Los caleños en 1910: una mirada desde el Bicentenario***1
Capítulo I Cali, Ciudadanías y Centenarios
1910 y 2010
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Sean habitantes de una gran ciudad, de un pueblo o de un villorrio, los ciudadanos son un
actor central en el nacimiento, conservación y evolución del “terruño”, al que cada quien,
en relación ora solidaria ora conflictiva con sus conciudadanos, mantiene uncida el alma.
Pero, actores importantes también lo han sido las variadas expresiones organizativas de las
clases sociales, razón por la cual no podemos opacar esta mirada, por lo menos, como
necesaria y complementaria opción metodológica. En la última centena de años, en este
terruño llamado Cali, socialmente se han asentado muchas ciudadanías que, cuando se han
unido, no obstante los desacuerdos y conflictos, casi siempre lo han empujado hacia el
futuro. Esto no obstante, con variaciones asociadas a los distintos períodos históricos, su
traza urbana siempre ha mostrado una clara configuración de clase. Se funda así la
necesidad metodológica de no desprender los exámenes sociológicos de ciudadanía, de los
1*** Constituye este el capítulo I del libro que publicará el Instituto de Educación y Pedagogía IEP de la
Universidad del Valle, “Los caleños en 1910 una mirada desde el Bicentenario” y que ECOPAIS está
terminando como investigación a partir del trabajo realizado con el apoyo y financiamiento de la Secretaria de
Educación Municipal de Santiago de Cali
ATISBOS ANALITICOS
Nº119
Julio 17 2010
REVISTA VIRTUAL DE:
DIRECTOR:
HUMBERTO VELEZ RAMIREZ
EDICION:
Jorge E. Salomón y Nelson A. Hernández
análisis de clase. En el caso de este estudio, el contraste urbano entre “El Empedrado o
Altozano” - La Merced de los hacendados y comerciantes- y el Vallano – el San Nicolás de
los artesanos y subalternos- nos proporciona abundantes y ricas lecciones sobre la materia.
Hace un siglo, al traer a la memoria de ese presente pasado- 1910- el evento histórico de la
iniciación de la independencia el 20 de julio de 1810, ideal aun no alcanzado, la ciudadanía
caleña cumplió un papel protagónico en las celebraciones asociadas a esa recordación.
Durante una semana los caleños echaron la casa por esa ventana llamada “San Antonio”
por donde todas las tardes el océano Pacífico con tenaz benevolencia ha insistido en
refrescar el recalentado cuerpo de muchas generaciones de caleños.
Ha sido por estas razones por lo que, en el momento del método de exposición, decidimos
iniciar este libro contándoles a los caleños cómo fue que sus conciudadanos de 1910
conmemoraron el primer Centenario.
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A propósito de este Bicentenario, los historiadores, bajo enfoques teórico-ideológicos
distintos, han ensayado tres miradas. (1) En la primera, han afirmado que como las guerras
de la independencia sólo significaron el cambio de una forma de dominación a otra - del
dominio del Estado colonial español al dominio criollo de los hijos de los ibéricos- no
habría nada que celebrar y mucho menos conmemorar de modo solemne y alborozado. Al
respecto, nosotros opinamos que, al margen del carácter del evento, de sus alcances y
consecuencias sociales, fue allí donde se originó esa “cosa” que llamamos Estado que, tras
veinte décadas, buena, regular o mala, no nos hemos podido zafar ni de nuestras espaldas,
y, mucho menos, de nuestras mentes ni de nuestra existencia práctica. Por otra parte, y en
segundo lugar, los historiadores del establecimiento, al maximizar las transformaciones
asociadas a las guerras de la independencia, nos han hablado de un Estado que, legítimo,
evidenciaría un elevado estatuto de realidad y que sólo requeriría de algunos ajustes para
llegar a un nivel adecuado de eficacia social. Habría que celebrar, por lo tanto, sus 200 años
de una manera solemne y hasta batiéndole palmas al dichoso evento. En contraste, una
tercera mirada, al reconocer el carácter histórico del suceso, una guerra de fractura no
podrá dejar de serlo, trae a la memoria del presente el significado concreto de la
emancipación de España y, al preguntarse por el carácter y alcances del Estado que empezó
a construirse, concluye sobre la necesidad de su refundación e invención en este presente
actual. Es así como esta tercera mirada rescata la importancia y la necesidad de una
conmemoración crítica.
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Desde finales del siglo XIX, los esfuerzos de muchos caleños- atravesados, con frecuencia,
por contradicciones, conflictos, resistencias y dificultosas coordinación y financiamiento-
empezaron a modificar el territorio urbano con importantes proyectos, casi todos ellos
asociados a tres situaciones: 1-a una demanda de servicios públicos; 2- a una mejora
notable en la estética del poblado; y 3-a un esfuerzo sistemático por construir un espacio
público ciudadano no estatal de carácter centrípeto, es decir, con fuerza para atraer y atrapar
al ciudadano común.
Fue así como, desde principios del siglo XX, esa Villa que en 1912 apenas albergaba
27.747 habitantes en su casco urbano y 48.582 en su jurisdicción distrital - Cali, Dagua,
Jamundí, Vijes, la Cumbre y Yumbo (2)- empezó a prepararse para traer hasta su presente
la recordación de los cien primeros años de iniciación de la Independencia.
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Digamos primero cuál era la traza o casco urbano del Cali de esa primera década del siglo.
Casi una larga tira entre las actuales carreras primera y doce.
Hagamos un simple y elemental mapa mental cuadrangular tratando de arrebatarle a la actual
ciudad lo que constituía la traza o casco urbano del Cali de 1910. Para ser más gráficos,
pongamos en la pared esa caricatura de mapa para decir que en la línea de arriba estaba la
primera calle o sea la parte alta de la colina de San Antonio. Vengámonos ahora desde la cima,
de manera recta, por la actual carrera 12 hasta llegar a la otra sima, la actual calle 25.
Vengámonos enseguida por esta hasta llegar al río Cali pero sin pasar a la otra orilla y
vengámonos con él hasta encontrarnos de nuevo con San Antonio.
Ese era el espacio urbano del Cali de 1910. Allí habitaban y respiraban unos 27.000 caleños
y caleñas, para que nos entiendan las feministas, en seis barrios, todos con nombres de
santos (San Antonio, San Pedro, Santa Librada, Santa Rosa, San Nicolás) o de una Virgen
(La Merced) o relacionado con un evento ligado a las gestas de los orígenes del
Cristianismo (El Calvario). Para acentuar ese carácter hagiográfico de la emergente urbe,
habría que decir que, mirada en panorámica, en ella se destacaban los conventos de frailes y
de monjas (San Francisco, el Convento de la Merced, El Convento de San Agustín, El
Convento de Misiones de San Joaquín y el Convento de las Carmelitas Descalzas). Como
para no extrañar entonces la descripción que de Cali hizo en 1820 un oficial inglés,
perteneciente al Batallón Albión,
“Desde una colinita (San Antonio), escribió, se distingue Cali, a donde se acostumbra ir a pasear por las
tardes a caballo. Desde este lugar se contemplan perfectamente todos los jardines particulares así como los
que pertenecen a los monasterios. Están muy bien cuidados por los hermanos legos y ofrecen un carácter
pintoresco cuando se ve a los frailes con los hábitos de su orden, pasear pausadamente por las umbrías de
su retiro”. (3)
Pero, además de su aire conventual, la aldea había adquirido ya un definido carácter de
clase,
“la ciudad se componía, escribió el ´chato‟ Buenaventura, otro de los excelentes cronistas de la época, de
dos barrios, que podrían calificarse de dos repúblicas: El „Empedrado‟ donde vivía toda la gente de
posición social y El „Vallano‟, donde raza y estirpe eran menos claras. Ambos tenían conciencia, orgullo y
se odiaban como los patricios y los plebeyos en la Roma antigua. Sólo había una tregua, la víspera del
Corpus, en que el Empedrado iba al Vallano y se lo recibía con general beneplácito y se le ofrecía ponche
y empanadas”. (4)
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Digamos ahora que el hilo conductor de todos esos esfuerzos se hilvanó alrededor de las
acciones orientadas transformar la Plaza de la Constitución en Parque Cayzedo. (5) Desde
la época de la Colonia, la primera función de esta Plaza había sido la de sitio del mercado
semanal. Allí se levantaban los toldos para las ventas hebdomadarias. Poco a poco, la Plaza
fue asumiendo otras funciones, simbólicas unas primeras (espacio para el parloteo
imaginario semanal), lúdicas otras (festividades cívicas, periódicas corridas de toros,
improvisado hipódromo, retretas), religiosas unas terceras (procesiones) y curativas las
cuartas (sitio donde se podía acudir en busca de yerbateros o naturistas, chamanes y
adivinos). Hasta 1888, en los días que no fuesen de mercado, la Plaza de la Constitución
había sido una amplia y abierta manzana de tierra apisonada, visible desde sus cuatro
esquinas y cuatro costados. (6) Ese año, su generosa visibilidad empezó a interrumpirse
cuando acá y allá se le sembraron pequeños almendros obsequiados por Don Simón
Sinisterra. De todas maneras, continuaba siendo el sitio del mercado semanal, de
periódicas actividades lúdicas, religiosas y políticas y sanitarias, es decir, la sala central
urbana de la conversación semanal colectiva. Por su parte, Santa Rosa era el sitio donde la
gente llegada del campo, dejaba sus caballos y mulas mientras hacía sus diligencias en la
“ciudad”. En 1896 el Municipio de Cali contrató con la “Compañía de Obras Publicas del
Cauca” la construcción de La Plaza de Mercado y de un Matadero. Se alivió así a la Plaza
de la Constitución de su función de sitio de mercado, aunque, de modo provisional,
continúo cumpliendo esa tarea mientras se terminaba la construcción de la Plaza de
Mercado. De todas maneras, el Concejo se cuidó del mantenimiento de este sitio y por eso
en esta misma resolución estableció que, después de cada mercado, los detenidos que
estuviesen en la cárcel debían asearla. Al finalizar el siglo XIX, el Concejo autorizó a Don
Justiniano Lloreda para cercarla con alambre de púas y para sembrar zapallera
prohibiéndose, al mismo tiempo, las actividades lúdicas. Se obtuvo así un más definitivo
espacio abierto, “gran piso de tierra luminoso, totalmente despejado, que permitía plena
visibilidad desde sus cuatro costados y cuatro esquinas, desde la iglesia de San Pedro hasta
„los Portales‟ viejos, desde el almacén la „Mascota‟ hasta la casona de los Zadwasky, desde
la Casa Municipal hasta la casona de Guillermo y Pepe Borrero, diagonal a la iglesia”.(7)
En 1901 la zapallera le cedió el paso al pasto argentino, se puso un alambre de púa más
refinado y se dejaron cuatro entradas por los cuatro costados.
Por cualquiera de las entradas, los ciudadano podía, entonces, ingresar libremente a la mutante Plaza ya
no a “mercar” sino, más bien, a conversar, a comentar, a censurar, a loar, a expresar sentimientos y dejar
fluir imaginarios, a recoger información y a emitir opiniones y hasta juicios bien o mal fundados.
En 1904 entró a funcionar la Junta de Ornato. Los ediles se mostraron, entonces,
particularmente interesados en darle forma definitiva al parque, cuya recomposición
definitiva la inició Víctor Borrero Mercado. Este ciudadano hacía poco había regresado a
la ciudad procedente de Inglaterra donde había cursado estudios de ingeniería. Tras la
guerra de los Mil Días, que le produjo íntimas angustias, inició la titánica tarea de construir
un “parquecito” en el sitio donde estaba la Plaza de la Constitución, nombre que se le había
dado desde 1814 cuando fue jurada la famosa Constitución de Cádiz.
En 7 de junio de 1904 se creó La Sociedad de Mejoras Públicas, la que pronto fundó, como
ya se dijo, una Junta de Ornato, que en 1905 quiso empeñarse en la definitiva creación de
un Parque ciudadano para Ciudadanos. Se dijo que, para una digna preparación de Cali para
la celebración del Primer Centenario de la Independencia, había que modernizar la Plaza.
Se sembraron entonces Guásimos, Cachimbos y Palmeras, algunas muy cercanas a la Pila,
que estaba frente a la Iglesia de San Pedro. Los caleños de principios del siglo XX, que se
sentían habitantes de un “Puerto seco”, bautizaron a esa Pila como la “Pila seca”, pues
carente de fuerza de gravedad, el agua de la acequia no podía subir y surtir la fuente. Esa
fue la forma, se dijo en la ya citada tesis de Marco Sánchez, como se quiso convertir una
Plaza,
“abierta y vacía, en parque arborizado, con sombras y bancos para los contertulios que entablaban
conversaciones más cerradas para encuentros de todo tipo”.
Vale la pena recordarles ahora a los actuales caleños, que el Concejo de 1913 anticipó la
idea de hacer de las orillas del río Cali, con veinte metros de amplitud, un enorme y largo
Parque Longitudinal, idea que quedó plasmada en el Acuerdo No 12 de 1913,
“por el cual se propende el ornato, comodidad e higienización de la ciudad destinando a tal objeto las
márgenes del río y se prohíbe en ellas construcciones extrañas a tal fin…Debe arborizarse a lo largo del
río en una amplitud de 20 metros”. (8)
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Ya lo dijimos, cruzada por muchos problemas estuvo esa iniciativa de creación de esa
mega-obra, apelamos así al lenguaje actual, llamada Plaza Cayzedo. Por ejemplo, no todas
las categorías de población colaboraron; hubo periódicos problemas de financiamiento,
superados, en parte, mediante jugosas, para la época, colectas ciudadanas (9); a un sector de
la aristocracia se le salió su enfoque de Estado pretendiendo ver en el nuevo espacio „un
componente más de su patrimonio privado‟. No en una sino en muchas ocasiones un amplio
sector de la ciudadanía colaboró ya con una ya con otra de las obras que, de modo
progresivo, le fueron dando forma al nuevo espacio. Fueron muchos los ciudadanos que,
desde sus condiciones pecuniarias, colaboraron con las múltiples colectas que se hicieron
para financiar esa iniciativa.
Como en todo proceso humano que busque incidir en la institución de lo social ciudadano
por la vía de la construcción de identidades, el de la construcción de la Plaza Caycedo no
estuvo exento de conflictos y debates, que trascendieron la localidad. Fue así como, desde
Popayán, se le formularon numerosas críticas a esa iniciativa. En julio de 1905, por
ejemplo, el periódico “Paz” de la Capital del Departamento del Cauca, al que pertenecía
Cali como municipio, recogió el contenido de una “Nota Suelta” en la que,
tras recordar que en Europa y Estados Unidos los parques públicos eran para el Público, y que “allí los
desheredados de la fortuna encuentran cómo tomar el aire y el sol que no tienen en sus habitaciones y
donde dilatan sus espíritus que necesitan algo más que las estrechez de las fábricas y talleres”, en cambio,
“se nos ha dicho de una ciudad donde al parque o jardín público sólo dejan entrar los días de retreta a las
personas de cierta condición”. Los firmantes de la nota, al calificar esa situación como inusitada,
anticristiana, inhumana, salvaje y contraria a los sentimientos republicanos, terminaron señalando que la
antigua aristocracia española siempre había mirado por el bienestar de los desvalidos y que ahora “qué mal
quedaba en su lugar una burguesía con privilegios odiosos otorgados por la calidad del vestido. Si el
jardín proyectado en esa ciudad, concluyeron, diere lugar a una cosa semejante que se quede en
proyecto”. (10)
Esa ciudad no era otra que Cali y la burguesía aludida era la clase dirigente de esta ciudad.
Sin demora “El Correo del Cauca” recogió el guante destacando los inconvenientes de todo
género y las erogaciones que habían tenido que hacer para realizar la obra
“varios caballeros caleños y otros avecindados en la población” que “concibieron la feliz idea de hacer un
parque en la Plaza de la Constitución”. “Las familias honradas de los artesanos, anotó el periódico, tienen
libre entrada al parque y mal podríamos impedirle su acceso, pues que la honradez y el trabajo son los
únicos pasaportes en las sociedades republicanas”. Esto no obstante, según el editorialista, existían unos
enormes peligros: que “nuestras familias escapen siquiera de la presencia de las Margaritas Gautier que
desgraciadamente pretenden ocupar puesto de honor en esa clase de espectáculos y que el rapazuelo
malcriado no profiera delante de las damas sus vocablos licenciosos”. (11)
Lo cierto fue que, por distintas razones, hubo sectores de la dirigencia que pensó en el
cobro de una tarifa por entrar a la Plaza, sobre todo, a las retretas. Unos por estar marcados
por una Cultura patrimonialista, que los llevaba a valorar todo lo público como si fuese
parte de su patrimonio privado, otros en un afán bondadoso por robustecer las fuentes
privadas de financiamiento de obras de interés común y, finalmente, unos terceros en
procura de que el lenguaje llano de los pobres no hiriese los delicados oídos de algunas
damas. Esto no obstante, el espíritu ciudadano en ebullición impidió que la medida se
concretase en la práctica.
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Oficialmente, tal como veremos, el Parque Cayzedo fue inaugurado dentro de las
celebraciones del Primer Centenario en honor de Don Joaquin de Cayzedo y Cuero, el líder
más destacado en el Cali que el 3 de julio de 1910, adelantándose a Santa Fe de Bogotá en
17 días, preanunció la iniciación de la independencia. Al lado del republicanismo del Valle
del Cauca, otro evento de largo aliento nos explica el porqué esa pequeña Villa llamada
Cali fue una de las precursoras del inicio de las luchas por la independencia del país. Como
nos lo señala el historiador Alonso Valencia, nuestro mejor especialista en historia regional
del sur occidente colombiano, la decisión tomada el 3 de julio de 1810 por el Cabildo de
Cali de desconocer la autoridad de la Junta de Regencia no puede disociarse de los ya
clásicos esfuerzos de sus dirigentes, destacándose entre ellos, Cayzedo y Cuero, por afirmar
la regionalidad valluna. (12)
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Durante sus cien años de existencia, por los cambiantes asientos del Parque CAIZEDO,
bajo la forma de lenguajes traducidos en razonamientos, opiniones, representaciones,
imaginarios, así como de sentimientos, actitudes, gestos, deseos, promesas, críticas y
autocríticas de parroquianos y contertulios ha pasado la historia cultural de Cali. Ha sido
ésa la más importante, regularizada y permanente sala cultural de la ciudadanía. En
aquellos días, del Parque Cayzedo como “altoparlante”, a la casa o al púlpito o al Concejo
o a la alcaldía o al periódico o a la posada o a los juzgados sólo había una o dos cuadras de
distancia. Habrá que recordar que, ya para esa fecha, la ciudadanía participaba en los
debates sobre los asuntos públicos.
Recogido por el “Correo del Cauca”, por ejemplo, así percibió un ciudadano a sus
autoridades a principios del siglo XX,
“Señor Director…Pensábamos decirle a Usted que por estos lados de la Posada del mal abrigo, no está la
situación mejor que en otros puntos de la república. Y sabe usted qué es lo que hay! Aunque parezca
paradoja, lo que hay, es que no hay. No hay café, no hay cacao, no hay billetes, no hay trabajo, no hay
nada; pero sí hay miseria. Mientras tanto, sentimos congoja en el espíritu, pero ¡hay!, hay música y con
ellas nos alentamos, hay periódicos y con ellos nos animamos, hay libros, y con ellos vivimos.
A veces pasamos unos sustos madres, pues al salir a la calle vemos en las paredes unos grandes letreros
que dicen: Pueblo, a matar el Alcalde; muera el Alcalde, muera, muera, y como esto es horripilante y no
podemos contener nuestros nervios nos decimos: En qué tierra vivimos? – Habrá matasiña!. Pero pronto
pasan los días y con ellos vemos que los escritores de la muralla han perdido el tiempo y su carbón, que el
susto pasó, y que nos vamos civilizando…no señor, que somos gente muy civilizada!
Cuánto gusto nos ha dado la noticia que ha llegado a la Posada del mal abrigo, de que ustedes tienen
ahora un buen Alcalde, pues ya se puede ver a la Sultana del Valle limpia como tacita de plata y andando
todo como debe y como convino. Me parece que ahora pagaremos las contribuciones voluntariamente
porque veremos que ellas se invierten en el ornato de la población.
Como estamos en tiempos un poco peligrosos en orden al orden público, suplicamos a quienes nos lean
que no vayan a creer que creamos que estamos por estos andurriales en asuntos revolucionarios…Como
íbamos diciendo, somos progresistas, y si hoy somos reyistas decididos, como cuentan que alguien que
decía que era un conservador toda su vida, liberal entusiasta y obandista rematado, casi que casi, estamos
por decir que, aunque revolucionarios, por inclinación, somos por este tiempo reyistas decididos…y
cuántos no serán de nuestra Escuela? Oh! Caracteres…¿A dónde sois ido?
Como estamos en época que llamará la historia de Concordia Nacional, se nos tachará de que queremos
alguna Secretaría si hemos de decir alguna frase culta de aplauso a la administración del Dr Molina, quien
aun cuando en achaques de política y de Ferrocarril trató de contentar a todos sin contentar a nadie, es un
buen organizador de la Hacienda Pública, y emprendió en la composición de los caminos, cuya sola nota
es suficiente para merecer bien de la patria….”. (13)
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Entre los servicios públicos creados en esas dos primeras décadas del siglo XX, se
destacaron, 1.la programación, búsqueda de financiamiento e iniciación de la construcción
de un nuevo acueducto; 2. La construcción e inauguración de una Plaza de Mercado con
su correspondiente Matadero en el sitio del Calvario; 3.la llegada de la luz eléctrica con la
que diez bombillos “inundaron de luz la plaza mayor”, la economía recibió un impacto
positivo y, según algunos, las costumbres se moralizaron, pues eran muchos los que
“aprovechaban la oscuridad para pecar”; 4.la instalación del servicio de telefonía, que
empezó a acortar tiempos y distancias; 5.la inauguración del tranvía a vapor, que acortó
tiempos entre la Plaza de Mercado y Puerto Mallarino; 6.el impulso a la modernización de
la navegación fluvial por el rio Cauca; 7.el fomento vigoroso de la educación primaria
siendo ésta la manera original como en Cali se enfrentó la cuestión de la niñez pues, como
ha escrito el profesor Javier Fayad, “ En la primera década del siglo, Cali se acercó a su
niñez con una apuesta de educación primaria. En contraste, Bogotá y Medellín lo hicieron
con instituciones como la Gota de leche, los Asilos y las Granjas”. (14); 8. El fomento de la
educación informal mediante la creación de la Escuela de Artes y 0ficios y de Sociedades
de beneficencia de inspiración católica; 9.la creación de la Biblioteca de El Centenario
iniciándose así los caleños en el aprendizaje de la lectura; 10. la oferta del Servicio postal;
11.el mejoramiento de las calles y el embellecimiento de las paredes, pues el alcalde le
recordó a la ciudadanía “el deber cívico de mantener en perfecto estado las calles, acequias
y edificaciones so pena de una multa de cinco pesos oro. Todos los ciudadanos quedaban
obligados, entonces, a remover las piedras que en las esquinas entrababan el tránsito, a
embellecer las edificaciones, a reparar y construir andenes, a blanquimentar las paredes, así
como a construir los canecillos.” (15); 12. las propuestas de creación de un alcantarillado
y hasta de incineración de las basuras; y 13.la tecnificación del más importante
periódico, “El Correo del Cauca”, que, en 1905, adoptó la forma de una “tipografía
moderna” aumentando su tiraje y periodicidad para satisfacer la demanda de lectura de un
sector de la minoría letrada (16); y finalmente 14. la insinuación de una Política social
con la creación del “Médico del Pueblo” y de un Dispensario, que, financiado por el
municipio suministrara medicamentos gratuitos a los más “necesitados”, así como con la
adopción de una Política de manejo de la prostitución bajo criterios más profilácticos que
moralistas.
El servicio de telegrafía ya había llegado a Cali y Palmira desde 1873, y en 1908 el
Ferrocarril, que había empezado a construirse desde Buenaventura ya había llegado hasta
Dagua en un trazado que estaba en interrogante, pues Cali y Buga se disputaban la
condición de Estación terminal. La ciudad que lograse esa condición se convertiría en el
polo hegemónico del desarrollo valluno. Al final, por intermediación del Presidente
Rafael Reyes, el conflicto se resolvió a favor de la Sultana del Valle. Con un artículo
titulado “El Porvenir de Cali asegurado”, así recibió “El Correo del Cauca” la posición de
Reyes,
“el gobierno tiene tanto interés, dijo, como los habitantes de Cali para que dicho ferrocarril beneficie en
primer lugar a esa importante ciudad, que tiene los elementos para ser una de las primeras del país y por
eso el contrato vigente con la compañía constructora dispone que la vía ferrocarrilera es de Buenaventura
a Palmira pasando por Cali”. (17)
En el Capítulo II de este libro se hará una descripción en detalle de cada una de estas
apuestas y, sobre todo, de su impacto social sobre la vida cotidiana de los caleños
aprovechando la ocasión para fijar algunas hipótesis sobre qué era lo que podía entenderse
por caleñidad en esa primera década del siglo XX.
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Mientras un salto tan espectacular se estaba insinuando en su desarrollo urbano, Cali como
economía subregional estaba haciendo la transición de la hacienda al trapiche. (18) El
pasado empezaba a quedarse atrás. Hasta entonces casi nada interrumpía el prolongado día
que vivían los caleños cuando el hoy era la repetición del ayer y el mañana la reiteración
del hoy. De ese modo, los caleños se mantenían atrapados por tres días - hoy, ayer y
mañana- casi idénticos. Solo de fecha en fecha, las festividades esperadas rompían la
monotonía de la cotidianidad. Y así sucedía también, casi de década en década, cuando en
las calles del villorrio hacía presencia la política nacional bajo la forma de guerras civiles.
Entonces, a las haciendas ganaderas y mieleras, que encintaban el poblado, llegaban los
señores de la guerra a reclutar peones o se adentraban los días de mercado hasta la Plaza de
la Constitución a cazar parroquianos para ponerlos al servicio del último terrateniente que,
autoproclamándose “General”, se había levantado contra el gobierno de Bogotá. Entonces,
cuando la gente escuchaba el grito…”llegaron….llegaron…”, corría a esconderse en los
subterráneos de sus viviendas. Sólo en esas ocasiones, los caleños se pellizcaban
preguntándose qué estaba pasando, en qué tipo de sociedad vivían, qué cosa era eso que
llamaban “política”.
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La anterior, el reclutamiento para las guerras civiles, era la primera forma de presencia de
la política en la vida cotidiana de la ciudadanía media, la segunda cuando la arrastraban a
votar, la tercera cuando tenían que hacer demandas o reclamos o protestas de distinto
calado y, una cuarta cuando participaban, de modo activo, en la institución de lo social
ciudadano
Cabe destacar ahora cómo, en relación con muchas de las obras realizadas en esos días,
hubo fuertes debates sobre asuntos de interés público. Tal fue el caso, por ejemplo, de las
reacciones que provocó un impuesto a la plusvalía o a la valorización que habían obtenido
algunas edificaciones favorecidas con el mejoramiento de las calles y el embellecimiento de
las fachadas de los edificios. Ocurrió que algunos de los favorecidos por las obras pero
afectados por el impuesto, protestaron y preguntaron por el soporte jurídico de la medida.
Esto no obstante, ante el evidente sobre-enriquecimiento, el alcalde mantuvo la decisión del
impuesto. (19)
También fueron frecuentes los conflictos entre los ciudadanos y las autoridades.
Resaltemos uno premockusiano,
Ocurrió que en 1909 el alcalde Antonio Rivera, que había evidenciado un enorme interés por
los asuntos públicos, por motivos asociados a un contrato con el municipio, tuvo un fuerte
altercado con Enrique Vergez, ciudadano francés, avencidado en la aldea desde mucho tiempo
atrás y casado con una dama caleña. Palabras iban y palabras venían. El alcalde mantenía la
cordura, pero el francés fue entrando en cólera y le soltó palabras de grueso calibre. “Vea, Don
Enrique, le dijo Rivera, lamento que usted se coloque en situación tan airada, pero me está
poniendo en el caso de mandarlo a la cárcel”. El francés que escuchó “cárcel” y le soltó la
“madre” y acto seguido, adelantándose en un siglo a Mockus, se agachó inclinando el busto
hacia el suelo y, con un súbito movimiento, se desabrochó la hebilla del pantalón y “le mostró
al alcalde todo el volumen desnudo de sus enormes posaderas”. El alcalde se quedó atónito
mientras Vergez, subiéndose los pantalones, salía en veloz carrera. Esa misma tarde, Vergez
envió un mediador, a un cuñado suyo, que era un comerciante muy conocido en el medio. Al
llegar éste a la alcaldía, Don Antonio se encontraba muy molesto con el incidente. Esto no
obstante, examinada en detalle la situación, el alcalde propuso una solución más bien teológica
del conflicto. “Mire, le dijo al mediador, aparte del desacato personal, que yo quiero pasar por
alto, esto entra, más bien, en los dominios de la teología que en los del Código Penal. De tal
manera que lo mejor que puede hacer el señor Vergez es confesarse para que lo absuelvan de
ese gravísimo pecado.” Como se podrá observar, se trató de un conflicto tratado de acuerdo con
las lógicas de una Cultura ciudadana de inspiración religiosa, que se había hecho hegemónica en ese
momento. (20)
Pero, con ese sacudón positivo sufrido por los caleños con los cambios efectuados en su
villorrio en la primera década del siglo XX, más temprano que tarde empezaron a tomar
conciencia de una cuarta forma de hacer política asociada a su participación, directa o
indirecta, en la vida de su terruño bajo la condición de ciudadanos que empezaron a hablar
de derechos y de libertades aunque no alcanzasen a advertir otras formas de dominio
social. Fue así como en la primera década del siglo XX, los habitantes del burgo caleño
empezaron a constituirse como sujetos ciudadanos cuando tomaron conciencia de sí
mismos y de su terruño inscritos en dinámicas y procesos ligados a la primera demanda
robusta de servicios públicos que hubo en su terruño. Entonces, se percataron que esas
acciones, obras e iniciativas tenían que ver con sus necesidades, con las de sus familias y,
sobre todo, con las de una aldea con aspiraciones a gran ciudad.
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En Cali, el primer Centenario se constituyó en una celebración ciudadana y republicana de
claro sabor “grancolombiano”. En la Biblioteca “Mario Carvajal” de la Universidad del
Valle, existe un librito de 178 páginas titulado “Centenario en Cali”. (21) En él están
recogidas las conferencias- discursos, una buena parte de ellas “no veintijulieras”, dictadas
durante esos festejos, sobre todo, con motivo de la inauguración de varias obras públicas.
Como se encontraba el Estado de esa época, y lo continúa estando el actual, ese texto se
encuentra en delicado estado de salud, razón por la cual el Alcalde actual, Jorge Iván Ospina,
debería auspiciar una publicación en varios tomos llamada “Bicentenario en Cali” que recoja
ese texto, una buena crónica académica de las celebraciones de los 200 años, así como a esa
excelente generación de cronistas del Cali de la primera cincuentena del siglo XX encabezados
por Andrés J Lenis, Manuel María Buenaventura, Demetrio y Evaristo García, Domingo
Ramos, Gustavo Arboleda, Alvaro Bejarano, Alfonso Bonilla Aragón, Juan de Dios Bernal,
Gustavo Lotero (“Plumitas”), Guillermo Orozco y tantos otros que, entre 1975 y 1989,
escribieron en la Revista “Despertar Vallecaucano”.
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En julio de 1910 las celebraciones duraron cinco días. El Alcalde del poblado, Don
Alfonso Riascos Plata, la Juntas de Ornato y del Centenario y el conjunto de una entusiasta
ciudadanía fueron los gestores y celebrantes de esa espléndida semana.
El 19 de julio, día de iniciación de los festejos la Banda Militar recibió un actualizado
instrumental musical y, acto seguido, lo estrenó con los himnos nacionales de Colombia,
Venezuela y Ecuador. Esa noche, escribió, en un lenguaje entre elitista y literario, el
cronista Ernesto Ayala, a las 8 p.m, en un teatro Borrero “literalmente lleno de lo que
pudiera llamarse la flor de la sociedad caleña”, además de que “jamás habíamos
presenciado tal suma de bellezas, decorado tan artístico, conjunto tan agradable a la vista”,
se dio principio al Concierto. Para abrirlo, habló un joven profesional con un discurso
sobrio en el destacó que la independencia
“no fue obra de un día, ni de un hombre, sino de todo un pueblo”.
Al abrirse el telón “un cuadro mimoplástico, La Gran Colombia”, produjo, “estupefacción
general “: tres reinas, las de Colombia, Venezuela y Ecuador, simbolizadas en la unidad de
un solo rostro,
Removieron en todos los presentes “el sentimiento consolador de que todos, colombianos,
venezolanos y ecuatorianos, somos hijo de una misma madre y, lo es más aún, hijos también de
un mismo padre”.
Desde el presente del Bicentenario y en un momento en el que las relaciones entre Colombia,
Venezuela y Ecuador, como nunca en la historia se han deteriorado, no deja de llamar la
atención el que los caleños de 1910 hayan iniciado esa secular recordación trayendo hasta su
presente el sueño integrador de Simón Bolívar.
En esa ocasión, las tres reinas nacionales, acompañadas de representantes de las distintas subregiones vallunas – Buenaventura, Buga, Tuluá, Cartago y Roldanillo- fueron el referente estético de los festejos. Entonces, treinta voces entonaron el Himno Nacional, la Orquesta ejecutó la obertura Sachauspiel de Bach y el joven Alberto Carvajal recitó sus “Paisajes Vernáculos”. Todavía aplaudían los asistentes, cuando el Gran Concierto de C. Saint Saens, ejecutado a dos pianos, impuso silencio. En seguida, la señora María Josefa García arrancó nuevos
aplausos con su canto de la romanza Julia de Tosti y doce niñas, acompañados del niño Carlos Rebolledo, cantaron “El Coro de las Cartas” de la “Marcha de Cadiz”. “Gratamente sorprendido quedó el público con los valses “Libertad” y, “Patria”, obra del artista caleño Enrique Umaña, ejecutados por la orquesta. No menor fue la sorpresa cuando la señorita Paulina Delgado, con su voz “mitad arrullo mitad rumor de fuente”, recitó “Hojas Secas” de Ricardo Nieto. Se asomó luego al escenario la niña Alicia Pineda para cantar el tango “La Gran Vía” y muy aplaudido resultó el minuet bailado por doce parejas de niños de ambos sexos. Con devoción se escuchó, por otra parte, “Oyeme y Calla”, serenata obligada a dos flautas, obra del señor Víctor M Rueda. Con una salva de aplausos fue recibido enseguida Ricardo Nieto, quien recitó “Sueño Blanco”,
El duque de Gandía/seguido de cincuenta caballeros/salió al campo de casa/cierto día primaveral…
Lo siguió Cecilia correa quien
“con maestría cantó la difícil aria del tercer acto de la Opera Elixir de Amor de Donnizzetti. La merecida fama de que disfruta la modesta artista apellidada „la mirla caucana‟ hace que no nos detengamos a elogiarla”, señaló el cronista con no disimulada admiración.
Finalmente, un grupo de niños y de niñas- Angela Giraldo, Cecilia Borrero, Alfonso Llorente y Carlos Rebolledo- bailó el KakiWalk Gran Club.
Al día siguiente, los cañones tronaron a la alborada anunciándoles a aristócratas y subalternos que el esperado 20 de julio de 1910 había llegado. Y como que tronaron para recordarles, sobre todo, que hacía ya cien años que, con las armas en alto en legítima rebeldía, los descendientes de españoles apoyados en cohortes de subalternos triétnicos como base social armada, le habían dicho al Estado colonial español que ellos, de modo autónomo, podían y querían ser gobierno. Fue así como la dirigencia criolla inició el complejo proceso de construcción de un Estado en búsqueda de soberanía interna y externa. Al llegar el siglo XX, esos caleños habían escuchado decir al presidente Reyes que lo que de Estado les había llegado del siglo XX, no había sido gran cosa haciéndose, por lo tanto, necesaria su reforma en profundidad para poder emprender la modernización económica del país.
Ese día, a las 8 am, El Programa señalaba la inauguración de la Biblioteca Centenario. Se inició con 1.500 libros, entre ellos, así lo dijo la nota leída por el primer Bibliotecario,
“800 tomos obsequiados por el simpático Instituto literario”.
Esos ocho centenares de libros había sido el acumulado intelectual de las juventudes rebeldes del Colegio de Santa Librada que, obstruidas durante la
Regeneración para hacer política a la manera de las anteriores “sociedades democráticas”, en 1887 fundaron un Instituto al que le asignaron “como su principal actividad la creación de una biblioteca, que sería, además, su sitio de estudio y de tertulia” procurando así “alimentar entre los estudiantes los sentimientos republicanos” (22) tan ajenos a la Cultura educativa de inspiración religiosa, que socialmente se había impuesto. Inteligente fue el discurso con el que el Doctor Mario Caycedo inauguró este delicioso espacio en el que los caleños iniciaron el aprendizaje de la práctica de la lectura. Así terminó su conferencia,
“la vista de estos libros, mostrará a nuestras mentes las armas con que debemos luchar
en el segundo siglo de nuestra vida libre”.
Inaugurada la Biblioteca, a las 10 a. m. se fueron todos a cantar el Himno Nacional en la Iglesia de San Pedro donde hubo Misa solemne y Te Deum de Acción de Gracias. Después de la ceremonia religiosa, ocupó la Cátedra Sagrada un famoso orador, el presbítero Uladislao González, quien, con un largo discurso coherente con la Cultura ciudadano religiosa dominante, teologizó la independencia lograda bajo una tesis central,
“Sepamos en este día de la libertad, cuál es la libertad bien entendida; sepamos cómo la
libertad nos viene de Dios, del cielo, de Cristo”.
Vino luego la Sesión solemne del Concejo Municipal, realizada con la presencia de todas las Corporaciones existentes en el municipio en el ya histórico claustro del Colegio de Santa Librada. Leída el Acta de la última Sesión, la señorita Eugenia Sinisterra le entregó al Concejo la bandera que le obsequiaba el Colegio de la Sagrada Familia, “si, dijo, manos puras han trabajado en ella, que manos patriotas la sostengan”. Acto seguido, Jorge Zadwasky, comisionado por la Junta Central de Ornato, entregó al Concejo el retrato del prócer caleño Don Joaquín de Cayzedo y Cuero en quien destacó más al ciudadano que al guerrero,
“no fue, dijo, como Páez y Córdoba un soldado por vocación: su alma benévola no estaba
hecha para el doliente espectáculo de sangre vertida. Como Nariño y Santander, marchó a la guerra por imposición del momento histórico…recorrió el Valle desde Caloto hasta la Villa del río la Vieja, encausando los pueblos y preparando el derrotero del triunfo,,,y sin vacilar un momento marchó con paso sereno hasta el patíbulo” en Pasto el 26 de enero de 1813.”
Desde este Bicentenario importa recordar que el imaginario que los ciudadanos de 1910 enhebraron alrededor de ese Concejo estuvo asociado a la idea de un “Concejo Admirable”. Y en realidad que los ediles de 1909 hicieron una ruptura con la historia inmediata del Concejo de su poblado. La primera medida que tuvieron que emprender fue el de reconstrucción de la Casa Municipal que, alquilada al Gobierno nacional, estaba habitada por el regimiento que hacía la
guarnición permanente de la aldea. Para esa fecha, lamentable era el estado de esa Casa. Así la describió el cronista Andrés J. Lenis,
Cuando en el año 1909, llegaron los ediles de Cali a iniciar sus sesiones en la misma pieza, sucia y triste, donde funcionaba el archivo, sólo encontraron allí a Don Vicente Villaquirán, el portero-escribiente, “por todo mueblaje sólo quedaban allí dos mesas viejas, carcomidas por la polilla; en la más pequeña ardía una lámpara alimentada por alcohol; y en la otra se veían algunos libros y tal o cual expediente de hojas empolvadas…Unos pocos asientos con forros de vaqueta, reproducciones en colores del escudo de la república, con un letrero en forma circular, que decía, Municipalidad de Cali…No menos triste y desastrosa era la situación de la
Alcaldía…El Alcalde había quedado reducido a un cuartucho desmantelado donde yacían restos de un archivo”.(23)
De cara a tan lamentable situación, lo primero que hicieron los ediles de 1909 fue rescatar la Casa Municipal desmilitarizando la Alcaldía. Pero, el Coronel Velasco, jefe del regimiento allí acantonado, se empecinó en no entregarla alegando que
“los rojos querían sacar de allí al ejército con el objeto de revolucionarse y tomar la Plaza de
Cali fácilmente”.
Esto no obstante, agregó el cronista,” en Bogotá no vieron el asunto con un criterio tan espantadizo y ordenaron entregar la Casa Municipal al Concejo”. Entonces, los ediles de ese Concejo del Primer Centenario, en el que la democracia republicana en pugna con el autoritarismo de la Regeneración, había ganado las relaciones de poder, se dedicaron a la reconstrucción de la Casa Municipal, a la reorganización de la hacienda del Municipio, a pagar la deuda que tenía la Municipalidad abriendo nuevas posibilidades de créditos, a buscarle fuentes de financiamiento al nuevo acueducto y al restablecimiento de la confianza ciudadana mediante un manejo honesto de los fondos públicos. Fueron estas las razones por las que este Concejo, liderado por personas que se llamaban neo-republicanas, fue percibido por la ciudadanía como “El Concejo Admirable”.
Del Colegio Santa Librada, ese tarde del 20 de julio de 1910 se fueron todos a la Estación del Tranvía. Iban todos y todas a la inauguración del Tranvía a vapor. Para esta época, la Cultura del progreso económico era una nota distintiva de una importante fracción de la dirigencia caleña. Al llegar a Puerto Mallarino, el nuevo Tranvía de Cali se encontró con los Vapores “Sucre” y “Caldas”, que, atestados de damas y caballeros, arribaban en aquel momento. La alegría y el más desbordante optimismo se pintaba en todos los rostros. El encuentro del Tranvía de Cali con los Vapores que cruzaban el río Cauca constituía la mejor síntesis de un tenaz esfuerzo por modernizar las comunicaciones en una subregión que, como la de Cali, estaba haciendo la transición de la economía ganadera y mielera a la economía de los trapiches movidos por fuerza hidraúlica. Ese fue, entonces, el tono del discurso, pleno de optimismo y de esperanzas, de Belisario Zamorano,
“Sí, señores, dijo, no habrán sido muchas las vueltas que haya dado el cuadrante del tiempo, antes de que aparezca Cali, como una de las ciudades más prósperas y adelantadas, en este Continente, desde el Golfo de México al cabo de Hornos….Que digo, señores!!! No es que nos sorprenderá, sino que la palpamos, ya la sentimos. Ella nos empuja de modo irresistible. Sí, señores! Pensad en una noche de retreta de gala, en el Parque central, hoy Parque Caycedo; en ese concurso inmenso de gentes de diferentes clases y gremios que vienen y van; en ese bullicio de mucha gente, de muchísimos niños, todos alegres y contentos, todos departiendo cordialmente, todos diciéndose de sus impresiones del día…Sí, señores; la impresión que causa ese espectáculo, es la impresión de una ciudad de quinientos mil habitantes, a la cual han llegado, ese día, el Tren del Tranvía repleto de gentes venidas en uno de los vapores del Puerto fluvial de Mallarino; y también el tren del Ferrocarril del Pacífico, con gentes llegadas del puerto marítimo de Buenaventura. Ah” Esto será: un sueño mío; pero es un hermoso sueño, que creo que es vuestro también. Señores, os suplico digáis conmigo, viva el progreso, viva el pueblo del Valle”.
El día 21 de julio fue el día de la inauguración del Parque Cayzedo. En la alborada, los cañones disparados en el Bosque Centenario les anunciaron a los ciudadanos que, a partir de entonces, tendrían un espacio público como Casa de Todos, pues, a las 8 a.m, La Junta central de Ornato le iba a hacer entrega oficial al Concejo del Parque Cayzedo. En nuestro trabajo, al correlacionar Caleñidad y Clima, hemos pensado que no es que los caleños sean perezosos e incumplidos, como muchos imaginan desde afuera, sino que cuando la ciudad amanece empapada por la lluvia, sus habitantes, por lo general y en la medida de lo posible, corren la agenda hacia adelante por unas horas. Eso fue lo que sucedió esa mañana del 21 de julio. Había llovido toda la noche y la entrega del Parque se corrió para la 1 de la tarde. Una vez bendecido el Parque, la tribuna la ocupó nuestro ya conocido cronista Andrés J Lenis,
“en la vida moderna, señaló, la necesidad de los parques se impone como la primera, así porque ellos son garantía de salubridad pública, como porque fomentan la sociabilidad y marcan una tendencia hacia la estética, fundamento de prosperidad duradera”.
Acto seguido vino un evento propiamente popular, vale decir, del sabor de la ciudadanía subalterna: toda la gente se fue hasta el hipódromo del Centenario donde resultaron vencedores, en velocidad “El Mago”, y en resistencia, “Caramelito”. Ese mismo sitio del hipódromo tuvo lugar, desde ese día hasta el 7 de agosto, de un lado, una Exposición Agrícola y Pecuaria y, del otro, una Exposición Artística e Industrial. Tal como veremos en el Capítulo II, para esa fecha ese burgo caleño “con pujo de ciudad” presentaba ya importantes indicadores de un despegue comercial, financiero e industrial. Esa misma noche, en el Parque Cayzedo la gente
“tuvo todo lo que puede hacer amable la vida de un esteta: música, aromas, mujeres bellas cuyos ojos iluminan como en la noche tranquila las estrellas”.
Por lo menos esa noche, a nadie se le cobró por ingresar al parque a la retreta, lo que significa que la anticiudadana restricción patrimonialista que algunos habían pretendido imponer, había sido derrotada.
El día 22 de julio el cañón tronó en la loma de Mesas. Ese día, el Hermano Mazo fue tan puntual como siempre, a las 4 a.m, en el toque de las campanas de la Torre Mudéjar, pues ése iba ser un día dedicado a Fray Damián González,
“Se trataba, redactó el cronista, de perpetuar en bronce la memoria del humilde franciscano…el más
santo y el más grande de los que ha producido la sagrada Orden de Asís en Cali”. (24) Y en realidad que este monje había sido una persona de enorme condición humana. Recordemos sólo un detalle y un contraste que definen su lindo perfil. Primero el detalle,
“Se cuenta que en la víspera del San Juan, los participantes iban a caballo en busca del Fraile
Damián González, se descubrían, apeaban y de rodillas recibían la bendición. Al decirles el Fraile: vayan con Dios, montaban y salían corriendo por la carrera 6ª a iniciar ese festejo „entre
cristiano y pagano‟ “. (25) Ahora el contraste. Como para recordar que Fray Damián era colega de Orden de otro franciscano español que, por esos mismo años, desde el púlpito y en múltiples escritos emprendió una campaña contra el baile por considerarlo pecaminoso,
“La vista, escribió en un Folletín, se recrea en miradas nada conformes a la honestidad; el oído se lisonjea con melosas y tiernas palabras, que en unión de los dulces sonidos de una música afeminada hieren las fibras y tocan las cuerdas más delicadas de un corazón predispuesto a la ternura y al amor. En tal situación surgen pensamientos en disonancia con el deber y con el honor; ofúscanse las luces del entendimiento; se ahoga el grito de la conciencia; desaparece la idea de lo que debemos a Dios y a nosotros mismos; hablan con energía las pasiones, y dejándonos llevar dulcemente por lo que tanta suavidad nos seduce, se pierde la inocencia…a la vez que nuestro ángel tutelar vela su rostro para no presenciar la fealdad que llena el alma”. (26)
En la tarde del 22 de julio, las distintas Corporaciones existentes en la Villa hicieron Sesiones solemnes. Se destacó la realizada ese día, a la 1 p.m, por la “Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales del Valle” en la que el Doctor Evaristo García, uno de los más eminentes científicos de la época en Colombia, presentó su estudio sobre “Los Gusanos urticantes en el Valle del Cauca”. En la alborada del 23 de julio los cañones retumbaron con voz de duelo, la ciudad había amanecido de luto tras la muerte repentina de Don Juan de Dios Borrero. No hubo, entonces, ni la inauguración del Parque San Mallarino ni la batalla de flores ni el canto del Himno de Cali por la banda del Batallón Pichincha. Sólo, a la 1 p.m, la Sociedad de Artes y oficios realizó su Sesión solemne. Importa destacar que , para este Primer CENTENARIO, la prensa realzó las celebraciones, pues varios periódicos – El Correo del Cauca, El Correo del Valle, El Día, La Idea Liberal, El Doctrinario, La Instrucción Popular y El Obrero- “aparecieron en lujosas ediciones ostentando los retratos de los principales próceres”.
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Hecha en nuestro trabajo investigativo una descripción en detalle de las obras y medidas
programadas y parcialmente realizadas en la primera década del siglo, inferimos algunas
hipótesis, que queremos compartir con las ciudadanías del 2010, que son las Ciudadanías
de “EL MIO” y de “LAS MEGAOBRAS”.
Así las condensamos en “Un Día en el Cali de los Inicios del Siglo XX”, la Cartilla-
Informe que, como avance del trabajo investigativo le presentamos a la Secretaría de
Educación de la Alcaldía,
“En la primera década del siglo XX los habitantes del burgo caleño empezaron a
construirse como sujetos ciudadanos cuando tomaron conciencia de sí mismos y de su
terruño inscritos en dinámicas y procesos ligados a la primera demanda robusta de
servicios públicos que hubo en la ciudad “; entonces, en la experiencia vital con todo ello
“se dieron cuenta que esas iniciativas tenían que ver con sus necesidades, con las de sus
familias y con las de una aldea con aspiración a gran ciudad…Constituyó ésta una nueva e
importante forma de caleñidad”. (27)
La Caleñidad, entonces, no es más que un frío concepto frío y abstracto, que permite pensar
muchas cosas en sus interacciones,
un discurso subjetivo, unas valoraciones sociales, unos sentimientos y afectos, unas actitudes, unas
conductas y prácticas, un estilo y horizonte de vida, unas dudas y unos retos, como se lo planteó Andrés
Caicedo, una moral, que tienen que ver con el terruño, sea éste pequeño, mediano o grande, en un
momento dado de su historia.(28)
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Al hablar del Cali Bicentenario 2010, habría que referirse a una Programación, que apenas
ha cubierto su Primer número con la recordación del 3 de julio de 1810 cuando el Cabildo
caleño adelantó la invitación a una independencia que, como todas las que por la fecha
hubo en América, concluyeron con algún grado de fidelidad al Monarca o, como ha escrito
Tomás Pérez Vejo,
“…quizá no estaría de más recordar que ninguno de los Estados que conmemoran el
bicentenario proclamó su libertad en 1810, y que todas las supuestas declaraciones de
independencia de ese año inician o concluyen con vivas a Fernando VII”. (29) Sólo
variaron, podríamos glosar, en la manifestación de un mayor o menor grado de
fidelidad.
En este 2010, las ceremonias de recordación, aunque centradas en los meses de julio y
agosto, cubrirán todo el segundo semestre hasta la decembrina feria caleña en su versión
52.
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Por sus esperados impactos positivos sobre la ciudadanía, asociados a una presumible
nueva etapa histórica de construcción de identidad citadina, las actuales MEGAOBRAS,
criticadas por algunos como presente aunque nadie niega el horizonte de futuro urbano que
preanuncian, respetando los contextos de historia, de recursos disponibles y de carácter de
las tecnologías, pueden compararse con las tres acciones centrales de la primera década del
siglo XX: primer paquete interrelacionado de servicios públicos, mejoramiento de la
estética urbana y esfuerzos por construir un espacio público social ciudadano. Pero, para
que las MEGAOBRAS reviertan en una nueva forma histórica de caleñidad, entre otras
cosas, dos asuntos se asoman como urgentes. Primero, que, cada una por separado y todas
en sus interacciones, se vean acompañadas de proyectos, específicos y ricos, de formación
de ciudadana y, segundo, que se mantenga en alto el principio de la progresividad en su
financiamiento, es decir, que todos aporten en la medida de sus posibilidades económicas
reales, es decir, a su real situación de clase. Sólo en esa medida podrán contribuir a
moldear, de modo ricamente caleño, las subjetividades de las distintas fuerzas migratorias,
que trabajosamente están contribuyendo, aunque algunas rezagadas, a darle una nueva
forma social a la caleñidad.
Pero, también podemos atrapar un nexo lógico, y hasta fáctico, entre el Trencito a Vapor,
que en 1910 a toda hora llevaba pasajeros de la Plaza de Mercado del Calvario al Puerto
fluvial de Mallarino, y el complejo MIO, que en el 2010 ha empezado revolucionar el
sistema de transporte de la ciudad, la movilidad de sus habitantes y los mismos ejes
estratégicos de su desarrollo urbano. En lo tecnológico y financiero, entre el trencito y los
espléndidos buses de 160 pasajeros, existe un abismo profundo, pero, en lo simbólico, el
uno y el otro sacudieron y han sacudido, de modo positivo, la intimidad de los caleños.
********************17*********************
Así recordó Don Ezequiel Gamboa, quien nació con el siglo XX pero no alcanzó a llegar a
la era de El MIO, sus experiencias vitales en materia de evolución del sistema de
comunicaciones en su terruño,
“vehículos rodantes entre los 5 y los 6 años de mi vida sólo recuerdo los carritos de
tracción, que era los que uno confeccionaba con una caja y jalaba con una cabuya; los
más adelantados tenían ruedas fabricadas con carretes vacíos de hilo. Otro de los
grandes medios de transporte eran los caballos de palo y al crecer lo dejaban a uno
montar en caballos muy mansos. Siempre recordaré el corcovado, que tenía el espinazo
hundido, y en él mi abuela transportaba el mercado desde la galería. En él realicé mi
primer viaje a Dagua…A Dagua llegamos zurumbáticos de tantas vueltas y revueltas.
Monté en la carroza funeraria de Don Benjamín Martínez, tirada por caballos
percherones con los cascos pintados de dorado y penachos de plumas sobre las
cabezas y el auriga vestido de sacoleva, broches, polainas, cubilete y armado de
perrero de palo de verraquillo y rejo de cuero crudo. „Pesqué‟ bocachico en canoa en
las crecientes del río Cauca y navegué en balsa de guaduas desde el paso de la Bolsa a
Juanchito. También lo hice en tortuga gigante, avión, helicóptero, trineo; pero ya pocos
pueden contar el haberse rodado en tabla, cuero, hoja de palma por las laderas de la
colina de San Antonio y para completar la experiencia del transporte me faltan los
ovnis y la alfombra mágica. Se me dio la oportunidad de hacerlo en la campaña
presidencial de Gabriel Turbay, pero lo rehusé”. (30)
Pero, recordemos algo sobre los viajes de los niños en esa primera década del siglo XX. O
volaban hacia abajo, ya nos lo recordó Ezequiel Gamboa, por los potreros de la colina de
San Antonio o hacia el infinito cielo pegados a la cola de una cometa. No obstante, la
formidable tecnificación de los sistemas de transporte y no obstante que, con seguridad, la
inmensa mayoría de la actual niñez todavía no ha estado en condiciones económicas de
subirse a un avión, esas dos tradiciones no se han perdido. Todos los adultos de esta
primera década del 2010, llevamos tallado en el corazón el lindo verso de Luis Vidales,
Fíjense si por allá en su cielo/están las cometas que perdí cuando era niño.
Y los niños caleños del siglo XXI continúan volando en cometas y quizás no haya niño que,
independientemente de su extracción de clase, no aproveche la oportunidad de un paseo
…para procurarse un mangón por donde echarse a rodar en tabla, cuero u hoja de palma…
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La conmemoración del Cali Bicentenario se inició el 2 de julio, a las 10 a.m, con un acto
protocolario del Concejo en el que se leyó el Acta del 3 de julio de 1810 y, a las 3 p.m, se
realizó en el Hemiciclo del Concejo una Sesión solemne en la que se entregaron medallas y
pergaminos a los Alcaldes de las “Ciudades Confederadas”, Santiago de Cali, Cartago,
Caloto, Guadalajara de Buga, Toro y Anserma Nuevo,
aquellas que, amigas del Valle del Cauca, apoyaron la decisión del Cabildo de Cali de
desconocer el 3 de julio de 1810 “la autoridad de la Junta Suprema de Regencia”.(31)
La recordación del Bicentenario se inició así en la Sultana del Valle marcada por la idea de
una Cali “precursora de la Independencia”, lo que, en nuestra lectura significa una Cali que,
con esa invitación y sin desconocer todavía “la fidelidad a la Corona”, se adelantó a
invitar a las ciudades vallunas a iniciar la marcha hacia la igualdad formalizando una Junta
provisional de Gobierno de las Ciudades Amigas del Valle del Cauca (instalada el 21 de
junio de 1811) encargada de dar un primer paso hacia la independencia exigiendo la
igualdad entre las colonias americanas y las provincias de la península.. (32)
La Programación, para los días 2 y 3 de julio, fue así:
“02 de julio
Hemiciclo del Concejo
3:30 pm instalará la Sesión para entrega de la „Medalla Bicentenario‟, se rendirá homenaje y
entrega de pergaminos a los alcaldes de las ciudades confederadas de Santiago de Cali,
Cartago, Caloto, Guadalajara de Buga, Toro y Ansermanuevo. Intervendrá la academia de
historia del Valle del Cauca para contextualizar la celebración de las festividades con el grito
de la independencia de Santiago de Cali.
Teatro municipal
7:00 pm Concierto de gala y la obra de teatro “Emancipación “.
0rganiza: Alcaldía de Cali. Fuerzas militares, Teatro Municipal Enrique Buenaventura.
Julio 03 de 2010
Plazoleta del Cam
8:00 am se izarán las banderas de Colombia – Valle del cauca y Cali
0rganiza: Concejo Municipal
Iglesia de San Francisco
8:45 am Te Deum
0rganiza: Concejo Municipal
Plaza de Cayzedo.
9:15 am se colocarán las ofrendas florales al Prócer de la Independencia Joaquín de Cayzedo y
Cuero (Alcaldía - Concejo Municipal y la Academia de Historia del Valle)
Organiza: Concejo Municipal
Hemiciclo del Concejo
10:00 am se instalará la Sesión solemne del Consejo de la „Orden de la Independencia Santiago
de Cali‟, se entregara la „Orden‟ y se impondrá la medalla. Se presentará el libro Bicentenario
Vallecaucano.
Organiza: Concejo Municipal
3:30 pm desfile militar
Organiza: Alcaldía de Cali - Fuerzas Militares.
Recorrido: el desfile inicia en la Cra 56 y finaliza en la cra 39 en el Parque de las Banderas.
7:00 pm daremos inicio al homenaje al Bicentenario “Cali precursora de la independencia”.
Organiza: Alcaldía de Cali. “
********************19********************
Actor central de esta recordación, en sus dos días de conmemoraciones, fueron las Fuerzas
Militares. El viernes 2 de julio, los miembros del Ejército, oficiales, sobre todo, estuvieron
en los Centros Comerciales de Cali charlando con la gente y afianzando la idea de la
similitud del heroísmo entre el Ejército Libertador y las actuales Fuerzas Armadas. Por eso,
a escala nacional e internacional, también pautaron por televisión escenas en las que los
actuales soldados aparecen al lado de los fundadores de la nación- mestizos, indígenas y
negros- agitando el lema “los héroes todavía existen”. En el Concierto de las 7 p.m, con la
Alcaldía fueron las organizadoras y los dos actos que se presentaron, estuvieron asociados a
su pasado y a su presente. Por una parte, orquestó La Filarmónica del Ejército Nacional y,
por la otra, se presentó la obra de teatro “Emancipación”. En ella, el Teniente de la Reserva
“Rodrigo Obregón” deshilvana, observando desde una Cultura militar, algunas de los
problemas de institución de la identidad nacional partiendo desde 1536.Mención especial
amerita el “Desfile Militar”, que se realizó el día 3 a las 3.30 p.m. En este evento, de nuevo
pasado y presente militares estuvieron imbricados asociados a la idea de unas Fuerzas
armadas “fundadoras” centrales de la nación. Por eso se mostraron trajes típicos de la época
de la Independencia, hubo una muestra de los diferentes aviones que han hecho parte de la
historia de las Fuerzas Armadas, la ciudadanía pudo observar los diferentes uniformes que
los militares colombianos han usado en sus misiones en el exterior (Canal de Suez, Sinaí y
Guerra de Corea) y se exhibió una muestras de los diferentes elementos con los que en la
actualidad actúan en ríos y mares los miembros de la Armada. Fue así como se quiso
resignificar el papel de los soldados en la construcción institucional militar de la
nacionalidad. Así habló el Alcalde, Jorge Iván Ospina en el acto del Desfile,
“preparamos este festival para conmemorar el Bicentenario de manera milimétrica
durante muchos días y hoy asumimos este reto del desfile, el de honrar a la Fuerza
Pública, a sus hombres y mujeres, así como también quiere reivindicar los valores de
nuestra nación, la libertad, la responsabilidad y la inclusión…”.
El día 3, a las 7.pm, en el Parque Panamericano con obras teatrales se recreó la firma del
Acta del 3 de julio de 1910 y hubo juegos pirotécnicos. Entonces, el Alcalde agregó,
“El Bicentenario no puede quedarse en un evento, debe ser una discusión histórica para
comprender los retos del mañana…El Bicentenario no es una tarea acabada, porque la
independencia real se logra en la medida en que la ciudadanía tenga acceso con
oportunidades reales a la educación, cultura y deporte… El Bicentenario es una
oportunidad para ver los retos de la sociedad y como sociedad”. “No se trata
únicamente de documentos narrados, se trata del papel del negro, el zambo, de la
mujer, en el proceso de independencia; se trata igualmente de como, nosotros como
territorio podemos desde la historia conocernos a sí mismos, identificarnos mejor y
adelantar los procesos suficientes para que nuestra sociedad sea grande.” (33)
Esta noche, en segundo lugar, se llegó una urna,
“trajimos una urna, dijo Carlos Mario Recio encargado del Bicentenario en Cali, que
se utilizará para exhibir dos documentos, uno de 1811 de Joaquín Cayzedo y Cuero y
otro de 1810 de Ignacio de Herrera y Vergara; son dos caleños que participaron en la
independencia. Son Actas que promueven el movimiento de la independencia”.
Acto seguido se presentó el libro Bicentenario Vallecaucano, “la huella de nuestra
herencia”, algo así como El Bicentenario en fotografías, un archivo visual que muestra lo
que fue y sigue siendo, al mismo tiempo que, lo que era y ya no es porque o con
miserableza se “destrozó” o con piedad humana y visión se “abrió” futuro en el Cali de los
siglos XIX, XX y XXI. Se le atribuye al fotógrafo colombiano José Luis Zorrilla. Al
respecto dijo Argemiro Cortés, Secretario de Cultura del Municipio,
“Este valioso trabajo que representa una muestra fotográfica de Cali, hace un recorrido
de la ciudad por todo el siglo XX, revelando parte de sus historias más recientes,
recorriendo sus cambios más significativos y visibilizando los lugares más
emblemáticos que, tanto ayer como hoy, simbolizan lo que es y ha sido nuestra
sociedad, pero también permitiéndonos recorrer todo lo que hemos ganado”.
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Y aquella, la del 3 de julio del 2010, fue la noche virtual de las Urnas y los Cofres. Venido
de Paita, Alto Perú, llegó “Uno”, que pasó por Cali con la tierra-ceniza de Manuela Sáenz.
Aquella altiva mujer – para resaltar sólo una de sus condiciones- que un desgraciado día de
finales de 1830 con dolor de alma permitió que Simón Bolívar, desengañado de lo perverso
de la condición humana, decidiese irse a morir en suelos distintos de aquellos en los que
había liderado las luchas por la independencia. La Manuela simbólica marchaba rumbo a
Caracas llevando el calor y la calidez, que se le habían escapado al aterido Bolívar de su
morada en el Panteón Nacional de la Capital de Venezuela. Desde aquel lejano 1830 le
había prometido que lo acompañaría in aeternum y allí iba a cumplir su promesa. Muerto el
Libertador, a quien había liberado el 28 de septiembre de 1828, vino la más larga y
solitaria travesía: odiada y vilipendiada, intentó suicidarse haciéndose morder de una
serpiente; fue desterrada de la Nueva Granada; con sus esclavas Nathán y Jonatás se asiló
en Jamaica durante tres años; en 1835 se vino a su tierra, Ecuador, de donde fue expulsada;
y llegó luego a Paita, Perú, donde murió en 1856. (34)
En este 2010, la “Libertadora”, la Precursora del Feminismo en la Gran Colombia, desandó
los pasos del Libertador, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela pernoctando ese 3 de abril
en Cali. En esta Sultana, en la noche del 3 de julio en el Parque Panamericano, Jorge Iván
Ospina la resignificó,
“Presentar los restos de Manuelita Sáenz, le dijo a los caleños, la amante, la compañera, la colega de la
gesta independentista, de alguna manera reivindica nuestra historia”.
Y en Caracas Hugo Chávez la ascendió de Libertadora a Generala del Ejército bolivariano.
Así la recibió con su acostumbrado verbo, pensado pero apasionado,
“Simón y Manuela, los dos son la misma cosa: Pasión, fuego patrio que hoy se convierte en llamarada”.
Por su parte, en un inspirado discurso así la revaluó desde Caracas el Presidente Correa del
Ecuador,
“Manuela nos despierta las conciencias con su ejemplo libertario, nos pone frente a frente de nuestras
responsabilidades con la historia. Ella nos dice que no podemos quedarnos en culpar al pasado o al
destino, porque el destino los verdaderos revolucionarios tenemos que trazarlo”… Esta tierra de Paita no
llega sola donde está Bolívar… Llegamos con ella a decirle a Bolívar que aquí estamos de pie y no hemos
abandonado la pelea”….“Seguiremos sumando manos a la causa de la integración hasta que nos veamos
como hermanos de una gran nación de naciones, donde podamos ser diversos pero no desiguales”.(35)
Librepensadora y osada, la linda Manuela se hizo una política apasionada y atrevida
militar pro-independista cuando permitió que Simón Bolívar, el héroe y el hombre
concreto cargado de virtudes y defectos, entrase por todos los poros de su cuerpo hasta
enseñorearse en su corazón – lo amó con pasión- y hasta en su cerebro- racionalmente
creyó en él y en su misión-. Por esas dos razones condensadoras, así la pudo atrapar Carlos
Lemos,
“Cada una de las mujeres que conoció Bolívar, amó una parte de él. Fanny de Villars, su romanticismo;
Josefina Núñez, su fogosidad; Isabelita Soublette, su lirismo; Joaquina Garaycoa, su ternura, y Manolita
Madroño su celebridad. Sólo Manuela tuvo el talento de quererlo tal como era y de comprender los mil
rasgos todos geniales y todos distintos, que encerraba su aparente individualidad. Para ella, el Libertador
no tenía secretos. Poco a poco aprendió a descifrar todos los secretos de su inmenso corazón”. (36)
Librepensadora y osada, pues sólo una mujer con esas notas pudo escribirle a su esposo
Jaime Thorne, un adinerado médico inglés que la doraba y le pedía volver a su lado,
“¿Usted cree que yo, después de ser la predilecta de este General por siete años y con la seguridad de
poseer su corazón, prefiera ser la mujer del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo o de la Santísima
Trinidad?...Yo no vivo de preocupaciones sociales, inventadas para atormentarse mutuamente… Hagamos
otra cosa. En el cielo nos volveremos a encontrar, pero en la tierra no…Allá todo será a la inglesa,
porque la vida monótona está reservada a su nación (en amores, digo, pues en lo demás, ¿quiénes más
hábiles para el comercio y la marina)….Basta de chanzas. Formalmente y sin reirme, con toda la seriedad,
verdad y pureza de una inglesa, digo „que no me juntaré más con usted‟. Usted anglicano y yo atea, es el
más impedimento religioso; el que estoy a otro es mayor y más fuerte. ¿No ve con que formalidad pienso?.
Su invariable amiga, Manuela” (37)
Según la historia, Bolívar se enamoró desde que la vio en un balcón a su entrada a Quito el
16 de junio de 1822. Así narró ese primer encuentro en su Diario de Quito Manuelita, la
apasionada amante,
“Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé
para que cayera al frente del caballo de S.E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la
caída, a la casaca, justo en el pecho de S. E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su
mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en tal acto; pero S. E. se sonrió y me hizo un saludo
con el sombrero pavonado que traía a la mano”. (38)
Pero, Manuela también le siguió las pisadas a su amado haciéndose militar
proindependentista. Por eso en 1824 accedió a la condición de “Teniente de Húsares”, y,
tras participar en la Batalla de Ayacucho, Sucre recomendó su ascenso a Coronela. En la
época actual, Rafael Correa en el 2007 y Hugo Chávez en el 2010, le reconocieron la
condición de “GENERALA” de todas las mujeres latinoamericanas que, este Bicentenario,
continúan luchando por una Emancipación real. Importa destacar, además, que cuando
Bolívar llegó a su vida integral, conocidas eran ya sus simpatías por la causa de la
Independencia. Por eso cuando en 1822 entró a Quito quiso saberlo todo de la bella
ecuatoriana – “su origen, su conducta, su manera de pensar, su desdén por los
convencionalismos, su patriotismo militante…y lo que le contaron, lo maravilló-“. (39)
Esta fue la mujer, que en la noche del 3 de julio, la noche de “La Cali PRECURSORA”,
fue revaluada por el Alcalde de la Ciudad, Jorge Iván Ospina, cuando dijo que la Manuela
reivindicaba nuestra historia. (40)
1. Vélez Ramírez, Humberto, “Atisbos Analíticos No 118”, Cali, julio 2010. 2. Vásquez, Edgar. Historia del Desarrollo en
Cali. Cali. Universidad del Valle, 1985. 3. Citado por García Vásquez, Demetrio. Hilvanes Históricos. Cali, mayo
de 1965. 4. Buenaventura, Manuel María. Del Cali que se Fue. Cali. Imprenta
Departamental, 1957; 5. A este respecto, y sobre Cali entre 1900 y 1910, ver, Lenis, Andrés J.
Crónicas del Viejo Cali .Cali. Litotenis, 1979 y, “En la Colina de San Antonio”. En, Santiago de Cali-450 Años; Cámara de Comercio de Cali. Tertulias del Viejo Cali. S.F; Ramos, Domingo. Selección de las Charlas publicadas en el “Correo del Cauca”. Cali. Tipografía moderna de Palau Velásquez y Cia.1915; Vásquez, Edgar. Historia de Cali en el siglo XX. Sociedad, Economía, Espacio y Cultura. Artes Gráficas del Valle, 2001; “El Correo del Cauca”, Cali, 1906-1912; “Revista Caucana”, Cali, 1908; Archivo Histórico Municipal de Cali, 1901-1911,“Actas del Concejo de Cali”,1900-1912; “Despertar Vallecaucano”. Revista, Nos.6-19-38-43-54-88. Cali, 1975-1989; Alcaldía de Cali. 450 Años de Historia. S.F.
6. Sánchez, Marco. Las Galerías de Cali Medio Siglo de Historia urbana 1910-1970. Tesis de Grado. Departamento de Historia de la Universidad del Valle, 2003.
7. Idem. 8. Acuerdo No 12 de 1913. En. Alcaldía de Cali. 450 Años de Historia. 9. Correo del Cauca, julio 15 de 2005, p.566. 10. “Paz”, Popayán, julio de 1905. 11. Correo del Cauca, julio de 1905 12. Valencia, Alonso y Zuluaga Francisco. Historia Regional del Valle del
Cauca. Facultad de Humanidades. Santiago de Cali, 1992, pgs.126-133. 13. “Correo del Cauca”, 21 de enero 1905, p.380.
14. Fayad, Javier Alfredo. La Niñez en Santiago de Cali a comienzos del siglo XX. Genealogía de instituciones y construcción de subjetividad. Tesis para optar al doctorado, Cali, abril 2006, pgs.225-227.
15. Correo del Cauca, mayo 20 1905, p.512 16. Moreno, Heber. “Breve Historia del Periodismo en Cali”. En, Cali Viejo,
Revista, No 1, 1977. 17. “ El Porvenir de Cali asegurado”, Correo del Cauca”, febrero 11 de
1909, pag.2; 18. Rivera y Garrido, Luciano.”Algo sobre el Valle del Cauca”. En, Datos
bibliográficos. Impresiones y Recuerdos de un Conferencista. Buga. Imprenta R.A.Pastrana.1886.
19. Revista Caucana, septiembre 5, pag.275, y septiembre 12, pag.286, de 1908.
20. Lenis, Andrés J.Op.cit. pgs.283-284 21. Ayala, Ernesto. Centenario en Cali: Compilación de los discursos
pronunciados con motivo de la gran fecha. Imprenta Comercial, 1910. ( La presentación de los discursos va acompañada de una crónica a la que le hemos hecho algunas adiciones y glosas críticas)
22. Lenis, Andrés J. Op.cit. pgs 60-61 23. Idem, op.cit. pag-260-261 24. Idem, op.cit. 25. Cámara de Comercio de Cali. Tertulias del Viejo Cali. S.F. 26. El Correo del Cauca, febrero 16 de 1909, p.2. 27. Vélez R, Humberto y Otros. Un Día en el Cali de los Inicios del Siglo
XX”. Ecopaz-Alcaldía de Santiago de Cali, p.54. 28. Idem, p.11 29. Pérez Vejo, Tomás. “¿Por qué volver sobre las guerras de
independencia hispanoamericanas? En. Un Periódico. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. No 135,11 de julio de 2010, p.20.
30. Cámara de Comercio de Cali. Tertulias del Viejo Cali. Op.cit. pgs.64-65. 31. Valencia, Alonso, op.cit. p.128. 32. García Vásquez, Demetrio. Revaluaciones Históricas, Cali, 1960, T.III. 33. http://www.cali.gov.co/publicacionesphpt?id=32319 34. “La ultima travesía de la Libertadora”. El Espectador. Bogotá, julio 4
2010, pg. 18-19. 35. http://www.eluniversal.com/2010/07/05/pol_ava_correa_y_chavez_rind_
05A4136493.shtm 36. Lemos Simonds, Carlos. “Bolívar y Manuelita”. En. De Amores y Amantes.
Tercer Mundo Editores, 1990, pgs.119-141. 37. Carta de Manuela Sáenz a su esposo, citada en el artículo ya señalado
de El Espectador, http://www.google.com.co/#hl=es&source=hp&q=Tiberio+Bermudez+y+Manuelita+SAENZ&btnG=Buscar+con+Google&aq=f&aqi=&aql=&oq=Ti
berio+Bermudez+y+Manuelita+SAENZZbtnG=Busc; en el ya citado libro De Amantes y Amores, se puede encontrar el texto completo de esta carta, p.125.
38. Citada por Tiberio Bermúdez 39. Sobre la vida de Manuela Sáenz, ver, Alfonso Rumazo Gonzáles.
Manuela Sáenz. La Libertadora del Libertador. Quito. Almendros y Nieto, 1994.
40. Idem, p. 124.