UNIVERSIDAD DE MEXICO 21
CARTA DE INGLATERRAEL TIMES LITERARY SUPPLEMENT del
16 de agosto de este año -un número especial con el título de "Un
sentido de la dirección: examen de losesfuerzos de los escrirores para COnservaro recobrar el contacto con las realidadesde la vida cotidiana, en los términos dela literatura moderna"- contiene investigaciones de casi todos los países importantes de Europa, Asia, de los EstadosUnidos y Latinoamérica y de los paísesdel Imperio Británico.
Es una característica de nuestra épocael que los escritores hayan sentido lanecesidad de hacerse tal pregunta: cómoconservar o recobrar el contacto con larealidad cotidiana. Antes de Rousseaudifícilmente un escritor se hubiera form~lado tal pregunta, aunque quizá, asomo en la~ mentes de Milton y John~unyan mIentras luchaban por ser puntanos y morales en una época de alegre caballerosidad. En general, sin embargo, hasta el fin del siglo XVIII losesc~itores tenían algo que decir, y. lodeclan; obviamente esto era real, y nopodía haber ningún problema en estesentido, ya que no tenía caso preguntarsecómo era posible recobrar un contactoque nunca habían perdido. Pero en aquelmomento de la historia empezó a ponersede moda en los círculos literarios unaextraña búsqueda psicológica y ahora elhábito es tan general que el autor sesiente casi compelido a actuar como supropio inquisidor y preguntarse: ¿Tengouna base? ¿Estoy parado firmemente enella? ¿ Hay alguna implicación, aún enmi cuento más inocente, que pueda sertomada en un sentido político o económico que yo no desee?
Porque lo extraño es que el problemadel contacto con la realidad de la vidacotidiana se considera como un problemapolítico, o cuando menos, económicosocial. Si uno se interesa por la guerra,por el estado, por las uniones sindicales, o por elevar el nivel de vida de lostrabajadores, está, por un acuerdo tácito,en contacto con la realidad. Si por elcontrario, lo que a uno le interesa eselevar el nivel de comprensión de otrosy de sí mismo, ya sea en relación almundo externo o en lo que se refiere alos sentimientos de la vida espiritualele los seres humanos, entonces uno esun escapista. Es claro, sin embargo, queninguna estabilidad económica oostaríapor sí sola para mejorar ni en un ápice,la capacidad para comprender este complicado mundo que nos llega por mediode los sentidos y que, sin pretender serdemasiado filosóficos, no llegatiemosnunca a conocer por completo.
Hay, sin embargo, una razón para lapregunta, y es una razón que se agudiza conforme se incrementan las pláticassobre la bomba atómica y la guerra total.El primero de los editoriales del Ti1'l;~es
Literary Supple'l'1/.ent, cita "La novela yel pueblo" de Ralph Fax escrita entrelas dos guerras, que dice: "Ellos (losnovelistas) saben que viven en una época en la cual se está decidiendo nadamenos que el destino de la humanidad, yestán profundamente resentidos de quelos destinos del hombre no puedan serdecididos por aquellos cuyo orgullo tradicional ha sido siempre el humanismo".Es obvio que la humanidad puede facíl-
LOS ESCRITORES Y LAREALIDAD COTIDIANA
Por Irene NICHOLSON
mente suicidarse cualquiera de estosdías. Y, entonces ¿dónde estaría la realidad? El problema es urgente y, sin embargo, muchos autores se sienten en elpapel de Nerón, y tocan el violín mientras estallan las bomha4satómicasL Elproblema es, tal vez, que no saben comoresolver el problema.
Fué Sartre el primero que habló deuna "litterature engageé" y deseó enrolara los escritores en "un intento de defender los últimos bastiones del humanis-
"más humor en la literatjlra"
mo". No está demostrado que el existencialismo ,pueda concebir'se como unbastión capaz de defender al humanismo.y es igualmente dudoso que cualquieraele los credos políticos existentes puedahacerlo tnejor. Así que los escritorestienen que pensar, y pensar rápido, aqué quieren obligarse. Veamos en quéforma los diversos autores anónimos delos artículos del Times Literary Supplement (TLS) -todos objetivos y muybien escritos- consideran que la preg-unta ha sido respondida en los diversospaíses a los que se refieren.
Es un signo interesante que en Rusia,un pequeño grupo que escribe en el "Literaturnaya Moskva" esté intentando según el TLS, "rescatar la responsabilidaddel escritor de las distorsiones estalinistasy restaurarla en su amplio significadooriginal. Insisten en que las obligacionesno deben confundirse con la utilidad política inmediata o con la supervivencia política, que restringe el impulso artísticodel escritor y sus urgencias de innovación". No podemos menos que recordarque Arthur Koestler, que fuera antesun firme partidario del comunismo, tuvoque retractarse porque no pudo admitirla "utilidad política", los cargos inventados y los remedos de proceso.
En los Estados Unidos, de acuerdocon el TLS, "el grupo más grande deescritores ... no está obligado a otra cosa que no sea relatar sus experienciaspersonales". Esto está muy bien en lamedida que se realiza, pero desde el momento en que la experiencia personaltiene que ser violentada, aunque sea iguala causa de alguna obligación pre-establecida, es claro que el escritor pierde suintegridad. Uno no puede imaginarse aShakespeare, tras de observar qué voluble puede ser la psicología de las multitudes, suprimiendo las escena de masasdel "Julio César", para evitar que alguien las considerara propaganda encontra del "pueblo". Sin embargo los escritores de todo ('1 mundo están hoy enpel igro de tener que acond iciona r usexperiencias y seguir creyendo que estánpresentándolas en toda su pureza.
Shakespeare era algo más, por supuesto, ya que, entre otras cosas, era también, un observador de la vida, tantocomo Edward Hoagland es "un jovenestudiante de Harvard que en sus vacaciones de verano fue transportado conlos baúles y vagones de un circo ambulante de Michigan a Pennsylvania, trabajó en las enlatadoras de pescado, y enlas montañas del sur de California formó parte de una multitud armad~". Siesta clase de cosas la hicieran más escritores, no habría que preocuparse tantopor si estaban o no en contacto con larealida?; En una gran medida, esta preocupaclOn se debe a que los escritores sehan convertido en seres gregarios, quehablan solamente entre sí, viven en comunidad cerradas y escriben sólo paralo~ de su grupo. De no ser por esto, no podna haberse planteado nunca el problema de la realidad frente a la irrealidad.
El. artículo sobre los escritores italianos le deja a uno la extraña impresiónde un país que ha confundido el realismo con la polémica política. En el artículo de España, por el contrario, leemosque aunque Camilo José Cela advierteal lector que "evitará convertirse en un
Sartre-"Il11e Iitteratlt're engagée"
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entrometido, y arriesgarse a t:ecibir ':Inabofetada, por obtener conclusIOnes fIlosóficas, políticas o mora~es", n~ es .enninguna medida un escaplsta y !;í¡ ptntura objetiva de la esc;:ena moderna esmagistral" .
Holanda tiene relativamente poco queofrecer, aparte del ahora bien conocido"Diario de una muchacha" de AnneFrank la judía de quince años deportadade AI~sterdam a Polonia y finalmenteasesinada por los nazis. Hace poco, enLondres, tuve oportunidad de ver un~
, representación teatral de esta obra, y SIestaban fuera de toda duda la sinceridaddel escrito y lo directo de su atractivo,la historia fracasaba como drama, lo quedemuestra. de hecho, la imposibilidadde tomar "una tajada de la vida" y ponerla sin adornos en la escena. La obra,me parece por sí sola, la evidencia másconvincente de que no basta que el escritor esté vinculado con la "realidad" sinotambién que debe crear, con medios máslimitados que la vida misma, una verdadmás noble y grande que los fragmentosde realidad que se ve forzado a emplear,no más pequeña y mezquina.
El artículo llamado "Los escritoressilenciosos de Hungría" es el más patético de todos. Es la historia de un país enel que las condiciones son demasiado malas para el arte, para escribir, y en general para todo aquello que no sea lucha,amargura y martirio. Esto es, quizá, unaadvertencia: los escritores deben vincularse, sin duda, con la libertad, antes deque sea demasiado tarde y ya no tenganninguna. Esto no quiere ,decir, clproestá, que corran hacia el asesino máscercano que grite "libertad" con todassus fuerzas, mientras prepara los grilletes para cualquiera que no le sea simpático.
y ahora, Latinoamérica. En Europase sabe ya que los escritores latinoamericanos no tienen ninguna obligación deseguir los pasos de sus primos europeos."Un poeta brasileño, no se sentirá halagado por una constante referencia a lospoetas de Portugal", dic~ el artículo,"ni tampoco un ensayista mexicano sesentirá elogiado si su pensamiento seconecta con las normas que ahora reinanen Salamanca o Madrid". Esto es sinduda cierto, pero también hay el hechopoco afortunado de que el "novelistaperuano. .. no siente un gran interéspor los trabajos de un camarada chilenoo boliviano, aunque sólo sea porque enun continente tan vasto las comunicaciones son muy difíciles, y a que las diferencias de valores monetarios hacen prohibitivo el traslado". Esta falta de intercambio entre los latinoamericanos restringe, de hecho, la cantidad de lectoresque un escritor pueda esperar de sus propios conciudadanos, e im.pide cualquierimposición crítica de los escritores de unarepública para CQ:l los de otra. Losescritores jóvenes no pueden compararsea sí mismos. mas que en un nivel mu)'limitado y debcn tener una integridadconsiderable si no quieren imaginarse así mismos maestros de su arte cuando nohan tenido, quizás, mas que uno o doséxitos locales.
El escritor anónimo dice: "Las Repúblicas de América existen por un actode voluntad". Esta es una afirmación interesante, y me pregunto si implica queno existe ninguna barrera lingüística
Saint-Exupéry-Urclata sus e.rperienrias"
(excepto entre Brasil y el resto) y muypocas di ferencias raciales, y que aun lasbarreras de las cordilleras, los pantanosy las selvas se están convirtiendo enalgo menos restrictivo y medida que aumentan los viajes aéreos. Ciertamente,desde un punto de vista literario, todasesas repúblicas ganarían mucho si estuvieran más unidas de lo que están.
N o concuerdo con el juicio del escritor que dice que las influencias más importantes en la literatura latinoamericanahoy día, son las de Estados Unidos y,en menor escala, las de Alemania, Italia,Japón y Francia. Inglaterra, ni siquierase menciona, y me pregunto por quécuando es un hecho que T. S. Eliot,Graham Greene, Evelyn Waugh, AldousHuxley, Somerset Ma:ugham, BernardShaw, Dylan Thomas, y muchos otros,son leídos ampliamente.
"Antes de que un latinoamericano pucda escribir", dice el autor del artículo,"ha decidido exactamente a quienes seestá dirigiendo y con qué objeto - dosdecisiones que le imponen una obligación más activamente, quizá, que en ninguna otra parte del mundo". Esto pareceverdadero, pero no estoy del todo seguraen lo que toca a la cita siguiente: "Loslatinoamericanos están aún a merced deldinero y de la especulación de los conquistadores financieros y Jos dictadoresdel hampa, en un grado tal, que tiene queverse para creerse. Ni tampoco es perdonable el materialismo en países que estánluchando por alcanzar una adecuada dialéctica de la mente. Tanto el marxismocomo el cristianismo han tomado girosmuy extraños en Latinoamérica. Los liberales están en casi todas partes descontentos. La civilización, de hecho, es unaextraña mezcla de cinismo, ignoranciay buen humor: lo que está lejos de serel terreno ideal para que pueda creceruna literatura vital".
Yo creo que esta valoración no corresponde a la realidad contemporánea, yque hay mucho menos cinismo en Latinoamérica que en Francia. Las imprentas populares de todos los países, en loque toca a la ignorancia, destilan suficiente. A mi me gustaría, por otra parte,
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ver más buen humor en los niveles solemnes de la literatura.
"Muy pocas gentes", dice el escritor,"tienen tiempo para la literatura de supropio país". Este triste estado de cosasse agrava por la inundación de traducciones baratas. Se les haría un gran servicio a los autores latinoamericanos, quetienen que comer como todos nosotros,si a los libros que no tienen que pagarderechos de autor -como la inundación de obras de Julio Verne, RiderHaggard, etc.- se les impusiera algunaclase de' impuesto.
Una afirmación extraña, que nos hacepensar en el principio de "no reelección", es el de que "los latinoamericanosno se sienten particularmente afectadospor la tiranía". A lo cual agrega: "Esbastante difícil para los escritores e impresores ganarse la vida, lo suficientemente difícil, al menos, como para queun intelectual evite la sospecha de queestá siendo mantenido por alguna de lasagencias más o menos a¡-bitr'arias delgobierno." El trabajo del Fondo de Cultura Económica no se menciona, ni tampoco el hecho de que muchos escritoreshan representado a sus países en puestosdiplomáticos.
En este excelente número hay muchosartículos que no he comentado, y me hegermitido dejar para el final a .Franciav a Dinamarca a causa de dos cItas que~ontienen. Una es de "Le dossier Jean!'vIuller", las notas de un j oven que fueraasesinado el año pasado en una emboscada:
"Pour 11Wi, j'essayé de practiq'uerl'Evangelie du Christ, d' étre ouvert el,tous, de ne pas faire de distinction entreraces, d'aimer tout le monde". El autorha puesto sus anhelos muy lejos de nosotros. Más esto no es lo trágico -porqueél está enterado de ello---,- sino el hechode que agrega: "~a a été dur et quelquefois je ny suis pas parvenu". Por la esperanza y el fracaso uno siente la másprofunda simpatía y recuerda el versode Browning:
La esperanza de un hombre debe exceder a sus fuerzas, porque si no ¿ para quées el cielo?
Casi toda la literatura que se escribe hoyen día, en todas partes, especialmenteen Francia, 'es pesimista, nihilista y cínica. Hemos tenido ya bastante de ella.
La otra cita es de H. C. Branner, undanés, que sintetiza el 'problema de laobligación del escritor en una forma sucinta y verdadera: " Jo creo en el valorcreativo de los escritores que se expresan sobre temas políticos fuera de época ... Su tarea es buscar la verdad queestá detrás de las verdades, la realidadque está debajo de los hechos. Debe, sobre todo, evitar la propaganda políticacon sus crudas simplificaciones y juicioscategóricos. Una propaganda que, en elmejal' de los casos, nos da tan sólo unafalsa impresión de la realidad al acentuar los hechos que con fi rman su puntode vista preconcebido, mientras queoculta aquellos que la contradicen". Elarte, termina Brenner, "es el cuadro delhombre por si mismo, y lo que le sucedesi la ceguera evita que se enfrente continuamente a sus propias características,tanto las buenas como las malas."