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Sinopsis
Traducido por Lizzie
Corregido por LizC
intiéndose traicionada y con el corazón roto, Grace
Shelley está encontrando imposible seguir con su vida,
especialmente cuando el ángel que le rompió el corazón
se niega a alejarse. Pero, lidiar con verlo cada día puede ser el menor de
sus problemas cuando un viejo enemigo regresa. Esta vez más atento que
nunca para terminar lo que empezó, sólo que esta vez, él está buscando
destruir su alma.
Tercer libro de la Serie Grace.
S
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Contenido Sinopsis Capítulo 10 Capítulo 22 Capítulo 34
Prefacio Capítulo 11 Capítulo 23 Capítulo 35
Capítulo 1 Capítulo 12 Capítulo 24 Capítulo 36
Capítulo 2 Capítulo 13 Capítulo 25 Capítulo 37
Capítulo 3 Capítulo 14 Capítulo 26 Capítulo 38
Capítulo 4 Capítulo 15 Capítulo 27 Capítulo 39
Capítulo 5 Capítulo 16 Capítulo 28 Capítulo 40
Capítulo 6 Capítulo 17 Capítulo 29 Capítulo 41
Capítulo 7 Capítulo 18 Capítulo 30 Epílogo
Capítulo 8 Capítulo 19 Capítulo 31 Grace of Day
Capítulo 9 Capítulo 20 Capítulo 32 S.L. Naeole
Capítulo 21 Capítulo 33
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“Para el corazón cuyos males son legión,
Es esa una apacible y consoladora región;
para el espíritu que camina en sombra
ese es, ¡oh, ese es un Eldorado!
Pero el viajero, viajando a través de él
¡Puede no atreverse a verlo!
Nunca sus misterios son expuestos
para el débil ojo humano sin cerrar.
Entonces la voluntad es Rey,
a quién le tiene que prohibir
el levantamiento del borde del párpado
y así la triste alma que aquí pasa
lo contempla pero a través de oscuros cristales
por un camino oscuro y solitario
embrujado sólo por los ángeles malos
donde un Eidolon llamado NOCHE,
en un trono negro reina vertical
me he desviado a casa, sin embargo nuevamente
desde esta remota y sombría Thule.”
Dreamland
—Edgar Allan Poe
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Prefacio
Traducido por Lizzie
Corregido por LizC
l fuego en mi pecho ardía, la necesidad de aire luchando
contra mi necesidad de seguir corriendo, de no parar
hasta que la oscuridad estuviera detrás de mí. Los
sonidos a mí alrededor estaban burlándose, burlándose de los dolores
disparados a través de mis brazos y piernas. Su risa siniestra, se hizo eco
detrás de mi alusión a la promesa de algo oscuro y diabólico que yo había
invitado a sabiendas, y ahora corría de él.
Los árboles, debajo de la cubierta de su cielo sin estrellas,
comenzaron a moverse y balancearse con alegría en la actividad que se
arremolinaba a su alrededor. Chillé mientras mi pie se atoraba a sí mismo
en el pequeño hueco de una curiosa raíz, y caía al suelo, el sonido de
huesos rompiéndose y desgarrando la carne silenciando los sonidos a mí
alrededor.
La tranquilidad nunca había sonado tan mortal.
E
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1 Sólo Acéptalo
Traducido por Whiteshadow
Corregido por Xhessii
l comienzo del capítulo final del último año por lo
general comienza con increíble entusiasmo, sólo quedan
tres meses antes de la graduación, y luego la
universidad y el resto de tu vida. Pero el sentimiento en torno a mi casa no
podría haber sido más sombrío.
Levantarse para ese primer día de regreso se sentía como la cosa
más difícil que jamás haya tenido que hacer, probablemente porque ni
siquiera había ido a dormir todavía. Miré el reloj en mi aparador y halé el
edredón por encima de mi rostro, sin querer admitir que eran las seis de la
mañana. No había estado durmiendo bien, o durmiendo nada en lo
absoluto estos últimos días, cada noche la pasaba dando vueltas y vueltas
hasta que finalmente me daba por vencida y me quedaba viendo agujeros
en el techo hasta que ya era la hora de dejar de fingir.
Un fuerte golpe en la puerta fue seguido por un fuerte temblor de la
cama cuando mi mejor amigo, y ahora mi compañero de piso, Graham
Hasselbeck, saltó a mi lado.
—¡Santo cielo, tienes los pies fríos! —grité, mientras rápidamente
me retorcía lejos de él hasta que se me acabó el espacio en la cama y caí
con un resonante “pump” en el piso alfombrado—. ¿Por qué estás aquí tan
temprano? ¿Y con glaciares por dedos de los pies?
E
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—Porque oí tú alarma apagarse. Y en la planta baja hace frío; creo
que el calentador está roto. Oye, ¿sabías que nevó anoche?
Arrastrándome hasta la ventana me puse de rodillas para mirar por
encima del umbral. De hecho, la calle y las casas a través de ella estaban
cubiertas con un manto agradable de nieve pura, blanca.
—Eso es raro… no ha nevado después de primavera desde que
teníamos diez años.
—Lo sé. Me acuerdo de eso. Resbalaste en la acera y te torciste el
tobillo mientras caminabas hacia el autobús. Tuve que cargarte de vuelta
al interior y luego yo me resbalé al salir. Nos la pasamos los siguientes dos
días viendo viejas películas y comiendo palomitas de maíz rancias en la
planta baja.
—Y la tradición RHPS1 nació —me eché a reír antes de voltear—.
¡Oye, sal de mi cama!
—Te lo dije, ¡en la planta baja hace frío! —exclamó mientras tiraba
mi edredón hasta la barbilla, desafiante—. Yo me quedo aquí hasta que
prepares el desayuno, así que si me quieres fuera, vas a tener que ponerte
manos a la obra.
—Oh, de acuerdo, ahora mismo voy a poner manos a la obra —le
contesté y me lancé sobre la cama. Reí mientras trataba de cubrirse la
cabeza con la manta—. ¡Eso nunca funcionó de niños y, ciertamente, no va
a funcionar ahora!
Luchamos en la cama, cada uno compitiendo por el control, antes
de caer abruptamente y aterrizar en el suelo entre carcajadas.
—Me alegro de que ambos parezcan estar disfrutándolo.
Me asomé por entre el desorden de mi cabello, mientras que
Graham retiró el edredón de su cara para ver a mi padre de pie en la
puerta, una maleta en una mano, una caja blanca en la otra.
—Uh... hola, papá —me las arreglé para decir, mientras que
Graham tartamudeó una respuesta incoherente.
—Hooo… Señor Shelley, Grace, mañana, hola.
1 RHPS: The Rocky Horror Picture Show.
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Papá se echó a reír y sacudió la cabeza.
—Está bien, Graham. No soy tan tonto como para pensar que tú y
Grace fueran a hacer algo incorrecto.
—¿Por qué estás en casa tan temprano, papá? —pregunté—. Y,
¿dónde está Janice?
Papá se acercó a mí y me entregó la caja antes de señalar la maleta.
—Está en el auto, ha estado teniendo contracciones y el doctor dice
que es demasiado pronto, así que estamos aquí para dejar esta caja y
recoger la maleta para el hospital, antes de ir allí.
Le entregué la caja de color blanco a Graham, quien la abrió y
exclamó ante el contenido.
—¡Donas! ¡Gracias, Señor S!
—Bueno, yo voy también —anuncié.
Papá sacudió la cabeza vigorosamente.
—No. Vas a la escuela. No sabemos lo que está pasando, así que no
hay necesidad de que pierdas ninguna clase. Si algo ocurre, voy a llamar.
¿Está bien?
Asentí con la cabeza de mala gana y me puse de pie para darle un
abrazo.
—Dile a Janice que le deseo lo mejor, ¿de acuerdo?
—Por supuesto —respondió, devolviendo mi abrazo—. ¿Has estado
comiendo bien? Pareces... más delgada.
Asentí con una agitación leve de la cabeza y me aparté de papá.
—Estoy bien, papá.
—Bueno, sé que dejaste la boda sintiéndote algo enferma. A
propósito, ¿cómo te sientes? ¿Cómo esta Robert?
Me encogí de hombros y aparte la mirada, incapaz de responder.
—Señor S, ella ha estado mayormente atascada en la cama, y
Robert ha estado ocupado en el trabajo, por lo que no hemos visto mucho
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de él últimamente —dijo Graham a toda prisa. Articulé la palabras
“gracias” a él y luego volvió a asentir con la cabeza en acuerdo.
—Bueno, supongo que es mejor de lo que esperaba —admitió—.
Hubo un momento que tuve miedo de entrar y descubrirte con Robert
aquí... solos. Es agradable ver que puedo confiar en que te comportes,
Grace —dijo papá, palmeando mi hombro con una pizca de reserva—. Está
bien, cariño, voy a recoger la maleta ahora. ¡Ve a la escuela! ¡Y no dejes
que Robert te lleve a la escuela en la motocicleta con esta nieve!
Asentí y lo vi salir de mi habitación. Tan pronto como escuché la
puerta de su dormitorio abrirse, me dejé caer al suelo.
—No puedo librarme, ¿verdad?
—¿Low-dudow-muwcho? —respondió con voz ahogada detrás de
mí.
Volví la cabeza para ver a Graham empujar el último pedazo de una
dona glaseada en su boca.
—No importa —le dije, y tomé la caja—. ¿¡Te las has comido todas!?
—grité, mirando la cara golosa de Graham en estado de shock—. ¡Uff!
—¿Qué? —Rápidamente se tragó la dona que masticaba y se limpió
la boca con la esquina de mi edredón—. Sabes bien que no debes meter
comida en mis manos. Además, te dije que preparases el desayuno, te
dormiste, perdiste mujer.
Tomé mi manta de sus manos, miré con disgusto la esquina teñida
de azúcar, y luché contra la necesidad de darle un puñetazo en el
estómago lleno de donas.
—¿Sabes qué? He cambiado de idea. No quiero que hables más con
Lark, no hay nada en este mundo que ella podría haber hecho para
merecer un novio como tú.
Su boca se abrió por la sorpresa, mientras me observaba, sus ojos
sin poder creerlo.
—¿En serio?
Mantuve el rostro serio, el mayor tiempo posible antes de comenzar
a reír.
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—¡Oh Dios, duh! Sabes a qué me refería cuando dije que hablaras
con ella.
Fue en serio. Había una verdadera conexión entre Lark y Graham,
las dos personas con menos probabilidades de enamorarse, sin embargo,
acababan de hacerlo en medio de todo lo que estaba pasando a su
alrededor incluyéndonos a mí y al hermano de Lark. Pestañeé rápidamente
antes de que el último pensamiento causara que la ardiente humedad
apareciera.
Graham asintió, cerrando la mandíbula poco a poco aunque
todavía me miraba con ojos dudosos.
—Bueno, pensé en hacerlo hoy. Ya sabes, ya que probablemente
vamos a verla en el almuerzo y todo eso.
Le sonreí con tristeza y luego volví mi cuerpo para mirar por la
ventana. Me puse de pie y me acerqué a ella, subiendo por encima de la
cama en el proceso y empujándola hacia arriba, abriéndola un poco, lo
suficiente para permitir que un toque de aire fresco del amanecer fluyera
mientras que el aire viciado escapaba.
—Voy al baño… no regreses a mi cama —le advertí antes de salir de
la habitación, cerrando la puerta mientras lo hacía.
—Ten, cariño. Pensé que era mejor salvar una extra —dijo papá
cuando me entregó una dona envuelta en una servilleta. Estaba de pie en
el pasillo, un pequeño bolso de lona al hombro y una pequeña maleta de
viaje en una mano.
—Gracias, papá —le dije, agarrándola. Mordí la blanda pasta y
cerré los ojos por un momento, disfrutando de la dulzura no tan sutil del
glaseado sobre el anillo de masa frita en mantequilla—. ¿Te vas ahora? —
murmuré.
—Sí. No quiero mantener a Janice esperando más tiempo. No ha
tocado la bocina aún, así que sé que no he demorado demasiado tiempo,
pero las carreteras son un desastre en estos momentos de tanta nieve y no
quiero que tenga que sentarse en el auto más de lo necesario —
respondió—. Pórtate bien y yo te llamaré más tarde esta noche, si no
ocurre nada más, ¿de acuerdo?
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Se inclinó para presionar un beso rápido en la parte superior de mi
cabeza antes de bajar por las escaleras. Lo seguí y le ayudé a mantener la
puerta abierta cuando se inclinó para agarrar el periódico de la mañana
caído sobre la alfombra de bienvenida.
—Ah, y, ¿podrías hacer algo acerca de todas estas macetas? —dijo
al pasar por el cementerio de lirios que había sido una vez nuestro patio
delantero—. No sé lo que está pasando con todas ellas, pero son
desagradables a la vista, Grace, y me gustaría pensar que cuidarás de la
casa mejor que esto.
—Papá, lo siento —le respondí, evitando mirar a la masa de
macetas que cubrían el césped, cada una de ellas conteniendo lirios en
diferentes estados de descomposición. Durante la última semana, las
entregas habían sido incesantes, y éstas representaban sólo el último par
de días de dignidad de esas flores, el resto habían encontrado su destino
en otra parte.
Alcancé a ver la figura de mi nueva madrastra en el asiento
delantero del auto de papá.
—Hola Janice —dije mientras la saludaba con la mano. Ella sonrió
y agitó una mano perezosa hacia mí, la otra descansando protectora sobre
su abdomen. La vi hacer una mueca de dolor y supe que aunque papá no
había tardado demasiado tiempo en buscar lo que necesitaba, estaba
partiendo bastante cerca.
—¡Conduce con cuidado, papá! —grité cuando se metió en el auto
después de cargar las bolsas en el asiento trasero.
—Recuerda lo que dije acerca de Robert y la motocicleta, Grace —
dijo de nuevo antes de salir.
Simplemente asentí y saludé, las palabras no queriendo salir de mi
boca.
Una vez se hubo marchado, me acerqué a la cocina a servirme un
vaso de leche y me senté en la penumbra para terminar el resto de mi
dona. El tic-tac del reloj en la pared era el único sonido en toda la casa, y
conté cada uno de ellos hasta que me vi perder la cuenta. Me levanté para
lavar el vaso y terminar de alistarme para la escuela.
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El sol se asomaba por las ventanas, lanzando rayos dorados de luz
a través de las paredes y el suelo, convirtiendo las motas de polvo, de otro
modo invisibles que flotaban en el aire, en pequeños destellos de brillo.
Hubiera sido una hermosa vista si no fuera un recordatorio de que no
había limpiado la casa en más de dos semanas.
—Estoy hecha un ama de casa horrible —murmuré para mí misma,
sin darme cuenta de lo que estaba diciendo, y empecé a subir las
escaleras. Entré en el cuarto de baño y tomé mi cepillo de dientes, con la
intención de eliminar cualquier rastro de leche descremada y donas de mi
aliento antes de tomar una ducha. Cuando empecé a lavarme los dientes,
miré a la puerta de mi dormitorio. No pude evitar la sonrisa que cruzó mis
labios, y sólo esperaba que mi intromisión hubiera dado sus frutos.
Después de enjuagar mi boca, me di cuenta que no tenía la ropa
conmigo, así que corrí a mi habitación.
—¡Oh, queridas bananas!
Un nervioso y avergonzado Graham se alejó de una Lark
igualmente nerviosa y avergonzada, ya que estaban en medio de mi
habitación, sus ojos vidriosos, sus bocas esbozando sonrisas secretas.
—Uh… hola, Grace —dijo Lark, con un leve movimiento de sus
dedos. Graham sonrió.
—Hola, Lark —le dije, sonriendo—. Sólo voy a tomar un poco de
ropa y saldré de aquí en un segundo.
—Oh, no, no hagas eso. Me tengo que ir de todos modos, no tengo
nada que ponerme para la escuela, y estas ropas han pasado su cuarto de
hora —dijo en tono de disculpa. Ella se acercó a mí, sus movimientos
lentos y vacilantes—. ¿Grace?
La miré, confundida. —¿Sí?
—Gracias.
—¿Por qué?
Ella me abrazó y me tuve que alejar, el olor de su piel y cabello eran
demasiado familiar, cada nota como un cuchillo cortando en los
andrajosos restos que quedaban de mi corazón.
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—Yo... lo siento —dije, tapándome la boca y la nariz con la mano—.
No puedo hacer esto.
Salí corriendo y me dirigí hacia el único lugar donde pensaba que
era seguro. La habitación de Matthew era un desastre en ese momento,
con cajas sin desembalar y ropa esparcida por todo el piso, pero la cuna
estaba casi terminada de ensamblar, una barandilla exterior todavía no se
había colocado, lo que hizo de ella un lugar perfecto para sentarse y
calmarme.
Llevé mis rodillas hasta el pecho y apoyé la barbilla en ellas, la
presión de mis muslos contra mi pecho fue suficiente para ayudar a aliviar
la tensión dolorosa que había estado construyéndose en mi interior. Se
supone que las cosas deberían ser más fáciles con cada día, sin embargo
parecían ser sólo más difíciles.
¿Cuánto tiempo se tarda en reparar una herida física que nadie
más puede ver? ¿Cuáles son los límites de lo que uno puede hacer para
aliviar el dolor que simplemente crece en intensidad a medida que cada día
pasa? No lo entendía; traté de mantenerme ocupada después de que estar
tirada como un bulto simplemente no funcionó… no había funcionado la
primera vez, no sé por qué pensé que funcionaría ahora, pero sólo el más
mínimo indicio de una fragancia había sacado los restos huecos de mi
corazón, de adentro hacia afuera, dejando al descubierto nuevas áreas
para que el dolor las consumiera.
Bajé la cabeza, presionando mis ojos frente a la parte superior de
las rodillas y tratando desesperadamente de evitar que las lágrimas fluyan.
El dolor en un pequeño recordatorio que casi había eclipsado el dolor de la
traición que había sufrido a manos de la única persona cuya palabra
debería haber sido infalible.
Robert debería haber sido la última persona en este mundo que me
hiciera daño, él no era un ser humano con debilidades y defectos
humanos. Nació como un ángel, una de las criaturas divinas que
deambulan por el mundo disfrazados de seres humanos normales, si no
como extraordinarios seres humanos que poseen poderes aparentemente
ilimitados y habilidades que muchas veces los define, si no dictan cual
será su Llamada, el único propósito en su vida divina.
Y ninguna Llamada podría desempeñar un papel tan importante en
la sociedad humana como la que Robert había recibido. Había nacido en
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medio de las llamas y la muerte, dotado de vida eterna que sería utilizada
a cambio de quitar la vida. El Llamado de Robert, su propósito en su
mundo y en el mío, era servir como la Muerte misma. La realidad de tal
hecho era horrible y perturbador para mí al principio, pero amaba a Robert
tan intensamente, de manera total y sin condiciones, que mi miedo
desapareció casi tan rápidamente como había aparecido, porque sabía que
no tenía nada que temer de él, para mí, no era la Muerte. Era simplemente
Robert.
Pero, también había llegado a darme cuenta de que tan divinos
como los ángeles podían ser ante nuestros ojos, su misma existencia
dependía del engaño. Sin ello, nunca serían capaces de mezclarse en la
sociedad como lo hacían desde el comienzo de la humanidad. Y fue ese
engaño que había dado por sentado, cuando la representación de Robert
en su papel de un ser humano cruzó la frontera entre su especie y la mía.
Él me mintió. Me mintió acerca de la muerte de mi madre, me
escondió el hecho de que Samael, el arcángel de la muerte que había
servido como mentor de Robert y su mejor amigo, había sido enviado para
matar no sólo a mi madre, si no a mí también. Era inexplicable por qué no
había muerto como estaba previsto, pero incluso pudiendo o no haber
ocurrido, Robert decidió no revelarme nada de eso, en su lugar me dejó
creer que el accidente de auto que había matado a mi madre no había sido
intencional y se limitaba a un evento al azar.
Pero, como había aprendido no una sino dos veces, no se puede
escapar de la muerte, sólo posponerla. Robert había convencido de alguna
manera a Sam para que no me quitara la vida después de ser derribada
por un conductor ebrio. Pero esto sólo había puesto en marcha una serie
de acontecimientos que más tarde convencerían a Sam de que yo era más
bien una amenaza para él de lo que él era para mí, así que trató de
quitarme la vida... otra vez.
Debo haber tenido un ángel de la guarda a mi lado esa noche
porque me las arreglé para sobrevivir a su ataque. Los hechos ocurridos
después siguen siendo un misterio para mí, pero fui llevada por Robert a
creer que Sam estaba muerto y que no podría dañarme a mí ni a nadie
más. Pero Sam no estaba muerto. Hasta la confesión de Robert hace dos
semanas, no tenía ni idea de eso porque yo no había muerto como se
suponía que debía; Sam no había hecho nada malo, y nunca había sido
castigado. Yo era la que debería estar muerta.
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Debido a que había elegido permanecer en la ignorancia acerca de
lo que Robert había hecho, y cómo lo había logrado, nunca le pregunté
cómo sabía que debía morir. No querer saber era simplemente mi manera
de tratar de apaciguar la creciente obsesión en mí para mantener un
sentido de normalidad en mi vida, lo poco que pudiera, de todos modos.
Y ahora estaba claro que por el tiempo que me quedara por vivir, mi
vida estaría tan lejos de lo normal como fuera humanamente posible.
Las campanas sonaron en los pasillos de la escuela y en las aulas
como un grito, anunciando la tensión que se había acumulado en mi
pecho. El primer período apareció en el horizonte mientras los estudiantes
a mi alrededor comenzaban a ponerse de pie y recoger sus bolsos y libros,
la clase ya había terminado.
El Sr. Frey, quien había muerto de una embolia aórtica poco
después de confesar el choque y huída que casi me mata, había dejado
muchas preguntas sin respuesta que los estudiantes todavía
murmuraban. Su confesión había servido más para confundir y excitar a
mis compañeros de clase, quienes encontraban de alguna manera, la idea
de mí siendo una clase de amuleto de mala suerte bastante divertida.
Había algo de mérito en la idea, por supuesto, cuando uno miraba
la evidencia que había sido compilada en mi contra. El primer punto era
que Graham Hasselbeck, Mariscal de campo estelar de la Secundaria
Heath, se las había arreglado para llevar a Heath a su mayor derrota en su
historia en “La Bienvenida” el año pasado, con la más grande diferencia de
puntos, en probablemente, todo Ohio. Tal vez incluso del mundo.
Erica Hamilton, la ex novia de Graham, había sido públicamente
humillada durante una tarea de primer trimestre conmigo. No había sido
mi intención; sólo quería evitar ser desechada como basura frente a lo que
luego supe que era casi la mitad de la escuela… pero los resultados fueron
exactamente los mismos. Me había cimentado como la enemiga número
uno ante los ojos de Erica.
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Stacy Kim, una de mis mejores amigas, había sufrido como
resultado de aquel odio cuando Erica la había confundido conmigo y la
empujó hacia una puerta, causando una herida considerable en su cabeza
y una conmoción cerebral. Erica había recibido una suspensión suave,
pero no hasta después de que chantajeó a la subdirectora.
Y luego estaba mi profesor de biología, el Sr. Branke, a quien había
acusado primero de ser la persona que me había atropellado. Él había sido
conocido como el “Pulpo” en la escuela porque siempre estaba poniendo
sus manos sobre todas las chicas de su clase, incluyéndome. Mi acusación
había destruido la poca buena fe de los estudiantes en él, y él se había
retraído. A pesar de que ya no tocaba a las chicas, también parecía haber
perdido lo que fuera que había hecho sus clases tolerables e incluso semi-
agradables.
Por último, el Sr. Frey. Nadie quería creer que el tranquilo Sr. Frey
había sido un alcohólico que había perdido a su familia por su manera de
beber, y mucho menos un conductor que atropellaba y huía dejándome a
mi suerte, pero su confesión no podía ser ignorada. Por desgracia, la
importancia se había perdido en la noticia de que había muerto tan
repentinamente como había confesado.
He pasado una década desde que comenzaron a llamarme Grace
“La Fenómeno” por mis compañeros de clase e incluso por los adultos,
pero parecía que iba a pasar el resto de mi carrera en la preparatoria
siendo llamada Grace “La Sepulturera”: mataba reputaciones, carreras, y
ahora... hasta la gente.
E incluso ahora, cuando todo el mundo comenzaba a dirigirse
hacia la puerta, sus murmullos en voz baja se hacían eco en mí como si
estuvieran en los altavoces. Hice lo mejor que pude por ignorarlos, pero era
difícil cuando sólo había dos voces ausentes en el abrumador consenso de
que yo era, sin lugar a dudas, un amuleto de mala suerte andante, y una
de esas voces ausentes pertenecía a una muy pálida y agotada Stacy.
—Entonces, ¿qué ha dicho el médico acerca de la droga
experimental? —le pregunté mientras me colgaba mi mochila sobre el
hombro.
—Dijo que soy una buena candidata para el ensayo de la droga,
pero que sólo puede ocurrir cuando mis marcadores lleguen a un cierto
nivel. Eso significa que voy a tener que conseguir una partida completa de
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malestares y enfermedad antes que me dejen ser parte de eso —respondió
ella, mientras lentamente se puso de pie, su cuerpo bajo una tensión
evidente.
Stacy había sufrido de leucemia cuando era niña, finalmente, había
entrado en remisión justo después de su octavo cumpleaños. Hace unos
meses, un examen de rutina y análisis de sangre mostraron que el cáncer
había regresado. Tercamente, había optado por no decirle a nadie, salvo a
Graham, y los médicos le habían dado menos de un año de vida.
—Creo que Sean está tratando de apurar mi llegada a la tumba;
atrapó un resfriado de su nueva novia y lo llevó a casa a todos los demás.
Estuve despierta toda la noche pasada tosiendo. Debo de haber escupido
la mitad de un pulmón y todas las sobras de la lasaña de la escuela del
mes pasado.
Stacy empezó a caminar y me uní a ella, sin importarme en
absoluto que su ritmo fuera inusualmente lento, lo que fuera para
posponer la inevitabilidad de entrar en el salón de clases de Madame
Hidani y enfrentar a Robert.
—Gracias por la imagen —le dije medio bromeando—. Realmente
me ayudará a mantener mi dieta.
—Hablando de eso, realmente deberías empezar a comer más,
Grace. Te ves peor que yo, y soy la que está muriendo aquí, ¿recuerdas? —
me reprendió Stacy.
Me encogí de hombros ante su regaño.
—Ya sabes, tampoco estoy exactamente en la lista de vida-larga-y-
próspera. Además, comí una dona esta mañana para el desayuno, mi
padre las trajo.
El cambio de tema pareció levantar el estado de ánimo de Stacy
considerablemente.
—¿Han vuelto ya? ¿Cómo fue la luna de miel? ¿Alguna noticia
sobre el bebé?
Asentí, pero no sonreí en respuesta.
—Janice comenzó a tener algunas contracciones tempranas, por lo
que mi padre la llevó al hospital esta mañana después de recoger su
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maleta para el hospital. El médico dice que es demasiado pronto para que
ella tenga a Matthew, así que creo que van a tratar de detener las
contracciones.
—Guau. Esa debe haber sido una luna de miel muy agitada.
La miré en estado de shock y semi-asco.
—¡Stacy! ¡Es mi papá de quién estás hablando! Asco… hay algunas
cosas que una chica nunca debería tener que... ¡Asco!
Ella se rió de mi reacción y su ritmo se aceleró como resultado.
—Creo que es lindo… todavía están todos acaramelados a su edad.
La única cosa que mis padres hacen entre sí, es preguntarse si pueden
pasarse la salsa de soya.
—Bueno, debería ser bastante obvio que están profundamente
involucrados el uno con el otro, acaban de casarse, después de todo —
señalé.
—Eso es cierto, pero un montón de gente se casa, y simplemente
tienen en común entre ellos una cuenta de banco y algunas deudas.
Contuve una réplica cuando me di cuenta de que habíamos llegado
a la puerta de mi salón de clases. Estaba cerrada, lo que significaba que
mi entrada llamaría la atención de todos.
—Puedes hacerlo, Grace. Es sólo Francés —dijo Stacy de manera
tranquilizadora—. Además, no creo que él vaya a estar ahí.
La miré, sorprendida. Abrí la boca para preguntar por qué, pero la
cerré rápidamente. No quería saber por qué. Al menos, eso era de lo que
intentaba convencerme a mí misma.
—Adiós, Stacy. Nos vemos en el tercer período —dije con una
tímida sonrisa y abrí la puerta.
Como esperaba, todas las miradas estuvieron sobre mí tan pronto
como entré en la clase. Madame Hidani me sonrió débilmente. Me las
arreglé para evitar el contacto visual con todo el mundo y encontré mi
asiento en la parte posterior de la clase. La silla a mi lado estaba vacía, tal
como Stacy lo había sugerido, y en lugar de sentir alivio, sentí la
quemadura de la decepción.
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Mientras la campana sonaba, y comenzaba la clase, sentí las
miradas ocasionales, pero opté por no volver la cabeza para ver de quién
eran los ojos al que pertenecían. En cambio, me centré en las lecciones
que Madame Hidani tenía reservadas para nosotros en ese trimestre.
Habló del final del año, y qué era lo que esperaba que nosotros
supiéramos. Empecé a escribir algunas notas, escuchando su francés
melodioso mientras ella explicaba los diferentes métodos de prueba que
nos serían dados, y preguntándome cuándo fue que me había vuelto capaz
de escribir tan bien y eficientemente.
El resto de la clase pasó a paso de tortuga. Tomó un gran esfuerzo
para no creer que Madame Hidani se había transformado de alguna
manera en uno de esos maestros que se ve en todas esas caricaturas de
Peanuts2 mientras luchaba contra las fuerzas del agotamiento. Sentí una
silenciosa y alegre porra correr a través de mí cuando la campana anunció
el final de la clase. Recogí mi mochila y salí fuera del aula lo más
rápidamente posible, evitando cualquier intento de distracción y
conversación de las chicas a mí alrededor, que sabía que iban a ser
condescendientes en el mejor de los casos.
El camino a la segunda clase, Cálculo, con la Sra. Hoppbaker, se
sintió como un cortejo fúnebre, y yo era el cadáver. Mis piernas se sentían
entumecidas, pero me seguían impulsando hacia adelante hasta que
estuve una vez más sentada en una silla demasiado familiar, tratando de
ignorar el creciente número de ojos a mí alrededor.
Cuando sonó la campana, y la profesora se lanzó a su monólogo
cómico habitual que precedía a cada clase, saqué el libro de texto y
cuaderno, preparándome para una hora de lo que esperaba fueran
números que adormecieran la mente, y todo junto me ayudase a olvidar
todo lo que mantenía arrastrándose el borde de mi mente, listo para saltar.
La risa que me rodeaba era escalonada; era prueba de que una vez más,
estaba siendo tema de discusión en susurros y miradas ocultas de
curiosidad... o algo peor.
Como el humor dio paso a las derivaciones, la clase se calmó y me
dejó a la deriva en mis pensamientos. Traté de no preguntarme por qué
2 Peanuts: (conocido como Snoopy, Rabanitos, Charlie Brown o Carlitos) es una tira de prensa desarrollada por Charles M. Schulz desde 1950 hasta su muerte en 2000. Schulz
siempre detestó el título de Peanuts (cacahuetes o maní), impuesto por su editor original.
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Robert no estaba en la escuela. Ya no era más de mi incumbencia y no
quería saberlo, tampoco.
Pero la pregunta estaba allí, sentada frente a mí como un estúpido
pastel de cumpleaños, y yo era un niño muerto de hambre, enloquecido
por el azúcar necesitando una solución.
Miré el reloj y gruñí cuando vi que todavía tenía más de media hora
antes que la clase terminara. Tomé el lápiz y abrí mi cuaderno —cuál era
el punto de pensar si mis pensamientos no iban a cooperar— y me resigné
a trabajar en fórmulas por el resto de la clase.
Reprimí un chillido.
Cerré mi cuaderno y miré hacia el asiento a mi lado, riendo
nerviosamente cuando vi que estaba vacío.
Algunas cabezas se volvieron en mi dirección para mirarme por lo
que probablemente suponían era un comportamiento anormal, típico de
mí, antes de regresar a sus asuntos, moviendo la cabeza con disgusto.
Apreté los dientes, presioné la mano contra mis labios una vez más, abrí el
cuaderno.
En una sola hoja de papel había un dibujo impecable de Robert.
Hubiera sido notable si no hubiera sido por un detalle que sabía que
habría sido pasado por alto por otra persona que no fuera yo.
Las líneas que componían el ángulo de su mandíbula cincelada, la
curva y los picos de su cabello, las elipses y los arcos de su boca, incluso
el plateado de su iris estaban hechos por las letras de mi nombre. Grace
Anne Shelley corría a lo largo de la constitución de su rostro, hasta su
torso, y, finalmente, extendiéndose hacia el exterior, en las alas oscuras
que lo separaban del resto de su tipo. El detalle era increíble, la escritura
pequeña y estrecha, sin embargo, fluyendo libremente y en movimiento,
fluyendo en su propósito. Estaba asombrada.
Y enojada.
Y dolida.
Puse mi mano en la hoja y empecé a apretar los dedos alrededor de
ella, dispuesta a arrugarla y tirarla a la basura a mi salida, pero me
detuve. La imagen era demasiado intrincada para destruir, no iba a ser la
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persona responsable de eso, y de este modo simplemente cerré mi
cuaderno una vez más y esperé hasta el final de la clase.
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2 Protección
Traducido por Whiteshadow
Corregido por Xhessii
l tercer período (período libre pasado en la biblioteca) lo
anduve con Stacy enumerando los pros y contras de
caminar por el campus sin ella o Graham a mi lado.
Después de haberla dejado preocupada cuando sin saberlo había
deambulado del segundo al tercer período sin esperarla para
acompañarme, había hecho de su misión el recordarme hasta el punto del
agotamiento en el peligro que me encontraba.
—Sabes que esa psicópata está esperando simplemente empujarte
escaleras abajo o algo así —criticó desde su asiento—. No puedes
simplemente salir a caminar por allí, Grace. Graham y yo hemos hablado
sobre esto; tengo la primera mitad, cuando me siento más fuerte, y él se
encargará de la segunda mitad, después de que haya almorzado.
Negué con la cabeza ante lo ridículo que el plan sonaba.
—Vamos a ver si lo entiendo. ¿La chica con cáncer terminal se
supone que me proteja de Erica en la mañana, y Graham se supone que
me proteja después de comer los desechos tóxicos que toma por almuerzo?
Oh, sí. Me siento más segura sólo de pensarlo.
Stacy entornó los ojos, y señaló a un mapa dibujado a mano de la
escuela.
—Sólo mira esto, ¿de acuerdo? Erica tiene tres clases en el segundo
piso, al mismo tiempo que tú. Ustedes dos se cruzan entre el cuarto y
E
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quinto período, además de compartir el sexto período juntas. Eso le da
tiempo más que suficiente para intentar algo.
—Y, ¿qué si lo hace? —pregunté—. No es como que me fuera a
matar. Eso arruinaría totalmente su cabello. —El intento de aligerar el
estado de ánimo, fracasó miserablemente.
—Esto no es divertido, Grace. Tú viste lo que me hizo. Ella no va a
parar hasta que algo malo te suceda, Graham y yo estamos convencidos de
que eso hasta podría significar tratar de matarte —dijo Stacy en voz baja.
La miré y le sonreí.
—Stacy, sabes que mi tiempo aquí no es exactamente largo, oíste
por ti misma que Sam sigue vivo porque no estoy muerta. Deberías estar
más preocupada por mantenerte saludable y dejar de preocuparte tanto
por mí. Puedo cuidar de mí misma.
—De eso se trata, Grace, no puedes. Mira, lo que sea que esta
persona/ángel/cosa… Sam tiene en tu contra, Graham y yo no podemos
protegerte de él; y ahí es donde Robert y Lark entran. Pero Erica es una de
los nuestros y nosotros podemos encargarnos de ella.
Empecé a roer la mesa con el pulgar, mirando el pequeño orificio
que estaba haciendo mientras trataba con mucha dificultad, responder sin
sonar demasiado enojada.
—Stacy, sé que tanto tú como Graham tienen buenas intenciones.
Sé que Lark también las tiene. Pero esta es mi vida, y me gustaría vivir lo
más normalmente posible. Eso incluye no tener guardaespaldas
interpretados por mis mejores amigos, mi ex novio y su hermana, ¿de
acuerdo?
Stacy dejó escapar un “jumm” y cruzó los brazos sobre el pecho,
con una línea obstinada tomando forma en su frente. Me miró con
curiosidad.
—Espera. ¿Has dicho “ex novio”?
La observé y luego aparté la mirada, asintiendo con la cabeza
mientras trataba de concentrarme en los numerosos libros que se
encontraban en la repisa, a mi derecha.
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—¡Guau! Pensé... quiero decir, creo que tenía la esperanza de que...
guau. ¿Estás segura?
—No puedo pretender que no pasó nada, Stacy. Él…
Ella levantó la mano para cortarme.
—Comprendo eso, Grace, pero, honestamente, lo que hizo no fue
para dañarte. Fue exactamente lo contrario. Lo hizo porque quería
salvarte. No puedes romper con el chico por eso.
Empujé su mano hacia abajo, furiosa por estar defendiéndole a él.
Mis ojos se estrecharon, y mi voz bajó a un silbido apenas audible.
—Lo hizo por sí mismo. Él sabía lo que Sam nos había hecho a mi
madre y a mí, y puso en peligro mi vida de nuevo porque quería hacer las
cosas a su manera.
»Todo ha sido a su manera desde el principio, y no he tenido más
remedio que aceptarlo porque es él quién tiene la sabiduría divina,
¿recuerdas? Él nunca me dio a elegir sobre este asunto, nunca se detuvo a
pensar lo que podría hacerme. Sólo siguió adelante y tomó la decisión de
mantenerme ignorante, así no tendría que lidiar con las consecuencias de
su relación con Sam. Puedo romper con él por eso, rompí con él por eso.
—Grace, estás enojada y por las razones correctas. Pero, ¿qué
sucederá cuando la ira se vaya? ¿Qué quedará con eso? —preguntó Stacy.
—La misma cosa que siempre he tenido, Stacy. Nada —repliqué
antes de agarrar mis cosas y salir a toda prisa de la biblioteca, dejando un
camino de profesores y alumnos conmocionados mirando cuando me fui.
La puerta abierta al salón de clase vacío fue como un regalo del
cielo. Entré y encontré un rincón escondido detrás de las sillas apiladas y
mesas cubiertas de polvo. El suelo de baldosas frías me ofreció una
extraña comodidad cuando me senté, tirando mi mochila en el suelo a mi
lado. La luz del sol brillaba radiante a través de las ventanas cerradas
arrojando cintas de luz dorada a través de todo en la habitación.
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Tomé mi bolso y saqué la carpeta. La abrí y me quedé mirando el
dibujo que me había impresionado hace menos de dos horas.
—¿Cómo puede alguien tan hermoso causar tanto dolor? —me
pregunté antes de rasgar la hoja y destrozarla en varias piezas pequeñas.
—Me pregunto lo mismo sobre ti.
Los restos triturados de papel cayeron de mis manos cuando la voz
llenó la habitación vacía. Encogí mi cuerpo y puse las manos en el suelo
para mirar debajo de los escritorios. No había nadie allí.
Riendo, regresé a mi posición sentada, y alcancé los trozos de papel
en el suelo. No estaban allí.
—¿Qué?
Mis ojos se movieron a la carpeta que se había caído de mi regazo,
y oí una brusca inspiración proveniente de mi interior. El dibujo estaba
completo, el papel liso y recto, encerrado en la carpeta como si nunca
hubiera salido.
—¿Robert?
—¿Sí, Grace?
Sentí una burbuja de ira comenzando a elevarse en mí.
—¿Por qué me seguiste hasta aquí?
—Porque eres tú.
Bufé ante la respuesta que parecía venir de ninguna y de todas
partes al mismo tiempo.
—¡Oh, qué conveniente! Sólo vete, Robert. —Agarré la hoja de papel
de la carpeta y la arranqué. Arrugándola y arrojándola sobre los montones
de sillas y mesas—. Y llévate eso contigo.
—Um... gracias, pero no voy a ninguna parte.
Di un salto ante la extraña voz.
—¡Oh!
—¿Por qué estás en mi salón de clase?
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Me volví hacia la puerta y chillé. De pie delante de mí se encontraba
una mujer muy alta, casi demasiado alta, que tenía la cabeza ladeada
hacia mí, obviamente observándome mientras que yo hacía lo mismo. Su
cabello era de un feroz tono borgoña profundo, y estaba jalado con
demasiada fuerza en un moño conservador, sus ojos del color del bronce
inclinados hacia arriba en un ángulo antinatural.
—Te hice una pregunta.
Confundida, la miré fijamente. Caminó hacia mí y me tocó el
hombro, pero todavía era incapaz de responderle.
—¿No hay mucho para decir o tienes miedo de lo que puedas
responder? —Su voz era profunda, ronca, mientras me miraba al rostro
con la misma curiosidad que yo lo había hecho—. ¿Cuál es tu nombre?
—Gr-Grace —tartamudeé.
—Está bien, Gr-Grace. Vamos a intentarlo de nuevo. ¿Por qué estás
en mi salón de clase?
—Vine aquí para pensar. Tenía que alejarme de una amiga
entrometida y la puerta estaba abierta. —Mi respuesta fue honesta y ella lo
sabía.
—Bueno, eres un tanto rara por venir a un salón de clases para
escapar. La mayoría de las niñas va al baño o a dar un largo paseo, Gr-
Grace, no a un aula vacía.
Solté un bufido.
—No he tenido mucha suerte con los baños, y estoy teniendo un
poco de cuidado con los paseos largos por el momento, así que un aula
vacía se ve muy atractiva para mí. Y es Grace.
—¿Cómo dices?
—Mi nombre; es Grace.
Ella sonrió, sus dientes eran largos y blancos.
—Bueno, gracias por la aclaración, Grace. Si no importa que te
pregunte, ¿en realidad qué clase estás saltando con el fin de escapar de tu
amiga entrometida?
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Era imposible no regresarle la sonrisa, su rostro era tan cálido y
acogedor.
—No estoy saltando ninguna clase; tengo un período libre ahora
mismo. Normalmente lo paso en la biblioteca, pero Stacy (mi amiga)
simplemente no quiere dejar las cosas tranquilas. No quería terminar
diciendo algo que acabaría lamentando más tarde, así que me fui.
Ella asintió y agitó su brazo en un semicírculo, que indicaba el
salón de clase mientras hablaba.
—Bueno, bienvenida a mi clase, Grace. Soy la nueva profesora de
psicología. Me contrataron para sustituir a uno de sus maestros que ya no
trabaja aquí, creo que su nombre era… ¿un tal Sr. Oliver Frey?
—Oh. —Acerté a decir mientras apartaba la mirada, de repente
nerviosa.
—¿Lo conocías? ¿Estuviste en alguna de sus clases?
Asentí, y continué mirando a otra parte, incapaz de dar una
respuesta verbal.
—He escuchado algunas historias sobre él que no son muy
halagadoras. Va a ser un obstáculo muy difícil de superar, pero creo que
voy a estar bien. ¿Qué piensas tú?
Forcé una sonrisa en mi cara y asentí una vez más, antes de girar y
dirigirme a recoger mi carpeta y bolso. Empujé la carpeta en mi bolso y
luego me apresuré hacia la salida.
—¿No olvidas algo?
Poco a poco, me volví hacia ella e hice una mueca cuando me
tendió la hoja que había arrugado, pero, aun así, sin una sola arruga en el
papel.
—Es muy hermoso. No sé quién hizo esto, pero debe de haberle
tomado un montón de tiempo y esfuerzo conseguir poner un mensaje en
esto. ¿Quién es él?
Tomé el dibujo de ella y lo metí en la mochila junto a la carpeta.
—Un entrometido —le contesté antes de salir.
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Había dado cuatro pasos fuera de la puerta cuando fui a dar
directamente a una pared. Levanté la mirada para ver a mi entrometido de
pie directamente en frente de mí, una expresión contrariada en su rostro.
—Estás en mi camino —dije, hirviendo de furia. Traté de caminar
alrededor de él, pero sabía que al momento de pensar en ello, él estaría
allí, bloqueando mi camino una vez más.
—No voy a dejar que te pongas en peligro de esta manera, Grace —
dijo en un tono suave, uno que me causaba un dolor anti natural
quemando a través de mi pecho.
—En el único peligro en el que alguna vez estuve, fui puesta allí por
ti. ¡Fuera de mi camino, Robert!
—No. Te dejé sola una vez, y el resultado fue una persona jugando
con tus recuerdos. No voy a dejar que eso suceda de nuevo, Grace, sin
importar donde tú y yo estemos de momento.
—¿De momento? Donde estamos no va a cambiar, Robert, y no
estoy de humor para hablar de mis recuerdos, o mi seguridad contigo o
alguien en este momento. Simplemente quiero que me dejen en paz.
Traté de empujarlo para pasar junto a él, pero agarró mi brazo
sosteniéndolo firmemente. Miré su mano y luego a él, rápidamente
cerrando los ojos a la mirada de dolor que provenían de esos irises de
plata.
—Voy a dejarte ir, Grace, cuando sepa que estás a salvo. No te
molestaré, pero no voy a irme de tu lado. Tu seguridad es primordial, no
sólo para mí, sino también para tus amigos y familiares. Piensa en cómo se
sentiría tu padre, sabiendo que fuiste herida una vez más justo cuando
Janice está en el hospital. Piensa en lo que le ocurriría a él si algo te
sucediera.
La verdad en sus palabras hería, y no podía admitirlo.
—Bien. —Fue lo único que pude decir.
Él asintió. No lo vi. Simplemente lo sentí. Fue un movimiento de
alivio, casi eufórico, y entonces la presión de su mano había desaparecido.
Abrí los ojos y vi que él también lo había hecho.
—¿Todavía estás aquí, Grace?
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La profesora en el interior del salón de clases estaba de pie en la
puerta. Me observó con una mirada curiosa, su postura mostraba una
ligera molestia de que todavía estuviera allí.
—Um. Sí —contesté—. ¿Cuál era su nombre otra vez, señora...?
—Deovolente. Sra. Deovolente.
Rápidamente miré hacia su mano izquierda y sentí mis labios
fruncirse cuando vi el brillo de la plata en su dedo anular.
—¿Está casada?
Ella sonrió y asintió, rápidamente ocultando su mano detrás de su
espalda.
—¿Hay alguna razón en particular por la cual quieras saber eso
Grace?
—Simplemente... curiosidad.
—Bueno, curiosidad o no, parece algo osado que un estudiante
haga tales preguntas. Sin embargo, quid pro quo, ¿verdad? Te he hecho
algunas preguntas que probablemente se sintieron atrevidas para tu
gusto, y ahora tú has hecho lo mismo conmigo. Ahora bien, si no te
importa, creo que voy a ir a la cafetería a comer algo.
Pasó por delante de mí y se detuvo a varios metros de distancia,
con la cabeza girando de izquierda a derecha.
Se dio la vuelta para mirarme, abriendo su boca para hacer la
pregunta a la cual yo ya sabía la respuesta. Señalé a la izquierda y la
observé mientras ella sonrió y se dirigió en esa dirección.
Escuché el sonido de sus tacones repiqueteando en el suelo,
desvaneciéndose, y luego suspiré.
—Ella es nueva en Heath.
—¡Arrg! ¿Por qué sigues aquí? —Elevé mis manos frustrada
mientras Robert parecía triste—. Dije que podías seguirme. No he dicho
que puedas andar alrededor de mí como si nada.
—Grace, un día tendremos que hablar de lo ocurrido. No podemos
dejar las cosas de la manera en las que están.
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Lo fulminé con la mirada y meneé la cabeza.
—No tenemos que hablar de nada. Se ha acabado lo que había
entre nosotros. Probablemente nunca debería haber comenzado, pero lo
hizo, y ahora ya se acabó. No hay nada que puedas decir o hacer para
cambiar mi forma de pensar.
—Todavía me amas, Grace.
—Por supuesto que sí —le dije, tragándome el dolor que
acompañaba a la admisión, sin embargo, incapaz de disimular la grieta en
mi voz—. Eso no desaparece porque mi corazón esté muerto, no importa lo
mucho que lo quiera. Pero va a desaparecer o va a ser reemplazado, uno
de los dos.
Lo vi. Un destello de ira que oscureció la plata en sus ojos a un
profundo y antiguo color peltre. Dio un paso hacia mí y se detuvo.
—A veces puedes ser tan... tan...
—¿Qué? ¿Humana?
Pasó las manos por su cabello, las hebras oscuras se deslizaron
fácilmente a través ellas acomodándose perfectamente de nuevo, la imagen
causó un dolor tan indeleble que se disparó a través de mi pecho, casi
arrojándome al suelo.
—Tan increíble.
¿Qué podía decir a eso? ¿Qué había que decir? Me quedé allí, en
silencio mientras él se apoderó de mi mano derecha y la llevó a su cara.
Sentí la frescura de su piel contra la mía y en contra de mi voluntad, la
conexión eléctrica que siempre había existido entre nosotros se encendió
en llamas. Consumiéndolo todo y el calor comenzaba a apoderarse del
poco sentido que podría haber poseído.
—¿Dónde está tu anillo?
La pregunta actuó como un amortiguador, e inmediatamente las
llamas se habían ido.
—¿Qué?
Señaló el dedo desnudo, con la mirada de sus ojos acusadores.
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—¿Tu anillo? ¿Dónde está? ¿Te deshiciste de él como hiciste con
todo lo demás? ¿Tirándolo a la basura como un insignificante pedazo de
basura?
Me quedé mirando mi dedo y traté desesperadamente de recordar
qué era lo que había hecho con él, pero me quedé en blanco. Lo miré y vi
que mi incapacidad para responder a su pregunta sólo confirmaba lo que
él creía.
—No lo sé. Sinceramente, no sé qué pasó con él. No puedo
recordar.
Soltó mi mano y se apartó de mí.
—Lo tiraste a la basura. Como la ropa y las fotos... puedo entender
eso. Eran cosas sin significado. Pero ese anillo… te di el anillo como
prenda de mí mismo. Fue una promesa de que siempre estaría contigo,
siempre te amaría, y sólo lo arrojaste a un lado como si fuera inútil. Como
si lo que nosotros éramos careciera de valor.
Aunque quería pedir disculpas, en lugar de eso me enojé.
—¿Te refieres a lo inútil que opinaste que era mi confianza? Tú eras
la única persona con la que alguna vez me sentí segura, y desechaste eso
por ambición y quién sabe qué más. Sinceramente, no recuerdo lo que
pasó con el anillo, pero en este momento, desearía haberlo tirado, ya que,
obviamente, tiene más valor para ti de lo que yo jamás tuve.
Caminé tempestuosamente en dirección a la cafetería justo cuando
la campana sonó. No me siguió. Él no se arriesgaría a continuar con esta
discusión en frente de toda la escuela. La pequeña mesa redonda donde
habían tenido lugar tan lindos recuerdos unas pocas semanas antes,
ahora parecía un lugar frío y solitario.
Puse mi mochila en el suelo a mi lado y mi cabeza en la superficie
de la mesa. Escuché como rápidamente, el nivel de ruido en la cafetería
crecía a su estado normal, una cacofonía de risas y sillas raspando contra
el suelo, tenedores chocando contra platos, y líquidos sorbidos con pajitas
delgadas. Esperé por los sonidos familiares de las sillas a mi lado al ser
arrastradas, esperé por los golpes pesados de las bandejas llenas de
comida contra la mesa; sólo... esperé.
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Se sintió como una eternidad hasta que sentí una mano conocida
en mi hombro. Me asomé a mirar a un par de ojos verdes cálidos y
acogedores y sonreí.
—Hola.
—Hola tú —dijo él sonriendo. Puso su tenedor en un montículo de
algo irreconocible y lo llevó hasta su boca, y masticó un poco antes de
empezar a hablar—. Así que Lark me dijo que estás de acuerdo con que
Robert te siga. ¿Vas a estar bien con eso?
Negué con la cabeza.
—Aunque, ¿tengo alguna opción? Él va a hacerlo tanto si quiero
como si no, si bien creo que ya no querrá hacerlo.
El tenedor de Graham quedó suspendido en el aire con esas
últimas palabras.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué hiciste?
Le mostré mi mano, mi dedo desnudo mostrando la evidencia de un
anillo que una vez estuvo allí.
—Ouch. ¿Lo tiraste? —pregunta.
Negué con la cabeza.
—No recuerdo lo que pasó con él. Además, sé que no lo tiré a la
basura. No podría haberlo hecho.
Él tocó mi dedo con el pulgar y frotó la banda pálida que el anillo
había dejado en mi piel.
—Por supuesto que no lo habrías hecho. Él se dará cuenta tarde o
temprano.
No sabía por qué esas siete palabras significaban tanto para mí,
sobre todo cuando los sentimientos de Robert eran la última cosa por la
cual debería estar preocupada, pero oírlas me dio un poco de consuelo.
Racionalicé eso como simplemente no querer ser la mala de la película de
ninguna manera posible, ese título le pertenecía por completo a él.
Stacy y Lark pronto se unieron a nosotros, Stacy sentada a mi lado,
mientras que Lark se sentó junto a Graham. Su rostro era excepcional, la
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sonrisa en sus labios era de verdadera felicidad y era suficiente para
causar que la mayoría de las personas que pasaban parasen y miraran por
un momento.
—Te ves como una lunática —bromeó Stacy mientras llevaba una
cucharada de gelatina de naranja a su boca.
—Espero que una feliz y contenta lunática —dijo Lark. Ella volvió
su atención a Graham, quien había olvidado de pronto la montaña de
comida que tenía delante de él. En su lugar, sólo tenía ojos para ella, y
cuando los dos se quedaron mirando el uno al otro, la boca sin moverse,
supe exactamente por qué.
Y lo odiaba.
Agarré mi mochila y me levanté.
—Tengo que... ir al baño.
También oí otro roce de silla contra el suelo y vi a Stacy de pie a mi
lado.
—Iré contigo.
Me quejé en desacuerdo, pero vi que no iba a aceptar un no por
respuesta. Suspiré y asentí ante la derrota.
Al salir de las puertas de la cafetería y dirigirnos hacia el baño, un
rápido estallido de dolor en mi cabeza me hizo cerrar los ojos. Detrás de
mis párpados, pude ver un borrón en movimiento, un destello de
mechones dorados antes de que fuera tragado por la oscuridad de mis ojos
cerrados.
Cuando los volví a abrir, todavía estábamos caminando, como si
nada hubiera pasado. Stacy estaba divagando sobre algo que uno de sus
hermanos le había hecho a otro, y estaba riendo, obviamente por fuera lo
fuera divertido, me había perdido por completo la broma. Pude ver la señal
en el techo con la flecha azul apuntando hacia el pequeño cuarto de baño
sólo a unos metros de distancia, y suspiré de alivio.
Al pasar por la escalera que conducía a las aulas del piso de abajo,
oí un silbido exagerado, seguido por el taconeo de pies contra las baldosas.
Una cortina de oro apareció de repente, y fui sacudida desde el suelo. La
gente dice que a veces cuando te sucede algo que es traumático, las cosas
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parecen pasar en cámara lenta, como para ayudarte a recordar mejor
cuando preguntan sobre ello más adelante.
Este no fue mi caso, todo sucedió en tiempo real. Vi el borde de la
cima de la escalera por delante de mí y vi la esquina de un escalón más
abajo acercarse a mi rostro antes de que se pusiera en contacto con mi
mejilla izquierda. Cerré los ojos ante el sonido de los huesos contra el
concreto y los abrí de nuevo para ver a mis pies caer sobre mi cabeza
mientras rodaba escaleras abajo, aterrizando de mala forma sobre mi
brazo con un crujido muy alto y claro que se pudo escuchar en la escalera
vacía.
Los gritos furiosos de Stacy se oían por encima de mí, pero lo único
que podía ver era el patrón desigual de la baldosa debajo de mi cara. Pude
ver un lento goteo de sangre más allá. Sabía que estaba saliendo de mi
boca, a raíz de la atracción natural de la gravedad hacia abajo, y vi como
trazaba su camino a través de la brecha entre las escaleras.
La conmoción en la parte superior de las escaleras fue cada vez
más fuerte, pero nadie parecía estar viniendo en ayuda. Traté de mover
mis brazos para empujarme hacia arriba, pero sólo uno quería trabajar, el
otro testarudo yacía inútil debajo de mí. Solté un gruñido cuando el dolor
se disparó a través de mí, pero finalmente logré llegar a una posición
sentada, empujándome a mí misma contra la pared. Dolía respirar, pero
estaba agradecida de que lo pudiera hacer.
Mis piernas estaban bien, pero mi brazo izquierdo colgaba a mi
lado. Estiré la mano derecha en lo alto de la pared y logré ponerme de pie,
gimiendo cuando un dolor atravesó mi costado. El gruñido, a su vez, hizo
que mi rostro picara, y con cautela presioné los dedos sobre la mejilla
izquierda, siseando mientras lo hacía.
—¿Grace? ¿Estás bien? —gritó la voz de Stacy por encima de mí y
levanté la cabeza para ver una multitud de espectadores de pie en la parte
superior de las escaleras, sus miradas curiosas todas ellas dirigidas
directamente a mí.
—Estoy bien, Stacy. Sin embargo, creo que tengo un hombro
dislocado, y una costilla rota —le contesté, haciendo una mueca—.
También me mordí el interior de la mejilla, pero eso va a sanar.
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Vi a la multitud moverse y Graham vino corriendo hasta donde me
encontraba, su cara teñida de preocupación y furia.
—¿Estás bien? ¿Tienes algo roto?
—Estoy bien, Graham. Aunque, probablemente no sabré todo lo
que está roto hasta que llegue al hospital —le dije y le permití que poco a
poco me incorporara y llevara por las escaleras. El tumulto de estudiantes
se hizo a un lado cuando salimos de la escalera, y miré a la persona que
luchaba, detenida por una muy enojada Stacy.
Erica estaba furiosa, sus cabellos de oro eran una serie de enredos
salvajes mientras luchaba contra el agarre de Stacy.
—¡Déjame ir, fenómeno!
Me acerqué a ella, mi cabeza resonaba mientras lo hacía, y la miré
fijamente. Ella me miró con ojos vidriosos, y fruncí el ceño al ver el vacío
en ellos.
—Robert tenía razón. No hay nada allí —susurré.
—¿Por qué no puedes simplemente morir, fenómeno? ¡Sólo muere!
—me gritó, con los ojos cada vez más salvajes, con las manos en puños
apretados.
Traté de negar con la cabeza, pero incluso dolía parpadear. Me volví
lentamente hacia los pasos apresurados que se nos acercaban por el
pasillo. Varios profesores y el Sr. Kenner, el subdirector, estaban viniendo
a toda marcha hacia nosotros con una determinación de acero. La única
pregunta era: ¿para qué?
Stacy inclinó la cabeza hacia mí y me susurró al oído antes de que
nos interrumpieran.
—¿Entiendes ahora por qué necesitas guardaespaldas?
Miré a Erica y asentí sombríamente. No tenía ninguna duda cuando
miré a sus ojos en blanco que de haber estado sola, ella habría continuado
su asalto hacia mí. Lo único que se lo había impedido fue la presencia de
Stacy.
—Sabías que Robert no estaba aquí. Es por eso que viniste
conmigo.
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Era su turno de asentir ahora, y yo negué con la cabeza ante el
extraño giro que mi vida había tomado. A medida que los maestros
comenzaron a hacer sus preguntas, temía que las cosas sólo fueran a
complicarse más. Había estado de vuelta en la escuela sólo durante medio
día y ya había logrado cabrear a un ángel y casi ser asesinada por la ex
novia de mi mejor amigo. Si era así como el resto del año iba a ser, la vida
iba a resultar muy difícil.
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3 La Vida o
Algo Diferente a Eso Traducido por Andy Parth
Corregido por Curitiba
a primera vez que pude apreciar realmente tener dieciocho
fue cuando me di cuenta de que la escuela no tenía que
llamar al hospital para informar a papá de que había sido
herida. Fue una revelación del tipo que podía evitarle, al menos por un
rato, el conocimiento de que una vez más, alguien había tratado de
matarme.
El Sr. Kenner, habiendo escuchado los detalles de lo que había
pasado, parecía desecho en disculpas para Stacy y para mí mientras
llevaba a Erica a su oficina a esperar la llegada de la policía. Había sido
Stacy la que exigió que llamaran a la policía tan pronto como un
estudiante pudiera llegar a la oficina para retransmitir el mensaje.
Graham y Stacy caminaron conmigo hacia su auto. Él nos condujo
al hospital mientras Stacy quedó atrás para dar su relato de lo sucedido a
la policía. Estacionó torcidamente en el carril de la sala de emergencias,
saltando fuera y casi deslizándose a través del techo del auto para llegar a
mi lado. Abrió la puerta y cautelosamente me sacó, insistiendo en
cargarme al interior a pesar de mis protestas.
—¿Grace? ¿Eres tú?
L
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Volví mi cabeza hacia la voz familiar y sonreí.
—¡Doctor Ambrose! Sí, desafortunadamente soy yo. De nuevo.
El Dr. Ambrose sonrió, una suave carcajada encontrando su
camino hacia mí.
—Bueno, desearía poder decir que es un placer verte, pero bajo
estas circunstancias puedes entender por qué preferiría que no.
Le hizo señas a Graham para que lo siguiera y entramos en un
largo pasillo antes de girar finalmente en una pequeña habitación con una
cama de hospital estándar situada en el centro, una cortina rosa pálido
halada a medio camino alrededor de la misma.
—Puedes ponerla ahí joven.
Graham asintió y suavemente me sentó en el borde de la cama.
—Voy esperar afuera. ¿Está bien?
—Bien —respondí y observé como caminaba rápidamente por la
puerta—. A él no le gustan mucho los hospitales —le expliqué al Dr.
Ambrose, quien mantuvo su sonrisa.
—No conozco a alguien a quién le gusten los hospitales. Incluso yo
temo venir aquí cuando sé que muchos nunca lo dejan. Pero no parece que
será el caso contigo, así que vamos a ver que está mal aquí. ¿Podemos?
Empezó a hacerme la habitual ronda de preguntas mientras
examinaba mi rostro y brazo. Presionó contra mi costado cuando expliqué
el dolor que había experimentado allí al estar de pie y chasqueó su lengua
en desaprobación mientras grazné y me estremecí a la presión.
—Voy necesitar hacer algunas radiografías, pero creo que te has
fracturado varias costillas. Necesitarán ser vendadas, lo que significa nada
de ir de fiestas ni deportes extremos por algunas semanas. También voy
tener que realizar una reducción en tu hombro para volver a colocar el
brazo en su lugar. Lo haremos después de las radiografías sólo para estar
seguros de que nada más esté roto, ¿está bien?
Asentí.
—¿Cuánto tiempo crees que tomará esto?
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Alzó su brazo y miró su reloj.
—Probablemente estarás en casa en unas dos horas. ¿Por qué?
¿Tienes una cita ardiente?
Sacudí mi cabeza y reí. Él frunció el ceño a eso y sacudió su propia
cabeza.
—Lástima. Si tuviera tu edad, estaría invitándote a salir en un
santiamén. Como son las cosas, mi esposa probablemente tendría mi piel
si siquiera me atrevo a mirar a otra mujer.
—¡No sabía que estabas casado!
Sonrió y tendió su mano. El anillo plateado en su dedo brillaba bajo
la luz fluorescente.
—Casi diez años este junio. Ella es mi balance, me impide ser
demasiado serio y me aleja de perder todo el control. No sé dónde estaría
de no ser por Vanessa.
Abrió un armario al lado de la cama y sacó una bata y una manta.
—Tendrás que cambiarte en esto, pero la manta debería ayudar a
mantenerte caliente. Iré e informaré a tu amigo afuera acerca de lo que
está pasando.
Le agradecí y procedí a desvestirme después que se fue. Luché para
quitarme la ropa, el frío en la habitación destacó una vez que tuve éxito.
En mi ropa interior y debajo de la fina tela de la bata de hospital y la
escueta manta de hospital blanca, comencé a temblar.
Después de unos minutos, una enfermera entró con varias bandas
para envolver alrededor de mis muñecas. Se fue, sólo para regresar con
una silla de ruedas.
—Voy a llevarte a rayos x para hacer tu radiografía del pecho y
luego te traeré de vuelta directo aquí —me dijo con una sonrisa alegre.
Parecía antinatural que alguien se viera tan feliz en un hospital y forcé una
sonrisa en respuesta, la que sólo pareció hacer la suya crecer más amplia.
Subí a la silla de ruedas y observé como fui rápidamente rodada fuera de
la habitación y por pasillo tras pasillo hasta que entramos a una
habitación que olía a vendajes y blanqueador.
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—¿Crees que puedes subir en esa cama tú misma? —me preguntó
la enfermera animada y asentí. Por supuesto, como con todas las cosas, es
más fácil decirlo que hacerlo. Tratando de mantener la espalda de mi bata
cerrada mientras intentaba saltar en una mesa sin la ayuda de mi otro
brazo resultó ser bastante difícil.
—Frank, baja la mesa —gritó una voz. Casi inmediatamente, la
mesa comenzó a deslizarse ante mí hasta que fui capaz simplemente de
deslizarme en ella.
La enfermera sonrió mientras comenzó a juguetear con varios
rectángulos de finas cajas de metal que llevaban marcas extrañas sobre
ellas. Las deslizó debajo de la mesa en la que estaba encaramada y luego
volvió a sonreírme una vez más.
—Muy bien, ahora voy a necesitar que te acuestes.
Hice como me dijo y seguí sus instrucciones; me dejó sola a los
zumbidos y chasquidos de la máquina que tomaría las imágenes de mi
pecho y los pondría en la película. Terminó antes de que supiera y estaba
una vez más en la silla de ruedas siendo empujada hacia mi lejana
habitación.
—¿Has visto a mi amigo por aquí? —le pregunté mientras buscaba
a Graham—. Él no estaba afuera cuando nos fuimos y no lo veo ahora.
—Probablemente fue a la cafetería para comer. Es lo que la mayoría
de los novios y esposos hacen cuando no pueden hacer nada más.
—Oh, él no es mi novio —le expliqué rápidamente—. Es mi mejor
amigo.
—¿Tienes un mejor amigo hombre? —Su tono me dijo claramente
que la idea era ajena para ella, y tan simplemente asentí—. Bueno, todos
son iguales, probablemente está comiendo.
Asentí, sabiendo que probablemente tenía razón. La solución de
Graham para la mayoría de las cosas usualmente venía en la forma de algo
comestible. Suspiré y no dije nada más mientras la enfermera me
regresaba a la habitación de exámenes. Esperé hasta que se fue antes de
subirme a la cama. Halé la manta sobre mis piernas expuestas y esperé a
que el Dr. Ambrose volviera con los resultados de mis rayos x.
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Debo haberme quedado dormida porque fui despertada por la
suave sacudida de una mano fría en mi hombro bueno. Abrí mis ojos y
miré fijamente en los ojos marrón oscuro del doctor.
Me sonrió y sus dientes casi antinaturalmente blancos brillaron.
—Tengo tus radiografías de vuelta. Parece que tienes dos costillas
rotas y una clásica dislocación del hombro anterior lo que requerirá que
lleve a cabo una reducción en él para conseguir que ese hombro vuelva a
plena forma.
Sonreí y asentí a las noticias, poniéndome en una posición sentada.
—Así que, ¿qué hacemos ahora?
—Bueno, voy a darte un poco más de analgésicos por vía
intravenosa y entonces una enfermera y yo estaremos recolocando tu
hombro. Esperemos que no sientas ni una cosa. —Se estiró por mi mano y
comenzó a tomar mi pulso.
De la manera en que dijo “esperemos” causó que un nudo se
formara en mi estómago. No me gustaba la idea del dolor y estaba
comenzando a racionalizarme a mí misma cómo vivir con un hombro
dislocado no sería algo tan malo después de todo. Miré al rostro del Dr.
Ambrose y observé mientras se concentraba en contar las pulsaciones
debajo de sus dedos fríos. Su piel era increíblemente suave sin asomo de
una sombra.
Sonreí ante el infinito cuidado que debe tomar en orden de
mantener a su esposa de tener que lidiar con los parches ásperos del vello
facial. Era un hombre bastante atractivo con su amplia sonrisa y ojos
marrón oscuro, su cabello cobrizo esquilado para rizarse justo en la parte
delantera, todo lo demás bien aseado y presentable.
Mi mirada viajó por su suave garganta donde se detuvo. Miré
fijamente y esperé, cada segundo que pasó, infructuoso.
—Bueno, algo parece haberte puesto nerviosa de repente en la
forma en que tu pulso simplemente escaló a alta velocidad aquí. ¿Tienes
miedo de un poco de dolor? La aguja no es tan mala… es pequeña y
afilada, mucho más que las que usaban hace décadas. Y mucho más
agudas que los dientes. Es una broma, por cierto.
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Traté de tragar la bilis que comenzó a subir por mi garganta y
asentí rígidamente, sabiendo que no había nada que pudiera hacer para
detener que la sangre se drenara de mi rostro, dejándolo pálido y casi sin
vida. El Dr. Ambrose echó una mirada a mi rostro y comenzó a alejarse
lentamente.
—¿Grace? ¿Hay algo mal?
Apunté a su cuello y asentí una vez más. Su mano voló a su lado y
volteó para mirar en el espejo. Suspiró con alivio y se dio la vuelta para
reírse de mí.
—Pensé que había un tercer ojo o algo creciendo fuera de mí. ¡No
asustes a un hombre así!
—No tienes un tercer ojo creciendo fuera de tu cuello. No tienes
nada pasando en tu cuello. Ni siquiera pulso.
Su cuerpo se puso rígido y el marrón oscuro de sus ojos creció más
oscuro mientras sus pupilas se ampliaron.
—No sabes de qué estás hablando.
Sacudí mi cabeza y señalé una vez más hacia su cuello.
―No tienes pulso. Puedo verlo. —Me estiré por su mano fría y
presioné mis propios dos dedos contra su muñeca—. Puedo sentirlo, Dr.
Ambrose… está muerto.
Se alejó de mí y giró, sus manos agarrando furiosamente los lados
de su cabeza. Pude ver en el espejo que su rostro parecía desgarrado, sus
ojos salvajes con confusión e incertidumbre.
—¿Por qué no estás gritando? ¿Corriendo alrededor y llamando por
ayuda? —susurró él.
—Tengo un montón de familiaridad con las cosas muertas —me las
arreglé para murmurar.
Se giró para enfrentarme, una sonrisa bastante peculiar en su
rostro.
—Así es. Olvidé que tú eres su compañera.
—No soy la compañera de nadie.
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Su cabeza se inclinó a un lado ante mi respuesta.
—¿Ha elegido a otra entonces? ¿Alguien más adecuado a su estilo
de vida y… ahm… duración de vida?
—Usted parece saber mucho acerca de él. ¿Qué eres?
Sonrió otra vez, sus dientes demasiado brillantes.
—Debo haber pensado que era claramente evidente,
considerando…
Sacudí mi cabeza.
—Mira. Puedo saber mucho más que los seres humanos sobre lo
que pasa en tu mundo, pero no sé todo. Y lo que sí sé todavía es muy
difícil de aceptar, no es que esté buscando estar alrededor de él mucho
más tiempo para empezar, así que si no sé lo que eres, ¿podrías al menos
seguirme la corriente y decirme de modo que no siga sentada aquí
pareciendo una idiota?
Se rió de mí, y entonces tomó mi mano. El frío de su piel debía de
ser otra pista pero seguí permaneciendo en blanco.
—Él te dijo acerca de mi clase. Ya descubrí esto… puedo verlo en
tus ojos. ¿Es realmente tan difícil de averiguar? ¿No encajo en la imagen
que has construido en tu mente? ¿El último que encontraste fue tan
odioso?
—No sé lo que eres, así que, ¿cómo puedo haber formado una
imagen de tu… clase?
Su sonrisa fue desconcertante mientras él empezó a acariciar mi
brazo arriba y abajo con un dedo frío. Miré a su rostro y luego de vuelta a
las manos que sostenían mi brazo tranquilo, los dedos que se arrastraban
a lo largo de mi brazo interno. Pude escuchar mi sangre bombeando en
mis venas, las mismas que él estaba acariciando con un dedo adorador, mi
pulso repiqueteando a un ritmo nervioso en mis oídos mientras el
amanecer del reconocimiento comenzó a afianzarse. Cuando levanté la
mirada a sus ojos, el rico marrón oscuro había sido reemplazado con
anillos rojos alrededor de irises verde jade. Mi corazón casi derrapa hasta
detenerse.
—Tú… tú eres… tú eres un erl…
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Él presionó un dedo frío contra mis labios y sonrió una vez más.
—No tienes que temerme Grace.
Tosí ante su consuelo.
—Es fácil para ti decirlo, el último que conocí trató de comerme.
Eso es como un coyote diciéndole a un conejo que no tiene nada que
temer. ¡Soy el almuerzo para ti!
Sacudió su cabeza con un destello divertido en sus ojos.
—He estado “sobrio” durante muchos años ahora y no planeo caer
fuera del… vagón en ningún momento pronto.
De la manera en que habló me hizo pensar que de alguna manera
él había confundido nuestra conversación con otra cosa. Pero cuando una
enfermera entró con una bandeja de jeringas etiquetadas, me di cuenta
que él había cambiado el tono de la conversación para mantener a la
inconsciente enfermera ignorante del tema de discusión.
—¿C-cuánto tiempo has s-sido… así? —le pregunté mientras la
enfermera empezó a limpiar mi brazo con un algodón embebido en alcohol.
Él me miró y comenzó a hablar, pero sus palabras no salieron en
inglés. En su lugar, para mi sorpresa, tomaron el flujo cadencioso y
plegado del francés.
—Ha sido cerca de cien años. Los primeros días fueron como si
estuviera viviendo una pesadilla. Era un animal, pero mi mente todavía
era… humana. Mi cuerpo era tan grotesco que me escondí en las
alcantarillas y sombras hasta la oscuridad, y entonces sólo deambulé por
las calles odiando a las personas durmiendo en sus camas, ajenas a lo que
yo era, a lo que me había sucedido.
»No podía comer, no podía beber, pero me sentía tan hambriento.
Maté a algún borracho sin darme cuenta una noche, con la esperanza de
robar el pastel de carne que tenía en su mano. Todavía estaba
sosteniéndolo cuando murió, y lo comí. No me di cuenta hasta que estuve
lleno que había comido todo el brazo del hombre, junto con el pastel.
Estaba horrorizado. Había matado a alguien por encima de la comida, y
ahora quería matar de nuevo, porque aunque el pastel había sabido
maravilloso a mi estómago vacío, su carne sabía… mejor.
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»La culpa al darme cuenta de eso fue tan poderosa, sentí que me
había matado a mí mismo. Y traté. Traté de ahogarme, traté de quemarme,
colgarme; nada funcionó porque no puedes matar lo que no está vivo. Es
una cosa sorprendente, darse cuenta de que estás muerto. También es
increíblemente solitario.
»Volví a mi hogar de la infancia, donde todavía vivía mi madre.
Tenía tanto miedo de que viera en lo que me había convertido y me alejara.
Oré mucho para que ella me reconociera, que supiera que yo era su hijo y
cuando abrió su puerta y me vio, de pie allí en trapos, mi cuerpo
temblando con la necesidad de alimentarse, me abrazó. “Una madre
conoce a su hijo” me dijo.
—Pero, ¿cómo? —pregunté, confusa—. ¿Cómo supo ella que eras tú
cuando te veías… cuando te veías de la manera en que lo hacías?
—Ese es el asunto. Ya no parecía un monstruo. Había cambiado a
mi antigua forma, con mi rostro y cuerpo antiguo, simplemente por pensar
en ello. Mi madre nunca supo cómo me veía bajo el falso rostro. Pero notó
que cuando comía, no tocaba nada excepto la carne que ella había
preparado. Y lo continuó notando cuando le dije que no la cocinara en
absoluto.
»Pero los pequeños trozos de cerdo o pollo no eran suficientes para
mantener mi hambre calmada. Y cuando ella vino un día de la iglesia más
temprano de lo que esperaba, me encontró… terminando los restos de un
hombre que había llegado a la casa rogando por comida. Ella debió haber
estado aterrorizada. En su lugar, lloró por mi alma.
»Viéndola de esa manera, viendo que se rehusaba a rechazarme por
el monstruo que era, cambió algo dentro de mí. Ella me había aceptado
por lo que me había convertido, pero dijo que no podía continuar
quedándome con ella si continuaba matando personas inocentes. Así que
le prometí que encontraría alguna manera para… pelear la adicción.
»Resultó que mi decisión para… renunciar llegó en el momento
justo. Los métodos de almacenamiento de sangre sólo se estaban volviendo
populares y con mi formación en el campo médico, fui idóneo para los
papeles en la adquisición de sangre y almacenamiento. Este método
mantuvo mi promesa a mi madre y eso, junto con comer mucha carne de
cerdo cruda, me mantuvo alimentado, aunque nada se compara con la
llenura de la carne humana.
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»Con el tiempo crecí mucho más acostumbrado a las variedades
pre-empacadas que pueden ser calentadas y enfriadas a temperaturas de
mi elección. Además, tengo una afinidad por el tipo B. Tiene el mejor
sabor.
Hice mi mejor esfuerzo para evitar las náuseas mientras hablaba de
sus preferencias de comida igual a que si estuviera leyendo algún menú
macabro, pero era difícil ocultar el asco en mi rostro y él lo notó.
—Oh, te he hecho enfermar, ¿cierto?
Asentí y miré a la enfermera, quién asumió comprensiblemente que
estaba verde por las agujas y lo que se avecinaba a mi brazo.
—Lo siento Grace. No he sido capaz de hablar con alguien nuevo
sobre esto en décadas y a veces me olvido. Sólo pensé que, bueno,
considerando con quién es que estás, um, bueno… con quién estabas
saliendo, asumí que estarías bien conmigo, con lo que soy.
Miré una vez más a la enfermera, y viendo que era ajena a la
naturaleza de la discusión, finalmente le respondí con algo más que sólo
un asentimiento o una mirada en blanco.
—Dr. Ambrose, en un corto período de tiempo he tenido todo mi
modo de ver al mundo alterado de alguna manera bastante inquietante. He
sufrido varios atentados en contra de mi vida; he aprendido que existen
cosas como tú.
»Y he aprendido que las personas en las que más confías son los
mismos que probablemente te herirán, aunque esa lección obviamente la
tuve que aprender dos veces, así que, si no parezco demasiado emocionada
por descubrir realmente que un monstruo está trabajando en el hospital,
no lo tome de la manera equivocada. Sólo soy yo, ajustándome a las
noticias realmente de mierda que no importa cuán duro trate, nunca voy a
ser normal.
Rió y asintió a la enfermera que me ayudó a acostarme.
—Grace, déjame decirte algo. Normal es una experiencia
sobrevalorada. Ser igual que todos los demás, perdiéndote en la multitud
no es nada por lo que esforzarse. Especialmente cuando eres tan especial
como tú lo eres.
El bufido me dejó antes del gruñido de dolor.
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—Allí está. Todo listo.
Lo miré con sorpresa.
—¿Qué todo listo?
La cama se levantó y pronto estaba sentada.
—Con tu hombro. Lo pondré en un cabestrillo y entonces estarás
lista para ir a casa.
—¿Arreglaste mi hombro? ¿Ya? —Sonaba incrédula.
—Así como vendé tus costillas. Estarás sintiendo dolor por unos
días, pero para eso está el ibuprofeno.
Lo miré mientras pensaba que me había acabado de hablar en otro
idioma.
—¿Está listo?
Él esperó hasta que la enfermera se fuese para recuperar mi receta
antes de girarse hacia mí, una mirada seria en su rostro.
—Grace, ¿crees que tus ángeles son los únicos con una increíble
velocidad? Mi clase no es ni de cerca tan rápida, estamos limitados a lo
que puede permitir la física, pero podemos hacer algunas cosas bastante
rápidamente sin que te des cuenta. Como envolver una costilla o dos
mientras giro tu brazo alrededor para reubicarlo en tu hombro.
Lo miré fijamente inexpresivamente.
—¿Grace?
—Lo siento, ¿qué?
Él sonrió y sentí un escalofrío espeluznante bajando por mi espina
dorsal cuando miré en sus ojos una vez más.
—Lo siento, ¿te he asustado no? Supongo que todo esto ha sido
demasiado para un día.
Asentí y le permití que me ayudara a bajar de la cama, vacilando
un poco ante la sensación fría y húmeda de sus manos contra mi piel.
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—Me gustaría vestirme ahora —le dije y empecé a halar las
lengüetas de la bata de hospital tan pronto como se hubo ido.
Desafortunadamente, me encontré con algunas dificultades cuando
llegó el momento de ponerme mi camiseta. Estuve allí en la fría habitación
de hospital en mi sujetador y vaqueros, mirando fijamente mi camiseta de
la misma manera que un soldado miraría a un campo minado.
—Podrías pensar que la parte menos desafiante de hoy sería
ponerte una camiseta —murmuré para mí misma.
Mientras pensaba como ponerme mi camiseta sin redislocar de
alguna manera mi hombro, me di cuenta de que el aire en la habitación
estaba haciéndose más cálido. Levanté la mirada hacia el ducto de aire
acondicionado, esperando que el chorro de aire frío hubiera parado, pero
pude sentirlo soplando, el aire seguía frío.
—Pensé que sería más cómodo para ti.
Él.
Volteé lentamente, mis brazos cruzados sobre mi pecho en un
pobre intento de modestia sabiendo que todo lo que podía verse ya había
sido visto.
—Por favor dame una buena razón de por qué estás aquí y por qué
no debo gritar. —Lo miré fijamente, vergüenza luchando contra la furia
dentro de mí mientras miraba al par de ojos de plata líquida.
—Sigo fallándote Grace. Siempre resultas herida cuando no estoy
alrededor, como si alguien supiera que no estoy allí para protegerte. Esto
es el comienzo… sólo aumentará hasta alcanzar el objetivo final y no
puedo permitir que eso suceda —explicó Robert.
Le fruncí el ceño.
—¿No puedes permitir que eso suceda? Si hubieras permitido que
sucediera cuando se suponía, no estaría aquí ahora, sintiéndome de la
manera en que lo hago, teniendo que escuchar que pretendes preocuparte
acerca de lo que me pase.
—Sé que no puedo convencerte de que lo que hice, lo hice porque te
amo. Sé que no vas a creer nada de lo que diga por cómo te sientes ahora.
Pero sé que no crees que no me preocupa lo que te pase. Te amo, Grace. Te
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amo y debí haber sido honesto contigo pero no lo fui y si no estar contigo
es el precio por eso entonces lo acepto, pero lo que no aceptaré es que te
pase algo por eso.
Comenzó a desabrochar su camisa y mis ojos se ampliaron en
sorpresa.
—¿Qué estás haciendo?
Él me miró mientras alcanzaba el último botón y quitó la camisa de
su cuerpo. Me volteé, no queriendo mirar. Pero más que eso, me volteé
porque quería mirar.
Sentí la camisa presionada contra mi espalda y luego hacerse…
más suave. Intenté girar pero pronto estuve rodeada por una espesa nube
negra que me mantuvo inmóvil. La sensación de la niebla contra mi piel
desnuda era diferente a cualquier cosa que había sentido antes. El lento y
aterciopelado rizo de eso mientras se deslizaba contra mis hombros y abajo
en mis brazos hizo imposible evitar que un quejido dejara mis labios.
Estaba en agonía; se estaba erigiendo algo dentro de mí que
necesitaba algo, simplemente no sabía qué. Pero la agitación de la niebla
oscura en mi piel estaba instando a lo que sea que fuera ese sentimiento a
un punto que me hizo morder mis labios para evitar que ese quejido se
convirtiera en un gemido. Pronto, demasiado pronto y no demasiado
pronto, se había ido, y Robert estaba de pie delante de mí, sus dedos
ocupados abotonando la blusa que ahora estaba colgando sobre mí como
una ceñida, capa color crema.
—Tanto como me habría encantado haber tenido una razón
diferente para hacer eso, esta fue la única manera que pude ver para
vestirte sin causar ningún dolor significativo. Habría preferido sanarte,
pero algo me dice que preferirías que no lo hiciera tampoco.
Esperé hasta que llegó el segundo en el último botón antes de
finalmente hablar.
—Pude haberme vestido yo, pero gracias. Y tienes razón; no quiero
que me sanes. Ya no más. Pero… gracias.
La puerta se abrió detrás de mí y escuché el jadeo de sorpresa
antes de ver el rostro de la enfermera que entró con un cabestrillo pre-
empacado y una botella de píldoras en otra bandeja pequeña.
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—Yo… yo… yo —tartamudeó mientras asimilaba la constitución sin
camisa de Robert.
No sé por qué, pero sentí una barra de ira cortar a través de mí
mientras miraba sus ojos hacerse más amplios y sus pupilas dilatarse a la
vista de Robert. Ella parecía tan contenta y sentí una desconocida
necesidad de sacarle los ojos. Una suave carcajada detrás de mí me trajo
de vuelta a mis sentidos y sonreí a la mujer cuyos ojos estaban casi
dolorosamente fijos en Robert.
Tomé la botella de píldoras de la bandeja y agarré el cabestrillo,
rasgando el paquete con mis dientes. Robert removió la tela triangular de
mi mano y rápidamente creó un descanso bastante cómodo para mi brazo.
—Gracias —balbuceé antes de girarme hacia la puerta.
—¿Puedo irme ahora? —pregunté a la enfermera quién señaló a
algunos documentos sobre la bandeja sin quitar nunca sus ojos de Robert.
Los agarré y miré, rápidamente firmando mi nombre en las fichas
pre-designadas con el lápiz provisto y, a continuación los dejé allí. Salí
hacia el pasillo y vi a Graham sentado en el suelo, su cabeza apoyada en
sus manos, su cabello rubio sobresaliendo de entre sus dedos como
doradas briznas de hierba.
—Hola —le dije.
Él levantó su mirada y saltó a sus pies, sus brazos envolviéndose a
mí alrededor tensamente. Muy tensamente.
—Ouch. Ouch, Graham… ¡Auu!
Sucedió bastante rápido. Robert estaba junto a mí, una mano
manteniéndome presionada a su espalda, la otra sosteniendo a Graham
contra la pared, su mano sujeta alrededor de la garganta de Graham.
—Estabas hiriéndola —siseó él.
—Estaba abrazándola —resolló Graham—. ¡Suéltame!
Robert sabía que Graham estaba diciendo la verdad y suspiré con
alivio cuando vi los músculos tensos en sus brazos comenzando a
relajarse. Graham se deslizó al suelo, tosiendo y chisporroteando mientras
lo hacía. Corrí alrededor de Robert para reconfortar a Graham y volví los
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ojos acusadores hacia Robert quien se veía sin arrepentimiento por su
reacción exagerada.
—¿Es así cómo planeas protegerme? ¿Estrangulando a mis amigos?
—gruñí. No esperé por una respuesta y en su lugar presioné mi mano
contra las marcas oscuras que estaban extendiéndose en el cuello de
Graham—. ¿Estás bien? —susurré y exhalé cuando asintió.
—Lo siento Grace. No quise lastimarte —respiró mientras
comenzaba a frotar las marcas en su cuello—. Y, ¿qué está haciendo él
aquí? ¿Se reconciliaron?
Miré a Robert y luego a Graham y sacudí mi cabeza.
—No.
Graham dio un vistazo a la blusa que colgaba flojamente sobre mí y
puso sus ojos en blanco.
—Seguro. Es por eso que él está medio desnudo y tú estás usando
su camisa.
Antes de que pudiera protestar, se empujó a una posición de pie y
dio la vuelta, su cabeza sacudiéndose a un lado para advertirme. Miré
hacia esa dirección y vi a dos policías acercándose con un Dr. Ambrose
que parecía muy nervioso intercalado entre ellos.
Gemí cuando los reconocí como los mismos oficiales que habían
llegado a la casa para discutir la muerte del Sr. Frey. No se les escapó que
algo había acabado de pasar entre nosotros tres e intenté adoptar mi mejor
aspecto tranquilo. Graham empezó a frotar su cuello ferozmente. Y Robert
se movió frente a mí, sus manos apretadas en puños.
La mirada en el rostro de Ambrose debía haber sido acompañada
por sudor, pero me di cuenta de que si él no estaba vivo, tampoco sudaría.
Simplemente se veía frenético y no podía decir si era porque estaba
franqueado por dos oficiales de policías uniformados o si era porque la
Muerte en sí misma estaba parada en frente de mí.
—Grace, estos oficiales están aquí para tomar tu declaración —dijo
nerviosamente mientras sus ojos se movían rápidamente de los míos a los
de Robert. Miró brevemente a Graham, pero podía decir que lo vio como de
poca o ninguna consecuencia y no pude evitar sentir un poco de enojo por
eso.
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Asentí rígidamente, pero no me moví. Si van a hacerme cualquier
pregunta, tendrían que hacerlo por detrás de Robert, quien desprendía un
muy bajo ruido retumbante que realmente causó que uno de los oficiales
se persignara. Sonreí con suficiencia.
—Srta. Shelley, ¿podría decirnos qué pasó exactamente? Ya
tenemos alguna información por su amiga Stacy, pero todavía necesitamos
tu versión de los eventos antes de presentar nuestro informe —dijo aquel
que no parecía estar a punto de orinarse encima—, también necesitaremos
su declaración, Sr. Hasselbeck.
Graham asintió pero se quedó a mi lado, su postura rígida pero
cautelosa. Suspiré y comencé a explicar a los oficiales lo que había
sucedido, tratando lo mejor posible para mantener el melodrama fuera de
ello y simplemente apegándome a los hechos. Cuando describí la caída, el
aire a nuestro alrededor se volvió glacial, Robert obviamente no estando
contento con lo que Erica había hecho esta vez. Podía escuchar el
retumbar en él crecer más fuerte con cada palabra y lancé una mirada de
disculpa a Graham cuyos dientes estaban traqueteando.
Fue sólo después de que Graham hubiera dado su declaración y
que ambos las habíamos leído y firmado que Robert finalmente se
tranquilizó y enderezó su postura. Esperó hasta que los oficiales se
hubieran ido antes de acercarse al Dr. Ambrose, quien una vez más debía
haber estado transpirando de nerviosismo y miedo, y en su lugar
simplemente se veía pálido y… frío.
Un silencioso intercambio pasó entre ellos y yo ansiaba saber lo
que estaban discutiendo, la escena surrealista y paradójica tomando lugar
ante mí era demasiado intensa de curiosidad y extrañez para simplemente
voltearme e ignorarla. La Muerte, en sí misma, estaba de pie en medio de
un pasillo de hospital, hablándole a un hombre que ayudaba a salvar
vidas, aunque él mismo estaba muerto.
El Dr. Ambrose asintió entusiastamente a algo, luego me miró y
sonrió, una sonrisa conocedora que no hizo nada para tranquilizarme. En
cambio, me preocupaba que otro jugador estuviera siendo añadido a este
juego sin necesidad, y aunque sonaba ridículo, temía por su vida.
Graham me codeó y lo miré, estremeciéndome cuando vi los
moretones con forma de mano que se envolvían alrededor de su cuello.
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—¿Qué crees que Robert le esté diciendo a ese doctor? Deben
conocerse mutuamente para que esté hablándole así, ¿eh?
Asentí y luego me encogí de hombros.
—No sé de qué están hablando, pero lo más probable es que tenga
que ver conmigo. Se siente culpable de que él no estuviera allí para
impedir que Erica me empujara por las escaleras.
Graham asintió en acuerdo.
—Bueno, se supone que él se preocupa por ti y sin embargo,
siempre está lejos cuando te lastimas. ¿Qué hace de todos modos? ¿A
dónde va?
Lo miré y fruncí el ceño.
—¿Sabes que no puedes saber eso cierto?
Él sacudió su cabeza.
—Lark y yo no hemos hablado exactamente sobre… las reglas.
Todavía no, de cualquier forma.
Sacudí mi cabeza a eso.
—Debe al menos haberte dicho algunas de ellas. Como esa, por
ejemplo. No está permitido que sepas el llamado de otro ángel a menos que
te digan ellos mismos.
Él asintió, comprendiendo algo.
—Pero él es el hermano de Lark. ¿Eso no me hace casi familia?
Me reí a eso.
—No llegaré a saber cuál es el llamado de Lark a menos que ella me
diga. Tú tampoco. Es como son esas cosas. No tiene nada que ver con la
familia o a quién conozcas.
Me miró confuso.
—Pero tú sabes acerca del llamado de su madre… Lark me dijo que
sabías y que ella no te dijo.
Abrí mi boca para protestar, pero me detuve.
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—Oh. Dios. Mío.
—¿Qué? —dijo él, asombrado.
—Acabo de darme cuenta de algo —le dije, y comencé a jalarlo con
mi brazo bueno—. Vamos. Tenemos que buscar el auto y llegar a casa. Hay
algo que necesito comprobar, algo que necesito averiguar primero.
Me permitió tirarlo a medio camino por el pasillo antes de
preguntar acerca de Robert.
—¿Ustedes están juntos de nuevo o qué? Porque si lo están, no
creo que sea una buena idea simplemente dejarlo aquí.
Miré detrás de mí y vi que Robert ya se había ido, como también el
Dr. Ambrose.
—No creo que tengamos que preocuparnos por ellos, Graham. Y no,
no estamos juntos de nuevo. Deja de preguntar eso, ¿lo harás?
Se encogió de hombros mientras me seguía hacia el ascensor.
—Sólo digo… chicos, no actúan como si no estuvieran juntos.
—Es una camisa. Él me ayudó con una camisa —murmuré cuando
las puertas se abrieron y subimos.
—Bueno, recuerda eso cuando me veas medio desnudo y a Lark
usando una mía —murmuró de vuelta mientras las puertas se cerraban.
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4 Al Máximo
Traducido por Xhessii
Corregido por Curitiba
speraba ser capaz de hacer un poco de investigación
cuando llegara a casa, pero la presencia de Graham, sin
mencionar la de Stacy y Lark me alejó de seguir los
planes que había formado en el camino a casa desde el hospital. Lark
decidió permanecer abajo con Graham mientras Stacy y yo subimos las
escaleras para discutir qué era lo que ella le había dicho a la policía.
—Básicamente les dije que Erica se volvió en una completa loca de
mierda y te empujó por las escaleras sin razón —me explicó mientras me
recostaba en la cama—. El tipo raro de la policía siguió sacudiendo su
cabeza cuando le dije cómo controlé a la loca mientras tú estabas al final
de las escaleras. No creo que él verdaderamente entienda la clase de
persona que Erica es. Espero que fuera a ver tus heridas… tal vez eso lo
asuste un poco.
Sacudí mi cabeza y suspiré.
—Todo lo que vio fue mi cabestrillo. No iba a levantar mi blusa y
mostrarle los vendajes que estaban enrollados alrededor de mis costillas.
Además, puede mirar las radiografías si quiere.
Stacy asintió y luego le dio un tirón al dobladillo de la blusa.
—Así que, ¿dónde conseguiste a los nuevos amigos?
Miré abajo y gruñí.
—Realmente no tengo que explicarte esto también, ¿o sí?
E
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Sonrió y asintió en serio, su mente estaba girando en numerosas
posibilidades, y ninguna de ellas era correcta.
—Como le dije a Graham, Robert me la dio porque no podía
ponerme mi camisa. Era fácil quitarse la camisa cuando no sentía mi
brazo colgando todo flojo e inútil, pero el después es una historia
completamente diferente.
Stacy se enfurruñó con mi explicación.
—Pudiste dejar que él te curara, sabes, entonces no habría habido
necesidad de que él caminara medio desnudo por el hospital.
Jadeé y le tiré una almohada.
—¡Ya sabías! Tú y Lark estaban espiando, ¡pequeñas ratas!
Se rió y esquivó la almohada con destreza.
—Lark quería saber qué estaba pasando, y yo también, ¡así que
claro que espiamos! Pero sólo después de que Robert estuviera a punto de
estrangular a Graham, recuérdame agradecerle por esa visión, fue
totalmente entretenido verlo, aunque creo que Lark no está muy feliz con
él en este momento, y no escuchamos ninguno de tus pensamientos
privados o cualquier otra cosa.
Gemí y agarré la almohada sobrante y la usé para cubrir mi rostro.
—No puedo creer que de todos los ángeles en el mundo, te has
vuelto mejor amiga con una de las que puede leer las mentes a kilómetros
de distancia.
—Oh, deja tus protestas. Si no fuera por la habilidad de Lark de
hacer eso, Robert nunca hubiera llegado al hospital y tú probablemente
seguirías intentando averiguar cómo ponerte tu camisa.
Gruñí ante su razonamiento y sacudí mi cabeza debajo de la
almohada.
—Me habría traído la bata del hospital a casa.
Ella se rió con mi respuesta y quitó la almohada de mi cabeza.
—No, no lo habrías hecho y lo sabes. Admítelo; estás agradecida de
que él apareciera.
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Sacudí mi cabeza y alcancé la almohada, quitándosela de las
manos y cubriendo una vez más mi cabeza.
―¿Sabes? Creo que le deberías dar a Robert otra oportunidad.
Me quité la almohada de mi cabeza y la miré.
—¿Qué?
Movió sus dedos mientras miraba por la ventana, reacia e incapaz
de mirarme a los ojos mientras empezó a pedir clemencia por el caso de
Robert.
—Él te ama, Grace. Y tú lo amas. Tendrías que ser ciego para no
verlo, y Lark está bien ciega y aun así se da cuenta. No estarían tan
molestos el uno con el otro si no lo hicieran.
—Tú y Graham pelean un montón, pero no los veo a ustedes dos
dándose declaraciones de amor —me burlé.
—Eso es diferente. Graham y yo nos agradamos como amigos.
Nunca nos miramos el uno al otro y supimos instantáneamente que
estábamos destinados a estar juntos… eso está reservado al amor, y eso es
lo que tú tienes con Robert. Vamos, supo que te amaba desde el momento
en que te vio. ¿Qué chica alguna vez tiene eso en su vida, eh?
Gruñí y subí la almohada a mis ojos, pero Stacy me la arrebató.
―Robert cometió un gran error, Grace. Él sabe que lo hizo, y lo
admitió. Esa es otra cosa que no encuentras en la mayoría de los chicos…
alguien que admita que se equivocó. No, no sólo equivocarse; realmente,
en serio, estúpidamente, se súper equivocó. Lo gritaría desde la azotea si
tuviera que hacerlo… ¡Y sabes eso! Y no lo hizo porque pensara herirte, lo
sabes. Lo hizo porque quería mantenerte a salvo.
Traté de sentarme pero el vendaje alrededor de mis costillas, junto
con los latidos de mi corazón sólo me permitieron girar ligeramente, lo
suficiente para encararla.
—¿Mantenerme a salvo de qué? ¿Qué mayor peligro que el que ya
conozco, Stacy? ¡Me dirás eso! Sam quería matarme. Fin de la historia. No
importaba si sabía o no que él había matado a mi madre porque él estaba
apuntándome a mí.
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»Robert me dejó bailar con él, me dejó bailar con el ángel que mató
a mi madre, ¿sabías eso? ¿No? Supongo que Lark dejó fuera esa pequeña
parte de la historia cuando te dijo lo que pasó, ¿verdad?
Stacy sacudió su cabeza y me frunció el ceño por mi arrebato.
—Él no mató a tu madre, Grace. Estaba haciendo su trabajo. Lark
odia a este sujeto Sam, y aun así entiende lo que él estaba haciendo. ¿Por
qué tú no?
—Porque era mi mamá. Él me la quitó porque su nombre estaba en
una estúpida lista invisible. Tú no sabes lo que eso es, Stacy; no tienes
idea de lo que es crecer sin una madre y luego averiguar que la persona
que más amabas en este mundo era el mejor amigo del sujeto que me la
arrebató, y lo sabía —lloré.
Ella me dio una mirada que no ofrecía compasión a medida que se
lanzaba a una réplica de las suyas.
—No lo entiendes, ¿verdad? Las madres de todos están en esa lista,
Grace. Sólo que no se las llevan al mismo tiempo. Y tienes razón; no sé lo
que es crecer sin una madre. Pero, ¿sabes qué? Mi madre va a descubrir
pronto que ella va a envejecer sin una hija.
»Lark me dijo que con salvar tu vida, Robert puso la suya en
peligro, y tú no pareces valorar eso. Él sacrificó a su mejor amigo por ti,
Grace… él lo hizo, no Sam, y en todo lo que puedes pensar es que Robert
no te dijo algo que aun así no cambiaría el pasado. Crees que lo que hizo
Robert es horrible, pero no te das cuenta que al menos alguien pudo evitar
que murieras, mantenerte a salvo, evitar que tu padre pase por el dolor
que mis padres tendrán que experimentar pronto.
Se paró y salió enojada de la habitación, sin molestarse en cerrar la
puerta mientras lo hacía. Miré a la entrada vacía y me sentí avergonzada.
Era fácil olvidar que Stacy no estaba tan saludable como se veía, y que su
tiempo aquí se había reducido a unos cuantos meses en lugar de las
décadas que todavía me quedaban. Me moví para sentarme y traté de ir
detrás de ella, pero para el momento en que llegué al escalón inferior, pude
oír al auto salir de mi entrada.
Graham estaba parado en la entrada principal, su cabeza estaba
contra el marco mientras observaba que ella se iba. Me di cuenta que Lark
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no estaba en ninguna parte de la sala y sabía que ella debió irse con Stacy.
Ver solo a Graham en la puerta incrementó mi sentimiento de culpa.
—Sabes, no estás haciendo esto fácil —dijo él, mientras se
enderezaba y empezaba a cerrar la puerta—. Si estás molesta con Robert
es una cosa, pero estás alejando al resto de nosotros a los que también
nos importas.
Se giró para encararme y vi la tristeza en sus ojos que no estaba
ahí cuando llegamos a casa.
―Stacy, Lark y yo vemos lo que estar alejada de Robert te está
haciendo, Grace. Vemos que lo extrañas, vemos que estás herida cuando él
no está cerca, y también cuando lo está. Lo que no vemos es por qué no
puedes verlo tú.
Lo miré y sentí que una oleada caliente llegaba a mi cara.
—Lo veo —le dije mientras mi corazón subía a los bordes de mis
ojos, sacando la humedad de ellos y mojando mis mejillas con lágrimas
abrasadoras—. Lo veo, pero preferiría vivir como me siento ahora que con
la posibilidad de que él vuelva a lastimarme, y que esconda la cabeza como
un avestruz. No puedo vivir de esa manera, Graham. No lo haré.
Sacudió su cabeza con mi respuesta, decepcionado.
—Y, ¿vas a alejar a todos porque tienes miedo de salir herida de
nuevo? Yo te podría herir de nuevo, Grace, pero me diste otra oportunidad.
¿Por qué?
Traté de mirar a otro lado, pero él forzó a mi rostro a mantenerse.
En cambio, aparté la mirada.
―¿Por qué, Grace? ¿Por qué me darías una segunda oportunidad
después de lo que te hice? Rompí tu corazón, ¿recuerdas? Te hice la
comidilla de la escuela. Soy la razón de que Erica esté atentando contra tu
vida ahora. Todo fue mi culpa y ahora tú y yo somos los amigos más
cercanos, incluso más que antes. ¿Por qué?
—Porque te amo —murmuré.
—Y tú amas a Robert —murmuró él—. Lo amas más de lo que me
amaste a mí.
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Sacudí mi cabeza y me negué a mirarlo mientras explicaba.
—No es lo mismo. Te he conocido toda mi vida, crecimos juntos,
conocíamos todo el uno del otro.
—¿Y qué es lo que tenemos, Grace? Ambos nos iremos después de
la graduación, ¿cierto? Te vas a California y yo a Florida… a confines
completamente opuestos del país.
»Y no tengo ninguna razón verdadera para regresar una vez que el
divorcio haya terminado… papá está vendiendo la casa, así que no tendré
ningún lugar para quedarme. Stacy… bueno, encarémoslo, Stacy estará
ida para el momento que el semestre de otoño inicie, y Lark ya insistió que
se va a ir a Florida conmigo, así que, ¿qué es lo que tenemos por esa
amistad de toda una vida, Grace?
Sentía la crítica saliendo de sus palabras cuando apuntó a su bolso
que estaba empacado junto al sofá.
—¿Te vas?
—Voy a regresar a mi casa mañana —dijo en voz baja—. Papá está
en rehabilitación así que la casa está vacía. Si él la va a vender, tiene que
limpiarse y Lark dijo que ella podría ayudarme desde mañana.
—Así que te vas.
—Grace, ¿qué es lo que esperas? No puedo estar exactamente con
Lark si cuando ella está alrededor te recuerda demasiado a Robert, e
incluso si ese no fuera el caso, ella no está exactamente muy feliz contigo
ahora después de lo que pasó en las escaleras con Stacy, así que no va a
querer estar aquí. Te amo, Grace, pero has decidido poner todo en pausa
hasta que empieces a sentirte mejor, y yo no puedo dejar mi vida
paralizada.
—Entiendo. —Me las arreglé para murmurar, luego me giré y subí
las escaleras hacia mi habitación.
—Grace. —Lo escuché llamar, pero seguí caminando. Cerré mi
puerta y fui a mi cama, sin molestarme en recoger las almohadas, sólo
dejé que mi cabeza descansara en el colchón.
No le tomó demasiado a él tocar suavemente la puerta y abrirla, sin
molestarse en esperar por mi respuesta.
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―Grace, lo siento —dijo mientras se sentaba al borde de la cama—.
No quería herirte. Sólo quería que vieras que me permitiste regresar a tu
vida por mucho menos, y aunque te amo, y sé que me amas, lo que
teníamos no es nada comparado con lo que tú y Robert tienen. Cuando
dice que te va a amar para siempre, en verdad se refiere a eso. No te puedo
dar eso. Ni siquiera puedo darle eso a Lark… me arrancaría la cabeza,
incluso por decir esa palabra.
Lo miré y me reí.
—Eso es verdad. Ella ya me lo ha hecho unas cuantas veces.
—Te creo —dijo él, riéndose conmigo.
Nos quedamos de esa manera por un rato, riendo suavemente con
la idea de que Lark nos daba la misma cantidad de miedo a ambos, y todo
por una simple palabra. Era como el placer sencillo que uno podía obtener
de un mejor amigo, y la idea de que pronto nos separaríamos por miles de
kilómetros y un continente entero, estuvo a punto de apoderarse de mí.
—Y, ¿te vas a mantener en contacto?
—¿Qué, cuándo me mude a la siguiente puerta? Seguro, te enviaré
unas cuantas señales de humo desde el patio trasero —bromeó mientras
yacíamos acostados en la cama, su cabeza hacia mis pies y la mía hacia
los suyos.
—No. Me refiero cuando te mudes a Florida. ¿Te mantendrás en
contacto?
—Si Lark está conmigo, no hay manera de que pueda evitarlo.
Tiene una línea directa con su hermano, ¿recuerdas?
No dije nada de esto, porque no tenía nada que decir.
―Grace, cual sea que tu decisión sea sobre Robert, tienes que ser
consciente que él no dejará de estar a tu lado. Te ama. Puedo decir eso
viéndote a la cara y sin dudar porque conozco lo que significa amar a
alguien de la manera que él lo hace contigo. También reconozco que lo que
siento por Lark probablemente palidece en comparación de lo que él siente
por ti, lo que con sus alas y su… alacencía y todo eso, pero si pudiera, me
quedaría a su lado por siempre.
Empujé su rostro con mis pies y sonreí.
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—Mírate, poniéndote todo cursi y meloso.
—Oye, mira dónde pones tus pies. O mejor aún, lávate los pies.
Me empecé a reír de nuevo y me imaginé que cada ataque de risa
estaba disipando una parte de la tristeza que estuvo a punto de
consumirme justo unos momentos antes, enviándola a un lugar lejano. Me
empecé a sentir ligera, relajada, y no pasó mucho tiempo antes de que la
calma me hizo dormir, cerrando mis ojos con la vista de los pies de
Graham cubiertos con su calcetines junto a mi cara.
Eran los mismos pies que me hicieron despertarme apenas dos
minutos después cuando me preguntó algo que no esperaba.
—¿Has pensado en ir a la Iglesia?
Conmocionada, contesté con un confuso―: No. ―Seguido de un
más confundido―. ¿Por qué?
—Supongo por lo que Robert y Lark son. ¿Sabes? Son ángeles. Son
de buena fe, ángeles con alas. Es cierto que Lark se ve más sexy de lo que
pensé que un ángel podría, pero todavía son las cosas de las que se habla
en la Iglesia y esas cosas. Sólo pensé que si voy a estar saliendo con uno,
al menos debería conocer más sobre ellos, y me imaginé que la Iglesia sería
una buena manera de iniciar. ¿No lo has siquiera considerado?
Sacudí mi cabeza.
—No. Robert ni siquiera me preguntó si iba, ni siquiera sacó el
tema a colación. Cualquier cosa que necesite saber, que él me lo diga.
—Supongo que le puedo preguntar a Lark, ¿verdad?
Asintiendo, le dije que ella era la mejor fuente de respuestas.
—No sé qué serías capaz de aprender en la Iglesia que ella no te
pueda enseñar.
—Eso es verdad, supongo. Sólo que sentí que debería saber mucho
más. Quizás es porque tú ya lo sabes.
Le di unas palmaditas en su rodilla y suspiré.
—Graham, lo que sé siquiera es mucho, y la mayoría tiene que ver
más con Robert que con los ángeles en general, lo que de cualquier
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manera no serás capaz de saber. Sólo confía en que Lark te dirá todo lo
que necesites saber, y quizás la mayoría de lo que quieras saber, ¿de
acuerdo?
—Supongo —concedió Graham—. De todas formas, ¿cómo funciona
todo esto? Ella puede leer mi mente así que no puedo guardarle secretos,
lo que significa que si me dice algo que me saque de las casillas, no seré
capaz de escondérselo.
No pude evitar reírme de su miedo.
—Graham, eres la única persona que ella eligió no leer la mente. Al
principio lo hacía, pero creo que cuando se dio cuenta de que realmente le
gustabas, lo dejó de hacer. Te permite mantener tus pensamientos en
privado, y no veo por qué ahora empiece a hacerlo sólo porque están
saliendo.
Podía sentir la tensión dejarlo con mis palabras, mientras exhalaba
con alivio.
—Debes entender por qué estoy tan preocupado, Grace. Soy un
chico… algunas veces no puedo evitar hacia dónde van mis pensamientos.
Me reí aún más.
—Sé exactamente a dónde van tus pensamientos, Graham.
—Supongo que lo sabes, ¿eh? Así que, es una pregunta totalmente
personal que no tienes que contestar si no quieres hacerlo, pero, ¿tú y
Robert alguna vez…? Me refiero a que, sé que dijiste que no, pero no sé
qué esperar si las cosas se ponen calientes y pesadas entre Lark y yo, y si
tienes algún consejo… ya sabes, podría necesitarlo.
Alcé mi cabeza para mirarlo, una conmoción se registró en mi
rostro.
—¿En serio me estás pidiendo consejos sobre sexo?
Puso los ojos en blanco con mi pregunta.
—¿A quién más se supone que le pregunte? No es como si pudiera
hablar con los chicos sobre esto, sabes.
Suspirando, bajé la cabeza.
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—Para ser honesta contigo, nada ha pasado entre Robert y yo.
Quería que algo pasara, cualquier cosa, pero él siempre retrocedió. Dijo
que no podía controlarse o algo así, y que todo esto son nuevos
sentimientos para él.
Graham se sentó y me miró, su boca estaba abierta.
—Espera, ¿todo esto son nuevos sentimientos para él? Guau…
¿estás diciendo que el chico ángel es un V volador?
Pateé su hombro por el tono de su pregunta.
—También soy virgen, Graham. Y si no estoy equivocada, tú
también lo eres, así que te sugiero que quites el tono de falsa conmoción.
—Oh, no estoy falsamente conmocionado, estoy genuinamente
conmocionado. ¿Él es tan viejo y nunca ha hecho la acción? ¿Nunca?
Cubrí mi rostro, y gemí entre mis manos.
—¿Eso es en lo que vas a pensar cada vez que lo veas desde ahora?
¿Qué él todavía es virgen?
Se inclinó hacia mí y agarró mis manos, removiéndolas
efectivamente de mi rostro.
—De hecho, estoy contento de que puedas hablar sobre él sin
estallar en lágrimas, y que lanzaste la indirecta de que estará más seguido
por acá.
—Te dije que podía seguirme por todas partes, para mantenerme a
salvo por el bien de papá. No dije que estaría “más seguido” por acá. Lo
más probable es que ni siquiera lo veas cuando esté por acá, así que no te
hagas esperanzas —murmuré—. Y además, se supone que estás de mi
lado. ¡Eres mi mejor amigo!
—Ese es exactamente el por qué espero que cambies de parecer y te
des cuenta de que estás cometiendo un grave error en no darle una
segunda oportunidad. Veo lo bueno que es para ti, Grace, aún si no me
guste lo que hizo, incluso si algunas veces no lo entiendo. Y sé que te ama
tanto que no haría nada deliberadamente para herirte.
—¿Qué sabes sobre el amor? Creíste que estabas enamorado de
Erica Hamilton.
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Él asintió como una concesión sobre ese punto, pero luego bajó su
mirada hacia mí y frunció el ceño.
—Sé que nunca has sido tan feliz como cuando Robert llegó a tu
vida. Sé que él te dio una razón para empezar a vivir tu vida en la manera
que la debiste estar viviendo todo este tiempo: como tú y no como alguien
que se pegaba a mi saco, esperando que algún día, los idiotas con los que
salía te aceptaran.
»Antes de Robert no había manera que entraras a un concurso de
disfraces, o que usaras un vestido que se mirara tan bien en ti como para
ser legal. Antes de él, nunca habrías sido amiga de alguien como Stacy o
Lark, y definitivamente nunca le hubieras puesto un alto a Erica.
»Amas a Robert, y por eso, haces cosas que nunca antes habías
sido capaz de hacer. Sé que no soy completamente inteligente, sé que mi
reputación de ser un tonto es merecida, pero incluso yo puedo ver que
Robert te ha dado el coraje para finalmente salir de tu caparazón y
mostrarle a todos la gran persona que siempre he sabido que eras.
Alcé mi brazo bueno y envolví el cuello de Graham, halándolo en un
abrazo torpe.
—Te quiero, Graham.
—Lo sé.
Me reí y golpeé su hombro.
—Y eres también, oh, tan modesto.
Se frotó el punto donde lo había golpeado y se rió conmigo.
—Oye, ¿qué puedo decir? Soy delicado con las damas. También te
quiero, Grace. Siempre lo he hecho.
Me sonrió, con una sonrisa tonta, varonil, con un rastro del tiempo
cuando éramos más jóvenes y el amor involucraba figuras de acción y
personajes de caricaturas. Era la clase de amor que era seguro y sin
restricciones de otras cosas; como la vida.
Y me di cuenta que era exactamente la clase de amor que me
mantenía en el caparazón del que él había hablado porque tenía miedo de
qué más podría estar allá afuera. Era seguro enamorarme de él, seguro
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pretender que él estaba verdaderamente buscado y necesitado en la vida,
porque incluso cuando me lastimó, no lo había hecho. No en realidad.
Comparado con el dolor cuando Robert me contó sobre Sam, me di cuenta
de que Graham apenas había rozado la superficie que Robert fue capaz de
destruir. Simplemente no tenía base para compararlo con Graham, y por
lo tanto la primera herida se sintió como la más profunda.
Pero también sabía que el riesgo que involucraba enamorarme de
Robert había cosechado grandes recompensas, más grandes de las que
había experimentado con Graham. No podía negar eso, ni siquiera ahora,
pensando que él todavía podía causar que mi corazón muerto se sintiera
completo en mi pecho, moviéndose como si nunca se hubiera detenido.
Simplemente no sabía si ya había sido suficiente.
—Grace, prométeme que lo pensarás, sobre darle a Robert una
segunda oportunidad, ¿de acuerdo?
Lo miré mientras respondía.
—¿Es más por ti o por mí?
—Bueno, para ser honesto, haría las cosas más fáciles para mí,
estoy empezando a entender qué tan difíciles son las cosas cuando Robert
y yo no nos llevamos bien, pero no te veo ser feliz con nadie más, Grace.
De todas maneras, ¿quién podría competir con tener un ángel como ex
novio? Sabes, pusiste la barra muy alta.
Me reí de eso.
—Es verdad. Está bien, de acuerdo, lo pensaré, pero eso es todo.
Saltó hacia mí y me jaló muy fuerte hacia su pecho en un duro
abrazo entre hermanos.
—Gracias, Grace.
—¡Ay, ay, ay, estás apretando demasiado fuerte mis costillas y mi
hombro, ay!
Me soltó gentilmente, y sonrió avergonzado.
—Ups.
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5 April
Traducido por Simoriah
Corregido por Samylinda
olver a la escuela al día siguiente atrajo un montón
de quejas de parte de Graham mientras seguía
señalando mi brazo y la hinchazón que se había
formado en mi mejilla donde había sido golpeada.
—Tienes vendas en las costillas. ¿Cómo se supone que camines por
la escuela como una momia?
Eso siguió por un largo rato mientras comíamos el desayuno frío de
cereal y leche, mientras me lavaba los dientes en el baño, y mientras de
alguna manera me las arreglaba para encontrar una camiseta por la que
pudiera pasar el brazo sin causarme serio dolor. Finalmente había tenido
suficiente cuando llegamos al auto y él se negó a abrir la puerta,
insistiendo en que me quedara en casa.
—¡Graham, por favor ayúdame, si no abres ésta puerta le diré a
Lark que mojaste la cama hasta que tuviste nueve años!
Era un golpe bajo, pero se me había acabado la paciencia. Él jadeó
ante mi amenaza pero destrabó y abrió la puerta, sin decir nada mientras
yo subía.
—Lo lamento —dije mientras entrábamos al estacionamiento de la
escuela, el silencioso viaje finalmente volviéndose demasiado para
soportar.
—Me lo merecía, supongo —murmuró antes de estacionarse en un
espacio y detenerse—. Todavía pienso que es una mala idea.
V
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Suspiré y reconocí su preocupación.
—No puedo huir de esto, Graham. La escuela casi termina. Dos
meses más y nunca tendré que volver a ver su rostro de nuevo.
—No estaba hablando de ocultarte durante dos meses, sólo un par
de días. Quizás incluso unas pocas semanas, sólo hasta que todo esto se
calme y la gente deje de hablar al respecto.
Miré afuera por la ventanilla a los grupos de chicos reunidos fuera
de la entrada de la escuela y suspiré.
—No importa si paso dos meses escondida en casa, Graham; sabes
que a los chicos les gusta un buen chisme, y estoy bastante segura de que
se los estoy dando. Puedo lidiar con esto.
—¿Estás segura?
Asentí.
—Además, tengo mi guardaespaldas de confianza conmigo,
¿verdad?
Riendo, asintió en respuesta.
—Síp.
Salió rápidamente del auto para ayudarme, y juntos caminamos
hacia las puertas dobles de vidrio de la escuela. Sorprendentemente, nadie
tuvo una ocurrencia o hizo un comentario, bromas o comentarios de doble
sentido murmurados cuando pasamos. Sonrieron y asintieron, algunos
incluso nos saludaron con la mano y nos dijeron “hola”. Era una
experiencia muy diferente por así decirlo.
Cuando atravesábamos la entrada, el Sr. Kenner estaba de pie
fuera de su oficina, su rostro expectante. Tan pronto como me vio, me
llamó.
—Srta. Shelley, podría venir a mi oficina, ¿por favor?
—E-está bien —respondí mientras lo seguía, sin que Graham
dejara mi lado.
—Por favor, siéntese justo aquí mientras busco algunos formularios
para que firme —dijo el Sr. Kenner mientras señalaba una fila de asientos
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vacíos ubicados frente a un largo mostrador. Detrás pude ver a la
secretaria, sus mejillas sonrosadas mientras observaba al Sr. Kenner
pasar apresuradamente.
—¿Por qué no está en su oficina, Sra. Mayhew? —le preguntó
Graham. Lo miré sorprendida. ¿Quién sabía el apellido de la secretaria?
—Oh, la Srta. Lampley tuvo una emergencia familiar y la asistente
de la oficina, la Sra. Vickers, está de vacaciones así que como no tengo
mucho que hacer hasta el verano, me ofrecí para ocupar el puesto. ¿Y
cómo estás tú, Graham? Todavía guapo como siempre, veo. ¿Y con quién
estás? Oh, pero si es la Srta. Shelley. Hola Grace, ¿cómo estuvo tu año
escolar?
La miré con incredulidad.
—¿Está bromeando?
Ella rió y me hizo un gesto de desdén con la mano, descartando mi
sorpresa.
—Oh, querida, me temo que no tengo la oportunidad de oír tantos
chismes cuando estoy en mi oficinita… estas jóvenes aquí en el frente
consiguen oír algunas cosas maravillosas, sin embargo, y me temo que me
tomará al menos hasta el comienzo del año que viene para ponerme al día.
Miré a Graham confundida.
—¿Cómo puede saber quién es quién y aun así no saber qué está
sucediendo? —susurré.
—¿Cómo podría saberlo? —contestó y luego le sonrió a la Sra.
Mayhew—. Así que, ¿qué tipo de chismes ha oído hasta ahora?
Aunque ella hizo el intento de una sonrisa taimada, en su lugar
lució más como una sonrisa constipada, y se inclinó sobre el mostrador
para que sus palabras susurradas pudieran ser oídas mejor.
—Bueno, supuestamente el Sr. y la Sra. Hoppbaker están pasando
por un mal momento… parece que el Sr. Hoppbaker no tomó tan bien la
pérdida de peso de la Sra. Hoppbaker como ella esperaba y ahora piensa
que podría estar engañándolo con otro profesor.
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Mis ojos se agrandaron ante ésta información y miré a Graham
quien sonreía como una marioneta drogada.
—¿Qué más? —insistió.
—Hay un rumor que dice que el Sr. Chen de Física Avanzada está a
punto de proponerle matrimonio a la hija del Sr. Paulson de contabilidad
éste verano, lo cual supuestamente tiene al Sr. Paulson enfurecido. No
cree que el Sr. Chen gane el suficiente dinero, y no cree que el salario de
un profesor podrá encargarse de su hija, ¿pueden creerlo?
Sacudí la cabeza ligeramente mientras la de Graham se movía de
lado a lado casi con demasiado entusiasmo. Él presionó a la Sra. Mayhew
para que siguiera con su chismorreo, revelando algunos detalles de
algunos profesores que o bien me hicieron jadear o reír tontamente antes
de que ella se pusiera seria.
—Me fue informado ayer que August Branke está pidiendo un
traslado para el siguiente año.
Sentí que mi estómago perdía su agarre y le pregunté por qué,
aunque podría haber hecho una suposición muy acertada yo sola.
—Bueno, todavía me estoy poniendo al día con las noticias, pero
aparentemente fue acusado de atropellar a una pobre chica y eso ha
manchado su reputación entre los estudiantes de aquí. Dijo que no puede
enseñarles en la manera que se merecen así que quiere un nuevo
comienzo, dijo que se mudaría de vuelta a su estado… Nebraska, creo.
—Guau —murmuramos Graham y yo.
Los ojos de la Sra. Mayhew se volvieron furtivos en ese momento,
su cabeza acercándose para que pudiéramos oírla.
—También oí que tiene una hija y una esposa allá, y que ella huyó
de casa un tiempo atrás. Su esposa lo culpó y lo echó, razón por la cual
está aquí enseñando. Creo que va a intentar reconciliarse con ellas o algo
así.
—¿Cuál era el nombre de la hija? —preguntó Graham en un
suspiro conspirativo.
—No lo sé.
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Con sorprendente velocidad, ella volvió detrás del mostrador y
comenzó a revisar unos papeles cuando el Sr. Kenner de repente apareció
con una pila de papeles en su propia mano.
—De acuerdo, Srta. Shelley, tengo algunos formularios de descargo
aquí para usted, así como un reporte del incidente que irá en su archivo.
Tomé los papeles que me ofrecía y comencé a revisarlos, siempre
sospechosa de sus acciones desde que había intentado convencerme de
que no había necesidad de suspender a Erica por atacar a Stacy poco
antes del día de San Valentín.
—¿Por qué éste formulario dice que no demandaré a la escuela? —
pregunté, señalando el formulario de descargo que descansaba encima de
la pila—. En serio no espera que firme esto, ¿verdad?
La postura del Sr. Kenner se hizo más tensa y enojada casi
instantáneamente ante mi sugerencia, y supe enseguida que de hecho así
se sentía.
—Ése es un formulario de descargo estándar, Srta. Shelley, y todos
los alumnos deben firmarla después de un altercado como el que ha tenido
con la Srta. Hamilton.
Mi gruñido de desagrado fue bastante audible a medida que
comencé a romper la hoja de papel blancuzco.
—Lo lamento, Sr. Kenner, pero no voy a firmar esto cuando ha sido
advertido acerca de Erica antes y decidió no hacer nada. Atacó a Stacy
hace menos de dos meses y todo lo que obtuvo fueron dos días de
suspensión. ¿Ahora que ha intentado matarme, sólo quiere meterlo debajo
de alguna alfombra? Lo lamento… no va a suceder.
—Verá, Srta. Shelley, tengo la declaración de Erica de que usted
comenzó el altercado ésta vez, y no haré…
—¿“No hará”? —lo interrumpí—. ¿Quién usa esas palabras? Mire,
no me importa si tiene la declaración de toda la familia de Erica, Sr.
Kenner; no voy a firmar ese formulario. Ella me empujó por las escaleras
mientras caminaba hacia el baño. Me disloqué el hombro y me fracturé
dos costillas por su culpa. Eso figurará en el reporte del hospital que la
policía levantó ayer, sólo en caso de que se pregunte si estoy fingiendo mis
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heridas, y estoy bastante segura de que puedo hacer que el médico que me
atendió venga y confirme mis heridas si todavía no me cree.
Miré los otros formularios que me había entregado y sólo firmé el
que decía que había dejado la escuela más temprano ayer para ir al
hospital. Todo lo demás estaba redactado de forma tal que me hacía
cómplice de que Erica me empujara por las escaleras.
—¿Hizo que Stacy firmara formularios como éste? —demandé
mientras le devolvía los papeles al Sr. Kenner.
Me miró con ojos entrecerrados y sacudió la cabeza.
—Ella también se negó a firmarlos.
—Bien. ¿Eso es todo? ¿Podemos irnos ahora?
Nos miró a Graham y a mí y luego asintió antes de volverse sobre
los talones y salir rápidamente de la oficina. Sentí una oleada de ira fluir a
través de mí mientras miraba las hojas de papel roto que yacían en el piso
junto a mis pies y casi grité de frustración.
—Oh querida, realmente está tratando de salvarse el trasero, ¿no?
Miré a la Sra. Mayhew quien había vuelto a inclinarse sobre el
mostrador.
—¿Salvar su qué?
—Su trasero, querida, su trasero. Ya sabes, ¿sus nalgas? ¿Su cola,
su asiento de carne, su culo?
—Sé eso, Sra. Mayhew pero, ¿por qué?
Dobló un dedo y nos hizo un gesto para que nos acercáramos.
Graham y yo nos acercamos furtivamente hacia el mostrador e inclinamos
nuestras cabezas mientras susurraba.
—Las heridas de los estudiantes en Heath se han cuadruplicado
desde que él se convirtió en subdirector. Agréguenle a eso permitir que un
alcohólico venga a clases borracho todos los días y lo que sucedió con el
Sr. Branke, y tienes a un hombre al borde de la suspensión y quizás una
revocación de su licencia de enseñanza. Si puede mantener ésta cosa que
sucedió entre la Srta. Hamilton y tú en secreto; o al menos mantener a sus
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padres felices, será capaz de mantener su trabajo lo suficiente para ser
ascendido a director en otro lado y dejar todo esto detrás.
—No quiero ofender, Sra. Mayhew, pero creo que está mucho más
enterada de lo que está sucediendo de lo que admite, lo cual la convierte
en una mentirosa bastante mala —bromeó Graham.
—Oh, Sr. Hasselbeck, sólo soy la secretaria. Nada más.
Nos despedimos de la Sra. Mayhew y salimos de la oficina, casi
chocándonos con tres individuos de pie fuera de la puerta.
—¿Así que no los firmaste? —preguntó Stacy ansiosamente.
—No, no los firmé —respondí, aliviada de que la advertencia de
Graham de la noche anterior no estuviera siendo probada como correcta—.
Sé que no debo confiar en ese hombre.
—Oigan, ¿estaban escuchando? —preguntó Graham, mirando las
sonrisas conspirativas de Lark y Stacy.
—Sí. Acostúmbrate —respondió Stacy antes de que Lark pudiera
decir una palabra, y luego frunció el ceño hacia la puerta de la oficina—.
Ese pequeño hombre es débil. ¡Débil-débil-débil! Está más interesado en
avanzar en su carrera que en mantenernos a salvo de psicópatas como
Erica.
—Oigan, ¿escucharon esa parte sobre que el Sr. Branke se va a ir?
—pregunté, necesitando decir algo para evitar prestar atención a ese par
de ojos plateados que me miraban silenciosamente desde detrás de Lark.
—Sí… ¡quién sabía que tenía una familia! —exclamó Stacy.
—Tiene una esposa y una hija en Nebraska pero ha estado viviendo
aquí en Ohio. Tiene que haber hecho algo bastante malo para estar tan
lejos de ellas —remarcó Graham mientras comenzamos a caminar por el
corredor.
—Su hija huyó, ¿recuerdas? Eso es lo que dijo la Sra. Mayhew…
huyó y la esposa lo culpó por alejar a su hija —le recordé—. Me preguntó
qué es lo que hizo o dijo para hacer que ella odiara tanto estar en casa.
Lark sacudió la cabeza y suspiró.
—Ella no huyó.
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Stacy, Graham y yo dejamos de caminar y la miramos.
—¿Qué quieres decir con que no huyó? —preguntó Stacy,
pronunciando la pregunta que todos nos estábamos haciendo.
Lark cerró los ojos y su cabeza se movió ligeramente hacia arriba y
abajo, los dedos presionando contra su sien.
—La secretaria estaba equivocada… supongo que eso es lo que
obtienes por prestar atención a los chismes, la hija del Sr. Branke no huyó
de casa. Estaba enojada con su padre, eso es verdad, y sí se fue de casa
enojada, pero no huyó… sus padres sólo pensaron que lo había hecho.
La miramos, intrigados por éste nuevo fragmento de información.
—¿Por qué creyeron eso? —pregunté.
—Porque no volvió a casa —fue la respuesta.
Stacy resopló, molesta por la respuesta de Lark.
—¿Esa no es la definición de huir? ¿Irte de casa y no volver?
Lark sacudió la cabeza.
—Lo sería si ella no hubiera tenido la intención de volver a casa.
La mano de Graham se extendió para envolverse alrededor del
hombro de Lark, su mano frotando el brazo en un movimiento
reconfortante.
—¿Qué sucedió?
—Su cuerpo fue encontrado al costado de un camino dos días
después. Había sido herida gravemente, y la policía sospechó que había
sido atropellada por un auto y dejada ahí para que muriera. La esposa del
Sr. Branke lo culpó porque su hija se fuera, lo acusó de ser parcialmente
culpable de su muerte. Lo echó de la casa unas pocas semanas después
del funeral y él se mudó aquí después de aceptar una oferta de trabajo
como docente.
Era difícil sentir algo que no fuera compasión por el Sr. Branke en
ese momento. De repente tuvo sentido por qué él se mantenía tan cercano
a sus estudiantes mujeres, y por qué se había preocupado tanto como
para ir a mi casa después de que hubiera sido atropellada por el Sr. Frey.
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—El Sr. Frey… él admitió haber atropellado a otra persona en
Nebraska —susurré—. Fue él.
Lark asintió, Stacy y Graham ambos jadearon al entenderlo.
—Por eso debe ser que se está yendo a casa. Tiene que decirle a su
esposa lo que sucedió —racionalizó Stacy.
—¿Él lo sabe? —le pregunté a Lark quien sacudió la cabeza.
—Todavía no lo sabe. La policía no ha revelado al público qué decía
la declaración del Sr. Frey, y dudo que hayan enviado algo de ello a la
Policía Estatal de Nebraska para ver si coinciden las fechas con los
choques y huidas que puedan haber tenido durante ese mismos período de
tiempo. Sí es que lo hacen y cuando lo hagan, será la policía de Nebraska
la que informe al Sr. Branke, y no la de Ohio.
Stacy sorbió por la nariz.
—Pobre hombre. Nosotros sabemos quién mató a su hija, y no
podemos decir nada porque querrían saber cómo lo sabemos.
Graham gruñó y comenzó a frotarse la cabeza.
—Esto va a llevar tiempo hasta que nos acostumbremos… toda esto
de compartir información y todos estos secretos me están dando un dolor
de cabeza. No puedo imaginarme cómo debe ser para ustedes —le dijo a
Lark justo antes de que presionara un beso en su cabello.
Me alejé, el pequeño gesto trayendo demasiados recuerdos a mi
mente.
Gran error.
Robert estaba de pie con su espalda contra los casilleros, los ojos
fijos en los míos. Podía ver en su rostro que mis recuerdos eran los suyos,
y que los sentimientos que sacaba a la luz eran iguales en ambos lados.
—Veo que encontraste algo que no era muy difícil para ponerse —
dijo suavemente, notando la camiseta demasiado grande que colgaba como
una túnica sobre mis jeans.
—Sí, bueno, tengo bastantes recursos —respondí, intentando con
gran dificultad evitar mirarlo.
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—Siempre lo he sabido —dijo, su suave voz.
Bajé la mirada y observé mis pies, sin decir nada cuando los suyos
se unieron a ellos.
Grace… ¿podemos hablar?
Levanté la cabeza, pero no me pude obligar a mirarlo así que volví
mi rostro a un costado.
—¿Sobre qué?
Sentí su mano rozar suavemente una parte suelta de cabello que
había caído sobre mi hombro, y peleé contra la automática necesidad de
inclinarme hacia su contacto.
Cualquier cosa.
Lo miré y abrí la boca para responder pero la campana eligió ese
momento para sonar y cualquier tregua silenciosa que hubiera sido forjada
entre nosotros desapareció. Sacudí mi cabeza y comencé a caminar hacia
el salón de registro tan rápidamente como mis pies podían llevarme. No le
presté atención a los pasos detrás de mí, mientras Stacy corría para
alcanzarme.
—Sabes cómo es el asunto, Grace. Se supone que te quedas
conmigo por la primera mitad del día, con Graham la segunda —jadeó una
vez que me alcanzó—. Ugh, estoy fuera de forma. ¿Sabes que me llevó casi
un minuto inmovilizar a Erica ayer? Éste cáncer está haciéndome mal.
Dejé de caminar. Miré a Stacy con una intensa sensación de
preocupación apoderándose de todo lo demás dentro de mí.
—No deberías estar haciendo esto, Stacy. Deberías concentrarte en
mejorar y no en quién o qué está intentando atraparme allá afuera. Tienes
tu propio monstruo con que pelear.
Ella sacudió la cabeza y rió.
—No puedo ganar ésta guerra, Grace. Lo he aceptado. —Comenzó a
caminar una vez más, sus pies moviéndose rápidamente, su cola de
caballo rebotando detrás de ella. Se volvió para sonreírme—. ¿Vienes?
Asentí y me apresuré hacia ella. Caminamos en silencio hasta que
llegamos a nuestro salón de asesoría.
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—Stacy, acerca de ayer —comencé a decir.
—No digas otra palabra, Grace —me interrumpió—. No tengo el
tiempo para darme el lujo de darle vueltas a cosas estúpidas dichas en un
momento de enojo o frustración. No vale la pena. Prefiero que sólo seamos
las amigas que se supone que debemos ser, y dejar todas las otras cosas
detrás, ¿de acuerdo?
Asentí y sonreí.
—De acuerdo.
—Bien.
Caminamos hacia el salón de clases y tomamos nuestros asientos,
la usual charla alrededor acallándose a la vez que lo hacíamos.
Normalmente me pondría roja de vergüenza y me escondería detrás
de la cortina de mi cabello. Pero hoy sentía algo más que vergüenza. Hoy,
me sentía… enojada.
—¿Hay algún problema? —estallé, mirando alrededor a todos los
rostros que se habían vuelto para mirarnos a Stacy y a mí—. ¿Me han
crecido cuernos desde ayer? ¿De repente me salió un tercer ojo o algo?
Una a una, las cabezas se giraron, sus rostros ruborizados ésta vez,
en lugar del mío. Fruncí el ceño, sin encontrar satisfacción en el resultado
de mi estallido.
—Guau, qué duro —dijo Stacy mientras miraba a todos apartar la
mirada—. Supongo que se lo merecían. —Esa última parte la dijo con voz
más alta de lo normal mientras me guiñaba un ojo.
—No lo entiendo. ¿Por qué siempre tienen que mirar?
Ella miró a su alrededor en la parte posterior de las cabezas de
todos y sonrió.
—¿Sabes lo que sucede cuando comes lo mismo, una y otra vez,
cada día por un largo tiempo?
—Sí, te enfermas o te aburres.
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—Exactamente. Nunca nada sucede en Heath, sabes eso. Al menos,
nunca nada sucedió. Todo aquí es tan… beige, mientras que tú eres…
cachemira, así que cuando tú haces algo, se nota.
Miré hacia el frente de la clase, el escritorio vacío, donde el Sr. Frey
se recuperaría de sus resacas, destacándose como una advertencia
silenciosa. Ningún maestro sustituto que se le había asignado su clase
desde su arresto y posterior muerte se había sentado alguna vez allí,
dejando todo tal como había estado el último día del Sr. Frey.
—Es difícil no ser notada cuando eres la razón por la cual dos
profesores fueron arrestados —murmuré.
—Oh, detente —me retó Stacy—. No tienes la culpa de nada de eso.
Además, creo que todos están más interesados en lo que sucedió ayer que
en lo que pasó el mes pasado.
—¿Qué sucedió ayer, Stacy? ¿Qué sucedió con Erica después de
que Graham y yo nos fuéramos?
Su mirada viajó alrededor de la habitación mientras bajaba la voz.
—Esa es la parte más rara de todo, la cosa en la que creo todos
deberían concentrarse en lugar de concentrarse en ti. Fue como si un
interruptor hubiera sido apagado dentro de ella al minuto en que te fuiste.
Dejó de pelear, dejó de gritar, sólo… se detuvo. Estaba tan calmada
cuando dio su declaración a la policía que fue escalofriante. Le dijeron que
tendrían que llevarla a la estación de policía y ella sólo se volvió y puso las
manos detrás de la espalda, sin pelear en lo más mínimo.
—¿Así que básicamente estás diciendo que el único momento en
que mostró algo de emoción fue cuando yo estuve allí?
Stacy asintió, una mirada seria apareciendo en su rostro.
—Fue como si tú la detonaras o algo.
—O algo.
—Oye, cambio de tema, Lark me dijo cuál era el nombre de la hija
del Sr. Branke.
Le di la bienvenida a éste cambio y ansiosamente esperé que Stacy
revelara lo que Lark había descubierto.
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—Su nombre era April.
—No es un nombre inusual. Bastante bonito, de hecho —
remarqué—. En cierta forma pone las cosas en perspectiva, ¿no?
Stacy asintió.
—Sí. Si no fuera por Robert, podrías haber terminado como April.
Dudé en aceptar esa declaración, la verdad en sus palabras
siempre había sido conocida para mí, pero de alguna manera se habían
convertido en más por la mera adición del nombre de April Branke. Tenía
que vivir con el recuerdo del dolor de mis heridas, y el terror de ser dejada
ahí para morir en ese camino, pero el punto de que estaba viva siempre
parecía trivial, un regalo.
Había tomado el hecho de que no había muerto por sentado,
porque, al contrario que April, de alguna manera había sabido que las
cosas estarían bien. Había sabido eso porque tenía a Robert. ¿Qué había
hecho April por su lado?
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Traducido por nahirr
Corregido por Samylinda
diferencia de ayer, Robert estaba en la clase de Francés, y
más tarde en Cálculo. No intentó hablar conmigo, pero sí
encontré más dibujos en mi carpeta. Quería admirarlos,
quería tomarme el tiempo para mirarlos y apreciarlos en la forma que se
merecían, pero no podía. Todavía me sentía herida y enojada y esos dos
sentimientos luchaban entre sí dentro de mí, no dejándole espacio al
perdón.
La clase de teatro en el último período pasó sin incidentes, con
excepción de las preguntas sin parar de parte de Chad, Dwayne y Shawn,
el trío conocido como Chips, Dip y Salsa; los únicos otros chicos, además
de Robert y Graham, que alguna vez me habían hablado por voluntad
propia. Cuando Erica no se presentó a la clase, sirvió como confirmación
para todos nosotros que había sido suspendida, y las compuertas se
abrieron.
—¿Sabes por qué lo hizo? —me preguntó Chips, con sus ojos
amplios por la curiosidad.
—¿Se veía loca, como un conejo de mascota rabioso en una olla con
agua? —preguntó Dip, interviniendo.
—¿Se veía caliente? ―agregó Salsa.
Robert, quien había ignorado mi pedido de no sentarse a mi lado,
miraba a los tres mientras yo me reía y me esforzaba al máximo para
responderles.
A
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—Nunca sé por qué hace lo que hace, pero sí sé que tuvo que estar
bastante desequilibrada para empujarme por las escaleras. Y no sé si se
veía caliente o no, Shawn. Estaba muy ocupada lidiando con el dolor de mi
hombro dislocado y las costillas rotas.
Chips silbó ante eso.
—Tienes que estar emparentada con la Mujer Maravilla o algo así,
Grace. Has sido golpeada por un auto, te has roto la cabeza en la clase del
Sr. Branke, y has sobrevivido al ser empujada por las escaleras.
Dip negó con la cabeza en desacuerdo.
—Yo digo que debe ser en parte irlandesa, ellos son naturalmente
suertudos. Shelley es definitivamente un nombre irlandés.
—Sólo dices eso porque eres irlandés —gritó Chips.
—Yo creo que debes tener una especie de ángel guardián
vigilándote, Grace. He visto suficientes películas para saber que cuando lo
psicópata se junta con lo bonito, sólo lo sobrenatural te puede mantener a
salvo. Eso o una alarma de incendios bien ubicada —dijo Salsa con una
gran sonrisa flotando en su rostro.
La conversación se prolongó de esta forma durante el resto de la
clase, continuando afuera cuando me encontré caminando con los tres por
el pasillo y hacia las puertas delanteras, con Robert siguiéndonos con una
expresión perpleja en el rostro. Sólo cuando me fijé en la forma en que me
esperaba Graham me di cuenta de lo que había sucedido.
—Bueno, chicos, mi transporte me está esperando —les dije e hice
un gesto hacia Graham con la cabeza.
Todos miraron de Robert a Graham con curiosidad, pero eligieron
no decir nada y en su lugar saludaron y se despidieron, con Salsa
guiñando un ojo mientras doblaba la esquina hacia el otro lado del
estacionamiento de estudiantes.
—¿Qué pasa con el trío de bobos? —preguntó Graham mientras me
acercaba.
Ignoré su pregunta y en su lugar le hice una yo.
—¿Dónde está Lark?
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Frunció el ceño y miró a sus zapatos.
—Va a ir con Stacy a su cita con el médico.
Entendí su decepción demasiado bien.
—Bueno, eso no debería tomar demasiado tiempo. Ella volverá lo
suficientemente pronto para ayudarte a limpiar tu casa, y hasta entonces,
yo te ayudaré.
Su estado de ánimo se iluminó casi de inmediato y sonrió.
—Genial. Empecemos ahora mismo. Iré a buscar el auto.
Empecé a oponerme, a decirle que caminaría con él hasta el auto,
pero se largó y lo maldije silenciosamente porque sabía, por la sensación
de dos ojos quemándome la espalda, que lo había hecho a propósito.
—Le gustas.
Respiré profundo y conté hasta diez antes de darme vuelta y
enfrentarlo.
—¿A quién le gusto?
—A Shawn. Le gustas. Su mente está llena con imágenes de tu
rostro.
No pude evitarlo. Me eché a reír.
—¿Shawn? ¿Salsa? Lo dudo. Tiene novia. Además, sabe cómo me
siento...
Me mordí la lengua y aparté la mirada, maldiciéndome
silenciosamente por mi casi desliz. Por supuesto, no importó que me haya
detenido, él vio los pensamientos, supo qué es lo que había querido decir.
—Grace...
Levanté mi mano porque no quería que dijera nada más, pero la
empujó hacia abajo, sin soltar mis dedos. El breve contacto envió destellos
de fuego a través de mi brazo y directamente hasta mi corazón,
precipitándolo a una carrera desenfrenada.
—Grace, me tengo que ir. No voy a estar aquí ésta noche para
cuidarte así que quiero que seas extra cuidadosa.
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Quité mi mano de la suya y froté mi brazo con fuerza, tratando casi
con desesperación de quitar la sensación de hormigueo, de eliminar la
sensación en mi piel.
—No me importa si vas a estar aquí o no, Robert —mentí—. Te dije
que estaba bien que me siguieras a todas partes durante el día, pero no te
di permiso para que te escondas afuera mientras estoy durmiendo.
Lo vi tensarse, vi su cuerpo volverse rígido al oír mis palabras. Pero
entonces, con la misma rapidez, se relajó y sonrió, una sonrisa triste que
dolía mirar, era tan hermosa. Me di vuelta y susurré una silenciosa
oración de agradecimiento cuando vi la verde carcacha oxidada de Graham
remontar por la acera.
—Quédate en la casa de Graham esta noche, Grace. —Oí decir a
Robert en voz baja mientras me alejaba. No te quedes sola esta noche.
Quería gritarle que la única razón por la que estaría sola ésta noche
era porque no me había dado otra opción, pero me mordí la lengua y
caminé hacia el auto.
Vi la cabeza de Graham levantarse, su mirada dirigiéndose más allá
de mí, y gruñí con frustración al verlo asentir una vez, después dos.
—No lo escuches —demandé mientras me subía al asiento del
pasajero—. No lo escuches, Graham.
Graham no dijo nada mientras nos alejábamos y nos dirigíamos a
casa, sus ojos continuamente mirando por el espejo retrovisor, como si
estuviera huyendo de algo. Me di vuelta varias veces para asegurarme que
no lo estuviera, y sentí la ira crecer en mí por tener mi vida organizada por
mi ex-novio y mi mejor amigo.
Por primera vez, Graham se detuvo en la entrada de su casa y
estacionó el auto. No dijo nada por un rato, sólo se sentó allí y miró el
volante. Lo miré fijamente, prometiendo no salir del vehículo hasta que él
prometiera que no iba a hacer lo que sea que Robert le dijo que haga.
Graham se inclinó hacia adelante y apoyó la frente contra el dorso
de sus manos, con un débil gemido saliendo de su boca.
—¡Esto apesta!
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Golpeó su cabeza contra las manos varias veces antes de voltear y
mirarme, su cara cubierta de emoción.
—No sé cómo lo hiciste.
—¿Hice qué?
Cerró los ojos y volvió su rostro al volante.
—Esto. Lidiar con Lark, Robert y un mejor amigo, y tratar de hacer
funcionar las cosas sin lastimar a nadie. Tengo a Lark en mi cabeza
diciéndome que deje que soluciones sola las cosas con Robert, y luego
Robert me dice que no te pierda de vista, y tú estás aquí odiándome por
ello.
»No sé qué hacer… si escucho a Lark y algo te pasa, estoy bastante
seguro que Robert me matará. Si escucho a Robert, Lark va a pensar que
no puede confiar en mí. De cualquier forma voy a lastimarte, y esa es la
última cosa que quiero hacer. ¿Así era contigo?
Le di una media sonrisa y asentí.
—Cada día.
—Y no te lo hice fácil, ¿verdad?
Negué con la cabeza y él rió.
—Ahora entiendo por qué los ángeles y los humanos se quedan con
los de su especie… esto es simplemente demasiado complicado.
—Graham, nada de esto se supone que sea fácil. Si lo fuera, no
valdría la pena.
Sonrió.
—Espero que sea así.
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La oscuridad golpeó muy temprano. Graham y yo nos arreglamos
para limpiar la sala de estar de botellas y latas, pero nos quedamos sin
lugar donde ponerlas a medida que avanzábamos hacia la cocina.
Al darnos cuenta de que no había forma de preparar una verdadera
comida cuando la casa todavía apestaba a licor añejo y quién sabe qué
más, por no mencionar el hecho que la última vez que el refrigerador de
Graham contuvo algo comestible fue probablemente antes de navidad,
terminamos de vuelta en mi casa para pizzas congeladas y ensaladas
mixtas.
—Hay cerca de dos semanas de trabajo en esa casa —se quejó
Graham mientras se llevaba una porción a la boca.
—No si Lark lo hace —le recordé—. La he visto limpiar una
recepción y una tienda de bodas completas en menos de veinte minutos
con su madre. Bueno, realmente no la vi hacerlo, más bien miraba
mientras las cosas simplemente empezaban a desaparecer.
Los ojos de Graham se ampliaron mientras describía otro detalle
sobre Lark que él no conocía.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí. Es otra cosa, de verdad, verlas trabajar. Jurarías que
simplemente chasqueaban los dedos y todo se acomodaba mágicamente,
pero no. Simplemente se mueven así de rápido.
—Así que, ¿lo que estás diciendo es que prácticamente no tengo
oportunidad de superar a cualquiera de ellos si se me ocurre molestarlos?
Negué con la cabeza.
—No son así, Graham. No puedes alterarlos de la misma forma que
puedes alterar a alguien como nosotros. Son increíblemente pacientes…
tienen que serlo para poder hacer lo que hacen, ser lo que son, y son
capaces de leer nuestras mentes y ver nuestro pasado para entendernos
en el mismo tiempo que a nosotros nos toma parpadear, lo que les facilita
elegir cómo comportarse entre nosotros. Son creados para manejar
nuestras debilidades humanas de ira, furia y celos sin experimentar
ninguna de ellas por sí mismos. Es parte de lo que los separa de nosotros.
—Explica los celos de Robert, entonces.
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Eso me hizo detener. Lo miré y no pude contener la sonrisa que se
formaba en mis labios.
—Se había enamorado. Era algo que nunca antes había
experimentado y eso abrió la puerta a un montón de emociones
relacionadas, incluidos los celos. Al menos eso es lo que me dijo.
—¿Y qué pasa con éste tipo, Sam? Entiendo que se supone que esté
haciendo su trabajo y todo eso, pero de lo que tú y Robert discutieron,
entiendo que la tiene contra ti… ¿por qué? ¿Por qué está tan enojado? ¿Y
cómo incluso pudiste huir de él si son tan rápidos?
Empujé la porción de pizza fría alrededor de mi plato mientras
trataba de encontrar la manera de explicarle cosas cuando todavía no
sabía muy bien las respuestas. La mirada en su rostro, sin embargo, me
dijo que no importaba lo que le dijera, él sólo quería escuchar, y así fue
como supe que estaba bien decirle la verdad.
—Realmente no lo sé, Graham. Me gustaría poder decirte que es
porque estaba celoso, que estaba con el corazón roto por un amor perdido
o que estaba enojado, pero de todo lo que aprendí de él, honestamente no
creo que sea capaz de sentir algo. Me dijo tantas mentiras que no sé qué es
y qué no es verdad cuando viene de él.
»En cuanto a cómo pude huir de él, la verdad es que no lo hice.
Graham comenzó a ahogarse con su ensalada y rápidamente le
serví un vaso de leche, que se bebió rápidamente.
—¿Qué quieres decir con que no lo hiciste?
—Quiero decir que no lo hice. No estoy viva porque haya escapado,
Graham.
Hizo a un lado su plato y alcanzó mi mano, apretándola
confortablemente.
—Estás viva porque Robert te salvó.
—Bueno, sí, pero eso no es toda la verdad. Sam... se tomó su
tiempo; quería torturarme, disfrutar de mi dolor. No sé qué me hizo
pensarlo, pero lo apuñalé en los ojos con una de las plumas de Robert...
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—Espera, ¿lo apuñalaste en los ojos con una pluma? ¿Estás
hablando en serio?
Asentí pero sonreí ante lo ridículo que sonaba.
—Sé que no tiene sentido, pero sabía que no iba a poder lastimarlo
sólo con mis manos. Quiero decir, es un ángel; no puede ser arañado,
golpeado o pateado… nos lastimaríamos a nosotros mismos muchísimo
más de lo que podríamos imaginar hacer con ellos. Créeme, lo sé.
—¿Qué hay con dispararles? Papá tiene un arma en alguna parte
en el armario de su habitación.
Suspiré sacudiendo la cabeza.
—Graham, no me estás escuchando. No se les puede lastimar.
—Pero acabas de decir que apuñalaste a ése tipo Sam con una
maldita pluma, suena mucho a que puedes lastimarlos, Grace.
—Dije que lo apuñalé con una de las plumas de Robert. Sólo puedo
imaginar que los ángeles se pueden lastimar entre sí, que es por lo que
funcionó, pero no murió por ello. Ni siquiera lo hizo enlentecer. Después
trató de estrangularme, pero algo lo detuvo, algo que no puedo explicar.
El rostro de Graham tenía una mirada de escepticismo.
—No lo entiendo, Grace. Éste tipo Sam se supone que es el arcángel
de la muerte, ¿por qué no simplemente te tocó o chasqueó sus dedos o
algo? Si su trabajo es matar personas, y lo ha estado haciendo por tanto
tiempo, ¿por qué tomarse el tiempo de lastimarte?
Empecé a frotarme el cuello, el recuerdo haciéndome sentir el
fantasma de dedos invisibles apretados contra mi garganta.
—Te lo dije, no lo sé. Hay mucho sobre esa noche que sigue sin
explicación.
—Bueno, no te lo tomes a mal, Grace, pero me alegra que se haya
tomado su tiempo.
Miré su mano, todavía sosteniendo la mía, y sonreí.
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—Entiendo lo que quieres decir, Graham. Tengo que admitir que
hay momentos en los que también me alegra que se haya tomado su
tiempo.
Nos sentamos en silencio por un rato después de eso, la pizza
volviéndose fría, la grasa congelándose, la ensalada marchitándose en el
tazón. No teníamos la habilidad de leer la mente del otro, pero ambos
sabíamos lo que el otro estaba pensando mientras pasaba el tiempo.
Ambos nos estábamos preguntando cómo habíamos llegado al punto en el
que estábamos, agradecidos de la sádica necesidad de Sam de causar
dolor, y lo que posiblemente sigue después de tal cosa.
Las instrucciones de Robert hacia Graham no pudieron ser
evitadas mientras que limpiaba la cocina. En un compromiso —aunque
ciertamente yo no lo veía así, considerando que no creía que Robert tuviera
derecho alguno en darle órdenes de ninguna clase a Graham— él accedió a
pasar otra noche en el sofá después de volver a su casa a buscar algo de la
ropa que se había llevado, como también tomar una ducha.
Subí las escaleras para tomar yo misma una ducha antes de
arrastrarme bajo mis sábanas y quedarme dormida.
Los sueños vinieron rápido.
Habían empezado la noche de la boda, la noche en la que la verdad
de Sam salió a la luz, siempre repitiéndose como un DVD atascado en
repetir.
Estaba sentada en una silla en el medio del largo campo en el retiro
de la familia Bellegarde. No podía moverme a pesar de que mis manos y
pies no estaban atados. Era el mediodía; el sol caía sobre mí y me
quemaba con su calor intenso. No estaba usando nada más que una
camiseta y unos bóxers, y mi piel lucía los resultados de la exposición por
el brillo rojo brillante que despedía.
Una risa familiar detrás de mí me hizo voltear la cabeza, las
quemaduras en mis hombros y cuello enviando ríos de dolor por mi cuerpo
y luché para no gritar.
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—Pobre nena. No te gusta demasiado la luz, ¿verdad?
Negué con la cabeza sin quererlo en realidad. Simplemente sucedió.
—¿Duele? ¿Quema?
Otra vez, contra mi voluntad, contesté.
Sentí una presión caliente contra mi hombro y gemí, mordiendo mi
labio para permanecer lo más silenciosa posible. Me volví para mirar qué
es lo que había en mi hombro y perdí la batalla.
Grité. Una mano, seca y frágil me estaba presionando, la piel
brillando blanca... caliente.
—Hola, Grace.
—S-Sam —susurré.
—Sólo mis amigos me llaman Sam. ¿Somos amigos, Grace?
—N-no. Nunca seremos amigos… mataste a mi madre.
La piel arrugada y polvorienta con una edad antinatural se agitó al
escapar una risa gutural y aireada de los labios secos que se curvaban
sobre la única parte de él que había permanecido intacta de la luz extraña
que se había llevado su juventud y belleza. Sus ojos estaban cerrados,
ocultando los huecos que había creado cuando lo había apuñalado.
—Estaba muerta mucho antes de que incluso llegara a ella, Grace.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Lo siento, eso es algo que sólo le digo a mis amigos —se burló.
Miré con mudo horror mientras su mano se cerraba en un puño,
dejando un dedo levantado. Arrastró ese dedo por mi garganta en llamas, a
lo largo de la curva de mi mandíbula, deteniéndose cuando llegó a la
esquina de mi boca.
—¿Recuerdas esto? Nunca llegué a terminar lo que empecé. ¿Por
qué es eso, te lo has preguntado?
Ligeramente negué con la cabeza, el pequeño movimiento
empujando mi piel contra la uña afilada en la punta de su dedo extendido.
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Quitó su dedo para mostrarme la sangre que ahora había en la punta de
su dedo y sonrió.
Lo miré desafiante, pero permanecí en silencio mientras se llevaba
el dedo a los labios, las gotas escarlatas cayendo en las grietas profundas y
formando estrías rojas en toda la superficie seca.
—Miki estaría orgullosa de mí, ¿no lo crees?
Inmediatamente mi visión cambió a una escena de un campo de
batalla lleno de cuerpos de incontables víctimas, con su piel pálida y del
color de la cera, con sus ojos abiertos y ensangrentados, mirando sin ver la
infinidad de sus propias muertes. A un lado había una colección de
algunas de las personas más hermosas que existen, las personas más
hermosas que alguna vez había visto.
Su piel era impecable, su cabello —aunque variaban en diferentes
tonos del más pálido de los blancos hasta el más profundo azul oscuro—
brillaba como la seda, reflejando la luz del mediodía que brillaba muy alto
sobre la espantosa escena. No hablaban, aunque era bastante claro que
una conversación acalorada se estaba manteniendo entre ellos.
Dos rostros de entre el grupo se destacaron de inmediato. Ameila,
con su largo cabello puesto hacia atrás y trenzado con un lazo de cuero,
estaba discutiendo con un ángel masculino cuyo cabello a la altura de los
hombros de color borgoña colgaba alrededor de su cuello. Era el único del
grupo que tenía sus alas extendidas, la blanca expansión de ellas haciendo
sombra a varios que estaban detrás de él.
Su rostro era increíblemente atractivo, pero sus ojos me atraparon
con la guardia baja. Uno era dorado brillante, mientras que el otro
resplandecía como la plata radiante. Su cabeza se levantó y volvió su
mirada en mi dirección, observando como si pudiera sentir que estaba allí.
Tragué saliva, incapaz de moverme, incapaz de correr, sólo capaz de mirar
hacia él. Finalmente sacudió su cabeza y se volvió para enfrentar a Ameila,
la conversación volviendo instantáneamente al mismo nivel de intensidad.
Y a continuación estaba Sam, con su inconfundible cabello dorado
entre el mar gris que creaban los cuerpos alrededor de él. Su rostro estaba
congelado en ira y decepción, tenía una sospecha del por qué, pero miré
mientras la conversación silenciosa cesaba, todo el mundo volviéndose
hacia Sam con expresiones sombrías.
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El que había estado discutiendo con Ameila sacudió la cabeza y
miré mientras Sam se abalanzaba hacia él, sus dientes peligrosamente
descubiertos, sus manos formando garras que lo agarraron
implacablemente. Se detuvo en pleno vuelo, colgando torpemente como si
se sostuviera de un trozo de cordel.
—Samael, esto es lo mejor. No podemos hacer esto por ti…
pondríamos en peligro las vidas de aquellos que juramos proteger si lo
permitimos —le dijo el ángel que lideraba, su voz extrañamente suave y
melódica—. Encontrarás otra persona para amar, alguien de tu propia
especie, y olvidarás todo acerca de hoy, todo acerca de ella.
—Nunca olvidaré, Lem —dijo Sam entre dientes.
El sonido hizo que mi cabeza comenzara a palpitar y caí de rodillas,
el dolor golpeando rápidamente, mucho más rápido de lo que lo había
hecho antes.
—Por supuesto que no olvidarás, Samael. Era una forma de decir;
perdona mi pobre intento de ser humano. Sólo quise decir que ésta
necesidad desaparecerá. Encontrarás otra muy pronto, siempre lo haces, y
será una de nosotros. Lo he visto.
Sam negó con la cabeza.
—La quiero a ella.
El que se llamaba Lem rió.
—Estás actuando como un niño petulante, Samael. Esto no es
sobre lo que quieras, no tienes nada que decir en éste asunto, Juvenile.
¿Crees que simplemente porque ya te han crecido las alas puedes opinar?
Somos Serafines… tú eres prescindible. Si no estás dispuesto a ayudarnos
a terminar ésta hazaña ahora entonces te sugiero que nos dejes antes de
que decidamos convertirte a ti en su lugar.
Los ojos de Sam se pusieron fríos pero hizo lo que le dijeron y la
visión cambió una vez más, entre un torbellino de colores que se
arremolinaban a mi alrededor con tanta rapidez que tuve que cerrar los
ojos para evitar marearme.
No sé cuál fue mi pista, qué me dijo que estaba bien abrirlos otra
vez, pero cuando lo hice estaba tendida en el suelo mirando dos orbes
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negras mientras que manos fuertes y furiosas se envolvían alrededor de mi
garganta, silenciándome e impidiéndome respirar.
Su rostro estaba contorsionado en dolor mientras se levantó,
llevándome consigo. Los brillos en blanco y negro que comenzaban a
aparecer mientras lentamente comenzaba el proceso de perder la
conciencia casi bloquearon algo que me había perdido. Vi... tristeza. Era
difícil reconocerla porque los ojos horriblemente desfigurados sesgaban mi
percepción de sus emociones, pero no pude confundir la angustia en su
rostro; era tan familiar, casi demasiado, y sentí una punzada de
compasión hacia él.
Y entonces todo se había ido y estaba de vuelta en mi cama, las
sábanas cubriendo mi pecho y presionadas contra mi garganta y boca. Las
bajé y empecé a jadear por aire, con cada respiración sintiendo como si no
pudiera tener suficiente, cada exhalación una lucha.
La oscuridad en mi habitación era imponente; me senté y me
incliné hacia la ventana, mirando la calle a oscuras. Las farolas apagadas
eran evidencia de un apagón mientras que el cielo era una interminable
hilera negra, la luna y las estrellas habiendo aparentemente desaparecido.
Todo estaba oscuro con excepción de unas pocas ventanas iluminadas por
velas y la luz de una o dos linternas.
Por costumbre mi cabeza se volvió para echar un vistazo a mi
tocador y suspiré cuando no vi ningún número luminoso diciendo la hora.
—Por supuesto, sin energía, no hay reloj.
Al no verle sentido, me volví a acostar en la cama y miré el techo,
mis pensamientos llenos con las escenas que se habían reproducido en mi
sueño. Nada había cambiado; nada se había desviado de él en ninguna
forma. Después de más de dos semanas viendo las mismas situaciones
repitiéndose una y otra vez en mi cabeza me sorprendió que recién ahora
me diera cuenta de algo que no había visto antes.
—Es sólo un sueño —me dije a mí misma mientras que el auto-
desprecio comenzaba a elevarse en mí—. No es real… No me siento de esa
manera.
Una repentina ráfaga de luz me llamó la atención y me senté
rápidamente. Miré por la ventana y suspiré con alivio, la energía había
vuelto. Parecía como si nadie en el vecindario hubiera leído sus manuales
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de seguridad para apagones porque parecía que cada luz en cada casa de
mi calle estaba encendida, incluida una que aparentemente todavía no
había quitado las luces de navidad. El sonido de múltiples televisores
puestos en su volumen máximo se mezclaron con varias radios y perros
ladrando —que estaban tan sorprendidos por la repentina reaparición de
la luz como yo— creando un concierto casi intolerable de sonidos
ininteligible.
La calle brillaba con el vibrante uso excesivo de electricidad y no
parecía como si alguien estuviera listo para apagar algo pronto. Parpadeé
mientras que las luces de los porches comenzaban a encenderse, llenando
la calle con aún más luz. Gimiendo, cerré la cortina y me tiré a la cama
una vez más, cruzando un brazo sobre mis ojos para bloquear la luz que
se seguía viendo.
Mientras que los sonidos afuera poco a poco cesaban, esperé
pacientemente a que pronto las luces lo siguieran —sin duda era
demasiado tarde para que la mayoría de mis vecinos esté despierto— pero
el brillo que se asomaba por las rendijas que mi brazo dejaba sobre mis
ojos no desaparecía. En su lugar, se volvió más brillante, como si alguien
hubiera encendido la luz de mi habitación.
Apreté mis ojos cerrados y presioné con más fuerza el brazo contra
mi rostro, pero el brillo todavía se filtraba.
—¡Esto es ridículo! —resoplé mientras me sentaba, protegiendo mis
ojos de la luz con una mano.
Aparté la cortina y vi que las luces en la calle estaban apagadas,
todo el mundo estaba durmiendo. No había ni una sola luz encendida.
—¿Qué está pasando? —murmuré para mí mientras me giraba.
El resplandor que llenaba mi habitación era de un tono dorado que
no venía de las luces de la calle o de las casas de mis vecinos. La calle
estaba oscura y silenciosa detrás de la cortina. No, el resplandor que casi
me cegaba provenía de una sola fuente, que me sonreía desde el centro de
mi habitación, una sonrisa engañosamente hermosa y amistosa
enmarcada por un rostro que podría haber encantado a cualquiera.
Sus ojos brillaban, su iris dorado líquido de una alegría sin nombre
y sus manos estaban extendidas para alcanzarme con una intención
desconocida. Había desaparecido la piel seca y el cabello descolorido.
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Había desaparecido el cuerpo frágil y débil. Sam estaba parado en mi
habitación, fuerte, joven y hermoso. Y aterradoramente real.
Por lo que grité.
Al instante la luz se había ido, mi habitación lanzada una vez más
en la oscuridad. Podía escuchar mi corazón latiendo fuerte en mi pecho
por el miedo de haber visto esa cara otra vez, y mis manos estaban frías y
húmedas cubiertas de un sudor nervioso.
—¡Grace!
Me di la vuelta para ver a Robert parado junto a la cama, su rostro
inundado con preocupación y miedo. Apenas tuve tiempo de registrar su
presencia antes de que viniera hacia mí y rápidamente me envolviera en su
abrazo, y por un momento me olvidé de todo excepto del sentimiento de
estar en sus brazos, de estar a salvo, de ser amada.
—Grace, te escuché gritar… ¿qué pasó? ¡Tú!
Me giré y vi la expresión enojada de Graham ser seguida por un
puño cerrado a una rápida velocidad hacia la cara de Robert. Me tiré
delante de él sin pensar —o tal vez pensé muy rápido— y recibí el golpe
dirigido a Robert de lleno en mi ojo derecho.
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7 Una Elección
Traducido por Whiteshadow, Lizzie y Dai (SOS)
Corregido por Zeth
aí como un ladrillo, aterrizando a los pies de Robert, mi
mano inmediatamente se elevó para cubrir mi palpitante
rostro. Él se agachó junto a mí, su mano presionando
contra la mía, su voz suave y reconfortante mientras rozaba mi frente con
sus labios varias veces.
Graham simplemente se quedó allí, mirándome fijamente en estado
de shock, con el puño levantado en el aire.
—Tú... ¿por qué...? ¡Oh Dios mío, te golpeé! Oh, Dios mío. Oh. Dios.
Mío.
—No fue tu intención —murmuré cuando comencé a sentir el calor
del flujo de la mano de Robert a través de la mía, su curación se producía
mucho más rápido de lo esperado.
—Es sólo superficial —murmuró Robert, sus labios aún contra mi
cabeza—. Esto se irá rápido.
—¿Qué estás haciendo en su habitación? —preguntó Graham
enojado—. ¿Por qué la asustaste de ese modo? ¿Qué estabas tratando de
hacer?
Robert ignoró sus preguntas, pero yo no.
—No grité por él, Graham. Fue Sam, estaba en mi habitación.
C
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Robert no se inmutó ante mi explicación, él ya sabía lo que había
sucedido, pero Graham se puso de rodillas y se arrastró hacia mí,
poniendo sus manos sobre mis piernas en actitud de súplica.
—Lo siento, Grace. Lo siento… estaba abajo, estaba aquí y aun así
él entró. Pudo haberte hecho daño y yo estaba aquí… ¿qué hubiese pasado
si te hubiera lastimado? ¿Qué hubiese pasado si...? Y te golpeé, el ángel
asesino en serie entra en tu habitación y soy el que te hace daño. ¡Oh,
Dios!
Me aparté de Robert y envolví mis brazos alrededor de un
tembloroso Graham, preguntándome cuándo fue que me convertí en la que
brindaba consuelo y él en la víctima asustada.
—Estoy bien, Graham. Estoy bien, ¿ves? Graham, mírame.
Sus ojos se elevaron para mirarme a la cara y mientras reparaba en
la falta de daños, yo me fijé en sus ojos enrojecidos y la tez enrojecida.
—Graham, no te castigues por esto. Es mi culpa, me puse delante
de Robert.
—¿Por qué?
Robert y Graham, se miraron entre sí, ambos sorprendidos por la
pregunta que salió de sus bocas.
Miré a ambos, con la cabeza oscilando entre uno y luego el otro,
sorprendida de que no lo supieran.
—Graham, ¿no me escuchaste más temprano? No puedes hacerles
daño. No los puedes golpear y esperar a tener otra cosa más que no sean
todos los huesos de la mano y el brazo rotos.
Me miró con incredulidad y no podía echarle la culpa.
Probablemente no lo habría creído si no lo hubiese experimentado de
primera mano. Suspirando, golpeé la pierna de Robert. El audible crujido
de mis dedos al romperse por el impacto fue suficiente para poner a
Graham al borde de la histeria.
—¿Qué diablos te pasa? ¡Te creo! ¡No tenías que ir y romper tu
mano! ¿Estás loca?
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Robert intervino, su enojo por haber sido utilizado como una pieza
de demostración, por no hablar de un saco de boxeo, fue eclipsado sólo por
su enojo por haberme herido.
—Esto es altamente irresponsable de tu parte, tu seguridad es lo
más importante para mí, ¿y vas y te lesionas para probar un punto? Él no
es Einstein, pero entendió cuando estaban hablando de nosotros, no
exagerabas, Grace.
Me quedé viéndolos a los dos, y luego volví la atención a mi mano,
la cual ahora parecía un cristalino racimo de uvas.
—No me duele.
Robert y Graham, ambos, detuvieron su regaño ante mi
comentario.
—¿Qué quieres decir, con que no te duele? —preguntó Graham.
—Como la última vez —comentó Robert mientras tomaba mi mano.
El conocido panal de moretones que cubría mi mano y descendía
en espiral hacia mi muñeca hizo a Graham sacudir la cabeza varias veces
mientras asimilaba todo.
—¿Qué pasa con el maldito patrón?
—No lo sé. Siempre lo hace y nada de lo que he aprendido acerca
de la anatomía humana, explica por qué sus moretones siempre tiene este
aspecto —respondió Robert antes de llevar mi mano a su boca. Dejó
escapar un suspiro entre mis nudillos lastimados y sonrió cuando casi al
instante, la piel comenzó a sonrosarse—. Te estás recuperando mucho más
rápido de lo normal. El daño no fue tan amplio.
—Así que realmente puedes curar a la gente, ¿eh? —comentó
Graham mientras era testigo del cambio.
—Ya no es así. —Fue la triste respuesta de Robert.
—¿De qué estás hablando, hombre? ¡Acabas de sanar a Grace dos
veces en menos de diez minutos! Si eso no es curación entonces, ¿qué es?
Robert me miró y luego volvió a mirar a Graham, su única
expresión era de decepción.
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—Perdí la capacidad de curar a los demás cuando obtuve mi
llamado. La única persona que soy capaz de sanar ahora es a Grace.
—¿Has tratado de sanar a otros?
—Sí, lo he hecho. He intentado varias veces y déjenme decirles que
sólo hay una cosa en este mundo que es más decepcionante que no ser
capaz de salvar la vida de otra persona. —Volvió la cabeza una vez más
para mirarme y vi el dolor que llenó sus ojos.
—¿Cuál es tu llamado de todos modos, Robert?
Su cabeza giró para mirar a Graham.
—¿Por qué?
La expresión de Graham se mantuvo sincera al responder.
—Porque amo a Grace. Me has pedido que la mantenga a salvo.
—Lo cual no pudiste hacer…
—Sí, pero todavía confías en que lo haga, y creo que si vas a
pedirme ese tipo de cosas, por lo menos debería saber que me estás
pidiendo que haga.
Robert negó con la cabeza.
—No.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que vaya a decirle a alguien? Ya sé lo
que eres, Robert. Confías en Grace, ¿verdad? Bueno, ella confía en mí. Y
también lo hace tu hermana. Ya soy parte de esto, te guste o no, y creo
que tengo derecho a saber.
—No.
El cuerpo de Graham se puso rígido con furia y saltó
incorporándose sobre sus pies.
—No puedo creer esto. Esperé a un lado para que me aceptases
como amigo de Grace. He aceptado el hecho de que te encuentras
incómodo con nuestra amistad y mantengo la nariz fuera de su relación en
su mayor parte. Te defendí ante Grace después de que le rompiste el
corazón, e incluso traté de convencerla de que te aceptara de nuevo.
Estuve de acuerdo en quedarme con ella, aunque no sabía por qué, y
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todavía no confías en mí. ¿Sabes qué? Me retracto de todo. Grace, él es un
idiota. Olvídate de tratar de perdonarlo, obviamente, la única persona que
le importa es él mismo.
Graham salió enojado de la habitación. Miré con ojos acusadores a
Robert y sacudí la cabeza.
—No puedo creerte. —Salí tras Graham, casi tropezando por las
escaleras en el proceso, y logré llegar hasta él antes de que cerrara la
puerta—. ¡Graham, espera!
Se detuvo al escucharme llamarlo, pero siguió caminando, dejando
la puerta abierta detrás de él. Le seguí afuera y traté de ponerme en frente
de él, pero me había olvidado cuán rápido era.
—¡Graham, por favor, detente!
Buscó a tientas algo en su bolsillo y gruñí mientras sacaba las
llaves. Aunque, en lugar de caminar a su casa, se dirigió hacia su auto.
Subió al asiento del conductor y encendió el motor. Me quedé fuera y lo vi
poner el vehículo en reversa y salir.
Estaba lista para dar la vuelta cuando vi la puerta del
acompañante abierta. Volví la cabeza para mirar a la ventana de mi
dormitorio. A través de la oscuridad pude distinguir la silueta de alguien
que estaba parado allí, y me mordí el labio mientras luchaba con la
decisión que estaba delante de mí.
A pesar de que seguía estando intensamente molesta con Robert
por lo que había hecho, el hecho de que todavía lo amaba no me dejaba
querer hacerle daño de la misma manera en la que él me había dañado y
sabía que al marcharme con Graham, eso sería exactamente lo que estaría
haciendo. Y luego estaba Graham, quien había sido dejado de lado por mí
demasiadas veces a causa de mi amor por Robert, y sin embargo había
vuelto siempre, su amistad y lealtad más fuerte de lo que eran antes. Sin
embargo, ¿sería capaz de perdonarme otra vez?
Sentí el tirón en ambas direcciones y me sorprendió que mi corazón
empezara a palpitar pesadamente, el dolor comenzó a expandirse a través
de mi pecho cuando simplemente me alejé de los dos y comencé a caminar
por la acera, eligiendo en su lugar salir del juego.
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Dije una oración silenciosa de agradecimiento dado que todo el
mundo estaba dormido mientras más me alejaba de la casa, más me daba
cuenta de que estaba escasamente vestida con mis bóxers y camiseta
habituales. La tranquilidad de la noche sólo amplificaba los ruidos que
venían desde el interior de las casas que pasaba, un testimonio de la mala
calidad del aislamiento.
Ronquidos, risas, incluso el ocasional sonido del agua del retrete se
podía oír mientras caminaba por enfrente de las casas que eran idénticas a
la mía en forma, pero no en decoración. Por supuesto, ahora mismo mi
jardín parecía un cementerio de lirios, lo cual me hizo reír, el sonido de
ésta resonó por la calle más de lo que había previsto. Fue cuando llegué al
final de la manzana que finalmente había tenido suficiente de aquel aire
frío y ruidos personales, y di la vuelta.
—¿Por qué estoy alejándome de mi casa? Es mi casa por Dios santo
—murmuré para mí cuando empecé a pasar las casas familiares una vez
más, sus frentes oscuros, las cortinas de todos cerradas al negro vacío de
la calle.
Pude ver la luz del porche de mi casa abriendo una franja de luz de
color ámbar en la calle mientras me acercaba. En silencio esperé que
Graham no hubiera cerrado la puerta, no estaba interesada en escalar a
través de la ventana de la cocina.
Cuando estaba a tan sólo unos metros de distancia vi a dos figuras
de pie en la acera, ambos de frente a mí, con los brazos cruzados sobre el
pecho en pose desafiante.
El auto de Graham ahora se encontraba estacionado en frente de la
entrada de la casa, los faros aún encendidos, iluminando directamente la
puerta del garaje y revelando lo mucho que necesitaba volverse a pintar.
Caminé hacia ellos y, cuando no hicieron ningún intento de decir
algo, los pasé de largo y me dirigí directo a mi casa. Me dirigí a mi
habitación, sin importarme que mis pies fueran probablemente un
mugroso desastre, o que mi ropa estuviera un poco húmeda por el sudor
frío, y me recosté en la cama, boca abajo, la cara enterrada en el hueco de
mi brazo.
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La puerta de mi habitación se abrió poco a poco y me volví para ver
a Robert y Graham entrar, sus rostros solemnes, su estado de ánimo
tranquilo. Los miré fijamente, incapaz de decir nada a ninguno de los dos.
Graham y Robert se miraron entre sí, obviamente, cada uno de
ellos igual de dispuestos a ser el primero en hablar. De pie uno junto al
otro hacía fácil ver las notables diferencias entre ambos. A pesar de que
eran casi de la misma altura, con Robert de pie siendo unos pocos
centímetros más alto, era claro de ver que Graham era más musculoso,
aunque sólo fuera en apariencia. El cabello oscuro de Robert era más largo
que el de Graham, y colgaba un poco sobre su rostro, mientras que el de
Graham era corto y en puntas. Los ojos de Robert, esos ojos de plata que
siempre podían enviar a mi corazón al galope, eran mundos aparte del
verde oscuro de Graham que una vez me habían hecho sentir como la
persona más importante en el mundo.
Incluso la forma en que se encontraban parados era un estudio en
comparación. Graham era tan tranquilo y relajado, su postura era
perezosa, con los pies separados, las rodillas flexionadas. Robert, por otro
lado, serio e intenso, permanecía erguido, con los pies muy juntos, sus
rodillas bloqueadas. La elección de la ropa sólo hacía hincapié en las
diferencias entre ellos, luz y oscuridad, despreocupado y centrado.
—Grace, queríamos pedirte disculpas por ponerte en el centro de
nuestro… desacuerdo —dijo a la final Robert, rompiendo mi
concentración.
—Sí, lo sentimos —coincidió Graham.
No podía decirles nada a ellos; simplemente los miré.
—Tu vida está en peligro y hemos hecho girar esto en torno
nuestro, fue un error de nuestra parte hacerlo, y hemos llegado a un
acuerdo —añadió Robert.
Graham asintió.
—Sí, Grace. Hablamos sobre ello, sobre lo que pasó esta noche, y
hemos llegado a una clase de compromiso en un par de cosas.
—¿Compromiso en qué? —preguntó mi voz apagada desde detrás
de mi brazo.
Robert y Graham, se miraron una vez más y luego a mí.
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—No puedo mantenerte a salvo, Grace. He demostrado eso ésta
noche y me mata el saberlo, el admitirlo, pero tengo que hacerlo con el fin
de ayudar a Robert a hacer lo que estamos de acuerdo en que se supone
que debe hacerse. Por lo tanto, Robert accedió…
—He accedido a contarle a Graham cuál es mi llamado, si él se
compromete a mantener tu paradero en secreto a todos, incluyendo a tu
padre —interrumpió Robert.
Las palabras no calaron en mí ni siquiera un poco y miré a los dos,
desconcertada por lo que acababa de oír.
—Grace, Robert te llevará a su casa, y yo me voy a quedar aquí, así
nadie sabrá que te has ido. Cuando tu padre llegue a casa, le voy a decir
que te estás quedando en la casa de Stacy o visitando a Lark.
Me senté, sorprendida y enojada.
—¿Vas a mentirle a mi padre?
Él asintió y sonrió.
—No es como si no lo hubiese hecho antes. ¿Recuerdas la vez que
rompí la ventana delantera con la honda que mis papás me regalaron para
mi décimo cumpleaños?
Le fruncí el ceño.
—Sí, le dijiste a mi papá que yo lo había hecho y fui castigada
durante todo un mes.
—Lo sé, pero si se hubiera enterado de que yo lo hice, me habría
prohibido venir, al menos todavía podía hacer eso mientras estabas
castigada —me recordó Graham.
La mezcla de diversión y de culpa en su voz lo decía todo, y suspiré
en respuesta.
—No voy a ir. Ésta es mi casa. No voy a dejar a Sam sacarme de mi
propia casa.
—Grace, esto no está en discusión —dijo Robert, la autoridad en su
voz era algo a lo que yo no estaba acostumbrada—. Tú vienes a casa
conmigo. No es seguro para ti estar aquí.
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—¿Oh, pero es seguro para Graham? —repliqué.
—Sí, es seguro para Graham —respondió con calma—. A Sam no le
interesa Graham, y no importa cuáles sean las intenciones de Sam, no
puede hacerle daño a los inocentes. La vida de Graham no está en peligro.
—¿Por qué no se le permite hacer daño a los inocentes, Robert?
¿Debido a las reglas? ¿Las mismas reglas que dijiste me mantendrían a
salvo porque soy tu Portadora de Alas? ¿Las mismas reglas que me dijiste
te impedían mentir? Disculpa si ya no creo nada de lo que dices —
argumenté, el veneno en mi voz sorprendiéndome incluso a mí—. No voy a
ir. La idea de permitir que me sigas a todas partes fue bastante difícil de
aceptar… no estoy preparada, o dispuesta, a aceptar estar bajo el mismo
techo contigo cuando lo único que puedo escuchar en mi cabeza es tu
traición.
—No tienes elección, Grace —insistió Robert—. Graham está de
acuerdo conmigo en que no estarás a salvo aquí. Si no puedes confiar en
mí entonces confía en él.
Lo miré y sonreí con suficiencia, la duda y la presunción de repente
me llenaron de oscuridad.
—Dile primero a él.
Su rostro se volvió de piedra ante mi demanda.
—No.
—Me iré contigo si le dices, voy a ir a donde quieras, siempre y
cuando le digas la verdad. Vamos a ver si todavía quiere que vaya contigo
una vez que sepa lo que eres, Robert.
Graham nos miró a los dos y frunció el ceño, la oscuridad en
nuestros rostros hablando de cosas de las que de repente no estaba
seguro, cosas que él no creía que quisiera saber.
Robert lo miró, entrecerrando sus ojos mientras buscaba en la
mente y el corazón de Graham por la posible reacción que se encontraba a
la espera de la verdad de lo que Robert era en realidad. Cuando su
expresión se mostró consternada, me sentí emocionalmente dividida en
dos: una parte de mí celebraba lo que él había visto, la pequeña victoria
una señal de que me quedaría en casa, mientras que la otra parte sentía
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arrepentimiento por haberlo herido una vez más por despecho,
traicionando la fachada de alevosía que había instalado en mí.
—Graham… —comenzó Robert, su voz grave y baja, la mirada baja,
incapaz de mirarnos a Graham o a mí mientras hablaba—. Mi llamado,
que es para lo que nací, para hacer, no es algo que se acepta fácilmente, y
no tengo ninguna duda de que encontrarás lo que hago repugnante y
reprobable, pero si esto es lo que quiere Grace, si es lo que necesita, te lo
diré.
Sacudiendo la cabeza, Graham se negó a la explicación.
—No. No me digas, Robert. Esto está mal. Esto está mal, Grace. Tu
vida está en peligro, ¿y estás tratando de poner a Robert en desacuerdo
conmigo sólo para que puedas sentirte mejor acerca de todo esto? ¿Qué te
ha pasado? ¿Desde cuándo te has vuelto tan rencorosa y vengativa?
—¿Qué? —pregunté, mi voz sonaba angustiada—. ¡No puedes estar
de su lado!
—No lo estoy —respondió con seguridad—. Estoy eligiendo el tuyo.
La última cosa que necesitas es vernos a los dos odiándonos el uno al otro
una vez más, Grace, y eso es lo que Robert parece pensar si me lo dice.
Ahora lo entiendo, entiendo por qué no me lo dirías, Robert.
Caminó hacia la cama y se sentó a mi lado. Envolvió su brazo
alrededor de mis hombros hundidos y apoyó la cabeza contra la mía.
—No importa qué tan enojada podrías estar en él, Grace, aún lo
amas. Es por eso que no viniste conmigo. Es por eso que estás luchando
muy duro para no ir con él, tienes miedo de que al hacerlo, tendrás que
admitir para ti misma y para él cómo te sientes, y eso te asusta más de lo
que ésta persona Sam hace.
—No sabes de qué estás hablando —murmuré sarcásticamente.
—Creo que sí. Probablemente soy la única persona que te conoce
mejor que Robert, y él puede leer tu mente. Sé que lo amas, Grace. No
pasas dos semanas con tu corazón llorando todas las noches por alguien
que no amas. No te niegas a hacerle daño a alguien que no te importa. No
tratas de encontrar razones para permanecer lejos de ellos a menos que
sepas que estar cerca de ellos significa que tienes que hacer frente a cómo
te sientes.
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Meneé la cabeza en negación, incluso mientras las lágrimas caían
por mi rostro en calientes arroyos.
—No sabes de qué estás hablando —repetí, mi voz mucho más
suave en esta ocasión.
—Ve con Robert, Grace. Ve con él y ponte a salvo. Sabes que él es
la única persona que puede protegerte de esa manera.
Levanté la cabeza para mirar a sus llorosos ojos verdes, la visión
borrosa por la pantalla de mi propio líquido.
—Tengo miedo —le susurré.
—Lo sé. Tengo miedo, también, pero él te ama. Es la única persona
que te ama más que yo, y es la única persona que puede mantenerte a
salvo. Por favor, Grace. Has esto, si no por él, y si no por ti, entonces por
mí.
Suspiré.
—Está bien.
Los brazos de Graham me llevaron en un fuerte abrazo feroz
mientras su cabeza se inclinaba hacia adelante y apretaba sus labios
contra los míos, un acto agridulce que empujó las lágrimas en nuestros
ojos hacia adelante, más allá de las puertas de nuestra pestañas y
bañándonos con nuestros recuerdos húmedos. Éste era un momento que
había soñado. Éste era el acto que debería haber sido separado de los
demás. En su lugar, separaría el resto de mi vida de la que había vivido
hasta ahora.
Desde algún lugar profundo dentro de mí, escuché el sonido de algo
demoledor, y pieza por pieza, las imágenes rotas de un recuerdo de un
momento en el tiempo que aún tenía que existir, pero que había sido
testigo, se desvaneció en la oscuridad, cayendo con cada lágrima que caía
de mis ojos cerrados.
Nos quedamos así por lo que podrían haber sido sólo unos pocos
minutos, o podrían haber sido horas. Sólo sabía que no me sentía
preparada para dejar sus brazos cuando finalmente soltó su agarre. Me
besó en la cima de mi cabeza y me acarició el cabello, una cosa casi
fraternal por hacer.
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—Vamos a empacar —dijo a través de una media sonrisa triste.
Asentí lentamente, vacilante. No podía mirar a Robert, quien había
permanecido de pie junto a los dos, captando cada palabra, cada simple
señal de afecto. No me di cuenta hasta más tarde que no podía enfrentarlo
debido a la culpa que sentía.
Me puse de pie y me dirigí hacia el armario. Lo abrí y empecé a
hurgar en una bolsa lo suficientemente grande como para llevar algo más
que un par de jeans y algunas camisas. Los metí en la bolsa que siempre
había tenido conmigo cuando íbamos de campamento.
Dando la vuelta para hacer frente a mi tocador, me puse a escarbar
entre mis cajones y meter la ropa en la bolsa. Cuando estuve convencida
de que había preparado todo lo que sentía que necesitaba a partir de ahí,
me dirigí hacia el baño para tomar mi cepillo de dientes, pero Robert me
detuvo.
—Déjalo. Tu padre tiene que pensar que todavía estás aquí.
—Nunca entra aquí, no se dará cuenta si falta mi cepillo de dientes
—espeté.
—Él lo hará. Te ama, lo cual significa que se dará cuenta si algo
tuyo no está.
Suspiré, sin querer extender el tema.
—Está bien. Estoy lista.
Robert tomó la bolsa de mí, y luego tomó la mochila que Graham
tenía en sus manos. Se dirigió hacia la ventana y desapareció en un mar
de humo negro.
—¡Guau! —exclamó Graham ante la vista, su rostro se iluminó de
asombro—. ¿Cómo hace eso? ¿Pueden todos hacer eso?
Asentí, y sonreí ligeramente, incapaz de resistirme a la magnética
atracción de la emoción y curiosidad de Graham.
—Lark tiene niebla blanca, por si acaso alguna vez percibes algo
que se ve como humo arrastrándose a tu alrededor.
—Genial —dijo, sonriendo.
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—Graham —empecé a decir—, no sé qué decirte ahora. No sé lo que
tengo que decir. Eres mi mejor amigo, y siento que te voy a dejar enfrentar
a los lobos solo.
Él negó con la cabeza y me alcanzó, envolviendo sus brazos
alrededor de mi espalda, mi cabeza apoyada en su pecho, encajando tan
bien que parecía que pertenecía a ese lugar. Sólo que no lo hacía.
—Grace, voy a estar bien. Tengo más miedo por Stacy, que de esta
persona Sam. Y además, no soy al que quiere, ¿recuerdas?
—Prométeme que no vas a ir y tratar de ser el héroe, Graham. Los
héroes sólo pertenecen a películas y libros.
Él se rió y apoyó la barbilla en la cima de mi cabeza.
—Te prometo que me vas a ver mañana en la escuela, Grace. Voy a
estar bien, y, afortunadamente, tú también. Todo va a salir bien. Confía en
mí.
Asentí, sollozando.
—Es hora —dijo Robert desde la ventana.
Los brazos de Graham aflojaron su agarre sobre mí una vez más y
se apartó de mala gana.
—Es mejor que cuides de ella, hombre —dijo con fiereza, sus ojos
nunca dejando los míos.
—No tengo ninguna intención de hacer algo más que eso —dijo
Robert, su mano extendida hacia mí.
Miré el rostro sombrío de Graham y articulé un rápido adiós. Él
forzó una valiente sonrisa en su cara cuando acepté la mano de Robert y
fui empujada rápido a través de la ventana y perdí la sensación de la tierra
bajo mis pies.
Mis brazos instintivamente se envolvieron alrededor del cuello de
Robert y enterré mi rostro allí mientras nos elevamos a través del tranquilo
cielo. No me atreví a abrir mis ojos para mirarlo a él o a cualquier otro
lugar. No estaba lista para la confrontación que sabía que iba a venir.
En cambio, escuché el sonido del aire rozando al pasar en mis
oídos, y el susurro de las alas que sabía que Robert había extendido. Mis
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dedos rozaron las suaves plumas de seda y por un breve momento, pude
relajarme.
Cuando aterrizamos en la puerta trasera de la casa de Robert, me
di cuenta de lo mucho que daba por sentado el hecho de que siempre se
tomaba su tiempo cuando viajaba de esta manera de su casa a la mía.
Sólo estuvimos en el aire unos pocos minutos, una fracción de tiempo de
lo que normalmente tardaba el mismo viaje otras veces.
La puerta se abrió y Lark estaba ahí parada, su rostro un arco iris
de emociones mientras me halaba hacia el interior.
—Te quedarás en mi habitación, Grace.
—No, ella se quedará conmigo. —Contradijo Robert.
—Reglas de mamá, Robert. Se queda conmigo —dijo firme Lark
mientras me arrastraba por el largo pasillo que pasaba por delante de la
habitación de Robert, la cocina y dentro de la sala de estar—. Lamento
todo esto, Grace —dijo tristemente cuando comenzó a dirigirse hacia las
escaleras.
Abrió la última puerta en el piso de arriba y me hizo entrar en su
gran habitación. El dormitorio de Lark era el más grande en la casa.
Ameila había optado por la más pequeña de las tres habitaciones en el
piso de arriba mientras que Lark usaba el dormitorio principal. Cada una
de las paredes estaba pintada de un color diferente, desde naranja
brillante a un azul turquesa, un amarrillo que te gritaba, y un rosado que
nunca permitiría en mi armario, y mucho menos en mi habitación.
Su cama grande y moderna estaba hecha de retazos de los mismos
colores, aunque la tela era una mezcla de gamuza y felpilla, algodón y
seda, y varios patrones muy variados tan bien pensados que de alguna
manera todos encajaban con las paredes tan bien como decoración.
Colgadas en las paredes en cuadros negros estaban las grabaciones
de lápidas que había tomado de los diferentes cementerios que había
visitado. Hacía una hermosa, y no macabra exposición de su hobby, y
contrastaban con el brillo de la habitación.
—¿No te parece irónico? ¿La habitación de una chica ciega pintada
como una explosión de colores? —Había bromeado ella cuando la vi por
primera vez hace meses.
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Sabía muy bien como para concordar… había aprendido que podía
ver los colores a través de mis propios ojos, aunque me explicó algo que no
me había dado cuenta hasta entonces.
—Todos ven las cosas diferentes. Mientras que tú ves los colores
brillantes y hermosos, otros podrían verlos y pensar que son chillones y
ofensivos. Yo sólo puedo ver las cosas desde la perspectiva de los ojos a
través de los cuales veo. Es una de las cosas por las que confío en ti,
Grace. Ves las cosas como son... no enmascaras las cosas con etiquetas e
ideas preconcebidas formadas de las opiniones de los demás. Sé que lo que
ves es la verdad.
Ahora la habitación lucía como una prisión colorida, y yo era su
nueva residente.
—Deja de quejarte —me espetó mientras caminaba hacia la cama y
sacaba las mantas—. Te sugiero que duermas. Tienes que volver a tener
una vida normal tan pronto como sea posible de modo que nadie piense
que algo está pasando. Sam escudriñará a través de la mente de aquellos a
tu alrededor para ver si algo cambió.
La miré con un extraño sentimiento de decepción recorriéndome.
Me subí a la gran cama y metí mis pies debajo de las sábanas y del
edredón, recostándome lentamente hasta que mi cabeza tocó una de las
numerosas almohadas que ella había apilado contra la cabecera
acolchonada.
—¿Qué? ¿Esperabas pasar la noche con Robert en su habitación?
—preguntó, riendo cuando atrapó mi expresión horrorizada—. Oh, por
favor, es eso, ¿no? ¡Querías dormir con él! Bueno, lamento decepcionarte,
Grace, pero a diferencia de tu padre, mamá sabe cuando tenemos...
invitados en nuestras habitaciones. No tiene nada que ver con propiedad,
así que no la confundas con ser una mojigata o algo de eso.
—¿Entonces por qué estaba bien para Robert pasar la noche
conmigo, pero no de la otra forma? —No pude evitar preguntar.
—No lo está.
Me senté para preguntar por qué pero Lark se había ido, estaba
sola.
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Suspirando me giré sobre un costado y me recosté una vez más.
Las luces se apagaron lentamente y mis ojos las siguieron a medida que se
cerraban, cerrando el paso a los colores apagados en la habitación,
cerrando el paso a todo y a cada uno de los pensamientos excepto a uno.
Para mejor o peor, había elegido seguir a Robert y eso muy
probablemente había puesto a mi mejor amigo en peligro. ¿Sería capaz de
aceptar las consecuencias de mis actos si algo le pasara a cualquiera de
ellos? ¿Y si algo le pasaba a uno de ellos? ¿Sería capaz de encarar al otro?
Y exactamente, ¿qué estaría evitando al estar aquí? Sam había
encontrado mi casa, mi habitación. Estaba en mi cabeza ahora. ¿Cómo no
iba a saber que algo había cambiado?
Entonces me di cuenta de que ya sabía cómo mantenerlo fuera... la
habilidad para esconder mis pensamientos se había manifestado por
accidente, pero todavía estaba disponible para hacer lo mismo, y había
aprendido a controlarla de alguna manera, permitiéndome elegir a quién
dejar entrar. Abracé esta información conmigo, contenta por su existencia,
y cerré mis ojos.
Los abrí de nuevo cuando sentí la presencia de alguien en mi
habitación.
—¿Lark? —llamé, pero sabía que no era ella—. ¿Robert?
Cuando no hubo respuesta, salí de la cama y me acerqué a la
puerta. La abrí, un raudal de luz brillante desde el pasillo iluminó la
oscuridad del dormitorio y reveló dónde se encontraba el interruptor de la
luz. Lo encendí y miré alrededor de la habitación.
Estaba vacía.
Sacudiendo la cabeza, apagué la luz, pero dejé la puerta
entreabierta para que un rayo de luz fuera visible desde la cama. Subí
despacio, tirando de las mantas sobre mis piernas y mi pecho antes de
acostarme.
—Qué dem... —Levanté la cabeza y puse mi mano sobre la
almohada, extrayendo el objeto que había sido colocado allí.
Me senté y me incliné hacia el rayo de luz que brillaba a través de
la puerta y llevé el objeto hacia él, un temblor de calidez me recorrió
cuando me di cuenta de lo que era.
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El marrón moteado con flores blancas y rosas era perfecto, sus
cinco pétalos abiertos, como en una súplica. Deslicé la punta de mi dedo
contra la suave y lisa superficie de cada uno, el tallo del centro gentilmente
espolvoreando polen amarillo brillante en la parte de atrás de mi mano que
se aferraba a él desesperadamente.
Sentí el tirón de mis labios hacia arriba inconscientemente, la
sonrisa traicionando al dolor que todavía sentía. Levanté me brazo para
arrojar la flor lejos de mí, pero de nuevo, en contra de todo lo que me dije
que era lo correcto por hacer, bajé mi brazo y acerqué más la flor. Me
recosté y apoyé la cabeza en la almohada, la flor ahora bañada en
oscuridad pero todavía hermosa en su silueta.
—¿Por qué me haces esto? —susurré—. ¿Por qué me haces sentir
estas cosas cuando todo lo que quiero hacer es olvidar?
No esperaba una respuesta, por lo que me sorprendió cuando
después de no recibir una, sentí el ardor de las lágrimas a medida que mis
ojos se humedecieron decepcionados. Apoyé la flor en la almohada a mi
lado y la miré hasta que mis ojos se cerraron.
Por primera vez en dos semanas, no soñé con Sam.
No soñé nada.
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8 No Apto Para
los Oídos de los Niños Traducido por Vanehz
Corregido por Zeth
e levanté para ver a Graham sentado en la cama a mi
lado, había olvidado dónde estaba y me moví para
sentarme, pero mis pies no tocaron el suelo. Por el
contrario, encontraron más cama, más sábanas, más comodidad; más de
todo lo que no estaba acostumbrada.
—¿Qué? —murmuré mientras frotaba mis ojos y miraba a mi
alrededor, el brillo casi cegador—. Oh, queridas bananas. ¿Cómo puede
levantarse así todas las mañanas?
—Me gusta —dijo Graham animadamente, su gran sonrisa luciendo
casi cómica.
—Deberías —murmuré mientras me giraba alrededor para salir de
la cama, esta vez completando la tarea con un poco de dificultad—. ¿Qué
hora es?
—Casi las siete. Te llevaré a la escuela hoy; sin cambios de rutina;
eso es lo que indicó Robert.
M
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—¿Desde cuándo te convertiste en su perro faldero? —gruñí
mientras rebuscaba a través de mi bolso por ropa—. No puedo creerlo,
¡olvidé empacar mis botas!
La sonrisa burlona de Graham se volvió imposiblemente más
amplia.
—Creo que sólo deberás tomar prestado algo de Lark.
Respingando, sacudí mi cabeza.
—Uh-uh. No voy a llevar ninguno de sus remilgados zapatos con
mis jeans. Eso se vería tan… no como yo, ¿de acuerdo?
Se encogió de hombros y se echó hacia atrás en uno de sus codos.
—Bien, puedes ir descalza, supongo. Es algo bueno que haya
comenzado el invierno, ¿eh?
—No estás ayudando, Graham —dije, mi voz adoptando un tono
más bien desagradablemente melindroso—. Necesito mis botas.
Lark entró y me dio un vistazo completo, sacudiendo su cabeza a lo
que vio a través de los ojos de Graham.
—Eres espantosa en la mañana, Grace. Pensarías que dormir en mi
habitación ayudaría con tu disposición, o al menos con tu apariencia, pero
aparentemente algunas personas no pueden ser ayudadas. Ten —dijo,
lanzando una bolsa sobre la cama.
—¿Qué es esto? —pregunté estirándome para alcanzarlo, pero sin
obtener respuesta. Levanté la mirada y sacudí mi cabeza.
Lark y Graham se miraban el uno al otro, sus manos unidas, sus
frentes presionadas juntas. A mi pesar, sentí una leve punzada de envidia.
Suspirando, volví mi atención de regreso a la bolsa y saqué una
caja grande. Removí la envoltura y grité con alegría.
—¡Mis botas!
Las saqué y las abracé contra mi pecho entonces rápidamente las
alejé de mí, mirando para estar segura de que nadie hubiera notado eso.
—Oh, vi eso —rió Lark.
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—También yo —rió Graham entre dientes.
Arrugué mi nariz hacia ellos y rápidamente tomé un par de jeans y
una camisa y entonces entré al baño, con las botas agarradas
apretadamente en mi mano. Cambié mis ropas precipitadamente, sin
darme cuenta de que me había puesto la camisa al revés… dos veces, y
entonces lavé mi rostro. Vi el cepillo de dientes empacado junto al lavabo y
lo abrí.
Cepillé mis dientes y luego pasé mis dedos a través de mi cabello,
haciendo mi mejor intento de alisarlo antes de salir y encarar las miradas
divertidas de Lark y Graham, quienes no habían exactamente cambiado de
posición, sólo movido sus rostros para poder verme.
—Listo, vamos —dije mientras tiraba mis ropas de dormir en la
gran maleta y mientras cogía mi bolso en el piso al lado de la cama.
—¿No vas a desayunar? —preguntó Lark, sorprendida ante mi
prisa.
—¿Lo hizo tu madre?
Cuando Lark asintió entusiasmadamente, fruncí el ceño y sacudí
mi cabeza.
—No gracias. Sólo tomaré una manzana o algo en el camino.
Graham me siguió fuera de la habitación y bajando las escaleras,
su voz teñida con confusión y un poco de ofensa.
—¿Por qué no vas a comer lo que la mamá de Lark preparó para el
desayuno?
Me detuve y giré para mirarlo.
—Porque ella no sabe cocinar, la mujer no puede hacer siquiera
gelatina, ¿de acuerdo? No quiero comer algo que ella cocine, si ni siquiera
puede hacer algo que no requiere cocinarse.
Oí su jadeo, viendo sus ojos sobresalir, y supe; instintivamente,
desde las mismas puntas de mis zapatos, que simplemente me las había
arreglado para tragarme monumentalmente mi zapato entero mientras
giraba para encarar una sonriente y aun visiblemente contrariada, Ameila.
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—Uh, yo, eh —tartamudeé mientras trataba de encontrar las
palabras correctas que decirle para disminuir el impacto de mi declaración
sin pensar, pero sabía que no había razón de hacerlo cuando vi que
elevaba una ceja, curiosa y divertida ante el estado nervioso en el que me
encontraba—. Oh, demonios, lo siento pero es verdad. Pienso que no
puedes cocinar, lo que es decir mucho ya que estoy segura de que puedes
hacer todo lo demás perfectamente.
Me preparé para la reacción que sabía que vendría, incluso cerré
mis ojos y me encogí, pero nada vino.
Nada excepto el hermoso y casi tintineante sonido de la risa de
Ameila.
—Oh Grace, es simplemente algo maravilloso tener algo de
honestidad a mí alrededor. Tienes que entender que hasta que entraste en
nuestras vidas, la única cosa que había hecho era un vaso de agua. E
incluso estoy segura de que eso lo hice de forma incorrecta. No me ofende
tu opinión, querida. Es bienvenida, de hecho.
—¿Gra...cias? —Me las arreglé para decir antes de que se alejara
caminando.
Repentinamente recordé algo que había estado pensando en mi
mente el último par de días y no quería perder la oportunidad que se
extendía ante mí, así que corrí tras ella y le bloqueé el paso.
—Um, Ameila, ¿puedo hablar contigo? Ya sabes, ¿hacerte algunas
preguntas personales?
Me miró, sus ojos arrugándose con diversión y sonriendo.
—Por supuesto, pero no hasta después de la escuela, a la cual creo
que vas a llegar tarde si no te apresuras.
Su tono era uno que decía que no admitía negativas, a pesar de ser
maternal. Asentí y sonreí, agradecida de que estuviera de acuerdo en que
le preguntara, y giré para encarar a Graham, quien aún lucía estupefacto.
—No luce lo suficientemente mayor como para ser su madre —se
las arregló para decir cuando le di una patada en la espinilla.
—¿Es así? ¿Es todo lo que vas a decir? —me reí—. Vamos,
llegaremos tarde.
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—Lark se parece a ella. ¿Crees que se parece a ella? ¿Piensas que
va a envejecer bien? Creo que va a envejecer bien —continuó murmurando
Graham detrás de mí, mientras salíamos por la puerta delantera, el auto
de Graham esperaba al frente.
—Ella no envejece en absoluto, Graham, ¿o no te diste cuenta
cuando te enteraste que tenía quinientos años?
Me giré para ver si Lark estaba detrás de mí y fruncí el ceño cuando
no estaba.
—¿A dónde fue Lark? Estaba justo…
—Ya estoy en el auto. Vamos, ya oíste a mamá; vamos a llegar
tarde —gritó su voz de coral desde el asiento trasero del Buick verde.
Sonriendo, abrí la puerta del lado del pasajero y entré. Graham
parecía molesto porque Lark no estuviera sentada junto a él hasta que
Lark se inclinó hacia adelante con los brazos envueltos en el asiento para
abrazarlo. Escuché el ligero crujido del metal, mientras se doblaba bajo
sus fuertes brazos, y no puede contener las risitas que escaparon cuando
los ojos de Graham sobresalieron de nuevo.
—¿Acabas de dañar mi auto?
—No —respondió Lark, aunque la hendidura con la forma de sus
brazos dejada en el asiento era claramente evidente—. Sólo conduce, ¿de
acuerdo? —Me miró e hizo un gesto hacia los daños, una mirada de
preocupación en su rostro.
Simplemente sacudí mi cabeza y sonreí. Me estiré para alcanzar mi
bolso de entre mis rodillas y me detuve.
La flor que había estado sobre mi almohada estaba ahora fijada a
mi bolso, una pequeña nota doblada junto a ella.
Halé la nota del alfiler y la abrí, la elegante y familiar letra
formando dos simples palabras y un nombre que hacía que mi corazón
latiera un poco más rápido en mi pecho, recordándome que aún estaba
ahí, aún vivo, a pesar de toda la evidencia en contra.
Decidí dejarlo continuar para probar que estaba equivocada.
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Quizá era porque mi mente estaba en cualquier parte, o quizá era
porque era aún otro día sin el miedo de encontrarme —o ser derribada
por— Erica Hamilton en los pasillos, pero el día pasó con bastante rapidez,
la campana final un bienvenido alivio. Como había hecho el día anterior,
Robert caminó a mi lado después de clases, aunque se mantuvo a un lado
y ligeramente detrás de mí. Me di cuenta de que estaba haciendo esto para
darme algo del espacio que necesitaba, y no me molesté en luchar contra
la sonrisa que se formó en mis labios.
Graham me encontró fuera y rápidamente, casi demasiado rápido,
estuve de vuelta al auto, yendo hacia la casa de Lark y Robert. Lark había
optado por quedarse atrás con Stacy, quien aún no sabía lo que estaba
pasando. Esto me molestó, pero como Lark había explicado, ya tenía
mucho en su plato por lo que preocuparse; agregar otra preocupación
encima de todo lo que ya tenía que hacer frente sólo sería cruel y egoísta
por parte de todos nosotros.
El camino a la casa Bellegarde durante el día era un espectáculo
digno de ver. Las paredes altas y blancas que rodeaban la propiedad
daban lugar a ornamentadas puertas de hierro forjado flanqueadas,
irónicamente, por dos estatuas de ángeles de gran tamaño.
—¿No es eso un poco peligroso? —preguntó Graham mientras las
pasábamos una vez que las puertas se abrieron—. Quiero decir, es como
un vampiro viviendo en una casa que tiene ataúdes situados en el camino
de entrada.
Mi risa llenó el auto, el sonido de mi risa sorprendiéndonos a
ambos.
—Graham, nadie sabe que los ángeles viven aquí excepto otros
ángeles y el electus patronus.
—¿El qué-us pa-quién?
Miré su expresión perpleja y comencé otra vez con el ataque de risa.
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—El electus patronus, Graham; los EP. En realidad, no sé mucho
acerca de ellos. He conocido a algunos de ellos, uno que realmente salía
con Robert hace mucho tiempo, y son un grupo… muy interesante. Son
todas familias que cuidan del secreto de los ángeles. Estoy segura de que
cuando Lark finalmente te introduzca en ellos, aprenderás un montón de
cosas más que yo.
Mientras Graham estacionaba el auto en frente de la casa, se
recostó hacia atrás en el asiento, con la frustración corriendo a través de
su cuerpo.
—¿Por qué Grace? ¿Por qué es que siempre te mantienes en la
oscuridad de estas cosas? No entiendo por qué Robert no es directo
contigo cuando arriesgas tanto sólo por estar con él.
Mirando hacia afuera por la ventana, sentí un poco de tristeza
arrastrarse de nuevo en mí. La risa ahora se había ido.
—Tampoco lo entiendo, Graham. Pero tengo la intención de obtener
algunas respuestas a mis preguntas hoy, y no serán de Robert.
Graham asintió, su mirada en la puerta azul del frente de la casa
Bellegarde.
—Espero que las obtengas, Grace. Y espero que me digas todo lo
que hayas aprendido para que no me meta en esto ciegamente.
Lo abracé y salí del auto, parada fuera de la puerta delantera por
mucho tiempo luego de que se fuera antes de finalmente reunir el coraje
para entrar.
La puerta se abrió inmediatamente, Robert de pie en el lado
opuesto esperando por mí. Pasé junto a él, entrando en la casa como si
fuera la primera vez, el brillante sol de la tarde llenándola con calidez y luz
que insinuaba la iluminación que recibiría hoy, ya sea libremente o
demandada por mí.
Ameila estaba parada en la sala, sus manos extendidas en
bienvenida, y caminé hacia ella con entusiasmo, la promesa en su rostro
un indicio muy positivo de hecho.
—Grace, finalmente estás aquí; ese Graham debería aprender a
conducir un poco más rápido —dijo mientras me llevaba hacia el gran
sofá.
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—No es su culpa —reí, sintiéndome relajada por su cálida y
amigable sonrisa—. Su auto es más viejo que él.
Asintió, conociendo ya la historia.
—Bien, si sigue viendo a Lark, va a necesitar encontrar un medio
de transporte más rápido, ¿no?
Mi cabeza rebotó de arriba abajo en acuerdo mientras contenía otra
risa.
—Aunque, ama a ese auto. Tenemos un montón de recuerdos en
ese auto.
—No tengo duda de ello. Ahora dime, ¿qué es eso que quieres
saber, Grace?
Me moví para girarme, pero Ameila colocó su mano contra mi
barbilla, forzándome a mirarla de vuelta.
—No te preocupes por Robert; no está aquí, lo envié lejos así no
puede hacerte sentir nerviosa por nuestra charla de chicas. Así que dime
lo que hay en tu mente, querida.
La miré y tomé dos grandes y profundas respiraciones, para darme
el coraje de hacerle las preguntas que había acumulado por los pocos
meses pasados.
—¿Puedo preguntarte cualquier cosa?
Sonrió y asintió.
—Sí.
—¿Y vas a responder?
—Sí, Grace, lo haré. Creo que es hora de que finalmente recibas las
respuestas que has estado esperando.
Sentí una inmensa cantidad de peso despegar de mis hombros ante
su respuesta y empecé mentalmente a examinar a través de las docenas de
preguntas en mi mente, cada una pareciendo tener más importancia que
la otra mientras más pensaba.
—Grace, ¿lo haría más fácil para ti si simplemente leyera tu mente
y respondiera las preguntas mientras vinieran?
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Había olvidado que Ameila había elegido bloquear los pensamientos
de los humanos a su alrededor; las oscuras escenas que jugaban fuera de
nuestras mentes eran demasiado perturbadores para ella. Si no lo hubiera
hecho, temía que hubiera perdido su deseo de continuar ayudando a los
de mi clase, y eso iba en contra de la misma naturaleza de todo llamado de
ángel. Era una decisión dolorosa, pero lo hizo por ambos, por sí misma y
por los otros como yo.
—Seguro —le dije, mi sonrisa tranquilizadora.
Se inclinó más cerca de mí.
—Qué lindos ojos marrones, Grace —dijo con una suave cadencia,
su acento suave y envolvente—. Tienes tantas preocupaciones, tantas
preguntas. Pobre cosita, tu cabeza debe sentirse tan llena.
Pasó su mano por mi cabello, poniéndolo detrás de mis orejas, y
atrayendo su rostro al mío de modo que la miraba directamente.
—La primera pregunta es: ¿Es cierto lo que Robert te dijo sobre mi
llamado? Sí, Grace, lo es. Uso mi habilidad para cambiar de forma para
ayudar a otros a encontrar la paz con aquellos que han perdidos, aquellos
a los que han hecho mal, y algunas veces, sólo los ayudo a aliviar un
sentimiento de culpabilidad injustificada.
—¿Así que realmente puedes transformarte en otra cosa como… un
perro?
Como si respondiera a mi pregunta, el rostro de Ameila empezó a
cambiar, casi disuelto ante mí en una forma amorfa que tenía un parecido
asombroso con un helado derretido. Antes de que pudiera acostumbrarme
a la apariencia de la carne derretida, la mancha sin forma empezó a
transformarse en la cara familiar que pertenecía a Stacy.
Todo cambió a su alrededor, su cuerpo disminuyendo en altura, su
piel oscureciéndose ligeramente, su cabello tirado hacia arriba en su cuero
cabelludo por lo que el largo era mucho más corto. Las manos aferradas a
las mías aumentaron en calor, casi demasiado calientes, y me quedé
mirándola fijamente impresionada mientras se volvían más pequeñas, las
perfectas uñas manicuradas volviéndose cortas e irregulares.
—Santo…
—¿Ahora me crees?
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Mi mandíbula cayó abierta ante el sonido de la voz de Stacy.
—No creo que realmente dudara de ti, pero sí, te creo.
La sonrisa de Stacy me sonrió de vuelta antes de desaparecer una
vez más en una mancha de carne de tono viscosa por lo que debió ser sólo
una fracción de segundo antes de que el rostro impecable de Ameila
apareciera.
—Siguiente pregunta —dijo, ahora que la voz de Stacy se había ido,
reemplazada por el coro de campanas que era tan suyo—. Quieres saber si
alguna vez me he convertido en alguien de tu vida. Debo responder esto
honestamente, Grace, pero quiero que sepas que es lo que estás pidiendo,
porque la verdad no es algo que vayas a aceptar.
—Quiero la verdad, Ameila, no importa cuán difícil sea de llevar —
le dije honestamente—. Estoy harta de los secretos.
—Sí es así. Sí, Grace, he tomado la forma de aquellos en tu vida
que tienen un lugar de importancia, el más reciente fue la bibliotecaria
poco después de que llegara a estar demasiado enferma para trabajar.
Asentí lentamente, aceptando su explicación con un poco de
vacilación.
—Fuiste la que me dijo que leyera ese poema, no la Señorita Maggie
—dije suavemente. Mi voz vacilando ligeramente por el peso de la verdad
que había sospechado por mucho, pero nunca llegué a aceptar por
completo hasta ahora.
—Sí. Sentí que necesitabas mantener tu cabeza y corazón a flote
cuando se trataba de mi hijo… entender el llamado y ser paciente cuando
llega es una cosa muy difícil de soportar para un ángel, mucho más para
un humano. Y sabía que la única forma de que podía hacer esto era ser
alguien en quien confiabas, alguien cuyas opiniones aceptarías. La Srta.
Maggie fue la elección perfecta. Convertirme en ella me permitió vigilarte
sin que parezca que lo hago, y me dio todas las oportunidades para
ayudarte.
Lo acepté y le permití fermentar dentro de mí, agradecida de
encontrar que no me dejaba inquieta.
—¿Quién más? ¿Hubo alguien más?
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—Nadie importante, realmente; un paramédico luego de que ese
auto te atropellara, una enfermera que se aseguró que el doctor fuera
consciente de tu importancia para esta familia, un vecino que mantuvo el
interés enfocado en cualquier otro lugar, excepto en tu casa. He tratado de
mantener distancia en mi verdadera forma para que no fueras capaz de
sentir mi presencia cuando estaba en otra; no quería que te sintieras
traicionada, Grace. Es una emoción difícil de aceptar, e incluso más difícil
de olvidar. Nunca quise que te sintieras de esa forma con esta familia.
La miré, mistificada por sus palabras. ¿No sabía lo que pasaba
entre Robert y yo? ¿Era ajena a su traición?
Antes de que tuviera una oportunidad de preguntarle acerca de
eso, empezó a responder otra pregunta, una en la que no había
reflexionado mucho, pero, obviamente, una que sentía era necesario
abordar.
—La razón de que seas capaz de aprender sobre mi llamado es
porque no sólo eres la novia de mi hijo, o incluso su Portadora de Alas.
Ambos son dos mitades de un todo, trabajando juntos por algo que va más
allá de lo ángel o humano.
»Él es tan humano a través de ti como tú eres ángel a través de él;
sus mentes no están separadas; no son individuales, lo que te permite
saber nuestros secretos sin las consecuencias que otros de tu especie
podrían enfrentar. Éste es el por qué la primera unión de pensamientos
hizo que te desmayaras; tu mente estaba llamando a los pensamientos a
casa, dándoles la bienvenida; sus pensamientos son tuyos, justo como los
tuyos son de él.
Mi cabeza se echó hacia atrás con confusión perpleja.
—No entiendo. Soy humana; Robert es un ángel. ¿Cómo puede su
mente no estar completa sin la mía cuando la suya es mucho más… bien,
simplemente más?
—¿Cómo puede el sol ser el sol sin la luna que lo complementa en
el cielo? La luna es incapaz de brillar por su propia cuenta porque no es
una estrella, y el sol nunca puede ser apreciado verdaderamente sin la
belleza de la luna porque sólo entonces puede uno mirarlo directamente
sin quedar ciego. Tú, Grace, eres la calidez del sol, mientras que Robert es
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la fría luna, y sólo mientras le traigan balance al cielo, se darán balance el
uno al otro.
Por muy duro que tratara, fue difícil para mí no digerir lo que había
dicho, su explicación sonaba demasiado bella para describir el horror en lo
que se había convertido lo que ahora yacía entre Robert y yo.
—Ameila —empecé, mis labios curvados hacia abajo en un gesto
alterado—. ¿Cuánto sabes acerca de mi relación con Robert?
Sus labios se curvaron hacia arriba con placer, sus ojos brillando
con lo mismo.
—Sé que te ama mucho, y que valora tu vida más que la suya
propia. Desde el primer momento en que posó los ojos en ti, cambió en
alguien de quien me siento inmensamente orgullosa. Estas pocas semanas
pasadas, ha buscado la orientación de los Serafines, lo que me dice que se
está preparando para dar un paso importante. He decidido dejar de buscar
en sus pensamientos, creo que estoy segura de que me lo habría impedido
de todas formas, pero hay momentos cuando me pregunto qué ha
planeado para ustedes dos.
Parecía tan serena y feliz; no podía echar a perder sus nociones
idílicas con la verdad, sin importar lo mucho que ésta rogara para ser
dicha. Simplemente sonreí a través de los dientes apretados y miré hacia
afuera de la gran ventana detrás de ella.
—Y entonces hemos llegado al quid de la cuestión, la pregunta que
destaca de todas las demás. Me impresiona que no le hayas pedido a
Robert que te lo explique, pero entonces otra vez, incluso él no puede creer
la verdad. Pobre Grace, estar tan cerca de las respuestas y sin embargo
negarlas una y otra vez.
Confundida. Volví mi mirada hacia ella, sus ojos plateados suaves y
cálidos con genuino afecto y preocupación.
—¿De qué estás hablando?
—Estoy hablando sobre las relaciones físicas, Grace. Has estado
preguntándote por qué, a pesar de que amas a Robert, y sabes que él te
ama, aún no han consumado su relación. ¿Estoy en lo cierto?
Abrí mi boca, pero la cerré rápidamente porque no sabía qué
contestar, cómo contestar. Abordar el tema siempre había sido difícil con
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Robert, y nunca pensé en preguntarle a Lark acerca de ello, aunque estaba
bastante segura de que tenía conocimientos mucho más amplios sobre ese
tema de los que él podría, lo que dejaba a Ameila. Pero la idea de
preguntar a su madre acerca de lo que significaba estar… físicamente con
uno de su especie siempre se había sentido mal. Sería como si Robert le
preguntara a mi padre acerca de lo que significaba tener intimidad con
otro ser humano; sería simplemente incómodo e inimaginable, por no
mencionar brutal.
Pero mientras miraba a Ameila, vi la triste sinceridad en su rostro,
sentí una extraña sensación de tranquilidad venir sobre mí. Tomé una
profunda respiración y empecé a explicarle por qué era tan frustrante para
mí en gran medida.
—Quiero saber por qué siempre me aleja, por qué cuando trato de
acercarme sigue diciéndome que no está listo, que tiene que aprender a
controlarse primero. Ha habido veces en las que empezamos a perdernos
en el momento, pero entonces él simplemente… se detiene. Dice que está
tratando de protegerme, pero sé que no es eso. Él quiere más. Lo siento en
la forma que me sostiene, la forma en que me mira.
»¿Por qué se frena? ¿Duda de sí mismo? ¿O es sólo porque soy yo?
Quiero decir, sé que no soy hermosa como el resto de su especie; ¡son
ángeles, por el amor de Dios! Nadie se ve tan hermoso como ustedes. Pero
siempre se empeñaba en decirme que era hermosa, y le creía; pero ahora
no sé. No sé qué pensar.
La sonrisa de Ameila se tornó dolida, la tristeza que se formaba
ante lo que acababa de describir flagrante en sus ojos. Me acarició la mano
y lanzó un suspiro de decepción. Temí entonces lo que iba a decir, una
intensa necesidad de huir se apoderó repentinamente de mí. Debió haberlo
intuido también, porque sostuvo mi mano más firme, su expresión
cambiando de seria a una medio esperanzada.
—Grace, estoy a punto de decirte algo que sin duda te dejará
sintiéndote confusa y aún más frustrada de lo que ya estás, pero las
respuestas a todas tus preguntas se encuentran en lo que estás a punto
de escuchar. No vas a ser feliz con ellas, pero encontrarás una sensación
de cierre y quizá verás con ojos claros todo lo que exactamente se espera
de ti.
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Cerré los ojos, mientras Ameila comenzaba su historia, su voz
fluyendo dentro y fuera de mí, rodeándome con su cadencia musical.
—Los ángeles son criaturas que tienen gran afinidad por el amor.
Nacemos sin conocer nada más que ese primer contacto, ese primer
vistazo del amor incondicional. A medida que envejecemos y aprendemos
acerca de lo que somos, cuál es nuestro propósito en la vida y existencia,
olvidamos el amor y en su lugar lo reemplazamos con el deber y la
ambición. Nos consume, nos lleva a la distracción de modo que olvidamos
qué se siente en primer lugar amar y ser amado.
»Así que cuando regresa a nosotros, nos golpea como un cohete,
una explosión de energía y calor que acaba con todo lo demás, aunque sea
por un tiempo. Desafortunadamente para los ángeles, al igual que los
humanos, tendemos a confundir la lujuria con el amor porque ambos
incitan los sentimientos iniciales dentro de nosotros. A pesar de que somos
retratados como perfectos por los de tu clase, estamos lejos de serlo.
Somos deficientes en muchas formas razón por la cual es que tenemos
tantas leyes, tantas reglas, y aquellos que terminan siendo heridos cuando
rompemos esas leyes son aquellos a los que nacemos para proteger, para
enseñar… para amar.
»Pero al igual que los humanos, están esos de mi especie que se
rebelan contra las reglas establecidas ante ellos. Van contra las reglas de
Dios y de nuestro propio sistema de leyes y el resultado final más leve
puede ser un guardián errante que tome su posición demasiado
literalmente hacia un grupo de ángeles que vuelven su vida al revés,
creando caos y estragos en ambos mundos.
Hizo una pausa y podría haber jurado que se veía nerviosa, su piel
tomando una tonalidad extraña de color rosa que sabía que no venía de la
sangre corriendo por sus mejillas sino algo más. Después de estudiarla en
su silencio supe que era el resplandor de ira que irradiaba hacia el exterior
con tal intensidad que creaba una pantalla de rojo a su alrededor. Sus ojos
cerrados mientras peleaba contra la creciente agitación dentro de ella, sus
manos apretando casi cruelmente las mías, su cuerpo vibrando con la
furia que temí al instante.
—¿A-Ameila? —dije, mi voz baja en mi garganta. No me moví, ni
siquiera parpadeé mientras silenciosamente soportaba su propio trastorno
interior.
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Finalmente, lentamente, abrió sus ojos y suspiró con alivio, a pesar
de que era evidente que había luchado contra una rabia sobrenatural que
había amenazado con consumir todo a su alrededor, incluyéndome,
simplemente porque estaba recordando algo que pronto iba a descubrir.
Sus ojos estaban teñidos con un tono rojizo, remanentes del espeso velo de
ira que había caído sobre ella, y rápidamente parpadeó para alejarlo en
una lluvia de lágrimas rojo rubí que caían en su mano en espera.
—Perdona, Grace. Necesitaba prepararme a mí misma para esto;
nunca he hablado de esto a ningún humano y las consecuencias de
decírtelo sin soltar algo de la ira que aún fluye dentro de muchos de
nosotros habría sido grave, realmente.
Sacudí mi cabeza, desechando su disculpa porque no era
necesaria.
—Sólo me preocupa si quieres o no realmente decirme todo esto; si
te molesta mucho, quizás debería no saber nada de esto.
La frialdad de sus ojos me dijo sin palabras que era demasiado
tarde para detenerlo ahora. Debía oír la verdad, quisiera o no.
—Ahora, vamos a hablar sobre los Nephilim —dijo con voz grave.
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9 Nephilim
Traducido por Vanehz
Corregido por NayeliR
a voz de Ameila era fina como papel mientras hablaba, sus
ojos enfocados en algo invisible.
—Los ángeles que has visto, aquellos de nosotros
que caminan entre ustedes, son la segunda generación. Había otros que
vinieron antes que ellos, antes que hubiera reglas y leyes que los
protegieran a ustedes de nuestros impulsos. Eran los Grigori, los
vigilantes. Bajaron desde los cielos para vigilar a los hombres, para ayudar
a guiarlos por los caminos adecuados, y para escudarlos de las tormentas
que vienen de la guerra y el hambre, la codicia y el odio.
»Algunos de los Grigori fueron obedientes a su deber, siguiendo sus
llamados a lo que fueron destinados. Actuaron como guías, como
sanadores, como líderes para los hombres mientras sus civilizaciones
crecían y prosperaban. Y luego estaban los otros que impedían a los seres
humanos vivir la vida a la que estaban destinados, libres de mente y libres
de espíritu.
»Dios no creó a tu raza para ser perros obedientes, Grace. Los
bendijo con el pensamiento, un propósito e impulso; muy en cierto modo
al igual que los ángeles, pero además les dio algo que es más valioso que
todo lo demás que pudieran poseer. Les dio elección.
»Como resultado, hubo muchos de los Grigori que se enojaron con
la humanidad. Resentían el hecho de que los humanos, con sus mentes,
retrasadas e ignorantes cuando las comparaban con la nuestra, se les
permitiera la libertad para hacer lo que quisieran, mientras nosotros
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estábamos atados por el deber y la obligación de nuestros hermanos, a
nuestro llamado sin preguntar y ciertamente sin dudar, y con castigos que
podían alargarse por siglos si fallábamos en esto.
»De este modo los Grigori que habían crecido con resentimiento
hacia el hombre, resintiendo lo que los humanos poseían, simplemente se
detuvieron; empezaron a vivir sus vidas como dictaban no por las leyes de
los ángeles, sino por las libertades humanas y las debilidades del hombre.
A los humanos, les revelaron nuestros secretos, nuestra historia, nuestra
existencia para todo aquel que pudiera escuchar, todo aquel que hiciera
como esperaban que ellos hicieran y esparcieran los cuentos. A cambio de
esto, los humanos comenzaron a adorarlos a ellos, olvidando las razones
de por qué los ángeles existen en primer lugar.
»Estos Grigori descarados, se emborrachaban sobre ídolos
trabajados y el poder que se dieron cuenta que poseían sobre el hombre,
pronto adoptaron y se adaptaron a los vicios de sus cargos humanos,
cambiando de criaturas inteligentes de nacimiento divino a poderosas y
criaturas hambrientas de poder cuyo único objetivo era demostrar que
tenían la fuerza para desafiar a Dios y Sus leyes. Crearon un cielo para
ellos mismos entre los humanos que ahora veían como sus mascotas. Sus
vidas estaban ahora libres de secretos y podían vivir abiertamente entre
los seres humanos en un mundo de su propia creación, Dioses en sus
mentes y corazones.
»Los Grigori se perdieron para nosotros entonces, todos ellos
cayeron de la gracia de Dios únicamente por los actos de unos pocos. Esos
ángeles caídos, los perdidos como son conocidos por nosotros, sabiendo
que tenían ahora denegada la entrada al Cielo, comenzaron a vagar por la
tierra como si se tratara de su propio cuarto de juegos, destruyendo y
creando sin cuidado, sin importarles las consecuencias.
»Y siento que debo compartir este poco de información de manera
que entiendas cuántas cosas pueden volverse tan desastrosas en lo que
equivale a un corto lapso de tiempo para los de mi clase: Los ángeles del
sexo masculino, en particular, son muy… viriles.
»Los perdidos, con su belleza y su habilidad para encantar a los
humanos, pronto encontraron que era un juego de niños el atraer chica
tras chica, mujer tras mujer, sin importar si eran vírgenes, casadas,
viudas, pobres ricas, campesinas, aristócratas, no era un problema. No
conocían preferencias, sólo que sentían una necesidad, un deseo lujurioso
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de aparearse con todas y cada una de las mujeres humanas que pudieran
encontrar hasta que la tierra estuvo llena de los resultados de éstas
uniones.
»Estos descendientes fueron los Nephilim; niños mitad ángel, mitad
humanos, que poseían los dones divinos de sus padres. Algunos fueron
niños maravillosos, por supuesto, que poseían la belleza de sus padres y la
humanidad de sus madres, igualmente equilibrados para crear un niño
tan indistinguible de sus contrapartes humanas, tanto que no se sabe
hasta este día cuántos de ellos no lo eran.
ȃstos Nephilim fueron bendiciones para las personas, con sus
habilidades para curar, para enseñar, para ver el futuro y advertir sobre
hambrunas, guerras, e incluso la llegada de la muerte a sí mismos. Fueron
pronto indispensables para sus villas. Los humanos por un tiempo vieron
a estos niños como regalos de Dios, y es bastante fácil ver por qué los
perdidos fueron justificados en su creencia de que habían, de hecho,
creado su propio cielo.
»Pero aunque había Nephilim cuya sangre fluía pura e inocente,
como en todas las cosas, estaban los otros quienes no eran otra cosa que
monstruosidades, pequeñas malvadas perversiones que tenían el poder de
lo divino fluyendo en sus venas. Esos eran los gigantes, demonios que
aterrorizaban a sus contrapartes humanas y Nephilim, gobernaban por
encima de ellos con su tamaño antinatural, fuerza y habilidades; y
manipulados por sus padres quienes estaban hambrientos de control.
Pronto, el mundo se convirtió en un caos, el balance natural de las cosas
habiendo sido alterado más allá de cualquier forma de redención.
Se paró y empezó a pasearse delante de mí, sus movimientos
suaves y con gracia en una forma que sólo podía ser sobrenatural y divina.
Era sólo en su rostro que podías ver la agitación que burbujeaba justo
debajo en la superficie.
—Lo que estos perdidos hicieron, lo que trajeron sobre el mundo,
puso en marcha algo que no se podía deshacer, algo que cambiaba cada
uno de los mundos: humano, ángel, criatura; y no necesariamente para
mejor.
»¿Has oído la historia de Noé, Grace?
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—¿No es esa la historia del anciano con el gran barco lleno de
animales? —dije en respuesta, mi recuerdo tristemente pobre.
Asintió solemnemente mientras me sonreía en respuesta.
—La mayoría de la gente sólo conoce una parte de la historia. Noé
construyó un arca y la llenó con dos de cada criatura, según las
instrucciones de Dios, y vivió con su familia junto a los animales mientras
Dios inundaba la tierra. Lo que no saben es que la razón real de por qué la
inundación fue llevada a cabo. La historia de que Dios estaba molesto por
la maldad de los hombres es sólo una verdad a medias.
»Al arcángel Uriel, el primero de mi especie y el único al que se le
permitía pasar a través de las puertas entre el Cielo y la Tierra durante la
dominación y destrucción de los Grigori, se le dio la tarea de informar a
Noé lo que tenía que hacer, lo que Dios deseaba de él. Noé era un hombre
simple que amaba a su Dios, pero también amaba a su prójimo. Le dolía
saber que aquellos a quienes llamaba amigos, iban a morir por los pecados
de los ángeles rebeldes y sus descendientes, pero también era un hombre
de fe. Creía en las palabras de Uriel, y así hizo lo que se le dijo, obediente y
sumisamente a pesar de sus dudas.
»Construyó un arca que contenía en su interior las criaturas del
mundo que no podían volar o nadar durante la gran inundación, y tan
pronto vio como el mundo que conocía se ahogaba justo ante sus ojos, el
asesinato de los tiempos quemado para siempre en su memoria.
»Millones murieron: humanos, Grigori, Nephilim, todos ellos
perecieron bajo los ondulantes océanos y lagos mientras el castigo de Dios
llovía llevándose la inmortalidad de aquellos que podrían haber
sobrevivido. Los inocentes, junto con los culpables fueron condenados por
las acciones de los perdidos y su prole. Noé entonces preguntó a Uriel
mientras los cuerpos comenzaban a ensuciar la superficie del agua,
extendiéndose por millas alrededor del arca: “¿por qué?” y Uriel no pudo
mentir.
»Le dijo que los ángeles habían empezado a pelear entre ellos, que
estaban aquellos que estaban de acuerdo con los Grigori acerca de las
libertades que se les permitía disfrutar a los humanos y que a los ángeles
no. Y nosotros, quienes habíamos nacido predestinados, teniendo toda
esta habilidad y aún no libertad para hacer lo que quisiéramos. Esto trajo
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rabia sobre muchos de nosotros, dividiéndonos, y se hizo evidente que la
guerra era inminente.
»“¿Sabes lo que esto hará a los cielos?” preguntó Uriel a Noé, quien
siempre lleno de fe, respondió: “El sol desaparecerá del cielo y el mundo
será cubierto por la oscuridad.” Uriel estaba impresionado ante esta
respuesta, porque era correcta.
»El cielo es la esperanza para la gente del mundo. Es la luz que
mantiene los pies cansados en movimiento, es el pan que mantiene al
hambriento trabajando, y es el agua que mantiene al sediento buscando.
Si los ángeles en el Cielo hubieran empezado una guerra entre ellos
mismos, el Cielo no albergaría nada para las almas que se dirigieran allí,
excepto dolor y sufrimiento, imagina dejar a los que amas detrás para
entrar en una zona de guerra que nunca puedes dejar. Este conocimiento
oscuro se reflejaría en las almas que aún existían en la tierra, y la
oscuridad de la desesperación y la ira envolverían todo, sofocaría todo. La
fe moriría; sin fe, no seríamos más necesarios, lo que significaba que
nosotros, también, moriríamos.
Ameila regresó a su lugar en el sofá junto a mí y sujetó mis
hombros fuertemente, su expresión intensa, la plata en sus ojos fría y
dura como esferas de acero suspendidas en el tiempo.
—Grace, cuando los ángeles vieron lo que Dios estaba dispuesto a
hacer a todo lo que había creado, a todo lo que habíamos cuidado por
tanto tiempo, nos sacudió a todos. La inundación tuvo un propósito divino,
para matar a los mortales e inmortales por igual: Portadores de Alas,
Nephilim, y niños, todos fueron sacrificados para traer la paz a los cielos.
»Y sin embargo Noé se mantuvo firme en su fe; a pesar de la
carnicería que lo rodeaba, a pesar de la traición por debilidad de los
ángeles y seres humanos por igual, y eso nos sorprendió a todos. A partir
de entonces, crecimos para ser una entidad rígida. Las leyes y reglas
reemplazando la fe y la comunión que teníamos para garantizar a aquellos
como Noé que nunca los decepcionaríamos de nuevo con nuestros fracasos
inmortales.
»Se nos ha encomendado proteger a la raza humana, y desde
entonces todos nos convertimos en vigilantes: Serafines, Arcángeles,
Tronos, y otros… y empezamos a limpiar el mundo mientras la lluvia aún
caía, borrando la pizarra, por así decirlo.
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»El primer y más significativo acto de los ángeles después que la
lluvia hubo terminado y el sol emergió, fue la prohibición de cualquier
intimidad física entre los humanos y ángeles. Cualquier violación de esto
resultaría en la muerte instantánea para el ser humano y el destierro del
ángel, asegurándose de que ninguno de los acontecimientos que habían
conducido a la inundación podrían volver a ocurrir.
Esta última parte fue dicha suavemente, como si pretendiera que
no la escuchara del todo. Pero lo hice.
—Ya ves, Grace —dijo con aire esperanzado—, la razón por la que
Robert te aleja no es porque no te desee. Es que te ama demasiado y no
quiere perderte.
—Ya veo —susurré.
—Sin embargo, esto no significa que ambos no puedan intimar.
Hay una forma de que ambos estén juntos que podría ser aceptable.
Ya sabía la respuesta a eso.
—Tengo que convertirme. —Mi voz fue baja, áspera con la emoción
y el caos que sus palabras habían causado en mí.
Sus manos cayeron sobre las mías, su sonrisa sincera mientras
asentía.
—Sí, tienes que convertirte, pero eso no es todo. Eres humana,
Grace, los humanos convertidos o no, poseen la habilidad de atraer a los
ángeles porque aún retienen la cosa que nosotros más queremos de todo.
Es… difícil para algunos resistir la tentación que representas.
»Por esto, demandamos que te comprometas con nosotros, en
cuerpo y alma. Falla en hacer eso resultará en consecuencias fatales, tanto
para humanos como para ángeles por igual.
—Espera —la interrumpí, las palabras de Lark viniendo de regreso
a mí tan claramente como si estuviera susurrándolas en mi oído—. Creí
que las únicas razones por la que moría un ángel eran si mentían, o
hacían algo seriamente incorrecto.
La frente de Ameila se frunció mientras luchaba con cómo
responder. Podía verla plantearse si continuar o no con lo que había
estado a punto de decir antes de que la interrumpiera, la decisión en
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apariencia de lejos más difícil de lo que podía haber imaginado. Tomando
una profunda respiración, asintió para sí misma, o quizás estaba
asintiendo a alguna voz en su cabeza que pertenecía a alguien más; y
levantó su mirada hacia mí con ojos determinados.
—Un ángel puede morir por muchas razones, razones casi tan
numerosas como lo son para los humanos. Y mientras no nos detenemos
en la muerte, le tememos y por buenas razones. Dolorosa como una
muerte por mentir puede ser, y tan lenta como la muerte como mortal
puede ser, ésas no son las más temidas. Simplemente las más comunes.
—¿Entonces cuáles son? —Me atreví a preguntar a pesar de que no
estaba exactamente segura de que quisiera saber.
—Rabia. —Fue todo lo que dijo. Miraba a lo lejos y se levantó
rápidamente, su cuerpo vibrando con alguna emoción contenida.
—Ameila, si pregunté algo incorrecto, lo siento —dije, mi voz
temblando de miedo mientras veía la reacción de Ameila a su propia
respuesta.
—Los ángeles no tienen el propósito de entender o sentir rabia. No
estamos destinados a experimentar celos u odiar. Pero hay raras ocasiones
en que lo hacemos, y la mayoría de las veces, no lo entendemos. Sentir
celos es lo más común de los tres.
»Pero la rabia… puede cambiar físicamente a un ángel, matando el
perdón, la caridad, incluso el amor de nuestros corazones. Un ángel lleno
de rabia perseguirá a la fuente de su enojo y la destruirá junto con todo lo
viviente alrededor de él, finalmente destruyéndose a sí mismo una vez que
todo lo demás se ha ido. ¿Entiendes lo que esto significa, Grace?
Admito no saber mucho en lo que se refiere al mundo que Ameila
describió, con Dios y reglas que dictan lo que es pecado y lo que no. Pero
entendí lo que quería dar a entender.
—El ángel comete suicidio.
Asintió seriamente, su piel casi volviéndose gris con disgusto.
—Un alma no puede entrar en el Cielo cuando comete suicidio. No
hay excepciones, ya sea humano o ángel. Condenado por toda la
eternidad, ese es el resultado de la rabia, Grace.
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—Y… los Nephilim y Grigori. ¿Sus almas van al cielo?
No respondió por mucho tiempo, en cambio su mirada viajó a la
ventana lentamente oscureciéndose, el rojo-anaranjado cielo ardiendo
como una advertencia para todos aquellos que se atrevieran a mirar hacia
arriba. Después de que el sol finalmente desapareciera y el terciopelo
negro del cielo emergiera, habló otra vez, su voz mucho más baja y grave.
—Los inocentes y culpables, fueron todos condenados.
—¿Por qué es que sólo he oído hablar de los Nephilim de ti, Ameila?
¿Dónde está su descripción en la historia? Quiero decir, los ángeles están
en todas partes, y la historia del arca de Noé ha sido dicha tan
frecuentemente como una historia de Seuss3. ¿Por qué no hay nada acerca
de estos monstruos?
Ameila se levantó y señaló con la cabeza a una estantería de libros
que flanqueaba la chimenea en el centro de la pared del fondo, de cara a la
sala de estar. Sin siquiera mirar, jaló un libro negro y grueso
encuadernado en cuero. Lo abrió, las páginas cayendo exactamente como
quería que lo hicieran. Una imagen de un niño sosteniendo una cabeza
que era al menos tres veces el tamaño de la suya miraba hacia afuera a
nosotras, un gran cuerpo tendido en el suelo detrás de él.
Señaló al niño, su cabello oscuro lleno de brillantes risos, su rostro
presumiendo con orgullo.
—David. Mató al gigante Goliat, no una, sino dos veces en una
batalla por un reino, por la libertad, y por la esperanza. —Ondeó su mano
negligentemente sobre las páginas y éstas comenzaron a girar como si una
fuerte briza justo las hubiera volado. Cuando las páginas se detuvieron
sobre otra imagen, revelaron una niña envuelta en una esfera, medio
oscurecida y medio llena de luz, que llevaba un vestido hecho de plumas,
sus pies flexionados de manera que estaba parada sobre los dedos de sus
pies, sus brazos extendidos como la alas de un ave. Detrás de ella, un
hombre joven parado con sus brazos estirados para alcanzarla, una
mirada de encantamiento en sus ojos.
3 Theodor Seuss Geisel: escribió libros tan populares como Hop on Pop, Cómo el Grinch
robó la Navidad ("How The Grinch Stole Christmas"), The Lorax y The Cat in the Hat (“El Gato en el Sombrero”). Que a menudo se caracterizan por sus personajes imaginativos,
rimas y el uso frecuente del contador de trisílabas.
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—Odette —dijo Ameila mientras señalaba a la chica—. A pesar de
que no era su nombre original, el tiempo la ha llamado así, de modo que
ella es Odette. Era una cambia-formas que podía tomar la forma de
cualquier criatura, aunque ella prefería la de un gracioso cisne. La
oscuridad que vez aquí, que se convirtió en el malvado Rothbart quien
lanzó un hechizo sobre Odette y la convirtió en un cisne. Rothbart nunca
existió, pero es más fácil aceptar la historia de una bella mujer siendo
maldecida con el cuerpo de un animal que una chica joven que nació con
la habilidad de cambiar en esa forma por sí sola.
»Así que, ya ves Grace, una historia bíblica o un famoso ballet,
estas son las pruebas que existen historias de los Nephilim.
—Entonces, lo que acabas de contarme, ¿es un cuento o es una
historia? —pregunté, necesitando oírla hablar, para llenar el silencio que
amenazaba con destruir la poca resolución que me quedaba para
impedirme gritar por todo lo que acababa de decirme.
—Yo no cuento cuentos —dijo simplemente. Esa era toda la
respuesta que conseguiría y no preguntaría nada más.
Mientras la oscuridad empezó a desplazarse a nuestro alrededor,
Ameila caminó hacia la lámpara y tocó su sombra, la luz suave
parpadeando instantáneamente. Parecía estar al borde, algo que nunca
había visto antes en ella. Me hacía sentir un poco tensa.
—Has visto tanto en el corto tiempo desde que has estado en esta
tierra, tantas cosas que alguien tan joven nunca debería haber visto.
Desearía… desearía poder decirte que de ahora en adelante las cosas sólo
serán más fáciles, pero no puedo. Tus días de oscuridad aún tienen que
venir, y eso me da miedo.
—¿Por qué? —vacilé en preguntar.
Elevó sus ojos hacia mí y a la luz de la lámpara, la plata se
convirtió en oro, y lo supe.
Me senté en la semi-oscuridad con Ameila a mi lado por algún
tiempo antes de que el rugido de mi estómago me recordara que a pesar de
que estaba entre ángeles, aún era humana, con necesidades humanas. Los
ojos de Ameila se iluminaron ante la simple señal, y gemí para mis
adentros.
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—Tengo un nuevo método de cocinar que creo que disfrutarás
inmensamente, Grace —dijo animadamente, alegre por el cambio de
ánimos.
—Oh… bien. —Me las arreglé para decir mientras me guiaba a la
cocina.
Sacó una banca para que me sentara y me balanceé encima de ella,
horrorizada ante el despliegue que iba a tener lugar delante de mí. Sonrió,
rió como alguien que había perdido la cabeza realmente, y movió sus
dedos mientras caminaba hacia el refrigerador. Abrió la puerta de la
nevera y recuperó varios contenedores.
—Voila, mi nuevo método de cocina: comida pre-cocinada y
congelada. Las ordené esta mañana. ¿Cuál prefieres? ¿Está la lasaña
vegetariana, macarrones con salsa de ostiones y crema de ajo, y pollo
Marsala bañado en farfalle?
La miré con asombro y culpabilidad, y elegí el pollo.
—Excelente elección. Sólo ordené platos para uno, ya que eres la
única que realmente necesita comer aquí, pero si tienes invitados, siempre
puedes llamar a domicilio. Hay una lista de números detrás del teléfono de
los lugares que conocen esta casa —explicó mientras colocaba el
contenedor del pollo y la pasta en el microondas.
Mientras el zumbido del microondas llenaba la tranquilidad de la
cocina, observé a Ameila mientras, por turnos, miraba el plato giratorio.
Su rostro mantenía una expresión de tristeza casi irreversible y sentí un
cosquilleo en la base de mi cuello cuando se volvió a mirarme.
—Grace, sé que parece un momento poco oportuno para discutir
ciertas cosas, pero siento que debo preguntarte cuándo tienes planeado
convertirte. Robert no me ha hablado acerca de ello, pero siento que
mientras más pronto sea hecho, mejor. Sólo podemos mantener a tu yo
mortal seguro por poco tiempo. Lark aún no ha experimentado su llamado,
pero cuando lo haga, se irá.
»Tengo mi propio llamado al que debo responder, y no puedo estar
aquí contigo todo el tiempo, tampoco. Robert tiene más flexibilidad con su
llamado que la mayoría, tiene otros que pueden cumplir con sus deberes, y
de ese modo será el único que estará contigo, mucho más que Lark y yo,
pero si cambiaras, estarías más a salvo de que Sam te alcance.
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—Ameila, yo…
Sacudió su cabeza secamente, ya sabiendo cuál era mi respuesta.
—Ya veo. Estoy decepcionada, Grace. Pensé que quizás habrías
visto cuán ventajoso sería para ti. Sobre todo después de lo que te he dicho
esta tarde.
—Ameila, no entiendes —empecé a decir, pero el intempestivo
sonido del microondas señaló que mi pollo ya estaba recalentado.
—Entiendo, Grace —dijo con calma mientras sacaba el humeante
plato de comida caliente, el plato chisporroteó en su mano. Lo colocó en
frente de mí, un tenedor y un cuchillo aparecieron junto a él como si
hubiera salido del aire—. Robert te hirió y ahora quieres herirlo de vuelta.
Algunas veces es fácil olvidar que eres humana… hasta que haces cosas
que nos lo recuerda.
—Si sabías que Robert y yo ya no estábamos saliendo, ¿por qué
entonces me dijiste acerca de los Nephilim, o acerca de cómo Robert y yo
podíamos estar juntos físicamente? —pregunté, la rabia tiñendo mis
palabras.
—Porque aún querías saberlo, y te prometí que respondería todas
tus preguntas; no puse ninguna condición a mi promesa.
Su cabeza se giró como si alguien la hubiera llamado por su
nombre y miró hacia afuera a la parte trasera de la casa.
—Debo dejarte ahora, Grace. Pero antes de que me vaya déjame
hacerte esta pregunta: ¿Por qué te hirió tanto saber que nunca podrías
tener intimidad física con Robert como humana si no planeas estar con él?
Abrí mi boca para responder, lista para recitar la larga lista de
razones que nunca podrían haber sido lo suficientemente buenas, pero se
había ido.
Me senté sola en la cocina, el plato de comida congelada en frente
de mí, pero no pude comer. Empujé el plato lejos y me dirigí escaleras
arriba a la habitación de Lark. Estaba vacía, como sabía que estaría.
Caminé hacia el gran bolso al lado de la cama y reuní varias prendas, sentí
la intensa necesidad de limpiar el sentimiento de culpa que no sentí que
merecía.
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El baño de Lark era grande, con brillantes azulejos azules que te
daban la impresión de que de alguna manera habías caminado dentro de
una profunda piscina. La gran tina que ocupaba el centro del cuarto sólo
aumentaba la sensación y suspiré felizmente. No podía recordar la última
vez que tomé un baño en una tina. Abrí las llaves y dejé que el agua
vaporosa aumentara mientras me giraba para observar mi reflejo en el
espejo.
Mis ojos parecían vacíos, los círculos oscuros alrededor de ellos
como medias lunas púrpuras. Me incliné más cerca para inspeccionar los
anillos marrones de mis irises y parpadeé varias veces ante los anillos
dorados que rodeaban la banda externa. ¿Habían estado siempre allí?
Me alejé y suspiré al ver lo que estaba delante de mí. Me veía como
un cadáver, mi piel estaba demasiado pálida, mi cuerpo demasiado
delgado y estaba temerosa de admitir que me había hecho esto a mí
misma.
La tina estaba casi llena a rebosar para cuando cerré el agua y
suspiré mientras entraba en el líquido caliente. Actuó como un bálsamo
para las heridas que no sabía que tenía, disipando las preocupaciones y
haciéndome olvidar todas las cosas que había oído excepto una.
Robert nunca podría estar conmigo.
El simple reconocimiento de la idea se sintió como una pequeña
muerte. Era todo lo que podía hacer para evitar temblar por la helada
verdad de este hecho en una tina de baño caliente. La pregunta de Ameila
había sido solo una, ¿por qué me preocuparía si ya no estaríamos juntos
nunca más? ¿Por qué me dolía tanto saber algo que nunca podría ser
cuando ya me había exigido tanto?
Quizás era porque si fuera honesta conmigo misma, si pusiera a un
lado todas mis protestas y encarara la verdad, sería forzada a admitir que
se estaba volviendo casi doloroso estar sin Robert. Aun cuando me sentía
angustiada siempre que estaba cerca, se sentía incluso más devastador no
estar con él. Enojada y herida como podría estar, saber que estaba cerca
de mí me había ofrecido una sensación de seguridad que nunca supe que
necesitara o quisiera.
Y mi rabia había aumentado porque él lo sabía. Había tanto que él
sabía y yo no, tanto que me había ocultado bajo la pretensión de
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mantenerme a salvo… sólo que ahora tenía que admitir que no había
ninguna pretensión.
Ahora sabía que estar conmigo no había impulsado de alguna
manera su ambición; sino que, lo había puesto en peligro. Presioné mis
dedos sobre mis labios y estremeciéndome ante todas las veces que me
había quejado, todas las veces que lo había hecho sentir culpable por no
hacer más, y sin embargo había cedido algo para complacerme,
conociendo las duras sanciones que podrían derivarse como resultado.
Tiré del tapón de la tina y salí, rápidamente poniéndome sobre
puntillas hacia la ducha para enjuagarme y lavar mi cabello. El vapor de la
ducha llenó muy rápidamente la gran habitación y busqué a tientas la
botella de champú, esparciendo una cantidad un poco demasiado generosa
en mi mano y comencé a lavar mi cabello.
Arrugué mi nariz ante la esencia, la marca desconocida demasiado
dulce para mi gusto, pero no podía quejarme porque no me había
molestado en traer algo del mío. Enjuagué mi cabello y cerré el agua,
abriendo la puerta y tratando de alcanzar la toalla que estaba a un lado.
No estaba allí.
El vapor de la ducha hacía difícil ver dónde estaba yendo y busqué
a tientas a lo largo del mostrador y la pared por cualquier cosa que se
sintiera como una toalla.
Un charco de agua se había formado alrededor de mí por mi cabello
goteando y en un momento de antinatural torpeza, resbalé en él, mis pies
precipitándose o deslizándose de lado sobre el frío piso de piedra. Me
preparé para la caída, sabiendo que mi cabeza y manos estaban yendo
directamente contra la pared de vidrio de la ducha.
Sin embargo se encontraron con la suave blandura de los confines
de una gran toalla que se envolvió alrededor de mí como un cabestrillo
antes de que cayera contra algo duro o amenazante. Un fuerte par de
brazos envolviéndome, empujando la toalla alrededor de mi cuerpo y
remetiendo los extremos de manera que no cayera.
No respiré, no me moví.
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Lentamente el vapor comenzó a disiparse, las formas a mí alrededor
volviéndose claras, los colores ya no más apagados por la neblina del calor
y la humedad.
Volteé mi cabeza, no para mirar quién era el que me sostenía, sino
más bien al espejo, su superficie de vidrio empañada como sabía que
estaría, previniéndome de tener la visión de lo que sentía que no estaba
lista para ver. Cerré mis ojos e inhalé profundamente, la esencia de jabón
y champú incapaz de enmascarar el reconfortante olor de viento y nieve,
cuero y dulce lluvia.
Lentamente bajé mi cabeza hasta que descansó contra la prenda
cubriendo la superficie que era más pared que pecho, y contuve un
suspiro ante el silencio familiar que me saludó.
Un duro golpeteo en la puerta del baño hizo que mis ojos se
abrieran de golpe y me viera a mí misma en el espejo; la fresca toalla
blanca, envuelta alrededor de mi cuerpo apretadamente, mi cabello
húmedo colgando lánguidamente por mi espalda, chorreando
perezosamente en el suelo.
Y eso fue todo. Estaba sola, mis brazos envueltos a mi alrededor,
un auto abrazo que se sentía incómodo e irreal.
—Grace, ¿estás bien? ¡Has estado ahí dentro por horas! —oí el grito
de Graham desde el otro lado, su voz crepitando con preocupación.
—Sí, estoy bien —respondí nerviosamente—. Ya voy a salir.
Alcancé mis ropas y me las puse precipitadamente, usando la toalla
en la que había estado envuelta para envolver mi cabello. Mientras lo
hacía, capté un atisbo de olor a cuero en mi brazo.
Sobresaltada, llevé mi otro brazo a mi nariz, inhalando el complejo
pero simple aroma que se mezclaba con la esencia del jabón. Mi estómago
se sacudió y casi jadeé, mientras un zumbido comenzó en mi pecho.
Presioné mi mano contra mi pecho y me balanceé por la súbita
carrera de mi sangre. Me estiré para alcanzar el mostrador del tocador
para sostenerme a mí misma y parpadeé rápidamente. Otro lirio yacía
sobre una hoja de papel que contenía cuatro palabras distintas de una
mano familiar sueltas y fluidas.
“Para ti, cualquier cosa”.
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—Ya veremos —murmuré, y entonces sonreí a pesar de mí misma.
Tomé la hoja de papel del mostrador y, por alguna razón
desconocida, volteé el papel.
Grité y vi el piso acercarse a mi rostro mientras la hoja de papel se
deslizaba a través de mis dedos, revelando lo que estaba al reverso.
“Muere, mestiza”.
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10 Resentimiento
Traducido por Lorenaa
Corregido por NayeliR
l fin de semana pasó rápido. No ocurrieron otros
incidentes después de la nota en el baño, pero el caos
que se produjo por su culpa duró lo suficiente como
para haber tomado la misma cantidad de tiempo y energía que si hubieran
sido una docena.
—Quisiera saber cómo pudo llegar a escribir eso —le había gritado
Graham a Lark y Robert cuando se paseó por la habitación enfadado,
recorriendo rápidamente sus manos a través de su cabello para
mantenerlo de hacer otras cosas—. Ella está aquí porque se supone que tú
la tienes que proteger… él ha llegado a ella otra vez, aquí. ¡En tu casa! Si
no está a salvo aquí, ¿dónde lo está?
Lark había hecho todo lo posible para tranquilizarlo, parándose en
su camino y actuando como un obstáculo improvisado, parándolo con sus
manos cuando todo lo que él parecía hacer era un agujero en el suelo.
—Él nunca ha estado en la casa, Graham. Lo sabríamos.
—Entonces, ¿cómo ha escrito esto? —Tomó la hoja de papel sobre
la cama y le dio una palmada a las palabras de la parte de atrás—. Muere,
mestiza. ¿Es un asesino y racista? Simplemente perfecto, ¿no?
El rostro de Robert se había mantenido en calma a lo largo de los
arrebatos de ira y frustración de Graham, pero la mención de la nota le
hizo poner una profunda mueca en el rostro.
E
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—Eso no es algo que Sam habría escrito. Quien haya escrito esto,
no fue Sam.
—Lo estás defendiendo —anunció Graham incrédulo—. No lo
puedo creer. Intentó matar a tu novia tres veces, hombre. ¡Tres jodidas
veces! ¿Cuándo vas a ver que él no es bueno? ¿Eres incluso capaz de hacer
eso por alguien que no es humano?
Robert suspiró y le arrebató el papel a Graham de entre los dedos.
—Esto no viene de Sam. Lo he conocido por siglos. Sabría si Sam
hubiera escrito esto o no.
—Entonces, ¿quién lo hizo? ¿Quién escribió esto y como lo hicieron
si el baño estaba cerrado?
Robert miró a su hermana, su mirada intensamente concentrada
en los pensamientos no dichos que pasaban entre ellos. Como en una
señal, cerró los ojos. Lark tenía los ojos cerrados también, en un minuto,
un movimiento rápido debajo de sus párpados casi indetectable mientras
ella buscaba pensamientos de la persona que había escrito la nota, o
alguien que supiera algo.
Graham y yo los miramos, parecían como si se hubiesen quedado
dormidos de pie, congelados en el tiempo, como una estatua. Graham de
vez en cuando se acercaba a la inmóvil forma de Lark, aproximaba sus
dedos vacilantes y los rozaba contra la piel de Lark, sus ojos centrados en
el débil latido que se podía ver por debajo de la piel de su garganta.
—Todavía estoy viva, Graham. Ten paciencia —había dicho ella
entre dientes, y él retrocedió obedientemente.
—Lo siento —murmuró él, empujando sus manos dentro de los
bolsillos y haciendo un puchero como un niño caprichoso al que le habían
negado un caramelo.
—La charla es muy animada —murmuró ella, balanceando su
cabeza mientras seguía la multitud de voces que había permitido entrar—.
Hay algunos indicios de que alguien sabe algo, pero aún no puedo
descubrir quién, los pensamientos son demasiado confusos.
Graham se quejó por la críptica declaración.
—¿Qué quieres decir con confusos?
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Ella abrió sus ojos y suspiró.
—Imagínate tomando todas las piezas de cada rompecabezas del
mundo y luego tirarlas todas dentro de una caja grande. Luego intenta
volverlas a montar todas juntas. Eso es con lo que estoy tratando,
Graham, así que si no te importa, me gustaría ser capaz de montar este
rompecabezas antes de que algo más ocurra.
Esto no le sentó muy bien a Graham, quien estaba convencido de
que yo estaría más segura en casa con él y argumentó su respuesta en voz
alta, sólo para ser callado por la respuesta fría y calculada de Robert.
—La vas a sacar de esta casa sobre tu propio cadáver.
El resultado de esa amenaza fue tan bien como yo esperaba, con
Lark yendo inmediatamente a la defensa de Graham, y de repente Graham
insistiendo que a lo mejor Robert había ayudado a quien fuera que había
escrito esa nota, ya que nadie le había explicado aún cómo alguien podría
haber escrito una nota sin ni siquiera estar en la misma habitación.
Robert me sorprendió cuando se acercó con calma al escritorio de
Lark y recuperó la nota de papel lavanda. La arrugó en una bola y se la
tiró a Graham, dándole con habilidad en la cabeza.
—Ábrela —le gritó, y Graham lo hizo, aunque de mala gana.
La expresión de Robert nunca perdió su seriedad cuando miró al
rostro de Graham, el efecto que buscaba garantizado.
—Santa… ¿Cómo… Tú… Has…? —murmuró Graham mientras su
mirada cambiaba del papel a Robert.
—¿Qué es? —pregunté, y me acerqué para ver por mi cuenta lo que
había escrito.
Un retrato de Graham ocupaba toda la hoja, las líneas, como era de
esperar, se comprendían por letras que formaban una simple palabra que
se repetía por todo el dibujo.
—¿Cómo has podido escribir “tonto” con letras tan pequeñas? —
preguntó Graham, más impresionado que enfadado por el insulto.
—¿Cómo puedes respirar sin alguien que te recuerde que tienes
que hacerlo? —contestó Robert, con su voz saturada de desprecio.
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—Eso no fue agradable —siseé, enfadada con él porque le hablara
de esa manera a Graham después de todo lo que él había hecho hasta
ahora para mantenerme a salvo.
—Tienes razón —dijo Robert, disculpándose—. Lo siento, Graham.
Estuvo mal de mi parte decirte tal cosa. Aunque, el dibujo sigue siendo
correcto.
Graham se rió de eso y sacudió su cabeza.
—Grace, no hagas que el chico se disculpe por algo que fue
gracioso. En momentos como estos, nunca hay que desacreditar las cosas
graciosas.
Lark y yo miramos hacia él, nuestras expresiones eran casi
idénticas. Sentía mi cabeza girar de lado a lado en absoluta confusión,
mientras Lark simplemente lo miraba, con una sonrisa perpleja
formándose en sus labios.
—Grace está a salvo aquí, Graham —insistió Lark—. Nunca estará
sola, y vamos a descubrir quién escribió la nota pronto.
Eso había sido suficiente para Graham, quien creía sin ninguna
duda que Lark nunca le mentiría, y así fue que finalmente dejó la casa y se
dirigió hasta la suya, sabiendo que a excepción de Stacy y mi padre, no
había más necesidad de mantener fingiendo que yo estaba en casa.
Y así también pasó bastante rápida la semana. Robert manteniendo
las distancia pero sin irse muy lejos, y Lark, Graham, Stacy y yo de alguna
manera encontrando la manera que nos permitiera disfrutar de la
parafernalia de la vida en el instituto sin tener que discutir de temas
morbosos como el cáncer, los arcángeles de la muerte, o la comida de la
cafetería.
Cuando el viernes llegó, me apresuré a preguntarle a Lark si ya
había hablado con Stacy sobre lo que estaba pasando. Su respuesta
tranquila me dijo que aún no lo había hecho, y de inmediato me hice la
idea de que tendría que decírselo yo misma, ignorando las protestas que
surgieron instantáneamente de la boca y mente de Lark.
Decidí evitar revelárselo todo en la clase de asesoría, estaba
demasiado atestada de gente y demasiado ruidosa para mantener una
conversación privada, en vez de eso elegí decírselo en nuestro tercer
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período cuando estuviéramos en la biblioteca. La suspensión de Erica sólo
había durado tres días, una eternidad según algunos estudiantes que
casualmente lo mencionaron en una conversación no tan casual cuando
yo pasaba, pero no me preocupaba que estuviera al acecho en algún
rincón oscuro, simplemente para empujarme en otra pelea por las
escaleras.
No había necesidad de preocuparse. Lark me había prometido que
nunca me dejaría sola, sólo lo habría dicho si fuera verdad, así que lo era.
Me giré para ver la forma oscura de Robert a varios pies de distancia, con
sus ojos grises intensamente centrados en mí. Aparté la vista antes de que
pudiera ver la dureza en ellos suavizarse, sabiendo que si lo hacía,
probablemente olvidaría a dónde estaba yendo en primer lugar.
Las mesas del fondo detrás de una fila de estanterías estaban
vacías, estaba feliz de esperar a que Stacy llegara, ensayando lo que le iba
a decir en pocos minutos, me estaba sintiendo ansiosa cuando el tiempo
se acercaba para que sonara la campana. Stacy siempre había sido
puntual. Cuando finalmente llegó viéndose sin aliento y un poco pálida,
cambié mi opinión sobre decirle. Lark había tenido razón; no haría ningún
bien en decirle a Stacy algo cuando ella se estaba debilitando y era menos
como la Stacy del día a día.
—Creo que voy a necesitar visitar un sitio de esos de falso horneado
en el centro comercial pronto… estoy pastosa —resopló, cuando dejó caer
su mochila al suelo y se hundió en la fría silla—. Intenté ponerme un poco
de maquillaje esta mañana y el color era demasiado oscuro para mí, así
que tuve que pedir prestado el de mi madre. Me siento como si tuviera el
cuerpo de una chica de dieciocho años, la energía de un recién nacido y el
rostro de una mujer de cincuenta años.
Me reí nerviosamente y empecé a juguetear con un profundo
rasguño de la mesa.
—Pareces muy cansada. ¿Alguna palabra sobre esa prueba?
Ella se encogió de hombros.
—No sabré nada por un tiempo. Mi segundo análisis de sangre es el
lunes por la mañana. No estaré en el colegio, así que simplemente tendrás
que soportar un día entero sin mí.
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—Creo que lo manejaré. —Me reí antes de caer en un incómodo
silencio.
—Así que, ¿qué pasa contigo? ¿Cómo están Janice y el bebé?
Nunca me había sentido tan aliviada y agradecida por hablar de
Janice antes, y me deleité contándole sobre cómo lo estaba haciendo
Janice durante su estancia en el hospital.
—Hablé con ella la otra noche por teléfono; papá estaba empezando
a molestar a las enfermeras, pero se negaba a alejarse de su lado, y dijo
que ha ganado casi cinco kilos simplemente estando en el hospital. El bebé
lo está haciendo bien, pero aún está teniendo contracciones, por lo que el
médico dijo que podía ponerse de parto en cualquier momento. Le están
dando algún tipo de medicina para parar las contracciones, pero no parece
que esté funcionando muy bien. El obstetra le dijo que si aguantaba una
semana más, le permitirían progresar de forma natural, lo que significa
que Matthew probablemente nacerá en una semana o dos.
El rostro de Stacy se iluminó con entusiasmo.
—Oh, un bebé. ¡No puedo esperar para verlo! ¡Debes estar muy
ansiosa por verlo!
—Lo estoy. Quiero decir, la primera vez que me dijeron que Janice
estaba embarazada, la última cosa que quería hacer era conocer el
pequeño germen que llevaba en la barriga, pero ahora tengo que admitir
que es agradable saber que voy a tener un hermanito pequeño corriendo
alrededor, queriendo que lo agarre y lo abrace.
—No te olvides de cambiarle el pañal y limpiar su vómito —añadió
Stacy, riéndose por mi reacción.
—Es algo bueno que me vaya pronto, entonces —dije, mi risa
uniéndose a la suya—. A medida que vaya creciendo, sus desastres serán
más grandes también.
—¿Te vas a ir, ya sabes, sola?
Sentí que mis hombros se tiraron hacia arriba.
—No lo sé. Una parte de mí no sabe si quiero ir. Pero tengo que salir
de aquí, de Ohio, y oye, Berkley en realidad me quiere, imagínate.
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—Me encantaría ir contigo. Amaría viajar a través del país, para ser
honesta. Pero, paso a paso. Quiero hacer primero esta prueba del
tratamiento.
Asentí con entusiasmo y golpeé mi puño en el aire.
—Va a funcionar, Stacy. Sé que va a hacerlo.
—Bueno, mamá dice que si no lo hace, será por mi culpa por no
escucharla cuando me dice que me cuide mejor —dijo, en un tono casi
sarcástico.
—¿Qué?
—Sí. El oncólogo me dijo que había pasado demasiado tiempo
haciendo cosas estresantes. Ya sabes como el colegio, y esa mierda. Él dijo
que si no me tomo las cosas con calma ayudaré al cáncer a prosperar, en
vez de combatirlo. Mi madre tuvo un ataque, dijo que lo que estaba
haciendo nos iba a matar a ella, a mí, y a todos los antepasados que
tuviésemos. Es un poco morbosa y tétrica si me preguntas, pero no lo
dejaría pasar.
»Para la cena, sirvió, con gran parafernalia si me preguntas, un
“guiso para sucumbir al cáncer” acompañando por “una ensalada de Stacy
es una desobediente y deshonorable hija”. Fue, para ser honesta contigo,
una de las mejores cenas que hemos tenido en mi casa.
—Oh, Stacy ¡lo siento mucho! Sé que tu madre es algo neurótica,
pero ¡Jesús! —exclamé, imaginándome en mi cabeza las desaprobadoras
miradas que su madre debió darle después de recibir esa llamada—. ¿Aún
va a dejarte hacerte esas pruebas?
Stacy sonrió cuando contestó:
—No tiene elección. Tengo dieciocho años, ¿recuerdas? Quizás no
tenga permitido volver a casa si funcionan, pero no es exactamente como
si no tuviera permitido salir, tampoco.
—Deseo tener tu valentía —le dije cuando la miré con asombro—.
No puedo ni decirle a mi padre que me estoy quedando en la casa de Lark.
Tengo a Graham fingiendo que me estoy quedando allí, así él no enloquece.
—¿Por qué te estás quedando en casa de Lark?
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Miré hacia ella sin que su pregunta conectara conmigo.
—¿Qué?
—Dijiste que te estás quedando en casa de Lark. ¿Por qué?
—Yo…. —Intenté recordar lo que había dicho exactamente y me
mantuve quedando en blanco. —Um…
La expresión de Stacy fue de confusa a molesta y luego enfadada en
menos de dos segundos.
—Has estado allí toda la semana, ¿no? Con las cosas como están
entre tú y Robert, sólo hay una razón por la que estarías allí… algo pasó.
Algo pasó y no me lo dijiste. —Fue más una aclaración que una pregunta y
no pude hacer otra cosa que asentir, de repente sintiéndome
increíblemente tonta por abrir la boca sin pensar en las palabras que iban
a salir.
—No puedo creer esto. ¿Qué pasó? ¿Fue Sam?
—Sí. Estuvo en mi habitación —contesté, el miedo de ver su rostro
aún tan potente, mis palabras vacilaron.
—¿Qué él estuvo en tu habitación? ¿Qué hizo? ¿Intentó herirte? ¿Te
atacó o te dijo algo?
Mi cabeza se sacudió con mi respuesta.
—Sólo estuvo allí, parado, mirándome. Estaba dormida y estaba
soñando con él, soñando con lo que me hizo. Cuando me desperté, estaba
allí, y era… no era el mismo. La última vez que lo vi, parecía un hombre
viejo, su cabello era blanco y su piel toda arrugada y seca.
»Pero cuando estuvo en mi habitación, parecía mucho más joven.
Su cabello rubio otra vez, su cuerpo era joven. Todo lo que le había pasado
en ese campo fue revertido —dije en voz baja—. Fue como si nada le
hubiera pasado, y eso es lo que más me asusta.
La expresión de Stacy no fue una de simpatía o miedo, y su
lenguaje corporal no parecía emanar ningún tipo de compasión. En
cambio, la ira que había estado allí, sólo parecía condensarse, cada vez
más gruesa e intensa.
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—Así que, déjame entenderlo. Siempre he estado apoyándote,
guardando tus secretos, básicamente siendo una buena amiga, y cuando
algo importante te pasa, ¿de repente no soy suficientemente buena para
que me lo digas? Se lo dices a Robert, pero ¿no a mí?
—No es eso, Stacy —intenté explicarme, ignorando cuando entornó
sus ojos—. No queríamos decírtelo porque no queríamos preocuparte. Tú
ya estás pasando por mucho y Lark estaba preocupada por lo que todo
esto podría hacerle a tu salud. No queríamos que retrocedieras o algo, que
te pusieras enferma de alguna manera o algo así.
Stacy se burló de mi intento de justificación, estrechando sus ojos
con irritación.
—¿Estás diciéndome que me han estado ocultando algo, porque
tenían miedo de que me hiriera o me pusiera enferma?
Asentí vigorosamente, el movimiento exagerado por la necesidad
que creyera que nunca habíamos tenido la intención de herirla.
—No me lo creo. ¿Sabes que, Grace? Eres una hipócrita. Una gran
y asquerosa hipócrita.
Su acusación me escoció y no podía descubrir de dónde salía, o por
qué. Ella sacudió su cabeza con disgusto y empezó a recoger sus cosas. Me
agaché a recoger su bolso y me sorprendí cuando me apartó las manos con
bastante facilidad. Estaba sorprendida también.
—Stacy, no te vayas. Lo siento, no era nuestra intención
molestarte. Nos preocupamos por ti. Somos tus amigos. Todo esto es
mucho incluso para mí, pensé… pensamos que era mejor para ti de esta
manera. Eso no me hace una hipócrita —intenté explicarle, el
razonamiento sonaba bien en mi cabeza.
Stacy, obviamente no estaba de acuerdo, cuando se dirigió a su
bolso y la apartó de mis dedos con éxito.
—No, tienes razón. Eso no te hace una hipócrita. No hay una
palabra para describir lo que eres. —Se paró mirándome, su pecho
subiendo y bajando rápidamente por la emoción que yo había instigado.
—Dime, ¿por qué está bien para ti ocultarme secretos si eso
significa mantenerme a salvo, pero no está bien para Robert hacerte lo
mismo a ti?
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Me paré allí, con mis pies clavados en el suelo cuando ella salió en
un arrebato. No pude decirle nada, no pude discutir, ni siquiera pude
llamarla. Simplemente me quedé de pie en la parte trasera de la biblioteca,
rodeada de libros que contenían la descripción para cada emoción que
podía sentir, y estaba bastante segura que ninguno de ellos podría
describir cuán mal me sentía.
Cuando el timbre para el almuerzo sonó, no pude encontrar la
fuerza de irme. No quería hacerle frente a Stacy, no quería ver la mirada de
decepción en los rostros de Lark y Graham cuando supieran de qué forma
tan tonta había admitido la verdad. Y no quería tener que hacerle frente a
Robert sabiendo que yo había sido cómplice de ocultarle algo a Stacy de la
misma manera que él lo hizo conmigo.
Uno de los bibliotecarios del colegio hizo su ronda a través de los
pasillos, sacando a los alumnos después del estudio rápidamente para
tener un poco de paz y tranquilidad en la hora del almuerzo. Ella me
alcanzó con bastante rapidez y ondeó un dedo hacia mí.
—Conoces las reglas, Grace. Es hora de irse.
—¿Podría quedarme sentada aquí? —pregunté, sin preocuparme de
lo cobarde que me hacía eso. No podía ir allí y enfrentarme a las personas
que más me importaban, simplemente no podía.
—No hoy. Tendrás que encontrar otra oscura esquina que ocupar.
Ahora, ve.
Me pasó mi bolso, y apuntó hacia la salida, como si me recordara
que cualquier otra dirección que tomara estaba fuera de cuestión. Suspiré
y caminé pasándola, encontrando mi camino hacia fuera de la biblioteca,
en el pasillo vacío.
El aroma de ajo y algo abrumadoramente picante hicieron mis ojos
llorosos. El sonido de las voces de los estudiantes viajaba desde la
cafetería, y nunca había temido tanto un sonido antes en mi vida.
—No tienes que ir a almorzar, Grace.
Me giré para ver a la profesora pelirroja delante de mí, con un plato
de comida en la mano.
—Vuelvo a mi salón de clase. ¿Quieres unirte?
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Asentí, agradecida por la oferta. Andamos en silencio hacia la clase,
sus tacones resonando contra el suelo de linóleo como un cronómetro, a
cada paso un segundo menos que pasaba sin tener que hacerle frente a las
consecuencias de mi gran boca.
—Entonces, ¿por qué estás tan asustada de la cafetería? ¿Es la
comida? —preguntó cuando aguantaba la puerta del salón para que
pasara—. Porque si es eso, no te culpo, estoy bastante segura que les dan
las recetas de comida para perros que fallan.
Cuando me senté en el escritorio delante del suyo, miré a su plato
sospechosamente.
—¿Entonces por qué estás comiéndolo?
Ella miró al desastre de comida de su plato y sonrió.
—Porque no puedo cocinar ni para salvar mi vida y algo es mejor
que morirse de hambre.
Sabía que no podía estar en desacuerdo con ella. ¿No había sido
testigo de Graham apartando la misma bazofia culinaria casi cada día
antes de que nos mudáramos?
—Supongo que tienes razón, pero me gustaría pensar que me
mordería mi brazo antes de comerme la mitad de lo que sirve la cafería.
Una carcajada salió de su garganta y una gran sonrisa cruzó su
rostro.
—De hecho, ya he tenido momentos como esos. Hoy, de cualquier
modo, el masoquismo y cualquier cosa que sea esto, han ganado.
Cuando ella comenzó a examinar el contenido de su plato, miré
alrededor de la habitación, observando los cambios que ella había hecho
desde la primera vez que estuve aquí. Algunos afiches de películas y
álbumes cubrían las paredes, un panorama inusual para una clase de
psicología.
—¿Qué pasa con los afiches? —pregunté cuando me giré
haciéndole frente otra vez, casi dándome náuseas por la cantidad de
comida que ya había consumido.
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Ella rápidamente tragó el contenido de su boca y apuntó hacia los
más cercanos.
—Todos estos son thrillers psicológicos; películas que juegan con tu
mente. Me ayuda a hacerles entender a los chicos algunas de las otras
aplicaciones de la psicología.
Asentí entendiéndola.
—Como algo más que un sofá y un tipo barbudo con un blog de
notas en sus manos, ¿verdad?
—Exactamente. Esa de ahí es mi favorita —dijo ella, apuntando
firme hacia el que estaba más cerca—. Es una película que hace a ambos,
al hombre y la mujer pensar en lo que están haciendo y las consecuencias
de sus acciones, es muy difícil de conseguir normalmente; los chicos por lo
general piensan sobre las escenas de acción o las chicas, mientras las
mujeres empatizan con la protagonista femenina o se desmayan por los
masculinos.
»Esa de ahí no te da otra opción que apreciar la lección ya que no
hace énfasis en el atractivo de los actores, y no hay escenas de acción
significantes. Es todo diálogo e imágenes.
El afiche era bastante inocuo en comparación con algunos de los
otros, con sólo la imagen del rostro de una mujer, con su boca silenciada
por una polilla.
—Disfruté mucho más del libro que de la película, pero entiendo
por qué sueles ver películas.
—¿Ah?
—Sí, ya que la mayoría de los chicos de mi edad no disfrutan
leyendo, especialmente si son libros buenos, que terminan siendo películas
de todos modos —expliqué—. Lo que pasa es que yo prefiero la lectura.
Ella dejó el tenedor dentro de su plato vacío y se limpió la boca con
una servilleta.
—A mí también, pero tu generación, es más… visual. Tienen que
ser capaces de ver las cosas antes para creérselas. Las películas me
facilitan el hacerles obtener una idea o un punto en concreto.
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—¿De verdad piensas eso? Que tenemos que ver las cosas para
creer que existen, o que son reales, ¿cierto?
Su cabeza se balanceó hacia abajo una vez, sus ojos estudiándome
mientras yo la observaba.
—He visto eso con mis propios ojos. Por cualquier razón, sus
mentes requieren pruebas que sean visualmente tangibles. Supongo que
es un problema de confianza, pero puede ser algo muy desconcertante
cuando tratas con algo como la psicología.
—¿Qué le hiciste a mi hermana? —demandó una profunda voz
desde la puerta.
La Srta. Deovolente giró la cabeza hacia la dirección de la voz y
sonrió.
—Lo siento; creo que estás en la clase equivocada.
Sacudí mi cabeza y me levanté.
—No, él está en la correcta.
Enfrenté al inquisidor, vi el dolor y la angustia en su rostro y al
instante sentí la culpa en el interior de mi estómago.
—Sean, este no es el sitio o el momento adecuado para discutir
esto.
Me frunció el ceño, su rostro machacado por la ira. Estaba parado
en una postura ofensiva, una que reconocí por las pocas clases que tomé
en la escuela de Tae Kwon Do de su padre y levanté mis manos en súplica.
—Sean. ¿Qué pasa? ¿Qué pasó con Stacy?
Él apuntó con su dedo mi hombro y siseó.
—La hiciste enfermar, eso es lo que pasa. Sabes lo que está
pasando con ella y no te importó, simplemente hiciste algo o dijiste algo
para molestarla y ahora está yendo al hospital. Siempre supe que tú y esos
amigos tuyos no eran buenos y ahora me han dado la razón.
Empezó a salir y me apresuré detrás de él, tomando su brazo y
girándolo.
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—¿Qué pasó, Sean? Dime que está pasando. ¿Qué está mal con
Stacy?
—No es de tu incumbencia, estúpida honhyol4. Ya has hecho
suficiente. —Me gritó antes de sacudir su brazo y salir en estampida.
Miré hacia donde se había ido y fruncí el ceño. Una confortable
mano se apoyó en mi hombro y me giré para ver a una consternada Srta.
Deovolente parada a mi lado, con su mirada siguiendo a Sean cuando giró
la esquina.
—Ese fue el estallido más apasionado que alguna vez he
escuchado. ¿Qué es un honhyol?
Agaché mi cabeza y le susurré la respuesta, un picor sofocante se
arrastraba por mi rostro, viajando hacia arriba y deteniéndose en mis ojos.
—¿Mestiza? ¿Él te llamó Mestiza? ¿Cómo sabes lo que eso significa?
Me encogí de hombros.
—Simplemente lo sé. —Volví al salón de clase y tomé mi bolso—. Lo
siento Srta. Deovolente, pero necesito irme. Averiguar lo que está pasando.
Ella me siguió al interior y se detuvo en la puerta, impidiendo mi
camino.
—Creo que estás cometiendo un error, Grace. Si el hermano de tu
amiga se siente de esa manera, es probable que el resto de su familia
también lo hagan. Puede que moleste más a tu amiga si apareces allí y
enfadas más a su familia.
Miré más allá de ella y sentí una leve oleada de alivio correr a
través de mí cuando capté el destello plateado de Robert mirándome de
vuelta.
—Aprecio su preocupación, pero conozco a Stacy. Puede estar
enfadada conmigo, pero no va a dejar que su familia dicte su vida.
—No puedo dejar que te vayas, Grace. La escuela aún está en
marcha. Tendrás que esperar hasta el final del día —insistió, levantando
su brazo para bloquearme la salida.
4 Honhyol: Un término usado en Corea, que se refiere a una persona de sangre mixta.
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Mis ojos parpadearon de Robert hacia ella otra vez.
—No lo creo.
La mano de Robert me alcanzó por debajo del brazo de ella y tomó
la mía, empujándome rápidamente a través de la pequeña apertura entre
el marco de la puerta y su cintura. El movimiento fue tan rápido que ella
no pudo hacer otra cosa aparte de retroceder.
Estaba siendo arrastrada en los brazos de Robert, sus
pensamientos silenciosos confirmando lo que ya sabía y asentí cuando él
me preguntó si quería irme con él.
—Gracias por la charla, Srta. Deovolente —grité mientras ella se
hacía más pequeña detrás de mí—. ¡Nos vemos el lunes!
Cuando nos acercamos a la puerta principal de la escuela, Lark y
Graham estaban parados allí esperándonos, el rostro de Lark lucía tan
desesperado como el de un ángel podía lucir, y se sujetaba a la mano de
Graham fuertemente, con evidente dolor en su rostro, pero eclipsado por
su propia preocupación por ella.
—¿Qué pasó?
Mi pregunta hizo que Graham apartara la mirada inmediatamente,
mientras la expresión de Lark crecía en enfado.
—No pudiste mantener tu boca cerrada. Eso es lo que pasó.
—Lark —dijo Robert suavemente—. Ella no es como los otros
humanos… mantener secretos y decir mentiras es difícil para ella, lo
sabes. Ya se siente lo suficientemente mal por lo que ha pasado. No
empeores las cosas.
Los rasgos de Lark se suavizaron cuando admitió las palabras de
su hermano.
—¿Se lo dijiste? —le preguntó a Robert, y luego sacudió su
cabeza—. No. No lo hiciste. ¿Entonces quién?
—Sean —respondí—. Él me encontró en la clase de la Srta.
Deovolente.
—¿Quién? —Ambos, Graham y Lark, miraron hacia mí, perplejos.
Robert torció la cabeza a la pregunta no contestada.
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—Es la nueva profesora de psicología en la clase 1-43. La conocí
hace unos días cuando estaba… —Me giré hacia Robert y suspiré—….
huyendo de mis problemas. Sean vino y me dijo lo de Stacy, dijo que fue
mi culpa.
—Eso no fue todo lo que dijo. —Lark frunció el ceño, sus ojos se
estrecharon de ira cuando se deslizó a través de mis pensamientos.
—Ese imbécil —espetó Graham, asomando su cabeza—. Él nunca
me ha gustado, sé eso muy bien, pero decirte eso… lo está pidiendo.
Miré hacia Lark cuando su intrusión se convirtió en conocimiento.
—¿Eso fue necesario?
—Sí, lo fue —dijo tercamente, inclinando su mentón con desafío—.
Eres demasiado condenadamente agradable para habernos contado lo que
pasó, y lo que él dijo te está comiendo. Lo sabes, Grace.
Robert se metió entre Lark y yo, y habló con calma, sus palabras
fueron para ella pero sus ojos sólo para mí.
—Lo que le dijo a Grace fue para sus oídos únicamente hasta que
ella se sintiera lo suficiente cómoda como para contárnoslo. Ahora no es el
momento de excavar por información; Stacy esté en camino al hospital y
necesita de la gente que le importa con ella.
Graham asintió solemnemente y Lark giró su cabeza, demasiado
avergonzada para mirarme o decirme algo. Robert sacudió su cabeza por la
gravedad de la situación y luego me miró a los ojos, los suyos con
preocupación y remordimiento, su voz baja y gentil.
—¿Quieres ir con Graham y Lark? Lo entenderé si quieres…
—Iré contigo —dije antes de que mi mente pensara en todas las
razones por las que no debía hacerlo. Me sorprendió, pero no tanto como
lo sorprendió a él.
—Espera aquí. —Se fue antes de que pudiera responder, y sabía
que sería un mero momento antes de que volviera, su velocidad limitada
sólo por la velocidad de su moto. Sentía la mirada de Graham y Lark sobre
mí y evité hacer contacto visual con ellos, sin estar segura si quería este
nuevo descubrimiento con ellos o no, pero sabiendo que no era el
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momento. No estaba realmente segura, si incluso alguna vez admitiría lo
que estaba pasando.
—No es nada grande, Grace. Sólo es un paseo. Cálmate —me
tranquilizó Lark, y gemí.
—Estás en mi cabeza otra vez —me quejé—. ¿Quieres parar de
hacer eso? Digo, ¿sólo por un rato?
Levantó sus brazos en modo conciliador, con una sonrisa pasiva en
su rostro.
—Lo siento.
—¿Vas a estar bien? —preguntó Graham, sus ojos viajaban desde
el estacionamiento hacia mí—. Quiero decir, realmente no vas a ir a
ninguna parte una vez que estés en la parte trasera de esa moto.
—Estaré bien —insistí, ocultando la ligera punzada de
incertidumbre detrás de mi sonrisa apretada.
El sonido de la moto deteniéndose frente a los escalones mató
cualquier posibilidad de conversación, y miré al pequeño asiento detrás de
Robert, de repente insegura de mí misma.
—¿Cómo hiciste esto la primera vez? —preguntó Graham cuando se
paró a mi lado, con su mano en la parte baja de mi espalda.
—¿Qué? —pregunté, confundida por la pregunta.
—La primera vez que subiste con él, ni siquiera sabías su nombre
pero subiste a la moto. ¿Cómo lo hiciste?
Me encogí de hombros.
—Simplemente lo hice. Supongo que realmente no pensé que tenía
mucho que perder: tú estabas con Erica, fingiendo que yo no existía; papá
no estaba muy contento conmigo; acababa de hacer el ridículo.
—Entonces, ¿qué te está deteniendo ahora? —dijo en voz baja.
—Estoy asustada —contesté con sinceridad.
—¿De qué?
—De lo que significa.
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Él presionó el lado de su cabeza contra la mía y suspiró.
—¿Qué pasa si no tiene que significar nada?
Asentí con entendimiento y tomé una profunda respiración.
Cuando exhalé, mis pies empezaron a empujarme hacia delante y los seguí
ciegamente, sin detenerme a pensar hasta que sentí mis brazos envolver la
cintura de Robert y el viento comenzó a azotar mi cabello hacia atrás.
Inexplicablemente, sentí mi cabeza caer hasta que descansó contra
la espalda de la chaqueta de cuero de Robert. Inhalé la esencia y me relajé,
cerrando mis ojos a todo y disfrutando de este rato de calma, aunque sólo
fuera por un momento.
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11 Melodía
Traducido por Little Rose y mariaozuna
Corregido por Angeles Rangel
ramos once en esa sala de espera en emergencias, siete
de un lado, cuatro del otro, como dos ejércitos guerreros
separados por una pared invisible. Sean le había vuelto
a relatar la historia a sus padres y hermanos mayores con lujo de detalles,
e intenté mi mejor esfuerzo en mezclarme con los muebles mientras siete
pares de ojos me lanzaban dardos, sintiendo tanta ira y frustración en el
aire a mi alrededor que me costaba respirar.
Cuando una enfermera vino con papeleo para que los padres de
Stacy llenaran, suspiré aliviada; que ya no hubiera dos pares de ojos
mirándome era como que me hubieran quitado un peso de veinte kilos del
pecho, y observé mientras los hermanos de Stacy comenzaban a moverse
en sus asientos, aburridos de mirarme enojados con la esperanza de que
me fuera.
Cuando la enfermera se alejó, sus zuecos de hospital se deslizaron
con su distintivo chirrido en el piso de linóleo, y un rostro familiar apareció
para hablar con la familia de Stacy. Su sonrisa era cálida, su tranquilidad
aplastante mientras explicaba en voz baja que Stacy se había desmayado
por el agotamiento y la deshidratación. Bajó el tono para susurrarle
confidencialmente a sus padres que ella admitió haber estado haciendo
más actividad física de la necesaria, y que no había dormido mucho la
noche anterior, lo que llevó al agotamiento, lo cual disminuyó
significativamente su apetito, llevando a ataques de náuseas que
terminaron en la deshidratación.
É
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Las últimas líneas sellaron la opinión de la familia Kim sobre mí
cuando el doctor dijo gravemente:
—Con todas las pruebas y los procedimientos que ha tenido que
soportar los últimos meses, sin mencionar los exámenes y la graduación,
ha pasado por mucho estrés y esto sólo ha exacerbado la situación.
Sugiero que mantengan el estrés en su casa al mínimo por los próximos
días, y minimicen todo lo que pueda molestarla.
Como si se hubieran coordinado, siete pares de ojos volvieron a
mirarme como si tuviera cuernos de diablos en mi frente, y desvié la
mirada, avergonzada. Una mano se estiró para cubrir la mía, ofreciendo
apoyo y consuelo. La seguí hasta Robert, quien estaba mirando a los Kim,
con el rostro rígido.
Entrelacé sus dedos con los míos y le sonreí cuando los suyos se
adaptaron con una facilidad familiar. Él miró a los hermanos de Stacy,
pasando por Sean, y lo vi fruncir el ceño frustrado por lo que sea que
encontró en la mente de Sean.
Inclinó a un lado la cabeza, más cerca de la mía, y sentí las
palabras pasar de su cabeza a la mía propia, como agua cayendo de la
canilla a un vaso.
Está anormalmente enojado, pero tiene la ira mal canalizada. Se
siente más cercano a Stacy por su unión en el útero, y se siente culpable
porque está sano y ella no. No sabe cómo expresar esto sin enfurecerse. Es
difícil sentir algo más que lástima por él cuando veo qué tan angustiado está
por lo que te dijo.
Mi concentración fue a los otros hermanos de Stacy y vi la mirada
de simpatía en sus rostros mientras miraban a sus padres recibir todas las
instrucciones para cuidar de ella. El papeleo interminable seguía
apareciendo, entregado a ellos por una enfermera tras otra; esto fue
seguido por varias bolsitas blancas con medicamentos.
Una hora más tarde Stacy apareció, guiada por el Dr. Ambrose. Él
me sonrió dolorosamente y asintió en reconocimiento de Robert. Le sonreí
a medias, y miré a Stacy, sorprendida por su apariencia enfermiza. Había
palidecido mucho, haciendo que su piel pareciera de cera.
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—Va a necesitar mucho descanso, y nada de visitas —insistió él—.
No debería haber efectos duraderos si minimiza las actividades por un
tiempo.
Stacy levantó la cabeza ante esto y preguntó débilmente:
—¿Qué hay de la escuela?
—¡Sun-hi! —oí sisear a su madre, y Stacy se dio vuelta para
enfrentarla, con los ojos entrecerrados de furia.
—No voy a dejar de vivir, mamá. Ya te lo he dicho. No tengo mucho
tiempo. ¿Quieres que lo pase viviendo como yo quiero o simplemente
subsistiendo?
El Dr. Ambrose chasqueó la lengua desaprobatoriamente y puso
una mano en el hombro de Stacy, con la mirada molesta en la familia de
ella.
—Esto es exactamente de lo que les hablaba, Sr. y Sra. Kim. Stacy
necesita su apoyo, no sus reproches.
Stacy se hundió deprimida en la silla de ruedas, poniendo la cabeza
en una mano.
—No importa lo que les diga, doctor. A mi madre no le importa lo
que quiero ni lo que necesito. Sólo le importa lo que piensen sus amigos,
en dónde entro en la escala social de sus hijas. Siempre y cuando cumpla
sus expectativas, no importará lo que me ocurra.
Un jadeo, seguido por varias voces hablando en diferentes idiomas
llenó la habitación. El padre y la madre de Stacy comenzaron a gritarle al
Dr. Ambrose mientras sus hermanos se ponían de pie y les gritaban para
que oyeran sus opiniones.
Entre el lío que armaron, Stacy yacía desolada, con el rostro
hundido, el cuerpo derrotado. Miré a Lark quien no tuvo que mirarme para
saber lo que pensaba. La mano de Robert aferró la mía con más fuerza, y
esperé pacientemente mientras Graham se ponía de pie y comenzaba a ir a
la salida. Lark permaneció sentada hasta que los gritos se acaloraron.
Luego se hubo ido.
Igual que Stacy.
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Robert apretó mi mano en advertencia, y luego me sentí siendo
levantada, un movimiento tan suave que de no haber sido por los borrones
de color en mí entorno fundiéndose como una pintura impresionista,
habría creído que todo seguía a ritmo normal.
El agarre que Robert tenía en mí era suave pero seguro, y
abrumadoramente protector mientras las luces fluorescentes daban paso
al verdadero sol, el viciado aire desinfectado desapareciendo en la brisa del
césped recién cortado y las flores de primavera.
Todo terminó demasiado pronto, antes de lo que me habría gustado
admitir que quería, y mis pies pronto estuvieron en el suelo, rodeados por
el ambiente de la casa de Robert.
—Llegarán en diez minutos —dijo suavemente mientras me
ayudaba a sentarme—. Vienen en el auto de Graham, así que, supongo
que eso es algo bueno.
Sentí una sonrisa en mis labios y me di vuelta para que no la viera.
—Diría que veinte entonces, treinta si se da cuenta que tiene
hambre.
Una risilla presionó con más fuerza mis labios y sentí una
intranquilidad rara al respecto.
—Grace, está bien. No estamos aquí por nosotros. ¿Podríamos
simplemente concentrarnos en Stacy?
Asentí y me pregunté por qué de repente estaba tan decepcionada.
No tuve mucho tiempo para ello, sin embargo, cuando el ruido de algo
viniendo nos llamó la atención. Robert fue a la puerta, un movimiento tan
rápido que parecía haberse desvanecido para aparecer a tres metros de mí.
Movió la cortina que tapaba el panel de vidrio y sonrió ampliamente por lo
que vio.
Abrió la puerta y entraron Lark y Graham; Lark llevando en sus
brazos a una agotada Stacy.
—Voy a ponerla en mi habitación —nos informó mientras pasaba a
nuestro lado camino a las escaleras.
Los ojos de Graham fueron a la puerta, al vehículo aún encendido
que estaba afuera. Mordió su labio inferior mientras veía a su auto
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tambalearse y ronronear mientras moría como un animal mecánico. Vi que
se le hundían los hombros lentamente, mientras el auto crujía una última
vez hasta quedar en silencio. Caminé hacia él, envolviendo mi brazo por su
cintura y abrazándolo reconfortantemente.
—No quería presionarla. Sabía que no sería capaz de soportarlo —
gruñó, tan dolido que uno pensaría que perdió a un familiar o algo así—.
Lark insistió en conducir, y luego se limitó a empujar. Fue demasiado para
Skylark, y ahora se ha ido.
Lo abracé y sacudí la cabeza ante el cadáver de metal.
—Fue un buen auto y murió ayudando a un buen amigo.
—Voy a extrañarla.
—Yo también.
El cuerpo de Graham comenzó a sacudirse con su risa.
—Sonamos como idiotas.
Asentí estando de acuerdo.
—Sí, lo hacemos. Ven, mi amigo idiota. Vamos a ver cómo le va a
Stacy.
Robert, Graham y yo subimos las escaleras y esperamos
pacientemente fuera de la habitación mientras Lark dejaba a Stacy
cuidadosamente sobre el colorido acolchado, acomodando las almohadas
alrededor y debajo de la cabeza de Stacy para que estuviera cómoda y
semi-sentada.
—Gracias, Lark —murmuró débilmente—. Gracias, chicos —dijo,
viéndonos apiñados en el umbral.
Lark se sentó en una esquina de la cama y acarició a su alrededor,
su mirada viajando a Graham y a mí. Ambos lo entendimos y nos
acercamos, Graham rodeando la cama para sentarse junto a Lark,
mientras yo me sentaba más cerca de Stacy, sosteniendo su mano con las
mías en súplica.
—¿Necesitas algo? —preguntó Lark, con líneas de preocupación
dibujadas en su frente.
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—Me gustaría algo de agua —graznó Stacy. Lark sonrió y se salió
de la habitación, con el rostro en una peculiar sonrisa.
Graham se acercó a Stacy tan pronto Lark se fue del cuarto y tomó
su mano, su rostro divertido por el cambio de roles.
—Nunca pensé que habría un día que no temería sostener tu mano,
pero al menos por hoy, aquí me tienes.
Una risita emergió de sus labios mientras sacudía la cabeza.
—Espera hasta mañana.
—Oh, no lo dudo. Sólo asegúrate de que pueda correr primero —rió
Graham.
La mirada de Stacy pasó a la mía y vi un destello de algo: ¿ira?,
¿resentimiento? Pero se desvaneció cuando vio a Robert a mi lado.
—Lark me contó lo que dijo Sean. Lamento eso, Grace —dijo, con la
voz ronca—. Puede ser un imbécil a veces, quiero que sepas que no es tu
culpa. Estuve trabajando de más los últimos días, intentando aumentar mi
aguante; supongo que me pasé un poco.
—¿Por qué? —Me oí preguntar mientras notaba lo delgada que
estaba Stacy. Sus brazos parecían palillos con piel saliendo de su torso, y
me sentí avergonzada cuando comparé su figura con la mía, nuestros
cuerpos similarmente demacrados, aunque el mío había sido por elección
propia mientras el de ella no tuvo otra opción.
—Te lo dije. Debo cuidar de ti. Erica no será expulsada a tan poco
de la graduación y fui demasiado lenta la última vez… me atrapó por
sorpresa y podrías haberte roto el cuello con esa caída. —La lista de
razones sólo añadió más culpa a la que estaba sintiendo, y sabía que un
poco más y me rompería a llorar en el piso.
—Stacy, tienes que preocuparte por ti misma. He accedido a que
Robert me siga todo el tiempo, y hasta ahora todo está bien, ¿de acuerdo?
Nada realmente malo ha ocurrido, por lo que Lark hizo bien en sugerirme
que me quedara, sólo que, no lo hizo en decirme que no te dijera.
—Espera, ¿cómo que nada realmente malo ha ocurrido? ¿Qué cosa
mala ocurrió?
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Graham me lanzó una mirada de advertencia antes de contar con
todos los detalles lo ocurrido en el baño. Su rostro expresaba el disgusto
que sentía al describir lo que había sido escrito en la parte trasera de la
nota de Robert, y vi el color de Stacy volver a su rostro por la ira.
—Esto es malo, Grace —dijo agitadamente—. Esto es muy malo.
—Finalmente, alguien tiene sentido —aplaudió Graham—. Yo digo
que es Sam, pero todos insisten en que no es por su caligrafía o algo así.
Me retorcí, dándome vuelta para enfrentar la puerta, y conté.
Cuando llegué a trescientos, miré a Robert ansiosamente. Ya había
descubierto lo que me tenía tan preocupada y su rostro se tensó mientras
rebuscaba, aunque su cuerpo seguía justo a mi lado.
Lo vi inclinar muy ligeramente la cabeza, fruncir el ceño, gesto
seguido por una breve sonrisa que fue reemplazada por un gran ceño
fruncido y una línea tensa. Esta alteración rápida de cambios de humores
ocurrió en un simple segundo, aunque pude verlos todos y apreciar cada
uno mientras escuchaba los pensamientos que llenaban la mente de su
hermana.
—¿Robert? —lo llamé. Se sentía tan raro, tan… extraño el hacerlo
después de no haber pronunciado su nombre a propósito por las últimas
semanas, pero también se sintió increíblemente bienvenido, reconfortante.
—Está pasando —dijo en voz alta. Su mirada se fijó en la mía y
ausentemente estiré la mano, la suya cubriéndola rápidamente. Fue una
ola que me golpeó, una ola de información e imágenes que me
bombardearon intensamente. Me sacudí, y Robert rápidamente presionó
mi cuerpo contra el suyo mientras veía lo que él estaba viendo.
El rostro de Lark al oír un sonido desconocido, ninguno que se le
ocurriera o recordara; su lucha contra ello mientras intentaba
concentrarse en tomar un vaso del aparador; su cuerpo tensándose por la
insistencia del sonido demandando en ser escuchado; reconocimiento: esto
llenó mi visión.
Su cabeza se levantó, hacia el techo —no, no el techo, hacia el
cielo— y sonrió. La parte trasera de su camiseta se abultó con intensión, y
abrí mi boca sorprendida mientras sus alas salían por el material,
deslizándose por la tela como plumas filosas. Cerró los ojos y sonrió, su
rostro con una expresión de delicia, y fue difícil no hacer lo mismo.
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Fue con esa misma sonrisa que apareció en la habitación, la visión
en mi cabeza mezclándose con la de mis ojos, dos perspectivas
fundiéndose en una.
—Ha venido —dijo sin aliento—. Mi llamado ha venido.
Graham se puso de pie y se apresuró junto a Lark, sus manos
cerniéndose en los brazos de ella, dudando tocarla por algún motivo.
—¡Eso es genial!
Stacy se impulsó hacia delante y sonrió complacida.
—¡Completamente genial!
—Ni siquiera sabía lo que era… no lo reconocí, no esperé que
sonara de esa forma —comenzó Lark. Levantó los brazos para cruzarlos
detrás del cuello de Graham mientras tiraba de él y presionaba sus labios
con los suyos.
Sabía que debía haber apartado la mirada, pero no pude. Jugué el
papel de voyeur mientras los veía abrazarse en tranquila celebración, y
supe que no era la única.
Stacy arrulló la escena delante de nosotros, incluso yendo tan lejos
como para aplaudir.
Robert, por otro lado, ahumado bajo su calma exterior. Sabía que
Stacy no podía verlo, y Graham definitivamente no era consciente del calor
creciente que se formaba dentro de Robert, pero yo lo vi. En contra de mis
mejores esfuerzos, me había vuelto mucho más en sintonía con él de lo
que me hubiera gustado, y sentía sus emociones casi más fácil de lo que
podría detectar las mías.
Mis pensamientos fueron suficientes para distraerlo. Su mirada
firme se dirigió a la mía, y me sentí casi atrapada en ella mientras él
rebuscaba en mi interior. Pude ver las manchas brillantes de platino en el
mercurio líquido de sus irises y juro que si no miraba hacia otro lado
pronto, caería en ellos y me ahogaría... pero qué manera de morir.
—Me tengo que ir —dijo Lark, rompiendo la unión entre Robert y
yo, y pronuncié una maldición y una oración de agradecimiento al mismo
tiempo.
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—Espera, ¿qué quieres decir, con que tienes que irte? —le preguntó
Graham, molesto—. ¿Ir a dónde?
—Oh, Graham —se lamentó mientras acunaba su rostro en una de
sus pequeñas manos, la otra sostenida ferozmente entre las suyas—. No
pensé que esto fuera a suceder tan pronto. Pensé que tendría más tiempo
contigo antes que esto sucediera; me tengo que ir... para allá arriba… —
señaló con un solo dedo—, para hablar con los Serafines, conocer la
historia completa de mi especie, y aprender acerca de lo que realmente
consiste mi llamado.
La cabeza de Graham se balanceó con cada palabra, pero estaba
claro que él no entendía lo que quería decir.
—Entonces te irás por… ¿qué? ¿Un par de días, una semana?
Ella sacudió la cabeza lentamente, dolorosamente.
—No sé. No puedo darte una respuesta honesta, porque no hay
forma de saberlo.
Se dio la vuelta para hacer frente a Stacy y su rostro se hundió aún
más con la depresión lentamente creciente.
—Stacy, no me esperaba que esto sucediera, no sabía. ¡No puedo
creer que vaya a dejarte así! —Se acercó a ella y se sentó a su lado,
ajustando su cuerpo de modo que sus alas rozara contra el lado de la
cama.
Stacy le dirigió una sonrisa abrumada y le dio un golpe suave en la
rodilla.
—No me vas a dejar como cualquier cosa. Voy a estar bien. No es el
cáncer lo que me noqueó el día de hoy, fue mi propia obstinación. Voy a
aflojar con el ejercicio y tan pronto como la náusea desaparezca, voy a
empezar a comer como Graham.
—Oh, no hagas eso, Stacy —se río en voz baja Lark—. Vas a
terminar pareciéndote a un dirigible, y no serás capaz de caber en tu
vestido de graduación.
—¿Graduación?
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Lark nos miró a Stacy y a mí, y su frente se surcó con preguntas
frustradas.
—Sí, graduación. Han pensado en ello, ¿verdad? ¡Está a menos de
un mes!
Stacy y yo negamos con la cabeza.
—Estás por ir a cumplir tu destino, algo que has esperado cinco
siglos, ¿y estás preocupada acerca de mi vestido de graduación? —le
preguntó Stacy, desconcertada—. Tus prioridades son algo asimétricas,
¿no te parece?
—Creo que ambas hemos estado demasiado preocupadas con otras
cosas para considerar siquiera la fiesta de graduación, Lark —le expresé,
la cabeza llena de nuevas ideas y nuevas inquietudes—. Nunca pensé en ir
de todos modos.
—Bueno, ¿por qué diablos no? —protestó Lark—. ¡Es el baile de
graduación! Sólo tienes una oportunidad de disfrutarlo… Bueno, si eres un
ser humano, sólo tienes una oportunidad de disfrutar todo… ¿Por qué no
ir?
Robert se acercó a su hermana y la miró determinadamente.
—Lark, es hora de irse. Están esperando por ti.
—No, no me voy hasta que consiga una respuesta de por qué no
van al baile. Esto se supone que es un evento significativo en la vida de
toda chica humana y ustedes dos están intencionalmente perdiéndola por
razones desconocidas —argumentó, sus alas temblando de agitación.
—Bueno, no tengo una cita así que ahí tienes —dijo Stacy
fácilmente.
—Odio los vestidos —fue mi respuesta.
Lark alzó las manos derrotada y se dio la vuelta sobre sus talones.
—Bien. Pasen la noche más importante del año en casa, como dos
ancianas.
Graham sonrió como un tonto en su exasperación, con las manos
en los bolsillos mientras daba una patada en el suelo con timidez.
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—Yo ni siquiera sabía que estaba tan cerca, y ahora parece que no
voy a tener una cita, tampoco, y dado que no me gusta arreglarme casi
tanto como a Grace, creo que me voy a quedar en casa.
Una sonrisa divertida se arrastró por sus labios mientras Lark
miraba a Graham y su postura de apoyo. Se acercó a él y me di la vuelta,
sabiendo que el momento se había convertido repentinamente en muy
privado para su visualización. Stacy, también, volvió la cabeza,
encontrando algo muy interesante para mirar en la pared.
Un suave arrullo fue nuestra única pista de que alguien se nos
había sumado cuando Ameila apareció ante Lark, su mano presionada
sobre el corazón con orgullo.
Graham se alejó de ellos y vino a pararse a mi lado, mientras
Robert, Lark, y su madre permanecieron en un pequeño círculo, con las
cabezas inclinadas una hacia la otra, sus manos entrelazadas. Vi ondular
el cuerpo de Lark con diversión y levantó la vista para sonreír a Robert,
una sonrisa satisfecha que trajo una sonrisa a mis labios.
—Siempre fuiste el niño bueno, siempre el que hizo lo que se le
dijo, mientras yo era la oveja negra que se fugaba con el novio perdedor,
¿cómo se siente, Robert, saber que me costó un tercio de la cantidad de
tiempo que a ti el conseguir mis alas y mi llamado?
Robert se encogió de hombros, su rostro no mostrando ninguna
emoción.
—Me alegro de que por fin vayas a dar a mamá una razón para
estar orgullosa cuando mencione tu nombre, Lark.
A pesar de la animosidad que dio a entender en sus palabras, su
rostro lo decía todo en cuanto al intenso apego entre ellos. Los envidiaba;
no podía evitarlo.
—¿Ambos vienen conmigo? —les preguntó Lark, su voz temblorosa
de repente con los nervios.
—Sólo yo voy a ir. Alguien tiene que quedarse aquí para cuidar de
Grace —respondió Ameila.
Asintiendo en comprensión, Lark se volvió para mirarnos una vez
más, con una sonrisa de orgullo en su rostro.
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—Los veré a todos más tarde.
Y sin decir una palabra más, tanto ella como Ameila se habían ido,
su salida fue tan rápida que era difícil discernir hasta qué punto se habían
ido. Graham se acercó a la ventana y miró fuera, levantando su mirada,
sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.
Stacy se miró las manos en su regazo mientras jugueteaba con el
edredón, unas gotas visibles de humedad en los bordes de sus pulgares.
Los ojos de Robert estaban cerrados, viendo el viaje de su hermana
detrás de sus párpados cerrados.
Y yo permanecí lejos de todo, la salida de Lark causando un
desorden confuso de felicidad y dolor dentro de mí. Era doloroso ver esos
rostros angustiados entre la gente que amaba tanto, sabiendo que sin
importar lo que cualquiera de nosotros sintiéramos, esto no era más que
un juego de espera para ser jugado entre nosotros.
Sería más duro para Graham, por supuesto, ya que él no entendía
muy bien lo que estaba sucediendo realmente, por mucho que no me había
dado cuenta. Quería asegurarle que ella volvería a él sin cambios, pero
sabía que no sería posible sin mentir. Sin embargo, no me preocuparía por
él. Tenía suficiente fe en sus sentimientos hacia ella para comprender y
perdonar cualquier cosa… me perdonó por haberle mentido, ¿no?
No, me preocupaba más por Stacy, quien había encontrado apoyo y
simpatía en Lark mientras que yo me había revolcado en mi propia
autocompasión. No podía pasar por alto el hecho de que había sido una
amiga horrible, teniendo en cuenta todas las cosas, y a pesar del gran
insulto, no podía culpar a la ira de Sean hacia mí. Había hecho daño a
Stacy emocionalmente, mientras que su cáncer la atacaba físicamente; yo
había hecho lo que el cáncer no pudo, y no había palabras para expresar
lo horrible que se sentía, pero ignoré esto.
Stacy me había dado su amistad cuando nadie más lo haría, y ya
no podía esquivar eso. Tuve que admitir ahora que había tenido miedo del
compromiso que requiere este tipo de amistad, miedo de lo que me costaría
si la relación se agriaba.
Pero esto no era sobre mí. Ese momento había pasado. Stacy
estaba muriendo y no había nada que pudiera hacer al respecto.
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Graham carraspeó y se secó los ojos con una mano cerrada.
—Uff. Me entró polvo en mis ojos. Lark tiene que aspirar este lugar
con más frecuencia.
Miré a Robert, con los ojos aún cerrados, su cuerpo inmóvil,
sumergido en la visión de bienvenida de su hermana.
—¿Quieres ir? —dije en voz alta.
Cuando levantó los párpados y su mirada gris brillante encontró la
mía, la cama me ofreció el apoyo que no estaba preparada para necesitar.
—Estoy exactamente donde quiero estar —respondió en voz baja.
—¿En la habitación de tu hermana? —murmuró Stacy mientras se
recostaba, hundiéndose en la montaña de almohadas.
Haciendo caso omiso de eso, una vez más, Robert cerró los ojos,
pero no antes de que él me sonriera, capaz de ver qué tan desconcertada
me había dejado por el silencio feroz que acechaba detrás de ellos.
—Oh, ¿qué voy a decir a mis padres? ¿Cómo voy a explicar esto? —
gimió Stacy mientras envolvía un brazo alrededor de un cojín de color
naranja brillante—. Probablemente están desesperados a estas alturas,
parecerá como si simplemente desaparecí y mi madre es una persona
supersticiosa, jurará que fui secuestrada por demonios.
—No, sólo nosotros —reflexionó Graham.
—Tus padres no están muy preocupados, Stacy. Han recibido una
explicación que es satisfactoria hasta cierto punto —la consoló Robert,
aunque no la miró—. Un automóvil llegará en una hora para llevarte a
casa, y un médico te acompañará para que no sea causa adicional de
preocupación de tus padres.
—¿Quieres decir que no se va a quedar aquí? —le pregunté, mi voz
sonó casi frenética en su desesperación por seguir cerca de ella.
—No es posible, Grace —suspiró Robert, sus ojos se abrieron—.
Tiene una familia esperando en casa, dos padres en cuestión que se
preocupan por su bienestar.
—Y yo no —murmuré mientras miraba al suelo.
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—Tu padre te ama como ningún otro padre jamás podría, Grace,
pero en el fondo sabe que estás a salvo, de lo contrario no habría permitido
que te quedaras en casa sin supervisión.
Fulminé con la mirada al suelo inmóvil y me encontré con sus
fallos, nudos y marcas que estropearon la superficie convirtiéndose en los
chivos expiatorios para mi ira en mi falta de respuesta. Él estaba en lo
cierto, no podía argumentar en contra de eso, y eso me enfureció.
—Grace, me encantaría quedarme aquí contigo y tener una fiesta
de pijamas extendida, pero aún yo sé que permanecer lejos de mis padres
después de lo ocurrido hoy no me va a hacer ningún bien. Será un milagro
si siquiera me permiten salir de la casa después de esto.
—Stacy, debes descansar un poco antes de que el auto llegue.
Tengo la sensación de que no conseguirás mucho más a partir de hoy.
Stacy asintió a las instrucciones de Robert y cerró sus ojos,
dejando fuera a todo el mundo a medida que rápidamente caía en un
sueño tranquilo.
Me acerqué a la ventana donde Graham permanecía de pie y apreté
mi mano contra el cristal de gran tamaño.
—Ella va a volver —le dije.
—¿Quién, Stacy? Por supuesto que volverá. Es demasiado
entrometida como para que sus padres la mantengan encadenada a su
cama.
Sentí que entorné mis ojos ante su comentario y pateé su espinilla
a la ligera, molesta.
—No, no Stacy; Lark va a volver, Graham. Robert regresó después
de un mes, por lo que podrías llegar a ir a la graduación, después de todo.
Su risa sonó más como una tos ahogada mientras procesaba ese
pensamiento.
—¿Sabes cómo supe que estábamos destinados a ser amigos,
Grace? —Cuando negué con la cabeza, sonrió y continuó—: Ni siquiera
pensé en el baile tampoco.
—¿En serio?
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Asintió y empezó a frotar la parte posterior de su cuello,
avergonzado por su falta de conciencia.
—Quiero decir, sí, el verano pasado, Erica habló de la fiesta y como
un idiota acordé que la llevaría, pero esa fue la última vez que incluso
pensé en ello. No estoy precisamente deseando llevar un traje de mono,
pero si eso significa que Lark va a volver, lo haría.
—No dudo que lo harías, Graham.
—¿Qué está haciendo? —preguntó en voz baja, mientras hacía una
seña a Robert con un tirón rápido de la barbilla—. Es como si estuviera
durmiendo la siesta o algo así.
—Sólo puedo imaginar que está viendo la bienvenida de Lark —le
contesté—. Probablemente está viendo la visión de Ameila, pero en
realidad viene de Lark.
—Entonces, ¿cómo supo Lark que se trataba de su tiempo? Quiero
decir, sé que escuchó algo, pero ¿qué? Pensé que tendría mucho más
tiempo para hacerle estas preguntas, ¿sabes? Ahora te estoy preguntando
como si tú lo supieras —dijo Graham con resignación—. Lo siento, Grace…
—Dios, no te disculpes, Graham —lo corté—. Necesitas saber estas
cosas si vas a estar con Lark —le expresé con el mayor tono de aliento que
fui capaz de reunir; era difícil, sin embargo, el temor racional de lo
irracional de él haciéndose daño poco a poco empujándose al frente de mis
pensamientos.
La voz de Robert me sorprendió cuando empezó a hablar, sus ojos
se abrieron y se concentró en nosotros dos, su postura suelta, su rostro
relajado.
—Cuando un ángel escucha su llamado, es una canción destinada
sólo para ellos. Escuchan en ella el propósito de su nacimiento, la historia
detrás de la posición que toman entre aquellos que han ascendido antes
que ellos, y el futuro que ayudarán a asegurar mediante el cumplimiento
de su destino. Todo se reproduce en una melodía de las voces de aquellos
que vinieron antes que ellos. Un día, otro ángel recibirá el mismo llamado,
y él o ella escuchará la voz de Lark entre el canto los demás.
—¿Y qué es lo que escuchó? —preguntó Graham, su rostro
marcado con curiosidad—. ¿Qué está diciéndole su llamado?
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—No puedo decirte eso, Graham… su llamado es suyo para
compartir o no.
—Bueno, ¿puedes decirme al menos si tengo que ir a alquilar un
traje de mono o no?
Los ojos de Robert se cerraron y negó con la cabeza. —No parece
así.
Una mezcla de alivio y decepción cruzó el rostro de Graham cuando
se apoyó en la pared.
—Bueno, eso lo responde, supongo.
Le sonreí y sacudí mi cabeza. —Ya compraste uno, ¿cierto?
—Sí —contestó él, mirando a otro lado mientras se frotaba los ojos.
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12 Una Pregunta
Traducido por Areli97
Corregido por Angeles Rangel
omo había esperado, una vez que dejamos a Stacy en su
casa, se volvió casi imposible contactarla. Las llamadas
telefónicas siempre habían sido difíciles con su madre
desaprobándolas antes de cierta hora, pero ahora no se les permitía,
punto. Para agregar al casi encierro, cuando finalmente le permitieron
volver a la escuela, fue bajo la estricta supervisión de su hermano, Sean.
Era llevada precisamente un minuto antes de que sonara la campana del
principio de clases, e inmediatamente después de que la última clase
hubiera terminado, Sean la estaba arrastrando de vuelta a su auto.
Stacy admitió que sus padres trataron de cambiar su horario de
clases para que así no estuviéramos en ninguna clase juntas, pero con el
final del año escolar tan próximo, fue imposible. En cambio, Sean la
escoltaba hacia cada clase, saltándose por completo al salón de asesorías
para sentarse junto a Stacy y prevenir que tuviéramos cualquier tipo de
conversación normal.
Solamente durante el tercer período fuimos capaces finalmente de
discutir lo que había estado pasando desde su colapso y Lark recibiendo
su llamado.
—La peor cosa acerca de todo esto es que el doctor que viene a mi
casa cada dos días para revisarme, está de acuerdo con cada cosa que
dicen mis padres. Podría matar a Robert por eso —se quejó, golpeando la
mesa con el puño.
C
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—Robert sólo estaba haciendo lo que pensaba que era mejor —
discutí.
—Oh, mira quién decidió deducirlo un par de semanas demasiado
tarde —replicó mientras sacudía la cabeza—. Sé que estaba pensando en
mi salud, Grace. Tengo cáncer, ¿recuerdas? No Alzheimer.
—Lo siento —murmuré—. El Dr. Ambrose no es tan malo, ¿cierto?
—¿El Dr. Ambrose? ¿Ese es su nombre? Sigue diciendo que le diga
Dr. Bro por alguna razón, pero creo que me gusta el Dr. Ambrose mucho
más. ¿Cómo sabes su nombre?
—Es una larga historia, que no creo que te pueda contar en
únicamente en el tercer período —dije suavemente—. Pero sé que es un
buen sujeto, una vez que te acostumbras a sus… peculiaridades.
—Oh, ¿te refieres a cómo siempre usa guantes, y cómo sólo lava
sus manos en agua helada?
—Uh… sí —concordé, mirando hacia otro lado nerviosamente antes
de que viera la mentira en mis ojos.
—De cualquier modo, dile a Robert que aprecio su ayuda y haz que
le diga al Dr. Bro que le diga a mis padres que estoy bien. He pasado los
últimos tres días en casa, escuchando telenovelas Coreanas y con mi
madre haciendo miserable a mi padre con sus quejas sobre mí… si no
consigo un respiro pronto, tal vez me vea forzada a tomar medidas
drásticas.
—Como…
—Como empapelar la cocina con todas las porno de mi hermano, y
quizás algunas de mi papá, o esconder algo de kim chi debajo de los
cojines del sofá. ¡No sé, Grace! ¡Soy prisionera en mi propia casa! Ni
siquiera puedo hablarte durante las horas de escuela sin Sean el Guardián
parado cerca, listo para empezar a maldecirte en el único Coreano que
sabe, ese asqueroso pedazo de mie…
—Está bien —dije, riendo—. Lo capto. Hablaré con Robert acerca de
esto.
—Gracias —dijo, su risa uniéndose a la mía—. Entonces, ¿ustedes
dos están en términos de hablarse de nuevo?
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—Es difícil no hacerlo dado que estoy bastante encerrada en su
casa —repliqué, la risa muriendo en mi garganta.
—Eso supuse. También eres prácticamente una prisionera, ¿eh?
Atrapada en una casa con alguien con quien prefieres ni siquiera hablarte,
un ángel loco queriendo matarte, Erica acosándote, y ahora mi hermano
tratando de que no tengamos una conversación decente. Si no fuera por
todo este asunto de morirse, te preguntaría si quieres intercambiar vidas.
—Desde que tengo esa cosa de “un ángel loco queriendo matarme”
colgando sobre mi cabeza, creo que estamos más o menos en el mismo
bote. —Un sonido de detrás de las estanterías me hizo callarme más
pronto de lo que tenía planeado, y empujé mi asiento hacía atrás para
echar un vistazo, inclinándome en las dos patas traseras de la silla.
—¿Qué es? —siseó Stacy.
—Alguien ha estado escuchando —susurré mientras apuntaba a la
estantería.
Asintió entendiendo y se paró lentamente, cubriéndonos las
espaldas y dirigiéndose en la dirección contraria.
Cuando alcanzó el final, con un acuerdo silencioso, nos lanzamos
hacia delante; Stacy en sus pies, yo en mi espalda después de caer de la
silla y aterrizar boca abajo sobre el suelo.
—Uh… hola, Grace.
Levanté la vista hacia la cara sonrojada de Shawn y gemí ante las
probabilidades si escuchó algo que no debía. Parecía que sabía
exactamente qué estaba pensando y empezó a sacudir su cabeza
vigorosamente negando lo que todavía no lo había acusado de hacer.
—Estaba tratando de encontrarte; sabía que tenías el tercer período
libre y deduje que si estabas en algún lugar, sería aquí, así que pregunté
en el frente y me apuntaron aquí atrás —se precipitó a decir, sus ojos
lanzándose de Stacy a mí, sus manos apretándose nerviosamente contra
las piernas de su pantalón como si lo estuviera fortaleciendo de alguna
manera.
—¿Qué quieres, Shawn? —le pregunté calmadamente, no quería
llevarlo a un tartamudeo completo.
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—No quiero exceder mis límites —empezó, el sudor empezando a
gotear de su frente.
—No te preocupes —le dije con una sonrisa forzada—. No hay nada
que puedas decir que pueda hacerme pensar eso. Créeme.
—Bueno, me he estado preguntando si tú y Robert siguen juntos.
Verás, los he estado viendo a los dos y las cosas no parecen ir muy bien, si
sabes lo que quiero decir.
—Sé lo que quieres decir, y la respuesta es no, Shawn. No lo
estamos, pero no entiendo cómo eso es de tu incumbencia. —Mi voz vaciló
mientras las palabras pasaban por mi lengua.
—Está bien entonces, bueno, eso hace esta próxima parte más
fácil. —Se hinchó mientras tomaba una respiración alentadora; casi
demasiado cuando empezó a toser por el estiramiento excesivo de sus
pulmones y pecho, luego me sonrió, sus hombros hacia atrás y su cabeza
en alto orgullosamente—. Grace, quería saber si te gustaría ir al baile de
graduación conmigo.
—Yo-yo...
Lo miré fijamente, asombrada. Sólo podía emitir sonidos
ininteligibles mientras trataba de averiguar por qué había pensado en mí
para preguntar. El aspecto ansioso de su cara no ayudaba a acercarme a
la respuesta.
—Oye, ¿no tienes novia? —preguntó Stacy, finalmente hablando.
Se dio la vuelta y sonrió, una sonrisa triste que fue rápidamente
remplazada por una más peculiar.
—Bueno, tenía, pero decidió que los finales eran más importantes
que el baile de graduación así que obtuve dos boletos para el baile y
ninguna cita. Sé que probablemente pienses que estoy muy fuera de tu
liga, pero…
Lo corté abruptamente.
—¿Qué yo pienso que estás fuera de mi liga? ¿Quién te dio esa idea
tan loca?
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—Bueno, mira a tus amigos: sales con Lark y Stacy; tu mejor amigo
es Graham Hasselbeck. ¡Salías con Robert Bellegarde, por amor de Dios!
Es una caída bastante grande ir de eso al Chico Salsa. —Su cara se
sonrojó de vergüenza, la primera vez que había visto tal cosa en él, y
repentinamente me sentí apenada.
—Shawn, no sé de dónde sacaste la idea que de alguna manera
pensaras que soy mejor que cualquiera, pero tengo que decirte, no creo
que estés fuera de mi liga. No tengo u-una liga, punto. Sí, Graham y yo
somos amigos, pero hemos sido amigos desde que teníamos dientes de
leche, somos vecinos; es como una ley que seamos amigos, ¿sabes?
»En cuanto a Robert… eso fue una casualidad. Yo soy la que está
fuera de su liga… Muy, muy, muy fuera de su liga. Es sólo… nunca pensé
en ir al baile, y no soy el tipo de persona de usar un vestido.
Sonrió, el orgullo inflándose en él.
—Entonces ¿eso quiere decir que soy la primera persona en
preguntártelo?
Mis cejas se juntaron mientras asentía, insegura de hacia dónde se
dirigía con esto.
—Bueno, entonces si te pido que vayas conmigo al baile y te digo
que puedes usar lo que quieras, ¿irías conmigo?
Miré a Stacy, mis ojos ampliándose en una pista abierta para que
me diera algún tipo de asesoramiento, pero estaba demasiado ocupada
observando sus uñas —uñas de las que nunca antes pareció preocuparse,
uñas que estaban masticadas tanto que sería más probable que te
rasguñara con los callos de sus nudillos— para incluso seguirme la
corriente con una respuesta.
Cuando mi mirada regresó a Shawn y vi el aspecto esperanzado de
su cara, no tuve corazón para decepcionarlo. Suspirando con una
profunda resignación, asentí de una manera poco entusiasta, tan
superficial fue el movimiento que dudé haberlo hecho hasta que tomó mi
mano y empezó a sacudirla, aplaudiéndola contra la suya varias veces
antes de darme un saludo militar y una reverencia que llevó su cabeza tan
cerca del suelo, que temí que se estampará contra el embaldosado.
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—Gracias, Grace —canturreó mientras se daba la vuelta para irse—
. Te prometo que no te arrepentirás de esto.
—Oh, pero tal vez tú lo hagas —masculló Stacy detrás de mí,
repentinamente perdiendo el interés en sus manos, sus brazos, o cualquier
otra extremidad mientras observaba a Shawn pasearse por las hileras de
libros hacia la salida.
—¿Qué se supone que significa eso?
La mirada que me dio me dijo sólo cuán estupefacta estaba, y me
senté, intrigada por su reacción.
—Grace, acabas de aceptar ir al baile de graduación con Shawn
Bing. ¿Sabes lo que la gente asumirá cuando lo descubra? ¿Cuándo te
vean?
—Sí, que Robert me dejó y que Shawn es mi cita de despecho —
repliqué ásperamente.
—¿Y qué pensará Robert?
Descarté su pregunta con una rápida sacudida de mi mano.
—Él puede leer mentes, ¿recuerdas? Shawn no está interesado en
mí, no realmente. Y ciertamente no estoy interesada en él de ese modo
tampoco, entonces, ¿a quién le importa? Además, ¡ahora tienes una razón
para ir al baile también!
—Y qué razón sería esa, porque déjame decirte, con el fin de que
vaya al baile, por el modo en el que van las cosas en casa tendría que ser
con un chico Coreano pre-medicado cuyos padres sean más ricos que el
promedio nacional.
—Puedes ir con Graham —contesté simplemente—. Lark no irá, y
sé que de hecho tiene un esmoquin escondido en algún lugar sólo para
esta ocasión.
La mirada en el rostro de Stacy no tuvo precio mientras empezaba
a tomar en cuenta la sugerencia.
—Bueno, esa es una nueva. Yo ir al baile de graduación con mi ex-
novio que ahora está saliendo con mi mejor amiga. Eso va a cabrear a mis
padres, eso es seguro, y probablemente termine siendo encadenada a la
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cama hasta que el cáncer se apropie de mí o cometa suicidio por kim chi.
De cualquier forma, supongo que eso funciona para un muy buen epitafio.
—Esa es una manera de verlo —dije, no viendo exactamente el lado
divertido de su mórbida respuesta—. Así que eso es todo. Tú irás con
Graham y yo iré con Sal…eh, Shawn.
—¿Graham sabe que va a ir al baile? —preguntó Stacy mientras
empezaba a recoger sus cosas.
—Lo hará, tan pronto como suene la campana —dije, sonriendo.
—Bueno, supongo que debería estar contenta de que estaré
jugando el rol de presa por las próximas tres horas y media entonces —se
rió—. Cuando se lo digas a Graham, por favor asegúrate de que sepa que
esto fue tu idea y no mía.
—Oh, gracias —bromeé—. Qué manera de cubrir mi espalda.
El gorjeo de la campana se hizo eco en la biblioteca y Stacy sonrió
casi maniáticamente.
—Creo que observaré esto desde el fondo de la cafetería ahora que
lo pienso. Oh, esto va a ser divertido… tú tratando de convencer a Graham
que me llevé al baile.
Poniéndome de pie, repentinamente sentí una burbuja de miedo
crecer en mi estómago.
—Tal vez esperaré hasta que termine la escuela.
—Oh no, le vas a contar esto ahora mismo.
Stacy haló mi brazo, arrastrándome hacia la salida con un brillo
alegre en sus ojos. Eso me asustó más que la posible reacción de Graham.
—¿Qué hay de Sean? Va a estar afuera y no creo que le guste
verme sugerir a Graham que te lleve al baile.
Para un intento de mantenerla alejada, fue débil. Stacy sonrió y
continuó jalándome a través de la biblioteca. Me empujó detrás de un
estante de referencia de libros y se apretujó a mi lado, un largo y delgado
dedo descansando sobre los labios para silenciarme.
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Me tomó menos de un minuto averiguar qué estaba haciendo
cuando vi a Sean pasarnos de largo, dirigiéndose a la parte trasera de la
biblioteca con tal propósito que pudo haber dejado profundas marcas en el
suelo por la fuerza.
—¡Ugh! —gruñí a medida que Stacy me tiraba rápidamente de
nuestro escondite y a través de la puerta de la biblioteca, casi estrellando
mi cabeza contra ella mientras la pasábamos.
—Date prisa… ¡quizás sólo tenga algunos minutos!
Corrimos por el pasillo, Stacy pasando expertamente a través del
espacio lleno de gente hasta llegar a la cafetería.
—Asqueroso, es día de estofado —gemí, llevando mi mano sobre mi
nariz y respirando a través de la manga de mi camisa.
—¡Ahí está! —Stacy me llevó a nuestra mesa habitual, una ancha
sonrisa formándose en su rostro, caricaturesca en tamaño, aterradora en
intención.
—¡Stacy! ¿Qué pasó, ya conseguiste la libertad condicional? —
vitoreó Graham, parándose para darle un rápido abrazo antes de ver la
forma en que sostenía mi brazo—. ¿Qué pasa? ¿Pasó algo?
Me sentí increíblemente irresponsable tan pronto como las líneas
de preocupación empezaron a formarse en su cara y sacudí mi cabeza.
—No, no pasó nada. Es sólo que... quería preguntarte algo —dije
lentamente. Cuando asintió, esperando mi pregunta, le lancé una mirada
rápida a Stacy, cuya sonrisa presumida no hizo nada para alentarme.
—Bueno, verás, Shawn Bing vino a la biblioteca y me pidió ir con él
al baile de graduación…
—¿El Chico Salsa te invitó al baile? —bramó Graham.
—Sí, lo hizo, y dije que sí —vino mi réplica, y le pegó como una
cachetada en la cara. Por lo menos, así era como se vio para mí cuando su
expresión divertida se convirtió instantáneamente en una que estaba cerca
de la histeria con miedo.
El agarre flojo de la mano de Stacy fue rápidamente remplazado
con el apretado de Graham. Me haló a un asiento y llevó su cabeza cerca
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de la mía cuando él, también, se sentó. Levantó la vista hacia Stacy y
luego de vuelta a mí, su voz una baja combinación de un siseo y un
susurró.
—¿Estás loca? ¿Sabes lo que Robert le hará a Shawn? ¡Viste lo que
me hizo a mí y todo lo que hice fue abrazarte!
—Primero que nada —empecé, mi voz tan baja como la de él, mi
enojo tan palpable—, Robert nunca me pidió que fuera con él al baile, y
dudo que tuviera intención alguna de hacerlo. Segundo, quiero que lleves a
Stacy al baile. Y tercero, con quien voy al baile de graduación no es asunto
tuyo.
—¿Por qué Robert te invitaría al baile? Rompiste con él,
¿recuerdas? Y odias usar vestidos… tienes que usar uno en el baile, Grace,
sólo en caso de que pensaras que podías ir con jeans y una camiseta. Es
como, la ley o algo así… ¿quieres que yo qué?
—Ella quiere que me lleves al baile —intervino Stacy.
—¿Por qué demonios debería hacer eso? —Graham se veía tan
confundido como yo me sentía de terrible—. Quiero decir, lo haré, pero
tiene que haber una buena razón. El baile de graduación no es barato, y si
voy a llevar a Stacy, voy a tener que rentar un guardaespaldas, o quizás
sólo a Robert, simplemente para evitar ser mutilado por sus hermanos, sin
mencionar sacar una póliza de seguro de vida para pagar mi funeral si
Robert dice que no.
—Deberías hacerlo porque es el baile de graduación. Deberías
hacerlo porque todos somos amigos, y quizás esta sea la última vez que
estemos todos juntos antes… bueno, sólo antes.
—Debo estar loco —gimió Graham—. Está bien. Llevaré a Stacy al
baile.
Me tomó un minuto reconocer que había aceptado, y luego grité
con emoción.
—Sí, siempre pareces hacer eso cuando todo el mundo se queda
callado —se rió, y me di cuenta con la cara roja de vergüenza que tenía
razón.
Cada ojo en la cafetería se había girado hacia mí.
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—Oh-oh —jadeé—. Problemas, Stacy.
—¿Qué? —Sus ojos se movieron para ver en la misma dirección que
los míos y una muy audible maldición escapó de sus labios antes de que
empezara a caminar lentamente hacia dos personas que parecían muy
enojadas de pie cerca de la salida lejana de la cafetería.
—¿No debería uno de nosotros ir y ayudarla? —murmuró Graham
en mi oído mientras veía los hombros de Stacy hundirse milímetro a
milímetro con cada paso.
—¿Y hacer qué? Son sus padres, Graham, y nos odian, ¿recuerdas?
Con una última mirada hacia nosotros, Stacy siguió a sus padres
fuera de la cafetería, viéndose mucho más pequeña de lo que era y eso me
enfadó, ver cuán derrotada se había vuelto y sabiendo que nada de ello era
debido al cáncer.
—Así que, ¿le vas a contar a Robert acerca del Chico Salsa o vas a
dejar que lo averigüe por su cuenta?
No quería contestar esa pregunta. Ni siquiera quería pensar acerca
de contestar esa pregunta.
—No tendrás que responder esa pregunta. ¡Hola, Robert! Eh… ¡era
tiempo de que aparecieras! —La voz de Graham sonaba chillona con
nerviosismo y miedo.
Miré el rostro de Graham y pude ver el reflejo de Robert en el verde
de sus ojos. Incluso a través de sus cristalinos esmeraldas, podía ver la
tristeza que se reflejaba ahí, sentirla como si fuera propia.
—¿Escuchaste? Voy a ir al baile con Stacy —dijo Graham en un
estallido de palabras, sus ojos pasando de los míos a los de Robert.
Permanecí inmóvil, incapaz de enfrentarlo.
—Lo sé. También sé que Shawn Bing le pidió a Grace ir al baile con
él. Es un buen hombre por preguntar, dado que yo no lo hice.
Me giré, con una pregunta propia ahora posada en la punta de mi
lengua. —¿Lo ibas a hacer? ¿Ibas a pedírmelo?
Sus ojos grises bajaron hacia mí, su rostro inerte mientras sacudía
la cabeza.
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—No, no lo iba a hacer.
Fue una respuesta brusca, una que había esperado, pero que no
tenía idea que doliera tanto oírla. Asentí y luego me giré hacia otro lado.
—Bueno, entonces supongo que es algo bueno que Shawn haya
preguntado.
—Sí, lo es.
Y luego sin otra palabra, Robert se dio la vuelta y se alejó. Graham
giró mi cuerpo para verlo alejarse, pero no pude. Mi cabeza colgó baja,
combinándose con mi ánimo.
—No estoy seguro de que esa haya sido una buena idea, Grace.
Cerré mis ojos y me hundí en una silla.
—¿No te has dado cuenta todavía que nada que salga de mi boca es
bueno, Graham?
Se sentó a mi lado y suspiró, su mano sujetando la mía.
—Eso no es del todo cierto, Grace. Es verdad en la mayor parte,
pero no completamente, y es esa pequeña parte en la que estás
equivocada, la que importa.
—Tú realmente sabes cómo reconfortar a una chica —bromeé—.
Metí la pata de nuevo, ¿verdad?
—No, no lo hiciste. Creo que es una buena idea, tú yendo al baile
con el Chico Salsa. Te dará una probada de lo que es salir con un humano
y te hará jurárnosla totalmente de por vida.
—¿Jurársela de por vida a qué, los humanos o los chicos?
Se rió entre dientes. —Sí.
El bullicio de los estudiantes en la cafetería amortiguó nuestra
conversación, y me sentí lo suficientemente reconfortada después de un
tiempo de apoyar mi cabeza en el hombro de Graham y hablar
suavemente.
—Así que, ¿por qué tú no me invitaste al baile, eh? ¿Por qué la
primera persona en invitarme al baile tenía que ser Shawn Bing?
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—Probablemente porque es inofensivo.
Una carcajada; esa risa rara que suena casi como si te estuvieras
ahogándote con tu propia saliva, salió de mi boca.
—Supongo que tienes razón. Aunque puedo decirte esto por mucho,
Graham. Nunca me imaginé yendo al baile de graduación, pero si lo
hubiera hecho, definitivamente no habría sido con el Chico Salsa.
—¿Con quién sería entonces?
No pude evitar que mi vista se levantara y mirara hacia la salida,
mis ojos esforzándose por ver más allá cada vez que la puerta se abría,
esperando un vistazo de mercurio.
—No lo sé…
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13 Hermana Mayor
Traducido por Carmen170796
Corregido por Lizzie
uince de abril. Esa era la fecha de parto de Janice. Tenía
la fecha marcada en el pequeño calendario que estaba
pegado en la tapa de adentro de mi carpeta, el pequeño
círculo rojo era un constante aviso de que pronto, sería responsable de
alguien más.
Aunque había llamado al hospital cada día, todavía no había ido de
visita, cosa que estaba segura Janice y papá se habían tomado personal
aunque ellos nunca lo mencionaban cuando hablábamos por teléfono. Las
visitas de papá a la casa siempre eran recibidas con un emocionado
Graham, quien había ensayado sus diferentes excusas tantas veces, que
algunas veces las usaba en la escuela.
El catorce, la llamada telefónica que había estado esperando llegó,
aunque de una fuente que no había esperado.
Estaba sentada en el sofá de la sala de Robert con uno de los viejos
libros encuadernados del estante sobre mi regazo. Había leído varios de
ellos semana y media atrás, cada uno tenía una historia que nunca había
escuchado, eventos que tenían lugar siglos, milenios atrás que solo habían
sido capturados en uno o dos volúmenes que no habían sido dejados el
cuidado de ciertas familias. Este libro en particular contaba sobre el
electus patronus que nadie me había explicado.
“Y aunque el dolor de las personas empezó a esparcirse como una
infección de la carne, los pocos que estuvieron ahí se pararon y expresaron
la inconformidad de la disolución de confianza. Ellos quemaron la carga de
Q
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semejante dolor y sufrimiento, sus números se redujeron terriblemente por
represalias y enfermedades forzadas hasta que quedaron menos de cien en
el mundo”.
La idea de que tan pocos individuos hubieran sido dejados para
proteger la incontable cantidad de ángeles que existieron en la tierra me
anonadaba.
Sabía que los electus patronus juraron proteger los secretos de los
ángeles, pero no sabía que también habían jurado proteger su existencia, y
a costa de sus vidas.
Los dibujos de las torturas que ellos tuvieron que soportar me
recordaban a las pinturas y grabados de la inquisición española que había
visto de vez en cuando en mis libros de historia. Los dibujos era muy
vividos: niños prendidos en fuego. Mujeres embarazadas eran cortadas y
dejadas para ser comida de los perros hambrientos que las acorralaban.
Padres que eran obligados a ver a sus hijos ser torturados, sus hijas
violadas… el dolor y horror en las caras de las víctimas era tan palpable,
casi podía escuchar los gritos alrededor de mí.
Y luego fue mi propio grito el que escuche mientras el teléfono
sonaba, agudo e impaciente.
Agarré el auricular inalámbrico y presioné el botón de hablar.
—¿Hola?
—¿Grace?
—¿Sí?
—Grace, es el Dr. Ambrose. Quería avisarte que tu madrasta está
en trabajo de parto.
El teléfono se resbaló de mis dedos y peleé por atraparlo, fallando y
luego frunciendo el ceño mientras hacía un ruido estrepitoso contra el
suelo, la tapa de la batería salió volando y cayó debajo del sofá frente a
donde estaba sentada.
—Espere, Dr. Ambrose —grité mientras gateaba en el piso
buscando el teléfono. Lo recogí y sostuve fuertemente, presionando el
auricular contra mi oreja y esperando que mi vergüenza no se notara en
mi voz—. ¿Todavía está ahí?
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—Sí, todavía estoy aquí. Estoy llamándote para decirte que la
cesárea de tu madrasta es en una hora. El bebé se giró de forma
imprevista de la noche a la mañana, haciendo que un parto natural sea
imposible. Tu padre ha tratado de localizarte en tu casa, pero no hay nadie
ahí. Apúrate.
Se cortó la línea y presioné hablar una vez más, colgando el
teléfono. Si nadie contestaba el teléfono significaba que Graham no estaba
ahí, lo que significaba que no podía contactarme con él para que me
llevara al hospital. Eso dejaba una sola opción.
—¿Robert?
No esperaba una respuesta. Desde el incidente en la cafetería, su
conducta había sido fría y permanecía sólo tan cerca como fuera
necesario. La casa era un lugar tranquilo y vacío cada vez que Graham no
estaba alrededor, y aun cuando sabía que no estaba sola, se sentía de esa
manera.
—¿Robert, estas aquí?
—Sí —respondió su voz, aunque no apareció.
—Tengo que ir al hospital —le dije a la habitación vacía—. Janice
está en trabajo de parto… Matthew está en camino y necesito estar ahí.
—Sal en dos minutos.
Miré al reloj y conté los tic tac mientras el segundero se desplazaba
por, una, dos veces.
Apenas la segunda rotación estuvo completa, corrí afuera. Robert
estaba de pie en la penumbra pero pude ver que sus alas estaban
desplegadas, su postura era tensa.
—¿Qué pasa? —pregunté rápidamente.
—Nada.
Asentí con temor y me acerqué a él lentamente.
—Está bien.
Él agarró mis brazos y los colocó alrededor de su cuello. Contuve la
respiración cuando mis dedos tocaron la negra seda de su cabello,
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pequeños estallidos de sorpresa se dispararon por mi piel y directamente
hacia mi pecho. Se agachó, un brazo acunando detrás de mis rodillas, el
otro en mi espalda y con una rapidez anormal, estuvimos en el aire,
volando sobre las copas de los árboles de las grandes casas que rodeaban
la suya. No había ruido y temía que el silencio en el cielo, el silencio entre
nosotros me forzaría a decir algo que no estaba lista para decir.
Tomó menos de dos minutos llegar cerca del hospital, Robert
escogió dejarme detrás de la estructura del estacionamiento. Apenas mis
pies tocaron el suelo, estaba removiendo mis brazos de él y colocándolos a
mis costados, me sentía una niña pequeña.
—Sigue —dijo en voz baja.
—¿No vienes conmigo? —pregunté, optimista de una extraña
manera.
Él sacudió su cabeza evitando mirarme.
—Estaré aquí cuando estés lista para irte.
Quería pedirle que fuera conmigo, pero no tuve el coraje. Él
continuó sin mirarme, su mirada se fijó en algo oculto. Sin querer empezar
una discusión, me fui, corriendo como él había dicho, casi tropezando y
cayendo al piso mientras daba traspiés dirigiéndome de la estructura del
estacionamiento al pasillo principal del hospital.
La sala de maternidad estaba en el tercer piso, de acuerdo con el
letrero en el vestíbulo, así que busqué un elevador que me llevara ahí.
Cuando las puertas dobles se abrieron y entré en la pequeña caja, suspiré
de alivio. Presioné el botón circular y esperé mientras el lento tirón de los
cables se iniciaba.
Cuando las puertas se abrieron de nuevo, me apresuré a salir, casi
dirigiéndome en otra dirección. La recepcionista detrás de la ventanilla de
registro me sonrió mientras me acercaba.
—¿Estás aquí para visitar a alguien?
—Sí, ¿Janice Shelly? Se supone que está teniendo una cesárea —
respondí, sonaba sin aliento por alguna razón.
—Oh sí, espera. —Ella agarró el auricular del teléfono que estaba a
su lado y empezó a hablar, sus movimientos muy animados.
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Aproveché ese momento para dar un vistazo a la sala de
maternidad rosa pálido. Había pinturas suaves y de colores pasteles
colgadas en las paredes con imágenes de mujeres cargando bebés en
diferentes poses mezcladas con retratos florales de lirios y orquídeas.
—Bien, ya ha sido llevada a la sala de operación, pero parece que a
su esposo todavía no se le ha permitido entrar. Estará afuera en un
minuto —dijo la recepcionista con una voz cantarina.
—Gracias —le dije rápidamente, mis manos agarrando
impacientemente el cordón de mis pantalones mientras esperaba.
Una puerta a mi derecha se abrió y me volteé para ver la cara
emocionada de mi papá mirándome; estaba vestido de pies a cabeza con
un uniforme quirúrgico azul, un gorro de baño cubría su cabello castaño.
—¡Grace! —chilló cuando me vio, y corrí hacia sus brazos,
inhalando la familiar esencia de café y crema de afeitar de mi papá—. Me
alegra que vinieses. Janice está siendo preparada ahora mismo. No puedo
entrar hasta que esté lista, pero le está yendo bien. El bebé está bien.
—Eso es genial, papá —dije alegremente, mis ojos empezaron a
empañarse por sólo verlo, por el sonido de su voz.
—Vamos. No puedes entrar a la sala de operación conmigo, pero
puedes esperar afuera. —Me llevó por la misma puerta y caminé con él por
un largo corredor, pasando a dos enfermeras y varias habitaciones donde
los sordos quejidos de mujeres en trabajo de parto enviaron escalofríos por
mi columna.
—Oh, antes de que lo olvide, Janice quería darte esto. —Papá sacó
algo de su dedo y lo colocó en mi palma—. Dijo que se lo habías prestado
para la boda, pero ya que te fuiste más temprano durante la recepción, no
tuvo la oportunidad de devolvértelo.
Miré fijamente al pequeño objeto en mi mano y sentí una oleada de
algo que casi se sintió como si una parte de mí hubiera encajado de nuevo
en su lugar.
—Es el anillo que Robert me dio —susurré—. Ella necesitaba algo
azul… me olvidé que lo tenía.
—Bueno, tuvo puesto el anillo hasta el final de la luna de miel, sólo
se lo quitó el día antes de que nos fuéramos porque le preocupaba que sus
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dedos se hincharan demasiado como para sacarlo —explicó, cerrando mi
mano alrededor del aro de plata con la redonda piedra azul—. No quería
perderlo, y esperaba dártelo antes, pero entiende que tienes un montón de
cosas de las que preocuparte ahora mismo.
»¿Entonces, cómo va la escuela? Has estado pasando un montón de
tiempo estudiando con Stacy, así que espero que te vaya bien. ¿Cierto?
—Sí, sí. Seguro, papá —dije alentadoramente.
—¿Y las formas del programa de trabajo para Berkley, también las
enviaste a tiempo?
—Sip.
Puso su brazo alrededor de mis hombros y me jaló a su lado,
abrazándome de la manera que había hecho muchas veces durante toda
mi niñez.
—Bueno, eso está bien. ¿Alguna respuesta?
Me le quedé mirando, incapaz de responder. No había revisado mi
correo en semanas.
—Ah, ya veo. Bueno, sabes que entraste, Grace. Si tengo que
vender la casa para pagar tus clases, lo haré.
—Papá, yo…
La cabeza de papá se alzó de golpe mientras alguien se acercaba.
—Bueno, parece que es hora —dijo, sonriendo, agarrándome y
abrazándome de una manera que me hacía sentir que necesitaba mi fuerza
más de lo que yo lo necesitaba a él.
—Está bien —chillé, abrazándolo fuertemente antes de dejarlo
seguir a la enfermera vestida con la misma ropa y gorro de baño.
—¡Cuando salga, serás una hermana mayor! —dijo antes de
desaparecer alrededor de la esquina.
Al minuto que se fue, mi mano se abrió para revelar el anillo
dentro.
—No puedo creer que te había dado a Janice —le susurré. Tomé el
anillo y examiné la gran piedra azul zafiro. Cuando Robert me lo había
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dado para mi cumpleaños la Navidad anterior, había habido una brillante
estrella blanca brillando en el centro de la piedra. Por alguna razón, la
estrella había desaparecido, dejando sólo la piedra azul intensa en una
sencilla montura de plata.
Me puse de nuevo el anillo y parpadeé rápidamente para rechazar
la traidora humedad que amenazaba con escapar mientras el peso del
anillo traía de vuelta el recuerdo de cuando me había sido dado, un
momento íntimo en mi habitación lejos del resto, donde pistas del futuro
estaban expuestas ante mí. Fue la primera vez que Robert me había
pedido que me convirtiese, y la primera vez que lo había rechazado,
diciéndole que valoraba demasiado ser normal como para siquiera
considerarlo.
La mirada en su rostro había sido difícil de observar, cortándome
como si hubiera estado sintiendo mi propio rechazo, pero había
permanecido firme en mi rechazo. Y aún a pesar de eso, Robert había
jurado ser el ángel guardián de Matthew; él cuidaría de mí, de mis
amigos…
—¿Eres Grace?
Me volteé para ver a la misma enfermera que había venido por mi
papá de pie detrás de mí, su rostro pálido, su expresión una mezcla de
enojo y diversión.
—Sí, soy Grace —le dije—. ¿Ya nació el bebé?
Ella sacudió su cabeza y después me pasó algo que no había
notado en sus manos.
—Ponte esto, por favor. Tu madrastra te necesita.
Bajé la mirada hacia lo que me había dado y después de vuelta a
ella, perpleja.
—¿A qué se refiere con que me necesita? ¿Qué hay de mi papá?
—Él no escuchó y trabó sus rodillas, lo que causó que se
desmayara; el colapso más rápido que he visto. Tu madrastra está sola ahí
dentro y está llamándote.
Asentí y luego me quedé mirando las ropas color azul oscuro en mis
brazos.
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—¿Cómo…?
—Sólo ponlas sobre tu ropa. Puedes hacer eso mientras caminas,
¿verdad? —Tiró de mi brazo y la seguí, poniéndome la camiseta y los
pantalones torpemente mientras lo hacía.
—Lávate las manos aquí —ordenó mientras entrabamos al cuarto
donde varios lavamanos estaban alineados en una fila ordenada—. Usa
esto. —Ella me pasó una esponja amarilla con un cepillo naranja fijado a
un lado—. Mójala y restriega tus manos y brazos. Rápido.
Hice como ella me indicó, estremeciéndome por la espuma marrón
creada por la esponja antes de enjuagarme y tirar la esponja dentro del
bote de basura que señalaba. Sin decir una palabra me empujó por un par
de puertas dobles que se abrieron cuando pisó una lámina de metal en el
suelo. Siguieron otro par de puertas y luego estuvimos en una habitación
redonda llena de varias personas. Ellos también estaban vestidos con las
mismas ropas azules, máscaras blancas sobre sus rostros, solo sus ojos
eran visibles.
Janice estaba abierta de piernas sobre la mesa, tubos por todo su
brazo y en su cara. Se volteó para mirarme y sonrió, sus rasgos tan
serenos que sentí las lágrimas empezando a salir de nuevo.
—Me alegra que vinieses. Tu padre no es bueno en hospitales,
¿verdad?
Sacudí mi cabeza y sonreí.
—No, no lo es.
Una de sus manos se abrió y me hizo una seña para que me
acercara. Miré a la enfermera que me había traído aquí y ella asintió.
—Adelante, puedes sentarte a lado de ella si quieres. Hay un banco
ahí mismo. —Señaló a un asiento redondo cerca de la cabeza de Janice, y
me acerqué corriendo a él, sentándome y agarrando su mano apenas
pude.
—Está bien, Sra. Shelley, vamos a empezar ahora —dijo uno de los
individuos enmascarados sobre la cortina azul que estaba colocada sobre
el pecho de Janice.
—De acuerdo —respondió ella, su voz ronca con emoción.
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Los sonidos de una sala de operación no eran muchos; las voces de
los doctores y las enfermeras llenaban el silencio mejor de lo que cualquier
pitido hubiera hecho, pero no era suficiente para enmascarar los quejidos
de dolor que pronto salieron de Janice.
—Aguanta, sólo un poco de presión —replicó una voz al sonido
detrás de la tela azul.
—Eso se siente más que sólo un poco de presión —gruñó Janice,
sus dedos apretando los míos dolorosamente.
—Muy bien, aquí viene.
Algo inexplicable hizo que me pusiese de pie en ese momento, mi
altura permitiéndome tener una clara vista de la carnicería que la cortina
había escondido de la vista. Pero no presté atención a eso. En cambio
estaba mirando extasiada a la pequeña persona que acaba de ser sacada
de Janice.
Estaba muy pálido, cubierto de sangre y otra sustancia pegajosa,
con un parche de cabello negro en la parte superior de su cabeza. Él no
lloró, no hizo nada; colgaba de las manos del doctor como un muñeco, y
era el silencio que había reemplazado todo parloteo e instrucciones lo que
indicaba que algo no estaba bien.
Sentí los movimientos en mi pecho, una opresión de emoción que
quemaba de una manera extraña pero a la vez familiar. Me volteé para ver
a Janice quien miraba fijamente el techo, esperando.
—¿Por qué no está llorando? —El pánico en la voz de Janice era
marcado y lo sentía en mi propio cuerpo, hacia juego con el que había
adoptado tan pronto como me había dado cuenta que algo estaba mal.
—Espere, Sra. Shelley —le dijo el doctor. El cuerpo sin vida de mi
hermano pequeño fue llevado a un rincón de la habitación donde fue
colocado en una estéril bandeja de observación, una lámpara brillando por
encima de él revelando el tinte azul en sus labios que había empezado a
extenderse por su cara.
—¿Qué está pasando? ¿Grace, qué pasa con el bebé? ¿Qué está
mal con Matthew? ¿Por qué no está llorando? ¡Por favor dime qué está
mal con mi bebé!
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Las plegarias de Janice y mi propio miedo penetrante me movieron
hacia la multitud de gente que ahora rodeaba a Matthew, un sordo diálogo
revoloteaba dentro y fuera de mi comprensión. Los tubos fueron sacados
de sus envoltorios y el sonido de aspiración se volvió la única cosa que
reconocí.
—No está respirando —dijo alguien rotundamente.
—No tengo pulso.
—Empiecen con la reanimación cardiopulmonar.
—Ya empezamos.
Todos hablaban con frialdad, con tan poco sentimiento que se
sentía como si estuviera observando robots, controlados por alguna figura
oculta escondida detrás de una cortina en algún lugar. Se movían en una
especie de caótico pero organizado baile, corriendo alrededor entre sí,
pasándose otros paquetes, tubos y almohadillas, y todo el rato el jugador
más pequeño en todo eso permaneció tranquilo y quieto.
—No mueras —susurré, mi cabeza zumbando con demasiadas
emociones para catalogar—. No mueras, Matthew, no mueras. No dejaré
que pase. No le dejaré llevarte.
Alguien estaba presionando sus dedos contra su pecho, haciendo
compresiones en él mientras alguien más apretaba una bolsa pegada a
una máscara sobre su pequeña cara. Su cuerpo apenas se movía, sin vida
bajo la actividad, y cada doloroso segundo traía otro susurro de mis labios.
Se sintió como una eternidad —llena de extrañas palabras,
intensas miradas, y miedo silencioso— antes de que finalmente, una
pequeña tos, seguida de un llanto chillón y lastimero rompiera la última
barrera que había contenido y prevenido que mis lágrimas bajaran y
dejaran huella en mi rostro con mi propio alivio. A través de una niebla de
sal y agua, vi la pequeña forma rosa retorcerse poco a poco, con sus
pequeños puños cerrados y sacudiéndose furiosamente por el abuso que
había soportado de manos de aquellos que acababan de salvar su vida.
—Buen chico —dijo una enfermera con un gimoteo, prueba de que
no era un robot después de todo, y empezó a vestirlo, colocando una
gorrita tejida en su cabeza, envolviéndolo en una mantita blanca y
gruesa—. Ven a conocer a tu mamá, ahora.
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Lo levantó y se volteó para mirarme, una sonrisa en su cara que
parecía relajaba, traicionando al estrés y seriedad que había abrumado a
casi todos en la habitación momentos antes.
—¿Te gustaría sostenerlo, hermana mayor?
No tuve la oportunidad de responder a medida que movía el
caliente bulto a mis brazos, el abrazo un poco torpe mientras luchaba por
sostener la forma que se movía inquietamente, su cuerpo caliente
llenándome con un extraño calor.
—¿Cuál es su nombre? —me preguntó, esforzándose por
distraerme de la inseguridad que sentía al sostenerlo.
—Matthew —suspiré, mientras con cautela daba unos pasos de
regreso a lado de Janice—. Matthew James Shelley.
Al ver a su hijo, Janice empezó a llorar, lágrimas gruesas y pesadas
caían de su rostro hacia el piso.
―¿Él está bien? —preguntó con hipo—. ¿Está bien?
Miré a la enfermera quien asintió.
—Si Janice, está bien. —Me puse de rodillas para que así la cabeza
de Matthew estuviera al nivel de la de su mamá.
—Oh, es hermoso —susurró ella entre sollozos—. Siempre supe que
sería hermoso. Gracias a Dios que está bien.
Con sus ojos abiertos, pude ver un tono plateado en sus ojos que
terminaría sido del mismo tono marrón oscuro que los míos. Su cabello
oscuro se sobresalía por debajo del gorrito, y tenía ondas en las puntas.
—Tiene el cabello de papá —dije sonriendo.
—Tiene muchos de los rasgos de tu padre —concordó Janice—.
Pero puedo verte en él, también. Tiene tus labios, y la misma barbilla
prominente; no, no prominente, su barbilla es fuerte; al igual que la de su
hermana mayor.
Me sonrojé por el halago, suponiendo que Janice se había
enamorado tanto de su hijo recién nacido que iría lanzando cumplidos
hasta que su hijo luciera como una reina de belleza o yo terminara
sonando como un hombre destacado.
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La enfermera que me había conducido a la habitación surgió junto
a mí y extendió sus brazos.
—Tengo que llevarlo a la enfermería ahora.
Una sensación de sobreprotección se apoderó de mí y dudé,
mirando el rostro de Janice, midiendo su reacción antes de finalmente
entregar a Matthew. Él se había quedado dormido en mis brazos y el
movimiento le molestó, causando que un llanto molesto y perturbado
saliera de su pequeña boca.
—Lo llevaremos a la habitación cuando sea revisado por el pediatra
—nos dijo la enfermera a Janice y a mí de modo tranquilizador—. Serás
llevada a la Unidad de Cuidados Intensivo por unas pocas horas para
monitorizarte y cuando estemos seguros de que has manejado bien la
cesárea, te llevaremos a la sala de recuperación.
Fui conducida fuera del siguiente cuarto, instruida a quitarme la
ropa azul que me había permitido mezclarme con todos en la sala de
operaciones, y me habían dado el número de habitación a donde Janice
sería trasladada, y donde papá estaba actualmente durmiendo.
Cuando abrí la puerta, pude escuchar un extraño ronquido que me
dijo que era la habitación correcta. Entré y sonreí; papá estaba hecho un
ovillo en la cama, el azul del uniforme quirúrgico resaltaba contra el
blanco de las sábanas.
—Papá —dije suavemente, sacudiendo su hombro—. Papá,
despierta.
Él masculló algo acerca de tocino y envases de ensalada, y se dio la
vuelta, sus ojos permanecían cerrados. Lo empuje un poco más
enérgicamente y dije su nombre más fuerte esta vez, mi boca mucho más
cerca de su oído, amplificando mi voz.
—Papá… Matthew está aquí. Papá.
—¿Qué, qué fue eso? —bufó y se frotó los ojos, parpadeando varias
veces cuando los alrededores se tornaron claros—. ¿Dónde estoy? ¿Qué
pasó?
—Te desmayaste, papá; en la sala de operaciones. Te trajeron aquí
y yo entré con Janice para que no estuviera sola —le dije ayudándolo a
sentarse.
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Él frotó sus ojos y bostezó; estirando sus brazos y luego
repentinamente luciendo afligido.
—¿Me lo perdí? ¿Me perdí el parto de Janice? ¿Oh, cómo me pude
perder eso?
—Papá, está bien. No creo que Matthew vaya a recordar que no
estuviste ahí. Además, creo que si hubieras estado ahí dentro cuando las
cosas se pusieron un poco delicadas, te habrías puesto susceptible. —
Traté de explicar.
—¿A qué te refieres con, cuando las cosas se pusieron delicadas?
¿Qué pasó? —El pánico estropeó sus rasgos y tuve que agarrar su rostro y
forzarlo a prestarme atención mientras repasaba los eventos en la sala de
operaciones, examinando rápidamente las partes que sabía que lo
enviarían a la enfermería o peor, a la sala de operaciones, y le transmití
que Janice había dicho que Matthew se parecía a él.
Cuando le dije que Janice estaría en la Unidad de Cuidados
Intensivos por las siguientes horas, él plantó un beso en la cima de mi
cabeza y luego se fue, dejándome con una breve explicación de cómo iba a
estar con su esposa.
—Está bien —dije en voz baja después de que la puerta se cerró.
Me acerqué a una silla rosada que estaba situada en una esquina
de la habitación y me senté, el cojín incómodamente fino no hacía nada
para evitar que los resortes de metal se presionaran hacia arriba.
—¿Estás bromeando? —me quejé, ajustando mi posición hasta que
los resortes evitaron cada parte de mí excepto una pequeña sección de mis
muslos.
—Esas sillas le han dado al área de quiroprácticos un montón de
trabajo por los últimos años.
Mi cabeza se giró hacia la puerta y sentí una sonrisa en mi cara.
—Hola, Dr. Ambrose… No puedo terminar de agradecerle por
llamarme. Mi papá se desmayó en la sala de operaciones; si no hubiera
estado ahí, Janice hubiera pasado por todo esto sola.
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—De nada. —Él parecía complacido, y sorprendido—. No sabía si
estaba bien llamarte a... esa casa. Sólo sabía que si te perdías tan
importante evento, nunca te lo perdonarías.
Me acerqué a él y envolví mis brazos alrededor de él, la manifiesta
dureza de su cuerpo frío envió un escalofrío por mi columna. Lo ignoré, sin
embargo, y lo abracé, mi gratitud era abrumadora.
—No olvidaré esto, Dr. Ambrose. Ha hecho mucho por mí
últimamente y no sé por qué, pero lo aprecio.
Con manos gentiles, bajó mis brazos y los colocó a mis costados.
—Sólo hacía lo correcto, Grace.
—No sólo me refiero a lo que hizo hoy. Es lo que ha estado
haciendo… también está ayudando a Stacy.
—Sólo estoy haciendo lo que Robert me pidió —dijo en voz baja.
—Sí, pero ¿por qué? No hay razón para que la ayude, especialmente
cuando su familia no puede pagar visitas a domicilio. Hablando de eso,
hay algo que quiero pedirle. ¿Podría bajar el tono de perdición y tristeza
con los padres de Stacy?
Se enderezó y ladeó su cabeza.
—¿Por qué haría eso?
—Porque ella es una de mis mejores amigas, probablemente mi
mejor amiga y sus padres están dominándola y sobreprotegiéndola y eso
la está asfixiando. Si sus padres no empiezan a soltarse, va a terminar
haciendo algo que sólo empeorará su condición. —Había pura verdad en
mis palabras y él no podía ignorarlo. Lo vi en sus ojos oscuros.
—Sólo estoy haciendo lo que creo que es mejor para ella, Grace —
dijo disculpándose—. No quiero hacer que se cause más daños de los que
ya se ha hecho, pero sus padres necesitan saber de los peligros que hay
ahí afuera para ella.
Un resoplido burlón se me escapó y sacudí mi cabeza por la ironía.
—¿Así que asumo que les ha informado de su pequeño… problema?
—Temo que no entiendo a qué te refieres.
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Agarré su muñeca y coloqué mis dedos donde su pulso debería
estar.
—Esto, Dr. Ambrose. El hecho de que usted no está exactamente
vivo. Y el hecho de que tampoco es exactamente humano.
—Soy humano, Grace —contestó, pero entorné mis ojos.
—No es humano, Dr. Ambrose, es un erlking; ¡come personas, por
amor de Dios! Y aunque lo dejo pasar en cierto modo, no creo que la
familia de Stacy alguna vez pueda, o lo haría ya sea el caso.
Puso cara larga por la dura verdad.
—Grace, si bien es cierto que aprecio el hecho de que no has
revelado mí… condición a Stacy o a su familia, tiene poco que ver acerca
de cómo trato su enfermedad.
—Tiene mucho que ver con ello —repliqué con una inesperada
dureza—. Tiene el lujo de saber que va a vivir por siempre, bueno,
mientras que nadie lo apuñale en el corazón con una estaca o lo que sea
que mate a los de su especie; pero Stacy no, no puede. Ella va a morir un
poco más pronto de lo que debería debido a algo que la ha seguido desde
su niñez, y está volviendo el poco tiempo que le queda para vivir su vida en
algo absolutamente miserable.
—Grace, no entiendes…
—Entiendo más de lo que sabe —interrumpí sus palabras con mi
mordaz exclamación—. Sé que se siente morir, y puedo decirle que no me
gustaría pasar mis últimos días, semanas, meses, sentada encerrada en
mi habitación mientras mis padres y mi doctor me dicen cómo respirar,
cómo dormir, cómo manejar el estrés.
»Stacy nunca se ha quejado por estar enferma, Dr. Ambrose,
porque nunca le han impedido vivir su vida. Pero ahora que sabe que va a
morir, todos ustedes la harán dejar de vivir totalmente. Después de todo lo
que ha pasado, eso es lo que le ofrece. No es mucho consuelo, ¿verdad?
El Dr. Ambrose parecía avergonzado, y metió sus manos dentro de
los bolsillos de su bata blanca, su identificación moviéndose con ello. Era
en mi opinión, una bandera blanca de rendición.
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—Hablaré con los padres de Stacy mañana cuando vaya después de
mis rondas, pero no te garantizo nada, Grace. Están convencidos de que la
única forma de mantenerla con vida es que se quede en casa.
Le di una sonrisa pícara.
—Bueno, puede convencerlos de exactamente lo opuesto.
—Puedo ver por qué te ama; tu devoción por tus amigos es
admirable y bastante poco común.
Me le quedé mirando, sorprendida por el comentario fuera-de-lugar.
—Lo siento, ¿dije algo indecoroso?
Sacudiendo mi cabeza, permití que las arrugas en mi frente se
relajaran.
—No, no lo hizo. Es sólo… no importa, Dr. Ambrose. Ha sido un día
lleno de incidentes, estoy cansada. Creo que iré a encontrar a mi papá
para decirle que me voy a casa.
—Déjame caminar contigo, entonces. —Él abrió la puerta y la
sostuvo mientras yo pasaba—. Tengo que bajar de nuevo de todas formas.
Sin decir nada, caminamos juntos hacia la UCI donde Janice
estaba siendo monitorizada. Estaba sentada, con una sonrisa pacífica en
su cara, las manos de papá entre las suyas. Me hizo señas para entrar, un
tubo aún colgaba de su brazo balanceándose y golpeando a papá en la
cara cómicamente.
—¿Cómo te sientes?
—Un poco adolorida, pero además de eso muy bien y feliz.
—Siento vergüenza pero creo que lo superaré tan pronto como ya
no vea a los doctores y enfermeras.
Papá y Janice se miraron el uno al otro, ahora confundidos
respecto a quién me estaba refiriendo. Yo simplemente sonreí y palmeé a
papá en la espalda y a Janice en su pie.
—Sólo quería decirles que me voy a casa. Tengo que estudiar,
además quería llamar a todos para decirles que Matthew ya nació.
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Pude ver un atisbo de decepción en sus ojos, pero la sonrisa de
papá traicionó eso.
—¿Quién te va a recoger?
—Robert me está esperando afuera. Tengo que irme, pero trataré de
regresar mañana.
Él se puso de pie y me atrajo a su pecho, su mejilla descansando
en la cima de mi cabeza.
—Gracias, Grace. Gracias por estar aquí para Janice y Matthew, y
para mí. Eres más de lo que merezco, pero me alegra tenerte.
—No hay problema, papá ―mascullé.
—Te amo, niña.
—También te amo, papá.
Los dejé con una despedida de mi mano, y me dirigí al ascensor, el
Dr. Ambrose caminó a mí lado.
—Tienes una linda familia, Grace —dijo después de presionar el
botón de llamada.
—Lo sé —concordé.
Él no me dijo nada más hasta que estuvimos de nuevo en el primer
piso, la sala de emergencias estaba en una dirección, el estacionamiento
en la otra.
—Grace, quiero que sepas que hablaré con los padres de Stacy. Te
lo prometo.
Él estiró su mano y yo la tomé con mucho gusto.
—Gracias, Dr. Ambrose, en serio.
—Me gustaría, sin embargo, pedirte un favor, si no te importa.
Miré a sus ojos oscuros y asentí, dispuesta a hacer cualquier cosa
si eso significaba que él ayudaría a Stacy a recuperar su vida normal de
nuevo.
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—Si pudieras continuar guardando mi secreto de tus amigos, lo
apreciaría. No hay muchos que estarían encantados de saber que algo
como yo está en esta ciudad, mucho menos trabajando en el hospital. De
hecho, si pudieras olvidar lo que soy, no pensar en ello en lo absoluto…
—Hecho, Dr. Ambrose.
Me dio una sonrisa de agradecimiento y dio una palmada de alegría
con su mano libre alrededor de la mía.
―Gracias. En momentos extraños, tú realmente eres un ángel por
derecho propio, Grace.
Lo dejé de pie cerca de los ascensores, y sabía que él observaba
mientras me alejaba. Y se sentía reconfortante y seguro de una manera
extraña, tenerlo haciendo eso. No pude evitar sonreír por lo extraño que
era… sentirme segura dejando a mi hermano recién nacido en un hospital
que contrataba a un erlking, sentirme segura sabiendo que confiaba en él.
—Momentos extrañísimos. —Me reí entre dientes mientras pasaba
por las puertas del hospital.
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14 De la Duda y Otras
Cosas Dudosas Traducido por LizC
Corregido por Lizzie
uando las puertas del hospital se cerraron detrás de mí, el
silencio poco natural que me rodeó fue mi primera
advertencia. Con las luces intensamente brillantes detrás
de mí filtrándose a través de las puertas de cristal del hospital, no pude
hacer nada más que entrecerrar los ojos mientras trataba de mirar todo
delante de mí, temerosa de la oscuridad salpicada con un puñado de luz
ambarina opaca junto con el silencio que no pertenecía a una estructura
llena de autos.
Olvidando que estaba allí, me tropecé con el pequeño escalón al
entrar en la estructura, a punto de caer una vez más, y maldiciendo mi
repentino ataque de torpeza antes de enderezarme y recuperar la
compostura.
—¿Robert? —susurré, dando pasos tentativos hacia la pared del
fondo donde lo había dejado parado, mis pies haciendo sonidos suaves
acolchados a medida que avanzaba.
Concreto y cableado de acero integraba las paredes improvisadas
custodiando fila tras fila de autos en el estacionamiento. Las luces
amarillas colgando del techo volvieron sus colores en tonos grises y
apagados, que oscurecían la atmósfera bastante considerablemente, e hice
C
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mi mejor esfuerzo por mirar simplemente hacia adelante, ignorando el
vacío que los vehículos inmóviles despedían mientras mi respiración y mis
pasos rebotaban y se hacían eco a mi alrededor.
Con una ignición, escuché el crujido metálico de llaves a unos
pocos metros y vi la figura de una persona subida en lo que sólo podía
suponer era un sedán. Al darme cuenta de que no estaba sola, sentí una
sensación increíblemente rica de alivio apoderándose de mí, y me permití
fluir el nombre de Robert de mi lengua cuando llamé en voz alta por él,
haciéndole saber que había llegado y me dirigía hacia él.
Caminé con más seguridad en mis pasos a medida que me
acercaba a un punto de encuentro, todo el tiempo escuchando la ignición
del motor del sedán mientras me acercaba, mis oídos atentos al sonido de
una radio o un ventilador, cualquier cosa que indicaría que al menos el
motor estaba en marcha. Cuando mis pies me llevaron junto al auto, pude
ver el contorno de la cabeza oscura del conductor en el interior y al verla,
reconociendo que, efectivamente, había una persona allí, hizo que me
preguntara qué le podría tomar tanto tiempo a quien fuera aquel que
estaba sentado en el asiento del conductor arrancar el motor.
Cuando me acerqué hasta el final del estacionamiento, al ver la
oscura extensión de espacio que ocupaba el desconocido, el gran peso del
terror comenzó a establecerse en mí. El auto todavía no había encendido y
con cada minuto que pasaba, una realización de hundimiento se adhirió a
mí como una sanguijuela, drenándome de toda esperanza que pudiera
tener, finalmente, dejándome sin nada más que duda y una curiosidad
morbosa por igual.
Me detuve, aquietando mis pies sobre la superficie de concreto en
bruto y me volví con una extraña y combativa mezcla de determinación y
aprensión.
—Esto es una locura —me dije a mí misma a medida que mis pies
me llevaron de nuevo al auto de color mostaza—. He llegado a ser una de
las más estúpidas personas en Heath; la persona más estúpida en Ohio.
¿Cuántas películas de terror he visto? ¿Quién es el primero en morir? La
chica tonta, por supuesto, es siempre la de hacer algo estúpido, como
acercarse a un auto extraño en un estacionamiento oscuro. Por lo menos
soy virgen... nunca mueren primero. A menos que hagan algo estúpido...
como lo que estoy haciendo ahora mismo.
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No era reconfortante, esta conversación que estaba teniendo
conmigo misma, pero por lo menos borraba el silencio que hacia las cosas
sentirse mucho peor.
Me paré detrás del auto, esperando a que sucediera algo, algún tipo
de actividad desde el interior. Me incliné sobre mis rodillas y me ladeé
hacia un lado para tener una mejor vista desde el parabrisas trasero, pero
no había nada, ninguna luz desde el interior, ningún movimiento, nada.
Me estremecí cuando una de las lámparas amarillas por encima de mi
cabeza se apagó, sumiendo la mitad del auto más allá de la oscuridad.
Tomando una respiración profunda, caminé hacia el lado del
conductor. Pude ver el contorno de una mano apoyada en el volante y dejé
escapar un suspiro de corto alivio ―quienquiera que estuviese en el auto,
él o ella simplemente estaba a punto de irse, sólo tomándose su tiempo― y
me empecé a apartar.
Mis ojos, mis estúpidos ojos, curiosos, indiscretos brevemente
alcanzaron a ver algo en el asiento de atrás y me vi obligada a hacer una
pausa. Una etiqueta impresa con un nombre familiar cubría la mitad de
un recipiente grande de plástico lleno de botellas y tarros colocados en el
asiento. Un libro de texto de anatomía estaba junto a él, uno que había
dejado recostado en la mesa en la sala de Lark, me di la vuelta y golpeé en
la ventana del lado del conductor, golpeando sobre el mismo más duro
cuando no tuve respuesta de la primera ronda.
—¿Sr. Branke? —grité con incertidumbre—. Sr. Branke, ¿está bien?
Apreté mi cara contra el cristal cuando de nuevo no recibí
respuesta alguna, y sentí que mi boca caía floja, el pánico en mi pecho
llegando a tal punto que sabía que en cualquier momento, saldría
apresurado en un grito espantoso. Di varios pasos atrás sólo para
encontrar mi vía de escape obstaculizada por otro auto. Salí
tambaleándome de entre los dos vehículos y caí al suelo, mi cara
golpeando el concreto y raspando en contra de la áspera textura.
—Oh, Dios mío, Dios mío, que alguien me ayude —chillé mientras
presionaba una mano contra mi cara punzando—. ¡Que alguien me ayude,
por favor!
Trepé a una posición en cuclillas y me impulsé hacia atrás hasta
que me encontré con un pilar de cemento. Mantuve la cabeza en mis
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manos, mis dedos empujando mi cabello en todas direcciones mientras
trataba de controlar la sensación de vértigo que comenzó a hacerse cargo,
mi respiración demasiado fuera de sincronización para enviar suficiente
oxígeno a mi cerebro.
—Robert, Dr. Ambrose, alguien —gemí, la imagen sin vida del Sr.
Branke, los ojos incoloros mirando al frente desde su incruento rostro, con
la boca destrozada y sangrante colgando abierta en un grito solidificado
permanentemente grabado en mi mente. Cerré los ojos, frotándome los
párpados con los dedos extendidos, presionando con fuerza, dando vueltas
alrededor, como si el acto en sí mismo borraría lo que había visto. Empecé
a balancearme sobre los talones, sintiendo la locura comenzando a
arrastrarse dentro de mí y no gustándome, pero me sentía impotente para
detenerlo cuando los destellos de la muerte llenaban mi visión cerrada.
Un fuerte par de brazos me rodearon, tirando de mí hacia arriba y
envolviéndome en un abrazo tan fuerte que me habría ahogado si no
supiera de inmediato en qué brazos me encontraba, si no supiera con cada
nervio de mi cuerpo quién era el que me abrazaba tan protectoramente.
—Robert, es... es el Sr. Branke. Está muerto —jadeé en su camisa,
mis dedos crispados sobre la delgada tela desesperadamente—. Lo vi
entrar en su auto, pero no lo encendió. Esperé y no encendió el auto y
sabía que algo estaba mal, sabía que algo no estaba bien así que tuve que
ver cómo estaba. Volví y lo vi... Está muerto, Dios mío, está muerto.
Robert no se movió, no dijo nada. Él simplemente me abrazó hasta
que mi respiración disminuyó a un ritmo normal y me relajé un poco. Sólo
cuando estuvo seguro de que estaba más allá de la histeria de lo que había
visto fue que aflojó su agarre sobre mí. Inmediatamente, sentí una
tremenda sensación de pérdida e involuntariamente me apoyé en él, no
queriéndome separar de él, no ahora.
—Grace, tengo que mirarlo —murmuró en mi oído, su aliento
caliente y frío al mismo tiempo.
De mala gana, asentí y le permití retirarse. Me quedé quieta, mi
puño apretado contra mi boca, mordiendo los nudillos para no llamarlo de
vuelta, mi otro brazo a mi alrededor, necesitando algo a qué aferrarme.
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Miró a la figura en la sombra detrás del auto y luego se volvió para
mirarme, una máscara de confusión en su rostro. Rodeó a lado del auto y
golpeó en el cristal antes de volver, igual a como yo había hecho.
Sólo que a diferencia de mi experiencia, la puerta se abrió.
Y el Sr. Branke salió del auto, una mirada de fastidio en su rostro
sin mancha.
—¿Qué significa esto, Sr. Bellegarde? ¿Por qué llama a mi ventana?
—Él le dio a Robert una mirada más y, a continuación, como si acabara de
darse cuenta de que él y Robert no estaban solos, se volvió hacia mí, la
irritación visible en cada línea en su rostro—. Oh. Es usted, Srta. Shelley.
¿Qué es exactamente lo que están haciendo? ¿Por qué están merodeando
alrededor de mi auto? —gruñó, su voz llena con algo mucho más áspero
que simple animosidad.
Mi boca colgó abierta en muda conmoción. No podía formar
ninguna palabra —ninguna sensata y coherente de todos modos—, y
simplemente me quedé mirándolo mientras ruidos guturales de alguna
manera lograron salir de mi garganta. Sus ojos se estrecharon en ranuras
oscuras ante el sonido.
—Parece que Grace pensó que estaba en peligro, Sr. Branke —
explicó Robert, su mano extendida en una oferta de disculpas—. Estaba
preocupada por su bienestar, señor, nada más. Lamento si lo molestamos.
El Sr. Branke rechazó la mano que le ofrecía a él y clavó sus
pálidos ojos verdes en mi dirección. Vi el destello de cólera allí, otra
advertencia.
—Dudo mucho que la señorita Shelley sea capaz de preocuparse
por nadie más que sí misma, a juzgar por su comportamiento en la escuela
y el comportamiento de aquellas personas a las que ella llama sus
amigos… En cualquier caso, como puede ver, estoy perfectamente bien.
Simplemente me quedé dormido en el auto por un momento, y estaba
teniendo una siesta bastante decente, también, hasta que fui despertado
bruscamente por usted y su novia.
—Lo vi. —Mi voz se deslizó entre los dos hombres, sonando más
como un animal estrangulado que la mía—. Lo vi… no estaba dormido.
Vi...
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—Grace, ¿estás segura de lo que has visto?
Me volví a Robert, aturdida.
—Sé lo que vi. —¿Cómo podía dudar de mí? Podía ver por sí mismo,
la visión en mi cabeza, y sin embargo, me miró como si estuviera hablando
acerca de algo ajeno a él.
Él asintió, el movimiento rígido, cortante, como si sólo fuera un
gesto conciliador frente a la prueba evidente de que lo que vi no podía ser
la verdad.
—Robert, estaba muerto. Él estaba sentado en su auto y estaba
muerto. Estaba sangrando por la boca; sus ojos estaban desorbitados
como si hubiera sido estrangulado… —Decir las palabras en voz alta hacía
parecerlo absurdo, con él allí de pie justo en frente de mí, pero sabía que
estaba diciendo la verdad. No había imaginado verlo muerto, de eso estaba
segura.
Me volví para mirar al Sr. Branke y sus ojos saltones de hecho,
pero esta vez por la incredulidad en la descripción que estaba dando
cuando claramente no estaba muerto, no estaba siquiera herido. Mis ojos
recorrieron su rostro y su cuerpo, explorando por incluso el más mínimo
indicio de daño, cualquier cosa que corroboraría mi historia, pero estaba
impecablemente vestido, su camisa lisa, sus jeans todavía con el pliegue
que había sido presionado en él. Incluso sus zapatos parecían estar
perfectamente pulidos, como si hubiera estado todo ese tiempo en el auto
haciéndolos brillar.
—No puedo creer que estoy aquí escuchando esto —dijo, con voz
fría y áspera—. No es suficiente que haya arruinado mi carrera, arruinado
mi reputación. No, ahora tiene la fantasía de verme muerto también.
Nunca me he detenido mucho a escuchar los rumores acerca de usted,
Grace, pero cuanto más lo pienso, más convencido estoy que podría haber
algún mérito real para ellos.
Robert tosió en señal de desaprobación, pero su tono no dijo nada
por el estilo cuando animó al Sr. Branke.
—Siento que sus palabras lo hayan molestado, Sr. Branke. Ella ha
tenido un día muy emotivo, su madrastra acaba de dar a luz a un bebé, y
estoy seguro de que el agotamiento le hizo ver algo que no estaba allí, fuera
de su interés por usted.
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El Sr. Branke le lanzó una mirada de desaprobación y meneó la
cabeza.
—Si yo fuera usted, señor Bellegarde, me desharía de ésta y
encontraría algo mucho más adecuado, algo que no se parezca a un ratón
ahogado, algo que no cause tantos malditos problemas. Ella sólo va a
causarle excesivo dolor y sufrimiento, recuerde mis palabras. Su clase
siempre lo hace.
Con esto se volvió y se dirigió a su auto, subiendo en el asiento del
conductor y cerrando la puerta de golpe. El vehículo encendió con un
fuerte y retumbante rugido que hacía juego con la enemistad de lo que
había mostrado al aire libre cuando estuvo frente a mí. Las luces blancas
de señalización de reversa se encendieron, cegándome, y Robert me
empujó a un lado a medida que el auto encolerizado retrocedía,
suspendidas perfectamente en el lugar que había ocupado poco antes de
despegar, estaban las huellas negras de caucho quemado todavía
humeando en el suelo cuando las luces rojas se desvanecieron.
—No puedo creer que no me defendieras. —No reconocí mi voz, la
falta de fe en ello haciéndola cambiar, profundizar—. No puedo creer que
viste lo que había en mi cabeza, sabías que lo había visto, y todavía le
hiciste pensar que yo estaba simplemente cansada.
Robert no trató de evitar mi mirada, en cambio me miró fijamente,
igualando mirada por mirada.
—Sé lo que piensas que habías visto, Grace. Lo vi, lo vi como si
fuera mi propia memoria, pero incluso tú sabes que la mente humana es
capaz de grandes decepciones. Tienes recuerdos que ni siquiera te
pertenecen, recuerdos de acontecimientos que nunca ocurrieron, y sin
embargo son tuyos propios.
Apunté un dedo acusador en él y dejé que mi voz subiera de tono lo
que hacía juego con mi dolor y rabia.
—Y tú dijiste que fueron plantados allí, pero no hay manera de que
esta memoria, lo que vi fue plantado porque lo vi cuando estaba pasando,
y estaba sola, Robert… no había nadie más aquí. Vi al Sr. Branke entrar
en el auto y lo vi sentado en el asiento del conductor, muerto, con sangre
saliendo de su boca. Esos no son falsos recuerdos, Robert. Esos son
hechos reales. Esto es real.
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—¿Cómo puedes estar tan segura, Grace? ¿Estás segura de que no
estabas alucinando? No has estado durmiendo bien, no has estado
comiendo bien; acabas de pasar por un acontecimiento muy difícil y
emocional con Janice y tu padre. Todo eso combinado hace un ambiente
perfecto para producir alucinaciones y recuerdos falsos.
Sonaba tan clínico, tan seguro de lo que estaba diciendo que si
hubiera sido de cualquier otra persona de la que estuviera hablando,
habría estado de acuerdo con él de inmediato. Pero no era de otra persona
que estaba hablando. Él estaba hablando de mí, y estaba hablando de mí
como si yo fuera un paciente y no...
—¡No estoy loca! Sé lo que vi, y no me vas a convencer de que no
fue real. —Era doloroso, tener que defenderme de él, tener que defender lo
que mis ojos habían visto.
No dijo nada, estoico como siempre cuando se trataba de mi propia
angustia de modo que seguí.
—No lo entiendo. Sigues diciendo que yo era diferente, que podías
confiar en mí, pero siempre parece ser todo lo contrario, ¿no?
Observé su reacción cuando los pensamientos comenzaron a
desplazarse a través de mi cabeza, los recuerdos individuales que todavía
escocían como heridas frescas.
—Tú no confías en mí, Robert. No sé por qué no lo había visto
antes, pero lo hago ahora. No confías en mí; eso es lo que me he estado
perdiendo todo este tiempo, el por qué he tenido que ir a tu hermana o a
tu madre en busca de respuestas. No confías en mí con Graham, no
confías en mí sobre el anillo, y no confías en mí ahora acerca de lo que vi.
Ni siquiera sé por qué me has dicho acerca de lo que eres. No sé por qué
siquiera te molestaste en hablar conmigo en absoluto.
Nunca puedes realmente entender cuán capaz es el corazón
humano de sentirse herido, incluso después de que estás convencido de
que se ha roto, dañado más allá de toda salvación. Y a medida que decía
aquellas palabras, los fragmentos dispersos de mi corazón fueron
consumidos por este dolor, y no pude permanecer allí, viendo su rostro sin
responder, tan hermoso a pesar de todo el dolor que era capaz de hacer
frente. Empecé a caminar lejos, de regreso hacia la entrada del hospital.
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Estaba cegada por la falta de confianza, sorda a cualquier cosa, pero mi
corazón rompiéndose una vez más… lo poco que quedaba de él.
Fue inútil, por supuesto, pensar que simplemente podría haberme
ido tan fácilmente.
Inútil y tonto.
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15 Tortuoso
Traducido por Lizzie
Corregido por Marina012
n todas las innumerables veces que Robert había
entrado a mi habitación para hacerme desaparecer
rápidamente en una vía de escape hacia el cielo o a un
momento privado en donde sea, como sea, él nunca lo había hecho con
tanta determinación y velocidad que no me hubiese dado cuenta de lo que
estaba pasando hasta que lo que me rodeaba parecía haberse
transformado en algo completamente distinto.
Atrás quedaron los pilares de concreto y las paredes, los autos sin
conductor, o la iluminación de color amarillo chillón. Atrás quedaron el
hospital, papá y Janice, Matthew y el Dr. Ambrose.
En su lugar, el familiar sitio de una negra cama con dosel con el
portarretrato de un collage de varias fotografías en blanco y negro en
marcos a juego se solidificaron en calidad de una cabecera.
—¿Por qué estoy aquí? —le pregunté cuando había contado lo
suficientemente como para calmarme.
—Porque no pensé que fuera apropiado tener esta conversación en
un estacionamiento.
Fue una respuesta simple, honesta, y sin embargo me enfureció.
—¿No creías que fuera una conversación apropiada para tener en
un estacionamiento? Era el lugar perfecto para probar que la conversación
era necesaria. Era el lugar perfecto para que confirmaras al Sr. Branke que
sólo soy una chiflada. Era el lugar perfecto para preguntarme por qué
E
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consideré incluso darte una segunda oportunidad. ¿Por qué no era
también el lugar perfecto para hablar de la grande idiota que soy por
confiar en ti cuando claramente no podrías hacer lo mismo por mí?
Una contracción en su mandíbula, el ligero endurecimiento de la
misma fue todo lo que conseguiría en forma de cualquier reacción física.
Se me quedó mirando, inmóvil, enigmáticamente.
—Si tu intención era traerme aquí y así la conversación pudiera
morir, Robert, estás muy equivocado. Ya he acabado con ser mantenida en
la oscuridad.
Sentí mis dedos enroscarse en la palma de mi mano y a mi
respiración ralentizarse mientras tomaba varias veces profundas
respiraciones para armarme de valor para lo que tenía que decir a
continuación.
—Yo no voy a seguir con esto, Robert. Confiaba en ti con todo.
Confiaba en ti con cada pensamiento, cada recuerdo, incluso con lo que no
me di cuenta que tenía, y no pudiste hacer lo mismo conmigo, no pudiste
siquiera intentarlo. Dijiste que me amabas, pero el amor no es nada sin la
confianza, Robert. Es una emoción inútil y sin sentido si no puedes confiar
en mí.
»Incluso después de que me mentiste, todavía confiaba en ti con mi
vida, porque, tan duro como he tratado de no hacerlo, todavía te amo.
Tanto es así que me duele sólo decir tu nombre y saber que cuando lo
hago, no es porque estoy contigo, sino porque estoy tratando de
convencerme a mí misma para dejar de sentirme de la manera en que me
siento por ti.
La voz de Robert, suave pero firme llenó el vacío que dejó la mía.
—También te amo, Grace. Ni siquiera puedes empezar a entender lo
que siento por ti, no puedes comprender la profundidad de mis
sentimientos por ti. No tienes ni idea de lo que es sentirme de la forma en
que lo hago porque eres…
Lo corté con un gesto de mi mano.
—¿Humana? Ese es el quid de todo esto, ¿no? Eres un ángel y yo
no lo soy, y por lo tanto todo lo que siento es simplemente incomparable.
Puedes mentirme, pero eso está bien porque me amas demasiado. Puedes
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hacer que parezca una chiflada y eso está bien porque tu amor es más
profundo que el mío. Puedes guardar secretos de mí, pero yo soy un libro
abierto porque soy incapaz de comprender lo mucho que te preocupas por
mí.
—Grace, estás siendo ridícula. Esta es la razón por la que nuestra
especie no se supone que se mezcle, no somos compatibles
emocionalmente, no te puedes sentir de la misma manera que lo hacemos
nosotros.
—He terminado con que me hagas sentir que mis sentimientos son
intrascendentes ¡porque se me ocurrió haber nacido humana, Robert!
¡Tienes razón! No puedo sentir de la misma manera que lo haces, al igual
que tú no puedes sentir las cosas de la misma manera en que lo hago yo
porque no eres humano.
Suspirando, me di la vuelta para ver de frente la puerta, la
superficie en blanco, un blanco mucho más reconfortante que la expresión
de su rostro.
—Mira, nada de esto importa más, Robert. Voy a volver a mi casa.
Ya no quiero que me protejas. Ya no te quiero cerca de mí. Si Sam me
encuentra allí, entonces que así sea. Él únicamente va a hacer lo que se
suponía debía hacer, tú lo has dicho por ti mismo: Yo no iba a llegar tan
lejos y te has arriesgado demasiado para mantenerme viva.
No esperé a escuchar un argumento, no quería oír un argumento.
Simplemente lo dejé allí de pie, inmóvil, sin hablar, sin tocar.
Me dirigí a la habitación de Lark y comencé a recoger mis cosas, no
tratando de ser ordenada, simplemente rápida. Tan pronto como estuve
segura de que todo lo que había traído estaba metido ahora en mi bolso y
la mochila, alcancé el teléfono junto a la cama y marqué el número de
teléfono de Graham.
Después de tres timbres, lo escuché atender y di un suspiro de
alivio.
—Graham, ¿podrías venir a buscarme?
—¿Grace?
—Sí. Necesito que vengas por mí, ¿de acuerdo?
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—¿Qué pasa, Grace? ¿Pasó algo?
—¿Podrías sólo venir?
Hubo una pausa. Y entonces...
—No.
Alejé el receptor a cierta distancia y lo miré con incredulidad, como
si fuera a ser capaz de ver una explicación allí, algo que me diera una
justificación de por qué esa fue la respuesta que recibí.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Grace, estás huyendo de nuevo. Es hora de dejar de huir. —Podía
oír la tensión en su voz, escuchar lo difícil que era para él, pero había
también una resolución que no iba a ser capaz de romper—. Te quiero,
Grace.
—Te quiero, también —dije en voz baja en el teléfono antes de
colgar.
Me quedé mirando los dos bolsos colocados en la cama de Lark, mi
vida contenida en dos sacos de lona, oscura y constreñidas en un contexto
de brillo y luz que siempre había estado fuera de mi alcance.
—Tenías razón.
Mi cuerpo se sacudió con la voz, pero no me delaté de ninguna
manera. No me volví a mirarlo, me permití eso.
—Tienes razón. No confié en ti. No cuando importaba, cuando te lo
merecías. Estuve equivocado cada vez que dudé de ti, y cada vez, me
prometí a mí mismo que iba a demostrarte que podías confiar en mí,
incluso si nunca sabías que podías… rompí mis votos casi tan
rápidamente como vinieron.
»Lo siento, Grace. Sé que podría decirlo con cada segundo que pase
por el resto de mi existencia y no sería suficiente para una décima parte de
lo que he hecho para hacerte daño, pero no puedo dejarte ir sin escuchar
lo tengo que decir. Por favor. Dame la oportunidad de explicarte, y luego, si
todavía quieres, yo te llevaré a casa y nunca te volveré a molestar.
—¿Qué tienes que decirme que no se haya dicho ya?
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16 Innominado
Traducido por Elenp y yumigood
Corregido por Marina012
abes por qué los ángeles tienen llamados,
Grace?
Lo miré y fruncí el ceño. ¿Por qué me
estaba haciendo preguntas cuando se suponía
que debía darme las respuestas?
—Lo siento. Estaba siendo retórico. Déjame empezar de nuevo; la
razón por la que los ángeles tienen llamados es porque no tenemos libre
albedrío. No podemos escoger los caminos que toman nuestras vidas, sin
importar nuestra habilidad, sin importar nuestras esperanzas, nuestros
sueños. Si no fuera por el llamado, habría miles de guardianes y no habría
videntes; habría sanadores, pero no ángeles de la muerte. O bien, lo
contrario sucedería y la humanidad sería arrasada.
»Hasta que obtenemos nuestro llamado, somos como niños
perdidos en un centro comercial gigante, mirando a todas las tiendas, sin
dinero para gastar, y sin padres alrededor para guiarnos, mantenernos
seguros, pero tenemos un conjunto de reglas que sabemos que debemos
seguir. Y las seguimos.
»La mayoría de nosotros, de todos modos. Algunos de nosotros...
bueno, no lo hacemos. Los lazos que nos unen a nuestra especie no son
tan fuertes porque no hemos recibido nuestro llamado todavía. Y esta
pequeña cantidad de libertad puede actuar como un virus, extendiéndose
dentro de nosotros. Esto es como ser ese niño perdido y ver dos caminos a
—¿S
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seguir: un camino conducirá a ayudar, el otro a los juegos llenos de
caramelos desconocidos.
»Yo estaba destinado a ser la Muerte a causa del origen de mi
nacimiento, la naturaleza de mi nacimiento. Si hubiese podido elegir, me
habría convertido en un sanador, pero entonces, ¿a quién iba a curar
cuando mis manos sólo pueden salvar a una persona?
Sus ojos miraban a los míos de una manera que podía sentir el
alcance de ellos tangible.
—Te refieres a mí.
—Sí, tú. Acepto que tú eres la única persona cuya vida puedo
salvar, cuyo cuerpo puedo sanar. Me gustaría que fuera de otra manera.
Pero, si hubiera elegido ser un sanador, y fuera incapaz de curar la muerte
a mí alrededor, a los enfermos, habría sido un ángel sin un llamado,
perdido.
»Madre te habló sobre los Grigori… ellos decidieron abandonar
nuestras leyes pero aun así respondiendo a sus llamados. El resultado fue
la tierra siendo inundada y la relación de la humanidad con los ángeles
alterada para siempre.
»Pero hay los que se niegan a responder al llamado del todo. Han
probado el libre albedrío, han visto las cadenas invisibles que aquellos que
responden se ven obligados a usar, y no tienen ningún deseo de eso. La
canción del llamado, primero cantada en una invitación, se convierte
lentamente en furia y condena. Esto modifica el corazón de un ángel en
algo oscuro, lleno de horrible e incontrolable odio.
»Pierden su capacidad de oír los pensamientos de los demás, lo
único que les proporciona consuelo de los gritos duros y penetrantes en
los que el llamado se ha convertido. Nada más que los más negros
pensamientos e ideas, la más enferma intención de la mentira y el engaño
pueden ahora penetrar la rabia increíble que llena sus mentes, y hay
demasiado de eso en este mundo humano para bloquearlo.
»Se les llama los Innominados, aquellos que han llegado a estar tan
perdidos para nosotros que son simplemente desconocidos. Son nómadas,
existiendo aisladamente y evitando todo lo que vive. No se preocupan por
nada, no aman nada, y debes ver que para algo que ha nacido para amar
increíblemente, amar intensamente, es una cosa dolorosa y horrible de
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soportar. Ya no queda nada para ellos, nada más que rabia, y ya sabes lo
que viene de eso.
Robert dejó de hablar, su mirada triste y su mano apretada contra
su pecho, como si el corazón que ya no late en su pecho le doliera. Dio un
paso tentativo hacia mí y luego se detuvo, moviendo la cabeza antes de
retroceder varios pasos en la dirección opuesta, su cuerpo ahora
descansando en el umbral de la puerta, con un pie en el pasillo, y el otro
en la habitación de Lark.
—Sé que te preguntas por qué te estoy contando esto, qué podría
tener que ver esto con la forma en que te he tratado, a pesar de mis
declaraciones. Es muy sencillo, de verdad. Por toda mi existencia, cada
uno de los momentos despertando estuvo lleno de expectativa por el día en
que finalmente recibiría el llamado.
»Hasta que tú apareciste.
En una fracción de segundo, estuvo a mi lado, con las manos sobre
las mías, una expresión intensa y entusiasta en su rostro.
—Grace, siempre he sido respetuoso, obediente y fiel. Nunca he
dado motivos a nadie para dudas o desconfianza. Pero en aquel momento
en que me hice consciente de ti, sentí tu presencia, todo cambió.
»Toqué tú cabello, modificando su apariencia, fue la primera vez
que había hecho eso para alguien, y la ruptura de tan pequeña norma
actuó como un catalizador para algo que yo no sabía que estaba esperando
profundamente dentro de mí. Y entonces me tocaste…
—En realidad, me estrellé contigo —le corregí.
—Sí, para ti se sintió como si hubieses chocado conmigo, y con
razón, te estrellaste en mi vida, pero para mí, fue algo completamente
distinto. Fue como un bautismo, el sentimiento de tu vida humana en
contra de mi vida inmortal. Cambió la forma en que veía las cosas, cambió
la forma en que quería ver las cosas.
»Eché un vistazo a tu vida, desde tus primeros recuerdos formados
hasta los pensamientos que corrían en tu mente por Graham. Quería ver
los momentos que te formaron, te moldearon. Y cuando vi a Sam allí, vi lo
que ocurrió, lo que debería haber tenido lugar, supe de inmediato qué era
lo que yo debería haber hecho.
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Mis manos en las suyas estaban a sólo milímetros de su rostro
mientras las miraba, sus ojos revoloteando de un dedo al otro, antes de
llevarlos a su mejilla, la piel fría descansando contra el calor de las mías.
—Una canción que hablaba de tu nombre en la muerte comenzó a
tocarse en mi mente. ¿Y por qué no lo haría? Tú habías escapado de morir.
Nadie hace eso; nadie que está destinado a morir sobrevive. Eras un
milagro, un milagro físico.
»Tomé la decisión después de no alertar a Sam de tu presencia. Te
mantuve en secreto, mi secreto. No podía soportar la idea, incluso después
de un breve encuentro, la idea de tú no existiendo en este mundo. No me
importó nada más, nada más importaba sino saber que estabas a salvo,
que vivirías para ver otro día, y luego otro.
»La noche de la boda de Hannah, te dije que tenía la esperanza de
recibir el llamado a sanar, porque la verdad es que, todo lo que quería
hacer era ser capaz de sanarte. Recé por eso, deseé eso, necesitaba saber
que sin importar nada, podía mantenerte a salvo, mantenerte con vida y
conmigo porque mis sentimientos por ti corren más profundo que la
sangre. Ellos van más allá de la vida, del tiempo.
»Tenías razón sobre yo no confiando en ti, pero no tenía nada que
ver contigo, Grace… nunca fue por ti. Sabía, sabía sin duda que debía
confiar en ti, pero simplemente no podía. ¿Cómo podría, si con sólo existir
ya me habías seducido a romper las leyes divinas?
»Pero la ironía aquí es que, con todos mis secretos, yo era quien no
merecía confianza. Estaba rompiendo las leyes de mi propia especie, una
tras otra, y todo porque sabía en mi alma que mientras te amara, eso era
justificación suficiente para cualquier cosa que te mantuviera a salvo.
Mi voz sonó desconocida cuando le pregunté qué quería decir con
cualquier cosa, que qué era lo que había hecho.
Contuve la respiración mientras él respondía.
—La canción que se reprodujo en mi mente ese primer día, la
canción que hablaba de ti en la muerte, no era sólo otra parte de ser un
ángel, Grace. No era yo viendo tú pasado y lamentándome contigo por las
cosas que habías perdido.
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Se detuvo, su cuerpo tranquilizándose mientras sus palabras
llenaron el silencio que siguió.
—Fue mi llamado.
Saqué mis manos de las suyas, el frío que recorría a través de mi
parecía venir directamente de su tacto. Sus ojos estañados se habían
aclarado a un color casi blanco plateado, casi incoloro a excepción de un
anillo fantasmal que rodeaba el iris exterior.
—Me dijiste que los ángeles no obtienen su llamado hasta que
reciben sus alas, ¿cómo podrías conseguir tu llamado antes de conseguir
tus alas?
—No lo entiendo tampoco. No lo reconocí por lo que era porque he
sido llevado a creer que el llamado sólo puede ser escuchado por aquellos
cuyas alas han surgido. No fue sino hasta mucho después que me di
cuenta que el llamado se presenta a sí mismo a cada ángel cuando sus
corazones y mentes están abiertos para el fin al que han sido destinados.
»Desde el momento en que te vi, supe que estaba destinado para ti.
La sanación, ser un ángel, todo pasó a ser secundario. Tenía que tenerte,
conocerte... amarte. No puede haber un mayor deseo que por lo que no se
puede tener, y no puede haber amor más grande que al que estás
destinado. Eres los dos, lo cual entra en conflicto con lo que tengo que
hacer.
»Yo soy la Muerte, personificada y encarnada. Soy la razón de que
la vida sea a la vez significativa y sin sentido, y la razón de que nada en
este mundo debería tener algún valor para mí. Pero no estoy entero, no
como un ángel de todas formas, hasta que complete mi llamado. No estoy
completo hasta que cumpla la intención de la canción.
En la fracción de segundo que me llevó averiguar qué era lo que
aún no había hecho, actuó. Estábamos ahora en su habitación, el
marcado interior negro y blanco siendo un cambio dramático de las
paredes de colores brillantes que habían sido las de Lark. Yo estaba como
lo había estado en la de ella, de pie junto a la cama, dos bolsos colocados
allí, ahora mezclándose en lugar de destacándose. Él, en cambio, estaba
en la pared del fondo, cerca de los grandes ventanales que daban a la
parte trasera de la casa.
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Al ver que él no sería capaz de expresar el hecho a sí mismo, lo hice
yo.
—Necesitas matarme —dije en un tono irónico, triste pero contenta
de haber finalmente escuchado la verdad, incluso si eso significaba que
sería lo último que oyera.
—Puedo ayudar a millones de personas a morir, enviar sus almas
para que se regocijen en el Cielo, o marchitarse en lo más profundo del
Infierno, pero mantenerte con vida, Grace, estoy, en esencia, evitando mi
llamado, ignorándolo.
—Entonces, ¿eso significa que eres un ángel caído? —le pregunté,
no entendiendo completamente.
—No, Grace, no lo soy. Los caídos siguen optando por responder a
su llamado, ya que los mantiene conectados a su divinidad. Se han ido en
contra de la misma razón por la que somos ángeles, ellos han destruido la
fe de la humanidad en nosotros y perder su lugar en el Cielo es uno de los
peores destinos que un ángel puede sufrir. Pero, llega un momento en que
ser juzgados como caídos es el menor de dos males.
Mi gruñido de incredulidad sonó como un disparo en el silencio
grave entre nosotros.
—¿Cuándo? ¿Exactamente qué es peor que ser expulsado del
Cielo?
La voz de Robert, en calma y tranquila, desmintió las palabras que
pronunció mientras me miraba con una tristeza casi inquebrantable.
—Cuando escuché la canción por primera vez, y la ignoré, puse en
marcha el comienzo de algo que no entendí, jamás podría haberlo sabido.
Al ignorar el llamado antes de mi ascensión, aunque sea por un corto
período de tiempo, dejé que la oscuridad de los Innominados entrara en
mí. Esta oscuridad contamina todo lo que toca, Grace. Es un tinte negro
que se propaga, haciéndome ver y sentir cosas que de otro modo no
sentiría cuando estoy contigo… ira, odio, celos.
Tomó mi mano derecha, girando el anillo de plata que se adhería a
mi cuarto dedo.
—Cuando vi que no estabas usando tu anillo, sabía que no era
debido a que lo habías arrojado lejos, sabía que no habrías hecho eso. Pero
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este sentimiento abrumador de ira se hizo cargo. Sólo sabía cómo acusar,
cómo herir, y lo hice. Nunca podré perdonarme a mí mismo por no ser lo
suficientemente fuerte para detenerme. No hay otra manera de detener
esto, Grace, aparte de responder finalmente al llamado. Pero no puedo
hacer eso.
Observé en silencio mientras él caminaba hacia el collage de
fotografías sobre la cama, imágenes de los dos recopiladas durante las
diversas etapas de nuestra relación. Me di cuenta que había más, ahora,
algunas que incluían a Lark, Stacy y Graham.
—Nunca lo dijiste, pero sabía que te preguntabas por qué había
armado esto, ¿por qué un ángel necesitaría fotografías de algo cuando
podemos ver y recordar todo en nuestras mentes? He armado esto, porque
cuando la oscuridad finalmente tome el control, quiero ser capaz de ver
que una vez fui capaz de amar, y que había sido amado. No sabré lo que
significa, pero rezo para que sea suficiente y evite que te haga daño.
—¿Es por esto que querías que me convirtiera, Robert? ¿La
verdadera razón? —No sé por qué hice la pregunta, pero sentí que
necesitaba hacerla, aunque sólo fuera porque necesitaba escuchar mi
propia voz, convencerme a mí misma que estaba en verdad aquí.
—Es parte de la razón, aunque sólo una parte. Que te mantengas
viva significa más para mí que cualquier otra cosa. Estoy dispuesto a
sacrificar mi propia alma para mantenerte con vida, Grace. Me temo que
cuando la oscuridad finalmente se haga cargo, no voy a ser capaz de
detenerme a mí mismo ni a nadie de tomar tu vida humana. Pero si fueras
convertida, no serías susceptible a la muerte y a morir de la manera que lo
harías como una mortal. Convertida, estarías a salvo. Incluso de mí.
Y fue en ese momento que todo cambió dentro de mí. Todo lo que
había pensado, todo lo que había conocido hasta ese momento era ya
intrascendente.
Porque, aunque había estado enojada, a pesar de que había sido
herida monumentalmente, eso había pasado con el conocimiento de que
fueran cuales fueran las consecuencias para mí, al menos Robert seguiría
existiendo en este mundo. Era, supongo, un testimonio de la permanencia
del amor que podría aceptar al morir, independientemente de la manera
involucrada, siempre y cuando supiera que él viviría.
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Porque lo amaba, no se puede negar o evitar. Lo amaba de una
manera que desafiaba la lógica misma. Tenía sentido, y a pesar de todo no,
corría por mis venas como mi sangre, y a pesar de todo se coagulaba a la
vez, espeso como lodo e inmóvil con el peso de su propia intensidad. Me
consumía, y demandaba que también se le consumiera, y mientras más lo
aceptaba, mientras más le daba la bienvenida, más sabía que no podría
existir sin ello.
Y cuando él me miró, cuando la plata de sus ojos se encontró con
la siena tostada de los míos, había un entendimiento. No con palabras o
con gestos, pero sí con el imperceptible oscurecimiento de los irises.
Entonces se movió a mi lado, arrodillándose frente a mí, sus manos
una vez más tomaron las mías y las llevó a su cara, su mejilla ajustándose
al corazón de la palma de mi mano, mis dedos rozando su oreja.
—Grace, no puedo retirar lo que hice para hacerte daño. No puedo
deshacer nada de eso, no importa lo mucho que lo quiera. Sólo puedo
decirte que desde este momento, desde este mismo instante hasta que ya
no pueda verte por el amor que te tengo, seré honesto contigo, te diré todo,
no habrá secretos entre nosotros.
»Lo único que te pido es que me perdones. No espero que me
permitas volver a tu vida. No me atreveré a pedirlo, ni siquiera tendré
esperanzas de que lo hagas. Sólo pido que me perdones por los agravios
que he cometido contra ti, por lastimarte a pesar de tu amor, a pesar de mí
amor.
La sensación de su piel fría contra el calor de la mía fue una
distracción, pero eso no me podía convencer de decirle los pensamientos
que resonaban como un disturbio vicioso en mi cabeza.
—Robert, por favor, mírame. No puedo decir esto sin ser capaz de
ver tu rostro.
Como si con sólo pensar en ello se perdiera mucho tiempo, su
cabeza se levantó de golpe, sus manos soltándose de las mías, dando la
impresión de que ahora yo ejercía el control.
Sus ojos estaban imperturbables a los pensamientos en mi cabeza,
pero podía ver la cruda emoción en ellos, la más mínima pizca de
esperanza tiñendo sus ojos de estaño.
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—Y así lo hiciste, Grace. Lo he negado durante demasiado tiempo,
te dejé con la más elemental de las verdades y los resultados no te han
mantenido a salvo. El camino al Infierno está empedrado de buenas
intenciones dice el dicho, y yo he añadido mis piedras con mi falta de fe en
ti y en mí mismo.
»No confié en ti, no del todo, pero el hipócrita en mí, el bastardo que
soy exigió que confiaras en mí de manera inequívoca. Y durante todo este
tiempo yo era el mentiroso, mientras que tú fuiste siempre sincera, más
divina que yo, y he pagado el precio, perdiéndote.
Mis dedos se movieron de un lado de su rostro a su boca,
presionando para silenciarlo y de ese modo poder hablar.
—Robert, por favor. Escúchame antes de que pierda los nervios
porque no sé si puedo hacer esto de nuevo antes de que mi mente empiece
a divagar, y piense en cada razón por la cual no debería hacer esto.
»Te perdono. Es difícil decir por qué, pero lo hago, y no lo voy a
cuestionar, no cuando hay otras respuestas que necesito más que esta.
»Te amo. Te amo y no puedo ignorar eso. Lo he intentado. Cuando
cierro los ojos veo tu rostro, cada pensamiento que sé que es mío, todos los
recuerdo que sé que son reales, están llenos de ti y lo odié. Lo odié tanto
porque sentía que sin importar qué hiciera, no podría alejarme de ti. Fue
como si me hubieran condenado a ver tu cara por el resto de mi vida como
un recordatorio de qué era lo que me había atrevido a pensar que merecía.
»Quiero decir, mírame. No soy hermosa, no soy especial y, sin
embargo, algo dentro de mí se atrevía a esperar que realmente encontraras
algo en mí por lo que valiera la pena darlo todo… y ahora me entero que en
cierto sentido, eso es exactamente lo que has hecho.
»Aunque fueras egoísta en tus acciones, yo también lo he sido. Te
traté como si fueras humano, esperé que tuvieras las mismas reacciones
humanas, el mismo condicionamiento humano y cuando no lo hacías,
descargué mis frustraciones en ti en vez de entenderlas.
»Mira, yo también soy una hipócrita; te condené por pensar tan
poco en mí porque soy humana, mientras que esperaba mucho más de ti
porque no lo eres, y fui yo quien había estado pensando tan poco de mí
misma todo este tiempo. Es una cosa típica de los humanos, supongo, ser
tan autocrítico, pero eso hace que todo sea más mortificante de admitir,
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porque te seguía culpando por hacerme sentir de esa manera, sólo para no
tener que culparme a mí misma.
»Y cuando pienso en las decisiones que tuviste que tomar, sabiendo
que estaba colocando en ti mi propia incapacidad para aceptarme a mí
misma por lo que era cuando me comparaba contigo, no puedo evitar
sentirme como una idiota.
»Y quiero que sepas, que ahora entiendo por qué hiciste lo que
hiciste con respecto a Sam, porque si los lugares se invirtieran, yo hubiese
hecho lo mismo…
Sacudió su cabeza, negando mi admisión.
—No lo creo ni por un segundo. Tú hubieras sido sincera conmigo
desde el principio.
—Si se reducía a decirte y arriesgar tu vida, o no decírtelo y
mentirte con tal de mantenerse a salvo, mentiría, Robert. Llevaría ese
secreto conmigo a la tumba si eso significaba que vivirías —argumenté.
»No te puedo imaginar no formando parte de esta vida, no cuando
tu existencia es vital para el equilibrio de este mundo. ¿Qué soy yo sino un
pequeño problema en el gran esquema de las cosas? No estoy destinada a
salvar almas, o salvar vidas. Sólo soy buena en una cosa y no he estado
haciendo un buen trabajo en eso últimamente.
Me puse de rodillas y, todavía sosteniendo su rostro en mis manos,
apreté mi frente con la suya.
Tienes que hacer lo que necesites hacer, Robert; por tu madre, tu
hermana, y por ti mismo. No puedes arriesgarte por mí por más tiempo.
Tienes que responder a tu llamado, tienes que matar…
Él se apartó de mí violentamente, sus manos sujetando mis
muñecas con fuerza, dolorosamente. Traté de liberarme, pero podría haber
estado tratando de que me brotaran alas y volar, el intento fue tan inútil
que supe que mis muñecas se romperían como ramitas.
Nunca me pidas que haga eso otra vez, nunca lo pienses. Prefiero ver
el mundo entero en llamas a que yo o cualquier otra persona te hagan daño.
Sus ojos se habían endurecido en un acero frío, inmóvil mientras
me miraban sin inmutarse e inquebrantablemente.
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Nunca voy a responder a esa parte de mi llamado; nunca. Tu vida es
demasiado importante, demasiado valiosa para mí como para destruirla. No
seas egoísta como para negarme esto, Grace.
—¿Y qué clase de vida tendré, viendo cómo te conviertes en un
monstruo por mi culpa, muriendo por mí?
Su apretón se aflojó y mis manos cayeron sin fuerzas a mis lados,
palpitantes y adoloridas.
—No voy a hacerlo, Grace.
—¿Ameila sabe de esto? —Él asintió—. ¿Y Lark? ¿Ella lo sabe?
—Lo hará si no lo sabe ya.
—¿Y están de acuerdo con esto? ¿Están de acuerdo con que te
estés sacrificando para mantenerme con vida? ¿A un ser humano?
—Ellas quieren lo que yo quiero, Grace. Saben que no puedo vivir
con la idea de que ya no estés aquí, y lo entienden.
Me burlé por la respuesta tan simplista, la ignorancia corrompida
era impactante.
—No quieren ver morir a su hijo, a su hermano, a causa de una
chica humana, Robert; no me importa lo que digan. Esta es la única
manera y lo sabes.
—Este no es el camino, Grace; no para mí. Elegí ir en contra de las
leyes de los de mi clase, conociendo cuales eran las consecuencias. Rompí
regla tras regla, e ignoré la cosa que había estado esperando durante
quince siglos porque por primera vez en mi existencia, tenía dudas acerca
de qué era lo que se suponía que debía hacer, lo que estaba destinado a
ser. No podía entender por qué tu muerte era tan necesaria para que
cumpliera mi destino, y me di cuenta de que no me importaba, tampoco.
Todavía no me importa.
Sentí que mis dedos se curvaban en la palma de mi mano,
formando puños que sacudí por la frustración en cada lado.
—Pero voy a morir, no importa lo que hagas. ¿No te das cuenta?
Sam no va a dejar de intentar matarme, no ahora, ni aunque me convierta;
sabes que esto ya no es él cumpliendo su destino, esto es personal. Y si no
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me convierto, sigo siendo humana, Robert… cualquier cosa me podría
pasar. Deberías saberlo ya.
—¿Quieres morir? ¿Es eso lo que estás diciendo? ¿Quieres dejar
atrás a tu padre, tu hermano, tus amigos para que yo pueda seguir
matando gente? —Había ira en su voz, ira junto con decepción, y yo sacudí
la cabeza.
—Por supuesto que no quiero morir, pero entiendo y acepto que
simplemente no hay una opción aquí. No para mí, no cuando me siento
así. Aunque Sam se rinda, aunque me convierta, no estaría viviendo. Me lo
dijiste antes una vez, estamos simplemente existiendo. No comenzaste a
vivir hasta que me conociste. ¿No puedes ver que así me pasa a mí
también? Hasta que llegaste tú, siempre me sentía fuera de lugar, como si
la parte que me permitiría encajar de alguna forma estuviera perdida. Si tú
no estás más aquí, las cosas no volverán a ser como antes; serán peor
porque sabré lo que me he estado perdiendo. Seguiré viviendo, pero no
estaré viva.
Se movió lentamente, sus brazos viniendo a mi alrededor y tirando
de mí en un suave abrazo, mi cabeza descansando contra la curva de su
cuello, su olor increíblemente fuerte aquí. Una de sus manos me acarició
el cabello mientras que la otra acariciaba la parte baja de mi espalda.
Suspiró cuando mis manos lo rodearon para sostenerlo, y el círculo se hizo
más pequeño cuando me apretó más fuerte.
—Lo sé. Lo sé... pero debes entender, si hubiese otra forma de
mantenerte a salvo, ya lo habría hecho, me habría asegurado de ello. Pero
he agotado todas las opciones.
Él mostró una especie de tímida sonrisa a continuación, seguido de
un suspiro triste de reconocimiento.
—Incluso he enfadado a los Serafines, acusándolos de saber cómo
parar esto y simplemente negarse a decirme por estar enojados. Sin
embargo, incluso si lo supieran, no puedo culparlos por no revelarme
nada; están decepcionados de mí por negarme a seguir el llamado y por
prevenir a Sam de seguirlo. No ayuda al asunto de que me convertí en un
delincuente en el momento en que te conocí.
Sentí mi cabeza inclinarse una vez, comprendiendo.
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—Pero te contuviste a ti mismo de romper una regla, cierto. —Fue
una afirmación, no una pregunta. Un punto que nunca pensé que sería
capaz de traer a colación, y ahora aquí estaba, y estaba temblando con la
implicación de la misma, la enormidad de esa regla cargando un peso
mucho mayor que todas las otras combinadas, las consecuencias de ello
oscurecía las historias de ambos. Tan pronto como el pensamiento se
escapó de mi mente, quise tomarlo de vuelta y enterrarlo para siempre
bajo montones de recuerdos inútiles, pero ya era demasiado tarde.
Robert se alejó para mirarme y sus ojos se abrieron de par en par,
el frío metal ablandándose mientras la plata comenzaba a arder y, Dios me
ayudara, sentí un calor dentro de mí florecer a algo familiar, algo casi...
desesperado.
—Entiendes ahora porque me seguía deteniendo, Grace. Sabes que
no fue porque no me sienta atraído por ti. Por el contrario; había
renunciado a sentir algo físico por alguien, ángel o humano, hasta que te
conocí.
Alargó una mano para acariciar mi cabello.
—Eres más atractiva que una ninfa, la forma en que me tientas con
esa sonrisa; tan genuinamente dulce y generosa.
Las yemas se sus dedos se arrastraron a las esquinas de mis ojos,
revoloteando sobre los párpados cuando los cerré, suspirando ante el
toque ligero como de pluma.
—El café en tus ojos son tan ricos, mirar en ellos es como correr
por un bosque de secuoyas y nunca ser capaz de encontrar la salida…
nunca quiero encontrar la salida.
La mano de Robert se trasladó después hacia un lado de mi cara, el
dorso de sus manos acariciando mi mejilla y deslizándose a lo largo de la
línea de mi mandíbula.
—Tu piel… la primera cosa que he sido capaz de sentir realmente,
siempre será lo que imagine cada vez que escuche la palabra “suave”.
Un dedo índice trazó a lo largo del puente de mi nariz,
arrastrándose hacia abajo y luego a través de debajo de mis ojos, el tacto
casi reverente en su dulzura.
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—Pecas. Me prometí que un día te besaría por cada una. Planeo
mantener esa promesa, Grace, si me lo permites.
Cuando mis mejillas se empezaron a calentarse a partir del rubor
que se deslizó dentro de ellas, él acarició el color con ese mismo dedo.
—Qué adorable.
Con la yema de su dedo pulgar, frotó la curva de mi labio inferior,
la fricción ligeramente tirando un poco de él hacia abajo.
—Tu boca es perfecta… nunca he visto a nadie, humano o ángel,
cuyos labios sean tan suave y generosos como los tuyos. Admito que
quería besarte ese primer día. Cuando escuché tu nombre, pensé en lo
dulce que sería besar a Grace Shelley. Cambié mi horario sólo para poder
estar al menos en la mitad de tus clases.
Lo miré con sorpresa, esta noticia era nueva para mí.
—¿En serio? ¿Por qué?
Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.
—Bueno, ¿de qué otro modo iba a presentarme? No soy bueno para
el trato social. Nunca lo he necesitado, los de tu clase acuden a mí, es
instintivo. Pero tú… tú huiste de mí. Eso nunca me había ocurrido antes y
estaba un poco... confundido por eso. Así que le eché un vistazo al
pensamiento de la secretaria y vi tu horario de clases y simplemente...
alteré el mío para coincidir. No estás enojada conmigo, ¿verdad?
—No, no lo estoy, pero ¿por qué no pudiste haber cambiado tu
horario para estar en todas mis clases? —Me reí.
—Eso hubiera sido un poco demasiado obvio, creo yo, pero queda
suficiente tiempo en el año para hacer algunos ajustes...
Su expresión juguetona y la sugerencia de cambiar sus tres clases
restantes por las próximas cinco semanas me llenó de un calor que había
estado ausente durante tanto tiempo, que no lo reconocí al principio. Y
cuando me miró, el calor se convirtió en algo mucho más caliente… tuve
que mirar hacia otro lado; si no lo hacía, estallaría en llamas con sólo
mirarlo a los ojos.
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—Qué extraño… eres tímida, como si ésta fuera la primera vez que
me has visto de esta manera.
Su comentario me tomó por sorpresa. Tuve que parar y pensar
sobre lo que había dicho, y si había o no algo de verdad en ello. Mis ojos
volvieron a los suyos y la calidez que se había enfriado después de que
había alejado la vista se encendió una vez más, más rápido y más
intensamente. Una vez más mi mirada se desvió hacia otra parte para
evitar la auto-combustión.
Una risa suave contra mi mejilla, seguida de una caricia tan suave
que pensé que me lo imaginé, precedió las palabras susurradas que
llenaron mis oídos.
—Así que, nos volvemos a encontrar.
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17 El Interruptor de
Encendido/Apagado Traducido por Whiteshadow
Corregido por LizC
iempre me he preguntado sobre eso —reí cuando
me dio una sonrisa inocente—. Con mil quinientos
años de conocimiento a tus espaldas, uno podría
pensar que habrías aprendido una nueva línea.
Él sonrió y sacudí la cabeza mientras sus hombros subían y
bajaban en un gesto descuidado.
—Te dije que no tengo realmente habilidades sociales. Además, la
línea funcionó muy bien contigo.
—Bueno, soy fácil de complacer.
Gemí para mis adentros ante el comentario y sentí que mi cara se
ruborizaba de vergüenza.
—¿Por qué te sientes tan avergonzada, Grace? ¿Tanto han
cambiado las cosas entre nosotros?
—Bueno, sí —contesté en voz baja—. Estás siendo honesto conmigo
por primera vez, por lo menos creo que lo eres; las cosas… son diferentes,
estás diferente. Y no estoy segura de por qué eso debería afectar a cómo
—S
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me siento, pero lo hace, y no exactamente en la forma en que pensé que
sería, o debería hacerlo.
Nos sentamos en el suelo de su habitación, recostados contra el
lado de la cama que daba a las ventanas con vistas al patio trasero.
Nuestras manos yacían a nuestro lado, su dedo pequeño apenas tocando
el más pequeño de los míos, y aun así fue suficiente para sentir como si
una tormenta pasase entre nosotros.
—Grace, también has cambiado. Eres más fuerte, más segura de ti
misma de lo que eras cuando te conocí. Supongo que es por eso que
encuentro esta timidez tan entrañable.
El sol empezaba a levantarse, la luz arrastrándose lentamente
tornando el rocío que se aferraban a la hierba en un revés del cielo
nocturno.
—Es hermoso —suspiré, cerrando los ojos ante el singular
centelleó—. Qué apropiado, has vuelto mi vida de cabeza y ahora el cielo
está del mismo modo.
Tomó sólo unos momentos, y los bien recibidos dedos de Robert
entre los míos, antes de que el dulce sueño finalmente me venciera.
Dicen que el amanecer de un nuevo día siempre trae consigo
tiempo para la reflexión. ¿Qué dicen cuando has dormido durante el día y
despiertas en la tarde? ¿Y qué dicen cuando te despiertas en una cama
que no es la tuya, y estás sola?
Abrí los ojos y gemí, estiré mi cuerpo para deshacer la tensión que
se había formado en mis miembros. El sol de la tarde fluía a través de la
ventana de Robert, el polvo que flotaba en la habitación brillaba como
diminutas hadas de una fantasía infantil.
—Estoy volviéndome loca —murmuré para mí antes de rodar. La
otra mitad de la cama estaba perfectamente sin usar; el vacío encontró a
su pareja dentro de mí cuando me di cuenta que tenía la esperanza de que
Robert estuviera allí.
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Con un gruñido de desaprobación, me senté, deslicé las piernas
sobre el borde de la cama y un chillido de sorpresa se me escapó cuando
algo fluyó alrededor de mis piernas. Miré hacia abajo y vi la falda de lo que
sólo podría haber sido el más largo camisón que había visto en mi vida.
Tocaba el suelo y se arremolinaba alrededor de mis piernas como si
acabase de pisarlo y jalarlo hacía abajo en un montón. El tejido era más
blanco que cualquier cosa en la habitación, y más suave que mis antiguas
camisa. Se arrastraba hacia arriba, una hilera de pequeños botones que
partían desde mi ombligo y continuaban hasta la línea del cuello justo
debajo de mi clavícula, acompañado de cintas gruesas de encaje, que se
apoyaban suavemente en mis hombros.
Y lo único en lo que pude centrarme más que en eso fue en el
hecho de que no me lo había puesto, lo que significaba que alguien más lo
había hecho.
Me puse de pie y corrí hacia el espejo para mirarme. No me veía
diferente, no había ningún cambio dramático en mis características o
expresión. Sólo me veía sorprendida. Mi cabello se parecía a Kansas
probablemente después de que el tornado Dorothy tocase tierra, pero eso
era normal.
El sonido de actividad más allá de la puerta cerrada me hizo saltar
y me apresuré a volver a la cama, zambulléndome debajo de las sábanas y
tirando de ellas hasta mi barbilla. Cuando la puerta se abrió y apareció
Robert con una bandeja en la mano, me sentí nerviosa... y mareada.
—Traté de ser lo más rápido posible, pero no importa lo capaz que
soy en otras cosas, simplemente no soy capaz de cocinar a un ritmo más
rápido que el de un ser humano. —Estaba sonriendo de una manera
bastante peculiar mientras colocaba la bandeja en la cama junto a mí.
Miré el contenido con gran temor. Había un pequeño plato de pan
tostado con mantequilla, una pequeña taza de mermelada de fresas junto
a él, y un plato más grande que sostenía lo que parecía una pequeña pila
de panqueques y unas rebanadas de tocino.
—¿No te gustan los panqueques? ¿O es el tocino? No estaba seguro
de si eras fanática del tocino, aunque sé que Graham come una cantidad
excesiva…
Detuve su monólogo con una simple sacudida de la cabeza.
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—No es eso. Me gustan los panqueques. Y el tocino, me gusta el
tocino. Es sólo que...
Se sentó a mi lado y tomó mi mano, la confusión deslizándose por
su rostro.
—¿Qué?
—Bueno, es sólo que tu madre no es exactamente tan buena en la
cocina, lo cual es sorprendente dado lo que ella es, y creo que estoy un
poco indecisa a probar algo que está hecho por alguien que sólo la tuvo a
ella por ejemplo de cómo cocinar.
La confusión pronto fue sustituida por humor y diversión mientras
sus ojos se arrugaban y su boca se ampliaba en una sonrisa plena.
—Puedo asegurarte que no aprendí a cocinar de mi madre, aunque
debo decirte que cuando mi madre trata de ser buena en algo, por lo
general tiene éxito, lo que probablemente significa que quería hacerlo mal
en la cocina.
Tomé una tira de tocino y poco a poco la llevé a mi boca, el olor
traicionando mi estómago, ya que comenzó a hacer ruidos. Le di un
pequeño mordisco y cerré los ojos, preparándome para la enorme
decepción... y luego procedí a consumir toda la bandeja de comida, sin
decir nada, permitiendo sólo el sonido del tenedor al golpear el plato llenar
el espacio que me rodeaba.
Robert permaneció a un lado, sonriendo.
Cuando terminé, tomó la bandeja y desapareció por menos de un
minuto, volviendo con un paño de cocina en sus manos.
—Comiste más rápido de lo que esperaba. ¿Creo que acabo de
probarme a mí mismo en la cocina?
Riendo, asentí con seriedad.
—Y algo más. Por supuesto, si me hubiera tomado mi tiempo,
Graham habría aparecido… puede oler el tocino a un condado de
distancia.
—Bueno, es una buena cosa que hiciera el paquete completo para
cuando llegue entonces, ¿no es así? —bromeó.
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—Así que, ¿va a venir?
Él asintió y luego hizo una seña a mis bolsos, depositados en el
extremo de la cama, asentados en el baúl que descansaba allí. Todavía se
encontraban empacados.
—Deberías cambiarte. Viene a recogerte, y te llevará al hospital
para ver a Janice y al bebé.
—¿Su auto llegará tan lejos? Quiero decir, ha estado luchando sólo
para ir y volver de la escuela.
—Tendremos que averiguarlo, ¿no?
Comenzó a dirigirse hacia la puerta y finalmente le hice la pregunta
que había estado en mi mente desde el momento en que desperté.
—Robert, nosotros... quiero decir, ¿tú y yo...? —De acuerdo, en
realidad no se lo pregunté; era una pregunta demasiado personal para
hacer, sobre todo porque no sabía cómo decirlo, pero podía ver la pregunta
flotando en mi cabeza, luchando por salir, y sus ojos se agrandaron.
—No. No, Grace, no. Nada de eso sucedió.
—Oh. —Traté de ocultar mi decepción, sólo permitiéndome mostrar
alivio. Creo que debo haberlo entremezclado.
—¿Por qué piensas eso?
—Bueno, porque estoy vistiendo una ropa que no es mía, y estaba
en tu cama.
Su sonrisa divertida no hizo nada para animarme a hablar con más
franqueza, y sólo se rió de mi reacción.
—Grace, te quedaste dormida en tu ropa, y pensé que te sentirías
más cómoda en algo destinado para dormir.
—¿Así que cambiaste mi ropa?
—Bueno, sí. Pero no miré, lo prometo.
Mi cara se sintió muy caliente ante la inmediata negación, y tuve
que apartar la mirada. Él entendió por qué y estuvo sentado en la cama
junto a mí en un instante. Giró mi rostro para que lo mirase, sus ojos
buscando los míos.
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—Grace, lo siento. Eso salió mal, te lo dije, no soy bueno para estas
cosas, y con el paso del tiempo sólo voy a empeorar.
—¿Tú... deseabas ver?
Era imposible. Absolutamente imposible, pero ahí estaba: un
destello de color rojo en su rostro que me dijo que de alguna manera, se
sentía avergonzado por la pregunta, y más aún por su respuesta.
—Sí.
—Oh.
—Sin embargo, no lo hice. Tú no sabías lo que estaba haciendo y yo
no quería estar demasiado... involucrado. Pero quería. No puedo negar eso.
—Pero me viste en la ducha —le respondí.
—No, no lo hice.
Sentí mi mandíbula trabarse en una línea obstinada y lo miré con
duda y desesperación.
—¿Cómo es eso posible? Tienes que haber visto algo con el fin de
atraparme.
—No necesito verte para saber dónde te encuentras, Grace. Puedo
sentirte cerca de mí, oírte, olerte. Todo en ti es algo físico para mí. Y, ya
que estoy siendo totalmente honesto contigo, tengo que admitir que es
mucho más… tentador saber que estás desnuda y no verte.
Allí iba otra vez, la oleada de calor en mis mejillas. De repente no
tenía ganas de preguntar más.
—Bueno, ¿qué tal si yo hago una?
Lo miré y asentí.
—¿De verdad crees que sería tan malo, o tan poco memorable, si
nosotros estuviéramos juntos... íntimamente?
—¿Q-qué? —balbuceé, demasiado sorprendida por la pregunta
como para comprender plenamente qué era lo que quería saber.
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—Me preguntaste si habíamos estado juntos, ¿crees que habría
sido tan horrible que lo olvidarías por completo y necesitarías que te lo
recuerden al día siguiente?
Su rostro mostró decepción, pero sus ojos brillaban con diversión.
No podía evitar sentirme un poco molesta por eso.
—No es justo —le susurré, mi voz baja y con rabia.
—¿Qué no es justo, Grace?
—Esto —respondí, señalándolo a él y luego a mí—. Crees que el que
asumiera que habíamos dormido juntos es divertido, pero no lo es. No es
gracioso, y no es justo porque nunca podremos estar juntos, no de esa
manera, de todos modos, a causa de algo que ocurrió mucho antes de que
cualquiera de nosotros naciera. Y eso fue hace un maldito largo tiempo
atrás, mucho, por si acaso se te olvidó o algo así… y puedes vivir con eso
porque tienes esa ridícula y divina paciencia mientras que yo soy una
humana con la paciencia de una pulga en una sartén, y…
Robert había tenido suficiente de mi cabreo. No tenía que decirlo.
Simplemente lo demostró sosteniendo mi rostro entre sus manos y tirando
de mí hacia él, sus labios haciendo contacto con los míos bruscamente, no
habría dudado de que se hubiesen lastimado ante la fuerza de ello.
Sin embargo, cualquier duda, cualquier idea que podría haber
tenido en mis pensamientos, volaron con el último poco de oxígeno en mi
cuerpo mientras sentía su boca abierta y su aliento fresco tocando el arco
de mi labio superior. El aroma dulce, seguido por la astucia suave de algo
más que trazaba la curva del labio, hizo a mi corazón estrellarse contra la
pared vacía de mi pecho. Vi la plata en sus ojos oscurecerse tornándose en
algo tormentoso, casi aterrador, antes de que todo se perdiera en una
tormenta de blanco y negro.
—¿Grace? —¿Grace?
Es por mucho, la cosa más rara oír tu propio nombre dicho de tal
manera. Dos voces, ambas en mi cabeza, una se escuchaba a través del
filtro de mis oídos, la otra, no contaminada y más clara que el vidrio.
Y sabía que tenía que estar delirando cuando las voces dieron paso
a una especie de urgente presión en contra de mi rostro, la sensación
siguiendo la línea de mi mandíbula hasta que finalmente terminaba en el
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vértice donde mi cuello empezaba. La presión se mantuvo allí durante un
minuto, dulce y suave contra el pulso que latía debajo de él antes de
continuar definitivamente descendiendo.
Una vez más, sentí que el aire me dejaba, pero esta vez regresó a mí
cuando la presión se encontró frente al hueco entre mis hombros. Mis ojos
se abrieron y se encontraron con la parte superior del cabello negro de
Robert provocándome cosquillas con su barbilla y nariz.
—Parece que he descubierto el interruptor de encendido y apagado
—dijo sonriendo, levantando la cabeza colocándose a mi altura para que yo
pudiera ver lo mucho que disfrutaba su nuevo descubrimiento.
—Eso no es gracioso —le contesté, jadeando ligeramente a medida
que mi pecho se acostumbraba a la respiración renovada.
—Oh, pero lo es. Basta pensar en todas las discusiones que podría
haber terminado si hubiera sabido acerca de esto.
—Yo... —¿Qué podía decir a eso? No es como si no lo habría
disfrutado, o preferido incluso.
—Me alegro de que lo veas a mi manera.
—Pero no puedes poner fin a las discusiones de ese modo, Robert.
Hay algunas cosas que necesitan ser discutidas. Como, ¿qué haremos con
respecto a nosotros?
Inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió.
—Pensé que deduciríamos eso.
—¿Hacerme perder el conocimiento es tu solución?
—No. Hacer que te desmayes y luego despertarte con besos, lo es.
La cabeza me empezó a doler cuando me di cuenta que él no tenía
idea de a dónde era que estaba tratando de llegar. Tomé sus manos y las
apreté contra mi rostro, sus dedos acariciando suavemente las comisuras
de mi alicaída boca.
—¿Pasaremos el resto de nuestro tiempo juntos de este modo?
¿Contigo sosteniendo mi rostro como si se fuera a caer de mi cabeza? ¿O
tratándome con guantes de seda porque se supone que debo morir en
cualquier momento? Santo cielo, ahora entiendo cómo se siente Stacy.
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Las manos de Robert se tornaron más intensas mientras escapaban
de mi agarre y viajaban a mis hombros, apretando suavemente.
—Grace, hay una diferencia entre tú y Stacy. Stacy va a morir.
—Sí, y yo también La única diferencia entre nosotras es que ella
sabe cuándo va a morir.
—No voy a dejarte morir, Grace. No por mi mano y no por la de
nadie más.
Se veía tan determinado cuando dijo eso, que casi le creí.
—No vas a sacrificarte por mí, Robert. No te dejaré.
—¿No me dejarás? Grace, en caso de que lo hayas olvidado, yo soy
el que tiene que matarte para cumplir con los deberes de mi llamado, y no
hay nada que puedas hacer para que te mate.
Gruñí frustrada por su arrogancia, pero sobre todo por el hecho de
que tenía razón.
—Graham está aquí… acaba de pasar por la puerta. —Robert me
levantó sin esfuerzo de la cama y plantó mis pies en el suelo—. Te sugiero
darte prisa y cambiarte antes de que él entre.
Me saqué el camisón y lo miré interrogante.
—¿Estás seguro de que no miraste?
—Grace, ¿cuánto va a tomarte para llegar a creerme cuando digo
que no miré? Mantuve mis ojos cerrados todo el tiempo; no quise que te
sintieras como si estuviera aprovechándome de ti. Creo que he actuado
muy honorable en estos últimos meses contigo, considerando todas las
cosas, y nunca te he dado motivos para pensar de otra manera en ese
departamento en particular, así que sí es posi…
Me empujé hacia adelante y permití que mi boca cubriera la suya,
el impulso demasiado grande para resistirse. Fue un estallido de euforia
que se apoderó de mí cuando no me rechazó, y respondí tirando
juguetonamente de su labio inferior con los dientes antes de dejarlo ir.
—Bueno, ¿quién sabría? También tienes un interruptor de apagado
—dije con sorna.
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Se llevó la mano a los labios y sus ojos se llenaron de sorpresa ante
mi ataque.
—Touché —dijo en voz baja.
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18 Libertad Condicional
Traducido por nahirr
Corregido por LizC
o voy a decir que te lo dije, pero… eh, te lo dije,
Grace. Sabías que tenía razón.
Graham estaba sentado junto a mí con sus
manos en el volante del Charger de Robert, su cara petulante con
satisfacción, y me peleé las ansias de golpearlo... a penas.
—Me alegro, por supuesto, porque cuando tú estás de un mejor
humor, él está de un mejor humor. ¡Y... —agitó sus manos alrededor del
interior del auto—... yo consigo conducir esto!
—Graham, hay momentos en lo que lo único bueno sobre ti es que
puedes conducir —dije en voz baja mientras miraba por la ventana—.
¿Cuánto más hasta que lleguemos al hospital?
—Actúas como si no lo supieras.
Me incorporé y apunté mi dedo en el velocímetro, el dial pegado en
un número sorprendentemente bajo.
—Y tú actúas como si no supieras dónde está el acelerador. Sé de
lo que es capaz este vehículo, Graham. Sé que es capaz de ir a más de
cuarenta kilómetros por hora.
—Mira, Robert dijo que podía conducir su auto porque sabía que el
Buick no podría dar vuelta a la cuadra mucho menos llegar al hospital,
pero también me dijo que cuidara de ella, así que eso es exactamente lo
que estoy haciendo.
—N
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—Y cuando dijo que “cuides de ella”, ¿no pensaste por un minuto
que pudo haberse referido a mí?
Me miró, con una especie de mirada desconcertada en la cara.
—Estás bromeando, ¿cierto? Mira, entiendo que Robert es un ángel
y todo, pero en el fondo todavía es un chico, Grace. Si no, hubiera
comprado un Saab o un Volvo o algo así. Éste, éste bebé de aquí es de un
chico, y los chicos nunca, nunca llaman a sus autos otra cosa que no sea
un ella.
—A veces puedes ser tan obtuso, Graham.
—Gracias.
Afortunadamente, presionó un poco más el acelerador y nos
apresuramos a unos saludables cincuenta y cinco kilómetros por hora,
aunque todavía íbamos penosamente más lento que todos a nuestro
alrededor… ¿por qué no lo estaríamos? ¡Estábamos en la autopista!
Sin embargo, sabía por qué quería que se apurara. No podía
explicarle bien lo que había sucedido entre Robert y yo ya que nos
afectaría en resolver los asuntos. Había muchas cosas que ya sabía que lo
podría poner en peligro; no necesitaba saber que el hermano de su novia
tenía que matar a su mejor amiga o de lo contrario él mismo moriría.
—Entonces, ¿has oído algo de Stacy?
Sacudí mi cabeza como respuesta.
—Hablé con el doctor que la está tratando en casa para ver acerca
de hablar con sus padres sobre disminuir sus restricciones, pero es muy
pronto para saber si lo hizo o no.
—No entiendo a sus padres. Está muriendo, por el amor de Dios.
¿No pueden ver que si la mantienen encerrada como un maldito poodle
simplemente va a morir más rápido? —La ira de Graham igualaba la mía,
pero además de sacarla a la fuerza de su propia casa, no había mucho
más que pudiéramos hacer.
El hospital estaba mucho más activo cuando entramos que lo que
estaba la noche anterior, el vestíbulo estaba lleno de gente luciendo
expresiones preocupadas en sus rostros, miradas preocupadas entre una
persona y otra. Era una escena caótica, de verdad.
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—¿Qué está pasando? —Mi pregunta no estaba dirigida a nadie en
particular y la mirada en el rostro de Graham me dijo que él tampoco
sabía nada.
—Hubo un incendio en el Centro Comercial Indian Mound —dijo un
hombre llevando un periódico enrollado mientras pasaba—. Dos tiendas y
el cine se convirtieron en humo; hay por lo menos cincuenta personas
heridas.
—Oh, Dios mío —mi voz baja se las arregló para exclamar mientras
lo veía alejarse—. Eso es por lo que Robert no está aquí.
—¿Qué quieres decir con eso de que es por lo que Robert no está
aquí? Pensé que había renunciado.
La pregunta de Graham me atrapó con la guardia baja y no pude
hacer otra cosa que mirarlo con mi boca abierta en estado de shock. La
noticia que Robert había renunciado a su trabajo era una total sorpresa.
—Grace, ¿qué es lo que va a hacer allí? No puede sanarlos; él
mismo dijo que eras la única persona a la que puede sanar, ¿así que por
qué iría allí?
—Es un ángel, Graham. ¿Dónde más iría si no adonde un montón
de personas han sido heridas? —No era una mentira, no del todo. Pero
tampoco era la completa verdad. Era una de esas medias verdades con las
que los ángeles, había aprendido, podían salirse con la suya al decir, y me
di cuenta que había estado pasando demasiado tiempo con ellos si podía
inventar algo como eso tan rápido y decirlo con tanta facilidad que
Graham ni siquiera parpadeó.
—Así que eso es lo que va a pasar cuando Lark vuelva… ¿sólo va a
levantarse e ir a un choque de trenes, un terremoto o algo así?
—¿Quién sabe? Todo depende de su llamado, supongo.
—¿Sabes lo que es? ¿Robert te ha insinuado algo?
Sentí mi cabeza oscilar de lado a lado en respuesta.
—Ella te lo va a decir antes que a mí, eso es un hecho, así que te
sugiero que simplemente seas paciente y esperes.
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Gruñó decepcionado, sus manos metidas en los bolsillos de su
abrigo con frustración.
—Odio esperar.
Sonreí, sabiendo exactamente cómo se sentía. Nos apresuramos a
un ascensor abierto y nos dirigimos a la sala de maternidad en el tercer
piso, el sonido de bebés llorando y pronto-a-ser-madres en dolor tomaron
a Graham por sorpresa.
—Oh, nunca voy a tener hijos —prometió mientras sacaba las
manos de los bolsillos y cubría sus oídos—. Esto tiene que estar igualado a
que te depilen el pecho con cera.
—Primero necesitas pelo en el pecho, Graham. —Riendo, lo llevé a
la habitación de Janice, golpeando suavemente antes de abrir la puerta y
entrar. Janice yacía en su cama, con papá desmayado en una silla a su
lado. En una cuna de plástico yacía un Matthew dormido.
—Hola, Janice —susurré cuando me vio.
—¡Grace! Tenía la esperanza de que vinieras. Hola, Graham, ¡qué
bueno verte!
Graham asintió y miró al inmóvil Matthew.
—¿Ese es el bebé? —preguntó suavemente, su rostro cauteloso.
—Sí. Lo acabo de dejar después de una muy dolorosa experiencia
de alimentarlo, pero creo que voy a aprender el truco de la lactancia
materna pronto.
La cara que hizo ante las palabras “lactancia materna” fue clásica:
su nariz y frente se arrugaron con desagrado, su boca se volvió hacia
atrás, sus labios se abrieron con horror ante la sola idea, la imagen que se
había formado en su cabeza sólo cimentando su opinión que ver tal cosa
era ahora completamente poco apetecible. Bufé, divertida con su reacción.
—Así que, ¿cómo te estás sintiendo? —pregunté mientras me
inclinaba para examinar a mi nuevo hermano pequeño más de cerca; la
última vez que lo había visto estaba cubierto de sangre y pegoteado. Ahora
que estaba más limpio, podía ver que su cabello era un tono más claro que
el mío, mucho más parecido al de papá, y tenía mejillas muy regordetas y
rosadas con un mohín rosado a juego.
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—Estoy bien, los puntos están bien y probablemente me den de
alta pasado mañana.
—¿Tienes puntos? —Graham miró al rostro de Janice y se
estremeció cuando ella señaló a su abdomen.
—Está bien, Graham. Los puntos se ven mucho mejor que las
grapas que solían usar.
Cuando su rostro se volvió verde, Janice y yo comenzamos a reír,
alarmando tanto a papá como al bebé que empezó a gemir suavemente.
Papá se restregó los ojos y parpadeó varias veces para ver qué es lo que
estaba pasando.
—Hola, niña, ¡Graham, finalmente estás aquí! —Se paró y estiró,
haciendo girar su cuello para aliviar algo de la rigidez que había obtenido
por haber dormido en la silla—. Extraño mi cama —refunfuñó antes de
caminar hacia mí y envolver sus brazos a mi alrededor en un abrazo
paternal.
—Estarás en casa pasado mañana —dije felizmente, devolviendo su
abrazo—. Y entonces nunca podrás dormir.
—Como si no lo supiera. —Se rió mientras me dejaba ir y después
dio golpecitos en el hombro de Graham—. Entonces, ¿cómo te va,
Graham? Hablo contigo más que con Grace, pero no tengo idea qué ha
estado pasando con ustedes; supongo que me tendré que acostumbrar a
eso, con ustedes dos yéndose a la universidad en un par de meses. Dime
cómo está la casa. Todavía está en una sola pieza, ¿verdad?
—Sí, está en una pieza —le aseguró Graham—. En realidad estoy
planeando en mudarme de nuevo a mi casa cuando vuelvan. Mis padres la
van a vender así que Grace y yo hemos pasado algo de tiempo limpiándola,
pero todavía necesita mucho trabajo antes de que esté presentable.
Además, con los finales viniendo pienso que será más fácil estudiar en una
casa sin un recién nacido. —Miró a Matthew que todavía lloraba, con una
leve aversión evidente en su cara.
Papá no se perdió nada y asintió conscientemente.
—Lo entiendo completamente. Sólo deseo que fuera tan fácil para
Grace.
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—Aw, papá, estaré bien. Siempre puedo cerrar mi puerta —le dije.
Me incliné sobre la cuna y luego miré a Janice—. ¿Está bien si lo levanto?
Asintió con una amplia sonrisa extendiéndose en su cara.
—Bien puedes hacerlo todo ahora. Cuando llegue mi hermana no
creo que pueda hacer otra cosa que alimentarlo.
Sentí rechazo sacudir mi cuerpo a medida que la noticia de la
hermana de Janice, Katie, viniendo a quedarse me golpeaba.
—¿Viene de visita o se queda? —El tono de mi voz fue plano, y pude
notar por la reacción de Janice que su respuesta no me iba a agradar en lo
absoluto.
—Se va a quedar un mes para ayudarme con el bebé mientras estoy
recuperándome de la cesárea.
Inmediatamente supe que no estaría yendo a casa después de todo,
y mientras levantaba a Matthew, su cuerpo caliente y pequeño
descansando entre mis brazos ofreciéndome una comodidad que no me
había dado cuenta que necesitaba, miré a Janice y sonreí.
—Puede dormir en mi habitación. Iré a quedarme en la casa de
Stacy.
—¿Qué? —dijeron papá y Janice al mismo tiempo, mientras que
Graham casi se ahoga con su propia reacción.
—Bueno, a Graham no le importa dormir en el sofá, pero no pienso
que a tu hermana le guste eso demasiado, así que puede dormir en mi
cama y yo me voy a quedar a lo de Stacy.
Otra media verdad deslizándose fuera de mi boca demasiado fácil, y
me odié por eso, odié la forma en la que papá y Janice lo aceptaron tan
rápido sin ninguna queja ni pregunta.
—Bueno, al menos estarás allí cuando lleguemos a casa, ¿verdad?
—preguntó papá, su mano acariciando la cabeza de Matthew, mientras
que con la otra tomaba mi barbilla—. Soy padre de dos ahora, lo que
significa que tengo el doble de lo que preocuparme.
—Sí, incluso prepararé la cena —dije en voz baja. Cuando se
inclinó para besar mi cabello sentí que mis ojos comenzaban a arder, y
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sabía que necesitaba concentrarme en algo más antes de que las cascadas
comenzaran. Papá no necesitaba verme llorar, y yo no necesitaba decir
más mentiras para librarme de decir la verdad.
—Eso es dulce, Grace —dijo Janice con un suspiro de
agradecimiento—. Me temo que Katie no es exactamente una buena
cocinera. Si fuera completamente honesta, la mujer probablemente podría
hacer lucir a la mamá de Robert como un chef gourmet.
Graham se carcajeó con eso, y papá levantó una ceja
reflexivamente en mi dirección.
—¿Cómo está Robert, de todos modos? Ustedes dos están
usualmente unidos por la cadera…. ¿acabo de decir eso sin querer
estrangularlo?
Me reí de la expresión sorprendida y confundida que comenzó a
extenderse en su cara.
—Sí, papá, lo hiciste, y él está... ocupado.
—Oh. Bueno, asegúrate que esté allí cuando lleguemos a casa. Y
dile que lleve a su madre y a Lark. Quiero que la casa esté completamente
llena cuando lleguemos, de ese modo cuando sólo quede Katie, se sentirá
vacía.
—¡James! —La boca de Janice estaba abierta con una mueca de
sorpresa simulada, y yo luché contra una risa.
—Trataré, pero creo que Lark y Ameila están ocupadas esa noche,
papá —le dije mientras llevaba a Matthew a mi hombro, dándole
palmaditas en la espalda para aliviar la repentina inquietud que se había
apoderado de él.
—Creo que tal vez tenga hambre, Grace. Pásamelo —dijo Janice,
estirando sus brazos hacia mí.
Le entregué el bebé y miré, asombrada, mientras ella se
desabrochaba la parte superior de su vestido y llevaba el bebé a su pecho.
Dándome cuenta que éste era un momento intensamente íntimo me di
vuelta, tirando a Graham conmigo.
—¿Estaba haciendo lo que creo que estaba haciendo? —susurró él
con dureza.
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—Sí, y tú estabas mirando —le susurré de vuelta, golpeando su
brazo en el proceso—. Pervertido.
—¡Ay!
Un golpe en la puerta hizo que papá pasara a nuestro lado para
atenderla. Sus palabras murmuradas fueron indistinguibles, y un gran
ramo de flores con un globo incluso más grande, bloquearon el rostro de la
persona que acababa de entrar.
—Grace, Graham, ¡miren quién ha venido a visitar!
Dio un paso atrás, manteniendo su brazo en alto para indicar el
camino hasta nosotros.
—¡Stacy! —me escuché gritar.
Me sonrió, una sonrisa ridícula, agradecida y muy emocionada que
decían más que las palabras pudieran decir de cuan aliviada se sentía de
estar en un lugar diferente a su habitación.
—He traído el kit de hospital de bienvenida para el bebé: flores,
globos, una canastilla y algo más que comida de hospital.
Levantó la bolsa de comida para llevar y casi pude escuchar cómo
se le hacía agua la boca a Janice mientras decía en voz alta detrás de
nosotros—: ¡Gracias!
—¿Está ocupada? —preguntó Stacy, señalando sobre mi hombro.
—Está alimentando al bebé ahora mismo —explicó papá, tomando
las cosas de sus manos—. ¿Por qué ustedes tres no van a darse una vuelta
por media hora? Eso le dará el tiempo suficiente para alimentar y cambiar
a Matthew.
Todos asentimos y salimos de la habitación, aliviados por la
capacidad de hablar sin tener que explicarles demasiado a papá y Janice.
Los pasillos estaban llenos con personas dirigiéndose desde y hacia la
enfermería y otras habitaciones, así que nos dirigimos escaleras abajo
hacia la cafetería.
Como era de esperar, estaba prácticamente vacía.
—¿Qué hay en la palabra “cafetería” que hace que la gente piense
en “regurgitación”? —preguntó Stacy con una sonrisa.
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—Creo que es porque tiene la misma cantidad de sílabas —
contesté.
Graham carraspeó y sacudió la cabeza.
—Mientras que ustedes dos discuten sobre vomitar y los
fundamentos del inglés, me voy a pedir una hamburguesa con queso y
papas fritas.
Mientras se alejaba Stacy no pudo evitar sonreír.
—Comerá lo que sea en donde sea, ¿verdad?
—Más o menos —concordé.
Reímos y miramos a Graham pedir su orden, señalando algunas
cosas del menú y lanzando sus manos al aire cuando encontraba algo que
despertaba su interés. Su cabeza se balanceó de arriba a abajo cuando la
mujer detrás del mostrador le hizo una pregunta, y cuando aplaudió, él
rompió en un pequeño baile.
—Así que, escucha —empezó Stacy, desviando su atención de
Graham y mirándome—. Quería agradecerte por hablar con el Dr. Bro. No
sé qué le dijo a mis padres, pero estuvieron muy... arrepentidos. Fue casi
como si hubieran metido el temor a la muerte en ellos o algo así.
Sentí un tirón en los labios mientras luchaba con la sonrisa que
quería deslizarse en mi cara.
—No fue nada, Stacy. ¡Simplemente me alegro de que estés
finalmente afuera! ¿Entonces, manejaste?
Negó con la cabeza e hizo una pequeña mueca mientras se miraba
las uñas.
—Sean me trajo. Él y yo hemos pasado mucho tiempo hablando;
probablemente es la única cosa buena de todo este encarcelamiento, y
hemos llegado a una especie de acuerdo acerca de las cosas.
—¿Un acuerdo?
—Sí. Voy a vivir estos últimos pocos meses de vida de la forma que
quiera y él ya no insultará a mis amigos. Y yo no volveré y lo cazaré
después de que muera.
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—Bueno, ese es un gran acuerdo —me reí.
—Es condicional, por supuesto, y él todavía tiene que disculparse
contigo por llamarte mestiza. Se siente como un completo idiota por eso,
Grace, pero tiene ese estúpido orgullo y no lo admitiría hasta que prometí
que lo maldeciría con una calvicie prematura si no lo superaba.
—Aw, Stacy, no tenías que hacer eso. Créeme, soy más tolerante
con él por llamarme una mestiza que... —me detuve, insegura si le decía o
no acerca de la nota.
—¿Que qué, Grace?
No. No podía ocultarle esto también. Mi culpa prácticamente se
había hecho un festín conmigo por lo que había pasado la última vez, y no
quería pasar por eso de nuevo. Le dije acerca de la nota que Robert me
había dejado en el baño. Stacy escuchó atentamente y luego su boca formó
una línea sombría mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, indignada
y molesta por lo que acababa de escuchar y porque le había ocultado otra
cosa.
—Voy a olvidar el hecho de que te tomaste una eternidad para
contarme esto. Voy a necesitar unos minutos para hacerlo, pero lo
superaré. Lo que más me molesta es que esto pasó cuando Robert y Lark
estaban allí. ¿Cómo es posible?
—Sé que Robert puede escribir y dibujar cosas sin estar en la
habitación. Lo he visto hacerlo. Supongo que no es exactamente una
habilidad única ya que ni él ni Lark se preguntaron cómo lo habían hecho
sino quién lo había hecho —expliqué.
—¿Entonces piensas que quienquiera que haya escrito eso estaba
afuera? ¿Pero no lo sabrían? ¿No lo sentirían?
Me encogí de hombros, sin saber cuál era la respuesta.
—Sólo sé que desde entonces nada más ha pasado; Robert ha
estado súper vigilante para asegurarse de que esté a salvo.
—¿Y cómo está yendo eso? ¿Al menos lo estás tratando un poco
mejor?
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—Oh, lo está tratando muy bien. Estaba en su habitación cuando
la fui a recoger —le contestó Graham, poniendo una bandeja de comida
sobre la mesa en frente de nosotras—. Creo que durmió allí anoche.
Una sonrisa de complicidad se formó en los labios de Stacy, y le
asintió a Graham, quien tenía una mirada de suficiencia en su rostro que
la complementaba.
—Era tiempo. Estaba pensando que tal vez esperarías hasta que
estuviera en mi lecho de muerte o algo así; lo que habría sido
completamente romántico, pero totalmente no al estilo Grace, aunque
ahora está bien.
—Sí, buenas noticias por todas partes, supongo. Tú has sido
puesta en libertad condicional, Grace ha dejado de ser obstinada, al menos
por ahora, de todos modos, y Janice ha dado a luz. Ahora todo lo que
necesitamos es que Lark vuelva y todo va a estar perfecto —dijo
rápidamente Graham antes de empujar una grasienta hamburguesa con
queso en su boca.
—No sé si perfecto, Graham. Se me permite salir de casa, pero sólo
unas pocas horas al día, y sólo durante el día. Todavía tengo que
convencer a mis padres que me dejen ir al baile de graduación —dijo
Stacy, con sus dedos tomando una papa frita de su bandeja y rápidamente
metiéndosela en la boca antes de que pudiera detenerla.
—Bueno, sólo tendremos que convencerlos de que te dejen salir
durante la noche, ¿verdad, Grace? —se las arregló para decir Graham
mientras masticaba—. Oye, acabo de pensar en algo; si todo está bien
entre tú y Robert, ¿todavía vas a ir al baile de graduación con el Chico
Salsa?
—Le dije a Shawn que iría con él; no estaría bien decirle de pronto
que no podré porque Robert y yo estamos solucionando las cosas —
contesté.
—Es bueno que tengas principios, Grace, pero si tuviera que elegir
entre Robert y el Chico Salsa, yo elegiría a Robert —intervino Stacy, su voz
teñida de exasperación—. Es tu novio, tu alma gemela por el amor de Dios.
No puedes ir a la ocasión más importante del último año, además de la
graduación, con alguien más. No es... kosher.
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—Le di mi palabra a Shawn y no la voy a romper, ¿está bien?
Además, lo que no es kosher es que vayas al baile de graduación con el
novio de tu mejor amiga.
—¡Tú fuiste la que lo sugirió! —gritaron tanto Graham como Stacy
antes de reírse al unísono.
—Sé que yo lo sugerí… ¿alguno de ustedes tuvo que estar de
acuerdo? No. Lo van a hacer porque es mejor que vayan juntos y se
diviertan que quedarse en casa y preguntarse qué estaré haciendo con el
Chico Salsa.
Graham me miró con suspicacia.
—¿Y qué vas a estar haciendo con el Chico Salsa?
—Con mi suerte, probablemente conseguir que lo maten —contesté
con poco humor—. Simplemente debería no ir y punto. Ni siquiera he
empezado a buscar algo que usar y es en menos de tres semanas. Ni
siquiera sé cómo comprar un atuendo para el baile.
Stacy gimió mientras se frotaba las sienes.
—Un vestido, Grace; vas a usar un vestido de graduación. No un
atuendo, no jeans, no una camiseta… un vestido. Y ahora que tengo un
poco de libertad planeo aprovecharla al máximo, empezando con un viaje
de compras al centro comercial mañana para que así podamos tener algo
de tiempo de chicas.
Graham negó con la cabeza y dijo con la boca todavía llena de
comida—: No-lo-ceo. El-cnto-cmercal-se-incdió, ¿ecuenda?
Stacy y yo nos miramos y después volvimos la mirada a él.
—¿Qué?
Tragó su parcialmente masticada hamburguesa con queso y bebió
un trago de soda antes de repetir lo que había dicho.
—Dije, no lo creo. El centro comercial se incendió, ¿recuerdan?
—Ése no es el único centro comercial en Heath, Graham —señaló
Stacy—. Además, todo el mundo va a ir a las mismas tiendas en Indian
Mound de todas formas. Quiero ir a algún otro sitio, algún lugar donde no
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hallan una docena del exactamente mismo vestido colgados, donde
podamos encontrar algo que sea único.
—Bueno, no esperes que yo sea único. Conseguí mi esmoquin del
mismo lugar donde el resto de los chicos lo consiguieron. Los compramos
como grupo de modo que pudiéramos obtener un descuento —dijo Graham
con orgullo antes de golpear su estómago—. Me voy a ver caliente.
Miré a Stacy disculpándome y suspiré.
—Graham, si sigues comiendo de la forma cómo has hecho, vas a
parecerte a un jamón caliente.
—Con mal gusto —añadió Stacy.
—Por no mencionar barato —me reí.
—Oh, ¿así que debería dejar que ustedes dos me vistan? ¿Tú,
Grace, cuyo novio te compró tu vestido para tu primera cita? ¿Y tú, Stacy,
quien no ha usado un vestido en su vida que no fuera alguna clase de
disfraz? Gracias, pero no gracias, soy perfectamente capaz de elegir mi
propio esmoquin, muchas gracias.
Graham se paró a vaciar su bandeja y de espaldas, Stacy se volteó
hacia mí y bajó su voz.
—No me importa lo que diga o lo que pagó; no va a usar uno de
esas cosas tipo esmoquin embolsado que todo el mundo va a usar. Por
Dios, probablemente va a conseguir una faja que combine con su corbata
de lazo. —Gimió mientras se formaba una imagen mental en su cabeza y
no pude evitar imaginármelo yo misma, riendo mientras lo hacía.
—No te rías —susurró Stacy—. Sabes que tengo razón. Se verá bien
en las fotos del cuello para arriba si lo dejo elegir qué va a usar, pero ya
que soy unos cuantos centímetros más baja que él, todo el mundo se verá
forzado a ver... todo. Nop, no va a suceder. Los voy a llevar a los dos de
compras mañana.
—Buena suerte convenciéndolo sobre eso —reí, señalando a
Graham mientras regresaba.
—¿Todavía están hablando de lo que voy a usar? —Graham volvió,
con una mueca todavía pegada en la cara.
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Asentí y Stacy le frunció el ceño.
—Vas a venir con nosotras mañana. Si me tengo que sacar fotos
contigo, por lo menos vas a lucir como si hiciste el esfuerzo de
complementar mi vestido.
—Trabajas rápido, mujer —murmuró Graham.
—Lark lo hizo, si quieres saber la verdad.
—Lástima que no está aquí para hacer algo por Grace, ¿eh?
—No hay vestido que pueda ser hecho o comprado que me haga ver
lo suficientemente bien para el baile de graduación —me quejé.
Hizo caso omiso a mi comentario y comenzó a juguetear con una
gota de agua que había caído sobre la mesa.
—Robert y Janice te compraron vestidos que se vieron geniales en
ti, así que estoy bastante segura que, con un poco de determinación, podré
hacer lo mismo. Sólo eres difícil para comprar porque tienes esta idea en la
cabeza de que no eres lo suficientemente bonita para usar vestidos, Grace.
Ya deberías saber que eso simplemente no es verdad. Si tengo que hacerlo
incluso conseguiré que Robert venga con nosotros.
Graham golpeó su puño contra la mesa de acuerdo.
La miré, mortificada.
—¿Estás bromeando? Una cosa es tenerlo comprando algo sin mí.
Es completamente diferente tenerlo eligiendo vestidos para que yo use
mientras estoy parada allí... ¡para un baile al que ni siquiera me va a
llevar!
—Sí, hablando de eso, dijiste que vas a mantener tu cita con el
Chico Salsa, ¿pero qué pasa si Robert tiene otros planes?
La pregunta de Graham fue algo que no había considerado. ¿Por
qué lo haría? Robert había dejado bastante claro que no tenía intención de
invitarme al baile… y en frente de Graham y Stacy, nada menos; así que él
teniendo alguna objeción sobre mí yendo al baile con Shawn simplemente
no era un problema.
—No lo hará —fue todo lo que diría.
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19 El Pozo de los Deseos
Traducido por Areli97
Corregido por Xhessii
os planes de Stacy para el día siguiente no se realizaron
gracias a una cita con el doctor que había olvidado por
completo, así que fui con Graham a su casa para ayudarle
a limpiar. Había estado haciendo un trabajo bastante decente por su
cuenta; los mostradores de la cocinas estaban ahora completamente libres
de licor y botellas de cerveza, pero la alfombra todavía olía como si
perteneciera a un bar.
Mientras él estaba empacando algunas cosas para su viaje a
Florida, se encontró con una vieja fotografía de nuestras dos familias
juntas en una casa abierta cuando teníamos sólo seis años.
—¿No es raro cómo las cosas se ven totalmente diferentes cuando
eres un niño que cuando eres mayor? —comentó mientras observaba la
foto—. Quiero decir, sé que cuando tenía seis, pensaba que nadie era más
feliz que mi mamá y mi papá, pero ahora que pienso acerca de ello,
siempre se estaban peleando. Normalmente era sobre cosas estúpidas,
como dejar las luces encendidas o el asiento del inodoro arriba, pero a
veces discutían sobre papá bebiendo, o mamá y sus salidas de compras.
»Sin embargo, creo que debo haberlo sabido, que algo estaba mal
porque una vez deseé haber tenido a tus padres en vez de los míos. Tu
mamá siempre estaba abrazándote y besándote, como si fueras la niña
más perfecta en el mundo. Siempre tenía que tratar aún más duro en
algunas cosas, ser el mejor sólo para obtener alguna clase de cumplido.
Era sólo cuando ganaba en algo que sentía como si estuviera haciéndolo
bien.
L
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Era extraño, escucharlo hablar sobre la niñez que había mantenido
en secreto. Yo siempre había sido la que admiraba su vida, su
popularidad, su supuesta normalidad, y mientras él miraba nuestras
caras de seis años era fácil ver que la normalidad dependía del ojo del
espectador.
—Incluso después de que tu mamá murió, tu papá siempre te
aceptó como eras. Nunca tuviste que tratar de ser algo más, nunca tuviste
que tratar de impresionarlo porque siempre lo hiciste. Él estaba feliz
contigo. Estaba celoso de eso. Raro, ¿cierto?
Mi cabeza se levantó en reconocimiento, y sentí mi rostro crisparse
cuando pensé acerca de cómo debió haber sido para él, vernos a mi padre
y a mí riéndonos y jugando mientras sus padres estaban demasiado
ocupados peleándose para darse cuenta de cuánto quería su aprobación.
—Graham, sabes que mi papá nunca pensó en ti solamente como el
niño vecino, ¿verdad? Quiero decir, aparte de lo que pasó el verano
pasado, has sido prácticamente el hijo que mi padre nunca tuvo.
Se encogió de hombros antes de poner la foto dentro de un libro y
empujarlo en una caja llena con otros libros.
—Bueno, ahora tiene un hijo, y si todo va bien entre tú y Robert,
quizás terminé con dos.
—Ya quisieras —mascullé.
—¿Qué fue eso?
—Nada —mentí rápidamente.
—Mmm. Bueno, creo que eso es todo por los libros y los trastos.
Los trofeos están todos en una caja por allá, y las ropas que no necesitaré
están en el garaje para donación. La única cosa que queda aquí adentro
son los muebles. —Miró a la cama y sonrió—. Pienso que cuando Lark
vuelva, empezaré a dormir en la habitación de mis padres.
—¿Por?
Me guiñó un ojo.
—No creo que eso sea algo para oídos vírgenes.
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Una burbuja de pánico empezó a erigirse en mi interior mientras
las palabras de Ameila llenaban mi cabeza.
Leyes.
Prohibido.
Muerte.
—Graham, si estás pensando en tener sexo con Lark, hay algo que
deberías saber.
—¿Qué? ¿Tiene once dedos de los pies o algo así?
—Ojalá fuera tan sencillo.
Estábamos sentados en la cama sin hacer de Graham, las sábanas
hechas bola en la esquina para ser lavadas. Miré su rostro y quise
mantener la expresión divertida que había ahí, pero sabía que lo que tenía
que decirle la borraría, tal vez para siempre. Y mientras escuchaba, traté
de medir su reacción, esperando que el entendimiento en lugar de la ira y
decepción reinaran sobre sus emociones.
—Grace… entiendo lo que estás tratando de decir, pero no me
importa. Amo a Lark.
—No lo entiendes, Graham. Amarla no es suficiente. Tienes que
convertirte, y eso no es algo que simplemente puedas escoger. No es como
tomar unas vacaciones de ser humano. Es para siempre.
—Pero estabas dispuesta a hacerlo antes de que todo pasara —me
recordó Graham—. ¿No lo quieres todavía?
Seguí las muescas en el colchón que el edredón había creado, mis
dedos rodeando el ancho patrón de una flor, sabiendo cual era mi
respuesta, pero insegura de la que pudiera dar sin tener que explicar mis
razones del por qué.
—¿Grace?
—No. Pensé que era la mejor opción para mí pero la verdad es que
no lo es. Robert parece pensar que si me convierto estaría a salvo, pero
está equivocado. Sé que lo está.
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La sospecha nubló los pensamientos de Graham mientras me
miraba a través de ojos entrecerrados.
—¿Qué sabes, Grace?
—Nada que pueda decirte. Desearía poder, Graham, en serio, pero
simplemente no hay nada que pueda contarte sin que te enteres del
llamado de Robert, y eso no es algo que necesites saber. No es algo que
puedas saber.
—Si es acerca de ti, entonces necesito saber. Soy tu mejor amigo,
Grace. Te conozco mejor que nadie… no me importa si Robert puede ver
cada maldito recuerdo que alguna vez tuviste; él no puede vivirlos y
sentirlos del modo que yo lo hago. Si algo va a pasarte necesitas contarme.
—No es como si tú me contaras todo, Graham —me burlé—. Tú
también guardas secretos; no lo niegues.
Graham se puso rígido, su mirada se estaba volviéndose fría antes
de que se parara de la cama y después se arrodillara y buscara algo debajo
del colchón, levantándolo y casi derribándome en el proceso. Sacó algo y
después me lo tendió.
—No quiero tu porno, Graham —le dije con disgusto.
—No es una revista porno, Grace. Míralo.
Forcé a mis ojos a bajar la vista y fruncí el ceño cuando vi que me
tendía un cuaderno de composición ordinario, su cubierta gastada y
descolorida de tanto uso y la edad, un garabato extrañamente familiar
formando el título que había sido escrito en el único espacio disponible
visible.
—El Pozo de los Deseos —leí en voz alta, confundida—. ¿Qué es
esto?
—Ábrelo —contestó, sentándose de nuevo en la cama y subiendo
sus piernas, cruzándolas en frente suyo.
Con dedos lentos, levanté la cubierta y expuse la primera página,
un susurro de sorpresa saliendo de mí mientras notaba la cantidad de
escritura que llenaba la hoja de papel. La caligrafía, aunque infantil, a
menudo era limpia y organizada, pero había veces cuando el cansancio y
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la fatiga causarían un deslizamiento de las líneas estables y las cosas se
volvería casi ilegible.
Cada página tenía fecha, la primera volviendo al día del accidente
de auto que había matado a mi madre.
—Léelo —me dijo suavemente, inclinándose hacia atrás para
ponerse cómodo.
Con su mirada ávida en mí, empecé a ir a través de las palabras
que habían sido escritas ahí, las frases de un niño de siete años
demasiado simple pero aun así me golpearon con la fuerza de un tren.
Grace estuvo en un accidente de auto. Ella es mi mejor amiga y no
quiero que muera. Desearía que Grace nunca tuviera que morir.
Giré la página, la fecha en la parte alta ahora varios meses
después, la escritura un poco más suave, más clara.
Mamá y papá están peleando otra vez. Fui a casa de Grace y
miramos películas todo el día. Grace dijo que no quería que fuera a casa. Yo
no quería ir a casa. Desearía que me pudiera quedar con Grace y su papá.
Desearía que Grace fuera mi familia. Desearía que Grace y yo fuéramos
amigos por siempre.
Varias páginas más, meses de diferencia, estaban llenos con la
misma, casi desesperada necesidad, y luego las fechas saltaron por años.
Mientras alcanzaba la mitad del libro, la caligrafía de Graham se había
vuelto casi frenética en su necesidad de apurarse y escribir sus
pensamientos antes de ser interrumpido. Era el primer año en el instituto,
y él apenas estaba empezando con el equipo de fútbol.
Hoy me quitaron los frenos. Grace estaba ahí conmigo, sosteniendo
mi mano ¡porque esas cosas duelen! Le dije a Grace que era una increíble
amiga y que no sabía que haría sin ella. Ella me dijo que no iba a ir a
ninguna parte, que seríamos amigos por siempre. Desearía que eso fuera
verdad porque ella es la única animándome durante las prácticas. Todos los
demás me llaman el renacuajo. Incluso papá. Pero Grace siempre me
defiende, inclusive cuando se burlan de ella por eso. Desearía que un día la
gente dejara de burlarse de ella porque es una buena persona, no importa lo
que digan los demás.
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Sonreí ante eso, recordando ese día cuando casi fui tirada de las
gradas por llamar a Gregory Capelli un imbécil. Las animadoras me
habían puesto instantáneamente en su lista de odio, y de ahí en adelante,
sólo me toleraban porque Graham probó que tenía cualidades para estar
en el equipo.
Fue cuando alcancé la página que había cambiado nuestra amistad
por siempre que perdí mi sonrisa. Había obvias machas de lágrimas que
empañaban las palabras escritas con tanta prisa, y la borrosidad líquida
de mis propias lágrimas no ayudaban a aclarar nada mientras luchaba por
leer lo que había escrito después de que había efectivamente roto mi
corazón.
Herí a Grace hoy. No quería hacerlo, pero tuve que hacerlo. Me dijo
que estaba enamorada de mí. Quería decirle que yo también la quería pero
no pude. ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Por qué las chicas siempre tienen
que esperar hasta después de que un chico tome la decisión de decir algo?
Desearía poder retirar lo que dije. Desearía poder retirar todo lo que
he hecho este pasado par de meses, especialmente aceptar salir con Erica.
No es como si tuviéramos algo en común. No me hace reír, no entiende mis
bromas. Las cosas serían mucho mejores con Grace.
Pero es mejor de esta forma. Ella aprenderá a pararse en sus propios
dos pies, viendo finalmente que es la más fuerte de los dos. Nunca cambió
quien era para hacer a alguien más feliz, incluso si eso hubiera significado
que los demás la trataran mejor. Desearía que me perdone algún día por no
ser lo suficientemente fuerte para contarle la verdad, y por herirla. Desearía
que un día encuentre a alguien que no quiera que cambie todo en su vida
sólo para hacerlo feliz. Desearía que encuentre a alguien que la ame del
modo que es.
Me senté ahí sin habla, incapaz de procesar lo que las cortas líneas
de texto significaban. Si hubiese podido ser honesto conmigo, si me
hubiera dicho como se sentía, las cosas habrían sido muy diferentes para
nosotros; drásticamente diferentes.
No habría Erica Hamilton. Habríamos sido él y yo de pie en el
primer día de clases comparando los horarios de clase, riéndonos mientras
acariciaba mi cabello. Él habría estado allí para consolarme cuando me
enteré de papá y Janice. Habría estado con él en lugar de en ese camino,
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cuando el Sr. Frey se dirigía a casa borracho… podría haber sido capaz de
evitar que el Sr. Frey condujera en absoluto.
No habría habido rostros abatidos en el salón de asesoría, y no
habría sentido ninguna extraña inclinación en confiar en la oferta de
amistad de Stacy. Ella habría continuado con su vida y habría sufrido sola
cuando el cáncer volviera. Lark habría seguido encontrando a los humanos
desagradables, su corazón bajo llave, y Robert…
Instantáneamente, mi mente recordó la visión que había tenido de
un viejo Graham y de mí, muriendo juntos en una cama llena de
fotografías de nuestras vidas juntos. Habíamos sido felices el uno con el
otro. Era el futuro que habríamos compartido. Pero entonces la visión se
volvió dolorosa cuando recordé a Robert entrando en la habitación.
Él había escrito algo en una pedazo de papel que estalló en llamas,
sólo momentos antes de observarlo morir. La imagen todavía tenía el
mismo impacto en mi corazón mientras se retorcía en mi pecho con
espasmos de miedo y angustia ante la idea de él muriendo, de él no
estando ahí… conmigo.
Miré a Graham y supe, sin un sólo gramo de duda en mi cuerpo
que al no decirme como se había sentido, Graham había salvado mi vida.
Nos había salvado a ambos.
—Lee la última —dijo entonces en voz alta Graham.
No fue una petición, así que volteé las páginas para encontrar la
última entrada, insegura de lo podría posiblemente revelar.
Esta estaba fechada sólo unos pocos días antes de que Lark
recibiera su llamado. Lo miré, mis ojos inseguros, y luego empecé a leer.
Desearía que hubiera más horas en un día, más tiempo para pasar
con Lark, más minutos para hablar con ella y decirle cosas. Me dice que
quiere que hable con ella. Ya no quiere leer más mis pensamientos, sólo oír
mi voz. Hablamos por horas acerca de todo. Es increíble.
Me contó acerca de su niñez y yo le conté sobre la mía, y no había
nada que no pudiéramos decirnos el uno al otro. Es algo que no había sido
capaz de compartir con nadie aparte de Grace. Nunca me sentí más cerca de
alguien en toda mi vida.
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Lark me dijo que quiere estar conmigo. No sabía que decir. Desearía
haber sido más romántico acerca de esa idea, pero sólo tartamudeé como un
idiota. Dijo que era encantador. Dijo que nunca se había sentido de esta
forma antes, y yo le dije que yo tampoco.
Fue la cosa más increíble que alguna vez haya experimentado. No
puedo escribir cómo se sintió o qué fue, pero ahora sé que no quiero nada
más por el resto de mi vida. Siento como si pudiera hacer cualquier cosa
ahora. Excepto volar. Ella se ocupa de eso.
El libro se cayó de mis dedos, y miré a Graham, mis manos
temblando de miedo. Estaba estoico, mi reacción obviamente la esperada,
y me sentí inclusive más enojada, más molesta de lo que era
humanamente posible.
—¿Cómo pudo ella? —jadeé, hundiendo mis dedos en mis palmas,
luego haciéndolos puños que se clavaban en el colchón—. Ella sabía… ella
sabía lo que pasaría y no le importó.
Me lancé fuera de la cama y salí furiosa de la habitación, mis pies
pisando fuerte escaleras abajo con un ruidoso retumbar. No le presté
atención a los pasos que me siguieron, no me importó. Abrí la puerta
delantera y miré el cielo, el crepúsculo que había dividido el cielo en un
antes y después del tiempo.
Presioné mis manos contra mi cabeza y me concentré en mis
pensamientos. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste hacerle eso a él?
Una y otra vez, las preguntas repitiéndose en mi mente y me sacudí
con la fuerza de mi ira. Graham estaba junto a mí, una mano tirando de
un brazo hacia abajo, la otra presionando algo contra mi pecho.
—Grace, por favor termina de leerlo. Por favor.
Mis ojos se sobresaltaron al mirar el libro que él había obligado en
mis manos.
—¿Qué más hay ahí? Vas a morir, Graham. ¿Qué más hay ahí para
leer? ¿Qué importa?
—Léelo, Grace.
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Arranqué el libro de su agarre flojo y rápidamente volví a la última
página. No había nada después de la última oración que había leído, nada
más que líneas en blanco donde lo había dejado.
—¿Qué? Leer qué, Graham… no hay nada aquí.
Levantó su dedo y apuntó al fondo de la página donde una simple
línea estaba escrita en letras pequeñas, la letra de Graham era más clara y
suave que cualquier otra cosa que había escrito en el libro entero. Llevé el
cuaderno hacia mi cara para inspeccionarlo más de cerca, las palabras en
sí de ninguna preocupación hasta que vi una sola palabra.
Fue entonces que realmente leí lo que había sido escrito, y jadeé.
Lo miré, preguntándome por qué no lo había visto, por qué no me
había dado cuenta. No se veía diferente; no se veía diferente para nada.
—¿Por qué no me contaste? —susurré—. ¿Por qué no me dejaste
saber?
—Lark me dijo que no te contara, que tenías suficiente de que
preocuparte. Dijo que cuando fuera el momento para ti, tenías que ser
capaz de hacerlo sin ninguna influencia externa influenciando tu decisión,
lo que sea que signifique eso.
—Pero soy tu mejor amiga —le dije, mi voz fue más suave esta vez.
—Hay un montón que no sabemos acerca del otro, Grace, un
montón de secretos que mantenemos del otro. Este fue solamente uno de
los míos.
Sacudí mi cabeza, sorprendida, conmocionada, entristecida todo
luchando por el control en mi interior.
—Pero esto es… este no es un secreto que sólo te afecta a ti,
Graham. Esto es algo que también afecta a tus padres.
—¿Mis padres, Grace? Mi padre está en rehabilitación, tratando de
dejar el alcohol. Mamá está en Florida con su nuevo novio, demasiado
ocupada bronceándose y tratando de ser toda… bronceada y mierdas como
esa como para importarle que esté haciendo, con quién estoy, o cuáles son
mis planes. Me quiere en Florida porque sabe que eso enfadará a mi papá;
eso es todo.
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»La única persona a la que le importado un poco aparte de ti, era tu
papá, ¿y por qué tendría que descubrirlo?
—Graham, ¿hiciste esto con permiso?
—Sí.
—¿Estás seguro? ¿Estás absolutamente seguro?
—Sí, Grace. Ameila estaba ahí.
Mis ojos se ampliaron, la conmoción ganando.
—¿Lo estaba?
La cabeza de Graham asintió una vez en confirmación y me tropecé
hacia atrás, casi tropezando con las cajas de basura que habíamos apilado
afuera para la recolección.
—Ella fue la que lo hizo. Insistió hacerlo.
Miré de nuevo a la oración de una línea en la última página y
sacudí mi cabeza, insegura de si era desilusión o celos lo que ahora
causaba el tartamudeo en mi pecho.
Fui convertido esta noche. Para siempre no son ahora sólo unas
simples palabras.
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20 Casa Llena
Traducción por Areli97 (SOS) y Vanehz
Corregido por Curitiba
asé la mayor parte del día siguiente en mi cocina,
cocinando para la llegada de Janice a casa desde el
hospital. Robert ayudó con la preparación, su velocidad
mucho más útil que cualquier procesador de comida o licuadora, mientras
Graham aspiraba toda la casa. Sean dejó a Stacy una hora antes de la que
estaba programada para la llegada a casa de Janice con papá y Matthew,
sus manos llenas de paquetes de pañales.
—Hice una búsqueda en internet y leí que un recién nacido puede
necesitar hasta doce pañales al día; ¡doce! —anunció mientras se dejaba
caer en el sofá, los pañales cayendo alrededor de ella e interrumpiendo la
limpieza de Graham—. ¡Eso es un montón de mierda! Pienso que Janice
apreciará tantas de estas cosas cuando pueda conseguir.
—Te agradecería que los levantaras y los llevaras arriba —se quejó
Graham—, y los pusieras en el cuarto del bebé donde pertenecen.
—Oh dame un minuto, ¿podrías?
Graham, no dispuesto a esperar un minuto o incluso un segundo,
se agachó para recoger los paquetes y con una rabieta, subió furioso las
escaleras.
—Es tan fácil —se rió Stacy, saltando y viniendo a abrazarme—.
¡Qué emocionante, el bebé llega a casa hoy!
P
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—Necesitas ser más amable con Graham —le dije con una risa,
devolviéndole el abrazo—. Va ser tu cita para el baile, ¿recuerdas? Si
quieres verte bien en las fotos, vas a tener que darle una buena razón.
—Oh, él lo hará, no te preocupes. Hablando de eso, mañana
después de la escuela, vamos a ir a ésta asombrosa tienda de ropas de
época que vi ayer camino al doctor. Hay un vestido ahí que sé que se verá
fabuloso en ti.
Me guiñó el ojo antes de que su sonrisa desapareciera.
—Oh, hola, Robert.
—Hola, Stacy —dijo casualmente, su cuchillo borroso mientras
convertía cebollas y pimientos en cubos minúsculos en la tabla de cortar—
. Así que, vas a llevar a Grace de compras por su vestido para el baile de
graduación, ¿mañana?
—Um, sí —respondió nerviosamente, sus ojos parpadeando hacia
los míos en una disculpa silenciosa.
—Bueno, estoy seguro de que se verá hermosa en él. Sólo trata de
asegurarte de que no esté demasiado hermosa. Preferiría que eso fuera
guardado para mí.
Le guiñó un ojo y vi el indicio de un sonrojo en las mejillas de Stacy
mientras Robert rápidamente pasaba los vegetales en un tazón y empezaba
a trabajar en los tomates para la ensalada.
—Bueno, sí, está bien —tartamudeó antes de llevarme lejos de la
estufa—. Entonces, ¿él está bien con esto?
Miré a Robert y asentí. No tenía la intención de discutir el tema con
él para nada, sin querer tener que tomar una decisión entre romper mi
promesa a Shawn y rechazar a Robert en caso de que me lo hubiera
pedido, pero parecía como si no tuviera que hacer cualquiera de las dos.
—Grace, te dije que no tenía intenciones de invitarte al baile. Eso
no ha cambiado —dijo mientras acomodaba hábilmente gajos de tomate en
la ensalada. Tomó un pepino y comenzó a cortarlo también—. Le dijiste a
Shawn que ibas a ir con él al baile. No voy a detenerte de hacer eso.
Stacy frunció el ceño, su cara igualando la mía.
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—¿Por qué no quieres ir al baile de graduación con Grace? ¿Por qué
estás dejando que vaya con el Chico Salsa?
Lo miré expectante, queriendo escuchar la respuesta de lo que
había estado demasiado asustada para preguntar por mí misma.
Robert nos miró a ambas mientras continuaba cortando.
—Porque Grace merece tener un baile de graduación normal; no
puede tener uno conmigo como su cita.
—De toda la… —empezó Stacy.
—El hecho de que voy a ir al baile en sí es anormal —dije,
cortándola. Suspirando, volví a la estufa, añadiendo las cebollas y
pimientos que Robert había picado a la olla—. Vamos a ser la pareja más
tonta del lugar.
Stacy gruñó, insatisfecha con mi respuesta pero sabiendo que no
había nada más que discutir si yo no estaba dispuesta a cambiar mis
planes.
—¿Qué estás preparando? —preguntó, parándose de puntas para
echar un vistazo dentro de la olla.
—El relleno para las pechugas de pollo. Vamos a tener eso más la
ensalada y tengo un pastel enfriándose en la mesa—. Señalé a las
bandejas redondas detrás de nosotras y ella se giró para examinarlas.
—Bueno, ¿en qué puedo ayudar? —preguntó, viendo que no había
demasiado que pudiera hacer para superar las habilidades de cuchillo
rápido de Robert.
—Puedes asegurarte que la habitación del bebé esté ventilada y que
todo esté organizado —contesté.
—Está bien. ¡No puedo creer que vaya a haber un bebé en la casa!
—Aplaudió—. ¿Eso no te hace desear tener uno por tu cuenta, Grace?
El tintineo metálico fue la única advertencia. La cabeza de Robert
se giró tan rápidamente, su cuerpo lanzándose hacia adelante a una
velocidad tan intensa que se convirtió en un borrón y sentí el estruendo de
una especie de grito en mi interior cuando el cuchillo que había estado
utilizando cayó al suelo, la mitad de la cuchilla ahora faltante.
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Los ojos de Stacy ampliándose antes de que desapareciera, el
cuerpo de Robert empujándola fuera del camino de la punta descarriada.
El sonido estrangulado que se había formado en mi garganta logró su
salida cuando Graham dio un paso adelante, directamente en la
trayectoria de la afilada pieza de metal.
—¡Graham! —grité, mi mano arremetiendo para agarrar nada más
que el aire, mis pies atrapados en la pierna de la mesa. Logré liberarlo y
me precipité hacia él, mis ojos abiertos de par en par mientras observaba
el trozo de metal, siguiéndolo mientras se dirigía a su destino final.
Hubo un suave sonido de crujido cuando la cuchilla entró en su
hombro. Sus ojos se ampliaron y alargué una mano para cubrir la herida,
mi aliento entrando en rápidas ráfagas mientras el pánico empezaba a
apoderarse.
—Está bien, todo está bien, Graham. Lo sacaremos, vas a estar
bien. Todo va a estar bien.
Esperé que el cálido goteo de la sangre empezara a fluir a través de
mis dedos, y vi cambiar la expresión de Graham de asustada a
confundida. Apartó mis manos de la herida y ambos jadeamos ante lo que
vimos.
La hoja rota del cuchillo se había incrustado profundamente en su
hombro derecho, el corte en la camisa era limpio, la herida suave, un
destello de metal visible fuera de ella. Pero no había sangre.
—No lo entiendo —susurré, y levanté la vista hacia él—. No estás
sangrando.
—¿Qué quieres decir con que no está sangrando? ¿Por qué no está
sangrando? —preguntó Stacy mientras Robert la ayudaba a recuperarse
del impacto de ser tacleada por él—. ¿Qué demonios? ¿Por qué no estás
sangrando, Graham? ¿Por qué diablos no tienes un maldito sangrado,
Graham?
Robert se acercó a mí y lentamente me puso a un lado, sus dedos
sujetando el borde restante de la cuchilla que quedaba afuera y tirando de
él. Stacy y yo pronunciamos improperios cuando la herida comenzó a
sellar una vez que el objeto extraño había sido retirado.
Graham, por otro lado, sólo tuvo una palabra como respuesta.
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—Genial.
La mano de Robert se apretó alrededor de la hoja del cuchillo y me
estremecí cuando chispas volaron por entre sus dedos. Su mano se abrió y
una esfera perfecta de acero cayó al suelo y rodó hacia mis pies, el
abrasador metal caliente de la presión que necesitó para alterar su forma
tan drásticamente.
—¿Cuándo? —demandó mientras sujetaba la camisa de Graham,
levantándolo como si la camisa no estuviera unida a toda una persona.
—¿Qué?
Robert estrelló el cuerpo de Graham en el marco de la puerta de
entrada, la acción causando que toda la casa se estremeciera.
—¿Cuándo? —dijo de nuevo, esta vez su voz tomando un profundo
y retumbante tono.
—U-unos días antes de que Lark se fuera —Graham tragó saliva,
miedo genuino inundando sus ojos.
—¿Por qué?
—Yo-yo amo a tu hermana. No puedo estar sin ella, y después de lo
que atravesó con esta persona Luca, ella no quería estar sin mí. Tuvimos
permiso, Robert. Todo fue hecho legalmente, lo juro.
La cara de Stacy era una de absoluta confusión… y desengaño.
Sostuve mi mano hacia la de ella y cuando la agarró, la apreté de modo
tranquilizador.
—Entonces… esto significa que él ha sido convertido —me dijo con
suavidad.
Asentí, incapaz de decirlo con palabras.
—Adivino que eso me deja como la tercera en discordia —dijo con
una triste risita—. Como de costumbre, supongo. Estoy feliz por ti,
Graham.
—Gracias —replicó tímidamente desde su posición en el suelo, con
el agarre de Robert todavía fijándolo al marco—. No quería exactamente
que se descubriera de esta forma, lo sabes. Siento que no te lo hayamos
dicho.
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Robert miró para otro lado, sus ojos buscándome, y viendo en ellos
el conocimiento de que yo me había enterado, y no se lo había contado.
Pude ver el destello de dolor en ellos antes de que se volvieran oscuros.
—Robert —empecé, mi mano buscando alcanzarlo, pero él era
demasiado rápido, mucho más rápido. En menos de un parpadeo, se había
ido. Era como si nunca hubiera estado ahí, para empezar.
—Oh Dios —gemí. Lo había lastimado al no contarle acerca de
Graham, rompiendo la frágil confianza que había empezado a crecer entre
nosotros con una estúpida omisión.
—Grace, l-lo siento —me dijo Graham desde su posición en el
suelo. Se paró, sus manos rápidamente envolviéndose a mi alrededor—. No
debí decirte a ti sola. Todo esto es mi culpa.
El puño de Stacy salió y se estrelló a su costado, provocando un
gruñido en voz alta de parte de él.
—Tú, idiota… tienes razón, todo esto es tu culpa. ¿Por qué no me
dijiste a mí primero?
—Porque no estaba planeando decírselo a nadie —respondió,
soltándome sólo lo suficiente para frotar el área que Stacy había atacado—
. No hasta que Lark volviera, de cualquier forma. Pero quería que Grace
viera que podía confiar en mí, y con el fin de hacer eso tuve que decirle
acerca de… esto. No pensaba que algo como esto pasaría. Por Dios, ¿qué
pasó?
Stacy se inclinó para recoger la bola de metal que había rodado
hacia la cocina, parando apenas por debajo de la puerta.
—Creo que hice la pregunta equivocada.
Graham frotó su hombro, el hoyo en su camisa todavía visible pero
la carne debajo de ello suave y sin daños.
—No quería que esto saliera todavía… Ameila dijo que todavía
puedo resultar herido, sólo que no moriré por ello. No creí que averiguaría
tan pronto que tenía razón. Y no quería que pasara en frente de Robert.
Dios, soy un descomunal metedor de pata.
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—No es tu culpa, Graham —dije con voz baja—. Debí haberle dicho
la noche pasada cuando me recogió, pero seguí pensado que era tu
secreto, que debías ser el que le dijera. Creo que fue lo correcto.
—Bien, fuera o no lo correcto ahora no importa porque estás
quemando la cena, Grace —habló Stacy, su cabeza moviéndose hacia la
cocina.
—¡Oh no! —grité, deshaciéndome del abrazo de Graham y corriendo
hacia la estufa humeante—. ¡Está todo arruinado!
Todo lo que había estado puesto en la estufa, estaba ahora
chamuscado, y sacudí mi cabeza en disgusto mientras retiraba mis ollas
de las hornillas, cubriendo mi nariz para bloquear la esencia acre del arroz
quemado y cebollas.
—¿Qué voy a hacer? No tengo tiempo para ir a la tienda y comprar
más ingredientes.
Stacy se agachó para recoger el mango del cuchillo destruido.
—O un nuevo cuchillo de chef.
Graham sostuvo las dos piezas de madera.
—O una nueva tabla de picar.
—¿Qué hora es? —pregunté, girando alrededor para mirar el reloj
sobre la estufa y gimiendo mientras me daba cuenta de que no había fijado
la hora desde el apagón hace un mes.
—Son casi las cinco —dijo Stacy, señalando al reloj en la pared.
—Yo tengo las cuatro treinta —respondió Graham, sus ojos
señalando a su reloj.
—Bien cualquiera que sea la correcta, no tenemos tiempo suficiente
para tener la cena hecha antes de que Janice y el bebé lleguen. Todos mis
planes están arruí… ¡el pastel!
Sólo en ese momento me di cuenta que la pequeña mesa que
estaba en medio de la cocina descansaba ahora de lado, y todo lo que
había estado sobre ella, incluyendo mi pastel, estaba ahora desperdigado
por el piso a su alrededor.
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—¿Qué demonios voy a hacer ahora? —Caí sobre mis rodillas para
tratar de recoger las migajas y trozos que cubrían las baldosas, sabiendo
que era algo desesperado tratar de salvarlas, pero encontrando mi
motivación para hacer cualquier otra cosa más estaba completamente
desaparecida.
Stacy y Graham se arrodillaron junto a mí, ayudándome a limpiar
el desastre, ninguno de ellos diciendo algo. Graham levantó la mesa
volviéndola a poner sobre sus patas, mientras Stacy empezaba a barrer el
piso. Los dos tranquilamente empezaron a vaciar la comida arruinada en
el bote de basura mientras me sentaba en el piso, sintiéndome
absolutamente miserable.
—Vamos, Grace. Tienes que levantarte y ayudar a limpiar este
lugar. Pediremos una pizza o algo así. —Stacy se agachó para levantarme,
sus manos fuertes alrededor de mi brazo.
Graham tomó mi otro brazo y juntos, me pusieron sobre mis pies.
—Grace, vamos. Yo limpio, tú secas. —Me condujo al lavabo y
empezó la tarea de ordenar las ollas y sartenes, tirando el cuchillo roto y la
tabla de cortar partida mientras lo hacía.
—Creo que sé cómo se rompió el cuchillo. La pregunta ahora es,
¿cómo vamos a encubrir este hecho? —preguntó Stacy, señalando la
profunda grieta en el mostrador, donde Robert había estado cortando los
pepinos.
—Stacy, una cosa a la vez, ¿de acuerdo? —La reprendió Graham,
su cabeza asintiendo en mi dirección.
—Oh, cierto. No importa, Grace.
Tomó veinte minutos tener todos los platos lavados, y me senté en
una silla enderezada mientras miraba con tristeza las hornillas de la
estufa vacía mientras Graham tiraba la bolsa de basura que contenía mi
cuidadosamente preparada y rápidamente arruinada, cena.
—Iré ordenar esas pizzas ahora —dijo Stacy, a Graham más que a
mí, antes de dirigirse a la sala.
El timbre de la puerta sonando me hizo levantar un poco la cabeza,
pero no me moví para responder. No podía ser papá, él tenía llave, así que
dejé que Stacy fuera a ver quién era. Escuché la conversación murmurada
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mientras Stacy hablaba a quienquiera que fuera que estaba fuera, luego oí
la puerta cerrarse. Stacy entró en la cocina con los brazos cargados de
cajas, el olor de comida flotando de ellas, un bienvenido cambio al aroma
de carbón que aún permanecía en la habitación.
—Es comida —dijo ella con una sonrisa en su rostro—. ¡Toda
pagada!
Colocó las cajas en frente de mí y comenzó a escudriñar a través de
ellas, bailando cuando vio el logo del restaurante.
—¡Es del mismo lugar que atendió la boda de tu papá!
Miré el logo estampado a mano y sabía bastante bien que Robert
había sabido lo que le había pasado a mi cena; él había salvado el día con
una llamada rápida.
—Ves, todo está bien —dijo Graham entusiastamente—. Él sólo
necesita algo de tiempo para calmarse.
—Nunca estuve enojado con Grace, para empezar —dijo Robert
parado en la entrada de la cocina—. Simplemente sabía que lo más natural
era encontrar la forma de terminar la cena y con todo el trabajo que le
tomó, no podía dejar a Grace fallar.
Peleé para hacer retroceder las lágrimas de alivio y gratitud y entré
en los brazos abiertos de Robert, prácticamente necesitando dar un único
paso, él ya me había alcanzado, abrazándome y sosteniéndome tan
estrechamente como era posible, casi al punto del dolor.
—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento —repetí en su hombro,
demasiado abrumada como para decir algo más.
Su mano acarició mi cabello mientras sus pensamientos se
mezclaban con los míos. No hay nada por lo que disculparse; no te
disculpes conmigo cuando fui yo el que se fue. No hiciste nada malo. Si me
sentí enojado, incluso en lo más infinitesimalmente, se fue de mí tan rápido
como llegó. No puedo culparte por hacer por Graham lo que has hecho por
mí.
Justo entonces se puso rígido, su cabeza alzándose, girando hacia
la puerta.
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—Stacy, apresúrate y desempaca esa comida, James y Janice
estarán aquí en cinco minutos.
Robert se liberó a sí mismo de mí y dio un rápido vistazo a la
cocina, sus ojos recayendo sobre el daño que había causado en el
mostrador. Me dejó y empezó a moverse rápidamente de ida y vuelta, sus
movimientos tan rápidos, que no era sólo un borrón sino simplemente
invisible. Graham permaneció detrás de mí y silbó con asombro mientras
la ranura que había estado marcando el mostrador desapareció, Robert no
dejó rastro alguno de que algo le hubiera pasado en absoluto.
Cuando las llaves pudieron oírse en la puerta, la cocina estaba
inmaculada; la comida había sido sacada de los contenedores de entrega a
domicilio, y estos contenedores ocultos en un basurero calle abajo. Robert
se paró detrás de mí, un brazo de soporte colocado alrededor de mi
cintura, su barbilla descansando sobre mi cabeza. Graham y Stacy
flanqueaban mi otro lado, y esperamos mientras la puerta se abría,
animando suavemente cuando papá sostuvo la puerta abierta para Janice,
Matthew acunado cómodamente en sus brazos.
—Hola, chicos —dijo con una sonrisa, luciendo exhausta pero
aliviada de finalmente estar en casa—. Algo huele fabuloso; espero que sea
lo que sea ya esté hecho, porque estoy lista para cualquier otra cosa que
no sea la comida del hospital.
—Todo está listo, Janice —dijo Graham con una sonrisa.
—Oh, bien. Voy a poner a este pequeño chico en su cuna y
entonces volveré abajo.
Caminé hacia adelante y sostuve mis brazos hacia ella.
—Déjame hacerlo. No deberías estar subiendo y bajando tanto esas
escaleras con tus puntos.
Asintiendo en acuerdo, colocó el caliente bulto en mis brazos, con
cuidado de no despertarlo. Miré el diminuto rostro y no pude evitar la
amplia sonrisa que cruzó mi semblante. Me encaminé a las escaleras hacia
la habitación al final del pasillo, abriendo despacio la puerta y entrando en
la habitación de colores brillantes.
—Muy bien, Mathew, ésta es tu habitación. Espero que te guste. Si
no, puedes culpar a tu mamá; ella escogió la decoración. Esta era mi cuna,
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la que usé cuando tenía tu edad. Leí todos los libros de seguridad para
bebés que tu madre dejó tirados alrededor así que sé que está bien para tu
uso, sólo en caso de que de alguna manera hubieras heredado esa cosa de
estreñimiento de ella.
»Vas a tener que usarla porque es tu madre, y es una enfermera,
pero de cualquier forma, está bien. Me gusta por mucho. Sólo que no se lo
digas o podría usarlo en mí contra algún día.
Lo recosté suavemente sobre el edredón y me incliné, presionando
un beso sobre su cabeza. Su cabello y piel eran increíblemente suaves, su
esencia tan dulce, sentí algo tirando dentro de mi corazón, algo raro y
totalmente desconocido.
—Espero que no estés dándole algunas ideas extrañas —le oí decir
a papá desde la entrada.
—¿Qué? Oh no, no, papá, no —le respondí, riendo nerviosamente
desmintiendo mis palabras—. Sin ideas, nada de idea. Ninguna. Cero.
—Es bueno saberlo —rió entre dientes antes de que su rostro se
ensombreciera, caminando con pasos firmes hacia la cuna—. Grace, no sé
si te agradecí…
—Lo hiciste, papá, en el hospital.
—No, Grace —dijo, su mano acariciando mi cabeza como solía
hacer cuando era pequeña—. Me refiero a ser mi hija. No puedo imaginar
cómo hubiera sido mi vida sin ti. Haces que levantarme en las mañanas
sea más fácil, me das una razón para ver hacia adelante, para ir a la cama
cada noche, y no sé qué voy a hacer sin ti cuando te vayas.
Dijo con voz ahogada esa última parte y sentí la sensación de cierre
en mi pecho mientras pensaba sobre cómo sería para él cuando me fuera
para siempre. Parpadeé las lágrimas de vuelta que trataban de caer
cuando oí el suave lloriqueo detrás de mí, el sonido calmante de alguna
forma. Tendría a Matthew y a Janice. No estaría solo, y por eso le estaría
eternamente agradecida a Janice.
—Te amo, papá —le dije con la voz temblorosa.
—También te amo, Grace. ―Revolvió mi cabello juguetonamente
antes de sucumbir a la necesidad paternal de abrazarme. No me resistí, en
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vez de ello disfruté de este momento de tranquilidad con él antes de que
tuviera que irme.
—Vamos, dejemos a tu hermano dormir y vamos a cenar.
Sonreí ante la palabra “hermano”, y caminamos de la mano fuera
de la habitación. Me detuve en mi puerta, notando la luz que brillaba por
debajo de ella.
—Oh, Katie está ahí desempacando sus cosas —dijo papá
casualmente, tirando de mí—. Bajará más tarde.
Sabía que había acordado alojarla en mi habitación; incluso lo
sugerí, pero no pude evitar la sensación de violación de alguna forma con
ella ahí junto a mis cosas. Quería establecer algunas reglas pero sabía que
sería grosero.
No más grosero que ella tratando de ocultar una de tus mejores
cualidades.
Sonreí mientras miraba hacia debajo de las escaleras, contenta por
el soporte silencioso de mi lado.
—Vamos y tomemos esa cena, entonces —dije animadamente,
tirando de papá hacia las escaleras. Aunque no pude evitarlo, cuando
susurré—: Sólo asegúrate de que se vaya con lo que vino —en su oído a
medio camino en las escaleras.
Papá se giró hacia mí y guiñó, entendiendo completamente mi
vacilación y sospecha. Iba a extrañarlo.
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21 El Ajuste Perfecto
Traducido por Elenp y Areli97 (SOS)
Corregido por Xhessii
na semana después de que Janice llegó a casa, Stacy
se dejó caer en la casa de Robert para que por fin
pudiéramos ir a comprar mi vestido para el baile. Ella
trató de engatusar a su hermano para que viniera con nosotras, pero él
todavía estaba demasiado avergonzado para mirarme. Al menos, eso fue lo
que ella me dijo.
—¿Graham va a venir aquí o Robert nos llevará? —me preguntó
cuando la llevé al piso de arriba a la habitación de Lark.
—Todos vamos juntos. Se supone que Graham debe estar aquí en
unos diez minutos, y luego todos vamos a salir en el auto de Robert. Ha
estado nervioso en los últimos días y no se fía que esté fuera de su vista
nunca más.
Sus ojos vagaron por nuestro entorno y luego levantó la mano en
interrogación.
—Entonces, ¿por qué sigues en la habitación de Lark?
Con un gemido, me arrojé sobre la cama, cayendo de espaldas con
un suspiro, y miré fijamente el techo.
—Es complicado.
—Oh, dame un respiro. Todo este “es complicado” es muy
malditamente molesto, Grace. Sólo tienes que escupirlo, ¿de acuerdo?
Sálvame de tener que formar conjeturas erróneas en mi cabeza, por favor.
U
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Frustrada, y necesitando decirle a alguien, dije finalmente—:
Porque si me quedaba en la habitación de Robert, nada nos impediría... ya
sabes.
—¿Y qué hay de malo en eso? —preguntó—. Ustedes dos se aman,
¿verdad? Están destinados el uno para el otro y planean estar el uno con
el otro. ¿Qué hay de malo en hacer el acto? Dios, me voy a morir como una
puñetera virgen; ¡consigue un poco mientras puedas!
Me sentí como un disco rayado, habiéndole ya explicado esto a
Graham, pero le dije lo mismo que Ameila me había dicho, explicándole a
ella las reglas y las consecuencias que vienen con romperlas.
Stacy se sentó en silencio una vez que se lo expliqué, con el rostro
registrando decepción y conmoción. Abrió la boca varias veces para decir
algo, pero negó con la cabeza, cambiando de opinión antes de que las
palabras pudieran salir.
Sólo cuando sonó el timbre y la hora de irnos había llegado,
finalmente dijo lo que había estado rondando en sus pensamientos.
—Deberías hacerlo de todas maneras. Al diablo con las reglas; no
están planeando poblar el planeta con gigantes y monstruos. ¡Por el amor
de Dios! Y vas a morir de todos modos, así que: ¿qué es lo que hay que
perder?
Me quedé boquiabierta, sorprendida por su sugerencia, pero más
aún por el hecho de que había tenido los mismos pensamientos.
Stacy se levantó y me hizo levantar, con una sonrisa de simpatía en
su rostro.
—Ven, vamos a ir antes de que los chicos se pongan inquietos y
Graham empiece a rebuscar alrededor por comida.
—Sí, una vez que eso sucede, nunca vamos a conseguir que se vaya
—me reí.
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Le tomó casi una hora a Stacy recordar dónde estaba la tienda de
antigüedades que quería visitar, y otros diez minutos a Robert maniobrar
en el estacionamiento atestado, hasta que encontró un puesto de
estacionamiento que nos permitió abrir nuestras puertas.
—Podrías sólo habernos dejarnos y luego encontrar un puesto —se
quejó Stacy—. Quiero decir, nos va a tomar casi el mismo tiempo caminar
a la tienda como lo hizo buscar este puesto.
—Para ti, tal vez —dijo Robert con un guiño hacia mí. Él se apoderó
de mi mano y con una ráfaga de viento y un borrón de color, estábamos
parados delante de una pequeña tienda de baratijas; un maniquí de rejilla
de alambre posicionado en la ventana estaba adornado con un vestido de
color rojo brillante.
Sonreí, divertida por la mirada de fastidio y frustración en el rostro
de Stacy, mientras ella y Graham se apresuraban a alcanzarnos.
Inmediatamente sentí una ola de sentimiento de culpa cuando me di
cuenta de la palidez de Stacy; la caminata bajo el sol había sido un poco
demasiado para ella.
—Me debes… un… latte… helado —le resopló a Robert.
—Con mucho gusto —le dijo Robert, ofreciéndole su brazo para que
ella se apoyara.
Ella lo tomó de buena gana, mientras yo puse los ojos en blanco
por la cara desconcertada de Graham. Entramos juntos en la pequeña
tienda, el olor a naftalina e incienso se combinaban para hacer un aroma
más nocivo.
—Uff, no me puedo quedar aquí —se quejó Graham, cubriéndose el
rostro con la mano abierta—. Voy a esperar por ustedes afuera.
Stacy se encogió de hombros, demasiado ocupada hurgando los
bastidores, centrada en su cacería. Robert se acercó a mí, su mano una
vez más encontrando la mía, nuestros dedos enredándose uno alrededor
del otro.
—Así que... te escuché hablar con Stacy… —su voz se apagó
mientras veía a Stacy luchar con un gancho enredado.
—¿Y?
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Ya sabía a dónde se dirigía la conversación, pero no quería llevarla
allí.
—¿Reamente estás de acuerdo con ella?
Mis ojos revolotearon hasta Stacy para asegurarme de que ella
estuviera demasiado involucrada en la guerra con un perchero felpudo
para prestar atención, antes de darme vuelta para mirarlo de frente.
No voy a mentir y decir que no lo hago. Estoy de acuerdo con ella,
pero también sé que las consecuencias son demasiado graves para sólo
unos pocos momentos de sentirse bien.
Sus cejas se levantaron simulando estar ofendido, su boca
colgando abierta.
¿Unos pocos momentos? Me gustaría pensar que sería un poco más
que unos pocos momentos.
Me reí suavemente antes de ponerme seria rápidamente cuando él
se inclinó, su aliento fresco mezclado con el calor del mío, la suavidad de
su frente presionando contra la mía. Las puntas de nuestras narices
apenas rozándose una a otra mientras llevaba sus labios a los míos y
supe, hasta los extremos de los dedos de mis pies que por unos pocos
momentos, sin duda valdría la pena morir.
—¡Lo encontré!
Robert se alejó y lanzó un suspiro, sus ojos líquidos y oscuros,
tormentosos mientras me rozó el labio inferior con un dedo errante.
—Ella lo ha encontrado —dijo con una sonrisa irónica.
Arrugando la nariz, me volví con gran resignación para ver qué era
lo que Stacy había encontrado. Su rostro lucía triunfal mientras sostenía
lo que parecía ser una bolsa llena de cintas de color negro.
—¿Dónde está la araña? —bromeé mientras trataba de averiguar
qué era exactamente lo que Stacy sostenía con tanto orgullo en sus
manos.
—¡Es tu vestido! Bueno, parte de él de todos modos, todavía
tenemos que conseguir la enagua que vaya por debajo de él, pero es
vintage, su corte es la perfección para tu forma y altura, y nadie más va a
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tener uno como él. Este es tu vestido. —Ella movió la bolsa para la ropa, el
fondo atado para evitar que el final del vestido se arrastre por el suelo, y
no pude dejar de sentirme escéptica con el bulto de negro que estaba justo
detrás de la cubierta transparente.
—Pero, ¿qué es exactamente, Stacy? —Extendí la mano para tomar
la percha de ella, necesitando echarle un vistazo más de cerca.
—Es un vestido muy elegante, Grace. Este vestido tiene más de
cien años, estamos hablando de vintage, un clásico. Ya no hacen vestidos
como este. —Miró a Robert y se lo tendió a él—. Dime si este vestido no es
perfecto para ella.
Mis manos se quedaron vacías cuando Robert tomó la percha de
ella y la sostuvo en alto, la mala iluminación en la tienda no me revelaba
nada, pero sus ojos se iluminaron mientras su mirada recorría el oscuro
artículo en sus manos.
—Stacy, no sé cómo llegaste a este vestido en particular, pero
tienes razón, es perfecto para ella.
Con una sonrisa de suficiencia, Stacy tomó de nuevo el vestido de
Robert y se acercó a la vendedora que estaba de pie delante de una caja
registradora antigua, las teclas de forma circular y todas ellas ocupando
sólo dos filas. La misma caja registradora estaba muy adornada, su
carcasa alternando metal brillante y oxidado en relieve con una flor de lis y
volutas intrincadas enmarcando cada esquina. Junto a ella, la vendedora
regordeta parecía bastante poco elegante y sencilla, pero supongo que
cualquiera lo estaría.
—Bueno, ahora, vamos a ver lo que tienes aquí, señorita —dijo a
Stacy en una ronca, cantarina voz—. Oh, éste es uno de mis favoritos. Yo
me lo hubiera quedado, si mi figura me lo permitiera, pero como pueden
ver, no soy precisamente un peso pluma. Podemos dar gracias a mis seis
hijos por eso. —Ella comenzó a desatar el fondo de la bolsa y una vez que
se deshizo, suavemente la levantó sobre el vestido, revelando que la cinta
era en realidad un elaborado encaje.
»Este vestido fue hecho en el siglo diecinueve o dieciocho para una
mujer joven como parte del ajuar de su boda, lo que hace este vestido casi
tan antiguo como Dios —se rió mientras lo sacudía al sacar, una pequeña
etiqueta que había sido clavada en la costura se deslizó suelta colgando
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por su cadena—. Bueno, no sé si ustedes, jóvenes damas tienen mucho
dinero, pero este vestido es bastante caro. No me había dado cuenta hasta
ahora.
—Yo me ocuparé de ello —dijo Robert, sorteando a Stacy para
pararse frente a la mujer, con una pequeña tarjeta en la mano.
Su reacción fue evidente ante los encantos de Robert, ya que la
media sonrisa que se había formado en los labios al ver el precio, y que
había reemplazado con la sonrisa significativa para sólo clientes, de
simplemente unos momentos antes, desapareció. En su lugar, surgió una
nueva sonrisa, una que era cálida y de aceptación, casi amorosa. Pero, lo
que quedó en mi mente, lo que me hizo sentir un estremecimiento de rabia
inexplicable, fue la chispa de deseo que veía en sus ojos.
—Bueno, es muy amable de tu parte comprar esto para tu hermana
—le dijo, su voz ahora una octava más baja, el tono ronco más
pronunciado—. Sin embargo, sólo aceptamos efectivo. —Señaló la caja
registradora, la vergüenza tiñendo su piel con un color rojo brillante.
—Está bien —respondió Robert simplemente, alcanzando el bolsillo
de su chaqueta y sacando su billetera.
—No tienes que comprarlo, Robert —le dije en voz baja,
avergonzada de que incluso había considerado el pago de un vestido que ni
siquiera me iba a ver puesto—. Tengo algo de dinero ahorrado. Voy a pagar
por ello.
—Son mil doscientos dólares, Grace —jadeó Stacy mientras espiaba
el número escrito en la etiqueta.
—¡Oh Dios mío!
—Lo siento, Grace, no tenía ni idea que iba a ser tan caro. Voy a
llevarlo de regreso. —Stacy llegó hasta el vestido en las manos de la
vendedora, su clara intención en su rostro, incluso si ella no la había
declarado.
Robert sujetó su mano y sacudió la cabeza.
—Yo me encargo, Stacy, no te preocupes.
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—No, Robert esto es demasiado caro —dije en voz baja, todavía
incapaz de comprender cómo algo tan viejo y carente de... bueno, tela,
podría costar tanto—. Voy a buscar otra cosa.
Bajó su mirada hasta mí, sus ojos no habían perdido su oscuridad,
y dejó sus labios acariciar los míos, una vez, dos veces, la tercera vez sólo
un ligero roce de la piel. Lo sentí luchar contra el deseo de añadir presión
al beso, y yo en silencio rezaba para que perdiera.
—No esta vez —susurró él contra mis labios, besándome una vez
más antes de incorporarse y volviéndose hacia nuestro público
asombrado—. Vamos a llevarlo.
—Oh, vamos, Grace, todavía no puedes estar molesta sobre lo que
costó el mantelito. —Graham estaba sentado frente a mí, un plato de
papas fritas y una hamburguesa puesto frente a él, un vaso de refresco
bien sujeto en su mano—. Si Robert quiere pagar la misma cantidad por
eso que lo que un auto usado costaría, yo digo que lo dejen.
—Déjalo, Graham —susurró Stacy, golpeando sus costillas con un
codo certero antes de tomar un sorbo de su ambicioso café helado—. Creo
que fue un gesto muy romántico, Robert, sólo desearía que pudieras
disfrutar de verla usándolo.
—Stacy —le advertí.
—Voy a hacer la pregunta, Grace, incluso si eres demasiado gallina
para hacerla tú. —Ella volvió todo su cuerpo para hacer frente a Robert, la
mesa circular que ocupábamos ahora su escenario mientras dirigía su
mirada hacia él.
—¿Por qué no quieres ir al baile con Grace?
Tiré mis manos al aire, exasperada por su curiosidad. Y sin
embargo... me esforcé por escuchar cuál era la respuesta de Robert.
—Sé que quieres que te dé alguna excusa elaborada, Stacy, algo
romántico como que todo es acerca de proteger su seguridad, o tal vez algo
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práctico, como que soy alérgico a las actividades escolares formales, pero
la simple verdad es que sólo quiero que Grace tenga un baile de
graduación tan normal como sea posible.
Stacy no iba a aceptar esa respuesta, y ella lo presionó por más.
—¿Cómo puede ser un baile de graduación normal si ella va con
otra persona? Tú eres su novio. Se supone que la lleves.
Él negó con la cabeza, una sonrisa desconcertada extendiéndose en
su rostro.
—¿Y qué pasa cuando tenga que salir corriendo debido a mi
llamado? Grace será abandonada por su cita… justo lo que todas las
chicas quieren experimentar en su baile de graduación. Ella va a pasarla
mucho mejor con Shawn, y eso es todo lo que quiero.
Sabía que no era la única que miraba a Robert con una mirada
apreciativa; yo no había planeado cambiar de opinión acerca de ir al baile
con Shawn, independientemente de cuál fuera la respuesta de Robert. Pero
al escuchar sus razones, a sabiendas de que no era que él no quería ir
conmigo, sino más bien que él no quería que mi experiencia sea otra cosa
más que agradable, me hizo sentir más culpable.
El rostro de Robert se consternó mientras escuchaba los
pensamientos en mi cabeza, y vi que no estaba de acuerdo con mis
sentimientos.
Por supuesto que no estoy de acuerdo. ¿Por qué te sientes culpable
Grace?
Mis ojos revolotearon a Stacy y Graham, quienes ahora ensalzaban
las virtudes de Robert por no ir al baile conmigo, y dejé que mi mirada
viajara a la prenda de lienzo en blanco que yacía a mi lado.
Me siento culpable porque ahora todo lo que voy estar pensando
cuando esté con Shawn es lo mucho que preferiría estar contigo.
Su risa ahogada pasó desapercibida por los demás y me sonrojé, el
calor incómodo en mis mejillas molesto y frustrantemente obvio.
—Muy bien, así que tenemos que conseguir la enagua y tus zapatos
y entonces estarás lista. Sólo tengo que escoger un nuevo esmalte de uñas,
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y entonces es todo acerca de ti, Graham —dijo Stacy, marcando una lista
invisible en sus dedos.
—Whoa… whoa… whoa. Ya te dije, tengo un esmoquin —
argumentó Graham—. Es uno bueno también, con una corbata a juego,
chaleco y faja.
Stacy me miró, con el rostro gritando: “Te lo dije”, y estallé en un
ataque de risa. Ella le devolvió la mirada a la cara en blanco de Graham,
una delgada línea formándose donde la boca debería haber estado.
—No vas a usar una faja.
—Pero es un paquete. Todo lo que tengo que saber es de qué color
es tu vestido y luego ellos van a tratar de que haga juego con él. Incluso
tienen cachemira, si quieres probar algo funky —respondió Graham antes
de tomar un bocado de su hamburguesa.
La cabeza de Stacy se volvió hacia la mía una vez más, sus ojos
diciendo todo tipo de cosas que sabía que su boca no lo haría, y me
empecé a ahogar con la risa, la expresión de la mortificación absoluta en
su rostro era demasiado para soportar.
—Él dijo cachemira —jadeó.
—Podría haber sido peor —dijo Robert mientras tomaba un rápido
sorbo de su agua—. Pudo haber dicho que era de cachemira neón.
—Oh, Dios —se quejó Stacy entre sus manos antes de lanzarme
una mirada acusadora—. Esto es tú culpa. Si aparece usando un
esmoquin de cachemira o de neón, voy a perseguirte por el resto de tu
vida. Perseguiré a tus hijos, y a tus nietos. Incluso perseguiré a tus perros
y a tu pez dorado. No puedo creer que me metieron en esto.
Robert estiró una mano reconfortante a Stacy, su risa no tan
bulliciosa como la mía pero llena de la misma diversión.
—Me aseguraré de que use lo mejor, Stacy —dijo
tranquilizadoramente—. Sólo preocúpate por lucir hermosa.
El rostro de Stacy se suavizó ante sus palabras.
—No tienes un hermano escondido en alguna parte, ¿o sí? O,
¿quizás un amigo que no sea un psicópata? ¿Por si acaso?
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—No, no tengo un hermano, y me temo que hay muy pocos de mi
especie tan abiertos a la idea de salir con humanos como lo estamos mi
hermana y yo —le contestó, su voz mezclándose con tristeza.
—Bueno, deberías, tú sabes, si llegas a encontrar alguien que
casualmente comparte sus puntos de vista antes del baile, ¿me lo podrías
dejar saber? Tal vez necesite un respaldo.
La cabeza de Graham se levantó ante eso y frunció el ceño.
—¡Oye! ¡Estoy justo aquí!
Stacy, Robert y yo nos reímos de la cara indignada de Graham y
pronto, se nos unió en nuestra diversión mientras terminábamos nuestro
almuerzo y nos preparábamos para dirigirnos a la próxima tienda en la
lista de Stacy.
Resultó que era en el Centro Comercial Indian Mound, y nos dio la
oportunidad de ver el daño del cine y las dos tiendas contiguas.
Era una escena perturbadora, por decir lo menos, ver las puertas
que alguna vez nos había guiado dentro del vestíbulo del cine, ahora
estaban desaparecidas. El marco de la puerta estaba carbonizado, el olor
de madera y plástico quemado todavía permanecía en el aire a pesar de los
filtros del aire acondicionado y la gran cantidad de flores que estaban
apiladas en frente la ennegrecida entrada en un improvisado memorial.
—¿Alguien sabe cuántas personas resultaron heridas en el
incendio? —pregunté a nadie en particular.
Stacy asintió, una expresión sombría remplazando la divertida, una
que había tenido desde el almuerzo.
—Veinte personas resultaron heridas, cuatro murieron, incluyendo
al nuevo gerente del cine.
Miré a Robert y, aunque sabía que el fuego no le hubiera causado
ninguna herida, la idea que pudo haber estado en ese incendio todavía
hacía que se me apretara el pecho, lo cual fue tanto incómodo como
doloroso cuando me di cuenta que él había estado aquí.
—Quiero conseguir algunas flores —dije, mi voz baja con la
abrumadora sensación de pena que llenaba esta esquina del centro
comercial.
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Robert asintió y envolvió su brazo alrededor de mi hombro,
alejándome amablemente.
—Vamos y hagamos eso ahora mismo.
—Voy con ustedes —gritó Stacy, corriendo para alcanzarnos.
Sin embargo, Graham, no nos siguió.
Mis pies se detuvieron cuando me giré para mirar a su figura
inmóvil, sus hombros desplomados hacia adelante con algo que no pude
identificar.
—¿Graham? ¿Vienes?
—Si todavía hubiera estado trabajado aquí, tal vez hubiera sido
capaz de salvarlos. —Su voz fue áspera, atrapando en cada palabra el
dolor que se había formado en su interior.
—Graham, no lo sabes —le dije, volviendo a su lado. Miré su rostro
y vi la mirada de culpa y desesperación en sus ojos que sabía que no tenía
lugar ahí.
—No voy a morir, Grace. Al principio eso sonaba asombroso, pero
tenías razón. Me olvidé acerca de todos los demás, olvidé que los demás
todavía van a morir. Si hubiera estado aquí, podría haber evitado que
murieran. Pude haberlos salvado porque no habría estado asustado de
morir… no habría estado preocupado de tratar de ponerme a salvo. ¿Eso
tiene sentido?
—Graham, tu mortalidad ha sido alargada, pero eso no quiere decir
que eres invencible. Nada es invencible, ni siquiera la fe —dijo entonces
Robert, su voz baja para prevenir que otros escucharan—. Hubieras
entrado en ese incendio, habrías salvado a algunas personas, seguro,
¿pero qué si ellos estuvieran destinados a morir? Habrías estado
interviniendo, y convertir o no tu vida aún está sujeta a los caprichos de
aquellos que te hicieron. ¿Nunca te paraste a pensar hasta qué punto llega
tu inmortalidad?
Cuando Graham sacudió su cabeza, Robert lo haló a un lado, su
rostro severo, su postura rígida.
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—Viste lo que sucedió el otro día cuando el cuchillo perforó tu piel.
Todavía posees las mismas fragilidades que tenías mientras eras mortal,
Graham.
»Todavía puedes ser quemado, todavía puedes ser cortado… no eres
insensible al daño, no importa cómo te sientas o qué pienses; sanarás
cuando de otra manera no lo habrías hecho antes de que fueras
convertido. Tu piel regresará a su estado anterior, no sangrarás, no
tendrás cicatrices. Es debido a esto que no puedes jugar al héroe y
arriesgarte a revelarle a los otros qué eres. La humanidad adora la idea de
los superhéroes, pero no están preparados para aceptar realmente su
existencia o cómo es lo que son.
Graham pareció entender el mensaje que Robert estaba tratando de
darle, sin embargo la culpa todavía era visible en sus ojos. Asintió, el
movimiento nervioso… habría jurado que era un gesto desafiante si no lo
hubiera conocido mejor.
—Terminemos con el resto de la lista de Stacy —dijo con una
sonrisa débil.
—¿Vas a estar bien, Graham? —preguntó Stacy, sus planes
obviamente tomando un segundo plano para preocuparse por él.
—Estaré bien. ¿Sabes? Sólo tomará algo de tiempo acostumbrarse.
La respuesta de Graham era poco entusiasta, pero era todo lo que
íbamos a obtener de él —todos lo sabíamos— así que en vez de presionar
el asunto, nos dimos la vuelta y nos dirigimos hacia el extremo opuesto del
centro comercial, la idea de las flores amontonadas entre todo lo demás
ahora olvidada.
Mientras Stacy y yo caminábamos delante de ellos, Graham y
Robert siguieron discutiendo lo que había pasado en la escena del
incendio. Aunque no podía verlos, y aunque era imposible escuchar su
conversación sin darme la vuelta, todavía era capaz de oír lo que estaban
diciendo.
—Sé que te metiste en esto sin pensar del todo en las
consecuencias, Graham, pero no pienses que cometiste un error. Te fue
dado permiso para convertirte porque tienes en ti el proteger ahora no sólo
mi secreto, pero sino también el tuyo.
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»Has probado que amas a mi hermana, y ya sé que amas a Grace.
No hay mucho más que puedas hacer para probarme que permitir
convertirte fue la decisión correcta.
Stacy me miró y sonrió, tan aliviada como yo que Robert estuviera
aceptando a Graham, tanto como el novio de Lark como mi mejor amigo,
pero también como alguien recientemente convertido.
—Ustedes dos se ven bastante satisfechas —comentó Robert
mientras se deslizaba entre nosotras, su mano encajando en la mía.
—Entre otras cosas —se rió entre dientes Stacy.
Cuando nos aproximamos a la tienda departamental donde Stacy
tenía la intención de adquirir el resto de las cosas en su lista, Robert llevó
a Graham en una dirección opuesta mientras Stacy me arrastraba en otra.
—Aparté algo para ti el otro día —dijo ella mientras nos
acercábamos a la vendedora—. Es lo que vas a usar debajo del vestido. Sé
que probablemente no puedas imaginarte como se supone que se verá
exactamente el ensamble completo pero te garantizo que cuando te pongas
esto junto con el vestido, vas a ser una creyente en mí.
Me encogí de hombros, totalmente indiferente. Un vestido era un
vestido. No importaba como fuera llamado, o lo que alguien más pensara
sobre él.
—Hola, tengo algo apartado a nombre de Stacy Kim —dijo a la
mujer que nos miró de arriba abajo, un escalofrío de asco corriendo a
través de ella mientras notaba mis pantalones agujereados y mi camiseta
desgastada.
—¿Estás segura?
—Sí —dijo Stacy con una sonrisa conocedora.
Insegura, la mujer caminó hacía una pared lejana y abrió una
puerta oculta, revelando un armario lleno de ropas colgadas, etiquetas de
“Apartado” prendidas a las bolsas de ropa que las cubrían. Se cernió a
través de varias de ellas antes de encontrar la etiqueta con el nombre de
Stacy.
—El vestidor está justo al dar vuelta a la esquina —nos dijo
mientras le tendía la prenda a Stacy.
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—Gracias —le dijo Stacy y me tiró detrás de ella hacia una
habitación lateral llena de puertas cubiertas de espejos. Caminó hacia la
más lejana de la entrada y me empujó dentro del área del vestidor que era
aproximadamente del tamaño de un baño público.
—Ponte esto primero —me instruyó, tendiéndome la prenda que
había hecho que la vendedora recuperara—, y luego pon esto sobre eso. —
Me entregó la bolsa de ropa sosteniendo la ropa restante.
Una vez que la puerta se cerró detrás de ella, me giré para
enfrentar mi reflejo tres veces, la pared de espejos rodeándome era
bastante abrumadora.
—Deja de volverte loca por los espejos y ponte el primer vestido —
exclamó Stacy desde detrás de la puerta.
Mordí mi lengua para abstenerme de soltar una réplica mientras
me desvestía y luego inspeccioné meticulosamente un vestido plateado de
tirantes tipo camisola desde su gancho colgado, la luz del techo rebotando
en la tela brillante. Recogí el material y pasé la tela sobre mi cabeza,
permitiendo que cayera a mi alrededor, el sedoso material fluyendo
libremente, los extremos cubriendo un poco del suelo. Es delgado, con
tirantes muy delgados apenas rozando mis hombros y la tela tan ligera,
que se sentía como si no llevara nada del todo.
El vestido se aferraba a mí como si mi piel estuviera húmeda,
abrazándome de una forma que daba la impresión de que mi figura era
mucho más exuberante de lo que era, las curvas de mi cuerpo
repentinamente entrando en foco, sorprendiéndome; el vestido era como
una máscara que escondía el verdadero yo debajo de ella. Después de
tomar el tiempo necesario para apreciar todo lo que este primer vestido
podía hacer, saqué el sobrevestido de su bolsa, finalmente capaz de verlo y
sentirlo después de solamente haberle dado un vistazo en el mostrador.
Era muy frágil, hecho completamente de malla de encaje negro con
adornos y decorativos ataviados acentuando todo desde el corpiño hasta
las mangas largas. Había remolinos y corazones tejidos en el encaje
utilizando el mismo hilo negro, y variando en espesor desde tenue y
delicado a grueso y rígido y casi como aplicaciones. La parte trasera del
vestido con broches tipo corchete me hizo preguntarme cómo iba a ser
capaz de cerrarlo cuando me lo pusiera mientras me metía en él,
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levantándolo hacia mi pecho y metiendo mis brazos a través de las
mangas.
—¿Estás lista?
—Sí —respondí, y abrí la puerta para dejar pasar a Stacy dentro de
la limitada habitación.
En el momento en que me vio, incluso con la espalda del vestido
totalmente abierta, juntó sus manos y las llevó a su cara, satisfecha de lo
que veía.
—Amo cuando tengo la razón. Date la vuelta, déjame cerrarlo por ti.
Con unos cuantos tirones rápidos, se las arregló para cerrar la
parte trasera, el encaje ahora abrazando mi cuerpo contra el vestido
plateado debajo, el contraste de la brillante tela asomándose a través del
encaje negro bastante sorprendente.
Los escotes de ambos vestidos se unían con exactitud, encajando
en una prenda perfecta. El bajo del sobrevestido se desplegaba detrás de
mí, el efecto mucho más dramático de lo que había esperado de algo que
no era más que un montón de tiras negras.
Stacy no necesitó nada más para confirmar que había, de hecho,
escogido la combinación perfecta de prendas cuando la vendedora vino
para revisarnos y su mandíbula cayó en conmoción ante la imagen que
hacía, parada en frente de una habitación llena de espejos, vestida en
plata y negro.
—Voy a asumir que vas a llevar el vestido —le dijo a Stacy, aunque
me miraba a mí, sus ojos brillando con apreciación—. ¿Pusiste los dos
juntos?
Stacy asintió entusiastamente.
—Sip.
—Tienes un ojo para estas cosas. Deberías llenar una aplicación…
podríamos usar a alguien como tú —remarcó la vendedora mientras
caminaba a mi alrededor, admirando la combinación de los dos vestidos
juntos.
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—Me encantaría, pero me temo que no voy a estar por aquí durante
mucho más tiempo —replicó Stacy, un pequeño matiz en su voz.
—¿Oh? Entonces, ¿Te vas lejos a la universidad?
Stacy sacudió su cabeza y me miró, una mirada más bien irónica
en su rostro.
—Nop, sólo me estoy muriendo.
Estupefacta. Esa era la única palabra que podía usar para describir
la reacción de la vendedora a la respuesta de Stacy, y se fue en picada. Me
pregunté cuán seguido Stacy había dejado caer esa pequeña bomba a
gente de paso, y si fueron o no similares sus reacciones.
Con la vendedora distraída, me concentré en quitarme ambos
vestidos, entregándole a Stacy el plateado por encima de la puerta
mientras cuidadosamente colocaba el negro de vuelta en su gancho y
dentro de su bolsa.
Después, nos paramos en frente de la registradora donde la
vendedora jugueteaba con una etiqueta de seguridad, todavía incapaz de
conversar en cualquier nivel con Stacy, demasiado nerviosa para decir algo
significativo o simplemente conversacional. El total del vestido plateado fue
una marcada diferencia con el negro, y casi me sentí como si los
estuviéramos engañando a ambos de alguna manera, las diferencias de los
precios tan grandes que era casi de risa, pero el hecho de que ambos
parecían haber sido hechos el uno para el otro no podía ser ignorado,
inclusive para mí y mi ignorancia de la moda.
Stacy y yo nos dirigimos al área de hombres para buscar a los
chicos y encontramos a Robert sentado en una silla de cuero mientras
Graham permanecía de pie frente a una pared con espejos, sus manos
descansando en los bolsillos de una chaqueta blanca a rayas. Debajo de
ella vestía una camisa negra con un chaleco blanco a rayas en
combinación, y una corbata que era de un color granate profundo.
Se veía como una estrella de cine vestido como estaba, con su
cabello rubio y sus ojos verdes y su sonrisa de mil watts. Si no hubiera
estado usando sus gastados tenis, la visión hubiera sido perfecta.
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—¿Cómo hiciste eso? —le dijo Stacy a Robert, sin aliento mientras
miraba a Graham tomar un par de pasos y posar, examinando su reflejo—.
¿Cómo lo llevaste desde los desechos de basura humana a eso?
—Él siempre ha sido… eso, Stacy. Sólo necesitaba que su envoltura
cambiara —dijo Robert con una sonrisa satisfecha—. ¿Te va bien el color?
Ella caminó hacia Graham y tomó la corbata, sonriendo como
chiflada cuando descubrió que no era de clip, su cabeza sacudiéndose
hacia abajo a la de ella cuando ella tiró de la corbata. —Este es el
exactamente el mismo color de mi vestido… ¿Cómo supiste eso?
—Sólo digamos que un ángel me lo dijo —dijo Robert con una
sonrisa maliciosa.
—Estoy impresionada.
—Gracias —dije en voz baja a Robert mientras Stacy examinaba las
líneas del esmoquin y Graham levantaba sus manos, parado como si
estuviera siendo registrado por la policía.
—Quiero que disfrutes tu baile de graduación, Grace. Con el fin de
hacer eso, debo asegurarme que tus guardaespaldas también sean felices
—bromeó.
—Lo sé, pero has hecho mucho para alguien que ni siquiera va a ir.
—¿Quién dijo que no voy a ir?
Lo miré, aturdida.
—Pero pensé…
Me silenció poniendo su mano sobre mi boca, su sonrisa todavía
caprichosa, aunque ahora con un toque de malicia añadido.
—Quizás no vaya como tu cita, pero aún voy a ir, Grace, aunque
sea sólo para asegurarme que el Chico Salsa mantenga sus manos para sí
mismo.
Empujé lejos la mano de Robert para protestar.
—Shawn no se atrevería…
Robert se rió entre dientes y remplazó su mano por sus labios,
acabando efectivamente cualquier queja que pudiera tener.
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22 El Error
Traducido por Simoriah
Corregido por Curitiba
race, Grace levántate.
Faltaban tres días para la graduación.
Bueno, dos días y media noche, pero el tiempo no
importaba. Era el urgente sacudón, las luces que
perforaban mis ojos cuando la oscuridad debería, sería, mucho más
amable, lo que importaba.
—Mmm. ¿Qué sucede? —Miré los ojos grises y pestañeé para
ajustar la visión. Estaban mal.
—No hay nada malo con mis ojos… es sólo tu vista que necesita
ajustarse. Por Dios, ustedes los mortales y sus defectos.
Me enderecé en la cama, mi cuerpo saltando mientras observaba
ese rostro que tanto había extrañado.
—¡Lark! —Mis brazos se lanzaron alrededor de ella y la atraje en un
patético abrazo; patético porque, muy simplemente, es bastante imposible
atraer a un ángel a algún lado.
—¿Esperabas a alguien más? —gruñó, volviendo las cosas hacia mí
y atrayéndome hacia ella, abrazándome en la forma en que yo debería
haber sido capaz de abrazarla. Si no lo hubiera sabido, diría que era un
acto que estaba lleno de una sensación de desesperación.
—Bueno, sí. Has estado lejos... sólo hemos estado Robert y yo en
esta casa. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cuándo volviste? ¿Robert sabe que
—G
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estás aquí? ¿Qué hay de Graham? ¿Lo viste? ¿Por qué no me contaste que
lo convertiste?
—Caray… cálmate. Soy un ángel pero no puedo responder todas
esas preguntas a la vez. —Se puso de pie y caminó hacia la cómoda,
volviendo con una camisa y un par de jeans que había sacado de mis
bolsos, la acción tan rápida, que ni siquiera la había visto—. Ponte esto y
te explicaré mientras lo haces.
Tomé la ropa de sus manos e hice lo que se me pedía, esperando
sólo hasta que comenzó a hablar.
—Estoy aquí para llevarte a casa, Grace. Y sí, Robert sabe que
estoy aquí. Casi me arrancó la cabeza cuando aparecí… está al borde
ahora. —Me miró, viendo que había hecho una pausa, una pierna dentro
de mis jeans, la otra fuera—. No te detengas, sigue vistiéndote o de otro
modo te vestiré yo. En lo que respecta a Graham, él es en parte la razón
por la que estoy aquí.
Me puse la camiseta y até mi cabello en una cola, mi atención toda
suya ahora.
—¿Qué sucede? ¿Qué sucede con Graham?
—Ha habido un accidente, Grace.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué sucedió? ¿Qué le sucedió? —Sentí el
pánico comenzar a inundar mi pecho mientras corría hacia el dormitorio
de Lark, abriéndolo de repente para encontrar a Robert de pie allí, su
oscuro cabello parado, sus ojos medio locos.
—¿Qué sucede? —Mi respiración estaba agitada y sentí la sangre
en mis manos volverse hielo cuando vi sus ojos enfriarse de la misma
forma.
—Alguien murió en tu casa esta noche, Grace.
¿Sabes cómo en las películas, cuando al personaje femenino se le
dice algo sorprendente, su mano vuela a su boca para cubrir un grito, un
jadeo, lo que sea? Eso no sucede en la vida real. No. En su lugar, tus
manos van a la parte de ti que comienza a doler primero. Las mías volaron
a mi estómago y a mi corazón, cada uno convulsionando simultáneamente
de dolor.
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00
—¿Quién?
Robert miró a Lark, y mi mirada siguió la suya, justo a tiempo para
ver un destello en sus ojos que dijo mucho en comunicación silenciosa.
Dejé salir un suspiro de alivio y en esa fracción de segundo de diálogo
silencioso supe que no era Papá o Matthew. Pero Graham…
—Vamos —ordenó Lark, sus manos extendiéndose hacia mí.
Me alejé y volví mi mirada a Robert, la confusión apoderándose de
mí cuando él se alejó, su rostro contrayéndose de dolor y una casi infinita
tristeza que no pude definir.
—¿Qué sucede?
—Te lo explicaré en el camino. Vamos, basta de demorar. —Lark
tomó mi brazo y me llevó hacia la ventana, sus movimientos sin esfuerzo
aunque peleé contra ella, rogándole a Robert que me dijera qué estaba
sucediendo aun cuando él se quedó allí, inmóvil.
Y entonces estábamos fuera, Lark sosteniéndome como si fuera su
hija, acunándome en sus brazos mientras yo miraba hacia atrás, la casa
haciéndose más pequeña en la oscuridad del cielo de la medianoche.
—¿Por qué me estás llevando y no Robert? ¿Por qué no viene?
Lark no me respondió, y su silencio hizo maravillas para acrecentar
una ira marcada y casi peligrosa dentro de mí mientras pasábamos sobre
los techos, el vecindario haciéndose lentamente más familiar hasta que
supe exactamente sobre qué calle estábamos, y cuánto más faltaba para
que llegáramos a mi casa.
—Dijiste que me dirías qué estaba sucediendo. No se supone que
mientas, ¿recuerdas? Si no me lo dices en este momento, vas a lamentarlo
mucho…
—Se supone que te proteja, Grace. —Era una respuesta con
peligrosas esquinas.
—Sí, me lo imaginé cuando comencé a dormir en tu habitación.
Ella sacudió la cabeza y cerró los ojos con fuerza, su rostro
luciendo dolido.
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—Mí llamado… Dios, es como si las cosas tuvieran que ponerse
más difíciles, nunca nada puede quedarse en calma por un maldito
minuto. Mi llamado es protegerte, mantenerte con vida.
—¿Qué tiene eso que ver con que Robert no me lleve a casa?
—Grace, sé que te contó sobre su llamado, así que deberías ver
dónde está el conflicto aquí.
—No, no lo veo. Él no planea matarme, Lark. Yo… le dije que lo
hiciera… quiero que lo haga. Se ha negado, así que no sé por qué habría
un conflicto.
Mientras nos acercábamos a mi calle pude ver los destellos de
luces, rojas, azules, amarillas, la señal universal de que algo malo sucedía,
y una vez más el pánico comenzó a asentarse. Lo aplasté, sin querer que
nada me distrajera de lo que Lark me estaba contando.
—Dime qué está sucediendo, Lark. Necesito saber qué está
sucediendo aquí. No me dejes entrar a ciegas en esto…
Ella suspiró, nuestros cuerpos ya no navegando a través del cielo
sino bajando lentamente, aterrizando a pocos metros de mi casa en la
oscuridad del patio de luces apagado. Me miró, su expresión casi
lastimosa, pero la lástima no era para sí misma. No, era toda mía.
—Grace, el llamado de Robert como la Muerte incluye tomar tu vida
porque tu nombre está en el manifiesto final. Registra el nacimiento de
cada humano y cuándo se supone que mueran. Tu nombre está en esa
lista y no hay manera de borrarlo; él es una amenaza para ti, bien quiera
matarte o no. Va a continuar peleando contra el llamado hasta que se
vuelva completamente negro y enojado, comiéndose todo lo que él es hasta
que no quede nada que evite que él oiga otra cosa que enojo y odio. Si no
te mata, comenzará a lastimar a la gente, gente que no se supone que
lastime, y comenzará a enfurecerse. Sabes lo que eso significa.
—Se suicidará —exhalé, las palabras actuando como un cuchillo en
mi estómago, la idea de que Robert muriera me cortaba en dos.
—Él tiene la intención de destruir su alma para mantenerte segura,
pero cuando la furia finalmente lo golpee, lo que fuera que él quisiera,
cualquier razón que tuviera para rechazar su llamado será olvidada. Es tu
vida o la suya…
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Fue la forma en que su voz tembló, la forma en que sus ojos se
humedecieron antes de que la divinidad apartara rápidamente cualquier
cualidad semi-humana de sus lágrimas, lo que finalmente me dio una idea
de dónde yacía el conflicto.
No era entre Robert y Lark.
Era entre Lark y yo.
—No quieres protegerme.
Ella asintió, una furiosa risa saliendo de su boca mientras miraba
hacia la calle.
—Esto es todo una gran broma. Tiene que serlo, porque no es un
error… no puede ser. Me han enseñado eso desde el primer momento en
que oí la canción del llamado en mi cabeza. Se supone que debo
mantenerte segura, lo cual significa que tengo que ayudar a que mi
hermano muera. ¿Cómo demonios se supone que quiera protegerte
sabiendo eso?
—Entonces no lo hagas —dije simplemente.
—No, dice ella —se burló Lark—. ¿Y entonces qué? ¿Terminar en el
mismo bote que Robert? ¿No es suficiente que uno de nosotros vaya a
morir por ti… quieres que ambos muramos para que puedas vivir tu
mediocre vida mortal?
—¿Qué? ¡N-no! No quiero que nadie muera. Soy yo la que debería
morir. Soy yo la debería estar muerta ahora mismo y no…
Volví mi cabeza hacia la conmoción que tomaba la mayor parte de
la calle más adelante. Lo supe en ese momento.
—Katie —exhalé—. Estaba durmiendo en mi habitación. Oh, Dios.
Mis pies comenzaron a moverse por cuenta propia, cayendo uno
tras otro en una rápida sucesión mientras corría hacia la casa. La escena
que se desplegaba frente a mí era caótica: vecinos de pie por ahí en sus
pijamas, el cabello desordenado, algunos sin zapatos en el aire nocturno
de primavera… charlas sobre quién era, qué había sucedido se mezclaban
con el intermitente estruendo de la radio de la policía y un teléfono celular
que sonaba.
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Y el arrollador tema de conversación de todos era la otra muerte
que había tenido lugar en la familia Shelley.
Uno de los beneficios de ser socialmente invisible es que nadie
pareció notar mi llegada, y usé eso a mi favor mientras rodeaba el lado de
la casa, entrando en ella por la puerta de la cocina. Janice estaba sentada
en la pequeña mesa que estaba en el medio de la habitación, su espalda
hacia mí, sus hombros hundidos por el peso de la perdida tirando de ella
hacia adelante a la vez que la empujaba hacia abajo, haciéndola parecer
más pequeña, casi como una niña.
Papá estaba sentado junto a ella, su cabeza descansando en sus
manos. Un ajetreo de actividad continuaba más allá de ellos mientras
oficiales de policía y paramédicos discutían entre ellos qué era lo que
habían visto.
—¡Grace! ¿Cómo… cuándo… cómo llegaste aquí? Intenté llamar a la
casa de Stacy pero nadie contestaba y Graham dijo que tampoco podía
ponerse en contacto contigo.
La voz de papá se estaba rompiendo, la emoción ahogando cada
palabra mientras se ponía de pie, la silla cayendo con fuerza detrás de él.
—¿Importa cómo llegué aquí? ¿Qué sucedió?
Él no me respondió, simplemente me tomó y casi me sofocó en un
abrazo que hablaba de todos sus miedos y su arrollador alivio. Casi podía
olerlo tanto como podía sentirlo en cada sacudida de su cuerpo
tembloroso.
—Papá, dime qué sucedió —intenté una vez más. No estaba segura
de sí me había oído porque mi boca estaba perdida en los pliegues de su
espesa bata, y mis pensamientos estaban demasiado confusos por el
aroma que se mantenía en la felpa para volver a decirlo.
—Matthew estaba llorando. Fui a verlo y vi que no estaba en su
cuna, así que me imaginé que estaba con Katie —dijo Janice detrás de
mí—. Fui a tu habitación; no encendí la luz porque no quería asustar a
Matthew. Lo vi acostado junto a Katie en la cama, así que lo levanté…
Su voz perdió fuerza antes de que un sollozo saliera como
arrancado de su cuerpo. Papá me permitió que me apartara, aunque sólo
para terminar donde Janice había dejado la historia, aunque no era más
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fácil para él hacerlo a juzgar por la forma en que su voz temblaba con cada
sílaba.
—Janice quería agradecer a Katie… ha sido tan buena
despertándose con Matthew a cambiarlo y traérnoslo para que lo
alimentáramos; así que se inclinó para besar su mejilla. Estaba fría, fría
como el hielo. Janice me llamó y vine a ver qué sucedía. No pensé, sólo
encendí las luces… —Tampoco él pudo terminar.
Pero no necesitaba hacerlo. Podía ver la imagen en mi mente, ver el
cuerpo retorcido y el rostro ennegrecido. Sabía que lo que sucedía no era
causado por algo natural. Más importante aún, sabía que Katie había sido
torturada y asesinada porque había estado en mi cama en mi lugar.
—Lo lamento tanto, Janice. —Mi escasa oferta se las arregló para
salir antes de oír los sonidos de fuertes pasos resonando en las escaleras,
un golpe repetitivo acompañándolos mientras se hacían más cercanos y
más fuertes.
Un hombre vestido con un mono azul emergió de la escalera, su
cuerpo mirando en la dirección opuesta mientras sus manos, detrás de él,
sostenían una camilla. Una bolsa negra de vinilo yacía en ella, pesada con
su contenido. Katie.
Janice comenzó a llorar cuando se dio cuenta de lo que estaba
sucediendo y se adelantó con sorprendente velocidad, sus manos
aferrándose a los bordes de la camilla. Papá la detuvo, sosteniéndola con
un fuerte brazo, acariciando su cabello mientras ella aullaba de dolor.
—¿Dónde está Matthew? —Miré alrededor de la cocina buscando
una señal de que él estaba allí pero no vi nada que indicara tal cosa—.
¿Dónde está el bebé?
El dedo de papá señaló hacia arriba, y me apresuré a rodearlo, a
rodear al paramédico que traía la parte trasera de la camilla, un oficial de
policía intentó detenerme de subir las escaleras, y me lancé hacia la
habitación de Matthew. El olor que me golpeó cuando llegué al descanso
de la escalera fue una combinación de putrefacción y destino. Me sacudió
de una forma que no parecía afectar a nadie más que estuviera cerca de la
puerta, espectadores de una horrorosa escena.
En silencio me dirigí por el corredor hacia la última habitación de
allí. La puerta estaba cerrada y la abrí cuidadosamente, insegura de quién
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o qué encontraría, pero sabiendo que el sonido del silencio significaba que
Mathew estaba dormido.
Graham estaba de pie en el medio de la habitación, el bebé
descansando cómodamente contra su hombro. Estaba siendo acunado con
mucha gentileza a la vez que Graham repetía una rima de cuna algo
extraña.
—… Y cuando todo sale bien, cuando has hecho todo justo como
habías practicado, terminas con posiblemente el mejor equipo de aderezos
para hamburguesas que has visto jamás.
—¿Graham?
Él se volvió lentamente y el instante en que vi la expresión ajena en
su rostro sentí mi corazón sacudirse en mi pecho. Lucía mayor, cansado.
Más que eso, sin embargo, lucía cambiado. El mundo como él lo conocía
ya no era suyo, había cambiado; ahora debería ser testigo de cómo
aquellos que conocía, aquellos que le importaban morían. Había
descubierto el lado oscuro de la inmortalidad.
—Nadie más parecía estar preocupado por él… pensé que si tú
estuvieras aquí, querrías que él estuviera con alguien —dijo, su voz llena
con los peñascos donde la desilusión lo había desgastado.
—Gracias, Graham. Eso significa… esto significa tanto para mí —
dije en tono alentador, queriendo que el ánimo en mis palabras llegara a
él—. Eres su héroe, mi héroe.
—Tu padre dijo que estaba con ella, que ella estaba muerta cuando
Janice entró a buscarlo. Quién sabe cuánto estuvo aquí, sostenido por un
cadáver. ¿Qué crees que eso le hace a una persona, a un bebé?
—Graham, sólo tiene un mes. No creo que vaya a estar molesto por
esto tanto como crees…
Moví mis brazos para tomar el bebé, queriendo que estuviera a
salvo en su cuna. Graham suspiró y se rindió, permitiéndome que
levantara suavemente al bebé de su pecho y lo acostara en su cuna,
haciendo una pausa cuando él se agitó.
Cuando estuve segura de que Matthew había vuelto a un sueño
profundo, remplacé el tibio vacío en los brazos de Graham conmigo misma,
sosteniéndolo, reconfortándolo.
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El sonido de un arañazo vino de la ventana a la vez que se abría.
Una esbelta tira de humo entró silenciosamente con el primer empujón de
aire que fluyó hacia adentro. Se retorció alrededor de la cuna,
manteniéndose por un rato sobre el cuerpo durmiente de Matthew antes
de volverse hacia Graham, espesándose, volutas de niebla formando
miembros y cabello, ropa y ojos que eran tan oscuros como ceniza mojada.
—¡Lark! —exclamé.
Ella se volvió para mirar a Graham, su expresión desafiante y aun
así, entristecida al mismo tiempo. Escuché mi inhalación cuando Graham
comenzó a cambiar, su rostro haciéndose más delgado, luciendo casi
demacrado, su cabello oscureciéndose y alargándose en un rápido
movimiento. Su altura disminuyó y su cuerpo se hizo más pequeño,
femenino, sus anchos hombros remplazados por huesos delicados, su
ancho pecho ahora angosto con un par de pechos que presionaban a
través de un vestido plateado oscuro que ahora cubría su cuerpo.
No. No su cuerpo.
—¿Ameila? ¿Qué está sucediendo aquí… por qué pretendes ser
Graham? ¿Dónde está?
—Lo lamento, Grace, pero no tuvimos elección.
—¿No tuvieron elección? ¿De qué están hablando?
Ameila estaba rígida en su forma usual, la informal soltura que era
Graham ahora se había ido.
—Cosas están sucediendo ahora que podrían destruir el tenue
balance que hemos logrado mantener aquí. Debido a lo que sucedió entre
tú y Sam, y ahora con Lark y Robert obligados a llevar a cabo una guerra
interna contra su propia carne y sangre por ti, una grieta se ha formado
entre los de mi raza; algo que no ha sucedido desde…
—Desde los Nephilim —terminé por ella.
Miré a las dos, madre e hija luciendo tan similares que hubiera sido
difícil para la mayoría de la gente diferenciarlas. Pero yo podía.
Podía ver la ira en los ojos de Lark, tan ciegos como pudieran ser.
Brillaban con el mismo desagrado que tenían la primera vez que los había
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visto, y contrastaban tanto con la profunda compasión y tristeza que se
mantenía en los ojos más oscuros de Ameila.
—¿Y así, por esto una vez más somos enemigas, Lark? —pregunté
suavemente, sin saber qué más decir.
Su voz estaba en mi cabeza, helada y apuñalando mis
pensamientos como un millón de agujas, cada una buscando un punto
específico como blanco… y encontrándolo.
Mi llamado me dice que tengo que mantenerte segura, sabiendo que
hacerlo significará que Robert muera. Si voy en contra de eso, significa que
yo moriré. Pero debido a lo que sucedió aquí esta noche, Sam se ha llevado
a Graham. Si no voy contra mi llamado y te llevo con él, Sam lo matará. Me
queda elegir entre mi llamado y mi corazón.
La sensación que se había apoderado de mí la primera vez que
había visto el rostro de Graham, en realidad, el de Ameila, volvió con
fuerza, sólo que esta vez traía a sus amigos: desesperación y un gran
miedo que rugió profundamente dentro de mí.
—Tenemos que salvarlo —le dije, frenética, en pánico—. Tenemos
que conseguir a Robert y hacer que ayude a recuperar a Graham. Él sabrá
cómo, lo arreglará.
Sonaba desesperada, mi fe tanto como la de una niña que creía que
su papá podía hacer cualquier cosa, y no me importaba. Ignoré la forma en
que los ojos de Lark se movieron con movimientos rápidos, viendo mi
expresión a través de la visión de su madre, sabiendo que podía oír mis
pensamientos.
—Grace, no hay nada que Robert pueda hacer para detener esto —
me dijo Ameila con falsa calma.
—¿Qué quieres decir con que no hay nada que Robert pueda
hacer? Es la Muerte. Si no puede evitar que alguien muera, ¿quién puede?
—Sam todavía es un arcángel de la muerte. A pesar de este…
error…
—¿Un error? —expulsé—. ¿Un error? ¿Llamas asesinar a Katie
frente a mi hermanito un error?
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Mi estallido asustó a Matthew, quien abrió la boca para dejar salir
un aullido penoso… hasta que Ameila suavemente canturreó, y su boca se
cerró, su cuerpo relajándose casi instantáneamente a la vez que caía en un
sueño innatural.
Ella volvió ojos desilusionados hacia mí y suspiró.
—Debes entender, a pesar de lo que has visto, lo que has
experimentado, no podemos decir que Sam no hiciera nada sin intención.
Él tenía la intención de matarte esta noche y en su lugar te confundió con
tu tía. Fue un error.
Le devolví la mirada decepcionada con una enojada mientras me
burlaba de su expresión.
—Él no mató a Katie. La asesinó porque no era yo. Esto no fue un
error y lo sabes. Los ángeles no cometen errores, Ameila.
—Entiendo tu frustración, Grace, pero si no escuchas…
—No. No, he terminado de oír esto. —Me volví y busqué a Lark,
concentrándome en mantener mis pensamientos tan simples y claros como
pudiera. No necesitaba oír otra explicación o peleas. No necesitaba más
persuasiones porque sabía lo que era necesario.
Amo a Graham tanto como tú, si no más. Es mi mejor amigo; lo he
conocido por más tiempo que tú. Pero también sé que no se supone que lo
conozca por el resto de su vida, sólo por el resto de la mía. Tu llamado dice
que tienes que mantenerme viva pero sólo hasta que muera.
Y voy a morir. Sam no va a dejar de intentar matarme… está aún
más decidido que antes. No valgo una vida, mucho menos dos, Lark; me
entregaré a Sam.
Aunque ella había desplegado vehemencia y completo desagrado
por mí momentos antes, el rostro que vi en ese momento hablaba de algo
completamente diferente; era uno de desesperanza y arrepentimiento.
—Grace, no quise decir… no tienes que…
Sacudí la cabeza mientras las palabras de Lark venían a mí
suavemente, su voz abrazando mi mente de forma tanto gentil como feroz,
casi dolorosamente, en la forma que siempre lo hacía.
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—Tengo que hacerlo. No puedo permitir que la gente que amo
muera porque Sam se equivocó y me dejó viva. Si no es Graham o Robert
será alguien más… mi papá, o Matthew… incluso Janice. No puedo vivir
con eso.
Caminé hacia la cuna y ubiqué la mano en la cabeza de Matthew, el
suave cabello cosquilleó mi palma, y sentí la caliente ira mezclándose con
una tristeza aún más ardiente, convirtiéndolas en emoción líquida que caía
por mis mejillas y aterrizaban junto a él.
—Lamentaré no estar aquí para verte crecer, niño. Desearía que
hubieras nacido con una hermana mayor normal, pero me tienes a mí en
su lugar. Sólo espero que cuando sí crezcas, te des cuenta de que a veces,
ser normal simplemente significa no ser interesante. No habrá muchos
chicos allí afuera en el parque de juegos con genuinos ángeles guardianes
que los cuiden… vas a estar bien, Matthew. Lo prometo.
Me incliné y presioné un suave beso en su tibia mejilla, y luego me
volví rápidamente, sin querer que se agitara de nuevo.
—Tengo que hablar con mi papá.
Con expresiones serias en sus rostros, Ameila y Lark asintieron
silenciosamente mientras me dirigía hacia la puerta y el corredor. El grupo
de gente que estaba fuera de mi habitación se había reducido un poco,
aunque todavía había una cantidad significativa de actividad afuera. Me
arrastré por las escaleras y me dirigí de vuelta hacia la cocina donde
estaba Janice con el rostro manchado y los ojos rojos de pie frente al
fregadero de la cocina, una taza de café rota en la mano, un charco de
líquido marrón a sus pies, papá de pie detrás de ella con sus manos en los
hombros.
—¿Papá?
—¿Sí, Grace? ¿Cómo está tu hermano? ¿Cómo está Graham?
Mi boca dejó de trabajar por un momento; no lo suficiente para que
él se diera cuenta de que algo malo sucedía, por supuesto, pero lo
suficiente para armar una respuesta razonable.
—Matthew está dormido y Graham está… bastante cambiado…
realmente se ha encariñado con Matthew.
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—Bueno, eso está bien. Escucha cariño, creo que sería mucho
mejor si vuelves con Stacy, o quizás incluso ir con Robert. Las cosas aquí
van a estar locas por un rato y Janice y yo todavía tenemos que ir a la
estación de policía y responder algunas preguntas. Con los finales y la
graduación aproximándose, lo último que necesitas es pensar en dormir en
una escena del crimen.
—¿Qué hay de Matthew?
—Janice lo necesita ahora, cariño. Y yo… yo también lo necesito.
Me molestaba infinitamente que esto fuera a ser mucho más fácil
de lo que había pensado, que él estaba haciendo muy fácil que me fuera.
Quería que me pidiera que me quedara, que me quedara porque también
me necesitaba. Quería decirle que me iba a quedar con él para siempre,
que no iba a abandonarlo, o a Janice o a Matthew, pero esa mentira sería
mucho más difícil para decir que cualquier otra mentira que hubiera dicho
en los últimos meses.
En su lugar, fui hacia él y lo abracé. Lo abracé como una niñita
temerosa de los monstruos debajo de su cama. Lo abracé como la joven
mujer que lo había visto explicar con vergüenza el funcionamiento interno
del cuerpo femenino para que no estuviera asustada cuando la pubertad
llegara. Lo abracé como la adolescente a la que su mejor amigo le había
roto el corazón. Y lo abracé como la mujer que nunca sería, la mujer que él
nunca conocería porque sabía que probablemente nunca lo volvería a ver.
—Te amo, papá —susurré contra su oído, y cerré los ojos con
fuerza cuando sentí sus brazos apretarse más y más, su asidero
haciéndose más y más fuerte alrededor de mí, y no me importó porque
necesitaba cada gramo de eso para darme la fuerza que necesitaba para
finalmente dejarlo ir.
Justo antes de que nuestro abrazo se debilitara, justo antes de que
la supervivencia se apoderara de mí y borrara los planes que había hecho,
papá apartó su cabeza para mirarme y susurró:
—Te amo, cariño. —Y luego vi sus ojos centellear con una
insoportable tristeza que sabía se originaba de la muerte de Katie, pero
que no podía evitar sentir que estaba destinada a mí. No podía quedarme
más tiempo allí. Me alejé de él y me volví, con sólo una persona de la que
despedirme.
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Le di una palmadita a Janice en el brazo, una silenciosa despedida
porque no había palabras que pudiera decirle para disminuir su dolor… o
prepararla para la tristeza que todavía estaba por venir. Ella levantó la
cabeza para mirarme, los ojos rojos y torturados por la pérdida. Su mano
se cerró alrededor de mis dedos y ella los palmeó, una débil sonrisa apenas
formándose en sus labios… le tomó todo lo que tenía darme ese pequeño
regalo, y lo sostuve cerca de mí a medida que me alejaba.
Y luego me fui por la puerta trasera a la calle una vez más, lejos de
los luces centelleantes y los vecinos curiosos, lejos de mi familia, antes de
que Lark descendiera y me llevara en brazos hacia el cielo de la ahora
temprana mañana, el sol comenzando a elevarse, la señal del amanecer
asustando la oscuridad que había envuelto a Heath, tan sólo
temporalmente.
—¿A dónde vamos? —pregunté cuando las calles ya no fueron
conocidas para mí y el silencio era demasiado para soportarlo más.
—Te estoy llevando de vuelta a mi casa. Si vas a hacer esto, si vas a
entregar tu vida a Sam para jugar a la maldita heroína entonces vas a
tener que ser la que se lo cuente a Robert.
—Pero va a intentar detenerme —protesté—. ¡No me va a permitir
acercarme a Sam, y definitivamente no va a permitirme sacrificarme para
proteger a Graham!
—Gracias por la lección en lo obvio, Grace, estaba un poco
atrasada en eso —dijo sarcásticamente—. No, vas a decírselo porque no lo
aceptará viniendo de nadie más excepto tú. Va a necesitar ver que estás
haciendo esto porque tú quieres hacerlo, que has llegado a esta
conclusión, a esta decisión sola. Necesita estar convencido de que no fuiste
obligada.
—¿Y qué hay si no le interesa? ¿Qué pasa si intenta detenerme de
todos modos?
El rostro de Lark se hizo más sombrío y afligido de lo que creía
posible, aun para un ángel mientras decía las palabras que ninguna de
nosotras quería oír.
—Entonces lo detendré.
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23 Naturaleza Humana
Traducido por Lizzie
Corregido por Samylinda
uanto más nos acercábamos a esa casa blanca rodeada
por el muro blanco y sus estatuas de ángel de la guarda,
más nerviosa me ponía. Podía sentir los latidos
irregulares de mi corazón, casi escuchar el disparo de la sangre por mis
venas con cada golpe salvaje. ¿Cómo iba a explicar esto a Robert? ¿Cómo
iba a ser capaz de hacerlo entrar en razón cuando me di cuenta que la
oscuridad que ya había empezado a hacerse cargo de él lo bloquearía de
cualquier cosa salvo el hecho de que yo estaba haciendo su sacrificio
inútil?
Al pasar por encima del muro y los arbustos, el jardín y la casa
quedaron a la vista. Lark ralentizó su vuelo y llegamos a un suave
aterrizaje justo delante de la puerta trasera, la puerta más cercana a la
habitación de Robert.
—Te voy a dejar aquí, Grace. Tienes que hacer esto por tu cuenta.
Quería preguntarle a dónde iba, así como miles de otras preguntas
que necesitaban ser contestadas, pero ella se había ido, su marcha
demasiado rápida y en silencio para que yo hiciera otra cosa que gemir en
señal de desaprobación por su rapidez.
Me quedé mirando el vacío que dejó atrás, y en furioso silencio
mientras respiraba las palabras que hace unos meses no me habrían
permitido salir cuando papá me había oído decirlas. Se suponía que Lark
me protegería, y sin embargo a la primera señal de problemas ella se había
ido. Pero... así es como se supone que debe ser. Éste era mi inevitable
C
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camino. Lo había sido durante los últimos once años y había engañado a
la muerte el tiempo suficiente.
No importaba más qué pensaban los ángeles. Mi decisión de dar a
Sam lo que él quería, a cambio de la vida de Graham, y proteger a Robert y
Lark de las crueles ironías de sus llamados negadas por lo que fuera que
pudieran decir de mí, porque yo no existiría más.
Aceptando esto, me di la vuelta para hacer frente a la casa.
Con gran renuencia, abrí la puerta de atrás y me dejé entrar,
caminando por el pasillo oscuro que conducía a la cocina y la sala de
Robert. Traté de mantener mi mente clara, y contener a mi corazón de
saltar de mi pecho con nerviosismo por qué él no llegaría a la conclusión
de que algo andaba mal. Pero también sabía que se trataba de Robert, él
no iba a creer que simplemente porque yo no estaba nerviosa de alguna
manera, estaba bien. Si mis pensamientos no lo revelaban, la forma en que
mis manos temblaban, o la forma en que mi piel de repente se volvió fría y
húmeda lo haría.
Me detuve frente a su puerta, apenas capaz de controlar el temblor
que había empezado a extenderse hasta los brazos. Sabía que detrás del
panel de madera estaba la única persona cuya vida valoro por encima de
todos los demás, tan egoísta como suena, y valoraba tanto la mía que
estaba arriesgando no sólo su vida sino también su alma para
mantenerme con vida, me sentía indigna de una manera abrumadora de
tal sacrificio. No se podía estar negando ahora, no importa cómo yo podría
haber dudado antes. Robert me amaba. Ese conocimiento, la aceptación de
eso era suficiente para superar cualquier cosa.
Pero ahora tenía la hercúlea tarea de tratar de alguna manera de
convencerlo que no había sentido en posponer más lo inevitable. Él no iba
a dejarme ir tan fácilmente, no más de lo que yo estaba dispuesta a
dejarlo. Sin embargo, cuando el costo de la vida de cualquiera de nosotros
era la muerte del otro, no había duda de que entre nosotros dos, el mundo
no se acabaría si yo fuera a morir. No era más que uno de los miles de
millones, un bache insignificante. Pero el mundo no podía perderlo, su
contribución, su vocación era demasiado grande. Era lo que le daba
sentido a la vida, que él continué viviendo daría sentido a mi muerte.
Y tan comprometida como estaba con esto, no podía negar la parte
de mí que gritaba insoportable. Que estaba siendo estafada con la vida que
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siempre había querido. Yo tenía una familia, un padre que se sentía
completo de nuevo después de perder a mi madre, un hermano pequeño
que necesita a alguien para protegerlo de los matones que se burlen de él
por su relación conmigo. Tenía una madrastra que trataba de ser lo que yo
necesitaba, en lugar de lo que ella pensaba que yo quería. Mi mejor amigo
y yo estábamos más cerca que nunca, y tenía nuevos amigos que al igual
eran una gran parte de mi familia, como ellos podrían ser.
Y, más importante aún, tenía a alguien que quería estar conmigo
para siempre. Se sentía totalmente injusto y no podía apreciar lo que el
entendimiento de ésta lección me enseñaba, porque todo lo que sentía era
la desesperación total y absoluta.
Y entonces me paré frente a la habitación de Robert con ésta carga
que pesaba sobre mí como el mundo mismo, tratando de ocultarlo con una
determinación que fue disminuyendo con cada momento que pasaba. Mis
ojos cansados miraron a su puerta, estaba cerrada, no había luz
asomando por abajo, era como un recordatorio de que no había esperanza
para mí ahora.
Me armé de valor, en silencio prometiendo no dejar que mis
emociones se apoderaran de mí, para permitir que el sentido común y la
lógica ganaran a cualquier argumento que fuera a arrojarme porque sabía,
hasta mis huesos, que no tardaría mucho para que él me convenciera de
que me quedara con él para siempre…
Tomé una respiración profunda, llenando mis pulmones a su
máxima capacidad para evitar que las expresiones emocionadas escaparan
de mis labios, y levanté la mano para llamar a la superficie sólida, de
madera... sólo para descubrir que la puerta se había abierto, el pecho de
Robert ahora presionando en contra de mi puño.
Lo miré, las palabras, el argumento que había puesto rápidamente
en mi cabeza desapareciendo en el instante en que tomé la expresión
demacrada y triste que empañaba la belleza de su rostro. Las líneas que se
formaban en el fruncimiento entre las cejas y el giro debajo de su boca
eran más que meros atisbos de la confusión que se agitaba en su interior.
Agarró mi muñeca en su firme mano y tiró de mí dentro, el portazo detrás
de mí con una finalidad casi sobrenatural.
—No hagas esto —me susurró, su voz ronca.
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—No queda nada por hacer, Robert —le contesté con falsa
terquedad, mordiéndome los labios para evitar que temblaran.
—Queda todo por hacer, puedo conseguir que Graham vuelva.
Puedo proteger a tu familia.
—¿Cómo? —le pregunté desesperada—. Incluso si todo eso fuera
posible, finalmente, las consecuencias de no responder a tu llamado, las
cosas serían tan peligrosas para nosotros que Lark tendría que separarnos
y nunca podría volver a verte. Eso es peor que cualquiera de nosotros
muera, porque los dos sabremos que el otro está vivo, y que no podemos
estar el uno con el otro, no puedo vivir con eso. Al menos de ésta manera,
voy a saber que la gente que quiero está segura, voy a saber que todavía
estarás vivo, y sabrás que nada puede hacerme daño.
Él negó con la cabeza al oír mis palabras, arrojándolas de su
memoria, como la dispersión de rocío de una hoja agitándose.
—Estar vivo sin ti no sería vida en absoluto. Existir meramente por
existir fue lo que me pasé haciendo los últimos mil quinientos años, ahora
que sé lo que es vivir, lo que es amarte, quince segundos sin ti serían
insoportable.
—No hay otra manera —le dije sin remedio, todo mi cuerpo
empezando a temblar por el enorme impacto de sentir el tiempo que me
quedaba con él cada vez más y más corto con cada segundo marcado—. No
puedo permitir que tú y Lark comiencen a odiarse el uno al otro por mi
culpa. No puedo permitir que mi familia termine siendo eliminada uno por
uno para que yo pueda seguir contando los días hasta que te hayas ido,
también. No puedo vivir con eso, Robert.
Robert me tomó en sus brazos y me presionó contra él, mi
estómago retorciéndose y girando como una alteración del litoral, cuyas
olas se estrellaban en la orilla mientras inhalaba su esencia de cuero y
dulzura, no queriendo salir del enclave que me mantenía a salvo de todo
excepto de mí misma. Él empezó a frotar mi espalda con movimientos
lentos y lánguidos, y la agitación se volvió en temblores cuando su aliento
me hizo cosquillas en la oreja mientras inclinaba la cabeza hacia abajo
para susurrar palabras dulces de amor y remordimiento, angustia y
sueños no cumplidos.
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Sentí mis ojos llenarse con las lágrimas que me había prometido en
silencio no permitir aportar. Había tanto por hacer, mucho por ver y decir
y el hecho de que simplemente no había suficiente tiempo en el mundo
para nada, eso sólo empeoró las cosas.
—Hay tiempo —insistió, al oír mis miedos como si yo hubiera
gritado en voz alta—. Hay tiempo para todo.
—¿Tiempo para qué? No sé cuándo va a volver Lark, pero lo hará
y... me temo que cuando lo haga, yo no querré dejarte.
Era tan honesto como todo lo que le he dicho. Él lo sabía y eso nos
rompió sabiendo que la próxima vez que nos separáramos, sería para
siempre.
—No puedo dejarte hacer esto —dijo con firmeza, con los brazos
apretándose a mí alrededor, mi corazón palpitaba en mi pecho con tanta
fuerza, que se sentía como un animal desesperado tratando de rasgar a
través de su propio silencio. Sonreí con tristeza al pensar en la letra de la
canción que asociaba con él, con lo que sentía por él. Cuán cierto era que
mi corazón latía sólo por él.
—Grace, no lo hagas. Quédate conmigo… permanece conmigo.
Levanté la cabeza, el repentino silencio en mi respiración quitando
todas las palabras que podría haber sido de otra manera capaz de decir en
respuesta.
—Quédate conmigo Grace. Al diablo con las consecuencias,
malditos sean los Serafines, las reglas, todo lo que importa. Puede que no
hayamos sido destinados a estar juntos, pero estamos aquí juntos ahora.
Ya hemos perdido demasiado tiempo… ya he perdido demasiado tiempo.
Él se apartó de mí lo suficiente como para eliminar con rapidez la
camisa gris claro, los botones estallando y dispersándose en torno a
nuestros pies mientras lo hacía.
—Nos he negado esto a los dos porque no quería hacer nada que
pudiera hacerte daño. No quería darle a nadie ninguna razón más para
hacerte daño, pero no hay ningún propósito, ninguna razón para
abstenernos por más tiempo si ni siquiera vamos a luchar por vivir. Quiero
estar contigo, Grace. Quiero abrazarte y amarte… por favor.
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La sangre en mi cuerpo gritó ante la vista de él, con las manos
extendidas sobre su pecho desnudo, con suavidad descansando allí
mientras él me tiraba de nuevo contra él. Su piel era tan perfecta, sólo más
suave y tersa de como sabía que iba a ser, cálido y firme bajo mis
hormigueantes dedos. Nunca me había tomado el tiempo para apreciar
cómo lucía cuando me había dado su camiseta en el hospital, y ahora
sabía que si lo tenía, podría nunca irme.
—¿Debería sentirme amenazado por eso? —Se rió en voz baja
mientras cubría mis manos con las suyas. Su sonrisa se desvaneció
cuando se dio cuenta de que una mano estaba sostenida directamente
sobre su corazón, la carne inmóvil debajo de mi palma de la mano en un
contraste bastante agudo con el suave pulso que se hacía eco debajo a la
suya—. ¿Te molesta?
Negué con la cabeza y se inclinó hacia mi rostro más cerca,
presionando un cálido beso al lugar que contenía la cosa más preciosa que
ésta tierra tenía para mí.
—Ojalá el mío pudiera latir por ti para siempre.
Levanté la cabeza de repente y lo miré con una determinación de
acero. Había algo que quería, algo que sabía que tenía que hacer para
asegurarme de que mis planes no fueran en vano.
—Quiero convertirme. Quiero hacerlo ahora. Si no para otra cosa,
para que sepas que quería estar siempre contigo.
Sus manos dejaron las mías con una velocidad sorprendente,
pasando a abrazar mi rostro con tanto amor, tan suavemente que casi me
rompió el corazón. Él entretejió sus dedos en mi cabello mientras atraía mi
frente a la suya, nuestra respiración se aceleró ya que nuestros
pensamientos se mezclaban.
He esperado toda una vida para escuchar esas palabras.
He esperado toda una vida para decirlas.
Él me sonrió, una lenta, perezosa sonrisa, satisfecho que hizo cosas
en mi interior, y luché muy duro para evitar cambiar de opinión y decirle
que podíamos esperar a eso, también. Se rió de mis pensamientos fugitivos
y sin decir una palabra, me tomó entre sus brazos y levantó mis pies del
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suelo, balanceando mis piernas en la parte interior de un fuerte brazo,
mientras mi espalda la apoyaba contra el otro.
Enganché mis propios brazos alrededor de su cuello, asegurándolos
con un nudo de mis dedos, y le observé con el mismo asombro inflexible
que siempre sentía. Las plumas negras tragando todos los colores
alrededor de nosotros, volviendo a todo lo que tenía el privilegio en un
oscuro y brillante arco iris, mientras se desplegaban desde su espalda
desnuda, los músculos se tensaron y apretaron mientras los dos miembros
masivos de plumas se alejaban de su carne, estirándose y llenando la
habitación. Pronto bloquearon cualquier luz que se filtrara a través del
muro de ventanas que se encontraba justo detrás de nosotros.
—¿A dónde vamos? —le pregunté mientras se movía hacia uno de
los grandes ventanales y lo abría de una patada.
—Al único lugar donde no te verás afectada —respondió antes de
que la casa, el suelo, y mi vida como yo la conocía quedaran detrás de
nosotros.
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24 En un Bosque Lleno
de Ojos Traducido por Xhessii
Corregido por Samylinda
o había pensado en éste lugar desde que descubrí la
verdad sobre la muerte de mi madre. El área boscosa
que rodeaba la mayoría del terreno de la familia de
Robert me traía recuerdos oscuros. Incluso con la luz de media mañana,
no podía quitarme los sentimientos miserables que me embargaban al
estar en el bosque, anhelando tener una semilla más de duda plantada en
mi mente.
Robert no dejó que mis pies tocaran el suelo mientras él caminaba
rápidamente por la tranquila oscuridad, que ofrecía luz de una pequeña
manera, a excepción del rastro de luz solar que salía de una que otra
docena de árboles o algo así. Instantáneamente reconocí el punto donde
Lark recibió sus alas, la alegría de ese evento trascendental fue eclipsada
por el hecho de que yo era la que le trajo sus alas, y no Graham o Stacy.
Éste era también el lugar donde aprendí sobre la muerte de mi
madre; donde aprendí que no se suponía que sobreviviera al accidente.
Pronto, detrás de nosotros, los árboles y los arbustos se volvieron más
densos, el suelo era más suave mientras nos movíamos más adentro en la
oscuridad.
N
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—Bala —dijo Robert cuando dejamos de movernos y me bajó
cuidadosamente al suelo. Temblé mientras el nombre me traía recuerdos
vívidos de las imágenes aterrorizantes de la planta verde con forma de
mujer con ojos negros y el cabello de musgo—. Bala, sé que estás aquí.
Un ruidito de risitas vino del lado del tronco que parecía de un viejo
sauce, sus ramas, pesadas con hojas, colgaron hacia nosotros como un
paraguas. La corteza en un tronco imposiblemente ancho, casi invisible
contra la manta de musgo que colgaba de él como una segunda piel. Los
helechos estaban girados y anudados en la base, mirándose como plumas
de un pollo desplumado, y los pequeños botones estaban regados por todo
el musgo, como pequeñas estrellas de pétalos.
Había varias áreas oscuras en el árbol, hoyos donde animales o
insectos entraban para escapar del diluvio de lluvia o nieve que
indudablemente cubriría ésta área con innecesaria humedad. Y fue
entonces cuando me di cuenta que nos habíamos aproximado a la orilla de
un lago pequeño. Las hojas que colgaban en la parte baja gentilmente
rozaban el agua quieta y temblé mientras miraba el líquido oscuro.
El ruido de risitas creció más y regresé mi atención al árbol, que
brilló varias veces antes de que pudiera concentrarme en los dos puntos
que estaban en el árbol, espaciados lo suficiente para que le dieran la
apariencia al árbol de que tenía ojos.
Y esos ojos parpadearon.
—¡Santa mierda! —grité, tirándome a los brazos de Robert.
—Está bien —dijo él, reconfortándome—. Bala no es peligrosa.
—Lo que te gusta pensar —dijo una voz rasposa casi sensual del
fondo del árbol.
El árbol empezó a vibrar, las hojas y las ramas sobre nuestras
cabezas empezaron a menearse gentilmente mientras los ojos que
parpadeaban se definían, la corteza que los rodeaba se hizo más suave,
más tensa. Una figura empezó a emerger, alejándose del tronco del árbol;
las ramas pequeñas y bajas empezaron a formar brazos largos y flexibles.
El musgo se alejó de la corteza para convertirse en cabello que
rápidamente se movió para cubrir el torso y la cintura de la mujer que
ahora se paraba enfrente de mí, las flores que todavía colgaban ahora se
abrían y cerraban con cada levantada y caída de su pecho.
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Ella se movió hacia mí mientras estaba flotando en las hojas, fluida
y agraciada a pensar del denso follaje que estaba debajo de ella.
—¿No estás feliz de verme, pequeña Grace? —me preguntó. La
manera en que dijo mi nombre hizo que escalofríos bajaran por mi brazo y
no puede hacer nada más que mirarla, demasiado temerosa para
responder.
—Cómo tiembla ella, tu Grace quien mira a un Erlking —se rió. Su
mano se estiró para tocar mi mejilla y sus ojos negros como el carbón se
cerraron con un suspiro—. Tan cálida, tan suave.
Yo, en cambio, me encogí con el toque frío y húmedo de ella. No se
perdió eso.
—Siento que no sea placentera para ti. Sabes, una vez fui como tú.
Con la piel tan suave, tan cálida como la tuya.
—No entiendo —empecé a decir, mirando sus rasgos y
preguntándome cómo era posible que una persona que se miraba como
ella fuera alguna vez humana.
—Claro que no, niña. Has vivido en tu propio mundo pequeño, pero
yo estoy en un cuento de hadas, una historia en un libro que tú sólo lees
cuando no tienes otra cosa que hacer. Pero mi vida no es un cuento de
hadas. A diferencia de ti, a mí no me preguntaron si quería ser cambiada.
Me giré para ver con sorpresa a Robert, cuya expresión me decía
que no había palabras que decir. Me giré para ver a Bala, y cómo su cara
era una mezcla de coraje y tristeza, y le pregunté que le había pasado. Las
emociones en su cara rápidamente fueron reemplazadas con placer, la
sonrisa cómica que levantó las esquinas de su boca que era tan bonita
como atemorizante. Casi.
—Ha pasado mucho tiempo desde que alguien me preguntó eso. Y
tú me preguntaste porque genuinamente quieres saber… qué raro en un
humano que esté tan afectado. Sentémonos. —Ella agarró mi mano y me
jaló hacia el suelo.
Me tropecé, indispuesta a sentarme en la superficie lodosa debajo
de mis pies, pero era débil en comparación con la fuerza anormal que Bala
poseía. Aunque, antes de caerme, una rama desenterrada se levantó para
encontrarse conmigo, curveándose para ser una silla. Miré fascinada
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mientras otra raíz se alzaba de los pies de bala para formar una silla para
ella, algo primitiva que se miraba un poco como una silla de bar, pero se
relajó en ella como si fuera la silla del cuero más suave. Robert, perplejo
por la escena delante de él, simplemente se paró detrás de mí, con una
mano que descansaba en mi hombro de manera tranquilizadora, y la otra
corría de manera juguetona por mi cabello.
—No he contado ésta historia en tanto tiempo, que no sé cómo
empezar —me dijo Bala con risa y sentí la vibración de su risa en la raíz
que estaba debajo de mí.
—Vivía en una cabaña pequeña en la orilla del área boscosa con mi
familia. Tenía dieciséis, estaba lista para el matrimonio, lista para una
familia. Mis dos hermanas mayores ya se habían casado y tenían bebés, y
mis dos hermanas más jóvenes estaban comprometidas. Era la única sin
una pareja, la designada a cuidar a mis padres hasta su muerte, así que
puedes imaginar cómo me sentí cuando lo vi.
»Él se acercó a mi cuando estaba recogiendo el agua. Me sentí…
atraída a él, como las hormigas a la miel. Era un dios, un dios que había
caído del cielo sólo para mí. Iría a cualquier parte con él. Y lo hice. Lo
seguí hasta tan profundo en los árboles que habían muerto ese día, y los
que la noche se había llevado.
»Y él me dijo: “Porque te encontré entre los árboles, así es como
siempre serás recordada”. Creí que esas palabras eran las más bonitas que
jamás me habían dicho. Su voz me llenó con alegría y esperanza.
»Él me besó, era mi primer beso, y fue como si hubiera invadido mi
mente, llenando mi cabeza con tantos pensamientos que me perdí en ellos.
Estaba tan perdida que no pude encontrar la manera para salir de ellos:
salí de ese mundo y desperté en éste. Traté de caminar a casa, pero no era
capaz de moverme más que unos cuantos pasos. Era como si hubiera
tratado de hacer algo, algo pesado e inmovilizante. Y aunque estaba
oscuro, todavía podía ver todo como si el mundo estuviera lleno con luz. Vi
que no había nada cegándome, y traté nuevamente de caminar a casa,
pero mis pies estaban sujetos al suelo.
»Sólo entonces me di cuenta de que mi piel había cambiado. La que
solía ser como arcilla suave se había convertido del color del pasto
embarrado, y mi cabello que mantenía cubierto con un pañuelo como mi
madre y mis hermanas hacían, estaba suelto y colgando alrededor mío,
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más largo de lo que solía ser. Grité cuando me di cuenta que no era oscuro
como el de mi madre, sino que era verde como el musgo, y también tan
espeso como él. Se movía como si estuviera vivo, y se sentía como si
estuviera en el sueño eterno de la muerte.
»Cuando desperté la segunda vez, el sol se estaba levantando. Podía
oír los gritos de mi padre y lo llamé, esperando que me encontrara.
Cuando él me vio empezó a maldecirme, me dijo que no era su hija, sino
una clase de monstruo que se la había comido. Él huyó, asustado por lo
que vio. Esperé que regresara: tres veces el sol se levantó y se puso antes
de que él finalmente lo hiciera, y cuando escuché que se aproximaba, me
paré para ver que estaba sosteniendo un hacha en su mano.
»Él no había regresado para salvarme. Había regresado para
matarme. Me giré para escapar, corriendo entre los árboles y las sombras,
hasta que sentí que era empujada hacia un árbol grande. Parecía
llamarme, murmurando mi nombre. Corrí hacia el árbol y me escondí
detrás. Mi padre pasó junto, mirándose como poseído. Estaba tan
asustada, mi cuerpo estaba temblando. No lo sabía entonces, que no
estaba escondiéndome detrás de él, sino adentro de él, y que mis
emociones viajaban por el árbol, convirtiendo mi miedo en el suyo,
moviendo sus ramas y hojas.
»Mi padre vio eso, vio éste árbol grande y tembloroso y regresó a
casa, tirando el hacha en el suelo mientras se iba. Fue la última vez que lo
vi, y la última vez que vi a alguien por un gran tiempo. No abandoné la
seguridad de ese árbol, convencida de que había cometido un pecado grave
al seguir a ese extraño, y al permitir ese beso, ésta era la manera de pagar
mi castigo eterno.
»Así fue, hasta un día que vi pasar a una hermosa mujer. Era
magnífica, con el cabello oscuro y piel brillante, y estaba cantando la más
hermosa canción. No podía entender las palabras pero sabía que tenía que
hablarle, y que ella no huiría.
»Pero ella ya lo sabía. Vino a mi árbol, y extendió una mano sin
siquiera verme. Su sonrisa era tan cálida, tan amigable, tan aceptadora, y
lloré. Lloré como un recién nacido mientras dejaba la seguridad del árbol
que me había protegido por tanto tiempo, y me sostuvo como una madre
sostendría a su hijo, permitiendo mi aflicción. Me dijo: “He visto tu pasado
y también lloré por ti”, y lo hizo.
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»Después de eso, reveló que era un ángel, y que uno de ellos me
había cambiado. Lo llamó “convertido”. Me explicó lo que eso significaba
para mí. Ella podía ver las limitaciones que tenía, y podía ver de lo que yo
era capaz, todas las cosas que nunca consideré, que nunca pensé porque
me había resignado a estar por siempre sola y perdida en mi árbol, y me
ayudó a entenderlo y a usarlo para mi provecho.
»Mi árbol no sólo es mi casa, es mi corazón. Si le haces daño a mi
árbol, me lo haces a mí. Sólo puedo viajar tan lejos como mis raíces han
crecido, lo cual es el por qué no pude huir cuando mi padre me encontró:
mi árbol todavía era joven, así que mis raíces sólo habían crecido unos
cuantos pies en el suelo.
»Le pregunté porque me estaba ayudando. Dijo que era porque la
libre voluntad era preciosa para ellos, y que no creía que alguien debería
tomarla. Cuando ella me dejó, me prometió que regresaría cuando lo
necesitara. No le creí.
»Entonces, llegó el fuego.
Los ojos de Bala, casi oscuros como el carbón, se profundizaron.
—Había pensado que mi padre nunca más hablaría de mí después
de ese día en el bosque, de que él simplemente pretendería que nunca
existí. Pero un día, los niños empezaron a llegar a mi bosque. Ellos
estaban buscando a la “mujer árbol”, golpeando cada árbol para ver cuál
contenía a la persona que llenaba sus pesadillas. Su búsqueda pronto se
volvió violenta, y su ataque en un árbol muerto hizo que se derrumbara
sobre uno de ellos.
»Los otros volaron, dejando al chico debajo de un viejo tronco que
levanté de él, pero era demasiado tarde. Era tan joven, no pasaba de un
bebé. Lo moví al borde de la línea de árboles para que su familia lo
recuperara y pensé que sería el final, pero los chicos que no habían sido
heridos… ellos contaban historias de culpa. Y que el cuerpo del chico
hubiera terminado en la orilla del bosque probaba que sus cuentos eran
verdad.
»Los aldeanos estaban molestos, la superstición controlaba cada
decisión, cada miedo, y fui culpada también por eso. Los aldeanos
decidieron encender en llamas el bosque completo.
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»No podía escapar; mis miedos de estar en el infierno, finalmente,
se hicieron realidad. Los animales que vivían junto a mí volaban, podía
escuchar los llantos de dolor de los árboles que me rodeaban. Mi muerte
estaba cerca, y no podía hacer nada más que abrazarla. Y entonces, como
si el Cielo hubiera abierto sus puertas para mí, el ángel regresó…
»Ella me dijo que me retirara a mi árbol y que permaneciera en él
como si estuviera muerta. Tuve que tomar una decisión: confiar en ella o
morir en el fuego, que estaba cerca, las puntas de mis hojas estaban
convirtiéndose en cafés por el calor. El dolor de eso sólo estaba cercano a
insoportable y sabía que haría lo que fuera para escapar de esa tortura.
Así que hice lo que me dijo y cerré mis ojos al mundo mientras empezaba
la excavación.
»Tomó sólo unos minutos para que ella desenterrara mis raíces. Las
había acercado tanto como me era posible, alejándolas del calor abrasador
del fuego que estaba a unos pies de distancia. Y entonces no hubo tierra a
mí alrededor, no había tierra debajo de mí. Estaba más vulnerable que
nunca, el peligro de morir era más palpable que incluso en el fuego.
»No sé qué tanto tiempo pasó mientras nos movíamos: se sentía
como si estuviéramos persiguiendo al sol por el cielo porque la calidez
nunca terminó, pero finalmente reconocí el frío y familiar abrazo de la
tierra, rica en cosas deliciosas para mi cuerpo hambriento.
»Mis raíces, oh, ellas estaban tan cansadas de estar apretadas, se
estiraron por la suave tierra hasta que estuve firmemente asentada en mi
nueva casa. El ángel me dijo que este era su bosque, y que estaría segura
aquí. Me permití abrir los ojos y me encontré en este lugar, en este lugar
con inmensa soledad y belleza.
»Pero era débil, casi demasiado débil para apreciar el gran esfuerzo
que el ángel había hecho para traerme aquí, para salvarme. Ella me trajo a
su hijo, una compañía que me mando para que me acompañara mientras
me “remendaba”, como ella dijo. Él me dijo cómo el mundo había
cambiado desde que había sido convertida, cuántos siglos habían pasado,
y cómo el mundo cambió. Lloré por la alegría y la tristeza de eso, y lloré
porque perdí mi casa.
—¿Dónde llamabas casa? —pregunté, hablando por primera vez
desde que ella empezó su historia.
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—Grecia.
—Así que esa es la razón de que tengas esos mitos sobre ninfas.
—¡No son mitos! Son una realidad. Puedes ver eso ahora.
Entonces se paró, su cabello se movió para tapar su desnudez
mientras se movía hacia mí, nunca caminó de verdad aunque su cuerpo se
moviera como si lo hiciera. Tomó mi mano y luché contra el rechazo que
producía el choque con esa piel fría y húmeda.
—He hablado demasiado… ni siquiera he preguntado por qué están
aquí. —Miró a Robert, su altura era igual a la de él así que estaban al nivel
de los ojos—. No trajiste aquí a tu Grace para escuchar sobre mí, N’Uriel,
así que dime porqué viniste. ¿Quizás es otra lección del miedo?
Robert sacudió su cabeza.
—A Grace se le preguntó si quería ser convertida. La he traído para
alejarla de ser molestada. Quería que ayudaras para asegurar eso.
Un resplandor de reconocimiento brilló en los ojos de Bala y yo
miré fascinada como los dos empezaron a hablar el uno con el otro, en su
propia lengua griega, mientras Robert pasaba por sus pensamientos. Era
una imagen irreal: ésta mujer parecida a un árbol, de forma extraña era
hermosa y de otra forma hablaba de manera tan casual con mi ángel
oscuro, con alas que había sobre él. Cómo llegamos a ese punto, donde
esas cosas no dependían de lo profunda que fuera mi imaginación sino iba
más allá en la longitud de lo que le permitía a mis propios ojos ver. Con
unos cuantos asentimientos bruscos y una sonrisa pequeña dirigida a mí,
Bala empezó a retirarse hacia su árbol, y la raíz en la que estaba sentada
me puso gentilmente de pie y desapareció en la tierra. Tan pronto ella se
fue, se perdió una vez más en el árbol, y los puntos oscuros que reconocí
como sus ojos ahora me eran invisibles.
—¿Fue real? Me refiero, la vi, hablé con ella y la sentí, ¿pero en
realidad todo eso fue real? —pregunté incrédula.
—Tan real como yo lo soy —respondió Robert con una sonrisa
socarrona.
—Así que… —dije, mi voz se apagó mientras luchaba por encontrar
las palabras correctas para preguntar lo siguiente—. ¿Y ahora?
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—Esperamos —dijo simplemente.
Asentí con limitado entendimiento, y decidí mirar alrededor de
nosotros, caminando hacia la orilla del agua sin importar lo que él y Bala
habían discutido. El agua estaba quieta, extrañamente inmóvil como si
estuviera sobre una tierra extraña y aterciopelada. La miré, esperando ver
una sombra turbia de un fondo poco profundo. En cambio me quedé
asombrada con la claridad del agua casi color verde esmeralda que
reflejaba el árbol y el cielo que colgaba sobre él.
—¿Qué hace que el agua esté tan verde?
—El agua está llena de sal y otros minerales: mi madre hizo éste
lago para Bala así ella tendría algo que siempre le recordara a su casa, me
temo, que esto es lo más cercano a las playas de Grecia en Ohio.
Me agaché, mi mano alcanzó el agua para rozarla y la encontró
inusualmente cálida.
—¿Se supone que debe estar a ésta temperatura?
—Sí, aunque debe quedar más caliente.
—¿Qu…?
Fiel a su palabra, el agua empezó a calentarse rápidamente. Removí
mis dedos justo antes de que el vapor empezara a flotar en la superficie, y
brinqué hacia atrás cuando el agua empezó a rugir como si estuviera en
un hervidero.
—Aléjate —dijo Robert, jalándome detrás de él mientras el agua
empezaba a subir.
—¿Qué pasa? —Mi voz fue tensa, e hice una mueca de dolor
mientras salpicaduras de agua caliente aterrizaban en mis jeans,
empapándolos y quemando mi piel.
—Maldición —maldijo antes de girarse y levantarme del suelo, sus
alas se cerraron rodeándonos, cubriéndonos de las olas crecientes de
líquido hirviente. Temblé con miedo con el sonido del agua brincando y
girando debajo de nosotros, mi pierna latía mientras el tejido de mis jeans
empezaba a pegarse en mi piel quemada.
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—¿Qué pasa, Robert? ¿Por qué está hirviendo el agua? —grité a
través de los dientes apretados, alcanzando mi pierna para disminuir el
dolor de alguna manera.
—Bala está gastando un montón de energía ahora… lo que causa
que el agua se caliente de más. Terminará pronto, en unos cuantos
minutos más.
No sabía que era peor, el dolor en mi pierna o el miedo que crecía a
cada minuto, escaldando agua caliente por las plumas oscuras y derretían
lo que quedaba. Me enfoqué en el suave brillo que venía de la piel de
Robert, el color de un azul apagado convirtiéndose en violeta: lo que fuera
que estuviera pasando afuera de la seguridad de sus alas, le agradaba.
Finalmente el ruido cesó, el agua hirviendo se calmó. Lentamente,
Robert alejó sus alas. Me bajó gentilmente al suelo, cuidadosamente por
mi pierna herida, y exclamé ruidosamente—: ¡Santa mierda!
El lago se había calmado considerablemente, a pesar de que en la
superficie estallaban millones de pequeñas burbujas, pero el agua no
estaba verde. Una isla que no había estado ahí momentos antes ahora
flotaba en medio como una corona, su orilla estaba alineada con árboles
que crecían juntos de manera apretada que daban una densa pared de
cortezas y hojas, sus cimas estaban inclinadas en un ángulo afilado, era
seguro que ninguna luz podría pasar.
Una cortina de musgo plateado, empapado con agua lodosa, se
levantaba como si hubieran sido alejados, revelando una estrecha entrada,
que conducía a la oscuridad y a la premonición.
—¿Qué es eso? —respiré mientras me acercaba.
—Un Santuario.
—¿Qué?
—Es donde los ángeles van cuando quieren estar solos. Una vez
dentro, nadie puede entrar hasta que nos vayamos, y nadie más que sólo
los que viven ahí.
—Pero tú no vives ahí —le recordé.
Él se rió y sacudió su cabeza mientras me alzaba a sus brazos,
flotando la corta distancia hacia la isla.
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—Ya no. Pero una vez, éste era el lugar donde vivíamos. La
simplicidad de los árboles y el cielo era todo lo que necesitábamos; no
teníamos humanos que engañar, ni falsas vidas. Era el único lugar que se
sentía realmente como casa. Tú eres la única persona que he traído aquí.
Cojeé entre la cortina de musgo, mis zapatos se estaban pegando
en la superficie mojada de la tierra.
—¿Por qué?
—Porque ahora sé que casa puede ser más que sólo un lugar.
Puede ser también una persona, un corazón. He encontrado mi casa en ti.
Y éste es el último lugar que he guardado de ti.
—Pero, ¿por qué convertirme aquí?
Su boca giró las esquinas hacia abajo, su fruncido fue
desconcertante.
—Porque cada persona es diferente. Cuando un humano es
convertido sin permiso, los resultados casi siempre son desastrosos, pero
el verdadero cambio se siente como dormir. Es esa la facilidad de
transición que lo hace tan deseable a aquellos que no entienden las
consecuencias.
»Sin embargo, cuando un humano es convertido con la bendición
de los Serafines, la transición es poderosa, casi violenta. Si permaneces
despierta por todo, sentirás olas de poder por tu cuerpo que no serás
capaz de controlar mientras tu lado humano muere y tu lado inmortal
nace.
»Quiero protegerte tanto como me permitas, Grace… si es lo que
realmente quieres.
Miré la apertura oscura y luego a los ojos plateado claro de Robert.
Sabía que mi camino estaba junto al suyo, sin importar a dónde
condujera, así que le ofrecí mi mano, suspirando cuando él la tomó
gustosamente y lo seguí por la cortina de musgo. Como siempre, corrientes
de emociones, y pensamientos corrían entre nosotros, la conexión entre
nosotros sólo crecía más fuerte mientras nuestro tiempo juntos se hacía
más corto.
El rostro de Robert crecía de dolor mientras escuchaba mis
pensamientos, y me dolió ver eso. No quería causarle dolor… es por eso
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que había elegido esto. Sólo que no podía negar el hecho que sin importar
cuál fuera mi decisión; alguien iba a terminar perdiendo todo, y las
consecuencias serían magistrales.
Mientras Robert me jalaba suavemente a la oscuridad de los
árboles, me detuve un momento para mirar por última vez al mundo que
había conocido como humano por los últimos dieciocho años. Miré al cielo,
al sol que se deslizaba hacia el oeste, la tarde aproximándose lentamente
al crepúsculo. ¿Se miraría diferente cuando regresara? ¿Se miraría más
brillante de lo que ya se miraba? Miré al ordinario sauce, con sus hojas
que rozaban lentamente el agua, el tronco nudoso se miraba tan normal,
que nunca daría una sospecha de lo que había debajo de su corteza. ¿Me
vería Bala de diferente manera después de hoy, sabiendo que había
escogido el mismo camino que ella había sido forzada a elegir? ¿La vería de
nuevo?
—Robert, ¿por qué se fue Bala?
—Ella es la única que puede levantar el santuario; está situado
dentro de lo profundo del lecho del lago, y ella lo sostiene aquí por sus
raíces, y para hacer eso, necesita permanecer en su árbol. Requiere una
enorme cantidad de fuerza, y es más fuerte cuando está dentro del árbol
mismo.
—Pero ahora está aquí la isla. ¿Por qué no salió? En realidad me
estaba empezando a agradar.
—Está manteniendo los ojos del bosque alejados —contestó.
—¿Ella qué?
Él salió de las sombras para apuntar la oscuridad del bosque que
estaba en frente de nosotros.
—¿Recuerdas que te dije que hay cosas que tú nunca verías, cosas
que pueden ser muy peligrosas?
Asentí cuando él continuó.
—Ésta es la tierra de mi familia, pero hay cosas aquí que no están
invitadas o permanecen aquí porque no tienen otro lugar al que ir y culpan
a tu especie por eso. Bala está alejando los ojos del bosque de nosotros
para que no puedan ver qué tan vulnerable estás… ahora, más que nunca,
tendrás el olor de la muerte en ti, Grace…
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—Pero me gusta tu olor —le dije suavemente, inhalando
profundamente para enfatizar mi punto.
—No ese olor —dijo, acariciando mi mejilla con su palma—.
Escogiste morir, lo que cambia tu carácter, altera la forma en que hueles
para aquellos que lo buscan. Bala está evitando que las criaturas del
bosque te encuentren, aunque puedan olerte si se acercan. Haciendo eso,
mantiene sus pensamientos alejados de ti, y por lo tanto, nos mantiene
libres de una invasión por Sam. Si él no puede encontrarte en los
pensamientos de otros, no puede encontrarte.
No podía imaginar que tendría que agradecerle a un árbol por
mantenerme a salvo, incluso si fuera por un poco tiempo más, pero
enviaría una plegaria silenciosa para agradecerle a Bala. Ella nunca pidió
ser convertida, nunca quiso la vida que tiene, y aun así no odia a las
personas que causaron que perdiera tanto. En cambio, los estaba
ayudando, y ayudándome también a mí.
Era muy humilde.
Robert tiró gentilmente de mi mano y con una última mirada, me
giré para seguirlo a la oscuridad, mis pasos firmes aunque mi pierna latía
inmensamente.
Habíamos caminado sólo unos cuantos pies cuando la pared de
árboles pareció gemir alrededor de nosotros, tragándonos en un
aplastamiento de oscuridad y de esencia de tierra y verdor. La falta de luz
aunándose al miedo creciente dentro de mí a medida que los gemidos se
convirtieron en un gruñido largo y sonoro. La cortina de musgo cayó
detrás de nosotros, cortando al mundo exterior.
Dentro de la eterna oscuridad, caí en un estado de pánico. Casi
podía oír mi corazón mientras galopaba en mi pecho que ahora se sentía
encerrado como yo lo estaba. Mis manos tantearon en la oscuridad,
buscando algo familiar y tranquilizador.
—Está bien, Grace —dijo Robert en un tono gentil. La luz suave que
fluía a través de él era un poco de un naranja opaco, justo lo suficiente
brillante para que viera su sonrisa divertida. Él llenó mis manos
desesperadas con una suya y me jaló a su lado, sosteniéndome con una
autoridad posesiva que nunca había sentido antes. Escuché un sonido de
clics amortiguados antes de que una luz blanca difusa pasara a mi lado,
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revelando los pequeños rizos de una planta de vida que rozó mi brazo
mientras nos movíamos adelante hacia el centro de la isla.
—¿Cómo haces eso? —pregunté asombrada.
—¿Cómo hago qué?
—Crear esa luz —contesté, mi mano apuntó al brillo que lo rodeaba
débilmente que parecía venir de la corteza.
Él se rió con eso.
—Alguna clase de baterías doble-A y una luz de cúpula que compré
en la Tienda del Dólar junto al cine. Las venden en paquete de tres… es un
buen trato si me preguntas.
Procedió a guiarme a lo largo junto a él, urgiéndome por las
cubiertas blancas y redondas de unas cuantas luces más, y eventualmente
llegando a un pequeño claro que casi era tan brillante como una neblina
en sueños.
Se giró para encararme, sus ojos brillaban con esperanza, luego
habló:
—¿Estás lista?
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25 Uniendo
Traducido por Andy Parth
Corregido por Zeth
abía la respuesta a la pregunta. La sabía.
Simplemente no podía decirla.
—Entiendo si estás nerviosa. También estoy
nervioso. Nunca he hecho esto antes.
—Espero que no —dije con una carcajada nerviosa.
—Ven —me dijo él, su expresión seria ahora. Se arrodilló y sostuvo
mi tobillo con una mano tierna, calidez radiando a través de su palma y
hacia arriba de mi pierna, calmando el dolor que se disparó a través de mí.
Con un movimiento rápido, arrancó la mitad de la pierna de mis jeans con
la otra mano, el rasgado subiendo hasta mi muslo, exponiendo la carne
ampollada y derretida que cubría mi pierna.
—No está cicatrizando tan rápidamente como debería —balbuceó,
poniendo su mano ahora libre en la herida, el calor dentro de mí bailando
en arroyos calientes con el calor que se generaba de su mano.
—¿Necesita ser curado? —pregunté, sabiendo que esto estaba
tomando un tiempo precioso, tiempo que no teníamos.
—Sí. Si hacemos esto mientras estás herida, la lesión podría
mantenerse en ti para siempre.
—Pero —comencé, mirándolo tristemente—. No voy a estar aquí
para siempre.
S
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Bajó su cabeza y escuché sus dientes rechinar en frustración
mientras luchaba contra la verdad de mis palabras.
—Lo siento —susurré, odiándome a mí misma por lastimarlo. Se
levantó bruscamente y agarró mis hombros, sacudiéndolos tan
violentamente como se atrevió, las duras líneas grabadas en su rostro
diciéndome el tormento que yace dentro de él. No importa donde
estuviéramos, las duras realidades todavía existían afuera, esperando por
nosotros, esperando por mí.
—No te disculpes por nada Grace. No eres la culpable aquí. Si
hubiese sido más fuerte o te hubiera dejado sola desde el comienzo, quizás
nada de esto hubiera ocurrido.
Mis ojos saltaron abriéndose ampliamente a lo que estaba diciendo.
—¿Por qué dirías eso? ¿Por qué dirías tal cosa? Si me hubieras
dejado sola… ¿crees que mi vida habría sido mejor si no hubieras estado
en ella, que habría sido así de feliz?
—Sé que lo habrías sido.
—¿Por qué? ¿Porque habría vivido una vida larga? ¿Porque
terminaría con Graham y moriríamos como una vieja pareja casada, solos
en nuestra cama sin niños, ni familia y contigo muriendo de todas formas?
¿Eso es lo que llamas mejor? Esa no es la vida que quiero, nunca lo fue.
Preferiría morir mañana después de haber pasado los últimos ocho meses
contigo que vivir mil sin saber nunca que siquiera existías. Incluso si
nunca nos hubiéramos conocido, te habría extrañado.
Él me miró en estado de shock, la imagen que había dibujado en su
cabeza una directa y precisa descripción del sueño que había tenido poco
después de nuestra ruptura.
—Eso no fue un sueño Grace. Lo que acabas de describir era una
posibilidad, una predicción de lo que pudo haber pasado, lo que había
seguido si yo no hubiera estado en la trayectoria. Nunca he compartido eso
con nadie; ¿cómo viste eso?
No tuve la oportunidad de responder. Sus manos dejaron mis
hombros, en su lugar llenando sus palmas con los lados de mi rostro,
halándome hacia el suyo mientras se agachaba para presionar su suave
frente contra la mía.
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Al instante los pensamientos comenzaron a agitarse alrededor de
mi mente. Él tamizó a través de las visiones que se movían ahí. Los
recuerdos que aún picaban con su amargura, los pensamientos que
llenaron las esquinas interminables con miedo, los sueños que me habían
asolado perseguido desde el momento en que me di cuenta que podía
perder a Robert. Era todo oscuridad y esperanza negra.
Y entonces vio algo inesperado, algo que lo sorprendió y sentí su
cuerpo sacudirse bruscamente en respuesta. Hurgó más profundo en mis
pensamientos, buscando, su cuerpo moviéndose y deteniéndose con cada
cosa que encontró.
Y luego rompió lejos de mí, una mano presionada contra su cabeza
como si estuviera previniendo el sangrado de una herida, su mirada
amplia y llena de asombro.
No sé por qué no lo vi antes.
—¿Ver qué?
Él agarró mi mano y el recuerdo de lo que parecía hace una vida
comenzó a reproducirse en mi mente como una película en miniatura.
Nosotros dos estábamos sentados en una banca, su mano sostenida
firmemente en las mías, una sonrisa extraña, satisfecha en su rostro y yo
estaba mirando a nuestras manos agarradas con curiosidad, sorprendida
de que una cosa así estuviera sucediendo. Y entonces la avalancha de
pensamientos vino fluyendo a mi cabeza desde ese toque como un grifo
roto, llenando de enormes cantidades de información, las cosas que había
hecho no tenían sentido para mí, cosas que no tenían cabida en mi estado
despierto porque eran cosas que nunca podría ver pasando, nunca creí
posibles.
Esos eran sus pensamientos, sus sueños, sus visiones, todos
bombardeándome la mente como soldados asaltando una playa y tomando
el control, mis propios recuerdos retrocediendo en derrota. Mi cabeza
había palpitado debido a eso, a causa de cuánto había estado fluyendo y
llenándome, estirando mi mente en maneras que parecían imposibles. Me
había desmayado como resultado y me di cuenta de que la visión que
estaba viendo no era mía sino más bien de Robert porque yacía sin fuerzas
en su regazo, sangre saliendo de mi nariz a un ritmo poco saludable, la
visión todavía estando enfocada en mí.
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Él rápidamente rompió una tira de tela de su camisa, nunca me di
cuenta que el paño que había sido usado para limpiar la sangre de mí
había sido parte de la camisa que había usado ese día, y comenzó a
limpiarme lo mejor que pudo. Tocó mi cabello y acarició una mejilla con un
dedo errante, una sonrisa formándose en sus labios que causó que mi
estómago cayera en mi interior.
Pero entonces su rostro se tornó confundido, inquieto, su cuerpo
tensándose a algo que había esperado pasara, todavía no lo hacía. Su
mano se movió hacia la parte posterior de mi cabeza y presionó su palma
allí, su otra mano presionando contra mi frente. Minutos pasaron sin un
sólo movimiento de él, ni una sacudida o parpadeo, él había dejado de
pretender respirar, dejó de parpadear, viéndose para todo el mundo como
una estatua realista que sólo entonces pasó a tener una chica comatosa
sangrando en su regazo.
Un parpadeo en sus ojos de plata fue la única señal de que algo
había comenzado, y con un suspiro, se relajó. Lo que sea que había estado
esperando obviamente sucedió.
—¿Qué era? —respiré, todavía tratando de recuperarme de esa
lenta sonrisa que había cruzado su boca—. ¿Qué estabas esperando?
Cuando mis pensamientos superaron los tuyos y causaron que
perdieras la consciencia, se quedaron en tu cabeza mucho más de lo que
deberían. Al hacerlo, ardieron en tu mente como si hubieras vivido a través
de ellos, experimentado tú misma. No creí que fuera posible. El poder de
sugestión es una cosa, pero mis visiones se convirtieron en tus sueños, tus
recuerdos.
Sus ojos resplandecieron mientras me hablaba, realización y
reconocimiento naciendo en él como el sol en sí mismo.
Grace, ¿no ves lo que pasó? Has tomado posesión de algunos de mis
propios pensamientos y ahora los ves como tuyos. Tienes un pedazo de mí
dentro de ti.
Él me sonrió como un tonto, como si hubiera ganado la lotería
mental o algo así. Se rió a mis pensamientos y tiró de mi mano, mi cuerpo
efectivamente colisionando con el suyo dolorosamente. Pero ignoré el dolor,
incluso lo olvidé completamente, cuando sus labios se estrellaron en los
míos.
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Fue fácil olvidar todo justo entonces y allí. Con el mundo exterior
lejos de nosotros y la seguridad de saber que nadie sabía dónde
estábamos, la boca de Robert se volvió insistente. Besó las comisuras de
mi boca antes de buscar la curva de mi mandíbula, regando besos alternos
y mordisqueando abajo hacia su ápice, y entonces presionando sus labios
ahora cálidos contra mi pulso mientras golpeaba erráticamente justo
debajo de mi piel.
Mis manos se movieron por sí mismas para enterrarse en su
cabello, los filamentos sedosos deslizándose a través de mis dedos y
convirtiendo los nervios en una explosión de petardos en miniatura. Mordí
mi labio cuando sentí su boca abierta, caliente contra mi garganta, y
sofoqué un gemido cuando la punta húmeda de su lengua lamió el latido
acelerado que persiguió el de mi pecho.
Estaba muy cerca de ceder a los sentimientos que hacían hervir mi
sangre debajo de mi piel, especialmente cuando mis manos se movieron
abajo y entraron en contacto con la piel desnuda de su espalda, sintiendo
los músculos mientras él, también, peleaba para mantener algún tipo de
control. Escuché el sonido de tela rasgada y sentí sus manos y luego sus
labios contra mi hombro, cada pensamiento racional repentinamente
reemplazado con deseo, necesidad, fuego.
Mi respiración era rápida y superficial, la vertiginosa falta de
oxígeno convirtiéndome en un zombi servicial y sabía que si las cosas no
paraban ahora, nunca lo harían.
Dolió, oh querido Dios, dolió. Pero logré exhalar la palabra “detente”
varias veces antes de que sonara lo suficientemente alto como para que
nosotros lo escucháramos y nos apartáramos. El cuerpo de Robert estaba
sacudiéndose, ¿o era el mío? Con el intenso deseo de seguir adelante, sus
ojos dilatándose con hambre. Podía ver mi reflejo en ellos y vi que mis
irises estaban casi superados por el negro de mis pupilas también, mi
pecho subiendo y cayendo violentamente mientras trataba de controlar mi
respiración, mi cuerpo volviéndose contra mí en frustración.
Robert me miró con comprensión triste pero sus manos estaban
todavía sosteniendo mis brazos y no protesté cuando me tiró de vuelta a él,
mi palpitante corazón golpeando contra mis costillas, las vibraciones
atronadoras directo a través de las suyas.
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—Es tiempo —susurró desigualmente, su aliento soplando a través
de mi rostro en dulces olas.
—¿T-tiempo para qué? —jadeé, sin darme cuenta de cuán difícil iba
a ser esto.
—Tengo que convertirte… ahora, de otra forma no pasará en
absoluto.
—¿P-por qué? —siseé.
—Porque apenas soy capaz de resistir, Grace… No soy capaz de
detenerlo otra vez, ya no tengo la fortaleza o la fuerza de voluntad. Ya no
quiero hacerlo más. Estoy perdiendo el control aquí y si no me enfoco en
hacer esto, puede que ambos lo lamentemos.
Entendí, hasta el tuétano de mis huesos, lo que eso significaba, y
me ruboricé profusamente. Asintiendo, puse mis manos en frente de mí,
presionándolas contra su pecho y cerrando mis ojos a la vista.
—De acuerdo.
Un suspiro de mucho tiempo en llegar escapó de sus labios
mientras me trajo lo más cerca posible a su cuerpo. Haló mi cabeza debajo
de su mandíbula y bañó la parte superior de mi cabeza con besos, cada
uno seguido de palabras de aliento, amor y promesas que ambos sabíamos
nunca podría mantener.
Envolví mis brazos alrededor de su cintura, posados contra las alas
que él no había retraído, la suave textura sedosa de las plumas negras
cosquilleándome. Presioné un rápido beso en el hueco de su garganta y
juré silenciosamente nunca dejar de amar a este hombre, sin importar lo
que pasara a partir de este momento.
Robert empezó a zumbar. Era un sonido bajo, algo que me habría
perdido si hubiéramos estado en cualquier otro lugar excepto aquí. Mis
ojos volaron abiertos y miré como las paredes que nos rodeaban
empezaron a vibrar, aunque no cayó tierra y la red de raíces que se
entrecruzaban no temblaron ni se agitaron. El murmullo se hizo más
fuerte, convirtiendo todo en replicas borrosas de lo que eran. Las luces que
Robert había encendido parecían estar bailando contra las paredes
oscuras, similar a pequeñas lunas en el cielo nocturno.
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Mi cuerpo, todavía cálido por los besos de Robert, comenzó a
calentarse de nuevo. No era un calor incómodo al principio, pero el nivel de
incomodidad incrementó rápidamente cuando mis ropas comenzaron a
humedecerse mientras succionaba la humedad que se formó contra mi
piel.
Las partes de mí que Robert había tocado fueron calentándose a un
ritmo acelerado, la quemadura en mi pierna haciéndola sentir como si
hubiese sido rociada en fluido de encendedor y prendida en fuego, pero no
grité porque a pesar del dolor, no sentí la urgencia de hacerlo. Era como si
el dolor fuese una ocurrencia tardía, una distracción de mi verdadero
objetivo.
Me di cuenta de que las vibraciones que habían parecido rodearme
estaban de hecho viniendo desde dentro de mí, el zumbido que había
creído era de Robert, realmente procedía de lo más profundo dentro de mí,
entumeciéndome. Mientras las vibraciones aumentaban la velocidad, el
zumbido lo hizo en tono hasta que el sonido fue ensordecedor, alto, un
sonido desgarrador que excavó en mi mente como uñas en una pizarra.
Mis ojos empezaron a estrecharse mientras la luz en la habitación
comenzaba a crecer cada vez más brillante. Pestañeé a la combinación de
ataques sensoriales y bizqueé cuando me di cuenta de que las luces del
techo que se encontraban en la pared se estaban volviendo ahora manchas
oscuras en el inmenso y blanco brillo que bloqueaba todo, como una
cortina siendo halada sobre mis ojos, ya ni siquiera podía ver a Robert.
Como si allí no estuviera Robert.
Jadeando, me di cuenta de que mis brazos estaban vacíos, mis
manos estirándose en medio de un inmenso vacío blanco agarrando nada
excepto aire.
Las vibraciones habían parado, el zumbido desapareciendo con
ellas.
—¿Robert? —llamé, vacilando mientras mi voz regresó en un eco,
pervirtiendo el nombre que significa el mundo para mí.
—¿Robert? —repetí de nuevo, esta vez mi voz más firme, el eco
resultante rebotó sonando más débil, más tonto.
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—Bueno, no es esto simplemente genial —murmuré para mí
mientras giraba, la vista nunca cambiando, sin importar a dónde miraba.
—Así que has escogido convertirte después de todo.
Un sobresalto corrió a través de mi cuerpo ante la voz.
—Sabes que sólo estás haciendo esto porque quieres salvar a
Graham.
Giré alrededor en mis talones, queriendo atrapar a la persona que
me hablaba en esta habitación llena de nada.
—¿Habrías hecho la misma elección si nada de esto hubiera
sucedido?
Cubrí mis orejas con mis manos y empecé a cantar ruidosamente,
tratando de ahogar la voz que todavía encontró su camino dentro de mis
pensamientos.
¿Él habría hecho la misma elección por ti?
—Ugh… ¿te detendrás? —disparé en la luz interminable.
—Bueno… ¿lo haría él?
Ella se detuvo en frente de mí, su rostro exactamente el mismo
como lo había sido la última vez que vino hacia mí de esta forma. Su
cabello espeso y negro colgaba suelto alrededor de sus hombros y llevaba
un simple vestido de algodón blanco. Ella sonrió y asintió hacia mí. Miré
hacia abajo y gruñí interiormente.
—¿Necesito llevar uno también?
—¿No te gusta? Es justo como el mío... un set a juego madre-hija.
—Mira, no has estado exactamente alrededor los pasados once
años así que realmente no sabes, pero no me gustan los vestidos. Creo que
nunca lo harán. Y si esto es un sueño, y si éste es mi sueño, entonces creo
que debería estar usando lo que normalmente uso.
Ella ondeó su mano hacia mí con poco cuidado.
—Las chicas deberían usar vestidos. No es femenino usar jeans y
camisetas todo el tiempo.
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—Mamá, usaré lo que quiera, ¿está bien? Además, sólo eres un
producto de mi imaginación.
—¿Lo soy?
Miré alrededor y asentí.
—La última vez que viniste hacia mí así, estaba desmayada sobre el
suelo. ¿Qué más podrías ser excepto el trabajo de una mente sobre
estresada?
Ella se me acercó con sus manos en sus caderas, una sonrisa
divertida pegada en su rostro.
—¿No olvidaste lo que pasó la última vez? ¿Eso fue el resultado de
mí siendo un producto de tu imaginación o soy más que eso?
¿Cómo podría olvidar lo que había pasado la última vez? Fue el
principio del final para mí. Simplemente no lo sabía.
—Te dije que tomaras una decisión entonces, ¿cierto? Te dije que
tuvieras cuidado con tu decisión, que afectaría a las generaciones por
venir.
Asentí, incapaz de mirar lejos de la expresión decepcionada que
comenzó a tomar forma en su frente, estrechando sus cejas juntas,
bajando las esquinas de su boca.
—No hiciste la decisión correcta, Grace.
—¿Qué quieres decir con que no hice la decisión correcta? ¿Qué
decisión iba a tomar supuestamente? No me dijiste eso, sólo dijiste que
fuera cuidadosa.
—Porque pensé que habrías escogido seguir tu corazón. En su
lugar elegiste seguir tu orgullo testarudo. Desperdiciaste tanto tiempo
estando enojada y resentida y ¿qué ganaste con eso? Estás a punto de
renunciar a todo por lo que has luchado, todo lo que siempre has querido
y ¿por qué?
La miré, incrédula porque ella no supiera.
—Por amor. Amo a Robert. Lo amo en maneras que parecen
imposibles para mí, pero lo hago. Y no creo, ni por un segundo, que hice
una elección equivocada. Si simplemente lo hubiese perdonado y olvidado
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todo, todavía hoy sería ignorante acerca de los sacrificios que él ha hecho
por mí, y terminaría perdiéndolo. No puedo hacer eso, ¿no lo ves? No
puedo vivir sin él. Tuve que dejarlo para darme cuenta de eso, para darme
cuenta de que la razón de eso es porque no estaba predestinada a estar
aquí para amarlo…
»Ésa es la única cosa que no puedo ignorar por encima de todo. Se
supone que tenía que morir contigo. Todo lo que ha pasado desde esa
noche es el resultado de un desastre colosal y no puedo dejar a papá,
Graham, Robert o a alguien más morir debido a ello. Los amo demasiado.
Sus ojos rodaron en molestia y estuve sorprendida por el gesto.
—Has desperdiciado un tiempo precioso con Robert, y ahora que
tienes la oportunidad de estar con él en la forma en que quieres, una vez
más la desperdicias y, ¿por qué? ¿Para convertirte? ¿Qué hace ese logro?
Vivirás para siempre… hasta que dejes que Sam te mate. Todo parece
inútil para mí.
—No es inútil —sostuve—. No es inútil porque eso significa mucho
para Robert. También nos permitirá estar juntos sin arriesgar su vida. Si
te hubiese escuchado, si de alguna manera lo hubiera convencido de
olvidar las reglas, él habría muerto.
—¿Y crees que simplemente convertirte lo hará bien? ¿Olvidaste
que más se requiere de ti, lo que la madre de Robert te dijo que
necesitabas hacer para evitar que la ira de los ancianos cayera sobre
ustedes dos?
Sorteé a través de los pensamientos en mi cabeza y busqué la
respuesta, un gemido desesperado procediendo de mi profundo interior
cuando la encontré.
—Tengo que comprometerme con él, prometer mi vida a él.
—¿Y qué significa eso exactamente?
—Significa prometerle amarlo por siempre. Estoy renunciando a mi
vida por él; creo que he hecho la cosa del compromiso, ¿no estás de
acuerdo?
—Prometes amarlo para siempre. Estás prometiendo compartir el
resto de tu existencia con él, jurar amarlo sólo a él hasta que la muerte los
separe. ¿Eso suena familiar para ti?
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Sentí mi rostro volverse frío mientras la sangre se drenaba.
—No… eso no es… no.
Ella asintió triunfante hacía mí.
—Pero no he hecho eso —susurré.
—Y estaría mal.
La miré, aturdida por su respuesta.
—¿Por qué estaría mal?
—Porque sólo hiciste eso para tener sexo, lo que es la peor razón
posible. Y por la cual no lo apruebo como un yerno. Él puso tu vida en
peligro, te mintió, y ahora estás planeando entregarle tu vida para salvar la
suya. El hombre que merece tu mano debería estar dispuesto a enfrentar
el fuego por ti.
—Pero está haciendo eso justo ahora. Él ha estado arriesgando su
vida desde el momento en que me conoció —grité—. ¿Cómo no puedes ver
eso? Él arriesgó todo por mí.
—¿Lo hizo? ¿Realmente ha arriesgado todo por ti?
La miré y asentí enérgicamente, su ataque a la integridad de Robert
trayendo un estado de ánimo defensivo dentro de mí.
—No lo dudo ni por un segundo.
—Pero lo hiciste.
Mi boca se abrió para refutar su declaración, pero no podía.
—Eso fue diferente.
—¿Por qué? ¿Por qué no sabías acerca de la verdadera naturaleza
de su llamado? ¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿El hecho de que te
mintió simplemente se borró? No, no lo hizo.
—¿Por qué estás haciendo esto? Tú eres la que quería que
durmiera con él. ¿Por qué es que cuando él me estaba mintiendo, tú
querías que saltara a sus huesos, pero ahora que la verdad finalmente ha
salido y he compuesto mi mente acerca de todo, él repentinamente no es
suficientemente bueno?
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Ella agarró mis brazos con una fuerza que contradecía su tamaño
diminuto.
—Porque él existe sólo para matarte. No se supone que mueras. No
puedes morir, ¿entiendes eso?
La mirada en sus ojos era enloquecida. Quería soltarme de ella,
decirle que estaba siendo ridícula, pero era demasiado fuerte. Comenzó a
sacudirme, mi cabeza bamboleándose atrás y delante de la violencia.
—Deja morir a Robert, déjalo sacrificarse para que tú puedas vivir.
Otro ángel tomará su lugar, justo como él hizo. Eres la única que es
irremplazable. No hagas esto, Grace. No cedas a morir. ¡No cedas a la
Muerte!
Con un grito irregular, me desgarré lejos de ella, asombrosamente
lejos y caí en un montón en el piso blanco. Pude verme reflejada en la
superficie brillante. ¿Por qué no había notado eso antes?
—No puedo dejarlo morir. No sé por qué, pero no puedo. No puedo
perderlo… la sola idea se siente como si estuviera ahogándome. —Mis
lágrimas empezaron a empozarse en mis ojos, amenazando con
desbordarse en cualquier momento. Las limpié airadamente mientras le
lanzaba una mirada acusatoria a ella, su expresión hosca, su postura
descuidada y apática—. Se supone que eres mi madre, se supone que
debes querer evitar que sea lastimada.
—¿Y entonces con el fin de demostrártelo, se supone que te diga
que está bien para ti cometer suicidio?
—Tú, se supone que debes apoyarme y confiar en mis decisiones.
No estoy haciendo esto porque sea alguna adolescente estúpida, testaruda
que hace todo basado en cómo se está sintiendo en el momento. Si lo
fuera, habría estado muerta hace mucho tiempo esta conversación entera
no estaría pasando. Nada de esto estaría pasando en absoluto si no fuera
por Robert.
Los labios de mi madre se curvaron en un gruñido sorprendente, la
furia estropeando sus facciones, distorsionándolas en algo más aterrador
que real.
—¿Y qué te ha dado a excepción de una sentencia de muerte
retardada?
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Levanté mi barbilla desafiante, indispuesta a dejarla romper mi
razonamiento.
—Él me ha dado tiempo.
—¿Tiempo? ¿Qué bien tiene cuando ahora estás en posición de
perder todo?
—¡Significa todo! Llegué a arreglar las cosas con papá y con
Graham. Conseguí conocer a mi hermano menor, fui a una cita y me
enamoré. Me preguntaste qué bien tiene el tiempo… no tendría nada para
perder en absoluto si no hubiera tenido ningún tiempo para comenzar.
No podía mirarla más, su rostro rígido con obvio disgusto a mi
argumento. Miré fijamente al piso una vez más, mi corazón pesado con la
carga de saber que mí tiempo se agotaba y estaba atascada en algún lugar
de mi propio subconsciente discutiendo con mi madre en lugar de estar
con Robert.
—Pensé que verte de nuevo, ser capaz de hablarte de nuevo me
tranquilizaría acerca de lo que estaba haciendo, que estaba tomando la
decisión correcta —le dije, mi voz apenas audible.
—Bueno, me alegra que hayas vuelto a tu sentido y vieras que no lo
estás —dijo ella detrás de mí, su cuerpo cerniéndose sobre el mío, sin
proyectar sombra.
Cerré mis ojos y suspiré.
—Eso es todo. Lo hiciste, sólo que no en la forma que pensaba.
Imaginé estúpidamente algún tipo de momento especial madre-hija entre
nosotras, pero olvidé que no eres realmente mi madre. Eres sólo la última
chispa de un recuerdo que murió hace once años. No puedo confiar en que
me ayudes a través de esto porque no eres real.
—¿Cómo puedes creer en ángeles, erklings y otros monstruos pero
no en tu propia madre? ¿Qué está mal contigo? —Sus manos agarraron a
mis hombros para arrastrarme y mis ojos volaron abiertos ante el asalto.
—¡Déjame ir! —Me retorcí lejos de ella y caí, duro, en mi pecho, mi
barbilla golpeando el suelo. Sentí la picadura metálica de sangre llenando
mi boca, mi lengua pulsando de haberla mordido. Gotas carmesí cayeron
sobre la superficie blanca, brillante y mi mano se acercó a mis labios,
limpiando lo que quedaba para unirse a las otras.
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Mis manos se congelaron cuando vi mi reflejo.
Estaba mirando abajo a mí misma, reconociendo el incómodo
rostro que miraba de vuelta. Pero el reflejo de la mujer que estaba a mi
lado era nada excepto…
El cabello de ébano se había ido, en su lugar un halo de mechones
dorados, perfectamente drapeados sobre un hombro masculino. Los ojos
sombríos se habían desvanecido, reemplazados ahora con platos dorados
que brillaban con la alegría de ver mi sangre derramada una vez más.
—No —susurré, sin querer creerlo—. No es posible.
—¿Qué no es posible, Grace?
La voz de mi madre. Todavía era su voz, aunque eran los labios de
Sam los que hablaron, y me volví para mirarla, peleando contra el miedo
que se multiplicaba dentro de mí.
—No me respondiste, Grace. ¿Qué no es posible?
Mis ojos se ampliaron, y cerré mi boca que había caído abierta a la
realización de que él no podía leer mis pensamientos, no aquí en los
profundos recovecos de mí subconsciente.
Habían sido meses desde que incluso me había molestado tratando
de bloquear mis pensamientos de Robert o Lark, así que saber que todavía
era capaz de protegerme a mí misma de esta manera me tranquilizó, un
pequeño consuelo pero uno al que me aferraba mientras miraba a la
persona que estaba delante de mí. Mi madre, formada a partir de los pocos
recuerdos que me habían quedado de ella que no habían estado perdidos
para mí, no eran más que el brillo que cubría una manzana envenenada.
—Tengo que irme —dije apresuradamente, empujándome en mis
pies, mi mano untando la sangre en el piso, el tinte rojo profundo,
destacándose como una advertencia.
—¡No! No puedes irte todavía. Tienes que prometerme que no te
entregarás a Sam. ¡Prométemelo, Grace!
Miré a los ojos de mi madre y sentí un retorcijón en mi estómago
mientras las motas doradas bailaban en el cálido chocolate de un ojo que
comenzó a aumentar en tamaño, ahogando al marrón profundo hasta que
sólo él se mantuvo, una sugerencia de que más yacía justo debajo de la
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superficie. ¿Cómo podía haberme perdido tal cosa? Sólo sabía que
prometer algo así a este monstruo era la última cosa en la tierra que
quería hacer.
—No voy a hacer eso —dije desafiante—. Ya me he hecho una
promesa de que haría las cosas bien, y lo haré, cueste lo que cueste.
—No sabes lo que estás haciendo aquí, Grace —me dijo ella con
una creciente furia en su voz.
—Sé exactamente lo que estoy haciendo. Estoy arreglando tu error.
Sentí un jalón contra mí, como si una línea invisible que había
estado conectada a mí estuviera siendo recogida y vagué mientras la luz
comenzaba a decaer, la imagen del rostro de mi madre con los ojos de Sam
volviéndose más borrosa.
El jalón continuó mientras las paredes a mi alrededor cambiaron, y
podía sentir el peso de una barbilla presionada contra la cima de mi
cabeza. Mis brazos todavía estaban envueltos alrededor de la cintura de
Robert, su pecho todavía absorbiendo el innaturalmente rápido latido de
mi corazón.
—¿Robert? —susurré, notando que el zumbido no había regresado,
ni las vibraciones.
—¿Grace? ¿Estás bien?
—¿Cuánto tiempo he estado fuera?
Sentí su cabeza levantarse de la mía y se alejó de mí un poco para
así poder mirarme, sus ojos llenos con confusión a mi pregunta.
—¿Qué quieres decir?
—Me refiero a, ¿cuánto tiempo he estado inconsciente? ¿Se ha
terminado? ¿Está listo? Porque si lo está, tengo que decirte algo.
—Ni siquiera hemos comenzado, Grace. Aprecio estas distracciones,
lo hago, pero si sigues hablando, nunca seré capaz de convertirte.
Lo miré en shock.
—¿Qué quieres decir? Me desmayé. Estabas zumbando y todo el
lugar temblaba y…
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Él sacudió su cabeza, la confusión esparciéndose a su frente y
boca.
—Grace, te acabo de decir que ni siquiera hemos comenzado. Nada
de lo que describes pasó. ¿Qué está pasando?
Sus manos se juntaron alrededor de mis antebrazos y los retiró de
su cintura. Él tomó mis palmas en las suyas y entonces me miró con
genuina preocupación.
—Tus manos están sudorosas y tu ritmo cardíaco es
peligrosamente rápido. O estás a punto de desmayarte o…
Lo corté.
—Te lo dije, ya lo hice. Parece que han sido horas… pero eso no
puede ser… ¿puede?
—¿Qué pasó? Dime todo —insistió.
Y así lo hice.
Y entonces las cosas fueron de mal en peor.
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26 La Elegancia del
Vacío Traducido por Elenp y Whiteshadow
Corregido por Zeth
ienes que estar absolutamente segura de esto, Grace.
—Estoy segura. Por alguna razón, Sam está
fingiendo ser mi madre. No sé por qué no lo vi,
primero los ojos de mi madre no tienen esa luz, y nunca me animó a hacer
las cosas que ella hizo, pero esta vez, todo era diferente.
Robert paseaba por la habitación, con una mano se rascaba la
cabeza, la otra colgando lánguidamente a su lado, aparentemente inútil
mientras repasaba a través de todo lo que le había dicho, todo lo que le
había mostrado.
—Si Sam está realmente tomando la forma de tu madre en tu
mente, y ahora está diciendo que no te entregues a él, entonces algo ha
cambiado.
Se detuvo en el extremo de la pequeña habitación, un pequeño
escalofrío corría por la longitud de sus alas, arco iris de colores brillantes
fuera de las plumas negras. Levantó el brazo flácido, su codo
balanceándose de atrás a adelante antes de que todo el brazo se lanzara
hacia adelante clavándose en el suelo blando y maleable.
—T
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El agua comenzó a llegar alrededor de su antebrazo, convirtiendo el
piso de tierra en barro muy rápidamente.
—Tenemos que volver a la casa. Tengo que hablar con mi madre.
Todo esto ha ido demasiado lejos.
Cerró los ojos y la sombra del movimiento por debajo de los
párpados me dijo que estaba hablando con alguien. No sabía quién era.
Los árboles comenzaron a vibrar con una enorme cantidad de
energía, hojas y ramas caían sobre nosotros con cada estertor. Robert
agarró mi mano y medio tiró de mí, casi arrastrándome fuera de un
pequeño bosque, mis pies tropezando para alcanzarlo y nunca llegando a
hacerlo antes de que ya no estuvieran en el suelo.
Robert había saltado, el movimiento mucho menos suave de lo
habitual, con los brazos sosteniéndome por la cintura, dejando los pies
colgando por debajo de mí. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y
hundí mi cara en su hombro, las vistas que nos rodeaban se movían
demasiado rápido para hacer cualquier cosa, pero me revolvían el
estómago con vértigo.
No dijo nada durante el corto vuelo y luché contra la tentación de
preguntarle si era porque estaba demasiado ocupado tratando de
averiguar lo que había sucedido o si estaba preocupado por el hecho de
que Sam había estado dentro de mi cabeza y se había apoderado de una
parte de ella, contaminándola de alguna manera. Lo miré y esperé a que él
respondiera a mis pensamientos, agradecida de no tener que expresar las
preguntas en absoluto.
Cuando se mantuvo estoico, fruncí el ceño. ¿Era la respuesta así de
mala? ¿Realmente piensa que mi mente está contaminada por la infección
del engaño de Sam?
Abrí la boca para decirle que me respondiera, pero no pude. No
hubo tiempo suficiente para hacer otra cosa que prepararme para el
aterrizaje que vino a continuación, áspera e inflexible para mi cuerpo
humano. Mis pies golpearon el suelo y apenas tuve tiempo suficiente para
enderezarme cuando fui una vez más arrastrada por la puerta principal,
empujada dentro del salón en el que ahora estaba Ameila y...
—¿Dr. Ambrose?
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El pálido hombre, de pelo castaño rojizo se puso de pie y asintió
hacia Robert antes de ofrecerme una media sonrisa que era más por
cortesía que otra cosa. Su comportamiento amistoso había sido sustituido
por una tensión que sólo pude asumir fue a causa de la proximidad de
Robert.
—Hola, Grace —me dijo en voz baja y firme mientras sus ojos se
movían con cautela entre Robert y yo.
—¿Por qué está aquí? ¿Es Stacy? ¿Cómo está?
Era una cosa tan insignificante, pero si no hubiera sabido dónde
estaba, y por quién estaba rodeada, lo hubiera desestimado cuando vi el
parpadeo plateado de los ojos de Ameila, y las pupilas dilatadas del Dr.
Ambrose, convirtiendo a sus ojos ya oscuros en casi negros.
—Algo está pasando. ¿Qué ha pasado? —Mi voz se había quebrado
un poco, el temor que había perdido de alguna manera su borde mientras
estaba asegurada con Robert, incluso con Sam dentro de mi cabeza.
Estaba de regreso.
Robert me miró y negó con la cabeza, sus manos tomando un
asimiento de las mías en un esfuerzo para ofrecerme el apoyo que no sabía
que necesitaba.
—Prometí no más secretos, Grace. El Dr. Ambrose está aquí porque
Stacy está en coma.
Lancé ojos acusadores al pálido doctor y exigí saber lo que pasó,
sobre todo cuando ella había estado perfectamente bien la última vez que
la había visto. Apartó la mirada en un primer momento, un signo casi
seguro de culpabilidad, y luego, lentamente, su mirada volvió a la mía
cuando contestó en una voz firme y honesta.
—Fue por su prueba semanal ayer. Mientras se vestía, algo pasó.
Una enfermera la encontró inconsciente en el piso. Hemos hecho un gran
número de pruebas pero no se puede encontrar ninguna causa médica
para ello, sin justificación razonable que puede ser explicada por ninguno
de los resultados, lo cual me lleva a creer que esto tiene más que ver
contigo que lo que lo hace con el cáncer.
Mis manos se crisparon en bolas apretadas a mi lado.
—¿Cree que... cree que esto... esto es mi culpa?
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Él negó con la cabeza y miró nerviosamente a Robert, sus manos
temblando mientras hablaba.
—No, no. No creo que esto sea culpa tuya en absoluto. Sólo sé que
no hay nada más que pueda hacer por Stacy. Su familia está angustiada,
como se puede esperar. No han dejado su lado ni una vez, y no puedo
ofrecer ningún consejo o consuelo en cuanto a qué hacer ya que no poseo
la capacidad de ver lo que está pasando en su mente, no sé hasta qué
punto va su inconsciencia.
—¿Así que está aquí para pedir ayuda de Ameila?
Miró a Ameila y luego negó con la cabeza.
—Me temo que incluso si supiera lo que está pasando en la cabeza
de Stacy, no sería suficiente para determinar un tratamiento que sería
suficiente para satisfacer a sus padres. Han estado siendo preparados
para este momento desde que Stacy era una niña, en sus mentes, ella ya
se ha ido.
Mi cuerpo gritó en negación silenciosa mientras comprendí lo que él
me estaba diciendo. Lo golpeé en el pecho, cada golpe en la fría piedra de
su cuerpo enfatizando mi dolor.
—¡No! ¡No, no, no! Tiene que convencerlos de que ella va a estar
bien. Dígales que va a despertar, ¡dígales que ella va a estar bien!
Ameila se metió entre el Dr. Ambrose y yo, y me tomó las manos,
sosteniéndolas todavía hasta que no pude luchar más, dejándolas caer a
los costados como pesos muertos. Con cuidado, deslizó sus manos suaves
en las mías, el calor llenando e irradiando profundamente en mi piel,
calentando mi sangre y adormeciéndome en una calma no deseada.
—¡No! —grité, retirando mis manos de ella y volviéndome a Robert,
agarrando sus brazos, agitando mi cabeza con furia negando, mientras las
lágrimas corrían por mi cara—. No, esto no se supone que debe ocurrir.
Nada de esto se supone que suceda. Se supone que debemos ir al baile en
dos días, ella se tomó tantas molestias para encontrarme el vestido
perfecto. Graham consiguió esa corbata a juego...
»Y se supone que él se mudará a Florida y vivirá feliz para siempre
con Lark, es por lo que se convirtió, es por qué hizo esa elección. Y nada de
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eso va a suceder ahora y todo es por mi culpa. Todo esto está sucediendo
por mí, todo es mi culpa.
Las manos de Robert encontraron mis hombros, apretándolos con
fuerza, en apoyo.
—Esto no es tu culpa. No pediste nada de esto, no hiciste nada que
pudiera justificar que algo de esto ocurra. No te culpes.
—Todo esto es el resultado del error de Sam. No podrías haber
causado algo de esto si lo hubieras planeado tu misma —agregó Ameila.
Llenó la curva de su palma de la mano con mi barbilla mientras me
obligaba a mirarla, sus ojos suaves y cálidos, a pesar de la plata helada
que me recibió—. ¿Crees en el destino, Grace?
Me miró a través de la bruma borrosa de las lágrimas, la confusión
sólo contribuyendo a la imagen distorsionada que tomé de ella.
—Sí creo en ti, tengo que hacerlo, ¿verdad?
Ella sonrió, con la cabeza rebotando hacia arriba y hacia abajo en
acuerdo.
—Bueno, hay muchos tipos diferentes de destino. El destino no es
siempre un camino conjunto. A veces, el destino es la necesidad para que
puedas tomar decisiones que de otra manera no harías. Si no haces esa
elección, tu vida se desvía en otro camino, a veces para bien, otras no.
—Pero, ¿qué tiene eso que ver con lo que Sam está haciendo a mis
amigos?
—Tienes que recordar que ellos están pasando por esto contigo. Tu
decisión de estar con Robert le dio a Graham la opción de estar con Lark.
Stacy decidió ser amiga tuya, y a su vez, optó por hacerse amiga de Lark.
Cuando se enteraron de lo que somos, tuvieron la opción de poner fin a
sus lazos con nosotros, pero no lo hicieron.
»Los seres humanos tienen el lujo de elegir, y como resultado, el
destino no los obliga a seguir los mismos caminos como lo hace con
nosotros. No puedes echarte la culpa de sus decisiones, Grace. El destino
es muchas cosas pero nunca es una mentira.
Sus palabras causaron un temblor de shock corriendo a través de
mí.
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—¿Estás haciéndolos a ellos culpables?
—Estoy diciendo que cuando decidieron convertirse en parte de un
mundo del que no sabían nada, ellos mismos se abrieron a sus peligros.
—Y ellos lo aceptaron —dijo el Dr. Ambrose, su voz llena de
convicción.
—No me vengan con eso —repliqué, alejándome de todos y luego
parándome en una esquina solitaria cerca de una de las estanterías
altas—. No hay manera de que Graham esté de acuerdo en ser secuestrado
y que su vida sea intercambiada por la mía. Y Stacy no estaría de acuerdo
en que su cáncer regresara para luego luchar contra él, sólo para terminar
en un estado de coma. Y ¿qué pasa con Katie? Ella no sabía nada, no tiene
nada que ver con esto. Estaba simplemente en el lugar equivocado en el
momento equivocado.
—¿Y qué ejemplo más perfecto del destino podría haber que la
ejecución de esa frase exacta? —preguntó Ameila—. No hay tal cosa como
estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Todo sucede por
una razón, Grace. Todo. No parece así, porque la mayoría de los seres
humanos no pueden ver más allá de sus emociones, pero cada acción,
cada decisión que llevó hasta ese punto lo convierte en el lugar correcto en
el momento adecuado.
La lógica en su explicación no aliviaba en modo alguno mi
sentimiento de culpa, logrando sólo contribuir a endurecer mi
determinación de hacer la única cosa que sabía que podría ayudar a salvar
las vidas de aquellos que me importaban, los que yo amaba.
—¿Dónde está Lark? Quiero terminar con esto tan pronto como sea
posible para que nadie más salga lastimado.
—Ésa es la razón principal por la cual estoy aquí —comentó el Dr.
Ambrose detrás de mí.
—¿Qué? ¿Por qué? —Me volví de cara a él.
—Necesito a Lark para ver en la mente de Stacy.
—¿No pudo Ameila hacer eso?
Él sacudió la cabeza con decepción.
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—Ella ya ha probado. No hay nada allí.
Robert, quien parecía estar perdido en sus pensamientos, ladeó la
cabeza hacia un lado.
—¿Qué quieres decir con eso?
Ameila colocó una mano en el brazo de su hijo, intercambiando un
millón de pensamientos en ese simple toque. Ella me miró y habló en voz
alta lo que sabía que yo iba a entender.
—Fui al hospital a ver a Stacy a petición de Ambrose, pero no
encontré signos de vida dentro de su mente. Ella no está muerta… su
mente está intacta, más saludable de lo que pudo haber estado alguna vez,
pero está vacía, vacía de pensamiento o memoria como si hubiese sido
limpiada de todo lo importante en su vida.
—¡Eso justo lo que pasó con Erica! Pero, ¿cómo? —pregunté, con
los ojos rebotando entre los suyos, Robert, y el Dr. Ambrose—. ¿Y qué
puede hacer Lark que tú no puedas?
Ameila suspiró y miró a Robert una vez más. Sólo entonces vi la
oscuridad que había llenado sus ojos mientras miraba fijamente al Dr.
Ambrose, quien ahora estaba mucho más cerca de mí de lo que había
estado momentos antes, y su piel mucho más pálida, si tal cosa fuera
posible.
—Alguien, más concretamente, un ángel, ha manipulado la mente
de Stacy. La mente humana es tan frágil que no se necesita mucho para
vencerla hasta el punto de ruptura.
—Pero si su mente está en blanco, ¿qué hará Lark?
—Ella encontrará a Stacy.
Hay algunas cosas que puedo entender con pocas explicaciones,
algunas cosas que puedo llegar a averiguar por mi cuenta después de
analizarlas un poco, y luego hay cosas que me dejan totalmente pérdida y
sin palabras. Ésta era una de esas cosas.
Viendo esto, Ameila continuó:
—La mente de cada ser humano es como una casa. Hay puertas y
ventanas en ella que dejan pasar la luz e información. Con el tiempo, lo
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que está dentro de la casa sale a través de nuestras acciones, nuestras
palabras, lo que creamos, pero siguen dejando detrás sus huellas, sus
recuerdos.
»A veces, estas casas se rompen. El daño varía, pero las reparas,
limpias las cosas y sigues adelante. La prueba de que el ser humano es
resistente se puede encontrar cuando el trauma cambia la percepción de
todo a su alrededor, sólo para volver a caer en un estado de paz después
de un tiempo de curación.
»Pero luego hay momentos en que estas casas se queman hasta
quedar destruidas por completo. Intenso dolor, enfermedad y la privación
de cosas necesarias para el ser humano para sobrevivir son sólo algunas
de estas causas, pero los resultados finales son los mismos. Las casas
tienen que ser reconstruidas. Pero, ¿cómo? ¿Por dónde empezar? No hay
planos para la mente humana.
»Ahí es cuando se descubre que algunas mentes, como las casas,
poseen una caja fuerte profundamente escondida dentro de sí misma,
protegiendo los activos más valiosos de los propietarios: recuerdos muy
preciados e importante como para ser olvidados, información que es
esencial a la esencia misma del alma humana, y el amor que puede
mantener el espíritu humano dispuesto a empujar más allá de la vacuidad.
»La capacidad de Lark para escuchar los pensamientos de los seres
humanos y los ángeles por igual, sin importar la distancia, pude encontrar
estos pensamientos si es que existen dentro de Stacy. La profundidad es,
después de todo, sólo una medida de distancia. Stacy tenía una mente
fuerte y un corazón fuerte, y creemos que todavía está allí... en alguna
parte.
Mis ojos se iluminaron con esta noticia.
—¿Eso significa que Stacy puede ser salvada? ¿Ella despertará y
todo estará bien?
Sentí la punzada helada de una mano sin sangre en mi brazo y
volví la cabeza para ver la cabeza del Dr. Ambrose agitándose una vez más.
—¿Qué? Si Lark puede encontrar a Stacy y ayudarla con sus
recuerdos, entonces las cosas estarán bien. ¿Cierto?
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—Grace, aunque Lark sea capaz regresar a Stacy del coma, ella
todavía va a morir de cáncer. —La voz del Dr. Ambrose tenía un tono
sombrío que no me gustaba. Sentí mis ojos estrecharse en una mirada que
imitaba a la de Robert.
—Entonces, ¿cuál es el punto? Si sólo va a morir, ¿por qué incluso
traer esto a colación? ¿Por qué dar esperanza a alguien? ¿Cuál es el punto
en dar esperanza, si no importa lo que se haga, ella todavía va a terminar
muerta?
—Ameila y yo hemos acordado que si Lark puede determinar que la
mente de Stacy todavía posee cierta capacidad para comprender y procesar
pensamientos, puede ser que haya una manera de salvar su vida.
Mi cabeza voló a Robert, su expresión se había tornado mucho más
sombría, sus alas alborotadas con agitación.
—No estás salvando su vida —dijo entre dientes—. La estás
convirtiendo en comida.
—¡Robert! —Ameila se quedó sin aliento.
—¡No pretendas que no es verdad, madre! Su plan podría permitirle
a Stacy existir más allá de lo que su cuerpo mortal se lo permite, pero no
va a tener su vida, y ella definitivamente no va a tener su humanidad. ¡Va
a ser un monstruo, como tú! —Sus ojos se encontraban llenos de asco
cuando miró el Dr. Ambrose.
—¡Robert! —lo amonestó Ameila, sacudiendo la cabeza con
disgusto—. Condené a Stacy a morir cuando convertí a Graham. Pero
Ambrose le ofrece otra solución. No es la mejor, pero es mejor a que ella
sea convertida sin permiso y tal vez acabe como algo peor. Tú sabes lo que
puede pasar…
—Te pedí que la cuidaras, para protegerla y mantenerla a salvo —
gruñó Robert, la ira haciendo que el negro profundo de sus pupilas se
estrechara sobre su irises de plata hasta que sólo un débil anillo de luz se
podía ver—. Si tomas su vida sólo la condenarás a una eternidad como
una bestia come carne como tú...
—No voy a tomar su vida —dijo el Dr. Ambrose desafiante, con su
nariz y la barbilla elevadas para hacer frente al desafío de Robert—. Si ella
decide que lo que tengo que ofrecer es lo que quiere, voy a estar dándole su
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vida. Mi cuerpo puede no estar vivo, mi corazón puede no latir, pero eso no
quiere decir que esté muerto. Tú deberías saberlo mejor que nadie.
Los ojos de Robert se abrieron, y yo respiré con alivio cuando la
oscuridad comenzó a apartarse de ellos, el punto del Dr. Ambrose había
dado en el blanco.
—He llegado a conocer bastante bien a Stacy. Ella aceptó el hecho
de que se estaba muriendo, sin pasar por la negación y la ira todo junto, y
ella ha demostrado una enorme cantidad de humildad también. Incluso
tomó el asunto con cierto sentido del humor, lo cual me parece bastante...
sorprendente. Creo que, dada su actitud despreocupada acerca de la
muerte, va a ser muy susceptible a mi oferta. Y te prometo que si ella está
de acuerdo, mi esposa y yo veremos a que aprenda a controlar sus
impulsos, que aprenda a vivir una vida tan normal como sea posible entre
los seres humanos, de la forma en que yo lo hago —prometió el doctor.
Vi como Robert comenzaba a calmarse, abriendo y cerrando los
puños a los costados, mientras que las puntas de sus alas arrastraban por
el suelo de madera.
—Esto va en contra de todo lo que creo, en contra de todo lo que he
sido educado para creer... Nosotros los toleramos, porque fueron creados
antes que las nuevas leyes. Si fuera por mí, todos ustedes estarían
extintos.
—No eres diferente de lo que soy —respondió el Dr. Ambrose, su
valor recientemente descubierto lo reforzaba de una manera que le hacía
parecer casi tan terriblemente sombrío como Robert acababa de serlo
momentos antes—. Tú tomas las vidas de personas inocentes, tanto como
la de los culpables, y al hacerlo destruyes a sus familias, sus esperanzas,
sus sueños. Cuando los matas, no sólo tomas sus almas, sino que haces
daño en las almas de las personas que se preocupan por ellos. Cuando
tomo una vida, yo por lo menos les dejo su alma, permitiéndoles elegir qué
hacer con ella.
—Nunca he tomado una vida que no estaba destinada a ser
tomada, y nunca he dejado un alma volverse más y más oscura hasta que
no queda nada de ella para enviar a cualquier lugar —gruñó Robert.
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—Pero sabes que no va a ser así para ella —le recordó el doctor—.
Ella tiene opciones ahora, las opciones que yo no tuve. Y conmigo
ayudándola, puedo evitar que se convierta en el monstruo que temes.
—No me gusta tampoco, pero hay que ver que ésta es la única
manera de salvarla —intervino Ameila—. No tiene mucho tiempo, Robert.
Sin sus recuerdos para aferrarse a ellos, el cuerpo de Stacy comenzará a
rendirse e incluso si de alguna manera lo combate, sus padres no lo
harán. Ya han tomado la decisión de desconectar el soporte vital que las
máquinas proveen.
Robert se volvió hacia mí, el tormento y la angustia enmascarando
sus rasgos.
—No parece justo, ¿verdad? Todo el mundo tiene una segunda
oportunidad, menos nosotros. ¿Qué quieres hacer?
No lo dudé.
—Si eso significa salvar la vida de Stacy, entonces yo digo que lo
hagamos.
Ameila y el Dr. Ambrose suspiraron con alivio.
—Tenemos que encontrar a Lark —anunció Ameila—. ¿A dónde te
ha dicho que se iba, Grace?
—No sé.
Volvió su rostro terriblemente enojado hacia Robert.
—Y tú —gruñó—. ¡Estabas a punto de quebrantar la ley de los
Nephilim! ¿Estás tan desesperado por morir?
Los ojos de Robert se volvieron fríos y duros.
—Sé que mi lugar es estando con Grace. Morir es sólo el viaje para
llegar allí.
Mi corazón se estremeció ante esas palabras.
Ameila volvió la cabeza para mirarme, la ira que iluminaba su
rostro fue suficiente para causar que diese un paso hacia atrás.
—Júrame que no romperás nuestra ley, Grace. Júralo.
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—¡No lo hagas! —nos gritó Robert a ambas.
—L-lo juro —tartamudeé.
Satisfecha, el rostro de Ameila se suavizó, el brillo etéreo regresó a
sus rasgos perfectos.
—Gracias —dijo, se desmaterializó de manera casual antes de
pasar a estar al lado de su hijo, tendiéndole la mano para consolarlo—.
N'Uriel, debes entender por qué…
Robert la interrumpió, alejándose de la mano extendida con
disgusto.
—No tienes derecho. Ser Serafín te da dominio sobre mí, pero no
sobre Grace. ¡Sus opciones no son las tuyas!
Corrí hacia él, puse mis manos sobre su pecho y le rogué que se
calmara antes de que su ira creciera fuera de control.
—Robert, por favor. Esto no va a ayudar a nadie. Tuve la opción de
decir no y no lo hice. Tu madre no tiene más opción, desea salvar tu vida…
eres su hijo.
—¡Ella no tenía derecho, Grace. No tenía ningún derecho!
—Está bien —le susurré.
—Tú y yo sabemos que no lo está.
Sonreí con tristeza, mi corazón roto cuando noté el dolor en sus
ojos, en su voz. Dejé que mis manos se movieran a su alrededor, tirando
de él cerca de mí, suspiré con alivio cuando completó el círculo y me
sostuvo en contra de él, lo más apretado que era posible.
—Grace...
Mi cabeza giró de manera que Ameila estuviera en mi línea de
visión.
—¿Sí?
—Lo siento. Siento por lo que estás pasando, pero hay una razón
para todo esto...
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Mi cabeza se balanceó una vez, reconociendo su disculpa, pero no
dije nada. Sabía la razón por la cual todo esto estaba sucediendo. Todos lo
sabíamos. Hasta el pobre Dr. Ambrose, que había vivido bajo el radar
durante quién sabe cuánto tiempo, sólo para acabar ahora no sólo
expuesto a la amenaza de ser descubierto, sino también a aquellos que
podría terminar, si no su vida, entonces seguramente con su existencia.
—Estás callada —dijo Robert para mí en voz baja, con la mano
subiendo por mi espalda para tocar y suavizar la maraña que era mi
cabello.
—Sólo pensaba —murmuré contra su cuello.
—Ésa es una respuesta típica… en absoluto lo que esperaría de ti.
Sabes que tu mente está tan en blanco como un cuaderno vacío.
—Es cierto —argumenté—. Hay mucho que pensar, tantas cosas
que ordenar en mi cabeza, y no sé cuánto tiempo más tengo para hacer
eso...
—Grace, te digo que tu mente está tranquila… es como si
estuvieras en medio de un sueño sin sueños.
El reconocimiento de lo que estaba pasando me llegó como un rayo
de luz, sólo que en lugar de venir a mí desde el cielo, vino a mí desde lo
más profundo.
—Lo estoy haciendo de nuevo. Te estoy bloqueando fuera de mis
pensamientos.
—Lo has estado haciendo de manera intermitente durante un
tiempo —coincidió Robert—. Pero no creo que no fueras consciente de ello.
—¿Creías que estaba haciéndolo a propósito?
Sentí el asentimiento sin necesidad de verlo.
—Pensé que era porque todavía estabas indecisa acerca de confiar
en mí. No quería traerlo a colación y hacer que te enfadaras.
Levanté la cabeza y observé las líneas fuertes del rostro de Robert,
los ojos de plata que se arremolinaban y se expandían como la plata
fundida, los labios engañosamente suaves y capaces de hacerme olvidar de
todo salvo lo que se sentía al tenerlos sobre los míos.
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—Ahh...
Robert sonrió, una sonrisa lenta, perezosa que hizo que mi
estómago se convirtiera en un nudo grande que pesaba dentro de mí.
—Te escucho ahora.
—Así que cuando estoy pensando en cómo me siento acerca de ti,
mis pensamientos son claros, pero cuando no estoy...
—Tu mente está vacía.
—Si tan sólo eso fuera cierto —suspiré antes de colocar la cabeza
hacia abajo, acurrucándome y quedándome allí en ese raro momento de
calma que precedía todo lo que temía demandaría mi atención.
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27 Compulsión
Traducido por Lorenaa
Corregido por Lizzie
l agotamiento me obligó a subir hasta la habitación de
Lark, donde me dormí durante varias horas, me
desperté justo pasada la media noche. A pesar de que
había querido que Robert se quedara conmigo, sabía que tenía mucho de
lo que hablar con su madre, aún más, tenía que llegar a una solución con
los términos que ella y el Dr. Ambrose habían averiguado para Stacy. Él
dijo que se quedaría conmigo hasta que me durmiera, en un momento de
rara armonía entre los dos que incluía en no preocuparse o temer el mudo
exterior.
Cuando emergí de la habitación, descansada y refrescada después
de una ducha rápida, la casa estaba inundada de luz. Bajé las escaleras y
entré en el gran salón, sorprendida por lo que me esperaba ahí.
—¿Dormiste suficiente, Grace?
Miré al Dr. Ambrose y asentí cortésmente antes de girar mi
atención a aquellos que ocupaban la habitación ahora.
Ameila caminó hacia adelante con una mujer que reconocí de la
boda a la que me había llevado Robert en nuestra primera cita. Su cabello
plateado había sido recogido encima de su cabeza y luego en una cacofonía
de trenzas que colgaban como cuerdas metálicas más allá de sus oídos.
Ahora estaba suelto, en una cascada de luz cayendo por su espalda
contrastando con el negro del vestido que se le ceñía a su cuerpo.
E
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—Grace, permíteme presentarte a Sera —dijo Ameila con una
conocida sonrisa—. Sera es mi madre.
Mis ojos volaron de madre a hija, sus características tan diferentes
y aun así similares… ¿Cómo no había visto esto antes? Cuando sonrió
hacia mí, el morado profundo de sus pupilas se espesó, y el tono violeta
brilló, con una alegría que parecía fuera de lugar, dadas las circunstancias
que probablemente justificaban su llegada.
—He visto tu rostro muy a menudo en los pasados meses y debo
confesar, que las visiones que he visto de ti desde mi nieto palidecen en
comparación a verte en persona. Ha pasado un tiempo, ¿no es así?
Su voz teñida de algún extraño acento que no pude ubicar, pero las
palabras fluyeron de su boca como el agua de un manantial, libres y
suaves, pero con un propósito y dirección. Me sentí obligada a caminar
hacia ella, empujada por algo invisible contra lo que no podía luchar. En
vez de eso, ayudé acelerando mis pies, corriendo hacia ella y
respondiéndole, solo por oírla hablar otra vez.
—La vi en la boda —escupió mi boca, el sonido duro e incómodo
como un cartón para el refinado satín de su respuesta.
—Sí, había esperado que nosotras hubiéramos podido hablar
entonces, pero no era el momento correcto.
Asentí torpemente, mi cabeza subiendo y bajando como si estuviera
en el gran manantial. Ella sonrió con la sonrisa más impresionante que
jamás había visto, y empecé a sentir como un líquido caliente se esparcía
dentro de mí, como si me acabara de beber una taza de chocolate caliente
e iba aliviado en su camino el frío de mis huesos.
—Qué raro; justo como lo hacías entonces, guardas algunos de tus
pensamientos como tesoros secretos listos para ser encontrados. ¡Qué
chica tan inteligente eres! —me dijo antes de girarse hacia Robert, que
estaba parado a mi lado, con sus manos descansando protectoramente
contra mi cintura—. Está bien. N’Uriel. Ella vale la pena.
—¿Valer la pena para qué? —Miré hacia los dos, mis ojos
parpadeando de ida y vuelta, esperando por una respuesta.
—Mi abuela cree que ahora tú vales la pena para morir.
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—Oh, siempre he pensado eso. Lo supe en el primer momento que
te vi, dulzura. Eres mucho más especial de lo que N’Uriel da crédito. Eres
capaz de resistir tan bien la presión de los de nuestra clase… mi
encantamiento apenas funciona en ti.
—¿Era eso lo que estaba sintiendo? Oh no, su encantamiento
funcionó muy bien… hubiera hecho volteretas si me lo hubiera pedido —
solté antes de golpearme la boca con mi mano.
Sera rió, la misma risa musical a la que había estado
acostumbrada por Lark y Ameila.
—Oh, Grace, tengo tantas ganas de llegar a conocerte mejor, pero
ese momento llegará. Por ahora, debemos centrarnos en el terrible acto
que ha sido hecho al esposo de Lark.
—¿Esposo? —Me atraganté.
—Sí, su esposo —dijo ella con una sonrisa astuta—. Lo admito,
cuando me enteré de que estaba planeando tomar a un humano como
pareja, estuve bastante sorprendida. Pero han pasado siglos desde que
uno de nuestra clase ha encontrado una pareja, y viendo cómo fue su
última unión con uno de los nuestros, sentí que era necesario que se le
permitiera esta felicidad. Además convertir a un humano es una cosa
trivial… él es bueno para ella y la ama. ¡No hay nada trivial en eso!
—¿Esposo? —chillé, incapaz de aceptar completamente el término.
—Sé que ellos se casaron muy rápido, pero dadas las
circunstancias para no hacerlo, creo que hicieron la elección correcta.
Además Lark ha tenido la mitad de un milenio para hacerse a la idea…
—¡Pero Graham sólo tiene dieciocho años! —grité, mi voz
elevándose lo suficiente para que cada cabeza se girara a mirarme en
estado de shock e incredulidad—. Él nunca ha tenido tiempo para hacerse
a la idea… nunca ha pensado sobre ello siquiera.
—Te equivocas al entender que no importa si él ha pensado sobre
ello o no, Grace.
No entendía por qué Graham me había hablado sobre convertirse
pero no sobre casarse. ¿Y por qué no descubrí esto por mi cuenta?
Conocía las reglas, sabía lo que era necesario. Y aun así la idea de que él
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tuviera que casarse para estar con Lark íntimamente nunca había cruzado
mi mente.
—¿La razón por la que estás tan enfadada por esto es porque te
estás sintiendo celosa, Grace? Si es eso, es entendible, debo admitir, que
después de mil quinientos años, me gustaría pensar que mi N’Uriel estaría
preparado para asentarse, pero dadas las circunstancias…
—¿Dadas las circunstancias, es mucho mejor que no se case con
una muerta andante? —Terminé por ella.
—Bueno, no es eso exactamente, pero siempre hay tiempo para
discutir esto después.
—¿Va a parar de hablar como si pensara que tengo todo el tiempo
del mundo? —repliqué, llegando finalmente al límite—. No soy como usted.
No soy como Graham. No soy como el Dr. Ambrose. Tengo un temporizador
en mi vida que está a punto de apagarse. Aquí no va a haber ningún
“llegaremos a conocernos mejor” o “lo discutiremos después”, así que pare
de fingir, ¿de acuerdo? No me hace sentir mejor… me hace sentir peor.
La sonrisa de Sera no vaciló, pero el brillo en sus ojos disminuyó
un poco con mis palabras.
—No quería molestarte. Perdóname si lo he hecho.
—Está bien —murmuré, antes de darme la vuelta para hacerle
frente a los otros, muchos de los cuales no reconocía para nada, otros
rostros me eran muy familiares.
Robert empezó a hacer las presentaciones, con cada individuo
levantándose para conocerme como si yo fuera la invitada de honor.
—Esta es Naomi. Ella es un EP, pasa la mayor parte de su tiempo
en Cleveland, y este es su esposo Theo.
Naomi y Theo, parecían dos estatuas de bronce, sus cuerpos
estaban esculpidos en músculos eso me dio una pausa para pensar por
qué necesitarían estar en tan buena forma física, su cabello estaba cortado
extremadamente cerca del cuero capilar, sus ojos marrones profundos y
curiosos cuando sonrieron y saludaron. Me gustaron inmediatamente.
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Robert me llevó hacia una mujer mayor con el cabello rubio rojizo,
con su cara tan salpicada de pecas que hacían que se encendieran sus
ojos olivinos.
—Esta es Linda. Una amiga cercana de la familia.
Cuando Robert no incluyó lo que era Linda exactamente, me
encargué yo misma de preguntar. Ella sonrió y me palmeó la mejilla,
respondiendo con un acento muy pronunciado.
—Nada especial, cielo. Sólo una amiga de la familia. Eso es todo.
—Recuerdas a Hannah de la boda, ¿verdad?
Hannah… la preciosa morena, que se había casado con su príncipe
encantador delante de los ángeles, electus patronus, y un simple
humano… se levantó y me dio la mano.
—Hola, Grace —dijo con una sonrisa amigable—. Lamento que no
pudiéramos hablar en la boda, pero las cosas eran una locura… es bueno
que finalmente sea capaz de verte y agradecerte por ayudar a hacer de mi
boda y el último día de mi abuela muy especial.
—Hannah está acompañando a Sera y a Lem —explicó Ameila
cuando un hombre más alto que los demás al cual nunca había visto antes
se aproximó hacia mí. Mis ojos lo recorrieron con una intensa inspección,
incapaz de mirar hacia otro lado, hasta que había tomado cada centímetro.
Su cabello lucía como tiras de seda que habían sido manchadas
con vino rojo oscuro. Estaba cortado a la altura de las orejas, con largos
mechones que se rizaban por delante. Se parecía al cabello de Robert en
todos los sentidos, excepto por el color, e hice una mueca cuando me di
cuenta de que mis dedos se morían por jugar con los mechones perdidos
que colgaban sobre una cara demasiado bonita.
Tenía la mandíbula obstinadamente tensa, fuerte y cuadrada como
una piedra pulida. Su generosa boca tiraba de un lado en una sonrisa
torcida que hizo que mi estómago diera un pequeño sobresalto,
sorprendiéndome y encendiéndome las mejillas con culpa. Rápidamente
elevé mis ojos para admirar la orgullosa nariz y finalmente sus ojos que
miraban hacia mí con el mismo interés.
Y fue cuando sus ojos finalmente me hicieron jadear con sorpresa,
por haberlos visto antes. Uno era claro, como la plata helada, mientras el
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otro brillaba en calor, como el oro líquido. Éste era el ángel de mis
pesadillas. El que había ordenado tomar las alas de Sam y la ejecución de
su alma gemela. Él era el “Lem” que había seguido siendo un misterio para
mí, ahora estaba parado delante de mí en carne y hueso.
Tomé su mano y escuché una rápida exhalación —¿provino de
mí?— antes de soltarla rápidamente de su fuerte agarre y dejarla caer a mi
lado, solo para ser llenada una vez más por el maravilloso Robert.
—Todo lo que he escuchado sobre ti es verdad. Eres bastante
aceptable… para un humano.
Sera encontró este comentario tan divertido como para romper en
una carcajada que flotó por encima de todo, bloqueando mí habilidad de
sentir nada más que diversión.
No me gustaba.
—Lem, eres tan particular. Ella es más que aceptable. Es
excepcional y, ¿por qué no debería serlo? Mi nieto es un chico muy
brillante con gustos exquisitos.
Cuando Lem contestó, su voz fue mucho más fuerte y profunda en
mi mente despierta de cómo había sido cuando estaba dormida. Habló con
autoridad, a pesar de que hubo una ligera vacilación que me dio una pista
de algún tipo respecto a Sera que estaba curiosa y deseaba que tuviera
tiempo para investigarlo.
—Tienes razón, Sera. Es una elección deliciosa. No puedo encontrar
ningún fallo en la decisión del joven N’Uriel de convertirla en su
compañera.
Intenté ocultar mi enfado por estar siendo discutida como si fuera
algún plato principal al que ellos le estaban dando vueltas pero era muy
difícil, especialmente cuando de fondo podía escuchar las campanas del
reloj —dos fuertes estruendos— que instantáneamente me recordaron que
esto no era una bienvenida a cambio de nada.
—Lamento si estoy siendo brusca, pero ¿puede alguien explicarme
que está pasando, por qué están todos aquí?
Todos los ojos se fijaron en mí, la habitación en silencio una vez
más cuando nadie se atrevió a hablar… todas las opiniones guardadas en
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sus pensamientos, que se mezclaban entre ellos, dejándome fuera del
bucle…
—Les pedí que vinieran, así podríamos discutir lo que está pasando
con Samael —habló Ameila al final.
—¿Qué hay que discutir?
—El hecho de que lo que está haciendo está mal —dijo Lisa con
veneno.
—O que está actuando por venganza, en lugar de hacerlo por deber
—fue la respuesta mordaz de Hannah.
—Pero la causa más importante es que mató a un inocente y ahora
ha tomado a otro con poca intención de devolverlo sano —dijo Lem para
concluir.
—¿Cómo saben eso? —Mi pregunta vino justo después de un jadeo
que no fue mío. Sentí que una ola inmensa de alivio me bañaba cuando vi
a Lark parada en la puerta, con una expresión de dolor a través de su
rostro.
—Respóndanle —insistió y caminó hacia nosotros, con sus manos
presionadas delante de ella, apretadas en puños desesperados que la
hacían parecer engañosamente delicada.
—Lo hemos visto —respondió Sera en un tono sombrío—. Este
intercambio con Grace no traerá los resultados que ustedes dos deseaban.
Él no solo está tras la vida de Grace, sino también por su sufrimiento.
—Pero ¿por qué? —chillé, sintiendo las pocas esperanzas que me
quedaban dentro de mí, porque el retorno seguro de Graham se
extinguiese en cenizas—. ¿Por qué mi muerte es tan condenadamente
importante para que él tuviera que hacer esto? Él es un maldito arcángel
de la muerte; ¿por qué no simplemente me mata ya?
Un siseo llenó la habitación y caí sobre mis rodillas cuando un
familiar dolor punzante entró en mi cabeza, cada corte una repetición del
anterior, desvaneciéndose después de cada corte hasta que el dolor
disminuyó, pero no antes de que la sangre saliera a borbotones por mi
nariz y por la boca hacia mi ropa y cayendo al suelo debajo de mí.
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Si hubiera pasado en una casa humana, una gran conmoción
habría explotado, y harían las llamadas nerviosas por ayuda que siempre
se producen. Pero esta no era una casa humana y las reacciones variaron
desde el aburrimiento a la curiosidad cuando Robert presionó una mano
sobre mi cabeza, facilitando el latido residual que siempre ocurre después
de estos ataques.
Levanté la mirada y vi la preocupación que cubría sus ojos y me
sentí increíblemente estúpida y culpable, todo al mismo tiempo. Solo fue
peor cuando escuché a Robert gruñir con desaprobación.
—Grace, sólo cuida tu lenguaje —susurró hacia mí.
—Oh, para —discutí, empujándolo lejos cuando ondeé mi brazo
hacia nuestra audiencia cautiva, sin importarme que probablemente
parecía un extra en alguna película de terror de clase B—. Ellos pueden
oírte susurrar. Y lo siento si no fui criada para saber cuál es la etiqueta
adecuada alrededor de los ángeles, pero soy una humana, y mientras
todos ustedes están ahí hablando sobre órdenes y deberes, la vida de mi
mejor amigo está en peligro.
»Sé que él no es un ángel, o un EP, o… —miré hacia Linda—,
cualquier mierda que seas tú, pero es mi mejor amigo, y también se ha
casado con Lark, lo que significa que es mucho más parte de su familia
que de la mía. Ya he ofrecido mi vida por eso. ¿Qué más tengo que hacer
para que ayuden a traerlo de vuelta a salvo?
Tolas las miradas a mi alrededor empezaron a caer, miradas que no
querían darme las respuestas que estaba buscando, y gruñí en
frustración.
—No les importa salvar su vida, ¿verdad? —los acusó Lark.
—Eso no es así, Larkahd —insistió Sera, llamándola por un nombre
que yo no había escuchado hasta ahora.
—¡No uses ese nombre!
Fue algo impactante, escuchar el nombre angelical de Lark por
primera vez, y luego ver su reacción a su uso. Era casi suficiente para
olvidar lo que había dicho.
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—Si no es eso, ¿qué es? —pregunté, intentando mantener el diálogo
centrado en Graham y no en antiguos desacuerdos familiares que podían
discutir entre ellos.
Los ojos de Sera brillaron ante mi diversión, agradecida de que
pude ver la necesidad de privacidad familiar.
—La vida de Graham es importante, por supuesto que lo es, pero el
peligro en el que él está no es comparable con el potencial de las
consecuencias de lo que Samael ha hecho. Él amenazó con romper el hilo
que mantiene a los humanos y las divinidades conectados aún por
separados, y eso no puede suceder.
—Lo entiendo. Los humanos no pueden saber sobre los ángeles y
bla-bla-bla. Lo que quiero saber es ¿por qué Sam está haciendo esto?
La voz de Sera bajó, su tono fue sombrío.
—¿Puedes imaginar, siglos de existencia sin alegrías? ¿O un
encierro auto inducido del que no puedes salir? La culpa de Sam por la
muerte de Miki lo ha plagado durante siglos, pero podría aceptar su
destino mientras supiera que su decisión era la única que todos los
ángeles habrían hecho. Deber antes que amor, y amar solo por deber.
»Así que imagínate cuán enfadado estuvo cuando supo que estaba
equivocado, que un ángel desafió sus verdaderos propósitos y sacrificó su
vida por amor; amor a una humana, una humana especial.
Palidecí antes sus palabras cuando mi mente empezó a conciliar la
verdad. Sam simplemente no quería arreglar un error. Esto era personal.
Los siglos que Sam había vivido sin amar, sin sentir, sin preocuparse por
nadie; todo eso se había convertido en un sin sentido, nada más que una
mentira… y todo por mi culpa.
—No pienses que Sera te está culpando por esto, Grace —habló
Ameila, apresurándose por contener el daño que sabía que su madre había
causado, ya era demasiado tarde.
Di un paso alejándome de ella.
—No. No, ya nadie necesita disculparse por mí. Entiendo lo que
esté pasando. No es mi culpa que Sam lo jodiera todos estos años, lo
entiendo. No sabía entonces lo que estaba pasando; fue completamente
inocente.
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»Pero ahora sé lo que debería haber ocurrido pero seguí luchando
contra él. Demandé mi derecho para vivir cuando no tenía nada con lo que
empezar. Lo que le pasó a Graham y a Stacy, a Katie y todos los que
fueron heridos por Sam si es mi culpa y la única manera de terminar esto
es si yo lo termino.
Me giré para mirar a Robert y a Lark, sus rostros heridos por lo que
vieron en mis ojos, y sabía que no me podía quedar ahí mucho tiempo. No
había motivo. Ellos sólo estaban postergando lo inevitable. Lark no podía
evitarlo, era su llamado, pero Robert quería que yo lo dejara tanto como yo
quería dejarlo, y no lo podía continuar por un momento más.
Gracias a que mis pensamientos estuvieran seguramente
bloqueados, caminé despacio hacia la puerta delantera, sabiendo que cada
ojo de la habitación estaba sobre mí, cada pensamiento centrado en cuáles
eran mis motivos y por qué ninguno de ellos podía escuchar lo que estaba
pensando.
—Grace… —empezó Robert.
Sacudí mi cabeza.
—Tiene que ser de esta manera, Robert. Lo siento.
Los dejé a todos allí parados, mirándome marchar. Me sentí
ridícula a medida que avanzaba por el camino de entrada hacia la puerta,
dándome cuenta que no llevaba zapatos, mi camisa estaba rota por el
dobladillo, y mis jeans estaban llenos de agujeros, y mi cabello enredado y
todavía húmedo de la ducha. Con todo, me di cuenta, que había actuado
como…
Una impetuosa, adolescente cabezota.
Como sea.
No había razón para seguir estando en esa casa, llena con…
personas que estaban más concentradas en sus reputaciones de ángeles
que en salvar la vida de mis amigos. Necesitaba irme.
—No te vas a ir sola.
Lark estaba parada detrás de mí con sus brazos cruzados sobre su
pecho, la expresión desafiante en su rostro retándome a contradecirla.
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—Mí sitio está contigo —añadió Robert, moviéndose delante de mí y
poniendo gentilmente sus manos encima de mis hombros—. Si no lo sabes
ya, déjame probártelo.
Esas manos, esas encantadoras y maravillosas manos suyas se
movieron de mis hombros hasta justo debajo de mis brazos cuando me
levantó, con nuestros rostros al mismo nivel. Me miró con sus ojos de
mercurio intenso, la luz de su interior los llenaba con promesas que no
podía aceptar y aun así no pude evitarlo.
—Eres mi vida, Grace. Donde tú vayas, yo voy.
El destello de calor que hizo a mis huesos derretirse,
convirtiéndome en gelatina en sus brazos, vino un instante antes de que él
cerrara su boca contra la mía, y luego estallé en una bola blanca de llamas
cuando sus labios instaron a abrir los míos. En ese momento, en ese
glorioso, sereno, y en conjunto un maravilloso momento de deseo y
satisfacción, sentí cada emoción destinada para coincidir con el amor que
estaba enterrado en mi pecho con cada latido de mi corazón, tatuándolo
con su permanencia, y supe que no quería renunciar a este ángel mío.
Pero lo haría. Tenía que hacerlo, por cómo me sentía, por lo mucho que él
significaba para mí. Donde yo estaba yendo, lo que sabía que era mí final,
no tenía que ser el suyo. No podía ser el suyo.
Robert se apartó, con una profunda sonrisa de satisfacción
cruzando su rostro, ajeno a la convicción de mis pensamientos.
—Así que, tú estás a cargo ahora, Jefa. ¿Qué pasa ahora?
No sabía que es lo que íbamos a hacer a continuación, no tenía
planes, pero una cosa, era cierta.
Iba a darle a Sam lo que quería, pero iba a ser con mis condiciones.
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28 Gracias, Buen Doctor
Traducido por Elenp y LizC
Corregido por Lizzie
asaba muy poco afuera de la habitación de hospital de
Stacy, el pasillo estaba vacío de visitantes debido a las
altas horas. Robert, Lark y yo estábamos allí en el frío,
en silencio mientras trataba de imaginar cuál sería nuestro siguiente paso
en nuestro plan sin plan.
Robert había informado a Lark sobre la idea del Dr. Ambrose
mientras viajábamos, y aunque Robert había dejado claro que estaba en
contra de todo el asunto, Lark estaba a favor así como Ameila lo había
estado¸ tal vez aún más. Pero todavía estaba el asunto de los padres de
Stacy, los cuales dormían al otro lado de la puerta, cuidando a su única
hija como el precioso objeto que era.
Mi mente, afortunadamente había estado cerrada durante todo el
encuentro en la casa de Robert, ahora estaba abierta a los pensamientos
que fluían entre hermano y hermana. Escuchaba mientras ellos discutían
cómo lograr que Lark se quedara sola con Stacy tanto tiempo como
necesitaran para averiguar si el Dr. Ambrose estaba en lo cierto, que Stacy
tenía efectivamente un “seguro” en su mente que aún contenía suficientes
recuerdos de Stacy para traerla de regreso desde ésta no existencia a la
que ella había estado sentenciada.
Los Kim harían cualquier cosa que nosotros quisiéramos que
hicieran, pero no quiero encantarlos para que dejen a Stacy a solas conmigo,
ellos están pasando por suficientes cosas como para tenerme también
usando mis habilidades contra ellos.
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—¡Ya lo tengo! —dije en voz alta.
—¿Tienes qué?
—Sé como meterte allí. Trataré de ir adentro a ver a Stacy. Eso
causará la suficiente conmoción para sacarlos fuera de la habitación, ellos
me odian, me culpan por todo esto, así que por qué no usar eso en nuestro
beneficio.
La sonrisa de Lark fue amplia y brillante.
—Excelente idea, Grace.
Robert asintió una vez de acuerdo y luego desapareció con Lark en
una nube de humo blanco y negro, los mechones oscuros rizándose
alrededor de mis piernas y tobillos antes de que finalmente bajaran sobre
el suelo, colgando como una niebla fina en las afueras de la puerta. Aspiré
profundamente, preparándome para la embestida que iba a venir, y luego
toqué tranquilamente en la puerta de la habitación de Stacy.
Después de unos minutos, toqué otra vez, esta vez un poco más
insistentemente. Escuché el roce de pies y luego la puerta siendo abierta,
revelando a un demacrado Sr. Kim, su escaso cabello colgando en hilos
dispersos a través de su cuero cabelludo, bolsas oscuras colgando bajo sus
ojos enrojecidos. ¿Habría dormido algo en los pasados dos días?
—¿Qué estás haciendo aquí? —me gruñó en una voz exhausta que
quería sonar más amenazante de lo que lo hizo.
—Vine a ver a Stacy —repliqué, tratando de ocultar la pena que
estaba sintiendo al ver a un hombre tan fuerte tan venido a menos.
—¿Has venido a ver a Stacy a las tres de la mañana? No están
permitidos visitantes después de las ocho de la noche. ¿Cómo llegaste
hasta aquí?
—Me colé pasando a seguridad. Quiero ver a Stacy, ella es una de
mis mejores amigas y estoy preocupada por cómo está.
Detrás de él, una engañosamente diminuta mujer apareció, su
cabello cuidadosamente trenzado y metido dentro de un moño en la parte
superior de su cabeza, sus ojos amplios y brillantes con la energía
renovada que sólo la ira y la indignación te dan. Inició una diatriba de
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palabras extranjeras que no podía entender porque estaban en coreano,
pero eran palabras que sabía que no eran amistosas en modo alguno.
Sin un reproche de su esposo, la Sra. Kim continuó con su
andanada de insultos mientras lentamente los dos me empujaban fuera de
la puerta sólo con sus voces. Retrocedí lentamente, queriendo darle a Lark
tanto tiempo como fuera posible. La Sra. Kim tomó mi vacilación como un
desafío y se lanzó en una perorata aún en voz más alta causando que se
abrieran varias puertas a lo largo del pasillo, pacientes y sus familiares
salieron a ver la fuente de los gritos.
Con mi espalda presionada contra la pared que puso fin a mi
retirada, no tenía otra elección más que oír al Sr. kim traducir lo que la
Sra. Kim me escupía con más veneno de lo que creía posible en un ser
humano.
—Mi hija tuvo pena por ti y se convirtió en tu amiga porque ella
siempre ha tenido un buen corazón. Sabía lo que aquellos chicos en la
escuela te estaban haciendo, lo que estaban diciendo de ti y a ella no le
gustaba, siempre ha sido de esa manera, demasiado amable para su
propio bien, pero esta vez trajiste tus problemas hacia ella.
»Toda la oscuridad que te sigue, la trajiste hacia nuestra hija y
ahora ella nunca despertará por causa de eso, por causa tuya. No eres
bienvenida aquí, no eres deseada aquí. Sal, ahora. Vete antes de que llame
a seguridad y te arrojen fuera.
Sabía que estaban en lo cierto. La amistad de Stacy conmigo era la
razón por la que sus padres estaban ahora encarando la decisión de
quitarle el soporte de vida, y el por qué Lark estaba ahora en su
habitación, tratando de encontrar una razón para ayudarla a volverse un
monstruo.
—Lo siento —fue todo lo que pude decir—. Lo siento. —Una y otra
vez. Mi cabeza cayó en mis manos y lloré como un niño siendo reprendido.
Y lo estaba siendo, la única diferencia era que mi culpa iba más allá de lo
que los Kim podían siquiera imaginar.
Y así como así, estaba siendo abrazada por los padres de Stacy, sus
lágrimas tristes y sollozos de perdón uniéndose a los míos, y no lo pude
aceptar. Me quedé allí incapaz de mostrar la gratitud que debería sentir
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porque sabía, que aunque ellos sentían el peso de su propia pena
levantarse, yo no merecía un solo gramo de absolución.
Mis ojos viajaron por el pasillo, demasiado incómoda para
acercarme o mirar hacia los dos padres angustiados que se aferraban a mí
con su corazón en la mano. Vi a la multitud que se había reunido en sus
puertas, dispersarse lentamente para dar paso a un guardia de seguridad
corpulento que pisoteaba hacia nosotros con una convicción que
contrastaba con su larga demora.
Era seguido por dos enfermeras que nerviosamente agarraban los
estetoscopios colgando en sus cuellos, expresiones preocupadas
permanecían en sus caras con los ojos y boca volteadas hacia abajo.
Mientras ellos se acercaban, tosí en esa forma incómoda que indicaba que
algo había cambiado, y no para mejor. Los Kim inmediatamente me
soltaron y se enderezaron y voltearon para ver de dónde venía el problema.
—¿Perteneces aquí? —me preguntó con voz gruñona el guardia de
seguridad, su mano descansando precariamente en su… radio.
—Uhm. —Miré hacia la puerta de la habitación de Stacy, y luego a
los Kim—. Yo…
El Sr. Kim asintió rígidamente, como si eso fuera suficiente para
responder al guardia. Desafortunadamente, no lo fue.
—Bien, no me importa si lo hace o no, ya pasó la hora de visita,
este es un hospital no un club nocturno. —Agarró mi brazo y tiró de él
rudamente, forzándome a caer hacia adelante, mi cara colisionando con su
pecho y deslizando mi mejilla sobre la placa de metal que lo nombraba
como el guardia de seguridad número cuatrocientos ochenta y seis del
hospital.
El guardia me empujó. Incluso mientras presionaba mi mano
contra mi herida, y me maldijo cuando vio mi sangre en su camisa blanca,
la mancha roja esparciéndose rápidamente sobre el material absorbente.
—Estúpida, torpe p… —No hubo tiempo para que terminara de
decir la última palabra. Una mano fuerte y suave se apretó contra su
garganta, fijándolo contra la pared detrás de él mientras sus pies colgaban
a varios centímetros del piso, un zapato negro cayó para revelar un
calcetín manchado y con hoyos.
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—¿Qué ibas a decir?
Los ojos del guardia se volteaban en su cara mientras me miraba y
luego a su captor, demasiado asustado para hablar.
—Te hice una pregunta.
La boca del guardia se abrió lo suficiente para escupir un rápido
“nada” antes de que fuera liberado cayendo en el pio como un saco de ropa
sucia.
—T-tú no puedes hacer eso, e-es-esto es un asalto. —Tosió
mientras sus manos frotaban su garganta adolorida con una mano
regordeta.
—Realmente no me importa cómo lo llames. Estabas insultando a
ésta joven por atreverse a sangrar después de que tú la lastimaste sólo por
estar aquí. Tú trabajo es mantener el personal y los pacientes a salvo;
¿luce ella como si fuera capaz de causar algún daño a alguien?
Los ojos del guardia se movieron a los míos por un breve segundo y
observé como su cabeza se movió ligeramente, afirmando a lo que se le
había preguntado.
—Bien, ahora, quiero que salgas. No vengas a este piso a menos
que sea una emergencia, y aun así, solo si has sido personalmente
invitado, si veo tu cara cerca de esta joven o estos padres, personalmente
veré que seas despedido.
—Sí, Dr. Ambrose —gruñó el guardia antes de levantarse y tropezar
por el pasillo, pasando unos pocos testigos rezagados.
Con un fuerte suspiro, el doctor volteó sus ojos cansados hacia
nosotros, los Kim permanecieron en silencio y atentos todo este tiempo.
—Siento esto, Grace, señor y señora Kim a veces nuestra seguridad
puede tener un exceso de celo y se olvidan de que tienen que evaluar la
situación antes de elegir un curso de acción. Lamentablemente creo que
ese joven, probablemente habría tomado la misma decisión, sin importar
qué.
El Sr. Kim le tendió la mano y estrechó la mano que le ofrecía el Dr.
Ambrose.
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—Gracias, Dr. Bro, por ayudarnos. No puedo decir lo mucho que mi
esposa y yo agradecemos su ayuda, en todas las cosas.
El Dr. Ambrose negó con la cabeza y suspiró.
—Ojalá pudiera hacer más.
—Nosotros entendemos. Mi esposa y yo sabemos que ha intentado
todo lo posible para ayudar a nuestra hija. Pude enseñarle a luchar contra
aquellos que fueran por ella a causa de quién es, pero no pude enseñarle a
luchar contra el cáncer. Usted la ayudó a hacer eso. Es una lástima que
no tuviera tiempo suficiente para dominar eso, también.
—¿Así que han llegado a una decisión, entonces? —El rostro del
doctor se suavizó, pero me di cuenta de la preocupación en sus ojos
cuando me envió un rápido vistazo.
Este era uno de esos momentos en que ser capaz de leer la mente
sería útil. Pero entonces, sabía lo que él estaba pensando. No tenía que
leer su mente para saber que se estaba preguntando si Lark había
encontrado algún signo de vida en Stacy. Él no estaba preguntándole a los
Kim si habían tomado una decisión porque genuinamente quisiera saberlo.
Estaba preguntando para darle más tiempo a Lark.
—Hablaremos con nuestros hijos mañana, pero sí, ya hemos
tomado una decisión. No podemos observar a nuestra hija, una vez tan
sana y fuerte, ponerse débil y delgada en su cama como una flor
deshojada. Ella no hubiera querido vivir de esa forma. —Curiosamente la
voz del Sr. Kim estaba llena de orgullo mientras su esposa asentía en
acuerdo—. Peleó muy duro, pero ahora es el momento para que descanse.
Ella merece descansar.
—Entonces haremos los arreglos después de que hayan discutido
esto con sus hijos —les dijo el Dr. Ambrose, pero yo sabía que sus
palabras estaban dirigidas para mí.
¿Estaba diciendo esto porque Lark le había dicho algo desde la
habitación? ¿Encontró lo que había estado buscando? Lo miré con ojos
implorantes, queriendo que él fuera capaz de leer mis pensamientos
escritos en mi cara tan claramente como yo era capaz de ver los de él en la
suya.
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Y luego ahí estaba; un pequeño temblor en la esquina de su boca;
el más pequeño movimiento que fue completamente inadvertido por los
Kim, mientras ellos discutían los planes para el cuerpo de Stacy y los
arreglos para el funeral.
Sentí una oleada de esperanza inundar mi corazón y me esforcé por
evitar la formación de un sonrisa, temiendo fracasar, estampé mi mano
sobre la boca, relajando mis mejillas apretadas y permitiendo a una
sonrisa de éxtasis extenderse por mi boca bajo mis dedos.
—Bien es tarde, Grace. Sugiero que dejemos a los Kim pasar la
última noche con Stacy a solas.
Asentí estando de acuerdo, alejando mi sonrisa y bajando la mano
para ofrecerle a los padres de Stacy mis condolencias, los cuales me
miraban con lo que yo sorpresivamente me di cuenta era remordimiento.
—Lo sentimos Grace, que no puedas pasar el último día de Stacy
despierta con ella. Lamentaremos eso por el resto de nuestras vidas. Ella
siempre te defendió como una amiga leal, cariñosa y humilde. Lamento
que no lo hayamos visto hasta que fue muy tarde —me dijo el Sr. Kim
rechazando mi mano y en su lugar halándome para un abrazo que se
sintió tan familiar en su fuerza. Estuve inundada de mis primeros
recuerdos de Stacy, como ella me abrazaba sin importarle lo que alguien
más o yo pensáramos.
Cuando los brazos de la Sra. Kim también me rodearon de la
misma forma fuerte pero entrañable, me reí.
—Ustedes abrazan igual que Stacy —les dije explicándome cuando
ellos se apartaron sorprendidos por mi pequeño arrebato.
—Oh, bien, podríamos no vernos como gente amistosa, pero lo
somos —dijo el Sr. Kim con una sonrisa comprensiva.
La Sra. Kim palmeó mi mano y me dijo en un inglés rústico:
—Eres una buena chica, Stacy tiene buenos amigos.
—Gracias —le dije suavemente, ignorando la picadura de culpa y
duda que contradecía sus palabras en mi pecho. Con un ondeo de la
mano, seguí al Dr. Ambrose por el pasillo hacia los ascensores. Él empujó
un botón, realmente no creo que se diera cuenta de cuál estaba
presionando, y permaneció en silencio mientras esperábamos que se
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abrieran las puertas, cuando lo hicieron dimos un paso dentro. Una vez
dentro, él presionó el botón que nos llevaría al piso más alto, sin decir una
palabra hasta que las puertas se abrieron y salimos.
—Por aquí —dijo en voz baja, caminando con pasos determinados
por un pasillo poco iluminado, que conducía a una pared de ventanas con
una puerta solitaria que estaba en el medio, ya parcialmente abierta a la
oscuridad que envolvía el exterior de la ciudad.
Lo seguí a un gran balcón de cemento que estaba lleno de colillas y
cenizas, y olía vilmente a orina y moho. Sostuve mi nariz y esperé a que el
Dr. Ambrose hablara otra vez mientras caminábamos hacia un rincón
lejano, donde estaba una mesa redonda de plástico. Metió la mano en el
bolsillo y sacó un paño blanco ofreciéndomelo.
—Deberías limpiarte la cara antes de que Robert llegue.
—Pensé que estabas, ¿cómo fue que lo dijo? Ah sí, “sobrio”. ¿Ni
siquiera un poco de sangre lo hace sentir incómodo? —le pregunté
mientras me limpiaba la mejilla, haciendo una mueca ante la punzada que
sentí al pasar la suave tela.
—Tu sangre no me molesta, Grace. Mi clase no es de criaturas
voraces que se vuelven locos con el olor de la sangre. No somos vampiros.
El olor de la sangre, la vista de ella, es todo intrascendente para nosotros.
Además, preferimos la carne de los humanos. Podemos sobrevivir con
sangre, sí, pero no es deseable. Por desgracia, muchos no tienen las
mismas oportunidades que yo tengo para obtener bolsas de sangre, por lo
que se alimentan de animales. Si crees que somos feos en nuestra forma
natural cuando nos alimentamos de carne humana, deberías vernos
después de alimentarnos de los perros salvajes o las ratas.
Lo miré y traté de tragar mi disgusto ante la idea de consumir
ratas.
—Estará Stacy…
—Stacy va a estar bien. Voy a preparar un suministro de sangre
para ella para que podamos evitar el hambre el tiempo suficiente para
concluir su transformación, y mi esposa y yo entonces trabajaremos en
ayudarla a reconocer los signos.
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―Espera. Ella necesita... comer cuando esté cambiando de humano
a...
―¿Erlking? Sí, por desgracia. El cuerpo humano no tiene mucho de
algo inteligente o eficiente, para ser honesto contigo. La muerte es una de
esas cosas que nunca ocurre sin que el cuerpo gaste demasiada energía a
medida que se apaga. Por eso, cuando un ser humano se está
transformando de un mortal a cualquier otra cosa, necesita una fuente de
energía alternativa.
―Algunos escritores de terror podrían haber tenido una idea de este
pequeño hecho ya que incluyen descripciones de sus víctimas de vampiros
alimentándose de sus creadores, pero la verdad es que, Grace, ni los
vampiros ni mi clase tiene sangre en nuestras venas, sólo veneno. Estamos
transportando infecciones. Si tuviera que alimentar de puro veneno a un
ser humano, no sólo morirían, se auto-destruirían. No es un cuadro
bonito, así que te ahorraré los detalles.
―Oh, por supuesto, ahórreme los detalles ahora ―le dije, poniendo
los ojos en blanco.
Se rió, un sonido extraño, uno que se sentía como si hubiera
estado fermentándose dentro de él después de haber sido encerrado
durante tanto tiempo.
—Sabes, la última vez que tuve que explicar algo de esto fue a mi
esposa, Vanessa. Ella fue más tolerante de mis descripciones de lo que
eres.
Me quedé mirando las luces de la calle que brillaban como
luciérnagas naranja por toda la ciudad, divertida por el hecho de que
estaba teniendo una conversación con un erlking acerca de su esposa.
—¿Le explicó esto a ella antes de que la cambiara, también?
—Oh, yo no la cambié.
Me volví a mirarlo, preguntándome cómo era posible que él se
casara en primer lugar, mucho menos con alguien que ni siquiera era uno
de los suyos. Parecía saber qué era exactamente lo que estaba pensando y
sonrió con aire de suficiencia.
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—Tenemos un matrimonio mixto, ya ves. Ella no es ni erlking ni
humana. Te diría lo que es pero para ser honesto, tengo más miedo de ella
que de tu Robert.
La risa se escapó de mi boca y viajó por encima del balcón entre la
noche mientras negaba con la cabeza ante la mirada inocente que cruzaba
su rostro.
—Oh, Dr. Ambrose, voy a tener que conocer a su esposa, aunque
sólo sea para que yo pueda formar mi propia opinión, porque he visto
enfadado a Robert y dudo mucho que cualquier mujer suya pudiera ser
tan aterradora como es él.
—Es lo que dice la niña humana que nunca ha visto a la Muerte
hacer lo que se pretende que haga —dijo a su vez, aunque su voz era
menos jovial, un borde oscuro tiñéndola. Su sonrisa desapareció de
repente—. Ya vienen.
Las dos figuras esculturales que se dirigían hacia nosotros eran
una visión increíble a la vista. El halo de oro blanco de luz que los rodeaba
llenó el pasillo oscuro a medida que se acercaban y, como siempre, me
sentí impresionada por la fluidez con que se movían, como si sus pies
nunca tocaran el suelo y el aire en sí mismo simplemente flotara hacia
nosotros.
La puerta se abrió por sí misma, dispuesta en su posición por el
poder de un solo pensamiento. En el lapso de un parpadeo, Robert estaba
de pie delante de mí, una mano suave acariciando suavemente el corte en
mi rostro mientras que la otra sostenía la parte baja de mi espalda de
forma segura, empujándome tan cerca como se atrevía.
—Quería matar a ese hijo de puta por lo que hizo, por lo que iba a
decir… —dijo Robert en un tono feroz antes de que él levantara mi rostro y
presionara sus labios suaves contra la delicada piel alrededor de mi
herida—. No te voy a dejar sola otra vez. Incluso en un hospital, no estás
segura.
—Gracias, Ambrose, por venir tan rápido —dijo Lark, tomando las
manos del doctor entre las suyas—. Me diste el tiempo para encontrar qué
era lo que estaba buscando.
Esto era lo que había estado esperando escuchar. Volví los ojos a
Lark, Robert aun sosteniendo mi cabeza entre sus manos.
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—Así que la encontraste, encontraste a Stacy.
Ella me dio una sonrisa pícara y asintió.
—Sí. Está ahí y está entera.
—¿Le has dicho sobre el plan de tu madre?
Ella inclinó la cabeza hacia abajo una vez más en confirmación y
casi aplaudo con entusiasmo hasta que me di cuenta de que uno de
nosotros no estaba muy emocionado como el resto de nosotros.
—Robert… sé que no apruebas…
Apretó dos dedos contra mi boca, silenciando mi argumento.
—Shh. Sé por qué deseas esto. No me gusta, no estoy de acuerdo
con ello por mis propias razones, pero son mías. No voy a dejar que eviten
que Stacy tome sus propias decisiones.
Sus ojos no tenían nada más que la verdad, su boca, aunque
situada en una delgada línea, todavía insinuaba una suave sonrisa que
quería sentir la misma alegría que yo sentía, y así lo hizo por sus propias
razones. Me levanté en las puntas de los dedos de mis pies, removiendo mi
boca por debajo de sus suaves dedos, y dejé que mis labios cayeran en esa
insinuada sonrisa, besando la pequeña chispa de alegría que yo sabía que
él sentía por mí.
—Eres demasiado bueno. Incluso para un ángel —suspiré en
contra de la curva ascendente de su boca cuando la sonrisa finalmente
tomó forma.
—Tengo motivos para serlo —se permitió decir antes de tirar de mi
cara a la suya, completando la conexión entre nuestros labios y enviando
ondas de sensación cruda burbujeando a través de mis venas y
directamente a mi corazón, haciendo que se sumerja hacia abajo y luego
suba de nuevo de forma pronunciada, como si estuviera montando su
propia montaña rusa dentro de mi pecho.
—Bueno, suficiente los dos. No están exactamente solos aquí, así
que ¿podrían dejar de succionarse las caras para que podamos volver al
por qué estamos aquí, en primer lugar?
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Me pareció extraño entonces cuán molesta se había vuelto de
repente la voz de Lark. Ya no musical, en cambio había adquirido un tono
casi áspero, similar a la de uñas sobre un pizarrón colocado enfrente de
un micrófono lleno de retroalimentación. Los ojos de Robert se ampliaron
en estado de shock y luego se redujeron en diversión, sus irises de plata
radiantes reflejando las luces de la calle de color amarillo de nuevo en un
brillo más apagado pero resplandeciente a medida que mis pensamientos
se hicieron evidentes para él una vez más.
—Estoy de acuerdo contigo de todo corazón —me susurró entre
suaves ráfagas de risa.
Una tos irritada y el golpeteo de pies no utilizados para la creación
de tanto ruido en el suelo puso serio a Robert y a mí sólo lo suficiente para
escuchar lo que ella y el Dr. Ambrose habían acordado, su plan trazado en
su totalidad ahora que se había confirmado que los pensamientos y los
recuerdos de Stacy todavía existían.
—Una vez que la documentación esté firmada, los padres de Stacy
probablemente la sacarán fuera del soporte de vida en algún momento
mañana por la noche —explicó el Dr. Ambrose, mirándome directamente y
evitando la dura mirada de Robert con una determinación notable que
empujó a una vena casi imposible a cabo en su marmórea frente.
—Lark quitará las fichas de sus cables, desconectándola desde la
máquina y engañándola al pensar que ella está físicamente muerta cuatro
minutos después de que el proceso ha comenzado. Durante este tiempo,
Stacy está en su punto más vulnerable. Mientras que Lark es capaz de
alcanzar a Stacy dentro de los confines cerrados de su mente interior,
sacarla de allí es una historia completamente diferente. Si no se acuerda
de cómo existir, ella no será capaz de respirar por sí misma.
Lark tomó la palabra a continuación, retomando en donde el Dr.
Ambrose lo dejó.
—Stacy necesita a alguien para ayudarla a improntar sus
recuerdos de vuelta a su mente. Puedo ayudar a liberarlos, pero si trato de
ayudarla a reemplazar los recuerdos que ella ha perdido, podría inundar
su mente con la mía y eso, sin duda, la mataría.
—Entonces, ¿quién va a hacer eso? —pregunté, volviéndome para
mirar a Robert y viendo que no estaba a punto de ser voluntario tampoco.
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Por supuesto que no lo haría, no después de descubrir lo que me había
sucedido a mí—. ¿Dr. Ambrose?
—No puedo, Grace. Si bien la he ayudado en casa, me temo que no
soy un oncólogo. El doctor de Stacy será el que esté en la habitación con
ella. Además, tengo que preparar a la morgue para recibir su cuerpo.
—¿Pero no se darán cuenta de que Stacy no está exactamente
muerta?
Una sonrisa cómplice cruzó sus labios y asintió.
—Por supuesto, pero estarán esperando eso.
—Oh.
Lark puso una mano tranquilizadora sobre mi hombro y me sonrió
con una sonrisa muy tranquilizadora.
—Todo va a estar bien Grace. Vas a estar en esa habitación con
Stacy mañana. Tú eres la que va a ayudarla a improntar sus recuerdos y
mantenerla el tiempo suficiente con vida para que Ambrose haga lo que
tiene que hacer.
—¿Yo? —pregunté incrédula.
La idea de que Lark de alguna manera pensaba que yo era capaz de
hacer tal cosa se vio ensombrecida por el hecho de que yo iba a tener que
fingir que Stacy estaba muriendo delante de sus padres. Miré a Robert con
la duda claramente escrita en mi cara. Él me había visto en la clase de
teatro; él sabía que yo era tan buena en la actuación como lo era en la
mentira.
—No sé si puedo hacer eso. Nada de eso —le dije a los tres de ellos
con el pánico claramente en mi voz—. ¿Qué pasa si se dan cuenta de que
no estoy exactamente de duelo? ¿Y cómo voy a ser capaz de fingir que
estoy triste cuando se supone que tengo que estar ayudando a Stacy a
salir… cómo exactamente se supone que voy a hacer eso de todos modos?
Robert y Lark se miraron entre sí y compartieron una sonrisa
cómplice. La intensa mirada de Robert entonces cambió de lugar a la mía y
la sonrisa se desvaneció ligeramente, dando lugar a una de preocupación.
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—Yo te ayudaré. Voy a actuar como tu representante,
permitiéndote entrar en la mente de Stacy y ayudarla a reformar sus
recuerdos. Has sobrevivido a la exposición en la totalidad de la mente de
un ángel, lo que te hace la única persona capaz de hacer esto. Puedes
bloquear los pensamientos de los demás, y proteger los tuyos propios.
Puedes proteger a Stacy también. No hay nadie más adecuado para salvar
a Stacy que tú.
Eso era mucho para asimilar. Claro, podría haber sobrevivido a los
pensamientos de Robert bombardeando mi mente, pero no lo hice todo por
mi propia cuenta, la habilidad de Robert para sanar había desempeñado
un papel en eso, y no salí de ello ilesa. Pasar intencionadamente por eso
otra vez no era exactamente algo que esperaba, pero la idea de perder a
Stacy era un factor demasiado grande a dejar que mi miedo me tambalee.
—Así que mañana, entonces. —Me escuché decir antes que los
brazos de Lark se envolvieran alrededor de mí.
—No tenías que acceder, sabes —resopló en mi oreja, demasiado
abrumada para controlar el temblor en su voz—. Podrías haber dicho que
no. Podrías haber dicho que no a todo y todos habríamos comprendido.
Pero no lo hiciste, y no puedo creer que no lo hiciste. Estúpida humana
desinteresada. Gracias.
Estaba en shock. Un estado de shock absoluto, alucinante, incapaz
de hablar. Lark siempre se había mantenido distante de mí de una forma u
otra. Oh, por supuesto, ha parecido tan amable y tan preocupada como
Stacy y Graham habían sido, nuestra amistad innegable e inquebrantable.
Pero eso no borra el hecho de que todavía tenía que demostrar mi valía
para ella. Tan molesta como había estado con Robert por su engaño,
estaba molesta también ya que lo había dejado, por partida doble, porque
ella lo había visto suceder antes.
El hecho de que ella ahora estaba aquí, expresando su
agradecimiento en una forma que va más allá de las palabras...
—Acabo de recordar. Tenemos que ir a la escuela en unas pocas
horas —dijo, levantando la cabeza de mi hombro—. ¿Cómo vas a manejar
eso?
Robert me sacó de los brazos de Lark y me barrió fuera de mis pies,
entre sus propios brazos.
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—Ella no va a la escuela. Hay mucho que hacer y no un montón de
tiempo para hacerlo.
Agradecida por mi indulto, obsequié a Robert una sonrisa que
desafió la aparición repentina de agotamiento que me venció; sabía más
que nadie que había demasiado por hacer antes de mi último
enfrentamiento con Sam.
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29 El Verde no es Fácil
Traducido por Vero
Corregido por Angeles Rangel
uando era niña, no soñaba. No soñaba en absoluto hasta
que conocí a Robert. Pero una breve semana después de la
muerte de mi madre, no podía escapar de las extrañas
visiones que se escondían en mi mente poco después de que me quedaba
dormida. Un conejo blanco, el mismo que atormentaba a Alicia mientras
viajaba a través de esa tierra extraña donde ella lo había seguido, entraría
a mi habitación y me preguntaría cómo llegar a la oficina de correos;
quería enviar una carta y no tenía ninguna estampilla. Le mostraría el
camino, señalando puntos de referencia de Heath al pasar por cada uno de
ellos. Él no me diría nada hasta que llegáramos a la oficina de correos, y
fruncía el ceño cuando veía que la oficina postal estaba cerrada.
Con una contracción de su nariz blanca-rosada, se volvería hacia
mí y diría:
—Gracias por tu ayuda. Como pago por tu asistencia, conozco una
receta realmente genial de pastel de zanahoria que me gustaría probar. Si
alguna vez estás en la zona, búscame y lo voy a hornear para ti.
Nunca entendí lo que eso significaba, y nunca lo pensé de nuevo
hasta que cerré los ojos poco después de irse el Dr. Ambrose por ese
balcón del hospital.
Era como si hubieran sido todos esos años atrás, aunque yo estaba
naturalmente, más vieja, y las calles habían cambiado un poco desde
entonces. El conejo, aún de perfecto blanco y con ojos curiosos, esperó
C
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mientras nos paramos en el cruce de peatones, la señal de color rojo
parpadeando hacia nosotros como un ojo loco.
Formulé pregunta tras pregunta, los temas variando de lo
mundano hasta lo oscuro, para un conejo de todos modos, sin embargo, el
conejo se mantuvo en silencio, simplemente agarrando su carta con una
pata enfocada, mientras que las orejas gorjeaban de izquierda y derecha,
pasando por los sonidos del tráfico y la actividad a nuestro alrededor.
Esta vez, sin embargo, la oficina de correos estaba abierta y llena
de gente. Nos quedamos en la fila y esperamos pacientemente a que un
empleado estuviera libre. El conejo compró su estampilla con las monedas
que sacó de una bolsa de monedas que nunca había visto antes, imágenes
de frutas y flores en relieve en el deslumbrante exterior, y luego colocó la
estampilla en el sobre cuadrado blanco antes de deslizarlo en su camino
por la ranura de correos.
Di un vistazo rápido de lo que estaba escrito en el sobre, pero vi
que no había palabras, ni letras, sólo formas crudas y dibujos. No sé por
qué me sorprendió, se trataba de un conejo, después de todo.
Terminó con su cometido, se volvió hacia mí y sonrió, dos dientes
grandes y blancos superiores enganchados sobre los dos inferiores más
pequeños y el labio inferior muy pequeño.
—Gracias por tu ayuda. En pago por tu asistencia, conozco una
receta realmente genial de pastel de zanahoria que me gustaría probar. Si
alguna vez estás en la zona, búscame y voy a hornearlo para ti.
Nada había cambiado; todo había ido exactamente como lo había
hecho antes, con la excepción de que la oficina de correos estaba abierta.
Esperé que el resto de la rutina continuara la misma línea que había
hecho siempre. Él me invitaría por el pastel y desaparecería, después de lo
cual me despertaba con la sensación extraña de hambre por un pastel de
zanahoria.
Pero esta vez, el conejo sacudió su cabeza pequeña y blanca,
insatisfecho con lo que acababa de decir. Él me miró con ojos de color
amarillo pálido, y sonrió.
—Sabes, no sé por qué dije eso. Ni siquiera me gustan las
zanahorias. No importa.
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Con un salto, desapareció, dejándome para despertar a la luz
brillante del mediodía brillando sobre mi rostro, mientras rompía a través
de los espacios entre las sábanas que se cernían sobre mi cabeza. Una fría
y suave mano descansó sobre mi frente, mientras que la otra llevaba un
dedo errante que realizaba un recorrido hacia arriba y hacia abajo en mi
brazo, mientas yacía tendida sobre mi pecho.
¿Has dormido bien?
Un par de ojos auténticos se asomaron por encima de mi cabeza a
través de una cortina de seda negra, una cálida sonrisa acompañándolos
en el rostro más perfecto que sabía que jamás volvería a ver.
—Creo que sí. Quiero decir, supongo. Tuve un sueño extraño.
—¿Acerca de...?
—Un conejo. —A su expresión de perplejidad, le permití ver por sí
mismo qué era lo que yo había visto en mi subconsciente, la diversión en
su rostro una vez que había pasado a través de los sueños, tanto de la
infancia como el presente, obviamente, bastante gracioso para él.
—Con todo lo que tienes de que preocuparte, me alegro de que
hayas encontrado la capacidad de soñar con todo lo contrario.
—Supongo.
—¿Tienes hambre?
Pensé en eso durante un momento, pero mi estómago respondió
antes de que yo pudiera, el gruñido sordo que estalló debajo de mi camisa
provocó una sonrisa de Robert y un jadeo mortificado de mi parte.
—Voy a tomar eso como un sí —dijo mientras me ayudaba a
levantarme—. Vamos a ver que conseguimos para que comas, ¿de
acuerdo?
Cuando estuvimos en una posición más vertical, sólo entonces me
di cuenta que había estado descansando contra el árbol de Bala, sus
raíces formando una áspera tumbona que le permitió a Robert inclinarse
hacia atrás y proporcionarme un poco de comodidad mientras dormía. El
lago que proporcionaba los nutrientes que necesitaba Bala estaba en
calma, la evidencia de los hechos que habían perturbado menos de
veinticuatro horas ya no existían.
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—¿Por qué estamos aquí?
—¿Habrías preferido más bien regresar a la casa y escuchar a mi
madre y abuela discutir el tema de Sam hasta la muerte?
Sacudí la cabeza con desagrado ante la idea, pero quería saber cuál
era exactamente el propósito de la reunión en realidad.
—Los Serafines se están reagrupando, por separado al principio,
pero van a reunirse pronto para discutir los problemas que han sido
provocados por las acciones de Sam.
—Así como las tuyas —añadí.
—Sí, así como las mías.
—Así que, ¿tu madre, tu abuela y tu abuelo... están reunidos para
discutir qué hacer?
Robert barrió un montón de hojas y expuso una pequeña nevera
mientras respondía a mi pregunta.
—Mi madre y abuela están en la casa con Lem, que no es mi
abuelo, para discutir qué castigo, si hay uno, recibirá Sam por matar a
Katie en vez de ti. Sus errores son atípicos de uno de mi especie, lo que le
hace creer a mi madre que está fallando deliberadamente. Si ese es el caso,
entonces eso plantea la pregunta de por qué. Lem está en desacuerdo con
esto y me inclino a estar de acuerdo con él. Él conoce a Sam mucho mejor
que nadie.
—¿Por qué? ¿Eran amigos o algo así?
—Peor aún. Lem es el padre de Sam.
—¿Su p-padre?
—Sí —respondió Robert, sacando un contenedor de frutas y otro de
bocadillos del refrigerador, seguido por una botella de agua.
—Pero, ¡se ve tan... joven!
—Grace —rió en voz baja—. Tengo más de quince siglos de edad. Él
tiene casi tres veces esa cantidad. Si lo ves joven entonces debo parecer un
bebé ante tus ojos.
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Me atraganté con la uva que había puesto en mi boca, tosiendo de
nuevo hasta escupirla en la servilleta que me ofrecía.
—¡Deberías saber que eso no es cierto!
—Por supuesto que sí, pero tampoco puedo ignorar cómo tu
corazón se aceleró cuando lo conociste. Sé que lo encontraste... atractivo
—remarcó, esa última palabra, sonando casi estrangulada.
No dije nada por un tiempo, necesitando un momento para comer y
digerir lo que significaban sus palabras, la emoción que había detrás de
ellas. Estaba celoso. Sabía que podría ser, pero no creía que fuera posible
estar celoso de otro ángel. Agarré otra uva e hice una pausa, mirándolo
con la intención clara en mis ojos mientras mordía la piel crujiente, la
carne suave y el jugo caía sobre mis dedos y corriendo por el lado de mi
boca.
Se inclinó y lamió el jugo fuera de mi piel, una sonrisa pícara
reemplazando la expresión irritada que había empañado su rostro unos
momentos antes.
—Mmm. Mucho mejor que cualquier cosa embotellada.
—¿Oyes mi corazón ahora? —le pregunté, sin aliento.
Sus ojos se dilataron, bajó los párpados y supe que lo hacía. Podía
oír el sonido de mi corazón acelerado, mientras saltaba con cada
sobresalto de mis nervios que su tacto, incluso el recuerdo de su tacto,
instigaba.
—Podría haber encontrado atractivo a Lem, Robert —dije en un
suspiro que era apenas un susurro—. Pero sólo tú alguna vez has hecho
que me sienta de esta manera. Mi corazón late de esta manera por ti.
Agarré su mano y la llevé a mi pecho, deseando que sienta lo
mucho que me afectaba, no sólo escucharlo. Su mano vaciló milímetros
apenas por encima de la tela de mi camisa antes de finalmente apoyarla en
mí con convicción. Su mano normalmente fría era como un hierro al rojo
vivo contra mi piel, la fina camiseta no hacía nada para evitar que las
chispas se encendieran entre nosotros.
Para mi consternación, quitó su mano demasiado pronto, ahora
sólo tocándome, la sostuvo sobre mi corazón, cerniéndola como congelada
en su lugar. Pero todavía la sentía allí, presionada contra mí, y cerré los
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ojos, mordiéndome los labios en la memoria de la inesperada sensación de
lo que había pensado que era un inocente intento de demostrarle cómo me
sentía.
—Creo que deberíamos ponernos en marcha, Grace —dijo con un
estremecimiento cuando sus dedos se flexionaron, flotando por encima de
la camisa como una sombra penetrante.
Gemí en reconocimiento. Estábamos recorriendo aguas peligrosas
con cada toque, y estaba haciéndose cada vez más y más difícil recordar
qué era contra lo que estábamos luchando cuando nos aplastaba tanto el
deseo que estaba amenazando con abrumarnos a los dos.
—¿Qué hora es?
—Casi las tres. Los padres de Stacy llamarán a la casa pronto para
hablar con Lark. Ella les informará que estás con ella y que las dos se
apresurarán al hospital para que puedas estar allí antes de que le digan
adiós a Stacy.
—¿Cómo sabes todo esto?
—Te dije que algunos de nosotros tenemos la capacidad para prever
el futuro. Da la casualidad que la capacidad de mis abuelos es justamente
esa.
—Así que tu abuela te lo dijo.
—No tienes que hacerlo sonar cursi.
Un resoplido se me escapó mientras le entornaba los ojos.
—No puedo creer que acabas de decir la palabra “cursi”.
Él se detuvo y me miró con una sonrisa de satisfacción en su
rostro.
—Yo tampoco.
Robert se levantó y extendió su mano para ayudarme a estar de
pie, chasquidos y ruidos vinieron mientras extendía mis rígidas
articulaciones sólo más notables desde que no había habido ningún
sonido, cuando él se puso de pie.
—Envejeciendo allí, ¿no?
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Di un grito ahogado en fingida indignación, exagerando el efecto
con los ojos muy abiertos y una mandíbula baja y colgando.
—¡Cómo. Te. Atreves!
Traté de mantener mi expresión todo el tiempo que pude, pero el
inmediatamente arrepentido rostro de Robert destruyó mi fuerza de
voluntad y comencé a reír.
—Oh, Robert. Deberías saber a esta altura que la última cosa que
me preocupa es mi edad.
Con una sonrisa que hizo alusión a algún tipo de represalia
acompañada con alivio, presionó un beso rápido en mi frente antes de
recogerme en sus brazos, y salir a través de los árboles, sus huellas
desapareciendo tras él mientras algo perturbaba las hojas, cubriéndolas.
Antes de que la descarga brillante de luz solar bloqueara mi vista, vi la
cara verde de Bala echando un vistazo desde alrededor de un árbol, con
una sonrisa esperanzadora en su rostro.
Cerró un ojo en un parpadeo curiosamente lento, sólo para
perderse en la aguda punzada de los rayos del sol. Cerré los ojos antes de
esconder mi cabeza en el hombro de Robert.
—Está bien, entremos —lo escuché comandar cuando dejamos de
movernos. Bajó mis pies al suelo y miré fijamente al automóvil negro
estacionado frente a mí.
—¿Cómo llegó hasta aquí?
—Linda, la mujer que conociste en casa lo condujo hasta aquí,
antes de regresar.
Linda era también la única que había sido capaz de esconderme de
alguna manera la verdad acerca de lo que era. Ella no era ni humana ni
un ángel, así que, ¿qué era? No era un vampiro, eso estaba claro, y sabía a
ciencia cierta que no era una ninfa o un Erlking.
—Ni siquiera pienses en preguntar —dijo Robert, mientras sostenía
la puerta abierta para mí.
—¿Por qué? —Trepé, empujando mis piernas justo antes de que
cerrara la puerta para mí.
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Esperé hasta que llegó a la puerta del lado del conductor, y luego
presionó el botón de bloqueo.
Levantó la manija y casi me ahogué cuando lo vi arrancarlo con su
mano.
—¡Oh!
Rápidamente, alargué la mano y apreté el botón de bloqueo de su
lado. Escuchando el familiar clic, vi llegar su mano donde la manija había
estado y lo vi tirar una vez más, esta vez tirando la puerta hacia afuera, en
su lugar.
—¡Oh, querida bananas!
Inclinó su cabeza hacia abajo y me miró.
¿Es así como planeas conseguir que te diga lo que Linda es?
¿Haciéndome destruir mi auto pieza por pieza?
—¡Lo siento!
Él sacudió la cabeza ante mí y bajé la mía en turbación y
vergüenza. ¿Cómo pude haber sido tan estúpida? ¿No sabía que haría algo
como eso si la puerta no se desbloqueaba? Por supuesto que sí.
Pero realmente no me importaba.
Levanté la cabeza para mirarlo y casi me caí ante la expresión de
desconcierto que irradiaba nada más que humor y disfrute a mi gesto de
culpa súbita.
Eres linda cuando te revuelcas.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
Abrió la puerta detrás de él y tendió la mano hacia mí, sonriendo
como un loco mientras respondía.
—Volamos.
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—No entiendo por qué no podías arreglar esa cosa estúpida —se
quejó Lark.
—¿Con qué herramientas? Soy un ángel, Lark, no un mecánico.
—Oh, por supuesto. Se podría pensar que con todos esos libros que
has leído en los pasados, ¡oh, no sé, mil años más o menos! tendrías que
haber leído por lo menos un libro sobre reparación de autos.
Robert se dio la vuelta y le disparó a su hermana una mirada
venenosa.
—¿Por qué tengo que saber cómo reparar un vehículo cuando la
única vez que he tenido uno fue cuando nos mudamos de nuevo aquí?
—Porque eres el que quería mezclarse. Los chicos saben cómo
arreglar automóviles.
—Sí, los chicos que no pueden volar.
Lark carraspeó y se escurrió en su asiento. El mismo en el que me
había pasado muchas tardes aburridas sentada, mirando por la ventana y
comiendo nada más que comida chatarra.
—Entonces, ¿cómo conseguiste que este pedazo de chatarra
funcionara de todos modos?
Robert dio unas palmaditas en el tablero del Buick de Graham y
sonrió.
—Tuvimos una conversación.
—¿Q-qué? —farfullé, mi cuerpo girando por la sorpresa, casi
estrangulando mi cintura con el cinturón de seguridad en el proceso.
—No, en serio. ¿Cómo?
La cabeza de Lark apareció de vuelta de entre los asientos,
completamente cortando cualquier vista desde donde estaba sentado su
hermano. Miró a Robert, su cabello largo actuando como una pantalla y
protegiendo las expresiones de ambos, mientras repetía mi pregunta.
Robert no contuvo la carcajada que salió, baja y profunda en su
garganta en demanda a su hermana. El sonido de la misma me hizo
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sonreír; había habido muy poco de cualquiera, sonrisa o risa estos últimos
días, y tenía que apreciarlas cada vez que podía.
—Lo tenía reparado y restaurado. Es algo así como un regalo para
Graham por ser valiente, o loco, lo suficiente como para aceptar pasar su
tiempo siempre contigo. Afortunadamente para mí, las reparaciones
mecánicas se terminaron cuando me presenté. No habían terminado con el
arreglo interior y exterior, sin embargo, por eso mismo, la condición actual
de los asientos.
Empujé el cabello de Lark fuera del camino y me maravillé con la
consideración de Robert.
—Sabías perfectamente lo que quería, este auto es probablemente
la única cosa de importancia real que su padre alguna vez le había dado.
Le va a encantar cuando esté listo, Robert. Gracias.
—Ciertamente espero que lo haga. Con la cantidad de trabajo que
ha sido reparar solo el motor, habría sido más barato directamente
comprar un auto nuevo para él.
—Como si alguna vez te hubiera importado ahorrar dinero —
bromeó Lark, de repente mostrando mucho más reconocimiento hacia su
hermano de lo que lo había hecho cuando, a través de mis ojos, captó el
primer vistazo del auto, mientras éste se detenía en la puerta principal de
su casa.
Robert me había dejado antes de recoger el auto, insistiendo en que
tenía que estar ahí cuando los Kim llamaran. Había estado en lo cierto,
pero eso no cambió lo que sentía sobre ser dejada atrás. Cuando se detuvo
en el auto de Graham, sabía que el corazón de Lark sintió el mismo ardor
que el mío sintió simplemente viendo la abollada puerta del lado del
pasajero y las manchas de óxido en todo el lateral y capó. Sirvió como un
recordatorio de que la vida de Graham seguía colgando precariamente al
borde por un caprichoso ángel enloquecido.
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30 A Través del Espejo
Traducido por Areli97 (SOS) y mariaozuna
Corregido por Angeles Rangel
éjame decirte algo. El modo en que huelen los
hospitales, la manera en que penetra el olor de flores
mezclado con enfermedad, con un poco de vendas y
comida blanda está mal. Especialmente cuando estás en una habitación
llena de personas que están en diferentes etapas de duelo, el acre olor de
las lágrimas y el calor del cuerpo de decisiones hacen incluso más
desagradable e incómoda la situación.
Los padres de Stacy, llenos de dolor por la muerte inminente de su
única hija, apenas habían notado nuestra llegada. Robert, Lark y yo
encontramos espacio en una esquina desocupada e intenté con todas mis
fuerzas en no dejar que mi nerviosismo superara la falsa cara de tristeza
que había logrado poner.
Los cinco hijos Kim se cernían alrededor de los pies de la cama,
cada uno con sus cabezas encorvadas en solemne obediencia mientras sus
padres rezaban al lado de ella, uno a cada lado, sus manos suavemente
pero posesivas acunando las suyas. Era una escena que inmediatamente
borró la falsa pena dentro de mí y lo remplazó con dolor genuino porque
sabía que lo que sea que pasara, tuviéramos o no éxito, la realidad era que
ellos estaban perdiendo una hija y una hermana hoy. Nada de lo que
hagamos prevendría que eso pasara.
La puerta de la habitación se abrió y un doctor entró, una línea
decidida excavando a través de su frente corriendo paralela a la que se
había formado en su boca. Fue seguido por una enfermera quien sostenía
en sus manos un portapapeles con varios formularios necesitando ser
D
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firmados, una pluma apretada entre sus dedos cuando notó la cantidad de
gente que llenaba la habitación.
El Sr. Kim se levantó, un rostro valiente enmascarando el dolor del
que acababa de ser testigo segundos antes, y rápidamente firmó con un
golpe de la pluma que le ofrecían. La penosa tarea de firmar la renuncia de
la vida de su hija causó que las rodillas de este hombre una vez fuerte
fallaran, y sin la ayuda de sus hijos hubiera caído al suelo, sucumbiendo a
la aflicción que se extendió por la sala como una infección de rabia.
Los ojos de Lark se nublaron con cristal líquido, mientras que
Robert presionaba dedos determinados en sus párpados para contener lo
que las emociones de la sala estaban ocasionando que se formara detrás
de ellos. Empático a pesar de lo que debería ser, se trataba también de sus
emociones, y eran muy difíciles de suprimir. Mi mano, firmemente
entrelazada con el fuerte agarre de Robert, la apretó tranquilizadoramente.
Sus dedos se levantaron de sus ojos sombríos y me dio una tierna sonrisa.
—Gracias —me articuló antes de volver su atención hacia Lark,
quien parpadeó una vez antes de que sus ojos se volvieran planos, la
anticipación y la concentración borrando el aspecto severo que había
adoptado al entrar en la habitación.
Y entonces era el momento.
La Sra. Kim sollozando, suave y contenida dentro de su pequeño
ser, ahora dejaba escapar gemidos lastimeros mientras, con un gesto
sencillo y conciso hecho por el médico, las máquinas que mantenían el
cuerpo de Stacy artificialmente con vida se apagaron una por una.
Observé cómo las pupilas en los ojos de Lark se redujeron,
volviéndose en puntitos perdidos en el iris mercurio pálido que miraba
hacia delante, sin enfoque y sin embargo con una visión más precisa de la
que alguien pudiera imaginar. Los ojos de Robert también empezaron a
perder su oscuridad y me dio un corto asentimiento antes de apretar mi
mano. Dejé que las defensas que bloqueaban sus pensamientos cayera
llegando a los míos y al instante, como si hubiera caído en un bosque lleno
de campanas, mi mente se llenó de miles de voces diferentes.
Antes de que pudiera ser abrumada por el caos del ruido, uno por
uno, se alejó, y cerré los ojos para concentrarme en la que importaba, la
que tenía que encontrar antes de que fuera demasiado tarde.
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Por aquí, Grace.
La voz de Robert en mi cabeza se comportaba como un faro que me
llevaba a través de diferentes olas de pensamiento, pasando por las voces
de extraños, y otras que eran seriamente familiares. A medida que las
segundas desaparecían para siempre, mi sentido de urgencia creció, y
sentí a mi mente apurarse por las voces que sabía que no tenían
importancia… ninguna de ellas importaba.
Cientos de voces, miles de ellas, zumbaron una y otra vez en mi
cabeza, recuerdos que no eran míos destellando en ráfagas de luz y
emoción, era difícil mantenerme concentrada en qué era lo que tenía que
hacer. No sabía qué era lo que estaba buscando. Nadie sabía. Cada voz era
como una puerta que conducía a la mente de alguien, los secretos de
alguien más, y yo tenía que ser el lector de mentes ahora.
Podía escuchar los pensamientos obstinados del hermano mayor de
Stacy, las disculpas de enojo de su hermano gemelo, Sean. Pasé por esas
voces escuchando con más atención ahora, al oír los pensamientos
macabros de las enfermeras que pasaban, y la simpatía de alguien en otra
habitación que se había enterado de la decisión de los padres de una joven
chica de poner fin a su sufrimiento en lugar de prolongarlo.
Cada pensamiento individual era como otra piedra añadida a una
calle de adoquines que se extendía en su camino, sin final a la vista.
Estaba empezando a sentirme cansada, mi mente se llenó con mucho más
de lo que podía manejar, y aunque mis ojos estaban cerrados, pude ver los
puntos moteados en blanco y negro que siempre precedían a desmayarse
comenzando a bailar detrás de mis párpados.
Y luego, de algún rincón en la oscuridad, la escuché. Su voz estaba
cantando para mí, cada nota lentamente ahogando la cacofonía de las
palabras e imágenes que había inundado mi mente. Seguí el sonido sin
palabras, los pasos ansiosos dirigiéndome hacia adelante mientras la
atracción musical se hacía más ruidosa y fuerte. La canción, que había
empezado sólo como una melodía, ahora tenía palabras, palabras que
hablaban de lo desconocido y su maravilloso esplendor en el
descubrimiento.
Me aferré a cada nota, utilizándolas para guiar mi camino a la
puerta que me llevaría a su mente protegida. No sabía lo que tenía que
hacer una vez llegará allí, sólo que tenía poco tiempo para hacerlo, y
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entonces corrí. En mi mente corrí a través de mis pensamientos, a través
de mis miedos y dudas, y volé hacia la oscurecida ventana de la
oportunidad antes de que se cerrara sobre mí, porque tan pronto como
supe qué era lo que estaba buscando, la música, el melodioso sonido que
era el canto de Stacy estaba empezado a desaparecer.
¡Stacy!
Mi mente se acercó a ella, una mano mental hacia la canción que
me había llevado hacia ella.
Stacy, no te vayas. ¡No nos dejes todavía!
Mi cabeza empezó a latir, el dolor una amenaza casi insoportable e
inflexible a lo que tenía que hacer. Las manchas oscuras estaban
empezando a superar lo blanco detrás de mis párpados y pude ver el
resplandor rojo de la luz detrás de ellos cuando empecé a perder mi agarré
en el mundo del pensamiento y memoria que Robert había abierto para mí,
la vida de Stacy lentamente desvaneciéndose en la distancia y dejándome
atrás.
¡No!
Abrí los ojos, y me encontré de pie en un pasillo largo, una serie de
cinco puertas corrían junto a mí en ambos extremos. Las paredes en sí se
inclinaban hacia fuera en algunas áreas, como si hubieran burbujas
grandes instando a sólo abrirse de golpe detrás de ellas. Su superficie
estaba pintada en un batiburrillo de colores, sin un patrón discernible
siendo creado a medida que cada una se mezclaba en la otra, nunca yendo
juntas y, sin embargo, nunca realmente separadas unas de otras, como un
arco iris que había sido golpeado por un tornado de color.
Las puertas, sin embargo, eran algo completamente diferentes.
Cada una de ellas no se conformaban con ser un rectángulo ordinario
fijado en una pintada pared de forma extraña. No, todas estas puertas
parecían haber sido cortadas en las paredes en sí mismas, sus formas
aparentemente al azar, con imágenes igualmente aleatorias y patrones
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pintados en ellas, contrastando en gran medida con las paredes
abigarradas que las rodeaban.
Incluso sus manijas variaban, desde las perillas redondas
mundanas que generalmente adornaban la más común de las puertas, a lo
que parecía ser teteras al revés, sus surtidores y asas luciendo como orejas
no coincidentes en una misma cabeza ladeada. No parecía haber ningún
método real para los emparejamientos de las manijas de las puertas, las
formas de cada una nunca haciendo juego, sin importar lo que el pequeño
arquitecto retorcido previó de este pasillo caprichoso.
Directamente detrás de mí había una puerta en forma de flor de
loto, le faltaba la manija, una cinta roja colgando en la abertura dejada
atrás. Delante de mí pude distinguir la forma de una puerta grande y
circular en el extremo del pasillo, aunque no podía distinguir el color a
excepción de un pequeño círculo oscuro que estaba asentado directamente
en su centro. Era el único punto de color que no parecía estar allí entre el
mar de la pintura que lo rodeaba. A pesar de los colores chillones que me
gritaban desde las paredes, el propio pasillo estaba extrañamente
silencioso.
—¿Hola? —grité, escuchando mi voz volviendo a mí en un eco que
la había envejecido de alguna manera, un toque perverso de cómo nunca
sonaría—. Hoolaa —grité esta vez, exagerando cada sílaba y esperando a
que rebotara de nuevo a mí con esa misma voz extraña.
—¿Grace? —llamó Stacy.
Esto no era lo que yo había esperado.
—¿Stacy? Stacy, ¿eres tú?
—¡Sí, soy yo! ¿Dónde estás, Grace?
Su voz sonaba tensa y ahogada detrás del núcleo sólido de madera
de una de las numerosas puertas.
—Ya voy, Stacy. ¡Sigue hablando para así poder encontrarte! —
Esperé su respuesta, y al oírla, abrí una puerta en forma de hoja
inmediatamente a mi izquierda, reprimiendo un grito a lo que encontré
tumbado detrás de ella.
Era una habitación sin ventanas, sin brillo e institucional con
planas paredes grises que contrastaban dramáticamente del mundo vivo
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que se extendía más allá de la puerta. Tuve que taparme la boca y
recordarme respirar, aunque mucho más lentamente de lo posible en el
lugar que estaba delante de mí. Una mesa de acero, una de forma muy
similar a las que la escuela tenía en la cocina de la cafetería, permanecía
en medio de la habitación como una vitrina espeluznante, mostrando
conjuntos incontables de alas blancas que habían sido arrancadas de sus
propietarios, extendidas hacia fuera como azulejos adornados con plumas,
contra la superficie de metal frío.
Plumas ensangrentadas estaban esparcidas por todo el suelo de
cemento como macabro confeti, mientras que los penachos inferiores
flotaban en la sala sobrecalentada que exageraba el olor de la sangre y
penetraba el aire con su fetidez nociva, haciéndome vomitar. La escena
sangrienta de decadencia y muerte se presentaba ante mí como una obra
de arte grotesca en un lienzo que enmarcaba todo en la habitación.
Colgando de las paredes a ambos lados de mí estaban los cadáveres
de varios de los propietarios originales de las alas, con la cabeza colgando
lánguidamente hacia un lado, sus torsos desinflados y ensangrentados
clavados muy violentamente a la superficie de color pizarra mientras
rastros escarlatas caían por debajo de ellos. La pared frente a mí estaba
desnuda, excepto por una solitaria ala negra que todavía se retorcía a
medida que la última gota de vida era drenada, goteando en el suelo en un
grotesco charco en forma de corazón.
Rápidamente cerré la puerta, secándome las manos en el frente de
mi camisa y haciendo una mueca al ver la mancha de sangre que ahora
me cubría como un trazo de pintura. Miré la manija de la puerta y me
encogí estremecida cuando me di cuenta que estaba goteando con el
mismo color carmesí que ahora manchaba mi camisa. ¿Por qué no me di
cuenta que mis manos estaban cubiertas de sangre?
El grito frenético de Stacy apartó mi atención lejos del horror de lo
que había visto.
—Grace, date prisa. ¡No puedo encontrar cómo salir!
—¡Aguanta, Stacy! —Eché una última mirada a la puerta, mi
cuerpo temblando al ver el líquido rojo opaco que comenzó a rezumar por
debajo de ella, y luego corrí por el pasillo, pasando primero una puerta con
forma de pájaro, seguida por una que parecía un corazón unánime, los
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sonidos de gritos y violencia que estallaron a partir de cada una
llevándome más y más lejos—. Espera, Stacy. ¡Te voy a encontrar!
Un sonido suave de golpeteo comenzó a retumbar en mi oído. Sabía
que era porque estaba demasiado emocionada, el miedo de lo que había
visto teniendo un fuerte agarre sobre mi corazón, apretándolo y
exagerando cada latido asustado.
—¿Grace? ¿Dónde estás? —gritó la voz de Stacy, el sonido casi
histérico.
—Ya voy, Stacy… háblame, dime dónde estás. Qué puerta, Stacy,
¿detrás de qué puerta estás?
Los golpes en mi cabeza se hicieron más fuerte. Cada paso que
daba parecía un rayo golpeando la ladera de una montaña, un estallido de
ruido rugiente que envolvía todo a mi alrededor, y tuve que aferrarme a la
pared y manijas de las puertas para recibir soporte a medida que el ritmo
se hacía más fuerte y más frenético con cada batir.
Me aferré a la manija de la puerta en forma de corazón a mi
derecha, y casi caí contra ella; la puerta, la manija, todo era una ilusión
que había sido pintada para reflejar la pared opuesta, la verdadera puerta
mirándome, burlándose de mí mientras luchaba por mantener el
equilibrio. Tras una inspección más cercana llegué a determinar que cada
puerta de mi lado derecho no era más que una invención pintada,
buscando algún tipo de equilibrio al ya descentrado pasillo.
Todo hacia juego, incluso los charcos de sangre pintados en el
suelo. Con un movimiento perturbado de mi cabeza, seguí por el pasillo,
esta vez optando por permanecer justo en el medio como fuera posible.
Mis pies se volvieron pesados, arrastrándose en las baldosas bajo
ellos, como si mis huesos fueran de barras de acero pesado y el suelo era
un imán gigantesco, sosteniéndome firme hacia abajo e impidiéndome
avanzar. Luché con cada paso antes de finalmente darme cuenta que sería
capaz de moverse con mayor facilidad si deslizaba mis pies en lugar de
levantarlos, pero cada minúsculo centímetro me fatigaba, desbordaba de
sudor y caía en mis ojos, cegándome parcialmente a medida que mis
párpados se hacían pesados por el cansancio.
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—Grace —la voz de Stacy me llamaba débilmente, de alguna
manera penetrando la tormenta dentro de mi cabeza—. Grace, es
demasiado tarde. Es demasiado tarde, regresa...
Había una desesperación en su voz que me estimuló, a pesar de la
sensación de mis pies estando a punto de ser arrancados de mis tobillos y
mi cerebro se sentía como si estuviera a escasa distancia de convertirse en
gelatina.
—Stacy —gemí—. No te des por vencida conmigo, Stacy. No voy a
renunciar a ti, así que no te atrevas a renunciar a mí, ¿me oyes?
Con un último gramo de esfuerzo, llegué a la puerta final. La
mancha oscura en el centro que había visto desde el extremo opuesto del
pasillo sobresalía como un objetivo contra el círculo dorado que le rodeaba.
El color era oscuro de un negro como jamás había visto en mi vida, raso y
profundo e interminable. Levanté una mano para tocarlo y la retiré cuando
el choque de una ola de aire frío helado golpeó mi mano como si hubiese
sido apuñalada. Acuné mi mano en mi pecho e incliné la cabeza hacia un
lado, confundida.
—¿Grace?
La voz debilitada venía del círculo oscuro, ligeramente haciéndose
eco como si se hubiera originado desde el fondo de un túnel o un pozo.
—¿Stacy? —Esperé, conteniendo la respiración y apretando los
dientes ante el retumbar insoportable que siguió tronando en el interior de
mi cabeza.
La voz se hizo más fuerte.
—¡Abre la puerta, Grace! ¡Abre la puerta!
Bajé la mirada a la manija y alargué la mano, mi mano dolorida
ansiosa en su misión de liberar a Stacy de su prisión.
—Aguanta, Stacy. ¡Voy a sacarte de ahí!
—Agarra la manija y ábrela, Grace. ¡Date prisa!
Había un sentido renovado de energía detrás de la voz, y me sentí
aliviada y alarmada por igual. Mi mano se detuvo justo encima de la
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manija de la puerta mientras escuchaba las súplicas que venían de detrás
de la puerta circular.
—Grace, ¿qué estás esperando? ¡Abre la puerta, Grace! ¡Abre la
puerta y sácame de aquí!
Fue entonces cuando lo oí. El cambio.
La voz de Stacy había sonado siempre como una extraña mezcla de
rudeza y dulzura, todo en uno. Lo reconocería en cualquier forma,
cualquier silueta, brotando sin ninguna emoción.
Esta voz, sin embargo, era diferente. Todavía era Stacy, pero de una
manera que no era normal, no era... humano. Llámenme paranoica,
llámenlo simplemente conocer a mi amiga, pero mi mano se apartó de la
manija y di un paso hacia atrás mientras la voz detrás de la puerta siguió
exigiendo que la abriera.
Mis ojos se fijaron en cada parte de esta puerta, desde el anillo
exterior dorado hasta el hermético tono de color negro en su centro que
contenía algún tipo de misterio en su interior. Y entonces mis ojos vieron
la manija. No lo había notado antes porque había estado en mi mano,
cubierta por mis dedos ansiosos, pero ahora que podía verla, ver de qué se
trataba, sentí que mi mandíbula caía floja, mi boca jadeando al verla.
—Es una zanahoria... —suspiré, sorprendida.
Una zanahoria de bronce, como de dibujos animados, sobresalía de
la puerta, las hojas en la parte superior mientras que la raíz triangular
apuntaba el suelo. No había ningún charco de sangre aquí, ya sea real o
pintado; sólo el desprovisto hormigón.
—¿Stacy? —dije en voz baja, y me estremecí con el frío helado de la
comprensión que se arrastraba por mi espina dorsal, la aprehensión
empujando el frío a la punta de mis dedos de manos y pies.
Un grito recio vino de detrás de la madera dorada y negra,
sorprendiéndome y obligándome a dar un paso atrás.
—¡Abre la puerta, AHORA!
Me quedé mirando el pomo de la puerta en forma de zanahoria una
vez más y era como si pudiera ver al conejo blanco de pie a mi lado, su
cara blanca alegre sonriendo, su nariz rosa retorciéndose tanto en
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agitación como en curiosidad mientras corría para enviar por correo su
carta importante.
El conejo siempre se había concentrado en su tarea, y aunque
sabía cuáles eran sus intenciones, aun así lo había seguido, aun así le
hice las mismas preguntas una y otra vez hasta que finalmente me habló.
Cada vez había respondido, había hablado de hacer la torta de zanahoria
si alguna vez nos reuníamos de nuevo, pero cada vez que lo hacíamos, la
misma escena se repetiría en sí… hasta la última vez. Algo había
cambiado, y había afectado todo a mi alrededor, incluidos mis planes.
Miré a la puerta y contuve el aliento cuando finalmente vi la puerta
por lo que era. No era una puerta en absoluto. Era un ojo. Uno grande
amarillo pálido casi dorado que me observaba, y todavía me miraba,
cuando había dudado y luchado por encontrar a Stacy antes de que su
cuerpo finalmente cediera y ya no pudiera ser salvada.
Al ver este ojo intencionado mirándome, dándome cuenta de que
había estado observándome causó que mi ira tomara el relevo.
La voz que me había ordenado que la soltara, no era de Stacy.
Sabía, con cada célula de mi sangre ahora en ebullición, que aunque Stacy
estaba cerca, ella no estaba detrás de esa puerta.
Y entonces todo empezó a tener sentido para mí, ese sueño extraño
que nunca lo hizo. La carta era un mensaje que nunca pudo ser entregada
por correo, ya que estaba atrapada en la mente de una niña de siete años.
Cualquiera que sea el mensaje, había esperado todos estos años para
finalmente ser enviado. El receptor: Quien fuera que era yacía detrás de
esa puerta que exigía que abriera y lo dejara escapar. Y el conejo no era un
conejo en absoluto… era una advertencia. Sólo tenía que averiguar de qué
y por qué.
Pero Stacy estaba aquí. No había ninguna razón para ella no estar
allí, y yo simplemente necesitaba encontrarla. Fue con comprensión
silenciosa que me di la vuelta y supe que no estaba sola. La cinta roja,
todavía colgando de la manija de la puerta vacía en forma de flor de loto,
ondeaba como una bandera y empecé a correr hacia la misma. Me tapé las
orejas con las manos y, sorprendentemente, el latido que no me dejó salir
de su prensa tipo empuñadura cesó de repente. Sentí como si todo el
mundo se había quitado de encima de mí, mis pies eran ligeros y con
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movimientos rápidos, impulsados por las revelaciones que habían
comenzado a retorcer su red en mis pensamientos.
Me tomó unos pocos segundos para llegar a la puerta y estirar una
mano para alcanzar la cinta roja volando, desatando el incesante golpear
en mi mente una vez más. Pero esta vez, mi propósito era demasiado claro
como para ser confundido con colores brillantes y elegantes puertas y
manijas con formas, o los latidos de un corazón que ahora sabía que no
era el mío.
Agarré la cinta con la mano libre y tiré de ella, arrastrándola detrás
de mí mientras corría de nuevo hacia la puerta dorada. Se mantuvo todo,
aunque pude ver la mancha oscura que se extendía en el centro empezar a
estrecharse.
—¡Ya voy, Stacy! —le grité a la oscuridad mientras saltaba, la cinta
todavía sujeta en mi mano, mi otra mano estirándose hacia la oscuridad a
medida que me envolvía en su vacío escalofriante.
—Hay mejores maneras de hacer una entrada.
Su voz fue como un jarro de agua fría después de atravesar el
desierto durante días. Abrí los ojos para darle la bienvenida con una cálida
sonrisa.
Stacy.
O lo que parecía Stacy.
—¿Eres tú? —le pregunté, confundida. Era como mirar su reflejo a
través de un espejo roto empañado por una espesa niebla de humo
azulado. Ella estaba incompleta y descompuesta por todo lo que su mente
había pasado, el daño tan profundo, me mordí el labio para no exclamar
mi sorpresa y consternación.
El prisma que era su rostro tenía facetas que se movían
independientemente una de la otra, nunca en sincronía. Me golpeó
sacándome fuera de balance cuando me sonrió, sus ojos fragmentados se
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iluminaron en diferentes momentos. Su boca, se dividió en cuatro
diferentes paneles de vidrio espejado, levantados con una sonrisa como
una onda segmentada que estaba fuera de sincronización.
No ayudó que estuviéramos en lo que parecía el interior de un gran
espejo agrietado, las reflexiones de las dos rebotando en ángulos agudos,
distorsionando y exagerando lo que éramos, lo que fuimos. Esta era la
cáscara fragmentada interior de su mente, y era aquí que tendría que
encontrar una manera de llevarla a casa.
—¿Stacy?
—¿Quién más podría ser?
Negué con la cabeza y me reí, un sonido nervioso que me
sobresaltó. Como lo había hecho antes cuando Sam había tomado el
control de mi subconsciente, sonaba diferente, tan diferente a mi propia
voz… muy musical, melódica, sin esfuerzo. Me cuestioné; cuestioné mi
entorno y quién era la que estaba delante de mí, rota y reordenada como
una versión retorcida y pervertida de Humpty Dumpty. Hasta que vi la
increíble tristeza detrás de los ojos de color marrón oscuro de la cara
destrozada de Stacy que ninguna cantidad de fracturas podría ocultar y
sabía que ángel o no, Sam no tenía dentro de sí la capacidad de sentir tal
auténtica melancolía. Ese era un rasgo humano.
—Nos tenemos que ir, Stacy —le dije a ella de manera urgente—.
Nos tenemos que ir antes de que sea demasiado tarde.
—No sé si quiero. ¿Qué pasa si decido quedarme aquí? Estoy a
salvo aquí. No estaba a salvo allá afuera. Es peligroso allá afuera.
La calidad como de niño de la conducta de Stacy fue impactante.
Lark había dicho que sus recuerdos tenían que ser reformados, que estaba
empezando casi desde cero, y aunque no lo entendí muy bien en su
momento, ahora sabía que la mente de Stacy era como la un niño. Sin los
pensamientos y recuerdos de su mente envejecida, era tan tímida y estaba
tan asustada como un indefenso recién nacido, en contra de los temores
que ahora invadían su subconsciente. La Stacy que yo conocía nunca tenía
miedo, nunca estaba indefensa.
¿Cómo iba a convertir esta cáscara fracturada que estaba delante
de mí en una persona completa? Ni siquiera sabía cómo iba a volver... Si
podíamos volver.
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Hubo un tirón en mi mano y miré hacia abajo. La cinta roja,
todavía sostenida de forma segura en mi mano, estaba tirando urgente e
insistente. Seguí su longitud de color rojo y vi que estaba tensa, el otro
extremo tomando la holgura y animándome a seguir su ejemplo.
Comprendí su intención y rápidamente me agarré de la mano de Stacy.
—No tenemos tiempo para discutir si te quieres quedar o no, Stacy.
Si vas a venir, tenemos que irnos ahora.
—¿Pero qué si no me gusta ahí fuera? Es tan seguro aquí. Aquí no
hay nada que pueda hacerme daño.
Mi cabeza se sacudió en desacuerdo.
—Estás a salvo aquí sólo hasta que sea demasiado tarde, Stacy. Te
estás muriendo. Si no regresamos, este lugar no existirá más porque
habrás dejado de existir. Y si yo no regreso... —Me di cuenta con un
estremecimiento―... no existiré más.
—¿Quieres decir que te quedarás atascada aquí conmigo? —
preguntó inocentemente.
—No. No habrá ningún “aquí” para estar atrapadas, Stacy. Tu
mente dejará de funcionar. Este lugar, existe sólo porque todavía estás
viva, pero no queda mucho tiempo. Tu cuerpo se está muriendo, tu cerebro
está siendo privado de oxígeno y sangre. No sé cuánto tiempo más
tenemos, pero no es mucho.
El tirón de mi mano se hizo más frenético, mi mano de hierro
apretada haciéndome resbalar por el suelo.
—Stacy, por favor.
—Ve tú, Grace.
Negué con la cabeza, mi mente decidida.
—No me iré sin ti, Stacy Es mi culpa que esto esté sucediendo. El
regreso del cáncer, Érica, el coma; todo esto es mi culpa. Si no vienes, me
quedo. No dejaré que Sam gane; no voy a dejar que sienta mi dolor por tu
pérdida. No te voy a dejar aquí para morir sola.
Levantó su cabeza, su rostro de vuelta al mío y la observé,
fascinada mientras los planos fuera de foco que formaban sus ojos
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cambiaron, las líneas mezclándose entre sí hasta que pude ver a los dos
orbes de color marrón oscuro parpadear al unísono, la luz detrás de ellos
tan familiar. ¡Ella iba a volver!
—No puedes quedarte aquí, Grace. No has terminado todavía.
Asentí con entusiasmo.
—Sé que no he terminado todavía. Por eso he venido a llevarte de
vuelta. Tienes que volver, Stacy. Tienes que ayudarme a terminar esto.
Poco a poco, línea por línea prismática, el rostro de Stacy comenzó
a reformarse en sí, la neblina azul y brumosa difundida que era Stacy
empezó poco a poco a desvanecerse, dejando al descubierto la sonrisa
cálida y familiar de mi amiga, una sonrisa singular, suave y flexible que
rezumaba calidez.
La cinta en mi mano ahora me tambaleaba hacia un punto oscuro
en las paredes de cristal que nos rodeaban, y alcancé con mi mano a
Stacy, quien me dio un brusco asentimiento y se apoderó de mí, su agarre
fuerte y sano, determinado. Habíamos ganado esta batalla.
Sintiendo que finalmente había renunciado a la resistencia, la seda
roja en mi mano nos guió a Stacy y a mí a través de la oscuridad con una
velocidad electrizante, los cristales sacudiéndose nos envolvieron a las dos
en una tormenta de granizo, de sonido y bordes afilados como navajas.
Sentí el pinchazo a medida que uno por uno de los fragmentos pequeños
rasgaron a través de mi piel, cortando a través de mi ropa para
alimentarse de mis brazos y piernas, mis manos y mi cara.
Stacy, por su parte, quedó ilesa y me di cuenta en ese momento
que, por supuesto que lo haría, se trataba de su mente, sus recuerdos, sus
pensamientos que estaban lloviendo sobre nosotras. Si no nos dábamos
prisa, sabía que pronto me abrumarían y no sería capaz de traer de vuelta
a Stacy.
Con un ruido sordo estrellándose, Stacy y yo aterrizamos en el piso
frío de concreto del pasillo brillantemente pintado, la puerta ya no era
dorada con el centro oscurecido, sino ahora un gran agujero negro
creciendo que se extendía más hacia afuera, de forma rápida tragando las
vívidas tonalidades en las paredes. La unión de color rojo que se tensaba
en mi mano se extendía por el pasillo, pintando un camino directo hacia la
puerta de flor de loto directamente en frente de nosotros.
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—Por este lado —jadeé mientras junté mis pies debajo de mí y me
levanté, tirando de Stacy conmigo.
Al pasar por cada puerta, se sacudían, sus manijas girando y
dando vueltas en un intento desesperado por abrirse, vibrando con un frío,
estridente y feroz, cuando cada uno fallaba. Eché un vistazo hacia ellas
rápidamente, una puerta en forma de manzana, a continuación, una
media luna, sus marcos curvándose e inclinándose hacia la oscuridad que
se arrastraba detrás de nosotros, hambrientas en su necesidad de devorar
lo que no pertenecía aquí.
El suelo comenzó a temblar bajo nuestros pies, y mi pie resbaló
cuando me deslicé en la sangre que ahora engominaba la superficie. Stacy
no se inmutó cuando ella aterrizó muy sólidamente en el hormigón junto a
mí, y yo en silencio agradecí a Dios por eso; un miedo o aversión a la
sangre era la última cosa que necesitaba tener con el futuro al que se
enfrentaba.
Juntas, lado a lado, Stacy y yo llegamos a la última puerta, la cinta
roja ahora colgaba floja fuera al vacío, donde la manija ya no existía.
—¿Y ahora qué? —me preguntó Stacy, la miré y fruncí el ceño. No
lo sabía.
Tiré del material suelto, enrollándolo hacia arriba hasta que estuvo
tenso. Tiré de él, esperando que lo que estuviera en el otro lado tirara de él
una vez más, para nosotras salir adelante.
En cambio, la cinta se rompió. Y me caí hacia atrás, aterrizando en
el suelo, la seda roja ahora teñida de un profundo color burdeos, ya que se
hundió en la sangre que se agrupaba a mí alrededor.
—¡No! —grité—. ¡No, no, no! ¿Qué hago ahora? ¡No sé qué hacer! —
Me lancé a la puerta, golpeando en ella mientras el silbido y el traqueteo
detrás de mí me alertó sobre el peligro cada vez mayor de ser tragado por
los pensamientos de Stacy.
—¡Robert! —Sabía que él podía oírme. Sabía que podía hacerlo.
—Grace, ¿qué está pasando? ¿Cómo podemos salir de aquí?
Mis manos volaron a mi cabeza, la picadura de los cortes en mi
cara y manos, el sonido de los cristales cayendo y la madera astillada
dispersaban mis propios pensamientos, dejándome aturdida mientras
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luchaba por agruparlos, por aislar los pensamientos que importaban. Miré
a Stacy, su cara y cuerpo dividiéndose en dos antes de mezclarse de nuevo
en uno otra vez, la estaba perdiendo y no tenía tiempo suficiente para
encontrar lo que fuera que estaba desapareciendo.
—Grace, ¿estás bien?
Negué con la cabeza ante la pregunta de Stacy, sabiendo que
estaba tan lejos de estar bien cómo era posible. Estaba tan cerca.
Estábamos tan cerca y sin embargo, no podíamos salir. Esto no era lo que
se suponía que iba a suceder. No iba a morir de esta manera, no atrapada
en la mente de una de mis mejores amigas. La mire al rostro y vi la fe que
tenía en mí, a pesar de la realidad que no estaba tan segura de que
hubiéramos tenido éxito en sacarla sana y salva de la cárcel de su propia
mente.
Cerré los ojos ante la imagen vertiginosa del rostro de Stacy
dividiéndose, y me imaginé cómo estaría Robert… ¿también estaría
temeroso? ¿Escucharía mis pensamientos mientras se mezclaban con los
de Stacy?
Vi su cara, su sonrisa tan gloriosamente bella, sus alas
majestuosas y oscuras, como del reverso de la luna. Vi sus lágrimas; las
gotas de cristal que caían de sus ojos ya no eran brillantes pequeñas joyas
de diamantes, sino oscuras y similares a gotas de rubí que caían por su
rostro, colgando de ellos por pequeñas hebras de hilo de color carmesí.
Sus alas revoloteando en miseria y parecía como si ellas también goteaban
con las gotas oscuras como si su tristeza le causara un dolor tan
enormemente abrumador, todo su cuerpo parecía temblar en agonía.
Mis ojos se abrieron de golpe.
—¡Sus alas!
Stacy me miró con confusión ardiendo en sus ojos.
—¿Qué? ¿Qué pasa con sus alas?
La tomé de la mano y tiré de ella hacia la puerta en forma de hoja,
arrojándola abierta y volviéndome ante el horror de la habitación.
—¡Oh, Dios! —gimió Stacy, cubriéndose la boca con la mano en
estado de shock—. ¿Qué demonios es este lugar? ¿Todo esto está en mi
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cabeza? ¿Qué clase de mierda rara he estado observando para tener esto
aquí?
Haciendo caso omiso de su pregunta, corrí a la pared que estaba
justo en frente de nosotras y agarré el ala negra que había sido clavada
allí, las suaves plumas aún calientes, el clavo que la había clavado en la
superficie de color gris mate repiqueteo a mis pies antes de que la sangre
empapara el suelo, silenciándolo para siempre. Al instante, la habitación
comenzó a sacudirse, las fuertes vibraciones enviaron todo a nuestro
alrededor derribándolo hacia abajo. La mesa de metal se deslizó por el
suelo, su exhibición macabra desparramándose sobre el suelo y
aterrizando encima de los cadáveres que ahora lo cubrían.
—Todo va a estar bien, Stacy —le dije con una voz
sorprendentemente tranquila―. Nos vamos a casa.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella, presa del pánico mientras
tomaba mi mano y se acercaba a mi lado—. ¿Cómo diablos sabes eso?
Estamos en un maldito depósito de cadáveres para aves. ¿Cómo es este el
camino a casa?
—Debido a que esta habitación, ese pasillo de fuera, es toda una
visión de Sam, todo aquí es lo que Sam ve en su mente, en lo que él ha
convertido tu mente. Estas aves muertas, lo representan y a otros como él.
Sus alas fueron arrancadas de ellos, sus libertades cortadas.
»Él se ve como la víctima aquí; todos son víctimas. Excepto éste…
—Sostuve el apéndice de negras plumas—…. mantuvo éste por separado
ya que representa a Robert. Sam no ve a Robert como perteneciente entre
sus semejantes. Él es diferente. No es sólo el color de sus alas, sino quién
es él, las elecciones que ha hecho y lo que representan.
Stacy levantó el brazo alrededor, señalando hacia el suelo con la
mano extendida.
—Entonces, ¿qué significa todo esto? ¿Estamos atrapadas en mi
mente o en la de Sam? Dijiste que si salía, iba a estar bien. Ahora estoy
atrapada en una habitación llena de pájaros muertos y me dices que todo
esto es la visión enferma dentro de la mente ese tipo Sam. ¿Vamos a estar
bien Grace? ¿En serio?
Me di cuenta que la oscuridad había empezado a rodearnos, por fin
entrando en la habitación, devorando el último trozo de color que quedaba
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en las paredes, el gris desapareciendo en el vacío negro que se acercaba
más y más cerca de donde Stacy y yo estábamos de pie. Con una sonrisa
tranquilizadora, asentí, respondiendo a su pregunta con una certeza que
sentía con tanta fuerza, arrancó un ritmo que pronto se convirtió en un
canto, repitiendo una y otra vez el nombre de la esperanza, de escapar.
—Fui capaz de entrar en tu mente a través de Robert, pero no hay
memoria de él aquí que te pertenezca a ti, sólo a Sam. La visión de Sam
sobre Robert pretendía asustarme, para que no me fuera de aquí. Él ha
estado en mi mente, me llevó a creer en cosas que no eran ciertas. Piensa
en mí como un humano patético, demasiado estúpido para poner las
piezas juntas, pero estoy empezando a entender las cosas. Él no va a
ganar, Stacy. Vamos a salir de aquí y vas a estar bien.
—¿Y ésta es la forma en que va a pasar?
Asentí, y le apreté la mano.
—Sí. Sé que no tiene sentido en este momento, pero lo hará.
Ella apretó la mía a cambio y juntas sentimos la envolvente
oscuridad comenzar a cubrirnos, tirando de nosotras y ahogándonos
mientras se hacía cargo de todo: sentimiento, sonido, vista; se tragó todo a
medida que flotábamos en este mar de oscuridad. Por un breve instante en
el tiempo, estábamos sin peso, libres de problemas o miedos. Y luego el
torrente de pensamientos que una vez habían llenado la mente de Stacy
comenzó a surgir, llenando el vacío que Sam había creado. Pieza por pieza,
recuerdo por fragmentado recuerdo, la luz estaba volviendo.
—Lo hice, Robert —murmuré cuando sentí sus pensamientos
cálidos infiltrarse en los míos, separándose de los de Stacy.
Vuelve a casa, Grace.
Ya voy.
Suspiré cuando el dolor comenzó a opacarse; los cortes y
laceraciones habían perdido su filo, su picadura ahora remplazada por un
par de brazos fuertes que me abrazaron con fuerza contra un pecho sólido.
Mis ojos se abrieron para ver un par de brillantes líquidos ojos de
color plata pura mirándome.
—Bienvenida de nuevo —dijo en voz baja.
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31 Día Frío en el Infierno
Traducido por Whiteshadow
Corregido por Lizzie
odavía estábamos en la habitación de hospital de Stacy,
ahora llena con un sacerdote y varios otros miembros de
la familia de Stacy. Para mi sorpresa, también vi a mi
padre de pie junto a la puerta, sus nudillos presionando su boca cuando
vio la escena ante él. Mis ojos se precipitaron a un hombre que estaba
junto al padre de Stacy, sus ojos fijos en un reloj, con los dedos
presionados contra la muñeca de Stacy.
Con un asentimiento brusco, otra persona con chaqueta blanca
comenzó a garabatear frenéticamente en un portapapeles. Esa fue la
silenciosa señal que desató la ola de amarga pena que se desbordó de la
madre y el padre de Stacy, quienes se arrojaron sobre su cuerpo,
incapaces de aceptar el hecho de que su hija se había ido.
El hermano mayor de Stacy, también superado por la situación, se
alejó, abriéndose camino a través del grupo de personas que se habían
reunido cerca de la puerta. Dos hermanos más, pronto lo siguieron, y por
último, desde el segundo hasta el último hijo se fueron, dejando sólo a
Sean.
Él era el gemelo de Stacy, había sido concebido con ella, habían
nacido juntos, y ahora debía vivir sin ella. No era algo que pudiera aceptar,
pero no lo estaba demostrando de la misma manera que sus padres o
hermanos. Se mantuvo estoico, aunque las líneas de tensión se podían ver
en su rostro, y obligaba a su espalda a mantenerse rígida en una imposible
línea que lucía como el acero más fuerte y el cual nadie intentaría
doblegar, en ese momento.
T
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Lark caminó hacia él y puso una suave mano sobre su hombro. Me
preparé para su reacción, esperando que arremetiera con violencia, de
alguna manera de la forma en la cual estaba acostumbrada a ver de él. En
su lugar, suspiró, y sus hombros se hundieron un poco. Pero no se dejó
caer por completo. Tenía demasiado orgullo para eso. Se parecía
demasiado a su hermana.
En su lugar, volvió a mirar a Lark. En un primer momento, como la
mayoría de los seres humanos, fue superado por su belleza como para
decir algo. Parpadeó y tragó un par de veces, incapaz de reunir sus ideas y
formar un pensamiento coherente, mucho menos una oración. Pero el
dolor y la negación son dos emociones fuertes y después de unos
instantes, el rostro de Sean pareció despejarse de su confusión y asombro,
lo que le permitió tomar una respiración profunda y luego exhalar
lentamente, sus palabras fluyendo libremente a medida que lo hacía.
—Tú la ayudaste, la quisiste. Nunca olvidaré eso.
Ella le regaló una sonrisa deslumbrante que acarreó varios
parpadeos rápidos antes de que él volviese la cabeza para mirar una vez
más a su hermana, que yacía inmóvil en la cama.
¿Cuánto tiempo hasta que vengan a retirar su cuerpo?
Miré a Robert mientras pensaba la pregunta, y él se encogió de
hombros casi imperceptiblemente.
Eso depende exclusivamente de cuánto tiempo los Kim quieran
quedarse aquí con ella. Ellos solicitaron que sus restos fueran incinerados,
lo que deja poco para que la gente de Ambrose encubra. Lark tiene a Stacy
en un estado de profunda relajación. Su corazón no latirá a menos que fuese
necesario, y su mente está en reposo por lo cual ni ella, o su cuerpo sufrirán
tensión. Ella puede permanecer de esa manera con bastante comodidad
durante unas horas, aunque será consciente de todo lo que está pasando.
Fruncí el ceño ante eso. Stacy no tenía necesidad de escuchar el
duelo de su familia por ella. ¿O sí?
Ella lo necesita, Grace. Tiene que tener ese cierre, de lo contrario su
transformación y transición serán un fracaso, y todo el riesgo que corriste no
servirá para nada.
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No estaba de acuerdo con él, y me di cuenta por la seriedad en el
rostro de Robert de que él tampoco lo estaba conmigo, pero esto era algo
sobre lo que él sabía. Entendía la complejidad de la muerte y el dolor
mucho más de lo que yo jamás podría. No me permitía ser parte de esa
faceta de su vida, pero con cada momento que pasaba, me estaba
sumergiendo cada vez más en ella. Pronto, no sería capaz de ocultarme
nada, y la mirada dura en su rostro me dijo que él lo sabía.
No nos dijimos nada el uno al otro después de eso hasta que el
cuerpo de Stacy fue finalmente retirado. Las instrucciones fueron dadas a
los dos hombres que llegaron con una camilla y montones de sábanas para
envolver su cuerpo de manera simple. Iba a ser transportada a la morgue,
donde su cuerpo sería incinerado. Esto fue recibido con gestos rígidos y, a
continuación Stacy fue llevada lejos, sus padres quienes permanecían en
la habitación, se ocuparon de la limpieza de las cosas, reordenándolas y
empacando las pertenencias de Stacy.
Sean negó con la cabeza por el comportamiento de sus padres, y se
volvió dándole un último asentimiento a Lark antes de salir,
probablemente para unirse a sus hermanos mayores. Lark suspiró y luego
se acercó a los padres de Stacy. Su voz baja no ocultó sus palabras, y la
escuché dar sus más sentidas condolencias por su pérdida. Ella estaba
diciendo la verdad, pero hizo hincapié en el hecho de que se trataba, de
hecho, en la pérdida de ellos. Nosotros no habíamos perdido a Stacy.
Todavía no, de todos modos.
Papá se acercó a mí, su cara sosteniendo una sonrisa sombría.
—Lo siento, Grace. No sabía que las cosas se habían puesto tan
mal con tanta rapidez. Graham nos dijo lo que estaba pasando y supe que
estarías aquí. Yo simplemente no quiero que atravieses esto sola.
Él miró a Robert y le dio una sonrisa incómoda.
—Quiero decir, sabía que no estarías sola, pero pensé que sería
más fácil para ti si yo estuviera aquí.
Envolví mis brazos alrededor de él, tomando nota de la delgadez
que había conseguido estos dos últimos días.
—Papá, siempre estoy contenta cuando estás cerca. Y tienes razón,
lo has hecho más fácil. Te agradezco por venir, y por estar ahí para mí
cuando te necesitaba.
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—Cualquier cosa por ti, cariño —dijo, devolviendo mi abrazo—. Sólo
deseo que esta muerte no cale profundo en ti. Esto es demasiado para
enfrentar para alguien tan joven.
Me atraganté ante las últimas palabras, y él me dio unas
palmaditas en la espalda, al parecer, pensando que había sufrido de un
ataque de tos repentino.
—Estoy bien, papá. En serio. Esto no me asusta. —Aflojé los brazos
y él lo tomó como una señal de que debía soltarme—. ¿Cómo está Janice?
Él me dio una sonrisa triste, con los ojos diciendo mucho más de lo
que probablemente hubiera podido explicar con simples palabras, aunque
lo intentó.
—Está tratando todo lo posible de mantener un rostro valiente,
pero es duro. Katie era su única verdadera familia que le quedaba, además
de Matthew. Esto se produjo tan de repente, el médico forense no sabrá
qué causó la muerte de Katie por lo menos durante otra semana, pero cree
que sufrió de algún tipo de embolia. Ahora Janice está preocupada de que
pudiera ser de origen genético y está paranoica creyendo que lo mismo
pudiera sucederle a ella.
Mis ojos se posaron lejos de los suyos, tenía miedo de que él fuera
capaz de ver la culpa en ellos, casi tanto como temía que vería lo que
estaba pensando en hacer para prevenir que los temores de Janice se
hicieran realidad.
—Entonces —dijo, tosiendo mientras miraba entre Robert y yo—.
Probablemente no debería preguntar, pero sé que mañana es el baile de
graduación y no estaba seguro de si todavía estaban pensando en ir o no,
dadas las circunstancias...
—No he pensado en ello, para ser honesta contigo —le contesté.
—Bueno, sabes que Stacy hubiera querido que fueras. Ella quería
una vida normal para ti tanto como tú lo haces. Creo que la habría hecho
feliz.
—No creo que pueda, papá. Se sentiría mal ir sin ella.
—¿Te vas a quedar esta noche con Lark? Ella se ve como si
estuviera tomando esto muy mal. ―Seguí su mirada hacia donde estaban
de pie juntas, Lark y la madre de Stacy. Lucía como si hubiera envejecido
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varios años en cuestión de segundos, y tuve que parpadear para convencer
a mis ojos que no estaba viendo una ilusión.
—Creo que sí. No puedo llevar mi dolor a la casa ahora, no después
de lo ocurrido con Katie. No sería justo para Janice.
—Bien entonces, Te amo, pequeña.
Mi voz se quebró.
—También te amo, papá.
Con un suspiro, me dio un encogimiento de hombros antes de
pasar a ofrecer sus condolencias a los padres de Stacy. Esperé hasta que
él lo hiciera antes de dar un paso adelante para ofrecerlas por mi parte.
—Lo siento mucho, Sr. y Sra. Kim —les dije, aunque mi disculpa
era para mucho más que su pérdida. Simplemente, no les podía decir que
sentía que ellos tenían razón, que mi amistad con Stacy le había costado a
su hija. No podía decirles que si todo iba según lo previsto, Stacy estaría
viva, aunque no en el sentido en el que estaban acostumbrados.
—Te quedaste a través de todo. Te quedaste cuando mis hijos no
pudieron. Eres una verdadera amiga, Grace. Stacy fue muy bendecida al
tenerte en su vida —dijo el Sr. Kim mientras su esposa sostenía mis
manos entre las suyas, acariciándolas con una mano de forma
intermitente, sollozando mientras lo hacía.
—Fui yo la bendecida por tener su amistad, Sr. Kim. Y no podría
haberme marchado, incluso si hubiera querido —le contesté con
sinceridad.
Los dos asintieron y luego se volvieron para irse, apoyándose el uno
al otro. Quería decirles la verdad, que Stacy iba a estar bien, sólo que
diferente. Pero sabía que aunque querían a su hija aún con vida, la
querían con condiciones, una de ellas era que todavía fuese un ser
humano.
Sin embargo, no está fuera de peligro, Grace. Aún hay mucho que se
tiene que hacer, y no me fío de Ambrose a solas con Stacy. Tenemos que
irnos.
Asentí y le permití sacarme de la habitación. Caminamos
rápidamente por el pasillo hacia la salida de incendios.
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—¿A dónde vamos?
—No tenemos tiempo para esperar al ascensor, Grace.
Con una vuelta rápida del pomo, Robert tuvo la puerta de incendios
abierta; su brazo se abalanzó por debajo de mis rodillas y me levantó del
suelo, y entonces él estuvo volando por las escaleras, viajando por varios
tramos de escaleras en una fracción de segundo.
—Caray —gemí, mareada por la velocidad antinatural a la que
habíamos viajado.
—Lo siento, pero era necesario.
—Lo entiendo, lo hago, pero mi estómago no lo hace. Eso sólo
añade otra complicación a las cosas.
Él se rió entre dientes.
—Una más —dijo con una sonrisa divertida.
—¡Grace! ¡Robert!
Nos dos dimos la vuelta para ver a Shawn caminando hacia
nosotros, un ramo de flores con papel celofán en sus manos.
—¡Shawn! ¿Qué estás haciendo aquí?
—Voy a visitar a mi hermana. Acaba de tener una niña, mi primera
sobrina, ¿qué hacen los dos aquí? —preguntó, con los ojos volando de
atrás a adelante sobre ambos, notando nuestras manos juntas.
—Stacy… murió hoy —le contesté, mis ojos no pudieron
permanecer en su rostro, con miedo de que él viera la mentira detrás de
ellos.
La sonrisa de Shawn se derrumbó, dejando caer el brazo a su lado
en estado de shock.
—¿En serio? ¡Pero pensé que estaba haciéndolo bien!
Robert dio unas palmaditas en el hombro de Shawn, un gesto
amistoso que estaba destinado a la comodidad y para distraer a Shawn.
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—Todo sucedió repentinamente. Cayó en coma y sus padres
decidieron sacarla de soporte de vida, en lugar de mantenerlo encendido
hasta que el cáncer finalmente acabase con ella.
Shawn se movió hacia mí y me envolvió con sus brazos alrededor
de mis hombros en un abrazo un poco extraño, su cuerpo se arqueó hacia
los lados para mantener una distancia entre nosotros.
—Lo siento mucho, Grace. Las dos eran tan unidas...
—Gracias, Shawn —murmuré—. Mira, te iba a llamar más tarde y
decirte que…
Levantó la cabeza y se alejó de mí, levantando su mano para que
dejara de hablar.
—Sé lo que vas a decir y entiendo completamente. Quieres ir al
baile de graduación con Robert. La pérdida de un ser querido puede
cambiar totalmente la forma de ver las cosas, y no te culpo por querer ir
con él en lugar de ir conmigo. Caramba, me gustaría ir con él si fuera
posible.
No pude evitarlo. Le sonreí a ese comentario.
—En realidad, Shawn, iba a decirte que no creo que pueda ir al
baile. Con todo lo que ha sucedido últimamente, la última cosa que quiero
hacer es vestirme para un baile.
Esto pareció animarlo un poco y él asintió en entendimiento.
—Eso es totalmente comprensible. Además, no creo que vaya a
haber un baile de graduación.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Oh mierda, no estaban en la escuela hoy, ¿verdad? Por supuesto
que no, así que no saben. Erica Hamilton atacó al Sr. Branke hoy.
Escuché la caída de mi mandíbula, escuché el hueco pop que hizo
cuando se abrió en estado de shock.
—¿Qué?
—Sí. Sucedió durante el tercer período. Erica sólo se puso loca.
Algunos de los chicos creen que probablemente algo ocurría entre ellos…
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lo cual es algo asqueroso; bien, realmente asqueroso, y Erica escuchó
hablar de la cita del Sr. Branke con que la nueva profesora, la Srta.
Violenta, y…
Lo interrumpí.
—Espera, ¿el Sr. Branke está saliendo con la Srta. Deovolente?
—Sí, supongo. Tuvieron una cita la otra noche, todo el mundo los
vio juntos. El Sr. Branke sostenía a la Srta. Violenta de la mano y…
—Deovolente. Su apellido es Deovolente.
—Sí, bueno, después de lo que pasó hoy, va a ser conocida como la
Srta. Violenta para siempre.
—¿Qué pasó?
—Todo estaba genial, ya sabes, de lujo, y entonces Erica entró en el
salón y comenzó a quejarse con el Sr. Branke en el medio de la clase. Y él
sólo se quedó allí, como un robot. Él ha estado actuando muy raro
últimamente, estoy seguro que te has dado cuenta, pero estos dos últimos
días, es como si no estuviera ahí. En realidad no. Y Erica sólo se lanzó
hacia él, gritando y siseando como una especie de gato con rabia o algo
así. Debe haber estado celosa porque seguía diciendo basura acerca de
cómo él estaba en su cabeza, y que ella no podía quitarlo de su mente, y
toda esa basura.
»De todos modos, la Srta. Viol… ehm, la Srta. Deovolente entró y
alejó a Erica del Sr. Branke, y entonces Erica se puso como loca y comenzó
a pelear con ella. El Sr. Branke sólo se quedó allí viendo, sin hacer nada.
Caray, probablemente no habría hecho nada tampoco, ¿dos chicas
peleando por mí? ¡Eso es caliente!
»De todos modos, todo el ruido debió de alertar a seguridad o algo
ya que el Sr. Kenner llegó con la Sra. Mayhew y lograron quitar a Erica de
encima de la Srta. Deovolente que luego atacó al Sr. Branke. Fue, la mejor
pelea de chicas jamás vista. ¡Y el Sr. Branke no hizo nada! Ni siquiera
esbozó una sonrisa mientras las dos se peleaban por él. Como he dicho, el
tipo es un robot.
—¿Erica dijo algo? —le pregunté.
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—Grace, tenemos que irnos. —Robert tiró de mi mano—. Lo siento,
Shawn. Me gustaría que tuviéramos más tiempo para hablar, pero tal vez
nos puedes decir todo acerca de esto el lunes.
—Uhm. Bueno, sí.
—Lo siento por el baile, Shawn —le dije mientras Robert me llevaba
a rastras—. Lo creas o no, en realidad estaba deseando que llegase. Espero
que encuentres a tiempo una cita, si es que hay un baile al cual ir.
—Ya se me ocurrirá algo. Cuídate, ¿de acuerdo? —gritó detrás de
mí, ondeando su mano antes de doblar una esquina.
—Eso fue grosero —lo regañé.
—Eso era necesario.
—Podríamos haber aprendido más acerca de lo que pasó.
Se dio unos golpecitos con el dedo en la sien y sonrió.
—Ya lo hice.
—Oh.
Cuando estuvimos afuera, Robert se volvió hacia mí.
—Necesito que subas a mi espalda y te sostengas con fuerza.
—¿Por qué? ¿Qué pasa con tus alas?
—Vamos a ser capaces de viajar más rápido de esta manera. Y no
te preocupes por mis alas. No voy a abrirlas mientras esté volando.
—¿Por qué tenemos que viajar más rápido? ¿A dónde vamos?
—A casa.
—¿Pero por qué? Tenemos que estar con Stacy, tenemos que
asegurarnos de que ella está bien.
—Grace, hay tres Serafines en mi casa ahora mismo, y más se
están reuniendo mientras hablo. A pesar de que lo más probable es que
traten de mantener este encuentro tan secreto como sea posible, habrá
interés por saber a dónde han desaparecido todos ellos, y si Sam se entera
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de esto, entonces la vida de Graham estará en peligro aún más de lo que
ya está.
»No hay nada más que podamos hacer por Stacy ahora más que
esperar. Por mucho que detesto esta elección que has tomado por ella, sé
que Ambrose se hará cargo. Lark permanecerá con ella hasta que lo peor
haya pasado. No tienes que preocuparte más por ella.
—No hice esta elección por Stacy, la hizo por sí misma —argumenté
antes de suspirar resignada a lo que ahora se encontraba delante de ella—
. ¿Cuánto tiempo tomará?
Robert envolvió mis brazos alrededor de su cuello y me subió
encima de su espalda, saltando en el cielo de la tarde antes de contestar.
Está muy enferma, su cuerpo ya está dispuesto a morir. La infección
que Ambrose le transmitirá se extenderá a través de su cuerpo en menos de
veinte minutos, bombeando a través de la sangre a su corazón. Una vez que
haya llegado a cada célula en su cuerpo, comenzará a cambiar. Esto podría
tomar desde unas pocas horas hasta varios días, dependiendo de la fuerza
del virus en el cuerpo de Ambrose.
Durante este tiempo, estará en un dolor increíble, y su cuerpo
necesitará alimentarse a fin de mantener la energía necesaria para permitir
que la transformación se complete. Lo que preocupa a Ambrose es cómo sus
células cancerígenas van a reaccionar ante el virus.
—Entonces, ¿el cáncer de Stacy podría causar que algo salga
mal...?
Su cabeza se movió una vez en un gesto sombrío.
Pero hay pocas posibilidades de que Stacy no viva. El virus es
demasiado inteligente para eso.
—¿Inteligente? Es un virus, ¿cómo puede un virus tener
inteligencia?
Grace, te olvidas de que esto no es una enfermedad humana. Por
supuesto, existió en los primeros humanos, pero no comenzó de esa manera.
Es el resultado de una creación divina mal lograda. El virus es como
cualquier otro ser humano, ya que puede volverse resistente a los factores
que tratan de debilitarlo o destruirlo, pero va más allá que eso. Se adapta al
medio ambiente en el que existe.
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¿Por qué crees que nunca has visto la verdadera forma de Ambrose?
¿Por qué nunca lo has visto comportarse como un animal devorador de carne
muerta? El virus, aprendió, se adaptó a cada nuevo entorno. Los primeros
erlkings y vampiros que fueron creados por Miki estaban llenos de sed de
sangre, incapaces de controlar sus impulsos ya que el virus atacó una parte
de sus cerebros, lo que les impidió pensar, sólo eran capaces de actuar por
el hambre.
La gran mayoría de las infecciones tempranas fueron causadas por
ellos durante la etapa inicial de la solitaria transformación. Los niños de
Miki estaban demasiados ansiosos por alimentase como para preocuparse
de terminar la matanza. Todo lo que necesitaban era el olor de la sangre
caliente, o el latido de un corazón vivo y la caza comenzarían de nuevo.
Estos primeros niños... eran niños en cada acto.
Pero, con cada víctima que luego se transformaba en una creación,
las debilidades que habían plagado las primeras y segundas generaciones
muy pronto se agotaron hasta lo que hoy ves en Ambrose. Muy inteligente,
capaz de existir entre los hombres sin ser detectado, y capaz de controlar
sus impulsos hasta el punto de que puede existir simplemente
alimentándose de carne cruda y sangre envasada.
Cuando mi madre y Lem entraron en contacto con Miki y sus hijos,
ya habían pasado por varias generaciones. Ambrose es el resultado de
varios miles de años de adaptación, debido a la inteligencia de este virus.
Sabe cómo sobrevivir, Grace.
No sabía qué decir a eso. La idea de que algo pudiera salir mal ya
estaba atrapada en mi mente, como un tumor que podría crecer hasta que
no tuviera la certeza de que Stacy iba a estar bien.
Grace, confía en mí. Por favor. Será un día frío en el Infierno antes de
que deje a ese monstruo dañar a Stacy. Ella también es mi amiga, recuerda
eso. Tengo tanto en juego como tú. Además, Ambrose conoce las
consecuencias si no la mantiene a salvo.
—¿Consecuencias? ¿Lo amenazaste?
Hice más que eso. Le prometí que yo personalmente velaría para que
él y toda su especie fueran eliminados si algo le sucedía a Stacy.
Escuché mi jadeo, sentí como mi pecho se elevaba con la súbita
inspiración de aire.
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—¡Robert! ¿Cómo pudiste hacer eso? ¡No ha hecho nada más que
ayudarnos! Si algo sale mal, no será porque él quiera. Sería un accidente.
No lo puedes castigar por eso.
Grace, no debería existir para empezar. ¿No te das cuenta? El hecho
de que se le permite vivir es algo que él no da por sentado, y nosotros
tampoco. Él ha dejado claro que no tiene ningún interés en perjudicar a los
humanos, pero hay otros que no comparten los mismos ideales, y sin
embargo los hemos dejado existir porque no son los monstruos de su
predecesores. Pero no hay ninguna ley entre mi especie que indique que
tenemos que hacerlo.
Sé que no entiendes la crueldad de que su especie es capaz porque
nunca has visto realmente su salvajismo. El erlking que conociste en el
bosque no era nada. Estaba enojado conmigo, y pagó su ira contra ti. Muy
rara vez un erlking actúa motivado por emociones.
Y ahora que conoces a Ambrose, lo utilizas como la base de tus
opiniones. Pero confía en mí cuando digo que ellos y los que son como ellos
se merecen su reputación, Grace. Lem y mi madre vieron de primera mano lo
que son capaces de hacer. No hay nada más que a él le gustaría que librar a
este mundo de todos y cada uno de ellos, pero no podemos seguir
castigando a los hijos por el error de los padres, no importa lo mucho que
nos gustaría hacerlo.
—Creo que estás siendo ridículo.
Y yo creo que estás siendo ingenua.
Bufé a eso, pero no pude decir nada mientras aterrizábamos en el
patio lateral, cerca de la puerta trasera de la casa de Robert. Él no dejó de
moverse mientras sus pies tocaban el suelo. Con un fluido y rápido
movimiento, al cual me había acostumbrado, me llevó a su alrededor sin
detenerse una sola vez, y me cargó a través de la puerta al abrirse por
completo por su cuenta.
Voy a ponerte en mi habitación y cuando me vaya, quiero que te
quedes allí hasta que vuelva. ¿Puedes hacer eso por mí?
Entró en su dormitorio con el sigilo de un gato merodeando, y
cuidadosamente me puso sobre su cama antes de revolotear por la
habitación en un enloquecido borrón, a través de su armario y baúl antes
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de detenerse frente a mí, poniendo sus brazos a cada lado de mí,
obligándome a descansar sobre mis codos mientras él se inclinaba.
Bueno, ¿puedes?
—Yo no…
Puso un dedo en mis labios silenciándome, antes de tocarse la sien
con el mismo dedo.
Con un suspiro, dejé caer mis párpados a mitad de camino y lo
miré fijamente.
No entiendo por qué tengo que quedarme aquí. No es como si la gente
ahí fuera no sabrá dónde estoy. Pueden oír nuestros pensamientos, ¿no?
Él se rió entre dientes.
Pueden, y no pueden. Dejas que escuchen lo que quieres, lo cual los
confunde y frustra a la vez. Lo sé porque me siento de la misma manera.
Pero, ellos no pueden escuchar lo que me estás diciendo a mí porque todos
mis pensamientos están en tu cabeza. En ningún otro lugar.
Con los ojos muy abiertos, me empujé hacia adelante.
¿Cómo es eso posible?
Tiene mucho que ver con que nosotros estando mentalmente unidos
el uno al otro, así como eres capaz de cerrar tu mente a todos los demás.
Sólo permites los pensamientos que deseas en ello, y nada más. Cuando
estoy en tu mente, mis pensamientos están allí también. Nadie más puede
oírnos cuando estamos así. Tú alguna vez te referiste a ello como intimidad
mental. Estoy de acuerdo. Es una clase de “intimidad”.
El calor se deslizó por mi rostro y rápidamente luché por contenerlo
mientras trataba de encarrilar nuevamente la conversación.
¿Por qué tengo que esperar aquí?
Sabes por qué, Grace. Hay quienes comparten las mismas creencias
que Sam. He ignorado mi llamado para mantenerte a salvo, y me he metido
con el llamado de otro ángel para hacerlo. Ha sido un beneficio para mí que
mi madre y abuela sean Serafines, pero eso no será suficiente para
controlar a los demás de querer hacerte daño ellos mismos.
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Una sacudida de miedo helado me recorrió el cuerpo ante su
declaración.
Ellos quieren verme muerta, tanto como lo hace Sam.
Él asintió una vez, el movimiento rígido y desigual, desafiante.
Pero no voy a dejar que te hagan daño, Grace, te lo juro. Has tomado
una decisión que no puedo obligarte a reconsiderar, pero no voy a dejar que
nadie lo intente tampoco. Se te debe permitir seguir tu propio camino.
Elevé mis manos y lo besé, sintiendo que todo dentro de mí
desaparecía en un estallido de llamas y calor mientras me presionaba
contra él, mis manos volaron a su cabello, mis dedos deslizándose por las
suaves y sedosas hebras. Caí contra la suave colcha y sentí el peso de su
cuerpo sobre el mío, sentí sus manos sosteniendo mi cabeza aun cuando
su boca se movió desde la mía hasta la línea de la mandíbula, besándola y
mordisqueando, mientras descendía por mi barbilla y garganta.
Tú eres mi gracia y mi tormento.
Las palabras en mi mente se repetían una y otra vez cuando sentí
sus movedizos labios y manos contra mis hombros, mis brazos, mi cara.
Escuché un suave suspiro escapar de mí cuando sentí su boca
suavemente contra la prensa del latido rápido de mi corazón, justo debajo
de la tela de mi camisa.
Tú eres mi vida y mi amor.
Levantó la cabeza hacia la mía y se cernió sobre mí, el calor líquido
que llegó a través de sus ojos de plata me sostenía la mirada, viéndome
mientras él me regalaba una sonrisa casi dolorosa.
Quería decir algo, pero mi mente se había quedado en blanco. En
su lugar, estaba contenta de permanecer atrapada entre sus brazos,
congelada en el tiempo sólo por ese instante.
Y luego se había ido.
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32 Cediendo
Traducido por Elenp y Xhessii
Corregido por Lizzie
speré a Robert por lo que parecieron horas, caminando
en su habitación y hurgando sus CDs y libros en medio
de presionar la oreja contra la puerta con la esperanza
de que escucharía algo, cualquier cosa que indicara lo que estaba pasando
a sólo unos pocos metros más allá. Por supuesto que no escuché nada.
Tenían la ventaja de poder discutir en silencio, dejando a los que no tienen
la capacidad de oír los pensamientos de los demás mirar con ávida
curiosidad la divertida imagen silenciosa que los ángeles formaban.
Una cosa de la que estaba segura sin embargo, era que estaban
definitivamente discutiendo sobre el destino de Graham, al igual que el
mío. Graham era inocente, tan inocente como Katie lo había sido, y su vida
estaba en peligro. Cualesquiera que fueran los lazos que tenía conmigo, su
unión con Lark debería ser razón suficiente para que ellos quisieran
ayudar a rescatarlo.
No dudé por un segundo que ellos le hubieran ahorrado a Robert lo
que él creía que eran delitos sancionables. Él era demasiado bueno,
demasiado el epítome de lo que un ángel se suponía que era para
reprenderlo. Había vivido durante mil quinientos años como el hijo
perfecto, el ángel perfecto. No veía cómo era posible borrar todo eso en
cuestión de meses.
Por supuesto, ahí fue cuando me golpeó que habían pasado sólo
unos pocos meses desde que Robert había entrado en mi vida. Y sin
embargo, la había cambiado tan profundamente que sabía que ninguna
cantidad de vida podría haberme alterado tanto como lo había hecho él
E
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desde el primer momento en que lo vi. ¿Cómo podía haber pensado que mi
vida estaba incompleta sin la normalidad que había anhelado una vez tan
fuertemente? Normal en ese sentido no lo incluía a él, y yo no quería saber
nada de una vida así.
Por supuesto, ¿cómo podría haber previsto que todo esto ocurriera
para empezar? Si lo miraba de forma racional, simplemente no tenía
ningún sentido que alguien como Robert me amara, pero eso no borraba el
hecho de que él lo hacía. El amor no se supone que sea racional, sólo
experimentado y sentido.
¿Cómo iba a ser capaz de dejarlo? Era una pregunta que no me
había atrevido a preguntarme, porque sabía que eso significaría aceptar
que el tiempo para hacerlo estaba casi aquí. Y a pesar de los signos que
estaban todos apuntando al hecho de que los segundos estaban marcando
la cuenta regresiva, no me veía renunciando a Robert, a nosotros.
—Oh, Dios mío, te has metido en un gran lío, Grace Anne —gemí
para mí mientras me acercaba a los grandes ventanales que ocupaban la
mayor parte de una de las paredes de la habitación.
Puse una mano en el vidrio delante de mí y suspiré. La superficie
fresca y clara por debajo de mi mano era un consuelo demasiado pobre
para el dolor que parecía resonar dentro de mí al pensar en qué era lo que
me iba a perder una vez que me hubiera entregado a Sam y finalmente él
terminara lo que había comenzado hace tantos años.
Ya estaba perdiéndome el baile de graduación, aunque nunca había
tenido la intención de ir antes de que Shawn preguntara. Sin embargo, la
idea de que no llevaría el vestido de Stacy después de todo su esfuerzo se
sentía de alguna manera decepcionante. Golpeé la cabeza contra el cristal.
—¿Realmente acabo de admitir estar decepcionada por no llevar un
vestido?
Me reí de mi propia estupidez. Por supuesto, sería decepcionante.
Había sido honesta con Shawn cuando le dije que había estado esperando
con ansias ir al baile con él. La idea de hacer algo tan normal como asistir
a mi baile de graduación me había dado algo que estaba deseando, algo
que no había planeado.
Luego estaban los otros hitos que me iba a perder. Graduarme de la
escuela secundaria, ir a la universidad. No importaba ya lo que costaría ir
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a la universidad, cualquier universidad, no iría. Finalmente no importaba,
nada importaba.
Volví la cabeza y miré el anillo que estaba en mi mano derecha, la
piedra azul que descansaba en mi dedo anular mirándome como un ojo
inquisitivo. Una sonrisa formándose sobre mis labios cuando me acordé de
la conmoción que Janice había tenido cuando lo había visto, y cómo mi
padre no lo había notado en absoluto. Supongo que fue un testimonio de
lo bien que papá me conocía, sabía lo que iba y no iba a aceptar.
Y, sin embargo, con todo este tiempo para pensar, sentí la punzada
de dolor, de pesar, descender sobre mí mientras reconocí con gran
sorpresa que quería que él hiciera la misma suposición que Janice. Quería
que él pensara que Robert quería casarse conmigo, pensar que yo valía la
pena para ese nivel de compromiso porque en el fondo, tenía la estúpida
esperanza de cuento de hadas de que Robert también lo quisiera.
—Estúpido es correcto —murmuré para mí antes de limpiar la
lágrima perdida que no me había dado cuenta que se había escapado. No
importaba lo que ninguno de nosotros quisiera.
Con un suspiro sonoro, me aparté de la ventana, a sabiendas de
que lamentándome no me iba a hacer ningún bien. Eché un vistazo a la
pared por encima de la cama de Robert y sonreí. Había añadido más fotos
desde la última vez que había estado aquí.
Me senté y subí mis pies, volviéndome hacia la puerta y esperando
el regreso de Robert, cuando me di cuenta de que la puerta del armario
estaba abierta. Nunca había visto el interior de su armario antes, y la
curiosidad me empujó hacia él como un imán.
No era un gran armario, era de tamaño medio, pero la ropa que
contenía estaba lejos de la media. Aunque sabía que la ropa de Robert era
costosa, nunca me había dado cuenta hasta qué punto. Existían etiquetas
allí que valían el salario anual de mi padre. Los colores variados, aunque
su elemento básico negro y gris se destacaba entre los azules y verdes
ocasionales, y los estilos iban desde lo clásico a lo moderno y de moda. Era
partidario de un particular estilo y reconocí inmediatamente la camiseta
que había usado cuando nos conocimos.
La arranqué de su percha y la llevé conmigo al baño de Robert.
Tenía que tomar una ducha urgentemente. El olor del hospital se aferraba
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a mí como el humo, el olor clínico casi insoportable en mi piel ahora que
estaba lejos del ambiente estéril y quería poder cambiarlo con el aroma
limpio y dulce de otra cosa más que el blanqueador y desinfectante.
Por extraño que parezca, nunca había estado en el baño de Robert
antes, y me sorprendió lo que vi. Lejos del cuarto masculino que esperaba,
era un muy tranquilo lugar relajante, con paredes de color tostado y
chocolate y pronto me di cuenta que los azulejos de cristal de hielo azul
llenando una pared entera era una gran ducha, cada extremo rodeado de
grandes paneles de cristal parcialmente oscurecidos por grabados de lo
que parecían cascadas.
Rápidamente me quité la ropa y entré en el gran espacio, girando
los diales cuadrados y suspirando cuando el líquido caliente, vaporoso,
fluyó de la pared a través de varias boquillas de forma cuadrada que se
alineaban en un extremo de la ducha. Por encima de mí, un torrente de
agua comenzó a caer, y me envolvió empapando mi cabeza con bastante
rapidez. Agarré uno de los mandos y lo giré, gritando cuando el agua se
volvió de un frío glacial antes de volver a la selección anterior y elegir otro.
Esta vez, el chorro de agua por encima de mí más lento, lo que reducía
aún más a medida que continuaba girando el dial.
—Eso está mejor —me quejé antes de llegar a una botella de
champú que me fijé descansaba sobre una repisa de vidrio escondido
contra la pared del fondo. Reconocí el olor de inmediato: era el mismo
champú que utiliza él. Sentí una sensación de cosquilleo comenzando a
parpadear dentro de mí y sonreí.
Como no quería poner demasiada importancia en sus razones para
usar un champú con olor femenino, comencé a lavarme el cabello,
frotando la pegajosa sustancia de color rosa en mi maraña de filamentos y
construyendo espuma hasta que sentí que mi cabello estaba lo
suficientemente limpio para enjuagar.
Sintiendo que estaba tomando demasiado tiempo, rápidamente
terminé mi ducha y cerré todos los diales de la ducha. Salí del gran
gabinete de vidrio y alcancé una toalla de color canela, envolviéndola
alrededor de mí y luego agarré otra para mi cabello. Me di cuenta de que la
ropa que había dejado en el suelo se había ido, y una oleada caliente de
sangre llenó mis mejillas cuando tomé la pila cuidadosamente doblada de
ropa limpia colocada en el tocador que daba a la puerta. ¿Habría sido él el
encargado de traer la ropa una vez más, o fue Ameila?
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No quería saber la respuesta en caso de que me pusiera demasiado
nerviosa para poner un pie fuera del baño, comencé a vestirme. Me puse la
ropa interior y sujetador, pero en lugar de ponerme la camiseta y la
sudadera que habían traído, opté por vestir la camiseta que había tomado
del armario de Robert.
Cerré la parte delantera, desabrochándola y volviéndola a abrochar
varias veces mientras enrollaba las mangas hasta justo por encima de mis
codos. El borde inferior colgaba muy por debajo de mi cintura, justo
rozando la parte superior de mis rodillas. Era extraño, pero el simple
hecho de algo que le pertenecía a él, algo que nos ataba a los dos juntos
me dio una fuerza que no me di cuenta que necesitaba. Sentí una
confianza erigirse dentro de mí y me alegré por ello.
Hubo un golpe en la puerta.
—¿Estás decente?
—Un poco —le contesté, sin una pizca de nerviosismo en la voz. La
puerta se abrió y Robert entró, con un cepillo de cabello en una mano. Se
detuvo justo antes de la puerta cuando vio lo que llevaba puesto, el cepillo
para el cabello cayó al suelo.
—Y-yo no creo que debas usar eso —tartamudeó, sus ojos cayendo
más y más, fijándose en mis piernas y pies desnudos.
—¿Por qué? Me pongo menos en casa: una camiseta y calzoncillos
cubre mucho menos que lo que esta camiseta lo hace.
—No entiendes, Grace…
Me acerqué a él y le acaricié la barbilla con un dedo errante.
—Entonces, ayúdame a comprender, Robert.
Caminando junto a él, casi pude escuchar las ruedas en su cabeza
mientras trataba de encontrar una manera de explicar qué era lo que
quería decir, y solté una sonrisa socarrona antes de darme vuelta y
sentarme sobre la cama, metiendo mis labios por debajo de los dientes en
un pobre esfuerzo para ocultar mi diversión.
—Con todos estos ángeles bajo un mismo techo, es difícil no sentir
empatía.
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—Lo siento. No sabía que mi uso de una de tus camisetas te iba a
poner tan molesto...
Extendí mi mano para agarrar el cepillo, viendo como él se
agachaba para recogerlo antes de caminar hacia mí lentamente, haciendo
caso omiso de mi mano extendida y en su lugar sentándose detrás de mí
en la cama. Tomó mi cabello entre sus manos y lo tocó suavemente. Al
instante sentí aflojar los nudos, los salvajes nudos liberándose. Me di la
vuelta para enfrentarme a él, incapaz de contener más mi sonrisa.
—Tramposo.
—Entonces tú también.
Fue como si una repentina ola de movimiento me hubiera golpeado
cuando me encontré tumbada en la cama, mis piernas abiertas, mi cabello
arrojado detrás de mi cabeza. Las manos de Robert sosteniendo las mías
por encima de mi cabeza, sus labios curvados en una sonrisa casi
diabólica.
—Ahora, vamos a dejar una cosa clara: no estoy molesto. Estoy tan
lejos de molesto como puede ser, aunque hay algún desasosiego
gestándose dentro mí.
Apretó su cuerpo contra el mío, el peso de él sintiéndose
deliciosamente innatural. Contuve un gemido y luché para liberar mis
manos para que pudiera tirar de su cara más cerca de la mía. Chasqueó la
lengua en señal de desaprobación, su sonrisa sólo aumentaba a medida
que me hacía cosquillas en la barbilla con su nariz.
—¿Crees que puedes salirte tan fácilmente?
—¿Estoy siendo retenida por una razón?
Su aliento se sentía caliente contra mi garganta mientras hablaba.
—¿No te gusta ser mía?
—Por supuesto... pero... ¿podrías soltar mis manos, por favor?
—¿Por qué?
—Las necesito.
—¿Para qué?
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—Bueno, tengo que cambiarme esta camisa.
—¿Te vas a cambiar?
Asentí. Su respuesta tardó en llegar.
—Está bien.
Quitó las manos de las mías y rodó sobre su costado, apoyándose
en un codo perezoso, una mirada de satisfacción en su rostro. Me senté y
me froté las muñecas mientras miraba su expresión.
—Gracias.
—No hay de qué.
Esperaba que me pusiera de pie, encaminándome hacia el cuarto
de baño y me pusiera una de las sudaderas. Pero tenía otros planes. Mis
manos se elevaron a los botones de la camisa, mis dedos rápidos con ellos
después de haber practicado en el baño.
Había conseguido desabrochar cuatro botones antes de que las
temblorosas manos de Robert calmaran las mías.
—No lo...
—¿No lo hago? ¿Cambiar tu camisa? Pero si eso es lo que querías.
—Grace —se quejó—. Por favor. Sabes que eso no es lo que quise
decir.
—Lo siento, no entiendo muy bien. Dijiste que querías que
cambiara ésta camisa, así que voy a cambiar la camisa. Hay varias más en
tu armario que podría ponerme. Vi una azul realmente bonita…
Sus ojos se cerraron y vi que estaba respirando en un intento de
calmarse antes de decir nada más.
Me esforcé para liberar las manos, frustrada de que fuera mucho
más fuerte que yo.
—Robert, vamos.
—No.
—¿No?
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—No. Lo siento, Grace. He tratado de ser fuerte, he tratado de
mantenerte a salvo, de Sam... de mí, pero no soy tan fuerte como pensaba
que era. N-no puedo seguir con esto. No puedo luchar contra esto, Grace.
Alarmada, me empujé hacia arriba, usando su asimiento en mí
como palanca.
—Robert, ¿de qué estás hablando?
La cabeza de Robert se agachó y sentí su beso presionando a través
de mí, aterrizando directamente en esa parte de mi corazón que no sabía o
no quería golpear o volar a través de mi pecho. Él me obligó a bajar, y
aterricé sin cuidado en la colcha, las manos de Robert ya no estaban
fijando las mías.
En su lugar, estaban explorando, bajando por mis brazos y
aterrizando en mis caderas, empujando sus pulgares en ellas cuando se
levantó en un movimiento reflejo que nos tomó a ambos por sorpresa y
levantó su rostro. Yo levanté los brazos para envolverlos alrededor de su
cuello, necesitando que se quedara cerca de mí, no quería que él huyera
como todas las otras veces anteriores. Lo miré a los ojos y se me cortó la
respiración cuando me di cuenta del hambre abrasador que causó que se
convirtieran en llamas de plata debajo de su cúpula cristalina.
Mis labios se entreabrieron, un gemido desesperado por escapar de
ellos deslizándose a través justo antes que su boca una vez más se
estrellara en la mía con una necesidad casi desesperada, y el mundo
comenzó a girar a medida que el aire a mi alrededor se volvía ligero… ¿o
era porque había dejado de respirar? El contacto de Robert fue haciéndose
más y más ligero. Traté de concentrarme en sus ojos, pero también,
parecían desvanecerse cada vez más oscuros, mientras que al mismo
tiempo, sus pupilas se dilataban al máximo.
—¿Robert? —suspiré, sintiendo mis brazos ir a mi pecho mientras
su cuerpo desaparecía, reemplazado por una neblina negra que flotaba
sobre mí. Me cubrió, rodando sobre mi piel como un humo de olor dulce.
Arqueé mi espalda mientras sentía los rastros suaves y sedosos
debajo de la camisa que había sido el catalizador de todo esto. Vi cómo se
alzaba el dobladillo, levantándose y ajustándose al extraño impostor
mientras se empujaba hacia mi pecho. Rastros de neblina semi-
transparente escapaba a través de las rajas entre los botones que no había
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sido capaz de liberar de sus agujeros, como bocanadas de humo que
coincidía al fuego que se construía lentamente dentro de mí.
—¿Robert, qué estás haciendo? —dije en un medio-gemido, medio-
jadeo antes de que otra ola de nervios me quitara la respiración. Como una
pluma burlona que subía y bajaba por mi piel sensible, los rizos y los
mechones de la neblina oscura viajaron sobre mí, debajo de mí, y Dios me
ayudara, se sentía como que me atravesaban.
La sedosa neblina me envolvía, acariciando mi rostro con el
delicado roce de una brisa cálida, haciéndole cosquillas a mis labios que se
sentían hinchados por el beso urgente que habíamos precedido con una
felicidad inimaginable. Si me concentraba, podía saborearlo, saborearlo a
él, y el conocimiento de esto envió una ola de sangre a cada terminación
nerviosa de mi cuerpo, volviendo mi piel sensible en un mapa de
sensaciones y sentimientos.
Mordí mi labio para evitar gemir de nuevo, pero no pude evitar el
gemido que salió mientras el movimiento continuo del sensual humo hacía
un infierno dentro de mí, en lo más profundo, causando que las cosas que
no deberían se quemaran, enviando chispas a chamuscar los confines de
mi razón, de los cuales me colgaba desesperadamente.
Podía escuchar la música de alguna canción desconocida en mi
mente, el nombre de Robert era la única letra que me importaba en cada
sonido, el cual se repetía hasta que lo dejé ir, incapaz de seguir con el
ritmo por más tiempo. Mis manos agarraron puñados del tejido, que
incluso como pequeñas hebras de humo se escapaba a través de los
huecos entre mis dedos. Durante la sensación de caos y sentimientos me
escuché gritar mientras caía de un lado, incapaz de permanecer quieta,
incapaz de contener lo que se estaba creando dentro de mí. Mi mano se
estiró y agarró el borde de la cama, necesitando tener soporte mientras mi
cuerpo se sentía levantarse, pesando menos, como si no tuviera huesos.
Jadeé por aire, la sensación de que no había suficiente causaba
que mi pecho se expandiera con mis respiraciones codiciosas. Una y otra
vez, la oscura neblina pasó sobre mí, enrollándose por mi cuerpo como
una pitón abraza a su presa. Se hizo más y más apretado hasta que casi
se podía sentir de manera tangible, fuerte pero vulnerable mientras la
neblina transparente dio paso a lo que imaginé era una piel acalorada en
los brazos de alguien que se sacudía con la enormidad de todo lo que
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estaba pasando, lo que había pasado y lo que pasaría. Sentí el inhalar y
exhalar de una respiración frenética, asombrosa.
¿Era la mía? Tenía que ser la mía: Robert no necesitaba respirar.
Así que, ¿por qué escuchaba esta respiración acelerada y sentía el
sobrecalentamiento de ella como si estuviera sobre mi oreja?
Y seguramente era mi corazón el que estaba retumbando tan fuerte
que mis oídos habían bloqueado todo la cordura y razón. No me había
dado cuenta de que seguía ahí, de alguna manera permanecía sujeto
dentro de mi pecho a pesar del sentimiento de que escapaba por un hueco
que me había tragado. Mis ojos se negaban a enfocarse, así que
simplemente los cerré, contenta de ver lo negro de mis párpados e
imaginándome al rostro de Robert tan maravillado como yo lo tenía hace
un momento.
¿Qué había pasado? Estaba asombrada y maravillada, y me dejó
sintiendo como si tuviera alas propias y me hubiera elevado más allá de la
razón y la cordura. Pero, ¿qué era exactamente? Todo a través de mí, mis
terminaciones nerviosas chispeaban como si sus recuerdos individuales
estuvieran llenas con los sentimientos residuales.
Tomé varias respiraciones en un intento de calmarme, para
disminuir el traqueteo dentro de mí, y para darme fuerzas para decir algo.
No necesitas decir nada.
Los temblorosos brazos que me imaginaba alrededor de mí, en
realidad eran, reales, sólidos y fuertes, y todavía vibraban con la
vulnerabilidad de lo que había pasado entre nosotros.
—Robert…
Por favor, Grace. No digas nada.
Y no lo hice. De todas maneras, no sabría qué decir. Este era un
momento íntimo que habíamos compartido, una experiencia que nunca
había esperado, con la que nunca había soñado. ¿Cómo podría haberlo
hecho? No entendía qué era lo que había pasado entre nosotros, lo que
había ocurrido, pero iba más allá de las palabras. Incluso el silencio
parecía un intruso. Con un suspiro de resignación, me empujé hacia él y lo
dejé sostenerme hasta que nuestra respiración se hubo normalizado y el
latido de mi corazón no podía ser escuchado dentro de mí.
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La habitación se había vuelto oscura mientras la noche se ponía
sobre Heath. Debió haber sido un momento perfecto. Debió ser un
momento perfecto, donde no había pesadas cargas que colgaban entre
nosotros, la verdad esperaba que emergiéramos de este pequeño santuario
que habíamos hecho y la encaráramos.
Tenemos que irnos pronto.
Asentí en acuerdo.
—Lo sé.
Grace…
—¿Puedes decirme? ¿Puedes decirme qué fue eso?
Yo…
Giré mi cuerpo, mi cabeza se levantó para mirarlo y vi las lágrimas
que relucían antes de caer.
—Robert, por favor.
Grace, no puedo darte lo que quieres. No puedo darnos lo que
queremos, pero puedo darte eso.
—¿Darme qué? Qué fue eso, porque sé que no era lo que
esperaba… eso definitivamente no fue sobre lo que aprendí en la clase de
salud… ¡Fue mejor!
Él se rió suavemente, el sonido lleno con más tristeza que humor.
En latín le llamamos noster nostri5, dos corazones que laten como
uno solo.
Mi mano se levantó para rosar su torso desnudo, la camisa que
había estado usando había sido desechada en alguna parte.
—Qué manera divertida de describir lo que siento cada segundo
que estoy despierta. Pero eso no es lo que pasó entre nosotros, Robert. Eso
fue… eso fue… demasiado bueno para ser… bueno —jadeé antes de que
un pensamiento atemorizante se estrellara en mi cabeza.
5 Noster Nostri: En latín, significa “nuestro de lo nuestro”/“nuestros corazones laten
como uno solo”.
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Oh querido Dios, ¿acabo de traicionar a Ameila? Le prometí que no
rompería las reglas de los Nephilim; que no tendría intimidad con Robert.
¿Qué era eso sino tener intimidad con él?
Grace, detente, deja de preocuparte, por favor. Lo que hicimos, no
está mal. No hay leyes que digan que un ángel no puede compartir el noster
nostri con los humanos. Sólo desearía que pudiera haber más.
—¿Cómo puede haber algo más que eso? —pregunté en voz alta.
Con manos gentiles, Robert acercó mi rostro al de él y puso un
delicado beso en mis labios. Mi piel estaba tan sensible que cada contacto
era como una mini explosión de recuerdos y sentimientos. ¿Cómo podía
haber más de lo que ya habíamos experimentado más que en una vida de
placer en un momento increíble?
Oh Grace, créeme, hay más. Mucho más.
—¿Y soy tu…? —No podía decirlo. Quería saber si él había
compartido este noster nostri con alguien más, pero no tenía el coraje de
decirlo. Cómo alguien podría, era incomprensible para mí… la idea de no
ser la primera en compartir un momento tan privado con alguien que
amabas, todo junto, me rompía el corazón. Robert era el primero de todo
para mí.
Grace, tú también eres la primera de todo para mí. De seguro ya
sabes eso para este momento. Cada sentimiento, cada emoción, cada toque
que he compartido contigo es por ti, y nadie nunca ha hecho, ni podrá
hacerme sentir de esa manera. Sólo tú.
Me acercó contra él y nuestras piernas se enredaron, su mano
gentilmente acariciaba mi espalda con lentos y lánguidos movimientos que
sólo incrementaban la ira que había empezado a sentir por todo mi cuerpo.
—Lo siento. No puedo evitarlo —dije de manera dócil, mirando su
barbilla—. Puedes ver lo ignorante que soy cuando se trata de estas cosas,
y el hecho de que tengas tus propias… maneras de hacer todas las cosas
hace que mi ignorancia sea más evidente. Pero no sé qué es lo que has
hecho, ni qué tan lejos has llegado con nadie más. Sólo sé lo que me has
dicho, y considerando todo, no es mucho.
Él suspiró y llevó una mano debajo de mi barbilla, empujándola y
alentándome a encarar mis miedos.
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Sabes que nunca he estado físicamente con nadie, Grace. Eso
incluye esta manera. He sostenido muchas manos, he besado muchas
mejillas, pero tú eres la única por la que he sentido, más aún, por la que me
he sentido atraído. Eres la única quien me hace desear ser un hombre
humano para darte todo lo que quieres y necesitas.
—No quiero que un humano sea todo lo que quiero y necesito.
Ningún humano podría. Tú eres todo lo que quiero, todo lo que necesito. —
Mis manos fueron a su rostro y trazaron la línea de su mandíbula, su
nariz afilada, la cima curva de sus labios. Él empezó a hacer lo mismo,
ambos ardiendo estas líneas en nuestros recuerdos, cada uno con razones
diferentes: él para mantenerlas mucho después de que me hubiera ido,
mientras que yo lo hacía para tener algo que me diera fuerza y coraje
cuando Sam finalmente ganara.
El cuerpo de Robert se tensó cuando escuchó mis pensamientos,
un temblor de coraje corrió por él y rápidamente destruyó todos los felices
momentos que habíamos compartido.
Sam no ganará, Grace. Puede que finalmente obtendrá lo que quiere,
pero no ganará.
Se giró y se sentó, su desnudez estaba de espaldas a mí; las marcas
como las de un árbol que corrían por las líneas fuertes e inclinadas de sus
fuertes hombros y columna serían una imagen intimidadora para la
mayoría de las personas, pero para mí, eran hermosas, majestuosas con la
promesa de lo que podrían llegar a ser. Me puse de rodillas y puse mis
manos en los dos omóplatos que convertían las ramas en alas, sintiendo
sus músculos tensarse por un momento antes de relajarse debajo de mis
palmas.
—¿Qué hacemos ahora?
Esperaremos hasta que los mayores hayan decidido. Esa es la razón
del por qué regresé, lo que quería decirte. Ellos ordenaron que
permanecieras aquí hasta que su decisión haya sido tomada.
—¡Pero eso podría tomar una eternidad! Me dijiste lo mucho que
tardan en tomar una decisión. ¡No tengo ese tiempo! ¡Graham no tiene ese
tiempo! —Estaba en pánico, la idea de que evitaran hacer lo que iba a
hacer, lo que en orden sabía que era para salvar la vida de Graham, tanto
como el alma de Robert, me hizo que corriera al baño.
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—¡Grace…! —gritó Robert detrás de mí.
Agarré la sudadera que seguía en la barra del baño para
ponérmela. Mis dedos temblaban con los botones de la camisa de Robert,
pero me las arreglé para quitármela, y la arrojé encima de la camiseta que
había estado allí para mí también.
—¿Qué estás haciendo?
Entré en la bañera y agarré la liga que había sostenido mi cabello y
me giré para encararlo.
—Me largo.
—¡No puedes!
Lo miré con desafío en el rostro.
—Robert, no me importa quiénes sean ellos, cuáles sean sus reglas,
o las intenciones que Sam debe tener. No soy un ángel. No pueden decirme
que me quede aquí y espere a que ellos tomen una decisión. ¿Qué pasa si
lo que sea que ellos decidan hace que Sam lastime a Graham o algo peor?
¿Qué pasa si deciden matar a Sam? ¿Entonces qué?
Su boca se abrió para decir algo, pero lo interrumpí.
—No. He terminado con el hecho de que tu especie escoja y decida
qué es lo que va a pasar con mis amigos y conmigo. Han descartado cada
decisión importante que pude haber tomado con sus reglas y sus leyes; no
me van a quitar también esta decisión. Graham es mi amigo, y él es tu…
cuñado… ¡No me pongas esa cara, es verdad!
Hice con mi cabello una desastrosa cola de caballo y traté de
caminar lejos de él, pero no me dejó. Empujé contra su pecho pero
probablemente tendría más suerte al empujar una montaña.
—Déjame ir, Robert.
—No, Grace. No entiendes con qué te estás metiendo. Sí, no eres un
ángel, pero, ¿eso alguna vez ha detenido a los de mi clase de tener dominio
sobre los tuyos? Muchas de nuestras leyes contienen consecuencias
directas hacia los humanos si son rotas. ¡Y sabes eso!
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—¿Hay una ley que dice que tengo que permanecer
obligatoriamente en la habitación de mi novio sólo porque un ángel lo
dice? —pregunté, mi pie dando golpecitos por la agitación.
—No, pero…
—Entonces, por favor, sal de mi camino.
—Grace…
—Robert, ya sea que me vas a ayudar o no, si la respuesta es un
no, al menos deja que me vaya y haga esto por mí cuenta. Tienes que
entender que no me puedo quedar sentada aquí y esperar sabiendo que
cualquier cosa que decidan, pone la vida de mi mejor amigo en peligro. —
Era una súplica, una que me dolía hacer porque sabía que cualquiera que
fuera su respuesta, sufriría por eso, pero no tenía elección.
Graham estaba afuera siendo torturado por Sam, y yo era la única
que podía evitar que todo esto continuara. Parecía ridículo pensarlo, pero
es como lo miraba. Los Serafines no iban a castigar a Sam pronto, pero
incluso si lo hacían, yo sería como una bofetada en la muñeca comparada
con lo que él les haría a personas inocentes, personas que me importaban,
personas a la que amaba.
Robert me miró con tal tristeza en sus ojos que estaba a punto de
darme por vencida.
A punto.
—Si tú te vas, entonces me voy contigo, Grace.
Había estado preparada para otra ronda de discusiones.
Físicamente peleaba una manera de salir… Bueno, eso, también. ¿Pero
esto? ¿Qué se diera por vencido tan fácilmente?
—¿En serio?
Él asintió y tomó mis hombros con sus fuertes y decididas manos,
y después los apretó gentilmente.
Te lo dije, a donde quiera que vayas, yo iré. No lo probaría de alguna
otra manera.
—Entonces, vayámonos.
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—¿A dónde?
Mi mirada se movió al collage de fotografías que estaban sobre la
cabecera de su cama. Miré la fotografía de Robert y yo que ocupaba el
centro mientras que las demás la rodeaban. Estábamos sentados en una
banca, sonriendo felizmente el uno al otro durante un rato como si el resto
del mundo no importara… ya que éramos las únicas dos personas que
estaban en él.
—Ahí —señalé.
La mirada de Robert siguió mi mano y dio un asentimiento con
sonrisa incluida.
—De acuerdo.
En una fracción de segundo, estuve de nuevo en sus brazos, y
estábamos fuera de la casa yendo al cielo.
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33 Ofrecer
Traducido por LizC y Lizzie
Corregido por Marina012
uando los pies de Robert aterrizaron bruscamente y de
manera poco habitual en la grava que cubre el
estacionamiento del refugio de su familia, el crujido que
hizo me sorprendió. Era un ruido molesto, uno con el que estaba
demasiado familiarizada, y los recuerdos de aquello mandaron un
escalofrío corriendo arriba y abajo de mi espina dorsal.
—¿Estás bien? —me preguntó Robert cuando me dejó en el suelo
con cuidado.
Tuve cuidado de no pisar muy bruscamente mientras balanceaba la
cabeza como respuesta. Con mi mano en la suya, caminamos hacia el
banco donde habíamos tenido nuestra primera conversación, donde yo
había aprendido más acerca de él de lo que habría imaginado posible. Me
senté y puse mi cabeza en mis manos, mirando al suelo y mis botas,
mientras que Robert se paseaba delante de mí.
—Así que, nunca me dijiste —empecé, con ganas de escuchar algo
diferente al sonido de mi respiración.
—¿Decirte qué?
—Qué te enteraste por Chad, de lo que pasó con el Sr. Branke,
Erica y la Srta. Deovolente.
—Oh, eso. Bueno, realmente no hay mucho que decir para ser
sincero contigo. Erica fue llevada a la oficina del Subdirector, mientras que
la Srta. Deovolente empujó al Sr. Branke en el aula. Chad no vio mucho
C
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después de eso, aunque escuchó que Erica fue suspendida
indefinidamente y no se le permitirá graduarse con el resto de nuestra
clase.
Esto fue sorprendente.
—¿Así que el Sr. Kenner en realidad castigó a Erica? Qué inusual.
Debe ser una luna llena o algo así —murmuré.
La caminata de Robert cesó.
—Grace, eso es poco benevolente.
Ignoré el tono en su voz.
—Él trató de chantajearme, Robert. Se puso del lado de Erica en
todo, incluso después de que ella enviara a Stacy al hospital. He terminado
con la benevolencia. No tengo tiempo para ello.
—Pero de eso se trata. Es lo que más vale durante tus últimos
momentos de vida. ¿Vas a dejar tú última marca en este mundo con
amargura y rencor? ¿O, te vas a asegurar de que cuando los demás te
recuerden, recuerden que fuiste la persona más amorosa, amable y
generosa que yo amo? —Se sentó a mi lado y tomó mis manos en la suya,
bajando la cabeza a mi nivel para que yo pudiera ver su cara.
—Eso no es justo —me quejé—. He pasado todos estos últimos
años lidiando con insultos y burlas sin ni una vez decir una cosa
desagradable a cualquiera de ellos. Les he ayudado con sus tareas, sus
pruebas, aun cuando sabía que tan pronto como recibieran sus buenas
calificaciones, volvería a ser Grace La Fenómeno, así que no me hables de
ser benevolente, Robert.
»No sabes lo que es tener a personas tratándote diferente por algo
que te pasó y del que no tenías absolutamente ningún control. No sabes lo
que es tener a todos burlándose y metiéndose contigo durante años por
razones que no tienen nada que ver contigo, sino con sus propios
prejuicios.
»¡Lidié con ello, lo acepté, y lo hice sin una sola queja, así que
discúlpame si por una vez me gustaría sentir un poco de falta de caridad
por una persona que estaba más preocupada por salvar la carrera escolar
de algún imbécil insípido que mantener a Stacy o a mí a salvo!
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Mi pecho subía y bajaba con ira a medida que mi respiración se
volvía agitada por los recuerdos que había tratado tanto de olvidar. Miré el
rostro sorprendido de Robert y supe que había ido demasiado lejos. No era
su culpa… él era un ángel, y la caridad y el perdón se suponía que eran
parte de su naturaleza.
—La humildad debería serlo también, Grace. Lo siento; se me
olvida a veces que eres un ser humano, con defectos humanos. Tienes
razón. No sé cómo se siente el ser objeto de burla por la mayor parte de mi
vida. Siempre he sido aceptado por lo que soy y lo que eso implica. Y sí,
tienes derecho a tus sentimientos.
»Pero sé lo que siente al ser el tercero en discordia, Grace. Cada vez
que estás con Graham, eso es en lo que me convierto. Ni siquiera puedo
tener ese tipo de relación contigo porque no soy un ser humano, y porque
no estaba allí para protegerte y apoyarte en los momentos de tu vida
cuando más importaba.
»Y lo sostuve en su contra, lo admito. Estuvo mal de mi parte,
Grace. He utilizado sus acciones pasadas, buenas y malas, para juzgarlo
cuando la única persona cuya opinión debería haber importado era la
tuya. Estaba equivocado, y lo siento. Pero no puedes permitir que lo que
sucedió en el pasado cambie quién eres.
—¿Y quién es esa persona? ¿La Grace que nunca habló sobre el
trato que recibí? ¿La Grace que se escapó de ti, Graham y todo lo demás
porque ya no podía soportar las miradas o los comentarios sarcásticos?
—No. Tú eres la Grace que ama tan profundamente y totalmente
que iría en contra de los deseos de la persona que más te ama para
salvarlo. Ninguna de esas personas que te hicieron daño jamás podrían ser
tan generosos o altruistas.
—Pero, ¿qué pasa si esa persona no es la persona que estoy
destinada a ser?
La expresión de desconcierto de Robert me dijo que él no entendía.
—Cuando estaba repasando las cosas en el ático de la habitación
de Matthew, encontré un álbum de fotos que mi mamá había hecho para
mí. Tenía fotos de miembros de la familia, fotos de mí y de mis padres
cuando era un bebé. En la última página, mi madre escribió algo que no
tenía sentido. Por lo menos, no lo tuvo en el momento.
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»Había dejado el lugar para la foto vacía, pero por debajo había
escrito “Grace y Maia: Madre e hija”. Las esperanzas de mi madre para mí
fueron escritas en una sola línea. Ella quería que yo tuviera un hijo, una
pequeña niña. Se suponía que debía ser esa persona. Se suponía que
debía ser la madre sosteniendo a esa niña, pero no lo soy, y no lo voy a ser
jamás.
—Grace…
—Robert, no hay razón para tratar de fingir. Tú y yo sabemos que
todo termina aquí. Mi futuro, nuestro futuro, todo se va a terminar
después de esta noche. Yo sólo... nunca pensé que me gustaría tener
ninguna de esas cosas. Pero ahora me doy cuenta lo que me voy a perder,
lo que nunca tendré, lo que nunca vamos a tener.
El brazo de Robert me envolvió mientras me empujaba hacia él,
presionando mi cabeza contra su pecho.
—Desearía poder darte todas esas cosas, Grace. En serio.
Una risa a medias se deslizó de mí cuando escuché eso.
—Incluso si todo esto no estuviera sucediendo, nunca seríamos
capaces de tener hijos. No legalmente por tus leyes, de todos modos. Y no
estoy exactamente segura de que me gustaría dar a luz a un gigante o
alguna criatura estilo murciélago.
—No. Eso no es posible en absoluto, no importa cuánto lo
queramos. Pero... puedo hacer una cosa por ti.
—¿Qué?
El brazo de Robert se deslizó de mí alrededor y se levantó desde el
banquillo, aterrizando de rodillas delante de mí, mi mano izquierda
sostenida firmemente en la suya.
Mi corazón pareció olvidar su ritmo, y tartamudeó en mi pecho ante
la vista.
—Robert…
—No me interrumpas, Grace. No voy a tener otra oportunidad como
esta, y sólo pienso en hacer esto una vez... por siempre, así que por favor,
déjame decir esto mientras aún hay tiempo.
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Metí mis labios entre mis dientes, sujetándolos y cerrándolos
cuando se inclinó y arrancó varias hojas de hierba de la tierra,
trenzándolas de forma rápida en un círculo verde. Reprimí una risita
mientras sus dedos inusualmente buscaron a tientas el anillo,
permitiéndole pasar unos pocos microsegundos en una suspensión
animada antes de que él lo tomara con un agarre más decidido.
—Grace Anne Shelley, dentro de ti late mi corazón. Su vida me da
la vida, su fuerza me fortalece, su amor es por lo que vivo. No me puedo
imaginar la vida sin ti en ella. Cada segundo de ser antes de conocerte se
ha vuelto insignificante, sin importancia.
»Por favor, aunque sólo sea por un momento, dame algo por lo que
seguir adelante y decir que vas a compartir tu vida conmigo. Ámame, no
sólo como tu amigo, o tu amante, sino también como tu marido. Cásate
conmigo, Grace.
Gruesas lágrimas tornaron borrosa mi visión a medida que traté de
enfocar su rostro, viendo que sus ojos estaban oscurecidos por sus propias
lágrimas. Quería saltar entre sus brazos y gritar que sí. Quería darme la
vuelta y correr tan rápido como mis piernas me llevaran. Quería llamar a
Stacy y Lark, y gritar a los cielos lo que había sucedido.
En cambio, mi cabeza se balanceó una vez en una aceptación
recatada mientras Robert deslizaba la banda trenzada en el dedo anular de
mi mano izquierda. Con un grito de alegría, me acunó entre sus brazos y
me dio la vuelta, provocando que un grito se escapara de mí mientras me
aferraba a su cuello, haciendo un gran esfuerzo para no reírme ante la
alegría desenfrenada que surgía de él.
—Oh, Grace, me has hecho la persona más feliz sobre la Tierra en
este momento —gritó mientras seguíamos girando, mi corazón
acelerándose en mi pecho ante la velocidad vertiginosa con la que nos
estaba haciendo girar.
Llenó mi rostro de besos, y me reí cuando sus pestañas me hicieron
cosquillas en la piel cuando sus besos bajaron a mi mandíbula. El ardiente
lento fuego que siempre estaba presente dentro de mí comenzó a estallar
de nuevo, pero lo comprimí por última vez y suspiré cuando sus labios se
encontraron con los míos, finalmente en su propio abrazo. Cerré los ojos,
agradecida de que hubiésemos tenido por lo menos este momento juntos.
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Cuando Robert finalmente dejó de girar, optando en lugar por
sentarse en el banco conmigo acunada en su regazo, abrí los ojos y tomé la
oportunidad para inspeccionar el círculo orgánico que ahora estaba
envuelto alrededor de mi dedo cómodamente.
—Lo siento, no estaba mejor preparado. Te mereces algo mejor que
hierba.
Me eché a reír.
—No importa de lo que esté hecho. Es la intención lo que cuenta,
¿recuerdas?
Robert puso mi mano izquierda en la suya y la sostuvo.
—Sabes, realmente eres algo único. La mayoría de las chicas se
habrían quejado de que no fuera de oro o tuviera algún diamante enorme
en él, pero tú lo aceptas.
Levanté mi otra mano y sonreí, admirando el anillo de zafiro que
estaba asentado allí en mi dedo anular.
—Bueno, ya tengo un anillo con una piedra enorme en él.
El pulgar de Robert acarició la piedra azul que reflejaba la suave
luz por encima de nosotros y suspiró.
—Sólo me gustaría saber por qué desapareció la estrella.
—Está todo bien. Estoy bien con el anillo de la manera en que es.
Con ambos.
—¿Estás segura?
Me encogí de hombros y tiré mi mano de la suya, metiéndola en mi
regazo antes de suspirar y volverme a mirar hacia fuera en el bosque
oscuro por delante.
—Los amo de la manera que son. No podría haber imaginado algo
mejor que esto.
Mi cambio en el estado de ánimo no pasó desapercibido, y llevó una
decidida mano a mi rostro, volviéndolo para que yo pudiera ver el cuidado
y la preocupación que llenaba sus ojos, volviendo la plata a un peltre
oscuro.
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—Sé cuando no me estás diciendo la verdad, Grace.
—Te estoy diciendo la verdad. Los amo, no los cambiaría en
absoluto.
Pero...
Ya había sopesado los pros y los contras de decirle la verdad.
¿Cómo podía decirle que no importaba si me gustaban los anillos de la
forma en que eran o no, porque no podía esperar a verlos en mi dedo por
mucho más tiempo? ¿Cómo podía mirarlo a los ojos y decirle que tenía que
tomar los anillos —los dos— de regreso, de modo que si un día encontraba
a alguien a quien pudiera amar tanto como me amaba —si no más—
entonces podría dárselos a ella. Yo no quería hacer frente a la idea de que
Robert podría estar con alguien más, así que, ¿cómo podría expresarlo?
—Pero nada. No vamos a arruinar este momento con la duda, ¿de
acuerdo? Por ahora, estoy contenta. ¿Podemos dejar las cosas así?
Debajo de la oscuridad en sus ojos, pude ver la lucha que estaba
pasando en su mente siempre girando. Estaba tratando de averiguar por
qué lo había bloqueado de mis pensamientos, y qué era lo que estaba
ocultando de él. Quería exigir la verdad de mí, me di cuenta, pero no iba a
hacerlo. No iría tan lejos como para confrontarme por mi mentira. No
cuando había tantas otras cosas importantes por decir y hacer.
—Está bien —recapituló. Suspiré con alivio y me relajé contra él.
—¿Vas a decirle a tu madre? ¿Lark?
—¿Acerca de pedirte que te cases conmigo? —Esperó por mi visto
bueno antes de reírse—. Ellas ya saben. Estoy seguro de que comenzaron
a planear la boda en el momento que supieron acerca de ti.
Una mueca se formó en mis labios.
—¿Incluso los ángeles tienen bodas?
—No. No tenemos los mismos requisitos que los seres humanos…
ya lo sabes. Las ceremonias humanas no son necesarias para unir a dos
ángeles. Ellos se unen y se separan como las nubes en el cielo, libres de la
obligación de la devoción y el afecto. Es muy raro encontrar uniones entre
los de mi clase que son más que una simple necesidad ya sea de procrear
o satisfacer algunas de nuestras necesidades más bajas.
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Fruncí el ceño ante esto; la idea de que los ángeles tuvieran una
capacidad para la empatía y el amor y, sin embargo, no pudieran
encontrar por sí mismos el voto de amar a otra era totalmente
contradictoria al instinto humano que ardía dentro de mí de que el amor
debe ser para siempre.
—Así que cuando Lark y Luca estuvieron juntos, fue más bien una
excepción a la regla.
Sentí su cabeza moverse en reconocimiento.
—Lark es una persona muy apasionada, muy parecida a nuestra
madre. El amor, la ira… ella es incapaz de sentir algo a medio camino,
sobre todo las más apasionadas de las emociones. Pero lo que sentía por
Luca, tan poderoso como lo era, no se puede comparar a lo que siente por
Graham. El corazón negro de Luca mantuvo a Lark en un estado de
perpetua noche, incapaz de ver la esperanza que puede venir de amar a
otra persona. Graham es, para ella, la luz que fue eclipsada por las
intenciones oscuras de Luca.
Sus palabras fueron como un asalto a mi conciencia. Lark se había
convertido en un ángel frío y amargado cuando había perdido a Luca,
quien no la había amado ni se había preocupado por ella,
comprometiéndose a no amar a nadie más. Graham había cambiado eso,
la había cambiado. ¿Qué sería de ella si yo fuera a fallar y perdía a
Graham también? ¿Qué sería eso para Ameila y Robert?
Su familia había estado a punto de perderla una vez, me di cuenta
en ese momento que entregándome a Sam no sólo estaba salvando la vida
de Graham, o incluso la de Robert. Al final, permitiéndole a Sam que
terminara lo que había empezado, mi muerte a su vez salvaría tres vidas:
la de Robert, la de Graham y la de Lark.
Esa era toda la razón que necesitaba para hacer a un lado las
dudas o segundos pensamientos. No tenía sentido el anhelo de algo más
cuando yo no tenía derecho a ello.
Me quité del seguro enclave del abrazo de Robert y me puse de pie,
frotándome mis ahora gélidos brazos mientras miraba hacia fuera en el
oscuro bosque que estaba delante de mí.
—Llama a Sam —susurré—. Vamos a hacer esto, Robert. Esto no
puede continuar por más tiempo.
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—Todavía hay tiempo... —Su voz se apagó mientras arrojaba mi
cabeza de lado a lado en un rechazo vehemente.
—No. No hay tiempo de sobra. Nunca ha habido ningún tiempo de
sobra. Cuanto más tiempo lo aplazamos, más gente será herida, y no
puedo vivir conmigo misma sabiendo eso. Llama a Sam, Robert. Ha llegado
el momento. Es tiempo de que me dé por vencida y detenga esto.
Robert se levantó.
—Grace…
Puse mi mano sobre su boca.
—Robert, por favor. He tomado mi decisión, no puedo vivir
sabiendo que el hacerlo significa que tú y Graham van a morir, o que la
felicidad de Lark será destruida.
—Sólo... sólo prométeme que vas a vigilar a mi papá, a Janice y
Matthew, cuando esto esté hecho. Mantenlos a salvo por mí. Y... no quiero
que estés aquí cuando suceda. No quiero que estés aquí cuando muera.
Acepto morir, lo acepto y puedo lidiar con eso, pero no si estás cerca de
mí, no si estás aquí. No quiero que veas esto, Robert. Por favor.
Sus ojos se dilataron, sus pupilas creciendo al doble de su tamaño,
sus irises oscuros como una nube gris casi de tormenta. Toscamente sacó
su mano de la mía, estaba enojado porque no habría más tiempo de
evasión, no más excusas. Me dio una seca inclinación de cabeza, el
movimiento de cabeza que llevó consigo el fin de tal manera que casi podía
oír las puertas de nuestra vida juntos cerrándose detrás de nosotros.
Luego se dio la vuelta, de espaldas a mí, fuerte y luchando con lo que yo le
había pedido. Y entonces él se había ido. Y me dolió.
Oh Dios, eso dolía. No hubo un amoroso adiós, un último beso.
Esto fue tan frío y estéril, como una despedida podía conseguirlo, y yo
quería doblarme sobre mí, con el dolor y la culpa que llevaba en gran
medida en mi corazón.
Pero no había tiempo para sentir lástima por mí. Era mejor de esta
manera. Comprendía su dolor. Lo sentía también, mucho más
profundamente de lo que él sabía. Los humanos podrían ser empático,
también.
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Aspiré profundamente, agradecida con él por tomar esta decisión
por mí. A pesar de mi anhelo, sabía que sería más fácil alejarme de él, de
la tenue promesa de un futuro que nunca había sido mío para quererlo en
primer lugar si él no estaba mirándome. Miré a la marchita banda que
estaba en mi dedo y, con sombría resolución, lo saqué y lo puse en el
banquillo.
Había cumplido su propósito… por un breve momento, fui la
orgullosa novia, disfrutando del resplandor del amor de aquél que quería
estar por siempre conmigo; y ahora merecía morir tranquilamente. Robert
sabría dónde estaba, y entendería por qué no podía llevarlo conmigo al
morir. Robert se merecía algo más que recuerdos de lo que fue. Se merecía
una oportunidad de lo que podría ser, aunque fuera con otra persona.
Otra ardiente cuchillada en mi corazón y no pude soportarlo más, di un
último y silencioso adiós.
Un leve susurro del viento obligó a mi mirada a apartarse del anillo
y la levanté hacia el cielo. Las pálidas alas blancas cortando a través de la
oscuridad arrancaron una exclamación de mis labios y di un nuevo paso
titubeante antes de hacer acopio de coraje y caminar hacia adelante.
—No hay vuelta atrás ahora —murmuré para mí.
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57
34 El Colapso de la
Razón Traducido por Simoriah y Xhessii
Corregido por Marina012
a voz de Sam debería haber sonado como música para mis
oídos. En cambio, los cabellos de mi nuca se erizaron y
mis dedos se curvaron hacia adentro, mis manos
volviéndose puños mientras él hablaba.
—¿Dónde está el cobarde? ¿Se esconde en algún lado, esperando
hasta que le vuelva la espalda para atacarme?
—Robert se ha ido —siseé, recelosa de él mientras caminaba hacia
mí con pasos lentos y calculados.
—¿No quiso quedarse y ver a su pequeña mascota humana morir,
eh? No me sorprende. Siempre fue demasiado sensible.
—Yo le pedí que se fuera —le corregí, incapaz de tolerar oírlo hablar
mal de Robert cuando sabía con cuanta fuerza él había peleado para hacer
justo lo que le pedí—. Se fue porque no quería que estuviera aquí para ver
esto, para verte hacer esto. Fuiste su amigo una vez, alguien que a él le
importaba mucho. No quería que te viera como realmente eres.
Sus ojos se movieron rápidamente alrededor —él dudaba de mí,
podía verlo en su rostro— mientras sus alas aleteaban detrás de él,
estiradas y listas para cualquier cosa que fuera que temiera. Su cabello
L
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dorado estaba como siempre lo había estado, suelto y fluyendo por su
espalda, el color reflejando el dorado de sus ojos que brillaban con
satisfacción.
No llevaba camisa, y pude ver que aunque la juventud había sido
restaurada en su rostro, el envejecimiento que había ocurrido en su
cuerpo permanecía, su piel arrugada y transparente, casi delgada como el
papel con un desgaste antinatural. Extendió sus brazos en exhibición,
como para mostrarme las consecuencias que venían como resultado de
intentar lastimarme.
—¿Dónde está Graham?
—Por ahí —fue su dudosa respuesta, confiado ahora que
estábamos solos.
—Quiero verlo.
La demanda lo tomó por sorpresa y sus movimientos cesaron, sus
pies quedándose inmóviles en el césped debajo de sus pies descalzos, las
piernas de los pantalones holgados humedeciéndose con el rocío que había
comenzado a colarse de las hojas perennes.
—¿Tú quieres? Esto ya no es acerca de lo que tú quieres, ¿o no te
diste cuenta de eso cuando maté a tu tía? ¿O cuando me llevé a tu mejor
amigo?
Sonrió y fue mi turno de ser tomada por sorpresa. ¿Cómo podía
olvidar cuán hermosa y desconcertantemente cautivante era su sonrisa?
Era una paradoja tal; una belleza casi insoportable, etérea y pura que
relucía en el brillo de sus ojos y la curva de sus perfectos labios,
traicionando completamente el odio oscuro y malvado que yacía detrás de
ellos. Mi mente peleó consigo misma, queriendo admirarlo y huir al mismo
tiempo, la confusión causándome un ligero latido en las sienes.
—¿Dónde está Graham? —pregunté una vez más, presionando
contra el latido debajo de mi piel.
—Estará aquí, pronto. Está un poco… indispuesto en este
momento. Pero te aseguro que estará lo suficientemente bien para volver
con su esposa —dijo con desdén, mirándome con sus ojos color ámbar.
—¿Qué le hiciste? Si lo has lastimado, Sam, si le has hecho algo…
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—¿Tú qué? —Se rió oscuramente, un sonido cortante que detuvo
mis palabras de repente—. ¿Me lastimarás? ¿Me cegarás una vez más?
Creo que hemos establecido que sin importar lo que hagas, no me voy a ir.
Puedes haber tenido la ayuda de un Guardián la última vez que nos vimos,
pero esta vez nadie va a venir a ayudarte, Grace. Estás destinada a morir…
todos los ángeles saben esto y ninguno hará una sola cosa para
detenerme.
Mi mentón se elevó desafiante, y lo miré por sobre mi nariz,
frunciendo el ceño ante la verdad en sus palabras.
—Obtendrás lo que quieres, pero no recibirás ninguna satisfacción
de ello, te lo garantizo.
—¿Oh? ¿Y qué te hace pensar que sabes lo que quiero?
Comenzó a rodearme, caminando con amplios pasos, las puntas de
sus alas arrastrándose en el piso y dejando oscuros círculos en la plateada
superficie del césped mojado. Levanté mi mirada de ellas; me recordaban
demasiado a Robert.
—Sé que tu obsesión ha causado que arruinaras las cosas.
Cometiste errores estúpidos que prueban cuán inferior eres comparado
con Robert.
—¿Qué sabes de Robert? ¿Finalmente te contó la verdad? ¿Te dijo
que matarte es su responsabilidad?
Asentí rígidamente y apreté los dientes cuando me sonrió, divertido
de que estuviera dispuesta a admitirlo.
—Él me contó todo. Es una de las principales razones por las que
estoy aquí. No lo dejaré morir por mí. Lo amo demasiado para hacerle eso.
Esperé que un comentario sarcástico viniera en una punzante
respuesta, pero en su lugar el rostro de Sam se deformó, y por un lapso
microscópico de tiempo, vi algo que lució como arrepentimiento, incluso
culpa. Y luego un gruñido salió forzado de sus labios, levantándolos en
curvas enojadas sobre sus dientes que rechinaban las emociones que
corrían dentro de él, convirtiendo el brillo que lo rodeaba de un color
similar a la miel a un borgoña profundo.
—Estúpidos humanos y sus idílicas nociones de amor y devoción…
haces esto por él porque crees que lo merece, porque crees que te ama lo
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suficiente para hacer lo mismo. Crees que se sacrificaría por ti pero,
¿dónde está?
—¿Qué importa? —demandé saber, lentamente desconfiando más
del humor ensombrecido que se apoderaba de él, haciendo que sus ojos
dorados se oscurecieran—. Sólo supéralo de una vez. Estoy cansada de
tener que lidiar con las cosas que arruinas…
No tuve suficiente tiempo para terminar la última palabra antes de
que una fría mano envolviera sus dedos largos y ágiles alrededor de mi
garganta, apretándola. Y aun así pude sentir la resistencia, el ligero
temblor que existía debajo de su piel. Mis ojos —amplios con sorpresa ante
el repentino ataque— se hicieron aún más grandes cuando me di cuenta
de esto.
¿Por qué vacilas? La pregunta que le permití oír, las palabras que
fluyeron dentro de su mente hicieron que su asidero se aflojara, que su
mano cayera a su costado mientras me miraba en silencio.
—¿Por qué te detuviste? —le pregunté mientras frotaba mi
garganta, con la voz ronca—. Estoy aquí. Deja ir a Graham, déjalo volver
con Lark y Robert y ya mátame de una vez para que podamos terminar
esto.
Me miró y casi grité cuando vi que sus ojos ahora estaban
completamente ennegrecidos, como habían estado tantos meses atrás.
—¿Sam? ¿Qué te sucede, qué te pasa?
No pude explicar de dónde venía el interés por él, me disgustaba
tanto como me sorprendía, pero levanté una mano hacia su rostro, la
expresión de terror que comenzó a formarse ahí diferente a cualquier cosa
que yo hubiera visto antes.
—¿Sam…?
—No puedo. No puedo hacerlo.
Mis hombros cayeron en derrota, mi mandíbula abriéndose con ira.
—¿Qué demonios quieres decir con que no puedes hacerlo?
Después de todo este tiempo, después de todo lo que me hiciste pasar,
todo lo que has hecho… matar a Katie, secuestrar a Graham, borrar la
memoria de Stacy… ¿vas a decirme que ahora que has obtenido lo que
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querías, no puedes hacerlo? ¿Es esto un tipo de ansiedad escénica
angelical o algo así? ¿Hay una píldora que puedes tomar para esto?
Su cabeza se inclinó hacia un lado y me miró socarronamente.
—¿Qué quieres decir con que borré la memoria de Stacy?
—No finjas que no sabes de lo que estoy hablando, Sam —
murmuré—. Hiciste que el cáncer de Stacy volviera y la pusiste en coma al
jugar con su mente de alguna manera.
La hermosamente malvada sonrisa regresó mientras su dedo
golpeteaba una esquina de su boca pensativamente.
—Tanto como me gustaría aceptar el crédito por eso, me temo que
no puedo. Verás, tan dotado como creo estar, sólo puedo afectar los
sueños de una persona, e incluso en ese momento sólo como una ilusión,
un producto de la imaginación. No puedo afectar la consciencia cuando se
está despierto así que no podría haber hecho nada para lastimarla… una
lástima.
—¡Estás mintiendo! —le acusé.
—Oh no, esta vez te estoy diciendo la verdad. No tuve nada que ver
con el… problema de tu amiguita, aunque sí tengo que decir que fue muy
bien jugado.
No quería creerle. Me dio una sonrisa tan arrogante; era difícil
creerle, casi imposible. Había visto los horribles pensamientos que se
habían apoderado de la muerte de Stacy. Sólo Sam despreciaba tanto a
Robert. Sólo Sam podría haber sentido el odio crudo que se precisaba para
crear una visión tan horrible.
—Si no fuiste tú, ¿entonces quién fue? ¿Quién le hizo eso a Stacy?
—Oh, te gustaría que te lo dijera, ¿verdad? Desafortunadamente, tu
pobre mente humana no sería capaz de entenderlo. Es intrascendente
ahora, de todos modos. Eres parte de un plan, Grace… un plan muy
intrincado que tiene que adaptarse a los cambios que tu libre albedrío ha
causado… y ahora te tengo. Todo ha caído en su lugar, tú eres la última
pieza.
Su mano me golpeó con fuerza en el rostro. Me envió hacia un lado
a tropezones, aterrizando con fuerza sobre mi pecho, mi hombro
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hundiéndose en la suave tierra, el suelo acunándome y amortiguando la
caída. Ésta era una escena muy familiar, pero no había estado preparada
para ella la última vez. El miedo se había apoderado de mí esa vez.
Ésta vez, había una necesidad para que me mantuviera en calma.
—¿Qué, no vas a gritar? ¿No vas a gritar en patética agonía
humana? —Se cernió sobre mí, como si nunca me hubiera movido, y su
expresión de desdén fue tan hermosa como repugnante.
Me empujé hasta ponerme de rodillas antes de volver a estar de pie,
sacudiendo la tierra de mi camisa y sacudiendo la cabeza.
—No voy a darte la satisfacción de oírme gritar.
—Qué mal. Simplemente te haré las cosas más difíciles, entonces.
Una vez más, levantó la mano y fui capaz de tener un vistazo de su
piel arrugada y similar al papel crepé antes de que cayera sólidamente
contra mi mejilla, su punzante fuerza causando que un gruñido de dolor
se deslizara por mí mientras caía al suelo una vez más. Había apretado los
dientes antes del impacto, y le había evitado a mis mejillas internas las
dolorosas heridas de mordidas que habían ocurrido la última vez que nos
habíamos encontrado así.
—¿Eso es lo mejor que puedes hacer? —escupí, volviendo mi
cabeza para mirarlo ferozmente—. Creerías que con todas las veces que
has arruinado esto, querrías terminarlo tan rápido como fuera posible.
—¡Estúpida! —gruñó a la vez que sus manos su hundían en mi
cabello y tiraban, levantándome por la base de mi cola de caballo—. ¡No
sabes el infierno que he pasado por ti!
Mis pies colgaron debajo de mí cuando me levantó sobre el suelo, el
dolor de cada cabello soportando mi peso forzándome a cerrar los ojos,
para bloquear el ardor que se extendía de mi cuero cabelludo al cuello.
—Tu incapacidad de morir no me ha causado nada excepto
sufrimiento. Debería matarte ahora.
—¡Entonces hazlo! —lo desafié a través de dientes apretados—.
¡Hazlo de una vez!
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Cuando caí al suelo, fue un sorprendido “Oomph” lo que escapó de
mí. Sam me había dejado ir. Una vez más.
—¿Qué te sucede? —grité, pateándolo cuando él simplemente se
quedó de pie ahí, mudo y sin moverse—. ¿Por qué no puedes hacer esto?
Sus ojos ennegrecidos me miraron y palidecí. La piel que rodeaba
las esferas había comenzado a oscurecerse también, el color pulsando
mientras se estiraba y luego se retraía, sangre negra latiendo a través de la
piel transparente.
—Sam… ¿qué le sucede a tus ojos?
No me respondió. Simplemente se arrodilló y tocó mi rostro con una
mano alarmantemente gentil. Acarició el costado de mi rostro casi
tiernamente, haciendo resonar la lengua ante la herida roja que había ahí,
bajo sus dedos sedosos.
—Sam…
Él empujó dos dedos contra mis labios para silenciarme, y temblé
ante el contacto. Se acercó y me tragué un grito cuando vi que los
pequeños capilares debajo de su piel se habían vuelto negros, creando una
red de formas hexagonales sobre su rostro. Con los grandes globos color
ónix que me escudriñaban, sentí que estaba siendo ahogada por un gran
insecto de cabello dorado cuando, para mi horror, remplazó sus dedos con
labios que eran extraordinariamente fríos, duros y bruscos, opuestos al
suave terciopelo de los de Robert.
Cerré los labios, y me esforcé para apartarlo cuando él se inclinó
más hacia adelante. Podía sentir su peso forzándome hacia atrás, y me
moví torpemente para alejarme de él, pero fue demasiado rápido y
demasiado fuerte. Mi cabeza aterrizó en el césped mojado con la suficiente
fuerza para hacer que el rocío que se aferraba a las hojas saltara hacia
arriba y cayera sobre mí como lluvia. Intenté alejar mi rostro, pero fuertes
manos forzaron a mi cabeza a permanecer quieta.
Mis pies patearon debajo del cuerpo de Sam, mis manos —que
formaban enojados puños— golpearon sus brazos, y causándome más
daño a mí que a él. El latido en mis manos comenzó casi inmediatamente,
e intenté ignorarlo, empujar más allá del dolor y el miedo que se
multiplicaba rápidamente… especialmente cuando espié que mi mano
derecha ahora se parecía a la parte interna de un panal de abejas morado.
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El dolor que iba y venía cada vez que golpeaba un ángel se encendió, y
había traído a algunos amigos con él.
¿Qué estaba haciendo Sam? ¿Por qué estaba encima de mí,
besándome cuando unos momentos antes estaba preparado para
matarme? Las preguntas giraban alrededor de mi cabeza como moscas,
cada una con hambre por obtener una respuesta, y yo no tenía nada que
darles. Sólo sabía que la boca de Sam se estaba volviendo más y más
insistente.
Sentí una mano que liberaba mi cara y que viajaba a lo largo de mí,
despiadadamente manteniéndose en mi cadera y luego levantándola hacia
arriba. Escuché el gemido que venía desde lo más profundo de él, el sonido
enviaba temblores de miedo puro y sin adulterar por mi piel, haciendo que
los vellos de mis brazos y mi cuello se erizaran con terror.
Inmediatamente, tramé mi siguiente acción: golpearlo no iba a
funcionar, y hablar sólo abriría mi boca a él, sabiendo que no tenía
manera de detenerlo, pero cualquier cosa era mejor que pensar que nada
me ayudaría.
¿Es así como te pones a prueba para Miki?
Su beso se detuvo inmediatamente, el peso de su cuerpo
inmediatamente se fue cuando se levantó, aterrizando como un animal,
mirándome con esos ojos negros vidriosos, su cara se había oscurecido y
cada momento se volvía más y más atemorizante mientras los minutos
pasaban.
—¡Cómo te atreves a decir su nombre! —siseó.
—¡Cómo te atreves a tocarme así! —le grité mientras me limpiaba la
boca con mi manga embarrada. Hice una mueca con el contacto, mis
brazos ahora eran como pasta morada que no tenía nada más que dolor y
sensibilidad.
—No pretendas que no te gustó.
Me puse de pie y escupí en el suelo.
—No me gustó. Era como besar a un cadáver, y apestas en eso.
¿Qué demonios te poseyó para que hicieras eso? Esto no es el por qué
estoy aquí.
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—Estás equivocada. ¡Eso es precisamente el por qué estás aquí!
Mi mirada se estrechó mientras él se empezaba a reír, el sonido
casi maniático, si no fuera malditamente hermoso.
—¿A qué te refieres?
—No puedo matarte… no aún. Oh, no te esperabas eso, ¿o sí? —me
preguntó cuando vio mi expresión conmocionada—. Hace unas cuantas
semanas, estaría más que satisfecho de simplemente destruirte tan rápido
como me fuera posible y terminar contigo y todo este asunto. Pero los
planes de los que eres parte… han cambiado, la estrategia se ha
modificado. Ya no es bueno para nosotros que estés muerta.
—¿Nosotros? ¿A qué te refieres con nosotros? —pregunté mientras
me alejaba de él.
—En este momento no es de tu incumbencia; ya pronto lo sabrás.
Lo importante es mantenerte con vida tanto como sea posible. —Una
sonrisa siniestra cruzó su rostro, mostrando una línea de dientes blancos
que marcaban el tono de su piel mientras levantaban una mano hacia mí,
con la palma hacia arriba, sus dedos curveándose hacia adentro,
haciéndome un gesto de que fuera hacia él.
—No. ¿Tanto como sea posible? Dime lo que estás planeando —
exigí, mientras me alejaba aún más.
—¿Y por qué haría eso? —preguntó mientras seguía haciendo el
gesto con una mano frívola.
—Porque quieres hacerlo… quieres decirme porque sabes que
decirme me herirá, y herirme es algo que disfrutas.
—Es verdad. Qué extraño que me descubras tan pronto. Entonces,
¿debería decirte? ¿Y dejar que la verdad te corroa como una herida
infectada? ¿O debería guardarla y ver cómo te retuerces por no saber?
Decisiones, decisiones.
Él se levantó y entonces me di cuenta que la extraña oscuridad que
estaba sobre su rostro había empezado a manchar el resto de su cuerpo,
su pecho sin camisa tenía un gris que estaba empezando a bajar por su
cuerpo como tinta que cae en un vaso de agua.
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—Pienso que te diré. Creo, que hará que el sufrimiento final más
agradable.
Caminó hacia mí con pasos lentos y medidos. Por un fugaz segundo
consideré correr, ir al bosque que estaba detrás de mí, pero sabía que él
me atraparía antes de que diera un paso. En cambio, cuadré mis hombros
y levanté mi barbilla.
—No te tengo miedo.
Se rió con el comentario, su cabeza se fue hacia atrás y su boca se
abrió mientras un sonido gutural salía de él hacia el silencio que nos
rodeaba. Era como la sinfonía de burlas. Y no sentí nada.
—Verás, tan importante como crees que eres, no eres nada. Tal vez
haya errado en perderte cuando maté a tu madre, pero resulta que fue lo
mejor. Sin ti escapando de mí, N’Uriel nunca habría escuchad su llamado,
y nunca se hubiera convertido en un Innominado.
»Parece que fallar es lo mejor que me pudo haber pasado. Matarte
lo hubiera librado de su llamado y nunca habría sido removido tan
fácilmente.
Se alejó de mí y vi que la mancha de tinta que teñía su piel empezó
a subir por sus alas. En lugar de pintar sus pálidas plumas de negro,
parecía causar que éstas se cayeran. En el piso debajo de él, las puntas de
sus alas dragaban pilas de plumas desechadas.
Escuché mi voz preguntar:
—Te ves muy feliz para alguien que trató de matarme hace unos
cuantos meses atrás… ¿por qué?
Su cabeza se giró para encararme, el halo dorado de cabello que lo
rodeaba me recordó que sin importar cómo se veía, todavía era un ángel,
todavía era poderoso.
—Oh, créeme. No estaba contento de que cada intento para matarte
fallara. Aunque fuera por mano humana o no, nada parecía funcionar.
Incluso intenté que quebraras las reglas con él. Ahora ya sabes eso,
¿verdad?
Asentí gravemente.
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—Infectaste mis sueños, pretendiste ser mi madre y me dijiste que
tomara a Robert para romper las reglas de los Nephilim.
—Sí. Habría salido perfecto: tú habrías sido ejecutada y él se
hubiera convertido en mortal, haciendo que fuera incluso más fácil
matarlo. Pero tampoco pudiste hacer eso, ¿o sí? No podías hacer que él te
deseara lo suficiente. —Se rió de manera burlona.
Quería decirle que él estaba equivocado, que Robert me deseaba
más allá de nuestro bien y que había sido él el que me detuvo, pero no
había ningún punto al discutir. Su locura iba más allá.
Locura… ¡eso es lo que era! Lo miré, la manera en que su cuerpo se
sacudía por la risa lunática que salía de él, la oscuridad lo había tomado y
lo había convertido en una criatura monstruosa que no tenía parecido al
hermoso ángel que se había parado junto a mí unos minutos antes. Sabía
que este era el destino que le esperaba a Robert si yo vivía.
—También eres un Innominado —susurré.
—Finalmente, lo entiende —murmuró él sarcásticamente—. Qué
irónico que mi protegido y yo recibimos el mismo llamado y ninguno
parece responderlo. Tú terminaste siendo su portadora de alas; él se
convierte en el Guardián de la entrada del Cielo al Infierno; pierdo mi
honor, mi lugar entre los de mi clase. Él obtiene todo por desafiar a lo que
es, y lo que se supone que es, ¡mientras que yo no obtengo nada!
»Di todo, todo lo que me importaba en el orden que debía ser y
como me dijeron que debería ser. Hice sacrificios que N’Uriel fue incapaz
de hacer. ¿Por qué él se beneficia de sus fracasos?
Él estaba a punto de estallar, la saliva salía entre sus dientes, un
rojo caliente, enojado y brillante lo rodeaba dándole casi una apariencia
diabólica que no hacía nada para ayudarme a levantar mi coraje mientras
daba pasos hacia atrás con terror mudo.
Se dio cuenta de eso y una risa rompió el silencio que era incapaz
de llenar con una réplica. Una mano agarró mi cara, apretando mis
mejillas y forzando a mi boca a convertirse en una mueca mientras me
miraba con una cara horripilante y vacía.
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—Quiero que sepas que todo eso cambiará. Ahora la muerte de
N’Uriel está garantizada. Él morirá por su propia mano, y será por ti. Y
verás que eso pase. Considéralo un regalo antes de que te vayas.
—Estás enfermo y equivocado —dije en una negación violenta—. Él
va a vivir, sin importar lo que hagas.
—Ahí es donde estás equivocada.
Chasqueó su lengua con desaprobación antes de que la risa
empezara a salir de él, su tono de ojos parecía oscurecerse más mientras
sus intenciones se hacían más claras.
—Oh, Grace. El plan es mantenerte con vida y torturarte… física y
mentalmente… hasta que tu dolor y sufrimiento causen que la ira de
Robert lo consuma.
»Él será incapaz de hacer nada para detenerme de hacer lo que
quiera contigo. —Trazó un dedo por mi rostro, lo corrió por mi boca, su
uña afilada cortó mi labio inferior y la sangre empezó a bajar por mi
barbilla. Él dejó su dedo caer negligentemente de mi mandíbula hacia mi
pecho donde se deslizaba hacia abajo…
»Y haré lo que quiera.
—No puedes hacer eso —grité de manera apagada, luchando para
alejarme de su agarre fuerte—. ¡No puedes!
Otra risa loca brotó de él, sacudiendo su cuerpo, las vibraciones
viajaron hacia mí, causando que mis brazos golpearan mis costados, mis
manos dolían cuando me golpeaban con cada pequeño temblor.
—¿Quién va a detenerme? ¿Tú? Tú estarás ayudándome; viendo
esto por tus ojos, sintiendo el dolor y la humillación por el que atravesarán
y que será suficiente para acabarlo.
»Estará tan abrumado con la rabia y la oscuridad dentro de él que
evitará que alguien más sea capaz de razonar con él… incluyéndote a ti.
Qué el Cielo ayude a cualquiera que esté junto a él cuando eso pase. Sólo
piénsalo; y si está rodeado de su familia, su nuevo cuñado, quizás incluso
tu familia. Oh, la carnicería que él causará…
—¿Por qué? —sollocé, incapaz de pelear contra el miedo y el coraje
por más tiempo—. ¿Por qué estás haciendo esto?
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Él sonrió de manera triunfal.
—Bueno, ahora finalmente muestras una emoción genuina. —Él
levantó mi cara y levantó su palma, capturando algunas lágrimas que
caían calientes y pesadas por mi rostro.
—Pienso que guardaré unas cuantas y se las daré a N’Uriel cuando
llegue; si es que se fue, claro. Pero si no lo hizo, eso hace una pregunta
interesante, ¿no? ¿Cómo pudo estar simplemente allí parado viendo que te
golpeé, te besé y te toqué?
—¡Cállate, sólo cállate! —grité. Él no me haría dudar de Robert de
nuevo. Había desperdiciado mucho tiempo haciendo eso y no dejaría que
sus palabras venenosas me infectaran como la última vez. No le haría eso
a Robert. Creía completamente que se había ido como se lo pedí, que él no
había visto nada.
Sam me dejó ir y suspiró cuando caí en el suelo, mis piernas eran
demasiado débiles para cargar mi peso.
—Lamento que las cosas hayan sido de esta manea. Realmente eres
única, Grace, realmente única en tu clase, y si hubiera una manera de
dejarte con vida y deshacerme de N’Uriel, tal vez lo pensaría; pareces una
buena manera de pasar el tiempo, pero me temo que simplemente no es
posible. No con lo que sabes y con lo que eres.
—¿Qué soy? ¿Odias a los humanos así de mucho? —Mi voz era
ronca, las palabras venían de tosidas intermitentes.
—No. Adoro a los humanos. Son mascotas maravillosas. Mi Miki
tiene la idea correcta. No, Grace. No odio a los humanos. Odio a los
mestizos.
—¿Eso es todo? Buen Dios, ¡imbécil santurrón! —escupí—. ¿Me
odias por algo en lo que no tuve control? No elegí a mis padres más de lo
que tu padre fue capaz de elegir a su hijo…
—Oh, así que conociste a mi padre. Apuesto que cayó de rodillas
por amor a ti, ¿verdad?
—Siento lástima por ti, Sam. Has intentado mucho hacer algo que
simplemente no eres capaz de hacer y has fallado de manera miserable.
—Y, ¿exactamente qué es?
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—En ser un ángel —contesté con suficiencia, inclinando mi cabeza
para que pudiera ver que lo desafiaba.
—Oh, ¿se suponía que eso hiriera mis sentimientos? —Se rió antes
de agarrar mi cabeza, sus dedos pasando por mis sienes, y me jaló para
ponerme de pie—. Suficiente cortesía. Nuestra audiencia ha llegado. —Él
me giró para que mirara al estacionamiento mientras dos pares de faros
giraban.
—¿Qué está pasando?
—El espectáculo está iniciando, Grace. Pon tu cara de juego, es
tiempo de que capturemos un rey.
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35 Verificación
Traducido por Little Rose y Vanehz
Corregido por Xhessii
parecieron dos autos, y los reconocí inmediatamente; la
pequeña minivan blanca especialmente me quitó el aliento
y me hizo sentir deseos de decirles que se dieran la vuelta,
que se fueran. Intenté gritar una advertencia, pero una mano cubrió mi
boca, haciendo que de mi boca saliera un gemido de desaprobación en vez
de las palabras que quería decir.
—Bueno, bueno; no podemos ser maleducados con nuestros
invitados. Han venido porque los invité. No crees que sería algo rudo de
parte de la anfitriona que les gritara que se fueran ahora mismo, ¿verdad?
Luché contra él, pero me arrastró hacia atrás, haciendo que lo
pateara, e intentara inútilmente quitar sus dedos de mi boca, pero mi
mano estaba demasiado tiesa para ser más que un trozo de carne inútil.
Finalmente, aburrido de mis intentos de escape, Sam tomó mi brazo y lo
retorció sin piedad detrás de mí, haciéndome inclinar la espalda
dolorosamente y me quedándome quieta.
—Buena chica. Ahora, sonríe para papi.
Sacudí la cabeza y cerré mis ojos, sin querer ver quién venía hacia
nosotros pero incapaz de saber quién era. Las ominosas palabras de Sam
se repetían en mi cabeza.
Estará tan abrumado con la rabia y la oscuridad dentro de él que
evitará que alguien más sea capaz de razonar con él… incluyéndote a ti.
Qué el Cielo ayude a cualquiera que esté junto a él cuando eso pase. Sólo
A
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piénsalo; y si está rodeado de su familia, su nuevo cuñado, quizás incluso
tu familia. Oh, la carnicería que él causará…
Un sollozo silencioso fue todo lo que me permití mientras oía los
pasos acercándose, el ruido de la grava y luego del césped cediendo ante
un par de pies pesados.
—¡Oh Dios mío! ¡Grace!
La voz de papá vino hacia mí y me trajo su pánico al verme en esta
situación. Quería decirle que todo estaría bien, pero sabía que no
ocurriría. Ya había visto demasiado.
Sam quitó su mano de mi boca y su tono de voz salió con olas
suaves de placer mientras hablaba.
—Bienvenido, James. Es muy agradable verte después de tanto
tiempo.
Abrí los ojos para mirar a mi padre, cuyos ojos se abrieron como
platos ante el reconocimiento de la figura que se imponía ante él.
—¿Se conocen?
La mirada de papá vino hasta mí y asintió dudosamente.
—S-Sí.
—¿Cómo?
La suave risa de Sam retumbó detrás de mí mientras aumentaba
su agarre en mi brazo.
—Oh, creo que James debería explicarte eso, ¿no es cierto, James?
Allí. Allí lo vi: la culpa en la mirada de papá. Viéndola y
reconociéndola por lo que era; eso me dejó tiesa. Y él supo que la vi, que la
entendí, y eso sólo aumentó la culpa, poniéndolo blanco. Sus hombros se
hundieron, toda su postura pasando de preocupado y defensivo, a
derrotado y arrepentido en el mismo tiempo que le tomó a mi boca abrirse.
—¿Papá?
—Grace, yo… yo no sé qué decir.
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Detrás de él, Janice estaba pálida. Parecía tan perdida como yo me
sentía, y la preocupación que se notaba en su ceño probaba que
cualquiera que fuese el secreto que tenía papá, era sólo de él.
Mis ojos captaron movimiento detrás de ella, y lo que vi fue tan
tenebroso que enfrió todo mi cuerpo. Graham estaba ahí, con el rostro
muy golpeado, el cuerpo apenas sostenido por sus piernas temblorosas.
Pero verlo así: no había esperado tanto daño, no cuando el ser convertido
le dio la capacidad de sanarse… no fue lo que me golpeó. Miré atónita a su
brazo, que estaba sosteniendo en un agarre muy fuerte de una Erica
Hamilton blanca, cuyo rostro sonreía, con una mirada vacía.
Y a su lado, llevando esa misma expresión que Erica, estaba el Sr.
Branke, con las manos a los costados, como si no supiera qué hacer con
ellas.
—¿Qué… está… ocurriendo? —Mi voz sonó ronca, pero tenía que
decirlo. Volví a mirar a papá, quien tenía una expresión de sorpresa
idéntica a la mía.
—Graham dijo que nos necesitabas, que era una emergencia. Lo
dejamos en casa con Matthew. ¿Quién cuida a Matthew, Graham? ¿Dónde
está el bebé?
Graham bajó la cabeza en silencio.
—Espera —me oí decir—. ¿Graham te dijo que vinieras aquí?
Se dio vuelta, ahora con incredulidad además de pánico en su
mirada.
—Sí. Sí, lo hizo, pero, lo juro, seguía ahí cuando nos fuimos. Lo
dejamos con el bebé… Grace, no sé qué ocurre aquí, pero sólo puedo
asumir que es mi culpa…
—Papá —comencé, tirando del agarre de Sam y gritando cuando me
retuvo. Sentí un ardor en mi hombro, supe que amenazaba con dislocarse
en cualquier momento, y me mordí el labio para no llorar—. Papá, no es tu
culpa.
—Sí, lo es Grace. Lo es. Debería haberte dicho, debería haberte
dicho cuando tu madre murió, pero no pude… habías perdido tanto,
habías pasado por tanto que no creí que fuera justo poner en ti esta carga
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—explicó, con la voz cargada de emoción. Miró a Janice e intentó calmarla
apretándole la mano, pero ella lo miró con ojos como platos.
—Antes de mudarnos aquí, mucho antes de conocer a tu madre, yo
era una persona muy diferente. Hay cosas en este mundo que no puedes
imaginarte, Grace, cosas que no se pueden explicar. Hay secretos que
podrían destruir todo lo que la humanidad aprecia, destruir a la
humanidad misma. Y… debo decirte que crecí en una familia que mantuvo
oculto esos secretos.
Podía ver el movimiento de sus labios, ver sus manos gesticulando
mientras seguía explicando, pero lo único que entendía era que mi padre
me estaba confesando saber más del mundo de Robert de lo que nosotros
podríamos imaginar siquiera.
—Eres un… —comencé, pero Sam apretó más fuerte mi brazo en mi
espalda y mi acusación fue callada por el dolor, permitiéndole continuar a
mi padre, quien no había notado que yo ya sabía lo que iba a decir.
Inspiró hondo, y exhaló lentamente, como si la gravedad de lo que
iba a revelar pudiera ser disminuida con ese gesto. Sus ojos pesaban con
culpa y oscuridad que ya había visto antes, y los círculos debajo parecían
haber aparecido mágicamente, envejeciéndolo notablemente.
—Mi familia es responsable de cuidar los secretos más oscuros que
existen, pero no pude. Simplemente no pude hacerlo, por lo que decidí
dejarlos, abandonar la vida que conocía y esto los molestó. Poco después,
conocí a tu madre y fue como una brisa de aire fresco comparada al
infierno que había visto. Y luego Sam apareció.
»Supe inmediatamente lo que era, y por qué había aparecido. Es
uno de los ángeles oscuros que sólo hace cosas malvadas. Me dijo que no
me mataría, pero sólo si hacía algo por él. Siempre y cuando me permitiera
mi libertad, dejarme vivir, estuve dispuesto a hacer lo que fuera que
quisiera.
»Había escapado del mal de mi familia y no podía abandonar la vida
de felicidad que había saboreado; habría sido como dejar de respirar. Pero
no comprendí el costo que eventualmente habría de pagar hasta que fue
demasiado tarde. Sin importar lo que lo lamenté, estuvo hecho. Le di a
Sam mi voto… le debía mi vida.
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—¿Oíste eso, Grace? —susurró Sam en mi oreja—. Tu padre
también guarda secretos. Y uno de ellos es que me pertenece.
—No —grité—. No, no es verdad.
—Oh, pero lo es —dijo Sam suavemente, su voz una caricia en mi
oreja—. Ahora, pregúntale a tu padre cuál fue el costo para mantener su
patética vida humana. Pregúntale qué otros secretos ha guardado.
Mi mirada se centró en la de mi padre, y no quise saber. No quería
saber nada. Sabía que fuera lo que fuera que me iba a decir, iba a cambiar
cómo lo veía, al padre que siempre conocí, y no quería eso.
—No.
—¡Pregúntale! —gruñó de repente Sam, volviendo a apretar mi
brazo, pero el ruido de mi hombro rompiéndose fue ahogado por el grito de
papá para que se detuviera.
—No. —Volví a gemir mientras mi brazo era liberado y me dejé caer
en el piso. Mi cabeza cayó en el césped suavemente, haciendo que los
tallos no me dejaran ver.
—Bueno, entonces, sólo habrá que hacerle decirnos, ¿verdad? —
dijo Sam divertido.
—¡James, no!
—¡Señor Shelley!
Los gritos de Graham y Janice me hicieron levantar la cabeza, y
horrorizada vi cómo el Sr. Branke forzaba a mi padre al suelo. Presionó un
pie en su espalda, mientras su mano cayó en el pelo de papá, forzándolo a
levantar la cabeza, esforzando su cuello a un movimiento antinatural.
—Ahora, cuéntale a tu hija lo que me prometiste a cambio de que
conservaras tu vida, James —le ordenó Sam en un extraño tono de voz
tranquilo.
—Grace, yo… —Me miró y cerró los ojos, incapaz de mirarme
mientras confesaba—. Le prometí que podría tomar la vida de tu madre.
—¡No!
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Oí el grito de negación, ¿pero había salido de mi boca? No podía
decirlo. Hubo tantas cosas que me hizo sentir su confesión entonces. Se
me hundió el pecho, como si hubiera sido aplastado, y luego abierto por la
verdad. Mis ojos estaban fijos en el rostro de papá mientras las emociones
que aparecen en grupo cuando tu vida ha sido alterada para siempre por
la honestidad me aplastaban. Y vi lo que hizo por la compostura de mi
papá mientras comenzaba a sollozar, la culpa siendo demasiado para
seguir.
Comenzó a sacudir la cabeza y a borbotear cosas que no tenían
sentido. Nada volvería a tener sentido, no después de esto.
—Es deprimente oír que él intercambió su vida por la de tu madre,
¿cierto? Y mira lo que ha hecho con esa vida; ahora es el gerente de una de
las franquicias de tiendas más mugrientas del estado de Ohio. ¿Acaso no
te sientes orgullosa, Grace? —rió Sam malvadamente.
Papá aumentó su tono de voz por encima de su risa.
—No, Grace, no entiendes. ¡Tu madre lo sabía! Sabía todo; siempre
lo hizo… era imposible guardarle un secreto. Le rogué que me perdonara,
que perdonara mi debilidad, y ella me pidió perdón. ¿Puedes creerlo?
Realmente pidió mi perdón. Le pregunté por qué, y me dijo que…
—¡James, DETENTE!
Una corriente de viento se envolvió alrededor de todos nosotros
como un tornado en miniatura, silbando a medida que pensaba que era la
voz fuerte que detuvo las palabras de mi padre como un cuchillo cortando
una garganta. El aire aumentó su frialdad y vi mi respiración convertirse
en vapor mientras escapaba de mis labios.
Desde donde yacía, vi al Sr. Branke perder el control, y la cabeza de
mi padre caer hacia delante ante la repentina libertad. Erica también dejó
ir a Graham, quien ahora lucía completamente ileso, sus contusiones se
habían ido. Se apresuró para ayudar a Janice, quien parecía congelada en
el lugar, no por la repentina caída de la temperatura, sino por todo lo que
acababa de oír.
Al igual que la luna repentinamente apareció detrás de una nube
oscura, Ameila estuvo ahí, parada entre nosotros. Sus alas estaban
desplegadas, como cortinas nevadas, su oscuro cabello flotando alrededor
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de su cabeza como un halo de carbón. No tocó el suelo y en cambio se
cernió sobre el césped, ambos pies apenas besando las descuidadas hojas.
—James, tú, necio e impetuoso humano; podías haberte quedado
en silencio y no decir nada. Sabes lo que Sam es, de lo que es capaz, y aun
así caíste en su trampa tan fácilmente. Eso no era lo que pretendía que
pasara cuando te envié aquí —lo reprendió.
—¿Por qué? —pregunté.
Su rostro se giró hacia mí, sus ojos estrechos y llenos de
remordimiento.
—Quizás sientes que con todas las emociones hirviendo dentro de ti
eres capaz de entender los hechos, pero no estás lista para esto, Grace.
—Estoy lista para morir. Estoy lista para morir y así mantener a las
personas que amo a salvo, así que no me digas que no estoy lista para el
infierno que sea esto —chasqueé.
—Grace —me dijo, su tono desaprobatorio—. No entiendes.
Sacrificarte a ti misma por amor toma coraje del corazón y la mente; algo
que siempre supe que tenías en abundancia; pero oír la verdad acerca de
algo que nunca quisiste saber puede matar tu misma alma. Créeme
cuando te digo que no estás lista para oír la verdad entera.
De alguna forma profundamente dentro de mí, pude oír las puertas
dentro de mi pecho cerrarse, el estruendo de metal sólido cerrándole paso
al perdón y entendimiento, dejando espacio para sólo la verdad y el
resentimiento que pude sentir construyéndose en mí.
—Lo supiste todo este tiempo. Acerca de mi padre, mi madre… Sam
—la acusé.
—Sí, Grace. Lo sé todo.
El aire alrededor de mí se sintió increíblemente caliente cuando un
helado escalofrío corrió a través de mis venas cuando una sospecha
comenzó a formarse dentro de mí.
—¿Y Robert? ¿Él lo sabe? ¿Sabía acerca de esto también?
Sacudió su cabeza con una ferviente negación.
—No. No sabía nada.
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—Grace, sé que esto es mucho con lo qué tratar, pero hay mucho
que no sabes; acerca de Robert, acerca de Ameila… —oí a mi padre tratar
de explicar, pero la réplica cortante de Graham me previno de responder.
—Ella ya sabe acerca de ellos siendo ángeles, señor Shelley. A
diferencia de usted, Robert, al menos confió en Grace lo suficiente para
decirle la verdad. No puedo creer que vendiera su propia vida de esa forma
y dejara a Grace crecer sin su madre, especialmente a un mal sujeto como
Sam.
»Hombre, y yo pensé que mi padre era malo, pero él sólo es así
cuando está con la botella. Usted no tiene excusa. —Giró su espalda a mi
padre, sus brazos cruzados en frente de él mientras sacudía su cabeza con
disgusto.
—¿Todo eso es cierto?
La pequeña voz que finalmente habló fue tímida, la obvia
incredulidad de lo que era comenzando a revelarse, mezclada con la ofensa
tácita; fue como un fuego artificial resonando en medio de un funeral.
—Janice, perdóname por haberte arrastrado en medio de todo esto.
Me prometí dejar esta vida detrás de mí después de la muerte de Abigail y
criar a Grace de la forma en que se merecía. —Papá se arrastró sobre sus
manos y pies para alcanzar a su esposa, quien estaba parada temblando
en el frío aire de la noche. Levantó sus manos hacia ella en súplica, pero
puso las suyas detrás de ella, rechazando aceptarlo.
—¿Me estás diciendo que hay ángeles, reales, ángeles vivientes
residiendo en Heath; que tu hija está saliendo con uno de ellos; y que tú…
dejaste que uno de ellos matara a tu esposa?
Estaba furiosa. Y esa furia estaba girando las tuercas en su cabeza
mientras miraba a los jugadores parados en frente de ella; viendo que era
la única ahí que había sido completamente ignorante de todo.
—¿Es por eso que murió Katie? ¿Tuvo su muerte algo que ver con
esto?
—¡No! —fue la respuesta de papá.
—Sí —confirmó Sam.
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La mano de Janice voló a su boca para ahogar un grito
consternado.
—¿Por qué?
Me empujé hacia arriba por mi cuenta difícilmente sobre mis pies,
mi brazo bueno incapaz de soportar el peso debido a mi mano lastimada.
Sin embargo, sólo me basé en la fuerza de mis piernas y mi terquedad.
—Él pensó que era yo. Quería matarme a mí, no a Katie. Su muerte
fue una equivocación… —le respondí suavemente.
La cabeza de papá dio media vuelta, una respuesta distorsionada
alojada en su garganta. La otra mano de Janice vino a encontrarse con la
otra ante la sacudida de esta nueva verdad.
—¡Tú, bastardo! —gritó papá antes de revolverse sobre sus pies y
lanzarse hacia nosotros. La mano de Ameila lo paró en frío, su pecho
rebotando en su mano aún extendida, enviándolo volando hacia atrás.
Recobrándose rápidamente, su mano se levantó señalando un dedo
acusador hacia Sam y mirando a Ameila con furia y sorpresa formando un
torrente de emociones en él.
—Trató de matar a mi hija…
—Oh, hice más que eso —dijo Sam casualmente, mirándose las
uñas negro azabache en su igualmente oscura mano mientras pensaba
que todo el asunto era demasiado aburrido como para prestar atención.
Este único hecho enfureció a mi padre.
—¡Esto no era parte del trato; esto no era parte del maldito trato!
Rompió tus leyes, Amelia… ¡sabes lo que significa!
—Cállate James —lo silenció Ameila—. A pesar de ser electus, no lo
sabes todo acerca de nosotros; y perdiste el privilegio de ese conocimiento
cuando abandonaste a tu familia, cuando rompiste tus reglas.
—¿Cómo puedes defenderlo? Tu hijo está enamorado de Grace;
¿cómo puedes defender a este monstruo que trató de llevársela, que trató
de matar a mi hija?
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Una baja y burlona risa resonó, y Sam se dobló hacia abajo, su
manos ennegrecidas sobre sus rodillas, completamente divertido por lo que
estaba teniendo lugar delante de él.
—Lo permite porque sabe que no hay nada que pueda hacer para
impedirme tomar la vida de Grace justo aquí, justo ahora… ¿cierto,
Ameila?
Cuando Ameila dio un rígido, desafiante asentimiento, Sam la
recompensó con una sonrisa asquerosamente alegre.
—Ya ves James, Ameila no puede hacer nada de nada acerca de
esto, porque Grace no debería existir.
Se elevó del suelo varios centímetros y flotó hacia Ameila, quien lo
miraba con total disgusto escrito claramente en su rostro. Él lo ignoró y
avanzó pasándola hacia mi padre. Rodeó a mi padre, y se burló de él con
sus melódicas palabras.
—Debería haber tomado a tu esposa como había planeado esa
noche. Habría evitado todo esto, pero cometí un estúpido error de juicio y
las consecuencias ahora se levantan ante mí. Todo eso termina esta noche,
de cualquier forma, y entonces puedes irte y vivir tu vida con tu nueva
esposa y tu niño. Cuán conveniente, ¿no crees? Que todo lo que he
tomado; y tomaré de ti, de algún modo te las arreglaste para reemplazarlo.
Su sonrisa creció mientras se alejaba flotando, regresando a mí
como un león vigilando a su presa. La curva siniestra de sus labios no
dejaba duda en mi mente que las palabras de Graham eran verdad: Sam
era un mal sujeto. No tenía intención de dejar a mi padre y a Janice irse.
No tenía intención de dejar ir a ninguno de nosotros… sólo yo era la única
delante de él que lo sabía.
Por el rabillo del ojo, fui testigo del placer de Sam por la forma en
que las cosas se desarrollaban, provocando sonrisas idénticas en los
rostros de Erica y el Sr. Branke, como si alguien hubiera tirado de una
cuerda invisible. Y aún a pesar de eso, no mostraban otra emoción; sus
ojos estaban planos y casi descoloridos, sus cuerpos temblando en
reacción a las influencias externas del frío, pero nada más.
—¿Qué le harás a ellos? —Quise saber mientras miraba sus rostros
en blanco con aquellas sonrisas de zombi pegadas a sus bocas,
falsificaciones de las sonrisas genuinas que había visto en ellos antes.
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—No eres buena escuchando, ¿no? —Sam chasqueó la lengua—. Te
lo dije, no puedo jugar con una mente consciente. Pero ahora que lo
mencionas, el que probablemente lo haga tiene más uso para ellos al
parecer a como las cosas están cayendo en su lugar tan agradablemente.
La chica rubia fue una elección fácil; a ti, naturalmente no te gusta, y a
ella no le gustas, lo que ya ha sido probado. Y el profesor, bien… también
proporcionó una gran distracción, ¿no?
»Bueno, ahora que hemos pasado toda esa parte del camino, es
claro que han cumplido con su propósito. —Mientras sus palabras
colgaban en el aire, miré su rostro, viendo el brillo lúgubre en su ojo…
—¡No!
Corrí hacia mi antiguo némesis, sabiendo que llegaría demasiado
tarde. Por una fracción de segundo, el reconocimiento pasó sobre su
rostro, y entonces vi a la hermosa rubia de ojos azul cristalino caer al
suelo, débil y sin vida junto a mi antiguo profesor.
—¿Por qué? —Me oí a mí misma sollozar mientras presionaba una
mano inflamada contra el cálido rostro de Erica Hamilton; sus ojos aún
estaban abiertos, sin ver y sin la paz que debían haber tenido.
—Oh, no te preocupes; realmente no estaban vivos para empezar.
Pero, ya lo sabías, ¿no?
Mi mente destelló regresando al estacionamiento en el hospital,
viendo al Sr. Branke, muerto en su auto. E incluso más allá, cuando
Robert había espiado en la mente de Erica y no había visto nada;
habíamos quedado confusos por eso, sacudidos por el hecho de que no
había estado en un estado comatoso como Stacy, pero animados y
decididos como el infierno a destruir todo sentido de normalidad que me
hubiera arreglado para reunir por mi cuenta.
Mirando sus cuerpos, sus rostros en blanco, incluso en la muerte,
me di cuenta que mi rabia hacia Erica estaba fuera de lugar. Quizás no me
había gustado, quizás incluso había merecido su reputación en la escuela,
pero no se merecía ser usada como un títere por los planes enfermos de
dos ángeles locos.
—¿Por qué los usaste? Eran personas inocentes que no se merecían
esto; nada de esto. —Mirando a mi papá y, sin importar cuán enojada
estuviera con él por lo que hizo, cuán traicionada me sentía con él por
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ocultarme todo esto, sabía que no quería esto para él. Todo esto había sido
de forma que él estuviera a salvo, así que, ¿estarían a salvo? Sacudí mi
cabeza ante lo irremediable de todo esto.
—Te lo dije, Grace; esto no es acerca de ti. Es acerca de N’Uriel —
dijo Sam con un aire casi insolente antes de volver su cabeza hacia el cielo
y lamer sus dientes, sus labios curvándose sobre ellos en un gruñido
vicioso—. Y hablando del diablo, ya es hora de que aparezcas, hermano.
Ahora las piezas están dispuestas. Vamos a jugar.
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36 Reivindicaciones
Traducido por LizC
Corregido por Curitiba
obert! —grité a medida que sus pies caían delante
de mí. Sostuvo en alto sus brazos hacia mí de
modo que me precipité en ellos, arrojando mi
único brazo útil en torno a él y sintiéndome agradecida por su presencia,
aunque enojada porque había vuelto.
—Lo siento —murmuró entre mi cabello mientras me levantaba en
su contra en un abrazo doloroso, mis pensamientos se abrieron a él, todo
abierto a él—. No podía dejarte aquí para morir. No sin mí. Te lo dije,
Grace. Eres mi vida. Sin ti, no hay ningún propósito para mí.
—Deberías haberte mantenido al margen —sollocé entre la curva de
su mandíbula—. Deberías haberte mantenido al margen y salvarte a ti
mismo. Él no piensa en dejarnos con vida.
—No hay vida sin ti. —Rozó sus labios contra mi oreja, y los movió
a lo largo de mi mandíbula hasta que finalmente los moldeó en contra de
los míos. El simple contacto entre ellos fue como un estallido de energía
que renovó el vigor y la fuerza que no sabía que había sido drenada de mí.
Hubo un aplauso lento detrás de nosotros, el ritmo lento casi lujoso
en el aire tenso que nos rodeaba. Robert alzó su rostro del mío mientras su
mano cubría la parte de atrás de mi cabeza y la sostuvo contra su pecho a
medida que se volvía para enfrentarse a su antiguo amigo. Sentí la ira
dentro de él, la forma en que hizo temblar su cuerpo con el fuego de la
misma, rabia pura, cruda que apenas ondulaba, hirviendo a fuego lento
pero aún no habiendo comenzado mientras miraba fijamente a Sam.
—¡R
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—Qué reunión tan feliz y sin embargo agridulce entre dos amantes;
qué conmovedor. Hola, hermano. Gracias por venir, finalmente; estábamos
empezando a preguntarnos si incluso te ibas a presentar —comentó
Sam—. Han pasado muchas cosas en el poco tiempo que has estado fuera.
¿Quieres que te muestre?
Sentí el cuerpo de Robert rígido, pero no podía mover mi cabeza
para ver su rostro; la mano de Robert la mantuvo firmemente en su lugar.
Oí una inhalación aguda; la de Ameila, así como la de Robert, y me quedé
sin aliento cuando me di cuenta de lo que estaba pasando.
—¡No lo hagas! ¡Basta, Sam!
Secretos. Oscuros secretos, dolorosos estaban siendo expuestos en
el silencio que nos rodeaba a todos nosotros, y sólo mi padre, Graham,
Janice y yo, éramos incapaces de darnos cuenta de la verdadera
profundidad de los pensamientos que pasaban entre los tres ángeles sin
decir palabras.
Pero lo sentíamos. La temperatura en el aire bajando grado por
grado según las confesiones y acusaciones eran lanzadas, pensamiento por
pensamiento sin piedad. La mano de Robert en la parte posterior de mi
cabeza empezó a apretar, sus dedos excavando en mi cráneo y obteniendo
un grito de dolor de mis labios.
—¿¡Grace!? —Él se apartó de mí, aturdido y avergonzado por lo que
acababa de hacer.
Hice una mueca a medida que el dolor disminuyó, y sólo entonces
se dio cuenta de la magnitud del daño que me había hecho a mí por asalto
de Sam. Me agarró las manos y las llevó a su boca. Cerré los ojos ante la
anticipación del alivio que brindaría con un gesto tan sencillo pero
encontrando que se sacudieron sin piedad sueltas cuando las manos de
Roberts fueron arrancadas de las mías.
—¡No lo hagas!
Robert me miró fijamente, y luego se volvió para mirar a su madre,
quien ahora se interponía entre nosotros.
—¿Qué?
—No, hijo. No la sanes. No le hará ningún bien.
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—¿Hablas del bien? ¿Tú, quien ocultas la verdad acerca de quién
es, lo que es de mí? ¿De ella? —gruñó, y la empujó a un lado.
—¿R-Robert?
Mi voz era temblorosa. Él estaba enojado, más enojado de lo que
jamás lo había visto antes.
—Robert, ¿qué está pasando?
—Has sido engañada, Grace. Ambos lo hemos sido —respondió
secamente mientras se paraba delante de mí protectoramente.
—Sé lo que hizo, Robert. Sé que ella ocultó la verdad acerca de mi
padre de mí, de ti, pero sigue siendo tu madre. Ella…
—¡No! —gruñó—. ¡No, no sabes lo que hizo, Grace!
—Sí, ella no sabe lo que hizo tu madre, ¿verdad? Pero yo sí sé. Y
ahora tú también. ¿Cómo se siente, N'Uriel, al ser traicionado por uno de
tus padres, también? ¿Te molesta?
—¿Qué hizo ella? —susurré, incapaz de comprender las acciones
que Ameila había tomado para provocar una reacción como tal de él.
Robert negó con la cabeza, no dispuesto a aceptar lo que acababa
de descubrir. Amaba a su madre; lo que fuera que ella hizo, no podía creer
que sea posible, y sin embargo no podía evitar su ira que venía como
resultado de su conocimiento.
Sam aprovechó la oportunidad para expandir el dolor de Robert.
—¿Quién crees que me llevó hasta tu padre, Grace?
—No te creo.
—Es cierto —dijo Ameila. Fue totalmente natural al respecto, casi
clínica de modo que no reconocí su voz por un segundo. Pero entonces las
emociones vinieron, una detrás de la otra. Todas ellas vertiéndose sobre
mí, aplastando mi voluntad para comprender algo de eso a medida que se
explicaba.
—Sé que no puedes entender por qué, pero hay caminos que no
puedes recorrer sin que te sean establecidos en primer lugar. Tenías que
hacer tu trato con Sam; es cómo las cosas tenían que ser, James.
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Estaba enojada. No. Estaba furiosa.
—¿Cómo tenían que ser las cosas? ¿Cómo tenían que ser? ¡Él es un
ser humano! ¡Lo obligaste a elegir entre él y mi madre! ¿Por qué? ¿Es
acerca de la cosa del libre albedrío de nuevo? —le grité a ella, caminando
alrededor de Robert, quien permaneció mudo, la traición golpeándolo en el
corazón tan profundamente como lo había hecho conmigo.
—Grace, no es eso. Por favor…
—¡No! ¡Durante todo este tiempo, todo este tiempo has ido una y
otra vez sobre cómo los ángeles se suponen deben ayudar a los seres
humanos, cómo están aquí para salvarnos, pero todo lo que he aprendido
hasta ahora es que a tu clase les gusta usarnos como marionetas!
Estamos aquí para tu diversión… ver qué puede hacer por la vida de este
ser humano, ver cómo puedo hacer que esta estúpida humana confíe mí.
¡Si no fuera por ti, mi madre todavía estaría viva!
Estaba fuera de control por el dolor, la rabia, la ira, el fuego, y... no
importaba lo demás. Sólo sabía que por primera vez, no sentía miedo
cuando miraba a Ameila. No sentía ningún temor, ni envidia. Sólo vi la
fealdad de lo que me había hecho a mí, a mi familia.
—¡Bravo, Grace! —Aplaudió Sam.
—¡Cállate! —le espeté—. Eres más culpable de lo que ella es. ¿Por
qué mi madre? ¿Por qué ella? ¿Qué te hizo para que la odiaras tanto? ¿Por
qué tenías que elegirla?
—¡No! —gritó Ameila, pero Sam se limitó a reír y le dio una
reverencia burlona antes de mirarme con una profunda satisfacción de
modo que sabía que cualquier cosa que él me dijera, podría muy bien ser
las últimas palabras que escuchara.
—¡Debido a que tu madre es la perra que mató a la única persona
que he amado!
Dejé de respirar. Todo dentro de mí se detuvo. Todo, excepto mi
corazón, el cual se tambaleó dentro de mi pecho con confusión y
perturbación.
—No es cierto —suspiré. La persona que había matado a Miki había
sido Avi, un ángel. Mi madre era Abigail Shelley. Humana.
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—Lo es —contradijo Sam—. Duda de mí si quieres, pero Ameila
puede confirmar que lo que digo es cierto. Con el tiempo, admito que mi
ira hacia ella se enfrió, pero en realidad nunca dejé de desear que sufriera
por lo que hizo.
»Y entonces ella se enamoró de un humano, y se casó con él. Y,
porque ella no lo convirtió, violaron las leyes de los Nephilim. Yo
personalmente pedí medir su castigo. Sólo un antiguo se puso de mí
lado… ¿puedes adivinar quién?
Se echó a reír cuando mis ojos, así como los de Robert se volvieron
para mirar a Ameila, quien continuó manteniendo su cabeza
obstinadamente alta. Sam se burló.
—La naturaleza humana de tu padre lo hizo demasiado fácil.
Cuando se enfrentan a la vida o la muerte, un ser humano siempre elige la
vida, sin importar lo que les cueste. Y tu padre tomó su decisión tan
rápidamente, que casi me sentí mal por Avi.
»Pero no lo suficiente para no matarla. Lamentablemente no pude
hacerlo. Sólo Tronos o Serafines pueden castigar a un ángel. Durante diez
años creí que ella había sido despojada de su divinidad y ejecutados los
dos. Y luego me enteré de que en ese tiempo no sólo ninguno de ellos
había sido castigado, sino que de su unión se había producido también un
niño. No, no un niño; una abominación.
Un Mestizo.
La palabra dio vuelta en mi cabeza como la flecha de la brújula
desesperada por encontrar al Norte en un mundo sin él. Había vivido con
el término toda mi vida; había aceptado que eso era lo que era, como había
nacido. Pero esto era diferente. Esto era algo que nunca había creído. Algo
que me negaba a creer.
—No es cierto. No soy uno de ellos, no soy un Nephilim —
argumenté con voz temblorosa.
—No lo es. Lo hubiera sabido —coincidió Robert. Se acercó a mí y
yo levanté mis ojos para echarle un vistazo rápido, amortiguando un
sollozo al ver que sus pupilas se habían dilatado tanto que había sólo una
delgada franja de plata restante rodeando los centros oscuros.
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—Estás demasiado consumido por tu deseo por ella para ver la
verdad que ha estado mirándote a la cara. —Sam soltó una carcajada—. Si
no me crees, aquí está la prueba.
La mano de Sam se levantó y arrojó algo pequeño y brillante hacia
Robert, quien lo tomó en su mano con facilidad. Sus dedos lo abrieron y
miró fijamente en su mano a su contenido.
Su silencio era inquietante.
—¿Qué es? —le pregunté, mirando en su mano y viendo dos
pequeñas gotas de cristal descansando en la palma de su mano.
La carcajada de Sam se hizo más fuerte mientras Robert las
sostuvo hacia mí para que yo pudiera verlas mejor.
—Son tus lágrimas.
—Mis... ¿qué?
—Tus lágrimas; te dije que las estaba guardando para dárselas a él.
—Miró a Robert triunfante; la corona de luz que brillaba a su alrededor un
zafiro profundo que resplandecía con dorado a medida que su felicidad y
satisfacción se combinaban, la luz emitiendo una inquietante neblina
verdosa a lo largo del brillo alquitranado coloreando sus ojos—. ¿Me crees
ahora?
—¡Detén esto, Samael!
La voz de mando de Ameila fue tan fuerte, tan poderosa físicamente
y tan audible, que me obligó arrojarme en el suelo por sólo el sonido puro.
Rodé en mi costado, gruñendo por el dolor en mi hombro y brazo, y vi que
Graham, Janice, y papá también habían sido afectados por ello y estaban
igualmente afectados por lo ocurrido, con sus cabezas sostenidas mientras
sus cuerpos yacían boca abajo en el suelo en estado de shock.
—Llamas títeres a los humanos, pero fallas en ver que no eres más
un títere de lo que ellos lo son. ¿Crees que los Tronos te impidieron matar
a Avi debido al protocolo? Lo hicieron bajo mis órdenes, tú, hijo arrogante.
Ardió, literalmente ardía con furia mientras lanzaba una mirada
asesina a Sam. El aire a su alrededor estaba sobrecalentado, el color
blanco caliente a medida que azotaba su cabello y su vestido en espiral,
girando masas de mechones blancos y negro.
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—¿Por qué harías algo así? —Sam pareció perplejo, y por una vez,
me identifiqué con él.
—Sí. ¿Por qué?
Ameila volvió la cabeza hacia mí, mi pregunta, una que no se había
previsto, y una tristeza cruda cruzó su rostro mientras contestaba:
—Porque tenía que hacerlo, pero más aún porque ella me lo pidió.
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37 Canción del Corazón
Traducido por Mariaozuna y Caami
Corregido por Samylinda
so es ridículo! —rugió Sam.
Me estremecí al ver las espinas sin plumas
que eran todo lo que quedaba de sus alas.
Sobresalían como cuernos afilados y grotescos, de un gris moteado
necrótico contra la oscuridad de su piel.
—Tal vez lo sea para ti, pero esto no es acerca de ti, Samael. Nunca
lo fue —le dijo Ameila sarcásticamente. Se dejó llevar hacia mí y extendió
las manos—. Tu madre quería que supieras la verdad, Grace, pero no así.
Nunca fue su intención que te enteraras de ésta manera.
—¿Enterarme de la verdad? ¿Qué verdad? ¿Qué diablos es verdad
cuando toda mi vida ha sido una total y completa mentira? Mi padre me
mintió, mi madre me mintió, Robert me mintió... Incluso tú me mentiste.
Sam tenía razón, todo el mundo tenía razón. Yo ni siquiera debería existir.
Soy una rareza de la naturaleza.
Me aparté de ella.
—Dijiste que mi mamá te pidió que hicieras esto. ¿Por qué?
—Debido a que era su camino. Eso es lo que tenía que hacer.
—¡Eso es una absoluta basura y tú lo sabes! —la acusé. Oí las
acometidas de pasos detrás de mí y me volví justo a tiempo para ver a mi
padre venir a mi lado. Él me dio una rápida mirada y posó su mirada en
—¡E
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Sam, temblando ante lo que vio. Sus ojos volvieron a Ameila y su voz se
volvió una súplica.
—Ameila, tú misma lo has dicho, no está preparada para esto —
comenzó, obviamente ahora incómodo con la verdad que había estado a
punto de revelar sólo unos minutos antes—. Por favor, ella ha pasado por
muchas cosas…
—No, James. Es tiempo que aprenda la verdad. Es demasiado tarde
para mantenerla en la oscuridad, y ya no hay punto en seguir haciéndolo.
Con un hundimiento derrotado de sus hombros, asintió y dio varios
pasos en retirada, deteniéndose sólo cuando se dio cuenta que no podía
estar de pie junto a Janice, cuyo rostro mostraba visiblemente las
emociones que me desgarraban por dentro. Cuando se detuvo lo miré,
incrédula de que simplemente se hubiera inclinado y escondido como…
una marioneta.
—No es eso en absoluto, Grace —aseguró Ameila—. Acabo de
comprender ahora lo que antes no pude, y lo que tu madre hizo. Sabía lo
que se esperaba de ella, lo que su camino le exigía que siguiera. No
esperaba enamorarse de tu padre. No esperaba que él fuera el encargado
de hacer que de repente todo tuviera sentido.
»Pero eso es lo que pasa cuando uno se enamora, si eres humano,
ángel o algo más. Es por eso que James no pudo entender lo que ella era, y
por qué no pudo decirle después. También es por qué no dudó en lo que
tenía que hacer.
»Fue por su insistencia que revelé a los Serafines lo que ella había
hecho, que se había casado con un humano. Como era de esperar, la
mayoría de ellos fueron indiferentes, razonando que no habría
consecuencias de ello, porque, ¿qué podría suceder con un ángel hembra y
un macho humano?
—¡Ella sucedió! —maldijo Sam, su dedo pulsando, señalándome
como un arma.
Ameila rió. Mis ojos parpadearon ante el sonido, incapaz de
comprender por qué haría tal cosa.
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—Si hubieras nacido en el momento de los Grigori, sabrías que los
Nephilim nacen sólo de la matriz humana. Un macho humano no puede
producir a un niño con un ángel hembra; no procreamos de esa manera.
»Si hubieras decidido encontrar una pareja y seguir adelante,
habrías sido testigo de esto por ti mismo. En su lugar, gastaste miles de
años, aferrándote a los recuerdos de un monstruo que pronto habría
convertido ésta tierra en un océano de zombis y alimentado a aquellos que
amas.
—Entonces... ¿cómo? —le pregunté. Yo no entendía; Ameila tenía
razón en eso. Miré hacia mi padre y vi la expresión de su rostro, vi la forma
en que ésta revelación cambió la forma en que me miró. Fue como si me
hubiera convertido de repente en una extraña para él, mucho más de lo
que él era ahora para mí.
—Mientras que Sam estaba ultimando sus planes para tu padre, tu
madre había llevado a cabo su sentencia.
—¿Sentencia? Pero…
Ella levantó una mano, una petición para poner fin a la pregunta
que colgaba en la punta de mi lengua.
—Por favor. Espera hasta que yo termine. —Sostuvo la pausa hasta
que estuvo segura de que no la interrumpiría más y luego suspiró, bajando
la mano, ambas de ellas bajando en la aceptación del hecho de que no me
sentía del todo caritativa hacia ella.
—La vida de tu padre se salvó porque la Muerte vio que no había
habido violación; James no sabía nada de lo que tu madre era en ese
tiempo, sin embargo, tu madre recibió el más duro de los castigos, ella fue
despojada de su inmortalidad. —Ameila se acercó a mi padre y vi su rostro
crecer suplicante—. Avi... Lo siento, sigo refiriéndome a ella por el nombre
que he conocido, al que mi memoria me lleva, pero no era Avi cuando
murió, ¿verdad? No. Ella era Abigail para ti, y yo debo recordar y respetar
eso.
»Abigail no tenía la intención de provocar sentimientos de culpa
sobre tu decisión, James. Fue doloroso para ella, incluso después de que
se hizo humana, mantenerte en tal engaño. Pero aunque al final te dijo lo
que había sido, no podía decírtelo todo. No podía decirte que la razón por
la que sabía acerca de la oferta de Sam era porque ella la había
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establecido. Te necesitaba para decir que sí, necesitaba que fueras
humano y no electus.
—¿Pero por qué? ¿Por qué no me dejó saber antes? ¿Por qué me
necesitó para que fuera a ella tan ignorante de todo y luego tomar
semejante decisión? —preguntó papá, con el rostro apenado por tanta
mentira; tanto de mamá como suyas.
—Debido a que necesitabas tomar la decisión por tu cuenta, como
un simple hombre que lucha por su vida.
—¿Tenía tan poca fe en mí?
—No. Ella tenía toda la fe en ti, James. Es por eso que hizo lo que
hizo.
Estiré mi mano hacia Robert, necesitando su apoyo cuando Ameila
continuó, pero él parecía estar perdido en sus pensamientos, consumido
por ellos mientras escuchaba las palabras y oía los secretos susurrados en
las mentes a su alrededor. Quería consolarlo, quería que me dijera lo que
pensaba para aliviar las cargas que pesaban sobre él, pero Ameila dijo algo
forzándome a girar mi cabeza alrededor.
—Y Samael sabe que digo la verdad, porque ella lo conocía mejor
que nadie, ¿no? Tu madre sabía mucho más de ti de lo que te preocupa
admitir, mucho más de ti mismo de lo que incluso tu eres consciente.
Mi...
—¿Madre?
El grito de indignación de mi padre, la risa burlona de Sam, y una
exclamación de Graham en shock, todas no hicieron nada para ahogar los
latidos de negación dentro de mí. No había manera, no había manera
posible de que yo pudiera estar relacionada con Sam.
—Estás mintiendo.
Los sombríos ojos de Ameila se posaron en los míos.
—No lo hago, Grace. Me pude haber guardado muchas cosas de ti,
pero nunca mentí sobre ellas y nunca lo haré. Tú y Samael comparten la
misma madre, pero tu madre dejó de ser un ángel mucho antes de que
fueras concebida.
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—Entonces eso significa…
—Sí, eso significa que no eres Nephilim.
—¡Eso es mentira! —gritó Sam mientras volaba hacia mí, su mano
negra, como garra abierta, llegando a mi garganta.
Robert se metió en su camino, un velo negro de protección frente a
mí, y lo bloqueó de alcanzar su meta.
—Atrás —gruñó Robert. Él había tomado una postura defensiva,
con las manos hechas un ovillo en puños de hierro a los costados,
mientras sostenía los brazos extendidos protectoramente, manteniendo
una distancia segura entre Sam y yo.
—Sobrepasas tus límites, hermano. ¡Es mía! —siseó Sam por
encima del hombro de Robert—. No tienes derecho a ella; renunciaste a
ese derecho cuando decidiste dar la espalda a tu llamado. Además... —Me
miró y sonrió mientras regresaba al mismo estado de relajación, no
afectado en el que había estado unos momentos antes de su estallido—…
ella prefiere mi contacto por sobre el tuyo.
Mis ojos se abrieron en estado de shock ante la mentira cuando me
di cuenta de lo que estaba haciendo. Miró a Robert y los pensamientos una
vez más fluyeron entre ellos, una corriente de odiadas indirectas e
insinuaciones, con su boca forzando a la mía.
Quería cerrar los ojos, apagar las visiones que sabía estaban
manchando la mente de Robert con su fealdad, pero no pude sacarlas
pronto de mi mente. Habían sido grabadas en mi memoria, tanto como
cualquier otro evento.
Las alas de Robert, mantenidas con calma unidas detrás de él
hasta ahora, comenzaron a desplegarse y estirarse. Las oscuras plumas
dieron un brillo de arco iris en la luz pálida, y vi como brillaban y se
estremecían con las vibraciones furiosas que parecían venir desde lo más
profundo dentro de él, tocando lo que estaba cerca con su ruido propio.
La piel de mis brazos empezó a temblar, y jadeé cuando mis ojos
vieron los moretones de color púrpura profundizándose en mis manos, el
intrincado diseño geométrico habiendo trabajado su camino hasta mi
antebrazo y ahora invadiendo más allá de mis codos.
—¿Robert?
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Lentamente rodeé la pared de plumas que había creado entre Sam
y yo, y estuve delante de él. Me miró a la cara y mi corazón se sacudió
dentro de las paredes de mi pecho mientras veía la oscuridad misma, un
panal de abejas de cintas cruzadas sobre la suave piel de su frente, la
plata en sus ojos desaparecida ahora, todo absorbido por la oscuridad que
se movía lentamente a través él, consumiéndolo.
—Robert, detente —susurré, y puse una mano hinchada en su
contra. Bloqueé el dolor mientras empujaba en su contra, tratando
desesperadamente de llegar a él para que se diera cuenta de lo que Sam
estaba haciendo.
Él puso sus manos en ti, su boca en ti… tu hermano. La idea
apuñaló mi mente, al rojo vivo con su ira, y caí de rodillas por el dolor
agudo y repentino.
—¡Grace!
Los sonidos de pies corriendo hacia mí, la sensación de brazos
extendidos para levantarme y ponerme a resguardo fueron ahogados por el
bombardeo constante de pensamientos que atacaban mi mente con su
aguijón en llamas.
Dejaste que te tocara… permitiste que te hiciera esas cosas.
¡Deberías haberlo detenido!
Mi voz sonó estridente y desesperada, mientras cada dolorosa
palabra me apuñalaba. Los brazos que me estaban arrastrando
repentinamente detuvieron su incesante tirar.
—¡Lo hice! ¡Lo detuve! ¡Nada pasó! No dejes que te haga esto,
Robert. No dejes que destruyan tu fe en mí... ¡Es lo que quiere!
Las manos de Robert fueron a su cabeza, sosteniéndola como si
mis palabras le estuvieran causando el mismo dolor indescriptible que las
suyas me habían hecho. Luché con las manos que me sostenían,
arrancándome lejos de ellas para volver a su lado, necesitando que me
creyera, necesitando que no dejara que la semilla del mal que Sam había
plantado tomara fuerza en su mente fértil.
Pero era demasiado tarde.
Y Sam se rió a sabiendas detrás de mí, la risa amarga de una
victoria sin alegría.
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—¿Ves, hermano? No estás a salvo de la traición... de nadie. Por
supuesto, eso no es todo, ¿cierto, Ameila?
Desde donde yo estaba, pude ver que el rostro de Ameila a pesar de
que había palidecido, se tornó aún más desafiante. Más secretos, más
engaños, y era muy poco lo que podía hacer para evitar que se revelaran.
—No.
Sam comenzó a hacer una especie de danza mientras flotaba por
encima del suelo, inusualmente feliz mientras rodaba su mano,
indicándole a Ameila que debía continuar.
Yo no quería que ella lo hiciera.
Ella no quería hacerlo.
Pero la verdad no se mantendría de Robert por más tiempo. Él se
volvió hacia ella y ella cerró los ojos por lo que vio, la decepción y el dolor
que sólo una madre puede sentir muy evidente en las líneas que se
cincelaban a sí mismas en su fina piel. La compostura de Ameila era difícil
de derribar.
Estaba siempre tan estoica, tan escultural en todo lo que hacía, y
sin embargo, de repente, parecía vulnerable. No me gustaba. Permaneció
inmóvil por lo que pareció una eternidad, asumí que estaba tomando un
momento para recobrar la compostura. Cuando por fin abrió los ojos, fue
para enviar una mirada gélida, plateada en la dirección de Sam,
neutralizando su expresión alegre y dibujando sobre su rostro algo
parecido al miedo.
—Samael, ¿crees que has ganado? ¿Crees que los pensamientos
robados de las personas te mejoran en todos los sentidos y te han dado la
ventaja en esto? ¿Quieres saber la verdad? ¿Quieres oír lo que tu madre
ocultaba de ti? Muy bien.
»Avi no te quería; fuiste un deber para ella, una obligación que
tenía que cumplir por ser quién era. Sólo se unió a tu padre para que
nuestros números pudieran aumentar, y siempre te vio como su único
pesar. Le dio vida al ángel más patético en toda nuestra historia. No
puedes amar correctamente y no puedes odiar correctamente. Ella fue la
mejor de nosotros y dio a luz a lo peor.
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Con un gesto de desprecio de su mano, quitó la mirada de él y
centró su atención en mí, dándome una sonrisa lamentable mientras lo
hacía.
—Grace, tu nombre, tu alma cantó en su corazón igual de fuerte
que cualquier llamado. Ella sabía que tenías que nacer. Fuiste tanto su
destino como su propia muerte, y ella no pudo escapar de ello. No quería.
Te quería a ti más que a nada. Más que la inmortalidad, más que la vida,
más que la divinidad.
»Pero necesitaba que la ayudara. Podría haber sido mortal, pero
todavía no era humana, y justo como ayudé a Hanina para concebir a
Robert, ayudé a tu madre a concebirte.
Permanecí allí, inestable en mis pies, mirando el abismo de los ojos
grises de Ameila. Qué extraño cómo unas palabras pueden convertirse
incluso en la base más sólida a partir de escombros, con sólo
pronunciarlas en combinaciones específicas. En el más corto de los
períodos de tiempo, la relación que había formado con la memoria de mi
madre se había reducido a nada más que un cuento de hadas.
Los dedos de Ameila se cerraron sobre los míos en un doloroso
recordatorio de que todavía me sostenía.
—No, no Grace. ¡Tu madre te amaba! Desde el momento en que
sintió vida dentro de ella, no pudo haber ninguna unión tan cerca o tan
pura. No te dijo nada de esto porque quería mantenerte a salvo.
»Tu vida estaba en peligro en el momento que tu nombre se
convirtió en algo más que un pensamiento. Samael todavía quería matarla.
Si hubieras sabido lo que ella había sido, lo que tu padre había sido,
habrías puesto en peligro todo lo que ella sacrificó por tenerte.
No podía concentrarme en lo que estaba diciendo mientras una
pregunta comenzó a formarse en mi mente.
—Si fui concebida de la misma manera que Robert, entonces eso
significa que…
—¡Esto es absurdo! —maldijo Sam, interrumpiéndome. Sabía lo
que estaba pensando, la idea le repugnaba—. Esa mestiza no es un ángel.
—No. Tienes razón, Samael. Grace puede haber sido concebida de
la misma forma que N’Uriel, pero no es un ángel, así como tampoco es
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Nephilim. Su nacimiento fue tan natural como el de cualquier otro
humano.
—Entonces explícate, si no es un Nephilim, por qué debe morir —
exigió Robert, su voz sonaba extraña, como si estuviera muy lejos de
nosotros, aunque estaba de pie justo a mi lado.
Sam soltó un gruñido de satisfacción mientras los ojos de Ameila
crecían con dolor, y no era de lo que veía en el rostro de Robert. Era de lo
que estaba a punto de decirle.
—Es porque a pesar de que fue concebida para nacer, no nació
para vivir.
Esto envió a Robert en una furia silenciosa; se erizó mientras un
retumbar comenzaba dentro de él. Ameila trató de aliviar su frustración,
su voz calmada actuando como un amortiguador al fuego que estallaba en
el interior de él.
—Robert, por favor entiéndeme cuando te digo esto, hice esto por ti.
Hice esto por ambos. El nacimiento de Grace era deseado, ella era muy
deseada… pero es su destino morir. Abigail sabía que Grace sería tu
portadora de alas. Sabía que Grace sería para ti. Es por eso que vine aquí
cuando lo supimos, por eso insistí en ponerte en la farsa de la escuela.
Ella es tu camino, tu destino.
—¿Mi destino? ¿Sabías que mi destino sería matarla? ¿Sabías eso
también? —La voz ronca de Robert no hizo nada para agitar a Ameila,
quien lentamente asintió en confirmación.
Un rugido de dolor llenó el campo. Las alas de Robert comenzaron
a subir y bajar, mientras el cacareo malicioso de Sam llenó el vacío que el
grito lastimero dejó atrás mientras se perdía en la noche.
—Oh, esto es mejor de lo que esperaba. Las madres apestan, ¿no?
Robert se dio la vuelta y ésta vez, no pude evitar que se me
escapara un sollozo de dolor cuando vi que su rostro y su torso habían
sido tragados por la oscuridad. Me miró como si fuera una extraña, ira en
su interior, alimentada por ésta última traición, finalmente dejándose
llevar.
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—No, Robert, no —gemí cuando pasó a mi lado, su objetivo era
claro, su objetivo pacientemente esperando a medida que él acechaba a su
presa.
—Así es, hermano —se burló Sam—. Sabes a dónde va esto. —
Tomó varios pasos lento hacia atrás, sonriendo con anticipación.
Me volví para hacerle frente a Ameila.
—Tú hiciste esto. Podrías haberle dicho la verdad antes de que esto
hubiese pasado. ¡Podrías haber evitado todo esto!
—Y entonces se habría negado volver a Heath, y todo lo que tu
madre sacrificó para asegurarse de que nacieras, y sobrevivieras al
accidente de auto habría sido en vano.
—¿Qué sacrificó mi madre para mantenerme viva? Sabía que iba a
morir antes de que siquiera hubiera nacido; lo había planeado todo por el
amor de Dios. ¡Ella no sacrificó nada más que a mí!
Ameila suspiró y me miró con lástima sin diluir en sus ojos.
—Tu juicio está nublado por la ira, tanto que no puedes ver lo que
está justo en frente de ti. ¿Por qué sobreviviste al accidente, Grace?
Mis ojos se abrieron, y mi mente pasó por todos los recuerdos que
tenía de esa noche, ambos, los que eran míos y los que habían compartido
conmigo a través de Robert. Analicé el rostro de Ameila, el pálido
resplandor de oro que la rodeaba, y luego todo encajó.
—Tú. Tú estabas allí. Fuiste el motivo por el que terminé fuera de
ese auto.
Su cabeza se balanceó hacia abajo, confirmándolo.
—Sí, yo estuve allí, pero no te salvé, Grace. No podía interferir sin
saberlo y mi camino no me permitió hacerlo. Cómo terminaste fuera del
auto no se puede explicar, pero por qué Samael no te mató fuera del auto
sí.
La miré, perpleja mientras observaba más allá de mí, sus ojos
lanzándose entre Sam y Robert, y finalmente mi padre.
—¿Por qué crees que Samael te dejó vivir todos esos años cuando
ha demostrado que no sería detenido por nada para matarte?
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—Porque es un serio cometedor de errores —le contesté, como si la
respuesta fuera la cosa más obvia en el mundo.
—No. No, Grace. Él ha estado respondiendo a su llamado por miles
de años. Habría sabido si sólo hubiera tomado una vida. Samael tomó dos
vidas con él esa noche, Grace. Dos vidas. ¿Entiendes lo que estoy
diciendo?
Negué con la cabeza. Había demasiada información nadando en mi
cabeza como para aceptar cualquier otra cosa. Especialmente ésta.
—Tu madre estaba embarazada cuando murió, Grace. De alguna
manera, por alguna razón inexplicable, su cuerpo cambió, lo que le
permitió concebir un hijo humano, aquél cuyo corazón latiente era
totalmente indistinguible por su cuenta, uno que Samael no había
esperado, no podía haberlo esperado. Él tomó dos vidas ese día. No estuvo
equivocado en eso, sino que las vidas que tomó fueron las de tu madre y tu
hermana pequeña.
Mi mente estaba en blanco. No tenía palabras, ningún
pensamiento. Sólo el vacío.
—¿Por qué le dijiste? —Oí la demanda de papá mientras se abría
camino hacia nosotros. Graham lo seguía de cerca, toda su actitud
protectora mientras se acercaba, rápidamente llevándome en sus brazos y
sujetándome contra él al tiempo que miraba entre mi padre y Ameila,
mortificado por la avalancha de secretos que no parecía tener fin—. Ella no
necesitaba saberlo —gritó mi padre enojado.
—Ya no voy a ocultarle la verdad, James —dijo Ameila en un tono
derrotado—. Ella necesita saber mientras todavía hay tiempo.
—¿Tiempo para qué? —exigió Graham.
—Tiempo de salvar a Robert —contesté.
Todos se volvieron hacia él; que estaba de espaldas a nosotros, sus
sinuosas líneas ahora tan oscuras como sus alas. Se inclinó hacia
adelante, su cuerpo tenso, apretándose como un resorte justo antes de
liberarse mientras que Samael esperaba con un tipo de entusiasmo casi
alegre que sin duda parecía fuera de lugar para todos los demás, pero yo
sabía exactamente de dónde venía y por qué.
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—Esto tiene que suceder, Grace. Lo ves ahora. Cuando hablé por
primera vez contigo sobre estar con N’Uriel, te dije que me temía que
salieras herida. No estaba mintiendo.
—Lo sé —dije en voz baja.
—Grace —interrumpió papá, pero negué con la cabeza.
—Ameila tiene razón, papá. Vine aquí para que Sam terminara lo
que empezó. Si eres realmente un EP, entonces sabes qué sucederá con
Robert. Si no muero, él lo hará, y Sam se asegurará de que él se lleve a
todos los que me importan con él.
Me di la vuelta, disgustada por mi propia explicación. Las palabras
actuaban como bilis en mi garganta y mi estómago revuelto por la visión
que se formó en mi mente si Sam conseguía lo que quería.
—Grace, por favor. Tiene que haber otra manera. Siempre hay otro
camino —declaró papá, pero no podía permitir que las cadenas que
tiraban de mi corazón me alejaran de lo que había venido a hacer aquí.
—Lo siento, papá. Siento haber tenido que mantener todo esto en
secreto de ti, pensaba que era mejor para todos, pensaba… —Era como
una banda de goma rompiéndose dentro de mí, una punzada aguda de
conocimiento—. Santa mierda.
—¿Qué? —preguntó Graham.
Me giré para hacerle frente a papá.
—No me dijiste sobre tú y mamá porque querías mantenerme a
salvo. Robert hizo lo mismo cuando me ocultó la verdad sobre Sam. Y
entonces yo lo hice por ti. Pensé que no decirte nada te mantendría a
salvo. ¡Dios, soy tan estúpida!
—No entiendo lo que está pasando, pero sé que no tienes que hacer
esto —dijo Janice en voz alta, su voz un sonido mezclado entre un sollozo
y asfixia.
La cabeza de Graham se balanceó en acuerdo.
—Sí, Grace. Podemos encontrar algo mejor. Tu papá tiene razón;
siempre hay otra manera.
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Mi cabeza se torció de la duda que sabía que nunca podría borrar
con palabras enlazadas de aquellos a los que más amaba, sin importar lo
mucho que deseaba que pudieran hacerlo.
—Tengo que hacer esto —dije con firmeza—. Papá, sabes que tengo
que hacerlo.
Mis ojos se movieron a Sam, y aunque se perdieron prácticamente
en el negro vacío que era su rostro, casi podía ver un pequeño atisbo de
satisfacción que confirmó lo que sabía no podía dejar pasar. Robert había
tenido razón. Él no ganaría.
Rápidamente, noté los movimientos de Robert y supe que mi tiempo
había terminado. Él ya no podía escuchar los pensamientos de los demás,
y éste silencio permitió a la oscuridad dentro de él gritar más fuerte. Él era
la oscuridad.
Se agachó completamente en cuclillas, una mano con los dedos
extendidos tocó el suelo. La otra se apoyaba en una rodilla doblada. Un
ruido sordo brotó de él, como un motor hambriento con el gusto propio del
poder.
Tiré mis brazos alrededor de Graham y lo besé en la mejilla. La sal
de sus lágrimas picó en el corte de mi labio, pero no me importó.
—Cuida de Lark. Te quiero, Frank —susurré contra su mejilla.
—También te quiero, Rocky —me contestó en una especie de voz
ronca.
Me aparté apresuradamente de él y me volví hacia mi padre.
—Lo siento, papá. —Me las arreglé para salir antes de que me
arrastrara en un abrazo asfixiante, su cara mojada apretada contra la mía.
—No te disculpes conmigo, cariño. No después de todo lo que pasó,
después de todo lo que he hecho. —Podía escuchar su respiración
entrecortada, los sollozos silenciosos que sacudían su cuerpo demasiado
doloroso como para soportarme más tiempo.
—Vas a tener que dejarme ir, papá —le susurré mientras me
alejaba de él.
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—Te amo, Grace. —Su voz estaba tan ponderada que no pudo decir
eso sin quebrarse. La mía propia estaba a punto de hacer lo mismo
cuando finalmente me dejó ir.
—Te amo, papá —acerté a decir antes de volverme y darle a Janice
una sonrisa triste. Había sido arrojada de cabeza en algo para lo que no se
había inscrito, y el impacto de todo podía verse en las líneas profundas
que enmarcaban su boca—. Cuida de él —susurré.
Miré a Ameila, vi la confusión en la que estaba, pero no sentí
ninguna simpatía por ella en ese momento.
—Sácalos de aquí —fue todo lo que pude decir antes de que el
sonido que había estado temiendo llenara mis oídos.
Había comenzado. Robert no podía manejar más el burlar su
llamado, y se había lanzado a su antiguo amigo, el objetivo más cercano a
él, el objetivo que lo llamaba y se burlaba de él al mismo tiempo. Eran
bolas de igual tamaño en oscuridad que gravitaban hacia el otro, cada una
luchando por consumir a la otra.
No tenía más remedio, sabía adónde me llevaría mi destino, lo
había aceptado. Le di a mi familia una última mirada, una última mirada
antes de decirles que corrieran.
Y entonces perseguí a Robert.
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38 Socio
Traducido por Caami
Corregido por LizC
obert, no! —exclamó mi voz aterrorizada mientras
él se arrojaba sobre el sonriente Sam. Mis pies no
me empujaron lo suficientemente rápido, mi brazo
inútil actuó como un ancla que me retuvo mientras mi otro brazo se movía
con fuerza a mi lado.
Me volví para lanzar una advertencia final, cuando todavía podía,
en el caso de que nadie me haya oído la primera vez.
—¡Váyanse! ¡Fuera de aquí, Ameila, por favor, sácalos de aquí! —No
me detuve para ver si alguno de ellos hacía caso de lo que dije. Tenía que
confiar en que Ameila no les permitiría quedarse, que no dejaría que Sam
consiguiera lo que quería después de todo.
El sonido del metal golpeándose uno a otro, el sólido ruido metálico
del hierro llenó la noche cuando el puño de Robert chocó contra un lado de
la cara de Sam. La cabeza de Sam salió disparada a un lado por el golpe,
pero a diferencia de cualquier escena de película, no hubo sangre ni
dientes perdidos. En cambio, la mano de Sam frotó su mentón y sonrió,
sus dientes blancos brillaban como pequeños azulejos en contra de su piel
oscura.
—¿Eso es todo? Golpeas como una niña. Una niña humana.
La mano de Sam se balanceó hacia atrás, el movimiento lento y
perezoso, antes de sacudirla hacia delante y aterrizarla por debajo de la
barbilla de Robert, lo que lo obligó a separarse del suelo y volar en el aire.
—¡R
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Fue una visión elegante, a pesar de la imagen macabra que era, esas
oscuras y negras alas de ángel, recuperándose de un golpe de gran
alcance. Dio un giro hacia atrás, las alas frenando su descenso antes de
aterrizar firmemente en el suelo.
Con un negligente movimiento rápido de sus pies, se quitó los
zapatos, enviándolos a volar hacia algún lugar, probablemente para nunca
volver a ser vistos.
—¿Y ésa fue tu demostración de cómo se debe lanzar
adecuadamente un puñetazo? Si es así, creo que prefiero tomar lecciones
de los humanos —disparó antes de impulsarse en la tierra, sus pies
desnudos dejando profundos surcos en la hierba.
Chocó contra el pecho de Sam, sus manos sobre los hombros de
este mientras lo empujaba al suelo. Las manos de Sam se echaron atrás
en un intento débil de contenerse para no caer profundamente en el suelo.
El puño de Robert se levantó y bajó rápidamente, una vez, dos veces, una
y otra vez, cada golpe hundiendo a Sam en la tierra, llevándose a Robert
con él.
Un rugido sordo procedió de Robert siendo expulsado hacia atrás.
El acto lo tomó por sorpresa, y en esta ocasión apenas se sujetó a sí
mismo a tiempo antes de aterrizar en el suelo, con una rodilla clavada en
la tierra, sus pies, empujando la hierba detrás de ellos en ondas de color
verde plateado. Sam emergió del suelo cubierto de tierra marrón.
—¿Tratando de enterrarme tan pronto? Creo que se te olvidó cómo
se supone que esto terminará, hermano —gruñó antes de saltar sobre
Robert como un cohete, la fuerza levantándolo del suelo y mandando a sus
cuerpos a volar por los aires varias decenas de metros, cayendo en una
bola de plumas y espinas.
Mi temor por la seguridad de Robert empujó a un lado cualquier
temor que sintiera por mí, mientras continuaba corriendo hacia ellos.
Luché contra la tentación de llamarlo otra vez, sabiendo que si lo distraía
podría darle a Sam la ventaja que necesitaba para superar a Robert.
Mientras, siguieron igualados, aunque la rabia que se deslizaba a través de
Robert junto con la oscuridad que lo había tomado por completo, lo hacían
poco a poco más fuerte, más rápido, determinado.
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06
Y esto es lo que me impulsó. Las palabras de destrucción de
Ameila, el deseo de Sam de ver eso, el voto de Robert de no vivir sin mí; no
podía dejar que nada de eso sucediera. Luché contra el ardor en mi
costado para llegar a ellos, uno totalmente ajeno a mi acercamiento, y el
otro esperando por ello alegremente.
—Creo que… —oí a Sam decir mientras llegaba a él, su cabeza
girando hacia mí—… voy a probar algo diferente.
Y entonces se había ido. La mirada de Robert viajó hacia arriba, y
la mía lo siguió, pero el cielo estaba oscuro y Sam se había perdido en el
mismo. Mis ojos no pudieron ver nada, aunque estaba segura de que él
estaba allí. Robert, sin embargo, sabía exactamente dónde estaba, con un
ruido sordo que pareció salir de él amplificado por la tranquila oscuridad,
se lanzó al cielo negro encima de nosotros.
El sonido de pies aterrizando detrás de mí me sorprendió, y una
mano tapó mi boca para ahogar mi grito de sorpresa. Lo intenté, pero no
pude darme la vuelta mientras la sensación de algo afilado se clavaba en
mis costados, bloqueándome en el lugar. Ahogué un grito, y la mano se
presionó aún más contra mi rostro, un fuerte pulgar presionando un lado
de mi nariz, el talón de la mano muy cerca de aplastar mi mandíbula, al
tiempo en que el dolor en mis costados se intensificaba.
—Qué dulce y suave carne, hermana —un susurro oscuro rozó mi
oreja. Y entonces la mano se había ido, él se había ido.
Me desplomé en el suelo y miré mis muslos, horrorizada por la
visión de la sangre que comenzó a filtrarse a través de dos agujeros que
habían sido arrancados en mis pantalones de chándal. Froté la mano
contra ellos y dejé escapar un suspiro de alivio cuando me di cuenta de
que eran sólo heridas superficiales, a pesar de que quemaban como si la
piel misma se hubiese chamuscado.
Pero no eran las únicas heridas que Sam había causado; sentí el
chorro cálido y húmedo que corrió por mis costados. Con una mano
hinchada, subí el dobladillo de mi camisa y vi que había tres agujeros más,
estos muchos más grandes y profundos, perforados en mi cadera y en el
costado de mi abdomen. No tenía que mirar para saber que había un
mismo sistema en mi otro costado, y bajé la camisa, a sabiendas de que no
tenía sentido tratar de detener la hemorragia.
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Esto iba a terminar de alguna manera, pero estaba maldita si iba a
permitir ponerle fin de la manera en que Sam quería. Con un gruñido, de
alguna manera me obligué a levantarme, estabilizándome firme contra el
suelo con mi mano apoyada en él, ahogando el grito que se formó dentro
de mí ante el dolor.
—Vas a tener que hacerlo mejor que eso, cabrón —maldije cuando
me tambaleé hacia delante con pies inestables.
Al igual que una gota de lluvia negra, Robert cayó desde el cielo y
aterrizó delante de mí con sus alas extendidas detrás de él, un manto
negro que me hizo dar un paso atrás antes de negar con la cabeza y
forzarme a caminar hacia él. No iba a tenerle miedo.
—Robert —dije con la voz más firme que pude controlar, el dolor en
mis costados impidiéndome el ascenso y caída de mí pecho mientras
respiraba—. Robert, no escuches a Sam. No hagas caso a lo que él te diga.
Escúchame, escucha mi voz. Escúchame decirte que te amo. Te amo. No
dejes que ninguna cosa interfiera con eso.
Me miró, pero no pude distinguir sus emociones, todo en él era tan
oscuro y perdido para mí. Incluso su voz parecía empañada con la
desesperanza de la rabia que supuraba dentro de él como una herida en
carne viva. Sentí su mirada en mí como una marca y supe lo que estaba
viendo, sabía que estaba viendo las manchas rojas que se extendían a lo
largo de mí, sabía que yo estaba dolorida y que luchaba contra eso por él,
porque tenía que estar con él, para mantenerlo a salvo.
—Estás herida. —Fue una observación en bruto, una que fue más
corta y seca que preocupada.
—Está bien —le aseguré—. No es grave.
—Estás mintiéndome. Puedo oír tu corazón; está estresado.
—No estoy mintiendo, Robert. Las comprobé, no son tan profundas.
Y por supuesto que es estresante, no estamos exactamente en una fiesta
aquí —bromeé, con la esperanza de que el sarcasmo cubriera la tensión en
mi voz que no podía ocultar la mentira.
Hubo un destello de algo en sus ojos oscuros y levantó la mano, la
puso contra mi costado, apretando suavemente.
—Aaah —grité antes de caer en sus brazos.
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—Éstas son graves —me dijo en tono de reproche.
—Viviré —dije bruscamente, sabiendo que esta vez, estaba
mintiendo abiertamente y odiándome por ello.
—Deja que te sane. —Presionó su mano contra la mancha de
sangre, pero negué con la cabeza.
—No hay tiempo.
—Esa no es la verdad. —Sam rió mientras se dejaba caer desde lo
alto como una nube negra de odio burbujeante, empujando a Robert lejos
de mí y arrojándolo en el aire—. Ella va a morir, N’Uriel —gritó—. La
cuestión ya no es de cuándo, sino más bien de, ¿cómo va a suceder?
¿Sangrará hasta la muerte mientras jugamos nuestro pequeño juego del
gato y el ratón, o la estrangularé? Tal vez me limitaré a romperle el cuello
como una ramita, y deshacerme de ella. ¿Qué dices, hermano? Quiero que
sea una muerte física, aunque sé qué prefieres más que sea de un tipo
instantáneo. Siempre has sido demasiado suave para tu propio bien.
Se agachó y me agarró por la garganta, levantándome en el aire, la
sonrisa enfermiza no dejando su rostro.
—Es una vergüenza que sea sólo una humana después de todo.
Podríamos haberla compartido. O podría haber tenido al menos más
tiempo para llegar a conocerla tan bien como tú lo hiciste. Sin embargo,
tiene un sabor muy dulce, te concederé eso. Quizás es porque es la fruta
prohibida, pero esas son siempre las del tipo más suculento para ju…
Un negro borrón fusionado con la más profunda oscuridad silenció
los insultos repugnantes de Sam mientras era arrancado de mí, la violenta
separación enviándome de golpe al suelo, aterrizando en mi hombro
dislocado. Un medio grito, medio gruñido de dolor escapó de mi boca
cuando la fuerza empujó todo de nuevo a su lugar con un chasquido
repugnante.
Permanecí allí por un minuto, respirando profundamente con el fin
de hacerle frente al disparo de dolor que se extendió desde mi cuello a la
punta de mis dedos. Con cautela, me senté y levanté mi brazo para
inspeccionarlo, satisfecha de que a pesar de las punzadas, por lo menos
podía moverlo; podía ignorar el dolor, me dije, siempre y cuando
funcionara.
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Lo que vi me dejó en estado de shock. La aparición de moretones
púrpuras negruzcos que se había iniciado en mis manos ahora se
apoderaba de mi brazo entero. Miré mi otro brazo y vi el mismo necrótico
color de piel extendiéndose más allá de mis codos hasta la altura de mis
hombros. No me atreví a levantar la camisa para ver hasta qué punto la
oscuridad había viajado, y en su lugar me centré en los cuerpos
abatiéndose frente a mí.
—Robert —dije en un susurro sin aliento mientras me empujaba
fuera de la tierra y corría hacia ellos, sin saber cómo iba a ser capaz de
detener esta locura, pero sabiendo que tenía que intentar algo, cualquier
cosa.
Robert, Robert, Robert.
Me detuve. La voz en mi cabeza era la mía y, sin embargo, no era
así.
Robert.
Negué con la cabeza, como si el pensamiento cayera como agua en
mis oídos tapados, pero instantáneamente la voz continuó. Empecé a
correr de nuevo, más rápido esta vez.
Robert, Robert, Robert. Una y otra vez, el nombre de Robert llenó mi
mente, el sonido del mismo, cada sílaba, cada matiz de su nombre,
convirtiéndose en un pensamiento individual. Cada pensamiento adquirió
casi un musical igual a una clase, una nota en una escala que pronto noté
era su propia canción, y estaba sonando al ritmo de los latidos que
atropellaban mi corazón a medida que competía junto con mis pies en una
necesidad desesperada de llegar a él, de ayudarlo.
Salvarlo. Salvarlo. Robert.
Vi la mirada de alegría, la sonrisa forzada que se extendió por el
rostro de Sam, casi alcanzando a sus orejas mientras sostenía el rostro de
Robert en un apretón ennegrecido y liberaba un sin fin de golpes con su
cabeza, y apaleaba con las garras que alguna vez habían sido sus alas.
Reuní la fuerza que pude y me tiré hacia él, sin importarme el dolor
punzante en mis costados, o los miembros carbonizados que se mecieron a
mi lado a medida que se impulsaban con fuerza, empujándome hacia
delante. Aterricé con fuerza contra él, mis brazos envolviéndose alrededor
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de su pecho, la fuerza de mi intrusión sin tener efecto en él, pero fue
suficiente para causar que Sam se detuviera en su asalto.
—¿Qué estás haciendo? —gritó antes de arrancarme lejos y
lanzarme a un lado como si fuera una mota insignificante de tierra—.
¡Aprende a jugar bien el juego o no juegues en absoluto!
Me tambaleé, pero no caí cuando mis pies se equilibraron seguros
en la hierba blanda, gracias a mis botas. Con obstinada determinación,
corrí hacia delante insinuándome entre ellos una vez más, esta vez
alertando a Robert de mi presencia de la única manera que sabía hacerlo.
Presioné mi boca a la suya y quise gritar por el contacto. Se sentía
como si sus labios estuvieran en llamas pero luché contra la necesidad de
retirarme, luché por el contrario contra la necesidad de mantenerlos allí,
de mantenerlo conmigo. Traté de llegar a él con mis pensamientos, pero la
voz en mi cabeza se negó a dejar salir o entrar nada, atrapándome dentro
de mí.
—Robert —susurré, mi respiración muy fresca en contra de sus
labios—. Robert, no me dejes. No me dejes, por favor.
—No va a funcionar —se burló Sam mientras me agarraba por el
cabello con dedos indiferentes, arrancando montones mientras me tiraba
lejos—. Se ha ido demasiado lejos; simplemente dile adiós.
—No, todavía hay tiempo —argumenté, agarrando su mano para
conseguir que lo dejara ir pero tuve problemas con mis propias manos,
que estaban demasiado rígidas e hinchadas como para ser de mucho uso.
—Sólo tienes que aceptarlo; llegaste demasiado tarde, pequeña
hermana. Haz fallado, al igual que nuestra madre. La única cosa que
puedes hacer es rezar para que sea más compasivo contigo. Su mano se
apretó sobre mi cráneo, el dolor casi insoportable cuando me echó hacia
atrás. Sentí el impacto de mi cuerpo contra el suelo, pero lo único que
escuché fue el rugido de ira y rabia cuando Robert se lanzó hacia Sam, un
ariete de oscuridad y furia, estrellándose contra la malvada bienvenida que
era la risa de Sam.
Sacudí la sensación de mareo que me asaltó y me levanté en mis
pies inestables justo a tiempo para ver a Sam lanzar a Robert lejos de él
con un lanzamiento descuidado de sus manos. Robert estaba demasiado
consumido por su rabia como para centrarse en su estrategia de ataque,
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así que sólo estaba atacando por el bien de hacerlo, y las consecuencias
eran evidentes.
—¡No, Robert! —grité cuando lo vi dar un golpe en su pecho que
parecía que hundiría su torso entero con él.
¡Cállate, puta entrometida!
Los pensamientos de Sam fueron como una bala que se disparó
directamente al centro de mi mente, y sentí la tierra contra mi mejilla
antes de sentir mis rodillas cediendo y desmoronarme. Mis ojos
permanecieron abiertos mientras miraba con horror fascinado como
Robert, al verme allí tendida, al ver el dolor y la angustia que llenó mis ojos
y mi cara, hizo más lento su ataque y se detuvo por un breve momento,
sus alas hundiéndose, retrayéndose, su rostro aflojándose con miseria
cuando vio qué era lo que Sam había hecho con un sólo pensamiento.
Mi mente lo buscó, como una mano extendida buscando alcanzar
una estrella fugaz. La canción que se reproducía en mi cabeza pareció
recorrer la distancia entre nosotros, un puente entre nuestras mentes,
mientras la afirmación que había dejado en su corazón buscaba
alcanzarlo.
Sin previo aviso, Robert estuvo detrás de un burlón Sam, con las
manos en la base de las alas de Sam, y con un grito de desesperación
brusca y culpa, tiró.
Vi la mirada en el rostro de Sam fallar; ya no estaba sonriendo
como alguien enloquecido. Por una fracción de segundo, vi el miedo, el
miedo real, palpable tomándolo antes que la realización de que había
perdido comenzara a instaurarse. Las manos de Robert se separaron, y
como una cortina siendo dividida para dejar entrar la luz brillante de la
mañana, la espalda de Sam se rasgó abierta, liberando un estallido de luz
cegadora.
—Todavía morirás... —gritó Sam con una voz distorsionada, casi
metálica antes de que la grieta se extendiera hasta su rostro, lo partiera a
la mitad.
Con un último rugido de angustia, las manos de Robert rasgaron a
Sam en dos, resultando una explosión de brillo inimaginable que lo envió a
navegar hacia el cielo y desaparecer de mi vista. Cerré mis ojos, pero el
fantasma dorado de lo que había visto se mantuvo; no hubo ningún
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refugio para mí detrás de mis párpados cerrados cuando el halo que se
formó detrás de ellos me abrumó. Luché por concentrarme cuando mis
ojos se abrieron pero no estaba ni la mitad de ciega todavía, pude ver
claramente que Robert se había ido y que todo lo que quedaba de Sam era
el marco espinoso que alguna vez había sostenido sus alas prístinas y
blancas.
—Grace, ¿estás bien? —Volví la cabeza para ver a Lark de rodillas a
mi lado, con la mano suavemente sobre mi hombro mientras reprimía un
grito de asombro cuando vio mis miembros oscuros—. Es muy pronto —le
oí murmurar antes de que sus ojos se elevaran a los míos.
—¿Demasiado pronto para qué?
—Nada —dijo rápidamente antes de caer y aferrándose a su
abdomen, un sonido de grito áspero se deslizó por entre sus dientes
apretados. Fue un grito de dolor. El dolor que sólo viene de una fuente.
—Estás mintiéndome —observé.
—Grace, por favor... —gimió, mientras sacudía la cabeza.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Stacy, apareciéndose tan de
repente, me escabullí hacia atrás y lejos de ellas.
—¿Cómo llegaron aquí? ¿Cuánto tiempo han estado aquí?
—¿De qué otra forma te parece? —respondió, inclinándose para
ofrecer una mano suave a Lark para tranquilizarla—. ¿Qué está pasando
con ella? ¿Por qué está así?
—Ella está mintiéndome sobre algo. Si no dice la verdad pronto, la
mentira la va a matar, y no creo que le den una segunda oportunidad
como a Robert.
—¿Qué le escondes a Grace, Lark? —preguntó Stacy mientras
aparataba un mechón de cabello de la cara del ángel atormentado.
—No puedo decirlo —se quejó, y comenzó a retorcerse en el suelo
de pura agonía. Había visto esto antes, vi pasarle esto a su hermano poco
antes de que su corazón dejara de latir para siempre.
No entendía por qué alguien estaría dispuesto a pasar por todo eso
por una mentira.
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—Dime la verdad, Lark. Sabes lo que sucederá si no lo haces, y lo
que eso significará para Graham.
Ella me miró con tanta angustia en sus ojos, la plata pálida casi
tragándose sus centros oscuros.
—Me odiarás —fue su respuesta en voz baja.
—¿Cuándo alguna vez me sentí detenerte de decirme algo? —Me reí
con frialdad, mientras mis costados dolían y quemaban, y mis manos
latían con dolor implacable.
—Por favor, Lark —declaró Stacy—. Somos tus amigas. No te hagas
esto a ti misma. No puedo creer que esté diciendo esto, pero no le hagas
esto a Graham.
Mi cabeza se volvió hacia donde me había despedido de mi familia,
y suspiré con la inmensa sensación de alivio que se apoderó de mí cuando
vi que el estacionamiento ahora sólo contenía un auto. El vehículo del Sr.
Branke seguía allí, así como dos bultos que, desde donde yo estaba,
parecían dos formas dormidas dispuestas a despertar en cualquier
momento y me pregunté por qué estaban allí. Tuve que luchar contra el
dolor y la culpa que sentí ante la vista, apreciando el conocimiento de que
por lo menos Graham y mi familia estaban a salvo.
Mi mirada regresó a Lark y ella pudo ver mis pensamientos,
conocerlos y ser tan feliz por ellos como yo.
—Después de todo lo que ha pasado, merece ser feliz —murmuré—.
Se merece tener la vida que quiere. Dime la verdad, para que así puedas
hacer eso por él. No pasó a través de todo esto sólo para que mueras
porque no querías lastimar mis sentimientos.
Su boca se abrió, sus ojos vidriosos, pero apretó los labios y vi la
derrota en su agarre y empezó a hablar.
—Éste es tu llamado, Grace. Ésta es la razón por la que naciste.
Has nacido para morir, porque muriendo salvas a Robert. Cada segundo
pasado ignorando tu llamado te empuja más y más a la oscuridad misma
que lo está destruyendo. Eres, por todos los intentos y propósitos, una
Innominada, también.
—Espera, ¿entonces Grace es mitad ángel? ¿Dónde diablos he
estado? Ah, sí, es cierto. Muriendo.
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El rostro de Lark se estrujó en una expresión angustiada.
—En cierto sentido, sí.
—¿Y lo sabías, lo supiste todo este tiempo y no le dijiste?
Lark apartó la mirada, avergonzada por el tono acusatorio que
manchaba la voz de Stacy.
—Sí.
En un movimiento que era característico de Stacy, lanzó un
gruñido y levantó la mano, doblando los dedos y tirando de ellos en una
bola contra la palma de su mano. El puño de Stacy se estrelló contra el
suelo, hundiéndose en él como si lo hubiera sumergido en agua,
deteniéndose en su codo y haciéndola caer hacia delante, aterrizando en
su barbilla, la punta afilada tallando su propio nicho en la hierba suave y
suelo.
—Maldita sea —maldijo mientras se empujaba hacia arriba,
quitando el polvo de la tierra y las raíces fibrosa fuera de su brazo y cara—
. Voy a tener que aprender a controlar esto si me voy a enojar.
Miró a Lark, el dolor y la rabia que se estaba desarrollando en su
interior comenzó a tirar de sus cejas, tirando de ellas en un ceño fruncido
en su rostro, una expresión que nunca había visto antes. Se veía
traicionada.
—No puedo creer que hayas hecho esto. Todo el tiempo estuviste
odiando a Robert porque sabía acerca de Sam, estuviste escondiendo esto
de Grace. ¿Robert sabe acerca de esto, también?
Lark sacudió la cabeza, demasiado llena de culpa para hablar.
Stacy lo hizo por ella.
—Lo sabías y se lo escondiste a ambos. ¡Dios mío, todas las vidas
que arriesgaste, incluso la de Graham! La culpa que pusiste en Grace, la
tensión que pusiste en tu hermano… Y-yo creo que ni siquiera te conozco.
¿Cómo pudiste hacerles esto a ellos? ¿A las personas de las que afirmas
preocuparte?
—No entiendes. Esto tenía que suceder, no tenía más remedio que
escondérselo. Grace tenía que hacer esto, pasar por esto y tomar estas
decisiones por su cuenta. Mi especie no tuvo elección; no tenemos voz en
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nuestro propio destino. Simplemente hacemos lo que debemos porque ese
es el camino que debemos seguir. Robert iba en contra de su camino, lo
cual lo llevará a su muerte y el único propósito de que Grace naciera era
para evitar que eso sucediera.
»Si Robert hubiera sabido, nunca habría vuelto aquí, nunca
hubiera conocido a Grace, pero su llamado iba a venir sin importar qué, al
igual que el de ella, ya que ambos existen, y al destino no le importa de
dónde eres o lo que estás haciendo. Sus demandas no se pueden evitar, y
Robert y Grace morirían ambos por nada.
—Pero vi la visión de Robert, aquella que tu abuela dejó en su
mente acerca de mi vida en la que nunca nos habíamos conocido. ¿Por qué
la vio si los dos íbamos a morir? —le pregunté, indignada con todo de
repente.
—Ella no lo vio; era una visión falsa. Él le pidió ver lo que pasaría si
él no regresaba; ella le mostró una mentira. Era benigna, y no le hacía
daño a nadie.
—¡A mí me hizo daño! ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí, a Robert?
—Estaba casi histérica mientras el sonido de mi voz se perdía en el vacío y
la tranquilidad que nos rodeaba, aunque la pérdida de sangre estaba
empezando a afectarme.
—Lo hice para salvarlo —gritó en respuesta, enojada y a la
defensiva. Se puso de pie, su cabello negro balanceándose sobre su
hombro en una gruesa trenza, su ropa impecable, moderna y limpia, ni
una sola arruga o un hilo fuera de lugar. En efecto, ella era perfecta.
Y traté de odiarla, quería odiarla, pero no pude porque tan horrible
como creía que era lo que hizo, sus razones tenían fundamento. Las había
justificado por mí cuenta cuando tuve que elegir entregarme a Sam.
—¿Y ahora qué? Sam está muerto. ¿Qué hago ahora?
—No sé —murmuró Lark, sus hombros cayendo de repente a
medida que la desesperación se apoderaba de ella—. ¿Por qué no te mató
cuando tuvo la oportunidad?
—Él dijo que los planes habían cambiado. Su socio…
—¿Socio? —El rostro de Lark de desesperación al instante se vio
ensombrecido por la preocupación y el miedo—. Si Sam tenía un socio,
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entonces eso significa que tu familia todavía está en peligro, sin importar
lo que te pase. Y Robert todavía está furioso. No sabe lo que está haciendo.
Es un peligro para todos.
Su cabeza se movió en alto y luego bajó en una ráfaga de plata y
negro, su rostro lleno de pánico.
—¡Grace, corre! —gritó mientras se lanzaba hacia delante, sólo para
ser derribada por una bola de brillante ébano.
—¿R-Robert? —Oí que mi voz temblorosa preguntaba mientras
miraba a la criatura encorvada sobre el cuerpo de Lark.
—Corre, Grace —dijo la voz apagada de nuevo mientras Lark se
empujaba fuera de la tierra, enviando a Robert a navegar hacia el cuerpo
aterrorizado de Stacy. Ella se lanzó fuera del camino con una velocidad
imposible, dejando escapar una exclamación asombrada de “virtuosa” en
sus acciones antes de dar vuelta a mirarme con los ojos muy abiertos—.
¡No te quedes ahí parada mirando! ¡Corre, Grace!
Enfrenté una mini guerra en mi interior mientras observaba a la
figura boca abajo que me miraba con los ojos ennegrecidos. No me
importaba que por primera vez se pareciera a la Muerte. Lo amaba. Estaba
dispuesta a morir por él si eso significaba salvarlo.
—¡Pero no de esta manera, Grace! —gritó Lark antes de estrellarse
contra su hermano, fijándolo a la hierba—. Si él te mata, se mata a sí
mismo. No puedes querer eso para él.
No lo hacía. No quería eso para él. Le di una última mirada. Mi
vida. Mi amor. Y entonces me di la vuelta y salí corriendo. Sólo había un
lugar a donde podía ir, sólo un lugar donde supe que perdería mi vida sin
Robert a mi lado. Sam se había ido, pero había otras opciones. Corrí tan
rápido como pude, mis costados y mis piernas doliendo, minando mis
fuerzas mientras mí sangre seguía escapando de mí. Mi boca se abrió una
vez para gritar un nombre. Era mi última oportunidad para salvar a
Robert, y me di cuenta de que sólo una persona quería ayudarlo tanto
como yo.
—¡Bala!
Y me precipité hacia la oscuridad del bosque mientras comenzaba a
aparecer a mi vista, escuchando mi llamado, mi deseo siendo bienvenido.
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39 Dejando el Curso
Traducido por LizC y Lizzie
Corregido por LizC
ra como si mis pies no pudieran seguir adelante con
suficiente rapidez. El primer signo de árboles y arbustos
fue como una pantalla de bienvenida, sus ramas
siempre verdes oscuras abriéndose hacia mí para entrar y perderme detrás
de ellas. Estaba más que dispuesta a hacer precisamente eso.
Sin la ayuda de las luces del estacionamiento, o incluso la luna, la
oscuridad en mi retiro boscoso fue casi sofocante, y amplificaba los ruidos
que surgían en mi intrusión de este mundo negro infestado. Sacudiendo el
presentimiento arrastrándose dentro de mí, seguí adelante, permitiendo
que mis pies abrieran el camino lo más rápido que se pudieran mover. Las
barras urticantes de las ramas colgando bajo, sus extremos verdosos
golpeando mis brazos y cara, manteniéndome alerta al peligro que me
amenazaba desde donde yo había entrado. A pesar de que no me distraía
de las ramas meciéndose inquietante sonando sus hojas por encima y
alrededor de mí, el sonido igual a miles de pequeños huesos resonando
juntos era una advertencia que me negaba a escuchar.
No sabía cuánto tiempo me quedaba antes de que Robert venciera a
su hermana y viniera tras mí, pero no pasaría mucho tiempo. Era más
fuerte que Lark sin la rabia corriendo por sus venas; teniendo tanta ira y
energía hirviendo en lo profundo de él era como adicionar combustible
para aviones a un incendio forestal y temía que pudiera lastimarla o algo
peor. Necesitaba encontrar a Bala, la necesitaba para que me ayudara a
poner fin a esto antes de que Robert hiciera algo de lo que se arrepintiera.
E
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Corrí. Corrí tan rápido como pude, pero la falta de luz se
comportaba como una niebla que nublaba mi visión, impidiéndome ajustar
mí vista a mí alrededor y sus obstáculos. Tropecé varias veces sobre la
superficie irregular del suelo del bosque, enderezándome antes de que
pudiera caer a la tierra, agradecida de que, de otra manera, al menos no
era tan torpe como a veces me sentía. Pude sentir el ardor en mis piernas y
brazos a medida que gastaba y tomaba prestado energía y fuerza que no
poseía con el fin de mantenerme en movimiento, adentrándome más y más
entre la oscuridad desconocida que se extendía sin cesar delante de mí.
Mis costados quemaban como si fuego fuera disparado desde las
heridas que Sam había infligido. Pero pude notar que la hemorragia había
disminuido un poco. Mi camisa se aferraba a mí, pegajosa y fría, y el olor
de mi sangre, el sabor a óxido de la misma, parecía exagerado en el aire
frío, el olor actuando como una sirena llamando a la excitación, la
ansiedad, el hambre, y los curiosos mientras viajaba más allá del camino
que dejaba atrás.
Me sacudí la preocupación que sentía y seguí adelante. Con cada
embestida fuerte de mi agitado y gastado corazón, el nombre de Robert se
hacía eco dentro de mi cabeza, corría por mis venas, y chamuscaba mi piel
con los recuerdos que esperaba que habría de hacer esta parte más fácil.
En su lugar, fue peor. Podía sentir la codicia dentro de mí crecer,
luchando contra el impulso de hacer lo que había nacido para hacer. No
quería huir de Robert. Quería correr hacia él. Quería estar con él. Él era
todo para mí, y la canción que se reproducía en mi cabeza era como una
broma cruel, una bofetada en la cara de todo lo que sentía, todo lo que
quería.
En el fragor del caos del bosque, una sonrisa estalló desde las
sombras que eran de algún modo más oscuras que incluso este mundo sin
luz, y su sonido malévolo me obligó a despejar mi cabeza.
No había tiempo, no había lugar para el egoísmo en esta lucha. No
iba a permitir que la distracción de esto me aparatara de lo que me había
comprometido a hacer. Para mantener a Graham y a mi familia segura, y
para salvar a Robert, tenía que permanecer concentrada.
—¡Bala! —grité, pero no oí nada cuando el sonido de mi voz fue
consumido rápidamente por la creciente excitación que resonó a mi
alrededor. Mis manos se extendieron delante de mí por razones
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desconocidas y entonces sentí que mi pie quedó atrapado en algo, mi
cuerpo siguió impulsado hacia adelante por mi carrera.
El chasquido inconfundible de hueso y ramas resonó alrededor en
el silencio repentino que llenó este bosque oscuro cuando caí al suelo, con
las manos extendidas capturándome e impidiéndome chocar contra la
superficie dura y áspera de lo que parecía una raíz elevada. Por supuesto,
aterricé a una velocidad tan tremenda que la fuerza de ello me hizo rodar,
golpeando mi espalda contra la base de un árbol nudoso antiguo, su
corteza lloviendo sobre mí en escamas húmedas.
—Ay —gemí cuando cuidadosamente me empujé en alto a una
posición sentada, usando el árbol que había actuado como freno para
ayudarme a mantenerme apoyada. La extraña calma que me rodeaba era
inquietante. Ni un sólo sonido se oía con excepción de mi respiración
áspera, y sin embargo la falta de ruido era casi ensordecedora en sí
mismo.
El silencio burlón actuaba muy parecido a la risa que me había
sorprendido antes y me sacudió de mis pensamientos vagando. Aparté a
un lado el temor que comenzó a meterse dentro de mí, no queriendo que se
aferrara a mi corazón. Sabía que sólo serviría para impedírmelo si lo hacía.
—¿Bala? —llamé a cabo, mi tobillo parecía que estaba perdido
entre el frío y el calor abrasador, y aunque no podía ver mucho, pude
distinguir la punta débil blanca de algo que sobresalía del costado de mi
pie, a medida que se asomaba desde la cárcel que dos raíces delgadas
habían formado alrededor de mi tobillo hinchado—. Por favor —grité en la
oscuridad, mis pulmones comenzaban a estrecharse en mi pecho—. No
dejes que me encuentre. No me preocupo por mí. No me importa lo que me
pase a mí, pero él no puede ser el que acabe con esto.
Un suave rumor comenzó por debajo de mí y sentí que las hojas y
la corteza que se habían caído encima de mí comenzaron a danzar con las
vibraciones que sacudió el suelo que estaba asentado por encima. Las
raíces que me rodeaban empezaron a desplegarse, y pronto encontré mi
pie puesto en libertad, aunque rápidamente lo lamenté cuando el dolor
cortante se disparó a lo largo de mi pierna.
—Oh, santo cielo —gemí, agarrándome la espinilla, y apretando los
dientes.
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El ruido cesó, y el silencio fue una vez más mucho más aterrador
que cualquier cosa que había imaginado. Era un sonido mortal, este
silencio.
Un nudo comenzó a apretar en mi abdomen, y miré hacia abajo
justo a tiempo para ver la capa de lodo negro-marrón cubriendo la raíz
rodeando mi cintura entera antes de que comenzara a arrastrarme a través
de los bosques a una velocidad cegadora. Pasé de gritar a tomar medidas
drásticas al morder mis labios a través de mis dientes, cada bache y
pendiente obligándome a gemir a través de ello mientras mi pie empujaba
contra el suelo y los costados donde las ramas salientes pinchaban
sobresaliendo de entre los arbustos y árboles jóvenes que se alineaban en
mi ruta de escape.
Vislumbré destellos del cielo a través de las pocas aberturas por
debajo de la cubierta por encima de mí, pero no había luz allí para
ofrecerme esperanza. Incluso las estrellas no querían ser testigos de lo que
sucedería aquí esta noche. Sentí que mi último rayo de esperanza
comenzaba a desaparecer a medida que era arrastrada lentamente, y me
encontré tumbada al lado del árbol de sauce grande que era la casa de
Bala.
La raíz que me había empujado a través del laberinto del bosque se
escabulló por lo que hice lo que pude para ponerme de pie, luchando
contra el dolor de mi pie y el vértigo que había empezado a sentir. Mi mano
se fue a mi costado y jadeé cuando me di cuenta de que estaba caliente; la
hemorragia había comenzado de nuevo, y esta vez, no parecía que iba a
parar.
—¿Necesitas mi ayuda?
Los ojos oscuros de Bala emergieron de alrededor del ancho tronco,
y chasqueó su lengua cuando me vio.
—Necesitas la ayuda de otra persona.
—No —le dije. Alcancé el árbol para sostenerme y lo sentí
estremecerse cuando mi negra y ensangrentada piel lo tocó—. No necesito
la ayuda de nadie, sino la tuya. Necesito que me ayudes a morir.
—¿Morir? No estoy segura de entender.
—Robert está tratando de matarme…
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Ella sonrió y me cortó.
—Bueno, seguramente no puedes esperar que me ponga en su
camino.
—No. No, tú no entiendes. Si él me mata, se mata a sí mismo.
—Eso es una locura. Los ángeles no mueren.
Golpeé el árbol con el puño en frustración.
—No me estás escuchando. Mi madre está muerta. Acabo de ver a
un ángel siendo rasgado por la mitad. Los ángeles mueren, Bala, y si no
me ayudas, Robert va a ser el próximo. Él va a matarse si me hiere, y si lo
hace, matará su alma.
—Piensas demasiado de ti misma, humana Grace. ¿Por qué se
suicidaría por tu muerte? ¿No puede simplemente encontrar a otra para
que te reemplace? ¿Eres tan especial?
Mi corazón se sacudió en mi pecho ante su sugerencia. Lo había
pensado. Pensé que lo había aceptado. Pero escucharlo de otra persona,
escuchar lo obvio que era para otra persona, era como tener el corazón
puesto en un férreo control y hacer que se apretara hasta que explotara.
—Espero que algún día encuentre a alguien más —dije poco a poco,
las ardientes palabras saliendo de mi boca, la mentira demasiado
desagradable para tolerarla—. Espero que él lo haga. Pero él no será capaz
de hacerlo si me mata. Por favor, ayúdame.
—No soy una asesina —dijo mientras negaba con la cabeza y
desaparecía detrás de un árbol una vez más.
—¡No! Bala, por favor. Ya estoy muriendo —tosí, mi pecho
moviéndose meros milímetros ahora. Tomé una respiración poco profunda
y muy pronto se duplicó en un ataque de tos seca que se sentía como un
millón de agujas tratando de encontrar la manera de salir de mí.
—No tienes que hacer otra cosa que mantener a Robert lejos de mí.
Sólo mantenlo lo suficientemente lejos —le susurré como pude, mientras
mi solitaria pierna cedía y me desplomaba en el suelo—. No pasará mucho
tiempo.
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Levanté la mirada, y pude escuchar el temblor de las hojas por
encima de mí, aunque no había viento. Dos esferas oscuras y una sonrisa
aparecieron formándose en la cara olivácea que pertenecía a Bala, con el
cabello girando alrededor de su cabeza en una masa de actividad.
—Está bien.
—Gracias.
Sentí sus manos tocando suavemente mi cara y me arrulló.
—Tan suave. Yo solía tener una piel como la tuya. Pecosa como la
tuya, también. N'Uriel nunca halagó mis pecas, sin embargo.
—¿Lo escuchaste? —remarqué, mi voz tan suave, preguntándome
si ella incluso me había escuchado.
—Sí. Siempre vigilo. Siempre estoy vigilando. Yo lo veo todo. Lo
quiero, también, ya sabes. Lo quiero casi tanto como odio al ángel que me
convirtió en lo que soy. N'Uriel sólo me ha mostrado bondad, ternura. No
podría aceptar su muerte. Eso dolería.
Al escucharla hablar de él con tanta reverencia, me sentí mal por
ella. No sólo quería a Robert. Ella estaba enamorada de él, y yo sabía
mejor que nadie lo que eso podría hacer al espíritu humano. Y, aunque
sabía que había pasado mucho tiempo desde que había sido humana, casi
tenía la certeza de que esa parte de nosotros nunca moría, no importa en
qué nos convirtiéramos.
—¿Lo vigilarás, Bala? —jadeé, sabiendo que la tarea, aunque
simple, era algo con lo que ella estaría de acuerdo.
—Con cada hoja y rama a mi disposición —respondió ella con un
gesto enfático de la cabeza.
—Gracias.
Ella me sonrió una vez más, y entonces mi cuerpo se levantó,
elevado por las hojas y ramas que habían logrado de alguna manera
profundizar por debajo de mí sin ser detectadas. Me acercaron a la corteza
cubierta de musgo que cubría el tronco del árbol de Bala. Una fisura
comenzó a formarse en una de las grietas, luego cada vez más larga y más
ancha, hasta que fue lo suficientemente grande para retener a una
persona pequeña. Las flores que salpicaban el árbol abriéndose y
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cerrándose rápidamente en esta actividad, y con un suave empujón, me
pusieron en la ancha abertura, una cama de musgo acunándome en su
suavidad.
—Vas a estar a salvo aquí. Siento que te estás muriendo, Grace.
Podríamos haber sido grandes amigas.
Una débil sonrisa a medias se formó en mis labios y asentí.
—Creo que ya lo somos.
—Que estés en paz —dijo antes de que la abertura comenzara a
disminuir y el mundo desapareciera detrás de una pared cubierta de
musgo.
Tomé varias respiraciones lentas y profundas mientras trataba de
acostumbrarme a los estrechos confines de donde fuera que iba a morir.
Tuve que admitir que era una opción mucho mejor que dejar que Sam
hiciera lo que quisiera conmigo.
El olor que impregnaba todo a mi alrededor era muy diferente de lo
que esperaba, ¿esperaba un olor?, traté de ubicar los diferentes olores,
mientras que mi mente todavía podía, fue una distracción bienvenida. En
lugar de húmedo y mohoso, el espacio se llenó con una ligera fragancia,
floral, y cada respiración que tomé estaba llena de ella, el aire casi húmedo
y pegajoso. El silbante silencio que podía escuchar llenando el vacío del
sonido fue seguido por más aire dulce, el dulce olor del mismo actuaba
como un sedante para mis agitados nervios.
Levanté una mano para tocar las paredes y me sorprendí de lo
suave que se sentían. Por supuesto que podría estar totalmente
equivocada y era en verdad áspera y escamosa como la corteza y no podía
decirlo porque mi piel se estaba muriendo. Pero quería creer que era
suave, quería creer que tal vez esa suavidad que Bala echaba mucho de
menos era todavía una parte de ella.
Empecé a toser y el dolor empezó a aplastarme hacía abajo con
cada violento temblor. El flujo de sangre fresca que escapaba de las
heridas en mi costado estaba caliente ya que corría por debajo de mí y se
juntaba, empapando la cama. Cada gota drenada fuera de mí, se llevaba
con ella mis temores, mis preocupaciones, mi esperanza.
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—Robert —dije, el nombre flotando fuera de mis labios mientras mi
respiración se volvía dolorosa y laboriosa—. Pronto...
Cerré los ojos y sonreí, contenta de ver a los ojos de plata de mi
corazón, llenar la cara que se concretaba en la parte posterior de mis
párpados. Me imaginé su sonrisa, la sonrisa que me daba sólo a mí, y mis
labios se abrieron mientras me imaginaba por última vez su beso. No
habrá más besos, ni más sonrisas, y mientras mi tos se llevaba la última
parte del oxígeno que había dejado en mis pulmones desinflados, suspiré
con el agridulce contenido.
Pronto estaría bien. Lo podía sentir, la garantía dentro de mí crecía
a medida que mi conciencia se desvanecía. Dejé que el pensamiento me
llevara a través de la oscuridad. Dije mi despedida.
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40 Óyeme
Traducido por Little Rose y Mariaozuna
Corregido por Angeles Rangel
obert. Robert. Robert.
Ugh. Incluso en la muerte, la voz en mi cabeza
no se callaba. Quizá si sólo esperaba un poco, se
detendría. Quizás era sólo el eco de un pensamiento, algo que pronto
moriría y me dejaría sola con la pérdida y la tragedia.
Robert.
De acuerdo, al parecer no. Esperé que el nombre siguiera, y claro
que lo hizo, cada vez más rápido, como el latido de un corazón, uno que
sabía que ya no tenía. Intenté concentrarme en otra cosa, y entonces sentí
las vibraciones. No sabía decir si tenía los ojos abiertos o no; todo a mi
alrededor era negro. Intenté sentarme y sentí que mi cabeza chocó con…
¿el techo?
—¡Ay! ¿Pero qué…? —Con la cabeza agachada me estiré y pasé mi
mano por lo que parecía una superficie suave. Mi mano bajó, poco a poco,
mientras daba una vuelta sintiendo una pared circular. Pateé el
almohadón bajo mí y se sintió pegajoso y con una textura rugosa—.
¿Musgo? ¿Por qué iba a haber musgo aquí?
Supe de inmediato donde estaba. Pero las cosas habían cambiado.
Ya no estaba tranquilo; se oía el viento de afuera, seguido por un estallido,
y el patrón se repetía una y otra vez. Puse mi oreja contra la suave pared y
escuché, oyendo una respiración rápida que no era la mía, seguida por un
sonido de golpes que al parecer venía justo del otro lado. Me hice hacia
R
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atrás y golpeé la pared a mi espalda, chocándola con mi cabeza y viendo
estrellas.
—¿Bala? —grité mientras me frotaba la cabeza, con la voz fuerte, y
el cuerpo sintiéndose extrañamente… bien—. ¿Bala, va todo bien?
La respuesta que me llegó fue un frenético gruñido que se hizo más
fuerte con cada segundo. El temblor volvió a comenzar, y me acurruqué
contra la pared curva detrás de mí mientras el sonido parecía rodearme.
Había golpes y rugidos y todo tipo de ruidos que me provocaron un grito de
pánico, pero logré controlarlo, incapaz de añadir más al miedo que era tan
palpable, que se podía oler, incluso tocar mientras se metía desde afuera.
—Grace.
Una voz sobre mí susurró mi nombre y levanté la mirada, incapaz
de ver pero sabiendo que al menos no estaba mal dirigida.
—Grace, está aquí. Sabe que estás aquí. ¿Ya estás muerta?
—¿Bala?
—Sí. ¿Ya has muerto?
—No lo creo. Al menos no podría estar hablando contigo de ser así,
¿cierto?
—Oh, esto no es bueno; esto no es nada bueno. Intenta meterse en
el árbol. Está destruyendo mis raíces, rompiendo mis ramas para llegar a
ti. No sé cuánto tiempo más podré mantenerlo lejos de ti Grace, antes de
que me destruya. Está enojado, muy enojado y no sé cuánto tiempo podré
recibir esto. Por favor apresúrate y muere.
Tenía un tono de pánico, cada palabra dejándolo en claro por el
sonido agitado y las pausas. Levanté la mano y sentí las líneas curvadas
de su mandíbula, su nariz dura y supe que no podía dejar que siguiera
arriesgando su vida así. No quería que nadie más muriera, no por mí.
—Déjame salir Bala.
—Pero… te matará.
Pensé en eso, la afirmación que era tan segura, tan definitiva.
Pensé en el miedo que vi en el rostro de Lark antes de dejarla, la sorpresa
que se dejó ver en el rostro tan sereno de Stacy, que lo volvió tenso y
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pesimista, y podía oír los rugidos desesperados que venían de afuera
mientras Robert intentaba llegar a mí desesperadamente.
¿Qué había hecho él con ellas? ¿Estaban heridas? ¿O peor? ¿Podría
vivir al menos un minuto sabiendo que les hizo algo? Sacudiendo la
cabeza, supe que no podía.
—Déjame salir, Bala. Eres tú o yo, y sé cuáles son mis
posibilidades de supervivencia, ¿pero conoces las tuyas?
Otro ruido de desgarro fue seguido por un raro gemido, y todo
comenzó a sacudirse mientras los eventos de afuera forzaban al gran árbol
que me protegía a temblar hasta las bases.
Sin advertencia, se vio un destello de luz. El pequeño rayito
grisáceo que se coló por la abertura fue demasiado brillante después de
una oscuridad absoluta, y cuando comenzó a expandirse levanté una
mano para cubrir mis ojos. Con los ojos medio cerrados, pude ver mi
brazo.
El patrón negro que lo cubría ya no estaba. No había dolor; no
había rigidez ni cosquilleo. Con poco cuidado de la luz cegadora que se
cernió sobre mí, llevé mi otro brazo junto al primero y miré, fascinada por
el aspecto normal de la carne que reemplazó la piel lastimada.
Miré mis pies y vi que mi pie ya no tenía un ángulo extraño, el
hueso que se había salido de lugar no se veía, la piel estaba suave y sin
daños. Moví los dedos, riendo cuando respondieron, y jadeando de
sorpresa cuando mi pie se movió y giró sin ningún dolor.
Sin embargo, este momento de dicha duró poco, cuando dos manos
oscuras se estiraron para sujetarme y me sacaron del hoyo. Robert. Estaba
brillando, su color alternaba de un tono muy oscuro a un rojo, casi sangre
que lo rodeaba mientras estaba frente a mí. Sus manos se cerraron en mi
garganta en un agarre que amenazaba con acabar con mi vida en
cualquier instante, pero por la forma en que sus dedos alternaban un
agarre firme y se aflojaban no prometía que fuera lento.
Era una visión: la muerte personificada, la muerte en su máximo
esplendor, la muerte en una ira que lo había consumido al punto donde no
sólo no era reconocible, sino que además no podía reconocer nada que
hiciera que la voz en su cabeza dejara ese incesante grito. Casi lo podía oír
mientras me miraba, un extraño tipo de duda que no había esperado.
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Dentro de mi cabeza, la voz que repetía el nombre de Robert sólo se
hacía más fuerte con su insistencia, y pronto comenzó a batallar con el eco
en la mente de Robert. Él inclinó la cabeza, confundido por lo que oía.
Parte de mí quería explicarle lo que debía decir para que se salvara,
creer que lo que teníamos no era lo suficiente para hacer que muriera de
culpa e ira. Pero mientras los dedos que amenazaban mi pulso
comenzaron a arder sobre mí, volviendo mi sangre un río de emociones y
recuerdos que se hundió en mí con cada momento que jamás
compartimos, cada toque, cada beso, cada promesa de amor y fe, supe que
eso estaría mal.
Podía oír su propio nombre, oírlo en mi sangre con necesidad
indomable, y sabía lo que significaba. Incluso con la oscuridad que cegaba
a lo demás, sabía que había una razón para que todos estuviéramos aquí,
sabía que estábamos unidos inexplicablemente, un lazo irrevocable que no
podía ser cortado por nadie, ni siquiera por nosotros.
Levanté mis manos a las suyas y suavemente las separé. Para mi
sorpresa; quizá ni siquiera eso, porque supongo que sabía que él lo haría,
me dejó ir. Tropecé hacia atrás, mientras el flotaba, frustrado, batiendo las
alas y sacudiendo la cabeza.
—¿Robert? —dije suavemente, intentando mantener un tono tan
tranquilo como fuera posible.
Levantó la cabeza y sus ojos negros me tragaron con su vacío. No
me respondió. Sólo miró… a través de mí.
—¿Robert, dónde está Lark? ¿Dónde está Stacy?
Él gruñó, y movió una mano, como ahuyentándome. Pero sabía lo
que eso significaba; se habían ido, ya fuera por su propia decisión o por
necesidad. Suspiré aliviada, feliz de que al menos estuvieran a salvo.
El brillo que se reflejaba de él iluminó el árbol que tenía detrás, el
árbol de Bala, y oí mi propio jadeo de sorpresa y pena ante el daño que le
causó al intentar llegar a mí. La mitad más baja de su amplio tronco
estaba desgarrada, y sus ramas ahora llenaban el suelo y regaban el lago,
disturbando la superficie. Las pequeñas flores que habían surgido del
musgo de Bala ya no estaban abiertas, con los pétalos marrones y
chamuscados.
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Había marcas profundas donde los puños de Robert habían
golpeado la suave superficie expuesta y las ramas colgaban, separadas de
sus bases, flotando sobre los cadáveres de las que no habían podido
mantenerse. El hueco en el que me oculté seguía visible, pero la entrada
estaba deformada, los bordes desfigurados y filosos y no suaves como lo
eran cuando Bala la abrió para mí.
—¿Dónde está Bala? —pregunté intentando permanecer tranquila
mientras miraba alrededor por algún signo de que seguía bien—. ¿Robert,
dónde está Bala?
—Estoy aquí —me llegó un suave susurro desde arriba. Levanté la
mirada y vi los ojos oscuros apareciendo de una rama inmune que estaba
muy alto.
—Quédate allí —le dije, la vi parpadear y desaparecer, moviendo
una rama en lo que supuse era entendimiento.
—Se supone que estés muerta —surgió un gruñido acusatorio, y
bajé la mirada para ver a Robert quien estaba agachado con las manos en
el suelo, y las rodillas inclinadas en una posición con la cual parecía listo
para saltar sobre mí en cualquier momento.
—Lo sé —respondí—. Yo también como que esperaba estarlo.
—¿Y por qué no lo estás?
Me metí levemente en esta conversación incoherente, pero sabía
que no duraría mucho, por lo que le respondí con tanta sinceridad y
rapidez como pude.
—No lo sé. Mis manos están curadas, y… —Levanté mi camiseta
llena de sangre y oí mi propio jadeo mientras mis dedos buscaban las
marcas de heridas que Sam hizo y encontraban sólo carne sanada,
bajando la mirada para confirmarlo—. Ya no estoy sangrando. No sé cómo
o por qué, pero mis heridas se han ido.
—No quiero matarte.
Era la afirmación más clara y concisa que alguien podía hacer, y mi
corazón dolió mientras él inclinó la cabeza con estas palabras, con la voz
tan claramente quebrada que fue una maravilla que no fuera corriendo a
sus brazos a consolarlo, y convencerlo de que no era necesario.
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Mi respuesta fue simple.
—Tampoco quiero que me mates.
El sonido que salió de él fue maravilloso. Casi me desmayo de la
sorpresa por ello, apenas recuperando de a poco el equilibro, cuando
comenzó a reír.
—Siempre fuiste diferente.
—¿Tenemos que volver a eso? ¿No es obvio que diferente ni siquiera
alcanza para comenzar a describirlo? —Intentaba sonar sarcástica,
intentando aferrarme a este extraño sentido del humor que liberó, pero no
tenía sentido ya que inmediatamente surgió de él un gruñido.
—Bueno. Muy bien, así que ambos estamos de acuerdo en que no
quieres matarme. Sin embargo, eso no soluciona el problema. No durarás
mucho así, y yo llevo aquí mucho más de lo que estaba previsto. Te
preguntaría si tienes un arma para dispararme a mí misma pero algo me
dice que dirás que no.
Tenía un tono controlado mientras flotaba a mi alrededor.
—¿Te suicidarías? ¿Sacrificarías tu alma para salvar la mía?
Sin dudar, asentí.
—¿Alguna vez hubo duda? ¿Alguna vez hubo un momento donde
creyeras que eras el único capaz de sacrificarse?
—Te sacrificaste por tus amigos…
—Y por ti. Amo a mis amigos, amo a mi familia, pero mi vida no
empieza y termina en ellos. Lo hace contigo. Siempre lo ha hecho. —Ahora
estaba llorando; mis lágrimas caían, con diminutos ruiditos en las hojas
secas que yacían a mis pies.
Se abalanzó hacia delante y antes de que pudiera parpadear, tenía
sus manos en mi rostro, con el suyo a pocos milímetros. Nuestras narices
se tocaban, y de nuevo, el calor de su piel retorció la mía de formas que
iban más allá de lo físico. A pesar de su apariencia, a pesar del miedo que
se formaba involuntariamente en mí al verlo, seguía siendo Robert, y
seguía afectándome de formas que nunca nadie lo ha hecho.
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—¿Así que aquí termina esto? ¿Conmigo tomando tu vida? —Su
aliento cálido me bañó y cerré los ojos e inspiré hondo, concentrándome en
su esencia a cuero, humo y dulzura. No pude responder. Sus labios
cayeron ferozmente en los míos, en un acto desesperado y consumidor,
pero no me importó. Yo también estaba desesperada.
Levanté los brazos y me envolví en él. Lo acerqué a mí, tanto como
pude, y me dejó. Me permitió meterlo en el abrazo, y me besó con una
necesidad más allá de las descripciones. Lo sabía, lo sentía; lo respiré
porque también lo necesitaba.
Mi corazón estaba corriendo contrarreloj en mi pecho, y la voz en
mi mente, el nombre que significaba todo lo que me importaba ahora
mismo, se empañó en un murmullo pacífico que armonizaba con la
canción que cantaba en mi sangre mientras sentía su fuego y todo
tocarme.
Fue con un grito torturado que Robert se alejó, aunque sus manos
se mantuvieron en mí, sus pulgares acariciando mis mejillas, borrando las
marcas de mis lágrimas.
Abrí los ojos y vi, incluso en la negrura sin fin que consumía los
suyos, que había tristeza allí. Pareció aparecer un destello plateado,
iluminando sus irises con la luz, antes de desaparecer y dejarlo, dejarme
con la negrura que esperaba que pudiéramos dominar juntos.
—Te amo, Grace.
—También te amo, Robert —le dije, con un sollozo antes de que sus
manos me dejaran.
—Lo siento —se lamentó.
—Lo sé.
Sentí sus manos recorrer mi cara, sus dedos marcar la vena de mi
garganta. Con una mano en mi cuello, y la otra en mi corazón, sintiendo el
ritmo dual mientras latían desafiando todo lo que quería detenerlos. Mis
manos fueron sobre las suyas, empujándolas, forzándolas a presionar con
más fuerzas.
Ya no podía tragar, y sentí la urgencia por toser, la restricción
empujándola hasta abajo y llenando mis pulmones de presión. Mi rostro se
enrojeció mientras la sangre se agolpaba en mis mejillas, y se me
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adormeció la lengua, levantándose hasta mi paladar antes de volver a caer
en mi boca, hacia la entrada de mi garganta. Me ahogué, pero no ocurría
nada con ello, por lo que volví a toser.
Pude oír un zumbido en mis orejas mientras se mimetizaba con el
sonido de mi corazón. Pronto comenzaron a arderme los oídos, y se me
secó la boca. Cada instinto en mi cuerpo gritaba que luchara contra esto,
pero en cambio mis manos en las de Robert se determinaron más a apretar
con fuerza, a que dejara de dudar.
Los ojos de Robert estaban cerrados. No sé cómo lo sabía, pero lo
hice. Él no podía ver, y yo no quería que él lo hiciera. No quería que él
viera, así que cerré los ojos, también. Luché a través del terror que fue
concebido dentro de mí mientras mi pecho comenzó a doler y mi cabeza
comenzó a golpear por la falta de oxígeno para que pudiera formarse en mi
mente una imagen de Robert y yo juntos. Quería que Robert viera esto
como mi último recuerdo. Quería que supiese que no lo culpaba. Me iba a
morir gustosamente para salvarlo, incluso si él era el que me mataba.
Lo siento. Perdóname.
Mis pulmones se llenaron de aire súbitamente mientras tragaba
con avidez, con una respiración que nunca había tenido la intención de
tomar, y me caí al suelo mientras mis piernas se derrumban por debajo de
mí, demasiado débil y demasiado oxígeno privados para mantenerme más.
Estaba tosiendo, una tos seca, temblorosa que obligó a la sangre que se
había acumulado en mi cabeza a permanecer atrapada allí hasta que la tos
disminuyó.
Y Robert se había ido.
—¡No! ¡No, no, no! ¡No, Robert, no! —Traté de gritar, pero la tos
regresó, mi garganta sintiéndose como si estuviera en llamas. Luché con
mis pies, una mano en mi ardiente garganta y la otra sosteniendo mi
cabeza, mientras los golpes empeoraron—. ¡Robert, vuelve! ¡Robert, vuelve,
por favor!
De repente, mi cuerpo se puso rígido. Mis brazos fueron forzados
lejos de mi cabeza y mi espalda se arqueó dolorosamente. El suelo
comenzó a hundirse lejos de mis pies. O... ¿mis pies se comenzaron a
elevarse lejos de la tierra?
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Volví la cabeza para ver a mis brazos ahora sobresaliendo hacia
fuera a los costados, mis manos y dedos extendidos abiertos. Una brisa
comenzó a soplar, calmada al principio, trayendo consigo el aroma fresco
de musgo, hojas cubiertas de rocío, y suelo húmedo. Pero entonces, como
si el ajuste de un ventilador se hubiera elevado, la brisa se volvió enojada,
contundente. Mi cabello, que hacía tiempo que había escapado de los
confines de mi banda de goma, se sacudió a mí alrededor, y mi camisa se
agitó con el dobladillo volando de arriba abajo.
Había estado así antes, en esta posición. Sentí el calor ardiente
dentro de mí esta vez, detectándolo antes de empezar a cambiar mi piel de
un color ámbar suave, antes de que los fragmentos minúsculos de luz
comenzaran a disparar desde mis dedos y hacia los oscuros confines de los
bosques, iluminándolos.
Mi cabeza estaba echada hacia atrás, y por encima de mí, donde los
árboles habían dado paso al cielo, vi la forma negra de Robert, que flotaba
fuera de alcance. Él estaba mirándome, sus alas batiendo suavemente al
ver lo que estaba sucediendo. Mi boca se abrió para llamar a su nombre,
pero mis palabras se convirtieron en luz, y lo golpearon.
¡No!
Mis pensamientos... que todavía se podían oír, salieron arrojados
en una ráfaga mientras Robert vino cayendo hacia mí, su descenso se
desaceleró por la luz que lo tenía atrapado. Un rallado, sonido metálico
fluía de su boca, y él se sacudió y tembló mientras la luz lo rodeaba,
capturándolo en una burbuja de viscosa luz.
Robert, escapa. Vete. Esto es lo que le pasó a Sam. Por favor...
En el halo dorado de luz los ojos de Robert comenzaron a
iluminarse. Él me miró y sonrió, e incluso con el brillo contundente que le
rodeaba, su sonrisa resplandeció más brillante, felicidad radiando a través
de él.
Esta es la forma en que tiene que ser. No deberías ser la que muera,
Grace. No deberías. Debería haber sido yo siempre...
No podía sacudir mi cabeza, pero podía llorar. Mis lágrimas cayeron
en rápida sucesión mientras miraba la oscuridad retroceder de él, dejando
su cabello y sus alas, llevándose consigo su juventud, envejeciéndolo a él
ante mis ojos.
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No puedo hacer que se detenga, Robert. No puedo hacer que pare y
te deje de ir. Por favor, por favor trata de luchar contra ello. Por favor. No
puedo perderte de esta manera. No me puedes dejar aquí para vivir sin ti.
Yo no soy la más fuerte. No sé cómo ser fuerte sin ti.
Su sonrisa se hizo más grande y alargó una mano hacia mí.
Siempre has sido la más fuerte, Grace. Tú eres la que me ayudó a
vivir, ¿recuerdas? Eres la que es lo suficientemente fuerte como para vivir, y
eso es exactamente lo que vas a hacer.
Traté de tomarle la mano, pero la luz me mantuvo prisionera.
Robert, no me dejes. Mi corazón no puede existir sin ti aquí. No puedo
estar sola. Me prometiste que nunca me dejarías. Prometiste que siempre
estarías conmigo.
Una chispa en sus ojos brilló hacia mí.
Yo siempre estaré contigo, Grace. Te prometí eso y lo dije en serio.
Nunca estarás sola. Tú eres mi corazón. Dónde quiera que sea, ahí es donde
estaré. Vive, Grace. Vive y se feliz. Vive y ama de nuevo, ama de la forma en
que nunca pudimos. Te amo.
Robert, no. ¡No vayas!
Adiós, Grace.
Un sonido metálico precedió a la explosión de luz que me envió
volando a toda velocidad hacia atrás y cayendo a través de las ramas y las
hojas, hasta que caí al suelo, mi cara aterrizó contra el duro bulto de una
raíz expuesta. Mis ojos se centraron en el suelo mientras las chispas
cayeron a mí alrededor, aterrizando delante de mí como diminutas
estrellas, brillando intensamente durante unos segundos antes de que su
luz se apagara.
Y como el zumbido en mis oídos se calmó, me di cuenta de que mi
mente estaba vacía. No había sonido ahora, ninguna voz gritando un
nombre, ninguna urgencia ni exigencias que se me plantearan. Era
tranquilo. Dolorosamente, distraídamente, y desgarradoramente tranquilo.
Despacio, muy despacio mi boca empezó a moverse, y con cada
respiración que se me escapó, un sollozo se fue con él. Crecieron en
volumen e intensidad hasta que estaba temblando en el suelo. Mi corazón
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se sentía como si no sólo se hubiera roto, sino que más bien desintegrado
en la nada mientras mi pecho dolía por mi pérdida. Hundí las manos en el
suelo, agarrando hojas y ramitas, y aplastando en una desesperada
necesidad de destruir lo que sea que pudiera alcanzar, para causar dolor
de la misma manera que me dolía.
Estaba enojada, con el corazón roto. Estaba desconsolada. ¿Por
qué? ¿Por qué era que yo había nacido para morir para que Robert pudiera
vivir, y aun así él había muerto? ¿Por qué mis heridas se curaron cuando
debería haber traído a Robert el alivio que necesitaba y tomado mi vida
como debería ser?
¿Por qué se me dio un breve momento para experimentar el amor
con alguien que había nacido para mí tanto como yo había nacido para él,
sólo para que todo sea quitado, y por quién? Yo no había pedido ayuda, no
quería ayuda. ¿Quién había interferido donde no se quería? ¿Quién había
hecho tal cosa?
Grité de dolor por la intrusión que había causado tanto daño.
Habían tomado de mí la cosa más preciosa en mi vida, la parte más
importante, la única parte que había sido siempre fiel y honesta. Me
empujé hacia arriba y sacudí el polvo de encima ya que mi cuerpo estaba
atormentado por el veneno del odio que se propagaba a través de mí.
—¿Grace?
Un par de ojos nerviosos se asomó desde detrás de un árbol
pequeño.
—Grace, ¿estás bien?
—Estoy bien.
—No te ves muy bien.
—Estoy segura de que no lo hago.
Ella se me acercó con cautela, con el cabello girando alrededor de
su cuerpo en ondas caóticas, y vi el daño a su árbol reflejado también en
su carne. Tenía heridas abiertas, y su piel, que había contenido una vez
varios tonos de verde, ahora tenía un tinte grisáceo en ella.
—¿Tú... tú estás viva? ¿Y Robert no lo está?
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Mi cabeza cayó hacia abajo una vez en confirmación, y ella se
deslizó hacia atrás en estado de shock.
—Pero no es así como se supone que sea. Se suponía que debías
morir.
—¿No crees que sé eso? —gruñí, mi voz sonaba extraña con un
tono feroz y vengativo en la misma—. ¿No crees que yo quería que fuera al
revés?
—Pero, ¿cómo has podido...? ¿Cómo lo has matado?
—¡No fui yo! ¡No sé quién lo hizo, pero no fui yo!
Pero no estaba tan segura de eso, y Bala podía verlo, oír la
incertidumbre en mi voz. Me miró con escepticismo escrito claramente en
el rostro, con los ojos vidriosos con temor y duda.
—Si Robert se ha ido, si él está realmente muerto, entonces
necesitas irte —dijo con firmeza, su tono repentinamente frío.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Él es la única razón por la que he retenido al bosque de hacerte
daño. Él es la única razón por la que te tuvieron que cuidar. Si él se ha
ido, Ameila se irá, y Lark con ella. No habrá más ángeles para protegernos,
y tendremos que defendernos contra lo que ahora vendrá. Eres humana.
—De eso se trata, no sé lo que soy, yo…
Una mancha de vid envuelta alrededor de mi boca, me impidió
hablar, de terminar mi declaración.
—Eres humana, ¿lo entiendes? Eres humana. No estás segura aquí
por más tiempo. —A la vid pronto se sumaron otras, innumerables cintas
de hoja verde que se enroscaban alrededor de mí, trayendo mis brazos con
fuerza a mi cuerpo envolviendo mis piernas y capturándome.
—Voy a sacarte de aquí, pero no quiero nunca volver a verte. Estás
marcada ahora. Has matado a un ángel y aquellos que desprecian tu
especie, así como la mía no tomaran amablemente esto. Te quedarás lejos
de aquí, aléjate de mí y de mi bosque. No dejes que mis árboles te vean,
Grace. Lo siento.
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También lo lamentaba. Había perdido mucho hoy. Perder la
amistad de Bala ahora era simplemente la guinda del pastel, y no podía
discutir sus puntos. Si la muerte de Robert fue por mi culpa, era sólo
cuestión de tiempo que alguien decidiera hacer algo al respecto. Podrían
echar la culpa de la muerte de Robert y la muerte de Sam a mis pies, y
tendrían razón.
Bala dio la vuelta y las enredaderas que me retenían tiraron en mi
espalda, tirando de mí hacia abajo, y arrastrándome por entre los árboles.
Los sonidos que había a mi alrededor empezaron a crecer más fuerte, más
enojados y casi frenéticos por la decepción, el dolor y sed de algo que sabía
que sólo podía ser de sangre. No los culpé. Sólo deseaba que hubieran
actuado antes.
Sobre los baches y las piedras, las raíces anudadas y valles en la
tierra, mi cuerpo viajó hasta que fui sacada bruscamente hasta la orilla del
bosque, depositada en la hierba húmeda que rayaba el campo donde la
muerte de Sam había quemado la superficie, la negra llamarada de hierba
chamuscada un testimonio del crimen que se había cometido allí.
Me puse de pie y corrí hacia las luces que todavía brillaban en el
estacionamiento. Busqué los cuerpos de Erica y el Sr. Branke, pero ya se
habían ido, al igual que el automóvil del Sr. Branke. El estacionamiento
estaba vacío, y yo estaba sola. Mis botas pronto crujieron contra la grava y
me di la vuelta a la carretera que me llevaría a casa.
Pero, ¿cuál casa? ¿Qué era casa ahora? ¿El lugar donde mi padre y
mi madre habían vivido en una casa de mentiras? ¿O el lugar donde
Robert y yo pasamos nuestros últimos momentos felices, juntos antes de
que hubiéramos tomado el destino en nuestras propias manos?
Me dejé caer al suelo cuando me di cuenta que ninguno era casa,
no desde que Robert ya no existía. Una vez más mis lágrimas cayeron, y
enterré mi cara en mis manos, sollozando en ellas cada memoria atada, y
la agonía indujo más lágrimas.
¿Qué le diría a Ameila cuando la viera de nuevo? ¿Cómo iba a
decirle que su hijo había muerto en mi lugar, que todos los planes que ella
y mi madre habían hecho habían sido en vano?
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Y Lark... tan enojada como estaba con ella por saber tanto y no
decirme nada, ¿cómo iba a enfrentarla? Ella ya lo sabía y me culpaba, al
igual que lo hizo Bala.
¿Qué significaría para ella y Graham? Graham daría la cara por mí.
Sabía eso con tanta seguridad como sabía mi propio nombre, y eso sólo
crearía problemas entre ellos dos. Vivir sólo iba a complicar más las cosas.
—¿Grace?
Mi cabeza se levantó, y tragué otro sollozo mientras tomaba la vista
de la estructura flexible de Stacy. Ella se veía hermosa, sana, y sin
embargo, tan triste.
—Tú... ¿por qué estás aquí? —le pregunté entre hipos.
—Soy tu amiga, por eso. ¿Necesito otro motivo?
—No, pero...
—No hay peros. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Robert? ¿Por qué
estás sentada al lado de la carretera?
Hice mi mejor esfuerzo para contestarle sin descomponerme, pero
mis palabras salieron en sollozos.
—Robert se ha ido. Traté de esconderme, traté de alejarme, pero él
me encontró y... no pudo hacerlo. Él no podía. Me dejó ir, pero algo pasó y
yo... yo creo que lo maté y ahora no sé a dónde ir. Si me voy a casa, voy a
tener que lidiar con la culpa de mi padre. Si voy a la casa de Rob... si voy
de vuelta a la casa de Lark, voy a tener que enfrentarla, Ameila... No tengo
a dónde ir. Ya no sé a dónde pertenezco, Stacy.
—No seas ridícula, Grace. No es como si tu familia te vio morir y
ahora estás sin hogar. Tienes un padre que te ama y una madrastra que se
preocupa por ti. Tienes un mejor amigo que movería cielo y tierra para
mantenerte a salvo, y me tienes a mí. Me salvaste, Grace. Arriesgaste tu
vida para salvarme, y si no te puedo ayudar con esto, ¿entonces para qué
tanto riesgo?
Quería discutir con ella, pero estaba demasiado cansada. Mi cuerpo
estaba exhausto. No sabía si era emocionalmente o físicamente. No me
importaba.
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—Voy a llevarte a casa, a casa de tu papá.
Asentí y no dije nada mientras ella suavemente me levantaba en un
abrazo gélido, su sorprendente fuerza, su rapidez aún más. Corrió, por el
camino, manteniéndose en la oscuridad, sin decir nada mientras se
acercaba a mi calle. Sólo cuando las luces de la calle se hicieron visibles
me bajó al suelo.
—No puedo ir más lejos, Grace. Tu padre todavía cree que estoy
muerta, bueno... lo estoy, pero ya sabes lo que quiero decir, así que te voy
a dejar aquí. Te voy a ver hasta que llegues dentro para asegurarme de que
estás a salvo.
—¿Así que es verdad, entonces? ¿Sam tiene un socio? —le
pregunté, sabiendo que ella no podía saber acerca de las consecuencias
que la muerte de Robert tendría sobre mí.
—No lo sé, pero Lark lo cree ahora. —La forma en que pronunció el
nombre de Lark lo hizo sonar como una mala palabra.
Al darse cuenta de que ella estaba esperando una respuesta,
asentí.
—Es verdad. Nunca pudo tenerme de otra manera...
Hizo un gesto con la cabeza hacia mi casa.
—Adelante. Tu padre está de luto, Grace. Piensa que estás muerta.
Dale el regalo de saber que no es así. Haz por él lo que no puedo hacer por
los míos.
—¿Te veré otra vez?
—Por supuesto. No crees que serás capaz de deshacerte de mí tan
fácilmente, ¿verdad? Estoy muerta, no desaparecida.
La abracé, ignorando el frío helado que corría a través de mí.
—Gracias, Stacy.
—En cualquier momento, Grace.
Me di la vuelta y me fui corriendo a casa los últimos pocos metros,
tomando una respiración profunda antes de girar la manija de la puerta y
entrar.
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41 Promesas Mantenidas
Traducido por Little Rose y mariaozuna
Corregido por Lizzie
o creo que necesites hacer esto, Grace.
—No es tan importante.
—No vas a lastimarlo si no vas.
—Es demasiado pronto.
Mi cabeza dio vueltas mientras miraba a la gente que estaba en mi
habitación. Papá, Janice, Graham, y Lark me miraban con expresiones
preocupadas, con las bocas abiertas para seguir hablando.
—¿Podrían todos simplemente parar? Sólo no sigan.
Habían pasado menos de diez horas desde la muerte de Robert.
Diez horas desde que llegué a casa para encontrarme con mi padre siendo
consolado por mi mejor amiga y mi madrastra. Diez horas desde que
habían rogado mi perdón antes de que yo colapsara en mi cama.
Toda mi vida luché por ser normal, y en cambio viví una vida que
era simplemente anormal. Cada decisión que tomé me empujó más y más
lejos de la vida idónea que me había imaginado, y nunca comprendí que
había sido porque así es como debería ser. Intenté tener de novio a mi
mejor amigo, y eso no funcionó. Intenté ser la hija reticente de un padre
que estaba en el medio de un nuevo comienzo, y no pude. Intenté ser la
hijastra vengativa de una mujer que sólo quería mi amistad, y tampoco
pude con eso.
—N
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El único aspecto donde las cosas parecían seguir la línea que me
había imaginado había sido en mi relación con Robert, e incluso eso ni
siquiera se acercaba a la normalidad de los estándares que me había
impuesto. Estaba más allá de lo que esperaba de un amigo, un novio, y
quizás un amante. Podría aferrarme al conocimiento de que me amaba
tanto que se sacrificó para dejar de lastimarme, incluso si eso destruía la
vacía cavidad donde antes estaba mi corazón.
No. Mi retorcido sentido de normalidad nunca podría concretarse
porque no era para mí. Robert había dicho que era diferente, y tenía razón.
Sólo que no sabía cuánto hasta esta noche, y ahora, diez horas… quizás
diez años después, finalmente comenzaba a aceptarlo.
Lloré. Lloré ríos y lagos, y baldes de lágrimas, lágrimas que junté y
arrojé a la basura porque no podía soportar ver esos diminutos
recordatorios de la única diferencia que no podía y no iba a aceptar.
Y cuando terminé de llorar, cuando ya no tenía nada en mí para
disminuir la pena que ahora se aferraría por siempre a mí, me duché.
Intenté lavar lejos la mugre, las hojas, las capas y capas de heridas que no
había podido llorar. Froté mi piel hasta que ardió, y me lavé el cabello
hasta que ya no se sentía como mío. No pude usar el champú rosa que usé
toda mi vida, y en cambio usé el que estaba allí para mi hermanito.
Salí de la ducha e ignoré las marcas en mi garganta; me lavé los
dientes y peiné el cabello. Fui a mi habitación y abrí el cajón de la mesilla
para sacar el teléfono.
Fui por mi mochila, que Lark había traído en la mañana, y saqué
mi carpeta, pasando por las páginas hasta encontrar un montón de notas
en la esquiva de una hoja en blanco. Marqué los números que allí estaban
y esperé al tono.
—¿Hola?
—Hola, ¿Shawn?
—Eh… ¿sí? ¿Quién es?
—Shawn, es Grace.
—¡Grace! ¿Cómo estás? ¿Cómo lo estás llevando?
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Se me cerró la garganta mientras lo pensaba, y comprendí que se
refería al asunto de Stacy. Tragué el llanto que había subido, tosí y le
respondí:
—Estoy bien, supongo.
—Eso es genial. Quiero decir, no lo es. No es genial como, que
bueno y eso, pero ya sabes, es genial que estés bien porque, ya sabes, es
difícil perder a alguien que te importa y todo eso.
—Sí. Tienes razón —respondí, luchando por contener más lágrimas
que salían de la nada.
—¿Entonces qué hay?
—Shawn, quería saber… ¿aún quieres ir al baile de graduación?
Un silencio siguió a mi pregunta, que luego fue seguido por el
sonido del teléfono cayendo y golpeando algo. Parpadeé mientras ese
sonido era opacado por lo que supuse fue él cayendo tras el teléfono.
—¿Shawn? ¿Estás ahí?
Lo escuché buscar el teléfono, su mano contra lo que debía ser un
piso de madera estirándose hacia el aparato y haciendo que alejara el mío
de mi oreja.
—¿Grace? Grace, diablos lo lamento…
—Oh, bueno. Supongo que fue algo grosero de mi parte llamar y
cancelar y luego llamar un par de horas antes para ver si seguías
interesado. Seguro ya encontraste reemplazo, por lo que no importa.
—¡No, Grace, espera! Lamento haber dejado caer el teléfono, y lo de
caerme también. Supongo que me sorprendió que me llamaras, y mucho
más que preguntaras por el baile.
—¿Tú lo hiciste primero, recuerdas?
Él rió y casi lo veía asintiendo
—Eso es verdad. Así que sí, no tengo problema en ir si tú tampoco,
¿pero estás segura de que quieres? Quiero decir, entendí por qué
cancelaste, por lo que sí sólo vas porque no quieres decepcionarme…
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—No, quiero ir, Shawn. Además, no creo que Stacy hubiera
aprobado que no fuera después del trabajo que se tomó en encontrar mi
vestido.
—Bueno, de acuerdo entonces. ¿Te recogeré a las… seis?
—Claro.
—De acuerdo. ¡Ge-nial! ¡Nos vemos pronto!
El teléfono hizo varios clic mientras él luchaba por colgar, y no pude
evitar reír. Sonaba medio estrangulada.
Tan pronto colgué, vi a Lark de pie afuera de la ventana. Se veía
hundida, y tenía los ojos hinchados. No me dijo nada, sólo dejó dos
mochilas en mi cama y se fue, desapareciendo en una nube de humo antes
de que yo pudiera decir algo.
Miré las mochilas y supe que tenían los dos vestidos que Stacy me
eligió para el baile. Los colgué y comencé a prepararme. El ruido que hice
llamó la atención de papá y Janice, quienes vinieron a la habitación,
sorprendidos y preguntaron qué es lo que hacía antes de expresar su
desacuerdo.
—No ha pasado ni medio día, Grace. Esto no es normal —dijo papá,
con una evidente preocupación paternal de una forma que nunca antes
había visto.
—Necesitas tiempo para sanar, Grace. Salir tan pronto no le hará
bien a tu mente. Aún no superaste del todo la pérdida de Stacy, ¿y además
ahora la de Robert? Y añadiéndole todo lo que pasaste en tan poco, todos
los secretos con los que has tenido que lidiar… necesitas descansar —
insistió Janice, pero la ignoré.
Abrí el cajón de arriba y encontré algo de maquillaje que sólo podía
imaginar perteneció a Katie. Comencé a sacar los pinceles y las botellas y
unos rubores, poniéndolos en la mesita sin ceremonias.
—Grace, Janice tiene razón. Tienes que curarte. Pasaste semanas
llorando por Graham, y sé que por mucho que te importe, no se compara
con lo que sientes por Robert, así que no… llores, grites, rompas y arrojes
cosas no es un buen síntoma.
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—Tienes que llamar a Graham —le susurró Janice a papá—.
Llámalo y que venga. Quizás él podrá hacer para que entre en razón.
Vi a mi padre asentir y sentarse en la cama y usar el teléfono con el
que llamé a Shawn.
Cuando no hubo respuesta colgó, frustrado por ello.
—No está allí.
—Quizás esté con Lark —respondió Janice—. Llámala.
—No tengo el número de Ameila.
—Yo sí. Abajo en la cocina.
Janice desapareció mientras papá se volvía a mirarme mientras
examinaba los contenedores que estaban ante mí, intentando averiguar
qué eran y cómo iban en mi cara.
—Grace. Grace, preferiría que te quedaras esta noche en casa para
que habláramos. Tenemos que hablar de todo lo ocurrido anoche.
Levanté una botella que supuse era perfume y la dejé. Un pote de
algo negro, un tubo de algo que decía rímel, un lápiz negro, un contenedor
plano que tenía varios tonos de sombra de ojos, y un tubo de lápiz labial
fueron separados para uso posterior.
—¿Grace me estás escuchando? Tenemos que hablar. Tienes un
mes antes de que te gradúes y comiences tu vida como adulta no podemos
pasar todo ese tiempo sin hablar de esto.
Janice volvió, seguida por Graham y Lark.
—Ellos… ellos acaban de aparecer. Levanté el teléfono y… entonces
allí estaban, en la cocina —murmuró, pálida mientras los señalaba sobre
su hombro.
—Ya sabía que Grace iría al baile —dijo Lark en un tono que
sonaba decepcionado—. Traje a Graham porque él la conoce mejor que
todos y quizás logre convencerla de no hacer semejante estupidez.
—Bueno, dale algo de sentido común, hombre. No está pensando
bien —le dijo papá a Graham con tanta autoridad como podía, y yo intenté
no reír por su intento.
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Graham abrió la boca para decir algo, y pronto lo que sea que fuera
fue unido por todas las voces en mi habitación expresando su desacuerdo
del plan.
—¿Podrían sólo parar? Sólo deténganse —grité—. Lo entiendo. No
creen que estoy lista, ¿pero al menos podrían confiar en mi sentido de
saber si lo estoy o no? Le dije a Shawn que iría con él. Me retracté por lo
que pasó con Stacy, pero ahora Robert también se ha ido, comprendí que
la vida es muy corta, incluso para los que pueden vivir por siempre, para
quedarse en casa llorando y estar molestos por algo que no se puede
cambiar. Voy al baile de graduación. Voy a ponerme el vestido que Stacy
me eligió y voy a intentar divertirme como Robert quería, tanto por mí
como por Shawn. Si no lo aprueban, bien, ¿pero podrían dejarme sola para
que logre descifrar cómo hacer esto del maquillaje?
Papá y Graham se quedaron sin palabras. Janice parecía
confundida, y Lark estaba… bueno, ella sólo me miró con sus ojos que no
veían, percibiendo todas las perspectivas que se le aparecían por las
miradas de todos los otros en la habitación, incluyendo la mía. Levanté la
mirada y vi el resto de cinta en mi espejo y sentí dolor en mi mientras
recordaba lo que estuvo allí pegado.
—¿Necesitas ayuda con tu cabello? ¿Maquillaje?
La voz de Janice fue como una vela cálida en la fría oscuridad que
se me cernía, y asentí, agradecida por el cambio.
—Sacaré las arrugas de tu vestido —suspiró Lark, y tomó las dos
bolsas antes de irse en silencio.
Graham sacudió la cabeza y tomó el brazo de papá, arrastrándolo
también abajo.
—Vamos, Señor S. su hija es más testaruda que una mancha de
tinta.
Papá me miró una última vez antes de desaparecer. Cerré los ojos y
en silencio le agradecí a Graham por hacer eso.
—De acuerdo, veremos lo que hay aquí —dijo Janice mientras veía
los suplementos de su hermana. Noté lo difícil que esto era para ella e
intenté varias veces que sólo me dijera cómo y dónde aplicarlo, pero ella
sólo sacudía su cabeza e insistía que lo haría por mí.
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—Ella dejó los tonos que más se asemejaban a tu color de piel. ¿De
qué color es tu vestido?
—Es negro…. negro y plateado —respondí.
Ella asintió y tomó un objeto rectangular y negro de mi cajón y lo
abrió. Estaba lleno de pequeños círculos de sombras de ojos en varios
tonos de púrpura, plateado y negro.
—Este servirá —dijo antes de comenzar a cambiar mi rostro por
algo irreconocible.
La observé cubrir los círculos violáceos que se habían formado bajo
mis ojos, y hacer que las manchas rojas de mis mejillas desaparecieran.
Sus manos temblaron cuando llevó una esponja a mi cuello, frotando
suavemente las marcas negras que rodeaban mi garganta y daban
evidencia de lo cerca que estuve de no estar aquí.
Sacudió la cabeza e inspiró hondo antes de añadir un tono de color
marrón a mis mejillas, disipándolo con un gran pincel marrón.
—Cierra los ojos —dijo antes de taparme con un pincel y la paleta
de colores en la otra mano.
Unos minutos después, Lark vino con los dos vestidos en una
mano, una pequeña bolsa y una caja en la otra.
—Tengo los vestidos, y algo más.
—Gracias —susurré, pero se había ido—. No creo que alguna vez
me perdone.
—¿Perdonarte? ¿Por qué?
Miré a Janice y comprendí que a pesar de lo que sabía, a pesar de
lo que le dijeron del mundo en el que mi padre vivió toda su vida, y de la
vida que yo acepté como propia, ella no podía saber la verdad de la muerte
de Robert. Sólo sabía que se había ido.
—Nada —dije rápidamente, y parpadeé cuando me entró polvo en el
ojo.
—¡Oh lo lamento! —Se disculpó Janice, frotando mi ojo con una
servilleta que tomó de mi mesita—. Maldición, eso no debería haber
ocurrido.
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—Está bien —le dije, e intenté bloquear el dolor mientras mi visión
se aclaraba—. No es peor de lo que yo habría hecho.
Rápidamente peinó mi cabello y comenzó a empujarlo en lo alto,
atándolo con cosas que sacaba de la bolsita que Lark trajo.
—Listo. Ahora sólo necesitas rímel y puedes vestirte —dijo con una
sonrisa seca antes de darme un tubo rojo—. ¿Recuerdas cómo usarlo,
verdad?
Tomé el tubo y me encogí de hombros.
—Claro. Es como andar en bicicleta.
Me dejó para sacar los vestidos de las bolsas y me miré en el
espejo, sin reconocerme. Lo racionalicé como siendo yo misma con mucho
maquillaje, pero sabía que era que la persona en el espejo era sólo media
persona, la otra mitad murió en un bosque en manos de la persona que
más amaba.
—Bueno, tengo que concedérselo a Stacy; ciertamente sabía elegir
vestidos. Son hermosos Grace. —Janice sostuvo en alto el vestido plateado
para verlo con una sonrisa de aprobación.
Suspirando, estuve de acuerdo.
—Sí, lo hacía. —Me quité la camiseta y me pasé el vestido sobre la
cabeza, deslizando la tela por mi cuerpo e imaginando que era la mirada
plateada de alguien…
—Entonces, ¿la cosa negra va sobre esto?
—Sí. Stacy lo encontró en una tienda de antigüedades y supo que
debía ser mi vestido. Es vintage, de más de cien años. —No dije la parte de
que Robert lo compró, y permití que Janice alisara la tela negra en mis
caderas hasta mi pecho donde lo mantuvo para que pudiera pasar los
brazos. Acomodó todo y entonces comenzó el trabajo arduo de atar todos
los nudos que unían la espalda del vestido.
—Es por esto que el progreso por los derechos de la mujer tardó
tanto, nos tomábamos demasiado para vestirnos —dijo cuando
terminamos—. Bueno, date la vuelta y veamos el resultado.
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Volví a mirarme en el espejo mientras ella ponía algo en mi cuello.
Lo toqué; era el pendiente del collar que ella y papá me regalaron por mi
cumpleaños. No lo usé desde navidad.
—Creí que sería buen momento de usar esto —dijo mientras me
pasaba unos pendientes—. Supongo que al dártelos tenían mucho más
sentido del que creí.
Asentí mientras mis dedos acariciaban las plumas.
—Gracias. —Me miré los pies y noté que no llevaba zapatos. Janice
lo vio y tomó la caja de la cama.
—Toma.
Quité la tapa y vi el par de zapatos que Stacy y yo compramos
después de conseguir el vestido. Me puse las sandalias e hice mi mejor
intento para permanecer erguida en los tacones, tambaleándome un
poquito antes de recuperar el equilibrio para volver a verme en el espejo.
—Supongo que esto servirá —comenté antes de bajar.
Graham y papá se pusieron de pie, Graham ahora llevaba un traje,
el mismo que Robert me ayudó a elegirle, y papá una expresión llorosa.
—Grace, te ves hermosa —dijo antes de limpiarse los ojos con la
manga.
—Gracias —le dije, con una sonrisa ante la extrañeza que sentí
entonces. No me importaba si era hermosa o no. La persona que más me
importaba no estaba para verlo.
—¿Por qué llevas un traje? —le pregunté a Graham mientras él
comenzaba a tirarse de la corbata roja.
—Me forzaron a ir.
—¿Quién?
—Yo. —Lark apareció de la cocina con un vestido rojo oscuro que
tenía un escote en la espalda suficiente para hacer escándalo, mientras
que adelante era bastante recatado, con el cuello justo debajo de su
clavícula y mangas en los hombros. Tenía el cabello semi recogido, rizado y
atado flojamente en la cima, con rizos sueltos que caían por su espalda. No
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usaba joyería, pero su rostro estaba inmaculado con labios que
combinaban con el vestido—. No vas a ir al baile sola, Grace.
—No estaba pensando en ir sola —repliqué antes de que el timbre
de la puerta sonara.
—Eso no es lo que quise decir y lo sabes —fue la respuesta mordaz
de Lark antes de que ella pusiera una sonrisa mientras Shawn caminaba
dentro, una caja clara en su mano que sostenía algún ramillete genérico.
—Guau —dijo Shawn antes de silbar, pronunciando cada letra con
el estilo típico de Salsa—. Te ves... caliente. Ardiente caliente. Abrasador
caliente.
—¿Podrías no describir a mi hija tan caliente? —comentó papá, un
leve gruñido de desaprobación en su voz.
—Oh. Uhm, lo siento Sr. Shelley. —Se disculpó Shawn
rápidamente, su cara enrojeciendo de vergüenza.
—Gracias. Así que, ¿a dónde vas a llevar a mi hija señor...?
—Bing. Es Shawn Bing, Sr. Shelley. Y voy a llevarla al baile de
graduación, señor. Sólo al baile. Nada más. Y definitivamente no a tener
relaciones sexuales.
La frente de Shawn se perló, con la mandíbula colgando en estado
de shock por sus palabras, y me adelanté para agarrar su brazo y
arrastrarlo hacia la puerta.
—Bueno, creo que eso es suficiente para una noche, vamos a seguir
adelante. Te veré más tarde, papá. Gracias Janice —le grité antes de que
los tacones en mis pies comenzaran su repiqueteo en la acera.
—Guau. Eso fue intenso. Lamento lo que dije, tu papá es un poco...
estricto. Yo no lo veía como ese tipo de persona, ¿sabes?
—No lo es. Las cosas han sido un poco difíciles... por aquí —le dije
mientras él me llevaba a un auto modelo más nuevo que estaba parado en
la acera donde el auto Graham solía estacionarse.
—Bueno, totalmente entiendo por qué es así. Quiero decir, aquí
estoy yo, un extraño tonto que viene a llevarse a su hija al baile en vez de
su novio perfecto. Por supuesto, si él me conociera, sabría que no hay
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ninguna posibilidad en el infierno que tú y yo alguna vez conectáramos.
Esto es totalmente platónico y esas cosas, dos amigos que van al baile y
pasan un buen rato.
Extendió la caja hacia mí y me sonrió.
—Ten. Había cancelado mi pedido cuando cancelaste nuestra cita,
así que cuando fui a la floristería no había quedado nada pre-envasado. Vi
esta flor posada en el florero que la señora tenía en su mostrador y
pregunté si podía hacerte un ramillete de ella. —Abrió la tapa y me mordí
el labio mientras sacaba el mismo tipo de rosa y blanca flor moteada que
Robert me había dado la mañana de nuestra primera cita.
Sostuve mi muñeca en alto mientras ataba la cinta alrededor de
ella y luego le agradecí en voz baja, demasiado abrumada por los
recuerdos para decir algo que fuera significativo. Abrió la puerta del auto y
la sostuvo para mí mientras yo subía. Tiré de mi vestido y esperé mientras
él cerraba la puerta y corría hacia el lado del conductor, entró y arrancó el
auto con un zumbido silencioso.
—Este es el auto de mi hermana. Ella no va a estar exactamente
usándolo durante el próximo día o dos, así que pensé tomarlo prestado
para la noche. ¿Estás lista?
Asentí con la cabeza y luego nos fuimos, dejando a mi padre
preocupado despidiéndose en la puerta. Me alegré de que Shawn no
hubiera visto la sombra que parecía seguirnos desde arriba mientras nos
dirigimos hacia el gimnasio de la escuela donde el baile se celebraba.
—¿Quieres que te apueste una botella de energía?
—¿Qué?
—Dije: ¿Quieres que te traiga un vaso de ponche?
Shawn mantuvo su boca en mi oreja, su voz tan fuerte como pudo
y sin embargo era apenas lo suficientemente alta para ser escuchado sobre
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el bajo golpear que retumbaba por todo el Mylar y el papel crepé llenando
gimnasio.
—Oh, sí, claro —le respondí, y asentí por si acaso él no me había
escuchado.
—¡De acuerdo! —Él desapareció en la pista de baile llena de gente
frente a nosotros, y lancé un suspiro de alivio, volviendo a apoyar la
cabeza sobre la mesa que nos habían asignado y preguntándome por qué
me había tomado la molestia de venir a un evento como este.
Tan pronto como había llegado, la multitud de jóvenes irrumpió, las
preguntas y los chismes se derramaron fuera de sus labios. Nadie sabía
dónde estaba el Sr. Branke, quien se suponía era chaperón pero no se
presentó. Los padres de Erica denunciaron su desaparición por la
mañana, y los rumores de que Erica y el Sr. Branke se habían escapado
juntos se extendieron como un reguero de pólvora por todo el baile.
Luego vinieron las preguntas sobre mí. Nadie quería aceptar que
estaba en la fiesta de graduación con Shawn porque él había preguntado,
aun cuando juró y perjuró que era verdad. Y lo más molesto de todo, todo
el mundo quería saber cómo se veía Stacy muerta.
Dejé que Shawn me arrastrara hasta la pista un par de veces antes
de fingir un dolor en el tobillo. Él fue muy amable al respecto, y pronto se
fue a bailar con un par de chicas que habían venido solas. Lark y Graham
estaban en la pista de baile también, sus cuerpos moviéndose en una
canción que sólo ellos podían oír, con los ojos fijos en el otro, sus
pensamientos en sintonía sólo para ellos. Tomé una pequeña alegría de
eso antes de permitir que una especie de amargura se burlara con su hiel,
y luego se fue lejos cuando Shawn volvió, mi sonrisa de vuelta en mi cara.
—Aquí tienes —gritó, y me entregó un vaso de plástico lleno de
aguado líquido rojo—. Creo que ha sido enriquecido.
—¿Cómo lo sabes? —grité antes de tomar un sorbo con cuidado.
—Porque vi a Chad verter algo en el tazón de ponche antes de que
yo llegara.
—¿Qué podría echar en él?
—No lo sé, pero yo lo bebería despacio si fuera tú.
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—¿No vas a tomar un poco? —le pregunté, al ver que él no tenía
ningún vaso frente a él.
—No... Soy CD, ¿recuerdas?
Asentí y sonrió.
—¿Haces mucho de CD?
—Sí. También soy el único que tiene acceso regular a un auto, así
que ser conductor designado es casi una garantía para mí. Aunque, no me
importa. Me gusta un poco ser el responsable. Chad y Dwayne, ellos están
destinados a ser locos y esas cosas.
Sonreí y asentí una vez más, y poco a poco tomé un sorbo de la
bebida enriquecida, con la esperanza de que lo que fuera que Chad había
puesto en él me ayudaría a adormecer en el interior tanto como me sentía
entumecida en el exterior.
Una voz resonó en los altavoces e interrumpió lo que fuera que
Shawn estaba a punto de gritar en mi oreja.
—Está bien, Bulldogs de Heath. Es hora del último baile, así que
agarren a sus parejas y entren en la pista, mientras decimos adiós a un
año de recuerdos.
—¿Quiere ir ahí? ¿Una última celebración? —preguntó Shawn, sus
ojos esperanzados.
—Claro —le respondí, y le permití tirar de mí hasta la pista. Apoyé
mis manos en sus hombros mientras la música comenzaba, y mis pies se
congelaban en su lugar.
—¿Qué pasa?
Miré sobre mi hombro y vi al DJ con los auriculares sobre sus
orejas, obviamente escuchando algo distinto de lo que él estaba tocando
porque la canción que yo escuchaba en mi cabeza era algo completamente
diferente. Era una canción destinada a los amantes, a las personas
destinadas a estar juntas no para dos amigos que tienen “una última
celebración”.
—Esta canción. —Tropecé, mi labio tembloroso mientras luchaba
para contener mi dolor—. Esta canción...
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—Oye, mira, si esta canción no es lo que quieres bailar, vamos a
salir de la pista —insistió Shawn y comenzó a alejarse.
Continuó tirando de mí hasta que estuvimos fuera del gimnasio y
yo estuve de nuevo en su auto, mirando por la ventana cómo las lámparas
de la calle pasaba en borrones de luz ámbar que me llevaron a una
relajación. Shawn tomó esto como que yo tenía frío y subió la calefacción,
aunque parecía estar sofocado en su chaqueta de esmoquin. Me acerqué y
lo bajé, dándole una sonrisa de agradecimiento pero incapaz de decir
nada, me preocupaba que abrir mi boca sólo sería una señal de mi cerebro
para desencadenar mis pensamientos, como si él fuese a entender y
apreciarlos.
Llegamos a mi casa y vi que la luz en la puerta delantera estaba
encendida, pero nada más; el resto de la casa estaba a oscuras.
—Supongo que decidieron no esperar despiertos por mí —le dije
con una media sonrisa.
—Eso es porque no tienen nada de qué preocuparse, ¿recuerdas?
—respondió Shawn, su risa igualmente despiadada.
—Escucha, Shawn, quiero darte las gracias por esta noche. Sé que
no fui exactamente la mejor cita de baile de graduación, pero ayudaste a
hacer esta noche, por lo menos para mí, algo que siempre voy a recordar.
Fue exactamente lo que había esperado que fuera.
Me incliné hacia delante y le di un beso en la mejilla. Se sonrojó al
instante, y sentí el calor que golpeó su cara antes de que me apartara.
—Aww, ahora vas y me haces sentir todo caballeroso y mierda —
dijo con un leve tartamudeo.
»Sabes, te equivocas, Grace. Fuiste la mejor cita de graduación. Y
no estoy diciendo eso porque eres la única cita de graduación que he
tenido. No muchas chicas estarían de acuerdo con su cita buscando lo
mismo que yo, o bailando con otras chicas y haciendo el tonto en la pista
de baile, o teniendo amigos que enriquecen el ponche y todas esas cosas.
Si no hubieras llamado, probablemente habría estado pasando otra noche
en el hospital viendo a mi hermana mayor cambiando pañales y
escuchando a mi hermano hablar de cómo los Browns han tenido su
oportunidad este año.
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»Así que tengo que agradecerte, Grace, por ser una buena amiga
para mí y darme una de las mejores noches de mi vida. No creo que habrá
otra noche como esta para mí por un tiempo. Tal vez dos, tres días
máximo.
Esta vez, cuando me reí, estuvo llena de calidez.
—Gracias, Shawn. No te preocupes por esperar a que llegue a la
puerta. Voy a estar bien. Nos vemos el lunes.
Abrí la puerta del auto y la cerré detrás de mí, asegurándome de
despedirme con mi mano mientras me dirigía hacia la puerta principal.
Con manos suaves, di vuelta a la perilla, contenta de que mi padre no la
hubiera cerrado con llave ya que no había tomado mi llave conmigo. Me
quité los zapatos y caminé por las escaleras hacia la habitación de
Matthew.
Me asomé en ella y vi su forma dormida en su cuna. No queriendo
molestarlo, cerré la puerta y caminé a mi habitación. Encendí la luz y miré
a mi cama, viéndola ordenada y hecha, las bolsas que habían guardado
mis vestidos ahora colgando en mi armario, la caja de zapatos puesta
delante de la puerta del armario, esperando que las sandalias de tiras
estén de vuelta.
Me levanté el dobladillo de los dos vestidos y tiré de ellos por
encima de mi cabeza, demasiado cansada para molestarme siquiera en
pelear con esos ganchos súper complicados en este momento, y
poniéndolos encima del paquete en el tocador para tratar con ellos en la
mañana.
Saqué una camiseta del cajón superior que no estaba ocupado con
todo el maquillaje de Katie y quité los aretes de mis orejas mientras
caminaba hacía la ventana saltando con un sobresalto.
—¿Está todo bien aquí?
La cara de Lark flotó por encima de mi alféizar de la ventana, y yo
asentí.
—Sí. Todo está bien.
—Está bien. Buenas noches.
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Traté de decirlo de vuelta, pero ella se había ido de nuevo. No se
había presentado por preocupación, sino por el deber. Eso es todo lo que
quedaba entre nosotras ahora que Robert había muerto.
—Lo siento —susurré a la noche, con la esperanza de que llegara a
ella, a cualquier persona que sintiera el mismo amargo resentimiento. Yo
no los culpaba. Me resentía por mi cuenta.
Me senté en la cama y me recosté, apoyando mi cabeza sobre un
brazo doblado mientras miraba al techo. Me quedé así durante lo que
parecieron horas antes de levantarme y apagar la luz.
—Voy a lidiar con mi maquillaje en la mañana —murmuré antes de
golpear mi cara en una almohada y cerrar los ojos.
La brisa exterior comenzó a levantar las cortinas y estás empezaron
a soplar hacia mí, haciéndome cosquillas en el brazo y molestando lo
suficiente como para arrastrar mi cabeza fuera de los confines de mi
almohada y abrir mis ojos. La tela ondulante soplaba violentamente y me
senté, frustrada mientras adormilada incliné mi brazo hacia la ventana,
sacando la cabeza para ver la actividad pasando más allá de los confines
de mi habitación. El viento silbaba, mientras soplaba por la calle, hojas y
basura andante que habían escapado de sus cajas montando las
corrientes hacia la siguiente cuadra.
—Estúpido viento. —Cerré mi ventana y sentí el ruido de la presión
que ello creaba, y luego sentí sólo el más ligero vistazo de algo tocando mi
pie. Miré hacia abajo y vi que lo que fuera rodó debajo de la cama. Me
agaché y levanté la falda de la cama y vi la sombra de algo pequeño
cuando llegué hacia él y lo saqué.
Era el anillo de hierba trenzada que había encontrado su hogar en
mi dedo por un breve período de tiempo antes de que todo sucediera. Lark
debe haberlo encontrado y devuelto. El hecho de que hubiera sobrevivido
era un milagro. A través del rabillo del ojo, vi el movimiento de una sombra
y chillé.
—Estúpidas sombras —me quejé cuando me di cuenta de que la
sombra de una persona que vi reflejada contra mi pared era simplemente
mi propia cabeza bloqueando la luz que entraba por la ventana.
Hice rodar suavemente el anillo entre mis dedos y me pregunté si
no sería correcto ponérmelo, y si lo hacía, ¿en qué dedo debería reposar?
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Me senté en mi cama y examiné la banda en la luz de la luna antes de que
mis ojos empezaran a estar pesados. Me hundí y bajé la cabeza a la
almohada, el anillo escondido en el bolsillo de mi palma, y decidí resolver
las cosas por la mañana.
Cerré los ojos de nuevo y recé para que soñara con Robert. No sería
justo tenerlo en mis sueños, ni en ninguna otra parte. Había sobrevivido
un día sin él gracias a las distracciones que había forzado sobre mí, pero el
mañana no guardaba nada para mí. No habría ninguna rutina normal, no
habría ninguna anticipación, ningún anhelo, nada.
Suspirando, dejé a mi cuerpo relajarse y caer en un sueño sin
sueños gracias a Dios, pero la sensación de algo arañando mi rostro
pronto perturbó el tranquilo descanso. Di un manotazo al molesto
atacante y traté de volver a la tranquilidad de la mente en blanco, pero de
nuevo, el roce se convirtió en demasiado para ignorarlo y me senté una vez
más, irritada por esta inoportuna intrusión.
Salí de mi cama soñolientamente y me dirigí hacia el cuarto de
baño, encendiendo la luz y mirando medio dormida a mi cara, casi
esperando ver profundos surcos en mis mejillas y en su lugar encontrando
que mi maquillaje se había pegado a la almohada. Pues bien, ahora
tendría que lavar la ropa en la mañana.
—Fabuloso —me quejé antes de apagar la luz del baño y regresar a
mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí y subiendo de nuevo en mi
cama, con mucho menos paciencia y más amargura que cuando la había
dejado.
Sólo que la cama no estaba vacía.
—Te lo dije, me encantan tus pecas.
Me apresuré a salir de la cama, aterrizando en el suelo con un
ruido sordo, un gruñido deslizándose por mis labios. Me empujé hacia
atrás con los pies hasta que mi espalda estuvo presionada contra la pared
debajo de la ventana. Mis manos volaron a mi boca para contener un grito
mientras miraba a la figura en mi cama que se estaba apoyando en un
codo, dos irises enmarcados en plata actuando como focos dirigidos a mí,
mientras sus labios se movían para hablar una vez más.
—Así que nos volvemos a encontrar.
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Epílogo Qué se Puede Esperar
Para lo que Será
Mañana Traducido por Caami
Corregido por LizC
uedan dos semanas para la graduación.
Los volantes estaban presumiendo el
recordatorio por todas partes, gritando el anuncio en
colores brillantes mientras los estudiantes del último año se disponían a
pasar al siguiente capítulo de sus vidas, y los de penúltimo se preparaban
finalmente para tomar el control de la escuela.
—Entonces, ¿conseguiste la carta de confirmación ya?
Graham me miró desde la mesa de la cafetería, su mano
sosteniendo la de Lark con fiereza, sus ojos llenos de emoción.
—Sí, lo hice —contesté antes de enterrar mi nariz aún más en mi
libro.
—¿Y bien? ¿Estás emocionada de ir?
—Q
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Levanté la cabeza y miré su expresión anticipada con un poco de
arrepentimiento.
—No iré.
—¿Qué?
Esta pregunta vino de Shawn quien, junto con el resto de los Chips
y Dip, ahora se sentaba con nosotros en la mesa.
—Dije que no voy a ninguna parte —repetí, mientras me miraba
como si me hubiera brotado un tercer ojo y varios cuernos hubieran
aparecido desde la punta de mi nariz.
—¡Pero eres inteligente! No eres una genio inteligente, pero eres
malditamente inteligente. ¡Eres más inteligente que yo, por lo menos!
—Madame Hidani bailando hula hula es hasta más inteligente que
tú —se rió Chad antes de eludir una patata frita volando desde la dirección
de Shawn.
—Decidí no ir a la universidad por un año —dije para responder las
preguntas antes de que crecieran en números—. Mi madrastra acaba de
perder a su hermana hace unas semanas y necesita mi ayuda con el bebé.
Además, no quiero pasar la mayor parte de mi primer año trabajando para
poder dedicar todo mi tiempo sobrante a los estudios. Así que sólo voy a
trabajar durante un año en la tienda de comestibles de mi padre, y ahorrar
algo de dinero para ir a la universidad.
El coro de desaprobación fue sorprendente, pero dos voces se
mantuvieron ausentes mientras me miraban con unos tormentosos ojos
coloreados.
¿Cuándo podré decirle a Graham la verdadera razón por la que no
irás a la escuela?
La pregunta de Lark me sorprendió. Era lo más que me había dicho
desde que se había enterado que Robert estaba vivo. Habían librado una
discusión silenciosa en mi habitación cuando ella apareció minutos
después de que yo lo había descubierto en mi cama, y luego se había ido
enojada, dejando a Robert pidiéndome disculpas por cosas de las que no
había oído hablar pero que sabía que ella había dicho antes de que él
mismo finalizará sus argumentos y aclarara las cosas que sólo él había
oído.
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No lo sé.
Robert, quien aún tenía que explicarme qué había pasado esa
noche en el bosque, meneó la cabeza.
No puedes decirle nada. Cuantas menos personas sepan, mejor.
Graham es demasiado cercano a Grace y aquellos que saben eso están
obligados a usar esto en contra de ambos.
Los ojos de Lark se estrecharon, su boca se vino abajo en un
hermoso gesto de disgusto.
Él es mi marido, Robert. No puedo ocultarle esto por mucho tiempo.
Los ojos de Robert también se entrecerraron, igualando malicia por
malicia mientras miraba a su hermana.
Estarás en Florida. Él estará demasiado ocupado con la escuela
como para saber qué preguntas hacer, y mantendrás el resto de su tiempo
libre ocupado por lo que no tendrá tiempo para pensar.
Vi a Lark agarrarse fuerte a la mesa, vi como sus dedos
comenzaban a excavar en la superficie laminada y hundirla como si fuera
simple plastilina.
Actúas como si eso fuera todo lo que hacemos.
Robert se encogió de hombros.
No me importa lo que ustedes dos hagan, mientras le impida hacer
preguntas. La seguridad de Grace y su familia son primordiales.
Quienquiera que fuera con el que Samael estaba trabajando aún está por
ahí fuera, y todavía quiere ver a Grace muerta. Los Serafines aún no me han
dictado una sentencia por la muerte de Sam, y con toda seguridad eso
incluirá estipulaciones con respecto a su vida, lo cual sabes muy bien que
puede significar sólo una cosa.
Sabiendo esto, también tendrás que reconocer que ella pronto estará
recibiendo su llamado nuevamente, así como yo. A través de algún milagro,
nos han dado una segunda oportunidad de hacer las cosas bien, y no me
importa si te insulta escuchar que tu papel en todo esto es evitar que tu
marido tenga un pensamiento libre para cualquiera excepto tú. Sobre todo si
eso significa que podemos evitar la muerte de más gente inocente.
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Gente inocente. Erica y el Sr. Branke habían sido verdaderamente
inocentes, a pesar de su reputación. La escuela había hecho un anuncio el
lunes después del baile de graduación en la que el Sr. Branke había
tomado un permiso prematuro de ausencia, y no regresaría el año
siguiente. Los padres de Erica comenzaron a pegar volantes por toda la
ciudad, incluso entregaban recompensa para quien pudiera localizarla,
pero nada resultó de ello.
Nunca se me ocurrió preguntar qué pasó con sus cuerpos, o qué
había pasado con el automóvil del Sr. Branke, y dudo que alguna vez lo
haga. Algunas cosas simplemente eran mejores dejarlas sin conocer. Sólo
esperaba que alguien pudiera traerles a sus familias un poco de paz.
Lark se puso de pie, la silla voló hacia atrás y se estrelló contra la
pared con tal fuerza que un pedazo de concreto cayó al suelo desde donde
el respaldo había golpeado. Una pata se le había doblado, y había una
grieta visible en el asiento.
—Ven, Graham. Nos vamos.
Graham estaba en medio de una broma con Dwayne cuando vio la
expresión en su rostro y se puso de pie.
—Uh, los alcanzaré más tarde. —Tomó su chaqueta y se marchó,
no sin antes darme una mirada de disculpa que me hirió ver.
—Amigo, ese muchacho está sometido —dijo Chad, sacudiendo la
cabeza con incredulidad.
—Como si no te levantarías y empezarías a lamer tus propias botas
si Lark Bellegarde fuera tu novia —respondió Dwayne.
—Oh, lo haría. Haría lo que sea que ella quiera. E incluso diría que
estoy sometido —replicó Chad, y los dos comenzaron a resoplar.
Shawn puso los ojos en blanco y luego se encogió de hombros,
mientras notaba la expresión en mi cara.
—A veces me pregunto por qué soy amigo de estos sujetos.
Le sonreí.
—Porque sin ellos, nunca conseguirías ser el responsable.
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—Eso es verdad —rió antes de agarrar sus cosas y pararse—.
Hablando de responsabilidad, vamos muchachos, tenemos que preparar el
equipo audio-visual para recoger las togas y el birrete.
—Maldición, ¿eso es hoy?
Los otros dos se pusieron de pie y se despidieron antes de salir
corriendo. Solos, Robert me sacó de mi asiento y me puso en su regazo.
—Dos semanas más hasta que estés oficialmente libre.
—Y luego desapareceré —murmuré mientras asimilaba la
realidad—. ¿Es esto realmente necesario? Quiero decir, mi papá y Janice
se quedarán aquí, pero ¿yo no? ¿Por qué?
—Porque eres la única que el socio de Sam quiere, Grace. Si estás
con tu familia, incluso en la clandestinidad, los pondrás en peligro; ya
hemos pasado por eso.
Sí. Habíamos pasado por esto. Varias veces de hecho.
Después de la graduación, Graham se mudaría a Florida con Lark,
como habían pensado originalmente. Robert y yo permaneceríamos en
Heat mientras papá, Janice y Matthew se trasladarían a un lugar más
seguro.
El plan había recibido la desaprobación inmediata de papá, quien
insistió en que tal cosa era improcedente, tanto para una mujer joven y un
ángel. Su objeción no disminuyó cuando Sera, Llehmai y Ameila
aparecieron y casualmente anunciaron el incidente en el campo, Robert
me había propuesto matrimonio y yo había aceptado.
—¿Qué hiciste qué? —resonó la voz de papá.
—Papá… papá por favor, lo hizo porque pensó que me iba a morir,
y sólo acepté porque pensé que moriría. ¡Es sin compromiso! —discutí,
pero cuando la habitación se volvió fría, con hielo formándose en las
ventanas por la reacción fría de Robert ante mi respuesta, mi padre lo
apuntó con un dedo acusatorio.
—¡Tú! Te la confié. Confié en que la mantendrías a salvo y ¿vas y le
pides que se case contigo? ¡Ella es humana!
—Es en parte humana —intervino Sera, pero papá no la escuchó.
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—Es humana. Nació de una mujer humana y fue criada como una
niña humana. Su madre era un ángel… era.
»Los ángeles sólo se casan con humanos por una razón, y me niego
a dejar que lo hagas. Ella no se volverá una de esos, esos monstruos ahí
fuera. ¡No vas a transformar a mi hija!
—¿Cómo sabes que no he cambiado ya? —exigí saber.
—Porque soy tu padre, conozco los signos, Grace. No lo permitiré.
—Ella será convertida —prometió Robert, pero negué con la cabeza,
no apreciando su interrupción.
—Papá, por favor, estás haciendo una escena. Mira, soy adulta
ahora y he tenido la oportunidad de hacer esto; tengo pensado hacerlo
después de la graduación. No me hará invencible, pero hará que me
mantenga con vida el tiempo suficiente para terminar esto. El que esté viva
justo ahora es por un golpe de suerte, papá. Tienes que saber eso.
Un golpe de suerte. Esa era la única manera de describirlo. Era
inexplicable, lo que me había sucedido esa noche. Nadie podía decirme por
qué no había muerto en el árbol de Bala, o por qué la maldición de la
Innominada había desaparecido de mi cuerpo.
La memoria de Robert de lo que había sucedido estaba fragmentada
como mucho, y le estaba tomando un tiempo reconstruirla de nuevo. Se
negó a hablar de esto con nadie, pero creo que es porque no quería
discutir lo que yo era con alguien por miedo a que el pensamiento por si
solo sería suficiente justificación para matarme. En cambio, él hizo todo lo
posible para averiguar la respuesta a este misterio por su cuenta.
Era humana en todos los conceptos menos en uno, dijo, y ese no
era suficiente para sanar mis heridas, heridas que fueron tan terribles,
Robert recordó haber sentido miedo a perderme quemando dentro de él, a
pesar de la rabia que sentía hervir. Sólo pudo decirme que cuando llegó el
momento de matarme, cuando su mano estuvo alrededor de mi garganta y
mi corazón literalmente puesto en su mano, supo que no podía hacerlo.
No podía aceptar mi muerte, incluso en la oscuridad de su propia
agonía, y por eso me dejó allí para que muriera sola, y sólo se quedó cerca
el tiempo suficiente para ver que estuviera a salvo. Cada paso que
habíamos tomado para tratar de mantener a salvo, para mantenerme con
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vida me había llevado hasta ese momento, y el hecho de que no hubiera
muerto no debía ser tomado a la ligera… por ninguna persona.
Sentí mis ojos humedecerse mientras mi padre asentía a lo que
acababa de decirle.
—Sé mejor que tú de qué son capaces de hacer los ángeles y lo que
no… los errores no son algo que ellos hagan. Es por eso que estoy tan
enojado porque aceptes esto. Pensé… pensé cuando llegaste a casa esa
noche, cuando entraste por esa puerta en el lugar de Robert, pensé que me
habían dado un regalo, una segunda oportunidad y que te habías salvado
y que llegarías a vivir una vida normal.
—Pero de eso se trata, papá. ¿Cuándo te darás cuenta de que no
estoy destinada a una vida normal?
—Lo siento, Grace. Traté de ocultarte de este mundo de ellos, pero
no pude, y ahora todo lo que tu madre y yo hicimos, todo lo que hicimos
mal te está afectando, y estás pagando el precio. Pero eso no significa que
tengas que casarte con Robert. Él es mil millones de años más viejo que
tú, con mucha más experiencia en la vida y en… ¡vivir! ¿Cómo sabes que te
ama lo suficiente para merecerte?
—Sé que Robert me ama, porque si no lo hace, no estaría aquí
mismo, discutiendo contigo acerca de esto, papá. Ninguno de nosotros
estaría aquí. Estarías de pie al lado de otra tumba… mi tumba. Además,
¡acabo de decirte que no me voy a casar con Robert! ¿No ves lo ridículo que
sería que me case con él ahora? ¡Tengo dieciocho años!
Y no vivirás para ver los diecinueve. La voz de Lem invadió mis
pensamientos ominosamente desde su rincón en nuestra encogida sala de
estar, viéndose como un homenaje a todo lo perfecto en la forma
masculina.
El llamado que exige que te sacrifiques por Robert se ha, por alguna
razón, silenciado. Lo que pasó con N’Uriel también silenció su llamado, pero
volverá, y cuando lo haga será más enojado, más necesitado, y no habrá
nada que ninguno de ustedes pueda hacer para detenerlo o posponerlo. Si
estás casada, podrás disfrutar de tus últimos días, semanas, quizás incluso
meses juntos. Pero, si no es así, simplemente seguirás siendo como eres,
juntos pero no, y rodeada de leyes que evitan que tu sociedad así como la
mía se convierta en caos.
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—¡No es justo! —soné como una llorona de tres años, pero era
exactamente lo que sentía—. Moriré, para salvar su vida, y ¿no puedo
conseguir un pase?
Quizás tú sí, pero N’Uriel no. Hablas de justicia, pero cuán justo es
que tú, una chica humana tonta será perdonada mientras uno de los
nuestros, cuya vocación es de las más altas naturalezas, ¿no lo hará? Dices
que amas a N’Uriel, y que estás dispuesta a sacrificar tu vida para salvarlo,
pero ¿te resistes al matrimonio que es ofrecido por él, alguien que arriesgó
su alma para mantenerte viva? ¿No es eso también injusto?
Fui dejada incapaz de argumentar. Todo lo que Lem decía era
verdad.
Y así es como se decidió que después de la graduación y antes de
que todos se fueran, una pequeña ceremonia civil tendría lugar, y Robert y
yo nos casaríamos.
Lo que nadie había discutido, sin embargo, era dónde encajaba
Stacy en todo esto. Sólo algunos de nosotros sabíamos lo que realmente le
había sucedido, y yo era la única persona con la que estaba dispuesta a
hablar.
Había sacado completamente a Lark de su vida después de esa
noche, y si Lark no era una parte de su vida entonces tampoco Graham. Él
todavía no tenía idea de que estaba con vida; decirle que ella estaba
muerta había caído sobre mí y me odiaba por haberle mentido.
En cuanto a Robert, Stacy sabía la animosidad que sentía por su
especie… su especie, cuán extraño era pensar tal cosa sobre Stacy. Por lo
tanto, nos reuníamos en privado con la frecuencia que podíamos, lo cual
no era tan a menudo como a cualquiera de nosotras le gustaría, pero nos
las arreglábamos. Después de un tiempo empezó a sentirse normal… lo
cual ninguno de las dos disfrutábamos especialmente.
—Así que te vas a casar, ¿eh? —preguntó una noche, mientras
Robert no estaba.
Gemí entre mis manos.
—Sí. Se supone que debe pasar un par de días después de la
graduación. Va a ser muy privado. No creo que alguien vaya a estar allí
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excepto nosotros. ¿Qué piensas, Stacy? ¿Está mal? ¿Crees que me estoy
precipitando con esto? Porque si lo haces, entonces…
—No, Grace. No, no creo que esté mal. No tienes las mismas
opciones que yo tenía para vivir. Tienes que morir; no hay vuelta atrás
hacia dónde vas, así que tienes que tomar lo que puedas conseguir ahora,
antes de que se te acabe el tiempo. Y amas a Robert, ¿no? ¿No es la mejor
razón para casarse? Además, si estuviste dispuesta a arriesgar tu vida por
él, no veo cómo puedes pensar que te estás precipitando en cualquier cosa
por casarte con él. ¿Qué…. estás teniendo segundos pensamientos?
Negué con la cabeza.
—En realidad no. Supongo que a veces, y entonces pienso sobre lo
que significa para nosotros dos estar casados, la libertad nos permitirá lo
que nunca hemos sido capaz de tener antes. Y de todos modos, no es que
él se esté haciendo más joven.
—Eso es verdad. Es hora de que hagas un ángel honesto de él, una
docena de siglos es demasiado tiempo para haber estado por ahí solo —se
rió, el sonido de su voz un extraño eco de lo que solía ser. Estaba
manchada ahora mayormente por algo más profundo, casi con un
interesante toque de oscuridad que había provisto su muerte… su
verdadera muerte.
Se fue poco después de esa conversación y esa fue la última vez
que la vi. Dijo que estaría de vuelta para la boda, pero no sabía cómo
decirle que en realidad no iba haber una, o que ni Graham, ni papá, ni
Janice sabían que no estaba muerta. Bueno, muerta en el sentido de no
caminar alrededor y hablar.
Y ahora, sentada en la cafetería antes del cuarto período, sabía que
estaba teniendo más que segundos pensamientos. Estaba teniendo
terceros, cuartos e incluso quintos pensamientos.
—Todavía no creo que tengamos que casarnos —me quejé—. Esa
cosa del humo noster nostri no está en contra de tus leyes, y eso fue
muy… satisfactorio.
La mano de Robert cubrió la mía y me estremecí al contacto. Había
regresado entero a mí, sin un sólo cabello o pluma fuera de lugar, pero
creer que había muerto por segunda vez había sólo duplicado mi reacción
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por él, cada uno de sus toques se sentía como una tormenta de fuego
desatada dentro de mí.
Puede ser que sea satisfactorio, pero no comienza a describir lo que
puede haber entre nosotros, Grace.
Mis ojos se abrieron de par en par ante la intriga de lo que estaba
diciendo, hundiendo sus garras en mí.
—¿Cómo qué?
Dale a tus más salvajes fantasías alas, Grace. Dale alas y déjalas
volar.
Solté un bufido.
—Todas ellas tienen alas, Robert. Todas. Ellas.
Sus voz fue baja, tan baja que sabía que sólo yo lo podía oír y eso
volvió mi piel de gallina, cada nervio en mi interior fulguró mientras el
prometía—: Bueno, entonces, cásate conmigo y haré que tus fantasías se
hagan realidad.
Bajé la mirada a mi mano izquierda y vi que él estaba dando
vueltas a la pequeña banda de hierba que estaba asentada en mi dedo
anular con facilidad casual.
—Pensé que ya habíamos acordado que ese era el plan.
—Estuvimos de acuerdo porque eso era lo que se nos impuso. Te
pido, Grace. Te estoy pidiendo ahora, con ninguno de nosotros muriendo
ahora o mañana, que te cases conmigo y me bendigas con tu amor y
corazón. Sé que no merezco ninguno de ellos ni los justifico, pero si me los
das libremente, si me honras con una respuesta afirmativa, te prometo
que voy a pasar el resto de nuestros días juntos haciendo todo lo posible
por hacerte feliz.
Observé cómo deslizaba el anillo de mi dedo y luego lo devolvía. No,
no lo hizo, pero algo parecido. Era una banda de plata trenzada, con dos
piedras pequeñas en forma de lágrima colocadas lado a lado, incrustadas
en el metal, sus extremos puntiagudos reunidos juntos mientras los más
anchos se desplegaban formando un diminuto corazón resplandeciente.
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Miré a nuestro alrededor para ver si alguien estaba observando, y
luego mi cabeza cayó para obtener una inspección más cercana.
—¿De dónde sacaste esto? No son diamantes, ¿verdad? —le
pregunté, presa del pánico.
—He tenido el anillo por un tiempo, en realidad. Fue un regalo, una
especie de regalo conmemorativo por recibir mis alas. No pensé en ello
porque obtuve un regalo mejor en ti, pero ahora que eso es real, ha
parecido conveniente que la persona que me dio mis alas lo use.
»Y no, no son diamantes. Son cristales, lágrimas realmente; una
tuya, y la otra mía, que incrusté después de ablandar el metal un poco.
Mis ojos se humedecieron ante el sentimiento que había puesto en
este pequeño intercambio. Mis dedos rozaron las piedras y sonreí cuando
sentí una fría mientras que la otra estaba caliente al toque.
—Entonces, ¿esto significa que sí?
Mis ojos se alzaron para encontrarse con los suyos y asentí una
vez, el movimiento tan minúsculo que tuve miedo de que no lo haya
percibido y que tendría que preguntar de nuevo. Pero debería haber sabido
mejor cuando atrajo sus labios a los míos en el más ligero de los besos.
—Gracias.
Una vez más asentí y luego metí la mano en mi bolsillo, dándome la
vuelta para terminar mi almuerzo antes de que alguien lo notara.
—No importa si alguien se da cuenta, Grace. Lo que importa es que
seas feliz, y que ansíes un futuro conmigo, tan breve como pueda ser.
Lo miré con sorpresa.
Robert, pensé que habías muerto. Por segunda vez en mi vida, te vi
morir y todavía no he asimilado las repercusiones de eso completamente,
pero puedo decirte ahora que saber que incluso tengo una hora contigo es
mucho más de lo que puedo haber esperado o soñado. Has vuelto a mí. Dos
veces. Y no pienso desperdiciar más tiempo ante la remota posibilidad que
podría haber una tercera vez.
Él sonrió y sacó mano de mi bolsillo, besando mis nudillos y
riéndose del rubor rojo que se arrastró hasta mi rostro.
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—Prométeme una cosa, Grace.
Con cautela, asentí. Su mano se extendió para frotar mi mejilla, su
pulgar suavemente pasando por la llanura debajo de mi ojo.
—No vuelvas a usar maquillaje que te cubra las pecas de nuevo.
Mi risa resonó en la cafetería abarrotada mientras asentía
alegremente.
—¡Eso lo puedo prometer!
Y esta vez, cuando me besó, no fue un beso suave. No fue ni
siquiera un beso moderadamente serio de esos que él reservaba para los
lugares públicos. Este beso fue uno que sólo dabas a alguien de quien
estabas enamorado. Alguien con quien estabas intimado. Alguien con
quien pasarías el resto de tu vida, por breve que sea. Alguien con quien
vas a casarte.
Gritos y silbidos le siguieron cuando la cafetería atestada se fijaba
en nuestra pequeña demostración y Robert se apartó, pero pude sentir la
vacilación y la renuencia allí, y me deleité con eso.
Tal vez estar casada no iba a ser tan malo después de todo. Mis
dedos tocaron las piedras caliente y fría sobre mi anillo una vez más, y
sonreí mientras la mano de Robert cubría la mía, manteniendo nuestro
secreto sólo en eso: nuestro secreto.
—No será malo en lo absoluto.
—Te amo —murmuré.
—Yo te amo más.
Fin
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Grace of Day
l último año de Grace está a punto de terminar y lo
hace de una manera que nunca se imaginó. Su mejor
amigo está a su lado, su novio es ahora su prometido, y
su vida está siguiendo su curso.
Pero las cosas buenas nunca duran.
Antes de que sepa lo que pasa, la vida de Grace está patas arriba
una vez más y se ve obligada a enfrentarse a la verdad acerca de quién y
qué es, y lo que eso significa para Robert, la única otra persona que
entiende lo que esa verdad implica. Pero eso es sólo el principio ya que las
fuerzas que quieren a Grace muerta, y los amigos y familiares que quieren
a Grace sana y salva finalmente chocan en una batalla donde el premio no
es sólo la vida, sino también la muerte.
E
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Sobre la
Autora S. L. Naeole siempre ha amado
el olor de los libros, el tacto de los
libros, y el lugar donde un libro garantiza que te llevará. Supo desde
temprana edad que su destino era escribir, crear aquellos mismos libros
que amaba tanto y prometió que algún día, lo haría.
Ahora después de casarse y empezar una familia, finalmente ha
hecho su sueño realidad. Como la autora de Falling from Grace, ha
encontrado un lugar que le permite que sus sueños se conviertan en los de
los lectores, y los transporta a mundos y vidas donde la fantasía y la
realidad se mezclan sin problemas.
S.L. Naeole escribe desde su hogar en Hawaii, con su esposo,
cuatro niños, y un gato a su lado, animándola y proveyéndole cantidades
sin fin de inspiración.
Saga Grace:
Falling from Grace
Bird Song
Black Halo
Grace of Day
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Créditos
Moderadoras: LizC Lizzie
Traductoras: LizC Andy Parth nahirr
Lizzie mariaozuna Xhessii
Vero carmen170796 vanehz
areli97 yumigood Lorenaa
Caami whiteshadow Little Rose
Elenp Simoriah
Correctores: LizC Angeles Rangel Xhessii
Lizzie Samylinda Curitiba
Zeth Marina012 NayeliR
Recopilación y Revisión: LizC Lizzie
Diseño: Lizzie