo nuevo en bien de todos.
2. Objetivo
Avivar la experiencia de la fe en los bautizados y fortalecer el hecho de ser discípulos
misioneros de Jesús, para poder dar el primer paso en la transformación integral de
Colombia.
3. Metas
1. Apoyados en el magisterio del papa Francisco, realizar un anuncio kerigmático que
favorezca el encuentro con la persona de Jesús, desde una fe viva y participativa,
que suscite un compromiso auténticamente cristiano.
2. Reflexionar sobre la necesidad de repensar nuestro país a partir de los valores del
Evangelio, la dignidad de la persona y los derechos humanos.
3. Generar un compromiso eclesial y social, que promueva la responsabilidad de todos
los colombianos en favor del perdón, la reconciliación, la justicia y la paz.
4. Contenido
El contenido está desarrollado en torno a valores que consideramos se deben fortalecer
o recuperar entre los colombianos. Son valores que surgen de la Palabra de Dios y que
alimentan la experiencia de discipulado pero que, además, favorecen el desarrollo
integral del ser humano y su convivencia con los demás.
Enfatizamos el verbo sembrar como realidad que implica cuidado, dedicación y
perseverancia para alcanzar excelentes frutos. De igual forma, consideramos que la
transformación personal y social será posible si la entendemos como una siembra, que
implica compromiso individual y continuidad en los procesos que construyen
sociedades verdaderamente humanas.
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Los títulos de los diez encuentros son los siguientes:
1. Demos el primer paso
2. Y tú Pedro: confirma en la fe a tus hermanos
3. Avivemos la fe que el Señor ha sembrado
4. Crezcamos en la esperanza
5. Demos frutos de caridad en nuestras comunidades
6. Sembremos confianza en nuestras relaciones
7. Sembremos paz en nuestras palabras
8. Sembremos bondad con nuestros actos
9. Sembremos justicia en nuestras decisiones
10. Sembremos la alegría del perdón en el encuentro
5. Metodología
Cada encuentro está pensado para ser realizado, semanalmente, en el lapso de 45 minutos a
una hora. Dichos encuentros se han de desarrollar desde la mitad de junio hasta finales de
agosto.
Los pasos de los encuentros son los siguientes:
1. Título. El nombre de cada uno de los encuentros enuncia el valor que se va a
trabajar.
2. Meta. Cada encuentro tiene un objetivo, que busca arraigar o renovar en el creyente
el compromiso con el valor propuesto.
3. Signo. Al inicio del encuentro se propone un signo sencillo, que puede servir de
elemento pedagógico en la comprensión del tema o como motivación para la
confrontación. No obstante, se puede disponer de otro signo que se considere
oportuno.
4. Oremos. Iniciamos todos los encuentros con un breve momento oracional, para
disponer los corazones y ofrecer este trabajo de reflexión a Dios.
5. Dialoguemos. En este momento se proponen unas preguntas para generar una
conversación inicial entre los participantes y quien lidera el encuentro, con el fin de
realizar una primera aproximación al tema y constatar los puntos de vista que se
tienen frente al valor enunciado.
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6. Escuchemos la Palabra de Dios. Todos los encuentros se fundamentan en la
Sagrada Escritura, por ello, al inicio se expone un texto bíblico que ilumina y
orienta la reflexión. No se hace un estudio exegético del texto, pero su lectura ayuda
a extraer los elementos escenciales en miras al valor que se propone para ser vivido
en la propia existencia.
Al finalizar la lectura de la Palabra de Dios, se proponen unas preguntas que
permitan al participante apropiarse del texto bíblico.
7. Profundicemos. En este espacio se brindan líneas de reflexión, que desarrollan la
temática propuesta, a partir de la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia. Se
invita a quien lidera el encuentro a resaltar los elementos esenciales de esta
profundización, para hacerla cercana y de fácil comprensión a los destinatarios.
8. Para nuestra vida. Este es el momento del compromiso personal. Se proponen
algunas aciones sencillas y concretas que ayuden a los participantes a poner en
práctica el valor que se ha reflexionado.
9. Celebremos. Cada encuentro termina con un momento de oración, dándole gracias
a Dios por la experiencia y suplicando recibir el don o valor que se ha meditado.
Este momento oracional consta de un canto, una oración de fieles u otra oración, y
concluye con la plegaria oficial por la visita del Papa a Colombia.
10. Recordemos. Se deja una frase de la Palabra de Dios que refuerce el valor trabajado
y anime al compromiso personal.
6. Celebración de la reconciliación (guía n. 11)
Al finalizar el camino de los encuentros se propone, una semana antes de la llegada del
Santo Padre a Colombia, realizar en todo el país una celebración penitencial con confesión
individual. De tal modo que se favorezca, como culmen de esta preparación, la disposición
plena de los corazones, y se logre el objetivo de que esos días sean realmente un tiempo de
bendición para todos los colombianos.
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SIGLAS
CEC Catecismo de la Iglesia Católica
LG Constitución dogmática Lumen Gentium
DV Constitución dogmática Dei Verbum
DA Documento de Aparecida. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
DP Documento de Puebla. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
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ORACIÓN OFICIAL POR LA VISITA APOSTÓLICA
DEL PAPA FRANCISCO A COLOMBIA
Padre de misericordia,
Tú has sembrado en nosotros la semilla de la fe,
para que seamos hijos tuyos y discípulos misioneros de Jesucristo.
Haz que nuestra vida sea testimonio visible de tu Reino
y demos a conocer a todos tu Palabra.
Te damos gracias por el papa Francisco,
y te suplicamos que su visita a Colombia
sea un tiempo de bendición,
que nos confirme en la fe
y nos ayude a dar el primer paso
para comenzar con Cristo algo nuevo
en bien de todos los colombianos.
Suscita en nuestros corazones
esperanza, perdón, amor y paz
para que con la ayuda de tu Espíritu
hagamos posible el reencuentro entre los colombianos
por medio de la reconciliación.
Te suplicamos, Padre de bondad,
que, por intercesión de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá,
esta visita del Santo Padre
nos abra la mente y el corazón
al Evangelio de Cristo, nuestro Señor. Amén
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Encuentro 1
Demos el primer paso
Meta
Conocer los criterios pastorales y los objetivos que se esperan de la visita apostólica del
papa Francisco a Colombia.
Signo
Afiche de la visita del Papa a Colombia.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos.
Fijándose en Jesús que pasaba, dice: “He aquí el Cordero de Dios”. Los dos
discípulos lo oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le
seguían, les dice: “¿Qué buscan?”. Ellos le respondieron: “Rabbí – que quiere decir,
Maestro – ¿dónde vives?”. Les respondió: “Vengan y lo verán”. Fueron, pues, vieron
dónde vivía y se quedaron con Él” (Juan 1, 35-39).
Todos:
Señor Jesús, te hemos seguido desde el bautismo porque sabemos que tú eres el
Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo y otorga la salvación a la
humanidad. En esta preparación a la visita del papa Francisco, Vicario tuyo y sucesor
de san Pedro, haz que seamos reafirmados en la fe y renovados en nuestro seguimiento
a Ti. Te pedimos que a la pregunta que nos haces: ¿Qué buscan? Respondamos como
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tus apóstoles, deseamos conocerte más, permanecer contigo, para que nuestras vidas
sean testimonio de ti y transformemos, con nuestras palabras y obras, los ambientes por
donde pasemos, para gloria tuya y bien de nuestros hermanos. Amén.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos sobre la visita apostólica del papa Francisco a nuestro país, planteándonos
las siguientes preguntas:
• ¿Qué significa para nosotros la visita del Papa a Colombia?
• ¿Qué esperamos que nos traiga para el país, a través de su testimonio y palabras?
• ¿Qué entendemos por dar el primer paso?
• ¿Qué significa que el Papa esté caminando en la imagen del afiche de la visita?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Isaías 43, 16-19
Así dice Yahvé, que trazó camino en el mar, y vereda en aguas impetuosas. El que hizo
salir carros y caballos a una con poderoso ejército; a una se echaron para no
levantarse, se apagaron, como mecha se extinguieron. ¿No se acuerdan de lo pasado,
ni caen en la cuenta de lo antiguo? Pues bien, Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está
germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa.
Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿De qué hechos el pueblo de Israel no se acuerda?
• ¿Qué significa ese algo nuevo que está por comenzar?
• ¿Quién renueva y lo transforma todo?
3. Profundicemos
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3.1. Una historia con dos caras
Los colombianos somos personas trabajadoras, emprendedoras y acogedoras. Esta verdad la
constatamos permanentemente de muchas formas: en la dedicación que cientos de hombres
y mujeres colocan en sus responsabilidades y trabajos, en la creatividad para salir adelante
con sus familias, y en la capacidad de afrontar los retos de la vida y responder a ellos de
forma honesta, así como en la alegría que manifestamos en diversas circunstancias y
acontecimientos nacionales, revelando la esperanza y nobleza de nuestro corazón. Estas y
muchas más características nos hacen ser un país colmado de personas buenas,
responsables, comprometidas con los otros, justas y honestas.
Por desgracia, durante décadas hemos tenido que sufrir hechos de violencia que nos han
producido fracturas profundas, miserias, injusticias y mayores retos para todos los
colombianos. Estos hechos son la causa de que, en muchos ambientes, hayamos perdido la
confianza en nosotros mismos, en los demás y en nuestro país. No nos miramos con ojos de
misericordia sino, por el contrario, insistimos en nuestros fracasos y recordamos los
proyectos de reformas institucionales que se han malogrado.
Este proceso de fractura y de violencia ha surgido debido a diversos factores presentes a lo
largo de nuestra historia, que se han convertido en raíces que estamos llamados a erradicar1:
1. Alejamiento de Dios, que esta a la base de la pérdida del sentido de la vida y de la
conciencia frente al mal. Cuando se construye una sociedad a espaldas de Dios, todo
se vuelve contra el mismo hombre.
2. Crisis de humanidad, pues el olvido de Dios conduce inevitablemente al
desconocimiento de la dignidad del ser humano y sus derechos.
3. Desintegración de la familia, con sus efectos de violencia, abandono, soledad,
resentimiento, atropello a los más indefensos. Esta descomposición de los hogares,
sin duda, ha generado buena parte de la problemática violenta que hemos vivido en
las últimas décadas.
4. Pérdida de valores y el relativismo ético, que destruyen el tejido social y terminan
por oscurecer la conciencia de las personas.
1 Cf. Conferencia Episcopal de Colombia, Mensaje de la CI Asamblea Plenaria del Episcopado. Bogotá, 8 de
julio de 2016.
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5. Vacíos en el sistema educativo, que se manifiestan en permanentes ensayos y copias
de modelos pedagógicos de otros lugares, olvidando nuestra identidad. Así mismo, en
no pocos casos, la tarea educativa de nuestro país se ha convertido en el cultivo de lo
racional, sin pensar en una verdadera e integral formación de las personas.
6. Ausencia del Estado o debilidad institucional, que se expresa en el olvido del
campo, en la poca infraestructura en algunas regiones, la falta de acceso a servicios
básicos fundamentales, tales como agua, salud, tierra y vivienda; escaso control de la
minería legal e ilegal; e insuficientes mecanismos de protección del medio ambiente.
De igual forma, se percibe esta ausencia en la deficiente administración de la justicia,
en todos los ámbitos y ambientes.
7. Inequidad social, que en Colombia sigue siendo uno de los factores que genera
mayor violencia, la cual crece de día en día, aumentando la enorme brecha entre ricos
y pobres, no solo en relación con las personas sino también con las regiones.
8. Corrupción, que es una de las más fuertes amenazas a la construcción de la paz; es
un mal que permea la sociedad en sus estructuras fundamentales. No menos peligrosa
es la corrupción de las ideas, de los principios y de los valores. De la corrupción se
derivan violencias que tienen que ver con el narcotráfico y el microtráfico, la minería
ilegal, la extorsión y la trata de personas. Por culpa de esta raíz de violencia, muchos
programas destinados a los más pobres han terminado desviados hacia fines
particulares.
3.2. Criterios pastorales de la visita
A causa de estas raíces, los colombianos aprendimos a convivir con la violencia. Durante
mucho tiempo la aceptamos y la justificamos. El dolor se hizo parte de nuestra historia y
permitimos que permeara el corazón de millones de ciudadanos. Así mismo, generó que
nos separáramos como nación, que nos sentáramos en diferentes orillas y nos olvidáramos
del dialogo y de la escucha al prójimo. Fue por eso que terminamos vistiéndonos con
diversos colores, rótulos y marcas sociales, que nos hicieron enemigos y sembraron en lo
más profundo de nuestro ser el sentimiento de la desesperanza, alimentado por las huellas
del dolor y el odio. Todos estos sentimientos, que nos han llevado a irrespetarnos y a
violentar la dignidad humana, el valor de la vida y la confianza mutua, nos han hecho un
gran daño. Estas raíces de la violencia nos robaron la posibilidad de soñar con un país
diferente, un país en paz.
Por esta razón, consideramos que la visita del Santo Padre será un momento de bendición,
alegría y esperanza para todo el país. Su visita debe ser vista como la de un “padre que
consuela e ilumina”, que con su voz profética bendice a su pueblo y lo invita a gestos
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concretos de reconciliación, perdón y misericordia; un Pastor que nos exhorta a ser
artesanos de la paz que Jesús nos regala, para construir juntos la nueva patria que todos
soñamos y que queremos dejar a las futuras generaciones.
Para lograr esta transformación es necesario que acrecentemos el compromiso de ser una
“Iglesia en salida”2, que privilegia el trabajo con los “descartados de la sociedad”3 y todos
aquellos que se encuentran en las “periferias existenciales”4. De la misma forma, debemos
favorecer y propiciar la “cultura del encuentro”, como lo hizo Jesús: no solo viendo sino
mirando, no solo oyendo sino escuchando, no solo cruzándonos con las personas sino
parándonos con ellas, para que, en un futuro próximo, los enemigos se vuelvan a dar la
mano y los que no cuentan para la sociedad sean acogidos como hermanos5.
En consecuencia, es importante insistir en que la visita del Santo Padre no se
contextualizará como un “acontecimiento político”, sino como un hecho pastoral y
evangelizador. Por ende, los obispos católicos de Colombia tienen el firme propósito de no
permitir ninguna forma de manipulación, que desee utilizar la visita papal para fines
propagandísticos o como plataforma política e ideológica de algún movimiento social;
tampoco para que se convierta en excusa para privilegiar algún sector de la sociedad o
hacer visibles propuestas sociales de algún grupo en particular.
Así mismo, se insistirá en que todos los colombianos deben sentirse invitados a recibir al
Santo Padre y a escuchar su voz.
3.3. Demos el primer paso
La visita del papa Francisco es “un punto de partida para comenzar algo nuevo”, sin dejar
de mirar atrás, con memoria agradecida, lo que hemos construido como pueblo que cree en
Cristo Jesús. Por eso, esta preparación y el trabajo posterior a la visita están inspirados en el
texto de Isaías 43, 18-19, resaltando el versículo 19: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya
está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la
estepa”.
Para alcanzar este algo nuevo es necesario que cada uno se comprometa, con su propia
existencia, a construir con palabras y acciones concretas una nueva realidad. Es por eso que
2 Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
20. 3 Cf. FRANCISCO. Discurso a la Asamblea General de la Naciones Unidas (ONU). New York, 25 de
septiembre de 2015. 4 Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
21. 5 Cf. FRANCISCO. Homilía 13 de septiembre de 2016.
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el lema de esta visita es: Demos el primer paso para comenzar con Cristo algo nuevo en
bien de todos.
Dar el primer paso significa que cada uno de nosotros está invitado a reconocer y entender
el sufrimiento de otros; a perdonar a quienes nos han herido; a sanar nuestros corazones; a
volvernos a encontrar como colombianos; a descubrir el país que se esconde detrás de las
montañas; a construir la nación que siempre hemos soñado. En definitiva, a “primerear”6,
como dice el papa Francisco, es decir, tomar la delantera y dar ejemplo.
Por otra parte, la figura del Papa caminante, en el afiche que promueve esta visita a
Colombia, tiene la intención de ser un signo para animarnos a dar ese primer paso, con él,
hacia esos anhelos que tenemos para nuestro país. El Papa viene a nuestro encuentro y
quiere, con su testimonio y enseñanzas provenientes del Evangelio, ayudarnos a emprender
este camino de la reconciliación, del perdón, de la justicia y de la paz.
Creemos firmemente que nuestra nación, colmada de riquezas humanas y naturales, merece
vislumbrar en el horizonte un nuevo amanecer para que, superando las raíces de la
violencia y todo aquello que nos ha fracturado, podamos caminar como hermanos hacia una
felicidad auténtica e integral, que se fundamente en los derechos humanos y en el progreso
de todos los pueblos, de forma justa, equitativa y solidaria.
4. Para nuestra vida
Próximos a la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos
prepararnos con los siguientes compromisos:
• Ofrecer una oración diaria por la visita del Papa a Colombia y aprendernos la
oración oficial.
• Disponernos para participar en los encuentros y celebraciones preparatorias a la
visita del Papa.
• Invitar a familiares, amigos y vecinos a participar en estos encuentros y
celebraciones.
5. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación, pero se puede escoger otro que se considere apropiado)
6 Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
24.
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Juntos como hermanos
Juntos como hermanos,
miembros de una Iglesia,
vamos caminando
al encuentro del Señor.
Un largo caminar
por el desierto bajo el sol,
no podemos avanzar
sin la ayuda del Señor.
Unidos al rezar, unidos
en una canción,
viviremos nuestra fe
con la ayuda del Señor.
La Iglesia en marcha está,
a un mundo nuevo vamos ya,
donde reinará el amor
donde reinará la paz.
Oración de fieles
A las siguientes peticiones nos unimos diciendo: Por intercesión de María,
escúchanos Señor
• Oremos por Colombia, para que se prepare de manera adecuada para la visita
del papa Francisco y, así, pueda resurgir a una nueva esperanza.
• Oremos por nuestros gobernantes, para que reconozcan el deber que tienen
de procurar el bienestar de todos y el progreso de los pueblos.
• Oremos por los bautizados, para que busquemos a Dios con sincero corazón,
y demos el testimonio que corresponde como creyentes.
• Intenciones particulares.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
6. Recordemos
“Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” (Isaías 43, 19).
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Encuentro 2
Y tú Pedro: confirma en la fe a tus hermanos
Meta
Conocer la misión que desempeña el Papa, como testigo de Cristo y sembrador de la fe, en
la Iglesia y en el mundo, y comprender su fundamento.
Signo
Imagen del papa Francisco.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba a su alrededor
para oír la palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban en la orilla del lago.
Los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. Subiendo a una de
las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose,
enseñaba desde la barca a la muchedumbre” (Lucas 5, 1-3).
Todos:
Señor Jesús, que salías al encuentro de las multitudes que se agolpaban en torno a ti
para oír la Palabra de Dios, y con gusto les dirigidas tus enseñanzas, danos la gracia de
saber escuchar y aceptar las enseñanzas que tú tienes hoy para darnos desde la barca de
Simón Pedro, en la persona del Papa Francisco. Concédenos corresponderte y ser fieles
a todas las gracias que derramas en nuestra tierra. Señor, prepara el corazón de la
multitud colombiana, para que sea tierra buena que produzca fruto abundante al saber
acoger y vivir tus enseñanzas; haz germinar en nosotros el don de la fe. Amén.
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• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca del Santo Padre, dialogando sobre las
siguientes preguntas:
• ¿Qué es lo que más le llama la atención del papa Francisco?
• ¿Quién es el Santo Padre y cuál es su misión en la Iglesia y en el mundo?
• ¿Por qué es importante la visita del Papa a Colombia?
• ¿Qué significa, para mi vida de cristiano, el mensaje del Evangelio que viene a
recordarnos el Papa?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Mateo 16, 13-20
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos:
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”. Ellos dijeron: “Unos, que
Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.”. Les dice
él: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios vivo.”. Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de
Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en
los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del abismo no podrán vencerla. A ti te daré las llaves del Reino de
los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la
tierra quedará desatado en los cielos”. Entonces mandó a sus discípulos que no dijeran
a nadie que él era el Cristo.
Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿Qué respuesta dieron los discípulos a la pregunta: “¿Quién dice la gente que es el
Hijo del hombre?”.
• ¿Qué respondieron los discípulos a la pregunta que Jesús les hizo: “Ustedes, ¿quién
dicen que soy yo?”.
• ¿Qué significa el signo de la entrega de las llaves del Reino de los Cielos a Pedro?
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4. Profundicemos
4.1. El cambio del nombre
La Biblia nos muestra algo significativo: cada vez que Dios cambia el nombre de una
persona no es por casualidad, sino por una razón importante. El dato cobra especial relieve
si se tiene en cuenta que, en el Antiguo Testamento, el cambio del nombre por lo general
implicaba la encomienda de una misión (cf. Génesis 17, 5). Por tanto, el nombre
corresponde a la identidad, función y/o ministerio que ha de asumir, en medio del pueblo,
quien ha sido llamado por el Señor. Esto también sucedió con los Apóstoles, en particular
con uno de ellos.
Cuando Jesucristo llamó a los Doce, los instituyó a modo de colegio, es decir, de grupo
estable, al frente del cual puso a Pedro, elegido de entre ellos mismos (cf. Juan 21, 15-17)7.
Este nombramiento proviene del mismo momento en que el apóstol profesa su fe ante
Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16, 16). Frente a esta profesión, el
Señor le manifiesta: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado
esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16, 17). Y es en
este momento cuando Jesús llamó a Simón “Cefas”, del arameo “roca”, nombre que luego
fue traducido en griego por “Petros”, en latín “Petrus”, masculino de la palabra “petra”,
que significa: piedra. Fue traducido precisamente porque no era solo un nombre, era un
mandato que Pedro recibía así del Señor, para ser la piedra de su Iglesia. Junto a este nuevo
nombre y misión, le entregó las llaves del Reino de los Cielos, con el poder de atar y
desatar (cf. Mateo 16, 18-19), y lo nombró pastor de todo el rebaño (cf. Juan 21, 15-17).
En consecuencia, el nuevo nombre de Simón lo lleva a asumir la tarea de custodiar la fe
frente a todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus hermanos, de acuerdo con el
mandato del Señor Jesús (cf. Lucas 22, 32).
4.2. Los tres mandatos de Jesús a Pedro
El papa Benedicto XVI, nos recordó que Cristo es la piedra angular sobre la que se edifica
la Iglesia y desde la cual crece la fe y el amor a ella. No obstante, el Señor ha querido
delegar unas tareas específicas al Apóstol, en bien de esa edificación: “Pedro será el cimiento
de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos
para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá
decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de
Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro”8.
7 LG 19; CEC 880. 8 BENEDICTO XVI. Audiencia general, miércoles 7 de junio de 2006.
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1. Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia. Esta
simbología surge a partir del cristianismo primitivo, en el cual era muy difundida la idea
de Iglesia como edificio o templo; por tanto, la imagen de roca transmite estabilidad,
firmeza, perennidad (perdurabilidad – eternidad), a pesar de las posibles luchas a las que
pueda verse avocada. Sin embargo, cabe recordar que la piedra angular sobre la que se
funda la Iglesia es Cristo, como nos lo dice Mateo 21, 42: “La piedra que rechazaron los
constructores, esta ha llegado a ser piedra angular”. Jesús mismo, en la parábola de los
viñadores homicidas, hace una síntesis de la historia de la salvación para mostrar que, en
muchas ocasiones y de diferentes maneras, el hombre había rechazado la voluntad de
Dios y su proyecto. No obstante, manifiesta que Él y su Reino se mantendrán firmes
hasta la eternidad, porque Él es el fundamento y el culmen de todo lo creado.
El mismo apóstol Pedro reconocerá de la misma manera en Hechos 4, 11: “Él es la
piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en
piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que
nosotros debamos salvarnos”. Para Pedro no hay duda de que Cristo es la piedra
preciosa elegida por Dios para fundar sobre Él todo su pueblo santo. De la misma forma,
hace notar que, al participar de la comunión con Cristo, cada creyente se constituye en
una piedra viva que ha de insertarse en la construcción de un edificio espiritual, el cual
tiene como piedra angular a Jesucristo (cf. 1P 2, 4). En consecuencia, el pueblo de Dios,
la Iglesia, será siempre Iglesia de Cristo, Iglesia que pertenece a Él. No se convierte en
la Iglesia de Pedro, sino que, como Iglesia de Cristo, está construida sobre Pedro, que es
“Cefas”, en el nombre y por virtud de Cristo.
2. Tendrá las llaves del Reino de los Cielos. La llave significa autoridad para incluir o
excluir, para abrir y cerrar (Lucas 11, 52). Esta afirmación tiene un trasfondo teológico
interesante, sobre todo por aquello de abrir el Reino a los hombres. Otro ejemplo de ese
abrir el cielo está en Hechos 2 y en Hechos 8, 7-14, después de la predicación de Felipe;
también en Hechos 10, al predicar a los gentiles.
Esta metáfora de las llaves nos lleva nuevamente a la centralidad en Cristo, porque es Él
quien posee estas llaves del Reino de los cielos: “Esto dice el santo, el Veraz, el que
tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar, si él cierra, nadie puede abrir
(Apocalipsis 3, 7). Jesús entrega estas llaves a Pedro para convertirlo en portero–
administrador. La misión de Pedro consiste en abrir a los hombres, en nombre de Cristo,
el Reino de los Cielos, concretamente a través de su interpretación autorizada de la fe
cristológica, que ha proclamado y es fruto de la especial revelación del Padre.
En consecuencia, el Papa viene como Vicario de Cristo a abrir el Reino de los Cielos a
todos los colombianos y, por esta razón, es necesario que nos prepararemos
22
espiritualmente, para acoger su mensaje con corazón dócil y hacer posible que un día
esas puertas del Reino nos sean abiertas.
3. Podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para
la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y
no la de Pedro. En esta imagen se condensan roca y portero, esto es, fiador firme y
garante de las enseñanzas de Jesús para que ellas abran las puertas del cielo a la
humanidad. Su misión es hacer valer, sin negociaciones, las enseñanzas de Jesús y
buscar todos los caminos posibles para lograr que la voluntad de Dios sea conocida y
vivida fielmente en la existencia de los creyentes.
4.3. Misión del Papa en la Iglesia y el mundo
En Lucas 22, 32, Jesús anunció a Pedro la negación en la que caería, le manifestó su
oración por él y le reafirmó en su misión: “Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus
hermanos”, es decir, el Apóstol ha de suscitar un servicio en favor de la unidad de la
Iglesia, en la fe y en la comunión. De ahí que su preocupación fue visitar las diversas
comunidades nacientes y sostenerlas en su respuesta al Señor, desde los inicios de su
ministerio apostólico.
En las alegrías de la Pascua, Jesús se apareció a orillas del lago de Tiberíades e invita a
Pedro por tres veces a declarar su amor para con Él: “Simón de Juan, ¿me amas más que
estos?”, y a las respuestas de Pedro, Jesús le confió el cuidado de su rebaño: “Apacienta
mis corderos, apacienta mis ovejas, apacienta mis ovejas” (cf. Juan 21, 15-17).
Para comprender en qué consiste esta misión de confirmar o cuidar del rebaño, recordemos
las palabras del papa Francisco9:
Tres ideas sobre el ministerio petrino, guiadas por el verbo “confirmar”. ¿Qué está
llamado a confirmar el Obispo de Roma?
• Ante todo, confirmar en la fe. El Evangelio habla de la confesión de Pedro…
(Mateo 16, 16). Y, a raíz de esta confesión… El papel, el servicio eclesial de Pedro
tiene su fundamento en la confesión de fe en Jesús, el Hijo de Dios vivo, en virtud
de una gracia donada de lo alto… La fe en Cristo es la luz de nuestra vida de
cristianos y de ministros de la Iglesia.
• Confirmar en el amor. El Obispo de Roma está llamado a vivir y a confirmar a
todos en este amor a Jesús, sin distinción, límites o barreras. Confirmar el amor
9 FRANCISCO. Homilía en la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, 2013.
23
que la humanidad vive; a pesar del pecado, es posible decirle a Jesús: “Tú sabes que
te amo Señor”.
• Confirmar en la unidad. El Sucesor de Pedro es “principio y fundamento, perpetuo
y visible, de la unidad de la fe y de la comunión” (LG, 18). La variedad en la
Iglesia, que es una gran riqueza, se funde siempre en la armonía de la unidad. El
Papa debe promoverla para que todos estén unidos en las diferencias: no hay otra
vía católica para unirnos. Este es el espíritu católico, el espíritu cristiano: unirse en
las diferencias. Este es el camino de Jesús.
Esta divina misión, confiada por Cristo al apóstol Pedro, ha de perpetuarse hasta el fin del
mundo (cf. Mateo 28, 20). Por eso, los apóstoles cuidaron de establecer sucesores en esta
sociedad jerárquicamente organizada, para que continuaran y consolidaran la obra
comenzada por ellos (cf. Hechos 20, 28)10. En consecuencia, el Papa es el sucesor de san
Pedro y el obispo de Roma, a quien le compete ser principio y fundamento perpetuo y
visible de la unidad, tanto de los ministros ordenados y consagrados como de los fieles en
todo el mundo. A él le corresponde confirmar en la fe a todos sus hermanos, es decir, a
todos los cristianos católicos, y pastorear a todo el pueblo de Dios disperso por el mundo11.
De la misma forma, ha de acompañar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Después de varios años de haberse iniciado la era cristiana, a inicios del s. III, surgió en
Occidente la designación de Papa, en signo de respeto y afecto a los obispos12.
Posteriormente, en referencia al obispo de Roma, apareció en una inscripción del diácono
Severo a san Calixto: “Jussu Papae sui Marcellini”, que significa: por orden del Papa
Marcelino. De esta manera, a finales del s. IV, el título quedó reservado al obispo de Roma
con la expresión “Papa Urbis Romae” (Papa de la ciudad de Roma).
El papa Francisco, el “Pedro” número 266, llega a Colombia para confirmar en la fe a sus
hermanos, es decir, a todos los cristianos católicos, en el seguimiento de Jesucristo y
pastorear a todo el pueblo de Dios disperso por el mundo13. De igual forma, viene a
acompañar y a sembrar la fe en todos los hombres y mujeres de buena voluntad; a ser
principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los ministros ordenados y
consagrados como de los fieles en todo el mundo.
10 LG 20. 11 CEC 881. 12 CIPRIANO. Ep 8,8.23,30; 31,36. 13 CEC 881.
24
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
• Oremos en familia por el papa Francisco y dispongámonos para poderlo acompañar,
como Vicario de Cristo en la tierra, en los lugares que él va a visitar.
• Hablemos a nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo sobre la
importancia y el papel que desempeña el Papa en la Iglesia y en el mundo.
• Realicemos una obra de misericordia con alguna persona cercana, como el papa
Francisco nos enseña.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Iglesia somos
Iglesia soy, y tú también,
en el bautismo renacimos a una vida singular,
y al confirmar, hoy nuestra fe,
lo proclamamos compartiendo el mismo pan.
No vayas triste en soledad,
ven con nosotros y veras
a los hermanos caminando en el amor.
Ven con nosotros y serás
en la familia un hijo mas,
iremos junto caminando en el amor.
Yo le veré, envejecer,
pero a mi madre aun con arrugas y defectos la querré,
la quiero más, pues sé muy bien
que ha envejecido sin dejarme de querer.
Tenciones hay y las habrá,
porque nosotros somos hombres y no ángeles de luz.
Pero al final, solo al final,
la Iglesia humilde encontrará su plenitud.
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Oración de fieles
A las siguientes peticiones nos unimos diciendo: Escúchanos, Señor
• Por el papa Francisco, para que continúe confirmándonos en la fe, el amor y
la unidad.
• Por nuestro país, para que acojamos con corazón generoso las enseñanzas
del papa Francisco.
• Intenciones particulares.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
7. Recordemos
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mateo 16, 18)
26
Encuentro 3
Avivemos la fe que el Señor ha sembrado
Meta
Redescubrir la alegría del kerigma anunciado por la Iglesia para que, aceptando el amor de
Dios, avivemos la fe que hemos recibido desde el bautismo.
Signo
Imagen de Jesús siendo bautizado.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo:
“La paz con ustedes”. Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les
dijo: “¿Por qué se turban? ¿Por qué se suscitan dudas en su corazón? Miren mis
manos y mis pies; soy yo mismo. Pálpenme y vean, porque un espíritu no tiene carne y
huesos como ven que yo tengo”. Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
Como no acababan de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados, les dijo:
“¿Tienen aquí algo de comer?” (Lucas 24, 36-40)
Todos:
Señor Jesucristo, sembrador que sales a sembrar la buena semilla en todo tipo de tierra,
con la esperanza de que algún día sea buena tierra que dé fruto abundante, siembra en
quienes vivimos en Colombia las semillas de la alegría abundante de creer en Dios, de
alegrarnos con tu presencia de resucitado, de asombrarnos gozosamente al escuchar tu
saludo: “La paz con ustedes”. Esta alegría disipa dudas y oscuridades y nos aferra al
27
encuentro personal contigo, el cual nos invita a la conversión, a creer y vivir el gozo de
ser alimentados por ti. Amén.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos la experiencia que tenemos del anuncio gozoso de nuestra salvación,
dialogando sobre las siguientes preguntas:
• ¿De qué manera experimentamos el amor de Dios?
• ¿Qué significa para nosotros los cristianos creer en Dios?
• ¿Qué buenas noticias hemos recibido en la vida?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Juan 3, 16-18
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que
crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo
al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en
Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el
nombre del Hijo unigénito de Dios.
Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿Para qué envió Dios a su Hijo al mundo?
• ¿Qué significa creer en Jesús?
• ¿Cuál es nuestra misión para ser salvos?
4. Profundicemos
4.1. El kerigma suscita la fe
En muchos ambientes de la cotidianidad se habla de “kerigma”, pero ¿qué es kerigma? Esta
palabra significa: pregón, proclamación o anuncio, es un término de origen griego utilizado
en la Sagrada Escritura. En sus comienzos, este pregón se refería al anuncio de un
acontecimiento que traía alegría a toda una nación, imperio o reino, y se hacía en voz alta
para que un gran número de personas escuchara y compartiera la noticia.
28
En la Sagrada Escritura esta expresión tiene un nuevo significado con sentido cristiano, ya
no se refiere a cualquier noticia para una nación concreta, se trata ahora del pregón
cristiano, que es el anuncio gozoso, alegre y explícito de Cristo muerto y resucitado para
nuestra salvación.
En los escritos del Nuevo Testamento san Pablo es el primero en utilizar la expresión
“kerigma”. La riqueza de este anuncio se ve reflejada de la siguiente manera: Dios quiere
comunicar su salvación a todos los hombres (cf. Romanos 10, 12-13); este misterio se va
manifestando poco a poco a los hombres, hasta que se revela plenamente en Cristo (cf.
Efesios 1, 9-11). La fuerza del misterio del amor de Dios alcanza la plenitud en la Pascua
de Jesucristo, muerto y resucitado (cf. Romanos 8, 31-39). Este anuncio debe producir
ardor y alegría en quien lo recibe (cf. Filipenses 4, 4-9).
El kerigma para nosotros los cristianos es, por tanto, anuncio, proclamación y pregón
público, dirigido a todas las personas, que se hace en voz alta y no tiene un carácter
privado. Es gozoso porque se realiza con alegría, con júbilo, nunca con tristeza, pues lo que
se anuncia es la felicidad misma, la persona de Jesucristo, nuestro salvador. Jesús es el
centro del anuncio, Él es la persona que anunciamos, muerto y resucitado, como eje central
del gran misterio de fe para los cristianos.
Este anuncio del “kerigma” no es algo superficial o pasajero, sino que produce una
adhesión personal entre el hombre y Dios, gestando la fe, arraigando a la persona a la
Verdad revelada y suscitando la confianza plena en el Creador. De la misma forma, lleva a
los hombres a depositar toda su existencia en Aquel que Él ha enviado, “su Hijo amado”,
en quien ha puesto toda su complacencia (Marcos 1, 11). Pero, a la vez, esta fe en Dios
Padre e Hijo no puede estar desligada del creer en el Espíritu Santo, quien revela a los
hombres quién es Jesús, porque “nadie puede decir: Jesús es Señor, sino con el Espíritu
Santo” (1Corintios 12, 3b). Por tanto, para conocer lo íntimo de Dios y creer en ello,
necesitamos de la fe en el Espíritu Santo14.
En la Asamblea dedicada al sucesor de Pedro, que vimos en días pasados, se nos recordaba
que cuando el Apóstol profesó su fe ante Cristo, el mismo Señor le dijo: “Bienaventurado
eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi
Padre que está en los cielos” (Mateo 16, 17). Esto nos demuestra que la fe es un don, una
virtud sobrenatural infundida por Dios y “para dar esta respuesta de la fe es necesaria la
gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu
Santo…a aceptar y creer la verdad”15. Pero además de ser un don, la fe nos lanza a la
acción, nos lleva a ser testigos de la experiencia de Dios por medio de palabras y obras
14 CEC 150-152. 15 DV 5.
29
compartidas con todos los hombres. De esta manera, la experiencia de la fe acontece en una
doble dinámica de respuesta a Dios y de testimonio a los hermanos.
4.2. El amor de Dios es para todos y cada uno
Muchas veces hemos cantado que “el amor del Señor es maravilloso”, y lo es, pues este
Dios que nos ama a todos es el mismo que profesamos en el credo; es el Dios de nuestro
padre en la fe (cf. Romanos 4, 12-16), es “el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob” (Marcos 12, 26), es decir, el Dios de Israel, el Dios de Moisés y, sobre todo, es
“Dios y Padre de nuestro señor Jesucristo” (Romanos 15, 6). Lo afirmamos cuando
decimos: “Creo en Dios Padre”. Es el único e idéntico Dios, del que nos dice la Carta a
los Hebreos que, “muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros
padres por medio de los profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del
Hijo a quien instituyó heredero de todo” (Hebreos 1, 1-2). Esta presencia y su obra de
salvación se ofrecen, permanentemente, por su infinita liberalidad y amor hacia cada
persona que acepta su llamada y acoge su voluntad como norma de la existencia.
Dios nos ama a todos y nos ama de forma personal, a cada uno nos llama por nuestro
nombre a la existencia y nos quiere llevar a la realización plena de su plan de amor, “así
dice Yahvé, tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel: “No temas, que yo te he rescatado, te
he llamado por tu nombre. Tú eres mío”“ (Isaías 43, 1). Estas palabras de elección y de
ternura han de penetrar cada vez más en nuestro corazón, para que nos lleven a transformar
nuestra vida conforme a la Buena Noticia y, así mismo, a testimoniar que hemos sido
amados con amor eterno (cf. Jeremías 31, 3).
Dios nos ama con amor entrañable porque es nuestro Padre, y un padre ama a sus hijos no
por lo que ellos le dan, sino por su naturaleza misma de Padre, “como un padre se encariña
con sus hijos, así de tierno es Yahvé con sus fieles” (Salmo 103, 13). Dios nos ama porque
Él es bueno, no porque nosotros lo seamos. Dice Isaías: “¿Acaso olvida una mujer a su
niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ellas llegaran a
olvidar, yo no te olvido” (Isaías 49, 15).
4.3. Reavivar el don de la fe
Gracias a la fe tenemos la certeza de que las promesas de Dios se cumplen y se concretan,
por medio de la salvación (cf. Hebreos 11, 1). La fe que salva es la que nos lleva a vivir y
actuar conforme a lo que creemos (cf. Hechos 16, 30-31). Por ello, aquel que empieza a
creer (fe inicial) percibe la necesidad de cambiar de vida para configurarse cada vez más y
mejor con Cristo, en quien ha puesto su confianza (cf. 2Timoteo 1, 12). De esta manera, se
hace posible agradar a Dios y llegar a participar de la condición de sus hijos. Nadie es
justificado sin ella y nadie, a no ser que “haya perseverado en ella hasta el fin” (Mateo 10,
30
22; 24, 13), obtendrá la vida eterna16.
Por el contrario, este don de la fe lo rechazamos cuando faltamos al amor a Dios, a los
hermanos y a la creación misma, y esto nos lleva a la condición de pecado, obstáculo que
no nos permite gozar de la gracia divina. Por fortuna, la acción misericordiosa de Aquel
que no nos abandona puede liberarnos de las cadenas de nuestros malos actos y darnos la
posibilidad de volver a gozar de la alegría de creer. Jesús invita a los pecadores al banquete
del Reino, cuando afirma: “No vine a llamar a justos sino a pecadores” (Marcos 2, 17; cf.
1Timoteo 1, 15); invita a la conversión, sin la cual no se puede hacer parte de su mesa, y les
muestra con palabras y con hechos la misericordia del Padre hacia los pecadores. La
conversión de uno solo produce una inmensa alegría en el cielo (cf. Lucas 15, 7).
En la proximidad de la llegada del Vicario de Cristo, que nos viene a confirmar en la fe,
estamos invitados a hacer actuales las palabras del apóstol Pablo a Timoteo: “Por eso te
recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis
manos” (2Timoteo 1, 6). Esta visita nos invita a reavivar el don de la fe, lo cual implica una
respuesta a Dios por medio de la conversión, que nos lleva necesariamente a acoger la
Buena Noticia y adherirnos a Jesucristo como única fuente de verdad, amor y salvación.
Pero, además, nos lleva a manifestar esta Buena Nueva en la Iglesia, como madre de todos
los creyentes, porque “la fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra
fe”17.
Si así lo hacemos, estaremos colocando nuestro grano de arena para que Colombia
comience una transformación desde sus bases, que permita que la persona humana sea
respetada en su dignidad y en sus derechos; que posibilite la siembra de los valores del
Evangelio, que traen consigo plenitud y verdadera felicidad a todos sin distinción.
En consecuencia, avivar la fe, creer significa buscar a Dios, caminar con Él, seguir
dócilmente las enseñanzas de su Hijo; es aceptar, libre y amorosamente, sus designios y
luchar de forma permanente contra todo aquello que nos aleja de su proyecto salvífico.
Además, significa dar testimonio, con palabras y obras, de lo que creemos a todas las
personas que nos rodean.
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
16 Cf. CEC 161. 17 CEC 181.
31
• Comuniquemos a la familia, amigos y compañeros de trabajo el gozo de tener a
Cristo en nuestras vidas (compartir experiencias).
• Acompañemos, con nuestras palabras y acciones, a aquellas personas que más
necesitan de la misericordia de Dios.
• Dediquemos un momento ante el Santísimo Sacramento, para pedir al Señor que
avive nuestra fe y nos disponga a la llegada del papa Francisco.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Un solo Señor, una sola fe
Un solo Señor, una sola fe,
un solo bautismo, un solo Dios y Padre.
Llamados a guardar la unidad del Espíritu
por el vínculo de la paz,
cantamos y proclamamos.
Llamados a formar un solo cuerpo
en un mismo Espíritu, cantamos y proclamamos.
Llamados a compartir una misma esperanza en Cristo,
cantamos y proclamamos.
Oración de fieles
Se invita a los participantes a hacer peticiones espontáneas. A cada petición
respondemos: Auméntanos, Señor, el don de la fe
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
7. RECORDEMOS
“Por eso te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la
imposición de mis manos” (2Timoteo 1, 6)
32
Encuentro 4
Crezcamos en la esperanza
Meta
Ahondar en la virtud de la esperanza para que redescubramos el sentido de la vida y, como
artesanos de la paz, trabajemos por nuestra patria con la fuerza transformadora de Cristo,
muerto y resucitado.
Signo
Cartel con la imagen de una escalera o conseguir una escalera.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Sólo en Dios descansaré, de Él viene mi esperanza; sólo Él mi roca, mi salvación, mi
baluarte; no vacilaré. En Dios está mi salvación y mi honor, Dios es mi roca firme y mi
refugio. Confíen siempre en Él, pueblo suyo; presenten ante él sus anhelos. ¡Dios es
nuestro refugio!” (Salmo 62, 6-9)
Todos:
Señor Jesucristo, sembrador que sales a sembrar la buena semilla y la dejas caer en la
tierra buena de los corazones, te pedimos que, con estas catequesis preparatorias a la
visita del papa Francisco y con sus enseñanzas, se siembren las semillas de la esperanza
en los surcos del dolor y la desesperanza de los colombianos, para que gemine de nuevo
la esperanza y podamos dar un nuevo paso. Con el salmo, hoy te decimos: “¡Líbrame,
Dios mío, de la mano del impío, de las garras del perverso y el violento! Pues tú eres
mi esperanza, Señor, mi confianza desde joven, Yahvé. En ti busco apoyo desde el
33
vientre, eres mi fuerza desde el seno materno. ¡A ti dirijo siempre mi alabanza!”
(Salmo 71, 4-6)
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la esperanza, dialogando
sobre las siguientes preguntas:
• ¿Qué significa para nosotros la expresión: “La esperanza es lo último que se
pierde”?
• ¿Sentimos que en nuestro país hay esperanza? ¿Cómo nos damos cuenta?
• ¿Cómo podemos sembrar esperanza en los hermanos que más la necesitan?
• ¿Qué relación identificamos entre el signo de la escalera y la virtud de la esperanza?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Romanos 8, 18-25
Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la
gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea
vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la
caducidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser
liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los
hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre
dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro
cuerpo. Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es
esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero si esperamos lo
que no vemos, aguardamos con paciencia.
Palabra de Dios
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿Cuántas veces el Apóstol habla de la virtud de la esperanza en el texto que
acabamos de escuchar?
• Según el texto: ¿De qué ha de ser liberada la humanidad?
• ¿Qué esperamos los cristianos del Señor Jesús?
4. Profundicemos
34
4.1. ¿Qué es la esperanza?
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón
de todo hombre. Es reconocer el sitio que ocupa el futuro en la vida religiosa del pueblo de
Dios, un horizonte de felicidad plena al que, por vocación, están llamados todos los
hombres desde el bautismo (cf. 1Timoteo 2, 4). La esperanza inspira las actividades de los
hombres y las purifica para ordenarlas al Reino de los Cielos; protege del desaliento;
sostiene en todo desfallecimiento; preserva del egoísmo y conduce a la vivencia de la
caridad. La esperanza coloca la confianza en Dios, en sus promesas, y no solo en nuestras
fuerzas humanas18.
Como nos dice el papa Benedicto XVI: “si falta Dios, falta la esperanza. Todo pierde
sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran,
privadas de su valor simbólico; como si no centraran en la mera materialidad”19. Por lo
tanto, la esperanza cristiana es la que le da sentido a toda la existencia, la que permite mirar
la vida como un peregrinar hacia Dios, culmen y meta de la vida humana. El mismo san
Agustín lo reconocía cuando decía: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está
inquieto, hasta que descanse en Ti”20. En este sentido, la esperanza es una virtud teologal,
porque proviene de Dios, de ahí la necesidad de pedirla y buscarla a lo largo de la
existencia.
4.2. La esperanza en la Sagrada Escritura
La esperanza designa siempre el deseo de un bien mayor; es una espera llena de confianza
en la protección y bendición de Dios, garantizadas por las innumerables promesas divinas.
En el Antiguo Testamento la esperanza comienza con Abraham, a quien Dios le asegura la
promesa de una tierra y una posteridad numerosa (Génesis 12, 1s). Posteriormente, esta
esperanza alcanzó su punto culminante con los profetas, quienes anunciaron el
cumplimiento pleno de todas las promesas con la instauración de una nueva alianza, el gran
bien que Dios nos promete (cf. Jeremías 31, 31-34; Ezequiel 16, 59-63).
Se desvela en todo este recorrido de salvación que el hombre de Dios está llamado a vivir
en esperanza. Si la esperanza se desvanece todo se acaba, como lo afirma el profeta
Ezequiel: “Se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros”
(Ezequiel 37, 11).
18 Cf. CEC 1812-1822. 19 BENEDICTO XVI. Creer, manual de la fe y de la vida cristiana. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2012. 20 SAN AGUSTÍN. Confesiones 1.1.1.
35
En el Nuevo Testamento, el mensaje de Jesús está lleno de esperanza. Su Buena Nueva
realiza la salvación esperada, se anuncia presente entre nosotros, pero con una tensión de
responsabilidad y cumplimiento total en el futuro. Las bienaventuranzas prometen el futuro
cumplimiento de la esperanza (cf. Mateo 5, 1-12). San Pablo nos recuerda que la esperanza
está hecha de espera, confianza y paciencia. Por tanto, la esperanza del cristiano se
fundamenta en la posesión de los bienes de la redención obrada por Cristo, bienes presentes
y futuros. La esperanza vinculada con las promesas de Cristo no defrauda; por el contrario,
se convierte en fuente de alegría, seguridad y gloria, de ahí que, “la esperanza no falla,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
nos ha sido dado” (Romanos 5, 5; cf. 2Corintios 3, 12; Hebreos 3, 6)
4.3. ¿Dónde aprender y ejercitar la esperanza?
Como decíamos anteriormente, la esperanza es una semilla sembrada por Dios en nuestros
corazones, ya como anhelo de felicidad, búsqueda de los bienes eternos o vivencia de las
primicias, a través del Espíritu Santo que se nos ha dado y ha vertido el amor de Dios en
nuestros corazones. Sin embargo, es al mismo tiempo responsabilidad de cada uno sembrar
y cuidar esa semilla en el corazón. Se aprende y se ejercita en la esperanza cuando tenemos
la capacidad de ver la realidad con los ojos de la fe, con ánimo positivo; cuando, ante la
realidad difícil, dolorosa y fatigosa, mantenemos la mirada puesta en la luz, en las
soluciones, sin desanimarnos, sabiendo que la historia, aunque no lo parezca, está dirigida
por Dios, y que la última palabra la tiene Él con su soberano poder y amor por cada uno de
nosotros.
El papa Benedicto XVI nos indica algunos lugares para aprender y ejercitar la esperanza: la
oración, la acción, el sufrir y el juicio.
a. La oración: “Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la
oración. […] En la oración tiene que haber siempre esta interrelación entre
oración pública y oración personal. Así podemos hablar a Dios, y así Dios nos
habla a nosotros. De este modo se realizan en nosotros las purificaciones, a través
de las cuales llegamos a ser capaces de Dios e idóneos para servir a los hombres.
Así nos hacemos capaces de la gran esperanza y nos convertimos en ministros de la
esperanza para los demás: la esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza
para los demás. Y es esperanza activa, con la cual luchamos para que las cosas no
acaben en un “final perverso”. Es también esperanza activa en el sentido de que
mantenemos el mundo abierto a Dios. Solo así permanece también como esperanza
verdaderamente humana” 21.
21 BENEDICTO XVI. Encíclica Spe Salvi. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2017, nn. 32-34.
36
b. El actuar y el sufrir. “Se aprende y se ejercita la esperanza en el esfuerzo
cotidiano por continuar nuestra vida, en continuar con el deseo de actuar a pesar
de las frustraciones; en comprender que el obrar, a veces exigente y doloroso, y el
sufrimiento forman parte de la existencia humana. Ni el sufrimiento ni la exigencia
de obrar cotidianamente destruyen la esperanza en el hombre porque él vive en la
esperanza gracias al poder indestructible del Amor, gracias al cual tienen para él
sentido e importancia las realidades de su vida, sólo una esperanza así puede en
ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar” 22.
c. El Juicio de Dios: “Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha
influido en los cristianos, también en su vida diaria, como criterio para ordenar la
vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza
en la justicia de Dios. La fe en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo
hacia arriba, sino siempre adelante, hacia la hora de la justicia que el Señor había
preanunciado repetidamente. Este mirar hacia adelante ha dado la importancia que
tiene el presente para el cristianismo”23.
4.4. Llamados a trabajar por la esperanza
Los lugares donde aprendemos y ejercitamos la esperanza no nos desatienden de la realidad
concreta en la que vivimos; por el contrario, la esperanza nos compromete a delinear unos
criterios que ordenan la vida del presente en tensión esperanzadora en el amor de Dios. Es
aquí donde se vive la oración, las acciones cotidianas, la aceptación del sufrimiento.
América Latina ha sido llamada el continente de la esperanza, no solo por saber integrar la
oración, el sufrimiento y las acciones cotidianas en la búsqueda de la voluntad de Dios, sino
por ser un continente que vibra con la fe. En nuestro continente, aun con dificultad, se
valora la dignidad de la persona, la sabiduría ante la vida, la pasión por la justicia, la
esperanza contra toda esperanza y la alegría de vivir aun en condiciones muy difíciles que
mueven el corazón de nuestras gentes24.
Hoy más que nunca damos gracias a Dios y nos alegramos por la fe, la solidaridad y la
alegría, características de nuestros pueblos trasmitidas a lo largo del tiempo por los abuelos,
los padres, los catequistas y tantas personas anónimas, cuya caridad ha mantenido viva la
esperanza en medio de las injusticias y adversidades25. Gracias a esta esperanza que hemos
recibido hoy, anunciamos a nuestro pueblo colombiano que Dios nos ama, que su
existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y
liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente
22 Ibíd., nn. 35-40. 23 Ibíd., n. 41. 24 Cf. DA 7. 25 Cf. DA 26.
37
nuestra esperanza, en medio de todas las pruebas. Por tanto, los cristianos somos portadores
de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras26.
4.5. Sembremos esperanza en nuestros corazones
En este momento histórico de nuestra nación, el papa Francisco llega como un sembrador
que sale a sembrar, a esparcir la semilla del Evangelio, a sembrar en nuestros corazones la
esperanza. Acojamos sus palabras y mensajes con cariño, con aprecio, y cuidemos esa
semilla para que germine, crezca y dé abundante fruto.
En medio de tantas sombras que van apareciendo y parecieran cubrir toda nuestra realidad,
nos alegra inmensamente tener una mirada de fe y descubrir el amor de Dios que nos
impulsa a mantener viva la esperanza. Entre otras muchas semillas de esperanza,
agradecemos a Dios la religiosidad de nuestro pueblo, que resplandece en la devoción a
Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la veneración a los santos, en el amor filial y
sincero al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal, en el querer ser la
gran familia de Dios, a la cual nunca el Padre misericordioso deja sola o en la miseria.
Toda esta esperanza se ve alimentada por la multitud y la alegría de nuestros niños, los
ideales de nuestros jóvenes, el heroísmo de muchas de nuestras familias que, a pesar de las
crecientes dificultades, siguen siendo fieles al amor27.
Esto es motivo de gratitud para con Dios y para con sus colaboradores, que durante toda
nuestra historia han plantado, regado y permitido el crecimiento de la fe, como dice san
Pablo: “Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien hizo crecer.” (1Corintios 3, 6). El
compromiso con el Evangelio ha llevado a muchos a ejercer su responsabilidad con la
evangelización, hoy nos corresponde ser verdaderamente discípulos misioneros del Señor
Jesús, asumir con entereza y humildad la labor de ser colaboradores de Dios en la
construcción de su Reino, “ya que somos colaboradores de Dios, y ustedes, campo de Dios,
edificación de Dios” (1Corintios 3, 9). En consecuencia, la visita del Papa nos anima a ser,
al mismo tiempo, campo en el que se siembra la esperanza y colaboradores de Dios para
sembrar en nuestros niños, jóvenes, adultos y ancianos semillas de esperanza. Hay que
esparcir esta buena nueva en todos los corazones. No podemos claudicar en nuestro anhelo
de vivir en fraternidad, paz y reconciliación. ¡No nos dejemos robar la esperanza28!
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
26 Cf. DA 30. 27 Cf. DA 127. 28 FRANCISCO. Exhortación Apsotólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 86.
38
• Dialoguemos con los niños y los jóvenes sobre la importancia de la esperanza en la
construcción de un país honesto, justo, reconciliado y en paz.
• Evitemos, en nuestra vida cotidiana, cualquier acto de deshonestidad, corrupción e
injusticia que destruya la esperanza en nuestro país.
• Sembremos esperanza, ofreciendo una sonrisa o una palabra de estímulo a quien lo
necesite.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Mi pensamiento eres tú, Señor
Mi pensamiento eres tú, Señor (3);
mi pensamiento eres tú.
Porque tú me has dado la vida,
porque tú me has dado el existir,
porque tú me has dado tu cariño,
me has dado amor (bis).
Mi esperanza…
Mi alegría…
Mi fortaleza…
Oración de fieles
A las siguientes peticiones nos unimos diciendo: Señor, regálanos el don de la
esperanza
• Por nuestro país, para que a pesar de nuestras dificultades y retos, no
perdamos la esperanza en construir una Colombia en paz, justa y
reconciliada.
• Por los que estamos reunidos en esta asamblea, para que seamos
sembradores de esperanza en nuestra familia, comunidades y ambientes
laborales.
• (Los participantes pueden agregar algunas intenciones particulares).
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
7. RECORDEMOS
“Sólo en Dios descansaré, de él viene mi esperanza; sólo él mi roca, mi salvación,
mi baluarte; no vacilaré” (Salmo 62, 6)
39
Encuentro 5
Demos frutos de caridad en nuestras comunidades
Meta
Conocer la importancia de la comunidad como lugar para estar en comunión con Dios y
con los hermanos.
Signo
Colocar una imagen de una comunidad en oración o realizando acciones solidarias.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Acuérdate, Yahvé, de tu ternura, y de tu amor, que son eternos. De mis faltas juveniles
no te acuerdes, acuérdate de mí según tu amor. Bueno y recto es Yahvé: muestra a los
pecadores el camino, conduce rectamente a los humildes y a los pobres enseña su
sendero. Amor y verdad son las sendas de Yahvé para quien guarda su alianza y sus
preceptos” (Salmo 25, 6-10).
Todos:
Señor, a lo largo de los siglos, las comunidades han escuchado la historia de un
sembrador que ha salido, de una y mil formas, siempre a sembrar el amor. Para los
padres de la fe del ayer y del hoy, ese sembrador no puede ser otro que el Dios amor.
Esta comunidad de Colombia te agradece, Señor, que, a través de las enseñanzas de tu
Iglesia, siembres en nuestras comunidades el don, el fruto y la acción del amor. Señor,
que las semillas del amor no encuentren ni la aridez del camino, ni la sequedad del
abrojo, ni la inconsistencia del pedregal; por el contrario, que esas semillas, por tu
40
gracia, encuentren un buen corazón. Te lo pedimos a ti que vives y reinas, por los siglos
de los siglos. Amén.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo…
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud del amor, dialogando sobre
las siguientes preguntas:
• ¿Qué entiende por comunidad cristiana?
• ¿Qué admira de su comunidad?
• ¿Cómo le ayuda su comunidad cristiana a vivir la comunión con Dios y con los
hermanos?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Hechos 2, 42-47
Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción
del pan y a las oraciones. Pero el temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles
realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían
todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y lo repartían entre todos, según la
necesidad de cada uno. Acudían diariamente al templo con perseverancia y con un mismo
espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de
corazón, alabando a Dios y gozando de la simpatía de todo el pueblo. Por lo demás, el
Señor agregaba al grupo a los que cada día se iban salvando.
Palabra de Dios
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿Cuáles acciones los reunían frecuentemente?
• ¿Qué obras los hacían ver diferentes de los demás?
• ¿Cómo vivo hoy mi experiencia de comunidad cristiana?
4. Profundicemos
4.1. El amor: fundamento de la comunidad
La Sagrada Escritura está llena de experiencias de amor: amor entre los seres humanos,
amor de los hombres a Dios y amor de Dios a los hombres. El término amor, que en los
idiomas originales cuenta con diversas expresiones para evidenciar la acción de amar, cubre
41
realidades diversas. El texto sagrado nos lleva poco a poco al culmen, a la máxima
expresión del amor con san Juan, quien en sus escritos lo destaca como el elemento central
de su enseñanza, y llega a la expresión sencilla: “Dios es amor” (1Juan 4, 8.16).
A partir de las palabras de la Primera carta de Juan, que nos dice: “Dios es amor, y el que
permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Juan 4, 16), el papa Benedicto
XVI, en su encíclica Deus Caritas Est, profundiza en la comprensión de “Dios es amor”,
diciendo que: “Estas palabras expresan con claridad meridiana el corazón de la fe
cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su
camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una formulación
sintética de la existencia cristiana: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene
y hemos creído en Él”29.
El amor no se impone, no se compra, no se vende; se ofrece, se construye. A esto se
refiriere el papa Benedicto XVI cuando nos habla de la imagen de Dios por medio del
amor, porque Él se nos da sin medida, incluso hasta dar la vida por la salvación de la
humanidad. Todo ha sido por simple amor hacia nosotros. Este amor total es el que hace
posible la comunión con Él y la comunión con los hermanos, porque no está condicionado
y no se rige por la conveniencia.
La Escritura afirma: “Si alguno dice: yo amo a Dios, y odia a su hermano, es un mentiroso;
pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Juan
4, 20). Este texto no excluye el amor a Dios, todo lo contrario, en la Primera carta de san
Juan, el amor a Dios es presentado como una exigencia. Lo que subraya él es “la
inseparable relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Ambos están tan
estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira,
si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia”30. El mismo apóstol Pablo insiste en
que el amor no es un mero sentimiento, sino que es algo que arraiga a la persona y la
compromete hacia el otro, porque el verbo amar en hebreo coincide con hacer el bien31.
Esto significa que el amor a Dios no puede caer en un espiritualismo que no nos lleve a
transmitirlo a la comunidad a la que pertenecemos, nuestra familia, nuestra parroquia, el
lugar de trabajo. Para el cristiano, hacer comunidad es un imperativo y esta se construye a
partir del amor a ejemplo de Cristo.
4.2. Común – unidad
29 BENEDICTO XVI. Encíclica Deus Caritas Est. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2015, n. 1. 30 Ibíd., 16. 31 Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia. Editrice Vaticana, Città del Vaticano,
2016, n. 94.
42
Comunidad es una palabra compuesta por otras dos; común y unidad, viene del latín
“communitas”, que describe así a un grupo de individuos que tienen ciertos elementos en
común. Hasta aquí se puede decir, pues, que existen diferentes tipos de comunidades;
comunidades mundiales, comunidades científicas, geográficas, activistas, entre otras.
La comunidad más original, fuente y modelo de una verdadera comunidad, la encontramos
en Dios. Pues Él no está solo, está con el Hijo y con el Espíritu Santo. Los tres forman una
comunidad esencial, son unidad y no se entiende el uno sin el otro. Dios Uno y Trino
conforma la perfecta comunidad de amor, porque en su interior están en comunión las tres
personas de la Santísima Trinidad.
Así mismo, el Hijo ha querido que todos los hombres y mujeres vivan en unidad con el
Padre, “que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno
en nosotros” (Juan 17, 21); estar con el Padre es estar con el Hijo y con el Espíritu Santo.
En la Epístola a los Romanos, en lo que se refiere a la comunidad, leemos: “Así como
nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los
miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que
un solo cuerpo en Cristo, siendo los unos para los otros, miembros.” (Romanos 12, 4-5).
Encontramos aquí dos invitaciones: la primera a vivir en unidad con Dios y, la segunda, a
vivir la comunión con los hermanos.
4.3. La comunidad cristiana
La comunidad cristiana es la casa de aquellos que creen en Jesús como la fuente de la
fraternidad entre todos los hombres. La Iglesia camina en medio de los pueblos, en la
historia de los hombres y de las mujeres, de los padres y las madres, de los hijos y las hijas:
esta es la historia que cuenta para el Señor.
Hoy se nos invita a reunimos de la forma como las primeras comunidades cristianas: “Se
mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del
pan y en las oraciones” (Hechos 2, 42). La comunión de la Iglesia se nutre con el pan de la
Palabra de Dios y con el pan del Cuerpo de Cristo. Esta unión fraterna fue consecuencia de
la fe en Cristo Jesús y del deseo de imitarlo, de querer transmitir el mismo amor que los
hermanos habían recibido de Él, de ahí que tuvieran: “un solo corazón y una sola alma”
(Hechos 4, 32).
Esta comunión fundada en el amor se expresa, en primer lugar y de manera privilegiada, en
la Eucaristía, en la cual todos participan del mismo Pan de Vida y del mismo Cáliz de
Salvación, y esto hace posible que seamos miembros del mismo Cuerpo (cf. 1Corintios 10,
43
17). La Eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana32, su expresión más perfecta y el
alimento de la vida en comunión. En ella se nutren las nuevas relaciones evangélicas que
surgen del hecho de ser hijos e hijas del Padre, hermanos y hermanas en Cristo. De ahí que
la Iglesia sea entendida como “casa y escuela de comunión”33, donde los discípulos
comparten la misma fe, esperanza y amor al servicio de la misión evangelizadora.
Por tanto, para alcanzar una mayor eficacia en la evangelización y convertirse en un
auténtico testimonio ante el mundo, es perentorio que todos los bautizados vivamos como
hermanos, revelando la voluntad del corazón de Cristo: “que todos sean uno”; revelando el
dinamismo del Espíritu Santo, fuerza de atracción libre y liberadora; y cultivando la
espiritualidad de comunión34.
Ante la tentación muy presente en la cultura actual de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas
búsquedas espirituales caracterizadas por el individualismo, afirmamos que la fe en
Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella “nos da una familia, la familia
universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos
lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento
cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una
experiencia permanente de discipulado y de comunión”35.
4.4. Sembrar amor en la comunidad
En definitiva, como lo hemos reflexionado, la Iglesia, como “comunidad de amor”, se hace
presente en las familias, en la parroquia, en el lugar de trabajo, en las comunidades del
barrio o vereda, en la universidad y en cada uno de los ambientes donde se encuentre un
bautizado. Esta es una llamada a reflejar la gloria del amor de Dios, que es comunión, y, de
esta forma, atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo.
En el ejercicio de la unidad querida por Jesús, los hombres y mujeres de nuestro tiempo nos
hemos de sentir convocados a recorrer la hermosa aventura de la fe, “para que todos sean
uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el
mundo crea que tú me has enviado” (Juan 17, 21). En este sentido, entendemos que “la
Iglesia crece no por proselitismo sino por atracción”36, ella atrae cuando vive en
comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros
como Él nos amó (cf. Romanos 12, 4-13; Juan 13, 34).
32 LG 11. 33 SAN JUAN PABLO II. Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2000,
n. 43. 34 Cf. FRANCISCO. Discurso al Movimiento de los Focolares, 27 de febrero de 2014. 35 DA 156. 36 FRANCISCO. Homilía, 24 de abril de 2014.
44
En consecuencia, estamos invitados a trabajar, en torno a esta preparación para la visita
apostólica del papa Francisco a nuestro país, en cada una de nuestras realidades y
ambientes para ser sembradores del amor más genuino en nuestras comunidades; en primer
lugar, en nuestra familia y, luego, en todos los ambientes donde nos movamos y con todas
las personas que nos relacionamos, con el fin de aportar, como cristianos católicos que
somos, semillas de amor que contribuyan a la transformación integral de Colombia.
Durante estos días se nos ha venido motivando para que demos el primer paso y
comencemos algo nuevo con Cristo; pues bien, este primer paso lo concreta cada uno con
su obrar y con sus palabras, en las comunidades a las que pertenece y donde participa para
que, de esta manera, nos convirtamos en levadura que fermente la masa de la sociedad e
irradiemos, desde allí, el amor transformado en misericordia para la humanidad sedienta de
paz y reconciliación. Por ello, estemos vigilantes para que las circunstancias de nuestro país
y de nuestras vidas ¡No nos roben el ideal del amor fraterno!37
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
• Pongamos nuestras capacidades y talentos al servicio de la comunidad familiar,
parroquial, del barrio o vereda y aquella que hace parte de nuestra vida laboral.
• Realicemos cada día un momento de oración, para renovar nuestro amor y
comunión con Él y con los que nos rodean.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Iglesia peregrina
Todos unidos formando un solo cuerpo,
un pueblo que en la Pascua nació.
Miembros de Cristo en sangre redimidos,
Iglesia peregrina de Dios.
Vive en nosotros la fuerza del Espíritu que el Hijo desde el Padre envió.
Él nos empuja, nos guía y alimenta, Iglesia peregrina de Dios.
37 FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
101.
45
Somos en la tierra semilla de otro reino,
somos testimonio de amor.
paz para las guerras y luz entre las sombras,
iglesia peregrina de Dios (bis)
Todos nacidos en un solo bautismo, unidos en la misma comunión.
Todos viviendo en una misma casa, Iglesia peregrina de Dios.
Todos prendidos en una misma suerte, ligados a la misma salvación.
Somos un cuerpo y Cristo es la Cabeza, Iglesia peregrina de Dios.
Dios te salve María
Dejar un momento de silencio para hacer oraciones personales y concluir con la oración del
Ave María.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
7. Recordemos
“Que todos sean uno… para que el mundo crea” (Juan 17, 21)
46
Encuentro 6
Sembremos confianza en nuestras relaciones
Meta
Recuperar la confianza entre los colombianos para favorecer la cultura del encuentro y la
construcción de una nueva nación.
Signo
Cartelera con imagen de manos entrelazadas.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos confianza total en Dios, y lo que
le pidamos lo obtendremos de Él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo
que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo,
Jesucristo, y que nos amemos unos a otros según el mandamiento que nos dio” (1Juan
3, 21-22).
Todos:
Señor, tú conoces nuestro corazón, nuestro terreno, sabes cuánto nos cuesta confiar en
los otros, en su forma de ser y actuar, cuánto nos cuesta construir relaciones auténticas,
que estén marcadas por el amor. Señor, para que nuestra vida cristiana crezca, te
pedimos que las semillas de la confianza germinen, crezcan y den abundante fruto en
nuestras relaciones diarias; que nuestras vivencias estén marcadas por la total confianza
que nace de tu amor; que de verdad nos amemos unos a otros y edifiquemos, desde
nuestras relaciones, una Iglesia y una Colombia mejor. Amén.
47
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la confianza en nosotros mismos y en
los demás, dialogando sobre las siguientes preguntas:
• ¿Qué entendemos por confianza?
• ¿Qué nos genera desconfianza en la vida cotidiana?
• ¿Qué actitudes nos ayudarían a sembrar confianza en nuestras relaciones?
• ¿Qué relación identificamos entre el signo de las manos entrelazadas y el tema que
vamos a tratar?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Mateo 6, 25-34
Por eso les digo: No anden preocupados por su propia vida, qué comerán, ni por su
propio cuerpo, con qué se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo
más que el vestido? Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en
graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? Por lo
demás, ¿quién de ustedes puede, por más que se preocupe, añadir una sola hora a la
medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué se preocupan? Observen los lirios del
campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo les digo que ni Salomón, en toda
su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y
mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con ustedes,
hombres de poca fe? No anden, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?,
¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan
los gentiles; pues ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen
primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura.
Así que no se preocupen del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día
tiene bastante con su propia preocupación.
Palabra de Dios
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿De qué cosas andamos preocupados diariamente?
• Ante las incertidumbres y desconfianzas que pueden surgir en nuestras vidas, ¿qué
pide buscar primero el texto bíblico que acabamos de escuchar?
48
• El relato bíblico nos invita a confiar en Dios, ¿Confiamos plenamente en Él?
¿Confiamos en los demás? ¿Somos personas de confianza para los demás?
4. Profundicemos
4.1. ¿Qué es confianza?
La confianza es una palabra que viene del latín con-fidentia y significa: firme esperanza
que se tiene de algo o de alguien, absoluta convicción38.
En el ámbito de la fe, confianza significa tener fe en Dios, en uno mismo, en los demás.
Confiar es saber que lo que nos hemos propuesto lo vamos a conseguir. La confianza es la
tranquila y valiente seguridad de quien espera sin vacilar y, por tanto, se relaciona también
con la esperanza, tal como lo deja ver el salmista cuando dice: “Alzo mis ojos a los montes,
¿de dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio viene de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra. Yahvé
te guarda del mal, es el guardián de tu vida” (Salmo 120, 1-2.7).
Solo el ser humano es capaz de confiar o desconfiar de forma consciente. La confianza
supone la seguridad en nosotros mismos y en los otros y esto implica creer que algunos
resultados pueden ser logrados en determinadas situaciones. La confianza se relaciona,
entonces, con un sentimiento que pone sus miras en una acción futura, sobre la cual no se
tiene una seguridad total pero que, sin embargo, se apoya en la certeza de que no hay nada
imposible para Dios (Lucas 1, 37).
4.2. ¿Por qué es importante la confianza para el creyente?
Como discípulos misioneros descubrimos que necesitamos tener confianza para poder
crecer, evolucionar y desarrollarnos. Hoy más que nunca, a causa de tantos cambios y
realidades sociales que se transforman vertiginosamente y que nos sumergen en la
incertidumbre, en el miedo y la duda, la confianza es una pieza fundamental para caminar
en la vida, porque nos hace creer en lo que somos y en lo que hacemos. Colocamos nuestra
plena confianza en Jesucristo, en su Palabra, que ante las tempestades nos dice: “¿Por qué
están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe?” (Marcos 4, 40). El discípulo confía en su
Señor, la fe en Él la expresa por medio de la confianza, de la seguridad en que Él no lo
puede abandonar u olvidar. Tiene la certeza de que, por ser hijo de Dios, estará protegido y
siempre será amado por Él de forma incondicional, como lo narra el Evangelio de Mateo
que acabamos de proclamar. Él estará a nuestro lado y nos dará todo aquello que es
necesario para nuestra existencia, porque antes de que se lo pidamos, Él, como buen Padre,
ya sabe de nuestras necesidades.
38 Cf. Diccionario de la Real Academia Española. http://dle.rae.es/?id=AF8rq9a. 3 de abril de 2017
49
Por tanto, sin la confianza no podemos tener grandes aspiraciones en la vida, no podemos
avanzar y convertirnos en artesanos del perdón, la reconciliación y la misericordia. La
confianza es un valor extraordinario que necesita ser fortalecido y transmitido a los demás,
para que otras personas lo puedan desarrollar en sus proyectos de vida: en la familia, el
trabajo, el colegio o la universidad, y en la sociedad en general.
4.3. Confianza en nuestras relaciones
Para nadie es un secreto que nuestro país ha estado marcado por un clima de desconfianza,
ya sea por engaños en las familias, fraudes en los negocios, corrupción en todos los niveles
sociales, económicos y políticos, falsedad en las promesas de los dirigentes y mentiras de
todo tipo. Tales hechos han creado en la conciencia de muchos colombianos una marcada
desconfianza hacia todo y hacia todos. Nos cuesta mucho creer en la palabra de las
personas y en las ofertas de las instituciones. Pero desde el Evangelio, desde la palabra del
papa Francisco, desde el Magisterio de la Iglesia, se nos enseña que la confianza genera
muchas cosas buenas para nosotros, nuestras familias y nuestro país: nos hace más
tolerantes y más misericordiosos; nos estimula a cultivar la relación con los demás y con
nosotros mismos. La confianza y la misericordia nos preparan para saber esperar, olvidar,
comprender y perdonar. Son valores que pueden cambiarlo todo, porque nos alientan a
mirar el presente y confiar en lo sano y bueno que late en el corazón de cada colombiano39.
4.4. Confianza y perdón
La confianza es esencial para que nos relacionemos sanamente con nuestro entorno, con
nuestra familia, con la pareja, los compañeros de trabajo o de estudio. Las relaciones que
están basadas en la confianza mutua tienden a ser más sólidas, prósperas y duraderas que
las que no lo están. Por eso, cuando afirmamos que somos sembradores de confianza en
nuestras relaciones, estamos diciendo que no solo la confianza es sinónimo de esperanza,
fe, seguridad, certeza, sino también que nos posibilita abrir espacios para aprender a
perdonar, a sanar las heridas, a buscar incesantemente la paz entre todos, a construir
verdaderos vínculos de fraternidad, a reconocer que el otro es un don para mi40.
Entender que la confianza está vinculada al perdón hace posible derrumbar las barreras que
nos separan, los enfrentamientos que nos dividen, y nos ayuda a superar los hechos que nos
han dañado como sociedad colombiana, desde hace muchos años. En este sentido, el perdón
se convierte en “el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la
serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son
39 Cf. FRANCISCO. Homilía en la frontera de México, 18 de febrero de 2016. 40 FRANCISCO. Mensaje para la Cuaresma, 2017.
50
condiciones necesarias para vivir felices”41.
Pero esta confianza asociada al perdón proviene de Dios mismo, porque Él, a pesar de
nuestras infidelidades, ha permanecido fiel y nos ha ofrecido su misericordia, nos ha
perdonado y nos invita a perdonar. Para lograr este anhelo divino se requiere que el
cristiano desarrolle una íntima relación con Él a través de la oración, pues en ella se
evidencia la confianza que tenemos en Dios y, poco a poco, aprendemos a asumir los
mismos sentimientos del Señor.
Por tanto, aunque el discípulo misionero viva la experiencia de la sequedad espiritual, la
tristeza, el desaliento, que pueden llevarlo a cuestionarse: “¿para qué orar?, – comprende
que es necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se quiere vencer estos
obstáculos”42.
De la misma forma, para generar confianza en nuestras relaciones reconciliadas, tenemos
que aprender a fomentar la sinceridad, a decir, la verdad; y a establecer un clima de
flexibilidad y tolerancia. La confianza se educa cuando somos capaces de ofrecer
oportunidades, de orientar a las personas hacia la colaboración, el respeto, la tolerancia, la
responsabilidad, la honestidad. Cuando entendemos que la verdad y el perdón son los ejes
que restauran la confianza, hacemos posible el surgimiento de nuevas comunicaciones con
los otros, porque precisamente se convierte en el elemento fundamental que da sentido a las
relaciones, las sostiene y genera seguridad.
En consecuencia, la verdad, la reconciliación y la confianza van de la mano y nos ayudan a
ser sembradores y artífices de un país nuevo. De ahí que en este tiempo de espera del
Vicario de Cristo, nos aventuremos a dar el primer paso para convertirnos en personas de
confianza que, además, confían en los demás. Solo una actitud de esta categoría puede
generar procesos y dinámicas diferentes en Colombia. Si las nuevas generaciones perciben
que somos sembradores de confianza en nuestras relaciones, crecerán con autenticidad,
verdad, aceptación del otro y capacidad de perdón, haciendo posible que proclamemos en
un futuro próximo: “Cesó la horrible noche”. Repetimos, entonces: “¡No nos roben el ideal
del amor fraterno!”43
5. Para nuestra vida
Ante la Proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con el siguiente compromiso:
41 FRANCISCO. Mensaje para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, 2016. 42 CEC 2728. 43 FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
101.
51
• Avivemos la construcción de la confianza en nuestras familias, con nuestros amigos,
compañeros de trabajo, de comunidad de fe, etc.).
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Yo tengo fe
Yo tengo fe que todo cambiará,
que triunfará por siempre el amor.
Yo tengo fe que siempre brillará
la luz de la esperanza no se apagará jamás.
Yo tengo fe y creo en el amor,
yo tengo fe, también mucha ilusión.
Porque yo sé será una realidad,
el mundo de justicia que ya empieza a despertar.
Yo tengo fe porque yo creo en Dios,
yo tengo fe, será todo mejor.
Se callará el odio y el dolor,
la gente nuevamente hablará de su ilusión.
Yo tengo fe los hombres cantarán,
una canción de amor universal.
Yo tengo fe, será una realidad,
el mundo de justicia
que ya empieza a despertar.
Oración de fieles
A las siguientes peticiones nos unimos diciendo: Por intercesión de María,
escúchanos, Señor
• Te pedimos, Señor, que nos ayudes a acrecentar nuestra confianza en ti.
• Te pedimos, Señor, que seamos personas de confianza para los demás.
• Te pedimos, Señor, que erradiquemos de nuestras palabras y obras todo aquello que
suscite división o desconfianza en los demás.
52
• Te pedimos, Señor, que nos regales a los colombianos el don de creer en nuestro
país.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
7. Recordemos
“Tenemos confianza total en Dios, y lo que le pidamos lo obtendremos de Él, porque
guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada” (1Juan 3, 21)
53
Encuentro 7
Sembremos paz en nuestras palabras
Meta
Reflexionar sobre las bases y acciones que promueven y motivan un lenguaje cristiano de
perdón, respeto y paz para con todos.
Signo
Una bandera blanca o una cartelera con la palabra PAZ.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Respuesta amable aplaca la ira, palabra hiriente enciende la cólera. La lengua del
sabio favorece el saber, la boca del necio difunde la necedad. En todo lugar, los ojos
de Yahvé observan a los malos y buenos. Lengua sana es árbol de vida, lengua
perversa rompe el corazón” (Proverbios 15, 1-4).
Todos:
Señor, de tu boca no salía más que el bien, siempre dabas una respuesta amable, sabia,
que sanaba al otro. Enséñanos, Señor, a dominar nuestra lengua, nuestras palabras,
nuestro mal carácter; enséñanos a refrenar los enfados y las ofensas que infligimos a los
demás; que no haya en nosotros, Señor, ni boca necia, ni lengua perversa, y menos
palabra hiriente. Ayúdanos, Señor, a ser siempre respetuosos con los demás, a exigirnos
actuar con la paciencia y el amor, y a perseverar en el esfuerzo y la entrega generosa
para dar cabida a tu reino en nuestro corazón; que nuestras palabras, Señor, siembren y
hagan posible, con tu amor, la reconciliación, el perdón y la paz. Amén.
54
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la paz, dialogando sobre
las siguientes preguntas:
• ¿Hay en nuestra forma de hablar palabras o expresiones que afectan a los demás?
¿Cómo nos damos cuenta?
• ¿Qué palabras o expresiones podemos promover en nuestros diálogos para construir
paz?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Efesios 4, 25-32
Por tanto, desechando la mentira, digan la verdad unos a otros, pues somos
miembros unos de otros. Si se enojan, no pequen; no se ponga el sol mientras estén
enojados, ni den ocasión al Diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje
con sus manos, haciendo algo útil para que pueda socorrer al que se halle en
necesidad. No salga de su boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para
edificar según la necesidad y hacer el bien a los que los escuchen. No entristezcan
al Espíritu Santo de Dios, con el que fueron sellados para el día de la redención.
Toda amargura, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad,
desaparezca de entre ustedes. Sean amables entre ustedes, compasivos,
perdonándose mutuamente como los perdonó Dios en Cristo.
Palabra de Dios
Volvamos sobre el texto ayudados por las siguientes preguntas:
• ¿Qué palabras debemos desechar del diálogo con el prójimo?
• ¿Qué actitudes hay que hacer desaparecer de entre nosotros?
• ¿Cuál es la conducta que debe predominar entre nosotros los cristianos católicos?
4. Profundicemos
4.1 Vida nueva en Cristo
San Pablo pone como punto de partida la diferencia entre una persona que no ha conocido a
Cristo (gentil) y quien ha escuchado hablar y ha aceptado a Cristo (cristiano). El gentil se
deja llevar por la frivolidad de sus pensamientos, su ignorancia y su obstinación. El
55
auténtico cristiano ha aprendido la verdad de Cristo y está renovado en lo íntimo de su
espíritu, es una persona nueva, el hombre nuevo.
El hombre nuevo surge del encuentro con Jesucristo, “el acontecimiento de Cristo es, por
tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo”44.
Jesús comunica al corazón del ser humano la Buena Nueva que produce la transformación
del hombre viejo al hombre nuevo (cf. Colosenses, 3, 9-10), en quien reina la alegría, el
amor y el perdón. Esta alegría que gesta la vida nueva en Cristo llena el corazón y la vida
entera, porque “quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del
vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”45. De esta
manera, la nueva criatura, redimida de su vieja condición, hace posible la experiencia con
la Trinidad, el saberse parte de Dios y enviada para dar testimonio de lo que ha recibido,
suscitando una “experiencia de […] unidad y comunión inseparable, [que] nos permite
superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en servicio al otro”46.
4.2. El hombre nuevo erradica de su lenguaje la violencia
Quien ha vivido un encuentro con Jesucristo hace un giro de 180 grados, y su cambio
involucra toda su existencia, obras, pensamientos y palabras. Al cambiar sus criterios, su
forma de hablar también se transforma, comienza a vivir lo que la Palabra de Dios nos
advierte: “renuncia a la mentira y dice siempre la verdad” (Efesios 4, 25), “no salen de su
boca palabras dañosas” (Efesios 4, 29), pone un control a su lengua y a lo que dice con
ella, porque sabe que mal usada, es “fuego, es un mundo de iniquidad… contamina todo el
cuerpo… prende fuego a la rueda de la vida… es un mal turbulento, está llena de veneno
mortífero… de una misma boca proceden la bendición y la maldición” (cf. Santiago 3, 1-
12).
Es por eso que Jesús es claro en sus enseñanzas, “Todo aquel que se encolerice con su
hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano imbécil, será reo ante
el Sanedrín; y el que le llame renegado, será reo de la gehenna de fuego (infierno)”
(Mateo 5, 22). El Señor nos pide erradicar del lenguaje toda manifestación de insulto, de
injuria, las malas palabras, las groserías y las expresiones de doble sentido. El cristiano
debe evitar en su vocabulario toda palabra dañina, des-edificante (cf. Colosenses 3, 8),
porque este tipo de expresiones no son acordes con el amor de Dios ni con la experiencia de
vida de fe. Por ello, Santiago nos insiste en su carta: “ténganlo presente, hermanos míos
queridos: que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar, tardo para la
ira… si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su
propio corazón, su religión es vana” (Santiago 1, 19. 26). De igual forma, la misma
44 DA 243 45 FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 1 46 DA 240
56
Palabra nos advierte que “de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en
el día del juicio” (Mateo 12, 36).
El colombiano nuevo que vive su encuentro con Cristo y comienza a dar el primer paso
para la reconciliación, el perdón y la paz debe poner sus mejores deseos y fuerzas para
desarmar el lenguaje de expresiones de violencia o de injuria hacia los hermanos; esta es
una necesidad en nuestro país porque, durante años, nos hemos maltratado con agresiones
verbales, las cuales han gestado sendas fuentes de violencia, que nos han dividido y han
estropeado nuestra unión de hermanos. Este es el tiempo de iniciar algo nuevo para
conseguir frutos con sabor a Dios y para vislumbrar una sociedad menos reactiva y
conflictiva. Es necesario que contemos con la gracia de Dios y con nuestra voluntad, para
poder avanzar en esta transformación de nuestras palabras y, así, empezar a gestar la paz.
4.3. El hombre nuevo siembra paz en y con sus palabras
El hombre nuevo no solo erradica de su lenguaje las malas palabras, sino que llena su
hablar de paz, bondad y amor, de expresiones positivas que alegren el corazón de aquellos
que las escuchen. El cristiano usará palabras “convenientes para edificar según la
necesidad y hacer el bien” (Efesios 4, 29). Nuestra forma de hablar, nacida en la
experiencia con Jesús, debe llevarnos a retirar todo signo de violencia de nuestras
expresiones, lo cual será un aporte significativo para actuar como artesanos de paz; es por
eso, que la Iglesia nos anima a construir en cada nación una casa de hermanos; a favorecer
cada vez más la reconciliación con Dios y con los hermanos, para que sumemos y no
dividamos47.
La paz y la cultura de un nuevo estilo de vida comienzan con palabras y gestos cotidianos,
sencillos y pequeños, son ellos los que hacen la diferencia; no esperemos que llegue la paz
solo por la formalidad de un acuerdo escrito, no la habrá si cada uno reacciona de forma
violenta porque lo miraron o no lo miraron, porque lo adelantaron o porque no le cedieron
el puesto. Esta selva de violencia necesita cambios urgentes. Aquí es cuando
comprendemos por qué el papa Francisco insiste tanto en los gestos de saludar, dar gracias,
pedir perdón.
Recordemos que se respira paz en los ambientes donde reina la fraternidad, el respeto, la
educación, la experiencia de ser bien acogido; donde la gente saluda o donde resuenan
frases como: “Buenos días”, “que tenga una buena tarde”, “bienvenido”, “muchas gracias”,
“¿En qué le puedo ayudar?”. ¡Qué bien se siente el ser humano allí donde se expresa
aprecio hasta por lo más pequeño! ¡Qué grato es recibir como respuesta una sonrisa, un
gesto amable y no manifestaciones de agresividad!
47 Cf. DA 534.
57
En este camino de preparación para la visita apostólica del papa Francisco a nuestro país,
estamos invitados a recordar que hemos sido tocados por Cristo, que, por el bautismo,
hemos sido constituidos en hijos e hijas de Dios, miembros de su gran familia, la Iglesia,
para ser testigos de Él en nuestro hablar y actuar, para buscar a lo largo de nuestra
existencia la santidad, porque esta es nuestra vocación: “Vosotros, pues, sed perfectos,
como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto” (Mateo 5, 48). Vivir conforme al
Señor nos lleva a tener presente que “pertenecemos por entero a Cristo, cuyo Espíritu tomó
posesión de nosotros en el bautismo. Somos templos del Espíritu Santo. Nuestros
pensamientos, nuestras acciones, nuestros deseos son, en pleno derecho, más suyos que
nuestros. Pero hemos de luchar para asegurarnos de que Dios recibe siempre de nosotros
lo que le debemos por derecho propio”48. Por tanto, cada uno de nosotros ha de esforzarse
para que, desde sus palabras, brille la fe que hemos recibido y para que haga posible la
santidad a la cual Dios nos convoca.
El papa Francisco nos ha repetido en diversas ocasiones: “No tengamos miedo a ser santos
porque la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios obre
en nuestras vidas con su Espíritu, en confiar en su acción que nos lleva a vivir en la
caridad, a realizar todo con alegría y humildad, para mayor gloria de Dios y bien del
prójimo”49. En consecuencia, cultivar la santidad es dejar actuar a Dios en cada uno de
nosotros y no ponerle condiciones en nuestra respuesta; dar testimonio de nuestra condición
cristiana desde cada palabra que dirigimos a los demás.
Esta santidad se construye al convertirnos en sembradores de paz con nuestras palabras, y
esto implica saludar al vecino, a la persona que encontramos en el ascensor, en la fila; ser
solidarios con las necesidades de los demás, no devolver mal por mal sino, por el contrario,
al mal responder con el bien. Ser agradecidos y reconocer, con palabras, el bien que hacen
los otros en favor de nosotros: con la familia, con los empleados, los compañeros de estudio
o de trabajo. No nos dejemos ganar la batalla de la desconfianza, el miedo, la indiferencia,
las malas palabras; recobremos los espacios de las buenas relaciones humanas,
caracterizadas por el respeto y la calidez; usemos buenas palabras que edifiquen la paz;
“No te dejes vencer por el mal, antes bien vence el mal con el bien” (Romanos 12, 21).
¡Demos el paso, construyamos la paz con nuestras palabras!
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
• Acerquémonos a una persona que hayamos ofendido y pidámosle perdón.
48 MERTON, Thomas. Vida y santidad. Sal Terrae, 2006, p. 21. 49 FRANCISCO. Catequesis del miércoles, 2 de octubre de 2013.
58
• Promovamos en nuestra familia, parroquia, barrio, vereda o conjunto residencial, un
pacto de buen trato, de respeto, de buenos modales, hacia todas las personas pero, de
manera especial, hacia aquellas que piensan distinto de nosotros.
5. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Estoy pensando en Dios
Estoy pensando en Dios,
estoy pensando en su amor...
Estoy pensando en Dios,
estoy pensando en su amor...
Olvida el hombre a su Señor,
y poco a poco se desvía,
y entre angustia y cobardía,
va perdiéndose el amor.
Dios le habla como amigo,
huye el hombre de su amor...
Estoy pensando en Dios…
Yo siento angustia cuando veo
que, después de dos mil años
y entre tantos desengaños, pocos viven por amor,
muchos hablan de esperanza más se alejan del Señor...
Estoy pensando en Dios…
Todo podría ser mejor,
si mi pueblo procurase
caminar sin alejarse del camino del Señor.
Pero el hombre no hace suyos los senderos del amor...
Estoy pensando en su amor...
Oración de san Francisco de Asís
59
Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz.
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.
Amén.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
6. RECORDEMOS
“Diligente para escuchar, tardo para hablar, y tardo para la ira” (Santiago 1, 19)
60
Encuentro 8
Sembremos bondad con nuestros actos
Meta
Renovar el compromiso de ser testigos del amor y la misericordia para con todos, por
medio de acciones bondadosas.
Signo
Cartelera con fotografías que muestren acciones bondadosas realizadas por diversas
personas.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Así pues, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron,
bondad contigo, si es que te mantienes en la bondad; que, si no, también tú serás
desgajado. En cuanto a ellos, si no se obstinan en la incredulidad, serán injertados;
que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.” (Romanos 11, 22)
Todos:
Señor, te alabamos porque solo tú eres bueno, experimentamos tu bondad en nuestra
vida personal y comunitaria; te alabamos porque nuestra historia colombiana está llena
de tus beneficios, de tus bendiciones; con orgullo de pueblo bendecido, decimos:
“Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con
toda clase de bendiciones espirituales” (Efesios 1, 3); cada acción tuya, Señor, es una
invitación a mantenernos en la bondad, en el bien, pero no se trata de una bondad de
61
sentimiento o de palabra, sino que se haga obra, acto concreto, en la relación con los
demás. Te alabamos y te damos gracias por inclinarnos a hacer el bien. Amén.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la bondad, dialogando
sobre las siguientes preguntas:
• ¿Qué entendemos por bondad?
• ¿Qué acciones concretas podemos realizar para acrecentar la bondad en nuestra
vida?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Mateo 5, 14-16
“Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima
de un monte. Tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino
sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así su
luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su
Padre que está en los cielos”.
Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿Por qué Jesús nos dice que somos la luz del mundo?
• ¿Qué relación encontramos entre la sal, la luz y las buenas obras?
• ¿Cómo podemos ser sal y luz para nuestra familia y nuestra comunidad?
4. Profundicemos
4.1. ¿Qué es la bondad?
La palabra bondad proviene del latín “bonĭtas, -ātis”, que significa inclinación a hacer el
bien, cualidad de lo bueno50.
50 Cf. Diccionario de la Real Academia Española. http://dle.rae.es/?id=5qZYqEv . 3 de abril de 2017
62
La Iglesia ha entendido este hacer el bien o ser bondadosos como la llamada a confesar, con
palabras y obras concretas, la fe bautismal51, es decir, ser en todo testigos de lo que Cristo
nos ha enseñado por medio de su Evangelio; ser coherentes entre las obras que realizamos y
lo que creemos en la mente y profesamos con los labios. Esta invitación proviene del
proyecto de salvación que Dios ha establecido para la humanidad, con el fin de conceder la
vida eterna a todos los que perseveren en las buenas obras y busquen con sincero corazón
su Reino.
En otras palabras, hacer el bien o ser bondadosos en nuestros actos, “es lo que construye y
califica a la ciudad de los hombres, el criterio fundamental de la vida social y política, el
fin del actuar humano y del progreso; es exigencia de justicia y de caridad, promoción del
respeto de los derechos de los individuos y de los pueblos, además de relaciones
caracterizadas por la lógica del don”52. El bien obrar es el pilar que construye sociedad,
que transmite valores, que promueve la dignidad de la persona y los derechos humanos.
4.2. Sembremos bondad, siendo luz y sal
El texto del Evangelio que hemos proclamado nos presenta las metáforas hogareñas de la
sal y de la luz, las cuales nos evocan aquello que la vida del cristiano ha de ser en medio de
la sociedad. Es la referencia a las buenas obras que los seguidores del Señor han de irradiar
en sus existencias. Los discípulos, al vivir de acuerdo con la doctrina de Jesús, manifestarán
la bondad de su Padre que está en los cielos y alabarán a Dios con las obras concretas que
realicen en medio de los hermanos: siendo luz que irradia, conduce y abre horizontes, y
siendo sal, que da sabor a la comunidad, que transforma las realidades por sus actos de
bondad y da sentido a la existencia humana, desde una lógica trascendente y no desde
intereses egoístas.
Esta lógica trascendente nos recuerda la misión que tenemos, como cristianos, de ser en
todo lugar y con toda persona “otros cristos”. Este mandato tiene su origen en el mismo
momento en que fuimos bautizados y por el hecho de que “Él está presente en medio de la
comunidad viva, en la fe y en el amor fraterno. Él está presente en todos los discípulos que
procuran hacer suya su existencia y vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo”
(Colosenses 3, 3)53. Esta presencia y convicción hacen posible que el discípulo actúe en la
persona de Cristo, pero dé ejemplo como Él, de tal modo que pueda identificarse
profundamente con Él y llegar a decir: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi” (Gálatas
2, 20).
51 CEC 14. 52 BENEDICTO XVI. Creer, manual de la fe y de la vida cristiana. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2012.
p. 59. 53 Cf. DA 256.
63
El Evangelio de Juan también nos evoca el signo de la luz, atribuido a Jesús mismo: “Yo
soy la luz del mundo” (Juan 8, 12). Su vida y sus palabras iluminaron la existencia de toda
la sociedad, porque transmitía la Verdad y Voluntad de Dios Padre, ofreciendo una nueva
esperanza a quienes la habían perdido, fe a los decaídos, consuelo a los sufrientes y
salvación para todos. Su vida fue un acercarse a la humanidad con humildad, para que con
sus palabras y acciones de bondad la realidad se transformara en algo nuevo.
Después de dar ejemplo, Jesús les da a los discípulos la misión de ser testigos de su amor y
compasión, diciéndoles que ellos son la luz del mundo: “Brille así su luz delante de los
hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”
(Mateo 5, 16). Los discípulos pertenecen a Jesús de una forma tan estrecha y están tan
llenos de Él, que ellos mismos se convierten en luz y sal. Esto solo puede significar que los
discípulos de Jesús tienen la gran tarea de llevar, en su ser y quehacer cotidiano, la luz y la
sal de la verdad, del amor, de la compasión, de la misericordia, de las buenas acciones para
con todos.
4.3. El otro es responsabilidad mía
El ideal cristiano que el Evangelio nos plantea es dejarnos interpelar por los otros, sentirnos
responsables del hermano, romper nuestro individualismo y privacidad para salir al auxilio
del que está caído y se quiere levantar, para tenderle la mano y no seguir de largo con
indiferencia. Ser cristianos y entendernos como luz y sal significa comprender que el
discipulado no es algo puramente espiritual, sino que es algo concreto. Se trata de favorecer
el encuentro con el rostro del otro, que nos interpela, con su dolor y sus reclamos, para
evitar una espiritualidad sin carne y sin cruz. Es tener claro que “la verdadera fe en el Hijo
de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del
servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación,
nos invitó a la revolución de la ternura”54.
Cuando el discípulo se deja colmar plenamente de la luz de Cristo y de su verdad, entonces
esta luminosidad también resplandece de una manera inextinguible por medio de su
existencia, y nada puede oponerse a su fulgor; con Él todo se ilumina e irradia, porque
actúa de una manera diferente a como la sociedad lo hace cotidianamente.
En consecuencia, la vida del creyente implica comunión con el Señor y responsabilidad con
el otro; de ahí que la existencia de un creyente no puede ser entendida de forma aislada y
egoísta, como la impone la cultura en la actualidad. El mundo moderno está
“desvaneciendo la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con
54 FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 88.
64
Dios”55; está generando una sobrevaloración de la subjetividad individual que suscita un
marcado individualismo, el cual debilita los vínculos comunitarios y la preocupación por el
bien de todos, dando “paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos, a la
creación de nuevos y, muchas veces arbitrarios, derechos individuales”56. El poner estos
derechos individuales por encima de los “derechos sociales, culturales y solidarios resulta
en prejuicio de la dignidad de todos, especialmente de quienes son más pobres y
vulnerables”57. De ahí que surjan los odios, enfrentamientos, injusticias y violencias que
contemplamos a diario, porque quien pone por encima de los demás sus propios intereses y
deseos, tarde o temprano, hace que el otro se convierta en un enemigo que debe ser
aniquilado o quitado del camino para lograr los propios objetivos.
Por esta razón, hablar de la vocación que tenemos, como cristianos, de ser luz y sal en
medio del mundo y para el mundo significa entendernos hombres y mujeres llamados a
sentirnos responsables del otro (padres, madres, hermanos, compañeros de estudio o de
trabajo, incluso desconocidos), por medio del bien obrar que hacemos cotidianamente, en lo
sencillo y extraordinario de la existencia. Quienes creemos en la Palabra de Dios
entendemos que la bondad surge del amor hacia el otro, y este amor no busca su propio
interés (cf. 1 Corintios 13, 4), no es egoísta, sino que es un don que necesariamente nos
lanza a compartirlo, a darlo de manera generosa y desinteresada. Por ello, “el amor – agape
que desciende hasta ti desde las alturas, desde Dios, y que recibes a través de la fe no
puede quedar encerrado en ti… el agape es Cristo, quien vive en ti y quien, a través de ti y
en ti, quiere amar a los demás”58. Solo cuando se ha tenido una auténtica experiencia de
Dios se logra encarnar este amor-agape en el propio corazón, que impulsa al cristiano a dar
lo mismo que ha recibido a todos sin distinción, incluso si el otro no le cae bien o si piensa
que no se lo merece.
De esta manera, entendemos que el cristiano no solo vive para sí, sino que su vida alcanzará
mayor sentido y plenitud en la medida en que se done y se ponga al servicio del hermano,
sin importar lo que exija esta entrega sino mirando el bienestar que le puede brindar al que
lo necesita. En este sentido, la Palabra de Dios nos advierte: “Nada hagáis por rivalidad, ni
por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a
sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás” (Filipenses 2, 3-
4).
Nuestro país necesita urgentemente cientos de cristianos que sepan dar todo de sí, que se
sientan responsables de los otros, que sean sembradores de bondad por medio de sus obras,
para empezar a romper el muro del odio, del egoísmo y de la violencia que, durante años,
55 DA 44. 56 Idem. 57 DA 47. 58 DAJCZER TADEUSZ. Meditaciones sobre la fe. San Pablo, 1994, p. 223.
65
nos ha marcado y nos ha encerrado en nuestros propios intereses, incluso pasando por
encima de los otros o ignorándolos. Este es el momento para recordar las palabras del papa
Francisco: “El que no vive para servir no sirve para vivir”59.
4.4. El mundo reclama la bondad de los cristianos
El ser sal y luz, por medio de las buenas obras, es un mandato del Señor para quienes
hemos sido bautizados; por esto, tengamos presente que hablar de buenas obras no es
hablar de una idea o un sentimiento, sino de acciones concretas. No obstante, para realizar
estas buenas obras no es necesario pensar en realidades extraordinarias, por el contrario, las
buenas obras se encarnan en la vida cristiana activa, en el cumplimiento del amor al
prójimo con actitudes de afabilidad y apertura, de diálogo, cortesía, ternura, disponibilidad,
así como con comportamientos concretos de servicio desinteresado. Significa poner en
práctica las obras de misericordia, corporales y espirituales, que nos proyectan al otro y nos
ayudan a configurarnos con la persona de Jesús.
Así mismo, esta experiencia de ser sembradores de bondad solo es auténtica cuando es
universal, es decir, cuando no es exclusiva ni excluyente: a todos ofrecemos nuestra caridad
y nuestra solicitud, a todos damos amor sin esperar nada a cambio o pedir algo por
adelantado.
Comprender lo que significa ser portadores de la luz de Cristo nos lleva a “ser discípulos y
misioneros de Jesucristo que asumimos, evangélicamente y desde la perspectiva del Reino,
las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar
junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano”60. Esto sin buscar
que la luz que fluye se refleje en nosotros o que los hombres elogien nuestra luz. No se
hacen las obras para ser alabados, sino única y solamente para que Dios sea ensalzado. El
Padre que está en los cielos es el que debe ser reconocido, esta es la última finalidad y el
motivo más profundo de la vocación del discípulo: hacer visible a Dios con toda la
existencia, con la vida iluminada por el amor y con las obras nacidas de la verdad, la
caridad y la convicción.
En consecuencia, esta preparación para la visita apostólica del papa Francisco a nuestro
país requiere de nosotros, los bautizados, que seamos sembradores de bondad por medio de
nuestros actos, para que el amor que profesamos a Dios se vislumbre en hechos reales en
medio de nuestros hermanos, y para que esta visita nos anime a dar el primer paso para la
acción, para la construcción de un país nuevo, para la caridad con todos, para la solidaridad
y la misericordia con los que la necesitan, para que cooperemos en la construcción de este
59 FRANCISCO. Homilía en La Habana, 20 de septiembre de 2015. 60 DA 384.
66
algo nuevo que añoramos para Colombia. La tarea y la responsabilidad de que nuestro país
pueda vislumbrar un nuevo mañana para bien de todos los colombianos son de todos
nosotros. Por ello, ¡Demos el primer paso, para comenzar con Cristo algo nuevo!
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
• Renovemos personalmente, ante el Santísimo Sacramento, el compromiso cristiano
de ser bondadosos.
• Realicemos una obra concreta de bondad con alguien que conozcamos.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Cristo te necesita
Cristo te necesita para amar, para amar,
Cristo te necesita para amar (bis).
No te importen las razasni el color de la piel,
ama a todos como hermanosy haz el bien (bis).
Al que sufre y al triste dale amor, dale amor, dale amor,
al humilde y al pobre dale amor.
Al que vive a tu lado dale amor, dale amor,
al que viene de lejos dale amor.
Al amigo de siempre dale amor, dale amor,
al que piensa distinto dale amor.
Oraciones espontaneas
Invitar a los participantes a que ofrezcan oraciones por las distintas necesidades que viven
los colombianos. A cada súplica responder: Padre misericordioso, escucha y ten piedad.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
67
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
7. RECORDEMOS
“Brille así su luz delante de los hombres, para que vean su buenas obras y glorifiquen a su
Padre que está en los cielos” (Mateo 5, 16)
68
Encuentro 9
Sembremos justicia en nuestras decisiones
Meta
Profundizar en la virtud de la justicia como base de las decisiones humanas y como
condición indispensable para contribuir en la edificación de una sociedad colombiana más
justa, reconciliada y en paz.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“No reine, pues, el pecado en su cuerpo mortal de modo que obedezcan a sus
apetencias. Ni hagan ya de sus miembros instrumentos de injusticia al servicio del
pecado; sino más bien ofrézcanse ustedes mismos a Dios como muertos retornados a la
vida; y sus miembros, como instrumentos de justicia al servicio de Dios. Pues el pecado
no dominará ya sobre ustedes, ya que no están bajo la ley sino bajo la gracia”
(Romanos 6, 12-14).
Todos:
Señor, enséñanos a sembrar justicia en nuestras decisiones, a ser personas nuevas,
nacidas de tu amor; por eso, con el Salmo 14, te pedimos el don de vivir bajo tu gracia
y, así, descubrir cuáles son las decisiones y acciones que deben marcar nuestra vida
para ser justos ante ti.
“Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?
Signo
Cartel con la imagen de una balanza o conseguir una balanza.
69
El que procede honradamente y práctica la justicia,
el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará”.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la justicia, dialogando
sobre las siguientes preguntas:
• ¿Qué entendemos por el término justicia?
• ¿Cuáles son las características de una persona justa?
• ¿Cómo se aplica la justicia en nuestros pueblos?
• ¿Por qué se representa la justicia con una balanza?
3. Escuchemos la Palabra de Dios
Mateo 5, 6.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán
saciados.
Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿Quiénes son los bienaventurados, según este versículo?
• ¿Qué pasará con los que tienen hambre y sed de justicia?
• ¿Por qué son llamados bienaventurados?
4. Profundicemos
70
4.1. ¿Qué es la justicia?
La palabra justicia proviene del latín “iustitia”, que significa principio moral que lleva a
dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. En otras palabras, es realizar aquello que
según el derecho está estipulado61.
La virtud de la justicia se refiere, en primer lugar, a un orden jurídico, es decir, al
cumplimiento de un ordenamiento legal fundado en costumbres o leyes propias,
establecidas por un conglomerado social para el bien común, y que corresponde al juez
vigilar para que se cumplan o respeten a cabalidad.
En el ámbito bíblico y moral, la comprensión de la justicia es más amplia: es la virtud que
consiste en dar a cada uno lo que le es debido, aun cuando esto que es debido no esté fijado
por la costumbre o por la ley62. Esto significa que la justicia bíblica va más allá de los
límites humanos de alcanzar justicia solo por el mérito propio o por aquello que está
establecido; la justicia debe ser un derecho que se concede a todos y se promueve en todas
las circunstancias.
De la misma forma, el Catecismo de la Iglesia Católica la define como: “la virtud moral
que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es
debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. La justicia dispone
a respetar los derechos de cada uno y a establecer, en las relaciones humanas, la armonía
que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común”63. Al ser considerada
como una virtud, la justicia requiere que se cultive día a día por medio de obras concretas y
que se defienda como uno de los derechos de la humanidad, para que se logren consolidar
sociedades equitativas, fraternas y solidarias.
4.2. La justicia en la Sagrada Escritura
Justicia en la Sagrada Escritura es sinónimo de santidad, es dar a Dios y al prójimo lo que
es debido; en ella siempre se invita al ciudadano, o al fiel, a observar el derecho y practicar
en todo momento la justicia (cf. Salmo 106, 3). Sin embargo, la comprensión de justicia en
el texto Sagrado busca rebasar la estricta observancia de la ley e ir mucho más allá. Así
como esta exigencia se observa en el Antiguo Testamento, de la misma forma se expresa en
las enseñanzas y preceptos de Jesús: “porque les digo que si su justicia no es mayor que la
de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mateo 5, 20).
61 Cf. Diccionario de la Real Academia Española. http://dle.rae.es/?id=MelAa7r. 11 de abril de 2017 62 Cf. LÉON-DUFOUR, X. Vocabulario de Teología Bíblica. Herder, 2005, p. 460. 63 CEC 1807.
71
En algunos textos el ejercicio de la justicia se identifica con la virtud de la caridad,
recomendando algunas prácticas como: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cepos,
dejar libres a los oprimidos, compartir el pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin
techo, vestir al desnudo, no despreocuparse del hermano, no prestar con usura. En
definitiva, apartar la mano de todo tipo de injusticia y ponerla al servicio del bien y de la
caridad (cf. Isaías 58, 5; 58, 10; Ezequiel 18, 5-9). De igual forma, en Mateo 6, 1-3; 25, 37-
39 y en 1Juan 3, 10, la justicia es presentada como la acción de dar limosna o el testimonio
de la caridad para con los más necesitados.
En el tiempo de Jesús, un justo era un hombre que ajustaba toda su vida al querer de Dios.
Lo que el justo buscaba era la gloria divina y no su interés personal. Los que viven de esta
manera son llamados bienaventurados, como nos lo enuncia el evangelista Mateo:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados”
(Mateo 5, 6), lo que equivale a decir, bienaventurados los que cumplen la voluntad de Dios,
los que asumen los mismos sentimientos y actitudes de Cristo, los que se compadecen de
los otros y actúan rectamente. Un testigo de esta justicia divina nos lo presenta el Nuevo
Testamento en la persona de José, a quien denomina como “un hombre justo” (Mateo 1,
19).
4.3. La bienaventuranza de una justicia superior: la misericordia
Esta cuarta bienaventuranza nos invita a superar la concepción de la justicia referida
únicamente a proteger el yo de las amenazas ajenas, y nos exige que los derechos de los
demás estén por encima de los propios. Este ejemplo lo recibimos directamente de Jesús,
quien ante todo buscaba cumplir la voluntad de su Padre, sin importar lo que esto le
acarreara.
En un mundo donde la justicia en muchas ocasiones es manipulada y usada para fines
personales e intereses egoístas, generando desigualdades, resentimientos y odios64,
necesitamos como colombianos dar el primer paso para promover una concepción y
vivencia de esta virtud, desde la propuesta del Evangelio.
Por otra parte, al considerar el texto de Mateo 5, 6: “Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados”, comprendemos que es una gran
dicha sentir esta hambre y sed de recibir de Dios lo que nos es debido, no de acuerdo con
nuestro mal sino con el amor de Dios, que es misericordia infinita. Debemos tener claro que
“la misericordia siempre será más grande que cualquier pecado, y nadie podrá poner un
64 Cf. DA 185.
72
límite al amor de Dios que perdona”65. Entendemos, entonces, que no podemos continuar
devolviendo golpe por golpe, sino que debemos buscar la conversión del otro, mostrando
un comportamiento distinto al de aquellos que no creen para, de esta manera, ser testigos de
un amor supremo y de un estilo de vida cristiano.
La enseñanza bíblica nos presenta un camino superior para vivir la justicia, el cual consiste
en acoger con sencillez la abundancia del amor divino y, desde ese amor, vivir y obrar con
los demás; dar lo debido al prójimo: perdonar, vivir la caridad, invitar a la conversión, vivir
rectamente, respetar los derechos de los demás, cumplir las normas, amar al culpable y
hacer lo debido para salvar la relación que nos une con el otro. No obstante, este es un
camino difícil, que exige grandes convicciones: requiere que quien ha sufrido el mal esté
dispuesto a perdonar y a desear la salvación y el bien a quien lo ha ofendido. Así mismo,
quien ha causado el daño debe tener el coraje de pedir perdón y reparar a la víctima. Solo
así la justicia puede triunfar, puesto que aquel que era injusto se hace justo, al ser
perdonado y ayudado a encontrar el camino del bien. Esto hace posible alcanzar sociedades
reconciliadas y justas, y que vivan en paz.
Al hacer parte de las virtudes humanas, la justicia requiere ser aprendida desde los primeros
años de vida; se debe suplicar a Dios como don que es y ponerla en práctica para que se
arraigue en la persona. Al ser “las virtudes humanas adquiridas mediante la educación,
mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son
purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios, forjan el carácter y dan
soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas”66.
En consecuencia, un discípulo misionero, que ha sido saciado en su hambre y sed de
justicia, está llamado a dar lo debido y a promover la justicia en los ambientes donde vive.
Ante la forma de globalización que estamos viviendo, es necesario promover una
globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, la justicia y el respeto de la
dignidad de la persona y de los Derechos Humanos67.
A los bautizados no se nos puede olvidar que, como miembros de la Iglesia, estamos
convocados a ser abogados de la justicia y defensores de los pobres68, donde “la
misericordia siempre será necesaria... [donde] las obras de misericordia estén
acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel
de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo”69. De la
65 FRANCISCO. Bula Misericordiae Vultus, para convocar el jubileo extraordinario de la misericordia. Editrice
Vaticana, Città del Vaticano, 2015, n. 3. 66 CEC 1810. 67 Cf. DA 121. 68 Cf. DA 395. 69 Cf. DA 385.
73
misma forma, en repetidas ocasiones, el Magisterio de la Iglesia nos ha recordado la tarea y
responsabilidad que tenemos frente a la promoción y defensa de la virtud de la justicia.
A propósito de esto, en el mensaje a los pueblos de América, los obispos del Consejo
Episcopal Latinoamericano afirmaron que “la justicia (…) es un derecho de todos los
hombres, conferido por el mismo Dios. Está insertada en la esencia misma del mensaje
evangélico”70. Sin embargo, trabajar por ella requiere confirmar la necesidad que tiene el
hombre de buscar permanentemente la misericordia de Dios. La justicia divina “opera bajo
el bálsamo del abandono, es como la mano amorosa que detiene las hemorragias del alma,
cierra nuestras heridas y acaricia nuestras cicatrices”71. Por ello, la justicia humana debe
adquirir rasgos de justicia restaurativa. Ésta tiene como propósito alcanzar la misericordia
de Dios, restablecer la relación de los hombres con su proyecto divino y hacer efectivo el
amor misericordioso hacia los hermanos, a través de la restauración de los daños causados a
las víctimas, de los victimarios y de las comunidades.
La justicia restaurativa es la forma de abordar periodos de transición, que van de la guerra
hacia la paz y la reconciliación. La justicia es un valor humano que adquiere contenidos de
acuerdo con los antecedentes culturales, sociales y políticos de las sociedades.
La reconciliación no elimina las exigencias de la reparación, que es propia de la justicia. La
sociedad debe aplicar la justicia para restablecer el orden de los derechos humanos que han
sido violados. La reconciliación hace que la justicia oriente la pena hacia la restauración de
las relaciones. Pero nunca deben ignorarse las consecuencias que pueden derivarse del
olvido de la justicia. La reconciliación es incompatible con la injusticia; no puede significar
impunidad. En su vertiente reparadora, plantea la cuestión acerca del tratamiento que debe
darse a quienes han violado derechos humanos elementales. En este sentido, el fin de la
justicia también es consolidar una sociedad reconciliada y, para lograrlo, debe ser moderada
por la misericordia.
La justicia por sí misma no puede ser entendida como una revancha o como otra forma de
hacer la guerra. Por el contrario, ella constituye una forma de edificar la comunidad. En un
país en conflicto, la justicia puede ser el elemento que permita hacer el tránsito entre un
pasado violento y un país reconciliado y en paz72.
4.4. Justicia en nuestras decisiones
70 DP 8. 71 SALAZAR GÓMEZ, Rubén. Ponencia: “Colombia es Capaz de la Misericordia”. Congreso Mundial de la
Misericordia. Bogotá, 2014. 72 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA. Artesanos del perdón, la reconciliación y la paz. Bogotá,
2016, pp. 50-51.
74
Vivimos en un mundo de paradojas. Hoy día se habla insistentemente de aceptar al otro a
pesar de sus diferencias y, sin embargo, constatamos ambientes radicalmente intransigentes
con quienes piensan diferente. Aquellos que se reconocen pertenecientes a las llamadas
minorías luchan por sus derechos y, muchas veces, lo hacen atacando y usando altos grados
de intransigencia con quienes no comparten sus opiniones. A nosotros los creyentes, los
discípulos misioneros, se nos recuerda la importancia de la justicia, ya que ella nos mueve a
respetar los derechos de cada uno y a establecer, en las relaciones humanas, la armonía que
promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. ¡Qué distinto sería nuestro
país si de verdad dejáramos crecer la justicia en nuestros corazones!
Ante la realidad que hemos descrito, estamos invitados, como preparación a la visita del
papa Francisco a Colombia, a sembrar justicia en nuestras decisiones. Antes de hablar,
antes de actuar, es necesario tomar la decisión de hacerlo en justicia, es decir, respetando al
otro, mostrándole amor, “misericordiándolo”, como dice el mismo Papa, con nuestras
palabras y gestos. Debemos dar a cada uno lo que es debido e, incluso, superar la ley con
nuestra generosidad en la caridad. ¡Tomemos la decisión de obrar en justicia cristiana,
sembrando justicia en nuestros corazones y en nuestros actos!
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
Realicemos actos de justicia en nuestra vida cotidiana:
• Ceder la silla en el bus a personas que lo necesitan.
• Respetar las normas de tránsito.
• Evitar cualquier tipo de trampa o engaño.
• Evitar los chismes.
• Pagar los impuestos.
• Cumplir con los derechos laborales de los empleados.
• Cumplir los deberes como empelados.
• Compartir los bienes propios con alguien que los necesita.
• Devolver aquello que hemos pedido prestado y aun no lo hemos retornado.
• No manipular nuestras decisiones ni dejar que sean sobornadas.
• Dar a cada cual lo que se merece, en su dignidad de persona.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
75
Con nosotros está
Con nosotros está y no lo conocemos,
con nosotros está, su nombre es El Señor (bis)
Su nombre es el Señor y pasa hambre
y clama por la boca del hambriento,
y muchos que lo ven pasan de largo,
acaso por llegar temprano al templo.
Su nombre es el Señor y sed soporta
y está en quien de justicia va sediento,
y muchos que lo ven pasan de largo,
a veces ocupados en sus rezos.
Su nombre es El Señor y está desnudo,
la ausencia del amor hiela sus huesos,
y muchos que lo ven pasan de largo,
seguros y al calor de su dinero.
Oración de fieles
A las siguientes peticiones nos unimos diciendo: Padre de bondad, ten piedad de
nosotros
• Padre de bondad, consuela a todos aquellos que sufren las consecuencias de
la injusticia y a nosotros, haznos solidarios con sus necesidades.
• Padre de bondad, regála a Colombia la justicia que proviene de ti.
• Padre de bondad, toca nuestros corazones para que erradiquemos de nuestra
vida todo acto que genere injusticia.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
7. Recordemos
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán
saciados” (Mateo 5, 6)
76
Encuentro 10
Sembremos en el encuentro la alegría del perdón
Meta
Fortalecer el valor del perdón como disposición necesaria para el encuentro con Dios y con
los hermanos.
Signo
Cartelera con imagen de dos o más personas que se saludan y expresan alegría al
encontrarse.
1. Oremos
• Invocación trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Coordinador:
“Vieron los hermanos de José que había muerto su padre y dijeron: “A ver si José nos
guarda rencor y nos devuelve todo el daño que le hicimos”. Por eso mandaron a José
este recado: “Tú padre encargó antes de su muerte: así dirán a José: por favor,
perdona el crimen de tus hermanos y su pecado. Cierto que te hicieron daño, pero
ahora tú perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre”. Y José lloró mientras
le hablaban. Fueron entonces sus hermanos personalmente y, cayendo delante de él,
dijeron: “aquí nos tienes somos tus esclavos”. Les contestó José: “No teman, ¿ocupo
yo acaso el puesto de Dios? Aunque ustedes pensaron hacerme daño, Dios lo pensó
para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso. Así que no
teman; yo los mantendré a ustedes y a sus pequeños”. Y los consoló y les habló con
afecto” (Génesis 50, 15-21).
77
Todos:
Señor, tú nos pides saber perdonar para recibir el perdón. Te pedimos la capacidad de
ver tu acción y tu amor en el encuentro con nuestros hermanos, en especial con aquellos
hacia los que hemos sentido resentimiento, rabia, miedo o rencor; que no los
convirtamos en esclavos por temor; que no ocupemos tu puesto, Señor, que sepamos
perdonar y no demos lugar a la venganza. Por el contrario, que en el encuentro con el
otro podamos consolarlo y hablarle con afecto, mostrando la gracia del perdón. Amén.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca del valor del perdón en el encuentro
fraterno, dialogando sobre las siguientes preguntas:
• ¿Cuáles son los pasos necesarios para vivir un verdadero encuentro con el otro?
• ¿Por qué la alegría debe ser un requisito indispensable en el encuentro con los
demás?
• ¿Qué condiciones no nos han permitido reconciliarnos con una determinada
persona?
• ¿Qué relación podemos establecer entre el signo de las personas que se saludan y el
tema que vamos a tratar?
3. Escuchemos la Palabra de Dios:
Lucas 15, 11-32
Dijo: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: Padre, dame la
parte de los bienes que me corresponde. Y él les repartió la hacienda. Pocos días
después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó sus
bienes viviendo como un libertino. Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un
hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se arrimó
a uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus campos a cuidar cerdos. Y
deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pues nadie le daba
nada. Y entrando en sí mismo, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y
le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo,
trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando
él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó
78
efusivamente. El hijo le dijo: Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser
llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: dense prisa; traigan el mejor
vestido y vístalo, póngale un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traigan el
novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío
había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado. Y comenzaron
la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó
la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Él le dijo: Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha
recobrado sano. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le rogaba. Pero él
replicó a su padre: Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden
tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y
¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has
matado para él el novillo cebado! Pero él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y
todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este
hermano tuyo había muerto, y ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado”
Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes interrogantes:
• ¿Qué situación provoca la separación entre el hijo menor y su padre?
• ¿Con qué sentimientos regresa el hijo menor a casa?
• ¿Qué actitud tiene el padre al reencontrarse con su hijo arrepentido?
• ¿Cuáles son los signos externos que revelan la alegría del padre?
• ¿Qué debe aprender el hijo mayor de este acontecimiento?
4. Profundicemos
4.1. La alegría: don de Dios
La palabra alegría viene del latín alicer o alecris, e indica un sentimiento agradable y vivo
que normalmente se manifiesta con signos externos73. Estos pueden ser gestos, palabras o
acciones cargadas de gozo o júbilo. La alegría es un sentimiento humano que
experimentamos en nuestra vida y que puede y debe ser compartido.
La Biblia conoce el sentimiento humano de la alegría y lo describe, sea en griego o en
hebreo, con términos muy variados que admiten traducciones como: gozo, júbilo,
admiración. Sin embargo, la alegría de carácter sagrado es aquella que tiene como fuente
73 Cf. Diccionario de la Real Academia Española. http://dle.rae.es/?id=1hJzSS6 . 17 de abril de 2017
79
inagotable a Dios y su Reino; Dios, con su misericordia y su perdón, siempre hace florecer
el gozo, la alegría, la exultación (cf. Salmo 51, 10).
El Antiguo Testamento había preanunciado la alegría de la salvación, que vendría en los
tiempos mesiánicos. Isaías se refiere al Mesías esperado con inmenso gozo: “Acrecentaste
el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega,
como se regocijan repartiendo botín” (Isaías 9, 2). Exhorta a Sión a recibirlo con alegres
cantos: “¡Den gritos de gozo y de júbilo, moradores de Sion!” (Isaías 12, 6). El profeta
invita a convertirse en mensajero de aquel gozo para los demás: “Súbete a un alto monte
elevado, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero de
Jerusalén” (Isaías 40, 9). La creación entera participa de la alegría de la salvación:
“Aclamen cielos, exulta tierra, prorrumpan los montes en gritos de alegría, pues Yahvé ha
consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.” (Isaías 49, 13). Son muchos
más los textos en el Antiguo Testamento que reafirman la importancia y la necesidad de la
alegría, fruto de la experiencia de Dios Salvador en nuestra vida74.
Por su parte, el Nuevo Testamento presenta la alegría como fruto del dinamismo real del
Espíritu Santo, que la provoca en aquellos con quienes entra en contacto y les otorga la
salvación. Por ejemplo: en el saludo del ángel a María: “Alégrate” (cf. Lucas 1, 28). El
saludo de María cuando visita a su pariente Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno
de su madre (cf. Lucas 1, 41). En el magníficat, María proclama: “Mi espíritu se alegra en
Dios, mi salvador” (Lucas 1, 47). Juan el Bautista exclama en su último testimonio: “Mi
alegría ha alcanzado su plenitud” (Juan 3, 29). Jesús manifiesta que su mensaje es fuente
de gozo: “Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea colmado”
(Juan 15, 11).
4.2. El perdón genera alegría y encuentro
Ahora bien, esta alegría se vincula al perdón porque dicha experiencia genera en quien lo
ofrece o lo recibe, gozo, júbilo y bienestar personal. El perdón libera a la persona y la
dispone al otro de manera fraterna. Por esto, desde el Antiguo Testamento se introduce un
límite a la venganza con la norma del talión (Éxodo 21, 25), y se prohíbe el odio al
hermano, la represalia y el rencor contra el prójimo (Levítico 19, 17s). Por su parte, el libro
del Eclesiástico presenta un nexo entre el perdón otorgado por el hombre a su hermano y el
que este pide a Dios: “Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán
perdonados tus pecados. Hombre que a hombre guarda ira, ¿cómo del Señor espera
curación? De un hombre como él piedad no tiene, ¡y pide perdón por sus propios pecados!
Él, que sólo es carne, guarda rencor, ¿quién obtendrá el perdón de sus pecados?”
74 FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 4.
80
(Eclesiástico 28, 2-5). De aquí se concluye que la base de la alegría plena y verdadera, que
nos brinda Dios, surge de su perdón y del que nosotros ofrecemos a los hermanos,
posibilitando el reencuentro y restableciendo la comunión, que es signo de la fraternidad.
La respuesta del Padre, en la parábola del Padre misericordioso o bueno (Lucas 15, 11-32),
sugiere que este ha reflexionado profundamente acerca de la ruptura: ha afrontado con
esperanza el dolor de la pérdida, ha curado con confianza la herida del abandono y ha
cambiado por alegría la tristeza paternal. Su gozo no es producto del momento inmediato
en el que ve llegar a su hijo, sino de aquella preparación que inició el mismo día en que se
marchó (respetó y aceptó la libre determinación de su hijo, le entregó su herencia y lo dejó
ir), pero lo esperaba y, por ello, estaba dispuesto al reencuentro. Esta imagen nos presenta a
un Dios que no es dictador, ni sobreprotector, ni prepotente, sino que nos muestra el
camino, nos da la herencia, nos deja libres para que escojamos nuestro destino y nos ofrece,
permanentemente, su perdón. Su misericordia es incondicional. Al regreso del hijo, su
deseo de perdón se manifiesta mucho antes de que el hijo hable: “Estando él todavía lejos
le vio su padre y, conmovido, corrió, se le echó al cuello y le besó efusivamente” (v. 20). El
amor gratuito, efectivo y afectivo brota, de manera rebosante, del corazón de aquel que solo
espera ser correspondido, pero para que tal respuesta sea posible es fundamental devolverle
al hijo su prenda más sagrada, la dignidad (vestido, anillo y sandalias).
Es importante recordar que siempre podremos volver al Padre, puesto que Él es la fuente de
nuestra dignidad, de nuestro perdón. Él es quien desea salvarnos. Es por esto que el apóstol
Pablo nos dice que “nuestra alegría… se basa en el amor del Padre, en la participación en
el misterio pascual de Jesucristo, quien, por el Espíritu Santo, nos hace pasar de la muerte
a la vida, de la tristeza al gozo, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del
desaliento a la esperanza que no defrauda. Esta alegría no es un sentimiento
artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasajero. El amor del Padre nos ha sido
revelado en Cristo que nos ha invitado a entrar en su Reino” (Romanos 8, 15; cf. Mateo 6,
9)75. El perdón auténtico, que nace del corazón, aniquila la división entre los hermanos,
otorga la alegría verdadera y restablece la comunión rota por el pecado.
Este perdón que genera alegría por el reencuentro se prolonga en la fiesta: “Traigan el
novillo cebado, mátenlo y comamos y celebremos una fiesta” (v. 23). El acontecimiento del
festejo ha superado toda angustia del pasado, la condición de “hijo” no se ha perdido (el
sello del bautismo). Este privilegio de ser hijos de Dios es fruto de su don de amor y no
depende de nuestras virtudes o actos; por ello, ni siquiera el pecado nos lo puede arrebatar.
El regreso es celebrado con tal magnitud porque, a través de este signo, se hace visible el
proyecto de salvación: “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lucas 15, 7). Este
75 DA 17.
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es el trabajo incesante de Cristo en el mundo, que no deja lugar a dudas sobre el propósito
de que todos gocemos del encuentro definitivo con Él en el cielo: “No se retrasa el Señor
en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con
ustedes, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión”
(2Pedro 3, 9).
Así como Dios nos ofrece su perdón y nos restablece en la comunión con Él, estamos
llamados a ofrecer este mismo don a quienes están a nuestro lado. Cada hermano ha tenido
una historia que no puede ser ignorada por el otro, cada quien debe ponerse en el lugar del
otro para comprender su realidad y para responder, de manera efectiva, a sus necesidades.
Muchas veces hay que dejar de lado nuestras propias justificaciones y nuestra rigidez, para
salir en busca del que está perdido, ofrecerle el perdón y hacer posible el gozo del
reencuentro fraterno.
La parábola del Padre bueno deja en interrogante si existió o no un reencuentro entre los
hermanos, y este es precisamente el desafío que debemos afrontar los cristianos hoy: “Es
necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de
reconciliación y amistad social, de cooperación e integración… Es iniciativa propia de
Dios en busca de nuestra amistad, que comporta consigo la necesaria reconciliación con el
hermano. Se trata de una reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos y entre
todos”76. ¡Nada daría más alegría al Padre que ver a sus hijos sumergidos en un abrazo, que
celebraran en torno a una sola mesa esta oportunidad de volver a estar juntos!
Este año los colombianos estamos llamados a volver a darnos la mano, a abrazarnos con
quien nos ha hecho mal, a conceder el perdón al otro, así como Dios nos lo ofrece
permanentemente, cuando se lo pedimos. Es hora de dejar el pasado atrás y mirar hacia el
frente para construir una nación reconciliada y en perdón, para volvernos a encontrar como
hermanos y alcanzar la alegría que Dios nos brinda. Dejemos atrás la idea de que solo
algunos deben pedir perdón o de que son los otros los que tienen que pedirnos perdón. A
propósito de esto, el papa Francisco nos recuerda que “ante Dios todos somos pecadores y
necesitados de perdón. Todos. Jesús, de hecho, nos ha dicho no juzgar. La corrección
fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la comunidad
cristiana. Es un servicio recíproco que podemos y debemos darnos los unos a los otros.
Corregir al hermano es un servicio, y es posible y eficaz solamente si cada uno se reconoce
pecador y necesitado del perdón del Señor. La misma conciencia que me hace reconocer el
error del otro, me hace acordar que yo me he equivocado primero y que me equivoco
tantas veces”77. Si logramos tomar conciencia de estas verdades y las ponemos en práctica,
76 Cf. DA 17. 77 FRANCISCO. Rezo del Angelus. Roma, 7 de septiembre de 2014.
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podremos estar seguros de que nuestras vidas cambiarán y contribuiremos, en gran medida,
a la paz de nuestro país.
4.3. Colombianos, sembradores de perdón y alegría
El reencuentro de aquel “que estaba perdido y ha sido hallado”, o de aquello que se nos
había perdido y lo hemos encontrado siempre produce en nuestros corazones el sentimiento
noble de la alegría. Es por esto que la coyuntura en la que nos encontramos, como
colombianos, demanda de cada uno de nosotros verdaderas manifestaciones de alegría por
los reencuentros que se están dando en nuestra sociedad. No nos podemos permitir que la
desesperanza, el odio y la violencia nos distancien del perdón y de la comunión con los
hermanos. En este sentido, nos hemos de preguntar, como lo hace el papa Francisco: “¿Por
qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?”78. Ante este reto, ¿qué le
respondemos nosotros?
Así, pues, como discípulos misioneros, preparándonos para la visita apostólica del papa
Francisco a nuestro país, estamos llamados a sembrar alegría en nuestros encuentros de la
vida cotidiana, con la familia, los amigos, en los ambientes donde vivimos y en las
celebraciones de nuestra Iglesia. ¡Demos el primer paso y convirtámonos en sembradores
de la alegría y del perdón en el reencuentro con nuestros hermanos!
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
• Acerquémonos al sacramento de la reconciliación para pedir perdón a Dios por
nuestros pecados.
• Reconciliémonos con nosotros mismos y con aquellos que hemos ofendido.
• Invitemos, con alegría, a amigos y conocidos a participar en las actividades que el
Papa realizará en nuestro país.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Hombre de barro
78 FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 5.
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¿Cómo le cantare al Señor, como le cantare?
¿cómo le cantare al Señor? ¡Hombre de barro soy!
Él está en los montes y en el mar,
Él llena el silencio de la noche en calma
y camina en la ciudad.
No mira en el hombre su color ni mira el dinero;
es Padre de todos y a todos quiere el Señor.
Renovación de las promesas bautismales
Animador: Movidos por el Espíritu Santo que hemos invocado al inicio de este encuentro
y después de haber realizado el camino de la preparación a la visita del Papa, que viene a
confirmamos en la fe, renovemos nuestras promesas bautismales y entreguemos una vez
más nuestra vida al Señor:
• ¿Renuncian al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
R/. Sí, renuncio.
• ¿Renuncian a las tentaciones del mal, para que el pecado no los esclavice?
R/. Sí, renuncio.
• ¿Renuncian a Satanás, fuente y autor del pecado?
R/. Sí, renuncio.
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y quien nos ama
misericordiosamente?
R/. Sí, creo.
¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen,
murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del
Padre?
R/. Sí, creo.
¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos,
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en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
R/. Sí, creo.
Animador: Digamos entonces: Esta es nuestra fe, esta es la fe de nuestra madre la Iglesia,
que con alegría profesamos en Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén.
Animador: El Espíritu Santo habita en nuestros corazones para renovar nuestra vida, a
través de sus frutos y sus dones, y darnos la posibilidad de construir comunidad, de vivir no
solo para nosotros, inmersos en el individualismo, sino de frente a los demás, como
verdaderos hijos de Dios.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
Leer la oración oficial que se encuentra al inicio de esta cartilla.
7. Recordemos
“Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres” (Filipenses 4, 4)
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CELEBRACIÓN DE LA RECONCILIACIÓN
1. Ambientación79
Suena música de fondo o algún canto penitencial.
Se encienden algunas lamparillas y se ponen frente a una lámina del cuadro de Rembrandt
del Hijo pródigo.
2. Saludo inicial
Presidente: En el nombre del Padre, y de Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nos hemos reunido para celebrar juntos la misericordia de Dios y acogerla más
profundamente en nuestras vidas, como preparación inmediata al mensaje que viene a
traernos el Vicario de Cristo en la persona del papa Francisco.
Durante las asambleas preparatorias hemos reflexionado sobre el amor de Dios y los
compromisos que adquirimos desde el bautismo. Un aspecto esencial del kerigma es la
proclamación del amor misericordioso de Dios. El Dios que Jesucristo nos ha revelado es
un Padre lleno de ternura que nos ama por encima de nuestros pecados y que está siempre
dispuesto a recibirnos y a restaurarnos en nuestra condición de hijos suyos.
Esta es una nueva oportunidad que el Señor nos ofrece para reconocer juntos nuestra
condición de pecadores e implorar sobre nosotros la misericordia divina, con la esperanza
de convertirnos en discípulos de Jesús más misericordiosos, y que podamos reflejar en cada
uno de nuestros gestos y palabras el amor tierno y compasivo de Dios.
3. Invocación al Espíritu Santo
79 Cf. ARQUIDIÓCESIS DE BOGOTÁ. Plan de Evangelización. Retiro Kerigmático, Bogotá, 2017, pp. 34-41.
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Presidente: Invoquemos la presencia y la acción del Espíritu Santo. Que sea Él quien abra
nuestro corazón para que contemplemos la misericordia infinita de Dios, nuestro Padre, y
que haga brotar en nosotros el arrepentimiento sincero y el deseo de corresponder mejor al
amor de Dios.
Canto
Ven creador Espíritu o algún otro canto apropiado de invocación al Espíritu Santo.
2. Lectura del Evangelio
Presidente: Escuchemos ahora la lectura del Evangelio del hijo pródigo, o mejor del padre
misericordioso.
Lucas 15, 11-32
Y Jesús dijo: Cierto hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos le dijo al padre:
“Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde”. Y él les repartió sus
bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntándolo todo, partió a un país
lejano, y allí malgastó su hacienda viviendo perdidamente. Cuando lo había
gastado todo, vino una gran hambre en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquel país, y él lo mandó a sus
campos a apacentar cerdos. Y deseaba llenarse el estómago de las algarrobas que
comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Entonces, volviendo en sí, dijo:
“¡Cuántos de los trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, pero yo aquí
perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado
contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como uno
de tus trabajadores”. Y levantándose, fue a su padre. Y cuando todavía estaba lejos,
su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó.
Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser
llamado hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus siervos: “Pronto; traed la mejor ropa y
vestidlo, y poned un anillo en su mano y sandalias en los pies; y traed el becerro
engordado, matadlo, y comamos y regocijémonos; porque este hijo mío estaba
muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Y comenzaron a
regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la
casa, oyó música y danzas. Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
todo aquello. Y él le dijo: “Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el becerro
engordado porque lo ha recibido sano y salvo”. Entonces él se enojó y no quería
entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara. Pero respondiendo él, le dijo al
padre: “Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna
orden tuya y, sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis
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amigos; pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras,
mataste para él el becerro engordado”. Y él le dijo: “Hijo mío, tú siempre has
estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y
regocijarnos, porque este, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba
perdido y ha sido hallado”.
3. Meditación
Presidente: Todos tenemos algo de los diferentes personajes de esta parábola.
En algún momento de la vida todos hemos sido hijos pródigos. Todos hemos sido hermanos
mayores a los que nos cuesta trabajo acoger al hermano que regresa. Y todos hemos sido o
debemos ser padres amorosos que tenemos que saber acoger y perdonar.
¿Por qué no probamos con qué personaje o personajes nos identificamos más, en este
momento de nuestra vida?
Lector 1: El hermano menor
Algunos quizá nos identificamos con el hermano menor. Hemos dejado el hogar del Padre,
hemos preferido las criaturas a su amor infinito y pretendemos gozar de una autonomía al
margen de la obediencia confiada a sus mandamientos. A fuerza de no vivir como
pensamos, pudimos terminar pensando como vivimos.
¿Hemos descuidado nuestra vida interior o de oración? ¿Nos hemos apartado, de manera
consciente, de los mandatos del Señor? ¿Hemos llegado a poner en tela de juicio las
convicciones centrales de nuestra vida? A pesar de que frecuentamos la Iglesia, ¿quizá ya
no la sentimos como nuestro hogar y la desdeñamos porque pareciera no ofrecernos lo
necesario para vivir felices? ¿Quizá hemos abandonado el agua fresca de amor y de la
gracia de Dios para abrevarnos en cisternas de aguas estancadas?
Dice Lucas: “Empezó a pasar necesidad... le entraban ganas de llenarse el estómago de
las algarrobas que comían los cerdos” (Lucas 15, 14.16).
¿Hemos experimentado esta sensación de hambre? ¿De vacío interior? ¿De pérdida de la
paz y la alegría verdaderas? ¿Los placeres de este mundo, en vez de hartarnos, nos han
dejado más solos y vacíos?
Dice la parábola que el hijo menor decidió levantarse e irse hacia Dios. “Me pondré en
camino a donde está mi padre” (Lucas 15, 20).
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Aunque te sientas atrapado y tus motivaciones no sean todavía las más perfectas, lo que
importa ahora es que en el fondo tengas ganas de volver a Dios o de darle el lugar que solo
a Él le corresponde. Y si es posible te ayudaría mucho que, en tu interior, pudieras rezar la
oración de aquel joven: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lucas 15, 21).
(Se dejan dos minutos de silencio)
Lector 2:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo. Y, sin
embargo, tú me amas y me esperas siempre, y estas siempre pronto para acogerme y
restituirme en mi condición de hijo tuyo. Tú siempre haces fiesta cuando vuelvo a ti.
Padre, gracias por tu amor incondicional, por amarme, así como soy. Padre, gracias,
porque cuando me siento desfallecer bajo el peso de mis culpas, levanto la mirada hacia ti
y, en tu santidad, en tu ternura y tu misericordia infinita, siempre encuentro fuerzas para
levantarme.
Lector 3: El hermano mayor
Pero es posible que algunos nos identifiquemos más con el hermano mayor. ¿Cuál era su
problema? ¿En qué fallaba?
Toda la vida había sido fiel a su padre, había estado a su lado y, sin embargo, no había
aprendido a gozar de su amor ni de la libertad que el padre le daba. Estaba con su padre,
pero no se había dejado transformar por su amor. Aunque estaba con él, no valoraba
suficientemente su amor.
Hay personas que aunque han cumplido con sus deberes toda la vida, se vuelven duras y un
tanto amargadas, y en su interior murmuran: “Nadie reconoce todo lo que he hecho, no ven
los sacrificios que he hecho”.
Es la actitud de quien no reconoce como recompensa, suficiente y desbordante, estar con el
Padre y al servicio de su casa.
Es el riesgo de una observancia que, en lugar de hacernos misericordiosos como el Padre,
nos vuelve jueces implacables de los demás.
Es el drama de quien no se ha ido de la casa y, sin embargo, no vive una relación con Dios
de amor y de verdadera libertad.
Es la situación de quien, habiendo sido objeto permanente de la misericordia de Dios, no
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ha dejado transformar su corazón por el amor del Padre, y se permite ser duro e
intransigente con los demás.
Si hay algo de este hijo mayor, no dejemos pasar esta ocasión para afrontarlo, aunque nos
duela.
Y ojalá nazca de nosotros una oración como esta: “Padre, perdóname, porque estando
tan cerca de ti no he sabido vivir y gozar de tu amor ni de la libertad que tú me das”.
Lector 2:
Padre, perdóname, porque estando tan cerca de ti no he sabido vivir y gozar de tu amor y de
la libertad que tú me das. Padre, es verdad: a pesar de que escucho con frecuencia tu
Palabra y recibo constantemente tu perdón y tu misericordia, a veces me convierto en juez
inclemente de mis hermanos, los desprecio, hablo mal de ellos y los señalo. Y al hacerlo,
olvido que soy un pecador redimido por tu misericordia, que de no ser por tu gracia sería
capaz de lo peor. Me parezco, entonces, a aquel empleado malvado a quien se le perdonó
una inmensa deuda y, luego, mandó a la cárcel a su compañero por una suma irrisoria.
Padre, perdóname, porque no he dejado que tu misericordia me cambie y transforme mi
corazón de piedra en un corazón de carne, que sea capaz de perdonar y acoger, de amar de
forma incondicional como tú me amas.
Lector 4: El padre misericordioso
Aquí todos tenemos que, en primer lugar, reconocernos destinatarios del amor
misericordioso de Dios.
Todos hemos vivido de muchas formas este Evangelio del amor misericordioso de Dios. Él
nos creó como seres libres y nos llamó para que viviéramos, en libertad, una relación
personal de amor y de confianza. Él, en su amor infinito, nos ha dejado partir cuando así lo
hemos querido, en un respeto profundo por nuestra libertad. No obstante, cuando nos
hemos extraviado, Él nos ha buscado y nos ha esperado. Él está siempre atento al menor de
nuestros gestos de arrepentimiento para abrirnos, generoso, sus brazos compasivos y llenos
de ternura.
Él, como al hijo mayor, no cesa de invitarnos pacientemente a ser misericordiosos como Él
lo es y lo manifestó por medio de su Hijo. Él, a través de su Espíritu, desea continuamente
transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, que sea capaz de amar y de
ser compasivo y misericordioso.
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Pero cuántas veces hemos quebrantado esta bella vocación. Cuántas veces, en lugar de
buscar a quien se aleja o yerra, lo juzgamos con dureza; cuántas veces no somos los brazos
abiertos del Padre que acogen y perdonan; cuántas veces no ayudamos a experimentar a
quien se acerca arrepentido, que hay alegría en el cielo por su causa.
Por todo esto, debemos pedir perdón al Señor diciendo: “Padre, perdóname porque no he
sido siempre imagen viva de tu amor compasivo y misericordioso”.
Lector 2:
Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad, porque mi alma se refugia en ti; yo me refugio a la
sombra de tus alas hasta que pase la desgracia; invocaré a Dios, el Altísimo, al Dios que lo
hace todo por mí: Él me enviará la salvación desde el cielo y humillará a los que me atacan.
¡Que Dios envíe su amor y su fidelidad! Yo estoy tendido en medio de leones que devoran
con avidez a los hombres; sus dientes son lanzas y flechas, su lengua, una espada afilada.
¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra! Ellos tendieron
una red a mi paso, para que yo sucumbiera; cavaron una fosa ante mí, pero cayeron en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar al son de
instrumentos: ¡Despierta, alma mía! ¡Despierten, arpa y cítara, para que yo despierte a la
aurora! Te alabaré en medio de los pueblos, Señor, te cantaré entre las naciones, “porque tu
misericordia se eleva hasta el cielo y tu fidelidad hasta las nubes. ¡Levántate, Dios, por
encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra!” (Salmo 57).
4. Súplica comunitaria de perdón
Presidente: Reunidos, como hermanos, reconozcámonos con humildad como pecadores e
imploremos la misericordia divina diciendo: Oh Señor, escucha y ten piedad
• Porque no siempre vivimos en el asombro y la alegría ante el don de tu amor.
• Porque a veces te abandonamos a ti, fuente de agua viva.
• Por las rigideces e intransigencias con las que hemos escandalizado a los hermanos.
• Por nuestra incapacidad para alegrarnos con quien regresa.
• Porque no siempre estamos dispuestos a volver a ti de todo corazón, y caemos en la
tibieza.
• Porque nuestra comunidad no es suficientemente acogedora ni está libre de
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prejuicios, porque a veces excluimos con nuestros juicios y actitudes a las personas.
Presidente: Digamos juntos el acto de contrición
Yo confieso ante Dios Todopoderoso…
5. Padrenuestro
Presidente: Y ahora, sintiéndonos profundamente solidarios tanto en la gracia como en el
pecado, acudamos a nuestro Padre con toda confianza. Padre nuestro...
6. Oración final
Padre rico en misericordia, mira a tus hijos que imploramos confiadamente tu clemencia.
Haz que, experimentando la dulzura infinita de tu amor, nuestros corazones se renueven,
caminemos en santidad y seamos para todos reflejos vivos de tu misericordia. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Es deseable que se termine con un canto de acción de gracias, motivado por el presidente
de la Asamblea. Podría ser una versión del Magníficat.
7. Confesiones individuales
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BIBLIOGRAFÍA
Documentos Magisteriales
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